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ANEJOS DE HÁPAX 2 MACARENA DÍAZ MONROVÉ & MARÍA DE LOURDES ROMERO GÓMEZ (Directoras) TODO MORTAL: ESTUDIOS EN TORNO A LA FIGURA DE BÉCQUER al cuidado de José Manuel Cuartango Latorre María de Lourdes Romero Gómez SALAMANCA Sociedad de Estudios de Lengua y Literatura MMXIV

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ANEJOS DE HÁPAX

2

MACARENA DÍAZ MONROVÉ &

MARÍA DE LOURDES ROMERO GÓMEZ

(Directoras)

TODO MORTAL:

ESTUDIOS EN TORNO A LA FIGURA

DE BÉCQUER

al cuidado de

José Manuel Cuartango Latorre

María de Lourdes Romero Gómez

SALAMANCA

Sociedad de Estudios de Lengua y Literatura

MMXIV

MACARENA DÍAZ MONROVÉ &

MARÍA DE LOURDES ROMERO GÓMEZ (Directoras)

TODO MORTAL:

ESTUDIOS EN TORNO A LA FIGURA

DE BÉCQUER

al cuidado de

José Manuel Cuartango Latorre

María de Lourdes Romero Gómez

SALAMANCA

Sociedad de Estudios de Lengua y Literatura

MMXIV

ANEJOS DE HÁPAX

2

© Los autores & Hápax Editores

ISSN 2255-0518

(Salamanca)

ÍNDICE

Introducción ….... . . .. . .. . .. . .. . .. . .. .. . .. . .. . .. . . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . . . .. . .. . .. . .7

I. “La gastronomía en la obra de Gustavo Adolfo Bécquer” Pilar Alcalá García . . . . . .. .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . ... . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .13

II. “Gustavo Adolfo Bécquer en la prensa de la época” Joan Estruch Tobella . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . ... . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . . . .. . .. .45

III. “¿Nuevas rimas becquerianas? Gustavo Adolfo, traductor.

Últimos trabajos de los hermanos Bécquer para la casa Gaspar y

Roig” Agustín Porras . . . . . .. . .. . .. . .. .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .. . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . ..79

IV. “Crónica de una parodia anunciada: La 'Introducción

sinfónica' de Gustavo Adolfo Bécquer” Irene Mizrahi . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . ... . . .. . .. . .. . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .107

V. “La influencia de las traducciones árabes al español en las

Rimas de Bécquer” Sabih Sadiq . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .. . .. . .. . ... . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .139

VI. “Las hojas secas : Uno de los últimos textos escritos por

Gustavo Adolfo Bécquer y uno de los primeros ejemplos de

prosa poética en la literatura española” Macarena Díaz Monrové . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. ... . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .159

Bohemio….... . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . ... . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .179

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Anejos de Hápax II

esde las pág inas de nuestra revista Hápax , queremos rend ir

un merecido homenaje al poeta que hizo cambiar el curso de

la lit eratura allá a finales del siglo XIX. Gustavo Ado lfo

Bécquer, el poeta que soñó a las or illas del Guadalquivir una fama de su

obra para la posteridad, que supo darse cuenta del genio que poseía

“llevo algo divino aquí dentro ; é l, huésped de la niebla de su amada

ciudad, se hizo eterno en esa orilla cuajada de r imas evanescentes y

eternas como la niebla, que siempre regresa envuelta en ho jas secas,

como el alma cuando es tocada por su sensibilidad porque leer su obra es

llegar a la genialidad de quien con palabras acar icia la sonr isa y la

mirada, esa que es capaz de besar con let ras al espír it u que allí lo

reconoce, porque estudiar su obra es llegar al or igen de esa genialidad, a

la esencia magnífica de una literatura tan univer sal como los

sent imientos que descr ibe.

La selección de art ículos expuestos en esta monografía es so lo una

pequeña muestra de lo s muchos t rabajos de los que el poeta hispalense es

objeto. Los temas t ratados, ya ucrónicos, ya sincrónicos, son una clara

muestra del que es el pr imer poeta moderno de nuestra lit eratura. Un

poeta, que, como dir ía Rafael Montes inos “murió la semana pasada”

porque la importancia y la vigencia de su obra llegan hasta nuestros días .

Y decimos que siempre es not icia debido al re ciente y feliz hallazgo de

una de sus obras que aún permanecía escondida y que acaba de ser

publicada, El talismán , una zarzuela inédita de Bécquer, escr ita junto a

su amigo Luis García Luna, con música de Joaquín Espín y Guillén,

padre de Julia Espín, la mujer que inspiró la gran mayor ía de las Rimas

becquer ianas.

Así, contamos con los art ículos: Para abr ir boca, Pilar Alcalá García

contr ibuye con su art ículo “La gastronomía en la obra de Gustavo Ado lfo

Bécquer” en la que a t ravés de un recorrido por la obra de nuestro

homenajeado tendremos ocasión de descubr ir las costumbres y los gustos

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Anejos de Hápax II

gastronómicos de la segunda mit ad de l siglo XIX en diversos ambientes,

clases sociales y circunstancias. En segundo lugar, “Gustavo Ado lfo

Bécquer en la prensa de la época”, de Joan Estruch Tobella que nos

presenta no solo a Bécquer como un prest igioso escr itor , sino también

como act ivo per iodista po lít ico, rect ificando la biografía que aún se

mant iene del poeta en el que se le t ilda de poeta bohemio y so litar io .

Sigue “¿Nuevas r imas becquer ianas? Gustavo Ado lfo, traductor. Últ imo s

t rabajos de los hermanos Bécquer para la casa Gaspa r y Ro ig” de Agust ín

Porras en el que el autor defiende la hipótesis de que el poeta hispalense,

bajo las inic iales D. F. de T, t radujo del francés Eduardo Laboulaye las

obras Abdallah y Aziz y Aziza , que, además de haber sido ilust radas por

su hermano Valer iano, cont ienen una docena de poemas cuya est ructura

formal e imágenes presentan sorprendentes concordancias con las

célebres Rimas . Irene Mizrahi aporta su estudio “Crónica de una parodia

anunciada: La 'Int roducción sinfónica ' de Gustavo Ado lfo Bécquer” , en

el que la autora analiza cómo Bécquer presenta un “manifiesto” poét ico

en donde anuncia su int ención de desenmascarar los secretos apet itos y

culpas enterrados en el fondo de la poesía de autores influyentes, cuyo

símbo lo es el “genio creador” de la r ima III. Cont inúa Sabih Sadiq con

su t rabajo “La influencia de las t raducciones árabes al españo l en las

Rimas de Bécquer” en el que valora la importancia de la influencia de los

textos árabes en la obra de Gustavo Adolfo Bécquer a t ravés de una

cuidada se lección de ejemplos. La también directora de este anejo,

Macarena Díaz Monrové, nos regala como cierre “Las hojas secas : Uno

de los últ imos textos escr itos por Gustavo Ado lfo Bécquer y uno de los

pr imeros ejemplos de prosa poét ica en la literatura españo la ” en el que

nos presenta el que es uno de los últ imos textos de un Bécquer t riste t ras

la muerte de su hermano Valer iano, quizá también sea uno de sus textos

más bellos.

Las directoras

Sevilla, 20 de julio de 2014

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Anejos de Hápax II

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Anejos de Hápax II

“Para la poesía española contemporánea, y a todos los efectos, Gustavo

Adolfo Bécquer murió hace una semana. Tan real es su presencia.

Nuestro poeta, niño sevillano del barrio de San Lorenzo, al hospedarse

en las nieblas del Guadalquivir, habitando el olvid o de su infancia, se

anticipó al modernismo y al surrealismo. Después, vagando en esos

espacios misteriosos que separan la vigil ia del sueño, llegó a nues tro

tiempo. De ahí su vigencia” .

Rafael Montesinos

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Anejos de Hápax II

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Anejos de Hápax II

LA GASTRONOMÍA EN LA OBRA DE GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

Pilar Alcalá García1

ASO CI AC IÓN C LB S

Resumen: A través de un recorrido por la obra de Bécquer tendremos ocasión de descubrir las

costumbres y los gustos gastronómicos de la segunda mitad del siglo XIX en diversos ambientes,

clases sociales y circunstancias.

Palabras clave: Bécquer, gastronomía, periodismo, costumbrismo.

Abstract: Through Bécquer´s work, we will have the opportunity to discover the customs and

the gastronomic tastes of the second half of the 19th century, in different atmospheres, social

classes and circumstances.

Key words: Bécquer, gastronomy, journalism, costumbrismo.

ustavo Ado lfo Bécquer siempre será ident ificado con las

Rimas y las Leyendas , pero su obra abarcó mucho más que

esos poemas que cambiaron el rumbo de la lír ica españo la y

esas histor ias fantást icas que él supo narrar como nadie en lengua

españo la en todas las épocas. Queremos reivindicar al Bécquer

per iodista; quizá esa faceta suya no ha sido nunca suficientemente

valorada ni estudiada. Y dentro de esa faceta per iodíst ica fijaremo s

nuestra atención en un aspecto muy concreto: el de la gastronomía.

Gustavo Ado lfo Bécquer, además de censor de novelas, fue director y

redactor de impor tantes per iódicos. No nos cansaremos de decir que,

siendo Bécquer un autor conocido por todos es, sin embargo, el gran

desconocido.

Nos gustar ía detenernos y dedicar unas líneas a la t rayectoria de

Gustavo Ado lfo Bécquer como per iodista. Es cur ioso que todo lo que

Bécquer publicó en su vida lo hizo en per iódicos y revistas: dist int as

versiones de algunas r imas, sus leyendas y cartas, amén de sus

numerosos y var iados art ículos. Es llamat ivo, como señala H E RN AN D O

[1977], que el Bécquer sat ír ico nada t iene que ver con ese Bécquer

per iodista más conocido, el Bécquer que incluso fue director de

importantes per iódicos madr ileños. Pero sin embargo, no debe

extrañarnos esta duplicidad, sobre todo teniendo en cuenta la dureza de

1 Pilar Alcalá García es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y secretaria de la Asociación

“Con los Bécquer en Sevilla”.

G

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Anejos de Hápax II

la ley de imprenta vigente en los años en que Bécquer estuvo act ivo

como periodista, en la que era frecuente que los per iodistas acabaran en

la cárcel. El mismo Gustavo Ado lfo Bécquer y con motivo del carnava l

escr ibe las siguientes palabras: “un solo día de máscaras para la prensa,

y el Gobierno oiría muchas verdades que acaso fuesen útiles, y el país

muchas cosas que sin duda sirvieran de una gran lección”. (“El

carnaval, Popurr í de pensamientos extraños”, El Contemporáneo , 5 de

marzo de 1862). Y todo esto a pesar de que, como nos recuerda B RO WN

[1963], en su juventud y manteniéndose fiel a su act itud románt ica,

Gustavo Ado lfo Bécquer decía que los per iódicos eran lo menos

int electual de la literatura y por ello rechazaba ganarse la vida en el los.

Gustavo Ado lfo Bécquer se había propuesto no mezclarse en po lít ica

y vivir so lo de sus art ículos literar ios, cosa imposible en España como

bien señala MONT E SIN OS [1977] por la escasa ret r ibución y lo raro de la

demanda.

¿Cuál fue la t rayectoria per iod íst ica de Gustavo Ado lfo Bécquer? E n

1855 se embarca en la publicación de la revista El Mundo , de la que so lo

aparecerá el pr imer número. Bécquer fue el padr ino y escr ibirá un

precioso art ículo -programa, según apuntan C E L AYA [1972] y BRO WN [1963].

En el verano de ese mismo año Bécquer trabajó en El Porvenir y en

1859-1860 co laboró efímeramente en La Época. En diciembre de 1860

entra en el equipo de redacción de El Contemporáneo . Desde el 9 de

noviembre de 1864 lo dir igió y cesó como director a medi ados de febrero

de 1865. A fina les de marzo, el per iódico Los Tiempos inicia su andadura

y Gustavo Ado lfo Bécquer defiende desde sus páginas la po lít ica de

González Bravo . Los crueles sucesos represivos de la Noche de San

Daniel (10 de abr il de 1865) generan una gran tensión y Gustavo Ado lfo

Bécquer se enfrenta a sus ant iguos compañeros en art ículos como “E l

part ido angélico”. A finales de octubre –el día 28– se inic ia su

co laboración y la de Valer iano en la revista sat ír ica demócrata Gil Blas ,

con el seudónimo de SEM o S. , y también en su almanaque para 1866.

Este controvert ido seudónimo parece ocultar además a otros escr itores y

art istas, pero es asunto complejo y necesitado de invest igació n

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Anejos de Hápax II

minuciosa. Bajo su amparo irán apareciendo dist inta s contr ibuciones

gráficas con acerados comentar ios sat ír icos en los meses siguientes. A

comienzos de año, Gustavo Ado lfo Bécquer es nombrado director

lit erar io de El Museo Universal , con la responsabilidad de los t rabajos

no firmados y la tarea de buscar co laboradores, redactar textos para

acompañar las ilust raciones, escr ibir cada semana la revista de

actualidad que abarca los más diversos temas. Sin firmar publica en la

sección “Revista de la semana”, de El Museo Universal t reinta y dos

entregas sobre los asuntos del día más var iados. El 22 de junio de 1866

se produce la sublevación de los sargentos del cuartel madr ileño de San

Gil, Narváez regresa al poder y en julio Gustavo Ado lfo Bécquer vuelve

a ser nombrado censor, motivo probablemente por el que deja poco

después la dirección de El Museo Universal (12 de agosto). En diciembre

de 1869 es nombrado director de La Ilustración de Madrid .

Cuando fa lleció G. A. Bécquer La Correspondencia de España ,

per iódico importante de aquellos años, no informa del hecho. Otros,

como La Opinión Nacional , La Época y La Ilustración Española y

Americana , le dedican unas breves líneas. La Ilustración de Madrid , de

la que Bécquer era entonces director, dará la not icia de su muerte cinco

días después, si bien poster iormente le d edica una amplia nota y una

pequeña biografía acompañada de un dibujo de la cabeza yacente de

Gustavo Ado lfo Bécquer. El único per iódico que publicó una

necro lógica, y además, en contra de sus costumbres, fue el Gil Blas que,

como bien recuerda J ARN ÉS [1936], aprovecha la muerte, en tan so lo t res

meses, de los hermanos Bécquer para llamar “implacable” a Dios.

En los art ículos per iodíst icos de Bécquer t ienen cabida asuntos de

todo t ipo; en el presente estudio nos vamos a centrar, como apuntamos

anter iormente, so lo en aquellos textos en los que Bécquer hace referencia

a cuest iones gastronómicas. Y no sólo serán art ículos, aparecerán

también otros textos. Este art ículo t iene su or igen en unas jornadas

gastronómicas que, en honor a los hermanos Valer iano y G. A. Bécquer,

tuvieron lugar en Tarazona y la comarca del Moncayo en noviembre del

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Anejos de Hápax II

año 2012. En aquella ocasión decidimos rast rear en los escr itos de

Gustavo Ado lfo Bécquer para encontrar aquellas palabras dedicadas ya

fuera a alimentos ya fuera a bebidas y a todo lo relacionado con el arte

del yantar y la gastronomía. Es asombroso lo que encontramos. Gracias a

la exquisit a pluma de Gustavo Ado lfo Bécquer hoy tenemos un ret rato,

una crónica de la época que le tocó vivir y además en diferentes lugares

de España y en var iadas circunst ancias. Conoceremos, las costumbres y

usos según las regiones o provincias, según las clases sociales, además

de detalladas descr ipciones de algunos locales y, por supuesto, sabremos

cuáles eran los gustos personales del propio Gustavo; de e llos nos habla

MONT E SI NOS [1977] informándonos que a Bécquer le gustaba t rabajar de

madrugada a la luz de un candil. E l café y el tabaco eran sus vic ios

inseparables, fumaba constantemente encendiendo un cigarro con la

co lilla del anter ior. Y comprobaremos, una vez más, su amor por lo

humilde y lo sencillo , cosa que compart ía con su hermano Valer iano. S i

creemos que ser ía impensable encontrar en las Rimas una referencia

gastronómica, por ser algo muy prosaico, nos equivocamos porque en la

r ima 18 leemos lo siguiente:

“Qué hermoso es cuando hay sueño,

dormir bien.. . y roncar como un sochantre

y comer. . . y engordar. . . ¡y qué desgracia

que esto sólo no baste!” BÉ CQ UER [2004: 65].

Y en la r ima 9 las conocidís imas palabras:

“Mi adorada de un día, car iñosa,

—¿En qué piensas?— me dijo .

—En nada.. . —En nada, ¿y lloras? —Es que tengo

alegre la t r isteza y t r iste el vino” BÉ CQ UER [2004: 61] .

S irvan estos versos como aper it ivo de todo lo que encontraremos a

cont inuación.

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Anejos de Hápax II

Los textos que hemos seleccionado aparecerán por orden crono lógico

de publicación, por ello al pr imero que nos refer iremos será a “La Venta

de los Gatos”, texto calificado por PAGE ARD [1990] como novela corta. Se

t rata de una narración situada en Sevilla que const ituye un magn ífico

test imonio sobre la ciudad de mediados del s iglo XIX, podríamos

definir la casi como un cuadro de costumbres. La venta es un t ipo de

establecimiento muy común en el sur, todavía existen bastantes, suelen

ser lugares rúst icos donde ir a pasar un día al aire libre. Gustavo Ado lfo

Bécquer descr ibe con todo lujo de detalles, como corresponde a su prosa,

el lugar y así vemos las costumbres gastronómicas y el ambiente t ípicos

del sur. Casi podr ía decirse que Gustavo está pintando un lienzo y ello

puede deberse a que como apunta M ONT ESI NO S [1977] las vivencias

sevillanas de Bécquer se deban a la correspondencia con su hermano

Valer iano.

“Figuraos este paisaje animado por una mult itud de figuras, de

hombres, mujeres, chiquillo s y animales formando grupos a cuá l

más pintorescos y caracter íst icos: aquí, el ventero, rechoncho y

co loradote, sentado al so l en una silleta baja, deshaciendo entre

las manos el tabaco para liar un cigarr illo y con el papel en la

boca; allí, un regatón de la Macarena, que canta entornando los

ojos y acompañándose con una guitarr illa mientras otros le llevan

el compás con las palmas o golpeando las mesas con los vasos ;

más allá, una turba de muchachas, con sus pañue los de espumilla

de mil co lores y toda una maceta de claveles en el pelo, que

tocan la pandereta, y chillan, y r íen, y hablan a voces en tanto

que impulsan como locas el co lumpio co lgado entre dos árbo les,

y los mozos del ventorrillo que van y vienen con bateas de

manzanilla y platos de aceitunas, y las bandas de gentes de l

pueblo que hormiguean en el camino ; dos borrachos que disputan

con un majo que requiebra al pasar a una buena moza; un gallo

que cacarea esponjándose orgulloso sobre las bardas del corral;

un perro que ladra a lo s chiqu illos que le host igan con palos y

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Anejos de Hápax II

p iedras; el aceite que hierve y salt a en la sartén donde fr íen el

pescado; el chasquear de los lát igos de los caleseros que llegan

levantando una nube de po lvo; ruido de cantares, de castañuelas,

de r isas, de voces, de silbidos y de guitarras, y go lpes en las

mesas, y palmadas, y estallidos de jarros que se rompen, y mil y

mil rumores extraños y d iscordes que forman una alegre

algarabía imposible de descr ibir. Figuraos todo esto en una tarde

templada y serena, en la tarde de uno de los días más hermosos

de Andalucía, donde tan hermosos son siempre, y tendréis una

idea del espectáculo que se o frec ió a mis ojos la pr imera vez que,

guiado por su fama, fui a vis itar aquel célebre ventorrillo”

“La Venta de los Gatos” [EC 28/11/1862, 29/11/1862] .

El art ículo t itulado “La Nena” es un fo llet ín dominica l que, como

seña la PAG E AR D [1990], inaugura una ser ie de textos que milit an a favor de

la t radición art íst ica nacional. Se t rata de un texto en el que encontramos

una reflexión sobre el espectáculo que desde hacía pocos días ofrecía en

el Teatro del Circo de Madr id la bailaora sevillana Manuela Perea,

llamada La Nena. Gustavo cr it ica la invasión de lo fr ancés, lo que

considera un gran mal inevitable. Para respirar el ambiente no

contaminado y en una reacción patr iót ica, Gustavo decide asist ir a este

espectáculo porque piensa le t raerá además “la br isa fresca de su

Sevilla”. Pero cuando aparece se lleva un a desilusión por el modo en que

va vest ida, que él califica de “ toilette”. Aprovecha Bécquer la ocasió n

para hacer una cr ít ica a la invasión de las costumbres francesas incluso

en las cuest iones gastronómicas. En resumen: Gustavo revela su amor

hacia su ciudad natal a la vez que su preocupación por la pérdida de la s

costumbres ant iguas españo las.

“Desdichado del que en una comida de ceremonia ignora el

francés, o no conoce siqu iera los pr incipales platos de la cocina

t ranspirenaica; se expone a que ni el ma ît re d 'hotel le ent ienda,

ni lo s cr iados le hagan caso, ni él sepa lo que se sirve”.

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Anejos de Hápax II

En contraposic ión con la sencillez de lo que se bebe en este t ipo de

lugares:

“La Nena se desembaraza de la mant illa , bebe algunas cañas de

manzanilla a la salud de los presentes y comienza un zapateado

monís imo”

“La Nena” [EC 30/3/1862].

En el texto “Un lance pesado”, que aparece publicado anónimamente,

Bécquer hace una confesión, nos narra un hecho ver ídico que le acaeció.

Bajo los efectos del vino y con reminiscen cias de Rigoletto , e l narrador,

es decir Bécquer, que se dir ige de Soria a Veruela, t iene que detenerse en

Ágreda, debido a una fuerte tormenta, y lo hace en una venta que se

encuentra en el camino de Ágreda a Tarazona. El vino le juega una mala

pasada, hasta tal punto que cree que su compañero de viaje ha sido

asesinado y provoca un incidente que lo deja en r idículo. BRO WN [1963] se

plantea que este compañero bien pudiera ser su hermano Valer iano o su

buen amigo Augusto Ferrán.

C AR PINT E RO [1957] comprobó que en la car retera de Ágreda a Tarazona

exist ió una venta llamada la Venta del Sevillano , sobre un mapa de 1860,

lo que no hace sino corroborar que se t rata de un hecho biográfico de

Gustavo Ado lfo Bécquer.

“Y dando un go lpe en la mesa, llamó al muchacho que nos

servía e hizo t raer una botella más sobre las dos que ya nos

habíamos bebido.

(…)

–¡Bah! –prosiguió mi amigo– , quedémonos aquí; si nos falt a

cama, no nos falt ará un jarro de vino, y a fa lta de pan, buenas

son tortas.

(….)

20

Anejos de Hápax II

Concluyó el ventero su operación y sentóse en un r incón de la

cocina; la muchacha co locó delante del hogar una mesilla de

pino, desvencijada y co ja, y sobre la mesa un jarro boquirroto y

dos vasos. Mi amigo comenzó a beber y a char lar ; yo bebía en

silencio ; el ventero dor mitaba; el gato gruñía con un ruido

part icular ; la muchacha tenía fijo s en nosotros dos ojos que me

parecían tan grandes como toda su cara; la llama del hogar a l

agitarse hacía danzar de una manera fantást ica nuestras sombras

que se proyectaban en los muro s;”

“Un lance pesado” [EC 15/3/1863].

En “La leyenda del jud ío errante”, Gustavo Adolfo Bécquer nos habla

de cómo las costumbres al fin y al cabo son las mismas en todos los

lugares, y las mismas leyendas circulan por todos los países. Es un

estudio histór ico -religioso de circunstancia. Así, Gustavo Ado lfo

Bécquer nos habla de Abasuero a quien Jesuc r isto condenó a caminar

hasta el fin de los siglos. El hecho que nos narra Bécquer sucede en

Lieja y es la única ocasión en que la cerveza aparece en los textos

becquer ianos:

“Al ver le cubierta la frente de sudor, las ropas de po lvo y los

pies de sangre, los bebedores tuvieron lást ima de él, le llamaron

y br indándo le con un vaso de cerveza, le invitaron a que se

reposase de las fat igas de la jornada. El mister ioso peregr ino se

acercó, en efecto, a la alegre ronda, tendió una mano descarnada

y asió el vaso, pero antes que bebiese sonó una voz en el aire que

le d ijo . '¡Anda! ¡Anda!'. Y el vaso cayó a sus pies, y el hombre

mister ioso como impulsado por una fuerza desconocida, siguió

andando. Era Abasuero, el judío errante”

“La leyenda del judío errante” [E C 2/4/1863].

En “Bailes y bailes”, art ículo de crónicas y cuadros costumbristas,

dir igido al público femenino, Gustavo Adolfo Bécquer escr ibe la crónica

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Anejos de Hápax II

de var ios bailes y habla de sus recuerdos agradables y desagradables,

entre los que se encuentran los gas tronómicos. Refir iéndose al baile de l

conservatorio , la descr ipción del bufet allí servido es la de algo de poca

calidad; nos llama la atención la palabra “gutapercha”, hoy ya en desuso.

“Los desagradables (recuerdos) se refieren al buffet , donde se

servía en copas pequeñas el veneno de los Borgias con el nombre

de vino de Jerez, emparedados de gutapercha, y en vez de té, una

infusión de azúcar y plantas exót icas que le presentaban a uno

preparada ya en la misma forma q ue si se t ratase de una t isana” .

En el mismo art ículo y refir iéndose a una reunión en casa de los

duques de Fernán Núñez, t iene Gustavo palabras de alabanza:

“Durante todo el sarao se sirvió un té elegante, que se convirt ió ,

después de terminado el cot illón, en una espléndida cena. Al

ret irarse la escogida concurrencia presentaron las damas al señor

duque y los galanes a la señora duquesa una pet ición para que,

antes de que la r ígida Cuaresma cerrase aquellas habit aciones,

tuviese lugar en ellas uno de esos renombrados choco lates, de los

que tan agradable recuerdo guardan todos los concurrentes”

“Bailes y bailes” [EC 9/2/1864] .

Es “Haciendo t iempo” un delicioso art ículo, cuya lectura recomiendo

a todos advirt iendo que el t ít ulo no debe llevarnos a engaño y el “no

hacer nada” de Bécquer no es propiamente desidia, sino inmersión en la

fecundidad. Lo que más nos interesa de este art ículo es que, además,

Gustavo Ado lfo Bécquer nos expresa sus gustos personales; la s

referencias al café son frecuentes en los textos de Bécquer, aquí de jamos

un apunte:

22

Anejos de Hápax II

“He tomado una taza de café, apéndice para mí indispensable de

la comida; he encendido un cigarro y, reclinado en la butaca,

espero que llegue el momento de dir ig irme al Teatro Real…”

“Haciendo t iempo” [E C 28/2/1864] .

En la I de las “Cartas desde mi celda” se unen la fantas ía y lo s

recuerdos de un viaje desde Madr id al monaster io de Veruela, pasando

por Tudela y Tarazona, para o frecernos en algunos momentos un cuadro

costumbrista.

De nuevo aparece el café, ya sabemos cuánto le gustaba a Gustavo

Ado lfo Bécquer. Nos hace una descr ipción del ambiente de la cocina del

monaster io de Veruela, cómo en ella se mezclan la lectura y las tareas

domést icas…

“Ayer, con vosotros, en la t r ibuna del Congreso, en la redacción,

en el teatro Real, en La Iber ia; hoy, sonándome aún en el o ído la

últ ima frase de una discusión ardiente, la últ ima pa labra de un

art ículo de fondo, el postrer acorde de un andante, el confuso

rumor de cien conversaciones dist intas, sentado a la lumbre de un

campestre hogar, donde arde un t ronco de carrasca que salt a y

cruje antes de consumirse, saboreo en silencio mi taza de café,

único exceso que en estas so ledades me permito, sin que turbe la

honda calma que me rodea otro ru ido que el del viento que gime

a lo largo de las desiertas ruinas y el agua que lame los altos

muros del monaster io o corre subterránea at ravesando sus

claustros sombríos y medrosos. Una muchacha, con su zagale jo

corto y naranjado, su corpiño oscuro, su ca misa blanca y cerrada,

sobre la que br illan dos gruesos hilos de cuentas ro jas, sus

medias azules y sus abarcas atadas con un listón negro que sube

cruzándose capr ichosamente hasta la mitad de la pierna, va y

viene cantando a media voz por la cocina, at iza la lumbre de l

hogar, tapa y destapa los pucheros donde se condimenta la futura

cena, y dispone el agua hirviente, negra y amarga, que me mira

23

Anejos de Hápax II

beber con asombro. A estas alturas, y mientras dura el fr ío , la

cocina es el est rado, el gabinete y el estudio.

Cuando sopla el cierzo, cae la nieve, o azota la lluvia los vidr ios

del balcón de mi celda, corro a buscar la clar idad ro jiza y a legre

de la llama, y allí, teniendo a mis pies al perro, que se enrosca

junto a la lumbre, viendo br illar en el oscuro fondo de la cocina

las mil chispas de oro con que se abr illantan las cacero las y lo s

t rastos de la espetera al reflejo del fuego, ¡cuántas veces he

int errumpido la lectura de una escena de La tempestad, de

Shakespeare, o del Caín, de Byron, para oír el ruido del ag ua que

hierve a borbotones, coronándose de espuma y levantando con

sus penachos de vapor azul y ligero la tapadera de metal que

golpea los bordes de la vasija! Un mes hace que falto de aquí, y

todo se encuentra lo mismo que antes de marcharme”.

Y más adelante de nuevo vuelve al café y al tabaco:

“Después de apurar mi taza de café, y mientras miro danzar las

llamas vio ladas, rojas y amar illas a t ravés del humo del cigarro

que se ext iende ante mis o jos como una gasa azul, he pensado un

poco sobre qué escr ibir ía a ustedes para El Contemporáneo, ya

que me he compromet ido a contribuir con una gota de agua a

llenar ese océano sin fondo, ese abismo de cuart il las que se llama

un per iódico,…” .

Gustavo nos narra su viaje y al llegar a Tudela hace una de scr ipció n

en la que esta localidad no sale demasiado bien parada, en ningún

sent ido. Nos habla de la comida que hace en la posada y vuelve a hacer

referencias al café, ¡que es lo peor!

“Tudela es un pueblo grande, con ínfulas de ciudad, y el parador

adonde me condujo mi guía, una posada con ribetes de fonda.

Sentéme y almorcé; por fortuna, si el a lmuerzo no fue gran cosa,

24

Anejos de Hápax II

la mesa y el servic io estaban limpios. Hagamos esta just icia a la

navarra que se encuentra al frente del establecimiento. Aún no

había tomado los postres, cuando el campanillazo de las co lleras,

lo s chasquidos del lát igo y las voces del zagal que enganchaba

las mulas me anunciaron que el coche de Tarazona iba a salir

muy pronto. Cuando acabé de pr isa y corriendo de tomar una taza

de café bastante malo, y clar ito por más señas, ya se oían los

gr itos de ‘¡Al coche, al coche!’”.

Encontramos una referencia gastronómica un tanto part icular:

“Ya estábamos todos, y cada uno en su lugar correspondiente, y

dándonos el parabién porque íbamos á esta r un poco ho lgados,

cuando apareció en la portezuela, y como un ret rato dentro de su

moldura, la cabeza de un clér igo entrado en edad, pero guapote y

de buen co lor, al que acompañaba una ama ó dueña, como por

aquí es costumbre llamar les, que en punto á cec ina de mujer era

de lo mejor conservado y apet itoso á la vista que yo he

encontrado de algún t iempo á esta parte”.

Nada más le jano a ese “Poesía eres tú” que leemos en la r ima XXI.

En la prosa habla el señor Domínguez y en la r ima el poeta Bécquer,

como gustaba decir CE L AYA [1972].

Más adelante Gustavo nos descr ibe una escena de comida

divert idís ima. En resumen, asist imos a una comparación entre el modo de

vivir en Madr id y en otros puntos más a islados de la corte.

“Nuestro hombre gordo, apenas se vio engolfado camino ade lante

y en compañía tan franca, alegre y de su gusto, desenvainó de l

esto una botella y la mer ienda correspondiente para echar un

t rago. Dada la señal del combate, el fuego se hizo general en

toda la línea, y unos de la fiambrera de hoja de lata, ot ros de un

canast illo ó del número de un per iódico, cada cual sacó su

25

Anejos de Hápax II

indispensable tort illa de huevos con var iedad de t ropezones.

Pr imero la botella, y cuando ésta se hubo apurado, una bota de

media azumbre del seminar ista, comenzaron á andar á la ronda

por el coche. Las mujeres aunque se excusaban tenazmente,

tuvieron que humedecerse la boca con el vino ; el mayoral,

dejando el cuidado de las muías al delantero, sentóse de med io

ganchete en el pescante y for mó parte del corro, no siendo de los

más parcos en el beber ; yo, aunque con nada había contr ibuido a l

fest ín, también tuve que empinar el codo más de lo que

acostumbro”

“I, Cartas desde mi celda” [EC 3/5/1864] .

En la V de las “Cartas desde mi celda”, Gustavo nos o frece una

pormenor izada descr ipción de la bellísima plaza de l Mercado de

Tarazona, defendiendo as í, las costumbres provincianas, y se det iene,

aunque no demasiado, en detallar lo s productos que allí se e xponen:

“Figúrense ustedes, pues, part iendo de estos datos y como mejor

les plazca, el mercado de Tarazona, figúrense ustedes que ven

por aquí cajones formados de tablas y esteras, tenduchos

levantados de improviso con estacas y lienzos, mesillas co jas y

contrahechas, bancos largos y oscuros, y por allá cestos de fruta

que ruedan hasta el arroyo, montones de hortalizas frescas y

verdes, r imeros de panes blancos y rubios, t rozos de carne que

cuelgan de garfios de hierro, tenderetes de o llas, pucheros y

platos, guirnaldas de telas de co lor ines, pañuelos de t intas

rabiosas, zapatos de cordobán y alpargatas de cáñamo que

engalanan los soportales sujetos con cordones de co lumna a

co lumna, y figúrense ustedes circulando por medio de ese

pintoresco cúmulo de objet os, producto de la at rasada agr icultura

y la pobre industr ia de este r incón de España, una mult itud

abigarrada de gentes que van y vienen en todas direcciones”

“V, Cartas desde mi celda” [EC 26/6/1864] .

26

Anejos de Hápax II

Escr ito en San Sebast ián y publicado anónimamente, el art ículo de l

que nos ocuparemos a cont inuación es uno de los más br illantes escr itos

por Bécquer ; lleva por t ítulo “Caso de ablat ivo” y en él nos hace

Gustavo Ado lfo Bécquer unas magníficas descr ipciones y unas br illantes

cr ít icas. Se t rata , según PAGE ARD [1990], del único reportaje conocido de

Bécquer. Nos relata un suceso importante en el re inado de Isabel II. E l

15 de agosto de 1864 se inauguraba la línea férrea completa del norte de

España entre Miranda de Ebro y Par ís, se t rata de la inauguración de la

pr imera conexión ferroviar ia internacional de nuestro país. Entre lo s

numerosos invit ados a tan destacado evento, asist ió una nutr ida

representación de la prensa de la época, entre los que se encontrab a

nuestro Gustavo Ado lfo Bécquer ; su viaje le lleva desde Madr id hasta

San Sebast ián.

“No puedo decir a punto fijo si es que tengo ganas de fumar o

que he fumado mucho. De todos modos, si Vallado lid no está aún

muy lejos, la empresa se ha manifestado alta mente previsora

designando como punto el más adecuado para tomar un

pisco labis.

Media hora más sin que Vallado lid aparezca. He aver iguado, al

fin, que lo que tengo no es precisamente hambre, pero que puede

calificarse de apet ito .

(…)

Hemos cenado de pie, como los israelitas cuando despachaban el

cordero pascual en t raje de camino, sin tomar asiento, y con e l

bordón en la mano. Esto no ha impedido, al que tenía ganas,

hacer lo bien. Yo lo he hecho tal cual”.

La maestr ía de Gustavo Ado lfo Bécquer y su sent ido del humor, nada

andaluz, se dejan sent ir en este párrafo. Es el Gustavo Ado lfo Bécquer

más autént ico, el capaz de hacer una cr ít ica a t ravés de un símil entre las

ideas y lo s productos gastronómicos que llegan de fuera, ¡es genial!

27

Anejos de Hápax II

“Ya esto de por sí era bastante extraño; pero lo más part icular

era, lo había observado en el camino, observé que cada vez que

tocábamos a las fronteras de una nación y cuando en los vagones

de t ransportes se hacían los preparat ivos para descargar las

mercanc ías, se presentaban unos cuantos señores, sin duda gente

del resguardo o cosa por el est ilo , que preguntaban a los

consignatar ios de aquellos géneros: «¿Qué t raen ustedes aquí?»

«Nada de part icular –respondían los interesados–: géneros de

líc ito comerc io.» «¿No t raen ustede s ideas?» «¡Quía! ¡No, señor!

Éstas son sardinas de Nantes; aquéllos, vinos generosos; lo s de

más allá , pimientos en conserva, y todas cosas así, como lienzos

pintados, dijes de bisuter ía, objetos de moda, frutos co loniales,

etc.» Dada esta sat isfacción, y convencidos aquellos señores de

que, en efecto, era así, el t ren descargaba sus géneros y tomaba

otros, y seguíamos adelante. Pero en todas partes se repet ía la

misma escena, hasta el punto que, picado de la cur iosidad, no

pude menos de preguntar a un señor desconocido que iba en mi

compañía: «¿Podrá usted decirme qué diablos de ideas son ésas

que tanto buscan y persiguen, cuál es su color o su hechura, y

qué bienes nos vienen con la gracia de esta ceremonia que en

todas partes se repite?». «Yo le diré a u sted –me contestó aquel

buen señor, a quien parecía embarazar un poco mi pregunta –: las

ideas en cuest ión son las ideas del siglo, el cua l, a últ ima hora y

después de haber las engendrado, asustado de su obra, quiere

ahogar a sus hijas. Para desterrar las de l comercio de los hombres

se inventan cada día art ificios a l cuál más ingenioso; pero es e l

caso que esos demontres de ideas, que son t raviesas como ellas

so las, se cuelan, como vulgarmente suele decirse, por el o jo de

una aguja y no hay modo de dar les con la puerta de las naciones

en la nar iz. El comercio mater ial sirve, en últ imo caso, de

inocente inst rumento a ese otro comercio del espír it u, y ahí

donde usted las ve, cada una de esas botellas de vino, cada una

28

Anejos de Hápax II

de esas sardinas de Nantes, llevan una idea en sí. ¿Dónde? Vayan

ustedes a aver iguar lo ; pero ello es que, cuando se comen o se

beben, el só lido o el líquido bajan por el garguero abajo, y la

idea sube por la cabeza arr iba, y entonces comienza la doble

digest ión del cerebro y del estómago»”.

Y estas ideas gastronómicas están por doquier… Cont inúa Gustavo

Adolfo Bécquer:

“En este punto he despertado en Miranda de Ebro. El día

comienza a clarear, y a su escasa luz me parece dist inguir en uno

de los muelles de la estación mult itud de pirámides formadas de

cajas, botes y pequeños barr ilillos de mercanc ías extranjeras.

Parecen vinos del Rin y Koenigsberg, patte -fo igras, vaca de

Hamburgo y queso de Rochefort . ¡Diantre! ¿Si poco a poco nos

irán t rayendo ideas todos esos nuevos pr imores de la ciencia

culinar ia del siglo? En la duda, ser ía cosa de vig ilar de cerca a

Lhardy”.

Ya sabemos que este local madr ileño fue fundado por un francés. Y

concluye Gustavo Ado lfo Bécquer su fabuloso art ículo con una

referencia de t ipo personal:

“Acaban de servirme un plato, de cuyo contenido he dado fin con

una presteza admirable, y aprovecho el momento que tardan en

servirme otro para consignar que esto me parece muy bien”

“Caso de ablat ivo” [EC 21/8/1864] .

Nos refer iremos ahora a uno de los textos más conocidos de Gustavo

Adolfo Bécquer: “Memorias de un pavo”. Como, acertadamente, señala

CEL AYA [1972], Gustavo Ado lfo Bécquer recuerda la pr imera impresión que

le produjo Madr id. Escr ito para las fiestas navideñas, domina en él la

nota cómica. Este art ículo no está exento de humor, pero de humor

29

Anejos de Hápax II

negro. El texto está concebido casi como un reportaje en el que Gustavo

Ado lfo Bécquer nos expone una vis ión pesimista. Quién sabe si el pavo

no es él mismo que abandonó su Sevilla natal para buscar la glor ia y la

fama en la corte, porque el est ilo del pavo, cuando habla, es el de un

poeta:

“No hace mucho que, hallándome a comer en casa de un amigo,

después que sirvieron otros platos confortables, hizo su entrada

t riunfal el clásico pavo, de rigor durante las Pascuas en toda

mesa que se respeta un poco y que t iene en algo las ant iguas

t radiciones y las costumbres de nuestro país.

Ninguno de los presentes al convit e, incluso el anfit r ión, éramos

muy fuertes en el arte de trinchar, razón por la que mentalmente

todos debimos co incidir en el elogio del uso últ imamente

establecido de servir las aves t rinchadas. Pero como sea por

respeto al r igor ismo de la ceremonia que en estas so lemnidades y

para dar a conocer sin que quede género alguno de duda que e l

pavo es pavo, parece exigir que éste salga a la liza en una pieza ;

sea por un invo luntar io olvido o por otra causa que no es del caso

aver iguar, el animalito en cuest ión est aba allí íntegro y pidiendo

a voces un cuchillo que lo destrozase; me decidí a hacer lo, y

poniendo mi esperanza en Dios y mi memoria en el Compendio

de la Urbanidad que estudié en e l co legio donde, entre otras

cosas no menos út iles, me enseñaron algo de es te difíc il arte,

empuñé el t r inchante en la una mano, blandí el acero con la otra,

y a salga lo que saliere, le t iré un go lpe fur ibundo.

El cuchillo penetró hasta las más recóndit as regiones del ya

implume bípedo; mas juzguen mis lectores cuál no ser ía mi

sorpresa al notar que la ho ja t ropezaba en aquellas inter ior idades

con un cuerpo extraño.

–¿Qué diantre t iene este animal en el cuerpo? –exclamé con un

gesto de asombro e interrogando con la vista al dueño de la casa.

30

Anejos de Hápax II

–¿Qué ha de tener? –me contestó mi amigo con la mayor

naturalidad del mundo-. ¡Que está relleno!

–¿Relleno de qué? –proseguí yo, pugnando por descubr ir la causa

de mi estupefacción– . Por lo visto, debe ser de papeles, pues a

juzgar por lo que se resiste y el ruido espec ial que produce lo

que se toca con el cuchillo , este animal t rae un protocolo en e l

buche.

Los circunstantes r ieron a mandíbula bat iente de mi observación.

Sint iéndome picado de la incredulidad de mis amigos, me

apresuré a abr ir en canal el pavo y cuando lo hube conseguido no

sin grandes esfuerzos, dije en son de t r iunfo, como el Salvador a

santo Tomás:

–Ved y creed.

Había llegado el caso de que los demás part icipasen de mi

asombro. Separadas a uno y otro lado las dos porciones carnosas

de la pechuga del ave y rota la armazón de huesos y cart ílagos

que las sostenían, todos pudimos ver un ro llo de papeles

ocupando el lugar donde antes se encontraron las entrañas y

donde entonces teníamos, hasta cierto punto, derecho a esperar

que se encontrase un relleno un poco más gustoso y diger ible”.

Al leer los apareció la histor ia de un pavo, desde su nacimiento y la

descr ipción de lo hermoso del lugar donde creció hasta que lo t rajeron a

Madr id y no daba créd ito a que un lugar tan feo e inhóspito fuera eso, ¡la

corte! Y seguidamente descr ibe el proceso desde que es comprado hasta

que es servido en una mesa:

“Me es imposible proseguir. Una harpía, turbando mis

meditaciones, me ha met ido catorce nueces en el buche. Catorce

nueces con cáscaras y todo. Figuraos por un momento cuál será

mi situación. ¡Y a esto le llaman en este país dar de comer!

Lasciat i ogni speranza! Han pasado algunos días y se me ha

revelado todo lo horr ible de mi situación. He visto br illar con un

31

Anejos de Hápax II

fulgor siniest ro el cuchillo que ha de segar mi garganta y he

contemplado con terror la cazuela dest inada a recibir mi sangre.

Voy a tener por tumba un estómago, y por epita fio la décima en

que pide los aguinaldos un sereno: Se tu non piangi di che

pianger suo li?”.

Pero la historia del pavo, aunque conmovedora al pr incipio, no

impide a los comensales que den buena cuenta de él:

“La presencia de la víct ima hacía más conmoved ora la relació n

de sus desgracias.

Pero... , ¡oh fuerza de la necesidad y la costumbre!, t ranscurr ido

el pr imer momento de estupor y de silencio profundo, nos

enjugamos con el pico de la servilleta la lágr ima que temblaba

suspendida en nuestros párpados y nos comimos el cadáver”

“Memorias de un pavo” [M U 24/12/1865] .

En un “Art ículo Po lít ico” también encontramos referencias

gastronómicas. Lo que sorprende de este texto es que t ratándose de un

art ículo po lít ico Gustavo Ado lfo Bécquer haga este paréntesis

humoríst ico:

“– Pues como iba a decir, en cierta ocasión cogió un sujeto dos

magníficos melocotones grandís imos…

– ¿Cómo la cabeza de don Salust iano?

– Hombre, que hoy es de los nuestros…

– Verdad, mi general, no nos acordábamos.

–Pues, como iba dic iendo, cogió dos magníficos melocotones de

un árbo l que tenía en su jard ín y se lo s envió de regalo, como una

cosa notable, a un amigo suyo, con una esquela. Por el camino se

comió uno el cr iado, y entregó el otro con la carta al amigo de su

amigo. Viendo que en ella le hablaba de dos melocotones,

preguntó al portador:

32

Anejos de Hápax II

– ¿Dónde está el ot ro?

– Me lo he comido.

– Y montando en có lera exclamó:

– ¿Cómo se lo ha comido usted?

– ¿Cómo? De esta manera –respondió e l cr iado. Y cogió el ot ro y

se lo comió también.

Sonaron est repitosas r isotadas cuando se acabó el cuento…”

“Art ículo Po lít ico” [LT 27/6/1865].

Otro texto singular es el t itulado “Las galline jas” , es un art ículo muy

int eresante, de nuevo Gustavo Ado lfo Bécquer nos descr ibe los

ambientes más humildes de la capital, y nos habla de un t ipo de loca l

bastante part icular. Con simpat ía descr ibe a los grupos que acuden a

alimentarse en los puestos ambulantes.

“Galline jas llaman en los barr ios bajos de Madr id, donde

únicamente se encuentran establecidos estos resta urantes

ambulantes, a esos desperdicios de las reses sin forma ni nombre

–molle jas, nervios, gorduras y pilt rafas– , lo s cuales, fr itos al aire

libre y a la vista del consumidor, se venden en porciones de a

cuarto. En derredor de los despachos de esta extra ña fr itura, unos

con un pucherete, ot ros con una cazuela y todos con su

indispensable pedazo de pan, que también se vende allí en

mendrugos, se reúne formando grupos pintorescos una mult itud

compuesta de infelices de diferentes provincias, clases y

condiciones, a quienes so lo liga el lazo común de la miser ia, y

cuya manera de vivir se comprender ía con dificultad no

conociendo los especia les recursos que o frecen las grandes

poblaciones”

“Las gallinejas” [ M U 14/1/1866].

En el art ículo t itulado “El Carnaval”, Gustavo Ado lfo Bécquer

descr ibe el ambiente de una fiesta popular, en concreto el Carnaval de

33

Anejos de Hápax II

Madr id. Es un cuadro de costumbres en el que Bécquer nos muestra la

miser ia popular.

“Dejemos las calles de la villa del oso por donde discurren,

amenazando el bo lsillo , las máscaras ped igüeñas, y el ambigú de

Capellanes, donde las ajadas bailar inas y sus extenuadas e

inverosímiles madres, en presencia de un helado o de un pastel,

suspiran y sienten que no haya en la lista puchero;”.

Y cont inúa diciendo:

“El ambigú se encuentra establecido al aire libre, el escabeche

abunda, la longaniza fr ita no escasea, lo s callos son el plato de

entrada de r igor, el vino se vende en los propios carros que lo

han t raído de las llanuras manchegas, y se t raslada al estómago

desde el pellejo orig inal”

“El Carnava l” [M U 11/2/1866] .

El texto t itulado “El mercado de Bilbao” nos confirma lo que ya

dijimos a propósito de la descr ipción de la plaza del Mercado de

Tarazona y nos reafirma en la idea ya apuntada . Tampoco los mercados

escapan a la pluma de nuestro Gustavo Ado lfo Bécquer y nos habla de

las ventajas de que no existan los int ermediar ios, plena actualidad.

“El mercado de Bilbao t iene lugar en la plaza que lleva este

nombre y comienza regularmente a las nueve de la mañana para

terminar a la una de la tarde. Los vecinos pueblos de la costa por

un lado, y los habit antes de los caser íos próximos por otro, lo

surten con abundancia de pescado fresco, volater ía, frutas y

legumbres. Respetando un uso altamente benefic ioso para los

int ereses de la villa, entre el comprador y el productor no se

int erpone el t raficante, que en otras poblaciones como Madr id

dobla el precio de las cosas al revender las. Nada puede

34

Anejos de Hápax II

concebirse, por lo tanto, más animado y pintoresco que el go lpe

de vista que ofrece el mercado de Bilbao cuando bajan las

aldeanas t rayendo esta un cesto de frutas, aquella un par de

gallinas, la de más allá un brazado de legumbres, y van y vienen

cruzando en todas direcciones por el ámbito de la plaza, donde se

mezclan y confunden con las vendedoras de sardinas frescas que

llegan en las pr imeras horas del día de Santurce, Portugalete y

Algorta. Como una de las part icular idades más notables es que

todo lo que se vende en el mercado lo venden mujeres, no se ven

entre ellas más hombres que algún que otro aldeano, t ipo

perfecto del país que con su bo ina de co lor y su imprescindible y

disforme paraguas bajo el brazo viene a acompañar a las

muchachas desde el pin toresco caser ío en que habitan”

“El mercado de Bilbao” [M U 8/4/1866] .

Nos gustar ía también incluir un art ícu lo t itulado “La sopa de los

conventos”, en él se refiere Gustavo Adolfo Bécquer a esa comida de

car idad tan frecuente y tan de todos los t iempos. La int ención de

Bécquer era mostrar a los lectores una costumbre nacional ext inguida. E l

texto, según PAGE ARD [1990], ofrece una defensa, formulada desde el doble

punto de vista de la moral y del arte, de una costumbre religiosa.

Al final del art ícu lo hace Bécquer una cur iosa referenc ia elogiosa al

Don Álvaro del Duque de Rivas, en la que señala que la escena de la

repart ición de la sopa es una de las más animadas y cómicas de su

inmortal drama.

“La sopa de los conventos se ha llamado por algunos ‘el maná de

los ho lgazanes’. En un país mer idional e indo lente por

naturaleza, donde la suavidad de la temperatura y la esplendidez

el so l parece que convidan al ‘do lce far niente’, suave y

embriagadora enfermedad de la hermosa I talia, no es extraño que

la perspect iva de un plato de sopa seguro abr iese a la pereza

35

Anejos de Hápax II

anchos hor izontes de esperanza, contribuyendo así a su

propagación y desarro llo .

Bajo este punto de vista, la sopa de los conventos merece tal vez

los duros anatemas que le lanzan nuestros economistas modernos.

Sin embargo, como fórmula de car idad, siempre ha debido ser

una costumbre loable. En el día, el Estado, que nos t iene en

tutela como a menores, se encarga de ser benéfico por nosotros .

En otras épocas, la compasión hacia el pobre se t raducía en

inst ituciones capr ichosas e individuales. Estudiando el libre

sistema de ejercer la car idad de nuestros mayores, desde la

guiropa claustral hasta la ‘ronda de pan y huevo’, encontrar íamos

una mult itud de práct icas y costumbres a cual más or igina les,

encaminadas todas al bien de los menesterosos”

“La sopa de los conventos” [M U 22/4/1866] .

Otro art ículo interesant ísimo es el t itulado “Los dos compadres” que

t iene un marcado sent ido didáct ico que viene indicado por el subt ítulo

(Estudio de costumbres populares de España). Indica PAGE ARD [1990] que

llama la atención la debilidad sobre los elementos gustat ivos en la

sensibilidad de Gustavo Ado lfo Bécquer. El texto está dedicado al vino

nacional, pero además, Bécquer, afirma la existencia de una arqueo logía

dinámica de las costumbres que t iende a salvar vest igios del pasado. En

el art ículo se comparan los bebedores ejemplares con los sacerdotes

báquicos de la Ant igüedad y hace referencia a civilizaciones remotas. El

desarro llo de la acción queda confundido con la ebr iedad y Gustavo

Ado lfo Bécquer nos muestra un modelo dualista: el del hombre de la

Mancha, que nos recuerda a Sancho Panza, y el viñador aragonés que se

acerca a don Quijote. Estas palabras dan inic io al texto:

“Ya un poeta de la ant igüedad lo decía con estas ó semejantes

palabras: «Ven, amigo, hablaremos de largo y te daré á beber

vino del t iempo de los cónsules». En todas las épocas, la

embriaguez y la expansión han tenido por cuna el mismo tonel y

36

Anejos de Hápax II

han andado juntas de la mano. ¡Singular influencia de un poco de

líquido que se ingiere en el estómago del hombre! ¡Desarruga e l

ceño del adusto, infunde osadía en el t ímido, desarrolla las

corrientes magnét icas de la simpat ía para con los extraños, abre

de par en par las puertas á los secretos del alma, rompe, en fin, el

hie lo de la calculada reserva que se funde á su dulce calor en

cómicos apostrofes ó en lágr imas de grotesca ternura!

El jugo de la vid t iene su epopeya en los himnos de Anacreon, la

poesía ha prestado á sus inspiraciones las alas de la oda en los

espondeos de Horacio, las jácaras de Quevedo cantan sus

picarescas t ravesuras entre las gentes de baja estofa, aún en

nuestro sig lo brota espontánea la canción báquica como la flor de

la orgía, ¡Qué mucho que en la ant igüedad haya tenido

adoradores de buena fe un dios sin altar y sin culto!

Entre nosotros, generación nerviosa é ir r itable cuya inquieta

act ividad sost iene la cont inua exa ltación del espír itu, e l vino

ejerce un muy diverso influ jo del que debió ejercer entre los

hombres de las edades pr imit ivas. Embriagados casi desde e l

nacer, ya de un deseo, de una ambic ión ó una ide a,

constantemente sacudidos por emociones poderosas, el suave

impulso de un licor generoso se hace apenas percept ible en e l

acelerado movimiento de nuestra sangre en el estado de fiebre

que const ituye nuestra agitada y febr il existencia. Para obviar á

este defecto, hemos recurr ido al alcoho l. Pero el alcoho l es a l

vino lo que la carcajada histér ica de un demente es á la r ica,

fresca y sonora de una muchacha de quince años. El uno es el

entusiasmo, el ot ro es la locura; éste apaga la sed, aquél consume

las entrañas. La últ ima palabra del vino es el ronquido

formidable del Sileno gr iego. El alcoho l ha legado á los hombres

como un don funesto el delir ium tremens”.

37

Anejos de Hápax II

En nuestra opinión tenemos quizás el único ejemplo en el que lo

popular y lo descr ipt ivo dejan paso a lo poét ico. La bodega se convierte

en templo.

“Este es el vino so lemne, el vino epopéyico del que se

emborracha como –dado caso que bebiese– , se emborrachar ía una

esfinge. Emoción pro funda que so lo se revela por raras

int er jecciones, que aunque t ie ne los o jos abiertos no ve, que

aunque finge prestar atención no oye, que está toda

reconcentrada en el int er ior del individuo, de cuyo estómago se

eleva hasta la cabeza el vapor del vino como se eleva la nube del

inc ienso del ara de un altar…”

“Los dos compadres” [M U 17/1/1869] .

En otro de sus art ículos más conocidos y cumbre del costumbrismo

becquer iano, “La Fer ia de Sevilla”, nos ofrece Gustavo una descr ipción

de Sevilla y del ambiente de la fer ia. Según PAG E ARD [1990], el art ículo se

apoya en los recuerdos de Gustavo y en las not icias que recibió de sus

amigos. Bécquer, como ocurriera en “La Nena”, hace una defensa de la

t radición españo la amenazada por la influencia francesa, es como s i

Gustavo viera un ambiente adulterado. Dedica unas pocas líneas al tema

gastronómico, simplemente para señalar el contraste entre lo más popular

y lo más selecto. Parece increíble pero todavía hoy es así…

“…tocando al tenducho donde se bebe la manzanilla en cañas y

se venden pescadillas de Cádiz y se fr íen buñuelos, se l evanta e l

lujoso café-restaurant donde se encuentran paté de fo ie gras,

t rufas dulces y helados exquis itos”

“La Fer ia de Sevilla” [M U 25/4/1869] .

Otro interesant ísimo art ículo es el t itulado “El Nuevo Café de

Fornos”, dedicado a la inauguración del famoso café, que supuso un

acontecimiento en Madr id y tuvo repercusión en los medios. Los cafés

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Anejos de Hápax II

const ituyen en esta época una novedad y suponen algo importante en la

vida de Bécquer, en los cafés se encuentra la libertad de las tertul ias. El

Café de Fornos cerró el 26 de agosto del año 1908, Posteriormente en

mayo de 1909 vo lvió a abr irse de nuevo con el nombre de Gran Café. Se

reanudar ía el negocio con las tertulias y las fiestas en los bajos, para

desaparecer en 1918 y reaparecer como cabaré con mesas de juego, con

el nombre de Fornos Palace. El edific io lo adquir ió la sociedad Banco

Vitalicio en 1923, que decidió derr ibar e l edificio para construir su

nueva sede en 1933.

Hoy, desgraciadamente, donde se encontraba este café, en la calle de

Alcalá esquina con Peligros, hay un Starbucks y restaurante Root , de la

cadena Vips. Los cafés que se van renovando con el paso del t iempo …

Muy ant ibecquer iano…

E l art ícu lo const ituye una detallada y delicada crónica del or igen del

café, del paso de la bot iller ía, como local más popular, al café más

refinado y elegante, como consecuenc ia de los cambios po lít icos, y

convert ido en lugar de reunión a puerta cerrada, a veces de dudoso gusto

en lo referente a la decoración. Pero el caso del Café de Fornos

const ituye, según Bécquer, una excepción ya que para la decoración de l

mismo se ha buscado a art istas reconocidos que han t ratado asuntos

adecuados al dest ino del local.

“El café desciende en línea recta de la bot iller ía. ¿Quién no

recuerda el carácter y la fisonomía de estos establecimientos

t radicionales, en que só lo se hacía café para algún que otro raro

afic ionado, y se servían sorbetes en de terminadas estaciones? La

bot iller ía era un lugar de paso ; alguna mano la, invitada por un

majo de los que reprodujo Goya, so lían entrar a refrescar,

después de la corr ida de toros en que habían admirado a Pepe

Hillo ; algún po lit icón rancio o tal cual poeta confeccionador de

oville jos entraban a leer el Mercur io o a depart ir acerca de l

mér ito de las novedades teatrales antes de ir al corral de las

comedias. Las personas algo encopetadas se hacían llevar a sus

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Anejos de Hápax II

casas las bebidas, las noches de saraos, y la mult itud no había

adquir ido la costumbre de pernoctar en los cafés. El mobiliar io y

el fondo de la bot iller ía se armonizaba con sus concurrentes,

como el fondo de un buen cuadro con las figuras que lo

componen. El cambio de sistema de gobierno t rajo una

revo lución en las costumbres. La vida se hizo más exter ior, nació

la po lít ica, la mult itud tomó parte en sus luchas, y, como no era

posible la vida del foro a semejanza de Roma, surgió

espontáneamente el café, sucursal afortunado de la plaza pública.

La fama de Pombo y Lorencini se remonta a esta época. Más

tarde fue creciendo el anhelo de sociabilidad, de esa sociabilidad

cómoda y barata que se realiza en estos establecimientos, y

comenzaron a mult iplicarse, y el espír itu de especulación se fijó

en el negocio. Los veladores de mármol sust ituyen a las mesas de

pino ; el gas, al aceite; las cort inillas de indiana dejan sit io a lo s

grandes port iers; donde estaba el relo j de cuco y figuras de

movimiento campea una esfera magnífica; el lu jo no se det iene y

llega a la prodigalidad; se mult iplican las luces, se agrandan

hasta la exageración los espejos; el oro, casi en pro fus ión

last imosa, chispea por todas partes, unos, t ratando de sobrepujar

a los otros, llegan al límit e extremo, porque no cabe ya más en

esa senda de r iqueza sobrecargada y de dudoso gusto. La

mult it ud sigue con interés estas evo luciones; hoy admira un café

nuevo, mañana celebra otro; pero de día en día son mayores sus

exigencias. En este punto, lo que comenzó por necesidad vulgar

de comodidades y ostent ación, se convie rte en exigencia de un

gusto más delicado. El café de Madr id fue un paso dado en este

camino ; pero la diversidad de art istas que en su decoración

tomaron parte y la falt a de unidad en el conjunto, hacen que

aquella tentat iva fuese más digna de alabanza por la intenció n

que por el result ado.

Últ imamente, al t ratar de construir un café en la magnífica casa

que ocupa e l so lar de las Vallecas, sus dueños han conseguido

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Anejos de Hápax II

superar cuanto hasta aquí se ha hecho, uniendo al lujo mater ia l

de la decoración ese refinamiento de lo rico, que sólo puede

conseguirse merced al arte, que a todo presta un valor sin

límit es. Para conseguir este resultado se ha valido de art istas tan

dist inguidos como el señor Valle jo y los señores Terry y

Busato…”

“El Nuevo Café de Fornos” [ IM 27/6/1870] .

Y para terminar queremos hacer referencia a un breve art ículo

t itulado “La horchater ía” ya que nos parece interesante por cuanto

Bécquer nos informa acerca de las costumbres de la capit al. Dicho

art ículo pertenece a la ser ie “Escenas de Madr id”. Comenta Gustavo

Adolfo Bécquer que todos los ofic ios, incluso las comedias, t ienen sus

alternat ivas y pone un clar ificador ejemplo:

“El qu id de la dificu ltad consiste en encontrar algo que pueda

adaptarse a todas las situaciones y temperaturas, o aliar de ta l

modo o dos más comercios que alternen según la estación de l

año. Y este difíc il problema lo han resue lto en Madr id los

valencianos, que en invierno nos abr igan los pies con las esteras,

y durante el est ío nos refresc an el estómago con la horchata”

“La horchater ía” [ I M 12/7/1870] .

Hasta aquí el recorr ido por la obra de Bécquer ; podemos tener la

sensac ión de haber asist ido a un menú degu stación de las costumbres y

hábitos culinar ios de la segunda mitad del siglo XIX, ya que Gustavo

Ado lfo Bécquer descr ibe cualquier part icular idad gastronómica y desde

var ios y amplios puntos de vista; no ha falt ado ningún ingrediente:

poesía, ironía, humor, crít ica, pedagogía. Nos resulta inevitable a estas

alturas no pensar en las palabras de Casta Esteban, la esposa del poeta,

cuando se lamentaba de que en su casa había poco cocido y mucha

poesía.

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Anejos de Hápax II

BIBLIO GRAFÍA

BÉCQUER, Gustavo Adolfo, Obras Completas, Madrid: Cátedra, 2004.

BROWN, Rica, Bécquer, Barcelona: Editorial Aedos, 1963.

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EC = El Contemporáneo, Madrid.

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siglo XIX, Madrid: Biblioteca Universitaria, 1977.

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JARNÉS, Benjamín, Doble agonía de Bécquer, Madrid: Espasa-Calpe, 1936.

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PAGEARD, Robert, Bécquer, leyenda y realidad, Madrid: Espasa-Calpe, 1990.

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“Hay por Sevilla un jirón de niebla que el sol más claro no acierta a

disipar. Se va de un lado a otro, pero nunca se quita; algo así como esas

estrellas que ven ante si los ojos confusos.

Es Bécquer, ¿es Bécquer? ¡Es Bécquer!” .

Juan Ramón Jiménez

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GUSTAVO A DOLFO BÉCQUER EN LA PRENSA DE LA ÉPOCA

Joan Estruch Tobel la 1

Resumen: La imagen más extendida de Bécquer nos lo describe como un poeta pobre y marginado, ignorado por sus contemporáneos. Sin embargo, en la prensa de la época encontramos numerosas referencias al poeta, que nos lo presentan como un prestigioso escritor y activo periodista político. Estas informaciones aportan nuevos datos, que completan o rectifican la biografía hasta hoy conocida del escritor. Palabras clave: Bécquer, biografía, prensa. Abstract: The most extended image of Bécquer describes him as a poor and marginalized poet, ignored by his contemporaries. Nevertheless, we can find in the press from that time, a large amount of mentions to the poet, which present him as a prestigious writer and active political journalist. This information provides new details that help complement or correct the writer’s biography that we have until today. Key words: Bécquer, biography, press.

1. LOS COMIENZOS DE BÉCQUER EN MADRID: ENTRE LA BOHEMIA Y LAS

ÉLITES CORTESANAS

as biografías de Bécquer han insistido en su vida bohemia,

sus dificultades económicas, etc. Es cierto que pasó unos

años en que fue abriéndose paso, con alt ibajos, en la capital.

Pero su ascenso social fue mucho más rápido y exitoso que el de la

mayoría de escritores que, desde las provincias, l legaban a la capital con

una maleta l lena de versos, sueños y ambiciones.

Desde que l legó a Madrid en 1854, con 18 años, Bécquer se relacionó

con las élites conservadoras, gracias a los contactos y a las

recomendaciones que trajo desde Sevi l la. En la prensa madrileña

encontramos pistas de las actividades de aquel joven escritor andaluz.

Por ejemplo, en set iembre de 1855 aparece, junto a su amigo García

Luna, en la l ista de personal idades que se habían suscrito a un baile

internacional que se iba a celebrar en el Teatro Real para recaudar

fondos destinados a los soldados heridos en la guerra de Crimea. La l ista

estaba encabezada por los reyes de España, Isabel II y Francisco de Asís

[ LES 19/09/1855].

1 Joan Estruch Tobella es doctor en Filología Hispánica y catedrático de instituto. Ha editado las Obras Completas de Bécquer.

L

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Anejos de Hápax II

2. DIRECTOR DE LOS TEMP LOS DE ESPAÑA

La asistencia a este selecto baile no fue un hecho aislado. Desde 1856

Bécquer y su amigo Juan de la Puerta Vizcaíno asumen la dirección de un

ambicioso proyecto: la edición de una monumental Historia de los

templos de España , que se iría publicando por entregas, en un formato

muy lujoso y caro. Su intención era describir todos los templos de

España, para demostrar la influencia decisiva de la religión católica en la

identidad española, confrontando ese grandioso patrimon io con “la

raquítica Babel de la impiedad”, en palabras de Bécquer en la

presentación.

La obra contaba con el patrocinio del obispado español, y en especial

de Tomás Iglesias y Barcones, patriarca de las Indias, confesor de la

reina y líder del sector más conservador de la Iglesia española. La

historia de los templos de España aparecía en una coyuntura política

muy precisa, poco después del comienzo de la desamortización de bienes

eclesiásticos de Pascual Madoz (1855). El gobierno moderado de

Narváez la había suspendido en octubre de 1856, pero el gobierno de

O’Donnell reanudaría la venta de bienes de la Iglesia dos años después.

Aunque la obra tenía un enfoque histórico -artístico, era indudable su

contribución a la defensa del amenazado patrimonio eclesiást ico. Resulta

muy significativo, hasta sorprendente, que la dirección de un proyecto de

estas dimensiones se encomendara a un joven escritor hasta entonces

poco conocido. Pero toda la prensa conservadora arropó el proyecto y fue

siguiendo muy de cerca el proceso de edición y publicación de la obra.

Todo ello nos indica que Bécquer se movía muy bien en los ambientes de

las éli tes cortesanas.

En el verano de 1857 varios diarios anuncian la próxima aparición de

la Historia de los templos de España “bajo el pa tronato del patriarca de

las Indias” [LEP 18/04 /1857] e informan de que se ha repartido el prospecto

destinado a promover las suscripciones [LD 16/07 /1857] . La primera

entrega, que salió a mediados de agosto de 1857, fue destacada por

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Anejos de Hápax II

muchos diarios de la capital [ LES 15 /08/1857, ECP 15/08 /1857 , LD 16/08/1857] y

de provincias [DC 12 /08/1857, DP 22 /08/1857] .

Después van apareciendo abundantes gacetillas que notifican la

aparición de cada entrega de la obra. Una de ellas detalla que cada

entrega consta de ocho páginas de tamaño gran folio y de una lámina, al

precio de seis reales. La suscripción podía realizarse en cinco librerías

de Madrid, así como en las oficinas de la empresa editorial, en la calle

Torija, 14, cuarto bajo [LE S 20/07 /1858] . También sabemos de los

problemas que la empresa editora, “que no busca sus ganancias, sino la

gloria”, tenía a la hora de distribuir esta “obra importantísima” en

provincias, a través de Correos. Al parecer, algunos carteros sustraían de

los envíos las lujosas láminas, lo que provocaba las quejas de los

suscriptores [LI 12/03 /1858] .

A principios de setiembre de 1858 varios diarios anuncian la

reanudación de las entregas de la Historia de los templos de España ,

interrumpida porque Bécquer había estado “gravemente enfermo” [LE S

09/03/1858, LE 03/09 /1858] , probablemente debido a la primera y violenta

manifestación de la sífilis que padecía.

La obra se iría publicando hasta principios de 1859, en que se

interrumpió por desavenencias entre los propietarios de la empres a y los

directores de la obra, desavenencias que tuvieron que dirimir los

tribunales. En el fondo, la interrupción de la Historia de los templos de

España se debió a causas económicas, a pesar de que contaba con el

apoyo de amplios sectores cortesanos y eclesiásticos.

Un simple cálculo nos ayuda a entenderlo. Si ocho páginas de texto

más una lámina costaban seis reales, cada página tenía un coste medio de

1,33 reales. Para tener un punto de referencia, podemos compararlo con

el coste de una novela de la Colección Hispanoamericana, en la que el

propio Bécquer iba a colaborar, tal como indicaremos más adelante. En

esa colección, una novela de 300 páginas, con láminas ilustradas,

costaba ocho reales. El coste medio por página era, pues, de 0,02 reales.

Con todas las salvedades necesarias a la hora de comparar dos

productos editoriales distintos, no cabe duda de que la Historia de los

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Anejos de Hápax II

templos de España tuvo unos costes desorbitados. Desconocemos qué

parte tuvieron en esos costes las retribuciones de los colaboradores. Pero

debieron de ser elevadas, ya que eran escritores prestigiosos. Tampoco

conocemos los sueldos de los cuatro empleados: un secretario, un

administrador, un escribiente y un portero [LI 12 /03/1858] , y los de los dos

directores: Bécquer (que también era redactor de buena parte de la obra)

y Juan de la Puerta Vizcaíno. Sabemos que no se escatimaron los

recursos. Por ejemplo, para preparar la entrega s obre la catedral de

Toledo, Bécquer pasó una temporada en esa ciudad acompañado del

fotógrafo Bernardo Caro y del dibujante Núñez de Castro [DP 22/08/1857] .

No conocemos la distribución de tareas entre ambos d irectores, pero

podemos suponer que el papel de Juan de la Puerta debió de ser más de

gestión y relaciones públicas que de carácter literario e ideológico. Es

posible que su gestión no fuera muy eficaz y honesta, a juzgar por el

ácido retrato que de él hace Julio Nombela2. En la prensa encontramos

noticias suyas, de las que se desprende un perfil de escritor bohemio,

errático y buscavidas. Entre sus múltiples iniciativas, cabe destacar

algunas muy curiosas, como haber escrito y puesto a la venta un “ himno

a la libertad” dedicado a exaltar las jornadas d e la Revolución de 1854

[ECP 08/08/1854] . También había regentado una academia de caligrafía en

Palma de Mallorca [E B 07/05/1856] .

La trayectoria de Juan de la Puerta posterior a la Historia de los

templos de España es variopinta. Escribió de todo: comedia s de enredo,

zarzuelas, novelas, etc. Bécquer mantuvo la amistad con él. Así lo indica

el elogioso comentario del libro de seguidillas, Risas y lágrimas , en el

que Juan de la Puerta es llamado “nuestro querido amigo” [EC 17/01/1865] .

En la agitada vida de Juan de la Puerta no faltaron los problemas con la

justicia. Un juez de Madrid lo c itó a declarar, por desconocerse su

domicilio, en “causa criminal que se instruye” [D O 18/05 /1871] .

Todo esto nos indica que Bécquer fue el “cerebro” de la ambiciosa

obra. También demuestra que no solo tenía capacidad para idear

2 NOMBELA [1976:440 -442] .

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Anejos de Hápax II

proyectos editoriales, sino también para llevarlos a la práctica y para

dirigir un equipo editorial. Por otra parte, la Historia de los templos de

España acredita su gran capacidad de trabajo, ya que compaginó la

dirección del proyecto con la escritura de buena parte de la obra, además

de seguir escribiendo las suyas propias y de emprender otros proyectos

paralelos.

De esos proyectos, el menos conocido es su participación en la

Biblioteca Literaria. Un anuncio inserto en la prensa nos informa de qu e,

dirigida por Julio Nombela, publicaba dos tomos mensuales, de 200

páginas, a tres reales las obras traducidas, y a cuatro las originales.

Había publicado: Doloras , de Campoamor; Historias extraordinarias , de

E.A. Poe; El Pirata , de W. Scott, etc. Pero lo más interesante es que

anuncia la próxima publicación de novelas de Alarcón, Fernández y

González, Bécquer, García Luna, Nombela y otros [ECP 10/06 /1858] .

Resulta extraño que Nombela no hable de esa cole cción en sus

Impresiones y recuerdos . Debió de tener corta vida, pero el proyecto es

sintomático de la mentalidad emprendedora de aquellos jóvenes

escri tores. Por otra parte, el anuncio nos confirma que Bécquer escribía

o tenía intención de escribir novela s.

3. CRÍTICO LITERARIO Y LIBRETISTA DE ZARZUE LAS

Aunque por poco t iempo, en el verano de 1859, cuando la Historia de

los templos de España debía de dar síntomas de crisis, Bécquer comenzó

a ejercer de crí tico literario de La Época [23/08 /1859] , con una

declaración de intenciones titulada “Crítica literaria”. Varios diarios

saludaron al escri tor, elogiándolo como nuevo y prometedor crí tico

literario [LE 24/08 /1859, EMP 28/08/1859] . Sin embargo, esta dedicación duró

muy poco.

Cuando en setiembre de 1860 se suspendió la publicación de la

Historia de los templos de España , Bécquer probó suerte en el mundo del

teatro comercial. Un grupo de actores y cantantes había constituido una

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Anejos de Hápax II

sociedad de artistas [LEP 01 /09/1860] que tomó a su cargo el Teatro de l

Circo, el más antiguo de Madrid, dedicado a la ópera y la zarzuela.

Bécquer figura, junto con sus amigos Rodríguez Correa y García Luna,

entre los autores que aportarían obras a la sociedad de art istas [ECP

11/09/1860] . Vale la pena indicar que en la lis ta de obras que se iban a

representar figura La venta encantada , del “señor Bécquer” [LE S

01/09/1860] y no de “Adolfo García”, el seudónimo que utilizaron Bécquer

y García Luna para firmar las obras que escribían en colaboración.

En 1862, cuando ya trabajaba como redactor en El Contemporáneo,

diario del partido moderado, sigue probando fortuna en el teatro lírico.

Hasta ahora, estas actividades de Bécquer se han considerado como

meramente “alimenticias”, poco prestigiosas y fracasadas desde el punto

de vista comercial. Lo primero es evidente, pero lo segundo y lo tercero

no lo son tanto. Así lo demuestra el importante triunfo que alcanzó El

nuevo Fígaro . Bécquer y Rodríguez Correa tradujeron y adaptaron bajo

el seudónimo de “Adolfo Rodríguez” esta opereta d e Luigi Ricci. Ya

antes del estreno la Revista Ibérica elogió la labor de los traductores y

reveló sus verdaderos nombres:

“Más largo examen exigía El nuevo Fígaro , magistralmente traducida

por D. Gustavo Bécker (sic) y D. Ramón Rodríguez Correa, que,

llevando su modestia demasiado lejos, quisieron ocultarse bajo un

seudónimo imposible de sostener” [R I 01/07/1862] .

Después, los ensayos de la zarzuela fueron seguidos muy de cerca por

los diarios de la capital. Finalmente, el día 19 de setiembre se estrenó en

el Teatro de la Zarzuela con mucho éxito. Así lo reseñan los diarios de

Madrid, que elogian la adaptación del libreto: La Iberia habla de “gran

éxito” y da a los “señores Becker y Correa” la enhorabuena “por lo bien

que han sabido vencer las dificultades con que naturalmente tenían que

luchar en un trabajo de esta índole” [LI 20/09/1862] . El Diario Oficial de

Avisos reseña el “buen éxito” de la obra, “arreglada con singular acierto”

[DO 20 /09/1862] . Casi en los mismos términos se expresa La Discusión

[21/09/1862] . La Iberia es más entusiasta, y habla de que la obra está

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Anejos de Hápax II

“arreglada magistralmente” y celebra el “triunfo de los señores Bécker y

Correa” [LI 21/09 /1862] .

El conocido crítico musical José María de Goizueta publicó una

extensa y experta crítica de la obra. Señala que “el libro está arreglado

de una manera verdaderamente admirable, la parte hablada por el señor

Correa, y la cantada por el señor Bécquer”. Y elogia “las dotes poco

comunes del señor Bécquer para versificar, así como la facilidad con que

sabe acomodar el metro al ritmo de una música de difícil acentuación”

[LE S 26/09/1862] . Estos detalles, que Goizueta debió de conocer por medio

del propio Bécquer, nos indican que el poeta tenía importantes

conocimientos musicales.

El éxito de crítica estuvo acompañado del éxito de público, ya que la

obra se representó del 19 de setiembre al 7 de octubre, y después volvió

a reponerse varios días entre mediados de noviembre y principios de

1863.

4. LA MILITANCIA POLÍTICA DE BÉCQUER

Cuando Bécquer pasó de redactor a director de El Contemporáneo , la

prensa conservadora elogió el nombramiento. Pero el diario progresista

La Iberia , vinculado a Práxedes Mateo Sagasta, reprochó a Bécquer su

dependencia del gobierno de Narváez, en el que González Bravo era

ministro de Gobernación: “El señor Bécquer, tan conocido como escritor

humorístico, se ha encargado de la dirección de El Contemporáneo , uno

de los periódicos que defiende con más formalidad el actual gabinete” [LI

10/11/1864] .

Resulta llamativo que La Iberia caracterice a Bécquer como “escritor

humorístico”. Parece una maliciosa alusión a las comedias cómicas que

había estrenado. Sin embargo, el mismo diario progresista había

republicado la leyenda becqueriana El gnomo [LI 11/02/1863] , que antes

había aparecido en La Correspondencia de España [21 /01/1863] y antes,

por primera vez, en la revista La América [12 /01/1863] . Igualmente,

52

Anejos de Hápax II

republicó El miserere [CB 28/11/1865] . También republicaba sus artículos.

Por ejemplo, el de crítica musical “El maestro Hérold”, que apareció en

La Época en setiembre de 1859, lo volvió a publicar en versión reducida

y con el título de “Hérold” unos meses después [CU nº . 390, 1860:14] .

Todo esto es suficiente para acreditar que en 1863 Bécquer era ya un

escri tor conocido, bien valorado y seguramente bien pagado, que

publicaba sus obras en la prensa de mayor prestigio y difusión. En los

ambientes literarios sus obras eran seguidas con admiración. Así lo

indica este anónimo comentario de la tercera de las c artas Desde mi

celda :

“En cualquier otro país del mundo más amante del genio los art ículos

del señor Bécquer hubieran llamado la atención. Aquí pasan poco menos

que desapercibidos, porque todavía no nos hemos curado de la funesta

manía de mirar con desdén cuanto tiene relación con la literatura patria.

Nosotros, que no queremos incurrir en el mismo pecado, llamamos la

atención del público hacia los artículos de este brillante escri tor, tan

admirables por su profunda intención filosófica cuanto por la bellez a de

su forma” [ESC nº .1 , 1864] .

Pero esta trayectoria literaria se vio mezclada con la creciente

dedicación de Bécquer al periodismo político. La militancia política del

poeta en el part ido moderado y, más concretamente, en la facción de

González Bravo, era pública y notoria y, desde luego, él nunca la ocultó.

En la prensa de la época encontramos numerosas alusiones a esa

militancia:

“Cuenta un periódico que el director de El Contemporáneo , Sr.

Bécquer, se presentó al ministro de la Gobernación para an unciarle que

su periódico se proponía hacer la oposición, y que el Sr. González Bravo

tranquilizó al Sr. Bécquer, prometiéndole que él daría la señal de

oposición cuando saliera del gabinete con los señores Armero y Córdoba.

Las personas que juegan en esta noticia la declaran completamente falsa”

[LC 13/12 /1864] .

Esta gacetil la parece aludir a los rumores de dimisión del gabinete

Narváez, que el 18 de diciembre presentó su dimisión a la reina, pero no

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Anejos de Hápax II

fue aceptada y el gobierno continuó en el poder. Al día siguiente salió la

real orden por la que se nombraba a Bécquer fiscal (censor) de novelas,

con un sueldo anual de 24.000 reales, compatible con el sueldo de

director de El Contemporáneo .

La prensa conservadora elogia el nombramiento de Bécquer como

censor. La Correspondencia de España lo califica de “elegante y correcto

escri tor” [LC 20/12 /1864] . Y más adelante, cuando informa de que “por

motivos de salud” ha dejado la dirección de El Contemporáneo , lo llama

“el tan apreciable l iterato y publicista” [LC 17 /02/1865] . No faltan, sin

embargo, algunas críticas más explícitas a las prebendas que se habían

concedido a los periodistas de El Contemporáneo , entre ellas el

nombramiento de Bécquer como censor [LL 31/12 /1864] .

5. REDACTOR DE EL MADRILEÑO

Hacia 1863 Bécquer ejerció múltiples actividades y, en consecuencia,

debió de obtener importantes ingresos. Trabajaba como periodista o

colaborador en varias publicaciones simultáneamente. A la lista de

publicaciones hay que añadir El Madrileño [LEP 01/08/1863] , semanario

cultural dirigido por Luis Escudero, que se publicaría entre 1860 y 1863.

Esta noticia no solo tiene interés biográfico, sino también literario, ya

que en varios números del semanario encontramos obras becquerianas: la

rima “¡Duerme!” [27/07/1863] y el relato de tema hindú “Apólogo”

[24/08/1863] . También una divagación li teraria titulada “Las hojas secas”

[28/09/1863] , firmada por Guillermo Laá y Rute, que presenta curiosas

coincidencias con el texto del mismo tí tulo que Bécquer publica ría en

1871.

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Anejos de Hápax II

6. LOS AMANTES DEL SOL, NOVELA PERDIDA DE BÉCQUER

En mayo de 1863 la prensa anuncia la inminente aparición de la

Biblioteca Hispanoamericana, dedicada a publicar novelas de escritores

españoles. En la l ista de autores figuraban García Lu na y Bécquer [LEP

19/05/1863] .

El primer volumen de la Biblioteca fue una novela histórica de Luis

García Luna, viejo amigo y colaborador de Bécquer en varias obras

teatrales. Esta inauguración de la Biblioteca tuvo amplio eco en la

prensa, que la presentaba como una colección destinada a publicar obras

de autores nacionales, para desmarcarse de la extendida tendencia a

publicar traducciones:

“Ya se ha publicado el tomo primero de la Biblioteca

Hispanoamericana, colección de obras originales debidas a var ios de

nuestros más conocidos escritores. Titúlase la primera, que es la que

tenemos a la vista, Una virgen y un demente. Historia del siglo XVII , por

el Sr. D. Luis García de Luna. Forma un hermoso volumen, en octavo

mayor, de más de 300 páginas, elegantemente impreso y con bonitas

láminas. Creemos que esta publicación ha de tener buen éxito, toda vez

que, componiéndose de cuadros, leyendas, novelas y tradiciones

puramente españolas, podrá sustituir con ventaja a ese cúmulo de

abigarradas traducciones que constituyen al presente el pasto intelectual

de los lectores de nuestro país” [LEP 20 /06/1863] .

En una gacetilla posterior se informa de que, después de la novela de

García Luna, seguirán: Aliatar el pirata , del Capitán Bombarda; Los

amantes del Sol , de Bécquer; La madre Tierra , de Pedro Antonio de

Alarcón y otras [ECP 01/07/1863] .

En el verano de 1863 se publicaron numerosos anuncios de la

colección, que contienen detalles interesantes. Los editores eran

conocidos: Fortanet y Marzo. No está de más señ alar que, siete años

después, Fortanet publicaría las Obras póstumas de Bécquer. El ritmo de

publicación previsto era de un tomo al mes de 300 páginas con

ilustraciones, al precio de ocho reales. En cuanto al formato y

55

Anejos de Hápax II

característ icas tipográficas, los edi tores manifiestan que la colección,

“selecta y económica” se inspira en la del editor parisino Michel Levy.

Después de la primera obra, anuncian que está “en prensa, para

publicarse en julio próximo”, Los Maldonados , de Ricardo Puente. En el

anuncio, Bécquer aparece dentro de la lista de autores, junto a Julio

Nombela y Augusto Ferrán [LD 05/07 /1863] .

Otra gacetil la nos informa de que la colección, después de la novela

de García Luna, tenía “dispuestas para continuar”: Los Maldonados ; Los

amantes del Sol , por D. Gustavo A. Bécquer; La madre Tierra, por D.

Pedro Antonio de Alarcón, etc. [EM 12/07/1863] . Esta ordenación indica

que la novela de Bécquer iba a salir dentro de dos meses. Pero, por

razones desconocidas, la colección solo l legó a publicar dos nove las. La

primera, la de García Luna, y la segunda, Historia de una venganza , del

conocido folletinista Manuel Fernández y González.

Los amantes del Sol debe de ser la novela que en la lista de proyectos

literarios de Bécquer es denominada, por errata, La amante del Sol

(estudio griego) . Está clasificada dentro de la sección de “estudios en

forma de novela” [B ÉCQUER 2004: 1626] . Lo de “estudios” parece indicar

que se trata de novelas con algún mensaje filosófico o existencial.

A la vista de todas estas informaciones, cabe preguntarse: ¿llegó

Bécquer a escribir Los amantes del Sol? Teniendo en cuenta que la

novela estaba anunciada como de publicación inminente, es bastante

probable que ya la hubiera redactado por completo o, por lo menos,

tuviera escritas una buena parte de las 300 páginas de que constaban las

obras de la colección. Por tanto, aunque Los amantes del Sol no haya

llegado hasta nosotros, podemos considerar como muy probable que

Bécquer escribiera esta novela, con lo que quedaría acreditada su

capacidad para cultivar todos los géneros literarios.

56

Anejos de Hápax II

7. LOS TIEMPOS , DIARIO DE GONZÁLEZ B RAVO

Desde su fundación en 1860 El Contemporáneo había sido un

periódico vinculado al partido moderado y, más concretamente, a

González Bravo. Pero a principios de 1865 una parte de sus redactores,

entre ellos el escritor Juan Valera, fueron aproximándose a las posiciones

defendidas por la Unión Liberal . Estos escindidos (“resellados” en el

lenguaje de la época) recibieron el nombre de “los angélicos”.

Bécquer se mantuvo fiel a González Bravo, abandonó El

Contemporáneo y entró en la redacción de Los Tiempos , fundado en abril

de 1865 y dirigido por Francisco Botella, también salido de El

Contemporáneo . Como en esas fechas González Bravo era ministro de la

Gobernación en el gobierno de Narváez, el nuevo diario tenía una clara

posición de defensa del gobierno. Han quedado muy pocos ejemplares de

Los Tiempos , pero podemos obtener referencias indirectas de lo que

publicaba a través de las réplicas de la prensa rival .

Antes de su aparición, ya era evidente que el nuevo diario había sido

“fundado por el señor González Bravo para combatir las doctrinas de El

Contemporáneo” [E C 10/03/1865] . Se preveía que “la batalla de El

Contemporáneo con Los Tiempos comenzará desde los primeros números

de este” [EC 25/03 /1865] . El asunto fue objeto de comentarios jocosos en la

prensa progresista: “Como el periódico Los Tiempos viene a enmendar la

plana a El Contemporáneo , creen algunas personas que el primero de

dichos periódicos debiera titularse El Extemporáneo” [SN 15/03 /1865] .

Los Tiempos se había ganado fama de diario de combate, de estilo

agresivo. Se creía que la influencia de su propietario, Gonzá lez Bravo,

sería mucho más directa que en El Contemporáneo , diario que siempre

había mantenido un tono sereno y educado. Era bien notorio que en su

juventud el ministro había sido periodista progresista del diario El

Guirigay , famoso por sus groseros ataques a sus rivales. Aunque después

González Bravo había cambiado radicalmente de ideología,

convirtiéndose en un ultraconservador, había mantenido el agresivo

estilo de sus comienzos en la vida política.

57

Anejos de Hápax II

En efecto, desde el primer número, Los Tiempos defendió

apasionadamente el gobierno Narváez, por lo que enseguida fue

calificado como: “su órgano más autorizado” [LI 13/04 /1865] ; “el diario

del Sr. González Bravo” [ LO 17/04 /1865] ; “el periódico inspirado por el

señor ministro de la Gobernación” [LE 17/04/1865], etc. Esta defensa del

gobierno iba acompañada de furiosos ataques contra los diarios de la

oposición, que se quejaban de su “ruido intempestivo”, “su gárrula

locuacidad” [LD 09704/1865] , su “virulencia” y su “encono contra la prensa

de oposición” [ LD 19/04/1865] .

Gil Blas , la revista republicana donde Bécquer tenía amigos, también

publicó algunas crí ticas contra Los Tiempos , aunque sin demasiada

virulencia. Por ejemplo, haciendo un juego de palabras con el apellido

del director, Francisco Botella, decía que “…de esta botella, en vez de

licores, no salen más que aguas turbias” [GB 29 /04/1865] .

La polémica periodística se agudizó como consecuencia de los

sucesos de la llamada Noche de San Daniel, el día 10 de abril. Una gran

manifestación, en su mayor part e de estudiantes, se reunió en la Puerta

del Sol para protestar por la destitución del catedrático Emilio Castelar.

El motivo de la desti tución era que Castelar, dirigente republicano, había

denunciado la apropiación de bienes del patrimonio nacional por p arte de

la reina Isabel II. Ante la cada vez más numerosa manifestación, el

ministro de la Gobernación, González Bravo, ordenó que la Guardia

Civil (fundada por él mismo años atrás) la disolviera a t iros. Hubo

muertos y centenares de heridos y detenidos.

Los Tiempos presentó los sucesos como “un motín de estudiantes”,

“un asunto de poca importancia”, arremetiendo contra la prensa de la

oposición, contra “los diarios de la anarquía, del saqueo y del incendio”

[SN 14/04/1865] . La crí tica del sangriento suceso era una excusa para

lanzar una campaña de las oposiciones, l levadas por “su odio y su saña

hacia el actual ministerio” [LEP 12 /04/1865] .

El diario progubernamental quedó aislado y reaccionó con agresividad

ante el manifiesto firmado por todos los diari os de la oposición, desde

los unionistas hasta los republicanos:

58

Anejos de Hápax II

“Los Tiempos , ese periódico escri to en las oficinas del Estado, de

quien su director cobra 50.000 reales, y del que son redactores

colaboradores varios empleados del ministerio de la Gob ernación, truena

y se agita, y en todos los tonos se duele de que la prensa independiente,

la que no habla ni escribe por obligación ni por dinero, se haya reunido

para protestar colectivamente contra los horrendos sucesos del día 10”

[LI 18/04 /1865] .

Aparece aquí la acusación de que los redactores de Los Tiempos

defendían al gobierno a cambio de suculentas prebendas. Unos días

después el diario La Verdad publicaba las cifras de los sueldos, en reales

al año, que cobraban los periodistas del diario proguber namental:

“Vean nuestros lectores lo que cuesta al Estado la redacción de Los

Tiempos : D. Luis González Bravo: coche y 120.000; D. Francisco

Botella, director: coche y 50.000; D. Víctor Cardenal, redactor: 50.000;

D. Juan Valero y Soto, ídem: 60.000; D. Gu stavo Adolfo Bécquer:

35.000; D. Juan Valero de Tornos: 14.000. Total: 329.000 reales” [LI

22/04/1865] .

Esta información revela que los redactores de Los Tiempos

compaginaban su labor periodística con cargos bien remunerados en el

ministerio de la Gobernación. Por lo que se refiere a Bécquer, el sueldo

que menciona esta gaceti lla no coincide con el que sabemos que cobraba

por su cargo de censor de novelas: 24.000 reales al año. Los 11.000

reales de diferencia pueden deberse, o a un error, o a que se tratara del

dinero que cobraba por su trabajo en Los Tiempos . Es decir, Bécquer

debía de cobrar 24.000 reales como censor y 11.000 como periodista. En

cualquier caso, es evidente que disfrutaba de una prebenda como

recompensa a su fiel y activa militancia en el aparato de propaganda de

González Bravo. Al defender al ministro, al justificar actuaciones como

las de la Noche de San Daniel, Bécquer no solo defendía sus

convicciones políticas, sino también sus intereses. Veamos otro episodio

todavía más significativo de la intensa militancia polít ica de Bécquer.

59

Anejos de Hápax II

8. EL ESCÁNDALO DE DOÑA MANUELA

En junio de 1865 cayó el gobierno moderado de Narváez, como

consecuencia de su desprestigio por la Noche de San Daniel. Le sucedió

un gobierno encabezado por el general O’Donnell , fundador de la Unión

Liberal. La situación política se invirtió. Bécquer perdió su cargo de

censor de novelas, pero siguió como redactor de Los Tiempos , que ahora

se convertía en diario de la oposición. Del mismo modo, ahora eran los

llamados “angélicos”, los redactores de El Contemporáneo , los que

recibían prebendas del gobierno unionista, como premio por haber

abandonado el partido moderado.

Pronto los periodistas fieles a González Bravo comenzaron su labor

de ataque a los “angélicos” desde Los Tiempos . También desde el

semanario satírico Gil Blas , en el que habían colaborado Gustavo y su

hermano Valeriano. De este modo, los periodistas republicanos y lo s

moderados podían aliarse frente al enemigo común: el gobierno unionista

de O’Donnell.

Fruto de esta colaboración es uno de los “cabos sueltos” de Gil Blas

[GB 26/08/1865] , dirigido contra José Luis Albareda, director de El

Contemporáneo, quien, cuando los unionistas llegaron al gobierno, fue

nombrado embajador en Holanda.

El anónimo “cabo suelto” de Gil Blas era una versión satírica de los

duros ataques políticos de Los Tiempos :

“Ya habrá llegado Albareda al Haya. La primera vez que fue al

Haya Albareda, debió su nombramiento a Narvaez. La segunda

vez se lo debe a O'Donnell. ¡Arsa, pilili!

Al salir de Madrid Albareda ha debido cantar por el camino,

acompañando la música de Las astas del toro:

Con un quiebro a la conciencia

y una buena credencial,

y buen vino de Burdeos

60

Anejos de Hápax II

y una jembra resellá;

en Sanlúcar, ni en Siviya

no hay un moso de este aquel

que se compare conmigo

en mudar de parecer.

Por eso a O'Donnell ,

que es receloso,

hoy largo el trapo

y salgo airoso.

Fue ayer mi amigo

González Bravo,

hoy es O'Donnell

y otros muchachos.

Parece mentira,

pero no lo es,

que tengo un destino

que no hay más que ver.

Coro.—Pues eso es,

pues eso es,

que es bueno resellarse

para comer.

***

El Haiga 10 de agosto de 1865.

Zeñó D. Leopordo: —Aquí estoy, porque he venido. Los

naturales del país me van teniendo mucha querencia. Ayer fui a

ver al rey, y el rey estaba en puerta, por lo cual no pude hacerme

presente, pero me haré pasado, y es lo mismo. Se me figura que

pronto voy a hacer de las mías escapándome a esa corte para

poder trastear un bicho en los Campos. Aquí no hay más toros

que algunos amigos de mis amigos. De Valera he sabido ayer, y

me dice que está escribiendo un libro ti tulado: De la agricultura

aplicada al teatro. Por lo demás, todos estamos delicados.

Póngame V. á los pies de Doña Manuela” .

61

Anejos de Hápax II

Es muy probable que Bécquer fuera el autor de este ataque personal.

El uso del habla andaluza ridiculiza al gaditano Albareda, que Galdós, en

O’Donnell , describe como “arrogante, salado y ceceoso”. Las alusiones

taurinas, reforzadas por la mención a la zarzuela de Carlos Frontaura En

las astas del toro , parecen tener doble sentido: a la gran afición taurina

de Albareda y a su supuesta condición de cornudo. No falta tampoco un

puyazo contra Juan Valera, excompañero de Bécquer en la redacción de

El Contemporáneo . Llama la atención la fórmula de despedida, con la

referencia a “Doña Manuela”. Se trata de una alusión a doña Manuela

Bargés, esposa del general O’Donnell . No era una mención aislada, sino

el comienzo de una campaña propagandística muy bien orquestada.

Unos días después, en Gil Blas vuelve a aparecer otra alusión a la

dama, esta vez más directa. Se trata de uno de los Proverbios en acción :

“En casa del mezquino más manda la mujer q ue el marido”. Refrán que

enseña a conocer a “Doña Manuela” [GB 09/09 /1865] . Aquí se hace

explícito el rumor que atribuía a la esposa del general una gran

influencia en los asuntos de gobierno. Dado el monopolio masculino del

mundo de la política, el rumor era un demoledor ataque al prestigio del

general y dirigente político de l a Unión Liberal.

Por eso, el escándalo fue extraordinario cuando el 26 de setiembre

apareció el primer (y último) número de un periódico t itulado Doña

Manuela . Se presentaba como “periódico polí tico”, de periodicidad

semanal. En la portada aparece un dib ujo satírico, firmado por Ortego,

en el que una señora malcarada, de pie, increpa a un grupo de señores

sentados, entre los que era fácil reconocer al general O’Donnell y a sus

ministros, sobre todo al de la Gobernación, José Posada Herrera, que es

objeto de una sátira en un artículo del periódico. El general O’Donnell

mira embelesado a su esposa, de acuerdo con el rumor de que estaba muy

enamorado de ella. La caricatura presenta al general muy estilizado, con

ademanes afeminados, en contra del auténtico a specto de O’Donnell, un

hombre más bien corpulento. Es posible que el caricaturista insinúe así

la poca “hombría” del general , que no había podido tener hijos con una

62

Anejos de Hápax II

viuda que sí los había tenido con su primer marido, el comerciante

catalán Ignacio Vinyals.

Los diarios de la oposición progresista se hicieron amplio eco del

nuevo periódico y algunos reprodujeron extensos fragmentos de su

corrosivo y malicioso editorial , que presentaba al gobierno de O’Donnell

y a la Unión Liberal como unas marionetas manejadas por la esposa del

general. El país estaba, pues, en manos de una mujer ignorante y

caprichosa [BÉCQUER 2004:889-891, S N 27 /09/1865, LD 28 /09/1865, LI 28/09/1865] .

Las alusiones y los juegos de palabras, destinados a sortear la censu ra,

fueron captados fácilmente: “Ha empezado la publicación de un

periódico polí tico satírico titulado Doña Manuela . Según de público se

dice, Doña Manuela , la del periódico en cuestión, es una señora de

campanillas que toma rapé y escupe fuerte” [LD 29 /09/1865] . Al día

siguiente ya era evidente que “la cuestión de Doña Manuela adquiere de

día en día más grandes proporciones” [LD 30/09/1865] .

En efecto, el asunto pronto derivó hacia la cuestión de la libertad de

prensa y sus límites, y se mezcló con la de si se habían d e tolerar las

ofensas al honor de una dama. Frente a las furibundas protestas del

unionista El eco del país , la prensa más conservadora (La esperanza) y

la progresista (La discusión) replicaban que ahora los unionistas se

quejaban de unos métodos que ellos también habían usado. El progresista

La Iberia se distancia de la polémica y señala que moderados y

unionistas “andan rabiosamente a la greña” [LI 30/09 /1865] . Era público y

notorio: “Doña Manuela es hoy el objeto preferente de las

conversaciones de Madrid. Doña Manuela ha producido un escándalo

mayúsculo desde el primer momento que vio la luz pública” [LD

01/10/1865] .

Nadie dudaba de que el libelo procedía del moderantismo, más

concretamente de la facción de González Bravo. Pronto se vinculó Doña

Manuela con Los Tiempos . Y Bécquer fue señalado como uno de los

principales, sino el principal, urdidor de la escandalosa campaña,

destinada a desestabilizar al gobierno unionista y así lograr la vuelta de

los moderados al poder.

63

Anejos de Hápax II

El semanario republicano Gil Blas publicó una críptica nota: “Los

Tiempos asegura que en muchos sitios públicos se han proferido

amenazas contra los redactores del nuevo periódico satírico Doña

Manuela , y con este motivo nos anuncia que está dispuesto a andar a

palos. ¡Hola! ¡Hola! ¿Contará todavía con la Guardia Civil?” [GB

30/09/1865] . La nota parece orientada a mostrar una posición de firmeza

de Los Tiempos frente a las amenazas de los unionistas. La alusión a la

Guardia Civil iba dirigida a González Bravo, fundador del cuerpo

policial que había reprimido sangrientamente a los estudiantes en la

Noche de San Daniel .

En el mismo sentido y al mismo tiempo, Francisco Botella, director

de Los Tiempos , publicó un comunicado en el que negaba que tuviera

nada que ver con Doña Manuela , por lo cual no tenía que excusarse de

nada. Y reproduce los enrarecidos rumores que corrían por la capital:

“La noche del jueves oí decir públicamente en el Café de la Iberia que

andaban varios sujetos buscando a los supuestos redactores de ese

periódico para apalearlos”. En el mismo periódico se publicaba otro

comunicado de los redactores de Los Tiempos , que negaban toda

participación en Doña Manuela [LI 30/09 /1865] .

Pero las amenazas verbales de los ofendidos unionistas comenzaron a

materializarse cuando irrumpió en escena Aureliano Vinyals, hijo de la

esposa de O’Donnell, Manuela Bargés. El general se había casado en

1837 con esa dama viuda catalana, con la que no tuvo hijos. El hijastro

de O’Donnell había disfrutado de diversas y sustanciosas prebendas:

diputado por Guadix en 1863 [GF 1863: 87] ; delegado regio en el Banco de

Economías [ LI 05/04 /1864] ; delegado de la Compañía de Ferrocarril de

Córdoba [LE 09/04 /1864] ; diputado por Benisa (Alicante) en 1864 [EC

17/05/1864] , etc. El 1865, al subir al poder los unionistas, fue nombrado

jefe de negociado en el Ministerio de Fomento, con un sueldo de 24.000,

el mismo que había cobrado Bécquer como censor de novelas.

Al estallar el escándalo de Doña Manuela , Vinyals asumió el papel de

vengador de las ofensas a su madre y a su padrastro. En un comunicado

se dirigió al director de Los Tiempos , manifestándole que tenía motivos

64

Anejos de Hápax II

para “creer que Vd. y no otro es el autor o inspirador de la miserable

publicación”. Al mismo tiempo se hizo público que Vinyals buscaba “con

ánimo hostil a un supuesto redactor del periódico Doña Manuela” [L I

01/10/1865] . Ese redactor era Bécquer.

Los Tiempos , para contrarrestar los rumores que lo vinculaban con

Doña Manuela , crit icaba la reacción de los unionistas, alegando que

ellos habían practicado métodos parecidos y, por tanto, “un abuso trae

necesariamente otro abuso en sentido opuesto” [ LD 01/10 /1865] . Dos días

después la prensa madrileña se hace eco de la crónica del c orresponsal

del Diario de Barcelona en la capital: “Cuéntase que los directores y

fundadores de ese periódico (Doña Manuela ) son un antiguo redactor de

El Contemporáneo y Los Tiempos y un exdirector del ministerio de la

Gobernación durante el ministerio Narváez” [LI 03 /10/1865] . Las alusiones

eran claras para cualquier conocedor del mundo periodístico y polít ico:

el antiguo redactor de El Contemporáneo era Bécquer, mientras que el

exdirector del ministerio era Francisco Botella.

Al hacerse pública la autoría de Doña Manuela , Vinyals reaccionó

enseguida. El cuatro de octubre publicó otro comunicado, dirigido a los

redactores de Los Tiempos , en el que les conminaba a aclarar su

vinculación con Doña Manuela . Y añadía: “Me presenté en la redacción

de Los Tiempos en busca del Sr. Bécquer, que me aseguraban ser redactor

del periódico en cuestión, y este señor, después de una conferencia

habida, niega por medio de un comunicado ser inspirador ni redactor de

esa infamante publicación, a pesar de haberlo así manifestado el Sr.

Márquez en la redacción de Los Tiempos” . Y terminaba amenazando:

“…deben cumplir sus compromisos, o de lo contrario la opinión, que

tiene la vista fija en la redacción de Los Tiempos , los juzgará como se

merecen, y yo, por mi parte, haré en esta cuestión lo que en tales casos

cumple a un caballero” [ LE 04/10 /1865] .

Como vemos, Bécquer fue señalado como redactor de Doña Manuela

por Enrique Márquez, uno de sus colegas de Los Tiempos . Al quedarse

solo ante la amenaza de un duelo con Vinyals, tuvo que aceptar la

publicación de un humillante mentís en varios diarios de la capital:

65

Anejos de Hápax II

“Habiéndose dicho en algunos círculos que yo formo parte de la

redacción del periódico Doña Manuela , o que lo he inspirado, me

encuentro en el deber de desmentir una especie cuyo fundamento

ignoro.

Abrigo la esperanza de que ninguna de las personas que me

conocen darán el más mínimo crédito a un falso rumor que me

perjudica, cargándome la responsabilidad moral de es cri tos cuya

índole condeno y cuyo género repugna a mi carácter”

[LI 04/10 /1865, LC 05/10 /1865] .

Al día siguiente, cinco de octubre, se hizo público otro comunicado

en el que los redactores de Los Tiempos afirmaban que no habían tenido

intención de ofender al Sr. Vinyals, “como ya se lo han manifestado”, y

que “habiendo sido efecto de una mala inteligencia la causa de este

debate […] se retiran por una y otra parte las frases que se han cruzado”.

Y añadían: “Los redactores de Los Tiempos han demostrado también que

no tienen la menor participación en el l ibelo de que se trata, que han

condenado y condenan” [LC 05 /10/1865, LE 05/10/1865, LI 05/10 /1865] .

Con este acuerdo terminaba el conflicto entre Vinyals y Los Tiempos .

Pero conviene fijarse en quienes lo firman: Miguel Pérez Molina, Julián

de Zugasti, Enrique Hernández, Enrique Márquez, Aureliano Vinyals y

Francisco Botella. Por un lado, Vinyals y su amigo Zugasti, que debía de

ejercer de padrino en un eventual duelo; por el otro, tres redactores de

Los Tiempos y su director, Francisco Botella [LC 05/10 /1865, LI 05/10/1865] .

Llama la atención la ausencia de Bécquer, redactor de Los Tiempos . Así

se hacía público que, mientras el poeta se veía obligado a publicar en

solitario un vergonzoso desmentido, sus compañeros de Los Tiempos

firmaban un pacto honorable con Vinyals, en el que aparentemente no

había vencedores ni vencidos.

Recapitulemos. Bécquer había sido señalado como autor del e ditorial

de Doña Manuela y se había quedado solo ante el peligro de un duelo

con Vinyals. Sus compañeros de Los Tiempos no solo se habían lavado

66

Anejos de Hápax II

las manos firmando la paz con el hijastro de O’Donnell, sino que lo

habían señalado como autor de Doña Manuela . Ante tal cúmulo de

indicios incriminatorios, pero en contradicción con el público mentís del

poeta, cabe preguntarse: ¿Fue Bécquer el autor de Doña Manuela?

El análisis textual del editorial de Doña Manuela ha mostrado

numerosas concordancias con otros t extos becquerianos [BÉ CQUER 2004:

889-891] . Por ejemplo, en el editorial se dice: “Doña Manuela es el verbo

vicalvarista hecho mujer” y en las Cartas literarias a una mujer : “La

mujer es, en una palabra, el verbo poético hecho carne”. Tantas

concordancias no pueden ser fruto del azar, sino pruebas que proceden de

una misma pluma, la de un gran li terato. En el editorial de Doña

Manuela Bécquer demuestra su gran versatilidad literaria, su capacidad

para usar magistralmente un registro satírico l leno de ingeni osas

alusiones y juegos de palabras, que ridiculizaba al adversario con fuerza

demoledora.

Es probable que los demás artículos de Doña Manuela fueran escri tos

por Bécquer y Botella, y quizá también por algún otro redactor de Los

Tiempos , pero son textos de menor interés político y literario, y, desde

luego, mucho menos agresivos. Lo que había provocado el escándalo era

la portada del periódico: el título, el dibujo satírico y el editorial.

El asunto todavía tuvo una secuela unos días después. Vinyals

abroncó en plena calle a Luis de Barreda, acusándole de ser director

propietario o inspirador de Doña Manuela . El escándalo callejero acabó

en comisaría, donde tuvo lugar una serie de explicaciones que se

concretaron en un comunicado en el que Barreda negaba c ualquier

vinculación con el l ibelo. En la nota que acompaña al comunicado, La

Esperanza crit ica a Vinyals “por haber atropellado a una persona

irresponsable”. Y termina: “A proceder el Sr. Vinyals con más prudencia,

no se vería amargado por el pesar que pr oduce la consideración de haber

hecho mal a un inocente” [LE 16 /10/1865] . Finalmente, en abril de 1866

Vinyals y Barreda publicaron sendos comunicados en los que desistían de

batirse en duelo [D O 03/04/1866] . Desconocemos la implicación de Barreda

67

Anejos de Hápax II

en el asunto, pero sabemos que en 1864 había publicado un opúsculo

titulado Consideraciones políticas acerca de los partidos [LC 03/03/1864] .

Bécquer debió de salir muy dolido y desprestigiado del escándalo de

Doña Manuela , cuya autoría se le había atribuido públ icamente, sin que

nadie le hubiera defendido a él ni a aquel “papel inmundo” [LA

27/10/1865] . También había quedado de manifiesto su miedo a enfrentarse

a Vinyals en duelo. La Discusión resumía así la corta y accidentada vida

del l ibelo: “Doña Manuela ha sido atacado del cólera morbo unionista, y

ha muerto sin defenderse del mal, ha muerto de miedo. ¡Pobre Doña

Manuela! Nació insolente y murió cobarde” [LD 08 /10/1865] .

Los Tiempos también salió malparado del escándalo. El seis de

octubre, el mismo día en que concluyó el affaire , fue clausurado y

reconvertido, adoptando el título de El Español. El director seguía

siendo Francisco Botella, y dos de sus redactores (Enrique Hernández y

Enrique Márquez) también procedían de Los Tiempos . A ellos se

incorporaron Serafín Álvarez y Manuel Ossorio. Adscrito a la facción de

González Bravo, el nuevo diario duraría hasta la Revolución de

Setiembre de 1868. No parece que Bécquer trabajara en él, pero a lo

largo de 1866 en sus páginas aparecieron siete de sus leyendas, ya

publicadas en El Contemporáneo .

Pero el escándalo de Doña Manuela no sirvió de escarmiento a

Bécquer. Falto del sueldo de censor de novelas y del de redactor de Los

Tiempos , enseguida se puso a trabajar con su hermano Valeriano en una

serie de dibujos de sátira polí tica, acompañados de jocosos comentarios,

contra el gobierno de O’Donnell, firmados con el seudónimo SEM y

publicados en Gil Blas . Desde luego, esos dibujos, a pesar de que

algunos fueron prohibidos por la censura, eran mucho menos hirientes

que los textos de Doña Manuela .

Se reanudaba así la peculiar colaboración entre moderados y

republicanos, que se explica no sol o por la conveniencia de unirse frente

al enemigo común, los unionistas en el poder, sino sobre todo por

vínculos de amistad. El dibujo de cabecera de Doña Manuela estaba

firmado por Francisco Ortego, dibujante de ideología republicana,

68

Anejos de Hápax II

habitual de Gil Blas y amigo de Gustavo y Valeriano. Es probable que

para evitar conflictos como los provocados por Doña Manuela , los

hermanos Bécquer y Ortego trabajaran en equipo y se ocultaran bajo el

seudónimo SEM.

Años después, entre 1868 y 1870, el seudónimo SEM volvería a

aparecer en un álbum de acuarelas de sátira política ti tulado Los

Borbones en pelota . El hecho de que hubiera sido utilizado antes por los

Bécquer en Gil Blas llevó a algunos becqueristas a atribuirles la autoría

del álbum. Esta atribución causó gran revuelo, ya que una parte de las

láminas eran abiertamente pornográficas, con escenas de orgías de la

reina Isabel y su círculo más íntimo, incluido González Bravo.

Finalmente se demostró que el autor de Los Borbones en pelota era

Francisco Ortego, quien, por razones que no conocemos, volvió a utilizar

el seudónimo SEM, el que había compartido con los hermano s Bécquer

en Gil Blas [BÉCQ UER 2004: 33].

La colaboración de los Bécquer en Gil Blas duró hasta finales de

febrero de 1866. Después incrementaron sus publicaciones en la revista

ilustrada El Museo Universal , que no intervenía en las luchas polí ticas.

Este abandono del periodismo militante no fue muy duradero. La

cambiante coyuntura política dio un nuevo vuelco cuando en junio de

1866 se produjo la sublevación de los sargentos de San Gil, que el

gobierno de O’Donnell reprimió con fusilamientos. Falto del apoyo de la

reina, el general dimitió y el 10 de julio el general Narváez volvió al

gobierno por séptima vez. Y de nuevo González Bravo regresó al

ministerio de la Gobernación. Dos días después Bécquer fue nombrado

otra vez censor de novelas, con un sueldo de 24.000 reales al año, del

que disfrutaría hasta la Revolución de Setiembre de 1868, que derrocó a

la reina Isabel II y al gobierno presidido por González Bravo.

Queda, pues, claro que Bécquer participó activamente en las luchas

políticas de su época, siempre en las fi las del partido moderado y

siempre fiel a su protector, González Bravo, incluso en situaciones como

la Noche de San Daniel . No se trató de una participación desinteresada,

69

Anejos de Hápax II

sino vinculada a la obtención de prebendas durante los perí odos en que

su partido estaba en el poder.

9. LAS RIMAS, A PUNTO DE SER PUBLICADAS EN MARZO DE 1868

Una noticia periodística nos informa de que la publicación de las

poesías de Bécquer estaba muy avanzada en marzo de 1868, es decir,

medio año antes de la Revolución de Setiembre. Dice así: “Dentro de

pocos días empezará la publicación de las poesías del S r. Bécquer, con

un prólogo escrito por el Sr. González Bravo” [E I 16 /03/1868] .

Hasta ahora se había considerado que el único manuscrito con las

poesías becquerianas se perdió durante el asalto a la casa del odiado

primer ministro González Bravo durante las jornadas revolucionarias de

Setiembre de 1868. Pero ahora sabemos que seis meses antes iban a salir

publicadas “dentro de pocos días”. ¿Por qué no se cumplió este anuncio?

En cualquier caso, resulta evidente que Bécquer había recopilado sus

poemas para publicarlos en un libro independiente, con una ordenación

interna que desconocemos, pero seguro que era distinta de la utilizada

por el poeta en el Libro de los gorriones y también de la de las Obras

póstumas, editadas por sus amigos.

Parece lógico pensar que la imprenta que estaba preparando la

inminente edición de las Rimas dispondría de un manuscrito distinto del

que se perdió durante el asalto a la casa de González Bravo. De ser así,

¿adónde fue a parar ese segundo manuscrito?

10. BÉCQUER, IMPULSOR DE LA SOCIE DAD DE ESCRITORES

A finales de diciembre de 1867 murió Luis García Luna, escritor y

redactor de El Imparcial . Era un viejo amigo de Bécquer. Juntos habían

compartido proyectos y habían escrito conjuntamente algunas obras

70

Anejos de Hápax II

teatrales. Bécquer y Julio Nombela acompañaron el féretro de García

Luna y participaron en una reunión destinada a recoger dinero para

auxiliar a la familia [LEP 27 /12/1867] . Como era habitual en el caso de

escri tores fallecidos sin haber publicado todas sus obras, se formó una

comisión de amigos del difunto con objeto de “coleccionar y reimprimir

todas las obras de aquel autor y proporcionar un beneficio a la viuda y

familia del Sr. Luna” [LC 26 /12/1867] .

Todas estas circunstancias anticipan las que, tres años después , se

darían en la muerte del mismo Bécquer. Además de sufrir el impacto

emocional por la muerte de su amigo, el poeta vivió muy de cerca el

drama familiar provocado por la muerte de un profesional de la pluma.

De la comisión de escri tores amigos de García Luna, encabezada por

Bécquer y Nombela, surgiría el proyecto de crear una asociación de

carácter asistencial, que de manera organizada y estable evitara aquellos

terribles dramas familiares.

Dos meses después del fallecimiento de García Luna, en f ebrero de

1868, se celebró en el Ateneo de Madrid una reunión para crear una

Asociación de Autores Españoles. Se trataba de afrontar el problema de

que los profesionales de la pluma gozaban de un apreciable nivel de vida

mientras estaban en activo, pero la enfermedad o la muerte dejaban a sus

familias en una situación muy precaria. El propósito principal era reunir

“auxilios mutuos” para ayudar a los escri tores y a sus familias en caso de

enfermedad o defunción, basándose en la asociación parisina Gens des

Lettres .

En la llamada “comisión iniciadora del proyecto” figuraban Bécquer y

Julio Nombela. La comisión presentó el proyecto de estatutos en una

concurrida reunión. Asist ió el primer ministro, Luis González Bravo,

quien manifestó “la satisfacción que experimentaba al verse entre

escritores” y expresó “su vivo y profundo amor a las letras”. Los

reunidos, además de solicitar que González Bravo presidiera la reunión,

aprobaron un voto de gracias al político, por su apoyo a la Asociación.

El cronista subraya que los asistentes olvidaron “las distancias que los

separan en las luchas polí ticas”. La misma crónica informa de que la

71

Anejos de Hápax II

Asociación había recibido 200 adhesiones y publica la lista de todos los

socios, en la que figuran los más significados escritores y p eriodistas del

momento [E I 10 /02/1868, LEP 10 /02/1868, LE S 12/02/1868] .

El importante papel que Bécquer jugó en la fundación de la

Asociación se pone de manifiesto en la gacetilla que nos informa de que

el poeta y su amigo Nombela redactaron el reglamento provisional de la

Asociación [D O 11/02/1868] , ahora denominada “Sociedad de Autores”.

Patricio de la Escosura era el presidente y Julio Nombela el secretario [E I

12/02/1868] , distribución de cargos que nos indica un cierto equilibrio

entre el sector liberal y el sector conservador. En otra reunión celebrada

en el Ateneo se aprobó el proyecto de estatutos de la Sociedad. Bécquer

intervino para presentar algunas propuestas de m odificación [LC

09/03/1868, LE S 09/03 /1868] .

Estas informaciones periodísticas, coincidentes en destacar el

importante papel jugado por Bécquer, sirven para contrarrestar las

sesgadas y mezquinas referencias de Julio Nombela en sus memorias. El

“amigo” de Bécquer, al relatar el nacimiento de la Asociación, solo

menciona al poeta una vez, dentro de una lista de escri tores que

acudieron a la primera reunión. No tiene el más mínimo pudor a la hora

de proclamarse protagonista único de la iniciativa: “me propuse fundar”,

“aceptaran mi pensamiento y me ayudaran a realizarle”, “expuse mi

propósito”, “convinimos en que yo redactase un proyecto de estatutos”,

“fui muy felicitado porque se supo que la iniciativa ha bía partido de mí”,

etc., etc. Da idea de la poca fiabilidad de su testimonio el hecho de que,

al mencionar a González Bravo, diga que “si no recuerdo mal, formaba

parte del Gobierno” [NOMBE LA 1976: 771-773]. Está claro que, para tapar su

colaboración con el odiado político, Nombela finge no estar seguro de

algo tan evidente como que en 1868 González Bravo era el jefe del

Gobierno, además de ministro de la Gobernación.

Aunque la Asociación se presentó como una iniciativa solidaria al

margen de la vida política, lo cierto es que, según cuenta NO MBE LA [1976:

774] no pudo evitar contaminarse del ambiente partidista de los meses

anteriores a la Revolución de Setiembre. El sector conservador, dirigido

72

Anejos de Hápax II

por González Bravo, quería dar la presidencia honorífica de la

Asociación al rey consorte, Francisco de Asís. Los liberales, liderados

por Patricio de la Escosura, proponían al duque de Montpensier. No es

aventurado suponer que Bécquer actuaría a favor del ministro dentro de

la Asociación, ya que era una importante plataforma de influencia en la

opinión pública.

Estos antecedentes explican que, un mes después de la revolución, el

23 de octubre de 1868, en una reunión de la comisión gestora, presidida

por Patricio de la Escosura, se acordara aplazar “para más adelante” la

constitución de la Sociedad, aprovechand o el aplazamiento para

modificar los estatutos “bajo el punto de vista de las libertades que ha

conquistado la nación” [LEP 27 /10/1868] . Bécquer no es mencionado, y es

de suponer que dejó de actuar en la Sociedad en unos momentos en que

se había refugiado en Toledo para evitar ser atacado en los desórdenes

revolucionarios de la capital. De hecho, la marginación de Bécquer

dentro de la Sociedad coincidió con la frustración del proyecto, un

importante precedente del asociacionismo intelectual en España.

Todo ello nos ayuda a entender mejor la situación provocada por la

muerte de Bécquer, dos años después. Su fallecimiento dio lugar a un

nuevo desamparo familiar. Por eso, cuando sus amigos convocaron una

reunión para recoger fondos que permitieran editar las ob ras de Bécquer

con objeto de ayudar a su esposa y a sus hijos, la reacción de los

asalariados de la pluma fue tan amplia, espontánea y generosa. Es lógico

interpretar que esa reacción, además de ser un homenaje a un gran poeta,

también lo era a la persona que tanto había trabajado para evitar la ruina

de las familias de los escritores.

La activa participación de Bécquer en la Sociedad de Escritores no

solo nos descubre una faceta poco conocida de su vida social, sino que

sitúa en su contexto las circunstanc ias de su propia muerte. Así se hace

evidente que la edición de sus obras no fue una iniciativa excepcional,

provocada por el olvido y la marginación en que vivió el poeta. Fue una

iniciativa habitual para casos como el suyo. Y, desde luego, coherente

73

Anejos de Hápax II

con el hecho de que, en vida, Bécquer hubiera sido un escritor conocido,

valorado y bien pagado.

Así lo demuestran la gran cantidad de testimonios periodísticos que,

como hemos visto en esta breve recopilación, se hicieron eco de sus

actividades literarias, periodísticas y políticas. Esos testimonios son

pruebas fehacientes de la inconsistencia de la romántica leyenda que

durante tanto tiempo ha distorsionado la biografía y la obra de Gustavo

Adolfo Bécquer, presentándolo como un poeta marginado, encerrado en

un mundo de ensueños y alejado de las mezquindades de la vida.

74

Anejos de Hápax II

ANEXO

75

Anejos de Hápax II

BIBLIOGRAFÍA

BÉCQUER, Obras Completas, J. Estruch [ed.], Madrid: Cátedra, 2004.

CB = Crónica de Badajoz, Badajoz.

CU = El Correo de Ultramar, París.

DC = Diario de Córdoba, Córdoba.

DO = Diario Oficial de Avisos de Madrid, Madrid.

DP = Diario de Palma, Palma de Mallorca.

EB = El Balear, Palma de Mallorca.

EC = El Contemporáneo, Madrid.

ECP = El Clamor Público, Madrid.

EI = El Imparcial, Madrid.

EM = El Mundo Militar, Madrid.

EP = El Mundo Pintoresco, Madrid.

ESC = Escenas contemporáneas, Madrid.

GB = Gil Blas, Madrid.

GF = Guía de forasteros, Madrid: 1863.

LA = La América, Madrid.

LC = La Correspondencia de España, Madrid.

LD = La Discusión, Madrid.

LE = La Esperanza, Madrid.

LEP = La Época, Madrid.

LI = La Iberia, Madrid.

LES = La España, Madrid.

LL = La Libertad, Madrid.

LO = El Lloyd Español, Barcelona.

NOMBELA, Julio, Impresiones y recuerdos, Madrid: Tebas, 1976.

RI = Revista Ibérica, Madrid.

SN = La Soberanía Nacional, Madrid.

76

Anejos de Hápax II

77

Anejos de Hápax II

“Muerto en edad prematura, lo mismo que su hermano, el célebre

dibujante, ha tenido el triste privilegio, propio de los hombres notables

de nuestra edad, de recibir en el sepulcro las alabanzas y la recompensa

que en vano pidió cuando paseaba por las calles de Madrid un mundo

artístico, sin que nadie cayera en la cuenta de que el talento es una

aristocracia. No le faltaría al pobre escritor el presenti miento de esta

ovación póstuma, y demasiado conocería, que una vez que se quitara de

en medio, los de aquí le perdonarían su superioridad” .

Benito Pérez Galdós

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Anejos de Hápax II

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Anejos de Hápax II

¿NUEVAS RIMAS BECQUERIANAS? GUSTAVO ADOLFO, TRADUCTOR.

ÚLTIMOS TRABAJOS DE LOS HERMANOS BÉCQUER

PARA LA CASA GASPAR Y ROIG Agustín Porras

1

Resumen: Aunque es de sobra conocido el hecho de que Gustavo Adolfo Bécquer trabajó como

traductor para la casa editorial Gaspar y Roig, nunca hasta ahora se había encontrado una sola

obra que pudiese confirmar tal labor. En este artículo se defiende la hipótesis de que, bajo las

iniciales D. F. de T, el poeta sevillano tradujo del francés Eduardo Laboulaye las obras Abdallah

y Aziz y Aziza. Ilustradas por su hermano Valeriano, contienen además una docena de poemas

cuya estructura formal e imágenes presentan (a diferencia de los originales que los motivaron)

sorprendentes concordancias con las célebres Rimas.

Palabras clave: Gustavo Adolfo Bécquer, traductor, Valeriano Bécquer, Editorial Gaspar y Roig,

nuevas rimas becquerianas, Eduardo Laboulaye, Abdallah, Aziz y Aziza.

Abstract: While it is widely acknowledged that Gustavo Adolfo Bécquer worked as a translator for the publishing group Gaspar y Roig, not a single work had been found to prove this fact. This

paper argues that, under the initials D. F. de T, the sevillian poet translated the works Abdallah

and Aziz and Aziza, by french writer Édouard Laboulaye. Illustrated by Gustavo Adolfo’s

brother, Valeriano, these translations contain twelve poems with structures and images

surprisingly similar to those present in Bécquer’s Rhymes, and different to those in Laboulaye’s

originals.

Keywords: Gustavo Adolfo Bécquer, translator, Valeriano Bécquer, Gaspar y Roig publishing

group, new Bécquerian Rhymes, Édouardo Laboulaye, Abdallah, Aziz and Aziza.

0. VISTA PANORÁMICA

umerosísimas fueron las ocasiones en las que los hermanos

Bécquer t rabajaron para la casa Gaspar y Ro ig, empresa

editor ial de dos socios catalanes afincados en Madr id a

quienes todavía hoy se les debe el justo reconocimiento por tan

important ísima labor.

El nombre de Gustavo Ado lfo Bécquer apareció ligado por pr imera

vez a ella en la sección “Álbum de poesías” del Almanaque de El Museo

Universal para 1861 , como autor de la futura r ima LXI “Al ver mis horas

de fiebre”; precedida del t ítulo “Melodía” y del epígrafe: Es muy triste

morir joven y no contar con una sola lágrima de mujer ; estas dos

1 Licenciado en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid y en Filología Española por la UNED. Profesor de Lengua y Literatura española en Educación Secundaria. En torno al protagonista de este artículo ha publicado:

Gustavo Adolfo Bécquer (Madrid: Ed. Eneida [Col. Semblanzas], 2006), La mosca becqueriana (Zaragoza: Ed. Olifante [Col. Papeles de Trasmoz], 2009), Nuevas rimas de Gustavo Adolfo Bécquer (Zaragoza: Ed. Olifante [Col. Veruela], 2010) y, como editor literario, Abdallah/Aziz y Aziza (Madrid: Ed. Reino de Cordelia, 2010).

N

80

Anejos de Hápax II

significat ivas referencias desaparecer ían en la versión definit iva de l

Libro de los gorriones2.

Evidentemente, en esta ocasión se t rata de una co laboración puntua l

con los citados editores, ya que por entonces el poeta acababa de

incorporarse a la redacción del diar io El Contemporáneo (el 20 de

diciembre de 1860, para el número inaugural, Bécquer ofrece la pr imera

de sus Cartas literarias a una mujer ), donde irá derrochando su ingenio,

sobre todo a t ravés de las espectaculares leyendas, hasta comienzos de

1865.

Será a part ir de este últ imo año cuando, cargadas sus carpetas con las

anotaciones y dibu jos que han ido proporcionándo les tanto la estancia en

el Monaster io de Veruela como los numerosos via jes que realizaron

juntos, pasarán a ser figuras destacadas d el citado El Museo Universal .

Ya Gustavo Ado lfo reclamó por escr ito , poco antes (en Desde mi celda ,

carta IV), la urgencia con que debían llevarse a cabo expediciones que

dejasen constancia de los t rajes característ icos, usos y costumbres

populares que comenzaban por entonces a perderse como consecuencia

de la inevitable homogeneización que le esperaba al país según fuese

extendiéndose la imparable red de ferrocarr iles.

“El hogar” , “La misa del alba” , “Las jugadoras” , “La sardinera” , “E l

t iro de barra” , “La salida de la escuela ” , “La pastora” , “La noche de

difuntos” , “El pregonero”… son a lgunos de los fantást icos t rabajos que

los Bécquer o frecen al alimón al semanar io, fruto de las expedic iones

que están realizando gracias a la modesta pensión anua l que al pintor le

ha concedido el entonces minist ro de Fomento, Alcalá Galiano. Mucho

mejor remunerado estuvo el poeta el pr imer semestre de ese año, gracias

al cargo de censor de novelas que le o freció González Bravo (y que le

permit ió renunciar a su recién asumida responsabilidad como director de

El Contemporáneo , ahora host il al po lít ico que tanto había hecho, y

har ía, por él).

2 Para el estudio de las Rimas ver PAGEARD [1972].

81

Anejos de Hápax II

La salida de la escuela La pastora

El t iro de barra La sardinera

Una desahogada posición económica que perderá en octubre (aunque

por poco t iempo), pero que se verá recompensada a part ir de enero de

1866 al asumir la dirección del nuevo semanar io para el que ahora

t rabajaba.

82

Anejos de Hápax II

Durante su etapa al frente de El Museo Universal , Gustavo Ado lfo

publicó en sus páginas las pr imeras versiones de las r imas II, V, XI, XV,

XVI, XXIII, XIV y LXIX. Su puesto le obligaba a ocuparse de la secció n

“Revista de la semana” (apartado nada at ract ivo para un creador como

él), por lo que apenas si encontramos textos de interés hasta el verano,

en que vue lve a reencontrarse con su quer ido hermano Valer iano, quien

acababa de entregar para la Biblioteca ilust rada de Gaspar y Ro i g los

impresionantes dibujos que, grabados por Bernardo Rico, ilust rarán la

nueva novela de Víctor Hugo, Los trabajadores del mar .

Dos persona jes de Los trabajadores del mar

“Las gallinejas” , “La vuelta del campo” , “Monaster io de Santa Mar ía

de Veruela” o “El mercado de Bilbao” darán comienzo en este año a una

nueva y más pro lífica aún, s i cabe, ser ie de important ísimos t rabajos.

83

Anejos de Hápax II

Las gall inejas

El mercado de Bilbao

Tras el regreso de Narváez y González Bravo al gobierno (julio de

1866), Gustavo Ado lfo recupera de nuevo tan magnífico empleo

(verdadero “cho llo” laboral que le reservaba su protector, ya que los

propios autores de las obras que debiera someter a censura –al menos,

lo s amigos más cercanos- se autorizaban ellos mismos la impresión de

84

Anejos de Hápax II

sus textos, según nos dice Nombela) y vuelve a vo lar con Valer iano por

las at ract ivas t ierras de España. También, un año más tarde, veremos en

el Almanaque de El Museo Universa l para 1868 , la futura r ima IX.

Será esta una época especia lmente fruct ífera para el poeta, que le

permit irá nuevos via jes a Sor ia, fundamentalmente (t ierra natal de Casta,

y domicilio de lo s suegros), fruto de los cuales aparecerán hasta

sept iembre del 68 los br illantes comentar ios que acompañan unas no

menos sorprendentes ilust raciones: “El alcalde” , “Santa María de

Veruela” , “Pastor y pastora de Villaciervos” , “El cuento del abuelo” , “E l

santero”…

El cuento del abuelo Santa María de Veruela

Tras el t r iunfo de la revo lución, lo s hermanos Bécquer se t rasladaron

a Toledo y permanecieron allí hasta finales del 69; a lo largo de ese

per iodo, habiendo perdido ambos, definit ivamente, toda ayuda

gubernamental, siguen. enviando a .El Museo. Universal algunas. nuevas

85

Anejos de Hápax II

co laboraciones (“La romer ía de San So les” , “Los dos compadres” , “La

rondalla” , “La fer ia de Sevilla” , entre muchos otros), así como divert idas

car icaturas que ( junto a la copla alusiva que aparece a sus pies) analizan

cuest iones de plena actualidad: el po lémico matr imonio civil, la moda de

acudir a las playas en el verano, los posibles candidatos a la derrocada

corona, etc. Aunque probablemente a sí fuese, parece muy atrevido

adjudicar le a Gustavo Ado lfo la autoría de todas estas coplas (de la

misma forma que tampoco puedo yo demostrar, de momento, que pueden

ser obra de los sevillanos muchos de los jeroglíficos con los que e l

semanar io t iene por costumbre fina lizar cada una de sus entregas).

86

Anejos de Hápax II

La rondalla Los dos compadres

Unas co laboraciones cuya remuneración no podría cubr ir, en abso luto,

las necesidades de una familia de seis personas, más el alquiler de la

vivienda y el sueldo de la muchacha que debía atender a los niños y la s

labores imprescindibles de la casa. ¿Con qué otros ingresos pudieron

contar estos hermanos hasta enero de 1870, en que se hace realidad la

publicación de La Ilustración de Madrid , y puedan vo lver a disponer de

un sueldo estable?

En las biografías consult adas no se hace la menor referencia a este

asunto. En 1991, t ras la apar ición de la primera edición de Los Borbones

en pelota parecía que por fin se iba a aportar algo de luz a ese per iodo

tan falto de not icias; y, efect ivamente, muchos biógrafos dieron por

buena la at r ibución a lo s Bécquer de esa co lección de o fensivas

acuarelas, sustentada con el endeble argumento de que también nuestros

art istas firmaron, en contadas ocasiones, algunos dibujos para Gil Blas

con el co lect ivo pseudónimo “SEM” que rubr ica todas ellas. A falta de

argumentos más só lidos, parece ilógico adjudicar le el más mínimo pape l

protagonista en este álbum al poeta que acompañó al minist ro González

Bravo hasta la frontera y que, t ras la muerte de Narváez, a punto estuvo

de romper su amist ad con Manuel del Palacio cuando este últ imo le s

dedicó a ambos po lít icos la ya famosa e irónica cuarteta a la que se

refiere su hijo Eduardo:

87

Anejos de Hápax II

“Llegó el duque de Valenc ia;

se le está poniendo el rabo.

Se espera con impaciencia

a don Luis González Bravo ”

PAL ACI O [1947: 88].

Cinco años más tarde, una segunda edición de Los Borbones en pelota

mat iza su anter ior afirmación al advert ir que fueron var ios lo s

humoristas que ocultaron su nombre para el paraguas de SEM (Ortego y

los hermanos Perea, fundamentalmente). En mi opinión, a unque

Valer iano pudiese haber co laborado en alguna de estas polémicas y

pornográficas car icaturas (que t ienen como pr inc ipales protagonistas a

Isabel II, Francisco de Asís, Car los Marfor i, Sor Patrocinio, el padre

Claret y González Bravo), los Bécquer debieron estar vo lcados por esa

época en las nuevas co lecciones que la casa Gaspar y Ro ig acababa de

poner en marcha dentro de su Biblioteca ilust rada 3.

1. BÉCQUER, TRADUCTOR

Ya en el pró logo a la pr imera edic ión de las Obras becquer ianas,

Rodr íguez Correa, al lamentar la terr ible pérdida de art istas tan jóvenes

y valiosos, nos advierte: “… y mientras uno dibujaba admirablemente

maderas para Gaspar y Ro ig o La ilustración de Madrid , el otro traducía

novelas insulsas…” ROD RÍG UE Z [1871: XIV].

También Franc isco de Laigles ia ( joven vecino de uno de los modernos

chalets que se construyeron en el barr io de Ventas y que ocuparon

nuestros protagonistas sevillanos al vo lver de Toledo) nos dejó

referencias de la hasta hoy desconocida labo r de t raducción de Gustavo

Ado lfo, aunque tampoco en este caso se nos aclare a qué momento

concreto de su vida se refiere (no olvidemos que tal comentar io lo

realiza 52 años después del fallecimiento del poeta): “…Sólo González

3 En La mosca becqueriana [PORRAS 2009] se reproducen las cubiertas y algunas ilustraciones de esas obras.

88

Anejos de Hápax II

Bravo conoció desde luego su ingenio, le hizo censor de novelas, para

que atendiese a las necesidades de su familia sin la fatiga de las

traducciones que hacía para la casa de Gaspar y Roig , le llevó a la

int imidad de su familia…” L AI GL ES I A [1922: 6] .

¿Qué t raducciones ser ían esas, de las que no tenemos la menor

referencia?

Hay que andar con mucho cuidado sobre este terreno, ya que la

relación del sevillano con la casa Gaspar y Ro ig, como dijimos a l

pr incipio, se ext iende a lo largo de toda la década de los años sesenta. Es

muy posible que algunas de esas pr imeras y “fat igosas” versiones estén

esperándonos entre los numerosísimos art ículos que, sin firma alguna,

recorren no só lo las páginas de la revista El Museo Universal , s ino

también entre las menos estudiadas de El Semanario Popular ( la

publicación que dir ig ía Florencio Janer, cuñado de Augusto Ferrán, entre

lo s años 62-64) ; pero ¿cuáles serán las insulsas novelas a las que se

refiere de pasada su compañero Correíta? Mucho habrá que hurgar en e l

importante (y aún minusvalorado) fondo editorial de los socios catalanes

que, desde la madr ileña calle Pr íncipe, nº 4, animaron como pocos las

rotat ivas españo las en aquellos años en que el gran poeta andaluz

revo lucionaba en silencio la poesía española.

2. ÚLTIMAS COLABORACION ES PARA LA CASA GASPAR Y ROIG

Afortunadamente, contamos con dos cartas enviadas al ya cit ado

Francisco de Laig lesia por el mismo Gustavo Ado lfo, ambas fechadas en

Toledo, con pocos días de diferencia entre una y otra. En la pr imera (18

de julio de 1869), nuestro poeta le ruega el envío urgente “de t res o

cuatro duros” hasta tanto le lleguen algunas de las cant idades qu e le

adeudan tanto Valera (por un cuadro de Valer iano) como la editor ial para

la que t rabajaba. Por la segunda (24 de julio), en la que Bécquer le

agradece a aquel joven amigo los cuarenta reales que le envió, sabemo s

que estaba “como un desesperado, arreg lando un libro de viajes para

89

Anejos de Hápax II

Gaspar”. Es evidente, por tanto, que en el año previo a su labor como

director de La Ilustración de Madrid Gustavo Ado lfo está vert iendo a l

castellano algunas or igina les novelas francesas.

Desde pr incipios de nuestro nuevo siglo vengo adquir iendo cuantas

obras pertenecientes a este fondo editorial llegan a mis manos, y fruto de

dichas pesquisas fue el hallazgo de unas nuevas y magníficas

ilust raciones de Valer iano que habían pasado inadvert idas hasta

entonces. Me refiero, fundamentalmente, a la cubierta de la ser ie

“Aventuras de mar y t ierra” (del cap itán Mayne -Reid) y a t res t ítulos de

Eduardo Laboulaye (ya Jesús Rubio había dado not icia de la presencia de

Valer iano en otra del mismo autor: El príncipe perro ): París en América

y Abdallah , seguido de Aziz y Aziza . D ibujos todos ello s firmados por

Valer iano (no así las que acompañan algunas obras de Julio Verne que,

también, en mi opinión, salieron de su mano). Fruto de este hallazgo fue

la edic ión de mi romance La mosca becqueriana , a la que remito a lo s

lectores interesados.

La cazadora salvaje

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Anejos de Hápax II

Cubier ta para la ser ie “Aventuras de mar y t ierra”, de Mayne -Reid

91

Anejos de Hápax II

De París en América

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Anejos de Hápax II

93

Anejos de Hápax II

Posib les ilustraciones de Va ler iano (s in f irma) para algunas de las obras de

Julio Verne

3. ABDALLAH, AZIZ Y AZIZA

Independientemente de cuáles fuesen aquellas t raducciones que, a l

parecer, tanto t rabajo le daban a Gustavo Ado lfo en torno a 1865 -68, es

evidente que t ras el t r iunfo de la Gloriosa nuestro poeta volvió a echar

mano del diccionar io bilingüe francés -castellano (al menos hasta enero

de 1870, en que se vo lcará en la dirección del nuevo proyecto con el que

ha conseguido ilusionar a Eduardo Gasset y Art ime: La Ilustración de

Madrid).

94

Anejos de Hápax II

Por tada (página anter ior) y dos i lustraciones de Abdallah

I lusionado como estaba yo con el descubr imiento de las inic iales de

Valer iano en los t ítulos antes citados, he de confesar que hasta 2009

apenas si me int eresé por su adaptación al castellano. Nemesio

Fernández Cuesta, A. R. y F. (Antonio Ribot y Fontseré) , J. Vicente y

Caravantes, Ángel Avilés, Vicente Guimerá, Hermenegildo Giner, entre

otros, son los nombres de los t raductores más habituales en esta empresa

editor ial. Ni rast ro de nuestro admirado Gustavo Ado lfo Bécquer. Sin

embargo, el vo lumen que cont ie ne Abdallah o El trébol de cuatro hojas

(cuento árabe) , seguido de Aziz y Aziza (cuento de Las mil y una

noches) , de Eduardo Laboulaye, es uno de los pocos editados en la

Biblioteca ilust rada cuya versión castellana se debe a un desconocido

Don F. de T. Pseudónimo que, t ras la lectura de dicha versión castellana,

me atreví a asegurar (y sigo sosteniendo hoy) que es obra de nuestro

admirado poeta.

Sé que fui muy atrevido al ident ificar en anter iores ocasiones (tanto

en prensa como en la edic ión de Nuevas rimas de Gustavo Adolfo

Bécquer) dichas inicia les como Don Fulano de Tal, pero insisto en que,

sea o no ésta la correcta interpretación de dichas siglas, debe ser

Bécquer quien se oculta t ras ellas. Aunque es verdad que aparecen a lo

largo del texto expres iones poco afortunadas (“por cima”, “tomando a

95

Anejos de Hápax II

pechos”), y un chirr iante laísmo que resulta inconcebible en boca de l

poeta andaluz, son evidentes sus hue llas a medida que recorremos sus

páginas.

No sólo, a lo largo del texto, veremos aparecer expresiones y a

familiares para los lectores del sevillano (así: “Un sueño que se

desvanece a la mañana”, “En cuest ión de sent imientos”, “Era hermosa

sobre toda ponderación”, etc.), o imágenes espec ialmente at ract ivas para

él (“…dos ojos hermosís imos le miraban, dos ojo s rodeados de una franja

azul y que br illaban más suavemente que las vio letas húmedas con las

gotas del rocío” . d ice, refir iéndose a Leila) y estén presentes pequeños

detalles que le de latan (así ese cont inuo aparecer suyo en el dint el de la s

puertas, en vez de en el umbral) ; es que todo el texto aparece envuelto en

una muy reconocible atmósfera becquer iana.

El sueño que concluye en la tumba, el sol chispeando sobre las olas

del mar, la tristeza alegre y el vino triste, el consuelo de las lágrimas,

el camino de zarzas que conduce a una tumba solitaria sin

inscripción alguna… He aquí só lo algunas de las muchas y

sorprendentes imágenes que aparecen en la t raducción de los poemas que

presenta esta obra y las r imas que pudo reunir el sevillano en su

ambicioso y t runcado Libro de los gorriones .

Resulta fácil imaginarse a Bécquer especialmente ilusionado con la

tarea de adaptar al castellano una ejemplar aventura como la de

Abdallah , pues no olvidemos que diez años at rás también él nos dejó ,

bajo la sorprendente prosa poét ica de El caudillo de las manos rojas ,

ot ra versión de esa lamentable fatalidad que el dest ino reserva a quienes,

ciegos de pasión, vio lan los más elementales mandamientos a que nos

obligan los vínculos fraternales. Y mucho de eso sabían estos art i stas

andaluces, residentes en Toledo desde el estallido de la revo lución, con

cuatro hijos pequeños a su cargo (Casta quedaba en Soria con Emilín,

protagonista invo luntar io de su separación; Winifreda, en Cádiz ¿o

Sevilla?, llevaba ya var ios años ajena a e ste núcleo familiar) y sin e l

sustento económico que hasta esa fecha recibieron del gobierno ahora en

el exilio .

96

Anejos de Hápax II

4. ¿NUEVAS RIMAS?

Pero lo realmente consistente, en mi opinión, para otorgar le su autoría

a nuestro poeta sevillano son los poemas que incluye este magnífico

vo lumen, verdaderas recreaciones (es evidente que no estaba el autor

francés inmerso en la lír ica popular andaluza) que poco t ienen que

envidiar les en calidad e intensidad a algunas de sus inmortales r imas,

con las que guardan más que evidentes concordancias textuales y

formales.

S i ya la sombra de Bécquer parecía refle jarse claramente en su

discurso, la sorpresa fue mayúscula al disponer del texto orig inal (tan

radical fue el cambio formal que sufr ieron los poemas franceses en

manos del poeta que los t raslada a nuestra lengua). Basta con este breve

ejemplo, que recoge los t res últ imos versos del pr imero de ello s, para

que los lectores comprueben la pro funda t ransformación a la que me

refiero. Mientras Laboulaye terminaba el poema “El anc i ano improvisó

lo s siguientes versos” de esta manera:

“Le corps n’est qu’un sépulcre ; heureux qui s’en délivre,

Et tout entier s’abîme en l’amour infini !

Vivre en Dieu, c’est mourir ; mourir en Dieu, c’est vivre !”.

Lo que, lit eralmente t raducido, vendr ía a decir: “El cuerpo no es más

que un sepulcro: dichoso quien se libera de él / y se hunde entero en e l

amor infinito! / ¡Vivir en Dios, es mor ir !; ¡mor ir en Dios, es vivir !”, e l

poeta españo l (Bécquer, afirmo yo) nos sorprenderá con este genia l

romance, cuyo fina l inc luye una imagen que les result ará muy familiar a

todos los conocedores de sus r imas:

“El cuerpo es para el alma

pr isión t r iste y oscura,

dichoso el que la rompe

97

Anejos de Hápax II

de luz y amor en busca.

Dichoso el que a Dios sube

y en su esplendor se inunda

y confundidos arden

como dos llamas juntas” .

Octosílabos, heptasílabos y endecas ílabos engarzados en magníficos

romances, coplas y otras asonánt icas est ructuras de difícil at r ibución a

otro poeta que no fuese el genia l sevillano que estaba inmerso en

aquellas fechas (1868-69) en la reelaboración de las r imas perdidas t ras

el asalto a la casa del minist ro González Bravo (muchas de e llas

recogidas más tarde en el Libro de los gorriones), y a las que

“versiones” a las que hago ahora referencia no t ienen nada que

envidiar les. Es muy posible que de estas recreaciones nacieran imágenes

que luego pasaran al libro de cuentas, y/o viceversa (cuest ión difíc il de

reso lver, pero seguro que muy atract iva para los invest igadores).

Dejo aquí un par de ejemplos más del tesoro que encierra este

vo lumen, remit iendo al lector interesado a las edic iones ya citadas

anter iormente.

“Huyó a la sombra eterna

y con la suya se llevó mi alma!

Huyó: y huyó con ella la alegr ía

quedándome las lágr imas!

No soy más que un cadáver

que por milagro entre los vivos anda.

Mi vida se apagó como la antorcha

que el huracán apaga!” .

***

“¡Vi aquel jardín desierto

donde crecen las zarzas!

98

Anejos de Hápax II

¡Vi aquellas flores, que no r iega nadie,

caer sobre la tumba desho jadas!

Me aproximé a la piedra,

vi la inscr ipción borrada,

y pregunté a lo s árbo les y al viento:

-¿Quién duerme en esta tumba so litar ia?

Me respondió la br isa

agitando las ramas:

-“Reposa aquí la que murió en silencio

de un ignorado amor víct ima santa.

¿Qué importan al dichoso

amarguras extrañas?

¿Qué importan á los vivos los que mueren

y sus secretos en la t ierra guardan?

-¡Abandonadas flores!

exclamé, ¡pobre alma!

¡Aunque os olviden todos, cuando menos

yo rezaré y os regaré con lágr imas!” .

5. OTRAS OBRAS TRADUCID AS POR DON F. DE T. PARA GASPAR Y ROIG

Dos t raducciones más, hasta la fecha, hemos podido encontrar

firmadas con estas po lémicas inic iales. Una de ellas se hizo cargo de la

novela William el grumete ( segunda parte de En el mar , de Mayne-Reid,

perteneciente a la ser ie “Aventuras de mar y t ierra”), el relato de un

puñado de náufragos, con fina l fe liz para sus pr inc ipales protagonistas.

Se t rata de una obra de menor interés que las anter iormente cit adas, y no

inc luye ningún poema a lo largo del relato. Salvo un par de expresiones

impropias en el vocabular io de Gustavo Ado lfo (“por cima del agua”, o

“son más poco numerosos”), la odisea oceánica se lee con cierto agrado.

Girón de niebla… miríadas de estrellas… juguete de una ilusión… que

habita las ondas… son algunas de las expresiones que, muy quer idas por

99

Anejos de Hápax II

nuestro protagonista, aparecen a lo largo de la obra. Que sepamos,

Bécquer no conocía e l inglés, por lo que (de llegar a confirmarse la

autoría del sevillano) muy posiblemente debió real izar su versión a part ir

de otra t raducción francesa.

La otra t raducción de la que tenemos noticia es, cur iosamente, aque l

otro t ítulo de Eduardo Laboulaye, que ya seña lé antes: El príncipe perro

(éste, ilust rado también en su totalidad por Valer iano Bécqu er, como

descubr iera hace años nuestro amigo Jesús Rubio 4). Esta obra añade otra

pizca más de sal al asunto, al estar t raducido esta vez por Don F. de T. y

C. (añadida inicial que yo interpreté como señal del buen humor que se

gastaba el poeta andaluz, ahora ¡Don Fulano de Tal… y Cual!). En esta

ocasión (aunque descubr imos imágenes que pudieran ser le fácilmente

atribuibles, como “corr ía que se las pelaba” o “apurar el cáliz hasta las

heces”), la t raducción es en conjunto muy farragosa, y en su lectura

t ropezamos una y otra vez con múlt iples errores ortográficos (“se

her izan”, “revientan”, “echar”, “buos”, “hazes de paja”…) y una

reincidente caída en unas penosas fórmulas similares a las que señalamos

al hablar de William el grumete : “la reina se hiciese embarazada”, “por

cosas de tan poco momento”, “lo ho jeó por cima”, etc. Parece como si, a l

amparo de estas inic iales (como ocurr iese con el no menos po lémico

“SEM”) pudieran ser var ios los ind ividuos que decid ieron ponerse

“manos a la obra”.

Para nuestra sorpresa, esta nove la incluye un interesante poema:

“Con el viento de la noche

desde el fondo de la selva

una voz que canta y llora

hasta mí llega.

Es de mi amante que gime

víct ima de una hechicera.

¡Pájaro azul! ¡Tiempo alado!

¡Vuela, vuela!

4

RUBIO [1991].

100

Anejos de Hápax II

Le aguardo tan impaciente

que en el cuerpo el alma presa,

por ver le romperá el lazo

que la sujeta.

Y entonces si a hallarme torna

será moribunda ó muerta.

¡Pájaro azul! ¡Tiempo alado!

¡Vuela, vuela!

Si al tornar sabes que he muerto

amante mío, no temas,

porque he de o ír tus pisadas

bajo la t ierra.

Y con pronunciar mi nombre

harás que a la vida vue lva.

¡Pájaro azul! ¡Tiempo alado!

¡Vuela, vuela!” .

6. UNAS MÁS QUE NECESAR IAS DISCULPAS

Llevado de la eufor ia a la que este feliz hallazgo me aupó, en e l

número 1 de la revista El Alambique me atreví a suger ir que era también

Gustavo Ado lfo Bécquer el t raductor que se ocultaba bajo las inicia les G.

R. y M. Son muchís imas las novelas que de la Biblioteca ilust rada de

Gaspar y Ro ig encontramos vert idas al castellano bajo esta firma, as í

como entre las obras que integran la menos conocida Biblioteca

Cient ífica Recreat iva que a part ir de 1870 salieron de la imprenta de esta

casa editor ial. Especia lmente at ract iva result a Viaje por debajo de las

olas (1870) de Aríst ides Roger, personaje a quien se le acusó en Francia

de plagiar a su paisano Julio Verne la célebre Veinte mil leguas de viaje

submarino (obra que, sin embargo, llegar ía a la imprenta dos años más

tarde). ¿Podía ser é ste el libro de viajes que, según el poeta le comentaba

a su amigo Francisco de Laiglesia, estaba “arreglando” para Gaspar?

101

Anejos de Hápax II

El vo lumen t itulado La inteligencia de las aves y de los mamíferos

cont iene algunos fragmentos poét icos extraídos de fábu las de La

Fontaine que presentan, vert idos al castellano, unas caracter íst icas

formales muy próximas a las ut ilizadas en los magníficos poemas que

aparecen en las dos obras de Laboulaye ya cit a das anter iormente. Para

co lmo, entre las páginas dedicadas al gorrión se encuentran cur iosos

comentar ios como éste: “el amor le ha hecho poeta”.

Creía yo por entonces dar una mayor so lidez a mi errónea suposic ió n

con este otro, también frágil, argumento: ¿Pudieron salir de su mano los

“cantares” que aparecieron en El Museo Universal en 1866 (año en e l

que Bécquer dir igía el semanar io)? Uno de ellos decía:

“Quis iera ser go londr ina

para hacer, niña adorada,

el nido de mis amores

debajo de tu ventana” .

Del entusiasmo a la imprudencia só lo hay un paso, y no hay más ciego

que el que no quiere ver, pues ya José María de Cossío en su magist ra l

Cincuenta años de poesía española (1850 -1900)5 nos había alertado de la

presencia de un joven autor de cantares que llegar ía a ser alto oficial de l

Estado Mayor. Apenas un mes después de haber publicado yo tan

precipitado comentar io llegaba a mis manos el único vo lumen que, hasta

la fecha de hoy, veo que ut ilizara el prolífico t raductor para darse a

conocer. En este caso, cur iosamente, se t rata de una “reseña histór ica

semi-or igina l” (como la califica él mismo): Los medios de destrucción 6.

Bajo el t ítulo, queda definit ivamente resuelto el tema: G. R. y M. no es

otro que Genaro Ribot y March. Aunque ya informé de tan t rem endo

error a los lectores de El Alambique (en su número 3), aprovecho esta

ocasión para pedir nuevamente disculpas.

5 COSSÍO [1960: 473]. 6 RIBOT [s. d.].

102

Anejos de Hápax II

7. CONCLUSIONES

Entendiendo la necesar ia prudenc ia con la que ha de t ratarse este

asunto hasta tanto no encontremos argumentos más só lidos con los que

garant izar la paternidad de Gustavo Ado lfo Bécquer en las t raducciones

de las dos obras de Laboulaye ya comentadas ( Abdallah , más Aziz y

Aziza), parece sin embargo excesivo el silencio con que se viene

recibiendo tan feliz hallazgo por parte de la cr ít ica especializada.

Cierto que el nombre del genial sevillano no aparece como autor de

dichas t raducciones en la cubierta de las mismas, pero ¿qué otro poeta

podría co laborar tan est rechamente con Valer iano Bécquer (recordemos

que desde finales del 68 están viviendo juntos en Toledo) y conocer de

pr imera mano el Libro de los gorriones en el que Gustavo Ado lfo está

t rabajando por esas fechas, hasta el punto de ut ilizar unas imágenes que

só lo llegarán a lo s lectores tras su publicación póstuma?

Es más: a r iesgo de cometer uno más de mis garrafales errores, pienso

que var ias de estas “versiones” pudieron proporcionar le a Bécquer e l

asunto de algunas de sus “or iginales” r imas, por más que la mayor ía de

las que tenemos por tales ta mbién nac ieron al calor de las lecturas de

otros autores que, a su vez…

Bien conocidas son algunas de las muy var iadas “fuentes” en que

bebió el protagonista de este art ículo (Byron, Espronceda, Larrea,

Ferrán… o Heine, fundamentalmente), pero no viene mal que yo t raiga

ahora, aquí, un nuevo y claro ejemplo. Presten atención a este breve

fragmento extraído de la famosís ima Atala de Chateaubr iand (sigo la

t raducción que Manuel M. Flamant realizó en 1854 para la Biblioteca

ilust rada de Gaspar y Ro ig; cur iosamente, el mismo año en que nuestro

poeta se instala en Madr id):

103

Anejos de Hápax II

TEXTO A

“¡Cuán divina me pareció la sencilla salvaje , la ignorante Atala,

que de rodi llas ante un añoso y derr ibado pino , como al pie de

un altar ofrecía a Dios sent idas oraciones por un amante

idólatra !”.

Fragmento que, como verán, guarda más que evidentes

concordancias con la becquer iana r ima L:

TEXTO B

“Lo que el salvaje que con torpe mano

hace de un tronco a su capr icho un dios ,

y luego ante su obra se arrodi lla ,

eso hicimos tú y yo,

Dimos formas reales a un fantasma,

de la mente r idícula invención,

y hecho el ídolo ya, sacrificamos

en su altar nuestro amor” .

Ya va siendo hora de que enmudezcan las voces de quienes se

escandalizan cuando oyen decir que nuestro gran poeta no era “original”

en cuanto a los temas que con tanta genialidad abordaba en sus textos

(no está de más recordar les que, como sentenció Eugenio d’Ors, lo que

no es tradición es plagio ). La originalidad del iniciador de nuestra

poesía contemporánea reside, precisamente, en que supo comprender y

comunicar como nadie las comple jas pasiones que, mientras este mundo

nuestro siga girando, le hacen sent irse viv o a todo mortal7.

7 Últimas palabras que, al parecer y en presencia de su íntimo amigo Ferrán, pronunció Bécquer en su lecho de muerte.

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Anejos de Hápax II

BIBLIO GRAFÍA

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1996.

105

Anejos de Hápax II

“Alrededor de Bécquer. .. vuela la Rima, ente vulgar entre tantos, antes y

después; único, auténtico en él , como es solo su asonante duro y gris.

Són, Rima, ya no podrán en muchos años usarse en España, sin que

vuelvan de Bécquer. Són, Rima, Rima, Són. El són de l corazón, la Rima

golondrina. (Mejor romanticismo, recóndito, exacto, ceñido, en los

ambientes fatales de la época). Bécquer, el hondo Són” .

Juan Ramón Jiménez

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Anejos de Hápax II

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Anejos de Hápax II

CRÓNICA DE UNA PARODI A ANUNCIADA:

LA “INTRODUCCIÓN SINFÓNIC A” DE GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

Irene Mizrahi

BOSTO N COL LE GE

Resumen: Este trabajo ofrece un estudio de la “Introducción sinfónica” con el fin de hacer ver

cómo Bécquer presenta aquí un “manifiesto” poético, en donde anuncia su intención de

desenmascarar los secretos apetitos y culpas enterrados en el fondo de la poesía de autores

influyentes, cuyo símbolo es el “genio creador” de la rima III.

Palabras clave: dialogía, parodia, trauma, culpa, instinto básico, ironía.

Abstract: This essay offers a study of the “Introducción sinfónica” with the aim of showing how

Bécquer introduces here a poetic “manifest”, in which he announces his intention to unmask the

secret appetites and guilt buried in the depths of poetry written by influential authors, whose

symbol is the “genio creador” of rima III.

Keywords: dialogism, parody, trauma, guilt, basic instinct, irony.

a cr ít ica suele int erpretar la “Introducción sinfónica” de

Bécquer como un texto metapoét ico en donde el autor

confiesa su opinión acerca de la palabra, la cual le parece un

inst rumento defectuoso para comunicar sus ideas. Por ejemplo, Michae l

Iarocci afir ma que la “Introducción s infónica” manifiesta una historia de

“so luciones imperfectas” [ I ARO C CI 2002:156] en cuanto a la creació n

lit erar ia, dado que “e l poeta finalmente decide sacar las ideas al mundo

aunque sea con un lenguaje que él considera pobre e incapaz de

expresar las bien” [ I AROC CI 2002:156]1. Como la mayor ía de lo s estudiosos,

Iarocci da a suponer así que a Bécquer le parecen mucho más sublimes

las ideas que t iene en la cabeza que todas las palabras del diccionar io ,

las cuales no le result an de ut ilidad para “expresar las bien”. Mas,

conviene preguntar, si Bécquer de verdad ve con tan bu enos o jos tales

conceptos, ¿por qué los tacha de “extravagantes” [61] , “deformes” [61],

“rebeldes” [62] y “absurdos” [62] a lo largo del texto, en donde además

lo s compara con “fantasmas sin consistencia” [62] , con el “abigarrado

1 Equivalente interpretación se suele ofrecer de la rima I. Por ejemplo, Luis Caparros Esperante [BÉCQUER 2003] afirma que este poema anuncia el reconocimiento del “fracaso” de parte del escritor pues el “himno gigante” del poema le resulta “a Bécquer imposible de escribir”. Para J.M. Díez Taboada, el poema igualmente representa la admisión de un fracaso: “todo ese esfuerzo y ese luchar por la expresión es vano, no hay cifra capaz de encerrar el himno interior, gigante y extraño. De él lo que resulte será siempre fragmentario: sólo quedarán unas cadencias

dilatadas, unas páginas” [DÍEZ TABOADA 1965:153; el entrecomillado es del crítico]. En un estudio publicado hace poco [MIZRAHI 2011] he mostrado cómo, en esta rima I, Bécquer desenmascara el discurso de amor que oprime a la mujer, cuya historia silenciada se oculta en el fondo del poema.

L

108

Anejos de Hápax II

equipaje” [63] de un char latán, el cual nada más cont iene “oropeles y

guiñapos” [63], y con la descendencia hambrienta de padres

irresponsables o sexualmente incont inentes que “engendran más hijos de

lo s que pueden alimentar” [61]?2 Al contrario de lo que se sue le

argumentar, estos términos y analogías sugieren que Bécquer está

hablando de ideas descompuestas, como las que, en la r ima III,

manifiesta el “genio creador”, quien inventa “[d]eformes siluetas / de

seres imposibles” [67] de manera compulsiva mediante su desenf renada

“inspiración” o

“Act ividad nerviosa

que no halla en qué emplearse:

sin r iendas que le guíen

caballo vo lador” [67].

En este t rabajo o frezco un estudio de la “Introducción sinfónica” con

el fin de hacer ver cómo Bécquer presenta aquí un “manifiesto” poét ico,

en donde anuncia su int ención de desenmascarar lo s secretos apet itos y

culpas enterrados en el fondo de la poesía de autores influyentes, cuyo

símbo lo es el “genio creador” de la r ima III. En lo que sigue resumo

algunos de los aspectos que ya he demostrado en estudios anter iores, lo s

cuales me parecen de ut ilidad para facilitar la lectura de la “Introducció n

sinfónica” que luego voy a proponer.

De acuerdo con la r ima III, el “genio creador” no pinta las cosas

como las recuerda sino como las desea, es decir, como su desenfrenado

inst into—o “vo lador corcel” [68]— las dibuja. En The Ego and the Id , la

metáfora del cabal lo—“horse” [FREUD 1927: 25]— encarna el ello cuyas

r iendas el ego debe enfrenar –o “hold in check” [FREUD 1927:25]– mediante

la razón que se at iene a la ley de que la causa precede el efecto3. Del

2 Todas las citas de las obras de Bécquer se extraen de la edición de Rubén Benítez [BÉCQUER 1990], salvo las de las

cartas Desde mi celda, las cuales provienen de la edición de Darío Villanueva [BÉCQUER 1985], y las de “Mi conciencia y yo”, que se recogen de la de Ángel Esteban [BÉCQUER 2007: 77-81]. 3 En tanto heredero del idealismo alemán, Bécquer anticipa a Freud, cuyas teorías no significaron una completa

109

Anejos de Hápax II

mismo modo, en la r ima III, la “razón” [69 ] es la

“Brillante r ienda de oro

que poderosa enfrena

de la exalt ada mente [del “genio creador”]

e l vo lador corcel” [68].

Este poema sugiere que el “genio creador” padece una “locura” [67] –

un t rauma o her ida narcis ista, en términos de Freud – que es resultado de

una ambición que no logra sat isfacer y a la que por exceso de orgullo no

puede (o no quiere) renunciar. En otros vocablos, en vez de reconocer y

asumir lo s límit es que la realidad le impone, el “genio creador” manipula

la realidad, representándo la mediante u na forma ( lógica o est ructura) de

engañosa coherencia bajo la cual la “razón” [69] descubre un “caos” [68 ]

de

“Ideas sin palabras

palabras sin sent ido ;

cadencias que no t ienen

ni r itmo ni compas” [67].

De acuerdo con Freud:

“We approach the id with analogies: we call it a chaos, a

cauldron full o f seething excit at ions […]. It is filled with energy

reaching it from the inst incts, but it has no organizat ion,

produces no co llect ive will, but only a st riving to br ing about the

sat isfact ion of the inst inctual needs subject to the obser vance o f

the pleasure pr incip le” [ FREUD 1888:105].

novedad en su momento, como muchos pensadores han señalado. Jean Pierrot afirma, por ejemplo: “However original and revolutionary Freud’s theories may have seemed at first […], the fact is that the foundations for them had already been laid down by a succession of earlier thinkers over a long period” [PIERROT 1981:119]. De acuerdo con M. H. Abrams, ya en el siglo XVIII se pensaba que la inspiración artística podía ilustrar “the immense disproportion

between what a man wants and what he is likely to get, and the strength of the impulse to make up the difference in phantasy” [ABRAMS 1971:140]. En efecto, ya entonces se pensaba que la imaginación podía servir para liberar (o satisfacer) impulsos frustrados [ABRAMS 1971:143].

110

Anejos de Hápax II

En la r ima III, la razón equivale a la voz descomunal, “gigante” [68],

que ordena el “caos” [68] de “[a]ct ividad nerviosa” [67] del “genio

creador”. En la cita anter ior, Freud compara este “caos” con una caldera

de excitaciones en ebullic ión. De similar modo, Bécquer lo coteja con un

“vo lcán que sordo anuncia que va a arder” [68]. No obstante, se suele

pensar que el “genio creador” de este poema es el autor mismo. Por

ejemplo, Rubén Benítez afir ma que aquí la “razón” es la “br illante r ienda

que det iene el impulso demasiado ciego de la inspirac ión” [BÉCQUER 1990:31]

del escr itor. Para este cr ít ico, Bécquer presenta una poesía cuya “f orma”

está de antemano somet ida a una “ordenación casi matemát ica” [BÉCQUER

1990: 32]. En efecto, Benít ez cita a Car los Blanco Aguinaga, con quien

sost iene que “el secreto de la inefable belleza” [BÉCQUER 1990:32] de las

Rimas se encuentra en su “forma” [BÉCQUER 1990:32], es decir, en su

ordenamiento aparente, en su lógica de “exacta geometr ía”, como a su

vez declara Rusell P. Sebo ld [ BÉCQUER 1989:17], quien comparte esta vis ión,

como la mayor ía de lo s estudiosos4. Se desat iende as í el mensaje de las

“Cartas lit erar ias a una mujer”, en donde Bécquer exclama: “La lógica

sabe fraguar razonamientos inatacables que, a pesar de todo, no

convencen. ¡Con tanta fac ilidad se sacan deducciones precisas de una

base fa lsa!” [242] . En efecto, en la r ima II I, la lógica del “genio creador”

no convence a la razón, la cual se at iene a la ley de que el efecto (o

deducción) debe siempre proceder de una causa (o base) ver ificable

mediante la percepción sensor ial. Al buscar la causa desc onocida de las

exaltadas ideas del “genio”, la razón se da cuenta de que éstas no t ienen

fundamento: la poesía del “genio” ostenta una lógica o forma vacía pues

hace referencia a “[m]emorias y deseos / de cosas que no existen” [67]5.

Esta forma maravillosa es el manto de “nubes” [68] mediante el cual e l

“genio” dis imula tanto sus inst intos egoístas como su “culpa t rágica”

(términos de Freud) hacia la circunstancia de la que no quiere hacerse

4 Con certeza se han notado incoherencias en los poemas becquerianos, pero éstas se han atribuido a la juventud del escritor. Por ejemplo, María del Pilar Palomo afirma: “Bécquer murió demasiado joven para poder objetivar sus sensaciones en un proceso estructurado, como Petrarca” [PALOMO/KING/CELAYA 1982: 289]. 5 Todos los personajes que representan al “genio creador” hablan de “cosas que no existen”. En “Mi conciencia y yo”,

por ejemplo, el protagonista impensadamente admite al referirse a sus compañeros: “éste [amigo] cuenta un embuste, aquél otro, todos sabemos que son mentiras, y los escuchamos como si fueran verdades” [79]. Como sucede en este ejemplo, cuando tales personajes dicen la verdad es porque ésta se les escapa sin querer (se entiende).

111

Anejos de Hápax II

cargo y cuyos “paisajes aparecen” como “al t ravés de un tul” [67]. La

poesía del “genio” const ituye un mero efecto o síntoma de la culpa que

éste secretamente padece por la represión propia y ajena que su vo luntad

de dominio ocas iona. En vez de “razonamientos inatacables”, sus

exaltadas ideas son las racionalizaciones qu e ut iliza para just ificar (y as í

acallar o repr imir) esa voz inter ior de la conciencia social a la que no

quiere atender para no tener que cambiar, adoptando un comportamiento

responsable hacia sí mismo y hacia los demás. De hecho, todos mis

estudios previos corroboran que el protagonista (o voz poét ica) que

representa al “genio creador” en la obra de Bécquer es un escr itor

patriarcal o burgués que se ve constantemente atormentado por la culpa,

la cual en secreto lo persigue a todas partes como su sombra. P or

ejemplo, al protagonista de “Mi conciencia y yo” invo luntar iamente se le

escapa que su “inspiración” (r ima III) proviene de la propia conciencia

social que lo humilla , poniéndo lo verde por los callados cr ímenes que ha

comet ido:

“Careceré de conciencia literar ia, pero no de esa otra conciencia

que vive en el fondo del corazón de l hombre, que se interpone en

su camino, que cruzándose de brazos ante él, le lanza una

despreciat iva carca jada o un anatema espantoso, dándo le en e l

rostro con sus defectos, sus r idiculeces o sus cr ímenes […]; el

suceso que voy a refer ir lo test ifica” [77].

La culpa que agobia al “genio creador” para que controle sus apet itos

y se haga cargo de la realidad a veces toma la forma de un fantasma de

mujer: “tenía miedo de estar so lo con una mujer, porque esa mujer era mi

conciencia” [BÉCQUER 2007: 80]. Aunque la conciencia social lo tortura,

produciéndo le un malestar cuyos síntomas pueden igualmente tomar

forma de insomnio, sueños agobiantes y pesad illas, el “genio cre ador” no

se enfrenta con ella. En cambio, la proyecta en Otro, acusándo lo de lo

que él mismo está siendo condenado por su propia conciencia social o

convirt iéndo lo en chivo expiator io de este odio de sí mismo para recibir

112

Anejos de Hápax II

e l cast igo que celadamente ansía a t ravés del gozo sádico que e l

sufr imiento ajeno le produce, como ilust ra “El románt ico ment iroso y su

culpa t rágica en ‘Un lance pesado’ de Bécquer ”6.

Ciertamente, el discurso dialógico de Bécquer comunica dos histor ias

al mismo t iempo: la historia “o ficia l”, es decir, la que el “genio” puede

controlar, la que se encuentra bajo su dominio consciente, y la histor ia

“silenciada” que él no t iene la capacida d de regular porque esta histor ia

se le escapa del inconsciente a t ravés de sus múlt iples deslices

lingüíst icos, contradicciones (o ironías) , referencias int ertextuales y

lagunas de memoria. Parece indudable que Bécquer ant icipa a Freud y a

Lacan dado que, como Jane Gallop ha advert ido:

“Lit erary cr it ics learn how to read the letter of t he text , how to

int erpret the style, the form, rather t han just reading for content ,

for ideas. The psychoanalyst learns to listen not so much to her

pat ient’s main po int as to odd marginal moments, slips o f the

tongue, unintended disclosures. Freud formulated this

psychoana lyt ic method, but Lacan has generalized it into a wa y

of receiving all discourse, not just the analysand’s”

[GALLOP 1985:23].

El anuncio de que en la histor ia “o ficia l” del “genio crea dor” hemos

de ver el “retorno de lo repr imido” no só lo se insinúa en la r ima III sino

también en las cartas lit erar ias, en donde Bécquer de nuevo hace

referencia a la exalt ada “inspiración” [263] de “esos hombres que han

escr ito lo que a todos nos admira” [236] ; es decir, aquí alude de vuelta a

la “inspiración” de escr itores patr iarcales cuyo símbo lo es el “genio” de

6 Aquí he propuesto que la historia “oficial” de “Un lance pesado” oculta la culpa trágica que experimenta el narrador por silenciar el incesto que escuchó con sádico placer desde la habitación del gótico mesón en el que se alojó una noche con su donjuanesco amigo cuando ambos iban de camino al monasterio de Veruela. Por los numerosos paralelos que se podrían establecer entre esta obra becqueriana y el cuento “Las medias rojas” de Emilia Pardo Bazán, he considerado sugerir la hipótesis de que esta autora en parte se inspiró en su reconstrucción de “Un lance pesado” para elaborar su propia denuncia de la violencia paterna que padecen las muchachas de clase baja. De hecho, presiento que la autora le dedica otra venia a Bécquer en su cuento “Primer amor”, el cual puede interpretarse como

su manera de transmitir un mensaje similar al de la leyenda “Los ojos verdes”, en donde Bécquer desenmascara la fantasía narcisista del protagonista Fernando de Argenzola y las consecuencias trágicas de su obsesión por la imagen idealizada de la mujer que propaga la cultura patriarcal , como he sugerido en MIZRAHI [2003].

113

Anejos de Hápax II

la r ima III. Como en este poema, en donde la razón const ituye el “[h] ilo

de luz” que “ata” [68] los pensamientos caót icos de éste, en las cart as

lit erar ias, la razón equiva le al “hilo de luz que ata entre sí lo s

pensamientos más absurdos que nadan” [236] en el “caos” [236] de la

“imaginación” [236] de esos escr itores admirados (míst icos o laicos) ,

cuya poesía “se enseña en las universidades, se discute en los círculos

lit erar ios y se explica en los ateneos” [231]7. Pero Bécquer le advierte

aquí a su amada que, en sus escr itos, ese hilo de la razón no result a

vis ible o percept ible:

“si tú supieras cuán impercept ible es el hilo de luz que ata entr e

sí los pensamientos más absurdos, que nadan en su caos; si tú

supieras” [236; la cur siva es mía ] .

A fin de bur lar la censura, se ent iende, Bécquer impide la percepció n

del hilo de reflexión analít ica (o psicoanalít ica) que él ha seguido para

desenmascarar la histor ia “oficia l” –encubierta con un tul de nubes – de

esos autores consagrados. De este modo, Bécquer a su vez resiste e l

consumo pasivo, irreflexivo del arte, motivando a lo s lectores a

reorganizar por cuenta propia esas “cadencias que no t ie nen/ ni r itmo ni

compás” [r ima III 66] según la lógica de causa y efecto y así producir un

“Armonioso ritmo

que con cadencia y número

las fugit ivas notas [del “genio creador”]

encierra en e l compás” [r ima III 68].8

7 Mediante la pregunta: ¿No has soñado nunca?” [236], Bécquer le insinúa a su amada en estas cartas que las absurdas

creaciones de esos artistas son como sueños (a través de los cuales se liberan o satisfacen frustrados apetitos). 8 Esta valoración del “armonioso ritmo” de la razón sugiere que existe una fuerte alianza entre Bécquer y los krausistas, los cuales a su vez enaltecen el “racionalismo armónico” [MARTÍN BUEZAS 1978:72], en términos de Fernando Martín Buezas, quien observa: “La exaltación de la razón es la más clara constante de nuestro pensamiento krausista. Y adquiere, en las obras, en los trabajos y en la vida de Sanz del Río, una obsesión permanente” [MARTÍN

BUEZAS 1978:72]. Mediante su enaltecimiento de la razón, Bécquer se distingue de autores románticos como José de Espronceda, quien declara en el Diablo Mundo, por ejemplo:

“Que yo bien sé que el mundo no adelanta un paso más en su inmortal carrera cuando algún escritor como yo canta

114

Anejos de Hápax II

El “genio creador” equiva le al t ipo de autor que Freud descr ibe en

General Psychological Theory , e l cual se conduce de similar ma nera a lo

largo de las épocas. Se t rata de un t ipo de escr itor que evita hacerse

cargo de la realidad “because he cannot come t o terms with the demand

for the renunciat ion of inst inctual sat isfact ion” [FREUD 1997:26]. En vez de

responder a la llamada de la realidad, dominando sus bajos inst intos, este

t ipo de escr itor “with his special g ift s he molds his phantasies into a new

kind of realit y, and men concede them a just ificat ion as valuable

reflect ions o f actual life” [ FREUD 1997:26]. Gracias a hombres que lo

t ransforman en “king, creator, favor ite he desired to be” [FREUD 1997: 26],

porque sienten “the same dissat isfact ion” [FREUD 1997:26] con la

circunstanc ia que él exper imenta, su ment ida realidad (historia “o ficia l”)

puede convert irse en modelo “reinante” de orden social, que es e l

pr incipio al que e l superego se subordina. De acuerdo con Freud, a fin

de no dejarse manipular po r las normas que emanan de esas supuestas

realidades, los seres humanos necesitan:

“to st rengthen the ego, to make it more independent of the super -

ego, to widen its fie ld o f percept ion [de la realidad exter ior] and

lo primero que salta en su mollera; […] Terco escribo en mi loco desvarío sin ton ni son y para gusto mío” [ESPRONCEDA 1978:194].

Equivalente voluntad de escribir lo primero que al autor se le pasa por la cabeza expresa el primer Manifiesto Surrealista, en donde leemos que el surrealismo es: “Automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar […] el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”. Como el análisis de la “Introducción sinfónica” va a confirmar, precisamente porque Bécquer comprende “el funcionamiento real del pensamiento” no acepta reproducirlo de manera automática, sino mediante “la intervención reguladora de la razón” que reconoce y asume los límites que la realidad le impone al ser humano y por ende somete el “dictado del pensamiento” a un metódico análisis reflexivo. Al igual que los románticos a lo Espronceda y (futuros) surrealistas, Bécquer claramente rechaza la preocupación por la forma

o belleza estética, aunque, a diferencia de ellos, la “preocupación moral” –es decir, la conciencia social– es el espíritu de amor a sí mismo y al Otro que anima su metódico programa artístico. De hecho, como Bécquer da a entender en sus cartas literarias, la “inspiración” de su poesía no proviene del instinto carnal (rima III) sino del amor que Jesús encarna en la primitiva religión cristiana:

“Sí; el amor es el manantial perenne de toda poesía, el origen fecundo de todo lo grande, el principio eterno de todo lo bello y, digo el amor, porque la religión, nuestra religión, sobre todo, es amor también, es el amor más puro, más hermoso, el único infinito que se

conoce, y solo a estos dos astros de la inteligencia puede volverse el hombre, cuando desea luz que alumbre en su camino, inspiración que fecundice su vena estéril y fatigada” [ 237; la cursiva es mía].

115

Anejos de Hápax II

enlarge it s organizat ion, so that it can appropriate fresh port ions

of the id. Where id was, there ego shall be” [FREUD 1888:80].

Como Bécquer, Freud sabe dist inguir entre el t ipo de autor que se

somete pasivamente a lo s dictados del superego y el t ipo de escr itor que

lucha por liberarse de su control, tomando “the circuitous path o f

creat ing real alterat ions in t he outer wor ld” [ FREUD 1997:26]. Tanto éste

como aquél ocult an sus propósitos bajo ingeniosos disfraces, si bien por

mot ivos radicalmente diferentes. Debido a la censura, el t raje que

recubre las ideas del t ipo de escr itor po lít icamente responsable no

disimula int ereses ego ístas sino alt ru istas: su cr ít ica de la situació n

opresiva que anhela alt erar:

“The st r icter the censorship, the more far -reaching will be the

disguise and the more ingenious too may be the means employed

for put t ing the reader o n the scent of the t rue meaning ”

[FREUD 1965:142].

En sus cartas Desde mi celda , Bécquer vuelve a anunc iar que, cuando

t iene una de esas ideas “extrañas”, la desnuda antes de comunicárse la a l

público. Si bien desenmascara (o desnuda) la idea cuya verdad latente

pasa desapercibida a causa del no reconocido (y, por ende, “extraño”)

manto que la recubre, no la deja complet amente “en pelota” sino que la

viste a la moda del día para que bur le la censura o fic ial:

“No basta tener una idea, es necesar io despo jar la de su extraña

manera de ser, [y] vest ir la un poco al uso para que esté

presentable, aderezar la y condimentar la, en fin, a propósito para

el paladar de los lectores de un pe r iódico, po lít ico po r

añadidura” [201].

En esencia, según veremos, éste es igualmente el mensaje que

Bécquer comunica en la “Introducción sinfónica”.

116

Anejos de Hápax II

Otro aspecto que conviene mencionar antes de pasar a l estudio de est a

obra es que la poesía del “genio creador” equivale a la poesía de “todo el

mundo” en la reseña de La soledad , en donde Bécquer de nuevo da a

entender que los lectores que se quedan en la superficie del texto nada

más están leyendo la poesía patr iarcal (y no la parodia de ella) cuyo

pr incipio de entretenimiento es fugaz: su efecto placentero desaparece en

la últ ima página –cuando “se dobla la ho ja con una suave sonr isa de

sat isfacción” [221]–, disipándose tan rápidamente como “una melod ía que

nace, se desarrolla , acaba y se desvanece” [221]. En efecto, el pr incipal

propósito de su poesía dialógica –o poesía de “los poetas” [221]– no es e l

de entretener sino el de inquietar, despertando “las mil ideas que

duermen en el océano sin fondo de la fantasía” [221]. Bécquer produce ta l

desasosiego para est imular a los lec tores a reconstruir la histor ia

“silenciada”, agrupando de manera ordenada y coherente las “mil ideas”

que su poesía dialógica suscit a cuando “se acaba” de leer y “se inclina la

frente cargada de pensamientos sin nombre” [221]. Bajo la poesía de

“todo el mundo” siempre se oculta la misma historia de siempre, e s

decir, con el paso del t iempo, ésta cambia de lógica manifiesta, mas no

de lógica latente o vo luntad de poder. En contraste, el pueblo refleja la

histor ia autént ica puesto que, a juic io de Bécquer, é ste “sabe sint et izar

en sus obras las creencias, las aspiraciones y el sent imiento de una

época” [222; la cur siva es mía ]. Bécquer sugiere así que, a diferencia de la

poesía del “genio creador”, la del “pueblo” no esconde el propósito de

manipular a los lectores con “magníficos versos” a fin de que acepten

pasivamente su ideas en tanto verdades o “razonamientos inatacables”.

La poesía popular, que se presenta bajo una forma o “t raje más humilde”

[223] , presta atención al Otro dado que “ responde a todos los tonos de la

infinit a escala del sent imiento y las pasiones” [224; la cur siva es mía ].

Parece que, sea cual sea el género sexual, la clase social, la religión o la

raza del lector, éste siempre ha de encontrar en la poesía del pueblo una

voz que sintoniza con su propia exper iencia, dado que, según Bécquer,

en ella “hay un gr ito para cada do lor, una sonr isa para cada esperanza ,

una lágr ima para cada desengaño, un suspiro para cada recuerdo” [224].

117

Anejos de Hápax II

Probablemente por esta “causa” desconocida, se infiere, la España

dominada por el orden patr iarcal (religioso o laico) repudia la poesía de l

pueblo, a la que no at ribuye ningún valor en tanto forma de arte, a

diferencia de lo que sucede en países como Alemania, en donde esta

clase de canciones ya “const ituye un género de poesía” [222]:

“Goethe, Schiller, Uhland, Heine no se han desdeñado de

cult ivar lo ; es más, se han glor iado de hacer lo” [222-223].

No sorprende que a Bécquer le resu lte “digno de aplauso” [223] e l

propósito de Augusto Ferrán de elevar el género popular a “la categor ía

de tal en el terreno del arte” [223]. Ferrán contr ibuye a la lucha por

cambiar las est ructuras establecidas, la cual se lleva a cabo de dos

maneras al mismo t iempo: proporcionándole legit imidad a la poesía de l

pueblo a t ravés de su recuperac ión y recreación y quitándo le prest igio a

la poesía de “todo el mundo” mediante el desenmascaramiento de sus

engañosos valores.

La poesía de “todo el mundo” ostenta una imaginac ión t iránica pues

“completa sus cuadros” [221], en vez de contar con la part icipació n

act iva del público para completar los9. En e fecto, esta poesía “magnífica

y sonora” no est imula a su audiencia a pensar por sí misma, sino que “la

conduce a su antojo por un sendero desconocido [para ella], seduciéndo la

con su armonía y su hermosura” [221]10

. Freud igua lmente implora la

seducción que a lo largo de la histor ia han ejerc ido las ideas (religiosas

o laicas) de la cultura patr iarcal que distorsionan la realidad y cuyo

maligno encanto “depends on this distort ion and lack o f recognit ion.

When the r iddle they present is so lved […], these diseases cease to be

9 A diferencia del “genio creador”, Bécquer no “completa sus cuadros”. Notoriamente afirma en “Los ojos verdes”, por ejemplo: “cuento con la imaginación de mis lectores para hacerme comprender en este que pudiéramos llamar boceto de un cuadro que pintaré algún día” [189; la cursiva es mía]. Se entiende que los lectores seriamente interesados en comprender el texto deben tratar de completar por sí mismos ese “cuadro” como si se tratase de un rompecabezas cuyas piezas se han de recomponer siguiendo el “imperceptible” hilo de la razón o ley de que la causa precede el efecto. 10 En sus cartas literarias, Bécquer le aconseja a su amada: “Cuando un poeta te pinte en magníficos versos su amor,

duda” [235; la cursiva es mía]. Los “magníficos versos” de ese poeta podrán tener un valor estético admirable, pero esa “forma” que seduce con su (aparente) “armonía y su hermosura” no necesariamente oculta el propósito ético de atender a las necesidades del Otro con responsabilidad.

118

Anejos de Hápax II

able to exist” [FREUD 1957: 148]. En la r ima III, la razón en efecto cura e l

“esp ír it u” [68] agitado y abat ido del “genio creador” –quien de hecho

“recobra su vigor” [68]– a l hacer le tomar conciencia de la “causa”

desconocida que inspira sus absurdas creaciones: el inst into de vida

eterna, la sed de “inmortalidad” [243] o la “loca aspiración del hombre a

perpetuarse”, en términos de las cartas lit erar ias [243; la cur siva es mía ]. Al

hacer le escuchar tanto la voz de su propia conciencia social como las

voces ajenas que su historia “o ficia l” acalla (o deja s in voz: “sin

fónica”), la razón su “fiebre apaga” [68], calmando el malestar que su

“esp ír it u exalt a y desfallece” [67]. Precisamente, el malestar –“fiebres”

[62] , “exaltaciones y abat imientos” [62]– que, según Bécquer, él mismo

padece en la “Introducción sinfónica”, proviene de la misma “causa” [62]

desconocida: el “inst into de la vida” [61] o sed de glor ia de los “rebe ldes

hijo s de la imaginación” [62].

Según se ha visto, Bécquer se forma sus ideas ateniéndose a su propia

percepción sensor ial de la realidad. Además, como especifica en sus

cartas literar ias, conserva la “memoria viva” [235] de las impresiones (o

sensac iones) que de la realidad le llegan a la conciencia, dejando en ella

“su huella al pasar” [234] . En contraste, el “genio creador” o lvida la

circunstanc ia que capta con sus sent idos porque prefiere creer [o crear]

la histor ia “o ficia l” de la misma que mejo r sat isface sus apet itos, a pesar

de la culpa t rágica que al mismo t iempo padece por t ratar de borrar de la

memoria personal –y de la memoria co lect iva– e l rast ro que la rea lidad

deja en su mente al pasar. A Bécquer le ocasionan terr ible malestar lo s

“hijos de la imaginación”; en cambio , no le causan “fiebres” (ni

“exalt aciones” ni “abat imientos”) sus remembranzas de exper iencias

personalmente vividas, las cuales evoca con el espír itu “puro, t ranquilo,

sereno” [234]. Con gran paz moral acude Bécquer a estas “hijas de la

sensac ión” [234] para estampar las sobre el papel “como el que copia de

una página ya escr ita” [234]. Entonces estas diáfanas reminiscencias

t ienden sus “alas t ransparentes” y cruzan otra vez a sus o jos, “como en

una vis ión luminosa y magnífica” [234]. Parece claro que no existe ni la

más mínima relación entre estos resplandecientes recuerdos que

119

Anejos de Hápax II

provienen de su exper iencia personal –Bécquer efect ivamente lo s guarda

como un valioso “tesoro” [235] en su memoria– y lo s fantasmas que, en la

“Introducción sinfónica”, llevan una vida “oscura y extraña” [61] en los

“tenebrosos r incones” [61] de su cerebro, desde donde a veces lo agitan y

oprimen con sus “sedic iones” [62], haciéndo le pasar noches de

“insomnio” [62] y “pesadilla” [63].

El “genio creador” quiere ver (o dominar) al Otro sin ser visto é l

mismo, es decir, sin que éste advierta el oculto interés que mot iva sus

“magníficos versos”, según he propuesto en “El amor platónico ‘en

pelota’: desenmascaramiento del sublimado apet ito sexua l en la r ima I de

Bécquer” . Opuestamente, como Bécquer ins inúa mediante la

“Introducción sinfónica”, él da a conocer su real idad más pr ivada,

abr iendo de par en par las puertas de l “mister ioso santuar io” [61] de su

cabeza11

. En efecto, aquí Bécquer invita a los lectores a penetrar en su

secreta int imidad para observar cómo funciona el proceso de creación de

su poesía dialógica:

“Por los tenebrosos r incones de mi cerebro, acurrucados y

desnudos, duermen los extravagantes hijos de mi fantasía,

esperando en s ilenc io que el arte lo s vista de la palabra, para

poderse presentar decentes en la escena del mundo ” [61].

Los “hijos de la imaginación” simbo lizan los apet itos compuls ivo s

que la poesía de “todo el mundo” a hur tadillas libera e inst iga en los

lectores para que estos dejen de reconocer y asumir sus propios deseos y

aspiren a ser como los “seres imposibles” [r ima III 67] que el “genio

creador” celadamente quiere que sean y a desear lo que a él le conviene

que deseen. Bécquer da a entender que él ha puesto en práct ica la

“razón” [r ima III ] , dado que ha desnudado (es decir, ha desenmascarado),

silenciado y arr inconado esos antojos egoístas (que se hallaban ocultos

11 Se entiende que así Bécquer también responde al deseo de su amada ––símbolo de lector cómplice, como he

sugerido en MIZRAHI [2003]—, quien en las cartas literarias le manifiesta su profundo anhelo de penetrar “en ese misterioso santuario en donde a veces se refugia tu alma, y cuyo dintel no puede traspasar la mía” [230; la cursiva es mía].

120

Anejos de Hápax II

t ras racionalizaciones que acallan la culpa que producen) en las más

lúgubres y recónditas esquinas de su cerebro, en donde además int enta

mantener los dormidos: “Y aquí, dentro, desnudos y deformes, revueltos y

barajados en indescr ipt ible confusión, lo s siento a veces agitarse y vivir

con una vida obscura y extraña, semejante a la de esas mir íadas de

gérmenes que hierven y se est remecen en una eterna incubación, dentro

de las entrañas de la t ierra” [61]. Como en la r ima III, en donde, es de

recordar, Bécquer coteja la “act ividad nerviosa” del “genio creador” con

un “caos” y con un “vo lcán que sordo anuncia que va a arder”, aqu í

equipara esos fogosos y desordenados deseos con gérmenes que hierven

en las pro fundas cavidades de la t ierra. Parece evidente que, en este

texto, Bécquer personifica ideas cuya “desnudez” [62] revela lo s inst intos

subterráneos que el arte patr iarcal o burgués discretamente libera y

est imula en su público. En efecto, Bécquer compara esos vástagos

est rafa lar ios con productos del desenfrenado impulso carnal –“vo lador

corcel” [r ima III ]– de “padres” (“genios creadores”) avaros e

irresponsables:

“Fecunda, como el lecho de amor de la miser ia, y parecida a esos

padres que engendran más hijos de los que pueden a limentar, mi

musa concibe y pare en e l mister ioso santuar io de la cabeza,

poblándo la de creaciones sin número, a las cuales ni mi act ividad

ni todos los años que me restan de vida ser ían sufic ientes a dar

forma” [61].

Los “hijos de la imaginación” se niegan a ver la realidad cuando

esperan “que el arte [de Bécquer] los vist a de la palabra”: el escr itor no

t iene ni la más mínima int ención de permit ir les salir a la luz pública. De

hecho, los ha condenado a permanecer olvidados en los siniest ros

“devanes del cerebro” [63] hasta el día de su muerte:

121

Anejos de Hápax II

“Conmigo van, dest inados a morir conmigo, sin que de ello s

quede otro rast ro que el que deja un sueño de la media noche,

que a la mañana no puede recordarse ” [61].

Pero, sacudiéndose del control de la razón, a veces esos capr ichos

repr imidos montan una t remenda pataleta ante el terror a desaparecer por

completo, como un sueño fugaz:

“En algunas ocasiones, y ante esta idea terr ible [de la muerte], se

subleva en ellos el inst into de la vida, y agitándose en terr ible,

aunque silencioso tumulto, buscan en t ropel por dónde salir a la

luz, de las t inieblas en que viven” [61].

Mas sabemos ya que, en Bécquer, la palabra está somet ida a la razón,

en vez de a la “inspiración” o

“Sacudimiento extraño

que agita las ideas

como huracán que empuja

las o las en t ropel” [r ima III 66].

Desde la perspect iva de los “hijos de la imaginac ión”, la palabra que

no apoya su sed de glor ia es “t ímida y perezosa” [61], acusació n

claramente injusta desde el punto de vist a de la razón, la cual no suelta

las r iendas de esos bajos impulsos que por terror a la muerte salen

disparados como un “caballo vo lador” [r ima III 67] de los más caliginosos

abismos del cerebro:

“Pero, ¡ay, que entre el mundo de la idea y el de la forma exist e

un abismo que só lo puede salvar la palabra; y la palabra t ímida y

perezosa se niega a secundar sus esfuerzos! ” [61].

122

Anejos de Hápax II

La palabra que obedece los dictados de la razón no coopera del todo

con esos indóciles engendros que, agotados de tanto batallar en vano,

desfallecen nuevamente:

“Mudos, sombríos e impotentes, después de la inút il lucha

vuelven a caer en su ant iguo marasmo ” [61].

Bécquer hace ver que, a su gran pesar, en ocasiones se ve conde nado

a padecer esta cr isis espir itual debido a las “sedic iones de los rebeldes

hijos de la imaginación” [62] que explican algunas de sus “fiebres”:

“ellas son la causa, desconocida para la ciencia, de mis

exaltaciones y mis abat imientos” [62].

La lucha int erna contra la perversa influencia de las ideas que se

heredan de la cultura dominante (superego) también se presenta en

idealistas como Novalis y Schelling [HARTMAN 1970:47]. Wordsworth

confiesa que ha exper imentado equiva lente “ spiritual crisis” [ ABRAMS

1971:103] en la que “‘his mind became disturbed’ and he turned ‘in

vain…/ To science for a cure’ in order ‘to mit igate the fever o f his

heart ’” [ ABRAMS 1971:103]12

. En efecto, la “ciencia” todavía no conocía la

terapia de la “confesión” espontánea que Freud no tardó en adoptar para

sanar este malestar ocasionado por los dictados de la ( int royectada)

cultura patr iarcal, cuyo “sueño de la razón produce monstruos”13

.

Bécquer da a entender que su ocasional cr isis mental result a incluso

más grave porque otras vanas ambiciones vienen a unirse a las que por

12 De hecho, para Wordsworth: “poems to which any value is attached were never produced on any variety of subjects

but by a man who, being possessed of more than usual organic sensibility, has also thought long and deep...” [WORDSWORTH 1989:57; la cursiva es mía]. Este escritor no le concede valor alguno a la poesía que proviene de la desatada inspiración –es decir, del “spontaneous overflow of powerful feelings” [WORDSWORTH 1989:57], sino a la poesía reflexiva que presenta “emotions recollected in tranquility” [WORDSWORTH 1989: 73]. Igual que Wordsworth, en sus cartas literarias, Bécquer propone que la verdadera poesía –la poesía de “los poetas”– se escribe con el espíritu “puro, tranquilo, sereno” [234], es decir, con el espíritu libre del trauma que fragmenta al “genio creador”, alienándolo de sí mismo y de la realidad que lo rodea. 13 Se presenta aquí la confirmación de lo que señalábamos en la nota 8: dado que Bécquer comprende “el

funcionamiento real del pensamiento” no acepta reproducirlo de manera automática, sino mediante “la intervención reguladora de la razón” que, en vez de someterse al “dictado del pensamiento”, lo desenmascara y subvierte a fin de hacer oír las voces acalladas por éste.

123

Anejos de Hápax II

vo luntad de poder en silencio t raman la sublevación en su cabeza,

microcosmos en donde Bécquer pone en escena la insurrec ción contra e l

mandamiento de amor y respeto al Otro que claramente refle ja la que

está teniendo lugar en el mundo que lo rodea o macrocosmos: la rebelió n

de la burguesía –“indiferente mult itud” [62]– que no ve al Otro como un

fin en sí mismo sino como med io para un fin: alcanzar la inmortalidad de

la glor ia14

. A esas ideas que desobedecen la ley de la razón (y del amor)

se siguen y siguen añadiendo nuevas “en monstruoso mar idaje” [62],

co lmando por completo los lóbregos r incones en donde Bécquer intenta

aglomerar las hasta que, “apretadas ya, como las raquít icas plantas de un

vivero, pugnan por dilatar su fantást ica existencia, disputándose los

átomos de la memoria, como el escaso jugo de una t ierra estér il” [62]. A l

no caber en los “desvanes” tét r icos en donde t rata de amontonar las, esas

sublimes necedades salen a conqu istar otros espacios de su memoria,

confundiéndose con sus recuerdos de valo r, es decir, con las “hijas de la

sensac ión” que, conforme hemos visto, se han or iginado a raíz de sus

exper iencias personales del mundo que lo rodea. Entonces a Bécquer le

resulta demasiado labor ioso dist inguir ent re estas ideas que provienen de

la realidad y las que proceden de la poesía de “todo el mundo”:

“Me cuesta t rabajo saber qué cosas he soñado y cuáles me han

sucedido; mis afectos se reparten entre fantasmas de la

imaginación y personajes reales; mi memoria clasifica, revueltos

nombres y fechas de mujeres y días que han muerto o han pasado

con los días y mujeres que no han exist ido sino en mi mente ”

[63].

En efecto, tales “fantasmas sin consistencia” son

14 En “Adán en el Paraíso”, José Ortega y Gasset da a entender que el “verdadero idealista” [82] no es un hombre masa sino un hombre selecto pues no copia mansamente las “supuestas realidades” que “cruzan su cerebro” [82]. En

cambio, éste “se hunde arduamente en el caos de las supuestas realidades y busca entre ellas un principio de orientación para dominarlas, para apoderarse fortísimamente de la res de las cosas que son su única preocupación y su única musa. El idealismo verdaderamente habría de llamarse realismo” [82].

124

Anejos de Hápax II

“Memorias y deseos

de cosas que no existen;

accesos de alegr ía,

impulsos de llora” [r ima III 67].

En la “Introducción”, Bécquer compara los “hijos de la imaginación”

con un “eco” [63], cuyo sonido se percibe, aunque se t rata de una

sensac ión o efecto vacío pues no existe la ya ext inguida vibració n

concreta del sonido (o voz) que lo origina. Bécquer rep roduce tales ideas

como el “eco” del que é l es sordo receptáculo, es decir, como paródica

repet ición de los “accesos de alegr ía” e “impulsos de llorar” que

manifiestan a causa de sus absurdas esperanzas y vanas luchas por

alcanzar el dominio de la realidad que t rasciende su control:

“Id […] y quedad en él [el mundo] como el eco que encontraron

en un alma que pasó por la t ierra, sus alegr ías y sus do lor es, sus

esperanzas y sus luchas” [63; la cur siva es mía ] .

Luego, como esta cita hace ver, Bécquer finalmente les otorga la

palabra a lo s “rebeldes hijos de la imaginación”. Pero no los saca a la

luz porque les at r ibuye un valor excelso, según se t iende a pensar, sino

porque tales “gérmenes” contagiosos se están mult iplicando y le están

invadiendo la conciencia, extenuando las defensas de su “sent ido común,

que es la barrera de los sueños” [62]. En efecto, a Bécquer ya casi le

resulta imposible seguir estableciendo una diferencia clara entre las

ideas de “diversos campos [que] se mezclan y confunden” [62]. E l autor

sugiere así que, como a don Quijote, tales extravagancias sin fundamento

le están haciendo perder la razón o salud mental. Mas esos eminentes

absurdos –meros mecanismos de protección (o dominio) – no só lo le

impiden dist inguir entre sueño y realidad sino que además le o fuscan la

capacidad de percibir la circunstancia que lo rodea con la mente lúcida,

condición imprescind ible para que el escr itor pueda hacerse cargo de ella

125

Anejos de Hápax II

de manera adulta, responsable. He aquí lo que Bécquer en verdad anhela

realizar, y mucho más que tan só lo “un poco” [62], se sobrent iende:

“Deseo ocuparme un poco del mundo que me rodea, pudiendo,

una vez vacío, apartar los o jos de este otro mund o que llevo

dentro de la cabeza” [62].

No accede a llevar a cabo esta encomiable empresa cuando tantas

barbar idades le monopo lizan el espír it u. Si se muestra obligado a

ceder les la palabra, no es porque les t iene respeto (cabe insist ir), sino

porque necesit a exorcizar esos demonios que quieren a poderarse de él,

poseer su alma15

:

“No obstante necesito descansar: necesito , del mismo modo que

se sangra el cuerpo, por cuyas hinchadas venas se precip ita la

sangre con pletór ico empuje, desahogar el cerebro, insufic i ente a

contener tantos absurdos” [62].

E l t rauma es como una her ida que no se cura si no deja de sangrar :

Bécquer necesit a acabar con esa hemorragia de obsesiones o prejuic ios

que lo debilitan y “recobra[r] su vigor” [r ima III] para hacerse cargo de la

realidad como su cr ist iana conciencia social se lo exige: “preciso es

acabar arrojándoos de la cabeza de una vez para siempre” [63].

Parece obvio que a Bécquer no le parece del todo admis ible el lema

donjuanesco de “tan largo me lo fiá is”:

“Si morir es dormir quiero dormir en paz en la noche de la

muerte sin que vengáis a ser mi pesadilla, ma ldiciéndome por

haberos condenado a la nada antes de haber nacido […]. Tal vez

muy pronto tendré que hacer la maleta para el gran via je: de una

hora a otra puede desligarse el espír itu de la mater ia para

15 Para Freud, quienes sufren el trauma dan la impresión “of being pursued by a malignant fate or possessed by some ‘daemonic’ power” [FREUD 1961:16].

126

Anejos de Hápax II

remontarse a regiones más puras. No quiero, cuando esto suceda,

llevar conmigo, como el abigarrado equipaje de un salt imbanqui,

el tesoro de oropeles y guiñapos que ha ido acumulando la

fantasía en los desvanes del cerebro ” [63].

La muerte debe sorprender lo ligero de equipaje, es decir, liberado de

la culpa (o de las racionalizaciones patriarcales de r id ículos capr ichos

que producen este t rauma o malestar), la cual ciertamente representa la

“culpa co lect iva” –o la culpa de “todo el mundo”– que Bécquer asume

como propia y de la que se hace cargo de manera responsable a l

“confesar la” en su obra. Sin embargo, para incitar a la sociedad a que

también se haga cargo de ella y la procese de manera racional, cobrando

así conciencia de e lla, en vez de seguir en la constante “repet ició n

compuls iva” (términos de Freud) de la misma, Bécquer la “confiesa” en

forma de rompecabezas (“riddle” en Freud)16

. Se t rata de un mister io

santo y sistemát icamente programado (en el “mister ioso santuar io ” de su

cabeza) para contr ibuir a salvar a la sociedad de esta “locura” (r ima III)

constantemente perpetuada por individuos resent idos contra la s

circunstanc ias que t rascienden su control, lo s cuales mecánicamente

acuden a lo s “hijos de la imaginación” par a controlar las, en vez de

hacerse cargo de ellas con responsabilidad. Se ent iende que, para

Bécquer, como para Nietzsche: “The earth has all too long been a mad -

house” [NIETZSCHE 1989:22].

Max Scheler ha propuesto que si en una familia , grupo o sociedad

“todo lo que percibimos delata el estado general de una descomposició n

moral” [ SCHELER 2010:155; la cur siva es del autor ], entonces tal estado de

decadencia general:

“es de entrada algo indivis ible, siendo indiferente có mo ha

llegado a producirse e indiferente también quién t iene la cu lpa de

ello , si el padre, la madre, el bisabuelo u otro. Toda exper iencia

16 Siguiendo el ejemplo de Bécquer, el narrador del cuento “Rompecabezas” de Benito Pérez Galdós a su vez incita a buscar la historia “silenciada” cuando afirma: “Es la tal historia o sucedido de notoria insignificancia, si el lector no sabe pasar de las exterioridades del texto gráfico” [PÉREZ GALDÓS 1975:198].

127

Anejos de Hápax II

humana algo más pro funda enseña que semejante culpa co lect iva

y de grupo nunca es totalmente divis ible en la culpa de los

individuos” [SCHELER 2010:155].

Al cargar sobre sí mismo (atr ibuyendo al “yo” poét ico) el t rauma o

culpa co lect iva para contribuir a curar la , Bécquer a su vez ant icipa la

vis ión de Miguel de Unamuno, quien sost iene: “De lo que hay que

liberarse es de la culpa, que es co lect iva” [UNAMUNO 1993:263], añadiendo:

“el que la culpa es co lect iva no ha de servir para sacudirme de ella sobre

lo s demás, sino para cargar sobre mí las culpas de los otros, las de todos

[…]. Y cada uno debe contr ibuir a curar la, por lo que otros no hacen”

[UNAMUNO 1993:263]. En efecto, no asumir la culpa co lect iva como propia

suele conducir a l sacr ificio del Otro en tanto chivo expiator io, conforme

advierte Kenneth Burke en e l siguiente poema:

“In the Iron Law of History

That welds Order and Sacr ifice:

Order leads to Guilt

( for who can keep commandments!)

Guilt needs Redempt ion

( for who would not be cleansed!)

Redempt ion needs Redeemer

(which is to say, a Vict im!).

Order

Through Guilt

To Vict image

(hence: Cult o f the kill)” [BURKE 1970:4-5].

En su “conversación filosó fica” con Consuelo González Cruz, Juan

Villoro observa que debemos pagar “un prec io muy alto” para

“liberarnos de la culpa”: el de vivir escindidos “de la t ribu” porque ésta

lo que pretende no es cambiar el dest ino “sino acomodarse a él, sea cua l

sea” [GONZÁLEZ CRUZ 2011:235]. Bécquer da a entender que él debe pagar e l

128

Anejos de Hápax II

a lto precio de vivir internamente escindido de la sociedad burguesa, la

cual lo expulsar ía de su medio –es decir, de lo s lugares públicos en lo s

que él debe moverse (“pasearse”) para poder t rabajar y ejercer su

vocación de escr itor– s i ésta se percatase de su (secreta, silenciosa)

lucha por alterar las est ructuras dominantes, dando a conocer la histor ia

“silenciada” o “intrahistoria”, en términos de Unamuno: “Y así, aunque

mal, vengo viviendo hasta aquí: paseando por entre la indifer ente

mult it ud esta silenciosa tempestad de mi cabeza” [62]17

. Ciertamente,

conforme a su vez señala Er ich Fromm:

“man will tend to accept for t ruth that which the major it y o f his

group want to be t rue; his judgment is determined by need for

contact with the herd and by fear o f being iso lated from it . A few

individuals can stand this iso lat ion and say the t ruth in spit e o f

the danger o f losing touch. They are t he t rue heroes o f the human

race but for whom we should st ill be living in caves. Yet for the

vast major it y o f men who are not heroes t he development o f

reason depends on the emergence o f a social order in which each

individual is fully respected and not made a tool by the state or

by any other group, a social order in which he need not be afraid

to crit icize and in which the pursuit o f t ruth does not iso late man

17

Bécquer no puede dar a conocer la historia “silenciada” de manera directa. En este sentido, su poesía piensa una cosa, pero dice otra. Del mismo modo, según le asegura Bécquer a su amada en las cartas literarias: “En la mujer es

poesía casi todo lo que piensa; pero muy poco de lo que habla. La razón yo la adivino, y tú la sabes” [233].Con seguridad ella sabe que, en la sociedad patriarcal, la mujer de espíritu inquieto, despierto, no puede decir abiertamente lo que piensa en privado. De hecho, Bécquer recuerda aquí que, cuando a su pregunta femenina: “¿Qué es la poesía?”, él le contestó: “¡La poesía eres tú!”, ella le replicó con “amargura”, con un “ceño de curiosidad burlada”: “¿Crees que mi pregunta sólo es hija de una vana curiosidad de mujer? Te equivocas” [230]. Su réplica nos estimula a cuestionar: ¿cuántos “genios” no se habrán burlado de ella por su voluntad de conocimiento? ¿Cuántos “genios” no le habrán dado a entender que, en la mujer, tal inquietud espiritual no es más que un flirteo superfluo que, en vez de atención o respeto, merece condena? Bécquer experimenta complicidad (o solidaridad) hacia su amada: su común “manera de sentir tiene tantos puntos de contacto” [233] pues ambos se ven obligados a ocultar sus

auténticos deseos, pensamientos y sentimientos para evitar la marginalización social. Sin duda se puede decir que, en este sentido, Bécquer se encuentra en una situación comparable a la de las escritoras de su época, quienes igualmente se ven constreñidas a componer palimpsestos “whose surface designs conceal or obscure deeper, less accessible (and less socially acceptable) levels of meaning” [73], como demuestra el estudio The Madwoman in the Attic: The Woman Writer and The Nineteenth-Century Literary Imagination. Ya en otros trabajos he hecho ver cómo, al igual que estas autoras, Bécquer emplea técnicas desfamiliarizantes para conferirle un carácter de texto que no está listo de antemano, que está en proceso de hacerse, a sus escritos: fragmentación, intertextualidad, pluralidad de perspectivas contradictorias, silencios, brechas, parodia, ironía, modalidad gótica y final abierto. Bécquer se vale de estas técnicas

para producir inquietud, incitando a los lectores a participar, a establecer conexiones y a reconstruir la historia “silenciada” mediante una versión racional, coherente, que responde a la voz del Otro cuya llamada (interior y exterior) el “genio creador” reprime (o intenta reprimir) a través de su poesía (sólo aparentemente) monológica.

129

Anejos de Hápax II

from his brothers but make him feel one with them. It fo llows

that man will at tain the full capacit y for object ivity and reason

only when a society o f men is established above all part icular

divis ions o f the human race, when loya lty to the human race and

to its ideals is considered the pr imal lo yalty that exists”

[FROMM 1978:59-60].

En el pasaje antes cit ado de la “Introducción”, Bécquer compara los

“hijos de la imaginación” con los pomposos “oropeles” que porta e l

char latán (o “salt imbanqui”) cuando sale a buscar incautos para

vender les menjur jes baratos de fabr icación casera por rec etas

medicina les de procedencia cient ífica. Con gran ironía dice que desear ía

poder envo lver esas racionalizaciones (que se hacen pasar por verdades

divinas o cient íficas) con el manto de autoridad del que, se ent iende, é l

mismo las ha despo jado (o desnudado) mediante un metódico anális is

deconstruct ivo de las mismas: “Yo quisiera for jar para cada uno de

vosotros una maravillosa est rofa tejida de frases exqu isit as, en las que os

pudiera envo lver con orgullo, como en un manto de púrpura. Yo quisiera

poder cincelar la forma que ha de conteneros, como se cincela el vaso de

oro que ha de guardar un preciado perfume. ¡Mas es imposible!” [62]18

.

Es de recordar que la selecta poesía de “los poetas” se define como una

poesía “desnuda de art ificio, desembarazada dentro de una forma libre” ,

en su reseña de La soledad [221]. Luego esta ironía bien sugiere que lo

“imposible” no es realizar tal deseo —propio de la poesía de “todo el

mundo”— de afectar un est ilo exquis ito para deslumbrar a la audiencia

con el br illo de la forma (o “vaso de oro”) que cont iene las ideas, sino

exactamente lo opuesto: lo impract icable es e l anhelo de presentar esos

fingidos saberes en la abso luta “desnudez” que exhiben en el “mister ioso

santuar io” de su cabeza, en donde ostentan apet itos t an licenciosos que

producir ían demasiada vergüenza si los dejase “en pelota”, como

Bécquer en efecto deja a las figuras del poder po lít ico y religioso de su

18 Sabido es que los soldados romanos vistieron a Jesús con un manto púrpura para burlarse de sus pretensiones de rey (o de autoridad).

130

Anejos de Hápax II

momento histór ico en Los Borbones en pelota , la co lección de acuarelas

sat ír icas que compuso con su hermano Valer iano. Probablemente ambos

art istas habr ían sido encarcelados o condenados a exilio (tal vez incluso

a muerte) si las autor idades se hubiesen enterado de la existencia de esa

co lección que igualmente desenmascara lo s nada cívicos apet itos

pr ivados de los que mandaban en el país durante esa época19

.

Claro es que Bécquer posee más “inteligencia” de la necesar ia para

bur lar la mirada inquis it iva y astuta de la censura (cabe recordar que é l

mismo ejerció el t rabajo de censor a fin de so lventar sus necesidades

básicas y las de su familia):

“¡Andad, pues! Andad y vivid con la única vida que puedo daros.

Mi inteligencia os nutr irá lo sufic iente para que seáis pa lpables.

Os vest irá aunque sea de harapos , lo bastante para que no

avergüence vuestra desnudez ” [62; la cur siva es mía ].20

19 Los Borbones en pelota sin duda evoca la literatura erótica del siglo XVIII, en donde “there is nothing except the sight of bodies offering themselves up freely, spontaneous desires and immediate pleasures” [GOULEMOT 1994: 50]. La satírica colección de acuarelas, en donde las figuras del poder político y religioso denotan una total falta de compromiso con el Otro, considerado como mero objeto de consumo sexual, refleja la interna represión de quienes

son incapaces de afrontar la sexualidad con honestidad, alegría y naturalidad. Se sugiere que la sempiterna insatisfacción que deja el gozo fugaz alcanzado mediante esta transgresión contra el deseo prohibido (desnaturalizado) condena a una constante y más agresiva búsqueda de ese mismo placer frustrante, el cual no sirve para nada, como diría Lacan, pues ese voraz consumo de cuerpos jamás colma el vacío espiritual de los que tan desaforadamente se dedican a él. Se deduce que a estos “pecadores” les sucede lo que, según Fromm, le ocurre a todo el que cree en un Dios “as symbol of force and domination, having power over men” [FROMM 1978:37; la cursiva es del autor]: “[I]n that sector of his life which is reserved to religion he feels himself to be a sinner (which he actually is, since to live without love is to live in sin) […]. The emptier he becomes, the more sinful he feels. The more sinful he feels, the more he praises his God–and the less able is he to regain himself” [FROMM 1978:51]. En distintos

términos, entre más pecador o culpable se siente, más fanático se vuelve y, entre más fanático se vuelve, más se oprime a sí mismo y a los demás. 20 En el poema “El mendigo” de Espronceda, leemos:

“y en la bulla y la alegría interrumpen la armonía

mis harapos y mi voz” [ESPRONCEDA 1987:34; la cursiva es mía].

Los “harapos” son aquí el disfraz que porta este cínico farsante al que nada “aflige ni afana” [ESPRONCEDA 1987:

35] dado que todo el mundo satisface sus apetitos cuando él se hace pasar por “doliente” mendigo:

“otros trabajan porque coma yo; todos se ablandan si doliente pido una limosna por amor de Dios” [ESPRONCEDA 1987:35].

Al dar a entender que los pordioseros no son sino pícaros que se disfrazan de “harapos” para beneficiarse de la mala conciencia de los demás, este personaje imaginario perjudica todavía más a los mendigos que están realmente necesitados, cuyas voces silencia. He aquí las voces que, en “Mi conciencia y yo”, Bécquer anhela hacer escuchar a

131

Anejos de Hápax II

La palabra becquer iana –producto de la “inteligencia” – cubre “aunque

sea de harapos” a los desenmascarados hijos de la fantasía, para poder los

“presentar decentes en la escena del mundo” [61]. Bécquer corrobora aquí

que, a su juicio, no basta “tener una idea, es necesar io despo jar la de su

extraña manera de ser, [y] vest ir la un poco al uso para que esté

presentable”, como igualmente anuncia en sus cartas Desde mi celda ,

cabe recordar. Bécquer da a entender así que su parodia de las venenosas

ideas propagadas por la poesía patr iarcal o burguesa resulta detectable,

“palpable”, pues la misma está escondida tan só lo bajo las humildes

prendas que hacen falta para pasar la censura y llegar a l público, el cua l

ha de part icipar act ivamente en la búsqueda de esa verdad no sospechada

que él revela en secreto a fin de agit ar la conciencia social en el país21

.

En la “Introducción sinfónica”, Bécquer pone de manifiesto su

propósito de dejar consignados a lo s hijos de la imaginación t iránica

como si estos fueran “los átomos dispersos de un mundo en embrión […]

antes que su Creador haya podido pronunciar e l f iat lux que separa la

claridad de las sombras” [62; la cur siva es mía ]22

. Como sugiere la r ima I II,

través de su parodia de la representación “a lo Espronceda” del mendicante, según he señalado en MIZRAHI [2012].

Mediante su desenmascaramiento (cubierto “aunque sea de harapos”) de mentiras semejantes a ésta (la cual sin duda ofrece un conveniente pretexto para evitar la caridad sin mala conciencia), Bécquer realmente busca (en vez de tan sólo simular que busca) “interrumpir” la (superficial) “armonía” de la sociedad burguesa. 21 También en el “El rayo de luna”, Bécquer indica que ha sepultado una “verdad muy triste” [171] en “el fondo” [171] de la obra: “yo he escrito esta leyenda, que, a los que nada vean en su fondo, al menos podrá entretenerles un rato” [171]. Bécquer no rehúye a los lectores que quieren matar el tiempo leyendo su obra, pero a su juicio no son estos lectores ociosos los que deben ejercer la profesión de críticos literarios: “el criterio de la sensación está sujeto a influencias puramente individuales, de las que se debe despojar el crítico, si ha de llenar su misión dignamente”,

afirma el autor en su reseña de La soledad [221], dando a entender que el crítico respetuoso de los límites que la realidad textual le impone tiene conciencia de que está siempre obligado a tratar de liberarse de sus propios prejuicios para poder percibir lo que la obra –como un fin en sí y no como medio para un fin– comunica tanto consciente como inconscientemente, lo que dice y lo que calla (o lo que intenta, sin éxito, callar). Bécquer ciertamente incita a los lectores a recomponer las historias “silenciadas” por las distintas historias “oficiales” que él denuncia y, en este caso, por la de Manrique, el protagonista de la leyenda, cuya “inspiración” tampoco está frenada por la “brillante rienda de oro” (rima III) de la razón: “dando rienda suelta a la imaginación, [Manrique] forjaba un mundo fantástico, habitado por extrañas creaciones, hijas de sus delirios y ensueños de poeta” [172; la cursiva es mía]. 22 Parece evidente que Bécquer no hace gala de una imaginación tiránica sino de una “imaginación analógica”,

conforme ya da a entender mediante el gran número de analogías que presenta en la “Introducción sinfónica”: “Fecunda, como el lecho” [61]; “con una vida […] semejante a” [61]; “tal caen inertes […] las hojas amarillas” [61]; “Como las raquíticas plantas” [62]; “como el escaso jugo” [62]; “como en un manto de púrpura” [62]; “como se cincela el vaso de oro” [62]; “del mismo modo que se sangra el cuerpo” [62]; “como la estela nebulosa” [62]; “como los átomos dispersos” [62]; “semejantes a fantasmas” [62]; “como el eco” [63]; “como el abigarrado equipaje” [63]. Apoyándose en el análisis de David Tracy y Ram Adhar Mall, entre otros, Mauricio Beuchot define la “imaginación analógica” como “un lenguaje de segundo orden, reflexivo, que re-expresa los significados, relacionándolos con un hecho (o evento) focal y rescatando el orden lógico o relacional de los mismos […]. Tracy habla de un viaje de la

imaginación analógica en el que ella es guiada por el significado focal […] para comprender la totalidad ordenada de una realidad originalmente pluralista, conflictiva y caótica. Es el viaje desde el símbolo, pasando por la reflexión y volviendo al símbolo” [BEUCHOT 2011:87]. He aquí el camino de las tradiciones que privilegian la semejanza-en-la-

132

Anejos de Hápax II

todo lector ser iamente interesado en comprender su obra ha de part icipar

en la reconstrucción de ese mundo que él presenta “en embrión”,

conectando las ideas o átomos dispersos mediante la razón a fin de

producir una

“Atmósfera en que giran

con orden las ideas,

cual átomos que agrupa

recóndita at racción” [68; la cur siva es mía ].

Ciertamente, todo lector cómplice ha de t ratar de separar la claridad

de las sombras mediante un anális is que escucha la

“Gigante voz que el caos

ordena en el cerebro

y entre las sombras hace

la luz aparecer” [68; la cur siva es mía ] .

En definit iva, todo lector cómplice ha de contr ibuir a la creación de

un mundo resistente a la perversa influencia de genios neurót icos, lo s

cuales no son agentes sino medios que mecánicamente incorporan y

propagan (bajo dist intas formas estét icas) la opresiva ley del padre o

moral de los esclavos.

La anter ior lectura rat ifica lo que en previos estudios he demostrado

sobre otras obras del autor: la calidad inacabada, fragmentada,

desordenada, contradictoria de lo s escr itos becquer ianos cumple la

func ión de est imular la práct ica del procesamiento del t rauma, práct ica

que podr ía mejorar nuestra capacidad de superar nuestros propios

t raumas. Con esta habilidad podr íamos más fácilmente liberarnos de

nuestras insegur idades, de nuestros mecanismos de defensa (o dominio),

abr iéndonos a la realidad del mundo que nos rodea para que la luz del so l

diferencia, es decir, el de las tradiciones dialógicas que “se resisten al reduccionismo de la identidad, de la homogeneización, de la univocidad” [BEUCHOT 2011:88].

133

Anejos de Hápax II

pueda penetrar en nuestra noche oscura del alma y bañar la de saludable

clar idad en cuanto a las limitaciones del ser humano23

. Esta catarsis nos

permit ir ía exper imentar la vida con humildad, con reconocimiento de

nuestra frag ilidad y dependencia en las fuerzas del universo que

t rascienden nuestro control24

. Bécquer respalda así lo s valores

“profét icos” que Paul K. Longmore resumirá de este modo:

“not self-sufficiency but self-determinat ion, not independence

but interdependence, not funct ional separateness but personal

connect ion, not phys ica l autonomy but human community”

[FRIES 1997:9].

23 Medicinal es la luz natural del sol en el poema “Convalecencia” de Juan Ramón Jiménez, para quien “la poesía española contemporánea empieza sin duda en Bécquer” [JIMÉNEZ 1940:165]:

“De pronto, sol, te yergues, […] y, en una algarabía ardiente y loca, ladras a los fantasmas vanos que, mudas sombras, me amenazan desde el desierto del ocaso”.

24 Según dice la voz poética en la última parte del poema “Más allá” de Jorge Guillén: “[¡]dependo/ del total más allá,/ dependo de las cosas!/ ¡Sin mí son y ya están!” [GUILLÉN 1998:158]. Esta cosmovisión ya se insinúa en la

religión humanista de Spinoza, como Fromm ha advertido: “Man must see his own limitations and recognize that he is dependent on the totality of forces outside himself over which he has no control. Yet his are the powers of love and of reason. He can develop them and attain an optimum of freedom and of inner strength” [FROMM 1978:41-2].

134

Anejos de Hápax II

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136

Anejos de Hápax II

137

Anejos de Hápax II

“Poesía del amor, poesía de los sueños, poesía del universo. Este mundo

de visiones éxtasis profanos - conserva para nosotros su hechizo.

Admirable transición entre la poesía hispánica del siglo XIX y la del XX,

se mantiene hoy pura y juvenil la obra de Gustavo Adolfo Bécquer,

aunque a medias dormido, muy despierto: visionario andaluz” .

Jorge Guillén

138

Anejos de Hápax II

139

Anejos de Hápax II

LA INFLUENCIA DE LAS TRADUCCIONES ÁRABES AL ESPAÑOL

EN LAS RIMAS DE BÉCQUER

Sabih Sadiq

UN IVERS ID AD AU TÓN OMA DE M ADR ID

Resumen: Hoy en día no se valora a los traductores de los textos árabes del siglo XIX a pesar de

la influencia de estos en el gran poeta español Gustavo Adolfo Bécquer. Tenemos cuatro

ejemplos de esta influencia en ideas y términos, son: “Reunir las palabras como un collar de

perlas”, “el aura besa las ondas… e incluso el sauce se inclina hacia el río para besarle”, “tu

pupila es azul, y cuando lloras las transparentes lágrimas en ella se me figuran gotas de rocío

sobre una violeta” y “Ondas de la muerte”.

Palabras clave: Traducción, arabista, Gustavo Adolfo Bécquer, poesía española, poesía árabe,

literatura comparada.

Abstract: While there are no serious evaluation of the Arabic translations in the Nineteenth

century

on Spanish poets despite their clear influence on great Spanish poet such as Gustavo Adolfo

Bécquer. This influence can be traced in at least four examples of reusing symbols and

expressions as listed below: “poetry is like forming a pearl necklace”, “The breeze kisses the

wave, and even the tree bows to the river to kiss it”, “Tears from your blue eyes are like morning

drops on dew roses” and “the expression of death wave”.

Key words: Translation, Arabist, Gustavo Adolfo Bécquer, Spanish poetry, Arabic poetry,

comparative literature.

pesar del gran esfuerzo que han realizado los arabistas y

traductores españoles a través de sus traducciones de textos

árabes, no se les valora como realmente se merecen. Y no

sólo esto, sino que pasan al olvido a pesar del gran trabajo realizado en

el siglo XIX1.

Un claro ejemplo de lo interesante que fueron sus trabajos es la

influencia que tuvieron estas traducciones en una gran figura de la

poesía española, Gustavo Adolfo Bécquer (1836 -1870).

El poeta sevillano estaba interesado en la historia árabe, incluso quiso

escribir sobre los poetas árabes, como veremos más adelante. En mi

opinión hay cuatro casos en los que se aprecia claramente cómo Bé cquer

fue influenciado por los traductores españoles, son:

1 Es digna de mencionar la obra de MANZANARES DE CIERRE [1972].

A

140

Anejos de Hápax II

1. Reunir las palabras como un collar de perlas.

2. El aura besa las ondas… e incluso el sauce se inclina hacia el río

para besarle.

3. Tu pupila es azul, y cuando lloras las transparentes lágrim as en ella

se me figuran gotas de rocío sobre una violeta.

4. Ondas de la muerte.

1. REUNIR LAS PALABRAS COMO UN COLLAR DE PE RLAS

El gran poeta romántico español Gustavo Adolfo Bécquer en su rima

III describe el “poema” como “un collar” que reúne perlas, dice:

Inteligente mano

Que en un collar de perlas

Consigue las indóciles

Palabras reunir2.

El Conde de Noroña escribió en el prólogo de su libro , copiando del

orientalista Jones, una idea del poeta árabe Abū Tammām que dice lo

siguiente:

“Hay muy pocas colecciones más de la antigua poesía árabe, pero

la más famosa de ellas es la llamada Hamasa , y contiene un gran

número de epigramas, odas y elegías compuestas en varias

ocasiones; ha sido compilada por Abu Tamam, que al mismo

tiempo era excelente poeta, y acostumbraba decir que los

hermosos afectos, entregados a la prosa son como piedras

preciosas derramadas a la ventura, y los que están confinadas en

la medida poética, se asemejan a los braceletes (sic) y sartas de

perlas”3.

2

BÉCQUER [1975: 47], BÉCQUER [1979: 54]. 3 CONDE DE NOROÑA [1833, 16]. Noroña alude al fragmento del poeta ‘abbāsí Abū Tammām cuando dice:

141

Anejos de Hápax II

El conde de Noroña vuelve o tra vez al tema para citar algunos títulos

de libros árabes que contienen esta idea, traducidos de la obra de Jones,

como el libro de al -‘Imād al-Iṣfahānī, al-Jarīda , que significa

'margarita ' , dice Noroña:

“ . . .y el célebre escri tor Omadeddin Al Isfahani que compuso con

elegante esti lo la historia de Saladino, y un libro que no trata

sino de los poetas árabes, inti tulado Kharidh o Margarita”4.

Noroña, otra vez más, vuelve al tema para hablar sobre el libro del

andalusí Ebn Khacan (Ibn Jāqān), Qalā’id al-‘Iqyān , dice:

“A estos se puede añadir Ebn Khacan que escribió copiosamente

de los poetas árabes con un estilo muy hermoso, y cuya obra se

titula: Collares de oro de las suavidades de los poetas

excelentes , y a Taalebi cuyo libro Yatima (cuya voz significa

'pupilo ' y 'perla ') contiene lo que hay de más gracioso, más

elegante, más culto y más elevado en la poesía arábiga5”

.

Entre el siglo XVI y el siglo XVII, el morisco Alonso del Castillo

(1520-1610)6 tradujo las inscripciones de La Alhambra y en su

manuscrito vemos este verso escrito en árabe y en español:

ه لعرش درا وحالّ ا د ه به زان جي لشعر بعض جالل ا أما كان نظم

“¿No era la poesía ay composición uno de sus exquisitos

cuidados y con él sobrepujo toda mensura con aseo espléndido de

perlas y ornato”7.

إن القوافي والمساعي لم تزل مثل النظام إذا أصاب فريدا

هي جوهر نثر فان ألـّـفته بالشعر صار قالئدا وعقودا

Las rimas y los buenos hechos no dejan de ser como los hilos de un collar, si se acierta con algunas aisladas. Son

perlas sueltas; pero si se las agrupa armónicamente en forma poética, se convierten en collares y sartas. 4 CONDE DE NOROÑA [1833: 39]. 5 CONDE DE NOROÑA [1833: 38-39]. 6 Sobre Alonso del Castillo escribió el arabista Darío Cabanelas Rodríguez un libro muy profundo sobre la vida y

trabajos de este morisco. Véase CABANELAS RODRÍGUEZ [1991].

142

Anejos de Hápax II

Aquí vemos que Alonso del Castillo alude a que “la poesía

sobrepujo... perlas y ornato”.

En 1859, E. Lafuente Alcántara publicó su gran obra sobre

Inscripciones árabes de Granada . Este libro contiene muchas

inscripciones del palacio árabe, entre ellas este poema en el que un poeta

anónimo dice el verso antes mencionado:

ه لعرش درا وحالّ ا د ه به زان جي لشعر بعض جالل ا أما كان نظم 8

Según Lafuente Alcántara es así:

“¿No era una de sus grandezas el númen (sic) poético, con el cual

engalanó el escable de su trono, como con un collar de perlas?”9.

En la traducción de Lafuente Al cántara vemos claramente que el poeta

árabe dice “el númen poético... como con un collar de perlas”.

Luego Lafuente Alcántara añade esta aclaración en una nota sobre la

palabra árabe جيد dice:

د“ جي significa cuello, y los árabes comparaban los versos á u na

sarta de perlas, por la simetría y orden con que en ellos se

colocaban las palabras trabadas y sujetas al metro y rima, así

como en este adorno se colocan las perlas simétrica y

art ísticamente dispuestas. Como sus versos y letreros eran usados

para adornos de paredes y muebles, y eran tan dados á las

comparaciones sutiles y agudos conceptos, comparaban el paraje

donde se ponían los versos como adorno, al cuello, que es donde

se coloca el collar”10

.

7 ALONSO DEL CASTILLO [Manuscrito nº 7453, pp. 49-50]. 8 LAFUENTE Y ALCÁNTARA [1859: 161]. 9 LAFUENTE Y ALCÁNTARA [1859: 164]. 10 LAFUENTE Y ALCÁNTARA [1859: 164].

143

Anejos de Hápax II

De todo esto, se ve muy claro que la idea de “Reunir las palabras

como un collar de perlas” se encuentra en español antes de que escribiera

Bécquer su rima.

2. EL AURA BESA LAS ONDAS… E INCLUSO EL SAUCE S E INCLINA HACIA

EL RÍO PARA BESARLE

La rima IX de Bécquer es muy parecida a un poema de un poeta

andalusí traducido al español en 1859. La rima del poeta sevillano dice:

Besa el aura que gime blandamente

las leves ondas que jugando riza ;

el sol besa a la nube en occidente

y de púrpura y oro la matiza;

la llama en derredor del tronco ardiente

por besar a otra llama se desliza

y hasta el sauce, inclinándose a su peso,

al río que le besa vuelve un beso11

.

El arabista Francisco Javier Simonet (1829-1897) publicó, en 1859, su

artículo “Sobre el carácter distintivo de la poesía árabe”12

en el que

tradujo un poema árabe que dice lo siguiente:

“No hay mejor confidente ni mediador de amores que el céfiro,

pues él recibe en los suspiros que se le envían las confianzas y

desahogos del corazón”.

Él obliga a las ramas altivas a inclinarse y besar(le) la frente de los

estanques.

11

BÉCQUER [1975: 28], BÉCQUER [1979: 54]. 12 SIMONET [1859: 8-9]

144

Anejos de Hápax II

Por eso los amantes y los amigos que viven lejos de su patria, se

valen de él para enviar nuevas a los objetos ausentes de su cariño13

.

Lo más destacado entre los dos poemas es que Ibn Sa’īd cree que el

amor representado por el céfiro obliga a l as ramas a besar el río.

Aquí vemos que el poeta árabe utiliza, según la traducción de

Simonet, el céfiro para obligar a “las ramas para besar la frente de los

estanques” y Bécquer utiliza el aura que besa el río y hasta el sauce se

inclina al río para besarlo.

La rima IX del poeta español se publicó en Almanaque del Museo

Universal para 1868(falta esta referencia en la bibliografía final) , este

poema tiene una importancia especial en la literatura española. Juan

María Díaz Taboada en su artículo sobre esta rima dice que es

“extraordinariamente interesante, además de ser una de las más bellas ”14

.

Mientras que José Carlos de Torres Martínez dijo que en este poema:

“se describe el fenómeno del amor universal de los elementos de

la naturaleza, no como ley general, sino como tal proceso

cósmico —amoroso, sorprendido en su realización progresiva, la

cual se besa en una equiparación entre el paso del amor que

conmueve todos los elementos de la naturaleza y el fenómeno del

amanecer”15

.

La traducción española del poema de Ibn Sa’īd fue publicada en el

periódico La América en 1859, periódico que leía Bécquer y en el cual

publicó el poeta sevillano algunos de sus art ículos.

El traductor, Simonet, no citó el nombre del poeta árabe, y he

encontrado que este poema es del poeta andalusí Ibn Sa ’īd, y el original

árabe es:

د ـ عي ابن سـ :

لردف واألعكان ا ا ي ا تبدي خف نها إ ف قود ما تكون، أ لريح ا

13

SIMONET [1859: 9]. 14

DÍAZ TABOADA [1958: 106]. 15

TORRES MARTÍNEZ [1972: 230].

145

Anejos de Hápax II

دران ـ لغـ ا ه أوجـ ـل ّ ـ ب ق ُ ـ ت ئها حتى ا ب إ بعد وتميل األغصان

األحباب واإلخوان لى ا ها رسال ّخـذون ـ ت ي اق ّ ُشـ ـ ع ل ا ذلك ول16

Más tarde, en 1928, el mismo poema fue traducido por García Gómez

al español:

“No hay mayor alcahuete que el viento17

, pues levanta los

vestidos y descubre las partes ocultas del cuerpo,

y ablanda la resistencia de las ramas, haciendo que se inclinen a

besar la faz de los estanques.

Por eso los amantes lo emplean como tercero para llevar

mensajes a sus amigos y enamorados”18

.

Al comparar los dos poemas vemos que Bécquer sigue la idea de Ibn

Sa’īd, veámoslos:

Bécquer Ibn Sa’īd

1868 1859 (Trad. española)

sauce ramas

inclinándose inclinarse

al río frente de los estanques

le besa, vuelve un beso besar

La posibilidad de que Bécquer hubiera leído una de las traducciones

del poema de Ibn Sa ’īd son: Bécquer conocía el periódico La América en

el cual se publicó la traducción del poema de Ibn Sa ’īd, e incluso tiene

publicadas en él algunas de sus leyendas en 186319

.

16

IBN SA’ĪD AL-MAGRIBĪ [1942: 66], [1973: 98]. 17 En El libro de las banderas, de 1942, el traductor cambia esta frase por “El viento es el mayor alcahuete que existe”. 18 GARCÍA GÓMEZ [1928: 120-1], GARCÍA GÓMEZ [1942: 221]. 19 Como La Promesa, en 12 de febrero, en 27 de junio, y El beso, en 27 de julio, leyendas en que alude a los árabes.

146

Anejos de Hápax II

3. TU PUPILA ES AZUL, Y CUANDO LLORAS LAS TRANSPARENTES LÁGRIMAS

EN ELLA SE ME FIGURAN GOTAS DE ROCÍO SOB RE UNA VIOLETA

En un poema del poeta árabe Ibn al -Rūmī se describe una violeta

mojada de rocío como las lágrimas de ojos azules de la amada.

Esta idea "Violeta rocío = ojos azules lágrimas" se repit ió en un

poema del español G. A. Bécquer (1836-1870) que dice en su rima XIII:

Tu pupila es azul, y cuando lloras,

las transparentes lágrimas en ella

se me figuran gotas de rocío

sobre una violeta20

.

El poeta árabe Ibn al -Rūmī21

dice:

نفسَج في روضة ب ل ا يُت لندى شاهرة رأ ل قة وأحدا

بكا قاطرة ل ا ب ا ن ا لعيون وأجف ا لزهر زرق ا بها يحاكي 22

He visto una violeta en un jardín y sus ojos estaban

abiertos al rocío, como si fuera unos ojos azules y

párpados goteasen al llorar.

Este poemilla fue traducido más de una vez a vari os idiomas, al lat ín,

al inglés y al español en los siglos XVIII y XIX. Al español fueron

traducidos dos veces, la primera es del conde de Noroña y la segunda es

de Francisco Javier Simonet (1829 -1897).

Frutas Gómez de las Cortinas fue el primero que señal ó que había

semejanza entre la traducción de Noroña y la rima XIII de Bécquer en su

art ículo "La fuente l i teraria de Bécquer". He aquí sus palabras:

20 BÉCQUER [1979: 57]. 21 'Alī b. al-'Abbās al-Rūmī, uno de los grandes poetas árabes, nació en Bagdad en 836 (221 H.) y murió en la misma

ciudad en 896 (283 H.). Más información en EL, s.u. Ibn al- Rūmī: “S. Boustany”. III, 931-933. 22

CARLYLE [1796: 25], GULIELMO JONES [1777, 154-5].

147

Anejos de Hápax II

“Hay que agregar que los símiles ojos azules = violeta, y

lágrimas = rocío tienen origen y un desarrollo b astante

complicado; simplificando el problema y suprimiendo sus

ramificaciones, se reduce a esto: el poeta árabe Ebn al -Rumí, en

su poesía 'A una muchacha llorando' fue el primero en

emplearlos. El conde de Noroña dio esta versión de la poesía

árabe: Cual la violeta del huerto. ..”23

.

El texto del conde de Noroña (1833) es una traducción de la versión

latina del orientalista W. Jones de 177424

, dice:

Cual la violeta del huerto,

Cuyas suaves hojas

Brillan con rocío

Que derrama la aurora,

Parece la flor mía,

Cuando a la angustia brotan

De sus ojos azules

Mil perlas deliciosas25

.

Más tarde, en 1796, J . Carlyle tradujo el poema de Ibn al-Rūmī al

inglés26

.

Al comparar las dos traducciones, latina e inglesa, vemos que Noroña

tradujo el poema árabe del texto latino y no del texto inglés.

Algunos investigadores, como José Pedro Díaz, creían que Noroña

tradujo este poema de la traducción inglesa. Dice:

“Este poema había sido traducido al español por el Conde de

Noroña quien hizo su traducción sobre la versión inglesa de J.

D. Carlyle”27

.

23

GÓMEZ DE LAS CORTINAS [1950: 92]. 24

GULIELMO JONES [1777: 155]. 25

CONDE DE NOROÑA [1833: 118]. 26

Véase CARLYLE [1796: 75].

148

Anejos de Hápax II

Creo que Noroña no tradujo el texto inglés sino el texto latino, puesto

que el texto latino es el más cercano al texto español, y además la

traducción inglesa es libre.

En 1851, el arabista Francisco Javier Simonet también tr adujo este

poema, en su artículo "Sobre la poesía oriental" en Revista Semanal

Pintoresco del Avisador de Málaga , dice:

“Vi en el huerto una violeta, cuyas hojas brillan con el rocío. Era

semejante aquella flor a la doncella de ojos azules cuyos

párpados están bañados en lágrimas”28

.

José Pedro Díaz alude a otra traducción de Simonet, publicada en La

América , en 1859. Al comparar las dos traducciones hechas por Simonet

he visto que son exactamente iguales.

Por otra parte, los dos poemas, de Bécquer y de Ibn al-Rūm ī , tienen

semejanza con otro del poeta inglés Byron (1788 -1824), que dice:

I saw thee weep - the big bright tear

Came o´er that eye of blue;

And then methought it did appear

A violet dropping dew29

.

Este poema fue traducido al español por un traductor anónimo en

1851, y dice:

Te vi l lorar. .. Una lágrima bril lante se

detuvo en el azul de tu pupila, como una gota

de rocío en la violeta...30

.

27

PEDRO DÍAZ [1971: 246]. 28 SIMONET [1851: 279] y el mismo texto lo repitió en SIMONET [1859: 9]. 29 HENDRIS [1931: 67], RIBBANS [1953: 61]. 30 RIBBANS [1953: 62].

149

Anejos de Hápax II

Vemos que la fecha de las dos traducciones del poema de Ibn al -

Rūmī , en 1774 al latín y, en 1797 al inglés, son anteriores a que

escribiese el poeta Byron su poema.

De ahí que sea posible la influencia de Ibn al -Rūmī en el poeta inglés,

y de éste en Bécquer.

Queda, sin embargo, algo pendiente, ya que el mencionado poema de

Ibn al-Rūmī no aparece en el Diwan del poeta. La incógnita es saber de

dónde lo tomó W. Jones.

4. ONDAS DE LA MUERTE

En su rima XXXVII, dice Bécquer:

Antes que tú me moriré: escondido

en las entrañas ya

el hierro l levo con que abrió tu mano

la ancha herida mortal.

Antes que tú me moriré: y mi espíritu,

en su empeño tenaz

se sentará a las puertas de la muerte,

esperándote allá.

Con las horas los días, con los días

los años volarán,

y a aquella puerta l lamarás al cabo...

¿Quién deja de llamar?

Entonces que tu culpa y tus despojos

la tierra guardará,

lavándote en las ondas de la muerte

como en otro Jordán;

150

Anejos de Hápax II

allí donde el murmullo de la vida

temblando a morir va,

como la ola que a la playa viene

silenciosa a expirar;

allí donde el sepulcro que se cierra

abre una eternidad,

todo cuanto los dos hemos callado,

allí lo hemos de hablar31

.

En 1859, el arabista español Manuel Malo de Molina, escribió en su

libro El Cid , Rodrigo el Campeador :

“otro tanto acontece con las de ‘estaba en las ondas de la

muerte’ , metáfora árabe muy elegante y usada الموت أمواج في que

con dificultad se encuentra en nuestros escri tores que no se han

dedicado al estudio de las lenguas orientales ”32

.

El gran poeta español y autor de las Rimas , Gustavo Adolfo Bécquer

(1836-1870), estuvo muy interesado en la historia árabe, y quería dar a

conocer a los poetas árabes, mencionó el Corán, y también al profeta de

los musulmanes, Mahoma, en una de sus rimas cita a las huríes del

profeta cuando dice:

Y verdes son las pupilas

De las hurís del profeta33

.

31 BÉCQUER [1979: 70] “Publicado por primera vez en La Ilustración de Madrid, número 15 de enero de 1871”. Nota del

editor. 32 MALO DE MOLINA [1859: XXIV]. 33 BÉCQUER [1979: 55].

151

Anejos de Hápax II

Así también mencionó varias veces los cuentos de Las mil y una

noches , la primera de ellas en 1862.

Bécquer escribió sobre Boabdil (Abū ʿAbd Allāh Muhammad ibn ʿAlī) el

último rey de Granada en varias ocasiones, incluso incluyó este nombre

en los tí tulos de algunos de sus artículos, como por ejemplo “El pendón

de guerra del gran Cardenal Mendoza y la espada de Boabdil”, publicado

en La Ilustración de Madrid, el 21 de abril de 1870, y “La ventana de

Boabdil en la Alhambra”, publicado el 27 de marzo de 1870, en La

Ilustración de Madrid .

Así también mencionó a otros personajes como Musa, Tarif, Rey

Jacob, Du al -Nun.

Utilizó mucho en sus leyendas términos refiriéndose a los árabes y

musulmanes como musulmán, moro o mora, árabes, morisca, morisco,

etc.

Además de varias citas a los árabes en sus leyendas, escribió art ículos

sobre temas relacionados con la cultura árabe y andalusí, como

“Bosquejo sobre la arquitectura árabe española”, “Pozo árabe”.

Pensó en escribir sobre los poetas, entre ellos los poetas árabes.

Escribió en sus Proyectos para futuras obras y publicaciones lo

siguiente:

“Biblioteca Popular. Los grandes autores extranjeros. E dición

esmerada, aunque económica. Dar a conocer a Dante, el Tasso,

Homero, Milton, Byron, Schiller, Goethe. En fin, los poetas

griegos, latinos, indios, árabes . . .”34

.

No sólo se interesó por la historia árabe sino que era un entusiasta del

arte islámico y escribió en Historia de los Templos de España – Toledo:

“En efecto, nada más original y caprichoso que los infinitos

detalles de esas incomprensibles creaciones del arte muslímico

34

BÉCQUER [1948: 434].

152

Anejos de Hápax II

toledano, maravillosas más que por la grandeza y magnitud de su

conjunto, por la gallardía y novedad de las partes que las

componen y enriquecen”35

.

El autor de las Rimas además cree que la civilización hispano árabe

no había sido bien estudiada. Dice en su artículo “Mayólica del siglo

XVI”:

“Sabido es que los árabes, cuya civ ilización especial, y muy

particularmente en lo que toca a nuestra Península, aún no se ha

estudiado bien, fueron hábiles e ingeniosos alfareros. En las

muestras que nos han dejado de tierras cocidas y bañadas, ya en

forma de jarros, fuentes y platos, como en sus inimitables

azulejos, puede decirse que se encuentran los gérmenes de la

fabricación de estos productos de la industria cerámica, que más

tarde, y al desenvolverse en Italia, bajo la influencia de los

grandes artistas del siglo XVI…”36

.

Bécquer lamenta el desdén hacia los árabes y a la cultura árabe en su

Historia de los Templos de España – Toledo, dice:

“Desgraciadamente, como ya antes que nosotros han dicho

algunos literatos al ocuparse de este asunto, nuestros mayores

han mirado hasta ahora con desdén cuanto produjo ese pueblo

conquistador, a cuya imaginación poderosa tanto deben la poesía,

las artes y las ciencias”37

.

35

BÉCQUER [1933: 119-120]. 36

BÉCQUER [1981: 1019]. 37

BÉCQUER [1933: 120].

153

Anejos de Hápax II

Bécquer justifica esta idea diciendo:

“La lucha de ocho siglos que con él sostuvo nuestra Península

dejó en el pecho de los reconquistadores profundas raíces de odio

hacia esa raza enemiga y gigante que palmo a palmo les disputó

el fruto de sus victorias, y sólo merced al transcurso de los

tiempos se han modificado de una manera sensible las ideas

crí ticas respecto a las producci ones de su civilización,

reconociéndose unánimemente como un bien la saludable y

regeneradora influencia de su paso por nuestra patria”38

.

Además defiende a los árabes y la cultura árabe ante las crí ticas de

algunos investigadores, dice:

“el docto jesuita Mariana, en su Historia general de España, se

deja llevar de las preocupaciones y las antipatías de su época,

hasta el punto de apellidar canalla a un pueblo cuyo esplendor,

cultura y heroísmo nadie pudo apreciar en lo que valían como el

cronista que recorrió tan escrupulosamente los sangrientos y

gloriosos anales de las luchas de la cruz y la media luna”39

.

A Bécquer le preocupa esta relación entre el pueblo español y el

pueblo árabe:

“Este sentimiento de repulsión natural en ambas razas, unido a

las diferentes creencias, bases de la constitución de sus

sociedades y por lo tanto de sus costumbres y sus aspiraciones,

no fue el solo móvil del deplorable abandono en que se dejó el

importantísimo análisis de su arte y de su historia: el delirio de

regeneración clásica, que así en el terreno de las ideas como en

el de las cosas trajo el Renacimiento, completó por decirlo así la

38

BÉCQUER [1933: 120]. 39

BÉCQUER [1933: 120-121].

154

Anejos de Hápax II

obra de las preocupaciones, y fue sin duda alguna causa de la

oscuridad en que yacía este estudio hasta fines del últ imo siglo.

Muy diferente es el prisma bajo el cual nosotros debemos

examinar estas cuestiones; desvanecidos ya los temores que pudo

causar a nuestra religión el engrandecimiento de los infieles,

mitigado ese afán por el exclusivo estudio de la arquitectura

clásica o la de los distintos géneros que en ella tuvieron su cuna,

y colocados, gracias a la saludable reacción artística de nuestra

época, en un terreno neutral para todos los estilos, los restos que

la dominación sarracena ha dejado en nuestra nación no deben

aparecer a la luz de la filosofía y de la historia más que como los

mudos despojos del cadáver de una raza poderosa; despojos

preciosísimos que es necesario conservar cuidadosamente a fin

de poder mesurar por medio de su análisis el coloso a que el

poder de nuestra religión y el esfuerzo de nuestros mayores

humillaron”40

.

Defiende la teoría de la grandeza del pueblo español, pues cuanto más

grandes eran los árabes más grandes aún los españoles, dice:

“Y no se crea que al hacer justicia a los sectarios de Mahoma y

al pintar con vivos colores el engrandecimiento y la civilización

de la sociedad que constituyeron, puede en manera alguna

menoscabarse la gloria y el bril lante renombre de nuestra Iglesia,

su eterna y franca enemiga, no; porque tanto más poderoso es el

vencido tantos más laureles conquista el vencedor, y tanto más

grandes y temibles fueron los adoradores de la media luna, tanto

más palpable y divina aparece a nuestros ojos la protección del

cielo, escudo fort ísimo de la cruz, que al cabo se hizo un

santuario de sus mezquitas y tremoló al viento sobre la corona de

almenas de sus baluartes”41

.

40

BÉCQUER [1933: 121]. 41

BÉCQUER [1933: 121].

155

Anejos de Hápax II

5. CONCLUSIÓN:

Parece ser que todavía no hay estudios sobre la influencia de las

traducciones de la li teratura árabe al castellano en la l iteratura española

del siglo XIX, muchos literatos estaban interesados por esta literatura

entre ellos el poeta español Gustavo Adolfo Bécquer. Traducciones que

merecen ser estudiadas para ver hasta qué punto pudieron influir.

Bécquer fue influenciado por ellas en su gran obra la s Rimas como

puede verse a través de los ejemplos que hemos citado.

156

Anejos de Hápax II

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227-243.

157

Anejos de Hápax II

“Aunque también es verdad que si él no ve ahora de alguna manera la

inmensa gloria que le aguardaba, esa muerte fue de una doble injusticia

atroz. Pero no quiero caer en la trampa de los primeros biógrafos del

poeta andaluz. Él sabía lo que estaba ha ciendo, y solo el gozo de crear

las Rimas le compensó en este mundo. Descanse en paz, si es que luego

se descansa, o se termina cansándose uno de tanto descanso. Sea como

sea, lo que sí es verdad es que algunos estamos empeñados en que este

muerto no se quede solo”.

Rafael Montesinos

158

Anejos de Hápax II

159

Anejos de Hápax II

LAS HOJAS SECAS : UNO DE LOS ÚLTIMOS T EXTOS ESCRITOS POR

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER Y UNO DE LOS PRIMEROS EJEMPLOS DE

PROSA POÉTICA EN LA LITERATURA ESPAÑOLA

Macarena Díaz Monrové 1

Resumen: Las hojas secas fue uno de los últimos textos de Gustavo Adolfo Bécquer, escrito solo un mes antes de su muerte. Este texto tiene la temática propia de las Rimas y en él se ve la

tristeza con la que Gustavo Adolfo Bécquer vivió sus últimos días tras la muerte de su hermano

Valeriano. Es un texto en prosa poética que tuvo mucha fama posteriormente.

Palabras clave: Gustavo Adolfo Bécquer, prosa poética.

Abstract: Las hojas secas was one of the last texts of Gustavo Adolfo Bécquer, written just one

month before his death. This text has the same subject matter of Rimas and makes out the

sadness in Gustavo Adolfo Becquer's soul after the death of his brother Valeriano. It is a text in

poetic prose which was really famous later.

Key words: Gustavo Adolfo Bécquer, poetic prose.

1. GÉNESIS, INSPIRACIÓN

l precioso texto en prosa poét ica Las hojas secas fue uno de

los últ imos escr itos por Gustavo Ado lfo Bécquer.

El poeta dejó un gran legado para la posteridad con este

hermoso texto, uno de los pr imeros ejemplos de prosa poét ica en la

lit eratura españo la, junto con gran parte de las Leyendas , las Cartas

literarias a una mujer y la ser ie t itulada Pensamientos .

Pero para conocer la génesis de esta obra pr imero tenemos que

conocer los sucesos que rodearon la vida de Gustavo Ado lfo Bécquer por

aquellas fechas cercanas a su redacción.

Tras la muerte de su hermano Valer iano, ocurrida el 23 de sept iembre

de 1870, Gustavo Ado lfo Bécquer cayó en una gran t risteza, agravada

por su propia enfermedad.

Así contaba Julia Bécquer 2, hija de Valer iano, la muerte de su padre y

el do lor de Gustavo:

1 Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla. En 2013 publicó sus libros de poesía Entre la

niebla por Ediciones Alfar de Sevilla, y Poemas por Editorial Artgerust, Madrid. 2 MONTESINOS [2005: 295].

E

160

Anejos de Hápax II

“Una mañana (23 de sept iembre, domingo), al saltar de la cama y

cuando me estaba calzando, oí llantos y ayes de do lor. Acababa

de expirar mi quer ido padre. Y con él acababa para siempre la

felic idad de sus hijos y la de su hermano Gustavo, que al sacar le

Ferrán con o tros amigos para llevar le a su casa, gr itaba:

'¡Valer iano, Valer iano, qué so lo me has dejado!'”.

José Castro y Serrano 3 también descr ibe el do lor de Gustavo Ado lfo

Bécquer en aquellos días:

“Nosotros le vimos bajar por la calle de la Montera: venía

pálido y abat ido co mo quien sufre más de lo que puede; su

t raje era descuidado, aún más de lo que ordinar iamente so lía;

no llevaba luto, como quien siente tanto que no ha caído en

vest irse de negro. Cuando nos vio, se dejó abrazar, y

adelantándose a nuestra pregunta, dijo:

– S í, ha muerto. El pobre Valer iano ya no vive.

– Y ¿cómo ha sido eso? – le preguntamos.

– ¡Qué sé yo ! Aún no lo sabe nadie. Ha muerto, porque sí.

Entonces le met imos en el Ateneo, decididos a dejar le

hablar, para que desahogara su pena. Cuando Gustavo

Bécquer hablaba, no sabía que exist iera en el mundo más que

su conversación. Era de los que hablaban con el cuerpo y con

el alma.

– Ahora todos me dicen –prosiguió– que la muerte de

Valer iano estaba prevista, que la llevaba en el rost ro, que es,

hasta cierto punto , un suceso natural. ¡Natural la muerte!

¡Natural el escape de la vida a los t reinta años, cuando se

han padecido todos los tormentos de la niñez, de la

educación, del arte de buscar la subsistencia, y no se han

3 MONTESINOS [2005: 298-299].

161

Anejos de Hápax II

disfrutado aún los goces de la vir ilidad, de la glor ia, del bien

vivir !. . .

Y se quedó pensat ivo un momento. Después cont inuó:

– Yo no he creído nunca en la muerte. Sé que los hombres se

mueren; pero cada paso me ha parecido una excepción. Así,

cuando oía decir, que se cuide Valer iano , que siga un pl an,

que adopte precauciones, contestaba yo: '¿Y para qué?'

Valer iano ha tenido una niñez desdichada, una juventud no

más dichosa; y ahora que está formada su naturaleza y su

vida, ahora que ha madurado su talento, ahora que pr incipia

a tener fama y recurso s y quizá glor ia, ¿qué neces ita más que

t rabajar? ¿En nombre de qué ha de adoptar precauciones? Y

en esta confianza he vivido hasta que ha muerto, hasta que

he visto desvanecerse en mis brazos tanta esperanza, tanta

r iqueza art íst ica, tanto genio, amigo mío, ¡tanto genio !

Porque Valer iano –proseguía, tomando aquel torrente de

verbosidad que en él era propio – , Valer iano ha muerto sin

que lo conozcan, sin que puedan adivinar quién era. Dentro

de unos días me vendré de la casa que habitábamos en la

Venta del Espír itu Santo, y entonces convocaré a los amigos

para que vean los apuntes y lo s cuadernos de Valer iano. Allí

hay un gran pintor, y él se ha muerto sin pintar ; hay un gran

dibujante, y él se ha muerto sin publicar sus dibujos; hay un

art ista consumado, y é l se ha muerto sin dejar la prueba.

[…]

Todo esto se queda perdido en el mundo, porque falt a la

mano de Valer iano que lo anime. Yo me propongo dar lo a

conocer, a los amigos, al menos, enseñando esas carteras con

las explicaciones que él me hacía, con los proyectos que él

acar iciaba, con las ingeniosísimas ideas que de aquellos

embriones habían de salir sin duda alguna. ¡Yo haré que, por

lo menos, unos pocos sepan quién era Valer iano!”.

162

Anejos de Hápax II

Otro documento referente al do lor que sent ía Gustavo Ado lfo Bécquer

es el de Julio No mbela 4:

“Esta vez fue la últ ima que est reché su mano. Vivía en la calle de

Claudio Coello, número 7, hoy 23, y yo en la de Serrano, número

14, hoy 26. Cuando nos encontramos no se sent ía bien, estaba

muy fat igado y además muy t r iste por la muerte de Valer iano,

acaecida e l 23 de sept iembre de aquel mismo año. Se proponía

ut ilizar el ómnibus, que era el único vehículo que por entonces

prestaba servicio a lo s vecinos del Barrio de Salamanca, y a l

llegar al punto de la parada de aquel carruaje, vimos que estab an

ocupados todos los asientos del inter ior. Solo quedaban libres

t res o cuatro en la imper ial”.

Posiblemente Gustavo Ado lfo Bécquer escr ibió el bellís imo texto en

prosa poét ica Las hojas secas en el mes de noviembre de 1870, ya que

pocos días antes de su enfermedad, qu e lo llevó a la muerte en

diciembre, lo entregó para que fuera publicado en El Almanaque

Literar io de la Biblioteca I lust rada de Gaspar y Ro ig para 1871.

Francisco de Laiglesia 5, amigo personal de Gustavo Ado lfo Bécquer,

admira este texto y así lo hace constar con las sigu ientes palabras,

viéndo lo como uno de los mejores textos en prosa de Gustavo Ado lfo

Bécquer:

“No tengo autoridad para juzgar el mér ito lit erar io de ese escr ito ,

pero apelo al que la tenga para que juzgue 'Las ho jas secas ' , y

creo que, así como Menéndez y Pelayo incluyó las Rimas en e l

tomo de las mejores poesías lír icas escr itas en castellano, se

elegirá también este art ícu lo para dar a conocer a las

generaciones del porvenir uno de los mejores prosistas

contemporáneos”.

4 MONTESINOS [2005: 303]. 5 P. SEBOLD [1982: 74-75].

163

Anejos de Hápax II

Francisco de Laiglesia expone también cómo y en qué momento fue la

redacción de uno de los últ imos textos de Gustavo Ado lfo Bécquer, ya

que él fue test igo de ese momento de escr itura de tan hermosas páginas:

“Y conviene recordar la forma en que Bécquer hizo este t raba jo .

Para que se aprecie bien su carácter espontáneo y persona l. E l

gerente de la casa Gaspar y Ro ig, que asist ía a la tertulia de l

Suizo y que le conocía mucho le dijo:

– Gustavo, ¿tendr ía usted algo para el Almanaque que voy a

publicar? Pero poca cosa, una cuart illa, porque so lo puedo dar

por ella sesenta reales.

– Aceptado, dijo Bécquer, porque acaban de presentarme una

cuenta de esa suma.

Al día siguiente, después de almorzar conmigo, cogió var ios

pliegos de papel con mi cifra y, “para pagar su deuda”, según me

dijo , escr ibió “Las ho jas secas” , s in una corrección, sin una

enmienda; al leérmelas y o ír mis elogios me añadió:

– No t iene nada de extraño la rapidez y la forma de la redacción,

porque pensé anoche el art ículo tal como está y la mano no ha

hecho más que t razar lo que ya estaba en mi imaginació n

escr ito”.

Laiglesia cuenta cómo él se quedó con las cuart illas or igina les y cuá l

fue el futuro de ellas:

“Yo recogí las cuart illas orig inales y las conservé con

esmero muchos meses, pero Sidorowitch, secretar io entonces

de la Embajada de Rusia, t radujo al francés y al ruso las

poesías; hizo más: el segundo o tercer aniversar io de la

muerte de Bécquer llevó una corona de flores al oscuro

r incón de la Patr iarcal en que yacía, y ante la severa lección

que un extranjero nos daba, al ver que rendía un homenaje al

164

Anejos de Hápax II

amigo quer ido, le busqué, ocultándo le mi vergüenza, y al

agradecer le sus actos le entregué las cuar t illas de “Las ho jas

secas” en recompensa de su conducta”.

Pues ese fue el dest ino de las cuart illas originales en donde estaba

escr ito el texto de Las hojas secas , fueron a las manos de unos de los

pr imeros admiradores del poeta sevillano , y además actuó como uno de

los pr imeros t raductores de las Rimas y seguramente también, aunque no

tengamos constanc ia, de Las hojas secas , que se quedaron en su poder y

que hasta ahora no se ha vuelto a saber más sobre esas ho jas or igina les,

escr it as a mano y de una so la vez, s in ninguna enmienda, por Gustavo

Ado lfo Bécquer.

2 . INFLU ENCIA

Para Robert Pageard Las hojas secas es “una de las mejores

var iaciones” 6 del poema de Char les Huber t Millevoye, t itulado La caída

de las hojas .

Char les Hubert Millevoye fue un autor francés que nació en 1782 y

murió en 1816. De sobra es sabido el conocimiento que tenía Gustavo

Ado lfo Bécquer del francés, pero veamos el texto de Millevoye,

t raducido por Miguel Antonio Caro en el libro Traducciones poéticas de

1889, para hablar sobre la influencia o no de este texto en la obra

becquer iana:

“Con despo jos de la selva

cubr ió otoño la campiña;

perdió el bosque su mister io,

ruiseñores ya no t rinan.

6 PAGEARD [1990: 522].

165

Anejos de Hápax II

Y un mancebo moribundo,

lento el pie, vagar se mira

recorriendo la floresta

otro t iempo tan quer ida.

¡Adiós, dice, bosque amado!

En tu duelo mi ruina

voy leyendo, y cada ho ja

al caer, mi fin avisa.

Tal me anuncia de Epidauro

t riste oráculo: Tu vista

otra vez, y vez postrera,

gozará la pompa umbría

De los árbo les. La noche

pavorosa se aproxima;

más que otoño macilento,

a la tumba el cuerpo inclinas;

Y la hierba de los campos,

y la vid de la co lina,

verán, antes que se agosten,

tu temprana edad marchit a.

¡Yo me muero! Helado soplo

he sent ido. Mi flor ida

pr imavera asoma, y huye,

y el invierno llega apr isa.

166

Anejos de Hápax II

Breves flores me adornaron,

arbo lillo fui de un día,

y entre lánguidos verdores

ningún fruto dio mi vida.

¡Vuela, pues, á tu dest ino,

ho ja efímera; y no aflija

las miradas de una madre

la mansión que me reciba!

Dice, y vase, y para siempre;

que sus hados ya adivina

la postrera débil ho ja

de las ramas desprendida.

Sepultáronle a la sombra,

a la sombra de una encina:

so litar ia está su tumba,

madre amante la visit a;

E interrumpe con sus pasos

el pastor, si allá los guía,

el silencio de aquel valle

donde el túmulo domina”.

Como hemos visto, en este poema se reúne la temát ica de la caí da de

la ho ja como preludio de la muerte y la conversación con una de esas

ho jas secas, temas que aparecen en Las hojas secas becquer ianas, pero,

una vez más, Gustavo Ado lfo Bécquer convierte en su propia mater ia

lit erar ia, única y eterna, un tema, que en sus manos, se convierte en una

obra origina l, increíble, llena de sent imiento, y realizada con una

167

Anejos de Hápax II

melanco lía y una t r isteza que hacía preludiar su cercana muerte y un

profundo do lor en el alma por la muerte de su hermano Valer iano.

Las hojas secas es en s í una elegía, un canto al do lor, a la muerte, a

la fugacidad de la vida que tan pronto ver ía Gustavo.

Nos encontramos ante un texto que presenta un diálogo entre dos

ho jas secas, un diá logo muy lír ico en donde se pueden observar lo s

grandes temas becquer ianos de las Rimas.

En ese momento de composición, Gustavo Adolfo Bécquer se sienta

en un camino para meditar sobre lo que le atosiga el alma, y es ahí,

donde observa la naturaleza, cuando llega a sent ir la como si fuera parte

de su propio ser, así lo podemos ver en la int roducción del texto:

“Yo estaba sentado al borde de un camino por donde siempre

vuelven menos de los que van.

No sé en qué pensaba, si en efecto pensaba entonces en alguna

cosa. Mi alma temblaba a punto de lanzarse al espacio, como el

pájaro t iembla y agita ligeramente las alas antes de levantar e l

vuelo.

Hay momentos en que, merced a una ser ie de abstracciones, el

espír itu se sustrae a cuanto le rodea y, replegándose en sí mismo,

analiza y comprende todos los mister iosos fenómenos de la vida

int erna del hombre.

Hay otros en que se desliga de la carne, pierde su personalidad y

se confunde con los elementos de la naturaleza, se relaciona con

su modo de ser y t raduce su incomprensible lenguaje.

Yo me hallaba en uno de esos últ imos momentos, cuando só lo y

en medio de la escueta llanura o í hablar cerca de mí”.

Y es aquí cuando, merced a la expresión literar ia, el autor comienza a

escuchar el diá logo de las ho jas secas.

En esos momentos, cuando escr ibió este texto, la enfermedad propia y

la muerte de su hermano formaron un conjunto de t risteza que hizo nacer

168

Anejos de Hápax II

ese diá logo melancó lico de esas ho jas must ias, errantes, que escucharon

la conversación de dos amantes, en donde la mujer contaba cómo se ir ía

su vida con el caer de aquellas ho jas, que entonces en los árbo les, con

orgullo y belleza, entre el vaivén del viento danzaban en armonía. Fue

cuando esas ho jas se enteraron de que debían de morir también, esa es la

fugacidad de la vida, ahí el ir y venir a donde el viento nos lleve, ahí la

t risteza al saber que pronto se ir ía su vida, como pronto se fue la de su

hermano.

Todo el texto está pintado con notas ocres, otoñales, como esas ho jas

perdidas, añejas que el viento hace rodar por los caminos, por ese

camino eterno, como el sueño de la muer te, como ese efímero momento

de la glor ia y la pr imavera, que pronto se acaba.

He aquí esas descr ipciones otoñales:

“El viento fr ío de las tardes de otoño arremolinaba las ho jas

secas a mis pies.

[…]

–¡Ay! ¿Quién dir ía que habíamos de acabar amar illas y secas,

arrast rándonos por la t ierra, nosotras, que vivimos vest idas de

co lor y de luz, meciéndonos en el aire?”.

Y por otro lado, como imágenes contrapuestas , vemos la mención a la

pr imavera, a la luz, a la dicha, a la juventud, al desconocimiento de lo

que vendr ía después, al desconocimiento de la muerte:

“–¿Te acuerdas de los hermosos días en que brotamos, de aquella

apacible mañana en que, roto el hinchado botón que nos servía de

cuna, nos desplegamos, al templado beso del so l, como un

abanico de esmeraldas?

–¡Oh! ¡Qué dulce era sent irse balanceada por la br isa a aquella

altura, bebiendo por todos los poros el aire y la luz!

–¡Oh! ¡Qué hermoso era ver correr el agua del r ío que lamía las

retorcidas raíces del añoso t ronco que nos sustentaba, aquel agua

169

Anejos de Hápax II

limpia y t ransparente que copiaba como un espejo el azul de l

cielo, de modo que creíamos vivir suspendidas entre dos abismos

azules!

–¡Con qué placer nos asomábamos por cima de las verdes frondas

para vernos ret ratadas en la temblorosa corr iente!

–¡Cómo cantábamos junt as imitando el rumor de la br isa y

siguiendo el r itmo de las ondas!

–Los insectos, br illantes, revo loteaban, desplegando sus alas de

gasa, a nuestro alrededor.

–Y las mar iposas blancas y las libé lulas azules que giran por el

aire en extraños círculos, se p araban un momento en nuestros

dentellados bordes a contarse los secretos de ese mister ioso amor

que dura un instante y les consume la vida.

–Cada cual de nosotras era una nota en el concierto de los

bosques.

–Cada cual de nosotras era un tono en la armonía de su co lor.

–En las noches de luna, cuando su plateada luz resbalaba sobre la

cima de los montes, ¿te acuerdas cómo char lábamos en vez baja

entre las diáfanas sombras?”.

Después de la conversación entre los dos amantes, estas ho jas

empiezan a entender que su fin se acerca, y es cuando las notas de co lor

pr imaverales y veraniegas cambian a otoñales e invernales, hay una

muerte cercana, una despedida:

“–Por la pr imera vez faltó a su cita el enamorado ruiseñor que la

encantaba con sus quejas.

–A poco vo laron los pájaros y con ellos sus pequeñuelos, ya

vest idos de plumas. Y quedó el nido solo, columpiándose

lentamente y t r iste como la cuna vacía de un niño muerto.

–Y huyeron las mar iposas blancas y las libélulas azules, dejando

su lugar a los insectos oscuro s que venían a roer nuestras fibras y

a depositar en nuestro seno sus asquerosas larvas.

170

Anejos de Hápax II

–¡Oh! ¡Y cómo nos est remecíamos encogidas al helado contacto

de las escarchas de la noche!

–Perdimos el co lor y la frescura.

–Perdimos la suavidad y la forma y lo que antes, al tocarnos, era

como un rumor de besos, como murmullo de palabras de

enamorados, luego se convirt ió en áspero ruido, seco,

desagradable y t r iste.

–¡Y al fin vo lamos desprendidas!”.

3. LAS HOJAS SECAS : PROSA POÉTICA. CORRESPONDENCIA CON LAS RIMAS

BECQUERIANAS

Muchas de las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer, de las Cartas

literarias a una mujer , y la ser ie Pensamientos , así como del texto de

nuestro estudio Las hojas secas pueden formar parte del género de la

prosa poét ica, por su lír ica, por su correspondencia con las Rimas , por

síntesis a la hora de expresar lo s sent imientos.

Fue precisamente en el Romant icismo cuando este género empezó a

alcanzar gran importancia, siendo el iniciador el autor francés Aloysius

Bert rand, nacido en 1807 y fa llecido en 1841 , con su libro Gaspard de la

nuit, y luego, gracias a la obra de Baudelaire, t itulada Spleen de París y

publicada en 1869, cuando este género alcanzó gran auge y tuvo gran

influencia en los simbo listas franceses.

Es más que posible que Gustavo Ado lfo Bécquer supiera de la obra en

prosa poét ica de Aloys ius, gracias a su conocimiento de la lengua

francesa, como anter iormente hemos mencionado, pero la obra de

Baudelaire Spleen de París es poster ior a las Leyendas y de la misma

fecha aproximadamente que la ser ie Pensamientos y algo anter ior a Las

hojas secas . Por lo tanto gran parte de la obra becquer iana, que podemo s

ver claramente dentro del género de la prosa poét ica, es una de sus

pr imeras manifestaciones en la lit eratura españo la. De sobra es sabid o

también la gran influencia que tuvo la obra de Gustavo Ado lfo Bécquer

171

Anejos de Hápax II

en los simbo listas hispánicos posteriores, ya que gran parte de la obra

becquer iana puede llamarse presimbo lista, al ser Gustavo Ado lfo

Bécquer el pr imero de nuestros autores contempor áneos.

Así, en nuestra literatura, las Leyendas becquer ianas const ituyen uno

de los pr imeros ejemplos de prosa poét ica, siendo especia lmente uno de

los últ imos textos escr itos por el poeta, Las hojas secas, el que supone

un autént ico poema en prosa que t ie ne grandes influencias de las Rimas

por temát ica y carácter lír ico.

A cont inuación veremos esta correspondencia entre las obras

becquer ianas Las hojas secas y las Rimas .

Así, en Las hojas secas encontramos unas líneas fundamentales donde

gran parte de la temát ica de las obras becquer ianas está condensada , son

estas:

“–¿De dónde vienes, hermana?

–Vengo de rodar con el torbellino, envuelta en la nube de

polvo y de las ho jas secas, nuestras compañeras, a lo largo

de la interminable llanura. ¿Y tú?

–Yo he seguido algún t iempo la corr iente del r ío hasta que el

vendaval me arrancó de entre el légamo y los juncos de la

orilla.

–¿Y adónde vas?

–No lo sé. ¿Lo sabe acaso el viento que me empuja?”.

En este fragmento de la conversación entre las dos ho jas secas se

entrelaza la r ima 67, por el orden que hizo Gustavo Ado lfo Bécquer de

sus poemas en el Libro de los gorriones , se corresponde con la r ima

LXVI:

“¿De dónde vengo?.. . El más horr ible y áspero

de los senderos busca.

Las huellas de unos pies ensangrentado s

sobre la roca dura,

172

Anejos de Hápax II

lo s despo jos de un alma hecha jirones

en las zarzas agudas,

te dirán el camino

que conduce a mi cuna.

¿Adónde voy? El más sombrío y t r iste

de los páramos cruza,

valle de eternas nieves y de eternas

melancó licas brumas.

En donde esté una piedra so litar ia

sin inscr ipción a lguna,

donde habit e el o lvido,

allí estará mi tumba”.

En el fragmento anter iormente expuesto de Las hojas secas se pueden

observar las dos mismas preguntas existenciales de esta r ima: el dest ino

no sabe lo que nos deparará en las pa labras de la ho ja seca; sin embargo,

en la r ima el dest ino se divisa concreto, en el o lvido, en ese o lvido a l

que Gustavo Ado lfo Bécquer pensaba que ir ían sus obras que aún no

habían sido publicadas, y que él no pudo ver publicadas. Esa des azón,

románt ica, existencia l, y eterna es la que recorre cada una de la s

palabras de la obra que escr ibió pocos días antes de morir, y que es la

misma que habita en esta magnífica r ima.

En muchas de las Rimas e l tema de la naturaleza como expresión de l

alma del poeta, expresión del int er ior, del yo abso luto y del a lma aparece

de forma recurrente, y al igual sucede con el texto Las hojas secas , c laro

ejemplo de prosa poét ica, por su correspondencia con las Rimas , por su

carácter lír ico e ínt imo.

Una de estas Rimas donde podemos ver esa importancia de la

naturaleza es la LII, según la pr imera edición de las obras de Bécquer o

r ima 35, como fue ordenada por el poeta en el Libro de los gorriones :

173

Anejos de Hápax II

“Olas gigantes que os rompéis bramando

en las playas desiert as y remotas,

envuelto entre la sábana de espumas,

¡llevadme con vosotras!

Ráfagas de huracán que arrebatáis

del alto bosque las marchit as ho jas,

arrast rado en el ciego torbellino,

¡llevadme con vosotras!

Nubes de tempestad que rompe el rayo

y en fuego ornáis las desprendidas or las,

arrebatado entre la niebla oscura,

¡llevadme con vosotras!

Llevadme por piedad a donde el vért igo

con la razón me arranque la memoria.

¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme

con mi do lor a so las!”.

En esta r ima Gustavo Ado lfo Bécquer implora que la naturaleza se lo

lleve a vivir con ella en la locura de las tempestades para perder la

noción de la terr ible t r isteza que le atosiga el alma. En Las hoja secas

logra ser parte de esa naturaleza al poder escuchar lo que dicen esas

ho jas, que es en realidad lo que siente su alma, al ver la proximidad de

su muerte, al estar sumido en un do lor profundo por la muerte de su

hermano.

Otra rima en la cual podemos ver la fusión de alma y naturaleza es la

VIII, según la pr imera edición de la s obras becquer ianas, que

corresponde a la número 25 en el Libro de los gorriones , veamos un

fragmento:

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Anejos de Hápax II

“Cuando miro el azul hor izonte

perderse a lo lejos,

al t ravés de una gasa de po lvo

dorado e inquieto,

me parece posible arrancarme

del mísero suelo

y flotar con la niebla dorada

en átomos leves

¡cual ella deshecho!” .

En una r ima en la que la fusión es total, ya que el poeta hace una

asimilación total de la naturaleza con su sent ir, es la hermosa r ima XV,

según e l orden que los amigos de Gustavo hicie ron en la pr imera y

sucesivas ediciones de las obras becquer ianas, que corresponde con la

número 60, según el orden del Libro de los gorriones, veamos un

ejemplo:

“En mar sin playas onda sonante,

en el vacío cometa errante,

largo lamento

del ronco viento ,

ansia perpetua de algo mejor,

eso soy yo” .

Otro ejemplo de esta naturaleza que toma forma del esp ír itu poét ico

lo tenemos en la r ima XXIV, número 33 en el Libro de los gorriones :

“Dos rojas lenguas de fuego

que a un mismo t ronco enlazadas

se aproximan, y al besarse

forman una so la llama;

175

Anejos de Hápax II

dos notas que del laúd

a un t iempo la mano arranca,

y en el espacio se encuentran

y armoniosas se abrazan;

dos olas que vienen juntas

a mor ir sobre una playa

y que al romper se coronan

con un penacho de plata;

dos jirones de vapor

que del lago se levantan

y al juntarse a llá en el cie lo

forman una nube blanca;

dos ideas que al par brotan,

dos besos que a un t iempo estallan,

dos ecos que se confunden:

eso son nuestras dos almas” .

Con estas r imas y su correspondencia con uno de los últ imos textos de

Gustavo Ado lfo Bécquer Las hojas secas , hemos visto que es una

temát ica recurrente en las obras becquerianas el fundir el sent imiento

propio del poeta con la naturaleza, así e l diálogo de esa ho jas se

corresponde con la pro funda t risteza que Gustavo sent ía en noviembre de

1870, so lo días antes de su muerte.

4. CONCLUSIÓN

El texto Las hojas secas es en sí importante por ser uno de los

últ imos documentos escr itos por Gustavo Ado lfo Bécquer pocos días

antes de su muerte , pero también es importante por ser uno de los

176

Anejos de Hápax II

ejemplos pr imeros y más be llos de prosa poét ica en la lit eratura

españo la.

Robert Pageard en su libro Bécquer, leyenda y realidad indica la

importancia y la fama que tuvo el bellís imo texto Las hojas secas pocos

años después de la muerte de Gustavo Adolfo Bécquer:

“Gustó mucho esta obra en España y Francia por los años setenta

y ochenta del siglo pasado” 7.

Las hojas secas es un texto imprescind ible para conocer el estado de

ánimo en el que se encontraba Gust avo Adolfo Bécquer, pero también es

imprescindible para el estudio de la prosa poét ica y de la obra

becquer iana, porque en sus líneas se resume gran parte de la temát ica de

la obra del poeta.

Para terminar veamos aquí las últ imas pa labras de Las hojas secas:

“Silbó el aire, que había permanecido un momento callado, y las

ho jas se levantaron en confuso remolino, perdiéndose a lo lejos

entre las t inieblas de la noche.

Y yo pensé entonces algo que no puedo recordar, y que, aunque

lo recordase, no encontrar ía palabras para decir lo”.

Estas palabras, fueron de las últ imas que Gustavo Ado lfo Bécquer

escr ibió, t risteza, deso lac ión, cansancio, so ledad y mucha desilusión hay

en ellas, pero también estas palabras forman uno de los más hermosos,

geniales y t rascendent es textos becquer ianos para la poster idad.

7 PAGEARD [1990: 523].

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BIBLIO GRAFÍA

BÉCQUER, Gustavo Adolfo, Obras completas, Madrid: Aguilar, 1969.

BÉCQUER, Gustavo Adolfo, Obras Completas, Madrid: Cátedra, 2004.

BERTRAND, Aloysius, Gaspar de la noche, Madrid: Cátedra, 2014.

CARO, Miguel Antonio, Traducciones poéticas, Bogotá: Librería Americana, 1889.

MONTESINOS, Rafael, Bécquer, biografía e imagen, Sevilla: Fundación José Manuel Lara, 2005.

PAGEARD, Robert, Bécquer, leyenda y realidad, Madrid: Espasa-Calpe, 1990.

P. SEBOLD, Russell, Gustavo Adolfo Bécquer, Madrid: Taurus Ediciones, 1982.

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Anejos de Hápax II

B O H E M I O

(a Gustavo Ado lfo Bécquer)

Lleva la luna en la noche de su capa,

larga sombra que arrast ra sus jóvenes años,

y en su sombrero de copa,

largo como un silencioso murmullo,

se resguardan los versos

que todavía escr ibe en las pupilas

de tantos olvidados.

En el madr ileño café Suizo sus alas en una taza absorbió

y entre el humo del tabaco pudo ver

lo poco que dura la rea lidad

y lo eterna que es la loca imaginación.

Bohemio de capa alada,

poesía que incluso sin poetas siempre exis t irá,

me t rae palabras el viento

de aquellos recit ales a la luz de un candil,

fuego de aceite, resbaladizo como la bruma sobre el suelo,

que todavía o igo sus pisadas sobre aquellas nubes

que hoy entre las sales del asfa lto llegan hasta mí.

Ciento t reinta años después,

bohemios de los cafés de la calle San Fernando,

sevillanos de alma amada

y Giralda alzada al cie lo de sus sonr isas,

beben de la taza de aquel

que entrelazaba a su espalda la noche y la luna,

y recorr ía las fr ías calles de Madr id

buscando aquel r ío grande que refle jaba una veleta,

mientras un jirón de niebla lo envo lvía,

eterno como su noche y mi recuerdo por él.

Macarena Díaz Monrové

Publícase

esta monografía

el 20 de julio de 2014,

día en que se conmemora

el nacimiento de

Alejandro Magno,

impulsor del helenismo.

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ISSN – 2255-0518