Jose Maria Arguedas

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  • Jos Mara Aroguedas y la nueva Novela Indgena Hel

    NUMERO ESPECIAL DE LX REVISTA

  • REVISTA (( CORAL "

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  • EDICION ESPECIAL DE LA

    REVISTA ''CORAL''

    Jos Mara Arguedas y la Nueva Novela Indgena

    del Per PATROCINADA POR:

    e EDITORIAL UNIVERSITARIA, S. A. ALAMEDA B. O'HIGGINS 1058 - STOO.

    e RAMOS Y CIA. L TDA. EX LIBRERIA ATENEA MAC-IVER 177 - SANTIAGO

    e LIBRERIA ORELLANA ESMERALDA 1148 - VALPARAIBO

    EDICION ESPECIAL pr~parada por JULIO FLORES V.

  • CORAL

    CORAL NC? 13

    REVISTA DE TURISMO, ARTE, CULTURA

    CONSEJO DE REDACCION:

    Julio Flores V.

    Armando Len Pacheco

    Mara Luisa Bomba/

    Andrs Sabella

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    REPRESENTANTE LEGAL:

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    DIRECCION Y ADMINISTRACION

    Independencia 1725 - Of. 1112 Telfonos 4709 y 58530 Valparaso - Chile

    OCTUBRE 1970

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    8';1 mensaje es simple y claro: los Intelectuales, en las circunstancias de hoy, tienen que aer actores y no espectadores de la descomunal lucha del hombre ...

    Seales

    Vienen del hueso quechua sumergidas sangres, furias, fnebre.s himnos, dolores, muertes. Caen las piedras del Cuzco, ltigos pegados

    il la carne; ternura camina profundos ros, wakchas -"los que no tienen casa ni tierra"-Todos los fuegos, vientos, mareas del hombre traes en los antiguos nudos del canto, Josemara Arguedas, hermano errante ahora y siempre.

    E:clmundo Herrera. (ch1lwno)

  • Jos Mara Arguedas, una experiencia

    sin paralelo

    Julio Flores V .

    VALPARAISO - CHIT..E

    l:s el ao 1914. Un nmo, hurfa-no de madre, va con su padre, un abogado de cierta posicin, camino a San Juan de Lucanas, pueblo ubica-do en el macizo an

  • Cansado e 1 muchachito de su-frir castigos injustos en su casa, hu-y a la sierra peruana, refug-indose en las comunidades indgenas e in-corporndose def initivamente a su cultura milenaria . De esta estrecha existencia con los indios, l ha dicho: " En las noches escuchaba sus proble-mas, captaba sus vidas; llegu a te-ner sangre indgena a travs de ellos. Comprend por qu el indgena se siente superior al blanco : porque se da cuenta de que es l quien trabaja; el blanco enfermizo, perezoso, slo recoge el fruto de su labor. Qu sera del hdmbre blanco sin el indio? De ah la fuerza de su protesta y la fe de su rebelin" .

    Su adolescencia transcurre entre los comuneros indgenas, recorriendo el desolado paraje de los Andes en dis-tintas direcciones. Impregnado del do-lor y del desamparo de los indios se-rranos, logra una identificacin total con ellos, que no perder jams. To-dos sus trabajos literarios poste-riores y actos fundamentales de su vida muestran su poderosa acultura-cin indgena . Un crtico acot con respecto a esto : " Su amor por los in-dios exhibi d imensiones y autentici-dad verdaderamente csmicas" .

    Cuando, en una entrevista efec-tuada al escritor ya consagrado, le preguntaron sobre su historia perso-nal, su infancia, la adolescenc ia, su formacin, l respondi : " Mi histo-ria persona l? Por circunstancias "ad-versos" fui obligado o vivir en los do-msticos indios, hacer algunos de sus trabajos. Recorr los campos e hice las faenas de los campesinos bajo el in-finito desamparo de los comuneros quechuas . La ms hondo y brava ter-nura, el dio ms profundo, se vertan en el lenguaje de mis protectores; el amor ms puro, que hace de quien lo ha recibido un ind ividuo absoluto-mente inmune al escepticismo. No co-noc gente ms sabia y fuerte. Y los describan como degenerados, torpes e impenetrables. As son para quienes los trotaron como a animales durante siglos". .

    Todo esta experiencia ser el ma-ravilloso tesoro del cual extraer sus temas, las h istorias, las vivencias que

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    servirn de argumentos para sus futu-ras obras; de temtico para dar a co-nocer ese mundo, pero no con un sen-t ido fptogrfico sobre el mundo ind-gena, sino paro instalar al lector en su intimidad . No volver a caer en un abstracto indigenismo, sino hacer del indio un ser real, gracias a que logr encontrar, despus de cinco aos de estud io, un estilo propio.

    A los quince o.os de edad, Jos Mara Arguedas es rescatado del mundo indgena paro volver o la so-ciedad de los "blancos" . Es ste un momento crucial en el umbral de la adolescencia del muchacho. Porque, quiz, aqu estribo uno de los facto-res explicativos de su trgico desti-no: parece que no logran plasmar una sntesis armoniosa, dentro de sus vi-vencias psicolgicos, las vertientes ancestrales que lo unan a los indios y mest izos peruanos con los llamados occidentalistas de su pas, a los cuales tambin se deba por su origen. No cabe dudo que Jos Mara Arguedas sentase mucho ms unido a los ind-genas, a quienes consideraba como entraables hermanos.

    En 1929 llega a Lima, hablan-do con dif icultad espaol, debiendo sufrir mucho para asimilar totalmen-te la lengua y costumbres del hombre de la costo . Tras valerosos esfuerzos, logra el objetivo. Puede leer perfec-tamente la lengua de los "mistis". Gran desilusin se produce en l cuan-do se da cuento de que los escritores de la poca mostraban a los indge-nas cqmo seres miserables y deca-dentes. El mismo Arguedas confiesa: "Una gran decep_cin tuve por las obras ms famosas, al ver cmo mos-traban a los indgenas. Una gran in-dignacin sent, una agudo necesidad de revelar la verdadera realidad hu-mana del indio, totalmente diferen-te a aquella literatura imperante" . Y empez a escribir.

    Primero un cuento, luego otro. As naci el volumen de relatos que titulo : "Agua". Arguedos mismo ha dicho despus al referirse a este pri-mer libro : "Aguo" fue escrito con odio, con el arrebato de un odio puro; aquel que brota de los amores univer-sales, all., en las regiones del mundo

  • -donde existen dos bandos enfilentados con implacab le crueldad, uno que es.:. qu ilma y otro que sangra . Porque los relatos de "Agua" cont ienen la vida de una aldea andina del Per en que los personajes de las facciones tradi-cionales se reducen, muestran y en-frentan ntidamente . All no viven si-no dos clases de gente que represen-tan dos mundos irreductibles, impla -cables y esencialmente distintos : el terraten iente convencido hasta la m-dula, por la accin de los siglos, de su superioridad humana sobre los indios, y los indios, que han conservado con ms ahnco la unidad de su cultura por el mismo hecho de estar someti-dos y enfrentados a una tan fantica y brbara fuerza" .

    Mas si bien Arguedas pudo escri-bir estos relatos, como dice l : "en el castellano ms correcto y "literario" de que poda dispone r" , no estuvo con-forme . Al releer las pginas pudo comprobar que no eran as ni el hom-bre, ni el pueblo, ni el paisaje que de-seaba describir. No bastaba conocer de cerca al hombre de los Andes y ha-blar su lengua. Era necesario encon-trar una forma, un estilo que le permi-tiera reconstituir, en espaol, un mun-do de races profundas y diferentes. El indio habla y piensa en quechua; haba que encontrar en espaol .el es-tilo que diera por su sintaxis, su rit-mo y aun su vocabulario, el "equi- . valente" del idioma indio . Fue leyen-do "Tungsteno", de Vallejo, y "Don Segundo Sombra" , de G iraldes, que se alumbr su camino.

    Larga y angustiosa fue la bsque-da de ese estilo, hasta que po.r fin lo-gr encontrarlo. De este modo Argue-das pudo recrear en espaol el mun-do ntimo del indio, su sensibilidad, su mtica .

    Pasaron los aos. Jos Mara Ar-guedas fue acumulando sabidura y dolor. La vida lo llev a tener que trabajar en diferentes cargos : emplea-do de correos, funcionario, 'preso po-ltico, profesor de liceo, hasta que en este escalonar logra coQstituirse en cate,qrtico universitario. Mas aquella experiencia sin paralelo, vivida entre los indios quechuas del macizo andi-no, no fue olvidada; al contrario, des-

    pert en l la inquietud de seguir es-tudiando el mundo indgena, escribir sobre l; viajar a Europa, por Amri-ca, dando a conocer ese extrao y fascinante mundo, tantas veces dis-torsionado por otros escritores.

    Con excepcin de su novela "El Sexto", casi todos los 1 ibros de Ar-guedas estn dedicados a los Andes. Lo princ ipal en su obra son sus libros de ficcin. En sus novelas y cuentos consigue reemplazar los indios abs-tractos y subjetivos de los modernis-tas por personajes reales, concretos, objetivos, situados social e histrica-mente. La obra literaria de Jos Ma-ra Arguedas lo hizo acreedor al Pre-mio Nacional de Literatura del Per y al Premio Inca Garcilaso de la Ve-ga, los ms apreciados galardones in-telectuales del pas hermano.

    Pero una crisis nerviosa le fue afec-tando progresivamente. Quebrantada la salud, el escritor se siente consumir lentamente, sin remedio. Flaquean sus fuerzas, pierde el nimo de terminar una gran y ambiciosa obra : "El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo", ba-sada en el gr:an hervidero humano que es el puerto pesquero ms grande del mundo, Chimbote, deseando expresar en este libro su experiencia del hervi-dero que es el Per actual.

    Con un gran sentido nacionalista peruano, comprenda, anhelaba para el Per un mejor porvenir. Era part dorio de terminar con los gobiernos oligarcas y la explotacin. De ah que en sus ltimos meses de vida lu-chaba a brazo abierto por escribir con excesiva rapidez, como desconfiando del tiempo. Pareca empeado en una carrera con algo o alguien, que ahora sabemos qu era. Fue en julio, ante la cada del gobierno de Belande, que escribi aquel artculo sobre el Ejercito peruano, que constituye un verdadero testamento poltico, pbrque contiene su esperanza en el nuevo rgimen del Per. "General -le dice a Velasco Alvarado-.-, lo estamos es-perndo; lo estamos escuchando, esta-mos siguiendo sus pasos con ansiedad y esperanza. Si usted y los oficiales del Ejrcito no temen y desprec ian a la ju-ventud, si no temen ni desprecian al pueblo como en su verdadero cielo in-

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  • terno les teman y despreciaban Bela-nde y Haya, usted, el Ejrcito, pue-.den haber lanzado al Per al gran vuelo; acaso podamos ver esa flecha lanzada antes de morir. Puede usted confiar en los indios (y no le tenga prevencin a esta palabra, se le pue-de reivindicar an)."

    A Gonzalo Losado, que iba a edi-tor su libro sobre los "Zorros", le di-ce en uno corto, o pocos das de su final: "Yo no voy o sobrevivir al li-bro. Como estoy seguro que mis fa-cultades y armas de creador, profesor, estudioso e incitador se han debilita-do hasta quedar casi nulas y slo me quedan las que me relegaran a la condicin de espectador pasivo e im-potente de la formidable lucha que la humanidad est librando en el Per y en todas partes, no me serta posible tolerar ese destino. O actor como he sido desde que ingres a lo escuela secundaria, hace cuarenta y tres aos, o nada".

    En estas palabras, Arguedas resu-me toda su gran tragedia. El 28 de noviembre de 1969, un sbado por la tarde, cuando casi todo el personal se

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    haba retirado del interior de la Uni-versidad Nacional de Agronoma, don- de ejerca docencia, se dispar un tiro en la sien, falle-ciendo luego de pro-longada agona.

    La muerte de Arguedas es una irre-parable prdida para las letras hispa-noamericanas, fue uno de los prime-ros que incorpor al indio a la litera-tura peruana y continental con gran sentido humano y esttico. La obra de Arguedas es pura en el sentido clsico, constituye una bsqueda de la belleza y la verdad. Es una -obra nti-mamente vinculada a una vida; su significacin moral parece una prolon-gacin espontneo de la propia bio-grafa del nio que se acultur al mundo quechua.

    La experiencia sin paralelo de Jo-s Mora Arguedas nos permiti aus-cultar, conocer la intimidad milenaria de los indios quechuas, revelndonos la riqueza y compljidad anmica del indio.

    La vida de ste escritor, uno de los ms puros y originales que han nacido en Amrica, es en s una novela ...

    IndigenM de la sierra peruana:

  • Cuantos de Jos Mara Arguadas

    Ignacio Valentc DIARIO ''EL :UERCURIO" (ENIIRO 1970) SANTIAGO Dli: CHILli:

    Por muchos caminos se nos hace presente Jos Mara Arguedas despus de su desaparicin trgica. Leo en . el ltimo nmero de la revista "Trilce" una entrevista excelente, donde Arguedas se explica con esa modestia y a la vez con esa franqueza directa, que fueron el sello de su tr!ltO humano. He odo tambin con emocin en estos das su

    Voz, grabada en un disco de Ed. nivet-sitaria, que acompaa el texto de un cuento y unas canciones quechuas, can-tadas por l con tan pura y sencilla pa-sin. Nri entrevista ni grabacin son homenajes pstumos : ambas hubieran aparecido de todas maneras en estos das, que por desgracia son los das de su muerte.

    Releyendo su imperfecta y prodigio-sa obra, es en un pequeo volumen de cuentos titulado "Amor Mundo" donde encuentro la expresin ms directa, ms inmediata de su grandeza y de sus des-cuidos. All brota en estado puro esa :qo-ta lrica maravillosa que l hizo vibrar como nadie en Amrica latina, con las fibras del corazn indgena, con las re-sonancias del universo andino, con la 'encantada vin del mundo que logran los ojos de un indiecito. All que:dan tam-bin atestiguadas sus despreocupaciones formales, su libertad frente a cualquier retrica e incluso frente a deseables exi-gencias tcnicas de unidad, lenguaje y ritmo narrativo.

    Recuerdo a este propsito nuestra ltima conversacin sobre "Los Ros Pro-fundos", esa gran novela. Me deca: si consigo expresarme, dar forma a esa vi-sin, para qu ms tcnica? Era su idea pura y casi ingenua de la literatura; con frecuencia advirti a los lectores que su obra "podra acaso desencantar a los muy amantes de las grandes conquistas formafes de la novelstica moderna"; por su parte, l entenda su propia ta-rea como la revelacin del universo an-dino por los medios que fuera, artsticamente correctos o no, mucho ms que como la forja de un lenguaje o el despliegue de algn virtuosismo. Por eso, tambin, sus quiebras formales -sobre todo la tentacin del ensayo antropolgico en mitad del r.elato- se disuelven casi en la avasalladora since-ridad de su palabra.

    Los primeros cuentos de "Amor Mundo" son cuentos de iniciacin sexual, protagonizados por un nio indgena.

    Nunca he visto un arte ms lacnico y a la vez ms lrico para descubrir la fascinacin del sexo -atraccin y vr-tigo-, el terror y el gozo del compor-

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  • tamiento primitivo, ias esencias de lo terrible y de lo puro anudadas en un alma limpia como esas cumbres nevadas del monte Araya, donde acude el indita a limpiar sus culpas como a un sacra-mento de la naturaleza.

    Estos cuentos y los siguientes, de ardorosa protesta social -"Agua", "Los Escoleros"-, despliegan ese sentimiento de ternura y comunin universal con el hombre, los animales, las cosas todas, que Arguedas ha formulado as: "No me podr despojar quizs nunca -Y esto es una limitacin- de la pervivencia de mi 'concepcin primera del universo. Para el hombre quechua monolinge, el mundo est vivo ; no hay mucha dife-rencia, en cuanto se es ser vivo, entre una montaa, un insecto, una piedra inmensa y el ser humano. No hay, por tanto, muchos lmites entre lo maravi-lloso y lo real".

    Pero este sentimiento lriCO' no des-dibuja, en la prosa directa de Arguedas, la honda experiencia social de humilla-cin y prepotencia que l vivi tambin desde la niez, en aquellas aldeas donde hay quinientos indios por cada terra-teniente. y donde chocan "dos mundos irreductibles, implacables y esencialmen-te distintos". "Agua" s fue escrito con el arrebato de un odio puro ; aquel que brota de los amores universales, all, en las regiones del mundo donde existen dos bandos enfrentados con implacable crueldad, uno que esquilma y otro que sangra", dice Arguedas en el notabil-simo prlogo escrito para "Yawar Fies-ta". " Describir la vida de aquelh~s aldeas, describirla de tal modo que su palpitacin no fuera olvidada jams, que golpeara como un ro en la conciencia del lector!"

    Y sin embargo nada hay en estos relatos que huela a ideologa program-tica, a un esquema previo; en la entre-vista de "Trilce", el propio a\}tor desestima los cuadros de "novela mar-xista" y de "realismo socialista" como ajenos a su propsito y a su mundo. En estos cuentos, el hecho mismo de mirar y de narrar por los ojos de un nio confiere a su visin, a la vez que esa ternura universal de pura cepa andina,

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    ia espontaneidad de un testimonio puro, que no interpreta ni propone planes, sino que canta simplemente la belleza y el dolor del mundo, y levanta su voz airada contra una dominacin bestial, contra un "equilibrio" social que lleva siglos de sufrimiento en su entraa horrible.

    Donde s se altera su lenguaje na-rrativo para dar paso a explicaciones casi pedaggicas es en el dominio folkl-rico. En "La Agona de Rasu iti", por ejemplo, hay descripciones de bailes y costumbres que estn slo dbilmente animadas por intuicin narrativa. Pero aun estas intromisiones se salvan por la unidad del lenguaje -me refiero en este caso al idioma mismo de Argue-das-, un castellano hbilmente distor-sionado y transido por las milenarias esencias del quechua. En este sentido, es Arguedas el precursor de una difcil empresa verbal, y sus continuadores han heredado de l esta gran conquista li-teraria, esta laboriosa mixtura: "un instrumento de expresin suficiente y libre para reflejar las hazaas, el pensa-miento, los amores y odios del pueb_lo andino de ascendencia hispanp-india".

    Finalmente quiero reproducir un maravilloso texto donde Arguedas se define en la interseccin de estos dos mundos. Nada de cuanto se diga sobre l superar la claridad de esta hermosa confesin: "En el valle del Mantaro com-prob, con el ms intenso regocijo, que yo mismo era bastante como los comu-neros de la regin, donde los indios no fueron despojados de sus tierras; entien-do y he asimilado la cultura llamada occidental hasta un gra;do relativamen-te alto: admiro a Bach y a Prokofiev, a Shakespeare, Sfocles y Rimbaud, a Camus y Eliot, pero ms plenamente gozo con las canciones tradiciom~.les de mi pueblo; puedo cantar, con la pureza autntica de un indio chanka, un hara-wi de cosecha. Qu soy? Un hombre civilizado que no ha dejado de ser, en la mdula, un indgena del Per ; indgena, no indio. Y as, he caminado por las calles de Pars y de Roma, de Berln y de Buenos Aires. Y quienes me oyeron cantar, han escuchado melodas abso-lutamente desconocidas, de gran belle-za y con un mensaje original.

  • ''Los .Ros Profundos."

    Novela por Jos Mara Arguedas

    (Editorial Universitaria)

    H ernn Daz A. ( Alone) DIARIO "EL MERCURIO" (AGOSTO DE 1967) SANTIAGO DE CHILE

    Un muchacho de 14 aos va por los caminos acompaado de su padre. Se dirigen al Cu~co. El padre se propona visitar a un pariente suyo, no se sa-be en qu grado, al que aborreca, ignoramos por qu. "Mi padre -la novela est en primera persona- iba escondindose junto a las paredes, en la som-bra. El Cuzco era su dudad nativa y no quera que lo reconocieran. Debamos de tener apariencia de fugitivos, pero no venamos derrotados sino a realizar un gran proyecto." Qu proyecto? Tampoco se dice. Mal narrador, Jos Mara Arguedas pone simplemente a la vista las cosas y a las personas, como si las conociramos, sin dar expUcaciones, omitiendo a veces hasta los nombres. El pariente que van a visitar se llama "El Viejo". Este viejo incgnito: "Infunda respeto a pesar de su anticuada y sucia rupariencia". No era, sin embargo, un pobre ni menos un vagabundo, como parecen lo.s visitantes. "Las personas principales del Cuzco lo saludaban seriamente. Llevaba siempre un bastn con puo de oro; su sombrero, de rungosta ala, le daba un poco de sombra sobre la frente. Era incmodo acompaarlo, porque se arrodillaba frente a todas las iglesias y rcapillas y se quitaba el sombrero en forma llamativa cuando saludaba a los frailes." El padre haba trabajado como escribiente en las haciendas del Viejo, que, adems de poseer varias haciendas, habitaba en el Cuzco el palacio de un inca, donde el padre y el hijo, que llamaba to al Viejo, reciben aloja-miento. Un alojamiento miserable, en el tercer patio, el patio de las bestias, donde est la cocina de los arrieros. Un rbol de cedrn perfumaba el primer patio, rodeado de un corredor de columnas y arcos de piedra que sostenan el segundo piso, tambin de arcos, pero ms delgados. Un mestizo baj por una escalinata, llevando una lmpara, y los condujo al segundo patio, que tena un corredor de columnas de madera. Se vean lmparas en el interior de algu-nos cuartos y se oan conversaciones en voz alta. Algunas personas salieron a verlos :pasar. La cocina del tercer patio que los alojara estaba manchada de holln; pero haban puesto para la ocasin un catre de madera tallada con una especie de techo, de tela roja, y la cama estaba cubierta por una manta de seda vel'de sin mancha.

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    He ah el ambiente de la novela, que vagamente evoc-a el de algunas novelas de Walter Scott y de Valle Inclin, una atmsfera pretrita, arcaica, misteriosa y seorial, matizada de rasgos realistas y detalles indios.

    Segn todas las apariencias, el argumento va a desarrollarse entre esos dos personajes extraos, el padre y el Viejo; vistos por el muchacho; y ta:I vez habr luchas, probablemente algn asesinato por venganza. El padre casi 10 anuncia y el Viejo, sin casi, lo merece.

    Pero nada de eso ocurre. El padre, posedo de mana ambulatoria, con cievto delirio de persecu-

    cin, por Jo dem.

  • tida olv~d a mi Virgen, la dej en la pared. Me acord de ella cerca de la cumbre, cuando el sol a,pare:ca, -Los alcanzo, sehuro!", dije a los arrieros. Y regres a la dudad; dos leguas de distancia. ll;ntr a carrera al patio y al cuarto donde me haban alojado. Estaba la Virgen. La descolgu; era peque-frita, pero con su mar,co de vidrio. La duea de casa me bes al verme salir con la imagen y me regal una naranja para el camino. Alcanc a los arrieros, Hermano, en plena pampa, al medioda! Iban rpid o, arreando la piara de mulas. Me subieron al anca del mulo. Me fe.stejaron cuando les mos-tr la imagen de la VIrgen. Poda protegernos ,contra los bandoleros. Tres aos despus, un maldito, en mi pueblo, rompi el marco y me tir la estam-pa a la cara. T debes saber quin fue , Hermano. Que una vbora entre a su cama y le eche veneno a los ojos. Ciego que marche al infierno, cayndose y levantndose, sin encontrarlo en aos de aos. Quiz para l sea eso peor que arde,r en el fuego. Yo lo conozco! "

    No posee Arguedas el genio de la narracin, pero posee el genio

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    las faldas de la cordillera, hasta cerca de la regwn helada; el cielo despejado en que el sol resplandeca; todo estaba encantado por la msica de la banda del regimiento, por la armona impuesta a tantos instrumentos misteriosos. El director no nos miraba. A cada instante que 1pasaba nos pareca ms pode-roso, de mayor estatura; su maJestuosa barriga deba cumplir alguna misin indispensable en la forma cmo l haca callar a unos msicos, apaciguaba con las manos los sonidos o, repentinamente, pona en marcha as trompetas."

    Muchos se preguntan si tienen algn objeto las cada vez ms frecuen-tes y airadas reuniones de los novelistas

  • "'En los pueblos trigueros se arma, a los nios con hondas y latas va-cas; los nios caminan por las sendas que cruzan los trigales; ha-cen tronar sus hondas, cantan y agitan el badajo en las latas. Rue-gan a los pjaros en sus canciones, les avisan : "Est envenenado el trigo! Idos, idos! Volad, volad! Es del seor Cura . Salid! Buscad otros campos!" En el pueblo de que hablo, todos los nios estaban armados con hondas de jebe; cazaban a los pjaros como a enemigos de guerra; reunan los cadveres a la salida de las huert9s, en el ca-mino, y los contaban: veinte tuyas;, cuarenta chihuacos, diez viuda-piskos" .

    Son unas lneas solamente, y en ellas una historia, un momento en la vida de los pueblos, que pasan, como en un espe jo, por la mente y los recuerdos de este nio que cuenta y relata su historia, en un largo pe-regrinaje en busca de las ciudades y los antepasados -ausentes y pre-sentes- de su padre, en un modelo de quehacer literario. Porque raras veces uno literatura, envolviendo en el misterio, ha logrado una tan pro-fundo transcripcin del presente.

    Leyendo, por otra parte, esta obra, repasando la trgica, increble, historia que comienza en el captulo V, Puente sobre el mundo, puede juzgarse o comprenderse mejor la novela de Va rgas Llosa La ciudad y los perros. Al hablar de sta, siempre ser necesar ia una apoyatu ra en es-ta novela antecesora. En contadas ocasiones se lee una visin ms descarnada, ms cruel, ms amarga, ms increble, que a lo largo de las pginas transcurridas en un internado religioso. Personajes como el Lleras y el Auco -Jaguar y Boa de Llosa-, Palacios y Romero, Ante-ro, el Candela, Valle el Ateo, o la demente por cuyo curpo se armaban las ms encarnizadas peleas de aquel internado en el que la violencia era la asignatura maestra, pasarn a la historia de la literatura de nuestro Nue-vo Mundo. Tomemos un ejemplo que cierra el captulo V de Los ros pro-fundos:

    "Y poda ir al pat io obscuro, dar vueltas en su suelo polvoriento, aproximarse a los tabiques de madera, y volver ms altivo y sereno a la luz del patio principal. L.,a propia demente me causaba una gran lstima. Me apenaba recordar la sacudida, disputada con implacable brutalidad; su cabeza golpeada, con las divisiones de madera, con-tra la base de los excusados, y su huida por el callejn, en que corra como un oso perseguido. Y los pobres jvenes que la acosaban y que despus se profanaban, hasta sentir el ansk:: de flagelarse y llorar ba-jo el peso del arrepentimiento" . El captulo VIII abre una nueva d imensin a la novela : es el motn,

    ese estallido rebelde de las pobres mujeres del Abankal, en busca de la sal que les roban, descrito como toda la obra, ~on multicolores tonos, en vertiginoso crescendo que hace al lector devorar las palabras. Es as co-mo la historia descr ita en el ambiente de un colegio religioso de la Puna -luego veremos cmo Vargas Llosa transplanta a un colegio militar de la capital su narracin, sin que esto suponga ningn desdoro para la gran novela del segundo, y debemos apuntar aqu que Vargas Llosa es precisa-mente uno de los mayores admiradores de Arguedas y quien tambin pro-loga su libro-, esta historia se complementa, pues, halla una mayor fuer-za en esa accin que corre casi paralela a la anterior, esa accin lleva-da a cabo en la vida del pueblo: comunidad rebelde, miserable, castigada con la peste ms tarde, y en la que las clases sociales se deslindan en una fuerte descripcin que sita a los personajes dentro de su ~ontexto social, Y a esto no escapa ni poda escapar el director del internado jesutico~ ni,

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    naturalmente, el protagonista, que se identifica, pese a su corta edad, ms que emocionalmente con los indios de su pueblo.

    La novela contina con el castigo del joven protagonista, azotado hasta la sangre por el director del colegio, y el sermn que ste da a las mujeres de la hacienda Patibamba, a las que los guardias nuevamente han quitado la sal. La precisin del lenguaje alcanza aqu una belleza y una profunda denuncia, difcilmente reproducible en elogios.

    El desenlace de la novela se precipita : la violencia no puede sino en-gendrar la violencia. Lo tragedia del subdesarrollo cruzo, con el tifus, el pue-blo y el colegio: lo muerte arranco a los ms dbiles, y el nio conoce al fin la libertad, aunque nunca en lo vida volver a olvidar sus aos perdi-dos y las escenas trgicas vividas, el esfuerzo de un pueblo sojuzgado y ansioso de vida.

    Quin podr olvidar estas escenas finales, donde la peste se ana a la supersticin, a la vieja y antigua, y a la que se impone para encubrir la moderna explotacin del pueblo, a la larga marcha hacia la muerte del indio en escenas tan impresionantes como la carrera del protagonista por el pueblo abandonado y su detencin ante esa choza en que dos hermanos se motan, en su miseria y soledad, los miles de piojos que han minado sus cuerpos?

    Realmente, son plidos los adjetivos para mostrar toda la grandeza de esto novela, la gran novela del indio latinoamericano: indios que son se-res de carne y hueso, no mitos, seres encarnizados en unas coordenadas so-cio-sicolgicas que les explican, les dan validez, realismo. El indio no es al-go esttico, el indio vive en uno determinada sociedad y para expresar sus problemas. Arguedas traduce su propio idioma al castellano, conservando del quechua todos sus valores, procurando respetar la belleza potencial de' este lenguaje desconocido para nosotros, traducirlo y ofrecerlo de forma admirable en una novela que es para m una de las mejores de la literatu-ra de nuestros das.

    Para dar noticia de Jos Mara Arguedas, sigamos a su contempor-neo y compatriota Vargas Llosa en un resumen de su artculo a l dedi-cado:

    " ... Arguedas naci en Andahuaylas en 1911; muy nio qued hur-fano de madre y fue obligado a vivir en el pequeo puebfo de San Juan de Lucanas, donde por circunstancias crueles tuvo que compar-tir la vida de los sirvientes indgenas. Aprendi a hablar en quechua y su infancia fue tan dura como la de cualquier indio. Conoci en carne propia, y a una edad en que los recuerdos se graban con fuego en el corazn del hombre, la injusticia radical de que es vctima el indgena. Su adolescencia transcurri entre indios, en el desolado pai-saje de los Andes, que recorri durante aos en todas direcciones. Cuando lleg en 1929 a Lima, hablaba dificultosamente el espaol..., ley algo de literdtura peruana y sufri, segn sus propias palabras, "una gran decepcin, porque las obras ms famosas de la poca mos-traban a los indgenas como seres decadentes. Entonces sent una gran indignacin y una aguda necesidad de revelar la verdadera rea-lidad humana del indio, totalmente diferente a la presentada por la literatura imperante".

    Fue cuando Arguedas comenz a escribir. Etnlogo y novelista, su obra principal es:

    Canciones y cuentos del pueblo quechua ( 1948) , Cuentos mgica realistas y Canciones de fiestas tradicionales en el Valle del Montara ( 1953), Yawar fiesta ( 1940). Los ros profundos ( 1958), El Sexto ( 1961) y Todas las sangres ( 1964).

  • Ensoacin y ~nag1a en

    Jos Mara Arguedas

    Mario Vargas Llosa REVISTA "CASA DE LAS AMERICAS" (1966)

    LA HABANA - CUBA

    El hilo conductor entre los episodios, de este libro traspasado de nostal-gia y, a ratos, de psin, es un nio desgarrado por una doble filiacin que simultneamente lo enraza en dos mundos hostiles. Hijo de blancos, criado entre indios, vuelto al mundo de los blancos, Ernesto, el narrador de "LJs ros profundos", es un desadaptado, un solitario. Y tambin un testigo que goza de una situacin de privilegio para evocar la trgica oposicin de dos mundos que se desconocen, rechazan y ni siquiera en su propia persona co-existen sin dolor.

    Al comenzar la novela, a la sombra de esas piedras cuzqueas en las que, al igual que en Ernesto (y en Jos Mara .Arguedas), speramente se to can lo indio y lo espaol, lia suerte del nio est sellada. El no cambiar ya y, a l'o largo de toda la historia, ser una simple presencia aturdida por la violencia con que chocan a cada instante, en mil formas sutiles o arteras, dos razas, dos culturas, dos clases, en d grave escenario de los Andes. Subjetiva-mente solidario de los indios que lo criaron ("Me criaron los indios; otros, ms hombres que stos'') y que .para l, ya lo veremos, representan el pa-raso perdido, pero lejos de ellos por su posicin social que, objetivamente, lo hace solidario de esos blancos de Abancay que lo indignan o entristecen por su actitud injusta, torpe o simplemente ciega hacia los indios, d mundo de los hombres es para Ernesto una contradiccin imposible. No es raro que los sentimientos que le inspire sean el desconcierto y, a veces, un horror tan profundo que llega a no sentirse entre sus prjimos en ese mundo, a ima-ginar que procede de una especie distinta a la humana, a preguntarse si el canto de la cal'andria es "la materia de que estoy hecho, la difusa regin de

    ~e donde me arrancaron para lanzarme entre los hombres". Hay que vivir, sm embargo, y Ernesto, que no puede escapar a su condicin, debe buscar la

    ~an:ra de soportarla. Para ello tiene dos armas: la primera es el refugio l~ten.~r, la ensoacin. La segunda, una desesperada voluntad de comu-mcacton con lo que queda del mundo, excluidos los hombres: la naturale-

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    za. Estas dos actitudes conforman la personalidad de Ernesto y se proyec-tan curiosamente en la estructura del libro.

    Por qu ese repliegue interior, qu fuerzas lleva en s Ernesto que lo ayudan a vivir? Ocurre que hubo un tiempo en que todava no tena con-ciencia de esa dualidad que malogra su destino y viva en complicidad ino-cente con los hombres, dichoso sin duda, al amparo de ese "ayllu que sem-braba maz en la ms pequea y alegre quebrada que he conocido", donde las "mamakunas de la comunidad me protegieron y me infundieron la im-pagable ternura en que vivo".

    Y los dos alcaVdes de esa comunidad india, Pablo Maywa y Vctor Pu-sa, son las sombras protectoras que el nio convoca secretamente, en d in-ternado de Abancay, para conjurar sus sufrimientos. La corriente nostlgicEn el ltimo captulo de "Los dos profundos" Ernesto se pasea por el patio del colegio "ms atento a los recuerdos que a las cosas externas". En verdad, sta es una actitud casi permanente en l; incluso cuando su aten-cin recae en algo inmediato que parece absorberlo, su conciencia est con-frontando la experiencia presente con otra pasada, apoyndose en lo actual para impulsarse hacia atrs. Y a desde las primeras pginas de la novela, el nio lamenta melanclicamente que su padre decidiera ''irse siempre de un pueblo a otro, cuando las montaas, los caminos, lbs campos de juego, el lu-gar donde duermen los pjaros, cuando los detalles del pueblo empezaban a formar parte de la memoria''. Es fcil suponer que desde ,entonces hay ya en el una determinacin voraz: capturar esa realidad fugitiva. conservar en su espritu las imgenes de esos paisajes y pueblos donde nunca se queda. Ms

  • tarde, vivir~ de esas im~genes. Los recuerdos afloran en la mente de Ernesto ante cualquiera circunstancia, como si se tratara de un viejo, y con una preci-sin desconcertante (''el charango formaba un torbellino que grababa en la memoria la letra y la msica de los cantos") ocurre que es un ser enteramen-te consagrado a la tarea de recordar, pues el pasado es su mejor estmulo para vivir. En el colegio (es significativo que el Padre Director lo llame "loco", "tonto vagabundo", por no ser como los otros) suea con huir para reunirse con su padre. Pero no lo hace y espera, "contemplndolo todo, fijndoro en la memoria". En una novela tan visiblemente autobiogrfica, se puede de-cir que Arguedas ha trgnsplantado de manera simblica a la narracin su propia tentativa. Ese nio que el autor evoca y extrae del pasado, en funcin de una experiencia anterior de su vida, est representado en una actitud idntica: viviendo tambin del pasado. Como 'en esas cajas chinas que en-cierran, cada una, una caja ms pequea, en "Los ros profundos" la ma-teria que da origen al libro es la memoria del autor: de ella surge esa ficcin en la que d protagonista, a su vez, vive alimentado por una realidad caduca, viva slo en su propia memoria.

    Tras esa constante operacin de rescate del pasado, Ernesto descubre su aoranza de una realidad no mejor que la presente, sino vivida en la inocencia, en la inconsciencia incluso, cuando todava ignoraba (aunque es-tuviera sumergido en l y fuera su vctima) el mal. En Abancay, los das de salida, el nio merodea .por las chicheras, oye la msica y all ''me acor-daba de los campos y de las piedras, de las plazas y los templos, de los pe-queos ros adonde fui feliz". La idea de felicidad aparece ya, en esta evo-cacin, asociada ms a un orden natural que social: habla de campos, piedras y pequeos ros. Porque sta es la otra vertiente de su espritu, el vnculo ms slido con la realidad del presente.

    En cierta forma, Ernesto es consciente de esa naturaleza suya refracta-ria a lo actual, pasadista, y a menudo intuye su futuro condicionado por ella. Los domingos, sus compaeros de colegio cortejan a las muchacha~ en la Plaza de Armas de Abancay, pero l prefiere vagar por el campo, recor-dando a esa joven alta "de hermoso rostro, que viva en aquel pueblo sal-vaje de las huertas de capull". Suea entonces con merecer algn da el amor de una mujer que ''pudiera adivinar y tomar para s mis sueos, la memoria de mis viajes, de los ros y montaas que haba visto". Habla de s mismo en pasado, como se habla de los muertos, porque l es tina especie de muerto: vive entre fantasmas y aspira a que su compaera futura se ins-tale, con l, entre esas sombras idas familiares.

    Un muerto, pero slo a medias, pues aunque una invisible muralla lo asla de los hombres con quienes se codea, hay algo que lo retiene todava, como un cordn umbilical, en la ovida presente: el paisaje. Esa "impagable ternura" que l nio se resiste a volcar en sus condiscpulos crueles o en los religiosos hipcritas o fanticos del internado, y que no tiene ocasin de en-trega: efe~tivamente ar indio, prisionero como est de una clase social que

    practl~a, sm decirlo, una severa segregacin racial, la verter en las plantas, los ammales y el aire de los Andes.

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    A ello se debe que el paisaje andino desempee, en este libro, un pa-pel primordial y sea el protagonista de mayor relieve de la novda.

    No es sintomtico que el ttulo, "Los ros profundos", aluda exdusi vamente al orden natural? Pero este orden no aparece, en la novela, contra-puesto al humano y reivindicado en tal sentido. Todo lo contrario: se halla humanizado hasta un lmite que va ms all de simple metfora e invade el dominio de la magia. De una manera instintiva, oscura, Ernesto tiende a sustituir un orden por otro, a desplazar hacia esa zona del mundo que no lo rechaza, los valores privativos de lo humano. Y a hemos visto que a veces concibe una filiacin entre l' y el canto de un ave; en otra ocasin protestar con vehemencia contra los hombres que matan con hondas a los pjaros y a los loros, y en el primer captulo de la novela se conduele amar-gamente por un rbol de cedrn "martirizado" por los nios cuzqueos. Furioso clama ms tarde contra aquellos que matan al grillo "que es un mensajero, un visitante venido de la superfice encantada de la tierra", y _en Abancay, una noche se dedica a apartar los grillos de las aceras "donde co-rran tant-o peligro". En el captulo titulado "Zumbayllu" hay una extensa, bellsima y tierna elega por el "tankayllu", ese tbano de ''cuerpo afelpado" que desaparece en la luz y cuya miel pe,rdura en aquellos que la beben como "un aliento tibio que los protege contra el rencor y la melancola". Siempre que describe flores, insectos, piedras, riachuelos, el lenguaje de Arguedas adquiere su temperatura mejor, su ritmo ms logrado, el vocabulario pierde toda su aspereza, rene los vocablos ms delicados y frgiles, discurre con animacin, se musicaliza, endulza y exalta de imgenes pasionales: ''El li mn abanquino, grande, de cscara gruesa y comestible por dentro, fcil de pelar, contiene un jugo que mezclado con la chancaca negra forma el manjar ms delicado y poderoso del mundo. Arde y endulza. Infunde al~gra. Es co-mo si se bebiera la luz del sol". Este entusiasmo desmedido por la naturaleza, de raz compensatoria, colinda con el embeleso mstico. El espectculo de la aparicin del sol en medio de lluvias dispares deja al nio "indeciso" y anula en l la facultad de razonar. Ese arrobo contiene en s una verdadera aliena-cin, entraa en germen una concepcin animista del m~ndo. Su sensibi-lidad, exacerbada hasta el ensimismamiento por la realidad natural, llevar a Ernesto a idealizar paganamente plantas, objetos y animales y a atribuirles propiedades no slo humanas, tambin divinas: a sacralizarlas. Muchas de las supersticiones de Ernesto proceden de su infancia, son como un legado de su mitad espiritual india, y el nio se aferra a ellas en una subconsciente mani-festacin de solidaridad con esa cultura; pero, adems, su propia situacin ex-plica y favorece esa inclinacin a renegar de la razn como vnculo con la realidad y a preferirle oscuras intuiciones y devociones mgicas.

    Desde su condicin particular, Ernesto reproduce un proceso que el indio ha cumplido colectivamente y es por ello un personaje simblico. As como para el comunero explotado, vejado y humillado en todos los instantes de su vida, sin defensas contra la enfermedad y la miseria, la realidad difcilmente puede ser "lgica", para el nio paria, sin arraigo entre los hombres, exiliado para siempre, el mundo no es racional sino esencialmente absurdo: de ah su

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    irracionalismo fatalista, su animismo y ese solapado fetichismo que lo lleva a venerar con uncin religiosa los objetos ms diversos. Uno, sobre todo, que ejerce una funcin totmica a lo largo de la novela: el zumbayllu, ese trompo silbador que es para l "un ser nuevo, una aparicin en el mundo hostil, un lazo que me una a ese patio odiado, a ese valle doliente, al col'egio''.

    1 La Cfndicin de desamparo alimenta las supersticiones de Ernesto. El

    mundo e~ para l un escenario donde oscuras fuerzas batallan contra el hom-bre indef1nso y atemorizado que ve por doquier la presencia de la muerte. Es-ta es anu.fciada por el ''chirinka'', una mosca azul que zumba aun en la os-curidad " que siente al que ha de ser cadver, horas antes, y ronda cerca". Y adems hay la peste que en cualquier momento puede venir "subiendo la cuesta'', 'disfrazada de vieja, a pie o a caballo. Frente a tales amenazas, el hombre solo puede recurrir a deleznables exorcismos mgico-religiosos que humillan odava ms su condicin: los indios "repugnan del piojo" y sin em-bargo les 1puelen la cabeza con los dientes, ''pero es contra }:a muerte que ha-cen eso". uando muere la opa, Ernesto corta las flores del patio del colegio, donde los lumnos venan a copular con la infeliz, porque crea que ''arran-cada esa anta, echadas al agua sus races y la tierra que la alimentaba, que-

    flores, el nico testigo vivo de la brutalidad humana que la opa , por orden de Dios, haba desaparecido".

    tario a los otros, Ernesto lo es tambin a aquello que los otros creen y adoran su fe no es la de ellos, su Dios no es el de l. En el interior de ese mun o cristiano en el que est inmerso, el nio solitario entroniza una religin ersonal, un culto sobrepticio, una divinidad propia. De ah su hos-tilidad cia los ministros de la fe ''adversaria'': el Padre Director dd in-ternado, 1 "santo" de Abancay, es presentado ante el lector como encarna-cin de a duplicidad humana y cmplice de la injusticia. Una ola de fu-ror irru pe en "Los ros profundos" cuando asoma este personaje. El discur-so mas uista que el Padre Director pronuncia ante los indios de Patibamba y su al ucin untuosa y falaz para aplacar a las mujeres sublevadas rozan la carica ura. Ni el gamonal que explota al indio, ni el soldado que lo re-prime, n tan duramente retratados en "Los ros profundos'' como el cura que le i culea la resignacin y combate su rebelda espordica con dogmas. Esto se mprende: el asiento de la novela, ya lo dijimos, es la realidad "in-terior'', quella donde el elemento religioso despliega sus sutiles y eficaces poderes. :1 gamonal no ap ... rece sino de paso, aunque ei probl'ema del feuda-lismo a ino s es mencionado con frecuencia e incluso alegricamente re-presenta o en la ciudad de Abancay, "pueblo cautivo, levantado en la tierra ajena d una hacienda".

    su refugio interior, Ernesto participa emocionalmente en la pug-na terri e que opone al indio y a sus amos. Dos episodios fundamentales de la n ela dan testimonio de esta guerra secular que nadie nombra: el motn d las placeras, l'os estragos de la peste. Son los dos momentos de ma-yor inte sidad, dos radiadores que desplazan una corriente de energa vio-lenta h ia el resto del libro, dinamizando los otros episodios, concebidos

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  • tasi sl.empr crri cuadros est~dcos e independientes. Y es como ,si esa iav quemante que mana de esos dos focos anegara incluso al narrador, ese nio cohibido y retrado, y lo convierte en otro hombre: son los momentos en que la nostalgia es sumergida por la pasin. Cuando las placeras de A~ancay se rebelan y los vecinos de la ciudad se parapetan en sus casas, acopardados, Ernesto se lanza a la calle y corre, regocijado y excitado, entre la polleras multicolores de las indias, cantando igua}: que ellas en quechua. Y ~s .tarde, con esa propensin suya a sacralizar lo vivido y proyectar su exper' ncia del mundo en mitos, Ernesto hace de Felipa, la chichera caudillo, u smbolo de redencin: "T eres como el ro, seora. No te alcanzarn. J;:t aillas! Y volvers. Mirar tu rostro que es poderoso como el sol del medio a. Que-maremos, incendiaremos!'' Es curioso cmo un libro volcado haci .el mun-do interior, que extrae su materia primordial de la contemplacin de la na-turaleza y de la doliente soledad de un nio, puede de pronto e rgarse de una violencia insoportable. Arguedas no parece muy preocupado or el as-pecto tcnico de la novela e incurre, a veces, en defectos . de co struccin como en el captulo "Cal y Canto", donde el punto de vista del rel o se tras-lada, sin razn, de la primera a la tercera persona, pero a pe r de ello su. intuicin suele guiarlo certeramente en la distribucin de us mate-riales. Esos pequeos cogulos de violencia cruda, por ejemplo, e tratgica-mente insertados en el cuerpo sereno y moderado de la narraci son una autntica proeza formal. Desde la primera vez que le "Los ros pr fundos", hace seis aos, he conservado viva la terrible impresin que deja u de esos

    , cogulos que iluminan el relato con una luz de incendio: la ima en de la nia, en el pueblo apestado, con "el sexo pequeito de bolsas bl ncas, de granos enormes de piques''. Estos minsculos crteres activos que salpican l'a lisa superficie de la novela crean un sistema circulatorio de e ociones, tensiones y vivencias que enriquecen su belleza con incontenible fl o de vi-

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    da.

    Una conciencia atormentada? Un nio al que contradiccion s impo-sibles aslan de los dems y enclaustran en una realidad pasada cuy soporte es la memoria ? Un predominio del orden natural sobre e orden social? No faltarn quienes digan que se trata de un testimonio ali ado so-bre los Andes, que Arguedas falsea el problema al transponer en u las mistificaciones de una realidad en vez de denunciarlas. Reproch cado: es lcito exigir a cualqui,er escritor que hable de los Andes d cuenta de la injusticia en que se funda all la vida, pero no exigirle "una de hacerlo. Todo el horror de las alturas serranas est en "Los ro dos'', es la realidad anterior, d supuesto sin el cual el desgarra Ernesto sera incomprensible. La tragedia singular de este nio es n testi-monio indirecto, pero inequvoco, de aquel horror: es su product. En su confusin, en su soledad, en su miedo, en su ingenua aproximaci mgica a las plantas y a los insectos, se transparentan las races profundas el mal'. La literatura atestigua as sobre la realidad social y econmica por re-fraccin, registrando las repercusiones de los acontecimientos histr os y de los grandes problemas sociales a un nivel "individual": es la nic manera de que el testimonio literario sea "viviente" y no cristalice en un squema muerto.

  • Josa Mara Arguedas, novelista

    del Per

    profundo

    Csar Levano REVISTA ''CARETAS" (1962)

    LIMA - PERU

    General Juan Velasco Alvarado

    Cuando en 1937 el general Camarotta, enviado por la polica musso-liniana para ayudar a la reorganizacin de sus cofrades peruanos, parti de su alojamiento con destino a la Universidad de San Marcos, no poda imaginar lo que all le esperaba. Quienes, sin saber quin era, le vieron llegar, en me-dio de un squito oficial, pudieron quiz reflexionar en cun terribles auto-ridad y poder deba de tener ese seor tan orondo. Pero, de repente, un grupo de estudjantes se lanz con furia contra el alto jefe, lo prendieron y lo arro-jaron a la pileta, donde su fsico, su uniforme y su severidad se zambulleron. E;ntre los sanmarquinos que as hicieron patalear al general estaban Jos Mara Arguedas, joven autor entonces de "Agua"; Jos Antonio Encinas, hijo, hoy director de "Expreso", y el poeta Manuel Moreno Jimeno.

    El incidente eriz a las autoridades de turno y condujo a la detencin de 15 jrenes de diversas creencias polticas. Preguntados para qu haban co-metido el atentado, los jvenes respondieron: en protesta por los bombardeos de la aviacin italiana a ciudades de la Repblica espaola.

    Del ao que, de resultas del hecho, pas entre rejas, Jos Mara Argue:-das extrajo materia prima para "El Sexto", la formidable novela que acaba de editar Meja Baca y que est llamada, sin duda, a convertirse en una Obra cl-sica de la literatura peruana, junto con las novelas de Ciro Alegra, y "Agua", "Yawar Fiesta", "Diamantes y Pedernales" y "Los Ros Profundos", del propio Arguedas.

    Todos los diarios, desde "El Comercio" hasta "La Tribuna", y casi todos los semanarios y magazines de Lima han saludado con elogios la a;paricin del ltimo lipro arguediano. El escritor que con ms profundidad ha escrito sobre lo que l mismo llama "el mundo peruano de los Andes", vuelve as a colocarse bajo los reflectores de la atencin pblica, aunque esos reflectores no siempre hayan iluminado su figura literaria integra y cabalmente como hubiera sido menester para la toma de conciencia y la renovacin de sentimientos que el Per necesita y est en trance de cumplir en el proceso de su transformacin histrica.

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  • ENTRE COMUNEROS

    Deca Goe.the que su obra estaba slo constitu~da por fragmentos de una vasta confesin. Arguedas podra suscribir tambin la frase. Quien conozca sus pginas puede encontrar fcilmente eslabones que, unidos, revelan su biogra-fa.

    Expresa en ''Los Ros Profundos": "Mi padre no pudo encontrar nunca dnde fijar su residencia; fue un abogado de provincias, inestable y errante. Con l conoc ms de doscientos pueblos". En mesa redonda con periodistas y crticos, el cronista pregunt al escritor sobre la causa de la trashumancia pa.-ternal. He aqu la respuesta: "Mi padre era pardista y cuando subi Legua le aplicaron la Ley de Ratificacin de Jueces. Entonces se dedic a ejercer su pro-fesin de pueblo en pueblo. Conoc en esa poca ocho provincias, viajando a menudo grandes distancias. Una vez fui desde Nazca hasta Cuzco a caballo (unos 700 kilmetros)".

    En la dedicatoria de "Agua" se lee: "A los comuneros y lacayos de la hacienda Viseca, con quienes tembl de fro en los regados nocturnos y bail en carnavales, borracho de alegra, al comps de la tinya y de la flauta. A los comuneros de los cuatro ayllus de Puquio: K'ayau, Pichk'achuri, Chaupi y Ka-llana. A los comuneros de San Juan, Ak'ola, Utek', Andamai:ca, Sondpn~o. Au-car, Chavia y Larcay".

    Cmo fue a parar el pequeo mestizo, hijo de abogado, al seno de los "comunkuna"? 1

    Arguedas, nacido en 1911, en Andahuaylas, perdi tempranamente a su madre. Su padre contrajo segundo matrimonio, y el nio tuvo entonces que vi-vir una poca en Lucanas, tierra de la madrastra. La seora tena unl carcter terrible, que se descargaba sobre el nio en la forma de comisiones dttras: cor-tar alfalfa en la madrugada fra; regar de noche los campos. Los indios y las viejas campesinas dieron entonces ayuda y ternura ("esta impagabl~ ternura en que vivo") al hurfano. Con nuestros campesinos serranos aprendi el que-chua, escuch leyendas maravillosas que vienen de viejos tiempos; coh los ni-os "endios" jug los juegos rudos, viriles, que suscita una geografa retadora. Y aprendi a amar la tierra, los ros, las plantas y las aves del Ande.j Y sobre todo a los humildes trabajadores del campo. Cuando tena 14 aos, fue a la hacienda Huaripata, de Abancay. All descubri una biblioteca, en cutos ana-queles estaba "Los Miserables" de Vctor Hugo. Fue esa una revelacil Cuan-do, poco despus, ingres al Colegio "Santa Isabel", de Huancayo, llafaba ya la atencin su aire meditabundo y solitario. "En el colegio lo llambamos "locq", que es una manera indirecta de reconocer el talento", escrib Jorge Prial en la revista huancana "Verdad y Esfuerzo", all por 1935, ppco des-pus de la aparicin de "Agua". En las revistas juveniles de Huancayo "Antor-cha" e "Inti" 'pubUc Arguedas, en 1928, unas consideraciones sobre La Des-humanizacin del Arte" y "El presente y el pasado del Indio".

    Ms tarde viaj a Lima, donde vino a estudiar y trabajar. Fu en una poca empleado subalterno de la oficina de Correos. La ciudad, como todo el pas viva una volcni

  • y .'1Los Comuneros de t.l'tej Pampa';, narraciones cortas que no han sido recogi-das en ningn libro del autor y que .prefiguran ya su primer trabajo, "Agua", publicwdo a mediados del mismo ao. EN RUSO Y EN FRANCES

    De pocos escritores peruanos se puede decir que nos ofrecen, en sus pginas, un mundo, una atmsfera inconfundible. Pues bien: ya en "Agua", coleccin de narraciones escrita a los 23 aos, puede advertirse ese aire nico que circula en la creacin arguediana. El libro llam la atencin de los crticos. Luis E. Valcrcel, Alberto Tauro, Augusto Tamayo Vargas, entre otros, reco-nocieron de inmediato la calidad artstica y ei significado histrico de la obra. El primero escribi, en artculo sobre "La Novela Indoamericana" publi-cado en "La Crnica" en enero de 1936 (antes de que Ciro Alegra editara su obra primigenia en Chile): "nunca percibimos mejor al indio que en estaa pginas de brava rebelda literaria". Y conste que Valcrcel conoca bien y comentaba en el mismo artculo la obra del ecuatoriano !caza. Aunque, como la de casi todos los libros de Arguedas, la circulacin peruana de "Agua" fue exigua, en el exterior se le brind acogida favorable. La "Revista Americana" de Buenos Aires le concedi el segundo premio en un concurso internacional por ella promovido. La revista sovitica "Literatura Internacional" la public en ruso, chino, alemn, ingls y francs.

    Nunca antes en nuestra literatura se haba tenido una imagen artstica tan viva y poderosa del pueblo quechua, del campesinado peruano, como en "Agua". Los propios "Cuentos Andinos" de Lpez Albjar haban constituido un panorama externo de nuestros indgenas. Y he aqu que un joven autor po-na ante todos los ojos la visin del Per profundo, hasta entonces ignorado por la mayora y menospreciado casi en absoluto por nuestros escritores.

    E~ drama social violento, la lucha del comunero contra el gamonal que incluso le priva de agua, el despertar de la masa annima y el descollar en ella de algunos luchadores, estn all; pero tambin estn el hurgar profundo en el alma de un pueblo, de una nacin, un amor como pantesta por la naturaleza poderosa de la sierra. Y todo ello con un lenguaje y un trataminto narrativo, con un estilo, que nada tienen de declamacin o de panfleto, sino que encie-rran, incluso en sus novsimos lxico y sintaxis hispanoquechuas, honda univer-salidad.

    Luego, en 1941, vino "Yawar Fiesta" (Fiesta de Sangre), relato en que se plantea el conflicto entre los indios (aliados con un hacendado) que defien-den el viejo estilo de corrida serrana, colectivo rito en que el "indio" encuentra el orgullo de ser protagonista de algo terrible, por un lado, y las autoridades centrales, los vecinos notables y los revolucionarios hijos de comuneros residen-tes en Lima, por otro.

    Escribi el extinto don Mariano Latorre, el gran novelista chileno, en el diario "La Nacin", de su patria, en 1942: "El mismo ao en que apareci "Yawar Fiesta" se public en Santiago "El Mundo es Ancho y Ajeno" de Ciro Alegra. Me inclino definitivamente por "Yawar Fiesta". Posee Arguedas el arte de novelar, la observacin aguda y, por eso mismo, la profundidad. Hay en "El Mundo es Ancho y Ajeno" atisbos de caracteres, paisajes logrados, pero ni los caracteres se realizan literariamente ni la tcnica se perfecciona. Es un poeta que narra y pinta, en un estilo coruscante, escenas y paisajes. Es una tcnica de superficie, no de profundidad".

    Juicio discutible, desde luego, pero que sirve aqu para sealar cun importante es la contribucin del novelista a la literatura peruana.

    Ms tarde publicronse "Diamantes y Pedernales" y "Los Ros Profun-dos". Esta ltima, considerada toda la produccin literaria arguedlana, se ha dicho que es la obra maestra de nuestro autor. En todo caso, en ella se encuen-tran en todo su esplendor artstico los temas y motivos que circulan por la creacin de Arguedas.

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    ''EL SEXTO''

    En el Per, las crceles son, claro est, una prolongacin de la miseria social y moral que por todas partes reina; pero son una prolongacin infecta, una prolongaJCin monstruosa.

    Sin embargo, no es quiz eso lo sustancial del libro. Lo principal es la pintura de algunos presos polticos o independientes acusados injustamente (pa-ra quitarles la mujer o el dinero) de pertenecer a uno u otro partido. A los di--logos de esos personajes, dilogos llenos de humanidad, es decir, de pasin, de amor y de odio~ tendrn que volver una y otra vez quienes meditan o actan en el proceso de la historia viva peruana.

    Como ha sido subrayado por los crticos, Arguedas ha salido airoso de una prueba doblemente difcil. Ha pintado los horrores que se dan en la vida de los presos comunes sin concesiones a la grosera ("He querido, dijo a los cr-ticos y periodistas, que la denuncia no aparezca como un documento en contra del hombre, sino en favor del hombre"). Y ha presentado actores de nuestra vi-da poltica colocndose en un plano de objeti'Vidad, en el plano de un intelectual humanista sin filiacin p~rtidaria, que escucha, mira y padece criterios y ac-titudes que pesaron y pesan en la balanza de nuestro destino como pas. Todo ello transfigurado, cristalizado, en un estilo supremamente parco y expresivo.

    Pocos escritores peruanos han dado tan altas y constantes muestras de calidades ticas y. estticas al mismo tiempo, como Argueda.s. Puede dl'!cirse que gracias a su afn de alcanzar esa universalidad que ya Heine recomendaba a los poetas de tendencia, su obra permanecer por encima de debilidades intrnsecas que puedan hallrsele. Toda una poca del Per ha sido grabada en su obra, como el clima de la naturaleza se graba en el rbol; la opresin y la crueldad de los latifundistas; las alianzas de ste con los subprefectos y aun con algunos malos sacerdotes; la vitalidad superviviente de los comuneros; el reb jamiento moral a que han sido

  • Los milos quechuas post-hispnicos

    Jos Mara Arguedas REVISTA "CASA DE LAS AMERICAS" (1968)

    LA HABANA - CUBA

    En tres comunidades, muy distantes una de la otra, se han descubierto recientemente mitos quechuas sobre el origen del hombre. En dos de stos aparecen elementos de la religin prehispnica y de la catlica. Las tres versiones son distintas, pero d personaje central es el mismo: Inkarr, nom-bre mixto que proviene de la contraccin de la palabra quechua Inka y de la castellana rey.

    El mito descubierto en la comunidad ms proxima al Cuzco, pero al mismo tiempo la ms aislada de 1os centros urbanos, la hacienda Q'ero, no est tocado por ningn elemento posthispnico: en los mitos de las otras dos comunidades, Puquio y Quinua, del departamento de Ayacucho, figu-ran personajes bblicos e hispnicos, implcita o explcitamente. Estos dos ltimos explican el origen del orden social impllantado por la domin.acin espaola y profetizan acerca del destino final de la humanidad.

    En 1963 se descubri otro mito quechua en un rea mucho ms lejana dd Cuzco, la hacienda Vicos, de la provincia de Carhuaz. Este relato no tie-ne ninguna relacin formal con los mitos prehispnicos; todos sus elementos son bblicos y, como los de Puquio y Quinua, ofrecen una explicacin del orden social impuesto por la Colonia.

    Los mitos de Q'ero y Puquio han sido publicados y comentados aunque no . debidamente estudiados; el de Vicos fue tema de una ponencia presenta-da en un congreso organizado por el Instituto de Altos Estudios de Amrica Latina, de Pars, en octubre de 1965.1 El de Quinua, recogido en 1965, per-manece indito y ser motivo de un primer anlisis en el presente artculo. Cori el objeto de que el anlisis pueda ser mejor entendido, ofrecemos una sntesis de los otros mitos citados y, en nota marginal, de los mitos prehis-pnicos recogidos por los cronistas sobre el origen del Imperio Incaico.2

    1 Jos Mara Arguedas y Alejandro Ortiz Rescaniere.

    2 Manco Capac y Mama Ocllo. Garcilaso es quien transcribe la versin ms de-tallada y difundida de este mito. Fueron creados por el sol. El mundo estaba poblado por hombres salvajes. La pareja es enviada como hroes civilizado-res. Aparecen en el lago Titicaca. Ma>nco Capac lleva una vara de oro en la mano. Deba fundar la capital del Imperio, la ciudad del Cuzco, en el sitio

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    EL INKARRI DE PUQUIO Y EL DE Q'ERO

    Se conocen dos versiones muy distintas del mito de Jnkarr: la de Q'ero y tres de Puquio. La primera fue descubierta en la comunidad de hacienda de Q'ero, en 1955, por l~a expedicin etnolgica que dirigiera el doctor 'Oscar Nez del Prado. Se han publicado dos transcripciones en castellano de ese mito.3 No se ha publicado el original quechua. En 1956, Josefat Rocl Pineda, que me acompaaba como colaborador en un trabajo de campo, obtuvo la primera versin de otro mito de Inkarr en la pequea ciudad de Puquio; yo recog dos variantes ms del mismo relato. Las tres se publicaron en 1a revista del Museo Nacional.4

    El mito de Puquio, donde la poblacin monolinge quechua era cierno-grficamente dominante en el momento en que hicimos el estudio -unos 4,800 frente a 500 mestizos y "mistis" de habla castellana-, explica el origen y destino de la tnicamente dividida sociedad actual peruana. He aqu la versin del mito:

    Los wamanis (montaas) son los segundos dioses. Ellos protegen al hombre. De ellos nace el agua que hace posible la vida. El primer dios es Inkarr. Fue hijo del sol en una mujer salvaje. El hizo cuanto existe sobre la tierra. Amarr al sol en la cima del cerro Osqonta y encerr

    donde la vara se hundiera con un solo golpe. La pareja se dirige hacia el norte hincando la vara de oro. Llega a PacaTec Tampu (lugar de descanso donde se produce el amanecer). Se detiene en el cerro Hua.nacaure, donde la va:a se hunde. All levanta un templo dedicado al sol y convoca a la gente. Manco Capac ensea a los hombres las artes de la agricultura y la ganade-ra, la construccin de casas y ciudades, funda el Cuzco y gobierna con leyes justas y clementes. Los hermanos Ayar. Betanzos, Cieza y Sarmiento de Gamboa recogen muy detalladamente el mito. Los motivos principales son los siguientes: los her-manos Ayar son cuatro, con sus respectivas esposas. Salen de una ventana. en Pacarec Tampu, vestidos con sus trajes e imignias de jefes. Llegan a Huanaca.ure. De lo alto del cerro Ayar Cachi lanza piedras con su honda y convierte las montaas en valles. Temerosos de su poder, los otros tres her-manos encierran a Ayar C,achi en la cueva de donde aparecieron: se valen de. un ardid para engaarlo. Vuelven a Huanacaure. Ayar Uchu se transforma

    . en ave y vuela, da 'instrucciones a sus hermanos y se convierte en piedra. Una de sus alas se rompe. Ese dolo recibir el culto de las incas. Ayar Man-co y Ayar Auca avanzan hacia el Cuzco donde hay una tribu cuyo jefe Alcavisa. Manco lleva una estaca de oro para probar la tierra. Llegan a un valle donde los hombres cultivan aj y coca. Mama Guaco -mujer de Ayar Cachi- ataca a uno de estos hombres; le abre el (pecho, le arranca los bo-fes y el corazn, los hincha soplndolos y aterra a la gente. Alcavlsa y otros jefes de tribus que pueblan el valle son derrotados. Manco Capac siembra el primer maz en la tierra y levanta el templo del sol. Los dos mitos se refieren a la existencia de una humanidad inculta. El fun-dador del Imperio es un hroe civilizador. Pero en el mito de Viracocha re-cogido por Betanzos se asegura que antes de la creacin de la luz y del hombre formado para vivir en la luz, Viracocha haba creado otra gene-racin al mismo tiempo que hizo el cielo y la tierra. Esa humanidad fue convertida en piedra en castigo de un "deservicio" que cometi contra su creador.

    a Efran Morote Best, en la Revista del Instituto Americano de Arte, N9 8 Cuzco, 1958. O. Muoz del Prado, en la Revista de la Universidad del Cuzco' N9 114, 1958. '

    Tomo XXV, 1956, Lima.

  • al viento para concluir su obra de creacin. Luego decidi fundar la ciudad del Cuzco y lanz una barreta de oro desde la cima de una montaa. Donde cayera la barreta construira la ciudad (Puquio est a seiscientos kilmetros del Cuzco, a siete das de camino antes de la aper tura de la carretera). Inkarr fue apresado por el rey espaol; fue mar-tirizado y decapitado. La cabeza del dios fue llevada al Cuzco. La cabeza de Inkarr est viva y el cuerpo del dios se est reconstituyendo hacia abajo de la tierra. Pero como ya no tiene poder sus leyes no se cum-plen ni su voluntad se acata. Cuando el cuerpo de Inkarr est completo, l volver y ese da se har el juicio final. Como prueba de que Inkarr est en el Cuzco, los pjaros de la costa cantan: "En d Cuzco el rey", "Al Cuzco id".

    Q'ero es una comunidad de hacienda que se encuentra en la provincia cuzquea de Paucartambo, a dos das de camino de la ciudad capital de la provincia. Los q'eros viven lejos de la residencia del patrn y en un estado de gran aislamiento con respecto a otras comunidades y a todos los centros urbanos ms prximos. El mito de Inkarr, de Q'ero, revela con precisin que hubo dos humanidades:

    Primero fueron los awpa (antiguos). No se dice quin los cre. Los awpa vivieron en la penumbra, bajo la luz de la luna, y tenan una fuerza descomunal. Podan convertir las montaas en llanuras con tiros de honda. El dios Roal los sec y los convirti en soqa (momia) me-diante la ardiente luz del sol. As el sol no es presentado como dios sino como instrumento de un dios, Roal, para extinguir a los awpa. lnkarr y Qollar, hombre y mujer creados por el! dios Roal, son los padres, no los creadores, de la actual humanidad india. Luego de una aventura infaus-ta, Inkarr se retira al Collao, vuelve hacia el norte y lanza una barreta de oro desde una montaa. Funda d Cuzco donde la barra se hunde; puebla despus el mundo con una humanidad sabia. Los q'eros son des-cendientes del hijo primognito de lnkarr. El hroe, y no dios, Inkarr, visita Q'ero al final de su paso por la tierra y desaparece internndose en la gran sellva considerada hoy por las canciones folklricas de la zo-na como la regin de la muerte. Este mito no hace referencia alguna 'a la llegada 1de los espaoles ni a los dioses cristianos. Proclama la pura ascendencia divina de los q'eros, e integrada con elementos locales guarda el mito prehispnico de la aparicin de los fundadores del impe-rio incaico. El singular aislamiento en que vivieron siempre los q'eros puede explicar en parte esta incontaminacin hispnica del mito y la muy especfica y circunscrtica funcin a la que parece que estuvo des-tinado.

    EL MITO DE ADANEVA DE VICOS

    Fue descubierto por Alejandro Ortiz Rescaniere en la hacienda Vicos, del distrito de Marcar, Ancash, 1,520 Km. del Cuzco, en 1963. V amos a ofrecer un resumen tan escueto pero suficiente, como el de los anteriores,

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    con el objeto de que nos sea posible analizar mejor el que ser motivo de comentario en este artculo.

    La hacienda Vicos, como Q'ero, tena colonos, es decir, indios siervos. Est ubicada en la zona marginal de un valle muy poblado y vinculado con ciudades importante~ de la sierra y de la costa, como Huaraz y Chimbote. Sin embargo, hasta hace unos treinta aos, Vicos era considerado como un reducto de indios "muy atrasados" y despreciables, no slo por su condicin de siervos sino por sus "costumbres extraas". No estaba tan aislada la ha-cienda y debi de haber sido motivo de visitas frecuentes y bien organizadas de .misioneros catlicos, como lo fueron todas las haciendas dotadas de colo-nos. Es fama cmo en esta hacienda se desarroH recientemente el plan Per-Cornell de antropologa social aplicada.

    Ortiz tuvo la fortuna de encontrar un buen informante, de 17 aos, Juan Caleto. Caleto le ofreci una versin morosa, entrecortada, reiterada, del mito. La circunstancia de que Ortiz no conoce el quechua hizo, como en el caso de Nez, en Quinua, que el relato aparezca con las caractersticas de las narraciones orales pero an ms entretejido de detalles, inconexiones y reiteraciones a lo largo de los extensos dilogos grabados. He aqu una sn-tesis, una especie de ndice de motivos:

    Adaneva cre la humanidad antigua. El hombre antiguo haca cami-nar a las piedras con azotes; como los i1awpas de Q'eros, fueron hom-bres de fuerza descomunaF. El dios Adaneva logr tener relaciones con la Virgen de las Mercedes (Mamacha Mercedes) y la abandon cuando sta qued encililta. El hijo de Adaneva y la Virgen fue Tete Mauco (Padre Manuel). Tete Mauco, cuando lleg a ser mayor, destruy a la humanidad antigua haciendo caer sobre el mundo una lluvia de fuego. Pero esa humanidad no est completamente muerta; cuando allguien pretende cazar pumas o zorros, que fueron el ganado del hombre anti-guo, se oyen en el campo grandes voces que protest~n. Extinguida la primera humanidad, Tete Mauco hizo la actual y la dividi en dos clases: indios y mistis ("blancos", la casta dominante). Los indios, para el servicio obligado de los mistis. Cre tambin el infierno y el cielo. No hay hombre exento de pecado. El cielo es exactamente igual que este mundo, con una sola diferencia: all los indios se convierten en mistis y hacen trabajar por la fuerza y hasta azotndolos a quienes en este mundo fueron mistis. La divisin de la humanidad en dos cliases fue es-tablecida por Dios y ser eterna, porque Tete Mauco es inmortal, puesto que todos los aos muere un da viernes y resucita el sbado. Se renueva ao tras ao.

    Todos los elementos formales de este mito son bbl~cos y tambin su fa-talismo. No se encuentra en l influencia especfica alguna ni restos de los mitos prehispnicos. Aparece como la obra de resignados colonos cercados y segregados por la servidumbre y la hbil prdica colonial catlica. Pero, como en los anteriores mitos, se establece claramente la sucesin de dos hu-manidades, siendo la primera imperfecta.

  • EL MITO DE INKARRI RECOGIDO EN QUINUA

    Quinua es una pequea y famosa poblacin predominantemente bilin-ge, ubicada en la provincia de Huamanga. Se encuentra a 27 Km. de la ciu-dad de Ayacucho, hacia el NE, y a 609 del Cuzco. Es famoso por los objetos de cermica mgica o utilit~ria y de consumo rural hasta hace unos treinta aos, ornamental, de gran prestigio en Lima y en los centros urbanos impor-tantes, en la actualidad. Todos los habitantes de Quinua -unos 700- hablan quechua; la mayor parte habla al mismo tiempo castellano. El castelliano es la segunda lengua. Hernando Nez y Javier Montori, estudiantes de la Universidad de San Marcos, llegaron a Quinua, en viaje de estudios, en 1965. Nez haba seguido con mucho inters un curso de quechua, pero no ha-blaba el idioma y no lb poda entender cuando su interlocutor era nativo. Hernando Nez anhelaba recoger literatura oral, y estaba bajo la influencia dd reciente hallazgo del mito de Adaneva, hecho por su compaero de clase, Ortiz Rescaniere, y senta un inters muy especial por l'os mitos mesinicos. Cuando descubri que don Moiss Aparicio, un viejo alfarero quechua, co-noca una "historia" de Inkarr, grab la entrevista que le hizo.

    Segn el mito de Quinua, Inkarr cre las montaas, el agua, este mun-do. Hizo al hombre. Amarraba al sol en una piedra si deseaba que el da durara ms tiempo. Las grandes piedras le obedecan. Era, como el de Pu-quio, munayniyoq, es decir, que tena la potencia de desear y crear lo que deseaba, "igual que Dios". Pero d mito ofrece algunos moti.ros propios que vamos a especificar:

    No se sabe de quin fue hijo. El sol no es sino la fuente de la luz que Inkarr puede detener a vo~

    Juntad. No construy el Cuzco ni ninguna otra ciudad. Fue Dios (el catlico) quien orden a las tropas del rey-estado la cap-

    tura y decapitacin de Ink1rr. No fue di rey espaol quien lo derrot y le hizo cortar la cabeza.

    Hubo entre los dioses un intercambio previo de mensajes mutuamen-te incomprensibles.

    La cabeza de Inkarr est en el Palacio de Lima y permanece viva. Pero no tiene poder alguno porque est separada del cuerpo.

    En tanto se mantenga la posibilidad de la reintegracin del cuerpo del dios, la humanidad por l creada (los indios) continuar subyugada.

    Si la cabeza del dios queda en libertad y se reintegra con el cuerpo po-dr enfrentarse nuevamente al dios catlico y competir con l. Pero si no logra reconstituirse y recobrar su potencia sobrenatural, "quizs mo-riremos todos" (los indios).

    Este mito es la creacin de un pueblo quechua con mayores el'ementos de "aculturacin" que el de Puquio; se refiere en castellano a dios y a las tropas del rey-estado. La relacin entre el ejrcito, el estado y Dios (la reli-gin) aparece muy claramente observada. Esta observacin y la referencia a la e15critura y al quipu no pueden haber sido posibles sino mediante una in-

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  • formacin oral o escolar acerca de la historia de la conquista. En el acto de captura de Atahualpa y en el mantenimiento del estado de servidumbre a que fue sometido desde entonces el pueblo quechua, fa relacin entre la Bi-blia (la IgYesia) y la accin del Estado y de su ejrcito se presenta tal como es recogida en este mito. Finalmente, la relacin que se establece entre la cabeza viviente, cautiva, de Inkarr, y d cautiverio de la humanidad por l creada, es, asimismo, muy dialctica. Si la cabeza es arrojada sin posibilidad alguna de recuperar su potencia creadora y de lucha, el pueblo que de ella depende podr perecer; si, en cambio, queda libre y reconstituye la integri-dad de su naturaleza, se abrir un nuevo perodo de competencia con el otro dios y sus creyentes. H dualismo social y cultural, y puede hablarse de anta-gonismo, entre el indio y el espaol, que contina con el indio y el misti, trmino este ltimo que domina no ya la raza blanca sino la clase dominan-te, queda en este mito de Inkarr de Quinua tan ntidamente planteado como en el de Puquio. EL de Q'ero representa la continuacin del antiguo mito incaico de Manco Capac, contaminado de elementos locales nativos. As, Q'ero-Puquio-Quinua contienen la adaptacin de un mito prehispnico a la interpretacin del destino de un pueblo vencido y a la concepcin que, segn el grado de su comunicacin y relacin con ell pueblo vencedor, tiene de su porvenir: el de Puquio es mesinico, el de Quinua es condicional; se abre la posibilidad de una derrota definitiva, de la extincin o de la reini-ciacin de la lucha.

    Pero las mismas causas culturales y sociales que dan en Quinua una ma-yor complejidad al mito de Inkarr hacen que el creador de este mito est armado de una concepcin mucho ms vasta sobre el origen y destino de la humanidad en su conjunto, concepcin reelaborada con la visin bblica que el pueblo dominante ha trasmitido acerca de este problema capital. Vamos a tratar de exponerlo y anallizarlo:

    LAS TRES HUMANIDADES

    El estilo con que el alfarero Moiss Aparicio habla de este tema alcanza el grado que prodramos llamar trascendental o bblico.

    La audacia, en cierta forma "inadmisible'' en un investigador universita-rio, con que Hernando Nuez pregunta en castellano a su informante sobre asuntos tan complejos, se hace posible y da buenos resultados gracias a dos circunstancias: por la forma rica en contenido con que el alfarero responde a sus primeras interrogaciones sobre el mito de Inkarr y por la inquietud del joven estudiante de sacar todo el jugo a la oportunidad que se le presenta; esta inquietud est alimentada por el recuerdo constante de lbs mitos de In-karr, de Puquio y de Adaneva de Vicos. Y Nuez inquiere a su informante, que entiende muy limitadamente el espaol, acerca de todas las materias que ambos mitos contienen; luego, las propias respuestas le inspiran otras ms audaces an. Al final, en una entrevista grabada cuya transcripcin cubre apenas cuatro pginas, el alfarero de Quinua, Moiss Aparicio, ofrece al an-helante joven recopilador, que apenas entiende el quechua, un relato denso

  • en que est bien reflejada, aunque sin la suficiente confirmacin, toda la con-cepcin mtica de un pueblo acerca del tema que hemos expuesto en los ttu-los de este ensayo.

    La primera humanidad de los gentiles5 y la humanidad actual.

    "No tena conocimiento Dios (de ellos), eran separados... El Padre Eterno" (R. 11).

    "Se multiplicaron, tanta gente!" "No alcanzaba a alimentarlos lo que sembraban".

    ''Se devoraban entre ellos". "No caban ya en la tierra porque se olvida-ron de Dios" (R. 11).

    "Y cuando Dios los castig, desaparecieron. No sabemos cmo fueron" (R. 11).

    "El Padre Eterno es el Dios de los gentiles". "Ese ya no es nuestro Dios" (R. 19).

    "Cuando se extinguieron }os gentiles aparecimos nosotros" (R. 19). ("Quin es Dios de ahora ?") "Dios hijo" (R. 20). "Nuestro Dios seal a Inkarr. Dios Hijo" (R.19).

    Los gentiles representan la humanidad de Adaneva de Vicos. La huma-nidad imperfecta, inculta. Adaneva es tambin el Dios Padre, porque Tete Mauco es el Dios Hijo. ''Nuestro Dios", Dios Hijo, "seal'' a Inkarr; as mantiene la separacin o subseparacin de la humanidad creada por Inkarr. No se afirma que "nuestro Dios" tambin hizo a Inkarr sino que lo seal. Esto puede interpretarse -puesto que el recopilador no intent que el pro-pio informante lo hiciera- como que fue "nuestro Dios'' quien lo seal para el cautiverio y el del hombre por l creado. En esa condicin queda incorpo-rado al reino del Dios actual.

    La revelacin de la Tercera Humanidad.

    Hernando Nez pregunta audazmente: -"Y cundo ser el mundo del Espritu Santo?" (R. 21). El alfarero contesta en forma cautelosa. Primero niega y !luego dice: -''E.l tiempo del Espritu Santo acaso venga cuando nosotros nos haya-

    mos extinguido'' (R. 21).

    Y sobre la base de la segunda extincin de la humanidad actual, el alfare-ro de Quinua expone toda la posible teora mtica de la comunidad. La expo-ne en una sucesin logica muy singular en sus respuestas 22 y 24.

    "Estamos cargados de culpa. Estamos sentenciados, aunque no sabemos de aqu a cuntos miles de aos se habr de cumplir la sentencia".

    5 Llaman as a aquella cuyos restos aparecen en las tumbas prehispnlcas.

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    "Hay tres dioses. Padre Eterno, Dios Hijo, Espritu Santo". Los tres plenos, "enteros". Los dos primeros se han realizado. Crearon lo

    que les corresponda. "Pero cuando se extingan, nosotros tambin desaparece-remos". (Quines de nosotros? Don Moiss Aparicio lo esclarece enseguida.)

    "Entonces aparecer el Espritu Santo; han de ser tres dioses, tres herma nos". (''El Espritu Santo ser Dios, hermano pleno de los otros dos, cuando tambin l' haya hecho su obra".)

    "El Espritu Santo ha de hacer caer en culpa a nuestro Dios actual". "Entonces sobre la punta de aquella montaa ha de estar la ciudad del

    Espritu Santo. S, pues". "Y cuando ya no haya nadie, y como ya no existe nadie, con sus alas (los

    hombres nuevos) estn pasando sus alas por encima de la culpa. Han de ca-minar ... Viajero, muy alado''.

    La tercera humanidad ser alada, como la paloma que representa al Dios que ha de crearla, y no podr ser alcanzada por el pecado.

    Toda la literatura oral hasta ahora recopilada demuestra que el pueblo quechua no ha admitido la existencia del ''cieUo'', de otro mundo que est ubicado fuera de la tierra, y que sea distinto de ella y en el cual el hombre reciba compensaciones que reparen las "injusticias" recibidas en este mundo. Escribimos un breve ensayo sobre este tema al analizar los cuentos mgicos de Lucanamarca.6 Toda reparacin, castigo o premio se realiza en este mundo. Para los indios de Puquio, l'os muertos construyen sobre la cima del Qoropu na, una torre que no concluyen jams y estn contentos; los que fueron pe cadores vagan en la tierra en forma de "condenados''. Segn el mito de Ada-neva de Vicos, el cielo es exactamente igual que la tierra. Segn la concepcin mtica del alfarero de Quinua las humanidades se suceden en turnos ascenden-tes hacia la perfeccin. La humanidad del Espritu Santo ser alada, como el smbolo del Dios, y sus alas le permitirn volar por encima del pecado. Y como el pecado es la causa no de la muerte de los individuos sino de la ex-tincin de lla humanidad, la tercera, la del Espritu Santo, ser inmortal por que no podr ser alcanzada por el mal que trasmite la posibilidad de desa-paricin. "El Espritu Santo ha de hacer caer en culpa a nuestro Dios actual"; el Dios Hijo no aparece exento o inmune a la causa que Jetermina b muer te. El ltimo Dios, en cambio, ser verdaderamente el ltimo y se reaNzar cuando haya creado ''su'' humanidad. Estar formado de "espritu": ''como ya no existe nadie, con sus alas estn pasando por encima de la culpa. Han de caminar ... Viajero, muy alado. "Ese ser una especie de 'cielo' pero sin mundo, sin purgatorio y sin infierno, sin previo juicio final. He aqu el sueo mtico de un alfarero quechua actual de la famosa aldea mestiza de Quinua",7

    6 Folklore Americano, Nos. 8 y 9, Lima, Per. 7 Desventuradamente no existen posibilidades de que pueda realizarse un plan

    de recopilacin de otros mitos quechuas post-hispnicos; ninguna institu-cin o universidad nacional est en aptitud de apoyar un proyecto que res-cate este valiossimo material de la irremisible condena de desaparicin a que est sentenciado. En cinco o diez aos ms se habrn perdido ya y no podremos recuperar un caudal tan importante y tan bello para el estudio y la permanencia de nuestra tradicin.

  • ''Todas 1 as Sangres''

    Matilde Ladrn de Guevara DIARIO ''LA NACION" (1966)

    SANTIAGO DE CHILE

    Esta obra nos muestra a un artista que va ms all de lo explorado has-ta ahora en la raz de nuestra Am-rica latina. Aqu, en Per, Jos Ma-ra Arguedas es el escritor ms sobre-saliente. Naci en Andahuaylas (Apu-rimac) y posee la lengua quechua, pero ha convertido al castellano en su idioma, con mucho arte. Su obra pro-funda y trascendente dibuja, ascendra, cincela, descubre, cierne y analiza los temas candentes que socavan los problemas del continente. Estudia la cultura, la idiosincrasia, los contra-puntos raciales con prolijidad abis-mante.

    En "Todas las Sangres", densa no vela de Editorial Losada, se llega a co-nocer el Per integralmente; apare-cen la herencia de la filosofa del Im-perio Incaico y los caminos de la mi-gracin de su cultura. El conflicto

    de la exploracin de las minas se yer-gue con virilidad; las valoraciones ele-mentales unifican los personajes mag-nficamente diseados y conseguidos con realismo brutal y tambin con poesa.

    La narracin es maestra, de corte social y recio.

    Desde la primera pgina a la lti-ma, el lector queda aprisionado entre redes de inmenso inters. "Todas las Sangres" cautiva por el argumento que inquieta constantemente, con a-ventura autnticamente "novelesca", pero en la cual los personajes repre-sentan mundos; mundos diversos, sm-bolos que se entrecruzan con drama-tismo. Van apareciendo, poco a poco, los contrastes de protagonistas altos y medianos, y los que surgen subjeti-vamente dejan la inundacin de sen-timientos complejos como el drama americano que Jos Mara Arguedas desarrolla sin estridencias ni teatra-lidad. S, con una tremenda congoja de la existencia yacente del indgena y del mestizo. El escritor ausculta lo inextricable del ser humano, exhibien-do la superficie y definiendo el fondo. Perfila a sus personajes el sentido de fanatismo ciego, la ignorancia, la in-genuidad, la inteligencia y el instinto primario. Los hace jugar a plena luz y entre sombras. Se ven todos los con-tornos del alma y sus vaivenes. Ellos viven en el Ande, en la entraa ame-ricana, en sus hondonadas y en su tragedia infinita. Vacilan entre altu-ras poticas y descienden hasta la sor-didez de la subvida que los arrastra en el torbellino de los ultrajes que su-fren y soportan. Hombres y mujeres deben aceptar la cobarda con resig-nacin; tambin el herosmo, las rebe-liones, el amor, la mezquindad, el odio y la muerte. Jos Mara Arguedas, sin alardes de discurso poltico, presenta la realidad social y la explotacin del pueblo con hechos objetivos. Se desli-za sobre el paisaje dramtico y subli-me de la tierra quechua y penetra lo humano en cada paso. Se hunde en la profundidad de la veta de oro y plata y en ella va dejando un reguero de sangre y huesos. No hay demagogia. No persigue un impacto ideolgico di-recto sino que exhibe la verdad ori-

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  • ginol y agria. Verdad de injusticias y atropellos que ha abonado la vida del pueblo latinoamericano. Sauda, cruel y desolada.

    Todo fluye profundo en la pluma del gran escritor peruano y, sobre la densidad del pensamiento, despliega su estilo gil y potico. Aparecen en algunas pginas cantos del pueblo quechua con su traduccin al caste-llano; enternecedores, porque ema-nan del pueblo y de sus almas, en los cuales el candor es fruto de resonan-cias muy antiguas. Y, por lo mismo, estn cargados de su ti le zas y miste-rio. Todo es hermosura, y completa el clima rspido uno prosa que vigila los conflictos sociales, polticos, mo-rales y religiosos del Per . Ms an: los hondos problemas culturales entre lo occidental y lo aborgen que emer-ge con invencible energa.

    Si cabe alguno comparacin en lo novelstico de Arguedas, sera su ve-cindad a la de Miguel Angel Astu-rias, Eduardo Molleo, Eustasio Rivera . Juntos poseen uno virilidad matizado

    que estremece al lector y trasunta el drama que todos conocemos y no po-demos disgregar en su hondor para rebelarnos apasionadamente contra l .

    Jos Mora Arguedos consigue to-car con su magia toda mente alerto al despertar americano, porque su corazn expresa con sinceridad y valenta la tragedia que todava vive nuestro continente.

    Es hora de que pases con estilos de vida tan diversos como Per y Chile, Argentino, Venezuela, Brasil, Ecuador, Bolivia o Uruguay, se co-nozcan ms a travs de sus escrito-res, porque en ellos se puede descu-brir lo fuente de inspiracin y de creacin todava originales, dando as a las relaciones continentales uno sustentacin que se basa ms en lo naturaleza de los hombres y los co-sos que en los intereses circunstan-ciales y, por lo mismo, transitorios. Es decir, lo autntico integracin latinoamericano .

    Vasto Cuadro del Per feudal

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    Jos Miguel Oviedo SEMANARIO "MARCHAN (1965)

    MONTEVIDEO - URUGUAY

    Despus de la aparicin de Los Ros Profundos (1958), la novela cumbre a la que Jos Mara Arguedas haba accedido despus de ms de veinte aos de oficio literario, la crtica pudo llegar a una serie tde conclusiones importantes sobre su obra, calificada desde entonces como la ms trascendente en la narra-tiva indigenista peruana. Segn esas conclusiones, Arguedas era un narrador bajo cuya objetividad de enfoque -el indio o el mestizo en su concretsima situacin histrico-cultural- se descubra un entraable amor por el medio andino, una ferviente identificacin con la cultura quechua.

    El suyo era un indigenismo sin clamores reivindi,catorios explcitos, sin prdica ideolgica, preocupaldo ms bien en describir la doliente psicologa del campesino trasplantado, los smbolos mgicos y deslumbrantes extra

  • comportndose por_largos aos como uno de sus integrantes: sus relatos tenan siempre un irrecusable sabor autobiogrfico y su perspectiva era, por lo tanto, cerrada; el mundo de Arguedas era la aldea, la comunidad que lo acogi de nio. Finalmente, el autor se nos apareca, al pasar los materiales sociol-gicos por los filtros de la evocacin y la ternura, como un prosista lrico, en buclica comunin con el paisaje y solida-riza,do con el hombre quechua, cuyas inflexiones limgsticas eran vaciadas en el molde de un espaol peculia,r que traa el encanto, la autenticidad, el aliento a la vez humilide y potico del ha-bla oral. Justamente seis aos despus, cuando aparece Todas las Sangres (Buenos Aires, Losada, 1964), estas afirmaciones quedan desbordadas -siguen siendo ciertas, pero ahora resultan estrechas- y aJdvertimos que Arguedas ha alzado , una nueva cima que no estaba prevista, si es que no ha encontrado tambin una distinta va para su novelstica por la que recin comienza a an-dar. Creemos que Todas las Sangres no slo es el trabajo ms ambicioso de Arguedas, sino que resulta una de las mayores tareas de creacin literaria que se hayan cumplido entre nosotros. Ya se ver, sin embargo, que no pocos extremos del proposito se han quedado sin satisfacer, que el aliento se eclipsa o se frustra aqu y all. Pero el tamao de la empresa es tal, que haberla inten-tado ya es admirable y hasta alecdonador.