Sobre dominicanos y puertorriqueños:¿ movimiento perpetuo?

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Centro Journal ISSN: 1538-6279 [email protected] The City University of New York Estados Unidos De Maeseneer, Rita Sobre dominicanos y puertorriqueños: ¿movimiento perpetuo? Centro Journal, vol. XIV, núm. 1, 2002, pp. 53-73 The City University of New York New York, Estados Unidos Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=37711290003 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Centro Journal

ISSN: 1538-6279

[email protected]

The City University of New York

Estados Unidos

De Maeseneer, Rita

Sobre dominicanos y puertorriqueños: ¿movimiento perpetuo?

Centro Journal, vol. XIV, núm. 1, 2002, pp. 53-73

The City University of New York

New York, Estados Unidos

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=37711290003

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CENTRO Journal

7Volume xiv Number 1

spring 2002

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Sobre dominicanos ypuertorriqueños:¿movimiento perpetuo?1

Rita De Maeseneer

Para Rosa Guzm n-Merced

Puerto Rico queda cerca, pero m ntate en avi nY si consigues la visa, no hay problemas en Inmigraci n.Pero no te vayas en yola, no te llenes de ilusionesPorque en el Canal de la Mona, te comen los tiburones.(Wilfredo Vargas, Karen Records (Georges 1990:41))

ABSTRACT

After explaining the economic,socio-political and historicalcontext that frames Dominicanmigration, I explore how fourPuerto Rican writers (Ana LydiaVega, Magali García Ramis, JoséLuis Ramos Escobar, and LisetteGratacós Wys) represent theDominican immigrant in PuertoRico and the U.S. This analysisallows me to reflect on identityand discrimination problems,which imply constant redefinitionand repositioning.

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Row, row, row your boat2

El área caribeña ha venido caracterizándose por unos fuertes movimientos migratoriosy la República Dominicana no constituye una excepción al respecto. Al exponer eltema de mi artículo—la migración de los dominicanos hacia Puerto Rico—a LuisLópez Nieves, el autor puertorriqueño de La verdadera historia de Juan Ponce de Le n,me contestó como boutade que Puerto Rico fue fundado por este español “ilegal” quellegó en barco desde La Española. De esta manera se podría afirmar que los (pre)-dominicanos “ilegales” son parte de los cimientos de la nación puertorriqueña. En suartículo “Relaciones entre Santo Domingo y Puerto Rico: una perspectiva histórica”,Ricardo Roberto Camuñas Madera ilustra la elevada frecuencia de los intercambiosentre Puerto Rico/Borinquen y la República Dominicana/ Quisqueya en el pasado. Meconformo con recordar dos ejemplos famosos. El puertorriqueño Eugenio María deHostos (1839-1903) vivió muchos años en la República Dominicana, donde murió. JoséLuis González (1926-1996), uno de los pensadores puertorriqueños más influyentes,tenía un padre puertorriqueño y una madre dominicana. En La luna no era de quesoevoca sus primeros años en la República Dominicana. Como es sabido, residió luegovarios años en Puerto Rico para terminar en México.

En este artículo me concentraré en la migración cada vez más masiva desde laRepública Dominicana a Puerto Rico y a Estados Unidos en el post-trujillato y, másespecíficamente, a partir de la intervención norteamericana de 1965. En los sesenta,se constataba una salida a escala reducida de dominicanos de clase media por razonestanto de índole política como económica. El deterioro de la agricultura, la ausenciade salidas profesionales para personas cualificadas y la política migratoria de losEstados Unidos fomentaron el éxodo a partir de mediados de los setenta.3 Lasituación dominicana sólo se agravó en los ochenta a pesar de (¿o precisamentedebido a?) las medidas draconianas de reestructuración impuestas por el FondoMonetario Internacional (en 1983). El antiguo ministro de Trujillo, Joaquín Balaguer,que gobernó casi tantos años como el Benefactor de la Patria—aunque“democráticamente” (de 1966 a 1978 y de 1986 a 1994)—, llamó a estos dominicanosen el exilio los “dominicanos ausentes”. En los noventa, el Tratado de LibreComercio entre México y Estados Unidos de 1994 y el consiguiente descalabrobursátil en toda América Latina (el efecto “tequila”) repercutieron también sobre laisla aportando la puñalada fatal a la débil economía dominicana. El desastreprovocado por el huracán Mitch de 1998 no pudo sino estimular la emigración. Hoyen día la economía dominicana se ha vuelto extremadamente dependiente. Seimportan dos veces más productos de los que se exportan y los ingresos en monedaextranjera provienen primordialmente del turismo, de las remesas y de las zonasfrancas.4 Además, como observó el etnomusicólogo Austerlitz, “ i n addition to theeconomic dependency, a psychic dependency between Dominicans abroad and on the islandcaused a mania for emigration (Grasmuck and Pessar 1991:17); as Dominicans sometimessay, island dwellers are ‘loco para irse’ sic or obsessed with the idea of emigrating (Bray1987:164)” (Austerlitz 1997:131).

Como dice la famosa canción de Juan Luis Guerra, los dominicanos intentanobtener una “visa para un sueño” que no puede ser sino el sueño americano, theAmerican Dream. De ahí que la mayoría de los inmigrantes dominicanos viva en ladiáspora estadounidense.5 Cuando no tienen suficiente dinero, entre otras posiblesrazones, se van a Puerto Rico: la isla del encanto sólo se encuentra a unas cien millasde Quisqueya, presenta muchas más afinidades culturales con la madre patria yconstituye un trampolín para llegar a Estados Unidos. En este caso, los dominicanos

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no se mueven de la periferia al centro, sino que pasan de la periferia a lo que algunossociólogos y economistas, como Wallerstein, tildan de semiperiferia, que secaracteriza por un nivel intermedio de desarrollo. Los dominicanos entran muchasveces de manera ilegal e intentan hacerse ciudadanos americanos a la espera de poder“brincar el charco”. A veces se quedan en Puerto Rico sobreviviendo en algún negocioo trabajando en servicios domésticos en el marco de una economía oficial o informal.Su presencia en Puerto Rico queda bastante limitada, ya que no sobrepasan un 2 ó 3% de la población total.6 No obstante, constituyen la mayor comunidad deinmigrantes extranjeros en comparación con los grupos de cubanos, españoles,haitianos, árabes o chinos.

En los años ochenta y noventa, la mala situación económica de Puerto Rico sereflejaba en unas tasas de desempleo siempre superiores al 10%, lo que obligó aEstados Unidos a intensificar su sistema de ayudas en forma de cupones de alimentosy ayudas de seguridad social, ya iniciado en los años setenta. Este clima económicodesfavorable, entre otras razones, ha generado en algunos puertorriqueños actitudesde discriminación hacia los dominicanos. En una entrevista con el periodistaCenteno Torres, el antropólogo César Rey Hernández enumera las críticas másfrecuentes dirigidas a los inmigrantes dominicanos (Centeno Torres 2000:5):

Dar por sentado que todos son negros o ilegales “enyola’os” (comole[sic] dicen a algunos niñitos dominicanos sus compañeros deescuela); menospreciar a los que son negros o tienen un nivel deescolaridad inferior; catalogarlos de usurpadores de empleos;achacarles el problema de las drogas; u obviar los aportes de los quellevan décadas insertados en la sociedad puertorriqueña, son sóloalgunos de los modos de rechazo más comunes que enfrenta estapoblación inmigrante.

Dado que, en su mayoría, esta población inmigrante está constituida por mujeres, elantropólogo Jorge Duany agrega a las razones legales, sociales y raciales unadiscriminación basada en el género (Duany 2001a:18).

Esbozado este panorama poco esperanzador, pasemos ya a la literatura. Entre lasobras puertorriqueñas escritas en español,7 me llamó la atención que, en las dos últimasdécadas del siglo XX, no sólo se seguía tratando el tema de la diáspora puertorriqueña,sino que en algunos textos también se integraba la migración dominicana hacia PuertoRico. Estoy de acuerdo con Yolanda Martínez-San Miguel en que la literaturaconstituye un camino insuficiente y muy limitado para estudiar la representación delinmigrante dominicano en Puerto Rico (Martínez-San Miguel 1998b:129-130). Elanálisis de telenovelas, chistes étnicos, graffiti, canciones y películas podría dar unaimagen mucho más completa de los problemas.8 No obstante, la contribución literariaal debate me parece pertinente. En comparación con los estudios culturales yantropológicos, los textos literarios hacen mayor hincapié en la dimensión humana ycultural que en factores de tipo económico o social. La representación literaria de losdominicanos en Puerto Rico también podría servir de pequeño antídoto contra lainformación periodística, que viene identificando sistemáticamente a los dominicanoscomo criminales y drogadictos.

Es obvio que este análisis tendría que ser ampliado con escritos de autoresdominicanos y de los siempre silenciados haitianos para elaborar un enfoque másequilibrado e incluir temas ausentes en la literatura puertorriqueña. Pienso en el

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fenómeno de la migración circular o en la actitud de los “cadenuces”, dominicanosque regresan a su país y que casi sucumben bajo el peso de sus cadenas de oro,exhibidas como símbolo de riqueza.9

Me propongo analizar tres cuentos, escritos por Ana Lydia Vega, Magali GarcíaRamis y Lizette Gratacós Wys respectivamente, los cuales constituyen a mi modo dever tres etapas en la representación de los inmigrantes dominicanos en relación conPuerto Rico, a la vez que subrayan diferentes aspectos de este proceso migratorio.Dado que la inmigración dominicana a Puerto Rico está estrechamente relacionadacon la salida desde la República Dominicana hacia Estados Unidos, añadiré dostextos centrados en este eje. Para resaltar el paralelismo entre los dos flujosmigratorios, comentaré tanto “El día de los hechos” como “Encancaranublado” deAna Lydia Vega (1983). El mismo paralelo puede trazarse entre “Retrato deldominicano que pasó por puertorriqueño y pudo emigrar a mejor vida a EstadosUnidos” de Magali García Ramis (1995), y la obra de teatro Indocumentados: El otromerengue (1991) de José Luis Ramos Escobar. Finalmente, me detendré en la maneraparticularmente innovadora en que se aborda el tema en “Yolanda (gerundiofemenino)” de Lizette Gratacós Wys, cuento que proviene de su primera publicación,Tort colis (1998).10 Tengo una deuda enorme con las agudísimas observaciones deYolanda Martínez-San Miguel, que ya estudió de manera brillante “El día de loshechos” e “Indocumentados: El otro merengue” (Martínez-San Miguel 1998a:155-160). Voy a integrar sus observaciones sobre borde(r)s, (trans)nacionalidades eidentidades híbridas agregando algunas reflexiones suplementarias. A la vez, quisierahacer más hincapié en el enfoque literario, tanto en el sentido concreto(introduciendo más textos) como en el sentido figurado (insistiendo más en unosprocedimientos típicos de la literatura, por ejemplo, la intertextualidad).

Ana Lydia Vega, “El día de los hechos” “El día de los hechos” de Ana Lydia Vega forma parte de una serie de cuentos situadosen diferentes islas del Caribe (Jamaica, Haití, Cuba, República Dominicana, PuertoRico). El protagonista es Filemón Sagredo hijo, un enyolado, cuyo negocio, el“Quisqueya Laundry”, se sitúa en Río Piedras, barrio que se caracteriza por unanutrida presencia dominicana. Una testigo omnisciente y omnipresente nos narra queella estuvo allí, cuando Filemón Sagredo hijo fue asesinado en la misma puerta de sunegocio por un haitiano, Félicien Apolón hijo. Antes de que se muera FilemónSagredo hijo, se nos presenta un largo flash back que explica los odios ancestralesentre ambas familias, ahora (momentáneamente) vengadas. La narradora empiezaevocando uno de los mayores traumas en la historia dominicana. Se refiere a “ElCorte” de 1937, cuando Trujillo ordenó la masacre de miles de haitianos en la zonafronteriza con el fin de blanquear la República y reducir el poder económico de los“hateros” (campesinos) independientes de esa región.11 Filemón Sagredo el Viejodenunció en 1937 a Félicien Apolón padre. Luego la narradora menciona una serie devendettas entre las dos familias, que se remontan al siglo XIX.

El cuento se genera, por tanto, desde la aversión muy arraigada en los dominicanoshacia los haitianos, una negrofobia presente hasta hoy en día en la RepúblicaDominicana. La relación entre los dos vecinos se considera una especie de fratricidio,lo que se deduce del epígrafe: “Y Caín mató a Abel/ Y Abel mató a Caín” (Vega1983:23), e implícitamente se aboga por una salvación y una superación de estarelación enemiga. Respecto a esta alusión bíblica, llama la atención que el temacainita se haya convertido en una muerte recíproca, de manera que nadie es el bueno

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ni el malo. Cabe observar también que el mismo nombre de Filemón no sólo provocaunas reminiscencias clásicas (de la pareja pobre, Filemón y Baucis, que acogió a Zeus),sino que puede remitir asimismo a la Sagrada (¿Sagredo/a?) Escritura. En la “Carta aFilemón”, el apóstol San Pablo pide al cristiano Filemón que acoja bien a su esclavohuido, Onésimo, convertido al cristianismo. Le insta a que lo considere ya no comoesclavo, sino como hermano en la fe.12 Volveré sobre estos temas de pobreza yesclavitud más adelante.

Yolanda Martínez-San Miguel interpreta el cuento como la transterritorialización delos problemas entre dominicanos y haitianos, al igual que como una reflexión sobrefronteras e identidad. Escribe Martínez-San Miguel (1998a:155-156):

Esta batalla familiar comienza en una frontera—la de Haití y laRepública Dominicana— y termina en otra muy distinta—la de lacomunidad dominicana trasladada a Puerto Rico—de modo que lanarrativa desplaza con la frontera misma la pugna por un territorionacional intervenido por la migración. En este sentido el textovincula identidad nacional con definición territorial y comienza acuestionar la estabilidad y densidad de ambos conceptos. De la isladividida jurídicamente en dos naciones se pasa a la isla dividida envarias comunidades caribeñas, que se convierte en territorio demúltiples significaciones, dependiendo de la comunidad que invoquey defina el significado del espacio que ocupa.

En relación con el tema que me ocupa, también quisiera poner de relieve algunosotros elementos. Filemón Sagredo procede de la región del Cibao en el norte de laRepública Dominicana, caracterizada por una alta tasa de emigraciones hacia SantoDomingo, San Juan y Nueva York (Duany 1990:55). Llegó a Puerto Rico de manerailegal, lo cual no era muy frecuente al inicio de los ochenta, época en que se sitúaprobablemente el cuento. Filemón fue soltado lejos de la costa a pesar de haberpagado 500 dólares a un tal Grullón y tuvo que sobornar a los guardiaspuertorriqueños para evitar que lo encarcelaran. No obstante, no le va mal en PuertoRico y no parece percibir ningún tipo de racismo o de discriminación; de hecho, nisiquiera llegamos a saber cuál es su color de piel. La narradora afirma que en PuertoRico un ilegal no tiene por qué trabajar en la caña de azúcar, ya que se le ofrecenmuchas posibilidades: “Acá un ilegal se cuela donde pueda, vendiendo barquillas enuna heladería china, atendiéndole las frituras a cualquier cubano desmadrao,cambiando gomas en algún garage [sic] paisano.” (Vega 1983:24). Queda claro quetodos estos posibles trabajos, que no salen del circuito (¿informal?) de los inmigrantes(chinos, cubanos, dominicanos), al igual que la “Quisqueya Laundry”—negociomontado por el propio Filemón—, no represantan una pérdida de empleos para lospuertorriqueños, un reproche muchas veces formulado injustamente (Duany 1997).Señalo de paso que se pueden detectar en Filemón (o en la narradora) ciertosprejuicios, ya que se califica al cubano de “desmadrao”: aparentemente losestereotipos son difíciles de erradicar de la mente humana y son omnipresentes.Filemón Sagredo también especifica las dos formas de obtener una situación legal:casándose con una puertorriqueña o consiguiendo documentos legales mediantepago, pero prudentemente no explicita por qué solución optó él mismo. Por último,cabe insistir en la nostalgia que siente por su patria. El plato nacional porexcelencia—el sancocho—, el merengue, las conversaciones con otros dominicanos y

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unos breves retornos a su país le permiten aguantar su vida en Puerto Rico. Comoseñalan Duany y César Rey Hernández, el aferrarse a las tradiciones culturales puedeconstituir una forma de resistencia, defensa o protección contra el racismo, pero eneste caso sólo expresa un languidecer por la madre patria, muy presente en losdominicanos (Duany 1996:273; Rey Hernández 2000).

Todos estos datos indican que el cuento refleja de manera bastante fiel la situacióna inicios de los ochenta, cuando se consideraba a los inmigrantes dominicanos comoun grupo de gente que trabajaba duro y no planteaba un serio problema dedesplazamiento laboral para los puertorriqueños. De hecho, no se integraronrealmente a la sociedad puertorriqueña. Sólo pudieron legalizarse mediante trampas,pero tampoco fueron discriminados abiertamente, al menos según la visión ingenuade Filemón/la narradora. Puesto que el libro entero va dedicado a la “Confederacióncaribeña”—una idea utópica ya formulada por Hostos (entre otros pensadores)—, seinsiste en la necesidad de ir más allá de los conflictos intra-caribeños con el fin deformar una sola comunidad. Las fricciones y el racismo se sitúan todavía en relacióncon la patria—aunque en desplazamiento—, pero el cuento anuncia ya otras posiblesconfiguraciones de racismo, que efectivamente se desarrollarían después en PuertoRico. El recurso de una testigo distante, probablemente puertorriqueña, tambiénrelativiza el éxito que Filemón—una suerte de nuevo Cándido—cree tener en elborinqueño Edén. No es el mejor de los mundos posibles, si pensamos en la maneraen que los dominicanos tienen que ganarse la vida y vivir en Puerto Rico.

En otro cuento de Ana Lydia Vega, “Encancaranublado”, el ataque es mucho másexplícito y cobra hasta un sesgo satírico-grotesco. En él un haitiano, un dominicano y uncubano van a Miami en barco en su pursuit of happiness (Vega 1983:13). María CarmenZielina lee esta historia como una re-escritura/subversión del mito fundacional de Cuba,en el que la Virgen de la Caridad del Cobre—la patrona de Cuba—salva a Juan elIndiano, Juan el Mulato y Juan el Criollo (Zielina 1992:164-172). Esta interesanteinterpretación muestra la continuidad (y la parodia) de ciertos mitos de migración y desalvación. Lo que yo quisiera destacar de este cuento, es la manera muy estereotipada enque se representa a los personajes.13 Diógenes, un dominicano de nombre neoclásico, esnegro, pobre, desempleado. Habla a una “velocidad supersónica” (Vega 1983:16) ydenigra fuertemente al haitiano, el “madamo”. El cubano a su vez se burla de Diógenes.Se ríe de la ineficacia y de la pereza de los dominicanos, puesto que subraya en un chisteétnico que no se puede ver la diferencia en el Santo Domingo de antes y después delhuracán. Por tanto, el haitiano y el dominicano ya son prejuzgados por unos criteriosdicotómicos. Al ser rescatados los tres hombres por un barco norteamericano, dice elcapitán (¿nueva Virgen de la Caridad del Cobre?): “Get those niggers down here and let thespiks take care of em” (Vega 1983:20). Y la narradora añade: “Palabras que los incultoshéroes no entendieron tan bien como nuestros bilingües lectores” (Vega 1983:20). Lasdiscriminaciones entre los pasajeros han sido neutralizadas: son todos negros eindocumentados. Están al mando de un puertorriqueño, también llamado de maneradespectiva “spik”. En su artículo en internet comenta Fernando Valerio-Holguín: “TheNorth American official uses a racial polarization to erase cultural diversity, a common practicein the United States which does not recognize the diverse racial blendings of Mestizoimmigrants”. El puertorriqueño les quita cualquier esperanza al decir: “Aquí si quierencomer tienen que meter mano y duro. Estos gringos no le dan na gratis ni a su mai”(Vega 1983:20). En consecuencia, el racismo resulta ser un concepto muy relativo. Puedecambiar de destinatario según el oponente con que se encuentre. Veamos ahora cómoMagali García Ramis enfoca al dominicano.

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Magali García Ramis, “Retrato del dominicano que pasó por puertorriqueño y pudo emigrar amejor vida a Estados Unidos”Magali García Ramis centra su narración en Asdrúbal, un dominicano que vivetemporalmente en Puerto Rico. Su meta es hacerse taxista en Nueva York, donde yaestá trabajando un tío de su madre. No se especifica su situación en Puerto Rico: vive“apiñado” en dos “cuartos mugrosos” (García Ramis 1995:107) con otros docecompatriotas en Santurce, el “Little Quisqueya”, barrio de los inmigrantes dominicanospor excelencia. Vende hot dogs junto con un compañero, Diosdado, probablemente enun circuito informal.14 Como es el caso de muchos dominicanos, Asdrúbal ve PuertoRico como una etapa intermedia que lleva a Estados Unidos. La primera frase delcuento reza así: “El dominicano que los muchachos ayudaron a irse a Estados Unidostenía dos cosas a su favor: un color de piel acaramelado, boricua, y una capacidad fuerade lo común para imitar a la gente” (García Ramis 1995:107). Gracias al color de su pielno sufre el racismo, ya que puede pasar por puertorriqueño mulato claro. Su segundomérito—el don de la imitación—parece más enigmático y constituye el objeto delcuento. Este aprendiz en la imitación ya domina el arte de caminar como lospuertorriqueños, menos derecho, más jorobadito, “arrastrando los pies” (García Ramis1995:108).15 Se inserta una crítica maliciosa de los puertorriqueños, ya que su amigodominicano le murmura a Asdrúbal (García Ramis 1995:109):

Nosotros caminamos muy derechos, porque somos hombres de unarepública. Los de aquí no. Eso me lo dijo un líder sindical hacemucho tiempo. Los puertorriqueños, estos muchachos del barrio,caminan un poco jorobaditos, y como arrastrando los pies, como sino les importara nada y es que ellos ya son ciudadanos y no lespreocupa su futuro ¿Tú me entiendes? No tienen adónde ir; así esque tú tienes que andar, como ellos…

Asdrúbal ensaya esta manera de caminar ante los cristales oscuros del edificio de laCompañía Telefónica (en la Parada 15 de Santurce), símbolo del desplazamientoinfinito e ilimitado, pero sin moverse… . Asdrúbal puede verse a sí mismo y ser visto,pero no alcanza a distinguir a los otros que están dentro. De esta manera prostituyesu cuerpo, como si estuviese actuando en un peep show. Asdrúbal también aprende amirar lejos, “a menos que pase una buena hembra” (García Ramis 1995:108). Asímuestra que no tiene miedo a que lo detenga la policía. Su identidad se veprofundamente atacada, cuando le aconsejan tomar otro nombre, el de WillieRosario. Los muchachos del barrio encuentran inconcebible que, estando en PuertoRico, se llame Asdrúbal, el hermano de Aníbal, con todas las referencias histórico-clásicas que ello implica.16 Su nuevo nombre es legalizado mediante papeles falsos porel licenciado Cortés (¿el traidor por excelencia?).17 También su peinado tiene que seradaptado a la manera puertorriqueña, es decir, a Asdrúbal/Willie le cortan el pelocomo a “los mulatos del norte” (García Ramis 1995:109). Asdrúbal imita, por tanto,no a los puertorriqueños blancos, sino a los mulatos emigrados de la clase barrial.Asdrúbal/Willie procede a una mimicry no del colonizador blanco, sino del mulatoclaro, creando una identidad metonímica a la segunda potencia. Podríamosinspirarnos en las frases de Bhabha transformándolas: “he s almost the same, he s almostlike the not quite white” en lugar de “he s almost the same, but not quite”, “he s almost thesame, but not white”.

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El día en que Asdrúbal decide irse a Estados Unidos, parece una versión degradada ygrotesca de un mulato puertorriqueño de clase baja: “Lo habían vestido con unacamiseta de una cooperativa del centro de la Isla, que por detrás tenía un anuncio decerveza Budweiser; unos pantalones sueltos, con muchos pliegues—lo que se usaahora—le dijeron; una bolsita deportiva rota marca Converse y unas tenis enormes,blancas, con rayas violetas y cabetes verde chatré… .”(García Ramis 1995:110). En esteatuendo le sacan un retrato (el del título). Efectivamente, se ha convertido en unarepresentación, “a scene that has to be seen” (Fanon citado por Bhabha 1994:76).Asdrúbal/Willie se parece más bien a un payaso, a un hombre disfrazado y sus amigosapuestan por el éxito de la empresa, como si fuese un gallo de pelea. Asdrúbal repitetodo el tiempo la manera puertorriqueña de confirmar su identidad postiza: “Soypuelltorriqueño. Soy de Puelto Jrico” (en lugar de “Soy pueitorriqueño. Soy de PueitoRico”).18 La prueba final de su falsa identidad consiste en quitarse la medalla de lapatrona de la República Dominicana, la Virgen de Altagracia, un símbolo muy potentepara los dominicanos. Los muchachos sustituyen la medalla por una de la Virgen delCarmen. No sirven para nada las protestas de Asdrúbal, quien alega que ésta no es lamadona oficial de Puerto Rico (que es la menos popular Virgen de la Providencia).19

Asdrúbal/Willie pasa por aduana pronunciando la frase mágica que le abre todas laspuertas, “rumbo al Jumbo Jet que lo llevó a Nueva York” (García Ramis 1995:112).

Asdrúbal/Willie es una especie de nuevo pícaro, una reencarnación de Juan elRomero/Juan el Indiano del cuento de Carpentier, “El camino de Santiago”. Eldisfraz, la estructura itinerante, las apariencias, el cambio de nombre, la marginalidady el deseo de medrar son otras tantas características del género picaresco. También eltítulo “pudo emigrar a mejor vida” recuerda el estilo de la novela picaresca. Hacepensar en “pasar a mejor vida”, que puede significar tanto “morir” como “llegar a unamejor situación”. La referencia al género picaresco incita a reflexionar sobre el deseoeterno del hombre de migrar, la búsqueda de una utopía que muchas veces seconvierte en distopía, los mecanismos del dinero que mueven el mundo, ahora yentonces. Además, el cuento nos invita a reconsiderar el choque entre identidad yadaptación, otherness y sameness, así como la identidad falsa de la que nos apropiamospara tener éxito. El escritor y ensayista dominicano Andrés Mateo advierte a esterespecto en su libro Al filo de la dominicanicidad (1996) que los dominicanos luchanconstantemente entre “ser” y “parecer”. Finalmente, subyace en el cuento tambiénuna crítica al machismo (nada sorprendente en Magali García Ramis), ya que los actosde Asdrúbal son presentados como una manifestación de hombría: “Un hombre,cuando algo tiene que hacer, no lo piensa tanto. Un hombre se decide…” (GarcíaRamis 1995:109). Resulta bastante irónico este comentario, al saber que la mayoría delos migrantes son mujeres.

Este cuento presenta una semejanza con la obra de teatro de Ramos Escobar,Indocumentados: el otro merengue. En esta obra, el dominicano Gregorio Santa (¿elkafkiano Gregorio Samsa?) le compra en Nueva York la identidad a la madre de uncriminal puertorriqueño, Luis Jiménez, a quien mataron en un atraco a unsupermercado. Gregorio Santa se cambia el nombre, la apariencia física y la manera dehablar; bebe cerveza puertorriqueña; escucha música puertorriqueña; se identifica conlos iconos de la cultura popular de Puerto Rico (el Gallito de Manatí). Incluso hacesuyas las ideas políticas conservadoras de asimilación. Cuando sus compañeros leobligan a contar un chiste sobre los dominicanos, Gregorio/Luis empieza citando losfamosos versos de la patriota puertorriqueña exiliada en Cuba, Lola Rodríguez de Tió(1843-1924), que (irónicamente) defienden cierta unidad caribeña: “Cuba y Puerto Rico

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son/De un pájaro las dos alas/ Reciben flores o balas/ Sobre el mismo corazón”20 … “Yel pobre Santo Domingo” continúa Gregorio/ Luis, pero no es capaz de terminarlo élmismo. Otro obrero lo completa con sorna: “es por donde el pájaro caga” (RamosEscobar 1991:84). Después de haber pronunciado (o sugerido) esta última“legitimación de su puertorriqueñidad” (Martínez-San Miguel 1998a:159), Gregorio/Luis se hunde completamente y está tan deprimido que busca un escape en el alcohol.Finalmente, lo despide su jefe italiano, Brocco, quien le achaca todos los defectos delos puertorriqueños: “Too much talk, no action. …you are always drunk. …Tu sei lazy, like allportorricans” (Ramos Escobar 1991:89). Gregorio/Luis concluye que la única soluciónconsiste en regresar: “Nosotros somos otra cosa y tenemos que dar la batalla allá ennuestro país” (Ramos Escobar 1991:101). La obra desemboca en una fusión deldominicano Gregorio y del puertorriqueño Luis matados por una misma bala (¿la delpoema?) en el supermercado. Jorge Duany resume: “La obra demuestra que el debatefundamental de la migración es cómo sobrevivir sin dejar de ser” (Duany 1995:127).Este problema existencial también emerge en el último cuento que quisiera comentar.

Lizette Gratacós Wys, “Yolanda (gerundio femenino)”“Yolanda (gerundio femenino)” de Lizette Gratacós Wys se centra en una mujer, locual aparece subrayado por la inexistente forma femenina del gerundio del verbo“yolar”, viajar en yola (balsa). A la vez, Yolanda es un nombre frecuente en el Caribe.El cuento comienza con una descripción en tercera persona no de una tal Yolanda,sino de la dominicana Lusitania. Lusitania está viajando en guagua cerca del mar conotras dos personas, que resultan ser parientes suyos. En un flash back nos enteramosde que su prima Margara—que ya vive en Puerto Rico—la incitó a coger la yola.Lusitania, otro nombre clásico,21 está casada con Artemio, un hombre muy machista,que perdió su trabajo, y tiene dos hijas, Myosotis y Sujeili. Vive en el campo asfixiantede Constanza. Es probablemente de ascendencia africana, lo que podemos colegir deuna sola mención de sus “gruesos labios” (Gratacós Wys 1998:25). Se ve cobijada porsu familia muy numerosa y por los vecinos, dos redes afectivas que constituyen unvínculo muy fuerte en la República Dominicana. No hay comida, no hay dinero: suvida parece un callejón sin salida.

Para alcanzar su objetivo, Lusitania tiene que enfrentarse a una serie de obstáculos,como si se tratara de un rito de iniciación (parodiado). Se ve obligada a volver parajuntar más dinero; tiene la mala suerte de encontrarse con su marido, de quien sequiere deshacer de cualquier manera; dos parientes se empeñan en acompañarla,situación que provoca la observación medio cómica: “ahora media capital iba a cogerla yola con ella” (Gratacós Wys 1998:32). Lusitania no tiene unas perspectivas muyclaras, ya que las define como “futuro prometedor”, “vida mejor”, “lado de la fortuna”(Gratacós Wys 1998:28, 33, 35). Lo importante es coger la yola, “más allá de la costa lospensamientos se diluían” (Gratacós Wys 1998:28). Le dicen que vaya a las montañas acasa de Virgilio, una suerte de broker (intermediario) en el negocio de los enyolados.Allí se encuentra con otra gente de su región, que “lleva[n] meses allí viviendo por losmontes en espera de una yola” (Gratacós Wys 1998:34). Se les podría calificar pues denuevos cimarrones (llamados “manieles” en la República Dominicana): no huyen delamo, sino de la pobreza. Y quizá podríamos conjeturar que se mantendrán en estasituación cimarrona, ya que posiblemente vayan a vivir en Santurce, antiguo lugar decimarrones de Cangrejos, ahora convertido en área comercial.22 La forma en que sonembarcados recuerda los métodos de la trata. Son agrupados por región, como sifuesen nuevas tribus, y “[j]unto a otros grupos avanzan como ganado” (Gractacós Wys

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1998:35; el énfasis es mío). Después de haber sido llevados al mar en un barco muyprecario, tienen que nadar hacia la verdadera yola. Como Lusitania y su amiga Dianano saben nadar, intentan volver. Las prietas aguas anuncian su muerte cercana en elagua letal, pero las salva Virgilio: “Repentino, Virgilio alcanza a las dos mujeres y cualhechizador hindú con una culebra se echa a Lusitania sobre los hombros;seguidamente agarra a Diana, más francés y menos hindú, la mete bajo el brazo, eimpulsado por la fuerza de la costumbre se desliza rompiendo ágilmente las aguas”(Gratacós Wys 1998:36). Virgilio, que además de hechizador hindú, también podríaser calificado de Caronte o Cristóforos, “rompe las aguas”, expresión muy cercana a“romper aguas”, que sugeriría un parto o nuevo nacimiento.23 Pero no sabemos siLusitania va realmente a una nueva Tierra Prometida, el Edén, o si tiene que pasarpor o ir al infierno (recordemos que Virgilio acompaña a Dante al infierno).24

La historia termina de una manera sumamente ambigua y contradictoria: “Elsilencio retumba en los oídos de Lusitania, sus ojos miran el rojo intenso del dolor;con las manos entumecidas se agarra la espalda, que, herida por las mohosas cadenasde la yola, por la tierra de los campos, por la jaula de verdes y niñas jugando a quepelean, queda marcada en corazones de hierro” (Gratacós Wys 1998:36). La marca enforma de corazones ya apareció cuando Lusitania estaba sentada en la mecedorasoñando con yolas: “…la espalda entumida, marcada por el hierro doblado encorazones” (Gratacós Wys 1998:23). En esta primera mención, ella misma se infligió lamarca, ya que se apretó contra el respaldo de la mecedora. Al final influyen unascausas externas e internas: las marcas debidas a las cadenas de la yola recuerdan lasmarcas herradas en los cuerpos de los esclavos, pero Lusitania también es marcadaemocionalmente por el recuerdo de su casa, su tierra, sus hijas. De esta manera lo quepodría limitarse a un cliché de esclavitud, se convierte en un símbolo más denso ymás ambiguo, ya sugerido por la misma oposición entre “corazones” y “hierro”.

El cuento presenta por tanto una visión “con” la inmigrante, sin dejar de insistir enlos efectos tragi-cómicos y en las dudas. En un comentario en internet Julio Ortegaadvierte que

[e]n lugar de la épica migración, de la agonía del viaje y la identidadsubalterna, aquí el personaje se entrega a la fuerza de la migración,cuyo tránsito (en la “yola” clandestina que cruza el estrecho) se nosaparece como sonambúlico, errático, aunque fatal. Lusitania es ya unpersonaje pleno de la nueva literatura latinoamericana: camina,corre, nada, navega, desplazada por la fuerza migrante que laarrebata; se mueve casi alucinada, más débil y más fuerte cada vez.

“Yolanda (gerundio femenino)” evoca una manera más humana y a la vez másdesesperada de enfrentarse al futuro incierto. Hay ironía, aunque no sarcasmo; no seformulan juicios morales, ni denuncias.

Lo que la literatura nos enseña…Los textos analizados nos proporcionan mucha información de índole socio-económica, que se corresponde en parte con los datos recogidos en los estudiosantropológicos, a los que me he referido en varias ocasiones. Se evocan los barriosdonde se concentran los dominicanos, los empleos precarios, los fuertes lazos deparentesco y de amistad, el comportamiento de los inmigrantes dominicanos, lostrucos que usan para salir de la clandestinidad...

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No obstante, el interés literario reside en la manera en que se representa y sepercibe a los dominicanos. Considerando únicamente “El día de los hechos” y loscuentos de Magali García Ramis y de Lizette Gratacós Wys, me parece que loscambios geográficos son significativos. Del eje Puerto Rico-República Dominicana(con una referencia a las fricciones entre Haití y la República Dominicana), saltamosa Puerto Rico, trampolín hacia Estados Unidos. El último cuento se concentra en laRepública Dominicana y termina simbólicamente en el mar, el lugar in-between y/o deposible unión por excelencia. En lo que atañe a la intriga, se trata en los tres casos definales abiertos, que siembran dudas en cuanto al porvenir de los dominicanos (ya seaen Puerto Rico o en Nueva York).25 Aunque los tres cuentos están escritos en tercerapersona—lo que implica distancia—, se puede observar un creciente énfasis en lasemociones y los sentimientos de los protagonistas. De una representación irónico-satírica y estereotipada de Filemón, pasamos a una forma más matizada de ver al otro.Asdrúbal todavía se deja guiar por los muchachos del barrio: son ellos quienes ledictan lo que tiene que hacer. No parece capaz de defenderse ante las miradasirónicas de los demás, que se ríen de su defensa de su heroico nombre. No obstante,el lector siente cierta simpatía (en el sentido etimológico) hacia él. En Gratacós Wysel enfoque es mucho menos generalizador y más compasivo: asistimos a la lucha deLusitania en toda su desesperación y humanidad.

Por eso interpreto los tres cuentos como tres etapas en la representación deldominicano, caracterizadas por un acercamiento cada vez mayor (en el sentidogeográfico y psicológico/humano) por parte de los escritores puertorriqueños. Noobsta que sobrevivan determinados clichés. La elección de los nombres (Filemón,Asdrúbal, Lusitania) parece responder a ciertas ideas preconcebidas sobre cómo setienen que llamar los dominicanos y su “hablaicito paiticulai” (Vega 1983:23) estáexplicitado en los tres cuentos.26 Además, los contextos intertextual e histórico quehe sugerido (a veces en nota), permiten leer estos cuentos en un marco más amplioque tiene resonancias filosóficas, míticas y ontológicas. Se tocan unos temas eternoscomo el poder del dinero, las formas de esclavitud, el desplazamiento, las pruebas enla vida, la traición, el ser y el estar.

Prosiguiendo con este marco más general, los cuentos plantean una serie deparadojas respecto al racismo y a la identidad. Empecemos por el racismo en susentido más estricto, es decir, fenotípico. La primera paradoja consiste en que losdominicanos no se consideran como negros en su país, pero para los puertorriqueñosno son como ellos, no son blancos. Silvio Torres-Saillant defiende la tesis de que losdominicanos tendrían una conciencia desracializada y que se verían a sí mismos comono blancos y no negros por razones históricas. Su blackness no constituiría uncomponente central de su identidad (Torres-Saillant 2000:1090). Además, es sabidoque muchos dominicanos se caracterizan por una negrofobia, que es concretamenteuna “dinámica de anti-haitianismo fomentado por el Estado” (Torres-Saillant2000:1094; mi traducción). Dado que los dominicanos de origen afrocaribeño no seclasifican bajo el rótulo de negros, tolerarían este odio hacia el haitiano negro. EnPuerto Rico, al contrario, Duany advierte que “most Dominican immigrants are viewedas blacks and mulattoes in local lore, prietos, morenos and trigueños . …Dominicans facethe intense stigmatization, stereotyping, prejudice, and discrimination against all people ofAfrican origin” (Duany 1996:255). Aunque los puertorriqueños dicen no pensar entérminos blanco/no blanco, sino que matizarían más (Duany 2001b),sorprendentemente en este caso esconden bajo el pretexto de una piel no blanca(peau noire?) un racismo de tipo social y cultural. Los dominicanos (negros y mulatos)

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no han aprendido a defenderse de este racismo puertorriqueño a causa de suconciencia supuestamente desracializada.

Como ya señalé, los dominicanos intentan imitar a los puertorriqueños en unamimicry desplazada. Paradójicamente, los puertorriqueños son tratados de la mismamanera por los estadounidenses, como demuestra “Encancaranublado” de Ana LydiaVega. Por tanto, los chistes étnicos sobre los dominicanos negros, perezosos yestúpidos, pueden ser aplicados a cualquier tipo de minorías. Son “chistes reciclados”,en las palabras de Luis Rafael Sánchez (1995:75). También Lowell Fiet en suobra/performance “Oíste el chiste del dominicano” sólo cambia la etnia repitiendolos mismos chistes. En Estados Unidos, los puertorriqueños se encuentran en lamisma situación que los dominicanos y muchas veces también son discriminados,incluso si parecen más blancos.28

Por lo que atañe a la identidad, la presencia de los inmigrantes dominicanos comochivos expiatorios permite a los puertorriqueños definir su identidad (¿imaginada?)de manera muy fácil, es decir por oposición discriminatoria. Yolanda Martínez-SanMiguel explica: “El dominicano se convierte en un nuevo límite, en otra coordenadaque sirve para definir lo que se considera particularmente ‘puertorriqueño’. De ahíque en la década del noventa resulte más vulnerable [para un puertorriqueño] serllamado ‘dominicano’ que ‘pitiyanqui’ o ‘proamericano’” (Martínez-San Miguel1998a:166). Y podría añadir que, de la misma manera, el mayor insulto que se puedeinfligir a un dominicano, es tratarlo de haitiano.

Los puertorriqueños victimizan a los dominicanos, pero todavía no tienen clara supropia docilidad, como víctimas de los Estados Unidos. Es más, se podría argüir quelos dominicanos desarrollaron un sentido muy elaborado de dominicanicidad.29

Muchos dominicanos se consideran a sí mismos como los más identificados y los máscaribeños del área hispanohablante (lo que iría corroborado por su posicióngeográfica en el mismo corazón de esta área del Caribe). Según muchos dominicanos,los cubanos no pueden representar lo caribeño, debido a su régimen político muyespecífico, y los puertorriqueños serían unos caribeños adulterados, yaamericanizados. Contradictoriamente, los dominicanos que podrían estimular elcomponente caribeño en Puerto Rico, son discriminados por un grupo menoscaribeño en su percepción.30

Además, los puertorriqueños exhiben una superioridad primermundistainjustificada, ya que ambos pueblos se encuentran en la situación de la “guaguaaérea”, que obliga a cuestionar y a redefinir su identidad transnacional. Ambos paísesson también emisores y receptores de migrantes. Los haitianos cruzan la fronterapara cortar caña y desempeñar otras labores desprestigiadas en la RepúblicaDominicana; los dominicanos arriesgan la vida para hacer chiripas en Puerto Rico;los puertorriqueños (haitianos y dominicanos) van a Estados Unidos para trabajar, aveces, en unas ocupaciones mal remuneradas. Aparentemente, las actitudes deexclusión y de discriminación, acompañadas de estereotipos, son la manera mássencilla para contener al otro (en las dos acepciones del verbo) y expresan un miedo eimposibilidad de definir la otredad y la identidad.31

Nos quedamos por tanto con una serie de contradicciones identitarias y racialesque ofrecen pocas salidas. Efectivamente, con la excepción de Ramos Escobar, quienaboga por un regreso al país natal, los textos no proponen soluciones ready made. Noobstante, una lectura cuidadosa nos permite detectar ciertas pistas. Nos podríamospreguntar si sería posible reavivar el sueño de la “Confederación caribeña”,promocionada por Hostos y recuperada en Ana Lydia Vega. Dudo que este deseo deunidad pueda hacerse realidad, pero sí creo que la confrontación con los dominicanos

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ofrece la posibilidad de pensar quizá en un nuevo tipo de confederación caribeña y debrindar a los dominicanos y a los puertorriqueños (e incluso a los cubanos) por lomenos “una oportunidad para mirarnos en el espejo caribeño”, como lo formulaCésar Rey Hernández (Centeno Torres 2000:5).

La alusión a los cimarrones y a la esclavitud en Gratacós Wys podría asociarse conunas formas de resistencia que inspiraron el Black Power Movement. Jorge Duany (ytambién Torres-Saillant) ven un potencial en el movimiento afro-americano y loconsideran como una fuerza para los dominicanos, por lo menos en Estados Unidos.Jorge Duany (1996:269) constata que:

…, younger members of the second generation often adopt the black dialect,hip hop fashion, and rap music popular among the African Americanteenagers. Some dark-skinned Dominicans are following the path of asegmented assimilation in which the main frame of reference is anadversarial African American culture rather than a mainstream whiteidentity…. Slowly, but surely, Dominican immigrants are developing anawareness of their black roots and reaching out to other Caribbean andLatino people including the traditionally despised Haitians….

Sin embargo, esta visión optimista se ve contrarrestada por otras opiniones másmatizadas que siguen insistiendo en las fricciones y diferencias entre afro-latinos yafro-americanos en Estados Unidos.32 No me parece muy probable que esta fuerzapueda engendrar cambios en Puerto Rico, ya que la posición de la población negra enPuerto Rico es muy diferente a la de Estados Unidos (Duany 1996). Aunque lacuestión del prejuicio racial en Puerto Rico (y en Estados Unidos) implica más de unaambigüedad (Duany 2001b) que tendría que ser objeto de otro ensayo, sólo quisieraseñalar al respecto que durante mucho tiempo el componente africano ha quedadoreducido o silenciado en la constitución del puertorriqueño. Lo demuestra ArcadioDíaz-Quiñones en su prólogo a El prejuicio racial de Tomás Blanco (Díaz-Quiñones1985:15-91). Recuerdo también que la defensa del negro por parte de José LuisGonzález en su famoso ensayo de 1980, El pa s de cuatro pisos, sacudió las bases de lacasa puertorriqueña.

Después de haber señalado las paradojas y las eventuales soluciones, quisieraabarcar una perspectiva aún más amplia. En su artículo “Dominicanos”, Luis RafaelSánchez concluye que todos somos seres humanos: “Del dominicano me importa suhumanidad primero y después su dominicanicidad” y “Los prejuicios desactivan elcerebro” (Sánchez 1995:75). Fiet escribe al final de su obra: “Nosotros [lospuertorriqueños] nos sentimos victimizados y por eso tal vez tenemos la necesidad devictimizar a los dominicanos. Parece como parte de la naturaleza humana. Losnuevos, los pobres, los de abajo, los distintos, las supuestas minorías siempre sonobjeto de bromas y prejuicios” (Fiet nd).

Me doy cuenta de que queda mucho por hacer para evitar los estereotipos, ya queel recurso a los clichés es una actitud muy propia del ser humano. Se encuentrahasta en obras muy recientes, como Sirena Selena vestida de pena de la autora negrapuertorriqueña, Mayra Santos-Febres. La escritora describe a un travesti, menor deedad, que va de Puerto Rico, no a Estados Unidos, sino a la República Dominicana.Su viaje se explica por el hecho de que la República Dominicana es un país conmenos restricciones legales respecto al trabajo de menores, puesto que: “… en estasrepúblicas independientes, los poderosos son más impunes, más omnipotentes que

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en su isla” (Santos-Febres 2000:69). Los dominicanos, por su parte, también tienenmuchas ideas preconcebidas sobre los puertorriqueños. El personaje dominicano,Migueles, que quiere ir a Puerto Rico, esboza una visión muy negativa de lospuertorriqueños. Formula ciertos reproches, que los puertorriqueños aplican enparte a los dominicanos: “… están acostumbrados a ser gringos. … Allá no hay lacorrupción ni la pobreza que hay aquí. Lo que sí hay es mucho crimen y unpurruchón de droga. La mayoría de los puertorriqueños son drogadictos. Por eso notrabajan. La culpa la tienen las comodidades, el tiempo sin hacer nada, porque a lagente la mantiene el gobierno para que no se subleve” (Santos-Febres 2000:199). Esevidente que hay que captar la ironía y la exageración, una de las maneras frecuentespara bregar con estos temas conflictivos en los autores puertorriqueños y caribeños.Además, el colocar la acción en la República Dominicana constituye un acto muydeliberado por parte de Mayra Santos-Febres. La autora me comunicó en unaconversación telefónica que su objetivo consistía también en subrayar lo mucho queambos pueblos tienen en común (idea también presente en la escritorapuertorriqueña de origen cubano, Mayra Montero).

De todas formas, los textos estudiados indican que tanto los dominicanos como lospuertorriqueños se encuentran en movimiento perpetuo. No sólo se desplazan cadavez más en el sentido geográfico-literal, sino que se ven obligados a (re)pensarconstantemente su identidad según el/la/los/las oponente(s) a que se enfrenten. Estaespecie de in-betweenness requiere una redefinición constante a nivel racial, social,étnico, ontológico e incluso lingüístico por parte de estos transmigrantes. La raza y laidentidad, por lo tanto, nunca son fijas, de la misma manera que los borde(r)stampoco son invariables.33 Ni siquiera los términos para indicar a estos dominicanoson the move son uniformes, de la misma manera que tampoco hay consenso sobrecómo designar a los puertorriqueños en el mainland. ¿A estos dominicanos se lespuede llamar “dominicanopuertorriqueños” (Martínez-San Miguel 1998b:165) o“portodominicanos” (Ramos 2000:179)? ¿Hay que escribirlo con o sin guión o sesitúan en el guión, on the hyphen? … Quizá podamos concluir con Lizette GratacósWys que todos estos problemas sólo pueden ser expresados en forma de gerundio.

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N OTA S1 Agradezco sinceramente al Profesor Jorge Duany la información facilitada, la lecturacuidadosa de mi texto y la generosidad con la que me ayudó. A la doctora Carmen AnaPont le estoy muy agradecida por el envío de libros y artículos imprescindibles y susobservaciones pertinentes. El artículo es una versión sustancialmente ampliada de unaponencia presentada en LASA, Washington, 6-8 de septiembre de 2001.2 Chiste étnico citado en Iturrondo (1994). Se dice que esta canciónnorteamericana es el himno nacional de la República Dominicana (Iturrondo1994:234).3 En cuanto a la enseñanza, Hoetink advierte que hay un número creciente deestudiantes en las universidades estatales, pero señala las deficiencias y el bajo nivelde la enseñanza impartida en comparación con la mejor formación en lasinstituciones privadas. Hoetink añade: “Once they leave this type of university, diploma inhand, they will have to compete with alumni from private, better, and more expensiveinstitutions” (Hoetink 2000:221). Por lo que se refiere a la política migratoria: “En1986 la ley Simpson-Rodino concedió una amnistía que permitió la legalización deun sector significativo de la comunidad dominicana residente en Estados Unidosdesde antes de 1982”. (Martínez-San Miguel 1998b:149). Estas medidas siempreestimulan la migración. 4 Para una descripción pormenorizada de la situación económica, véase el capítulo2, “The Dominican state, social classes, and emigration” (Grasmuck y Pessar 1991:18-50). Consúltese también Pérez Memém (1989:7-33).5 Según Ramos (2000) rondaría el millón. En el último censo de Estados Unidos de2000 se contaron 764.945 dominicanos.6 Ascendería a unos 80.000 dominicanos sobre una población de 3,7 millones,aunque las cifras varían de 70.000 (50.000 legales y 20.000 ilegales en CentenoTorres (2000)) a 150.000 (Ramos (2000); Pascual Morán (1999)). En el último censode Puerto Rico, aparecen contabilizadas 107. 835 personas de origen hispano, nopuertorriqueño, cubano o mexicano. La gran mayoría de estas personas sondominicanos.7 Todavía no he estudiado la eventual presencia de los dominicanos en la literaturade los nuyoricans.8 Para los chistes étnicos véase Iturrondo (1994), Duany (2001a), Mejía Pardo.Iturrondo (2000:29, n31) menciona dos telenovelas, En boca de los tiburones (1998) yCuando un amor se va (1998). El documental Visa para un sue o (1990) de Sonia Fritzconsta de una serie de entrevistas con enyoladas en Puerto Rico.9 El fenómeno existe también en Puerto Rico: se les llama cadenudos, o cadenúes,según mi informante Carmen Ana Pont.10 Iturrondo menciona que muchas novelas tratan el tema de la migracióndominicana, pero no llegué a consultar los dos libros que ella menciona, ni encontréanálisis de estos libros. Iturrondo se refiere a Ludin Lugo, Canoas de Falso Piso, Taller,1993 y a Raúl Martínez Rosario, Puerto Rico: Una ruta incierta al Norte, Fundarte, 1993(Iturrondo 2000:29, n30).11 Para una discusión de este trauma, véase entre otros estudios mi “‘El Corte’ en ElMasacre se pasa a pie del escritor dominicano Freddy Prestol Castillo” (De Maeseneer1997:159-178).12 Agradezco a Salvador Mercado esta referencia bíblica.13 También Aníbal González (1993) insiste en los estereotipos en estos cuentos deAna Lydia Vega.

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14 Diosdado—nombre poco frecuente en el área hispanohablante—sería en francés“Dieudonné”. Como estuve leyendo a C.L.R. James, The black Jacobins, librorecuperado por los estudiosos poscoloniales, me pareció una irónica coincidenciacomprobar que Dieudonné fue el nombre de un cimarrón a la cabeza de 5,000negros. Dieudonné dudó en apoyar al rebelde negro Toussaint Louverture en 1792.Toussaint convenció a los seguidores de Dieudonné que la única posibilidad deobtener la libertad era ponerse del lado de los franceses y no de los españoles ybritánicos. Dieudonné fue encarcelado y sus seguidores optaron por seguir aToussaint Louverture (James 1963:149-150). El antiguo cimarrón, símbolo de la difícilelección entre las diferentes fuerzas que pugnan en la isla, queda reducido a unvendedor de perritos calientes, símbolo de lo norteamericano, en Puerto Rico. 15 En un testimonio sobre un compatriota suyo, un dominicano también subrayaeste rasgo: “El estaba verdecito, se le veía hasta en el caminar que era dominicano”(Iturrondo 2000:68; el énfasis es mío). Me advirtió mi colega Néstor Rodríguez que enInsularismo, Pedreira insiste en el “andar acompasado y muelle de los puertorriqueños”(Pedreira 1992:135). García Ramis reformula por tanto en clave irónica los intentos dedefinición del puertorriqueño y entra en diálogo con uno de los textos fundacionalesde Puerto Rico.16 Asdrúbal es también el nombre del primer amor de Doña Bárbara, cuandotodavía era pura e impoluta, antes de que fuese violada por los asesinos de Asdrúbal.El personaje idealizado en Do a B rbara y sacado de la novela de la tierra, ha sidotransformado en un individuo postizo y desplazado de su tierra.17 Esos abogados se llaman buscones (Iturrondo 2000:29).18 Las investigaciones antropológicas han demostrado que los niños cambian suacento para parecer menos dominicanos. Véase López Carrasquillo (1999).19 Agradezco a la escritora puertorriqueña Marta Aponte Alsina estas aclaracionesvirginales.20 Reproduzco algunos versos del poema “A Cuba”: “Cuba y Puerto Rico son/De unpájaro las dos alas,/Reciben flores o balas/Sobre el mismo corazón.../¡Qué mucho si enla ilusión/Que mil tintes arrebola/Sueña la musa de Lola/Con ferviente fantasía,/¡Deesta tierra y de la mía/Hacer una patria sola!”21 Lusitania, el nombre en latín de lo que llegaría a ser Portugal, designa asimismoun barco de la Línea Cunard que aseguró el transporte entre Gran Bretaña y EstadosUnidos. Ese barco fue hundido por los alemanes el 7 de mayo de 1915. La presencia abordo de 124 norteamericanos hizo que este incidente provocara la entrada en guerrade Estados Unidos. Actualmente los barcos de la Cunard Line sirven de cruceros, porejemplo, en el Caribe. La referencia es por tanto doblemente irónica. Por una parte,recuerda otro barco que fue hundido en 1898, el Maine, pretexto para empezar thelittle splendid war. Por otra parte, de cierta forma se sobreponen el viaje en crucero(también presente en La ltima noche que pas contigo de Mayra Montero) y el viaje enyola. Por tanto el nombre de Lusitania viene a reunir una serie de asociacionesemblemáticas para el presente y el pasado del Caribe hispánico.22 Duany identifica Santurce con “la antigua comunidad cimarrona de Cangrejos”(Duany 1990:53).23 Quizá no sea una casualidad que una dominicana describa el viaje en yola de lasiguiente manera: “Cuando yo venía en la yola se podían ver los tiburones alrededorde ésta. Fue el momento más amargo de mi vida. Sin embargo, el proceso es como unparto… Cuando llegué me olvidé de la experiencia y creo que lo volvería a realizar sifuera necesario” (Duany 1990:81; el énfasis es mío). Cabe añadir que en Puerto Rico

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también se usa romper “fuente” en lugar de “aguas” para indicar el parto.24 Se encuentra la misma imagen de Nueva York en Georges (1990:226; el énfasis esmío): “Thus, Pineros dwellers of Los Pinos had few illusions about what conditions they wouldfind once they migrated. …This lack of illusions is also seen in the comment a Pinera made to me onher first visit back to Los Pinos after migrating: New York isn t the hell I expected it to be .25 Aunque Filemón Sagredo hijo muere, se enfoca al final del cuento a uno de sushijos y la misma narradora sugiere que la historia continuará: “Para cualquier novedadpueden contar conmigo. Yo lo sé casimente todo. Siempre ando por ahí el día de loshechos.” (Vega 1983:27).26 Jorge Duany (2000:15) observa: “The Dominican way of speaking Spanish, for example,has become the focus of numerous jokes told by Puerto Ricans”.27 Véase también David Howard (1999) para el delicado problema racial en laRepública Dominicana.28 “The racialization of Puerto Ricans was the result of a long historical process of colonial/racialsubordination on the island and the mainland. Although the racism experienced by Afro-PuertoRicans in many stances can be more overt than that experienced by light-skinned Puerto Ricans,

white Puerto Ricans are also racialized as an inferior group by at least two mechanisms: openidentification with the group, and/or by assumption of origin as registered through the use ofSpanish, surname, and/or accent. This highlights the social rather than the biological character ofracial classifications. Regardless of phenotype, all Puerto Ricans are considered a racial group in thesocial imaginery of most Americans, accompanied by racist stereotypes such as laziness, violence,stupidity, and dirtiness.” (Grosfoguel 1997:21).29 Para un análisis detallado de la formación de la identidad nacional en laRepública Dominicana, véase Gewecke (1996).30 La conflictiva relación entre Puerto Rico y el Caribe es discutida, por ejemplo,por Edgardo Rodríguez Juliá, “Puerto Rico y el Caribe: historia de una marginalidad”(1989:513-529).31 En cuanto a la interpretación del estereotipo como un modo de representación ala vez afirmativo y angustiante, me baso, por supuesto, en el ensayo de Bhabha “Theother question. Stereotypes, discrimination and the discourse of colonialism”(Bhabha 1994:66-84). Véase también el trabajo imprescindible de Fanon, Peau noire,masque blanc.32 El escritor dominicano residente en Nueva York, Junot Díaz, ve la identidaddominicana en Estados Unidos todavía como muy problemática: usa el término dehalfies. Un dominicano de Nueva York que presenta todas las características de unafro-americano subraya la diferencia: “Desde fuera, somos negros, pero desde dentro,todavía somos dominicanos” (Santana).33 Duany (1996:255) cita las ideas de Winant y Omi: “…race is not a fixed essence, aconcrete and objective entity, but rather a set of socially constructed meanings subject to change andcontestation through power relations and social movements”.

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