plantas hebreas

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Espagiria

Transcript of plantas hebreas

  • FLORA BIBUGO-POETICi

    HISTORIA DE LAS PLANTAS CELEUADIS H L SA9UDI ESOHTUM

    'ST F O H ZiOS I O B X A . S A j g m O T T O S .

    ORIGINAL DEL DOCTOB

    D. JUAN C1JAL.BERTO TAIBCMIIV.

    MADRID. IMPaiNTA DE LA VtDDA HUO DB D. B. ACCADO.P0NTBJ08, 8 .

    1871.

  • F L O R A

    BBLICO-POTICA.

  • (O C

    FLORA BBLICO-POTICA o H I S T O R I A

    E LAS PMNGIPALEB PLANTAS ELOGIADAS EN LA SAGRADA ESCRITURA,

    seguida do la q u e c ada u n a coiTcsponde en la F l o r a Po t i ca antigua, en IOB H i s t o r i a d o r e s , Na tu ra l i s t a s y Dotan icos , r e fe r idas d e t e r m i n a d a s especii^s, con la indicacin de s u s apl icaciones en

    la i ndus t r i a y proi i iedades medic ina les .

    O B R A . I>I,II>/a:ER,A. EIT STT O - E I ^ E R O

    PIBLICAUA liN ESPAA,

    de gran utilidad para los que se dedican al estudio de las ciencias eclesistioas, y loa admiradores del gran libro de la humanidad; para loa Li tera tos , Poetas, Naturalistas, Botnicos, Mdicos, Farmacuticos

    y cuantos estiman la utilidad y belleza de los vejetales:

    ORIGINAI, DEL DOCTOR EN FARMACIA

    DON JUAN GUALBERTO TALEGON, iKiiriiiwo de nmero del Colegio de Farmacuticos de lladrid, Suhdelerjado de Sanidad del distrito de la Latina, godo de mrito y corresponsal de varias Corpo-

    raciones Cientficas nacionales y cslranjeras.

    PRECEDIDA DE UN PROLOGO

    DEL EXCMO. SR. DR. D. NEMESIO DE LALLANA, i-latedrtico de mate r i a Turmaculica an imal y minera l en la

    TJn i \e r s idad Cent ra l .

    Omnis sapientia Domino Deo est, el cwn Uto (uit semper, el est ante (prum.

    Toda sabidura es de Dios, con hl os-luTO siempre, y est antes de los siglos.

    (ECLESISTICO, CAP. 1, v. I.)

    MADRID niPRENTA DE LA VIUDA IIIJU DE D. E. AGUADO.PO.NTEJOS, 8 .

    -1871.

    //.llct^

  • AL SEOR

    DON EDUARDO TAIEGON DE l A S HERAS, n O G T O R E N F A R M A C I A ,

    AYUDANTE POR OPOSICIOM DE LA CATEDRA DE QUMICA ORGNICA DE LA

    UNIVERSIDAD CENTRAL, SOCIO DE NMERO DEL COLEGIO DE FARMACUTICOS

    DE MADRID, DEL DE VALLADOLID, Y OTRAS CORPORACIONES CIENTFICAS

    DEL P A S .

    El fecundo raudal de la verdadera sabidura ema-na del Omnipotente, cuyo escelso trono, radiante de gloria, brilla en las alturas. Ella nos abre sus ricos tesoros para ensearnos amar Dios, primer deste-llo de la divina ciencia, que ya balbucea nuestro labio infantil bajo el solicito cuidado de 7iuestra cristiana madre.

    Si amar y temer a Dios es la religiosidad de la ciencia y la plenitud de la sabidura, preciso es, para conseguirlo, estudiar el libro donde se aprenden tan elevadas mximas, el cdigo inspirado por Dios, la Santa Biblia.

    Libro grande, hijo mi, que abarca por su origen

  • 4

    mas all de cuanto el entendimiento humano puede comprender!

    A quin sino ti puedo yo dedicar este humilde trabajo, fruto, sin embargo, de lar (jas y prolongadas vigilias? Nadie como t, entre todas mis afecciones, rene mayores derecJios. Porque educado en el seno de tina familia fiel observadora de los deberes religio-sos bien entendidos, dirig desde tus primeros aos todo mi paternal anhelo hacia tu slida instruccin, basada, jjara orgullo mJo, en ese libro sin igual; 2^or-que, como yo, has tenido la honra de saludar la deli-cia de los medicamentos, una de las que mas se gozan en la contemplacin de los mgicos encantos de los ve-getales , objeto principal de la obra que te consagro.

    Recibe, pues, mi tierna ofrenda, como testimonio irrecusable del preferente lugar que ocupas en el cari-oso corazn de tu querido padre.

    t-'l Cvatot-.

  • NOTA DE LOS 41T0RES CONSULTADOS HU LA OBRA.

    ABEN-ESRA. Comentarios de la Biblia. XcosTh.Drogas de la India Oriental. khayo.Tratado del Diluvio. A.MOREDX.Plantas sagradas. APLETO.lo de oro. ARIAS MONTANO.Historia natural. ARISTFANES.Poesas. AvsOKio.Idilios. AviCENA, Edicin romana. BARRIO.Fbulas. BABUINO.Pinax. BARCEFA.Tratado del Paraso. BARREIRA.Plantas santas. BELON. Viaje Levante. BOCHARTO.Animales de la Biblia. CAILLOT.Geografa botnica. CKLVWW^V}.glogas. CARPENTER.Historia Natural de la Escritura. CELSIO.Hierobotanicon. CHATEAUBRIAND.Sus Obras. CLADUUNO.Robo de Proserpina. COLN.India Sagrada. COLOMELA .Agricultura. DE CANDOLLE.Botnica de la India oriental. DiERBkcn.Tratado del Clamo aromtico. DioscBiDES.(St Obras. Du MoLiN.Flora potica antigua. ENNIO.Poetas antiguos. FENELON. Telmaco.

  • 1-'EI(RAR/.Cv.Uioo del Xaratiju. FriiHEi.v..Valeria Mdica. FonsKAL.Flora de Egipto. FiLLER.Miscelnea saarada. G.VHCA HoitiA.Plantas de la l,idUi urieiUtil. (i KOFFii o r. Materia Mdica. ESNEU.Fitografa sagrada general. EiiMMO (SA.N).(Jomeatarios de la Biblia. GiUEiiTO.Tratado dla Mirra. GiiBOiKT.Historia Natural de las drogas simples. HASSEI,QCIST.Plantas de Siria. HERODOTO.Sus Obras. HESIODO.Sus Obras. HLLBR. Tratado de los Arboles g las Yerbas. HUMERO.Iliada y Odisea. HORACIO.Odas. ISIDORO OE SEVILLA C^y).Orgenes. JosEFO.Auligiiedades de los judos. JL'VENAL,Stiras. LABILLARDIERE.Plantas de Siria. LAMY (BER.XARDO).Aparato bblico. LE/EI'NK.Flora de Spa. LEN (FR. LUIS DE).Prlogo al Cantar de los Cantares. LE VINO.Arboles de la Biblia. LifiJiEO.Gneros de plantas. LoCHNER.Tratado de la Adelfa. MAIM.MUES.Comentarios de la Biblia. MARCIAL.Epigramas. MATIOLO.Oomentarios. MBI.^V,^O.Epigramas. MERAT V nn LENS.Diccionario universal de Materia Mdica. MoELiND.Resurreccin de las Plantas. MouAMMEii.Koran. MoNCO.MSio.Comentarios bblicos. MoNFALCO.N.Disertacin sobre el Papiro.

  • 7 NACIA.NCENO (SAN GRitOim).Hisoria eclesistica. NEMESIANO.glogas. NICANDRO. Triacas. NiCABco.Antologa griega. NiEREMBERG.HistOTia Natural. NissARD.Comentarios sobre Gelsio. ORFEO.Argonautas. OnsiN.Historia de la Virgen. 0\nm.Sus Obras. Vkhktiio.Agricultura PA'LIISO. Varas de Jacob y Epstolas. PEBSEO.Stiras. VimAHo.Pitas. Pi-ATON."; Convite. PKIZEL.Tesoro de literatura botnica. PLIMO.Historia Natural. PLUTARCO.Sus Obras. PoNTANO.Huerto de las Hesprides. PRSPERO ALPINO.Plantas de Egipto. R. SiM.OTAO's.Interpretaciones bblicas. RADZIVIL. Viaje la Palestina. RAYO.Historia de Plantas. Risso.Historia de los Naranjos. RoBiNSON (GREGORIO).-Fea/ la Palestina ij Siria. RoGER, Viage la Palestina. SACH.Ampelografa. SANAZARO.Poema de la Virgen. SciiECHZF.RO.i'/sica sagrada y Herbario diluviano, my.Plantas de Asia. SiDONio.Panegrico. SFOCLES.Edipo. SOL'SA.Historia de la Creacin del Mundo. SPRENGEL.Flora bblica. TECRITO.Idilios. TEOVMSTO.Historia de l^s Plantas.

  • 8 TiiEVE.voT.Itinerario d Oriente. TiRNEFORT.Viaje i Leea/Ue. TREMEI.IO.Comentarios de la Biblia. Tmi.i.Eii.Enfermedades de la vejez. URSINO.Arboles de la Biblia. VAM.ES.Filosofa sagrada. VA.MER,Predio rstico. ViuA.Poema Cristo. \'ii.i,A (FR. ESTER\N UE).Plantas incynitas. ViLLAMNT. Viaje Palestina. ViHcii.i.Sus Obras, y Poema del Mosquito. Vosio.Interpretaciones bblicas.

  • -H-E leido con muclio gusto la obra escrita por D. Juan Gualberto Talegon, relativa las plantas consignadas en la Biblia.

    En el breve discurso preliminar de ella, despus de tributar los debidos elogios tan sublime libro, hace una comparacin entre los poetas bblicos y los profanos; y en los pasajes que cita, seguramente que Homero, Ovidio, Pndaro y otros clebres picos, ele-giacos y lricos, aparecen inferiores Moiss, David y Salomn, en la sublimidad y espresion de los asun-tos que respectivamente tratan.

    Esto, y la continuacin de su breve prlogo, ca-racterizan al hombre erudito y versado en las cien-cias eclesisticas y profanas, anunciando adems que el que sabe formar un cimiento para levantar sobre l un edificio, tiene suficientes recursos para llevarle cabo de una manera digna, y con las condiciones apetecibles.

    La descripcin de la Palestina, y las opiniones que

  • l se han emitido acerca de su antigua fertilidad com-parada con su esterilidad actual, constituyen un frag-mento curioso, que no desdice de la ndole de la obra. El cuerpo de esta se compone de Monografas de las plantas consignadas en la Biblia, hacindose una in-geniosa y agradable transicin de la Flora bblica la potica profana, a la histrica, y ltimamente la cientfica, con indicacin de sus aplicaciones, ya eco-nmicas ya medicinales.

    En este cuadro manifiesta el autor selecta erudi-cin bblica y profana, sacada de las eminencias per-tenecientes ambas Floras; un buen criterio para resolver las dudas que veces ocurren sobre la ge-nuina inteligencia de la palabra hebrea, respecto la especie de la planta la flor que se quiere significar en el cdigo sagrado; y oportuno en sus deducciones de alta moralidad, consigue ensalzar las virtudes re-ligiosas y sociales.

    La sentencia, erudiius cum errat, errad errore erudito, que consigna el autor en su prembulo, es un escudo que le defiende y preserva de los tiros en-venenados que quiera dirigirle algn Aristarco in-transigente y descontentadizo.

    Es ocioso decir que Tecrito, Virgilio, Ovidio, Ho-racio, Marcial y otros clsicos, amenizan con sus citas la Flora potica.

    Las pginas que tratan de las plantas aristocrti-cas, son mas brillantes que las que se refieren las

  • 11 plebeyas. Esto es natural; pero as como en la natu-raleza viven interpoladas las provechosas y nocivas, y prximas veces la bella y aromtica rosa y la fea y urente ortiga, segn cant el desterrado al Ponto Euxino ("), llenando sin embargo unas y otras el mis-terioso cargo que les impuso el Criador; resultando de esta manera un conjunto armnico y provechoso: as tambin sucede en las Monografas del Sr. Talegon. En unas aparecen plantas que escitan desde luego un vivo inters, en otras parece que languidece; pero tn-gase en cuenta, que si en estas ltimas Monogralias no hay tanta poesa, existen vegetales que tal vez ofrecen un inters mas positivo la humanidad.

    Considero la obra del Sr. Talegon como un sazo-nado manjar condimentado de varias maneras, pero todas agradables los diferentes paladares de los lec-tores; y creo que ha conseguido cumplidamente el utile dulc, tan recomendado por el lrico romano en su epstola los Pisones.

    Por la originalidad que encierra, considerla tara-bien como una novedad para el pblico en general; y esta circunstancia, supuesto el buen desempeo del trabajo, la recomienda sin gnero de duda toda cla-se de personas.

    As como el que desea ver un drama quiere lo

    {*) Terra saMiferas herbas, eademqiie Mceates Nutril, el urtica prxima sigpe rosa est.

  • 12 mas que le indiquen el argumento, pero no que le refieran las variadas escenas de que consta, porque en la variedad est el deleite: as yo no hago mas (ue resear el objeto de la obra del Sr. Talegon, de-jando al lector que saboree sus detalles, en los que, si Jiiens non Iceva fuisset, hallar cosas buenas, si es que tiene alguna aficin la historia sagrada y pro-fana, la poesa y la botnica, cualquiera de estas ramas del saber humano.

    Todo esto, y la modestia bien conocida del autor, me impiden prodigar mas encomios.

    /(bemeiico (/e ^acCat

  • 13

    A L LECTOR

    Antes de emprender la carrera cientfica que con tanta satisfaccin desempeo, tuve la buena suerte de cursar las ciencias eclesisticas, recorriendo, aun-que no con el fruto debido, las sublimes pginas del gran libro de la humanidad, la Biblia sagrada. Son tantas las maravillas que este inspirado Cdigo en-cierra, como dice Chateaubriand, que todo lo gran-de, perfecto y acabado de la creacin lo encontramos diseminado en el proftico lenguaje de sus admira-bles versculos.

    Efectivamente: dirijamos una ojeada por el Uni-verso, contemplando una por una, si dado fuern, al entendimiento humano, sus grandezas; fijmonos en la simtrica armonia de sus partes integrantes, mo-vimientos interiores y esteriores, y las cualidades to-das de los seres; elevemos nuestra vista sorprendida al cielo, y vemos el hecho mas notable de la natu-raleza, ese hermoso fanal colgado en el firmamento, que, la vez, lo mismo alumbra las regiones de la Aurora y del Medioda, que vivifica con sus rayos las florestas de Occidente. Pues bien: la Biblia los elogia como no alcanz genio humano, probndonos la exis-tencia del Criador.

    Y quin pudo imitar su elocuente lenguaje? Las brillantes descripciones de Homero, nunca pueden igualarse en galanura y concisin las sencillsimas

  • 14 (le ^foss; Jas leyes de Licurgo no tienen compara-cin con las del legislador hebreo, como los himnos [lotcos de Pindaro desmerecen ante los del profeta Rey. Aunque el poeta de Chio haya adquirido, segn algunos, el primor lugar entre los genios inspirados, son plidas sus imgenes al lado de las del hijo de Aaraiu; con entonacin sublime canta Demodoco la guerra de Troya ante lises en el festin de Alcino: la vida de Jos, vendido por sus laermanos, cuando le prcsMitan el pequeo Beu.jamin, es la gran epopeya del nmndo. Comprese el estudiado reconocimiento de Ulises y Telmaco, con el sencillo de los hijos de Jacob, cuyo pasaje hacia llorar de admiracin Vol-tairc. Nstor, el orador de Pilos, arengando alas ma-sas, va muy detrs del gran Patriarca sentado la sombra de una palmera dirijiendo sus pastores. Qu imaginacin oriental cant una oda como el paso del mar Rojo, ni las tiernas buclicas de las escenas de Ruth.' Qu poeta, ni aun el mismo Ovidio, espres la tristeza del alma como el santo rabe Job? Es ver-dad que un corazn sumido en la desgracia y alen-tado por Dios, se adaptaba perfectamente el musgo seco de la montaa y la abrasada arena del desierto.

    Muchos pretendidos sabios modernos, entre ellos Dupuis, en su vrtigo de la mas descarriada imagina-cin, han pretendido probar la ilsedad de la Biblia, lijndose en estas analogas de la lbula con los pasa-jes bblicos: error inaudito. El amor propio es el m-vil de los personajes de la mitologa, la naturalidad y sencillez el de los Profetas; estos someten la materia al Criador, aquellos la divinizan materializando el espritu, siendo su primer efecto la causa eficiente, y

  • 15 prestando, despus de mil rodeos, pleito-homenaje la Unidad del principio universal, al verdadero Dios.

    Seran, pues, interminables los elogios de la Bi-blia; basta para terminarlos aadir, que el origen del mundo y su necesario fin, la base de las ciencias hu-manas, los preceptos as polticos como morales para el gobierno de las sociedades y del individuo, ya en la opulencia ya en la desgracia; las situaciones todas dla vida, grandes pequeas, favorables adversas, procedan del acontecimiento que quiera, todo, absoluta-mente todo est en ella-consignado: prueba definitiva irrecusable que fue dictada por la eterna Sabidura.

    Abarcando en su seno la ciencia divina y todas las humanas, lgico es hallar la que se ocupa de las plantas; y cmo se haba de olvidcr de una de las primeras ciencias, la mas til para todas nuestras necesidades? Sin mas que hacerse cargo de la signi-ficacin etimolgica de la palabra botnica, nos da-mos cuenta de su existencia desde la aparicin del primer hombre en la tierra. Su mas imperiosa nece-sidad fu la de atender al preciso alimento, y la sa-tisfizo con los vegetales, quienes la vez, vagando solitario en los bosques, le ofrecieron el sencillo al-bergue y el rstico vestido. La dudosa bondad de los frutos, dulces, sazonados y nutritivos unos, amargos y nocivos otros, hizo que fijase su atencin en las plantas, fin de irlas estudiando y distinguiendo, dando origen de este modo .la ciencia botnica.

    Tan antigua como el hombre, sus elogios necesa-riamente han de remontarse las primeras edades. El primer botnico que registra la historia fue segura-mente Sanchoniaton, quien afirma que ya fue cul-

  • 16 fivada con algfiina ventaja por Sydix el Justo, el j)atriarca No, quien la ense su hijo Sem para que la trasmitiese las futuras generaciones,

    Que los Hebreos conocieron las plantas y sus vir-tudes, es una verdad indubitable. Las Mandragoras de Lia corrigiendo la esterilidad de su hermana Raquel, como el leo que dulcific las aguas de Mar, son un hecho fehaciente, que corrobora el Eclesistico cuan-do aconseja que no se desprecien los medicamentos. Y si, como es natural, hemos de dar crdito la Escri-turas, los tiempos bblicos se honraron con un distin-guido botnico, con el gran Salomn, que conoci desde el Musgo que pisa nuestra planta, hasta el cor-pulento Cedro del Lbano. El mismo Jesucristo en-grandeci esta ciencia cuando llama labrador su Eterno Padre, porque la agricultura no poda prospe-rar sin sus auxilios; aparcese la Magdalena, y para orgullo de la botnica se presenta en trage de hortelano, confiriendo la ejecutoria de nobleza que tan apreciada fue de los romanos.

    Si Diocleciano pretiri las plantas por la diadema; si Ciro invirti sus tesoros formando jardines; siEvax dulcific el carcter irascible de Nern regalndole una coleccin de veg'etales; si Motezuma prodigaba las yerbas medicinales, costeadas por su cuenta, los pobres enfermos sus subordinados, yo, fuer de ca-tlico, dir: que s nadie que salude la ciencia dlas plantas puede ser ateo, puesto que por s solas pu-blican la existencia de Dios y su poder, las que tu-vieron la suerte de ser citadas en la Biblia, cuya his-toria me propongo esclarecer, son adems un testi-monio de la verdad revelada, como testigos perennes

  • 17 de las grandes escenas do los dos Testamentos. Mi satisfaccin seria completa si tuviera la suerte de lle-nar cumplidamente los altos deberes que me lie im-puesto, siguiendo Breynio cuando dice: Dos place-res hay en la vida, la religin y las plantas.i> Di-choso yo si, ensalzando aquella cual se merece, con-sigo ilustrar la historia bblica de estas!

    No se me ocultan dos poderosas razones que, mas de mi pobre insuficiencia, influyen en gran ma-nera para que as no suceda. Simple aficionado la botnica, y sin haber tenido la fortuna de visitar la Palestina, no es posible que mis descripciones lleven el sello de la ciencia do las plantas, ni la acertada interpretacin del sentido figurado de la divina, puesto que son atributos del sagrado Intrprete. Mas: aunque muchos telogos espaoles se han ocupado de los elogios que la Biblia consagra las plantas, solo ha sido incidentalmente, fin de esclarecer los dife-rentes versculos en que algunas se citan, pero sin que ningn botnico ni curioso, que yo sepa, se haya ocupado de coleccionarlas cientficamente. Esta es, pues, otra doble circunstancia que me ha retrado hace tiempo, acusndome de atrevido y pretencioso.

    Por fin, enterado de que otros pases menos pre-ciados de catlicos han tenido cristianos Naturalistas y msticos botnicos, que trataron esta materia con la lucidez que su elevada importancia requiere, ellos he acudido y con ellos he procurado identificarme, sin dejar de consultar la opinin de ilustres viajeros la Tierra Santa, como la de autorizados sabios.

    De lo dicho se desprende que el estudio de las plantas sagradas no es efectivamente nuevo; y icil

  • 18 es coleg'ir las infinitas dificultades que ha habido ne-cesidad de vencer para perfeccionarle en lo posible. El trabajo mayor ha sido conocer las varias interpre-taciones que se han dado los nombres hebreos con que se designaron las plantas y productos; y aunque pasan de cien libros los publicados desde el siglo XVI hasta nuestros dias, an quedan muchas dudas que desvanecer.

    Los botnicos, tomando en consideracin los ca-racteres diferenciales que se entrevean de los pasajes bblicos, y utilizando la vez las noticias recibidas acerca de la vegetacin en Oriente: han podido con-fusamente determinar las plantas sagradas, siempre bajo el prisma de la incertidumbre. En este asunto, como en todos los literarios, han descollado unos au-tores mas que otros, siendo desigual el crdito, pues-to que depende de causas todos conocidas.

    La Flora bblica que pasa por mas completa, segn algunos, es la del botnico Sprengel, en los primeros aos de este siglo. Los vegetales que enumera son unos setenta, sin que falte cada uno el nombre he-breo que crey mas conveniente, por mas que mu-chos orientalistas no estn conformes con su opinin. Ocurre con frecuencia que la interpretacin que da los nombres, si bien procura sujetarla los datos de la ciencia entonces, no est recibida por la mayora de los dems autores.

    Sin dejar de admirar este importante libro, del cual he adquirido noticias para mi objeto: me he per-mitido dar la preferencia otro mas antiguo, que lle-n en parte mis aspiraciones, aparte de que, bajo la impresin de un razonado criterio tambin en oca-

  • 19

    siones disienta de l, como de muchos otros: me refie-ro Olavio Celsio.

    Por los aos de 1728 este profundo telogo, res-taurador la vez de la Historia Natural en Suecia, acopiaba materiales para publicar su Hierobotanicon, sea la liistoria de las plantas sagradas, y faltbale Tin auxiliar, profundo conocedor de la ciencia de los vegetales, ya que al erudito maestro le sobraban los dems conocimientos para la publicacin de su im-portante libro. Estudiaba entonces en. Upsal el sabio Linneo, quien, escaso de fortuna, necesitaba un Me-cenas, que encontr en Celsio. Entonces el gran bo-tnico pag su gratitud con ardoroso empeo, y se dedic suministrarle todos los datos de que su fe-cunda imaginacin de veinticinco aos era capaz.

    He aqu esplicado el motivo que justifica la prefe-rencia. Si algn encumbrado hijo del gran TQofras-to se dignara leer la Flora biblico-polica, y sin mas que fijarse en su ndice la reputara como incompleta, piiesto que solo describo cincuenta y una plantas, y el autor que yo postergo Celsio, el reputado bot-nico Sprengel, consigna unas setenta; yo me permi-tira contestarle anticipadamente, que respeto los hombres de ciencia como se merecen, y que mi hu-milde Flora es la nica publicada que abarca todas las plantas de los dos Testamentos. Voy pues de-mostrarlo, dirigiendo un ruego al lector, el de que me conceda esta importante digresin.

    Si cualquiera se toma la molestia de leer la Biblia, desde el Gnesis hasta el Apocalipsis, encontrar que son unas ochenta y seis plantas las que se citan en los dos Testamentos, inclusa la mostaza de los Evan-

  • 20 gelistas; (le solo unas seis, diferentes las del anti-guo, hacen estos mencin; luego la Flora de Spren-gel, refirindose las setenta que consigna, no es completa; fltala pues una'veintena que, como estu-diadas por los Profetas, deja en el olvido, y yo las unas y las otras someto al juicio del lector.

    Cuando se trata de una Flora poco estensa y muy estudiada, siquiera lo est respecto de ciertas especies, dentro de los lmites de lo probable, es una omisin demasiado considerable; esa fue la poderosa razn que yo he tenido para ocuparme de todas. Las cuarenta y seis plantas que describo con sus nombres hebreos, cien-tficamente interpretados, as como las otras cinco sin haberlas podido dar los mismos, son dignas, por su estrema belleza unas, por las utilidades que reporta-ron al pueblo de Israel otras, de formar un capitulo separfido: si esto se aade que todas tienen esa ga-lana historia la vez, que nos legarop los poetas an-tiguos, nadie estraar esa preferencia merecida. Son las dems de pequea importancia, sin figurar en los grandes pasajes dla Biblia unas, otras, aunque se ci-tan, son tan insignificantes, que solo se indican de pasada, pero que todas carecen de historia bblico-po-tica. Por eso solo las enumero sin describirlas, ya en la familia correspondiente, ya en el lugar oportuno, fin de que las bellezas literarias, si las hubiera, no decaigan ante el rigor botnico.

    A los elogios bblicos de cada una de las plantas, siguen los de la misma Flora potica antigua, que tanto engrandece la literatura y poesa: primero re-corro la mitologa fenicia, donde la historia profima encuentra la mas antigua civilizacin; paso des-

  • 21 pues la egipcia y la griega, como madre de lo bello y sublime; concluyendo por la romana, esa se-ora del mundo, quien la imprimi el sello do su grandeza y dominacin, hasta qne el dolo fue reem-plazado por el altar augusto del Hijo de Mara.

    Esta ingeniosa transicin (y permtase lo inmo-desto de la frase) acaso no ser del agrado de algn rgido censor alejandrino; pero yo le dir que los elo-gios hechos de los vegetales por la antigedad, lo mismo bblicos que mitolgicos, no solo se encamina-ron ensalzar el poder del Creador, comprendido por las sectas religiosas de modos tan diferentes, sino que bien puede asegurarse que de la fbula vinieron los primeros rudimentos de la ciencia botnica. Todas las plantas celebradas por los Profetas con ese inimita-ble lenguaje oriental, lo han sido por los poetas de todas las edades, porque son, no dudar, las mas hermosas del viejo mundo: no es de estraar, pues, tal asociacin para recorrer la historia completa de cada una.

    Para estudiar los vegetales en los poetas, lo mismo griegos que latinos, preciso era consignar en la obra los principales versos de los pasajes mas importantes referentes cada uno. El propsito de verterlos nuestro rico idioma, podr no ser del gusto escojido de algn descontentadizo Aristarco, como oportuna-mente dice el dignsimo autor del prlogo, pero nun-ca motivo para negarme el derecho de traductor, que prescinde de citar los originales. Como s ya el juicio de alguno en este sentido, cmpleme aadir, que ante todo el ilustrado lector se ocupe de si el pensamiento del poeta est bien interpretado, y si por fortuna ma

  • '^2 asi lo encuentra, ver que, aunque poco conocedor del idioma de Homero y del Lacio, hu sienipre del plagio.

    No se me oculta tampoco que seguramente ha de haber algn ilustrado lector, sobre todo de esos que saborean la divina ciencia del filsofo de Eresos, quienes se les ocurra decir, que es altamente inopor-tuno haber trado plaza en la historia bblico-poti-ca de los vegetales sus virtudes medicinales, y aplica-ciones en la industria. Solo dir que tal apreciacin es contradictoria al clehve ffermine ierra herdam viren-tem del Gnesis, como no lo es menos al in his cu-rans mitiyabit dolorem del Eclesistico. Dejar en si-lencio al estudiar las plantas, bajo cualquier sentido, los dos mas grandes beneficios que de ellas recibe la humanidad, sera una ofensa incalificable la misma. Recorrida, por ltimo, la historia general de la plan-ta hasta nuestros dias, la refiero, si es posible, la es-pecie determinada por los botnicos.

    Bien conocida me es la sentencia del gran Tour-nefort en su Viaje Levante: Las plantas de Oriente difcilmente pueden describirse por quien no las ob-serva sobre el terreno; mas como solo deseo aparecer cual simple compilador, mi nimo se tranquiliza. Sea el que quiera el mrito de la obra, ninguno me per-tenece, todo corresponde los sagrados Intrpretes, Comentadores y Espositores de las Escrituras; los sabios naturalistas, eminentes botnicos y clebres viajeros cuyas opiniones consigno. Si hay errores, suya ser la responsabilidad, en la que siempre ir envuelto un tributo de respeto su memoria, recor-dando el dicho de los rabes:

    Eruditus cum errat, errat errare erudito.

  • 23

    BREVE DESCRIPCIN DE

    LA DIVISIN Y LIMITES DE LA PALESTINA.

    Para comprender, dice Paxton, el sentido de un gran nmero de pasajes de la Escritura, para saber admirar las bellezas de ese rico lenguaje, en que tanto abundan las figuras retricas, propias de la mas ardiente imaginacin oriental; para adivinar las alusiones que encierra, encaminadas hacia la mas ad-mirable justicia, y sacar todo el fruto y utilidad ne-cesaria, es preciso familiarizarse con las condiciones fsicas del punto donde fue escrita, examinar su si-tuacin geogrfica, conocer los Estados que le rodean y los principales pueblos que fueron testigos de tan grandiosas escenas. Unida la historia de las plantas bblicas esos pasajes de eterna admiracin, necesita tambin de los mismos auxiliares, como una aclara-cin ligera de la tan combatida fertilidad de aquel venerando pas.

    La Tierra Santa, cuna de la religin cristiana, y el solo pas del mundo donde el verdadero culto de Dios se ha perpetuado por muchos siglos: ha recibido en diversas pocas diferentes nombres, debidos, ya los habitantes, ya acontecimientos estraordinarios que se enlazan con su historia.

  • 24 Como el objeto principal de este libro sea no se-

    pararse en nada de la Biblia, de ella me valgo para consignar estos lijaros apuntes geogrficos.

    Se llam: 1." Tierra de Canaan. Tom este nombre de

    Cam, hijo de No, que so estableci all despus de la destruccin de la torre de Babel, dividiendo el pas entre sus liijos, los cuales fueron el tronco de nume-rosas tribus, que formaron sucesivamente una nacin distinta.

    2. Tierra de Israel. Cuando Josu conquist el pas de los Cananeos, se reparti entre los Israelitas, por cuya causa fue as llamada.

    3. Tierra de Jehov. Muclios versculos del Pen-tateuco confirman este nombre, y mas particular-mente el ltimo del capitulo 30 del Deuteronomio:

  • .ludea. Despus de la separacin de las doce tribus, las tierras habitadas por las de Jud y Benjamin for-maron un Estado aparte, llamado tierra de Jud, nombre que conserv todo el pas mientras existi el segundo templo, y durante la dominacin romana.

    6." Palestina. Parece que asi se llam ya en tiem-po de Moiss: trae su origen de los Filisteos, pueblo oriundo de Egipto, que despus de haber espulsado los Aborgenes, se estableci en las riberas del Medi-terrneo, donde se hizo tan poderoso que dio su nom-bre todo el pas.

    Son muy diversos los lmites asignados la Tierra Santa, pero segu.n las cartas geogrficas mas moder-nas y exactas, su ostensin es poco mas de doscien-tas millas, y su ancho hacia el centro de unas no-venta. Cuando el Seor concert su alianza con Abraham, dice el Gnesis (captulo 15, versculo 18): dar tu posteridad esta tierra, desde el Nilo hasta el Eufrates; circunstancia que no se verific, debido la conducta poco religiosa de los Israelitas, hasta los reinados de David y Salomn.

    Cuando los Israelitas se hicieron dueos de la tierra de Canaan, Josu la dividi en doce partes, que las tribus sortearon entre s, segn las familias. En esta divisin, los descendientes de lfraim y de Manases, hijos de Josef, y que Jacob haba adopta-do, recibieron sus lotes como tribus distintas. El pas situado al Septentrin fue asignado las tribus de Asser, de Neftal, de Zabuln y de Isacar; el centro la de Efraim, y la mitad de esta A la de Manases; el Medioda las de Jud, de Benjamin, de Dan y de Simen; y las comarcas del otro lado del

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    Jordn, de que los Israelitas se haban heclio dueos antes de haber conquistado todo el pas de Canaan, fueron asignadas las tribus de Rubn, de Gad, y la otra mitad la de Manases. La tribu de Rubn posey el Medioda, la de Gad el centro, y los distritos del Norte la de Manases.

    Los Levitas, pesar de formar una respetable tri-bu, no posean tierras: estaban encargados, segn el mandato espreso de Jehov, del cuidado de los alta-res, del diezmo y primicias de sus hermanos, con es-cepcion de toda especie de obligacin civil.

    La segunda divisin notable de la Tierra Santa fue la que hizo Salomn. Este monarca dividid el reino que haba heredado del Profeta rey en doce ])rovncias distritos, dirijida cada una por un go-bernador particular. Sus Estados confinaban al Orien-te con el Eufrates; al Occidente, por la parte del Mediterrneo, con el pas de los Filisteos; y al Me-dioda con el Egipto. Eran por consiguiente sus tri-butarios los reinos de Siria, de Damasco, de Moab y de Ammon, cumplindose la oferta del Seilor hecha Abraham: poseer toda la tierra prometida su posteridad. Este suceso, como dicen muchos histo-riadores, no fue mas que un brillante parntesis en la pgina histrica del pueblo de Israel.

    Despus de la muerte de Salomn, diez tribus se rebelaron contra su hijo Roboam, y constituyeron, bajo el mando de Jeroboam, un Estado separado, que se llam reino de Israel.

    Dos tribus i)ermanecieron fieles la obediencia de Roboam, la de Benjamn y de Jud, formando un rean con este ltimo nombre. Comprenda ste la

  • 27 parte meridional, qu(3 toc en suerte las dos tribus, asi como todas las posesiones de Dan y de Simen: su metrpoli, situada en la tribu de Benjamn, era Jerusaln. Los dominios de Jeroboam se coraponian de todas las provincias del Norte y del centro, y su capital era Samarla, dentro del territorio de Efraim. Esta divisin, que dur doscientos cuarenta y cuatro ailos, desapareci en la poca de la conquista del reino de Israel por Salmanasar, rey de Siria.

    La Tierra Santa pas sucesivamente de la domi-nacin de los reyes de Siria la de los Griegos y Ro-manos. En tiempo de Jesucristo estuvo dividida en las cinco provincias siguientes:

    1.' Galilea. Comprenda el pais primitivamente ocupado por las tribus de Isacar, de Neftal, de Asser y la mitad de la de Dan, dividida en Alta y Baja Galilea.

    2." Samara. Abarcaba el territorio ocupado por las dos tribus de Efraim y de Manases en la parte ac del Jordn, exactamente entre la Judea y la Galilea.

    3." Judea. Inclua las tierras que pertenecieron en la antigedad las tribus de Jud, de Benjamn, de Simen, y la mitad de la de Dan: tena prxima-mente la misma ostensin que el antiguo reino de Jud.

    4.' La Perea. Estaba dividida en seis cantones: la Abilena, Traconita, Iturea, Gaulonita, Bactanea y Perea, propiamente dicha: diferentes gegrafos aa-den otro cantn, el de Decpols.

    5." Idumea. Durante la dominacin romana se mcorpor la Palestina: comprenda la parte mas

  • 28 meridional de la Judea, y una no pequea porcin de la Arabia.

    Durante el poder romano fue la Palestina una de-pendencia del gobierno de Siria, y al principiar el siglo XV se la dividi en

    PALESTINA PRIMA. Se incluan los antiguos reinos de Judea y Samara.

    PALESTINA SECUNDA. Comprenda los distritos de Galilea y Traconita.

    PALESTINA TEHTIA, SEU SALUTARIS. Era la antigua Perea y la Idumea.

    En las divisiones modernas de esta parte del im-perio Otomano, la Palestina no ha formado un Estado aparta; siempre ha pertenecido al pais de Sham, tambin llamado Siria. Esta ltima provincia se ha dividido en pachalatos, que son los de Acre, Tr-poli, Alepo y Damasco. Mas como su estension aumenta disminuye segn el poder mas 6 menos fuerte de los pachas respectivos que las gobiernan, es del todo imposible fijar sus lmites de un modo preciso, que no creo necesario para el principal ob-jeto de esta obra.

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    OPINIONES SOBRE

    la dudosa fertilidad de la antigua Palestina com-parada con su estril suelo de hoy.

    Cualquiera que fije su atencin leyendo las descrip-ciones que hoy hacen los viajeros Tierra Santa, asegurando lo poco frtil de aquel rido pais, y lea tambin los bellsimos elogios que la antigedad pro-diga su vegetacin lozana, dudar quiz de la ver-dad de esta, 6 tendr por exageradas las noticias de aquellos, sin saber quin dar verdadero crdito.

    Cumple al propsito de este libro esclarecer en lo posible lo cierto, tan absolutamente necesario su ndole especial.

    Relativamente la antigua fertilidad de este pri-vilegiado pais, todos los escritores sagrados la conce-den, siendo de igual opinin la mayora de los Natu-ralistas Historiadores de aquellos tiempos. Bien fcil es probar este aserto acudiendo al grande arsenal do la historia.

    Cuando Moiss envi reconocer la Tierra prome-tida, nos da una prueba evidente de la feracidad de la Palestina. Llegan los esploradores al valle de Ne-helescol, donde cortaron un sarmiento con un racimo de uvas, de tan colosal magnitud, que para conducirlo su regreso dos de los encargados del reconocimiento

  • 30 le traen sobre los hombros suspendido de un varal, acompaando abundantes mieses y sazonados frutos. Publican, al dar cuenta de su viaje, la riqueza de tan dichoso pais, pero que si bien mana leche y miel, tal era la dulzura de sus frutas delicadas, sus habitantes, grandes como todo lo de aquella tierra, les hablan intimidado, y volvan sin esperanza de poseerla.

    El mismo legislador hebreo en su cntico paren-tico, cuando sube al monte Abasim para desde la ele-vada cima admirar la dichosa tierra que mas tarde perteneciera Israel, hace la mas acabada descripcin de ella. La gran abundancia de fuentes, arroyos y rios, regaba, dice, aquellas verdes llanuras lo largo de las montaas, vestidas de plantas tiles y prove-chosas, produciendo gran cantidad de cereales, vias de fruto sazonado, corpulentas higueras, miel esqui-sita, aceite dulce, ganados, metales, y cuanto basta-ra cubrir las necesidades de tan numeroso pueblo.

    Otro de los mayores testimonios que nos ofrece la Escritura es la gran ciudad de Efrata {la frtil), edificada' en conmemoracin de la segunda muger de Caleb, uno de los dos conductores del clebre racimo, y cuya ciudad despus habia de trasformarse en la humilde aldea de Bethlehem, patria del Redentor del mundo. Parece que la vegetacin de sus alrededores era admirable y sorprendente. All estaba el valle del Ganado, nombre con que se espresaban sus verdes praderas, las mas ricas en nutritivos pastos. En es-tos dichosos lugares, el divino bardo de Israel, apa-centando sus rebaos, dej oir las acordes melodas de su arpa sonora, convidando al universo celebrar las grandezas del Criador. All estuvieron las clebres

  • 31 Piscinas, el florido jardin donde Salomn se inspiro con su divino Epitalamio, y IB. Fuente sellada, que tan magistralmente ha interpretado nuestro erudito Fray Luis de Len. Hay una autoridad, para nadie sospe-chosa, que confirma la frondosidad elogiada en la Biblia.

    El brillante discpulo de Epicuro, el gran escritor de la Iglesia San Gernimo, sabido es que hizo un viaje Bethlehem, sin otra idea que contemplar el gran misterio de que aquella fue testigo. Tal era su entusiasmo al recorrer aquellos frondosos lugares, que resolvi no abandonarlos durante su vida, dedicada en aquel delicioso retiro al estudio de las sagradas letras en hebreo y caldeo, resultando de sus sabias meditaciones la Vulgata.

    Otra de las razones mas poderosas que se indican para patentizar la rica vegetacin de la Palestina en los tiempos antiguos, es la existencia all del rbol mas apreciado en las primeras edades, del rbol de blsamo, que, como dicen Orgenes y Teofrasto, ve-getaba en los amenos valles de Judea como la mas-generosa y bella planta del gnero humano.

    Efectivamente, entre las seales que el Seflor mostr al pueblo de Israel, una de ellas fue este ve-getal, el donativo mas precioso de Oriente, que el historiador Josefo llama lericuntina, porque vegeta-ba en los amensimos jardines de Jeric, solo compa-rables con el problemtico paraso.

    Aquel pueblo injusto supo estimar en bien poco este precioso don, pues cuando la persecucin de Tito y Vespasiano acometieron con tal furia los inocen-tes rboles, que solo pudo recojer el caudillo romano

  • 32 algunos pies, manifestndolos pblicamente el dia de su entrada triunfal en Koma como uno de los mas ri-cos despojos de Judea; dando entender cunta era la fertilidad de aquel infortunado pais, tributario del imperio.

    Tcito, al describir la Palestina, dice que sus ha-bitantes eran robustos y laboriosos, su suelo frtilsi-mo, y notable por sus variadas producciones. El indi-cado ya historiador Josefo, oriundo de Galilea, al ha-blar de estas provincias, elogia sus valles y montaas, que, favorecidas por la humedad necesaria, producen rboles gigantescos, cuyos frutos agradables, ya sil-vestres ya cultivados, se tenian en gran estima. Ce-lebra sus verdes praderas, cuajadas de numerosos ga-nados y abundancia de animales domsticos, que constituian una riqueza envidiable, capaz de satisfa-cer las necesidades de doce mil pueblos, que daba origen entonces la tribu de Jud. Esta numerosa po-blacin esplica indudablemente por qu las rocas vol-cnicas y las ridas montaas que hoy se contem-plan, fueron en otro tiempo frtiles y productivas.

    Al ver la esterilidad de hoy, y admitida su anti-gua feracidad, ser un justo castigo por la maldad de sus habitantes? Podrn haber sido causa bastante los trastornos polticos por que ha pasado? No hay mas que oir al Profeta de los dolores cuando anuncia la destruccin de Jerusaln, y la ruina necesaria de sus pueblos. La tierra se despojar de todo su ver-dor, morir la vegetacin, y hasta el tostado musgo desaparecer. Un colorido rojo y abrasado suceder la palidez de los peascos; el desierto, mudo de ter-ror, no se atrever romper el silencio cuando so

  • 33 liaya oido la atronadora voz de Jeliov; la maldicin lanzada este pueblo deicida, escrita estar en su frente.

    Sin dejar de dar crdito la prediccin de los profetas, hay razones naturales harto poderosas, que esplican bien el triste aspecto de aquellos venerandos lugares. La Tierra Santa, dominada por los Asirlos y Caldeos, por los Sirios y Romanos, oblig los Judos abandonarla, y desapareciendo su nacionalidad, con ella se empobreci el terreno. Durante los diez y nue-ve siglos que han trascurrido desde aquella poca, asolaron sus campos los Sarracenos, las Cruzadas, los Turcos y los rabes vagabundos. Baste oir al abate Gueneo interpretando los historiadores antiguos, in-clusos los Compiladores del Talmud y de la Misna. Por qu ha de causar estraeza, dice, que una tier-ra frtil se haya hecho estril despus de tantas de-vastaciones? Qu haba de suceder esa populosa ciudad, saqueada diez y siete veces con el esterminio de muchos millones de habitantes, y presa del hierro y del fuego? Sus campos incultos perdieron la fecun-didad que deban al sudor del hombre, y fueron tras-formados en ridas y descamadas comarcas.

  • 31

    F L O R E S (*).

    FliORE^. (AMhUchot.)

    Antes de empezar la historia de cada una de las plantas bblicas, preciso es detenerse en la contem-placin de los vegetales en general, y de algunas de sus partes, con especialidad de las Flores citadas en la Sagrada Escritura con tanta frecuencia, y siendo la vez la constante admiracin de los poetas de todas las edades.

    Para conocer este agradable importante estudio, es necesario remontarse los primeros tiempos del mundo, aquellas pocas patriarcales en que los liombres, sencillos pastores que apacentaban sus ga-nados en las vrgenes selvas, no tenan otros conoci-mientos que los inmutables de la Naturaleza, la que iban sorprendiendo en sus secretos. La ciencia enton-ces, pobre y solitaria, vagaba errante por el valle sombro; y sentados la fresca sombra de un rbol secular, coronado con las Flores de la maana, en l se

    () Siendo esta la parte mas bella y eleg'aute de los vegetales, cuya hermosura han celebrado pora todas las generaciones, no estraar el botnico lector que indique pormenores, mas ade-cuados quiz para la enseanza. Interesado en hacer la curiossi-ma cuanto admirable historia de las Flores, necesitaba cierta es-pansion cientificii, que vistiera este artculo con todo el ropaje del mas vivo interis.

  • 35 inspiraban, siendo su nica biblioteca, y el primer li-bro donde consignaron tantos boneflcios la linma-nidad.

    Los Arboles fueron efectivamente, de entre todos los vegetales, los primeros que llamaron la atencin del hombre antes de constituirse en sociedad, porque ellos le ofrecieron desde luego el rstico albergue, el sencillo vestido, el delicioso alimento, la sombra agradable, y los medios todos para atender sus pri-meras necesidades.

    En ellos se inspiraron los patriarcas y profetas de la ley antigua; y conocidas en parte sus condiciones y modo de ser, por medio de comparaciones, metfo-ras y alegoras dedujeron grandes consejos higini-cos y leyes para la vida comn, encaminadas al co-nocimiento de Dios, sirvindoles para engrandecer sus atributos supremos y hasta ensear las virtudes sociales. Buen ejemplo es el Cedro del Lbano, que al elevarse potente sobre las crestas inaccesibles de las moniaas, dirigindose al firmamento como si tuvie-ra algo de celestial, fue para ellos el smbolo de la escelsitud y majestad; la Encina, por la robustez de sus ramas, de la fortaleza; el Almendro, por lo tem-prano de sus flores blancas, de la consoladora espe-ranza; el Olivo, por la suavidad de sus frutos, de la tranquila Paz; la Palmera, por su gallarda y gentile-za, de la victoria; y de la muerte, el ttrico y silen-cioso Ciprs.

    Muy frecuentes son las citas de los Arboles en los pasajes bblicos, cuyo sentido figurado esplica con toda la poesa oriental elevados conceptos. El rbol inngniflco que vio en sueos Nabucodonosor, cuya

  • 36 copa tocaba al cielo estendiendo sus ramas por tuda la tierra, y bajo el cual se anidaban las aves y comia toda carne, cortado despus y destruido, fue la seal del trmino de las felicidades de su reinado. As se cumpli con la esplicacion que le hizo el profeta Da-niel, sucedindole en Babilonia su hijo Merodach. {Daniel, cap. 4.) Cuando Josias edific el templo y es-tableci el culto de Dios en Jerusaln, despus de leer al pueblo el Deuteronomio, dio rdenes terminantes para destruir todos los dolos entregndolos las lla-mas, inclusos los corpulentos Arboles del bosque con-sagrado ala diosa Asteroth, protectora de los Sidonios. (Libro 4 de los Reyes, cap. 23.) En el libro de la Re-velacin tambin se indica alguna vez, mas espe-cialmente cuando aparecen los siete Angeles anun-ciando con sus trompetas las calamidades del mundo. Y fue abrasada la tercera parte de los Arboles, y quemada toda la yerba verde. [Apocalipsis, captu-lo 8, V. 8.)

    Amigos y bienhechores de la humanidad los Ar-boles, no es estrao que los hombres, careciendo del conocimiento del verdadero Dios, los divinizasen. En el curso de la obra, al describir la historia mitolgi-ca de las plantas, puesto que en su mayor parte cada cual tiene la suya, se ver que casi todos la mayor parte tuvieron su deidad protectora, venerada con mas menos suntuosidad.

    Los Hebreos los dividieron en dos clases, que te-nan en gran estima: los Qhets-Peri, frutales, por el alimento sano y nutritivo que les proporcionaban, y los serzar, de sombra, bajo cuyas hospitalarias ra-mas gozaban la tranquila vida del campo.

  • 37 Como las Flores sean la parte mas brillante y her-

    mosa de los vegetales por sus vivos y matizados colo-res, por su esquisito aroma, por la elegancia y per-feccin de las formas, debian, despus de los Arboles, ser el objeto preferente de su admiracin. La etimo-loga de la palabra Flor es muy varia. San Isidoro la hace proceder del verbo latino^

  • US cen fruto las Flores, si ya estn en lor los ^rnnados. El cario crece, querido inio, y herido de amor mi tierno corazn, solo hay un remedio para m. Sosten-me con Flores, porque su embriagador aroma alentar mi espritu; crcame de olorosas Manzanas, que des-fallezco, que me muero de amor. El Esposo la con-suela llamndola For del campo, preferible las de los jardines por su mejor olor, y porque corre al cui-dado de la Providencia.

    Nada mas sublime y potico que el espectculo grandioso de nuestros campos, praderas y jardines ta-pizados de Flores; ellas solo bastan para obligarnos confesar el Poder infinito, quien, as como sembr el cielo de millares de fanales luminosos suspendidos .del firmamento, as nos dej en la tierra estas brilkin-tes estrellas, como las llam nuestro sabio Columela, Margaritas de los prados, segn espresion de otro erudito. Tienen el don de encantar nuestros corazo-nes y nuestra imaginacin, inspirando al espritu los pensamientos de pureza, de candor y de inocencia. Su delicioso perfume, embalsamando el ambiente, nos eleva las regiones de lo infinito, olvidando, siquie-ra sea por cortos instantes, las penalidades de la vida. Nos interesan, por fin, bajo diferentes conceptos, con-tribuyendo que nos acostumbremos la sencilla vida del campo, con la que el hombre se hace necesa-riamente virtuoso, segn espresion de Delille. Y quin se deben los elogios de su belleza ? A esa hija del cielo, la divina poesa, tan antigua como el hombre, y nacida con l para admirar al Seor en sus obras. Me alababan una los astros de la maana, y se regocijaban en m los hijos de Dios, dice el ins-

  • 39 pirado Job, aludiendo los querubes criados antes que las cosas materiales, y semejantes la Flor que, al despertar la aurora, abre su perfumado ptalo la pri-mera caricia de su amor, para con ellos ensalzar al Criador y declararle el Dios de las ciencias, ante quien se postra la criatura y estn patentes todos los pensamientos, como afirma Samuel,

    Las Flores producen la miel, son la amable hija de la maana, el entusiasmo de la primavera, la gala brillante de la virgen y el amor del poeta. La sabi-dura de Dios se complaci en criarlas para felicidad del hombre, si bien como l pasa rpida para entre-gar la tierra su descendencia. Si para los profetas fue su alegrica espresion en los Libros santos, como la Flor de seis hojas (Azucena) representando al Verbo Eterno; la del Manzano, el amor divino; la de la Hi-guera, los justos; la deliciosa del monte Galaad, (Rosa) la ley antigua; la de las Mandragoras de Lia, la fecundidad, puesto que con tal presente fue Eaquel la madre dichosa de Jos: la Mitologa, en su potico lenguaje, tambin supo ensalzar sus encantos.

    Cfiro, mensajero confidente de Venus, al casarse con la ninfa Cloris, la dio en dote eterna juventud, y llamndola Flora, la concedi el imperio de las Flores. En este concepto fue venerada esta diosa por los Sabinos; su rey Tcio estableci en Roma los juegos florales, tan clebres al principio como impdicos des-pus, sobre todo all en la va Patricia, teatro inmundo de las nefandas fiestas de esta diosa. La Flor del Amor Amaranto, servia para coronar las estatuas de los dioses y adornar los sepulcros de los hombres, debi-do que, despus de seca, conserva su hermoso color:

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    simbolizaba el respeto y veneracin los primeros, y la eterna memoria los segundos. A la Azucena se la llam Flor de Juno, procedente de la leche con que esta casta diosa aliment Hrcules. La copa del festin entre los antiguos era coronada con las Flores, as como los nevados cabellos del sabio. Si fueron el adorno de las Catacumbas, hoy lo son para aumentar la magnificencia de nuestros templos y grandes fies-fas. La mayor parte de nuestros afectos se enlazan con sus preciosos colores: as que su verde simboliza la esperanza, su blancura la inocencia, los matices de rosa el pudor; en fin, las Flores son para naciones enteras el fiel intrprete de los sentimientos. Libro mgico, como dice Chateaubriand, que no encierra error peligroso, depositario querido de la fugitiva historia de las revoluciones del corazn!

    La magnitud y forma de las Flores solo pueden apreciarse grandes rasgos; las hay tan infinita-mente pequeas que apenas se notan la simple vista, como sucede en el Sauce, que las constituye un pequeo circuito de flores dioicas; por el contrario, las hay tan grandemente desarrolladas, que miden algunos pies de largo. Hay una Aristoloquia, la Ars-tolocMa cordijlora Mutis, que tiene unas Flores tan su-mamente grandes, que los nios de las riberas del majestuoso rio de la Magdalena, donde vegetan, les sirven de sombrero en sus juegos pueriles. Mr. Rober-to Brown descubrid en 1818 una i^ ^ /fea;^ ^ , parsita de Sumatra en los Cistos y Leguminosas, de Flores tan gigantescas que miden tres pies de dimetro, y pue-den contener algunas azumbres de lquido.

    Las formas son tan raras y caprichosas que seme-

  • 41 jan multitud de los objetos que nos rodean, tomando de ellos el nombre vulgar con que se conocen las plantas que las producen.

    El color de las Flores es muy variado. Qu esmal-te el de sus ptalos! Qu finos y delicados sus centu-plicados matices! Grosera y tosca la clebre prpura de Salomn comparada su fino tejido. Hay ptalos de un color blanco niveo pursimo, como los Ga-lantes y Azucenas; escarlata preciosa, como el Gra-nado; rosa con todos los matices de tan delicado color, como las Rosceas; azul cielo, como el Aciano; amarillo de oro, como la Calndula; muy pocas de color verde, y ninguna negra. Nada hay comparable la mezcla intima de los colores en una misma Flor, cuando esta por el cultivo se hace doble, como sucede en los Tulipanes, Anmonas y Rannculos.

    El estudio de la materia colorante de las Flores presenta grandes dificultades: se altera con mucha facilidad por la accin de los reactivos que se em-plean para aislarla, estando muy dividida para for-mar sus preciosos reactivos. Diversas han sido las opiniones sobre esta importante parte de la qumica orgnica. Casi todos los sabios modernos han admi-tido dos principios colorantes en las Flores, uno azul, el CianiO, otro amarillo, el Xantino; mientras otros suponen que estos, reaccionando con la materia co-lorante de las hojas, eran el origen de tanta variedad de colores.

    ltimamente Fremy, Morot y otros qumicos han deducido por resultado de sus largas investigaciones, que todos los innumerables colores de las flores par-ten de tros principios: de la Ciaviua, diferente del

  • 4-2 iiiiii,i;o, se^Uii demostr Chevreul, que en contacto fiel zumo cido de los vegetales produce los diferen-tes matices de rosa, quedando no parte en el azul: en este caso se encuentran todas las Flores con tono de rosa, violeta, azul y verde. De la Xatilina, mate-ria colorante soluble en agua, y de la Xanteina, ma-teria colorante soluble en la misma. Estas dos sus-tancias amarillas, diferentemente combinadas entre si, producen los vivos colores de naranja mas d menos subidos, y en reaccin con la Cianina los rojos de fuego, escarlata y sucesivas gradaciones.-

    Aparte de la importancia qumica con aplicacin los laboratorios de estas materias colorantes, podra este estudio perfeccionado servir de guia al horticul-tor en la variedad de colores que pretendiese dar h las Flores que cultiva.

    Si la magnitud, forma y variados colores encan-tan nuestra imaginacin, no menos nos entusiasman con el suave olor de sus ptalos, agradable esencia que en alas de la fresca brisa embriaga nuestra exis-ten

  • 43 como el Azafrn. Despus de efectuada la fecundacin, cuando la corola se marchita as como los rganos sexuales, entonces aparece el fruto, que en algunas plantas suele ser no menos aromtico, como sucede con el de las Auranciceas, cuyos utrculos fluyen I la mas ligera presin una esencia deliciosa.

    La influencia del aroma de las Flores en nuestra economa es muy notable, ocasionando tal compla-cencia y agrado, que convida la tranquilidad de todo nuestro sor. Autores graves estn contestes en el gran poder del aroma de las Flores en nuestras do-lencias y vida espiritual. Los voluptuosos orientales hacen uso frecuente de las macetas de Flores, que tie-nen diseminadas con profusin en todas sus habita-ciones, cubriendo con ellas sus mesas en los grandes festines; costumbre introducida ya entre nosotros, cuyo cargo suele confiarse al bello sexo, siendo su adorno predilecto.

    Si estos preciosos aromas son tan benficos y agradables, en ocasiones pueden ser muy peligrosos y aun nocivos, sobre todo si se respiran en las habi-taciones cerradas durante la noche. Producen cefa-lalgias lipotimosas y diferentes afecciones nerviosas. Cuanto mas aromtica es la Flor mas espuestas son sus emanaciones, como sucede con la Azucena, Lirio, Jazmn, Tila y otras: es verdad que aun con las de olor dbil se ha observado tambin, por ejemplo con la Violeta.

    Segn observaciones de Mr. Marignes, no eo solo debido este fenmeno la esencia do las Flores; lo es adems la gran produccin de cido carbnico a que dan lugar, absorbiendo niuclio oxigeno de la at-

  • 44 Jusfera de la habitacin: siendo tambin por esta causa no menos daosas las flores inodoras, como las Dalias, etc.

    Al conjunto de fenmenos que presenta la Flor en el acto de abrirse, le han dado los botnicos el nom-bre de florescencia Anthesis. La regularidad, aun-que no tan precisa como se ha pretendido, sugiri al naturalista sueco la idea de formar un curioso calen-dario y rel de Flora, indicando los meses, dias y horas respectivas del ao, por aquellas plantas cuyas Flores aparecan abiertas en iguales pocas. Como puede colejirse, este ingenioso calendario y rel, que casi todas las obras de botnica dan conocer, no es tan exacto como debiera, efecto del clima y cambios atmosfricos.

    Tienen las Flores una importantsima misin que cumplir: la reproduccin de la especie por fecunda-cin. Sublime acto, desempeado por los rganos sexuales, muy semejantes los del reino orgnico animal! Si les falta la locomovilidad, la reemplaza con frecuencia el hermafrodismo, que suple perfecta-mente, como otras causas que ello concurren.

    Cuando en una risuea maana de primavera, al despuntar el sol sobre el horizonte, atravesamos un valle cuajado de mil ores, agitadas sobre sus dbiles tallos por el blando cfiro, que las inclina de mil mo-dos diferentes, entreabriendo sus perfumados ptalos, all debamos pararnos; all hay que fijar nuestra aten-cin, porque all se est efectuando va efectuarse un gran misterio. Aquella aparente calma nos indi-ca que la Naturaleza concibe, y que aquellas plantas van ser otras tantas tiernas madres, que esperan el

  • 40 momento dichoso de su fecundidad. Los (irganos mas-culinos, con esa especie de irritabilidad que les es propia, adquieren cierto movimiento continuo que fa-vorece tan solemne funcin: hay plantas en donde es muy notable semejante sacudimiento, como sucede con los Tulipanes, Parietarias, Kalmias y otras. Con las plantas dioicas mas especialmente se observan fe-nmenos tan sorprendentes, que nadie, sabindolos apreciar en una humilde flor, puede negar el omn-modo poder del Criador. Fijmonos en la Valisneria que vegeta en las profundidades de las aguas del R-dano. En la poca de los amores aparece orguUosa, y engalanada con toda la pompa y el atavo de la mas pdica virgen cuando se acerca al altar. Espera an-helante al objeto de su cario, sujeto all en lo mas oculto de las aguas por los lazos que le aprisionan; impulsos de su ardiente amor los rompe, y sube pre-surosa, se abrazan felices bajo la presencia de Hime-neo, y se retira satisfecha fecundar su semilla en las profundas soledades de las aguas.

    El aire, el agua y los insectos, son los conductores del aura seminal en estremo tenue, que siempre lle-ga al rgano femenino cuando la Naturaleza los tiene separados. El Narciso entrega los arroyos su estirpe virginal; la Violeta confia al ambiente su modesta posteridad; la abeja, libando la miel de flor en or, fecunda sin apercibirse toda una pradera, como l;v mariposa, jugueteando con las antenas, lleva sobro sus matizadas alas toda una vegetacin. Un profundo observador de las Flores, el sabio Mr. Haggren, tuvo ocasin de admirar un fenmeno elctrico en diferen-tes Flores, sobre todo en la Damasquina, Tagetes jmlu-

  • 4G la Jj.,en laFor de Lis, Amaryllis forraosissima L., y otras. En los meses de Julio y Agosto, al tiempo de ponerse el sol, lia visto en estas plantas desprender-se vistosas rfagas luminosas, cuya causa la motiva-ba el rpido desprendimiento del polen en el acto de la fecundacin.

    Los amores de las plantas no son igualmente tr.m-quilos: los hay tambin borrascosos, semejanza de los del hombre en muchas ocasiones. Mientras se ne-cesitan grandes tempestades para que el gigante Ce-dro del Libano celebre las bodas con el del Sina (1), el viento mas suave establece un comercio de placer entre dos humildes Flores al pie de una montaa. La falta de locomovilidad de los vegetales, es causa tam-bin en ellos de la frecuente ley do las emigraciones. Suelen viajar de mil modos; unas veces la semilla, otras el fruto, una parte 6 el todo de la planta. El fruto del Cocotero, arrastrado por las tempestades des-de las rocas del mar donde vegeta, llega las costas habitadas, trasformandolas en hermosas arboledas. Las plantas marinas son las que hacen viajes muy largos, mudando con frecuencia de climas; un Sargazo de las cavernas del Norte, en alas de las tempestades, se adelanta por los mares, y arrastrando cuantos maris-cos encuentra su paso, ya se detiene en medio del Ocano, llega por fin las costas del Canad, al-

    (li Bien s que este coloso de la vejetacion es una planta mo-noica, y que reuniendo ambos sexos en coda individuo, se efoc-ta naturalmente la fecundacin. Este rasg'o potico de Chateau-briand indica que la Naturaleza, all en sus profundos secretos, dispone alguna \'C7. que los vendbales realicen tan importante Vnmeno.

  • 47 fombrndolas de g-uirnaldas arrancadas .i los peas-cos de Noruega.

    Son multiplicados los usos y aplicaeiones de las Flores en la economa y medicina; ninguna hay co-mestible sino la del Alcaparro, lahastra de los anti-guos, que se emplea como condimento, conservando sus yemas florales. Tambin los muchachos de nues-tras aldeas chupan el nectario de algunas Flores, no sin ocasionar frecuentes desgracias semejante entre-tenimiento.

    El arte del perfumista hace gran provisin de di-ferentes Flores, ya para obtener sus agradables esen-cias, ya tambin para confeccionar sus estractos y variados aromas combinados hbilmente. No son me-nores las ventajas que de ellas obtiene el licorista.

    La Farmacia encuentra en las Flores un arsenal de medicamentos, tan numeroso como el que ofrecen las plantas de que proceden, puesto que en general sue-len participar de las mismas virtudes. El olor pecu-liar de cada una revela las mas veces sus propiedades; los olores ftidos demuestran que son antiespasmdi-cas, como sucede con la Ruda, Manzanilla, Matricaria y otras; los balsmicos, como el Clavel y Azahar, son tnicos y cordiales. La mayor parte de las Familias de plantas suministran con sus Flores muy buenos medi-camentos la Teraputica, y algunas preciosas ma-terias colorantes de grande estima en la pintura. De Ids Centaureas la del Aciano como oftlmica, y apreciabilsimo en miniatura su hermoso color azul; de las Arniceas la popular del rnica, que con tan fe-liz xito combate las contusiones y lijeras heridas, propiedad que la ha valido en Alemania ol merecido

  • 48 nombre de panacea de las cadas. Casi todas las Labia-das, como el Romero, Salvia, Tomillo, etc., son un buen vulnerario; de las Violceas, en la modesta Violeta en-cuentra el qumico uno de los reactivos mas podero-sos, y la Medicina el clebre jarabe azul, de propie-dades cordiales. Es notable el tieroli de las Auranci-ceas, precioso aceite esencial que se obtiene de la Flor de Azahar, con virtudes tnicas y estimulantes. Entre las Compuestas han figurado como vermfugos ad-mirables las sumidades floridas del Tanaceto y la Flor sin abrir del Santdnico, llevndose hoy todos los lau-reles como el mejor tenfugo el renombrado Kouso. Las Irideas con sus Flores, cantadas por los poetas, nos ofrecen en las del Azafrn sus apreciables estigmas, de uso tan general en Medicina como en las artes. De una Mirtea procede el Clavillo, Flor sin abrir, de aro-ma fuerte y agradable, con diferentes aplicaciones. Entre las Rosceas figura la del Melocotn como cal-mante y antiespasmdica, as tambin la Rosa rubra, plida y Solutiva como astringentes y purgantes. Con el nombre colectivo de Flores figuran en Farmacia al-gunos medicamentos ya populares, que no son otra cosa que mezclas informes de diferentes Flores: si es-tn formadas por las de Malva, Amapola, etc., llevan el nombre de Flores bquicas, cordiales pectorales.

    Grande importancia tienen las Flores en Medicina. Ojal que pudieran emplearse frescas con todo su aroma y color, cualidades que pierden por la deseca-cin aun las mejor repuestas, sobre todo tratndose de aquellas de olor fugaz, que en tal estado son com-pletamente inertes.

  • 49

    AMARILIDEAS.

    iVARCISO.

    arcissus.(Karcissuspoeticus L.)Chabazzelelh.

    Al empezar la historia particular de cada una de las plantas mas celebradas en la Biblia, voy trasla-darme, no la Palestina de los modernos tiempos, don-

    -de la vegetacin, lnguida y marchita, ha trasforma-do en speros yermos aquellas memorables comarcas, pero s la renombrada Tierra de Promisin, pais que fu en un tiempo todo grande y magnico. Abundan-te en lmpidas aguas y dotada de un clima benfico, se admiraron sus bosques impenetrables, que por s solos daban una idea de la creacin tal como sali de las manos del Omnipotente. Sus Arboles gigan-tescos, que se elevaban las nubes, ofrecan dulces y sazonados frutos, como sombra apacible, que se hacia doblemente amena por el verde enramado de tanta variedad de matas elegantsimas, unas por su porte admirable, vistosas y con matizadas flores otras.

    All pues, bajo la impresin mgica de tanto por-tento, los Profetas contemplaron la Naturaleza y la ciencia de las plantas, sin mas auxilio que ese intrn-seco consorcio del hombre con ella, cuyas deduccio-nes sirven para enaltecer su Autor. En la margen amena de sus pintorescos arroyos, figuraba en pri-mer trmino la hermosa planta que sirve de epgrafe

    4

  • 50 esta Monografa, primera en turno para este libro, siguiendo el orden alfabtico por Familias.

    Dice Fr. Luis de Len en su prlogo al Cantar de los Cantares (inspirado poema, donde se ensalza la mayor de las virtudes, la caridad), que nadie como Salomn pudo cantar en su gloga pastoril, los tier-nos amores que el rendido zagal dirije su hermosa y pdica pastora. Eres (cap. 2, v, 1) Flor, no de un amensimo jardn en que la mano del hombre desna-turaliza su primitiva forma y cambia todo su ser, sino del campo, donde abres tu perfumada corola impulso de la juguetona y fresca brisa que te colum-pia en el espacio. Porque recibes tu alimento de una tierra virgen como la de que brot la raz de Jes, regada con la lluvia de un cielo bienhechor. Porque, modesta y sencilla en el apartado retiro del bosque, no pierdes tu lozana ni se marchitan tus encantos, y el aroma embriagador de tus blancos ptalos llega m pursimo, conducido por las auras de la maana de abril.

    La enamorada pastora, con el acento candoroso de su cario, responde su amado y le compara con el Lirio de los valles; porque teniendo siempre su dis-posicin el hmedo elemento, es mas lozano y aro-mtico que el de las ridas montaas.

    Muchos son los Intrpretes que han credo ver en el Lirio de la Vulgata al Narciso, siendo sin duda este el pensamiento de Salomn. Es lo cierto, que la pa-labra hebrea Schoschannah significa Flor de seis ho-jas; y de aqu la confusin y la imposibilidad de de-terminar cul planta sea, puesto que conviene am-bas. En este caso se encuentra tambin la Azucena,

  • 51 que aceptan diferentes Comentadores por la nitidez de sus Flores olorosas.

    Sprengel, botnico respetable, y que en esta cues-tin no es sospechoso, cree que la Escritura se reero al Narciso, y no hay por qu desairar su merecida autoridad. No lo es menos Barreira en el sentido mstico, lenguaje harto comn en los libros sagra-dos, y mas especialmente en el que se ocupa de esta cita, puesto que el Narciso, dice este sabio Portu-gus, es el smbolo de la gentileza, cualidad en que tanto se distinguid Salomn, el mas afortunado de los amantes.

    Que los Poetas se han ocupado con entusiasmo de elogiar esta hermosa planta, es una verdad innega-ble, desempeando un papel importante en la Mito-loga, que se estiende la notable Familia que per-tenece.

    Si el lenguaje grandemente elevado de Salomn es tan pastoril en el pasaje citado y en todo el epita-lmico Cantar de los Cantares, R. Brown, para esta-blecer la Familia de las Amariiideas, estuvo bien oportuno.

    El cisne de Mantua, ese imitador sin igual del gnero idlico de Tetcrito, en su gloga primera. es acaso tan admirable. Melibeo (pastor de ganados) dice Ttiro (que se traduce, flauta pastoril): T, descansando la sombra de un corpulento Castao, enseas los Arboles el nombre de la hermosa Ama-rilis, representacin de Roma, como Galatea lo era de Mantua, segn afirma Policiano.

    La- historia mitolgica del Narciso es harto im-portante para dejar de consignarla. El afortunado

  • 52 raensajero de Venus tuvo de la Ocenida Liriope al nio animado jtor el amor, al hermoso Narciso, cuya vida sera siempre lozana si no se cumpla la profeca del famoso Tiresias. Orgulloso de sus formas esbeltas despreciaba todas las beldades, inclusa la Ninfa Eco, que despidi de s con notoria violencia. Todas las Ninfas se pusieron de acuerdo con Cupido, y ste veng tan incalificable conducta, realizndose el pronstico del adivino.

    El hijo de Cfiro, prendado de su belleza al mi-rarse en el cristalino espejo de una fuente, pereci de hambre contemplndose, y los dioses, de l apia-dados, le trasformaron en esta preciosa Amarilidea.

    Tan singular acontecimiento en los fastos mitol-gicos fue causa del gran aprecio hacia el Narciso, que muy luego mereci ser consagrado las Eum-nides, as como se ostentaba entre los antiguos como Flor simblica de la muerte, figurando en las urnas cinerarias y monumentos sepulcrales, dando testimo-nio de esta verdad Cheremon y Teofrasto.

    Ovidio, en el libro segundo de sus Metamorfosis, hace una potica y brillante descripcin de este pasaje mitolgico: CroceumJIoremfoliiscingentibusalbis, etc.

    Si el hijo de David entusiasma los hombres de ciencia en el versculo anteriormente citado como elo-gio al Narciso, no menos les satisface Virgilio en la gloga segunda. Cuando Coridon recomienda al joven Alexis la vida del campo, le ofrece los canastillos de blancas Azucenas con la doble Amapola, el matizado Narciso, la suave Flor del Eneldo, que las Nereidas adornaban con la perfumada Casia, el purpreo Jacin-to y la amarilla Violeta.

  • 53 En la gloga 5.', versculo 38, dice por boca de

    Mopso (haciendo la apoteosis de Dafne): Nace el Cardo espinoso en lugar de la suave Violeta y el Narciso purpreo.

    Y no solo en este sentido sigae el poeta elogian-do al Narciso; tambin le recomienda por su grande utilidad. En el libro 4. de sus Gergicas, de pabula-tiorie apum, le indica como el mas delicioso manjar con que forman las abejas su esquisita miel. Ex sueco Narcissi et viscoso glutinis corticis, sin olvidar-se de recomendar s.u cultivo cerca de los enjambres.

    Muchos otros poetas se han ocupado de los elogios del Narciso:

    Sfocles: El matizado Narciso, regado con el roco celestial,

    Florece de nuevo para coronar las diosas venerandas. {(Edip, V. 5.)

    Meleagro.

    Ya florece la blanca Violeta; Florece el Narciso del fresco arroyo Como las Azucenas de los valles.

    {Epigram., lib. 7, v. 5.)

    Pausanias, refirindose los versos de Pamphio, tambin indica que la Flor mas querida de la hermosa Proserpina siempre fue el Narciso, que regaba cuida-dosa en los jardines de los Elseos Campos, para dis-traerse de su vida montona en el silencioso palacio del Averno.

    Como prueba del gran aprecio del Narciso en Oriente, es que muchas personas notables han lleva-

  • 04 do este nombre; asegurando Herblete que tambin se estendid los esclavos, como manifestacin de lo que all se apreciaba. Lo mismo lia sucedido en Oc-cidente, confirmndolo San Pablo { los Romanos, ca-ptulo 16, versculo 11) cuando saluda los de la casa de Narciso, quiz aludiendo al favorito del em-perador Claudio.

    Tabernier, en su Itinerario Persia, celebra la campia de Jeruzabed por lo abundante en Narcisos, as como tambin en toda la Mesopotamia.

    Son bastantes las especies del gnero Narcissns bien definidas hoy por los botnicos: mas como segn la respetable opinin de Sprengel, es la Poeticus, sea Narciso de los jardines, la que conocieron los He-breos, de ella sola he de ocuparme.

    Teofrasto, Dioscdrides y Plinio ya historiaron esta planta, celebrando la belleza de sus Flores como ador-no de los jardines. Tambin indican el inters con que el jardinero debe procurarse la planta sencilla, puesto que la que se trasforma en doble pierde su belleza, como todas las Liliceas, efecto contrario al de las Rosceas, Ranunculeas y Anmonas. Es posible que la etimologa de esta palabra equivalga en castellano estupor, debido al que con frecuencia producen sus Flores, cuando se respira su aroma en una atmsfera saturada de l.

    Las aplicaciones de esta Amarilidea son poco im-portantes fuera del ramo de perfumera, en que so hace gran uso de sus blancas Flores como perfume agradabilsimo. En Farmacia han tenido uso los bul-bos, con los cuales se han preparado varios medi-camentos, que los Mdicos han concedido dibren-

  • 55 tes propiedades teraputicas. Probablemente la raz del Narciso ser el tan celebrado Bulbus vomitorius de Dioscdrides: algunos han supuesto que se refiere la Escila, mientras que Mathiolo opina que era la raiz de un Muscari. De todos modos, siguiendo Clusio en su Hist. rar., en la antigedad pasaron ya por emticos los bulbos del Narciso. Radix Narcissi coda, sive estur sive bibitur, vomitoria est.

    Segn testimonio de Lejeune, autor de la Flora de Spa, es un buen antidisentrico. Hoy en algunas localidades estranjeras se ha pretendido volverla emplear en Medicina; pero los resultados no han debido ser satisfactorios, por cuanto permanece rele-gada al olvido. Acaso sus propiedades anti t picas fue-ran mas aceptables en opinin de otros modernos, en cuyo caso triunfarla el antiguo parecer de Deslong-chams, en su bien escrita memoria acerca de esta preciosa Amarilidea.

  • G

    AMPELIDEAS.

    Viis.(Vitis vinifera L.)Ghnephem.

    Si es cierto que el conocimiento de la vid se pier-de entre las oscuras sombras de las primeras edades de la humanidad, eslo tambin que el cultivo de la via, como la fabricacin del vino, datan de la poca de No; no obstante, hay opiniones que remontan esta industria tiempos mas lejanos, como luego se dir.

    Cuando el afortunado hijo de Lamech oy de Je-hov la eterna promesa de bendicin y fecundidad de la tierra, luego que con su familia sali del Arca, se dedic las faenas agrcolas, su predilecta ocupa-cin. Y considerando, como botnico consumado, que deberla dirijir sus miras hacia las plantas mas tiles sus necesidades y las de toda su posteridad, cultiv el trigo y la favorecida Vid, plantndola con gran inters y cuidndola con solcito esmero. Comenz labrar la tierra y plant una via. [Gen. 9, v. 20.)

    Despus de haber saboreado la dulzura y suavidad de sus frutos deliciosos, debi hacer repetidos ensa-yos con su zumo azucarado, consiguiendo legarnos ese espirituoso y agradable licor, tan apreciado de todas las generaciones, convencindose la vez de sus propiedades inebriantes. Efectivamente, el gran

  • 57 Patriarca, interesado eti conocer la accin del vino en nuestra economa, y quiz obligado por su incitante aroma, se embriag. Aunque en la historia de esta involuntaria falta encuentra San Agustn la esplica-cion simblica de nuestra redencin, tambin es cierto que la irreverente conducta de Cam para con su padre, lleva tras de si la maldicin y ruina de su descendencia.

    Quiz por la mente de No, en sentir de algunos expositores, cruz una idea grandiosa cultivando sus dos queridas plantas; el gran acontecimiento reli-gioso que bajo las mil figuras del Antiguo Testa-mento habla de realizarse en el Nuevo con la veni-da de Jess.

    El dia antes de que el Mrtir del Glgota derra-mara en sus cumbres la ltira gota de sangre para salvar los hombres, nos dio la postrera prueba de su paternal amor: lleno de un lujo de caridad incom-prensible, y no queriendo dejarnos hurxnos y aban-donados, instituye la Eucarista, y bajo las especies de pan y vino mora entre nosotros; cuyo misterio veneramos en el altar entre los perfumes del Incienso y las melodas del rgano.

    H aqu un asunto que, reasumiendo todo el Cato-licismo, ha sido sin razn debatido por las escuelas materialistas, las que, de paso, no es difcil con-vencer.

    Si escogi el pan y el vino para velarse, fue por-que representan el alimento del hombre, que procede de l mismo y que debemos su largueza. Este solo ofrecimiento, despojado del misterio, es sin duda ma-yor que todas las costumbres y ceremonias religiosas

  • 58 del mundo pagano. El espritu cristiano, en alas de su ardiente fe, adora la presencia real de Dios en estos accidentes: con ellos la Pascua de los Israelitas, la vocacin de Abraham, y una legislacin nueva y acabada, que rene dichosamente la humanidad en una sola familia.

    Bastara citar los descredos una autoridad por cierto no sospechosa; el mismo Voltaire, que es harto esplcito en esta misteriosa y elevada teologa. El hombre, dice, al recibir Dios con el aparato osten-toso del templo, su corazn, desprendindose de lo ter-reno, se unitca con l, porque est en su carne y en su sangre. Nunca pudo imaginarse un misterio que impeliera los hombres con mas eficacia al ejercicio augusto de la virtud.

    Acaso una de las figuras simblicas mas notables de este Misterio en el Antiguo Testamento, sea la consignada en el libro de los Jueces (capitulo 9, ver-sculos 12 y 13). Ofendido Joatam de la conducta de su hermano Abimelech, usurpando el trono de sus mayores por medio de los Sichimitas, les dirije el Aplogo de los Arboles eligiendo rey; y cuando llega el turno la Vid, para escusarse de tan honroso y digno cargo, les dice: Puedo acaso dejar mi vino, que es la alegra de Dios? Esta locucin parablica, no solo recordaba los Hebreos el sacrificio debido Dios por medio del vino con puro y verdadero celo, sino que era la prediccin eucarstica realizada en el Nuevo Testamento.

    Judea fue en sus tiempos felices uno de los pases donde con mas lozana y vigor veget la Vid. Sus vias adujiraron al mundo, de cuva verdad dan tes-

  • 59 timonio infinitos pasajes de la Escritura, de entre ellos se citan los mas importantes. Ansiosos los hi-jos de Jud de poseer la Tierra Prometida, la recono-cen comisiones de todas las Tribus que la hablan de habitar, y los esploradores mandados por Moiss pu-blican su fertilidad, conduciendo al campamento en hombros de Josu y Caleb, el colosal y clebre raci-mo de uvas que dio nombre al torrente Nehelescol. [Nm., cap. 13, v. 24.) Notable debi ser tambin el viedo de Sodoma, puesto que el Legislador hebreo en el sumario de la ley, antes de morir, recuerda sus dulces frutos trasformados en hil por la maldad de sus habitantes. (Zfe., cap. 32, v. 32.) En ninguna parte se admira mas la vida patriarcal del pueblo de Israel, que en los cnticos y regocijo con que celebra-ban la vendimia; y sobre todo bastar leer Isaas en sus captulos 5, 16 y 27, elogiando la de las frtiles campias del Carmelo, cuyo rojo vino era tan delicio-so y apreciado.

    La via del Pac/^co, que se traduce Salomen (1), situada en las cercanas de Jerusaln, fue tan nombra-da , que los arrendatarios, sin embargo de dar mil mo-nedas de plata anuales, an se enriquecan con ella, {Cant. Cantic, cap. 8, v. 11.) Este pasaje se ilustra por completo con la parbola de la via, propuesta por Jess los sacerdotes y ancianos. [S. Matth., ca-ptulo 21, V. 33, y cap. ^-i, v. 20.)

    (1) Las clebres columnas Salomnicas que ostentan su f^ a-llarda forma espiral en nuestros templos, adornadas con la pal-meada hoja de la Vid y sus hermosos racimos, son un recuerdn imperecedero del poderoso rey vinicultor, como el smbolo del gran misterio de la Redencin.

  • 60 El rbol de la Vida, as como el de la Ciencia, plan-

    tados en el Paraso y bajo la custodia de un Queru-be, segn el Gnesis, hay Comentadores que supo-nen fue la Vid; y si es el smbolo de la alegra del alma, en sentir de los msticos, su Flor el de los bue-nos intentos, y los frutos buenas obras, no es estrao, y se esplica bien las repetidas veces en que los aman-tes del Libro Epitalmico se valen de ella para es-presar los puros sentimientos de su ardiente corazn, en esas bellsimas imgenes que con tanta poesa supo interpretar nuestro clebre Agustino, recordando la antigua costumbre de la Palestina de enlazar sus tre-padores tallos la gentil Palmera, confundindose sus dobles racimos , imagen fiel de los dos venerandos Testamentos.

    La Mitologa concede al hijo de Semele la fortu-na de haber sido el primer cultivador de la Vid; hay, pues, necesidad, siquiera sea grandes rasgos, de recorrer la vida original de Baco. Ya en su fabulosa concepcin previene la supuesta personalidad de Be-roe, vengando as la falta grave del Tonante. Vino por fin al mundo muy pesar de la altiva Juno, y fue encomendada su educacin Sileno, acabada personi-ficacin de la escuela epicrea: as sali el discpulo.

    Cuando paso' conquistar la India, despus de haber dado muerte la serpiente Anfisbene con una vara de sarmiento, fueron como tenientes de esta fa-mosa espedicion. Pan, que ense labrar la tierra, Ampelos, amigo querido, segn cuenta Ovidio, del conquistador, y que da nombre la Familia botnica de la Vid, y su maestro en el cultivo de la Vid, ha-ciendo de su fruto

  • G l El vino, que sabe

    La pena mas grave En gozo tornar,

    como dijo nuestro inimitable Melendez Valds. Al volver de la conquista el vencedor del Ganjes, obse-qui la bella Aletis, que se rindi su amor pren-dada de un trasparente y almibarado racimo de uvas, en el que se habia trasformado el aventurero dios.

    Como numen de la Vid y protector del vino, le tribut culto la voluptuosa Grecia; y Roma la desen-frenada, en su clebres orgas inmundas baca-nales, nos le representa coronado de verdes pmpa-nos, con el tirso en la mano tejido de Vid y Yedra, que se unen con frecuencia, para recordar al desgra-ciado Ciso, su compaero en la India.

    La etimologa de la palabra Vid viene de vita, vida, vegetal que da la vida, segn Mathiolo: segn otros del verbo vieo, atar, por los sarmientos tan apre-ciables de la especie cultivada. Sin entrar en la eno-josa averiguacin de quin fue el afortunado mortal que primero se ocup de la Vid, puesto que No la cultiv en la Iliria, Saturno en Creta, Baco en la In-dia, Osiris en Egipto y Gerion en Espaa, es lo cier-to que su patria, siguiendo las tradiciones conserva-das por los autores de la antigedad, parece que fue el Asia y la Arabia Feliz, cerca de Nisa. Esten-dise despus esta parte del mundo que rodea el Mediterrneo; los Fenicios la trasplantaron al Archi-pilago, Grecia Italia; -los Focenses, fundando a Marsella, la trajeron las Gallas, desde donde se pro-

  • 62 pag por toda la Europa templada. Es tambin ind-gena del Nuevo Mundo, si bien Colon solo la encon-tr en estado silvestre, el labrusca de los antiguos, en el Viejo Mundo, de porte raqutico y miserable, con fruto pequeo y que jams madura. Tienen observado los agricultores que la Vid cultivada, si se la abando-na, tiende siempre su primitivo ser. Despus de su aclimatacin, no es muy sensible las impresiones atmosfricas; sin embargo, es poco lozana en los pa-ses fros; prefiere las colinas despejadas y situadas al Sur de las localidades templadas, amndolos terrenos ligeros y arenosos, Apertas Bachus amat colles, dice el precepto del gran Poeta agricultor.

    Es una de las plantas que mas viven. Plinio cita viedos de seiscientos aos; pudindose asegurar que s disfruta buen terreno y condiciones necesarias no tiene edad, sinejine crescit, como asegur un Natura-lista. Sin acudir la Palestina antigua para admirar la abundancia de su fruto, Estrabon cita los racimos de Marquiana, que tenan dos codos de largo; los del Archipilago pesaban hasta cuarenta libras; los de Siria de proporciones fabulosas; y en Europa se citan parras de cuatro mil racimos, capaces de producir una gran pipa de vino: es verdad que estas, asidas los Olmos y otros rboles, deben esceptuarse de las del campo, que, aunque frtiles, no pueden ser tan abun-dantes.

    Son infinitas las variedades que se conocen, y de ah sus multiplicados frutos, mas menos estimados; ya en tiempo de Plinio eran muy considerables. Bas-ta leer al autor inimitable de las (rergicas, especial-mente en el libro 2, verso 103, para convencerse de

  • C3 esta verdad, cuando dice con su potico lenguaje: ((Primero se contaran los granos de arena que el viento arrastra de los desiertos de la Libia, que las variedades de la Vid,con tal que se observe el septi-mus dies felix ad plantandam vineam. Es lo cierto que si Bosc reunid mil y tantas especies en los cria-deros de Luxemburgo, y otros, en localidades diferen-tes, menor cantidad, cada pais tiene las suyas favo-ritas, como mas apropiadas al terreno y las miras del cultivador. El estudio de estas variedades ha ve-nido descuidndose mucho, y su conocimiento es im-perfecto; puede, no obstante asegurarse, que la Vid cultivada es el gran tipo especfico, en el cual las for-mas mas constantes ocasionan razas subdivididas en variedades, cuyos caracteres diferenciales residen en el fruto.

    Siendo la Vid el verdadero Proteo de la riqueza agrcola, por sus productos tan diferentes como varia-dos, preciso es, para enumerar los mas importantes, irlos citando de una manera ordenada.

    La raz como el leflo fueron celebrados en la an-tigedad como madera de construccin. Plnio en el libro 14. captulo 1., se ocupa de los hermosos arma-rios, mesas y otros muebles lujosos construidos con esta madera. Podra muy bien suceder as, mas sien-do de estructura poco compacta, porosa, torcida, li-gera, y que se abre con facilidad, es dudosa la afir-macin del sabio Naturalista.

    Se llaman sarmientos sus grandes y pequeas ra-mas, que forman el principal combustible de las co-marcas vincolas, cuya ceniza esparcen los inteligen-tes cultivadores en la misma vifla, devolviendo la po-

  • 64 tasa que se le quit la vegetacin. Por la abundan-cia de este elemento alcalino, se han reputado como diurticos.

    Mr. Sach en su Ampelografa (2, sect. 3, pg. 72) elogia las lgrimas de la vid, que como todos sabe-mos, es un lquido claro, inodoro inspido, que flu-yen los ramos frescos cuando la poda se hace en po-ca avanzada. Aunque no es otra cosa, segn Deyeux, que la disolucin de una materia vejeto-animal di-suelta beneficio del cido actico, como lo prueba su fcil descomposicin, es, sin embargo, un remedio popular para combatir ciertas oftalmas , mientras que la polifarmacia le concedi otras virtudes ima-ginarias.

    Las hojas, de aspecto hermoso por su forma pal-meada, son un buen pasto para los hervboros, asi como los brotes tiernos son buscados con inters por los jvenes de las aldeas, halagados por su cido agradable.

    La uva, por su delicioso perfume, sabor esquisito y variado, como por su diferente matiz de colores, es el fruto mas importante, no solo de nuestro pais sino hasta de todo el mundo pudiera decirse: tal es su ri-queza y la de los diferentes productos que contiene.

    Mucho antes de su madurez ya tiene aplicacin con el nombre de Agraz, cuyo zumo se emplea profu-samente como condimento, y para hacer bebidas hela-das deliciosamente refrigerantes y gratas al paladar; es el husrum de los turcos, que prefieren todos los atemperantes, en cuyo concepto le emplea la Medi-cina, as como en el de astringente, como lo prueba el omphacium de los antiguos, que segn Mahiolo

  • 65 {Comeni. 482) era especialsimo para los males de la garganta.

    Tan conocida la Uva en plena sazn por su almi-barado gusto, escusado es elogiarla. De todos los fru-tos secos, la Pasa tiene una importancia grandsima como alimento y aun como medicina, puesto que hace parte de los frutos pectorales como uno de los mejores bquicos. Desde tiempo inmemorial fue uno de los postres predilectos de los magnates, y la ali-mentacin usual de muchos paises. Las primeras naves que surcaron los mares, la trasportaron las re-giones donde no se conoca la Vid. El Egipto, la Si-ria, el Asia Menor, la Grecia, la Sicilia y la Provenza, han esplotado este importante ramo de la agricultu-ra, ocupando un lugar preferente Espaa, sobre todo en la parte litoral del Mediterrneo.

    El zumo azucarado, reducido consistencia de miel, da origen un agradable postre, que con el nombre de Arrope es muy apreciado de los golosos; es el clebre dil/s de los turcos, que en la Troade es-pecialmente le dan diferentes formas, cada cual mas gustosa.

    Cuando el bloqueo continental, la escasez del az-car hizo que se buscara esta preciosa sustancia en muchos vegetales. El sabor dulce de la uva demos-traba desde luego su abundante proporcin de mate-ria azucarada; se hicieron numerosos y repetidos en-sayos, y si bien llegaron obtenerse respetables can-tidades, el producto era muy inferior en calidad al de la caa de azcar. Napolen estimul los qumi-cos, ofreciendo un milln de francos al que perfeccio-nara esta industria, que se abandon pesar de los

  • 6

    esfuerzos de Panuentier y Chaptal, porque otra glu-cosa, encontrada en la Remolacha, poda sustituir al azcar; y si no se obtiene en tan grandes proporciones como de la clebre Gramnea, en cambio da un produc-to tan hermoso y cristalino como la Caila americana.

    Este mismo zumo, sufriendo la fermentacin al-cohlica, encierra la importancia universal de la vid, dando orijen al vino, cuyas buenas cualidades con-sisten, segn la Escuela de Salerno, en su traspa-rencia, olor, color y sabor. Serian interminables los elogios prodigados este lquido, con tanto entusias-mo apreci