Los mineros de Larecaja - repositorio.umsa.bo

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Universidad Mayor de San Andres Facultad de Humanidades y Ciencias de la

Educación

Carrera de Historia

Los mineros de Larecaja

La explotación del oro y su influencia en la economía regional de La Paz del siglo XVIII

Tesis de licenciatura pa,» optar el título de licenciado en flistoria

Roberto Santos Escóbar

Docente Guía Lic. Florencia Ballivián de Romero

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• M. S.2:://7 1. La explotación aurífera en el distrito de La Paz hasta 1700

1. 1. Larecaja y los recursos auríferos: los testimonios coloniales; [1. 1. 1.] Conquistadores y exploradores: la ampliación de la frontera colonial; [1. 1. 2.] Los misioneros y un mundo desconocido. 1. 2. De conquistadores a rústicos mineros, siglo XVI; [1. 2. 11 Durante la invasión española al Collasuyu; [1. 2. 2.] Las explotaciones auríferas pioneras. 1. 3. Los encomenderos y el oro; [1. 3. 1.] La transferencia de los excedentes comunales a los encomenderos; [1. 3. 2. ] El tributo en oro de aymaras y urus: los repartimientos de La Paz. 1. 4. Centros auríferos de Larecaja, siglo XVII; [1. 4. 11 Larecaja: una provincia frontera con los grupos étnicos de la selva; [ 1. 4. 2.] Yani; [1. 4. 3.] El cerro Elimani; [1. 4. 4.] Aucapata; [ 1. 4. 5.] Chuquiaguillo (Lacoya).

2. Burocracia y minería de Larecaja en el siglo XVIII.

2. 1. El rol de los funcionarios: Corregidores, tenientes y subdelegados; [2. 1. 1.] Las ordenanzas mineras coloniales; [ 2. 1. 2.] Los mercaderes en potencia. 2. 2. La propiedad minera de Larecaja: 1782-1825; [2. 2. 1.] La pertenencia minera; [2. 2. 2.] Las minas del monarca español; [2. 2. 3.] Las concesiones entre 1750 - 1780; [2. 2. 4.] las concesiones entre 1782 - 1825; [2. 2. 51 La reposición de títulos de propiedad; [2. 2. 6.] Las adjudicaciones a los indios tributarios; [2. 2. 7.] Petición de los desmontes y de minas precolombinas; [2. 2. 8.] Las nuevas zonas mineras; [2. 2. 9.] Adjudicaciones de los placeres auríferos de Tipuani; [2. 2. 10] Las mujeres empresarias; [2. 2. 11] Monopolización de las concesiones por empresarios y familias; [2. 2. 12] Los precios de la propiedad minera. 2. 3. Litigios y reversiones mineras; [2. 3. 1.] Filones y placeres auríferos en disputa; [2. 3. 2.] El embargo de minas: represión a la explotación clandestina.

3. Producción y comercialización del oro

3. 1. El sistema de inversiones y la formación de la compañías mineras; [3. 1. 1.] La naturaleza del capital comercial de La Paz; [ 3. 1. 2.] Joseph de Vea Murguía: el mayor inversionista en Tipuani; [3. 1. 3.] El capital usurario; [3. 1. 4] La venta de acciones; [3. 1. 5.] Los fondos de la Corona; [3. 1. 61 Estructura de las compañías mineras; [ 3. 1. 7.] Las pérdidas mineras. 3. 2. Mano de obra y salarios; [3. 2. 1.] La coerción: una medida temprana; [3. 2. 23 Categorías de trabajadores en las minas y lavaderos de oro; [3. 2. 3] El rol de

Indice

Introducción

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los mayordomos; [3. 2. 4.] Los trabajadores voluntarios; [3. 2. 5.] La mita minera de Tipuani: los indios cédulas; [3. 2. 6.] La empresa San Carlos El Recodo; [3. 2. 7.] La empresa Concepción del Cauce; [ 3. 2. 8.] Estructura de los salarios en las minas y lavaderos de Larecaja; [3. 2. 9] Mano de obra esclava; [3. 2. 10.] El clima y la salud en las minas y lavaderos de Larecaja. 3. 3. Técnicas y métodos de explotación del oro; [3. 3. 1.] Técnicas de explotación en la cordillera Oriental; [3. 3. 2.] La cocha en los centros mineros de altura; [3. 3. 3.] Las técnicas de explotación en Tipuani; [3. 3. 4.] El trabajo en los faldeos/ terrazas; [3. 3. 5] trabajo en la playa del río; 3. 3. 6.] La experiencia de Diego Power. 3. 4. La producción del oro en las empresas mineras de Larecaja; [3. 4. 1.] Corrupción o mala administración de los quintos de oro; [3. 4. 2.] La producción de oro en la jurisdicción paceña; [3. 4. 3.] Tipuani: "el Potosí de oro". 3. 5. La comercialización del oro; [3. 5. 1.] Barretones de oro y el escudo de armas de la dudad de La Paz; [3. 5. 2.] La guerra al contrabando metálico; [3. 5. 3.] El precio del oro; [3. 5. 4.] La Paz, plaza de la comercialización del oro; [3. 5. 5.] El transporte interior del oro; [3. 5. 6.] Los mercaderes de La Paz; [3. 5. 7.] Las rutas de exportación del oro de La Paz.

4 . Minería y poder : 1780 -1820

4. 1. Andrés Tupac Amaru, Gregoria Apasa y el oro de Larecaja; [4. 1. 1.] El cerco de Tuili; [4. 1. 2.] La destrucción de Sorata; [4. 1. 3.] La destrucción de los centros mineros; [4. 1. 4.] El botín capturado. 4. 2. Sorata: una opulenta población; [4. 2. 1.] La refundación de Sorata; [ 4. 2. 2.] Sorata, satélite comercial de la ciudad de La Paz; [ 4. 2. 3.] Las mansiones de los empresarios mineros. 4. 3. La apertura de un mercado interno provincial; [4. 3. 1.] El crecimiento demográfico; [4. 3. 2.] Los pueblos mineros; [4. 3. 3.] Mercantilización de las estructuras agrarias en Larecaja, fines del siglo XVIII ; [ 4. 3. 4.] El consumo en los centros mineros auríferos. 4. 4. La aristocracia minera; [4. 4. 1.] Ostentación y lujo; [4. 4. 2.] Las uniones matrimoniales mineras; [4. 4. 3.] El servicio doméstico: los esclavos negros; [4. 4. 4.] La protección de los cargos públicos; [ 4. 4. 5.] La actitud de los mineros de Larecaja ante el proceso revolucionario de la Independencia.

Conclusión

Bibliografía

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Introducción

Tradicionalmente, Bolivia ha sido caracterizada como un país minero por la permanente exportación de sus recursos del subsuelo hacia el mercado internacional. De ahí que se considera a la exportación de minerales como el nexo que mantiene al país con el mercado internacional, extendiendo el "desarrollo del área a un proceso que se supone más amplio y universal: la expansión del capitalismo" (Mitre, 1981: 15), por lo que la minería sigue siendo uno de los factores del desarrollo económico de Bolivia.

Los estudios sobre la economía colonial y republicana de Bolivia (Peñaloza, 1953; Rojas, 1977; Ovando-Sanz, J. 1981), de manera general, subrayan que la minería ha desempeñado un papel preponderante en su articulación interna y externa. También los pocos trabajos sobre historia de la minería de Bolivia se orientan hacia ese plano. Sin embargo, los estudios relacionados a la minería del Cerro Rico de Potosí, en las dos últimas décadas han permitido conocer el importante proceso histórico de la producción de la plata durante los períodos colonial y republicano (Cobb, 1977; Platt, 1981; Bakewell, 1988; Arduz Eguía, 1985; Buechler, 1990; Tandeter, 1992; además hay numerosos artículos con una temática variada sobre la minería del Cerro Rico de Potosí). Lamentablemente se han descuidado los estudios sobre el oro de la Bolivia colonial y republicana. Todavía la obra de Manuel Vicente Ballivián: "El oro en Bolivia", impresa en 1898, sigue siendo una fuente de consulta y referencia para los estudiosos sobre el oro.

La explotación del oro en los Andes, históricamente tiene una larga duración, expresada en milenios. Se remonta al período prehispánico, ya en aquellos tiempos las sociedades supieron otorgarle al oro un sitial de preferencia, como símbolo de poder, exclusivamente de las clases gobernantes y de ofrenda para sus deidades. La invasión peninsular de 1532, trató de echar por tierra la concepción nativa sobre el oro, la plata y las piedras preciosas. En menos de un lustro fueron confiscados y saqueados los metales preciosos por los conquistadores españoles; su posterior remisión a la metrópoli, favoreció en parte la apertura del incipiente capitalismo europeo del siglo XVI. La corona de España, inmediatamente a la invasión al

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continente americano mostró su codicia por el oro, la plata y las piedras preciosas, por eso consideró a la minería de los metales preciosos como el pilar de su economía. Todos los virreyes sin excepción se hiceron eco de este delirio metálico, por lo que fue menester incentivar la actividad minera en todas sus etapas productivas. Uno de los virreyes del Perú, el Conde Castellar, en 1681, coincidió con sus colegas en estos términos, " siendo la plata y oro que fructifican los minerales de este reino, lo principal a que se debe atender, para el aumento de la Real Hacienda y bien común, procure honrar y favorecer a todos los que se emplean en este ejercicio" (Memoria de los Virreyes, 1859, Tomo I, p. 177). Bajo esta perspectiva, América fue relegada a segundo plano, como generadora de ingentes caudales y metales preciosos; a pesar del drenaje económico hacia la metrópoli, articuló la región con la economía mundial desde los mismos centros de producción, desarrollando para el efecto grandes circuitos mercantiles regionales y locales.

Los metales preciosos explotados en América y posteriormente exportados a Europa transformaron la economía en escala mundial; ésta exportación fue un factor importante en el incipiente capitalismo del siglo XVI, así como en el auge del mercantilismo. El viejo continente se sumergió en una grave crisis por la revolución de los precios de diferentes productos en los diversos mercados (Hamiltón, 1975). La exportación del oro y la plata a Europa a través de España originó rápidamente nuevas coyunturas sociopolíticas; como consecuencia de ello, Inglaterra transformó radicalmente su estructura económica y política.

El ámbito de la Real Audiencia de Charcas tuvo excelentes perspectivas de desarrollar una minería aurífera similar a las existentes en otras regiones de América. Según el padre Alonso Barba, autor del "Arte de los metales" [1640/1967: 46-47], las minas y lavaderos se localizaban en: Carabaya "famosa tierra por la abundancia y pureza de su oro " (23 quilates); en Tipuani, del que sostenía "lo mucho que se dice de la riqueza de oro que sus ríos tienen, pusiera su crédito en duda, a no haber tantos testigos de vista que los afirman"; en los cerros de plata de la Villa de San Felipe de Austria de Oruro, en los que existían vetas de "purísimo oro"; en Chayanta, Paccha, Chuquichuqui, Presto, Esmoraca, Chilco, en un cerro cerca a Colcha, en Abitaniz (Lipez), en Atacama y en las cuencas de los ríos Supachuy y en San

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Juan (Chichas), habían importantes filones y aluviones de oro. De estas zonas auríferas, Carabaya y la cuenca del Chuquiyapu de tiempos del Tawantinsuyu han merecido especial atención de Jean Bertelot, en "La explotación de los metales preciosos en tiempo de los Incas "(1978, 1990).

Las minas del Cerro Rico de Potosí, dieron origen a una variedad de documentos, desde informes, relaciones, estadísticas sobre su producción, de la presencia de misiones europeas para evaluar y superar tecnológicamente su explotación y datos precisos para el empleo de la mano de obra forzada(mitayos) y voluntaria(libres), lo que ha permitido trazar su historia. En cambio, la explotación del oro en el distrito de La Paz empezó a tomar mayores volúmenes productivos cuando los mineros comenzaron a interesarse por los placeres aluvionales de Tipuani, allá por 1750. Precisamente, este interés también dio origen a una variedad de testimonios escritos sobre este centro minero y de otros de Larecaja (Yani, Aucapata, Suchez, Sunchuli, Tacacoma, Consata, etc.), aunque no en la cantidad de documentos existentes como para Potosí, pero que permiten reconstruir la historia de explotación del oro de esta región.

Bolivia, tiene una larga historia de la explotación aurífera, explotación de la que poco o nada se conoce. Precisamente el objeto de esta tesis reside en desentrañar el comportamiento interno de la economía minera, dentro la relación histórica pasado - presente. Hoy en día se ha desatado una intensa actividad de la explotación aurífera en la provincia de Larecaja, específicamente en las zonas trabajadas por los mineros del período colonial. Es evidente que ahora se los explota con modernas maquinarias -motores, bombas de agua, dragas, etc.-; pero a pesar de esta tecnificación subsisten los sistemas de explotación de antaño, como la utilización de las bateas de madera para el lavado de las arenas auríferas, o los problemas seculares, como la falta de vías de comunicación -modernas carreteras asfaltadas hacia los centros mineros auríferos-, o adecuados métodos de control sobre la producción y comercialización del oro y una infraestructura básica y elemental como el aprovisionamiento de agua potable, la organización de centros de salud y la construcción de viviendas para los mineros. En realidad la industria minera del oro, en la actualidad se debate entre lo tradicional y lo moderno. Sin embargo, aquí cabría perfectamente lo

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acuñado por Pierre Vilar (1982, 6), que enfatiza: "no es que la historia tenga por objeto probar que nada es nuevo. Pero ocurre que a veces demuestra que no todo es nuevo como imagina la opinión corriente ".

Esta tesis se limita a reconstruir la historia de la minería de Larecaja, a partir de la explicación de los hechos históricos que han intervenido en su desarrollo, para luego llegar a una interpretación de los mismos de manera que sea un objeto de conocimiento. Su estructura se organiza en cuatro partes: lo. trata de los antecedentes históricos que tuvo la explotación del oro hasta 1750 en la jurisdicción paceña. 2o. esboza la función administrativa dentro la estructura de la minería de Larecaja. 3o. aborda los estructuras de producción y comercialización del oro de Larecaja. Y, 4o. ocupa la influencia del poder minero en la ciudad de La Paz y en la provincia de Larecaja.

Fuentes

La documentación consultada para esta tesis, en su integridad proviene de fondos coloniales correspondientes a archivos locales. En el Archivo de La Paz (ALP.), se consultaron varios fondos documentales, a saber: Expedientes Coloniales (EC.); Registros de Escrituras (RE.), Cajas Reales (CR.), donde se localizan una variedad de informaciones de numerosos vecinos, comerciantes y autoridades con intereses en las minas y lavaderos de Larecaja. También, en el citado archivo, se investigó en el fondo colonial de notarios de Larecaja(1779-1829), que a su vez comprende los siguientes conjuntos documentales: 1) Registro de Escrituras de Larecaja (REL.); 2) Protocolos de Testamentos (PT.) 3) Registros de Minas (RM.) y 4) Legajo de Oficios (LO.). Todos ellos conservan la historia regional de Larecaja colonial y republicana. Este acopio documental fue complementado con los datos existentes en el Archivo Histórico Municipal "José Rosendo Gutierrez" (AHMJRG.) y en el Archivo Capitular de la Catedral de La Paz (ACCLP.).

Como corolario de estos trajines informativos, acudimos al Archivo Nacional de Bolivia(ANB.), de donde obtuvimos importantes datos sobre la minería aurífera de Larecaja colonial. El acceso a esas fuentes documentales fue facilitada gracias a la "Guía Preliminar a los recursos documentales en el Archivo Nacional de Bolivia sobre la minería en el distrito de la Audiencia

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de Charcas ", cuyo autor es Gunnar Mendoza L. También, en el citado archivo consultamos los siguientes fondos documentales: la Colección de O. Ruck(COR.) y la de Minas(M.). La información recogida se halla en su mayoría relacionada a procesos y litigios entre mineros, elevados en última instancia al Tribunal de Justicia con sede en la ciudad de La Plata(hoy Sucre). Cabe agregar, que en estos fondos documentales se localizan la mayor parte de las confirmaciones de los títulos de los "tenientes de corregidores" de las distintas regiones mineras de la Real Audiencia de Charcas; y, finalmente los Expedientes Coloniales relacionados a la sublevación indígena en Larecaja de 1781.

Marco teórico

Mas que enfatizar la teoría del sistema mundial en que la fuerza motríz del sistema colonial fue la explotación mercantil, es menester estudiar el mercado interno desarrollado en América. Precisamente, Carlos Sempat Assadourian en "El sistema de la economía colonial "(1982: 138-139), caracteriza al espacio peruano del siglo XVII, con un alto grado de autosuficiencia económica y un máximo nivel de integración regional. Al considerar este mismo espacio económico, especifica que su estructura económica se halla asentada sobre uno o más productos dominantes que orientan un crecimiento hacia afuera y sostienen el intercambio comercial con la metrópoli. En cada zona o región hay una especialización del trabajo, que logra la integración y concede a las regiones un nivel de participación y desarrollo del conjunto regional; y que, la metrópoli legisla, regula interfiere o niega, las relaciones con los grandes espacios regionales, en este caso el peruano.

Tomando en cuenta esta propuesta, en que cada región desempeña un papel específico dentro del espacio económico peruano, identificaré a La Paz, como una región especializada en variados productos, aunque la exportación de sus productos asoman volúmenes muy modestos respecto al eje económico Potosí-Huancavelica-Lima. Considero que esta ciudad en gran parte logró capitalizar y sacar provecho de los prewhictos que llegaban del interior de sus provincias, comercializándolo a los principales centros de consumo: la coca producida en los Yungas paceños (Chulumani, Coroico,

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Suri, Songo, Challana, Chacapa, Simaco y Carijana) a las minas de Potosí y Oruro; el oro explotado en la provincia de Larecaja a la península a través de los puertos del Callao y Buenos Aires; los tubérculos (papa, oca) producidos en las provincias altiplánicas (Omasuyos, Pacajes y parte de Sicasica) y los cereales (maíz, trigo, hortalizas y legumbres) de las provincias vallunas (Larecaja y parte también de Sicasica) para el consumo local y regional; mientras que los textiles fabricados en los obrajes (ubicados al sur de la ciudad de La Paz), se expendían en las minas, comunidades y en la propia urbe paceña. Por otra parte, Luis Peñaloza (1953: 165) y Tibor Wittman (1975: 167), han catalogado a La Paz como una ciudad de "tránsito " y de "punto de mediación" del eje económico Lima-Huancavelica- Potosí. Este rol desempeñado por La Paz hasta la primera mitad del siglo XVIII, lo transmutará en una ciudad netamente comercial. Además, como urbe localizada dentro de una región altamente tributaria - la principal del virreinato peruano-, mostraba que en su interior se venía gestando pequeñas regiones y circuitos mercantiles especializados, que la convirtieron por añadidura en un centro de convergencia colonial para las provincias de su entorno.

De los rubros que producía La Paz, abordaremos el relacionado a la explotación aurífera de Larecaja, entre 1750-1820. La minería en su estrecha relación con el conjunto de la economía regional, condiciona los productos locales, establece los flujos mercantiles hacia los centros mineros, configura la forma del sistema de la circulación monetaria, en realidad la minería colonial es un elemento articulador de los demás procesos históricos regionales. Ahora bien, el auge de la producción de oro en Larecaja, coincide con los cambios estructurales en la administración colonial, como las reformas fiscales implantadas desde 1760, que lograron un fuerte impacto sobre la sociedad colonial, que a decir de O'Phelan Godoy (1986: 113), "cargaban el propósito de drenar un mayor excedente económico de las colonias a la metrópoli, a través del endurecimiento de los cobros fiscales y controles aduaneros". También repercute la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776, interrumpiendo el comercio de las principales ciudades de Charcas como La Paz, Potosí y Oruro con Lima; disposición administrativa que también creó la serie de tensiones político-económicas entre la capital del virreinato peruano y Buenos Aires, sede de la última administración

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colonial en América del Sur. Además, la sustitución de los corregidores por los intendentes en 1783 - que tuvo el propósito de eliminar el resistido reparto de mercancías -, originó la falta de mano de obra en las minas y en los centros de producción; pues como se sabe, el sistema de repartos por ser una imposición obligatoria de mercaderías, ocasionaba automáticamente que los indígenas buscaran los medios necesarios para cumplir con el pago monetario de las mercancías. A las reformas administrativas, se añadía la coyuntura política del último tercio del siglo XVIII y de las dos primeras décadas del XIX. La secular resistencia indígena cristalizada mediante la sublevación aymara-quechua de 1780-83, logra por primera vez resquebrajar la sólida estructura administrativa de América; ulteriormente esta subversión es asimilada y rescatada por los estratos criollo-mestizos, que entre 1809-1825 protagonizan la Guerra de la Independencia, movimiento político que culmina con la creación de la república de Bolivia.

Entre las consideraciones medulares de esta tesis, lo. figura el papel del oro en la economía colonial, dado que tiene un alto valor de cambio entre las mercancías producidas y es un símbolo de riqueza para la Corona, para quienes lo explotaban y comercializaban en América, y, 2o. pretendo ubicar la explotación del oro de Larecaja dentro del contexto del espacio económico regional de La Paz. Bajo esta perspectiva, cabe preguntarse: ¿Qué factores intervinieron para que se produjera el auge de la minería aurífera de Larecaja a mediados del siglo XVIII?, ¿En qué medida la explotación del oro contribuyó a desarrollar su economía después de la segunda mitad del siglo XVIII?, ¿Qué rol desempeñan los capitalistas de la ciudad de La Paz en la minería de Larecaja?, ¿Cómo se estructura la formación del mercado interno configurado en el eje económico La Paz-Larecaja?, ¿Cómo influía el poder minero en la ciudad de La Paz y en la provinciade Larecaja?. Con estas proposiciones pretendo comprender las aspiraciones de los mineros de la provincia de Larecaja dentro de una actividad compleja pero tradicionalmente considerada como de primer orden de la economía colonial.

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1. La explotación aurífera en el distrito de La Paz hasta 1700.

1. 1. Larecaja y los recursos auríferos: los testimonios coloniales.

El Obispo Antonio Castro y del Castillo, en la "Descripción del obispado de La Paz" de 1651, al margen de llevar a cabo sus específicas tareas -como la evangelización-, también proporcionó una apretada síntesis geográfica, esbozando las potencialidades económicas de las provincias de su jurisdicción. Desde luego que no es el único religioso en facilitar información a las autoridades de la Corona, acerca de la posibilidad de explotar los recursos humanos y mineros de la provincia Larecaja, sino que los testimonios ofrecidos por soldados exploradores y otros religiosos apuntan hacia ese propósito.

También Castro y del Castillo, en su periplo por Larecaja logró recoger su significado toponímico, señalando que: "la famosa provincia de Laricaja, llamada así por dos cerros que tiene conjuntos Dan á estos dos cerros al uno nombre de Lari y otro de Cassa, ó, en lengua yndiana, suena lo mismo que portillo abierto; y corrupto la dicción, mudando la S. en X. repite lo vulgar Caxa, no sin misterio, porque toda ella está metida como en una Caxam. Esta significativa interpretación toponímica de la provincia, permite desempolvar aquella vieja pero confusa relación de identificar a la región con alguna etnia del valle, pero también contribuye a aclarar definitivamente que la palabra Larecaja denota un origen más orográfico que étnico, dado que los dos cerros - Lari y Cassa - citados por el prelado paceño se localizan muy próximos a la actual ciudad de Sorata.

Al hablar de Larecaja colonial nos estamos refiriendo a la extensa provincia creada en el siglo XVI, que hoy comprenderían las provincias de Larecaja, Muñecas, parte de Camacho, Murillo, Saavedra y Franz Tamayo del departamento de La Paz. Larecaja durante el período colonial limitaba por el

1 Antonio Castro y del Castillo, "Descripción del obispado de La Paz, hecha de orden S. M. por el Ilmo para la obra de D. Gil Gonzales Dávila, titulado Teatro, Eclesiástico de las iglesias del Perú y Nueva España" [1651]. En Juicio de límites entre el Perú y Bolivia. Prueba Peruana (Editori Victor Manuel Maurtua), Imprenta Henreich, Barcelona 1906, Tomo Once, p. 229 . (Desde ahora, los documentos publicados en estos tomos serán identificados con la sigla JLEPBPP)

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Norte y por el Este con territorios de las "naciones" de Leeos v Aguachiles, por

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Su relieve geomorfológico caracterizado por los grandes contrastes geográficos, los enormes desfiladeros, las pendientes estrechas en forma de V en sus profundidades, los anfiteatros de los valles y las estribaciones o piedemontes de la Cordillera Oriental, han sido aprovechados desde la época prehispánica hasta nuestros días, la permanente modificación de este paisaje geográfico, se debe a la acción humana, que ha ido explotando sus tierras feraces como sus recursos del subsuelo. A decir de Federico Ahlfeld, Larecaja disfruta de tres pisos ecológicos extremadamente definidos: Machu Yunga (800-2,000 metros snm.); Chaupi Yunga (2,000 - 3,000 metros snm.) y la faja más elevada o Ceja de Monte (3,000-4,000 metros snm.). Esta peculiar topografía de la provincia, se trasunta en su diversificada producción, predominando los cultivos de maíz, trigo, hortalizas, tubérculos (papa y oca), yuca, cítricos, coca y madera.

Las partes altas de la cordillera sin duda son ricas en cuanto a minerales. Por ejemplo, la parte norte está ligada en una pequeña extensión a la Cordillera de Apolobamba, donde destacan los nevados como el Chaupiorco (6,044 m.), Palomani Cunca (5,920 m.), Palomani Grande (5,868 m.), Cololo (5,915 m.), Huila Collo (5,816 m.) y el Sunchuli (5,961m.), generalmente se compone de pizarras grauwckas y cuarcitas con un nicho granítico ácido principalmente y por granito blanco y alaskita, en cuya estructura se encuentran depósitos auríferos; en esta zona se localizan los importantes centros mineros de Suches, Lavandiri y Sunchuli 1. Hacia el centro de la provincia de Larecaja se halla la cordillera de Muñecas en dirección sureste a noreste, las cumbres que sobresalen son: el Ayancuno (5,000 m.), el Tuana, Cañuhuma, Callinsani y el Cohansani, también se halla compuesta por "pizarras y cuarcitas paleozoicas", con importantes yacimientos de oro 2; en esta región se localiza el afamado centro minero de Aucapata. En cambio, la parte norte cordillera Oriental o Real, que tiene como nevado el nevado Illampu(6,424 m.), cuya estructura también descansa sobre pizarras y cuarcitas paleozoicas, es rica en minerales como el oro, la plata, el plomo, estaño y el wolfram. A este sector pertenecen los centros mineros de Yani, Ananea, Tacacoma e Itulaya.

1 Federico Ahlfed, Geología de Bolivjq., Editorial Los Amigos del Libro, La Paz, 1969, p. 132; también véase, Jorge Muñoz Reyes, Geografía de Bolivia. Academia Nacional de ciencias de Bolivia, La Paz. 1977, p. 38 2 Ahlfeld, ob. cit. p. 136

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De las alturas de estas montañas descienden inumerables ríos con distintos caudales de agua, que arrastran en su trayecto importantes depósitos auríferos. Uno de los ríos principales y que cruza la provincia es el que nace en las alturas del Illampu con el nombre de Millipaya, que a medida que baja recibe varios nombres como el de Sorata, San Cristobal, Llika, Consata, Camata, Mapiri y Guanay. En su curso echan sus aguas los ríos Tipuani, Challana, Coroico y Kaka. Los lavaderos de oro en este importante río se localizan a partir del río Murumuntani. Otro río de suma importancia es el Tipuani, que nace en las alturas de Yani (detrás de la cordillera Oriental), que se dirige de sureste a noreste; en su trayecto fluyen a su curso los ríos Ucara, Quilapituni, Joya, Yuma, Yavia, Tora, San Bartolomé, Gritado, Acorna y el Isuhuaya, originarios todos de las quebradas adyacentes a la Tipuani. Este río desemboca en el delta del Mapiri, en su confluencia se localiza el pueblo del Guanay. En el lecho de este río se hallan los importantes placeres del rico centro minero de Tipuani.

1. 1. 1. Conquistadores y exploradores : la ampliación de la frontera colonial

Luego de la necesaria descripción física de la provincia de Larecaja, nos concretaremos a analizar los testimonios sobre los recursos auríferos dejados por los cronistas, soldados exploradores y sacerdotes católicos que recorrieron la provincia durante los siglos XVI y XVIII. Thierry Saignes, en "Los andes orientales: historia de un olvido" (1985), en el capítulo titulado: "El piedemonte entre mitos indígenas y las quimeras europeas", considera que las entradas de los exploradores hacia la frontera colonial, procuraban alejar a los conquistadores de los conflictos sociales, el partido derrotado prefería la escapatoria "venturosa a represalias severas", con lo que disminuían "la presión sobre la distribución del botín colonial"1, pese a todo esto, los exploradores aun en esas condiciones, inconscientemente seguían trabajando para la corona, ensanchando la frontera colonial. El mismo T. Saignes, expresa su cautela respecto al valor de las relaciones y testimonios ofrecidos por los exploradores, señalando que poseen un "valor informativo sospechoso", fundamentalmente por la exageración de los datos que

1 Thierry Saignes, Los andes orientales: historia de un olvido. CERES, Cochabamba 1985, p. 63 - 64

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contienen sus relaciones de méritos y probanzas presentadas a los funcionarios administrativos del virreinato peruanos. Sin embargo, considero que, las relaciones de los exploradores y los Informes dejados por los sacerdotes agustinos y franciscanos sobre Larecaja, reflejan puntualmente acerca de la real existencia de los recursos mineros y humanos con que contaba la región. No debemos olvidar que el grueso de la actual producción de oro de Bolivia, precisamente sale de estas regiones. Ahora bien, la mayoría de las empresas exploradoras se proponían descubrir el legendario Dorado o Paititi; si bien estas empresas exploradoras fracasan en sus intentos de llegar a ese territorio cubierto de oro, pero si incursionan a una región nétamente aurífera.

El Anónimo de 1571, autor del "Discurso de la sucesión y gobierno de los Yngas", demostrando ser un profundo y meticuloso conocedor de la geografía de Larecaja, precisa que en la región se hallaban localizadas:"las más rricas minas de oro que se an descubierto en las Yndias: tiene su principio en estos yungas de Chacapa é Tipuani y corre la tierra adentro por las montañas, rrío abajo, más de treynta leguas por montañas despobladas, que dizen que son términos de chunchus de guerra"2. Este Anónimo ubica los ricos placeres auríferos en el piedemonte de la cordillera Oriental, concretamente cerca a las actuales regiones auríferas de Tipuani, Mapiri y Guanay. Por su parte, fray Diego de Mendoza, en 1665, completando con la localización de los recursos auríferos de Larecaja colonial, al detenerse a describir la cordillera afirma:"que en estas regiones [...] aya muchos minerales, criaderos de oro, es euidente, por las reliquias que aun en las tierras de estas partes, que caen ázia las que habitamos, y son conjunturas a las de los infieles, se experimenta, como es el valle de Carabaya, tan rico de oro, como se ha visto, el de la Aricaxa, donde estan más de ocho cerros en cordillera, todos minerales de oro, que corren la tierra dentro, y oy se labran las labores antiguas del Inga"3. Ciertamente fray Diego de Mendoza contribuye a completar el panorama aurífero de Larecaja, los aludidos cerros y criaderos donde se encuentran los distritos mineros de

1 Ibid. p. 42 2 Anónimo, "Discurso de la sucesión y gobierno de los Yngas"[1571] En: JLEPBPP..Barcelona, 1906, Tomo Octavo p. 161 3 Diego de Mendoza, Chronica de San Antonio de los Charcas. Casa de la Cultura "Franz Tamayo", La Paz, 1665/1976, p. 117

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data prehispánica son sin duda Carabaya, Yani, Suches, Sunchuli, Ananea y Aucapatal.

El Anónimo de 1571 y fray Diego de Mendoza coinciden en afirmar que Larecaja era una región eminentemente minera, explotada en tiempos de los Incas; sin embargo, las informaciones arqueológicas permiten enriquecer a los testimonios ofrecidos por estos cronistas de los siglos XVI y XVII, dado que esas zonas mineras como la cuenca del Chuquiyapu y Larecaja fueron trabajadas en una época anterior a los Incas, específicamente por mineros tiwanacotas y monos.

Los españoles que se arraigaron en el valle de Larecaja desde mediados del siglo XVI, también tuvieron la misma impresión que los exploradores y misioneros que incursionaron en sus valles feraces y en las estribaciones o los piedemontes de la Cordillera Oriental. Evidentemente a esta atracción se añadía también la fertilidad de sus suelos aptos para toda clase de cultivos. Uno de los pioneros del valle, el hacendado Juan Diaz, propietario de la hacienda Mollo - una de las más importantes de la región -, al delimitar su predio en el año 1615, aseguraba que en su jurisdicción se incluían: "mojones, aguadas y pastos entradas y salidas y vertientes de oro hasta el río de Copani' 2. El propietario de la hacienda Mollo, no se equivocó al testimoniar que la región contenía yacimientos auríferos, por cuanto en el sector Mollo-Aucapata existen afloramientos de "galenas argentíferas como gangas argentíferas" e importantes vetas de "cuarzo aurífero"3. Sospecho que los primeros hacendados establecidos en el siglo XVI en Larecaja, en un primer momento aprovecharon los recursos auríferos que les proporcionaba la región, por cierto en pequeña escala, que a mi parecer debió contribuir a la prematura expansión de las haciendas en el siglo XVII.

1 García de Llanos, Diccionario y maneras de hablar que se usan en las minas y sus labores en los ingenios y beneficios de los metales[1609]. Seg9n este funcionario del Potosí colonial, se denomina criaderos a "las minas que tienen su riqueza en la superficie a manera de bolsas y no forman vetas, y si la forman no van seguidas al centrp11609/1983:26].

2 "Testamento de Juan Diaz", 1615, f. 7v. Manuscrito perteneciente al archivo particular del sr. Carlos Ponce Sanginés

Jorge Arellano López, Estudio geológico preliminar de la zona Mollo-Ankapata. La Paz, 1975, p, 15

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Entre las primeras expediciones que recorrieron el piedemonte de la cordillera Oriental y las llanuras del norte de la actual Bolivia, es pertinente citar a la encabezada en 1567 por Juan Alvarez Maldonado. Este capitán español, nombrado como "Conquistador y gobernador desde el lago Opatari hasta el mar del Norte", estaba autorizado para fundar una ciudad y descubrir nuevas tierras. Su empresa conquistadora tuvo una serie de dificultades, como el protagonizado por un capitán llamado Gomez Tordoya, que hizo lo posible por entorpecer la expedición de Alvarez de Maldonado; simultáneamente la vanguardia de su expedición, la comandada por el capitán Manuel Escobar, obtenía rotundo fracaso al ser expulsado de la región por el cacique Torano de la "nación" de los Toromonas1 . Esta empresa tiene suma importancia para Larecaja, sus exploradores recorren las poblaciones fronterizas de Camata y Carijana, colindantes con las "naciones" de Lecos y Aguachiles. La corona en reconocimiento a su expedición, en 1586, le concedió el título de corregidor de los repartimientos de "Larecaxa Songo Challana y Chacapa Usataca(Italaque) Ambaná y Chuma y Calijana Mocomoco y Omanata Camata y Ayata y de Ylabaya que es en términos y jurisdicción de la ciudad de La Paz"2, por tanto Juan Alvarez Maldonado fue el primer funcionario con rango de corregidor, con influencia sobre los demás valles de Larecaja.

Más tarde, el capitán Pedro de Legui Urquiza, en 1614, bajo el rimbombante título de "Gobernador capitán general y justicia mayor, descubridor y poblador de las provincias y reyno de Tipuani Chunchus y Paititis ", consiguió expresa autorización para erigir tres ciudades con treinta hombres cada una y dos asientos mineros. Con los 180 hombres que le acompañaban, procedió a fundar las posteriores misiones de Apolobamba bajo las advocaciones de Nuestra Señora de Guadalupe (1615), San Juan de Sahagun (1617) y Uchupaino o Inaremas (1617), pero sus extenuados recursos económicos y logísticos le impidieron erigir los asientos mineros3. Sin embargo, el capitán Juan Recio de León vinculado tardíamente a esta

1 Juan Alvarez Maldonado, "Relación de méritos y servicios"I15721. En Colección de documentos que apoyan el alegato de Bolivia en el juicio arbitral con la república del Perú. Buenos Aires, Tomo Primero, 1906, p. 90-108(Desde ahora identificaremos a los informes, relaciones consultados en esta colección con la siguiente abreviatura CDAB.); Véase también, Alberto Crespo Rodas, El corregimiento de La Paz, 1548-1600, La Paz, 1972, p. 177 y siguientes 2 Ibid. p. 123-129 3 Juan Recio de León, "Relación de méritos y servicios[1624]". En CDAB. Buenos Aires, Tomo Primero, 1906, p. 216.

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expedición, considerando los nobles propósitos de su colega, procuró reactualizar la citada empresa. Con ese objetivo se encaminó a la capital del Virreinato, Lima, donde pidió ayuda necesaria para continuar con las expediciones. Al no prosperar sus gestiones pasó a España para solicitar el ansiado financiamiento del propio monarca, pero sus trámites fueron vanos tanto en Lima como en la metrópoli. Recio de León no bajó los brazos ante los infortunios financieros, todavía hizo un último esfuerzo para persuadir a la burocracia administrativa colonial, afirmando: "de quan abudante y rrica es esta tierra y quan importante así para la conservación de los reynos del Perú, como para el aumento de España y desempeño de Vuestra Majestad, y que no solo registra minas de oro y plata; sino otros dos en que consiste la verdadera riqueza del mundo, la una del gran número de naturales de la tierra, la otra de que a ellas se han retirado del Pirú; porque sin indios no hay señor, mina que

tenga oro ni plata" 1 . Los recursos mineros y humanos localizados en el piedemonte de la cordillera Oriental, eran suficientes para consolidar la frontera colonial e incorporar una vasta región a los dominios de la corona. El hecho de que Tipuani figure como una provincia de Chunchus, parece sugerir más bien que pertenecía a la jurisdicción del territorio de la "nación" de los Leeos. Esta misma deducción la comparte el padre Alvaro Alonso Barba [1640], al señalar que Tipuani estaba ubicado en "tierra de indios de guerra"2.

Volviendo a citar al Obispo Castro y del Castillo, adelantándose a los modernos geólogos, consideró que la provincia de Larecaja: "no careze de minerales de plata, estaño, plomo hierro, cobre, cristales y oro; éste se ha labrado en betas ó [a]ventaderos, rríos y arroyos de los valles de Yyani [Yani], Tipoani y vertientes de la provincia de los mohos [Mojos] que confina con

ésta"3. En efecto, hoy las prospecciones y los estudios geológicos confirman que la cordillera Oriental en su sector Norte, posee una variada riqueza minera, con los mismos minerales enumerados por el prelado paceño de mediados del siglo XVII. Por su parte, su similar Juan Queipo del Llano, en su travesía por Larecaja efectuada en 1696, menciona tambien al "río del oro de Tipuani"4.

Sin embargo, ambos prelados en ningún momento testimonian en sus

1 Ibid. p. 221 2 Barba, Ob. Cit. p. 44 3 Castro y del Castillo, Ob. Cit. p. 229 4 Juan Queipo de Llano, "Carta del arzobispado de la Plata[...] a SM.4le la tercera visita al obispado de La Paz "[1696] En: J LE P BP P, Barclona,1907, Tomo Doce p. 244

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informes una posible explotación minera en Tipuani para el siglo XVII, pero si confirman que se trataba de una excelente zona aurífera.

La actitud asumida por el capitán Antonio Serdán en 1739, es significativa, en base a declaraciones obtenidas de los sobrevivientes de la expedición organizada por Benito Rivera y Quiroga en la década setenta del siglo XVII, pudo informarse que éste habría llegado hasta las confluencias de los actuales ríos Chungamayo y La Paz. Por este motivo Serdán, no ocultó su sentimiento emocional al sostener que esas: "juntas del río son ciertas como lo demás que he referido que quienes lo an visto me lo han dicho [...] le llaman río del oro de que hay Paititi es cierto por muchas circunstancias"1. Muchos de los soldados exploradores, sobre todo, creyeron que atravesando la cordillera ya estaban en el legendario Dorado o Paititi; la confluencia especificada por Serdán sin duda es el de los ríos Chungamayo y La Paz, que possen ricos yacimientos auríferos. Respecto al Dorado o Paititi, fray Diego de Mendoza, en 1665, extrema sus recursos para poner en duda la existencia de esta leyenda y territorio: "en guardo la voz que corre en esta provincia, que hay un reyno que llaman el Gran Paytiti, no he hallado que sea mas de questión de nombre; porque le tenga la región, que dizen cae a espaldas de Chuquiabo, son unas llenadas, donde se recogen las aguas de las vertientes de las grandes Serranías, y forman una laguna"2. A pesar de estos recaudos magnificados por Mendoza, hoy en día las regiones referidas tanto por el Anónimo de 1571, Recio de León, Pedro Goicochea, Antonio Serdán y otros, constituyen importantes zonas auríferas. Creemos que pueden ser considerados como el Paititi o el Dorado.

1. 1. 2. Los misioneros y un mundo desconocido

La presencia en el piedemonte de la cordillera Oriental de los religiosos agustinos y franciscanos, resistida por las "naciones" de los Toromonas, Lecos y Aguachiles, debido a los malos tratos recibid-os durante las tareas evangelizadoras, fue contraproducente y atentatoria para la incorporación de una vasta región a los dominios de la corona de España, por lo que tuvieron que transcurrir más de dos centurias para que estos misioneros católicos

1 Antonio Serdán, "Relaciones de méritos y servicios" [1739], En CDAB. Buenos Aires, 1906, Tomo Primero p. 421(revisar0 2 Mendoza, Ob. Cit. p. 118

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volvieran a asomar la región y cumplir con sus labores reduccionistas. Las fuentes de estos religiosos, caracterizadas por su información evangelizadora, también contienen lacónicas referencias sobre las labores mineras emprendidas hasta entonces en Larecaja. Por ejemplo, en 1621, fray Gregorio de Bolivar, escuetamente anota que el oro de Carabaya se sacaba para su comercialización siguiendo la ruta de Pelechucol. Su similar Francisco de Tapia en 1701, tan sólo menciona como distritos mineros a Carabaya, Ananea, Sunchuli y Larecaja2. Pedro Goicochea en su Informe sobre las misiones de Apolobamba correspondiente a 1706, menciona a veinticuatro "naciones de indios" que habitaban el piedemonte de la cordillera y los llanos de Moxos 3. De acuerdo a este Informe, Tipuani es identificado como una "nación de indios"; en realidad, este supuesto "reyno" o "nación" Tipuani no es más que un espacio territorial de Lecos y Aguachiles. Así lo aseguran los mismos informes eclesiásticos, que apuntan que muy cerca del ulterior centro minero de Guanay se erigió la Misión del Santísimo Sacramento, poblada en su integridad por nativos de la "nación" de Lecos`. De acuerdo al plano topográfico de Tipuani , diseñado por Tadeo Haenke en 1794, se puede percibir una reducción de Lecos en términos de la jurisdicción de este afamado centro minero.

Precisamente, Goicochea narrra una magnífica propuesta de una futura incursión evangelizadora al piedemonte de la cordillera Oriental en 1706: "el verano que viene Dios mediante si no me ordena otra cosa Vuestra Alteza entraré con los religiosos de las conversiones y con algunos soldados por ser jente muy velicosa y toda la provincia referida (Achiquiri) y la de Tipuani sin duda son ricas"5. No cabe duda que Goicochea se refería a las márgenes de los

1 Gregorio de Bolivar, "Relación de la entrada que hizo á las provincias de los Chunchos[...] de la orden de San Francisco en compañía de Diego Ramirez Carlos el año 1621". En CDAB. Buenos Aires,1906, Tomo Primero, p. 178 2 Francisco de Tapia, "Expediente promovido por la representación dé fray...sobre las misiones de Apolobamba" [1701], En CDAB. Buenos Aires, 1906, Tomo Primero, p. 240 3 Entre las "naciones de indios" anotados por Pedro Goycochea figuran: Lecos, Aguachiles, Uchupiamonas, Pasaramonas, Pamanaqs Zabañomas, Passiomas, Zapalos, Chumanos, Camalines,Siquitunas, Taconas, Toromonas, Tipuanes, Maitapas, Mayanas, Mayas, Yumaniomas, Muyitaigs, Maquires, Yuquimonas, Baybachas, Sonas y Chiriguas""Informe que hizo a esta Real Audiencia el Maestre de Campo de la misión de Apolobamba" [1706] En. CDAB, Buenos Aires, 1906, Tomo Primero, p. 327 (El subrayado es nuestro). 4 Ibid. p. 325-326 5 Ibid. p. 329-330

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actuales ríos Camata, Mapiri y Tipuani, donde se localizaban los yacimientos auríferos de Larecaja.

Con todas estas referencias anotadas queda especificado que Tipuani se hallaba al margen de toda explotación hasta las primeras décadas del siglo XVIII. Es que este importante distrito aurífero todavía era poco accesible para los mineros de Larecaja, unas veces por la belicosidad de sus pobladores, en este caso de los Lecos, y, otras por lo malsano de la zona. Aunque otros estudiosos afirman lo contrario, de que Tipuani habría sido explotado intensamente desde 1560 por empresarios portugueses y españoles'.

Para finalizar, cabe añadir que el potencial de los recursos auríferos de Larecaja fueron permanentemente testimoniados por los exploradores y religiosos que incursionaron en sus valles y al piedemonte de la cordillera Oriental. En realidad sus testimonios estuvieron dirigidos a incorporar una rica región minera y una numerosa población indígena al dominio de la Corona, pero también de hacer accesibles la explotación de sus yacimientos de oro. No cabe duda que este recurso del subsuelo se convirtió en un factor decisivo para los asentamientos españoles dentro de una parte de la frontera colonial en los siglos XVI y XVII, en este caso en el sector de Larecaja; pero, a su vez fue un factor de desarrollo económico de la región, que desde mediados del siglo XVIII, fue accesible para los inversionistas. A la atracción minera también se añadía la fertilidad de sus suelos, aptos para toda clase de cultivos agrícolas, como para la crianza de ganado en sus alturas; precisamente estos rubros productivos le otorgaban a la provincia una personalidad minero-agrícola.

1 Manuel Vicente Ballivián, El oro en Bolivia. La Paz, 1898, p. 107-108. Aunque la fuente utilizada por Ballivián provenía de otro manuscritl, cuyo autor al parecer fue un tal Agustín Geraldino. Sin embargo, la referencia de Ballivián ha sido tomada muy bien en cuenta por investigadores contemporáneos.

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1. 2. De conquistadores a rústicos mineros, siglo XVI.

Es evidente que para comprender en su verdadera dimensión las

actividades mineras desarrolladas en la Real Audiencia de Charcas por los

españoles después de 1534, hubiera sido pertinente realizar una breve mirada

retrospectiva al trabajo minero alcanzado por las sociedades precolombinas

que habitaron en el actual territorio boliviano, pero como el tema central de

esta investigación trata de los mineros de Larecaja, voy a remitir a los interesados a la bibliografía de referencial.

Sociedades como Wankarani, Chiripa, Tiwanaku, Mollo y los Incas,

dentro del tiempo de larga duración del periodo precolombino boliviano,

acumularon una vasta experiencia en la explotación de los metales preciosos,

cuya producción estuvo destinada para uso suntuario y como ofrenda para sus

deidades. En realidad la minería ocupó un sitial importante en la vida

cotidiana de las sociedades andinas. Los sistemas de explotación, la

organización del trabajo y las técnicas metalúrgicas fueron perfeccionadas en

la medida de sus necesidades y desarrollo. Los conquistadores españoles del

siglo XVI encontraron toda una estructura minera en América, que les facilitó las posteriores tareas extractivas.

1. 2. 1. Durante la invasión española al Collasuyu

Estimulados por la experiencia obtenida en el Caribe, México y Centro

América; los españoles tomaron la ruta que los transportó al Sur del "nuevo

continente", empujados por la tentación y expectativa de descubrir nuevas

riquezas. Las primeras explotaciones auríferas en las arenas de los ríos del

Caribe, los despojos y la apropiación de los objetos de oro de las clases

gobernantes y religiosos de México, pronto habrían de repetirse, esta vez en el desaparecido imperio incaico.

1 Los que tengan interés en profundizar la minería precolombina boliviana, puede leer los estudios de: Carlos Ponce Sanginés, Panorama de la arqueología Boliviana, La Paz, 1978; del mismo autor, Importancia de 1 a cuenca paceña paceña. Separata de la revista Khana, La Paz, 1967; Jean Bethelot, "La explotación de los metales preciosos en la época de los Incas". En revista Khrysos, No. 5-6, La Paz, 1990.

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Los españoles que arribaron al Perú encontraron un Imperio similar al de México. Desde el primer momento les llamaron atención los metales preciosos que portaban los de la élite incaica, la suntuosidad de sus templos y palacios y las contribuciones de oro por los señoríos y reinos sometidos por los Incas.

La empresa de Francisco Pizarro y Diego de Almagro en su medular objetivo, ansiaba descubrir nuevas riquezas de metales preciosos y tierras para la Corona. Llegando al Perú, implantaron varias medidas de represión para obtener de los indígenas informaciones que les permitieran apropiarse de objetos de oro, plata y piedras preciosas, y la localización de las mismas zonas de extracción. Es evidente que Francisco Pizarro, Diego de Almagro y los soldados que los acompañaban, protagonizaron un importante papel histórico durante la conquista del Perú; pero simultáneamente a esta acción, ímplicitamente estuvo presente la crueldad, la violencia, el despojo, lo inhumano, lo brutal, la prepotencia y lo sangriento.

Se debe a Samuel Lothrop 1 y Rafael Loredo 2 , el haber establecido las cantidades de oro y plata remitidos a España durante el proceso mismo de la conquista. El "botín" capturado entonces no sólo benefició a los monarcas de la península sino también a quienes los llevaban desde el Perú, dado que les permitía disfrutar una vida de placeres y privilegio por mucho tiempo. El "botín" de Cajarmaca y del Cuzco, apropiado por los españoles entre 1533 y 1534, se estima en la fabulosa cantidad de 10 toneladas de oro de 22 kilates y medio y 70 marcos de plata fina 3 , condensando y convirtiendo estos volúmenes de metales preciosos en moneda de los EEUU.: para el "botín" de Cajamarca que representaba 580.079 pesos de buen oro y 215.000 marcos de plata, en moneda norteamericana equivalen $. 8.545.798.57; añadiendo lo que importaba el "botín" del Cuzco, esta cantidad fácilmente se duplica a $. 16.890.105.57. En cambio, para México, establece 292.000 pesos de oro y 500.000 pesos de plata, que en moneda de los EEUU. importan $. 1.041.331.23 4

1 Samuel Lothrop, El tesoro del Inca, Lima, 1964 2 Rafael Loredo , Los repartos, Lima, 1964 3 Berthelot 1990, Ob. Cif, p. 102 4 Lothrop, Ob. Cit. p. 84-85

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Los metales preciosos conducidos a la península en los años de la conquista, originaron el repentino cambio de tendencias de los precios. En realidad fueron las primeros efectos de la posterior revolución de precios ocurridos en toda Europa, como también del auge del incipiente capitalismo 1.

Retomemos el hilo conductor de este capítulo. El punto de avanzada era la capital de imperial de los Incas, el Cuzco. Los cronistas que relataron la conquista como Pedro Sancho de la Hoz (1534) y Cristobal de Mena(1534), detallan con proximidad los sucesos ocurridos cuando el ejército conquistador enfrentó a las huestes incaicas, dando asimismo lacónicas referencias sobre la existencia de zonas ricas en oro, plata y piedras preciosas.

El Inca Atawallpa para conseguir su libertad en 1532, ofreció a Francisco Pizarro objetos y piezas de oro y plata en grandes cantidades. El citado monarca es el primero en dar noticias acerca de las "minas del Collado [Collao]2. Según Cristobal de Mena(1534), a la muerte de Atawallpa quedó momentáneamente investido como Inca, Tupac Wallpa, que en los momentos anárquicos ordenó una mayor contribución de oro para los españoles, procediendo a su vez a mencionar al Collao como una región abundante en metales preciosos 3.

La "Relación de la conquista del Perú", terminada de escribir en 1534 por Pedro Sancho de la Hoz, estampa in extenso un capítulo de la exploración realizada en diciembre de 1533 por dos soldados españoles a la zona más densamente poblada del Collasuyu, es decir entre lago Titicaca y el valle de Chuquiyapu, testimonió que: "las ricas minas de aquella provincia del Collao están más allá deste lago que se llama Chuchiabo" [1534/1961:94] Como prueba

de la afirmación, los dos soldados peninsulares transportaron al Cuzco una pequeña muestra de oro recogido en Chuquiyapu ante el propio Francisco Pizarro. El acontecimiento fue narrado así: "los españoles sacaron de aquellas

1 Pierre Vilar, Oro y moneda en la historia. Editorial Ariel, Barcelona. 1974. Este autor sostiene que el oro "no es el primer motor del arranque global de la economía euroepa", sino hay que considerar también al papel que desempeña la plata, la expansión demográfica en el viejo continente entre 1480 y 1530 respectivamente; la reorganización de la agricultura; la creación de nuevas técnicas en la producción de metales; de técnicas financieras monetarias y comerciales; el desarrollo del comercio interior y exterior y el nacimiento de las economías nacionales. Ob. cit. p. 92 2 Cristobal de Mena, La conquista de Nueva Castilla.[1534], En Tres Relaciones primitivas de la conquista del Perú. Lima. p. 97 3 Ibid. p. 100-101

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minas una carga de tierra y la trajeron al Cuzco sin hacer otra cosa, la cual fue lavado por mano del gobernador, habiendo tomado juramento a los españoles de si habían puesto en ella oro, o si habían hecho otra cosa que sacarla de la mina como la sacaron los indios que la lavaban, y [de] la lavada se sacaron de ella tres pesos de oro" [Sancho de la Hoz,1534/ 1961:961 El experimento fue realizado por el propio Francisco Pizarro y fue determinante para la ulterior expedición al Collasuyu. Este trascendental acontecimiento es ignorado por la historiografía boliviana. A partir de entonces, la conquista de lo que hoy es Bolivia, tendrá un solo estigma, la codicia del oros.

En efecto, Diego de Almagro, en julio de 1535 atraviesa la actual altiplanicie boliviana con destino a Copiapó, Chile, supuestamente una región aurífera; tres años mas tarde, en 1538, Hernando Pizarro recibe expresas órdenes para una severa campaña de sometimiento a los reinos y señoríos aymaras que entonces estaban descontentos por las incursiones españolas, que culminan con la fundación de las primera ciudades en el Collasuyu: Chuquisaca en 1540 y La Paz en 1548.

1. 2. 2. Las explotaciones auríferas pioneras

Para el segundo quinquenio del periodo colonial en el Perú ya se había terminado la fácil apropiación de los metales preciosos, ahora empezaba el oro a ser explotado como producto del sacrificio y del esfuerzo del trabajo indígena. Además 1535 - 1540, fue un período en el que los volumenes de oro remitidos a España representaban la primera mercancía exportada y aparentemente producida en América.

Numerosos conquistadores españoles, con los poderes que les asignaba su empresa conquistadora, se adjudicaron las minas de oro y plata. Francisco Pizarro, en el valle de Chuquiyapu se posesionó de las minas auríferas de Wayna Capac y de las comunidades; Hernando Pizarro hizo lo propio con las minas de plata de Porco y Lucas Martinez de las minas de Tarapacá2

1 Casto Rojas, Historia financiera de Bolivia. Imprenta Universitaria, La Paz, 1977, p. 12 2 Pedro Pizarro, Relación del descubrimiento y conquista de los reynos del Perú[1571]. Lima, 1986, p.189

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En relación a las minas del valle de Chuquiyapu, el corregidor paceño Diego Cabeza de Vaca, autor de la "Descripción y relación de la ciudad de La Paz [1586/1959: 122]", anota que Chuquiyapu quiere decir "heredad de oro ", traduciéndose chuqui como oro y apu = heredad; la misma interpretación toponímica sostienen el padre Alvaro Alonso Barba [1640/1967:45] y el Obispo Antonio de Castro y del Castillo[1651/1906:191].

Don Francisco Pizarro que en su momento representaba la figura estelar del Perú colonial, con los poderes de su alta investidura fue uno de los primeros españoles en continuar con la explotación aurífera en Chuquiyapu, "allí y a las órdenes del vasco Ortún Sánchez de Olabe, trabajaban indios y negros" . Probablemente empleó la misma mano de obra provista por los cuzqueños, es decir, de los comunarios originarios del valle y de los mitimaes. Poco sabemos de los volúmnes de oro extraído; sin embargo "sacó dellas mucha cantidad de oro por sus mayordomos y criados" [Cabeza de Vaca,1586/1959: 122]. Estas actividades, más los ingresos de la encomiendas, fueron suficientes para que la familia Pizarro fuera una de las más acaudaladas del Perú. Tampoco sabemos sí a su muerte acaecida en 1541, las minas de Chuquiyapu pasaron a sus herederos o por el contrario quedaron abandonadas.

La "Cronica del Perú", dada a la estampa en 1553 por Pedro Cieza de León, es decir a los cinco años de la fundación de la ciudad de La Paz (1548), refiere que después de Francisco Pizarro, "en los años pasados se sacó gran cantidad de oro de [por] mineros ricos que hay en este lugar"2. Obviamente, Cieza de León nos comunica que los vecinos asentados en Chuquiyapu antes y después de su fundación se beneficiaron con la extracción del metal precioso. Es que la urbe paceña, en sus inicios creció al calor de los trabajos auríferos, por este motivo el Cabildo en el mes de enero de 1552, demandó del virrey Antonio de Mendoza la provisión de cuño y marca para el oro y la plata: "Otro sí acordaron que por cuanto en los términos desta ciudad hay minas de oro y plata las cuales se labran y demás desto en esta dicha ciudad no puede contratar a causa de no haber cuño ni marca real que se escriba a los procuradores que con toda instancia los supliquen al Ilustrísimo señor

1 Josep M. Barriadas, Charcas.1535-1565. La Paz,1973, p.103 2 Pedro Cieza de León, Crónica del Perú. [1553] Espasa Calpe, Madrid, 1962, p. 266

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visorrey tenga por bien hacer merced a esta ciudad" [Actas capituales de La Paz, 1548-1562/1965: 381-382]. Indudablemente estas medidas tomadas por el Cabildo de esos años le daban una fisonomía muy particular a la ciudad de La Paz; puesto que se permitía intervenir en el control de la producción minera como en el descubrimiento de nuevos yacimientos. Por este motivo, el 23 de agosto de 1559, el Cabildo sesionó para enviar a uno de sus representantes a Carabayal

Hasta la creación de los corregimientos en 1565, la ciudad de La Paz había cobrado notable importancia para las provincias de su entorno: "esta ciudad ha ido con mucho aumento y crecimiento, de manera que habrá más de doscientos vecinos que tienen en él casa poblada, y toda la mas gente de lustre y pulicía, que adornan y acompañan la ciudad y la plaza, y se cree que irá con mucho aumento por ser esta provincia rica y muy acomodada para ganar en comer los que en ella vivieren" [Cabeza de vaca, 1586/1959: 125]. Estas premonitorias expresiones de Diego Cabeza de Vaca, de que en el futuro La Paz se transformaría en una ciudad populosa, quedó patentizado cuando la actividad comercial alcanzó su prosperidad en el siglo XVIII, actividad que la convirtió en la principal urbe de la actual Bolivia.

Sin embargo, en 1586, las minas trabajadas por Francisco PIzarro y otros españoles estaban desamparadas; únicamente la horadaban "algunos pocos indios naturales de este valle de Chuquiapu, para pagar su tasa y tributo" [Cabeza de Vaca,1586/1959:129]. Según las asignaciones del virrey Francisco de Toledo, en 1575, los indígenas de los pueblos de San Pedro y Santiago, que habitaban en el mismo valle de Chuquiyapu, debían tributar a su encomendero "mil ochenta pesos de oro quintado y marcado en oro fino de 22 quilates y medio"2 .

1 Actas capitulares de La Paz, 1548-1562, Honorable Alcaldía Municipal, La Paz, 1965. El acta en cuestión dice: "En este cabildo se platicó sobre la jurisdicción que esta ciudad tiene en los términos de Caravaya para lo que toca a las minas que[se] han descubierto en Caravaya se han descubierto minas de oro, acordóse que el señor corregidor provea en persona cual convenga para que lo vaya a ver como justicia mayor y mire lo que toca a Is términos delta ciudad.." p, 1007 2 Noble David Cook(Editor), Tasa de la visita del virrey Francisco de Toledo, Lima,1975,p.47

7S

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El fundador de la ciudad de La Paz, don Alonso de Mendoza, fue otro de los españoles conquistadores en explotar el metal áureo en términos de la jurisdicción paceña. Mendoza, que ya antes de 1548 disfrutaba de los excedentes de las encomiendas coqueras de Simaco, Chacapa y Larecaja, puso todo su empeño a una actividad que le iba a reportar mayores ingresos económicos. Sabedor de la existencia de yacimientos auríferos en la región, organizó una expedición "con cantidad de yndios y diez españoles y mucha comida ". Su incursión fue exitosa, por cuanto: "comenzaron á sacar oro de las quebradas e rrios y en los montes y auentaderos, e dieron cuenta en grandes rriquezas, que hera cosa de admiración" [Anónimo, 1571/1906:162]. Los placeres de oro fueron trabajados en forma rústica por Mendoza, se localizaban en el lugar denominado Oyape, cerca de la confluencia de dos ríos, uno que bajaba de las alturas de Camata y el otro que descendía de Chapes y Mojos. Oyape hoy en día podría estar ubicado en las confluencias de los ríos Mapiri y Coroico, cerca de la población aurífera del Guanay. En realidad, el fundador habría llegado a conocer el famoso yacimiento minero de Tipuani. Sin embargo don Alonso de Mendoza no pudo sortear la belicosidad de las comunidades de la región; de ahí que, los indios Yungas de Larecaja, observando las "rriquezas tan notables que sacaban de oro", consideraron que estas atraerían a más cantidad de españoles, que les habría llevado a prestar servicios personales. Es que las comunidades originarias de larecaja, anoticiadas de las penurias que sufrían sus similares del altiplano, acordaron urdir un simulacro de ataque de "chunchos de guerra ", arremetiendo contra Mendoza, con un saldo de dos españoles, un negro y varios indios trabajadores muertos. Ante la dificil situación en la que se debatía el fundador, no le quedó otra opción, la de salir y huir de la zona, dejándola desde entonces abandonada.

A consecuencia de la pacificación del Perú, el licenciado Pedro de la Casca, volvió a repartir las encomiendas o repartimientos en 1550. Alonso de Mendoza todavía solicitó que se le volviera a asignar Simaco, Chacapa y Larecaja. El Anónimo de 1571, testigo presencial de esta petición, afirma: "por lo que por vista de ojos lo ha visto; é si no bolbió{Alonso de Mendoza] luego á estas minas, fue por la ynquietud y guerras que se ofrezcieron en este Reino11571/1906:163].

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Alberto Crespo Rodas, en el "Trazo biográfico de Alonso de Mendoza"(1970), al sintetizar el rol protagonizado por el fundador en el Perú, desde su arribo producido en 1535, considera que Mendoza abandonó la urbe paceña con rumbo a Larecaja, y un 4 de mayo de 1551 desparece misteriosamente de la historia de la ciudad de La Paz y del Perú. Ese mismo año, su hermano Juan Dávalos Jufre, tramitó en España los "Méritos y servicios del capitán Alonso de Mendoza"; de acuerdo a uno de los interrogatorios, se sabe que en la batalla de Huarina de 1547, el fundador "perdió y allí le robaron el oro y la plata e una vajilla e muchas y en otras muchas cosas, más de treinta mil castellanos" 1. Sin duda un importante caudal acumulado con el trabajo minero y las rentas de su encomienda, desde un caudal no disfrutado por el fundador de la ciudad de La Paz.

El Conde Nieva en 1561, incentivado por extender la frontera colonial, autorizó al capitán Juan Nieto incursionar hacia los Chunchus por la ruta Carabaya-Apolobamba, es decir por el extremo norte de Larecaja. Allí exploró la región durante dos años, y por el retiro del permiso otorgado por el citado virrey, tuvo que salir tomando la misma vía. De esta empresa formó parte Juan Flores de Guzmán, un soldado de la anterior expedición, que a raíz de sus contactos con Arapo "señor principal de los Chunchus ", decidió quedarse en la zona. La amistad entablada con Arapo, le permitió recorrer otros lugares hasta entonces inexplorados, en las que se anotició de la existencia de un yacimiento minero: al que:"fué á ellas con un hijo de Arapo, llamado Yaniare y más de ducientos yndios, en muchas balzas y canoas, porque hasta el asiento y pueblo que fué de yndios mineros, llamado Oyape" [Anónimo, 1571/1906: 163]. Es decir que Florez de Guzmán e Yniare navegaron contra la corriente de los actuales ríos Beni, Alto Beni y Kaka, hasta arribar a las confluencias de los ríos Mapiri y Coroico, lugar donde se localizaba Oyape que "en tiempo de los Yngas fué poblado de yndios Chunchus mineros ". No cabe duda que la comitiva llegó al sitio conocido por Alonso de mendoza veinte años atrás. De estas informaciones se colige que, los grupos locales de la región, los calificados como "chunchus", al parecer estaban obligados a tributar con trabajo en las minas auríferas registrados por los soberanos del Cuzco. Probablemente la comitiva de Florez de Guzmán e Yniare llegó a Oyape en el mes de diciembre de 1565 o 1566; inmediatamente anduvieron:"catando por

1 Adolfo Morales, "Documentos inéditos sobre el fundador de La Paz". En diarib Presencia, La Paz, 28 de octubre de 1984(suplemente literario)

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las quebradas y auentaderos, como hombre que sabía de minas, con sólo dos yndios mineros, en cada batea le acudía siempre á sinco y á seys pesos, de manera que, en solo dos días que anduuo catando, sacó ducientos cuarenta pesos de á veynte y tres quilates y tres granos"[Anónimo, 1571/1906:164]. Se puede deducir que los trabajos de Florez de Guzmán fueron exitosos, por cuanto explotó el metal precioso en forma rústica en la región. Así lo comunicó a Melchor Ramirez de Vargas que visitaba la zona a nombre del cabildo de La Paz. Inclusive este minero estuvo a punto de "poblar estas minas con yndios Chunchos, y abrir los caminos con ellos hasta el pueblo de Chacapa é Simaco ". Pero, por la falta de recursos logístico tuvo que dejar los yacimientos auríferos en el mes de julio de 1567.

La noticia de que Juan Alvarez Maldonado y Gomez de Tordoya, habían empezado a incursionar en 1567 desde el Cuzco y La Paz para conquistar la región, movió al cacique Arapo a tomar sus propios recaudos y providencias -que en parte fueron facilitadas por las discordias entre ambos exploradores-, dado que empezó a combatirlos hasta echarlos en definitiva de sus dominios. A consecuencia de los intentos de sometimiento peninsular, todos los pueblos de la zona, los conocidos como "chunchus" resolvieron tomar el camino de la resistencia: "quedó toda aquella tierra yndinada [indignada] contra [los] cristianos, y por las causas susodichas no se poblaron estas minas" [Anónimo, 1571/1906:164-165] Evidentemente. Los indios Yungas naturales de Larecaja contribuyeron también a que los yacimientos auríferos no fueran explotados por los españoles, por que "an hecho todo los de potencia por encobrirlas". Como veremos mas adelante, las minas de Tipuani recién lograron ser trabajadas desde mediados del siglo XVIII.

La tradición minera existente desde tiempos precolombinos fue aprovechada por los conquistadores españoles. Luego de la fácil apropiación de los metales preciosos incaicos, recién advino la verdadera explotación, producto del esfuerzo y del sacrificio indígena. Numerosas minas y yacimientos productores de oro y plata continuaron siendo explotados durante el período colonial. En el siglo XVI, cuando los conquistadores se repartieron para si las minas estatales de los incas, aprovechando la mano de obra local (regional) y de los mitimaes, empezaron a producir miles de gramos de oro y marcos de plata, que les permitió acumular grandes capitales y convertirse en los más potentados del Perú. Por otra parte, una vez que se

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destruyó parte de la infrestructura minera precolombina, la rusticidad fue la característica fundamental en los trabajos de explotación minera, naturalmente que a ello se sumaba la presión y violencia, típicas de la sociedad colonial.

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1. 3. Los encomenderos y el oro

1. 3. 1. La transferencia de los excedentes comunales a los encomenderos

La nueva realidad brotada a consecuencia de la conquista peninsular forzó a los indígenas a tomar conciencia del problema. Si bajo el dominio de los soberanos del Cuzco estaban compelidos a un trabajo en forma de tributo, labrando, minas y tierras; esta situación no varió mucho con el nuevo régimen instituído a partir de 1532. Los funcionarios de la corona hispana estudiando - entre ellos Juan de Matienzo - la realidad incaica, la asimilaron para volcarla a su favor, transfiriéndose los excedentes comunales y la fuerza de trabajo en favor del estado colonial.

La encomienda surgida a raíz de los grandes servicios prestados durante la conquista de América, fue una institución destinada para aprovechar los excedentes comunales en beneficio de los encomenderos, que a cambio estaban supuestamente obligados a dar un buen trato a los indígenas. Contrariamente al tenor de los títulos de encomienda donde se prescribían los montos de las tasas de especie y tributos a entregarse a los encomenderos, éstos se dieron a la tarea de exigir más de lo debido a los indígenas, esquilmando y sobreexplotando a cientos de comunidades y poblaciones.

Las tasas de especie cobradas a las comunidades más aquellas tasas no asignadas dentro los papeles, se tradujeron en una rápida y acelerada destrucción de las comunidades indígenas. En el siglo XVI y a principios del XVII, una vez cobradas las tasas de especie, los encomenderos en combinación de los funcionarios de hacienda los colocaban en el mercado, bajo la fórmula trabajo-especies-dinero1. Ante la situación cada vez más intolerante y desesperante que los indígenas atravesaban por las excesivas cargas tributarias, se vieron obligados y presionados a emigrar y abandonar sus comunidades para vender su fuerza de trabajo, principalmente en las minas, con el sólo objetivo de obtener el dinero correspondiente para pagar a sus encomenderos.

Ya, el año 1543, en la época del gobernador Cristobal Vaca de Castro, numerosos indios de encomienda se hallaban trabajando en las minas, por lo

1 Tristán Platt, "Acerca del sistema tributario pre-toledano en el Alto Perú". En revista Avances No. 1, La Paz, 1978, p. 33

"(1

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que este funcionario a través de las "Ordenanzas de minas" promulgadas el 31

de mayo de 1543, reglamentó que el contrato de trabajo en las minas fuera

voluntario, fijándose por consiguiente las modalidades de la labor. Entre esas

ordenanzas se prescribía que "los indios de tierra fría no sirvan en tierra

caliente, y los de tierra caliente no sirvan en tierra fría, por que se enferman y mueren"1. A pesar de estas tempranas advertencias que con frecuencia

repitieron otros funcionarios, como veremos más adelante, este problema

subsistió hasta las postrimerías del período colonial.

Fray Domingo de Santo Tomás, Obispo de Charcas, el 1 de julio de 1550,

tuvo la valentía de denunciar fehacientemente al Consejo de Indias cómo

muchos encomenderos enviaban a los indígenas a las regiones cálidas a

extraer el oro, particularmente los de La Paz a las minas de Simaco y Carabaya2. Esta acusación que no era producto de una trasnochada sino de una

realidad patética, estaba plenamente comprabada, cuando el año de 1548,

alrededor de 500 mitimaes del santuario de Copacabana se hallaban trabajando

en las minas de oro de Carabaya, obteniendo el dinero correspondiente para su encomendero, el licenciado García de León3. Cabe agregar que, la situación social del santuario era totalmente diferente a otras regiones y repartimientos.

El enriquecimiento ilícito de los encomenderos hasta 1575, exigiendo a

los indígenas cantidades incontrolables en tasas de especie y dinero, recién

pudo ser combatido durante la administración del virrey Francisco de Toledo.

Este funcionario, informado del anacrónico sistema tributario que dominaba y

campeaba en el Perú, procuró reordenarlo en mayor provecho para las arcas

del monarca español. Ya, antes de que estableciera su visita a una determinada

región del Perú, procedió a organizar varias brigadas para que recorriesen las

jurisdicción peruana en busca de una informacón más fidedigna de lo que en

potencia podían tributar los pueblos y repartimientos, pero estas comisiones

de acuerdo a sus instrucciones tenían también la tarea de cerciorarse de las

1 Silvio Zavala, El servicio personal de los indios en el Perú (Extractos del siglo XVI), México, 1978, Tomo I, p. 9 2 Ibid. p, 15 3 Waldemar Espinoza Soriano, "Copacabana del Collao. Un documento de 1548 para la etnohistoria andina". En Boletín del Insituto Frances de Estudios Andinos, No, 1, Lima, 1972, p. 1

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anomalías que cometían los encomenderos en detrimento de los ingresos fiscalesl.

Para la provincia Omasuyos del distrito de La Paz, localizado en el ribera Oriental del lago Titicaca, fue designado Francisco de Cáceres. La labor desempeñada por este funcionario fue totalmente exitosa, por cuanto descubrió que muchos encomenderos de la provincia recibían ilícitamente el oro como tributo. Por estas consideraciones, Cáceres, el 11 de junio de 1573, reunió a los curacas de la provincia en el pueblo de Carabuco, donde los sometió a un riguroso interrogatorio, del que emanó un esclarecedor documento titulado "Información de las minas de Carabuco [1573]—; en sí este documento no trata precisamente de las minas teóricamente existentes en este pueblo lacustre, sino que se refiere a las minas y lavaderos de oro localizados en Carabaya y Larecaja.

Ahora bien, desde la segunda mitad del siglo XVI, las minas del cerro Rico de Potosí, por su espectacular auge productivo demandaron una fuerte cantidad de mano de obra. Ante esta emergencia, los curacas Pedro Condori, de Moho; Diego Suli y Gaspar Capquiqui, de Conima; Pedro Halanoca y Martín Quenallata, de Guaycho; Juan Siñani y Hernando Pillcohuanca, de Carabuco; junto a ellos: Diego Yana, Carlos Hachasula, Sebastián Guanaco, Francisco Ullamuro, Diego Callata y otros principales indígenas, expresaron su poca predisposición de acudir a la mitade Potosí, argumentando que les podría ocasionar la despoblación de sus comunidades por enviar "mas gente que antes ". Prácticamente hicieron prevalecer ante el comisionado sus intereses, añadiendo que en el mejor de los casos, preferían ser enviados a las minas de Carabaya y Larecaja: "trataron todos entre sí que sería mejor volver a lo que solían antiguamente que era sacar oro de donde tienen dicho" [Cáceres, 1573/1965:68]". Aquí queda especificado que los pueblos de Omasuyos habían adquirido una vasta experiencia en la explotación aurífera. Recordemos las asignaciones mineras que les hicieran los Incas al distribuirles los lavaderos de Larecaja.

1 Alejandro Málaga Medina, "Las reducciones en el Perú durante el gobierno del virrey Toledo". En revista Kollasuyu, No. 87, La Pat, 1974. Según Málaga Medina, eran más de 60 las personalidades que acompanaban a Toledo en el visita. p. 52

•VI

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Los encomenderos que clandestinamente exigían a los comunarios de la ribera Oriental del lago Titikaka el oro de Carabaya y Larecaja, eran un capitán Soto, Felipe Gutierrez, Francisco de Carvajal y otro no identificado1, que aprovechando el antiguo sistema incaico de recibir el metal áureo, enviaron a "un español" para que cumpliera esta específica labor, consiguientemente el oro extraido por los comunarios tenía un destino asegurado, las manos de los encomenderos.

Para los indígenas de Moho, Conima, Guaycho y Carabuco no era una molestia internarse "con sus carneros y comidas " en las profundidades de los ríos de Carabaya y Larecaja. Sabían de su oficio. Generalmente lo hacian durante tres meses al año, en la época de menor actividad agrícola, vale decir de junio a septiembre. La distancia a estos distritos minero era la siguiente: A Carabaya, desde Moho 10 días, desde Guaycho 12 días, y desde Carabuco 11 días; en cambio a Larecaja, desde Moho 10 días, desde Guaycho ocho días, y desde Carabuco seis días. De manera que las minas y lavaderos más cercanas fueron las de Larecaja y las más alejadas las de Carabaya.

En la pregunta relativa al volumen del metal extraído, los curacas simplemente se limitaron a declarar ante el comisionado Francisco de Cáceres que "no saben cuánto oro sacaban entonces ".

¿Qué ocurría en estos mismos años en otras regiones? En Chile, por ejemplo, después de mediados del siglo XVI, el oidor Santillán conociendo la realidad minera de la provincia, reglamentó el sexto de oro, por lo que los encomenderos, "por razón de la comida y herramienta y por salarios de mineros y criados y por su obligación de doctrinar a los indios, debía llevar los cinco sextos del oro extraído y nada más, ni por concepto de tributo ni de servicio. En cambio la otra sexta parte debía ser para los dichos indios que los sacaren y haya por su trabajo"2. Por cierto fue una medida acertada la implantada por el oidor Santillán. Desde luego que este sexto no se les daba personalmente, pero sí se les capitalizaba en bienes, estrictamente controlados para su posterior incremento. Según Alvaro Jara, era una forma de

1 Cáceres, Ob. Cit. p. 69 2 Alvaro Jara, El salario de los indios y los sesmos de oro en la tasa de Santillán. Santiago, 1961, p.17-18

"fl

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"asociación" entre encomenderos e indios que suministraban a las minas el trabajo necesario1 .

¿Hubo como en Chile alguna trasacción entre encomenderos e indígenas de los pueblos de Omasuyos? o ¿fué una imposición de los encomenderos?. No lo sabemos. En esta región altiplánica, los encomenderos que recibieron el preciado metal como forma de tributo debieron acumular importantes capitales y bienes. Sin embargo, este beneficio también se hizo extensivo a las comunidades involucradas con esta tributación; según la "Información de las minas de Carabuco[15731", los de Guancané y Vilque vivían "descansados y andan bien tratados ", comprando comida, coca y ropa.

Después de una profunda meditación, los curacas de Moho, Conima, Guaycho y Carabuco, propusieron a Francisco de Cáceres,"que la mitad de lo que agora dan les estará mejor pagar en oro, y la otra mitad en chuño y maíz y papas: e que si después de pagada la dicha mitad pudiesen pagar también la otra mitad en oro o plata o alguna parte della, se concertarían sobre ello con sus encomenderos y se hará com o esté bien a ambas partes" [Cáceres, 1573/1965:701. Esta propuesta que se inscribe en los anales históricos de las contrapropuestas indígenas, de hecho previene que hubo un acuerdo entre los encomenderos y los indígenas de los pueblos de Omasuyos. Sensiblemente poco sabemos sobre si se llevó a efecto este entendimiento encomendero / indígena.

La moción de los curacas fue hábilmente interpretada por los asesores y por el propio virrey Francisco de Toledo, que enterado de los antecedentes mineros de la región, dispuso que aymaras y uros tributasen una parte en metal precioso y otra en especies. No cabe duda que tomaron al pie de la letra la sugerencia del oidor Lic. Juan de Matienzo, autor del "Gobierno del Perú "[15671, en cuyo libro trazó las líneas matrices de la posterior administración colonial. Matienzo propuso que a los indios "se les tasase en oro para que lo sacasen y aprovechase a los encomenderos". Los repartimientos afectados con esta tributación fueron quince: Achacachi, Guancané, Guarina, Carabuco, Moho, Vilque, Conima, Umanata, Ancoraymes, Guancaso, Quinaquitara (mitimaes reducidos en Combaya), Yaye (mitimaes reducidos en Guarina),

1 Ibid. p. 17-18

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San Pedro y Santiago (pueblos del valle de Chuquiyapu), Charazani y Mocomocol.

1. 3. 2. El tributo en oro de aymaras y urus : los repartimientos de La Paz

La Tasa de la Visita del virrey Francisco de Toledo del año de 1575, publicada por Noble David Cook en 1975, proporciona importantes datos cualitativos y cuantitativos, sobre la tributación en especie y en dinero por los diferentes repartimientos indígenas, en el Cuadro No. 1, solo anotamos la contribución en oro.

Cuadro No. 1 Encomenderos, repartimientos y produccion en gramos de oro en el distrito de La Paz, según la tasa de la visita

del Virrey Toledo, 1575

Ecomenderos Repartimientos Producción gramos de oro

Sancho de Zurbano Achacachi 14692 grs. Francisco Zárate Ondegardo Juan Gonzáles Sotelo Guancané 13900 García Gutierrez Descobar y Cosme de Guzmán

Guarina 8953

Marina Muñarrez Navarro Carabuco 5833 Juan Remón San pedro y 4968

Santiago Lic. de la Gama Charazani 3008 Marina Muñarrez Navarro Moho 2935 Marina Muñarrez Navarro Vilque 2567 Marina Muñarrez navarro Comina 1812 lic. de la Gama Umanata 1417 Ordoño de Valencia Ancoraimes 1371 Lic. de la gama Mocomoco 1242 Marina Muñarrez Navarro Guancaso 635 Juan Remón y León de Ayance Quinaquitara 478 Juan Remón y León de Ayance Yaye 331

Total 64.141 grs.

Fuente: Tasa dela visita de Francisco de Toledo, [1575 11975

1 Tasa de la visita del virrey Toledo[1575], 1975; Therese Boysse Cassagne, "Tributos y etnias en Charcas en la época del virrey Toledo". En- Historia y Cultura, No. 2, la Paz, 1976, p. 113

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Los quince repartimientos de arriba, tributaban alrededor de 64.141 grs. de oros. Se colige que los repartimientos más ricos eran los de Achacachi, Guancané, Guarina, Carabuco, San Pedro y Santiago; inmediatamente le seguían Charazani, Moho, Vilque, Conima, Umanata, Ancoraimes y Mocomoco; y los de menor alcance fueron los de Guancaso y Yayes.

Los encomenderos más beneficiados con las tasas que reglamentó el virrey Toledo fueron: Juan Gonzales Sotelo y Marina Muñarrez Navarro y en el extremo opuesto se hallaban Ordoño de Valencia y León de Ayance. (Cuadro No. 1)

No cabe duda que el virrey Toledo capitalizó los informes que le remitieron las distintas brigadas que recorrieron el Perú; entre sus disposiciones también figuraba la contribución per cápita de cada uno de los tributarios, para cuyo efecto tomó muy en cuenta la realidad étnica existente en la vasta geografía peruana. Cuando hizo la visita a los pueblos de Omasuyos y a la cabeceras del valle de Chuquiyapu, Combaya, Charazani y Mocomoco, determinó que debían tributar de acuerdo al acceso a los yacimientos auríferos. Por eso que, a los de Guancané, por su experiencia minera les fijó una contribución de cinco pesos de oro(alrededor de 23 grs.); asimismo los indígenas de San Pedro y Santiago de Chuquiayapu, debían pagar per cápita dos pesos y medio de oro (11.5 grs.); la mayor parte de los otros repartimientos como Guarina, Carabuco, Charazani, Moho, Vilque, Conima, Umanata, Ancoraimes, Mocomoco, Guancaso y Yaye, tributaban por indígena dos pesos de oro (9.2 grs.); en cambio, el virrey Toledo, dispuso que los Urus de los citados repartimientos entregasen per cápita un peso y medio de oro (6,9 grs.) a excepción de los Urus de Guancané que pagaron por persona dos pesos de oro (9.2 grs.); y, finamente estableció que los mitimaes de Quinaquitara rentasen por tributario un peso de oro (4.6 grs. )2 (Gráfico No. 1)

Los repartimientos involucrados con el sistema de tributación en oro, tenían una población multiétnica y los más densamente poblados fueron los que más rentaban a sus encomenderos.

1 Para la conversión de pesos de oro a gramos se utilizó como referencia la equivalencia de I peso

de oro = 4.6 grs. 2 Tasa de la visita del virrey Francisco de Toledo [15751,1975

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Aymaras ❑ Urus Mitimaes

E 1

2600 2400 2200 2000 1800 1600 1400 1200 1000

800 600 400 200 1

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Grafico No. 1 Repartimientos y tributo en oro de aymaras, uru y mitimes,

según la tasa de la visita del Virrey Toledo, 1575

Por otra parte, la creación de las encomiendas supuso la desestructuración de los espacios étnicos en los Andes; en algunos repartimientos se incluyeron a aymaras y urus, en otros sólo a mitimaes o en su caso se optó seleccionando grupos étnicos de diferentes pueblos para erigir un repartimiento.

Precisamente, los grupos étnicos del distrito de La Paz, comprometidos a entregar el oro a sus encomenderos en porcentaje son los siguientes: aymaras 72.6 %, urus 22.8 % y mitimaes 5.8 %. Alrededor de 6.501 tributarios de los quince repartimientos, de esa cantidad 4,698 aymaras, 1.476 urus y 327 mitimaes, durante tres meses, en la época de descanso agrícola se trasladaban a los ríos de Carabaya, Laracaja, Chuquiyapu y Lacoya(Chuquiaguillo) a extraer el oro para sus encomenderos (Cuadro No. 2 y Gráfico No. 2).

7

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Cuadro No. 2 Encomenderos beneficiados con la tributación del oro en el distrito

de La Paz, según la tasa de la visita del Virrey Toledo, 1575

Encomenderos Tributo/ pesos de oro

%

Juan Gonzáles Sotelo 3022 21.6 Marina Muñarrez Navarro 2996 21.5 Sancho de Zurbano 1597 11.4 Francisco Zarate Ondegardo 1597 11.4 Lic. de la Gama 1232 9.0 Juan Remón 1168 8.4 García Gutierrez Descobar 973 7.0 Cosme de Guzmán 973 7.0 Ordono de Valencia 289 2.1 León de Ayance 88 0.6

13944 ps. 100.0

Fuente: Tasa de la Visita de Francisco de Toledo, (1575), 1975

Ahora bien, en los propios pueblos comprometidos con esta obligación se organizaba y se distribuía el trabajo. Es seguro que intervenía la unidad doméstica en pleno, dado que al margen de entregar el metal áureo, también estaban compelidos a dar productos agrícolas(chuño y maíz), piscícolas(pescado seco), textiles(ropa de awaska) y ganaderos(camélidos). De esta manera se pudo esquilmar a diversas comunidades en los Andes, particularmente a las ubicadas en la actual altiplanicie boliviano/peruana, que se vieron obligados a tomar otras estrategias, como la migración a regiones con menos presiones coloniales.

R

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Gráfico No. 2 Porcentaje de tributo en oro de los grupos étnicos en el distrito

de La Paz, según la tasa del Virrey Toledo, 1575

6% • Aymaras

❑ Urus

• Mitimaes

El tránsito de encomendero a hacendado es sin duda una de las

tempranas transformaciones sociales en América. El status de encomendero,

con todos los poderes investidos por las autoridades, al margen del usufructuo

de los excedentes comunales a través del cobro de tributos en dinero y especie,

también tuvo la tendencia de usar la fuerza de trabajo indígena, en este caso

desviándolo a la producción de los metales preciosos. Naturalmente que en

muchos casos, como en el distrito de La Paz, aprovecharon la experiencia

minera de muchas poblaciones campesinas. Con presión o sin ella, los

encomenderos incursionaron en un área de trabajo completamente diferente,

una vez descubiertos por la administración del virrey Francisco de Toledo en

1575, quedaron legitimizados al permitirles continuar explotando los excedentes y fuerza de trabajo comunales.

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1. 4. Centros mineros auríferos de Larecaja, siglo XVII

1. 4. 1. Larecaja: una provincia frontera con los grupos étnicos de la selva

A mediados del siglo XVII, Europa se debatía en una profunda crisis por la contracción de cambios y dificultades económicas i. España no estaba al márgen de esta crisis, sino que se hallaba inmersa dentro de esta coyuntura económica, principalmente por el descenso de las importaciones metálicas de América 2 .

¿En qué medida se refleja esta crisis en América?. Laura Escoban (1985), adelántandose a esta preocupación, ha planteado que "es posible establecer claramente una independencia económica regional frente a la crisis española y europea" 3. Si bien la realidad americana era distinta a la del viejo continente, considero que su sistema económico originado a partir de la conquista, en vez de contraerse tiende a afirmarse, es que en este siglo empieza a echar raíces para dar luego paso en el siglo XVIII, a un auge sin precedentes.

La máxima integración regional producida América durante el siglo XVII, se puede explicar a través del gráfico trazado para Charcas por Clara Lopez Beltrán (1988), en la que La Paz y sus provincias altiplánicas como Pacajes, Omasuyos y parte de Sicasica, se hallan inmersas en el eje económico de Potosí por su abastecimiento de mano de obra para sus minas, y los valles mesotermos de Larecaja, Río Abajo, Inquisivi y los Yungas, a su vez, participan con una amplia red económica 4.

La Paz, para el siglo XVII constituía una pequeña ciudad que gravitaba sobre las provincias de su entorno (Omasuyos, Pacajes, Sicasica y Larecaja),

1 Pierre Chaunu, Historia de América Latina. Buenos Aires, 1986, p. 59 2 Vilar, Ob. Cit. Este autor, al referirse a la crisis económica de España, anota que esta sobrevino junto a la crisis interna del decenio 1640-1650, períodio en el que Portugal se separa de la Corona, Cataluña intenta unirse a Francia y Barcedona enfrenta una serie de epidemias. p. 270 3 Laura Escobari, Producción y comercio en el espacio sur-andino Siglo XVII. Cuzco-Potosí, 1650-1700. La Paz, 1985, p. 175 4 Clara Lopez Beltrán. Estructura económica de una sociedad colonial. Charcas en el siglo XVII. La Paz, 1988, p. 45

40

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porque era el nudo y centro de vinculación política, económica y social. El principal ingreso de su economía provenía de la tributación indígena y de las magras recaudaciones de otros rubros, entre ellos, los impuestos metálicos. Los impuestos sobre el oro se los cobraba a los comerciantes y mineros que los internaban desde los centros auríferos de Yani, Aucapata, el Illimani y Lacoya(Chuquiaguillo).

La Corona proyectó la minería de los metales preciosos como el pilar fundamental de su economía. Los funcionarios de la real hacienda designados para las principales ciudades, ejercían un severo control sobre la producción de oro y plata, recayendo por consiguiente en ellos la responsabilidad de cobrar los respectivos impuestos. Precisamente los funcionarios con residencia en Lima, demandaron de sus similares de las otras ciudades del virreinato del Perú un mayor celo en los registros metálicos. Por estas consideraciones, los de la urbe paceña fueron con frecuencia conminados a un mejor desempeño en sus responsabilidades 1, exigiendo asimismo detalladas informaciones sobre los trabajos mineros del distrito, "avisarenme que ingenios y minas hay en la jurisdicción de esa caxa[La Paz] así de plata como de oro y los dueños de ellas.." 2.

La explotación minera en el siglo XVII en La Paz tenía características muy modestas y precarias. Por ejemplo las minas de plata se las trabajaba esporádicamente hasta agotar sus vetas, mientras que el oro por su alta demanda en el mercado internacional se lo explotaba en forma artesanal desde el siglo XVI, principalmente en el sector de la cordillera Oriental.

En las otras provincias de Charcas también se localizaban otros distritos auríferos. Luis Capoche, autor de la "Relación general del asiento y villa imperial de Potosí y de las cosas más importantes de su gobierno"[ 1585], ofrece una apretada síntesis de los descubrimientos de minas de oro en la jurisdicción potosina. Señala que en Talima, fray Tomás de Castro descubrió una veta junto a la "cancha del Inca ", a la que bautizó con el nombre de Adán; en Chayanta, Lope de Bruceña, encontró un filón de oro en una cordillera llana donde había un "mochadero o adoratorio"; cerca al río San

1 ALP. CR. 1674, 1. "Cédula Real dirigido a los oficiales reales de La Paz, para que pongan todo cuidado y vigilancia sobre los quintos de oro y plata de su jurisdicción y en especial de San Francisco de Yani". 2 ALP. CR. 1665. 4. "Cédula del virrey a los oficiales reales de La Paz".

41

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Juan(Chichas), Juan Ramirez, se adjudicó cuatro minas de data incaica; y, a dos leguas de Chayanta, Juan García Cuadrado, registró otra veta de oro. Por su parte, el padre Alvaro Alonso Barba[1640], señala los siguientes centros auríferos: Río ChuquiyApu y valle de Coroico(La Paz); cerros aldeños de la villa de San Felipe de Austria(Oruro); Río Grande y río Tinquipaya(Chayanta); Chuquisaca, confines de Paccha y Chuquichuqui(Chuquisaca); Presto, río Sopachuy, Esmoraca, río San Juan y Chilkco(Chichas); varios cerros circundantes a Colcha(Lipez) y finalmente en Atacamal.

En el capítulo "Larecaja y los recursos auríferos: los testimonios coloniales" de este trabajo, anoté cómo las fuentes de los soldados exploradores y de los eclesiásticos describían a Larecaja como una provincia con alto potencial aurífero. Pero estos "informantes" - si es que el término vale -, también identificaron algunos lugares de producción minera. El Obispo Juan Queipo de Llano y Valdés, en 1696, en su informe sobre su obispado anota como principales centros mineros auríferos de Larecaja a Yani, Coaquilata, Fernambuco y Aucapata 2; mientras que otro Anónimo, que dio a la estampa la "Descripción del Virreinato del. Perú ", en 1625, precisó que de Carabaya se "saca muy grande suma de oro todos los años "[1958:97].

Los centros mineros auríferos del distrito en el siglo XVII ya le otorgaron a la ciudad de La Paz el prestigio de plaza importante de la comercialización del metal precioso; es decir que empezaba a integrar su pequeño comercio regional con las provincias de su jurisdicción.

1. 4. 2. Yani

El Asiento minero de Yani, de data precolombina, localizado en plena cordillera Oriental, atrajo sobre todo a los españoles asentados en el valle. Durante la revisita a la provincia mandada levantar por encargo de virrey

Duque de la Palata [1684] el revisitador Diego de Poves Isla, reconoció los siguientes asientos mineros existentes en la jurisdicción del pueblo de Quiabaya: San Francisco de Yani, Pusnupalla, San Lucas, Guayaviri, Chontacollo, Guaraguarani y el ingenio del maestre de campo Pedro de

1 Barba, Ob. Cit. p. 44 -45 2 Queipo de Llano y Valdes, Ob. Cit. p. 247

4.7

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Valverde 1. Este funcionario, sensiblemente no registró los nombres de los

propietarios ni realizó una descripción acerca de los trabajo que emprendían

los mineros sino que en su misión simplememnte se limitó a enumerar los

indígenas que moraban en las haciendas, pueblos y asientos mineros, puesto

que su presencia se debía por motivos estrictamente tributarios y fiscales.

Si bien Poves Isla no realizó ninguna descripción acerca de las minas de

Yani, pero dio cuenta de que en la jurisdicción residían familias íntegras

provenientes de varias regiones que se habían trasladado para vender su

fuerza de trabajo en las haciendas y minas de Larecaja. La cantidad de mano de

obra existente en las minas de Yani para ese año era la siguiente: 112

trabajadores, de los que 74 pertenecían a las minas y los restantes 38 al citado

ingenio. Este mismo grupo trabajadores representa a un similar número de

unidades domésticas(familias).

La cantidad de mano de obra y unidades domésticas expresadas arriba es

significativa para las minas e ingenio de Yani, pero al mismo tiempo es

reducida en relación a los miles de trabajadores mitayos y voluntarios

empleados en las minas del cerro Rico de Potosí y de Oruro.

Como en otros distritos, en Yani también se percibe el fenómeno social

de que cada trabajdor se trasladaba con su familia a los centros productivos.

Esta situación real manifestada en Yani, muestra como entonces en 1684, las

familias campesinas mantenían unidas sobre todas las cosas unidas sus

hogares. En este sentido, hay cierta afinidad con lo que ocurría en las

comunidades comprometidas con la mita de Potosí, puesto que los mitayos,

en este caso, debido a la compulsión del sistema colonial, también se

trasladaban con sus familias a las minas del cerro Rico. Precisamente, el

revisitador Poves Isla en 1684, registró a 335 personas de todas edades y sexo; el

34 % eran hombres; el 25 % mujeres; el 29 % hijos varones y los restantes 13 %

hijas mujeres. (Cuadro No. 3).

La presencia de estos trabajadores en las haciendas y minas de Larecaja,

no se debía exclusivamente al intento de evadir la mita de Potosí, la evasión

de los tributos y los servidos personales, aunque es cierto que hubo denuncias

1 AGNA. 1684. (Sala XIII) Revisita del duque de la Patata. La revisita de Iarecaja fue practicada por el corregidor Diego de Poves Isla.

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al respecto sobre todo provenientes del mestizo Diego Ramirez Carlos 1 y de fray Antonio de la Calancha 2, sino al deseo de emplear su mano de obra en

algo que les representare algún beneficio.

Cuadro No. 3

Fuerza de trabajo y unidades domésticas en las

minas de Yani, según la revisita de 1684

Asientos trabajadores mujeres hijos hijas total

Guayaviri 19 14 15 7 55 Pusnupalla 20 13 14 5 52 San lucas 11 8 16 2 37 Guaraguarani 12 10 7 5 34 Yani 8 6 10 3 27 Cbontacollo 4 3 4 - 11 Ingenio de minas 38 30 29 20 117

Fuente: AGNA 1684 (Sala XIII) Revisíta del duque de la Palata a Larecaja.

Condensando el Cuadro No. 4, se puede afirmar que más de la mitad de los

trabajadores de las minas de Yani procedían de los pueblos del altiplano

aymara, en segundo lugar de las comunidades locales (Yungas y mitimaes del

propio valle de Larecaja), de las parroquias de indios de las ciudades La Paz y

del Cuzco asi como de la costa peruana. Estas referencias cualitativas son

valiosos indicadores para comprender las grandes movilizaciones de unidades

domésticas operadas durante el período colonial.

Según Federico Ahlfeld [1964], el oro extraído de las minas de Yani era

"claro por su elevado contenido de plata"3, lo que motivó en el siglo XVII un

tratamiento del mineral en el ingenio del capitán Pedro de Valverde, allí se lo

trituraba y refinaba mediante azogue.

I "Autos de 1619 y 1620 sobre la entrada de Diego Ramirez Carlos". En CDAB. 1906, Tomo Primero. Este mestizo refiere que: "buscando un esclauo suyo que se le ausentó muchos aNnos ha tendido noticia que andauua por los uaycos de la prouinciaa de Larecaxa halló cantidad de indios del Collao y otrras partes que se hanretirado hacia los indios Chunchus", p. 142 2 Antonio de la Calancha, Crónica moralizada(Páginas selectas). [1639] La Paz,1939, p. 161. Calancha tiene una opinión parecida que Diego Ramirez Carlos. 3 Federico Ahlfeld y Aljendro Schneider-Scherbina, Los yacimientos minerales y dehidrocarburos de Bolivia. La Paz, 1964, p. 53

44

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Cuadro No. 4 Procedencia de las unidades domésticas en Yani,

según la revisita de 1684

Procedencia No. de unidades domésticas %

Copacabana 17 14.4 La Paz (ciudad) 13 11.0 Sorata 9 7.6 Guaycho 8 6.7 Cusco (ciudad) 6 5.0 Italaque 5 4.2 Yunguyo 5 4.2 Ancoraymes 3 2.5 Chucuito 3 2.5 Ambaná 3 2.5 Combaya 3 2.5 Moquegua 3 2.5 Moho 3 2.5 Charazani 3 2.5 Hilabaya 3 2.5 Guancané 2 1.6 Pucarani 2 1.6 Julí 2 1.6 Guarina 2 1.6 Ayavíri 2 1.6 Jauja 2 1.6 Berenguela 1 0.8 Paucartambo 1 0.8 011antaytambo 1 0.8 Taraco 1 0.8 Camata 1 0.8 Capachica 1 0.8 Mocomoco 1 0.8 Viacha 1 0.8 Jesús de Machaca 1 0.8 Quito (ciudad) 1 0.8 Azángro 1 0.8 Toledo 1 0.8 Potosí (ciudad) 1 0.8 Chuma 1 0.8 Pelechuco 1 0.8 ? 1 0.8

in- (sala XIII).„.. . evi. si a del duque de la Patata a Larecaja.

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Otro asiento minero perteneciente a la jurisidicción de Quiabaya fue la de

Coaquilata, localizada entonces cerca del actual pueblo de Tacacoma. En el año

que lo visitó el Obispo Queipo de Llano, alrededor de 1690, Coaquilata se

encontraba en pleno auge y con un nutrido número de trabajadores, de ahí

que este prelado no tuvo inconveniente en erigir en el mismo asiento minero

una viceparroquia bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario, por que

allí asistían "mas de dos mil almas, entre españoles e indios "1

1. 4. 3. El cerro Illimani

Anteriormente, en 1553, el acucioso cronista Pedro Cieza de León, daba

cuenta que en el "gran monte de nieve ", es decir en el Illimani, yacía un

"tesoro escondido en un templo "2. Por su parte, Cabeza de Vaca j15861,

aseguraba que el Illimani era un nevado de "adoración'3, una waka para los

indígenas del valle de Chuquiyapu. No cabe que el Illimani constituyó un

lugar sagrado para las comunidades aymaras, al que le dedicaban una serie de

ofrendas y ritos, las wakas nunca llegaron a descubrirse; pero en la séptima

década del siglo XVII aparecieron, varias vetas de oro, a consecuencia del

derrumbe de uno de sus crestones ocurrido en 1647 4.

Estando de corregidor de la ciudad de La Paz don Juan de Mesa Lugo y

Ayala, un 26 de octubre de 1676, corría la noticia del descubrimiento de filones

de oro en el cerro Illimani. La nueva zona minera se localizaba en los

términos de la provincia de Sicasica (hoy el Illimani queda en términos de las

provincias de Murillo y Sud Yungas).

Por su proximidad a la urbe paceña, el corregidor de Sicasica Francisco

García Tinoco encomendó a su similar de La Paz la adopción de las primeras

medidas. Así lo hizo. Mesa Lugo y Ayala, corregidor dinámico de la urbe

paceña, quien no escatimó sus esfuerzos para poner toda su atención a las

minas recién descubiertas. Se debe a su empeño, la habilitación de lo senderos

1 Queipo de Llano, Ob. Cit. p. 126 2 Cieza de León, Ob. Cit. p. 266 3 Cabeza de Vaca, "Descripción de Khan a, Nos. 33 - 34, La Paz, 1965 126 4 Castro y del Castillo, Ob. Cit. p. 193 Rigoberto Paredes, sugieren que este

la ciudad de La Paz" [1586], Eb: Revista

. Otros autores como José María Dalence y desprendimiento se produjo en 1681.

46,

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que conducían a las minas y el ejercicio de la justicia en la región corrrespondiente 1.

A su vez, García Tinoco, como responsable de la provincia, elevó detallado informe al virrey Duque de la Palata, dando cuenta los permenores del descubrimiento, de la calidad del metal, así como de la nómina de los mineros que empezaron a horadarla. Los primeros ensayos o pruebas del metal demostraron que contenían una ley de 22 y medio a 23 quilates. Se sobredimensionó el hallazgo de oro en el Illimani. garcía Tinoco, no ocultó su emoción al considerar como la "mayor riqueza que se haya descubierto en el Perú" 2. Evidentemente, en un primer momento se especuló mucho del descubrimiento, se pensó que tendría las mismas características que de las minas del cerro Rico de Potosí. La noticia relacionada a este hecho cundió rápidamente por todos los confines del virreinato, por lo que fue necesario tomar las providencias que el caso aconsejaba. Se tenía memoria fresca de los hechos ocurridos cuando se descubrió las minas de plata de Puno. Crespo Rodas(1961), señala que al Illimani arribó "numerosa gente extraña y hubo que lamentar al comienzo a las víctimas de las primeras faenas. El acceso a los lugares de explotación era penoso y arriesgado y allí murieron, despeñados muchos mineros"3 . Las minas se emplazaban en sitios extremadamente inhóspitos, a los 4.500 metros sobre el nivel del mar, en un "parage donde solo la codicia del hombre podía empeñarse contra la destemplanza y las inclemencias del tiempo "4 .

1 ANB. M. 886. 1686. Información de los servicios pretados por el general don Juan de Mesa Lugo y Ayala. Al respecto declaraba que: "Y digo que por ocasión de haberse movido algunas veces y que se habían descubierto diferentes minas de oro en el cerro Illimani. ocurrí aa dicho paraxe a pedimento de algunas personas por haber justicia en él, y reconociendo su aspereza y la impisiblidad de poder trabajar en dichas minas y que se despeñaban indios cabalgaduras dispuse abrirles y aderezarles caminos a mi costa así para subir al Illimani como a las minas de los Rodados" 2 ABUMSA. 005. 1683. "Información de Francisco García Tinoco de las minas de oro en el Illimani" 3 Alberto Crespo Rodas, Historia de la ciudad de La Paz. Siglo XVII. Lima, 1961, p.107 4 ABUMSA. 005. 1683, Ms. Cit.

47

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Rápidamente se pobló el Illimani de mineros y trabajadores. El año 1684 ya contaba con una población de 1.500 personas 1. Las minas trabajadas se denominaban: San Melchor de la Palata, Ocobaya, Zapaniguaita, Titiscaca, Nuestra Señora de la Candelaria de Chquilaque, Illimani y los Rodado, Charapaya y Guaruruni Omabamba. Interpretando fielmente los intereses fiscales y habiendo los suficientes requisitos, García Tinoco el 8 de octubre de 1681 informó: "Propuesto a todo los suso dichos confiriesen la parte y lugar mas conveniente para formar el asiento en dicho mineral de Hillimani y habiendo todos discurrido en la materia y propuesto las razones que les parecieren corrieron unánimes y conformes en que se hiciese el dicho asiento en este dicho parage que pusieron por nombre San Francisco de Paula y que las casas de la morada continuan desde la capilla que se empezado a levantar en el medio de este asiento" 2

De esta manera nació el centro minero de San Francisco de Paula del Illimani. Los mineros que empezaron a explotarlo fueron: Juan de Salazar, Bernardino Salazar, Domingo de Melo, Antonio de Almeida, Juan Carretero, Juan Alfonso Ferrer, Vicente Quiñonez, Antonio Falcón de Medina, Gabriel de Millares, Ramón de Castilla, Antonio de Ibañez, Bernadino Coronado, Juan de Castro, Diego de Cayavaca, Ventura de Torrez, Alfonso de Figueroa, Antonio de Peñaloza, Bernardo de Vargas, Alonso García, Juan de Gansa y Guevara, Joseph de Ancheta y Juan de Yodos 3, la mayoría de los nombrados eran vecinos de la ciudad de La Paz. Los primeros años de explotación fueron de absoluta anarquía. El control fiscal había sido rebasado por completo. Esta eventual coyuntura económica fue aprovechada por propiertarios de haciendas de los valles de Paica, Mecapaca y Río Abajo, que internaban productos alimenticios a sus minas.

1. 4. 4. Aucapata

Aucapata es otra de las poblaciones de la antigua provincia de Larecaja surgida por la explotación minera. Actualmente se localiza en la provincia Muñecas del departamento de La Paz. El origen de Aucapata -altura del

1 ACCLP. Tomo 8. 1684. "Licencia concedida para la construcción de una capilla para Nuestra Señoraa del Pilar en el asiento de San Carlos situado en la doctrina de Paica, en la que deberá celebrarse misa los días festivos". Fs. 162-195 2 ABUMSA. 005. 1683, Ms. Cit. 3 ABUMSA. 005. 1683, Ms. Cit.

4R

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demonio-, se remonta a la octava década del siglo XVII. En la revisita de 1684, no se registró ninguna población con ese nombre; pero, en cambio, se anotó en la lista de comunidades y haciendas la "estancia de Santa Rosa de Chamicuni de los indios mineros" 1, localizada en los términos del pueblo de Ayata. En realidad este emplazamiento minero constituyó los orígenes de Aucapata. El Obispo Queipo de Llano y Valdes, en 1690, también llegó a visitar la "viceparroquia de la Santa Rosa, en el asiento de minas de oro de Fernambuco"2. Por su parte, Rigoberto Paredes en 1898, en sus prolijas investigaciones, a través de tradiciones orales, recogió la versión de que el antiguo nombre de Aucapata era el de Santa Rosa de Bella Vista 3

.Indudablemebnte que hay una relación intrínseca entre estas tres referencias, de manera que el origen de este centro minero hay que ubicarlo en 1684. Para el año que lo visitó el prelado paceño había "poca gente, por averse pasado los que trabajavan sus minas al de Coaquilata"4. Lo que no era de extrañar puesto que el trabajo minero por su propia naturaleza, tiene esta característica, períodos de auge y de decadencia.

Santa Rosa de Chamicuni, asiento minero de indios, en 1684, tuvo una población inferior a las de diez unidades domésticas. La procedencia étnica era la siguiente: 2 indígenas de Chaflana; 2 del Cuzco; 1 de Taraco; 1 de Achacachi; 1 de Italaque y el restante había perdido su identidad 5.

1. 4. 5. Lacoya (Chuquiaguillo)

El nombre de Chuquiyapu indiscutiblemente se halla ligado a la fama de un valle aurífero. Más arriba anotamos la importancia que adquiere desde la época precolombina desde Tiwanaku hasta los Incas, y durante los primeros de la conquista con las explotaciones de Francisco Pizarro y las comunidades del valle. En opinión autorizada del Obispo Antonio Castro y del Castillo:"La ciudad de La Paz, nombrada Chuquiabo, que en el ydioma quiere decir tierra de oro, según tradiciones antiguas, era donde los yndios cogían más oro que en otras partes, y que los ríos que la surcan traían cantidad de él; si bien en

1 AGNA. 1684. (Sala XIII) "Revisita del duque de la Palata 2 Queipo de Llano y Valdes, Ob. Cit. p. 248 3 Rigoberto Paredes, "Monografía de la provincia de Muñecas". En Boletín de la Sociedad Geográfica de La Paz, Nos. I. 2 y 3,1898, p. 22 4 Queipo de Llano y Valdes, Ob. Cit. p. 249 5 AGNA. 1684. (Sala XIII) "Revisita del duque de la Palata

431

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nuestros tiempos, aunque se ha visto algo desto en el río que llaman Lacoya(que también quiere decir criadero de oro) [1651: 191]

Evidentemente los ríos Chuquiyapu y Chuquiaguillo, que atraviesan la ciudad arrastraban consigo el metal precioso. El padre Barba, refiere por ejemplo que "en tiempo de aguas, suelen hallar los muchachos en las calles algunas pepitas de oro, mayormente en la que baja del convento de Predicadores(Santo Domingo) hacía el río"[1640/ 1967: 44]. Por otra parte, se debe a Castro y del Castillo la recuperación del primitivo nombre del río Chuquiaguillo, Lacoya.

Sancho de la Hoz, cronista de la conquista, elaboró en 1534, una inigualable descripción de la forma en que se explotaba el oro en la cuenca paceña en tiempo de los Incas. No cabe duda que el trabajo mediante galerías y socavones y el de los pozos fueron retomados por los primeros españoles arribados al valle. Así se colige de las galerías descubiertas en 1972, cerca del actual río Chuquiyapu 1.

Diego Cabeza de Vaca en 1586, confirma que a "un cuarto de legua desta ciudad hasta media legua á levante ha habido minas de oro" 31. Las citadas minas son sin duda las de Chuquiaguillo, donde el oro se "encuentra en estado de pepitas y lentejuelas de forma y peso muy diversos, en estados horizontales de arenas arcillosas llamadas venerillos, separadas otros estratos casí completamente estériles"2.

La proximidad de Chuquiaguillo a la ciudad - dos leguas-, insospechadamente fue aprovechado por vecinos y mercaderes. A través del juicio protagonizado entre el capitán Gonzalo Diez de Oliver, Antonio Contreras y Francisco Lopez de la Vega, quienes después de haber formado una compañía minera, decidieron separarse y explotar cada uno la parte que les correspondía. El incidente entre estos mineros condujo a una remedición de las pertenencias; los que actuaron como mediadores fueron tres importantes mercaderes de La Paz, como Joseph Marzellano, Gabriel de

1 Max Portugal, "Galerías mineras antiguas cerca del río Choqueyapu". En revista Pumapunku, No. 6, La Paz, 1972, p. 54-58 31 Cabeza de Vaca, Ob. Cit. p. 129 2 Ballivián, Ob. Cit. p. 91-92

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Millones y Gaspar de Torassona 1 . Mineros y mercaderes estaban

estrechamente vinculados, debido a que los últimos suministraban a los

primeros los créditos necesarios para el trabajo extractivo y a cambio de este

apoyo financiero recibían el metal precioso.

La explotación de los placeres de Chuquiaguillo no culminó con la

creación de un pueblo minero por la cercanía a la ciudad. La producción de

estos centros auríferos íntegramente se los comercializaba en la ciudad de La

Paz. Sin embargo, numerosos mineros con el pretexto de eludir el control

fiscal, optaron por negociarla directamente con la capital del virreinato , es

decir que el oro salía hacia los centros de consumo vía contrabando. En

muchas ocasiones las mismas autoridades se hallaban comprometidas con

este comercio ilícito. Inclusive las denuncias sobre estas anomalías llegaban

desde la misma ciudad de Lima 2 .

Finalmente, la producción aurífera de Yani, Coaquilata, Illimani,

Aucapata y Chuquiaguillo, indiscutiblemente empezó a fortalecer la

economía regional de la ciudad de La Paz a partir de principios del siglo XVIII.

I ,arecaja de hecho asumió un rol preponderante en el desarrollo económico

de la región, no sólo por la importancia de sus minas auríferas, sino porque a

esta actividad minera se asoció el desarrollo de las estructuras agrarias de la

provincia. Cuando se realizó la revisita de 1684, va existían alrededor de 270

unidades productivas entre haciendas, estancias, ranchos, chacras, trapiches molinos.

Este panorama hasta aquí analizado fue el preludio del posterior auge

minero de Larecaja del siglo XVIII.

1 ALP. liC. 1683. "Pleito seguido por Gonzalo de Oliver, minero de Chuquiaguillo, contra Tomás de Contreras y Francisco Lopez de la Vega 2 ALP. CR. I. 1674. La Cédula Real dirigida por los oficiales reales de Lima a sus similares de La Paz, en sus partes importantes decía: "de cómo los corregidores de la provincia de Larecaja extraviaban diferentes cantidades de oro sin pagar los reales quintos que se deben disponinedo el labrar las minas por su cuenta..."

S1

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2. Burocracia y minería de Larecaja en el siglo XVIII.

El Estado colonial, cuya economía descansaba en la producción de los

metales preciosos, intervino consciente e inconscientemente en todas las

esferas productivas de América. Mediante un abigarrado conjunto de

funcionarios administrativos estableció una política mercantil, procurando

regular la producción y el mercado. Participó directamente en la producción

de metales preciosos, rubro que fue incentivado, dotado de los instrumentos

jurídicos - leyes -, además de facilidades otorgadas desde la producción hasta

su comercialización, con el exclusivo requisito de cobrar el impuesto metálico

(quintos de oro). Aunque pareciera tan simple definir la acción del Estado en

la esfera productiva, sin embargo interiormente creó un complejo

mecanismo de funcionamiento donde precisamente se vislumbraba su

carácter mercantilista Bajo esta perspectiva, la organización administrativa y

de control del Estado fueron fundamentales para el desarrollo de la industria

extractiva, calificado como pilar fundamental de la economía colonial. Pero al

margen de la importancia administrativa en el período colonial, es pertinente

comprender el rol desempeñado por los funcionarios destinados al control de

la producción, precisamente este rol intentaré analizar en esta segunda parte.

2. 1. El rol de los funcionarios: corregidores,tenientes y subdelegados

A medida que se consolidaba el dominio colonial en América, la Corona

también se preocupó por crear los instrumentos de poder para regular el

nuevo orden socio-político en las provincias y regiones conquistadas. Se

erigieron virreinatos, audiencias, gobernaciones y corregimientos; junto a

estas instituciones sus respectivas autoridades como los virreyes, presidentes

de audiencias, gobernadores y corregidores, que representaban al poder

político del monarca. Apoyaba a este granado grupo de autoridades, una

burocracia administrativa destinada a controlar las actividades económicas,

políticas, sociales e ideológicas, que en última instancia defendían los

intereses de los monarcas españoles, por consiguiente se constituían en el

grupo social más privilegiado residente en las ciudades y provincias de

América.

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Los centros mineros como Potosí, Huancavelica y Oruro fueron dotados

de varios funcionarios destinados para regular la industria minera de esos

distritos1. Carlos Contreras, al referirse a la masa de funcionarios residente en

Huancavelica, señala que más que la instauración de un orden y justicia en

abstracto, hacían productiva también la minería del mercurio2.

Evidentemente, toda la estructura de poder estatal de las colonias en América,

desempeñaba tareas fiscales en función de los rubros productivos de las

regiones y que beneficiaban antes de nada a la Corona.

Pero en otras provincias, donde la actividad productiva era variada y la

actividad minera dispersa, el corregidor centralizaba el poder político-

administrativo, mientras que las recaudaciones fiscales recaían en manos de

los oficiales de las cajas reales de cada distrito. Este es el caso de la ciudad de La

Paz, cuyo corregidor y oficiales de la Real Hacienda controlaban una vasta

región. Inclusive hasta la séptima década del siglo XVI, entonces, el Cabildo de

la ciudad podía intervenir con su poder en los pueblos alejados a la urbe

paceña. Sin embargo la creación de los corregimientos en 1565, limitó el

espacio de control del corregidor paceño, reduciéndose su poder únicamente a

una pequeña porción de territorio, aunque conservaba algunas prerrogativas

otorgadas por la Corona, que mediante Cédula Real de 2 de mayo de 1579, le

facultaba nombrar en casos excepcionales corregidores interinos en las

provincias de Pacajes, Sicasica, Omasuyos y Larecaja3.

Pero ahora me concretaré a analizar el rol de los corregidores y de los

tenientes de corregidor en Larecaja, contrastando sus labores administrativas -

como representantes de la burocracia peninsular -, con las actividades

mercantiles de la provincia.

En la primera parte de esta tesis, analice el controvertido papel

desempeñado por los encomenderos antes de 1575, que aprovechaban sin

ningún control los excedentes y la fuerza de trabajo de las comunidades. A

pesar de las reformas fiscales implantadas por el virrey Francisco de Toledo,

1 Véase: Gwendolyn Ballatine Cobb, Potosí y Hancavelica, Bases Económicas, 1545 -1646, La Paz, 1977, p. 146 - 147. 2 Carlos Contreras. La ciudad del Mercurio. HuancaveLica, 1570-1700. Lima, 1982, p. 31 3 ALP. EC. 1650-1756. "Resúmenes de los Acuerdos del Cabildo de La Paz"

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legalizando el tributo de oro en 15 repartimientos, los encomenderos continuaron siendo los señores y amos de los miles de indígenas y los más acaudalos del Perú.

La creación de los corregidores en todas las provincias del virreinato del Perú, data de 1565. Esta institución de vigencia en la península, trasplantada a América, formaba parte del conjunto de disposiciones orientadas a modificar las relaciones sociales imperantes hasta ese año, sin embargo a través de esta nueva institución se desemboca en otra forma de gobierno centralizado después de los Incasl.

La aparición del primer funcionario representante de la Corona en el interior de las ciudades o áreas rurales, tuvo por objeto ejercer un mejor control de las relaciones encomendero-indígenas, aunque en la práctica se demostraba siempre lo contrario. A pesar de estas contradicciones, los corregidores y los hacendados/chacareros colonizadores de las áreas rurales, fueron los que en definitiva disminuyeron los poderes de los encomenderos, puesto que ingresaron a competir en la apropiación de los excedentes, mano de obra y tierras comunales.

Gastón Arduz Eguía, de manera general resume las funciones de un corregidor: en lo político manejaban todos los asuntos de gobierno, policía y milicias locales; en lo administrativo, estaba encargado de la cobranza de tributos; en lo judicial, enarbolaba la vara de justicia como símbolo de mando, ejercía con ciertas limitaciones y con prevención de alzada ante las audiencias, la jurisdicción de primera instancia en materia civil y en materia criminal; y finalmente desempeñaba el cargo de protector de indios2. Dentro de estas atribuciones de poder, los corregidores también tenían facultades de Alcalde Mayor de Minas, estaban obligados a prestar el servicio necesario a todos los que se dedicaban a la actividad extractiva, aplicar las normas relativas a la minería colonial, desde fijar la mano de obra correspondiente, dar su visto bueno a las transacciones y a la formación de las compañías mineras, hasta intervenir como autoridad en los pleitos mineros más complejos.

1 Javier Tord Nicolini, "El corregidor del Perú: Comercio y tributos". En Historia y Cultura, No. 8, Lima, 1974, p. 184 2 Gastón Arduz Eguía, "La legalización de los repartimientos de corregidores, 1751". En Historia y Cultura, No. 13, La Paz, 1988, p. 50

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2.1.1. Las ordenanzas mineras coloniales

Una breve mirada sobre las normas mineras, muestran la constante preocupación de la Corona de dotar a la industria minera de los metales preciosos- a la que consideraba como pilar fundamental de su economía-, de los instrumentos y leyes "más eficaces"1. Es que en el transcurso del período colonial, se aprueban una serie de disposiciones que a veces fueron sólo enmiendas que trataban de sustituir a las anteriores o en su caso servían de antecedentes para las posteriores leyes.

Los primeros planteamientos normativos en América se dieron a conocer en México, en 1537, bajo el gobierno del virrey Antonio de Mendoza; en Chile, en 1546, promulgó uno similar el capitán Pedro de Valdivia; en el Perú, en 1550, hizo lo propio el pacificador Pedro de la Gasca, aunque se debe reconocer el esfuerzo legislativo del licenciado Cristobal Vaca de Castro, que en 1543 dio a conocer por primera vez las "Ordenanzas de minas, tanto las de oro como de plata"2. Pero, la legislación minera que tuvo vigencia durante el período colonial, fue la promulgada por el virrey Francisco de Toledo (1569-1581), que si bien sus disposiciones no fueron dadas a conocer en un sólo cuerpo ni momento, en cambio estableció categóricamente que las minas fueran descubiertas y trabajadas libremente por cualesquiera estratos sociales del Perú, además prescribió una serie de ordenanzas donde reglamentó las horas de trabajo, el salario y las formas de contratación de la mano de obra, así mismo instituyó el servido de la mita minera, servicio que debían prestar la séptima parte de los repartimientos de 17 provincias del virreinato peruano, promulgando también una serie de normas acerca de las técnicas a utilizarce en las minas y del comercio de los metales.

En realidad, las Ordenanzas toledanas fueron la base primordial de la industria minera colonial; inclusive, en relación a las reformas legislativas de las dos últimas décadas del siglo XVIII, gozaban de popularidad. Un documento correspondiente a 1820, muy revelador por cierto sobre este

1 José María Ots Capdequi, El estado Español en las Indias. México, 1941. Ots Capdequi, considera que la legislación minera colonial transparenta un interés vacilante y contradictorio, que dificulta "trazar con claridad y de manera esquemática su línea de evolución". p, 40. 2 Silvio Zavala, El servicio personal de los indios en el Perú (Extractos del siglo XVI), México, 1978, Tomo 1, p. 9; John Fisher, Minas y mineros en el Perú Colonial, 1776 - 1821, IEP, Lima, 1977, p. 50

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punto, precisa: "Por cuanto ha notado este juzgado [de Larecaja] el escandoloso abuso con que se conducen los mineros... que pretenden sean amparadas todas las que se han adjudicado, a pretexto de hallarse trabajando una sola aunque estén en distancia, contra el expreso tenor de la Ordenanza 3a. Tit... 7, Lib. 3ro. de las de Toledo, que prescribe el modo de tenerla" 1.

El virrey Melchor de Navarra y Rocafull, en 1680, para faciltar la interpretación de las ordenanzas hasta entonces promulgadas, dispuso su recopilación bajo el título de "Ordenanzas del Perú"; y , en 1756, la Corona entregó a circulación en cuatro tomos "La Recopilación de Leyes de los Reynos de las Indias". Este conjunto de disposiciones fueron las que normaron las actividades políticas, económicas, sociales y administrativas en las colonias.

Respecto a la aplicación de estas disposiciones mineras, Rose Marie Buechler comenta que, "solían ser benignas y paternales de una profunda preocupación habsburga o borbónica por la repetición perenne de abusos cuya naturaleza era asiduamente descrita antes de indicarse el remedio que se debía aplicar en cada caso"2.

A mediados del siglo XVIII, el virreinato de la Nueva España, aventajaba al Perú "no solo en cuanto a productor de plata, sino como fuente creadora de legislación aplicable a la minería". Los artífices para estos cambios fueron muchos; en primer lugar figuraba, Francisco Xavier Gamboa, autor de los "Comentarios a las minas"[1761]; luego, los representantes de los distritos mineros de Bolaños y Sultepec, que propusieron la creación de un Gremio de Mineros encabezados por un Tribunal en la capital y con delegaciones en los centros mineros de mayor importancia; y, finalmente José de Galvez, que llevó a cabo las reformas mineras en México3.

I ALP. RIv1. Larecaja, Reg. No. 13, 1820. "Exhortación a los mineros de Larecaja por el comandante habilitado jurado por el Rey la Constitución en 9 de mayo de 1820". 2 Rose Marie Buechier, Gobierno, minería y sociedad. Potosí y el renacimiento borbónico, 1776 - 1810, Biblioteca Minera, La Paz, 1989, Tomo I, p. 174 3 Fisher, 011. Cit. 1977, p. 51

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Un proyecto de reformas a la minería también se preparaba para el Perú,

el mismo que posteriormente lo ejecutaría José Antonio Arechel. A su vez,

este movimiento reformista se extendió hasta el virreinato del Río de la

Plata. A través de una Real Orden expedida el 8 de diciembre de 1785, se

anunciaba la aplicación de las "Ordenanzas de México de 178321a medida fue

comunicada a todos los distritos del virreinato. Una copia de esa Orden fue

remitida a la ciudad de La Paz, bajo el título de "Providencias sobre que se

adopten en las provincias del Río de la Plata las Ordenanzas de México".

Las Ordenanzas de México fueron objeto de profundas reflexiones y

críticas en cuanto a su aplicación. Por ejemplo en Potosí, autoridades como el

Intendente Juan Pino Manrrique manifestaron su desacuerdo. Por este

motivo, el 3 de junio de 1791, el Rey Carlos IV, encargó al Intendente

Francisco de Paula Sanz, "la tarea de formar una nueva ordenanza de la

minería". En atención a esta disposición, Pedro Vicente Cañete, redactó el

"Código Carolino de Ordenanzas de Minas", que fue remtido a españa el 26 de

abril de 1794. Prácticamente se trataba de un proyecto enjundioso para la

minería altoperuana, que no llegó a ser aprobado por los muchos defectos

encontrados por la Junta de Ministros del Consejo de indias3.

Estas discusiones daban una imagen poco provechosa acerca de las

reformas que se pretendían introducir en las minas altperuanas. Sin embargo

se sugería que: "para no dejar las cosas en su antiguo estado [...I que usando

estas en el modo posible de las facultades que la Ordenanza de México les

concede, promovieran la adaptación de ellas acomodándose a la necesidad y

circunstancias de los minerales; pues entonces abrirán medios y sujetos

adecuados con quienes consultar cualquera ordenanza que se forme

siguiendo el espíritu de la Nueva España"4.

2. 1. 2. Los mercaderes en potencia

1 Ibid. p. 51-52 2 Buechler, Ob. Cit. Tomo I, p. 155 3 Zavala, Ob. Cit. 1980, Tomo II, p. 113 4 ALP, EC. 1785. "Providencias sobre que se adopten en las provincias del Río de la Plata las Ordenanzas de México", La Paz, 8 de diciembre de 1785.

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Jurgen Goltel, considera al corregidor como la "piedra angular del sistema" de los repartos. A su vez, Javier Tord Niccolini2, sostiene que desempeñaba un papel importante en el control económico y social en las provincias, entre la economía tradicional basada en la autosubsistencia y la determinada por el valor de uso y la economía mercantil determinada por el valor de cambio. Los corregidores para hacer cumplir su mandato imponían la coerción y la violencia. No sólo era indispensable para la Corona sino para los comerciantes y para los grupos de poder en las provincias, a los que garantizaba la mano de obra en haciendas, obrajes y minas.

De acuerdo a Cristobal de Miranda, hacia el año de 1583, el corregidor de Larecaja tenía asignado un salario de 1.000 pesos. Aunque en la descripción del distrito de la Cancillería de la Plata realizada en 1649 por Francisco Alvarez Reyes3, los cargos de los corregidores ya se hallaban tasados, de manera que el cargo para Larecaja se hallaba avaluado en 12.000 pesos, ocupando un tercer lugar en importancia después de Chayanta y Chucuito. Estos desembolsos que hacían los corregidores se realizaban en función de los futuros beneficios y no por la extensión geográfica de la provincia sino por el volumen de las mercaderías a repartirse4.

Larecaja en el siglo XVIII era reputada como una provincia próspera del distrito de La Paz. La floreciente industria minera de Yani, Aucapata, Coaquilata, Suchez, Tacacoma, Ananea, Itulaya así como de los lavaderos de Tipuani, Consata y Challana, la convertían en atractiva para los corregidores, mercaderes e inversionistas.

La vasta extensión de la provincia, alrededor de 15.000 Kms2; la dificultosa vinculación desde Sorata hacia los centros mineros, su agreste topografía y un mejor "control" fiscal sobre las minas de la región, fueron motivos suficientes para que los corregidores pongan énfasis en los nombramientos de sus lugartenientes o los cargos de Tenientes de Corregidor (desde ahora los identificaremos como tenientes). Estos funcionarios subalternos que dependían exclusivamente de los corregidores provinciales,

1 Jurguen Golte, Repartos y rebeliones. Tupac Amaru y las contradicciones de la economía colonial. Lima, 1980, p. 32 2 Tord, Ob. Cit. p. 80 3 Referencia tomada de Tord, Ob. Cit. p. 190 4 Golte, Ob. Cit. p. 80

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desempañaron un control específico en una determinada región de la provincia. En lo concerniente a su actuación en la actividad minera, se los delegaba para certificar los descubrimientos y registros de las minas y lavaderos y sus posteriores diligencias, así como la adjudicación y posesión de la pertenencia minera. Sus honorarios en estos casos los cobraba de los propios interesados como también exigía las utilidades del trabajo minero.

Los trámites para la obtención del cargo de tenientes corrían por cuenta de los interesados. En primer lugar, se los debía comprar a la Corona; luego procedían a otorgar las fianzas respectivas y someterse a Juicio de Residencia tal como prescribía las Leyes de Indias. Adquirido el cargo estos funcionarios estaban obligados a pagar la "media anata", impuesto pagado en el primer año con la mitad del costo del oficio y en los subsiguientes con la tercera partes. La media anata pagada por los tenientes en Larecaja variaba de acuerdo a la importancia de la jurisdicción a su cargo2. Los montos que pagaban los tenientes en Larecaja eran infímos en relación a los que pagaban los cargos de corregidores, alcaldes, regidores y otros funcionarios. Además, en el desempeño de estos cargos predominaban los funcionarios con grados militares.

Ciertamente el papel de los corregidores en el siglo XVIII ha cambiado en relación al siglo XVI. A la función política, administrativa y judicial, en aparente contradicción a las disposiciones oficiales añadieron el rol de activos comerciantes en las comunidades, poblaciones y centros mineros. En realidad estos funcionarios fueron los verdaderos mercaderes en potencia. Jurgüen Golte, con acierto sostiene que "repartían mercancías entre la población campesina de su provincia, principalmente productos del mismo virreinato, cuyo pago podía demandar en base autoridad, especialmente cuando en 1751, se legalizó el sistema de repartimientos mercantiles"3.

1 Recopilación de Leyes de los Reynos de las Indias, Tomo Segundo, Madrid, 1756,

véase Libro V, Título II, Ley IX, p. 147 2 Es así que en el área de Charazani, Camata oscilaba entre 30 y 80 ps.; en Suchez, 25 pesos; en Quiabaya y sus minerales, 80 pesos; en Songo, Chaflana y Chacapa, 40 pesos; en Chama y Ayata, 50 pesos; y, en Tipuani, 25 pesos. ANB. M. Títulos de confirmación de tenientes de corregidores de Larecaja. 3 Golte, Ob. Cit. p. 32

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Es pertinente agregar que el siglo XVIII es también reconocido como el "período de inserción de la sociedad campesina en el circuito mercantil y de rápido crecimiento de la producción manufacturera"1. Ahora bien, durante esta centuria los corregidores en las provincias exigían cada vez más a los indígenas el pago en dinero efectivo, obligándoles a emplear su fuerza de trabajo en haciendas y en las minase. Además por sus estrechas relaciones con los grandes comerciantes monopolistas de Lima y otros grupos sociales, los corregidores también llegaron a convertirse en veraderos señores provinciales.

Larecaja contaba para 1754 con una poblacón de 20,000 habitantes. Ocupaba el segundo lugar en importancia de las actividades mercantiles de las provincias del distrito de La Paz; el valor total del reparto alcanzaba a 114,637 pesos3. Las minas de esta provincia no escaparon a la rapacidad de los corregidores y sus tenientes e inclusive de los subdelegados, que vieron en los centros mineros, lugares donde fácilmente podían vender las mercaderías importadas desde Lima y La Paz. Los excesos cometidos por estos funcionarios se tradujeron en más de un conflicto social, llegando en algún momento a precipitar el estallido de tensiones entre mineros y autoridades.

En este sentido, Yani, fue el distrito más danmificado con estos conflictos. Allí se originaron los más sonados juicios a estos funcionarios. Entre 1665 y 1666, en Sorata habría de desatarse un enconado y prolongado pleito en el que resultaron involucrados autoridades y mineros. El conflicto había surgido a raíz del remate de la veta aurífera llamada Las Animas situada en el asiento de San Juan del Oro. Sin embargo, esta determinación hecha pública por parte del corregidor Fabián Polanco no fue del agrado de los mineros Juan Fernandez y Pedro de Valverde, quienes promovieron disturbios en Sorata, a fin de que reboque la medida4. Ante esta situación, los corregidores Fabián Polanco de Guzman y Juan de la Torre y Cárdenas

I Ibid. p. 206 2 Ibid. p. 32 3 Ibid. p. 105 4 ANB. T. 101, No. 12, 1665. "Dos cartas de don Fabián Polanco de Guzmán corregidor de la provincia de Larecaja, a esta Real Audiencia de Charcas: refiere los alborotos ocasionado por Juan Fernández y Pedro de Valverde en el pueblo de Sorata con motivo del remate decretado de la venta aurífera de las Animas y la estaca de minas en el asiento de San Juan del Oro en dicha provincia, Sorata".

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(sucesor en el cargo) cometieron algunos excesos en Yani, especialmente contra Pedro de Valverde, a quien se le confiscaron sus minas y quemaron su ingenio'. A consecuencia de estos hechos, Antonio Montesdoca que representaba a la mitad de los mineros de Yani, puso denuncia contra el corregidor Polanco de Guzmán, acusándolo de cometer actos de violencia y excesos durante el reparto de ropa, vino y otras mercaderías a los mineros y trabajadores. El comisionado para promover las respectivas diligencias del pleito fue el Juez Comisario Antonio de Barrasa, ante quien declararon numerosos mineros de Yani. Sin embargo, Polanco de Guzmán, en ese año, hábilmente había logrado urdir la división entre mineros, favoreciendo a uno de los grupos al otorgarles facilidades y plazos largos para la cancelación de los efectos repartidos, mientras que al restante grupo del que formaba parte Montesdoca, les exigía implacablemente la pronta liquidación de sus deudas contraidas con su personal

Otro de los procesados en Yani, fue el corregidor Francisco Arguelles. A través de un memorial rubricado por 35 mineros en el año 1702, entre ellos: Miguel Junco, Pedro Junco, Sebastián Sanchez Romero, el capitán Pedro de Cervantes y Ulloa, Antonio Ruis de Santa María Buytrón, Manuel Gonzales, Diego Siglir Estrada, Antonio de Mollinedo Lázaro de Mollinedo, Marcos de Mollinedo, Francisco de Mollinedo, Francisco Barrasa, Cristobal Contreras, Juan de Contreras, Melchor Chirino, Matheo Lopez, Bernardo de Espinoza, Vicente Figueredo, Pedro Lopez, Diego de Segura, Andrés de Bedoya, Alvaro de Masías, Carlos del Portillo, Juan Ralero, Lorenzo Bazaes, Diego Martinez, Joseph de Astorga, Diego Moreno Hidalgo, Pascual Barradas, Diego Olibera, Joseph de Sandoval y Juan Antonio Alvater de Meza, se denunciaba que Arguelles venía cometiendo una serie de extorsiones y cobros excesivos por concepto de alquileres de las viviendas; además, se le acusaba de impedir el suministro de agua para las minas, prohibir el comercio de otras personas y

1 ANB. T. 101, No. 11, 1665. "El capitán Pedro de Valverde, vecino del asiento de San Francisco de Yani, provincia de Larecaja sobre excesos que contra su persona y bienes ha ejecutado don Juan de la Torre y Cárdenas, corregidor de aquella, quemándole su ingenio y despojándole de la mina de oro que labraba en dicho asiento". 2 ANB. T. 101, No. 13, 1666. "Autos que obró el general don Antonio de Barrasa y Cárdenas, juez comisario para el remate de las minas de oro de su majestad en el asiento de san Francisco de Yani, provincia de Larecaja, sobre la averiguación de los capítulos puestos por Antonio Montesdoca contra don Fabián Polanco, corregidor de dicha provincia, imputándole excesos en el reparto de ropa y vino a los vecinos e indios del mencionado asiento de minas"

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amenazar a los mineros con la expulsión y destierro de Yani 1. Por su parte los trabajadores, entre ellos los barreteros y los apiris (acarreadores de la tierra del interior de las minas), también se hicieron eco de los reclamos de los empresarios mineros, añadiendo que recibían un trato discriminatorio en el cobro de alquileres de viviendas por parte del corregidor, exigiendo cuatro pesos a los españoles y ocho pesos mensuales a los trabajadores. Asimismo se enfatizaba que Francisco Arguelles monopolizaba el comercio del oro, especulaba con los precios del metal, pagando a 14 pesos la onza cuando el precio vigente en el asiento de Yani bordeaba los 13 pesos y medio. Por las características que asomaban estas denuncias, no podría decartarse la ligazón de este funcionario con los grandes comerciantes de Lima, debido a que los centros mineros generaban importantes volúmenes monetarios, eran atractivos a toda clase de comercios y diversiones. Por ejemplos, el año 1702, en Yani funcionaba una "mesa de trucos", campeaba el consumo de bebidas espirituosas y pululaban los "jucos", ladrones de minerales.

Las acusaciones contra Arguelles no fueron desmentidas sino que el mismo las pudo ratificar más tarde. Una carta remitida por su puño y letra a la Real Audiencia de Charcas, reza:"que en el asiento [de Yani] de las bocas de las minas la mayor parte [de] los que no eran mineros, y en ella se cometían gran cantidad de ladroncillos, hurtos, borracheras, sin bajar a misa los días de fiesta y habiendo hecho un robo de metales unos jucos[...] subí al cerro y derribé las casas dejando solamente las que eran de los legítimos dueños"2. Esta carta sirvió para justificar los excesos cometidos por Argüelles en Yani, las influencias que gozaba como corregidor, fueron gravitantes para inclinar a su favor a los oidores del Alto Tribunal de Justicia, dado que se le confirmó en el cargo de corregidor de Larecaja.

También en 1723, en Yani, el teniente Antonio de Chaves fue encausado por una serie de abusos. En esta oportunidad, el corregidor de Larecaja Benito Gonzales de Santana intervino personalmente ante la dramática situación en el que se debatían los empresarios mineros y los trabajadores. Así comprendió los excesos cometidos por Chaves, que a "ejecutado muchos daños y agravios

1 ANB. T, 102, No. 1, 1702. "Capítulos puestos en el asiento aurífero de San Francisco de Yani, povincia de Larecaja al general don Francisco de Arguelles, corregidor de dicha provincia, por los vecinos y dueños de minas sobre el mal uso de su oficio". 2 ANB. T. 102, No. 1, 1702

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y violencias en los mineros y otros vecinos de aquellos asientos, así de españoles como de indios, sobre que hubo repetidas quejas y también del lastimoso estado y ruina a que se redujeron las labores en sus minas[...] en descaimiento grande del real haber y bien común" 1. En realidad Chaves había

entorpecido los trabajos mineros en claro detrimento de los ingresos fiscales, por cuyo motivo fue suspendido en el cargo y en su reemplazo quedó posesionado interinamente el experimentado minero Pedro de Valverde. Cada uno de los mineros narró ante Gonzales de Santalla los atropellos cometidos por Chaves. Por ejemplo, Simón de Mollinedo expresaba que sin ninguna causa fue multado con 40 pesos. A su vez, Juan de Santa María afirmó que se le redujo a prisión y se le confiscaron 10 libras de oro. Por su parte, Andrés Palacios fue aún más categórico al señalar que a los "forasteros que traían bastimentos para vender los abarcaba para revenderlos a más precio"2. Es decir que, Chaves confiscaba los alimentos internados por los pequeños mercaderes a Yani. Sin embargo, las declaraciones de Cruz Montealegre, Cristobal de Cuellar, Joseph Gil, Pablo Guerrero y Phelis Hernani, son más enfáticas al denunciar que, "su mujer gobernaba más que el marido mandando a [que] los alcaldes saliesen a buscar a los caminos a los marchantes que entraban con el bastimento y le llevaban el pescado, la carne, los quesos y que todo lo menudeaban en su casa y pulpería como regatones". Un aspecto que se debe subrayar es que la pulpería instalada por Antonio de Chaves fue el medio más contundente para monopolizar el comercio en el asiento minero de Yani. A través de métodos coercitivos obligaba y compraba a los pequeños comerciantes mercancías para luego revenderlos a precios elevados, muchas veces cambiándolos con el metal precioso. Desde luego que estas transacciones le representaban grandes utilidades, apropiándose como otros funcionarios de los excedentes de los mineros.

Estos casos estudiados - que son los más representativos - permiten evidenciar que, los corregidores y tenientes en Larecaja monopolizaron el comercio del oro y de mercaderías de y hacia los asientos mineros, eliminando y dejando fuera de acción a los pequeños comerciantes y a los comunarios que internaban mercaderías y alimentos a Yani y Tipuani. Estas

I ANB. M. T. 102, No. 1, 1723. "El corregidor Benito Gonzales de Santana, corregidor de la provincia de Larecaja, sobre los abusos cometidos por Antonio de Chaves, su lugarteniente, contra los mineros y vecinos de los asientos auríferos de Yani y Coaquilata, jurisdicción del pueblo de Quiabaya". 2 ANB. T. 1723

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actividades mercantiles, generadas a partir del reparto les significaba importantes ingresos. Como corolario de estos intercambios encarecía vertiginosamente la vida en los centros mineros de Larecaja, en relación a otras provincias, donde los corregidores tradicionalmente sólo desarrollaban sus actividades mercantiles. En Larecaja estos funcionarios no sólo tenían a su disposición las comunidades sino también los asientos mineros. De manera que indígenas, mineros y trabajadores se hallaban compulsados con el reparto. ¿Acaso los desaciertos de estos funcionarios locales no fueron suficiente motivo para que en 1781 muchos mineros de Larecaja hayan tomado consciencia de la sublevación indígena?.

El reparto de mercaderías definitivamente quedó abolido el 9 de diciembre de 1780 I. Con esta medida se pensó dar fin al "siglo de oro" de los corregidores y sus tenientes, hasta entonces considerados como verdaderos señores provinciales después de los encomenderos. Dos años más tarde, en 1782, las reformas administrativas implantadas en América, determinaron que los corregidores fueran reemplazados por los gobernadores intendentes. Las provincias pasaron a convertirse en partidos, las autoridades como los corregidores y tenientes fueron sustituidos por los subdelegados y los alcaldes pedáneos. Estas reformas borbónicas convirtieron a los subdelegados en funcionarios más administrativos que políticos, permitiéndoles un control más adecuado de las actividades productivas en sus jurisdicciones.

Sin embargo, los esfuerzos de la Corona de renovar el sistema administrativo colonial se vieron truncados. La mentalidad arraigada de la explotación de los excedentes comunales y mineros por parte de los funcionarios de turno, no fueron del todo eliminados. Los subdelegados de Larecaja como Ignacio Iriarte, Joseph Conti, Juan Moreno Monrroy y Antolín Chavarrín rápidamente se hallaron implicados en el reparto de mercaderías a comunarios y mineros de la provincial, reimplantaron el odiado reparto. De hecho la eliminación del reparto sólo había sido un sueño idílico de las autoridades superiores, puesto que la burguesía comercial de Lima buscó restablecer este sistema, coincidiendo con otros proyectistas como Alonso

1 Golte, Ob. Cit. p. 199 2 ALP. EC. 1791. "Diligencias en torno a los malos manejos económicos del subdelegado de Larecaja Juan Moreno Monrroy".

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Carrió de la Vandera [1782], Jorge Escobedo [17841, y Jorge de Lagos [1786], que defendían la vigencia del repartol.

Las diligencias levantadas en 1791, a raíz de los manejos económicos del subdelegado Juan Moreno Monrroy, si bien sirvió para acumular la prueba del delito en el que incurrió este funcionario, las advertencias y recomendaciones que derivaron de esta acción cayeron en saco roto, dado que en 1795, se volvió a cometer la misma violación a las leyes del sistema de intendencias por el subdelegado Antolín Chavarrín. El gobernador intendente de La Paz, Fernando de la Sota, quedó estupefacto al enterarse que en Larecaja los funcionarios habían restituido el odiado reparto. Su reacción no fue tan drástica como se esperaba, sino que diplomáticamente remitió una carta al subdelegado José Sanchez Barred a, haciéndole conocer su preocupación por las noticias recibidas; pero remitámonos al tener de su misiva: "Por diversas noticias ha llegado a mi entender, que algunos jueces subdelegados de esta provincia han ejecutado y meditan ejecutar, por si o por interpuestas personas varias negociaciones que aunque disfrazadas con otro nombre, y con otras apariencias que se encaminan a disimular y ocultar realidad, sin un efecto unos repartos bien semejantes a los que en tiempos de los corregidores estaban permitidos, no puedo persuadirme con facilidad a creer que los subdelegados de esta provincia sean capaces de cometer un exceso tan opuesto a las instancias del soberano y tan gravoso a los indios"2.

Para finalizar con este capítulo, debemos subrayar que los corregidores, los tenientes, y, posteriormente los subdelegados en Larecaja, como funcionarios administrativos al servido del monarca español, desempeñaron un rol importante en la minería aurífera de la región. Desde el momento de la creación del cargo en 1565, estos funcionarios trocaron su función administrativa con la función económica. El corregidor fue la pieza clave de la actividad mercantil en las provincias. Aprovechando de su poder político y utilizando una serie de mecanismos sultímente planificados lograron convertirse en verdaderos mercaderes en potencia, llegando a monopolizar el comercio en los pequeños centros de consumo, como las poblaciones, comunidades y asientos mineros. Sin embargo, muchos de estos funcionarios

1 Golte, Ob. Cit. p. 204-205 2 ALP. LO. 1791-1797, f. 86, 18 de julio de 1795

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tuvieron que enfrentar una serie conflictos sociales, que motivaron numerosos juicios.

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2. 2. La propiedad minera en Larecaja :1782 - 1825

Mientras que en Potosí la explotación minera se centralizaba en torno al Cerro Rico; en Larecaja las minas y lavaderos de oro se trabajaban en toda la provincia. Suches, Sunchuli y Yani se localizaban en plena cordillera; Tacacoma, Itulaya y Ananea en las cabeceras de valle; Aucapata estaba ubicada en el valle propiamente dicho; Consata y Challana en las profundas quebradas; y, Tipuani en el piedemonte de la cordillera oriental. Esta peculiar distribución espacial de los asientos mineros, producto de la agreste topografía, le otorga a la provincia una perspectiva singular; en función a esta imagen habría de estructurarse la actividad minera colonial de Larecaja.

2. 2. 1. La pertenencia minera

El Estado Colonial a través de los corregidores y luego de los subdelegados facilitaba las concesiones mineras a los interesados en la industria extractiva, así se tratara de españoles, criollos, mestizos e indígenas. El procedimiento tradicional para la obtención de una pertenencia minera o estaca fue la petición o solicitud respectiva a la principal autoridad de la provincia. Según las ordenanzas de minas, los títulos otorgados a los mineros, tenían validez mientras la pertenencia se la trabajaba, los concesionarios tenían el derecho de venderlas a terceras personas. Pero lo más común era que la propiedad minera fuera heredada por la progenie del minero, lo que desde luego también indujo a prolongadas disputas por la posesión de una mina y lavadero de oro, o simplemente se la retenía por décadas. Sin embargo, bastaba que se la denunciara como abandonada para que fuera cedida a otro interesado, con lo que se demostraba que el Estado tenía absoluta potestad sobre todas las minas. El interés por ellas radicaba en que fueran trabajadas a fin de captar ingresos por concepto de impuestos metálicos.

Las dimensiones reglamentarias de la propiedad minera colonial eran de 60 varas de largo por 30 de ancho. Los descubridores tenían el privilegio como tales de gozar de una estaca de 100 varas de largo por 50 de ancho. Pero en

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opinión de Pedro Vicente Cañete1, esta medida no pudo aplicarse en el Perú, por cuanto el Virrey Toledo "estrechó las pertenencias", de modo que los descubridores solo accedieron a 50 varas de largo por 40 de ancho. Este funcionario fue más explícito aún al señalar que Toledo, "nada determinó acerca de las minas de oro, por lo que se ha guardado siempre en el Perú, la ley 5, cap. 75, tit.12, lib. 6 de Castilla, concediendo a los descubridores 50 varas de largo y 25 de ancho, y a los demás de 40 de longitud y 20 de latitud, como testifican Escalona y Mortecinos". Cada pertenencia o estaca minera de acuerdo a las conversiones modernas tendría alrededor de 1.250 metros cuadrados, y la media estaca, 625 metros cuadrados. Las peticiones de pertenencias mineras estaban en función de la capacidad de inversión de cada uno de los interesados. Generalmente en Larecaja lo más común fue pedir una estaca; aunque hubo casos excepcionales en solicitar más estacas.

En Larecaja también llegó a imponerse la costumbre de adjudicar los placeres auríferos al estilo de Carabaya, centro minero donde se otorgaba fijando como límites los lugares topográficos. En una de las numerosas concesiones se especifica: "un aventadero de oro en el río de Ticalloco, jurisdicción de la doctrina de Consata a la usanza de Carabaya desde el lugar que le señaló que es la primera aguada de Agazani hasta el río de Chuquine se entiende en ambas bandas contando sus playas y pampas"2. Esta forma de concesión carabayeña predominó en los lavaderos de Tipuani, Consata y Challana, posibilitando la explotación de grandes áreas auríferas de Larecaja.

2. 2. 2. Las minas del monarca español

Según Pedro Vicente Cañete y Dominguez3, la ley 5a., capítulos 22 y 75, tit. 13, lib. 6to. de las Leyes de Castilla, y en conformidad de las Ordenanzas del Perú, también prescribía que en el descubrimiento de un nuevo yacimiento minero se reserve para el monarca español una mina de 60 varas en las de plata, y en las de oro, una de 50 varas de largo por 25 de ancho, se le separaba el mejor sitio en cada distrito minero. Sobre este particular Gaspar Escalona y

1 Pedro Vicente Cañete y Dominguez, Guía histórica, geográfica, física, política, civil y legal del gobierno e intendencia de la provincia de Potosí. [1787]. Potosí,1952, p. 707 2 ALP. RM. Larecaja, 1792. "Adjudicación de Agasani, situada en Consata a Pascual Vargas y Baltasar Tagle". 3 Cañete. Ob. Cit. p. 658

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Aguero, autor del "Gazophilacium Regium Perubicum" [1641], añade que las minas de su Majestad en ningún momento podían ser consideradas como despobladas, "porque el derecho del despoblado sólo milita contra los particulares", sugería que estas minas fueran a la brevedad vendidas o arrendadas a "quien le pague justamente el remate". En atención a estas disposiciones y sugerencias, en el distrito de La Paz se remataron varias de estas minas, a los mejores postores. Lo recaudado por este concepto pasaba a formar parte de los caudales que remitían las cajas reales de cada ciudad a la península. El costo de estas minas variaba según la riqueza de los filones. Un promedio general del remate de las minas reales eran los siguientes: en Yani, Aucapata y cerro Illimani oscilaban entre 70 y 100 pesosl, en Araca desde los 55 hasta los 650 pesos2, y en Ananea, 1000 pesos.

Los directos responsables de preservar las citadas minas eran los oficiales de las cajas reales. En 1769, uno de los talentosos funcionarios de la Caja Real de la ciudad de La Paz, Pedro Nolasco Crespo, emprendió una rápida travesía por Larecaja con el objeto de "examinar las estacas que tiene su Majestad o debía tener en toda la dicha provincia"3. El propósito de Crespo era comprobar si se habían reservado las minas correspondientes al monarca en Yani, Aucapata, Tacacoma, Ananea y Tipuani; pero sabemos que este funcionario encontró serias resistencias por parte de los mineros de la provincia por lo que hubo de regresar rápidamente a la sede de sus funciones, la dudad de La Paz.

2. 2. 3. Las concesiones entre 1750 - 1780

Las minas y lavaderos de oro de Larecaja, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, aumentaron su producción en interesantes volúmenes, especialmente cuando los ricos placeres auríferos de Tipuani, desataron inusitado interés regional.

1 ALP. EC. 1685. "Remate de una mina de su majestad en el asiento de Aucapata en Francisco de Ibarra", 27 de julio de 1685; ALP. EC. 1696. remate de una mina de su majestad en el asiento de San Francisco de Yani, en Francisco Argandoña", 30 de mayo de 1696. ALP. CR. 1718.Libro Común de la Hacienda Real, 1718, f. 99. 2 ALP. EC. 1711. "Remate de una mina de su majestad en el asiento de Araca, en Nicolás de Moya", 8 de mayor de 1811; ALP.CR. 1722. Libro Común de la Hacienda Real, f. 124. 3 ALP. EC. 1769. "Sobre el embargo de minas en Larecaja", La Paz, 22 de noviembre de 1769

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El obispo Gregorio Francisco Campos en la "Descripción de la diócesis de La Paz" de 1769, da cuenta que las poblaciones mineras de Yani, Ananea, Tacacoma, Aucapata, Suches y Tipuani eran las más prósperas de la jurisdicción de Larecajal. En cambio, Alonso Carrió de la Vandera a su paso por la urbe paceña en 1773, vio que de la provincia de Larecaja entraban anualmente "cinco mil marcos de oro, en tiempos regulares" 2. Estas dos referencias confirman nuestra hipótesis del repunte de la producción aurífera a partir de 1750.

Entre 1750-1780, los corregidores de Larecaja ya habían otorgado cientos de concesiones mineras; sin embargo, se sabe que los registros de estas concesiones han sido destruidos durante la sublevación indígena de 1781. Los mineros sobrevivientes a este episodio histórico todavía conservaban los títulos de las adjudicaciones mineras3, permitiéndoles mantener sus propiedades por muchos años.

Para 1780, Tipuani se había convertido en la principal atracción de la provincia. Alrededor de quince poderosos empresarios extraían miles de gramos de oro de sus playas. Entre ellos: Anastacio Suarez Varela, en Chima Ancouta; Juan Simbrón, en San Juan y Pampa de la Cueva; Simón Mollinedo, en Santa Clara; Thadeo Ruis de Lara, en Santa Getrudes; Carlos Vedestran, en Mequeplaya, las Animas y el Recodo; Manuel Rincón y Ambrocio Vasquez, en Sunturo; Luis Oña, en San Mateo; el mismo Oña con los herederos de Thadeo Barradas, en San José de la Banda; Miguel Iscoa, en San Juan; Juan José Agramont, en Garrapatani; y, Joseph de Mena, en Chuchiplaya. Según un

Gregorio Rancisco Campos, "Descripción de la diócesis de La Paz"[1769]. En JLEPBP P, Barcelona, 1906, Tomo Décimo , p 77-89 2 Alonso Carrió de la Vandera.El lazarillo de ciegos caminantes [1773]. Barcelona, 1973, p. 307 3 Entre los mineros que todavía conservaban sus títulos figuraban: Lorenzo Arana de una mina de Quiabaya otorgada en 1746; Francisco Zorilla sobre un aventadero localizado en el río Ticalloco otorgado en 1754; Mateo Callisaya de una aventadero en Chacahavira(Yani) concedido en 1762; Ventura Arana del sitio minero denominado Quiabaya(TAcacoma) adjudicado en 1763; Eugenio Cárdenas de una mina en Choquelaya(Ananea) otorgado en 1767; Gaspar Mollinedo y Anbtonio Molinedo de dos aventaderos localidaods sobre el río Ticalloco en 1769; Tomás Chalco de una mina localizada en el cerro Chontacollo concedido en 1775; Toribio Arana de un aventadrro sobre el río de Luriacani otorgado en 1776; y, Marcos Chipana de un aventadero sobre el río Camaquiri concedido en 1779. ALP. RM. 1782-1790

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informe remitido este mismo año por el licenciado Eugenio de Rada al Obispo Campos, la población estable de este centro minero alcanzaba a 500 habitantes, en tiempos de trabajo aumentaba a 2,000 personas que a su vez se reciclaban constantemente por las dificultades del medio geográfico, es decir por el clima y lo malsano de la región 1 .

La producción aurífera de este periodo, que había llegado a su tope más alto en 1780, prácticamente fue reducida a cero en el siguiente año a raíz de la sublevación indígena. En realidad, la provincia de Larecaja fue la más devastada del distrito de La Paz. Su capital, Sorata quedó reducida a escombros y los centros mineros tuvieron que ser abandonados ante la presencia de las huestes indígenas.

2. 2. 4. Las concesiones entre 1782 - 1825

Después de la sublevación indígena de 1781, las provincias rápidamente recobraron sus actividades cotidianas. Sorata, satélite comercial de la ciudad de La Paz, población en la que se residenciaron empresarios mineros y comerciantes de la provincia de Larecaja, tuvo un papel destacado en este auge minero. Los centros mineros ingresaron a otro periodo histórico de la producción aurífera. Esta rápida recuperación sólo fue posible gracias a la actividad minera que hizo renacer de los escombros a la región, quedando sus principales vecinos ligados a la industria extractiva hasta bien entrada la vida republicana de Bolivia.

En esta recuperación de Larecaja influyeron las reformas administrativas de 1782, los cambios coyunturales en la vida sociopolítica de América. Los subdelegados de Larecaja, en el período comprendido entre 17821825, otorgaron 332 concesiones mineras auríferas. En el Cuadro No. 5 , cuantificamos el número de concesiones por año, agrupándolos en nueve zonas mineras. De estas 332 concesiones, 146 (44.3 %) corresponden a Yani. Es pertinente añadir que a esta zona pertenecen los asientos mineros de Tacacani, Camaquiri, Río San Lucas y Río Ingenio; 71 (21,8 %) adjudicaciones corresponden a los lavaderos de Tipuani; 55 (16.1 %) concesiones pertenecen a Ananea; 15 (4%) adjudicaciones corresponden a los lavaderos de Challana; 11

1 ACCLP. Tomo 81. 1780. "Estadística de Tipuani, hecha por el licenciado Eugenio de Rada", 26 de enero de 1780.

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(2.9 %) concesiones a los lavaderos de Consata; 7 (2%) adjudicaciones

cortfittaadas para la zona de Tacacoma; 7 (2 %) adjudicaciones a Quiabaya; 4

(1.2 %) concesiones localizadas en el área de Itulaya; y, 10 (2.6 %)

adjudicaciones en otros pueblos de la provincia de Larecaja.

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Por otra parte, los años que registran mayor número de concesiones corresponden a: 1792; con 56; 1793, con 39; 1794, con 36; 1785, con 23; 1790, con 18; 1797, con 17; 1786 y 1796, con 15 cada año; 1784 y 1798, con 13 por año; 1795, con 10; y los demás años por debajo de las 9 concesiones. Naturalmente esto no significa un masivo abandono de las minas de Larecaja, sino que había numerosas minas y lavaderos que llevaban un ritmo regular de trabajo.

Por otra parte, entre 1784 y 1798 se producen alrededor de 281 concesiones, lo que coincidía plenamente con el aumento de la producción aurífera de la provincia. Asi mismo de las 332 concesiones, el 96.2 70 correspondían a minas y lavaderos de oro y los restantes 3.8 % a minas de plata, éstas últimas localizadas entre los pueblos de Quiabaya y Sorata.

En cambio, en los arios de 1811, 1812, 1814, 1816 y 1820, la expectativa por adjudicarse una pertenencia minera ingresa a una fase de estagnación y crisis por la incierta situación política que predominaba en las provincias de la Intendencia de La Paz. Por ejemplo, la Revolución del 16 de julio de 1809, o la presencia de las huestes guerrilleras encabezadas por el cura Ildefonso de las Muñecas, que entre 1814 y 1815 fija su teatro de operaciones en este partido, especialmente entre las poblacioes de Ayata y Mocomoco, llegan a repercutir tardíamente en la provincia. A pesar de estos acontecimientos político-sociales, numerosas minas y lavaderos de Larecaja continuaron produciendo el metal precioso ininterrumpidamente hasta 1822, año en que ingresa a su declinación total.

Pero veamos a modo de comparación el estado de la industria extractiva en otras regiones del Perú. Según los estudios de John Fisher, de la "Matrícula de mineros del Perú" del año de 1790 y del "Estado general de la minería peruana" de 1799, en el virreinato peruano la industria minera presentaba serias dificultades ante la falta de inversiones, escasez de mano de obra y falta de tecnología. En la última década del siglo XVIII, en el Perú, la Intendencia de Huamanga concentraba el mayor número de minas de oro. En 1790 en su jurisdicción habían 60 minas de oro en producción y 3 paralizadas, mientras que en 1799 sólo contaba con 38 minas de oro en actividad 1.

1 John Fisher, Matrícula de los mineros del Perú 1790. Lima. 1975

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Un panorama similar sobre la minería de Charcas nos lo proporciona la exposición presentada de 1810 por los azogueros potosinos Luis de Orueta, Pedro Antonio de Ascarete, José Antonio Estévez y Antonio Zavaleta, señalando que la industria extractiva adolecía de problemas financieros y falta de tecnología para la recuperación de varias minas, sobre todo de platal. Estos signos de estagnación también atacaban a la minería aurífera de la región. Según la exposición de los azogueros potosinos, las minas y lavaderos más productivas se localizaban en Tipuard, Atacama, Pelechuco y en el Illimani; en cambio, las minas de los partidos de Porco y Chichas las trabajaban los comunarios para pagar sus obligaciones tributarias y por los jucos(ladrones de minerales); respecto a las minas de Umabamba éstas se hallaban paralizadas por la falta de inversiones. Araca, otrora centro aurífero de importancia, sucumbía ante la baja ley del mineral, y, finalmente, las minas de la Joya y Choquecamata, estaban completamente abandonadas.

2. 2. 5. La reposición de títulos de propiedad.

Los subdelegados comprendiendo la indocumentación de sus propietarios y con el fin de revitalizar la industria minera de provincia resolvieron reajudicar las pertenencias mineras a los que habían trabajado hasta 1780. Es que, a consecuencia de la sublevación indígena de 1781, que devastó los asientos mineros de Larecaja, numerosos mineros habían extraviado sus títulos y otros fueron confiscados por los caudillos indígenas encabezados por Andrés Tupac Amaru. Un minero de la región, de nombre Gaspar Ayensa, detalló así su problema de indocumentación minera: "Paresco ante vuestra señoría y digo [...I el cual pedimento me lo quitaron en el pueblo de Hilabe los indios rebeldes por cuyo motivo vuelvo a pedir la dicha estaca"2. La confiscación de los títulos de concesiones mineras fue realizada a todo nivel.

2. 2. 6. Las adjudicaciones a los indios tributarios.

1 Luis de Orueta, Pedro Antonio de Ascarete, José Antonio Estevez y Antonio de Zabaleta, "Tratado de mineria"[1810]. En Boletín de la Oficina Nacional de Estadística, Nos. 67-69, La Paz, 1911 2 ALP. RM. Larecaja, 1782. "Gaspar Ayensa, vecino de Tacacoma, pide adjudicación de un aventadero de oro en el río Luriacani, Yani". 20 de noviembre de 1782.

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La legislación minera colonial específica claramente que las minas

puedan ser trabajadas por todos los estratos socialesl. En la industria minera

de Larecaja encontramos como concesionarios una nutrida cantidad de indios

tributarios de las comunidades cercanas a los asientos mineros de Yani,

Ananea, Itulaya y Tacacoma. Generalmente, sus peticiones solían tener el

siguiente encabezamiento: "Juan Quispe indio tributario y vecino de este

asiento de Yani puesto a los pies de Vmd. digo que pido una estaca de

aventadero de oro en el asiento del río de Millipaya"2. El indígena como en

otros trámites burocráticos estaba prohibido de dirigirse directamente a las

autoridades. En este caso específico debía mostrar signos de obediencia y

respecto a los corregidores y subdelegados provinciales. En Larecaja, para el

período comprendido entre 1782 - 1825, alrededor de 72 indios tributarios

lograron recibir títulos de concesión minera, principalmente en los asientos

de Yani y Ananea. A esta cantidad de indios mineros habrá que añadir los que

clandestinamente explotaban el metal precioso. ¿En qué medida se

beneficiaban los indios tribiutarios con los trabajos extractivos? Más que

beneficio alguno, se puede hablar de un refuerzo a la unidad doméstica, dado

que el trabajo minero se lo combinaba con el trabajo agrícola en su

comunidad y en sus tierras individuales. La precariedad de las condiciones de

trabajo en sus propiedades mineras, los conducía tan solamente a obtener

unos cuantos gramos de oro, que a veces no llegaba nunca a cubrir los costos

de producción. Sin embargo, el indígena a través de la "incursión" en la

minería de los metales preciosos, intentaba paliar las obligaciones tributarias y

pagar las mercaderías impuestas por el sistema de repartos. Un aspecto que no

se puede soslayar, es que los indígenas mineros en Larecaja en cierta forma

traspasaban parte de sus excedentes familiares a su trabajo extractivo, es decir,

el indígena minero, para su propio consumo, llevaba consigo parte de sus

recursos logísticos producidos en familia, en su comunidad a su pertenencia

minera.

2. 2. 7. Petición de los desmontes y de minas precolombinas.

1 Recopilación de Leyes de los Reynos de las Indias. Tomo Segundo, 1756, Lib. TV, Tit. XIX. "Ley Primera. Que permite descubrir y beneficiar las minas a todos los españoles, é indios, vasallos del Rey", L 118 2 ALP. RM. Larecaja, 1792. "Juan Quispe, inclip tributario y vecino de Yani, pide adjudicación de la mina y aventadero Ilármado Millipaya, Yani", 13 de noviembre de 1792

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La Recopilación de 1756 es explícita en cuanto a no desperdiciar los"escoriales y desmontes"1. Las bocaminas por su propia naturaleza de trabajo llevaban a la inutilización y acumulación de grandes volúmnes de

tierra, comunmente conocidas como desmontes. En Yani, desde el siglo XVI,

los mineros desecharon cientos de miles de metros cúbicos de tierra y piedra.

Los desmontes de la región en su generalidad fueron solicitados por los

indígenas, que procuraban recuperar algunos gramos de oro para cumplir sus obligaciones tributarias 2. Por otra parte, las minas de data precolombina, también merecieron importancia, pues los mineros reconsideraron que de estos sitios aún se podía obtener algunos gramos de oro3.

2. 2. 8. Las nuevas zonas mineras.

En los últimos cincuenta años del siglo XVIII recorrían las montañas y

ríos de Larecaja cateadores y expertos en busca de nuevos filones, vetas y

placeres auríferos. Camata, Mapiri, Consata y Challana hasta esos años eran

zonas poco exploradas. Su incorporación como nuevas áreas mineras se

produce gradualmente, y fue seguida de la reducción o conversión de los

indios Leeos, Aguachiles y Mosetenes• Las concesiones en nuevas áreas

implicaba para los empresarios mineros la erogación de fuertes cantidades de

dinero, principalmente gastos en la construcción de vías de penetración hacia

los yacimientos auríferos. Como se trataba de nuevas áreas mineras las

concesiones también eran mucho más extensas y similares a las de Carabaya. Al respecto Eusebio Salazar, minero de Challana, testimonia que sus tabajos

en el subsuelo los hacía: "rompiendo montes y abriendo caminos a coste de nuestras personas"4. Estas mismas argumentaciones hicieron los mineros de

1 Recopilación..., Ob. Cit. t. 119 2 ALP. RM. Larecaja, 1792. Las peticiones de estos indígenas tenían el siguiente tenor: "con la humildad de gente digo: que pido una estaca o sumidero de los desmontes cocheados de los mineros del río San Lucas". Una nómina parcial de concesionarios de los desmontes es la que sigue: Pascual Poma, Santos Mamani, Eusebio Callisaya, José Quispe, Domingo Quispe, y el criollo Tomás Ruiz. 3 ALP. RM. Larecaja, 1804. El minero Manuel Valverde en su petición manifestaba: "Que en la jurisdicción del referido pueblo de Yani hay un cerro enfrente de la labor de San Lucas nombrado Molino Jata, que en tiempo de la gentilidad se había trabajado sus vetas de oro y desde aquella época hasta esta parte ha quedado yermo y despoblado"

ALP. RM. Tarecaja, 1793. "Eusebio Salazar, vecino del pueblo de Challana, pide adjudicación de las minas descubiertas en su distrito", 28 de octubre de 1793

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Chiñijo Miguel Ruis y José Simón Alba. En cambio, Antonio Aliaga, consiguió del Maestre de Campo de las Conquistas Pedro Molina, el permiso de explotar los placeres en lugar denominado Vinalaya-Chilguata, pero a cambio de "componer caminos, puentes, iglesias, la casa pretorial y otras obligaciones", en otras palabras se le encomendó el diseño del pueblo de Consata.

Los comunarios de Challana, Chacapa, Simaco y Chiñijo, conocían la existencia de importantes yacimientos auríferos en su distrito, pero no lo explotaban por que su economía dependía íntegramente de la producción de la coca. Los mineros y exploradores al recorrer esos pueblos, lo hacían sometiendo a los indígenas a intensos interrogatorios en procura de localizar los yacimientos. En cierto modo había la tradición oral que en esos territorios había placeres auríferos, que se habían mantenido ocultos desde el siglo XVI. Sabemos que el Anónimo de 1571, dio la noticia de cómo los indios Yungas entonces hicieron todo lo posible por ocultar las minas de oro. Al respecto Pedro Vicente Cañete en 1787, asegura que aún era posible descubrir minas de oro y plata, porque: "los indios tienen encubiertas por huir del trabajo y por reservarlas para la venida del Inca" 1. Cañete había sacado esta referencia de la "Política Indiana" de Juan de Solórzano Pereira. En los cronistas coloniales y aún entre los estudiosos contemporáneos2 existe la idea mesiánica de la vuelta del Inca, enarbolada en muchas de las costumbres culturales e ideológicas indígenas. Precisamente los mineros como Pedro Franco, Mariá Josefa Villavicencio, María Agustina Franco, Juan José Romualdo Lugones y Bernardino Serrano, cada uno a su turno, argumentaron que tenían "noticias [que en Challana] se ocultan varios veneros de oro"3.

2. 2. 9 Adjudicación de los placeres auríferos de Tipuani.

Las concesiones en Tipuani diferían de los otros distritos mineros de la provincia de Larecaja. Se solicitaba por el nombre de la playa, es decir a la usanza de Carabaya, en la que cada minero estaba obligado a delimitar y

1 Cañete y Domínguez, Ob. Cit. p. 252 - 253. El mismo Cañete y Dominguez, afirma que esta referencia la había tomado del libro de: Juan Solórzano y Pereyra, Política Indiana [1639] 2 Entre los autores que interpretan la sublrevación indígena como un movimiento mesiánico figuran: Jorge Hidalgo, María Eugenia del Valle de Siles y otros. 3 ALP. RM. Larecaja, 1786-1804

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describir con precisión el sitio de su interés. Por ejemplo, Andrés Coll, minero

de vasta trayectoria en Tipuani, en una de sus numerosas peticiones, decía

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que: "paresco y digo que enfrente de la playa de San Juan de Dios[ribera de Tipuani] que se le acaba de adjudicar a don Antonio Fernández, a la banda vaca[vacante] el río grande hay dos playas [San Hilarlo y San Andrés] y faldeos con veneros de oro, yermas y despobladas, por no haberse puesto trabajo en ellas, cuya playas y faldeos pido". Todas las concesiones mineras en Tipuani de hecho incluían playas y faldeos( terrazas). (Ilustración No. 1)

La mayor parte de las playas en Tipuani fueron bautizadas con nombres del santoral católico. Nombres como San Juan, Santa Clara, Santa Gétrudes, Nuestra Señora de Chuchulaya, San Mateo, San Agustín, San Andrés, San José y otros figuran en la lista de peticiones mineras. Estos nombres se debían a alguna devoción o reconocimiento de los mineros hacia esos santos. Aunque otros mineros prefirieron bautizar con nombres topográficos de la región, como la Pampa de la Cueva, Merqueplaya, Sunturo, El Recodo, Garrapatani, la Encañada, Chuchiplaya, el Cauce, Romamplaya, Ticumbaya y otros. Cabe agregar que muchos nombres se agregaban a los del santoral católico.

Tadeo Haenke en su corta visita a Tipuani en septiembre de 1794, trazó un estupendo plano topográfico de la cuenca del río, desde la playa de la Cueva hasta el estrecho de Igua o Iscoa. En la ilustración No. 2, se pueden apreciar las siguientes labores o playas registradas por el citado naturalista de origen alemán: A. La Encañada. B. Labor de la Cueva. C. Labor antigua de don Diego Power [Merqueplaya]. D. Labor antigua de las Citamas[?]. E. Puente de la Playa. F. Labor de la Playa de Ancarita[Ancouta]. G. Labor y casa de Sunturu. H. Labor de San Mateo. I. Labor del Rosario. J. Labor del Cause. L. Habitaciones de Lecos reducidos [cerca del pueblo]. M. Entrada al pueblo "más miserable".N. La plaza de él [pueblo]. O. La iglesia "mas pobre P. Callejón de tres labores. Q. Labor de San Agustín "deteriorada". R. Labor de San Carlos. S. Labor de la Banda de Igua [Iscoa].

En el Cuadro No. 6, en orden cronológico. anotamos las ocho playas más solicitadas de Tipuani entre 1780 - 1825. En efecto, las playas de Chuchiplaya, Romanplaya, El Recodo, El Gritado, Liratini, Ticumbaya, Sunturu, Cangallí y otras fueron las que más circularon como propiedad minera, como también

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Cuadro No. 6 Playas y lavaderos explotadas intensamente

en Tipuani 1780 - 1825

CHUCHIPLAYA I AÑO I ROMANPLAYA AÑO

Joseph de Mena Juan José Mena Asencio Velasco

Echeverría

Antonio Fernandez Juan Barradas Josef Mariano Agramont

1791 1793 1798 Pedro

1780 1784 1798

fueron las más intensamente explotadas en los últimos años del período colonial.

EL RECODO AÑO EL GRITADO AÑO

Miguel de Iscoa 1780 Felix SuarezVarela 1790 Juan Manuel Gonzales 1783 José Alarcón de Santalla 1818 Joseph Gallegos 1784 Fernando Cosa 1823 Andrés Coll y Juan Noboa 1818

LIRATINI AÑO TICUMBAYA AÑO

Juan Vicente Guerrero 1792 Ignacio Mariano Ascarrums 1783 Félix Suarez Varela y Mani. el 1794 Pérez Nuñez Antonio Fernández 1789 Joseph Guzmán 1795 Baltasar Rada y Machicao 1794

Félix Suarez Varela 1795 Juan de Dios Laba y Norbertc 1823 Urbano Correa 1797 Adrásola Miguel Macedo 1806

SUNTURO AÑO CANGALLA AÑO

Manuel Rincón y Ambrocio 1780 José del Pozo 1789 Vásquez Pedro Echeverría 1801 José Cabrera 1791 Pedro Echeverría 1803 Domingo iglesias y Jacobo 1794 Iglesias

. _ ____ arecaja: -

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2. 2. 10. Las mujeres empresarias.

La participación de las mujeres en las labores extractivas representa otra

faceta insospechada en la minería colonial de Larecaja. Generalmente se

consideraba que la mujer en el período colonial, llevaba una vida restringida

al hogar, lo que naturalmente las habría alejado de las actividades comerciales

y empresariales. Sin embargo, entre 1782 y 1825, numerosas mujeres de

distintos estratos sociales procedieron a solicitar concesiones mineras en

Larecaja, lo que demuestra que fueron las más dinámicas y emprendoras en

una actividad tradicionalmente reservada para los hombres.

Sin embargo, a lo largo de la historia de la minería aurífera de Larecaja,

hay cientos de mujeres ligadas a la producción del oro, ya sea como

intermediarias o como productoras directas del metal. Evidentemente, la

mujer más que una pareja ideal del marido , supo en todo momento defender

la economía familiar. En Larecaja, fueron parte del complejo engranaje que

movía la actividad minera de la provincia. En 1723, la mujer del teniente

Antonio Chaves, había dejado una profunda huella al ser definida como una

mujer de carácter fuerte y violento, dado que "gobernaba" más que su marido.

Las referencias son abundantes sobre la participación de género en la

explotación del oro de Larecaja. Cuando en 1792, el médico José Granado

estuvo a punto de adjudicarse la mina de Guailaviri localizada en el distrito

de Yani, fueron María y Thomasa, hijas del minero Silvestre Fernández en oponerse a esa posesión1. Una de las hijas del acaudalado minero-mercader sorateño Manuel Mariaca, de nombre María, en 1796, orgullosamente declaró

en su testamento que: "ha trabajado la labor de Rosario (Tipuani) con más actividad a fuerza de su particular industria y desvelo"2. O aquella preocupación de Ignacia Ergueta, que tenía que cargar en sus espaldas a su

marido Manuel Ruis , que padecía de ceguera, y a siete hijos por criar, que

clamaba justicia por el despojo de sus minas de Luriacani y Chacahavira por parte del cacique Manuel Molina 3.

1 ALP. RM. Larecaja, 1792. "Don José Granado pide que se le adjudique el paraje de Guailaviri, en el asiento de Yani", 20 de agosto de 1791. 2 ALP. PT. Prot. No. 2, Larecaja. "Testamento de María Mariaca", 19 de marzo de 1796 3 ALP. RM. Larecaja. 1825. "Ignacia Ergueta, solicita se le adjudique los parajes de Luriacani y Chacahavira en el asiento de Ananea".

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Cuadro No 7 Mujeres dedicadas a la minería

aurífera de Larecaja, 1782 - 1825

Asiento Minero Mujeres mineras Sitio Fecha/ad- judicación

Yani María Fernández Guaillahavire 26/04/1785 Paula Loayza+ Pucara 13/11/1792 María Angela Paicoma Lambaya

Havira 26/11/1792

Martina Quito Cantutani 30/11/1792 Lucía Escobar H-i Itulaya 26/03/1794 Juan Choque+++ Trapiche 27/09/1796 María Gonzales Tempranillo 08/05/1793

Ananea Rosalía Gonzales de Santalla Silosani 26/04/1790 Ignacia Ergueta Luriacani 12/03/1825 Josefa Paucara +H-+ Río

Choquecoyal6/10 1788 Tacacoma Angela Mollinedo Luriacani 27/01/1795 Consata Ildefonza Rivero+++++ Cunuraya 12/06/1797 Challana María Josefa Villavicencio Machacamarca 23/03/1786

María Agustina Franco Umituluni 23/03/1786 Suchez María Clavijo Suchata 04/07/1785

Fuentes; ALP. RM. Larecaja: 1782 - 1826. Lo trabajó conjuntamente con Eusebio Valencia

++ Con Eugenio Pocoma +++ Con Mateo Paucara ++++ Con Gaspar Choque +++++ Con Miguel Ruis

Las 15 mujeres y otras que no figuran en el cuadro No. 7, significa que asumieron la dirección de sus empresas, con los riesgos inherentes de la industria, es decir con éxitos y fracasos, así como con la complejidad del sistema de trabajo. Algunas de ellas trabajaron sus pertenencias solas, y otras formando compañías. No cabe duda que estas mujeres, demostrando que eran el sosten de sus hogares, horadaron las minas y lavaron las arenas auríferas hombro a hombro juntos a las decenas de otros mineros en las minas y ríos de Larecaja.

2. 2. 11. Monopolización de las concesiones por empresarios y familias. !sr.JFCA, DQ 2

82 u; 1

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La idea de concentrar minas y lavaderos en manos de un sólo empresario o de familias también estaba presente en Larecaja. Eliminar y dejar fuera del camino a sus ocasionales rivales, monopolizar la producción y el comercio del metal, fueron las metas de muchos empresarios. Destacan: entre 1794 y 1795, José Granado con sus intereses en Yani y el vecino asiento de Camaquiri; entre 1797-1798, los hermanos García Lanza con sus minas de plata en el área de Quiabaya; entre 1783-1822, los Villamil con sus minas y lavaderos en Ananea y Tipuani; entre 1784 - 1794, Pedro Miguel Osma trabajando más de una década en sus minas de Yani; entre 1794-1818, Andrés Coll con sus lavaderos bien administrados en Tipuani; entre 1784-1789, Joseph Gallegos con sus trabajos en las playas de Tipuani y Challana; entre 1789-1797, Antonio Fernández con sus interes en Tipuani; entre 1790 -1795, Félix Suarez Varela; entre 1790-1805, Pedro Echeverría, y entre 1801-1810, José Iriondo, todos estos mineros con grandes intereses en los lavaderos de Tipuani.

En estos intentos monopolizadores también se debe destacar la participación de varias generaciones de familias, la mayor parte de las veces a través de sucesiones hereditarias, figuran: entre 1775-1795, Anastacio Suarez Varela y sus hijo Félix; entre 1760-1815, Juan Simbrón y su hijo Hermeregildo; entre 1760-1800, Juan José Agramont y su hijo Josef Mariano; entre 1783-1825, Justo Pastor Villamil y sus hijos José Joaquín e Ildefonso. Este último fue un importante minero en las primeras décadas de la república. Generaciones de familias que acumularon caudales y bienes inmuebles, y que conjuntamente con otros se convirtieron en la aristocracia minera de la jurisdicción paceña de los últimos 50 años del período colonial.

2. 2. 12. Los precios de la propiedad minera.

La transacción de la propiedad minera variaba diametralmente entre uno y otro asiento minero en Larecaja. Estaba determinado por las posibilidades de rendimiento de la mina o del lavadero. No había una regla común de cómo debían realizarse las transacciones mineras. Muchas veces se incluían todos los instrumentos y accesorios que tenía una minar, debiendo

En el ítem correspondiente a una de las numerosas ventas se especificaba: "Primeramente, la mina, una despensa con su candado, cinco barretas, dos

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necesariamente ser autorizadas por el alcalde mayor de minas. Desde el momento en que se adjudicaba una pertenencia, el minero como propietario temporal también adquiría el derecho de traspasarla a terceras personas, siempre y cuando ésta no hubiera sido abandonada. En su mayor parte las transacciones se producían por el agotamiento de los recursos del subsuelo, la falta de inversiones o por la pérdida de los capitales.

Algunos ejemplos de precios de las minas y lavaderos, muestran las grandes variaciones entre uno y otro asiento minero en Larecaja. En el sector de la cordillera, concretamente en la quebrada de Siluzani (Ananea), hacia 1790, una mina costaba la suma de 325 ps. 1; en el mismo distrito, en 1797, el mercader Matías Fernando de la Cámara, por la mina nombrada Hachacala desembolsó la cantidad de 330 ps.; y, en Tacacani, en 1800, Antonio Fernandez, por la mitad de una mina canceló el precio de 400 ps.2. Aparentemente, en la ribera de Tipuani, los lavaderos habrían tenido un precio más elevado que en los asientos localizados en la cordillera. Por ejemplo, en 1789, por el lavadero de Chuchiplaya, Pedro Portugal abonó la suma de 700 ps., sin embargo, seis años más tarde, por este mismo lavadero, José Manuel Ocampo, pagó la cantidad de 1.250 ps .1 , es decir, que Chuchiplaya en un lustro se revalorizó en un 78 %. Sin embargo, hay irrefutables referencias de que el precio de los lavaderos en Tipuani, en algún momento sufrió serias desvalorizaciones por el agotamiento de sus placeres. Por ejemplo, en 1796, los lavaderos de Merqueplaya y las Animas, fueron vendidos en la suma de 100 pesos&

El trabajo minero así como otorgaba grandes utilidades y ganancias también sumergía a los empresarios en pobreza franciscana. Las condiciones desfavorables en las que se produce la circulación de la propiedad minera son prueba de esta afirmación. Los testimonios tienen una fuerte carga dramática.

hachas, una comba, una combilla, un juego de barrrenos, dos almocrafes, una lampa y diez bateas"[ALP. RE. Larecaja, 1797] 1 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 2. 1790. "Venta de una mina de oro em Pedro Machicao", 10 de octubre de 1790. 2 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 6, 1800. "Escritura de venta de la mina llamada Hachacala en Camaquiri en favor de Manas de la Cámara", 20 de junio de 1797. ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 7, 1800, "Cesión y traspaso de una mina en Tacacani, Yani, en favor de Antonio Fernández", 20 de junio de 1800. 3 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 1,1790. "Venta real de una labor de mina en Tipuani, en favor de Pedro Portugal", 7 de enero de 1789. 4 AHMJRG. Leg. 1010, 1796, "Venta de aventadero: Lorenzo Cabrera y Juan Rodriguez a Lorenzo de Riva de Neyra", 12 de octubre de 1796.

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Por ejemplo, en 1798, María Paula de los Ríos, por no "proseguir el trabajo en aquellas minas con el rigor que necesita", se vio precisada de ceder dos estacas mineras en Tayme Zanja a Toribio Ramirez, bajo la condición de que este le satisfaga la suma de 400 ps. en compensación de los "gastos" hechos; además, de alquilar su canal hidráulico por el tiempo de tres años en 50 psi. La situación de Beatríz Teilería, viuda del otrora importante minero Josef Sanchez Barreda, llama la atención, pues se hallaba al borde del colapso económico en 1819; decía que, "le es imposible trabajar dicha labor [Taxtani de Tipuani] por su escasez y otros motivos", cediéndolo a Josef de Guzman por la ínfima cantidad de 132 ps 2.

Los empresarios mineros en Tipuani también acudieron a otras modalidades de transacción. A través de acuerdos convencionales, traspasaron sus lavaderos a cambio del metal áureo, es decir que el mismo metal sirvió como moneda de transacción. Naturalmente que esta modalidad de ninguna manera era producto de la falta de circulante en la región, sino que se debía a una mutua relación recíproca entre partes interesadas. Es así que, en 1796, José Gregorio de los Ríos, se comprometió a compensar a Juan José Agramont, una libra de oro, por el lavadero de Taxtani3; de la misma manera, en 1814, Juan de Dios Lagos, se obligó retribuir a Lucas Esprella y Manuel Maceda, una libra de oro a cada uno de ellos por la playa Liratini4 . Por esos años una libra de oro estaba avaluado en alrededor de 256 ps 5.

Otros ejemplos de transacciones sui genéris son las celebradas en 1810, por Francisco de Noboa y Mateo de la Flor, por el cual el primero, por la playa de "Nuestra Señora de las Nieves" (Tipuani), se comprometía a "abonar los gastos" del segundo 6; mientras que en 1794, José Granado y Pedro Miguel Osuna, convinieron que por la mina de Bailavere(Yani), entregaría madera

1 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 5, 1795. "Venta de un aventadero en favor de Manuel Josef Ocampo", 8 de junio de 1795. 2 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 15, 1819. "Venta de aventadero en Tipuani, en

favor de Josef Guzmán", 19 de octubre de 1819. 3 ALP. RE. Lareaja, Prot. No. 5, 1796. "Cesión de una parte de labor de Taxtani, en favor de José Gregorio de los Ríos", 19 de octubre de 1819. 4 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 12, 1814 "Censión de aventadero de oro en favor de Juan de Dios Lagos". 8 de marzo de 1814 5 Esta cantidad ha sido calculada tomando como referencia que a fines del siglo XVIII, el precio de una onza de oro se cotizaba en 16 pesos 6 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 10, 1810. "Cesión de la labor minera de Nuestra Señora de las Nieves, en favor de Francisco Noboa", 18 de enero de 1810.

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para la construcción de un ingenio del Dr. Granado 1; a su vez, en 1793, Justo Pastor Villamil, con el fin de no perjudicar el trabajo de su vecino en la quebrada de Siluzani(Ananea) cedió por 500 pesos su concesión a Pedro Nolasco Crespo 2.

Resumiendo este capítulo, es pertinente anotar que la intervención del Estado ha sido gravitante en el desarrollo de la industria minera colonial. Obviamente esta intervención se la hacía en función de incentivar al rubro más importante de la economía colonial, y de cobrar los impuestos en beneficio de la corona. Las concesiones otorgadas entre 1782 y 1825 en Larecaja, muestran la disposición oficial de incorporar a todos los estratos sociales a la industria extractiva del oro, de ahí que se encontraban trabajando las vetas y placeres auríferos, españoles, criollos, mestizos e indios. Naturalmente, que el grado y las dimensiones de sus propiedades mineras se hallaban determinadas por la capacidad económica de cada una de estas unidades productivas.

1 ALP. RE. Larecaja. Prot. No. 4, 1794. "Cesión de estaca minera en favor de Pedro Miguel Osma", 1 de febrero de 1794 2 ALP. RE. Jarecaja, Prot. No. 4, 1793. "Transacción y convenio entre don Justo Pastor Villamil con don Pedro Nolasco Crespo Machicao de una mina en el asiento de Ananea".

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2. 3. Litigios y reversiones mineras

En vista que la Corona de España proyectó a la minería de los metales preciosos como el pilar fundamental de su economía, la administración

colonial que la representaba en América, fue el permanente fiscalizador del

trabajo minero con el fin de obtener una mayor recaudación de impuestos

provenientes de la industria extractiva. Bajo esta estatizante proyección

económica, los funcionarios, protegieron y estimularon la industria minera en las distintas regiones y provincias de América.

El célebre lema "las minas de oro y plata son siempre de su Majestad, su

real voluntad es que se trabajen', era la base para que se produjeran muchos

pleitos entre mineros. El interés de la Corona era que se trabajaran las minas.

Apoyándose en este lema, muchos personajes y mineros influyentes se

vieron involucrados en pleitos para despojar a otros empresarios de ricos

yacimientos auríferos. Los corregidores y después los subdelegados que

enarbolaban la justicia, se encargaban de examinar los distintos casos

planteados. Las determinaciones o sentencias de estos funcionarios locales

podían apelarse en última instancia al tribunal de la Real Audiencia de Charcas.

La legislación minera recomendaba que para no entorpecer los ingresos

de la Corona, cada pleito minero necesariamente debía resolverse mediante

un proceso ágil. Una de las disposiciones prescribía por ejemplo que "no se

distraygan en pleitos ni hagan largas ausencias, con daño y perjuicio del avío de sus minas y haciendas"1. En el tiempo en que se prolongaban los pleitos no era preciso suspender los trabajos de extracción, dado que los promotores y

causantes debían correr con las pérdidas y pagar las costas que demandaba la

justicia. Para Pedro Vicente Cañete y Dominguez, experto en administración

minera, lo más sensato en esos casos, era mantener corrientes las labores por que de ellas, "depende el progreso y la felicidad del Estado"2.

Los ricos yacimientos auríferos fueron objeto de arduas disputas entre

los mineros de Larecaja, concretamente en la ribera de Tipuani. Entonces, los

placeres de Tipuani, con muy pocos años de explotación atraían a empresarios

1 Recopilación de Leyes ....Ob. Cit. Tomo Segundo, p. 121 2 Cañete y Dominguez, Ob. Cit. p. 736

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e inversionistas más importantes de la ciudad de La Paz, que unas veces por

monopolizar las concesiones, la producción y la comercialización del metal

áureo, se vieron enfrentados en enconados juicios. Por otra parte, el

prolongado abandono de las pertenencias mineras y la incursión en minas

ajenas, también se tradujo en una serie de conflictos sociales. En el primer

caso, la legislación minera fijaba el plazo teórico de tres meses para establecer

el abandono de una mina, aunque en los últimos días de la colonia este plazo

se lo amplió de 365 a 547 días, es decir un año y medio; naturalmente no se

había promulgado la ley correspondiente. Para establecer el abandono o el

despoblado de una pertenencia minera solía ser indispensable presentar

"cuatro testigos", según el espíritu de las Ordenanzas del Perú 1 . Respecto al segundo caso, la incursión en minas ajenas era calificado como delito de

flagrante violación a la propiedad privada, por lo que los infractores si es que

no arribaban a una solución satisfactoria, reparando los daños y perjuicios

eran pasibles a drásticas sanciones.

2. 3.1. Filones y placeres auríferos en disputa

Cada pleito entre mineros tenía sus propias particularidades, sus tramas,

declaraciones candentes y reacciones psicológicas. Los empresarios

usualmente recurrían a los abogados o nombraban apoderados para iniciar y

llevar sus diferentes pleitos. A propósito de la contratación de un hombre

entendido en leyes, podemos referirnos al pleito de Simón Mollinedo con

José Machicao y Gregorio Santalla en 1780 por la playa Santa Clara de Tipuani.

En esa oportunidad, Mollinedo había contratado los servicios profesionales

del abogado Pedro Antonio de Soria, que siguió el juicio en la Real Audiencia

de Charcas; como se prolongó por más de ocho meses, habiendo muerto en

ese lapso de tiempo Mollinedo, Soria exigió a la testamentaría del minero la

cancelación de sus honorarios y servicios, que según los gastos ascendían a

1200 pesos. Esta es una suma significativa que demuestra que los pleitos entre

mineros reportaban importantes dividendos a los abogados2

1 Ibid. p. 735 2 ANB. T. 103, No. 24. 1780. "El doctor de Antonio de Soria, abogado sobre lo que está debiendo la testamentaria de Simón Mollinedo por honorarios y gastos profesionales en el litigio con don José Machicado y don Gregorio Santalla, sobre unos veneros o aventaderos de oro nombrados Santa Clara, asiento de Tipuani, provincia de Larecaja", 5 de febrero de 1780.

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La presentación de testigos respecto a los descubrimientos o abandonos de pertenencias mineras, constituía un paso importante en la adjudicación de una mina. En relación a la controversia que tuvieron en 1778, Manuel Antonio Salas con el cacique Domingo de Sucurete de Challana, por un yacimiento minero localizado en la unión de los ríos Vilaqui y Challhuani, se percibe el papel que en esa oportunidad jugaron los testigos presentados por el minero Salas, a quienes el cacique de Challana, los acusó de testigos "falsos", por haber declarado en su contra en el juzgado de Soratal. En realidad la justicia fue siempre la última en imponerse en los pleitos, bastaba la preferencia o las relaciones de amistad para consumar un despojo o una adjudicación ilícita.

Los ricos yacimientos de oro de Tipuani fueron permanentemente litigados. En el debatido y prolongado juicio protagonizado en 1793, entre Antonio Lopez Alborta y Pedro de Bustamente, por la playa "La Cama Deseada", en razón de que ambos se atribuían el descubrimiento del yacimiento, optaron por rubricar un convenio, que en su medular acuerdo determinaba que ambos explotarían a mitades la citada playa2.

Varios connotados personajes de la burguesía paceña estuvieron involucrados en pleitos mineros en Tipuani. Usando de sus influencias muchos se hicieron dueños de importantes lavaderos. Un sólo engranaje funcionaba en la relación entre los grandes mineros y los personajes que ocupaban altos cargos dentro la administración colonial. El poder político de muchos terminaba por imponerse sobre comerciantes y mineros de mediana categoría económica. Por ejemplo, el Comandante de Armas de la ciudad de La Paz, Diego Quint Fernández Dávila, que a la sazón era un gran comerciante e inversionista, para que se le adjudique el lavadero de San Juan de la Banda de Tipuani, que hasta 1792 estaba en manos de Juan José Agramont, expresó ante un funcionario, "que las minas de oro y de plata son siempre de su

1 ANB. T. 103. No. 24. 1778. "Don Manuel Antonio de Salas, pidiendo se le ampare en la posesión de los veneros de oro que se le adjudicaron como a descubridor cerca de la unión de los ríos Vilaque y Chalhuani en una pampa llamada San Lucas a las faldas del Alto de Buena Vista, paraje de Chacapa, asiento de Challana, provincia de Larecaja". Durante este pleito Domingo de Sucurete insistió en el uso de testigos falsos por parte de Manuel Antonio Salas, pero a pesar de sus reclamos, los funcionarios fallaron a favor de Salas. 2 ALP. REL. Protocolo No. 4, 1793. "Poder de Juliana Aranda, madre de Pedro Bustamante, a Juan Silva para que prosiga el pleito con Antonio Lopez de Alborta". 2 de septiembre de 1793.

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majestad, su real voluntad es que se trabajen". Quint Fernández Dávila, como otros no sólo demostraba sustanciosos conocimientos jurídicos en materia de minería, sino también salía en defensa del poder del que formaba parte. En otra petición agregó que: "interesa al Estado el público y el particular en que las minas se trabajen, y sin esta razón que hacerse este trabajo mandan las ordenanzas se quiten y adjudiquen a quien pueda practicarlo y no privar a tan recomendables acreedores del fruto que proporcionan los minerales"1 . En realidad el Comandante de Armas de la ciudad de La Paz, era partidario de un mayor ingreso para las arcas, expresaba la filosofía económica de la Corona, que como funcionario de alto rango, debía defender en última instancia los intereses del monarca español, pero primero eran sus intereses personales. Sabía que si una pertenencia minera era abandonada por un buen tiempo, ésta automáticamente, después de la presentación de testigos, pasaba a poder de otros interesados. Es muy probable que los funcionarios hayan jugado un papel preponderante en la posterior resolución, la de adjudicar a Quint Fernández Dávila la playa de San Juan de la Banda. En cambio, Juan José Agramont, a través de su apoderado Basilio Joyel, fue multado a pagar las costas a la justicia, en la cantidad de 23 pesos2, que debían servir para pagar los decretos, autos, notificaciones, juramentos y firmas de los funcionarios.

El despojo sufrido por Juan José Agramont fue interpretado como un complot en contra de sus intereses en Tipuani. Temerariamente denunció ante el Subdelegado de Larecaja que la confabulación en su contra, estaría encabezada por empresarios como José Benito Rodriguez, José Gallegos, Tadeo Lara y Eulalia Simbrón. La reacción de Agramont se hallaba fundamentada en las grandes rivalidades existentes entre mineros en la ribera

1 ALP. EC. 1792. "Autos seguidos por don Juan José Agramont con don Diego Quint Fernández Dávila por posesión de aventadero", 10 de marzo de 1790. 2 Los 23 pesos pagados en esa oportunidad debía servir para pagar los siguientes items:

"por seis decretos a dos reales 1 ps. 4 rs. por cuatro autos a cuatro reales 2 por trece notificaciones a cuatro reales 6 4 Por una aceptación y juramento un peso 1 Por una certificación un pesos 1 Por dos cargods dos reales 4 Por la presente tasación cuatro reales 4 Por diez firmas del Señor Intendente a cuatro reales 5 Por diez firmas del teniente asesor 5 (ALP. EC. 1792, Ms. Cit.)

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de Tipuani, unos por controlar la producción y otros por extender sus

propiedades mineras.

El controvertido Oidor de Chile, Francisco Tadeo Diez de Mendina, ex-

juez sentenciador del lider aymara Tupac Catan, en el litigio seguido en 1796

por la playa de Sunturo con don Domingo Rodriguez y Jacobo Iglesias, dos

prominentes empresarios de Tipuani, utilizó su poder e influencia. Las

autoridades de la Audiencia, viendo la investidura del demandante,

acordaron sin más dilación proteger los intereses del oidor en la playa de

Sunturol, por lo que solicitaron a las partes litigantes el afianzamiento de los

gastos, costos y producción a extraerse del lavadero. Garante del oidor fue su

futuro yerno el capitán de ejército José de Iriondo, y por Iglesias y Rodriguez,

el teniente coronel José Benito Rodriguez, ambos prominente comerciantes

de la urbe paceña2. Otro funcionario que empleó su influencia económica fue

el Coronel de Milicias Joseph Narro, que en 1790 intervino como garante del

empresario Manuel Fernández en el litigio seguido por Manuel Mariaca, por

la mina Tacacani, distrito de Yani3 .

La incursión en minas y lavaderos ajenos fue severamente reprimida.

En los capítulos instaurados en 1779 por Ambrocio Vásquez y Manuel Rincón

contra Diego Power, minero de origen inglés, se le imputaba haber extraído

miles de gramos de oro de la playa de Sunturo de propiedad de los

demandantes. Dos años antes de este pleito, Ambrocio Vásquez había ganado

un anterior litigio a Diego Power por la citada playa4, por lo que Power

descargó su revancha incursionando en las pertenencias mineras de Vásquez

y Salas. Power había consumado el delito de usurpación, aprovechando que

su pertenencia nombrada Jesús María sólo separaba una "quebradita" de

Sunturo, en la que introdujo a sus peones para que de "día y noche" sacaran

el mineral. Dado que se trataba de un caso delicado, las diligencias fueron

remitidas al Tribunal de la Real Audiencia de Charcas, allí los jueces

1 ALP. Legajo de Oficios de Larecaja, 9 de julio de 1796 2 ALP. RE. Leg. 177, 1796. "Fianza: el teniente coronel de ejército José Benito Rodriguez a Domingo Rodriguez y otro". 2 de julio de 1796; y "Fianza: el capitán de ejército José de Iriondo al sr. dr. Francisco Tadeo Diez de Medina", 14 de julio de 1796. 3 ALP. RE. Larecaja. 5 de octubre de 1790 4 ANB. T. 103. No. 21. 1774-1778. "Don Ambrocio Vásquez con don Diego Pover sobre el derecho preferente a una mina o aventadero de oro en la pampa de Sunturo, ribera de Tipuani, provincia de Larecaja".

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examinando el litigio determinaron que Power fuera sancionado con el perpetuo destierro y la confiscación de sus minas" .

El presbítero Hermeregildo Simbrón durante este período intervino en varios pleitos mineros, unas veces como heredero de las pertenencias dejadas por su padre Juan Simbrón y otras como albacea de la testamentaria de su hermana Eulalia Simbrón, mujer del minero José Luis Oña. Como ejecutor de la testamentaria de Eulalia, el 27 de junio de 1791, acordó con el empresario José Iriondo poner fin al litigio empezado por su hermana sobre la playa de San José de la Banda en Tipuani. En esa oportunidad, Hermeregildo Simbrón y José Iriondo celebraron el compromiso de contratar a dos "profesores prudentes de leyes", para que recomendaran una solución pacífica del caso. Por parte de Simbrón fue nombrado Francisco Usquiano y por la parte de Iriondo, Tomás Suarez2. Después de un meticuloso análisis, ambos peritos llegaron a la conclusión de que la playa de San José de la Banda debía pertenecer en definitiva a Iriondo, por cuyo motivo, Hermeregildo Simbrón, el 2 de julio del citado año rubricó una escritura de "cesión condicionada" del citado lavadero, y el 5 de septiembre, José Iriondo se obligó a pagar a la testamentaria 1.800 pesos en el plazo de cuatro meses, y asimismo otros 1.500 pesos a los herederos de Juan Simbrón3. Dos años más tarde, Hermeregildo Simbrón recobró para la testamentaria el lavadero denominado Las Animas de Tipuani, que desde 1781 había sido "usurpado" por el minero Lorenzo Cabrera, a quien solicitó un informe pormenorizado de lo producido en trece años de trabajo. Simbrón estuvo dispuesto a hipotecar las haciendas llamadas Coaba, Murumamani y Cunabe situadas en la provincia de Larecaja, avaluados en 38.000 pesos, previniendo además que en caso que surgiera una condena contra sus interesados, esta debía ser pagada sobre la propiedad del

1 ANB. T. 103. No. 23. 1776-1779. "Don Ambrocio Vásquez y don Manuel Rincón, dueños del venero de oro en la pampa de Sunturo, ribera de San José de Tipuani, provincia de Larecaja, sobre introducción que en dicha propiedad ha hecho don Diego Pover, extranjero, dueño del venero contiguo nombrado Jesús María". 2 ALP. RE. Leg.173, 1791. "Compromiso: don Hermeregildo Simbrón con los doctores Francisco Usquiano y don Tomás Suarez", 27 de junio de 1791. 3 ALP. RE. Leg.173, 1791, "Obligación: Josef Iriondo y en su nombre su apoderado al Dr. don Hermeregildo cimbrón", 5 de septiembre de 1791. 4 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 4, 1793. "EL Dr. don Hermeregildo Simbrón pide restitución de aventadero Las Animas de Tipuani, en favor de sus sobrinos". 24 de abril de 1793

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En 1795, Hermeregildo Simbrón trató de que se le adjudicaran el lavadero de Tinajani situado también en Tipuani. Este lavadero había sido pedido a su vez por José Botet, contra quien luego entabló un juicio, Hermeregildo pretendía Tinajani porque colindaba con su lavadero de San Juan, con lo que aspiraba ser dueño de un buen tramo del cuenca del río Tipuani. Trató por todos los medios posibles evitar que Tinajani fuera adjudicado a José Botet. Esta monopolización que pensaba imponer en Tipuani fue rechazada por otros empresarios. El propio Botet expuso que la playa en disputa no se encontraba en términos de la de San Juan, exigiendo a la parte contraria la exhibición de la documentación que acreditaba su posesión, finalmente sostuvo que, "últimamente la intención del Monarca se dirige a la feliz estabilidad de los vasallos y por lo mismo se opone a que un sólo individuo con el título de amparo con otros coloridos se haga dueño de muchas labores con perjuicio de su real haber"1. Esta reflexión de José Botet -por cierto un experimentado minero de la provincia- , fue aplaudida por otros empresarios de Tipuani; luego de las respectivas diligencias, las autoridades determinaron adjudicarle el lavadero de Tinajani

Tres años más tarde, en 1798 Simbrón obtuvo el amparo de los lavaderos de San Juan y la Cueva por ser heredero legítimo de su padre Juan Simbrón2. Finalmente en un tardío y dilatado juicio(1812-1830), seguido a los Simbrón por Julián Durán, se les acusaba de usurpa,dores del lavadero de San Juan. De acuerdo a las diligencias se reconoció que el abuelo de Julián, Salvador Durán en la década del setenta del siglo XVIII había dejado a Juan Simbrón como albacea de sus bienes y tutor y curador de su hijo Miguel Durán, llegando por esta circunstancia los Simbrón a detentar el lavadero de San Juan3. De manera que en todo ese decurso, los Simbrón, habían llegado a explotar la citada playa hasta convertirse en una de las familias más acaudaladas de la región.

ALP. RM. larecaja, 1795. "El apoderado del Dr. Hermeregildo Simbrón contra José Botet por el aventadero Tinajani, Tipuani, 25 de febrero de 1795. 2 ALP. RM. Larecaja, 1798. "Amparo a favor del Dr. Hermeregildo Simbrón de los aventaderos de San Juan y la cueva, en Tipuani", 4 de mayo de 1798 3 ALP. TP. 1812. "Autos seguidos por don Julian duran contra la familia de Simbrones sobre usurpación que éstos hicieron de la labor de oro de San Juan en los recintos de Tipuani", 16 de noviembre de 1812.

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Los empresarios mineros en Larecaja también tuvieron que enfrentar algunos litigios contra funcionarios de la colonia, principalmente por los atropellos y prepotencia cometidos por autoridades influyentes.

El minero Simón Mollinedo, dueño de la playa de Santa Clara en Tipuani, en 1777 elevó una formal protesta por el atropello cometido contra su persona por el Justicia Mayor Diego Quint Fernández Dávila. Según Mollinedo sin ninguna explicación este funcionario había procedido a embargarle el citado lavadero y remitirlo a la cárcell. Una situación parecida le tocó enfrentar al empresario José Gallegos en 1788. Esta vez el que cometió el abuso fue el Gobernador Intendente de La Paz Sebastián de Segurola. Al respecto cabe añadir que Segurola era socio de otro importante empresario de Tipuani José Benito Rodriguez que trabajaba el lavadero de San Carlos del Recodo. Según el memorial presentado por Magdalena Gallegos, hermana de José: "se le atropelló, se le embargaron sus bienes, labores y haciendas, en el tiempo más crítico de su trabajo, y lo que es más, se le puso presa su persona con mas ynominia[ignominia] que al más fascineroso reo"2. El exceso cometido por el Gobernador Intendente se debió a que José Gallegos no había acudido al oportuno auxilio de su socio Rodriguez, ya que éste en 1788 había sufrido una serie de percances e inundaciones en su lavadero. No cabe duda que muchos funcionarios en Larecaja aprovechando sus influencias y cargos arremetieron contra algunos mineros de la provincia.

2. 3. 2. El embargo de minas: represión a la explotación clandestina

En Larecaja, en el período comprendido entre 1782-1825, también cobraban vigencia las explotaciones clandestinas. La reversión de minas al Estado era inevitable. Así lo estipulaban las Ordenanzas de Minas, pues jurídicamente los recursos del subsuelo pertenecían a la Corona. Frente a una cuestión de derecho había una realidad innegable en Larecaja, el factor económico que presionaba sobre cientos de hogares mestizos e indígenas de la región a raíz del encarecimiento del nivel de vida, que a muchos les obligaba

1 ANB. T. 103. No. 20.1777. "Simón Mollinedo sobre la prisión de su persona y el embargo de las minas de oro que trabajaba en la hacienda de Santa Clara, términos del asiento de Tipuani, provincia de Larecaja, ejecutados por el justicia mayor Diego Quint Fernández Dávila". 2 ANB. M.T. 151. Complemento No. 1932. 1788. "Compulsorio de doña Magdalena Gallegos", 7 de abril de 1788.

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lavar las arenas y realizar calas para extraer el metal áureo; una cuestión

secundaria pero efectiva era lo dilatado de la provincia que escapaba de alguna

manera al control de las autoridades.

Las visitas a los centros mineros desde un principio se instituyeron en

función de un mejor control fiscal. Los revisitadores tenían la delicada

misión de observar sobre el terreno si se explotaban las minas de acuerdo a las

Ordenanzas de 1575, de controlar los registros y adjudicaciones de las

pertenencias mineras, de levantar estadísticas sobre su producción, el número

de empresarios mineros y de trabajadores, y detectar los males y perjuicios

existentes en los centros de producción minera.

El Contador de las cajas Reales de La Paz don Pedro Nolasco Crespo, al

margen de controlar las minas reservadas para su Majestad, procedió a exigir

los títulos de las adjudicaciones de las minas en Aucapata, Yani y Ananea. Por

este motivo en Aucapata procedió al embargo de cinco bocaminas, aunque

con relativo éxito, dado que a los dos días de su retorno, los mineros

procedieron a reabrirlas en complicidad con el teniente Diego Alvarado.

Crespo corroboró la notica del atropello en estos términos: "y siendo así que el

embargo y conclusión de las dichas bocas [minas] duró poquísimos días, y que

ni en el asiento de Ananea ni en otro alguno de los de esta provincia tengo

practicados otro embargo a lo sucedido"1. La resistencia manifestada por los

mineros a la presencia del Contador se debía exclusivamente a la carencia de

títulos de propiedad mineras y a ello se añadía la flagrante evasión de

impuestos fiscales. Pero lo fundamental de la inspección de Crespo fue

detectar las causas de la escasez del oro en el mercado de La Paz hacia 1769.

El subdelegado Joseph Sanchez Barreda en 1792 se propuso poner fin a

las explotaciones clandestinas. La visita realizada a los centros mineros de

Yani y Ananea, tenía por objeto, que: "todos los mineros manifiesten los

documentos en cuya virtud poseen las minas y aventaderos de oro que

trabajan, para evitar los contínuos pleitos y perjuicios que se han

experimentado, ya porque unos de protesta absoluta se han hecho dueños de

sus labores con perjuicio de los miserables, ya porque los mas sin adjudicación

los disfrutan y ya últimamente porque muchos con sola una adjudicación

trabajan varias labores siendo estos procedimientos perjudiciales al real

1 ALP. EC. 1769. "Sobre el embargo de minas de Larecaja". Ms. cit.

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haber"1. Se trataba de una misión sumamente delicada, por cuanto estuvo a punto de generar más de un conflicto social, debido a que cientos de pequeños mineros de los estratos mestizos e indígenas habían hecho de la explotación aurífera una fuente de ingresos para pagar sus deudas y tributos. Sanchez Barreda fue enérgico en erradicar tales abusos y evitar los menoscabos que sorportaba el erario real en la jurisdicción que administraba. Para tal efecto organizó dos comisiones, una encabezada por el alcalde de Ananea Eduardo Asín y otra por Mariano Diaz de Valencia y Pedro de la Zerda. La primera comisión recorrió los distritos mineros de

Cuadro No. 8 Minas y lavaderos embargados en Ananea, 1792

Asiento s/visitar

No. estacas abandonadas embargadas

Santa María de Ananea 10 6 2 2

Camaquiri 8 1 7

Tacacoma (Choquecoya)I 6 6

Ticalloco 34 1/ 2 29 1/2

Fuente: ALP. RML. 1792.

Ananea, Camaquiri, Tacacoma(Choquecoya) y Ticalloco. Según el informe de Eduardo Asín, que se condensa en el Cuadro No. 8, se observa que los mineros al momento de la visita horadaban alrededor de 58 1/2 estacas, de las que 12 fueron abandonadas, 44 1/2 embargadas y dos quedaron sin ser visitadas. La comisión verificó algunas irregularidades, particularmente en Ticalloco, donde 34 1/2 estacas estaban en manos de 14 mineros, que las explotaban a un promedio de 2 1/2 estacas por persona. Respecto al informe de la segunda comisión, se sabe que Mariano Diaz de Valencia y Pedro de la Zerda recorriendo el distrito de Yani, detectaron que se trabajaban 115 estacas

1 ALP. RM. Larecaja, 1792. "Auto promulgado por el juzgado de Sorata, para que los dueños de minas y aventaderos del asiento de Yani, manifiesten los títulos de sus posesiones", 26 de noviembre de 1792.

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sin ninguna autorización, distribuidas de la siguiente manera: 69 en

Millipata, 32 en San tucas, 12 en Trapiche y 2 en Guaratta.

A excepción de diez mineros que tramitaron sus concesiones, el resto de

las estacas mineras fueron revertidas a la Corona. La segunda comisión hizo

el esfuerzo de ascender a los cerros Santiago, Cambaleche y Pallalla, distrito de

Yani; en el primero observaron las minas de Francisco Alva v de Pedro Ponce;

en el segundo hicieron lo propio con las minas de Rafael Luna e Isidro

Figueredo, y en el tercero embargaron la mina de Gregorio Diaz. Asimismo

informaron que en cerro Cambalache habían alrededor de treinta bocaminas

abandonadas. Se colige entonces que en ambos distritos - Ananea y Yani-, las

dos comisiones revirtieron a la Corona el 94.3 % de las minas. Los mineros se

vieron conminados a tramitar en Sorata sus respectivas concesiones. Esta

medida al parecer surtió efecto, por cuanto la mayoría de los mineros de

extracción mestiza e indígena gestionó sus concesiones a partir del mes de

noviembre de 1792. Por otra parte se debe puntualizar que en 1792 en estos

distritos se explotaba el oro sobre 78.812 metros cuadrados, mientras que en

Yani sobre 143.750 metros cuadrados) .

La coyuntura política de los últimos tres quinquenios del período

colonial, época de la "Guerra de la Independencia", fue aprovechada por los

mineros de Larecaja. Una total anarquía envolvía la propiedad minera. Se

explotaban minas y lavaderos sin ningún control. Esta anarquía intranquilizó

al Coronel Toribio Barra, subdelegado constitucionalista de la provincia, que

mediante un exhortatorio rubricado el 11 de diciembre de 1820 dirigido a los

mineros de Larecaja, les obligaba a la estricta sujeción de las Ordenanzas

toledanas de 1575, principalmente las Ordenanzas tres y cuatro que prescribían

el modo de tenerlas y el de amparar las minas y lavaderos. Dos años después

este mismo funcionario, mediante una circular de fecha 17 de junio de 1822,

conminó a los mineros de Tipuani a comparecer a Sorata munidos de sus

respectivos títulos de adjudicación. A decir de Toribio Barra, "por falta de

visitas de las labores en el asiento de Tipuani, se trabajan éstas unas de

potestad absoluta, otras sin sujeción a los títulos de adjudicación". 2 Este fue el

1 Estas aproximaciones se han elaborado tomando la referencia que la estaca medía 50 metros de ancho por 25 de largo. 2 ALP. RM. Larecaja, Reg. No. 13,1820. "Exhortación a los mineros de Larecaja " Ms. cit.; ALP. RM. Larecaja, Reg. No. 13, 1822, "Circular del

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último esfuerzo de un funcionario de la Corona de España por ejercer un

estricto control sobre las minas y lavaderos de Larecaja.

El Estado colonial, mediante sus mecanismos administrativos locales era

el permanente defensor de una economía basada en la producción de los

metales preciosos. Los pleitos y juicios mineros fueron seguidos de cerca por

los funcionarios, en aras del desarrollo e incentivo de la actividad minera. Los

funcionarios, celosos de la defensa del patrimonio real, en muchos casos se

convirtieron en juez y parte de los casos más controvertidos, favoreciendo en

última instancia a los más influyentes. En cuanto a la explotación clandestina

del subsuelo, la fiscal se constituyó en la principal arma de represión contra

los mineros mestizos e indígenas, apercibiendo a los infractores a una

oficialización de la propiedad minera en los juzgados provinciales.

coronel Toribio Barra sobre la presentación de documentos de los mineros de Tipuani", 17 de abril de 1822.

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3. Producción y comercialización del oro

3. 1. El sistema de inversiones en la minería aurífera

Desde mediados del siglo XVIII, La Paz se convierte en una ciudad próspera del ámbito de la Real Audiencia de Charcas. El dinamismo de su comercio y diversificada producción empezó a cobrar mayor envergadura, especialmente cuando la coca de los yungas y el oro de Larecaja se constituían en los principales ejes productivos de la región.

La industria minera por la naturaleza de trabajo requería el permanente financiamiento para sus actividades extractivas, para la contratación de mano de obra y para la compra de herramientas de producción. ¿De dónde provenían las inversiones de capitales en la minería de Larecaja? Recordemos que en el siglo anterior, más que de una industria propiamente dicha se puede hablar de un trabajo artesanal de la explotación del oro, donde el empresario si es que el término cabe, era el que dirigía y explotaba las minas y los placeres auríferos. En cambio el siglo XVIII, fue una centuria de transformaciones sociales y administrativas. El rol de los comerciantes pesaba fuertemente en el desarrollo económico paceño. La clásica opinión de que hubo dos categorías de inversionistas, los grandes y pequeños comerciantes, es también visible en la urbe paceña, que de acuerdo al volumen de capital que manejaban pusieron el hombro en una industria considerada como pilar fundamental de la economía colonial.

3. 1. 1. La naturaleza del capital comercial en La Paz

Por las condiciones históricas que precedieron al capitalismo, hay que reconocer el papel dominante del capital comercial en América. El capital comercial es capital invertido en la esfera de la circulación de mercaderías, que "está determinado por el nivel de producción, que es independiente con respecto o el y que, en ocasiones, llega a dominar a la producción"1.

El dominio del capital comercial, hay que traducirlo como el dominio de una forma del capitalismo inicial, en el que es imprescindible distinguir el

1 José Carlos Chiaramonte, Formas de sociedad y economía en Hispanoamérica. México, 1984, p. 173

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capital comercial propiamente dicho y el capital usurario: la primera forma, se presenta en su máxima pureza, en la fórmula D - M - D', "comprar para vender más caro", en realidad "todo su movimiento transcurre dentro de la esfera de la circulación"; mientras que la segunda, el dinero se intercambia por más dinero, bajo la fórmula D - D', que es la forma más abreviada de apoderarse de los excedentes de las producciones mineras, por ejemplo cobrando altos intereses.

;Cómo intervinieron los comerciantes de la urbe paceña en la minería de Larecaja?. En otras regiones de América, por ejemplo, México, a través de las minas de Guanajuato, Zacatecas y San Luis de Potosí, se llevaban la flor en la producción de la plata. Para la cristalización de este auge minero, los comerciantes de la capital del Virreinato de Nueva España transfirieron parte de sus capitales del comercio a la minería, con inversiones que fluctuaban desde los 50 a 100,000 pesos. Este fue uno de los motivos más significativos para el espectacular auge de la producción argentífera de las tres últimas décadas del siglo XVIII1. Este mismo rol les tocó desempeñar a los comerciantes de Lima en el Virreinato del Perú, aunque con inversiones mucho más modestas, de 10, 12 y 40.000 pesos2. Este relativo interés de los comerciantes limeños, se debía al generalizado pesimismo que reinaba en su seno, por la pérdida del antiguo monopolio de la región, dado que su floreciente comercio sufrió dos serios golpes; el primero, por la creación del Virreinato del Río de la Plata, con su capital Buenos Aires, y, el segundo, por la eliminación en 1778 del monopolio comercial de Cádiz. La competencia de los comerciantes porteños con los del Rimac, daría origen a una serie de tensiones político -administrativos entre los dos virreinatos, en parte generado por la disputa del principal centro de consumo, Potosí.

Los mercaderes paceños, por su proximidad al Pacífico, se vinculó estrechamente con los grandes comerciantes de Lima, relación, que le dio mayor vigor comercial a la ciudad, dado que "poco a poco se fue convirtiendo en un centro importante de redistribución de los productos de importación. Ese fue uno de los motivos para que los comerciantes que operaban en Lima mantuvieran constantemente surtida a la ciudad, para el abastecimiento de

1 Fisher, Ob. Cit. p. 201 2 Ibid. p. 201-202

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toda la jurisdicción, por intermedio de comerciantes locales"1. También el mercader paceño aprovechó la coyuntura político-administrativa de las tres

últimas décadas del siglo XVIII. La nueva división implantada en América

Meridional, favoreció a los intereses paceños, que mantuvo inalterable sus

relaciones comerciales con Lima y aprovechó las facilidades otorgadas por el puerto de Buenos Aires.

Los capitales de los comerciantes de La Paz en su mayor parte tenían

origen en el comercio de los productos de internación y en el comercio de la cocal; lo que revela la compleja red de conexiones mercantiles, al participar

en diferentes espacios productivos. El gremio de mercaderes de esta ciudad,

para el período de 1782-1820 constituía una poderosa organización

económica, representada por el Tribunal de Comercio, entidad que agrupaba

a todo los comerciantes. Como representantes del capital comercial,

intervinieron otorgando préstamos, comprando acciones y formando

compañías mineras. Sus inversiones no sólo se orientaban a dar créditos sino

a ganar espacios en el sector, hasta transformarse en propietarios de minas y

lavaderos de oro. El modo de operación de estos mercaderes era variado. En

realidad era impactante la presencia de comerciantes, inmersos en varios

rubros productivos, como la minería aurífera de Larecaja. Y que mejor

ilustrar esta intervención comercial con lo que sucedía en México, donde

eran "estrictamente comerciales unas, claramente usurarias otras; y en

ocasiones, en forma en que se funden ambos aspectos al punto en que es dificil distinguirlos, controlan el desarrollo de la producción minera sometiéndola a sus condiciones"3. Esta misma característica de la lógica del capital mercantil prevalecía en el contexto de productivo de América. Lo que

importaba al mercader era explotar el trabajo minero y que su inversión sea retribuida con más dinero.

3. 1. 2. Joseph de Vea Murguía: el mayor inversionista en Tipuani

1 Jáuregui, Ob. Cit. Tesis inédita. 2 Juan Jáuregui y Mariana Perez, tiene la misma opinión acerca del papel del cultivo y comercialización de la coca. Véase: "Los comerciantes de La Paz, siglo XVIII". En: Historia, Revista de la Carrera de Historia, No. 22, La Paz, 1993, p. 113 3 Chiaramonte, Ob. Cit. p. 194

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Antes de iniciar con este tema, es preciso enfatizar que la debilidad del minero productor del oro, era la falta de capital circulante. Esta carencia visible en las décadas anteriores a la mitad del siglo XVIII, fue respondida mediante la dinámica intervención de los mercaderes de la ciudad de La Paz, que en la medida de sus funciones empresariales, arriesgaron sus capitales, siendo insensibles a los problemas sociales emergentes en la región aurífera. Por eso recurrieron a los préstamos, a las inversiones, a la iglesia, etc. La larga lista de comerciantes paceños de 1740 a 1780 recientemente publicadas, revela con creces el dinámico papel desempeñado por este gremio al colocar en circulación importantes recursos monetarios. De 82 comerciantes representativos de la década de 1761 a 1770, hay uno que destaca por su significativo apoyo financiero a los trabajos auríferos de Tipuani, José de Vea Murguía, un hombre acaudalado de la ciudad de La Paz.

De acuerdo a la descripción del longevo minero José Justo Estrada, Vea Murguía "era un hombre de mucho caudal como es público y notorio"2. Este comerciante formaba parte del selecto grupo conformado por Joseph Antonio San Jurjo, Dionicio Escaurisa, Juan Gomez Zapata y Felipe Zaldivar que manejaban capitales que oscilaban de 10 a 30,000 pesos; y entre los menos irmportantes figuraban: Antonio Rodriguez, Diego Sanchez Boquette, José Antonio Sarra, Manuel de Jáuregui, Toribio de Sarria, Francisco Gallegos Palacios, José Gusanilla, José de Moya, Clemente de Sarria, Vicente Ferrer Martinez y Toribio Menendez Valdez3.

La intervención de José de Vea Murguía en los lavaderos de Tipuani, se produce a raíz de su contacto con el experimentado prestamista y habilitador Juan Simbrón, que luego se convirtió en su principal intermediario. Simbrón recibía de Vea Murguía entre 10, 20 y 50,000 pesos para ser distribuidos entre los mineros Salvador Durán y Juan Bautista Oña que trabajaban el lavadero del Recodo y el cura Pedro Timoteo del Campo que horadaba la playa de la Encañada de Tipuani. Entre los que recibieron "mayor porción de plata", figuraba también Juan Bautista Oña, que era "un hombre benéfico de un sentimiento noble, amigo de hacer bienes", que a su vez habilitó a Tadeo Barradas y Antonio de Sucurete que trabajaban la labor de

Jáuregui, J. y M. Perez, ob.cit. 1993, p. 124 -135 2 ALP. EC. 1812. "Autos seguidos por orden de don Julián Durán contra la familia "Ms. cit. 3 Jáuregui, Ob. Cit. Tesis inédita.

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San José de la Banda; a Juan José Agramont, Juan Iscoa, Joaquín de Velasco, un tal Sainz y a Diego Power, que trabajaban la banda de Rosario, en Tipuanil. No sabemos en qué condiciones hizo éstos préstamos José de Vea Murguía, entendemos que era para la producción del metal precioso, sin embargo se puede deducir que debió obtener importantes ganancias, apoderándose de los excedentes producidos por los mineros de la ribera. En la época de su participación como capitalista, allá por la década del setenta del siglo XVIII, Tipuani era la principal atracción para inversionistas y mineros.

3. 1. 3. El capital comercial usurario

Sin duda Jospeh Vea Murguía era el principal inversionista en los lavaderos de Tipuani. Sin embargo, es preciso puntualizar, que el capital usurario tuvo la tendencia de devorar bajo la forma de interés todo los excedentes de los productores2. Participa indirectamente en la producción de mercancías, dado que su meta es intercambiar dinero por más dinero. En los Andes, este tipo de capital fue puesto en circulación mediante los aviadores, a quienes se los condenó universalmente como explotadores, puesto que no eran mas que canales o conductos de los capitalistas importantes que invertían directamente en la minería3.

A través de una carta dirigida el 27 de enero de 1792, por José Botet, mayordomo del empresario José Gallegos, al Subdelegado de Larecaja , se percibe el papel de los prestamistas a corto plazo: "que nos han fomentado y fomentan el trabajo con excacciones semanales sin las cuales sería imposible llegar al deseado fin de la quiebra y labor Hl cuasi todos gente de este partido trabajan con dinero ajeno con la obligación en oro a cortos plazos"4. La definición del capital usurario es claro en un experimentado administrador de lavaderos como José Botet; entonces los aviadores adelantaban el dinero correspondiente a los productores directos, a los que explotaban con altos

I ALP. EC. 1812. "Autos seguidos por don Julián Durán contra la familia "Ms. Cit. 2 Chiaramonte, Ob. Cit. p. 179 3 Fisher, Ob. Cit. p. 206. J.C. Chiaramonte, refiere que en México esos comerciantes asumían su relación con la minería según las variables montos y característica de la operación del financiamiento, el avío consistía en el adelanto a los productores-mineros o refinadores - de medios de producción, a cambio de la entrega del producto". Ob. Cit. p. 195 4 ALP. EC. 1791. "Diligencias en torno a los malos manejos " Ms. cit.

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intereses. En otras palabras, "esa explotación es una forma de arrancarles plusvalía, de convertir su dinero en capital. Sin embargo, aquí el capital no se inmiscuye en la producción que prosigue al margen de él. Aquí aun no se ha realizado la subsunción formal del trabajo en capital"1.

El mercader paceño desde mediados del siglo XVIII, estuvo presente en todas las actividades económicas de la región. El oro, por su alto valor de cambio en el mercado americano e internacional, mereció un tratamiento especial por sus derivaciones en el plano de la economía mercantil. Los nombres de los mercaderes que a continuación se cita, conducen a revelar la fuerte presencia de este gremio en la explotación del oro de Larecaja. Por ejemplo, en 1786, Juan Bautista Zavala dio al coronel de milicias Francisco Gonzales de Santalla, la suma de 2,500 pesos por el tiempo de cuatro meses, bajo la condición de regresarlos en pepita de oro de Tipuani a razón de 15 pesos la onza de oro, comprometiéndose en caso de incumplimiento pagar el 6 % de interes mensual2. Lo propio hizo en 1789 Tiburcio León de la Barra al otorgar al minero Joseph gallegos 4,048 pesos y 6 reales, bajo la obligación de devolverlos en metal a 14 pesos la onza de oro; en esa oportunidad de la Barra también impuso su criterio de comprarle el oro a 15 pesos la onza de oro3. También Jospeh Gallegos en 1799 recibió del mercader Juan Diez de la Cadena la suma de 534 pesos, bajo el requisito de pagarle en me ta14. La ganancia de estos mercaderes radica por una parte en obligar a los mineros la devolución en metal a precios por debajo de los vigentes en el mercado, y por otra en comprometerlos a vender el resto de la producción aurífera al precio que imponían los mercaderes. En estos casos había una doble ganancia, el ejemplo ilustrativo es el de Tiburcio León de la Barra, que por su préstamos obtenía utilidades hasta del 11 %. Otros ejemplos ilustrativos de la dependencia de los mineros hacia los comerciantes de La Paz, refieren que Magdalena Gallegos, hermana de José, recibió la cantidad de 5,295 pesos de Luis Crespo; o el de Antonio Lopez Alborta que fue acreedor de 2.000 pesos de Juan Santos Zavala; la deuda de 5,070 pesos de Pablo Murillo a Bernardino

1 Chiaramonte, Ob. Cit. p. 181 2 ALP. RE. Leg. 168, 1786. "Obligación: el coronel de milicias don Francisco Gonzales de Santalla al teniente coronel de ejército don Juan Bautista de Zavala:, 8 de junio de 1786. 3 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 1, 1789. "Obligación: don Josef Gallego al Dr. Tiburcio León de la Barra de 4.048 pesos 6 reales", 14 de enero de 1789. 4 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 7, 1799. "Obligación: don Josef Gallegos a Juan Diez de la Cadena de 534 pesos", 26 de abril de 1799.

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Sanchez; y, para finalizar este corto recuento, es preciso destacar a Pedro Uberagua, que facilitó a Julián Noboa la cantidad de 1,000 pesos; entregando a Toribio Barra 6,000 pesos para que este habilite al minero Agustín Monzón. En 1805, el famoso minero Ildefonso Villamil, recibió 2,000 pesos sin ningún interés del mercader Manuel Villegas, pero que su devolución podía ser acordada en oro, plata o cascarilla, según la satisfacción del acreedorl. Todos los mercaderes nombrados, mediante el capital usurario, no sólo que explotaban los excedentes de los productores, sino que se adherían a él como parásitos, succionando, empobreciendo, "haciendo que la reproducción prosiga bajo condiciones cada vez peores"2.

3. 1. 4. La venta de acciones

Los empresarios mineros de Tipuani, por la naturaleza que demandaba la explotación aurífera, recurrieron a un sistema moderno de inversión de capitales, la venta de acciones. Aquí el capital comercial tiene otra lógica, la de intervenir directamente en la producción, sin duda una estructura parecida a las inversiones de las grandes industrias contemporáneas. Ciertamente no se puede soslayar la coexistencia de diversos modos de producción en ningún espacio y período histórico de estudio. El accionista o capitalista, tenía derecho a convertirse en socio de la empresa y como tal compartir los riesgos y éxitos del trabajo minero, además de percibir las ganancias de la empresa, en proporción a lo invertido en la acción.

En Larecaja los costos de las acciones varían de acuerdo a la potencialidad de la mina o lavadero. La venta de acciones se la anunciaba en la ciudad de La Paz, o en la propia provincia. Véamos el costo de estas acciones. En el lavadero de La Encañada de Tipuani, cada acción tenía un costo de 3,000 pesos. En 1806, Domingo Rodriguez, uno de los accionistas de esta empresa; transfirió dos de sus acciones a Julián Noboa en 6,000 pesos3, por lo que se deduce que La Encañada en ese tiempo tenía un capital operativo de 30,000 pesos. Otra de las empresas que compitió con la anterior, fue San Agustín del Recodo. En 1806 formaban parte de ella connotados

1 AHMJRS. RE. Leg. 1042, 1805. "Obligación: Ildefonso Villamil a don Manuel de Villegas". 3 de abril de 1805. 2 Chiaramonte, Ob. Cit. p. 179 3 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 10, 1806, "Venta de dos acciones, de Domingo Rodriguez a Julián Noboa", 25 de abril de 1806.

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personajes de la aristocracia paceña, como los herederos del exgobernador intendente Sebastián de Segurola, el cura Francisco García Gutierrez y José Benito Rodriguez. La empresa estaba constituida por seis acciones, cada una avaluada en 5.000 pesos. Es decir que su capital opetrativo era de 30,000 pesos. En 1806, una de esas acciones, la correspondiente a María Antonia Segurola (hija del exgobernador intendente) fue transferida a Tadeo Fernández Dávilal. Sin embargo, hacia el año de 1820, Isidora Segurola, otra hija de Segurola, vendió su acción consistente en la tercera parte de San Agustín del Recodo en 2,000 pesos a Francisco Antonio Noboa2. Lo que evidencia que la acción se había depreciado de valor, obviamente por el agotamiento del placer aurífero.

También el lavadero de La Cama Deseada de Tipuani se la trabajaba bajo esta modalidad, donde cada acción estaba avaluada en 500 pesos, cuyo capital operativo ascendía a 5,000 pesos. En 1795, en esta empresa Ramón Mahicao procedió a transferir su acción a Antonio Salazar, que a su vez la vendió a Juan Silva pero manteniendo el valor inicial de la acción en 500 pesos3. Un año después, Silva logró adquirir una segunda acción perteneciente a Pedro Bustamante, que al momento de la transferencia, confesó que se hallaba "impedido a trabajarla así por su pobreza notoria, como por estar baldado de un pie y de un hombro, he resuelto vender la referencia parte que tengo". Juan Silva paulatinamente empezó a convetirse en uno de los mayores accionistas de La Encañada.

3. 1. 5. Los fondos de la corona

El Tribunal de Minería creado en el Perú tuvo la función de reunir el suficiente soporte financiero para incentivar la industria minera, prestó a los mineros cantidades significativas para sus labores, pero muchos de esos préstamos no llegaron a devolverse. A pesar de estos contratiempos este Tribuani fue el auxilio necesario para los mineros peruanos4. Este mismo papel cumplió el Banco de San Carlos dependiente de la Real Hacienda de

1 AHMJRG. RE. Leg. 1045. 1806. "Venta de una acción, de Francisco Ramos Mexía a Tadeo Fernández Dávila", 25 de febrero de 1806. 2 AHMJRG. RE. Leg. 1070, 1820. "Venta de acción, de doña Isidora a favor Francisco Antonio Noboa", 15 de enero de 1820. 3 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 5, 1795. "Venta de la décima parte de acción, de Pedro Bustamante a Juan Silva", 13 de agosto de 1796. 4 Fisher, Ob. Cit. p. 203-212

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Potosí. La evolución histórica de esta institución potosina muestra que sus orígenes se remontan al año de 1747, cuando fue creada la Compañia de azogueros, surgida para contrarrestar a las grandes ganancias que obtenían los mercaderes o aviadores. Esta compañia más tarde se transformó en el Banco de Rescates, y posteriormente fue transferida al Estado bajo el denominativo del Real Banco de San Carlosl. Es cierto que, a fines del siglo XVIII la producción de plata en Potosí se hallaba en franca declinación, estos signos de estagnación, no impidieron al Banco de San Carlos cumplir a cabalidad su función, otorgando préstamos y los auxilios necesarios a los mineros y azogueros potosinos2. Sin duda, estas dos experiencias en los Andes evidencian la utilización de los fondos de la Corona.

En la urbe paceña no había una representación oficial del Tribunal de Minería del Perú ni del Real Banco de San Carlos de Potosí, por lo que la responsabilidad estatal recayó de hecho en manos del gobernador Intendente y de los subdelegados. La magnitud de los trabajos emprendidos en Tipuani, fue un poderoso motivo para que estos dos funcionarios tomaran los fondos de la corona para otorgar varios préstamos a los mineros de este distrito. Cabría preguntarse, ¿esta utilización de las arcas reales se la realizaba con previa autorización ó se la empleaba ilícitamente en provecho de los ocasionales funcionarios?. Obviamente, los fondos utilizados que provenían de la Real Hacienda desde todo punto de vista era un acto de corrupción que también estuvo presente en Larecaja.

Una acción coactiva seguida a tres exsubdelegados del partido, Ignacio Iriarte, Joseph Conti y Juan Moreno Monrroy, puso al descubierto la utilización ilegal de los recursos estatales en beneficio de varios mineros de Larecaja. No se trataba de un apoyo estatal a un determinado proyecto minero, mas bien del uso indebido e irresponsabilidad de los funcionarios de la provincia. Entre los beneficiarios, figuraban el empresario Joseph Gallegos que recibió 194 pesos y 3 reales de Ignacio Iriarte bajo la condición de devolverlos a 12 pesos 4 reales la onza de oro; asimismo recibió otros 7,000 pesos de Joseph Conti, y 3,600 pesos de Juan Moreno Monrroy. A su vez, el minero Joseph Justo Estrada percibió también de Moreno Monrroy 2,000 pesos. Joseph Clavijo recibió de I. Iriarte 1,200 pesos; y, Félix Suarez Varela de

I Buechler, Ob. Cit. p. 16 2 Wittman Ob. CIt. p. 101 y ss.; Buechler, Ob. Cit. p. 15-64

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Joseph Conti 2,000 pesos'. Otro de los subdelegados infractores, Antolín Chavarrín, entre 1794 - 1795 otorgó a la empresa de la Concepción del Cauce de Tipuani, de Juan Rodriguez, "varias remesas de plata" por valor de 6,000 pesos2.

El Gobernador Intendente de La Paz Juan Manuel Alvarez, deseoso de recuperar el dinero de la corona invertido en la industria minera de Larecaja, no estaba dispuesto a tolerar los retrasos de los mineros, y fue enfático al iniciar una severa campaña de requisiciones y confiscaciones en los propios centros auríferos.

A través de estos "préstamos", los exsubdelegados como los mercaderes obtenían importantes utilidades, exigiendo a los mineros su devolución en metal precioso a precios por debajo de los vigentes en el mercado de La Paz. Las ganancias obtenidas oscilaban entre el 11 y 12 % sobre el dinero prestado, que no iba a parar a las arcas del monarca sino en beneficio personal.

3. 1. 6. Estructura de las compañías mineras

Los mercaderes de La Paz también fueron actores principales en la formación de las compañías mineras de Larecaja. Como exponentes del capital comercial no sólo que actuaron como prestamistas o aviadores sino que intervinieron directamente en la producción aurífera, es decir, con el capital propiamente dicho, para poner en movimiento todo el proceso de la producción de oro, permitiéndoles controlar la comercialización del metal hacia los mercados internos regionales e inclusive internacionales.

Al formar parte de las empresas mineras, los mercaderes imponían sus condiciones, y hacían gala de su ostentación, sometiendo a los mineros a su voluntad y capricho. Los mercaderes como socios adquirían los mismos derechos que los propietarios, inclusive algunos llegaron al dominio total de las empresas. Al erigirse una sociedad era menester establecer por regla general el capital de operación, la compra de insumos y medios de producción, la contratación de trabajadores o peones, la contratación de un

1 ALP. EC. 1791. "Diligencias en torno a malos manejos " Ob. cit. 2 ALP. EC. 1795. "Denuncia presentada por Josef Sanchez Barreda, sobre los malos manejos del fallecido subdelegado de Larecaja Antolín Chavarrín", 28 de octubre de 1795

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director o mayordomo que dirigiera los trabajos de explotación, que a la vez

era responsable del manejo de las cuentas y la distribución de las utilidades.

Es más, un 80 % de las cláusulas rubricadas en las compañías mineras las

determinaban los mercaderes, fundamentalmente por el peso de las

inversiones, llegando en la mayoría de los casos a la participación en las 2/3

partes y en una parte de las utilidades de las empresas auríferas.

La formación de las compañías mineras en Larecaja dio paso a la rúbrica

de una variedad de cláusulas entre mineros y mercaderes (Véase cuadro No.

9). En la compañía celebrada en 1795 entre Miguel Gonzales, dueño del

lavadero de Churiumani de Tipuani, y el mercader Andrés Terrazas, se

prescribía que Terrazas acudiría con los "gastos precisos y necesarios", que su

inversión sería recuperada a razón de 14 pesos la onza de oro; en cambio,

Gonzales aceptaba recibir "la quinta parte como a compañero de la expresada

labor". Es decir que Terrazas intervino en el 80 % de las utilidades de Churiumanil.

En la compañía suscrita en 1795 entre José Botet, propietario del

lavadero de Tinajani de Tipuani con Martín Ochoteco y Miguel Ignacio

Zavala, ambos mercaderes intervinieron en las 2/3 partes del lavadero,

dejando a Botet la dirección de la empresa2. El lavadero de Tinajani conformado como compañía minera, luego de unos meses de trabajo

empezó a tropezar con una serie de problemas financieros debido a que

Ochoteco y Zavala no remitían con la celeridad debida el dinero

correspondiente, por lo que Botet se vio obligado acudir ante Domingo

Rodriguez, que entre 1796 -1797, le facilitó la cantidad de 330 pesos, bajo la

obligación de devolverlos a razón de 13 pesos la onza de oro. Sin embargo,

Botet falleció en 1801, por lo que Rodriguez inició a Ochoteco y Zavala un

juicio por cobro de pesos. En este proceso, Rodriguez declaró que el préstamo

fue realizado en estricta observancia "al artículo 15 título 15 de las Reales

Ordenanzas de Minas de México extendidos en Lima, que los dueños de

minas y administradores se suplan mutuamente a fin de precaver los graves

perjuicios que se ocasionan de la suspensión del laboreo". Esta era una de las

ALT'. RE. Larecaja, Prot. No. 5, 1795. con Josef Andrés Terrazas", 6 de junio de 2 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 5,1796. Martín Ochoteco y Miguel Ignacio Zavala"

"Compañía minera, Miguel Gonzales 1795. "Compañía minera, José Botet con , 30 de abril de 1796.

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innovaciones prescritas en las Ordenanzas de México. Sobre este mismo punto Zavala, contextualizando el escenario minero de la región, agregó que "ha oído decir que en la quebrada de Tipuani es costumbre asentada que los mayordomos compañeros o dueños que trabajan aquellas labores continuamente se hacen recíprocos préstamos". Capitalistas como Zavala y Ochoteco no asistían personalmente al trabajo de los lavaderos sino que estas funciones las delegaban a los directores o mayordomos. El mismo Zavala dentro del juicio citado, calificó de "precio usurario" al establecido por Rodriguez, dado que para esos años el precio del metal bordeaba entre los 16 pesos y 2 reales y 16 pesos y 4 reales la onza de oro'. Otros empresarios y administradores de los lavaderos de Tipuani, como Joseph Gallegos, Pedro Mantilla y Pedro Velasquez, declararon en el juicio que, "don José Botet era compañero de los señores don Martín José de Ochoteco y de don Miguel Ignacio Zavala, pero que el primero no estaba obligado a poner dinero alguno para el trabajo, solo su asistencia personal". Por su parte Mantilla, redondeando el origen del pleito, sostuvo "que varias veces le ha faltado plata por la tardanza de los cargadores y para dar socorros a la gente que estaba a su cargo tenía que suplirse de los administradores de San Agustín del Recodo, de Sunturo, para que en el instante que recibía de sus patrones algún dinero pagaba los suplementos que le habían hecho". El reclamo que hizo en la oportunidad Zavala acerca de los altos intereses establecidos por Rodriguez resultaba extemporáneo, dado que como mercader e inversionista imponía sus condiciones sobre los propietarios de minas y lavaderos de Larecaja.

El varias veces mencionado Dr. Hermeregildo Simbrón en 1798, al celebrar la escritura de compañía con los mercaderes Juan Silva y Matías Bolaños, preveyendo un relativo éxito en los trabajos mineros, acordó en una de sus cláusulas que "sino hubiera ganancia durante el primer año, la poca producción se venderá en La Paz, sin hacer deducción y con ese dinero se comenzará una segunda labor". Dos años más tarde, Simbrón rubricaba otra escritura de Compañía, esta vez con el exitoso mercader Miguel Ignacio Zavala, que intervino en las 2/3 partes de los lavaderos de San Juan, San Antonio, La Cueva, Las Animas y otras de Tipuani, en las que invirtió la cantidad de 12,000 pesos (Cuadro No. 10). Simbrón, entonces había formalizado una escritura en condiciones totalmente desventajosas.

1 ALP. EC. 1802. "Autos seguidos por don Domingo Rodriguez contra Miguel Ignacio Zavala sobre cantidad de pesos".

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Cuadro No. 10 Ficha de una compañía minera en Tipuani

FECHA Y AÑO ESCRIBANO LAVADEROS O PLAYAS

PROPIETARIO SOCIO CAPITALISTA

La Paz, 25 de julio de 1800 Juan Manuel Cáceres San Juan, San Antonio, La

Cueva,Las Animas (Tipuani) Dr. Hermeregildo Simbrón Miguel Ignacio Zavala

CLAUSULAS

- H. Simbrón cede y traspasa las 2/3 partes a Zavala, con la condición de que otorgue el capital correspondiente

- El capital invertido por Zavala debe ser reembolsado a razón de 14 pesos la onza de oro

- Ambos socios deben contratar peones, jornaleros, mayordomos, administradores y director

- Las utilidades debén ser distribuidas de la siguiente manera: 2/3 para Zavala y la restante para Simbrón

- Simbrón otorga amplia facultad a Zavala para que éste nombre mayordomo y director

- Simbrón también se obliga a otorgar la mitad de las utilidades a Zavala en calidad de depósito hasta que complete la cantidad de 6.000 pesoso que es la tercera parte e las inversiones

- Estando en poder de Zavala el depósito de los 6.000 pesos y en caso de pérdidas, Simbrón se compromete a abonar otros. 6.000 pesos en quince días, de no cumplirlo perdería la tercera parte en los citados lavaderos.

- El oro que obtenga Simbrón debe ser vendido a Zavala tomando como referencia el precio vigente en La Paz

- En caso de que Simbrón decidiera la venta de su tercera parte, preferentemente lo haría en Zavala

- Que Zavala puede abandonar libremente la compañia siempre y cuando no haya utilidades

Fuente: ALP. RE. Leg. 186, año 1800

Por su parte, el Capitán de Ejército Félix Suarez Varela, propietario de Chima Ancouta de Tipuani, al celebrar en 1795 la escritura de compañía minera con el mercader Gregorio de Ojeda, permitió que éste invirtiera 8.100 pesos sobre las 2/3 partes del lavadero, obligándose Suarez Varela a llevar un registro detallado de los gastos, los jornales, socorros, avíos de los

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trabajadores y que la inversión de Ojeda sería recuperada a razón de 15 pesos la onza de crol.

La playa de Cangallí de propiedad de Pedro Echeverría también fue

trabajada bajo compañía minera. En 1793 recibió como socio al mercader Joaquín de Trucios2; en 1800 cedió la parte de su anterior socio un tal Herrera a don Antonio Fernández3; en 1802, Echeverría logró la intervención de los

hermanos Miguel Ignacio y Joseph Zavala que invirtieron 12.000 pesos en las 2/3 partes de Cangallí4. Un año más tarde, los Zavala como mayores

accionistas posibilitaron el ingreso del mercader bonaerense Martín de

Ochoteco que invirtió 4.000 pesos en la tercera parte de los intereses de Zavala5. Las tres escrituras rubricadas por Echeverría determinaban su

intervención en la dirección de los trabajos del lavadero, e inclusive en 1802,

le asignaron un salario de 60 pesos mensuales, los que debían ser deducidos de las utilidades.

El lavadero de San Carlos de El Recodo de propiedad de Joseph Gallegos

también fue trabajado bajo la modalidad de compañía minera. En la escritura

firmada en 1799 con Andrés Coll, convino que éste dirigiera los trabajos de

explotación y la inversión debía ser reembolsada a razón de 15 pesos la onza

de oro, mientras que Gallegos debería ser satisfecho con un peso diario,

siempre deduciéndose de las utilidades del lavadero6. Años más tarde, en 1808, una de las herederas de Gallegos de nombre Jacinta celebró compañía

minera con Pedro Uberagua que invirtió en nombre de su socio Francisco Antonio de Noboa7. Cuatro años más tarde, el otro heredero, Asencio

1 ALP. RE. Leg. 175, 1795. "Compañía de aventadero de oro: el capitán de ejército Felix Suarez Varela con Francisco Gregorio Ojeda", 19 de enero de 1795. 2 AHMJRG. RE. Leg. 996, 1793. "Compañía de aventadero de oro: don Pedro Echeverría con Joaquín Tracios", 9 de noviembre de 1793. 3 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 7, 1800. "Traspaso de aventadero de oro, de Pedro Echeverría a don Antonio Fernández", 9 de noviembre de 1800. 4 ALP. RE. Leg. 183, 1802. "Compromiso de labor minera: Pedro Echeverría con don Miguel Ignacio y José Zavala", 1 de marzo de 1802 5 ALP. RE. Leg. 183, 1803. "Cesión: don Miguel Ignacio Zavala y su hermano a favor de don Martín Josef Ochoteco de una tercia parte de la labor de Cangallí", 13 de aoctubre de 1803. 6 ALP. RE. Iarecaja, Prot. Prot. No. 7, 1799. "Compañía de aventadero de oro: Josef Gallegos con Andrés Coll", 17 de mayo de 1799. 7 ALP. RE. Leg. 185, 1808. "Contrato de sociedad de minas: doña Jacinta Gallegos por sí y sus compartes con Francisco Antonio Noboa", 30 de junio de 1808.

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Gallegos y Francisco Antonio de Noboa, rubricando escritura de compañía, permitieron que el mercader José Prieto invierta en la tercera parte del lavadero de San Carlos el Recodo de Tipuanil.

El Capitán de Ejército Juan Claudio Rodriguez que a la vez era un importante mercader de la urbe paceña, en 1799 celebró compañía con el Teniente Milicias Josef Sanchez Barreda para trabajar el lavadero de Taxtani de Tipuani, e hizo lo propio en 1802 con Mateo de la Flor para trabajar la labor de Rosario de Tipuani, ambas escrituras las celebró en condiciones equitativas2.

En 1791, el Capitán de Ejército José Iriondo mediante sesión condicionada otorgó a Martin Josef de Ochoteco la mitad de la labor de San José de la Banda de Tipuani, por lo que ambos no se separarían en "ningún momento" del trabajo minero3, en cambio, en otra escritura rubricada en 1799, entre Josef Mariano Peralta y Miguel Lizarribar para trabajar Hararanco Playa también en Tipuani, se estableció que Peralta debía recuperar su inversión a razón de 15 pesos la onza de oro4.

En cada escritura de compañía minera había una cláusula que especificaba que en caso de incumplimiento de una de las partes contratantes debía iniciarse un juicio de inmediato, de manera que los infractores se hagan pasibles a sanciones sobre todo económicas. En este sentido, en 1793, Juan Silva y Antonio Lopez de Alborta como propietarios del lavadero La Cama Deseada de Tipuani, siguieron un corto juicio a su socio inversionista Gregorio Esquivel y al mayordomo Asencio Velasco por haber remitido desde Tipuani a la ciudad de La Paz, 11 libras y una onza de oro para su comercialización. Esquivel y Velasco reconocieron la falta cometida, y se comprometieron a la devolución del metal áureo, y fueron remitidos a la

1 ALP. RE. Leg. 186, 1812. "Contrato de compañía de minas: don Manuel Asencio Gallegos con don Justo Prieto", 29 de mayo de 1812. 2 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 7, 1799. "Compañía de minas: el capitán de ejército Juan Claudio Rodriguez con el teniente de milicias Josef Sanchez Barreda", 16 de abril de 1799.; ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 9, 1802. "Convenio o compañía minera, el capitán de ejército Juan Claudio Rodriguez con Mateo de la Flor", 19 de noviembre de 1802 3 ALP. RE. Leg. 173, 1791. "Cesión condicionada: don José de Iriondo a don Martín Josef Ochoteco", 2 de julio de 1791 4 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 7, 1799. "Compañía de labor de minas: Josef Mariano de Peralta con Miguel Lizarribar", 25 de abril de 1799.

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cárcel'. Ese mismo año, a consecuencia de este hecho ilícito, Juan Silva y Antonio Lopez de Alborta, como mayores accionistas de La Cama Deseada procedieron a modificar una de las cláusulas de la compañía, decidiendo la contratación de un nuevo mayordomo en reemplazo de Asencio Velasco2. Por su parte, Ildefonso Villamil, en 1820, siguió a Ignacio Nuñez juicio por "insubsistencia del contratato de compañía". Por este motivo, Nuñez se vio precisado a afianzar el "pleito con las casas que posee su causante con dominio de propiedad en la esquina de la plaza de Sorata que costaba la cantidad de 3.000 pesos. Los socios mineros estaban obligados también a consultar a sus similares en caso de renuncia a la compañía minera. Para cualquier trabajo que demandaba la empresa era necesario la consulta de las partes. Así se comprende la actitud asumida por Ildefonso Villamil, que a nombre de Julián Noboa, se dio a la tarea de indagar a los familiares de sus socios, Diego Palacios y Pedro Uberagua, para saber si todavía estaban dispuestos a continuar la explotación del lavadero de la Encañada de Tipuani; sin embargo, la averiguación tuvo otra dirección, dado que la parte de Palacios, exigió legítimamente la rendición de cuentas del oro producido en los últimos añosa. Finalmente, en 1822, la viuda de Andrés Coll, Benita Tames consiguió que su socio Julián Noboa transfiriera sus acciones de los lavaderos de Iscoa y Rosario de Tipuani a Ildefonso Villamil, la determinación fue resuelta por la falta de capacidad financiera de Noboa4.

3. 1. 7. Las pérdidas mineras

Entre los mineros de Tipuani hubo un silencio absoluto acerca de las pérdidas de sus inversiones. Ocasionalmente se declaraba la quiebra económica de una empresa. La discreción servía para no desalentar a los inversionistas. Perder un capital para un mercader no significaba tanto como

I ALP. RE. I arecaja, No. 16, 1793. "Compromiso: don Gregorio Esquivel y Asencio Velasco a Juan Silva y Antonio López de Alborta, sobre devolución de oro", 30 de octubre de 1793. 2 AHMJRG. Leg. 996, 1793. "Reforma de compañía minera entre Juan Silva y Antonio López de Alborta", 25 de npviembre de 1793. 3 ALP. EC. 1820. "Ildefonso Villamil, a nombre de Julián Noboa desea saber de los señores y herderos de Palacios y Uberagua seguir en la sociedad hecha para la explotación de las minas de la ribera de Tipuani", 22 de diciembre de 1820 4 ALP. RM. Larecaja, Reg. No. 13, 1822. "Reforma de compañía minera: Ildefonso Villamil a nombre de Benita Mines, viuda de Andrés Coll, con Julián Noboa", 12 de julio de 1822.

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para el propio minero, pues las inversiones de los capitalistas eran

recuperadas con la onza de oro a precios por debajo de los vigentes en la

ciudad de La Paz, lo que compensaba doblemente los intereses de los

mercaderes. Las pérdidas en los centros mineros de altura era más traumática

que en la ribera de Tipuani. En Yani, Suchez, Sunchuli, Aucapata, Ananea,

por las condiciones de trabajo, perder un capital invertido por más mínimo

que haya sido, inmediatamente se traducía en una eventual paralización de

la mina, en cambio, en Tipuani, las fuertes pérdidas se equilibraban por los

hallazgos de ricos bolsones auríferos existentes en las playas y terrazas del centro minero.

Las referencias son reveladoras en cuanto a los sinsabores que traía

consigo la actividad minera. Excepcionalmente en los documentos se solía

expresar el monto que alcanzaba las pérdidas, muchos prefirieron hablar del

extravío de "miles de pesos" en el trabajo minero. En 1792, María y

Thomasa, hijas del minero Silvestre Fernández, exteriorizaron que su padre

y ellas en las minas de Guailaviri y Chacahavira (Yani), perdieron "mucho

caudal como nosotras después de la rebelión..."1. La compañía minera de

Juan José Agramont y Manuel Echeverría, dedicada a la explotación del

lavadero de Rosario de Tipuani, también sucumbió ante los infortunios del

trabajo minero; a decir de Juan José, "se perdió cantidad de miles de pesos de

dicho doctor", beneficiándose tan sólo con siete y ocho libras de oro2. Sin embargo, una de las pérdidas más significativas, fue la ocurrida en el

lavadero de Romanplaya, de propiedad de Domingo Chiverches, Antonio

Saenz de Tejada y Manuel Josef Ocampo; según Chirveches, "en dicha labor

pusimos todos los auxilios necesarios y un trabajo formal, cual no se ha visto

en aquel asiento de muchos años a esta parte en el que gastamos por los

menos cincuenta mil pesos, sin que hubiésemos conseguido sacar cosa

alguna que nos compensase estos gastos en dos años que sostuvimos dicho trabajo"3. De igual manera la empresa Ilumani, de los herederos de Juan

Silva, Andrés Coll y Jacobo Iglesias, perdieron 3.000 pesos cada uno4.

1 ALP. RM. Larecaja, 1792. "Don José Granado pide que se le adjudique 11.

MS. Cit.

2 ALP. PT. Prot. No. 2, 1796, Larecaja. "Testamento de Juan José Agramont", 13 de septiembre de 1796 3 ALP. RM. Iarecaja, 1798. "Adjudicación de la labor de Romanplaya situada en Tipuani, a Domingo Chirveces". 2 de enero de 1798. 4 ALP. PT. Larecaja, Prot. No. 7, 1813. "Testamento de Jacobo Iglesias",2 de octubre de1813

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Mientras que en 1820, Juana Ursula, María Ursula, Leonarda y Mercedes Cóll (herederas de Andrés Coll), al rubricar compañía con Luis Carneo para explotar el lavadero de San Juanito, después de acordar la inversión de Carneo con la condición de recuperarla a razón de 14 pesos la onza de oro, establecieron también que reconozca los "siete mil pesos que se hallan perdidos en el trabajo de dos años anteriores"1. No cabe duda que en esa oportunidad las herederas de Andrés Coll obraron hábilmente ante Carneo, las facilidades que le otorgaron fueron a cambio de recuperar antiguas pérdidas.

Para finalizar este capítulo es pertinente destacar el rol jugado por el capital comercial en la economía colonial. En México, el capital comercial ha servido para colocar a la industria minera argentífera en el primer plano de las exportaciones americanas para fines del siglo XVIII; en cambio, en el Perú los comerciantes no salían de su asombro, de perder el antiguo monopolio comercial de América Meridional, siendo insuficiente su apoyo a la industria minera peruana. En la minería aurífera de Larecaja, el capital comercial no sólo que ha sido importante en la esfera de circulación de la mercancía, sino que inclusive en ocasiones ha llegado a dominar la producción del metal precioso, bajo las características capitalistas de las empresas modernas. Las inversiones fueron posibles gracias a la transferencia de los capitales de los grandes mercaderes de la ciudad de La Paz, obtenidos de las ganancias de la venta de mercaderías de ultramar y del comercio de la coca. Cuando la actividad minera demandó más recursos económicos, los mineros procedieron a la venta de acciones, presionando a los funcionarios regionales a utilizar fondos de la corona, y a la formación de verdaderas compañías mineras, que sin duda se constituyeron en la fuerza económica de todo el andamiaje minero de Larecaja.

1 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 15, 1820. "Compañia de labor de minas: las herederas del finado Andrés Coll con Luis Carneo", 10 de octubre de 1820.

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3. 2. Mano de obra y salarios

Las investigaciones sobre mano de obra y salarios en lo que respecta a la

minería colonial boliviana han sido orientadas hacia el estudio de la minería de Potosí1 (Cfr. Crespo Rodas, 1955; Tandeter, 1980, 1992; Baldivieso, 1988).

Las referencias sobre mano de obra de las minas y lavaderos de Larecaja, para

los siglos XVI y XVII son absolutamente escuetas; en cambio las

correspondientes a 1782 - 1820, ofrecen valiosas referencias que permiten

explicar el empleo de trabajadores en el proceso de explotación del oro.

3. 2. 1. La coerción: una medida temprana

Veámos algunos datos sobre la mano de obra empleada en las minas y

lavaderos de oro desde el siglo XVI hasta 1750. Durante este largo período,

todavía no estaban constituídas verdaderas empresas mineras auríferas, el

oro durante mucho tiempo fue explotado en forma artesanal sin ninguna

dirección y con inversión de modestos capitales. En cambio, la mano de obra

asomaba otra orientación, dado que se prefirió acudir al fácil mecanismo de

la coerción utilizada por los funcionarios de turno en beneficio de unos

cuantos mineros, en otras palabras la violencia colonial desde muy temprano

tuvo su legitimidad en las esferas estatales. Si bien no hubo una resistencia

indígena ante el trabajo de las minas, si estaban obligados a acudir a los

centros mineros para cumplir con sus obligaciones tributarias. La coerción

empezó a funcionar desde el momento en que, conquistadores españoles

como Francisco Pizarro, Lucas Martínez y otros exigieron trabajo gratuito a

los indígenas. Esta de presión contra las comunidades, de contribuir

obligatoriamente con su fuerza de trabajo a una actividad - como la minería -

de primer orden de la economía colonial, fue la que persistió durante todo el

período colonial. La Corona no sólo estaba obligada a la provisión de mano

de obra para las minas, sino que debía satisfacer las demandas de los

empresarios, que al final fortalecían la economía de la península. De ahí que,

1 Dada la importancia del auge de las minas del Cerro Rico de Potosí, el virrey Francisco de Toledo en 1575, dispuso que 16 provincias remitieran anualmente la séptima parte de su población tributaria. De los 13.500 mitayos incialmente numerados, esta cantidad año tras año fue descendiendo hasta llegar a los 2.000 en 1825. Por otra parte este distrito minero desde muy temprano también acogió mano de obra voluntaria o libre proveniente de las comunidades, que junto a los mitayos representaban la importante fuerza productiva de las minas del cerro Rico.

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el mecanismo más sofisticado de absorción de mano de obra, fue la coerción a los indígenas. Por ejemplo, el Virrey marqués de Cañete, en 1557, al ordenar la fundación de la villa de San Juan del oro de Carabaya, remitió varios negros para la explotación de sus yacimientos auríferos. Por su parte, en 1573, el Virrey Francisco de Toledo a las minas de "Carabaya dio indios de su comarca y a las de San Juan del Oro quitó lo que tenían por ser cosa inutil"1. La política de estos dos altos funcionarios coloniales del siglo XVI, radicaba en dar el apoyo correspondiente en el suministro de mano obra a las minas productivas, pero también fueron drásticos en quitarlas. En 1579, a Francisco de Toledo no le convencía otorgar trabajadores para los lavaderos de Simaco de Larecaja2. Sin embargo, un memorial elevado por los mineros de Carabaya, para "el aumento de la labor de las minas y trabajos de acequias" de este distrito, sugería que de los pueblos de Sangaban (Cuzco), Sananquía, 011achea, Ayapata, Coaza y Quisquina; y de la provincia de Larecaja de las localidades de Charazani, Mocomoco, Yxatica(Italaque), Chuma, Ambaná, Combaya, Hilabaya, Sorata y Quiabaya, se podía extraer la mano de obra3. La petición fue realizada en razón de que todos estos pueblos estaban más próximos al distrito de Carabaya.

En cambio, el asiento de Sunchuli de Larecaja, de floreciente prosperidad durante las primeras décadas del siglo XVIII, fue beneficiado por un decreto de 26 de junio de 1726 rubricado por el virrey marqués de Castelfuerte, por el que proporcionó 150 mitayos para las labores emprendidas por el empresario Pedro Uribe Salazar4. La mano de obra entonces fue reclutada de las comunidades del valle de Larecaja. La disposición virreinal fue adoptada en consideración a la magnitud de los trabajos y por la urgencia de desaguar la pertenencia mineras. Lo propio se hizo con la mina "La descubridora" de propiedad del maestre de campo Lorenzo Valverde, localizado también en Sunchuli, cuyos mitayos sufrían

1 Zavala, Ob. Cit. 1978, Tomo I, p. 89 2 Ibid. 1978, Tomo I, p. 108 3 "Exposición de los mineros y beneficiadores de Carabaya"[1575]. En Relaciones Geográficas de Indias, Biblioteca de Autores Españoles, Vol. II, Tomo CLXXXIV, 1965, p. 71 4 Zavala, Ob. Cit. 1980, Tomo III, p. 17 5 ANB. Col. Ruck, No. 575, 1726. "Provisión del virrey del Perú al corregidor de la provincia de T arecaja, que de los pueblos de esta provincia se dé a don Pedro de Oribe Salazar la mita de150 indios de continuo trabajo y con las remudas que parezcan más favorables a ellos, para la labor de las minas de oro de Sunchuli, que está en esa jurisdicción", 30 de mayo de 1726.

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las inclemencias del frío de la cordillera y del penoso trabajo a 5.200 metros de alturas.

Estos datos, desde luego fragmentarios, permiten puntualizar que hasta la primera mitad del siglo XVIII, algunas minas auríferas del distrito de La Paz, disfrutaban de una mano obra forzada o mitaya. Sin embargo, esta importante forma de proveer mano de obra para las minas, por las demandas empresariales de fines del siglo XVIII en Larecaja. tuvo que ser instituida en beneficio de la explotación aurífera.

3. 2. 2. Categorías de trabajadores en las minas y lavaderos de oro

Las minas peruanas a fines del siglo XVIII presentaban agudos problemas por la falta de trabajadores. Esta carencia de mano de obra entonces fue atribuida a la anulación de los corregidores y del reparto de mercaderías. Como era notorio en esos años, el reparto "obligaba a los indios a buscar trabajo asalariado, al

Cuadro No. 11 Categorías de trabajadores en las minas de Larecaja,

Cat/ trabajadores

Estamento social que pertenecen

Rol desempeñado en la producción

Directores, administradores y mayordomos

Peones o voluntarios

españoles, Criollo y cholos

control de todo el proceso productivo

cholos e indígena alejados de sus comunidades

altamente especializados en el lavado de las arenas aurí-feras, en la construcción de la cocha y en los traba-jos de las profundidades del lavadero

Indios cédulas o mitayos indios de comunidad piris acarreadores de tierra (tributarios) del interior de la mina;

menos durante una parte del año". La falta de trabajadores para las minas tuvo que ser resuelta por las mismas autoridades regionales, aplicando

1 ALP. EC. 3. 1728. "Mano de obra para Sunchuli", 5 de abril de 1728

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algunos métodos coercitivos y otorgando auxilios o socorros eventuales, de

manera que desde el mismo Virrey hasta los subdelegados de partidos

"estaban resueltos a usar en la práctica la autoridad de la que estaban

investidos con el fin de ayudar a los mineros a reclutar operarios,

particularmente cuando se los requería para proyectos específicos"1.

Este panaroma de dificultades mineras en cuanto a la provisión de

mano de obra también se extendía hacia la provincia de Larecaja, aun cuando

la producción aurífera - de las últimas décadas del siglo XVIII -, se hallaba en

pleno auge. Pero es oportuno enfatizar que, desde que los lavaderos de

Tipuani entraron a producir oro, por su compleja explotación, la mano de

obra en la provincia empezó a calificarse y transformarse en más

especializada. Por la división social del trabajo en el proceso productivo de

minas y lavaderos, la mano de obra se clasificaba en: administrativos, peones

o voluntarios e indios cédulas o mitayos, que cumplían una función

diferente (Cuadro No. 11). Estas tres categorías de trabajadores

preferentemente fueron empleadas en las grandes empresas de la región, en

las localizadas en la cuenca del río Tipuani, donde las condiciones de trabajo

demandaban mayores exigencias en cuanto a la inversión de capitales y la

contratación de trabajadores y, ocasionalmente en las empresas localizadas en

la cordillera. Contrastando al empleo de trabajadores calificados, en la

provincia también existían mineros que por sus trabajos artesanales eran al

mismo tiempo propietarios y trabajadores, esporádicamente empleaban

algunos peones. Esta forma de trabajo era común en los centros mineros

localizados en las partes altas de la cordillera, principalmente en el sector

Yani - Ananea - Aucapata, donde la mayor parte de los mineros eran de extracción mestiza e indígena.

3. 2. 3. El rol de los mayordomos

Sólo las grandes empresas mineras mantenían en su planilla de

trabajadores, a mayordomos, que eran trabajadores altamente cotizados y con

buenos salarios. Estos asumían la responsabilidad de la dirección de los

trabajos mineros. Sus principales obligaciones se las puede resumir así:

controlaban el trabajo en general, proveían herramientas y materiales a los

peones, coordinaban la contratación de trabajadores con los caciques y los

1 Fisher, Ob. Cit. 1977, p. 182

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intermediarios, dirigían la construcción de la cocha (estanque) y los canales hidráulicos, en la excavación de las bocaminas, proveían y abastecían la pulpería de la empresa, llevaban los registros de los gastos diarios en cuaderno separado, manteniendo constantemente informados a los empresarios y dueños que radicaban en Sorata y La Paz.

En las variadas formas de compañía minera constituidas en Larecaja, se estipulaba la contratación de mayordomos. Aunque los inversionistas, conseguían que el dueño de la propiedad minera desempeñara la función de director de los trabajos, los capitalistas ganaban el derecho a elegir y delegar su representación a los mayordomos.

Cuadro No. 12 Ficha de contrato de mayordomo en Tipuani

Fecha Subdelegado Nombre del lavadero Propietario Mayordomo

Cláususlas

Sorata, 19 de junio d 1790 Lorenzo Conti El Gritado Felix Suarez Varela Manuel Gonzales

1° " Que el dicho capitán don Félix Suárez Varela como patrón acudirá con un peso diario desde el día en ue se diese principio al trabajo de la mina .... donde se obliga de sosotener el trabajo a costa suya y mención... Ft

2° Iten. Es condición que el dicho mayordomo ha de llevar cuentas semanales de los ingresos y producción de la mina.... y que si a ello faltare sería responsable.

3° Iten. Que el dueño de la mina.... no faltaría a las obligaciones de su cargo en punto alguno, como tal patrón ni el dicho mayordomo a los suyos con cuyas calidades obligaban sus personas y bienes habidos y por haber ...

4° y al tiempo de firmar este instrumento agregó el dicho .... don Felix, que acabado el trabajo de la mina, le ha de dar al expresado mayordomo una burra, según constumbre hecho ut supra.

Fuente: ALP. RE. Larecaja, 1790

En Tipuani hubo prestigiosos mayordomos como José Botet, Andrés Col', Pedro Mantilla, Pedro Velásquez y otros, que por su experiencia en los

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trabajos mineros pasaron a convertirse en importantes empresarios; más tarde, su especialización en la dirección de los trabajos auríferos lo transfirieron a sus propias empresas. El Cuadro No. 12, ilustra una ficha de contrato de mayordomo para el lavadero de El Gritado, Tipuani, celebrado entre el capitán Félix Suarez Varela y Manuel Gomales; las cláusulas rubricadas, denotan las obligaciones contraídas entre las partes contratantes. Suarez Varela al margen de ser propietario de los medios de producción, también debía acudir con el capital correspondiente para la explotación aurífera, en cambio, Gonzales era responsable de la dirección de los trabajos mineros. Otra faceta de la minería de Tipuani, es que el buen éxito de la producción aurífera solía ser reconocido a los mayordomos, mediante un acto recíproco de patrón a trabajador, entregándole una "burra", como un gesto a la abundancia aurífera.

Los mayordomos, comunmente hubo otros tratos más sustanciosos, Simbrón propietario del lavadero de acordó pagar a su administrador semanalesl.

solían ganar un peso diario. Aunque como el rubricado por Hermeregildo San Juan de la Banda de Tipuani, que Francisco Fernández, nueve pesos

3.2.4. Los trabajadores voluntarios

En el período colonial, en las minas en los Andes hubo una importante participación de la mano de obra libre o voluntaria. En Potosí, la mitad de la fuerza de trabajo requerida por las minas e ingenios, se la reclutaba del mercado libre de la villa imperia12.

A fines del siglo XVIII, en Larecaja, la mano de obra voluntaria o libre, conocida también con el nombre de peones provenía de los estratos mestizos e indígenas. La presencia de trabajadores, en parte se debía a la pobreza en que se debatían ambos estratos sociales. Debemos agregar que, la venta de tierras comunales en Larecaja, producida desde mediados del siglo XVI, dio

ALP. PT. Larecaja No. 2, 1795 "Testamento de Francisco Fernández", 16 de septiembre de 1795. Este minero en su testamento decía: "que corrí hasta la fecha con la administración de la labor de San Juan de la Banda propia del Dr. Hermeregildo Simbrón, en la ribera de Tipuani, con el salario de nueve pesos semanales". 2 Tandeter, 1992, Ob. cit. p. 103

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paso a la formación de una mano de obra libre, que en parte quedó adscrita eventualmente a la misma unidad productiva de las haciendasl. Considero que esta mano de obra constituía un grupo importante de trabajadores especializados de las minas y lavaderos de Larecaja. La tarea que desempeñaban radicaba en el lavado de las arenas auríferas, en la construcción de la cocha y los canales hidráulicos y en los trabajos de las profundidades de las minas y lavaderos.

Esta categoría de trabajadores representada por los estratos mestizos e indígenas, en su mayor parte era oriunda del mismo valle de Larecaja. La mestiza o chola conformaba más del 50 % de la población no indígena en los centros mineros. La mayor parte eran vecinos de los 25 pueblos de la provincia, otro tanto mestizos pobres, que empleaban su fuerza de trabajo en las haciendas de la región.

Una parte de la mano de obra indígena voluntaria, provenía de la contratación que realizaba el socio capitalista en diferentes pueblos del altiplano, que después los enviaba a la empresa minera. En estas contrataciones asumían un rol importante los caciques y los intermediarios que aseguraban la presencia de los trabajadores en los centros mineros auríferos. Por ejemplo, para el lavadero de Chima Ancouta de propiedad del

capitán Félix Suarez Varela, su socio el mercader Gregorio Ojeda se comprometió a remitir 40 trabajadores por mese. Esta modalidad de remisión, implicaba la mutación mensual de trabajadores por otra similar cantidad. El reciclaje se realizaba debido a las condiciones sociales de trabajo en Tipuani. Esta forma de contratación de mano de obra originó un complejo mecanismo de absorción de mano de obra, que vinculaba a funcionarios de menor rango, capitalistas y caciques.

Los caciques desempeñaron un papel importante en el reenganche de la mano de obra voluntaria. La operación se concretaba adelantando determinadas cantidades de dinero efectivo para asegurar la presencia del trabajador en los centros mineros. Por estos compromisos, los caciques y los

1 El autor de este tesis viene trabajando desde hace unos años atrás acerca de la estructura agraria de Larecaja, de los siglo XVI y XVII. 2 ALP. RE. Leg. 175, 1795. "Compañía de aventadero: el capitán de ejército don Felix Suarez Varela con don Francisco Gonzales Ojeda", Ms. Cit.

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intermediarios recibían excelentes gratificaciones y recompensas,

transformando este negocio en una actividad muy lucrativa.

La compañía celebrada en 1799, entre Miguel Lizarribar, dueño de

Hararanco Playa de Tipuani, y el Dr. José Mariano Peralta (mercader),

establece que: "es condición que todo el gasto que se hiciera por razón de

gratificaciones a los caciques, cuanto a los encargados para la remesa de la

gente y seguridad de ella"1. Sin duda, los compromisos en materia de

provisión de mano de obra, representaban una fuerte carga social en los

caciques. Un oficio de fecha 16 de enero de 1802, enviado por el Gobernador

Intendente de La Paz al Subdelegado de Larecaja, reza lo siguiente: "Me ha

representado don Andrés Coll, vecino del pueblo de Sorata, que hallándose

encargado de varias labores de oro en la ribera del Río de Tipuani, le es

indispensable para acudir a aquel interesante trabajo, adelantar dinero a los

indios que voluntariamente se le presentan de algunos pueblos de ese

partido, contratando acudir al trabajo al tiempo determinado Y, procurándome de justicia lo pedido, he decretado se pase orden a Vmd. para

que la circule a los caciques y mandones de los pueblos, quienes deberán

hacer cumplir exactamente los contratos que los indios hubieren hecho,

dando todo el auxilio que necesita, el dicho don Andrés Coll"2. Para el año de 1802, Andrés Coll, ya era un prestigioso administrador de varias empresas

localizadas en Tipuani, tal como se colige en el oficio de referencia; la

magnitud de los trabajos entonces emprendidos estaban en peligro ante la

carencia de trabajadores, por lo que se vio urgido acudir a las autoridades, no

a través de los métodos de coerción tradicionales, sino que los indígenas que

voluntariamente habían aceptado trabajar en los lavaderos, cumplan con sus

contratos que anteladamente habían acordado.

3. 2. 5. La mita minera de Tipuani: los indios cédulas

Los funcionarios de la Intendencia de La Paz alentaron la minería

aurífera de Larecaja, de modo que para los trabajos de mayor magnitud

instituyeron el servicio de la mita minera, pero de dimensiones mucho

menores que el existente para las minas del Cerro Rico de Potosí. La medida

1 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 7, 1799. "Compañía minera de aventadero de oro: don Miguel Lizarribar con don José Mariano Peralta", 25 de abril de 1799. 2 ALP. LO. Larecaja, 1797 - 1805, f. 245, 16 de enero de1802

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fue impuesta ante la falta de mano de obra más numerosa para los lavaderos de Tipuani. La fecha de su rúbrica varía de acuerdo a las exigencias de las empresarios de Tipuani, aunque todas las disposiciones fueron adoptadas en la última década del siglo XVIII, tuvo vigencia mientras los lavaderos estaban en actividad. En Potosí, en ésta misma década, el servicio de la mita minera era objeto de profundos debates y reformas entre Francisco de Paula Sanz, Pedro Vicente Cañete y Dominguez y Victorian de Villaba'.

El servicio de la mita minera para los lavaderos de Tipuani afectaba a los pueblos localizados en la ribera oriental del lago Titicaca: Guarina, Achacachi, Ancoraimes, Carabuco, Escoma y Huaycho. De este modo estos pueblos resultaron doblemente apremiados por el servicio de la mita, por un lado debían remitir mitayos a Potosí y por otro a los lavaderos de Tipuani. Por estas disposiciones, en 1801, el partido de Omasuyos destinó a Potosí 102 mitayos2. Los subdelegados del partido de Omasuyos, comprendiendo la situación planteada y saliendo en defensa de las comunidades de su distrito, se resistieron a cumplir con lo dispuesto por las autoridades administrativas de la Indentencia de La Paz. En el inventario de papeles y documentos existentes en el Archivo de Achacachi hacia 1793, el subdelegado Antolín Chavarrín encontró un expediente con el rótulo de: "Primeramente un cuerpo de autos sobre que los indios no puedan ir a trabajar al asiento de Tipuani, en fojas seis"3. Documento, que probablemente contenía las diligencias interpuestas para que los comunarios no sean apremiados con el nuevo servicio de la mita minera. Así como se estableció el servicio de mita minera para algunas empresas de Tipuani, la máxima autoridad de La Paz, el Gobernador Intendente Antonio Burgunyó, en 1796, a través de un memorial dirigido al Subdelegado de Omasuyos, le previno: "por ningún pretexto ni causa, dejen de remitir a Potosí los indios de mita que por el repartimiento deben caminar de los partidos de esta provincia con el objeto que se haga el servicio y no decaiga el fomento de la minería"4.

1 Véase: Buechler, Op. Cit. p. 151-230; René Arze Aguirre, "Un documento inédito de Pedro Vicente Cañete en torno a la controversia de la nueva mita de Potosí". En: Estudios bolvianos en homenaje a Gunnar Mendoza L. p. 119-124, La Paz, 1978 2 Tandeter, Op. Cit. p. 8 3 ALP. CR. D. 1, 1793. "Inventario de documentos del archivo de Achacachi", 8 de enero de 1793. 4 ALP. LO. Tarecaja, 1791-1797, 3 de noviembre de 1796

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Naturalmente, esta exigencia determinaba un doble trabajo minero para las comunidades de Omasuyos.

Las empresas beneficiadas con el servicio mitayo eran: Concepción del Cauce, San Agustín, San Carlos del Recodo, San Juan, El Gritado, Cangallí y otras de Tipuani. Los empresarios de estos lavaderos, constantemente demandaban a los funcionarios la provisión de mano de obra. Algunos usando de su influencia y poder económico, como el General Diego Quint Fernández Dávila y otros, elevaban sendos memoriales pidiendo trabajadores. Por este motivo el gobernador intendente Burgunyó, en 1797, recomendó al subdelegado de Larecaja Josef Sanchez Barreda, lo siguiente: "Désele por mí a dicho señor (Diego Quint Férnandez Dávila) y a los demás interesados todo el fomento y adelantamiento de dichas labores notificándoles a los caciques de los pueblos de este partido que siempre que se lo pidan indios u operarios para aquellos trabajos han de dar sin escusa ni pretexto alguno dándole los interesados la plata adelantada para su avío".

3. 2. 6. La empresa San Carlos de El Recodo

San Carlos de El Recodo de Tipuani de propiedad de José Benito Rodriguez, José Gallegos, Francisco Garci Gutierrez de Escobar y los herederos de Sebastián de Segurola, fue una de las empresas favorecidas con mano de obra mitaya. Un valioso informe preparado por los administradores Domingo Rodriguez y Antonio Vera relativos al ajuste de cuentas correspondiente a 1800 y 18012, permite estudiar con detenimiento la compleja red de enlaces existentes entre los intermediarios, caciques y empresarios para la contratación de mano de obra, no sólo en esta empresa sino en otras de Tipuani.

En los lavaderos auríferos, los capitantes de mita de Tipuani desempeñaron casi el mismo rol que sus colegas destinados para la mita potosina: eran responsables de garantizar el viaje y la estadía de los trabajadores. Los de Tipuani al parecer no enfrentaron mayores problemas

1 ALP.LO. Larecaja, 1791-1797, f. 1, 2 de junio de 1797 2 ALP. EC. 1808. "Doña María Pascuala Saenz de Tejada, viuda y albacea de Juan Santos Zavalla sobre las cuentas de la testamentaria de José Benito Rodriguez".

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como sus homólogos de Potosí] en cuanto a la disponibilidad de mano de obra mitaya, tampoco se dedicaron activamente a las actividades mercantiles

en los centros de producción, sino que su tarea se vió facilitada por las recompensas recibidas de los empresarios mineros.

Enrique Tandeter(1980), al estudiar la masa de trabajadores mitayos

destinados a Potosí, plantea que a pesar de estar compensados con el pago de

salarios por los empresarios mineros, la reconstitución de la fuerza de trabajo

inmediatamente recaía sobre la comunidad del migrante; de esta manera, las

comunidades transferían a la esfera de la producción de la minería argentífera parte del plustrabajo comunal2. Esta misma situación se presenta con los mitayos destinados a Tipuani. Según el minero Diego Power (1784),

los trabajadores que acudían a los lavaderos auríferos de Tipuani, solían

trasladarse con "su corto avío o providencia para mantenerse por tres o

cuatro semanas y, al fin de ellas, ajustan sus jornales y se vuelven a sus casas"3. Indudablemente que el tiempo de permanencia en Tipuani era

mucho más corto, transfiriendo en un grado menor el plustrabajo comunal a la producción aurífera.

La recepción de mano de obra mitaya o voluntaria se producía a través

de una compleja red de conexiones entre caciques, intermediarios y

funcionarios subalternos (alcaldes pedaneos) de los pueblos de Omasuyos y

de Larecaja. Esta estructura para proveer mano de obra tenía un incentivo,

las excelentes gratificaciones pagadas por los empresarios a los

caciques/capitanes de mita y a los intermediarios/vecinos. (Gráfico No. 3)

I Roberto Choque, en: "El papel de los capitanes de indios de la provincia Pacajes en el entero de la mita de Potosí", Revista Andina, No. 1, Cusco, 1983. Admite que los de esa provincia, ante la falta de mitayos se vieron en la necesidad de compensar con su propio dinero a los empresarios mineros de Potosí. 2 Tandeter, Op. Cit.p. 4 3 Diego Power, "Descripción de los lavaderos de aro de Tipuani en la provincia de Larecaja y método de trabajar en ellos[1784]". Documento publicado por Wilfredo Kapsoli enL "La cocha: un sistema andino de explotación minera ". Ponencia presentada al VII Simposio de Historia Económica Latinoamericana, Lima, 1986.

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Cuadro No. 13 Gratificaciones a los capitanes de mita

según el ajuste de cuentas de la empresa El Recodo, 1800 - 1801

Capitanes de Mita Intermediarios S MER I T SI B A

X X

X X

X X

X X

X

X X

X

X

Manuel Mamani Juan León Jóse María Lorenzo Choque Isidoro Mamani Agustín Cutile Nicolás Condori Tomas Vallejo Francisco Poma (+) Juan Ticona (+) Diego Capa Eugenio Condori Dámaso Alarcón Estevan Coronel José Perca Marcos Mamani Tomás Torrez Andrés Pilco Juan Ticona Salvador Condori Lorenzo Poma Andrés Mamani Lorenzo Condori Juan Poma Santos Larico ? (++) José Coricancha Manuel Coana José Saltico Lorenzo Roxas Gaspar Loayza Juan Choque Lorenzo Choque Pedro Mamani Felipe Choque Antonio Yujra

120 p X 28 p X 48 p X 100 p

X 300 pp X 86 p

X 50 p 74 p 85 p

X 280 p X 85 p X 79 p

X 166 p X 300 p

X 132 p X 11p

100 p X 90 p X 196 p X 283 p X 67p X 10p

18p X 80 p X 104 p

Y Mi 1,

23. p. 4 r. 185 p. 215 p. 25 p. 2 r. 160 p. 108 p 95 p 240 p

Fuente: ALP. EC. 1808 Referencias: S M E R

Silva Murillo Escobar Ramirez

I T S I B

Imaña Titirico Siñani Barreda

A (+) (++)

Alarcón Esta pare se halla roto

Esta parte se halla roto

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Cuadro No. 14 Gratificaciones pagadas por los intermediarios a los capitanes de mita,

según el ajuste de cuentas de la empresa El Recodo 1800 - 1801

Intermediarios Cantidad recibida Capitanes de mita Cantidad Asignada

José Manuel Murillo

Manuel Bustillos

Francisco Imaña

862 ps. 1 r.

696 ps. 2 rs.

620 ps. 5 rs.

Manuel Quispe Alexo Espinoza Asencio Perez Lázaro Condori Diego Yanapa Cruz Callisaya Gregorio Mamani Manuel Chuquimia Eugenio Torrez Pascual Ticona Tomás Daza Agustín Quispe Juan de la Cruz Pedro Mamani Dámaso Alarcón Agutín Mamani Agustiín Cayo José Cutili Santos Larico

10 ps. 180 ps. 152 ps. 187 ps. 4r. 183 ps. 6r. 133 ps. 7r. 15 70 ps.

203 ps. 4 rs. 31 ps. 2 rs. 20 ps. 35 ps. 58 ps. 6 rs. 15 ps. 5 rs. 58 ps.

190 ps. 140 ps. 5 rs.

90 ps. 141 6 rs. ps.

1779.- . . .

Según el ajuste de cuentas de 1800 y 1801 de los administradores de San

Carlos el Recodo, alrededor de 36 capitanes de mita que intervinieron en la

provisión de mano de obra se hicieron acreedores a una gratificación

consistente en 3.390 1/2 pesos, monto pagado a través de los intermediarios

Juan Silva, Juan José Murillo, Francisco de Escobar, Eugenio Ramirez,

Francisco Imaña, Pedro Titirico, Matías Siñani, Norberto Barreda y Fernando

Alarcón (Cuadro No. 13 ). Estas gratificaciones no se las pagaba directamente

los administradores o empresarios de Tipuani, sino que se los concretaba a

través de los intermediarios. En el Cuadro No. 14, se observa las cantidades

recibidas por los intermediarios Juan José Murillo y Manuel Bustillos de

Guarina, y Francisco Imaña de Achacachi, para ser distribuidas entre 20 capitanes que representaban a cantidad similar de poblaciones.

130

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Gran. c o ,Q. 3

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EN

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131

Page 136: Los mineros de Larecaja - repositorio.umsa.bo

Las recompensas recibidas por los caciques/ capitanes de mita, motivaron un mayor esfuerzo a los suministradores de mano de obra y la operación se concretaba adelantando dinero a los trabajadores mitayos. Como este sistema requería de una pequeña cuota de coerción, a menudo se cometía una serie de extorsiones en combinación con funcionarios locales. Un aspecto que facilitaría este mecanismo de reclutación de trabajadores, era que para fines del siglo XVIII y principios del XIX, la mayor parte de los cargos de caciques estaban en manos de mestizos y de españolesl. En efecto, en 1789, Felipe Chambi, Mateo Apasa y Juan Monasterios, a nombre de los comunarios de Carabuco y Achacachi, instauraron proceso judicial contra el cacique mestizo Juan Baptista Goyzueta, imputándole de cometer abusos durante la remisión de mitayos a Potosí y en la contratación de trabajadores para Tipuani. Los denunciantes enfocaron así el problema: "alquila indios por cientos al mineral de Tipuani donde trabajan desnudos y dentro del agua de cuyo rigor cuando se retiran a sus casas, los despacha presos a su padrino [José Marques de la] Plata, y éste les impone la pena aflictiva de azotes en el rollo y plaza pública, y el que vayan desterrados al presidio de la pólvora, hasta que otra vez se conduzcan al mineral, a cuyo destino van también los del pueblo de Achacachi"2. El relato contiene niveles dramáticos en cuanto al destino que corrían los trabajadores en Tipuani y las posteriores exacciones del subdelegado José Marques de la Plata, quien se había convertido en un ser despreciable para los moradores de la ribera oriental del lago Titicaca. Bajo esta protección local, se imponía el servicio personal a los indígenas.

Las gratificaciones pagadas por los administradores de San Carlos del Recodo de Tipuani a los intermediarios se calculaba a partir de las jornadas de trabajo aportadas a la empresa. La recompensa era de un peso por cada 24 jornadas de trabajo (Cuadro No. 15). Esta interesante modalidad destinada para alentar la provisión de mano de obra, condujo a que muchos intermediarios adquirieran prestigio ante los empresarios mineros, reportándoles significativos ingresos.

1 Véase: René Arze Aguirre, "El cacicazgo en las postrimerías coloniales". En Avances No. I, La Paz, 1978, p. 47-50 2 ANB. M.T.151,. No. 10. 1789. "Compulsorio de Felipe Chambi, Mateo Apasa y Juan Monasterios contra Juan Baptista Goyzueta", 12 de enero de 1789.

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Cuadro No. 15

Recompensas pagadas a los intermediarios por cada 24 jornadas de trabajo aportadas a la empresa El Recodo,

según el ajuste de cuentas de 1800 - 1801

Itermediarios 1800

Idas. de trabajo 1801

Idas de trabajo

Juan Silva 12000 500 ps. Pedro Titirico 3336 139 ps. 152 6 ps. 3r. Juan José Murillo 1932 80 ps. 4r. 1600 66 ps. 3r. Francisco Imaña 1120 46 ps. 7r. 1139 47 ps. 4r. Eugenio Ramirez 450 18 ps. 6r. Francisco de Escobar 405 16 ps. 7r. Norberto Barradas 334 13 ps. 7r 3943 164 ps. 2r. Fernando Alarcón 24 1.p. 58 2 ps. 4r. Manuel Bustillos 1246 52 ps.

Totales 19601 817 ps. 8138 339 ps. 2r.

Fuentes ALP EC 1808

3. 2. 7. La empresa Concepción del Cauce

Concepción del Cauce fue otra de las empresas mineras de Tipuani. El

ajuste general de los salarios pagados durante la gestión de 18061, permite comprender más de cerca la estructura de salarios, el tiempo de permanencia

del trabajador, y la cantidad de mano de obra empleada en un año. La mano

de obra utilizada en 1806 ascendía a 1.124 trabajadores distribuidos en las

siguientes categorías: 644 indios cédulas (mitayos), 395 voluntarios, 54 peones

y 31 peones provenientes de la empresa Chima Ancouta2. (Gráfico No. 4)

1 ALP. EC. 41, 1806. "Ajuste general de lo que han trabajado los peones de esta labor de la Concepción del Cauce desde el día 13 de enero hasta el 15 de diciembre de dicho año 1806, en cuya fecha se concluyó su laboreo y se cerraron todos los cuadernos llevados por Rodriguez, quien dio este ajuste así a los dichos peones como a indios cédulas y voluntarios". 2 La presencia de los peones de Ancouta de propiedad de Felix Suarez Varela, se debía exclusivamente a la cooperación con la empresa El Cauce.

133

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5% 3%

35%

57%

Cabe aclarar que, los peones y voluntarios en este caso representan una misma categoría de trabajadores.

Grafico No. 4

Porcentaje de la mano de obra en la empresa el Cauce de Tipuani, 1806

• Indios Cédulas

❑ Voluntarios

• Peones de Ancouta

• Peones

El ajuste general de los salarios pagados en 1806 conduce a estimar las

jornadas de trabajo empleados en El Cauce. De un total de 28.844 j/ t (jornadas

de trabajo), los peones aportaron con 6.090 j/ t, los peones de Ancouta 1.704

j/ t, los voluntarios 9.242 j/ t y los indios cédulas 11.908 j / t. Pero, por las

condiciones de trabajo en Tipuani, el clima y la insalubridad que atentaban

contra los trabajadores, - tema del que nos ocuparemos más adelante -, la

permanencia de los trabajadores en sus distintas categorías estaba

determinada por el tiempo necesario y la capacidad física que exigía las

diferentes etapas de explotación de los lavaderos. Por este motivo los

trabajdores fueron objeto de un continuo reciclaje, en esta mutación

constante de fuerza de trabajo, desempeñaron papel importante los caciques y

los intermediarios. Precisamente en la empresa El Cauce, el tiempo de

permanencia de los trabajadores era el siguiente: los peones un promedio de

112.7 d/ t (días por trabajador), los peones de Ancouta 54.9 d/ t, los voluntarios

23.3 d/t y los indios cédulas 18.4 d/ t. (Cuadro No. 16). Naturalmente había

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trabajadores que por su propia voluntad se quedaban más tiempo en la empresa, es decir los más resistentes al clima tropical

Cuadro No. 16

Jornadas de trabajo y tiempo de permanencia por las dos categorias de trabajadores en la empresa El Cauce de Tipuani, 1806

Categorías No. de trab. J/t Prom. cías / t %

Peones 54 6.090 112.7 53.8 Peones de Ancouta 31 1.704 54.9 26.2 Voluntarios o libres 395 9.242 23.3 11.1 Indios cédulas 644 1 .908 18.4 8.7

Fuente: ALP. EC. 41. 1806

Para el año 1806, los trabajos de explotación en El Cauce se realizaban en la playa, por lo que se deduce que desde el 15 de enero hasta el 15 de diciembre de ese año, la empresa empleó diriamente alrededor de 100 trabajadores entre barreteros, apiris, baldiris y lavadores de las arenas auríferas.

La mano de obra empleada en las empresas de San Carlos del Recodo y Concepción del Cauce de Tipuani, se convierten en valiosos ejemplos para establecer la cantidad utilizada durante un año en la ribera de Tipuani. Se justifica plenamente la constitución de compañías mineras en la región, que en definitiva fueron las que apuntalaron la minería de Larecaja de fines del siglo XVIII y principios del XIX. Por estas consideraciones se deduce que, las empresas mineras de Larecaja anualmente demandaban miles trabajadores.

3. 2. 8. Estructura de salarios en las minas y lavaderos de Larecaja

La economía minera colonial, dominada por el capital comercial, donde no sólo era circulación de dinero, era también posible encontrar una estructura de características capitalistas, tanto en la conformación de la

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empresa minera propiamente dicha, como en la inversión de capitales en la producción de oro. En este sentido, los salarios pagados a los trabajadores definen la naturaleza histórica de la empresa minera colonial.

Como en cualquier otro distrito minero, los salarios en las minas y lavaderos de Larecaja se pagaban de acuerdo a la especialización del trabajador. Esta modalidad que diferenciaba al pago de salarios, fue confirmada por los mismos virreyes del Perú. El 6 de agosto de 1578, el virrey Francisco de Toledo en las "Ordenanzas sobre el repartimiento de indios para la labor y beneficio de las minas del asiento de Potosím, ordenó el pago de tres reales y medio al indio que trabajaba en las minas, tres reales al que trasladaba el metal de la mina al ingenio con carnero, y dos reales y tres cuartillos a los que trabajaban en los ingenios. Un siglo más tarde, el duque de la Palata en el "Aranzel de los jornales", que mandó publicar en 1687, ratificaba las ordenanzas toledanas2. Aunque, una referencia específica de las minas auríferas de Larecaja, dadas a conocer por el corregidor Diego de Poves Isla, el 3 de noviembre de 1684 3, detalla que en su distrito, los barreteros ganaban 4 reales y los apiris 3 reales por jornada de trabajo.

Con estos breves antecedentes comenzaré a analizar la estructura de salarios predominantes en Larecaja durante el auge de la minería del oro, para ello se cuenta con dos breves memorias pagadas por una empresa localizada en el distrito de Yani y otra situada en Tipuani, además del ajuste de salarios para 1806 de la empresa El Cauce.

Diego Power, en 1784, exminero de Tipuani, apuntaba que "al barretero bueno se le paga ocho reales al día, al que no es tanto a siete reales y a los más inferiores seis reales. A los trabajadores que cargan la tierra a cinco reales y a los muchachos a proporción de su trabajo desde cuatro reales hasta real y me dio"4. Esta estructura de salarios apunta a una calificación del trabajador. Para estos años, en Potosí, los salarios oscilaban entre 4 reales y 6 reales. Los que trabajaban con "exceso de jornal vigente en el mercado libre", ganaban

1 Zavala, Ob. Cit. 1978, Tomo I, p. 120 2 Duque de la Palata, Aranzel de los jornales[1687]. Publicado por S. Zavala, Ob. Cit. Tomo II, Apéndice B. p. 207-213. 3 ACCLP. Tomo 8, 1685. "Relación de los salarios y jornales que se pagan a los indios que trabajaban en las minas e ingenios y en otros cualquier ministerios en Charcas". 4 Power, Ob. Cit. 1784, Doc. cit.

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entre 5 y 4 reales diarios1. Si comparamos los salarios pagados en Potosí, resulta que los de Tipuani eran mucho mejor reconocidos, fundamentalmente por las exigencias del medio en que se desarrollaba la explotación del preciado metal.

En los distritos mineros localizados en la cordillera de Larecaja, los salarios también tenían el mismo tratamiento que en Tipuani. A través de

una breve memoria de una empresa localizada en el río Trapiche de Yani, cuyos propietarios eran Marcelo Foronda y María Butrón, los salarios también eran pagados de acuerdo a la especialización2.

Cuadro No. 17

Salarios y descuentos percibidos por los trabajadores en la empresa San Juan, Tipuani, 1812

Trabajadores J/T E/ s/nominales Descuentos s/cobrados reales

El mayordomo 12 dias 8 rs. 12 ps. 12 ps Joseph María Urteja 10 8 10 ps. 10 ps. Benito Atencia 8 8 8 ps. 3 ps. 5 ps. Pedro Tapia 8 6 6 ps. 6 ps. Juan de Dios Alba 6 7 5 ps. 2 rs. 3 ps. 6 rs. 2 ps. 4 rs. Felix Fernandez 6 6 4 ps. 4 rs. 4 ps. 4 rs. Pedro Conti 4 6 3 ps. 1 p. 1 r. 1 p. 7 rs. Rafael Anco 3 6 2 ps. 2 rs. 1 p. 6 rs. 4 rs. Estanislao Marín 4 6 3 ps. 6 rs. 2 ps. 2 rs. Manuel Valverde 1 6 0, 0 6 rs. 6 rs. Tomás Condori 2 6 1 p. 6 rs. 1 p. 6 rs.

ruente. .rYL1 . 1. Y. 1251Z

Por concepto de salarios exhibidos en 1812 por el administrador José Manuel Machicao de la empresa San Juan de Tipuani, la escala salarial variaba de 8 a 6 reales, coincidiendo con lo apuntado por Diego Power en

1 Tandeter, Ob. Cit. p. 19 2 ALP. RM. Larecaja, 1794. "Adjudicación corroborada a favor de Rafael Luna de la estaca de aventadero de oro, que se dio por venta por María Buitrón y descansa en el río Trapiche e ingeniom de Yani", 14 de marzo de 1794.

137

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1784. Si bien los datos son parciales, pexuiiten evidenciar los descuentos a los

que eran sometidos los trabajadores (Cuadro No. 17), descuentos que se los

hacían por el consumo en la pulpería de la empresa.

La diferencia de salarios pagados por las empresas minera de Larecaja es

más perceptible en El Cauce de Tipuani. Para 1806, la masa salarial, es decir, el

capital variable para la compra de fuerza de trabajo se había fijado en 21.302

pesos 5 reales, de los que 7.509 pesos fueron pagados a 644 indios cédulas;

5.650 pesos destinados para los 395 trabajadores voluntarios; 4.811 pesos para

los 54 peones; 1.633 pesos para los peones de Chima Ancouta, y 1.687 pesos

para el pago a los mayordomos de la empresa. De este ajuste global de

salarios, extractamos convencionalmente un muestreo de diez trabajadores

por categoría, que proporcionan una idea precisa de la diferencia salarial,

diferencia que se sustenta en la calificación de la mano de obra (Cuadro No.

18). La especialización y el rendimiento de los trabajadores al menos parece

que eran reconocidos por los empresarios de Tipuani. En el muestreo

convencional referido, se percibe que en las distintas categorías habían

trabajadores altamente calificados que ganaban de 6 a 11 reales por j/ t, pero

también los menos experimentados percibían de 2 a 5 reales por j/t. Bajo esta

perspectiva los trabajadores voluntarios eran los que más tiempo

pernoctaban en los lavaderos de Tipuani; en cambio, sus otros colegas, los

indios cédulas generalmente eran reciclados rápidamente por otros trabajadores.

Los salarios percibidos por las diferentes categorías de trabajadores en

Larecaja, testimonian que eran salarios arreglados a la cantidad de tiempo

que se ha trabajado. Esto se colige por la cantidad de jornadas de trabajo

aportadas al proceso de producción del oro. En otras palabras el salario estaba

en función del tiempo trabajado. Sin embargo, cabría preguntarse si los

salarios respondían o no a las necesidades de los trabajadores, o es que tan

sólo estamos ante referencias de salarios nominales. Veámos esta

preocupación de la siguiente manera. Las grandes empresas mineras de

Tipuani tenían instaladas sus propias pulperías de consumo. Allí, para la

recuperación física de los trabajadores, los administradores los proveían los

alimentos básicos para su subsistencia, como chalonas, charques, maíz y coca,

138

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e inclusive sombreros para la protección del sol calcinante 1. Este consumo que no era obligatorio pero necesario para los trabajadores, solía ser

descontado mediante planillas cada fin de mes. Endeudaban a los

trabajadores para retenerlos en la empresa. Mecanismo que también fue

utilizado con los trabajadores libres en Potosí2. Cuadro No. 18

Muestro de la escala salarial, jornadas de trabajo en la empresa El Cauce de Tipuani, 1806

CaLe5uritib de Trabajadores

Nombre del trabajador

E/S J/T Importe

Peones

Peones de Ancuta

Gregorio Guerta Simón Bedoya Josef Balboa Pascual Oblitas Andrés Mamani Ilario Mamani Faustino García Pero Angulo Ildefonso Querta Sebastián Castilla Pedro Flores

11 reales 9 81/2

81 /2 61/2 6 5 1/2 4 3 1/2 3

11

204 días 200 164 190 205 144 162 113 173 101

76

280 ps. 7 rs. 225 ps. 164 ps. 4 rs. 201 ps. 7 rs. 161 ps. 41/2 rs. 108 ps. 3 rs. 111 ps. 51/2 rs.

56 ps. 7 rs. 76 ps. 38 ps.

105 ps. 1r. Manuel Gonzales 9 88 99 ps. Bartolomé Arana 8 68 68 ps. Gregorio Losa 7 52 45 ps. 4 rs. Tomás Sagardia 6 1/2 57 46 ps. 2 rs. José Bera 6 86 64 ps.

Voluntarios o libres Esteban Losa Santos Ordefiamea

5 6

92 149

57 ps. 4 rs. 112 ps. 2 rs.

Gregorio Gonzales 5 1/2 104 71 ps. 4 rs. Andrés Ayllón 5 72 45 ps. Ildefonso Bera 4 66 33 ps. Calisto Mamani 3 17 51 ps. Miguel Tinta 2 1/2 32 13 ps. 6 rs.

Indios cédulas Tomás Portugal Melchor Ydalgo

2 8

24 25

6 ps. 25 ps.

Francisco Flores 6 71 53 ps.6 rs. Mateo Calla 5 42 26. ps. 4 rs. Eugenio Mamani 4 30 15 ps. Lorenzo Quispe 3 30 11 ps. 2 rs. Pascual Quispe 2 22 5 ns_ 5 rs

Fuente: ALP. EC.41, 1806 E/S Escala salarial; J/T Jornadas de trabajo;

1 ALP. EC. 1808. "Doña María Pascuala Saenz Tejada, viuda y albacea de Juan Santos Zavala, sobre cuentas de la testamentaria de José Benito Rodriguez" 2 Tandeter, Ob. Cit. p. 37

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En la empresa El Cauce de Tipuani, esta forma de retención de mano de obra funcionó de manera efectiva. En 1806, 55 indios cédulas debían pagar per cápita cinco pesos a la pulpería de la empresa. Este dispositivo no sólo era propio de El Cauce, sino de todas las grandes empresas mineras de Larecaja. Estos ejemplos, conducen a interpretar que los salarios pagados por los empresarios sólo representan salarios nominales y no así los salarios reales, dado que los trabajadores no podían llegar a comprar artículos y servicios de primera necesidad. Pero esto no es un problema de los trabajadores voluntarios o libres de Larecaja, aún lo era de los trabajadores mitayos o cédulas, que si bien se beneficiaban con un salario, para la recuperación física del esfuerzo que demandaba su trabajo en los lavaderos de Tipuani, debían remitirse al avío traído de su comunidad, obviamente aun cuando hubiera sido por un corto tiempo.

3. 2. 9. Mano de obra esclava

La tradicional oral explica que la presencia de esclavos negros en la actual Bolivía, preferentemente se debía al intento de utilizarlos en las minas de plata del cerro Rico de Potosí. Dado que el negro africano jamás pudo aclimartarse a semejante altura y frío, sus inversionistas tuvieron que trasladarlos a regiones más bajas y cálidas, como los valles y yungas. El esclavo negro luego del fracaso en las minas potosinas, fue empledo como mano de obra en haciendas de valles y yungas, así como en el servicio doméstico de la aristocracia local. En la jurisdicción paceña, la mayor parte de esclavos negros fueron concentrados en las haciendas yungueñas y en el servicio doméstico de los principales personajes de la ciudad de La Paz. Por ejemplo, en la región yungueña, Ignacio Pinedo - propietario de la hacienda Mururata disfrutaba de una nutrida cantidad de esclavos negros, 56 piezas, que suponía aproximadamente una inversión de 28.000 pesos.

Los empresarios de Larecaja también intentaron utilizar mano de obra esclava. Una parte de sus utilidades fueron destinados para la compra de esclavos negros, cuya manutención resultaba onerosa para los empresarios. La empresa San Agustín del Recodo entre 1800 y 1801, tenía asignados varios items para el traslado de esclavos desde Sorata hasta Tipuani, además de

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gastos en "medicamentos para curar carachas y llagas de los negros"1. El testamento de Andrés Coll, de 1820, revela que este empresario minero tenía tres esclavos negros destinados al trabajo en sus lavaderos auríferos2. Sin embargo, el viajero inglés Pentland en su Informe sobre Bolivia de 1826, asevera haber visto varios negros como mano de obra de los lavaderos de Tipuani3. No sabemos si tuvo o no éxito la utilización de mano de obra esclava en las minas de Larecaja, pero sí, los empresarios mineros por su condición económica acomodada, disfrutaban de los servicios domésticos.

3. 2. 10. El clima y la salud en las minas y lavaderos.

Los trabajadores en las minas y lavaderos de Larecaja afrontaban varios riesgos contra su salud. En los distritos mineros localizados en las alturas de la cordillera como Yani, Aucapata, Sunchuli y Suchez, el principal peligro era los gases que emanaban en las galerías y bocaminas, asimismo debían estar en permanente alerta ante posibles inundaciones y desmoronamientos en el interior de las minas. A todo aquello hay que añadir, la intemperie y vivir a alturas, de los 5.000 metros, que de alguna manera mermaban la capacidad física de los trabajadores. Una protesta, que acaso fue escuchada por los empresarios mineros, reza: "muchos indios tributarios, temerosos del excesivo y penoso trabajo en que estaban destinados de la mita descubridora del asiento de Sunchuli"4. En cambio, en los ingenios, donde se beneficiaba el mineral mediante el azogue, corrían el riesgo del "azogamiento o hidrargirismo", que se manifestaba por la "absorción de los gases tóxicos desde el momento que se echaban entre las tierras minerales y su volatización por fuego"5.

Tipuani, ubicado a una altura de 580 metros snm., en el piedemonte de la cordillera Oriental, con una temperatura anual que oscila desde los 22 a 35

I ALP. EC. 41, 1806. "Ajuste general de lo que han trabajado los peones Ms. Cit. 2 ALP. PTL. No. 8, 1820. "Testamento de Andrés Coll", 3 de septiembre de 1820. Este minero en una de sus cláusulas decía: "declaro que tengo cinco piezas de esclavo nombrados Joaquín el grande, Joaquín el chico, Ramón que se hallan trabajando en la labor de Chuquini[Tipuani]". 3 Joseph Barclay Pentlad, Informe sobre Bolivia, 1826, Potosí, 1975, p. 66 4 ALP. EC. 3, 1728 "Mano de obra para Sunchuli", Ms. Cit. 5 Gregorio de Losa y Avila y Palomares De los árboles; frutos; plantas; aves y de otras cosas medicinales..tiene este reyno, siglo XVIII. La Paz, 1983, p. 168-169

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C, una humedad promedio del 70 Vo, región característica por el brote del paludismo, la leishmaniasis y la fiebre amarilla, y donde proliferan una serie de insectos como parásitos, piojos, niguas, chinches, vinchucas y ácaros1, constituyó serio desafío para empresarios y trabajadores. Por estas condiciones naturales, la mayor parte de los trabajadores permanecían un corto tiempo en Tipuani. Generalmente los provenientes de las regiones altiplánicas era más propensos a contraer las enfermedades endémicas de la región.

Desde las Ordenanzas de Minas promulgadas por Cristobal Vaca de Castro en 1543 hasta la redacción del Código Carolino de Pedro Vicente Cañete y Dominguez en 1794, se dejó claramente enfatizado que no se debía obligar a "los naturales a emprender trabajo alguno en temperaturas contrarias a su salud"2. ¿Cuántos empresarios y funcionarios obedecieron a lo prescrito en estas leyes?. Naturalmente que las denuncias sobre el incumplimiento a estas normas fueron muchas, desde las formuladas por fray Domingo de Santo Tomás en 1550 hasta la exposición del subdelegado del partido de Omasuyos Manuel Pantoja y Moreno en 1822, que reconoció la vulneración de las Ordenanzas de Toledo. Sin embargo, fray Reginaldo Lizárraga, precisa que a principios del siglo XVII, se sacaba muy poco oro de Larecaja y Carabaya, debido a que "siendo tan cálida para los indios que lo han de sacar, que los llevan de la provincia de Omasuyos, es muy enferma, y justísimamente se prohibe vayan los indios a ella contra su voluntad, ni con ella, a sacar oro"3.

Manuel Pantoja y Moreno, en 1822, traza un cuadro patético de los efectos del sistema de trabajo en Tipuani, señalando que, "sus labores de peña por su temperatura ardiente y humedad, y falto de todo alimento fresco y sano, en donde casi todos los trabajadores, así españoles, mestizos y cholos como los indios naturales de la puna, y otras diferentes castas han contraido y contraen enfermedades, de que muy raros son los que escapan con la vida y

1 Luis Landa Lyon, Geografía epidemiológica del departamento de La Paz, La Paz, 1941, p. 99-104 2 Zavala, Ob. Cit. 1978, tomo I, p. 11; Zavala, Ob. cit. 1980, tomo III, p. 134 3 Reginaldo de Lizárraga, Descripción breve de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile. Madrid. BAE. 1968, Tomo CCXVI, p. 72

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salud"1 . Efectos de trabajo que no han variado en relación al período

colonial, hoy en día, a un lustro del siglo XXI, los miles de trabajadores que se

internan para vender su fuerza de trabajo en las regiones auríferas de

Larecaja y del Noreste del país, enfrentan los desafíos de la naturaleza de la región.

En Tipuani, las epidemias desatadas muestran la vulnerabilidad de la

vida humana. Según el longevo minero Justo Estrada, en la década del

setenta del siglo XVIII, había brotado una "terciana furiosa que moría mucha gente"2. Esta dramática situación en que se debatían los lavaderos auríferos,

fue corroborada en 1780 por el visitador Francisco de Paula Sanz3. La epidemia levantada en esa oportunidad fue trasmitida por el mosquito

anofeles, cuyos síntomas se caracterizan por fiebres intermitentes de cada tres

o cuatro días. Otra de las epidemias que asolaron Tipuani fue el "casavi", que

a decir del Dr. José María Bozo, "es como ponerse tísicos". La tuberculosis

desatada en 1822, provocó la muerte de 300 trabajadores en las empresas

Salomón y San Carlos de El Recodo y de otros 90 que murieron "en el

camino". Este galeno agrega más adelante que, "los curas me contaron que

ninguno vivía de los que salían enfermos"4.

Mano de obra y salarios, dos temas imprescindibles en cualquier sistema

de producción. En la introducción de este trabajo, se hizo conocer la

dificultades encontradas para un mejor estudio de la mano de obra y de los

salarios pagados a los trabajadores en las minas y lavaderos de Larecaja. Los

datos escuetos y fragmentarios han permitido reconstruir los mecanismos de

reclutamiento de mano de obra, que no están distantes del sistema potosino.

La coerción y la contratación voluntaria de trabajadores fueron las fuentes

para organizar la fuerza motríz que intervino en el proceso de producción

del oro. En relación a otros distritos mineros, en Larecaja hubo una fuerte

calificación de los trabajadores - mayordomos, barreteros, apiris, lavadores,

etc.-, y en función de esta especialización también se pagaron los salarios, que

sin duda fueron altamente atractivos para los estratos criollos, mestizos e indígenas.

1 ANB. CO. Ruck. 391, 1822. "Auto del subdelegado del partido de Omasuyos, para que no se compela a los indios a trabajar al mineral de Tipuani". 2 ALP. EC. 1812. "Autos seguidos por don Julián Durán " Ms. cit. 3 Francisco de Paula Sanz, Ob. cit. 1780 4 ANB. CO. Ruck. 391, 1822 "Auto del subdelegado ". Ms. Cit.

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3. 3. Tecnología minera del oro.

El indiscutible naturalista, el jesuita Joseph de Acosta, en 1590, afirma que el metal áureo en América se presenta en forma de pepitas, piedras (vetas) y polvo (placeres auríferos)', lo que ha permitido desarrollar desde el período prehispánico, dos tipos de técnicas: el trabajo mediante bocaminas y la explotación en los lechos de los ríos. Precisamente, Pedro Sancho de la Hoz, en 1534, transcribiendo la relación de dos soldados exploradores del valle de Chuquiago en diciembre de 1533, detalla minuciosamente las técnicas de explotación del oro. "Las ricas minas de aquella provincia del Collao están mas allá de este lago que se llama Chuchiabo. Están las minas en la caja (chuisa) de un río á la mitad de la altura, hechas a modo de cuevas, á cuya boca entran á escarbar la tierra y la escarban con cuernos de ciervo y la sacan fuera con ciertos cueros cosidos en forma de saco de odres de pieles de oveja Hay otras minas adelante de estas, y otras hay esparcidas por toda la tierra ea manera de pozos profundos como de la altura de un hombre, en cuanto pueda el de abajo dar la tierra al de arriba; y cuando los cavan tanto que ya el de arriba no puede alcanzarla, lo dejan así, y se van á hacer otros pozos"2. Estas técnicas de explotación del oro predominantes en tiempos de los Incas, fueron el resultado de una larga acumulación tecnológica que aportaron sociedades que antecedieron a los cusqueños.

¿Hasta qué punto fueron aprovechadas o superadas las técnicas de explotación prehispánica durante el período colonial? No cabe duda que los mineros del siglo XVI aprovecharon las bondades de estas técnicas, de la mano de obra existente en las minas de oro y plata, e inclusive de las herramientas de trabajo (cueros de odre, hastas de ciervo, cocha, etc.). Por eso los mineros españoles no desdeñaron la minera de sus antecesores, por el contrario quedaron gratamente impresionados de la forma que se trabajaron las minas y de las obras de magnitud realizadas en ellas. Aprovecharon la experiencia minera incaica, adaptándola de acuerdo a sus necesidades y exigencias. En cierta forma la introducción del fierro en forma de barretones, combos, martillos, almocrafes, angarillas, revolucionaron la producción

1 Joseph de Acosta, Historia Natural y Moral de las Indias,[1590] México,1962, p. 145-147 2 Sancho de la Hoz, Ob. cit. p. 94-95.

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minera respecto a la época prehispánica, los instrumentos de trabajo fueron mucho más consistentes que los de data incaica; sin embargo, lo que no pudieron sustituir fue el uso de la cocha, un sistema que contemplaba la construcción de una pequeña represa de agua con sus respectivos canales para conducir el agua hasta los lugares de trabajo. La cocha fue insertada en la lógica de la producción coloniall. Este sistema hidráulico de grandes utilidades para la explotación del oro fue empleado en gran parte de los distritos mineros de Larecaja colonial.

3. 3. 1. Técnicas de explotación en las minas de la cordillera Oriental

El naturalista alemán Tadeo Haencke, en 1794, reconoció que la cordillera era rica por la abundancia del metal precioso, "la naturaleza les dio sus riquezas, y se hallan en ella, particularmente al lado de las montañas, innumerables vetas de guijo, la única y verdadera matriz del oro en todas partes donde se extiende este ramal interior de la cordillera" 2. Sin duda una visión arcaica de la formación mineralógica de la cordillera Oriental. Una opinión más moderna de la forma cómo se presenta el oro en esta misma zona, refiere que los yacimientos se circunscriben a "terrenos ordóvicos así como su morfología manteada o vetiforme ondulada o serpenteada".

El sistema de explotación mediante bocaminas, de plena vigencia en los distritos mineros de Potosí, Oruro, Puno y otros, también predominaba en los centros mineros de Larecaja. En Yani, Aucapata, Ananea, Camaquiri, Tacacani, Itulaya y Tacacoma, miles de trabajadores manipulaban las herramientas y acarreaban la tierra del interior de las minas, para la construcción de las bocaminas que les conducirían a las ansiadas vetas y filones de oro; en estos centros, como sistema complementario a la explotación del metal, era indispensable la construcción de la cocha con sus respectivos canales hidráulicos para el lavado de las arenas auríferas extraídas del interior de las minas.

1 Wilfredo Kapsoli, "La cocha: un sistema andino de expltación minera". Ponencia presentada al VII simposio de Historia Económica Latinoamericana, Lima, 1986, p.

2 2 Tadeo Haencke, Su obra en los andes y la selva boliviana. La Paz, 1974, p. 144-145

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En el período colonial, el trabajo en bocaminas consistía generalmente en seguir la veta, desde su afloramiento, con labores que a veces no pasaban de ser a cielo abierto, o mediante socavones o tiros inclinados y conforme se penetraba, labrar grandes cuevas o ramificaciones, sin mas plan que romper la veta o capa metalífera, y sin tener en cuenta la seguridad futura de la mina y las mejores condiciones para el transporte interior y hacia el exterior del material, ni la facilidad del desague". No obstante que las Ordenanzas de Minas promulgadas por el virerey Francisco de Toledo en 1571, recomendaban fehacientemente que las minas estén limpias y seguras2, lo que implicaba que las bocas (aberturas de las minas), los frontones (muros de la veta), los puentes (espacios dejados para el sostenimiento del peso de los muros de arriba en el interior de una mina), los cañones (chimeneas para dar luz y ventilación a una mina), las pircas (paredes construidas en el interior de la mina), debían estar bien aderezadas para la seguridad de los empresarios mineros y trabajadores3.

Las minas de la cordillera, se localizaban en sitios asperos y demasiado altos, un auténtico desafío para los mineros. A propósito es oportuno citar a Tadeo Haencke [17941, que anota, "y solamente este metal noble es capaz de atraer a los hombres y hacerles sufrir la continua interperie en esta región, como en los minerales de Carabaya, Sunchuli, Tacacani, Yani, Ananea y Choquecamata" 4, a los que se debe incluir a Yani, Suchez y el Illimani.

La visita realizada a Yani en 1702, permite reconstruir las técnicas mineras utilizadas en este centro aurífero de Larecaja. Recordemos que de este distrito salía la mayor parte del oro de la provincia. En otra parte, se estudió el proceso seguido al corregidor Francisco Arguelles, siendo el que rencomendó la verificación de la visita a Yani, para cuyo efecto nombró como veedores de la misma a Miguel de las Casas y Joseph de Astorga. El informe evacuado comprendía la relación de detalles técnicos e interrogaciones realizadas a los mineros. Ambos veedores, al detenerse a

1 Modesto Bargallo, La minería y la metalurgia en la América española durante la época colonial, México, 1955, p..87. 2 Zavala, Ob. Cit. 1978, Topmo Primero, p. 122 3 La mayor parte de estos detalles técnicos han sido ampliamentes explicados por García Llanos, en su Diccionario y maneras de hablar que se usanen las minas y sus labores en los ingenios y beneficios de los metales( 1609 ), La Paz, 1983, págs. 11, 15, 50, 101 y 107. 4 Haencke, Ob. Cit. p. 144-145

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observar la mina de Pedro Figueredo, vieron que el frontón se hallaba mal trabajado; en el correspondiente a Bernardo Ureña, encontraron "mas de diez estados de pique", un cañón que corría desde el frontón "veta en mano y lumbreras corrientes", pero que carecía de los puentes respectivos; en cambio, en el de Antonio Ruis de Santa María, detectaron el "barreno" largo, y las "pircas de callpería bien dispuesto y ancho"; a su vez, los de Sebastián Camero, Marcos Mollinedo y Pedro Cervantes, sus minas trabajadas, se hallaban de acuerdo a las "reales ordenanzas"1.

Naturalmente que la visita a las minas de Yani, puso al descubierto que no todos los mineros se ajustaban a las prescripciones de las ordenanzas de minas, sino que cada minero o empresario la adaptaba de acuerdo a sus intereses, o en última instancia de acuerdo a la inversión que hacía en su medio de trabajo. Precisamente, Modesto Bargallo, refiere que "puede afirmarse que en las minas que se abrieron durante la época colonial hay pocos tiros verticales y galerías horizontales y rectas, abundando el laberinto de tortuosas y desniveladas galerías y socavones"2.

El trabajo en bocaminas era siempre propenso a varios riesgos, por ejemplo los deslizamientos. Así se puede deducir de la respuesta de Juan Palero, minero de Yani, que a raíz de los desemontes encontrados en su mina, sostuvo que se "caía por [la] mucha blandura que llevaba el cerro"3. Por otra parte, las inundaciones por la presencia de aguas subterráneas fue otro de los peligros para los mineros coloniales, y aún lo es para los mineros contemporáneos. Este problema los confrontó en 1702 Melchor Chirino, también minero de Yani; lo mismo le ocurrió a Pedro Uribe Salazar en sus minas de Sunchuli en 1726, que para desaguarla "erró su dirección", perdiendo todo lo invertido4.

Una valiosa terminología utilizada en los centros mineros de la cordillera, la rescatamos de los famosos mineros Justo Pastor Villamil y su

1 ANB. T. 102, No. 1, 1702, "Capítulos puestos en el asiento aurífero de San Francisco de Yani, povincia de Larecaja al general don Francisco de Arguelles, corregidor de dicha provincia, por los vecinos y dueños de minas sobre el mal uso de su oficio".f. 398 2 Bargallo, Ob. Cit. p. 87 3 ANB. T. 102, No. 1, 1702, "Capítulos puestos en el asiento aurífero.." Ms. Cit, f. 406 4 Zavala, Ob. Cit. 1980-, Tomo III, p. 46

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hijo Ildefonso. Al celebrar una compañía minera, el 14 de junio de 1809, para trabajar la veta denominada "La Gruesa", acordaron horadarla con todos sus accesorios: "cortes, recortes, cajas, contracajas, tablillas, aspas, cortacajas, dobles, redobles y bolsones" 1. Así, bajo estos términos se celebraron numerosos contratos de trabajos en las minas de Yani, Aucapata, Ananea y otras localizadas en las alturas de la cordillera..

3. 3. 2. La cocha en los centros mineros de altura

El agua se convirtió en un factor determinante para el desarrollo de la minería aurífera de Larecaja, constituía la fuerza motriz de todo ese andamiaje minero. Generalmente los centros mineros de altura se localizaban al pie de riachuelos que descendían de la cordillera, entre los que cabe citar a Camaquiri, Tacacani, Ingenio, San Lucas, Pallaya, Ananea, Suchez, Tacacoma, Sunchuli, y otros. En estos distritos se abrían socavones o galerías para extraer las arenas auríferas, para luego someterlas a un intenso lavado en los lechos de los ríos. Para optimizar la producción aurífera era menester la construcción de verdaderas obras de ingeniería hidráulica2, pero en otros distritos, como en Aucapata y Araca (localizado en la provincia de Sicasica), ante la carencia de agua, los ricos filones de oro extraídos de sus minas, solían ser sometidos al triturado mediante quimbalates (batanes de moler), para luego beneficiarlos mediante azogue. El consumo paceño del mercurio lo advirtió Antonio de Ulloa en 1744 , apunta que se lo comercializaba en pequeñas cantidades en las minas de Larecaja y de Araca3.

En los centros de altura, la fuerza motriz del agua, se la aprovechaba construyendo la cocha (represa o estanque de agua) en un lugar elevado al lugar de trabajo, en el cauce de un riachuelo próximo; luego, se erigían los

I ALP. RE. Protocolo No. 10, 1809. "Compañía de labor de minas: Justo Pastor Villamil y su hijo Ildefonso", 14 de julio de 1809 2 Jorge Muñoz Reyes, "El oro en Bolivia". En: Boletín de la Sociedad Geográfica de La Paz, Nos. 61-62, La Paz, 1931, p. 58. Este autor no relata la existencia de una gran obra de ingeniería legada por los mineros de Larecaja colonial: "Existen en este sitio gran número de paredes de piedras de 20 y 30 metros de altura, formadas con los rodados traídos por el río y que han sido colocados en esa forma por los antiguos explotadores, para permitir el trabajo en el lecho del río". 3 Antonio de Ulloa, Noticias Americanas. Entretenimiento físico -histórico sobre la América Meridional y la Septentrional Oriental. [1772] Buenos Aires, Editorial Nova, 1944, p. 206

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canales hidráulicos para la conducción del agua; y, por último se diseñaba la tolla (empedrados gruesos con intersticios). Este mecanismo solía ser puesto en movimiento, después de ser lanzada la arena aurífera a los canales, al que simultáneamente entraba en acción la fuerza motriz del agua, que por la violencia con que bajaba por los canales, la arena era conducida hacia la tojlla; luego de este procedimiento, se recojía el lodo con contenido de oro, para someterlo a su depuración por medio de batease.

La utilización del agua muchas veces se convirtió en un factor de poder en los centros mineros de altura. Un convenio rubricado entre Manuel Gonzales de Santalla y Justo Pastor Villamil en 1793, permite estudiar los antecedentes históricos de la construcción de la acequia del distrito de Ananea. El 10 de marzo de 1753, el prestigioso minero Ramón Rovira, consiguió del virrey Conde de Superunda (1745-1761), autorización para construir una acequia en Ananea. En esa oportunidad gastó la friolera suma de 10 mil pesos, pero para compensar su erogación estaba dispuesto a eliminar a los ocasionales "rescatadores de oro", siendo el único en habilitar agua a los mineros y en comprar el metal producido en el distrito2. A su muerte, se hizo cargo de la administración de la acequia, Francisco de Zorrilla, desde luego previo pago de los 10 mil pesos; poco después quedó como heredera Rosalía Gonzales de Santalla, mujer de Francisco de Zorilla, que en su testamento confirmó la erogación de la expresada suma3. En esa circunstancia se produjo la sublevación indígena de 1780-1783, quedando la acequia seriamente dañada por las huestes indígenas. Posteriormente, con el resurgimiento del auge del oro, numerosos empresarios por consenso, resolvieron la pronta reconstrucción de la acequia, entre ellos Justo Pastor Villamil. Las obras de reparación las dirigió el capitán Mariano Ibañez, pero simultáneamente se abrió un corto juicio acerca de su adminisración, entre Villamil y Rosalía Gonzales de Santalla, que reclamaba el derecho de sucesión de su marido Francisco de Zorrilla. Los subdelegados Diego Quint Fernández Dávila y Francisco de Iriarte, al no encontrar solución al conflicto, lo delegaron a manos del gobernador intendente don Sebastián de Segurola,

I Ballivían, Ob. Cit. p. 146 2 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 4, 1793. "Transacción y convenio sobre la acequia de Ananea entre Manuel Gonzales de Santala con Justo Pastor Villamil", 25 de abril de 1793 3 ALP. PT. No. 2, Larecaja, 1794. "Testamento de doña Rosalía Gonzales de Santalla", 25 de abril de 1794

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que determinó reconocer como dueño de la acequia a Justo Pastor Villamil; en esa ocasión se dispuso que por cada "mita" de agua, los mineros debían abonar cuatro pesos. Indudablemente una decisión injusta. Sin embargo, la disposición tuvo que ser modificada el 25 de octubre de 1791 por el subelegado interino Rafael Ruis, que dictó una solución salomónica, disponiendo que Manuel Gomales de Santalla (hermano de Rosalía) y Justo Pastor Villamil, se hicieran cargo de la administración de la acequia. Así de esa manera, trató de repararse la injusticia. Ahora bien. A Manuel le tocaba administrar los días lunes, martes, viernes y sábado; y, a Justo Pastor, los días miércoles, jueves y domingo de cada semanal. Ananea se convierte en una significativa referencia para comprender el poder existente en los centros mineros de Larecaja; esta acequia sirvió para que por más de medio siglo se beneficiaran Ramón Rovira, Francisco de Zorrilla, Rosalía Gonzales de Santalla, Manuel Gonzales de Santalla y Justo Pastor Villamil.

Otros empresarios mineros del centro minero de Yani disfrutaban de sus propias acequias. Por ejemplo, doña María Paula de los Ríos, era propietaria de dos estacas mineras en Tayne Zanja y de una acequia, que a raíz de su dificil situación económica, en 1795, la tuvo que arrendar a Toribio Ramirez en 50 pesos 2. Unos mineros de apellido Alva, también compartían un canal hidráulico, a Felipe le tocaba administrar seis días, mientras que a Marcelo dos días3. La medida fue adoptada en razón a la mayor inversión de Felipe Alva. Asimismo, Manuel Mariaca, admitía en 1796, tener derecho a una acción en la mina llamada Negrocochea de Tacacani, dado que en la construcción de su acequia aportó 200 pesos4.

3. 3. 3. Las técnicas de explotación en Tipuani

Para el análisis de las técnicas y métodos de explotación empleados en la ribera de Tipuani, se cuenta con el valioso testimonio escrito por Diego

1 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 4, 1793. "Transacción y convenio sobre la acequia..." Ms. cit. 2 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 6, 1795. "Traspaso de las estacas de minas en Tayme Zanja, Yani, de María Paula de los Ríos a Toribio Ramirez", 24 de septiembre de 1798 3 ALP. PT. Larecaja, No. 1, 1782. "Testamento de Felipe Alva,", 20 de noviembre de 1782. 4 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 5, 1796. "Testamento de Manuel Mariaca", 10 de mayo de 1796

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Power en 1784, documento que ha merecido estudio de Wilfredo Kapsoli (1986), y a las magnificas consideraciones vertidas por H. A. Weddell en 1853. En Tipuani se utilizaron dos sistemas de explotación del oro. Por una parte el trabajo en los faldeos(terrazas) y por otra en la playa del río, ambos sistemas de trabajo demandaban fuertes inversiones, el concurso de miles de trabajadores, el movimiento de grandes volúmenes de tierra, y la realización de verdaderas obras de ingenería minera.

Cuadro No. 19 Capas estratigraficas en Tipuani, según Diego Power,

1784

ira. capa " tierra colorada algo suelta y de bastante gruesos" 2da. "una lama (lodo) ) algo dura y menos colorada" 3ra. "otra más (roto) y azúl ambas de bastante color" 4ta. "sigue una tierra azúl con muchas piedras de mucho

más grosor de las antecedentes" 5ta. "Debajo de estas a veces se encuentra una tierra más

fina y que tiene oro que llaman venerillo" Eta. "Una tierra que llaman greda todas compuestas de

piedras grandes y pequeñas" 7ma. "otra que llaman tiquita. Este es de piedras mucho más

molidas y reducidas a una especie de arena tan gruesa y áspera como la mas granada sal del mar"

8va. "una capa tan dura que la llaman querqueta que resiste a las barretas ... esta dureza tira a verdusco y parece como cristalizada"

9na. "otratierra blanda de bastante grosor pero no siempre el mismo..."

10ma. " y debajo de esta se espera encontrar el que llaman Venero Grande que está asentado sobre el plan .. " Roca.

Fuente: Power, 1784

Los estudios geológicos de la cuenca del río Tipuani, determinan que el origen de los placeres aluvionales se deben a un proceso de destrucción de las vetas de cuarzo aurífero de la Cordillera Real hasta el Mururatal. Sin embargo, Diego Power, un minero del siglo XVIII, anticipándose a los modernos geólogos explica así el origen del yacimiento aurífero, "es casi

1 Ahlfeld 1972, Ob. Cit. p. 159

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ILUSTRACIONUo. 3 CORTE DE-'111V TEf;Rr:N0 AUPIFERO DEL VALLE DL TIPUA1I

WEDDELL:. 1353

o

1 Máquina, se ve el cuerpo de una bomba que atraviesa por un largo pozo el terreno aurífero y penetra hasta debajo del

venero en el •valle o incrustrado en la roca. donde se encuen-

tran las aguas de infiltracifon. R no Tipuani P Peffa(esquistos))

A Aluviones antiguos de los faldeos

a Aluviones Modernos b Releve, casquillo grisáceo o azulado formadó de elementps muy

dibersos

c Torería, capa formada de guijarro de diferente grosor, y a me-nudo redondeadas, de granito, de esquistos, de greda dura( amo-ladera) y de cuarzo

d Banquería, capa fuerte formada sobre todo de grandes bloques de granito entre. los cuales se encuentra algunas masas de es-quistos y dan mls raramente de cuarzo(metal)

e Tiquita; casquillo formado esencialmente de fragmentos red,:n-

deados de wrardto, del tamano de una arveja y hasta menos

i Greda, capa compuesta de fragmentos irregulares de granito

y de esquistos ligados mediante arena arcillosa

v Venerillo

V Veneró

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evidente que Tipuani no es criadero de oro; el que se halla parece que el

Diluvio lo llevó de otra parte y lo dsparramó en aquellos parajes que llaman

aventaderos" (1784). A pesar del escaso conocimiento de la historia natural

durante el período colonial, los mineros de Larecaja intuyeron

admirablemente las distintas capas estratigráficas que formaban la cuenca del

río Tipuani. El mismo Power, en 1784, identificó alrededor de diez estratos, y

en sus propias palabras lo traducimos en el Cuadro No. 19. Cada estrato

detallado minuciosamente, era reconocido a través de la coloración de la

tierra y de las piedras depositadas en las distintas capas. Estas apreciaciones de

Power no están distantes de las de Weddell, que en 1853, reconoció ocho

estratos (Véase Ilustración No.3).

3.3.4. El trabajo en los faldeos/terrazas

Haciendo una comparación de los datos proporcionados por Power

(1784) y Weddell (1853), vemos que ambos han contribuído con una exquisita

terminología minera utilizada en la explotación de los placeres aluvionales

de Tipuani. Coinciden en la importancia de la cocha y de los canales

hidráulicos en la explotación de los faldeos y de las playas del río Tipuani,

trabajos auríferos del período prehispánicol.

La explotación de los faldeos localizados en ambas márgenes del río, demandaba tres etapas de trabajo: la primera calificada de preparatoria; la segunda de plena acción de la fuerza hidráulica; y, la tercera de depuración y lavado de las arenas auríferas. La explotación en los faldeos podía realizarse

durante todo el ario calendario, debido a que los yacimientos se localizaban a

suficiente distancia del río. En opinión de Power, era menos costoso que los de playa.

La primera etapa, denominada como preparatoria, consistía en localizar

el sitio a trabajarse, generalmente un lugar elevado para la construcción de la

cocha y de los canales hidráulicos. Los empresarios de Tipuani, a través de

1 H. A.Weddell, Voyage dans le nord de la Bolivie et dans les parties voisines du Perou ou visite au district aurifere de Tipuani. Paris, 1853 p. 412. Este viajero francés, distingue en los trabajos en la playa dos formas de explotación: las de banquería y en las playas anchas. Además señala que, "recojió varios utensilios de los cuales se servían los gentiles en sus exploraciones, que los han encontrados en el senero del venero"

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I lu -U ración IN o. 4

CORTE DE TERRENO AURIFERO DE CHUQUIAGUILLO

SEGUN WEDDELL: 1853

C Compuerta de una coc ha(laguna) 1 abierta sobre el callejón

R Río de Chuquiagui/lo

P Plan de tierra

y Venerillos

a Tierra muerta

b Lama

c Cangallí

d Greda

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sus administradores aprovecharon el desnivel pronunciado del río para la construcción de la cocha. Weddell, ilustra la ubicación de una represa y de un canal hidráulico (callejón) en el lavadero de Chuquiaguillo (La Paz) (Ilustración No. 4), de características similares a las construidas en Tipuani. Esta etapa preparatoria comprendía también la excavación de socavones/galerías de 20, 30 y 50 varas de profundidad. En la segunda etapa, la fuerza hidráulica de la cocha, con el impulso violento del agua, provocaba el desmoronamiento de las capas estratigráficas de la terraza, el procedimiento se lo repetía una y otra vez, con el objeto de llegar al venero o yacimiento aurífero. Luego de este trabajo que duraba varios días, se limpiaba la pared de la terraza que recibía el nombre de respaldo. Esta etapa era de "bastante peligro para los barreteros y sus ayudantes", que horadaban "unas cuevecitas", llamados frontones, cuyas dimensiones eran de una y 3/4 varas de alto por uno de ancho y una profundidad de ocho varas. Entre cueva y cueva se dejaba un espacio denominado puente, sobre el que descansaba todo el peso de la terraza. Power (1784), añade: "después que cada barretero ha acabado su frontón todos estos se comunican por la parte interior en el fondo dejando un hueco; luego por la parte de afuera se adelgazan los puentes hasta aquel gran trozo de cerro como le falta el cimiento empieza a rajarse por la parte de arriba con lo cual y el irse desgranando las piedrecillas del remate avisa que no tardará en venirse abajo, lo que hace causando bastante ruido". Simultáneamente a este derrumbe, nuevamente entraba en acción la fuerza hidráulica de la cocha, cuyo impulso, esta vez tiene objeto de arrastrar las capas que aun faltaban por desmoronarse. Este proceso técnico conocido con el nombre de cochear, tuvo una doble función: primero, servía como un medio de explanación; y segundo, para el lavado de la arena aurífera. Posteriormente a este lugar, se le daba el nombre de suyu, que solía ser de diversas dimensiones. A decir de Weddell(1853), esta operación recibía varios nombres: cuando el agua era turbia, se denominaba auqueo; cuando empezaba a clarificarse, el chuancha; y, al agua cristalino, wawa chuancha.

Los mineros de Tipuani desarrollaron una fuerte tradición oral técnica que les permitía guiarse en el proceso de producción. La coloración de las piedras y el comportamiento de cada estrato facilitaba identificar y calcular la potencialidad del yacimiento aurífero. Cuando las capas estaban "muy revueltas con muchas piedras redondas como bolas mayores y menores mal

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puestas", era sinónimo de un mal presagio, se comentaba que estaba soplado; pero cuando presentaba un "buen aspecto, como en orden la tierra de una regular firmeza con bastantes piedras muy duras y de color negrusco", entonces era signo de localizar un buen venero. Precisamente con la localización del yacimiento, empezaba la tercera parte de la explotación, la de depuración de las arenas auríferas. El término que identificaba a esta etapa de trabajo recibía el nombre de quiebra. "que es picar el venero por dentro hasta encontrar el plan". A partir de este momento, el trabajo se volvía más complejo y delicado, comenzaba con el retiro del suyu el cascajo y los cantos rodados. La arena aurífera, impregnada de lodo, se la trasladaba hacia la cancha, localizada cerca al suyu. Según Power, el plan era de dos formas: "en algunos parajes de peña viva y en otros de una pasta o argamasa tan dura como la misma peña que llaman Cangallí". Los yacimientos auríferos generalmente contenían piedras pequeñas y de diferentes colores: a las "negruzcas" se los identificaba como vinchus, a las coloradas como vinchus finos, y a las coloradas ya pulverizadas de Iloco vinchus, aunque también solían presentarse piedras de color "negrillo azul y choco anaranjado". Finalmente había otro tipo de yacimiento que se caracterizaba por la presencia de el oro en forma de "ojo de pescado", que según Power (1784) era "muy pobre".

Todo el anterior proceso técnico se complementaba con la construcción de la segueña, que consistía en aplanar el sitio para colocar "mantas tupidas", en cuya cabecera yacía "un cajón de tres cuartas de ancho, cosa de media vara de largo y menos de cuarta de hondo". Terminada la construcción de este cajón, intervenían en el lavado del lodo aurífero trabajadores altamente especializados, que munidos en las manos de cachinas (bolas de piedra), procedían a remover la arena echada sobre la segueña, donde el oro por su propio peso se depositaba en el fondo de los interticios de la tojlla. Inmediatamente se retiraba la fina arena aluvial, procediéndose con el deslamado por medio de bateas, para luego obtener el metal preciado.

I Diego Power, Ob. cit. [1784], describe así la segueña: "al pie de éste cajón se pone un tabloncito más bajo, al pie ponen unas tablitas como cuatro dedos de ancho cortadas de manera que entre tablita y tablita quede un hueco como un dedo. Tienden estas tablitas hasta que todas ellas componen dos o tres varas de largo, y al pie de ellas hace curiosamente un empedrado suelto de piedras pequeñas hasta el salto. A uno y otro lado de todo esto desde el referido cajón para abajo se hace un caño con troncos de plátano u otra cosa equivalente que pegado al cajón tiene el mismo ancho de esta y hasta el salto(que hay ocho varas de distancia) se va angostando".

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3. 3. 5. El trabajo en la playa del río

Diego Power y de H.A. Weddell coinciden en muchos aspectos relativos a la explotación del oro en la playa del río Tipuani. Comparten la opinión de los altos costos elevados que demandaba esta forma de explotación. A diferencia del trabajo en los faldeos/ terrazas, en la playa sólo podía trabajarse de mayo a septiembre, es decir en época de invierno, mientras que en octubre y noviembre se hacía el lavado de las arenas auríferas.

Los trabajos en la playa fueron los más complejos en la minería aurífera colonial. A propósito, Pedro Vicente Cañete y Dominguez en 1787, afirma: "los prácticos de los lavaderos de oro, hacen unos pozos en las playas de Tipuani, en el paraje que mejor les parece, y al cabo de 4 o 5 varas, se encuentra una capa de tierra gredosa, dura, que es la señal del oro. Profundizan la excavación y todas las arenas de abajo lavan en bateas y de allí escojen el oro en pepita"1. La síntesis ensayada por Cañete y Dominguez, desde luego requiere una complementación más detallada. El trabajo en la playa, principiaba trazando un cuadro o pozo, para alcanzar una profundidad de 10 a 12 varas (8.35 a 10. 20 metros). Pero a las dos varas ya horadadas, el agua se convertía en el principal obstáculo para explotación aurífera. El cuadro o pozo anegado recibía el nombre de caldera. A decir de Power, "la primera tierra al cavar es muy suelta, delgada y ligera caso como polvo que llaman tivo. Debajo de esta tierra se encuentran muchísimos troncos sin duda dejados allí por las avenidas inmemoriales. Debajo de éstos se encuentra tierra y piedras con poca o ninguna diferencia como las que he contado" (1784). La presencia de agua a dos varas de profundidad tuvo que ser ingeniosamente combatida. En torno a la caldera, vieron la necesidad de construir pircas (paredes), de una y media vara de alto (1.20 mts.) y uno de ancho, que en forma escalonada descendía hasta el venero o yacimiento aurífero. El modo de extracción del agua de la caldera, nos los narra Power "el peón que está en lo más profundo alcanza un balde lleno de agua y se lo entrega a otro que está superior a él en la pasilla; éste al otro de más arriba y así de uno en otro hasta el que está superior a todos. Este lo vacía y vota otra vez adentro el balde" (1784). Este trabajo a cielo abierto se realizaba con la intervención de barreteros y baldiris, que munidos de costales cosidos

1 Cañete y Dominguez, Ob. cit. p. 671

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"dejando una abertura para que entre la cabeza y un brazo, les cuelga por delante desde el pescuezo a modo de delantal" (Power, 1784). Naturalmente que este trabajo era complicado, el minero inglés varias veces citado, prosiguiendo en su relato añade: "desde que se empezaba a baldear hasta que se acabe el trabajo no se puede soltarlo ni interrumpirlo ni solo rato, ni de noche y ya se ve que conforme se va profundizando se necesita más gente para esta maniobra, y como este trabajo es muy recio y repugnante es preciso doblar los trabajadores: por ejemplo si hay veinte hombres baldeando (que a veces son mucho más) es necesario hay otros veinte descansando para remudarlos. De noche en particular repogan mucho al entrar en cueros tapándose solamente lo preciso". Ciertamente, el trabajo se intensificaba a partir del baldeo, sólo concluía cuando se localizaba el yacimiento. Los mismos trabajadores se resistían en incursionar a sus profundidades, por lo que los empresarios mineros respondieron pagando mejores jornales. Una vez que se mantenía seca la caldera, se diseñaba el suyu, de donde extraía el lodo aurífero hacia la cancha. Las posteriores etapas del trabajo eran: "quebrar el venero, el plan y lavar la tierra de oro que se ha sacado con tanto trabajo no tienen diferencia alguna de lo que arriba se ha dicho"(Power, 1784). Inclusive la construcción de la acequia demandaba fuertes inversiones. Pedro Uberagua, accionista del lavadero de Romanplaya, tuvo que erogar 3.000 pesos, en la construcción del canal hidráulico1 . Sin embargo, los considerables gastos que se hacían en el trabajo en la playa eran ampliamente compensados por los grandes volumenes de oro que se recojían de su interior. El venero o yacimiento, localizado debajo de la peña denominada Cangallí, por lo general tenía la dimensión de 0.30 a 0.50 metros, una ley de 22.5 quilates, algunas pepitas pesaban más de media onza ( Power, 1784).

3. 3. 6. La experiencia de Diego Power

Quién era Diego Power?. Algunos datos han sido adelantados en el transcurso de esta investigación. Este minero de nacionalidad inglesa llegó al distrito de La Paz en tiempos del Obispo Gregorio Francisco de Campos, de quien recibió su confianza para emprender los trabajos mineros. Durante su estadía en Tipuani recibió apoyo económico del otrora minero Juan Bautista Oña. Entre 1774 y 1779, intervino en dos pleitos mineros: uno con Ambrocio

1 AHMJRG. RE, Leg. 1069, 1820. "Testamento de Pedro de Uberagua", 19 de junio de 1820

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Vásquez, por la posesión del lavadero de Sunturo; y, otro con el citado Vásquez y Manuel Rincón, por haber incursionado en el lavadero de ambos. Por este delito, el alto Tribunal de Justicia de la ciudad de La Plata, le sancionó con el destierro de la región, habiéndose trasladado a Lima, luego de nueve años de permanencia en Tipuani. Los nueve años de experiencia minera, Power lo expresó en un estupendo manuscrito, el cual ha sido considerado comparable al de Luis Capoche por su prolijidad y erudicióril.

Diego Power, como propietario de los lavaderos Jesús María y Merqueplaya de Tipuani, trabajó empleando las dos técnicas de explotación aurífera. Consideró que los sistemas de explotación en faldeos/terrazas y en la playa, sólo podían emprenderse porque las concesiones mineras así lo permitían. Tenía una propiedad de media legua en el curso del río Tipuani, con una extensión de 2.5 kms. Power no era el único minero que disfrutaba de semejantes concesiones, sino que todos los mineros sin excepción, se hicieron acreedores a una vasta propiedad minera.

Este minero inglés, reparó que muchos de los métodos de explotación podían superarse. Para este propósito introdujo el uso de barretas de una y 3/4 de largo que pesaban alrededor de 20 libras. En Merqueplaya se ingenió en construir una "máquina" para extraer agua de la caldera, sostuvo que "logrando con admiración de todo el haber acertado pero, poco tiempo me sirvió, porque no consistía sino de dos ruedas la una vertical y la otra horizontal que a modo de cabrestantes daba movimiento a la primera que tenía dieciseis cajones que elevaban y despedían el agua"2. La desventaja de este aparato diseñado por Power radicaba en que el agua no se podía extraer de más profundidad. Sin embargo reconoció el relativo éxito de esta innovación, vanagloriándose de tener "el gusto y mérito de haber acertado con lo que ningún otro había logrado". Más bien auguró para que en los venideros años, "con la misma aplicación y más ingenios, lo adelantasen de manera que llegue a evitar el costoso baldeo". Aunque el empresario minero Tadeo Ruis de Lara, al solicitar la playa de San Mateo de Tipuani, para obtener un mejor rendimiento del lavadero, sostuvo que "tengo hecha una

Kapsoli, ob. cit. p. 2 2 En la minería aurífera colonial de Larecaja, no se empleó ningún tipo de bomba para extraer el agua. Pentland en 1826, entre sus sugerencias había recomendado la utilización de "bombas tipo cadenas para este propósito. Dos décadas más tarde, el viajero francés Weddell, encontró las citadas bombas, principalmente en el trabajo de banquería.

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máquina que en el rico mineral de Chancharani y San Antonio de Esquilache, se aprobó su buen efecto que aquí tiene por la mejor comodidad de sus materiales"". Desconocemos las bondades de la máquina empleada por Ruis de Lara. Siguiendo el ejemplo de Diego Power, los empresarios del lavadero de San Agustín del Recodo, en 1807, procedieron a instalar "tres tornos" para sus trabajos en la playa2. Por otra parte, Power fue meticuloso en la explotación aurífera de Tipuani, a diferencia de otros empresarios, asistiendo personalmente a dirigir los trabajos. Comentó que cuando se horadaban los frontones, "puedo gloriarme de ser el único minero que hay logrado en mi tiempo esa felicidad pues en todas las demás labores se experimentan desgracias". Para la comodidad de sus peones, encomendó la fabricación de angarillas a fin de facilitar la extracción del lodo del interior de la caldera.

En Power encontramos a un dinámico empresario minero de fines del siglo XVIII. Radicó la base de sus operaciones en Lima, allí su administrador se encargaba de recibir lo producido en los lavaderos de Tipuani. Le preocupó el mal uso que se le daba al platino: "en estos veneros se halla la platina la cual siempre se botaba como cosa inútil por el ningún conocimiento de ella. En la misma ignorancia estuve yo hasta que vuestra merced se sirvió mostrármelo con cuya noticia luego escribí a mi administrador desde esta de Lima para que él y los demás mineros estén al cuidado de no desperdiciarla".

Funcionarios de la ciudad de La Paz, como el gobernador intendente el brigadier Juan Manuel Alvarez, para estimular la industria minera de Larecaja, remitió desde la urbe paceña a Sorata "dos cajones de ejemplares de la obra metalúrgica"3. Lamentablemente no sabemos el título del libro, pero en esos años circulaban la Química de Lavoisier, el de Chapatal y el Nuevo Sistema Mineral de Berzelius.

Definitivamente, la explotación mediante el trazado de cuadros o pozos en la playa era riesgoso y peligroso para la seguridad de los inversionistas y

1 ALP. RE. Larecaja, 1795. "Adjudicación de la playa de San Mateo, Tipuani, a Tadeo Ruis de Lara", 8 de agosto de 1795 2 ALP. EC. 1807. "Jacinta Gallegos a nombre de su hijo José Gallegos sobre una deuda que debe pagar José Benito Rodriguez a los socios mineros de San Agustín del Recodo de Tipuani". La construcción de los tres tornos demandaron el importe de 120 pesos. 3 ALP. LO. Larecaja, 1791-1797, f. 51, 5 de julio de 1792

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trabajadores. El año de 1788, la compañía minera de San Agustín del Recodo,

de propiedad de José Benito Rodriguez y de Sebastián de Segurola, sufrió una

considerable pérdida al inundarse sus calderas en varias oportunidades. Esta

embarazosa situación, también tuvieron que enfrentar en 1794 los

empresarios Joseph de Iriondo y Martín Joseph de Ochoteco, propietarios del

lavadero de San José de la Banda, que para desaguarla contrataron los

servicios del técnico Juan Esteban de Varacierto. En esta oportunidad,

Varacierto se comprometió extraer el agua desde más de cuatro y media varas

de profundidad, utilizando "maquinas, bombas o baldes", a un costo de 38

pesos y 2 reales por cada 24 jornadas de trabajol . Hay que destacar que los

trabajos de explotación minera en Tipuani, crearon otro tipo de especialistas

y empleos, haciendo más atractiva la región.

Pedro Vicente Cañete y Dominguez, en 1787, se animó a sugerir el

cambio del curso de las aguas del río Tipuani, "mudar las cajas del río, es

empresa muy árdua, por ser caudaloso y navegable en canoa"2. Esta sugerencia no tuvo inmediata repercusión entre los mineros de la región.

Sin embargo, los empresarios Andrés Coll y Julián Noboa en 1818,

emprendieron quizá una de las obras más espectaculares llevadas a cabo en

Tipuani, mudando el caudaloso río a la parte opuesta de su cauce natural, en

el trayecto comprendido entre las labores de Ancouta e Iscoa3. Esta obra de magnitud, no sólo por las dimensiones de trabajo sino por el alto costo que

supuso, más tarde redundó en la extracción de miles de gramos de oro.

La tecnología utilizada en las minas peruanas resultaron obsoletas para

fines del siglo XVIII, quedando rezagadas con relación a las empleadas en

México, donde se optimizaron los recursos técnicos y humanos. En relación a

las minas de Larecaja, es pertinente concluir señalando, que los mineros

prefirieron combinar las técnicas de data precolombina (el sistema de la cocha

y canales hidráulicos) con las técnicas de procedencia europea. Esta

1 AHMJRG. RE, leg. 1025, 1794. "Compañía de trabajo: Martín Josef Ochoteco y José Iriondo con Estevan Varacierto", 12 de abril de 1794 2 Cañete y Dominguez, Ob. cit. p. 671 3 ALP. RM. Larecaja,1818. Andrés Coll y Julián Noboa, sostenían: "al lado del pueblo solamente hay costa lista trabajable por lo que a fin de hacer en lo sucedido un trabajo formal hemos acordado entre los dos nombrados hacer una obra costosísima y peligrosa de como es de mudar el caudaloso río a la parte opuesta de su actual cauce a terrenos nuestros en que ya se a extraído el oro que tenían, cuya operación no sólo es perjudicial a nadie, sino que volvería a fomentar el deteriorado mineral".

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tecnología, resultado de las adaptaciones y demandas mineras, cobraron vigencia tanto en las minas de la cordillera como en los lavaderos del

piedemonte amazónico, demandando fuertes inversiones y el empleo de una nutrida cantidad de trabajadores. El uso de esta tecnología de rasgos precolombinos y europeos, pretendió ser modernizada mediante innovaciones que los propios mineros introdujeron en sus empresas, por ejemplo hay que destacar las actitudes de Diego Power, José Benito Rodriguez, Esteban Varacierto y otros.

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3.4.. La producción del oro en el distrito de La Paz.

La Paz, progresivamente alcanzó a situarse como una de las regiones más prósperas del ámbito de la Real Audiencia de Charcas. Este esfuerzo local, fruto de una larga concientización de sus pobladores, que vieron en el transcurso de décadas decaer la producción de la coca o los pequeños y fugaces experimentos mineros de explotación de la plata y del oro, vio un porvenir más promisorio cuando la urbe paceña se transformó en una plaza netamente comercial, gravitando sobre las provincias de su entorno.

La producción aurífera, como resultado final de un proceso complejo de producción, después de la inversión de capitales, del desgaste físico de los trabajadores y de la utilización de métodos y técnicas de explotación, requiere un tratamiento especial, más aún cuando la información que se dispone es extremadamente fragmentaria. Los contados funcionarios de la Caja Real de La Paz casi nunca remitieron informes acerca de la producción argentífera y aurífera de cada año. Las razones las explicaremos más adelante. Contrariamente a esta negligencia, en Potosí, debido a que la producción argentífera de las minas del Cerro Rico constituían el eje de la economía colonial y el principal ingreso de la corona, sus funcionarios dejaron una vasta documentación, que ha permitido estudiar las tendencias productivas de sus minas durante los 280 años de dominio colonial.

La ausencia de series de producción aurífera para el distrito de La Paz, en cierta medida se compensa a través de los impuestos metálicos (quintos de oro) sumados al final de la Carta Cuenta de la Caja Real de la dudad de La Paz, de dos escuetos informes de las empresas Liratini (1775-1778) y de El Cauce (1806) de Tipuani, y de los datos recogidos por H.A. Weddell en 1853.

La producción de oro en la jurisdicción paceña ha sido calculada a partir de los registros de los impuestos metálicos. Esta tarea en parte fue facilitada por John J. TePaske y Hebert Klein, que han publicado los cargos y datas de las cajas reales de varias ciudades de los virreinatos del Perú y del Río de la Plata, entre ellas de La Paz, para el período comprendido entre 1655 - 18241.

1 Véase John TePaske y Herbet Klein, The Royal Treasuries of the Spanish Empire in America.Volume 2, Upper Peru(Bolivia), Durham, Vol. 2, 1982

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Un 99 °, de los totales consignados por TePaske y Klein se hallan convertidos en pesos corrientes de ocho reales, que han permitido obtener primero, el valor total nominal de lo que importaba la producción aurífera de cada año, y a partir de este valor nominal y conociendo el valor de la onza de oro vigente en el mercado local (de La Paz), se obtuvo los volúmenes de oro producidos desde 1655 a 1824. Sin embargo, es pertinente anotar que la falta de información es acentuada, principalmente entre los años comprendidos de 1655 a 1779, y para el concerniente de 1780 a 1824, en el que faltan alrededor de 10 años. Esta carencia de datos es posible atribuirla al extravío de la documentación1, como a la pésima administración de los impuestos metálicos.

3. 4. 1. Corrupción o mala recaudación de los quintos de oro

Un inventario de documentos de la Caja Real de La Paz, levantado el año de 1800, por Pedro Nolasco Crespo y José García y Mesa, a raíz de la muerte de Patricio Antonio Carvajal, entonces funcionario del ramo público, permite informar que las recaudaciones de quintos de oro, se hallaban registradas en los "Manuales de Quintos de oro y plata y libro de remaches", aunque también se los podía encontrar en los "Libros reales comunes" y en los "Libros de la cuenta de partida doble" y "Libro real manual"2. Toda la documentación relativa a la economía colonial de La Paz, entonces se hallaba depositada en el edificio de la Caja Real localizado en un ángulo de la plaza mayor (actual edificio de la Prefectura del departamento de La Paz).

Pedro Nolasco Crespo y José García y Mesa, al encomendárseles la inventariación del archivo de la Caja Real de La Paz, hicieron un trabajo

1 Nicolás Acosta, Guía del viajero en La Paz, La Paz, 1880. Este autor proporciona una información conmovedora acerca del siniestro ocurrido en el Tesoro Público, donde se encontraban depositados "un rico archivo de manuscritos desde los primeros tiempos del coloniaje desgraciadamente ha desaparecido años há y el resto sirvió de combustible en el incendio de 20 de marzo de 1875", p. 29. 2 ALP. CR. D. 6, 1800. "Inventario formado por los señores Pedro Nolasco Crespo y José García Mesa de las cajas reales a la muerte de Protacio Antonio Carvajal". A propósito es pertinente citar a Gaspar Escalona Agüero (1640), sobre el Libro de Remaches, advierte que: "ha de estar guardado con la marca en la caja real, donde se asiente el peso, la ley y dueño, y las piezas que se manifestaren, quintadas para efecto", Ob. Cit. p. 17

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sumamente prolijo. A través de este inventario ahora se comprende el

porqué de la carencia de información de los quintos metálicos en la

jurisdicción paceña. Los "Manuales de quintos de oro y plata y libros de

remache", comprendidos entre 1565 y 1673, o para el año de 1800, se

encontraban sueltos y extraviadosl. El oro registrado en estos libros provenía

de los distritos mineros de Chuquiaguillo y Yani. Estas referencias confirman

nuestras hipótesis de que la urbe paceña, desde su fundación siempre se

constituyó en plaza importante de la comercialización del metal áureo.

Pedro Nolasco Crespo y José García y Mesa hasta 1800 quedaron asombrados por el mal manejo de la economía paceña, dado que no existía información correspondiente acerca de una centuria. A propósito es

conveniente remitirnos a lo expresado por estos funcionarios: "se advierte

que los Manuales de Remaches antiguos parece que se dejaron de llevar estos

libros en los años subcequentes, más no se encuentran desde el año 1673 hasta 1768"2. Indiscutiblemente la mala administración en la que incurrieron los funcionarios se reflejaba en la evasión de impuestos y en el contrabando

del oro producido en La Paz. De plano quedaron anulados los registros

metálicos, por lo que se carece de información del oro producido en la época

de auge de las minas del cerro Illimani, Coaquilta, Aucapata, Río

1 A propósito sería conveniente citar esta parte del inventario: Años

1565 -1569 1569 - 1571 1571-1637 1573 - 1579 1570 - 1572 1573 -1575 1576 1577 - 1578 1580-1606 1599-1603 1604-1608 1.609 1610 - 1614 1615 -1616 1616 - 1623 1624-1625

Rivadeneira 1625 -1633 1633 -1634 1634 - 1637 1637 - 1673

Oficiales Reales Sancho de Paz y Lorenzo Cantoral [no existe] Alonso de Estrada y Pedro Rengifo Lorenzo Cantoral y Francisco de Ríos Pedro Rengifo y Alonso de Estrada Lorenzo Cantoral y Francisco de Ríos Martín de Cárdenas y Juan de Arratia

1579 No hay (falta) Juan de Arratia y Martín de Cárdenas Miguel Ballejo y Alonso Gauna Ramón No hay (falta) Angel Ruis de Bustillos y Pedro de Ibarra No hay (falta) Gregorio Pardo y Juan de Tablares No hay (falta) Juan de Porres Loaina y Juan de la Torre

(falta) Feimín del Carte y Alvaro Feliz de Bargas Muxica (falta) Fermín del Carte y Alvaro Feliz de Bargas Muxica

6, 1800 Fuente: ALP. CR. D. 2 Ibid. MS. Cit.

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Chuquiaguillo, Sunchuli, Suchez, Yani y Araca. Sin embargo, el Libro de Remaches tuvo que ser reconstituido nuevamente desde el 30 de abril de 1768 hasta el 16 de julio de 1772, pero este esfuerzo de moralización administrativa fue efímero, dado que se volvió a interrumpir entre 1772 y 1796. Con la ayuda de Fulgencio Suarez de Figueroa, el Libro de Remaches fue sustituído por el Libro Auxiliar que cumplía los mismos objetivos que el anterior, entrando en vigencia desde el 3 de junio de 1796 hasta el 29 de diciembre de 17971. En el encabezamiento, el Libro Auxiliar del 3 por ciento del oro, destinado exclusivamente para la recaudación de impuestos, prescribía que sus valores debían ser copiados a los Libros Manuales. Los valores transcritos eran el peso, la ley, los nombres de los dueños del metal y el impuesto descontado para la corona.

Es pertinente citar un manuscrito muy revelador que caracteriza la producción minera paceña hacia 1778. El manuscrito de referencia lleva por título: "Razón del efecto de minas", dice a la letra: "Los asientos de minas del distrito de estas cajas [La Paz] no se pueden determinar, porque todas estas provincias son de minerales de oro y plata; y este es el motivo, porque principalmente no se puede entablar regla alguna de las manifestaciones de marcos de plata que debían hacerse, pues como se ha dicho ya sobre el efecto de zogues acostumbran llevarse a Oruro, y tal vez a Chucuito, en medio de las cuales caxas está esta de La Paz. No hay aquí en estos minerales las mitas, ni la formalidad y fixesa del trabajo que hay en Potosí, y otros asientos. No hay fomento ni persona que se dedique a hacer un arriesgo grueso de su caudal. El trabajo siempre ha sido ratero picando en este cerro o en otro hasta que la quiebra de la veta o el desvanecimiento de no corresponder el fruto de la esperanza los hace mudar de sitio llevados de la aficción de hurgar y escarbar de otra parte"2. El distrito de La Paz, a diferencia de Potosí y Oruro, acusaba un problema estructural, la dispersión de las minas en sus provincias. La "Razón del efecto de minas", es explícita en cuanto a la poca sistematización de los trabajos mineros. El hecho de que se realizaban calas en uno y otro sitio, muestran que la minería nunca fue tomada en serio, particularmente en lo que se refiere a la explotación de la plata. Pero esto no sucedía con la extracción de oro. El mismo manuscrito, especifica que la "gruesa" de la producción de oro salía de los lavaderos de Tipuani,

1 Ibid. Ms. Cit. 2 ALP. CR. 1778. "Razón del efecto de minas"

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Tacacoma, Camaquiri y Ticayapu [Ticalloco}, y en menor proporción de las minas de Araca y Lloxa, estas últimas localizadas en la provincia de Sicasica1.

3. 4. 2. La producción de oro en la jurisdicción paceña

Manuel Vicente Ballivián, en 1900, sostenía que las minas de oro de Bolivia, en el transcurso de 1540 a 1750, han producido & 420.000.000. Este mismo autor especifica que desde 1750 hasta las primeras décadas del siglo XIX, únicamente las minas y lavaderos de Larecaja y Caupolicán, produjeron $ 14.000.000, y desde 1818 hasta 1868, 150.776 onzas. Luego agrega que, el producto de las demás minas y lavaderos, a partir de mediados del siglo XVIII, se calcula en & 25.000.0002. Sensiblemente como varios estudiosos de la pasada y de principios de la actual centuria, Ballivián no especifica las fuentes de las que se sirvió para efectuar estas operaciones3.

De acuerdo a las sumas totales de los impuestos metálicos cobrados por la Caja Real de La Paz desde 1655 hasta 1824, se percibe que hay dos grandes períodos de producción del oro: el primero comprende de 1548 a 1769, y el segundo de 1770 a 1824. El primer período presenta varias dificultades para el análisis de la producción aurífera, debido al extravío de la documentación. Lamentablemenbte esta deficiente información no permite trazar la evolución de la producción del oro. Sólo se tiene referencia de alrededor de 29 años, que significan un valor nominal de 80.385 pesos, que equivalen una producción de 5.359 onzas de oro (154 kilos). Una cantidad bastante ínfima que no representa el verdadero potencial productivo del distrito.

La pésima administración queda patentizado por la consulta de otra fuente que evidencia que los impuestos metálicos eran cobrados cotidiamente. La remisión a Lima de estas recaudaciones cobradas a los mineros y mercaderes de La Paz, entre el 28 de noviembre de 1700 al primero de marzo de 1704, sugiere que la actividad minera era uno de los rubros más

1 Ibid. Ms. Cit. 2 Manuel Vicente Ballivián, Noticia política, geográfica industrial y estadística de Bolivia, La Paz, 1900, p. 36 3 Alejandro Revilla, tomando las referencias publicadas por Ballivián, condensando sus datos los ha reducido a toneladas, de ahí que estima que en el Alto Perú, en el siglo XVI se han producido 56 t., en el siglo XVII, 104 t. y en el siglo XVIII 72 T, haciendo un total de 232 t. finas de metal. "El distrito de Tipuani. Geología e historia". Revista Khrysos, No. 4, La Paz, 1988, p. 8

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importantes de la economía paceña del siglo XVIII. El oro atesorado por la Caja Real se remitía con una frecuencia de seis viajes por ario, probablemente cuando el correo llegaba a la ciudad. Entre 1700 y 1704, los oficiales paceños enviaron a Lima alrededor de 1642 onzas de oro (47 kilos), siendo el costo de transporte de dos pesos por libra de oro, que significa el uno por ciento sobre el peso del metal1.

Los altos impuestos pagados por el oro (21. 5 %) en este período fueron contraproducentes. De hecho alentaban la evasión de impuestos y el contrabando del metal. Para detener la escalada del comercio clandestino, las autoridades de la península determinaron la rebaja del gravamen a un 10 %, medida que entró en vigencia a partir del mes de enero de 1735.

El segundo período comprendido entre 1770 - 1824, puede calificárselo como el período más productivo del distrito de La Paz. Varios factores coyunturales han contribuído para el auge de la producción aurífera. Los cambios transcendentales operados en la administración colonial de Hispanoamérica, especialmente a partir de 1760, cuando se empiezan a implementar las reformas fiscales, como por ejemplo la rebaja del impuesto metálico a un 3 %, a partir del primero de marzo de 1777, la nueva dependencia de la Real Audiencia de Charcas del Virreinato del Río de la Plata desde 1776, o la sustitución de los corregidores por los gobernadores intendentes desde 1782, influyeron en el incentivo de la producción aurífera. En el plano social figura la sublevación indígena de 1780-1783, la subversión criolla que se manifiesta desde fines del siglo XVIII, profundizándose con las revoluciones iniciadas en 1809 y que culmina con la creación de Bolivia en 1825. En la escena internacional, España se encuentra involucrada en varios conflictos bélicos con Inglaterra y Francia respectivamente.

Estos factores coyunturales se vieron tonificados desde 1760, cuando los mineros empezaron a explotar los placeres aluvionales de la cuenca del río Tipuani. Alonso Carrió de la Vandera, a su paso por la ciudad de La Paz en 1773, confirmó que era importante productor de oro y plaza exclusiva de comericialización del metal. Estimó que "de la provincia Larecaja y otras, se puede asegurar que entran en La Paz anualmente cinco mil marcos de oro,

I ALP. EC. 1701. "Razón de las partidas de oro quintado remitidos a Lima por los oficiales reales de La Paz, con destino al oficial real Francisco de Llano"

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en tiempos regulares. Dos mil cuatrocientos pasan a Lima por los correos de cada año, según las cuentas que reconoció al visitar de más de siete, y aunque sólo caminen por particulares otros, tantos y sólo se extravíen y gasten en alhajas doscientos"1. Un 90 % de la producción de oro provenía de las minas y lavaderos de Larecaja, los restantes 10 % de Chuquiaguillo y Araca. Si tomamos esta referencia como verídica, se deduce que los mineros y mercaderes anualmente introducían a la urbe paceña alrededor de 40.000 onzas de oro (1.150 kilos, 732 gramos de oro). De esta cantidad 19.208 onzas de oro (552 kilos, 11 gramos) se los remitía hacia la ciudad de Lima, otra cantidad similar lo comercializaban particulares, y las 1.605 onzas de oro (46 kilos) restantes consumían los artesanos orfebres locales para la producción de objetos suntuarios.

La información que se dispone de las recaudaciones de los impuestos metálicos para el segundo período, permite mostrar las oscilaciones de la producción aurífera de La Paz entre 1780 y 1824, con una tendencia lenta del descenso de la producción aurífera. Naturalmente que este gráfico revela la situación coyuntural en cuanto a la evolución política y social de la región, donde se advierte que esta crisis ha ido corroyendo poco a poco la actividad minera de Larecaja. Pero en medio de esta crisis, los mineros, económicamente estables no se inmutaron ante el desarrollo de los acontecimientos políticos y continuaron en la actividad que les rendía frutos y ganancias. Hay que desterrar la idea que la guerra de los quince años por la Independencia paralizó por completo la actividad productiva altoperuana. Ni siquiera el famoso Cerro Rico de Potosí dejó totalmente su industria minera, pero es conveniente anotar que la crisis política terminó por imponerse sobre la economía regional.

En el Gráfico No. 5, se detecta en casi medio siglo cinco ciclos productivos claramente definidos; el primero con una tendencia acumulativa, y los cuatro restantes, con una lenta declinación de la producción del metal. El primer ciclo se inauguraría espectacularmente en la década del sesenta del siglo XVIII. Entonces Tipuani se hallaba con su máximo potencial productivo. Las reformas fiscales - la rebaja del impuesto metálico del oro al 3 % -, en cierta medida benefició la industria minera.

1 Carrió de la Vandera, Ob. Cit, p. 307

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Hasta 1780, hay una importante tendencia acumulativa, año en que se produce alrededor de 29.869 onzas de oro (859 kilos).

El segundo ciclo de producción que comprende de 1781 a 1796, comienza precisamente con la sublevación indígena. A raíz de este acontecimiento, la provincia más devastada fue la de Larecaja, tema que analizaremos en la cuarta parte de esta tesis. No sólo Sorata sufrió la asolación, sino también los centros mineros de sus distrito. En 1781, los libros sólo registran una producción de 4.617 onzas (141 kilos), que en relación a 1780, se estima que ha descendido a un 16. 5 %. Naturalmente que este porcentaje permite medir el impacto de la sublevación indígena en Larecaja. Sin embargo, en los años subsiguientes la actividad minera revivió de los escombros. En este segundo período de repunte productivo volvieron a intervenir todos los estratos sociales, jugando un rol importante los mercaderes e inversionistas paceños. Hubo una clara tendencia acumulativa de la producción aurífera, pues en 1796, las minas y lavaderos produjeron 29.375 onzas de oro (845 kilos).

Años Onzas Kilos

1781 4617 141 1784 10948 315 1785 12852 370 1789 13423 386 1790 15002 431 1791 19643 565 1792 22710 653 1793 24773 712 1794 28067 807 1795 21765 626 1796 29371 845

El tercer ciclo productivo que abarca de 1797 a 1804, se caracteriza por una relativa estabilidad de la producción de oro. Aunque con relación a los dos ciclos anteriores se advierte un significativo descenso, probablemente por los altos costos de producción y las repercusiones de los conflictos internacionales en los que España se vio involucrada, con Inglaterra y

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Francia. En estos ocho años la Corona exigió a las colonias americanas el envío de mayor cantidad de metales preciosos y caudales, para sostener sus enfrentamientos bélicos. A pesar de estos contratiempos, las minas y lavaderos produjeron:

1797 19108 549 1798 22702 653 1799 24877 715 1800 26373 758 1801 21190 609 1802 20912 601 1803 24125 607

El cuarto ciclo de producción se inicia en 1805 y culmina en 1820. Respecto al ciclo anterior se percibe otro significativo descenso de la producción de oro. Sin embargo, en esta tendencia se puede detectar una relativa estabilidad, aunque con menos volumen productivo. Durante este cuarto ciclo se produce el movimiento emancipador del Alto Perú. Durante la Guerra de la Independencia (1809 - 1825), las minas y lavaderos continuaron produciendo el metal precioso. La Revolución del 16 de julio de 1809 de la ciudad de La Paz y la campaña guerrillera encabezada por el cura Ildefonso de las Muñecas (1815), impactaron débilmente en la provincia. El afamado centro aurífero de Tipuani continuaba produciendo el metal precioso. A decir de H. A. Weddell, "ha sido tan poco afectado por las crisis políticas"1. No obstante de la abolición del trabajo forzado para los trabajos mineros, rubricado el 13 de noviembre de 1813 por las Cortes Generales y Extraordinarias de Cádiz, los empresarios de Tipuani seguían reclutando mano de obra en la provincia de Omasuyos2. Naturalmente, que se debe tomar en cuenta la distancia considerable en relación a las ciudades político-hegemónicas como La Paz, Potosí y Chuquisaca, constituídos en núcleos revolucionarios.

En este período de la empacipación, las minas y lavaderos de La Paz, produjeron:

1 Weddell, Ob. Cit, p. 179-180 2 Arze Aguirre, Ob. cit.

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1805 18146 522 1806 12046 346 1807 7662 220 1808 14292 411 1809 9990 287 1811 5658 163 1813 14454 416 1814 13673 393 1815 7900 227 1816 16554 476 1820 15215 438

El quinto ciclo de producción comprende cuatro años, de 1821 a 1824. Este ciclo se caracteriza por la absoluta declinación de la producción de oro. Los factores son relativamente conocidos, corno la insostenible situación política de los últimos años del período colonial. A esta incierta situación política, se añadía la propagación de la epidemia del "casavi" (tuberculosis) en la ribera de Tipuani, por cuyo motivo muchos empresarios y trabajadores tuvieron que abandonar los lavaderos de oro. Además, los empresarios estaban molestos por las extemporáneas intervenciones de los subdelegados de Omasuyos y Larecaja, que pedían que los indígenas no sean apremiados por el trabajo forzado, y por la exigencia de los títulos de concesión minera.

La producción en estos cuatro años fue de:

1821 8758 252 1822 11721 337 1823 1340 338 1824 540 15

Los cinco ciclos de producción detectados en el gráfico correspondiente de 1780 a 1824, muestran la declinante la producción aurífera. Este mismo panorama productivo es percibido en la producción de la plata en el Perú y en el Cerro Rico de Potosí, que a partir de 1800, la tendencia al descenso adquiere niveles traumáticos en el conjunto de la economía colonial.

3. 4. 3. Tipuani : "el Potosí de oro".

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El potencial aurífero de los placeres auríferos de Tipuani es mentado desde mediados del siglo XVIII hasta nuestros días. El volumen de sus yacimientos fueron comparados con los del Cerro Rico de Potosí. Según H. A. Weddell, Tipuani fue conocido como el "Potosí de oro"1. Desde luego que esta semejanza no es arbitraria. Ya el Obispo paceño Gregorio Francisco de Campos, visitando la región en 1769, fue testigo de su fama y bonanza. A su vez, en 1814, el longevo minero José Justo Estrada, rememoraba que de Tipuani "salía mucho oro", particularmente de las playas de San Juan, la Encañada, la Pampa del Recodo, San José de la Banda y del Rosario. Y, en 1780, alrededor de 12 importantes empresarios, calificados de precursores de la minería de Tipuani, extraían miles de gramos de oro de sus placeres auríferos.

La documentación de las decenas de empresas mineras de Larecaja todavía no está al alcance de nuestras manos. El Archivo de La Paz, excepcionalmente conserva dos valiosas referencias sobre la producción de oro, nos referimos a las empresas de Liratini y el Cauce de Tipuani.

Los datos de Liratini todavía son muy lacónicos. El propietario de esta empresa entonces era Joaquín de Trucios, que entre 1775 y 1778, recibió el soporte financiero de fray Bernardo Machicao. Un juicio promovido por los herederos de Machicao en 1791 contra la testamentaria de Trucios, motivó para que se exhibiera un "libro" donde se hallaban asentados las cuentas y datas existentes entre Trucios y Machicao. Separando únicamente el rubro del oro remitido desde el lavadero de Liratini a la ciudad de La Paz, se puede obtener la siguiente demostración (Cuadro No. 20 ).

Las fechas de remisión del oro desde Liratini, recuerdan que la explotación se realizaba en los faldeos/ terrazas, dado que este sistema posibilitaba la producción ininterrumpida durante todo el año. Indudablemente que los volúmenes del metal enviados por Trucios a fray Bernardino Machicao, solamente representan la parte de la producción

I Weddell, Ob. Cit. Este viajero francés, al comentar la explotación del oro en Tipuani, refiere: " al pasar de los medios bárbaros y antieconómicos utilizados en la extracción del oro de los veneros de Tipuani, los beneficios eran considerables, que ellos dieron a este lugar el nombre de Potosi de oro, con el cual fue conocido en esta época". p. 416.

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comprometida con su acreedor y no así de toda la producción del lavadero. En los cinco años, Trucios envió alrededor de 82 libras siete onzas y seis adarmes de oro, que imporataban 20.584 pesos y dos y medio reales, a un costo de 15.5 pesos la onza de oro 1 .

Cuadro No. 20 Volúmenes de oro remitidos desde el lavadero de Liratini

a la ciudad de La Paz por Joaquin de Trucios a Bernardo Machicao: 1775 - 1778

Fecha volúmenes de oro precio/ onza

importe/pesos precio/oro

2 / 2 /1775 15 Lib. 15 Oz. 11 ad. 4.017 ps. 4 1/2 rs. 15.6 21/ 9 /1776 15 15 11 4.017 3 1/ 2 15.6 22/ 9 /1776 4 1.005 5 15.7 10/12/1776 2 .506 2 15.8 8/ 2 /1777 4 6 5 1.28 41/2 16.1 27/10/1777 20 1 14 5.012 3 15.5 6 /3 /1778 4 15 14 1.198 1 14.9 25/ 9 /1778 9 2.238 21/2 15.5 28/12/1778 6 ( en pepitas) 1.464 1/2 15.2

Fuente: ALP. EC. 1791

La empresa El Cauce de Tipuani en 1806, tenía por propietarios a Josef Iriondo, Juan Rodriguez, Fulgencio Suarez Figueroa y corno administrador oficiaba el renombrado Andrés Coll. Los trabajos emprendidos en este año supusieron una importante inversión económica, y el empleo de una nutrida cantidad de mano de obra, alrededor de 1.124 trabajadores. Asimismo las labores se localizaban en la playa, inmediata al río Tipuani.

1 ALP. EC. 1791. "Autos de demanda contra la testamentaria del finado don Joaquín Trucios", 30 de marzo de 1791

175 4t S. V. L.

M.

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Cuadro No. 21 Diario de la lava de oro de la empresa

El Cauce, 1806 Fecha Libras Onzas Adarmes

Jueves 2 de noviembre (medio día) 3 4 8 Viernes 3 de noviembre 5 6 8 Sábado 4 de noviembre 7 3 3 Lunes 6 de noviembre 4 Martes 7 de noviembre 4 9 Miércoles 8 de noviembre 5 1 6 Id. en pella Lunes 24 de noviembre 1 11 Martes 25 de noviembre 9 10 6 Miercoles 26 de noviembre 10 7 10 Jueves 27de noviembre 9 4 Viernes 28 de noviembre 9 1 6 Sábado 29 de noviembre 9 8 6 Martes 2 de diciembre 12 12 4 Miercoles 3 de diciembre 12 11 Viernes 5 de diciembre 11. 8 Sábado 6 de diciembre (medio día) 6 11 6

se azogó 3 15 4 127 51 6

Fuente. ALP. E c. 1806

De acuerdo a un pequeño "diario de la lava de oro", registrada por el administrador Andrés Coll, desde el 2 de noviembre hasta el 6 de diciembre de 1806, la producción diaria de oro, era la siguiente (Cuadro No. 21 ).

Diego Power en 1784, testimonia que el lavado de las arenas auríferas extraídas de las playas, generalmente se los realizaba durante los últimos meses del año. Evidentemente, esta afirmación es corroborada por el diario de producción de la empresa El Cauce, que en 16 días de intenso lavado por trabajadores altamente especializados, se pudo recoger 127 libras, cinco onzas y seis adarmes de oro fino, a un promedio de 7.9 libras de oro por día.

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¿Eran rentables las empresas mineras de Tipuani?. Las inversiones en las minas y lavaderos de Larecaja daban la posibilidad de obtener importantes excedentes económicos. En el caso específico de El Cauce, la producción total del año 1806 alcanzaba la suma de 32.058 pesos; deduciendo los gastos exigidos en la operación minera, se sabe que 21.302 pesos (66.4 %) estaban destinados para el pago de salarios; 3.268 (10.1 %) en la compra de insumos (herramientas); y, 7.488 pesos (23 % ) de utilidad neta del trabajo. (Véase Grafico No. 6). Joseph B. Pentland, proporciona una magnifica referencia relativa a los excedentes obtenidos de la inversión minera en Tipuani; en 1826, un colega suyo, también de origen inglés, le comentó que invirtiendo 113 dólares, se podía obtener 180 dólares/pesos, es decir una utilidad neta del 58%i.

Gráfico No. 6 Inversión y renta de la empresa

El Cauce de Tipuani, 1806

• Salarios

Eil Insumos

El Renta

66%

La organización de las compañías mineras fueron de vital necesidad para la industria minera aurífera. Los aportes de los socios y accionistas se definía en función de la potencialidad y rendimiento del lavadero. En la empresa El Cauce, Joseph Iriondo y Juan Rodriguez como mayores accionistas, aportaron 6.000 pesos cada uno, mientras que Fulgencio Suarez Figueroa lo hizo con 4.566 pesos. Pero, como los trabajos demandaron más

1 Pentland, Ob. Cit. p. 67

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inversión de la previsto, los tres socios se vieron en la necesidad de invitar a Andrés Coll a participar en la explotación, quien trajo a la compañía 8.004 pesos, bajo el compromiso de recuperarlos a razón de 15 pesos la onza de oro, pero sin derecho a participar de los excedentes producidos por la empresa.

El descargo económico presentado a los socios de El Cauce, sin duda es digno de destacar, dado que la inversión de 1806 ha sido demostrada mediante la representación en volumenes de oro. Las utilidades generadas por esta empresa alcanzaban a 29 libras cuatro onzas y siete adarmes de oro, que según el convenio rubricado debían ser divididas equitativamente, correspondiendo a cada uno de los socios "nueve libras 12 onzas y dos adarmes de oro". Al parecer Coll incurrió en un grave yerro dado que los excedentes debían partirse de acuerdo a la inversión hecha en la compañía.

De acuerdo a los datos de producción recogidos en 1849 por H. A. Weddell , se sabe que en 1798 en una fisura del plano trazado en el lavadero de Cangallí, sus empresarios recogieron 12 libras 15 onzas de oro; en 1809, los accionistas de Ilumani, de "dos bateas" de arena aurífera, sacaron 29 libras, 11 adarmes y tres y un cuarto adarmes de oro; en 1819, en la empresa Salomón, de dos metros de venero, se recogieron 53 libras y 14 onzas de oros.

El citado viajero francés, asegura que Andrés Con en 34 años de trabajo, pagando el 3 % de impuestos, aportó a las arcas de la Corona, la suma de 236.000 piastras/pesos. En otra parte añade que, en la compañía formada por Francisco Garci Gutierrez y Sebastián de Segurola, trabajando la playa de San Agustín del Recodo, obtuvieron el beneficio neto de 2 millones de piastras/pesos. Por esa fabulosa ganancia, el canónigo Gutierrez de Escobar recibió el mote de "el korini", que traducido del idioma aymara, significa como el poseedor de oro. Finalmente, el otrora minero famoso Ildefonso Villamil, de 1823 a 1842, obtuvo una ganancia de alrededor de 106.931 pesos2.

Las referencias proporcionadas por Weddell no escapan a la veracidad de la producción de oro en Tipuani. Sus playas y faldeos (terrazas), atesoraban cientos de metros cúbicos de arenas auríferas, cuya extracción demandaba

1 Weddell, Ob. Cit. p. 408 2 Ibid. p. 417

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fuerte inversión, importante mano de obra y una adecuada tecnología, pero desde luego, suerte.

Ciertamente todavía no es posible evaluar la producción minera en el distrito de La Paz. Los datos proporcionados por Ballivián en 1898 y 1900, si bien no son confiables del todo, si dan una pauta del potencial aurífero dentro del tiempo de larga duración de la historia de la producción del oro. Respecto al problema que atañe a este trabajo, la producción de oro ha significado una importante contribución para el auge de la economía regional de La Paz. Hubo producción en el distrito desde la fundación de La Paz hasta nuestros días, pero esa producción está demasiado lejos de ser conocida en su verdadera dimensión. Las miles de onzas de oro introducidas en el mercado local, muestran que hubo provincias y empresas productivas del metal precioso. Y, Tipuani se convierte en el baluarte de la producción del metal precioso que, desde mediados del siglo XVIII, ha la despertado atracción de los capitalistas, para sacar de sus entrañas el preciado metal.

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3. 5. La comercialización del oro en La Paz, siglo XVIII.

No es exagerado caracterizar a la ciudad de La Paz como plaza importante de la comercialización del oro del ámbito de la Real Audiencia de Charcas. Disfrutaba de una economía regional diversificada, en la que la producción del metal áureo fue determinante para su articulación con el

mercado internacional.

La economía paceña del siglo XVIII, descansaba sobre la producción del oro, de la coca, de los textiles y de la internación de mercaderías de los puertos del Pacífico. La comercialización del oro se hallaba estructurada en torno al monopolio ejercido por la Corona, los gravámenes e impuestos metálicos, el contrabando, el rescate del metal, el papel de los mercaderes y mineros, y las rutas comerciales a través de los puertos del Pacífico y del

Atlántico.

El Estado colonial desde un principio enraizó el monopolio comercial de ultramar, convirtió a Sevilla en la válvula de su comercio exterior, ciudad donde funcionó la Casa de Contratación, institución destinada al "registro oficial de todos los cargamentos y pasajeros que atravesaban el Atlántico entre España y América". Sevilla detentó el comercio ultramarino por más de dos siglos, hasta que en 1717, la Corona dispuso el traslado de las instalaciones comerciales a Cádiz, ciudad que la disfrutó en régimen de exlusividad hasta 1765, año en que tuvo que compartirlo con los puertos de Alicante, Barcelona, Cartajena, Gijón, La Coruña, Málaga, Santander y Sevilla. Definitivamente el monopolio de Cádiz fue levantado en 1778, y es a partir de entonces que el comercio gaditano vivió la "etapa de mayor prosperidad, pudiéndose afirmar que éste fue su auténtico siglo de oro"2.

La estructura comercial en las colonias americanas, tenía una orientación muy particular, drenar metales preciosos y caudales con destino a la península. Respondía a una política económica orientada a la producción y comercialización de metales preciosos, con evidente menoscabo de las

1 Clarence H. Haring. Comercio y navegación entre España y las Indias. México, FCE., 1939, p. 75 2 Ibid. p. 39

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exportaciones agrícolas e industrialesl. Bajo esta perspectiva estatal, América fue integrada al mercado internacional, desempeñando la minería el rol articulador entre los centros de consumo y los centros de producción. Una regla general de este comercio metálico, fue que el oro y la plata estén quintados y fundidos en barrase, prohibiéndose el comercio del mineral en bruto. Los gravámenes sobre los metales preciosos era un derecho inalienable que la Corona cobraba a los mineros y comerciantes. La evolución de estos impuestos muestra que hasta 1735 se pagaba el 20 % más el uno y medio por ciento por derecho de Cobos. Posteriormente este monto bajaría a un 10 %,

finalmente a partir del primero de marzo de 1777, entra en vigencia el 3 %, permitiendo desarrollar tardíamente la minería aurífera.

3. 5. 1. Barretones de oro y el escudo de armas de la ciudad de La Paz

La fundición del oro y plata se realizaba con "extrema prolijidad". Cada Caja Real contaba con los respectivos fuelles y aparejos, la fundición se hacía en presencia de un contador, tesorero, fundidor, ensayador, balanzario y el escribano de hacienda, que en el momento del pesaje, se tenía presente la tablilla de equivalencias. En realidad estas funciones no siempre fueron desempeñadas como rezan la leyes mineras. Al "desvío" de los quintos metálicos, se sumaba los fraudes cometidos por los ensayadores, que remitían tejos y barretones alterando la ley del metal3.

Físicamente el oro se lo comercializaba en forma de barretones o tejos. ¿Era posible identificar el oro producido en las diferentes regiones de

América?. Una expresa solicitud presentada en 1685 por los oficiales reales de La Paz a sus similares de Potosí y de Lima, interioriza acerca de los instrumentos utilizados para el pesaje y sellaje de los barretones de oro. La referencia más temprana de pedido de instrumental para la fundición de

1 Ots Capdequí, Ob. Cit. p. 45 2 Al respecto, Haring refiere que: "ningún minero podía disponer del oro o plata en barras, ni convertirlo en vajillas o joyas hasta ser presentado en la casa de fundición donde se lo derretía, si era necesario se le ensayaba y se la imponía el sello real después de deducir el quinto, Ob. Cit, p. 198. 3 ALP. CR. 1691. "Cédula Real a los oficiales reales de La Paz", 9 de septiembre de 1691. En sus partes salientes, refiere: "Hace reconocido que las barras que esta caja se remiten a esta ciudad (de Lima) con malos ensayos que sucede oridinariamente que por no corresponder a la ley que señala".

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metales, data de 1552. Sin embargo, en 1685, los oficiales reales paceños refirieron que " por no auer letras ninguna con qué quintar y marcar el oro, se pidió al gobierno ymbiase [enviásel lo necesario para este efecto y de Potosí de su orden se remitió a esta real caxa diez gierros desde número uno a diez = Asimismo se remitió otro gierro con las armas reales y título de La Paz para marcar los barretones de oro que es con lo que al presente se quinta y marca en esta real caxa = Asimismo se remitieron de la real caxa de Lima una valanza para pesar el oro, y un marco de ocho libras = y siete puezas de castellanos que hacen setenta y un castellanos y tres piezas de tomines que hace ssiete tomines"1. El oro fundido en la caja real de La Paz llevaba como sello distintivo el escudo de armas, de manera que los barretones y tejos comercializados desde la urbe paceña podían ser identificados en los puertos y en la metrópoli, destino al que llegaba en última instancia. La ausencia de esta marca implicaba considerar a los barretones y tejos como contrabando, por tanto sujeto a confiscaciones y sanciones.

3. 5. 2. La guerra al contrabando metálico

El contrabando o comercio clandestino de los metales preciosos nació en oposición a la monopolización hispano-lusitana. Fue respuesta de los grandes comerciantes a los fuertes gravámenes que entonces cobraba la Corona, por efectos de comercialización. En realidad, el contrabando fue un capítulo pintoresco de la vida económica de las colonias, su prosperidad se atribuye a una necesidad de las poblaciones coloniales2. La evolución del comercio ilícito asombró al viajero alemán Alejandro Humbolt, señalando que para fines del siglo XVIII, manejaba "la cuarta parte del comercio exterior de la América española"3.

Según Sergio Villalobos, dentro de la estructura comercial y de navegación del imperio español, "correspondió a Chile y el Río de la Plata, la peor situación y la más absurda" . Los puertos más propicios para el

1 ALP. CR. D. 4. 1685. "Letras para marcar los barretones de oro y barras de plata y pesos y otros trastes que se han hecho siendo oficiales reales el contador Josef Usquinano y tesorero don Pedro de Eraso" 2 Sergio Bagú, Economía de la sociedad colonial. Buenos Aires, 1949, p. 121-122 3 Cita tomda de Sergio Bagú, p. 122 4 Sergio Villalobos, Comercio u contrabando en el Río de la Plata y Chile. 1700-1811. Buenos Aires, 1965, p. 15

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contrabando en América del Sur, fueron Buenos Aires y Arica. Aunque para la futura capital del virreinato del Río de la Plata, las autoridades expidieron concesiones especiales para exportar metales preciosos y caudales con destino a España, las que fueron posibles por la presión ejercida por los grandes comerciantes de la región1 . Obviamente, estas medidas administrativas coyunturales, no hicieron más que estimular el contrabando. Una Real Provisión de fecha 5 de agosto de 1724, rubricada por el virrey marqués de Castelfuerte, en su parte introductoria denuncia que estas concesiones especiales eran aprovechadas por los mercaderes, quienes exportaban "mayores cantidades de las provincias de arriba, así en moneda, como en barras, piñas extraviadas y oro", en el correspondiente a la parte resolutiva, advertía un registro minucioso de toda la mercadería proveniente de las provincias del distrito de la Real Audiencia de la Platal. La resolución de referencia no estaba dirigida a prohibir de plano el comercio por Buenos Aires, sino de sujetarse a las reglamentaciones oficiales.

El contrabando de metales se originaba en los mismos centros de producción. Las denuncias eran frecuentes. Los mineros de Yani y sus colegas del Cerro Illimani, en 1674 y 1684 respectivamente3, fueron acusados de comercializar el oro producido en sus minas directamente hacia Lima, evitando el pago del impuesto metálico. Este comercio ilícito era posible, por la relación estrecha existente entre mineros y grandes comerciantes de Lima, vinculación concretada por los créditos otorgados para la explotación del

metal.

En Buenos Aires, los receptores del contrabando eran franceses e ingleses. La presencia de comerciantes europeos no españoles, tiene como antecedente histórico, la colaboración francesa en la represalia contra los corsarios o piratas ingleses que acechaban las costas del Pacífico, a raíz de esta ayuda, numerosos comerciantes franceses quedaron favorecidos con

1 Escobari de Querejazu, ob. Cit. p. 23. 2 ALP. EC. 1724. "Bando publicado en la ciudad de La Paz sobre las determinaciones adoptadas por el virrey Castelfuerte". 3 ALP. CR. D. 1.1674. "Cédula Real a los oficiales reales de La Paz...." Ms. cit. ALP. CR. D. 4. 1684. "Auto de los oficiales reales de La Paz, haciendo conocer la preocupación del virrey duque de la Balata sobre el estado de los impuesto", 28 de de febrero de 1684. Este último documento reza: "Y por cuanto muchas personas se tiene noticia que han traido cantidades de libras de oro del asiento del Illimani sin haberlas traído a quintar..."

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permisos especiales para vender sus mercaderías en los puertos de Concepción, Callao y Buenos Aires, saturando los mercados locales. La reacción contra ese desmedido comercio se produjo entre 1716 y 1724, dándose por concluidas las expediciones francesas. En cambio, la presencia inglesa se hizo realidad, cuando Inglaterra y España, el 26 de mayo de 1713, firman el Tratado del Asiento de Negros, por el cual se les concedió el comercio exclusivo de negros en las colonias americanas por el lapso de 30 años. Ambas concesiones fueron ampliamente aprovechadas. Los ingleses en el puerto de Buenos Aires, utilizaron modos sutiles para realizar las compras clandestinas de plata y oro, transacciones que exigían rapidez y movilidad1.

Las rebajas de los impuestos metálicos, tendientes a eliminar el comercio clandestino y a fomentar la industria minera, tuvieron relativo éxito. La defraudación de estos impuestos continuó hasta que feneció el período colonial, problema que hoy en día tampoco se ha superado. En realidad no siempre se declaraba lo que realmente se producía en una mina o lavadero. Los comerciantes españoles, se habían acostumbrado a comprar "los metales sin amonedar, el oro en polvo y la plata en piña labrada" a fin de que ellos fijaran el valor conveniente2, se ingeniaron por evadir el control fiscal. Josep B. Pentland, sobre este particular, agrega que "la cantidad de oro producido en los últimos años...ha sido llevado fuera del país clandestinamente"3. No olvidemos que su informe data de 1826.

3. 5. 3. El precio del oro

La internación de mayores volúmenes de plata a Europa, automáticamente convirtió al oro en el metal más apreciado en el mercado internacional. Es así que las relaciones bimetálicas se inclinaron en favor del oro durante todo el período colonial, ya en 1497, era 1 a 11.5; en 1537, de 1 a 10.6; en 1686, de 1 a 16. 6; en 1728, de i a 16; y en las primeras décadas del siglo XIX, de 1 a 17 4.

1 Villalobos, Ob. Cit. p.33 - 34. 2 Ibid. p. 101 -102 3 Pentland, Ob. Cit. p. 90 4 Humberto Burzio, La ceca de la Villa Imperial de Potosí y la moneda colonial. Buenos Aires, 1945, p. 43

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El precio de la onza de oro se cotizaba de acuerdo a la oferta y demanda en el mercado internacional, cuyas repercuciones se hacían sentir en los mismos centros de producción. En el siglo XVIII, en la ciudad de La Paz -plaza principal de la comercialización del oro del distrito de la Real Audiencia de Charcas - el precio del metal variaba ligeramente, a principios de esta centuria se cotizaba en 14 pesos, un siglo más tarde, el precio vigente era de 16.7 pesos.

3. 5. 4. La Paz, plaza de la comercialización del oro

El comercio de esta ciudad, estaba acostumbrado a proveer el metal precioso a los mercaderes de Lima y a los artesanos locales. Los mercaderes, como representantes del capital comercial destinaron miles de pesos para el rescate y comercialización del metal áureo. El prestigioso mercader Ramón de Roxas, en 1764, mediante contrato de preferencia con Dámaso de Loza y Julián Esprella, desembolsó 6.000 pesos para el rescate del oro en las minas y lavaderos de Larecaja, acordando su entrega fundido y ensayado en la ciudad de La Paz "a razón de veinte reales y cuartillo cada castellano"1. Naturalmente, Loza y Esprella tan sólo oficiaban de intermediarios, con una fuerte obligación, de depositar en manos de Ramón de Roxas, 379 onzas de oro neto, quintado y sellado.

Los centros mineros de Larecaja fueron propicios para la manipulación del precio y la comercialización del oro. Se ha comprobado con hechos fehacientes, la actitud mercantilista de los funcionarios regionales como los corregidores y sus tenientes. A los controvertidos hechos cometidos en Yani por Antonio Montesdoca en 1666, de Francisco de Arguelles en 1702, de Antonio de Chaves en 1723; el tumulto protagonizado en Suchez por Silvestre de las Cuentas en 1737, ahora se añadían las extorsiones cometidas en Suchez, Yani, Ananea, Tacacoma, Itulaya, Camaquiri y Tacacani por Joaquín Mendez Melo y Manuel Gonzales de Santalla, en 1759 y 1769.

Los funcionarios de la hacienda real de La Paz, intentando detener el contrabando del metal precioso, resolvieron emprender la tarea de rescate en los mismos centros de producción. En 1759, encomendaron a Joaquín

1 ALP. EC. 1767. "Ramon de Roxas demanda a Julián de Esprella por 676 pesos y 1 real que debía traer en oro de la provincia de Larecaja". 6 de noviembre de 1767

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Mendez Melo, teniente de los pueblos de Charazani, Camata, Calijana y Pelechuco, comprar el oro producido en las minas de la región, para cuyo efecto destinaron 10.000 pesos de la real carta cuenta perteneciente a la recaudación de la urbe paceña. Mendez Melo, aprovechando su condición de autoridad regional, adelantó pequeñas cantidades de dinero efectivo entre los mineros de Suchez y Pata. El precio de rescate impuesto, la irrisoria suma de 13 pesos la onza de oro, era un precio usurario y por debajo del que se cotizaba en La Paz. Una medida arbitraria, producto de la coerción desatada en los centros productivos, cuyo peso recayó sobre los hombros de mujeres y mineros pobres.

Contra todas las expectativas funcionarias, Mendez Melo con el oro comprado, huyó de la provincia en dirección de Santiago de Chile. La codicia envolvió una vez más a un funcionario regional de la época. Para realizarlo se valió de su condición de portugues. Sin embargo, una rápida movilización de los oficiales paceños, que comunicaron a los puertos del Pacífico y del Atlántico acerca de la estafa cometida por Mendez Melo, al que lo describían como "alto de cuerpo, gruesudo, de semblante cargado la barba no muy cerrada, vestido de hábito de San Juan de Dios, de edad de treinta y seis y treinta y siete años". Mendez Melo, supo ocultar su identidad, camuflándose como religioso. Sólo así pudo llegar hasta Santiago de Chile, donde se le embargaron sus bienes por valor de 1.354 pesos, una cantidad inferior al recibido para el rescate del oro. En Santiago, declaró haber vendido una parte del metal precioso a la Casa de la Moneda, y de ofrecerlo a los mercaderes y en especial al marqués de San Felipe el Real, que le pagó 1.500 pesos. Tras su fechoría, pidió ser juzgado en términos de la Real Audiencia de Charcas. Y así fué. Por una decisión adoptada por los oidores del Alto Tribunal, se le restituyó sus bienes confiscados y se le retiraron las acusaciones, y se le conminó a exhibir "los documentos de sus cuentas, para relizar los "cotejos y demás diligencias"1 .

Los oficiales paceños, al disponer de las recaudaciones reales, un poco que se adelantaron a la propuesta de Alfonso Rodriguez Ovalle, que en 1776, sugirió el rescate de los metales preciosos por cuenta de las cajas reales de

1 ALP. EC. 1759. "Executivos contra Joaquín Mendes Melo por Miguel Fernández Duarte por estafa de 10.000 pesos dados para el rescate del oro de Larecaja". 1 de marzo de 1759

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cada ciudad americana, como una solución a la enorme cantidad de oro y

plata que se comercializaba sin quintare.

La ciudad de La Paz, de vez en cuando sentía la escasez del metal

precioso. En 1769, el contador Pedro Nolasco Crespo, expresó

fechacientemente "que ha llegado a mi noticia que el mercado de La Paz ha

presentado y reconocido prácticamente notable novedad en la falta del oro

que hace mensualmente su mayor opulencia, cuyas quejas y reclamos

asimismo en la inteligencia de haberse reprimido"2. Este intachable

funcionario, reconoce con amplitud que la urbe paceña era una plaza

netamente comercial del oro, que la convertía en una de las más ricas del

distrito de Charcas.

Crespo en persona inició una serie de diligencias en Yani, Ananea,

Tacacoma, Camaquiri, Itulaya y Tacacani. El objetivo era detectar las causas de

la escasez del metal. Cuando arribó a los centros mineros, se llevó inusual

sorpresa, dado que el teniente Manuel Gonzales de Santalla, al igual que sus

colegas anteriores, había estructurado el mecanismo de absorción de la

producción aurífera de la zona, cuyo modo de operación radicaba en

adelantar determinadas cantidades de dinero a fin de comprometer la

producción áurea. Pedro de la Serda, uno de los mineros danmificados,

relataba : "el señor corregidor le dio unos cien pesos para que se los diese en

oro, y en efecto el teniente del partido...le fue dando mensualmente de cuatro

en cuatro onzas que sigue dándolo cada mes porque quedan aquellos cien

pesos en pie, y le paga eldicho oro que entrega a razón de doce pesos la onza

aunque este declarante lo rescata a trece para dar cumplimiento que es el

precio asentado del rescate aunque los forasteros que lo necesitan también lo

pagan a trece y medio y catorce"3. A todas luces se percibe que hubo coerción

contra los mineros de la región. Otras declaraciones, afirman que la

imposición tuvo el carácter de "tributo mensual", que gravaba sobre Pedro

Serda, Diego Jaimes, Francisco Palacios, Toribio Medina, Rosa Palacios,

Thomas Arana, Francisco Arcaya, Agustina Loaiza, Josepha Aliaga y otros.

Las represalias y las hostigaciones hicieron escarnio entre los mineros.

1 José Jesús Hernandez Palomo, "El Estado general de la real hacienda de Perú, Chile y Río de la Plata de Alfonso rodriguez Ovalle". En Historiografía y bibliografía americanistas. Sevilla, 1978, p. 11 2 ALP. EC. 1769. "Sobre el embargo de minas en Larecaja". Ms. cit. 3 Ms. Cit.

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Gonzales de Santalla fue bautizado como "el teniente de oro", un apodo sui generis para identificar a un funcionario prepotente y mercantilista.

Las quejas fueron por doquier. Simón Palacios, fue más enfático. Afirmó que "todo el asiento [de Yani] llora y dama por este pecho [peso] y tributo que tienen cada mes principalmente las mujeres". Las estimaciones que hacían los afectados, refieren que mensualmente perdían entre seis y ocho pesos, rescataban a 13 para entregarlo a 12 a Gonzales de Santalla. Como no podía ser de otra manera, este funcionario respondía a las necesidades de los mercaderes de Sorata, particularmente a los portugueses Miguel Varela y Anastacio Suarez, con quienes combinaba sus tratos mercantiles.

Así como escaseaba el metal, muchas veces la ciudad se hallaba saturada por el metal precioso. Una carta remitida el 3 de febrero de 1795 por el médico y empresario minero Josef Granado al experto administrador de empresas Andrés Coll, en la parte relativa a la comercialización del oro, precisaba que; "yo no he podido vender aún el oro y por esto no he entregado plata a don José Iriondo, y con todo me atrevo a suplicarle que si piden plata en Camaquiri mande al mayordomo hasta cincuenta pesos para que no pare el trabajo"2. Obviamente, el mensaje trasmitido por Granado refleja la demanda de inversión en sus minas de la cordillera de Larecaja.

3. 5. 5. El transporte interior del oro: los arrieros

¿Cómo se conducía el oro desde los centros mineros a la ciudad de La Paz?. El transporte del metal exigía una vasta exigencia y seguridad por los peligros que rodeaba en el trayecto de los viajes entre una y otra localidad. Un juicio criminal seguido por Blas Bonilla a Juan Cárdenas sobre presunto hurto de dinero durante el viaje a Sorata en septiembre de 1798, permite analizar un aspecto que forma parte de la estructura de comercialización del oro, el papel de los arrieros.

Blas Bonilla y Juan Cárdenas, para fines del siglo XVIII, eran considerados como los arrieros más destacados que la minería del oro había

1 Ms. cit. 2 ALP. RM. Larecaja, 1795. "Carta remitida por José Granados a Andrés Coll", La Paz, 3 de febrero de 1795

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creado. En el juicio de referencia, Bonilla sin más dilación incriminó a su colega de haber perpetrado el hurto en el trayecto hacia Sorata. Describió así su trabajo cotidiano: "he acostumbrado conducir a esta ciudad en calidad de mandatario cantidades ingentes de oro de Tipuani y llevar asimismo de regreso dinero de igual consideración"1 . Visto desde cualquier óptica, era una labor extremadamente riesgosa, pues debían sortear los frecuentes asaltos de los bandidos en el trayecto. Probablemente los viajes se realizaban con un nutrido cuerpo de seguridad, con lo que se garantizaba la conducción del oro desde los centros de producción hasta los grandes capitalistas. En esa oportunidad, Bonilla se jactó de haber prestado sus servicios a José Benito Rodriguez, Domingo Chirveches, Diego Palacios, Pío Estanislao García, Matías Arrascaeta y Ventura Carpio, un grupo poderoso representante de la burguesía paceña. Inclusive D. Chirveches lo reivindicó como "indio del pueblo de Sorata a quien han confiado varios individuos del comercio de esta ciudad dinero de consideración para que los conduzca a Sorata y oro de Tipuani y minerales para éste y nunca dio mala cuenta de su entrega". No cabe duda que Bonilla se había ganado la confianza de mercaderes y mineros. Juan Cárdenas, su ocasional contendor, tenía también las mismas cualidades que su colega Bonilla. Era otro experto en conducir caudales y metales. Trabajaba para los empresarios Juan Santos Zavalla, José Iriondo, Manuel Rada, Francisco Mariaca y Andrés Coll. Por ejemplo, el empresario Juan Santos Zavalla, declaró haber entregado a Cárdenas "una carga de dinero" para sus actividades mercantiles del oro.

La arriería era un trabajo altamente remunerado por lo riesgoso de los viajes entre una y otra ciudad. Implicaba disponer de los medios necesarios para el transporte, recuas de mulas y un pequeño grupo armado para enfrentar cualquier contigencia. Se requería el crédito y confianza, sólo así los empresarios podían confiar sus intereses. Hay que imaginarse que transportaban "arrobas" de monedas de plata y cientos de libras de oro bruto. José Benito Rodriguez, hizo la entrega de 2.500 pesos en moneda de plata de ocho reales, en presencia de la marquesa de Aro, los que pesaban entonces

1 ALP. EC. 1798. "Blas Bonilla en la causa contra Juan Cárdenas sobre la imputación de robo de 101 pesos durante el viaje a Sorata", 3 de octubre de 1798

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aproximadamente más de cuatro arrobase. Es probable que para estos años ya se hubiera calculado la relación de pesos de las monedas de plata en cuanto al volumen de oro comprometido en la transacción.

3. 5. 6. Los mercaderes de La Paz y la circulación monetaria

Los registros metálicos de 1796, 1797, 1804, 1805, 1806, 1811, 1814, 1815, 1816, 1820 y 1821 respectivamente, manifestados por mercaderes y mineros en la caja real paceña, conducen a establecer nominalmente la circulación monetaria que demandaba la comercialización del oro en el distrito de La Paz. Condensando los datos cuantitativos de los libros auxiliares del 3 % y los libros comunes manuales, separando lo manifestado y descontando el tres por ciento pagado por persona en favor de la Corona, se evidencia que en todos estos años, alrededor de 217 mercaderes y mineros han estado ligados al comercio del oro. Cantidad significativa para una ciudad de 20,000 habitantes, que representaba lo más selecto de la burguesía paceña de fines del siglo XVIII. Es cierto que estas referencias son fragmentarias, pero es una de las pocas fuentes que se dispone. A estas deficiencias hay que añadir el metal que salía vía contrabando, muchas veces bajo protección de mercaderes y autoridades.

El rol protagonizado por los mercaderes todavía está insuficientemente conocido. Un 80 %, de los 217 mercaderes y mineros inmersos en el comercio del oro, son españoles llegados después de mediados del siglo XVIII, la mayoría de origen vasco, que poco o nada conocían acerca de la sociedad paceña. Sin embargo, los negocios emprendidos, como el oro, rápidamente les permitieron ascender en un medio social hasta entonces dominado por la aristocracia terrateniente. De los 217 mercaderes y mineros, un 20 % representaba a las antiguas familias paceñas.

Convencionalmente se seleccionó 52 de los 217 mercaderes y mineros ligados al comercio del oro. Los valores nominales obtenidos por año, apuntan que el comercio del oro manejaba fuertes cantidades de dinero. (Cuadro No. 22) Entre los mercaderes y mineros que generaron y acumularon importantes capitales en orden de importancia figuran: Ildefonso Villamil, que en siete

1 Ms. Cit. El juicio fue declarado improcedente por no tener evidencias reales, por lo que Juan Cárdenas pidió el resarcimiento de daños y perjuicios por valor de 649 pesos y 4 reales.

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diferentes años manejó 135.038 pesos; Manuel de Villegas, en cinco años dispuso de 124.874 pesos; Juan del Río, en cuatro años 110.184 pesos; Bernardino Sanchez, en seis años 103.870 pesos; Francisco Romecín, en cuatro años 89.720 pesos; pedro Uberruaga, en ocho años 71.304 pesos; Matías Arrascaeta, en seis años 69.253 pesos; Joseph Iriondo, en cinco años 66.029 pesos; Antonio del Río, en ocho años 64.550 pesos; juvenal Averasturi, en cuatro años 57.753 pesos; Francisco Palacios, en cuatro años 56.713 pesos; José Benito Rodriguez, en dos años 55.988 pesos; El resto de los mercaderes manejaba capitales por debajo de los 50.000 pesos.

3. 5. 7. Las rutas de exportación del oro de La Paz.

En la vinculación ultramarina de la Real Audiencia de Charcas, el eje económico de Potosí - Lima, tuvo la virtud de articular regiones y ciudades con un universo cada vez más orientado hacia el mercantilismo.

El Callao, puerto oficial de la Corona en América del Sur, y el de Buenos Aires, en un principio ilícito y legalizado a partir de 1776, sirvieron para vincular la región con el mercado internacional. El monopolio impuesto por el imperio español en las vinculaciones comerciales entre España y las colonias americanas, de una u otra manera, fue contraproducente para el desarrollo de las fuerzas productivas de la Real Audiencia de Charcas, que tuvo un comercio aprisionado, dependiente de Lima y de Buenos Aires. La utilización de ambas vías - del Callao y Buenos Aires - para la exportación de los metales preciosos y de los caudales con destino a la península, lejos de beneficiar a los productores, permitió crear un poderoso grupo de comerciantes en ambos puertos. La independencia económica si es que el término es apropiado, sólo fue posible cuando la corona levantó el monopolio en todas sus estructuras comerciales.

En el caso específico de la jurisdicción paceña, región de diversificada producción, los mercaderes desarrollaron timorátamente tres rutas comerciales: La Paz - Cusco - Lima; La Paz - Arica - Callao; y, La Paz - Potosí -Buenos Aires. Estas rutas fueron utilizadas de acuerdo a su expansión económica. Varios oficios prescriben la utilización de estas rutas comerciales para la remisión de metales y caudales.

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Los mercaderes de Lima, protagonistas de un papel histórico en la expansión comercial de la región, al forjar lazos de interdependencia económica, inclinaron a su favor un saldo de pingües ganancias, producto de las intercambios de mercaderías con sus colegas de las ciudades del interior del virreinato. En el caso específico de su vinculación con sus similares de La Paz, la historia demuestra que esa ligazón tiene un antecedente bien cimentado, que se remite a los pocos años de la fundación de la urbe paceña, acaecida en 1548. El modo de operación de los del Rimac radicaba en proveer créditos en dinero efectivo y mercaderías, a cambio de ser devueltos en metálico y en dinero, más el interés respectivo. Los ejemplos más ilustrativos de compromisos contraídos por mercaderes paceños con sus colegas de Lima, permiten mostrar la estructura comercial dependiente a partir de esas transacciones. Entre los ejemplos más ilustrativos, figuran las obligaciones contraídas en 1686 por Gaspar Esquivel (mercader de La Paz) con Roque Noriega (mercader de Lima), que por un crédito de 7.582 pesos remitió a Lima 140 onzas de oro; otro tanto ocurrió en 1705 por Joseph de Savater (mercader de La Paz) con Gaspar Montejo de Quiróz (mercader), que por un préstamo de 19.704 pesos remitió a Lima 613 onzas de oro; y, igual modo en 1706, el capitán Juan Antonio Argandoña envió a Lima 649 onzas de oro a su colega Francisco Cuntín y Araujo (mercader de Lima)1 . La nómina podía ser más larga, sin embargo, las remisiones de oro, plata y caudales entre 1686 y 1699, que se condensan en el Cuadro No. 23 , muestran que dos de los envíos a la metrópoli se realizaron por Buenos Aires, desde luego autorizados expresamente para la exportación metálica.

Dentro de esta estructura de comercialización, les correspondió desempeñar a los arrendatarios de las últimas encomiendas del distrito de La Paz, también el papel de mercaderes. Las recaudaciones tributarias que provenían de la apropiación de los excedentes comunales tuvieron un destino inesperado al ser trocados con el metal áureo. El sistema permitía estos cambios toda vez que la ciudad de La Paz tenía el suficiente oro inclusive para estas transacciones mercantiles. Por ejemplo, en 1685, el cacique Martín Fernández

1 ALP. RE. Leg. 51, 1686. "Fletamento: el capitán Gaspar de Esquivel a favor de Roque Suarez Noriega", 10 de mayo de 1686; ALP. RE. Leg. 93, 1705. "Poder: Josef Savater a Jacinto LOpez de Castro", 23 de enero de 1705; ALP. RE. Leg. 95, 1706. "Fletamento: el capitán Juan Murillo Argandoña con el capitán Juan Antonio de Argandoria", 3 de julio de 1706.

194

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Cuadro No. 23 Comercialización y Transporte del Oro y caudales

de La 'az a Lima, 1685 - 1699

Fecha Remitente/La Paz

Juan Girón

ransportad

Cristobal Vallejo (mercader)

Kilos Otras Mercaderías de or, )

3..9 12.000 ps

Costo Flete

70 ps.

Destinatario Ciudad

Pedro de A6nsano Lima 8/1/1655

5/4/1685 Juan Girón Marcos de la Mesa (mercader)

2 7 3.000 pa Joseph de la Rocha Lima Orquenta

5/7/1685 Domingo de Joseph de Usquiano Torren (Contador)

1.7 Juan del Valle Lima

7/7/ Juan y Pedro Joseph de Usquiano Martmez de Velasco(Contador)

9.4 Bernardo Lima Gurmendi

7/2/1686 Juan y Pedro Manuel Femandez Martínez Dávila (mercader)

7.9 2225 ps 217 Kilos de plata

Juan de Ganny Lima

10/7/1686

20/5/1686

Juan y Pedro Gaspar de Esquivel Martmez de Velasco (mercader Juan y Pedro Gspar de Esquivel Martmez de Velasco mercader)

13.6 13.6 10.2 263 kilos de plata

Roque Suarez Lima Noriega 5 Manuel Fernand ez Li ina Dávila o Juan de Garay4

21 7/1686 Miguel de Mariaca Juan de Valverde 6.8 Juan bautista Lima Oquendo

27/7/1686 Phelipe de Aragón Marcos de la Masa (corregidor) ) (mercader)

13. 0 Diego Manrique Lima

2/10/1692 Domingo Martínez Alonso Lopez del Valle de Taybo (mercader) (mercader)

4.8 3.507 ps. 9% Pascual Joseph de Lima Cueto

31/1/1693 Esteban Samorano Agustín de (mercader) Chaves

4.4 Alonso(.?) Cuzco (mercader)

31/1/1693 Juan de Mundaca Francisco de Gutierrez Borda (mercader de Lima)

7.0 9.707 ps. Tomás Parea Lima

23/1/1694 Pedro de Toledo Diego de la y Leyba Peña

3.0 Justo Perez de Lima Miranda

22/5/1695 Nicolás Mansilla Domingo de Villavicendo y Chavez y Juan de Manuel Mariaca de Ardiles (oficialeo reales)

3.5 46.950 pesos Oficiales reales Lima vía Cuzco

24/7/1695 Thomás de Zeballos Domingo de (mercader) Chavez

18.5 1.000 pesos Miguel Reman y Lima Tomás Sanchez Bustamante

27/6/1699 Phelipe Blanco Antonio de Orquen (mercader de Lima) y Cubilla y Pedro Ortíz de Foronda (mercader)

6.5 Juan (?) Madrid vía Buenos Aire

9/9/1699 Martín Salgado y Joseph Lozana Araujo

8.5 Pedro de Borda Madrid vL y Vergara (merca- Buenos der de Madrid) y Aires Miguel de Triarte (mercader de Sevilla)

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Chui a nombre de la encomienda de su Majestad, producto del cambio realizado de la recaudación tributaria remitió a Lima más de 34 onzas de oro; por su parte, en 1705 Joseph de Allende, a nombre de la Marquesa de la Mancera, con la misma dirección anterior envió 274 onzasl.

A pesar que la urbe paceña se localizaba en la parte más septentrional de la Real Audiencia de Charcas, la burguesía representada por los mercaderes logró capitalizar para sí las rutas alternativas para su vinculación con el mercado internacional. Se favoreció en gran medida por el comercio por Buenos Aires, contra toda las prohibiciones emanadas por las autoridades del virreinato del Río de la Plata, mantuvieron intactas sus vinculaciones con los puertos del pacífico. (Gráfico No. 7)

Los grandes mercaderes y empresarios mineros como Joseph Iriondo, José Benito Rodriguez, los hermanos Miguel Ignacio y Juan Santos Zavala y otros, eliminando a los intermediarios de los puertos del Callao y Buenos Aires, estructuraron una vinculación más directa con España. Naturalmente que al igual que sus colegas de otras ciudades americanas aprovecharon la libre internación de mercaderías, disposición rubricada por el virrey Zeballos el 6 de noviembre de 17772, y por el libre comercio reglamentado el 12 de octubre de 17783, dado a conocer durante la gestión del rey Carlos III, y la eliminación del monopolio comercial por la corona de España. Desde luego que este comercio desajenado destruyó al tradicionalmente desempeñado por Lima, contrariamente, Buenos Aires se transformó en el puerto más utilizado en las últimas décadas del período colonial.

Las amplias facilidades comerciales, suficientemente aprovechadas por los mercaderes de La Paz, pueden observarse a través de las relaciones establecidas con sus similares de La Coruña, Cádiz, Sevilla y Madrid. Los metales y caudales remitidos de la urbe paceña a estas ciudades españolas, en parte se los realizaba con la participación de intermediarios o representantes en los puerto del Pacífico y del Atlántico.

1 AlP. RE. Leg. 94, 1705. "Fletamento: Josef Erasmo de la Torre con Josef de Allende", 29 de agosto de 1705 2 Villalobos, oB. Cit. p. 52 3 John Fisher, "El impacto del comercio libre en el Perú, 1778 - 1796". En: Revista de Indias, Vol. XLVIII, Madrid, 1988, p. 402

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La actividad comercial emprendida por Miguel Ignacio Zavala entre 1788 y 1796 respectivamente, constituye uno de los ejemplos más ilustrativos de la capacidad negociadora emprendida por un mercader paceño. Un capitalista moderno de fines del siglo XVIII. Miguel Ignacio al igual que sus colegas, empleaba indistintamente los puertos del Pacífico y del Atlántico, exportaba oro, cascarilla -producto de gran demanda por sus bondades medicinales -y caudales o excedentes producidos por su actividad comercial. Por ejemplo Zavala, tenía por representante en el Callao a Agustín de Querejazu, y en Buenos Aires a Francisco de Segurola, Bernardo de Lecica, Manuel de Basavilbaso, Domingo Esteban Lynch, Martín de Goycochea y Martín Joseph de Ochoteco, algunos de los nombrados pertenecían al selecto grupo de comerciantes porteños1. También debemos mencionar al mercader arequipeño residente en La Paz, Juan Bautista de Arrospide, que rubricó contrato directo con Juan Saenz, que a la sazón era "vecino del comercio de Cádiz", por la cantidad de 34.200 pesos y un real, para que le sean remitidos en oro. Así se cumplió, dado que exportaron 96 libras y tres onzas de oro2. A estos ejemplos, es preciso incluir al yerno del oidor de Chile (Francisco Tadeo Diez de Medina), al capitán José Iriondo, que en 1803 rubricó con Pio Estanislao García "contrato de compañía y sociedad para comercio ultramarino y terrestre". Esta sociedad comercial reunió a dos empresarios entendidos en exportación del metal precioso, José Iriondo oficiaba de empresario-mercader local, mientras que Pio Estanislado García era un empresario español, que después de corta residencia en La Paz, traspuso el Atlántico para establecerse definitivamente en su país. El capital de arranque fue fijado en 42.527 pesos, de esta cantidad correspondía a Iriondo un 86.8 % y García un 13.1 %. La modalidad de esta transacción comercial radicaba en un intercambio de "efectos de castilla" por plata y oro3, donde el drenaje monetario y la exportación de metales eran un hecho sin precedentes.

I Eduardo Astesano, Contenido social de la revolución de mayo. La sociedad virreinal, Editorial problemas, Buenos Aires, 1941. Astesano, en este tomo ha publicado una lista larga de comerciantes de Buenos Aires, entre los que figuran: Luis Gardeazabal, Tomás Antonio Romero y Francisco de Segurola, que tuvieron activa vinculación con comerciantes de la ciudad de La Paz, p. 247 - 253 2 ALP. EC. 1814. "Juan Bautista Arrospide contra José Martín de Zuloeta por el incumplimiento de contrato de recpeción de caudales y tejos de oro en Cádiz". 3 ALP. RE, leg. 183, 1803. "Contrato de compañía y sociedad para comercio ultramarino y terrestre: el capitán de ejército Josef de Iriondo con don Pío Estanislao García", 30 de marzo de 1803

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Poletas de las fragatas utilizadas por Miguel Ignacio Zavala, 1792

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Cuadro No. 24

Oro, cascarrilla y caudales remitidos por Miguel Ignacio Zavala, minero y mercader de La Paz a España por los

Puertos del Callao y Buenos Aires: 1780 - 1796

Puerto Nonmbre de Fecha Representante de I. Tipo de mercancía Valor fragata Zavala en el puerto

Destinatario Costo Transporte

Callao N ra.Sra. de 10/12/1788 Agustín Querejazu 5.675 ps. Ir. en plata la Cabeza doble de cordoncillo

Cádiz:: Juan 0- 5 % Francisco Vea Murgufa

Callao Aurora 3/12/1789 Agustín Querejazu 32 cajones de cascarilla con peso bruto 259 arrobas, 16 libras.

Cádiz : Juan Francisco Vea Murgufa

Buenos Aires

La Infanta 25/6/1789 Manuel de Basavilbaso 1 tejo con 70 onzas 171 ps

8 adarmes, y 41 pesos en plata

Madrid: Bentura 0.5% Sutaeta

La Coruña: Juan 1.1/2% Francisco Vea Murgufa

Buenos Aires

El Col% 26/8/1789 Francisco de Segurola 2.949 pesos 3 reales en plata doble

Callao La Princesa 14/4/1790 Agustín Querejazu 35 I /4onzas de oro 574 pesos Cádiz: Juan 3/4% Francisco Vea Murgufa

Buenos Aires

San Francisco 1/7/1790 Francisco de Segurola 5 tejos de oro con peso de Paula de 181 onzas y 11 adarmes

y 57 ps. 5 rs. en plata Cádiz: Juan Fran- 1 1/4 % cisco Vea Murgufa

Buenos Aires

El Pizarro 13/ 11/17% Bernardo Lecica 1 tejo de oro con peso de 4 libras 7 onzas y 9 adarmes

La Coruña Bentu- 1 % ra Sustaeta

Callao La Reyna 2/5/1791 Agustín de Querejazu 74 cajones de cascarilla, con peso de 370 arrobas y 511 y 17 libras

Cádiz:: Juan Fran-cisco Vea Murgu fa

Callao Santa Marfa 2/5/1791 Agustín de Querejazu 50 cajones de cascarilla, con eso 250 arrobas y neto 339

Cádiz: Juan Eran-cisco Vea Murgufa

Callao La Reina 3/5/1791 Agustín de Querejazu 3 558 pesos en doblones de a 16

Cádiz: Juan Fran-cisco Vea Murgufa

Callao Santa Marfa 16/6/1791 Agustín de Querejazu 2.000 pesos en plaa doble de Magdalena cordoncillo

Cádiz: Juan Fran-cisco Ves Murgufa

Callao Nra. Sra. de 12/10/1791 Agustín de Querejazu 72 cajones de cascarilla con los Dolores con peso de 1125 arrobas y

14 libras en bruto

Cádiz: Juan Fran-cisco Vea Murgufa

Buenos

Aires

La Perla de 18/7/1792 Domingo Esteban Lynch 1 tejos de oro con peso de 301 Cadiz onzas y 14 adarmes

Cádiz: Juan Fran- 0.5 % cisco Vea Murgufa

Buenos Aires

El Pizarro 9/11/1792 Domingo Esteban Lynch 5 tejos de oro con peso de 301 onzas y 14 adarmes

Cádiz: Juan Fran- 1 % ciso Vea Murgufa

Buenos Aires

San Antonio 24/11/179 Domingo Esteban Lynch 5 tejos de oro con 276 San Josef onzas y 2 adarmes

Cádiz: Juan Fran- 0.5% Liso Vea Murgufa

Buenos Aires

La Descubri 4/5/1794 Domingo Esteban Lynch 4 tejos de oro con peso dora de 325 onzas y 11 adarmes

Cádiz: Juan Fran- 1 1 / 4 % ciso Vea Niurgu la

Buenos Aires

Atrevida 28/5/1794 Domingo Esteban Lynch 4 tejos de oro con peso de 280 onzas y 12 adarmes

Cádiz: Juan Fran- 1 1/4% cisco Vea Murgufa Cádiz: Ventura de 0.5 % Sustaeta

Buenos Aires

La Infanta 25/8/1796 Martín de Goycochea 1 tejos de oro con peso de 10 onzas y 14 adarmes

Buenos Aires

La Cantá 17/9/1796 Martín Joseph de 28 tejos con peso de 2.013 brico Oehoteco onzas y 25 adarmes

LaCoruña: Pedro 1% de Llano

Fuente: ALP. F.C. 1793

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Las boletas de partidas (Ilustración No. 5) del transporte ultramarino rubricados por los maestres de las diferentes fragatas en favor de Miguel Ignacio Zavala, dan una idea cabal de la red comercial existente entre la ciudad de La Paz, los puertos del Callao y Buenos Aires con puertos y ciudades de España. De acuerdo a las boletas, el costo ultramarino bordeaba entre medio y un cuarto por ciento sobre el valor y peso de las mercaderías transportadas a la península. Además era menester recabar una póliza de séguros de los metales antes de que fueran transportadas a los puertos de la península.

Miguel Ignacio Zavala, entre 1788 y 1796 remitió a España 19 partidas de oro, cascarilla y caudales a varias casas comerciales, cuyos destinatarios finales fueron: en Cádiz, Juan Francisco Vea Murguía y Ventura Sustaeta; en Madrid, el citado V. Sustaeta; y, en la Coruña, Juan Francisco Vea Murguía y Pedro de Llano. La frecuencia de remisiones por año variaba entre tres y cinco viajes por mar. En seis años, Miguel Ignacio envió 3.636 onzas de oro, 2.005 arrobas y 22 libras de cascarilla, y, 14.280 monedas de plata de doble cordoncillo. (Cuadro No. 24) Estas exportaciones coinciden con el auge del comercio ultramarino de Cádiz, que entre 1797 y 1818, vio partir y llegar 2.974 embarcaciones de y hacia las colonias americanas1. Naturalmente, que a finales del siglo XVIII, específicamente entre 1787 - 1797, España empieza a adaptarse al capitalismo, pero también debe confrontar el desajuste del comercio ultramarino por los conflictos bélicos con Inglaterra y Francia2.

Con propiedad se puede afirmar que la ciudad de La Paz era una plaza de primer orden de la comercialización del metal precioso. Hay toda una estructura de comercialización, desde el sello distintivo de los tejos barretones de oro con el escudo de La Paz, la forma del rescate del metal, el papel de los arrieros en el transporte en el comercio interior y las rutas de exportación hacia la península. El comercio del oro, por las ganancias obtenidas por los mercaderes, fortaleció a una burguesía que se caracterizaba por su participación en diferentes espacios productivos. La comercialización del metal supuso la puesta en circulación de importantes volúmenes del capital comercial, que indirectamente se apropiaban de los excedentes de los

1 Antonio García - Baquero, Comercio colonial y guerras revolucionarias. La decandencia de Cádiz a raíz de la emancipación americana. Sevilla, 1972, p. 52-53. 2 Pierre Vilar, Historia de España, Barcelona, 1987, p. 77

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productores del oro. En la ciudad de La Paz hubo un poderoso grupo de

comerciantes, muchos de ellos con participación directa en la producción del

metal, precisamente un buen porcentaje de este grupo de avanzada es el que

desarrolló un comercio directo con sus similares de España.

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4. Minería y poder

4. 1. Andrés Tupac Amaru, Gregoria Apasa y el oro de Larecaja.

La sublevación indígena de 1781, fue una respuesta contestataria al sistema de opresión que fueron objeto cientos de miles de aymaras y quechuas en lo que hoy es Bolivia y Perú. Por primera vez entonces se vio peligrar la estructura administrativa colonial en. América Meridional.

Este movimiento indígena de reivindicación social ha merecido atención de varios estudiosos, especialmente Boleslao Lewin (1943), Carlos Daniel Valcárcel (1977), Juan José Vega(1982), recientemente María Eugenia del Valle de Siles (1990) y otros que han realizado minuciosos estudios de las causas de la sublevación, los sucesos y enfrentamientos entre el ejército español y las huestes indígenas, el papel y la ideología de muchos líderes quechuas y aymaras, entre ellos de José Gabriel Tupac Amaru, Tupac Catad y otros lideres nativos, y las consecuencias punitivas que sobrevinieron a este movimiento social.

Considerando que esta tesis se halla más relacionada al rol histórico protagonizado por los mineros de Larecaja, es pertinente estudiar la devastación de la provincia, a partir de la importancia que el oro tenía en el entorno de la provincia, que como símbolo de riqueza y de intercambio podía beneficiar a los propósitos de los líderes indígenas; pero también, es preciso reflejar la conducta de Andrés Tupac Amaru y otros, cuando propusieron un posible acercamiento hacia los criollos de la provincia; y, finalmente la violencia indígena desatada contra los españoles, a quienes los consideraban causantes de su pobreza. Bajo estas premisas se abordará el cerco de Tuili, la destrucción de Sorata, la destrucción de los centros mineros de Tacacoma, Ananea, Aucapata, Yani, Suchez y Tipuani, y del "botín" capturado en la provincia por las huestes indígenas.

La producción aurífera - la más importante - y la producción cerealera, como el maíz y el trigo, habían convertido a Larecaja en una provincia minero-agrícola. A Larecaja se la consideraba atractiva en relación a otras

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provincias, por la absorsión de mano de obra y la inversión de capitales, sobre todo en el sector minero.

El panorama social que vivía Larecaja hasta 1780, era similar a las otras provincias y regiones del Perú y de Charcas. Una generalizada protesta y descontento embargaba al estamento indígena por los repartos, la tributación, la mita, los diezmos y los servicios personales. La estructura agraria de esta provincia, mostraba un fuerte predominio del sistema de haciendas sobre las comunidades, que a través de diversos mecanismos de coerción, como ser las ventas, las sucesiones, las apropiaciones y las usurpaciones ilícitas. Producto de estos despojos las haciendas llegaron a ocupar las 2/3 partes de las tierras agrícolas de la regióni. Por consiguiente había una mano de obra disponible y empleada en las mismas haciendas, que estaba ansiosa de reivindicación. A esta disconformidad nativa, se añadía el reparto de mercaderías en las comunidades, que para pagar sus deudas, empleaban su mano de obra en las minas y lavaderos auríferos de la provincia. A esta serie de injusticias, se agregaba la latente disconformidad de los empresarios y trabajadores de los centros mineros de Yani, Sunchuli, Tacacoma, Ananea, Aucapata, Consata y Tipuani, que, como se anotó arriba, también fueron objeto de los abusos y excesos cometidos por los corregidores y tenientes durante la imposición del reparto y del intento de monopolizar el comercio del metal precioso. Es que para esos años todavía estaba en la memoria de estos empresarios y trabajadores los sonados juicios seguidos a estos funcionarios en varios centros mineros desde mediados del siglo XVII y comienzos del XVIII.

Este descotento social de Larecaja, así explicado, tarde o temprano debía explotar. Y la mejor ocasión para expresar esas reivindicaciones fue la presencia de los líderes indígenas a partir de marzo de 1781.

4.1.1. El cerco de Tuili

Don Sebastián de Segurola llegó a la jurisdicción de La Paz precedido de un excelente curriculum militar, ostentaba la condecoración de la Orden de la Calatrava y el nombramiento de corregidor de la provincia de Larecaja. En Buenos Aires, Segurola tomó parte en la exitosa campaña española contra los

1 Desde fines del siglo XVI, en Larecaja se produjo una prematura expansión del sistema de haciendas, la misma que se legimitiza mediante las visitas composición de tierras de 1595,1618 y 1645.

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portugueses; poco después se trasladó a Sorata, sede de sus nuevas funciones. Gobernó Larecaja entre 1777 y 1780. Su gestión político-administrativa fue catalogada de fructífera. Dio un fuerte impulso a la industria minera del oro, incentivo los trabajos agrícolas en las haciendas y comunidades, pero el mayor éxito en sus tareas administrativas lo consiguió al mantener el orden en la provincial .

Las noticias relacionadas a la sublevación indígena de Chayanta, a raíz de la detención de Tomás Catari y la protagonizada espectacularmente por Tupac Amaru en Tungasuca, Cuzco, en noviembre de 1780, rápidamente se irradiaron en las comunidades de las provincias paceñas. Precisamente, el 30 de diciembre de ese año, Sebastián de Segurola antes de abandonar la población de Sorata, para tomar posesión del cargo de Comandante General de la ciudad La Paz, por encargo de Jerónimo de Rueda, Presidente de la Real Audiencia de Charcas2, tomó las respectivas providencias en Sorata ante un eventual ataque nativo. A través de un interrogatorio promovido por el propio Sebastián de Segurola sobre los gastos económicos llevados a cabo en Sorata, se sabe que organizó a su costa las milicias asalariadas, a las que proveyó de armas y pólvora, y que pretendió reunir un pequeño arsenal bélico; asimismo con una parte de sus caudales costeó las expediciones de José Pinedo, Cipriano Ruis de Cabrera y de Agustín Sanchez3. Según María Eugenia del valle de Siles, el material bélico mandado a comprar y fabricar por Segurola, consistía en 100 lanzas en Sorata, 100 en Tipuani y 300 más encargadas a Arturo Guirani. Por otra parte envió expresamente a La Paz al mercader Martín Ochoteco para que adquiriera armas de fuego, quien pudo obtener 3 escopetas que costaron 367 pesos, 9 sables grandes, 18 libras de plomo, 200 piedras de escopeta y una tienda de campaña de valor de 400 pesos. También envió un comisionado a Pucarani a comprar pólvora y ejercitó a dos oficiales para que pudieran prepararla en Sorata. También por orden suya, su cajero, Juan Bautista de Ibarrola, instaló más tarde una fábrica

1 ANB. EC. No. 39, 1782. "Expediente acerca del nombramiento del Justicia Mayor del partido de Larecaja, Sebastián de Segurola". 2 Sebastián de Segurola, Diario del sucesos del cerco de La Paz en 1781 hasta la total pacificación de la rebelión general del Perú. La Paz, 1872/1977,p.21 3 ALP. EC. 1782. "Interrogatorio promovido por Sebastián de Segurola sobre los gastos económicos llevados a cabo en Sorata, en defensa de aquella población de la provincia de Larecaja"

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de pólvora con cuatro maestros y una oficina de herrería con seis oficiales en la propia casa del corregidor) .

El 2 marzo de 1781, el Coronel José Pinedo, partía de la ciudad de La Paz en dirección a Puno, con una expedición de auxilio para colaborar en la defensa de esa ciudad lacustre, ciudad que entonces la defendía su corregidor, el general Joaquín Orellana. Esta expedición en su trayecto sufrió una de las mayores derrotas de una tropa de la Corona ante las huestes indígenas en el campo de Quequerani, lugar muy próximo al pueblo de Moho en la ribera Oriental del lago Titicaca. A través de dos sucesivas derrotas, Pinedo y los soldados que le acompañaban se desbandaron y escaparon hacia los valles y quebradas de la provincia de Larecaja. En esa desesperada acción trasladaron las operaciones militares del altiplano hacia los valles mesotermos, en su sector norte. Perseguidos por las huestes indígenas, Pinedo junto a sus colaboradores más cercanos resolvieron refugiarse en Sorata, mientras otro contingente numeroso marchó por el camino real que conducía a Consata, alcanzando el sitio denominado Alto de Pucara o Tuili. Tuili revestía importancia, por cuanto era un paso obligado de comunicación con los centros mineros de Ananea, Itulaya y Consata, y con las misiones del Mapiri y del Guanay.

A las tropas de la Corona refugiadas en Tuili, más tarde se agregaron varios vecinos españoles y criollos y mestizos (cholos) de las poblaciones de Aucapata, Ayata, Chuma, Charazani, Chuchulaya y Quiabaya. Una buena parte de esos soldados improvisados, eran mineros. La fuerza peninsular en Tuili la comandaba Antonio Molina, minero natural de Aucapata, experto en detectar filones de oro en la región, de edad de 33 años. Molina tuvo una controvertida actuación dentro la subelvación indígena en Larecaja.

El sitio escogido por Molina para ofrecer resistencia a los ataques indígenas era demasiado escabroso, uno de los frentes daba vista al río Llika o Ticalloco, en cambio la parte que la vinculaba con Tacacoma, era una ligera planicie. Por otra parte, Tuili se halla cubierto por una densa neblina durante varios meses del año, que dificulta inclusive la visibilidad a corta distancia2.

I Del Valle de Siles, Historia de la rebelión de Tupac Catad, 1781. Don Bosco, 1990, p. 106 2 Tuili es una pequeña ciudad fortificada del periodo prehispánico, corresponde al apogeo de la cultura Mollo que habitó la provincia entre el

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Antonio Molina y los 600 hombres que le acompañaban en un principio dieron tácticamente un paso erróneo al refugiarse en Tuili, pues se hallaban desprovistos de una rápida escapatoria, y siendo imposible ofrecer una prolongada resistencia. A mi entender, aquí comienza la secuela de desaciertos cometidos por Molina, que sorpresivamente se vio rodeado y cercado de 10.000 indios. A pesar de su incómoda situación, Molina mantuvo contacto con José Pinedo que entonces se hallaba también defendiendo Sorata, a quien le informó de los pormenores de su campaña.

El cerco de Tuili se prolongó alrededor de tres meses. Durante este tiempo se produjeron alrededor de 39 escaramuzas entre las tropas de Molina y las comandadas por Andrés Tupac Amaru. Los días más violentos fueron el 27 y 28 de mayo de 1781, en el que murieron 150 españoles y 700 indiosl. A fin de acelerar la rendición de las tropas de Molina, los caudillos nativos resolvieron suspender el suministro de agua, destruyendo una antigua acequia que conducía el líquido elemental de vida a Tuili. Antes de celebrarse "las paces" o "el encuentro"2, o más acertadamente la rendición de los sitiados, se produjeron algunas tratativas para arribar a un entendimiento entre ambas partes. Andrés Tupac Amaru y Antonio Molina intercambiaron algunas cartas. Andrés en la carta correspondiente al 20 de junio, le manifestó su predisposición de un acercamiento hacia los criollos y mestizos o cholos 3, siguiendo los ideales trazados por José Gabriel. Este mismo espíritu tratará de hacer prevalecer durante el cerco de Sorata y la ocupación de Tipuani.

Con todas estas consideraciones, los líderes indígenas insistieron a Molina y sus hombres a celebrar las "paces" o a una rendición formal. Las cartas enviadas el 22 y el 24 de junio prueban esta afirmación. Ambas estaban

siglo XII al XV de nuestra era. El autor de esta tesis tuvo la ocasión de visitar Tuili en ocasión de la prospección arqueolóogica realizada a la provincia de Larecaja en compañia del arql. Juan Faldín en 1982 y 1983. 1 ANB. EC. No. 62, 1782. "Segundo Cuaderno de la sumaria, confesión y otras actuaciones de la causa criminal que de oficio se sigue contra don Antonio Molina, por la rebelión e infedilidad que se le imputa y pone ante el señor juez". 2 María Eugenia del Valle de Siles, para estudiar la rendición de las tropas de Molina, prefiere utilizar los términos de paces o encuentro entre ambas tropas. p. 90. 3 ANB. EC. No. 62, 1782, "Segundo cuaderno...". Ms. cit.

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rubricadas por Andrés Tupac Catan en el campamento de Tacacoma1. Así, llegó el 27 de junio. Antonio Molina reunió a su tropa para persuadirles a aceptar la propuesta de Andrés Tupac Amaru, sesión en la que se realizó un recuento de lo sucedido hasta ese día en Tuili. Ante las pocas probabilidades de prolongar la resistencia al cerco indígena, las tropas leales a la Corona terminaron por acoger los términos propuestos por Tupac Amaru. El Acta de la Junta Militar de Tuili lo firmaron Antonio Molina, Pedro Gironda, Lorenzo Arcaya, Bernardo Aparicio, P.L. Molina, Félix Cornejo, Blas Gil, Asencio Sanchez, Cayetano Aliaga, Rafael Cortéz, Victor Molina, Fernando Zenteno, Bernardo Villegas, H. Jerez y Mariano Gutierrez2, todos los nombrados importantes hacendados criollos y mestizos de Ayata, Chuma y Aucapata. De esta manera se daba fin al episodio de Tuili. El 28 de junio las tropas de Molina se hicieron presentes en el lugar acordado, alli las tropas de Andrés Tupac Amaru les confiscaron sus armas. Muchos de los defensores de Tuili inmediatamente tomaron partido por la causa indígena, en cambio otro tanto retornaron derrotados a sus lugares de origen. Entre los que reconocieron la posición ideológica de Andrés, figuraba Antonio Molina. No cabe duda que el episodio de Tuili favoreció íntegramente a las huestes indígenas, por lograr un acercamiento hacia los criollos y mestizos de la provincia.

4.1.2. La destrucción de Sorata

Sobre la destrucción de Sorata existe una valiosa información, principalmemte proveniente de declaraciones de testigos oculares que sobrevivieron al cerco de la capital de la provincia de Larecaja y de los indígenas interrogados después de su devastación. Los líderes indígenas conocían ampliamente la importancia que tenía la provincia para sus posteriores acciones. No cabe duda que consideraron que en Sorata se guardaban los caudales de los ricos empresarios mineros y el oro que se transportaba hacia la ciudad de La Paz para su comercialización.

1 La carta del 22 de junio de 1781, expresamente reza: "En vista de V,M, quedo enterado, persuadiéndome a bajar a las inmediaciones de la calzada, para cuya bajada deberá V.M. dejar todas las armas acuardetaladas, que asimismo habré de hacerlo a la 1 de la tarde". Carta firmada por Andrés Tupac Amaru ANB. EC. No. 62, 1782, Ms. cit. 2 ANB.EC.No. 62, 1782. "Segundo Cuaderno..." Ms. cit. ;del Valle de Siles, Ob. cit. p. 100-104.

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Los primeros ocho meses del año de 1781 fueron los más activos de la sublevación indígena. El primer cerco a la urbe paceña se había prolongado del 15 de marzo al 29 de junio; el de Tuili, principiaba desde fines de marzo hasta el 27 de junio; mientras que el sitio a Sorata se inicia a partir del 1 de abril, de manera que simultáneamente a los hechos que acontecían en La Paz y Tuili, Sorata también era objeto del amedramiento indígena. Las estrategias planificadas sobre la capital de la provincia de Larecaja fueron diferentes. Por una parte se hallaba la ordenada por Sebastián de Segurola, de suministrarle los medios necesarios para su defensa y concentrar en la población a los ricos mineros y hacendados de la provincia, para protegerse conjuntamente de la arremetida indígena. Estas medidas se complementaban con la demolición de los puentes, destrucción de los caminos y de la construcción de trincheras para detener el avance nativol; por otra parte, estaba el plan indígena, de sitiar a Sorata y de construir una cocha sobre el actual río de San Cristobal2: En la construcción de la cocha (dique) intervino un importantísimo grupo de mineros, en su mayor procedentes del centro minero de Ananea. Uno de los estrategas de esta obra fue Francisco Xavier Barriga, natural de Arequipa, en esos años asistente en los asientos de Aucapata y Ananea. Barriga en declaraciones vertidas ante el interrogatorio al que fue sometido, admitió la autoría de la construcción de la cocha. Se sabe que en la obra trabajaron incansablemente día y noche numerosos barreteros y más de 2.000 indios, que durante 60 días proveyeron de piedras, barro y otros materiales 3. Otro criollo que se destacó en esta construcción fue el minero Francisco de Figueredo, a quien se lo conocía como "capitán" de los minerales de Yani4.

La participación de los mineros criollos y mestizos fue seguida con sumo interés por parte de los líderes indígenas. Coincidía con los planes ideológicos trazados por José Gabriel Tupac Amaru, de efectuar una alianza con los criollos americanos y los mestizos. Boleslao Lewin, refiere que, "el Inca empleaba todos los medios a su alcance para deshacer la creencia fomentada con el mayor empeño por los españoles de que él se proponía de redimir a los hombres de su raza, en detrimento también de los españoles americanos, y no

1 María Eugenia del Valle de Siles, "La Rebelión de 1781 en Larecaja. Sitio y calda de Sorata". En Larecaja Ayer, Hoy y Mañana, La Paz, 1990, p. 175 2 La cocha era un sistema hidráulico utilizado por los mineros de la región para lavar las arenas auríferas. 3 ANB. EC. No. 152, 1781. "Expediente criminal seguido contra Juan Manuel Torrez por cómplice en la sublevación", f. 2 4 ANB. EC. No. 152, 1781, Ms. cit.

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solo europeos" 1 . La actitud de los mineros hay que relacionarla con los

conflictos sociales que ocasionaron la mayor parte de los funcionarios de la

provincia, donde corregidores y tenientes cometieron una serie de excesos

contra los pequeños empresarios y trabajadores mineros. No cabe la menor

duda de que estos hechos facilitaron en gran medida su posterior adhesión a

la causa indígena. Todavía estaba en la memoria de estos mineros los

luctuosos sucesos ocurridos en Yani, Sunchuli, Suchez y Tipuani, que como

se estudió en otra parte, fueron los funcionarios que se dieron a la tarea de

esquilmar a los mineros. Por otra parte, no sabemos si se plasmó una alianza

de estos criollos con los líderes indígenas, sin embargo se puede colegir que

ambos estamentos sociales coincidieron en luchar juntos contra la

prepotencia de los funcionarios regionales que habían impuesto el reparto y

los mecanimos de absorción de los excedentes de los mineros y de las

comunidades.

Una nómina parcial de criollos y mestizos que participaron activamente

en el cerco de Sorata, es como sigue: Basilio Angulo Miranda, natural de

Italaque, de 20 años, que descolló como escribano o "escribiente"; Joaquín

Anaya, natural de Achacachi, de 20 años; Nicolás Macedo, natural de

Putina(Asángaro), de 45 años; Gerónimo Gutierrez, natural de

Coasa(Carabaya), de 40 años; Alejandro Almanza, natural de Santiago de

Pupuja, de 31 años; Gregorio antalla, esclavo negro natural de Arequipa2. En

los interrogatorios a los que se los sometió, absolutamente todos sin

excepción declararon su inocencia, enfatizando que participaron bajo

presiones y cautiverio por parte de los indígenas. Un ardid para no

responsabilizarse de los grandes daños ocasionados en Sorata. Pero también se

ponía en duda esa supuesta alianza de la que hablamos líneas arriba. Sin

embargo, entre los criollos que desempeñaron papeles protagónicos, figuran:

Antonio Molina, que recibió el nombramiento de "Justica Mayor", título

conferido por Andrés Tupac Amaru; Juan Manuel Torrez, natural de

Ananea, que mereció el grado de "Coronel", nombramiento otorgado por

Juan de Dios Mullupuraca; también destacaron Ambrocio Molina, natural de

Aucapata y tío de Antonio, y Francisco de Figeredo, natural de Tacacoma.

1 Boleslao Aires, p.189 2 ALP. EC. Bastidas alias

Lewin. Tupac Amaru. El rebelde, Editorial Claridad, Buenos

1781. "Segundo Cuaderno de autos criminales contra Miguel el Puiocagua y sus confederados", 14 de noviembre de 1781

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A partir del primero de abril de 1781, Sorata se vio rodeada de cerca de 4 a 5 mil indios de Hilabaya y Achacachi, dirigidos por Tomás Inga Lipe, comisionado del lider aymara Tupac Catari. La plaza entonces la defendía Manuel Asturizaga. Esta inicial presencia indígena es reconocida como el "primer cerco a Sorata"1 . El cura de Vilque, Eustaquio Caravedo, en su suscinto informe de 3 de septiembre de 1781, anota que este primer cerco se prolongó por espacio de 14 días, "en los cuales nos invadieron con bárbara ferocidad y violencia, privándonos aún del esencial artículo del agua, hasta que se determinó despejarlos, formalizando una expedición de 800 a mil hombres, comandados por don Manuel Asturizaga, teniente del pueblo de Ambaná, con la buena suerte de haber logrado el intento y la muerte de 300 o menos de ellos y de los nuestros 3"2. La liberación de Sorata duró escasamente medio mes, puesto que del 4 de mayo al 5 de agosto se desarrollaría el segundo cerco. Fueron 112 días de asedio indígena. Esta vez el pueblo fue rodeado por 20 mil indios. La plaza la defendían el Coronel Anastacio Suarez Varela, propietario del lavadero de Chima Ancouta de Tipuani, Gregorio Santalla, José Pinedo y otros. Hay que considerar que "es justo reconocerlos que pelearon con denuedo contra los tupacamaristas, soportando hambruna, enfermedades y toda clase de privaciones sin rendirse"; agrega luego, que el asedio los redujo a "vivir atrincherados en el recinto o centro de la plaza 3.

Antes del asalto final sobre Sorata, el 18 de mayo de 1781, José Gabriel Tupac Amaru fue ejecutado en la plaza del Cuzco en compañía de toda su familia y sus allegados; a partir de ese día, la sublevación indígena tomó otra dirección, ser más violenta y radical. A pesar de la infausta noticia recibida por los líderes indígenas en Larecaja, Andrés Tupac Amaru, se esforzaba por "conquistar a los criollos para la causa de la rebelión 4, ensayando algunas tratativas para una transacción entre sitiadores y sitiados. A través de tres enbajadas promovidas por Andrés Tupac Amaru, se intentó persuadir a los

1 Juan José Vega, Vilcapaza, Ingaricona, Calisaya, Laura y otros líderes puneños tupacamaristas. Universidad Nacional Técnica del Altiplano. Puno, 1982, p. 21 2 Informe de Eustaquio Caravedo al Comante Militar D. Sebastián de Segurola sobre los sucesos de Sorata". La Paz, 3 de septimbre de 1781. En Archivo Boliviano. Col. de Doc. Ob. Cit. No. 23, La Paz 1977, p. 162-166 3 Vega, Ob. Cit. p. 22

Lewin, Ob. Cit. p. 254

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defensores de Sorata a una formal rendición, situación que fue rechazada de plano. En la primera los caudillos indígenas vanamente intentaron que se les entregara la plaza. En la segunda intervino el cura Francisco Botelo, también con un evidente fracaso, aunque se entablaron algunas reuniones para intercambiar algunos presentes y comer juntos. Según un documento de la época, "Don Joseph Pinedo, afectó mucha amistad con el hijo de Tupac Amaru, comió con él varias veces, y le hizo otras expresiones de cariño. Teniéndole ganada la satisfacción precisó matarle con ardidez, y pasando para ello a su alzamiento, como otras lo había hecho, que estaba en las inmediaciones de la población al tiempo de ir a sacar las pistolas que llevaba ocultos al efecto, se le cayó una al suelo, gritando el rebelde ! Trayción! Trayción ! vinieron los indios y cogiendo a Pinedo antes de poder tomar su caballo, lo mataron, como también a don Gregorio Santalla, que le acompañaba"1. Sin embargo el cura Eustaquio Caravedo tiene otra versión sobre este suceso, desde luego más parcializada, que sostiene: "Para el acto de tratar, se tenía ya tramada la traición por el rebelde; y estando en las capitulaciones, les asaltaron repentinamente, y acabaron con el Cmte y Pinedo á palos"2. Indudablemente Andrés Tupac Amaru estaba deseoso de llegar a un acuerdo con los defensores de Sorata, pero sus intentos fueron vanos, no fueron comprendidos por José Pinedo y Gregorio Santalla, que más bien procedieron contrariamente, pretendiendo asesinarle a traición. Sin embargo hubo una tercera embajada esta vez conducida por Tomás Segovia, cura de Chaflana; a decir de Eustaquio Caravedo, "se redujo al intento de que se rindiese el pueblo bajo de su auspicio y banderas y se contestó, por el mismo, en palabras, no haber lugar a la pretensión"3. Esta fue la última tentativa para llegar a un acuerdo en el cerco de Sorata. El fracaso de estas diligencias, por una parte se debía a las excesivas exigencias indígenas, y por otra ,al rechazo y prepotencia demostrada por los españoles durante las conversaciones.

Los intentos de Andrés Tupac Amaru por formalizar un acuerdo con los defensores de Sorata no tuvieron el éxito deseado, por lo que fue necesario tomar la decisión final, de la destrucción de la capital de la provincia. En otra determinación influyó la muerte de José Gabriel en el Cuzco y el intento de

1 Ibid. p. 256 2 Ibid. p. 165 3 Ibid, p. 165

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Pinedo de matar a Andrés, todo esto exasperó a los miles de indígenas que descargaron sus acciones contra los que defendían la población.

En la madrugada del 5 de agosto irrumpían en Sorata miles de indígenas, facilitando la arremetida el rompimiento del dique construido para el efecto sobre el actual río San Cristobal, que empezó a deteriorar las trincheras de la población. Uno de los testigos oculares, Isidro Bengua, natural de Carabuco, narró así el episodio: "venía una grande turba de indios, que se introducían al dicho pueblo horadando todos los paredones y trincheras, hasta avanzar enteramente a la plaza, y ejecutar la horrorosa mortandad que sucedió con los de aquel pueblo"1: Los defensores de Sorata quedaron desconcertados ante la presencia de miles de indígenas. Muchos alcanzaron a escapar por los cerros circundantes, mientras que la mayoría buscó refugio en el interior del templo. Según una carta de Juan Bautista Zavala2, vecino e importante mercader de La Paz, en el que narró las calamidades que sufrió la urbe paceña, refiere que en el asalto a Sorata murieron alrededor de 600 españoles, la mayoría de ellos importantes vecinos acaudalados de la provincia.

Los sobrevivientes a este trágico episodio, coinciden en afirmar que ingresaron a Sorata juntos Andrés Tupac Amaru, Antonio Molina y Gregoria Apasa, los dos primeros vistiendo el atuendo Inca. Posteriormente cada uno se ubicó frente a la iglesia, en cuyo interior se hallaban españoles y criollos de toda edad y sexo. Fuera del recinto religioso, protagonizaron el espectáculo más impresionante de la historia de la sublevación indígena de Larecaja. Andrés y Gregoria se colocaron al lado izquierdo de la puerta del templo, mientras que al derecho lo hicieron Molina y el organista Silvestre Fernández, sitio en el que decidieron la suerte de numersos vecinos de la provincia3. La participación de Gregoria fue fundamental, no solo por los sentimientos que la unían a Andrés, sino también porque se encargó en parte de proveer el material bélico y logístico a las tropas indígenas. Desempeñó un rol desequilibrante en las determinaciones tomadas con los refugiados en el

1 ANB. EC. No. 82, 1781. "Causa crimial de sedición de Antonio Molina que se sigue ante el juez comisionado por la comandancia", f.7 2 Carta de don Juan Bautista Zavala vecino de La Paz en que continuan exponiendo las calamidades de dicha ciudad. La Paz, 1 de febrero de 1782. En Colección de Documentos para la Independencia del Perú, Tomo II, Vol. 3, 1971, p. 214. Desde ahora CDIP. 3 ANB.EC. No. 62, 1782. "Segundo Cuaderno de la sumada, confesión " Ms. cit.

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interior de la iglesia. En la confesión a la que se la sometió el 10 de diciembre de 1781, en La Paz, en la parte relativa a la destrucción de Sorata, sostuvo: "que solo la han nombrado casica, pero nunca virreyna..que es cierto que asistió en compañia de Andrés, quien la mando sentar en una silla junto a él a tiempo que hacía morir a los que estaban antrincherados pero que ella no influyó a esta inhumanidad, pues por el contrario procuró interceder..lo que executaron los indios excediéndose a lo mandado por Andrés"1.

Dos mujeres que fueron testigos presenciales de los acontecimientos de Sorata, Liberata Mariaca (esposa de Manuel Santalla) y Narcisa Santalla (viuda de Teodoro Mariaca), al rememorar sus experiencias vividas, señalaron que a muchas las sacaron violentamente del recinto católico, obligándolas pasar por medio de dos columnas de indios apostados en la plaza, allí las desnudaron y las forzaron a vestir ropa indígena, especialmemte el acsu, haciéndolas repetir una y varias veces a que se llamasen "collas" y acullicar la cocal, y a muchas les permitieron escapar y a otras después las mataron3. En los días que permanecieron las tropas indígenas en Sorata, según Narcisa Santalla, diariamente se practicaban requisiciones y ejecuciones, asegura que cada día morían entre 3 y 8 personas de ambos sexos4. Sin duda este fue el ataque más violento que hasta entonces se había perpetrado contra una población española. Poco después de la asolación se hizo presente en Sorata, Tupac Catad, de acuerdo a las declaraciones vertidas por Liberata Mariaca, Juan de Dios Zegarra y Tomás de Segovia5. La serena actitud demostrada por el lider aymara en esa ocasión fue testimoniada por Liberata Mariaca, cuando el seis de agosto la llevaron a rendir pleitecía a los líderes indígenas, "postrado ante Tupac Amaru, extendió éste la mano para que besara el bastón, pero Tupac Catan [en cambio], extendió la mano y se la besaron, después de haber besado dicho bastón". Tupac Catari, en la declaración que realizó el 15 de noviembre de 1781, al preguntarle "qué interés tuvo en el cerco de Sorata", manifestó en una de sus respuestas que allí "mataron a los hombres sitiados sin que el confesante le

1 Teodosio Imaña-Castro, "De lo pasional en la vida de los caudillo indígenas de 1780". Historia y Cultura, No. 1, La Paz, 1973, p. 133 2 ANB. EC. No. 62,1782. "Segundo Cuaderno de la sumaria, confesión " Ms. Cit. f.9 3 Vega, Ob. Cit. p. 26 4 ANB. EC. No. 62, 1782. "Segundo Cuaderno de la sumaria, confesión ". Ms. Cit. f. 9 5 Valle de Siles, Ob. Cit. p. 187

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tocare nada en parte a la reserva de un tejillo de oro que le dio el Andrés para sortijas.."1.

Según Eustaquio Caravedo, el 18 de agosto las tropas comandadas por Andrés Tupac Amaru marcharon con dirección a Asángaro, llevándose consigo todos los caudales, oro, y bienes inmuebles(ropa, alhajas, etc.) obtenidos en Sorata2. Este botín posteriormente sirvió para mantener y costear las ulteriores acciones indígenas.

4. 1. 3. Destrucción de tos centros mineros.

Entre febrero y octubre de 1781, los centros mineros de Larecaja fueron asolados por las huestes indígenas, particularmente por los comisionados de José Gabriel y Andrés Tupac Amaru.

El asiento de Suchez, en la madrugada de 11 de febrero de 1781 fue sorprendido por Lucas Sesenarro, comisionado de José Gabriel. Esta primera campaña contra un lugar de producción aurífera se debía a su proximidad respecto a la provincia Paucarcolla, donde el movimiento indígena logró cobrar una rápida adhesión por parte de los comunarios. La incursión nativa en Suches fue violenta Allí, Lucas Sesenarro cometió crueldades, ejecuciones y requisiciones contra los mineros y trabajadores. El pueblo quedó arrasado por completo, desde entonces Suches nunca más pudo recuperarse como una región aurífera. Cuando abandonaron las huestes indígenas, se llevaron consigo "cuantos víveres y caudales que tenían los vecinos de aquel rico mineral"3.

Por su cercanía a Tuili, los asientos mineros de Tacacoma, Itulaya, Ananea y Consata, a fines de marzo a junio de 1781, quedaron paralizados y

1 Declaración y sentencia de Tupac Catan Peñas, 14 de noviembre de 1781. CDIP. Tomo II, Vol. 3 , 1781, p. 179 2 Eustaquio Caravedo, Documento No. 23, Archivo Boliviano, La Paz, 1978, p. 165 3 Carta que refiere los estragos hechos por los yndios alzados en Suches mineral de la provincia de Larecaja del obispado de La Paz, en los pueblos de Arque y Tapacarí de la provincia de Cochabamba perteneciente al arzobispado de La Plata. 26 de febrero de 1781, CDIP. Tomo II, Vol 2, Lima, 1971,p.510

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abandonados por los empresarios mineros y trabajadores; sabemos que la mayor parte de ellos se incorporaron a las tropas de Antonio Molina en Tuili.

Luego del cerco de Sorata, Andrés Laura recibió expresas órdenes para devastar los asientos mineros de Larecaja. En su trayecto a Yani, al pasar por el asiento de Ananea destruyó todas las minas y lavaderos. Aunque en una declaración de Laura en 1781, refiere que "al asiento de Hiani aportó como tal coronel y cacique con más de docientos indios y que no mató ni robó a ninguno"1. La medida la pudo adoptar en razón de que en este asiento minero trabajaban numerosos mestizos e indígenas tributarios, que sin duda después debieron identificar con su causa.

Poco después, Andrés Laura se internó por las profundas quebradas de Larecaja hasta alcanzar el famoso aventadero de Tipuani, ubicado a 560 metros sobre el nivel del mar. Este asiento fue de exclusiva explotación de los mineros españoles, siendo considerado por esos años como el principal centro minero de la provincia, saliendo el grueso de la producción aurífera de sus yacimientos aluvionales. Andrés Laura, que era oriundo del pueblo de Viacha, recurrió a los comunarios de Challana y Chacapa, para la devastación de Tipuani, los cuales facilitaron una rápida llegada a la región subtropical, donde inmediatamente procedieron a embargar los instrumentos de producción de los mineros2. De acuerdo a la Relación de las operaciones del ejército de Arequipa al mando de Ramón Arias, que recibió un breve informe del hijo del minero Carlos Bedestran, se sabe que Andrés Laura, conminó a que: "todos los europeos saliesen de dicho pueblo, y se retirasen a España, y que los criollos se quedasen solos sin hacer perjuicios ni a uno ni a otros en sus intereses"3. La presión psicológica fue una de las principales armas utilizadas por los rebeldes indígenas. En Tipuani, los mineros españoles al solo saber que serían echados del lugar ya se sentían derrotados. Sin embargo,

1 ANB, EC, No. 152, 1781. "Expediente criminal seguido contra Juan Manuel...." Ms. Cit. f. 3 2 La confesión vertida por Andrés Laura reza: "Ya como tal entró a los ricos aventaderos de oro que llaman de Tipuani con sesenta soldados a sacar a todos los españoles, mestizos mineros: y juntándose con los indios de Challana y Chacapa verificói el orden del rebelde, y embargó todas herramientas y aperos.." ANB. EC. No. 62, 1782, f. 3. 3 Relación de las operaciones del ejército de Arequipa al mando de don Ramón Arias y de lo obrado por Diego Túpac Amaru a efecto de gozar el perdón general entregando todas las armas. 11 de diciembre de 1781. En C DIP. Tomo II, Vol. 3, Lima, 1971

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este coronel de Andrés Tupac Amaru, siguió al pie de la letra sus ideales, de un acercamiento hacia los criollos americanos, por lo que ejerció una cierta protección a los criollos que trabajaban los lavaderos auríferos de Tipuani.

La presencia de Andrés Laura y el posterior amendrentamiento impacto a los mineros de origen peninsular, que a fin de salvaguardar sus vidas, rápidamente le ofrecieron algunos presentes, especialmente el metal áureo. Carlos Bedestrán, dueño del lavadero de Merqueplaya y Alto de las Animas, le obsequió "cinco libras de oro" y Teodoro de Lara, propietario de la playa de Santa Getrudes, "una libra de oro" para que se le entregaran a Andrés Tupac Amarul. En cambio, otro numeroso grupo de mineros eligió el camino de la evasión. En efecto, en una pequeña barcasa, alrededor de cuarenta españoles, criollos y chapetones, en su intento por remontar río arriba en dirección a Moxos, se estrellaron y perecieron en las corrientes y rápidos del actual río Kaka2. Según una carta de don Ignacio Flores, rubricada el 15 de febrero de 1783, don Manuel de Mesa, minero de Tipuani, "viendo la general revolución de la provincia de Larecaxa y engrosando partido de los indios con muchos cholos, determinó huir con cincuenta y tres familias á la provincia de Mojos navegando en unas malas balsas los caudalosos ríos de su tránsito, llamados Mapiri y Challana". Una vez alejado de la convulsión social, Manuel de Mesa, en las márgenes del actual río Alto Beni, encontró importantes yacimientos de oro3. En cambio, Antonio Salas, propietario del lavadero de Vilaqui en Tipuani, logró llegar a la banda oriental del río Beni, donde permaneció alrededor de tres años. El primero de enero de 1784, pidió ayuda al gobernador de Moxos, para retornar a sus antiguos trabajos mineros de Tipuani4. Por su parte, el hermano del minero Juan José Agramont, de nombre José, realizó también una espectacular escapatoria de Tipuani, dado

1 ANB. EC. No. 152, 1782. "Expediente criminal seguido contra Juan Manuel Ms. Cit. f. 3 2 Relación de las operaciones del ejército 3 Carta de don Ignacio flores en que dá cuenta del descubrimiento de unos ricos minerales de oro en las márgenes del río beni, camino de Cochabamba ea Mojos. La Plata, 15 de febrero de 1783. En JL EP B. Tomo doce, Madrid, 1906, p. 35-36 4 ANB. Col. Ruck. No. 121. 1784. "Pedimento de don Antonio Manuel Salas, minero de Tipuani y Vilaqui, sobre que el gobernador de Mojos le preste auxilios que necesita para navegar, restituyéndose de la misión de Reyes a su domicilio de Tipuani de donde tuvo que fugar del caudillo Andrés Laura en el año anterior de 1781".

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que en una acción inusual, salvó "dos arrobas y media de oro", que en entonces había producido el lavadero de Garrapatanil.

Aucapata es otra de las poblaciones que sucumbió, incendiada, durante la sublevación indígena de 1781. En su devastación intervino el minero Ambrocio Molina (tío de Antonio Molina). A través de un tardío juicio al que se lo sometió, donde se los imputó de haber participado en la sublevación de 1781-782, realizando "saqueos y muertes", como también de ser tildado como el principal promotor del enfretamiento entre los comunarios y el cacique cobrador de tributos Eustaquio Endara2. Sin embargo, Ambrocio Molina negó todos los cargos que pusieron contra su persona, calificándolo de calumniosas; por este motivo el gobernador intendente de La Paz, don Sebastián de Segurola, lo declaró inocente, suspendiendo la querella criminal, el 13 de diciembre de 1786. A pesar de la benevolencia demostrada por este funcionario, al momento de recibir las declaraciones de varios vecinos de Aucapata y Ayata mediante capítulos, Ambrocio Molina súbitamente escapó con rumbo desconocido, con lo que se confirmó su actuación al lado de los líderes indígenas.

La destrucción de Aucapata debió producirse en los últimos meses de 1781 y los primeros de 1782. Es que después de la retirada del ejército de José Reseguín de la provincia de Larecaja, "los cholos perdonados" volvieron asolar la región, esta vez arrasando los pueblos de Chuma y Ayata, donde "pasaron a cuchillo a cuantos españoles encontraron, no perdonando ni aún a los refugiados"3. Este rebrote de la sublevación indígena, poco después fue complementado por Alejandro Callisaya, natural de Tiquina, que continuó sus operaciones entre Mocomoco, Chuma y Ayata. Aucapata por su proximidad a estas poblaciones, sobre todo a la de Ayata, fue devastada

1 ALP. PT. Tarecaja, Prot. No. 2, 1795, "Testamento del finado José Agramont", 14 de agosto de 1795. Agramont, en su testamento refiere: "declaro que igualmente está obligado a pagarme dicho mi hermano [Juan José Agramont] por la parte que menos la cantidad de 100 pesos de cuenta de la heroica acción que le hice de espacar dos arrobas y media de oro en tiempo de dicha rebelión pasada, que fue regular que los insurgentes no le hubieran perdonado". 2 ALP. EC. 1786. "Documento correspondiente al escrito presentado por Ambrocio Molina y juicio criminal contra su persona, por excesos y agravios cometidos contra la población de Aucapata". 3 "Carta de Dn. Juan Bautista de Zavala que relaciona por mayor las calamidades en el segundo sitio" La Paz, 3 de noviembre de 1781. En CDIP. Tomo II, Vol 3 Lima, 1971

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durante estas últimas acciones indígenas. A consecuencia de lo cual, Aucapata

tuvo que ser trasladada a 500 metros de distancia de su primitivo

emplazamiento. Todavía quedan algunos restos de la anterior población1.

Sobre esta determinación administrativa, Sebastián de Segurola, conservaba

en su archivo particular, un expediente que llevaba por encabezamiento,

"Sobre la traslación del pueblo de Aucapata"2.

4. 1. 4. El botín capturado.

En términos cuantitativos, qué volúmenes representaba el oro y los

caudales confiscados en Sorata. El primer problema que se presenta es no

disponer de datos numéricos fidedignos confiables. Es por las propias

confesiones verbales de los líderes indígenas que conocemos algunos montos

generales de lo extraído sobre todo de Sorata. Las cantidades manifestadas no

pecan de ser exageradas, pues éstas se ajustan a los volúmenes estimados por

los mismos indígenas.

María Eugenia del Valle de Siles3, al estudiar el significado de los objetos

confiscados por las huestes nativas, convencionalmente los clasifica en:

bienes útiles, a las armas; bienes necesarios, a los animales de transporte; y,

bienes supérfluos, a las alhajas. Pero convendría preguntarse bajo qué bienes

se puede clasificar el oro y los caudales provenientes de la devastación de

Sorata y de los centros mineros de Larecaja. Probablemente corresponda al de

bienes monetarios, por que fueron utilizados para sostener las futuras

acciones bélicas.

La Relación de Méritos y Servicios del teniente coronel Diego Quint

Fernández Dávila, impresa en Madrid en 1803, refiere que este connotado

mercader y empresario minero de la Paz, al igual que Sebastián de Segurola,

también gastó de su propio caudal para la defensa de la población de Sorata.

Quint Fernández Dávila, al salir de la capital de Larecaja poco antes que se

viera rodeada por los indios sublevados, encargó la protección de sus bienes

1 "Relación del general don Joaquín de Orellana corregidor de Puno sobre las últimas operacione que ejército después que volvió a poblar la dicha villa". 12 de junio de 1782. En: C D IP. Tomo II, Vol. 3, Lima, 1971, p. 320 2 ALP. EC. 1789. "Inventario y descripción de todos los papeles y documentos del finado Sebastián de Segurola". 3 Valle de Siles, Ob. Cit, 1990, p. 427 ss

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muebles e inmuebles a Manuel Gonzales y a Anastacio Suarez Varela. Una vez que la población de Sorata fue ocupada por las tropas de Andrés Tupac Amaru, la casa de este funcionario que a su vez era hijo del marqués de San Felipe el Real, fue saqueada e incendiada: "mucha ropa de color, oro en talegas, y también labrado como caxetas, hebillas, espadines, cadenas, piñas, charques y pepitas, todo de oro, sortijas y sarcillos de diamante y partidas de encaxes, tisues, vajillas de loza, estantes de libros, cartas y muchos papeles, así sueltos como sellados, con varios sellos en una petaca grande, muchas bayetas, hachas, machetes, cuchillos, cascabeles, cintas, ornamentos, y otros menesteres de iglesia, y también un caxón de oro en pepitas y roza, cosa de media vara de largo y cuarta de ancho". De la casa de Anastacio Suarez Varela, donde también se guardaba parte de los caudales de Quint Fernández Dávila: "otro caxón de oro que pesaba muchas arrobas, y con un rótulo encima que decía perteneciente al general Diego Quint " Y de la casa del cura de Hilabaya, sacaron: "dos grandes baules catalanes con ropa blanca y plata labrada 1.

Estas requisiciones practicadas en Sorata reflejan la riqueza acumulada por un sólo empresario minero. Pero debemos imaginarnos también de lo que se debió extraer de las casas de Juan Simbrón, Simón Mollinedo, Tadeo Ruis de Lara, Carlos Vadestrán, Manuel Rincón, Ambrocio Vásquez, Luis Oña, Mieguel de Iscoa, Juan de Agramont, etc. etc., todos los nombrados poderosos mineros de la región.

Una nómina parcial de los líderes indígenas que llevaron o remitieron su cupo o botín capturado a pueblos de la altiplanicie, es la que sigue: Andrés Tupac Amaru, envió a Asángaro "seis piaras de oro y plata"; por su parte, Diego Quispe el mayor, entregó a Andrés "treinta caules cerrados, veinte sillones y otros caudales de plata labrada y alhajas"; en cambio, Diego Quispe el menor, entregó en Mocomoco y Collocani a los caciques Agustín y Lucas Pomacusi, "cuarenta mulas fuera de piaras"2; a su vez, Pedro y Valentín Villcapaza, remitieron también a Asángaro, "un cajón de diamantes y 44

1 Relación de los méritos y servicios de don Diego Quint Fernández Dávila, Madrid, 4 de noviembre de1803. La fotocopia de este manuscrito no ha sido gentilemente proporcionada por la colega Florencia Durán. 2 ALP. EC. 1781. "Segundo Cuaderno " Ms. Cit. fs. 19v-20 y 30v -31

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arrobas de oro y plata"1. Por su parte, Tomás Inga Lipe, llevó a Achacachi varias "mulas cargadas de oro y plata"; Martín Mamani, condujo su botín al pueblo de Conima, y Diego Chuquicallata, partió de Sorata con "seis mulas cargadas de oro y plata"2.

La tropa indígena combatiente no se quedó atrás. Según las declaraciones del esclavo negro Gregorio Santalla: "todo el común de los indios tenían oro, que diariamente exponían a venta por onzas de plata labrada y oro labrado a precios del todo ínfimos, pues al eclesiástico don Josef Antonio Machicado y el cura de Santiago[de Huata] don [Jacinto] Zúñiga le ofrecieron dos matas guarnecidos en oro a real y medio la onza y en esa conformidad expendían los robos que hicieron en Sorata y demás lugares"3.

El botín capturado por las tropas de Andrés Tupac Amaru en Larecaja fue repartido entre todos los líderes e indígenas participantes en la devastación de esa provincia. Naturalmente que a los líderes le cupo una mayor parte de lo confiscado, que posteriormente fue destinado para el apoyo logístico de la sublevación en el altiplano. Si bien, los indios del común o "las bases" combatientes tuvieron el metal precioso en sus manos, no les pudo servir de nada, dado que el oro como tal más que un valor económico tenía para ellos un valor simbólico. El destino que se dio al botín, sirvió para el sostenimiento de las acciones bélicas, sobre todo en la provincia de Asángaro, invirtiendo en la compra de armas, en la fabricación de pólvora y el apoyo logístico para la tropa.

La pacificación de la provincia de Larecaja se produjo con el arribo del ejército de José Reseguín. Una vez que éste abandonó Sorata, empezó a rebrotar la sublevación indígena en Mocomoco, Chuma, Ayata y Aucapata, donde fueron los "cholos" los que encabezaron los hechos de violencia y fue complementada por Alejandro Callisaya, que continuaba operando en la zona. Esta actitud tomada repentinamente adoptada por los cholos e indígenas, puede fundamentarse en la toma de conciencia de los castigos infringidos a los líderes indígenas en Peñas y La Paz, respectivamente. Definitivamente, los enfrentamientos entre ambas tropas culminaron a

1 Vega, Ob. Cit. p. 28 2 ALP, EC. 1781. " Segundo Cuaderno " Ms. Cit. f. 70 3 ALP. EC. 1781. "Segundo Cuaderno " Ms. cit. f. 69v

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mediados del mes de octubre de 1782. A través de una carta remitida por

Ignacio Flores al corregidor de Larecaja Antolín Chavarrín, expresamente le

hacía conocer que los supuestos movimientos no tenían ningún asidero, por

lo que partía en dirección de la ciudad de La Platal.

Las radicales posiciones de los líderes indígenas de 17801782, tuvieron

efectos desastrozos en varias regiones y provincias. La reconstrucción de los

pueblos y lugares asediados fue lenta. En Larecaja, una vez que destruyeron

Sorata y los centros mineros, interrumpieron la florenciente industria

minera del oro, pero al mismo tiempo abrieron otro período de prosperidad

de la industria extractiva, conformando un segundo auge económico de la

ciudad de La Paz en los últimos cincuenta años del período colonial.

1 ALP. EC. 1782. "Carta enviada por Ignacio Flores a don Antolín Chavarrín". 16 de octubre de 1782.

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4. 2.. Sorata: una opulenta población del siglo XVIII.

Carlos Gregorio Taborga, en la Monografía de la provincia de Larecaja, escrita en 1948 a propósito de la celebración del IV Centenario de la fundación de la ciudad de LaPaz, resume en los siguientes términios la historia de Larecaja: "tuvo apogeo comercial y fué grata residencia de acaudalados españoles en la colonia. Durante la República continuó siendo un centro comercial de suma importancia, unas veces por el auge alcanzado por la explotación de la goma; otras, por el mismo fenómeno ocasionado por la quina, el copal y otros productos de sus regiones tropicales; y también porque Sorata constituyó el paso obligado de las numerosas expediciones militares al Noroeste. En cierta época, que tuvo larga duración, esta ciudad alcanzó sus culminaciones en cuanto a su desarrollo económico. Fué asiento de grandes casas importadoras. Sus autoridades, igual que durante la Colonia, fueron grandes personajes de la sociedad y la política".

El gobierno liberal del general José Manuel Pando, por ley de 16 de enero de 1900, resolvió elevar Sorata a rango de ciudad 2, por el apogeo económico alcanzado desde la séptima década del siglo XVIII hasta fines del siglo XIX. Este merecido reconocimiento, fue fruto de la importancia regional de Sorata, cuya prosperidad económica se debía a la explotación de sus ricos yacimientos auríferos y de sus árboles industriales como la corteza de la cascarilla y la goma3. De alguna manera esta bonanza económica ha sido ilustrada por el viajero alemán Miülen en 1883 (Ilustración No. 6).

4.2.1. La refundación de Sorata

La explotación minera dio origen a varias ciudades y poblaciones en América. Unas se fundaron oficialmente y otras surgieron en torno a las minas. Potosí, creció desde 1545 por la explotación de las minas de plata. La expansión urbana adquirida para esos años, fue un poderoso motivo para que el virrey Conde de Lemus, la elevara a rango de ciudad el 21 de noviembre de

1 Carlos Gregorio Taborga, "Provincia Larecaja". En: La Paz en su IV Centenario 1548- 1948, Monografía Geográfica, Buenos Aires, Tomo I, p361 2 Ibid. p. 360 3 Parte de esta prosperidad regional, sobre todo de la industria de la cascarilla y de la goma, ha sido recientemente enfocada porJuan H. Jáuregui Cordero et. al. Sorata. Historia de una región, 1870-1930, La Paz, 1990

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•_

Viste de le Hafet de Sorata. aleo de Miulen 1883.

Ilustración No, 6

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15611. En cambio, Huancavelica (Perú), lugar de donde se explotaba el mercurio, fue fundada con el nombre de Villarrica de Oropesa en 1570; y, Oruro, también por la explotación de la plata, fue erigida con el título de Villa de San Felipe de Austria, en 1608.

La minería aurífera de Larecaja también creó algunas poblaciones con trazos urbanos, tal es el caso de Yani, Aucapata, Tacacoma, Ananea, Suchez, Sunchuli y Tipuani; empero, otros asientos mineros no pasaron de simples núcleos dispersos, como Camaquiri, Tacacani, Río San Lucas y otros.

A pesar de que Sorata no era ningún centro minero, más bien participaba de una estructura económica agrícola, empezó a adqurir importancia desde que fue designada como capital de la provincia de Larecaja, lugar donde tenían residencia primero los corregidores y luego los subdelegados, y junto a ellos el reducido grupo de funcionarios. Se debe al virrey Francisco de Toledo que Sorata sea considerda como un pueblo ideal para la capital de la provincia, de ahí que cuando visitó el valle en 1575, dispuso: "todos los quales dichos yndios estavan antes divididos en ocho pueblos en distancia de leguas e quedan agora rreduzidos en un pueblo en Sorata2. Francisco de Toledo, en su visita general al Perú, había fundado varios pueblos rurales. Una de esas poblaciones fue Sorata, donde redujo a las comunidades Yungas, aunque la base fundamental de esta creación colonial debe buscársel en el primitivo emplazamiento de data precolombina conocido con el nombre de Merk'e Sorata, lo que ocurrió entonces fue una refundación de Sorata3.

Los grandes desplazamientos humanos operados en los períodos prehispánico y colonial, hicieron que Larecaja tenga una población indígena multiétnica. Al respecto, Thierry Saignes, que ha estudiado más de cerca este proceso social, establece que, las unidades étnicas se hallaban diseminadas en las laderas como tantas islas, inestables como burbujas, conformando a la vez

I Juan de Matienzo, Gobierno del Perú[1567] 1967,p. 132 2 ALP. SPC. 1575. "Visita al repartimiento de Larecaxa y Usatca por el virrey Francisco de Toledo" 3 Este mismo proceso de refundación sufrieron varias poblaciones, como Achacachi, Ambaná, etc.

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una interdigitación compleja 1 . Esta población multiétnica, representada por mitimaes provenientes de los señoríos aymaras de Pacajes, Lupacas, Collas y de pueblos de la ribera Oriental del lago Titikaka-Omasuyos, por mitimaes trasladados durante la expansión cusqueña, como los Canchis, Chinchaysuyus, Canas y Chachapoyas, y por comunidades de origen local, denominadas Yungas, compartían y vivían lado a lado en los pueblos del valle de Larecaja.

La organización dual que define la estructura social de aymaras y quechuas, también se percibía en Sorata. Las comunidades se ordenaban de acuerdo a la división espacial se registraba a partir del centro de la plaza de la población de Sorata, en la que cada cacique/ curaca dirigía su propia parcialidad siendo el de mayor autoridad y poder de mando el de anansaya2.

Entre los factores naturales que contribuyeron para que Sorata fuera escogida para capital provincial, figuran: su excepcional ubicación ecológica, a 2697 metros sobre el nivel del mar, el clima templado y agradable con una media de 17 C, y una humedad del 60 al 80 %. Según el visitador de Tabacos, Francisco de Paula Sanz: "Sorata es una perpetua primavera, el campo de sus inmediaciones produce en todo tiempo cuanto en él se siembra"3. A esta fertilidad de sus suelos, aptos para toda clase de cultivos, se añadía su proximidad a las principales poblaciones altiplánicas, especialmente con Achacachi, que la comunicaba rápidamente con la ciudad de La Paz. Pero también constituía un nudo vital para los centros de producción de oro de la provincia y luego para las zonas donde se localizaban los árboles industriales como la cascarilla y la quina.

Hasta mediados del siglo XVIII, Sorata era un población fuertemente agrícola por el predominio del sistema de haciendas; dificultosamente en esos

1 Thierry Saignes, Los Andes orientales. Historia de un olvido. CERES, Cochabamba, 1985, p. 102 2 En esta misma organización espacial se ordenaban las haciendas y estancias de la jurisdicción, de manera para 1728, 27 se localizaban en anansaya y 19 en urinsaya. ALP. Sección Padrones Coloniales. Visita padrón de Sorata, 1728 3 Francisco de Paula Sanz, Libro de informes de la visita de tabacos y decripción de las provincias del Río de la Plata y una razón del reino de Chile. ANB. 1780. Este documento me ha sido proporcionado por el colega Juan Jauregui.

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años podía competir con los centros mineros de Yani, Aucapata, Suchez y Sunchuli, que por entonces vanguardizaban la economía de la provincia.

4. 2. 2. Sorata, satélite comercial de la ciudad de La Paz

Desde 1751, año en que se legaliza el sistema de repartimientos por los corregidores y que simultáneamente daba inicio al auge de la producción aurífera en la provincia, Sorata crece a un ritmo vertiginoso en cuanto a su desarrollo comercial, urbano y demográfico.

A medida que transcurrían los años, Sorata empezó a centralizar el comercio de la provincia, convirtiéndose en un pequeño satélite comercial de la ciudad de La Paz. La explotación aurífera cautivó a mucha gente que ingresó a la provincia en busca de una mejor fortuna. Eusebio Balza de Berganza, en "La verdad desnuda", escrita en 1782, al evocar la campaña del Mariscal del Valle, en ocasión de la sublevación indígena, afirma:"Sorata (pueblo de la provincia de Larecaja) cuyo célebre mineral había hecho crecer mucho su vecindario"1.

Los principales empresarios mineros, comerciantes y hacendados de la provincia hicieron de Sorata una población activa y dinámica. La mayoría la eligió como el lugar ideal para su residencia y sus actividades comerciales. De acuerdo al Obispo de La Paz, Gregorio Francisco Campos que visitó en 1769 las provincias de su jurisdicción, Sorata contaba con una iglesia localizada en la plaza principal y con dos capillas en los términos del mismo pueblo: una se denominaba San Sebastián y otra Santa Bárbara, y una restante localizada a dos leguas, San Pedro, todas ellas para el adoctrinamiento de su vecindario y de su nutrida población indígena2. Por su parte, el geográfo Cosme Bueno, anota que en 1770, en toda la provincia había 14 curatos, siendo el primero Sorata que es la capital, por residir ordinariamente allí el corregidor. Tiene un anexo nombrado Tusuaya3. Una década más tarde, en 1780, don Francisco de

1 Eusebio Biaza de Berganza, "La verdad desnuda: 1780-1782". En: CDIP. Tomo II, Vol 1, Lima, 1971,p.584 2 Campos, Ob. Cit. p. 76 3 Cosme Bueno, Geografía del Perú virreinal(Siglo XVIII), Lima, 1951, p. 122

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Paula Sanz, le otorgaba el crédito de ser una de las "mejores" poblaciones de las provincias de La Paz.

El reputado visitador de tabacos Francisco Paula Sanz, advirtió lo contraproducente del centralismo que ejercían los funcionarios de la hacienda real de la ciudad de La Paz, que dificultaba una mayor eficiencia en la recaudación de tributos, alcabalas y quintos metálicos. En el informe que elevó al virrey, se refería: "Esta provincia necesita una administración principal que dirija con independencia de otra Administración General de La Paz, los asuntos de la Renta, pues lo vasto de ella, el número de minas, y la multitud de españoles que allí residen ofrecen un considerable consumo, siempre que estén provistos de todas clases de tabacos"1. En realidad recomendó la creación de una caja real en Sorata. Advirtió la bonanza económica de la provincia, estimando que tenía una población de 80 mil habitantes destinada para el consumo de tabacos y de otras mercaderías. No sabemos si esta propuesta llegó a considerarse en las altas esferas administrativas del Virreinato del Río de la Plata, aunque se debe recordar que su sugerencia la hizo en un momento inoportuno por la crisis social que se avecinaba, pues al año siguiente la provincia fue devastada por la sublevación indígena.

Cuadro No. 25 Población y estratificacion social de Sorata según las

estadísticas religiosas de 1793 y 1801

Estratos Sociales 1793 yo 1801 (X,

Españoles 212 6.03 229 6.75

Cholos 583 16.60 531 15.65

Indios 2697 76.83 2607 76.87

Esclavos negros 18 0.51 24 0.70

3510 99.97 3391 99.97 Totales

Fuente: ACCLP. 1793 / 1801

1 Sanz [1780] Ob. Cit.

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René Arze Aguirre, al estudiar la composción social de la sociedad altoperuana de fines del siglo XVIII y principios del XIX, señala que estaba "constituída principalmente por descendientes a) de españoles originarios; b) de conquistadores y colonizadores españoles (criollos) c) por descendientes de los prehispánicos indios y, d) como resultado biológico del cruce, por los mestizos". Esta estructura social se hallaba dividida en escalones jerárquicos o estratos altos, medios y bajos. El primero estaba integrado por españoles peninsulares, criollos (o españoles americanos) y aún cierta categoría de

mestizos acaudalados: el segundo por indios principales o caciques y mestizos de los estratos bajos, y el tercero por indígenas y negros esclavos"1. Esta composición social caracterizada así, tenía vigencia en Sorata y en la provincia de Larecaja, que por la división social del trabajo le daba la fisonomía de una población sumamente estratificada.

Estos datos numéricos de arriba corresponden a la "feligresía de la doctrina de Santa Magdalena de Sorata". El responsable de esta parroquia urbana, el cura Manuel Joseph Rodriguez, en 1793 y 1801, sólo registró la población masculina y no así a las mujeres, por lo que los datos del Cuadro No. 30, son relativamente parciales. Sin embargo, se percibe algunas interesantes variaciones de la población masculina de Sorata en el lapso de 8 años. Para 1801 se advierte el descenso del 10 % de la población respecto a 1793; en la de extracción peninsular, donde se hallaban incluídos los criollos, hay un leve incremento del 8. 5 %; en cambio, los cholos o mestizos descienden un 10 %; mientras que la población nativa decrece en otros 9 %; y, finalmente, el reducido grupo de esclavos negros aumenta un 25 %.

Estas variaciones númericas se debían al dinamismo de la actividad comercial de Sorata, con frecuentes entradas y salidas de los mercaderes. Aunque el cura de Sorata, Manuel Joseph Rodriguez, en 1793 advirtió que "en toda la feligresía se hallan sin confesar 30 indios, 27 ausentes en Tipuani"2. No cabe duda que los centros mineros de la provincia fueron permanente atracción para todos los estratos sociales, especialmente indígenas que acudían a emplear su fuerza de trabajo.

1 Arze Aguirre, Ob. C it. p. 27-28 2 ACCLP. Tomo 98. 1793. "Estadística de Sorata". 26 de septiembre de 1793; ACCLP. Tomo 119, 1801, "Estado de la feligresía de esta doctrina de Santa Magadalena de Sorata", 28 de noviembre de 1801.

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Sorata no sólo fue residencia del reducido grupo de funcionarios administrativos -corregidores y subdelegados -, que representaban al poder político-administrativo de la corona, sino también lo era de prominentes empresarios mineros y comerciantes que ostentaban el poder económico de la región. Antes y después de la sublevación indígena de 1781, Sorata fue una opulenta población, por cuanto atesoraba una riqueza expresada en bienes muebles e inmuebles, pero constituía una pequeña población en relación a las populosas ciudades de La Paz, Potosí y Oruro.

Las informaciones, interrogatorios y cartas relativas a la sublevación indígena, muestran Sorata como una próspera población del distrito de La Paz. La Carta del 6 de abril de 1782, que el Ilustrísimo Obispo del Cuzco, Juan Manuel Moscoso y Peralta escribiera a Diego Cristobal Tupac Amaru, para que restituya y facilite la localización de los caudales robados por los indios sublevados, en uno de sus párrafos reza, que "en Sorata hubo un gran tesoro así en oro como plata"1. Los más de 600 españoles que residían y que posteriormente fueron muertos el 5 de agosto de 1781; luego las más de dos centenas de españoles y criollos y el medio millar de cholos y mestizos que moraban en Sorata entre 1793 y 1801, en su momento detentaban una riqueza apreciable, productos de la acumulación de capitales.

Las calles más importantes de la población de Sorata, donde se hallaban asentados los mercaderes se denominaban: "el comercio o principal", el de "la viñatería" y el de los "mañasos". En torno a estas calles se efectuaba todo tipo de transacciones, desde la compra - venta del metal precioso, las compras de herramientas para los trabajos mineros hasta la adquisición de vino y aguardientes. Ciertamente, en los Andes, sólo las ciudades que vivían del comercio de mercaderías, tenían una calle exclusiva destinada para este efecto. Una de ellas sin duda es la ciudad de La Paz, cuya calle aún conserva la denominación de "comercio". Sin embargo, la población de Sorata, para fines del siglo XVIII, tenía una calle gemela al de la urbe paceña, es decir la calle donde estaban asentados los mercaderes / comerciantes; pero también, había otra, de la "viñatería", donde sólo se compraba vino, que era entonces un producto de mucha aceptación entre los empresarios y trabajadores de las

1 Carta dirigida por el Obispo del Cuzco a Diego Cristobal Tupac Amaru" En: CDIP. Tomo II, Vol. 3, 1971, p. 253

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minas y lavaderos de oro; y, finalmente, estaba la calle de los "mañasos", que de acuerdo a la voz popular boliviana, con este nombre se suele identificar a los comerciantes de todo tipo de carnes de animales. La existencia de estas tres calles principales, destinados al comercio de mercaderías, nos muestra que Sorata era una población altamente comercial para el período que estudiamos.

4. 2. 3. Las mansiones de los empresarios mineros

La capital del partido de Larecaja rápidamente volvió a ser reconstruida. Renació de los escombros. Los mineros y mercaderes se restablecieron en Sorata, y no sólo le otorgaron el dinamismo a las actividades comerciales, sino que parte de sus excedentes económicos los invirtieron en la adquisición de inmuebles y en la construcción de sus mansiones.

Sensiblemente no contamos con un plano de Sorata para el período que estudiamos, sin embargo, los dibujos de Manuel María Pinto de 1866 y 1868, y el óleo de Miulen de 1883, compensan esta falencia, pues dan una idea precisa de la plaza y de los alrededores de Sorata. Mediante la ilustración No. 6, se puede apreciar que esta capital provincial para esos años todavía conservaba los edificios de dos pisos, con fachadas, portadas, ventanas y balcones del período colonial. Teresa Gisbert, que ha estudiado estos documentos gráficos, cataloga a Sorata como una población de "misitis", mote con el que identifica a los "mistis". Al interpretar el dibujo de 1866, apunta que "nos muestra la plaza sin ningún tipo de vegetación a la manera española, con una pila en el centro; la iglesia, que tiene capilla abierta en forma de balcón, se encuentra en un atrio y al lado de ella la única casa de dos pisos de todo el conjunto". Pero en el segundo gráfico de 1868, se evidencia el otro ángulo y frente de la plaza, donde se observa varios ediificios de dos pisos, este documento no difiere en mucho del de 1883. Al respecto, T. Gisbert, añade, que "la plaza muestra todas las construcciones de dos pisos, algunas de ellas con portadas de estilo y balcones volados de madera"1. La mayor parte de esta estructura arquitectónica colonial de Sorata, más tarde fue sustituida por la de estilo neoclásico y del academicismo criollo, propio de principios del siglo XX, predominante en las grandes y pequeñas ciudades de Bolivia.

1 Teresa Gisbert, Historia de la vivienda y los asentamientos humanos en Bolivia, México, 1988, p. 146

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La fisonomía urbana de Sorata de los últimos cincuenta años del período colonial, patentiza que en el centro político-administrativo - la plaza -, se localizaban la iglesia principal, la casa cural y la pertenenciente al corregidor/subdelegado; es decir, que en torno a la plaza tenían residencia la estructura de poder de la provincia. Sorata, para esos años contaba con tres barrios bien definidos, como el de San Sebastián, Santa Bárbara y el de Extramuros. A decir de Arnous de Riviere (1887), sus calles, las que conectaban al centro urbano eran "desniveladas y resbalosas", característica de las poblaciones de los valles meso termos.

La ubicación y el costo de las viviendas como en cualquier otra población, se hallaba en función de la situación económica y el status social de sus pobladores, dependía del barrio donde se localizaba la casa. Los ricos mineros tuvieron sus viviendas en el entorno de la plaza principal. Consideremos algunos ejemplos de transferencias de las viviendas de esta población realizadas entre 1790 y 1820. Por ejemplo, la casa de Andrés Bernal, situada en la esquina de la plaza, costaba 2.300 Ps. El minero de Yani, Pedro Osma, en 1790, pagó 1.200 ps. por una casa ubicada en la calle de la Viñatería; este mismo empresario, en 1797, para la remodelación de otra casa, gastó la suma de 6.500 pesos, que sin duda era una de las viviendas mejor edificadas. Asimismo, Luis Cameo, minero de Tipuani, poseía una casa que costaba 1.200 ps. Por su parte, Baltasar de Rada, minero de Tipuani, compró en 900 pesos la casa de Manuela Valverde, viuda de Félix Suarez varela. A su vez, Pedro Murillo, mercader de Sorata, abonó 1.500 pesos por una de las casas de Ildefonso Villamil. Sin embargo, la casa más suntuosa perteneció al famoso minero Andrés Coll, que para su construcción gastó la friolera de 10.000 pesos. También había viviendas más modestas y precarias que se localizaban en los barrios y extramuros de la población. Por su parte, Gregorio Cadena del centro minero de Yani, adquirió una casa localizada en el barrio de extramuros en 420 pesos. En este orden de transferencias, María Angela Alvarez desembolsó 170 pesos por un terreno baldío situado en el barrio de San Sebastián. Un minero de nombre Norberto Barradas canceló la suma de 213 pesos y Manuel de la Calle, 130 pesos por casas localizadas en los extramuros de Soratal.

1 La mayor parte de estos datos han sido consultados en los Libros de Registros de Escritura Públicas. En el ALP. RF Larecaja, Protocolos, 3 á110. 1793-1820; en el AHMJRG. RE. Legajos, 996, 1022, 1790 y 1793.

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En el vecino centro minero de Yani, el valor de las casas era mucho menor que en Sorata. Dos transferencias de viviendas dan una idea de sus costos. Por ejemplo, el minero Lorenzo Mexía, pagó la suma de 350 pesos por una casa situada en la calle principal; y, Francisco de Rada, abonó 119 pesos por otra localizada en las afueras de Yani1.

A decir de Alberto Crespo et. al., en la ciudad de La Paz, "el precio de las viviendas era extremadamente variado y dependía de su categoría en sí, del barrio donde se hallaba y también en pequeña proporción de su cercanía a una pila de agua"2. Rossana Barragán que ha hecho énfasis en el precio de las viviendas paceñas, anota que la casa de más valor, era la de Tadeo Diez de Medina, avaluada en 50.000 pesos, pero también había otras de precios sumamente bajos, como la perteneciente a un artesano que radicaba en el barrio de Capacanavi, que costaba 40 pesos3.

Realizando una comparación entre los precios de Sorata con los de la ciudad de La Paz, podemos considerar que en la capital de la provincia de Larecaja había viviendas suntuosas y costosas como los de Andrés Coll y Pedro Osma, aunque el promedio general de las casas de mediana categoría oscilaba entre 2.500 y 1.000 pesos. Respecto a las casas de los indígenas, cabe agregar que éstas se situaban en los alrededores del pueblo, generalmente se componían de "una o dos habitaciones, construídas de adobe y cubiertas con techo de paja". tal como tenían los nativos en la ciudad de La Paz.

La opulencia de Sorata, en un principio fue fruto de una lenta acumulación de siu desarrollo económico, para luego ingresar a un período floreciente, originada por la actividad extractiva. El auge de la producción de las minas y lavaderos de oro, entre 1760-1824, apuntaba hacia una vida promisoria en su devenir histórico; es cierto que tuvo que sortear un brevísimo año de ruptura, concretamente 1781, que mayormente no gravitó en su larga evolución y desarrollo histórico, ni aún los acontecimientos de 1809, 1814 - 1815, lograron reducir su importancia, dado que siguió conservando su opulencia, siempre en base a la explotación aurífera, a la que

1 ALP. RE1. Protocolo No. 10, 1797; ALP. REL Protocolo No. 16, 1823. 2 Alberto Crespo et.al. La vida cotidiana en La Paz. 1800-1825, La Paz, 1975,p.58 3 Rossana Barragán, Espacio urbano y dinámica étnica. La Paz en e 1 siglo XIX. La Paz, 1990, p. 68-69.

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en el período republicano se agregaron las florecientes industrias de la

cascarilla y la goma.

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4. 3. El mercado interno provincial.

La ciudad de La Paz de activa participación del eje económico de Potosí, por la provisión de mano de obra para sus minas y la producción de coca y textiles, en el interior de su jurisdicción regional desarrollaba varios flujos mercantiles, principalmente a partir del intercambio de mercaderías de importación con productos agrícolas; pero en este intercambio, la producción del oro de la provincia de Larecaja tiene una impronta muy importante, dado que la integró con el mercado internacional. La característica principal de este intercambio radicaba en el hecho de que la burguesía paceña tenía un absoluto dominio del comercio interno regional, cuyas mercaderías de importación - que por una parte se expendían en el comercio de la ciudad -solían ser comercializadas en las capitales y poblaciones prósperas de las provincias de La Paz, como Sorata, Chulumani, Coroico, Achacachi y Sicasica.

Se ha insistido en este trabajo que La Paz tuvo una diversificada producción en sus provincias. Como cabeza de una región densamente poblada, poco a poco se fue convirtiendo en un centro de convergencia en lo político, social y económico para las provincias y comunidades de su entorno. Su activo comercio, producto del dinamismo de su burguesía le permitió ganar el prestigio de ciudad pujante, por la internación de mercaderías desde los puertos del Pacífico (Callao y Anca), como del Atlántico (Buenos Aires), y por ser plaza importante de la comercialización del oro y la cocal.

Carlos Sempat Assadourian, es uno de los historiadores en la revalorizar la economía minera, al destacar sus efectos sobre la producción regional y su mercado interno2. La producción minera ha sido determinante en el proceso de mercantilización de la provincia de Larecaja. El impacto que tuvo permitió la formación de un mercado interno provincial, dando paso a la reproducción de la mercantilización de la estructura agraria regional. Bajo esta perspectiva, desde mediados del siglo XVIII, el capital minero puesto en circulación, históricamente ha subordinado a sectores tradicionales como el agrícola, y ha reorganizado el espacio en función a sus exigencias. En cierta medida la dispersión de los centros mineros (Mapa No. 1) ha facilitado la

1 Cardó de la Vandera, Ob. Cit. p. 307 2 Sempat Assadourian, Ob. cit. p. 278.

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rápida expansión del capital minero en Larecaja. Un aspecto peculiar de la industria extractiva, que es pertinente validar, es que un centro minero por más que haya sido una modesta unidad de producción o de muy poca importancia trastornaba la estructura regionall, toda vez que se convertía en atractiva para sus vecinos ocasionales que acudían a vender sus productos, a emplear su fuerza de trabajo, y a cubrir las necesidades de consumo que demandaba el centro minero. El trastorno de la economía regional se reflejaba en una cadena de desplazamientos humanos de los pueblos y comunidades hacia los centros mineros. Las demandas y los requerimientos de insumos para el funcionamiento de las minas y lavaderos auríferos, movían a sus vecinos ocasionales a satisfacer las necesidades mineras, como la provisión de madera (callapos) para el sostenimiento de las bocaminas, y productos de consumo para los trabajadores (coca, chuño, maíz, tubérculos, etc). Muchas de estas demandas producía la misma provincia, de manera que poblaciones, comunidades y haciendas estaban comprometidas con estos centros de producción y de consumo. En cambio, los productos importados, como instrumentos de producción (barretas, martillos, almocrafes, etc.), se los adquiría de los almacenes establecidos en Sorata, población satélite comercial de la dudad de La Paz. Aquí conviene puntualizar que, la producción minera no sólo se concentraba en la esfera de las relaciones de producción - capital, ganancia y acumulación -, sino que más bien contribuyó a relacionar al sector productivo minero con los demás sectores productivos de la región2.

En el ámbito de la Real Audiencia de Charcas, la producción minera de la plata de Potosí originó un masivo intercambio de mercaderías de/hacia los puertos del Callao y Buenos Aires; en esta estructura comercial, la ciudad de Potosí era el mercado más grande de consumo de América Meridional, contribuyendo a generar el desarrollo de varias provincias y regiones, las que quedaron ligadas y dependientes de la producción potosina.

La bonanza de la economía paceña cuyo desarrollo en parte se debía al comercio de mercaderías de importación, hay que ubicarla a finales del siglo XVIII, llegando a situarse como la segunda región en potencia económica después de Potosí. Para los dos últimos quinquenios del período colonial, La

1 José Destua C. "El ciclo interno de la producción del oro en el tránsito de la economía colonial a la republicana, Perú, 1800-1840". En: Hisla, No. 3, Lima, 1984, p. 2 Sempat Assadourian, Ob. Cit. p. 278

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Paz pasó a liderizar la economía de Charcas. Basta echar una mirada al cuadro demostrativo de ingresos de las cajas reales de 1820 a 1824 de las principales ciudades altoperuanas, en la que aventaja a Potosí, Oruro y otras provincias 1.

El papel de satélite del eje económico Potosí - Lima, fue muy bien capitalizado por la progresista burguesía paceña, donde mercaderes y funcionarios en un esfuerzo conjunto lograron convertirla en una ciudad próspera, un centro comercial y de convergencia para las provincias de Pacajes, Sicasica, Omasuyos y Larecaja, las que a su vez se constituían en parte de la red de flujos mercantiles locales. Ahora bien, estos flujos mercantiles hacia los centros mineros de Larecaja, implicaban toda una serie de intercambios de pequeñas poblaciones (comunidades) locales, de Sorata con los centros mineros, y de la ciudad de La Paz con Sorata.

La minería por esencia se constituyó en el eje articulador de los demás procesos históricos; en este sentido el crecimiento económico regional de La Paz fue fortalecido por la producción de los centros mineros de Larecaja. Una perspectiva más aproximada para comprender el desarrollo del mercado interno provincial de Larecaja del período que se estudia, conduce a abordar el crecimiento demográfico, el rol de los pueblos mineros de nueva creación, la mercantilización de la estructura agraria local, y las demandas de consumo de los pobladores de la provincia.

4. 3. 1. El crecimiento demográfico

Larecaja, desde la época precolombina fue receptora de comunarios provenientes de otras regiones y provincias: unos vinieron de los señoríos aymaras de Pacajes, Lupacas, Collas y del lago Titicaca=0masuyos; en cambio, otros lo hicieron de regiones más alejadas, trasladados por los Incas, de manera que el cuadro de colonias multiétnicas era perceptible en cada una de las poblaciones del valle. La presencia de esta población multiétnica hay que explicarla, por la necesidad de acceder a los recursos del valle - sobre todo del maíz -, y al control militar inca que suponía el abigarrado conjunto de colonias de mitimaes. Su calidad de región receptora de comunarios no la perdió durante el período colonial por la evasión de la mita minera de Potosí, el empleo de su fuerza de trabajo, y la atracción de sus fértiles valles, que la

1 Véase cuadro publicado por René Arze Aguirre, Ob. cit. 1979, p. 81

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convirtieron en refugio para miles de comunarios altiplánicos, que quedaron adscritos en las 270 unidades productivas (haciendas, estancias, chacras, molinos, etc.) de granjeros españoles, criollos y caciques, y en un porcentaje menor en las minas auríferas de Yani.

El censo de Larecaja levantado en tiempos del virrey Francisco de Toledo (1575), arrojó una población de 8.256 habitantes, de los que 1.440 eran tributarios"; un siglo más tarde, en 1684, su población llegó a cuatriplicarse con 32.327 habitantes y la tributaria sumó 7.257. Este crecimiento demográfico se produjo por las provincias de la puna. Larecaja presentaba un panorama opuesto a las provincias altiplánicas. 1684, es un año cumbre en la historia agraria de Larecaja. Las 270 unidades productivas, cobijaban en su interior a ese masivo desplazamiento de unidades domésticas provenientes de los pueblos aymaras. Las minas de Yani, Coaquilata y Aucapata también fueron atractivas para ese contingente humano, que emplearon su fuerza de trabajo.

A mediados del siglo XVIII2, Larecaja contaba con 25.108 habitantes, en relación a 1684 desciende 22 % de su población. El geográfo Cosme Bueno, en sus correrías por Charcas en 1770, estimaba en 20.000 habitantes la población de Larecaja, es decir 5 mil menos que en 1754 3. Hacia 1780, el revisitador de Tabacos Francisco de Paula Sanz, en su meritoria incursión por la provincia estimó una población de 60 a 80 mil habitantes'', cantidad nada que me parece exagerada. De hecho esta población disminuyó en los años subsiguientes a consecuencia de la sublevación indígena. Antonio de Alcedo, en su diccionario publicado en 1785, informa que esta provincia tenía una población de 20.000 habitantes 5, cantidad similar a la estimada por Cosme Bueno que confirma a su vez los estragos demográficos ocurridos por la sublevación indígena de 1781. Un registro levantado por motivos fiscales, y por cierto incuestionable nos los proporciona un documento de 1791, en el cual precisa alrededor de 8.182 indígenas tributarios. Si estimamos cuatro miembros por familia tributaria, tendríamos una población de 32.728

Thierry Saignes "Larecaxa y el debate colonial sobre la mano de obra". En: diario Presencia, La Paz 18 de enero de 1981 2 Golte, Ob. Cit. p. 35 3 Bueno, Ob. Cit, p. 122 4 Francisco de Paula Sanz,[1780] Ms. Cit. 5 Antonio de Alcedo, Diccionario histórico de las Indias Occidentales o América. Madrid, 1787, Tomo II, p. 559

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habitantesl. Este cálculo no está distante de la población real de Larecaja para fines del siglo XVIII, dado que en 1797, según la registros recogidos por Mateo Saravia y Sebastián Arrieta, su población llegaba a 36.284 habitantes y la tributaria a 8.726 .

Los datos cuantitativos de arriba reflejan un cuadro parcial de la población de Larecaja para una centuria de transformaciones sociales en América. A excepción de la cantidad enunciada en 1780 por Francisco de Paula Sanz, caracterizada por su exageración, se percibe la tendencia al aumento de la población de Larecaja. Sensiblemente no es posible descomponer las cantidades de arriba en respecto al status social predominante en la región. Sin embargo, la referencia relativa a la composición social de Sorata, correspondiente a 1793 y 1801, es un valioso indicador para inferir el status social de la población de la provincia: aproximadamente, un 6.39 % corresponde a la población de origen peninsular, un 16.12 % a la mestiza o chola, el 76.85 % a la indígena o tributaria, y el 0.6 % a los esclavos negros. Los tres estratos más representativos, de una u otra manera estuvieron estrechamente ligados a la economía minera de la región.

4. 3. 2. Los pueblos mineros

El crecimiento demográfico de Larecaja en el siglo XVIII, se traduce la creación de algunas poblaciones en la provincia. En tiempos del virrey Francisco de Toledo, los pueblos precolombinos que la política colonial pudo consolidar fueron: Sorata. Italaque, Ambaná, Ayata, Chuma, Camata, Charazani, Carijana, Camata, Mocomoco, Umanata y Songo. Se colige que para 1575, en Larecaja no se logró registrar ningún distrito minero, acaso porque la explotación aurífera no tenía mucha importancia. Un siglo más tarde, en 1684, la cantidad de pueblos registrados eran 16, siendo los pueblos nuevos Quiabaya, Hilabaya, Combaya y Chacapa. Los distritos mineros de Yani, Sunchuli, Aucapata, y Coaquilata aún no habían alcanzado el rango de pueblo, sólo eran pequeños campamentos mineros. Pero en la siguiente centuria, concretamente a partir de 1784, las poblaciones de Larecaja oscilaban entre 22 y 27 (Cuadro No. 26). A las anteriormente citadas se debe añadir:

1 ALE. EC. 1791. "Diligencias en torno a los malos manejos económicos Ms. cit.

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Ananea, Consata, Chiñijo, Yani, Tipuani, Pelechuco, Curva, Aucapata, Timusí, Chuchulaya, Suchez, Sarampiuni y Mururata. En casi dos siglos, Larecaja duplicó las poblaciones de su jurisdicción. El crecimiento demográfico producido entre 1575 y 1684, la rápida evolución de su estructura agraria en muchos valles, hicieron que numerosos ayllus ascendieran de un status inferior a otro superior, transformándose en pueblos prósperos, a los que se dotó de espacios con características urbanas. Los ayllus transformados en pueblos fueron: Pelechuco, Curva, Timusí, Chuchulaya, Sarampiuni, Mururata y Chiñijo; en cambio, por la explotación minera surgieron: Yani, Aucapata, Ananea, Suchez, Tipuani y Consata; aunque Sunchuli y Tacacoma no fueron tomados en cuenta.

Cuadro No. 26 Incremento de las poblaciones de Larecaja.

1575 - 1804

Pueblos 1575 1684 1784 1787 1791 1797 1801 1804

Sorata x x x x x x x x Italaque x x x x x x x x Ambana x x x x x x x x Ayata x x x x x x x x Chuma x x x x x x x x Camata x x x x x x x x Charazani x x x x x x x x Calijana x x x x x x Mocomoco Umanata

x x

x x

x x x x x x

Songo x x x x x x x x Challana x x x x x x x x Quiabaya x x x x x x x Hilabaya x x x x x x x combaya x x x x x x x Ananea x x x x x x Consata x x x x x x Chiñijo x x x x x x Yani x x x x x x Tipuani x x x x x x Pelechuco x x x x x x Curva x x x x x x Aucapata x x x x x x Timusi x x x x x x Chuchulaya Suchez Sarampiuni Mururata

x x x x

x

x

x x

x

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El incremento de los pueblos en Larecaja, hay que explicarlo mediante la

mercantilización de las estructuras agrarias, la evolución demográfica y la

reproducción del mercado. La formación de los pueblos mineros está

directamente vinculada a los primeros intentos de explotación del subsuelo.

Como es de suponer no todos los lugares horadados llegaron a convertirse en

asientos mineros; en última instancia la creación de pueblos mineros

dependía de la perseverancia del empresario minero y del potencial de

reservas metalíferas. En América no todos los lugares donde se ensayaron las

primeras explotaciones se consolidaron como poblaciones mineras. Sin

embargo, gracias al incansable trabajo minero, las regiones vieron surgir

numerosas poblaciones, que fueron testigos oculares de la intensa actividad

de los centros mineros, y daban una imagen de islas económicas localizadas

en medio de las miles de comunidades indígenas.

La dispersón de los centros mineros en Larecaja, que facilitaba la

circulación del capital minero, también trastornó las estructuras agrarias de la

región. La mayor parte de los distritos mineros en Larecaja se consolidaron en

torno a los lugares de explotación del metal, creciendo desordenadamente en

distintas direcciones. Debemos enfatizar, que las características generales que

predominan en las poblaciones mineras de Larecaja colonial, muestran que

"la trama y el tejido urbanos obedecen a una adaptación a la topografía" 1, y

expresan, además, una concepción diferente a la que habitualmente se

observa en otras regiones de los Andes.

Por ejemplo, Yani, creció lentamente desde fines del siglo XVII. Este

centro minero localizado en plena Cordillera desarrolló una peculiar

estructura urbana. Parece que no tuvo una plaza o un espacio que podía

albergar a los conjuntos arquitectónicos, tampoco se aprecia las divisiones en

barrios o zonas. Al parecer, sus construcciones civiles no guardan línea

determinada ni tienen orientación fija, son en su mayor parte de dos niveles

y se aprovecha la fuerte pendiente para acceder al piso superior en forma

directa, y en otros con piedra pizarra en voladizo2. Se trata de un pueblo que

responde estrictamente a las funciones que demandaba el trabajo minero,

1 Gustavo Galleguillo y Nelson Céspedes, "Yani, un conjunto urbano de notable valor cultural". En: diario Presencia, La Paz, 11 de marzo de 1984. 2 Ibid.

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gravitaba estrictamente sobre la jurisdicción de Quiabaya. En cambio, Aucapata localizado casi al pie del río LLica (Ticalloco), ubanísticamente era un pueblo mejor estructurado. Luego de la destrucción de su primitivo emplazamiento, conocido con el nombre de Maukallajta, el pueblo minero tuvo que ser trasladado a su actual ubicación, donde se le dió una estructura urbana de damero en el que se alzan casas de dos pisos con balcones hacia la callel. No cabe duda que Aucapata creció al ritmo minero, tuvo influencia sobre los valles densamente poblados de Ayata, Chuma y Ambaná. Una fuente eclesiástica, de 1779, refiere que en Aucapata residía un numeroso contingente de rescatadores del metal precioso2. A su vez, los pueblos mineros de Suchez y Sunchuli, localizados en extremas alturas, a los 4.700 y 5.100 metros sobre el nivel del mar, también obedecieron a las necesidades mineras, influyendo sobre poblaciones como Charazani, Curva e Italaque. En ocasión de descubrirse las minas de oro en Suchez, este asiento minero se pobló y se urbanizó rápidamente. Entre los problemas que confrontó figura, la falta del líquido elemento vital (el agua) y el combustible para paliar el frío reinante a semejante altura. Se erigó la iglesia, se delineó el entorno de la plaza, sobre la cual se construyeron las viviendas de los mineros. Un minero español de nombre Bernardo Tapia, recurre a la memoria colectiva para señalar: "ha oído decir a los ancianos de este pueblo que el motivo de su erección fue el descubrimiento casual de los minerales de oro que lo hicieron unos mozos pastores de ganado en el día de San Juan Bautista, que le da bonanza de ellos proviene el avecinándose muchos sujetos y establecer sus comercios"3. El centro minero de Tipuani, ubicado en el piedemonte amazónico, dentro el habitat de Lecos y Aguachiles, si bien no tuvo influencia sobre las áreas vecinas, contó una rápida comunicación con Sorata. Sobre el urbanismo de Tipuani quedan algunas referencias graficadas en el plano levantado por Tadeo Haenke en 1794, en el que se puede apreciar que tuvo una estructura urbana con una plaza bien trazada. Cabe agregar que, en los actuales pueblos de Ananea y Tacacoma se observa algunos trazos urbanísticos que corresponden a los siglos XVIII y XIX.

1 Teresa Gisbert, Ob. Cit., p 2 ACCLP. Tomo 78, 1779 mayo de 1779. 3 ACCLP. Tomo 103, 1795. iglesia de la viceparroquia

"El minero José Gabriel Clavijo pide traslado de la de Suchez a Ichacollo". 11 de agosto de 1795.

. 147

. "Sobre la creación del curato de Aucapata", 26 de

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4. 3. 3. Mercantilización de las estructuras agrarias en Larecaja, fines del siglo

XVIII

Los estudios de la estructura agraria de Larecaja colonial se conocen de

manera fragmentaria. Para el período estudiado se tiene la referencia de que

la estructura agraria en tres valles maiceros de la provincia, como Chuma,

Ayata y Aucapata, se caracterizan por su debilidad y por presentar signos de

decadencia económica'. Creo que más de una debilidad misma de su

estructura económica agraria, es pertinente enfatizar que la agricultura de la

región fue siempre de subsistencia, no por la inexistencia de mercados sino

por la persistente relación y control ecológico que por entonces todavía

ejercían muchos pueblos de la puna sobre sus terrenos en los valles de

Larecaja, y la prematura minifundización de la tierra. La producción de las

pequeñas haciendas o chacras de la provincia se la consumía en las ferias

anuales de la puna y excepcionalmente se las conducía a la ciudad de La Paz,

pero la mayor parte se las colocaba en los centros mineros de Larecaja.

Precisamente estos dos mercados bien definidos, el altiplánico y el minero,

contribuyeron en la circulación del capital minero de la provincia.

Obviamente la apertura de este mercado sumió a las haciendas (que para esos

años se hallaban extremadamente fraccionadas) a un esfuerzo mayor de

producción, de la misma manera ocurrió en las comunidades, cuya fuerza de

trabajo era vendida en los centros mineros.

1791 constituye el año en que las autoridades locales se percatan de las

profundas modificaciones en cuanto a la estructura tributaria de la provincia.

Un voluminoso expediente, levantado a raíz del descubrimiento de malos

manejos económicos de las recaudaciones pertenecientes a la corona,

posibilitaron que el nuevo funcionario Josef Landevere, por los constantes

retrasos de las tributaciones de los repartimientos, iniciara una severa

investigación sobre las causas de las alteraciones de la contribución tributaria.

Landevere, explica así el problema suscitado: "muchos años están los tributos

de Larecaja sin tener una norma fija de su cargo y para decir verdad ha sido

muy distinta la idea que de ellos se llevaba en la real contaduría de La Paz de

la que tuvieron sus corregidores y también diversa ésta de la que en por

1 Daniel Santamaría, "La estructura agraria del Alto Perú", En: Desarrollo Económico. No. 72, Buenos Aires, 1979, p. 582.

242

Page 247: Los mineros de Larecaja - repositorio.umsa.bo

Ilustracit3n DI o. 7

Plan de reforma tributaria para la provincia de Larecaj a,

1791

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243

Page 248: Los mineros de Larecaja - repositorio.umsa.bo

menor llevaron los caciques"1. Los tributos pagados por los repartimientos de indios a la corona de Larecaja en el transcurso de los años sufrieron profundas mutaciones en cuanto a las cantidades que originalmente tenían asignadas. Una idea precisa de estos trastornos tributarios sufridos por los pueblos de esta provincia, proporciona el mismo documento citado; así en Camata, Songo, Challana y Carijana, por originario tributaban 15 pesos y 5 reales, excediéndose a lo prescrito por las ordenanzas coloniales; en cambio, en Timusi, Ambaná, Italaque, Mocomoco, Pelechuco, pagaban 6 pesos y 6 reales; mientras que en Hilabaya, cancelaban 6 pesos; y, en Sorata, Combaya, Chuchulaya, Charazani y Curva, lo hacían con 5 pesos. De alguna manera estas alteraciones respondían a las presiones que ejercían los funcionarios locales hacia las comunidades de Larecaja. Esta presión desde luego que tiene un fundamento regional, la apertura del comercio interior en la provincia, que presupone la existencia de una presión del mercado sobre la producción de Larecaja, lo que naturalmente ha ido corroyendo el tradicional sistema de tributación, posibilitando al mismo tiempo la mercantilización de las estructuras agrarias de la región. En realidad, el mercado constituía el puente de la economía "moderna" y la economía tradicional. Y, aquí juegan un papel importante los centros mineros, dado como pequeños mercados y consumidores poco a poco han logrado modificar las estructuras agrarias de las comunidades, dado que sus excedentes podían ser vendidos en las minas y lavaderos auríferos.

La alteración de la estructura tributaria de Larecaja de fines del siglo XVIII, también tiene otras explicaciones, la multietnicidad y la movilidad de sus habitantes con entradas y salidas periódicas al valle, Joseph Landavere, vanamente intenta explicar esta situación: "En este partido pues, es variada la distribución que se hace de los tributarios en sus clases de originarios, agregados, yanaconas, forasteros, legítimos, o ilegítimos, y toda esta vocinglería no trae a fin otra cosa que enredo en las operaciones de la cuentas de producción"2. Eliminando la confusión étnica, Landavere se propuso homogeneizar el tributo proponiendo un plan de reformas en el sistema tributario, dado que para este funcionario todos los indios disfrutaban de tierras iguales, sólo existía la diferencia en cuanto al usufructuo de la tierra.

1 ALP. EC. 1791. "Diligencias en torno a los malos manejos económicos " Ms. Cit. 2 ALP. EC. 1791. Ms. Cit.

244

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De acuerdo a los registros levantados, en 1791, en toda la provincia habían alrededor de 10.182 tributarios. Según el plan de reforma tributaria, los originarios debían pagar 7 pesos, los agregados o forasteros 6 pesos y los yanaconas 5 pesos 1. (Ilustración No. 7)

Los pueblos mineros se convirtieron en verdaderos polos de atracción para las comunidades de Larecaja. La relación centro minero y comunidad era sumamente estrecha y frecuente, lo que permitió a los comunarios convertir sus productos en mercancías. En este sentido, el testimonio del cacique de Charazani es significativo, dado que las tasas de especie correspondientes a las comunidades de sus jurisdicción, como los granos de maíz se los expendía en los pueblos de la puna y en particular en los pueblo mineros de Suchez y Sunchuli2. En cambio, Tipuani, que concentraba la mayor cantidad de mano de obra, para la recuperación física de sus trabajadores, consumía toda la producción local de la coca, inclusive la de Challana y Chacapa; mientras que la coca producida en Chiñijo y Consata, solía ser llevada a las minas de Yani y Ananea3. A propósito es oportuno anotar lo que el minero Diego Power percibió en Tipuani "el consumo de la coca es grande y sin ella no trabajaran, aunque suele haber algunos cocalitos no basta para el consumo y se suele traer de La Paz y otros lugares porque no puede estarse sin ella"4. Inclusive la alejada misión de Apolobamba se hallaba beneficiada por la apertura de este mercado, dado que la producción de sus cigarrillos eran comercializados en la provincia de Larecaja5. Conviene anotar, que en la provincia no se cobraba impuesto alguno de los productos de la tierra. Un oficio de fecha de primero de agosto de 1803, reza: "así mismo para que ninguna de ellas permite cobrar la alcabala de los chuños, papas, maíces, manteca y demás efectos en que gozan privilegio los naturales de estas américas por las Leyes del Reyno"6. De manera que es dificil poder contar con alguna referencia posible sobre los volúmenes de su comercialización, pero sin embargo, hay evidencias definidas de la relación centros mineros-comunidades de Larecaja.

1 ALP. EC. 1791 Ms. Cit. 2 ALP. EC. 1791. Ms. Cit. 3 Philip Parkerson, "La coca en la América precolombina" En: La coca en Bolivia, La Paz, 1981, p. 21. 4 Power, Ms. Cit. 5 ALP. LO. Larecaja, 1797 - 1803, fs. 173 6 ALP. LO. Tarecaja, 1797 - 1803, fs. 93

245

Page 250: Los mineros de Larecaja - repositorio.umsa.bo

4. 3. 4. El consumo en los centros mineros auríferos.

Las poblaciones de Larecaja fueron masivos centros de consumo. A principios del siglo XVIII, cuando las minas de Yani, Coaquilata, Aucapata, Suchez y Sunchuli estaban en auge, numerosos comerciantes mestizos e indígenas de las comunidades aledañas se daban a la tarea de internar alimentos. Como se ha visto más arriba, entonces estos comerciantes fueron combatidos en extremo por los corregidores y tenientes que monopolizaban el comercio y la producción del metal, de ahí que muchos de estos funcionarios regionales se vieron enfrentados a los empresarios y trabajadores mineros.

Los comerciantes mestizos y los comunarios sin duda abrieron la ruta comercial interna hacia los centros mineros de la provincia. Sin embargo, en el siglo XVIII, el auge de la producción aurífera y la agresividad de los mercaderes de la ciudad de La Paz, hicieron que volcaran su mirada hacia la provincia de Larecaja. Las mercaderías de importación, antes de exclusiva internación de los comerciantes locales y corregidores, gradualmente pasó a manos de los grandes comerciantes de La Paz, subordinándose sus similares de Sorata.

Es cierto que no se puede hablar de cientos de comerciantes establecidos en Sorata, sino más bien de un grupo selecto de mercaderes monopolizadores de todo el comercio interregional. En este sentido, Sorata se convirtió por añadidura en satélite comercial de la ciudad de La Paz. La relación entre los mercaderes de La Paz con los de Sorata era estrecha, con una fuerte dependencia de estos úlitmos dado que recibían mercaderías a crédito de los primeros. Por ejemplo, en 1722, el mercader paceño Juan Antonio Costa concedió a su colega de Sorata, Juan Pinto Noguera, una "memoria de ropa" avaluada en 4.000 pesos, para ser comercializada en su integridad en el centro minero de Yani; por su parte, Joseph Mansilla (mercader de Sorata), también recibió mercaderías por valor de 1.031 pesos para ser vendidos en Aucapata y Guacapatal. Obviamente, estas referencias son pautas indiscutibes del flujo mercantil hacia Larecaja. Sin embargo, Juan Jáuregui2 que ha estudiado con detenimiento el papel de los comerciantes de La Paz, anota que en este

1 ALP. EC. 1722. "Sebastián Ramirez Carrasco contra Juan Antonio de Costa por deuda de 2 libras y 9 onzas de oro", 24 de abril de 1722 2 Jáuregui, Ob. Cit. (Tesis inédita).

246

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Caracteristicas del comercio regional de Larecaja

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comercio interregional, destacaban Jacinto Maldonado y Zárate, Francisco Larrea, Calixto Jordán y Ventura Jordán, cuatro mercaderes que tenían absoluto dominio del comercio regional antes de 1780, aunque conviene subrayar que no se conoce los volúmenes de mercaderías manejados.

Hasta 1780, los corregidores a través del reparto forzoso de mercaderías, desempeñaron un rol importante en la apertura de los flujos mercantiles. A propósito, Jürguen Golte, proporciona cifras globales de lo que significaba en 1754 los volúmenes del reparto en el distrito de La Paz, donde la provincia de Larecaja tenía una asignación del reparto por el valor de 114.637 pesos, ocupando el segundo lugar luego de la provincia de Sicasical. Después de la supresión de los repartimientos, temporalmente la población indígena retornó a la economía de subsistencia, aunque continuó el tributo, produciéndose la reducción del producto excedente y del trabajo fuera de las comunidades. Sin embargo, en Larecaja, la eliminación del reparto duraría pocos años, recuperada la minería aurífera, los subdelegados, siguiendo los pasos de sus anteriores colegas (los corregidores), restablecieron el reparto en la provincia, lo que permitió una vez más al indígena tributario buscar trabajo para pagar el valor del reparto. La medida probablemente haya tenido una explicación, la prosperidad económica de la provincia.

Una acción coactiva seguida por el gobernador intendente Juan Manuel Alvarez al subdelegado Juan Monroy Moreno en 1791, puso al descubierto la reimplantación del reparto, constatándose también que funcionarios como Francisco Ignacio de Iriarte y Lorenzo Conti (antecesores de Monroy Moreno) habían hecho lo propio. El restablecimiento del reparto confirmó que algunas comunidades se encontraban inmersas dentro la economía mercantil, pero también supuso que muchas volvieran a este sistema económico, es decir que en la economía campesina debía haber un excedente disponible de tiempo de trabajo convertible de una u otra forma de mercancías. El mecanismo de distribución de las mercaderías fue siempre el cacique, pieza fundamental del sistema. A fines del siglo XVIII, el sistema de caciques estaba en manos de mestizos y españoles. En Larecaja, como efecto de la importancia de la producción minera rápidamente se reestructuró el sistema de caciques para ejercer un mejor control de la mano de obra. Por ejemplo, en centros mineros como Aucapata, Yani, Ananea, Consata y Tipuani, se designaron caciques

1 Golte, Ob. Cit, p. 93 ss.

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para el cobro de tributos de las comunidades vecinas. El reparto de mercaderías por los subdelegados de Larecaja se vio facilitado toda vez que estas "autoridades indígenas" respondían a los intereses de los subdelegados.

Los efectos repartidos por los subdelegados en orden de importancia eran: mulas y artículos de importación. Para optimizar su venta, los funcionarios instalaron un "almacen" en Sorata, donde acudían no sólo los caciques, sino hacendados y mineros a proveerse de los mercaderías requeridas. La instalación de un "almacen", tal como refiere el documento de 1791, supone la "modernización" de la economía colonial, aunque el objetivo era la distribución de mercaderías. El almacen estaba abarrotado de toda clase de artículos manufacturados, desde los de lujo hasta herramientas de trabajo. Entre las mercaderías figuraban: pañuelos listados, pañuelos finos, piezas de paño de segunda de colores negro y azul, sayales de color verde y zafiro, bramante, burato, cintas, tijeras, cuchillos y fierro. A los artículos vendidos en el almacen de Sorata, hay que añadir el aguardiente, botijas de vino, cigarrillos de papel, cigarrillos de Apolo, botes de polvillo, habano cabiole, barajas superfinas y mulas, internados por otros comerciantes.

El documento referido contiene una valiosa información del movimiento económico de Larecaja. Luego de una ardua labor coactiva, se pudo establecer que el subdelegado Moreno Monrroy tenía una deuda de 6.985 pesos por concepto de mulas y efectos del almacen (Cuadro No. 27). Sin embargo, otra fuente de 1795, precisa que el subdelegado Antolín Chavarrín, había repartido en la provincia alrededor de mil mulas a razón de 24 pesos, lo que supone una recaudación de 24.000 pesos, cantidad por cierto significatival.

El consumo en la provincia de Larecaja tuvo otros matices. En 1798, el responsable de las alcabalas de Sorata, Josef Andrés Terrazas, remitió a los oficiales reales de hacienda de La Paz la cantidad de 3.905 pesos, producto de la recaudación del seis por ciento de la transacción de mercaderías de importación2. Esta cantidad recaudada hace suponer que ese año el comercio movió en toda la provincia la cantidad de 65.083 pesos.

1 ALP.EC. 1795. "Denuncia presentada por Josef sanchez Barreda " Ms. Cit. 2 ALP. LO. Larecaja, 1797 - 1803, fs. 69

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Cuadro No. 27 Efectos vendidos a crédito en el almacén de Sorata por

Juan Moreno Monrroy , 1790

Acreedores Mulas Almacén Total

Manuel Mariaca c. Sorata 252 ps 180 432 p José Justo Estrada c. Hilabaya 1453 1453 Marcos Córdova c. Quiabaya 143 143 Tomás Buitrón c. Ambaná 35 35 Benancio Vera c. Italaque 442 61503 Mariano Villegas c. Combaya 284 284 Mateo Herrera v. Ananea 51 51 Pedro Benaente v. Ayata 140 140 Casimiro Fernandez v. Ananea 15 15 Julián Vega c. Quiabaya 74 74 Ignacio Ascarrums c. Quiabaya 729 729 Julián Vega c. Quiabaya 1788 1788 Antonio Molina v. Conzata 198 198 Francisco Palpa 93 93 Felis Suarez Varela m. Sorata 96 96 Diego de Ulloa 48 48 José Ascarrums 54 54 Manuel Sartier 178 178 Josef Mariano Lino v. Sorata 16 16 Narcisa Santalla v. Sorata 47 47 Pedro Holoma v. Sorata 15 15 Eduardo Azain m. Ananea 150 150 Pedro Ponce 40 40 Tomás Buitrón c. Ambaná 35 35 Cayetano Aliaga v. Ayata 118 118 Baltasar Tagle m. Ananea 60 60 Juan del Río M. Ananea 160 160 Fernando Ortiz Colom i 30 30

5320 1665 6985

Fuente: ALP. EC. 1791. m mineros c caciques y vecinos

Los artículos de importación llegaban a la provincia vía ciudad de La Paz, estableciéndose de esa manera el comercio interregional. En cambio,

250

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otros productos como el vino, eran transportados desde Arequipal, algunas telas desde el Cuzco; la carne, el charque, la manteca (cebo), el pescado y el chuño de los pueblos de la puna; los cereales (maíz) y los tubérculos (papa) de las comunidades del propio valle de Larecaja; la madera y el cigarrillo de "Apolo" de las regiones subtropicales; y, finalmente la coca, provenía de Songo, Challana y Chacapa, como de los yungas de Coroico y Chulumani. En realidad la economía minera logró desarrollar una serie de pequeños circuitos comerciales al interior mismo de la provincia, enlazando a comunidades y poblaciones con los centros mineros; pero tambien, hizo lo propio con otras provincias localizadas fuera de la jurisdicción paceña, como Arequipa. (Gráfico No. 8)

El costo de los artículos de consumo que en un principio sólo encarecían la vida de los mineros y trabjadores, también tenía sus efectos en las comunidades y poblaciones de la provincia. Obviamente que no pagaban el mismo precio que en los centros mineros, pero si debían ajustarse a la demanda minera. Acerca del encarecimiento del nivel de vida, en 1796, el cura de la iglesia de Tipuani, sostenía: "porque no hay hombre que viva sin comer, y en este de Tipuani en medio de sus fatales enfermedades, una libra de carne vale un real, cinco papas medio real no grandes sino menudas, y a esta conformidad los demás utencilios"2. La idea de que en los centros auríferos el nivel de vida es sumamente alto no ha variado en relación al siglo XVIII; los mejores precios pagados, han llevado a los comerciantes en toda época ha considerar como los lugares más atractivos de donde se pueden obtener mejores ganancias.

La apertura del mercado interno regional de Larecaja se venía gestando desde el momento en que empezaron a gravitar los centros mineros auríferos en la región. De ahí que la mercantilización de las estructuras agrarias era de larga data. En relación a otras provincias del ámbito paceño, en las que perduraban los sistemas de trueque y una débil influencia del mercado, las comunidades de Larecaja lentamente ingresaron a formar parte del mercado interior regional, generado por la economía minera aurífera. Desde mediados del siglo XVIII, las comunidades locales, separaban una parte de su

1 ALP. PTL. No. 1, 1795. "Testamento de Mateo Prieto", 12 de noviembre de 1795 2 ACCLP. Tomo 105, 1796. "La pobreza de la iglesia de Tipuani", 31 de agosto de 17%

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producción agraria para ser convertidas en mercancías, precisamente en los

centros mineros. El mercado interno regional de Larecaja del siglo XVIII,

quedó fortalecido por el crecimiento demográfico, la dinámica actividad de

los centros mineros y su influencia en las comunidades aledañas, y la

demanda de una serie de artículos de importación como de productos

regionales por sus miles de pobladores.

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hombres que destacaron en la sociedad mexicana y potosina colonial. El paradigma notable de un empresario minero que cobró notoriedad en la historia del Potosí colonial, es sin duda Antonio Lopez de Quiroga, que a lo largo de su estadía en la villa imperial supo amasar una fortuna expresada en alrededor de seis millones en pesos de plata. Lopez Quiroga, en un principio, empezó con actividades comerciales para luego ganar espacio y confianza de los empresarios mineros potosinos. Fue uno de los principales prestamistas, incursionando exitosamente en la agricultura y ganadería; de todas estas actividades supo sacar provecho y ganarse el prestigio de "industrial minero", cuya riqueza se expresaba en la ostentación y los bienes que poseía en Potosí. Asimismo intervino mediante su poder económico en proyectos y exploraciones hacia regiones poco conocidas. A decir de su biógrafo, en Antonio Lopez de Quiroga, encontramos el primer minero capitalista, en el sentido moderno la palabras. Sin embargo, la minería de la plata potosina dió otras figuras destacadas, de la talla de Pedro de Mondragón y Hernán Carrillo de Córdova, que descollaron en las primeras décadas del siglo XVIII2.

A mediados del siglo XVIII, América recibió una nueva migración de españoles, desde luego no con los propósitos de sus compatriotas del siglo XVI sino esta vez atraídos por el comercio y la explotación de los recursos del subsuelo. Potosí y su industria minera ejercieron atracción sobre estos migrantes en busca de un camino rápido hacia la fortuna, accediendo al arrendamiento de ingenios y mitayos. Los recién llegados se vincularon con los mineros de Potosí3. En el distrito paceño la nueva migración hispana tuvo la misma dirección que en la Villa Imperial. Se sabe que la mayoría vino con concesiones especiales en la actividad comercial, y así lo hicieron, dado que establecieron sus intereses precisamente en el comercio de importación y en la explotación aurífera de Larecaja. Aquí es pertinente enfatizar que hasta 1750, la mayoría de los empresarios mineros tenían un origen local y provincial, muchos de ellos criollos, mestizos e indígenas, en escasa proporción españoles. La nueva generación de mineros estableció relaciones con los mercaderes de La Paz; como se ha señalado en otra parte, esta relación

1 Peter Bakewell, Antonio Lopez de Quiroga, industrial minero del Potosí colonial. Universidad Boliviana Tomás Frías, Potosí, 1973 2 En México las figuras comparables a Antonio Lopez de Quiroga fueron Manuel Rétegui y José de la Borda, grandes empresarios de Zacatecás y de Guanajuato. Bakewell, Ob. Cit. p. 35 - 36. 3 Tandeter, Ob. Cit. p. 185

254

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trajo consecuencias desastrozas para los mineros, puesto que los mercaderes

que eran inversionistas, terminaron apropiándose de ricos lavaderos y minas

de oro. La influencia de la industria minera fue gravitante aun en regiones

donde el trabajo extractivo era de dimensiones modestas, pese a ello sirvió

para encumbrar y formar grupos de poder.

Los empresarios mineros de Larecaja jugaron un rol de importancia en

la economía regional de La Paz, proveyendo ininterrumpidamente el metal

precioso a los mercaderes asentados en el comercio de la urbe paceña. Hasta

mediados del siglo XVIII, el esfuerzo minero sólo reportaba pequeñas

ganancias; pero desde que en el proceso de producción intervinieron los

mercaderes paceños, invirtiendo capitales, se formaron verdaderos grupos de

poder, cohesionados a través de su diversificada acción, como el comercio de

importación y de la coca. De manera que la minería aurífera, el comercio de

mercaderías y el de la coca, contribuyeron para que emergiera una oligarquía

con mucha influencia en la economía, en la política y en la sociedad paceña.

De ahí que, desde altos funcionarios civiles, militares de alto rango, grandes

comerciantes y sectores medios de la estructura social paceña, como grupo

social sumamente influyente, estuvieron involucrados en el proceso de

producción y comercialización del oro .

Una vez más recurriré a aquella magnífica referencia proporcionada por

Alonso Carrió de la Vandera, que en 1773, después de la comparación de las

familias de paceñas con respecto a sus similares de Potosí y Oruro, catalogaba

a la ciudad de La Paz como una "de las más ricas del reino". A diferencia de

Potosí y Oruro que dependían exclusivamente de los vaivenes de la

producción argentífera, la urbe paceña disfrutaba de una economía

diversificada, que la integraba a las cinco provincias de su entorno,

Omasuyos, Pacajes, Sicasica, Larecaja y Chulumani.

La élite paceña gozaba de una próspera situación económica. Se había

consolidado un grupo social poderoso que tenía ramificaciones en los

diversos sectores productivos de la región. Como clase dominante y

oligárquica, producto de su intensa actividad comercial y productiva,

disfrutaba de una vida sin sobresaltos, donde la ostentación y el lujo eran la

principal prioridad para distinguirse de los demás sectores sociales; llegó

también a ocupar y a amparar algunos cargos públicos y políticos en la ciudad,

255

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de los que supieron beneficiarse en sus intereses económicos; pero también fueron precavidos con los cambios políticos del período comprendido entre 1809 - 1825, puesto que nunca arriesgaron sus fortunas.

4. 4. 1. Ostentación y lujo.

La burguesía paceña manejó exitosamente el comercio del oro. En el cuadro No. 22, que hacemos referencia se puede leer los nombres de connotados e influyentes personajes vinculados al comercio y a la explotación del metal áureo, con inversiones en minas y lavaderos de Larecaja. Precisamente, la ostentación, el lujo y los bienes muebles que disfrutaban las herederas del exgobernador intendente Sebastián de Segurola, el marqués de San Felipe el Real, Diego Quint Fernández Dávila, el célebre oidor de la Real Audiencia de Chile, Francisco Diez de Medina, José Iriondo, Miguel Ignacio Zavala y otros, en parte se debían a sus ganancias de los lavaderos auríferos de Tipuani. A propósito es preciso citar a Domingo Rodriguez, un minero español con varios años de residencia en la región aurífera, "que todos los bienes que al presente tengo son adquiridos constante mi matrimonio con mi actual mujer doña Sinforosa [Buitrón] y con las utilidades cortas adquiridas en la mina que he trabajado he podido comprar raíces". Los bienes muebles e inmuebles declarados por los empresarios mineros, invitan a aproximarnos a las ganancias que reportaba la actividad minera, que permitió en muchos casos la adquisición de mansiones y de alhajas.

Entre las figuras representativas podemos mencionar al capitán de ejército José Iriondo, natural de Soria en Guipuscoa; que uniéndose en matrimonio con Juana de Dios Diez de Medina, tuvo en sus manos la hacienda de cocales denominada Cala Cala (Coripata) avaluada en 14.000 pesos, y la casa aledaña (actualmente hotel TorMo) a la del oidor Diez de Medina, en pleno centro político de la ciudad, que costaba 8,600 pesos2, la misma que fue incrementada con las rentas del trabajo minero. En cambio, su ocasional contendor José Benito Rodriguez, también migrante español, entre las cuentas de su testamentaria existentes para 1807, figuraba la cantidad de 98,019 pesos nominales y reales, consistentes en metal precioso y en caudales

1 ALP. PT. Larecaja, Prot. No. 9, 1813."Testamento de Domingo Rodriguez", 11 de junio de 1823 2 ALP. RE. leg. 183, 1803. "Carta dotal (José Iriondo). 5 de nottiembre de 1803

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efectivos, en el que no se incluían sus inmuebles y bienes mueblesl. Unos años antes, en 1802, cuando se realizó la inventariación de sus bienes, José Benito ostentaba para su defensa personal, un par de pistolas que costaba 50 pesos, una escopeta de "sustayta", de 95 pesos, un espadín con puño de oro, avaluado en 235 pesos, y un espadín de metal amarillo, de 12 pesos2. Sin embargo, uno de los que ha legado numerosos bienes, fue Manuel Mariaca, de cuna sorateña, que en 1805, dejó 12 propiedades entre haciendas y estancias, joyas, vestidos y ganados por valor de 21.965 pesos3. Por su parte, la heredera del general Benito Gonzales de Santalla, Rosalía, legó las propiedades agrícolas de Machacamarca (Coroico), la estancia de Chirioco (Pucarani) y tierras en Collabamba (Larecaja), como también una valiosa casa en la ciudad de La Paz4. El criollo minero Isidro Figueredo, natural del distrito de Yani, tenía en su haber siete propiedades agrícolas de corto valor en la jurisdicción de Quiabaya5, fruto de sus trabajos mineros. El heredero del ingenio de Yani, Pedro Valverde, poseyó una casa en la ciudad de La Paz cotizada en 602 pesos y otra en Yani "con diez cuartos, altos y bajos sobre la calle real"6. En cambio, Felipe Alva, también minero de Yani, debido a su intensa actividad extractiva, compró varias propiedades en la provincia, entre elllas, Llachayuni y Tcacaxchaca, que le costó 3.600 pesos; además, en reciprocidad a la protección divina de sus trabajos mineros, tenía la promesa de mantener a perpetuidad la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción de Yani7. Por ejemplo, en el año de 1786, Juan José Agramont compró de Rosalía Gonzales de Santalla, la estancia de Chirihoco en 6.000 pesos, exibiéndole "20 libras de oro", aunque esta propiedad la litigaba el oidor

1 ALP. EC. 1807. "Razón de las cuentas de la testamentaria de 1 finado José Benito Rodriguez, realizado por el albacea Juan Santos Zavalla, también ya difunto". 2 Crespo, EL al. Ob. Cit. 1975, p. 66 3 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 5, 1796. "Testamento de Manuel Mariaca", 10 de mayo de1796; ALP. PT. Larecaja, Prot. No. 10, 1822. "José Alarcón a nombre de Manuela Ulloa sobre los bienes de la testamentaria de Manuel Mariaca, su esposo", 21 de marzo de 1822. 4 ALP. PT. Larecaja, Prot. No. 2, 1794. "Testamento de Rosalía Gonzales de Santana", 22 de mayo de 1794 5 ALP. PT. Larecaja, Prot. No. 3, 1797. "Testamento comprobado de Isidro Figueredo". 3 de noviembre de 1797 6 ALP. PT. Larecaja, Prot. No. 1, 1754, "Testamento de Pedro Valverde", 12 de abril de 1754 7 ALP. PT. Larecaja, Prot. No. 1,1782. "Testamento de Felipe Alva". 20 de noviembre de 1782

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Francisco Tadeo Diez de Mendina1. Y, para concluir con este corto recuento de los bienes de los mineros, Hermergildo Simbrón, fue dueño durante muchos años de la estancia y pesquería de Quereguata, localizada en Santiago de Huata, avaluada en 4.000 pesos2.

Uno de los empresarios mineros de mayor fortuna en el trabajo de minas y lavaderos de oro, unas veces como administrador de compañías mineras y otras como propietario, fue Andrés Coll, natural de Barcelona, España. En realidad conocía palmo a palmo la zona aurífera, su experiencia fue crucial en los resultados alcanzados en la producción del metal precioso; pero ese su éxito minero nunca pudo ser retribuido en la vida cotidiana que le jugó una mala pasada; sin embargo, tuvo dos casas de mucho valor; una en Sorata que costaba 10,000 pesos, y otra en la ciudad de La Paz que valía 12.000 pesos, esta última ubicada a escasos pasos de la plaza mayor, "en la calle del palacio viejo" (actual calle Ballivián). En una ocasión perdió un capital considerable, 60.000 pesos invertidos en "giro y comercio de cascarilla y efectos entregando aquellos a una persona de abono para su expendio en la ciudad de La Paz, y la expresada cascarilla la remití a España para su venta, pero con tal desgracia que ambas se perdieron en él todo, de causa del mal comportamiento del sujeto a quien encomendó su dicho expendio y la de haber corsarios en alta mar"3. El tráfico de mercaderías para España en ese tiempo suponía varios peligros. No se debe olividar que de América se enviaban metales preciosos, caudales y en este caso cascarilla, los dos primeros sujetos a los ataques de los piratas de la época. Pero el mismo Andrés Coll, narra el destino que tuvo su fortuna: "declaro que aunque en este segundo matrimonio [con Benita l'ames] adquirí en el trabajo de minas ingente caudal, se ha disipado la mayor parte en las varias emigraciones que hice con toda mi familia"4. Las frecuentes migraciones realizados por Coll al vecino virreinato del Perú, obedecían exclusivamente a fines políticos, dado que era contrario a las ideas revolucionarias de los criollos.

1 ALP. EC. 1786. "La parte del señor oidor Francisco Tadeo Diez de Medina sobre la estancia de Chirihocho". 2 ALP. RE. Leg. 177, 1796. "Venta: el dr. don Hermeregildo Simbrón y otros a Manuel Lartiga". 25 de mayo de 1796. 3 ALP. PT. Larecaja, Prot. No. 8, 1820. "Testamento de Andrés Coll", 3 (le septiembre de 1820 4 ALP. PT. Larecaja, Prot. No. 8, 1820. "Testamento de Andrés Coll". MI: cit.

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Las utilidades mineras generalmente se las invirtió en la compra de casas, propiedades agrícola-ganaderas, bienes muebles, de joyas y de lujosos vestidos. Por ejemplo, en 1812, el longevo minero Salvador Durán, recordaba que para Tipuani, expresamente se había hecho traer "un sillón bordado para su primera mujer", cuyas características eran: un "sillón chapeado con plata y el caparazón bordado de realce con hilado de plata en tripe colorado inglés, con cincha y todo adherente" 1 José Gabriel Clavijo, un empresario de bastante éxito del centro minero de Suchez, tuvo la iniciativa de trasladar la viceparroquia de Suchez a la comunidad de Ichacollo en 1795 : "que hace el espacio de siete años y más que estoy empleando en el laboreo de minas con asignación del lugar por su majestad desde mis antepasados, contribuyendo puntualmente al soberano su respectivo interés, no hallando en él Dios lugar prometa alguna responsabilidad a mi trabajo"2. La obra benéfica emprendida por Clavijo en Suchez, constituía un acto de reciprocidad por la protección divina que recibió en sus prósperos trabajos de explotación del oro. Otros mineros bastante afortunados fueron Juan José Agramont, Pedro Miguel Osma, Félix Suarez Varela, disfrutaban del lujo y la ostentación en Sorata. Por ejemplo Osma, había destinado para la construcción de su casa la suma de 6.500 pesos.

La ganancia minera posibilitó el rápido ascenso social de estos grandes empresarios mineros en la provincia de Larecaja y de los mercaderes (inversionistas) de la ciudad de La Paz. Pero qué ocurría con los mineros de los estratos mestizos e indígenas; en realidad tuvieron una vida más sacrificada, no tenían acceso a los créditos, eran víctimas de sus propios colegas, de los económicamente más estables; a pesar de ello, ejercieron influencia sobre la sociedad provincial en la que residían.

4. 4. 2. Las uniones matrimoniales mineras

La familia minera fue más propensa a las uniones matrimoniales entre personas afines o identificadas con la industria minera. El fortalecimiento de la unidad productiva - mina o lavadero - o la incorporación de nuevos bienes al patrimonio minero han jugado un papel decisivo en estas uniones

1 ALP. EC. 1812. "Autos seguidos por don Julián Durán " Ms. Cit. 2 ACCLP. Tomo 103, 1795. "El minero José Gabriel Clavijo, pide traslado de la, iglesia de la viceparroquia de Suchez a Ichacollo", 11 de agosto de 1795

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matrimoniales, que al final se unían intereses y fortunas. La actividad minera

como tal, creadora de grandes fortunas, ha sido determinante en la formación

de una aristocracia minera, con un poder político y económico en la región.

Estas relaciones de parentesco espiritual subordinadas a la situación

económica, solía ocurrir en todos los estratos sociales inmersos en la

industria minera del oro. Naturalmente, las uniones conyugales más

importantes se daban entre los grandes empresarios mineros y grandes

capitalistas. Es pertinente ejemplificar las uniones matrimoniales de José

Iriondo con Juana de Dios Diez de Medina, hija del célebre oidor de Chile; el

matrimonio de Miguel Ignacio Zavala con Rosa Calderón Sanginés; el de

Jorge Ballivián con Isidora de Segurola, hija el intendente Sebastián de

Segurola; o el del mercader y empresaio minero Juan Santos Zavalla con

Manuela Pascuala Saenz de Tejada, todos descendientes de importantes

personajes de la urbe paceña. Sin embargo, donde se dieron con mayor vigor

los matrimonios entre hijos de mineros fue en la ribera de Tipuani. Por

ejemplo, la hermana del minero José Gallegos, Magdalena estaba casada con

Manuel Antonio Salas, dueño del lavadero de Vilaque de Tipuani, no

olvidemos la arriesgada escapatoria que hizo este minero a los llanos de

Moxos. Por su parte, la hija del general Benito Gonzales de Santalla, llamada

Rosalía contrajo matrimonio con el general Francisco Zorrilla de San Martín,

dueño y constructor de la famosa acequia Ananea. El minero Pedro Miguel

Osma, estuvo casado con María Mexía, hija del minero Andrés Mexía; el

empresario Jacobo Iglesias con Paula Velasco, hija del minero Asencio

Velasco. El hijo del general Anastacio Suarez Varela, llamado Félix, casó con

Manuela Valverde, hija del maestre de campo Pedro de Valverde; o, el caso

de Andrés Coll, que tuvo dos matrimonios, el primero con Rafaela Mexía

(hija de un minero de Yani) y el segundo con Benita Tames Lemoine, hija del

excorregidor de Yamparez Francisco Tames. Una de las hijas del marqués de

San Felipe el Real, nombrada Eulogia Quint, casó con Manuel Gonzales de

Santalla. Juan José Agramont, contrajo nupcias con Maria Mariaca, hija del

rico mercader sorateño Manuel Mariaca. Pero también es pertinente destacar

las uniones de Luis Oña con Eulalia Simbrón, y el Ildefonso Villamil casado

con la hija del minero Baltasar de Rada, familias pertenencientes al grupo de

mineros más prestigiosos de Tipuani.

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El poder económico minero permitió a muchos disfrutar de una vida cómoda. Cuántos comerciantes o empresarios mineros para ganarse las voluntades familiares deslumbraron por su ostentación económica. Por ejemplo, en 1803, Juana de Dios Diez de Medina, llevó a su matrimonio con el capitán José Iriondo, una dote consistente en 35.450 pesos expresadas en bienes muebles e inmuebles. En el acto se recomendaba a Iriondo no disipar la fortuna de los Diez de Medina; o el caso de Andrés Coll, que en calidad de "donadio y arras propter nuptias" dio a Benita Tames, 7.000 pesos puestos en sus intereses de la ribera de Tipuani ; y, finalmente Micaela Mariaca llevó a su matrimonio con el minero Manuel Macedo, una dote de 3.000 pesos. Pero también, el poder económico minero no siempre desperdició su fortuna en cosas superfluas, sino que también contribuyó en la formación de su progenie, costeando estudios de "profesionalización". A manera de ilustrar la actitud empresarial minero, en 1800, el Dr. Hermeregildo Simbrón, asignó la suma de 200 pesos para los estudios de su sobrino Juan Oña en el Colegio Seminario de La Pazl.

4. 4. 3. El servicio doméstico: los esclavos negros

La ostentación económica admitía toda clase de lujos, entre ellos contar con una servidumbre acorde a su situación social. Una parte de las ganancias mineras fue invertida en la compra de esclavos, unas veces para el trabajo minero y la mayor parte para el servicio doméstico. La inversión en esclavos negros suponía un alto costo manutención, en primer lugar se trataba de la inversión de un capital, por este sólo hecho, el esclavo recibía un trato preferencial en relación a los indígenas.

La introducción de las piezas de esclavos negros se los hacía a través del puerto de Buenos Aires. Generalmente se encargaba al comerciante la importación de negros, como también se los compraba en la misma ciudad de La Paz. En 1797, Pedro Bartolomé Imbrech, un mercader especializado en este tipo de negocios, introdujo a la ciudad alrededor de 39 piezas de esclavos negros. La mayoría fue adquirida por la burguesía paceña. Una parte de esa cantidad la compraron varios empresarios mineros, entre ellos Miguel Ignacio Zavala que adquirió seis piezas en 2.520 pesos; Andrés Coll, compró

1 ALP. RE. Leg. 180, 1800. "Asignación de congrua: el Dr. Hermeregildo Simbrón a Juan Oña, su sobrino", 2 de febrero de 1800.

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uno en 520 pesos; y, José Iriondo dos en 935 pesosl. Sin embargo, de acuerdo al testamento de Andrés Coll, en 1820, este empresario minero tenía cinco piezas, tres destinados al trabajo en sus lavaderos auríferos y dos para el servido doméstico. Se sabe que para 1813, en su lavadero de Chuquini, tenía una zamba avaluada en 300 pesos2. Asimismo, Antonio Lopez de Alborta, dueño del lavadero de Romanplaya tenía un esclavo negro que costaba 588 pesos; el minero Domingo Rodriguez, tenía tres piezas que estaban avaluados en 1.240 pesos, todos destinados al servicio doméstico; a su vez, Jacobo Iglesias tenía una pieza que costaba 410 pesos; Gavino García Lanza, hermano de los caudillos Manuel Victorio y José Miguel, que explotaba las minas de plata en Quiabaya, tenía un esclavo avaluado en 400 pesos. Otros empresarios mineros que detentaban esclavos negros, eran el capitán de ejército José Benito Rodriguez que tenía una pieza que costaba 500 pesos; el minero Luis Cameo, disfrutaba del servicio de una pareja de esclavos negros avaluados en 925 pesos; el otrora minero Baltasar de Rada, a su vez tenía una pareja de esclavos negros que costaba 845 pesos; el minero Juan Rodriguez un esclavo de 400 pesos; y el exitoso minero, Ildefonso Villamil, tenía un esclavo de 400 pesos3.

4. 4. 4. La protección de los cargos públicos

En los últimos 40 años del período colonial, la vieja reproducción familiar en los cargos públicos en la dudad de La Paz, poco a poco fue relegada para dar lugar a personajes económicamente más influyentes. Sin embargo, una situación que no pudo cambiar fue la venta de cargos, que se siguió preservando para beneficio de la corona. El puesto de gobernador intendente continuó siendo un cargo de privilegio para los originarios de la península, aunque interinamente llegaron a ocuparla algunos criollos americanos. Desde que en 1783, Sebastián de Segurola inaugurara el período de los gobernadores intendentes en La Paz, la centralización de poderes fue la principal diferencia en relación a los anteriores funcionarios, los corregidores.

1 ALP. RE. Leg. 177, 1797. "Venta de esclavos: Pedro Bartolomé Imbrech, vecino del comercio de esta ciudad, apoderado de don Tomás Romero, vecino de Buenos Aires, en la venta de esclavos". 2 ALP. PT. Larecaja, Prot. No. 8, 1820. "Testamento de Andrés Coll", Ms. Cit. 3 ALP. RE. Larecaja, véase procolos Nos. 8, 9 y 10, correspondiente a los años de 1801, 1802, 1806 y 1808. Asimimo, véase el protocolo de testemento No. 10, correspondiente a a802, como el Registro de Escritura, Leg. 173, del año de 1793.

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El marqués de San Felipe el Real, Diego Quint Fernández Dávila, criollo de una apreciable fortuna, producto de sus actividades comerciales y mineras, fue uno de los que llegó a ocupar interinamente el cargo de intendente en 1811, precisamente cuando la convulsión revolucionaria arreciaba en la jurisdicción paceña. Quint Fernández Dávila, formaba parte de un poderoso grupo social representado por mercaderes, empresarios mineros, terratenientes y sacerdotes. Haciendo gala de su ostentación económica, pidieron al monarca español, la ratificación de Fernando de la Sota y Agüero como gobernador interino de La Paz, para cuyo propósito recaudaron la friolera de 25.000 pesos1. La petición fue realizada en función al reconocimiento de la gestión del gobernador de la Sota. El poder económico podía todo. De esta misma manera actuaron en 1798 varios funcionarios, comerciantes y empresarios mineros de La Paz, cuando bajo el rótulo de de préstamos patriotico, remitieron a España la cantidad de para los gastos de guerra del monarca con Inglaterra. Naturalmente que esta contribución tenía otros propósitos, como el de ganarse la voluntad y recibir algunos privilegios del rey de España. Entre los comerciantes y empresarios mineros que figuraban como donantes, estaban: Ramón Ballivián, Domingo Chirveches, José de las Carreras, José de Iriondo, Pedro Bartolomé Imbrech, Manuel de Villegas, Diego Quint Fernández Dávila y otros2.

En cuanto a los cargos de cabildo, por lo devaluado que se hallaban, al haber perdido su interés los vecinos, y por el tiempo que demandaba desempeñarlos, el poderoso grupo de poder económico paceño, sólo por cuestión de prestigio accedió a estos cargos. En realidad hubo un relativo interés por ocuparlos, tal vez porque no redundaba mayores beneficios sobre

l ALP. RE, Leg. 175, 1795. "Obligación: los vecinos de la ciudad de La Paz al Rey de España", 7 de diciembre de 1795. Este grupo poderoso estaba conformado por Ignacio Pinedo, Protacio Armentia, Joaquín Trucios, Gregorio de la Berrda, Ramón Ballivián, Cristobal de los Barrios, Juan Pedro Indaburu, Tiburcio Barra, Fernando Vederique, Josef Landavere, Joaquín Velasco, Francisco Ugarte, José Marquez de la Plata, Juan de Dios Muxica, Francisco Xavier Aramburi, Antonio Texada, Ramón Mariaca, Ramón Rivert, Mariano Santos Zárate, Manuel Sexas, Teresa Montes, Nicolás Pérez, Benito Iglesias, Francisco Sanchez Toscano, Simón Nuñez, Manuel Josef Ocampo,Manuel Villegas, Domingo Chirveches, Ventura Carpio, Francisco Gregorio Ojeda, Esteban Rivadeneyra, Pedro Parra, Francisco Palacios, Manuel de León y Ponteverde, José Antonio Tellechea, Pedro Varela, Miguel Guilarte, Josef León, Diego Quint Fernández Dávila, Pedro Cossío y Tomás Orrsantía. 2 ALP. CR. D. 8, 1801. "Préstamo patriótico en conformidad de la Real Orden de 27 de mayo de 1798".

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la actividad desarrollada por mercaderes y empresarios mineros. Obviamente, los cargos de alcaldes ordinarios y de regidores suponían otro de tipo de funciones, más ligados a cuestiones administrativas o municipales. Sin embargo, en 1797, el capitán de ejército José de Iriondo, ofició de alcalde ordinario de segundo voto; y, en 1814, Andrés Coll, lo hizo como regidor del ayuntamiento de la ciudad; naturalmente, ambos connotados empresarios mineros de Tipuani, combinaron la función pública con la actividad minera.

Sin embargo, donde más influencia pudo ejercer el poder minero fue en la misma provincia de Larecaja. Los empresarios mineros hicieron extremos esfuerzos para que muchos funcionarios accedan a los cargos regionales de subdelegados, caciques y de alcabaleros. La irrefutable identificación de los mineros con los funcionarios, es preciso ubicarla desde el momento en que los primeros garantizaban la gestión funcionaria a cambio de que sea protegida la actividad minera. Inclusive se puede sospechar de una relación recíproca, basada en la facilidad de contar con mano de obra disponible a cambio de las gratificaciones pecuniarias que entonces los empresarios pagaban a los caciques e intermediarios.

Cuando en 1792, el teniente de milicias Josef Sanchez Barreda postuló al cargo de subdelagado, fueron los propios comerciantes de La Paz y empresarios mineros que lo respaldaron para que fuera nombrado como tal. En efecto, Manuel Mariaca, Juan del Río, Norberto Averanga, Norberto Barreda e Ildefonso Rivero, no pusieron objeción en garantizar con sus casas y haciendas la gestión admnistrativa de Sanchez Barreda. La cantidad hipotecaria exigida entonces era de 6.000 pesos I. De la misma manera, en 1819, Toribio Barra, un acérrimo realista, para la continuación como subdelegado, recurrió a los comerciantes, empresarios y personas más allegadas, para que fuera afianzada su gestión en 21.500 pesos 2 .

De igual manera, los cargos de caciques, entonces en manos de mestizos y españoles, en la mayoría de los casos fueron garantizados por los empresarios mineros de Larecaja. Los subdelegados, viendo la estabilidad económica de los mineros, hicieron lo posible para que los cargos de caciques

1 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. . 1792. "Fianzas en favor del teniente de milicias Josef Sanchez Barreda". 2 ALP. EC. 1819. "Fianzas expuestos por don Toribio Barra, juez subdelegado del partido de Larecaja para su continuación en el empleo".

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recayeran en manos mineras, particularmente los de Aucapata, Suchez, Yani, Consata, Ananea y Tipuani. La idea no era descabellada sino que se fundaba en asegurar los ingresos fiscales en la provincia. Muchas veces se tuvieron que sortear algunos obstáculos en estas designaciones. Para matizar estas actitudes, es pertinente ilustrar la rebeldía de Isidro Figueredo, destacado minero de los distritos de Yani y Ananea. En 1788, había sido propuesto por el subdelegado Juan Moreno Monrroy para el cargo de cacique de Yani. Figueredo mediante una conceptuosa nota respondió así al subdelegado: "me es preciso ocurrir ante la piedad de Usa. para que tenga conmiseración de mi, exhonerándome deste oficio, pues tengo suspendido mi trabajo, por este motivo y ser yo de edad avanzada cargado de familia o poca o ninguna práctica para la administración de justicia" 1. El argumento resulta valedero, dado que hábilmente se contrasta la función noble como la minería con la burocrática; a pesar de ello, Figueredo no pudo evitar el nombramiento, resignándose a desempeñarlo. Esta doble función necesita otra explicación.

Por las referencias consultadas, en la provincia de Larecaja, los cargos de caciques fueron desempeñados por importantes mineros de la región. Por ejemplo, durante 1801, Antonio Aliaga, ofició de cacique en Consata, Ananea y Quiabaya; Juan Silva en Quiabaya; y, Manuel Macedo en Combaya y Chuchulaya. También Luis Cameo, Antonio Lopez de Alborta, Simón Silva, Lorenzo Cabrera, y otros empresarios mineros, en diferentes años ejercieron el cacicazgo en Tipuani. Algunos mineros actuaron diligentemente, pero pocos arriesgaron su producción aurífera como contraparte para el cobro tributos, de ahí que cuando, en 1788, Lorenzo Cabrera fuera nombrado como cacique de Tipuani, tuvo que recurrir ante Diego Luna y Josef de Herrera para que le garantizaran la cantidad de 555 pesos (cantidad de tributo asignado a Tipuani), con sus chacras de cocales y platanales2. Lo mismo sucedió en 1805 con Simón Silva, que entonces fue afianzado por su madre Cecilia Palacios, que hipotecó la hacienda denominada Tari, por 1.972 pesos que exigían los tributos de Hilabaya, subrayándose que la cantidad demandada era superada por el valor de la hacienda3. Los empresarios mineros en diferentes

1 ALP. REL. Prot. No. 1, 1788. "Fianza de tributos de Isidro Figueredo", 27 de noviembre de 1788. 2 ALP. REL Prot. No. 1, 1788. "Fianza de tributos de Lorenzo Cabrera". 19 de octubre de 1788. 3 ALP. REL. Prot. No. 10, 1805. "Fianza de tributos de Cecilia Palacios a favor de su hijo Simón Silva", 25 de abril de 1805.

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oportunidades garantizaron los cargos de caciques, como en los casos anteriores pero muy pocos expusieron la producción metalífera, sino que prefieron arriesgar sus inmuebles. Sin embargo, en 1788, como un caso excepcional, el empresario minero Josef Gallegos, resolvió afianzar a Fernando Alarcón, cacique de Challana, Chacapa y Simaco, con su lavadero de Nuestra Señora del Rosario de Liratini, Tipuanil. Asimismo en 1808, doña Elogia Quint, para garantizar a Nicolás Damber al cargo de cacique de Sorata, por la cantidad de 500 pesos, lo hizo con su pequeña hacienda de Solapata que valía más de 1.000 pesos2. También, el destacado empresario Andrés Coll, en 1807, intervino como fiador de Isidro Torricos, que a la sazón era cacique de Italaque, por 2.834 pesos ofreciendo como hipoteca su mansión de Sorata3.

Ahora bien, muchos mineros llegaron a ocupar el cargo de alcabaleros, cuya función específica era cobrar el seis por ciento por derecho de transacción de mercaderías de importación. Este cargo exigía mucha responsabilidad. La recaudación de este impuesto no estaba fijada en ninguna parte, dependía de la actividad comercial de la región. Pero habría que preguntarse, hasta qué grado el poder minero pudo influir para que este cargo recaiga en manos de los mineros. No olvidemos que los pueblos y las empresas mineras eran altamente consumidoras, entonces el cargo habría estado sujeto a posibles manipulaciones. No en vano, Pedro Miguel Osma, minero de Yani, en su testamento se jactaba de haber desempeñado el cargo de alcabalero por el lapso de 14 años 4.

4. 4. 5. La actitud de los mineros de Larecaja ante el proceso revolucionario de la Independencia.

1 ALP. REL Prot. No. 1, 1788. "Fianza de tributos de Josef de Gallegos a favor de Fernando Alarcón". 17 de fabrero de 1788. La fianza en sus partes importantes reza: "Sírvase Vmd. mandar extender escritura de fianza que otorgo como principal a favor de don Fernando Alarcón por la quiebra que este pudiera tener en la rrecaudación de tributos de Challana, Chacapa y SImaco, que corren a su cargo para cuya seguridad hipoteco mi hacienda de San Carlos del Recodo y la de Nuestra Señora del Rosario de Liratini de avantedero de oro, sitas en la ribera de Tipuani..." 2 ALP. REL. Prot. No. 10, 1808 "Fianza de doña Eulogia Quint para el seguro de los tributos de Sorata a favor de Nicolás Damber", 16 de agosto de 1807. 3 ALP. REL Prot. No. 10, 1807. "Fianza de tributo de Andrés Coll a Isidro Torricos". 7 de abril de 1807. 4 ALP. RE. Larecaja, Prot. No. 3, 1797. "Testamento de Pedro Osma", Ms. Cit.

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La ciudad de La Paz, a diferencia de otras ciudades de Charcas, en el período de la Guerra por la Independencia, fue escenario donde se practicaron requisiciones, persecuciones y ejecuciones de líderes criollos y de españoles más acérrimos a la causa realista, donde los asaltos a la propiedad de la burguesía cobraron carta de ciudadanía. Este carácter violento de sus pobladores, fue reflejado en sus memorias por el virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela, en estos términos: "Esta infeliz y bárbara ciudad tuvo la nota de ser entre las demás la peor y más enemiga del Rey, de todos los europeos y de los criollos fieles y honrados"1. La persistente idea revolucionaria que embargaba a los diferentes estamentos sociales de La Paz, se debía a la larga acumulación de la carga social que pesaba sobre sus espaldas; los cobros de impuestos, las contribuciones "patrioticas", el despotismo de los altos funcionarios de turno, sólo fueron puntos de vista complementarios, dado que el transfondo de estos reclamos perseguía la independencia política y económica de la metrópoli.

La Revolución del 16 de julio de 1809, que expresaba un contenido sumamente liberal y revolucionario para su época, tuvo la virtud pasajera de unir por primera vez a los diferentes estamentos sociales, cuando participaron de las primeras sesiones de la Junta revolucionaria. En realidad "sus postulados correspondían a la idiosincracia liberal de sus protagonistas"2. Ya, en 1878, José Rosendo Gutierrez, sostuvo que el mercantilismo del siglo XVIII, fue suficiente para que generara desarrollo y consiguientemente las ideas revolucionarias. Sostuvo atinadamente, "el comercio esterior trajo ideas nuevas; el interior creó la liga de los intereses y principios"3. Pero dejemos los acontecimientos políticos de este período, remito al lector a la profusa bibliografía que existe sobre el tema. ¿Cuál ha sido la actitud de los mercaderes paceños con intereses en las minas de Larecaja, y cuál la de los empresarios mineros ante el proceso revolucionario?. Sensiblemente la mayor parte de los especialistas del período de la Guerra de la Independencia,

1 Referencia tomada del libro de: Alberto Crespo Rodas, "La Paz, historia de una ciudad. Epoca colonial". En La ciudad de La Paz. Su historia - su cultura., La Paz, 1989, p. 112. 2 Sander Bozo, Los caudillos guerrileros de la independencia ¿cuatreros o patriotas?. Tesis de licenciatura de la carrera de Historia, La Paz, 1985 (Inédita) 3 José Rosendo Gutierrez, Revolución del 16 de julio de 1809 y biografía de don Pedro Domingo Murillo. Imprenta el Ciudadano, La Paz, 1878, p.15

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han enfatizado la cuestión política, dejando en un segundo plano el económico, pero aquí tampoco abordaremos este tema tan atractivo que puede dar luces sobre la conducta asumida por los mismos revolucionarios en esa época, como durante las primeras décadas de la vida republicana de Bolivia.

Los líderes de la revolución del 16 de julio, casi todos disfrutaban de una situación económica bastante próspera, y como sus antepasados también eran terratenientes por excelencia y algunos dedicados al comercio I. Si uno se remite a la documentación impresa de la época, encuentra un cúmulo de referencias sobre el transfondo de la participación de los grupos de poder de la ciudad de La Paz. La histórica arenga de "Muera el mal gobierno, viva el Rey", evidentemente tiene un caríz estrictamente político. Cuando el cabildo empezó a sesionar a horas 9.30 de la noche del 16 de julio de 1809, al margen de don Pedro Domingo Murillo y otros revolucionarios, se vio concurrir nada menos a Francisco Yanguas, Juan Santos Zavalla, Josef de Landevere y Diego Quint Fernández Dávila, marqués de San Felipe el Real 2, Manuel Echeverría, Tomás Orrantia y José Alquiza, grandes comerciantes de la ciudad y empresarios de los lavaderos de Tipuani. Inclusive en los días posteriores fue partícipe de las sesiones el mercader Francisco Diego Palacios. Por ejemplo, José Herrera, gastó la suma de 50, 000 pesos para apoyar la revolución, para cuyo propósito hubo de vender una de sus propiedades3. Sin embargo, las vacilaciones pronto deterioraron la imagen de los revolucionarios. La contrarrevolución paradójicamente la encabezó el mercader Francisco Yanguas, la división establecida terminó con la sumaria y proceso de los líderes e involucrados en la convulsión social, muchos acabaron siendo ejecutados en la plaza Mayor, otros remitidos a diferentes prisiones de América Meridional, y los restantes desterrados de la jurisdicción paceña4.

1 Roberto Choque, Situación social y económica de los revolucionarios del 16 de julio de 1809 en La Paz. Tesis de Licenciatura de la carrera de Historia, La Paz, 1979, p. 88 2 Carlos Ponce Sanginés (Compliador), Documentos para la revolución del 16 de julio de 1809. Vol. p. XL - XLI, La Paz, 1953 3 Gutierrez, Ob. Cit. p. 25 4 Tomás Cotera, "Memorias históricas de la revolución política(1809 - 1810)". En Diarios de la revolución del 16 de julio de 1809, La Paz, 1940, p. 111

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Los grandes comerciantes y empresarios mineros, aprovecharon la coyuntura política del momento para medir las ventajas que les podría beneficiar la nueva situación social planteada en 1809. Cuando se dieron cuenta de las radicales medidas que iban tomando los líderes revolucionarios, diplomáticamente empezaron a retroceder para enarbolar las banderas realistas. Por ejemplo, casi horas después de haber sido conformada la directiva de la Junta revolucionaria, Martín Ochoteco, mercader porteño con grandes intereses comerciales en La Paz, como refiere un Diario de la época, emprendió "las de Villadiego para Buenos Aires" 1, ciudad de la que nunca pudo regresar. Otro tanto ocurrió con Diego Quint Fernández Dávila, que el 25 de julio salió apresuradamente con destino a Sorata para resguardar su fortuna, aunque según comentarios de la época, dicen "al observador le ha sido1 /4 de mucho consuelo su salida, pues no puede persuadirse que los sentimientos de lealtad de que lo considera lleno, lo puedan dejar tranquilo en su hacienda, y mucho menos se lo han separado como desaire, pues esta bofetada lo hará andar vivo" 2.

La actitud contrarrevolucionaria de la burguesía paceña fue pagada con creces. El "populacho" como usualmente se identificaba a los radicales de una convulsión social, no perdonó la traición de los mercaderes y empresarios. Casi todos estaban en la mira de los revolucionarios. Entonces, no era una sorpresa las ejecuciones de Miguel Ignacio Zavala, producida el 26 de octubre de 1809, en la plaza de la población de Chulumani; o, el tristamente asesinato de Diego Quint Fernández Dávila, acaecido el 29 de junio de 1811, cuando la ciudad fue presa de un nuevo cerco esta vez por cholos e indígenas3. Sin embargo, la peor matanza de la burguesía paceña se produjo el fatídico 24 de septiembre de 1814, en ocasión de la ocupación la ciudad por las tropas del cura Ildefonso de las Muñecas y Juan León Pinelo, en esa oportunidad fueron ejecutadas 52 personas entre españoles y criollos: Jorge Ballivián, Benito Blas de Abariega, José Zavala, Domingo Chirveches, Francisco Diego Palacios, Francisco Romecín, José Gallegos, todos con inversiones en los lavaderos de Tipuani. Muy pocos se salvaron de las manos revolucionarias sedientas de venganza. Para matizar la actitud de la burguesía paceña, es pertinente reconocer la valiente posición asumida por Isidora de Segurola (accionista del

1 Ibid, p. 44 - 45 2 Ibid. p. 45 3 Diario del cura Ortíz de Ariñez. En: Diarios de la revolución del 16 de julio de 1809, La Paz, 1940, p. 145

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lavadero de San Carlos de El Recodo de Tipuani). En septiembre de 1814, Isidora, defendió pistola en mano su orgullo aristocrático y su despotismo que le asignaba su poder económico, haciendo retroceder a los insurgentes que pretendían asaltar su domicilio 1.

El comercio paceño en diferentes ocasiones ten tinó siendo blanco de las revueltas y combates de los insurgentes. Con justa razón se dice que en esos años el saqueo se había institucionalizado en la ciudad de La Paz. El producido el 15 de octubre de 1809, es tan sólo un ejemplo ilustrativo de los alcances que tuvo este tipo de acciones violentas. En esa ocasión, las tiendas de José Zavala, Domingo Chirveches, Diego Carasola, José de la Carrera, Juan Antonio Ríos, Miiguel Hernandez, José Santos Rubio, de un tal Romualdo, otro Vicentillo, y Francisco Yanguas, y las casas de Indaburu, Palacios y de Chiveches, perdieron la fabulosa suma de 500 mil pesos2. Una apreciable cantidad nominal que entonces estaba en manos de los grupos de poder económico de La Paz.

Pero que ocurría en la provincia de Larecaja en esos años? Si se observa el gráfico de la producción de oro para los últimos 20 años, se percibe que la producción metalífera tiene una fuerte oscilación entre 1805 y 1824. Se puede atribuir este descenso a la falta de capitales y a la mano de obra que demandaban las minas y lavaderos de Larecaja, o en última instancia a la actividad política. A pesar de ello, las grandes empresas bien constituidas, ininterrumpidamente remitían el metal precioso con destino a la ciudad de La Paz. La coyuntura política de 1809 o la de 1814 parece que no gravitó mayormente sobre la región aurífera de la provincia de Larecaja. De acuerdo a la exposición de 1810 presentada por los azogueros potosinos Luis de Orueta, Pedro Antonio de Ascárete, José Antonio Estévez y Antonio Zavaleta, en el centro minero de Tipuani continuaban trabajando varias compañías mineras. Inclusive, en 1822, para este mismo centro minero se seguía reclutando mano de obra 3. En realidad vasta citar sólo algunos nombres, Vicente Rodriguez, Domingo Rodriguez, Andrés Coll, Julián Noboa, José Alarcón de Santana, Ildefonso Villamil, Fernando Cosa, Juan de Dios Laba, Norberto Barradas y

I Rigoberto Paredes, Relaciones históricas de Bolivia, Oruro, S/T, p. 13 2 Crespo Rodas, EL Al. Ob. Cit, 1976, p. 177 3 Arze Aguirre, Ob. Cit. 1979, p. 60

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otros empresarios, que seguían sacando miles de onzas oro con destino a La Paz.

Entre los mineros de Larecaja también estuvo dividida la opinión de apoyar o rechazar las ideas revolucionarias de la época. Por ejemplo, el famoso empresario Andrés Coll, fue un adicto defensor de la causa realista, actitud que le valió sus frecuentes migraciones hacia el vecino virreinato del Perú. Estas sus migraciones le resultaron muy onerosos, para trasladarse tuvo que recabar "pasaporte franqueado", rubricado por los funcionarios de turno, en una oportunidad para conseguir el ansiado pase tuvo que pagar seis libras de oro y 100 pesos a su asesor'. En cambio, cuando el 29 de noviembre de 1814, las autoridades de Sorata siguieron proceso a Rufino y Francisco Rada, hijos del minero sorateño Baltasar de Rada, que habían formado parte de las huestes guerrileras del cura Muñecas, actuaron como testigos delatores nada menos que Manuel José de la Calle, Manuel Barradas, Manuel Bascón, el capitán de ejército Juan Rodriguez (todos empresarios de Tipuani), inclusive a través de sus declaraciones, lograron involucrar al otrora famoso minero Ildefonso Villamil, como partidario de los cambios políticos en la región 2. Evidentemente, Villamil era un ferviente defensor de la causa revolucionaria. ¿Acaso esta actitud no reflejaba esa profunda diferencia social y racial que separaba a los mineros españoles de los criolllos?.

La burguesía paceña enarbolaba sin duda los principios del liberalismo económico, de ahí que en un principio, los estratos que lo conformaban intentaron participar activamente en la Junta revolucionaria, pero cuando esta junta empezó a tomar radicales medidas, optó por retroceder y afirmar su lealtad al Rey. Esta actitud la asumieron los españoles y criollos más acaudalados; en cambio los otros fueron activos miembros revolucionarios que sufrieron en carne propia las persecuciones, siendo la mayoría ejecutados. Sin embargo, cuando la idea revolucionaria de conseguir la independencia política y económica de España se consolidaba, los poderosos comerciantes y empresarios mineros de origen peninsular, decidieron abandonar la ciudad

1 ALP. EC. 1814. "Andrés Coll, regidor del ayuntamiento de La Paz contra Casimiro Callacagua y otros por asalto a su bienes cuando pasaba con el pueblo de Ancoraimes". 2 Arturo Costa de la Torre, Ildefonso de las Muñecas y los mártires de la republiqueta de Larecaja, La Paz, 1976, p. 89

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de La Paz, llevándose consigo sus caudales, unos se fueron al vecino virreinato del Perú, otros a Buenos Aires, y algunos regresaron a su país.

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Conclusión

Al final de cada capítulo de esta tesis, he procurado realizar una pequeña conclusión de cada uno de los puntos abordados; en verdad sería contraproducente y cansador volver a reiterarlos en esta conclusión final. Mas bien, me limitaré a hacer una breve contextualización del tema en cuestión.

La caracterización hecha por Luis Peñaloza (1953) y Tibor Wittman (1975), de que La Paz, tan sólo era una ciudad de tránsito o de punto de mediación del eje económico Potosí - Lima, ha sido superada en su esencia por el contador de las Cajas Reales Pedro Nolasco Crespo que en 1769, señaló enfáticamente que la opulencia de la urbe paceña se debía también al comercio del oro; esta particularidad de la economía local, posteriormente es confirmada por Alonso Carrió de la Vandera en 1773, cuando afirma que a esta ciudad ingresaban anualmente 40,000 onzas de oro de las provincias auríferas de su jurisdicción, en especial de Larecaja. Las referencias de data colonial, merecen todo nuestro crédito, dado que vienen de dos personajes con funciones totalmente diferentes hacia la segunda mitad del siglo XVIII; Crespo, era un funcionario local, responsable del ramo de hacienda y fiscalizador por excelencia, por tanto más interiorzado de la problemática paceña; en cambio, Carrió de la Vandera, era un viajero, que recorría la ruta que unía Buenos Aires con Lima. A pesar de su corta estadía en la ciudad de La Paz, supo acceder a una información veraz, de manera que su visión externa sobre las ciudades y regiones visitadas, son totalmente confiables.

Hay que reconocer la magnitud del eje económico potosino, que no tiene otro parangón en el ámbito de la Real Audiencia de Charcas. Es evidente que su influencia ha sido capaz de articular una serie de regiones en torno a su sistema productivo, en el que la jurisdicción paceña, ha contribuido con mano de obra, coca y textiles. En realidad, la minería de la plata ha subordinado a todos los demás procesos históricos, puesto que los crecimientos o crisis regionales siempre han estado en función del nucleo potosino.

Pero ¿qué ocurría en otras regiones, que también tuvieron un rubro productivo destinado a la exportación, concretamente, la producción de oro?.

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Este es el caso de la ciudad de La Paz. La urbe paceña, ciertamente como hasta ahora no depende y no ha dependido de ningún rubro productivo en especial. Desde el siglo XVI, La Paz por su ubicación geográfica estratégica, se convirtió en una ciudad que vivió enteramente de la actividad comercial, principalmente del comercio de mercaderías, aquellas que las proveían los mercaderes de Lima, es decir que el mercader paceño vivió de la reexportación de mercaderías al interior de sus provincias (Jáuregui, 1984). A esta actividad comercial, poco a poco se fue incorporando la producción local, la coca y el oro. En verdad que en un principio con modestos volúmenes, pero que en la medida que la demanda se hacía más fuerte, se empezó a producir mayores cantidades de coca y oro; la coca con destino a un mercado de consumo enteramente regional; y el oro con destino al mercado internacional, precisamente ahí radica la diferencia en cuanto a la dirección final que tuvieron ambos rubros productivos.

Este marco de relaciones de producción, a un nivel de microrregión, nos ha permitido la revalorización del mercado interregional que la ciudad de La Paz, vino construyendo desde el siglo XVI. Y, esto es evidente. Las provincias paceñas, las altiplánicas producían, tubérculos, chuño, charque, etc; mientras las vallunas, cereales (maíz, trigos, frutas); las de yungas, exclusivamente la coca; y, finalmente, la de Larecaja, el oro. Una variada producción. Carlos Sempat Assadourian (1982), ha enfatizado reciamente la importancia del mercado interno, los flujos mercantiles que sin duda estructuraron la economía colonial, lo que le ha permitido sugerir que las regiones tenían un "alto grado de suficiencia y un máximo nivel de integración regional", pero asentado sobre uno o varios productos dominantes. Esta hipótesis, desarrollada por Assadourian, reduciendo genéricamente a un 25 %, nos ha posibilitado explicar la explotación de oro en Larecaja, en su articulación con la economía colonial de la ciudad de La Paz.

Evidentemente, la economía paceña del siglo XVIII, ha sido fortalecida por el auge de la producción de oro de Larecaja, pero ello no quiere decir que fué el único rubro productivo dominante y que impulsó su economía, sino también dentro de este potenciamiento económico, tuvo también un papel fundamental, la producción de coca de la zona yungueña (Cfr. H. Klein, 1976). La naturaleza de ambos rubros productivos, es el diferente consumidor al que ulteriormente habría de destinarlo. Es cierto que la coca tuvo un consumidor

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enteramente regional/local; en cambio, del oro, su destino final fue el mercado internacional. Pero este destino final, que tiene una serie de etapas, es la que vincula a La Paz con el mercado mundial, estableciéndose ese intercambio comercial de dinero y mercaderías por el metal precioso e intereses drenados hacia la metrópoli; pero también, en el interior de la región, se produce una articulación bien sólida entre la ciudad de La Paz y la provincia de Larecaja, no sólo con sus centros mineros, sino con poblaciones, comunidades y haciendas, en las que se estableció una relación entre la minería y el conjunto de la economía provincial.

Esta articulación económica que brindó la explotación del oro, fue posible gracias a la intervención del empresario minero, su epónimo del actual empresariado minero, que supo administrar sus recursos para beneficio personal y de la región. Al minero de Larecaja, sin distinción de castas, le cupo desempeñar el mismo papel que al minero de Potosí, de México, etc. Fueron verdaderos motores de la economía colonial. Sus relaciones con los mercaderes e inversionistas, la tecnología empleada para la explotación del metal, las relaciones de producción con sus diferentes categorías de trabajadores, y las formas de comercialización, fueron suficientes para articular instituciones y regiones. En realidad la estructura de la minería de los metales preciosos, no sólo se halla asentada en esa sed de oro que demandaba el monarca español, sino que tenía por pilares, las leyes y las ordenanzas por una parte, el rol de los variados funcionarios (corregidores, tenientes, tesoreros, contadores, gobernadores intendentes, subdelegados y toda la jerarquía burocrática del Estado colonial) que hacían mover la industria de los metales preciosos; pero un rol aún más histórico les cupo cumplir, a los mercaderes, a la burguesía paceña del siglo XVIII, que arriesgo sus capitales, en una actividad que demandaba ingenio, tecnología y en última instancia de la suerte misma.

El espacio económico paceño era variado. Su burguesía desarrolló una actividad compleja al participar en uno o más rubros de producción. Esa burguesía, supo capitalizar lo que significaba la explotación mercantil, otorgando créditos o interviniendo directamente en la producción del metal precioso. Su ganancias eran sumamente significativas, unas veces por el cobro en metálico, y otras por los intereses del capital prestado. No en vano se

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dice que el XVIII era un siglo enteramente comercial, y los últimos 50 años del periodo colonial, liberal.

De alguna manera, hemos tratado de desentrañar el "comportamiento interno de la economía minera" (Jara, 1966). Para entender mejor el proceso de producción del oro en Larecaja, ha sido importante recurrir a la voz autorizada de cronistas, viajeros y sacerdotes, para que nos introduzcan a una región con alto potencial minero aurífero, el mismo que fue artesanalmente explotado por algunos españoles en los siglos XVI y XVII. Los funcionarios, aquellos que conformaban la inefable burocracia, también tuvieron su cuota de participación. En Larecaja, los corregidores y sus tenientes, fueron los auténticos "comerciantes en potencia", que aprovechando del cargo, desarrollaron una actividad mercantil sin precedentes en la historia económica de la región, obviamente legitimado a través del reparto de mercaderías. Pero, estos funcionarios fueron también ambiguos, en cuanto a la administración de los bienes de la corona y la aplicación de justicia; ya en esos años, se percibía que actuaban de acuerdo a intereses e influencias. La producción y comercialización del oro, encierran otros componentes importantes: las inversiones, la mano de obra y salarios, las técnicas empleadas en la explotación del metal precioso, la producción del oro a nivel del distrito de La Paz, y las formas de su comercialización, son factores que le han dado una personalidad diferente a la economía minera de la región. Finalmente, bajo el tema de minería y poder, hemos observado las inquietudes sociales de los mineros de Larecaja. La minería por su éxito económico, sin duda a creado una pequeña aristocracia minera, es decir mineros ricos, un grupo social que expresaba ideas comunes, determinado por la propiedad y los ingresos económicos. Su prosperidad, ha sido puesto a prueba en 1781, cuando Sorata y los centros mineros, sucumbieron ante la sublevación indígena liderizada en Larecaja por Andrés Tupac Amaru y Gregoria Apasa; pero la prueba de su rápida reconstitución, se produjo cuando Sor'ata volvió a renacer de los escombros, y la producción de oro entró en otra etapa de auge productivo; todo esto permitió que realmente se estableciera un mercado interno regional, que articulaba esta atractiva región, primero con los pueblos y comunidades locales de la provincia, luego con otras del ámbito paceño y las provincias de Puno, Cuzco y Arequipa. La minería, sirvió para crear fortunas e influencias, el minero de Larecaja, que era rico, supo aprovechar su prosperidad económica en función de mejores

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beneficios, apoyó a autoridades de alto rango, gobernadores intendentes, subdelegados, caciques, alcalbaleros, etc., además estableció una red de parentesco propia de un gremio o comunidad. Un buen porcentaje de los mineros, creyó en ese espíritu liberal que le daba el sistema económico de los últimos años del período colonial, también lo puso al servicio de la causa de la Independencia, muchos comulgaron la idea revolucionaria, aunque también hubo, mineros reacios, aquellos eternos defensores del monarca español.

Con todas estas características anotadas, se ha visto que hay una permanente relación entre pasado - presente, en la explotación del oro de Larecaja, e inclusive hay una continuidad de ciertos factores que prevalecen y se arrastran desde el período colonial, sin ir más lejos, actualmente, el grueso de los trabajadores, sigue utilizando bateas para el lavado de las arenas auríferas. Quizás un aspecto ausente en esta conclusión, es la comparación entre la minería del Cerro Rico de Potosí y la minería de Larecaja, pero lo dejo para otra oportunidad.

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