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Proclamación y jura de la Independencia de Chile» (Jura de la Independencia de Chile, 12 de febrero 1818 Fray Pedro Subercaseaux)

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El hecho que en Europa, y sobre todo en España la pregunta

de la Identidad no sea una pregunta recurrente ni le quita el

sueño a nadie, me hace re-elaborar ciertas preguntas que como

americanos hemos tenido muy presente desde este discurso de

Identidad – Modernidad, más aún cuando toda Latinoamérica

celebra por estos años su Bicentenario. Me declaro, antes que

QDGD��XQ�Dğ�FLRQDGR�DO�WHPD��\�FRPR�WDO�PL�DSUR[LPDFLöQ�VHUÀ�

totalmente amateur, pero es un tema que sí me produce cierto

desazón, y a la luz de los siguientes párrafos intentaré dar una

aproximación.CRISTIÁN LEÓN GONZÁLEZ, Arquitecto, (1995) Licenciado en Estética, (2000) de la PUC. Diplomado de Estudios Avanzados en Historia del Arte, (2007), Magister en Gestión Cultural (2008) y Doctor (c) en Historia del Arte y Gestión Cultural, de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, España, docente de la Facultad de Diseño UDP, de la UPA, Profesor del Magister de Artes y Humanidades de la UGM.

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La celebración del Bicentenario nos abre a las nuevas viejas pregun-tas de siempre, interrogantes como ¿la Independencia es el gran motivo de la celebración?, ¿nos consolida el celebrar este hecho como la cristalización de una nación?, ¿el corte, la escisión con nues-WUR�SDVDGR�DQWHULRU�QRV�GHğQH�FKLOHQRV��PRGHUQRV"��ŀHQFDUQDPRV��D�partir de entonces, esta supuesta fusión entre lo indiano y lo hispano o hemos sido literalmente absorbidos por otra cultura ajena y do-minante? ¿identidad, nacionalidad, independencia son sinónimos e incluso, conceptos intercambiables?, ¿qué papel juegan los resabios culturales en la conformación de nuestra cultura o sólo se mantiene como un ideario romántico en nuestras mentes? ¿sólo pueden resca-tarse extractos supervivientes en sociedades cuasi-tribales relega-das y poco contaminadas del núcleo central del desarrollo?, ¿existen verdaderas formas de hacer domésticas o cotidianas los sistemas culturales y códigos de estas culturas marginales e incorporarlas en nuestro imaginario colectivo?, ¿expresan ambas posturas la confron-tación entre naturaleza y cultura?A mi parecer, podemos caer en una postura negacionista al borrar de nuestra memoria colectiva lo que supuso la Colonia como elemento

FHQWUDO�HQ�OD�FRQğJXUDFLöQ�GH�QXHVWUD�QDFLRQDOLGDG�\�GH�QXHVWUR�VHU�colectivo. Nos hemos convertidos en seres esencialmente occiden-tales, incluso seres de extremo Occidente, abandonando progre-sivamente un rico acervo y herencia, frente a las posibilidades aún no exploradas o agotadas de la novedad. La dualidad entre las pre-sencias de la tradición indígena americana y el mundo moderno son predominantes en gran parte de las sociedades de nuestro “Nuevo Continente”, pero creo que en nuestra sociedad -al menos en la chilena asentada en el Valle Central--, esta oposición señalaría una YLHMD�UXSWXUD�GDGD�HQ�WLHPSRV�KLVWöULFRV��PDQLğHVWD�HQ�OR�FRWLGLDQR�a través de la convivencia simultánea de sociedades y mundos anta-gónicos. Negamos reconocer nuestra múltiple diversidad, con lo que podríamos acercarnos a una convivencia e integración, acompañada de una visión holística de los imperativos de la América Mestiza. Una visión eurocéntrica impuesta desde la Conquista nos hace repetir que somos el Nuevo Mundo, pero el análisis de la realidad étnica dentro de nuestros territorios mostraría como nuestra incesante y rápida transformación confronta sin cesar auténticos mundos, vivos o destruidos, del pasado prehispánico. La celebración del inicio del

Proclamación de Independencia de Chile, versión ilustrada. Circa 1825, Impreso en Valparaíso por Wells y Silva. Museo Histórico Nacional.

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proceso descolonizador que supuso la Independencia no sólo niega nuestra dependencia administrativa de la Corona española, que en rigor no fue el hecho que inició este proceso sino, al contrario, su SOHQR�UHFRQRFLPLHQWR��VLQR�TXH�VH�LGHQWLğFD�FRQ�ORV�QXHYRV�YDORUHV�impulsados por los Estados Unidos de América, con su movimiento independentista y la instauración de un nuevo régimen de gobierno: la Democracia. O por la Revolución Francesa, que marca el proceso de insurrección contra quienes ostentan el poder político y religioso en el Antiguo Régimen: la aristocracia y el clero. No discutiendo el valor de los nuevos vientos que soplaron en Occidente en aquel entonces, si discuto su procedencia: Al parecer, lo chileno se iden-WLğFDUâD�FRQ�OR�QR�HVSDòRO��HV�GHFLU��FRQ�XQ�XQLYHUVR�DMHQR��GLVWLQWR�y distante, con hacerse parte de un proceso que se instaura simul-táneamente en el Nuevo y Viejo Mundo, casi como una especie de globalización política. Y bien sabemos que siempre los procesos que VH�DğUPDQ�HQ�XQD�QHJDFLöQ��UDUD�YH]�OOHJDQ�D�EXHQ�SXHUWR�Más que Mundo Nuevo somos Mundo Dual: universo que resiste al cambio, o avanza sin conciencia de destino. A diferencia de Europa, cuyas tradiciones y transformaciones permanentes han logrado sos-tenerse con mayor continuidad, el rompimiento histórico que sufre América es el origen de una personalidad doble que, por una parte, divide al todo en regiones Norte y Sur; por otra, entre sociedades in-dígenas y criollas y, por otra más, entre sociedades de la antigüedad y del mundo moderno. Quizás por ello el recurrente principio técnico y artístico del desdoblamiento de la representación en la plástica americana. Por ello, la recurrente vuelta hacia una construcción de Identidad propia en Latinoamérica ha sido el tema ineluctable del pensamiento americano del siglo XX. Desde el descubrimiento o hallazgo de América hecho por Colón- Invención de América dirá O’Gorman - generó una serie de encuentros y desencuentros que hasta el día de hoy han sido imposibles de soslayar. América en general y Chile en particular necesita saber cómo es y cómo era para saber quién debe ser dentro del concierto de identidades del globo, pero en especial necesita saberse qué tan distinto y qué tan distante es de España y Europa.Aquí deviene la pregunta sobre nuestra modernidad o sobre nues-tras modernidades, que nos autoexigimos, al considerar paradigmá-tica y triunfante a la modernidad ilustrada encarnada especialmente en Inglaterra, Francia y Estados Unidos. En cierto modo podemos considerar que esta larga experiencia está culminando, aunque siempre estará vigente la introspección autocrítica y el desarrollo de VX�UHĠH[LöQ�SRVPRGHUQD�Para unos la Modernidad equivale al progreso; para otros, a la des-trucción de las tradiciones. El mundo tiende a evolucionar rompien-do con las memorias arcaicas; éstas parecen estorbar al desarrollo de ideas y conceptos transformadores del hombre y de la sociedad. Pasar por encima del pasado es tradición de las modernidades. Sin embargo, la construcción de un mundo propositivamente moderno, en la conmemoración de un Bicentenario, parece aún un ideal relati-vamente vacío para quienes conciben la integración de las socieda-des no sólo en la convivencia económica y política.Se ha dicho que la modernidad no es un conjunto cerrado de res-puestas, sino un conjunto abierto de preguntas, ya que, de facto, los desafíos que nos plantearon los hechos históricos que conmemora el Bicentenario, siguen pendientes y vigentes. En primer lugar, per-sonalmente creo que es un error el ver todo ese encuentro o choque

cultural acaecido entre indianos e hispanos en las postrimerías del siglo XV y en los albores del siglo XVI como un sincretismo en todas sus esferas. Si bien eran mundos, cosmovisiones y sociedades distintas y distantes, estas antípodas poseían rasgos potenciales de encuentros armónicos que podían despertar rica y nueva vida. En segundo lugar, el largo y paciente período que conocemos como la Colonia, fue un lento y profundo proceso de maduración de nuestras raíces, de gestación de tradiciones, de surgimiento y fortalecimiento GH�ODV�LQVWLWXFLRQHV��TXH�VHUÀQ�FHQWUDOHV�HQ�OD�FRQğJXUDFLöQ�GH�XQD�atmósfera psíquica y un clima espiritual que serán las claves de nuestra identidad nacional. No reconocer eso, nos dejaría simple-PHQWH�RVFLODQGR�HQWUH�OD�LQ�VLJQLğFDQFLD�\�OD�LQ�FRPSUHQVLELOLGDG�acerca de lo que somos.Los desafíos para poder hacer la construcción de identidad para Chile y Latinoamérica a partir del reconocimiento de la presencia del mundo indiano y del mundo hispano y de sus encuentros y desencuentros con el universo cultural que hoy se plantea hege-mónicamente occidental, implican necesariamente una alterna-tiva para superarlo. Es un reto, un escollo que hay que superar. Por lo que en estas breves líneas que aun nos quedan, me referiré también, tanto a los desafíos como a unas inexpertas pero apa-sionadas posibilidades de superarlos.

En la América Hispana el mestizaje, a diferencia de Estados Unidos y Brasil, comienza la primera noche en que las huestes de cada adelantado o capitán español acampan para pernoctar en suelo americano, porque el hispano siempre pretendió una integración

total con los territorios conquistados y con sus habitantes. De allí que su

proyecto es esencialmente de fusión con lo local.

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El Bicentenario se ofrece como una oportunidad perfecta para la consolidación de nuestra cultura y esto es, fundamentalmente, un trabajo colectivo. No se puede hacer por simples voluntarismos políticos, ni por los buenos deseos de un pequeño grupo; es un resultado, no una intención. El cultivo de una clara identidad en una nueva cultura nacional será labor de una colectividad en una nación HVSHFâğFD��GRQGH�OD�FRQFLOLDFLöQ�KLVWöULFD�FRQ�QXHVWUDV�UDâFHV�HV�XQD�de sus muchas manifestaciones, no la única.La concepción que la Patria es mucho más que la celebración de doscientos años, si bien es preciso reconocer que son dos fases de un mismo proceso de integración: el Reino de Chile y la República de Chile, supeditar la celebración de nuestra nacionalidad a nuestros úl-timos doscientos años podría ser lamentable y miope. Los intentos de GHğQLFLöQ�GHO�FRQWLQHQWH�$PHULFDQR��GHVGH�OD�&RQTXLVWD�\�OD�&RORQLD��DWUDYLHVDQ�HO�ğOWUR�GHO�SHQVDPLHQWR�HXURSHR��UHVLVWHQWH�D�LQWHJUDU�D�las culturas indígenas. La reclusión indígena en el campo conserva aún algunas tradiciones, sin que su práctica sea capaz de preservar los GLVWLQWRV�VLJQLğFDGRV�VRFLDOHV�\�UHOLJLRVRV�GHO�SHUâRGR�SUHKLVSÀQLFR��Aquellas tradiciones se encuentran a su vez mestizadas a una incesan-te acumulación de nuevos conceptos y comportamientos posteriores a la Conquista, de forma que es casi imposible encontrar hoy grupos que vivan sólo desde un pasado auténtico, o que se mantengan en un estado de ignorancia del presente. Lo que queda de la cultura original de aquellos indígenas estará siempre confundido, en un sentido exten-

so de la palabra, será sólo un rasgo, una huella de identidad.Quizás sería apropiado pasar una breve revista a los distintos proce-sos culturales que se dan en el continente americano, y tal vez ello pueda, por comparación, darnos algunas claves sobre quiénes somos y qué celebramos. La sociedad angloamericana se conforma desde OD�LQGLYLGXDOLGDG��GHVGH�HO�PRPHQWR�HQ�TXH�HO�0D\ĠRZHU�DQFOD�HQ�lo que serían los Estados Unidos. Llegan a esta tierra como familias, con hijos, con sirvientas, con un proyecto de vida cerrado que no se involucra con el habitante original, el indígena, estableciendo una relación de distancia con el nativo. Brasil se funda con una serie de factorías portuguesas de borde que no penetra en el territorio, salvo para la explotación y extracción de recursos naturales- incluido el recurso esclavo guaraní, tan apreciado por los paulistas o bandei-rantes -habitantes de Sao Paulo-, y la masiva llegada del indígena africano como esclavo en las plantaciones. También se produce en las colonias portuguesas una relación de distancia, aunque menos expresa que en las colonias inglesas. En la América Hispana se produce algo diferente. El mestizaje comienza aquí la primera noche en que las huestes de cada adelantado o capitán español acampan para pernoctar en suelo americano. El hispano penetró al interior del territorio, sus principales fundaciones fueron mediterráneas, siempre pretendió una integración total con los territorios conquis-tados y con sus habitantes. De allí que su proyecto es esencialmente de fusión con lo local.

Bernardo O’Higgins José Miguel Carrera

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Es aquí donde se produce una doble realidad, y que no es unilateral FRPR�VH�KD�TXHULGR�VLPSOLğFDU��3RU�XQ�ODGR�VH�SURGXFH�XQ�Sincretismo o una superposición de dos entidades distintas que ciertamente va a generar un algo híbrido; pero por otra se va a producir una Fusión o una integración de dos entidades en latencia armónica, cuyo encuentro generará una síntesis. Paradigma del primer caso serían en lo político la modernidad ilustrada y la búsqueda casi esquizo-frénica de imponer este modelo casi abstracto y ajeno en América; en el segundo caso la inculturación del modelo religioso cristiano traído por los franciscanos y jesuitas a los naturales, con la armónica asimilación e integración con las costumbres locales, que en muchos

lugares se mantendrá en la forma de la piedad popular.Ambos modelos conformarán hechos de profunda importancia en la FRQğJXUDFLöQ�GH�$PÒULFD�/DWLQD��TXH�JHQHUDUÀ�HQ�VXV�GHVFHQGLHQWHV�un sentimiento dialéctico basado en los principios de identidad y de alteridad, serán las tesis centrales que enarbolarán escritores ame-ricanistas como Octavio Paz en “el Laberinto de la Soledad” (1950) y José Enrique Rodó en su “Ariel” (1900). Así podemos advertir que en el discurso latinoamericano, al menos como hipótesis, se puede sustentar que en nuestra realidad contemporánea existen en estado de latencia y de incipiente germinación, elementos objetivos que nos anuncian la posibilidad de una “otra” modernidad “a la nuestra”. Y

Pedro de Valdivia. Cuadro de Nicolás Ruiz de Valdivia. Tomado de una estampa del siglo XVI, 1892

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Poema La Araucana, Alonso de Ercilla

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esto en los dos planos más relevantes a nosotros: en el plano socio-OöJLFR�KLVWöULFR�GH�OD�FXOWXUD��\�HQ�HO�SODQR�HVSHFâğ�FR�GHO�DUWH�6L�ELHQ�HV�FLHUWR�TXH�HO�FRQĠ�LFWR�GH�LQWHJUDFLöQ�HQWUH�ODV�VRFLHGDGHV�del Continente Americano existe desde la Conquista, los pueblos indígenas tienden a convertirse en minorías en extinción al margen de los grupos dominantes en la sociedad, tan solo sobreviviendo, tampoco es menos cierto que los de origen criollo y mestizo han KHFKR�HVIXHU]RV�FRQVWUXFWLYRV�SDUD�OD�GHğ�QLFLöQ�FRQVWDQWH�GH�VXV�LGHQWLGDGHV��OXFKD�VLJQLğ�FDWLYD�HQWUH�HO�VHU�RULJLQDOHV�SRU�VX�PRGHU�nidad y el intentar a la vez tener raícesLas manifestaciones en América de una identidad propia van a ser una constante, que se observa a través del libre surgimiento de un variado folclor, que transmuta los signos de cultura en este tipo de manifestaciones. A lo largo de los siglos se genera un producto de superposiciones y fusiones múltiples entre las distintas etnias, resul-tante de sincretismos, y no de una verdadera fusión América-Europa, sino que cada vez más con el paso del tiempo, como predominante-mente europea. Creo personalmente que el resultado de confrontar la información que la tradición americana ha acumulado en sus culturas originales con otras disciplinas, puede entregar ciertas respuestas y ciertas propuestas para encontrar esa perfecta síntesis entre lo moderno y nuestras raíces.Podemos también citar, dentro de este contexto de creciente moder-nización, el ejemplo clásico del archipiélago de Chiloé, baluarte mí-WLFR�GH�OD�KLVWRULD�DPHULFDQD��SXHV�IXH�MXVWDPHQWH�DKâ�GRQGH�Ġ�DPHö�la última bandera de la Corona Española en América del Sur (1826). Desde la época de la Guerra de Independencia que Chiloé no vivía un tiempo tan agitado. El pueblo rural organizado en comunidades formadas por el misionero jesuita desde el 1600 logró establecer la columna vertebral de la cultura chilota, aquella que hasta hoy alcanza a deslumbrar al afuerino. Es la cultura barroca construida silenciosamente por el mestizo y el misionero, quienes dieron al ar-chipiélago de los antiguos chonos y huilliches, un sentido de tiempo, de equilibrio con la naturaleza y de comunión con la Divinidad. A un ritmo nuevo los íconos barrocos, dueños de la imaginería del chilote fueron siendo reemplazados con fuerza por la llegada del turista, que cruzando el Canal de Chacao comenzó a asomarse por primera vez a un mundo poco contaminado, pero que él mismo comenzaría D�PRGLğ�FDU�LQHOXFWDEOHPHQWH��FRQYLUWLHQGR�ORV�VLJQRV�GH�FXOWXUD�HQ�manifestaciones del folclore. El futuro puente sobre el Canal nos per-mite la honesta duda si acaso será una vía de integración o una fuga de tradición. Nuevamente la dialéctica entre tradición y modernidad agita fuertemente sus aguas en el canal de Chacao.Pero ad portas de este bullado y sacudido Bicentenario, algo se nos hace presente. Si seguimos buscando una identidad perdi-da, como si ésta fuera como algo que perdimos en el camino, desperdiciaremos una brillante oportunidad histórica. En nuestro país la búsqueda de nuestra Identidad y la configuración de nuestra nacionalidad deben dar paso a la afirmación de ésta; ya que no es necesario buscar algo que ya se tiene, o que ya se es. Por el contrario, es preciso aclarar lo que ya se es y por qué se es así. Esa otra manera de nuestra construcción de identidad será posible sólo en la medida de que encontremos esa síntesis mediá-tica entre lo moderno y lo originario, dejando de ser un híbrido y poder ser auténticamente chileno, ciertamente latinoamericano y apropiadamente moderno.

Edición de las cartas de Don Pedro de Valdivia con introducción de Don Jaime Eyzaguirre

Alonso de Ercilla

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