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PLACERES INCONFESABLES

Escribe: Manolo BonillaFotos: Emmanuel Rouzic

LA ENCONTRAMOS DE VACACIONES EN ESPAñA, EN MEDIO DE SU PRIMERA TRAVESíA POR EL VIEJO CONTINENTE. LA VIRTUALIDAD PROPICIó UN ENCUENTRO EN EL QUE HABLAMOS DE TODO. AFUERA, LAS CALLES DE MADRID SEGUíAN A OSCURAS.

¿Qué podemos decir de Stephanie Cayo que no se haya dicho? Tal vez que tuvo alguna vez diez mascotas entre perros, gatos, iguanas y conejos; que solo duerme siete horas; que ha tenido, a lo largo de su carrera, 550 sesiones de fotos; que solo se ha enamorado una vez; que revisa, religiosamente, tres veces al día su correo electrónico; que tiene 309 amigos en Facebook y 13 mil seguidores en Twitter… Esa niña de cuatro años, que apareció en pantalla por primera vez en un reclame de mantequilla, es una mujer que ha hecho del oficio de actriz y de viajera una feliz comunión.

Esta es su primera vez en Europa y para la actriz de veintidós años -viajera compulsiva, incapaz de permanecer mucho tiempo en un solo país bajo amenaza de locura-, la gente y el movimiento de Madrid le recuerdan a Nueva York, ciudad que la acogió con solo dieciséis años cuando fue a estudiar arte dramático. Un capítulo de su historia que tuvo que afrontar viviendo sola.

¿Pensaste alguna vez, “qué hago acá sola”?Soy una persona a la que le gusta también estar sola. Además, soy muy terca: cuando siento miedo de algo o tengo nervios, me quedó ahí, le doy la contra. Por eso, nunca me he sentido sola. No sé sentirme así con facilidad.

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Una de sus manías en sus viajes es leer guías de Lonely Planet sobre el destino al que se dirige o del país en el que está. Aunque tampoco se desprende de las guías de calles, ahora prefiere Google Maps. Lo ama.

Te llevas bien con las nuevas tecnologías…He ido aprendiendo. Uso el Twitter recién hace un año, y la página de fans del Facebook la hicieron, justamente, dos fans. Uno colombiano y el otro, peruano. Al principio, decía “¿para qué?” Después pensé, “¿por qué no?”.

Coquetea con la idea de tener una columna sobre relaciones en algún medio. Escribiría con ironía sobre todo, no en plan ‘doctora corazón’. Le gustaría escribir una novela, y si tuviera que ponerle título a su autobiografía, sería: “Yo y mis mil sitios”.

¿Tres lugares en los que has sido feliz?Carolina del Sur, Bahía Concha (una playa en Santa Marta, Colombia) y Máncora.

¿Eres celosa?No. Los celos aparecen por algo, siempre. Por falta de seguridad en uno mismo o en la otra persona. Son signo de que algo anda mal.

¿Cómo eras en el colegio?En primaria era terrible, pero controladita; la que comandaba el asunto. Ya en secundaria, me cansé un poco, me volví más introvertida. No sé si tenga que ver con que aparecía en series de televisión. Justo fue el momento en que todos empezaban a salir y yo no podía, entonces me alejé. Fue un tiempo para entenderme, conocerme y, además, quería escribir.

¿No te decían ‘sobrada’ en el colegio?Me decían autista. No quería ser popular.

Escribe casi todos los días en su diario. Cada vez que toma una decisión, lo revisa para saber qué estaba sintiendo o pensando tal día. Antes de dormir, al bordear las dos de la madrugada, esas páginas van llenando el inventario de su vida. De niña nunca le tuvo miedo a los cuentos de terror, ni a las historias de fantasmas. Es más cuando murió su papá, lo único que quería es que apareciera, para ver si le decía algo. Literalmente. Nunca fue una de esas niñas pegadas a los dibujos animados. Escuchó alguna vez de Pokemón y, cuando sus amigas hablaban, entre risas y suspiros, de Terry y Anthony, ella no tenía idea de quiénes hablaban. Hoy ve Modern Family y no le gusta South Park ni Family Guy. Sí recuerda ver partidos de fútbol y películas de vaqueros con su papá.

Un año antes de salir del colegio, no tenía claro qué quería hacer. En aquel tiempo se reunía con la psicóloga para hacer innumerables test vocacionales, mientras todos sus amigos se preparaban para dar los exámenes de ingreso a la universidad.

¿La amistad?Tiene que ser de una lealtad inquebrantable. Soy leal hasta con la pared de enfrente.

¿Has perdido amigos?Los mantengo a casi todos. Pero he perdonado algunas

deslealtades. No han sido muy frecuentes, pero han dolido hasta el alma.

¿Qué admiras en tus hermanas?La independencia que tuvieron desde chicas, lo fuertes que han sido al valerse por sí mismas y lo trabajadoras que son.

Trata de no ser vanidosa. Declara, además, que el libro que le cambió la vida fue La búsqueda de Osho. Dice que no es de autoayuda ni de esos libros que encuentras al lado de las cajas en los supermercados. Rajneesh Chandra Mohan Jain, el verdadero nombre de Osho, nunca escribió un libro. Como en los evangelios, fueron sus discípulos quienes dieron a conocer su palabra.

¿Qué piensas de la gente que te califica como una diva?Me da risa, porque no tengo nada de eso.

¿Te llega a cansar que cada cosa que hagas o digas sea titular de algún medio?Me parece chistoso.

¿Cómo te ves en diez años?Me veo, al menos, con un hijo. Tengo ganas de tener uno pronto, antes de los treinta. Tengo ganas de ser mamá.

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Recuerdo estar parada en un pequeño rincón de la sala, alcanzando los cinco años, viendo a mis hermanas cantar y bailar en medio de las miradas y aplausos de toda la familia.

Recuerdo haber comandado las travesuras en Ancón, las invasiones secretas a búngalos vacíos de la FAP. Una pandilla de niños en bicicleta a toda velocidad, sin miedo, viviendo plenamente su ‘libertad’.

Recuerdo a mi padre moviendo las piernas como Elvis. Lo recuerdo libre de miedos, o astuto para esconderlos. Valiente y radical, pero flexible al bailar. Mi pareja de baile preferida.

Recuerdo al que me enseñó a montar bicicleta, patinar, tirarme de clavado, hacer mortales, de insultos y de chicos… etc., etc., etc. Mi hermano.

Escribe: Stephanie Cayo

RECUERDO TANTO… O LO NECESARIO. LO QUE MARCó UN ANTECEDENTE Y UN FUTURO O, A LO FITO, UNA INTUICIóN DE MI DESTINO, QUE NO ESTÁ DICHO… ¿O Sí?

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Recuerdo cada sueño al acostarme, cada meta al levantarme.

Recuerdo algunas conversaciones con mi madre: - Mami… ¿cómo está el clima en Lima?- Está nublado y llueve como nunca. ¡Está loco! ¡Y en pleno verano, hija!- ¿Sí? En Miami hay una sensación de ¡tres grados!- Increíble. - Es que el mundo se está acabando… Y nadie me hace caso.- ¡Ay, por favor! Te he dicho que no vuelvas a decir eso. Solo lo dices para vivir la Dolce Vita, ¿no?

(Creo que siempre me ha visto algún parecido a Marcello Mastroianni, el protagonista de la película. Me sigo preguntando en qué).

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Recuerdo la primera página de mi primera agenda (1998). Muchas faltas de ortografía, pensamientos y sentimientos de amigas que siguen a mi lado hasta el sol de hoy. Todos muy descriptivos y bien intencionados.

Recuerdo mi primer beso, vamos… el verdadero pues, con amor y todo. Era mi penúltimo año del colegio, la que estaba retrasada del grupo, la última que faltaba, la lenta, la esperada… y tuve suerte. Fue lindo.

Recuerdo el teatro del colegio y el nudo en el estómago al cantar. Las piernas temblando y las ganas de salir corriendo.

Recuerdo la escuela de baile de mi hermana Fiorella, los escenarios y el público; los guiones y las tareas; las ojeras en el colegio y las mil preguntas al profesor de religión. El botón de prenderse y apagarse, los gritos de mis compañeros mandándome a callar de un salón a otro, defensora de algún amigo mío, y el cansancio al llegar a casa después de trece horas de trabajo.

Recuerdo las ganas de seguir caminando, las caídas que no se ven pero se escuchan.

Recuerdo los miedos contenidos y las ganas de darles la contra. Pero como dijo Marco Valerio Marcial, “Poder disfrutar de los recuerdos de la vida es vivir dos veces”, o tres o cuatro o mil, añadiría yo.

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DIRECCIóN DE ARTE, PRODUCCIóN Y STYLING: MALENA BERCKEMEYER Y JOKO CID.MAQUILLAJE Y PEINADO: MANUEL ANDRADE

AGRADECIMIENTOS: JOHN F. MONSALVE, BÁRBARA CID.

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