4 - Robert E. Howard - 4 - Conan El Vagabundo

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    Indice

    Indice

    ntroduccin (L. Sprague de Camp)

    Lgrimas negras (L. Sprague de Camp y Lin Crter)

    Sombras en Zambula (Robert E. Howard)

    El diablo de hierro (Robert E. Howard)

    La daga llameante (Robert E. Howard y L. Sprague de Camp)

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    CONAN EL VAGABUNDO

    CONAN EL VAGABUNDO

    Por Robert E. Howard.

    Introduccin

    Robert E. Howard (1906-1936), el creador de Conan, naci en Peaster, Texas, y vivi la mayorarte de su vida en la ciudad de Cross Plains, situada en la zona central de Texas. Durante su

    reve vida (que termin en suicidio a la edad de treinta aos), Howard escribi y public unaran cantidad de relatos de diversos gneros populares: deportivos, de detectives, del Oeste,istricos, de aventuras, de ciencia ficcin, cuentos de misterio y de fantasmas, adems deoesas y cuentos fantsticos. De las diversas series de relatos de fantasa heroica, las msonocidas son las historias de Conan. Dieciocho cuentos de Conan fueron publicados en vida de

    Howard; otros ocho, desde meros fragmentos y esbozos hasta manuscritos completos, hanparecido entre los papeles de Howard a partir del ao 1950. Las historias inacabadas han sidoompletadas por mi colega Lin Crter y por m.

    Por otro lado, a comienzos de la dcada del cincuenta, he reescrito cuatro relatos de aventurasrientales (medievales y modernas) que se encontraban en forma de manuscrito y todava no habanido publicadas, y los he convertido en historias de Conan cambiando nombres, suprimiendonacronismos e introduciendo elementos mgicos y sobrenaturales. Esto no fue difcil, puesto que losroes de Howard, en lneas generales, estn cortados por la misma tijera, y la obra resultante sigueiendo bsicamente creacin de Howard.

    La daga llameante es el cuento ms largo, escrito por Howard en el ao 1934. Se trataba de una

    ovela corta de aventuras (de 42.000 palabras) que se desarrollaba en el Afganistn moderno y setulaba Three-Bladed Doom (La muerte de tres filos). El hroe era un musculoso y pendencieroventurero irlands llamado Francis X. Gordon, el personaje principal de algunos de sus cuentos deventuras orientales. En Three-bladed Doom, la religin y las ideas expuestas por el protagonistaorresponden a una versin moderna de las de los Asesinos medievales. Dado que Howard no logrender la versin original de esta novela corta, la rescribi en el ao 1935, convirtindola en un cuentoe 24.000 palabras, pero tampoco consigui publicarlo. En ese relato se perciba la influencia de

    Harold Lamb y de Talbot Mundy. La versin de 31.000 palabras que aparece en este libro, con miolaboracin pstuma, tiene una extensin intermedia entre las dos versiones originales de Howard.

    Crter y yo hemos escrito tambin varios pastiches basados en algunas pistas que encontramos en lasotas y cartas de Howard, a fin de llenar las lagunas existentes en el legendario relato de Conan. Eluento Lgrimas negras, que aparece en este libro, es uno de ellos.

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    Todos estos relatos pertenecen al subgnero de literatura fantstica que los especialistas llamanfantasa heroica o, a veces, cuentos de espada y brujera. Estos cuentos se desarrollan en unntiguo universo imaginario -tal como se supone que fue hace mucho tiempo, o quiz tal como ha deer en un futuro remoto, o tal vez en otro planeta o en otra dimensin- donde la magia funciona y ano ha sido inventada la tecnologa moderna. Exponentes de este gnero son -adems de los cuentos de

    Conan-La serpiente Ouroboros de E. R. Eddison, la triloga deEl seor de los anillos de J. R. R.

    Tolkien, The Well of the Unicorn (El pozo del unicornio) de Fletcher Pratt y las historias de Fafhrd y elRatonero Gris1 escritas por Fritz Leiber.

    De los diversos personajes legendarios que se pasean por las pginas de Howard, Conan el cimmerios el hroe de los hroes. Conan vivi, am y llev a cabo sus increbles hazaas

    n la imaginaria Edad Hiboria de Howard hace unos doce mil aos, despus del hundimiento deAtlantis y en los albores de la historia escrita conocida por todos. Conan es un gigantesco aventurero

    rbaro originario de las tierras desoladas y atrasadas de Cimmeria, que luch y se abri camino aravs de medio mundo, vadeando ros de sangre y venciendo enemigos humanos y sobrenaturales,ara convertirse finalmente en rey del poderoso reino hiborio de Aquilonia.

    Conan, un hombre grande, rudo y anrquico, lleg de joven al reino de Zamora, donde llev una vidarecaria como ladrn, profesin que practic tambin en los pases vecinos. Cansado de su existencia

    miserable, se alist como mercenario en los ejrcitos de Turan. Durante los dos aos siguientes viajmucho y se convirti en un experto arquero y jinete.

    Como consecuencia de una pelea con un oficial por culpa de una mujer, Conan huye de Turan.Despus de un intento frustrado de obtener un tesoro en Zamora y de una breve visita a su tierra natal,irve como mercenario en los reinos hiborios. Obligado por las circunstancias (violentas, como deostumbre) se convierte en jefe de una tribu negra y ms tarde vuelve a alistarse como mercenario enhem y en otras naciones hiborias del sur.

    Algn tiempo despus, Conan se convierte en jefe de los kozakos, una horda de proscritos que vaganor las estepas que se encuentran entre las tierras hiborias y Turan. Luego capitanea un grupo deiratas en el inmenso mar interior de Vilayet.

    Mientras se desempea como capitn de la guardia real de la reina Taramis de Khaurn, Conan esapturado y crucificado por los enemigos de la soberana. Pero en el momento en que se le acerca unuitre para sacarle los ojos, Conan muerde al pjaro en el pescuezo y le arranca la cabeza. (Imposiblencontrar un hroe ms duro y valiente.) Olgerd Vladislav, el jefe zaporosko de una banda de zuagires,madas shemitas del desierto, llega en ese preciso momento a donde est Conan y lo salva -por susropios intereses- de morir en la cruz. Cuando surgen desavenencias entre Conan y Olgerd, el rudo yenaz cimmerio desbanca sin piedad a Olgerd y asume la jefatura de la banda, a cuyos integrantes -espus de derrotar a los enemigos de la reina Taramis y de devolverla al trono- conduce hacia el esteara saquear a los turanios. Es aqu donde comienza este libro de cuentos de Conan.

    Ahora hemos de publicar un total de doce libros. ste es el cuarto volumen de la serie completa, y

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    iene despus, de Conan el pirata y antes de Conan el aventurero.

    Los lectores que quieran saber ms acerca de Conan, de Howard o de la fantasa heroica en general,ueden consultar dos fanzines y un libro.2 Uno de los fanzines esAmra, publicado por George H.cithers (Box 9120, Chicago, 111., 60690, USA). Es el boletn de la Legin Hiboria, un grupo dentusiastas aficionados a la fantasa heroica y a las historias de Conan en particular. El otro fanzine es

    The Howard Collector, publicado por Glenn Lord, el agente literario de las obras de Howard (Box75, Pasadena, Texas, 77501, USA); publica artculos, cuentos y poemas escritos por Howard oedicados a l. El libro al que me he referido, y del que soy autor, se titula The Conan Reader (Elector de Conan), publicado por Jack L. Chalker (5111 Liberty Heights Ave., Baltimore, Md., 21207,

    USA), e incluye una serie de ensayos y artculos sobre Howard, Conan y la fantasa heroica,reviamente publicados enAmra. En la introduccin que he escrito para el primer libro de estaoleccin titulado Conan, he mencionado otras obras de Howard, as como historias de espada yrujera escritas por otros autores.

    L. sprague de camp. Serie de siete volmenes publicada en esta misma coleccin. (N, del E.)

    . Lgicamente, el autor de la introduccin se refiere a su pas, ya que en Espaa no se ha publicado el materialitado ni hay archivos de ello para consulta. (N. del T.)

    Lgrimas negras

    Despus de los hechos acontecidos en Nacer una bruja (en el libro Conan el pirata), el cimmerioonduce a su banda de zuagires hada el este, con el fin de saquear las ciudades y caravanas de los

    uranios. Conan tiene ahora unos treinta y un aos y est en la cumbre de sus facultades fsicas. Pasa

    asi dos aos con los shemitas del desierto, primero como lugarteniente de Olgerd y ms tarde como

    efe nico. Pero el fiero y enrgico rey Yezdigerd reacciona rpidamente ante los ataques de Conan y

    nva una tropa de sus mejores soldados para tenderle una trampa.

    . Las mandbulas de la trampa

    El sol del medioda caa a plomo de la cpula del cielo. Las speras y resecas arenas de Shan-e-Sorkh,l Desierto Rojo, ardan bajo el sol implacable como si se estuvieran cociendo en un horno gigantesco.

    En el aire inmvil flotaba el mal. Los escasos arbustos espinosos que coronaban las colinas bajas ylenas de grava que se alzaban en forma de muro al borde del desierto, no se movan ni una pulgada.

    Ni tampoco los soldados que se agazapaban tras ellas, vigilando el camino.

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    All, alguna catstrofe antigua provocada por las fuerzas naturales haba abierto una ancha herida en lascarpadura. Siglos de erosin haban ampliado la hendidura, que formaba un estrecho desfiladerontre las abruptas laderas; era un lugar perfecto para una emboscada.

    La tropa de soldados turanios haba estado oculta en la cima de las dunas durante toda la calurosamaana. Sudando a mares bajo sus tnicas y sus cotas de malla, permanecan agazapados sobre sus

    oloridas rodillas. Maldiciendo en voz baja, su capitn, el amir Boghra Khan, soportaba la larga e

    ncmoda guardia en compaa de sus hombres. Su garganta estaba seca como un trozo de cueroecocido al sol, y su cuerpo estaba empapado en sudor bajo la cota de malla. En aquella tierra maldita,erra de muerte y de un sol abrasador, ni siquiera se poda sudar cmodamente. El aire del desiertoecaba de inmediato cada gota de humedad, dejando a los hombres secos como la lengua de una

    momia estigia.

    El amir parpade y se frot los ojos, entrecerrndolos para ver el minsculo destello de luz. Unxplorador oculto detrs de una duna de arena roja hizo que el sol se reflejara en su espejo y envi unaeal a su jefe, escondido en la cima de la colina.

    En ese momento se divis una nube de polvo. El noble turanio de poblada barba negra sonri y olvidpidamente su incomodidad. Seguramente su traidor confidente se haba ganado de buena ley elinero que le haba dado para sobornarlo!

    En seguida Boghra Khan distingui la larga columna de guerreros zuagires, con sus blancas tnicaslamadas khalats ondeando al viento, montados en esbeltos caballos del desierto. Cuando el grupo denetes emergi de la nube de polvo que levantaban los cascos de sus caballos, el aire del desierto era

    an claro y el sol tan brillante que el noble turanio pudo divisar los oscuros y enjutos rostros de halcne sus hombres, envueltos con pauelos que flotaban bajo la brisa del desierto. La satisfaccin leorri por las venas como si se tratara del rojo vino de Aghrapur que haba en las bodegas del joveney Yezdigerd.

    Haca aos que aquella banda de forajidos saqueaba e incendiaba ciudades, puestos de comercio yaravanas a lo largo de las fronteras de Turan, primero bajo el mando del bribn zaporosko de coraznegro llamado Olgerd Vladislav, y despus, haca poco ms de un ao, por Conan, su sucesor.

    Finalmente, los espas turanios de las aldeas amigas del grupo de bandidos haban encontrado un

    miembro del grupo al que era fcil sobornar. Se trataba de un tal Vardanes, que no era zuagir sinoamorio. Vardanes era hermano de sangre de Olgerd, al que Conan haba derrocado, y estaba sedientoe venganza contra aquel extranjero que haba usurpado la jefatura del grupo.

    Boghra se acarici la barba pensativamente. El traidor zamorio era un villano sonriente, bajo,emerario y esbelto como un dios. Vardanes era un divertido compaero de juergas y un excelenteuerrero, pero de corazn fro e infiel como el de una vbora.

    En ese momento, los zuagires se acercaban por el desfiladero. Vardanes cabalgaba a la cabeza de losnetes sobre una encabritada yegua negra. Boghra Khan levant una mano para alertar a sus hombres e

    ndicarles que estuviesen preparados. Quera que entrara el mayor nmero posible de zuagires en elesfiladero antes de tenderles las mandbulas de la trampa. Se dejara pasar solamente a Vardanes. En

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    l momento en que estuvo del otro lado del muro de arenisca, Boghra baj la mano con un gestopido y tajante.

    Matad a esos perros! -bram con voz atronadora, ponindose en pie.

    Una nube de flechas atraves los rayos del sol como una lluvia mortal. En un segundo, los zuagires seonvirtieron en un grupo confuso de hombres vociferantes y caballos alborotados. Las descargas delechas caan sobre ellos incesantemente. Los hombres caan a tierra y se asan con desesperacin a losardos emplumados, que brotaban de sus cuerpos como por arte de magia. Los caballos relinchaban alentir las flechas en sus sudorosos flancos.

    e volvi a levantar una nube de polvo, velando toda posible visin de la dantesca escena, hasta talunto que Boghra Khan detuvo a sus arqueros por un momento para que no desperdiciaran sus dardosn vano. se fue su fallo. Porque por encima del clamor de hombres y caballos se oy una vozrofunda y atronadora dominando el caos:

    A las colinas... y a por ellos!

    Era la voz de Conan. Un segundo despus, apareci la gigantesca figura del cimmerio galopandoolina arriba, montado sobre un enorme y brioso corcel. Cualquiera hubiese pensado que slo un tontoun loco sera capaz de subir de esa manera por la pendiente de arena y roca para meterse en las

    auces del enemigo. Pero Conan no era ni una cosa ni otra. Es verdad que lo impulsaba un ansiaalvaje de venganza, pero tras la amenazadora sonrisa que reflejaba su oscuro rostro y sus ojosogosos, ardientes como llamas, estaba el ingenio del veterano guerrero. Saba que la mejor forma de

    alir de una emboscada era actuar por sorpresa y de manera inesperada.

    Atnitos, los guerreros turanios dejaron de tensar sus arcos para contemplar la escena. De la espesaube de polvo que todava llenaba el desfiladero surgi inesperadamente una multitud de enloquecidosuagires a caballo y a pie que se disponan a atacarlos en la ladera de la colina. Eran ms numerosos deo que haba pensado el amir. En un segundo, el grupo de guerreros zuagires lleg a la cima de laolina blandiendo cimitarras, maldiciendo y lanzando gritos de guerra cargados de sed de sangre y deenganza.

    A la cabeza iba el gigantesco cimmerio. Las flechas haban rasgado su blanca khalat, dejando alescubierto la brillante cota de malla que cea su pecho de len. Su desordenada melena sobresalaor debajo del casco de acero como un estandarte al viento. Montado en su negro corcel, se abalanzobre ellos como un demonio mtico. Llevaba no slo la daga de los hombres del desierto, sinoambin la ancha y pesada espada occidental con empuadura en forma de cruz, su arma favorita.

    La pesada hoja de brillante acero abri un camino de color escarlata entre los turanios. El arma selzaba y caa sin cesar, llenando de sangre el aire del desierto. Con cada movimiento, atravesaba

    rmaduras, carne y huesos, deshaca crneos, cortaba brazos y les abra el pecho a sus vctimas.

    Al cabo de media hora, todo haba terminado. No haba sobrevivido ni un solo turanio, excepto losocos que haban logrado huir... y su jefe. Con la tnica hecha jirones, el rostro lleno de sangre y

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    aminando con dificultad a causa de la cojera, el amir fue llevado en presencia de Conan, que seguamontado en el caballo, limpiando la sangre de su espada con la tnica de un hombre muerto.

    Conan mir con desprecio al desanimado jefe, con una chispa de irona en los ojos.

    De manera que volvemos a encontrarnos, Boghra -dijo Conan con un gruido.

    El amir parpade asombrado, sin dar crdito a sus ojos. Luego exclam boquiabierto:

    T!

    Conan se ri entre dientes. Diez aos antes, cuando era un joven errante y vagabundo, el cimmerioaba servido como mercenario en Turan. Haba abandonado las filas del rey Yildiz un tantopresuradamente, a causa de un pequeo problema con la querida de un oficial. Y lo haba hecho taneprisa que hasta haba olvidado liquidar una deuda de juego con el mismo amir que en esos

    momentos lo miraba atnito. Luego, Boghra Khan, el alegre descendiente de una casa noble, y Conanaban sido compaeros de juergas en ms de una ocasin, tanto en mesas de juego como en tabernas yrostbulos. Ahora, con algunos aos encima, el mismo Boghra Khan abra la boca asombrado,errotado en la batalla por un viejo camarada cuyo nombre jams haba asociado con el del terribleefe de los hombres del desierto.

    Conan lo mir de arriba abajo entrecerrando los ojos.

    Nos estabas esperando aqu, verdad? -dijo bruscamente.

    El amir no respondi. No deseaba dar informacin alguna al jefe de los proscritos, aun cuando ambosubiesen sido compaeros de juergas. Sin embargo, tambin haba odo hablar de los sanguinarios

    mtodos que empleaban los zuagires para obtener informacin de sus cautivos. Gordo y fofo comoonsecuencia de aos de vida principesca, el oficial turanio pens que no podra guardar silencio por

    mucho tiempo si lo presionaban con torturas.

    Pero, sorprendentemente, no fue necesaria su cooperacin. Conan vio que Vardanes, que haba

    olicitado el puesto de explorador avanzado esa misma maana, se haba dirigido hacia el desfiladerousto antes de que les tendieran la trampa.

    Cunto le has pagado a Vardanes? -pregunt Conan de improviso.

    Doscientos shekels de plata... -murmur el turanio. Luego se detuvo, asombrado por su propiandiscrecin. Conan se ech a rer.

    Un soborno principesco, eh? Ese bribn sonriente, al igual que todos los zamorios, es un traidor!

    ams me ha perdonado por haber sustituido a Olgerd.

    Conan guard silencio, mientras miraba inquisitivamente la inclinada cabeza del amir. Luego sonri,on cierta simpata.

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    No te preocupes, Boghra -dijo-. No has traicionado tus secretos militares. He sido yo quien te habligado a revelarlos. Puedes regresar a Aghrapur con tu honor de soldado intacto.

    No me vas a matar? -musit.

    Por qu habra de hacerlo? Todava te debo una bolsa de oro de aquella antigua apuesta, de modoue permteme saldarla de esta manera. Pero la prxima vez, Boghra, ten cuidado de no tender trampaslos lobos, porque puedes atrapar a un tigre.

    . La tierra de los fantasmas

    Despus de dos das de duro cabalgar a travs de las rojas arenas de Shan-e-Sorkh, el grupo de jinetesel desierto an no haba dado con el traidor. Ansioso por ver la sangre de Vardanes, Conan presionnsistentemente a sus hombres. El duro cdigo del desierto exiga la Muerte de las Cinco Estacas paral hombre que traicionara a sus camaradas, y Conan estaba decidido a que el zamorio pagara eserecio.

    Al atardecer del segundo da acamparon en el refugio que ofreca un otero de piedra caliza queobresala de las rojas arenas, como si se tratara de las ruinas de una antigua torre. En el duro rostro de

    Conan, casi negro por el sol del desierto, se vean las arrugas del cansancio. Su caballo jadeaba alorde del agotamiento. El cimmerio acerc la bolsa de agua al morro cubierto de espuma del animal.

    Detrs de Conan, sus hombres estiraban las piernas cansadas y flexionaban sus doloridos brazos.Abrevaron a los caballos y encendieron un fuego para mantener alejados a los salvajes perros del

    esierto. Se oy el crujido de las sogas cuando las grandes alforjas descargaron las tiendas de campaalos utensilios de cocina.

    La arena cruji detrs de Conan. Se volvi para ver el rostro desencajado por la fatiga de uno de sus

    ugartenientes. Se trataba de Gomer, un shemita de ojos rasgados y nariz aguilea. De su turbanteobresalan unos largos cabellos negros.

    Y bien? -gru Conan, al tiempo que frotaba los flancos de su caballo con lentos movimientos deepillo. El shemita se encogi de hombros.

    Creo que sigue cabalgando hacia el sudoeste -dijo-. Ese diablo asqueroso debe de estar hecho deierro. Conan se ri con aspereza.

    Quiz su yegua sea de hierro, pero no Vardanes. l es de carne y hueso. Ya lo vers cuando loolguemos de las estacas y le saquemos las entraas para que se las coman los buitres!

    En los tristes ojos de Gomer haba un vago temor.

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    Conan, no abandonars esta persecucin? Cada da que pasa nos internamos ms y ms en estaerra de sol y arena, en la que slo pueden sobrevivir las vboras y los escorpiones! Por el rabo de

    Dagon! Si no regresamos, dejaremos aqu nuestros huesos para siempre.

    Nada de eso -replic el cimmerio-. Si han de quedarse aqu algunos huesos, sern los del zamorio. Noemas, Gomer, capturaremos a ese traidor. Quiz maana. No puede mantener este ritmo eternamente.

    Ni nosotros! -protest Gomer.

    Luego se detuvo, al sentir que los azules ojos fogosos de Conan se posaban sobre su rostro.

    Pero eso no es lo nico que te preocupa, verdad? -pregunt Conan-. Vamos, hombre, dilo ya.

    El corpulento shemita se encogi de hombros elocuentemente.

    Bueno, no..., yo..., los hombres sienten... La voz del shemita se perdi en la lejana.

    Habla! -grit Conan-. O te lo har decir a patadas.

    Esto..., esto es Makan-e-Mordan -dijo Gomer finalmente.

    Lo s. Ya he odo hablar de la Tierra de los Fantasmas. Y qu? Acaso tienes miedo de las leyendas

    e los viejos?

    Gomer lo mir con una gran pena reflejada en el rostro.

    No son slo leyendas, Conan. T no eres zuagir. No conoces esta tierra ni sus horrores como los queemos vivido siempre en ella. Durante miles de aos, ste ha sido un lugar maldito y embrujado, yada hora que cabalgamos vamos penetrando ms profundamente en esta condenada tierra. Losombres temen decrtelo, pero estn medio locos de terror.

    Querrs decir que estn medio locos de supersticin infantil -repuso Conan con un gruido-. S questn hablando permanentemente de leyendas de duendes y fantasmas. Tambin yo he odo historiascerca de estas tierras, Gomer. Pero son tan slo fbulas para inspirar miedo a los bebs, no a unosuerreros! Di a tus camaradas que tengan cuidado. Mi clera es mucho ms peligrosa que todos losantasmas juntos!

    Pero, Conan...!

    El cimmerio lo interrumpi bruscamente.

    Basta ya de temores nocturnos, shemita! He jurado por Crom y por Mitra que me har con la sangree ese asqueroso traidor zamorio, o que morir en el intento! Y si he de verter un poco de sangre

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    uagir, no tendr escrpulo alguno en hacerlo. Y ahora, deja de lamentarte y ven a beber conmigo unaopa de vino. Tengo la garganta ms seca que este ardiente desierto, y todo este palabrero me la haecado an ms.

    Despus de dar una afectuosa palmada a Gomer en el hombro, Conan se alej hacia la hoguera delampamento, donde los hombres estaban desempaquetando carne ahumada, higos secos y dtiles,ueso de cabra y pellejos de vino hechos de cuero.

    Pero el shemita no se uni inmediatamente al cimmerio. Se qued contemplando cmo se alejaba elefe al que haba obedecido durante casi dos aos, desde que encontraron a Conan crucificado cerca deas murallas de Khaurn. Conan haba sido capitn de la guardia al servicio de la reina Taramis de

    Khaurn, hasta que su trono fue usurpado por la bruja Salom, en connivencia con Constantius elHalcn, el voivodo kothio de los Compaeros Libres.

    Cuando Conan, al darse cuenta de la sustitucin, se puso del lado de Taramis y fue derrotado,

    Constantius lo hizo crucificar en las afueras de la ciudad. Por casualidad, Olgerd Vladislav, jefe de laanda de proscritos zuagires, lleg en ese preciso momento y baj a Conan de la cruz, diciendo que siograba sobrevivir a sus heridas podra unirse al grupo. El cimmerio no slo sobrevivi, sino queemostr ser un verdadero jefe, tan capaz que con el tiempo desbanc a Olgerd.

    Desde entonces haba sido y segua siendo su jefe.

    Pero esto significaba el fin de su jefatura. Gomer de Akkharia suspir hondo. Conan haba cabalgadoelante de ellos durante los dos ltimos das, sumido en una siniestra sed de venganza. No se daba

    uenta de la clera que albergaban los corazones de los zuagires. Gomer saba muy bien que, aunquemaban a Conan, su terror supersticioso los haba llevado al borde del amotinamiento y del asesinato.eran capaces de seguir al cimmerio hasta las puertas escarlata del mismsimo infierno, pero nostaban dispuestos a internarse ms en la Tierra de los Fantasmas.

    El shemita idolatraba a su jefe. Pero sabiendo muy bien que ninguna amenaza sera capaz de desviar alimmerio del camino de la venganza, solamente poda pensar en una forma de salvar a Conan de losuchillos de sus propios hombres. Del interior del bolsillo de su blanca khalatextrajo un pequeorasco que contena un polvillo verde. Despus de ocultarlo en la palma de la mano, Gomer se reuni

    on Conan, que estaba junto al fuego, para compartir con l un trago de vino.

    . La muerte invisible

    Cuando Conan despert, el sol ya estaba alto. Las oleadas de calor barran el desierto. El aire estabanmvil, seco y ardiente como si el cielo fuese un cuenco de bronce invertido calentado hasta la

    ncandescencia.

    Conan se puso de rodillas con gran esfuerzo y se llev ambas manos a las sienes, que le latanceleradamente. Le dola la cabeza como si le hubieran dado un golpe.

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    e puso en pie y se tambale peligrosamente. Entrecerr los ojos a causa del resplandor y mir enodas direcciones. Todo estaba borroso. Volvi a mirar a su alrededor con los ojos nublados. Estabaolo en aquella tierra maldita y sin agua.

    Bram un juramento pensando en los zuagires y en sus supersticiones. La tropa haba levantado elampamento, llevndose consigo equipos, caballos y provisiones. A su lado haba dos pellejos de

    abra llenos de agua. Sus antiguos camaradas slo le haban dejado agua, su cota de malla, su khalatyl sable.

    e puso de rodillas otra vez y destap uno de los pellejos de agua. El lquido semicaliente le quit denmediato el mal sabor de boca; luego bebi una gran cantidad de agua, hasta que saci su sed. Aunuando deseaba vaciar el agua del pellejo sobre su dolorida cabeza, la razn prevaleci y se contuvo.i estaba perdido en aquel desierto de arena, necesitara cada gota de agua para sobrevivir.

    A pesar del intenso dolor de cabeza y del mareo que tena, Conan se dio perfecta cuenta de lo queeba de haber ocurrido. Los zuagires teman ms a aquella extraa regin de lo que l haba supuesto,pesar de las advertencias de Gomer. Haba cometido un serio error, que quiz sera fatal. Haba

    ubestimado el grado de supersticin de los guerreros del desierto y haba valorado en exceso su poderobre aquellos hombres. Profiriendo un gruido, Conan maldijo su obstinada arrogancia que, si no seorrega, algn da podra significar su fin.

    Y quiz ese era el da. Examin con calma la situacin. Era fatal. Tena agua para dos das bebiendooco; quiz tres, si se arriesgaba a volverse loco limitando an ms la bebida. No tena comida ni

    aballo, lo que significaba que tendra que caminar.

    Tena que hacerlo. Pero en qu direccin? La respuesta era evidente: volver por donde haba venido.Pero haba razones para no hacerlo. Y la ms convincente era la distancia. Haban cabalgado durante

    os das despus de dejar atrs el ltimo pozo de agua. Un hombre a pie podra avanzar, en el mejor deos casos, a la mitad de velocidad que un caballo. Por lo tanto, retroceder significara andar por lo

    menos dos das sin una gota de agua...

    Conan se acarici pensativamente la barbilla, tratando de olvidar los latidos de su cabeza y

    evanndose los sesos para encontrar alguna solucin a su acuciante problema. Volver sobre sus pasoso era una buena idea, porque saba que no encontrara agua en cuatro das de marcha.

    Mir hacia adelante, en direccin al sendero que haba seguido Vardanes en su huida, que se perda enl horizonte.

    Quiz debiera continuar persiguiendo al zamorio. Aun cuando el sendero lo condujera hacia una reginesconocida, este hecho en s ya era una ventaja. Quiz hubiera un oasis ms all de las dunas. En talesircunstancias era difcil tomar una decisin, pero Conan resolvi hacer lo que le pareci ms

    rudente. Se envolvi con la khalaty comenz a caminar con la espada al hombro, siguiendo lasuellas de Vardanes. A cada paso que daba, las dos bolsas de agua golpeaban rtmicamente contra suspalda.

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    El sol pareca colgar eternamente en el cielo incandescente. Resplandeca como un ojo ardiente bajo laeja de un cclope colosal, contemplando la diminuta figura que se mova lentamente sobre la arena deolor carmes del desierto. Pareca haber transcurrido un siglo cuando el sol de la tarde se desliz pora inmensa curva del cielo, para morir en la llameante pira funeraria del oeste. El atardecer tino el cieloe color prpura y una brisa fresca cruz las dunas con la suavidad de un pjaro.

    Los msculos de las piernas de Conan estaban ms all del dolor. La fatiga los haba entumecido yaminaba como si sus extremidades fueran dos columnas de piedra animadas por un extraoncantamiento. Su cabeza caa sobre el enorme pecho. Sigui caminando, a pesar del agotamiento,orque saba que en esos momentos, con el fresco de las ltimas horas del da, era cuando podaaminar con menos incomodidad.

    Tena la garganta seca y llena de polvo. Su curtido rostro estaba cubierto por una mscara de rojizarena del desierto. Haca una hora que haba tomado un trago de agua y ya no bebera ms hasta quescureciera y no pudiera seguir las huellas de Vardanes.

    Esa noche sus sueos fueron muy confusos, llenos de pesadillas en las que vea figuras borrosas conn ojo bestial, que lo golpeaban con cadenas al rojo vivo.

    Cuando despert, el sol ya estaba en lo alto. Tena ante l otro da de terrible calor. Levantarse fue unagona. Cada msculo de su cuerpo lata como si sus tejidos estuvieran llenos de agujas. Peroinalmente se puso en pie, bebi un poco de agua y sigui caminando.

    Pronto perdi toda nocin del tiempo, pero aun as el incansable motor de su voluntad lo impulsaba

    acia adelante, paso a paso, lentamente. Su mente erraba en sombras alucinaciones. Pero tena tresdeas fijas: seguir las huellas de los cascos del caballo de su enemigo, ahorrar toda el agua posible yeguir andando. Si se caa, estaba seguro de que no podra volver a levantarse. Y si caa durante el da,us huesos se secaran hasta quedar blancos por los siglos de los siglos en aquel desierto de colorscarlata.

    4. La reina inmortal

    Vardanes, el zamorio, se detuvo en la cima de las colinas y vio algo tan extrao que se qued deiedra. Durante cinco das, desde la emboscada contra los zuagires que acto seguido se haba vueltoontra los turanios, haba cabalgado como un loco, detenindose apenas una hora o dos a fin de dareposo a su cuerpo y la yegua. Senta un terror tan espantoso que ya no saba ni quin era, pero loncitaba a seguir.

    Conoca bien la venganza de los proscritos del desierto. Su imaginacin estaba inundada de terribles

    scenas; era el precio que le haran pagar esos salvajes si caa en sus manos. Por ello, cuando vio quea emboscada haba fracasado, se lanz a todo galope por el desierto. Saba que el diablo de Conan lerrancara a Boghra Khan el nombre del traidor y que entonces el cimmerio vendra tras l con unrupo de sanguinarios zuagires, que no se detendra hasta dar con quien los haba traicionado.

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    u nica alternativa haba sido dirigirse hacia el Shan-e-Sorkh. Aunque Vardanes era un zamorio cultorefinado, criado en la ciudad, los vaivenes del destino lo haban arrojado junto a los forajidos delesierto y los conoca muy bien. Saba que temblaban ante la sola mencin del Desierto Rojo y que sualvaje fantasa poblaba el desierto de monstruos y demonios inconcebibles. No saba ni le importabaor qu aquellos hombres teman tanto al desierto, siempre que ese miedo impidiera que lo siguieranemasiado lejos.

    Pero los forajidos no se haban vuelto atrs. Les llevaba tan poca ventaja que da tras da Vardanes veaas nubes de polvo que levantaban detrs de l los caballos de los zuagires. Apur la marcha comiendobebiendo sobre la montura y espoleando su corcel hasta el borde del agotamiento, a fin de aumentar

    a distancia que los separaba.

    Al cabo de cinco das ignoraba si todava lo seguan o no. Pero muy pronto, ese hecho dej de tenermportancia. Vardanes haba agotado la comida y el agua, tanto para l como para su yegua, y apurabal paso con la vaga esperanza de encontrar un pozo en aquel interminable desierto.

    u caballo, cubierto por un barro reseco por el polvo adherido al abundante sudor, avanzaba como unaosa muerta conducida por la voluntad de un brujo. El animal estaba al borde de la muerte. Ya se habaado siete veces y slo el ltigo lo haba obligado a levantarse. Puesto que ya no poda soportar sueso, Vardanes se baj del caballo y lo condujo por las riendas.

    El Desierto Rojo le haba dado a Vardanes un aspecto terrible. El joven risueo y apuesto como unios de otros tiempos era ahora un esqueleto ennegrecido por el sol. Sus ojos inyectados en sangre

    miraban a travs de unos largos cabellos enmaraados y sucios de polvo. Sus labios hinchados yuarteados musitaban oraciones ininteligibles dedicadas a Ishtar, a Set, a Mitra y a otros muchosioses. Cuando Vardanes y su tembloroso caballo alcanzaron la cima de otra fila de dunas, mir haciabajo y vio un valle salpicado de palmeras de color verde esmeralda.

    En el centro del frtil valle se alzaba una pequea ciudad amurallada. Las torres de los centinelassomaban por encima del muro, en el que se destacaba una enorme puerta cuyos goznes de pulidoronce brillaban con un rojo resplandor bajo el sol.

    Una ciudad en ese desierto abrasador? Un fresco valle lleno de verdes rboles y suaves cspedes constanques de agua cristalina en el corazn de esa regin mortal? Imposible!

    Vardanes se estremeci, cerr los ojos y se pas la lengua por los labios resecos. Deba de ser unspejismo, o quiz un fantasma creado por su catica mente! Sin embargo, en ese momento recordlgo de lo que haba estudiado en su juventud. Era un retazo de la leyenda llamada Akhlat la Maldita.

    Hizo un enorme esfuerzo por recordar algo ms. Lo haba ledo en un antiguo libro estigio que su tutor

    hemita guardaba bajo llave en un cofre de madera de sndalo. Siendo un nio, Vardanes haba sidoendecido o maldecido con la codicia, la curiosidad y dedos ligeros. Una noche oscura haba abierto laerradura y luego haba estudiado detenidamente, con una mezcla de temor, respeto y repugnancia, lasortentosas pginas de aquel oscuro libro de nigromancia antigua. Escrito con letra bastante clara

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    obre hojas de piel de dragn, el texto describa extraos ritos y ceremonias. En aquellas pginasambin haba enigmticos jeroglficos de antiguos reinos embrujados como Aquern y Lemuria, queaban conocido su esplendor y decadencia en los albores de la historia.

    Entre las pginas llenas de pentculos y otros signos cabalsticos tambin haba fragmentos de unascura liturgia, que describa terribles demonios que vivan en los reinos de sombras que hay ms alle las estrellas, en el caos que segn los magos antiguos reinaba en las fronteras del cosmos. Una de

    sas liturgias contena referencias enigmticas acerca de "la maldita y embrujada Akhlat, que sencuentra en el Desierto Rojo, donde los brujos locos de poder de antao llamaron a un Demonio del

    Ms All al plano material para su infinito pesar... Akhlat, donde el Inmortal gobierna con mano de

    ierro por medio del horror hasta el da de hoy... condenada y maldita Akhlat, que hasta los dioses

    despreciaron transformando todo el reino en un desierto abrasador....

    Vardanes segua sentado sobre la arena, junto a su jadeante yegua, cuando unos guerreros de rostrosaciturnos lo cogieron y lo trasladaron desde el crculo de rocosas colinas que rodeaban la ciudad enireccin al valle de palmeras y estanques de aguas cristalinas, hasta las mismas puertas de Akhlat la

    Maldita.

    5.La mano de Zillah

    Conan se despert lentamente, pero esta vez fue diferente. Antes, su despertar haba sido doloroso,ues tuvo que hacer un enorme esfuerzo para levantar los prpados y contemplar encandilado el sol

    brasador del desierto y luego ponerse en pie, tambalendose, para seguir su difcil camino sobre larena.

    e incorpor de un salto, en estado de alerta, como un animal cuya supervivencia dependiera tan sloe sus propias facultades.

    Mir a su alrededor con una expresin de asombro en los ojos. Lo primero que pens fue que estabamuerto y que su espritu haba sido transportado ms all de las nubes hasta el primitivo paraso en el

    ue Crom, el dios de su pueblo, ocupaba su trono entre miles de hroes.

    unto a su lecho de seda haba una jarra de plata llena de agua fresca y clara.

    Poco despus, Conan levant su mojado rostro de la jarra y supo que, fuera cual fuese el paraso en elue se hallaba, lo cierto era que se encontraba en l, era real y fsico. Bebi cuanto quiso, aunque elstado de su boca y de su garganta le indicaban que ya no se encontraba en pleno desierto.eguramente lo haba encontrado alguna caravana, que lo traslad a la tienda de campaa paraocorrerlo y curarlo. Al mirar hacia abajo, Conan vio que su cuerpo estaba perfectamente limpio del

    olvo del desierto y haba sido untado con suaves blsamos aromticos. Quienquiera que fuese sualvador, lo haba alimentado y cuidado mientras l se recuperaba y volva lentamente a este mundo.

    El cimmerio mir a su alrededor. Su enorme sable descansaba sobre un cofre de bano. Se acerc sin

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    acer el menor ruido, como un gato salvaje en la selva, y luego se qued inmvil al or el ruidometlico de la armadura de un guerrero que haba a sus espaldas.

    in embargo, aquel sonido musical no proceda de ningn guerrero sino de una esbelta muchacha deermosos ojos de cervatillo que acababa de entrar en la tienda y lo miraba en silencio. Sus cabellosegros y brillantes le llegaban hasta la cintura, y llevaba minsculas campanillas en las trenzas. De allrovena el suave tintineo que haba odo.

    Conan estudi a la muchacha con una rpida mirada. Era joven, casi una adolescente, con un hermosouerpo blanco y esbelto que brillaba como una tentacin bajo sus difanos velos. En sus manos blancasdelgadas relucan hermosas joyas. A juzgar por las pinceladas doradas en las cejas y aquellos

    normes ojos negros, Conan adivin que perteneca a la raza shemita.

    Oh! -exclam la muchacha-. Ests demasiado dbil para estar de pie! Debes descansar hastaecuperar fuerzas.

    La lengua que hablaba era un dialecto shemita, plagado de formas arcaicas, pero lo suficientementerximo al shemita que Conan conoca como para que lo entendiera.

    Tonteras, muchacha. Me encuentro bien -repuso Conan en el mismo dialecto-. Has sido t quien merajo hasta aqu? Cunto tiempo hace que me has encontrado?

    No, mi seor -respondi entornando los ojos de sedosas pestaas-. Fue mi padre. Yo soy Zillah, laija de Enosh, un noble de Akhlat la Maldita. Encontramos tu cuerpo entre las eternas arenas del

    esierto hace tres das.

    Dioses!, pens Conan.

    Zillah era una hermosa joven. Haca semanas que Conan no vea una mujer. El cimmerio estudi elontorno de aquel esbelto cuerpo apenas oculto por las transparentes gasas. La joven se ruboriz.

    De manera que fue tu bonita mano la que me cuid, verdad, Zillah? Os doy las gracias a ti y a tu

    adre por esto. Estuve muy cerca de la muerte. De eso estoy seguro. A qu se debe que me hayisncontrado?

    Conan hizo un esfuerzo intil por recordar una ciudad llamada Akhlat la Maldita, aun cuando creaonocer todas las ciudades de los desiertos del sur, ya sea por haber odo hablar de ellas o bien poraberlas visitado.

    No fue por casualidad. En realidad, te estbamos buscando -dijo Zillah.

    Conan entrecerr los ojos y sus nervios se tensaron ante la sensacin de peligro. Algo que se reflejaban el sbito endurecimiento de su rostro impasible le indic a la joven que aqul era un hombre depidas pasiones animales, un hombre peligroso, muy diferente a los hombres pacficos y civilizadosue ella haba conocido.

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    No queramos hacerte dao! -protest la muchacha, al tiempo que levantaba una mano a la defensiva-Pero sgueme, seor, que mi padre te lo explicar todo.

    Por un momento Conan permaneci tenso preguntndose si Vardanes habra proporcionado su pista asa gente. La plata que se haba llevado de los turanios hubiera sido suficiente para comprar las almase medio centenar de shemitas.

    Luego respir hondo, calmando deliberadamente la sed de sangre que en l se haba despertado.Levant su espada y pas por encima del hombro la ancha faja que la sostena.

    Entonces llvame a donde est tu padre, muchacha -dijo-. Me gustara escuchar su relato.

    La joven lo condujo fuera de la tienda. Conan cuadr sus anchos hombros y la sigui.

    6. La cosa del ms all

    Enosh estaba inclinado sobre un arrugado pergamino oscurecido por el tiempo, sentado en una silla demadera de respaldo alto, cuando Zillah condujo a Conan a donde estaba su padre. Las paredes de esa

    arte de la tienda estaban cubiertas por una tela de color prpura. Unas gruesas alfombras apagaban elonido de sus pasos. Sobre una estantera formada por serpientes entrelazadas de un metal brillanteaba un espejo negro de un extrao diseo. Unas luces misteriosas se reflejaban en el bano profundo.

    Enosh se puso en pie y salud a Conan con frases corteses. Era un hombre alto, delgado, casi unnciano, pero caminaba erguido. Llevaba un turbante de lino blanco. Su rostro estaba cubierto derrugas a causa de la edad y la concentracin mental, y sus ojos negros parecan reflejar una tristeza deiglos.

    Rog a su invitado que tomara asiento y orden a Zillah que sirviera vino. Cuando acabaron lasormalidades, Conan pregunt abruptamente:

    Cmo me encontraste, oh, jeque?

    Enosh mir hacia el espejo negro y repuso con calma:

    Aunque no soy un hechicero, hijo, puedo utilizar algunos medios que no son del todo naturales.

    Por qu me buscabas?

    Enosh levant su delgada mano cubierta de venillas azules para aplacar las sospechas del guerrero.

    Ten paciencia, amigo, y te lo explicar todo.

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    La voz del anciano era profunda y rica en matices. Se acerc a una mesilla baja, apoy sobre ella elergamino y luego acept una copa de plata llena de vino.

    Cuando terminaron de beber, el anciano inici el relato:

    Hace muchos, muchos aos, un astuto hechicero de Akhlat concibi una intriga contra la antigua

    inasta que gobernaba aqu desde el hundimiento de Atlantis -dijo Enosh hablando pausadamente-.Con hbiles palabras convenci al pueblo de que su monarca, un hombre dbil e indulgente, era sunemigo, por lo que el pueblo se levant y derroc al rey. Autonombrndose sacerdote y profeta de los

    Dioses Desconocidos, el hechicero deca que actuaba por inspiracin divina. Afirmaba que uno de losioses pronto descendera a la tierra para gobernar personalmente en Akhlat la Santa, como se llamabantonces la ciudad. Conan gru y dijo:

    Vosotros, los nativos de Akhlat, no sois meros crdulos que otros pueblos que he conocido.

    El anciano sonri con gesto resignado.

    Es fcil creer lo que uno quiere que sea verdad. Pero el plan de ese hechicero negro era mucho mserrible que lo que cualquiera hubiera podido imaginar. Recurriendo a viles ritos conjur a una mujer-emonio para que sirviese al pueblo en forma de diosa. Manteniendo su dominio mgico sobre ese ser,l hechicero se present a s mismo como intrprete de su voluntad divina. El pueblo atemorizado de

    Akhlat no tard en padecer una tirana mucho peor que la de la antigua dinasta.

    Conan sonri con irona y dijo:

    He constatado que las revoluciones casi siempre establecen gobiernos mucho peores que los que haneemplazado.

    Es probable. De todos modos, eso es lo que ocurri en este caso. Y con el paso del tiempo, las cosasueron de mal en peor, ya que el hechicero perdi control sobre la Cosa demonaca que habaonjurado desde el Ms All, y sta lo destruy para gobernar en su lugar. Y todava sigueobernando.

    Conan repuso:

    Entonces, se trata de un ser mortal? Cunto tiempo hace que sucedi todo eso?

    Han transcurrido ms aos que los granos de arena de este desierto -respondi Enosh-. Y la diosaemonaca sigue gobernando sobre la triste Akhlat. El secreto de su poder es que extrae la fuerza vitale los seres vivos. Toda esta tierra que nos rodea en otros tiempos fue verde y rica, llena de palmeras

    ue crecan al lado de arroyos y frtiles colinas, en las que pastaban los bien alimentados rebaos. Suamprica sed de vida dej la tierra seca, salvo el valle en el que est asentada la ciudad de Akhlat. Laiosa demonaca la perdon porque estaba desierta y, por lo tanto, no poda alimentarse de seres vivos.

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    Por Crom! -exclam Conan en un susurro, vaciando su copa de vino.

    Con los siglos -continu Enosh-, esta tierra qued transformada en un erial, en un desierto sin vida.Nuestros jvenes son utilizados para saciar la sed de la diosa, al igual que los animales de nuestrosebaos. Se alimenta a diario. Cada da elige una vctima y sta va languideciendo hasta quedareducida a la nada. Cuando ataca a su vctima, incesantemente, da tras da, sta puede durar algunasornadas o quiz una luna. Los ms fuertes y valientes duran unos treinta das hasta que la diosa

    onsume toda la fuerza vital de sus cuerpos. Y luego pasa a la siguiente vctima.

    Conan acarici la empuadura de su espada.

    Por Crom y por Mitra! -exclam el cimmerio-. Amigo, por qu no has matado a esa cosa?

    El anciano movi la cabeza con aire cansado y triste.

    Es invulnerable -dijo con voz suave-. La carne de la diosa est hecha de la materia que le llevan y suoder se mantiene por su inquebrantable voluntad. Una flecha o una espada tan slo podran herir suuerpo, lo que no significa nada para ella, ya que la fuerza vital que bebe de otros, dejndolos vacos, yecos, le proporciona una enorme fuente de fuerza interior para renovar su carne cuando lo desee.

    Pues quema a esa cosa -dijo Conan con un gruido-. Quema el palacio o crtala en pedazos, y que eluego la devore!

    No. Se protege mediante oscuros poderes de magia infernal. Paraliza todo lo que ella mira. Hasta cien

    uerreros han trepado al Templo Negro decididos a terminar con esta terrible tirana. No qued nadae ellos, salvo un montn de cadveres que luego sirvieron de banquete al insaciable monstruo.

    Conan se agit inquieto en su asiento.

    Es extrao que algunos de vosotros sigis viviendo en esta tierra maldita! -dijo Conan con vozavernosa-. Cmo es posible que ese odioso monstruo no haya liquidado hasta el ltimo ser humanoe este valle? Y por qu no habis empaquetado todas vuestras cosas y habis huido de este

    ndemoniado lugar?

    En realidad, ya quedamos muy pocos. Ella nos consume tanto a nosotros como a nuestros animales, an ritmo mucho mayor que el de los nacimientos. Durante siglos, la diosa saci su apetito con la fuerzaital de las plantas que crecan en los campos, dejando a un lado a los seres humanos. Cuando la tierraued convertida en desierto, se aliment con nuestro ganado, luego con nuestros esclavos yinalmente con los propios nativos de Akhlat. Pronto desapareceremos todos y Akhlat no ser ms quena ciudad de muerte. Tampoco podemos abandonar esta tierra, porque el poder de la diosa nos retieneentro de unos lmites que no podemos traspasar.

    Conan sacudi la cabeza. Su larga melena se extendi sobre sus hombros bronceados.

    Es una trgica historia la que me cuentas, anciano. Pero por qu me la cuentas a m?

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    A causa de una antigua profeca -dijo Enosh con suavidad, tomando el amarillento pergamino antiguoue se hallaba encima de la mesilla.

    Qu profeca?

    Enosh desenroll parcialmente el pergamino y seal unas lneas de una escritura tan antigua queConan no pudo entenderla, aun cuando saba leer el shemita contemporneo.

    Que con el tiempo, cuando nuestro fin estuviera cercano, los Dioses Desconocidos, los que nuestrosntepasados dejaron de adorar en nombre de la diosa demonaca, aplacarn su clera y enviarn unberador que derrotar a la diosa y destruir su maligno poder. T, Conan de Cimmeria, eres esealvador...

    .La sala de los muertos vivientes

    Durante das y noches, Vardanes permaneci en un oscuro calabozo situado bajo el Templo Negro deAkhlat. Grit, rog y llor, maldijo y or, pero los guardianes de rostros inescrutables y cascos de

    ronce no le hicieron el menor caso, salvo atender a sus necesidades fsicas. No respondan a ningunae sus preguntas. Lo que ms asombr a Vardanes fue que tampoco se rindieron al soborno. Vardanes,ue era un tpico zamorio, no conceba la existencia de hombres que no ansiaran riquezas y, nobstante, aquellos extraos individuos que hablaban un dialecto antiguo y llevaban armaduras viejas

    nsiaban tan poco los lingotes de plata que l haba recibido de los turanios por su traicin que niiquiera tocaron las alforjas llenas de monedas que haba en un rincn de la celda.

    in embargo, lo trataron bien; lavaron su fatigado cuerpo y calmaron sus heridas con ungentos. Lolimentaron opparamente con aves asadas, ricas frutas y deliciosas bebidas. Incluso le dieron vino.

    Dado que Vardanes haba conocido otras prisiones, se dio cuenta de lo extraordinario que era todoquello. Se pregunt un tanto extraado si no lo estaran cebando para matarlo.

    Un buen da, los guardianes se acercaron a su celda y lo sacaron de ella. Supuso que al finomparecera ante un juez para responder a las absurdas acusaciones que le hicieran. Se sentaptimista y confiado. No haba conocido un solo magistrado cuya piedad no pudiera comprarse con lalata que contenan aquellas alforjas!

    Pero en lugar de comparecer ante un juez o un personaje similar, los guardianes lo condujeron a travse interminables pasillos y oscuros pasadizos hasta llegar a una enorme puerta de bronce verdoso, quee alzaba ante l como si se tratara de la mismsima puerta del infierno. Aquella entrada estaba cerradaatrancada de tal manera que ni un ejrcito hubiera podido forzarla. Con manos nerviosas y rostros

    ensos, los guardianes abrieron la enorme puerta e hicieron pasar a Vardanes.

    Cuando la puerta se cerr tras l, el zamorio se encontr en el interior de un magnfico saln demrmol pulido. All reinaba una semioscuridad de color prpura. Por todas partes haba espesas capas

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    e polvo; todo era decadencia y abandono. Vardanes avanz con curiosidad.

    Era el saln del trono, o quiz la nave de algn templo gigantesco? Imposible saberlo. Lo ms extraoue haba en ese inmenso saln, adems de la decadencia y el abandono que se notaban por todasartes, eran las estatuas que se alzaban formando grupos. Vardanes se pregunt qu sera aquello. Nontenda nada.

    El primer misterio era el material con que estaban hechas las estatuas. Aun cuando el saln estabaonstruido en brillante mrmol, las figuras estaban esculpidas en un tipo de piedra gris, porosa y muyoco atractiva, que Vardanes no pudo identificar. Pero fuera cual fuese el material, lo cierto era que noena nada de atractivo. Pareca madera calcinada, aunque era duro como la piedra.

    El segundo misterio era la asombrosa obra de arte realizada por el desconocido escultor cuyas manosbiles haban creado todas esas maravillas. Las estatuas parecan tener vida y haber alcanzado unrado increble de realismo. Se poda apreciar en ellas cada pliegue de sus ropas e incluso del cabello.

    e adverta la misma asombrosa fidelidad hasta en las posturas. En las estatuas no haba nada demajestuoso, ni monumental ni heroico. Los cientos de imgenes que abarrotaban el saln adoptabanosturas vivas, totalmente naturales, y no estaban colocadas ordenadamente. Se trataba de figuras deuerreros y nobles, muchachos y doncellas, hombres viejos y mujeres, nios y bebs de pecho.

    La nica caracterstica inquietante comn a todas ellas era la expresin de terror insoportable que seeflejaba en sus rostros de piedra.

    Al cabo de un rato, Vardanes oy un dbil sonido desde las profundidades del oscuro lugar. Pareca el

    umor de muchas voces, pero era tan dbil que no poda entender lo que decan. Un extrao murmullourga de aquel bosque de estatuas. Al acercarse ms, Vardanes pudo distinguir con claridad aquellosxtraos murmullos. Eran sollozos desgarradores, dbiles lamentos de agona, oraciones, risasementes y montonas maldiciones. Estos sonidos parecan provenir de medio centenar de gargantas,ero el zamorio no saba de dnde venan. Aunque mir en todas direcciones, no se vio ms que a s

    mismo y a los cientos de estatuas.

    Estaba empapado de sudor. De repente sinti un pnico espantoso. En esos momentos hubiera deseadoncontrarse a miles de leguas de distancia de ese templo maldito, donde unos seres invisibles geman,

    maldecan y rean en forma aterradora.

    Haba algo encima del rico trono... Sera la marchita momia de algn rey muerto haca muchoempo? Unas manos nudosas y resecas se apoyaban sobre un pecho hundido. El cuerpo estabanvuelto en mortajas polvorientas de la cabeza a los pies. Una fina mascarilla de oro, en la que seaban tallado las facciones de una mujer de belleza sobrenatural, cubra el rostro.

    Vardanes jade de codicia. Sbitamente olvid sus temores porque entre las cejas de aquella dorada

    mscara haba un inmenso zafiro negro que brillaba como un tercer ojo. Era una gema asombrosa,igna de un prncipe.

    Al pie del trono, Vardanes contempl codiciosamente la mascara de oro. Los ojos estaban esculpidos

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    e tal manera que parecan cerrados. La hermosa boca de labios llenos prestaba un encanto supremo aas doradas facciones. El enorme zafiro negro arroj destellos sensuales cuando Vardanes extendi la

    mano.

    Con dedos temblorosos, el zamorio le arrebat la mascarilla. Debajo de ella haba un rostro oscuro yeseco. Tena las mejillas hundidas y la carne endurecida, seca y correosa. Vardanes tembl al ver laxpresin maligna de ese rostro.

    Entonces, la Cosa abri los ojos y lo mir.

    Vardanes retrocedi lanzando un grito. La mascarilla resbal de sus manos y cay al suelo de mrmol.Los ojos muertos de la calavera se clavaron en los suyos. En ese momento, la Cosa abri su tercer

    jo...

    . El rostro de la Gorgona

    Conan avanz con pasos quedos por el saln de las estatuas grises. Caminaba con los pies desnudosor la enorme sala polvorienta como si se tratara de un gato en la selva. La dbil luz se reflejaba en lafilada hoja de la espada que sostena en su poderoso puo. Sus ojos escrutaron cuidadosamente todouanto lo rodeaba. Se le erizaba el cabello. El lugar ola a muerte y el horror pareca flotar en el aire.

    Cmo haba permitido que el anciano Enosh lo arrastrara a aquella loca aventura? l no era ningn

    edentor, ni un liberador predestinado, ni un santo enviado por los dioses para liberar a Akhlat de lamaldicin inmortal de la demonaca diosa. Su nico propsito era vengarse.

    Pero el sabio anciano haba dicho muchas cosas y su elocuencia haba persuadido a Conan, que decidiacerse cargo de aquella peligrosa misin. Enosh dijo dos cosas que lograron convencer al obstinadorbaro. Una era que, encontrndose en esa tierra, Conan estaba atado a ella por la magia negra y noodra abandonarla hasta que la diosa no hubiera desaparecido. Otra cosa que dijo fue que el zamorioraidor se hallaba en el Templo Negro de la diosa, presto a enfrentarse con su funesto destino que, si noe impeda, destruira a todos.

    De modo que Conan lleg al Templo despus de atravesar los pasadizos secretos que Enosh le habanseado. Haba entrado en la enorme sala por una puerta oculta en la pared, pues el anciano sabaerfectamente cundo Vardanes habra de comparecer ante la diosa.

    Al igual que el zamorio, Conan tambin percibi el maravilloso realismo de las grises estatuas, pero, aiferencia de Vardanes, conoca la respuesta a aquel enigma. Apart sus ojos de las expresiones deorror talladas en los rostros de piedra que lo rodeaban.

    l tambin oy los lamentos y los gemidos. Al acercarse ms al centro del enorme saln, las vocesollozantes se hicieron ms claras. Vio el trono de oro y la Casa marchita que lo ocupaba. Luego trepasta la brillante silla sin hacer el menor ruido.

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    Al acercarse, una estatua le habl. La sorpresa casi lo paraliz. Se le eriz la piel y el sudor le empal rostro.

    Entonces descubri la fuente de los llantos y sinti repugnancia, pues ninguno de los seres que loodeaban estaban muertos del todo. Sus cuerpos eran de piedra, pero las cabezas estaban vivas. Unosjos tristes daban vueltas en esos rostros desesperados y los labios resecos le rogaban que hundiese su

    spada en el cerebro vivo de aquellos seres casi petrificados.

    En ese preciso momento oy un grito de la conocida voz de Vardanes. Acaso la diosa haba matado au enemigo antes de que l hubiera llevado a cabo su tan ansiada venganza? Conan dio un salto enireccin al trono.

    Entonces sus ojos se encontraron con un espectculo terrible. Vardanes estaba de pie delante de l,ena los ojos desencajados y rezaba moviendo los labios con desesperacin. Un sonido extrao lleg ados del cimmerio y ste mir hacia las piernas de Vardanes. Una palidez cenicienta trepabaentamente por el cuerpo del zamorio. Su carne viva se volva blanca ante los ojos asombrados delrbaro. La marea gris ya le haba llegado a las rodillas. A medida que Conan miraba, la carne de los

    muslos se iba transformando en piedra gris. Vardanes hizo un esfuerzo por caminar, pero no pudo.Grit mientras sus ojos observaban al cimmerio con el terror desnudo de un animal acorralado.

    La Cosa que haba en el trono lanz una seca carcajada. Conan la mir. Entonces, la marchita carne deus esquelticos brazos y de su arrugada garganta se hinch, cambi sbitamente de color y se volviada vez ms suave, adquiriendo los frescos tonos de la vida. La terrible Gorgona iba cambiando con

    a fuerza vital que extraa como un vampiro del cuerpo de Vardanes.

    Por Crom y por Mitra! -exclam Conan.

    Con cada tomo de su mente concentrado en el semipetrificado zamorio, la Gorgona no haca el menoraso de Conan. En ese momento, su cuerpo se estaba llenando. Bajo la polvorienta mortaja se hizoatente la redondez de una cadera y un muslo. Sus senos de mujer se hincharon estirando la fina telae su vestido. Extendi sus brazos firmes y jvenes. Su boca roja y hmeda se abri para proferir otraarcajada..., ahora era la risa voluptuosa y cantarina de una mujer perfecta.

    La corriente de petrificacin haba alcanzado la ingle de Vardanes. Conan no saba si lo dejaraemipetrificado como a las dems estatuas o si lo destruira completamente. El zamorio era joven ystaba lleno de vida. Su fuerza vital deba de ser un buen alimento para la diosa-vampiro.

    Cuando la marea de piedra lleg hasta el pecho jadeante de Vardanes, ste solt otro alarido de horror,l sonido ms espantoso que Conan haba odo jams de labios humanos. La reaccin de Conan fuenstintiva. Salt como una pantera desde su escondite detrs del trono. La luz se reflej en la anchaoja de su espada cuando Conan la levant con la velocidad del rayo. La cabeza de Vardanes voleparada del trono y cay con un ruido seco sobre el suelo de mrmol.

    acudido por el golpe, el cuerpo se tambale y cay. Conan vio cmo las petrificadas piernas se hacan

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    edazos. Los fragmentos de piedra se esparcieron por el suelo y la sangre brot de las grietas abiertasn la carne petrificada.

    As muri Vardanes, el traidor. Conan no saba si haba atacado por sed de venganza o por compasin,fin de acabar con el terrible tormento de un ser indefenso.

    El cimmerio se volvi hacia la diosa. Instintivamente, casi sin quererlo, levant los ojos para mirar lose ella.

    - El tercer ojo

    El rostro de la diosa era una mscara de belleza casi sobrehumana. Sus labios hmedos y carnososenan el color de la fruta madura. Sus cabellos negros y sedosos caan sobre sus hombros, blancos

    omo perlas, y apenas cubran sus perfectos senos redondos como lunas. Era la autntica encarnacine la belleza... salvo por el crculo oscuro que tena entre las cejas.

    El tercer ojo se encontr con la mirada de Conan y brill con ms intensidad. Aquel extrao ojo eramucho ms grande que cualquier otro rgano de visin humano. No tena iris, pupila y blanco comoos dems ojos humanos. ste era completamente negro. La mirada de Conan pareca hundirse enquel ojo perdindose en un oscuro mar infinito. El cimmerio miraba absorto, olvidando la espada queostena en la mano. El ojo era tan negro como los sombros abismos siderales que haba ms all deas estrellas.

    Conan tuvo la impresin de encontrarse al borde de un pozo negro sin fondo en el que estaba a puntoe caer. Caera en la ms absoluta oscuridad a travs de nubes de bano, de un vasto abismo helado...aba perfectamente que si no apartaba los ojos inmediatamente, se poda despedir de este mundo paraiempre.

    Hizo un terrible esfuerzo de voluntad. El sudor le mojaba las cejas. Sus msculos se retorcan comoerpientes bajo la piel bronceada. Hizo otro poderoso esfuerzo para respirar hondo.

    La Gorgona se ech a rer. Era un sonido suave, melodioso y fro en el que se perciba un tono de burlaruel. Conan enrojeci de clera.

    mpulsado por su poderosa voluntad, apart sus ojos del crculo negro y mir hacia el suelo. Estaba tanbil y aturdido que se tambale. Al luchar por recuperar fuerzas, se mir los pies. Gracias a Crom,odava eran de carne clida y no de fra piedra cenicienta! El tiempo que haba permanecidombrujado por la mirada de la Gorgona haba sido slo un instante, demasiado breve para que laorriente ptrea tocara su carne.

    La Gorgona volvi a rer. Con la cabeza inclinada, Conan sinti la fuerza de aquella poderosa voluntadtens los msculos del cuello haciendo un enorme esfuerzo por mantener la cabeza inclinada.

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    egua mirando hacia abajo. Ante l, sobre el suelo de mrmol, se hallaba la fina mascarilla de oro conl enorme zafiro incrustado que representaba el tercer ojo. De repente, Conan comprendi.

    Esta vez, al levantar los ojos, blandi la espada con tremenda rapidez. La relampagueante hoja cort elire y toc el rostro burln de la diosa... partiendo en dos el tercer ojo.

    Ella no se movi. Con sus dos ojos normales, de una belleza increble, mir en silencio al toscouerrero. La diosa haba palidecido. Inmediatamente hubo un cambio en ella.

    De la herida del tercer ojo de la Gorgona comenz a brotar un lquido oscuro que resbal por ese rostroe perfeccin sobrenatural. El extrao roco fluy del ojo destrozado como si se tratara de lgrimasegras.

    La demonaca diosa comenz a envejecer. A medida que el negro lquido manaba del ojo destrozado,a vida hua de su cuerpo. Su piel oscureci y aparecieron en ella miles de arrugas. Bajo el mentn se

    ormaron resecos pellejos colgantes. Los brillantes ojos se volvieron opacos y blancos.

    us soberbios senos se encogieron. Los esbeltos miembros se volvieron esquelticos. Durante unmomento, la diminuta y esqueltica figura de una pequea mujer increblemente senil ocup el trono.Entonces la carne pareci pudrirse y el cuerpo se convirti en un montn de huesos deshechos. Cay aluelo, y los fragmentos se esparcieron sobre el mrmol. A medida que Conan contemplaba asombradoquella transformacin, los fragmentos se iban convirtiendo en ceniza gris.

    e oy un largo suspiro en todo el saln. ste oscureci por un instante, como si unas alas

    emitransparentes hubieran velado la poca luz que haba en la habitacin. Luego desapareci, a la vezue se esfumaba la terrible y antigua amenaza que flotaba en el ambiente desde haca siglos. Laabitacin se convirti en un cuarto abandonado, cubierto de polvo y libre de terrores sobrenaturales.

    Las estatuas dorman para siempre en sus tumbas de piedra. En cuanto la Gorgona abandon estaimensin, desaparecieron sus hechizos, incluyendo los que mantenan a los muertos vivientes en uniniestro estado similar a la vida. Conan se volvi y abandon el trono vaco cubierto de polvo y lastatua decapitada de quien alguna vez haba sido un intrpido y alegre guerrero zamorio.

    Qudate con nosotros! -suplic Zillah con voz suave y clida-. Habr puestos de honor para unombre como t en Akhlat, ahora que estamos libres de la maldicin.

    Conan sonri apenas, sintiendo que en el tono de la muchacha haba algo mucho ms personal que eleseo de una buena ciudadana de alistar a un valioso inmigrante para la causa de la reconstruccinvica. Cuando Conan la mir con ojos fogosos y viriles, la joven se ruboriz.

    Enosh se sum amablemente a los ruegos de su hija. La victoria de Conan haba insuflado una nueva

    uventud y vigor en el anciano. Enosh adopt mayor firmeza en su porte y en su andar, y haba unaierta autoridad en su voz. Ofreci al cimmerio riqueza, honores y un puesto de poder en la renacidaiudad. Incluso insinu que vera con buenos ojos a Conan como yerno.

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    Pero el cimmerio saba que no estaba dotado para la vida plcida y respetable, por lo que rechaz todasas ofertas. Las frases corteses no surgan con facilidad de los labios de un hombre que se haba pasadoa vida en los campos de batalla, en las tabernas y en los lupanares de todas las ciudades del mundo.in embargo, hizo un esfuerzo supremo por ser amable y se neg cortsmente a los ruegos de sunfitrin.

    No, amigos -dijo-. Las tareas de la paz no estn hechas para Conan de Cimmeria. Me aburrira muy

    ronto, y cuando me ataca el tedio slo conozco unos pocos remedios: emborracharme, pelear conlguien o robar alguna muchacha. Menudo ciudadano hara yo en una ciudad que ahora busca la paz ya calma, y desea recuperar fuerzas!

    Entonces adonde irs, Conan, ahora que las barreras mgicas han desaparecido? -pregunt Enosh.

    Conan se encogi de hombros y se pas una mano por la negra melena al tiempo que se echaba a rer.

    Por Crom! -exclam-. No lo s, amigo. Afortunadamente para m, los sirvientes de la diosalimentaron y abrevaron al corcel de Vardanes. Veo que Akhlat no tiene caballos, sino solamenteurros. Os imaginis el aspecto que tendra yo montado en uno de esos asnos y arrastrando los piesor el polvo?

    Creo que me dirigir hacia el sudeste. All hay una ciudad llamada Zambula, en la que jams hestado. La gente dice que es una ciudad rica y llena de lugares de diversin en la que el vino fluyebremente por todas partes. Me apetece saborear los placeres de Zambula y ver qu puede ofrecerme.

    Pero no tienes necesidad de abandonarnos como un mendigo! -protest Enosh-. Te debemos mucho.Permtenos que te demos la poca cantidad de oro y plata que tenemos por el trabajo que has hecho.

    Conan movi la cabeza negativamente.

    Guarda tu tesoro, jeque. Akhlat no es una ciudad rica, y necesitars ese oro cuando comiencen a llegaras caravanas de mercaderes del Desierto Rojo. Y ahora que mis pellejos de agua estn llenos y tengouficientes provisiones, debo partir. Esta vez har el viaje a travs de Shan-e-Sorkh cmodamente.

    Con un postrer saludo salt a la silla y emprendi la marcha. Padre e hija se quedaron mirndolourante unos instantes. Enosh lo haca con orgullo, pero Zillah tena lgrimas en los ojos. En seguidal cimmerio se perdi de vista.

    Cuando lleg a la cima de las dunas, Conan detuvo la yegua negra para lanzar una ltima mirada aAkhlat. Despus inici su marcha a travs del desierto. Quiz haba sido un necio al no aceptar el oro ya plata que le haba ofrecido Enosh. Pero haba suficientes monedas de plata en las alforjas de

    Vardanes. El cimmerio sonri. Por qu ensuciarse las manos por unas pocas monedas como un

    rasiento comerciante? Es bueno para un hombre ser virtuoso de vez en cuando. Incluso para unimmerio!

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    Sombras en Zambula

    Conan llega a Zambula, donde dilapida rpidamente la pequea fortuna que trae consigo en juergas

    olosales. Despus de una semana de borracheras, comilonas, prostitutas y juegos de azar, quedaeducido una vez ms a la pobreza ms absoluta.

    . Suena un tambor

    El peligro se oculta en la casa de Aram Baksh!

    La voz del que hablaba temblaba de ansiedad, y sus dedos delgados de uas negras se clavaron en elmusculoso brazo de Conan cuando grit su advertencia. Se trataba de un hombre enjuto, bronceado porl sol, con una enorme barba negra. Sus ropas harapientas indicaban que era nmada. Pareca msequeo y delgado en contraste con el gigantesco cimmerio de negras cejas, enorme pecho y fuertesrazos y piernas. Se hallaban en una esquina del zoco de Forjadores de Espadas y a su lado pasaba una

    multitud de gente hablando distintos idiomas y dialectos. Era una masa heterognea, extica, alegre y

    ulliciosa.

    Conan apart sus ojos de una muchacha de Ghanara de mirada provocativa y labios rojos, cuya brevealda dejaba al descubierto su bronceado muslo cada vez que daba un paso. Luego mir a su molestoompaero y frunci el ceo.

    Qu quieres decir con eso de peligro? -pregunt el cimmerio.

    El hombre del desierto mir furtivamente por encima del hombro antes de responder y baj el tono deu voz.

    No lo s exactamente. Pero los hombres del desierto han dormido en la casa de Aram Baksh y jamse ha vuelto a saber de ellos. Nadie sabe lo que les ha ocurrido. l jur que ellos se levantaron yiguieron su camino... Es verdad que ningn habitante de la ciudad jams ha desaparecido de su casa.

    Pero lo cierto es que nadie ha vuelto a ver a esos viajeros, y la gente dice que sus mercancas y suquipamiento fueron vistos despus en las tiendas del zoco. Si Aram no los vendi despus de matar aus propietarios, cmo han llegado hasta all?

    Yo no tengo nada de eso -repuso el cimmerio, tocando la empuadura de la enorme espada quelevaba apoyada en la cadera-. Hasta he tenido que vender mi caballo.

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    Pero no son solamente los extranjeros ricos los que desaparecen por las noches de la casa de AramBaksh! -agreg el zuagir-. No, all han dormido pobres hombres del desierto y tambin se hansfumado. Una vez un jefe zuagir, cuyo hijo haba desaparecido de esa manera, se quej ante el strapaungir Khan, que orden que la casa fuera registrada por sus soldados.

    Y encontraron un stano lleno de cadveres? -pregunt Conan irnicamente.

    No! No encontraron nada! Y expulsaron de la ciudad al jefe con amenazas y maldiciones! Pero...

    El hombre se estremeci, se acerc ms a Conan y agreg:

    Se encontr algo ms! En el lmite del desierto, ms all de las casas, hay un oasis con palmeras y enl hay una fosa. Y dentro de esa fosa se encontraron huesos humanos, chamuscados y ennegrecidos.No una, sino muchas veces!

    Y qu demuestra eso? -pregunt Conan con un gruido.

    Que Aram Baksh es un demonio! En esta maldita ciudad que erigieron los estigios y gobernaronuego los hirkanios, donde la gente blanca, negra y de otras razas se mezclan continuamenteroduciendo hbridos de toda clase, color y condicin, no hay nadie capaz de distinguir quin es unombre y quin un diablo disfrazado. Aram Baksh es un demonio con forma de hombre! Por la nochedopta su verdadero aspecto y conduce a sus huspedes hasta el desierto, donde se rene en cnclaveon los dems diablos de la zona.

    Por qu mata siempre a extranjeros? -inquiri Conan con tono escptico.

    La gente de la ciudad no soportara que asesinara a sus conciudadanos, pero no le importa que mate aos extranjeros que caen en sus manos. Conan, t eres de Occidente y no conoces los secretos de estantigua tierra. Pero desde la creacin del mundo, los diablos del desierto han adorado a Yog, Seor deos Espacios Vacos, mediante el fuego..., un fuego que devora vctimas humanas. Ten cuidado! -igui diciendo el hombre-. Has vivido durante muchas lunas en las tiendas de los zuagires y eresuestro hermano! No vayas a la casa de Aram Baksh!

    Vete de aqu! -dijo Conan sbitamente-. Por all viene un pelotn de guardias de la ciudad. Si te ven,ecordarn que alguien rob un caballo del establo del strapa.

    El zuagir abri la boca y se alej rpidamente. Consigui ocultarse entre una columna de piedra y unuesto del zoco, detenindose un momento para agregar:

    Ten cuidado, hermano! Hay demonios en la casa de Aram Baksh!

    Y a continuacin desapareci corriendo por una estrecha callejuela lateral.

    Conan se ajust el ancho cinto que sostena su espada y mir con calma al grupo de guardias que lobservaba inquisitivamente a medida que pasaban por su lado. Los guardias lo miraban con curiosidad

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    suspicacia, porque se destacaba por su estatura del resto de la multitud que abarrotaba las sinuosasalles de Zambula. Sus ojos azules y sus rasgos extraos lo diferenciaban de los orientales. La enormespada que llevaba colgada del cinto tambin marcaba una diferencia.

    Los guardias no se detuvieron a su lado sino que continuaron avanzando entre la multitud que les cedal paso. Eran pelishtios achaparrados, de nariz aguilea y barba muy negra que caa sobre el pechoubierto con cota de malla... Se trataba de mercenarios contratados por los gobernantes turanios, y todo

    l pueblo los odiaba.

    Conan mir en direccin al sol, que comenzaba a ocultarse detrs de las casas de techos planos en laarte occidental del zoco. Se ajust una vez ms el cinto de su espada y se dirigi a la taberna de Aram

    Baksh.

    Con zancadas de hombre de la montaa, avanz por las bulliciosas y abigarradas calles, donde lasarapientas tnicas de los mendigos se mezclaban con las lujosas khalats ribeteadas de armio y los

    estidos de seda adornados con perlas de las ricas cortesanas. Se vean gigantescos esclavos negros,agabundos de negra barba de las ciudades shemitas, nmadas cubiertos de harapos llenos de polvorocedentes de los cercanos desiertos, comerciantes y aventureros de todas las tierras de Oriente.

    La poblacin nativa tambin era heterognea. Haca siglos haban llegado los ejrcitos de Estigia, yaban erigido un imperio en el desierto oriental. Zambula era entonces una pequea ciudad de

    mercaderes rodeada de un oasis y habitada por los descendientes de los nmadas. Los estigios laonvirtieron en una ciudad, y la poblaron con sus propias gentes y con esclavos shemitas y kushitas.

    Las incesantes caravanas que atravesaban el desierto de este a oeste y viceversa trajeron riquezas y

    ontribuyeron a la mezcla de razas. Entonces llegaron los conquistadores turanios procedentes deOriente para reducir los lmites de Estigia, y desde haca casi una generacin Zambula se habaonvertido en el puesto fronterizo ms avanzado de Turan, y estaba gobernada por un strapa turanio.

    La autntica babel de lenguas que all se hablaba resonaba en los odos del cimmerio a medida quetravesaba las agitadas calles de Zambula, en las que de vez en cuando apareca un grupo deguerridos jinetes. Se trataba de los giles y esbeltos guerreros de Turan de oscuros rostros de halcn yspadas curvas de reluciente acero. La gente sala corriendo al or los cascos de sus caballos, queonducan como si fueran los amos y seores de Zambula. Pero los altos y taciturnos estigios los

    miraban furiosos desde las sombras, desde donde recordaban sus antiguas glorias. A la poblacin lemportaba muy poco si el rey que diriga sus destinos viva en la oscura Khemi o en la brillante

    Aghrapur. Jungir Khan gobernaba Zambula y la gente murmuraba que Nafertari, la querida del strapa,obernaba a su vez sobre Jungir Khan. Pero la gente viva su vida comerciando, disputando, jugando,ebiendo y amando como haban hecho durante siglos, desde que sus torres y minaretes se habanlzado sobre las arenas del Kharamn.

    Las farolas de bronce con dragones tallados ya se haban encendido antes de que Conan llegara a laasa de Aram Baksh. Su taberna era la ltima casa habitada de la calle. Un amplio jardn lleno de

    almeras, rodeado por un muro, la separaba de las casas que haba a su alrededor. Hacia el oeste de laaberna haba otro bosquecillo de palmeras, en el preciso lugar en que la calle se converta en camino ye adentraba en el desierto. Al otro lado de la taberna haba una fila de cabaas desiertas cubiertas pora sombra de unas cuantas palmeras, que slo estaban habitadas por murcilagos y chacales. A medida

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    ue Conan avanzaba por el camino, se pregunt por qu los numerosos mendigos de Zambula noaban ocupado aquellas casas vacas aunque slo fuera para dormir. Las luces brillaban a susspaldas. All no haba farolas de ninguna clase, excepto la que colgaba a la entrada de la taberna. Noe vea ms que la luz de las estrellas y el fino polvo del camino y se oa el susurro de las palmerasrovocado por la brisa del desierto.

    La puerta de la taberna no daba a la carretera, sino a una estrecha callejuela situada entre la taberna y

    l jardn lleno de palmeras. Conan tir con fuerza de la soga que colgaba de la campana que haba ena entrada y luego llam a la puerta de madera golpeando con la empuadura de su espada. La puertae entreabri un poco y un rostro negro atisbo por una estrecha rendija.

    Abre, condenado! -bram Conan-. Soy un husped. He pagado por una habitacin a Aram y voy aisfrutar de ella, por Crom!

    El negro alarg un poco el cuello para ver si haba alguien detrs de Conan. A continuacin abri la

    uerta del todo sin hacer el menor comentario y la volvi a cerrar detrs del cimmerio, despus de loual corri un pesado cerrojo. El muro era muy alto. Pero haba muchos ladrones en Zambula, y unaasa situada en el lmite con el desierto tena que defenderse contra los ataques nocturnos de losmadas. Conan atraves un jardn en el que las blancas flores se mecan a la luz de las estrellas; aontinuacin entr en la sala en la que un estigio

    on la cabeza afeitada al estilo de los estudiantes se hallaba al lado de la mesa, con los ojos cerrados,ilosofando sobre insondables misterios, mientras que ms all, en una esquina, haba unos cuantosndividuos de aspecto siniestro jugando a los dados.

    Aram Baksh se adelant, caminando suavemente; era un hombre corpulento, con una barba negra quee cubra el pecho, tena la nariz prominente y unos ojos negros y pequeos que jams estaban quietos.

    Quieres comer? -pregunt-. O beber?

    Com un trozo de carne y una hogaza de pan en el suk-repuso Conan con un gruido-. Treme unaarra de vino de Ghazn. Tengo dinero suficiente para pagarla.

    Despus de decir esto, arroj una moneda de cobre sobre la mesa manchada de vino.

    No has ganado a las cartas?

    Cmo poda ganar si tena unas pocas monedas de plata para empezar? Te pagu la habitacin estamaana porque estaba casi seguro de que perdera. Quera estar seguro de tener una cama donde

    ormir esta noche. He observado que en Zambula nadie duerme en las calles. Hasta los mendigosuscan un rincn y se encierran antes de que oscurezca. La ciudad debe de estar llena de ladrones

    edientos de sangre.

    Conan bebi el vino de un solo trago y luego sigui a Aram fuera de la sala. Los jugadores de dadosue haba detrs de l interrumpieron la partida para mirarlo con curiosidad. No dijeron nada, pero el

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    stigio solt una carcajada cnica y burlona. Los otros bajaron la mirada tratando de evitar los ojos deus compaeros. Las artes que estudiaba el estigio no le permitan comprender los sentimientos de uner humano normal.

    Conan sigui a Aram por un pasillo iluminado con lmparas de cobre y no le agrad nada comprobarue su anfitrin caminaba de forma realmente extraa y sin hacer el menor ruido. Los pies de Aramstaban calzados con suaves babuchas y el vestbulo estaba cubierto de alfombras turanias, pero en

    quel tipo haba algo evidentemente desagradable y sospechoso.

    Al final del sinuoso pasillo, Aram se detuvo ante una puerta en la que haba una pesada barra de hierropoyada sobre unos fuertes soportes de metal. El tabernero levant la barra e hizo pasar al cimmerio ana habitacin de aspecto agradable. Conan se dio cuenta en seguida de que las ventanas eranequeas y tenan rejas de hierro forjado con diseos artsticos. Haba alfombras en el suelo, un techoe estilo oriental y sillas de madera tallada. Era una habitacin mucho ms cmoda y agradable que laue Conan hubiera conseguido por el mismo precio en el centro de la ciudad... lo cual le habagradado mucho cuando esa misma maana haba descubierto lo delgada que estaba su bolsa comoonsecuencia de las juergas. Haba llegado a Zambula procedente del desierto haca tan slo unaemana.

    Aram ya haba encendido una lmpara de bronce, y seal a Conan las dos puertas que haba en laabitacin. Ambas posean fuertes cerrojos de hierro.

    Esta noche puedes dormir tranquilo y seguro, cimmerio -dijo Aram, parpadeando desde el umbral.

    Conan gru algo ininteligible y arroj su pesada espada sobre el lecho.

    Tus cerrojos y tus barras de hierro sern fuertes -dijo al cabo de un rato-, pero yo siempre duermo conl acero a mi lado.

    Aram no respondi. Permaneci en pie, inmvil, acaricindose la barba y contemplando la peligrosarma. Luego se retir en silencio y cerr la puerta tras l. Conan corri el cerrojo, cruz la habitacin,bri la puerta del fondo y mir hacia afuera. La habitacin estaba situada en un ala de la casa desde laue se vea el camino que haba al oeste de la ciudad. La puert