Democracia representativa: a la deriva
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Democraciarepresentativa
ALADERIVA
¿Laparticipacióncomorespuesta?
TeoríaPolí*caIITrabajodeevaluaciónRaúlDíazMarín4ºCienciaPolí*ca,grupocastellano.UniversityoftheBasqueCountry
2
1.INTRODUCCIÓN (3)
2.DEMOCRACIA
Conceptualización teórica (4-6)
3.REPRESENTACIÓN
La democracia representativa (7-8)
La crisis de la democracia (9-10)
El paso definitivo a la participación (11-14)
4.PARTICIPACIÓN
La visión conceptual de Sartori (15-16)
Democracia participativa (17-18)
5.CONCLUSIONES
Reinventando la democracia (19-21)
6. BIBLIOGRAFÍA (22)
ÍndiceDEMOCRACIA REPRESENTATIVA: A LA DERIVADEMOCRACIA REPRESENTATIVA: A LA DERIVA
3
Este año la asignatura de Teoría Política II ha cambiado y lo ha hecho en positivo
bajo mi punto de vista. No es que haya ido a mejor por la ausencia de Ibarra
(nada más lejos de la realidad, este trabajo versa sobre una de sus fabulosas
obras) sino que hemos podido trabajar de manera especializada (un profesor por
área) sobre seis temáticas de candente actualidad.
Para realizar mi trabajo de evaluación me he decantado por el cuarto seminario
puesto que considero que es el que mejor sintetiza diferentes puntos que hemos
visto en todos los seminarios. De esta manera cuando hable de un posible nuevo
modelo de democracia, tendré en mente el tema de la Teoría del Decrecimiento,
los populismos latinoamericanos y la democracia radical de Chantal Mouffe.
Determinar el por qué resulta bien sencillo: porque todos apuestan por reinventar
un modelo que se demuestra agotado en el mundo de hoy, y es através de la
democracia participativa el sistema por el cual muchos de esos deseos y
aspiraciones se podrían convertir en realidad.
En este trabajo, nutrido por diferentes autores como Sartori, Ibarra o el propio
Bárcena, hay una clara apuesta por la consecución futura de nuevos espacios de
libertad basados en el localismo y la vida en la comunidad. La metodología ha sido
triple: documentación bibliográfica, activismo político e imaginación, ¿por qué no?
La estructura de la obra cuenta con tres partes claramente diferenciadas. En un
primer momento se sentarán las bases del trabajo que no son otras que una
profundización sobre lo que el término “democracia” abarca. En la segunda parte
se aborda el actual modelo democrático basado en la representación para pasar a
una tercera fase en la que se dan explicaciones acerca de este nuevo modelo que
está por llegar (o que ya está aquí en algunos casos): la participación.
IntroducciónOBJETIVOS DEL TRABAJO DE EVALUACIÓNOBJETIVOS DEL TRABAJO DE EVALUACIÓN
4
El sentido que busco en este espacio a modo de epílogo no es otro que conseguir
sentar las bases democráticas sobre las que actuará la participación política.
Si se preguntara sobre el concepto de democracia en sentido amplio, creo que
la mayor parte de la gente, al menos en el mundo occidentalizado, coincidiría en
señalar que la democracia supone el reconocimiento de una serie de derechos y
libertades, así como el asentamiento de la soberanía nacional unida al pluralismo
político. Habría consenso al considerar que uno de sus principales instrumentos
viene de la mano del concepto de elección de nuestros representantes a través de
elecciones libres, periódicas y competitivas. La opinión pública también entendería
que no existe democracia cuando hay una privación de derechos y libertades y sí
existiría cuando se de una relación de reciprocidad entre representados y
representantes.
Sin embargo todas estas cuestiones son más que matizables, así que creo
conveniente centrarme en lo que algunos autores destacados en la materia definen
como “democracia”. Así para Schmitter y Karl:
La democracia política moderna es un sistema de gobierno en el cual los
gobernantes son hechos responsables de sus acciones en el dominio público
por los ciudadanos, que actúan indirectamente a través de la competición
de sus representantes elegidos.
Para Joseph Schumpeter la democracia sería aquel:
… arreglo institucional para llegar a decisiones políticas en el cual los
individuos adquieren el poder de decidir mediante una lucha competitiva
por el voto popular.
DemocraciaCONCEPTUALIZACIÓN TEÓRICACONCEPTUALIZACIÓN TEÓRICA
5
Por otro lado, y de forma esquemática, podemos entender la democracia como
aquel espacio en el que confluyen al menos siete conceptos fundamentales1
que deben relacionarse entre sí. Dichos conceptos son:
‐ GOBERNANTES: aquí podríamos abrir un interrogante. ¿Todos valen para ser
gobernantes? ¿Qué distingue a los gobernantes democráticos de aquéllos que no
lo son? Para responder a esto simplemente habría que fijarse en las normas
existentes en cada comunidad de acceso al poder y las prácticas gubernativas
que se lleven a cabo.
‐ DOMINIO PÚBLICO: aquí nos encontraríamos con las normas colectivas y
opciones que son de obligado cumplimiento para la sociedad y que están
respaldadas por la coerción estatal. Sería conveniente establecer aquí las
diferencias entre las distintas ideologías que existen entre la concepción liberal y
la concepción socialista (es decir, diferencias del papel que debe abarcar y
abordar el Estado). Ninguna tendría por qué ser más democrática que la otra.
‐ CIUDADANÍA: sólo en la medida en que son democráticos tienen ciudadanos.
Nos referimos a quienes están dentro y quienes se quedan fuera del sistema. En
Constituciones como la Española se lígale concepto de ciudadanía al de
nacionalidad.
‐ COMPETICIÓN: entre las facciones (partidos, grupos…) falta consenso sobre el
establecimiento de formas y reglas que rigen la competición entre ellas.
‐ ELECCIONES: ¿es ésta una condición esencial para la existencia de las
democracias? Como veremos posteriormente sí, puesto que ni democracia
representativa ni participativa rechazan este mecanismo (aunque es clave
fundamental para el primer arquetipo pero no para el segundo).
1 Philippe C. Schimitter y Terry L. Karl. SISTEMA, Nº 11, 1993, pp. 17-30
6
‐ ¿GOBIERNO DE LA MAYORÍA?: toma de decisiones combinando los votos de más
de la mitad de quienes son elegibles y además están presentes.
- COOPERACIÓN: los actores deben ser capaces de actuar colectivamente a través
de partidos, asociaciones y/o movimientos. Es lo que se entiende por <<sociedad
civil>>.
Schimitter también establece cuáles son los procedimientos (instrumentos)
que hacen posible la democracia. Esta secuencia está compuesta por: el
control (conferido a los cargos públicos elegidos, como las sesiones de control al
gobierno en el Parlamento); elecciones (no hay que ir a votar por imperativo
legal); derecho a elegir (a ejercer el voto); derecho a ser elegido; libertad de
expresión política; derecho a buscar fuentes alternativas a la información; y
derecho de asociación o reunión. Además se podrían añadir otros dos: autonomía
de los cargos públicos y soberanía interior y exterior.
Por otro lado son dos los principios que hacen factible la democracia, a saber:
ejercer esta filosofía por el consentimiento del pueblo, y el segundo sería a través
del contingente de los políticos que actúan bajo condiciones de incertidumbre
limitada (por ejemplo, que quien ascienda al poder no cambie todo el sistema para
que no vuelva a haber elecciones).
Basándonos en Karl, las democracias difieren dependiendo en cómo se
presenten los siguientes conceptos: consenso (pudiendo variar su grado),
participación, acceso, responsabilidad, gobierno mayoritario, soberanía
parlamentaria, gobierno de partido, pluralismo, federalismo, presidencialismo y el
check and balances típico en países como EEUU, por ejemplo. Sistemáticamente
habrá mecanismos de control establecidos y regulados que vigilarán el
comportamiento de la democracia.
Para acabar podemos remarcar que ambos autores conciben que las democracias
no necesariamente son más eficientes que otras formas de gobierno, que tampoco
han de serlo administrativamente y no es probable que aparezcan como más
ordenadas, consensuadas, estables o gobernables que las autocracias a las que
reemplazan.
7
Hablar de democracia representativa es hablar de la actual democracia, en la que
hemos aceptado que la soberanía popular residente en los ciudadanos pase a ser
ejercida por representantes políticos.
La visión minimalista de esta democracia estrictamente representativa parte del
principio de que son los representantes elegidos por los individuos los que toman
las decisiones políticas. La democracia existe cuando esos representantes han sido
elegidos en base a criterios de libertad, igualdad y competitividad. Bajo esta visión
no existiría una democracia gradual pudiendo calificarla como mejor o peor, ni tan
siquiera como buena o mala. Bajo este concepto de democracia estrictamente
representativa la democracia existe o no existe, no hay más. En ella los
gobernantes están sometidos a un cierto control de los electores en los siguientes
procesos electorales. Durante su tiempo en el poder supuestamente tienen que
basarse en el interés general de todos los ciudadanos, en el de todos en general y
sus votantes en particular; sin embargo a la hora de actuar pueden hacer con su
mandato lo que les venga en gana, aunque esto no es muy recomendable porque
ganarían opciones para no volver a ser reelegidos en los siguientes comicios. Esta
dicotomía entre lo que puede y lo que debe hacer el representante da una de las
calves de la democracia representativa: los llamados “contenidos decisorios”. Sería
optima la convergencia de estos elementos para consolidar el juego democrático,
dicen los defensores de la democracia minimalista. Sin embargo Ibarra2 se
pregunta para qué o para quién sería óptima tal concurrencia. Sin duda sería
beneficiosos para los gobernantes y su futuro, pero se queda sólo en eso: en el
terreno de los gobernantes y no de la democracia. Esta no desaparece aunque los
gobernantes tomen decisiones alejadas de las pretensiones ciudadanas, porque
sigue habiendo democracia cuando los que toman las decisiones han sido elegidos
de acuerdo a una serie de normas que garanticen un buen proceso electoral. Un
ejemplo clarificante de todo esto lo podemos encontrar en el mantenimiento de la
posición política de Aznar respecto a la guerra de Irak: la práctica totalidad de la
población se manifestó en contra de la invasión pero él hizo lo que le dio la gana
porque había sido elegido para tomar las decisiones.
2 IBARRA, Pedro: Relational Democracy, Reno, Center for Basque Studies-University of Nevada, [2008]
RepresentaciónLA DEMOCRACIA REPRESENTATIVALA DEMOCRACIA REPRESENTATIVA
8
Esta teoría de la democracia estrictamente representativa parte del supuesto de
que los electores ni están en la actualidad ni tienen por que estarlo interesados en
conocer cuáles son los intereses generales del resto de personas. De lo que sí
tienen que estar preocupados es por saber quien de entre sus conciudadanos está
capacitado para tomar decisiones que respondan a ese interés general y poder
elegir así entre varios candidatos al menos que se ofrezcan para representar esos
intereses generales. Partiendo de esta actitud es esencial que exista la opción de
la “revocabilidad” que permita parar la tiranía en la que pueden caer los
gobernantes a la hora de ejercer su función pública. Esta revocabilidad surge en
cada proceso electoral, que se interpreta como el mejor proceso para lograr la
convergencia entre demandas ciudadanas y decisiones gubernativas. Otros
procesos como los que propone la democracia participativa son denostados al ser
considerados inútiles o distorsionadores de esa convergencia.
Retomando la idea del interés general, su definición es obra de las elites
gobernantes a las que los ciudadanos se pueden adherir. Esto es así porque los
ciudadanos creen que sólo los gobernantes están capacitados para tal decisión, así
que se limitan a aceptar como suyo lo que los otros han decidido por ellos.
Por otro lado hay que reconocer que incluso en los sistemas que apadrinan esta
teoría democrática, la realidad dista mucho de la palabra. En la práctica los
ciudadanos no sólo se mueven en torno al interés general de la comunidad si no
que también tienen una serie de intereses privados que quieren que sean
reconocidos y satisfechos por los gobernantes. En los procesos electorales, los
ciudadanos eligen a sus representantes teniendo en cuenta sus intereses
particulares y también en parte tomando en consideración aquello del interés
general. Después, en realidad, lo relevante para la democracia no es ni tan
siquiera el porcentaje de público que participe en ella, sino el que todo ese público
haya tenido la posibilidad de votar libremente, de poder haber elegido su opción
entre diferentes líderes y que los resultados de su votación hayan sido limpios y no
sujetos a manipulación.
9
Obviamente la sociedad cada vez cabalga menos con estas teorías tan
radicalmente representativas. Como cada vez hay más gente que desprecia la
profesión política, observan a ésta como algo lejano (casi etéreo) y consideran que
no representan sus ideales sino que sirve de filón al servicio de la corrupción, se
habla hoy en día de crisis de la democracia. Antes de pasar a describirla, es
conveniente centrarla en ese espacio común de debate que se está creando ahora
y que contrapone la participación ciudadana frente al elitismo partidario.
Estaríamos hablando de unos espacios públicos deliberativos que emergen para
buscar la mejor construcción del bien común frente a las arcaicas instituciones
políticas que los electores realmente no controlan. Se trata de oponer el dualismo
antagónico del ciudadano republicano –entendido como el actor en la cosa pública-
versus a al ciudadano pasivo que sólo y no siempre participa a través del proceso
electoral.
Las criticas a las democracias minimalistas que provienen de movimientos
ciudadanos, instituciones, académicos, etc., han sido canalizadas a través de
diversas teorías. Sin embargo todas ellas comparten la definición de dos enclaves
negativos. Por un lado se hace referencia a la enorme y cada vez más profunda
distancia entre gobernantes y gobernados, entre lo que los políticos deciden y lo
que los electores realmente piensan. Por el otro lado nos encontramos con la
también creciente desafección ciudadana no respecto a la democracia como
sistema, sino a las concretas instituciones prácticas y políticas asentadas en él.
Desde estas dos principales preocupaciones están surgiendo propuesta que se
ligan a esta crisis democrática, coincidiendo todas ellas en un mismo objetivo:
acercar al máximo a representantes y representados. Conseguir que lo que
decidan los representantes políticos este en mayor o menor medida influido por las
demandas individuales y colectivas de los ciudadanos.
Con esa genérica democracia representativa nos estamos refiriendo al modelo
occidental de democracia que está en crisis porque esa distancia entre
representantes y representados empieza a resultar intolerable para amplios
sectores de la población. Hemos planteado el conflicto; sin embargo, ¿sobre qué
bases se puede sustentar la resolución de dicho problema? Ibarra nos cuenta que
a veces se olvida que el objetivo de la democracia representativa no es la
RepresentaciónLA CRISIS DE LA DEMOCRACIALA CRISIS DE LA DEMOCRACIA
10
participación política de los ciudadanos, en el sentido de presencia activa de los
mismos en los diversos procesos decisorios.
Y es que la democracia representativa está concebida y articulada para que la
ciudadanía no participe. La democracia representativa pretende que la ciudadanía
viva felizmente desentendiéndose de la gestión de lo público, buscando la plenitud
de la vida privada.
Por otro lado, la democracia representativa lo que sí busca es que esos ciudadanos
“privados” puedan ejercer a través de ciertos mecanismos (elecciones, opinión
pública, etc.) un control sobre los representantes públicos; puedan evitar, en este
sentido, que estos representantes acaben defendiendo exclusivamente sus
intereses particulares, o tanto la defensa de poderosos intereses grupales como la
búsqueda de su reproducción en el espacio del poder político.
En modo alguno los ciudadanos ya no pueden tolerar su sistemática ausencia en
los espacios de decisión política, pero este no es el centro de la cuestión . lo que
quizás no pueden soportar es que la distancia real generada haya derivado en un
sistemático descontrol. Por tanto, desde los parámetros de la democracia
representativa, la solución del problema no viene por eliminar la distancia sino
simplemente por reajustar algunos mecanismos que lleven a una “adecuada”
distanciación entre representes y representados3.
También, en consecuencia, si la reflexión sobre la crisis de la democracia
representativa lleva a una demanda de protagonismo real de ciudadanos en los
procesos decisorios, hay que proponer otro tipo de democracia, la democracia
participativa.
3 AHEDO, Igor e IBARRA, Pedro: Democracia participativa y desarrollo humano, Madrid, Instituto internacional de sociología jurídica de Oñati, [2007]
11
En este capítulo trataré de abordar la transición de cambio de modelo de
democracia, pasando de una basada en el fenómeno de la representación al de la
participación.
Podríamos iniciar este apartado formulándonos la siguiente cuestión: ¿por qué se
están demandando ahora estos cambios en la democracia? Para contestar a esta
pregunta, tenemos que distinguir tres grandes grupos de demandantes, tres
grandes sectores que demandan, que quieren y que hablan de esta participación:
- instituciones
- sociedad civil
- instituciones “no” políticas y autores
El primer grupo lo conforman las instituciones. Aquí podemos observar los
diferentes problemas que tienen las instituciones que les llevan hoy a poner en
marcha o a hablar al menos de que es necesaria una mayor participación.
Conciben ésta entorno a los siguientes conceptos:
- Complejidad la complejidad consiste en algo que tiene que ver con el sistema
de toma de decisiones, que cada vez es más complejo. Cada vez hay más grupos
implicados, más consecuencias de las decisiones… Antes los Ministerios tomaban
sus decisiones sin ningún tipo de consulta (más en el caso de España en el que
había una dictadura). Ahora hay una complejidad que exige que determinados
actores sociales, políticos no institucionales, económicos… sean incorporados al
proceso y participen en la toma de decisiones. Esto es lo que la nueva gestión
pública ha denominado como gobernanza, un proceso de incorporación de sectores
de la sociedad civil al proceso político decisorio, y por tanto es un proceso de
participación. En estos casos, determinadas organizaciones ciudadanas (sociales,
políticas, económicas…) acompañan la decisión que se tome por la autoridad
correspondiente.
- Absorción aquí hay que ir un poco para atrás y pensar en la crisis del Estado
de Bienestar. Si nos retrotraemos a los años 70 nos encontramos con la crisis del
Estado de Bienestar, donde existía una cierta sobre carga de la demanda. Este
Estado se monta en Europa en base de que hay un acuerdo empresarial, sindical y
gubernativo por el cual no se cuestiona por parte de los sindicatos el modelo
RepresentaciónEL PASO DEFINITIVO A LA PARTICIPACIÓNEL PASO DEFINITIVO A LA PARTICIPACIÓN
12
económico, y el sector empresarial acepta que haya servicios sociales que protejan
al ciudadano. Cuando hubo un exceso de reclamaciones, de demandas, se creó
una cierta cultura de que el Estado tenía que protegerlo todo, y esto, unido a una
crisis del petróleo, propició que se tomaran dos grandes salidas:
- una sería la salida genérica: “si tenemos problemas a la hora de
responder a la demanda, una de las soluciones es acabar con la demanda”.
“La democracia no nos debe llevar a esta situación, hay que hacer una
democracia más distanciada, más elitista, que lleve a pensar que cada
persona manda”. En esta línea surgen todas las políticas neoliberales, por el
que el Estado tiene que dejar de intervenir. El Estado pasa a ser
desregulador y no intervencionista.
- pero al mismo tiempo, lo que se hace es “neutralizar a través de procesos
de absorción determinadas demandas sociales”. “Si yo no puedo evitar que
diversos ciudadanos creen conflictos, los hago partícipes de mis decisiones”.
Este proceso de dar participación en el fondo es una cierta continuidad de
algo que ya esta ocurriendo también, puesto que en el Estado de Bienestar
ya había actores tomando decisiones (Estado, gobierno y sindicato).
- Legitimidad algo es legítimo porque la gente reconoce, acepta e incluso asume
como suyo un Estado o un gobierno, por ejemplo. La crisis de legitimidad se
vincula a una crisis democrática. La gente empieza a percibir que los gobiernos
que toman decisiones están lejanos, no saben lo que a ellos les preocupa.
- Eficacia este concepto aboga por creer que procesos de participación hacen
más eficaces las decisiones políticas, incluso se implementan mejor y se hacen
más rápidas.
- Alternatividad las razones alternativas son las que básicamente defenderá la
sociedad civil. “Somos poder porque participamos, proponemos un sistema
democrático distinto”.
13
Pasando al segundo demandante de participación en la democracia, tendríamos
que aclarar que para que exista tal participación (por ejemplo un presupuesto
participativo), tiene que haber alguien que lo haya propulsado, bien un actor
institucional (concejales por ejemplo) o bien la sociedad. En el primer caso la
iniciativa se da desde arriba, pero cuando se da desde abajo quien protagoniza esa
iniciativa no es el individuo separado sino organizado. A la hora de verdad, en esas
asambleas participativas, quizá los que sean más activos no son los ciudadanos
organizados sino los aislados. En teoría no es descartable que un conjunto de
ciudadanos sin organizarse impulsen un proyecto, pero es más difícil. Por tanto
cuando hablamos de sociedad civil hablamos del…
Segundo grupo, el de los ciudadanos organizados. Lo que se mueve detrás
de las demandas de ciudadanos son una serie de concepciones, de culturas, de
creencias, de ideas, de ideologías… que ya hemos apuntado antes (cuando
hablábamos de instituciones). Entiende esta sociedad civil que son necesarios los
procesos de participación para construir y desarrollar un nuevo tipo de ciudadanía,
porque es positivo que existan ciudadanos más activos, republicanos –interesados
por la res pública, por lo público-. Estos ciudadanos entienden que a través de la
participación se logra una mayor igualdad, una búsqueda del bien general, un bien
común. Se entiende que a través de un proceso participativo, en medida en que
son oídas todas las voces de todos los interesados en esa decisión, se supone que
la decisión final estará más cercana a los ciudadanos.
Además de esto, puede haber otras dos voces más, quizá más políticas todavía,
que vendrían representadas de un lado por los movimientos y/o redes sociales,
que pretenden a través de esta participación cuestionar el sistema democrático y
construir otro alternativo. Por el otro lado, y desde una perspectiva distinta, los
movimientos sociales y grupos plantean esto como una estrategia complementaria
para el logro de sus propias reivindicaciones. Se entiende mejor con una ejemplo:
“si yo tengo que conseguir acabar con una incineradora, puedo optar por presionar
a través de manifestaciones (presión), o puedo conseguir hacer espacios de
participación (debates, asambleas…) e imponer los resultados a la administración”.
14
El tercer y último grupo demandante de participación está formado por las
instituciones no políticas y los autores. Aquí se incluyen instituciones no
directamente políticas que han desarrollado el tema como el PNUD, por ejemplo,
que elabora índices de desarrollo humano y también otros como el de
participación. Después también nos encontramos con la Teoría de la
participación, en la que nos encontramos destacados autores como Pedro Ibarra
y su “Democracia relacional” (en la que baso gran parte de este trabajo de
evaluación), Subirats o Boaventura de Sousa do Santos, entre otros. Boaventura
plantea un cierto cambio, y hay otros autores que van más allá y plantean un
sistema distinto.
Dentro de esto, en el movimiento anti-globalización hay una reflexión más
avanzada que en el resto del conjunto de los movimientos sociales. Un movimiento
anti-globalización es algo complicado, es una “red de redes”, sin estructuras
estables puesto que son momentos en los que se juntan determinadas redes en
las que se toman decisiones y señalan alguna dirección, pero poco más. Tampoco
es un movimiento como pudiera ser una gran sindical o un movimiento ecologista
(con un discurso permanente, afiliados...). En esa red de redes hay ONGs, grupos
de extrema izquierda, feministas, etc. y luego algunos pequeños grupos
especialmente anti-globalistas. Podríamos decir que dentro de los grupos pero con
influencia en el conjunto, existe un discurso de “anti-poder” que no propone un
tipo de democracia participativa en el que se elimina el actual modelo de
representación política y se crea otro más participativo. Existe más una cultura de
desconfianza, con un discurso más de fondo que de reminiscencia, de traición
libertaria a las grandes instituciones estatales, una defensa de las estructuras
políticas locales… y en esa mezcla de crítica y desconfianza, se plantean con mayor
fuerza espacios participativos, asambleas etc. Sí con una cierta cultura de contra-
poder con tendencia a la sustitución, pero sólo con eso, con tendencia puesto que
no hay un documento político estratégico que lo promueva.
15
Antes de pasar a describir el modelo de democracia participativa en contraposición
al de democracia representativa, considero de interés mostrar la visión politológica
del concepto de “participación” por parte de Sartori.
Para él la democracia representativa no excluye ni la participación ni el
referéndum, pero quedan subordinados a las tareas encomendadas a la
representación. La democracia directa sin embargo sí que eliminaría a los
representantes y vincularía sus decisiones a métodos que tienen que ver más con
referéndums. Éste referéndum no implica participación en el sentido más valorado
por la teoría participativa de la democracia, encontrando aquí el meollo de la
cuestión: ¿qué es, para dicha teoría, la <<participación>>? Sartori4 define:
La participación es tomar parte en persona, un tomar parte activo que es
verdaderamente mío, decidido y buscado libremente por mí. No es, por
tanto, <<formar parte>> de modo inerte ni es <<estar obligado>> a
formar parte. Participación es ponerse en movimiento (por uno mismo), no
<<ser puesto en movimiento>> por terceros (movilización). Si un
participacionista definiera su concepto maestro, probablemente podría estar
de acuerdo. Pero el hecho es que el participacionista no declara casi nunca
su definición de participación.
¿Cómo esquivar el obstáculo de un participacionismo que no define el término
participación? El participacionista se mueve entre la democracia directa y la
representativa, y por mucho que abandere el ideal de la democracia directa, es
raro que haga de ella el sustituto total de la democracia participativa porque
acepta que sobrevivan algunas de sus formas como las elecciones y la
representatividad. Este último concepto y lo que supone se mantiene con la
participación porque a medida que se va a ascendiendo desde los pequeños grupos
de base hasta el nivel del sistema político, la participación ni explica ni es
suficiente en absoluto para sostener el edificio de la democracia representativa. El
participacionista está siempre a ras del suelo (en la base), y no llega nunca hasta
el Estado. El llamamiento a <<participar más>> es muy positivo, pero hincharlo
desmesuradamente, casi como si toda la democracia se resumiera en la
participación, supone una recaída infantil. Y es además peligrosa ya que nos
4 SARTORI, Giovanni: ¿Qué es la democracia?, Madrid, Santillana, [2007]
ParticipaciónLA VISIÓN CONCEPTUAL DE SARTORILA VISIÓN CONCEPTUAL DE SARTORI
16
propone a un ciudadano que vive para servir a la democracia (en vez de una
democracia que existe para servir al ciudadano).
Si el ciudadano común ya está de por sí poco interesado en las noticias de la
política, ¿por qué debería esforzarse en participar, que es más costoso? La
respuesta no proviene del participacionista al que alude Sartori, pero sí es notoria:
respecto a la masa, una participación “fuerte” presupone intensidad, y ante la
intensidad se abren, en principio, dos caminos: una secuencia virtuosa y una
secuencia perversa.
La secuencia virtuosa es la que dice que esa intensidad aporta interés, genera
atención, da información y proporciona saber. Sin embargo esta secuencia no
suele ser la habitual, que sí lo es por contra la vertiente perversa en la que la
intensidad suele dar lugar al extremismo. Cuanto más extrema es la posición, más
intensamente es sentida por el pública. Parece como si hubiera cierta simpatía
entre los extremos y la intensidad, y por lo tanto la intensidad tiende a producir en
el gran público extremismo. Al fin y al cabo, el extremista lo es porque no tiene
dudas, porque ya sabe muy bien; y sabe muy bien no porque sepa cosa alguna,
sino porque es un maniqueo que ya tiene claros, en blanco y negro, todos los
problemas del mundo. Pero en ese caso no se ve por ninguna parte cuál es la
aportación del extremista a la fábrica de la democracia. De hecho el extremista
puede acabar en la antítesis de la democracia: en el fanatismo. El extremista no
quiere saber nada, se burla del verdadero saber, y la opinión de los demás sólo
merece abucheos. El extremista siente, siente muchísimo y nada más. ¿Es éste el
animal participante por el que apuesta la democracia participativa? No se sabe,
porque el participacionista calla y guarda silencio5.
5 SARTORI, Giovanni: Op. Cit. Pág. 16
17
Finalmente pasamos a definir la teoría de la democracia participativa. Este
discurso es más relevante que todos los anteriores que hemos tratado porque se
nutre de todos y emite una solución más espaciosa y envolvente. La preocupación
dominante en las demandas que hemos visto por aquellos tres sectores de
demanda (sociedad civil, instituciones y colectivos organizados) proviene de las
carencias y crisis de las democracias realmente existentes, de las que podemos
comprobar en los telediarios todos los días.
Podemos subdividir la democracia participativa en dos vertientes: la que se
presenta como medio de mejora de la actual democracia representativa o la que
apuesta por crear un nuevo modelo democrático (obviamente esta tendencia es la
más radical).
Frecuentemente esta teoría de la democracia participativa se ha venido definiendo
de una manera demasiado caricaturizada, reflejando básicamente que lo que es
positivo para la democracia es que los ciudadanos participen y se muevan en las
decisiones políticas que les atañen. Que conviene que se juntes y que deliberen
entre ellos para después elevar sus decisiones a las instituciones públicas para que
éstas cumplan tales premisas. Frente a este discurso simplista hay otro más
radical, que reinventa la democracia cargándola de participación y no como un
medio de reparar las viejas instituciones públicas, sino como un arma para
cambiar la realidad, para transformar el poder, para eliminar la desigualdad y en
definitiva para general una nueva cultura política.
En el anterior párrafo habría que matizar la siguiente expresión: “… que reinventa
la democracia cargándola de participación…”. Hay que establecer efectivamente la
distinción entre participación y democracia participativa. Ésta última cuestiona el
poder y su ejercicio, planteando y exigiendo que el poder sea ejercido por
conjuntos de ciudadanos que decidan sobre los asuntos públicos (pudiendo
compartir su poder con los representantes elegidos de las instituciones políticas.
Sin embargo la participación (a secas) hace referencia a transformaciones en el
ParticipaciónDEMOCRACIA PARTICIPATIVADEMOCRACIA PARTICIPATIVA
18
seno de la sociedad civil. Propondrá que los ciudadanos participen más en sus
propias organizaciones o en los espacios públicos, para después formular sus
demandas a las instituciones políticas. En la democracia participativa lo que se
discute es sobre quien decide. Trata sobre la transformación del poder. Y en la
participación a secas se trata sobre la presión al poder, exigiendo que se tomen
determinadas decisiones políticas.
Entre los objetivos de la democracia participativa se encuentran algunos obvios
como el poder llegar a ejercer un poder auténticamente democrático, promover la
igualdad en los procesos decisorios o implantar los intereses generales como meta
de decisión (presuponiendo que a más participación, más intereses
representados). Entre todos estos objetivos hay uno que merece una mención
especial, y no es otro que el de intentar llegar a construir una conciencia colectiva
de poder, logrando que los ciudadanos y ciudadanas adquieran lo conciencia de
ellos por sí mismos pueden y DEBEN DECIDIR. “Hacer democracia participativa es
construir sujetos colectivos con conciencia activa, republica” nos dice Ibarra.
Para ir culminando, no podía faltar aquí el toque más pragmático de toda esta
teoría: la importancia que tienen para el desarrollo de la democracia participativa
la creación de espacios de decisión ciudadana propios, autónomos y
desconectados del territorio político institucional. De esta manera se podría llegar
a considerar a la democracia minimalista y a la radical como dos categorías
absolutas, colocadas una en un extremo y otra en otro. Así la democracia
participativa sería una tercera democracia que viraría entre uno y otro extremo,
variando dependiendo de si el sistema en el que se instala es más o menos
participativo según se abran o cierren esos espacios de decisión ciudadana, por
ejemplo.
19
Existen distintas teorías que definen de manera diferente el concepto
“democracia”, pero podríamos alcanzar rápidamente un cierto grado de consenso
si partimos de la base de que los regímenes democráticos son aquellos en los que
existen elecciones libres, competitivas y periódicas a través de las cuales los
ciudadanos de una comunidad ejercen el poder que les corresponde: la soberanía
popular.
Hasta aquí no tendríamos que tener ningún problema de asimilación sobre qué es
un sistema democrático de gobierno en contraposición a otros como un régimen
fascista o autoritario. Sin embargo una vez de que partamos de esta base, se abre
un campo inmenso a nuestros pies en los que se van sucediendo diferentes
arquetipos y formas de ejercer esa democracia. Destacamos en este trabajo dos:
la democracia representativa y la democracia participativa.
El primer modelo reduce la democracia a su posibilidad de existencia. Hay
democracia cuando los representantes que han sido elegidos por el pueblo toman
las decisiones políticas, siendo estos representantes elegidos bajo criterios de
libertad, igualdad y competitividad. En este modelo lo determinante es la
existencia de un conjunto de normas que garanticen el que realmente esos
representantes, esos gobernantes, lo son y ejercen su poder solo en la medida en
que han sido elegidos en condiciones de igualdad y libertad por los ciudadanos.
Sin embargo a día de hoy cada vez hay más gente que apuesta por el modelo de
democracia participativa en detrimento del sistema representativo, y esto por
diversas razones.
Una de las causas principales es la rampante desafección partidista que existe en
la ciudadanía. La gente cada vez percibe más lejanos a sus representantes
políticos, que en la teoría tendrían que llevar a cabo sus aspiraciones particulares
(la de los electores) y también tendrían que gobernar en nombre del interés
general, pero que a la hora de la verdad velan por sus propios intereses o por los
de sus partidos políticos. Fiel reflejo de esto es el fenómeno del populismo en
Latinoamérica, pero no hace falta irse tan lejos.
ConclusiónREINVENTANDO LA DEMOCRACIAREINVENTANDO LA DEMOCRACIA
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La siguiente tabla corresponde al barómetro del CIS de Diciembre de 2009, donde
se preguntaba a la sociedad cuál era su preocupación principal:
Aún sin unir los dos recuadros amarillos (que reflejan conceptos equiparables) la
tercera preocupación de los españoles era la de los políticos, que son los actores
principales en la obra de la democracia representativa. El incremento de estos
datos es consecuencia de sendos casos de corrupción de los partidos (en especial
en su actuación en el plano local) y por tanto no resulta sorprendente asegurar
que ante esta desafección, haya una mayor apuesta por la democracia
participativa en la que el ciudadano pueda decidir por sí mismo tanto su futuro
político como el de su comunidad.
Esta desafección se traduce en la llamada “crisis de la democracia”. Hay cada vez
más demanda de participación ciudadana porque se percibe que la democracia
existente no funciona bien o simplemente no funciona, y en ese contexto es donde
se plantea la demanda de participación. Sin embargo, ¿podemos llamarle a esto
crisis? ¿Por qué se dice realmente que hay crisis? Tenemos que hablar claro: en el
núcleo duro, en el centro de la democracia representativa, no hay crisis. El núcleo
duro lo forman aquellos que gestionan el espacio público y que han sido elegidos
por los ciudadanos. Entonces, ¿dónde está la crisis? Parece que en esta dimensión
fundamental no existe tal trance, y eso es lo que nos lleva a entender algunas
encuestas (como la que he incluido) en el sentido de que la gente, cuando es
preguntada por el grado de confianza en el sistema democrático, las respuestas
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afirmativas rondan valores superiores al 90%. ¿Cómo se resuelve entonces este
dilema6? La solución estriba en que aunque esto es lo sustancial del sistema (la
idea de la representatividad, el control a través del sistema electoral, etc.),
constitutivamente los representantes políticos harán lo que les de la gana, no
porque sean malos, sino porque es así. El sistema está configurado de esta
manera porque nosotros hemos asumido que debe ser así. “Nosotros vamos a ser
más felices dedicándonos a nuestros asuntos privados, y elegimos a alguien para
que gestione lo público”. Para esta máxima está montado todo el sistema. Eso sí,
en la medida en que esas personas no gestionen bien o intenten imponer sus
beneficios privados a los de la comunidad, en esa medida el ciudadano los puede
cambiar en las siguientes elecciones. Aquí acaba el juego, precisamente donde
comenzó: en los procesos electorales como instrumento fundamental de la
democracia (entendida como sinónimo de representación y no del ejercicio del
poder por parte del ciudadano).
Sin embargo y como ya hemos venido anunciando, cada vez son más las voces
que claman por una hegemonía de activismo republicano, partiendo en un primer
momento en que las decisiones tomadas por los ciudadanos y/o grupos de
ciudadanos complementen en mayor o menor grado las decisiones tomadas por los
representantes políticos surgidos desde los mecanismos de la democracia
representativa. Este es todavía un grado muy precario en el camino de la
implantación de una democracia directa, pero puede que nos encontremos ante un
proceso imparable: lento pero sin vuelta atrás. Ojalá. De momento seguiremos
actuando bajo la lógica convencional.
“La democracia es el peor de todos los sistemas políticos, con excepción
de todos los sistemas políticos restantes”
Winston Churchill
6 La desafección democrática hoy en día es muy alta, pero lo es respecto a instituciones concretas y no respecto al sistema democrático en sí mismo.
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• Centro de Investigaciones Sociológicas
• Philippe C. Schimitter y Terry L. Karl. SISTEMA, Nº 11, 1993, pp. 17-30
• IBARRA, Pedro: Relational Democracy, Reno, Center for Basque Studies-University of Nevada, [2008]
• AHEDO, Igor e IBARRA, Pedro: Democracia participativa y desarrollo humano, Madrid, Instituto internacional de sociología jurídica de Oñati, [2007]
• SARTORI, Giovanni: ¿Qué es la democracia?, Madrid, Santillana, [2007]
Bibliografía