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Pit volorep udipsanis quunt dipsam asitatqui inctum velic toreperi accum vitempo sanimil ipsum qui voluptis AT IL MAGNAM FUGA. PA VELIA VOLESTEM MAGNAM FIRMA Cargo 2.XXX. X-X de mes de 2010 PLIEGO La Solemnidad de Todos los Santos es una llamada a la alegría, a sentirnos interpelados por tantos hermanos que nos precedieron y que disfrutan de la presencia amorosa de Dios. Ahora es nuestro turno para recorrer el itinerario que nos conduzca a la santidad, una santidad de la clase media a la que nos ha invitado el papa Francisco en la entrega discreta del día a día, sin hacer ruido y con un compromiso decidido por los últimos. Todo ello sin creernos nominados al Nobel de la santidad, transitando la senda de la humildad y de la justicia. En esta ruta los santos nos preceden, inspiran y acompañan en el camino, con María, modelo de fe en el Amor, a la cabeza del grupo. CLASE MEDIA DE LA SANTIDAD FERNANDO CORDERO MORALES, SS.CC. Sacerdote y periodista 2.868. 26 de octubre-1 noviembre de 2013 Retrato de Francisca Javier Cabrini

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PLIEGO

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la solemnidad de todos los santos es una llamada a la alegría, a sentirnos interpelados por tantos hermanos que nos precedieron

y que disfrutan de la presencia amorosa de Dios. Ahora es nuestro turno para recorrer el itinerario que nos conduzca

a la santidad, una santidad de la clase media a la que nos ha invitado el papa Francisco en la entrega discreta del día a día, sin hacer ruido y con un compromiso decidido por los últimos.

todo ello sin creernos nominados al Nobel de la santidad, transitando la senda de la humildad y de la justicia. en esta ruta

los santos nos preceden, inspiran y acompañan en el camino, con María, modelo de fe en el Amor, a la cabeza del grupo.

ClAse meDiA De lA sAntiDAD

FERNANDO CORDERO MORALES, SS.CC.Sacerdote y periodista

2.868. 26 de octubre-1 noviembre de 2013

Retrato de Francisca Javier Cabrini

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Aprendices, pero candidatosde Malègue: “Si abrimos con más atención los ojos, vemos que además de los santos de primera hay por el mundo algunos santos de segunda y bastantes de tercera. Esa buena gente que ama a Dios, esas personas que, cuando estamos con ellas, nos dan el sentimiento casi físico de la presencia viva de Dios; almas sencillas, pero entregadas; normales, pero fidelísimas. Auténticas clases medias de la santidad”.

A poco que perforemos la realidad de nuestro entorno, descubrimos testimonios de muchos cristianos que tratan de vivir su fe de una manera comprometida, generosa, fiel y alegre. Gente con corazón, que camina como Iglesia peregrina que conduce a sus hijos hacia el Padre. Es en la Iglesia donde realizamos la aventura de la santidad, la Iglesia de todos los días a la que dedicó este poema el sacerdote y poeta chileno Esteban Gumucio Vives:

La Iglesia que yo amo es la Santa Iglesia de todos los días.La encontré peregrina del tiempo, caminando a mi lado.La tuya, la mía, la Santa Iglesia de todos los días.La saludé primero en los ojos de mi padre, penetrados de verdad.En las manos de mi madre,

hacedoras de la ternura universal. No hacía ruido, no gritaba, era la biblia de velador,y el rosario y el tibio cabeceo del Ave María.La Iglesia que yo amo, la Santa Iglesia de todos los días.

II. LOS SANTOS: EN LAS ORILLAS DEL PRESENTE Y DEL PORVENIR

La figura de los santos ha sido, desde el origen del cristianismo, con el sacrificio de los mártires, una realidad muy querida y apreciada en la vida de la Iglesia. El Concilio Vaticano II alude repetidas veces a la santidad en la Iglesia: “Dios quiso santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente” (Lumen Gentium, nº 9). La vida cristiana en general se entiende como vocación a la santidad: como respuesta a la libre y gratuita elección de Dios para darnos sus dones (Ef 1, 3-4). En esta llamada nos situamos en la orilla del presente para lanzarnos, con confianza y en comunión, a la orilla del porvenir.

En la comunión de los santosEn el número 49 de Lumen Gentium se

nos habla de la comunión de la Iglesia peregrinante con la Iglesia celestial. Es decir, del profundo vínculo existente entre los bautizados que hacen camino en esta tierra, guiados por la fe, y aquellos que ya han alcanzado la dicha de la luz sin ocaso de Dios.

Es sumamente motivador, en palabras del arzobispo teólogo Bruno Forte, reconocer a los santos como “compañeros de camino que hacen bello el caminar, porque, expertos en humanidad como nosotros, son ya expertos de la paz futura y saben guiarnos mejor a Dios”.

San Juan María Vianney, el santo cura de Ars, buscaba siempre que podía un

I. LOS SANTOS OCULTOS DE CADA DÍA

Al celebrar, al inicio de su pontificado, la eucaristía en la Basílica de San Pablo Extramuros, el papa Francisco ha invitado a los cristianos a vivir un testimonio callado y escondido en el día a día. “Hay santos ocultos, una especie de clase media de la santidad, como decía un escritor francés, esa clase media de la santidad de la que todos podemos formar parte”, señala el Obispo de Roma.

El escritor francés al que alude Francisco es Joseph Malègue, que dejó a medio terminar la novela Las clases medias de la santidad, publicada en 1958. Para este novelista católico, a la hora de profundizar en los fenómenos religiosos no hay que explorar solo el alma de los grandes santos, los “santos de primera”, sino que “las almas modestas contaban también; contaban además las clases medias de la santidad”. No se trata, pues, de una burguesía espiritual o de una élite, sino más bien de la posibilidad de que todos los bautizados, cristianos comunes y corrientes, que tratan de seguir a Jesús en las diferentes dimensiones de su vida (familiar, laboral, orante, comunitaria y de compromiso) tenemos de alcanzar la cima del encuentro con Jesús hoy.

Para Malègue, “las clases medias, aunque por debajo de la santidad, están, no obstante, obligadas a practicar su imitación”. Se trata de una imitación rudimentaria, explicada de una manera gráfica a través de las dos plantas de un edificio. El piso bajo está muy a ras del suelo, pero “el primer piso (el de los santos) domina el piso bajo, lo explica, lo legitima, lo santifica, lo lleva a Dios de la mano”. Lo importante es no desanimarse: en el piso de abajo o en el sótano, donde nos toque vivir, no perdamos el tiempo en otra cosa que no sea la de tener como referente a Jesucristo, modelo de santidad.

En uno de los capítulos de Razones para el amor, el sacerdote José Luis Martín Descalzo recuerda esta intuición

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Juan Mª Vianney, el cura de Ars

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rato para leer las vidas de los santos. Los consideraba como hermanos y amigos. Le animaban en su ministerio, por lo que contaba: “Cuando no duermo, me gusta mirar los cuadros. Estoy en compañía de los santos. Por la noche, cuando me despierto, me parece que me miran y me dicen: ¡Qué perezoso eres, tú duermes y nosotros estamos en vela, rezando a Dios!”.

Para la Iglesia peregrinante, los santos que se encuentran en la gloria son el signo de la meta a la que aspiramos y motor de nuestra esperanza. Es en la oración donde experimentamos particularmente esta unión de la Iglesia peregrinante con la Iglesia celestial, vinculada de manera misteriosa por el Amor de la Santísima Trinidad. Por ello, el que se dirige a la Virgen María y a los santos, lo hace en Dios y es llevado a ofrecerse al Padre y a acoger su don en la generosidad y en la receptividad del sí de su amor. En este sentido, el beato Guillermo José Chaminade profesaba un gran cariño al episodio evangélico de las bodas de Caná. Los servidores de Caná son la disponibilidad absoluta: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 5). Gente sencilla que, a los ruegos de María, se ponen al servicio de Jesús.

Los miembros de la Iglesia celestial nos animan con María en el tiempo presente con su intercesión para que “nos preocupemos de compartir en la caridad las angustias y las tristezas, las alegrías y las esperanzas de los hombres, y así les mostremos el camino de la salvación” (Plegaria Eucarística V/c). Es, precisamente, la Eucaristía el momento central de la unión entre la Iglesia peregrina y la celeste.

En el misterio pascualEn el año litúrgico, centrado en la

celebración de la obra de la salvación, integra las fiestas de los santos en referencia al misterio pascual. Las fiestas de los santos son por ello consideradas como una celebración del misterio pascual (cfr. Sacrosanctum Concilium, nº 104). Además, las fiestas de los santos “proclaman las maravillas de Cristo en sus servidores y proponen ejemplos oportunos a la imitación de los fieles” (SC, nº 111).

En los dos prefacios de los santos hallamos este sentido de modelos e intercesores para los cristianos de hoy. Así, en el Prefacio II de los Santos se reza:

Porque mediante el testimonioadmirable de tus santosfecundas sin cesar a tu Iglesiacon vitalidad siempre nueva,dándonos así pruebas evidentes de tu amor.Ellos nos estimulan con su ejemploen el camino de la viday nos ayudan con su intercesión.También a los santos se les toma

como intercesores en las oraciones y peticiones. Para Federico Ruiz Salvador, se trata de “una forma de mediación subordinada, que es también utilizada en la liturgia: celebración eucarística, letanías de los santos, etc.”.

La necesidad de intercesión queda recogida en muchos testimonios de los creyentes. En nuestro tiempo reciente nos encontramos con una carta de la beata Teresa de Calcuta que solicitaba al Papa un santo que guíe los pasos de las Misioneras de la Caridad y de los que cuidan a los enfermos de lepra: “Como ya sabe, nos encontramos trabajando entre millares de enfermos

de lepra en la India, Etiopía, Tanzania… Para poder continuar este hermoso trabajo de amor por la curación de los enfermos, tenemos necesidad de un santo que nos guíe y nos proteja. El padre Damián de Molokai podría ser ese santo”.

La riqueza de los santos en la vida de la Iglesia queda recogida en el calendario litúrgico, que utiliza una triple categoría de celebración de los santos: la solemnidad, la fiesta y la memoria (que puede ser obligatoria o libre). Estas distinciones posibilitan celebrar a los santos según el grado de su importancia y, sobre todo, conjugar su fiesta con los diferentes tiempos litúrgicos.

Profetas del tiempo escatológicoSomos un pueblo de sacerdotes y

reyes, conciudadanos de los santos y de los ángeles (Heb 12, 22). Hemos recibido el don del Espíritu de Jesús sin medida (Jn 3, 34), por lo que, como afirma el teólogo jesuita Gabino Uríbarri, “todos estamos llamados a ser testigos y mensajeros de la buena noticia que nos ha acontecido en Jesús Mesías (profetas) y a testificar que ya vivimos esa situación nueva en la historia de la salvación, en la que los pecados ya no pesan sobre nosotros (cfr. 1 Cor 15, 2.17), pues hemos recibido la justificación y la filiación y somos en verdad hijos de Dios”.

Los santos nos dinamizan y motivan en el tiempo nuevo que está por venir. Sus criterios y sus actuaciones nos lanzan a una manera de obrar basada en la libertad y la profecía. Nos asientan firmemente en la confianza, reconociendo que la promesa de Dios se realiza en sus vidas. En medio de

Guillermo José Chaminade Damián de Molokay

Teresa de Calcuta

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El testimonio de Fray EjemploYa lo afirmaba Pablo VI: “El hombre

contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros”. Sin duda, el mejor predicador es Fray Ejemplo, del que hablaba san Francisco de Asís. Lo que edifica es el testimonio, ofrecer la propia vida como reflejo de la fe que la fundamenta. Santa Genoveva Torres andaba regular de sintaxis, cojeando, como sus piernas, pero no necesitaba hablar excelentemente para predicar con su entrega. Fue un ángel para muchas personas solas y abandonadas.

Si nos detenemos en la actuación de los santos, descubrimos elocuentes argumentos para aplicarnos a nuestra vida cristiana. Santa Juana Jugan comienza su obra de atención a los ancianos tirados en la cuneta de la historia cediendo su cama a una anciana sin hogar y ciega llamada Ana Chauvin. Al llegar a la sede de Valencia, los canónigos dieron al nuevo arzobispo, santo Tomás de Villanueva, una elevada cantidad para arreglar su casa y para su comodidad. Fray Tomás entregó el dinero al hospital general de la ciudad.

Otros testimonios hablan del empuje de la fe que abre a la esperanza y a la caridad. La beata María de la Purísima de la Cruz solicita al médico que le diga la verdad de su enfermedad. El médico se emociona con su actitud. Ante la gravedad, esta hermana de la Cruz sonríe y recita el salmo 122: “¡Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la Casa del Señor!”. Por su parte, la beata María Rafols, estando sitiada Zaragoza, logró obtener ayuda de sus propios enemigos. Cortadas las acequias de agua de la ciudad, la fundadora de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana

III. AMIGOS Y MODELOS DE VIDA

Los santos son signos distinguidos de la acción del Espíritu del Resucitado en la realidad humana, la extensión del misterio de la encarnación que marca la alianza entre lo divino y lo humano. Cada uno a su estilo aporta una concreta manera de leer y encarnar el Evangelio, de vivir la amistad con Jesús. Por ello, la Iglesia nos los propone como modelos en nuestro seguimiento del Señor.

Tras las huellas de JesúsLos santos nos atraen a una vida de

unión con Jesús, a la identificación con su persona y su proyecto. Seguir sus huellas es entrar en el proceso de su encarnación, su muerte y resurrección. En los fundadores de las órdenes, congregaciones y familias religiosas encontramos este celoso afán por imitar a Jesús. El fundador de los Sagrados Corazones, el padre José María Coudrin, no se cansará de repetir: “En Jesús encontramos todo; su nacimiento, su vida y su muerte: he ahí nuestra Regla”.

Jesús nos invita a su amistad también hoy, como bien señalaba el papa Benedicto XVI a los jóvenes en Reino Unido: “Todos sabéis lo que sucede cuando encontráis a alguien interesante y atractivo, y queréis ser amigo suyo. Siempre esperáis resultar interesantes y atractivos, y que deseen ser vuestros amigos. Dios quiere vuestra amistad.

Y cuando comenzáis a ser amigos de Dios, todo en la vida empieza a cambiar”.

Encontramos hermosos prototipos de santos que se lo jugaron todo por su amistad con Jesús. Al beato Junípero Serra los indios le robaron el corazón. Medio cojo aguantaba incansable los viajes más arduos y largos para evangelizar: “Aunque

me muera en el camino, no vuelvo atrás, a bien que me enterrarán, y quedaré gustoso aquí, si es voluntad de Dios”. Santa Teresa de Lisieux pedía en su oración: “Quiero recorrer el caminito que me conduzca hacia ti, Jesús”. Con las hermanas con las que más dura le resultó la convivencia, la joven doctora de la Iglesia trató de ver al propio Cristo escondido en el fondo de su ser.

las persecuciones, de la enfermedad, de las más diversas dificultades nos testimonian la belleza de la Patria, no para huir del tiempo presente, sino para vivir con corazón de auténticos testigos de Cristo Resucitado. En ellos brilla la luz de la meta: vislumbramos el estímulo a creer en la posibilidad humanamente imposible que solo Dios puede realizar.

Con su mirada puesta en los brazos del Padre, los santos no pueden acallar la injusticia del mundo incluso a riesgo de la propia vida, adelantando las bienaventuranzas del Reino en medio de la violencia y el pecado que se filtra como un terrible cáncer en las estructuras y en los corazones. En este sentido, es admirable la actuación del beato Clemens August von Gallen, conocido como el león de Münster por su firme crítica al nazismo. En su lucha profética nos deja la bella imagen de la solidez de los santos. Así predica este obispo, más tarde creado cardenal por Pío XII, a los cristianos de su diócesis en plena persecución nazi, defendiendo los derechos humanos y la vida de los considerados inútiles por el régimen: “¡Permaneced firmes! No somos martillo, sino yunque. Extraños y traidores martillean sobre nosotros. ¡El yunque no devuelve el golpe, ni lo puede hacer! Solo debe permanecer firme, duro. Si es suficientemente resistente, entonces el yunque dura más que el martillo”.

Profética fue también la actuación de un laico, feliz con su vocación matrimonial y con su decidido compromiso con los pobres, el beato Antonio Federico Ozanam. En 1833, fundó la Sociedad de San Vicente de Paúl, que hoy sigue atendiendo a miles de necesitados. La clave está en “tomar como modelo a Jesucristo al estilo de san Vicente de Paúl”. Su deseo era abrir escuelas nocturnas, dominicales e inaugurar en los barrios de París Centros de Artes y Oficios, tantas Sorbonas populares como fueran necesarias para que los hijos de los obreros encontraran, como los hijos de los médicos o de los abogados, el tesoro de una enseñanza superior.

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Vicente de Paúl

Carlos de Foucauld

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porta un cántaro con el que da de beber a la castigada población. Este cántaro nos habla de la multiplicación de los panes y de la generosidad que vence los cañonazos del ejército invasor. En otro tiempo y lugar, interpelados quedan los tuareg, en medio del desierto, por la bondad del beato Carlos de Foucauld, profeta de la fraternidad universal. Su ermita estaba siempre abierta a todos sin distinción.

Ofrecer amistad al que está soloCon el azote de la crisis que nos

envuelve, bien valdría actualizar acciones como las de la beata Rafaela Ybarra. En plena industrialización de Bilbao, se hace sensible a la realidad de tantas niñas y jóvenes que llegan a la ciudad desamparadas, soñando con un trabajo digno que se ve truncado por las pésimas condiciones laborales. Con un corazón de madre, Rafaela trabajó decisivamente, a veces soportando amenazas, para que estas mujeres no sucumbieran en la soledad y la desprotección.

En la Compañía de María ha quedado arraigado el dicho de santa Juana de Lestonnac de “tender la mano” al que la necesite, creando puentes de amistad y de donación. Es una pedagogía íntimamente ligada a la praxis del Buen Samaritano. Algunos fundadores, como san Camilo de Lelis, san Juan de Dios o santa María Soledad Torres Acosta, han dado respuesta al abandono y la soledad de enfermos y moribundos. No han temido ni al contagio ni a las epidemias. Maravilla la dedicación de santa Luisa de Marillac a los más solos, los enfermos mentales, a los

que atendió con toda el alma, logrando de

muchos de ellos la curación, ya que no hay mejor medicina que la de la compañía, la escucha y la ternura.

De rabiosa actualidad es la atención a los inmigrantes que desarrolló santa Francisca Javier Cabrini. Ella quería ser misionera en China, pero León XIII la envía a los Estados Unidos para hacerse cargo de los inmigrantes italianos desamparados a su suerte.

Los santos siempre nos sorprenden. San José Cafasso tuvo el valor y la entereza de acompañar a los condenados a muerte en Turín. Las prisiones eran unos establecimientos espantosos en donde los reclusos vivían apiñados en inmundas salas comunes, en condiciones infrahumanas. El padre Cafasso atendió a más de 60 hombres en el momento de su ejecución, a los que llamaba sus santos ahorcados. La pastoral penitenciaria es otro ámbito de acción para los santos de clase media.

Y en este atender a tantos que viven arrinconados, solos, está la labor callada a través del sacramento del perdón, del que hicieron una auténtica vuelta a la amistad con el Padre grandes confesores como san Leopoldo Mandic en Padua, o el beato Eustaquio van Lieshout en los lugares más humildes de Brasil. Ellos fueron especialistas en acoger, escuchar, consolar y reconciliar, verbos para conjugar en la práctica por los santos de clase media.

No aceptar la violenciaLos santos no se quedan cruzados de

brazos ante el drama de la violencia. Siguiendo los pasos de santa Brígida

de Suecia, santa Catalina de Siena no tuvo reparo en escribir a hombres y mujeres con poderes e influencias políticas con el objetivo de pedir la paz. Significativos también los desvelos de santa Isabel de Portugal por mantener la paz y

evitar una guerra civil, fomentando la reconciliación y el entendimiento.El beato Juan XXIII, con su encíclica

Pacem in Terris, dejó claros los puntos

para una cultura de la paz que rechace todo tipo de violencia. Más tarde, el beato Juan Pablo II advirtió en repetidas ocasiones que “la violencia jamás resuelve los conflictos, ni siquiera disminuye sus consecuencias dramáticas”.

El trabajo decidido por la paz puede conducir a la muerte. Al llegar a la isla de Futuna, san Pedro Chanel se topa con las confrontaciones entre dos tribus enfrentadas entre sí. El misionero anunció la bienaventuranza de la paz, sembró la semilla de la reconciliación con su propia sangre.

Sin segundas intenciones, ofreciendo sinceridad y confianza

La generosidad de los santos contrasta con la larga lista de segundas intenciones que se cuelan como un virus en nuestra sociedad tan mediática. San Juan Bosco y su madre acogieron al primer niño, de los miles que luego pasarían por sus obras, simplemente dándole acogida y confianza. No aplican ningún márketing, su única intención es abrir las puertas de su casa y rezar con él. Se refleja su finalidad en un pensamiento de Don Bosco: “Muéstrate siempre alegre, pero que tu sonrisa sea sincera”.

“Solo digo la verdad”, respondió santa Maravillas de Jesús al miliciano que requisó el piso donde estaba recluida con sus hermanas carmelitas. Este quedó tan impresionado por la paz que transmitía la religiosa que introdujo su pistola en el bolsillo y se convirtió en protector de la comunidad.

En el testimonio de los mártires del siglo XX en España, reconocemos las más diversas historias de laicos, sacerdotes, religiosos y religiosas que transparentaron su fe: desde el beato Ceferino Jiménez Malla, El Pelé, al que no lograron arrancarle el rosario para evitar su ejecución, hasta el joven beato Mario Ros Ezcurra, que declara su identidad de religioso y sacerdote con naturalidad e inocencia en el simulacro de juicio que le orquestaron.

Teresa de Liseux

Luisa de Marillac

Genoveva Torres

Teresa Benedicta de la Cruz, Teresa de Ávila, Teresa de Liseux y Catalina de Siena

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Teresa le dijo: “¿Qué pasa, padre mío? ¿No se sonroja la

dama y se sonroja el galán?”.San Felipe Neri tenía su

pequeño zoo personal, que le alegraba y producía en su entorno un simpático ambiente. Lo mismo sucedía con san Martín de Porres y su atención a los más diversos animalillos, por ejemplo, los ratones que hacían morada en la ropería y dañaban el vestuario. El remedio no fue ponerles trampas, sino decirles: “Hermanos, marchad a la huerta, que allí encontraréis comida”. Los ratones obedecieron y fray Martín cuidaba de echarles los desperdicios de la comida. En una misma cacerola hacía comer al mismo tiempo a un gato, un perro y varios ratones.

Los santos nos muestran, además, la chispa que tiene la vida. El beato Juan XXIII conversaba en una ocasión con un sacerdote muy piadoso que le expresaba su desolación por la escasez de vocaciones sacerdotales. El Papa le consoló de este modo: “No pierda el ánimo; después de todo, la situación no es tan dramática: es cierto que hay pocas vocaciones al sacerdocio, pero, en compensación, abundan las vocaciones episcopales”.

¡Qué importante también la risa para superar las tentaciones! A santo Tomás Moro, cuando estaba encerrado en la Torre de Londres, antes de ser decapitado, le asaltó una noche la idea de suicidarse. Le parecía oír una voz en su interior que le decía: “Cuélgate, cuélgate…”. Respondió: “¿Colgarme?

en humo que se traga la noche y entristece el corazón. Sin embargo, hay otra alegría. Es la alegría que denominamos silenciosa o cotidiana. Ahí la persona siente un extraño y natural movimiento interno, un sentirse habitada por un río interior del que brota entusiasmo, paz, serenidad, ganas de vivir y de hacer el bien a los demás. Sin hacer demasiado ruido, el que vive esta alegría se siente inundado por la felicidad sin saber muy bien por qué, disfrutando de las cosas más pequeñas del día a día como pueden ser ver crecer a los hijos, rezar con hondura, realizar con gusto el trabajo, disfrutar de la amistad…

San Juan Bautista de La Salle, en sus meditaciones, distingue entre la alegría del mundo y la alegría de los servidores de Dios: “La alegría del mundo será corta, y la de los servidores de Dios no tendrá fin”. Y subraya: “La diferencia que existe entre la alegría de las gentes del mundo y la de los servidores de Dios es que la de los primeros es solo superficial, mientras que la de los segundos es muy sólida”.

Los santos viven habitados por esa alegría silenciosa que se visibiliza en su manera de afrontar la existencia y los pequeños detalles cotidianos. Así, el humor y la alegría de santa Teresa de Jesús surcan los siglos y atraviesan en la actualidad las paredes del Carmelo. En una ocasión, caminaban juntos Teresa y san Juan de la Cruz y alguien les gastó una broma. Fray Juan se sonrojó. Santa

Superar las situaciones negativas que producen sufrimiento

Periodista, comprometido y alegre, el beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, vivió desde sus 22 años una larga y extraña enfermedad que, poco a poco, lo dejó paralítico y ciego. Con esta madurez, animado por el sagrario de su parroquia vecina, Lolo asume el reto de su postración: “Aparentemente, el dolor cambió mi destino. Dejé las aulas, fui reducido a la soledad y al silencio. El periodista que quise ser no entró en la Escuela; el pequeño apóstol que soñara dejó de ir a los barrios, pero mi ideal y mi vocación los tengo ahora delante, con una plenitud que nunca pude ni soñar”.

A su hermana Luci, el periodista en silla de ruedas le reveló la función útil que puede albergar la soledad: “Los pantanos se hacen en las afueras, están alejados y solos, para recoger la fuerza del agua y luego devolverla en luces y energía a pueblos y ciudades”.

Los santos, firmemente arraigados en Cristo, nos abren mil puertas para vivir la esperanza y superar la negatividad que nos paraliza y puede asfixiarnos. Nos ayudan a ubicar el sufrimiento del que puede brotar la vida en el misterio pascual del Señor.

IV. GENTE CON HUMOR: DE LA EFERVESCENCIA A LA ALEGRÍA SILENCIOSA

En su obra El discernimiento, Marko I. Rupnik describe dos tipos de alegría. Una es una alegría efervescente, como la que provoca la gaseosa o el cava. En el momento en que se abre la botella hay explosión, burbujas, fuerza, pero cuando van pasando las horas el contenido suele adquirir un sabor amargo, si el envase se ha dejado abierto. Hay situaciones en la vida que nos pueden impactar, que nos proporcionan sobredosis de exaltación y gozo, pero cuando pasan los días notamos que estamos vacíos. Suceden estos intensos episodios en quien piensa que lo importante es adquirir muchas cosas, estar a la última en moda o llevar una vida de cambios continuos, multiplicación de relaciones a través de las redes sociales, etc., que logran, en el fondo, escenarios fugaces, fuegos artificiales que terminan convirtiéndose

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Manuel Lozano Garrido, Lolo

Juan Bosco Ceferino Jiménez Malla, El Pelé

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Por una parte, está el hecho de que peso demasiado, estoy demasiado gordo, y correría el riesgo de que se rompiera la cuerda. Por otra, ni siquiera tengo la cuerda”. Y rompió a reír. Para las tentaciones, el egoísmo, la envidia y otros males no hay nada como reírse de uno mismo. Tomás Moro nos muestra su buen humor a través de esta oración:

Dame, Señor una buena digestióny, naturalmente, algo que digerir.Dame la salud del cuerpoy el humor necesario para conservarla…Dame un alma que no conozca el aburrimiento,los refunfuños, los suspiros y los lamentos,y no permitas que me tome demasiado en serioesto tan avasallador que se llama “yo”.Dame el sentido del ridículo.Concédeme la gracia de entender las bromas,a fin de tener alegría en la viday hacer partícipes de ella a los demás. Amén.

V. MARTIRIO ROJO Y MARTIRIO BLANCO

Los mártires eran considerados el más alto ejemplo de santidad en la Iglesia primitiva porque representaban la perfecta imitación de Cristo, muerto en la cruz y resucitado. Los primeros testimonios los encontramos en el Nuevo Testamento. Los Hechos de los Apóstoles relatan el martirio de san Esteban, mientras el Apocalipsis contiene una profunda teología del martirio, empleando el término griego martyrion para designar el testimonio de la fe cristiana hasta el derramamiento de la sangre, el martirio rojo.

En las diversas épocas de la vida cristiana y en el momento presente, la Iglesia es edificada por el testimonio de los mártires, con su participación en el misterio pascual. ¡Cuántos perseguidos en nuestro mundo sin ser escuchados, sin un juicio digno! ¿Qué nos enseñan los perseguidos, los mártires, los encarcelados, a nosotros que aparentemente lo tenemos casi todo? Ellos fueron libres de la esclavitud del yo, de la posesión, de la mentira, de los intereses personales y estructurales. Pusieron su confianza en Aquel que

murió mártir en la Cruz, y Él llenó sus vidas con su Amor. Un amor distinto, desmesurado, roto de tanto amar es el que cautivó realmente sus corazones. Más que por la cárcel, fueron apresados por Jesús para traspasar las fronteras de la Historia y servirnos de penetrante raíz de esperanza.

El testimonio de los mártires, de cualquier tiempo, nos zarandea y conmueve. En 1996, fueron martirizados siete monjes trapenses en el monasterio de Nuestra Señora del Atlas en Tibhirine (Argelia). En su testamento espiritual, el abad, padre Christian de Chergé, escribió ante su inminente martirio rojo:

“Llegado el momento, querría tener ese instante de lucidez que me permi-tiera solicitar el perdón de Dios y el de mis hermanos en la humanidad, y al mismo tiempo perdonar de todo cora-zón a quien me hubiera golpeado. No podría desear una muerte semejante. Me parece importante declararlo. De hecho, no veo cómo podría alegrarme de que este pueblo al que amo fuera acusado indistintamente de mi asesi-nato. Sería un precio demasiado alto para la que, tal vez, llamarán la gracia del martirio debérsela a un argelino, quienquiera que sea, sobre todo si dice actuar por fidelidad a lo que él cree que es el islam. Conozco el desprecio con el que se ha llegado a rodear a los argelinos globalmente considerados. Conozco igualmente las caricaturas del islam que alienta cierto cristianis-mo. Es demasiado fácil tranquilizar la conciencia identificando esta vía religiosa con los integrismos de sus extremistas”.En una de sus homilías en la Casa

Santa Marta, el papa Francisco se ha referido al martirio blanco o martirio cotidiano, “que no implica la muerte, pero eso también es un perder la vida por Cristo”. Se trata de los que “cumplen su deber con amor, según la lógica de Jesús, la lógica del don y del sacrificio”. Esa lógica la define san Juan de Ávila con este juego verbal: “Perder por Dios ganar es, y el no perder por Dios perder es”. El Papa ilustra varios ejemplos de mártires de cada día: los padres de familia que ponen en práctica su fe por el bien de sus familias; los consagrados y misioneros que trabajan con generosidad a favor de los niños, los discapacitados y los ancianos.

Los aspirantes a santos de clase media tienen en el martirio blanco una fuente de inspiración. Asegura Javier Álvarez-Ossorio que, “a pesar de las dificultades, hemos recibido la vocación de vivir como creyentes en el día a día, de hacer de nuestras vidas una humilde

Martín de Porres

Mártires de Tibhirine

Felipe Neri

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de Ossó en su libro El cuarto de hora de oración. El santo fundador solía repetir: “Dadme un cuarto de hora de oración cada día y os daré el Cielo. Un alma que persevera en la oración, se asegura la propia salvación”.

Todos estamos llamados a ser santos según el espíritu del Concilio Vaticano II. Como sugiere el sacerdote y novelista Jesús Sánchez Adalid con esta definición, que puede venirnos muy bien para el concepto de santos de clase media, “ser santo es seguir siendo una persona normal y corriente, sentir las preocupaciones de la vida, del desempleo, de la necesidad, de la enfermedad, de la soledad; y solidarizarse con quienes sufren para paliar su dolor. Y trabajar para cambiar el mundo”.

En sus discursos de despedida, Jesús nos emplaza fundamentalmente a creer y a poner nuestra confianza en Dios. Y lo hace a través de la imagen de una casa con muchas estancias (cfr. Jn 14, 1-6). Necesitamos una casa, un hogar, un sitio cálido para ser acogidos después de la peregrinación que supone nuestra existencia. Encima, Jesús se adelanta y nos prepara sitio en la cima. Todo un lujo. ¿Quién puede temer entonces el paso a la vida nueva y definitiva? El conocido dibujante y pedagogo Patxi Velasco Fano identifica esa escena con el momento en que se baja el telón al finalizar una obra de teatro. Se apagan las luces y, al poco tiempo, se levanta de nuevo y nos vemos envueltos amorosamente en los brazos del Padre, en cuyo Corazón está habilitada una gran morada. Esta morada aparece con las puertas abiertas a todos los corazones que se dejan amar y confían en el Camino, la Verdad y la Vida. La fe nos provee para el trayecto de una confianza sin fisuras y la tranquilidad de experimentar que nos encontramos en los brazos del Padre. También nosotros, candidatos o aprendices a santos de clase media.

en las montañas”. La Eucaristía y su amor a los pobres le ayudaron a escalar hasta los brazos del Padre, cuando serenamente muere de una aguda poliomielitis galopante.

Para subir, hemos de renunciar a la vanidad, como dice con sabiduría el papa Francisco, “a creernos un poco el Premio Nobel de la Santidad”. La humildad es una segura senda. San Benito de Nursia en su Regla, en el capítulo VII, nos propone la escalera de la humildad: “La escala misma así levantada es nuestra vida en el mundo, a la que el Señor levanta hasta el cielo cuando el corazón se humilla. Decimos, en efecto, que los dos lados de esta escala son nuestro cuerpo y nuestra alma, y en esos dos lados la vocación divina ha puesto los diversos escalones de humildad y de disciplina por los que debemos subir”.

Por la senda que elijamos, no olvidemos a san Buenaventura: “Cristo es el camino y la puerta, la escalera y el vehículo”. Siguiendo a Cristo, los santos se convierten en vía de acceso segura a la santidad, y nos advierten de la importancia de la oración para lograr la meta. Sin querer quedarnos en los mínimos, los santos de clase media han de cuidar su oración. Han de preparar el huerto para la oración como santa Teresa, y si andamos flojitos empezar por sacar de nuestra mochila las recomendaciones de san Enrique

referencia a Jesús y a su Evangelio, y de prepararnos a morir con la confianza puesta en Aquel en quien creemos”. Aunque también se pregunta si entre nosotros no habrá algunos a los que se les pida también el martirio rojo.

El elemento del martirio siempre estará presente en el concepto de santidad. Es muy significativo el caso del primer santo, que sin ser mártir, recibió veneración en Occidente: san Martín de Tours. ¿Cómo explicar el hecho de que recibiese un culto que hasta entonces era reservado solo a los mártires? Su biógrafo, Sulpicio Severo, respondió a la cuestión insistiendo en su identidad sustancial con los mártires. Según él, san Martín deseó ardientemente el martirio, aunque las circunstancias históricas no se lo permitieron, pero con el ejercicio heroico de las virtudes soportó un verdadero martirio espiritual por el que pudo ser considerado santo.

VI. UN CAMINO EN ZIG-ZAG

Martín Descalzo consideraba que el camino hacia Dios es como un monte al que hay que subir. Y tiene dos caminos: “Uno de cabras, que va en derechura desde la falda a la cima, escarpado, durísimo, empinadísimo, y un camino carretero, que sube también pero en zig-zag, dando vueltas y vueltas en espiral hacia la cumbre”.

Los santos de clase media optarán por el segundo camino, porque el primero lleva a dejarse la piel en las esquinas de las rocas. No obstante, por un camino o por otro, lo que importa es subir a la cima. Para san Antonio María Zaccaria, las criaturas se convierten en la escalera para llegar a la cúspide: “Es necesario que el hombre que quiere llegar a Dios camine por escalones, y suba del primero al segundo y de este al tercero, y así sucesivamente”.

El beato Pier Giorgio Frassati era un joven apasionado de la tentación de la nieve. Le decía a un amigo: “Cada día que pasa, me enamoro más perdidamente de la montaña: su fascinación me atrae con fuerza. Cada vez es más el deseo de escalar los montes, ganar las cumbres más arriesgadas y disfrutar de aquel purísimo gozo, que solo se saborea

PL

IEG

OJuan de Ávila

Pier Giorgio Frassati