HISTORIA, REFERENTE Y NARRACION: REFLEXIONES SOBRE EL POSTMODERNISMO HOY

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Fundacion Instituto de Historia Social is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Historia Social. http://www.jstor.org Historia, referente y narración: reflexiones sobre el postmodernismo hoy Author(s): Perez Zagorin and M. L. Ferrandis Garrayo Source: Historia Social, No. 50, Ficción, Verdad, Historia, Presentación (2004), pp. 95-117 Published by: Fundacion Instituto de Historia Social Stable URL: http://www.jstor.org/stable/40340921 Accessed: 27-05-2015 06:51 UTC Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at http://www.jstor.org/page/ info/about/policies/terms.jsp JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. This content downloaded from 201.148.81.39 on Wed, 27 May 2015 06:51:26 UTC All use subject to JSTOR Terms and Conditions

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ARTICULO DE PEREZ ZAGORIN EN LA REVISTA HISTORIA SOCIAL

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Historia, referente y narración: reflexiones sobre el postmodernismo hoy Author(s): Perez Zagorin and M. L. Ferrandis Garrayo Source: Historia Social, No. 50, Ficción, Verdad, Historia, Presentación (2004), pp. 95-117Published by: Fundacion Instituto de Historia SocialStable URL: http://www.jstor.org/stable/40340921Accessed: 27-05-2015 06:51 UTC

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HISTORIA, REFERENTE Y NARRACION: REFLEXIONES SOBRE EL POSTMODERNISMO HOY *

Perez Zagorin

ITace algo mas de sesenta afios los historiadores, como profesion, se vieron enfrentados por primera vez en los Estados Unidos al espectro perturbador del relativismo bajo la for- ma de una duda sobre la posible existencia de objetividad en la investigation del pasado humano. Los autores de ese desafio a la objetividad eran dos de sus distinguidos miem- bros, Charles A. Beard y Carl L. Becker, que durante la decada de 1930 y despues divulga- ron su postura a traves de diversos articulos y libros. Ambos escritores extraian parte de sus argumentos de la filosofia y dejaban entrever una cierta influencia de pensadores euro- peos como el filosofo idealista italiano Benedetto Croce. Con un punto de vista esencial- mente pragmatico, ni perdian la esperanza en el saber historico ni recomendaban cambio alguno en la practica. Sencillamente, mantenian que ningun estudioso del pasado podia hurtarse, cuando determinaba sus intereses, sus valores y sus presupuestos, a la enorme influencia de los problemas practicos del presente y que esta intrusion incapacitaba a los historiadores para enfocar de manera objetiva el pasado o conocerlo como realmente fue. La extensa polemica que provoco esa perspectiva relativista persistio durante la decada de 1950 y en afios posteriores antes de caer en el olvido. En 1988, el excelente estudio de Peter Novick That Noble Dream ofrecia un examen retrospectivo de toda la controversia. La postura mantenida por el propio autor, tal como decia en su introduction, era que la objetividad no solo constituia una falsa ilusion sino un concepto esencialmente confuso. De ahi que fuese bastante paradqjico que algunos criticos del libro lo alabaran por su obje- tividad, denotando al hacerlo el caracter autorrefutador de la obra por una contradiction obvia entre la practica de Novick como historiador y su declarado descreimiento en la objetividad. l Es mas, si preguntamos que efecto tuvo en los historiadores dicho debate, no hay ningun signo perceptible de que su compromiso con la objetividad como ideal se debi- litara. Cuando mucho, puede que persuadiese a algunos de ellos de que no era una meta facil, y quizas los hiciese tener una conciencia mayor de sus valores y parcialidades en

* Publicado en History and Theory, vol. 38, n° 1 (febrero 1999). 1 Peter Novick, That Noble Dream: The "Objectivity Question " and the American Historical Profession, Cambridge, Inglaterra, 1988, contiene referencias detalladas a los escritos de Beard y Becker y a otros trabajos presentes en la polemica sobre la objetividad. Thomas L. Haskell, en un interesante articulo-reseiia sobre el libro de Novick, "Objectivity Is Not Neutrality: Rhetoric vs. Practice in Peter Novick's That Noble Dream", History and Theory, 29 (1990), pp. 129-157, fue uno de los comentaristas que lo alabaron por su objetividad y que ademas defendio este concepto contra sus detractores.

Historia Social, n.° 50, 2004, pp. 95-1 17. | 95

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cuanto historiadores. No obstante, el mismo Novick reconocio que la profesion en su con- junto continuo siendo fiel al principio regulador de la objetividad y creyendo que una aproximacion a ella era posible. 2 Al tomar esta opcion, me parece que sus miembros reco- nocian implicitamente una verdad fundamental, a saber, que la objetividad, cuando es bien entendida y sus limites estan claros, no es una quimera sino un aspecto de la razon histori- ca que no puede ser abandonado como objetivo o criterio sin abandonar tambien la propia historia como una de las principales ciencias humanas y sociales.

Esta polemica ha venido seguida del postmodernismo, cuyos cuestionamientos escep- ticos y redefinition de la historia suponen una clase de relativismo mucho mas radical de lo que nunca pudieron imaginarse Beard, Becker y otros de su misma opinion. El postmo- dernismo ha estado presente desde hace ya bastante mas de dos decadas y ha generado una extensa bibliografia expositiva y de controversia. Hoy, cualquiera con un interes teorico o filosofico en la historiografia, los estudios literarios o el lenguaje conoce todas las cartas de la baraja postmodernista y sabe como se han aplicado a la historia sus teorias. Quizas esto no incluye a la mayoria de los historiadores profesionales que, por lo general, parecen ignorar las cuestiones teoricas y preferirian que los dejasen continuar con su trabajo tran- quilos, sin duda albergando la esperanza de que el desafio postmodernista acabara por desaparecer. 3 Pero entre los historiadores que han tornado parte en este debate o dan algu- na importancia a los fundamentos filosoficos y metodologicos de su disciplina, se pueden distinguir varias respuestas. Algunos manifiestan una gran alarma ante las incursiones de este pensamiento, considerandolo una nueva forma de nihilismo que amenaza la existencia misma de la historia como disciplina intelectual, y tienden a sentirse una minoria asediada que defiende la ciudadela de la razon contra las hordas del enemigo. No creo pecar de injusto al decir que esta es la impresion que da el tratamiento del postmodernismo en obras como The Killing of History (la reciente y polemica obra de Windschuttle), Return to the Essentials, de Geoffrey Elton, y varios de los ensayos de Gertrude Himmelfarb sobre el tema. 4 Frente a ellos esta un pequeno niimero de historiadores favorables al post- modernismo que lo abrazan porque arroja una luz nueva y absolutamente original sobre la naturaleza de la historia, la cual debe afectar sin duda a la practica historica. Buenos modelos de esta postura son los compiladores F.R. Ankersmit y Hans Kellner, y la mayor parte de colaboradores en su volumen de ensayos que lleva el titulo revelador de A New

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2 Novick, That Noble Dream, 2. Robert F. Berkhofer, Jr., historiador favorable al postmodernismo, confir- ma mi opinion de que el debate sobre la objetividad no hizo que los historiadores americanos como profesion renunciasen a conseguirla; Beyond the Great Story: History as Text and Discourse, Cambridge, Massachusetts, 1995, pp. 205-207. Patrick Joyce ha hecho una observation parecida sobre la persistencia del ideal de la objeti- vidad entre los historiadores britanicos en "The Return of History: Postmodernism and the Politics of Academic History in Britain", Past and Present, 1998, pp. 207-235.

3 Puede que el comentario siguiente del distinguido medievalista Brian Tierney de idea de una version de dicha actitud: "La metahistoria es por meritos propios una materia fascinante, considerada como una rama de la epistemologia o la linguistica, pero tiene poco que ver con la actividad de un simple historiador en ejercicio", Religion, Law, and the Growth of Constitutional Thought 1150-1650, Cambridge, Inglaterra, 1982, VII- VIII.

4 Keith Windschuttle, The Killing of History: How Literary Critics and Social Theorists Are Murdering Our Past, Nueva York, 1997; Geoffrey Elton, Return to Essentials: Some Reflections on the Present State of Historical Study, Cambridge, Inglaterra, 1991; Gertrude Himmelfarb, "Telling It As You Like It: Postmodernist History and the Flight from Fact", en The Postmodern History Reader, ed. Keith Jenkins, Londres, 1997; "Some Reflections on the New History", American Historical Review, 94 (1989), pp. 661-670; y veanse tambien algu- nos de sus articulos en On Looking into the Abyss: Untimely Thoughts on Culture and Society, Nueva York, 1 994. Entre los historiadores que tienen una vision negativa del postmodernismo se encuentra asimismo un gru- po de estudiosos marxistas que se oponen a el por ser incompatible con el materialismo historico; por ejemplo, veanse los articulos de Bryan Palmer, "Critical Theory, Historical Materialism, and the Ostensible End of Marxism: The Poverty of Theory Revisited", y Neville Kirk, "History, Language, Ideas and Postmodernism: A Materialist View", en The Postmodern History Reader.

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Philosophy of History, y los liltimos libros sobre postmodernismo e historiografia de David D. Roberts y Robert F. Berkhofer, hijo. 5 Incluso hay otros que, aun mostrando una respetuosa y comprensiva consideration hacia las ideas postmodernistas o reconociendo- les ciertas contribuciones a la historiografia, se desdicen o disienten de algunas de sus extremadas alegaciones teoricas. Esta es mas o menos la actitud que vemos en los articu- los de John Toews y Gabrielle Spiegel; en el trabajo conjunto de Joyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret Jacob sobre el estado actual de la historia; y en los comentarios desapa- sionados que encontramos en un estudio reciente sobre la historiografia del siglo xx reali- zado por Georg Iggers. In Defence of History, del investigador britanico Richard J. Evans, nos proporciona el ejemplo contrario de una obra que, a pesar de ser en general muy criti- ca con dicha corriente, mantiene, no obstante, que ha beneficiado a la historiografia en ciertos sentidos. 6 Por lo tanto, parece que hay un amplio espectro de opiniones sobre el tema, desde una coincidencia importante y un vasto acuerdo, pasando por el examen no comprometido, ciertas criticas y reservas concretas, hasta llegar al rechazo total y a una rotunda hostilidad. 7

Cuando miramos el panorama actual, es ademas imposible no darse cuenta de que una de las extranas consecuencias del postmodernismo ha sido convertir a algunos histo- riadores, y a un numero mucho mayor de estudiosos literarios, en filosofos; lo que en muchos casos significa malos filosofos, a juzgar por los argumentos tan pobres y las razo- nes tan debiles que a menudo vemos en liza. Y relacionado con ello, es dificil pasar por alto el hecho de que, entre todas las diversas ramas de las humanidades, la filosofia es la disciplina en la que sus defensores han avanzado menos y han conseguido el menor nume- ro de conversos. La mayoria de los filosofos de Estados Unidos, y de Gran Bretana, con- servan un apego a la tradicion analitica que ha moldeado el enfoque general de su discipli- na desde la decada de 1940 y determinado el fallecimiento del positivismo logico. Es una tradicion que, al dar una importancia central a la logica y al analisis del lenguaje y los con- ceptos, asume los criterios de claridad y atencion al razonamiento, asi como el respeto por los hechos, de los cuales a menudo andan escasos los defensores del postmodernismo. Por consiguiente, los filosofos de los Estados Unidos son normalmente reacios a tomar a este movimiento en serio. 8 Los escritos de influyentes pensadores postmodernistas como Derrida y Foucault raramente se estudian en los cursos universitarios de filosofia. Hilary Putnam, destacado filosofo contemporaneo, subrayaba hace poco en su examen general de la filosofia en la segunda mitad del siglo pasado que entre los filosofos norteamericanos

5 A New Philosophy of History, ed. Frank Ankersmit y Hans Kellner, Chicago, 1995; David D. Roberts, Nothing But History, Berkeley, 1995; Berkhofer, Beyond the Great Story.

6 John Toews, "Intellectual History after the Linguistic Turn: the Autonomy of Meaning and the Irreducibi- lity of Experience", American Historical Review, 92 (1987), pp. 879-907; Gabrielle Spiegel, "History, Histori- cism, and the Social Logic of the Text in the Middle Ages" y "History and Postmodernism", en The Postmodern History Reader, Joyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret Jacob, Telling the Truth about History, Nueva York, 1995, capitulos 6-7; Georg Iggers, Historiography in the Twentieth Century, Hanover, New Hampshire, 1997, capitulos 8-10; Richard J. Evans, In Defence of History, Londres, 1997, p. 248. Hay que elogiar el libro de Evans no solo por su equilibrio y varias de sus argumentaciones sino por su util bibliografia sobre la historio- grafia y el postmodernismo, pp. 284-301. Para otros comentarios sobre su vision del lado positivo del postmo- dernismo. vease nota 22.

7 Veanse tambien distintas posturas expresadas en el simposio dedicado a la teoria de la historia en la American Historical Review, 94 (1989), donde se tocaron temas relacionados con el postmodernismo y se inclu- yeron comentarios de David Harlan, David Hollinger y Allan Megill entre otros. Testimonios parecidos de este espectro de opinion se encuentran en el simposio sobre el libro de Joyce Appleby et al. , Telling the Truth about History, en History and Theory, 34 (1995), pp. 321-339, con declaraciones de Raymond Martin, Joan Wallach Scott y Cushing Strout.

8 Hoy, el unico filosofo americano de importancia formado en la tradicion analitica que muestra algunos puntos comunes con el postmodernismo parece ser Richard Rorty, aunque el se describe como neopragmatico. I.

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no ha tenido ninguna aceptacion el pensamiento filosofico continental; 9 y no olvidemos que de este deriva el postmodernismo casi en su totalidad. Del mismo modo, casi todos los filosofos conocidos de este pais y de Gran Bretana que han demostrado un maximo interes por la filosofia o teoria de la historia durante los ultimos cuarenta anos (me refiero a pen- sadores como Maurice Mandelbaum, William Dray, W. H. Walsh, Patrick Gardiner y Mor- ton White) han permanecido casi sordos por completo o se han opuesto a los enfoques postmodernistas de la historiografia aparecidos desde los anos 70. 10 Se puede argumentar, desde luego, que el interes de los filosofos analiticos por la filosofia de la historia ha sido demasiado limitado; que al centrarse, como en gran medida lo han hecho, en el problema de la explicacion historica, han ignorado hasta cierto punto otras cuestiones de gran rele- vancia, a saber, la hermeneutica o la teoria de la interpretation y el papel del propio len- guaje en la production de conocimiento historico. Sin embargo, aun aceptando esta acusa- cion, a mi me parece que la resistencia de la filosofia analitica a la ofuscacion verbal y su insistencia en la necesidad de una claridad y una correction logicas responden a unos cri- terios del discurso intelectual que son tan validos para los historiadores como para los filo- sofos.

Estas reflexiones y las que expondre a continuation fueron inspiradas por la lectura de los ensayos de distintos autores recogidos en The Postmodern History Reader, editado bajo la direccion de Keith Jenkins, y de muchos de los otros articulos y libros que se han publicado recientemente en el marco de la polemica. l 1 Segiin muestran dichas obras, post- modernismo es un concepto amorfo y un sincretismo de teorias, tesis y afirmaciones di- ferentes pero relacionadas que han tendido a incluirse bajo el mismo epigrafe. 12 Todas tienen su origen en la filosofia alemana, especialmente en Nietzsche y llegando hasta Heidegger, en la adaptation que de ella han hecho diversos intelectuales franceses desde la decada de 1960 y en las teorias postestructuralistas del lenguaje tambien originadas en Francia en los anos sesenta. A grandes rasgos, el postmodernismo viene a decir que en las ultimas decadas ha habido un cambio de epoca en la sociedad occidental y se ha pasado de la era moderna a la postmoderna, caracterizada por el repudio final de la creencia en la razon y el progreso, legado de la Ilustracion, y por una dominante incredulidad ante toda metanarrativa que atribuye una direccion y un significado a la historia, en particular ante la idea de que la historia humana sea un proceso de emancipation universal. El lugar de las grandes narrativas de este tipo lo han ocupado, por lo que se dice, una multiplicidad de discursos y juegos del lenguaje, la duda acerca de la naturaleza del conocimiento unida a

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9 Hilary Putnam, "A Half Century of Philosophy Viewed from Within", Daedalus, 126(1 997), p. 20 1 . 10 Todos estos filosofos pertenecen a la tradicion analitica y los problemas que abordan pnncipalmente en

la filosofia de la historia, tales como la naturaleza de la explicacion historica, han dado paso desde entonces a otros ahora mas prominentes debido al "giro linguistico"; para una version interesante de esta evolution, veanse los articulos de Richard T. Vann, "Turning Linguistic", y Arthur Danto, "The Decline and Fall of the Analytical Philosophy of History", en A New Philosophy of History. Tanto Danto como Louis Mink, otro de los filosofos analiticos que ha prestado atencion a la filosofia de la historia, puede que en parte sean excepciones a mi comentario en el texto, por cuanto ninguno de los dos ha rechazado el enfasis en la narrativa que, como apunto mas adelante, ha sido una caracteristica de las ideas postmodernistas de la historia. No obstante, Danto, en el citado articulo, pp. 71, 74 y 78-79, desestima el deconstruccionismo como postura filosofica y parece aceptar la famosa teoria de la "cobertura legal" de la explicacion historica, cuyo iniciador fue Carl Hempel, eminente filo- sofo analitico.

11 Yo mismo he participado en esta polemica y he criticado el postmodernismo en un articulo reeditado en The Postmodern History Reader; Perez Zagorin, "Historiography and Postmodernism: Reconsiderations", que aparecio originalmente en History and Theory, 29 (1990), pp. 317-335.

12 El numero de obras que tratan sobre la naturaleza del postmodernismo es ya enorme. Para algunas guias utiles del concepto, vease el analisis de Steven Best y Douglas Kellner, Postmodern Theory, Nueva York, 1991, capitulo 1, y Allan Megill, "What Does the Term 'Postmodern' Mean?", Annals of Scholarship, 6 (1989), pp. 129-151.

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la disolucion del concepto de verdad, y los problemas de legitimidad en muchos campos. Semejante forma de entender la era postmoderna es la que se esboza en una de las mani- festaciones mas influyentes sobre el tema, The Postmodern Condition de Jean-Frangois Lyotard. 13 Este escritor y muchos otros han relacionado del mismo modo la aparicion de la postmodernidad con una serie de transformaciones tecnologicas y sociales de finales del siglo xx que han dado lugar a una nueva economia global y a una sociedad electronica, regulada por ordenadores, saturada de medios de comunicacion y de consumo de masas.

Huelga decirlo, el argumento de que se discierne una nueva epoca postmoderna en la sociedad occidental es muy debatible. Los cambios que se presentan en prueba de ello podrian asimismo interpretarse de manera verosimil como unos avances imprevistos mas de la propia modernidad con todas las paradojas y posibilidades que esta tiene. En cual- quier caso, no deberiamos olvidar que el concepto de lo postmoderno, considerado a veces sinonimo de lo perteneciente a una edad posthistorica, no es en absoluto novedoso y pode- mos remontarnos al siglo xix para encontrarlo en los filosofos Cournot y Nietzsche. Aiin mas, en el pasado ha sido mayoritariamente identificado con una corriente de pesimismo historico y conservadurismo cultural respecto a la naturaleza y las perspectivas de la socie- dad moderna que incluye, entre otros, no solo a Nietzsche sino, tambien, a Max Weber, Spengler, al sociologo aleman Arnold Gehlen, Aldous Huxley y a los teoricos criticos de la escuela de Frankfurt, todos los cuales mantenian de una u otra forma que la edad moderna se dirigia con presteza hacia una epoca de esterilidad cultural, domination burocratica y tecnologica y cese de la autonomia personal y la nobleza en la vida humana. H

Debemos senalar, ademas, que mucho antes de que se convirtiera en lo que algunos consideran ahora un rasgo distintivo postmoderno, la incredulidad relacionada con las metanarrativas fue un tema familiar del pensamiento occidental. Siempre ha habido desde el siglo xvm quienes han negado la credibilidad de este tipo de narrativa. Enemigos de la Revolucion Francesa como Edmund Burke y una serie variada de pensadores del siglo xix, Tocqueville, Carlyle, Burckhardt, Herzen y Taine, por nombrar a algunos, todos ellos rechazaron la gran narrativa de la emancipation en la que la revolucion significaba un punto de inflexion emancipatorio. Muchas de las criticas filosoficas, historicas y politicas dirigidas contra el marxismo y el comunismo a lo largo de los anos han incluido un recha- zo de la validez de su metanarrativa historica concebida con un caracter de proceso reden- tor que habia de conducir, a traves de la lucha de clases y de las revoluciones, al socialis- mo y a un orden mundial comunista; una conviction que Raymond Aron, uno de sus criticos, denomino "el opio de los intelectuales". 15 Cuando, al inicio de su carrera, el historiador Ranke critico las filosoflas especulativas de la historia ofrecidas por Hegel o Fichte tachandolas de elucubraciones y afirmo que el linico cometido de la historia era mostrar lo que en realidad habia sucedido, no pretendia sino excluir la metanarrativa de la historiografia. 16 Un siglo mas tarde, hacia finales de la segunda guerra mundial, el filoso-

13 Jean-Francois Lyotard, The Postmodern Condition, 1979, Manchester, Inglaterra, 1984. Lyotard ha desa- rrollado su concepto de lo postmoderno en varios trabajos examinados por Best y Kellner en Postmodern The- ory, capitulo 5. 14 Lutz Niethammer, Posthistoire: Has History Come to An End/, Londres, 1992, presenta a estos pensa- dores preocupados con la idea de que la civilization occidental estaba dando paso a una edad posthistorica o postmoderna de decadencia, mediocridad y perdida del espiritu creador. En un interesante ensayo que trata del postmodernismo y el final de la historia, Perry Anderson analiza la importancia de Cournot y Gehlen, junto con la de Hegel; vease Anderson, "The Ends of History", en ,4 Zone of Engagement, Londres, 1992.

15 Raymond Aron, The Opium of the Intellectuals, Nueva York, 1957. 16 Veanse los comentanos de Maunce Mandelbaum, History, Man, and Reason, Baltimore, 1971, p. 61, y

las afirmaciones de Ranke en el prefacio de sus Histories of the Latin and Germanic Nations from 1494-1514, 1824, y en uno de los fragmentos de los anos 1830-40 donde critica a los filosofos de la historia partidarios de la hipotesis de un movimiento constante de la raza humana hacia la perfection, publicado en Fritz Stern, The Varieties of History, Cleveland, 1956, pp. 57 y 58. I 99

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fo Karl Popper alegaba, en su famosa obra The Open Society and Its Enemies, que la histo- ria no tiene ningiin sentido, y de ahi que se esforzara en demostrar la imposibilidad de todas las metanarrativas. 17 Y otro filosofo, Karl Lowith, concluyo en 1949 su valioso estu- dio Meaning in History con el juicio de que "el problema de la historia en su conjunto no tiene respuesta dentro de su propia perspectiva. Los procesos historicos como tales no con- tienen el menor indicio de un significado absoluto y ultimo. La historia en si carece de todo desenlace". 18

Finalmente, y no es lo menos importante, el advenimiento de lo postmoderno anun- ciado por Lyotard y sus colegas parece estar basado en una metanarrativa o version totali- zadora que pretende explicar todo el curso de la historia moderna y su desenlace en el pre- sente y futuro. Por lo tanto, la teoria del postmodernismo presenta desde el inicio una contradiction asombrosa, ya que se ve obligada a proporcionar una metanarrativa para sostener su tesis de la desaparicion de esta.

Sin embargo, dejando a un lado el sentido amplio del postmodernismo, del que ya hemos hablado, y limitandonos a un sentido estricto mas filosofico y a su repercusion sobre el conocimiento historico, puede decirse que sus dos caracteristicas principales son su conception del lenguaje y su rechazo del realismo. Se trata de una filosofia de idealis- mo lingiiistico o panlingualismo que afirma que el lenguaje constituye y define la realidad para las mentes humanas, o mejor dicho, que no existe una realidad extralingiiistica inde- pendiente de nuestras representaciones de ella en el lenguaje o el discurso. Considera al propio lenguaje como un sistema de signos que solo se refieren unos a otros de manera interna en un proceso incesante de signification que nunca llega a un significado estable. La difusion y el eco de esta notion del lenguaje durante los liltimos anos es un aspecto importante de lo que normalmente se describe como "el giro lingiiistico" en historia y algunas de las ciencias humanas. El postmodernismo, asi pues, niega dos cosas: la capaci- dad del lenguaje o del discurso para referirse a un mundo independiente de hechos y cosas, y la capacidad de determination o de decision del significado textual. De igual modo, descarta tambien la posibilidad del conocimiento objetivo y de la verdad como metas de la investigation. Desde esta perspectiva, se declara a la vez antimetafisico y post- metafisico. Al lector critico, sin embargo, no le resultara dificil percibir que esta filosofia idealista es en si una especie de metafisica basada en presupuestos, que ni han sido ni pue- den ser probados, sobre la naturaleza del lenguaje y de lo existente. 19

La teoria postmodernista del lenguaje es en gran medida producto de las malas inter- pretaciones postestructuralistas de la obra de Ferdinand de Saussure, cuyas clases, imparti- das antes de la Primera Guerra Mundial, se publicaron postumamente en 1916 con el titulo de Curso de linguistica general. Saussure se consideraba a si mismo un cientifico del len- guaje, no un filosofo o un metafisico. Al ensenar que el objeto propio de la ciencia de la linguistica deberia ser la langue o el estudio sincronico y ahistorico del lenguaje como sis- tema total, y no la parole o el estudio diacronico e historico del lenguaje que se habla y que tiene una evolution temporal, se convirtio en el fundador de la linguistica estructural. No obstante, su explication del lenguaje como un sistema de signos distinguidos exclusi- vamente por la oposicion y diferencia entre ellos (un principio que el formulo con la cono- cida sentencia: "en el lenguaje solo hay diferencias sin terminos positivos"), y su defini- tion del signo como un significante arbitrariamente unido a un significado, no le llevo a

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17 Karl Popper, The Oven Society audits Enemies, 1945, 2 vol., Londres, 1947, II, capitulo 25. 18 Karl Lowith, Meaning in History, Chicago, 1949, p. 191. 19 Un hecho reconocido por Lyotard cuando, refiriendose a la teoria postmodernista del lenguaje, dijo que

"uno no rompe en absoluto con la metafisica poniendo el lenguaje en todas partes"; cita extraida de sus Dis- cours, Figur, Paris, 1971, p. 14, por Best y Kellner, Postmodern Theory, p. 149.

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renunciar al realismo ni a negar que las palabras puedan referirse a los objetos del mundo. El signo, segun su definition, aunque estaba formado por la conexion arbitraria entre un sonido concreto y un significado particular, era de por si un concepto con una relation referencial con las cosas. Por lo tanto, el nunca supuso que el mundo este construido en el lenguaje y no exista independientemente de nuestras descripciones lingiiisticas. De acuer- do con lo que algunos estudiosos han revelado, estas opiniones idealistas no eran suyas, sino mas bien conclusiones apocrifas que sacaron de su obra los postestructuralistas y teo- ricos literarios posteriores, responsables de la filosofia del lenguaje postmodernista. 20 Pero, a pesar de ello, continiian apareciendo analisis del postmodernismo escritos por his- toriadores que siguen repitiendo que la lengua no puede referirse a nada fuera de ella mis- ma, y dando por cierto que tal proposition es de Saussure. En un articulo publicado de nuevo en The Postmodern History Reader, Gabrielle Spiegel le atribuye a este autor la conviction de que "la realidad no existe 'fuera' del alcance de la lengua" y de que ni la lengua ni los textos pueden reflejar el mundo, el cual "solo es un constructo lingiiistico" y "otra mera articulation del lenguaje o del discurso". 21 De manera parecida, Joyce Appleby imagina que para Saussure "las palabras siempre se refieren a otras palabras antes que a objetos fuera del texto". 22 Asimismo, Jane Caplan, que acomete la tarea de explicar el postmodernismo a los historiadores, reitera la idea erronea de que un "principio central" de la lingiiistica saussuriana separa la signification "de cualquier referencia externa, bien sea al pasado o a lo real". 23 Con todo, estas afirmaciones son simples tergiversaciones de Saussure, quien nunca compartio la fantasia de que el mundo es una creation del lenguaje y no tiene existencia fuera de el.

Otros temas comiinmente asociados con el postmodernismo provienen de la gran influencia de Michel Foucault, cuyos escritos culpaban a la razon ilustrada de haber intro- ducido medios de opresion nuevos e imperceptibles, y pretendian mostrar como, en toda sociedad, el poder moldea y se une al conocimiento bajo la forma de "regimenes de ver- dad" y discursos dominantes que prescriben los limites de lo cognoscible y decible en cul- turas concretas. 24 En la historiografia y en otros campos, estos temas postmodernistas, a los que a menudo se les ha aiiadido un matiz marxista, han sido ampliamente incorporados a las versiones radicales del feminismo, el multiculturalismo y las afirmaciones de una identidad etnica o sexual. Entre ellas encontramos una oposicion al humanismo y a la idea de un genero humano y una naturaleza humana comun por considerarlos mitos pernicio- sos; la conviction de que lo que se presenta como razon o verdad es invariablemente un producto de los intereses ideologicos y politicos de los grupos hegemonicos cuya domina- tion conforma el discurso; y la sospecha constante de un insidioso imperialismo cultural,

20 Ferdinand de Saussure, Course in General Linguistics, Nueva York, 1959, p. 120. Para ver la lectura equivocada que hacen de Saussure los postestructuralistas y teoricos literarios, en particular Derrida con su enfoque deconstruccionista del lenguaje, tiene gran interes el esmerado analisis de Raymond Tallis, Not Saus- sure, Londres, 1988, capitulo 6, la carta del mismo autor al Times Literary Supplement, 7 de noviembre de 1997, p. 19; John Ellis, Against Deconstruction, Princeton, 1989, capitulo 2; y Leonard Jackson, The Poverty of Structuralism, Londres, 1991, capitulos 1, 3, 5-6.

21 Spiegel, "History, Historicism, and the Social Logic of the Text in the Middle Ages", en The Postmodern History Reader, p. 181. 22 Resefia en Times Literary Supplement, 31 de octubre de 1997, p. 10; vease ademas la ternblemente con- fusa interpretation de Saussure que hacen Appleby y sus coautoras en Telling the Truth about History, pp. 214- 215, donde se llega a la conclusion de que gracias al linguista suizo se puede decir que "la realidad se halla siempre envuelta en el sudario del lenguaje".

23 Jane Caplan, "Postmodernism, Poststructuralism, and Deconstruction: Notes for Historians", Central European History, 22 (1989), p. 265.

24 Vease Michel Foucault, Power/Knowledge: Selected Interviews and Other Writings 1972-1977, ed. Colin Gordon, Brighton, Inglaterra, 1980. I 101

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de un etnocentrismo o de un sexismo implicitos en todas las declaraciones de principios morales generales.

Aunque la teoria postmodernista del lenguaje tal como se expone en los escritos de su representante mas destacado, Jacques Derrida, ha sido desacreditada por las criticas de filosofos y linguistas, este hecho no ha evitado que progresara en ciertas disciplinas. 25 Revestido de deconstruccionismo y critica literaria, y asociado al enfoque de la literatura del Nuevo Historicismo, el postmodernismo y su enfoque de los textos ha adquirido una influencia preponderante en el estudio y la ensenanza de la literatura en las universidades norteamericanas. 26

La historia, por el contrario, se ha resistido mas a tales modas. Al menos esta clara impresion me ha causado la polemica postmodernista entre los historiadores junto a mi lectura de libros y articulos historicos en diferentes campos y a las exposiciones de cono- cidos historiadores academicos. No cabe duda de que en algunos terrenos: estudios de la mujer, historia social, historia cultural e intelectual etc., una serie de investigadores han estado abiertos a sus ideas del lenguaje y del discurso. No obstante, la inmensa expansion del horizonte historico durante la generacion pasada para abarcar las historias de las muje- res, las minorias raciales y etnicas, y todo tipo de grupos y comunidades marginados u olvidados, no le debe nada de su inspiration original al postmodernismo y ha avanzado en su mayor parte con independencia de el. Lo mismo puede decirse del enorme crecimiento de la historia social y de la atencion a las vidas de la gente normal del pasado, que ha sig- nificado otro de los grandes cambios de la historiografia durante el mismo periodo. A estas alturas, parece justa la conclusion de que este movimiento ha sido un fenomeno cla- ramente minoritario entre los historiadores profesionales, la mayoria de los cuales se man- tiene reacia a aceptar su vision de la historia porque la consideran opuesta a su modo per- sonal de entender y practicar la investigation historica. Desde cualquier lado que se mire, la actitud dominante de los historiadores en los Estados Unidos podria describirse con las palabras utilizadas en 1994 por Bernard Bailyn, sobresaliente investigador de la primera epoca de la historia americana: "la exactitud y propiedad de las representaciones de las realidades pasadas, la verosimilitud o la fidelidad al hecho de lo que se escribe sobre ellas, al final, siguen siendo la medida de la buena historia...". 27 Dentro de una generacion mas joven de historiadores, Thomas L. Haskell reitera la defensa de la objetividad, y aun cuan- do califica su propia respuesta al postmodernismo de "ambivalente", sostiene que el enfa- sis de este en el lenguaje no puede aliviar a la historia de la necesidad de palabras como "racionalidad", "capacidad logica" o "verdad". 28 Y Alan B. Spitzer, de profesion historia- dor de la Francia moderna, en un libro que examina algunos de los casos polemicos importantes de la historia, entre ellos el del impopular Paul de Man, el deconstruccionista

25 Como ejemplos de tales criticas, vease John Searle, "Reiterating the Differences: A Reply to Derrida", Glyph, 1977, pp. 198-208; "The Word Turned Upside Down", New York Review of Books, 27 de octubre de 1983, pp. 74-79; "Literary Theory and Its Discontents", New Literary History, 25 (1994), pp. 637-667; Tallis, Not Saussure; Jackson, Poverty of Structuralism; Ellis, Against Deconstruction; Jenny Teichman, "Deconstruc- tion and Aerodynamics", Philosophy, 68 (1993), pp. 53-62; E.R. Davey, '"The Words Which We Are Using Do Not Satisfy Me...' Interpreting Derrida: A Dissenting View", Journal of European Studies, 27 (1997), pp. 1-32. 26 Vease el articulo de M.H. Abrams, "The Transformation of English Studies: 1930-1995", Daedalus, 126 (1997), pp. 105-131. 27 Bernard Bailyn, On the Teaching and Writing of History, Hanover, New Hampshire, 1994, p. 8. Otra opinion parecida a la de Bailyn y tambien, desde mi punto de vista, altamente representativa de los historiadores como profesion, es la que expresa A. Brunt, estudioso sutil y notable historiador britanico de la antigua Grecia y Roma, cuando confiesa: "Me parece fuera de toda duda que el objetivo del historiador es descubrir 'como fue- ron las cosas en realidad', incluso si reconoce que nunca puede conseguir el exito total", The Fall of the Roman Republic and Related Essays, Oxford, 1988, nota final sobre los hechos y los indicios historicos, p. 508.

^ Thomas L. Haskell, Objectivity Is Not Neutrality, Baltimore, 1998, pp. 8 y 9. I 103

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e insigne especialista literario de Yale que se hizo famoso por la ocultacion de sus escritos pronazis y antisemitas del periodo de guerra, ha utilizado estos ejemplos para impugnar el rechazo postmodernista de las ideas de verdad y objetividad y demostrar que la practica de la historia no puede prescindir de ellas. 29

Incluso entre aquellos historiadores que respondiendo al giro linguistico han dirigido su atencion al papel del discurso en la cultura y la politica, una mayoria mantiene la con- viccion realista de que el objeto de la historia es el conocimiento del pasado como una rea- lidad desaparecida susceptible de ser reconstruida. De ahi que el investigador frances Roger Chartier, miembro distinguido de esta escuela, no deje de recordarnos que la histo- ria es un "conocimiento confirmable, verificable" de una "realidad pasada" y que solo sobre la base de un "realismo critico" y de un esfuerzo por alcanzar la verdad, los historia- dores son capaces de resistirse a "la perversion de su disciplina" y a "las reconstrucciones miticas del pasado forzadas por las necesidades de las comunidades, imaginadas o reales, nacionales o no, que crean o aceptan unas narrativas historicas para satisfacer sus deseos y expectativas". 30 Comentarios de este tipo, que subrayan los peligros del relativismo extre- mo que representa la filosofia postmodernista, ayudan a comprender por que los historia- dores, incluso los que muestran mayor simpatia por algunos de sus aspectos, son reacios a aceptar su teoria de la historia. Si un niimero apreciable de ellos llegase a asumir tales principios, cuesta imaginar que el resto de la sociedad pudiese seguir depositando alguna confianza en la veracidad y sinceridad de la historia como autentica disciplina de conoci- miento cuyo objetivo es el pasado humano. Y por la misma razon, quedaria inutilizada para cumplir su funcion vital e intelectual cada vez mas necesaria en las escuelas, las uni- versidades y, en general, la cultura del mundo actual.

Los que conocen de cerca el estado presente de la historiografia no tienen ninguna dificultad para observar varias cosas criticables. Una, la masiva superproduccion de obras historicas academicas y la mala calidad de buena parte de lo que se publica. Otra, los cla- ros prejuicios ideologicos y politicos que suelen guiar o determinar el trabajo en ciertas ramas de esta disciplina. Un tercer problema, y muy serio, es su fragmentation en un niimero progresivamente mayor de campos muy especializados cuyos resultados particula- res no se integran en una vision de conjunto o una comprension mas global del pasado. Por lo que a este ultimo punto se refiere, estoy convencido de que tenemos una necesidad desesperada de trabajos de historia en gran escala que puedan ayudar a la generation pre- sente a orientarse en medio de las complejidades de este proceso historico por medio de perspectivas amplias y relativamente integradas del desarrollo moderno de la sociedad occidental y otras sociedades y culturas y de sus interrelaciones.

Los teoricos postmodernistas, por otra parte, critican lo que ellos denominan la prac- tica historica corriente por razones bastante distintas. Les preocupa su constante fe en la posibilidad de una historia objetiva, su tozudo convencimiento de que la historia no solo tiene que ver con textos y discursos sino que aspira a ofrecer en algiin sentido, no absoluto pero desde luego valido, una verdadera representation y comprension del pasado, y su

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29 Alan Spitzer, Historical Truth and Lies about the Past, Chapel Hill, 1996, capitulo 3. Cuando analiza este caso, Spitzer demuestra, al igual que han hecho otros escritores, como los defensores postmodernistas de Paul de Man, Derrida entre otros, contradijeron sus propios principios teoricos al utilizar argumentos que apela- ban a las pruebas historicas, al significado textual, a la factualidad y a la verdad.

30 Roger Chartier, "History between Narrative and Knowledge", en On the Edge of the Cliff: History, Lan- guage, and Practices, Baltimore, 1997, pp. 26, 27; en el mismo articulo y en algunos mas de esta recopilacion hay numerosos pasajes de este estilo. Chartier ademas se cuida de aiiadir (pp. 19-20) que "la experiencia no es reducible al discurso" y de advertir que no se puede tratar todo como un texto, porque hay muchas practicas que nada tienen que ver con las estrategias discursivas.

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pretendida complicidad con el statu quo politico y economico al que se supone que apoya ideologicamente.

Examinemos la introduction de Keith Jenkins a The Postmodern History Reader, una critica simplista y llena de prejuicios de la practica historica corriente como producto de la ideologia y los intereses burgueses. El autor esta seguro de que vivimos en una situation de postmodernidad y no tenemos election al respecto. Mantiene que "las historias no son sino teorias acerca del pasado y de como hay que apropiarse de el" y que "unicamente la teoria puede establecer lo que cuenta como un hecho...". Para razonarlo utiliza el argumen- to fuera de lugar de que los hechos no pueden existir salvo que haya una description de ellos. Un razonamiento debil en este contexto ya que una description no es una teoria, y el hecho de que Hitler, por ejemplo, llegara a ser canciller de Alemania en 1933 no se conoce ni se establece como consecuencia de una teoria.31 Para el postmodernista Jenkins, la idea de que quizas seria posible estudiar el pasado por si mismo (lo cual por lo comun significa tratar de entender una cultura humana o sociedad anteriores en terminos, primero y princi- palmente, de sus propias concepciones y valores, y no para servir a un interes practico o politico inmediato del presente) es absurda y ni mas ni menos que "el modo desorientador en que una burguesia articula sus propios intereses como si estos perteneciesen al pasado mismo". 32 El no puede concebir la viabilidad o el valor del esfuerzo historico por restable- cer la comprension de un pasado desaparecido con sus singulares formas de vida y mane- ras de pensar, aunque sea la clase de proyecto que muchos historiadores emprenden. Y, ademas, afirma que si estos rechazan una orientation futurista cuando hacen historia, es porque no desean un futuro diferente del presente en el que el capitalismo domina el mun- do. Lo que esta proposition sin duda ignora por completo es que la mayoria de los histo- riadores tiene la certeza justificada de que la tarea de la historia tiene que ver con el pasa- do como objeto susceptible de conocimiento, no con el futuro. 33

Robert F. Berkhofer hace un comentario critico siguiendo una linea parecida en un articulo del mismo volumen. Una de sus objeciones teoricas a la practica historica corrien- te es que trata de crear en sus obras la ilusion de un narrador omnisciente, neutral, y que "al asumir la voz de la tercera persona y un punto de vista omnisciente", los historiadores persiguen ganar poder sobre sus lectores en nombre de la realidad. Este punto de vista, que tambien repite con frecuencia en su libro Beyond the Great Story, atribuye a la historiogra- fia lo que los teoricos literarios identifican como una de las convenciones de la narrativa realista: la existencia de un narrador externo, invisible e impersonal que lo sabe todo y fomenta la ilusion de que el texto literario es un documento directo de la realidad. Es muy dudoso, sin embargo, que cualquier lector culto de un libro de historia haya conferido alguna vez a su autor ese grado de sapiencia que se le atribuye al creador de fiction realis- ta. Este tipo de lector consideraria intolerable que los autores de obras de historia entrome- tieran reiteradamente en ellos sus voces, opiniones y experiencias personales, en lugar de subordinarse por completo al tema que tienen delante. Un lector asi entiende muy bien que

31 Jenkins extrae este argumento de la obra de Arthur Danto Analytical Philosophy of History, Cambridge, Inglaterra, 1965, pp. 218-219, pero lo interpreta mal. Lo que Danto dice ahi no es que solo una teoria pueda decidir lo que ha de tomarse como un hecho, sino que para poder explicar un fenomeno, primero debe ser des- crito de algun modo, algo muy distinto.

51 En un articulo cntico del pragmatismo y presentismo con el que John Dewey aborda la investigation historica, el filosofo e historiador de las ideas A.O. Lovejoy dio una interpretation convincente del significado del estudio del pasado por si mismo y en sus propios terminos, y de la funcion educativa de tal estudio; vease su "Present Standpoints and Past History", publicado de nuevo en Hans Meyerhoff (ed.), The Philosophy of His- tory in Our Time, Nueva York, 1950. 33 Keith Jenkins, "Introduction: On Being Open about Our Closures", en The Postmodern History Reader, pp. 3,6, 14, 15, 16,17. I 105

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la obra de un historiador difiere en aspectos esenciales de una invention como la novela, que no pretende saberlo ni contarlo todo y que es siempre la reconstruction selectiva del pasado a partir de una multiplicidad de hechos, una selection dictada por los sujetos, los problemas y las cuestiones que el autor se propone tratar. Tal lector es ademas consciente de que la historia esta escrita desde un punto de vista, de que sus afirmaciones pueden ser rebatidas, de que plasma comentarios y juicios relativos a asuntos controvertidos y de que no presume de ser una trascripcion ciega y mecanica de la realidad sino un intento de com- prender. El lector informado observa asimismo que la historia, al contrario que la novela de genero realista, no solo consta de elementos narrativos sino tambien de argumentacio- nes, notas a pie de pagina para documentar y justificar lo dicho, reconocimiento de lo que no se sabe, discusiones y valoraciones de las fuentes y las pruebas y criticas de las opinio- nes de otros estudiosos. Este tipo de lector, que es al que aspiramos a educar en los cursos universitarios de historia, encontrara invariablemente versiones e interpretaciones discre- pantes sobre el mismo tema que le haran tener conciencia de los desacuerdos historicos. La alegacion de Berkhofer de que la practica historica comiin le permite al historiador afianzar su poder sobre los lectores creando la ilusion de su omnisciencia de lo real care- ce, por lo tanto, de fundamento. Unicamente tiene sentido como parte del ataque postmo- dernista al realismo historico y a la presuncion aceptada por la mayoria de los historiado- res de que a la historiografia le interesan la realidad del pasado y los hechos avalados por testimonios. 34

La opinion de que la historiografia tradicional apoya de manera invariable el statu quo es compartida por David D. Roberts, cuyo libro Nothing But History ratifica que el concepto postmodernista de historia es el linico adecuado a nuestra cultura postmetafisica. "La Historia siempre la escriben los vencedores" -dice- y el pensamiento historico tiende en todos los casos a justificar "la configuration presente del poder privilegiando el curso de lo real...". 35 Mientras que es cierto que la historia se ocupa principalmente de lo real y no de lo que podria haber sido, uno se pregunta, sin embargo, como diablos pudo llegar Roberts a la conclusion de que unicamente los vencedores escriben las historias, cuando por lo general esta tan lejos de ser verdad. La historiografia -del pasado y del presente- no solo ha llevado casi siempre aparejadas diferencias y contraposition sino que hay historias clasicas escritas por perdedores, no ganadores. Uno recuerda, por ejemplo, a Tucidides, autor (exilado) de una historia que relata la derrota de Atenas, su ciudad; o a Tacito, el mas grande historiador romano, cuyos Anales e Historia no eran la obra de un vencedor sino de un hombre que lamentaba la perdida irrecuperable de la libertad republicana romana; o al conde de Clarendon, un monarquico que escribio buena parte de su History of the Rebel- lion en medio de la revolution que acabaria derrocando a Carlos I, aquel soberano cuya causa el trato de justificar con todas sus fuerzas. Un conjunto importante de la historiogra- fia contemporanea alemana ha sido escrito por estudiosos pertenecientes a una nation derrotada que intentaban explicar como el pueblo aleman se sometio al regimen nazi y a sus crimenes. Muchas historias han expuesto los metodos deshonrosos con los que se ha conseguido y ejercido el poder, y muchas mas han sido escritas para reivindicar causas perdidas, a minorias religiosas y a pueblos oprimidos. Y sobre todo en los liltimos tiempos y en aquellas sociedades donde la libertad de pensamiento y expresion es la regla, el deba- te historico ha sido tan frecuente que raras veces una linica perspectiva o vision de los hechos se ha impuesto sola sobre todas las demas.

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34 Robert F. Berkhofer, hijo, "The Challenge of Poetics to (Normal) Historical Practice", en The Postmo- dern History Reader, p. 152; parte del material del articulo esta sacado de Beyond the Great Story, de Berkho- fer, donde se hace el mismo razonamiento contra el supuesto engaiio al que induce el texto del historiador con su pretendida omnisciencia divina y su aspiracion al poder sobre los lectores (veanse pp. 38, 64, 68, 229).

35 Roberts, Nothing But History, p. 6, y vease tambien p. 209.

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La teoria postmodernista de la historia esta compuesta por dos tesis principales que implican un tipo de escepticismo mucho mas demoledor de lo que se habia visto nunca en las primeras dudas relativistas acerca de la objetividad. La primera, el antirrealismo, man- tiene que el pasado no puede ser objeto de conocimiento historico o, mejor dicho, que el pasado ni es ni puede ser el referente de afirmaciones y representaciones historicas. Tales representaciones se interpretan, asi, como referenda no al pasado sino exclusivamente a otras afirmaciones, discursos y textos historicos siempre presentes. Por lo tanto, negando a las pretensiones de conocimiento historico todo tipo de relation con el pasado real, el postmodernismo disuelve la historia en una especie de literatura y hace del propio pasado nada mas que un texto. La segunda es la del narrativismo, que concede prioridad en la creation de narraciones historicas a los imperativos del lenguaje y a los tropos o figuras del discurso inherentes al uso lingiiistico. Segiin esta tesis, los relatos ficticios inventados por los escritores y las narraciones creadas por los historiadores no difieren entre ellos en ningiin aspecto esencial porque todos estan hechos con el lenguaje y sometidos del mismo modo a las reglas de este en la practica de la retorica y la construction de la narrativa. El tramado de las narraciones historicas, las conexiones que se establecen entre los aconteci- mientos y las interpretaciones y explicaciones que ofrecen, se consideran, por consiguien- te, construcciones impuestas al pasado, no basadas en los hechos, constrenidas por los hechos o responsables ante los hechos tal y como los revelan las pruebas. Desde este angu- lo narrativista, los tropos y generos literarios que utilizan los historiadores prefiguran y determinan la vision, la interpretation y el significado de los hechos. Y en identica pers- pectiva, las narraciones historicas aparecen bajo la misma categoria que los discursos pro- ducto de la imagination de novelistas y artistas, de forma que es imposible distinguir entre una historia y una fiction o juzgar entre interpretaciones historicas opuestas sobre la base de unos hechos o unas pruebas.

Antes de entrar en la tesis primera o antirrealista, hay una singular paradoja inherente a ella que requiere atencion. Igual que los historiadores, los autores postmodernistas cuen- tan relatos del pasado, relatos que ellos parecen no solo esperar sino creer que son verdad y concuerdan con los hechos. Elizabeth Ermarth, una colaboradora de The Postmodern History Reader, que desea verlo todo como un texto y se propone subvertir la nocion de tiempo que ella asocia con el modernismo y la historiografia tradicional, hace afirmacio- nes muy precisas y ostensibles sobre el pasado, a saber: que la modernidad empezo con el Renacimiento y la Reforma; que los antiguos griegos no tenian nocion alguna del sujeto; que el periodo de los articulos de Einstein sobre la relatividad fue tambien el de los relatos de Kafka y el del cubismo de Picasso y Braque; que la nueva teologia alemana (the Ger- man Higher Criticism of the Bible) historizo la Cristiandad etc. Incluso confiesa con toda franqueza que su propio texto sobre postmodernismo esta "escrito en un lenguaje de repre- sentation [es decir, realismo], asume una comunidad de consenso, y funciona con gene- ralizaciones historicas y notas a pie de pagina", y lo justif ica sin rodeos con el candido argumento de que "no es preciso que uno abandone la historia para cuestionar su hege- monia...". 36 El libro de David Roberts es tambien un trabajo de historia intelectual que detalla la evolution de ciertas ideas sobre la historia desde Vico, pasando por Nietzsche, Croce, Heidegger y otros, hasta llegar a Derrida, Foucault y a la era contemporanea post- moderna, postmetafisica, a la que en su opinion debe adaptarse la historiografia. Berk- hofer, por su parte, incluye numerosos resumenes historicos de las opiniones de diversos escritores sobre la historia, y para "desenmascarar a la autoridad historica existente" invita a los historiadores a investigar las premisas y la politica subyacentes en las interpretacio- I

36 Elisabeth Ermarth, "Sequel to History", en The Postmodern History Reader, p. 57 y passim. I 107

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nes y los metodos historicos, una tarea que es de suyo tipicamente historica. 37 ̂Que condi- tion tienen entonces estas descripciones, estos analisis, estas interpretaciones historicas hechos por los teoricos postmodernistas de la historia? Estan escritos como cualquier ver- sion convencional y parece que pretenden ser representaciones verdaderas y objetivas, referentes a individuos, libros, pensamientos y acontecimientos de un pasado real, y cuesta imaginar que sus lectores tengan otra manera de entenderlos. No obstante, sus autores no demuestran tener ninguna conciencia del caracter autorrefutador de los pronunciamientos teoricos que hacen y de lo problematicos que son a la luz de su oposicion postmodernista al realismo historico. Es mas, Berkhofer propone un retroceso infinito porque, si hay que seguir su recomendacion, los historiadores que investigan las premisas y la politica de las interpretaciones historicas necesitaran que las suyas propias sean investigadas por otros, y asi sucesivamente ad infinitum.

El rechazo del realismo historico ha sido un tema esencial en la filosofia del postes- tructuralismo y el postmodernismo. Le dio su formula canonica Derrida en Of Grammato- logy, donde, negando que la lectura pudiese "legitimamente sobrepasar el texto...hacia un referente" o una "realidad", bien sea "metafisica, historica, psicobiografica" u otra, deter- mino que "no hay nada fiiera del texto". Roland Barthes, uno de los mas prominentes teori- cos literarios de Francia, expuso una opinion similar en un debate sobre el discurso histori- co, parte del cual esta publicado en The Postmodern History Reader. Analizandolo desde un angulo semiotico, Barthes sostenia que la referencia que dicho discurso presume o hace a una realidad pasada es espuria, un efecto enganoso del lenguaje, y que lo significado en este discurso carece de cualquier tipo de referente que no sea el mismo discurso. 38 Berkho- fer se opone igualmente al realismo historico y hace hincapie en el gran reto que representa para la comprension historica tradicional el "desreferencialismo". 39 Su razon para rechazar el realismo de la historia parte de la pregunta de "cual es el referente de la palabra 'histo- ria'", que va seguida de la respuesta de que "no puede ser el pasado como tal, porque este esta ausente por definition". A pesar de que el historiador presupone una realidad pasada -explica- "nadie puede senalar el pasado de la misma forma que senala un caballo o un arbol (o incluso un dibujo de ellos) como objetos a los que se refieren las palabras 'caballo' y 'arbol'". Despues da su aprobacion a los teoricos literarios que opinan que la referencia en la historia linicamente puede estar relacionada con otras historias o textos. 40

Esta clase de razonamientos deberia recordarnos cuan relevante continiia siendo la observation de Bertrand Russell de que "la funcion esencial de las palabras es tener algiin tipo de conexion con los hechos, que por lo general son no lingiiisticos. Algunos filosofos modernos... nos dicen que el intento de enfrentar la lengua y el hecho es 'metafisica' y, por ello, debe ser condenado. Esta es una de esas opiniones tan absurdas que posiblemente solo los hombres muy sabios puedan mantener". 41 En efecto, es dificil no sentir cierta

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37 Berkhofer, Beyond the Great Story, p. 247. 38 Roland Barthes, "The Discourse of History", en The Postmodern History Reader, pp. 121-122. jy Berkhofer, Beyond the Great Story, p. 9. 40 Berkhofer, "The Challenge of Poetics to (Normal) Historical Practice", en The Postmodern History

Reader, pp. 149-150. Este mismo argumento se repite en su obra Beyond the Great Story, capitulo 3, "Historical Representation and Truthfulness", pp. 63-64.

41 Bertrand Russell, My Philosophical Development, Nueva York, 1^9, p. 148. vease un comentano simi- lar de Russell acerca de la relation de la lengua con "algo que no es verbal, en virtud de lo cual... las palabras... se inventaron. El fin de las palabras, aunque los filosofos parecen olvidar este hecho tan sencillo, es versar sobre materias distintas a las palabras..."; An Inquiry into Meaning and Truth, Londres, 1940, pp. 140-141, cita- do por Israel Scheffler, "Epistemology of Objectivity", en Starmaking: Realism, Anti-Realism, and Irrealism, ed. Peter J. McCormick, Cambridge, Massachusetts, 1996, p. 55. Esta ultima observation, aunque se cita como una critica al filosofo positivista logico Otto Neurath, es igualmente valida para la teoria postmodernista del

lenguaje.

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incomodidad al mencionar la contestation que Berkhofer da al realismo como si se tratara de un razonamiento serio, cuando esta basada en una teoria empirista del conocimiento tan limitada y estrecha de miras que causa estupor, una teoria segun la cual podemos conocer simplemente lo que podemos ver o senalar en el momento presente. El razonamiento es incluso absurdo, porque entrafia la disparatada idea de que para que los acontecimientos pasados sean el referente de las afirmaciones recogidas en los trabajos de historia deben primero estar ahi, ante nosotros, como objetos de perception presentes. Esto es sin duda un dislate puesto que el pasado y los sucesos del pasado pueden sobrevivir como objetos del conocimiento unicamente por las pruebas que hoy se encuentran de su existencia, y dichas pruebas adquieren la definition y condition de tales solo si, y en la medida en que, se entienden en referencia a acontecimientos, personas, instituciones, ideas, etc. reales que ocurrieron en el pasado.

En la actualidad, hay bastantes filosofos analiticos, como William Alston, Rom Harre, Roy Bhaskar, Hilary Putnam (de manera algo distante), Thomas Nagel, Nicholas Rescher, Israel Scheffler, John Searle, Roderick Chisholm, entre otros, que defienden alguna version de realismo o bien en lo que se refiere al conocimiento y a la verdad o bien tornado en un sentido ontico como la afirmacion de que el mundo, los objetos materiales, los fenomenos naturales, etc. existen con independencia de la mente o del lenguaje. 42 Con todo, estos filosofos por lo general no abordan la cuestion del realismo desde el punto de vista de la historiografia, ni parecen ver ningun problema especial en hablar sobre la reali- dad y la existencia de acontecimientos y cosas del pasado. Pero no es preciso que conside- remos el tema del realismo en todos sus sentidos o aspectos diversos con el fin de respon- der al escepticismo postmodernista acerca del pasado como referente de las afirmaciones historicas. Seguramente la mejor respuesta que se le puede dar es que la idea de un pasado independientemente real o cierto no depende de ninguna teoria y no es una conclusion filosofica. Es, mas bien, una exigencia de la razon historica y una necesidad conceptual, garantizada por la memoria y contenida en el lenguaje humano que incluye frases en tiem- pos verbales de pasado, y esta implicita en el propio concepto de historia como forma especifica de conocimiento cuyo objeto es el pasado humano. Por lo tanto, es iniitil negar la existencia del pasado como algo real a lo que los historiadores pueden referirse, pues es una condition esencial para que la historia como investigation sea posible.

La tesis narrativista, que tambien cabria calificar de tropologica, pertenece a la cons- telacion postmodernista de las ideas porque elimina toda diferencia entre narrativa histori- ca y de fiction y, en consecuencia, le niega a la historiografia esa especie de valor de ver- dad que reclama en sus versiones e interpretaciones del pasado. Aunque los filosofos analiticos de la historia anteriores al postmodernismo expresaron un interes notable por el papel de la narration en la historia, sus reflexiones no tomaron una direction esceptica. Su objetivo principal era clarificar la funcion de las narraciones y mostrar de que modo con- tribuian a la labor de la explication historica. 43 La tesis narrativista posterior, con la que

42 Considero que esta tesis subyacente de realismo no es sino la afirmacion de que el universo, el mundo, los objetos, los acontecimientos, etc. existen independientemente de nuestras representaciones de ellos en el pensamiento y en el lenguaje. Searle, por ejemplo, defiende esta postura como "realismo externo"; John Searle, "Does the Real World Exist", en Christopher B. Kulp (ed.), Realism, Antirealism and Epistemology, Lanham, Maryland, 1997. Alston, por otra parte, apoya una conception realista de la verdad segun la cual una afirmacion (proposition, creencia etc.) es verdad si, y solo si, lo que la afirmacion dice es realmente asi; William B. Alston, A Realist Conception of Truth, Ithaca, Nueva York, 1996. Sin duda ambas posturas concuerdan entre ellas y cada una parece contener una teoria de la verdad como correspondencia.

43 El articulo de William H. Dray "On the Nature and Role of Narrative in History", de su libro On History and Philosophers of History, Leiden, 1989, ofrece una revision util de las opiniones de los filosofos analiticos de la historia sobre la narration historica, incluidos W.B. Gallie, Morton White, Arthur Danto y Louis Mink. I 109

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ya todos estamos familiarizados y que ha pasado a ser parte del sindrome postmodernista, debe gran parte de su inspiration al libro de Hayden White Metahistory (1973) y a los ensayos subsiguientes en los que este autor desarrollo su postura. 44 Prueba de ello es la reciente coleccion de articulos A New Philosophy of History, en cuya introduction Hans Kellner hace una exposition de dichos planteamientos. Sin embargo, esta no ha ejercido gran atractivo entre los historiadores, quienes no pueden reconocerse en ella, mientras que ha sido bien recibida sobre todo por los especialistas literarios que se inclinan hacia una conception postmodernista del lenguaje.

En un principio, la postura narrativista no niega la realidad del pasado ni la posibili- dad de dar una description veraz de acontecimientos historicos concretos del tipo que podriamos ver en una simple relation de acaecimientos aislados en forma de anales. No obstante, White arguye que cuando los acontecimientos o los hechos se incorporan a las narraciones historicas formando una unidad, deben ser tramados en una historia que tiene un principio, un desarrollo y un desenlace. Y mantiene que dichas tramas ni representan ni corresponden a la realidad de los propios sucesos, los cuales no son mas que un flujo con- tinuo y sin sentido. Hablamos, por consiguiente, de relatos que el historiador inventa valiendose del lenguaje y la retorica para dotar de un orden y un significado a esa constan- te sucesion de acontecimientos o hechos. Tambien alega que al crear la linea argumental de tales narraciones, el historiador se vera obligado, al igual que los autores de fiction, a tramar los hechos en clave de uno u otro de los principales generos literarios (comedia, historia romantica, tragedia, ironia, o satira -parece que la epica no figura ahi). Por la mis- ma razon, al construir dichas narraciones, los historiadores tendran que elegir entre las principales figuras retoricas o tropos: la metafora, la metonimia, la sinecdoque o la ironia, una de las cuales predominara en el desarrollo de sus relatos e interpretaciones. "Cual- quier serie dada de acontecimientos reales" -explica- puede ser plasmada de diversas for- mas, porque los sucesos en si mismos estan desprovistos de significado y no son "intrinse- camente tragicos, comicos, ridiculos etc.". De ahi que "solo puedan ser construidos como tales imponiendo a los acontecimientos la estructura de un tipo determinado de narration" y "es el tipo de narration elegido y su imposition a los acontecimientos lo que los dota de significado". 45 "Tramar acontecimientos reales en un tipo concreto de relato" -acaba resu- miendo su postura- "...es retorizar esos acontecimientos. Esto ocurre porque... no existe el relato 'real'. Los relatos se cuentan o se escriben, no se encuentran. Y en cuanto a la notion de historia 'veridica', es de hecho un contrasentido. Todas las historias son ficcio- nes, lo cual significa, por supuesto, que pueden ser 'verdad' en un sentido metaforico, en el sentido en que una figura del lenguaje puede ser verdad". 46

Aquella concesion inicial que la tesis narrativista le hacia al realismo historico queda de este modo anulada por su teoria construccionista extrema de lo que los historiadores hacen. Al borrar la linea divisoria entre obra de fiction y narration historica, ve esta ulti- ma como un objeto verbal formalizado que ha de ser valorado en terminos literarios, y desecha el concepto de un pasado real y cognoscible por otro en el que el pasado y sus posibles significados se consideran construcciones puramente literarias y tropologicas. Asi, White hace hincapie en "la inexpugnable relatividad" de todas las historias "como una funcion del lenguaje utilizado para describir y por lo tanto constituir los acontecimientos

44 Hayden White, Metahistory: The Historical Imagination in Nineteenth-Century Europe, Baltimore, 1973; Tropics of Discourse: Essays in Cultural Criticism, Baltimore, 1987; The Content of the Form: Narrative Discourse and Historical Representation, Baltimore, 1987.

45 Hayden White, "Narrative in Contemporary Historical Theory", en The Content of the Form d. 44. 46 Hayden White, '"Figuring the Nature of the Times Deceased': Literary Theory and Historical Writing", en The Future of Literary Theory, ed. Ralph Cohen, Londres, 1989, p. 27. I m

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del pasado como posibles objetos de explication y comprension". 47 Igualmente mantiene que "cuando se trata del documento historico, en el propio documento no se puede hallar ninguna razon para preferir una manera de construir su significado en lugar de otra". 48

Aunque la tesis narrativista esta dispuesta a concederle a la historiografia una cierta verdad, es exactamente el mismo tipo de verdad que la transmitida en los escritos de fiction, los cuales describen mundos imaginarios e inventados, pero no la que creen perseguir los histo- riadores, la cual depende de la capacidad para atenerse a la factualidad de las representacio- nes historicas y de su fidelidad en la comprension de la realidad del pasado historico.

En un articulo titulado "'Figuring the Nature of the Times Deceased': Literary The- ory and Historical Writing" White ha intentado contestar a algunas de las numerosas criti- cas hechas a su tesis, entre otras a la de que descarta el caracter referencial del discurso y tira por tierra la diferencia entre hecho y fiction. Su replica es que la tropologia hace des- tacar lo metalinguistico sobre la funcion referencial del discurso e incluso redefine las relaciones entre hecho y fiction mostrando como los protocolos linguisticos constituyen los hechos. 49 No me parece que estas respuestas puedan satisfacer las objeciones y dudas que sus planteamientos han originado entre historiadores y filosofos. Los defectos de su tesis son evidentes. Pocos lectores o personas con una seria experiencia en la practica de la historia llegaran a ser persuadidos en algiin momento de que no hay ninguna diferencia fundamental entre la narrativa historica y la de fiction porque ambas son creaciones del lenguaje. White no ha logrado tampoco explicar, ni mucho menos justificar, el sentido de la proposition de que los hechos historicos estan constituidos por los protocolos del len- guaje o derivan su existencia de ellos. Y es inconcebible el argumento de que cuando los historiadores producen sus narraciones, no se hallan de ninguna forma limitados por unos hechos y un significado, y son libres de plasmar e interpretar los acontecimientos del pasado de la manera que prefieran. Parece oportuno repetir ahora la pregunta de William Dray: "^tiene realmente el historiador carte blanche para escoger el tratamiento que hay que dar al tramado de una serie de sucesos como las matanzas de Stalin en el gulag o la muerte del indio norteamericano? Si "decide" representarlos como comicos, £los que creen que esto es inaceptable deberian simplemente considerarlo una gaucherie poetica o deberian oponerse a su cretinismo moral?". 50 Asimismo, es mas que dudoso que las narra- ciones historicas tengan que adaptarse, y lo hagan, a uno de los distintos generos literarios. No solo hay muchas obras de historia que no se pueden clasificar de este modo (^,a que genero concreto pertenece The Origins of Modern Science, de Herbert Butterfield, o The Making of the Middle Ages, de Richard Southern, o The Tudor Revolution in Government, de G.R. Elton, o Les Paysans de Languedoc, de LeRoy Ladurie, o The Political Philosophy ofHobbes, de Leo Strauss?), sino que las categorias de tragedia e ironia, por ejemplo, son demasiado abstractas y amplias para resultar esclarecedoras en la description de determi- nadas historias. En general, continua siendo un misterio de que manera se puede armoni- zar el construccionismo extremo que White propugna con una aceptacion de la existencia de acontecimientos pasados singulares como objetos del conocimiento independientes.

Algunos criticos filosoficos, entre ellos William H. Dray y Noel Carroll, han senala-

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47 Hayden White, "Historical Emplotment and the Problem of Truth", en The Postmodern History Reader, p. 392.

48 Hayden White, "The Politics of Historical Interpretation: Discipline and De-Sublimation", en The Poli- tics of Interpretation, ed. WJ.T. Mitchell, Chicago, 1983, p. 136.

49 White, "'Figuring the Nature of Times Deceased'", pp. 34-35. 50 William Dray, "Narrative and Historical Realism", en On History and Philosophers of History, Leiden,

1989, p. 161.

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do estos y otros fallos en la tesis narrativista de White. 51 Los historiadores han mostrado una insatisfaccion similar. Cuando Roger Chartier cuestiona su enervante relativismo, observa que las operaciones complejas y exigentes que los historiadores utilizan para investigar el pasado carecerian por completo de sentido si los discursos historicos fuesen identicos a los de ficcion y si "la realidad de los acontecimientos plasmados" no tuviese ninguna importancia para el tipo de conocimiento que la historia puede dar. 52 Es dado imaginar que la mayoria de historiadores, a pesar de las diferencias que puedan existir entre ellos, refrendaria las palabras de Bernard Bailyn: "la distincion entre historia y fic- cion es profunda"; y que tambien coincidirian con el en que "la historia es una construc- tion imaginativa... pero debe estar... bien delimitada por la documentation -restringida por las pruebas que han sobrevivido, y... por la obligation de ser coherente con lo que antes ha quedado establecido. Debe encajar de algiin modo con lo que ya se conoce". 53 Los histo- riadores que se han ocupado del Holocausto han sentido un desasosiego particular ante la aseveracion de que los hechos historicos son productos del discurso, no testimonios proba- dos de una realidad precedente, y que los acontecimientos del pasado pueden tener la plas- macion que el historiador guste. 54 Como ha senalado Chartier, parece que desde la pers- pectiva de White, no existe fundamento alguno para invocar los hechos documentados historicamente a fin de refutar la reescritura de la historia de una narrativa revisionista segiin la cual el Holocausto es un mito inventado por la propaganda sionista y nunca hubo campos de la muerte ni camaras de gas. 55

La tesis narrativista de White insiste en que no se puede encontrar en los propios hechos ningiin significado ni interconexion, y que si se les atribuye alguno, este no sera mas que una construction impuesta por los historiadores. Este planteamiento tan radical es discutible por al menos dos razones. La primera, que ni siquiera las percepciones humanas individuates y cotidianas son una sucesion caotica de experiencias, sino que consisten naturalmente en configuraciones estructuradas y significativas; de la misma forma, la experiencia que un ser humano tiene de vivir en el tiempo no es un simple caos temporal o una sucesion indistinta de minutos, dias y anos. Por el contrario, la experiencia y la activi- dad de los humanos estan estructuradas narrativamente, de manera que las personas pue- den encontrar, y lo hacen, secuencias y anecdotas en las historias de sus vidas que las ayu- dan a entender su misma existencia en el pasado y en el presente. Las narraciones de este tipo estan, ademas, implicitas en las experiencias y acciones colectivas que han acabado uniendo a los individuos en grupos y comunidades mas amplios, cuyos miembros son conscientes de poseer una identidad comiin por medio de esa narrativa compartida. 56 La

51 Vease el cuidadoso estudio de las opiniones de White que hacen Noel Carroll en "Interpretation, History, and Narrative", Monist, 73 (1990), pp. 134-166, y Dray en "Narrative and Historical Realism", y la resena de este ultimo sobre The Content of the Form, de White, en History and Theory, 27 (1988), pp. 282-287. En ella sefiala, entre otras cosas, que ha sido "frustrantemente poco discutida" la postura central de este autor, y que cuando se pone en cuestion su tesis construccionista, el permite que "la retorica, en lugar del argumento logico, asuma la mayor parte de su defensa", p. 283. No hay que pasar por alto la conclusion a la que llega Carroll tras exponer las falacias y lagunas en la argumentation de White sobre el narrativismo: "su reduction de toda narra- tiva a la categoria de ficcion parece un medio desesperado e inevitablemente contraproducente de reconocerle a la historiografia la debida dimension literaria" (pp. 161-162). 52 Roger Chartier, "Four Questions for Hayden White", en On the Edge of the Cliff p. 35. 53 Bailyn, On the Teaching and Writing of History, p. 72. 54 Vease Saul Friedlander, "Probing the Limits of Representation" y Berel Lang, "Is It Possible To Misre- present the Holocaust?", en The Postmodern History Reader. El articulo de Lang fue publicado originariamente en History and Theory, 34 (1995), pp. 84-89.

55 Roger Chartier, "Four Questions for Hayden White", en On the Edge of the Cliff pp. 36-37. David carr, lime, Narrative, and History, Bloomington, Indiana, 1986, ha tratado de demostrar que la

estructura narrativa es una caracteristica genuina de toda experiencia humana y no una reconstruction impuesta retrospectivamente; vease el interesante analisis de su obra que hace Dray en "Narrative and Historical Real- ism", On History and Philosophers of History, pp. 134-156. | 113

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segunda razon es que los hechos historicos no son simples entidades aisladas, sino que se ve que existen en una relation inmanente con otros hechos y que presentan una estructura inteligible y un orden, el cual le permite al historiador tratarlos como objetos distintivos de estudio. La evolution de la teoria atomica de la materia, o la ley romana, o la arquitectura gotica, o las instituciones republicanas, o la doctrina del derecho divino de los reyes, o el humanismo del Renacimiento, cada caso forma un orden inteligible de hechos interrela- cionados que, como historias, entranan unos criterios de relevancia propios; cada uno pre- senta unas relaciones internas de sucesion temporal, enlace causal y otro tipo de conexio- nes o reciprocidades que permiten que los hechos constituyan partes de la misma historia. Aunque no creo que haya origenes, principios o finales absolutos, la secuencia o la estruc- tura narrativa se pueden considerar en alguna medida un atributo de los sucesos mismos. La denuncia y dimision del presidente Richard M. Nixon, por ejemplo, es una historia cuyos hechos determinan grandemente su principio y su final. De igual modo, la historia de la batalla de Stalingrado designa un acontecimiento cuyo principio, intermedio y final son en cierto grado inmanentes y no sencillamente inventados con toda libertad por el his- toriador e impuestos al monotono fluir del tiempo. Puede haber, desde luego, distintas opciones al elegir por donde empezarla, pero no seran arbitrarias y sin duda estaran deter- minadas por los propios hechos. Uno no la iniciaria, por ejemplo, remontandose a las cru- zadas o a la ascension de los Romanov en la Rusia de 1613 o incluso a la muerte de Lenin en 1924. Asimismo, el final de la batalla es en buena parte una propiedad de los hechos que limitan su narration. No llego en 1944 ni 1945, sino en febrero de 1943, en el momen- to o poco despues de la rendition y el aprisionamiento de lo que quedaba del sexto ejercito aleman rodeado por las fuerzas sovieticas en la ciudad. 57

Es obvio que la tesis narrativista no solo subestima enormemente la gran variedad de historias, demasiado numerosas de hecho para ser clasificadas, sino que ademas sobreesti- ma el papel de la narration cuando identifica por completo la historiografia con el modo narrativo. Hay que admitir que muchas historias, sobre todo las politicas, estan formadas por una relation o un relato de acontecimientos; pero puede que incluso estas no sean pura narration, pues tienden a contener numerosos comentarios analiticos y explicativos, obser- vaciones sobre hechos y temas controvertidos y otros elementos generalmente ausentes en narraciones literarias como la novela. Por otra parte, muchas historias no son reconstruc- ciones o pormenorizaciones de una sucesion de acontecimientos presentados en una forma clara de relato. Al contrario, pueden ser visiones de conjunto de varios aspectos de un periodo, o seguimientos de la evolution de una idea, o descripciones del desarrollo y fun- cionamiento de las instituciones, o analisis, interpretaciones y aproximaciones criticas a problemas historicos concretos. A pesar de que las obras de este tipo seguramente incluyen partes de relato y prestan atencion a algun cambio en el transcurso del tiempo, esencial- mente no se adecuan a un molde narrativo. Podemos citar, entre otras, Civilization of Renaissance in Italy, de Jacob Burckhardt, Politics in the Ancient World, de Moses Finley, The Structure of Politics at the Accession of George III, de L.B. Namier, The Social Inter- pretation of the French Revolution, de Alfred Cobban, The Problem of Unbelief in the Six- teenth Century, de Lucien Febvre, The Great Chain of Being, de A.O. Lovejoy, A History of the Inquisition of Spain, de H.C. Lea, The Institutions of France under the Absolute Monarchy, de Roland Mousnier, ninguna de las cuales se ajusta en realidad a la categoria de historia narrativa.

En terminos generales, nunca se pecara por exceso al subrayar que cualquier forma ■

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57 El articulo de Dray "Narrative and Historical Realism" hace una critica aguda de la idea construccionis- ta de la narrativa y defiende la opinion de que las estructuras narrativas de las obras de historia tienen su base en los propios acontecimientos.

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que adopte la historiografla, bien sea predominantemente la narration, bien sea otra, ni es ni puede ser una pura imitation, una mera description o un simple retrato en palabras. La historia es ante todo y por esencia una obra de pensamiento y de analisis y sintesis. La investigation historica siempre opera con procesos reflexivos de selection sobre lo que es importante para los problemas y cuestiones propuestos por el historiador o la historiadora en relation a su objeto de estudio. El proposito de esta disciplina nunca ha sido producir una copia verbal, un simulacro o una recapitulation literal del pasado, tarea que resultaria ociosa y estiipida si no fuese imposible. Su objetivo principal (a cuyo servicio se hallan la description, el relato y todos los demas medios al alcance de la historiografla) es com- prender. comprender las acciones de los seres humanos del pasado, sus pensamientos, creencias, valores, instituciones, sistemas de gobierno, culturas, relaciones sociales, entor- nos, etc. y los cambios que con el paso del tiempo han sufrido en el conjunto de las socie- dades humanas.

Los historiadores que no son unos criticos redomados de la filosofia postmodernista algunas veces han senalado varias de sus contribuciones positivas. En su In Defence of History, Richard J. Evans, un distinguido estudioso de la historia alemana, observa que

el postmodernismo en sus versiones mas positivas ha animado a los historiadores a mirar los docu- mentos con mayor rigor, a tomarse su patina exterior con mas seriedad y a pensar de otra forma en los textos y en la narration. Ha contribuido a abrir muchas areas y materias de investigation nuevas, al mismo tiempo que ha vuelto a poner en el orden del dia temas que parecian agotados. Ha obliga- do a los historiadores a plantearse interrogantes sobre sus propios metodos y procedimientos como nunca antes de ahora y, en ese proceso, los ha hecho mas autocriticos... Ha motivado un mayor enfa- sis en la admision de la propia subjetividad del historiador, lo cual no puede sino ayudar al lector preocupado por una evaluation critica del trabajo historico. 58

Con un espiritu parecido, Thomas Haskell, investigador de la historia de los Estados Uni- dos, declara su admiration por el "estallido de intereses polifaceticos en las cuestiones teoricas y epistemologicas de las ciencias humanas" que el postmodernismo ha promovido y celebra el "renacimiento postmoderno" de un interes por los "problemas de explication, interpretation y epistemologia...". 59

Estos comentarios probablemente son acertados, pero me pregunto si el precio paga- do por los beneficios que se mencionan no ha sido excesivo. El postmodernismo ha sem- brado una gran confusion intelectual en algunas disciplinas humanisticas y ha sido uno de los factores que en mayor medida ha contribuido a la notable politizacion de este campo en los liltimos anos. Con la introduction de sus teorias de la historia y la literatura en las aulas y la convergencia de sus seguidores hacia temas relacionados con la raza, la clase y el genero, podriamos decir sin ningun temor a equivocarnos que ha sido una de las causas del declive grave y alarmante que estan sufriendo las humanidades en el terreno universi- tario desde la decada de 1970. 60 El atractivo del postmodernismo se explica no solo por el cuestionamiento radical que ha suscitado en la historia y otras disciplinas sino por su posi- tion en la politica academica. La mayoria de los postmodernistas se sitiia en la izquierda y han tendido a apoyar en las universidades un movimiento a favor de los estudios de la

58 Evans, In Defence of History, p. 248. 59 Haskell, Objectivity Is Not Neutrality, pp. 8 y 9. 60 Un articulo de James Engell y Anthony Dangerfield, profesores uno y otro de ingles y literatura compa- rada, documenta detalladamente el serio declive de las humanidades en las universidades desde 1970 con datos sobre la caida de la concesion de titulos, la disparidad de salarios del cuerpo docente, la calidad mas baja del alumnado, la disminucion de los fondos y otros criterios; vease su "The Market-Model University: Humanities in the Age of Money", Harvard Magazine, 100, 5 (1998), pp. 48-55 y 1 1 1. I 115

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mujer y de genero, estudios afro-americanos, estudios etnicos y estudios gay. Se han encontrado entre los defensores del multiculturalismo y entre los promotores de los estu- •dios culturales y postcoloniales. En unos Estados Unidos cada vez mas conservadores en su politica y orientation economica desde la presidencia de Ronald Reagan, el postmoder- nismo, que a menudo consigue incorporar elementos del marxismo e invoca la lealtad de un niimero heterogeneo de investigadores en distintos campos, existe como una de las ulti- mas reliquias del espiritu de los afios sesenta y un reducto academico del descontento radi- cal frente a las tendencias conservadoras de la sociedad americana. Por supuesto que hay quienes, sin ser postmodernistas, comparten en cierto modo dicho descontento. Sin embar- go, lo que a menudo no se comprende o se pasa por alto es que el escepticismo y el relati- vismo endemico en su filosofia echa por tierra cualquier postura moral o politica que sus adeptos puedan tener; ya que, si los hechos historicos son meras construcciones y la obje- tividad y la verdad no tienen un lugar en la historia o las humanidades o las ciencias socia- les, entonces no hay razon alguna para dar credito a las afirmaciones intelectuales y a los argumentos morales o politicos que los mismos postmodernistas puedan plantear.

Entre los grandes privilegios que la evolution biologica otorgo a los seres humanos y a los genes y cerebros que llevan consigo esta el poder del lenguaje y la comunicacion ver- bal con el habla o la escritura. El lenguaje ha dotado a los humanos de una habilidad linica para enfrentarse a su entorno y comprender el universo en el que viven. Solo la posesion del lenguaje ha hecho posible que los seres humanos creen y transmitan cultura y posean una historia, en lugar de estar condenados a la condition estatica de las colonias de abejas o termitas que han persistido inmutables durante miles y miles de afios. Aunque muchos filosofos de siglos pasados entendieron muy bien que el lenguaje no es solo nuestro medio supremo de darle algun sentido al mundo sino que puede ser asimismo la causa de errores, malentendidos, falsedades y enganos sistematicos, hasta fecha muy reciente ningiin pensa- dor lo habia considerado un factor que nos separase de la realidad de las cosas, encerran- donos en un mundo que esta constituido en su totalidad por el lenguaje. Esta ultima con- clusion es una de las consecuencias del idealismo linguistico de la teoria postmodernista. En el terreno de la historia, dicha teoria afirma que el pasado esta fuera de nuestro alcance como objeto de conocimiento y no puede ser el referente de los escritos historicos, los cuales deben referirse exclusivamente a otros escritos, textos y discursos. Con el argumen- to de que los historiadores han ignorado la importancia vital del lenguaje en su disciplina, los defensores de la tesis narrativista reivindican el merito de haber demostrado que el len- guaje no es un vehiculo inequivoco por medio del cual el historiador percibe la realidad del pasado, sino que los tropos retoricos y los generos literarios prefiguran y determinan el caracter de cualquier representation historiografica. 61 No obstante, podria decirse que los narrativistas contemporaneos se hallan perdidos en los tropicos del discurso y que sus opi- niones le restan credibilidad a la retorica; pues siempre se entendio que esta antigua disci- plina, que gozaba de un gran respeto en la antigliedad clasica y fue el objeto de obras famosas de Aristoteles, Ciceron, Tacito y Quintiliano, estaba dedicada al arte de la persua- sion y al cultivo de la elocuencia. 62 Se suponia que era un medio para contribuir a la digni- dad y al poder de la historia; los grandes expertos en retorica, clasicos y de epocas poste- riores, al no ser postmodernistas, nunca concibieron la idea de que el lenguaje y la retorica

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61 Vease la introduction de Hans Kellner a A New Philosophy of History. 62 Aunque digo que la retorica era una disciplina privilegiada en la antigiiedad, tambien es cierto que desde

los tiempos de Platon ha habido un enfrentamiento intermitente entre filosofia y retorica. En algunos dialogos como los de su Fedro y Gorgias, Platon condena la retorica por ser un arte corrompido al que nada preocupa la

verdad, y muchos filosofos posteriores han repetido la misma acusacion; vease Brian Vickers, In Defence of Rhetoric, Oxford, 1988, capitulo 2 y passim, y Perez Zagorin, Francis Bacon, Princeton, 1998, pp. 177-178.

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hiciesen la historia indistinguible de los relatos de fiction, privasen de la realidad del pasa- do a los historiadores y engendraran las explicaciones e interpretaciones que desarrollan. 63

Si al postmodernismo se le puede atribuir alguna contribution, no es la de ofrecer un conjunto teorico solido. Basado en una interpretation equivocada de la naturaleza y la fun- cion del lenguaje, no es capaz de admitir algunas de las convicciones e intuiciones mas fuertes que los historiadores aportan a su trabajo, y no arroja ninguna luz sobre el caracter de la historia como disciplina dedicada en principio a representar y comprender la verdad del pasado humano. Lo mas probable es que su influencia vaya desapareciendo poco a poco, segiin parece ya evidente. Hay que reconocerle los meritos que ha tenido; cuando ha servido para obligar a los historiadores a pensar de nuevo en la indole de sus investigacio- nes, o para mostrarles formas nuevas de leer los textos, o para abrir los horizontes de la historiografia con la inclusion de sujetos y formas de vida desatendidos o no tornados en cuenta por las generaciones anteriores de estudiosos, pero tales fines no estan subordina- dos a ninguna doctrina postmodernista concreta y pueden perseguirse desde posiciones filosoficas bastante distintas. Como dijo una vez Kant refiriendose al escepticismo: no es una buena morada para la mente humana. Estoy convencido de que el postmodernismo tampoco lo es.

Traduccion de M. L. Ferrandis Garrayo

63 Vickers, capitulo 9, apunta algunos de los errores de comprension y uso de la retorica clasica en la teo- ria literaria contemporanea, el deconstruccionismo y el narrativismo. Sobre la relation de la retorica y la practi- ca de la historia en la antigiiedad entre historiadores como Tacito y teoricos de la historia como Ciceron, veanse los estudios de T. Wiseman, Clio s Cosmetics, Leicester, Inglaterra, 1979, y de A.J. Woodman, Rhetoric in Clas- sical Historiography, Londres, 1978. Ambos investigadores argumentan que los escritores grecorromanos te- nian una idea de la verdad historica distinta a la de los modernos porque consideraban la historiografia ante todo como un genero literario en el que la retorica cumplia un gran papel; en consecuencia, le daban menos importancia a la verdad y no prohibian el uso de la fiction. A. Brunt adopta una postura contraria en "Cicero and Historiography", Studies in Greek History and Thought, Oxford, 1993, y mantiene que el papel de la retori- ca en la historiografia antigua no hizo que ni los historiadores ni Ciceron, en sus observaciones sobre la historia, dejasen de considerar la verdad como el requisito supremo de la historiografia. Vease tambien el articulo de Brunt, "Introduction to Thucydides", en el mismo volumen. I 117

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