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ANEJOS DE HÁPAX
2
MACARENA DÍAZ MONROVÉ &
MARÍA DE LOURDES ROMERO GÓMEZ
(Directoras)
TODO MORTAL:
ESTUDIOS EN TORNO A LA FIGURA
DE BÉCQUER
al cuidado de
José Manuel Cuartango Latorre
María de Lourdes Romero Gómez
SALAMANCA
Sociedad de Estudios de Lengua y Literatura
MMXIV
MACARENA DÍAZ MONROVÉ &
MARÍA DE LOURDES ROMERO GÓMEZ (Directoras)
TODO MORTAL:
ESTUDIOS EN TORNO A LA FIGURA
DE BÉCQUER
al cuidado de
José Manuel Cuartango Latorre
María de Lourdes Romero Gómez
SALAMANCA
Sociedad de Estudios de Lengua y Literatura
MMXIV
ÍNDICE
Introducción ….... . . .. . .. . .. . .. . .. . .. .. . .. . .. . .. . . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . . . .. . .. . .. . .7
I. “La gastronomía en la obra de Gustavo Adolfo Bécquer” Pilar Alcalá García . . . . . .. .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . ... . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .13
II. “Gustavo Adolfo Bécquer en la prensa de la época” Joan Estruch Tobella . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . ... . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . . . .. . .. .45
III. “¿Nuevas rimas becquerianas? Gustavo Adolfo, traductor.
Últimos trabajos de los hermanos Bécquer para la casa Gaspar y
Roig” Agustín Porras . . . . . .. . .. . .. . .. .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .. . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . ..79
IV. “Crónica de una parodia anunciada: La 'Introducción
sinfónica' de Gustavo Adolfo Bécquer” Irene Mizrahi . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . ... . . .. . .. . .. . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .107
V. “La influencia de las traducciones árabes al español en las
Rimas de Bécquer” Sabih Sadiq . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .. . .. . .. . ... . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .139
VI. “Las hojas secas : Uno de los últimos textos escritos por
Gustavo Adolfo Bécquer y uno de los primeros ejemplos de
prosa poética en la literatura española” Macarena Díaz Monrové . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. ... . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .159
Bohemio….... . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . ... . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .179
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Anejos de Hápax II
esde las pág inas de nuestra revista Hápax , queremos rend ir
un merecido homenaje al poeta que hizo cambiar el curso de
la lit eratura allá a finales del siglo XIX. Gustavo Ado lfo
Bécquer, el poeta que soñó a las or illas del Guadalquivir una fama de su
obra para la posteridad, que supo darse cuenta del genio que poseía
“llevo algo divino aquí dentro ; é l, huésped de la niebla de su amada
ciudad, se hizo eterno en esa orilla cuajada de r imas evanescentes y
eternas como la niebla, que siempre regresa envuelta en ho jas secas,
como el alma cuando es tocada por su sensibilidad porque leer su obra es
llegar a la genialidad de quien con palabras acar icia la sonr isa y la
mirada, esa que es capaz de besar con let ras al espír it u que allí lo
reconoce, porque estudiar su obra es llegar al or igen de esa genialidad, a
la esencia magnífica de una literatura tan univer sal como los
sent imientos que descr ibe.
La selección de art ículos expuestos en esta monografía es so lo una
pequeña muestra de lo s muchos t rabajos de los que el poeta hispalense es
objeto. Los temas t ratados, ya ucrónicos, ya sincrónicos, son una clara
muestra del que es el pr imer poeta moderno de nuestra lit eratura. Un
poeta, que, como dir ía Rafael Montes inos “murió la semana pasada”
porque la importancia y la vigencia de su obra llegan hasta nuestros días .
Y decimos que siempre es not icia debido al re ciente y feliz hallazgo de
una de sus obras que aún permanecía escondida y que acaba de ser
publicada, El talismán , una zarzuela inédita de Bécquer, escr ita junto a
su amigo Luis García Luna, con música de Joaquín Espín y Guillén,
padre de Julia Espín, la mujer que inspiró la gran mayor ía de las Rimas
becquer ianas.
Así, contamos con los art ículos: Para abr ir boca, Pilar Alcalá García
contr ibuye con su art ículo “La gastronomía en la obra de Gustavo Ado lfo
Bécquer” en la que a t ravés de un recorrido por la obra de nuestro
homenajeado tendremos ocasión de descubr ir las costumbres y los gustos
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Anejos de Hápax II
gastronómicos de la segunda mit ad de l siglo XIX en diversos ambientes,
clases sociales y circunstancias. En segundo lugar, “Gustavo Ado lfo
Bécquer en la prensa de la época”, de Joan Estruch Tobella que nos
presenta no solo a Bécquer como un prest igioso escr itor , sino también
como act ivo per iodista po lít ico, rect ificando la biografía que aún se
mant iene del poeta en el que se le t ilda de poeta bohemio y so litar io .
Sigue “¿Nuevas r imas becquer ianas? Gustavo Ado lfo, traductor. Últ imo s
t rabajos de los hermanos Bécquer para la casa Gaspa r y Ro ig” de Agust ín
Porras en el que el autor defiende la hipótesis de que el poeta hispalense,
bajo las inic iales D. F. de T, t radujo del francés Eduardo Laboulaye las
obras Abdallah y Aziz y Aziza , que, además de haber sido ilust radas por
su hermano Valer iano, cont ienen una docena de poemas cuya est ructura
formal e imágenes presentan sorprendentes concordancias con las
célebres Rimas . Irene Mizrahi aporta su estudio “Crónica de una parodia
anunciada: La 'Int roducción sinfónica ' de Gustavo Ado lfo Bécquer” , en
el que la autora analiza cómo Bécquer presenta un “manifiesto” poét ico
en donde anuncia su int ención de desenmascarar los secretos apet itos y
culpas enterrados en el fondo de la poesía de autores influyentes, cuyo
símbo lo es el “genio creador” de la r ima III. Cont inúa Sabih Sadiq con
su t rabajo “La influencia de las t raducciones árabes al españo l en las
Rimas de Bécquer” en el que valora la importancia de la influencia de los
textos árabes en la obra de Gustavo Adolfo Bécquer a t ravés de una
cuidada se lección de ejemplos. La también directora de este anejo,
Macarena Díaz Monrové, nos regala como cierre “Las hojas secas : Uno
de los últ imos textos escr itos por Gustavo Ado lfo Bécquer y uno de los
pr imeros ejemplos de prosa poét ica en la literatura españo la ” en el que
nos presenta el que es uno de los últ imos textos de un Bécquer t riste t ras
la muerte de su hermano Valer iano, quizá también sea uno de sus textos
más bellos.
Las directoras
Sevilla, 20 de julio de 2014
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Anejos de Hápax II
“Para la poesía española contemporánea, y a todos los efectos, Gustavo
Adolfo Bécquer murió hace una semana. Tan real es su presencia.
Nuestro poeta, niño sevillano del barrio de San Lorenzo, al hospedarse
en las nieblas del Guadalquivir, habitando el olvid o de su infancia, se
anticipó al modernismo y al surrealismo. Después, vagando en esos
espacios misteriosos que separan la vigil ia del sueño, llegó a nues tro
tiempo. De ahí su vigencia” .
Rafael Montesinos
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Anejos de Hápax II
LA GASTRONOMÍA EN LA OBRA DE GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER
Pilar Alcalá García1
ASO CI AC IÓN C LB S
Resumen: A través de un recorrido por la obra de Bécquer tendremos ocasión de descubrir las
costumbres y los gustos gastronómicos de la segunda mitad del siglo XIX en diversos ambientes,
clases sociales y circunstancias.
Palabras clave: Bécquer, gastronomía, periodismo, costumbrismo.
Abstract: Through Bécquer´s work, we will have the opportunity to discover the customs and
the gastronomic tastes of the second half of the 19th century, in different atmospheres, social
classes and circumstances.
Key words: Bécquer, gastronomy, journalism, costumbrismo.
ustavo Ado lfo Bécquer siempre será ident ificado con las
Rimas y las Leyendas , pero su obra abarcó mucho más que
esos poemas que cambiaron el rumbo de la lír ica españo la y
esas histor ias fantást icas que él supo narrar como nadie en lengua
españo la en todas las épocas. Queremos reivindicar al Bécquer
per iodista; quizá esa faceta suya no ha sido nunca suficientemente
valorada ni estudiada. Y dentro de esa faceta per iodíst ica fijaremo s
nuestra atención en un aspecto muy concreto: el de la gastronomía.
Gustavo Ado lfo Bécquer, además de censor de novelas, fue director y
redactor de impor tantes per iódicos. No nos cansaremos de decir que,
siendo Bécquer un autor conocido por todos es, sin embargo, el gran
desconocido.
Nos gustar ía detenernos y dedicar unas líneas a la t rayectoria de
Gustavo Ado lfo Bécquer como per iodista. Es cur ioso que todo lo que
Bécquer publicó en su vida lo hizo en per iódicos y revistas: dist int as
versiones de algunas r imas, sus leyendas y cartas, amén de sus
numerosos y var iados art ículos. Es llamat ivo, como señala H E RN AN D O
[1977], que el Bécquer sat ír ico nada t iene que ver con ese Bécquer
per iodista más conocido, el Bécquer que incluso fue director de
importantes per iódicos madr ileños. Pero sin embargo, no debe
extrañarnos esta duplicidad, sobre todo teniendo en cuenta la dureza de
1 Pilar Alcalá García es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y secretaria de la Asociación
“Con los Bécquer en Sevilla”.
G
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Anejos de Hápax II
la ley de imprenta vigente en los años en que Bécquer estuvo act ivo
como periodista, en la que era frecuente que los per iodistas acabaran en
la cárcel. El mismo Gustavo Ado lfo Bécquer y con motivo del carnava l
escr ibe las siguientes palabras: “un solo día de máscaras para la prensa,
y el Gobierno oiría muchas verdades que acaso fuesen útiles, y el país
muchas cosas que sin duda sirvieran de una gran lección”. (“El
carnaval, Popurr í de pensamientos extraños”, El Contemporáneo , 5 de
marzo de 1862). Y todo esto a pesar de que, como nos recuerda B RO WN
[1963], en su juventud y manteniéndose fiel a su act itud románt ica,
Gustavo Ado lfo Bécquer decía que los per iódicos eran lo menos
int electual de la literatura y por ello rechazaba ganarse la vida en el los.
Gustavo Ado lfo Bécquer se había propuesto no mezclarse en po lít ica
y vivir so lo de sus art ículos literar ios, cosa imposible en España como
bien señala MONT E SIN OS [1977] por la escasa ret r ibución y lo raro de la
demanda.
¿Cuál fue la t rayectoria per iod íst ica de Gustavo Ado lfo Bécquer? E n
1855 se embarca en la publicación de la revista El Mundo , de la que so lo
aparecerá el pr imer número. Bécquer fue el padr ino y escr ibirá un
precioso art ículo -programa, según apuntan C E L AYA [1972] y BRO WN [1963].
En el verano de ese mismo año Bécquer trabajó en El Porvenir y en
1859-1860 co laboró efímeramente en La Época. En diciembre de 1860
entra en el equipo de redacción de El Contemporáneo . Desde el 9 de
noviembre de 1864 lo dir igió y cesó como director a medi ados de febrero
de 1865. A fina les de marzo, el per iódico Los Tiempos inicia su andadura
y Gustavo Ado lfo Bécquer defiende desde sus páginas la po lít ica de
González Bravo . Los crueles sucesos represivos de la Noche de San
Daniel (10 de abr il de 1865) generan una gran tensión y Gustavo Ado lfo
Bécquer se enfrenta a sus ant iguos compañeros en art ículos como “E l
part ido angélico”. A finales de octubre –el día 28– se inic ia su
co laboración y la de Valer iano en la revista sat ír ica demócrata Gil Blas ,
con el seudónimo de SEM o S. , y también en su almanaque para 1866.
Este controvert ido seudónimo parece ocultar además a otros escr itores y
art istas, pero es asunto complejo y necesitado de invest igació n
15
Anejos de Hápax II
minuciosa. Bajo su amparo irán apareciendo dist inta s contr ibuciones
gráficas con acerados comentar ios sat ír icos en los meses siguientes. A
comienzos de año, Gustavo Ado lfo Bécquer es nombrado director
lit erar io de El Museo Universal , con la responsabilidad de los t rabajos
no firmados y la tarea de buscar co laboradores, redactar textos para
acompañar las ilust raciones, escr ibir cada semana la revista de
actualidad que abarca los más diversos temas. Sin firmar publica en la
sección “Revista de la semana”, de El Museo Universal t reinta y dos
entregas sobre los asuntos del día más var iados. El 22 de junio de 1866
se produce la sublevación de los sargentos del cuartel madr ileño de San
Gil, Narváez regresa al poder y en julio Gustavo Ado lfo Bécquer vuelve
a ser nombrado censor, motivo probablemente por el que deja poco
después la dirección de El Museo Universal (12 de agosto). En diciembre
de 1869 es nombrado director de La Ilustración de Madrid .
Cuando fa lleció G. A. Bécquer La Correspondencia de España ,
per iódico importante de aquellos años, no informa del hecho. Otros,
como La Opinión Nacional , La Época y La Ilustración Española y
Americana , le dedican unas breves líneas. La Ilustración de Madrid , de
la que Bécquer era entonces director, dará la not icia de su muerte cinco
días después, si bien poster iormente le d edica una amplia nota y una
pequeña biografía acompañada de un dibujo de la cabeza yacente de
Gustavo Ado lfo Bécquer. El único per iódico que publicó una
necro lógica, y además, en contra de sus costumbres, fue el Gil Blas que,
como bien recuerda J ARN ÉS [1936], aprovecha la muerte, en tan so lo t res
meses, de los hermanos Bécquer para llamar “implacable” a Dios.
En los art ículos per iodíst icos de Bécquer t ienen cabida asuntos de
todo t ipo; en el presente estudio nos vamos a centrar, como apuntamos
anter iormente, so lo en aquellos textos en los que Bécquer hace referencia
a cuest iones gastronómicas. Y no sólo serán art ículos, aparecerán
también otros textos. Este art ículo t iene su or igen en unas jornadas
gastronómicas que, en honor a los hermanos Valer iano y G. A. Bécquer,
tuvieron lugar en Tarazona y la comarca del Moncayo en noviembre del
16
Anejos de Hápax II
año 2012. En aquella ocasión decidimos rast rear en los escr itos de
Gustavo Ado lfo Bécquer para encontrar aquellas palabras dedicadas ya
fuera a alimentos ya fuera a bebidas y a todo lo relacionado con el arte
del yantar y la gastronomía. Es asombroso lo que encontramos. Gracias a
la exquisit a pluma de Gustavo Ado lfo Bécquer hoy tenemos un ret rato,
una crónica de la época que le tocó vivir y además en diferentes lugares
de España y en var iadas circunst ancias. Conoceremos, las costumbres y
usos según las regiones o provincias, según las clases sociales, además
de detalladas descr ipciones de algunos locales y, por supuesto, sabremos
cuáles eran los gustos personales del propio Gustavo; de e llos nos habla
MONT E SI NOS [1977] informándonos que a Bécquer le gustaba t rabajar de
madrugada a la luz de un candil. E l café y el tabaco eran sus vic ios
inseparables, fumaba constantemente encendiendo un cigarro con la
co lilla del anter ior. Y comprobaremos, una vez más, su amor por lo
humilde y lo sencillo , cosa que compart ía con su hermano Valer iano. S i
creemos que ser ía impensable encontrar en las Rimas una referencia
gastronómica, por ser algo muy prosaico, nos equivocamos porque en la
r ima 18 leemos lo siguiente:
“Qué hermoso es cuando hay sueño,
dormir bien.. . y roncar como un sochantre
y comer. . . y engordar. . . ¡y qué desgracia
que esto sólo no baste!” BÉ CQ UER [2004: 65].
Y en la r ima 9 las conocidís imas palabras:
“Mi adorada de un día, car iñosa,
—¿En qué piensas?— me dijo .
—En nada.. . —En nada, ¿y lloras? —Es que tengo
alegre la t r isteza y t r iste el vino” BÉ CQ UER [2004: 61] .
S irvan estos versos como aper it ivo de todo lo que encontraremos a
cont inuación.
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Anejos de Hápax II
Los textos que hemos seleccionado aparecerán por orden crono lógico
de publicación, por ello al pr imero que nos refer iremos será a “La Venta
de los Gatos”, texto calificado por PAGE ARD [1990] como novela corta. Se
t rata de una narración situada en Sevilla que const ituye un magn ífico
test imonio sobre la ciudad de mediados del s iglo XIX, podríamos
definir la casi como un cuadro de costumbres. La venta es un t ipo de
establecimiento muy común en el sur, todavía existen bastantes, suelen
ser lugares rúst icos donde ir a pasar un día al aire libre. Gustavo Ado lfo
Bécquer descr ibe con todo lujo de detalles, como corresponde a su prosa,
el lugar y así vemos las costumbres gastronómicas y el ambiente t ípicos
del sur. Casi podr ía decirse que Gustavo está pintando un lienzo y ello
puede deberse a que como apunta M ONT ESI NO S [1977] las vivencias
sevillanas de Bécquer se deban a la correspondencia con su hermano
Valer iano.
“Figuraos este paisaje animado por una mult itud de figuras, de
hombres, mujeres, chiquillo s y animales formando grupos a cuá l
más pintorescos y caracter íst icos: aquí, el ventero, rechoncho y
co loradote, sentado al so l en una silleta baja, deshaciendo entre
las manos el tabaco para liar un cigarr illo y con el papel en la
boca; allí, un regatón de la Macarena, que canta entornando los
ojos y acompañándose con una guitarr illa mientras otros le llevan
el compás con las palmas o golpeando las mesas con los vasos ;
más allá, una turba de muchachas, con sus pañue los de espumilla
de mil co lores y toda una maceta de claveles en el pelo, que
tocan la pandereta, y chillan, y r íen, y hablan a voces en tanto
que impulsan como locas el co lumpio co lgado entre dos árbo les,
y los mozos del ventorrillo que van y vienen con bateas de
manzanilla y platos de aceitunas, y las bandas de gentes de l
pueblo que hormiguean en el camino ; dos borrachos que disputan
con un majo que requiebra al pasar a una buena moza; un gallo
que cacarea esponjándose orgulloso sobre las bardas del corral;
un perro que ladra a lo s chiqu illos que le host igan con palos y
18
Anejos de Hápax II
p iedras; el aceite que hierve y salt a en la sartén donde fr íen el
pescado; el chasquear de los lát igos de los caleseros que llegan
levantando una nube de po lvo; ruido de cantares, de castañuelas,
de r isas, de voces, de silbidos y de guitarras, y go lpes en las
mesas, y palmadas, y estallidos de jarros que se rompen, y mil y
mil rumores extraños y d iscordes que forman una alegre
algarabía imposible de descr ibir. Figuraos todo esto en una tarde
templada y serena, en la tarde de uno de los días más hermosos
de Andalucía, donde tan hermosos son siempre, y tendréis una
idea del espectáculo que se o frec ió a mis ojos la pr imera vez que,
guiado por su fama, fui a vis itar aquel célebre ventorrillo”
“La Venta de los Gatos” [EC 28/11/1862, 29/11/1862] .
El art ículo t itulado “La Nena” es un fo llet ín dominica l que, como
seña la PAG E AR D [1990], inaugura una ser ie de textos que milit an a favor de
la t radición art íst ica nacional. Se t rata de un texto en el que encontramos
una reflexión sobre el espectáculo que desde hacía pocos días ofrecía en
el Teatro del Circo de Madr id la bailaora sevillana Manuela Perea,
llamada La Nena. Gustavo cr it ica la invasión de lo fr ancés, lo que
considera un gran mal inevitable. Para respirar el ambiente no
contaminado y en una reacción patr iót ica, Gustavo decide asist ir a este
espectáculo porque piensa le t raerá además “la br isa fresca de su
Sevilla”. Pero cuando aparece se lleva un a desilusión por el modo en que
va vest ida, que él califica de “ toilette”. Aprovecha Bécquer la ocasió n
para hacer una cr ít ica a la invasión de las costumbres francesas incluso
en las cuest iones gastronómicas. En resumen: Gustavo revela su amor
hacia su ciudad natal a la vez que su preocupación por la pérdida de la s
costumbres ant iguas españo las.
“Desdichado del que en una comida de ceremonia ignora el
francés, o no conoce siqu iera los pr incipales platos de la cocina
t ranspirenaica; se expone a que ni el ma ît re d 'hotel le ent ienda,
ni lo s cr iados le hagan caso, ni él sepa lo que se sirve”.
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Anejos de Hápax II
En contraposic ión con la sencillez de lo que se bebe en este t ipo de
lugares:
“La Nena se desembaraza de la mant illa , bebe algunas cañas de
manzanilla a la salud de los presentes y comienza un zapateado
monís imo”
“La Nena” [EC 30/3/1862].
En el texto “Un lance pesado”, que aparece publicado anónimamente,
Bécquer hace una confesión, nos narra un hecho ver ídico que le acaeció.
Bajo los efectos del vino y con reminiscen cias de Rigoletto , e l narrador,
es decir Bécquer, que se dir ige de Soria a Veruela, t iene que detenerse en
Ágreda, debido a una fuerte tormenta, y lo hace en una venta que se
encuentra en el camino de Ágreda a Tarazona. El vino le juega una mala
pasada, hasta tal punto que cree que su compañero de viaje ha sido
asesinado y provoca un incidente que lo deja en r idículo. BRO WN [1963] se
plantea que este compañero bien pudiera ser su hermano Valer iano o su
buen amigo Augusto Ferrán.
C AR PINT E RO [1957] comprobó que en la car retera de Ágreda a Tarazona
exist ió una venta llamada la Venta del Sevillano , sobre un mapa de 1860,
lo que no hace sino corroborar que se t rata de un hecho biográfico de
Gustavo Ado lfo Bécquer.
“Y dando un go lpe en la mesa, llamó al muchacho que nos
servía e hizo t raer una botella más sobre las dos que ya nos
habíamos bebido.
(…)
–¡Bah! –prosiguió mi amigo– , quedémonos aquí; si nos falt a
cama, no nos falt ará un jarro de vino, y a fa lta de pan, buenas
son tortas.
(….)
20
Anejos de Hápax II
Concluyó el ventero su operación y sentóse en un r incón de la
cocina; la muchacha co locó delante del hogar una mesilla de
pino, desvencijada y co ja, y sobre la mesa un jarro boquirroto y
dos vasos. Mi amigo comenzó a beber y a char lar ; yo bebía en
silencio ; el ventero dor mitaba; el gato gruñía con un ruido
part icular ; la muchacha tenía fijo s en nosotros dos ojos que me
parecían tan grandes como toda su cara; la llama del hogar a l
agitarse hacía danzar de una manera fantást ica nuestras sombras
que se proyectaban en los muro s;”
“Un lance pesado” [EC 15/3/1863].
En “La leyenda del jud ío errante”, Gustavo Adolfo Bécquer nos habla
de cómo las costumbres al fin y al cabo son las mismas en todos los
lugares, y las mismas leyendas circulan por todos los países. Es un
estudio histór ico -religioso de circunstancia. Así, Gustavo Ado lfo
Bécquer nos habla de Abasuero a quien Jesuc r isto condenó a caminar
hasta el fin de los siglos. El hecho que nos narra Bécquer sucede en
Lieja y es la única ocasión en que la cerveza aparece en los textos
becquer ianos:
“Al ver le cubierta la frente de sudor, las ropas de po lvo y los
pies de sangre, los bebedores tuvieron lást ima de él, le llamaron
y br indándo le con un vaso de cerveza, le invitaron a que se
reposase de las fat igas de la jornada. El mister ioso peregr ino se
acercó, en efecto, a la alegre ronda, tendió una mano descarnada
y asió el vaso, pero antes que bebiese sonó una voz en el aire que
le d ijo . '¡Anda! ¡Anda!'. Y el vaso cayó a sus pies, y el hombre
mister ioso como impulsado por una fuerza desconocida, siguió
andando. Era Abasuero, el judío errante”
“La leyenda del judío errante” [E C 2/4/1863].
En “Bailes y bailes”, art ículo de crónicas y cuadros costumbristas,
dir igido al público femenino, Gustavo Adolfo Bécquer escr ibe la crónica
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Anejos de Hápax II
de var ios bailes y habla de sus recuerdos agradables y desagradables,
entre los que se encuentran los gas tronómicos. Refir iéndose al baile de l
conservatorio , la descr ipción del bufet allí servido es la de algo de poca
calidad; nos llama la atención la palabra “gutapercha”, hoy ya en desuso.
“Los desagradables (recuerdos) se refieren al buffet , donde se
servía en copas pequeñas el veneno de los Borgias con el nombre
de vino de Jerez, emparedados de gutapercha, y en vez de té, una
infusión de azúcar y plantas exót icas que le presentaban a uno
preparada ya en la misma forma q ue si se t ratase de una t isana” .
En el mismo art ículo y refir iéndose a una reunión en casa de los
duques de Fernán Núñez, t iene Gustavo palabras de alabanza:
“Durante todo el sarao se sirvió un té elegante, que se convirt ió ,
después de terminado el cot illón, en una espléndida cena. Al
ret irarse la escogida concurrencia presentaron las damas al señor
duque y los galanes a la señora duquesa una pet ición para que,
antes de que la r ígida Cuaresma cerrase aquellas habit aciones,
tuviese lugar en ellas uno de esos renombrados choco lates, de los
que tan agradable recuerdo guardan todos los concurrentes”
“Bailes y bailes” [EC 9/2/1864] .
Es “Haciendo t iempo” un delicioso art ículo, cuya lectura recomiendo
a todos advirt iendo que el t ít ulo no debe llevarnos a engaño y el “no
hacer nada” de Bécquer no es propiamente desidia, sino inmersión en la
fecundidad. Lo que más nos interesa de este art ículo es que, además,
Gustavo Ado lfo Bécquer nos expresa sus gustos personales; la s
referencias al café son frecuentes en los textos de Bécquer, aquí de jamos
un apunte:
22
Anejos de Hápax II
“He tomado una taza de café, apéndice para mí indispensable de
la comida; he encendido un cigarro y, reclinado en la butaca,
espero que llegue el momento de dir ig irme al Teatro Real…”
“Haciendo t iempo” [E C 28/2/1864] .
En la I de las “Cartas desde mi celda” se unen la fantas ía y lo s
recuerdos de un viaje desde Madr id al monaster io de Veruela, pasando
por Tudela y Tarazona, para o frecernos en algunos momentos un cuadro
costumbrista.
De nuevo aparece el café, ya sabemos cuánto le gustaba a Gustavo
Ado lfo Bécquer. Nos hace una descr ipción del ambiente de la cocina del
monaster io de Veruela, cómo en ella se mezclan la lectura y las tareas
domést icas…
“Ayer, con vosotros, en la t r ibuna del Congreso, en la redacción,
en el teatro Real, en La Iber ia; hoy, sonándome aún en el o ído la
últ ima frase de una discusión ardiente, la últ ima pa labra de un
art ículo de fondo, el postrer acorde de un andante, el confuso
rumor de cien conversaciones dist intas, sentado a la lumbre de un
campestre hogar, donde arde un t ronco de carrasca que salt a y
cruje antes de consumirse, saboreo en silencio mi taza de café,
único exceso que en estas so ledades me permito, sin que turbe la
honda calma que me rodea otro ru ido que el del viento que gime
a lo largo de las desiertas ruinas y el agua que lame los altos
muros del monaster io o corre subterránea at ravesando sus
claustros sombríos y medrosos. Una muchacha, con su zagale jo
corto y naranjado, su corpiño oscuro, su ca misa blanca y cerrada,
sobre la que br illan dos gruesos hilos de cuentas ro jas, sus
medias azules y sus abarcas atadas con un listón negro que sube
cruzándose capr ichosamente hasta la mitad de la pierna, va y
viene cantando a media voz por la cocina, at iza la lumbre de l
hogar, tapa y destapa los pucheros donde se condimenta la futura
cena, y dispone el agua hirviente, negra y amarga, que me mira
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Anejos de Hápax II
beber con asombro. A estas alturas, y mientras dura el fr ío , la
cocina es el est rado, el gabinete y el estudio.
Cuando sopla el cierzo, cae la nieve, o azota la lluvia los vidr ios
del balcón de mi celda, corro a buscar la clar idad ro jiza y a legre
de la llama, y allí, teniendo a mis pies al perro, que se enrosca
junto a la lumbre, viendo br illar en el oscuro fondo de la cocina
las mil chispas de oro con que se abr illantan las cacero las y lo s
t rastos de la espetera al reflejo del fuego, ¡cuántas veces he
int errumpido la lectura de una escena de La tempestad, de
Shakespeare, o del Caín, de Byron, para oír el ruido del ag ua que
hierve a borbotones, coronándose de espuma y levantando con
sus penachos de vapor azul y ligero la tapadera de metal que
golpea los bordes de la vasija! Un mes hace que falto de aquí, y
todo se encuentra lo mismo que antes de marcharme”.
Y más adelante de nuevo vuelve al café y al tabaco:
“Después de apurar mi taza de café, y mientras miro danzar las
llamas vio ladas, rojas y amar illas a t ravés del humo del cigarro
que se ext iende ante mis o jos como una gasa azul, he pensado un
poco sobre qué escr ibir ía a ustedes para El Contemporáneo, ya
que me he compromet ido a contribuir con una gota de agua a
llenar ese océano sin fondo, ese abismo de cuart il las que se llama
un per iódico,…” .
Gustavo nos narra su viaje y al llegar a Tudela hace una de scr ipció n
en la que esta localidad no sale demasiado bien parada, en ningún
sent ido. Nos habla de la comida que hace en la posada y vuelve a hacer
referencias al café, ¡que es lo peor!
“Tudela es un pueblo grande, con ínfulas de ciudad, y el parador
adonde me condujo mi guía, una posada con ribetes de fonda.
Sentéme y almorcé; por fortuna, si el a lmuerzo no fue gran cosa,
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Anejos de Hápax II
la mesa y el servic io estaban limpios. Hagamos esta just icia a la
navarra que se encuentra al frente del establecimiento. Aún no
había tomado los postres, cuando el campanillazo de las co lleras,
lo s chasquidos del lát igo y las voces del zagal que enganchaba
las mulas me anunciaron que el coche de Tarazona iba a salir
muy pronto. Cuando acabé de pr isa y corriendo de tomar una taza
de café bastante malo, y clar ito por más señas, ya se oían los
gr itos de ‘¡Al coche, al coche!’”.
Encontramos una referencia gastronómica un tanto part icular:
“Ya estábamos todos, y cada uno en su lugar correspondiente, y
dándonos el parabién porque íbamos á esta r un poco ho lgados,
cuando apareció en la portezuela, y como un ret rato dentro de su
moldura, la cabeza de un clér igo entrado en edad, pero guapote y
de buen co lor, al que acompañaba una ama ó dueña, como por
aquí es costumbre llamar les, que en punto á cec ina de mujer era
de lo mejor conservado y apet itoso á la vista que yo he
encontrado de algún t iempo á esta parte”.
Nada más le jano a ese “Poesía eres tú” que leemos en la r ima XXI.
En la prosa habla el señor Domínguez y en la r ima el poeta Bécquer,
como gustaba decir CE L AYA [1972].
Más adelante Gustavo nos descr ibe una escena de comida
divert idís ima. En resumen, asist imos a una comparación entre el modo de
vivir en Madr id y en otros puntos más a islados de la corte.
“Nuestro hombre gordo, apenas se vio engolfado camino ade lante
y en compañía tan franca, alegre y de su gusto, desenvainó de l
esto una botella y la mer ienda correspondiente para echar un
t rago. Dada la señal del combate, el fuego se hizo general en
toda la línea, y unos de la fiambrera de hoja de lata, ot ros de un
canast illo ó del número de un per iódico, cada cual sacó su
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Anejos de Hápax II
indispensable tort illa de huevos con var iedad de t ropezones.
Pr imero la botella, y cuando ésta se hubo apurado, una bota de
media azumbre del seminar ista, comenzaron á andar á la ronda
por el coche. Las mujeres aunque se excusaban tenazmente,
tuvieron que humedecerse la boca con el vino ; el mayoral,
dejando el cuidado de las muías al delantero, sentóse de med io
ganchete en el pescante y for mó parte del corro, no siendo de los
más parcos en el beber ; yo, aunque con nada había contr ibuido a l
fest ín, también tuve que empinar el codo más de lo que
acostumbro”
“I, Cartas desde mi celda” [EC 3/5/1864] .
En la V de las “Cartas desde mi celda”, Gustavo nos o frece una
pormenor izada descr ipción de la bellísima plaza de l Mercado de
Tarazona, defendiendo as í, las costumbres provincianas, y se det iene,
aunque no demasiado, en detallar lo s productos que allí se e xponen:
“Figúrense ustedes, pues, part iendo de estos datos y como mejor
les plazca, el mercado de Tarazona, figúrense ustedes que ven
por aquí cajones formados de tablas y esteras, tenduchos
levantados de improviso con estacas y lienzos, mesillas co jas y
contrahechas, bancos largos y oscuros, y por allá cestos de fruta
que ruedan hasta el arroyo, montones de hortalizas frescas y
verdes, r imeros de panes blancos y rubios, t rozos de carne que
cuelgan de garfios de hierro, tenderetes de o llas, pucheros y
platos, guirnaldas de telas de co lor ines, pañuelos de t intas
rabiosas, zapatos de cordobán y alpargatas de cáñamo que
engalanan los soportales sujetos con cordones de co lumna a
co lumna, y figúrense ustedes circulando por medio de ese
pintoresco cúmulo de objet os, producto de la at rasada agr icultura
y la pobre industr ia de este r incón de España, una mult itud
abigarrada de gentes que van y vienen en todas direcciones”
“V, Cartas desde mi celda” [EC 26/6/1864] .
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Anejos de Hápax II
Escr ito en San Sebast ián y publicado anónimamente, el art ículo de l
que nos ocuparemos a cont inuación es uno de los más br illantes escr itos
por Bécquer ; lleva por t ítulo “Caso de ablat ivo” y en él nos hace
Gustavo Ado lfo Bécquer unas magníficas descr ipciones y unas br illantes
cr ít icas. Se t rata , según PAGE ARD [1990], del único reportaje conocido de
Bécquer. Nos relata un suceso importante en el re inado de Isabel II. E l
15 de agosto de 1864 se inauguraba la línea férrea completa del norte de
España entre Miranda de Ebro y Par ís, se t rata de la inauguración de la
pr imera conexión ferroviar ia internacional de nuestro país. Entre lo s
numerosos invit ados a tan destacado evento, asist ió una nutr ida
representación de la prensa de la época, entre los que se encontrab a
nuestro Gustavo Ado lfo Bécquer ; su viaje le lleva desde Madr id hasta
San Sebast ián.
“No puedo decir a punto fijo si es que tengo ganas de fumar o
que he fumado mucho. De todos modos, si Vallado lid no está aún
muy lejos, la empresa se ha manifestado alta mente previsora
designando como punto el más adecuado para tomar un
pisco labis.
Media hora más sin que Vallado lid aparezca. He aver iguado, al
fin, que lo que tengo no es precisamente hambre, pero que puede
calificarse de apet ito .
(…)
Hemos cenado de pie, como los israelitas cuando despachaban el
cordero pascual en t raje de camino, sin tomar asiento, y con e l
bordón en la mano. Esto no ha impedido, al que tenía ganas,
hacer lo bien. Yo lo he hecho tal cual”.
La maestr ía de Gustavo Ado lfo Bécquer y su sent ido del humor, nada
andaluz, se dejan sent ir en este párrafo. Es el Gustavo Ado lfo Bécquer
más autént ico, el capaz de hacer una cr ít ica a t ravés de un símil entre las
ideas y lo s productos gastronómicos que llegan de fuera, ¡es genial!
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Anejos de Hápax II
“Ya esto de por sí era bastante extraño; pero lo más part icular
era, lo había observado en el camino, observé que cada vez que
tocábamos a las fronteras de una nación y cuando en los vagones
de t ransportes se hacían los preparat ivos para descargar las
mercanc ías, se presentaban unos cuantos señores, sin duda gente
del resguardo o cosa por el est ilo , que preguntaban a los
consignatar ios de aquellos géneros: «¿Qué t raen ustedes aquí?»
«Nada de part icular –respondían los interesados–: géneros de
líc ito comerc io.» «¿No t raen ustede s ideas?» «¡Quía! ¡No, señor!
Éstas son sardinas de Nantes; aquéllos, vinos generosos; lo s de
más allá , pimientos en conserva, y todas cosas así, como lienzos
pintados, dijes de bisuter ía, objetos de moda, frutos co loniales,
etc.» Dada esta sat isfacción, y convencidos aquellos señores de
que, en efecto, era así, el t ren descargaba sus géneros y tomaba
otros, y seguíamos adelante. Pero en todas partes se repet ía la
misma escena, hasta el punto que, picado de la cur iosidad, no
pude menos de preguntar a un señor desconocido que iba en mi
compañía: «¿Podrá usted decirme qué diablos de ideas son ésas
que tanto buscan y persiguen, cuál es su color o su hechura, y
qué bienes nos vienen con la gracia de esta ceremonia que en
todas partes se repite?». «Yo le diré a u sted –me contestó aquel
buen señor, a quien parecía embarazar un poco mi pregunta –: las
ideas en cuest ión son las ideas del siglo, el cua l, a últ ima hora y
después de haber las engendrado, asustado de su obra, quiere
ahogar a sus hijas. Para desterrar las de l comercio de los hombres
se inventan cada día art ificios a l cuál más ingenioso; pero es e l
caso que esos demontres de ideas, que son t raviesas como ellas
so las, se cuelan, como vulgarmente suele decirse, por el o jo de
una aguja y no hay modo de dar les con la puerta de las naciones
en la nar iz. El comercio mater ial sirve, en últ imo caso, de
inocente inst rumento a ese otro comercio del espír it u, y ahí
donde usted las ve, cada una de esas botellas de vino, cada una
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Anejos de Hápax II
de esas sardinas de Nantes, llevan una idea en sí. ¿Dónde? Vayan
ustedes a aver iguar lo ; pero ello es que, cuando se comen o se
beben, el só lido o el líquido bajan por el garguero abajo, y la
idea sube por la cabeza arr iba, y entonces comienza la doble
digest ión del cerebro y del estómago»”.
Y estas ideas gastronómicas están por doquier… Cont inúa Gustavo
Adolfo Bécquer:
“En este punto he despertado en Miranda de Ebro. El día
comienza a clarear, y a su escasa luz me parece dist inguir en uno
de los muelles de la estación mult itud de pirámides formadas de
cajas, botes y pequeños barr ilillos de mercanc ías extranjeras.
Parecen vinos del Rin y Koenigsberg, patte -fo igras, vaca de
Hamburgo y queso de Rochefort . ¡Diantre! ¿Si poco a poco nos
irán t rayendo ideas todos esos nuevos pr imores de la ciencia
culinar ia del siglo? En la duda, ser ía cosa de vig ilar de cerca a
Lhardy”.
Ya sabemos que este local madr ileño fue fundado por un francés. Y
concluye Gustavo Ado lfo Bécquer su fabuloso art ículo con una
referencia de t ipo personal:
“Acaban de servirme un plato, de cuyo contenido he dado fin con
una presteza admirable, y aprovecho el momento que tardan en
servirme otro para consignar que esto me parece muy bien”
“Caso de ablat ivo” [EC 21/8/1864] .
Nos refer iremos ahora a uno de los textos más conocidos de Gustavo
Adolfo Bécquer: “Memorias de un pavo”. Como, acertadamente, señala
CEL AYA [1972], Gustavo Ado lfo Bécquer recuerda la pr imera impresión que
le produjo Madr id. Escr ito para las fiestas navideñas, domina en él la
nota cómica. Este art ículo no está exento de humor, pero de humor
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Anejos de Hápax II
negro. El texto está concebido casi como un reportaje en el que Gustavo
Ado lfo Bécquer nos expone una vis ión pesimista. Quién sabe si el pavo
no es él mismo que abandonó su Sevilla natal para buscar la glor ia y la
fama en la corte, porque el est ilo del pavo, cuando habla, es el de un
poeta:
“No hace mucho que, hallándome a comer en casa de un amigo,
después que sirvieron otros platos confortables, hizo su entrada
t riunfal el clásico pavo, de rigor durante las Pascuas en toda
mesa que se respeta un poco y que t iene en algo las ant iguas
t radiciones y las costumbres de nuestro país.
Ninguno de los presentes al convit e, incluso el anfit r ión, éramos
muy fuertes en el arte de trinchar, razón por la que mentalmente
todos debimos co incidir en el elogio del uso últ imamente
establecido de servir las aves t rinchadas. Pero como sea por
respeto al r igor ismo de la ceremonia que en estas so lemnidades y
para dar a conocer sin que quede género alguno de duda que e l
pavo es pavo, parece exigir que éste salga a la liza en una pieza ;
sea por un invo luntar io olvido o por otra causa que no es del caso
aver iguar, el animalito en cuest ión est aba allí íntegro y pidiendo
a voces un cuchillo que lo destrozase; me decidí a hacer lo, y
poniendo mi esperanza en Dios y mi memoria en el Compendio
de la Urbanidad que estudié en e l co legio donde, entre otras
cosas no menos út iles, me enseñaron algo de es te difíc il arte,
empuñé el t r inchante en la una mano, blandí el acero con la otra,
y a salga lo que saliere, le t iré un go lpe fur ibundo.
El cuchillo penetró hasta las más recóndit as regiones del ya
implume bípedo; mas juzguen mis lectores cuál no ser ía mi
sorpresa al notar que la ho ja t ropezaba en aquellas inter ior idades
con un cuerpo extraño.
–¿Qué diantre t iene este animal en el cuerpo? –exclamé con un
gesto de asombro e interrogando con la vista al dueño de la casa.
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Anejos de Hápax II
–¿Qué ha de tener? –me contestó mi amigo con la mayor
naturalidad del mundo-. ¡Que está relleno!
–¿Relleno de qué? –proseguí yo, pugnando por descubr ir la causa
de mi estupefacción– . Por lo visto, debe ser de papeles, pues a
juzgar por lo que se resiste y el ruido espec ial que produce lo
que se toca con el cuchillo , este animal t rae un protocolo en e l
buche.
Los circunstantes r ieron a mandíbula bat iente de mi observación.
Sint iéndome picado de la incredulidad de mis amigos, me
apresuré a abr ir en canal el pavo y cuando lo hube conseguido no
sin grandes esfuerzos, dije en son de t r iunfo, como el Salvador a
santo Tomás:
–Ved y creed.
Había llegado el caso de que los demás part icipasen de mi
asombro. Separadas a uno y otro lado las dos porciones carnosas
de la pechuga del ave y rota la armazón de huesos y cart ílagos
que las sostenían, todos pudimos ver un ro llo de papeles
ocupando el lugar donde antes se encontraron las entrañas y
donde entonces teníamos, hasta cierto punto, derecho a esperar
que se encontrase un relleno un poco más gustoso y diger ible”.
Al leer los apareció la histor ia de un pavo, desde su nacimiento y la
descr ipción de lo hermoso del lugar donde creció hasta que lo t rajeron a
Madr id y no daba créd ito a que un lugar tan feo e inhóspito fuera eso, ¡la
corte! Y seguidamente descr ibe el proceso desde que es comprado hasta
que es servido en una mesa:
“Me es imposible proseguir. Una harpía, turbando mis
meditaciones, me ha met ido catorce nueces en el buche. Catorce
nueces con cáscaras y todo. Figuraos por un momento cuál será
mi situación. ¡Y a esto le llaman en este país dar de comer!
Lasciat i ogni speranza! Han pasado algunos días y se me ha
revelado todo lo horr ible de mi situación. He visto br illar con un
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Anejos de Hápax II
fulgor siniest ro el cuchillo que ha de segar mi garganta y he
contemplado con terror la cazuela dest inada a recibir mi sangre.
Voy a tener por tumba un estómago, y por epita fio la décima en
que pide los aguinaldos un sereno: Se tu non piangi di che
pianger suo li?”.
Pero la historia del pavo, aunque conmovedora al pr incipio, no
impide a los comensales que den buena cuenta de él:
“La presencia de la víct ima hacía más conmoved ora la relació n
de sus desgracias.
Pero... , ¡oh fuerza de la necesidad y la costumbre!, t ranscurr ido
el pr imer momento de estupor y de silencio profundo, nos
enjugamos con el pico de la servilleta la lágr ima que temblaba
suspendida en nuestros párpados y nos comimos el cadáver”
“Memorias de un pavo” [M U 24/12/1865] .
En un “Art ículo Po lít ico” también encontramos referencias
gastronómicas. Lo que sorprende de este texto es que t ratándose de un
art ículo po lít ico Gustavo Ado lfo Bécquer haga este paréntesis
humoríst ico:
“– Pues como iba a decir, en cierta ocasión cogió un sujeto dos
magníficos melocotones grandís imos…
– ¿Cómo la cabeza de don Salust iano?
– Hombre, que hoy es de los nuestros…
– Verdad, mi general, no nos acordábamos.
–Pues, como iba dic iendo, cogió dos magníficos melocotones de
un árbo l que tenía en su jard ín y se lo s envió de regalo, como una
cosa notable, a un amigo suyo, con una esquela. Por el camino se
comió uno el cr iado, y entregó el otro con la carta al amigo de su
amigo. Viendo que en ella le hablaba de dos melocotones,
preguntó al portador:
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Anejos de Hápax II
– ¿Dónde está el ot ro?
– Me lo he comido.
– Y montando en có lera exclamó:
– ¿Cómo se lo ha comido usted?
– ¿Cómo? De esta manera –respondió e l cr iado. Y cogió el ot ro y
se lo comió también.
Sonaron est repitosas r isotadas cuando se acabó el cuento…”
“Art ículo Po lít ico” [LT 27/6/1865].
Otro texto singular es el t itulado “Las galline jas” , es un art ículo muy
int eresante, de nuevo Gustavo Ado lfo Bécquer nos descr ibe los
ambientes más humildes de la capital, y nos habla de un t ipo de loca l
bastante part icular. Con simpat ía descr ibe a los grupos que acuden a
alimentarse en los puestos ambulantes.
“Galline jas llaman en los barr ios bajos de Madr id, donde
únicamente se encuentran establecidos estos resta urantes
ambulantes, a esos desperdicios de las reses sin forma ni nombre
–molle jas, nervios, gorduras y pilt rafas– , lo s cuales, fr itos al aire
libre y a la vista del consumidor, se venden en porciones de a
cuarto. En derredor de los despachos de esta extra ña fr itura, unos
con un pucherete, ot ros con una cazuela y todos con su
indispensable pedazo de pan, que también se vende allí en
mendrugos, se reúne formando grupos pintorescos una mult itud
compuesta de infelices de diferentes provincias, clases y
condiciones, a quienes so lo liga el lazo común de la miser ia, y
cuya manera de vivir se comprender ía con dificultad no
conociendo los especia les recursos que o frecen las grandes
poblaciones”
“Las gallinejas” [ M U 14/1/1866].
En el art ículo t itulado “El Carnaval”, Gustavo Ado lfo Bécquer
descr ibe el ambiente de una fiesta popular, en concreto el Carnaval de
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Anejos de Hápax II
Madr id. Es un cuadro de costumbres en el que Bécquer nos muestra la
miser ia popular.
“Dejemos las calles de la villa del oso por donde discurren,
amenazando el bo lsillo , las máscaras ped igüeñas, y el ambigú de
Capellanes, donde las ajadas bailar inas y sus extenuadas e
inverosímiles madres, en presencia de un helado o de un pastel,
suspiran y sienten que no haya en la lista puchero;”.
Y cont inúa diciendo:
“El ambigú se encuentra establecido al aire libre, el escabeche
abunda, la longaniza fr ita no escasea, lo s callos son el plato de
entrada de r igor, el vino se vende en los propios carros que lo
han t raído de las llanuras manchegas, y se t raslada al estómago
desde el pellejo orig inal”
“El Carnava l” [M U 11/2/1866] .
El texto t itulado “El mercado de Bilbao” nos confirma lo que ya
dijimos a propósito de la descr ipción de la plaza del Mercado de
Tarazona y nos reafirma en la idea ya apuntada . Tampoco los mercados
escapan a la pluma de nuestro Gustavo Ado lfo Bécquer y nos habla de
las ventajas de que no existan los int ermediar ios, plena actualidad.
“El mercado de Bilbao t iene lugar en la plaza que lleva este
nombre y comienza regularmente a las nueve de la mañana para
terminar a la una de la tarde. Los vecinos pueblos de la costa por
un lado, y los habit antes de los caser íos próximos por otro, lo
surten con abundancia de pescado fresco, volater ía, frutas y
legumbres. Respetando un uso altamente benefic ioso para los
int ereses de la villa, entre el comprador y el productor no se
int erpone el t raficante, que en otras poblaciones como Madr id
dobla el precio de las cosas al revender las. Nada puede
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Anejos de Hápax II
concebirse, por lo tanto, más animado y pintoresco que el go lpe
de vista que ofrece el mercado de Bilbao cuando bajan las
aldeanas t rayendo esta un cesto de frutas, aquella un par de
gallinas, la de más allá un brazado de legumbres, y van y vienen
cruzando en todas direcciones por el ámbito de la plaza, donde se
mezclan y confunden con las vendedoras de sardinas frescas que
llegan en las pr imeras horas del día de Santurce, Portugalete y
Algorta. Como una de las part icular idades más notables es que
todo lo que se vende en el mercado lo venden mujeres, no se ven
entre ellas más hombres que algún que otro aldeano, t ipo
perfecto del país que con su bo ina de co lor y su imprescindible y
disforme paraguas bajo el brazo viene a acompañar a las
muchachas desde el pin toresco caser ío en que habitan”
“El mercado de Bilbao” [M U 8/4/1866] .
Nos gustar ía también incluir un art ícu lo t itulado “La sopa de los
conventos”, en él se refiere Gustavo Adolfo Bécquer a esa comida de
car idad tan frecuente y tan de todos los t iempos. La int ención de
Bécquer era mostrar a los lectores una costumbre nacional ext inguida. E l
texto, según PAGE ARD [1990], ofrece una defensa, formulada desde el doble
punto de vista de la moral y del arte, de una costumbre religiosa.
Al final del art ícu lo hace Bécquer una cur iosa referenc ia elogiosa al
Don Álvaro del Duque de Rivas, en la que señala que la escena de la
repart ición de la sopa es una de las más animadas y cómicas de su
inmortal drama.
“La sopa de los conventos se ha llamado por algunos ‘el maná de
los ho lgazanes’. En un país mer idional e indo lente por
naturaleza, donde la suavidad de la temperatura y la esplendidez
el so l parece que convidan al ‘do lce far niente’, suave y
embriagadora enfermedad de la hermosa I talia, no es extraño que
la perspect iva de un plato de sopa seguro abr iese a la pereza
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Anejos de Hápax II
anchos hor izontes de esperanza, contribuyendo así a su
propagación y desarro llo .
Bajo este punto de vista, la sopa de los conventos merece tal vez
los duros anatemas que le lanzan nuestros economistas modernos.
Sin embargo, como fórmula de car idad, siempre ha debido ser
una costumbre loable. En el día, el Estado, que nos t iene en
tutela como a menores, se encarga de ser benéfico por nosotros .
En otras épocas, la compasión hacia el pobre se t raducía en
inst ituciones capr ichosas e individuales. Estudiando el libre
sistema de ejercer la car idad de nuestros mayores, desde la
guiropa claustral hasta la ‘ronda de pan y huevo’, encontrar íamos
una mult itud de práct icas y costumbres a cual más or igina les,
encaminadas todas al bien de los menesterosos”
“La sopa de los conventos” [M U 22/4/1866] .
Otro art ículo interesant ísimo es el t itulado “Los dos compadres” que
t iene un marcado sent ido didáct ico que viene indicado por el subt ítulo
(Estudio de costumbres populares de España). Indica PAGE ARD [1990] que
llama la atención la debilidad sobre los elementos gustat ivos en la
sensibilidad de Gustavo Ado lfo Bécquer. El texto está dedicado al vino
nacional, pero además, Bécquer, afirma la existencia de una arqueo logía
dinámica de las costumbres que t iende a salvar vest igios del pasado. En
el art ículo se comparan los bebedores ejemplares con los sacerdotes
báquicos de la Ant igüedad y hace referencia a civilizaciones remotas. El
desarro llo de la acción queda confundido con la ebr iedad y Gustavo
Ado lfo Bécquer nos muestra un modelo dualista: el del hombre de la
Mancha, que nos recuerda a Sancho Panza, y el viñador aragonés que se
acerca a don Quijote. Estas palabras dan inic io al texto:
“Ya un poeta de la ant igüedad lo decía con estas ó semejantes
palabras: «Ven, amigo, hablaremos de largo y te daré á beber
vino del t iempo de los cónsules». En todas las épocas, la
embriaguez y la expansión han tenido por cuna el mismo tonel y
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Anejos de Hápax II
han andado juntas de la mano. ¡Singular influencia de un poco de
líquido que se ingiere en el estómago del hombre! ¡Desarruga e l
ceño del adusto, infunde osadía en el t ímido, desarrolla las
corrientes magnét icas de la simpat ía para con los extraños, abre
de par en par las puertas á los secretos del alma, rompe, en fin, el
hie lo de la calculada reserva que se funde á su dulce calor en
cómicos apostrofes ó en lágr imas de grotesca ternura!
El jugo de la vid t iene su epopeya en los himnos de Anacreon, la
poesía ha prestado á sus inspiraciones las alas de la oda en los
espondeos de Horacio, las jácaras de Quevedo cantan sus
picarescas t ravesuras entre las gentes de baja estofa, aún en
nuestro sig lo brota espontánea la canción báquica como la flor de
la orgía, ¡Qué mucho que en la ant igüedad haya tenido
adoradores de buena fe un dios sin altar y sin culto!
Entre nosotros, generación nerviosa é ir r itable cuya inquieta
act ividad sost iene la cont inua exa ltación del espír itu, e l vino
ejerce un muy diverso influ jo del que debió ejercer entre los
hombres de las edades pr imit ivas. Embriagados casi desde e l
nacer, ya de un deseo, de una ambic ión ó una ide a,
constantemente sacudidos por emociones poderosas, el suave
impulso de un licor generoso se hace apenas percept ible en e l
acelerado movimiento de nuestra sangre en el estado de fiebre
que const ituye nuestra agitada y febr il existencia. Para obviar á
este defecto, hemos recurr ido al alcoho l. Pero el alcoho l es a l
vino lo que la carcajada histér ica de un demente es á la r ica,
fresca y sonora de una muchacha de quince años. El uno es el
entusiasmo, el ot ro es la locura; éste apaga la sed, aquél consume
las entrañas. La últ ima palabra del vino es el ronquido
formidable del Sileno gr iego. El alcoho l ha legado á los hombres
como un don funesto el delir ium tremens”.
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Anejos de Hápax II
En nuestra opinión tenemos quizás el único ejemplo en el que lo
popular y lo descr ipt ivo dejan paso a lo poét ico. La bodega se convierte
en templo.
“Este es el vino so lemne, el vino epopéyico del que se
emborracha como –dado caso que bebiese– , se emborrachar ía una
esfinge. Emoción pro funda que so lo se revela por raras
int er jecciones, que aunque t ie ne los o jos abiertos no ve, que
aunque finge prestar atención no oye, que está toda
reconcentrada en el int er ior del individuo, de cuyo estómago se
eleva hasta la cabeza el vapor del vino como se eleva la nube del
inc ienso del ara de un altar…”
“Los dos compadres” [M U 17/1/1869] .
En otro de sus art ículos más conocidos y cumbre del costumbrismo
becquer iano, “La Fer ia de Sevilla”, nos ofrece Gustavo una descr ipción
de Sevilla y del ambiente de la fer ia. Según PAG E ARD [1990], el art ículo se
apoya en los recuerdos de Gustavo y en las not icias que recibió de sus
amigos. Bécquer, como ocurriera en “La Nena”, hace una defensa de la
t radición españo la amenazada por la influencia francesa, es como s i
Gustavo viera un ambiente adulterado. Dedica unas pocas líneas al tema
gastronómico, simplemente para señalar el contraste entre lo más popular
y lo más selecto. Parece increíble pero todavía hoy es así…
“…tocando al tenducho donde se bebe la manzanilla en cañas y
se venden pescadillas de Cádiz y se fr íen buñuelos, se l evanta e l
lujoso café-restaurant donde se encuentran paté de fo ie gras,
t rufas dulces y helados exquis itos”
“La Fer ia de Sevilla” [M U 25/4/1869] .
Otro interesant ísimo art ículo es el t itulado “El Nuevo Café de
Fornos”, dedicado a la inauguración del famoso café, que supuso un
acontecimiento en Madr id y tuvo repercusión en los medios. Los cafés
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const ituyen en esta época una novedad y suponen algo importante en la
vida de Bécquer, en los cafés se encuentra la libertad de las tertul ias. El
Café de Fornos cerró el 26 de agosto del año 1908, Posteriormente en
mayo de 1909 vo lvió a abr irse de nuevo con el nombre de Gran Café. Se
reanudar ía el negocio con las tertulias y las fiestas en los bajos, para
desaparecer en 1918 y reaparecer como cabaré con mesas de juego, con
el nombre de Fornos Palace. El edific io lo adquir ió la sociedad Banco
Vitalicio en 1923, que decidió derr ibar e l edificio para construir su
nueva sede en 1933.
Hoy, desgraciadamente, donde se encontraba este café, en la calle de
Alcalá esquina con Peligros, hay un Starbucks y restaurante Root , de la
cadena Vips. Los cafés que se van renovando con el paso del t iempo …
Muy ant ibecquer iano…
E l art ícu lo const ituye una detallada y delicada crónica del or igen del
café, del paso de la bot iller ía, como local más popular, al café más
refinado y elegante, como consecuenc ia de los cambios po lít icos, y
convert ido en lugar de reunión a puerta cerrada, a veces de dudoso gusto
en lo referente a la decoración. Pero el caso del Café de Fornos
const ituye, según Bécquer, una excepción ya que para la decoración de l
mismo se ha buscado a art istas reconocidos que han t ratado asuntos
adecuados al dest ino del local.
“El café desciende en línea recta de la bot iller ía. ¿Quién no
recuerda el carácter y la fisonomía de estos establecimientos
t radicionales, en que só lo se hacía café para algún que otro raro
afic ionado, y se servían sorbetes en de terminadas estaciones? La
bot iller ía era un lugar de paso ; alguna mano la, invitada por un
majo de los que reprodujo Goya, so lían entrar a refrescar,
después de la corr ida de toros en que habían admirado a Pepe
Hillo ; algún po lit icón rancio o tal cual poeta confeccionador de
oville jos entraban a leer el Mercur io o a depart ir acerca de l
mér ito de las novedades teatrales antes de ir al corral de las
comedias. Las personas algo encopetadas se hacían llevar a sus
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casas las bebidas, las noches de saraos, y la mult itud no había
adquir ido la costumbre de pernoctar en los cafés. El mobiliar io y
el fondo de la bot iller ía se armonizaba con sus concurrentes,
como el fondo de un buen cuadro con las figuras que lo
componen. El cambio de sistema de gobierno t rajo una
revo lución en las costumbres. La vida se hizo más exter ior, nació
la po lít ica, la mult itud tomó parte en sus luchas, y, como no era
posible la vida del foro a semejanza de Roma, surgió
espontáneamente el café, sucursal afortunado de la plaza pública.
La fama de Pombo y Lorencini se remonta a esta época. Más
tarde fue creciendo el anhelo de sociabilidad, de esa sociabilidad
cómoda y barata que se realiza en estos establecimientos, y
comenzaron a mult iplicarse, y el espír itu de especulación se fijó
en el negocio. Los veladores de mármol sust ituyen a las mesas de
pino ; el gas, al aceite; las cort inillas de indiana dejan sit io a lo s
grandes port iers; donde estaba el relo j de cuco y figuras de
movimiento campea una esfera magnífica; el lu jo no se det iene y
llega a la prodigalidad; se mult iplican las luces, se agrandan
hasta la exageración los espejos; el oro, casi en pro fus ión
last imosa, chispea por todas partes, unos, t ratando de sobrepujar
a los otros, llegan al límit e extremo, porque no cabe ya más en
esa senda de r iqueza sobrecargada y de dudoso gusto. La
mult it ud sigue con interés estas evo luciones; hoy admira un café
nuevo, mañana celebra otro; pero de día en día son mayores sus
exigencias. En este punto, lo que comenzó por necesidad vulgar
de comodidades y ostent ación, se convie rte en exigencia de un
gusto más delicado. El café de Madr id fue un paso dado en este
camino ; pero la diversidad de art istas que en su decoración
tomaron parte y la falt a de unidad en el conjunto, hacen que
aquella tentat iva fuese más digna de alabanza por la intenció n
que por el result ado.
Últ imamente, al t ratar de construir un café en la magnífica casa
que ocupa e l so lar de las Vallecas, sus dueños han conseguido
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superar cuanto hasta aquí se ha hecho, uniendo al lujo mater ia l
de la decoración ese refinamiento de lo rico, que sólo puede
conseguirse merced al arte, que a todo presta un valor sin
límit es. Para conseguir este resultado se ha valido de art istas tan
dist inguidos como el señor Valle jo y los señores Terry y
Busato…”
“El Nuevo Café de Fornos” [ IM 27/6/1870] .
Y para terminar queremos hacer referencia a un breve art ículo
t itulado “La horchater ía” ya que nos parece interesante por cuanto
Bécquer nos informa acerca de las costumbres de la capit al. Dicho
art ículo pertenece a la ser ie “Escenas de Madr id”. Comenta Gustavo
Adolfo Bécquer que todos los ofic ios, incluso las comedias, t ienen sus
alternat ivas y pone un clar ificador ejemplo:
“El qu id de la dificu ltad consiste en encontrar algo que pueda
adaptarse a todas las situaciones y temperaturas, o aliar de ta l
modo o dos más comercios que alternen según la estación de l
año. Y este difíc il problema lo han resue lto en Madr id los
valencianos, que en invierno nos abr igan los pies con las esteras,
y durante el est ío nos refresc an el estómago con la horchata”
“La horchater ía” [ I M 12/7/1870] .
Hasta aquí el recorr ido por la obra de Bécquer ; podemos tener la
sensac ión de haber asist ido a un menú degu stación de las costumbres y
hábitos culinar ios de la segunda mitad del siglo XIX, ya que Gustavo
Ado lfo Bécquer descr ibe cualquier part icular idad gastronómica y desde
var ios y amplios puntos de vista; no ha falt ado ningún ingrediente:
poesía, ironía, humor, crít ica, pedagogía. Nos resulta inevitable a estas
alturas no pensar en las palabras de Casta Esteban, la esposa del poeta,
cuando se lamentaba de que en su casa había poco cocido y mucha
poesía.
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BIBLIO GRAFÍA
BÉCQUER, Gustavo Adolfo, Obras Completas, Madrid: Cátedra, 2004.
BROWN, Rica, Bécquer, Barcelona: Editorial Aedos, 1963.
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CELAYA, Gabriel, Bécquer, Madrid: Ediciones Júcar, 1972.
EC = El Contemporáneo, Madrid.
HERNANDO, Beatriz, Los hermanos Bécquer. Una aproximación al periodismo satírico madrileño del
siglo XIX, Madrid: Biblioteca Universitaria, 1977.
IM = La Ilustración de Madrid, Madrid.
JARNÉS, Benjamín, Doble agonía de Bécquer, Madrid: Espasa-Calpe, 1936.
LT = Los Tiempos, Madrid.
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PAGEARD, Robert, Bécquer, leyenda y realidad, Madrid: Espasa-Calpe, 1990.
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“Hay por Sevilla un jirón de niebla que el sol más claro no acierta a
disipar. Se va de un lado a otro, pero nunca se quita; algo así como esas
estrellas que ven ante si los ojos confusos.
Es Bécquer, ¿es Bécquer? ¡Es Bécquer!” .
Juan Ramón Jiménez
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GUSTAVO A DOLFO BÉCQUER EN LA PRENSA DE LA ÉPOCA
Joan Estruch Tobel la 1
Resumen: La imagen más extendida de Bécquer nos lo describe como un poeta pobre y marginado, ignorado por sus contemporáneos. Sin embargo, en la prensa de la época encontramos numerosas referencias al poeta, que nos lo presentan como un prestigioso escritor y activo periodista político. Estas informaciones aportan nuevos datos, que completan o rectifican la biografía hasta hoy conocida del escritor. Palabras clave: Bécquer, biografía, prensa. Abstract: The most extended image of Bécquer describes him as a poor and marginalized poet, ignored by his contemporaries. Nevertheless, we can find in the press from that time, a large amount of mentions to the poet, which present him as a prestigious writer and active political journalist. This information provides new details that help complement or correct the writer’s biography that we have until today. Key words: Bécquer, biography, press.
1. LOS COMIENZOS DE BÉCQUER EN MADRID: ENTRE LA BOHEMIA Y LAS
ÉLITES CORTESANAS
as biografías de Bécquer han insistido en su vida bohemia,
sus dificultades económicas, etc. Es cierto que pasó unos
años en que fue abriéndose paso, con alt ibajos, en la capital.
Pero su ascenso social fue mucho más rápido y exitoso que el de la
mayoría de escritores que, desde las provincias, l legaban a la capital con
una maleta l lena de versos, sueños y ambiciones.
Desde que l legó a Madrid en 1854, con 18 años, Bécquer se relacionó
con las élites conservadoras, gracias a los contactos y a las
recomendaciones que trajo desde Sevi l la. En la prensa madrileña
encontramos pistas de las actividades de aquel joven escritor andaluz.
Por ejemplo, en set iembre de 1855 aparece, junto a su amigo García
Luna, en la l ista de personal idades que se habían suscrito a un baile
internacional que se iba a celebrar en el Teatro Real para recaudar
fondos destinados a los soldados heridos en la guerra de Crimea. La l ista
estaba encabezada por los reyes de España, Isabel II y Francisco de Asís
[ LES 19/09/1855].
1 Joan Estruch Tobella es doctor en Filología Hispánica y catedrático de instituto. Ha editado las Obras Completas de Bécquer.
L
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2. DIRECTOR DE LOS TEMP LOS DE ESPAÑA
La asistencia a este selecto baile no fue un hecho aislado. Desde 1856
Bécquer y su amigo Juan de la Puerta Vizcaíno asumen la dirección de un
ambicioso proyecto: la edición de una monumental Historia de los
templos de España , que se iría publicando por entregas, en un formato
muy lujoso y caro. Su intención era describir todos los templos de
España, para demostrar la influencia decisiva de la religión católica en la
identidad española, confrontando ese grandioso patrimon io con “la
raquítica Babel de la impiedad”, en palabras de Bécquer en la
presentación.
La obra contaba con el patrocinio del obispado español, y en especial
de Tomás Iglesias y Barcones, patriarca de las Indias, confesor de la
reina y líder del sector más conservador de la Iglesia española. La
historia de los templos de España aparecía en una coyuntura política
muy precisa, poco después del comienzo de la desamortización de bienes
eclesiásticos de Pascual Madoz (1855). El gobierno moderado de
Narváez la había suspendido en octubre de 1856, pero el gobierno de
O’Donnell reanudaría la venta de bienes de la Iglesia dos años después.
Aunque la obra tenía un enfoque histórico -artístico, era indudable su
contribución a la defensa del amenazado patrimonio eclesiást ico. Resulta
muy significativo, hasta sorprendente, que la dirección de un proyecto de
estas dimensiones se encomendara a un joven escritor hasta entonces
poco conocido. Pero toda la prensa conservadora arropó el proyecto y fue
siguiendo muy de cerca el proceso de edición y publicación de la obra.
Todo ello nos indica que Bécquer se movía muy bien en los ambientes de
las éli tes cortesanas.
En el verano de 1857 varios diarios anuncian la próxima aparición de
la Historia de los templos de España “bajo el pa tronato del patriarca de
las Indias” [LEP 18/04 /1857] e informan de que se ha repartido el prospecto
destinado a promover las suscripciones [LD 16/07 /1857] . La primera
entrega, que salió a mediados de agosto de 1857, fue destacada por
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muchos diarios de la capital [ LES 15 /08/1857, ECP 15/08 /1857 , LD 16/08/1857] y
de provincias [DC 12 /08/1857, DP 22 /08/1857] .
Después van apareciendo abundantes gacetillas que notifican la
aparición de cada entrega de la obra. Una de ellas detalla que cada
entrega consta de ocho páginas de tamaño gran folio y de una lámina, al
precio de seis reales. La suscripción podía realizarse en cinco librerías
de Madrid, así como en las oficinas de la empresa editorial, en la calle
Torija, 14, cuarto bajo [LE S 20/07 /1858] . También sabemos de los
problemas que la empresa editora, “que no busca sus ganancias, sino la
gloria”, tenía a la hora de distribuir esta “obra importantísima” en
provincias, a través de Correos. Al parecer, algunos carteros sustraían de
los envíos las lujosas láminas, lo que provocaba las quejas de los
suscriptores [LI 12/03 /1858] .
A principios de setiembre de 1858 varios diarios anuncian la
reanudación de las entregas de la Historia de los templos de España ,
interrumpida porque Bécquer había estado “gravemente enfermo” [LE S
09/03/1858, LE 03/09 /1858] , probablemente debido a la primera y violenta
manifestación de la sífilis que padecía.
La obra se iría publicando hasta principios de 1859, en que se
interrumpió por desavenencias entre los propietarios de la empres a y los
directores de la obra, desavenencias que tuvieron que dirimir los
tribunales. En el fondo, la interrupción de la Historia de los templos de
España se debió a causas económicas, a pesar de que contaba con el
apoyo de amplios sectores cortesanos y eclesiásticos.
Un simple cálculo nos ayuda a entenderlo. Si ocho páginas de texto
más una lámina costaban seis reales, cada página tenía un coste medio de
1,33 reales. Para tener un punto de referencia, podemos compararlo con
el coste de una novela de la Colección Hispanoamericana, en la que el
propio Bécquer iba a colaborar, tal como indicaremos más adelante. En
esa colección, una novela de 300 páginas, con láminas ilustradas,
costaba ocho reales. El coste medio por página era, pues, de 0,02 reales.
Con todas las salvedades necesarias a la hora de comparar dos
productos editoriales distintos, no cabe duda de que la Historia de los
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templos de España tuvo unos costes desorbitados. Desconocemos qué
parte tuvieron en esos costes las retribuciones de los colaboradores. Pero
debieron de ser elevadas, ya que eran escritores prestigiosos. Tampoco
conocemos los sueldos de los cuatro empleados: un secretario, un
administrador, un escribiente y un portero [LI 12 /03/1858] , y los de los dos
directores: Bécquer (que también era redactor de buena parte de la obra)
y Juan de la Puerta Vizcaíno. Sabemos que no se escatimaron los
recursos. Por ejemplo, para preparar la entrega s obre la catedral de
Toledo, Bécquer pasó una temporada en esa ciudad acompañado del
fotógrafo Bernardo Caro y del dibujante Núñez de Castro [DP 22/08/1857] .
No conocemos la distribución de tareas entre ambos d irectores, pero
podemos suponer que el papel de Juan de la Puerta debió de ser más de
gestión y relaciones públicas que de carácter literario e ideológico. Es
posible que su gestión no fuera muy eficaz y honesta, a juzgar por el
ácido retrato que de él hace Julio Nombela2. En la prensa encontramos
noticias suyas, de las que se desprende un perfil de escritor bohemio,
errático y buscavidas. Entre sus múltiples iniciativas, cabe destacar
algunas muy curiosas, como haber escrito y puesto a la venta un “ himno
a la libertad” dedicado a exaltar las jornadas d e la Revolución de 1854
[ECP 08/08/1854] . También había regentado una academia de caligrafía en
Palma de Mallorca [E B 07/05/1856] .
La trayectoria de Juan de la Puerta posterior a la Historia de los
templos de España es variopinta. Escribió de todo: comedia s de enredo,
zarzuelas, novelas, etc. Bécquer mantuvo la amistad con él. Así lo indica
el elogioso comentario del libro de seguidillas, Risas y lágrimas , en el
que Juan de la Puerta es llamado “nuestro querido amigo” [EC 17/01/1865] .
En la agitada vida de Juan de la Puerta no faltaron los problemas con la
justicia. Un juez de Madrid lo c itó a declarar, por desconocerse su
domicilio, en “causa criminal que se instruye” [D O 18/05 /1871] .
Todo esto nos indica que Bécquer fue el “cerebro” de la ambiciosa
obra. También demuestra que no solo tenía capacidad para idear
2 NOMBELA [1976:440 -442] .
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proyectos editoriales, sino también para llevarlos a la práctica y para
dirigir un equipo editorial. Por otra parte, la Historia de los templos de
España acredita su gran capacidad de trabajo, ya que compaginó la
dirección del proyecto con la escritura de buena parte de la obra, además
de seguir escribiendo las suyas propias y de emprender otros proyectos
paralelos.
De esos proyectos, el menos conocido es su participación en la
Biblioteca Literaria. Un anuncio inserto en la prensa nos informa de qu e,
dirigida por Julio Nombela, publicaba dos tomos mensuales, de 200
páginas, a tres reales las obras traducidas, y a cuatro las originales.
Había publicado: Doloras , de Campoamor; Historias extraordinarias , de
E.A. Poe; El Pirata , de W. Scott, etc. Pero lo más interesante es que
anuncia la próxima publicación de novelas de Alarcón, Fernández y
González, Bécquer, García Luna, Nombela y otros [ECP 10/06 /1858] .
Resulta extraño que Nombela no hable de esa cole cción en sus
Impresiones y recuerdos . Debió de tener corta vida, pero el proyecto es
sintomático de la mentalidad emprendedora de aquellos jóvenes
escri tores. Por otra parte, el anuncio nos confirma que Bécquer escribía
o tenía intención de escribir novela s.
3. CRÍTICO LITERARIO Y LIBRETISTA DE ZARZUE LAS
Aunque por poco t iempo, en el verano de 1859, cuando la Historia de
los templos de España debía de dar síntomas de crisis, Bécquer comenzó
a ejercer de crí tico literario de La Época [23/08 /1859] , con una
declaración de intenciones titulada “Crítica literaria”. Varios diarios
saludaron al escri tor, elogiándolo como nuevo y prometedor crí tico
literario [LE 24/08 /1859, EMP 28/08/1859] . Sin embargo, esta dedicación duró
muy poco.
Cuando en setiembre de 1860 se suspendió la publicación de la
Historia de los templos de España , Bécquer probó suerte en el mundo del
teatro comercial. Un grupo de actores y cantantes había constituido una
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Anejos de Hápax II
sociedad de artistas [LEP 01 /09/1860] que tomó a su cargo el Teatro de l
Circo, el más antiguo de Madrid, dedicado a la ópera y la zarzuela.
Bécquer figura, junto con sus amigos Rodríguez Correa y García Luna,
entre los autores que aportarían obras a la sociedad de art istas [ECP
11/09/1860] . Vale la pena indicar que en la lis ta de obras que se iban a
representar figura La venta encantada , del “señor Bécquer” [LE S
01/09/1860] y no de “Adolfo García”, el seudónimo que utilizaron Bécquer
y García Luna para firmar las obras que escribían en colaboración.
En 1862, cuando ya trabajaba como redactor en El Contemporáneo,
diario del partido moderado, sigue probando fortuna en el teatro lírico.
Hasta ahora, estas actividades de Bécquer se han considerado como
meramente “alimenticias”, poco prestigiosas y fracasadas desde el punto
de vista comercial. Lo primero es evidente, pero lo segundo y lo tercero
no lo son tanto. Así lo demuestra el importante triunfo que alcanzó El
nuevo Fígaro . Bécquer y Rodríguez Correa tradujeron y adaptaron bajo
el seudónimo de “Adolfo Rodríguez” esta opereta d e Luigi Ricci. Ya
antes del estreno la Revista Ibérica elogió la labor de los traductores y
reveló sus verdaderos nombres:
“Más largo examen exigía El nuevo Fígaro , magistralmente traducida
por D. Gustavo Bécker (sic) y D. Ramón Rodríguez Correa, que,
llevando su modestia demasiado lejos, quisieron ocultarse bajo un
seudónimo imposible de sostener” [R I 01/07/1862] .
Después, los ensayos de la zarzuela fueron seguidos muy de cerca por
los diarios de la capital. Finalmente, el día 19 de setiembre se estrenó en
el Teatro de la Zarzuela con mucho éxito. Así lo reseñan los diarios de
Madrid, que elogian la adaptación del libreto: La Iberia habla de “gran
éxito” y da a los “señores Becker y Correa” la enhorabuena “por lo bien
que han sabido vencer las dificultades con que naturalmente tenían que
luchar en un trabajo de esta índole” [LI 20/09/1862] . El Diario Oficial de
Avisos reseña el “buen éxito” de la obra, “arreglada con singular acierto”
[DO 20 /09/1862] . Casi en los mismos términos se expresa La Discusión
[21/09/1862] . La Iberia es más entusiasta, y habla de que la obra está
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“arreglada magistralmente” y celebra el “triunfo de los señores Bécker y
Correa” [LI 21/09 /1862] .
El conocido crítico musical José María de Goizueta publicó una
extensa y experta crítica de la obra. Señala que “el libro está arreglado
de una manera verdaderamente admirable, la parte hablada por el señor
Correa, y la cantada por el señor Bécquer”. Y elogia “las dotes poco
comunes del señor Bécquer para versificar, así como la facilidad con que
sabe acomodar el metro al ritmo de una música de difícil acentuación”
[LE S 26/09/1862] . Estos detalles, que Goizueta debió de conocer por medio
del propio Bécquer, nos indican que el poeta tenía importantes
conocimientos musicales.
El éxito de crítica estuvo acompañado del éxito de público, ya que la
obra se representó del 19 de setiembre al 7 de octubre, y después volvió
a reponerse varios días entre mediados de noviembre y principios de
1863.
4. LA MILITANCIA POLÍTICA DE BÉCQUER
Cuando Bécquer pasó de redactor a director de El Contemporáneo , la
prensa conservadora elogió el nombramiento. Pero el diario progresista
La Iberia , vinculado a Práxedes Mateo Sagasta, reprochó a Bécquer su
dependencia del gobierno de Narváez, en el que González Bravo era
ministro de Gobernación: “El señor Bécquer, tan conocido como escritor
humorístico, se ha encargado de la dirección de El Contemporáneo , uno
de los periódicos que defiende con más formalidad el actual gabinete” [LI
10/11/1864] .
Resulta llamativo que La Iberia caracterice a Bécquer como “escritor
humorístico”. Parece una maliciosa alusión a las comedias cómicas que
había estrenado. Sin embargo, el mismo diario progresista había
republicado la leyenda becqueriana El gnomo [LI 11/02/1863] , que antes
había aparecido en La Correspondencia de España [21 /01/1863] y antes,
por primera vez, en la revista La América [12 /01/1863] . Igualmente,
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republicó El miserere [CB 28/11/1865] . También republicaba sus artículos.
Por ejemplo, el de crítica musical “El maestro Hérold”, que apareció en
La Época en setiembre de 1859, lo volvió a publicar en versión reducida
y con el título de “Hérold” unos meses después [CU nº . 390, 1860:14] .
Todo esto es suficiente para acreditar que en 1863 Bécquer era ya un
escri tor conocido, bien valorado y seguramente bien pagado, que
publicaba sus obras en la prensa de mayor prestigio y difusión. En los
ambientes literarios sus obras eran seguidas con admiración. Así lo
indica este anónimo comentario de la tercera de las c artas Desde mi
celda :
“En cualquier otro país del mundo más amante del genio los art ículos
del señor Bécquer hubieran llamado la atención. Aquí pasan poco menos
que desapercibidos, porque todavía no nos hemos curado de la funesta
manía de mirar con desdén cuanto tiene relación con la literatura patria.
Nosotros, que no queremos incurrir en el mismo pecado, llamamos la
atención del público hacia los artículos de este brillante escri tor, tan
admirables por su profunda intención filosófica cuanto por la bellez a de
su forma” [ESC nº .1 , 1864] .
Pero esta trayectoria literaria se vio mezclada con la creciente
dedicación de Bécquer al periodismo político. La militancia política del
poeta en el part ido moderado y, más concretamente, en la facción de
González Bravo, era pública y notoria y, desde luego, él nunca la ocultó.
En la prensa de la época encontramos numerosas alusiones a esa
militancia:
“Cuenta un periódico que el director de El Contemporáneo , Sr.
Bécquer, se presentó al ministro de la Gobernación para an unciarle que
su periódico se proponía hacer la oposición, y que el Sr. González Bravo
tranquilizó al Sr. Bécquer, prometiéndole que él daría la señal de
oposición cuando saliera del gabinete con los señores Armero y Córdoba.
Las personas que juegan en esta noticia la declaran completamente falsa”
[LC 13/12 /1864] .
Esta gacetil la parece aludir a los rumores de dimisión del gabinete
Narváez, que el 18 de diciembre presentó su dimisión a la reina, pero no
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Anejos de Hápax II
fue aceptada y el gobierno continuó en el poder. Al día siguiente salió la
real orden por la que se nombraba a Bécquer fiscal (censor) de novelas,
con un sueldo anual de 24.000 reales, compatible con el sueldo de
director de El Contemporáneo .
La prensa conservadora elogia el nombramiento de Bécquer como
censor. La Correspondencia de España lo califica de “elegante y correcto
escri tor” [LC 20/12 /1864] . Y más adelante, cuando informa de que “por
motivos de salud” ha dejado la dirección de El Contemporáneo , lo llama
“el tan apreciable l iterato y publicista” [LC 17 /02/1865] . No faltan, sin
embargo, algunas críticas más explícitas a las prebendas que se habían
concedido a los periodistas de El Contemporáneo , entre ellas el
nombramiento de Bécquer como censor [LL 31/12 /1864] .
5. REDACTOR DE EL MADRILEÑO
Hacia 1863 Bécquer ejerció múltiples actividades y, en consecuencia,
debió de obtener importantes ingresos. Trabajaba como periodista o
colaborador en varias publicaciones simultáneamente. A la lista de
publicaciones hay que añadir El Madrileño [LEP 01/08/1863] , semanario
cultural dirigido por Luis Escudero, que se publicaría entre 1860 y 1863.
Esta noticia no solo tiene interés biográfico, sino también literario, ya
que en varios números del semanario encontramos obras becquerianas: la
rima “¡Duerme!” [27/07/1863] y el relato de tema hindú “Apólogo”
[24/08/1863] . También una divagación li teraria titulada “Las hojas secas”
[28/09/1863] , firmada por Guillermo Laá y Rute, que presenta curiosas
coincidencias con el texto del mismo tí tulo que Bécquer publica ría en
1871.
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Anejos de Hápax II
6. LOS AMANTES DEL SOL, NOVELA PERDIDA DE BÉCQUER
En mayo de 1863 la prensa anuncia la inminente aparición de la
Biblioteca Hispanoamericana, dedicada a publicar novelas de escritores
españoles. En la l ista de autores figuraban García Lu na y Bécquer [LEP
19/05/1863] .
El primer volumen de la Biblioteca fue una novela histórica de Luis
García Luna, viejo amigo y colaborador de Bécquer en varias obras
teatrales. Esta inauguración de la Biblioteca tuvo amplio eco en la
prensa, que la presentaba como una colección destinada a publicar obras
de autores nacionales, para desmarcarse de la extendida tendencia a
publicar traducciones:
“Ya se ha publicado el tomo primero de la Biblioteca
Hispanoamericana, colección de obras originales debidas a var ios de
nuestros más conocidos escritores. Titúlase la primera, que es la que
tenemos a la vista, Una virgen y un demente. Historia del siglo XVII , por
el Sr. D. Luis García de Luna. Forma un hermoso volumen, en octavo
mayor, de más de 300 páginas, elegantemente impreso y con bonitas
láminas. Creemos que esta publicación ha de tener buen éxito, toda vez
que, componiéndose de cuadros, leyendas, novelas y tradiciones
puramente españolas, podrá sustituir con ventaja a ese cúmulo de
abigarradas traducciones que constituyen al presente el pasto intelectual
de los lectores de nuestro país” [LEP 20 /06/1863] .
En una gacetilla posterior se informa de que, después de la novela de
García Luna, seguirán: Aliatar el pirata , del Capitán Bombarda; Los
amantes del Sol , de Bécquer; La madre Tierra , de Pedro Antonio de
Alarcón y otras [ECP 01/07/1863] .
En el verano de 1863 se publicaron numerosos anuncios de la
colección, que contienen detalles interesantes. Los editores eran
conocidos: Fortanet y Marzo. No está de más señ alar que, siete años
después, Fortanet publicaría las Obras póstumas de Bécquer. El ritmo de
publicación previsto era de un tomo al mes de 300 páginas con
ilustraciones, al precio de ocho reales. En cuanto al formato y
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característ icas tipográficas, los edi tores manifiestan que la colección,
“selecta y económica” se inspira en la del editor parisino Michel Levy.
Después de la primera obra, anuncian que está “en prensa, para
publicarse en julio próximo”, Los Maldonados , de Ricardo Puente. En el
anuncio, Bécquer aparece dentro de la lista de autores, junto a Julio
Nombela y Augusto Ferrán [LD 05/07 /1863] .
Otra gacetil la nos informa de que la colección, después de la novela
de García Luna, tenía “dispuestas para continuar”: Los Maldonados ; Los
amantes del Sol , por D. Gustavo A. Bécquer; La madre Tierra, por D.
Pedro Antonio de Alarcón, etc. [EM 12/07/1863] . Esta ordenación indica
que la novela de Bécquer iba a salir dentro de dos meses. Pero, por
razones desconocidas, la colección solo l legó a publicar dos nove las. La
primera, la de García Luna, y la segunda, Historia de una venganza , del
conocido folletinista Manuel Fernández y González.
Los amantes del Sol debe de ser la novela que en la lista de proyectos
literarios de Bécquer es denominada, por errata, La amante del Sol
(estudio griego) . Está clasificada dentro de la sección de “estudios en
forma de novela” [B ÉCQUER 2004: 1626] . Lo de “estudios” parece indicar
que se trata de novelas con algún mensaje filosófico o existencial.
A la vista de todas estas informaciones, cabe preguntarse: ¿llegó
Bécquer a escribir Los amantes del Sol? Teniendo en cuenta que la
novela estaba anunciada como de publicación inminente, es bastante
probable que ya la hubiera redactado por completo o, por lo menos,
tuviera escritas una buena parte de las 300 páginas de que constaban las
obras de la colección. Por tanto, aunque Los amantes del Sol no haya
llegado hasta nosotros, podemos considerar como muy probable que
Bécquer escribiera esta novela, con lo que quedaría acreditada su
capacidad para cultivar todos los géneros literarios.
56
Anejos de Hápax II
7. LOS TIEMPOS , DIARIO DE GONZÁLEZ B RAVO
Desde su fundación en 1860 El Contemporáneo había sido un
periódico vinculado al partido moderado y, más concretamente, a
González Bravo. Pero a principios de 1865 una parte de sus redactores,
entre ellos el escritor Juan Valera, fueron aproximándose a las posiciones
defendidas por la Unión Liberal . Estos escindidos (“resellados” en el
lenguaje de la época) recibieron el nombre de “los angélicos”.
Bécquer se mantuvo fiel a González Bravo, abandonó El
Contemporáneo y entró en la redacción de Los Tiempos , fundado en abril
de 1865 y dirigido por Francisco Botella, también salido de El
Contemporáneo . Como en esas fechas González Bravo era ministro de la
Gobernación en el gobierno de Narváez, el nuevo diario tenía una clara
posición de defensa del gobierno. Han quedado muy pocos ejemplares de
Los Tiempos , pero podemos obtener referencias indirectas de lo que
publicaba a través de las réplicas de la prensa rival .
Antes de su aparición, ya era evidente que el nuevo diario había sido
“fundado por el señor González Bravo para combatir las doctrinas de El
Contemporáneo” [E C 10/03/1865] . Se preveía que “la batalla de El
Contemporáneo con Los Tiempos comenzará desde los primeros números
de este” [EC 25/03 /1865] . El asunto fue objeto de comentarios jocosos en la
prensa progresista: “Como el periódico Los Tiempos viene a enmendar la
plana a El Contemporáneo , creen algunas personas que el primero de
dichos periódicos debiera titularse El Extemporáneo” [SN 15/03 /1865] .
Los Tiempos se había ganado fama de diario de combate, de estilo
agresivo. Se creía que la influencia de su propietario, Gonzá lez Bravo,
sería mucho más directa que en El Contemporáneo , diario que siempre
había mantenido un tono sereno y educado. Era bien notorio que en su
juventud el ministro había sido periodista progresista del diario El
Guirigay , famoso por sus groseros ataques a sus rivales. Aunque después
González Bravo había cambiado radicalmente de ideología,
convirtiéndose en un ultraconservador, había mantenido el agresivo
estilo de sus comienzos en la vida política.
57
Anejos de Hápax II
En efecto, desde el primer número, Los Tiempos defendió
apasionadamente el gobierno Narváez, por lo que enseguida fue
calificado como: “su órgano más autorizado” [LI 13/04 /1865] ; “el diario
del Sr. González Bravo” [ LO 17/04 /1865] ; “el periódico inspirado por el
señor ministro de la Gobernación” [LE 17/04/1865], etc. Esta defensa del
gobierno iba acompañada de furiosos ataques contra los diarios de la
oposición, que se quejaban de su “ruido intempestivo”, “su gárrula
locuacidad” [LD 09704/1865] , su “virulencia” y su “encono contra la prensa
de oposición” [ LD 19/04/1865] .
Gil Blas , la revista republicana donde Bécquer tenía amigos, también
publicó algunas crí ticas contra Los Tiempos , aunque sin demasiada
virulencia. Por ejemplo, haciendo un juego de palabras con el apellido
del director, Francisco Botella, decía que “…de esta botella, en vez de
licores, no salen más que aguas turbias” [GB 29 /04/1865] .
La polémica periodística se agudizó como consecuencia de los
sucesos de la llamada Noche de San Daniel, el día 10 de abril. Una gran
manifestación, en su mayor part e de estudiantes, se reunió en la Puerta
del Sol para protestar por la destitución del catedrático Emilio Castelar.
El motivo de la desti tución era que Castelar, dirigente republicano, había
denunciado la apropiación de bienes del patrimonio nacional por p arte de
la reina Isabel II. Ante la cada vez más numerosa manifestación, el
ministro de la Gobernación, González Bravo, ordenó que la Guardia
Civil (fundada por él mismo años atrás) la disolviera a t iros. Hubo
muertos y centenares de heridos y detenidos.
Los Tiempos presentó los sucesos como “un motín de estudiantes”,
“un asunto de poca importancia”, arremetiendo contra la prensa de la
oposición, contra “los diarios de la anarquía, del saqueo y del incendio”
[SN 14/04/1865] . La crí tica del sangriento suceso era una excusa para
lanzar una campaña de las oposiciones, l levadas por “su odio y su saña
hacia el actual ministerio” [LEP 12 /04/1865] .
El diario progubernamental quedó aislado y reaccionó con agresividad
ante el manifiesto firmado por todos los diari os de la oposición, desde
los unionistas hasta los republicanos:
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Anejos de Hápax II
“Los Tiempos , ese periódico escri to en las oficinas del Estado, de
quien su director cobra 50.000 reales, y del que son redactores
colaboradores varios empleados del ministerio de la Gob ernación, truena
y se agita, y en todos los tonos se duele de que la prensa independiente,
la que no habla ni escribe por obligación ni por dinero, se haya reunido
para protestar colectivamente contra los horrendos sucesos del día 10”
[LI 18/04 /1865] .
Aparece aquí la acusación de que los redactores de Los Tiempos
defendían al gobierno a cambio de suculentas prebendas. Unos días
después el diario La Verdad publicaba las cifras de los sueldos, en reales
al año, que cobraban los periodistas del diario proguber namental:
“Vean nuestros lectores lo que cuesta al Estado la redacción de Los
Tiempos : D. Luis González Bravo: coche y 120.000; D. Francisco
Botella, director: coche y 50.000; D. Víctor Cardenal, redactor: 50.000;
D. Juan Valero y Soto, ídem: 60.000; D. Gu stavo Adolfo Bécquer:
35.000; D. Juan Valero de Tornos: 14.000. Total: 329.000 reales” [LI
22/04/1865] .
Esta información revela que los redactores de Los Tiempos
compaginaban su labor periodística con cargos bien remunerados en el
ministerio de la Gobernación. Por lo que se refiere a Bécquer, el sueldo
que menciona esta gaceti lla no coincide con el que sabemos que cobraba
por su cargo de censor de novelas: 24.000 reales al año. Los 11.000
reales de diferencia pueden deberse, o a un error, o a que se tratara del
dinero que cobraba por su trabajo en Los Tiempos . Es decir, Bécquer
debía de cobrar 24.000 reales como censor y 11.000 como periodista. En
cualquier caso, es evidente que disfrutaba de una prebenda como
recompensa a su fiel y activa militancia en el aparato de propaganda de
González Bravo. Al defender al ministro, al justificar actuaciones como
las de la Noche de San Daniel, Bécquer no solo defendía sus
convicciones políticas, sino también sus intereses. Veamos otro episodio
todavía más significativo de la intensa militancia polít ica de Bécquer.
59
Anejos de Hápax II
8. EL ESCÁNDALO DE DOÑA MANUELA
En junio de 1865 cayó el gobierno moderado de Narváez, como
consecuencia de su desprestigio por la Noche de San Daniel. Le sucedió
un gobierno encabezado por el general O’Donnell , fundador de la Unión
Liberal. La situación política se invirtió. Bécquer perdió su cargo de
censor de novelas, pero siguió como redactor de Los Tiempos , que ahora
se convertía en diario de la oposición. Del mismo modo, ahora eran los
llamados “angélicos”, los redactores de El Contemporáneo , los que
recibían prebendas del gobierno unionista, como premio por haber
abandonado el partido moderado.
Pronto los periodistas fieles a González Bravo comenzaron su labor
de ataque a los “angélicos” desde Los Tiempos . También desde el
semanario satírico Gil Blas , en el que habían colaborado Gustavo y su
hermano Valeriano. De este modo, los periodistas republicanos y lo s
moderados podían aliarse frente al enemigo común: el gobierno unionista
de O’Donnell.
Fruto de esta colaboración es uno de los “cabos sueltos” de Gil Blas
[GB 26/08/1865] , dirigido contra José Luis Albareda, director de El
Contemporáneo, quien, cuando los unionistas llegaron al gobierno, fue
nombrado embajador en Holanda.
El anónimo “cabo suelto” de Gil Blas era una versión satírica de los
duros ataques políticos de Los Tiempos :
“Ya habrá llegado Albareda al Haya. La primera vez que fue al
Haya Albareda, debió su nombramiento a Narvaez. La segunda
vez se lo debe a O'Donnell. ¡Arsa, pilili!
Al salir de Madrid Albareda ha debido cantar por el camino,
acompañando la música de Las astas del toro:
Con un quiebro a la conciencia
y una buena credencial,
y buen vino de Burdeos
60
Anejos de Hápax II
y una jembra resellá;
en Sanlúcar, ni en Siviya
no hay un moso de este aquel
que se compare conmigo
en mudar de parecer.
Por eso a O'Donnell ,
que es receloso,
hoy largo el trapo
y salgo airoso.
Fue ayer mi amigo
González Bravo,
hoy es O'Donnell
y otros muchachos.
Parece mentira,
pero no lo es,
que tengo un destino
que no hay más que ver.
Coro.—Pues eso es,
pues eso es,
que es bueno resellarse
para comer.
***
El Haiga 10 de agosto de 1865.
Zeñó D. Leopordo: —Aquí estoy, porque he venido. Los
naturales del país me van teniendo mucha querencia. Ayer fui a
ver al rey, y el rey estaba en puerta, por lo cual no pude hacerme
presente, pero me haré pasado, y es lo mismo. Se me figura que
pronto voy a hacer de las mías escapándome a esa corte para
poder trastear un bicho en los Campos. Aquí no hay más toros
que algunos amigos de mis amigos. De Valera he sabido ayer, y
me dice que está escribiendo un libro ti tulado: De la agricultura
aplicada al teatro. Por lo demás, todos estamos delicados.
Póngame V. á los pies de Doña Manuela” .
61
Anejos de Hápax II
Es muy probable que Bécquer fuera el autor de este ataque personal.
El uso del habla andaluza ridiculiza al gaditano Albareda, que Galdós, en
O’Donnell , describe como “arrogante, salado y ceceoso”. Las alusiones
taurinas, reforzadas por la mención a la zarzuela de Carlos Frontaura En
las astas del toro , parecen tener doble sentido: a la gran afición taurina
de Albareda y a su supuesta condición de cornudo. No falta tampoco un
puyazo contra Juan Valera, excompañero de Bécquer en la redacción de
El Contemporáneo . Llama la atención la fórmula de despedida, con la
referencia a “Doña Manuela”. Se trata de una alusión a doña Manuela
Bargés, esposa del general O’Donnell . No era una mención aislada, sino
el comienzo de una campaña propagandística muy bien orquestada.
Unos días después, en Gil Blas vuelve a aparecer otra alusión a la
dama, esta vez más directa. Se trata de uno de los Proverbios en acción :
“En casa del mezquino más manda la mujer q ue el marido”. Refrán que
enseña a conocer a “Doña Manuela” [GB 09/09 /1865] . Aquí se hace
explícito el rumor que atribuía a la esposa del general una gran
influencia en los asuntos de gobierno. Dado el monopolio masculino del
mundo de la política, el rumor era un demoledor ataque al prestigio del
general y dirigente político de l a Unión Liberal.
Por eso, el escándalo fue extraordinario cuando el 26 de setiembre
apareció el primer (y último) número de un periódico t itulado Doña
Manuela . Se presentaba como “periódico polí tico”, de periodicidad
semanal. En la portada aparece un dib ujo satírico, firmado por Ortego,
en el que una señora malcarada, de pie, increpa a un grupo de señores
sentados, entre los que era fácil reconocer al general O’Donnell y a sus
ministros, sobre todo al de la Gobernación, José Posada Herrera, que es
objeto de una sátira en un artículo del periódico. El general O’Donnell
mira embelesado a su esposa, de acuerdo con el rumor de que estaba muy
enamorado de ella. La caricatura presenta al general muy estilizado, con
ademanes afeminados, en contra del auténtico a specto de O’Donnell, un
hombre más bien corpulento. Es posible que el caricaturista insinúe así
la poca “hombría” del general , que no había podido tener hijos con una
62
Anejos de Hápax II
viuda que sí los había tenido con su primer marido, el comerciante
catalán Ignacio Vinyals.
Los diarios de la oposición progresista se hicieron amplio eco del
nuevo periódico y algunos reprodujeron extensos fragmentos de su
corrosivo y malicioso editorial , que presentaba al gobierno de O’Donnell
y a la Unión Liberal como unas marionetas manejadas por la esposa del
general. El país estaba, pues, en manos de una mujer ignorante y
caprichosa [BÉCQUER 2004:889-891, S N 27 /09/1865, LD 28 /09/1865, LI 28/09/1865] .
Las alusiones y los juegos de palabras, destinados a sortear la censu ra,
fueron captados fácilmente: “Ha empezado la publicación de un
periódico polí tico satírico titulado Doña Manuela . Según de público se
dice, Doña Manuela , la del periódico en cuestión, es una señora de
campanillas que toma rapé y escupe fuerte” [LD 29 /09/1865] . Al día
siguiente ya era evidente que “la cuestión de Doña Manuela adquiere de
día en día más grandes proporciones” [LD 30/09/1865] .
En efecto, el asunto pronto derivó hacia la cuestión de la libertad de
prensa y sus límites, y se mezcló con la de si se habían d e tolerar las
ofensas al honor de una dama. Frente a las furibundas protestas del
unionista El eco del país , la prensa más conservadora (La esperanza) y
la progresista (La discusión) replicaban que ahora los unionistas se
quejaban de unos métodos que ellos también habían usado. El progresista
La Iberia se distancia de la polémica y señala que moderados y
unionistas “andan rabiosamente a la greña” [LI 30/09 /1865] . Era público y
notorio: “Doña Manuela es hoy el objeto preferente de las
conversaciones de Madrid. Doña Manuela ha producido un escándalo
mayúsculo desde el primer momento que vio la luz pública” [LD
01/10/1865] .
Nadie dudaba de que el libelo procedía del moderantismo, más
concretamente de la facción de González Bravo. Pronto se vinculó Doña
Manuela con Los Tiempos . Y Bécquer fue señalado como uno de los
principales, sino el principal, urdidor de la escandalosa campaña,
destinada a desestabilizar al gobierno unionista y así lograr la vuelta de
los moderados al poder.
63
Anejos de Hápax II
El semanario republicano Gil Blas publicó una críptica nota: “Los
Tiempos asegura que en muchos sitios públicos se han proferido
amenazas contra los redactores del nuevo periódico satírico Doña
Manuela , y con este motivo nos anuncia que está dispuesto a andar a
palos. ¡Hola! ¡Hola! ¿Contará todavía con la Guardia Civil?” [GB
30/09/1865] . La nota parece orientada a mostrar una posición de firmeza
de Los Tiempos frente a las amenazas de los unionistas. La alusión a la
Guardia Civil iba dirigida a González Bravo, fundador del cuerpo
policial que había reprimido sangrientamente a los estudiantes en la
Noche de San Daniel .
En el mismo sentido y al mismo tiempo, Francisco Botella, director
de Los Tiempos , publicó un comunicado en el que negaba que tuviera
nada que ver con Doña Manuela , por lo cual no tenía que excusarse de
nada. Y reproduce los enrarecidos rumores que corrían por la capital:
“La noche del jueves oí decir públicamente en el Café de la Iberia que
andaban varios sujetos buscando a los supuestos redactores de ese
periódico para apalearlos”. En el mismo periódico se publicaba otro
comunicado de los redactores de Los Tiempos , que negaban toda
participación en Doña Manuela [LI 30/09 /1865] .
Pero las amenazas verbales de los ofendidos unionistas comenzaron a
materializarse cuando irrumpió en escena Aureliano Vinyals, hijo de la
esposa de O’Donnell, Manuela Bargés. El general se había casado en
1837 con esa dama viuda catalana, con la que no tuvo hijos. El hijastro
de O’Donnell había disfrutado de diversas y sustanciosas prebendas:
diputado por Guadix en 1863 [GF 1863: 87] ; delegado regio en el Banco de
Economías [ LI 05/04 /1864] ; delegado de la Compañía de Ferrocarril de
Córdoba [LE 09/04 /1864] ; diputado por Benisa (Alicante) en 1864 [EC
17/05/1864] , etc. El 1865, al subir al poder los unionistas, fue nombrado
jefe de negociado en el Ministerio de Fomento, con un sueldo de 24.000,
el mismo que había cobrado Bécquer como censor de novelas.
Al estallar el escándalo de Doña Manuela , Vinyals asumió el papel de
vengador de las ofensas a su madre y a su padrastro. En un comunicado
se dirigió al director de Los Tiempos , manifestándole que tenía motivos
64
Anejos de Hápax II
para “creer que Vd. y no otro es el autor o inspirador de la miserable
publicación”. Al mismo tiempo se hizo público que Vinyals buscaba “con
ánimo hostil a un supuesto redactor del periódico Doña Manuela” [L I
01/10/1865] . Ese redactor era Bécquer.
Los Tiempos , para contrarrestar los rumores que lo vinculaban con
Doña Manuela , crit icaba la reacción de los unionistas, alegando que
ellos habían practicado métodos parecidos y, por tanto, “un abuso trae
necesariamente otro abuso en sentido opuesto” [ LD 01/10 /1865] . Dos días
después la prensa madrileña se hace eco de la crónica del c orresponsal
del Diario de Barcelona en la capital: “Cuéntase que los directores y
fundadores de ese periódico (Doña Manuela ) son un antiguo redactor de
El Contemporáneo y Los Tiempos y un exdirector del ministerio de la
Gobernación durante el ministerio Narváez” [LI 03 /10/1865] . Las alusiones
eran claras para cualquier conocedor del mundo periodístico y polít ico:
el antiguo redactor de El Contemporáneo era Bécquer, mientras que el
exdirector del ministerio era Francisco Botella.
Al hacerse pública la autoría de Doña Manuela , Vinyals reaccionó
enseguida. El cuatro de octubre publicó otro comunicado, dirigido a los
redactores de Los Tiempos , en el que les conminaba a aclarar su
vinculación con Doña Manuela . Y añadía: “Me presenté en la redacción
de Los Tiempos en busca del Sr. Bécquer, que me aseguraban ser redactor
del periódico en cuestión, y este señor, después de una conferencia
habida, niega por medio de un comunicado ser inspirador ni redactor de
esa infamante publicación, a pesar de haberlo así manifestado el Sr.
Márquez en la redacción de Los Tiempos” . Y terminaba amenazando:
“…deben cumplir sus compromisos, o de lo contrario la opinión, que
tiene la vista fija en la redacción de Los Tiempos , los juzgará como se
merecen, y yo, por mi parte, haré en esta cuestión lo que en tales casos
cumple a un caballero” [ LE 04/10 /1865] .
Como vemos, Bécquer fue señalado como redactor de Doña Manuela
por Enrique Márquez, uno de sus colegas de Los Tiempos . Al quedarse
solo ante la amenaza de un duelo con Vinyals, tuvo que aceptar la
publicación de un humillante mentís en varios diarios de la capital:
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Anejos de Hápax II
“Habiéndose dicho en algunos círculos que yo formo parte de la
redacción del periódico Doña Manuela , o que lo he inspirado, me
encuentro en el deber de desmentir una especie cuyo fundamento
ignoro.
Abrigo la esperanza de que ninguna de las personas que me
conocen darán el más mínimo crédito a un falso rumor que me
perjudica, cargándome la responsabilidad moral de es cri tos cuya
índole condeno y cuyo género repugna a mi carácter”
[LI 04/10 /1865, LC 05/10 /1865] .
Al día siguiente, cinco de octubre, se hizo público otro comunicado
en el que los redactores de Los Tiempos afirmaban que no habían tenido
intención de ofender al Sr. Vinyals, “como ya se lo han manifestado”, y
que “habiendo sido efecto de una mala inteligencia la causa de este
debate […] se retiran por una y otra parte las frases que se han cruzado”.
Y añadían: “Los redactores de Los Tiempos han demostrado también que
no tienen la menor participación en el l ibelo de que se trata, que han
condenado y condenan” [LC 05 /10/1865, LE 05/10/1865, LI 05/10 /1865] .
Con este acuerdo terminaba el conflicto entre Vinyals y Los Tiempos .
Pero conviene fijarse en quienes lo firman: Miguel Pérez Molina, Julián
de Zugasti, Enrique Hernández, Enrique Márquez, Aureliano Vinyals y
Francisco Botella. Por un lado, Vinyals y su amigo Zugasti, que debía de
ejercer de padrino en un eventual duelo; por el otro, tres redactores de
Los Tiempos y su director, Francisco Botella [LC 05/10 /1865, LI 05/10/1865] .
Llama la atención la ausencia de Bécquer, redactor de Los Tiempos . Así
se hacía público que, mientras el poeta se veía obligado a publicar en
solitario un vergonzoso desmentido, sus compañeros de Los Tiempos
firmaban un pacto honorable con Vinyals, en el que aparentemente no
había vencedores ni vencidos.
Recapitulemos. Bécquer había sido señalado como autor del e ditorial
de Doña Manuela y se había quedado solo ante el peligro de un duelo
con Vinyals. Sus compañeros de Los Tiempos no solo se habían lavado
66
Anejos de Hápax II
las manos firmando la paz con el hijastro de O’Donnell, sino que lo
habían señalado como autor de Doña Manuela . Ante tal cúmulo de
indicios incriminatorios, pero en contradicción con el público mentís del
poeta, cabe preguntarse: ¿Fue Bécquer el autor de Doña Manuela?
El análisis textual del editorial de Doña Manuela ha mostrado
numerosas concordancias con otros t extos becquerianos [BÉ CQUER 2004:
889-891] . Por ejemplo, en el editorial se dice: “Doña Manuela es el verbo
vicalvarista hecho mujer” y en las Cartas literarias a una mujer : “La
mujer es, en una palabra, el verbo poético hecho carne”. Tantas
concordancias no pueden ser fruto del azar, sino pruebas que proceden de
una misma pluma, la de un gran li terato. En el editorial de Doña
Manuela Bécquer demuestra su gran versatilidad literaria, su capacidad
para usar magistralmente un registro satírico l leno de ingeni osas
alusiones y juegos de palabras, que ridiculizaba al adversario con fuerza
demoledora.
Es probable que los demás artículos de Doña Manuela fueran escri tos
por Bécquer y Botella, y quizá también por algún otro redactor de Los
Tiempos , pero son textos de menor interés político y literario, y, desde
luego, mucho menos agresivos. Lo que había provocado el escándalo era
la portada del periódico: el título, el dibujo satírico y el editorial.
El asunto todavía tuvo una secuela unos días después. Vinyals
abroncó en plena calle a Luis de Barreda, acusándole de ser director
propietario o inspirador de Doña Manuela . El escándalo callejero acabó
en comisaría, donde tuvo lugar una serie de explicaciones que se
concretaron en un comunicado en el que Barreda negaba c ualquier
vinculación con el l ibelo. En la nota que acompaña al comunicado, La
Esperanza crit ica a Vinyals “por haber atropellado a una persona
irresponsable”. Y termina: “A proceder el Sr. Vinyals con más prudencia,
no se vería amargado por el pesar que pr oduce la consideración de haber
hecho mal a un inocente” [LE 16 /10/1865] . Finalmente, en abril de 1866
Vinyals y Barreda publicaron sendos comunicados en los que desistían de
batirse en duelo [D O 03/04/1866] . Desconocemos la implicación de Barreda
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Anejos de Hápax II
en el asunto, pero sabemos que en 1864 había publicado un opúsculo
titulado Consideraciones políticas acerca de los partidos [LC 03/03/1864] .
Bécquer debió de salir muy dolido y desprestigiado del escándalo de
Doña Manuela , cuya autoría se le había atribuido públ icamente, sin que
nadie le hubiera defendido a él ni a aquel “papel inmundo” [LA
27/10/1865] . También había quedado de manifiesto su miedo a enfrentarse
a Vinyals en duelo. La Discusión resumía así la corta y accidentada vida
del l ibelo: “Doña Manuela ha sido atacado del cólera morbo unionista, y
ha muerto sin defenderse del mal, ha muerto de miedo. ¡Pobre Doña
Manuela! Nació insolente y murió cobarde” [LD 08 /10/1865] .
Los Tiempos también salió malparado del escándalo. El seis de
octubre, el mismo día en que concluyó el affaire , fue clausurado y
reconvertido, adoptando el título de El Español. El director seguía
siendo Francisco Botella, y dos de sus redactores (Enrique Hernández y
Enrique Márquez) también procedían de Los Tiempos . A ellos se
incorporaron Serafín Álvarez y Manuel Ossorio. Adscrito a la facción de
González Bravo, el nuevo diario duraría hasta la Revolución de
Setiembre de 1868. No parece que Bécquer trabajara en él, pero a lo
largo de 1866 en sus páginas aparecieron siete de sus leyendas, ya
publicadas en El Contemporáneo .
Pero el escándalo de Doña Manuela no sirvió de escarmiento a
Bécquer. Falto del sueldo de censor de novelas y del de redactor de Los
Tiempos , enseguida se puso a trabajar con su hermano Valeriano en una
serie de dibujos de sátira polí tica, acompañados de jocosos comentarios,
contra el gobierno de O’Donnell, firmados con el seudónimo SEM y
publicados en Gil Blas . Desde luego, esos dibujos, a pesar de que
algunos fueron prohibidos por la censura, eran mucho menos hirientes
que los textos de Doña Manuela .
Se reanudaba así la peculiar colaboración entre moderados y
republicanos, que se explica no sol o por la conveniencia de unirse frente
al enemigo común, los unionistas en el poder, sino sobre todo por
vínculos de amistad. El dibujo de cabecera de Doña Manuela estaba
firmado por Francisco Ortego, dibujante de ideología republicana,
68
Anejos de Hápax II
habitual de Gil Blas y amigo de Gustavo y Valeriano. Es probable que
para evitar conflictos como los provocados por Doña Manuela , los
hermanos Bécquer y Ortego trabajaran en equipo y se ocultaran bajo el
seudónimo SEM.
Años después, entre 1868 y 1870, el seudónimo SEM volvería a
aparecer en un álbum de acuarelas de sátira política ti tulado Los
Borbones en pelota . El hecho de que hubiera sido utilizado antes por los
Bécquer en Gil Blas llevó a algunos becqueristas a atribuirles la autoría
del álbum. Esta atribución causó gran revuelo, ya que una parte de las
láminas eran abiertamente pornográficas, con escenas de orgías de la
reina Isabel y su círculo más íntimo, incluido González Bravo.
Finalmente se demostró que el autor de Los Borbones en pelota era
Francisco Ortego, quien, por razones que no conocemos, volvió a utilizar
el seudónimo SEM, el que había compartido con los hermano s Bécquer
en Gil Blas [BÉCQ UER 2004: 33].
La colaboración de los Bécquer en Gil Blas duró hasta finales de
febrero de 1866. Después incrementaron sus publicaciones en la revista
ilustrada El Museo Universal , que no intervenía en las luchas polí ticas.
Este abandono del periodismo militante no fue muy duradero. La
cambiante coyuntura política dio un nuevo vuelco cuando en junio de
1866 se produjo la sublevación de los sargentos de San Gil, que el
gobierno de O’Donnell reprimió con fusilamientos. Falto del apoyo de la
reina, el general dimitió y el 10 de julio el general Narváez volvió al
gobierno por séptima vez. Y de nuevo González Bravo regresó al
ministerio de la Gobernación. Dos días después Bécquer fue nombrado
otra vez censor de novelas, con un sueldo de 24.000 reales al año, del
que disfrutaría hasta la Revolución de Setiembre de 1868, que derrocó a
la reina Isabel II y al gobierno presidido por González Bravo.
Queda, pues, claro que Bécquer participó activamente en las luchas
políticas de su época, siempre en las fi las del partido moderado y
siempre fiel a su protector, González Bravo, incluso en situaciones como
la Noche de San Daniel . No se trató de una participación desinteresada,
69
Anejos de Hápax II
sino vinculada a la obtención de prebendas durante los perí odos en que
su partido estaba en el poder.
9. LAS RIMAS, A PUNTO DE SER PUBLICADAS EN MARZO DE 1868
Una noticia periodística nos informa de que la publicación de las
poesías de Bécquer estaba muy avanzada en marzo de 1868, es decir,
medio año antes de la Revolución de Setiembre. Dice así: “Dentro de
pocos días empezará la publicación de las poesías del S r. Bécquer, con
un prólogo escrito por el Sr. González Bravo” [E I 16 /03/1868] .
Hasta ahora se había considerado que el único manuscrito con las
poesías becquerianas se perdió durante el asalto a la casa del odiado
primer ministro González Bravo durante las jornadas revolucionarias de
Setiembre de 1868. Pero ahora sabemos que seis meses antes iban a salir
publicadas “dentro de pocos días”. ¿Por qué no se cumplió este anuncio?
En cualquier caso, resulta evidente que Bécquer había recopilado sus
poemas para publicarlos en un libro independiente, con una ordenación
interna que desconocemos, pero seguro que era distinta de la utilizada
por el poeta en el Libro de los gorriones y también de la de las Obras
póstumas, editadas por sus amigos.
Parece lógico pensar que la imprenta que estaba preparando la
inminente edición de las Rimas dispondría de un manuscrito distinto del
que se perdió durante el asalto a la casa de González Bravo. De ser así,
¿adónde fue a parar ese segundo manuscrito?
10. BÉCQUER, IMPULSOR DE LA SOCIE DAD DE ESCRITORES
A finales de diciembre de 1867 murió Luis García Luna, escritor y
redactor de El Imparcial . Era un viejo amigo de Bécquer. Juntos habían
compartido proyectos y habían escrito conjuntamente algunas obras
70
Anejos de Hápax II
teatrales. Bécquer y Julio Nombela acompañaron el féretro de García
Luna y participaron en una reunión destinada a recoger dinero para
auxiliar a la familia [LEP 27 /12/1867] . Como era habitual en el caso de
escri tores fallecidos sin haber publicado todas sus obras, se formó una
comisión de amigos del difunto con objeto de “coleccionar y reimprimir
todas las obras de aquel autor y proporcionar un beneficio a la viuda y
familia del Sr. Luna” [LC 26 /12/1867] .
Todas estas circunstancias anticipan las que, tres años después , se
darían en la muerte del mismo Bécquer. Además de sufrir el impacto
emocional por la muerte de su amigo, el poeta vivió muy de cerca el
drama familiar provocado por la muerte de un profesional de la pluma.
De la comisión de escri tores amigos de García Luna, encabezada por
Bécquer y Nombela, surgiría el proyecto de crear una asociación de
carácter asistencial, que de manera organizada y estable evitara aquellos
terribles dramas familiares.
Dos meses después del fallecimiento de García Luna, en f ebrero de
1868, se celebró en el Ateneo de Madrid una reunión para crear una
Asociación de Autores Españoles. Se trataba de afrontar el problema de
que los profesionales de la pluma gozaban de un apreciable nivel de vida
mientras estaban en activo, pero la enfermedad o la muerte dejaban a sus
familias en una situación muy precaria. El propósito principal era reunir
“auxilios mutuos” para ayudar a los escri tores y a sus familias en caso de
enfermedad o defunción, basándose en la asociación parisina Gens des
Lettres .
En la llamada “comisión iniciadora del proyecto” figuraban Bécquer y
Julio Nombela. La comisión presentó el proyecto de estatutos en una
concurrida reunión. Asist ió el primer ministro, Luis González Bravo,
quien manifestó “la satisfacción que experimentaba al verse entre
escritores” y expresó “su vivo y profundo amor a las letras”. Los
reunidos, además de solicitar que González Bravo presidiera la reunión,
aprobaron un voto de gracias al político, por su apoyo a la Asociación.
El cronista subraya que los asistentes olvidaron “las distancias que los
separan en las luchas polí ticas”. La misma crónica informa de que la
71
Anejos de Hápax II
Asociación había recibido 200 adhesiones y publica la lista de todos los
socios, en la que figuran los más significados escritores y p eriodistas del
momento [E I 10 /02/1868, LEP 10 /02/1868, LE S 12/02/1868] .
El importante papel que Bécquer jugó en la fundación de la
Asociación se pone de manifiesto en la gacetilla que nos informa de que
el poeta y su amigo Nombela redactaron el reglamento provisional de la
Asociación [D O 11/02/1868] , ahora denominada “Sociedad de Autores”.
Patricio de la Escosura era el presidente y Julio Nombela el secretario [E I
12/02/1868] , distribución de cargos que nos indica un cierto equilibrio
entre el sector liberal y el sector conservador. En otra reunión celebrada
en el Ateneo se aprobó el proyecto de estatutos de la Sociedad. Bécquer
intervino para presentar algunas propuestas de m odificación [LC
09/03/1868, LE S 09/03 /1868] .
Estas informaciones periodísticas, coincidentes en destacar el
importante papel jugado por Bécquer, sirven para contrarrestar las
sesgadas y mezquinas referencias de Julio Nombela en sus memorias. El
“amigo” de Bécquer, al relatar el nacimiento de la Asociación, solo
menciona al poeta una vez, dentro de una lista de escri tores que
acudieron a la primera reunión. No tiene el más mínimo pudor a la hora
de proclamarse protagonista único de la iniciativa: “me propuse fundar”,
“aceptaran mi pensamiento y me ayudaran a realizarle”, “expuse mi
propósito”, “convinimos en que yo redactase un proyecto de estatutos”,
“fui muy felicitado porque se supo que la iniciativa ha bía partido de mí”,
etc., etc. Da idea de la poca fiabilidad de su testimonio el hecho de que,
al mencionar a González Bravo, diga que “si no recuerdo mal, formaba
parte del Gobierno” [NOMBE LA 1976: 771-773]. Está claro que, para tapar su
colaboración con el odiado político, Nombela finge no estar seguro de
algo tan evidente como que en 1868 González Bravo era el jefe del
Gobierno, además de ministro de la Gobernación.
Aunque la Asociación se presentó como una iniciativa solidaria al
margen de la vida política, lo cierto es que, según cuenta NO MBE LA [1976:
774] no pudo evitar contaminarse del ambiente partidista de los meses
anteriores a la Revolución de Setiembre. El sector conservador, dirigido
72
Anejos de Hápax II
por González Bravo, quería dar la presidencia honorífica de la
Asociación al rey consorte, Francisco de Asís. Los liberales, liderados
por Patricio de la Escosura, proponían al duque de Montpensier. No es
aventurado suponer que Bécquer actuaría a favor del ministro dentro de
la Asociación, ya que era una importante plataforma de influencia en la
opinión pública.
Estos antecedentes explican que, un mes después de la revolución, el
23 de octubre de 1868, en una reunión de la comisión gestora, presidida
por Patricio de la Escosura, se acordara aplazar “para más adelante” la
constitución de la Sociedad, aprovechand o el aplazamiento para
modificar los estatutos “bajo el punto de vista de las libertades que ha
conquistado la nación” [LEP 27 /10/1868] . Bécquer no es mencionado, y es
de suponer que dejó de actuar en la Sociedad en unos momentos en que
se había refugiado en Toledo para evitar ser atacado en los desórdenes
revolucionarios de la capital. De hecho, la marginación de Bécquer
dentro de la Sociedad coincidió con la frustración del proyecto, un
importante precedente del asociacionismo intelectual en España.
Todo ello nos ayuda a entender mejor la situación provocada por la
muerte de Bécquer, dos años después. Su fallecimiento dio lugar a un
nuevo desamparo familiar. Por eso, cuando sus amigos convocaron una
reunión para recoger fondos que permitieran editar las ob ras de Bécquer
con objeto de ayudar a su esposa y a sus hijos, la reacción de los
asalariados de la pluma fue tan amplia, espontánea y generosa. Es lógico
interpretar que esa reacción, además de ser un homenaje a un gran poeta,
también lo era a la persona que tanto había trabajado para evitar la ruina
de las familias de los escritores.
La activa participación de Bécquer en la Sociedad de Escritores no
solo nos descubre una faceta poco conocida de su vida social, sino que
sitúa en su contexto las circunstanc ias de su propia muerte. Así se hace
evidente que la edición de sus obras no fue una iniciativa excepcional,
provocada por el olvido y la marginación en que vivió el poeta. Fue una
iniciativa habitual para casos como el suyo. Y, desde luego, coherente
73
Anejos de Hápax II
con el hecho de que, en vida, Bécquer hubiera sido un escritor conocido,
valorado y bien pagado.
Así lo demuestran la gran cantidad de testimonios periodísticos que,
como hemos visto en esta breve recopilación, se hicieron eco de sus
actividades literarias, periodísticas y políticas. Esos testimonios son
pruebas fehacientes de la inconsistencia de la romántica leyenda que
durante tanto tiempo ha distorsionado la biografía y la obra de Gustavo
Adolfo Bécquer, presentándolo como un poeta marginado, encerrado en
un mundo de ensueños y alejado de las mezquindades de la vida.
75
Anejos de Hápax II
BIBLIOGRAFÍA
BÉCQUER, Obras Completas, J. Estruch [ed.], Madrid: Cátedra, 2004.
CB = Crónica de Badajoz, Badajoz.
CU = El Correo de Ultramar, París.
DC = Diario de Córdoba, Córdoba.
DO = Diario Oficial de Avisos de Madrid, Madrid.
DP = Diario de Palma, Palma de Mallorca.
EB = El Balear, Palma de Mallorca.
EC = El Contemporáneo, Madrid.
ECP = El Clamor Público, Madrid.
EI = El Imparcial, Madrid.
EM = El Mundo Militar, Madrid.
EP = El Mundo Pintoresco, Madrid.
ESC = Escenas contemporáneas, Madrid.
GB = Gil Blas, Madrid.
GF = Guía de forasteros, Madrid: 1863.
LA = La América, Madrid.
LC = La Correspondencia de España, Madrid.
LD = La Discusión, Madrid.
LE = La Esperanza, Madrid.
LEP = La Época, Madrid.
LI = La Iberia, Madrid.
LES = La España, Madrid.
LL = La Libertad, Madrid.
LO = El Lloyd Español, Barcelona.
NOMBELA, Julio, Impresiones y recuerdos, Madrid: Tebas, 1976.
RI = Revista Ibérica, Madrid.
SN = La Soberanía Nacional, Madrid.
77
Anejos de Hápax II
“Muerto en edad prematura, lo mismo que su hermano, el célebre
dibujante, ha tenido el triste privilegio, propio de los hombres notables
de nuestra edad, de recibir en el sepulcro las alabanzas y la recompensa
que en vano pidió cuando paseaba por las calles de Madrid un mundo
artístico, sin que nadie cayera en la cuenta de que el talento es una
aristocracia. No le faltaría al pobre escritor el presenti miento de esta
ovación póstuma, y demasiado conocería, que una vez que se quitara de
en medio, los de aquí le perdonarían su superioridad” .
Benito Pérez Galdós
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Anejos de Hápax II
¿NUEVAS RIMAS BECQUERIANAS? GUSTAVO ADOLFO, TRADUCTOR.
ÚLTIMOS TRABAJOS DE LOS HERMANOS BÉCQUER
PARA LA CASA GASPAR Y ROIG Agustín Porras
1
Resumen: Aunque es de sobra conocido el hecho de que Gustavo Adolfo Bécquer trabajó como
traductor para la casa editorial Gaspar y Roig, nunca hasta ahora se había encontrado una sola
obra que pudiese confirmar tal labor. En este artículo se defiende la hipótesis de que, bajo las
iniciales D. F. de T, el poeta sevillano tradujo del francés Eduardo Laboulaye las obras Abdallah
y Aziz y Aziza. Ilustradas por su hermano Valeriano, contienen además una docena de poemas
cuya estructura formal e imágenes presentan (a diferencia de los originales que los motivaron)
sorprendentes concordancias con las célebres Rimas.
Palabras clave: Gustavo Adolfo Bécquer, traductor, Valeriano Bécquer, Editorial Gaspar y Roig,
nuevas rimas becquerianas, Eduardo Laboulaye, Abdallah, Aziz y Aziza.
Abstract: While it is widely acknowledged that Gustavo Adolfo Bécquer worked as a translator for the publishing group Gaspar y Roig, not a single work had been found to prove this fact. This
paper argues that, under the initials D. F. de T, the sevillian poet translated the works Abdallah
and Aziz and Aziza, by french writer Édouard Laboulaye. Illustrated by Gustavo Adolfo’s
brother, Valeriano, these translations contain twelve poems with structures and images
surprisingly similar to those present in Bécquer’s Rhymes, and different to those in Laboulaye’s
originals.
Keywords: Gustavo Adolfo Bécquer, translator, Valeriano Bécquer, Gaspar y Roig publishing
group, new Bécquerian Rhymes, Édouardo Laboulaye, Abdallah, Aziz and Aziza.
0. VISTA PANORÁMICA
umerosísimas fueron las ocasiones en las que los hermanos
Bécquer t rabajaron para la casa Gaspar y Ro ig, empresa
editor ial de dos socios catalanes afincados en Madr id a
quienes todavía hoy se les debe el justo reconocimiento por tan
important ísima labor.
El nombre de Gustavo Ado lfo Bécquer apareció ligado por pr imera
vez a ella en la sección “Álbum de poesías” del Almanaque de El Museo
Universal para 1861 , como autor de la futura r ima LXI “Al ver mis horas
de fiebre”; precedida del t ítulo “Melodía” y del epígrafe: Es muy triste
morir joven y no contar con una sola lágrima de mujer ; estas dos
1 Licenciado en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid y en Filología Española por la UNED. Profesor de Lengua y Literatura española en Educación Secundaria. En torno al protagonista de este artículo ha publicado:
Gustavo Adolfo Bécquer (Madrid: Ed. Eneida [Col. Semblanzas], 2006), La mosca becqueriana (Zaragoza: Ed. Olifante [Col. Papeles de Trasmoz], 2009), Nuevas rimas de Gustavo Adolfo Bécquer (Zaragoza: Ed. Olifante [Col. Veruela], 2010) y, como editor literario, Abdallah/Aziz y Aziza (Madrid: Ed. Reino de Cordelia, 2010).
N
80
Anejos de Hápax II
significat ivas referencias desaparecer ían en la versión definit iva de l
Libro de los gorriones2.
Evidentemente, en esta ocasión se t rata de una co laboración puntua l
con los citados editores, ya que por entonces el poeta acababa de
incorporarse a la redacción del diar io El Contemporáneo (el 20 de
diciembre de 1860, para el número inaugural, Bécquer ofrece la pr imera
de sus Cartas literarias a una mujer ), donde irá derrochando su ingenio,
sobre todo a t ravés de las espectaculares leyendas, hasta comienzos de
1865.
Será a part ir de este últ imo año cuando, cargadas sus carpetas con las
anotaciones y dibu jos que han ido proporcionándo les tanto la estancia en
el Monaster io de Veruela como los numerosos via jes que realizaron
juntos, pasarán a ser figuras destacadas d el citado El Museo Universal .
Ya Gustavo Ado lfo reclamó por escr ito , poco antes (en Desde mi celda ,
carta IV), la urgencia con que debían llevarse a cabo expediciones que
dejasen constancia de los t rajes característ icos, usos y costumbres
populares que comenzaban por entonces a perderse como consecuencia
de la inevitable homogeneización que le esperaba al país según fuese
extendiéndose la imparable red de ferrocarr iles.
“El hogar” , “La misa del alba” , “Las jugadoras” , “La sardinera” , “E l
t iro de barra” , “La salida de la escuela ” , “La pastora” , “La noche de
difuntos” , “El pregonero”… son a lgunos de los fantást icos t rabajos que
los Bécquer o frecen al alimón al semanar io, fruto de las expedic iones
que están realizando gracias a la modesta pensión anua l que al pintor le
ha concedido el entonces minist ro de Fomento, Alcalá Galiano. Mucho
mejor remunerado estuvo el poeta el pr imer semestre de ese año, gracias
al cargo de censor de novelas que le o freció González Bravo (y que le
permit ió renunciar a su recién asumida responsabilidad como director de
El Contemporáneo , ahora host il al po lít ico que tanto había hecho, y
har ía, por él).
2 Para el estudio de las Rimas ver PAGEARD [1972].
81
Anejos de Hápax II
La salida de la escuela La pastora
El t iro de barra La sardinera
Una desahogada posición económica que perderá en octubre (aunque
por poco t iempo), pero que se verá recompensada a part ir de enero de
1866 al asumir la dirección del nuevo semanar io para el que ahora
t rabajaba.
82
Anejos de Hápax II
Durante su etapa al frente de El Museo Universal , Gustavo Ado lfo
publicó en sus páginas las pr imeras versiones de las r imas II, V, XI, XV,
XVI, XXIII, XIV y LXIX. Su puesto le obligaba a ocuparse de la secció n
“Revista de la semana” (apartado nada at ract ivo para un creador como
él), por lo que apenas si encontramos textos de interés hasta el verano,
en que vue lve a reencontrarse con su quer ido hermano Valer iano, quien
acababa de entregar para la Biblioteca ilust rada de Gaspar y Ro i g los
impresionantes dibujos que, grabados por Bernardo Rico, ilust rarán la
nueva novela de Víctor Hugo, Los trabajadores del mar .
Dos persona jes de Los trabajadores del mar
“Las gallinejas” , “La vuelta del campo” , “Monaster io de Santa Mar ía
de Veruela” o “El mercado de Bilbao” darán comienzo en este año a una
nueva y más pro lífica aún, s i cabe, ser ie de important ísimos t rabajos.
83
Anejos de Hápax II
Las gall inejas
El mercado de Bilbao
Tras el regreso de Narváez y González Bravo al gobierno (julio de
1866), Gustavo Ado lfo recupera de nuevo tan magnífico empleo
(verdadero “cho llo” laboral que le reservaba su protector, ya que los
propios autores de las obras que debiera someter a censura –al menos,
lo s amigos más cercanos- se autorizaban ellos mismos la impresión de
84
Anejos de Hápax II
sus textos, según nos dice Nombela) y vuelve a vo lar con Valer iano por
las at ract ivas t ierras de España. También, un año más tarde, veremos en
el Almanaque de El Museo Universa l para 1868 , la futura r ima IX.
Será esta una época especia lmente fruct ífera para el poeta, que le
permit irá nuevos via jes a Sor ia, fundamentalmente (t ierra natal de Casta,
y domicilio de lo s suegros), fruto de los cuales aparecerán hasta
sept iembre del 68 los br illantes comentar ios que acompañan unas no
menos sorprendentes ilust raciones: “El alcalde” , “Santa María de
Veruela” , “Pastor y pastora de Villaciervos” , “El cuento del abuelo” , “E l
santero”…
El cuento del abuelo Santa María de Veruela
Tras el t r iunfo de la revo lución, lo s hermanos Bécquer se t rasladaron
a Toledo y permanecieron allí hasta finales del 69; a lo largo de ese
per iodo, habiendo perdido ambos, definit ivamente, toda ayuda
gubernamental, siguen. enviando a .El Museo. Universal algunas. nuevas
85
Anejos de Hápax II
co laboraciones (“La romer ía de San So les” , “Los dos compadres” , “La
rondalla” , “La fer ia de Sevilla” , entre muchos otros), así como divert idas
car icaturas que ( junto a la copla alusiva que aparece a sus pies) analizan
cuest iones de plena actualidad: el po lémico matr imonio civil, la moda de
acudir a las playas en el verano, los posibles candidatos a la derrocada
corona, etc. Aunque probablemente a sí fuese, parece muy atrevido
adjudicar le a Gustavo Ado lfo la autoría de todas estas coplas (de la
misma forma que tampoco puedo yo demostrar, de momento, que pueden
ser obra de los sevillanos muchos de los jeroglíficos con los que e l
semanar io t iene por costumbre fina lizar cada una de sus entregas).
86
Anejos de Hápax II
La rondalla Los dos compadres
Unas co laboraciones cuya remuneración no podría cubr ir, en abso luto,
las necesidades de una familia de seis personas, más el alquiler de la
vivienda y el sueldo de la muchacha que debía atender a los niños y la s
labores imprescindibles de la casa. ¿Con qué otros ingresos pudieron
contar estos hermanos hasta enero de 1870, en que se hace realidad la
publicación de La Ilustración de Madrid , y puedan vo lver a disponer de
un sueldo estable?
En las biografías consult adas no se hace la menor referencia a este
asunto. En 1991, t ras la apar ición de la primera edición de Los Borbones
en pelota parecía que por fin se iba a aportar algo de luz a ese per iodo
tan falto de not icias; y, efect ivamente, muchos biógrafos dieron por
buena la at r ibución a lo s Bécquer de esa co lección de o fensivas
acuarelas, sustentada con el endeble argumento de que también nuestros
art istas firmaron, en contadas ocasiones, algunos dibujos para Gil Blas
con el co lect ivo pseudónimo “SEM” que rubr ica todas ellas. A falta de
argumentos más só lidos, parece ilógico adjudicar le el más mínimo pape l
protagonista en este álbum al poeta que acompañó al minist ro González
Bravo hasta la frontera y que, t ras la muerte de Narváez, a punto estuvo
de romper su amist ad con Manuel del Palacio cuando este últ imo le s
dedicó a ambos po lít icos la ya famosa e irónica cuarteta a la que se
refiere su hijo Eduardo:
87
Anejos de Hápax II
“Llegó el duque de Valenc ia;
se le está poniendo el rabo.
Se espera con impaciencia
a don Luis González Bravo ”
PAL ACI O [1947: 88].
Cinco años más tarde, una segunda edición de Los Borbones en pelota
mat iza su anter ior afirmación al advert ir que fueron var ios lo s
humoristas que ocultaron su nombre para el paraguas de SEM (Ortego y
los hermanos Perea, fundamentalmente). En mi opinión, a unque
Valer iano pudiese haber co laborado en alguna de estas polémicas y
pornográficas car icaturas (que t ienen como pr inc ipales protagonistas a
Isabel II, Francisco de Asís, Car los Marfor i, Sor Patrocinio, el padre
Claret y González Bravo), los Bécquer debieron estar vo lcados por esa
época en las nuevas co lecciones que la casa Gaspar y Ro ig acababa de
poner en marcha dentro de su Biblioteca ilust rada 3.
1. BÉCQUER, TRADUCTOR
Ya en el pró logo a la pr imera edic ión de las Obras becquer ianas,
Rodr íguez Correa, al lamentar la terr ible pérdida de art istas tan jóvenes
y valiosos, nos advierte: “… y mientras uno dibujaba admirablemente
maderas para Gaspar y Ro ig o La ilustración de Madrid , el otro traducía
novelas insulsas…” ROD RÍG UE Z [1871: XIV].
También Franc isco de Laigles ia ( joven vecino de uno de los modernos
chalets que se construyeron en el barr io de Ventas y que ocuparon
nuestros protagonistas sevillanos al vo lver de Toledo) nos dejó
referencias de la hasta hoy desconocida labo r de t raducción de Gustavo
Ado lfo, aunque tampoco en este caso se nos aclare a qué momento
concreto de su vida se refiere (no olvidemos que tal comentar io lo
realiza 52 años después del fallecimiento del poeta): “…Sólo González
3 En La mosca becqueriana [PORRAS 2009] se reproducen las cubiertas y algunas ilustraciones de esas obras.
88
Anejos de Hápax II
Bravo conoció desde luego su ingenio, le hizo censor de novelas, para
que atendiese a las necesidades de su familia sin la fatiga de las
traducciones que hacía para la casa de Gaspar y Roig , le llevó a la
int imidad de su familia…” L AI GL ES I A [1922: 6] .
¿Qué t raducciones ser ían esas, de las que no tenemos la menor
referencia?
Hay que andar con mucho cuidado sobre este terreno, ya que la
relación del sevillano con la casa Gaspar y Ro ig, como dijimos a l
pr incipio, se ext iende a lo largo de toda la década de los años sesenta. Es
muy posible que algunas de esas pr imeras y “fat igosas” versiones estén
esperándonos entre los numerosísimos art ículos que, sin firma alguna,
recorren no só lo las páginas de la revista El Museo Universal , s ino
también entre las menos estudiadas de El Semanario Popular ( la
publicación que dir ig ía Florencio Janer, cuñado de Augusto Ferrán, entre
lo s años 62-64) ; pero ¿cuáles serán las insulsas novelas a las que se
refiere de pasada su compañero Correíta? Mucho habrá que hurgar en e l
importante (y aún minusvalorado) fondo editorial de los socios catalanes
que, desde la madr ileña calle Pr íncipe, nº 4, animaron como pocos las
rotat ivas españo las en aquellos años en que el gran poeta andaluz
revo lucionaba en silencio la poesía española.
2. ÚLTIMAS COLABORACION ES PARA LA CASA GASPAR Y ROIG
Afortunadamente, contamos con dos cartas enviadas al ya cit ado
Francisco de Laig lesia por el mismo Gustavo Ado lfo, ambas fechadas en
Toledo, con pocos días de diferencia entre una y otra. En la pr imera (18
de julio de 1869), nuestro poeta le ruega el envío urgente “de t res o
cuatro duros” hasta tanto le lleguen algunas de las cant idades qu e le
adeudan tanto Valera (por un cuadro de Valer iano) como la editor ial para
la que t rabajaba. Por la segunda (24 de julio), en la que Bécquer le
agradece a aquel joven amigo los cuarenta reales que le envió, sabemo s
que estaba “como un desesperado, arreg lando un libro de viajes para
89
Anejos de Hápax II
Gaspar”. Es evidente, por tanto, que en el año previo a su labor como
director de La Ilustración de Madrid Gustavo Ado lfo está vert iendo a l
castellano algunas or igina les novelas francesas.
Desde pr incipios de nuestro nuevo siglo vengo adquir iendo cuantas
obras pertenecientes a este fondo editorial llegan a mis manos, y fruto de
dichas pesquisas fue el hallazgo de unas nuevas y magníficas
ilust raciones de Valer iano que habían pasado inadvert idas hasta
entonces. Me refiero, fundamentalmente, a la cubierta de la ser ie
“Aventuras de mar y t ierra” (del cap itán Mayne -Reid) y a t res t ítulos de
Eduardo Laboulaye (ya Jesús Rubio había dado not icia de la presencia de
Valer iano en otra del mismo autor: El príncipe perro ): París en América
y Abdallah , seguido de Aziz y Aziza . D ibujos todos ello s firmados por
Valer iano (no así las que acompañan algunas obras de Julio Verne que,
también, en mi opinión, salieron de su mano). Fruto de este hallazgo fue
la edic ión de mi romance La mosca becqueriana , a la que remito a lo s
lectores interesados.
La cazadora salvaje
93
Anejos de Hápax II
Posib les ilustraciones de Va ler iano (s in f irma) para algunas de las obras de
Julio Verne
3. ABDALLAH, AZIZ Y AZIZA
Independientemente de cuáles fuesen aquellas t raducciones que, a l
parecer, tanto t rabajo le daban a Gustavo Ado lfo en torno a 1865 -68, es
evidente que t ras el t r iunfo de la Gloriosa nuestro poeta volvió a echar
mano del diccionar io bilingüe francés -castellano (al menos hasta enero
de 1870, en que se vo lcará en la dirección del nuevo proyecto con el que
ha conseguido ilusionar a Eduardo Gasset y Art ime: La Ilustración de
Madrid).
94
Anejos de Hápax II
Por tada (página anter ior) y dos i lustraciones de Abdallah
I lusionado como estaba yo con el descubr imiento de las inic iales de
Valer iano en los t ítulos antes citados, he de confesar que hasta 2009
apenas si me int eresé por su adaptación al castellano. Nemesio
Fernández Cuesta, A. R. y F. (Antonio Ribot y Fontseré) , J. Vicente y
Caravantes, Ángel Avilés, Vicente Guimerá, Hermenegildo Giner, entre
otros, son los nombres de los t raductores más habituales en esta empresa
editor ial. Ni rast ro de nuestro admirado Gustavo Ado lfo Bécquer. Sin
embargo, el vo lumen que cont ie ne Abdallah o El trébol de cuatro hojas
(cuento árabe) , seguido de Aziz y Aziza (cuento de Las mil y una
noches) , de Eduardo Laboulaye, es uno de los pocos editados en la
Biblioteca ilust rada cuya versión castellana se debe a un desconocido
Don F. de T. Pseudónimo que, t ras la lectura de dicha versión castellana,
me atreví a asegurar (y sigo sosteniendo hoy) que es obra de nuestro
admirado poeta.
Sé que fui muy atrevido al ident ificar en anter iores ocasiones (tanto
en prensa como en la edic ión de Nuevas rimas de Gustavo Adolfo
Bécquer) dichas inicia les como Don Fulano de Tal, pero insisto en que,
sea o no ésta la correcta interpretación de dichas siglas, debe ser
Bécquer quien se oculta t ras ellas. Aunque es verdad que aparecen a lo
largo del texto expres iones poco afortunadas (“por cima”, “tomando a
95
Anejos de Hápax II
pechos”), y un chirr iante laísmo que resulta inconcebible en boca de l
poeta andaluz, son evidentes sus hue llas a medida que recorremos sus
páginas.
No sólo, a lo largo del texto, veremos aparecer expresiones y a
familiares para los lectores del sevillano (así: “Un sueño que se
desvanece a la mañana”, “En cuest ión de sent imientos”, “Era hermosa
sobre toda ponderación”, etc.), o imágenes espec ialmente at ract ivas para
él (“…dos ojos hermosís imos le miraban, dos ojo s rodeados de una franja
azul y que br illaban más suavemente que las vio letas húmedas con las
gotas del rocío” . d ice, refir iéndose a Leila) y estén presentes pequeños
detalles que le de latan (así ese cont inuo aparecer suyo en el dint el de la s
puertas, en vez de en el umbral) ; es que todo el texto aparece envuelto en
una muy reconocible atmósfera becquer iana.
El sueño que concluye en la tumba, el sol chispeando sobre las olas
del mar, la tristeza alegre y el vino triste, el consuelo de las lágrimas,
el camino de zarzas que conduce a una tumba solitaria sin
inscripción alguna… He aquí só lo algunas de las muchas y
sorprendentes imágenes que aparecen en la t raducción de los poemas que
presenta esta obra y las r imas que pudo reunir el sevillano en su
ambicioso y t runcado Libro de los gorriones .
Resulta fácil imaginarse a Bécquer especialmente ilusionado con la
tarea de adaptar al castellano una ejemplar aventura como la de
Abdallah , pues no olvidemos que diez años at rás también él nos dejó ,
bajo la sorprendente prosa poét ica de El caudillo de las manos rojas ,
ot ra versión de esa lamentable fatalidad que el dest ino reserva a quienes,
ciegos de pasión, vio lan los más elementales mandamientos a que nos
obligan los vínculos fraternales. Y mucho de eso sabían estos art i stas
andaluces, residentes en Toledo desde el estallido de la revo lución, con
cuatro hijos pequeños a su cargo (Casta quedaba en Soria con Emilín,
protagonista invo luntar io de su separación; Winifreda, en Cádiz ¿o
Sevilla?, llevaba ya var ios años ajena a e ste núcleo familiar) y sin e l
sustento económico que hasta esa fecha recibieron del gobierno ahora en
el exilio .
96
Anejos de Hápax II
4. ¿NUEVAS RIMAS?
Pero lo realmente consistente, en mi opinión, para otorgar le su autoría
a nuestro poeta sevillano son los poemas que incluye este magnífico
vo lumen, verdaderas recreaciones (es evidente que no estaba el autor
francés inmerso en la lír ica popular andaluza) que poco t ienen que
envidiar les en calidad e intensidad a algunas de sus inmortales r imas,
con las que guardan más que evidentes concordancias textuales y
formales.
S i ya la sombra de Bécquer parecía refle jarse claramente en su
discurso, la sorpresa fue mayúscula al disponer del texto orig inal (tan
radical fue el cambio formal que sufr ieron los poemas franceses en
manos del poeta que los t raslada a nuestra lengua). Basta con este breve
ejemplo, que recoge los t res últ imos versos del pr imero de ello s, para
que los lectores comprueben la pro funda t ransformación a la que me
refiero. Mientras Laboulaye terminaba el poema “El anc i ano improvisó
lo s siguientes versos” de esta manera:
“Le corps n’est qu’un sépulcre ; heureux qui s’en délivre,
Et tout entier s’abîme en l’amour infini !
Vivre en Dieu, c’est mourir ; mourir en Dieu, c’est vivre !”.
Lo que, lit eralmente t raducido, vendr ía a decir: “El cuerpo no es más
que un sepulcro: dichoso quien se libera de él / y se hunde entero en e l
amor infinito! / ¡Vivir en Dios, es mor ir !; ¡mor ir en Dios, es vivir !”, e l
poeta españo l (Bécquer, afirmo yo) nos sorprenderá con este genia l
romance, cuyo fina l inc luye una imagen que les result ará muy familiar a
todos los conocedores de sus r imas:
“El cuerpo es para el alma
pr isión t r iste y oscura,
dichoso el que la rompe
97
Anejos de Hápax II
de luz y amor en busca.
Dichoso el que a Dios sube
y en su esplendor se inunda
y confundidos arden
como dos llamas juntas” .
Octosílabos, heptasílabos y endecas ílabos engarzados en magníficos
romances, coplas y otras asonánt icas est ructuras de difícil at r ibución a
otro poeta que no fuese el genia l sevillano que estaba inmerso en
aquellas fechas (1868-69) en la reelaboración de las r imas perdidas t ras
el asalto a la casa del minist ro González Bravo (muchas de e llas
recogidas más tarde en el Libro de los gorriones), y a las que
“versiones” a las que hago ahora referencia no t ienen nada que
envidiar les. Es muy posible que de estas recreaciones nacieran imágenes
que luego pasaran al libro de cuentas, y/o viceversa (cuest ión difíc il de
reso lver, pero seguro que muy atract iva para los invest igadores).
Dejo aquí un par de ejemplos más del tesoro que encierra este
vo lumen, remit iendo al lector interesado a las edic iones ya citadas
anter iormente.
“Huyó a la sombra eterna
y con la suya se llevó mi alma!
Huyó: y huyó con ella la alegr ía
quedándome las lágr imas!
No soy más que un cadáver
que por milagro entre los vivos anda.
Mi vida se apagó como la antorcha
que el huracán apaga!” .
***
“¡Vi aquel jardín desierto
donde crecen las zarzas!
98
Anejos de Hápax II
¡Vi aquellas flores, que no r iega nadie,
caer sobre la tumba desho jadas!
Me aproximé a la piedra,
vi la inscr ipción borrada,
y pregunté a lo s árbo les y al viento:
-¿Quién duerme en esta tumba so litar ia?
Me respondió la br isa
agitando las ramas:
-“Reposa aquí la que murió en silencio
de un ignorado amor víct ima santa.
¿Qué importan al dichoso
amarguras extrañas?
¿Qué importan á los vivos los que mueren
y sus secretos en la t ierra guardan?
-¡Abandonadas flores!
exclamé, ¡pobre alma!
¡Aunque os olviden todos, cuando menos
yo rezaré y os regaré con lágr imas!” .
5. OTRAS OBRAS TRADUCID AS POR DON F. DE T. PARA GASPAR Y ROIG
Dos t raducciones más, hasta la fecha, hemos podido encontrar
firmadas con estas po lémicas inic iales. Una de ellas se hizo cargo de la
novela William el grumete ( segunda parte de En el mar , de Mayne-Reid,
perteneciente a la ser ie “Aventuras de mar y t ierra”), el relato de un
puñado de náufragos, con fina l fe liz para sus pr inc ipales protagonistas.
Se t rata de una obra de menor interés que las anter iormente cit adas, y no
inc luye ningún poema a lo largo del relato. Salvo un par de expresiones
impropias en el vocabular io de Gustavo Ado lfo (“por cima del agua”, o
“son más poco numerosos”), la odisea oceánica se lee con cierto agrado.
Girón de niebla… miríadas de estrellas… juguete de una ilusión… que
habita las ondas… son algunas de las expresiones que, muy quer idas por
99
Anejos de Hápax II
nuestro protagonista, aparecen a lo largo de la obra. Que sepamos,
Bécquer no conocía e l inglés, por lo que (de llegar a confirmarse la
autoría del sevillano) muy posiblemente debió real izar su versión a part ir
de otra t raducción francesa.
La otra t raducción de la que tenemos noticia es, cur iosamente, aque l
otro t ítulo de Eduardo Laboulaye, que ya seña lé antes: El príncipe perro
(éste, ilust rado también en su totalidad por Valer iano Bécqu er, como
descubr iera hace años nuestro amigo Jesús Rubio 4). Esta obra añade otra
pizca más de sal al asunto, al estar t raducido esta vez por Don F. de T. y
C. (añadida inicial que yo interpreté como señal del buen humor que se
gastaba el poeta andaluz, ahora ¡Don Fulano de Tal… y Cual!). En esta
ocasión (aunque descubr imos imágenes que pudieran ser le fácilmente
atribuibles, como “corr ía que se las pelaba” o “apurar el cáliz hasta las
heces”), la t raducción es en conjunto muy farragosa, y en su lectura
t ropezamos una y otra vez con múlt iples errores ortográficos (“se
her izan”, “revientan”, “echar”, “buos”, “hazes de paja”…) y una
reincidente caída en unas penosas fórmulas similares a las que señalamos
al hablar de William el grumete : “la reina se hiciese embarazada”, “por
cosas de tan poco momento”, “lo ho jeó por cima”, etc. Parece como si, a l
amparo de estas inic iales (como ocurr iese con el no menos po lémico
“SEM”) pudieran ser var ios los ind ividuos que decid ieron ponerse
“manos a la obra”.
Para nuestra sorpresa, esta nove la incluye un interesante poema:
“Con el viento de la noche
desde el fondo de la selva
una voz que canta y llora
hasta mí llega.
Es de mi amante que gime
víct ima de una hechicera.
¡Pájaro azul! ¡Tiempo alado!
¡Vuela, vuela!
4
RUBIO [1991].
100
Anejos de Hápax II
Le aguardo tan impaciente
que en el cuerpo el alma presa,
por ver le romperá el lazo
que la sujeta.
Y entonces si a hallarme torna
será moribunda ó muerta.
¡Pájaro azul! ¡Tiempo alado!
¡Vuela, vuela!
Si al tornar sabes que he muerto
amante mío, no temas,
porque he de o ír tus pisadas
bajo la t ierra.
Y con pronunciar mi nombre
harás que a la vida vue lva.
¡Pájaro azul! ¡Tiempo alado!
¡Vuela, vuela!” .
6. UNAS MÁS QUE NECESAR IAS DISCULPAS
Llevado de la eufor ia a la que este feliz hallazgo me aupó, en e l
número 1 de la revista El Alambique me atreví a suger ir que era también
Gustavo Ado lfo Bécquer el t raductor que se ocultaba bajo las inicia les G.
R. y M. Son muchís imas las novelas que de la Biblioteca ilust rada de
Gaspar y Ro ig encontramos vert idas al castellano bajo esta firma, as í
como entre las obras que integran la menos conocida Biblioteca
Cient ífica Recreat iva que a part ir de 1870 salieron de la imprenta de esta
casa editor ial. Especia lmente at ract iva result a Viaje por debajo de las
olas (1870) de Aríst ides Roger, personaje a quien se le acusó en Francia
de plagiar a su paisano Julio Verne la célebre Veinte mil leguas de viaje
submarino (obra que, sin embargo, llegar ía a la imprenta dos años más
tarde). ¿Podía ser é ste el libro de viajes que, según el poeta le comentaba
a su amigo Francisco de Laiglesia, estaba “arreglando” para Gaspar?
101
Anejos de Hápax II
El vo lumen t itulado La inteligencia de las aves y de los mamíferos
cont iene algunos fragmentos poét icos extraídos de fábu las de La
Fontaine que presentan, vert idos al castellano, unas caracter íst icas
formales muy próximas a las ut ilizadas en los magníficos poemas que
aparecen en las dos obras de Laboulaye ya cit a das anter iormente. Para
co lmo, entre las páginas dedicadas al gorrión se encuentran cur iosos
comentar ios como éste: “el amor le ha hecho poeta”.
Creía yo por entonces dar una mayor so lidez a mi errónea suposic ió n
con este otro, también frágil, argumento: ¿Pudieron salir de su mano los
“cantares” que aparecieron en El Museo Universal en 1866 (año en e l
que Bécquer dir igía el semanar io)? Uno de ellos decía:
“Quis iera ser go londr ina
para hacer, niña adorada,
el nido de mis amores
debajo de tu ventana” .
Del entusiasmo a la imprudencia só lo hay un paso, y no hay más ciego
que el que no quiere ver, pues ya José María de Cossío en su magist ra l
Cincuenta años de poesía española (1850 -1900)5 nos había alertado de la
presencia de un joven autor de cantares que llegar ía a ser alto oficial de l
Estado Mayor. Apenas un mes después de haber publicado yo tan
precipitado comentar io llegaba a mis manos el único vo lumen que, hasta
la fecha de hoy, veo que ut ilizara el prolífico t raductor para darse a
conocer. En este caso, cur iosamente, se t rata de una “reseña histór ica
semi-or igina l” (como la califica él mismo): Los medios de destrucción 6.
Bajo el t ítulo, queda definit ivamente resuelto el tema: G. R. y M. no es
otro que Genaro Ribot y March. Aunque ya informé de tan t rem endo
error a los lectores de El Alambique (en su número 3), aprovecho esta
ocasión para pedir nuevamente disculpas.
5 COSSÍO [1960: 473]. 6 RIBOT [s. d.].
102
Anejos de Hápax II
7. CONCLUSIONES
Entendiendo la necesar ia prudenc ia con la que ha de t ratarse este
asunto hasta tanto no encontremos argumentos más só lidos con los que
garant izar la paternidad de Gustavo Ado lfo Bécquer en las t raducciones
de las dos obras de Laboulaye ya comentadas ( Abdallah , más Aziz y
Aziza), parece sin embargo excesivo el silencio con que se viene
recibiendo tan feliz hallazgo por parte de la cr ít ica especializada.
Cierto que el nombre del genial sevillano no aparece como autor de
dichas t raducciones en la cubierta de las mismas, pero ¿qué otro poeta
podría co laborar tan est rechamente con Valer iano Bécquer (recordemos
que desde finales del 68 están viviendo juntos en Toledo) y conocer de
pr imera mano el Libro de los gorriones en el que Gustavo Ado lfo está
t rabajando por esas fechas, hasta el punto de ut ilizar unas imágenes que
só lo llegarán a lo s lectores tras su publicación póstuma?
Es más: a r iesgo de cometer uno más de mis garrafales errores, pienso
que var ias de estas “versiones” pudieron proporcionar le a Bécquer e l
asunto de algunas de sus “or iginales” r imas, por más que la mayor ía de
las que tenemos por tales ta mbién nac ieron al calor de las lecturas de
otros autores que, a su vez…
Bien conocidas son algunas de las muy var iadas “fuentes” en que
bebió el protagonista de este art ículo (Byron, Espronceda, Larrea,
Ferrán… o Heine, fundamentalmente), pero no viene mal que yo t raiga
ahora, aquí, un nuevo y claro ejemplo. Presten atención a este breve
fragmento extraído de la famosís ima Atala de Chateaubr iand (sigo la
t raducción que Manuel M. Flamant realizó en 1854 para la Biblioteca
ilust rada de Gaspar y Ro ig; cur iosamente, el mismo año en que nuestro
poeta se instala en Madr id):
103
Anejos de Hápax II
TEXTO A
“¡Cuán divina me pareció la sencilla salvaje , la ignorante Atala,
que de rodi llas ante un añoso y derr ibado pino , como al pie de
un altar ofrecía a Dios sent idas oraciones por un amante
idólatra !”.
Fragmento que, como verán, guarda más que evidentes
concordancias con la becquer iana r ima L:
TEXTO B
“Lo que el salvaje que con torpe mano
hace de un tronco a su capr icho un dios ,
y luego ante su obra se arrodi lla ,
eso hicimos tú y yo,
Dimos formas reales a un fantasma,
de la mente r idícula invención,
y hecho el ídolo ya, sacrificamos
en su altar nuestro amor” .
Ya va siendo hora de que enmudezcan las voces de quienes se
escandalizan cuando oyen decir que nuestro gran poeta no era “original”
en cuanto a los temas que con tanta genialidad abordaba en sus textos
(no está de más recordar les que, como sentenció Eugenio d’Ors, lo que
no es tradición es plagio ). La originalidad del iniciador de nuestra
poesía contemporánea reside, precisamente, en que supo comprender y
comunicar como nadie las comple jas pasiones que, mientras este mundo
nuestro siga girando, le hacen sent irse viv o a todo mortal7.
7 Últimas palabras que, al parecer y en presencia de su íntimo amigo Ferrán, pronunció Bécquer en su lecho de muerte.
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Anejos de Hápax II
BIBLIO GRAFÍA
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105
Anejos de Hápax II
“Alrededor de Bécquer. .. vuela la Rima, ente vulgar entre tantos, antes y
después; único, auténtico en él , como es solo su asonante duro y gris.
Són, Rima, ya no podrán en muchos años usarse en España, sin que
vuelvan de Bécquer. Són, Rima, Rima, Són. El són de l corazón, la Rima
golondrina. (Mejor romanticismo, recóndito, exacto, ceñido, en los
ambientes fatales de la época). Bécquer, el hondo Són” .
Juan Ramón Jiménez
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Anejos de Hápax II
CRÓNICA DE UNA PARODI A ANUNCIADA:
LA “INTRODUCCIÓN SINFÓNIC A” DE GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER
Irene Mizrahi
BOSTO N COL LE GE
Resumen: Este trabajo ofrece un estudio de la “Introducción sinfónica” con el fin de hacer ver
cómo Bécquer presenta aquí un “manifiesto” poético, en donde anuncia su intención de
desenmascarar los secretos apetitos y culpas enterrados en el fondo de la poesía de autores
influyentes, cuyo símbolo es el “genio creador” de la rima III.
Palabras clave: dialogía, parodia, trauma, culpa, instinto básico, ironía.
Abstract: This essay offers a study of the “Introducción sinfónica” with the aim of showing how
Bécquer introduces here a poetic “manifest”, in which he announces his intention to unmask the
secret appetites and guilt buried in the depths of poetry written by influential authors, whose
symbol is the “genio creador” of rima III.
Keywords: dialogism, parody, trauma, guilt, basic instinct, irony.
a cr ít ica suele int erpretar la “Introducción sinfónica” de
Bécquer como un texto metapoét ico en donde el autor
confiesa su opinión acerca de la palabra, la cual le parece un
inst rumento defectuoso para comunicar sus ideas. Por ejemplo, Michae l
Iarocci afir ma que la “Introducción s infónica” manifiesta una historia de
“so luciones imperfectas” [ I ARO C CI 2002:156] en cuanto a la creació n
lit erar ia, dado que “e l poeta finalmente decide sacar las ideas al mundo
aunque sea con un lenguaje que él considera pobre e incapaz de
expresar las bien” [ I AROC CI 2002:156]1. Como la mayor ía de lo s estudiosos,
Iarocci da a suponer así que a Bécquer le parecen mucho más sublimes
las ideas que t iene en la cabeza que todas las palabras del diccionar io ,
las cuales no le result an de ut ilidad para “expresar las bien”. Mas,
conviene preguntar, si Bécquer de verdad ve con tan bu enos o jos tales
conceptos, ¿por qué los tacha de “extravagantes” [61] , “deformes” [61],
“rebeldes” [62] y “absurdos” [62] a lo largo del texto, en donde además
lo s compara con “fantasmas sin consistencia” [62] , con el “abigarrado
1 Equivalente interpretación se suele ofrecer de la rima I. Por ejemplo, Luis Caparros Esperante [BÉCQUER 2003] afirma que este poema anuncia el reconocimiento del “fracaso” de parte del escritor pues el “himno gigante” del poema le resulta “a Bécquer imposible de escribir”. Para J.M. Díez Taboada, el poema igualmente representa la admisión de un fracaso: “todo ese esfuerzo y ese luchar por la expresión es vano, no hay cifra capaz de encerrar el himno interior, gigante y extraño. De él lo que resulte será siempre fragmentario: sólo quedarán unas cadencias
dilatadas, unas páginas” [DÍEZ TABOADA 1965:153; el entrecomillado es del crítico]. En un estudio publicado hace poco [MIZRAHI 2011] he mostrado cómo, en esta rima I, Bécquer desenmascara el discurso de amor que oprime a la mujer, cuya historia silenciada se oculta en el fondo del poema.
L
108
Anejos de Hápax II
equipaje” [63] de un char latán, el cual nada más cont iene “oropeles y
guiñapos” [63], y con la descendencia hambrienta de padres
irresponsables o sexualmente incont inentes que “engendran más hijos de
lo s que pueden alimentar” [61]?2 Al contrario de lo que se sue le
argumentar, estos términos y analogías sugieren que Bécquer está
hablando de ideas descompuestas, como las que, en la r ima III,
manifiesta el “genio creador”, quien inventa “[d]eformes siluetas / de
seres imposibles” [67] de manera compulsiva mediante su desenf renada
“inspiración” o
“Act ividad nerviosa
que no halla en qué emplearse:
sin r iendas que le guíen
caballo vo lador” [67].
En este t rabajo o frezco un estudio de la “Introducción sinfónica” con
el fin de hacer ver cómo Bécquer presenta aquí un “manifiesto” poét ico,
en donde anuncia su int ención de desenmascarar lo s secretos apet itos y
culpas enterrados en el fondo de la poesía de autores influyentes, cuyo
símbo lo es el “genio creador” de la r ima III. En lo que sigue resumo
algunos de los aspectos que ya he demostrado en estudios anter iores, lo s
cuales me parecen de ut ilidad para facilitar la lectura de la “Introducció n
sinfónica” que luego voy a proponer.
De acuerdo con la r ima III, el “genio creador” no pinta las cosas
como las recuerda sino como las desea, es decir, como su desenfrenado
inst into—o “vo lador corcel” [68]— las dibuja. En The Ego and the Id , la
metáfora del cabal lo—“horse” [FREUD 1927: 25]— encarna el ello cuyas
r iendas el ego debe enfrenar –o “hold in check” [FREUD 1927:25]– mediante
la razón que se at iene a la ley de que la causa precede el efecto3. Del
2 Todas las citas de las obras de Bécquer se extraen de la edición de Rubén Benítez [BÉCQUER 1990], salvo las de las
cartas Desde mi celda, las cuales provienen de la edición de Darío Villanueva [BÉCQUER 1985], y las de “Mi conciencia y yo”, que se recogen de la de Ángel Esteban [BÉCQUER 2007: 77-81]. 3 En tanto heredero del idealismo alemán, Bécquer anticipa a Freud, cuyas teorías no significaron una completa
109
Anejos de Hápax II
mismo modo, en la r ima III, la “razón” [69 ] es la
“Brillante r ienda de oro
que poderosa enfrena
de la exalt ada mente [del “genio creador”]
e l vo lador corcel” [68].
Este poema sugiere que el “genio creador” padece una “locura” [67] –
un t rauma o her ida narcis ista, en términos de Freud – que es resultado de
una ambición que no logra sat isfacer y a la que por exceso de orgullo no
puede (o no quiere) renunciar. En otros vocablos, en vez de reconocer y
asumir lo s límit es que la realidad le impone, el “genio creador” manipula
la realidad, representándo la mediante u na forma ( lógica o est ructura) de
engañosa coherencia bajo la cual la “razón” [69] descubre un “caos” [68 ]
de
“Ideas sin palabras
palabras sin sent ido ;
cadencias que no t ienen
ni r itmo ni compas” [67].
De acuerdo con Freud:
“We approach the id with analogies: we call it a chaos, a
cauldron full o f seething excit at ions […]. It is filled with energy
reaching it from the inst incts, but it has no organizat ion,
produces no co llect ive will, but only a st riving to br ing about the
sat isfact ion of the inst inctual needs subject to the obser vance o f
the pleasure pr incip le” [ FREUD 1888:105].
novedad en su momento, como muchos pensadores han señalado. Jean Pierrot afirma, por ejemplo: “However original and revolutionary Freud’s theories may have seemed at first […], the fact is that the foundations for them had already been laid down by a succession of earlier thinkers over a long period” [PIERROT 1981:119]. De acuerdo con M. H. Abrams, ya en el siglo XVIII se pensaba que la inspiración artística podía ilustrar “the immense disproportion
between what a man wants and what he is likely to get, and the strength of the impulse to make up the difference in phantasy” [ABRAMS 1971:140]. En efecto, ya entonces se pensaba que la imaginación podía servir para liberar (o satisfacer) impulsos frustrados [ABRAMS 1971:143].
110
Anejos de Hápax II
En la r ima III, la razón equivale a la voz descomunal, “gigante” [68],
que ordena el “caos” [68] de “[a]ct ividad nerviosa” [67] del “genio
creador”. En la cita anter ior, Freud compara este “caos” con una caldera
de excitaciones en ebullic ión. De similar modo, Bécquer lo coteja con un
“vo lcán que sordo anuncia que va a arder” [68]. No obstante, se suele
pensar que el “genio creador” de este poema es el autor mismo. Por
ejemplo, Rubén Benítez afir ma que aquí la “razón” es la “br illante r ienda
que det iene el impulso demasiado ciego de la inspirac ión” [BÉCQUER 1990:31]
del escr itor. Para este cr ít ico, Bécquer presenta una poesía cuya “f orma”
está de antemano somet ida a una “ordenación casi matemát ica” [BÉCQUER
1990: 32]. En efecto, Benít ez cita a Car los Blanco Aguinaga, con quien
sost iene que “el secreto de la inefable belleza” [BÉCQUER 1990:32] de las
Rimas se encuentra en su “forma” [BÉCQUER 1990:32], es decir, en su
ordenamiento aparente, en su lógica de “exacta geometr ía”, como a su
vez declara Rusell P. Sebo ld [ BÉCQUER 1989:17], quien comparte esta vis ión,
como la mayor ía de lo s estudiosos4. Se desat iende as í el mensaje de las
“Cartas lit erar ias a una mujer”, en donde Bécquer exclama: “La lógica
sabe fraguar razonamientos inatacables que, a pesar de todo, no
convencen. ¡Con tanta fac ilidad se sacan deducciones precisas de una
base fa lsa!” [242] . En efecto, en la r ima II I, la lógica del “genio creador”
no convence a la razón, la cual se at iene a la ley de que el efecto (o
deducción) debe siempre proceder de una causa (o base) ver ificable
mediante la percepción sensor ial. Al buscar la causa desc onocida de las
exaltadas ideas del “genio”, la razón se da cuenta de que éstas no t ienen
fundamento: la poesía del “genio” ostenta una lógica o forma vacía pues
hace referencia a “[m]emorias y deseos / de cosas que no existen” [67]5.
Esta forma maravillosa es el manto de “nubes” [68] mediante el cual e l
“genio” dis imula tanto sus inst intos egoístas como su “culpa t rágica”
(términos de Freud) hacia la circunstancia de la que no quiere hacerse
4 Con certeza se han notado incoherencias en los poemas becquerianos, pero éstas se han atribuido a la juventud del escritor. Por ejemplo, María del Pilar Palomo afirma: “Bécquer murió demasiado joven para poder objetivar sus sensaciones en un proceso estructurado, como Petrarca” [PALOMO/KING/CELAYA 1982: 289]. 5 Todos los personajes que representan al “genio creador” hablan de “cosas que no existen”. En “Mi conciencia y yo”,
por ejemplo, el protagonista impensadamente admite al referirse a sus compañeros: “éste [amigo] cuenta un embuste, aquél otro, todos sabemos que son mentiras, y los escuchamos como si fueran verdades” [79]. Como sucede en este ejemplo, cuando tales personajes dicen la verdad es porque ésta se les escapa sin querer (se entiende).
111
Anejos de Hápax II
cargo y cuyos “paisajes aparecen” como “al t ravés de un tul” [67]. La
poesía del “genio” const ituye un mero efecto o síntoma de la culpa que
éste secretamente padece por la represión propia y ajena que su vo luntad
de dominio ocas iona. En vez de “razonamientos inatacables”, sus
exaltadas ideas son las racionalizaciones qu e ut iliza para just ificar (y as í
acallar o repr imir) esa voz inter ior de la conciencia social a la que no
quiere atender para no tener que cambiar, adoptando un comportamiento
responsable hacia sí mismo y hacia los demás. De hecho, todos mis
estudios previos corroboran que el protagonista (o voz poét ica) que
representa al “genio creador” en la obra de Bécquer es un escr itor
patriarcal o burgués que se ve constantemente atormentado por la culpa,
la cual en secreto lo persigue a todas partes como su sombra. P or
ejemplo, al protagonista de “Mi conciencia y yo” invo luntar iamente se le
escapa que su “inspiración” (r ima III) proviene de la propia conciencia
social que lo humilla , poniéndo lo verde por los callados cr ímenes que ha
comet ido:
“Careceré de conciencia literar ia, pero no de esa otra conciencia
que vive en el fondo del corazón de l hombre, que se interpone en
su camino, que cruzándose de brazos ante él, le lanza una
despreciat iva carca jada o un anatema espantoso, dándo le en e l
rostro con sus defectos, sus r idiculeces o sus cr ímenes […]; el
suceso que voy a refer ir lo test ifica” [77].
La culpa que agobia al “genio creador” para que controle sus apet itos
y se haga cargo de la realidad a veces toma la forma de un fantasma de
mujer: “tenía miedo de estar so lo con una mujer, porque esa mujer era mi
conciencia” [BÉCQUER 2007: 80]. Aunque la conciencia social lo tortura,
produciéndo le un malestar cuyos síntomas pueden igualmente tomar
forma de insomnio, sueños agobiantes y pesad illas, el “genio cre ador” no
se enfrenta con ella. En cambio, la proyecta en Otro, acusándo lo de lo
que él mismo está siendo condenado por su propia conciencia social o
convirt iéndo lo en chivo expiator io de este odio de sí mismo para recibir
112
Anejos de Hápax II
e l cast igo que celadamente ansía a t ravés del gozo sádico que e l
sufr imiento ajeno le produce, como ilust ra “El románt ico ment iroso y su
culpa t rágica en ‘Un lance pesado’ de Bécquer ”6.
Ciertamente, el discurso dialógico de Bécquer comunica dos histor ias
al mismo t iempo: la historia “o ficia l”, es decir, la que el “genio” puede
controlar, la que se encuentra bajo su dominio consciente, y la histor ia
“silenciada” que él no t iene la capacida d de regular porque esta histor ia
se le escapa del inconsciente a t ravés de sus múlt iples deslices
lingüíst icos, contradicciones (o ironías) , referencias int ertextuales y
lagunas de memoria. Parece indudable que Bécquer ant icipa a Freud y a
Lacan dado que, como Jane Gallop ha advert ido:
“Lit erary cr it ics learn how to read the letter of t he text , how to
int erpret the style, the form, rather t han just reading for content ,
for ideas. The psychoanalyst learns to listen not so much to her
pat ient’s main po int as to odd marginal moments, slips o f the
tongue, unintended disclosures. Freud formulated this
psychoana lyt ic method, but Lacan has generalized it into a wa y
of receiving all discourse, not just the analysand’s”
[GALLOP 1985:23].
El anuncio de que en la histor ia “o ficia l” del “genio crea dor” hemos
de ver el “retorno de lo repr imido” no só lo se insinúa en la r ima III sino
también en las cartas lit erar ias, en donde Bécquer de nuevo hace
referencia a la exalt ada “inspiración” [263] de “esos hombres que han
escr ito lo que a todos nos admira” [236] ; es decir, aquí alude de vuelta a
la “inspiración” de escr itores patr iarcales cuyo símbo lo es el “genio” de
6 Aquí he propuesto que la historia “oficial” de “Un lance pesado” oculta la culpa trágica que experimenta el narrador por silenciar el incesto que escuchó con sádico placer desde la habitación del gótico mesón en el que se alojó una noche con su donjuanesco amigo cuando ambos iban de camino al monasterio de Veruela. Por los numerosos paralelos que se podrían establecer entre esta obra becqueriana y el cuento “Las medias rojas” de Emilia Pardo Bazán, he considerado sugerir la hipótesis de que esta autora en parte se inspiró en su reconstrucción de “Un lance pesado” para elaborar su propia denuncia de la violencia paterna que padecen las muchachas de clase baja. De hecho, presiento que la autora le dedica otra venia a Bécquer en su cuento “Primer amor”, el cual puede interpretarse como
su manera de transmitir un mensaje similar al de la leyenda “Los ojos verdes”, en donde Bécquer desenmascara la fantasía narcisista del protagonista Fernando de Argenzola y las consecuencias trágicas de su obsesión por la imagen idealizada de la mujer que propaga la cultura patriarcal , como he sugerido en MIZRAHI [2003].
113
Anejos de Hápax II
la r ima III. Como en este poema, en donde la razón const ituye el “[h] ilo
de luz” que “ata” [68] los pensamientos caót icos de éste, en las cart as
lit erar ias, la razón equiva le al “hilo de luz que ata entre sí lo s
pensamientos más absurdos que nadan” [236] en el “caos” [236] de la
“imaginación” [236] de esos escr itores admirados (míst icos o laicos) ,
cuya poesía “se enseña en las universidades, se discute en los círculos
lit erar ios y se explica en los ateneos” [231]7. Pero Bécquer le advierte
aquí a su amada que, en sus escr itos, ese hilo de la razón no result a
vis ible o percept ible:
“si tú supieras cuán impercept ible es el hilo de luz que ata entr e
sí los pensamientos más absurdos, que nadan en su caos; si tú
supieras” [236; la cur siva es mía ] .
A fin de bur lar la censura, se ent iende, Bécquer impide la percepció n
del hilo de reflexión analít ica (o psicoanalít ica) que él ha seguido para
desenmascarar la histor ia “oficia l” –encubierta con un tul de nubes – de
esos autores consagrados. De este modo, Bécquer a su vez resiste e l
consumo pasivo, irreflexivo del arte, motivando a lo s lectores a
reorganizar por cuenta propia esas “cadencias que no t ie nen/ ni r itmo ni
compás” [r ima III 66] según la lógica de causa y efecto y así producir un
“Armonioso ritmo
que con cadencia y número
las fugit ivas notas [del “genio creador”]
encierra en e l compás” [r ima III 68].8
7 Mediante la pregunta: ¿No has soñado nunca?” [236], Bécquer le insinúa a su amada en estas cartas que las absurdas
creaciones de esos artistas son como sueños (a través de los cuales se liberan o satisfacen frustrados apetitos). 8 Esta valoración del “armonioso ritmo” de la razón sugiere que existe una fuerte alianza entre Bécquer y los krausistas, los cuales a su vez enaltecen el “racionalismo armónico” [MARTÍN BUEZAS 1978:72], en términos de Fernando Martín Buezas, quien observa: “La exaltación de la razón es la más clara constante de nuestro pensamiento krausista. Y adquiere, en las obras, en los trabajos y en la vida de Sanz del Río, una obsesión permanente” [MARTÍN
BUEZAS 1978:72]. Mediante su enaltecimiento de la razón, Bécquer se distingue de autores románticos como José de Espronceda, quien declara en el Diablo Mundo, por ejemplo:
“Que yo bien sé que el mundo no adelanta un paso más en su inmortal carrera cuando algún escritor como yo canta
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Anejos de Hápax II
El “genio creador” equiva le al t ipo de autor que Freud descr ibe en
General Psychological Theory , e l cual se conduce de similar ma nera a lo
largo de las épocas. Se t rata de un t ipo de escr itor que evita hacerse
cargo de la realidad “because he cannot come t o terms with the demand
for the renunciat ion of inst inctual sat isfact ion” [FREUD 1997:26]. En vez de
responder a la llamada de la realidad, dominando sus bajos inst intos, este
t ipo de escr itor “with his special g ift s he molds his phantasies into a new
kind of realit y, and men concede them a just ificat ion as valuable
reflect ions o f actual life” [ FREUD 1997:26]. Gracias a hombres que lo
t ransforman en “king, creator, favor ite he desired to be” [FREUD 1997: 26],
porque sienten “the same dissat isfact ion” [FREUD 1997:26] con la
circunstanc ia que él exper imenta, su ment ida realidad (historia “o ficia l”)
puede convert irse en modelo “reinante” de orden social, que es e l
pr incipio al que e l superego se subordina. De acuerdo con Freud, a fin
de no dejarse manipular po r las normas que emanan de esas supuestas
realidades, los seres humanos necesitan:
“to st rengthen the ego, to make it more independent of the super -
ego, to widen its fie ld o f percept ion [de la realidad exter ior] and
lo primero que salta en su mollera; […] Terco escribo en mi loco desvarío sin ton ni son y para gusto mío” [ESPRONCEDA 1978:194].
Equivalente voluntad de escribir lo primero que al autor se le pasa por la cabeza expresa el primer Manifiesto Surrealista, en donde leemos que el surrealismo es: “Automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar […] el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”. Como el análisis de la “Introducción sinfónica” va a confirmar, precisamente porque Bécquer comprende “el funcionamiento real del pensamiento” no acepta reproducirlo de manera automática, sino mediante “la intervención reguladora de la razón” que reconoce y asume los límites que la realidad le impone al ser humano y por ende somete el “dictado del pensamiento” a un metódico análisis reflexivo. Al igual que los románticos a lo Espronceda y (futuros) surrealistas, Bécquer claramente rechaza la preocupación por la forma
o belleza estética, aunque, a diferencia de ellos, la “preocupación moral” –es decir, la conciencia social– es el espíritu de amor a sí mismo y al Otro que anima su metódico programa artístico. De hecho, como Bécquer da a entender en sus cartas literarias, la “inspiración” de su poesía no proviene del instinto carnal (rima III) sino del amor que Jesús encarna en la primitiva religión cristiana:
“Sí; el amor es el manantial perenne de toda poesía, el origen fecundo de todo lo grande, el principio eterno de todo lo bello y, digo el amor, porque la religión, nuestra religión, sobre todo, es amor también, es el amor más puro, más hermoso, el único infinito que se
conoce, y solo a estos dos astros de la inteligencia puede volverse el hombre, cuando desea luz que alumbre en su camino, inspiración que fecundice su vena estéril y fatigada” [ 237; la cursiva es mía].
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Anejos de Hápax II
enlarge it s organizat ion, so that it can appropriate fresh port ions
of the id. Where id was, there ego shall be” [FREUD 1888:80].
Como Bécquer, Freud sabe dist inguir entre el t ipo de autor que se
somete pasivamente a lo s dictados del superego y el t ipo de escr itor que
lucha por liberarse de su control, tomando “the circuitous path o f
creat ing real alterat ions in t he outer wor ld” [ FREUD 1997:26]. Tanto éste
como aquél ocult an sus propósitos bajo ingeniosos disfraces, si bien por
mot ivos radicalmente diferentes. Debido a la censura, el t raje que
recubre las ideas del t ipo de escr itor po lít icamente responsable no
disimula int ereses ego ístas sino alt ru istas: su cr ít ica de la situació n
opresiva que anhela alt erar:
“The st r icter the censorship, the more far -reaching will be the
disguise and the more ingenious too may be the means employed
for put t ing the reader o n the scent of the t rue meaning ”
[FREUD 1965:142].
En sus cartas Desde mi celda , Bécquer vuelve a anunc iar que, cuando
t iene una de esas ideas “extrañas”, la desnuda antes de comunicárse la a l
público. Si bien desenmascara (o desnuda) la idea cuya verdad latente
pasa desapercibida a causa del no reconocido (y, por ende, “extraño”)
manto que la recubre, no la deja complet amente “en pelota” sino que la
viste a la moda del día para que bur le la censura o fic ial:
“No basta tener una idea, es necesar io despo jar la de su extraña
manera de ser, [y] vest ir la un poco al uso para que esté
presentable, aderezar la y condimentar la, en fin, a propósito para
el paladar de los lectores de un pe r iódico, po lít ico po r
añadidura” [201].
En esencia, según veremos, éste es igualmente el mensaje que
Bécquer comunica en la “Introducción sinfónica”.
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Anejos de Hápax II
Otro aspecto que conviene mencionar antes de pasar a l estudio de est a
obra es que la poesía del “genio creador” equivale a la poesía de “todo el
mundo” en la reseña de La soledad , en donde Bécquer de nuevo da a
entender que los lectores que se quedan en la superficie del texto nada
más están leyendo la poesía patr iarcal (y no la parodia de ella) cuyo
pr incipio de entretenimiento es fugaz: su efecto placentero desaparece en
la últ ima página –cuando “se dobla la ho ja con una suave sonr isa de
sat isfacción” [221]–, disipándose tan rápidamente como “una melod ía que
nace, se desarrolla , acaba y se desvanece” [221]. En efecto, el pr incipal
propósito de su poesía dialógica –o poesía de “los poetas” [221]– no es e l
de entretener sino el de inquietar, despertando “las mil ideas que
duermen en el océano sin fondo de la fantasía” [221]. Bécquer produce ta l
desasosiego para est imular a los lec tores a reconstruir la histor ia
“silenciada”, agrupando de manera ordenada y coherente las “mil ideas”
que su poesía dialógica suscit a cuando “se acaba” de leer y “se inclina la
frente cargada de pensamientos sin nombre” [221]. Bajo la poesía de
“todo el mundo” siempre se oculta la misma historia de siempre, e s
decir, con el paso del t iempo, ésta cambia de lógica manifiesta, mas no
de lógica latente o vo luntad de poder. En contraste, el pueblo refleja la
histor ia autént ica puesto que, a juic io de Bécquer, é ste “sabe sint et izar
en sus obras las creencias, las aspiraciones y el sent imiento de una
época” [222; la cur siva es mía ]. Bécquer sugiere así que, a diferencia de la
poesía del “genio creador”, la del “pueblo” no esconde el propósito de
manipular a los lectores con “magníficos versos” a fin de que acepten
pasivamente su ideas en tanto verdades o “razonamientos inatacables”.
La poesía popular, que se presenta bajo una forma o “t raje más humilde”
[223] , presta atención al Otro dado que “ responde a todos los tonos de la
infinit a escala del sent imiento y las pasiones” [224; la cur siva es mía ].
Parece que, sea cual sea el género sexual, la clase social, la religión o la
raza del lector, éste siempre ha de encontrar en la poesía del pueblo una
voz que sintoniza con su propia exper iencia, dado que, según Bécquer,
en ella “hay un gr ito para cada do lor, una sonr isa para cada esperanza ,
una lágr ima para cada desengaño, un suspiro para cada recuerdo” [224].
117
Anejos de Hápax II
Probablemente por esta “causa” desconocida, se infiere, la España
dominada por el orden patr iarcal (religioso o laico) repudia la poesía de l
pueblo, a la que no at ribuye ningún valor en tanto forma de arte, a
diferencia de lo que sucede en países como Alemania, en donde esta
clase de canciones ya “const ituye un género de poesía” [222]:
“Goethe, Schiller, Uhland, Heine no se han desdeñado de
cult ivar lo ; es más, se han glor iado de hacer lo” [222-223].
No sorprende que a Bécquer le resu lte “digno de aplauso” [223] e l
propósito de Augusto Ferrán de elevar el género popular a “la categor ía
de tal en el terreno del arte” [223]. Ferrán contr ibuye a la lucha por
cambiar las est ructuras establecidas, la cual se lleva a cabo de dos
maneras al mismo t iempo: proporcionándole legit imidad a la poesía de l
pueblo a t ravés de su recuperac ión y recreación y quitándo le prest igio a
la poesía de “todo el mundo” mediante el desenmascaramiento de sus
engañosos valores.
La poesía de “todo el mundo” ostenta una imaginac ión t iránica pues
“completa sus cuadros” [221], en vez de contar con la part icipació n
act iva del público para completar los9. En e fecto, esta poesía “magnífica
y sonora” no est imula a su audiencia a pensar por sí misma, sino que “la
conduce a su antojo por un sendero desconocido [para ella], seduciéndo la
con su armonía y su hermosura” [221]10
. Freud igua lmente implora la
seducción que a lo largo de la histor ia han ejerc ido las ideas (religiosas
o laicas) de la cultura patr iarcal que distorsionan la realidad y cuyo
maligno encanto “depends on this distort ion and lack o f recognit ion.
When the r iddle they present is so lved […], these diseases cease to be
9 A diferencia del “genio creador”, Bécquer no “completa sus cuadros”. Notoriamente afirma en “Los ojos verdes”, por ejemplo: “cuento con la imaginación de mis lectores para hacerme comprender en este que pudiéramos llamar boceto de un cuadro que pintaré algún día” [189; la cursiva es mía]. Se entiende que los lectores seriamente interesados en comprender el texto deben tratar de completar por sí mismos ese “cuadro” como si se tratase de un rompecabezas cuyas piezas se han de recomponer siguiendo el “imperceptible” hilo de la razón o ley de que la causa precede el efecto. 10 En sus cartas literarias, Bécquer le aconseja a su amada: “Cuando un poeta te pinte en magníficos versos su amor,
duda” [235; la cursiva es mía]. Los “magníficos versos” de ese poeta podrán tener un valor estético admirable, pero esa “forma” que seduce con su (aparente) “armonía y su hermosura” no necesariamente oculta el propósito ético de atender a las necesidades del Otro con responsabilidad.
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Anejos de Hápax II
able to exist” [FREUD 1957: 148]. En la r ima III, la razón en efecto cura e l
“esp ír it u” [68] agitado y abat ido del “genio creador” –quien de hecho
“recobra su vigor” [68]– a l hacer le tomar conciencia de la “causa”
desconocida que inspira sus absurdas creaciones: el inst into de vida
eterna, la sed de “inmortalidad” [243] o la “loca aspiración del hombre a
perpetuarse”, en términos de las cartas lit erar ias [243; la cur siva es mía ]. Al
hacer le escuchar tanto la voz de su propia conciencia social como las
voces ajenas que su historia “o ficia l” acalla (o deja s in voz: “sin
fónica”), la razón su “fiebre apaga” [68], calmando el malestar que su
“esp ír it u exalt a y desfallece” [67]. Precisamente, el malestar –“fiebres”
[62] , “exaltaciones y abat imientos” [62]– que, según Bécquer, él mismo
padece en la “Introducción sinfónica”, proviene de la misma “causa” [62]
desconocida: el “inst into de la vida” [61] o sed de glor ia de los “rebe ldes
hijo s de la imaginación” [62].
Según se ha visto, Bécquer se forma sus ideas ateniéndose a su propia
percepción sensor ial de la realidad. Además, como especifica en sus
cartas literar ias, conserva la “memoria viva” [235] de las impresiones (o
sensac iones) que de la realidad le llegan a la conciencia, dejando en ella
“su huella al pasar” [234] . En contraste, el “genio creador” o lvida la
circunstanc ia que capta con sus sent idos porque prefiere creer [o crear]
la histor ia “o ficia l” de la misma que mejo r sat isface sus apet itos, a pesar
de la culpa t rágica que al mismo t iempo padece por t ratar de borrar de la
memoria personal –y de la memoria co lect iva– e l rast ro que la rea lidad
deja en su mente al pasar. A Bécquer le ocasionan terr ible malestar lo s
“hijos de la imaginación”; en cambio , no le causan “fiebres” (ni
“exalt aciones” ni “abat imientos”) sus remembranzas de exper iencias
personalmente vividas, las cuales evoca con el espír itu “puro, t ranquilo,
sereno” [234]. Con gran paz moral acude Bécquer a estas “hijas de la
sensac ión” [234] para estampar las sobre el papel “como el que copia de
una página ya escr ita” [234]. Entonces estas diáfanas reminiscencias
t ienden sus “alas t ransparentes” y cruzan otra vez a sus o jos, “como en
una vis ión luminosa y magnífica” [234]. Parece claro que no existe ni la
más mínima relación entre estos resplandecientes recuerdos que
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Anejos de Hápax II
provienen de su exper iencia personal –Bécquer efect ivamente lo s guarda
como un valioso “tesoro” [235] en su memoria– y lo s fantasmas que, en la
“Introducción sinfónica”, llevan una vida “oscura y extraña” [61] en los
“tenebrosos r incones” [61] de su cerebro, desde donde a veces lo agitan y
oprimen con sus “sedic iones” [62], haciéndo le pasar noches de
“insomnio” [62] y “pesadilla” [63].
El “genio creador” quiere ver (o dominar) al Otro sin ser visto é l
mismo, es decir, sin que éste advierta el oculto interés que mot iva sus
“magníficos versos”, según he propuesto en “El amor platónico ‘en
pelota’: desenmascaramiento del sublimado apet ito sexua l en la r ima I de
Bécquer” . Opuestamente, como Bécquer ins inúa mediante la
“Introducción sinfónica”, él da a conocer su real idad más pr ivada,
abr iendo de par en par las puertas de l “mister ioso santuar io” [61] de su
cabeza11
. En efecto, aquí Bécquer invita a los lectores a penetrar en su
secreta int imidad para observar cómo funciona el proceso de creación de
su poesía dialógica:
“Por los tenebrosos r incones de mi cerebro, acurrucados y
desnudos, duermen los extravagantes hijos de mi fantasía,
esperando en s ilenc io que el arte lo s vista de la palabra, para
poderse presentar decentes en la escena del mundo ” [61].
Los “hijos de la imaginación” simbo lizan los apet itos compuls ivo s
que la poesía de “todo el mundo” a hur tadillas libera e inst iga en los
lectores para que estos dejen de reconocer y asumir sus propios deseos y
aspiren a ser como los “seres imposibles” [r ima III 67] que el “genio
creador” celadamente quiere que sean y a desear lo que a él le conviene
que deseen. Bécquer da a entender que él ha puesto en práct ica la
“razón” [r ima III ] , dado que ha desnudado (es decir, ha desenmascarado),
silenciado y arr inconado esos antojos egoístas (que se hallaban ocultos
11 Se entiende que así Bécquer también responde al deseo de su amada ––símbolo de lector cómplice, como he
sugerido en MIZRAHI [2003]—, quien en las cartas literarias le manifiesta su profundo anhelo de penetrar “en ese misterioso santuario en donde a veces se refugia tu alma, y cuyo dintel no puede traspasar la mía” [230; la cursiva es mía].
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t ras racionalizaciones que acallan la culpa que producen) en las más
lúgubres y recónditas esquinas de su cerebro, en donde además int enta
mantener los dormidos: “Y aquí, dentro, desnudos y deformes, revueltos y
barajados en indescr ipt ible confusión, lo s siento a veces agitarse y vivir
con una vida obscura y extraña, semejante a la de esas mir íadas de
gérmenes que hierven y se est remecen en una eterna incubación, dentro
de las entrañas de la t ierra” [61]. Como en la r ima III, en donde, es de
recordar, Bécquer coteja la “act ividad nerviosa” del “genio creador” con
un “caos” y con un “vo lcán que sordo anuncia que va a arder”, aqu í
equipara esos fogosos y desordenados deseos con gérmenes que hierven
en las pro fundas cavidades de la t ierra. Parece evidente que, en este
texto, Bécquer personifica ideas cuya “desnudez” [62] revela lo s inst intos
subterráneos que el arte patr iarcal o burgués discretamente libera y
est imula en su público. En efecto, Bécquer compara esos vástagos
est rafa lar ios con productos del desenfrenado impulso carnal –“vo lador
corcel” [r ima III ]– de “padres” (“genios creadores”) avaros e
irresponsables:
“Fecunda, como el lecho de amor de la miser ia, y parecida a esos
padres que engendran más hijos de los que pueden a limentar, mi
musa concibe y pare en e l mister ioso santuar io de la cabeza,
poblándo la de creaciones sin número, a las cuales ni mi act ividad
ni todos los años que me restan de vida ser ían sufic ientes a dar
forma” [61].
Los “hijos de la imaginación” se niegan a ver la realidad cuando
esperan “que el arte [de Bécquer] los vist a de la palabra”: el escr itor no
t iene ni la más mínima int ención de permit ir les salir a la luz pública. De
hecho, los ha condenado a permanecer olvidados en los siniest ros
“devanes del cerebro” [63] hasta el día de su muerte:
121
Anejos de Hápax II
“Conmigo van, dest inados a morir conmigo, sin que de ello s
quede otro rast ro que el que deja un sueño de la media noche,
que a la mañana no puede recordarse ” [61].
Pero, sacudiéndose del control de la razón, a veces esos capr ichos
repr imidos montan una t remenda pataleta ante el terror a desaparecer por
completo, como un sueño fugaz:
“En algunas ocasiones, y ante esta idea terr ible [de la muerte], se
subleva en ellos el inst into de la vida, y agitándose en terr ible,
aunque silencioso tumulto, buscan en t ropel por dónde salir a la
luz, de las t inieblas en que viven” [61].
Mas sabemos ya que, en Bécquer, la palabra está somet ida a la razón,
en vez de a la “inspiración” o
“Sacudimiento extraño
que agita las ideas
como huracán que empuja
las o las en t ropel” [r ima III 66].
Desde la perspect iva de los “hijos de la imaginac ión”, la palabra que
no apoya su sed de glor ia es “t ímida y perezosa” [61], acusació n
claramente injusta desde el punto de vist a de la razón, la cual no suelta
las r iendas de esos bajos impulsos que por terror a la muerte salen
disparados como un “caballo vo lador” [r ima III 67] de los más caliginosos
abismos del cerebro:
“Pero, ¡ay, que entre el mundo de la idea y el de la forma exist e
un abismo que só lo puede salvar la palabra; y la palabra t ímida y
perezosa se niega a secundar sus esfuerzos! ” [61].
122
Anejos de Hápax II
La palabra que obedece los dictados de la razón no coopera del todo
con esos indóciles engendros que, agotados de tanto batallar en vano,
desfallecen nuevamente:
“Mudos, sombríos e impotentes, después de la inút il lucha
vuelven a caer en su ant iguo marasmo ” [61].
Bécquer hace ver que, a su gran pesar, en ocasiones se ve conde nado
a padecer esta cr isis espir itual debido a las “sedic iones de los rebeldes
hijos de la imaginación” [62] que explican algunas de sus “fiebres”:
“ellas son la causa, desconocida para la ciencia, de mis
exaltaciones y mis abat imientos” [62].
La lucha int erna contra la perversa influencia de las ideas que se
heredan de la cultura dominante (superego) también se presenta en
idealistas como Novalis y Schelling [HARTMAN 1970:47]. Wordsworth
confiesa que ha exper imentado equiva lente “ spiritual crisis” [ ABRAMS
1971:103] en la que “‘his mind became disturbed’ and he turned ‘in
vain…/ To science for a cure’ in order ‘to mit igate the fever o f his
heart ’” [ ABRAMS 1971:103]12
. En efecto, la “ciencia” todavía no conocía la
terapia de la “confesión” espontánea que Freud no tardó en adoptar para
sanar este malestar ocasionado por los dictados de la ( int royectada)
cultura patr iarcal, cuyo “sueño de la razón produce monstruos”13
.
Bécquer da a entender que su ocasional cr isis mental result a incluso
más grave porque otras vanas ambiciones vienen a unirse a las que por
12 De hecho, para Wordsworth: “poems to which any value is attached were never produced on any variety of subjects
but by a man who, being possessed of more than usual organic sensibility, has also thought long and deep...” [WORDSWORTH 1989:57; la cursiva es mía]. Este escritor no le concede valor alguno a la poesía que proviene de la desatada inspiración –es decir, del “spontaneous overflow of powerful feelings” [WORDSWORTH 1989:57], sino a la poesía reflexiva que presenta “emotions recollected in tranquility” [WORDSWORTH 1989: 73]. Igual que Wordsworth, en sus cartas literarias, Bécquer propone que la verdadera poesía –la poesía de “los poetas”– se escribe con el espíritu “puro, tranquilo, sereno” [234], es decir, con el espíritu libre del trauma que fragmenta al “genio creador”, alienándolo de sí mismo y de la realidad que lo rodea. 13 Se presenta aquí la confirmación de lo que señalábamos en la nota 8: dado que Bécquer comprende “el
funcionamiento real del pensamiento” no acepta reproducirlo de manera automática, sino mediante “la intervención reguladora de la razón” que, en vez de someterse al “dictado del pensamiento”, lo desenmascara y subvierte a fin de hacer oír las voces acalladas por éste.
123
Anejos de Hápax II
vo luntad de poder en silencio t raman la sublevación en su cabeza,
microcosmos en donde Bécquer pone en escena la insurrec ción contra e l
mandamiento de amor y respeto al Otro que claramente refle ja la que
está teniendo lugar en el mundo que lo rodea o macrocosmos: la rebelió n
de la burguesía –“indiferente mult itud” [62]– que no ve al Otro como un
fin en sí mismo sino como med io para un fin: alcanzar la inmortalidad de
la glor ia14
. A esas ideas que desobedecen la ley de la razón (y del amor)
se siguen y siguen añadiendo nuevas “en monstruoso mar idaje” [62],
co lmando por completo los lóbregos r incones en donde Bécquer intenta
aglomerar las hasta que, “apretadas ya, como las raquít icas plantas de un
vivero, pugnan por dilatar su fantást ica existencia, disputándose los
átomos de la memoria, como el escaso jugo de una t ierra estér il” [62]. A l
no caber en los “desvanes” tét r icos en donde t rata de amontonar las, esas
sublimes necedades salen a conqu istar otros espacios de su memoria,
confundiéndose con sus recuerdos de valo r, es decir, con las “hijas de la
sensac ión” que, conforme hemos visto, se han or iginado a raíz de sus
exper iencias personales del mundo que lo rodea. Entonces a Bécquer le
resulta demasiado labor ioso dist inguir ent re estas ideas que provienen de
la realidad y las que proceden de la poesía de “todo el mundo”:
“Me cuesta t rabajo saber qué cosas he soñado y cuáles me han
sucedido; mis afectos se reparten entre fantasmas de la
imaginación y personajes reales; mi memoria clasifica, revueltos
nombres y fechas de mujeres y días que han muerto o han pasado
con los días y mujeres que no han exist ido sino en mi mente ”
[63].
En efecto, tales “fantasmas sin consistencia” son
14 En “Adán en el Paraíso”, José Ortega y Gasset da a entender que el “verdadero idealista” [82] no es un hombre masa sino un hombre selecto pues no copia mansamente las “supuestas realidades” que “cruzan su cerebro” [82]. En
cambio, éste “se hunde arduamente en el caos de las supuestas realidades y busca entre ellas un principio de orientación para dominarlas, para apoderarse fortísimamente de la res de las cosas que son su única preocupación y su única musa. El idealismo verdaderamente habría de llamarse realismo” [82].
124
Anejos de Hápax II
“Memorias y deseos
de cosas que no existen;
accesos de alegr ía,
impulsos de llora” [r ima III 67].
En la “Introducción”, Bécquer compara los “hijos de la imaginación”
con un “eco” [63], cuyo sonido se percibe, aunque se t rata de una
sensac ión o efecto vacío pues no existe la ya ext inguida vibració n
concreta del sonido (o voz) que lo origina. Bécquer rep roduce tales ideas
como el “eco” del que é l es sordo receptáculo, es decir, como paródica
repet ición de los “accesos de alegr ía” e “impulsos de llorar” que
manifiestan a causa de sus absurdas esperanzas y vanas luchas por
alcanzar el dominio de la realidad que t rasciende su control:
“Id […] y quedad en él [el mundo] como el eco que encontraron
en un alma que pasó por la t ierra, sus alegr ías y sus do lor es, sus
esperanzas y sus luchas” [63; la cur siva es mía ] .
Luego, como esta cita hace ver, Bécquer finalmente les otorga la
palabra a lo s “rebeldes hijos de la imaginación”. Pero no los saca a la
luz porque les at r ibuye un valor excelso, según se t iende a pensar, sino
porque tales “gérmenes” contagiosos se están mult iplicando y le están
invadiendo la conciencia, extenuando las defensas de su “sent ido común,
que es la barrera de los sueños” [62]. En efecto, a Bécquer ya casi le
resulta imposible seguir estableciendo una diferencia clara entre las
ideas de “diversos campos [que] se mezclan y confunden” [62]. E l autor
sugiere así que, como a don Quijote, tales extravagancias sin fundamento
le están haciendo perder la razón o salud mental. Mas esos eminentes
absurdos –meros mecanismos de protección (o dominio) – no só lo le
impiden dist inguir entre sueño y realidad sino que además le o fuscan la
capacidad de percibir la circunstancia que lo rodea con la mente lúcida,
condición imprescind ible para que el escr itor pueda hacerse cargo de ella
125
Anejos de Hápax II
de manera adulta, responsable. He aquí lo que Bécquer en verdad anhela
realizar, y mucho más que tan só lo “un poco” [62], se sobrent iende:
“Deseo ocuparme un poco del mundo que me rodea, pudiendo,
una vez vacío, apartar los o jos de este otro mund o que llevo
dentro de la cabeza” [62].
No accede a llevar a cabo esta encomiable empresa cuando tantas
barbar idades le monopo lizan el espír it u. Si se muestra obligado a
ceder les la palabra, no es porque les t iene respeto (cabe insist ir), sino
porque necesit a exorcizar esos demonios que quieren a poderarse de él,
poseer su alma15
:
“No obstante necesito descansar: necesito , del mismo modo que
se sangra el cuerpo, por cuyas hinchadas venas se precip ita la
sangre con pletór ico empuje, desahogar el cerebro, insufic i ente a
contener tantos absurdos” [62].
E l t rauma es como una her ida que no se cura si no deja de sangrar :
Bécquer necesit a acabar con esa hemorragia de obsesiones o prejuic ios
que lo debilitan y “recobra[r] su vigor” [r ima III] para hacerse cargo de la
realidad como su cr ist iana conciencia social se lo exige: “preciso es
acabar arrojándoos de la cabeza de una vez para siempre” [63].
Parece obvio que a Bécquer no le parece del todo admis ible el lema
donjuanesco de “tan largo me lo fiá is”:
“Si morir es dormir quiero dormir en paz en la noche de la
muerte sin que vengáis a ser mi pesadilla, ma ldiciéndome por
haberos condenado a la nada antes de haber nacido […]. Tal vez
muy pronto tendré que hacer la maleta para el gran via je: de una
hora a otra puede desligarse el espír itu de la mater ia para
15 Para Freud, quienes sufren el trauma dan la impresión “of being pursued by a malignant fate or possessed by some ‘daemonic’ power” [FREUD 1961:16].
126
Anejos de Hápax II
remontarse a regiones más puras. No quiero, cuando esto suceda,
llevar conmigo, como el abigarrado equipaje de un salt imbanqui,
el tesoro de oropeles y guiñapos que ha ido acumulando la
fantasía en los desvanes del cerebro ” [63].
La muerte debe sorprender lo ligero de equipaje, es decir, liberado de
la culpa (o de las racionalizaciones patriarcales de r id ículos capr ichos
que producen este t rauma o malestar), la cual ciertamente representa la
“culpa co lect iva” –o la culpa de “todo el mundo”– que Bécquer asume
como propia y de la que se hace cargo de manera responsable a l
“confesar la” en su obra. Sin embargo, para incitar a la sociedad a que
también se haga cargo de ella y la procese de manera racional, cobrando
así conciencia de e lla, en vez de seguir en la constante “repet ició n
compuls iva” (términos de Freud) de la misma, Bécquer la “confiesa” en
forma de rompecabezas (“riddle” en Freud)16
. Se t rata de un mister io
santo y sistemát icamente programado (en el “mister ioso santuar io ” de su
cabeza) para contr ibuir a salvar a la sociedad de esta “locura” (r ima III)
constantemente perpetuada por individuos resent idos contra la s
circunstanc ias que t rascienden su control, lo s cuales mecánicamente
acuden a lo s “hijos de la imaginación” par a controlar las, en vez de
hacerse cargo de ellas con responsabilidad. Se ent iende que, para
Bécquer, como para Nietzsche: “The earth has all too long been a mad -
house” [NIETZSCHE 1989:22].
Max Scheler ha propuesto que si en una familia , grupo o sociedad
“todo lo que percibimos delata el estado general de una descomposició n
moral” [ SCHELER 2010:155; la cur siva es del autor ], entonces tal estado de
decadencia general:
“es de entrada algo indivis ible, siendo indiferente có mo ha
llegado a producirse e indiferente también quién t iene la cu lpa de
ello , si el padre, la madre, el bisabuelo u otro. Toda exper iencia
16 Siguiendo el ejemplo de Bécquer, el narrador del cuento “Rompecabezas” de Benito Pérez Galdós a su vez incita a buscar la historia “silenciada” cuando afirma: “Es la tal historia o sucedido de notoria insignificancia, si el lector no sabe pasar de las exterioridades del texto gráfico” [PÉREZ GALDÓS 1975:198].
127
Anejos de Hápax II
humana algo más pro funda enseña que semejante culpa co lect iva
y de grupo nunca es totalmente divis ible en la culpa de los
individuos” [SCHELER 2010:155].
Al cargar sobre sí mismo (atr ibuyendo al “yo” poét ico) el t rauma o
culpa co lect iva para contribuir a curar la , Bécquer a su vez ant icipa la
vis ión de Miguel de Unamuno, quien sost iene: “De lo que hay que
liberarse es de la culpa, que es co lect iva” [UNAMUNO 1993:263], añadiendo:
“el que la culpa es co lect iva no ha de servir para sacudirme de ella sobre
lo s demás, sino para cargar sobre mí las culpas de los otros, las de todos
[…]. Y cada uno debe contr ibuir a curar la, por lo que otros no hacen”
[UNAMUNO 1993:263]. En efecto, no asumir la culpa co lect iva como propia
suele conducir a l sacr ificio del Otro en tanto chivo expiator io, conforme
advierte Kenneth Burke en e l siguiente poema:
“In the Iron Law of History
That welds Order and Sacr ifice:
Order leads to Guilt
( for who can keep commandments!)
Guilt needs Redempt ion
( for who would not be cleansed!)
Redempt ion needs Redeemer
(which is to say, a Vict im!).
Order
Through Guilt
To Vict image
(hence: Cult o f the kill)” [BURKE 1970:4-5].
En su “conversación filosó fica” con Consuelo González Cruz, Juan
Villoro observa que debemos pagar “un prec io muy alto” para
“liberarnos de la culpa”: el de vivir escindidos “de la t ribu” porque ésta
lo que pretende no es cambiar el dest ino “sino acomodarse a él, sea cua l
sea” [GONZÁLEZ CRUZ 2011:235]. Bécquer da a entender que él debe pagar e l
128
Anejos de Hápax II
a lto precio de vivir internamente escindido de la sociedad burguesa, la
cual lo expulsar ía de su medio –es decir, de lo s lugares públicos en lo s
que él debe moverse (“pasearse”) para poder t rabajar y ejercer su
vocación de escr itor– s i ésta se percatase de su (secreta, silenciosa)
lucha por alterar las est ructuras dominantes, dando a conocer la histor ia
“silenciada” o “intrahistoria”, en términos de Unamuno: “Y así, aunque
mal, vengo viviendo hasta aquí: paseando por entre la indifer ente
mult it ud esta silenciosa tempestad de mi cabeza” [62]17
. Ciertamente,
conforme a su vez señala Er ich Fromm:
“man will tend to accept for t ruth that which the major it y o f his
group want to be t rue; his judgment is determined by need for
contact with the herd and by fear o f being iso lated from it . A few
individuals can stand this iso lat ion and say the t ruth in spit e o f
the danger o f losing touch. They are t he t rue heroes o f the human
race but for whom we should st ill be living in caves. Yet for the
vast major it y o f men who are not heroes t he development o f
reason depends on the emergence o f a social order in which each
individual is fully respected and not made a tool by the state or
by any other group, a social order in which he need not be afraid
to crit icize and in which the pursuit o f t ruth does not iso late man
17
Bécquer no puede dar a conocer la historia “silenciada” de manera directa. En este sentido, su poesía piensa una cosa, pero dice otra. Del mismo modo, según le asegura Bécquer a su amada en las cartas literarias: “En la mujer es
poesía casi todo lo que piensa; pero muy poco de lo que habla. La razón yo la adivino, y tú la sabes” [233].Con seguridad ella sabe que, en la sociedad patriarcal, la mujer de espíritu inquieto, despierto, no puede decir abiertamente lo que piensa en privado. De hecho, Bécquer recuerda aquí que, cuando a su pregunta femenina: “¿Qué es la poesía?”, él le contestó: “¡La poesía eres tú!”, ella le replicó con “amargura”, con un “ceño de curiosidad burlada”: “¿Crees que mi pregunta sólo es hija de una vana curiosidad de mujer? Te equivocas” [230]. Su réplica nos estimula a cuestionar: ¿cuántos “genios” no se habrán burlado de ella por su voluntad de conocimiento? ¿Cuántos “genios” no le habrán dado a entender que, en la mujer, tal inquietud espiritual no es más que un flirteo superfluo que, en vez de atención o respeto, merece condena? Bécquer experimenta complicidad (o solidaridad) hacia su amada: su común “manera de sentir tiene tantos puntos de contacto” [233] pues ambos se ven obligados a ocultar sus
auténticos deseos, pensamientos y sentimientos para evitar la marginalización social. Sin duda se puede decir que, en este sentido, Bécquer se encuentra en una situación comparable a la de las escritoras de su época, quienes igualmente se ven constreñidas a componer palimpsestos “whose surface designs conceal or obscure deeper, less accessible (and less socially acceptable) levels of meaning” [73], como demuestra el estudio The Madwoman in the Attic: The Woman Writer and The Nineteenth-Century Literary Imagination. Ya en otros trabajos he hecho ver cómo, al igual que estas autoras, Bécquer emplea técnicas desfamiliarizantes para conferirle un carácter de texto que no está listo de antemano, que está en proceso de hacerse, a sus escritos: fragmentación, intertextualidad, pluralidad de perspectivas contradictorias, silencios, brechas, parodia, ironía, modalidad gótica y final abierto. Bécquer se vale de estas técnicas
para producir inquietud, incitando a los lectores a participar, a establecer conexiones y a reconstruir la historia “silenciada” mediante una versión racional, coherente, que responde a la voz del Otro cuya llamada (interior y exterior) el “genio creador” reprime (o intenta reprimir) a través de su poesía (sólo aparentemente) monológica.
129
Anejos de Hápax II
from his brothers but make him feel one with them. It fo llows
that man will at tain the full capacit y for object ivity and reason
only when a society o f men is established above all part icular
divis ions o f the human race, when loya lty to the human race and
to its ideals is considered the pr imal lo yalty that exists”
[FROMM 1978:59-60].
En el pasaje antes cit ado de la “Introducción”, Bécquer compara los
“hijos de la imaginación” con los pomposos “oropeles” que porta e l
char latán (o “salt imbanqui”) cuando sale a buscar incautos para
vender les menjur jes baratos de fabr icación casera por rec etas
medicina les de procedencia cient ífica. Con gran ironía dice que desear ía
poder envo lver esas racionalizaciones (que se hacen pasar por verdades
divinas o cient íficas) con el manto de autoridad del que, se ent iende, é l
mismo las ha despo jado (o desnudado) mediante un metódico anális is
deconstruct ivo de las mismas: “Yo quisiera for jar para cada uno de
vosotros una maravillosa est rofa tejida de frases exqu isit as, en las que os
pudiera envo lver con orgullo, como en un manto de púrpura. Yo quisiera
poder cincelar la forma que ha de conteneros, como se cincela el vaso de
oro que ha de guardar un preciado perfume. ¡Mas es imposible!” [62]18
.
Es de recordar que la selecta poesía de “los poetas” se define como una
poesía “desnuda de art ificio, desembarazada dentro de una forma libre” ,
en su reseña de La soledad [221]. Luego esta ironía bien sugiere que lo
“imposible” no es realizar tal deseo —propio de la poesía de “todo el
mundo”— de afectar un est ilo exquis ito para deslumbrar a la audiencia
con el br illo de la forma (o “vaso de oro”) que cont iene las ideas, sino
exactamente lo opuesto: lo impract icable es e l anhelo de presentar esos
fingidos saberes en la abso luta “desnudez” que exhiben en el “mister ioso
santuar io” de su cabeza, en donde ostentan apet itos t an licenciosos que
producir ían demasiada vergüenza si los dejase “en pelota”, como
Bécquer en efecto deja a las figuras del poder po lít ico y religioso de su
18 Sabido es que los soldados romanos vistieron a Jesús con un manto púrpura para burlarse de sus pretensiones de rey (o de autoridad).
130
Anejos de Hápax II
momento histór ico en Los Borbones en pelota , la co lección de acuarelas
sat ír icas que compuso con su hermano Valer iano. Probablemente ambos
art istas habr ían sido encarcelados o condenados a exilio (tal vez incluso
a muerte) si las autor idades se hubiesen enterado de la existencia de esa
co lección que igualmente desenmascara lo s nada cívicos apet itos
pr ivados de los que mandaban en el país durante esa época19
.
Claro es que Bécquer posee más “inteligencia” de la necesar ia para
bur lar la mirada inquis it iva y astuta de la censura (cabe recordar que é l
mismo ejerció el t rabajo de censor a fin de so lventar sus necesidades
básicas y las de su familia):
“¡Andad, pues! Andad y vivid con la única vida que puedo daros.
Mi inteligencia os nutr irá lo sufic iente para que seáis pa lpables.
Os vest irá aunque sea de harapos , lo bastante para que no
avergüence vuestra desnudez ” [62; la cur siva es mía ].20
19 Los Borbones en pelota sin duda evoca la literatura erótica del siglo XVIII, en donde “there is nothing except the sight of bodies offering themselves up freely, spontaneous desires and immediate pleasures” [GOULEMOT 1994: 50]. La satírica colección de acuarelas, en donde las figuras del poder político y religioso denotan una total falta de compromiso con el Otro, considerado como mero objeto de consumo sexual, refleja la interna represión de quienes
son incapaces de afrontar la sexualidad con honestidad, alegría y naturalidad. Se sugiere que la sempiterna insatisfacción que deja el gozo fugaz alcanzado mediante esta transgresión contra el deseo prohibido (desnaturalizado) condena a una constante y más agresiva búsqueda de ese mismo placer frustrante, el cual no sirve para nada, como diría Lacan, pues ese voraz consumo de cuerpos jamás colma el vacío espiritual de los que tan desaforadamente se dedican a él. Se deduce que a estos “pecadores” les sucede lo que, según Fromm, le ocurre a todo el que cree en un Dios “as symbol of force and domination, having power over men” [FROMM 1978:37; la cursiva es del autor]: “[I]n that sector of his life which is reserved to religion he feels himself to be a sinner (which he actually is, since to live without love is to live in sin) […]. The emptier he becomes, the more sinful he feels. The more sinful he feels, the more he praises his God–and the less able is he to regain himself” [FROMM 1978:51]. En distintos
términos, entre más pecador o culpable se siente, más fanático se vuelve y, entre más fanático se vuelve, más se oprime a sí mismo y a los demás. 20 En el poema “El mendigo” de Espronceda, leemos:
“y en la bulla y la alegría interrumpen la armonía
mis harapos y mi voz” [ESPRONCEDA 1987:34; la cursiva es mía].
Los “harapos” son aquí el disfraz que porta este cínico farsante al que nada “aflige ni afana” [ESPRONCEDA 1987:
35] dado que todo el mundo satisface sus apetitos cuando él se hace pasar por “doliente” mendigo:
“otros trabajan porque coma yo; todos se ablandan si doliente pido una limosna por amor de Dios” [ESPRONCEDA 1987:35].
Al dar a entender que los pordioseros no son sino pícaros que se disfrazan de “harapos” para beneficiarse de la mala conciencia de los demás, este personaje imaginario perjudica todavía más a los mendigos que están realmente necesitados, cuyas voces silencia. He aquí las voces que, en “Mi conciencia y yo”, Bécquer anhela hacer escuchar a
131
Anejos de Hápax II
La palabra becquer iana –producto de la “inteligencia” – cubre “aunque
sea de harapos” a los desenmascarados hijos de la fantasía, para poder los
“presentar decentes en la escena del mundo” [61]. Bécquer corrobora aquí
que, a su juicio, no basta “tener una idea, es necesar io despo jar la de su
extraña manera de ser, [y] vest ir la un poco al uso para que esté
presentable”, como igualmente anuncia en sus cartas Desde mi celda ,
cabe recordar. Bécquer da a entender así que su parodia de las venenosas
ideas propagadas por la poesía patr iarcal o burguesa resulta detectable,
“palpable”, pues la misma está escondida tan só lo bajo las humildes
prendas que hacen falta para pasar la censura y llegar a l público, el cua l
ha de part icipar act ivamente en la búsqueda de esa verdad no sospechada
que él revela en secreto a fin de agit ar la conciencia social en el país21
.
En la “Introducción sinfónica”, Bécquer pone de manifiesto su
propósito de dejar consignados a lo s hijos de la imaginación t iránica
como si estos fueran “los átomos dispersos de un mundo en embrión […]
antes que su Creador haya podido pronunciar e l f iat lux que separa la
claridad de las sombras” [62; la cur siva es mía ]22
. Como sugiere la r ima I II,
través de su parodia de la representación “a lo Espronceda” del mendicante, según he señalado en MIZRAHI [2012].
Mediante su desenmascaramiento (cubierto “aunque sea de harapos”) de mentiras semejantes a ésta (la cual sin duda ofrece un conveniente pretexto para evitar la caridad sin mala conciencia), Bécquer realmente busca (en vez de tan sólo simular que busca) “interrumpir” la (superficial) “armonía” de la sociedad burguesa. 21 También en el “El rayo de luna”, Bécquer indica que ha sepultado una “verdad muy triste” [171] en “el fondo” [171] de la obra: “yo he escrito esta leyenda, que, a los que nada vean en su fondo, al menos podrá entretenerles un rato” [171]. Bécquer no rehúye a los lectores que quieren matar el tiempo leyendo su obra, pero a su juicio no son estos lectores ociosos los que deben ejercer la profesión de críticos literarios: “el criterio de la sensación está sujeto a influencias puramente individuales, de las que se debe despojar el crítico, si ha de llenar su misión dignamente”,
afirma el autor en su reseña de La soledad [221], dando a entender que el crítico respetuoso de los límites que la realidad textual le impone tiene conciencia de que está siempre obligado a tratar de liberarse de sus propios prejuicios para poder percibir lo que la obra –como un fin en sí y no como medio para un fin– comunica tanto consciente como inconscientemente, lo que dice y lo que calla (o lo que intenta, sin éxito, callar). Bécquer ciertamente incita a los lectores a recomponer las historias “silenciadas” por las distintas historias “oficiales” que él denuncia y, en este caso, por la de Manrique, el protagonista de la leyenda, cuya “inspiración” tampoco está frenada por la “brillante rienda de oro” (rima III) de la razón: “dando rienda suelta a la imaginación, [Manrique] forjaba un mundo fantástico, habitado por extrañas creaciones, hijas de sus delirios y ensueños de poeta” [172; la cursiva es mía]. 22 Parece evidente que Bécquer no hace gala de una imaginación tiránica sino de una “imaginación analógica”,
conforme ya da a entender mediante el gran número de analogías que presenta en la “Introducción sinfónica”: “Fecunda, como el lecho” [61]; “con una vida […] semejante a” [61]; “tal caen inertes […] las hojas amarillas” [61]; “Como las raquíticas plantas” [62]; “como el escaso jugo” [62]; “como en un manto de púrpura” [62]; “como se cincela el vaso de oro” [62]; “del mismo modo que se sangra el cuerpo” [62]; “como la estela nebulosa” [62]; “como los átomos dispersos” [62]; “semejantes a fantasmas” [62]; “como el eco” [63]; “como el abigarrado equipaje” [63]. Apoyándose en el análisis de David Tracy y Ram Adhar Mall, entre otros, Mauricio Beuchot define la “imaginación analógica” como “un lenguaje de segundo orden, reflexivo, que re-expresa los significados, relacionándolos con un hecho (o evento) focal y rescatando el orden lógico o relacional de los mismos […]. Tracy habla de un viaje de la
imaginación analógica en el que ella es guiada por el significado focal […] para comprender la totalidad ordenada de una realidad originalmente pluralista, conflictiva y caótica. Es el viaje desde el símbolo, pasando por la reflexión y volviendo al símbolo” [BEUCHOT 2011:87]. He aquí el camino de las tradiciones que privilegian la semejanza-en-la-
132
Anejos de Hápax II
todo lector ser iamente interesado en comprender su obra ha de part icipar
en la reconstrucción de ese mundo que él presenta “en embrión”,
conectando las ideas o átomos dispersos mediante la razón a fin de
producir una
“Atmósfera en que giran
con orden las ideas,
cual átomos que agrupa
recóndita at racción” [68; la cur siva es mía ].
Ciertamente, todo lector cómplice ha de t ratar de separar la claridad
de las sombras mediante un anális is que escucha la
“Gigante voz que el caos
ordena en el cerebro
y entre las sombras hace
la luz aparecer” [68; la cur siva es mía ] .
En definit iva, todo lector cómplice ha de contr ibuir a la creación de
un mundo resistente a la perversa influencia de genios neurót icos, lo s
cuales no son agentes sino medios que mecánicamente incorporan y
propagan (bajo dist intas formas estét icas) la opresiva ley del padre o
moral de los esclavos.
La anter ior lectura rat ifica lo que en previos estudios he demostrado
sobre otras obras del autor: la calidad inacabada, fragmentada,
desordenada, contradictoria de lo s escr itos becquer ianos cumple la
func ión de est imular la práct ica del procesamiento del t rauma, práct ica
que podr ía mejorar nuestra capacidad de superar nuestros propios
t raumas. Con esta habilidad podr íamos más fácilmente liberarnos de
nuestras insegur idades, de nuestros mecanismos de defensa (o dominio),
abr iéndonos a la realidad del mundo que nos rodea para que la luz del so l
diferencia, es decir, el de las tradiciones dialógicas que “se resisten al reduccionismo de la identidad, de la homogeneización, de la univocidad” [BEUCHOT 2011:88].
133
Anejos de Hápax II
pueda penetrar en nuestra noche oscura del alma y bañar la de saludable
clar idad en cuanto a las limitaciones del ser humano23
. Esta catarsis nos
permit ir ía exper imentar la vida con humildad, con reconocimiento de
nuestra frag ilidad y dependencia en las fuerzas del universo que
t rascienden nuestro control24
. Bécquer respalda así lo s valores
“profét icos” que Paul K. Longmore resumirá de este modo:
“not self-sufficiency but self-determinat ion, not independence
but interdependence, not funct ional separateness but personal
connect ion, not phys ica l autonomy but human community”
[FRIES 1997:9].
23 Medicinal es la luz natural del sol en el poema “Convalecencia” de Juan Ramón Jiménez, para quien “la poesía española contemporánea empieza sin duda en Bécquer” [JIMÉNEZ 1940:165]:
“De pronto, sol, te yergues, […] y, en una algarabía ardiente y loca, ladras a los fantasmas vanos que, mudas sombras, me amenazan desde el desierto del ocaso”.
24 Según dice la voz poética en la última parte del poema “Más allá” de Jorge Guillén: “[¡]dependo/ del total más allá,/ dependo de las cosas!/ ¡Sin mí son y ya están!” [GUILLÉN 1998:158]. Esta cosmovisión ya se insinúa en la
religión humanista de Spinoza, como Fromm ha advertido: “Man must see his own limitations and recognize that he is dependent on the totality of forces outside himself over which he has no control. Yet his are the powers of love and of reason. He can develop them and attain an optimum of freedom and of inner strength” [FROMM 1978:41-2].
134
Anejos de Hápax II
BIBLIO GRAFÍA
ABRAMS, M. H., Natural Supernaturalism. Tradition and Revolution in Romantic Literature, New York/
London: W. W. Norton & Company, 1971.
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137
Anejos de Hápax II
“Poesía del amor, poesía de los sueños, poesía del universo. Este mundo
de visiones éxtasis profanos - conserva para nosotros su hechizo.
Admirable transición entre la poesía hispánica del siglo XIX y la del XX,
se mantiene hoy pura y juvenil la obra de Gustavo Adolfo Bécquer,
aunque a medias dormido, muy despierto: visionario andaluz” .
Jorge Guillén
139
Anejos de Hápax II
LA INFLUENCIA DE LAS TRADUCCIONES ÁRABES AL ESPAÑOL
EN LAS RIMAS DE BÉCQUER
Sabih Sadiq
UN IVERS ID AD AU TÓN OMA DE M ADR ID
Resumen: Hoy en día no se valora a los traductores de los textos árabes del siglo XIX a pesar de
la influencia de estos en el gran poeta español Gustavo Adolfo Bécquer. Tenemos cuatro
ejemplos de esta influencia en ideas y términos, son: “Reunir las palabras como un collar de
perlas”, “el aura besa las ondas… e incluso el sauce se inclina hacia el río para besarle”, “tu
pupila es azul, y cuando lloras las transparentes lágrimas en ella se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta” y “Ondas de la muerte”.
Palabras clave: Traducción, arabista, Gustavo Adolfo Bécquer, poesía española, poesía árabe,
literatura comparada.
Abstract: While there are no serious evaluation of the Arabic translations in the Nineteenth
century
on Spanish poets despite their clear influence on great Spanish poet such as Gustavo Adolfo
Bécquer. This influence can be traced in at least four examples of reusing symbols and
expressions as listed below: “poetry is like forming a pearl necklace”, “The breeze kisses the
wave, and even the tree bows to the river to kiss it”, “Tears from your blue eyes are like morning
drops on dew roses” and “the expression of death wave”.
Key words: Translation, Arabist, Gustavo Adolfo Bécquer, Spanish poetry, Arabic poetry,
comparative literature.
pesar del gran esfuerzo que han realizado los arabistas y
traductores españoles a través de sus traducciones de textos
árabes, no se les valora como realmente se merecen. Y no
sólo esto, sino que pasan al olvido a pesar del gran trabajo realizado en
el siglo XIX1.
Un claro ejemplo de lo interesante que fueron sus trabajos es la
influencia que tuvieron estas traducciones en una gran figura de la
poesía española, Gustavo Adolfo Bécquer (1836 -1870).
El poeta sevillano estaba interesado en la historia árabe, incluso quiso
escribir sobre los poetas árabes, como veremos más adelante. En mi
opinión hay cuatro casos en los que se aprecia claramente cómo Bé cquer
fue influenciado por los traductores españoles, son:
1 Es digna de mencionar la obra de MANZANARES DE CIERRE [1972].
A
140
Anejos de Hápax II
1. Reunir las palabras como un collar de perlas.
2. El aura besa las ondas… e incluso el sauce se inclina hacia el río
para besarle.
3. Tu pupila es azul, y cuando lloras las transparentes lágrim as en ella
se me figuran gotas de rocío sobre una violeta.
4. Ondas de la muerte.
1. REUNIR LAS PALABRAS COMO UN COLLAR DE PE RLAS
El gran poeta romántico español Gustavo Adolfo Bécquer en su rima
III describe el “poema” como “un collar” que reúne perlas, dice:
Inteligente mano
Que en un collar de perlas
Consigue las indóciles
Palabras reunir2.
El Conde de Noroña escribió en el prólogo de su libro , copiando del
orientalista Jones, una idea del poeta árabe Abū Tammām que dice lo
siguiente:
“Hay muy pocas colecciones más de la antigua poesía árabe, pero
la más famosa de ellas es la llamada Hamasa , y contiene un gran
número de epigramas, odas y elegías compuestas en varias
ocasiones; ha sido compilada por Abu Tamam, que al mismo
tiempo era excelente poeta, y acostumbraba decir que los
hermosos afectos, entregados a la prosa son como piedras
preciosas derramadas a la ventura, y los que están confinadas en
la medida poética, se asemejan a los braceletes (sic) y sartas de
perlas”3.
2
BÉCQUER [1975: 47], BÉCQUER [1979: 54]. 3 CONDE DE NOROÑA [1833, 16]. Noroña alude al fragmento del poeta ‘abbāsí Abū Tammām cuando dice:
141
Anejos de Hápax II
El conde de Noroña vuelve o tra vez al tema para citar algunos títulos
de libros árabes que contienen esta idea, traducidos de la obra de Jones,
como el libro de al -‘Imād al-Iṣfahānī, al-Jarīda , que significa
'margarita ' , dice Noroña:
“ . . .y el célebre escri tor Omadeddin Al Isfahani que compuso con
elegante esti lo la historia de Saladino, y un libro que no trata
sino de los poetas árabes, inti tulado Kharidh o Margarita”4.
Noroña, otra vez más, vuelve al tema para hablar sobre el libro del
andalusí Ebn Khacan (Ibn Jāqān), Qalā’id al-‘Iqyān , dice:
“A estos se puede añadir Ebn Khacan que escribió copiosamente
de los poetas árabes con un estilo muy hermoso, y cuya obra se
titula: Collares de oro de las suavidades de los poetas
excelentes , y a Taalebi cuyo libro Yatima (cuya voz significa
'pupilo ' y 'perla ') contiene lo que hay de más gracioso, más
elegante, más culto y más elevado en la poesía arábiga5”
.
Entre el siglo XVI y el siglo XVII, el morisco Alonso del Castillo
(1520-1610)6 tradujo las inscripciones de La Alhambra y en su
manuscrito vemos este verso escrito en árabe y en español:
ه لعرش درا وحالّ ا د ه به زان جي لشعر بعض جالل ا أما كان نظم
“¿No era la poesía ay composición uno de sus exquisitos
cuidados y con él sobrepujo toda mensura con aseo espléndido de
perlas y ornato”7.
إن القوافي والمساعي لم تزل مثل النظام إذا أصاب فريدا
هي جوهر نثر فان ألـّـفته بالشعر صار قالئدا وعقودا
Las rimas y los buenos hechos no dejan de ser como los hilos de un collar, si se acierta con algunas aisladas. Son
perlas sueltas; pero si se las agrupa armónicamente en forma poética, se convierten en collares y sartas. 4 CONDE DE NOROÑA [1833: 39]. 5 CONDE DE NOROÑA [1833: 38-39]. 6 Sobre Alonso del Castillo escribió el arabista Darío Cabanelas Rodríguez un libro muy profundo sobre la vida y
trabajos de este morisco. Véase CABANELAS RODRÍGUEZ [1991].
142
Anejos de Hápax II
Aquí vemos que Alonso del Castillo alude a que “la poesía
sobrepujo... perlas y ornato”.
En 1859, E. Lafuente Alcántara publicó su gran obra sobre
Inscripciones árabes de Granada . Este libro contiene muchas
inscripciones del palacio árabe, entre ellas este poema en el que un poeta
anónimo dice el verso antes mencionado:
ه لعرش درا وحالّ ا د ه به زان جي لشعر بعض جالل ا أما كان نظم 8
Según Lafuente Alcántara es así:
“¿No era una de sus grandezas el númen (sic) poético, con el cual
engalanó el escable de su trono, como con un collar de perlas?”9.
En la traducción de Lafuente Al cántara vemos claramente que el poeta
árabe dice “el númen poético... como con un collar de perlas”.
Luego Lafuente Alcántara añade esta aclaración en una nota sobre la
palabra árabe جيد dice:
د“ جي significa cuello, y los árabes comparaban los versos á u na
sarta de perlas, por la simetría y orden con que en ellos se
colocaban las palabras trabadas y sujetas al metro y rima, así
como en este adorno se colocan las perlas simétrica y
art ísticamente dispuestas. Como sus versos y letreros eran usados
para adornos de paredes y muebles, y eran tan dados á las
comparaciones sutiles y agudos conceptos, comparaban el paraje
donde se ponían los versos como adorno, al cuello, que es donde
se coloca el collar”10
.
7 ALONSO DEL CASTILLO [Manuscrito nº 7453, pp. 49-50]. 8 LAFUENTE Y ALCÁNTARA [1859: 161]. 9 LAFUENTE Y ALCÁNTARA [1859: 164]. 10 LAFUENTE Y ALCÁNTARA [1859: 164].
143
Anejos de Hápax II
De todo esto, se ve muy claro que la idea de “Reunir las palabras
como un collar de perlas” se encuentra en español antes de que escribiera
Bécquer su rima.
2. EL AURA BESA LAS ONDAS… E INCLUSO EL SAUCE S E INCLINA HACIA
EL RÍO PARA BESARLE
La rima IX de Bécquer es muy parecida a un poema de un poeta
andalusí traducido al español en 1859. La rima del poeta sevillano dice:
Besa el aura que gime blandamente
las leves ondas que jugando riza ;
el sol besa a la nube en occidente
y de púrpura y oro la matiza;
la llama en derredor del tronco ardiente
por besar a otra llama se desliza
y hasta el sauce, inclinándose a su peso,
al río que le besa vuelve un beso11
.
El arabista Francisco Javier Simonet (1829-1897) publicó, en 1859, su
artículo “Sobre el carácter distintivo de la poesía árabe”12
en el que
tradujo un poema árabe que dice lo siguiente:
“No hay mejor confidente ni mediador de amores que el céfiro,
pues él recibe en los suspiros que se le envían las confianzas y
desahogos del corazón”.
Él obliga a las ramas altivas a inclinarse y besar(le) la frente de los
estanques.
11
BÉCQUER [1975: 28], BÉCQUER [1979: 54]. 12 SIMONET [1859: 8-9]
144
Anejos de Hápax II
Por eso los amantes y los amigos que viven lejos de su patria, se
valen de él para enviar nuevas a los objetos ausentes de su cariño13
.
Lo más destacado entre los dos poemas es que Ibn Sa’īd cree que el
amor representado por el céfiro obliga a l as ramas a besar el río.
Aquí vemos que el poeta árabe utiliza, según la traducción de
Simonet, el céfiro para obligar a “las ramas para besar la frente de los
estanques” y Bécquer utiliza el aura que besa el río y hasta el sauce se
inclina al río para besarlo.
La rima IX del poeta español se publicó en Almanaque del Museo
Universal para 1868(falta esta referencia en la bibliografía final) , este
poema tiene una importancia especial en la literatura española. Juan
María Díaz Taboada en su artículo sobre esta rima dice que es
“extraordinariamente interesante, además de ser una de las más bellas ”14
.
Mientras que José Carlos de Torres Martínez dijo que en este poema:
“se describe el fenómeno del amor universal de los elementos de
la naturaleza, no como ley general, sino como tal proceso
cósmico —amoroso, sorprendido en su realización progresiva, la
cual se besa en una equiparación entre el paso del amor que
conmueve todos los elementos de la naturaleza y el fenómeno del
amanecer”15
.
La traducción española del poema de Ibn Sa’īd fue publicada en el
periódico La América en 1859, periódico que leía Bécquer y en el cual
publicó el poeta sevillano algunos de sus art ículos.
El traductor, Simonet, no citó el nombre del poeta árabe, y he
encontrado que este poema es del poeta andalusí Ibn Sa ’īd, y el original
árabe es:
د ـ عي ابن سـ :
لردف واألعكان ا ا ي ا تبدي خف نها إ ف قود ما تكون، أ لريح ا
13
SIMONET [1859: 9]. 14
DÍAZ TABOADA [1958: 106]. 15
TORRES MARTÍNEZ [1972: 230].
145
Anejos de Hápax II
دران ـ لغـ ا ه أوجـ ـل ّ ـ ب ق ُ ـ ت ئها حتى ا ب إ بعد وتميل األغصان
األحباب واإلخوان لى ا ها رسال ّخـذون ـ ت ي اق ّ ُشـ ـ ع ل ا ذلك ول16
Más tarde, en 1928, el mismo poema fue traducido por García Gómez
al español:
“No hay mayor alcahuete que el viento17
, pues levanta los
vestidos y descubre las partes ocultas del cuerpo,
y ablanda la resistencia de las ramas, haciendo que se inclinen a
besar la faz de los estanques.
Por eso los amantes lo emplean como tercero para llevar
mensajes a sus amigos y enamorados”18
.
Al comparar los dos poemas vemos que Bécquer sigue la idea de Ibn
Sa’īd, veámoslos:
Bécquer Ibn Sa’īd
1868 1859 (Trad. española)
sauce ramas
inclinándose inclinarse
al río frente de los estanques
le besa, vuelve un beso besar
La posibilidad de que Bécquer hubiera leído una de las traducciones
del poema de Ibn Sa ’īd son: Bécquer conocía el periódico La América en
el cual se publicó la traducción del poema de Ibn Sa ’īd, e incluso tiene
publicadas en él algunas de sus leyendas en 186319
.
16
IBN SA’ĪD AL-MAGRIBĪ [1942: 66], [1973: 98]. 17 En El libro de las banderas, de 1942, el traductor cambia esta frase por “El viento es el mayor alcahuete que existe”. 18 GARCÍA GÓMEZ [1928: 120-1], GARCÍA GÓMEZ [1942: 221]. 19 Como La Promesa, en 12 de febrero, en 27 de junio, y El beso, en 27 de julio, leyendas en que alude a los árabes.
146
Anejos de Hápax II
3. TU PUPILA ES AZUL, Y CUANDO LLORAS LAS TRANSPARENTES LÁGRIMAS
EN ELLA SE ME FIGURAN GOTAS DE ROCÍO SOB RE UNA VIOLETA
En un poema del poeta árabe Ibn al -Rūmī se describe una violeta
mojada de rocío como las lágrimas de ojos azules de la amada.
Esta idea "Violeta rocío = ojos azules lágrimas" se repit ió en un
poema del español G. A. Bécquer (1836-1870) que dice en su rima XIII:
Tu pupila es azul, y cuando lloras,
las transparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta20
.
El poeta árabe Ibn al -Rūmī21
dice:
نفسَج في روضة ب ل ا يُت لندى شاهرة رأ ل قة وأحدا
بكا قاطرة ل ا ب ا ن ا لعيون وأجف ا لزهر زرق ا بها يحاكي 22
He visto una violeta en un jardín y sus ojos estaban
abiertos al rocío, como si fuera unos ojos azules y
párpados goteasen al llorar.
Este poemilla fue traducido más de una vez a vari os idiomas, al lat ín,
al inglés y al español en los siglos XVIII y XIX. Al español fueron
traducidos dos veces, la primera es del conde de Noroña y la segunda es
de Francisco Javier Simonet (1829 -1897).
Frutas Gómez de las Cortinas fue el primero que señal ó que había
semejanza entre la traducción de Noroña y la rima XIII de Bécquer en su
art ículo "La fuente l i teraria de Bécquer". He aquí sus palabras:
20 BÉCQUER [1979: 57]. 21 'Alī b. al-'Abbās al-Rūmī, uno de los grandes poetas árabes, nació en Bagdad en 836 (221 H.) y murió en la misma
ciudad en 896 (283 H.). Más información en EL, s.u. Ibn al- Rūmī: “S. Boustany”. III, 931-933. 22
CARLYLE [1796: 25], GULIELMO JONES [1777, 154-5].
147
Anejos de Hápax II
“Hay que agregar que los símiles ojos azules = violeta, y
lágrimas = rocío tienen origen y un desarrollo b astante
complicado; simplificando el problema y suprimiendo sus
ramificaciones, se reduce a esto: el poeta árabe Ebn al -Rumí, en
su poesía 'A una muchacha llorando' fue el primero en
emplearlos. El conde de Noroña dio esta versión de la poesía
árabe: Cual la violeta del huerto. ..”23
.
El texto del conde de Noroña (1833) es una traducción de la versión
latina del orientalista W. Jones de 177424
, dice:
Cual la violeta del huerto,
Cuyas suaves hojas
Brillan con rocío
Que derrama la aurora,
Parece la flor mía,
Cuando a la angustia brotan
De sus ojos azules
Mil perlas deliciosas25
.
Más tarde, en 1796, J . Carlyle tradujo el poema de Ibn al-Rūmī al
inglés26
.
Al comparar las dos traducciones, latina e inglesa, vemos que Noroña
tradujo el poema árabe del texto latino y no del texto inglés.
Algunos investigadores, como José Pedro Díaz, creían que Noroña
tradujo este poema de la traducción inglesa. Dice:
“Este poema había sido traducido al español por el Conde de
Noroña quien hizo su traducción sobre la versión inglesa de J.
D. Carlyle”27
.
23
GÓMEZ DE LAS CORTINAS [1950: 92]. 24
GULIELMO JONES [1777: 155]. 25
CONDE DE NOROÑA [1833: 118]. 26
Véase CARLYLE [1796: 75].
148
Anejos de Hápax II
Creo que Noroña no tradujo el texto inglés sino el texto latino, puesto
que el texto latino es el más cercano al texto español, y además la
traducción inglesa es libre.
En 1851, el arabista Francisco Javier Simonet también tr adujo este
poema, en su artículo "Sobre la poesía oriental" en Revista Semanal
Pintoresco del Avisador de Málaga , dice:
“Vi en el huerto una violeta, cuyas hojas brillan con el rocío. Era
semejante aquella flor a la doncella de ojos azules cuyos
párpados están bañados en lágrimas”28
.
José Pedro Díaz alude a otra traducción de Simonet, publicada en La
América , en 1859. Al comparar las dos traducciones hechas por Simonet
he visto que son exactamente iguales.
Por otra parte, los dos poemas, de Bécquer y de Ibn al-Rūm ī , tienen
semejanza con otro del poeta inglés Byron (1788 -1824), que dice:
I saw thee weep - the big bright tear
Came o´er that eye of blue;
And then methought it did appear
A violet dropping dew29
.
Este poema fue traducido al español por un traductor anónimo en
1851, y dice:
Te vi l lorar. .. Una lágrima bril lante se
detuvo en el azul de tu pupila, como una gota
de rocío en la violeta...30
.
27
PEDRO DÍAZ [1971: 246]. 28 SIMONET [1851: 279] y el mismo texto lo repitió en SIMONET [1859: 9]. 29 HENDRIS [1931: 67], RIBBANS [1953: 61]. 30 RIBBANS [1953: 62].
149
Anejos de Hápax II
Vemos que la fecha de las dos traducciones del poema de Ibn al -
Rūmī , en 1774 al latín y, en 1797 al inglés, son anteriores a que
escribiese el poeta Byron su poema.
De ahí que sea posible la influencia de Ibn al -Rūmī en el poeta inglés,
y de éste en Bécquer.
Queda, sin embargo, algo pendiente, ya que el mencionado poema de
Ibn al-Rūmī no aparece en el Diwan del poeta. La incógnita es saber de
dónde lo tomó W. Jones.
4. ONDAS DE LA MUERTE
En su rima XXXVII, dice Bécquer:
Antes que tú me moriré: escondido
en las entrañas ya
el hierro l levo con que abrió tu mano
la ancha herida mortal.
Antes que tú me moriré: y mi espíritu,
en su empeño tenaz
se sentará a las puertas de la muerte,
esperándote allá.
Con las horas los días, con los días
los años volarán,
y a aquella puerta l lamarás al cabo...
¿Quién deja de llamar?
Entonces que tu culpa y tus despojos
la tierra guardará,
lavándote en las ondas de la muerte
como en otro Jordán;
150
Anejos de Hápax II
allí donde el murmullo de la vida
temblando a morir va,
como la ola que a la playa viene
silenciosa a expirar;
allí donde el sepulcro que se cierra
abre una eternidad,
todo cuanto los dos hemos callado,
allí lo hemos de hablar31
.
En 1859, el arabista español Manuel Malo de Molina, escribió en su
libro El Cid , Rodrigo el Campeador :
“otro tanto acontece con las de ‘estaba en las ondas de la
muerte’ , metáfora árabe muy elegante y usada الموت أمواج في que
con dificultad se encuentra en nuestros escri tores que no se han
dedicado al estudio de las lenguas orientales ”32
.
El gran poeta español y autor de las Rimas , Gustavo Adolfo Bécquer
(1836-1870), estuvo muy interesado en la historia árabe, y quería dar a
conocer a los poetas árabes, mencionó el Corán, y también al profeta de
los musulmanes, Mahoma, en una de sus rimas cita a las huríes del
profeta cuando dice:
Y verdes son las pupilas
De las hurís del profeta33
.
31 BÉCQUER [1979: 70] “Publicado por primera vez en La Ilustración de Madrid, número 15 de enero de 1871”. Nota del
editor. 32 MALO DE MOLINA [1859: XXIV]. 33 BÉCQUER [1979: 55].
151
Anejos de Hápax II
Así también mencionó varias veces los cuentos de Las mil y una
noches , la primera de ellas en 1862.
Bécquer escribió sobre Boabdil (Abū ʿAbd Allāh Muhammad ibn ʿAlī) el
último rey de Granada en varias ocasiones, incluso incluyó este nombre
en los tí tulos de algunos de sus artículos, como por ejemplo “El pendón
de guerra del gran Cardenal Mendoza y la espada de Boabdil”, publicado
en La Ilustración de Madrid, el 21 de abril de 1870, y “La ventana de
Boabdil en la Alhambra”, publicado el 27 de marzo de 1870, en La
Ilustración de Madrid .
Así también mencionó a otros personajes como Musa, Tarif, Rey
Jacob, Du al -Nun.
Utilizó mucho en sus leyendas términos refiriéndose a los árabes y
musulmanes como musulmán, moro o mora, árabes, morisca, morisco,
etc.
Además de varias citas a los árabes en sus leyendas, escribió art ículos
sobre temas relacionados con la cultura árabe y andalusí, como
“Bosquejo sobre la arquitectura árabe española”, “Pozo árabe”.
Pensó en escribir sobre los poetas, entre ellos los poetas árabes.
Escribió en sus Proyectos para futuras obras y publicaciones lo
siguiente:
“Biblioteca Popular. Los grandes autores extranjeros. E dición
esmerada, aunque económica. Dar a conocer a Dante, el Tasso,
Homero, Milton, Byron, Schiller, Goethe. En fin, los poetas
griegos, latinos, indios, árabes . . .”34
.
No sólo se interesó por la historia árabe sino que era un entusiasta del
arte islámico y escribió en Historia de los Templos de España – Toledo:
“En efecto, nada más original y caprichoso que los infinitos
detalles de esas incomprensibles creaciones del arte muslímico
34
BÉCQUER [1948: 434].
152
Anejos de Hápax II
toledano, maravillosas más que por la grandeza y magnitud de su
conjunto, por la gallardía y novedad de las partes que las
componen y enriquecen”35
.
El autor de las Rimas además cree que la civilización hispano árabe
no había sido bien estudiada. Dice en su artículo “Mayólica del siglo
XVI”:
“Sabido es que los árabes, cuya civ ilización especial, y muy
particularmente en lo que toca a nuestra Península, aún no se ha
estudiado bien, fueron hábiles e ingeniosos alfareros. En las
muestras que nos han dejado de tierras cocidas y bañadas, ya en
forma de jarros, fuentes y platos, como en sus inimitables
azulejos, puede decirse que se encuentran los gérmenes de la
fabricación de estos productos de la industria cerámica, que más
tarde, y al desenvolverse en Italia, bajo la influencia de los
grandes artistas del siglo XVI…”36
.
Bécquer lamenta el desdén hacia los árabes y a la cultura árabe en su
Historia de los Templos de España – Toledo, dice:
“Desgraciadamente, como ya antes que nosotros han dicho
algunos literatos al ocuparse de este asunto, nuestros mayores
han mirado hasta ahora con desdén cuanto produjo ese pueblo
conquistador, a cuya imaginación poderosa tanto deben la poesía,
las artes y las ciencias”37
.
35
BÉCQUER [1933: 119-120]. 36
BÉCQUER [1981: 1019]. 37
BÉCQUER [1933: 120].
153
Anejos de Hápax II
Bécquer justifica esta idea diciendo:
“La lucha de ocho siglos que con él sostuvo nuestra Península
dejó en el pecho de los reconquistadores profundas raíces de odio
hacia esa raza enemiga y gigante que palmo a palmo les disputó
el fruto de sus victorias, y sólo merced al transcurso de los
tiempos se han modificado de una manera sensible las ideas
crí ticas respecto a las producci ones de su civilización,
reconociéndose unánimemente como un bien la saludable y
regeneradora influencia de su paso por nuestra patria”38
.
Además defiende a los árabes y la cultura árabe ante las crí ticas de
algunos investigadores, dice:
“el docto jesuita Mariana, en su Historia general de España, se
deja llevar de las preocupaciones y las antipatías de su época,
hasta el punto de apellidar canalla a un pueblo cuyo esplendor,
cultura y heroísmo nadie pudo apreciar en lo que valían como el
cronista que recorrió tan escrupulosamente los sangrientos y
gloriosos anales de las luchas de la cruz y la media luna”39
.
A Bécquer le preocupa esta relación entre el pueblo español y el
pueblo árabe:
“Este sentimiento de repulsión natural en ambas razas, unido a
las diferentes creencias, bases de la constitución de sus
sociedades y por lo tanto de sus costumbres y sus aspiraciones,
no fue el solo móvil del deplorable abandono en que se dejó el
importantísimo análisis de su arte y de su historia: el delirio de
regeneración clásica, que así en el terreno de las ideas como en
el de las cosas trajo el Renacimiento, completó por decirlo así la
38
BÉCQUER [1933: 120]. 39
BÉCQUER [1933: 120-121].
154
Anejos de Hápax II
obra de las preocupaciones, y fue sin duda alguna causa de la
oscuridad en que yacía este estudio hasta fines del últ imo siglo.
Muy diferente es el prisma bajo el cual nosotros debemos
examinar estas cuestiones; desvanecidos ya los temores que pudo
causar a nuestra religión el engrandecimiento de los infieles,
mitigado ese afán por el exclusivo estudio de la arquitectura
clásica o la de los distintos géneros que en ella tuvieron su cuna,
y colocados, gracias a la saludable reacción artística de nuestra
época, en un terreno neutral para todos los estilos, los restos que
la dominación sarracena ha dejado en nuestra nación no deben
aparecer a la luz de la filosofía y de la historia más que como los
mudos despojos del cadáver de una raza poderosa; despojos
preciosísimos que es necesario conservar cuidadosamente a fin
de poder mesurar por medio de su análisis el coloso a que el
poder de nuestra religión y el esfuerzo de nuestros mayores
humillaron”40
.
Defiende la teoría de la grandeza del pueblo español, pues cuanto más
grandes eran los árabes más grandes aún los españoles, dice:
“Y no se crea que al hacer justicia a los sectarios de Mahoma y
al pintar con vivos colores el engrandecimiento y la civilización
de la sociedad que constituyeron, puede en manera alguna
menoscabarse la gloria y el bril lante renombre de nuestra Iglesia,
su eterna y franca enemiga, no; porque tanto más poderoso es el
vencido tantos más laureles conquista el vencedor, y tanto más
grandes y temibles fueron los adoradores de la media luna, tanto
más palpable y divina aparece a nuestros ojos la protección del
cielo, escudo fort ísimo de la cruz, que al cabo se hizo un
santuario de sus mezquitas y tremoló al viento sobre la corona de
almenas de sus baluartes”41
.
40
BÉCQUER [1933: 121]. 41
BÉCQUER [1933: 121].
155
Anejos de Hápax II
5. CONCLUSIÓN:
Parece ser que todavía no hay estudios sobre la influencia de las
traducciones de la li teratura árabe al castellano en la l iteratura española
del siglo XIX, muchos literatos estaban interesados por esta literatura
entre ellos el poeta español Gustavo Adolfo Bécquer. Traducciones que
merecen ser estudiadas para ver hasta qué punto pudieron influir.
Bécquer fue influenciado por ellas en su gran obra la s Rimas como
puede verse a través de los ejemplos que hemos citado.
156
Anejos de Hápax II
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157
Anejos de Hápax II
“Aunque también es verdad que si él no ve ahora de alguna manera la
inmensa gloria que le aguardaba, esa muerte fue de una doble injusticia
atroz. Pero no quiero caer en la trampa de los primeros biógrafos del
poeta andaluz. Él sabía lo que estaba ha ciendo, y solo el gozo de crear
las Rimas le compensó en este mundo. Descanse en paz, si es que luego
se descansa, o se termina cansándose uno de tanto descanso. Sea como
sea, lo que sí es verdad es que algunos estamos empeñados en que este
muerto no se quede solo”.
Rafael Montesinos
159
Anejos de Hápax II
LAS HOJAS SECAS : UNO DE LOS ÚLTIMOS T EXTOS ESCRITOS POR
GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER Y UNO DE LOS PRIMEROS EJEMPLOS DE
PROSA POÉTICA EN LA LITERATURA ESPAÑOLA
Macarena Díaz Monrové 1
Resumen: Las hojas secas fue uno de los últimos textos de Gustavo Adolfo Bécquer, escrito solo un mes antes de su muerte. Este texto tiene la temática propia de las Rimas y en él se ve la
tristeza con la que Gustavo Adolfo Bécquer vivió sus últimos días tras la muerte de su hermano
Valeriano. Es un texto en prosa poética que tuvo mucha fama posteriormente.
Palabras clave: Gustavo Adolfo Bécquer, prosa poética.
Abstract: Las hojas secas was one of the last texts of Gustavo Adolfo Bécquer, written just one
month before his death. This text has the same subject matter of Rimas and makes out the
sadness in Gustavo Adolfo Becquer's soul after the death of his brother Valeriano. It is a text in
poetic prose which was really famous later.
Key words: Gustavo Adolfo Bécquer, poetic prose.
1. GÉNESIS, INSPIRACIÓN
l precioso texto en prosa poét ica Las hojas secas fue uno de
los últ imos escr itos por Gustavo Ado lfo Bécquer.
El poeta dejó un gran legado para la posteridad con este
hermoso texto, uno de los pr imeros ejemplos de prosa poét ica en la
lit eratura españo la, junto con gran parte de las Leyendas , las Cartas
literarias a una mujer y la ser ie t itulada Pensamientos .
Pero para conocer la génesis de esta obra pr imero tenemos que
conocer los sucesos que rodearon la vida de Gustavo Ado lfo Bécquer por
aquellas fechas cercanas a su redacción.
Tras la muerte de su hermano Valer iano, ocurrida el 23 de sept iembre
de 1870, Gustavo Ado lfo Bécquer cayó en una gran t risteza, agravada
por su propia enfermedad.
Así contaba Julia Bécquer 2, hija de Valer iano, la muerte de su padre y
el do lor de Gustavo:
1 Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla. En 2013 publicó sus libros de poesía Entre la
niebla por Ediciones Alfar de Sevilla, y Poemas por Editorial Artgerust, Madrid. 2 MONTESINOS [2005: 295].
E
160
Anejos de Hápax II
“Una mañana (23 de sept iembre, domingo), al saltar de la cama y
cuando me estaba calzando, oí llantos y ayes de do lor. Acababa
de expirar mi quer ido padre. Y con él acababa para siempre la
felic idad de sus hijos y la de su hermano Gustavo, que al sacar le
Ferrán con o tros amigos para llevar le a su casa, gr itaba:
'¡Valer iano, Valer iano, qué so lo me has dejado!'”.
José Castro y Serrano 3 también descr ibe el do lor de Gustavo Ado lfo
Bécquer en aquellos días:
“Nosotros le vimos bajar por la calle de la Montera: venía
pálido y abat ido co mo quien sufre más de lo que puede; su
t raje era descuidado, aún más de lo que ordinar iamente so lía;
no llevaba luto, como quien siente tanto que no ha caído en
vest irse de negro. Cuando nos vio, se dejó abrazar, y
adelantándose a nuestra pregunta, dijo:
– S í, ha muerto. El pobre Valer iano ya no vive.
– Y ¿cómo ha sido eso? – le preguntamos.
– ¡Qué sé yo ! Aún no lo sabe nadie. Ha muerto, porque sí.
Entonces le met imos en el Ateneo, decididos a dejar le
hablar, para que desahogara su pena. Cuando Gustavo
Bécquer hablaba, no sabía que exist iera en el mundo más que
su conversación. Era de los que hablaban con el cuerpo y con
el alma.
– Ahora todos me dicen –prosiguió– que la muerte de
Valer iano estaba prevista, que la llevaba en el rost ro, que es,
hasta cierto punto , un suceso natural. ¡Natural la muerte!
¡Natural el escape de la vida a los t reinta años, cuando se
han padecido todos los tormentos de la niñez, de la
educación, del arte de buscar la subsistencia, y no se han
3 MONTESINOS [2005: 298-299].
161
Anejos de Hápax II
disfrutado aún los goces de la vir ilidad, de la glor ia, del bien
vivir !. . .
Y se quedó pensat ivo un momento. Después cont inuó:
– Yo no he creído nunca en la muerte. Sé que los hombres se
mueren; pero cada paso me ha parecido una excepción. Así,
cuando oía decir, que se cuide Valer iano , que siga un pl an,
que adopte precauciones, contestaba yo: '¿Y para qué?'
Valer iano ha tenido una niñez desdichada, una juventud no
más dichosa; y ahora que está formada su naturaleza y su
vida, ahora que ha madurado su talento, ahora que pr incipia
a tener fama y recurso s y quizá glor ia, ¿qué neces ita más que
t rabajar? ¿En nombre de qué ha de adoptar precauciones? Y
en esta confianza he vivido hasta que ha muerto, hasta que
he visto desvanecerse en mis brazos tanta esperanza, tanta
r iqueza art íst ica, tanto genio, amigo mío, ¡tanto genio !
Porque Valer iano –proseguía, tomando aquel torrente de
verbosidad que en él era propio – , Valer iano ha muerto sin
que lo conozcan, sin que puedan adivinar quién era. Dentro
de unos días me vendré de la casa que habitábamos en la
Venta del Espír itu Santo, y entonces convocaré a los amigos
para que vean los apuntes y lo s cuadernos de Valer iano. Allí
hay un gran pintor, y él se ha muerto sin pintar ; hay un gran
dibujante, y él se ha muerto sin publicar sus dibujos; hay un
art ista consumado, y é l se ha muerto sin dejar la prueba.
[…]
Todo esto se queda perdido en el mundo, porque falt a la
mano de Valer iano que lo anime. Yo me propongo dar lo a
conocer, a los amigos, al menos, enseñando esas carteras con
las explicaciones que él me hacía, con los proyectos que él
acar iciaba, con las ingeniosísimas ideas que de aquellos
embriones habían de salir sin duda alguna. ¡Yo haré que, por
lo menos, unos pocos sepan quién era Valer iano!”.
162
Anejos de Hápax II
Otro documento referente al do lor que sent ía Gustavo Ado lfo Bécquer
es el de Julio No mbela 4:
“Esta vez fue la últ ima que est reché su mano. Vivía en la calle de
Claudio Coello, número 7, hoy 23, y yo en la de Serrano, número
14, hoy 26. Cuando nos encontramos no se sent ía bien, estaba
muy fat igado y además muy t r iste por la muerte de Valer iano,
acaecida e l 23 de sept iembre de aquel mismo año. Se proponía
ut ilizar el ómnibus, que era el único vehículo que por entonces
prestaba servicio a lo s vecinos del Barrio de Salamanca, y a l
llegar al punto de la parada de aquel carruaje, vimos que estab an
ocupados todos los asientos del inter ior. Solo quedaban libres
t res o cuatro en la imper ial”.
Posiblemente Gustavo Ado lfo Bécquer escr ibió el bellís imo texto en
prosa poét ica Las hojas secas en el mes de noviembre de 1870, ya que
pocos días antes de su enfermedad, qu e lo llevó a la muerte en
diciembre, lo entregó para que fuera publicado en El Almanaque
Literar io de la Biblioteca I lust rada de Gaspar y Ro ig para 1871.
Francisco de Laiglesia 5, amigo personal de Gustavo Ado lfo Bécquer,
admira este texto y así lo hace constar con las sigu ientes palabras,
viéndo lo como uno de los mejores textos en prosa de Gustavo Ado lfo
Bécquer:
“No tengo autoridad para juzgar el mér ito lit erar io de ese escr ito ,
pero apelo al que la tenga para que juzgue 'Las ho jas secas ' , y
creo que, así como Menéndez y Pelayo incluyó las Rimas en e l
tomo de las mejores poesías lír icas escr itas en castellano, se
elegirá también este art ícu lo para dar a conocer a las
generaciones del porvenir uno de los mejores prosistas
contemporáneos”.
4 MONTESINOS [2005: 303]. 5 P. SEBOLD [1982: 74-75].
163
Anejos de Hápax II
Francisco de Laiglesia expone también cómo y en qué momento fue la
redacción de uno de los últ imos textos de Gustavo Ado lfo Bécquer, ya
que él fue test igo de ese momento de escr itura de tan hermosas páginas:
“Y conviene recordar la forma en que Bécquer hizo este t raba jo .
Para que se aprecie bien su carácter espontáneo y persona l. E l
gerente de la casa Gaspar y Ro ig, que asist ía a la tertulia de l
Suizo y que le conocía mucho le dijo:
– Gustavo, ¿tendr ía usted algo para el Almanaque que voy a
publicar? Pero poca cosa, una cuart illa, porque so lo puedo dar
por ella sesenta reales.
– Aceptado, dijo Bécquer, porque acaban de presentarme una
cuenta de esa suma.
Al día siguiente, después de almorzar conmigo, cogió var ios
pliegos de papel con mi cifra y, “para pagar su deuda”, según me
dijo , escr ibió “Las ho jas secas” , s in una corrección, sin una
enmienda; al leérmelas y o ír mis elogios me añadió:
– No t iene nada de extraño la rapidez y la forma de la redacción,
porque pensé anoche el art ículo tal como está y la mano no ha
hecho más que t razar lo que ya estaba en mi imaginació n
escr ito”.
Laiglesia cuenta cómo él se quedó con las cuart illas or igina les y cuá l
fue el futuro de ellas:
“Yo recogí las cuart illas orig inales y las conservé con
esmero muchos meses, pero Sidorowitch, secretar io entonces
de la Embajada de Rusia, t radujo al francés y al ruso las
poesías; hizo más: el segundo o tercer aniversar io de la
muerte de Bécquer llevó una corona de flores al oscuro
r incón de la Patr iarcal en que yacía, y ante la severa lección
que un extranjero nos daba, al ver que rendía un homenaje al
164
Anejos de Hápax II
amigo quer ido, le busqué, ocultándo le mi vergüenza, y al
agradecer le sus actos le entregué las cuar t illas de “Las ho jas
secas” en recompensa de su conducta”.
Pues ese fue el dest ino de las cuart illas originales en donde estaba
escr ito el texto de Las hojas secas , fueron a las manos de unos de los
pr imeros admiradores del poeta sevillano , y además actuó como uno de
los pr imeros t raductores de las Rimas y seguramente también, aunque no
tengamos constanc ia, de Las hojas secas , que se quedaron en su poder y
que hasta ahora no se ha vuelto a saber más sobre esas ho jas or igina les,
escr it as a mano y de una so la vez, s in ninguna enmienda, por Gustavo
Ado lfo Bécquer.
2 . INFLU ENCIA
Para Robert Pageard Las hojas secas es “una de las mejores
var iaciones” 6 del poema de Char les Huber t Millevoye, t itulado La caída
de las hojas .
Char les Hubert Millevoye fue un autor francés que nació en 1782 y
murió en 1816. De sobra es sabido el conocimiento que tenía Gustavo
Ado lfo Bécquer del francés, pero veamos el texto de Millevoye,
t raducido por Miguel Antonio Caro en el libro Traducciones poéticas de
1889, para hablar sobre la influencia o no de este texto en la obra
becquer iana:
“Con despo jos de la selva
cubr ió otoño la campiña;
perdió el bosque su mister io,
ruiseñores ya no t rinan.
6 PAGEARD [1990: 522].
165
Anejos de Hápax II
Y un mancebo moribundo,
lento el pie, vagar se mira
recorriendo la floresta
otro t iempo tan quer ida.
¡Adiós, dice, bosque amado!
En tu duelo mi ruina
voy leyendo, y cada ho ja
al caer, mi fin avisa.
Tal me anuncia de Epidauro
t riste oráculo: Tu vista
otra vez, y vez postrera,
gozará la pompa umbría
De los árbo les. La noche
pavorosa se aproxima;
más que otoño macilento,
a la tumba el cuerpo inclinas;
Y la hierba de los campos,
y la vid de la co lina,
verán, antes que se agosten,
tu temprana edad marchit a.
¡Yo me muero! Helado soplo
he sent ido. Mi flor ida
pr imavera asoma, y huye,
y el invierno llega apr isa.
166
Anejos de Hápax II
Breves flores me adornaron,
arbo lillo fui de un día,
y entre lánguidos verdores
ningún fruto dio mi vida.
¡Vuela, pues, á tu dest ino,
ho ja efímera; y no aflija
las miradas de una madre
la mansión que me reciba!
Dice, y vase, y para siempre;
que sus hados ya adivina
la postrera débil ho ja
de las ramas desprendida.
Sepultáronle a la sombra,
a la sombra de una encina:
so litar ia está su tumba,
madre amante la visit a;
E interrumpe con sus pasos
el pastor, si allá los guía,
el silencio de aquel valle
donde el túmulo domina”.
Como hemos visto, en este poema se reúne la temát ica de la caí da de
la ho ja como preludio de la muerte y la conversación con una de esas
ho jas secas, temas que aparecen en Las hojas secas becquer ianas, pero,
una vez más, Gustavo Ado lfo Bécquer convierte en su propia mater ia
lit erar ia, única y eterna, un tema, que en sus manos, se convierte en una
obra origina l, increíble, llena de sent imiento, y realizada con una
167
Anejos de Hápax II
melanco lía y una t r isteza que hacía preludiar su cercana muerte y un
profundo do lor en el alma por la muerte de su hermano Valer iano.
Las hojas secas es en s í una elegía, un canto al do lor, a la muerte, a
la fugacidad de la vida que tan pronto ver ía Gustavo.
Nos encontramos ante un texto que presenta un diálogo entre dos
ho jas secas, un diá logo muy lír ico en donde se pueden observar lo s
grandes temas becquer ianos de las Rimas.
En ese momento de composición, Gustavo Adolfo Bécquer se sienta
en un camino para meditar sobre lo que le atosiga el alma, y es ahí,
donde observa la naturaleza, cuando llega a sent ir la como si fuera parte
de su propio ser, así lo podemos ver en la int roducción del texto:
“Yo estaba sentado al borde de un camino por donde siempre
vuelven menos de los que van.
No sé en qué pensaba, si en efecto pensaba entonces en alguna
cosa. Mi alma temblaba a punto de lanzarse al espacio, como el
pájaro t iembla y agita ligeramente las alas antes de levantar e l
vuelo.
Hay momentos en que, merced a una ser ie de abstracciones, el
espír itu se sustrae a cuanto le rodea y, replegándose en sí mismo,
analiza y comprende todos los mister iosos fenómenos de la vida
int erna del hombre.
Hay otros en que se desliga de la carne, pierde su personalidad y
se confunde con los elementos de la naturaleza, se relaciona con
su modo de ser y t raduce su incomprensible lenguaje.
Yo me hallaba en uno de esos últ imos momentos, cuando só lo y
en medio de la escueta llanura o í hablar cerca de mí”.
Y es aquí cuando, merced a la expresión literar ia, el autor comienza a
escuchar el diá logo de las ho jas secas.
En esos momentos, cuando escr ibió este texto, la enfermedad propia y
la muerte de su hermano formaron un conjunto de t risteza que hizo nacer
168
Anejos de Hápax II
ese diá logo melancó lico de esas ho jas must ias, errantes, que escucharon
la conversación de dos amantes, en donde la mujer contaba cómo se ir ía
su vida con el caer de aquellas ho jas, que entonces en los árbo les, con
orgullo y belleza, entre el vaivén del viento danzaban en armonía. Fue
cuando esas ho jas se enteraron de que debían de morir también, esa es la
fugacidad de la vida, ahí el ir y venir a donde el viento nos lleve, ahí la
t risteza al saber que pronto se ir ía su vida, como pronto se fue la de su
hermano.
Todo el texto está pintado con notas ocres, otoñales, como esas ho jas
perdidas, añejas que el viento hace rodar por los caminos, por ese
camino eterno, como el sueño de la muer te, como ese efímero momento
de la glor ia y la pr imavera, que pronto se acaba.
He aquí esas descr ipciones otoñales:
“El viento fr ío de las tardes de otoño arremolinaba las ho jas
secas a mis pies.
[…]
–¡Ay! ¿Quién dir ía que habíamos de acabar amar illas y secas,
arrast rándonos por la t ierra, nosotras, que vivimos vest idas de
co lor y de luz, meciéndonos en el aire?”.
Y por otro lado, como imágenes contrapuestas , vemos la mención a la
pr imavera, a la luz, a la dicha, a la juventud, al desconocimiento de lo
que vendr ía después, al desconocimiento de la muerte:
“–¿Te acuerdas de los hermosos días en que brotamos, de aquella
apacible mañana en que, roto el hinchado botón que nos servía de
cuna, nos desplegamos, al templado beso del so l, como un
abanico de esmeraldas?
–¡Oh! ¡Qué dulce era sent irse balanceada por la br isa a aquella
altura, bebiendo por todos los poros el aire y la luz!
–¡Oh! ¡Qué hermoso era ver correr el agua del r ío que lamía las
retorcidas raíces del añoso t ronco que nos sustentaba, aquel agua
169
Anejos de Hápax II
limpia y t ransparente que copiaba como un espejo el azul de l
cielo, de modo que creíamos vivir suspendidas entre dos abismos
azules!
–¡Con qué placer nos asomábamos por cima de las verdes frondas
para vernos ret ratadas en la temblorosa corr iente!
–¡Cómo cantábamos junt as imitando el rumor de la br isa y
siguiendo el r itmo de las ondas!
–Los insectos, br illantes, revo loteaban, desplegando sus alas de
gasa, a nuestro alrededor.
–Y las mar iposas blancas y las libé lulas azules que giran por el
aire en extraños círculos, se p araban un momento en nuestros
dentellados bordes a contarse los secretos de ese mister ioso amor
que dura un instante y les consume la vida.
–Cada cual de nosotras era una nota en el concierto de los
bosques.
–Cada cual de nosotras era un tono en la armonía de su co lor.
–En las noches de luna, cuando su plateada luz resbalaba sobre la
cima de los montes, ¿te acuerdas cómo char lábamos en vez baja
entre las diáfanas sombras?”.
Después de la conversación entre los dos amantes, estas ho jas
empiezan a entender que su fin se acerca, y es cuando las notas de co lor
pr imaverales y veraniegas cambian a otoñales e invernales, hay una
muerte cercana, una despedida:
“–Por la pr imera vez faltó a su cita el enamorado ruiseñor que la
encantaba con sus quejas.
–A poco vo laron los pájaros y con ellos sus pequeñuelos, ya
vest idos de plumas. Y quedó el nido solo, columpiándose
lentamente y t r iste como la cuna vacía de un niño muerto.
–Y huyeron las mar iposas blancas y las libélulas azules, dejando
su lugar a los insectos oscuro s que venían a roer nuestras fibras y
a depositar en nuestro seno sus asquerosas larvas.
170
Anejos de Hápax II
–¡Oh! ¡Y cómo nos est remecíamos encogidas al helado contacto
de las escarchas de la noche!
–Perdimos el co lor y la frescura.
–Perdimos la suavidad y la forma y lo que antes, al tocarnos, era
como un rumor de besos, como murmullo de palabras de
enamorados, luego se convirt ió en áspero ruido, seco,
desagradable y t r iste.
–¡Y al fin vo lamos desprendidas!”.
3. LAS HOJAS SECAS : PROSA POÉTICA. CORRESPONDENCIA CON LAS RIMAS
BECQUERIANAS
Muchas de las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer, de las Cartas
literarias a una mujer , y la ser ie Pensamientos , así como del texto de
nuestro estudio Las hojas secas pueden formar parte del género de la
prosa poét ica, por su lír ica, por su correspondencia con las Rimas , por
síntesis a la hora de expresar lo s sent imientos.
Fue precisamente en el Romant icismo cuando este género empezó a
alcanzar gran importancia, siendo el iniciador el autor francés Aloysius
Bert rand, nacido en 1807 y fa llecido en 1841 , con su libro Gaspard de la
nuit, y luego, gracias a la obra de Baudelaire, t itulada Spleen de París y
publicada en 1869, cuando este género alcanzó gran auge y tuvo gran
influencia en los simbo listas franceses.
Es más que posible que Gustavo Ado lfo Bécquer supiera de la obra en
prosa poét ica de Aloys ius, gracias a su conocimiento de la lengua
francesa, como anter iormente hemos mencionado, pero la obra de
Baudelaire Spleen de París es poster ior a las Leyendas y de la misma
fecha aproximadamente que la ser ie Pensamientos y algo anter ior a Las
hojas secas . Por lo tanto gran parte de la obra becquer iana, que podemo s
ver claramente dentro del género de la prosa poét ica, es una de sus
pr imeras manifestaciones en la lit eratura españo la. De sobra es sabid o
también la gran influencia que tuvo la obra de Gustavo Ado lfo Bécquer
171
Anejos de Hápax II
en los simbo listas hispánicos posteriores, ya que gran parte de la obra
becquer iana puede llamarse presimbo lista, al ser Gustavo Ado lfo
Bécquer el pr imero de nuestros autores contempor áneos.
Así, en nuestra literatura, las Leyendas becquer ianas const ituyen uno
de los pr imeros ejemplos de prosa poét ica, siendo especia lmente uno de
los últ imos textos escr itos por el poeta, Las hojas secas, el que supone
un autént ico poema en prosa que t ie ne grandes influencias de las Rimas
por temát ica y carácter lír ico.
A cont inuación veremos esta correspondencia entre las obras
becquer ianas Las hojas secas y las Rimas .
Así, en Las hojas secas encontramos unas líneas fundamentales donde
gran parte de la temát ica de las obras becquer ianas está condensada , son
estas:
“–¿De dónde vienes, hermana?
–Vengo de rodar con el torbellino, envuelta en la nube de
polvo y de las ho jas secas, nuestras compañeras, a lo largo
de la interminable llanura. ¿Y tú?
–Yo he seguido algún t iempo la corr iente del r ío hasta que el
vendaval me arrancó de entre el légamo y los juncos de la
orilla.
–¿Y adónde vas?
–No lo sé. ¿Lo sabe acaso el viento que me empuja?”.
En este fragmento de la conversación entre las dos ho jas secas se
entrelaza la r ima 67, por el orden que hizo Gustavo Ado lfo Bécquer de
sus poemas en el Libro de los gorriones , se corresponde con la r ima
LXVI:
“¿De dónde vengo?.. . El más horr ible y áspero
de los senderos busca.
Las huellas de unos pies ensangrentado s
sobre la roca dura,
172
Anejos de Hápax II
lo s despo jos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.
¿Adónde voy? El más sombrío y t r iste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancó licas brumas.
En donde esté una piedra so litar ia
sin inscr ipción a lguna,
donde habit e el o lvido,
allí estará mi tumba”.
En el fragmento anter iormente expuesto de Las hojas secas se pueden
observar las dos mismas preguntas existenciales de esta r ima: el dest ino
no sabe lo que nos deparará en las pa labras de la ho ja seca; sin embargo,
en la r ima el dest ino se divisa concreto, en el o lvido, en ese o lvido a l
que Gustavo Ado lfo Bécquer pensaba que ir ían sus obras que aún no
habían sido publicadas, y que él no pudo ver publicadas. Esa des azón,
románt ica, existencia l, y eterna es la que recorre cada una de la s
palabras de la obra que escr ibió pocos días antes de morir, y que es la
misma que habita en esta magnífica r ima.
En muchas de las Rimas e l tema de la naturaleza como expresión de l
alma del poeta, expresión del int er ior, del yo abso luto y del a lma aparece
de forma recurrente, y al igual sucede con el texto Las hojas secas , c laro
ejemplo de prosa poét ica, por su correspondencia con las Rimas , por su
carácter lír ico e ínt imo.
Una de estas Rimas donde podemos ver esa importancia de la
naturaleza es la LII, según la pr imera edición de las obras de Bécquer o
r ima 35, como fue ordenada por el poeta en el Libro de los gorriones :
173
Anejos de Hápax II
“Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiert as y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!
Ráfagas de huracán que arrebatáis
del alto bosque las marchit as ho jas,
arrast rado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!
Nubes de tempestad que rompe el rayo
y en fuego ornáis las desprendidas or las,
arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!
Llevadme por piedad a donde el vért igo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
con mi do lor a so las!”.
En esta r ima Gustavo Ado lfo Bécquer implora que la naturaleza se lo
lleve a vivir con ella en la locura de las tempestades para perder la
noción de la terr ible t r isteza que le atosiga el alma. En Las hoja secas
logra ser parte de esa naturaleza al poder escuchar lo que dicen esas
ho jas, que es en realidad lo que siente su alma, al ver la proximidad de
su muerte, al estar sumido en un do lor profundo por la muerte de su
hermano.
Otra rima en la cual podemos ver la fusión de alma y naturaleza es la
VIII, según la pr imera edición de la s obras becquer ianas, que
corresponde a la número 25 en el Libro de los gorriones , veamos un
fragmento:
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Anejos de Hápax II
“Cuando miro el azul hor izonte
perderse a lo lejos,
al t ravés de una gasa de po lvo
dorado e inquieto,
me parece posible arrancarme
del mísero suelo
y flotar con la niebla dorada
en átomos leves
¡cual ella deshecho!” .
En una r ima en la que la fusión es total, ya que el poeta hace una
asimilación total de la naturaleza con su sent ir, es la hermosa r ima XV,
según e l orden que los amigos de Gustavo hicie ron en la pr imera y
sucesivas ediciones de las obras becquer ianas, que corresponde con la
número 60, según el orden del Libro de los gorriones, veamos un
ejemplo:
“En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento
del ronco viento ,
ansia perpetua de algo mejor,
eso soy yo” .
Otro ejemplo de esta naturaleza que toma forma del esp ír itu poét ico
lo tenemos en la r ima XXIV, número 33 en el Libro de los gorriones :
“Dos rojas lenguas de fuego
que a un mismo t ronco enlazadas
se aproximan, y al besarse
forman una so la llama;
175
Anejos de Hápax II
dos notas que del laúd
a un t iempo la mano arranca,
y en el espacio se encuentran
y armoniosas se abrazan;
dos olas que vienen juntas
a mor ir sobre una playa
y que al romper se coronan
con un penacho de plata;
dos jirones de vapor
que del lago se levantan
y al juntarse a llá en el cie lo
forman una nube blanca;
dos ideas que al par brotan,
dos besos que a un t iempo estallan,
dos ecos que se confunden:
eso son nuestras dos almas” .
Con estas r imas y su correspondencia con uno de los últ imos textos de
Gustavo Ado lfo Bécquer Las hojas secas , hemos visto que es una
temát ica recurrente en las obras becquerianas el fundir el sent imiento
propio del poeta con la naturaleza, así e l diálogo de esa ho jas se
corresponde con la pro funda t risteza que Gustavo sent ía en noviembre de
1870, so lo días antes de su muerte.
4. CONCLUSIÓN
El texto Las hojas secas es en sí importante por ser uno de los
últ imos documentos escr itos por Gustavo Ado lfo Bécquer pocos días
antes de su muerte , pero también es importante por ser uno de los
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Anejos de Hápax II
ejemplos pr imeros y más be llos de prosa poét ica en la lit eratura
españo la.
Robert Pageard en su libro Bécquer, leyenda y realidad indica la
importancia y la fama que tuvo el bellís imo texto Las hojas secas pocos
años después de la muerte de Gustavo Adolfo Bécquer:
“Gustó mucho esta obra en España y Francia por los años setenta
y ochenta del siglo pasado” 7.
Las hojas secas es un texto imprescind ible para conocer el estado de
ánimo en el que se encontraba Gust avo Adolfo Bécquer, pero también es
imprescindible para el estudio de la prosa poét ica y de la obra
becquer iana, porque en sus líneas se resume gran parte de la temát ica de
la obra del poeta.
Para terminar veamos aquí las últ imas pa labras de Las hojas secas:
“Silbó el aire, que había permanecido un momento callado, y las
ho jas se levantaron en confuso remolino, perdiéndose a lo lejos
entre las t inieblas de la noche.
Y yo pensé entonces algo que no puedo recordar, y que, aunque
lo recordase, no encontrar ía palabras para decir lo”.
Estas palabras, fueron de las últ imas que Gustavo Ado lfo Bécquer
escr ibió, t risteza, deso lac ión, cansancio, so ledad y mucha desilusión hay
en ellas, pero también estas palabras forman uno de los más hermosos,
geniales y t rascendent es textos becquer ianos para la poster idad.
7 PAGEARD [1990: 523].
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Anejos de Hápax II
BIBLIO GRAFÍA
BÉCQUER, Gustavo Adolfo, Obras completas, Madrid: Aguilar, 1969.
BÉCQUER, Gustavo Adolfo, Obras Completas, Madrid: Cátedra, 2004.
BERTRAND, Aloysius, Gaspar de la noche, Madrid: Cátedra, 2014.
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MONTESINOS, Rafael, Bécquer, biografía e imagen, Sevilla: Fundación José Manuel Lara, 2005.
PAGEARD, Robert, Bécquer, leyenda y realidad, Madrid: Espasa-Calpe, 1990.
P. SEBOLD, Russell, Gustavo Adolfo Bécquer, Madrid: Taurus Ediciones, 1982.
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Anejos de Hápax II
B O H E M I O
(a Gustavo Ado lfo Bécquer)
Lleva la luna en la noche de su capa,
larga sombra que arrast ra sus jóvenes años,
y en su sombrero de copa,
largo como un silencioso murmullo,
se resguardan los versos
que todavía escr ibe en las pupilas
de tantos olvidados.
En el madr ileño café Suizo sus alas en una taza absorbió
y entre el humo del tabaco pudo ver
lo poco que dura la rea lidad
y lo eterna que es la loca imaginación.
Bohemio de capa alada,
poesía que incluso sin poetas siempre exis t irá,
me t rae palabras el viento
de aquellos recit ales a la luz de un candil,
fuego de aceite, resbaladizo como la bruma sobre el suelo,
que todavía o igo sus pisadas sobre aquellas nubes
que hoy entre las sales del asfa lto llegan hasta mí.
Ciento t reinta años después,
bohemios de los cafés de la calle San Fernando,
sevillanos de alma amada
y Giralda alzada al cie lo de sus sonr isas,
beben de la taza de aquel
que entrelazaba a su espalda la noche y la luna,
y recorr ía las fr ías calles de Madr id
buscando aquel r ío grande que refle jaba una veleta,
mientras un jirón de niebla lo envo lvía,
eterno como su noche y mi recuerdo por él.
Macarena Díaz Monrové
Publícase
esta monografía
el 20 de julio de 2014,
día en que se conmemora
el nacimiento de
Alejandro Magno,
impulsor del helenismo.
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