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ARMANDO ALBEROLA Y JORGE OLCINA (Eds.) Desastre natural, vida cotidiana y religiosidad popular en la España moderna y contemporánea

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ARMANDO ALBEROLA Y JORGE OLCINA (Eds.)

Desastre natural, vida cotidiana y religiosidad

popular en la España moderna y contemporánea

Universitat d’AlacantUniversidad de AlicanteVicerectorat d’Extensió UniversitariaVicerrectorado de Extensión Universitaria

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Desastre natural, vida cotidiana y religiosidad popular en la España

moderna y contemporánea

UNIVERSIDAD DE ALICANTE2009

ARMANDO ALBEROLA Y JORGE OLCINA (Eds.)

Desastre natural, vida cotidiana y religiosidad

popular en la España moderna y contemporánea

© AutoresPublicaciones de la Universidad de Alicante, 2009

Campus de San Vicente, s/n03690 San Vicente del Raspeig

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Composición e impresión:

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ISBN: 978-84-7908-552-0Depósito Legal: A-429-2009

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mecánico, fotocopia, grabación, etc.–, sin el permiso previode los titulares de los derechos de la propiedad intelectual.

Los estudios incluidos en este libro han sido debidamente examinados y valorados por evaluadores externos con el fin de garantizar la calidad científica de los mismos. Esta publicación se efectúa en el marco del proyecto de investigación denominado Catástrofes naturales, ciencia, técnica y política en la España mediterránea durante el siglo XVIII (HUM2006-08769), que ha contado para su desarrollo con financiación del Ministerio de Educación y Ciencia del Gobierno de España y Fondos Feder (Investi-gador principal: Armando Alberola Romá).

ÍNDICE

Introducción ....................................................... 9

La natura desfermada: Al voltant de manuscrits, impresos i imatges sobre desastres naturals en l’Espanya del segle XVIIIArmando Alberola Romá ....................................... 17

«Esto advartesch per la espariencia dels qui vin-dran». Dietaris, percepció del desastre i gestió del risc naturalMaria Antònia Martí Escayol ................................ 77

Alimentación y desastres naturalesMaría de los Ángeles Pérez Samper .......................... 131

La fragilidad de la vida cotidiana en la España ModernaGloria Franco Rubio ............................................. 209

El caso de la anomalía «Maldá» en la cuenca me-diterránea occidental (1760-1800). Un ejemplo de fuerte variabilidad climáticaMariano Barriendos y Carmen Llasat ..................... 253

Las inundaciones en la ciudad de Girona: Una perspectiva históricaAnna Ribas Palom ................................................ 287

La religiosidad instrumental comunitaria en la ribera del Júcar durante los siglos XVI-XVIII: El ejemplo de las rogativasTomás Peris Albentosa ........................................... 335

Cartografía histórica y alteración de cursos fluvia-les en la España mediterráneaPablo Giménez Font .............................................. 391

Percepciones de los cambios del clima a lo largo de la historiaJorge Olcina Cantos ............................................... 433

CARTOGRAFÍA hISTÓRICA Y ALTERACIÓN DE CURSOS FLUVIALES EN LA ESPAÑA

MEDITERRÁNEA1

PAblo giménez-Font

Instituto Universitario de Geografía Universidad de Alicante

1. INTRODUCCIÓN Y OBJETIVOS

Los ambientes fluviales son medios muy dinámicos cuyo entendimiento reviste una gran complejidad. Su análisis requiere de aproximaciones multidisciplina-res, diversidad de técnicas y también diferentes escalas espaciales y temporales que permitan, además, valo-rar el peso relativo de la acción secular del hombre. No cabe duda de que los ríos han tenido siempre un atractivo especial para las sociedades a lo largo de la historia. Comúnmente han sido una fuente de recur-sos (agua, suelos fértiles, comunicación-navegación fluvial) que han supuesto elevadas densidades de po-blación por lo que, en consecuencia, la acción antró-

1. Esta investigación se inscribe dentro del Grupo de Investiga-ción en Historia y Clima de la Universidad de Alicante (Vi-grob187), dirigido por el Dr. Armando Alberola.

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pica adquiere un papel determinante. Tanto es así, que en la morfogénesis holocena (especialmente del Holoceno superior) de muchos ríos conviene hablar casi de una coevolución con las sociedades instaladas tanto en cabecera como a lo largo del cauce y en las llanuras de inundación.

Al hilo de esta reflexión, cabe señalar que los ríos han sido también, desde antiguo, un foco de actividad cartográfica de primer orden, de trabajo de agrimensores, hidrómetras, ingenieros y mapistas2. De manera que, dentro de la riqueza de la cartogra-fía española, existen muchos planos y mapas de ríos de exquisita calidad desde el siglo XVI y, especial-mente, del XVIII y XIX. La mayoría de ellos acom-pañados de una abundante documentación histórica cada vez más accesible, y en muchas ocasiones con interpretaciones acertadas sobre la capacidad erosi-va y cambiante de los cauces fluviales, una temática que interesó y preocupó desde antiguo a las socieda-des ribereñas3.

Tradicionalmente, la cartografía histórica ha sido un objeto de investigación por sí mismo o ha servido de acompañamiento al estudio histórico o geográfico. Sin embargo, nuevas lecturas permiten extraer conclusiones en el plano científico-técnico

2. Vid. el estudio de cAPel, H. et al., Los ingenieros militares en España. Siglo XVIII. Repertorio biográfico e inventario de su la-bor científica y espacial, Barcelona, 1983, 495 pp. Para el caso valenciano, destaca el estudio de FAuS Prieto, A., Mapistes. Cartografia i agrimensura a la València del segle XVIII, Valèn-cia, 1995, 370 pp.

3. cAPel, H., La física sagrada. Creencias religiosas y teorías cientí-ficas en los orígenes de la geomorfología española, Barcelona, 1985, 224 pp.

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y también en el plano ambiental que multiplican las posibilidades de muchos mapas antiguos. Desde esta perspectiva, observamos que la representación de un sistema natural, como lo es un río, deja de ser una representación estática para convertirse en un elemento de referencia en el estudio de la morfolo-gía fluvial, y en la relación de ésta con el hombre. Por tanto, el objetivo general del presente estudio consiste en valorar, con algunos ejemplos de ríos es-pañoles de filiación mediterránea, la utilidad de la cartografía histórica como fuente de conocimiento para el estudio de la geomorfología fluvial y de al-gunas alteraciones producidas por el hombre en los siglos XVIII y XIX.

La escala temporal que vamos a tratar aquí –re-ducida prácticamente a las mencionadas centurias– nos obliga a hablar más de procesos actuales que de evolución (por ejemplo, en lo referente a la geomorfo-logía climática), aunque está demostrado el impacto de la acción humana en la morfogénesis en tiempos históricos4. Para todo ello requeriríamos de escalas temporales más amplias, pero tampoco se puede ob-viar el contexto climático del momento estudiado, caracterizado por la presencia de la pulsación climá-tica negativa conocida como la Pequeña Edad del Hielo (siglos XIV-XIX).

4. Vid. un interesante estudio del impacto de las sociedades del xViii y xix en un espacio fluvial en VAlette, P. y gAze-lle, F., «L’impact des sociétés du xViii° et du xixº s. sur les paysages garonnais», Geocarrefour, 75, Lyon, 2000, pp. 337-345.

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2. LOS SISTEMAS FLUVIALES Y LAS ESCALAS TEMPORALES HISTÓRICAS: VALORACIÓN DE LA CARTOGRAFÍA HISTÓRICA

En la morfogénesis holocena de los ríos intervienen numerosos procesos, comenzando por los intrínsecos a la cuenca (tamaño, topografía, litología, caracte-rísticas climáticas) y continuando por aspectos más generales como la influencia de las glaciaciones, los cambios respecto al nivel de base general (relativo a una cuenca de orden superior o al mar) o el marco tectónico regional. Las escalas temporales, especial-mente para este conjunto de procesos generales, son de tipo geológico, y en todo caso, para las primeras, de tipo geomorfológico. Desde hace unas décadas, sin embargo, ha aumentado sustancialmente el interés científico por el conocimiento de las respuestas de los sistemas fluviales a medio y corto plazo, donde el protagonista principal es la acción humana5. Aunque, como ya se ha dicho, es difícil valorar el peso relativo de la misma, la historia cultural en la alteración de las condiciones ambientales y en el comportamien-to natural de los ríos es un recurso fundamental para la comprensión de los fenómenos. El hombre parti-cipa en la morfogénesis fluvial, pero también sufre las consecuencias de los acontecimientos naturales en un medio, recordemos, de gran dinamismo incluso a

5. Vid. PettS, G.E., «Historical analysis of fluvial hidrosys-tems», en Historical Change of Large Alluvial Rivers: Western Europe (PettS, G.E., muller, H.; roux, A.L., eds.), Chich-ester, 1989, pp. 1-18.; knighton, D., Fluvial Forms & Proc-esses. A new prespective, London, 1998, 383 pp.; coneSA, C., «Cambio ambiental y equilibrio dinámico de los cauces», Papeles de Geografía, 30, Murcia, 1999, 31-46.

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escala secular. Por esta razón, conviene asumir que las transformaciones derivadas de la desforestación, los cambios de usos del suelo o la estabilización del traza-do de los cursos fluviales no siempre serán los causan-tes de cambios bruscos –estrangulamientos, procesos de avulsión, inundaciones extraordinarias– que deben enmarcarse en el propio comportamiento de los ríos y, en todo caso, en la aparición de actividades humanas poco acordes con las condiciones del medio6.

La división de los sistemas fluviales en tres par-tes, planteada por Schumm7 según la dominancia

6. Vid. algunas reflexiones al respecto en olcinA, J., «Riesgos fluviales y ordenación del territorio» en Alteración de los re-gímenes fluviales peninsulares (gil olcinA, A., ed.), Murcia, 2004, pp. 45-98; cAlVo, F., Sociedades y territorios en riesgo, Barcelona, 2001, 186 pp.

7. Schumm, S.A., The Fluvial System, New York, 1977, 338 pp.

Figura 1. De difícil cuantificación, testimonios escritos y gra-bados como éste, referido al azud de la sequia de Carlet sobre el Riu Magre (T. L. de Enguídanos, sobre apuntes de Cavanilles), reflejan la importancia de las sangrías producidas por el desarro-llo de los sistemas de regadío, hasta el punto de reducir osten-siblemente los caudales de los ríos. Detalle del dibujo reprodu-cido en cAVAnilleS, J.A. Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, Población y Frutos del Reyno de Valencia, Madrid, 1795/97, vol. I, p.165.

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de un tipo u otro de proceso, puede resultar válida para reforzar estas reflexiones. Este autor diferencia tres grandes sectores: la cuenca de drenaje, la zona de transporte (red de cauces) y, finalmente, las llanuras de sedimentación o sumideros que corresponderían a las llanuras de inundación o formaciones deltaicas. Estas zonas, de compleja delimitación, están estrecha-mente interrelacionadas, de manera que los procesos ocurridos en cada una de ellas repercute directamente sobre las demás. No obstante, los flujos de energía no se reparten equitativamente y el sistema actúa en forma de cascada, con lo que los procesos ocurridos en la cabecera de un río afectan de forma más eficaz a las llanuras de inundación que no al contrario. En todo caso, conviene tener en cuenta que entre el aba-nico de procesos morfológicos posibles, adquiere un papel determinante el impacto de las sociedades y las relaciones de éstas con el medio. En esta división, el mayor dinamismo hombre-medio lo encontraríamos precisamente en los tramos finales donde predomina la sedimentación; zonas donde, a su vez, se dispone de una mayor documentación cartográfica de carácter histórico.

En las últimas décadas, los estudios referidos a los cambios ocurridos en los sistemas fluviales a escala secular han alcanzado un desarrollo importante. Aquí se aúnan técnicas de sedimentología y estratrigafía, mecánica de fluidos, morfología fluvial, arqueología, morfología de los parcelarios e interpretación de do-cumentación histórica e iconográfica8. En numerosos

8. Dos ejemplos de estudios representativos y separados en el tiempo, butzer, K.W. et al.: mAteu, J.F.; mirAlleS, I., «Las crecidas medievales del río Júcar según el registro geo-arqueológico de Alzira», Cuadernos de Geografía, 32-33,

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trabajos de geografía física, la cartografía histórica ha sido un elemento de análisis determinante9, aunque no faltan los inconvenientes, y también las ventajas, derivados de las escalas utilizadas y la finalidad de los mapas. Por ejemplo, de los cinco primeros ma-pas impresos del antiguo Reino de Valencia (comen-zando por el Valentiae Regnum... de Abraham Örtel, 1584), Rosselló10 realiza un repaso verificado de sus principales características. Algunas de ellas, permiten

Valencia, 1983, pp. 311-330. y Allinne, C. y bruneton,H., «Variabilité spatiale et gestion des inondations dans la basse vallée du Rhône. L’exemple des plaines d’Arles (Département des Bouches-du Rhône)» en Riesgos de inun-daciones en el Mediterráneo occidental, (chAStAgnAret, G. y gil olcinA, A., eds.), Madrid, 2006, pp. 65-89.

9. Sin pretender ser exhaustivos, destacamos los estudios de brAgA, G. y gerVASoni, S., «Evolution of the Po River: an example of the application of historic maps» en Histori-cal Change of Large Alluvial Rivers: Western Europe. (PettS, G.E., muller, H.; roux, A.L., eds.), Chichester, 1989, pp. 113-126.; hooke, J.M. y redmond, C.E., «Use car-tographic sources for analysis river channel change with ex-amples from Britain» (PettS, G.E., muller, H.; roux, A.L., eds.), Chichester, 1989, pp. 95-113.; cAldArA, M.; PennettA, L. y Simone, O., «Holocene Evolution on the Salpi Lagoon (Puglia, Italy)», Journal of Coastal Research, 36, Florida, pp. 124-133.; mAteu, J. F.; SAnchiS, C. y Fer-ri, M., «El golf de València durant els segles xVi i xVii. Canvis ambientals seculars» en Geoarqueologia i Quaternari litoral. Memorial M.P. Fumanal, València, 1999, pp. 367-374.; ruiz Pérez, J.M.,: «La desembocadura del Albaida (siglos xViii-xx): una metamorfosis fluvial en la Ribea del Xúquer», Cuadernos de Geografía, 63, Valencia, 1998, pp. 39-65.

10. roSSelló, V. M., «El curs dels principals rius valencians als primers mapes impresos», Cuadernos de Geografía, 65-66, Valencia, 1999, pp. 13-25.

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establecer o fortalecer hipótesis de partida sobre cam-bios puntuales o bien sobre tendencias progradantes o regresivas en áreas como el Golfo de Valencia11 o el Sinus Illicitanus12. En otros casos, la información directamente es errónea o proviene de una interpre-tación parcial de la realidad que puede reproducirse en multitud de documentos cartográficos, como es el caso de la supuesta confluencia entre el río Vinalopó y el río Segura13 (figura 2). Los mapas más detallados, realizados para representar elementos concretos de la realidad, ganan en precisión14. Aún con excepciones a tener en cuenta, la calidad representativa aumenta con el tiempo, de manera que en el siglo XVIII ya disponemos de cartografías de detalle que permiten señalar algunas respuestas de los sistemas fluviales a los impactos humanos y, a su vez, las respuestas técni-cas que, en alrededor de dos siglos, se dieron a alguna de las manifestaciones morfológicas de los ríos.

11. mAteu, J. F. et al., Op. Cit.12. Una primera aproximación puede encontrarse en giménez-

Font, P. y mArco, J.A.: «Dinámicas ambientales – diná-micas antropogénicas. Reflexiones sobre los cambios antró-picos en humedales del Se de la Península Ibérica» en V Congresso Ibérico. Gestâo e planeamento da água (brAgAnçA, C.A), Faro, 2006, edición en cd rom.

13. giménez-Font, P.: Las transformaciones del paisaje valenciano en el siglo XVIII. Una perspectiva geográfica, Valencia, 2008, 456 pp.

14. Vid., al respecto, las reflexiones sobre el funcionamiento del área lacustre y cuenca vertiente de la laguna de la Mata (Torrevieja) a partir de un mapa de Panón en mArco, J.A.: «Percepción y representación del espacio geográfico en To-rrevieja a través de la cartografía general y particular», en El espacio geográfico de Torrevieja a través del tiempo: colección cartográfica (siglos XVI-XXI), Alicante, 2004, pp. 25-27.

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La alteración de la dinámica fluvial por parte del hombre generalmente puede calificarse de directa o indirecta15, según la intencionalidad de las actuacio-

15. knighton, D. Op. Cit.; coneSA, C., «Cambio ambiental y equilibrio dinámico...»

Figura 2. Un detalle del plano inédito Sino Ilicitano, de Ascensio de Morales (1752) (Archivo Histórico Nacional, Estado M. y P. nº 76), menciona el «desagüe antiguo del río» para referirse a la conexión entre la gola del Segura y la Albufera d’Elx-desem-bocadura del Vinalopó, una fórmula extendida en la cartografía histórica –también en Cavanilles– donde el Vinalopó aparece unido al río Segura. En realidad, dicha conexión correspondía a un gran sistema de estuario en una fase avanzada de colmatación por causas naturales y antropogénicas.

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nes. Los procesos de inestabilidad pueden ser a corto plazo y las respuestas del sistema, por consiguiente, rápidas y en ocasiones impredecibles. La división, como es de imaginar, no deja de ser algo arbitraria puesto que la complejidad de los cambios derivan mayoritariamente de una relación entre impactos di-rectos, inducidos e indirectos. La deforestación, los incendios forestales o las roturaciones masivas son fuentes de sedimentos que afectan a todo el sistema, causando problemas aguas abajo que exigirán una ac-tuación continuada sobre el cauce. La formación de una red de regadío es otra actuación indirecta con re-percusiones hidrológicas de primer nivel, incluso a la hora de determinar el comportamiento del río en un proceso de crecida extraordinaria16.

Pero otras actuaciones directas inciden en la pro-pia naturaleza de los ríos, de manera que en algunos casos puede prevalecer la perspectiva de análisis de un sistema fluvial como sistema histórico, por encima incluso de la idea de sistema físico. Un ejemplo exce-lente lo encontramos en el río Vinalopó, conceptua-do como un río rambla que, como nos recuerda Ros-selló17, carece de personalidad hidrológica e incluso

16. Para el caso del río Segura, resultan muy interesantes las re-flexiones de Pocklington, R., «Observaciones sobre el apro-vechamiento del agua torrencial para la agricultura en Murcia y Lorca durante la época árabe», en Avenidas fluviales e inunda-ciones en la cuenca del Mediterráneo (gil olcinA, A. y morAleS gil, A. coords.), Alicante, 1989, pp. 395-402 o roSSelló, V.M., «Los llanos de inundación», en Avenidas fluviales e inun-daciones en la cuenca del Mediterráneo (gil olcinA, A. y morA-leS gil, A. coords.), Alicante, 1989, pp. 273-282.

17. roSSelló, V.M., «La designació dels grans rius valencians» en Materials de Toponimia (Mestratge de Toponimia. 1990-1991), València, 1995, vol. ii, pp. 901-913.

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histórica, más allá de los últimos tres siglos. Más que ningún otro río valenciano, de por sí muy transfor-mados por la acción humana, el Vinalopó es un arte-facto humano, un complejo sistema de conexiones de áreas endorreicas o semiendorreicas en cabecera que desaguan o, directamente, son dirigidas de forma ar-tificial hacia un colector central que adquiere entidad a partir de Sax18. La cartografía histórica ofrece infor-mación clarificadora sobre esta cuestión. En su tramo alto, un perfil longitudinal mínimo (4 ‰) obligó a conducir el río mediante un canal artificial, al que se unen también las aguas procedentes de la Acequia del Rey, construida a principios del siglo XIX para desaguar la laguna de Villena. El punto de encuen-tro se halla en la partida de El Carrizal (Villena-Sax), cuyo topónimo es suficientemente expresivo y que ha sido considerado como un nudo hidrográfico de ori-gen antropogénico19. La cartografía del siglo XVIII hace referencia expresa a este espacio singular desde un punto de vista geomorfológico e histórico. En el mapa anónimo Plano del término de la ciudad de Villena y curso de sus aguas (s.XVIII), se señala como «Carri-zal con muchas fuentes», así como la desembocadura difuminada de varios barrancos en la zona correspon-diente a los Prados, espacios de periódica inundación y avenamiento precario.

18. mArco AmoróS, M., «“Venida de agua de lluvia” en 1571. Endorreísmo y avenamiento precario en el término de Vi-llena (Alicante)», Investigaciones Geográficas, 20, Alicante, 1998, pp. 163-180.

19. Ponce, G. y Vázquez, V. «Aprovechamientos hidráulicos medievales en Sax» en Sax. Agua, territorio y sociedad, (Pon-ce, G.), Alicante, 2002, pp. 35-55.

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Figura 3. Dos planos de la cabecera del río Vinalopó (s. XVIII), donde se representan espacios endorreicos e infraestructuras hidráulicas a partir de las cuales el río cobra personalidad hi-drológica. Ambos proceden de AlberolA, A., «La agricultura alicantina durante la Edad Moderna» en Historia de la Provincia de Alicante, Murcia, 1985, t. IV, pp. 99 y 115.

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3. COMPORTAMIENTO Y ELEMENTOS MORFOLÓGICOS DE LA DINÁMICA FLUVIAL: PROBLEMÁTICA Y SOLUCIONES TÉCNICAS

En la dinámica fluvial, como en el resto de procesos morfológicos, existen una serie de desajustes y dis-continuidades de carácter espacial y temporal. Loca-lizadas, generalizadas o con una periodicidad más o menos regular, las manifestaciones de los fenómenos naturales pueden presentarse de forma súbita o de forma más lenta, incluso casi impredecible. En todo caso, para las primeras, conviene recordar la noción de preparación que afecta a gran parte de los fenómenos, en ocasiones de forma imperceptible. El relleno alu-vial de un llano de inundación, por ejemplo, podría considerarse como el resultado de un proceso gene-ralizado, discontinuo en el tiempo, pero producido principalmente por inundaciones y desbordamientos de uno o varios ríos, que pueden ser fenómenos de cierta regularidad aunque de génesis y desarrollo rá-pido. El caso del Júcar es un ejemplo significativo, tanto por tratarse de un río que continúa edificando su llano de inundación –y, por tanto, tiene sujeto éste a cambios seculares– como por merecer estudios de-tallados que así lo han puesto de manifiesto20. En el

20. Los principales estudios provienen del departamento de Geografía de la Universidad de Valencia. Alguno de los más destacados son los de mAteu belléS, J. F., «El llano de inundación del Xúquer (País Valenciano): geometría y repercusiones morfológicas y paisajísticas», Cuadernos de Geografía, 27, Valencia, 1980, pp. 121-142; «Cambios se-culares de la agradación aluvial y de la meandrización en la Ribera Alta del Xúquer», Cuadernos de Geografía, 50, Valen-

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tramo bajo de este río, como ocurre en el Segura, la divergencia del cauce y el correspondiente riesgo de inundación tiene una plasmación directa en la organi-zación territorial de sus riberas. En estrecha relación, existen otros elementos dinámicos de un río como la meandrización o las variaciones laterales del cauce, pero también la formación de bancos de arena, que poseen un carácter más localizado y son motivo de pérdidas económicas, reorganizaciones territoriales e incremento del riesgo. También han sido un foco de proyectismo y de actividad cartográfica.

3.1 Avulsiones fluviales y reactivación de cauces

Muchos procesos de rápido desarrollo y de un impac-to inmediato, como las avulsiones fluviales, tienen una génesis más lenta e imperceptible. La avulsión del tramo final del río Albaida, en su confluencia con el Júcar, es uno de los casos más relevantes de cuantos se han estudiado en España. Este fenómeno de meta-morfosis fluvial, ocurrió probablemente en la noche del 1 de octubre de 1785, tras una serie de crecidas consecutivas anteriores (1773 y 1785) y una creciente

cia, 1991, pp. 147-169.; ruiz, J.M., «La desembocadura del Albaida...»; Éste último autor, recogiendo la tradición de estudios geográficos sobre el Júcar, culminó su tesis doc-toral Hidrogeomorfología del llano de inundación del Júcar. Uni-versitat de València, 2001, 200 pp. (Tesis doctoral inédita). Desde el punto de vista histórico, destacamos la reciente aportación de PeriS, T., «Las inundaciones del Xúquer (si-glos xV-xix), un exponente relevante de la cuestión hi-dráulica en tierras valencianas», Revista de Historia Moderna, 17, Alicante, 2005, pp. 75-108.

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inestabilidad por sobreelevación de los diques aluvia-les del río. El cambio brusco del trazado del río, junto con las migraciones anteriores y posteriores del cau-ce meandrizante, provocaron conflictos relativos a los nuevos lindes de propiedades y términos municipa-les, como encontramos en otros ejemplos21. Esta cir-cunstancia hizo que la actividad cartográfica en este sector (relacionada con pleitos, sogueos e informes periciales) fuera prolífica a lo largo de los siglos XVIII y XIX, lo que ha permitido reconstruir y cartografiar detalladamente los cambios ocurridos en el cauce des-de el siglo XVIII hasta las obras de encauzamiento de 199622 (figura 4).

En otras ocasiones, las avulsiones pueden estar determinadas directamente por la acción humana y no supone necesariamente el abandono del cauce original, como demuestra la hipótesis planteada para la Rambla de Abanilla-Benferri (1759) y la presen-cia de presas de derivación. Los azudes y presas dis-puestas en esta rambla, continuación del río Chica-mo (Jumilla), permitió la organización de un extenso regadío de turbias –secano mejorado con trigo, ce-bada y olivos–, a partir del azud de Benferri y azud de Ortanova, que limitaba por el sur con la acequia del Escorratel, proveniente del río Segura. La rambla desembocaba mediante distintas bifurcaciones carac-terísticas del abanico torrencial dispuesto entre las sierras de Callosa y Orihuela, en la partida denomina-

21. Es el caso del litigio que enfrentó, en 1817, a las poblacio-nes de Tremp y Talarn por la variación del álveo del río La Noguera Pallaresa. Vid. Archivo de la Corona de Aragón (A.C.A.), Real Audiencia, Pleitos Civiles, nº 235. El intere-sante plano se encuentra en A.C.A., mP-188.

22. ruiz, J.M. «La desembocadura del Albaida...»

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Figura 4. Evolución de la confluencia Albaida-Júcar desde 1713, según ruiz, J.M. «La desembocadura del Albaida...» p. 45.

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da con el significativo nombre de el Ramblar, donde hay testimonios escritos de una importante actividad sedimentaria desde el siglo XV23. En la partida de lo Benferrejo, entre los kms 739 y 740 de la actual Autovía del Mediterráneo (A7) se situaba la boque-ra llamada de la acequia de Cox y su correspondiente acequia, aprovechando un paleocauce que se dirigía hacia la Granja de Rocamora, Cox y Albatera junto con las digitaciones propias de una zona de derra-me. Previamente, dicha acequia regaba las partidas de Callosilla y Miralcampo, también aprovechando la morfología de antiguos cauces. En 1759 una avenida descompuso este sistema de boqueras y gracias al Co-rreo General de España (1770)24 sabemos que «ocasionó el rompimiento, y extravío de las aguas, que dexaron su regular antiguo curso, tomando sus corrientes á las tierras de la Huerta de esta Ciudad [Orihuela], Lugar de Rafál, y villas de Callosa, Dolores y demás de las pías fundaciones». Posteriores episodios de avenida confirman que la rambla dirigió sus caudales, a par-tir de entonces, hacia el este de la sierra de Callosa, afectando negativamente a sectores de huerta y en de-trimento de las partidas y poblaciones que se benefi-ciaban del regadío eventual. El referido rompimiento se produjo en la boquera de la acequia de Cox, como

23. Según mosén Bellot en 1490 Redován «no era más de una grande alquería, y debía ser hasta mejor tierra y más huerta de lo que es hoy, porque la acequia de Escorratel iba por mucho más arriba; pero con las avenidas de la rambla crece y se alza la tierra y decrece la huerta faltándole la agua» Vid. bellot, P. Anales de Orihuela: (siglos XIV-XVI), (torreS FonteS, J., ed.), Murcia, 2001, pp. 180-181.

24. Correo General de España, Tomo I, pp. 311 y 312 (15 de junio de 1770).

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se desprende del pleito entablado entre el Colegio de Predicadores, que se beneficiaba de las aguas deriva-das por el azud destruido de Ortanova, y el señor de Cox. Una hipótesis sólida, a partir de la documenta-ción manejada, parece relacionar la presencia de dicha boquera y su correspondiente acequia con las perió-dicas inundaciones sufridas en Callosa, Rafal y hasta Dolores. Se trata así de un comportamiento natural, puesto que se verifican la presencia de paleocauces, pero reactivado involuntariamente por un complejo sistema de boqueras (figura 5).

La abundante cartografía de la rambla de Aba-nilla y la documentación procedente de los pleitos entablados con la reapertura del cauce en el abanico torrencial, permite plantear atractivas líneas de in-vestigación como las desarrolladas en las riberas del Júcar. En otros casos, la cartografía histórica puede fortalecer o verificar hipótesis de forma clarificadora. El valle de Beneixama, por donde circula el Vinalopó, presenta dificultades de organización hídrica al tra-tarse de un espacio deprimido, de escasa pendiente, con un sistema de direcciones relictas (paleocanales) y convergencia de glacis únicamente divididos por los asomos cretácicos del Camp de Mirra y sierra de San Cristobal (figura 6). A uno y otro lado de estos bloques cretácicos, se desarrollan áreas endorreicas donde ocasionalmente se han producido derrames y roturas de orillas del Vinalopó, con las consiguientes inundaciones de los campos de cultivo25. El espacio endorreico de mayor entidad se encuentra al norte del

25. mAtArredonA, E., «Circulación de las aguas y dificultades de avenamiento en la cuenca alta del Vinalopó», Estudios Geográficos, 175, Madrid, 1984, pp. 193-213.

Cartografía histórica y alteración de cursos fluviales... 409

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III.

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cauce del río, lo que hace pensar en un antiguo cauce del Vinalopó26. Efectivamente, este espacio se reacti-va con procesos de avenida fluvial como demuestran ejemplos históricos (riadas de 1571, 1898, 1899)27.

26. roSSelló, V. M., «Los llanos y los piedemontes: un domi-nio subárido», en Geografía de la Provincia de Alicante (lóPez gómez, A. y roSSelló, V.M.), Alicante, 1978, pp. 37-75.

27. mArco AmoróS, M., «Actuación y normativa contra las avenidas del río Vinalopó en Villena» en Avenidas fluviales e inundaciones en la cuenca del Mediterráneo (gil olcinA, A. y morAleS gil, A. coords.), Alicante, 1989, pp. 575-581; y también en el trabajo del mismo autor ««Venida de agua de lluvia» en 1571...»

Figura 6. Detalle del mapa “Plan topográfico que comprende y dis-pone la situación de Biar y Benejama en sus quatro partidos y la distancia de ellos entre sí y entre aquella el curso de la rambla o rio seco” Josep Tormo, 1797. Archivo de la Diputación Provincial de Valencia, (ff. 7952). Con el número 18 aparecen las princi-pales zonas de derrame en momentos de avenida.

Cartografía histórica y alteración de cursos fluviales... 411

El excepcional «Plan topográfico...» de Josep Tormo (1797)28 dibuja con exactitud los «derrames en las maiores abenidas» de la entonces denominada «ram-bla o rio Seco» (figura 6) sobre los huertas de Camp de Mirra, reactivando la circulación del Vinalopó por este área de avenamiento complejo.

3.2 Cauces meandriformes

La meandrización es, posiblemente, una de las ma-nifestaciones más interesantes y conocidas del dina-mismo de los ríos, especialmente en las llanuras de inundación. Las concavidades y convexidades que se suceden en la trayectoria del flujo de un río, son fru-to de modificaciones naturales del cauce que pueden tener un carácter secular, de unos pocos años e in-cluso provenir de un fenómeno de carácter extraor-dinario. Los trenes de meandros activos han tenido, por tanto, una atención preferente por parte de las sociedades instaladas en las llanuras aluviales, por lo que la documentación escrita y cartográfica es muy abundante. Este hecho, junto a su carácter dinámi-co, ha convertido su estudio (geometría de meandros, modelos de funcionamiento, variación de longitud, sedimentología, etc.) en uno de los principales temas de la geomorfología fluvial. La evolución histórica de los llamados meandros libres, ha sido una cuestión de estudio preferente en la que la rica cartografía históri-

28. Tormo, natural de Ontinyent, aprobó el titulo de agrimen-sor por la Real Academia de San Carlos (Valencia) en 1793. Otro plano suyo, referido a la población de Biar, se haya referenciado en FAuS, A. Op. Cit. pp. 286 y 354 respecti-vamente.

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ca ha tenido un papel determinante, junto a la fotoin-terpretación de antiguos cauces abandonados que han quedado fosilizados en el parcelario29.

El comportamiento complejo de los meandros aluviales es un ejemplo de la acción erosiva y de se-dimentación de las aguas. Un perfil transversal de un meandro nos muestra un cauce asimétrico en el que la margen externa o cóncava del mismo es más pro-funda que la interna. En uno y otro sector se produ-cen dos procesos diferentes: por un lado, la margen interna del meandro es un espacio de deposición de sedimentos mediante points bars o bancos de arenas y gravas, que reducen la profundidad; por el contrario, la margen externa del meandro es un espacio de ero-sión lateral o socavamiento, donde la profundidad y la turbulencia son normalmente mayores y donde se en-cuentran las principales áreas de derrame de los cana-les meandriformes. Se da la circunstancia que muchas de estas márgenes se encuentran cultivadas hasta la misma orilla, cosa que no ocurre en el lado opuesto30.

29. Por ejemplo, en España podemos destacar los trabajos de ollero, A.; bAllArín, D. y morA, D., «Cambios en el cauce y el llano de inundación del río Ebro (Aragón) en los últimos 80 años», Geographicalia, 50, Zaragoza, 2006, pp. 87-109.; uribelArreA, D.; Pérez-gonzález, A. y be-nito, G., «Channel changes in the Jarama and Tagus riv-ers (central Spain) over the past 500 years», Quaternary Sci-ence Reviews, 22, New South Wales, 2003, pp. 2209-2221.; beScóS, A. y cAmArASA, A.M., «La creciente ocupación antrópica del espacio inundable y el aumento de la vulnera-bilidad en las poblaciones del Bajo Arga (Navarra)», Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, 37, Madrid, 2004, pp. 101-118, entre otros.

30. En las figuras 10, 11 o 13, como en tantas otras, la mar-gen interna del meandro aparece sin cultivar y caracterizada

Cartografía histórica y alteración de cursos fluviales... 413

Por tanto, es en este sector donde se han localizado los principales problemas, con una gran diversidad de cambios:

a) por un lado, el desplazamiento lateral del cau-ce del río, que absorbe literalmente campos de culti-vo e infraestructuras humanas –incluidas las casas–, creando en la parte convexa nuevas tierras. También es muy común la ampliación de la sinuosidad (ampli-tud de onda del meandro) o la reducción del canal por corta, sin suponer una migración destacable.

b) durante las crecidas, los principales derrames se producen por la margen externa de los meandros, especialmente si se trata de concavidades pronuncia-das, por lo que se consideran espacios críticos en los fenómenos de inundación (figura 7).

como «porción de tierra que queda entre los dos cauces» (fi-gura 10) o «arenales o tierra debastada» (figura 11, superior).

Figura 7. Esquema de un cauce meandrizante. Elaboración propia

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Una de las demostraciones más conocidas de la movilidad de los meandros es, junto al propio proceso de migración lateral o aguas abajo, el estrangulamien-to natural o el corte por desborde. Ambas, junto a las avulsiones, conforman los tres modos de migración lateral no continua de los ríos, es decir, el abandono súbito de una parte o la totalidad del cauce31. El es-trangulamiento de un meandro se produce cuando la curvatura del mismo se incrementa hasta superar un umbral determinado que obliga a un reajuste natural del cauce (figura 8-A). Tiene, por tanto, un tiempo de preparación (por ejemplo, una muesca en el cuello del meandro), aunque el desencadenamiento del proceso pueda ser rápido. De carácter más brusco, el corte de un meandro por desborde tiene similitudes con los procesos de avulsión, puesto que el río abre un nuevo cauce rectilíneo aislando meandros que, en ocasiones, no presentan curvaturas críticas. En otras ocasiones el viejo cauce sigue siendo funcional; el agua se encauza de nuevo por un antiguo paleocauce o por alguna de las depresiones o, directamente «el río abre un nuevo brazo», tal y como narra la documentación histórica en repetidos ejemplos. En ambos casos, estos cam-bios locales deben relacionarse con episodios climáti-cos y sedimentológicos y con la acción indirecta del hombre32. La corta natural de un meandro supone la progresiva desaparición del mismo, que se convierte primero en un lago oxbow, coincidente con la margen externa del meandro, más profunda. Este lago, sequero

31. rAmonell, C.G. y AmSler, M.L., «Avulsión y rectifica-ción de meandros en planicies de bajo gradiente: considera-ciones para su predicción», Ingeniería del agua 12(3), Córdo-ba, 2005, p. 232.

32. ruiz, J.M., Hidrogeomorfología... p. 115.

Cartografía histórica y alteración de cursos fluviales... 415

o galacho, en forma de yugo o «collera de buey», se colmata progresivamente con posteriores avenidas, aunque en muchos espacios es un proceso acelerado por el hombre con fines agrícolas. Si bien este hecho es fácilmente observable mediante fotografía aérea, la cartografía histórica ha dejado abundantes referencias de antiguos meandros, como observamos en el Ebro, Pisuerga, Xúquer, Llobregat o Ter, entre otros (figura 14). Algunas imágenes permiten incluso datar proce-sos de estrangulamiento, como demuestra Ruiz33 en el meandro de Toro (Xúquer, 1783) ayudándose de

33. ruiz, J.M., Hidrogeomorfología... figura 3.8

Figura 8. A: Esquema del estrangulamiento de un meandro. B: El Torno de Coria (1795), estrangulado de forma artificial (MOPU, Op. Cit., plano nº 5). C: Un ejemplo en el meandro de Toro (Júcar) dibujado por León (1773) (AHN. Consejos M y P nº 74); y D: éste mismo meandro estrangulado de forma natural en torno a 1795 según Cavanilles.

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los mapas de Medina-Roxas (1764), León (1773), o Cavanilles (1795), que ya dibuja el curso abandonado (figura 8).

El estrangulamiento de un meandro, que en mu-chas ocasiones acontecía como un suceso excepcional y repentino, suponía unos daños económicos inme-diatos y problemas derivados de la reorganización de las propiedades e, incluso, de los límites entre térmi-nos municipales34. Pero a medio plazo, la propia na-turaleza reducía la movilidad de un tramo del cauce problemático. La solución técnica más generalizada ha sido, precisamente, imitar este comportamiento mediante operaciones de cirugía fluvial que han cor-tado el meandro modificando así el cauce sinuoso del río. Aunque existen antecedentes destacables en car-tografía de los siglos XVI y XVII, como ocurre con los meandros del Segura cercanos a Orihuela35, el pro-yectismo hidráulico relativo a este tipo de cambios, tuvo un incremento sustancial en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando comienzan a desarrollarse planes ambiciosos y técnicamente posibles, aunque con un coste económico que impidió el desarrollo de la mayoría de ellos. La importancia de la eliminación de un meandro queda reflejada en el ejemplo de los tornos de Coria y de Merlina (1795), en el río Gua-dalquivir. Este meandro fue, durante siglos, un obs-táculo en la navegación fluvial que conectaba Sevilla

34. Vid. el caso del límite de Añover de Tajo, fosilizado en un meandro del Tajo hoy inexistente, presentado por coneSA, C., «Trazados de baja y alta sinuosidad en ríos españoles», Papeles de Geografía, 18, Murcia, 1992, p. 23 y ss.

35. ojedA, J., «Encauzamientos y mudamientos del río Segura en Orihuela durante los siglos xVi y xVii», Cuadernos de Geografía, 79, Valencia, 2006, pp. 1-18.

Cartografía histórica y alteración de cursos fluviales... 417

con el Atlántico. Como refiere Suárez Japón36, se re-quería circular unos 10 km sobre un cauce irregular con bancos de arena para avanzar, en distancia real, no más de 500 m; mientras que la propia curvatura retardaba los efectos de la marea subiente, necesaria para barcos con un creciente cabotaje, y facilitaba los desbordamientos en momentos de crecida. A lo largo del siglo XVIII se sucedieron los proyectos para la corta de éste y otros meandros37, pero no fue hasta la última década de la centuria, con aprobación previa del Consejo de Castilla en 1760, cuando el ingeniero italiano Scipión Perosini dirigió las obras de estran-gulamiento de un meandro que ya estaba próximo a su captura natural (figura 9).

El actualismo de muchos de los proyectos ana-lizados resulta sorprendente, y obliga a replantear el conocimiento hidrogeomorfológico de los ríos por parte de los ingenieros militares y arquitectos del momento. A lo largo de la Edad Moderna, y especial-mente durante el siglo XVIII, convivieron en España proyectos sólidos y originales –muchos de los cuales no se culminaron por falta de fondos– con auténti-cos planes arbitristas que no tenían suficientemente en cuenta las verdaderas condiciones del medio en el que pensaban aplicarse. Muchos de estos proyec-tos se relacionaban con la navegabilidad de los ríos,

36. Suárez jAPón, J.M., «Notas para la geo-historia del Bajo Guadalquivir: la corta de Merlina (1795)», Anales de la Uni-versidad de Cádiz, 2, Cádiz, 1985, pp. 295-310.

37. Junto al trabajo de Suárez jAPón, J.M. Op. Cit., destaca el estudio de menAnteAu L. y VAnney, J.R., «El cauce del Bajo Guadalquivir, morfología, hidrología y evolución histórica» en El Río. El Bajo Guadalquivir (cArrASco, D. coord.), Sevilla, 1985, pp. 116-127.

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conexiones intercuenca mediante grandes canales y desviaciones físicamente imposibles38. Este hecho es bastante demostrativo de la convivencia, todavía a fi-nales del Setecientos, de cuerpos de técnicos con una formación académica, progresivamente más depurada –ingenieros militares y arquitectos–, con otros pro-fesionales de comportamiento paragremial, como los maestros de obra o los denominados frailes arquitec-tos, a los que se deben numerosísimas obras públicas en España39.

38. lóPez gómez, A., «Proyectos generales de navegación in-terior a finales del siglo xViii. Arbitrismo y realidad» en Lecturas Geográficas. Homenaje a José Estebánez Álvarez. Vol. ii., Madrid, 2000, pp. 1.639-1.648.; gil olcinA, A., «Al-bores de la planificación hidráulica en España» en Historia, clima y paisaje. Estudios geográficos en memoria del profesor Anto-nio López Gómez., Valencia, 2004, pp. 111-124.

39. Este aspecto, referido al antiguo Reino de Valencia, ha sido tratado en mi Tesis Doctoral: giménez-Font, P. (2006): Ordenación del territorio y transformaciones paisajísticas en el Se-

Figura 9. Detalle del proyecto ideado por el ingeniero Alberto Mienson en 1720 para la corta del Torno de Coria y de Merlina, junto con encauzamiento de la desembocadura del Guadalqui-vir (cortesía de Francisco Barragán de la Rosa). Un mapa similar se encuentra reproducido en cAPel, H. Op Cit., p. 178, proce-dente del Archivo General de Simancas.

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En las medidas de actuación proyectadas sobre los cauces meandriformes, derivadas de la dificultad para la navegación fluvial o bien de las inundaciones, las soluciones pueden calificarse de absolutamente modernas, como hemos visto en el ejemplo de la cor-ta de Merlina. En uno de los tramos más dinámicos y sinuosos del río Segura, encontramos otros ejemplos que se remontan al siglo XVII40 y que en el XVIII se siguen proyectando para evitar inundaciones. El caso del meandro del camino de Beniel, con un plan de corta presentado por Josep Gómez, Josep Bernabeu y Antonio Mansó para evitar los daños ocasionados por el avance del meandro sobre tierras de cultivo41 (1760), resulta ilustrativo si se compara con la com-pleta artificialización del cauce en su recorrido por las vegas Media y Baja, realizada tras las inundaciones de 1987 y el R.D.-Ley 4/198942 (figura 10).

En una línea similar, pero con un proyectismo más desarrollado, encontramos numerosos ejemplos en el río Ter, donde los cambios de curso fluvial es-tán documentados desde la Edad Media con relativa frecuencia. En el siglo XVIII se documentan los prin-cipales proyectos de derivación, muchos de los cuales todavía esperan un estudio en profundidad. La cre-cida de 1768 abrió un nuevo cauce cerca de Verges, inundando una gran porción de campos de cultivo.

tecientos valenciano, Universidad de Alicante, 572 pp. (Tesis Doctoral inédita)

40. ojedA, J. Op Cit.41. Arxiu del Regne de València (A.R.V.) Bailía, Letra E, exp.

375.42. gil olcinA, A., «Acondicionamiento hidráulico y desna-

turalización del río Segura», Ería, 51, Oviedo, 2000, pp. 55-56.

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Figura 10. Meandro del camino de Beniel (1760 y 1998). Aun-que el proyecto nunca llegó a ejecutarse, destaca su actualismo en relación con las obras de encauzamiento realizadas en la dé-cada de 1990 (imagen inferior). A.R.V.. M y P. nº 89. Otras variaciones del proyecto en la misma sección, nº 88, 107 y 93.

Cartografía histórica y alteración de cursos fluviales... 421

Las causas de esta avulsión fluvial se relacionaron con el levantamiento del azud –reclosa– de Colomés43. Sin embargo, las soluciones aportadas fueron muy ambi-ciosas y se tradujeron en proyectos para todo el tra-mo final del río con una producción cartográfica muy valiosa (figura 11). De entre los mapas encontrados hasta el momento, destaca sin duda el realizado por el ingeniero militar Juan de Escofet44 en 1790, aunque aquí analizaremos una copia del mismo que realiza, con las mejoras pertinentes, Tomás Soler y Ferrer en 182145. El proyecto se fundamentaba en la creación de un nuevo cauce rectilíneo que aportaría dos solu-ciones a los problemas del Ter: la corta artificial de los meandros, desde donde se producían graves inun-daciones en la margen derecha, y la rectificación de la desembocadura del río, trasladándola hasta donde hoy en día se sitúa.

Aunque de forma creciente hacia el siglo XVIII, en la Edad Moderna fueron relativamente comunes soluciones ingenieriles como ésta última, que proyec-taban erradicar la raíz del riesgo natural. Sin embar-go, fueron más numerosas las encaminadas a reducir

43. cAmPS, J.de y cAmPubrí, R., El Ter, Barcelona, 1976, pp. 122-124.

44. Juan de Escofet y Palau es uno de los ingenieros milita-res más prestigiosos de la segunda mitad del siglo xViii. Entre sus numerosas obras, destacan sus proyectos relacio-nados con el regadío en ríos como el Xúquer, Guadalentín o la dársena del puerto de Santander. Una relación de sus obras en cAPel et al., Los ingenieros militares en España... pp. 158-161.

45. Una reproducción en color del original de Escofet puede consultarse en botet i SiSó, J., «Provincia de Gerona» en Geografía de Catalunya, (cArrerAS cAndi, dir.) Barcelona, 1911 ca, lámina 2 (p. 78)

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la vulnerabilidad de los asentamientos y actividades humanas. Los ejemplos más interesantes y con ma-yor producción cartográfica están relacionados con los tramos urbanos de los ríos y los problemas de inun-dación y erosión de márgenes. Este creciente riesgo se ha solucionado históricamente con el revestimiento de los márgenes y el confinamiento del propio cauce,

Figura 11. Dos proyectos de corta artificial de meandros en el Riu Ter a la altura de Verges. En la parte superior, un proyecto de 1750 del geómetra Bernardo Ferrer i Mir (A.C.A., MP-550). Un detalle del proyecto de Juan de Escofet (1790) en el mismo lugar (copia de 1821, reproducida en MOPU, Planos históricos de obras hidráulicas, Madrid, 1985, plano nº 444.

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con obras de entidad como las de la ciudad de Valen-cia, cuya conservación era gestionada por la poderosa Junta de Murs i Valls46; los planes de encauzamiento del río Segura a su paso por Murcia, proyectados por el arquitecto Manuel Serrano en 1785 para evitar las inundaciones en la ciudad47; o el excelente ejemplo de Cardedeu y las inundaciones provocadas por la Riera de Cànoves en 1776 y 1777, para cuya solución Joan-nes Masriera delineó «un nuevo y recto curso»48 (figu-ra 12). En otros ejemplos de ciudades analizados49, los problemas derivaban del peligro de movimientos en masa que producían los ríos Molinar y Barxell encaja-dos en los interfluvios margosos coronados por la ciu-

46. melió, V., La «Junta de Murs i Valls». Historia de las obras públicas en la Valencia del Antiguo Régimen, siglos XIV-XVIII, Valencia, 1997, 102 pp.; teixidor, M.J., «Riu i carrera. Actuacions de la «Fábrica Nova» a la València del segle xViii» en Historia, clima y paisaje. Estudios geográficos en me-moria del profesor Antonio López Gómez, Valencia, 2004, pp. 217-232.

47. El proyecto, hallado recientemente, ha sido publicado en edición facsímil con edición de gonzález, J. y cAlVo, F., El proyecto de canalización y ornato del río segura a su paso por Murcia (1785), Murcia, 2005, xVi pp. + 6 mapas. Vid. también cAlVo, F., «La construcción de los paisajes del miedo: un proyecto de protección contra inundaciones de la ciudad de Murcia en el siglo xViii», Nimbus, 15-16, Al-mería, 2005, pp. 25-42.

48. A.C.A., Real Audiencia, «Papeles de S.E», Legajo 85, Acor-dada nº 97.

49. giménez-Font, P, «Obres públiques i riscos naturals a l’Alcoi del segle xViii» en Alcoi, Societat i Cultura, Al-coi, 2005, pp. 287-313 y giménez-Font, P, «Contexto geomorfológico y asentamiento humano: abanicos aluviales y corrientes de derrubios en la Sierra de Callosa (Bajo Segu-ra, Alicante)», en Geografía Física y Medio Ambiente, (gimé-nez, P. et al. eds.), Alicante, 2006, pp. 95-120.

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Figura 12. Detalle del Plan puntual y descripción topográphica de parte o porción de territorio del término de Cardedeu del corregimiento de Mataró [...] donde se manifiesta la extención que ha tomado la riera en sus crecidas avenidas y así mismo las inundaciones y estragos ocasionados de las aguas sobresalidas de dicha riera en el año pasado de 1776 y en el presente de 1777, por causa de la circulación de dicha riera; por cuyo motivo se ha delineado nuevo y recto curso en la forma que se ha figurado en este plan; y así mismo se han figurado las inun-daciones y la parte que vino el agua. Elaborado por el agrimensor Joannes Masriera (A.C.A., MP-136).

Cartografía histórica y alteración de cursos fluviales... 425

dad de Alcoi, o el proceso de crecimiento urbano que la ciudad de Callosa de Segura había realizado sobre el lecho de la rambla, canal principal de un abanico alimentado por violentas coladas de derrubios (debris flows). Las actuaciones de sujeción de cauces y encau-zamiento en zonas urbanas, cada vez más comunes en la Edad Moderna, tenían consecuencias directas sobre la capacidad de erosión de los ríos y las condiciones de circulación del caudal máximo en los momentos de crecida. En algunas llanuras aluviales, como la del río Segura a la altura de Murcia, el confinamiento del cauce sinuoso en un tramo determinado desestabili-zaba el tren de meandros llegando a perjudicar las tierras inmediatas de uno u otro lado.

Figura 13. Fragmento de un proyecto de canalización en el Baix Llobregat (1736), en las cercanías de l’Hospitalet de Llobregat y Sant Boi. Reproducido en VILAR, P. Catalunya dins l’Espanya Moderna. Les transformacions agràries del segle XVIII català, Bar-celona, 1966, lámina 12.

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3.3 Desembocaduras fluviales

El sector más dinámico de un llano de inundación, hidrogeomorfológicamente hablando, es su tramo fi-nal. Se trata de sectores de confluencia entre ríos y, fundamentalmente, entre éstos y el Mediterráneo, donde son características comunes los escasos gra-dientes de pendiente, la presencia de espacios anfibios en formación –en proceso de colmatación o prograda-ción– y los desagües generalmente cambiantes y poco definidos. La movilidad de los cauces y los problemas de inundación y sedimentación afectan a las nume-rosas actividades humanas que se desarrollan allí y que han artificializado los cauces con la construcción de poblaciones, puertos y campos de cultivo. La pro-ducción cartográfica es, por tanto, bastante numerosa, incluso si no se tienen en cuenta los mapas generales de territorios costeros como el valenciano o el cata-lán. El proyectismo en el encauzamiento de las des-embocaduras se multiplicó a lo largo del siglo XVIII y XIX. Al ejemplo referido del Ter, posiblemente el más ambicioso de la época, cabe añadir otros de me-nor entidad, como el planteado en la desembocadu-ra del Turia en 1765. La pérdida de pendiente, en un espacio de importante progradación fluvial desde época medieval50, ocasionaba divagaciones del álveo y la formación de espacios endorreicos después de cada

50. ruiz, J.M. y cArmonA, P., «La desembocadura del Guada-laviar en época medieval: progración deltaica y avulsión» en Geoarqueologia i Quaternari litoral. Memorial M.P. Fumanal, València, 1999, pp. 245-255. Con una escala temporal más ámplia, vid. cArmonA, P., «La dinámica fluvial del Tu-ria en la construcción de la ciudad de Valencia», Documents d’Analisi Geogràfica, 31, Barcelona, 1997, pp. 85-102.

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crecida del río, que ocasionaba serios trastornos a los asentamientos cercanos (Montolivet, el Grau o Nat-zaret). La presencia del Turia dificultó notablemente la formación de un puerto de entidad en la ciudad de Valencia, y los intentos de construcción de un muelle se sucedieron desde el siglo XVI, multiplicándose a finales del siglo XVII y a lo largo del XVIII. En to-dos ellos, junto a las pertinentes cuestiones políticas y económicas, se luchó contra los dos grandes factores naturales restrictivos de este proyecto: la fuerza de las corrientes marinas, y el aporte de los aluviones del río, que desembocaba en un sector denominado signi-ficativamente el Fangar. Tras las propuestas de Evaris-to Barberá (1676) o Tomás Güelda (1686), frenadas por la coyuntura económica, la incapacidad técnica y el planteamiento erróneo en los estudios sobre el medio, se da paso en el siglo XVIII a la multiplica-ción de visuras, informes y mapas. Con todos ellos, se incrementó sustancialmente el conocimiento de las características del fondo marino, la componente de los vientos, los sectores de acumulación de arenas y el impacto de las avenidas fluviales, que afectaban al puerto e inundaban la población del Grau favore-ciendo la insalubridad. A partir de la segunda mitad del siglo, la propuesta del ingeniero militar Pedro de Ara y del capitán Pedro García Aguilar proyectó un contramuelle que pretendía impedir la entrada en la rada de los aportes sólidos del río. Dos años después, en 1765, Manuel Gómez y Marco51 realizó medi-

51. Manuel Gómez y Marco (1768-1766), matemático y vica-rio de la Seo de Valencia, obtuvo un importante papel en la formación de la Academia de bb.AA. de Santa Bárbara de Valencia (1753) y, en general, en el movimiento reforma-dor impulsado por los novatores valencianos en torno a las

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Figura 14: Una de las opciones manejadas para proteger la rada del puerto de los aluviones del Turia fue la desviación del cauce del río, propuesta por Gómez Marco (detalle) (1765). BUV, doc cit.

Figura 15. Detalle del proyecto de canalización del bajo Ter, realizado por Escofet (copia de 1821, reproducida en MOPU, Op. Cit., plano nº 444).

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ciones de calado y descubrió la presencia de barras submarinas que le permitían acrecentar la amplitud del puerto. Para ello, concibió la desviación del Turia mediante un canal que desplazaría su desembocadu-ra hacia el sur52 (figura 14). Finalmente, a lo largo de posteriores proyectos desarrollados en las últimas décadas del s. XVIII y a lo largo del s. XIX, se optó por la construcción de un contramuelle que protegía el puerto de los aportes sólidos del río, cuyo cauce fue definitivamente trasladado hacia el sur tras la catas-trófica avenida de 195753. En similares términos, pero con un desarrollo técnico más depurado, los proyectos de canalización del río Guadalete en su desemboca-dura junto al Puerto de Santa María (1854) o del río Gudalmedina en Málaga (1786)54, junto con los nu-merosos proyectos de canalización en el Guadalqui-vir, se insertan en el creciente conjunto de actuaciones

matemáticas y su aplicación técnica. Defendía el empleo de las bellas artes al servicio de la ciencia y del comercio. Vid. bérchez, J. Arquitectura y Academicismo en el s. XVIII valenciano, Valencia, 1987, pp. 50-59.

52. Biblioteca Universitaria de Valencia (B.U.V.). Ms., nº 1.053, micro 187. Relación sobre el proyecto del puerto que se había de hacer en el Gao de Valencia, hecha por el Don. Manuel Gómez y Marco Vicario que fue de la Seo de Valencia.

53. Desde 1789, sin embargo, se incrementó el interés por ca-nalizar la desembocadura del Túria, bien a través del plan concebido por los arquitectos Mauro Minguet y Pedro For-nells o de los propios informes que sobre esta cuestión la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia encargó en 1795 a reconocidos técnicos: La Croix, Manuel Mirallas y Benito Feliu de San Pedro. Vid. esta cuestión am-pliada en AlbiñAnA, S. y hernández, T., «Notas sobre técnica y proyectismo en la Albufera y el Júcar en la Edad Moderna», Estudis, 10, Valencia, 1983, pp. 55-90.

54. moPu, Op. Cit., plano nº 465 y 352 respectivamente

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de integración de los ríos en la trama urbana de las ciudades (inundaciones y migraciones del lecho del cauce) y en relación con la actividad portuaria (bancos de arena, progradación, avenidas catastróficas).

4. CONCLUSIONES

Los ejemplos analizados, dentro de la rica cartogra-fía histórica española, permiten, aún obviando la re-ferente a América, ordenar unas ideas sobre la vali-dez de estas representaciones desde el punto de vista geomorfológico y técnico. La cartografía es un exce-lente indicador de la percepción de la naturaleza, de sus problemas y de sus oportunidades, en un momen-to determinado de la historia. La cartografía elabora-da en el siglo XVIII y principios del XIX reflejaba ya, fruto de la Revolución Científica y la Ilustración, un conocimiento avanzado de algunos comportamientos de la dinámica fluvial. La proyección de soluciones técnicas para aminorar o acelerar algunos procesos na-turales, poseen una gran actualidad dentro del campo de la ingeniería y permiten plantear nuevas lecturas, al menos en el plano teórico-perceptivo, del papel de las obras públicas y los riesgos naturales en la Edad Moderna.

Muchos de estos mapas –generales o temáticos– evidencian transformaciones antropogénicas directas de gran calado, que habría que unir a las modificacio-nes derivadas de importantes cambios de uso del sue-lo con incidencia directa en las fuentes de sedimentos y agua. Siguiendo este esquema desde otro punto de vista, la cartografía histórica muestra, con un mayor o menor grado de detalle, a ríos que todavía no están represados –el principal factor de cambio en el trans-

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porte de sedimentos–, aunque en algunos cauces del suereste peninsular (como el Monnegre, Amadorio o Vinalopó), los embalses de gran tamaño están pre-sentes desde hace cuatro siglos. En muchas ocasiones, especialmente en mapas temáticos, se representan los tramos más dinámicos, y por tanto los más proble-máticos, que en las llanuras aluviales suelen coincidir con tramos sinuosos. Además, muchos de ellos son cauces que han sufrido una reducción radical de su movilidad en las últimas décadas del s. XX, hasta el punto que los escasos sectores con una dinámica na-tural, presentes en ríos como el Ebro, son valorados actualmente como elementos de patrimonio fluvial y alto valor ecológico55.

La cartografía histórica, junto a la documenta-ción, tiene una validez reconocida para la historia morfológica56 y, por tanto, para el conocimiento hi-drogeomorfológico de las cuencas fluviales. Depen-diendo de la calidad y el objetivo de la representación cartográfica, los mapas históricos pueden utilizarse para la comprensión de procesos con incidencia ac-tual, la reconstrucción de dinámicas de tipo secular, como la sinuosidad del cauce en estudios retrospecti-vos, o los posibles ajustes fluviales a escala histórica en el perfil de equilibrio, entre otros. No obstante, distintos autores coinciden en considerar esta fiabi-lidad proporcionalmente escasa. La mayor utilidad

55. ollero et al. Op. Cit. pp. 104 y 105.56. mAteu, J.F, «Cambios seculares...», pp. 148-149; PettS,

G.E., Op. Cit.; pp. 1-6. También troPeAno, D. y tur-coni, L.: «Using historical documents for landslide, debris flow and stream flood prevention. Applications in Northern Italy», Natural Hazards, 31, Netherlands, 2004, pp. 663-679.

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reside en la posibilidad de valorar cualitativamente los cambios, lo que permite establecer tendencias y aproximaciones a la evolución del sistema desde dis-tintas escalas. La cartografía histórica es una muestra más de que la influencia del hombre sobre los ríos tie-ne un carácter plurisecular tan arraigado y global que resulta muy complejo separar uno del otro. A medio y corto plazo, en conjunción con las fluctuaciones cli-máticas y los cambios en el nivel del mar, el hombre transforma las condiciones del medio de los diferentes ambientes fluviales –a nivel general o puntual– y ad-quiere un papel predominante en escalas temporales más recientes, por encima de los primeros. Las ines-tabilidades creadas por la actividad humana suponen procesos de reajuste de los cauces, de manera que las formas actuales están directamente influenciadas por las condiciones del pasado.