Teologos Ante La Instruccion RLT-1984-002-E

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Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" Reacciones de los teólogos latinoamericanos a propósito de la Instrucción LEONARDO BOFF PABLO RICHARD RONALDO MUÑOZ JON SOBRINO JULIO DE SANTA ANA

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Teología de la liberacion ante el Vaticano

Transcript of Teologos Ante La Instruccion RLT-1984-002-E

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    Reacciones de los telogos latinoamericanos a propsito de la Instruccin

    LEONARDO BOFF PABLO RICHARD

    RONALDO MUOZ JON SOBRINO

    JULIO DE SANTA ANA

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    Leonardo Boff

    El documento romano sobre la teol09a de la liberacin suscita una cuestin fundamental y decisiva para una correcta comprensin del si9nifi cado de la teologa de la liberacin. La liberacin de la cual se habla, es un tema terico candente para la co yuntura de miseria del Tercer Mundo, junto con otros temas pertinentes, co mo el trabajo, la sexualidad, la explo sin demogrfica, o es antes que na da un proceso histrico, un fenmeno social apuntando al conjunto social e histrico de los oprimidos, concienti zados y or9anizados en procura de vida de pan de trabajo de participa cin de di9nidad, en una palabra, de una liberacin inte9ral? Segn el senti do que demos a la liberacin, si es co mo tema o si es como accin que libe ra la libertad cautiva (por eso, libera cin), cambia profundamente la comprensin de la Instruccin roma na. En este punto se diferencian las perspectivas, aquella centroeuropea y aquella tpicamente tercermundista y latinoamericana.

    La lectura centroeuropea de la li beracin parte del tema en s. Libera cin es un concepto fundamental de

    la teologa biblica y de la tradicin emancipadora de la cultura moderna. Al abordarlo teolgicamente, el telo go investiga las Escrituras, la tradicin, el magisterio y las opiniones recientes de los telogos. Recons!ruye, en foro ma sistemtica, la idea de liberacin y fundamenta, crticamente el tema. A continuacin, extrae cOAsecuendas para la vida concreta de los fieles en trminos de orientaciones y direc ciones posibles para prcticas futuras y viables.

    La perspectiva latinoamericana y tercermundista parte de otro polo. Verifica el hecho de las prcticas de los oprimidos, cules son sus avan ces, quines son sus aliados; se pre gunta cul es la participacin de los cristianos, de sectores de las Iglesias y de las comunidades eclesiales de bao se en este proceso mayor de libera cin. A continuacin se interroga, qu relevancia tiene este camino y esta prctica para la realizacin del proyecto de Dios? En qu medida este proceso realiza de manera inci piente e histrica el reino de Dios que es de justicia, de fraternidad y de paz? Cmo se relaciona esta libera

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    cin concreta con la salvacin de Je-ss Cristo, ya que l, cuando estuvo entre nosotros, hizo seguramente una opcin por los pobres, cur enfermos y liber oprimidos? Por ltimo, critica a la luz de la fe la presencia de los cristianos y las prcticas de los dems hombres y define acciones concretas en el sentido de reforzar la lucha por la liberacin. A partir de este proce so, desde adentro del compromiso, se procura realizar la reflexin de la fe (teologa) Qu imagen de Dios emer-ge entonces? Qu figura de Cristo se dibuja para el militante cristiano? Qu aspectos asumen el pecado y la gracia? Qu senales confieren concrecin a la esperanza cristiana? Cmo debe ser la Iglesia para poder desempenar su misin liberadora, a partir de su identidad religiosa irre-nunciable?

    La teologa de la liberacin nace del esfuerzo por responder a estas cuestiones planteadas por la prctica de liberacin. El objeto de la reflexin no es slo el tema bblico y tradi-cional, sino principalmente la realidad de la liberacin de los oprimidos. Por el hecho de que este proceso conCre-to est vinculado a Dios, el cristiano se da cuenta de que la liberacin es una realidad abierta hacia adelante y hacia arriba; hacia adelante en el senti-do de no cerrarse sobre las conquis-tas alcanzadas, sino de buscar perma-nentemente formas ms amplias de ejercicio de participacin y de liber-tad; hacia arriba, en el sentido de ele-varse hasta Dios, fuente de toda bs-queda de libertad, que confiere un carcter integral y pleno a la libera-cin, pues ella incluye y exige el per-dn, la reconciliacin y la resurrec-cin de los muertos, principalmente de los cados y los martirizados por causa de la justicia.

    Esta perspectiva constituye la ori-ginalidad de la teologa de la libera-cin a diferencia de otras teologas sobre la liberacin. La cuestin bsica es la referencia a la prctica. Para escribir sobre el tema de la liberacin slo es preciso una sensibilidad mnima para captar su relevancia (de lo contrario no existe inters en abor-darlo), se necesitan fuentes teolgicas abundantes (exgesis, historia, docu-mentacin del magisterio sobre el te-ma, los textos de los telogos que escribieron sobre el asunto), as como capacidad de sistematizacin creado-ra y crtica. Esta tarea puede realizarse en la sala de estudio, dentro de las co-modidades necesarias para toda in-vestigacin seria, fuera de la prctica real de liberacin. A lo sumo es una prctica terica.

    Elaborar una teologa de la libera-cin a partir de la prctica de libera-cin presupone una insercin orgni-ca en un movimiento concreto, en una comunidad de base, en un centro de defensa de los derechos humanos, en un sindicato. Esta inmersin en el mundo de los pobres y de los oprimi-dos confiere al discurso teolgico pathos, mordacidad a veces, iracun-dia sagrada y sentido de practicidad. Existe un inters objetivo por la efica-cacia, porque lo que cuenta al final no es tanto la reflexin teolgica, sino la liberacin concreta de los pobres. Es esta liberacin-acto y no tanto la liberacin-pensamiento la que antici-pa el reino y agrada a Dios. La opre-sin es ms para ser superada que pa-ra ser pensada.

    Cmo se sita la "Instruccin sobre algunos aspectos de la Teologa de la Liberacin" suscrita por el Car-denal J. Ratzinger y el Arzobispo A. Bovone? Se sita claramente dentro

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    de la perspectiva centroeuropea de reflexi6n sobre el tema de la libera ci6n. El texto no parte de la narracin de las luchas de los oprimidos, de sus organizaciones y de la presencia de los cristianos dentro del proceso. Es tos aspectos estn totalmente ausen tes. Parte de la "verdad esencial" de la liberacin, como se dice inmediata' mente en la "Introduccin: Aborda el tema en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, en el magisterio y en los documentos del episcopado latino americano. De all deriva consecuen cias para la prctica futura que an no estn previstas. La estrategia metodo' lgica est definida claramente, "Dis cernir con claridad lo que es funda mental y lo que forma parte de las consecuencias es la condicin indis' pensable para una reflexin teolgica sobre la Iiberaci6n' ("Introducci6n). Este enfoque metodolgico inicial de' termina todo el desarrollo del tema. Es una Konsequenztheologle, como dira el mayor te610go de este siglo, Karl Rahner, recin fallecido, una teologa de las consecuencias de prin cipios y de doctrinas.

    No queremos desmerecer este procedimiento. Simplemente consta tamos, inicialmente, la diferencia entre esta forma de pensar y la forma de pensar latinoamericana. No es una diferencia sin consecuencias.

    La primera conseuencia de esta diferencia de enfoque radica en el hecho de que los telogos latinoame' ricanos difcilmente se reconocern en el texto presentado por las autori dades doctrinarias de Roma. En otro estilo, otro tipo de preocupaciones, otro acento.

    La segunda consecuencia radica en el hecho de que la mayora de las crticas de reduccionismo que se ha

    cen a la teologa de la Iiberaci6n (o mejor, Ias teologas de la liberacin, como prefiere el texto) no afectan en verdad a este tipo de teologa. Los telogos no estn en absoluto negan do la divinidad de Cristo, ni el valor redentor de su muerte, ni la misa ca mo forma de actualizacin del sacrifi cio del Seor y de su presencia eucarstica. En realidad, a partir de la prctica, colocan otros acentos. Par ten de la fe compartida del puebla de que Jess es Dios, de que la misa po see un valor salvfica, etc. Pero enfati zan las dimensiones sociales y los des doblamientos polticos presentes en estas realidades. Finalmente, Jess fue condenado a muerte en un tribunal bajo Poncio Pilatos, celebr la ltima cena en un contexto de amenaza de muerte por parte de los poderes reli giosos e ideol6gicos de la poca, vi vi cierto tipo de relaciones con los pobres, defini una posicin altamen te crtica frente a la riqueza y al poder dominacin. Nuestros maestros me dievales nos ensenaban, abstractio non est negatio, abstraer no significa negar. Tenemos que ver con los nfa sis reclamados por la realidad vivida y sufrida y no con negaciones de ele mentas de la fe presupuestos y vivi dos.

    La tercera crtica se refiere al mar xismo, los te610gos de la liberacin que hacen uso de algunas categoras de la tradicin marxista (especialmen te de Althusser y de Gramsci) lo ha cen a partir de su utilidad prctica, analizando situaciones sufridas por el puebla; no se trata de una reflexin acadmica y sistemtica sobre el mar xismo confrontando con el cristianis mo. No existe un inters por Marx co-mo tal. Marx y sus campaneros intere san en la medida en que ayudan a comprender mejor la realidad de la

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    explotacin y apuntan hacia posibles superaciones del sistema antipopular y excluyente que es el capitalismo. Si Roma hubiese dialogado con los te-logos de la liberacin, si hubiese fre-cuentado la literatura existente sobre esta accin liberadora, habra tenido la oportunidad de captar la diferencia entre un abordaje terico del tema y un abordaje prctico sobre la accin liberadora. Habra mucho ms para

    comentar. Nos alcanzan estas indica-ciones iniciales y la esperanza de que el documento prometido haga ms justicia a la reflexin latinoamericana. Es perifrica y se hace bajo condi-ciones de pobreza, pero puede signi-ficar una contribucin a la Iglesia y principalmente a los oprimidos del mundo entero que posean una refe-rencia religiosa o cristiana.

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    Pablo Richard

    1. Un documento de dIscernI-miento, no de condenacin. Aco-gemos con esperanza esta instruccin sobre la Teologa de la Liberacin, pues no se trata de una condenacin, sino de un discernimiento positivo entre las diferentes corrientes de este movimiento teolgico. 2. Preocupacin pastoral por los pobres V su Justicia. Nos alegra la preocupacin pastoral por los pobres, pues la Instruccin exige que "de ninguna manera debe interpretar se como una desautorizacin de to-dos aquellos que quieren responder generosamente y con autntico espritu evanglico a la opcin prefe-rencial por los pobres" (Introduc-cin). Igualmente nos dice que esta Instruccin "de ninguna manera debe ser interpretada como una aproba-cin, aun indirecta, dada a quienes contribuyen al mantenimiento de la miseria de los pueblos, a quienes se aprovechan de ella, a quienes se re-signan o a quienes deja indiferentes esta miseria" (XI, 1).

    Que esta advertencia impida pues toda manipulacin del docu-mento, por parte de los medios de

    comunicacin, para escandalizar o confundir al pueblo pobre y creyente de Amrica Latina (d. Mrc. 9,42).

    3. Identificacin fundamental con la Instruccin. Por obediencia de fe, amor a la Iglesia y honestidad intelectual, declaro pblicamente mi identificacin fundamental con las declaraciones y advertencias de la Sagrada Congregacin.

    4. ExIste una auttntlca teologfa de la liberacin. Aceptamos como "autntica 'teologa de la liberacin: la que est enraizada en la Palabra de Dios, debidamente interpretada" (VI, 7); este "movimiento teolgico y pas-toral" nace en primer lugar en Amri-ca Latina (111, 2) para discernir e in-terpretar, a la luz del Evangelio. "la poderosa y casi irresistible aspiracin de los pueblos a una liberacin" (1,1).

    5. Fundamentos blbllcos de la teolog!a de II Ilberacl6n. Acepta-mos que "una teologa de la libera-cin correctamente entendida consti tuye una invitacin a los telogos a profundizar ciertos temas bblicos esenciales, con la preocupacin de las cuestiones graves y urgentes que

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    planteen a la Iglesia tanto la aspiracin contempornea a le liberacin como los movimientos de liberacin que le hacen eco ms o menos fielmente. No es posible olvidar ni un solo instante las situaciones de miseria dramtica de donde brota la interpretacin as lanzada a los telogos" (IV, 1).

    Referente a esta hermenutica blbllc8 liberadora, concordamos con el documento que dice, "El error no est aqu en prestarle atencin a una dimensin poltica de los relatos biblicos. Esti en hacer de esta dimen sin la dimensin principal y exclusi-va, que conduce a una lectura reduc-tora de la Escritura" (X,5).

    Aceptamos por lo tanto los fun damentos biblicos y advertencias her-menuticas ofrecidas por la Instruc-cin, especialmente sobre la libera-cin radical del pecado, la ley y la car-ne para vivir una vida segn el Espritu; la liberacin histrica del Exodo, donde "Dios es reconocido como el Liberador" (IV, 3.4); Y la pre-sencia misteriosa de Jess en el pobre, segn MI. 25,31-4 (IV,9), que ha constituido la experiencia espiri-tual ms original y fecunda de la teologa de la liberacin.

    6. Maslsterlo y teolosa de la li-beracin. Aceptamos la orientacin que se nos dirige a los telogos, "Conscientes del carcter eclesial de su vocacin, los telogos colaborarn lealmente y en espritu de dilogo con el Magisterio de la Iglesia" (XI, 4). Aceptamos los textos magisteriales del documento M, pues responden al desafo proclamado por la Instruc-cin, "Para responder al desafo lan-zado e nuestra poca por la opresin y el hambre, el Magisterio de la Iglesia, preocupado por despertar las con-ciencias cristianas en el sentido de la

    justicia, de la responsabilidad social y de la solidaridad con los pobres y oprimidos, ha recordado repetidas veces la actualidad y la urgencia de la doctrina y de los imperativos conteni-dos en la Revelacin" (V,1).

    7. Rechazo de una falsa teolosl. de la liberacin. Rechaza-mos, con los trminos y argumentos de la Instruccin de la Sagrada Congregacin, toda produccin teo-lgica, que bajo el nombre de "teologa de la liberacin," propone una "interpretacin innovadora del contenido de la fe y de la existencia cristiana que se aparta gravemente de la fe de la Iglesia" (VI,9). Especialmen-te rechazamos toda teologa que ten-ga como raz la "ideologa marxista" o una "hermenutica dominada por el racionalismo," tal como son interpre tadas por la Instruccin (VI,10).

    Rechazamos igualmente toda teologa que pretendiera tomar del marxismo su ncleo ideolgico," que ejercera la funcin de "principio de-terminante" de la reflexin teolgica (VIII, 1). Para nosotros la nica rarz de la teologa es la vivienda espiritual de Dios en el mundo de los pobres y en la lucha por la justicia. No reconoce-mos otro principio determinante de nuestra reflexin teolgica que no sea la Palabra viva de Dios interpretada en el seno de la comunidad eclesial.

    B. Uso positivo de las ciencias sociales en la teolosa de la libera-cin. Referente a la utilizacin de las ciencias sociales, reconocemos la afir-macin del documento, "Es evidente que el conocimiento cientfico de la situacin y de los posibles caminos de transformacin social es el presu-puesto para una accin capaz de con-seguir los fines que se han fijado. En ello hay una senal de la seriedad del compromiso" (VII, 3).

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    Reconocemos igualmente la nece-sidad de "un e~amen crtico de natu-raleza epistemolgica-' para superar la "fascinacin casi mtica" de la teora que se impone como necesaria, por el solo hecho de presentarse co-mo "cientfica" (VII, 4).

    Aceptamos con el m~imo rigor el principio establecido por la Sagra-da Congregacin de que "la utiliza-cin por la teologa de aportes filos-ficos o de las ciencias humanas tiene un valor 'instrumental' y debe ser ob-jeto de un discernimiento crtico de naturaleza teolgica. Con otras pa-labras, el criterio ltimo y decisivo de verdad no puede ser otro, en ltima instancia, que un criterio teolgico" (VII, 10).

    9, Rechazo de un marxismo Ideolgico V de una determinacin polftlca radical de la vida cristiana_ Aceptamos en el caso del marxismo la crtica y el discernimiento como nece-sarios para discriminar una concep-cin totalitaria del mundo que integra la observacin y el anlisis de la reali-dad en una estructura filosfica Ideolgica (VII, 6). Rechazamos espe-cialmente el materialismo metaffsico y la fllosoffa atea. Rechazamos as un marxismo ideolgico que reduce el conocimiento cientfico, la concien-cia, la verdad y la tica a la lgica ne-cesaria y absoluta de la lucha de cia-ses (VIII, 2-7).

    Rechazamos igualmente una con-cepcin terica de la lucha de clases, como ley absoluta, que determinara todos los campos de la e~istencia, re-ligiosos, ticos, culturales e institu-cionales (VIII.S).

    Rechazamos tambin una "teo-loga de la liberacin" que negara la realidad teologal de la fe, esperanza y

    caridad y que significara una politiza-cin radical de la fe y de los juicios te-olgicos, subordinndolo todo a un criterio puramente pOltico (lX,S-7).

    10, Discernimiento ecleslolgl co. Concordamos con los criterios eclesiolglcos de la Instruccin de la congregacin romana. Rechazamos, en consecuencia, toda reduccin so-ciolgica y poltica de la Iglesia, que niegue su realidad especfica como gracia y misterio de fe (IX,S).

    Reconocemos con gozo y espe-ranza la significacin positiva que el documento atribuye a la definicin "Iglesia de los pobres" (IX,9) y a la e~presin "Iglesia del pueblo" (IX,ll). Nos identificamos con el documento cuando propone, "La Iglesia, que quiere ser en el mundo entero la Igle-sia de los pobres, intenta servir a la noble lucha por la verdad y por la jus-ticia, a la luz de las Bienaventuranzas, y ante todo de la bienaventuranza de los pobres de corazn" (XI,S).

    Nos alegramos que la Instruccin reconozca positivamente "una correccin fraternal respecto a los pastores de la Iglesia cuyo comporta-miento no refleja el espritu evangli-co de servicio y se une a signos anacrnicos de autoridad que escan-dalizan a los pobres" (IX,13). Sera, sin embargo, un absurdo teolgico supo-ner una teologa de la liberacin que "denuncia la jerarqua y el Magisterio como representantes objetivos de la clase dominante que es necesario combatir" (IX,13 Y X,l). Igualmente absurdo sera una teologa que consi-derara las relaciones entre la jerarqua y la "base" como "relaciones de do-minacin que obedecen a la ley de la lucha de clases" (X,lS). Si surgieran ta-les teologas falsamente liberadoras, jams nos identificaramos con ellas.

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    11. Discernimiento crlstolgl co. La teologa de la liberacin autn tica. con la cual nos identificamos, re-conoce en toda su integridad la per-sona de Nuestro SeMr Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre (X,7) y confiesa siempre su fe en el "Verbo encarnado, muerto y resucita-do por todos los hombres" (X, 11). Va-lorizamos, contra una hermenutica racionalista, al Jess de la historia, sin oponerlo jams al Cristo de la fe_ El rescate del Jess de la historia, con to-da su radicalidad evanglica, no signi-fica reducirlo a un hecho puramente politico, donde Jess no sera ms que un smbolo (X,11-12).

    12. Valoracin de la prctica para la teologa de la liberacin. Reconocemos que la Instruccin res-cata lo positivo de la teologa de la li-beracin referente a la "prctica,' "La experiencia de quienes trabajan di-rectamente en la evangelizacin y promocin de los pobres y oprimi-dos es necesaria para la reflexin doctrinal y pastoral de la Iglesia. En este sentido, hay que decir que se to-me conciencia de ciertos aspectos de la verdad a partir de la praxis, si por sta se entiende la prctica pastoral y una prctica social de inspiracin evanglica" (XI, 13)_

    13. Oportunidad de valorizar ciertos elementos teolgicos. Con-cordamos con el documento de la congregacin para la doctrina de la fe, en la oportunidad de acentuar siempre la "trascendencia y gratuidad de la liberacin en Jesu-cristo," la "verdadera naturaleza de los medios de salvacin," la "verda-dera significacin de la tica," el "sen-tido autntico del pecado, la necesi-dad de la conversin y la universali-dad del amor fraterno;" insistimos

    con el documento en el carcter especifiCO del reino de Dios, en las trascendencia de la persona humana y en el respeto a la religiosidad del pueblo (XI, 17).

    14. Puntos crticos en la Ins-truccin de la congregacin roma-na. a) No se valoriza la espiritualidad,

    que es la raz especifica y la ma-yor riqueza de la teologa de la li-beracin_

    b) Est ausente en la Instruccin lo que Puebla (No_ 1147) llama "el potencial evangelizador de los pobres," es decir, la capacidad del pueblo pobre y creyente lati-noamericano de discernir, expre-sar y reflexionar teolgicamente el sentido de la fe.

    c) Se desconoce la importancia fun-damental y determinante de las Comunidades Ecleslales de Ba-se, que es el espacio eclesial donde ha nacido y madurado la teologa de la liberacin_

    d) La perspectiva global del docu-mento de la Sagrada Congrega-cin para la Doctrina de la Fe es ajena y extra~a al Tercer Mundo. Se desconoce la tradicin inte-lectual y la metodologla de tra-baJo que con tanto esfuerzo y sacrificio ha surgido en los pases pobres. Entre nosotros existe una nueva manera de pensar y de ha-cer teologa, que es ignorada por el documento.

    e) En la articulacin de la teologa con las ciencias sociales el do-cumento establece principios b-sicos que nosotros valoramos, pero tememos que el documento oriente la discusin de esta articu-lacin en un sentido equivocado. No quisiermos que la Iglesia in-

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    terviniera en apreciaciones cientficas, repitiendo su trgica equivocacin con Galileo Galilei y tantos otros.

    f) Encontramos en el documento muy poco espritu crtico y capa-cidad de discernimiento frente a tantas doctrinas dominantes que pueden ser ms peligrosas para la fe que ciertas corrientes del mar-xismo. Nos referimos a las doctri-nas neo-positivistas y a ideologas neo-conservadoras, como asimis-mo a las perversiones ideolgicas de la doctrina de la seguridad na-cional. Quisiramos una Iglesia que tuviera especialmente miedo de equivocarse con las ideologas del mundo rico, y no una Iglesia con tanto miedo de equivocarse del lado de los pobres en sus in-tentos de elaborar una ciencia y una doctrina social liberadoras.

    g) Tememos que la Instruccin sobre algunos aspectos de la teologa de la liberacin, que es un docu-mento positivo de discernimiento y no de condenacin, sea mani-

    pulado para legitimar una perse-cusin contra el pueblO cristiano -sus comunidades y telogos-que hoy toma conciencia de su dignidad y del sentido evanglico de la justicia. Lamentamos profun-damente que ya exista un --resu-men del documento," elaborado por la congregacin romana, que se orienta peligrosamente en tal sentido, al suprimir la preocupa-cin pastoral por los pobres y to-das las referencias positivas del texto original. Quisiramos terminar adhirindo-

    nos a la declaracin de nuestro obis-po Monseor Romn Arrieta, presi-dente de la conferencia episcopal de Costa Rica y del secretario episcopal de Amrica Central, sobre la Instruc-cin de la Sagrada Congregacin para la Doctrina de la Fe, especialmente cuando dice, "la opcin preferencial por los pobres, lejos de amenazar con dividirnos, se convertir en el ncleo ms fuerte de nuestra cohe-sin y unidad."

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    Ronaldo Muoz

    1. En primer lugar, reconozco con gratitud la vigorosa y fundamen-tada reafirmacin que hace el docu-mento de la Santa Sede del compro-miso evanglico de la Iglesia con la asplracl6n eH: los pobres y oprimi-dos del mundo a la IIberaci6n, y su advertencia de que "de ninguna ma-nera podr (el mismo documento) ser-vir de pretexto a quienes se atrinche-ran en una actitud de neutralidad y de indiferencia ante 105 trgicos y urgen-tes problemas de la miseria y de la in-justicia" (Introduccin, captulo 1, 111, IV, V Y XI, 1-2).

    2. Me adhiero lealmente y en obe-diencia responsable a las "Orienta-ciones" pastorales con las que el do-cumento culmina (captulo XI). En par-ticular, me adhiero con conviccin al prrafo 4 del mismo captulo, "Cons-ciente del carcter eclesial de su vo-cacin, los telogos colaborarn leal-mente y en espritu de dilogo con el Magisterio de la Iglesia. Sabrn reco-nocer en el Magisterio un don de Cris-to a su Iglesia y acogern su palabra y sus instrucciones con respeto filial."

    3. Con mayor razn, me adhiero sin reservas a los Juicios doctrinales

    sobre la fe contenidos en el cuerpo del documento. Las tesis o interpreta-ciones "reductoras" que all se descri-ben como desviaciones y corrupcin de la fe cristiana, efectivamente lo son, como debe ser evidente para to-do fiel catlico. As, por ejemplo, des-conocer la realidad del pecado como raz de toda esclavitud humana, in-terpretar el Evangelio como un men-saje de liberacin puramente socio-econmica y poltica, negar la fe en el Verbo encarnado que muri y resuci-t por todos los hombres, identificar a Dios y la historia y "definir" la fe co-mo fidelidad a la misa, considerar a la Iglesia como una organizacin social meramente humana, etc. (Introduc-cin, captulos VI, IX Y X).

    4. Me adhiero tambin a los gran-des principios antropol6glcos, so-ciales y tlco-poltlcos que el docu-mento reafirma en cuanto implicados en la concepcin cristiana del hombre y de la historia. As, por ejemplo, la necesidad de conversin de las per-sonas para llegar a una sociedad nueva, la conviccin de que la indis-pensable transformacin revoluciona-ria de las estructuras capitalistas y dic-

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    tatoriales no produce automticamen-te una sociedad justa y fraterna, la ne-cesidad del discernimiento evangli-co de las concepciones "cientficas" de la economa y de la sociedad, el rechazo de los caminos de accin que implican "el recurso sistemtico a la violencia," etc. (Captulos 11, VIII Y XI, 5-11).

    5. Reconozco que la teologa lati-noamericana -confrontada en los dos ltimos decenios con graves y ur-gentes desafos para la fe y la prctica cristianas- ha presentado a veces expresiones ambiguas y desarrollos poco maduros. Pero, por lealtad ecle-sial, debo dar testimonio de que no conozco, en Chile ni en Amrica Latina, telogos que sostengan las in-terpretaciones "reductoras" de la fe descritas por el documento, ni que nieguen esos grandes principios de la concepcin cristiana del hombre y de la sociedad.

    6. Que tan graves desviaciones sean imputadas -sin mayor preci-sin- a "ciertas corrientes" de la teologa latinoamericana, proyecta una sospecha sobre la fidelidad de to-do ministerio teolgico que pueda ser inscrito en la "teologa de la libera-cin," aunque -como es el caso de la gran mayora en Amrica Latina-esos telogos hayan trabajado siempre en leal colaboracin con la jerarqua de sus iglesias. Por responsa-bilidad pastoral frente al pueblo de Dios y por justicia para los telogos, me parece indispensable que se acla-re con precisin a qu telogos se hacen tan graves Imputaciones y con qu fundamento concreto en sus escritos y enseanzas, dndoles a ellos la oportunidad de defenderse, explicarse mejor o rectificarse.

    7 _ El documento de la Santa Sede

    parece sugerir que tal aclaracin sera superfl.u_a, puesto que la teologa de la hberaClon -o algunas corrientes de la misma cuyos lmites no se precisan-estara viciada de ralz en virtud de estos dos principios: a) Que el marxismo sera un sistema

    totalizante de tal fuerza lgica y persuasiva, que sera imposible admitir elementos de sociologa marxista, sin ser arrastrado a ad-mitir toda la visin filosfica y la prctica histrica del marxismo hasta sus formas ms ateas, an: tihumanas y violentas (Introduc-cin y captulo VII).

    b) Que la teologa de la liberacin "debe ser criticada no en tal o cual de sus afirmaciones, sino en el nivel del punto de vista (marxis-ta) de clase que adopta a priori y que funciona en ella como un principio hermenutico determi-nante" (captulo X, 2). 8_ En virtud de esos dos princi-

    pios, no parece interesar tanto lo que los telogos de la liberacin piensan y ensean "de hecho," cuanto la cons-truccin (hipottica) de lo que "se su-pone" que piensan. Con lo cual, me atrevo a preguntarme si el documento no habr sido escrito con la m isma ac-titud no-dlalogante que se atribuye a los telogos impugnados, "Argu-mentos y enseMnzas no son examina-dos en s mismos, pues slo reflejan los intereses de clase. Por ello, su con-tenido es decretado, en principio, fal-so" (captulo X,1).

    9. Sobre el primer principio (a) mencionado en mi punto 7, creo mi deber explicar lo siguiente, 1) Que no logro ver cmo un tal

    principio pueda ser enseado magisterialmente en nombre de la tradicin de la Palabra de Dios re-

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    238 REVISTA LATINOAMERICANA DE TEOLOGIA

    velada. Y creo legtimo preguntar' se si no podra constituir ms bien una apreciacin histrica, ideol' gicamente condicionada, anloga a las apreciaciones sobre los de rechos humanos y la democracia que formularon los papas ante-riores a Len XIII.

    2) Que nuestra experiencia en Am-rica Latina ms bien desmiente ese principio, ya que es aqu bas-tante corriente en el pueblo cris-tiano la asimilacin serena de perspectivas marxistas de los conflictos sociales, sin experimen-tar por eso la tentacin de adop-tar una filosofa marxista global.

    3) Que, por el contrario, el marxis-mo nos deja bastante en eviden-cia sus grandes vacos como con-cepcin global, y -particular-mente en sus corrientes positivis-tas y leninistas- sus graves contradicciones histricas y ttico-polticas.

    4) Que los telogos latinoamerica' nos sostenemos la creeencia y ve-rificamos en nuestra prctica pas-toral: que el Evangelio es ms glo-balizante )' mlis fuerte que el mar-xismo en cualquiera de sus for-mas; que por lo mismo, cuando los creyentes confrontamos ho-nesta y crticamente nuestra fe con el marxismo, es la fe la que "asimila" elementos del marxismo en una sntesis cristiana, y no vice-versa; y, que este mismo fenme-no es coherente con lo que ha ocurrido a lo largo de toda la his-toria de la Iglesia cuando el men-saje cristiano es confrontado se-riamente con las grandes corrien-tes del pensamiento humano.

    S) Que en esta linea nos sentimos confirmados por la prlictica del

    magisterio pontificio reciente, el que asimila elementos importan-tes de antropologa i sociologa marxista. As, en las encclicas de Juan Pablo 11: la "alienacin" que sufre el hombre de los frutos de su trabajo, como "el captulo principal del drama de la existen-cia humana contempornea" (RH, 15); el reconocimiento de que "un mecanismo defectuoso est en la base de la economa con-tempornea y de la civilizacin materialista, el que no permite a la familia humana alejarse de si-tuaciones tan radicalmente injus-tas" (DM, 11); la distincin entre "trabajo objetivo" y "trabajo sub-jetivo," la constacin del conflic-to profundo entre el minoritario "mundo del capital" y el mByori-tario "mundo del trabajo," la in-sistencia en la indispensable soli-daridad de los trabajadores en su lucha por un orden social justo, etc. (lE, 5,6,8,11,20).

    6) Que entre nosotros la confronta-cin cristianismo-marxismo-espe-cialmente en grupos ms politiza-dos ele clase media y (para C~ile) en el perodo 1967-73- no siempre ha sido llevada con sufi-ciente madurez y lucidez crtica. Que los telogos latinoamerica-nos somos conscientes de los desafos que presenta esta cues-tin, y estamos trabajando en ello en conjunto con diversos grupos cristianos y en comunin con nuestros Pastores.

    10. Sobre el sesundo principio (b) mencionado en mi punto 7, debo aclarar que los nicos "principios her-menuticos determinantes" para nuestra lectura de la Palabra viviente de Dios, son estos dos, que por la na-

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    REACCIONES DE LOS TEOLOGOS LATINOAMERICANOS ... 239

    turaleza misma del Evangelio y el se-guimiento de Jesucristo, considera-mos inseparables y correlativos: la co-munin eclesial y la liberacin de los oprimidos. Sobre cada uno de stos, debo explicar lo siguiente: 1) Que la comunin eclesial la

    consideramos fundamentalmente en el nivel b~sico de la comunin de hermanos que comparten la fe y la oracin, la misin evangeliza-dora y el servicio; pero tambin y necesariamente, en el nivel de la pertenencia a una Iglesia jero!ir-quicamente organizada, en co-munin con la Iglesia universal con su Tradicin y su Magisterio. Que, precisamente, nuestro ministerio teolgico tiene como matriz y preocupacin prioritaria, la expe-riencia espiritual y la pr~ctica libe-radora de comunidades ecle-siales que viven la comunin ca-tlica desde las mayoras oprimi-das.

    2) Que la liberacin de 105 oprimi-dos es para nosotros en concreto la de las mayoras empobrecidas y reprimidas de nuestro continen-te, con sus rostros personales y con toda su compleja realidad socio-econmica, tnico -cul-tural y religiosa; en su "li-beracin" la entendemos y queremos servirla en toda su in-

    tegridad humana y cristiana, y con todas sus proyecciones; que situados en el "lugar social" de las mayoras pobres y mirando la sociedad global con su perspecti-va, pensamos correr menores riesgos de una visin parcial e ideolgica que si estuviramos en el "lugar" de los sectores privile-giados; que, caminando con los pobres y oprimidos de la tierra, damos testimonio con alegra de la presencia liberadora que all re-conocemos del Dios de .Jesucris to, y de la mayor esperanza que de ello se sigue para la humani-dad entera; que para la liberacin de los oprimidos del "Tercer Mundo" y de toda la humanidad, no podemos dejllr de denunciar y combatir evanglicamente el tremendo poder idolatrico, explotador y genocida del siste-ma geo-econmico, geo-polltico e ideolgico que tiene su centro en el llamado "Occidente cris-tiano."

    Santiago de Chile, 8 de septiembre de 1984. Da del natalicio de MarTa. Da del traslado de los restos de nuestro misionero mrtir, P. Andrs Jarlan, testigo de Cristo entre los opri-midos, asesinado hace cuatro das por la represin.

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    240 REVISTA LATINOAMERICANA DE TEOLOGlA

    Joo Sobrino

    la Instruccl6n sobre elgunos aspectos de le teologa de la libera-cl6n tiene como fin especfico "atraer la atencin de los pastores, de los telogos y de los fieles sobre los graves peligros en que incurren algu-nas de las teologas de la liberacin" (Introduccin). Como fiel y como to-logo he ledo la Instruccin. Como fiel en primer lugar, pues ms primigenia y m~s importante que la teologa es la misma vida de la Iglesia y en Amrica latina, en concreto, los sufrimientos y las esperanzas de los pobres por los cuales la Iglesia debe hacer una op cin preferencial, y la fe, la esperanza, el compromiso y el martirio de los pobres creyentes que la Iglesia debe recoger y en lo que tambin se debe inspirar para realizar su misin. Esa es la ptica principal desde la que he ledo la Instruccin. Pero la he ledo tamo bin como telogo y como telogo afectado porque en la Instruccin. aunque no se citen textos ni nombres, se recogen afirmaciones de un escrito anterior del Cardenal Ratzinger en el cual se me cita textualmente.

    Mons. Quarracino ha dicho que por su misma naturaleza la Instruccin

    "debiera provocar un di~logo profun do y sereno entre telogos en el inte-rior de la Iglesia." Con ese espritu de

    di~logo y con el deseo de que el de bate generado produzca m~s bienes que males para la teologa, para la Iglesia y sobre todo para los pobres de Amrica Latina quisiera ofrecer las siguientes reflexiones.

    1. La Instruccin me parece suma-mente importante por lo que dice de la liberacin y de la teologa. Por lo que toca a la liberacin, la Instruccin reconoce la espantosa situacin de opresin del continente -opresin que descriptivamente es analizada comenzando con la opresin histri ca y socio-econmica-, la justa y legtima aspiracin de los pueblos a su liberacin y de ah la urgente e ine ludible obligacin de la Iglesia de ha cer la opcin por los pobres, que no debe ser de ninguna forma mitigada ni excusada por los peligros que de nuncia la Instruccin. Por lo que toca a la teologa, acepta la posibilidad y, novedosa mente, impone la exigencia de hacer objeto suyo la liberacin. Ms an, reconoce a veces implcita, a veces explcitamente que lo que ya

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    REACCIONES DE LOS TEOLOGOS LATINOAMERICANOS ... 241

    hay de teologa de la liberacin ha servido de hecho para redescubrir importantes contenidos de la Escritu-ra; que algn tipo de analisis social es legtimo y necesario en la teologa; que incluso la prctica, en cuanto practica pastoral y en cuanto prctica social guiada por el evangelio, es una ayuda eficaz para el quehacer teolgi-co. Reconoce que la teologa de la li-beracin no puede ser comprendida como teologa regional, aplicacin ti-ca de una teologa ya constituida con independencia lgica del tema de la liberacin, sino como verdadera teologa sistemtica que trata y da res-puesta a toda la tematica teolgica.

    Esto significa, de hecho, que en la Iglesia ya est In posesione lo que hace 20 a~os no lo estaba y que el movimiento de la teologa de la libera-cin ha sido insustituible para ello y mas eficaz que otras teologas e inclu-so que la doctrina o ense~anza social de la Iglesia, la cual ha ido abrindose al tema de la liberacin a medida que objetivamente ha sido forzada por el movimiento de la teologa de la libera-cin. Indudablemente, segn la Ins-truccin, habr que cuidar, purificar el tema de la liberacin; pero sta se ha hecho ya referencia obligada y obligante para la Iglesia y para la teologa. En principio, la liberacin de los pobres se ha convertido en tema central de la misin pastoral y de la teora teolgica de la Iglesia.

    Pero junto a este reconocimiento, en la Instruccin hay una larga serie de advertencias y acusaciones -aun-que se evita el lenguaje condenatorio- hacia una teologa de la liberacin que se inspira en el mar-xismo y en su teora y prctica de la lucha de clases que viciara de raz to-dos los contenidos teolgicos y

    conducira ademas a peores esclavitu-des. Esa teologa sera, por lo tanto, esprea e ineficaz. El listado de mani-pulaciones y errores que de ah se derivaran es verdaderamente impre-sionante, tal como aparece en los captulos VII-X de la Instruccin. Por recordar los mas nefastos y funda-mentales, la teologa de la liberacin hara desaparecer el carcter trans-cendente de la distincin entre el bien y el mal, hara a Dios superfluo en favor del dinamismo propio de la his-toria y de la lucha de clases, negara la divinidad de Cristo, la novedad radi-cal del Nuevo Testamento, la realidad sacramental de la Iglesia y un largo et-ctera. Ledos y reledos estos captulos producen escalofros a cual-quier cristiano y a cualquier telogo. Si la teologa de la liberacin o cual-quier otra dicen lo que la Instruccin dice que dicen entonces operaran realmente un vaciamiento fundamen-tal de la revelacin y de la fe, bien por absoluta incompetencia, bien por in-genuidad o bien porque habran ab-dicado realmente de la fe cristiana.

    La Instruccin no dice con clari-dad si, en qu medida, cun explcita o implcitamente aparecen esos cra-sos errores en los telogos de la libe-racin. No se sabe por ello exacta-mente si la Instruccin es condena ob-jetiva de lo que ya se ha escrito o una advertencia en lenguaje hiperblico para que no se lleguen a escribir tales cosas. Pero ah estn formuladas. Y si todo fiel cristiano tiene que estar dis-puesto a dar razn de su esperanza, todo telogo tiene que estar dispues-to, ademas, a dar razn de su fe y de la ortodoxia de su teologa, bien por-que se lo exija el Vaticano o el ms hu-milde de los campesinos. Por ello, con ocasin de la Instruccin tan publici-

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    REVISTA LATINOAMERICANA DE TEOLOGIA

    tBdB mundialmente, varios te610gos han reefirmBdo su fe y su ortodoxia, como puede verse en este nmero de la revista, y en relaci6n explcita a lo que la Instrucci6n exige de fe '1 de or-todoxia_ Personalmente slo puedo anadir a lo que ya han dicho otros que el marxismo no es en modo algu-no principio determinante de mi teologa y que he procurado siempre mantener y potenciar las verdades fundamentales de la fe que la Instruc-ci6n ve puestas en duda_ En un punto de suma importancia dice la Instruc-ci6n: "Es cierto que se conservan lite-ralmente las f6rmulas de la fe, en par-ticular la de Calcedonia, pero se le atribuye una nueva significacin, lo cual es una negaci6n de la fe de la Iglesia_ Por un lado se rechaza la doctrina cristolgica ofrecida por la Tradici6n, en nombre del criterio de clase; por otro, se pretende alcanzar el "Jess de la historia" a partir la ex-periencia revolucionaria de la lucha de los pobres por su liberacin" (X,9)_

    No conozco a ningn te610go de la Iiberaci6n connotado que haga tal tratamiento de la f6rmula de Calcedo-nia ni del Jess de la historia_ Personal-mente s610 puedo anadir que no ha sido s!I mi intencin; que no lo sea as objetivamente, es cosa de otros el juzgarlo_ El P_ Alfaro, al menos, as lo ha mostrado en un artculo publicado en el nmero anterior de esta revista.

    La Instrucci6n se ha convertido en ocasi6n y en necesidad pr~ctica de que los te610gos reafirmemos nuestra fe y nuestra adhesi6n a la doctrina or-todoxa de la Iglesia, aunque en la Ins-trucci6n sta s610 parece muchas ve-ces sub specle contrarll a travs de lo que condena. As lo hacemos con gusto; reafirmamos y nos adherimos a la fe de la Iglesia. A otros toca y

    especficamente a la Congregaci6n para la Doctrina de la Fe juzgar de la objetividad de nuestra teologla. 5610 desearamos que en su proceder, y en el de los te610gos, fuese una reali-dad el "presupuesto" que pone San Ignacio al comienzo de los Ejercicios Espirituales: "Para que as el que da los exercicios spirituales como el que los recibe, ms se ayuden y se apro-vechen, se ha de presuponer que to-do buen christiano ha de ser ms prompto a salvar la proposicin del prximo que a condenarla; y si no la puede salvar, inquira c6mo la entien-de, y si mal la entiende, corrijale con amor, y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendindola, se salve" (n.22).

    2. Dicho todo esto con sinceridad, sine ira et studio, Y si lo que hemos dicho es verdad, entonces algo muy importante est ocurriendo para la Iglesia y para la teologa con la revalori-zacin de la liberacin, pero algo tam-bin preocupante y peligroso para la teologa, la Iglesia y la liberaci6n de los pobres. Pues, c6mo es posible que, por una parte, el Vaticano haga tan graves acusaciones, que sienta la imperiosa necesidad de escribir y di-fundir masivamente un documento universal para contrarrestar los efec-tos del error, y por otra parte, que los te610gos afectados nieguen que les afecte, se adhieran sin reservas a la verdad contraria a los errores enume-rados y, ms an, afirmen que una fi-nalidad importante de su teologa sea la de posibilitar y potenciar, en un continente de pobres creyentes, la fe y la fe ortodoxa?

    Esta situaci6n es verdadermente an6mala y peligrosa. Tratando de en-tender desde Amrica Latina por qu se ha escrito la Instrucci6n de esta for-

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    REACCIONES DE LOS TEOLOGOS LATINOAMERICANOS ... 243

    ma, hay que empezar reconociendo que la teologa de la liberacin tiene limitaciones, que ha puesto nfasis en algunos temas que han podido ser in-terpretados como reduccionistas. Tampoco se puede excluir que la teologa de la liberacin haya podido ofrecer a algunos la ocasin para una lectura ms exclusivamente pOlitizan-te de la Escritura y de la fe, aunque ello se deba no a la naturaleza y din6-mica interna de la teologa de la libe-racin, sino a disposiciones y expec-tativas previas de algunos de sus lec-tores, como sucede con otro tipo de teologas. Estas realidades, magnifica-das exageradamente, han podido lle-var a escribir la Instrucccin. Tambi{n hay que tener en cuenta que la teologa de la liberacin ha sido eficaz para expresar la novedad de la Iglesia Latinoamericana desde Medelln, no-vedad que por s misma hace ya difcil su captacin y la de la teologa que la expresa, y ha cooperado a que la Iglesia sea ms evanglica, lo cual siempre tiene tambin consecuencias desagradables como la desunin que genera intraeclesialmente a todos los niveles, porque el pecado del mundo divide a la Iglesia, los gravsimos problemas con gobiernos, con quienes en tanto autoridad la Iglesia desea estar a buenas, las amenazas, la persecucin, los asesinatos de obis-pos, sacerdotes, religiosas y dems fieles cristianos. Evitar o minimizar esas consecuencias desagradables que la teologa de la liberacin ha explicitado, por ser evanglicas, ha podido ser otro de los motivos. Quizs est de fondo el inters por mantener al mundo occidental, con-vencionalmente democrtico y cultu-ralmente cristiano, como el mundo connatural a la Iglesia y a Dios, cosa que cuestiona la teologa de la libera-

    cin no primaria y necesariamente en nombre del marxismo, sino en nombre del evangelio.

    Todo esto ha podido llevar a que en el Vaticano se tome por error lo que es limitacin, se tome por reduc-cionismo mutilante de la fe lo que es nfasis, se tome por finalidad lo que es ocasin no buscada, se tome por juego al marxismo lo que es fidelidad evanglica, se tome por ataque lo que es profeca y verdadero amor a la Iglesia.

    Por estas y otras razones la Ins-truccin desfigura seriamente a la teologa de la liberacin; parece no conocerla bien en lo que cita supues-tamente de ella y no conocerla bien en aquellO a lo que ni siquiera alude. El silencio sobre la ingente produc-cin sobre espiritualidad en la teologa de la liberacin es un ejemplo clamoroso. Pero lo mas serio es que, leda desde Amrica Latina, la Instruccin parece no poder enten-der la teologa de la liberacin que critica, por la d~erencia en mtodo y talante teolgicos. La Instruccin slo parece conocer un mtodo funda-mental, mientras que los telogos de la liberacin son ms conscientes de su diversidad, precisamente porque algunos tienen la experiencia teolgi-ca del primer mundo por nacimiento y/o por formacin y la experiencia teolgica de Amrica Latina. la instruc-cin adopta un mtodo teolgico fun-damental unilateralmente desde la doctrina hacia la realidad, desde la universalidad hacia la concreci6n lati-noamericana. los telogos de la libe-racin conocen ese mtodo y no lo excluyen, al contrario usan los al'Ortes positivos que ha producido. Pero anaden y lo complementan con el movimiento inverso, desde la reali-

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    244 REVISTA LATINOAMERICANA DE TEOLOGIA

    dad hacia la doctrina, desde la expe-riencia de la realidad y la prctica sobre ella; con lo cual no estn cayen-do en un sociologismo porque admi-ten y exigen un tratamiento tambin estrictamente teolgico de la reali-dad_ Eso es lo que significa una teo-loga fundamentada en los signos de los tiempos. Lo que haya de doctrina previa es importante para des-cubrirlos, pero no suficiente; y una vez descubiertos son doctrinizables teolgicamente y potencian doctrinas anteriores. Dicho con toda sencillez, a la teologa le toca hablar desde lo que ya sabe, pero le toca aprender desde la realidad tal como se le va manifes-tando, lo cual suele modificar y po-tenciar su hablar previo.

    Pero adems, y aqu esta, cree-mos, lo ms diferenciador, la teologa de la liberacin acepta y asume lo que sorprendente y admirablemente dijo Puebla sobre "el potencial evan-gelizador de los pobres." Estos no son slo destinatarios privilegiados del amor de Dios, sino tambin de su manifestacin, anade la teologa de la liberacin; y no debieran ser slo des-tinatarios previlegiados de la accin de la Iglesia, sino inspiradores de su fe y, por ello, tambin de su teologa.

    Estas afirmaciones pudieran ser aceptadas terica y doctrinalmente, pero se convierten en afirmaciones reales cuando se tiene una experien-cia real de ello. Los telogs de la li-beracin afirman en general que tienen experiencia de ello, que esa ex-periencia les ha ayudado a hacer teologa para la actualidad, pero tam-bin para recuperar lo central de teologas pasadas y de la misma reve-lacin de Dios_ Afirman, por lo tanto, que la revelacin de Dios y la doctrina basada en ella son insustituibles en la

    teologa, pero afirman tambin que el mundo de los pobres, en su realidad, no slo en su concepto, en su interpe-lacin y en su fe realizada es tambin insustituible para la teologa.

    Aqu est la diferencia de fondo al nivel estrictamente teolgico, junto a otras diferencias motivadas por inte-reses, gustos o disgustos. Pero para captar la diferencia y verla como enri-quecedora hay que tener experiencia de la realidad y de la fe de los pobres, y de su potencial tambin para la teologa.

    Si no se capta esa diferencia, en-tonces una misma afirmacin puede ser leda muy diversamente, como por ejemplo el significado preciso de la "muerte politica" de Jess, aludido en la Instrucccin. Los cristianos cre-yentes de Amrica Latina no dudan de que el asesinato de Mons. Romero y de tantos miles de creyentes fue una muerte poltica; es decir, que fueron asesinados por las consecuen-cias politicas de sus palabras y ac-ciones, que tocaron y amenazaron a los dolos de la muerte. Histricamen-te estos cristianos no fueron asesina-dos por recitar el credo, sino por sus prcticas histricas_ Pero los cristianos creyentes de Amrica Latina no con-cluyen de ah que esa muerte fuese

    . slo pOltica o reductivamente po-ltica. Para ellos, los asesinados son hombres y mujeres de gran fe y esperanza, creyentes consecuentes y seguidores de Jess hasta dar la vida por los hermanos y testigos explcitos -con la explicitud de los hechos mucho ms real que la de slo las palabras- de la fe en Dios y de la nor-matividad ltima de su Hijo Jesucristo. Por ello, esas "muertes politicas" son mucho ms que pOliticas; abren a la comprensin de la totalidad de la fe y

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    REACCIONES DE LOS TEOLOGOS LATINOAMERICANOS ... 245

    animan a poner en prctica la totali-dad de la fe. En este conte>rto real, hablar de que la muerte de Cristo fue poltica no tiene ningn sentido re-duccionista, aunque desenmascare una interpretacin puramente espiri-tualista de la muerte de Jess sin causas histricas. Hablar de la muerte poltica de Cristo es,adems de man-tenerse fiel a la historia, el modo de relacionar seriamente a Cristo desde el final de su vida con contenidos su-mamente importantes de su vida, su anuncio del reino de Dios, su opcin por los dbiles de este mundo, su profeca, etc., pero tambin su fideli dad al Padre y su absoluta fidelidad en el silencio de la oracin del huerto y de la cruz. La muerte poltica de Je-ss es entonces una forma importante de dar radicalidad a la actividad y a la persona de Jess de Nazaret; pero tambin una forma de comprender la radicalidad de la afirmacin de la fe, que a ese Jess ha resucitado el Padre.

    Y, en la lgica de la fe, que ese Je-ss resucitado es el Cristo, el Hijo de Dios. Puede parecer paradjico des-de otras latitudes, pero en Amrica Latina los cristianos que ms recalcan que la muerte de Cristo fue en verdad poltica son los que ms Y mejor afir-man que ese Cristo es verdaderamen-te el Hijo de Dios. Lo harn con formu-laciones sencillas Y novedosas al lIa marle El liberador, nuestro nico libe-rador como dicen en sus cantos; lo hacen sobre todo cuando en el se-guimiento de Jess saben que les va la vida Y por l la arriesgan.

    3. Dado lo que est en juego es importante que se supere esta si-tuacin anmala; que se potencie la teologa de la liberacin, lo cual ha si-do hasta ahora aporte de la propia

    teologa de la liberacin latinoameri-cana, Y que se avise de peligros, lo cual ha sido el aporte ms especfico de la Instruccin. Para ello es necesa-rio que se entable un verdadero dilogo dentro de todo el puebla de Dios Y para su bien, en el cual ambas instancias cooperen con lo mejor Y lo ms especfico de cada una.

    Hasta ahora el dilogo no ha sido fcil Y la misma Instruccin es prueba de ello. En el intervalo entre la publi-cacin del primer escrito del Cardenal Ratzinger Y la Instruccin, varios telo-gos de la liberacin Y otros telogos han mostrado con argumentos con-vincentes en mi opinin que muchas afirmaciones del primer escrito sobre los telogos de la liberacin no son correctas; sin embargo esas afirma-ciones se mantienen en la Instruccin. Esto significa que no se ha escucha-do, de hecho, a los telogos en un momento tan importante.

    Por su parte, en la Instruccin se dice que es difcil o casi imposible dialogar con los telogos de la libera-cin. Ya hemos mencionado antes la dificultad objetiva de la Instruccin de captar lo que dice la teologa de la liberacin; pero eso no debe llevar a transformarla en dificuldad subjetiva, como si fuese realmente dificil entrar en contacto fraternal con ellos. Por lo que conozco, varios telogos de la li-beracin han cooperado muy en se-rio con los obispos Y cuando se les ha llamado la atencin desde el Vaticano han contestado con honradez Y doci-lidad. No hay que olvidar el ejemplo de un buen nmero de ellos en Puebla cuando, impedidos de partici-par oficialmente Y ante la expectativa de organizar un anti-Puebla, reac-cionaron con docilidad Y serviciali-dad, en ningn momento se mastra-

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    REVISTA LATINOAMERICANA DE TEOLOGIA

    ron antijerarquicos y slo desearon cooperar al mejor xito de Puebla. Personalmente slo puedo a~adir que he aceptado siempre y respondido al dialogo con el Vaticano cuando des-de all se me han hecho observa-ciones a mi teologa. Quisiera a~adir tambin que cuando el P. Arrupe explcitamente y Mons. Romero con la

    e~igencia de su ejemplo me pidieron fidelidad total al evangelio, e~plicitar mas los aspectos transcendentes y personales de la fe, recog esas peti-ciones y las agradec.

    Un verdadero dilogo en torno a la liberacin y su teologa es posible y creo que puede ser muy fructfero. A la teologa le toca por su propia natu-leza proponer novedosa mente las reflexiones que van surgiendo desde las exigencias de la realidad y desde la fe de los pobres_ Al magisterio le toca encauzarlas, purificarlas, avisar de peligros y errores, subsanar olvi-dos desde lo que la Iglesia ha ido acu-mulando en lo mejor de su tradicin y animar tambin a los telogos.

    En cualquier caso, el dilogo es necesario por lo que esta en juego. Esta en juego el futuro de los pobres, el futuro de la Iglesia y el futuro de la fe. El futuro de los pobres depende de muchas cosas que no son la Igle-sia, pero sta puede y en cualquier caso debe trabajar para que sea un futuro ms humano y ms de acuerdo a la voluntad liberadora de Dios hacia los pobres. Para ello la Iglesia debe trabajar pastoralmente y con la mayor lucidez terica.

    Pero esta tambin en juego el fu-turo de la fe. Nadie sabe lo que puede ocurrir en el continente latino-americano cristiano dentro de cin-cuenta o cien anos. No se sabe qu impacto puedan tener movimientos

    de secularizacin anlogos a los del primer mundo o movimientos libera-dores y revolucionarios, pero pueden cambiar el ambiente religioso latino-americano. Algunos piensan que el mejor modo de preservar de un cam-bio importante en lo religiOSO es man-tener y aumentar la seguridad a todos los niveles doctrinales y admnistrati-vos y propiciar un ambiente cultural cristiano. Esto puede tener ~ito, pe-ro pudiera no tenerlo. La teologa de la liberacin cree que el futuro de la fe, en cuanto depende de hombres, se asegura ms bien poniendo en practica la radicalidad del evangelio, la solidaridad con los pobres del con-tinente, el acompa~amiento en sus momentos difciles y en sus propias luchas por la liberacin. Todo ello habra que hacerlo cristianamente, pe-ro sin ello la Iglesia puede ir perdien-do credibilidad ante los pobres y ante quienes luchan por su liberacin, y la fe pudiera ir perdiendo poco a poco su obviedad ambiental actual.

    Desde este punto de vista, lo que ms me preocupa de la Instruccin y lo que hay que esclarecer con la ma-yor objetividad posible es lo que se dice en la introduccin: que los pe-ligros de que se van a advertir son "ruinosos para la fe y para la vida cris-tiana." Lo son indudablemente, tal co-mo son presentados. Pero hay que preguntarse si la teologa de la libera-cin es realmente ruinosa para la fe. En mi opinin no slo no es ruinosa, sino que, de hecho, ha ayudado a mantenerla y acrecentarla entre los pobres y sobre todo entre aquellos Que han recuperado su conciencia y buscan su liberacin, quienes terica-mente hubieran podido acudir a otras fes, a otras ideologas, si su tradicional fe cristiana no les hubiera sido e~-

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    REACCIONES DE LOS TEOLOGOS LATINOAMERICANOS ... 247

    puesta novedosa mente. Creo que no se puede dudar del servicio de la teologa de la liberacin a la fe de es-tos pobres, y tambin de otros dubi-tantes de corte liberal o positivista. La teologa de la liberacin ha ayudado a la liberacin de los pobres, pero ta'mbin ha ayudado a mantener la fe en Dios. Indudablemente es una teologa antiidoltrica, pero tambin una teologa eficaz para detener el atesmo tal como se presenta y se puede ir presentando en nuestro con-tinente.

    Con todas sus limitaciones y pe-ligros, la teologa de la liberacin ha dado credibilidad a la Iglesia y a la fe. Ha conseguido que, al menos negati-vamente, no se haga realidad la terrible acusacin de la Escritura: "Por su causa el nombre de Dios es blasfe-mado entre las naciones." Ha conse-guidO positivamente mostrar que con

    Dios tambin se humaniza el hombre y anima siempre a mostrar que con Dios se humaniza ms y mejor al hombre, que el evangelio es en ver-dad una buena noticia para la libera-cin y para la transformacin interior de los hombres y mujeres pObres del continente. Mantener, purificar, incre-mentar ese ncleo absolutamente fun-damental es la tarea de la teologa de la liberacin, del magisterio de la Igle-sia y de todo el pueblo de Dios. Esa es, creemos, la urgencia y la mayor responsabilidad actual.

    Con ello la teologa de la libera-cin ser a la vez un modo eficaz de cumplir la imperiosa exigencia de Dios a la Iglesia de optar por los pobres y trabajar por su liberacin y un modo de mantener la credibilidad de la Iglesia y de la fe y trabajar as por su futuro.

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    Julio de Santa Ana

    El da 12 de junio del ano en cur-so, Juan Pablo II visit el Consejo Mun-dial de Iglesias. Fue la segunda visita de un pontfice romano luego de que en 1969 Pablo VI visitara por primera vez este organismo. Esta sirvi para reafirmar, una vez ms, la voluntad de las Iglesias de encontrar caminos para una mayor convergencia entre ellas, por un lado, fueron resaltados aquellos elementos que han dado tes-timonio de esta intencin, tales como la oracin por la unidad de la Iglesia, el testimonio comn, la reflexin teo-lgica en torno a temas como el bautismo, la eucarista y el ministerio. Al mismo tiempo, fueron vistos con mayor claridad los difciles obstculos que an permanecen en el camino. Juan Pablo 11 senal en esa oportuni-dad que desde el principio de su mi-nisterio como obispo de Roma, insist en que el compromiso de la Iglesia Catlica con el movimiento ecumnico es irreversible."'

    Apenas un mes despus, el Comi-t Central del Consejo Mundial de Igle-sias, reunido tambin en Ginebra, eli-gi un nuevo secretario general, el pastor Emilio Castro. Nacido en Uru-

    guay, con una clara conciencia latino-americana, Castro, desde hace mucho, viene acampanando y apo-yando el desarrollo de nuevas formas de ser Iglesia en los diversos pases de Amrica Latina. Entre otras cosas fue responsable de la Conferencia Mi-sionera Internacional que, en Mel-bourne (1980), afirm la importancia del desafo que los pobres represen-tan en todo el mundo (y no slo en Amrica Latina) para la Iglesia y para el cumplimiento de su vocacin mi-sionera. En la conferencia de prensa despus de su eleccin, Castro seMl con respecto a la teologa de la libera-cin que muchos de los telogos de liberacin eran sus amigos y que no slo respetaba sus ideas, sino que tambin apreciaba el testimonio de su fe.

    El documento de la Sagrada Congregacin para la Doctrina de la Fe del Vaticano, suscrito por el Carde-nal Ratzinger y por Monsenor Bovone, prefecto y secretario del organismo respectivamente, fue aprobado por Juan Pablo II el da 6 de agosto ltimo. Bajo el ttulo Instruccin sobre algu-nos aspectos de la Teologa de la Li-

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    REACCIONES DE LOS TEOLOGOS LATINOAMERICANOS ... 249

    beracin," el documento tiene la fina lidad de "atraer la atencin de los pastores, de los telogos y de todos los fieles, sobre las desviaciones y los riesgos de desviacin, ruinosos para la fe y para la vida cristiana, que impli can ciertas formas de teologa de la Ii beracin que recurren, de modo insu-ficientemente crtico, a conceptos to-mados de diversas corrientes del pen-samiento marxista."

    La teologa de la liberacin no se restringe al ~mbito catlico e~clusivamente. Hay evanglicos tanto en Amrica Latina como en Africa y en Asia, que tambin participan de esta corriente. Ella goza tambin de simpatas en crculos de las Iglesias or-

    todo~s. La advertencia de la Instruc-cin presenta, consecuentemente, un problema ecumnico. Es a partir de la perspectiva del movimiento que pro-cura crear condiciones para que las Iglesias y los cristianos marchen rum-bo a la unidad, que e~ponemos a continuacin algunas refle~iones sobre el alcance del documento.

    Una cuestin fundamental En 1980 el Consejo Mundial de

    Iglesias (CMI) defini su posicin con-vocando a sus Iglesias miembros a ejercer una solidaridad activa con los pobres. En mayo de ese ao, en la conferencia del Melbourne, se reco-mend a las Iglesias que "llegasen a ser Iglesias solidaridas con las luchas de los pobres." Despus de haber re-conocido que en la Biblia la pObreza es una realidad que viene con la pri-vacin, la opresin y la afliccin tam-bin recomend "unir fuerzas 'en la lucha contra los poderes que e~plotan y empobrecen." Esa perspectiva permite comprender que la situacin de los pobres deriva de conflictos, de

    contradicciones sociales. Dichos de modo m~s claro, de una lucha de cia-ses.

    Esa posicin fue ratificada cuan-do el comit central del CMI se reuni en agosto de 1980. All se puso a Con-sideracin un informe de la comisin para la participacin de las Iglesias en el desarrollo cuyo ttulo es "Rumbo a una Iglesia solidaria con los pobres." El comit central aprob y recomen-d la difusin del informe entre las Iglesias miembros para su estudio y refle~in. En forma an ms contun-dente que en la conferencia de Mel-bourne, en el informe se indica que la situacin de los pobres constituye un caso de injusticia flagrante, cuyas causas son determinadas con la ayu-da de las ciencias sociales. El docu-mento contiene conceptos que tam-bin son empleados en el anlisis mar-~ista. No obstante nadie puede decir que ese texto (como tampoco el de Melbourne) puede adulterar la fe de los pobres y, menos an, "traicionar su causa" (Instruccin, Introduccin, pg. 4).

    Varios aos de slido estudio precedieron la elaboracin final de esos trabajos. Para su realizacin, fue-ron consultados hombres y mujeres de varias partes del mundo, incluyen-do creyentes que viven en el mundo socialista. Cuando la Introduccin del documento alerta sobre las des-viaciones de ciertas formas de teologa de la liberacin (que, junto con otras corrientes teolgicas, ayud a llevar adelante esa refle~in ecum-nica), tal advertencia alcanza tambin al CMI.

    Para ste, lo que importa primera-mente, no son las afirmaciones teol6-gicas. Lo prioritario es atender y comprender cules son los caminos a

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    travs de los cuales las 191esias experI-mentan la fuerza renovadora del Espritu Santo. Para la fe cristiana de nuestro tiempo, el desarrollo de la 191esia de los pObres es indudable-mente el proceso ms claro de esa re-novacin. El CMI tom conciencia de ese hecho y llam la atencin de sus miembros para que lo apoyasen. Una actitud muy diferente se eVidencia en el documento de la Sa9rada Con9re-gacin para la Doctrina de la Fe. As como el texto ecumnico es un llama-do a la libertad, el documento del Va-ticano es una expresin de autoridad y de control. Ciertamente, los pobres no necesitan de ms inspecciones o censuras (por ms simpticamente paternalista que ellas puedan ser), ms, s, de aquella solidaridad que se reclamaba a las Iglesias.

    Aqu es donde radica la gran dife-rencia entre el documento de la Santa Sede y los del Consejo Ecumnico. En stos los pobres son respetados, por ms oprimidos o explotados que puedan ser, por ms carentes de edu-cacin (formal acadmica) que se pre-senten, son personas maduras que tienen derechos. Entre ellos, el de de-dicir por su propia cuenta, sin tutelas. Podramos decir la misma cosa de otra manera, los documentos del CMI parten de los pobres y tienen en cuenta las luchas que ellos llevan ade-lante por su liberacin. En cambio, la Instruccin, habla sobre liberacin, sin tomar en cuenta que son los pobres los que ms la necesitan. Parecera que estos no son capaces de poder llegar a travs de la historia a dar testimonio de la libertad a que son convocados (como todos los se-res humanos) por el Espritu Santo.

    La libertad de 105 telogos A fines de febrero de 1980, en

    vspera del Congreso Internacional Ecumnico de Teol09a, que se reali-z en Sao Paulo, el comit ejecutivo del CMI, reunido cerca de Estrasburgo (Francia), dio a conocer una declara-cin defendiendo la libertad del te-logo para investi9ar y desarrollar nuevos mtodos de trabajo ante los desafos que las cambiantes condi-ciones histricas colocan a la fe de la Iglesia. Haba transcurrido un lapso de apenas poco ms de dos meses des-de que Hans Kung, el. profesor de teologa suizo que ensea en la Uni-versidad de Tubinga, fuera alcanzado por la prohibicin de continuar ense-ando en la facultad de teologa de aquel centro acadmico. Para las autoridades catlicas romanas, aquellas medidas de la institucin ecumnica representaba una injeren-cia del consejo en asuntos internos de la Iglesia catlica. El secretario general del CMI, el pastor Philip Potter, se en-carg de sealar que toda accin que limita o intenta cortar la libertad de aquellos que recibieron del Espritu Santo el don de explicitar el conteni-do de la doctrina de fe, no tiene un al-cance limitado en el mbito de la Igle-sia que toma tal decisin, en la medi-da que tambin afecta al resto de los tel090s.

    La comunidad de fieles que creen en Jesucristo tiene la vocacin de expresar la libertad para la cual Cristo nos liber (Gal. 5,1). Para eso, es nece-sario que exista un espacio en el cual sea posible discutir aquellas posi-ciones que no coinciden entre s. El conflicto en la vida de la Iglesia es al-go ineludible, prueba de eso es el tes-timonio del libro los Hechos de los Apstoles en el Nuevo Testamento,

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    HEACCION[S OE LOS T[OLOGOS lATINOAMERICANOS ... 2S1

    en el cual fueron registrados numero sos choques entre los cristianos de la pnnll~ra generaCin de creyentes. Enfrentamientos que. no obstante, no les disminuyeron la conciencia de es tar unidos en Jesucristo. Esas contro versias no se resolvern segn los aro gumentos de las autoridades, sino por medio de dilogos francos y sinceros.

    La Instruccin parece haber sido redactada en un estilo que es opues to al que caracteriza al movimiento ecumnico. En este, antes de finalizar un texto, se consulta a las Iglesias y personas que tienen algo que ver con el problema a que se refiere el docu mento. La participacin de personas que provienen de medios muy diver sos, el intercambio de ideas, expe

    riencias y posiciones diferentes, lleva a elaborar documentos que reflejan esa pluralidad. Por eso mismo llama la atencin que un te>