Loqueleo 2020 - Iris Argamanviajesliterarios.loqueleo.com.mx/uploads/storys/52/52.pdf¡Qué susto!...

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Oso y FredIris ArgamanIlustraciones de Avi Ofer

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Prólogo

Estoy solo en una caja. Está oscuro. Tengo frío.De pronto, escucho gritos:“¡Con delicadeza…¡ ¡Con cuidado!”La caja se abre…Escucho susurros. Me quitan de encima pliegos y pliegos de pa-

pel para envolver.De pronto, se hace la luz.

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Un sol dorado despide rayos que se extien-den hasta alcanzarme y acarician mi tela.

Me siento bien. Adrián llegó a su casa muy aprisa; sin aire,

porque subió cuatro pisos.El sol me ciega: abro un ojo, luego el otro.Hay mucha gente a mi alrededor.Una agradable señora me abraza.Redondas lágrimas se deslizan por su rostro.A un lado, un hombre comenta:—Bajé de mi transporte una caja enorme y ,

al fin de cuentas, tene-mos un pequeño oso.

Todo mundo se echa a llorar de emoción.

¿Qué sucede? No entiendo.

La mujer me susu-rra al oído:

—Bienvenido a casa, Fred. Bienvenido a Jerusalén. ¡Por fin llegaste!

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Hace tiempo, hace años, en un país lejano llamado Holanda —en la ciudad de Delft— yo era el oso de Fred.

A nadie se le ocurrió darme un nombre. A Fred tampoco.

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Vivía en el cuarto de los niños, junto con los otros juguetes.

Era un oso de peluche feliz. Fred me quería más que a sus otros juguetes. Me llevaba a todas partes. Cada noche,

cuando se acostaba, yo me dormía pegado a su almohada, y soñaba en su sueño.

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Mis ojos miraban las calles donde acostum-brábamos dar la vuelta.

A diferencia de otros días, todo estaba en silencio.

Había poca gente en la calle y todos iban con la cara larga.

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De repente, escuchamos unos ladridos tremendos.

Un perro negro enorme nos saltó encima y casi muerde la mano de Fred.

En cambio, me mordió a mí. ¡Qué susto!Con furia, el perro me revolcó en el suelo. Finalmente, me dejó en la acera.Fred me levantó, me limpió y me susurró

al oído: —Pobre osito. No te pongas triste. Te

quiero mucho aunque se haya aflojado tu cabeza.

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