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Número 11, julio-diciembre 2020 issn impreso: 2448-4717 issn electrónico: 2594-2115 [ 139 ] El último suspiro de la prensa carrancista. El Pueblo y El Demócrata (1919-1920) e last sigh of the Carrancista press. El Pueblo and El Demócrata (1919-1920) Francisco Iván Méndez Lara orcid: 0000-0002-4981-3040 Universidad Nacional Autónoma de México Resumen: Entre 1919 y 1920 se desarrolló una lucha periodís- tica entre los diarios carrancistas y aquellos órganos informati- vos que surgieron al calor de la disputa electoral. Sin embargo, los estudios sobre este período no han prestado la suficiente atención a la prensa oficialista que enfrentó una crisis severa, que a su vez fue un espacio de confrontación y reflejo fiel de las disputas en el seno del grupo cercano a Venustiano Carranza. Con base en fuentes hemerográficas se reconstruyen los últi- mos meses de existencia de los principales diarios carrancistas, El Pueblo y El Demócrata, con el objetivo de comprender otro de los factores que le impidieron al presidente de la república salir airoso del proceso sucesorio de 1920. Palabras clave: Revolución mexicana, periódicos, prensa carrancista, propaganda, Venustiano Carranza. Abstract: Between 1919 and 1920 a journalistic struggle developed between the Carrancistas newspapers and those informative bodies that emerged in the heat of the electo- ral dispute. However, studies on this period have not paid enough aention to the official press that faced a severe crisis and which in turn was a space of confrontation and faithful reflection of the disputes within the group near Venustiano Carranza. e last months of existence of the main carrancistas newspapers, El Pueblo and El Demócrata, are reconstructed on the basis of hemerographic sources, with the aim of unders- tanding another of the factors that prevented the president from leaving the 1920 succession process. Keywords: Mexican revolution, newspapers, carrancista press, propaganda, Venustiano Carranza. Licenciado, maestro y candidato a doctor en Historia por la Universidad Na- cional Autónoma de México. Sus principales líneas de investigación son la his- toria de la prensa durante la Revolución mexicana, la propaganda de guerra y electoral y los primeros años del México posrevolucionario. Ha colaborado en diversos proyectos de investigación en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, en el Instituto de Investigaciones Históricas y en el Instituto de Investigaciones Sociales, ambos de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es autor de diversos capítulos y artículos especializados. Contacto: [email protected] Fecha de recepción: 13 de noviembre de 2019 Fecha de aceptación: 18 de febrero de 2020

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Número 11, julio-diciembre 2020issn impreso: 2448-4717issn electrónico: 2594-2115

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El último suspiro de la prensa carrancista. El Pueblo y El Demócrata (1919-1920)

The last sigh of the Carrancista press. El Pueblo and El Demócrata (1919-1920)

Francisco Iván Méndez Laraorcid: 0000-0002-4981-3040

Universidad Nacional Autónoma de México

Resumen: Entre 1919 y 1920 se desarrolló una lucha periodís-tica entre los diarios carrancistas y aquellos órganos informati-vos que surgieron al calor de la disputa electoral. Sin embargo, los estudios sobre este período no han prestado la suficiente atención a la prensa oficialista que enfrentó una crisis severa, que a su vez fue un espacio de confrontación y reflejo fiel de las disputas en el seno del grupo cercano a Venustiano Carranza. Con base en fuentes hemerográficas se reconstruyen los últi-mos meses de existencia de los principales diarios carrancistas, El Pueblo y El Demócrata, con el objetivo de comprender otro de los factores que le impidieron al presidente de la república salir airoso del proceso sucesorio de 1920.

Palabras clave: Revolución mexicana, periódicos, prensa carrancista, propaganda, Venustiano Carranza.

Abstract: Between 1919 and 1920 a journalistic struggle developed between the Carrancistas newspapers and those informative bodies that emerged in the heat of the electo-ral dispute. However, studies on this period have not paid enough attention to the official press that faced a severe crisis and which in turn was a space of confrontation and faithful reflection of the disputes within the group near Venustiano Carranza. The last months of existence of the main carrancistas newspapers, El Pueblo and El Demócrata, are reconstructed on the basis of hemerographic sources, with the aim of unders-tanding another of the factors that prevented the president from leaving the 1920 succession process.

Keywords: Mexican revolution, newspapers, carrancista press, propaganda, Venustiano Carranza.

Licenciado, maestro y candidato a doctor en Historia por la Universidad Na-cional Autónoma de México. Sus principales líneas de investigación son la his-toria de la prensa durante la Revolución mexicana, la propaganda de guerra y electoral y los primeros años del México posrevolucionario. Ha colaborado en diversos proyectos de investigación en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, en el Instituto de Investigaciones Históricas y en el Instituto de Investigaciones Sociales, ambos de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es autor de diversos capítulos y artículos especializados. Contacto: [email protected]

Fecha de recepción:13 de noviembre de 2019

Fecha de aceptación: 18 de febrero de 2020

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Yo no creo que nada pueda dar a un historiador cuenta tan fiel del ambiente público en determinada época,

de Gutenberg para acá, como la lectura de los periódicos. Esas hojas volantes, escritas tan de ligero, son como

un eco del ruidoso vértigo que sacudió la víspera a la ciudad, son un latido de su propio corazón.

De cómo se hizo revolucionario un hombre de buena fe, Gonzalo de la Parra

Introducción

La madrugada del 21 de mayo de 1920 fue asesinado el presidente Venustiano Carranza en la sierra poblana; con él se extinguió tam-bién el primer gobierno constitucional establecido tras la etapa más

violenta de la lucha revolucionaria. Con la caída del carrancismo desapare-ció la prensa aficionada a este, cuyo período de crisis se remontaba al año anterior debido a las múltiples fisuras en las entrañas del gobierno federal.

El 15 de mayo de 1919 dejó de existir El Pueblo, uno de los periódi-cos más importantes del país desde octubre de 1914 y con clara tendencia carrancista desde su creación. Sin embargo, poco se sabe sobre sus últimos meses de vida y la causa de su desaparición. Solo un año después, otro dia-rio que había velado por los intereses de Carranza y su “camarilla palacie-ga”, El Demócrata, era ocupado por las tropas del general Pablo González; aunque no desapareció, su etapa como paladín carrancista llegó a su fin.1 ¿Qué fue aquella “camarilla” de la que hablaba la prensa?, ¿tuvo algo que ver con la desaparición de El Pueblo?, ¿cómo impactó a estos periódicos la sucesión presidencial de 1920, especialmente a El Demócrata? Este artícu-lo responde estos y otros cuestionamientos, aborda la última etapa de la prensa carrancista, la de su crisis y desaparición entre 1919 y 1920, tema hasta ahora inexplorado.

Sobre la historia de la prensa mexicana es fundamental mencionar en primer lugar una referencia obligada, El periodismo en México: 500 años de historia, de María del Carmen Ruiz Castañeda y Luis Reed Torres, en el que se aborda “a vuelo de pájaro” la prensa revolucionaria.2 Sin embar-go, fue hasta la década de los noventa, del siglo pasado, cuando la histo-

1 En un editorial de El Universal se afirmó que el presidente de la república había perdido el apoyo del grueso de la población por su incapacidad y porque “se dejó cercar por cierto nú-mero de políticos y aduladores profesionales que acabaron por aislarlo dentro de una especie de camarilla palaciega que perturbó su visión de las cosas y de los hombres”. El Universal, 18 de mayo de 1920, p. 3.

2 Otra obra de características similares es Navarrete y Aguilar (coord.), La prensa en Méxi-co, 1998, en donde las autoras dedican un capítulo a la prensa carrancista hasta 1916, pero solo enlistan los principales diarios, sin ahondar en ninguno de ellos. Se trata de una especie de catá-logo comentado, similar al realizado por Ruiz Castañeda en La prensa, 1990.

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riografía sobre la prensa surgida al calor de la lucha revolucionaria tuvo avances más sustanciosos. Dos síntesis relevantes del período en cuestión aparecen en la obra coordinada por Aurora Cano Andaluz, sus autores: Álvaro Matute y Javier Garciadiego.

El primero examinó la relevancia del estu-dio de los periódicos durante la lucha armada y su vínculo con la política; realizó un análisis sobre los principales periódicos de 1911 a 1916, aunque otor-gó mayor importancia al período maderista. Gar-ciadiego contextualizó y relató el desarrollo de la prensa desde la fundación de El Imparcial en 1896 hasta el asesinato de Carranza. Una de las aportacio-nes de este trabajo es la explicación de la necesidad de los líderes revolucionarios por crear una opinión favorable a través de las publicaciones periódicas.3 El gobierno constitucional de Carranza, su relación con los principales diarios y la sucesión presidencial de 1920 son puntos mencionados por el autor, pero aún existen diversos aspectos que pueden ser anali-zados con mayor profundidad.4

Para entender a los principales periódicos que existieron en el país durante la presidencia de Ca-rranza, se debe echar mano de algunos clásicos de la Revolución mexicana como José C. Valadés, Alfon-so Taracena, Charles C. Cumberland, Berta Ulloa,5 así como otros trabajos de Matute y Garciadiego, quienes utilizaron los diarios como fuente de estu-dio. Mención especial merecen las obras de Matute Las dificultades del nuevo Estado y La carrera del cau-dillo. En el primero, aporta una visión general de la dinámica periodística, sus problemas en el período preconstitucional y su compleja relación con Carran-za. La prensa como fuente, y en algunos pasajes de la obra, como objeto de investigación, es uno de los pi-lares explicativos de su segundo libro. En La carrera

3 Matute, “Prensa”, 1995 y Garciadiego, “Prensa”, 1995.4 Pese a lo antes señalado, no se deben dejar de lado textos

testimoniales de la época escritos por periodistas que aportaron datos importantes para comprender la época. Los más importan-tes son: Arenas, Periodismo, 1967; Palavicini, Vida, 1937; y Parra, Cómo, 1915.

5 Ulloa, Constitución, 1983 explica —a grandes rasgos— la ac-tuación de diversos periodistas en el congreso constituyente como Palavicini, Barrón, “Rip-Rip” y Gregorio A. Velázquez, entre otros. Analiza brevemente la tensa relación de Carranza con algunos pe-riódicos como El Gladiador.

del caudillo analizó, con base en El Demócrata, El Uni-versal y Excélsior, los preparativos y desarrollo de las campañas presidenciales de 1919-1920 realizadas por los generales Pablo González y Álvaro Obregón, así como por el ingeniero Ignacio Bonillas. Contex-tualizó los principales diarios y demostró su relevan-cia en la conformación de una opinión que se inclinó paulatinamente del lado de los sonorenses, pese a una campaña “procivilista-bonillista”, desarrollada por varios diarios. No obstante, Matute no explica la desaparición de El Pueblo, factor importante en el ini-cio de las campañas.

Historias particulares sobre los periódicos re-volucionarios en la época de estudio de este artícu-lo, 1919-1920, continúan escasas.6 Sobre El Pueblo debe destacarse el trabajo de la comunicóloga Rosa María Zuaste Lugo, quien aporta una visión gene-ral de los cambios sufridos por el periódico duran-te su lustro de vida; y el libro coordinado por Celia del Palacio sobre la prensa en Veracruz, que aporta hallazgos importantes para el período que la pren-sa carrancista se mudó al puerto.7 Luciano Ramí-rez Hurtado, en Imágenes del olvido, 1914-1994. Discurso visual, manipulación y conmemoraciones de la Convención Revolucionaria de Aguascalientes, y su artículo “‘Bárbaro, barbudo y carranclán’ o la de-vastación de la empresa periodística más moderna del México revolucionario,”8 ofrecen los elementos para comprender la primera época de la prensa ca-rrancista. Asimismo, recientemente se han publica-do artículos académicos sobre panoramas generales de la prensa durante la Revolución mexicana, de los periódicos carrancistas y del uso de distintos pe-riódicos de la época, como Excélsior, El Heraldo de México y El Monitor Republicano en las campañas presidenciales mencionadas.9

6 Existen algunos trabajos que facilitan la comprensión de la relación de Carranza con la prensa. Algunos ejemplos son: Burkholder, “Periódico”, 2009, pp. 1369-1418; Navarrete, Excél-sior, 2007; El Universal. Espejo, 2006.

7 Zuaste, El carrancismo, 1992; Palacio, Prensa, 2012.8 Ramírez, Imágenes, 2010 y “Bárbaro”, 2008. También deben

agregarse los trabajos de: Méndez, “Querella”, 2014; “Vámonos”, 2014, y Quirvan, “Periódico”, 2019.

9 Serna, “Periodismo”, 2007, y “Prensa”, 2014; Méndez, “Sal-vador”, 2017; “Venustiano”, 2016-2017; y “Monitor”, 2019; y Cruz, “Excélsior”, 2016-2017. Aunque de otra coyuntura electoral debe destacarse el libro de González Marín, Prensa, 2006, por ser uno

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Dicho lo anterior, este artículo tiene como ob-jetivo principal explicar �con base en El Pueblo, El Demócrata y en menor medida en otros medios im-presos de la época� por qué y cómo dejó de existir la prensa carrancista y, de forma paralela, analizar la cri-sis en las entrañas del gabinete carrancista que influyó en la desaparición de los periódicos gobiernistas.

El trabajo se divide en cuatro apartados y las conclusiones. En el primero, se revisan los inicios de El Demócrata y El Pueblo, así como sus cercanos vínculos con el entonces Primer jefe. En el segun-do, se explica la disputa en el gabinete carrancista que propició la desaparición de El Pueblo. La terce-ra parte analiza el impacto y el papel que desarrolló El Demócrata en las campañas electorales, así como los rumores sobre la posible reaparición de El Pue-blo. Finalmente, en el cuarto apartado, se revisan los cambios administrativos de El Demócrata, que pasó de carrancista a gonzalista10 y de gonzalista a obre-gonista, en solo unas cuantas semanas; dicho proce-so puso fin a la prensa aficionada a Carranza.

Es importante subrayar que el análisis de las fuentes hemerográficas abre nuevos cauces inter-pretativos, a partir de su estudio es posible entender con detalles una época específica, así como la mane-ra en que lo narrado en ese momento fue utilizado para legitimar distintos proyectos políticos. Como lo han afirmado dos autoras: “[…] para servirse de la prensa exclusivamente como fuente, el histo-riador ha debido considerarla no solo como infor-madora, creadora y difusora de ideas, sino como articuladora de intereses políticos, negociadora y protagonista de la historia ella misma; como medio y actor interesado y, en tanto, proyecto de miradas sesgadas y parciales sobre su realidad”.11 Justamen-te, el presente artículo analiza y ubica en su tiempo a los periódicos revolucionarios, usándolos como fuente y objeto de estudio. Se trata de una propues-ta para impulsar la historia política de la prensa du-rante la Revolución mexicana.

de los trabajos pioneros en este tipo de abordajes sobre la historia política de la prensa.

10 Por “prensa gonzalista” se entiende a los periódicos que apoyaban al general de división Pablo González Garza, uno de los militares más importantes junto a Obregón y que era un candidato natural para suceder a Carranza en la silla presidencial.

11 Gantús y Salmerón, Prensa, 2014, p. 17.

El Demócrata y El Pueblo, dos pilares del carrancismo triunfante

Apenas iniciada la lucha contra Victoriano Huer-ta en marzo de 1913 Venustiano Carranza decidió fundar periódicos que lo ayudaran a crear una ima-gen positiva de sí mismo y de su movimiento re-volucionario ante los ojos del país, cuya principal fuente de información era el diario porfirista, para ese momento adherido al huertismo, El Imparcial.

El Primer jefe del Ejército Constitucionalista, nombramiento que recibió Carranza con base en el Plan de Guadalupe aparecido el 26 de marzo de 1913, impulsó la creación de un periódico itinerante con tintes propagandistas: El Demócrata. Estuvo di-rigido por el periodista y exmaderista Rafael Martí-nez “Rip-Rip”,12 quien tenía vasta experiencia en el ramo periodístico, pues había sido miembro del gru-po Prensa Asociada de los Estados �que tenía por objeto la defensa del oficio periodístico y la lucha “contra los vicios sociales”�, en representación del periódico católico El Amigo de la Verdad de la ciu-dad de Puebla. También trabajó en El Correo de Chi-huahua, El Grito del Pueblo y en El Padre Padilla. El propio Martínez aseguró participar en periódicos de oposición al régimen de Porfirio Díaz como El Dic-tamen, El Obrero, y La Época. “A esto se sumó su mi-litancia en el Club Antirreeleccionista Benito Juárez de Chihuahua donde fungió como secretario y desde donde luchó por la verdadera práctica del sufragio.”13

El periódico tuvo el nombre de un diario de Madero, fundado en 1904 en San Pedro de las Co-lonias. En Piedras Negras “el diario pequeño por sus fines, laboraba con el hombre destinado a continuar la tarea redentora y a vengar el crimen horrendo de febrero”.14 Al fundar el diario, “Rip-Rip” no solo re-dactó el periódico, también lo formó tipográficamen-te. El Demócrata y Martínez siguieron al primer jefe en todos sus recorridos durante 1913 y 1914. Al poco

12 Rafael Martínez nació en la ciudad de México el 24 de oc-tubre de 1881. Estudió en la Escuela Nacional Preparatoria; se de-dicó a la docencia durante, al menos, treinta años. Desde finales del siglo xix participó en el periodismo de oposición. Durante el maderismo tuvo el cargo de diputado federal en la XXVI Legisla-tura. Diccionario, 1992, t. II, p. 761.

13 Lombardo, “Prensa”, 2008, p. 265. 14 El Demócrata, 7 de agosto de 1917, p. 1.

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tiempo, en Monterrey, el periódico se convirtió en diario, con cuatro planas a siete columnas, y continuó publicándose de forma paralela en Piedras Negras. Además, una parte de su tiraje fue destinada a Mata-moros, Tamaulipas, Puebla, Tampico y Mérida.15

Por su parte, El Pueblo llegó para fortalecer la opinión procarrancista en la ciudad de México una vez que el ejército constitucionalista derrotó a Huerta y al ejército federal. Sus oficinas fueron esta-blecidas en la primera de Iturbide, número 11, y su primer número apareció el 1 de octubre de 1914; ese día se inauguró la Convención de la ciudad de Méxi-co a la que había convocado Carranza para discutir el programa de gobierno una vez derrotado Huerta. Sus creadores, que recibieron órdenes directas de Carranza, posiblemente fueron los mismos que es-tuvieron detrás de la fundación de El Liberal, Félix F. Palavicini, Gerzayn Ugarte e incluso Jesús Urueta.16 En la dirección, fue designado Antonio Revilla, la subdirección quedó al mando del ingeniero Manuel A. Caballero, el primer reporter mexicano, y la geren-cia estuvo a cargo del general Antonio I. Villarreal.

Desde su décimo número, del 10 de octubre de 1914, en la información editorial solo aparecieron José M. Cuéllar, como jefe de redacción y Antonio I. Villarreal, quien ocupó el mismo cargo que tenía desde el número uno. Villarreal también era el presi-dente de la Convención Revolucionaria que, en ese momento, se llevaba a cabo en Aguascalientes, tras-ladada a dicho punto “neutral” para que las facciones revolucionarias llegaran a nuevos acuerdos sobre el derrotero que debía tomar el país y para que asis-tieran también representantes del villismo y a fina-les del mismo mes del zapatismo. El 18 de octubre, después de ciertas irregularidades en la organización del diario, José M. Cuéllar obtuvo la dirección y José Ugarte fue designado jefe de redacción.

El número uno de El Pueblo estableció la línea editorial que habría de seguir a lo largo de su exis-tencia. Se aseguró en el periódico que se velaba por concretar los ideales revolucionarios, así como com-

15 El Demócrata, 7 de agosto de 1917, pp. 1 y 4.16 Quirvan asegura que el diario fue creado por Isidro Fabela

aunque esto no puede ser comprobado cabalmente. Fabela desem-peñó una labor fundamental en la mudanza y consolidación de El Pueblo en Veracruz. Quirvan, “Periódico”, 2019, p. 134.

prender al pueblo y a los “sectores proletarios”. Tenía como propuesta una transformación profunda para remediar el país y terminar con los privilegios de al-gunos sectores. En El Pueblo se emuló la labor de El Liberal �otro diario carrancista de menor dura-ción que se publicó de agosto a noviembre de 1914 en las instalaciones de El Imparcial� al apoyar a la Convención carrancista que inició el 1 de octubre en la ciudad de México y criticar a la facción con-vencionista que dio pie a una “guerra de papel”. Es importante subrayar que la prensa carrancista logró una mayor homogeneidad en este periodo en gran medida porque tuvieron un liderazgo único, Carran-za, y tuvieron un punto neurálgico desde donde se imprimieron los diarios, el puerto de Veracruz; con-trario a esto la prensa convencionista, La Conven-ción y El Monitor, pese a tener mayor organización de lo que se ha dicho hasta ahora, se vio limitada por las pugnas el interior de la propia facción, primero por la ruptura del presidente provisional general Eu-lalio Gutiérrez y después por las rencillas entre los propios villistas y zapatistas; además, de forma pa-ralela los ejércitos de la Convención fueron derrota-dos en diversas batallas, siendo las del Bajío, de abril a junio, las que terminaron con cualquier rastro pe-riodístico convencionista.17

A finales de 1915, El Pueblo y El Demócrata, que no tuvieron grandes cambios en su administra-ción, tras su regreso a la capital del país después de su periodo en Veracruz, difundieron el triunfo de los carrancistas frente a los convencionistas. Para forta-lecer dicha estrategia, don Venustiano ordenó fun-dar otros periódicos de corta duración y tiraje como El Mexicano y La Discusión. El objetivo era mostrar que su proyecto se desarrollaba sin contratiempo y que la transición hacia el periodo constitucional marchaba en orden total.

El 27 de febrero de 1916, Rodrigo Cárdenas, quien era el director del diario desde su regreso a la capital del país, dejó la dirección de El Pueblo y el poeta yucateco José Inés Novelo lo sustituyó. En El Nacional se afirmó que el secretario de Goberna-ción, licenciado Manuel Aguirre Berlanga, había en-cargado el diario a Novelo porque desde meses atrás

17 Ramírez, Imágenes, 2010, pp. 165-167.

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“había dejado de corresponder a la elevada misión para la cual estaba destinado, pues su deber era pres-tigiar al Gobierno en su labor de trabajo y de acción y no dedicarse a adulonas fanfarronerías”.18 El Pue-blo no realizaba de la misma forma que El Demócra-ta la campaña favorable, laudatoria, para el Primer jefe; en lugar de hablar de reformas sociales y de la pacificación del país El Pueblo se había caracterizado por polemizar con otros diarios en lo referente a di-versos tópicos de la vida nacional.

Novelo hizo poco en la dirección de El Pueblo ya que el 1 de septiembre del mismo año quedó a su mando la oficialía mayor de la Secretaría de Go-bernación19 y fue sustituido por Heriberto Barrón, personaje de toda la confianza de Carranza, pues había participado en El Liberal y El Pueblo en 1914. El nuevo director afirmó, con respecto a la prensa carrancista, que era inútil aseverar que El Pueblo se-ría “un elemento de fraternidad que envía a todos los periodistas de nuestra causa un saludo cordial y sincero”, pues caía en una obviedad. Prefirió afir-mar que procuraría “desempeñar su difícil cometi-do con lealtad y honradez” para divulgar de forma correcta el proyecto carrancista, es decir, retomaría aquella característica perdida durante los últimos meses.20 La labor de Barrón fue esencial, pues du-rante su estancia se publicó en entregas la Constitu-ción de 1857 y el proyecto de reformas a la misma presentado por el todavía Primer Jefe. Aparecieron notas editoriales con el título “Las Dos Constitucio-nes”, en donde se comparaba artículo por artículo. Al parecer, bajo su dirección, el diario recobró cierto prestigio periodístico.

El Pueblo continuó con sus cambios en la di-rección en los primeros meses de 1917, lo que re-flejó la crisis que vivía en su interior. Mucho tuvo que ver el apoyo que Carranza �quien triunfó en las elecciones presidenciales y ocupó el ejecutivo federal en mayo de dicho año� a los nuevos pe-riódicos modernos, herederos de El Imparcial de Rafael Reyes Spíndola, que se publicaban en la ca-pital del país: El Universal fundado por Félix F. Pa-lavicini, y Excélsior del empresario Rafael Alducin.

18 El Nacional, 12 de mayo de 1916, p. 1.19 El Pueblo, 1 de septiembre de 1916, p. 1.20 El Pueblo, 2 de septiembre de 1916, p. 1.

El 2 de marzo del mismo año, en el contexto de la Gran Guerra, Barrón dio a conocer que dejaba la di-rección por órdenes de Carranza y su lugar estaría a cargo del doctor Agustín García Figueroa, un “libe-ral de vieja guardia escritor de talento y revoluciona-rio de convicción.” El vínculo de ambos personajes, como Barrón lo definió, era la “sincera amistad” con Carranza, al que ofrecía todo su apoyo para mante-ner en pie el periódico revolucionario.21

García Figueroa fue designado director interi-no, cargo que ocupó del 3 al 31 de marzo de 1917.22 Del 8 de marzo al 17 de abril el encabezado registró el lema “El Pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, el secretario de redacción fue A. Pérez y Soto.23 El 1 de abril fue nombrado director José I. Solórzano, de quien se desconocen sus antecedentes, pero se sabe que abandonó el cargo el 8 de octubre del mismo año. El diario afirmó que Solórzano fue designado desde que Barrón abandonó el cargo, pero por cuestiones personales no había tomado el control del rotativo.24

Por otra parte, El Demócrata y su gerente ge-neral, Rafael Martínez “Rip-Rip”, mostraron su apo-yo a Carranza y a su gobierno. Las editoriales de este rotativo adularon notoriamente a don Venustiano. “Rip-Rip” creía que estaba plenamente justificada la adhesión al gobierno y aseveraba: “No creemos en los hombres ‘necesarios’, pero sí en las personalidades útiles que merecen y necesitan el apoyo nacional”.25

El Demócrata tuvo prácticamente a los mismos colaboradores durante los años posteriores: Rafael Martínez “Rip-Rip” como gerente general; Federico de la Colina, ocupaba el cargo de director responsable;

21 El Pueblo, 2 de marzo de 1917, p. 1.22 El Pueblo, 3 de marzo de 1917, p. 1.23 Agustín García Figueroa nació en Toluca el 1 de noviem-

bre de 1847 y se tituló como médico en 1874. Se mudó a Xalapa en donde ejerció su profesión, además de dedicarse al periodismo y al magisterio. Posteriormente fue designado redactor del Periódico Oficial del estado de Veracruz, cargo que ocupó de 1892 a 1917. Fue diputado suplente de la XI Legislatura de Veracruz 1902-1904. Colaboró en el Foro Veracruzano, miembro de la Prensa Unida de los Estados y colaboró en La Patria, entre 1908 y 1910. Sustituyó a Ciro B. Ceballos como director general de la Biblioteca Nacional de 1918 al 28 de octubre de 1919 cuando murió. Fundó el boletín semanal de la Biblioteca Nacional, Biblios, en 1919. Biblios, 1 de enero de 1920, p. 10.

24 El Pueblo, 1 de abril de 1917, p. 1.25 El Demócrata, 11 de mayo de 1916, p. 3.

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Esteban Larrañaga, subgerente; Francisco Carreras era el jefe de información; Oliverio Toro y Américo Ruiz, jefes de redacción diurno y nocturno, respectivamen-te.26 A mediados de 1918, “Rip-Rip” dejó el diario, en medio de la polémica, debido a su germanofilia, y Fe-derico de la Colina quedó al mando de la publicación. En noviembre de 1918 Gonzalo Fuchades se integró como administrador, y Fadrique López como conce-sionario de anuncios.

El 9 de octubre de 1917, el subtítulo de El Pue-blo se modificó por el de “Periódico Independiente” y su director, desde el 31 del mismo mes, fue Alfre-do N. Acosta, cargo que ocupó hasta el 8 de febrero de 1918; por su parte, Arturo Beteta fue designado jefe de redacción, para que recibiera las instalacio-nes de los antiguos propietarios. Al día siguiente se explicaron las razones del cambio, se le llamó “In-dependiente” debido a que �según el propio dia-rio� no recibiría ningún subsidio del gobierno: “El Pueblo no recibirá en lo adelante subsidio algu-no oficial, ni contará para la tarea intensa del desa-rrollo efectivo que se propone, con otros elementos que el esfuerzo arduo y sincero de los que trabajan en darle a la publicidad, y a la ayuda que el público se digne impartirle. Estamos y estaremos siempre al lado del actual gobierno, que es el fruto óptimo de la Revolución”.27

En un contrato de arrendamiento, firmado por el propio Acosta, se estipuló que la independencia del diario con respecto a la Federación había queda-do establecida. Meses más tarde, el 4 de febrero de 1918, en El Pueblo, se publicaron tres cláusulas del contrato de arrendamiento donde se aclaraba de nueva cuenta que no era un periódico oficial del go-bierno y que pertenecía a nuevos empresarios que coincidían en muchos aspectos con el carrancismo.28

26 Además de Cipriano Medero, jefe de talleres (departamen-to de formación); Abraham Lupercio, jefe del Departamento de Fo-tografía; Vicente García, jefe del Departamento de linotipos; Carlos Sánchez, jefe del Departamento de Dibujo; Gil García, jefe del De-partamento de Fotograbado; Ángel Luengas, Departamento de ex-pendio; Hermilo Juárez, secretario particular de Rafael Martínez; Mariano G. Pico, administrador y Alfredo Rojas, contador. El Demó-crata, 7 de agosto de 1917, p. 2.

27 El Pueblo, 10 de octubre de 1917, p. 3.28 El Pueblo, 4 de febrero de 1918, p. 1.

¿Realmente dejó de depender del erario federal? El Pueblo y El Demócrata mantuvieron un constante apoyo al gobierno carrancista durante1916-1918. Sin embargo, desde que inició el periodo constitucional y con la experiencia del uso de la prensa durante la lucha de facciones, Carranza notó que “resultaba más conveniente promover periódicos semiindependien-tes a través de los cuales difundir mensajes que no convenía enviar desde uno semioficial por las respon-sabilidades que ello le podría atraer”.29 Apoyó prin-cipalmente a El Demócrata, pero también a las dos grandes empresas periodísticas, El Universal y Excél-sior. A El Pueblo intentó consolidarlo como un diario independiente, no obstante, paulatinamente perdió por completo su apoyo.

Gregorio A. Velázquez fue el último director de El Pueblo, y como administrador de este quedó Fidel Solís. La nueva administración inició labores el 9 de febrero de 1918, día en que Velázquez se pre-sentó como fiel carrancista en la primera página del periódico:

Mi actuación revolucionaria, de mucho tiempo atrás, es de todos conocida. Mis trabajos perio-dísticos en pro de los ideales de la Revolución, así como todos mis esfuerzos por el triunfo de la causa constitucionalista como Jefe de la Oficina Central de Información y Propaganda Revolucionaria en Veracruz, son del dominio público. Si de algo puedo enorgullecerme es de no tener lacras del pasado, ni haber disfrutado un solo peso de la dictadura por-firiana, ni mucho menos de la ignominiosa usurpa-ción huertista. He surgido a la política nacional con la revolución, habiéndole servido sin debilidades ni reservas en épocas aciagas y de peligro. Soy fervien-te e incansable partidario de las reformas sociales que reclama el país y que ha prohijado la revolución. Admiro como hombre de entereza y como patriota al C. Venustiano Carranza que supo levantar la ban-dera de la legalidad contra la infamia y la traición. Respeto a los Poderes Constitucionales que ha elec-to el pueblo con toda libertad y deseo que los fun-cionarios públicos siempre se sujeten a la ley y a la justicia.30

29 Garciadiego, “Prensa”, 1995, p. 83.30 El Pueblo, 9 de febrero de 1918, p. 1.

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El subtítulo del periódico cambió nuevamente, en esta ocasión a “Periódico Liberal Político”.31 Duran-te los últimos meses de vida del rotativo, se llevó a cabo una crítica al Partido Liberal Constitucionalis-ta, grupo al que había pertenecido Velázquez, pero del que se había alejado por sus vínculos políticos con Carranza.32 La decisión de que el nuevo grupo empresarial nombrara a Velázquez como el director de El Pueblo reveló el fuerte vínculo que existió en-tre este periódico y el gobierno carrancista, este per-sonaje era uno de los hombres que mejor conocía los entretelones de la prensa y de la propaganda; sa-bía de sobra la influencia que estas podían ejercer en la política. Además, Velázquez conocía muy bien al sistema de inteligencia carrancista que se había em-pleado a fondo para crear una opinión favorable de don Venustiano dentro y fuera del país.

La ruptura en el gabinete de Venustiano Carranza y la desaparición de El Pueblo

Desde 1919 habían salido a flote diferencias entre los colaboradores más cercanos de Carranza; se ha-bían formado, al menos, dos grupos; existía uno al que la prensa de la época y un telegrafista, de nom-bre Trinidad W. Flores, denominó “la Camarilla”, estaba formado por el secretario de Hacienda Luis Cabrera, líder del grupo; los generales Cándido Aguilar, yerno de Carranza y secretario de Rela-ciones Exteriores, y Juan Barragán, jefe del estado mayor presidencial; Mario Méndez y Paulino Fon-tes, directores de telégrafos y ferrocarriles, respecti-vamente; Pedro Gil Farías, secretario particular de Carranza; y el general Agustín Millán, gobernador del estado de México, entre otros.33 El otro grupo estaba liderado por el secretario de Gobernación, li-cenciado Manuel Aguirre Berlanga, quien tenía di-ferencias importantes con Cabrera y Méndez.34

31 El Pueblo, 13 de marzo de 1919, p. 1.32 El Pueblo, 24 de julio de 1917, p. 3.33 Trinidad Flores a Roque Estrada, 10 de julio de 1919, en: Ma-

tute, Contraespionaje, 1985, p. 46.34 Trinidad W. Flores a Roque Estrada, 5 de junio de 1919,

en: Matute, Contraespionaje, 1985, p. 32.

Aguirre Berlanga había criticado, desde media-dos de 1919, la postura de Cabrera, principalmente por sus opiniones con respecto a las elecciones de 1920 que dejaban ver un dejo de ambición por ser el sucesor de Carranza.35 En este grupo se encon-traban otros secretarios de Estado, como Manuel Rodríguez Gutiérrez, de Comunicaciones y Obras Públicas; Pastor Rouaix de Agricultura y Fomento; y Miguel Román, jefe del Departamento de Justicia. Posteriormente, se integró al gabinete de Carranza el general Plutarco Elías Calles, como secretario de Industria, Comercio y Trabajo, dicho nombramien-to formó parte de la estrategia para dividir y limi-tar el poder del grupo Sonora que se posicionaba como la principal oposición en los comicios del año siguiente. Sin embargo, Calles no se integró a nin-guno de los dos grupos y en cambio propició una nueva fisura en el seno del grupo, ya que se declaró abiertamente obregonista.

Por otro lado, desde abril de 1918 El Pueblo mostró irregularidades de contenido, pues se encar-gó, principalmente, de publicar noticias sobre la si-tuación imperante en Europa y las relaciones entre México y Estados Unidos sin, aparentemente, una estrategia precisa. La política interior no fue tema común de los redactores y sus páginas se redujeron paulatinamente de doce a ocho. Por su parte, El De-mócrata se mantuvo como el paladín más fiel de las políticas carrancistas y, específicamente, del grupo de Aguirre Berlanga. Existía una marcada división entre los periódicos gobiernistas. Cabrera al parecer tenía un genuino interés por adquirir El Pueblo.

Una misiva del 18 de abril de 1919 explica una de las aristas del problema. Heriberto Barrón escribió a Carranza para informarle que Aguirre Berlanga lo había comisionado para que acudiera diariamente a las instalaciones de El Pueblo y revisar “sus deficien-cias y sugerir los medios de remediarlas”. Barrón notó que el periódico se encontraba en plena decadencia y se llevó la sorpresa de que solo se vendían diariamen-te de ocho mil a nueve mil quinientos ejemplares del periódico en el Distrito Federal, cantidad muy “exi-gua” si se le comparaba con El Universal y Excélsior que imprimían de 55 a 60 mil ejemplares diarios.36

35 El Demócrata, 22 de noviembre de 1919, p. 3.36 Méndez, “Venustiano”, 2016-2017, pp. 135-137.

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Días después, Barrón redactó un informe de-tallado de las condiciones en que encontró a El Pue-blo. En primer lugar, no se llevaba el rol del diario que se trataba de un “esqueleto en el que progresiva-mente se anotan los artículos y notas informativas que deben publicarse al día siguiente, con expresión del título, quien las escribió u ordenó su publicación y en qué plana deben publicarse”.37 Era la “brújula” de un periódico para conocer la relevancia de cada noticia, era un guion del director para decidir qué se publicaría. Pese a que Barrón solicitó que se volviera a llevar a cabo esta labor, jamás se realizó y el perio-dista se mostró sorprendido debido a que se corría “el peligro de repetir las notas, de omitir algunas, de publicar artículos o notas inconvenientes y, por últi-mo, de no darles la colocación debida”.38

En segundo lugar, había problemas entre los trabajadores del rotativo. Carlos Ortiz, el jefe de in-formación, no se presentaba a trabajar a las oficinas del periódico, pese a que debía estar diariamente de siete de la mañana a diez de la noche. También exis-tía una pugna entre la redacción y la administración. Barrón aseguró que el director se quejaba de que el administrador descuidaba la propaganda del perió-dico para que aumentara su circulación. Como re-sultado, imperaba el desorden y los talleres estaban en malas condiciones.

El tercer problema era el retraso en su publica-ción, que propiciaba que se vendiera a los papeleros hasta las siete u ocho de la mañana, cuando debía circular desde las cinco treinta de la mañana para competir con los otros diarios. “Este es un mal muy grave que si no se remedia pronto dará al traste con la circulación del periódico”; además, Barrón augu-ró que esto solo empeoraría su situación económica en un plazo breve.39

En cuarto lugar, el experimentado periodis-ta señaló que la empresa no contaba entre sus filas con buenos corresponsales. Esto lo ejemplificó con la cobertura de los asesinatos de Emiliano Zapata y

37 Archivo Venustiano Carranza (en adelante avc), Heriber-to Barrón a Venustiano Carranza, 18 de abril de 1919, en carpeta 132, doc. 15125, f. 1.

38 avc, Heriberto Barrón a Venustiano Carranza, 18 de abril de 1919, carpeta 132, doc. 15125, f. 2.

39 avc, Heriberto Barrón a Venustiano Carranza, 18 de abril de 1919, carpeta 132, doc. 15125, f. 4.

del general Aureliano Blanquet, ocurridos días an-tes de la firma del informe. El periódico había sido rebasado en información y reportajes por los demás diarios de la capital mexicana.

El quinto y último punto que enlistó Barrón fue la falta de disciplina y organización, que reflejaba la pugna de poder entre la redacción y la administra-ción. Aseguraba que el diario requería urgentemen-te una reorganización completa para readquirir su prestigio y mejorar su economía. Señaló, además, que era el propio Aguirre Berlanga quien había des-cuidado el diario: “Hay allí una completa falta de disciplina y esto se atribuye a que los empleados los nombra el señor secretario de Gobernación y no el director gerente a quien absolutamente no respe-tan ni obedecen”.40 Además, el director no revisaba lo que se publicaría al día siguiente. Por lo anterior, imperaban distintas posturas y opiniones, sin que hubiera alguna que se impusiera. “Por lo mismo allí nadie obedece a nadie y en resumidas cuentas en la redacción se hace lo que disponen los señores Rojas Avendaño y Alba que se han adueñado de la redac-ción por ser los que tienen contacto directo con los obreros que imprimen y forman el periódico y en la Administración reina sin obstáculo la voluntad del señor Solís”.

Las propuestas de Barrón para reorganizar a El Pueblo incluían la unidad de acción entre la redac-ción y la administración; además, se debía designar a alguien que pudiera dominar ambas labores. Esto propiciaría que regresara la disciplina entre los di-versos colaboradores, pero solo se lograría si el di-rector-gerente nombrara a todos y cada uno de los empleados y redactores, sin intervención de Aguirre Berlanga en la designación de los puestos. Para esto, el gerente podía tener un acuerdo diario “con el se-ñor secretario de Gobernación, para recibir instruc-ciones respecto a la marcha económica y política del periódico. En esta forma habrá un solo responsable del éxito o fracaso de la empresa y al señor secre-tario le será más fácil hacerse obedecer,” sentenció Barrón.41

40 avc, Heriberto Barrón a Venustiano Carranza, 18 de abril de 1919, carpeta 132, doc. 15125, f. 4.

41 avc, Heriberto Barrón a Venustiano Carranza, 18 de abril de 1919, carpeta 132, doc. 15125, f. 5.

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La circulación era uno de los mayores proble-mas, y el más difícil de resolver, porque se vendían de ocho a nueve mil ejemplares en la capital y de tres a cuatro mil en los estados, un total de doce a trece mil al día, con notable tendencia a disminuir. Su pobre circulación propiciaba una recaudación económica que no pasaba de veinticinco mil pesos mensuales, lo que generaba un déficit mensual de diez mil a veinte mil pesos. A Barrón le parecía inverosímil la situación del rotativo porque “considerando que ‘El Pueblo’ tiene el apoyo del gobierno, debería ser el periódico más bien impreso, con mejor información y el más barato”.42 Además, el diario llegó a tener una circula-ción de cincuenta mil ejemplares diarios y a ingresar a sus arcas más de sesenta mil pesos mensuales.43

Solo un mes más tarde del informe de Barrón, y en el contexto de las dificultades políticas internas a las que se enfrentó el gobierno debido a la cercanía de las elecciones presidenciales, se llevó a cabo un intento de huelga general en el país en apoyo a las de-mandas salariales de los profesores.44 Algunos tipó-grafos, linotipistas y demás empleados �actores de gran relevancia, por lo regular ignorados, merecen un análisis detenido y minucioso que rebasa los ob-jetivos de este trabajo� de varios periódicos como El Demócrata también se unieron. Un día después:

[...] apareció un boletín de una página firmado por las direcciones de El Universal y El Dictamen, entre otros, informando al público sobre la posición que estos diarios seguirían con respecto al movimiento.

En este documento también se comunicaba sobre la disposición del Primer Jefe de clausurar las instalaciones de El Pueblo sin dar más detalles acerca de esta medida.45

En el último número, el 1648, del 15 de mayo de 1919, se reprodujeron las declaraciones de Luis Cabrera sobre la huelga de maestros y el conflicto entre estos y los Ayuntamientos del Distrito Fe-

42 avc, Heriberto Barrón a Venustiano Carranza, 18 de abril de 1919, carpeta 132, doc. 15125, f. 6.

43 avc, Heriberto Barrón a Venustiano Carranza, 18 de abril de 1919, carpeta 132, doc. 15125, f. 6.

44 Matute, Dificultades, 1995, p. 233.45 Zuaste, Carrancismo, 1992, p. 57.

deral. El secretario de Hacienda consideraba que, dado su carácter de funcionarios públicos, carecían del derecho a la huelga.46

¿Por qué dejó de publicarse El Pueblo de for-ma tan intempestiva? Los problemas en el gabinete, que posicionaron en bandos contrarios al secreta-rio de Hacienda, Luis Cabrera, quien era una voz autorizada en El Pueblo, y a Manuel Aguirre Ber-langa, líder absoluto de El Demócrata, llegaron a su clímax a mediados de 1919. Su desaparición pudo representar un golpe para Cabrera quien, al pare-cer, tuvo la intención de adquirir el diario a finales de abril de 1919, rumor que desmintió el periódico oficialista,47 las intenciones del rotativo seguramen-te no fueron del agrado del secretario de Goberna-ción. Este argumento parece tener solidez debido a que, a lo largo de los siguientes meses, Cabrera fue atacado constantemente en las páginas de El Demó-crata y careció de un periódico que cuidara su ima-gen, hasta que logró adquirir acciones de El Heraldo de México. A ello deben agregarse las aspiraciones presidenciales de ambos personajes, pese a que ne-garon su interés por suceder a Carranza.

El Heraldo de México dedicó un editorial a la “muerte” de El Pueblo. El diario aprovechó la opor-tunidad y criticó la existencia de prensa “oficiosa” que solía aparecer como independiente y con una línea editorial propia cuando, en realidad, lo que se publicaba en ella era dictado por los altos mandos del gobierno:

Considerando nosotros que el gobierno tiene dere-cho a defender sus disposiciones y hacer patente lo razonable de su conducta, nos inclinaríamos a que sostuviera un diario abiertamente suyo, y que éste discutiera con la prensa independiente, y defendie-ra con polémicas razonadas la acción del Gobierno. Este no puede ocupar su órgano oficial en polémicas de prensa, y un periódico de la índole del indicado, podría convencer en muchas ocasiones sobre la conducta gubernativa, y aclarar muchos puntos du-dosos ante la opinión pública.48

46 El Pueblo, 15 de mayo de 1919, p. 147 El Pueblo, 27 de abril de 1920, p. 1.48 El Heraldo de México, 21 de mayo de 1919, p. 3.

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Según dicho diario, el sostenimiento de la prensa oficiosa resultaba “inútil y pernicioso”. Además, sig-nificaba un gasto importante, en el caso de El Pueblo, treinta mil pesos mensuales era una contradicción si se le comparaba con la crisis económica que el país entero atravesaba. Finalmente, El Heraldo celebró la decisión del gobierno de terminar con “la vida” de El Pueblo que, lejos de apoyar al presidente y a sus hombres con adulaciones, les restaba credibilidad.49 La desaparición de El Pueblo dejó al gobierno con el apoyo incondicional de El Demócrata y el Diario Oficial. El Universal y Excélsior modificaban sus pos-turas según el clima político imperante, principal-mente el primero, cuyo director apenas regresaba del exilio.

La coyuntura electoral y la crisis del último bastión carrancista

Al iniciar 1919, año en que comenzó abiertamente la disputa por la presidencia de la República, eran cuatro los principales diarios de la ciudad de Méxi-co: El Universal, que recientemente había regresado a manos de Félix F. Palavicini; Excélsior, dirigido por Rafael Alducin; El Pueblo, cuyo encargado era Gre-gorio A. Velázquez, pero como se analizó, pronto salió del panorama periodístico; y El Demócrata de Rafael Martínez “Rip-Rip”.

La efervescencia política no cesó en aquellos meses, el 15 de enero de 1919 el presidente Carran-za hizo un llamado para tratar de calmar los agita-dos ánimos que comenzaban a desbordarse por la cercanía de las elecciones federales para elegir al nuevo presidente y a los representantes del legislati-vo. La propuesta del presidente sirvió poco, pues el 1 de junio del mismo año, el general Álvaro Obre-gón, quien se encontraba retirado de la vida pública e impulsando sus negocios en Sonora, dio a conocer un manifiesto en Nogales en el que prácticamente se

49 El diario agregó que “los diarios encargados de adulterar las informaciones, de falsear los hechos y de sostener a todo trance que el Gobierno tiene siempre la razón, hacen al Gobierno cóm-plice de sus mentiras y ayudan a su descrédito. Dan a entender que la acción oficial no cuenta ni puede contar con defensores desin-teresados, y que hace falta a éste el mercenarismo de la pluma”. El Heraldo de México, 21 de mayo de 1919, p. 3.

posicionaba como el candidato opositor al elegido por Carranza para sucederlo. Por su parte, el general Pablo González, el autor intelectual del asesinato de Zapata, se creía con las credenciales suficientes para ser el favorito de Carranza, se llevó una gran decep-ción cuando supo que don Venustiano no lo respal-daría, sino intentaría llevar a la silla presidencial a un civil desconocido, pero de toda su confianza, el ingeniero agrónomo Ignacio Bonillas.

Durante los primeros meses del mismo año, el gobierno tenía bajo su control a El Demócrata y El Pueblo; los redactores del abc aseguraron que, con la desaparición de este último, la subvención que re-cibía sería repartida entre El Universal, Excélsior y se incrementarían notablemente los ingresos de El De-mócrata. De esa forma, al iniciar las campañas elec-torales dichos periódicos serían neutrales. “Y más tarde, cuando la política del gobierno lo requiera, se inclinarán a este o a aquel candidato, o a uno nuevo que pueda surgir, andando el tiempo.” 50

Por su parte, El Demócrata era el rotativo que más denotaba la subvención que recibía ya que, de otra manera, no habría subsistido, pues en com-paración con El Universal y Excélsior incluía pocos anuncios comerciales. El periódico, bajo el control de Aguirre Berlanga, sufrió cambios en agosto de 1919 cuando Federico de la Colina abandonó la di-rección del rotativo y lo sustituyó Toribio Pujol Jr., el administrador Gonzalo Fuchades renunció el 17 de agosto, y Guillermo Rousset ocupó su lugar. A la par, Mariano Urdanivia se integró al periódico como secretario de la dirección, Fadrique López ocupó el cargo de gerente general y Gonzalo Herrerías fue confirmado como secretario de redacción.51 Pese a los cambios administrativos, el periódico mantuvo la misma línea carrancista, pero cada vez fue más in-clinada hacia el secretario de Gobernación Aguirre Berlanga, al menos hasta mayo de 1920. El Demó-crata se encargó de construir una imagen favorable del candidato favorito de Carranza, Ignacio Boni-llas, a fomentar el arribo de un civil al Ejecutivo fe-deral y a rechazar el ascenso de un militar, Obregón o González, al poder.

50 “Las elecciones y la prensa”, en Ruvalcaba, Campaña, 1923, t. I, p. 114.

51 El Demócrata, 17 de agosto de 1919, p. 1.

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La prensa pro-Carranza tuvo notables cla-roscuros a lo largo del último año de gobierno del coahuilense. Pocos meses después de la desapari-ción de El Pueblo se habló de la posibilidad de que se volviera a publicar o de que se creara un nuevo periódico oficial. Como se mencionó, El Heraldo de México había felicitado al gobierno por quitar el subsidio a El Pueblo, pero ante la probable publica-ción de un nuevo diario “gobiernista”, criticó que se insistiera en viejos métodos: “no dejamos de com-prender que los periódicos oficiosos antes dañan que sirven a los gobiernos que los pagan y a los per-sonajes que los inspiran”. En un editorial se aseguró que ese tipo de publicaciones se habían hecho inúti-les, pues el público veía con desconfianza las cons-tantes adulaciones hacia el gobierno y la censura de lo que le parecía inconveniente. Además, estos ro-tativos eran caros y pocas personas los leían debi-do a su corta circulación, casi siempre distribuidos entre la burocracia, por lo que invitaba al gobierno a utilizar los periódicos “independientes” para que divulgaran sus propuestas políticas.52 El nuevo dia-rio gobiernista sin duda sería creado para impulsar la campaña del candidato que apoyaría el presidente Carranza, cuyo nombre aún no se conocía.

¿Realmente era necesaria la creación de un nuevo periódico con tendencias favorables al go-bierno de Carranza? Los rumores de la reaparición de El Pueblo continuaron durante las siguientes se-manas. Se hablaba de que el director de la nueva pu-blicación sería el propio Rafael Martínez “Rip-Rip”, uno de los periodistas más criticados por sus cole-gas debido a su apoyo a la causa alemana, durante la guerra recién concluida en Europa, que se traducía en “yancofobia rabiosa” y podía acarrear problemas a las de por sí tensas relaciones con Estados Unidos. En esta ocasión, los rumores periodísticos no min-tieron, pues Martínez escribió una carta a don Ve-nustiano en la que pidió que se le alquilaran por mil pesos mensuales los talleres de El Pueblo.

El experimentado periodista aseguró que su rotativo sería “eminente y juiciosamente patrióti-

52 “Con los periódicos sostenidos por el erario, el gobierno sufre una autosugestión optimista, y toma como manifestaciones de la nación entera las frases que él ha mandado pagar.” El Heraldo de México, 16 de julio de 1919, p. 8.

co, y en ninguna forma hará política de propagan-da para ninguno de los candidatos que se disputan la Primera Magistratura de la República”.53 No obs-tante, es importante mencionar que Martínez, po-siblemente por órdenes directas de Carranza, para analizar el ambiente periodístico y las intenciones del candidato sonorense, había intercambiado car-tas previamente con Obregón, a quien solicitó apo-yo económico para fundar un periódico que llevaría por nombre El Diario del Pueblo y a través de sus pá-ginas impulsar su candidatura rumbo a la presiden-cia. El divisionario se negó en un primer momento a otorgar un subsidio a “Rip-Rip”, pero debido a la in-sistencia del experimentado periodista, el candidato entregó mil pesos para el nuevo periódico de Martí-nez, dinero que seguramente sirvió sobre todo para calmar momentáneamente los ataques de El Demó-crata al sonorense, pues dicho periódico nunca se creó.54 Posiblemente Martínez también estaba dis-puesto a jugar con todas las cartas de su baraja, pero al final decidió ser leal a Carranza.

Poco después, debido a que la noticia de la po-sible nueva dirección “cayó como una bomba en los círculos de periodistas y de políticos” y seguramen-te por decisión de las altas esferas carrancistas, se descartó que “Rip-Rip” fuera el encargado de tomar las riendas del diario.55 Incluso entre los rumores go-biernistas que se filtraron se aseguraba que estaban muy avanzadas las labores para su aparición. Mario Méndez, director de telégrafos, consideraba que con la reaparición de El Pueblo se dominaría la situación electoral y abrirían paso a la candidatura civil.56 En diciembre del mismo año Rafael Martínez descar-tó por completo dirigir un nuevo periódico oficial y en cambio pidió a Carranza le consiguiera un car-go en el extranjero, “como cónsul en Barcelona o en alguna otra ciudad”, debido a que estaba dispuesto a divulgar la situación de la política exterior de su

53 avc, Rafael Martínez a Venustiano Carranza, 17 de agosto de 1919, carpeta 139, doc. 16059, f. 1.

54 Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles-Fernando To-rreblanca (fapec-ft), Rafael Martínez a Álvaro Obregón, México, D. F., 27 de junio de 1919, f. Álvaro Obregón, serie 030100, exp. P-24/597, inv. 1667.

55 El Heraldo de México, 31 de agosto de 1919, p. 3.56 Trinidad W. Flores a Roque Estrada, 12 de agosto de 1919,

en: Matute, Contraespionaje, 1985, p. 61.

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gobierno, pero no quería que le se vinculara con lo que ocurría en la interior. Con esto el carrancismo perdió a un propagandista de relevancia para tratar de ganar terreno informativo.57

También se habló de la posibilidad de que otro hombre de toda la confianza del presidente fuera quien tomara las riendas del nuevo diario oficialis-ta, Heriberto Barrón, quien había hecho el análisis de la crisis de El Pueblo. Los ejemplares se imprimi-rían no en las antiguas instalaciones de El Imparcial, sino en las de El Demócrata. “De donde se deduce que no es la política neutral cabrerista, sino la germa-nofilia berlanguista, la que seguirá el nuevo órgano del Gobierno.”58 En octubre, el retorno de El Pueblo comenzó a vincularse con el servicio que prestaría al candidato carrancista, el ingeniero Ignacio Boni-llas, quien necesitaba un “aliado de papel” para bus-car posicionarse en las futuras elecciones federales.59

El Pueblo nunca reapareció, pero hubo otros periódicos de menor duración y tiraje, como El Amigo del Pueblo y El Liberal, publicados por el go-bierno en 1920 para apoyar la candidatura de Boni-llas a su arribo a la ciudad de México. Sin embargo, los ataques que recibieron el gobierno y Carranza buscaron ser refutados por el periódico de Toluca, La Razón, aunque sin mucho éxito.60

¿Por qué se rumoraba tanto la creación de un nuevo diario gobiernista? Uno de los primeros ele-mentos que les interesaba conformar a los diversos grupos, clubes y partidos políticos para apoyar a sus candidatos era un periódico que difundiera sus idea-les, lo que no significaba solamente la organización del órgano impreso, sino uno de los primeros gastos de su campaña.

Los que conozcan el actual teje y maneje del pe-riodismo en México saben que los gastos de un periódico diario son enormes y que los periódicos nuevos, antes de poder nivelar sus presupuestos, necesitan ganar bastante a guisa de propaganda, mientras adquieren una adecuada circulación, y los

57 Matute, Carrera, 1980, p. 83.58 El Monitor Republicano, 7 de septiembre de 1919, p. 3.59 El Monitor Republicano, 29 de octubre de 1919, p. 1.60 Trinidad W. Flores a Roque Estrada, 12 de agosto de 1919,

en Matute, Contraespionaje, 1985, p. 61.

anuncios �la vida de los periódicos� vienen a sal-var la situación.61

La pervivencia de un periódico requería de un fuer-te capital y de entradas continuas a través de los sus-criptores y de los anuncios.

El panorama periodístico cambió notablemen-te durante el primer semestre de 1919, la prensa par-tidista y electorera se acrecentó entre el manifiesto de Carranza del 15 de enero y el de Obregón del 1 de junio. La fase preliminar de las campañas presiden-ciales se tradujo en una lucha periodística. A los pe-riódicos existentes se sumaron dos más: El Heraldo de México financiado por otro interesado en la silla pre-sidencial, el general Salvador Alvarado, y El Monitor Republicano, órgano de propaganda del Partido Libe-ral Constitucionalista, abiertamente obregonista.

El Monitor Republicano había dado a conocer, días antes, que Cabrera tenía una tercera parte de las acciones de El Heraldo de México y que, debido a la crisis en la que se encontraba dicho diario, la intro-ducción del dinero de Cabrera había salvado a la em-presa de la quiebra, y por ende lo había convertido en uno de los accionistas más importantes. El pri-mer periódico subrayó la división en el seno gobier-nista, pues hacía un llamado a Aguirre Berlanga para que comprendiera que el secretario de Hacienda ha-bía obtenido el control de la publicación para deni-grarlo: “don Luis ha adquirido El Heraldo y con él se propone hacerle una campaña tan dura, tan cruel, tan negra […] ¡Oh los odios de los señores Conse-jeros de Estado de don Venustiano!”62 Aguirre Ber-langa y Cabrera desmintieron cada que podían su interés por la silla presidencial, además de compar-tir esta postura también pudieron tener en común cierto descontento por no ser los favorecidos por don Venustiano para sucederlo, ambos observaban a Bonillas con pocas posibilidades de competir con-tra la popularidad de Obregón. Cabrera nunca quitó el dedo del renglón y tal vez nunca descartó la posi-bilidad de ser candidato presidencial, pese a mostrar a regañadientes su apoyo a Bonillas.63

61 Trinidad W. Flores a Roque Estrada, 12 de agosto de 1919, en: Matute, Contraespionaje, 1985, p. 61.

62 El Monitor Republicano, 24 de marzo de 1920, p. 1.63 García, Luis, 2018, pp. 150-152.

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Como se mencionó, desde mayo de 1919, Ca-brera buscó adquirir los talleres de El Pueblo para crear un diario que le permitiera cuidar su imagen y tal vez lanzar su candidatura en algún momento de la coyuntura electoral; sin embargo, esa posibi-lidad se esfumó cuando el secretario de Goberna-ción, Manuel Aguirre Berlanga entró en acción y desapareció el diario. Pese a ello, el secretario de Ha-cienda no sacó de su mente la posibilidad de tener un órgano informativo que lo favoreciera. En mar-zo aprovechó el inició del movimiento anticarran-cista y adquirió una tercera parte de El Heraldo que le permitió equilibrar las opiniones y desprestigiar al movimiento obregonista. No obstante, en la crisis de abril-mayo de 1920, con del desarrollo de la rebe-lión de Agua Prieta, Cabrera pudo ver la oportuni-dad de ser el nuevo candidato a la presidencia, pues nunca estuvo del todo seguro de apoyar a un candi-dato impopular como Bonillas, con el transcurrir de los meses su idea cobró más fuerza.64

La crítica a Aguirre Berlanga fue un notable rasgo de la línea editorial impulsada por el gerente de El Heraldo de México Baltasar Fernández Cué. Su postura favorable al secretario de Hacienda, Luis Ca-brera, evidenció la ruptura en el gabinete carrancista que se arrastraba desde el año anterior, la pugna en-tre “la camarilla” y los berlanguistas era evidente. Por su parte, en El Demócrata se le pedía a Cabrera que dejara de lado la política y se dedicara a realizar co-rrectamente su trabajo en la secretaría de Estado que tenía bajo su mando.65

¿Existían otras estrategias detrás de la adquisi-ción de acciones por parte de Cabrera en marzo de 1920, justo cuando estaba por arribar el ingeniero Bo-nillas a la ciudad de México?, ¿acaso Cabrera y Alva-rado tenían un pacto con Carranza para contrarrestar la campaña obregonista? Sin lugar a dudas, Cabrera tuvo gran peso en El Heraldo de México durante mar-zo y abril de 1920, en gran medida por la estrecha re-lación que tenía con Fernández Cué; sin embargo, al final la postura del periódico no se inclinó por apoyar la candidatura del licenciado Blas Urrea: las posibili-dades de triunfo eran bastante lejanas ante la popula-

64 Trinidad W. Flores a Roque Estrada, 4 de septiembre de 1919, en: Matute, Contraespionaje, 1985, p. 94.

65 El Demócrata, 22 de noviembre de 1919, p. 3.

ridad sonorense que comenzaba a aglutinarse contra Venustiano Carranza y sus hombres cercanos.

Esos mismos días, el periódico insistió en su “in-dependencia” política e invitó a los diversos comités ejecutivos de los partidos políticos para que enviaran información de sus candidatos, noticias relacionadas con los trabajos electorales y su propaganda.

Esto desvirtúa las noticias que han circulado y los maliciosos rumores que se han dado a la publicidad con respecto a la falta de independencia de este pe-riódico; que continúa siendo un órgano libre im-parcial.66

No obstante, pudo ser una estrategia más de Cabre-ra para mostrar que el periódico mantenía una su-puesta neutralidad.

Por esos mismos días, El Monitor Republicano rumoró de nueva cuenta, después de algunas de-claraciones de Luis Cabrera, que se reorganizaría la empresa editora de El Imparcial para publicar un nuevo diario que apoyara al gobierno, y desmintió a El Universal que había afirmado que Edward Do-heny, uno de los antiguos accionistas del periódico porfirista, se las hubieren obsequiado.67 El Monitor Republicano aseguró que las declaraciones de Ca-brera con respecto a las acciones del diario porfiris-ta más importante, eran poco creíbles.68

Los intentos de Aguirre Berlanga por mejorar la prensa gobiernista también fueron relatados por

66 El Heraldo de México, 21 de marzo de 1920, p. 1.67 “El sistema de ‘El Universal’ en sus ataques contra el Se-

cretario de Hacienda, dijo el señor Cabrera, consiste ahora en in-ventar un día una calumnia y escribir al día siguiente un editorial con motivo de esa misma calumnia. Nos manifestó que él perso-nalmente no es accionista de ‘El Imparcial’, pero que el gobierno federal ha comprado las acciones de aquella empresa que se en-contraban en manos de diversos particulares, y en esa forma com-pró las acciones que poseían la compañía de Tranvías Eléctricos, la de Luz y Fuerza, el señor Mauricio Gómez, el señor Doheny y los señores Goetschel. El objeto de esta compra es facilitar la reor-ganización de la Sociedad Anónima de ‘El Imparcial’ lo cual será muy en breve, supuesto que en la actualidad el gobierno es pro-pietario de la totalidad de dichas acciones, con lo cual podrá ya reorganizarse la sociedad y utilizarse más fácilmente, como se ha dicho, todos los elementos tipográficos y periodísticos que forman el activo de aquella compañía.” El Heraldo de México, 24 de marzo de 1920, pp. 1 y 8.

68 El Monitor Republicano, 24 de marzo de 1920, pp. 1 y 4.

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el mismo rotativo en el que se aseguró que el edifi-cio de El Pueblo había sido saqueado por el secreta-rio de Gobernación para fortalecer la publicación de El Demócrata y el periódico bonillista, El Liberal. Las rotativas La Alicia y La María Luisa, linotipos, titulares y demás accesorios que habían perteneci-do a El Pueblo, eran utilizados para imprimirlos.69 Pese a todo, y como ocurrió a mediados de 1919, no apareció ningún otro periódico favorable a Carran-za o a Aguirre Berlanga.

La línea editorial del periódico fue cambiante y reflejó el complejo ambiente político que enfrentó el gobierno carrancista. Sin embargo, con el trans-currir de los meses el periódico se radicalizó, pasó de una postura anticarrancistas a una sonorense. No obstante, las posibles dificultades económicas del rotativo permitieron a Cabrera conseguir un órgano impreso desde el cual protegerse frente a periódicos como El Demócrata y El Universal, y posiblemente, con el apoyo del presidente Carranza, contrarrestar la propaganda obregonista.

El Demócrata. De carrancista a gonzalista, de gonzalista a obregonista

Durante abril y mayo de 1920, en los principales diarios capitalinos se discutió la posibilidad de que no se realizaran elecciones presidenciales. En una entrevista, el secretario de Gobernación, Manuel Aguirre Berlanga, aseguró que la situación no era propicia para que se llevaran a cabo y debían pospo-nerse: “En cuanto al aplazamiento de las elecciones presidenciales, la cuestión es meramente de hecho; la ley previene que se efectúen; pero si las circuns-tancias del país las vuelven irrealizables, habrá que ceder a la imposibilidad material, apelando, para so-lucionar la situación, a los recursos extraordinarios que indican el patriotismo y el espíritu de nuestras instituciones.”70 ¿Por qué surgieron estas propues-tas?, ¿formaban parte de una estrategia del gobier-no federal? A finales de 1919, los hombres cercanos a Carranza llegaron a pensar que era complejo el triunfo de Bonillas y cuando estuviera por llegar la

69 El Monitor Republicano, 1 de marzo de 1920, p. 170 El Demócrata, 4 de mayo de 1920, p. 3.

fecha de las elecciones apelarían al “estado de revo-lución” que existía en el país para cancelarlas.71 A finales de marzo de 1920, Carranza y sus hombres sabían que era inminente, y tal vez necesario un nue-vo enfrentamiento militar.72

Los rumores eran muchos y las certezas pocas, pero es probable que existiera un plan que no llegó a consumarse debido al asesinato de Carranza. Ade-más de Aguirre Berlanga, Luis Cabrera era el hom-bre que buscaba abiertamente que se cancelaran las elecciones desde el año anterior debido a un proba-ble enfrentamiento bélico; no obstante, creía que en caso de que se llevaran a cabo los comicios ningu-no de los candidatos sería aceptado por el grueso de la población y mucho menos el Congreso declara-ría algún ganador debido a que los votos serían re-partidos equitativamente entre Obregón, González y Bonillas. De esa forma sería necesario designar un presidente interino. Carranza negaba todo tipo de suposiciones o chismes que surgían al calor de la lu-cha electoral y afirmó que los comicios se llevarían a cabo como se tenía previsto.

Mientras eso ocurría en las altas esferas go-biernistas, de forma paralela se dio la ruptura en-tre el grupo Sonora y el gobierno federal, debido a múltiples factores que incluían la violación de la so-beranía estatal por el envío de tropas federales y la disputa por el río Sonora. Esto dio pie a que el 23 de abril de 1920 se diera a conocer el plan de Agua Prieta que desconoció a Carranza como presidente. La rebelión estuvo liderada por Adolfo de la Huer-ta y Plutarco Elías Calles, quien había renunciado en febrero del mismo año a la secretaría de Indus-tria, Comercio y Trabajo. Obregón se encontraba en Guerrero, después de escapar de la capital del país donde se enfrentó a un complejo juicio.

En dicho estado, Obregón logró pactar con las autoridades civiles y militares y el 30 de abril publi-có el plan de Chilpancingo en el que aseguró que Carranza había propiciado una nueva lucha armada y desconoció el gobierno del coahuilense, ya que era el “jefe nato del Partido Bonillista”, quien al notar

71 Trinidad W. Flores a Roque Estrada, 10 de julio de 1919, en: Matute, Contraespionaje, 1985, p. 46.

72 Trinidad W. Flores a Roque Estrada, 31 de marzo de 1920, en: Matute, Contraespionaje, 1985, p. 138.

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que, “una mayoría aplastante” de ciudadanos de la República, “rechazaban con dignidad y con civismo la brutal imposición, provocó un conflicto armado, para en él encomendar a la violencia un éxito que no pudo alcanzar dentro de la ley, y a este conflic-to, que fue provocado para el Estado de Sonora, han respondido las autoridades y los hijos de aquel esta-do con una dignidad que ha merecido el aplauso de todos los buenos hijos de la patria”.73

Además del apoyo de los altos mandos de Guerrero, el apoyo de los zapatistas fue clave para el fortalecimiento del movimiento obregonista y la caída del gobierno carrancista. A mediados de abril el general Benjamín Hill escapó de la ciudad de Mé-xico, se dirigió hacia el sur y recibió ayuda de los zapatistas, quienes le ofrecieron un escondite.74 El 20 de abril algunos de los líderes sureños, generales Gildardo Magaña, Ángel Barrios, el licenciado An-tonio Díaz Soto y Gama, entre otros, redactaron un texto que selló el pacto con los sonorenses.75

La situación se volvió insostenible para el go-bierno y Carranza decidió trasladarse con su ga-binete a Veracruz tratando de emular lo realizado en noviembre de 1914 cuando la lucha contra Vi-lla, Zapata y la Convención vivía sus primeros mo-mentos, pero en esta ocasión estaba prácticamente solo. El 5 de mayo, antes de abandonar la ciudad de México, el presidente publicó un documento en el que expuso los errores que a su consideración co-metían los candidatos en la contienda electoral. Ca-rranza destacó la postura militarista de Obregón y sus alianzas con los diferentes grupos rebeldes del país; de Pablo González cuestionó su nula campaña electoral y el uso de sus influencias militares para su-blevarse contra el gobierno cuando lo creyó perti-nente.76 Un día después, el manifiesto fue publicado en una plana entera de El Demócrata que vivía sus últimas horas como diario carrancista. El 7 de mayo, Carranza partió con sus colaboradores.77

73 Obregón, Discursos, 1932., t. I, p. 205.74 Womack, Zapata, 1969, pp. 325-353.75 El Demócrata, 13 de mayo de 1920, p. 3.76 Venustiano Carranza, “Manifiesto a la nación”, en: Contre-

ras y Tamayo, Antología, 1976, pp. 379-394.77 El Demócrata, 6 de mayo de 1920, p. 5.

Paralelamente, el general Pablo González des-conoció definitivamente al gobierno el 30 de abril con un manifiesto en el que criticó la “imposición oficial” y se trasladó a Texcoco en compañía de Ja-cinto Blas Treviño y Manuel W. González.78 El mis-mo día que Carranza inició su viaje, los generales entraron a la ciudad de México al frente del Ejército Liberal Revolucionario. Llegaron a Palacio Nacio-nal y ofrecieron un discurso para calmar el descon-trol social.79 El general brigadier Sidronio Méndez fue designado comandante militar provisional de la plaza de México, quien debía asegurar la imparti-ción de justicia y los servicios de vigilancia en la ciu-dad. El liderazgo gonzalista al frente de la metrópoli duró poco tiempo; fue un triunfo efímero para el ge-neral neoleonés. El nueve de mayo Obregón llegó a la capital, escoltado por varios generales, entre ellos Benjamín Hill, Fortunato Maycotte, Manuel García Vigil y Genovevo de la O.80

Pocos días después del arribo de Obregón a la capital de la república, la estrategia del presidente fracasó y fue asesinado en Tlaxcalantongo, Puebla, el 21 de mayo de 1920 por el hombre cercano al ge-neral Manuel Peláez, Rodolfo Herrero. La “huelga de los generales”,81 como la llamó Luis Cabrera, se consumó, los sonorenses triunfaron bajo el Plan de Agua Prieta.

Bonillas partió con el “tren dorado”, junto a Carranza, en busca de lograr la salvación cuando arribaran a Veracruz. El 24 de mayo, Bonillas y el director de los ferrocarriles, Paulino Fontes, fueron detenidos. Al ingeniero sonorense se le investigó por la posibilidad de ser extranjero y haber participado en asuntos políticos, con base en el artículo 33 cons-titucional.82 Mientras tanto, el accionista de El Heral-do de México y secretario de Hacienda del gobierno carrancista, Luis Cabrera, logró escapar del lugar y refugiarse en la sierra poblana que conocía bien de-bido a que era oriundo de un pueblo cercano. Por

78 El Demócrata, 2 y 3 de mayo de 1920, p. 1; Matute, Carre-ra, 1980, p. 116.

79 El Demócrata, 8 de mayo de 1920, p. 1.80 El Demócrata, 9 y 10 de mayo de 1920, p. 1.81 El Demócrata, 3 de mayo de 1920, p. 1.82 Valenzuela y Chaverri, Sonora, 1921, pp. 430-431 y 470.

Bonillas pronto recuperó su libertad y años después logró impul-sar negocios propios en su estado natal.

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esas mismas fechas escribió diversos artículos en Excélsior, bajo el título La Herencia de Carranza, tex-tos que buscaron limpiar la imagen del difunto pre-sidente.83

Tres días después del asesinato de Carranza, Adolfo de la Huerta fue elegido presidente interi-no por el Congreso, para cubrir el periodo del 1 de junio al 30 de noviembre del mismo año.84 Llega-do ese momento, Obregón tenía el apoyo de casi todos los revolucionarios del país, en donde se in-cluían los zapatistas, un sector importante de los gonzalistas, los hombres de Manuel Peláez, los “so-beranistas” de Oaxaca que no habían reconocido en ningún momento a Carranza, los exiliados, como José Vasconcelos y el general Antonio I. Villarreal que regresaron al país por esos mismos días, ex con-vencionistas como el general Eulalio Gutiérrez, así como de los partidos políticos más importantes, el Liberal Constitucionalista con Hill y Novelo a la ca-beza, el Nacional Cooperatista liderado por el licen-ciado Jorge Prieto Laurens, el Laborista Mexicano de Luis N. Morones, el Socialista de Yucatán con Fe-lipe Carrillo Puerto como su principal representan-te, y uno que se fundó durante los primeros días de junio, el Nacional Agrarista, con el licenciado Anto-nio Díaz Soto y Gama a la cabeza.

La disputa por la ciudad de México, entre gon-zalistas y obregonistas se vio reflejada en la prensa capitalina e impactó directamente al último pala-dín carrancista, El Demócrata. Desde el 7 de mayo, El Demócrata comenzó a transformarse; se anunció la salida del gobierno de Carranza de la capital del país, y en la página tres, en lugar de los editoriales cotidianos, se publicaron dos taches con un signo de interrogación en el centro bajo el título “Perspec-tivas”, en alusión al contexto que se vivía y al inmi-nente cambio de administración y línea editorial del periódico. Al día siguiente la primera plana destacó la difícil situación que vivía el gobierno al abando-nar la capital del país, y subrayó las declaraciones del general Pablo González en las que había asegurado que el intento de imponer a Bonillas había sido el gran error de Carranza.85

83 Cabrera, Herencia, 1920, 136 pp.84 El Universal, 25 de mayo de 1920, p. 5.85 El Demócrata, 8 de mayo de 1920, pp. 1, 3-6.

El editorial del 8 de mayo narró un hecho no menos relevante: la ocupación de El Demócrata por los hombres cercanos al general Pablo González. Como discípulos de Carranza, los gonzalistas en-tendieron que, si en 1914 se había puesto fin al pe-riódico más importante del régimen porfirista, El Imparcial, ahora también se debía terminar con la oposición periodística. La nota se intituló “La Na-ción recupera lo que es suyo”, en ella se criticó a los licenciados Manuel Aguirre Berlanga y Luis Manuel Rojas, así como a los generales Francisco L. Urqui-zo, Francisco de P. Mariel y Juan Barragán, a quienes llamó “mercenarios del bonillismo”, pues se habían encargado de quitar al país lo que le correspondía: los periódicos, financiados con fondos del erario y convertidos en órganos de propaganda del candida-to “de la imposición”. Por ello, una de las primeras acciones realizadas por el nuevo comandante mili-tar de la plaza, general Sidronio Méndez, fue ocupar las instalaciones de El Demócrata. Alfonso León de Garay fue el encargado de llevar a cabo la transición del carrancismo al gonzalismo en el diario. Además, por esos mismos días, se derogaron los impuestos a los periódicos que habían sido decretados en los últimos meses para amedrentar a los órganos infor-mativos críticos de las políticas vinculadas con el presidente Carranza.86 Al tomar posesión del diario, León de Garay expresó las siguientes palabras:

Ha recuperado para el conjunto nacional lo que con dinero de la Nación se compró para la consumación de la enésima violación al hermoso derecho de los pueblos de elegir a sus gobernantes. Solamente que este diario, que hasta ayer era el paladín de un go-biernismo amoral, será desde hoy una institución se-ria que hará labor de Patria. Yo veo latir […] a través de las fibras del cerebro de don Pablo González, la visión fugaz de los hombres buenos que saben que del injusto ataque nace la legítima defensa, y que la espada no es de conquista, no es de invasión, ni de asesinato, sino solo redentora y vengadora.87

En su nueva época El Demócrata se encargó de crear la imagen de Pablo González como interesado en

86 El Demócrata, 14 de mayo de 1920, p. 1.87 El Demócrata, 8 de mayo de 1920, p. 3.

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unificar a los revolucionarios, y reprodujo en sus pá-ginas los discursos expresados por el divisionario neoleonés en el Palacio Nacional. El rotativo afirmó que el país estaba en “vísperas de una paz definitiva y sólida” porque las tendencias políticas dominan-tes, las que se habían encargado de prevenir la im-posición bonillista, el “pablismo y el obregonismo” se unirían para establecer un nuevo gobierno legal.88

La propaganda distó de la realidad, y los cam-bios administrativos de El Demócrata entre mayo y julio de 1920 permitieron explicar la tensión entre obregonistas y gonzalistas. Al iniciar mayo el perió-dico tenía como gerente a Fadrique López, la direc-ción la ocupaba Toribio Pujol, Jr., la redacción la lideraba Mariano D. Urdanivia y la administración Guillermo Rousset, único personaje que figuró en el periódico durante toda la transición administrativa. El 8 de mayo, ante la ocupación gonzalista, cambió su subtítulo por el de “Diario de la mañana (inter-venido por el Ejército Liberal Revolucionario)”, y la dirección, como se mencionó, quedó al mando del licenciado Alfonso León de Garay, pero el 14 de mayo se suscitó otro cambio, el licenciado Enrique Beltrán ocupó el cargo de director-gerente, aunque durante pocos días.

El 27 del mismo mes, Luis Andrade ocupó la di-rección y Miguel Necoechea, pocos meses atrás, cola-borador de El Heraldo de México, quedó en la jefatura de redacción. Mientras ocupaba el puesto, Andrade afirmó no llevar a cabo ninguna acción personalis-ta: “sino labor nacionalista, la que procuraré cumplir con todo mi entusiasmo de viejo revolucionario y con toda la honradez y rectitud que los ideales pro-clamados por el pueblo, exigen”.89 Durante su estan-cia al frente del periódico, se insistió en el alejamiento de Pablo González a la vida privada y su renuncia a ser candidato en las futuras elecciones presidencia-les, hecho que se divulgó el 15 de mayo de 1920 en la prensa, 90 pero quedó constatado hasta el 10 de junio en un manifiesto dado a conocer por el propio Gon-zález.91 La realidad de Pablo González era muy distin-

88 El Demócrata, 9 de mayo de 1920, p. 1.89 El Demócrata, 27 de mayo de 1920, p. 1.90 El Demócrata, 16 de mayo de 1920, pp. 1, 3.91 El neoleonés se retiró al norte del país aunque posterior-

mente fue acusado de secundar una rebelión y pese a existir la posi-

ta comparada con sus posibles aspiraciones políticas, “era fuerte en tanto estuviera de parte de Obregón; […] fracasaron unos débiles intentos de sus partida-rios para intimidar a los obregonistas”.92

La hegemonía del gonzalismo en la ciudad de México pronto llegó a su fin y en esa coyuntura, Luis Andrade abandonó el cargo que la gerencia general le había designado el 14 de junio de 1920. Andrade renunció debido a que la línea editorial del periódi-co contradecía la conducta que él había fijado desde su arribo al periódico. En una carta publicada en el diario, criticó, nuevamente, el personalismo y a los “pseudo-revolucionarios” que buscaban obtener be-neficio propio a partir de sus acciones en algún pues-to público. Es importante mencionar que Andrade no solo era el director de El Demócrata, sino también coronel del estado mayor de Pablo González, cargo al que renunció al mismo tiempo. En su despedida, el periodista y militar aseveró: “no me guía otro de-seo que el de retirarme a la vida privada, al igual que mi digno exjefe”. Terminaba su carta con agradeci-mientos para Necoechea y Fadrique López, quien no aparecía en el indicador, pero seguía ocupando un cargo importante dentro del diario capitalino.93

Como se vio, León de Garay, Enrique Beltrán y Luis Andrade eran cercanos a González, la renuncia de este último a participar en las futuras elecciones y su compleja relación con los sonorenses significó un viraje en el control de El Demócrata que había pa-sado de manos carrancistas a gonzalistas y, de estas, paulatinamente a obregonistas. El lugar de Andra-de fue ocupado por un personaje del grupo Sono-ra: el licenciado Froylán C. Manjarrez.94 Necoechea conservó su puesto en la redacción del diario y tuvo como secretario a Julián S. González.

bilidad de ser fusilado, finalmente logró salir de territorio nacional rumbo a Estados Unidos. Matute, Carrera, 1980, pp. 141-142.

92 Hall, Obregón, 1985, pp. 228-229.93 El Demócrata, 14 de junio de 1920, p. 3.94 El diario aseguró que Manjarrez pertenecía “a la falange de

periodistas jóvenes, llenos de ardimiento, pletórico, de ideal, ena-morado de las nuevas ideas por las cuales el señor Manjarrez ha lu-chado con fe de convencido en varios periódicos que han contado con su valioso contingente, tenemos la seguridad de que este pe-riódico continuará trabajando, como hasta aquí, dentro de un am-plio espíritu de independencia, y en proo de los intereses generales de la sociedad”. El Demócrata, 14 de junio de 1920, p. 1.

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De inmediato, la propaganda a favor de la candidatura de Obregón apareció en el diario y las actividades del Centro Director Obregonista �con-federación de partidos, clubes y asociaciones políti-cas que se aglutinaron desde inicios de 1920 para apoyar la candidatura de Obregón� favorable al sonorense se reprodujeron cotidianamente.95 Se adelantó la impresión de un folleto que recopilaría todos los discursos pronunciados por el candidato en sus diversas actuaciones políticas y en su gira alre-dedor del país, su distribución sería gratuita en toda la república, incluso en los lugares más recónditos.96

Un mes y una semana se mantuvo en el cargo Froylán Manjarrez. El 22 de julio de 1920 se renovó toda la administración de El Demócrata para dar el giro absoluto hacia la causa obregonista. Vito Ales-sio Robles fue nombrado nuevo director gerente, los secretarios de redacción fueron J. Ramírez Cabañas (de día) y Enrique de Llano (de noche), mientras Guillermo Rousset continuó como administrador. El subtítulo del diario pasó de ser “Diario libre de la mañana” a “Diario independiente de la mañana”.

Alessio Robles acababa de dejar la dirección de El Heraldo de México. En su primer artículo apa-recido en el periódico, el ingeniero militar aseguró iniciar una transformación completa en el rotativo que quedaba a su mando, no solo en la cuestión téc-nica, sino también cambiaría de “espíritu y tenden-cia”. No se volvería a recordar la política que guió al rotativo en tiempos pasados, ni sus personalida-des, ni sus principios; con su administración “termi-naban los compromisos”, no quedaba ni un dejo de “vasallaje espiritual”, sino una total libertad de expo-ner todos los asuntos de interés público y obligación de respaldar todo lo consagrado en la revolución “li-bertadora y popular”.97 Con El Demócrata del lado del nuevo grupo en el poder, se extinguió el último periódico carrancista de la ciudad de México. Vito Alessio Robles marcó la época de la hegemonía so-norense en la prensa capitalina, pues conservó el cargo hasta que dio inicio la contienda electoral de 1923-1924.

95 El Demócrata, 14 de junio de 1920, p. 1.96 El Demócrata, 7 de agosto de 1920, p. 1.97 El Demócrata, 22 de julio de 1920, p. 1.

Conclusiones

El desmoronamiento de la prensa carrancista, la desaparición de El Pueblo y el cambio administra-tivo de El Demócrata, reflejó cabalmente la descom-posición del grupo cercano a Venustiano Carranza. La incapacidad de contar con periódicos que homo-geneizaran la información en torno al presidente, a su gabinete y al candidato oficial, Ignacio Bonillas, dejó en claro la relevancia de los impresos en la compleja coyuntura electoral de 1920. Los perió-dicos, sin duda, desempeñaron un papel relevante como creadores de opinión y diálogos entre los dis-tintos sectores que tenían o buscaban tomar las rien-das del país.

A partir de lo explicado en este texto, que abor-da desde la visión gobiernista a la prensa de la época y demuestra que la lucha periodística fue más que una pelea entre la postura “civilista” y la “militaris-ta”, se comprueba la ruptura del gabinete carrancis-ta en distintos grupos, liderados por el secretario de Gobernación Manuel Aguirre Berlanga �quien controlaba a la prensa y decidió qué rotativos reci-bieron mejores subsidios� y el de Hacienda, Luis Cabrera, tema poco abordado hasta ahora. Esto saca a la luz a otros actores interesados en la silla más co-diciada del país. Aguirre Berlanga demostró que, a partir de El Demócrata, podía apoyar no solo a Bo-nillas, sino llegado al momento impulsar a través de este su propia candidatura. Cabrera, cuyas am-biciones políticas salen a flote tras la revisión de las fuentes hemerográficas, nunca ocultó su interés: sus intentos por adquirir un periódico denotaban sus propósitos presidencialistas.

Las pugnas internas del carrancismo fueron aprovechadas por sus opositores, quienes crearon periódicos como El Monitor Republicano y El He-raldo de México, que mostraron las fisuras del grupo en el poder y aprovecharon para impulsar principal-mente la candidatura de Obregón. La prensa carran-cista de la coyuntura de 1919-1920 distó mucho de aquella que surgió entre 1913 y 1915 y que se ca-racterizó por su homogeneidad. El Pueblo, El Demó-crata y El Heraldo de México cuando Luis Cabrera compró la mayoría de sus acciones, mostraron las ambiciones de los hombres de Carranza, quien en un intento por salvar su vida se dirigió hacia el puer-

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to de Veracruz, pero fue asesinado en la sierra po-blana. El Demócrata, el último bastión carrancista, pasó a manos del grupo Sonora, cuyos integrantes triunfaron bajo la bandera del plan de Agua Prieta. De esa forma, se inauguraba la hegemonía periodís-tica sonorense.

Para finalizar, como parte de la propuesta para impulsar estudios sobre la historia política de la prensa durante la Revolución mexicana y la posre-volución, se debe resaltar que resulta “improbable”, como lo ha expresado una autora, realizar un análi-sis de la prensa sin entrelazarlo con la historia políti-ca del período, “mientras la prensa hacía política, la política hacía prensa, por lo que resultaría imposible analizar a una desligada de la otra”.98 De ahí que en todo momento se deba vincular el contexto con lo difundido en los periódicos. La prensa por sí misma fue e hizo política, es creadora de diálogos y contex-tos, el período estudiado en este artículo no fue la excepción.

Fuentes

Documentales

Archivo Venustiano Carranza (avc).Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles-Fernando

Torreblanca (fapec-ft).• Fondo Álvaro Obregón.

Hemerográficas

Biblios. Boletín Bibliográfico de la Biblioteca Nacional de México, México, D.F., 1920.

El Demócrata, Veracruz, 1914-1915; México, D. F., 1915-1920.

El Heraldo de México, México, D. F., 1919-1920.El Monitor Republicano, México, D. F., 1919-1920.El Nacional, México, D. F., 1916-1918.El Pueblo, México, D. F., 1914; Veracruz 1914-1915;

México, D. F., 1915-1919.El Universal, México, D. F., 1916-1920.

98 Alonso, “Historia”, 2015, p. 11.

Excélsior, México, D. F., 1917-1920.La Información, México, D. F., 1916.

Bibliográficas

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