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The End of Free Market de Ian Bremmer “Nuestra poca habilidad para ponernos de acuerdo en el rol que deben jugar los estados en el desempeño de los mercados cambiará la forma en que vivimos” (Bremmer, p.2). Ian Bremmer es el presidente del Grupo Eurasia, una consultoría global de riesgo político. Graduado de la Universidad de Tulane y Doctor en política por la Universidad de Stanford, es colaborador en Foreign Affairs, The Wall Street Journal, The Washington Post, entre otros. Ha escrito otros libros como The J Curve: Why Nations Rise and Fall y The Fat Tail: The Power of Political Knowledge for Strategic Investing. La premisa fundamental de Ian Bremmer en su libro El Fin del Mercado (2010) es que la crisis económica de 2008 legitimó a un nuevo grupo de países que apuestan por el capitalismo pero a reservas de que éste les ayude a conseguir sus objetivos políticos. Este nuevo modelo económico que acuña como “capitalismo de estado” será un protagonista en la economía mundial hasta que no haya un verdadero entendimiento entre los capitalistas del libre mercado de la necesidad de regular los mercados; no obstante, en el largo plazo, el libre mercado prevalecerá porque el comercio y la inversión son los únicos que han demostrado aliviar la pobreza y promover el crecimiento sostenido. El “capitalismo de estado” es definido como un “sistema en el que el estado domina los mercados, principalmente, para su ganancia política”. No es una ideología política, es una estrategia de largo plazo que usan los gobiernos para dirigir al mercado a fin de cumplir con sus intereses. Aquí el libre mercado no es un fin sino un medio que ayuda a asegurar el dinamismo y crecimiento sostenido de la economía. Para lograr esto, los capitalistas de estado hacen uso de las empresas estatales, sobre todo, en el sector energético; de nacionalismos basados en los recursos naturales; de fondos soberanos que financian a las paraestatales y estimulan la economía; y de empresas favoritas o “campeones nacionales” 1 . China es el principal exponente de los capitalistas de estado. El ex Primer Ministro Wen Jiabao definió el capitalismo de estado chino al decir que “la formulación de la política económica es para dar total libertad al rol primordial de las fuerzas de mercado en la distribución de los recursos bajo la guía macroeconómica y regulación del gobierno” esto con el fin de “asegurar que las manos visibles e invisibles tengan total libertad en la regulación de las fuerzas del mercado”. (p. 129). China ya ha enviado a sus paraestatales a todo el mundo para asegurar el abastecimiento de recursos en el largo plazo, y por encima de multinacionales occidentales, ha logrado entrar a países con regímenes autoritarios cuestionados internacionalmente. Hoy, es el mayor prestamista a nivel mundial y sin condicionamientos políticos. Otros países como Rusia y Arabia Saudita son ejemplos notorios de capitalistas de estado, pero Bremmer afirma que todos los países recurren a políticas de capitalismo de estado en ciertos momentos. México, antes de la reforma energética, en el sector de hidrocarburos, era un ejemplo del capitalismo de estado basado en un nacionalismo sustentado en el aprovechamiento de un recurso natural. Sin embargo, es a partir de la crisis de 2008 que incluso Estados Unidos, el capitalista de libre mercado por excelencia, con objeto de salvar el modelo económico actual, tiene que recurrir al rescate de bancos y empresas clave para la economía norteamericana, lo cual aunado a que los capitalistas de estado fueron de los menos afectados por la crisis, terminó por legitimar al capitalismo de estado. 1 Se cita CEMEX como un ejemplo de “campeón nacional” o favorita del gobierno.

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The End of Free Market de Ian Bremmer

“Nuestra poca habilidad para ponernos de acuerdo en el rol que deben jugar los estados en el desempeño de los mercados cambiará la forma en que vivimos” (Bremmer, p.2).

Ian Bremmer es el presidente del Grupo Eurasia, una consultoría global de riesgo político. Graduado de la Universidad de Tulane y Doctor en política por la Universidad de Stanford, es colaborador en Foreign Affairs, The Wall Street Journal, The Washington Post, entre otros. Ha escrito otros libros como The J Curve: Why Nations Rise and Fall y The Fat Tail: The Power of Political Knowledge for Strategic Investing. La premisa fundamental de Ian Bremmer en su libro El Fin del Mercado (2010) es que la crisis económica de 2008 legitimó a un nuevo grupo de países que apuestan por el capitalismo pero a reservas de que éste les ayude a conseguir sus objetivos políticos. Este nuevo modelo económico que acuña como “capitalismo de estado” será un protagonista en la economía mundial hasta que no haya un verdadero entendimiento entre los capitalistas del libre mercado de la necesidad de regular los mercados; no obstante, en el largo plazo, el libre mercado prevalecerá porque el comercio y la inversión son los únicos que han demostrado aliviar la pobreza y promover el crecimiento sostenido. El “capitalismo de estado” es definido como un “sistema en el que el estado domina los mercados, principalmente, para su ganancia política”. No es una ideología política, es una estrategia de largo plazo que usan los gobiernos para dirigir al mercado a fin de cumplir con sus intereses. Aquí el libre mercado no es un fin sino un medio que ayuda a asegurar el dinamismo y crecimiento sostenido de la economía. Para lograr esto, los capitalistas de estado hacen uso de las empresas estatales, sobre todo, en el sector energético; de nacionalismos basados en los recursos naturales; de fondos soberanos que financian a las paraestatales y estimulan la economía; y de empresas favoritas o “campeones nacionales”1. China es el principal exponente de los capitalistas de estado. El ex Primer Ministro Wen Jiabao definió el capitalismo de estado chino al decir que “la formulación de la política económica es para dar total libertad al rol primordial de las fuerzas de mercado en la distribución de los recursos bajo la guía macroeconómica y regulación del gobierno” esto con el fin de “asegurar que las manos visibles e invisibles tengan total libertad en la regulación de las fuerzas del mercado”. (p. 129). China ya ha enviado a sus paraestatales a todo el mundo para asegurar el abastecimiento de recursos en el largo plazo, y por encima de multinacionales occidentales, ha logrado entrar a países con regímenes autoritarios cuestionados internacionalmente. Hoy, es el mayor prestamista a nivel mundial y sin condicionamientos políticos. Otros países como Rusia y Arabia Saudita son ejemplos notorios de capitalistas de estado, pero Bremmer afirma que todos los países recurren a políticas de capitalismo de estado en ciertos momentos. México, antes de la reforma energética, en el sector de hidrocarburos, era un ejemplo del capitalismo de estado basado en un nacionalismo sustentado en el aprovechamiento de un recurso natural. Sin embargo, es a partir de la crisis de 2008 que incluso Estados Unidos, el capitalista de libre mercado por excelencia, con objeto de salvar el modelo económico actual, tiene que recurrir al rescate de bancos y empresas clave para la economía norteamericana, lo cual aunado a que los capitalistas de estado fueron de los menos afectados por la crisis, terminó por legitimar al capitalismo de estado.

1 Se cita CEMEX como un ejemplo de “campeón nacional” o favorita del gobierno.

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El reto que imponen estos países es que más allá de sumar a la economía mundial, merman la posibilidad de ampliar el pastel para todos. Por ejemplo, en el sector energético, el capitalismo de estado distorsiona el desarrollo del mercado de energía y limita los oferentes disponibles, pues las reservas están en manos de unas cuantas compañías que a veces no son eficientes ni tienen el equipo necesario. Además, justifica la adopción de medidas proteccionistas, que aunque más sutiles, terminarán por minar la capacidad de generar crecimiento sostenido y dificultarán la cooperación internacional. En este sentido, Bremmer considera que un subsidio o provisiones de contenido nacional son equiparables. No obstante, la mayor amenaza la representan los nuevos jugadores de la economía mundial y es que estos nuevos mercados no han definido su posición. ¿Qué pasa si se cierran y acuden al proteccionismo? La apertura hace más vulnerables a los países a los shocks políticos y económicos, de ahí la necesidad de evitarlos, sobre todo, cuando la política doméstica es inestable; además, los países desarrollados y sus multinacionales dependen de esos nuevos mercados. Al final, Bremmer concluye que el libre mercado sobrepasará en vida al capitalismo de estado, pues la debilidad fundamental del segundo es su dependencia a la política doméstica. Además, defiende que la destrucción creativa, proceso en el que industrias desaparecen por la aparición de otras más competitivas y con mejores ideas, es algo que sólo se da en el capitalismo de libre mercado, pues el estado está más preocupado por los empleos que por la innovación. China es la clave para saber cuánto durará el capitalismo de estado. En este momento, su posición es estratégica por la mutua destrucción económica asegurada que mantiene con EUA. Si bien se está posicionando a nivel mundial, sus vulnerabilidades siguen siendo obvias: la creación de empleos constante, el envejecimiento de la población, la desaceleración, etc. En conclusión, es más fácil que el gobierno chino tenga que reconsiderar sus supuestos fundamentales sobre la intervención del gobierno en la economía que lograr que Estados Unidos se retire del libre mercado. ¿Qué se necesita hacer? Desde el lado empresarial, Bremmer es claro, las empresas deben utilizar sus ventajas comparativas frente a las paraestatales. Si bien no cuentan con el apoyo del gobierno como las paraestatales, en una democracia, las empresas tienen voz y voto sobre el tipo de regulaciones económicas en turno. Por su parte, los políticos deben regular a los mercados conforme su evolución lo amerite y escoger bien sus batallas. El autor menciona a la manipulación monetaria como un asunto difícil de tratar ante la dependencia de EUA a la compra de bonos del Tesoro que hace China, un tema clave para la industria siderúrgica de ese país. Quizás el punto más debatible en el libro es la idea de que la apertura debe continuar, incluso si eso significa que los países desarrollados hagan las concesiones necesarias en la ronda de Doha, es decir, que dejen a los países emergentes liberalizar gradualmente e incluso usar subsidios a cambio de que haya mayor apertura para los bienes industriales de los países desarrollados. Para Bremmer, la desaparición de industrias nacionales es parte de un proceso de “destrucción creativa”, pero deja de lado el daño que se hace a las economías cuando no hay base industrial que permita el efecto spillover de la inversión extranjera. Además de que el comercio desigual de bienes intermedios vuelve a las economías manufactureras simples exportadores de importaciones. Bremmer nos da una idea de muchos argumentos que las autoridades utilizan para justificar la apertura. Sin lugar a dudas, la apertura es necesaria para el crecimiento en el largo plazo, pero debe haber condiciones internas que permitan que esa apertura sea de provecho. Ese es el punto ciego del libro. Por otro lado, el capitalismo de estado sí es una amenaza a la libre competencia, pues los subsidios y la

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subvaluación monetaria de países como China sí laceran la competitividad de las industrias que compiten en economías de libre mercado. Encontrar el punto medio entre ambos argumentos es la tarea que las empresas deben emprender pues si bien todas necesitan del libre mercado para asegurar la competencia justa, dicha competencia justa no podrá ser lograda si en las economías emergentes, sobre todo, los gobiernos no proveen de un piso parejo a sus empresas para poder competir con las extranjeras. Además, su análisis futuro es relevante, pues como afirma Bremmer, China llegó para quedarse muchos años más y aunque en el largo plazo, el cambio a la economía de libre mercado será necesario, la realidad es que hoy, China seguirá haciendo uso de su planeación económica para asegurar el crecimiento económico sostenido de su país a costa del crecimiento de otros países. La importancia de los desenvolvimientos políticos en países capitalistas de estado será esencial para entender el porqué de sus políticas económicas. Hoy, China está en consulta de su 13avo plan quinquenal, donde la consolidación de empresas en sectores clave se vuelve una amenaza para otros competidores, pues no sólo se consolidarán en el mercado doméstico sino que planean invertir en otros países, lo cual en el caso de México y el sector acero, particularmente, pondría en desventaja a las productores nacionales. Refrendar la idea de Bremmer a nivel región será de gran importancia para empujar la idea de la integración productiva de Norteamérica, pero, sobre todo, en defensa de una verdadera política comercial de libre mercado. El problema actual de las investigaciones de dumping es producto, en muchas de las ocasiones, de políticas capitalistas de estado (subsidios, subvaluación) que impulsan a sectores industriales específicos a fin de proteger empleos y lograr el crecimiento económico nacional prometido por esos gobiernos. Es responsabilidad de sectores como el nuestro fomentar el cumplimiento de las reglas de libre mercado por parte de estos países, sin embargo, entender los intereses políticos detrás de estas acciones es esencial para tener éxito en la labor.

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Capítulo 1 El surgimiento de un nuevo sistema Aunque Francis Fukuyama declaró el fin de la historia y el triunfo de la democracia liberal occidental, en realidad, la democracia aún no ha conseguido llegar a todas partes, aunque en países como Rusia y China ya hay elecciones o cierto grado de libertad, el poder político se concentra en un partido o unos cuantos. La dictadura sigue existiendo. Al final, la globalización es el único hecho que ni estados ni empresas pudieron dejar de lado. Ningún estado tiene el poder de aislar a su población del resto del mundo, lo cual está dificultando las cosas para todos los gobiernos aunque no ha conseguido detener a las dictaduras, que han sabido utilizar la misma tecnología para restringir la información que entra y sale de sus países. De cierta forma, Bremmer concuerda con Moisés Naím en el hecho de que los organismos multilaterales no lograron la misión de controlar al estado-nación, pues muchas de sus acciones dependen de la voluntad de un solo participante, cuya voluntad, a su vez, depende de millones de ciudadanos. Además, pequeñas organizaciones como los grupos terroristas han demostrado que el desarrollo tecnológico en manos de pocos puede causar grandes daños a la soberanía y estabilidad de un país. Pero considera que el estado-nación sigue siendo la base del poder y la seguridad en nuestros días. Un reporte de la Institute for Political Studies en el año 2000 comparó las ventas corporativas de las principales multinacionales con el PIB de los países más ricos y encontró que 51 de las 100 economías más grandes son empresas. En los noventas y a principios de los 2000, el libre mercado era el modelo económico dominante, pero a inicios de esta década ha quedado claro que el poder del estado está de vuelta. Esta influencia se nota en las nuevas paraestatales que salen al exterior a invertir o en los “campeones nacionales”, que son empresas apoyadas por sus gobiernos aunque de capital privado. Incluso, se cita a CEMEX como un ejemplo de “campeón nacional” o favorita del gobierno. Entre 2004 y 2008, 117 paraestatales aparecieron entre las 200 empresas más grandes del listado de Forbes. El reposicionamiento del estado en la economía ha sido acelerado por la crisis financiera del 2008 y 2009, la cual obligó a muchos gobiernos a rescatar a bancos y empresas, y a invertir grandes cantidades en sus economías para estimular los mercados. Por falta de regulación eficiente, los gobiernos tuvieron que tomar las decisiones que usualmente toman los mercados. Así, el poder financiero pasó de NYC a Washington, de las capitales financieras a las políticas. Dichos acontecimientos reforzaron creencias de que la empresa pública y la inversión pública son el mejor camino para conseguir un desarrollo económico políticamente sustentable, sobre todo, en países como China y Rusia. Y es que en las economías emergentes, las decisiones políticas aún tienen gran impacto en el desarrollo de los mercados. El capitalismo de estado es una forma de planear burocráticamente el capitalismo de manera particular al tipo de gobierno. Es un sistema en el que el Estado domina los mercados con el objeto de obtener ganancias políticas. Esto es un riesgo pues si bien a veces es necesario aunque de manera muy coyuntural. En el largo plazo, el capitalismo de estado terminará por minar el poder del sistema económico global para generar conocimiento sostenido y hará difícil la cooperación internacional. Por tanto, en las siguientes décadas el conflicto estará entre los capitalistas del libre mercado y los de estado. Capítulo 2 Breve historia del capitalismo

El capitalismo, en definición general, es el uso de la riqueza para crear más riqueza (p. 25). Pero hay dos visiones del mismo: la primera del “laissez-faire” o la mano invisible, que defiende que los mercados se pueden autoregular, y una segunda que aboga por la intervención del estado para corregir las fallas de mercado.

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Y es justo por las fallas de mercado que desde la Gran Depresión de 1929, los gobiernos han jugado un rol principal en el establecimiento del capitalismo moderno, donde se espera que el gobierno dé la certeza jurídica y establezca un Estado de Derecho que asegure la participación de la inversión privada. Este capitalismo es una mezcla entre los dos enfoques, pues existe una limitada intervención del estado pero prevalece la creencia de que en el largo plazo los mercados son los únicos que pueden generar riqueza y prosperidad. El capitalismo comenzó con la Revolución Industrial, que permitió que ciertos ciudadanos obtuvieran una modesta riqueza, de la cual después se desprendió la demanda por mejor gobierno. Ya en el siglo XX, el capitalismo propició el desarrollo económico y la lucha por los derechos políticos de la minoría y es que, en teoría, el libre mercado crea prosperidad, la cual engendra una clase media que termina por demandar un mejor gobierno y mayor democracia. Para que los mercados funcionen mejor, la libertad política suele ser un aliciente. Por su parte, el capitalismo de estado no es un concepto nuevo. Nació con el fundador de la social democracia alemana, Wilhelm Liebknecht, en agosto de 1896. Liebknecht creía que el capitalismo de estado era una forma impura de socialismo, idea que se replicó incluso dentro de la URSS. Después, ante los regímenes totalitarios como el de Hitler o Mussolini, el capitalismo de estado fue visto como factible solo dentro de estados totalitarios. Otras definiciones recientes son el capitalismo donde el estado monopoliza sectores industriales enteros o se refiere a la planeación económica en tiempos de guerra. El origen del capitalismo de estado actual es el mercantilismo, que era el nacionalismo económico con propósito de crear estados ricos y poderosos, orden económico que prevaleció durante 300 años. El mercantilismo se basaba en la falsa idea de que la riqueza era fija y, por tanto, promovió la idea de que había que maximizar las exportaciones y minimizar las importaciones. Entonces, la industria doméstica debía producir todo lo esencial, creándose así los subsidios. Las “compañías de indias” fueron las primeras privilegiadas por los estados. Incluso John Maynard Keynes revivió aspectos del mercantilismo cuando dijo que un superávit comercial podría estimular el crecimiento de la demanda e incrementar la riqueza nacional. Aunque el mercantilismo ha muerto, su influencia continúa. Nadie cree que se deba volver al proteccionismo, hay un consenso sobre los beneficios del comercio; sin embargo, se han creado nuevas formas de proteccionismo. Por ejemplo, la Unión Europea sigue protegiendo a sus agricultores. Capítulo 3 Capitalismo de estado: ¿qué es y cómo pasó?

Definición: “sistema en el que el estado domina los mercados, principalmente, para su ganancia política”. (p. 43). En realidad todos los países se encuentran entre un espectro del capitalismo de estado y el libre mercado.

<comunismo utópico – economías de mando – capitalismo de estado – libre mercado – liberalismo utópico>

Rusia es un ejemplo de cómo se puede ir de un lado a otro del espectro, del comunismo a un capitalismo de estado. En balance, en la última década ha habido más movimientos a la derecha del espectro que a la izquierda. Siendo Cuba, el último ejemplo. Sin embargo, la recesión movió a Estados Unidos y la UE a la izquierda, a fin de poder salvar el libre mercado. Características:

El capitalismo de estado no es temporal, es una estrategia de largo plazo.

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Ve al mercado como una herramienta para cumplir ciertos intereses nacionales, no como una oportunidad para el individuo.

El mercado se usa como una palanca política y económica nacional e internacional. No es una ideología, es el uso del libre mercado no como fin sino como medio.

Suele darse en sistemas políticos autoritarios donde el riesgo es grande y por lo tanto, se debe controlar a los jugadores y al referí.

No es socialismo porque el mercado sigue siendo la base.

Los capitalistas de estado quieren controlar sus economías para así asegurar su dinamismo y crecimiento sostenido.

Herramientas:

Paraestatales energéticas: los gobiernos controlan estos sectores a fin de limitar los riesgos políticos y financieros generados por las fluctuaciones en el precio del petróleo o para reducir su dependencia frente a los países productores. De cierta forma, el petróleo y el gas estimularán la economía por muchos años más, así que seguirán siendo un negocio rentable para estos países. El petróleo, se cree, podría alcanzar su máximo en 2030 y la demanda seguirá subiendo impulsada por países como China e India. Las 14 empresas más grandes controlan 20 veces más petróleo y reservas que las 8 multinacionales más grandes como grupo, lo cual es en contra del crecimiento de la producción, pues suelen presionar los precios a la alza, además de amenazar la estabilidad de sus gobiernos. China ha enviado a sus 3 compañías a invertir en el extranjero en busca de los recursos que necesitan ante el crecimiento de su población. El capitalismo de estado distorsiona el desarrollo del mercado de energía y limita los oferentes disponibles, pues las reservas están en manos de unas cuantas compañías que a veces no son eficientes ni tienen el equipo necesario. Además, suelen servir para propósitos políticos como cuando Gazprom cortó el suministro de gas natural a Ucrania. Estos estados también suelen tener control sobre otros sectores como electricidad, nuclear, petroquímica, automotriz, sistema bancario, etc. A veces controlan minerales o materia prima esenciales para ciertas industrias.

Nacionalismo basado en recursos: a veces el gobierno pide que los empleados de compañías estatales atiendan causas partidistas o a veces interviene para que sus compañías se queden la mayoría de las reservas a través de la imposición de leyes o regulaciones que restringen la participación en el sector. Esto, geopolíticamente, les da poder además de ganancias económicas. En política internacional, pueden ser más agresivos en su discurso ya que tienen la oportunidad de influir sobre el precio del recurso. Pero cuando el precio cae, los riesgos políticos que enfrentan son mayores, sobre todo, a nivel interno.

Los “campeones nacionales” o empresas favoritas: son compañías de capital privado en las que el gobierno tiene parte de las acciones o simplemente son empresas que dependen del gobierno para desarrollar una posición dominante en la economía nacional o en los mercados de exportación. Se les dan facilidades e incentivos financieros y fiscales.

Fondos soberanos: fondos de exceso de efectivo manejados por el gobierno para invertir estratégicamente o tener liquidez en momentos coyunturales. Las ganancias son utilizadas con fines políticos. Su capital suele venir de reservas de moneda extranjera ganada del excedente de dinero proveniente de un superávit comercial o de una transferencia directa del presupuesto. Suelen ser de alto riesgo ya que sólo responden al gobierno que los creó y sus fondos vienen de inversiones riesgosas. China controla un tercio de toda la riqueza que hay en fondos soberanos. Pero la crisis los afectó y algunos desaparecieron o sufrieron grandes pérdidas. Las razones por las que los crean son: 1)ayudan a crear ganancias de activos no renovables, 2)ayudan a los gobiernos a sobrevivir la volatilidad de los precios de las commodities, 3)ayudan a prevenir

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inflación o depreciación por la entrada de moneda extranjera, 4)proveen de liquidez a los gobiernos cuando sea necesario, incluso proveer estímulos fiscales para estimular la economía. Los más grandes los tienen son: Abu Dhabi, Arabia Saudita, China y Rusia.

En el desarrollo del capitalismo de estado ha habido 4 olas expansión.

Primera: El petróleo como arma

Comenzó con la OPEC en 1960 cuando los países ricos en recursos descubrieron en el petróleo un arma de política exterior. Surgió el nacionalismo basado en recursos y varias paraestatales del sector.

Segunda: Mercados emergentes

80-90’s Con la liberalización y la expansión de los mercados emergentes (México, BRICS, India, China) Ciertos sectores claves permanecieron en las manos del gobierno. Aunque los BRICS son las economías más prometedoras pero solo podrán consolidar su éxito si sus líderes políticos se comprometen a mantener políticas de libre mercado y desarrollar instituciones que soporten el desarrollo.

Tercera: ¿Qué hacemos con la riqueza?

Se produjo por el dinero proveniente del crecimiento de los mercados emergentes y el aumento en el precio de las commodities, lo cual creó la necesidad de fondos soberanos.

Cuarto: Crisis y oportunidades

Con la crisis de 2008, los estados capitalistas del libre mercado tuvieron que intervenir en sus economías para rescatar entidades financieras o estimular la economía, lo cual fue un duro golpe para aquellos que creen que los mercados se pueden regular eficientemente. Sin embargo, también los capitalistas de estado se vieron afectados, por ejemplo, Rusia.

Capítulo 4 El capitalismo de estado alrededor del mundo

El capitalismo de estado no es una sola ideología política, es una serie de principios que los gobiernos pueden adoptar para satisfacer sus necesidades particulares. Los capitalistas de estado más renombrados actualmente son: Rusia, China y Arabia Saudita. Bremmer cataloga a estos países como el reto fundamental para el libre mercado. Arabia Saudita Aquí, la familia real usa el petróleo para ganar popularidad y gastan millones en proyectos que creen empleos y cierto nivel de bienestar. Se aseguran de retener la riqueza para que no haya oponentes potenciales, controlan el impacto de los cambios económicos para ese fin, y aunque controlan un cuarto de las reservas, cada vez hay más alternativas al petróleo, por lo que la diversificación económica ha sido un discurso constante. Si bien hay problemas de desempleo y envejecimiento de la población, el régimen es apoyado porque la población no paga impuestos y ven en la familia real a la proveedora de riqueza, empleos y oportunidades. Incluso el sector privado, que representa el 45% del PIB, depende de la familia real. En 2005, Abdullah, el nuevo rey, comenzó una serie de reformas de libre mercado e hizo la petición para entrar a la OMC. De esta forma, forzó a las compañías a competir con corporaciones internacionales, pero cuando la apertura falló se tuvo que renovar el compromiso con el capitalismo de estado. La pregunta de muchos sauditas es ¿para qué competir si el estado proveerá? Con la crisis y la caída del precio del petróleo, el estado inyectó dinero a los bancos y programas sociales a fin de evitar el descontento social. Este país domina la economía a través de Aramco, empresa petrolera estatal y Saudi

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Basic Industries Corporation, empresa petroquímica. Además hay campeones nacionales como Olayan Group (infraestructura), Dallah Albaraka Group (medios, bancos, construcción) y Bin Laden Group. El estado maneja las ganancias petroleras y pone estrategias de inversión a largo plazo a través de la Saudi Arabian Monetary Agency (SAMA), que es el banco central y fondo soberano que reporta al rey. Fuera del sector hidrocarburos, hay cada vez menos protección a partir de una ley en 2000 que permitía la participación 100% extranjera en negocios e incluso aplicar a financiamiento público. Emiratos Árabes Unidos Las familias reales en los emiratos acuerdan ciertos aspectos conjuntos pero cada quien tiene sus políticas económicas. No obstante, Abu Dhabi y Dubái suelen disputarse el poder para dominar a las instituciones, por lo que las rivalidades económicas y políticas suelen ser la regla. Antes de la crisis, el petróleo impulsaba un tercio de la economía, pero después de ésta su participación era de sólo el 5%. Se tomó una decisión consciente de hacer de Dubái un hub de negocios y una capital financiera y de turismo de lujo, lo cual llevó al gobierno de ese emirato a promover la inversión extranjera. Sin embargo, los EAU siguen siendo capitalistas de estado porque la mayoría de sus corporativos financieros son controlados por alguna familia reinante. Después de la crisis, Dubái pasó por un terrible golpe económico que cambió el balance de poder y consolidó a Abu Dhabi en el poder federal, al ser el mayor prestamista de Dubái. Desde entonces, se ha vuelto a un esquema capitalista mucho más conservador. Rusia Este país ejerce el capitalismo de estado a través del control directo de sectores y el control político de empresarios. La elite rusa depende del nacionalismo basado en recursos y usan el petróleo y el gas como herramientas de índole política y económica que ayudan a proyectar el poderío ruso en el mundo. Por ejemplo, Gazprom controla el 90% de las reservas en monopolio estatal, y Rosneft es un campeón nacional; mientras que otras compañías son presionadas por el gobierno mediante imposiciones regulatorias y legales. En 2008 se aprobó una ley que limitaba a no más del 10% la inversión extranjera en sectores estratégicos. Además, se controlan sectores como el aeroespacial, tecnología avanzada, armamento, poder militar, etc. La élite empresarial está totalmente inmersa en lo político. Aun así muchos sectores están abiertos y el gobierno prefiere influenciar a los directores o altos mando de empresas. El gobierno actúa a través de ellos para que en caso de cualquier descontento el rechazo social lo reciba la empresa y el gobierno pueda actuar en favor de la sociedad para remediar la situación. Durante la crisis del acero en 2009, ArcelorMittal fue obligado a seguir operando las minas para aún con pérdidas. Asimismo, el gobierno controla los precios en alimentos cuando se trata de situaciones de “emergencia”. Con la red de intereses políticos y económicos creados, es muy difícil lograr un cambio pues solo se crearía caos y conflicto interno, más porque aún dependen mucho del gas y el petróleo. India El modelo económico es una mezcla de estatismo de Nehru y Ghandi más el modelo de libre empresa. Existen tres grandes razones para resistir políticas de libre mercado: pocos políticos se atreven a decir que el libre mercado crea rápido crecimiento, el costo que pueden tener las reformas a largo plazo, en el corto plazo sobre los pobres, y lo difícil que es romper una costumbre como el dominio estatal. Existe un debate de cómo comprometerse con el libre mercado y que éste ayude a aliviar la pobreza. La planeación económica sigue siendo cada 5 años y semanalmente, hay nuevas estadísticas y encuestas de opinión. El gobierno tiene alta participación en sectores de productos sensibles como la comida, fertilizantes, agua y electricidad. Se dan subsidios para manipular los precios aunque también se ha obligado a las paraestatales a competir abiertamente. Poco a poco se ha permitido la inversión privada. La

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participación de las paraestatales en la economía ha bajado del 17.5% al 13% entre 1994 y 2007. Al final, la democracia dificulta tanto el libre mercado como el capitalismo de estado. México El elemento que hace de México un capitalismo de estado es Pemex. La empresa se ha vuelto un símbolo de independencia y orgullo nacional. En su opinión, la liberalización de Pemex no sería fácil de lograr debido a la democracia multipartidista y a la dependencia comercial con Estados Unidos, a quien le vendíamos y comprábamos petróleo. Este libro fue escrito en 2010 por lo que no hay información sobre la reforma energética. Brasil Lula es un pragmático que cuando gobernó Brasil se comprometió con el libre mercado pero también se responsabilizó de los pobres, por lo cual fortaleció a las paraestatales y campeones nacionales, sin por eso dejar de buscar inversión extranjera. En 2008, creó un fondo soberano, el cual tuvo que utilizar para invertir en el país durante la crisis y así asegurar la liquidez bancaria. China China es el caso representativo del capitalismo de estado. El Primer Ministro Wen Jiabao definió el capitalismo de estado chino al decir que “la formulación de la política económica es para dar total libertad al rol primordial de las fuerzas de mercado en la distribución de los recursos bajo la guía macroeconómica y regulación del gobierno” esto con el fin de “asegurar que las manos visibles e invisibles tengan total libertad en la regulación de las fuerzas del mercado”. (p.129). China comenzó su paso al capitalismo con Deng Xiaoping en 1979 con la creación de zonas económicas especiales, lo que México apenas planea hacer. En los 90’s los empresarios favorecidos por el estado comenzaron a ser afiliados al partido a fin de que la elite china tuviera interés en el éxito del estado y el partido. Incluso, los jóvenes hoy en día se unen para poder mejor sus prospectos laborales. En 2001, se logró la entrada de China a la OMC y desde entonces el comercio exterior ha crecido exponencialmente, por lo que ahora el sistema económico depende de las exportaciones. Para mantener el monopolio del poder político, el partido cree que debe crear millones de empleos cada año y aunque saben que sólo lo pueden lograr mediante las fuerzas del mercado, creen que éstas deben ayudarlos a lograr sus objetivos. Para mantener el capitalismo vibrante, han enviado a sus compañías paraestatales al mundo para asegurar el acceso a recursos naturales en el largo plazo. Su versión del capitalismo de estado es orquestada por el Consejo de estado, la principal autoridad nacional (Gabinete). La administración de la economía la hace la Comisión de Desarrollo Nacional y Reforma. El sistema bancario es clave y el gobierno ejerce su influencia sobre él en la determinación de cuánto prestar, a quién y bajo qué términos. Para las paraestatales no hay una sola forma de administración. En la mayoría, el dueño es el estado y toma sus ganancias de las subsidiarias que cotizan en Hong Kong. El estado, además, controla los precios de la energía y las posiciones clave en cada una de las compañías. Sin embargo, la mayoría de las compañías pueden decidir autónomamente cuánto y dónde invertir. Sus armas son los subsidios, el respaldo político del estado para entrar en otros mercados y que pueden hacer negocios donde multinacionales occidentales no están permitidas debido a la ideología política. China Investment Corporation es el fondo soberano creado en 2007 con 200 billones de dólares en reservas extranjeras producto de las exportaciones. Es administrado por oficiales políticos y administradores experimentados. Se usa para hacer inversiones en los sectores de energía y commodities a fin de presionar los precios a la alza. Además, apoya a los bancos y empresas chinas poniéndolos en ventaja frente a competidores extranjeros.

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Por su parte, la IED ha crecido por el amplio mercado chino y su gran fuerza laboral, lo cual ha ayudado a crear empleos y adoptar prácticas occidentales de negocios. Sin embargo, la apertura ha estado supeditada a los altos niveles de competitividad que han alcanzado las empresas chinas, lo suficiente para presionar a su favor y el estado tiene muchas razones para favorecerlas. A veces el gobierno sólo deja entrar inversión extrajera si se comprometen a transferencias de tecnología o propiedad intelectual. Las lecciones acerca de darle a la gente lo que quiere es lo que hace que muchos estados aun recurran al capitalismo de estado, la forma segura de proveer empleos. En estos países, cualquier pérdida de empleos puede crear inestabilidad social. La crisis ayudó a consolidar a los capitalistas de estado pues significó un retroceso para el libre mercado pues se culpó a Washington de no querer regular debidamente a sus mercados y contrario a Washington que eliminó impuestos, China dio subsidios. La principal razón por la que la crisis fortaleció a estos países fue que China favoreció a sus paraestatales mediante el gasto en búsqueda de que éstas se consoliden y comiencen a comprar a las más pequeñas. Esto sigue siendo parte incluso del 13avo plan quinquenal de planeación económica. Así las volverá competidoras mundiales mediante la ayuda de su fondo soberano. Para Bremmer, en la siguiente década, China comenzará a fortalecer el campo a fin de ampliar el consumo. Seguirán impulsando al comercio, la inversión y la competencia pero seguirán ejerciendo el control económico mediante la planeación, pues es su defensa contra los excesos del libre mercado. Capítulo 5 El reto Si bien el capitalismo de estado no se parece a una crisis de los misiles, aún puede comprometer la seguridad de un país y el futuro de la economía global. La mayoría de los líderes concuerdan en los beneficios de una mayor apertura comercial, pues por ésta, hay cada vez más jugadores en la economía mundial y justo esa es la amenaza. La oportunidad puede generar dependencia y tanto los gobiernos occidentales como las multinacionales están dependiendo cada vez más de estos nuevos mercados. ¿Qué pasa si se cierran y vuelven al proteccionismo? La apertura hace más vulnerables a los países a los shocks políticos y la habilidad del estado para usar a los mercados para propósitos políticos incrementa tanto los riesgos como las posibles ganancias. Al final, los capitalistas de estados fueron menos golpeados por la crisis, hecho que provoca que cada vez haya más resistencia al libre mercado representa una amenaza al crecimiento del pastel para todos, pues pronto ya no habrá con qué alimentar a tantas personas. Esto no sólo amenaza las condiciones actuales si no también la seguridad de las democracias modernas de libre mercado. Eficiencia económica ¿Cuánto debe un estado entrometerse en la economía para lograr crecimiento sostenido? Mayor intervención en la economía significa mayor carga para el gobierno y por lo tanto, más burocracia y corrupción. Se cree que la soberanía del consumidor es la única forma de prosperidad sostenida, así las empresas se obligan a innovar para sobrevivir. Un error de la crisis de 2008 fue que la figura de shareholder, que creó una mentalidad a favor de las ganancias en el corto plazo que terminó por crear la crisis. Los estados se retiraron de la regulación de los mercados, los cuales hemos aprendido no pueden regularse a sí mismos. Si el debate final es cómo hacer funcionar mejor a los mercados, el capitalismo de estado no es la opción pues su prioridad son los fines políticos. Al igual que el shareholder que llevó a la crisis, la mentalidad en el capitalismo de estado es de corto plazo pues es para beneficio de los políticos (shareholders a su manera por los intereses económicos y políticos entrelazados a favor de su mejor empresa: el estado).

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Muchos de los políticos en estos países no tienen la preparación técnica ni financiera para tomar decisiones económicas, por eso afilian a empresarios quienes terminan por tejer una red o elite que pasa por encima de la eficiencia o la innovación. Proteccionismo Los regímenes autoritarios tienen más miedo a su gente que a otros gobiernos. Por eso están más dispuestos a usar el proteccionismo que otros países que no temen tanto a la inestabilidad social. El proteccionismo es un vestigio del mercantilismo que ayuda a proteger la riqueza doméstica a expensas de la extranjera. El libro defiende que las barreras son una forma fácil de poner en marcha ciclos de recesión. Razones por las que es fácil usar medidas proteccionistas para estos países:

1) Las compañías no tienen tanta influencia económica y financiera como para defender sus intereses como pasa en países con líderes electos.

2) No hay una diferenciación entre medidas de corto plazo para proteger empleos vs la institucionalización del proteccionismo como componente clave de la estrategia de desarrollo.

3) Los capitalistas de estado suelen ser menos transparentes y pueden usar diferentes políticas como formas sutiles de proteccionismo.

Desacoplamiento El auge de los capitalistas de estado mina la influencia de los Estados Unidos y la interdependencia global que hace trabajar a los países juntos para la promoción del crecimiento. Así, las economías en vías de desarrollo poco a poco han ido dependiendo menos del crecimiento de Estados Unidos (a excepción de México), aunque si afectó a sus mercados de exportación. Estados Unidos cada vez es menos visto como el líder del libre mercado, mientras que los capitalistas de estado son modelos de éxito que apelan a la necesidad de control de los gobiernos. China es el nuevo prestador mundial y sin intervenir en los asuntos políticos domésticos. Aunado a esto, Estados Unidos tuvo que reaccionar a la crisis con políticas capitalistas de estado, lo cual termina por empoderar más a estos países. Las amenazas Las paraestatales de estos países suelen ayudar a los regímenes autoritarios a cumplir sus objetivos políticos y económicos. Su poca transparencia al momento de operar crea distintos riesgos para las empresas de libre mercado que necesitan de fondos pero que de aceptar financiamiento por parte de los fondos soberanos de estos países se exponen a volverse herramientas de los países que patrocinan los fondos. Estos países están haciendo inversiones riesgosas en otros mercados emergentes y en caso de que China decida ya no financiar la deuda de Estados Unidos, el hecho tendría consecuencias desastrosas para la economía mundial. Capítulo 6 Aceptando el reto Probablemente, el libre mercado sobrepase en vida al capitalismo de estado por las distintas debilidades del segundo:

No está en el imaginario popular como una ideología, debido a que no es una respuesta a una injusticia social y quienes lo practican buscan fines particulares.

Estos países no buscan dominio global porque están muy ocupados con asuntos de política interna.

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Debido a que cada quien tiene sus objetivos y prioridades, los capitalistas de estado no forman un bloque uniforme, mucho menos una ideología, lo cual dificultaría su alineación.

Además, entre ellos compiten para ser los líderes en materia de energéticos y poder de mercado.

El comercio exterior y la inversión han demostrado que son el camino más seguro para aliviar la pobreza. Asimismo, el libre mercado da ventajas que el capitalismo de estado no provee:

El libre mercado tiene menos incentivos para frenar la trayectoria de crecimiento a largo plazo mientras que los capitalistas de estado lo harán si esto es un obstáculo para su estabilidad política.

En el libre mercado hay destrucción creativa, que es cuando las industrias desaparecen por la aparición de otras con mejores ideas, algo que no tienen los capitalistas de estados por la pérdida de empleos que implica esta dinámica.

Bremmer menciona el tema de las emisiones de carbono y plantea que más allá de tratar de lograr un compromiso político, lo cual es improbable, se debe invertir en tecnologías verdes y en crear un mercado para esta industria. Gracias a la crisis, el capitalismo de estado permanecerá por más tiempo, no obstante, está en aquellos que creen en el libre mercado comenzar a actuar según sus creencias a fin de evitar que el contraste en creencias que ya es notorio en organismos multilaterales (como el G20) terminé por producir un cambio en el poder y dificultar consensos futuros. China es la clave para saber cuánto durará el capitalismo de estado. Si bien se está posicionando, sus vulnerabilidades siguen siendo obvias, pues aún deben crear entre 10 y 12 millones de empleos cada año y aumentar su productividad. Además, la demanda por mejores condiciones de vida no parará y deben crear una red de seguridad social lo suficientemente rápido para poder mantener el paso del envejecimiento de su población. En conclusión, es más fácil que el gobierno chino tenga que reconsiderar sus supuestos fundamentales sobre la intervención del gobierno en la economía que lograr que Estados Unidos se retire del libre mercado. ¿Qué se necesita hacer?

Las empresas deben invertir más en las áreas donde siguen siendo más competitivas que las paraestatales. Centrarse en sus ventajas comparativas.

Los partidos de centroizquierda de los países occidentales, como los demócratas en Estados Unidos, deben hablar más sobre los beneficios del libre mercado porque ellos saben la diferencia entre intervenir en la economía estratégicamente y controlarla totalmente. Ellos pueden hablar de las virtudes del libre mercado desde una posición más aceptada por la opinión pública.

Continuar con la promoción del comercio como principio de política exterior y ofrecer concesiones necesarias para cerrar la ronda de Doha. Permitir los subsidios a cambio de que haya mayor apertura para los bienes industriales que vienen de EUA y la UE.

Se deben aceptar enfoques graduales en la liberalización de las economías pues varias economías emergentes aún son híbridas.

No cerrar la puerta a la inversión y no mezclar la inversión con la política o los argumentos de seguridad nacional.

No poner barreras a la inmigración pues se necesita de trabajadores especializados y profesionales para impulsar la innovación y el emprendimiento.

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Escoger las peleas correctas, sobre todo, por el problema de la manipulación monetaria del yuan versus la compra de bonos del tesoro por parte de China. Esto es destrucción económica mutua asegurada porque EUA necesita financiar su deuda y China necesita un mercado como el norteamericano para sus exportaciones. Se debe ejercer presión en otros temas como la protección de la propiedad intelectual.

Seguir invirtiendo en poder duro (hard power) pues sólo éste asegurará que los Estados Unidos sigan siendo un elemento fundamental para la estabilidad económica y política del mundo.

Los gobiernos deben aprender de sus errores y regular a los mercados conforme estos van creciendo.