Revista Babel Nº28 (Julio-Agosto 1945)

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    S U M A R I O :C a r l o s V i c u a EL AO VEINTESantiago Labarca LAGENERACIN DEL 20Eugenio Gonzlez JUVENTUDEINTEAERADaniel -Schweitzer JUAN ANDULBO

    G ~ M E ZOJASESTUDIANTESEL AO 20

    Manuel Roj as RECUERDOSE J O S DOMINGOGonzlez VeraEnrique Espinoza

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    F O N DO E C U L T U R E C O N O M I C

    ECONOMA SOCIEDAD.-ax TVeber, 2 tonzos: 170 pesosPRINCIPIOSE Soc1oLoGLA.- Ferdinand Tonnies, 45 pesosL A DIPLOMACIA DE LOS ESTADOSNIDOS EN LA AMRICA LATINA.Samuel l a gg Bemis, 90 pesosLASCULTURASEGRAS EN EL NUE VO i 4 ~ ~ ~ 0 . - A r f h ranaos. 55 pesos

    INTRODUCCION A LA SOC1OLOGfA.- Adolfo Menzel. 35 besosPAPEL SOCIAL DEL INTELECTUAL.-F~O7~n Znaniecki, 30 peS0.T

    INTRODUCCIN A LA CRIMINOLOG~A.-V. A. Banger, 45 pesosLos FISICRATAS.- Henry Higgs, 25 pesos

    INTERVENCIN DEL ESTADON LA VIDA EcoNxl1cA.-Henry Laufenbur-ger, 55 flesosSALARIOS.- aurice Dobb, 27 pesosPRINCIPIOS DE ECONOMfA POLfT1CA.- John . .~artMil/ 175 pesos

    CURSOELEMENTALE ECONOMA.- H . M. Scott, 30 pesosTEOR~AENERAL DEL INTERS LA OCUPACIN Y EL DINERO.- J. M Key-nes, 80 pesosCOMERCIONTERNACIONAL.- . T. Ellsworth, Dos tomos: I. Teorlay II. Politica, 75 pesos los dos tomosBEKEMOTH (Pensamiento y accin en el Nacional Socialismo).- FranzNeumann, 90 pesosSOCIOLOGIAE LA EDUCACI~N.-ernando de Aceniedo. 65 besos

    PRIMEROSNSAYOS.-Augusto Comte, 55 pesosTUPAJ ATARI.- Augusto Guzmn, 35 pesosD E LA CONQUISTA A LA INDEPENDENCIA.- Mariano Picn Salas.- (congrabados), 35 pesos

    LETRASMEXICANAS.- Julio Jimnez Rueda, 35 pesosLETRASCOLOMBIANAS.- Sanh Cano, 35 pesosLETRASDE AM RICA.- E Diez Canedo, pesos__

    DE VENTA EN TODAS LAS LIBRERASDe 6 s o :

    L I B R E R I A MEXPCOB a n d e r a 4 4 5 S a n t i a g o d e C h i l e

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    akwhNRIQUESPINOZA

    1945VOLUMEN VI1

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    .SI NUESTRO PROPOSITO ES DARNOS, RUERZANOS SERA HACER PRIMERO LO NECESARIO PARAPERTENECERNOS. Y CUALQUIERA QUE SEA LAORGANIZACION SOCIAL QUE NOS DEPARE ELPORVENIR, SERA IMPERIOSO EXIGIR A LOSHOMBRES QUE LA PRACTIQUEN UNA CAPACIDADNO VULGAR, UN DON DE ALGO QUE NO SEA PARABAMBOLLA, ADEMAS DE LA ADHESION A LACA USA. PEDRO GODOY

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    . - .~Para algunos espritus superficiales, 1920 fu un momentocrucial en la historia de Chile, una prole sin madre y tambinsin hijos. E n realidad ese florecimiento ocasional tena racesprofundas y sigue sordamente su camino.El problema de la poblacin menesterosa es viejo en el mun-do. No s610 son menesterosos los pobres bien pobres, mas ta m-bin las clases medias empobrecidas, que viven toda su vidaganndose la vida, en malas casas, peores muebles, con comi-da escasa y ropas radas. Estas clases medias, necesitadas yansiosas, fermentan ms que el proletariado mismo, connatu-ralizado ya con la rusticidad de sus comidas, ropas, hab ita-ciones y artefactos.Las clases menesterosas son a veceslos nobles, a veces losburgueses, y a veces los campesinos o los proletarios. Las cir-cunstancias polticas y econmicas, las guerras, las leyes y losprejuicios, determinan alternativamente que toda una estra-ta social padezca una desigualdad perentoria, que la extingueo la subleva.Despus de la derrota de Poitiers y de la cautividad de JuanII de Francia (1356), en medio de la consternacin general queel desastre produca en el reino, agravada por el pillaje des-

    enfrenado de los ingleses victoriosos, los estados generales, ani-mados por Esteban Marcel, preboste de los mercaderes de Pa-rs obligaron al Delfn Carlos a aceptar reformas sociales, po-lticas y administrativas hasta entonces inauditas. El gobier-no, las finanzas pblicas, la leva de los ejrcitos del rey, laadministracin de la justicia, los abusos de los nobles, todo fuen ellas considerado. El espritu de la burguesa, hasta en-tonces sumisa, tom conciencia de su fuerza, y dos ministrosdel Delfn, los mariscales de Champaa y de Normanda, fue-ron sumariamente ejecutados en su presencia, y tan cerca del que la sangre salpic los pliegues de sus vestiduras. La no-bleza alarmada se arm para defender las prerrogativas de lacorona, pero mientras los nobles y burgueses se hacan la gue-rra, los campesinos se levantaron. Su insurreccin tremenday ciega, que se llam lajucquerie, estallb en 1358. Losjucqueseran los menesterosos de entonces. Sob re ellos pesaban todas[ 3 1 ,

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    las desgracias de la tierra. No solamente los ingleses los sa-queaban, sino tambin las bandas de los soldados y mercena-rios del rey de Francia, hambrientos o en receso, que la derro-ta traa impagos e inactivos. Y lo que dejaban los soldadosera tomado violentamente por los seores, empobrecidos porla guerra, y ansiosos de rehacerse o de pagar el rescate prometi-do al prncipe de Gales despus de la derrota de Poitiers: mue-bles, joyas, cosechas, ganados, arneses, aperos, todo cuantolos campesinos posean, era arrebatado por la vorgine.La lucha de los burgueses contra los nobles era una ocasindemasiado propicia para perderla y la insurreccin popular es-tall movida por la necesidad del hambre y de la venganza.Cayeron sobre los castillos, los tomaron, los saquearon, asesi-naron magnates y dignidades, violaron mujeres de la nobleza,torturaron los prisioneros que cogan y quemaron vivos hastalos nios. Esteban M arcel, oportunista del siglo XIV se en-tendi con ellos y les mand dos compaas de su milicia ciu-dadana para apoyarlos. Con una buena cab eza poltica hu-biesen podido hacer los j a ques en 1358 la gran revolucin quetriunf plenamente cuatrocientos treinta y cinco aos ms tar-de. Su s excesos unieron en su co ntra a todos los dems,.yfueron derrotados en Meaux y degollados sin compasin sie-te mil de ellos, por orden de Gastn de Foix.E n 1520, al advenimiento de Carlos V, una sacudida anlo-ga, pero ms profunda, estuvo a punto de cambiar los destinosde Espaa. No haba entonces pauperismo en Espaa, perola nueva dinasta germnica entenda avasallar los fueros y li-bertades de Castilla y arruinar el estado, gobernando en pro-vecho de los favoritos venidos de Flandes. Las comunidadesse alzaron contra tales abusos y en una guerra animada y des-piadada pusieron en jaque a las tropas imperiales. Los hidal-gos apoyados por el pueblo representaban el sentir de la nacintoda: pero su falta de tino poltico les enajen la adhesin delos prceres, que hicieron causa comn con los imperiales.Derrotado Juan de Padilla en Villalar en 1521, Castilla dejde ser la repblica igualitaria que haba sido bajo los Trasta-mara y entr de lleno en la monarqua absoluta de los grandesseores, que cre Carlos V.Felizmente para Espaa la conquista de Amrica abrib a ladilatada y fecunda clase de los hidalgos y segundones an cam-po sin lmites, en donde poda comer, ilustrarse y prosperar.Los criollos americanos, hijos de los hidalgos y segundonesconquistadores venidos de Castilla no sintieron nunca sobre

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    B A B E Lellos e1 peso abrumador de la aristocracia ociosa y orgullosade la madre patria. Ellos eran aqu los seores, salvo tal vezen el Per y en Mxico, pues 10s oidores, gobernadores y capi-tanes peninsulares eran una minora tan escasa y dbil, por lafalta de e jrcito propio y por la d istancia, que los criollos acau-dalados descendientes de los primitivos conquistadores pudie-ron creerse a s mismos de la ms alta aristocracia de estosreinos. Hombres hasta enton-ces obscuros se ilustraron en sus guerras y en sus vaivenes po-lticos; personajes ricos y encumbrados cayeron en la pobrezay en la destitucin; las familias se dividieron; los hacendadosholgazanes de las provincias, por la guerra, por la ineptitud,e,mpobrecieron. E n Chile, particularmente, los vascongados,que haban llegado pobres desde los das de Ustriz, por suesfuerzo o por los matrimonios, eran ah ora los dueos de la tie-rra y pronto tomaron conciencia de sus aptitudes superiores.E n la Amrica independiente la aristocracia criolla se bifurcinsensiblemente en dos ramas de origen comn, pero de mediosde fortuna muy dismiles.Hasta Lircay esta bifurcacin no es sensible an en Chile.Los ricos protegen todava a sus parientes pobres y los reco-nocen en la vida social. Unos y otros se llaman a s mismoscaballeros, y slo se entienden diferentes de la masa annimade los campesinos y artesanos. Pero despus de Lircay lapobreza de los caballeros pobres se hace apremiante. S i n co-mercio y sin industria, que eran entonces desdorosos, y sin tie-rras, que haban perdido, o que no podan cultivar, o que norendan suficientemente, tan slo los destinos pblicos los ayu-daban a vivir. ~ Pero stos no eran entonces innum erables,como ahora, y slo se daban a los amigos del gobierno, comosiempre. As empez la servidumbre dorada de los gobiernis-tas y la miseria rabiosa de los opositores.As nacieron 10s pipiolos cuya actitud era la de pedigeo3famlicos. Los pipiolos eran los caballeros pobres que esta-ban fuera del gobierno. Con la derrota de Lircay qued unamuchedumbre de ellos relegada por tres generaciones a unamiseria afanosa y llena de tristeza.Fu una cosa adm irable que conservase esta casta pipiola suorgullo de clase. Su origen genealgico comn con la ms ele-vada aristocracia est establecido con los propios libros nobi-liarios publicados por los cultores del abolengo; pero su menguaeconmica los llev de modo seguro a formar una clase nueva,

    Esto cambi con la independencia.

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    B A B B Lseparada de los caballeros ricos, que dabido rvaro incrementar su patrimonio, o en pocos re-hacerlo.

    %tos pipiolos de 1830 fueron el fermento de la lucha cvicadesde entonces hasta nuestros das. Mientras ellos se adap-taban a su nueva vida o se rebelaban en partidos, asambleas,logias, ateneos, asociaciones de cultura, y an en motines yasonadas, siempre con el nimo de volver a la aristocracia odesplazarla, un fenmeno nuevo se produca en la repblica.Fu ste el ascenso social e intelectual del proletariado, prime-ro el de los pueblos y ciudades, y ms tarde el de las aldeas yvillorrios, y aun el de los campos. Este ascenso se produjo porelevacin de elementos egregios, que despus de. pasar por laescuela, el liceo y la universidad, entraron con pie firme en laclase media, y se confirm con el enriquecimiento econmico yla difusin de la cultura refleja.Con ello la clase media se dise netamente y ya los arist-cratas afectaron abrazarla a toda con el mismo desdn. Des-de la segunda mitad del siglo X I X , la clase media fu llamadadesdeosamente sz'z'ca por la aristocracia, que lleg a creersede veras de un origen racial diferente.Esta separacin social di6 asidero a la separacin adminis-trativa y poltica: los altos grados de la poltica, del ejrcito,de la marina, de la universidad, de los tribunales, del serviciodiplomtico, de la banca, de las grandes reparticiones del esta-do, fueron exclusivamente para la aristocracia, aun indocta oescasa de inteligencia, y slo las funciones secundarias, de la-bor excesiva y poca renta, para los siticos, aun egregios.E s seguro que la oposicin a Portales en 1836, la revuelta deCruz en 1851, la fundacin del partido radical hacia 1868, elauge de la masonera y la efervescencia poltica de 1890 a1891, reconocen por principal motor subjetivo la aspiracincreciente, ciega, enardecida y casi angustiosa de la clase me-dia por conquistar las posiciones administrativas, polticas, so-ciales y econmicas que los siticos desdeados crean merecer,sobre todo si consideramos su cultura superior y su mayoraindiscutible.Hasta despus de 1891 no se les ocurri sin embargo hacercausa comn con el proletariado, al cual caballeros y siticosentendan proteger con escuelas, orfelinatos, hospederas o me-didas legislativas, pero al cual no pretendfan asimilar, ni me-nos asimilarse a l.

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    B A B E LS610 en el siglo X X hacia 1905, algunos intelectuales distin-guidos y generosos (sin duda el ms notable de ellos fu PedroGodoy), intentan la redencin total del proletariado median-te la prdica de ideas sociales venidas de Europa. La funda-ci6n del partido demcrata algunos aos antes no tena vistasprofundas. Su s primeros jefes , como los actuales, se conten-taban con alcanzar posiciones polticas personales, que no mo-difican la condicin del proletariado, ni menos lo incorporandignamente a la sociedad general.tendan el problema de modo t a n mezquino. El hombre del pue-blo era para ellos tan digno y libre como el burgus aristcrata

    o de la clase media. A l deba llegar la verdad filosfica y lacientifica, la cultura literaria, histrica o artstica, el bienestarmaterial, la justicia de los tribunales y el respeto de la polica.Segn algunos, bastaba para conseguir todo ello con destruirlos gobiernos, las instituciones y las jerarquas; segn otros,por el contrario, haba que derribar el gobierno burgus y es-tablecer el estado proletario que garantizara al pueblo las con-diciones econmicas, jurdicas, intelectuales y morales sin lascuales vive en la esclavitud y la degradacin.Este movimiento proletario, mucho ms amplio y generosoque las aspiraciones de medro social de la clase media, enarde-ci los corazones y la fantasa de la juventud que abri susojos a la luz de las ideas sociales entre 1905 y 1920. Una pl-yade infinita brot de la universidad, de las imprentas, de lasescuelas, de los talleres. Profesionales, profesores, estudian-tes, poetas, escritores, oradores, obreros de todo linaje, se reu-nan, discutan, escriban, predicaban, se organizaban e n unamarea apocalptica que puso pavor en la aristocracia vacilantecuando se di6 cuenta de la inaudita extensin de aquella in-quietud generalizada.Ya desde 191 se haban intentado persecuciones judicialescontra los obreros revolucionarios; pero las leyes liberales queentonces existan los ponan a salvo en procesos honrados y re-gulares. Pronto los jueces empezaron a violar la sle y abierta-mente para satisfacer los miedos de la aristocracia dirigente.El juez Santapau conden inicuamente a Voltalre Argandoahacia 1917, mediante una prueba infame arreglada por la po-lica. En 1918 y 1919 hubo procesos celebres, de una iniqui-dad inaudita, que culminaron en 1920 con el llamado de lossubversivos, que fu entregado al celo interesado del inquisidorAstorquiza, quien agreg luego a esta causa otra no-menos si-niestra que sigui6 con motivo del asalto a la Federacin de Es-

    Los jvenes de 1905 no en-

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    B A B E Ltudiantes, en la cual salt a los delincuentes y encarcei a lasvctimas. *El movimiento obrero haba dejado muy rezagados a los par-tidos polticos llamados de avanzada. El ms fuerte y famosode todos ellos, que contaba a la sazn con jefes de talla y unajuventud idealista y generosa, era sin duda el partido radical.Su juventud peroraba en un bullicioso centro de propaganda,pero era fcil advertir que toda ella era indocta y vocinglera,y estaba a una distancia intelectual astronmica de la genteque encenda y animaba las inquietudes del proletariado. Pe-dro Godoy, Luis Ross Mujica, Valentfn Brandau, Javier La-garrigue, Juan Gandulfo, Lan Diez, Pedro Len Loyola, Fe-derico Carvallo, Julio Saavedra, Alejandro Parra, AugustoPinto, Julio Rebosio, Armando Trivio, Luis A. Silva, LuisRecabarren, Ismael Parraguez, Aquiles Lemire, Ernesto So-za, no tenan ningn equivalente doctrinario o "moral entre losafiliados del vie jo partido, que se deca de avanzada. SloRigoberto Soto por s u fe encendida y pura, pba emularlos.E n cambio tena el partido radical hombres ms diestros en laaccin electoral de propaganda, organizacibn, contfol del su-fragio, falseamiento de escrutinios y procesos por fraudes ovicios electorales. Su s jefes comprendieron de inmediato laimportancia que para la lucha presidencial de 1920 tendra laadhesin de los estudiantes universitarios y de las corporacio-nes obreras.Esta necesidad electoral fu la determinante de la actitudpseudo - revolucionaria del candidato Alessandri.Personalmente no era ning6n avanzado. No perteneca si-quiera a la comedia revolucionaria de ,la juventud radical. Noera ni sitico ni pipiolo. Aristcrata por familia y por edu-cacin clerical, liberal coalicionista de los das de ErrzurizEchaurren, se haba apartado de la masonera y hasta de sulechoso partido liberal, en cuyo seno no contaba con adhesio-nes sustantivas. Buen orador, claro , enrgico y resistente,apasionado y cordial, aspiraba no sin mritos a la primera ma-gistratura, que la llamada democracia confiere de vez en cuan-do a los bartonos, y que en Chile haban empuado hombresopacos como Jorge Montt, Riesco, Pedro Montt, Barros LUCO,y Sanfuentes.Pero la vieja aristocracia lo resista. Afectaba ignorar queera Palma Guzmn por su lnea materna, de a rancia estirpede los Prez de GuLmn y los Trastamara de Castilla, y d osubrayaba el nombre italiano de Alessandri, cuyo abolengo

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    B A B E Lno era paladinamente reconocido, ni menos de ilustre raigam-bre caste ana.E n 1918 le haban dado una candidatura senatorial dudosa,que gan con estrpito. S e de j llamar entonces el len deTarapac y tom contacto ntimo con los ms decididos ele-mentos de la juventud radical. Ungido por sta candidatosuyo a la presidencia, las circunstancias lo-empujaron a abra-zar la causa proletaria, que traa estremecidos a los estudian-tes universitarios.E s ta candidatura fu la chispa que hizo estallar el movimien-to del ao veinte. E l fervor, la fe, el sacrificio heroico, laalucinacin apocalptica, fueron el aporte del proletariado idea-lista y de la juventud universitaria. Ellos dieron el tono san-to, la esperanza ciega, a la contienda electoral, comunicaronsu entusiasmo a las mujeres y a las muchedumbres, organiza-ron las colectas y desfiles, sufrieron la persecucin y la crcel,desarrollaron el misticismo cvico, sostuvieron al candidatoenloquecido y vacilante, y transformaron su derrota en los co-micios en una victoria efectiva en la calle pblica.

    Esto explica el desengao posterior. Alessandri era un me-sas improvisado y circunstancial. Nada saba de los doloresproletarios, de la justicia social, de la reforma educativa, d.ela igualdad republicana, de la jerarqua cvica, de la organi-zacin de los servicios pblicos, de los problemas de la gentehumilde. A todo pretenda suplir con su intuicin, sus senti-mientos generosos, y su indudable perspicacia. No slo denada le sirvieron estas facultades extraordinarias, sino que serode de hombres que sumaban a su incapacidad enciclop-dica una ansia de placer desenfrenada y morbosa y una ambi-cin de adolescentes temerarios. D e 1921 a 1924 el gobiernonuevo, el gobierno revolucionario, el gobierno mesinico, el go-bierno del partido radical y de los siticos egregios, vivi enuna esterilidad bulliciosa y dispendiosa, gritando y contradi-cindose cada da y amenazando al pas con una bancarrota sinremedio. L a reaccin, que entre tanto se haba recobrado delsusto de 1920, adquiri algunos militares inexpertos y. no muyexigentes y puso con ellos fin al gobierno de Alessandri en unaspocas horas de tintineo de sables y espolines.Pero la primera parte de la aspiracin social del pipiolajese haba cumplido inexorablemente. E n enero de 1925 el go-bierno oligrquico y reaccionario nacido de la revolucin mili-tar de 1924 fu reemplazado. La m asonera cogi el timn ylo mantuvo con Ibez durante seis aos en medio de vai-

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    B A B E Lvenes, angustias y persecuciones. Cuanda Ibfez ca y6, en1931, hubo una veleidad de reaccin que duf6 menos de unao, con una nueva crisis militar y una nueva venida del an-tiguo mesas, ya ms moderado y ponderado. Pero los diezaos de sacudimiento habian amansado a la vieja aristocracia.Los siticos fueron ya tratados como iguales. El reparto desinecuras, prebendas y contratos fu ms equitativo, y pare-ci6 por un momento que la vieja trizadura de Lircay habadesaparecido. La eleccin presidencial de 938 deline nue-vamente los campos, pero esta vez el llamado frente popular,esto es la alianza poltica de la clase media y el proletariado, apesar de numerosas defecciones de pseudo - aristcra tas, gande veras en los comicios y pudo Pedro Aguirre inaugurar ungobierno de franca y voraz siutiquera, cuya ineficacia multi-forme s610 es comparable al endiosamiento postizo con que ohan pretendido adornar, invita Minerva, sus hermanos de lalogia. S u muerte prematura no di6 opcin alguna a la reac-cin desesperada, pues a pesar de haber e egido un candidatoque nada tena de caballero, su mal tino la hizo fracasar ru-dosamente y di6 el triunfo a un psimo elemento del frentepopular, que a pesar de su oportunismo vergonzoso y torpe,no ha dado an base a la reaccin para el ansiado desquite.Puede considerarse que la clase media gan definitivamentela partida poltica, y ello es en cierto modo una desgracia.Por una parte no tiene ella conciencia alguna del problemaproletario, ni menos lo concibe en la forma generosa, amplia yhumana en que lo conceba Pedro Godoy o lo plantea la doc-trina positiva, y por otra carece de nocin de la jerarqua so-cial y de la necesidad de la conservacin poltica. El frentepopular es un conglomerado vido y ciego, que roe y destruye,sin crear nada ni concurrir efectivam ente a l traba jo social, qu?ms bien estorba. Ni vistas polticas internacionales o conti-nentales, ni sentimiento de. la dignidad humana, ni doctrinade las garantas pblicas, n i inters por la eficacia de las fun-ciones del estado, ni conciencia de los deberes pblicos, niideas claras y positivas sobre educacin,. sobre- pplica o sobrejusticia, ni principios econmicos o jurdicos, nl siquiera firme-za o energfa de carcter, aparecen entre su masa amorfa ygozadora. Su incoherencia prgnica traer, a no dudarlo, sucada en la primera oportunidad, y esta nueva crisis posterga-r los ms graves problemas de la esttica y de la dinmicasocial.Ahnafh, de Julzo de 1945

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    La generacin del ao 1920

    No se sabe si el ao 1920 comenz a las 24 horas del 31 deDiciembre de 1919 o a las O horas del 1. de E nero; igual incer-tidumbre existe acerca de cuando termin. Sin embargo, na-die duda de la existencia del ao 20 y ella est bien marcadaen el calendario. L o mismo ocurre con la generacin que lle-va su nombre. Cundo naci? Vive an? iDesaparecihpara siempre realizndose slo en una leyenda?A los que en ella se nos incluye nos resulta casi imposiblela respuesta a interrogaciones ms difciles que las formuladaspor la esfinge.Qu fuimos? Un heterogneo conglomerado de hom bresde todas las edades, venidos de todas partes, y a los que im-pulsaban todos los sueos.En el figuraron desde el Dr. Fernndez Pea, eterno y to-nante como los dioses, hasta el alumno del V o V I Ao de Hu-manidades, ingenuo y efmero como la adolescencia, y que nodej ni siquiera el recuerdo de su nombre.A l pertenecan obreros, artesanos, estudiantes, profeso-res, filsofos, polticos y artistas; unos pocos diletantes y nin-gn usufructuador.La Amrica Latina tena en l su representante y hombresmisteriosos de Italia y Espaa hablaban, en las largas nochesfras de invierno, de M alatesta y Ferrer.Qu hicimos? Las Fiestas de la Primavera y la AsambleaObrera de Alimentacin Nacional; el Club de Estudiantes, ins-talado en un palacio, y las grandes huelgas del carbn: la Re-vista J u v e n t u d y el incendio de la Escuela de Farmacia. E nsntesis: despertar la conciencia de la masa y el alma de losuniversitarios.Qu destrumos? Infinitos prejuicios.

    *Tiene un significado en el acontecer chileno la generacindel ao 1920?

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    B A B E LComo aquella a que pertenecieron Bilbao, Santiago Arcos,Errzuriz, Lastarria, etctera, jalona un perodo de nuestra his-toria.Hace un siglo, la Sociedad de la Igualdad iriici una ernan-cipacin de las conciencias luchando por la laicizacin del Es-tado; hace medio siglo, la revolucin del noventa y uno fuel comienzo de nuestra libertad poltica; hace un cuarto desiglo, la Federacin de Estudiantes emprendi la qarcha porel camino que conduce a la liberacin econmica del ciudada-no mediante la ms justa estructura social.Ninguna generacin vi6 realizado el ideal que la inspirara.

    A los pocos aos de emprendida la jornada, quienes encabeza-ron y dirigieron los primeros pasos, pierden toda significacin;molestan a los que vienen de atrs y amargan con su sola pre-sencia a los contemporneos porque les recuerdan sus incerti-dumbres, sus temores, sus dudas en el momento de partir.El movimiento pierde as lentamente su impulso y se detie-ne en una triste encrucijada cualquiera. El egosmo triunfa,los entusiasmos se adormecen, la mediocridad brilla hasta queen un instante dado un nuevo grupo de hombres, a los q u e seda el nombre de generacin, indican un rumbo ciertoyreini-cian la marcha.

    Me parece que hemos llegado a la encrucijada que marca eltrmino del camino emprendido el ao veinte.Cul ser la nueva etapa? E n qu ideales se traducirese canhelo de algo mejor, que, a travs de todas las vicisitu-des, es la razn misma de ser de la humanidad?Tal vez no se tratar ya de problemas que afecten al indi-viduo. Quiz si la nue-va voz de orden sea sencillamente: iRealicmonos como nacinEn calidad de tal seamos dueos de organizarnos de acuerdocon nuestras propias caractersticas; sanos permitido partici-par libremente e influir en la sociedad de todos los pueblos;permtasenos alcanzar nuestra emancipacin econmica.Las mismas etapas que el individuo recorri hasta realizar-se como ciudadano, deben seguramente en el futuro vivir lospases para llegar a ser verdaderas naciones.No pueden permanecer estancadas largo tiempo las aguassin corromperse; de ahi la imperiosa necesidad de que prontouna nueva generacin reemplace a la del ao veinte.

    La nacin ocupar el sitio de ste.

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    Juventud veinteaera(De una novela indita)

    Estudiantes y obreros, en Chile como en todas partes, toma-ron la vanguardia de la agitacin ideolgica. La Federacinde E stu diantes y la Federacin Obrera se convirtieron en cen -tros de contagiosa efervescencia revolucionaria. Noche a no-che, en reuniones apasionadas y clamorosas, se discutan losproblemas de la Poltica y de la Economa. Los mtines a quecitaban las instituciones dirigentes congregaban en la Alame-da de las Delicias a muchedumbres formidables, un poco inde-cisas aihi pero que acogan con entusiasmo las consignas de loslderes del pueblo y de la juventud. El Gobierno estaba des-con certado ; la clase rica atemorizada. El Ejrcito mismo, es-pina dorsal de la estructura del Estado, pareca vacilar porobra de una propaganda eficaz. El soldado haba hecho, co-do a codo con e1 obrero, la Revolucin Rusa. La palabra So-viet tena un prestigio mgico.Hasta ia mocedad de los liceos llegaba la influencia de lasideas - fuerzas de la Revolucin. Los mismos muchachos queen el comienzo de la guerra se haban dividido en

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    B A B E Lnin de su padre que fu herido en la batalla de Concbn y des-pus expulsado del E jrcito por balmacedista. Astudillo erade los que preferan una partida de ftbol a una discusin ideo-lgica. Por temperamento y educacin se senta inclinado alas slidas convicciones mercantiles de su familia; no obstante,pudo ms en l la simpata de la amistad y se hizo maxipalistacomo Enrique. A causa de haber hecho el elogio audaz de Le-nin, a la hora de comida, delante de visitas, perdi durante unmes el auxilio pecuniario de su indignado progenitor.Enrique comenz a salir con frecuencia de noche, contra-riando los deseos de Luisa y Adela que teman ale sucedieraalgn percance al regi=esoD en aquel barrio apartado propicioa los atracos. El sentimiento de la necesidad de luchar lo Ile-vaba a las reuniones de los gremios obreros de los suburbios,a las conferencias que se daban casi diariam ente en locales depropaganda, y sobre todo a las asambleas del Club de Estud ian-tes donde se dilucidaban complicados problemas de doctrina.Procuraba orientarse en la confusin de las nuevas ideas, acla-rar el caos espiritual en que lo mantenan sus lecturas desorde-nadas.Enrique sala de tales reuniones con la cabeza pesada y elalma revuelta. M ucha elocuencia, mucha ideologa. iD6ndeestaba la verdad, la neta y sencilla verdad? Socialistas, anar-quistas, positivistas, sindicalistas, demcratas cristianos, indi-vidualistas, todos hacan brillar sus contradictorios sistemas,con vehemencia impresionante. Pero Ano se preocupaban msde las palabras que de los hechos, de la belleza del discurso quedel sentido de la realidad? Abundaban, entre los lderes uni-versitarios, los idealistas impenitentes, de generoso corazn,pero de espritu nebuloso. En rique los estudiaba con respeto,esperando de ellos la orientacin que necesitaba.Haba tambin en aquel ambiente abigarrado, personajesacerbos, rodos por el resentimiento y la ambicin. Uno deellos que no saba hablar en pblico y cuyas ideas eran sobre-manera turbias, haba conseguido rodearse de cierta considera-cin adoptando una reserva enigmtica que interrumpa slopara decir cosas despampanantes que causaban asombro a losmuchachos provincianos entre los cuales reclutaba sus admi-radores. Andaba siempre con un libro nuevo debajo del bra-zo Sentado en el hall del Club, aparentemente sumergido enmeditacin trascendental, atisb aba la Ilegada de algn noviciodispuesto al estupor. El instinto no lo engaaba jams: losconoca a la primera ojeada. Procurando dar a su cara, lvi-

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    B A B E Ld y deformada, una expresibn amable iniciaba con la victimauna conversacin banal. De repente , comenzaba su juego:plan teaba temas impresionantes, emita juicios mordaces, expo-na afirmaciones misteriosas..-No compaero, usted no piensa. (E l estudiante no habatenido tiempo de decir nada.) Aqu los dirigentes son todoscretinos. Hablan de Revolucin y no saben lo que es la Re-volucin. Por lo dems, la Revolucin es algo sin importan-cia.Y agregaba moviendo la nariz quebrada y levantando el la-bio sobre los dientes amarillos, en un tic que realzaba la feal-dad de su cara biliosa:- Qu cretinos jNo sienten la palpitacin vital de la vidaUna tarde de Sbado en que Enrique pas al Club donde ha-ba quedado de juntarse con Astudillo para jugar al billar, su-fri el asedio del desesperante iconoclasta. Estab a repantiga-do en un silln, dormitando con El Mercurw sobre las rodillas.Moscas tenaces le hacan lanzar a cada rato roncos gruidos deimpaciencia. El estrecho local, a esa hora solitario, invitabaal descanso plcido. De la cantina, no vena el habitual ruidode dados y de copas. El guatn A raya, el barman, con la fren-te contrada por el esfuerzo intelectual, haca clculos hpicosen el mesn. De afuera, llegaba el estruendo de los tranv as deSan Diego. Tranquilizado por la soledad, Enrique se sentcerca de la puerta.Velasco abri los ojos y, al ver que no estaba solo, sacudisu modorra. Enrique le pareci un interlocutor posible. Ca-llado, se dedic a observarlo. Pronto se convenci de que eraun adolescente desorientado en quien podra ejercitar sin peli-gro su afn de crtica. Tal vez, un discpulo en potencia. Amuchachos como se le complaca llenar de dudas acerca de losdirigentes de la juventud a quienes odiaba, infundirles un co-rrosivo desencanto de los ideales en boga, sumergirlos, con ana-ltica mordacidad, en un nihilismo total. Disfrutaba de ungoce sdico envenenando la fe todava cndida de los que Ile-gaban a la capital, ansiosos de conocer la vida verdadera so-ada en la paz ap lastan te de la provincia, y de los recin egre-sados del Liceo que entraban a la Universidad animados de fer-vor apostlico por las grandes ideas que se crean llamados aservir. Enrique pareca de estos ltimos.Alz la voz, chirriante y agresiva, preguntando:-Ha ledo El Mercurio, compaero? Viene un artculocuriosamente esttipido sobre lo que pasa en Rusia. M atan zas

    Lo que vale es la vida. S, compaero, la vida. . , ,

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    B A B E Lde nios y mujeres en los campos, miles de muertos de hambreen las ciudades, fusilamientos y torturas a destajo. Y de todoesto saca la consecuencia que es necesario defender a todo tran-ce el rgimen actual, fundado en los derechos del hombre queproclam la Revolucin Francesa. Ha visto usted cosa msimbcil que los tales derechos del hombre? El articulista nocomprende nada, compaero. Los comunistas son cretinos,evidentemente, y su gobierno es abominable. . . . .Interrumpise, de sbito, para inquirir moviendo la narizcomo si husmease :- upongo que usted no pertenecer a la Iglesia Moscovita.Me equivoco? No puede ser: usted es muy joven para estarcorrompido.En rique se sinti molesto. Hubiera querido responder, pe-ro no saba cmo hacerlo. Tem a una discusin con aquel es-tudiante que haba visto departiendo con los

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    R A B E Lelucubraciones turfsticas para atender el m e s h . Las mesasde metal que constituan el amoblado de l a can tina resonabanal golpe de los cubiletes. A cada instante rechinaba la mam-para de la puerta y entraban jvenes en comparsas. Los bi-llares estaban ocupados.Velasco se levant bostezando para salir al encuentro de uncompaero de la Escuela de Agronoma.Tambin en aquel momento llegaba Astudillo. Como nohaba mesa alguna disponible para jugar al billar, salieron adar una vuelta por el centro, Enrique relat a su amigo labreve conversacin que sostuviera con Velasco. Estab a algointrigado por la excntrica conducta del sujeto y el giro ines-perado de sus ideas. Pareca inteligen te, siempre andaba conun libro, pero inclinaba al distanciamiento, talvez por aquellafealdad suya que su rqpulsiva risita acentuaba. Deba ser deaquellos seres que, conociendo sus defectos, abominan de losque no los tienen y procuran hacerles cuanto dao pueden.Un individuo desagradable, en suma.Astudillo que lo conoca de vista, le encontraba un aspectohelado y sinuoso de ofidio.

    *M ientras tan to, al o tro lado del mar, en los campos de Euro-pa, segua el estruendo de la catstrofe; pero, en medio de lashecatombes, haba surgido un terrible resplandor. La Auto-cracia Zarista haba cado y en su lugar, despus del vacilanteinterregno de la Rep blica Burguesa, se haba instalado la Dic-

    tadura Proletaria. Todos los pueblos del mundo miraban ha-cia la estepa rusa de donde venan las consignas del NuevoEvangelio. E n los mismos ejrcitos, entregados todava alfuror de las grandes matanzas, se propagaba la emocin revo-lucionaria. 2,Ira a brotar del espanto blico la vida verdade-ra? Mosc sealaba el camino de la salvacin. Anhelantes ycastigadas, en los campos, en las ciudades, en las trincheras,las multitudes se volvan hacia la estrella roja que se levanta-ba en el Oriente. La inquietud de los das decisivos recorrael mundo.

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    Juan GandulfoFueron sus signos la generosidad, lindante con la abnegacin;Ia constancia y el tesn infatigables al servicio de las propiasconvicciones; una permanente inquietud de saber y un reno-vado afn de superacin, y por encima de todo, un grandeamor a cuanto significara el bien, o la verdad, o la justicia.De ah su dinamismo, su multiplicidad, el calor de sus entu-siasmos, la simpata de su acccin.Dotado de gran inteligencia, su personalidad subyugaba.Cuando le conoc, adolescente aun, su espritu rebelde tendaal anarquismo. Pero jam s el egosmo fu su no rte, porque

    le movieron los ms nobles impulsos de bienestar social.Curs en el Liceo de Valparaso sus estudios secundarios yen 1913 lleg a la Universidad para seguir la carrera de mdico.Y aunque fu siempre concienzudo, no podra decirse de lque fuera un alumno brillante. Estab a formndose su perso-nalidad y, hombre de car cter, aten da la ayudanta' del profe-sor No y la del profesor Cdiz en el Instituto de Higiene.iCon qu amorosa prolijidad preparaba los cuadros, dibu jos ,esquemas, que iban a aliviar en seguida la leccin de los maes-tros y a facilitar la comprensin de los estudiantes Ms tar-de trabaj en la Casa de Orates y en la Asistencia.PGblica.Despus hizo clases l mismo; en escuelas nocturnas; en laUniversidad Popular Lastarria; en los sindicatos obreros.Por entonces, tambin integr la directiva de los organismosestudiantiles, y fu vicepresidente de la Federacin de Estu-diantes d,e Chile. Memorables campaas de moralizacin ydecencia llevadas a cabo entonces, lo contaron siempre entresus ms prominentes organizadores. E ra la poca de Santia-go Labarca , de Federico Carvallo , de Alfredo Dem ara , quetan honda huella dej en nuestro pas. Ju an Gandulfo, sinser orador ni escritor, lleg6 a ser la voz ms clara y directa,incisiva y mordaz, en todos los debates, y la pluma mejor cor-tada para escribir los

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    B A B E LPo r e l tesn y la constancia era un obrero ; por la perfeccinque alcanz, era un artfice. As se demostr en cuanto ciru-jano; y ms tarde cuando se especializ en ciruga infantil.Porque en sus ltimos aos haba llegado a ser un notable es-pecialista, y entregaba a los estudios y a su labor profesionaltodas sus energas que antes irradiara en el amplio campo desu vida de infatigable luchador. Haba entrado, con la ma-durez, a un remanso apacible y tranquilo, en el que conquistmerecidamente aprecios y distinciones unnimes,E n esta placidez lo sorprendi la muerte hace diez aos, unamaana, en el camino de entrada a Casablanca, cuando se di-

    riga a visitar a su madre.Antes del ao 20, apogeo de las corrientes de renovacin yde justicia social que culminaron en la Declaracin de Princi-pios de la Federacin de Estudiantes de Chile y en la presi-dencia de Alessandri, ya Juan Gandulfo haba formado partede la Asamblea de Alimentacin Nacional; difundido con am-plitud la 1W. W . y cado preso varias veces. Ala vez que predicaba entre los obreros el sindicalismo revolu-cionario, y echaba las bases de sindicatos de trabajadores qiieatravesaron las numerosas vicisitudes que a lo largo del tiem-po todos los gobiernos les prodigaron, organizaba policlnicaspara la atencin de las familias obreras y trabajaba entusias-tamente en ellas; colaboraba en el movimiento universitario;escriba en la prensa estudiantil y en los peridicos del pueblo;haca clases, dictaba conferencias, y atenda su consulta pro-fesional, siempre concurrida.Derramaba toda la perfumada generosidad de su espritu, ysu dinamismo era contagioso, haca escuela, lograba imitado-res, provocaba una sana emulacin.En la poca de oro estudiantil, el nombre de Gandulfo erasinnimo de revolucin, de desorden, para la torpeza burguesay gobernante. Por eso, cuando los crmenes amparados porla autoridad se cometan, Juan Gandulfo era vctima segura,vctima santa, como lo fueron Pedro Len Loyola y SantiagoLabarca. La reaccin nunca se ha equivocado y su persecu-cin no dej de hacer blanco en hombres inconciliables conella: as fuera Recabarren, entre la gente obrera, o Carlos Vi-cua, entre los intelectuales.Sin embargo, yo que fui muchas veces su abogado defensor,no puedo evocar sin emocionarme, mis entrevistas con JuanGandulfo en la Penitenciara de Santiago. Acuda a darme

    As, proteica y multiforme, era su actividad incansable.

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    B A B E Linformaciones apresuradas, durante cortos instantes, porque-deca disculpndose mientras con una mano se tomaba el albodelantal largo y en la otra sostena una jeringa de inyecciones-todava le quedaban muchos enfermos que atender. Privadode su libertad, continuaba haciendo el bien, a los presos prime-ro, a los guardias en seguida; a la familia de los jefes despusy, por ltimo, a todos los necesitados del barrio. De ah queno tuviera tiempo para entretenerse conmigo, a quien suponasuficientemente informado de las causas del proceso.Dijo siempre la verdad, con formas agresivas y punzantes,prodigando los smiles directos, a veces atrevidos en demasa.Era difcil olvidarse de una asamblea estudiantil u obrera, enque Juan Gandulfo haba intervenido. Los militares alzadosen 1924 deben recordarlo, porque fu l quien contest por losobreros las insinuaciones y proposiciones que fueron a hacerlesen la propia casa de la 1. W. W., aun perseguida como asocia-cin ilcita. Ni Carlos Vicua, ni Santiago Labarca, ni PedroLen Ugalde, ni yo, estimamos que fuera preciso algo ms. Yeso que Armando Trivio, con su lirismo y su ingenuidad, ha-ba quedado seducido por el canto de sirena que le hicieronescuchar, as acababa de expresarlo nuevamente all. (Lo queno impidi que pocos das despus Trivio reaccionara y, sa-liendo de su error, me ofreciera personalmente toda su coope-racin en la forma que se le solicitara para contribuir a despla-zar el Gobierno militar recin entronizado.)Para comprender bien el valor social de Juan Gandulfo y dela obra ingente que desarroll, debe sitursele en el medio y enla poca.En aquellos aos, todo el que aspiraba a darle contenido hu-mano y social a la accin del Estado o de los grupos, era mote-jado de . Protestantes, descontentos, visionarios,idealistas, polticos, organizadores, propagandistas, en una pa-labra, los forjadores del porvenir, se englobaban para la auto-ridad y tambin para las clases que detentaban el gobierno,en una sola denominacin: .subversivos,. Para ellos eran lapersecucin y la crcel, los procesos, el odio y la animadversinoficiales. Nada importaba que su actividad alentara genero-sos afanes de superacin y de mejoramiento colectivos; laobstinada porfa por conservar las formas consagradas de laconvivencia y por mantener en las situaciones de mando y depoder a los que tradicionalmente los haban usufructuado, ce-gaba por completo aun a gentes que tenan el deber de anti-ciparse a la evolucin ineludible, que el progreso de las ideas,

    Me refiero a los alrededores de 1920

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    B A B E Lde las instituciones y de los modos tradicionales de procedertraan consigo en el mundo entero, despus de la inmensasacudida que signific la guerra del 14.

    Dos cuerdas han hecho vibrar siempre con xito las burgue-sas del mundo entero, cuando han credo sus intereses enpeligro: el patriotismo y la defensa del orden establecido. Laseleccin espiritual que congregara la Federacin de Estudian-tes de Chile sufri la mordedura de ambos sistemas de ataque.Porque en materia internacional aspirbamos a que se resol-viera por medios pacficos la vieja diferencia con el Peractitud que, por lo dems, era la que oficialmente asuma elgobierno-se nos tild de antipatriotas. Ms de una vezse invent que la Federacin celebraba sus sesiones bajo unabandera peruana. De peruanos, se motej a Juan Gandulfo,Pedro Len Loyola, a Carlos Vicua, y a los dems se nosdijo Kvendidos al oro del Per, como a Santiago Labarca ya m. En la contienda presidencial de 1920 circul la especiede que existan, en el proceso de

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    B A B E Lla capacidad de comprensin de esos congresales: Las deas secombaten con ideas, y no con el sable, telegrafi el presidentede la Federacin de Estudiantes de Chile.

    Procesados, como decamos los defensores ante las Cortes,por alzarse a boca armada y no a mano armada, los obre-ros y sus dirigentes no lograban tregua de parte de la autori-dad. Ju an Gandulfo no iba a librarse de esta persecucin, ydurante muchos aos permaneci afectado al proceso contrala 1 W. W., denominado contra los subversivos, que despusde pasear por el estrado de incontables ju eces, fu a morir blan-damente en un sobreseimiento definitivo decretado en Val-paraso all por 1924 o 1925.Esta porfiada accin gubernamental fu, por cierto, contra-producente. A la fe encendida y generosa de los voceros dela nueva verdad social, vino a unirse, para el pueblo que laescuchaba, el halo dignificante de la persecucin que convertaen vctimas a los propagandistas. A virtud de el o nacii, unamstica que daba mayor fuerza de conviccin a las palabras,porque el alma popular acoga a los agitadores con simpataprofunda, en la certeza de qe buscaban favorecer al pueblo,siempre olvidado, hambriento, mal alojado, enfermo, paria oesclavo dentro de la sociedad.Alguien me preguntaba cundo y cmo nacera en el esp-ritu de Jua n Gandulfo esa fe profunda, esa conviccin de visio-nario, que difundi por todas partes a lo largo de sus mejo-res aos. Yo no lo s. Pero quiero pensar que fuera su esp-ritu observador y penetrante, herido por la misiria populardesde sus aos juveniles, cuando acompaaba a su padre enlas rudas y esforzadas tareas de contratista para la ejeciicinde obras pblicas, y ms tarde cuando la vida lo condujo alhospital, al conventillo y a la fbrica, lo que despertara en 61la rebelda que cant, que aconsej, que ense, una vez queconoci las injusticias sociales y aprendi los medios con queen el mundo se las combata. A un personaje turbio quefrecuentaba los nc eos y las organkaciones obreras, donde ha-ba alcanzado a disfrutar de influencia y figuracin prominen-tes, lo desenmascar como traidor de la clase trabajadora: eraun sopln a sue do de la polica. Desde entonces, Ju an Gan-dulfo lo vigi y lo sigui en todas sus intentonas de agenteprovocador, e iba repitiendo por doquiera sus comprobacionesdocumentadas. E l hombre, a l cab o desengaado, se resignha desempear desembozadamente su oficio de polica.

    S u constancia era infatigable.

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    B A B E LEn la Penitenciara conoci Juan Gandulfo a Toro Concha,que cumpla una condena a presidio perpetuo, por el crimen deuxoricidio. El proceso haba sido muy ruidoso, y voces cla-

    ras, expertos de renombre y hasta una sentencia efmera ha-ban sostenido que se tra taba de un suicidio y no de un crimen.~Numerosas comisiones mdicas practicaron exhumaciones, re-conocimientos, pericias tcnicas reiteradas, que apasionaronlargo tiempo a los sostenedores de ambas tesis. Segn unexamen mdico, el inculpado haba sostenido una lucha consu vctima, y su cuerpo, su espalda principalmente, mostrabalas huellas de esa lucha.Cuando algunos aos despus se quiso paliar el indulto conque el gobierno favoreci a un uxoricida, recin condenado,sin que cupiera dudas acerca de su responsabilidad penal,ofreciendo tambin el indulto a Toro Concha, Juan Gandulfosali a la palestra y public un artculo formidable, por su va-lenta y su claridad, en el que, sobre su firma y con su reputa-cin de hombre de bien, afirmaba que no exista ninguna delas cicatrices que deba ostentar la espalda de Toro Concha,por l prolijamente examinada durante un tratamiento mdi-co a que lo someti mientras estuvo preso con l lo que reve-laba su inocencia. Y no se puede indultar juntos al criminaly a l inocente, conclua. Por lo dem s, las conclusiones im-parciales del Profesor Balthazard, eminencia de la MedicinaLegal, afirmaban que en el caso de la muerte de doa ZulemaMorand de Toro Concha, se trataba de un suicidio de me-lanclica.As sab a campear Ju an Gandulfo por la verdad y la justicia.Cuando en 1927 arreci la persecucin que caracteriz elpaso de Ibez por el poder, hube de ocultarme. Algunosdas pas en casa de Juan Gandulfo, que al despedirme meconfi que Pedro Len Ugalde me vendra a reemplazar.S u corazn que am a los suyos entra-ablemente, a sus amigos con lealtad fervorosa, a los pobres ya los humildes con sana piedad, a los trabajadores, con devo-ta fe en una justicia social que deba ser la obra de ellos mis-

    mos, y a la mujer, con la delectacin respetuosa y conscientedel que busca en ella una compaera que no logr encontrar.Carlos Vicua ha referido, con vigorosa exposicin inigua-lable, en pginas impresionantes de L a Ti rana en Chi l e loque fueron aquellos aos de lucha y de sufrimientos, a travsde los cuales se ha ido forjando el Chile de hoy, con sus mri-tos y desventajas. Mirados hacia atrs, en la perspectiva de1

    E s te era su corazn.

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    B A B E Ltiempo, logramos apenas atribuir a esos afanes el contenidovital, espiritual y humano, de que estaban preados. E n suhora y a su tiempo, cada hombre tuvo un valor de smbolo, yen conjunto todos dejam os nuestra huella. Evocarlos trae lasatisfaccin de haber cumplido un deber inaplazable. Y enla evocacin destacan con el brillo singular de que estuvierondotados, los hombres ms diversos, surgidos de todos los rin-cones de esta tierra y del mundo. A Juan Gandulfo le corres-pondi un papel de animador continuo; de crtico constante-mente insatisfecho: de amigo entraablemente cordial ; de la-borioso infatigable. D e ah que podamos decir, como hubie-ra sido grato para l escucharnos, que fu un gran corazn,una clara inteligencia, un hombre de accin, que hizo el bieny uch por la verdad y la justicia.

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    declaracin de principiosde la Federacin de Estudiantes de Chile

    CUESTION SOCIALLa Federacin reconoce la constante renovacin de todoslos valores humanos. De acuerdo con este hecho, consideraque la solucin del problema social nunca podr ser definitiva

    y que las soluciones transitorias a que se puede aspirar, supo-nen una permanente crtica de las organizaciones sociales exis-tentes. E sta crtica debe ejercerse sobre el rgimen econmi-co y la vida moral e intelectual de la sociedad.Ante las necesidades reales de la poca presente, estima queel problema social debe resolverse por la sustitucin del prin-cipio de cooperacin al de competencia, la socializacin de lasfuerzas productivas y el consecuente reparto equitativo delproducto del trabajo comn, y por el reconocimiento efectivodel derecho de cada persona a vivir plenamente la vida inte-lectual y moral.Acepta la accin organizada del proletariado y la accin po-ltica no militante en cuanto concurra a la realizacin de estasnuevas concepciones de la vida social.Declara, finalmente, que todo verdadero progreso socialimplica el perfeccionamiento moral y cultural de los individuos.Junio de 1920.

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    Recuerdos de Jos Domingo GmezRojasCuando apareci en el saln de aquel centro de estudiossociales, Chumingo, como le llamaron despus sus amigos,produjo asombro: no era frecuente ver por all individuos quelucieran cuello de pajarita y corbata negra de lazo de rosa.Menos comn era escuchar a alguien declamar, con la des-envoltura y el nfasis con que lo hizo-desenvoltura y nfa-sis que le valieron, de parte del pintor Gilbert, el sobrenombrede

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    B A B E Lamorosas. Pocas veces estuve en su casa y de esas pocas ve-ces guardo recuerdos que no olvidar nunca: su madre hacalas ms ricas cazuelas que manos maternas han preparado ba-j o el cielo de esta tierra y que estmagos famlicos han devo-rado, ms que comido.De Esperanza y Romero la familia se traslad a Nataniel,ms all de Avenida M atta. E n aquella caca, antigua y am-plia, conoc a Roberto Meza Fuentes, vestido de conscripto,la cabeza como bola de palitroque y un cuerpo adolescenteque habra cabido cuatro veces en el que hoy luce ante suscontemporneos. Vivi all algn tiempo, como invitado.All vivi tambin, y en la misma condicin -sin duda lafamilia era muy hospitalaria -, Jos Santos Gonzlez Vera,a quien Chumingo, aficionado a sorprender a sus amigos, so-la proponer enigmas de difcil solucin.- Qu har con tan to talento?- le pregunt cierta vez,tomndose la cabeza de modo que pareca temer que se le ca-yera de puro pesada.Frunciendo los labios y sacudiendo con el ndice la cenizade su cigarrillo, Gonzlez Vera contest, sin vacilar:Suicdate.

    *Pocos aos despus de la publicacin de su primero y nicolibro, Rebel dhs l . t r i cas el tono potico de Gmez Rojas cam-bi de modo rotundo: su revolucionarismo se transform enun fuerte aunque un tanto vago misticismo y el poeta de losconventillos escribi Miserere y otros poemas en que hablabade asuntos y emociones que no habran interesado a los audi-tores de sus primeros versos, aquellos honrados y duros car-pinteros, pintores, zapateros, albailes o talabarteros que notenan tiempo ni ganas de pensar en otra cosa que no fuesela revolucin social.Dndose cuenta de el o y no queriendo quiz aparecer, debuenas a primeras, con aquel tono de voz tan diverso ante sus

    auditores o lectores, Chumingo invent un poeta: Daniel Vs-quez, a quien adjudic la paternidad de las -poesas que fuescribiendo. Las ea por ah o as recitaba, causando sensa-cin; era en realidad, una voz interesante en la poesa de esetiempo.

    El

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    B A B E L- Dnde vive?-Muy lejos y en una casa muy pobre.

    ueremos conocerle.-Prefiere no ser conocido.Mantuvo el secreto-que slo era a medias- hasta quela revista os Diez, con gran disgusto suyo, public uno de esospoemas bajo la firma de su verdadero autor. E l poeta tuber-culoso sigui al

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    R A B E Lmquina. No supe, sin embargo, cbmo y por qu tomaronpreso a Chumingo y an lo ignoro. Por esos das, al encon-trarm e con un amigo comn, ste me. dijo:-Ayer fu a la penitenciara a ver a Chumingo. Le llevazcar, cigarrillos, ca f . .Cmo est?o lo v: con el genderme me mand decir que haca mu-cho fro y que se haba quedado en cam a; no pensaba levantarse.

    *A pesar de todo, lleg6 la primavera y, como todos los aos,sent que el sur me llamaba. D ej mi mquina y me un aun grupo de cmicos que parta con rumbo al Estrecho deMagallanes. E n Puerto Mohtt, poco antes de embarcar, leen los diarios la noticia de su muerte. Era an un nio-no con tara ms de veinticuatro a os -, era inocente y era,adem s, poeta. Ninguna de esas condiciones le sealaba paravctima de una reaccin, por inmunda que ella pudiera ser.

    *Supe , en cierta ocasin, que me buscaba; le busqu a mi vez.Me dijo:ecesito que me hagas un favor. Me voy a presentar aun concurso teatral abierto por el Club de Seoras. Tengola obra terminada, pero no puedo pasarla a mquina: debopreparar mis exmenes,No tena nada que hacer y le contest que s. Aadi:- S i me dan el premio, te dar el veinte por ciento. Qute parece?No era un negocio en que se pudiera regatear, y si me hu-biera ofrecido el medio, en vez del veinte por ciento, le habradicho igualmente que me pareca bien, tan seguro estaba deque jams vera un cntimo: Chumingo llevaba una vida agi-tada y la experiencia me haba enseado que si hay algo con

    que no se debe especular, ese algo es un concurso literario.Me entreg la obra y me puse a copiarla de inmediato, puesel plazo de entrega se vena encima. S e titulaba La Giocondao simplemente Gioconda y meparece, si misrecuerdos no meengaan, que ola a DAnnunzio a cuatro cuadras. Cuandola hube terminado de cop iar, se la entregu, Me agradeciy desapareci con ella en direccin al centro. Dos tres, cua-

    Podras t, .?

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    B A B E Ltro meses despus, lleg6 a mi casa y con toda sangre fra, sinque se le moviera un solo msculo de la cara, cont ante misojos doce billetes de a diez: era el veinte por ciento ofrecido.Al da siguiente part para unas vacaciones en Valparaso, me-nos pesimista respecto de los concursos literarios y ms opti-mista respecto del sentido de am istad y lealtad entre loshombres.

    *Durante un tiempo se aficion al juego. M e dijo un da:

    os garitos son u% gran negocio y sera estupendo mon-- - e dije, pesimista tambin respecto de los garitos -,No todos los jugadoress cierto - ontest -, pero nos arreglaramos de modo

    - Cmo?-P o r ejemplo: anexos a las salas de juego tendramos sa-Hizo el ademn de guillotinar a alguien. No me d por sa-- Y si al tipo no le gustan las mujeres? Hay casos as.- ero le gustar la bebida.- aya uno a saber. Supo nte queSe ira con todaMe mir, ya impaciente, y me dijo, en voz baja, como si te-- o nos quedara ms remedio que tener tambin algunosMi pesimismo triunf esa vez. No siempre me la iba a

    tar uno; pero completo, elegante, cmodo.pero hay que tener gran capital.pierden.que nadie saliera de all con dinero.lones de baile, con mujeres, jentiendes?, y all. . .tisfecho.

    Hay gente tan rara.no le gustaran ni las bebidas ni las mujeres.la plata.miera que le oyesen 10s futuros clientes del garito:atracadores.ganar.

    Cuando salieran, a la vuelta de la esquina.. .*

    Nos encontrbamos, a veces, en la Avenida Matta, y ciertanoche, acompaados de dos muchachos judos, estudiantes demedicina, fuimos a dar al almacn que otro judo, bajo y gor-do, dijo poseer en la calle Coquimbo. All, con un entusias-mo absurdo, armamos una partida de pker. El almacnaquel apareca pobrsimo y la pieza en que jugam os, que estaba

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    B A B E Linmediatam ente detrs del mostrador y de la msera ectante-ra - n realidad todo no era sino una sola pieza -, me pa-rece ahora algo as como la celda que el Conde de Montecristoocup en el Castillo de If: de una desolacin sollozante. Laslatas de conservas que se vean en los estantes eran muy po-cas y estaban muy separadas unas de otras, dando la impresinde que eran menos de las que haba. No se vea all, como enotros almacenes, cajones o sacos llenos de mercaderas: nada,y todava me pregunto qu es lo que aquel almacenero vendaall. Con el tiempo se me ha ocurrido que aquel negocio habasido rematado o se iba a rematar y que las escassimas merca-deras que se vean era lo que sobrara del remate o lo que eldueo de jaba para que se rematara. E l almacenero, por suparte, pareca estar, como nosotros, en casa ajena: no nos dijouna sola palabra respecto de cmo debamos arreglarnos; sesent y dej que cad a cual obrara por propio impulso. Nohaba luz elctrica, pero en los estantes quedaban tres velas -nada ms que tres (los paquetes contienen cuatro) -: pusimosdos en unas botellas, dejando la otra como reserva, y sentn-donos en unos cajones vacos, pues no haba sillas, dimos co-mienzo a la timbirimba.El juego tuvo variadas alternativas: el ch@ fu de cincocentavos nidad monetaria ms pequea de la poca -,con resubida absoluta de veinte, reglas que nadie se atrevia transgredir, ni siquiera el almacenero, quien, a pesar de aquelalmacn vaco, apareca como el capitalista de la partida.(Aos despus volv a ver a este hombre: era propietario deun vehculo de transporte colectivo, una gndola, cuya carro-cera pareca hecha con las tablas de aquel mostrador y deaquella estantera, ms algunos de los melanclicos cajonesque nos sivieron de asiento.) Las menudas monedas pasaronde mano en mano, interminablemente, hasta qu e, al fin, cansa-das, empezaron a inmovilizarse aqu y all. La partida ter-min a las cinco de la maana. Nos despedimos del almace-nero, dejndole abandonado a su horrible soledad, y tomamosen direccin a la calle S a n Diego.

    Tenamos un hambre espantosa, pues no habamos comidoen toda la noche (nadie haba tenido el valor de proponer quese abriera una de las latas de conservas) y Chumingo, que habaperdido todo su capital, unos sesenta centavos, propuso quetomramos desayuno. Aceptamos la idea y entramos a unacafetera, Invit a Chumingo ena el dinero justo para ha-cerlo: cuarenta ce n ta v os -y uno de los estudiantes invit alr 31 1

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    otro, que tambiCn estaba de prdida. Desgraciadam ente, lataza era muy grande y muy chico el trozo de pan que la acom-paaba; de este modo, desapareci apenas habamos humede-cido los labios en el cal ien te y aromtico lquido.- e acab el pan - ijo Chumingo, desconsolado.El estudiante ganancioso guard un imponente silencio. Miamigo, sin embargo, no era hombre a quien los silencios deninguna ndole amedrentasen. S e levant de donde estba-mos sentados, fu hacia l y repiti, mirndole:- S e acab el pan.- S - d i j o el otro, sin pestaear.- eres el nico que h a ganada, Prstame cuarenta cen-tavos. Al frente hay una panadera.ira- espondi el muchacho, con franqueza conmove-do ra-: tengo catorce pesos justos y pienso ir a las carreras:diez para jugar, dos para la entrada y dos para gastos y movi-lizacin. To ma este billete de a dos pesos y compra pan; pero,por t u madre, no gastes ms de cuarenta centavos.Sali Chumingo y alli quedamos, esperando. Desfilaban

    por San Diego otros trasnochadores : algunos, borrachos; otros,nada ms que alegres; muchos silenciosos y plidos. La nochehabido sido buena slo para muy pocos. El caf se enfriabarpidamente. Por fin, cuando ya pensbamos que lo mejorsera tomarlo como estaba e irnos, Jos Domingo reapareci:traa recogidas con las manos las faldas de su sobretodo y deaquel hueco, como de una canasta fu sacando, mientras seestremeca de risa, kilos de pan. Fin alm ente, desabotonndo-se el sobretodo, sac, de entre el chaleco y la camisa, unahallulla de veinte por treinta centmetros. Haba compradodos pesos de pan.*

    Durante mucho tiempo fu famoso, entre sus amigos y ad-miradores, un dstico que compusiera en circunstancias dra-mticas: a la salida de una velada de confraternidad chileno -peruana, realizada en el saln de honor de la Universidad deChile, estall un tumulto, y Chumingo, cogido en medio del, adquiri un garrotazo y un empujn que lo lanz entrelas pa tas de los caballos de una victoria. Magullado, se le-vant, el sombrero hasta las orejas y el sobretodo arrollado alcuello a modo de bufanda, y aull, indignado:

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    B A B E L-i Qu modo de practicar la fraternidad iA palos con lhumanidad

    *Desenfadado, de gran sensibilidad, respetuoso en su lengua-je cuando se hablaba de personas que no estaban presentes,gran amigo, Jos Domingo Gmez Rojas no alcanz, sin em-bargo, a madurar plenam ente: pero si se consideran las virtudesy las condiciones que posea, se ve, con dolor, que pudo haberllegado a ser un excelente hombre y un buen escritor.Santkge, 1. de Agosto de 1945.

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    Estudiantes del ao veinte

    La Federacin de Estudiantes estaba en la primera cuadra d 0Ahumada. Por mi amistad con Juan Gandulfo comenc a fre-cuentarla. Hablaban en tono noble, encendido, puesto el pen-samiento en el destino del mundo. Por un instante solamossentir que en nuestras manos estaba posado el porvenir de laespecie humana.

    *Esa noche renunci Waldo Urza, estudiante de leyes, derostro severo y varonil, de cuerpo macizo y actitud reposada.Fu llamado Santiago Labarca, que haba sido presidente.S u figura frgil, su cojera airosa y su faz traslcida me impre-sionaron. Tena en su expresin algo as como una fuerza con-tenida. Hablaba con absoluta seguridad y cualquier gestoque hiciera era tan plstico que poda servir para su estatuafutura. S u elegancia caba en la mayor ponderacin. Salta-ba de un razonamiento a otro, de una paradoja a otra parado-ja. S u voz, un tanto aguda, que ms tarde el tabaco hizo

    grave, corra por a sala como una cu ebrilla elctrica. Redu-ca la realidad a uno o dos guarismos, que armaba, desarmabay mostraba por cualquiera de sus faces. Afirm cuanto qui-so. A ratos sola hab ar de s en tercera persona, con bastanterespeto:

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    B A B E Ldieron. Una comisin de tres fu a comunicrselo. Lleg alcuarto de hora y avanz hacia a presidencia, saludado conap ausos.Era muy deigado, muy blanco, con aspecto de puritano. Seefectu el cambio de insignia. Luego Federico Carvallo sevolvi hacia la asamblea Y dijo:es ruego a los compaeros que se descubran, . .Los compaeros mirronse entre s, ms contrariados an,y sin saber por qu se quitaron los sombreros. En secreto te-man cosas peores.A tanta distancia en el tiempo no sabra decir si Carvalloera hombre emotivo. Pareca cambiar de actitud sblo por ra-zonamiento. Lo recuerdo con su figura erguida y asctica.Cuando, poco despus, se efectu un congreso policial enBuenos Aires, envi este breve telegrama: Las ideas se com-baten con ideas y no con sables. Los congresistas protesta-ron porque, precisamente, estaban hacindo e sitio a los sablesy les contrariaba que se les descubriera tan de sopetn.La Federacin tena un bar. Desde la escala que conducaa1 tercer piso poda verse su interior. Una tarde estaba jun-to al mostrador Pedro Gandulfo. L eg, a continuacin, Yan-que Rloraies.-Qu hubo, peruano?-Si lo repites te arrojar loprimero que encuentre-le replicGandulfo, que era flaco, usaba anteojos y no hablaba en vano.Morales, rindose, repiti la broma.En ese instante Federico ascenda y se detuvo frente al barporque Pedro Gandulfo haba disparado contra la cabeza deMorales el primer vaso, que slo lo moj. El segundo, arro-jado en el acto, con mayor tino, le abri una herida en la cabe-za. Yanque Morales se contuvo la sangre con un paue o.egundo xclam Federico Carvallo dirigindose a me-sonero- janbtele dos vasos a PedroY luego, volvindose a Pedro, en tono de sugerencia, agreg:-iSupongo que usted mismo lo acompaar a la AsistenciaPblica. .?-y sin apresurarse, sigui escala arriba.

    Este, que era muy dado a la burla, le dijo:

    *Entre los universitarios haba radicales, masones, anarquis-tas, vegetarianos, liberales, algunos socialistas, colectivistas,nischeanos, estirnianos, espiritistas, catlicos, nacionalistas,arbitristas y muchachos casi silvestres.

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    La avanzada obrera era anarquista, en menor grado socia-lista y comenzaba a surgir el sindicalismo revolucionario deAngel Pestaa y Noy del Sucre.Llegaban a las libreras las famosas obras de Sempere, quetanta difusin dieron al pensamiento socialista, y una colec-cin de tapas rojas titulada .Salud y Fuerza,. Comenzabana traducirse los rusos.En Santiago hubo una Universidad Popular cuyo lema era.educacin mutua y libre,. En ella se estableci el primercontacto entre estudiantes y obreros. Entre los estudiantesestaba don Pedro Godoy y entre 10s obreros don Augusto Pin-

    to, don Agustn Saavedra y otros discpulos del zapatero fran-cs M. Renau, quien, fiiera de ensear la hechura de un parde zapatos en siete horas justas, mediante el empleo de untiempo invariable para batir la suela, preparar la puntera yel contrafuerte, armar, coser y terminar, enseaba los funda-mentos del anarquismo y las excelencias de los vegetales.hfs tarde hubo un movimiento antirreligioso, acaudilladopor los universitarios y apoyado por trabajadores, que alcanzsu ms alto nivel cuando vino Monseor Sibilia, que deballevar a Roma dinero de las rdenes religiosas. Al prelado learrebataron su teja y le hicieron la vida imposible. Abando-n el pas sin un centavo y pensando esas cosas ardientes quetanto consuelan a los italianos.En la presidencia de Santiago Labarca, funcion en la Fe-deracin la Asamblea Obrera de Alimentacin Nacional.Fuera de los obreros participaron profesionales, estudiantese individuos curiosos. Era un pequeo parlamento que seocupaba de economa y abstracciones. Hubo semanas en ques u poder preocup al Gobierno que, finalmente, declar el es-tado de sitio.

    *El gobierno vea nacer ante s un problema poltico grave.El pueblo, aunque poco dispuesto al endiosamiento de cual-

    quier persona, desconfiado y quitado de bulla, estaba lleno defuertes anhelos y necesitaba un personero. La eleccin pre-sidencial que venia se lo proporcion en la persona de donArturo Alessandri, hombre de voz clida, que poda hablartres o cuatro horas seguidas, cuya gesticulacin era tan elo-cuente como sus palabras, de un poder de simpata no supera-do por ningn otro chileno, vehementsimo, especie de mago

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    B A B E Lque transformaba las frases hechas y las ideas ms atrozmen-te manidas en monedas de oro pursimo. Si uno incurra enla debilidad de escucharlo era inevitable que vibrara y aplau-diera locamente, sin perjuicio de examinar despus lo dichopor l y llegar a la penosa conclusin de que careca de mdula.Alessandri conmovi a Chile ms que todos los terremotosjuntos y llev a la gente a un grado de emocin desconocida.Las mujeres, los obreros, la multitud, mientras dur su cam-paa, estuvieron da y noche junto a su casa, cuidndolo. Sillegaba era rodeado, palpado, aclamado. Deba salir al bal-cn cada hora y largar una meloda. S u s palabras eran ali-mento.Gentes de la ciudad y peregrinos de provincias rasguabanlos zcalos de su casa y, en sus pauelos, llevbanse un poqui-to de tierra a guisa de amuleto.Alessandri era por temperamento revolucionario. A s u esti-lo convena el cambio, el vuelco vertical de las cosas anquilo-sadas. Tengo la certeza de que sus palabras traducan su sen-timiento ntimo. Senta cuanto deca, pero senta en variasdirecciones. Si le hubiese sido dable ser su propio espectador,habra hecho en Chile una revolucin social profunda. Erael hombre del destino, el hroe creado por el pueblo; quinhubiera podido oponrsele?Pero agazapado junto al Alessandri orador y reformador,haba otro Alessandri que no quera tocar nada ni efectuar al-teracin ninguna.Durante la campaa electoral el pueblo hizo suya la can-cin mejicana titulada cielito lindo,, a la que puso una letraapropiada. Despus de Ia cancin nacional, fu esa la quems extensa divulgacin alcanz en el territorio. Se la can-taba de da y de noche, dentro y fuera de las casas, se la can-taba en la cantina, en los tranvas, en los victorias, en todaspartes. Y de da y de noche vibraba el grito de ((jviva Ales-sandri , Una vez iba ungrupo de alessandristas cantando en un tranva, que corrapor Estado, a la altura de Moneda. En esa esquina un indi-viduo pequeo, vestido de negro, con aspecto de portero osupernumerario, grit: iViva el seor Barros Borgoo Aun-que el tranva pas veloz, le pareci al propio gritn demasia-da audacia la suya y emprendi en el acto una carrera haciaSan Antonio. Esta pre-ferencia molest mucho al gobierno que para deshacerse de

    Este Alessandri acab con el otro.

    En la calle no se oa otro grito.

    Los universitarios eran partidarios de Alessandri.

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    B A B E Ldicho candidato propal la especie de que PerG movilizaba sustropas contra la frontera. Llam en seguida a varios contin-gentes con el nimo de restarle electores.Lan Diez y Juan Gandulfo presentaron un voto condenan-do la movilizacin a la asamblea universitaria. Esta, despusde un tremendo d ebate , acord slo pedir a l Gobierno que die-ra a conocer las razones que tuvo para movilizar.La publicacin de tal voto fu condenada por la prensa queen su casi totalidad era de derecha.Pero el gobierno no ata c de hecho a la Federacin. Se va-li- ediante un proceso de excitacin continua, ya hacien-do aparecer a los estudiantes como antipatriotas, ya pintn-dolos como sojuzgados por un grupo de peruanos que actua-ran en la misma Federacin-de los jvenes del Club Fer-nndez Concha.

    El primer asalto, ejecutado por treinta jvenes, tuvo paraellos buen xito. Eran las nueve de la noche. Fuim os arrin-conados en la cantina de la Federacin.Ju an Gandulfo, que era valeroso, tom 6 una botella y la alz.Com et el delito de quitrsela. Entonces Ju an cogi el cuchi-llo grande con que se cortaba el pan, cuchillo de aspecto so-berbio. Los asaltantec, casi al unsono, dieron un grito deespanto, E l empatriotecimiento pas a segundo plano. Incu-rr en el crimen de quitrselo tambin y dejar a mi amigo amerced de los provocadores. Sin duda: estaba en el peormomento de mi vida.La horda comenz a pegarnos. Tenamos a l frente y loscostados un semicrculo de puos. Como todos queran pe-garnos a la vez, casi ningn golpe nos alcanzaba. Apenasramos rozados. Los brazos de unos contrariaban el impulsode los otros. Lleg en ese momento Oscar Donoso Ba rth ,estudiante de medicina, de quien sin restar una brizna al res-peto que se merece, puedo decir que era muy bajo y menudo.Cuando apareci en la puerta y comprendi lo que ocurralanz con voz bronca el primer rosario de injurias, de injuriaschilehas, de las peores que existen, tan espantosas que contodo mi valor no puedo, aunque me seduce, reproducirlas iSa-lud, o h, tiempo, en que esto sea posible ).Junto con maldecir e invocar la madre de cada uno se abripaso lentamente, colocando con sus pequeos y membrudos

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    B A B E Lbrazos bofetadas a izquierda y derecha. Era tal la trifulcaque los asaltantes no le vean avanzar y geman a cada golpe,sin saber a quien atribuirlos. Con paciencia Donoso logr lle-gar hasta donde nos tenan acorralados.Su actitud me caus tal sorpresa que renunci a cubrirmea fin de no perder ninguna de sus milagrosas embestidas. Eraguerrero de nacimiento. S e puso delante de nosotros y co-menz en el acto a repartir nuevos golpes. Fuera de los pijesde la primera fila, que vindolo no daban fe a sus ojos por laescasa estatura del golpeador, su presencia pas inadvertidapara los dems. Ju nto con los mojicones profiri con voz c-lida una segunda serie de injurias, tan atroces, que en nadadesmerecan de las primeras.Con ellas, sin duda, quera elevar la moral de los atacantes.Qu hombre para aprovechar el tiempo S i con su pequeaderecha lanzaba un golpe al mentn, en el acto con su codoizquierdo ablandaba las costillas del prjimo ms cercano. S ialguien eluda un golpe echando hacia atrs la cabeza, jzaspisotn; si los tumultuosos dejaban un blanco, lanzaba su tes-ta como un ariete, y todo esto sin economizar maldiciones ysin dejar de suplicarles que se enfrentaran s610 con l. Paradecidirlos pona en duda, con palabras certeras, la condicinvaronil de cada uno.L o 9 6 en un momento alejar quebrantados y pensativos alos que tena a la mano. Los de atr s no podan verlo y lan-zaban golpes contra los que iban retrocediendo.Como en el teatro, se abri paso un oficial con dos policas,que se apoderaron de Ju an Gandulfo y se lo llevaron. La hor-da se ech escalas abajo . Todava vi durante tres o cuatrominutos cmo Donoso colocaba los ltimos puetazos sobrelos rezagados. Desde el s itio donde estaba fu levantado por1a.horda y en el aire fu conducido hasta la calle en donde lo-gr sentir firmeza bajo mis pies.

    *Era presidente de la Federacin el Dr. Alfredo Demara,hombre de cabeza muy fina, nariz prominente, labios delgados,color sonrosado, voz de adolescente, con matices casi femeni-nos. S u cuerpo era atltico. Vesta de negro. Aunque te-na gran dominio sobre su naturaleza, oscilaba entre la ira yla perfecta indiferencia. S u inteligencia era muy amplia y

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    B A B E Lsutil. Por temperamento estaba contra las costumbres, enoposicin a cualquier prejuicio.Al da siguiente los empatriotecidos ocuparon la tarde endesfilar por el centro. Cada hora pasaban frente a la Fede-racin dando gritos injuriosos. Es cierto que esto ocurraen Julio, mes fro, que invita a la accin. E l asalto nocturnoles haba envalentonado y tenan un oscuro deseo de ocuparsu energa en la destruccin. Los individuos apenas se arre-baan sienten ansias de caos.Demara, al oir el tumulto, bajaba la escala a la carrera,descubra su pequeo revlver y apuntaba en actitud hierti-ca. Yo estaba a su lado como guardespalda. La turba pasaba.Como en la noche tena guardia en la Asistencia PGblica mepidi cuidara la Federacin. E ra el menos apropiado para esaempresa. Careca de acometividad y, a pesar de mi anarquis-mo, me dominaba un espritu cristiano que no se compadeciacon la pelea. Sin embargo, guiado por una especie de incon-ciencia, hice poner en el pasillo que daba a la escala unas nfo-ras de plomo y unos bancos. E n caso de peligro, con estoselementos obstruira la escala. Haba una puerta excusada,en la parte trasera que, por un pasaje, tena acceso a la calleMoneda. All situamos a varios 1W. W. que estaban premu-nidos de formones largos y brillantes. Despus de las nuevelos estudiantes de medicina sesionaron en el tercer piso. E nlos billares, que estaban en el piso inferior, en una gran salaprbxima a la escala, haba veinte o ms universitarios y en elhall, contiguo a la escala, funcionaba una tertulia. AdemsPedro Gandulfo estaba conmigo guardando el acceso. Mesesdespus vine a saber que Nicols Weinstein, estudiante dequmica, desde el telfono de la Federacin haba llamado alClub Fernndez Concha, guiado por su amor a la broma,advirtindoles que un pequeo grupo tomaba en esos momen-tos acuerdos de acento muy subversivo.Al poco rato subieron dos valientes. Pedro Gandulfo vi6que llevaban en sus solapas el distintivo. Les pregunt quequ deseaban. Los interpelados, que se haban percatadodel bullicio que vena de los billares, de la tertulia y de la asam-blea reunida arriba, respondieron muy seriecitos que busca-ban a Fernando Amuntegui. Pedro mir interrogativamen-te a Fernando. E st e , tambin muy serio, dijo que no los co-noca. Entonces Pedro quiso hacerlos pasar. M e opuse por-que comprend que el objeto era molerlos a golpes. E n eseinstante otros valientes comenzaron a subir en actitud arro-

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    B A B E Lgante, gritando con gran descortesfa. Los que jigaban al bi-llar se apostaron junto a la barandilla con los tacos listos.Cuando los sombreros de los bravos se alzaron sobre elbaran-dal, cayeron los @os encima. Los esforzados quisieron reha-cerse, pero montonamente volvieron a caer los tacos sobre lascabezas. Con las partes buenas de stas resolvieron retirarse;pero otra ola de entusiastas iba subiendo y los tacos se aba-tieron sobre ella. La ola, sin rumor, se deshizo y sus compo-nentes retrocedieron. Gandulfo abandon la discusin con-migo y se lanz por la escala dando puetazos por cuatro. Losegu. Los dos mozos del comienzo aprovecharon para huir,no sin darme, de paso, una bofetada por la espalda. Gandulfoa golpes lleg a l primer peldao, B a jo la acera haba entrediez y quince asaltan tes, nada risueos. Gandulfo hizo unarpida invocacin a la madre de cada cual y caballerosamentese ofreci para pelear ya con uno, ya con todos a la vez. S uactitud era tan resuelta que, a pesar de su flacura y dellevaranteojos, les entr el habla de modo sbito. Los jvenessedispersaron con presteza.Continuamos la guardia hasta las cuatro de la maana.

    *Al da siguiente llegu al correo a las tres de la tarde. Uriempleado me anunci que estaban asaltando la Federacin.M e pareci cosa del otro mundo. Anduve por Ahumada ydeb quedarme en la esquina de Hurfanos, donde est la bo-tica. Hasta all alcanzaba el flujo de los asaltantes. Mucha-

    chos elegantes, muy airosos, pasaban con una tecla en el ojal.Otros ms objetivos llevaban con cuidado exquisito una esta-tui l la, u pequeo cuadro. Poco despus lleg el poeta MezaFuentes muy emocionado.*

    E n la maana una multitud de jvenes conservadores yotros engaados fu a la Estacin a despedir a los reservistasque partan al norte. De regreso, por los gritos de algunos,se supo que asaltaran la Federacin. Un amigo telefone.Pedro Gandulfo, que estaba almorzando, comenz entonces apedir a la Prefectura, la Intendencia y el Ministerio del Inte-rior que enviaran polica. Nadie hizo caso. El telfonosigui funcionando durante el asalto.

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    B A B E LLa muchedumbre se vino primero la Moneda. All unpersonaje que descansa en paz, la azuz. E sta se vino a laFederacin y la siti. Fuera de Pedro Gandulfo, se hallabanalmorzando Rigoberto Soto, Arturo Ziga Latorre, os La-fuente, Roberto Meza Fuentes y algn otro. Pedro encarg6primero a Ziga y despus a Lafuente que continuaran anteel telfono para que las autoridades no tuvieran excusas sise efectuaba el asalto. Pedro se situ en lo alto de la escalay Rigoberto en la sala de billares, que tena balcn comn conla casa vetina, a la sazn desocupada.Los manifestantes empezaron a gritar mueras y abajos co-

    mo para darse nimo y poco a poco fueron bloqueando lapuerta. Los ms osados comenzaron a subir con lentitud, engrupo compacto, con esa sensacin confusa del que penetraen lo desconocido.E l mesonero se acerc a la escala con una pistola, andandocomo ciego y con la mano trmula. Gandulfo la cogi, la car-g y advirti a los intrusos que disparara si continuabanascendiendo. Los empatriotecidos no hicieron caso. Pedroapunt y una bala perfor la mano del abanderado. Con esteaviso retrocedieron.Mientras tanto Rigoberto Soto, hombre valeroso y vehe-mente, tomaba botellas de la cantina y tras un examen delos blancos las arrojaba contra las cabezas de la multitud.

    Los desaforados se rehicieron y comenzaron nuevamente a-subir. Volvi Pedro a llamarles la atencin y, como desesti-maran su advertencia, hizo el segundo disparo, pero al aire.Consigui que huyeran. En tre ta n to , por la casa de la dere-cha, deshabitada, entraron veinte jvenes que avanzaban porel balcn comn. Rigoberto, con un taco de billar daba gol-pes con notable bro a los ms inmediatos, pero los demsseguan avanzando por el comedor. Entonces Gandulfo co-rri hasta all y dispar a la cabeza del ms osado. El Altsi-mo quiso que la bala slo atravesara su sombrero horizontal-mente. Los asaltan tes retrocedieron con celeridad. D e nue-vo vuelve a la escala y con otro disparo de entretenimientodispersa una vez ms a los obcecados, pero un jefe de investi-gaciones con veinte agentes sube y todos muestran sus placas.Pedro debi deponer su actitud. Mezclado a stos subi unindividuo que lo advirti de las intenciones mortales de loscabecillas d e l ataque. Como no caba continuar la defensaporque la polica misma ocupaba el local sin ofrecer ningunaproteccin, los defensores subieron al tercer piso y de ste

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    B A B E Lpenetraron por una escala de mano a la casa de don ArturoLyon Pea.Gandulfo era entonces un joven delgado, todo nervio; Rigo-berto tena anchas espaldas y una viveza extraordinaria paracontender: Arturo Ziiiga y os Lafuente casi eran dos nios.Penetraron en , un dormitorio. Minutos ms tarde entraronvarios jvenes y se adelant uno, don Ral Edwards:- ueremos que ustedes se movilicen con nosotros. .- o tenemos inconveniente- espondi Gandulfo.- ambin queremos que besen la bandera, .- ampoco tenemos inconveniente. . pero no a la fuerza.

    -En tonces veo que las cosas son muy distintas de comonos la contaron-agreg el seor Edwards y pas su mano acada uno de los asilados. A est6 sigui una breve conversa-cin de frmula. Algunas seoras muy hermosas entraron aver la faz de los estudiantes. D e repente, como un blido,penetr un mozo energtico de apellido Campos. Tra a ensu mano un pistoln y lo mova un deseo loco de dispararcontra los universitarios. Fu apartado y sacado de la sala.No sabiendo qu hacer confeccion un letrero que fij ms tar-de en la fachada de la Federacin. Deca: < S e arrienda estacasa. Tratar en Lima.>Un poco ms tarde vino el propio seor Lyon Pea, les ofre-ci su hospitalidad y les pregunt si deseaban algo. Todosaceptaron un vaso de agua.Entre tanto los agentes haban entregado la Federacin alos asaltantes. Los muebles fueron destrozados. Los que te-nan cortaplumas rompieron a conciencia el cuero de cada sillao silln. Otros tomaron un retra to de don Valentn Leteliery lo quemaron tomndolo por efigie de don Augusto Legua.Los libros fueron lanzados a la calle y quemados en formaescrupulosa. Los sibaritas, los dionisacos, ms que a la des-truccin, se consagraron a libar. No qued en la cantinauna gota de nada.Otros muchachos, coleccionistas natos, apoderronse de es-tatuillas, bibelots, pequeos cuadros. E l poeta Roberto M e-za Fuen tes , que haba quedado rezagado, sinti gran indig-nacin ante el latrocinio descarado y les grit:- Sean patriotas, pero no ladronesHeridos en su dignidad los desaforados le dieron un silletazo.Otro estudiante, Rafael Ypez, trat de salvar del pillajecuadros y libros. Al comienzo se le tom por un igual y pu-do acarrear bastante, pero luego, cuando volvi por otras obras ,

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    B A B E Lfu abofeteado, pero se sobrepuso y sigui su obra salvadora.Ms tarde, con Rojas Jimnez fund el peridico ClaridadEstos destruye-ron el gran piano de 13 Federacin. Cuando terminaron sutarea cada uno se puso en el ojal una tecla y as salieron porel centro.Los muchachos que por su juventud carecan de vocacindefinida, cogan ampolletas, alambres e ctricos, cualquier cosay lo llevaban a sus casas. E n hacerlo no haba equivocacinporque en una casa todo sirve.Gandulfo y sus tres compaeros fueron, finalmente, condu-cidos a la crcel con uniformes de polica.

    Entre los atacantes haba antimelmanos.

    E n la misma tarde, parte de los asaltantes encariados conla tarea de destruir bajo el amparo policial, fu a romper laimprenta Nmen que estaba en Santa Rosa esquina de Cn-dor. Rompieron como buenos. Un oscuro instinto les de-ca que la letra es su principal enemigo. Quisieron luego per-feccionar su obra qiiemando la imprenta. Por fortuna el al-macenero italiano de la esquina, que odiaba a Nerbn, dijoque se le haba acabado la parfiana.Los originales que haba en la imprenta fueron a parar ala Corte de Apelaciones, como piezas de conviccin en el pro-ceso que se les segua a los subversivos, proceso en que figurabauna declaracin mia.Entre los papeles fu el original de mis V i h s Md&mas. Estaobrita, que di por perdida, se fu agrandando en mi imagina-cin. Sobre todo cuando me fu al sur no poda librarme de surecuerdo. Cada da me pareca mejor. Llegu a reputarlatan o casi tan buena como la Divina Comed ia . Cuando aosms tarde a recuper y le ansiosamente, fuera de darme conmi propio puo una bofetada en e pecho me estuve iriju-fiando varios das.

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    Colofn

    Que puedo agregar yo, recin llegado a Santiago en 1935sobre los hechos ya histricos que acontecieron aqu a media-dos de 1920? Desde luego, muy poco. Casi nada. S in em-bargo, por extrao que parezca, es ma la idea del presentenmero, acogida en su oportunidad con entusiasmo por misamigos chilenos y los amigos de mis amigos. Protagonistastodos de aquella poca inolvidable. Pues, como se ver enseguida, mi arrimo consciente a este pas no es ajeno a su ge-nerosa inquietud.E n efecto, por entonces empezaron a salir en Buenos Airesbajo mi direccin bisoa unos cuadernillos americanos en verso

    . y prosa que interesaron muchsimo en San tiago. As, mien-tras de Lima o La Paz uno que otro librero incauto apenasdemandaba cinco o diez ejemplares de cada ttulo, de Chilelos muchachos de la Federacin de Estudiantes exigan poradelantado cincuenta o cien. Y recuerdo que hasta por tel-grafo Roberto Meza Fuentes lleg a urgirme que apresurarael envo de los Lugones, Ingenieros y Palacios (Almafuerte)pedidos por carta.Para corresponder de algn modo a tan noble inters de losestudiantes chilenos yo inclu en aquellos cuadernos

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    Fuera del eco intimo y literario, el ao veinte despierta enm otro ms amplio, externo. A cualquier argentino en Chileno puede menos que tentarlo un paralelo poltico entre Iri-goyen y Alessandri. No acab all, el primero, con la Re-forma Universitaria, patrocinndola desde arriba? Y quhizo aqu, el segundo, con la Federacin de Estudiantes des-de abajo? Pero esto me llevara demasiado lejos. Solo hede recordar que aquel movimiento argentino de alcance con-tinental pronto degener en burocratismo intrascendente.

    Nadie ha recogido que yo sepa la respuesta un poco cratapero efectiva de Lugones a sus jvenes comprovincianos cuan-do quisieron llevrselo a Crdoba como vocero de sus justasreivindicaciones.- Una revolucin, mis queridos amigos, se hace contra elgobierno y no a su favor.Claro que con los aos el iconoclasta maestro del Dogma deobedienciu dejara chiquitos a sus malogrados discpulos. Pe-ro entonces todos leamos con fervor su admirable discurso enla muerte de Rubn Daro: E s lo que vino a verse por ltimo en Espaa y estuvo a pun-to de hacer crisis entre nosotros.Cuntos bravos muchachos del ao veinte murieron porevitarlo a tiempo y cuntos se suicidaron (efectivamente ono) a la sombra de Hitler y Mussolini Uno se resiste a con-tarlos.Pero a veces, como ahora, evoco en la noche a los que mscerca estuvieron y estn todava de mi afecto. Dos insomnesdsticos de Heine me obsesionan largamente y, para entender-los menos, acabo por buscarlos en su idioma:

    Seii i c h das Lalzd nerlassm hab,So wMle sanken d o r t ins Grab,Die ich geliebt-wenn ich sie zhEe,So will verblutten meine Seele.

    Extrao colofn, sin duda.* Desde que sal del pas, bajaron al sepulcro muchos de los que Y O ms queda.-

    Cuando los cuento, desangranc quis