Reflexiones Sobre La Animalidad y El Contacto
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Jos Mara Arguedas y la teora poltica: reflexiones sobre la animalidad y el contacto Author(s): Annette Rubado Source: Revista de Crtica Literaria Latinoamericana, Ao 38, No. 75 (2012), pp. 95-112Published by: Centro de Estudios Literarios "Antonio Cornejo Polar"- CELACPStable URL: http://www.jstor.org/stable/23631264Accessed: 13-07-2015 23:25 UTC
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Revista de Crtica Literaria Latinoamericana Ao XXXVIII, N 75. Lima-Boston, 1er semestre de 2012, pp. 95-112
Jos Mara Arguedas y la teora poltica: REFLEXIONES SOBRE LA ANIMALIDAD Y EL CONTACTO
Annette Rubado
University of California, Irvine
Resumen
Annette Rubado
Este artculo analiza la ltima novela de Jos Mara Arguedas, El v>orro de arriba y el %orro de abajo, con el objetivo de entender la comunidad poltica que postula. A travs de un dilogo entre las ideas presentes en la novela de Arguedas y la
teora poltica de Aristteles, Achille Mbembe, Giorgio Agamben y Karl Marx, se propone que la novela articula una concepcin de interaccin poltica que se
basa en la vida expropiada. En la novela, la expropiacin es el punto de
contacto entre personas, animales y mquinas, lo cual permite reconsiderar las
teoras sobre la biopoltica. Palabras clave-. Jos Mara Arguedas, El %orro de arriba y el %orro de abajo, Aristteles, Achille Mbembe, Giorgio Agamben, necropoltica, biopolitica, nuda vida, expropiacin, mestizaje.
Abstract , r 1 This article analyzes the performance of political community constructed in
Jos Maria Arguedas' last novel, The Fox from Up Above and the Fox from Down
Below. By establishing a dialogue between the ideas in the novel and the political theories of Aristotle, Achille Mbembe, Giorgio Agamben and Karl Marx, I ar
gue that a conception of political interaction that focuses on expropriated life
as the point of contact between people, animals and machines permits a revi
sion of theories of biopolitics.
Keywords: Jos Mara Arguedas, The Fox from up above and the Fox from down below,
Aristode, Achille Mbembe, Giorgio Agamben, necropolitdcs, biopolitics, bare
life, expropriation, mestizaje.
"Pateas menos que gallina. Ests muerto pero ests vivo, maldicin
del Seor" Jesusa hablando a Don Esteban
(Arguedas, El %orro de arriba y el %orro de abajo 134)
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La novela postuma de Jos Mara Arguedas El %prro de arriba y el
%orro de abajo (1971) reflexiona sobre las posibilidades de vivir y las caractersticas de este vivir en una situacin poltica postcolonial y neoliberal que intenta reducir la vida ya sea al trabajo (en el sentido de "labor" de Marx) o al olvido. Esta reduccin de la vida puede experimentarse como una muerte o una poltica que mide y propor ciona la muerte como su principal operacin -lo que Achille Mbembe en su artculo con el mismo nombre denomina necropo ltica (15)-. Encuentro en El %orro de arriba y el %orro de abajo la culminacin del esfuerzo de Arguedas en investigar esta vida
expropiada1. Por medio de la indagacin de la vivencia de la
expropiacin en el Per de los aos 60, la novela articula una
poltica de lo cotidiano que se produce dentro de un mundo definido por la necropoltica, pero que no se reduce a aqulla, sino
que ms bien la excede. La poltica de vivir la expropiacin no
interpreta esta vida como una forma de "muerte viva" (como lo hace Mbembe 40), sino que, al contrario, sugiere que lo que aparenta ser una vida desprovista ("nuda vida" 12)2 articula, a travs de la experiencia, una forma de vida -la del mestizo o chusco que no busca ni transcendencia ni una colectividad futura. Al contrario, esta vida mestiza, en lugar de proyectarse al futuro, intenta forjar conexiones con otros seres de condicin degradada en el presente. Por otra parte, el imaginario de lo animal, y las interacciones con los animales en la obra, s apoyan el argumento de Mbembe segn el cual en la modernidad existen mecanismos poderosos para "la crea
cin de mundos-de-muerte, formas nuevas y nicas de existencia
social en las cuales poblaciones gigantescas son sujetas a condi
ciones de vida que les confieren el estatus de muertos vivos" (40, trad. ma). Asimismo, el anlisis de Mbembe localiza una agencia estatal en las "formas de existencia social" y en las "tecnologas de
destruccin" (34) que puedan sujetar ya sea a personas, o incluso al
1 Entiendo expropiacin como un proceso sociohistrico de "liberar" gru
pos e individuos de sus costumbres sociales, leyes y tradiciones de uso y parce lamiento de la tierra. En Arguedas se nota la preocupacin por problemas so
ciales de desplazamiento, migracin, desempleo, pobreza y servidumbre que
provienen del problema primordial que Marx denomina acumulacin originaria. 2
Mbembe utiliza el trmino conocido de Giorgio Agamben "la nuda vida".
Vase la introduccin a Homo jvawpara una definicin.
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pueblo, a formas de vida que recuerdan la muerte. Mi argumento aqu no localiza la agencia en la voluntad humana individual;
tampoco entiende las tecnologas de necropoltica, ni los sistemas
sociales, como los nicos factores determinantes en la produccin de "mundos-de-vida" y "mundos-de-muerte". En cambio, arguyo que la habitacin u ocupacin de mundos de muerte revela que stos no producen meramente la muerte. De hecho, justo el acto de
ocupar estos espacios de muerte los transforma en formas de vida
que enfatizan la materialidad de las interacciones cotidianas entre
objetos, mquinas y otros seres -a diferencia de la vida entendida
por el discurso humanista-. En El %orro de arribay el %orro de abajo esta materialidad se expresa,
entre otras figuras, mediante contactos o toques que transmiten afecto y cario. En un momento temprano del primer diario el narrador cuenta el poder reconstituyente que se logra "revolcn dome en la tierra con algunos de esos perros chuscos que aceptan mi compaa hasta ese extremo" (Arguedas 10). El contacto que el
protagonista Arguedas tiene con los perros le otorga energa y afecto para posponer su suicidio porque le recuerda las "muchas veces" que ha logrado "jugar con los perros de los pueblos, como
perro con perro. Y as la vida es ms vida por uno" (10). El reconocimiento y aprobacin extendidos por los perros a Arguedas, instalado en la tristeza y la desorganizacin, es suficiente para hacer su vida en este momento ms vivible y para transformar la vida mediante el acto del juego.
La convivencia y el juego compartido por las diferentes especies de mestizos (Arguedas y los perros chuscos) son posibles solamente en el momento en que el humano deja de definirse en oposicin al animal. La capacidad de jugar "perro a perro" depende del reco nocimiento y hasta del toque o materialidad afectiva del cuerpo en el presente-. El concepto de Aristteles de polis, pensado en
oposicin a la concepcin estoica de cosmo-polis -una polis que comprende el cosmos (y todo y a todos los que ste contiene)-, concibe la comunidad poltica como restringida a los humanos que tienen capacidad de pensar racionalmente y articular dichos pensa mientos mediante la comunicacin oral, elemento constitutivo de la
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racionalidad (Poltica)3. Aristteles opone la polis a los dioses y animales -figuras de apolis, o aquello que no es racional, humano o basado en la ley humana4-. La relacin "perro con perro" expresada por El %orro de arriba y el %orro de abajo redefine la polis como contaminada por la animalidad, creando una imagen de lo de afuera trado adentro; imagen en la que el animal, que en la tica poltica de Aristteles y Kant se localiza necesariamente fuera de la polis, transforma la polis a travs de la ocupacin de un espacio que intenta excluirlo estructuralmente. En el pensamiento de Aristteles
y Kant uno tiene que negar su naturaleza animal para poder ser (o transformarse) en un humano moral y en un ciudadano plenamente racional5. Al contrario, El %orro de arriba y el %orro de abajo sugiere que
3 "Pues bien, ella [la naturaleza] concede la palabra al hombre exclusiva
mente. Es verdad que la voz puede realmente expresar la alegra y el dolor, y as
no les falta a los dems animales, porque su organizacin les permite sentir es
tas dos afecciones y comunicrselas entre s; pero la palabra ha sido concedida
para expresar el bien y el mal, y, por consiguiente, lo justo y lo injusto, y el
hombre tiene esto de especial entre todos los animales: que slo l percibe el
bien y el mal, lo justo y lo injusto y todos los sentimientos del mismo orden
cuya asociacin constituye precisamente la familia y el Estado" (Aristteles,
Poltica, sin pg.). 4
"Lo que prueba claramente la necesidad natural del Estado y su superiori dad sobre el individuo es que, si no se admitiera, resultara que puede el indivi
duo entonces bastarse a s mismo aislado as del todo como del resto de las par
tes; pero aquel que no puede vivir en sociedad y que en medio de su indepen dencia no tiene necesidades, no puede ser nunca miembro del Estado; es un
bruto o un dios" (Aristteles, Poltica, sin pg.). "El hombre, y en general todo
ser racional, existe como fin en s mismo... Los seres cuya existencia no descansa
en nuestra voluntad, sino en la naturaleza, tienen, empero, si son seres irracio
nales, un valor meramente relativo, como medios, y por eso se llaman cosas-, en
cambio, los seres racionales llmanse personas porque su naturaleza los distingue
ya como fines en s mismos" (Kant, Fundamentacin, sin pg.). 5
"Es preciso, repito, reconocer ante todo en el ser vivo la existencia de una
autoridad semejante a la vez a la de un seor y a la de un magistrado; el alma
manda al cuerpo como un dueo a su esclavo, y la razn manda al instinto co
mo un magistrado, como un rey; porque, evidentemente, no puede negarse que no sea natural y bueno para el cuerpo el obedecer al alma, y para la parte sensi
ble de nuestro ser el obedecer a la razn y a la parte inteligente. La igualdad o la
dislocacin del poder, que se muestra entre estos diversos elementos, sera
igualmente funesta para todos ellos. Lo mismo sucede entre el hombre y los
dems animales: los animales domesticados valen naturalmente ms que los
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la animalidad en s es una forma de materialidad que permite al individuo y a la comunidad moderna soltar el deseo de definir el futuro. Una vez que se deje de pensar en el futuro, es posible enfo carse en ocupar el presente -ocupar la muerte y al ocuparla trans formarla- en algo entre la vida y la muerte -en un espacio lmite (lo liminal) que recurre al toque (la capacidad de tocar y ser tocado)-. Esta ocupacin del lmite tambin caracteriza la ciudad, no como una polis o una apolis, sino como una zoo-polis.
Presentados desde la perspectiva del desplazamiento en que dioses menores y animales comparten la polis con personas "anima lizadas [...] cristianos en condicin de bueyes de trabajo" (11-12), los diarios de El %orro de arriba... aparecen como una forma de narracin parcialmente desanimalizada. La narracin de los diarios se desanimaliza a medida que provee una descripcin del autor como un sujeto privado o personal. Arguedas describe Cien aos de soledad como un espacio en que "hay slo gente desanimalizada y en los cuentos de la [Carmen] Taripha los animales transmitan tam bin la naturaleza de los hombres en su principio y en su fin" (14). Arguedas se describe a s mismo como un humano desanimalizado, un ciudadano moderno que se evala de la misma manera que se evala Garca Mrquez. Por ejemplo, en una carta a su analista, Ar
guedas se describe a s mismo como un sujeto moderno que "ha
pasado, realmente, increblemente, de la edad del mito y de la feu dalidad sincretizada con el mito a la luz feroz del siglo XXI" (393).
La estructura de la confesin y de narrativa personal de los diarios tambin da la impresin de un sujeto proustiano, pero a la vez los diarios presentan al autor como animalizado: "Yo era el becerro de la seora; tan sucio como la mestiza, y era blanco... As somos los escritores de provincias, estos que de haber sido comidos
por los piojos, llegamos a entender a Shakespeare" (Arguedas 21). As Arguedas crea un alter ego en los diarios que reverbera con el conflicto y la ambivalencia que se siente en la ciudad: los dos son simultneamente animalizados y desanimalizados. Esa manera con flictiva de entenderse a s mismo como sujeto est reforzada en la
presentacin que del autor ofrece el zorro de arriba: "el individuo
animales salvajes, siendo para ellos una gran ventaja, si se considera su propia seguridad, el estar sometidos al hombre" (Aristdes, Poltica, sin pg.).
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que pretendi quitarse la vida y escribe este libro era de arriba...;
De dnde, de qu es ahora?" (Arguedas 50). Esta presentacin sita en la narracin a Arguedas en una posicin similar a la de los
zorros, ocupando una posicin indeterminada entre el arriba y el
abajo. Arguedas, en la visin del zorro, es la encarnacin de un eje desplazado y una persona desposeda.
La expresin de estos medios de representacin y de racio nalidad como narrativas "desanimalizadas" trae a la memoria la
perspectiva de Karl Marx sobre la maquinaria en El capital. Aqu Marx analiza el cambio en la percepcin europea sobre los animales durante la industrializacin. Marx cita a Ren Descartes como una
figura paradigmtica de este cambio. Para Marx, "con su definicin de los animales como simples mquinas, Descartes... da pruebas de ver con los ojos del periodo manufacturero" (El capital\ sin pg., nfasis
mo). Marx sugiere que Descartes entiende la naturaleza a travs de la analoga con las mquinas, pero la comparacin en la cual esta
perspectiva se basa pareciera ser de identidad -los animales son
mquinas. Descartes crea que su nuevo mtodo de pensamiento
prctico permitira a los humanos "adquirir conocimientos muy tiles para la vida" y as convertirse "en dueos y seores de la
naturaleza' (Discours de la mthode, citado en El capital, sin pg., nfasis de Marx). Por medio de una "filosofa prctica", liberado de los excesos "especulativos" de la filosofa antigua y su supuesta idolatra de la naturaleza, Descartes crea que el hombre moderno podra contribuir "al perfeccionamiento de la vida humana" (ibid). Des
cartes, al comprender la naturaleza como una mquina, la compara con "los diversos oficios de nuestros artesanos" y, de esta manera, la construye o la representa como artificio o creacin humana. La
manera en que Descartes compara animales y mquinas desani
maliza a los dos6. En contraste, en El zorro de arriba y el zorro de abajo
6 En Dialctica de la llustran, Max Horkheimer y Theodor Adorno comen
tan que "los hombres pagan el acrecentamiento de su poder con la alienacin
de aquello sobre lo cual lo ejercen. La Ilustracin se relaciona con las cosas
como el dictador con los hombres. ste los conoce en la medida en que puede
manipularlos. El hombre de la ciencia conoce las cosas en la medida en que
puede hacerlas. De tal modo, el en s de las mismas se convierte en para l. En la
transformacin se revela la esencia de las cosas siempre como lo mismo: como
materia o substrato de dominio" (64-65).
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los humanos aparecen no slo con la posibilidad de instrumentalizar la vida, sino tambin con la capacidad de renovar la vida ("as la vida es ms vida por uno", Arguedas 10) al animalizarla y animarla a la
vez. En el mundo imaginario de la novela, as como lo hacen los
animales, las mquinas tambin animan la vida. Para Arguedas, el discurso que acta en la polis intenta desani
malizarla (por medio de los discursos realistas y objetivos de la
sociologa, la etnografa y tambin de la novela). Arguedas observa esta idiosincrasia en la literatura de Alejo Carpentier que "penetra las cosas de fuera para dentro como un rayo de luz y los domina"
(14). El discurso de Carpentier, para Arguedas, implica una manera de definir al pueblo o la "esencia nacional" que sale de una perspec tiva supuestamente universal -de "las altas esferas de lo suprana tional" para proponer la necesidad de encontrar "una esencia hu mana para encontrar una humanidad universal" (16). Las altas esfe ras a las que Arguedas se refiere implican localizar al intelectual como Carpentier y Julio Cortzar en una esfera que aproxima lo transcendente porque se asume que no tiene una posicin en el mundo humano. Arguedas diferencia su perspectiva, asociada con lo animal y descrita como "provinciana" (21), de esta perspectiva supranational. Por otro lado, Arguedas seala tambin, en una aser
cin complicada, que la perspectiva de Cortzar, transcendente y cosmopolita en apariencia, es tambin provincial ya que "es [...] una
esfera, un estrato bien cerrado, el del 'valor en s', como usted
[Cortzar] con mucha felicidad seala" (21-22). Arguedas intenta demostrar que la zona trascendente de "valor en s" es una ficcin
que intenta hacer una perspectiva particular en una ontologa moral universal que debe ser buscada para poder elevar el pueblo o la
plebe al estatus de ciudadano. El provincialismo apoyado en esta seccin de los diarios no se
basa en una cultura, religin o parentesco compartido. Al contrario, se deriva de un desplazamiento compartido, una sensacin com
partida de no pertenecer a ningn grupo definido (familia o nacin). La novela construye una comunidad precaria, conflictiva y cambian te que no se basa en un sentido de pertenencia compartido, sino en una expropiacin compartida. Esta expropiacin no es un elemento
negativo de la modernidad a ser superado. Por el hecho de vivir, el
desplazamiento se torna en una apertura al impacto de afectos
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mviles -toques-. El esfuerzo de buscar continuamente una nocin elevada del humano por medio de una transcendencia de la exis tencia profana y animal de los humanos reproduce, en realidad, la animalidad de la degradacin que intenta erradicar.
En El %orro de arriba y el %orro de abajo proliferan los mestizos chuscos que, como el autor, no pertenecen a nadie; estos despla zados incluyen a Orfa, Paula Melchora, La Argentina y La China,
prostitutas que seducen a los pescadores bien pagados como Asto, Zavala y Chaucato, el pescador padre que engendr al industrialista Braschi quien a su vez dio a luz a la ciudad, Chimbte. Los lectores tambin conocen al "loco, chancho" y "cabrn" (Arguedas 59) Tinoco, poltico ambicioso y lder corrupto del sindicato, ttere de la coalicin de la industria de la pesca. Conocen a Esteban, el minero
que en Chimbte vende papas y cose, y que tambin acta "como
chancho, cuando piensa" (Arguedas 177) al golpear a su esposa, Jesusa, una protestante creyente. Esteban expresa su deseo de vivir mientras batalla la enfermedad de los mineros y conversa con su
gran amigo, Moneada el loco, predicador callejero y trabajador. La
proliferacin de las narrativas pequeas y detalladas de estos
personajes -todos individuos pensados como parte del "pueblo" sugiere que no caben en ningn molde moral. En sus abusos, codicia, corruptibilidad y enfermedad estos personajes no encarnan los ideales humanistas. Porque, como chuscos, no saben y no
pueden reconstruir sus propios linajes -de dnde son y de qu son
hechos-; estas figuras luchan en un mar urbano que parece atra
parlas en movimientos de produccin, intercambio y consumo. La comunidad actuada en la novela se mantiene en la esfera del
carcter animal de los hombres. El juego con perros libera a las per sonas de la lgica del sacrificio y la trascendencia porque no intenta
recuperar el espritu humano de su naturaleza animal y redimirlo a
travs del cultivo de sus capacidades morales. Este jugar, por otro
lado, involucra a humanos, animales y mquinas en su estatus degra dado perro con perro. En este juego, las pasiones corporales
transmitidas por el toque, inclusive la prostitucin, propagan bastar
dos, hijos sin linaje, igual que los chuscos. Mientras tanto, el toque tiene un elemento discursivo: conecta el lenguaje con la materialidad
y entiende el lenguaje como una concentracin del poder que afecta a las cosas, que pueden animar no solamente a los personajes de la
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novela, sino al lector tambin. Se diferencia del discurso de la novela
del llamado Boom que considera este discurso como una propiedad del hombre poldco. La novela propone la concentracin del aspec to afectivo del lenguaje, un aspecto que comparte el sonido con otros seres, inclusive los cerdos y los perros -un poder que "hace
bailar" (49)-. Por su asociacin con la animalidad, los toques y los
roces compartidos entre especies implican una inmersin en las
pasiones, en la experiencia afectiva del despojo. Esta inmersin no
produce violencia inequvoca, ms bien contamina y difunde capaci dades para conectarse con otros en su condicin degradada, ledo
esto en el texto como un placer brbaro.
Los afectos que contamina a travs del toque no son puramente positivos; siguen siendo, como todo en la novela, ambivalentes:
pueden reanimar o daar. La ambivalencia de las figuras del toque y de la animalidad evocadas repetidamente en los distintos modos narrativos de la novela (los diarios, el dilogo de los zorros y los cuentos de Chimbte) resulta de las capas de violencia histrica en
que estn involucrados. La violencia incluye las formas catlicas de
disciplina que intentan diferenciar lo espiritual de lo animal y expul sar instintos animales en una tentativa de acercar lo humano a lo di vino. Adems, los discursos nacionales del siglo XIX, construidos a
partir del aparato colonial, promovieron la diferenciacin del ciudadano republicano de la tirana espaola y de los indgenas que se describan como brbaros y llenos de faltas, carentes de lenguaje escrito, de poltica y de moralidad7. Luego el enfoque en la impor tancia de definir y dar forma a la vida humana reaparece durante la modernidad tarda en los mecanismos biopolticos que intentan maximizar la vida y los mecanismos asociados con la necropoltica que mide quines "merecen" vivir y quines deben dejarse morir. Por hacer del cuerpo humano el sitio de una batalla sobre su sentido
y uso, y por conducir al abandono de personas que "viven como
parsitos pestferos en el cuerpo de la corporacin santa" (Arguedas 147), los mecanismos de muerte social y vida utilitaria identificados
por Mbembe y Arguedas crean, sin querer, chuscos o mestizos. Las
7 Ver Facundo, la instancia ms importante de este tipo de contraste. Tam
bin el anlisis de raza de Doris Sommer en Foundational Fictions y de Rebecca
Earle en Return of the Native.
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dos palabras (chusco y mestizo) se usan para denominar tanto al ser humano como al animal.
El toque de Fidela, la mujer paria embarazada que viola a
Arguedas cuando nio, concentra la violencia colonial8, transmi tiendo y concentrando
el veneno de los cristianos catlicos que nacieron a la sombra de esas
barbas de rboles que asustan a los animales, de las oraciones en quechua sobre el juicio final; el rezo de las seoras aprostitutadas mientras el
hombre las fuerza delante de un nio para que la fornicacin sea ms
endemoniada y eche una salpicada de muerte a los ojos del muchacho
(Arguedas 22).
El toque de Fidela contrasta con el toque de "una zamba gorda, joven, prostituta" que "debi ser el toque sutil, complejsimo que mi
cuerpo y alma necesitaban, para recuperar el roto vnculo con todas las cosas. Cuando ese vnculo se haca intenso poda transmitir a la
palabra la materia de las cosas" (7, nfasis mo). En el texto, la ambivalencia entre toques que recuperan y toques que daan resulta
de una apreciacin de la capacidad de tocar y ser tocada que reconoce el toque como siempre contagioso. El toque, como lo
piensa Arguedas, tiene la capacidad de transmitir placer o violencia o ambos, y de esta manera hace que se confundan la vida y la muerte. En el mundo social del texto es difcil averiguar la diferencia entre vida y muerte porque tanto los personajes como el autor
implcito, y quiz tambin los propios lectores, se sienten afectados
y hasta transformados (situaciones que transmiten transparencia en el lenguaje de Arguedas) por toques ambivalentes que el texto circula y a los que otorga poder. La confusin causada por estos
afectos, que pueden contaminar a los otros de violencia y placer, crea una situacin en la que es difcil generar un sentido sin
ambigedad, o un programa de accin poltica claro o definitivo. Pero es justamente la ambivalencia en s la que abre la posibilidad al
juego.
8 Al respecto Misha Kokotovic en The Colonial Divide in Peruvian Narrative
anal2a la vigencia de la violencia colonial, determinando las relaciones sociales
en el Per contemporneo. Ver sobre todo su captulo dedicado a la obra de
Arguedas.
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Esta ambivalencia tambin transpira en la relacin entre huma nos y mquinas. Se pueden usar las mquinas para reproducir la acu mulacin del valor (en trminos capitalistas) y la riqueza monetaria,
y a la vez usarlas sin fines de lucro. En su dilogo/baile con Don
Diego, Don ngel describe la manera en que los trabajadores de la fbrica de procesar harina de pescado se relacionan con la
maquinaria de la fbrica al operarla. Don ngel contrasta ese uso con el de los ingenieros gringos. Su narrativa conflictiva de la diferencia merece una cita extensa:
No saben pronunciar el nombre de su provincia los unos; los otros
maldicen a su padre y su madre; todos se emborrachan como gusanos,
pero, sin embargo, cuando se les ensea a manejar mquinas y, ms todava, cuando los ingenieros les explican el funcionamiento de las piezas difciles, maestras... estos bestias aprenden, algo despacio, pero yo dira que ms a
fondo que los mismos gringos... Mejor que los extranjeros, pero no tienen
concierto, disciplina, orientacin verdadera; su alma navega sin rumbo, como cargamento de mierda... A veces, oiga usted, se encantan con los
tubos, los engranajes, las agujas, los vericuetos de las piezas; adivinan ms
que aprenden su funcionamiento; se quedan horas sin pretender
sobretiempo y miran al encadenamiento de las piezas, su efecto; se alegran,
festejan a las mquinas... No entienden; lo que se llama verdaderamente
entender, no entienden (Arguedas 117).
Denominar a los trabajadores "bestias" en ese momento y asociar esa animalidad con el aprendizaje lento demuestra claramen te la ambivalencia de la nocin de animalidad en el texto, una ambi valencia similar a la del toque. Se mantiene la connotacin racista de una especie sub-humana que supuestamente no puede entender la
maquinaria de una manera racional. Esa asignacin de animalidad a los trabajadores se plantea al final de un discurso de Don ngel en
que se declara que todos los grupos tnicos y racialmente marcados como "sub-humanos" en el Per son apolticos en su incapacidad de entender la nacin o patria, pero tambin en el hecho de que "no son de acuerdo entre ellos" (Arguedas 123). Por otro lado, Don
ngel tambin expresa una admiracin profunda de su entendi miento que sale no de una tentativa de usar la racionalidad (diagra mas, explicaciones, manuales), sino de un entendimiento traducido en una cohabitacin o convivencia con las mquinas que usa como un juego, una fuente de placer ldica que funciona como los perros.
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Esta interaccin es interesante para ellos por la cuestin de "cmo se juntan las piezas".
La interaccin entre los trabajadores y la mquina se diferencia
de las dos principales formas del fetichismo que estn presentes en
el texto porque estn confundidas y por esto desactivadas o trastor
nadas. Las dos perspectivas fetichistas son: 1) ver las mquinas como presencia divina, o 2) ver las mquinas como productoras de
dinero y valor. Las mquinas les interesan a los trabajadores no
tanto por lo que sugieren sobre el cosmos o sobre la produccin de
riqueza financiera, sino por lo que les sugieren de s mismos. Esta
apreciacin por la mquina como mquina, y no como medio de
obtener un fin, permite la indiferencia de los trabajadores hacia el
tiempo laboral (lo que es inexplicable para Don ngel).
Profanaciones
En su artculo "En celebracin de la profanacin", Giorgio
Agamben describe el tipo de juego puesto en escena por los traba
jadores como "un contagio profano, un tocar que desencanta y
restituye al uso lo que lo sagrado haba separado y petrificado" (85). Para Agamben, la profanacin toma lo sagrado, que yo defino como
la ficcin necesaria para que las relaciones sociales funcionen
(dentro de la modernidad lo sagrado es el fetichismo de la mercan
ca) y hace que lo que se fetichiz est disponible para el uso profa no y el juego. Ese jugar no se "desacraliza" por el camino de la se
cularizacin, por medio de la tentativa de transcender la debilidad
humana y erradicar los fetiches. El juego que profana, como el
juego entre los perros y Arguedas y los trabajadores y la mquina, es
un juego que "vaciando [las actividades] de su sentido y de la rela
cin obligada a un fin, las abre y dispone a un nuevo uso" (98).
Agamben explica que el uso profano se diferencia del uso ins
trumental y el uso racional porque "ha olvidado alegremente su ob
jetivo y ahora puede exhibirse como tal, como medio sin fin. La cre
acin de un nuevo uso es, as, posible para el hombre solamente de
sactivando un viejo uso, volvindolo inoperante" (98). Mientras A
gamben elabora un jugar profano como una capacidad humana, en
El %orro de arriba y el %orro de abajo los chuscos, los animales despla zados y los dioses desacralizados tambin juegan. En su encuentro
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con perros, el juego no solamente retorna el objeto al uso humano, sino que retorna a los humanos al uso tambin hacindoles "la vida ms vida". El juego "perro con perro" reanima al Arguedas ficcio nal de los diarios por medio de un toque profano en el cual el sentido de la vida de Arguedas (como revolucionario, socialista,
indigenista o modelo del mestizaje) no es importante. La animacin slo es posible cuando se suspende la bsqueda por el sentido.
Si el sentido de las cosas no es la meta, qu pasa con la figura importante de Moneada, quien segn algunos crticos es un alter ego del autor, o quien como los zorros, tambin parece servir como un mediador. En la obra, parece cumplir la funcin de integrar todas las experiencias de expropiacin y urbanizacin de los trabajadores, migrantes, prostitutas, dioses y mitos por medio de sus predica ciones, que son ms bien actuaciones. En el ltimo diario, el Argue das ficcional da a Moneada un papel privilegiado en entender los
problemas de los seres atrapados en la lloqlla de Chimbte, "la avalancha de agua, de tierra, races de rboles, perros muertos, de
piedras que bajan bataneando debajo de la corriente cuando los ros se cargan con las primeras lluvias en estas bestias montaas..." (87). Arguedas escribe sobre un captulo de la novela que no puede ser escrito y por eso no existe. En este captulo imaginado, Moneada,
"el zambo[,] efecta el balance final de cmo ha visto, desde Chim
bte, a los animales y a los hombres, porque l es el nico que ve en
conjunto y en lo particular las naturalezas y destinos" (243). En estas lneas Arguedas parece aducir que Moneada, por causa de su
posicin marginal en Chimbte, es el nico personaje o figura capaz de providenciar una representacin completa del cosmos. La actua cin de Moneada condensa y concentra los movimientos afectivos de los toques y los juegos analizados aqu. Pero su actuacin no ofrece un juicio o retrato de los animales y los hombres. Pone en escena y juega con las propias contradicciones y confusiones que hace el juicio imposible.
Los lectores conocen a Moneada en el momento en que arma el
escenario de una pieza teatral en la calle. Mientras cuelga un mue
co, una rplica de s mismo en una cruz grande, proclama: "miren cmo toreo las perversidades, las pestilencias... Decan [la polica] que era gato con uas largazas, de ladrn. Yo no niego que soy gato, pero robo la amistad, el corazn de Dios, as arao yo... Y no es la
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moneda la que me hace desvariar sino mi estrella..." (Arguedas 53). Aunque Moneada dice que quiere pelear contra las "pestilencias" (las pestilencias del capital salvaje?) a travs de la amistad, y que su
mtodo se opone a la "moneda", su mtodo de torear no es cristiano porque roba, araa y desvara. Aunque el lenguaje de Moneada est permeado de referencias cristianas, no es claro que su intencin sea predicar y convertir los espectadores en creadores. De hecho Moneada se asocia con el animal al comparar sus tcticas con las tcticas del gato. La alianza con la tctica del gato que Moneada evoca resiste una nocin del sujeto autnomo e independiente porque proclama una subjetividad que es la que la polica dice (ani
malizado), pero no en la manera que "ellos" creen. Entonces, Mon eada utiliza la asociacin con el animal impuesto en l, lo acepta y lo
transforma (juega con la asociacin) para articular una accin
(robar) y dar a los conceptos negativos (animalidad y robar) una cualidad especfica de amistad. Esta transformacin infecta el dis
curso cristiano del mensaje de Dios con una animalidad que lo hace
ambiguo y difcil de interpretar. Sabemos que Moneada no est
repitiendo el discurso de la Iglesia Catlica, ni de las nuevas iglesias evanglicas que pueblan las barriadas de la novela, y parece tambin difcil argir que es una versin de la Teologa de Liberacin aunque se acerca ms tal vez a este modo de pensar.
En su pelea contra "perversidades y pestilencias" Moneada
parodia el discurso de sacrificio que fue secularizado en la moder
nidad e Ilustracin. Mientras comienza a predicar cerca de un mer
cado popular en que los vendedores ponen sus mercancas en los
rieles del tren, Moneada exclama: "la locomotora mata con inocen
cia, amigos. As los yanquis de Talara Tumbes Limited, Cerro de
Pasco Corporation. No; no son responsables" (Arguedas 59). Se
burla de la aparente imparcialidad de la muerte en la modernidad
como si los pulmones negros de los mineros y el hambre de los
desempleados fueran consecuencias naturales de la vida cotidiana.
Despus de recoger una mezcla de "sangre, carne, tablas y plumas"
del gallo y los cuyes, Moneada declara: "Yo loco, negro, pescador pescado, voy a alimentarme de esta sangre de gallo de la pasin. A vuestra salud, a vuestros pulmones! Yo soy la salud, yo soy la vida de la vida, sarcfago, tuberculosis, Braschi!" (ibid). La re-esceni
ficacin del sacrificio de Jesucristo presenta tambin la fundacin de
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la comunidad moderna por medio del sacrificio. Esta escenificacin de la fundacin de la comunidad de Chimbte sugiere que se funde no una comunidad viva, sino una repleta de enfermedad y muerte.
Representa la vida de la industria, urbanizacin y modernizacin (la locomotora), de una voracidad que come carne, como los griegos entendieron la piedra caliza, una piedra sarcfago. Su consumo del
cuerpo del gallo y de los cuyes, cuerpos muertos por la locomotora, un smbolo conocido de la modernidad, redefine al animal y no a
Jesucristo, como los seres aniquilados por la modernidad, entendi dos tanto por la sociedad poltica como por la industrializacin. Tambin afirma que a diferencia de Jesucristo son muertos no por ninguna razn en particular, sino porque son superfluos; necesarios
para la subsistencia de los humanos, pero insignificantes para los mecanismos del "progreso". No son sacrificados, pero pueden ser mostrados como sacrificados. La re-escenificacin de Moneada
reconstruye el acto de recordar el sacrificio de Cristo en pos de legi timar el orden social. En los dos momentos de su discurso, Monea da conecta el discurso del sacrificio de la modernidad racional con el discurso cristiano de la pasin de Cristo. Al conectarlos, Moneada critica la reduccin tanto de animales como de seres humanos a una vida que se deja morir9. En el momento en que parodia los discur
sos modernos y catlicos de sacrificio, la actuacin de Moneada concentra la enfermedad para transformarla usndola (en su teatro
callejero) a fin de desactivar su poder explicativo. En vez de legitimar el sacrificio de los animales para superarlos y
as lograr la espiritualidad o racionalidad de Kant, Descartes y Cor
tzar, su actuacin sugiere que slo a travs de la encarnacin, o de
la actuacin de la enfermedad, se puede vivir la enfermedad de tal manera que la transforme. El escenario montado por Moneada re
presenta el contagio de la monetarizacin internacional -"la peste bubnica de Talara-Tumbes Internacional Petrolium Company, Esso, Lobitos, libra esterlina, dlar" (Arguedas 54)-. l declara: "yo soy esa pestilencia, aqu estoy sudando la bubnica" (ibid). Moneada no se establece a s mismo como una figura moderna de Cristo. No
9 Para Foucault este concepto es la base de la biopoltica: "El derecho de
soberana es, entonces, el de hacer morir o dejar vivir. Y luego se instala el nue
vo derecho: el de hacer vivir y dejar morir" (218).
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acta una escena en la que puede morir, y a travs de su muerte
extinguir lo malo de la industria financiera o globalizacin; no suda
la peste para erradicarla. No se puede leer su actuacin como un
ejemplo de sacrificio para salvar a los residentes de Chimbte que lo
escuchan predicar. En vez de apoyar estas narrativas, Moneada
"haca de pescador descalzo" (Arguedas 55) simultneamente
construyendo una imagen de "la multitud" de migrantes que se
transformaron en pescadores de Chimbte, Cristo como figura de
sacrificio humilde, a s mismo y al lector. Sugiere que todos somos
"pescadores descalzos" y "pescadores pescados", implicando a los
lectores y sus espectadores en la escena del contagio de la empresa internacional. Al encarnar la peste, Moneada acta la encarnacin de
la peste que viven sus interlocutores. Demuestra la participacin de
su pblico en una lgica de sacrificio secular que representa la
muerte de animales, mineros, pobres y otros como si fuera natural.
El pronunciamiento de Moneada desactiva la ficcin coherente
del sacrificio que autorizara papeles sociales definidos, porque quie bra el discurso del sacrificio mientras tambin hace tangible con
cretiza- su propia degradacin, y la de su pblico, por la enferme
dad del capital. Demuestra que no hay un sujeto poltico o una
visin del humano que pueda transcender ni la contaminacin del
capital o de la "locura" de Moneada. El teatro de Moneada, as, se
desritualiza, tornndose inoperante como un sermn que dara sen
tido a la existencia de su pblico. Lo que s hace el teatro es tocar a
cada uno de los participantes en maneras que quizs no sepan pro cesar. Les toca al contaminarles con la inmersin radical en el
"mundo-de-muerte" que es Chimbte, en su rabia y su placer en
"desvariar"10.
El pblico no puede apropiarse del afecto difundido por la
actuacin de Moneada. Despus de que Moneada sale del mercado
para unirse a una procesin de cruces, no autorizada y mal conce
bida, cruces que "nadies ya iba a visitar" (Arguedas 70), los espec tadores debaten si Moneada es un "negro cochino", "un loco de
10 Agamben, va Benveniste, describe cmo el juego quiebra el mito: "La
potencia del acto sagrado... reside en la conjuncin del mito que cuenta la his
toria y del rito que la reproduce y la pone en escena. El juego rompe esta uni
dad: como ludus, o juego de accin, deja caer el mito y conserva el ritual; como
jocus, o juego de palabras, elimina el rito y deja sobrevivir el mito" (86).
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mierda" o si es un "loco santo, negro, mejor que San Martn, que
Juan XXIII" (60). El debate entre los espectadores subraya la ambi
valencia de Moneada como una figura en la novela que "es cualquier cosa" (60), el comentario ofrecido por una vendedora de chicha
rrones que termina el debate. Ella interpreta la reaccin de los
espectadores y su incapacidad de evitar sus propias respuestas apa sionadas: "Los que formaron el cordn de espectadores del negro dispersaron. Pero luego de las palabras de la seora se hizo un ins
tante de silencio a plomo y pudo orse, a lo lejos, la tristsima guita rra del ciego Antoln Crispin. Tres hombres... se orientaron hacia el
sonido de la guitarra... 'Estn hambrientos pens la seora vari
cosa- Han estado parados desde la amanecida'" (61). La vendedora asocia dos formas de hambre corporal: la necesidad por comida y
por sentido. Su necesidad por sentido hace que se orienten hacia la
guitarra de Crispin, una nueva conexin afectiva. Su hambre carga el
silencio, que siendo de "plomo" invoca el estancamiento, una falta
de movimiento y un pesar que teme que realmente Moneada podra ser "cualquier cosa". Hay una tensin entre la posibilidad de que este "cualquier" signifique absolutamente nada, o todo.
La inhabilidad de los hombres de extraer un significado definiti vo del habla de Moneada o para satisfacer su hambre actualiza la
calidad efmera del uso. En su descripcin de la profanacin Agam ben explica que un uso profano "es, as, siempre relacin con un
inapropiable; se refiere a las cosas en cuanto no pueden convertirse en objeto de posesin" (95). Debido a que el uso no funciona para reapropiar una subjetividad o un rito expropiado, el uso profano elimina a las personas, los animales y los objetos de la dialctica entre la expropiacin y la apropiacin (desterritoriazacin y reterri
toriazacin). Moneada representa la profanacin viviendo la expro piacin y la enfermedad, ocupndolas, y as, a travs de la ocupacin las contagia con la animalidad de rituales deformados y formas de vida brbaras, formas en que no se busca la posesin de uno mismo ni de los otros.
El acto de diluir y soltar subjetividades, posiciones de sujeto, y tradiciones de familia puede parecer como la reduccin de la vida a la vida nuda. Hasta la desnudez se redefine en Arguedas. La prdida de estructura y de sentido -la confusin de Chimbte, en la visin de Arguedas, permite una ocupacin de la materialidad de esa exis
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tencia expropiada y precaria. Es una ocupacin que contamina el mundo con la capacidad de tocar a otros en su condicin degradada, una posibilidad que confunde la muerte y la vida. En su tentativa de
registrar la experiencia de la desterritorializacin, reverberando por el espacio y el tiempo y activando las conexiones afectivas entre
personas, mquinas y dioses, la novela pide que los lectores consi deren qu po de comunidad se sugiere cuando no se puede conce birla como un espacio de pertenencia. La novela plantea esa comu nidad como una ocupacin precaria de las contradicciones cotidia nas de tal manera que contamina la modernidad (la produccin, la
ciudad, el humanismo) con la animalidad.
Bibliografa
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Article Contentsp. [95]p. 96p. 97p. 98p. 99p. 100p. 101p. 102p. 103p. 104p. 105p. 106p. 107p. 108p. 109p. 110p. 111p. 112
Issue Table of ContentsRevista de Crtica Literaria Latinoamericana, Vol. 38, No. 75 (2012) pp. 1-536Front MatterSeccin Monogrfica: Westphalen y Arguedas: Centenarios fecundosPresentacin: Sobre los 75 y los Centenarios [pp. 9-10]Potica narrativa y traduccin cultural en Jos Mara Arguedas [pp. 11-25]Recorridos chamnicos: sobre el afecto cognitivo en Arguedas, W. H. Hudson y Deleuze y Guattari [pp. 27-50]El aire de Arguedas de la dcada de 1960: una sustancia comn y crtica [pp. 51-75]Las metforas de colonialidad y descolonizacin en Jos Mara Arguedas y Frantz Fanon [pp. 77-94]Jos Mara Arguedas y la teora poltica: reflexiones sobre la animalidad y el contacto [pp. 95-112]La "mariposa negra" de Arguedas: figuras afroperuanas en "El zorro de arriba y el zorro de abajo" [pp. 113-130]Espacio y lenguaje: una cartografa de Chimbote en "El zorro de arriba y el zorro de abajo" de Jos Mara Arguedas [pp. 131-148]Las chicheras conducen al coliseo: Jos Mara Arguedas, tecnologa y msica popular [pp. 149-170]La alegra centrfuga. Mquinas y corporalidades posthumanas en "El zorro de arriba y el zorro de abajo" [pp. 171-181]El discurso traductor de Jos Mara Arguedas [pp. 183-203]"Yawar Fiesta" de Jos Mara Arguedas: dos textos, dos aproximaciones [pp. 205-216]Vilma Victoria Arguedas Ponce: una verdad en la vida de Jos Mara Arguedas y un epistolario revelador [pp. 217-228]El cauce y el caudal: Emilio Adolfo Westphalen y Jos Mara Arguedas en la cultura moderna del Per [pp. 229-251]Deseos de modernidad y fronteras de lo primitivo: territorialidad y autenticidad en el debate por un nuevo imaginario peruano en Abril, Westphalen y Arguedas [pp. 253-282]Westphalen y el "breve hechizo"1 de la poesa [pp. 283-300]El rol de la traduccin en "Las Moradas" [pp. 301-316]Mitigar avernos, padecer belleza: la poesa tarda de Emilio Adolfo Westphalen [pp. 317-328]
Estudios"Sara mamacha, papa mamacha": representaciones alimenticias en la poesa quechua [pp. 331-361]La lectura de Clorinda Matto de Turner del Inca Garcilaso y Blas Valera: cuando lengua, espacio domstico y Estado-nacin coinciden [pp. 363-380]La selva como imaginario mtico y utpico: "Bab Osam, Cimarrn, ora por la santa muerta" de Cronwell Jara [pp. 381-396]Makunaima: um heri a servio da ordem social [pp. 397-417]La voz de Auxilio en "Amuleto" de Roberto Bolao [pp. 419-440]La fiebre de las antologas: narrativa hispanoamericana en trnsito al siglo XXI [pp. 441-464](A)filiaciones electivas: familia y relaciones de amistad interracial en "Abeng" de Michelle Cliff [pp. 465-479]
NotasCarlos Fuentes (1928-2012), el presente de todos los tiempos [pp. 483-490]Luis Alberto Spinetta, la forma de la cancin [pp. 491-498]Nota sobre "La tristeza de los tigres y los misterios de Ral Ruiz" [pp. 499-504]
ReseasReview: untitled [pp. 507-510]Review: untitled [pp. 510-514]Review: untitled [pp. 514-516]Review: untitled [pp. 516-520]Review: untitled [pp. 520-522]Review: untitled [pp. 522-524]Review: untitled [pp. 524-526]Review: untitled [pp. 526-529]Review: untitled [pp. 529-533]Review: untitled [pp. 533-535]
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