Retórica y poder. Idealismo y filosofía de vida del Movimiento Olímpico

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1 RETÓRICA Y PODER: IDEALISMO Y ‘FILOSOFÍA DE VIDA’ DEL MOVIMIENTO OLÍMPICO 1 Traducción del artículo publicado en Quest Nº 63 de Quest de noviembre de 2011. Referencia bibliográfica: Ruiz Cazorla, L. J., Chinchilla Minguet, J. L., & López Fernández, I. (2011). Rhetoric and power: the idealism and ‘philosophy of life’ of the olympic movement. Quest , 63 (4), 352-365. Resumen En el presente artículo analizamos, desde una perspectiva pluridisciplinar, algunos de los fundamentos filosóficos que subyacen en las teorías sobre el Olimpismo promovidas por las instituciones olímpicas actuales. Partimos de la tesis de que el idealismo olimpista 2 se encuentra en la base de las representaciones sociales del deporte moderno y lleva implícito la justificación ideológica de las prácticas políticas y sociales del Movimiento Olímpico frente a los diversos episodios históricos en los que se ha visto envuelto. Dicho idealismo ha ido configurando una concepción heredada del deporte que ha trascendido el ámbito del Olimpismo para extenderse entre las llamadas Ciencias del Deporte, que han hecho y continúan haciendo suyos algunos de los postulados del discurso olimpista si atreverse a una revisión crítica de la historia y de la filosofía olímpica. Introducción El análisis del discurso 3 de miembros históricos del Movimiento Olímpico (MO) o de documentos institucionales como la Carta Olímpica, contrastado con los hechos históricos y las prácticas sociales, constituye un paso fundamental para comprender el fenómeno del Olimpismo en el mundo actual. Uno de los principales rasgos distintivos de los Juegos Olímpicos (JJOO) y el MO frente a otros eventos o instituciones deportivas es la legitimación de sus prácticas sociales mediante un conjunto de principios, valores y creencias, agrupados bajo la forma de una ‘filosofía de vida’ que se utiliza reiteradamente como justificación de las tomas de posición en las situaciones de conflicto cuando afectan al Olimpismo. Por otro lado, en ningún otro momento de la historia, los JJOO han estado tan profundamente arraigados en nuestra cultura global y han gozado de tanta popularidad como en la actualidad. Su relevancia social, política y económica en el contexto de la posmodernidad 4 justifica, además, la conveniencia de llevar a cabo estudios científicos que aborden el análisis del Olimpismo desde una perspectiva pluridisciplinar 5 , histórica, antropológica, psicosocial y educativa. Consideramos que un objeto importante de dichos estudios debería ser la manera en que los grupos sociales dominantes pueden controlar cómo se definen las representaciones sociales de determinados objetos (JJOO, Deporte, Derechos Humanos…), cómo controlan el conocimiento sociocultural general y el sentido común de la gente, las emociones y actitudes ante cuestiones controvertidas y, lo más importante, las ideologías, las normas y los valores básicos que organizan y controlan tales representaciones sociales del público en su conjunto 6 . Por ello ponemos el acento en aquellas propiedades del discurso olimpista, característicamente asociadas a la expresión, confirmación, reproducción o impugnación del poder social, de los responsables y teóricos del MO, en su condición de miembros de los grupos dominantes. 7

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RETÓRICA Y PODER: IDEALISMO Y ‘FILOSOFÍA DE VIDA’ DEL

MOVIMIENTO OLÍMPICO1

Traducción del artículo publicado en Quest Nº 63 de Quest de noviembre de 2011. Referencia bibliográfica: Ruiz Cazorla, L. J., Chinchilla Minguet, J. L., & López Fernández, I. (2011). Rhetoric and power: the idealism and ‘philosophy of life’ of the olympic movement. Quest , 63 (4), 352-365.

Resumen En el presente artículo analizamos, desde una perspectiva pluridisciplinar, algunos

de los fundamentos filosóficos que subyacen en las teorías sobre el Olimpismo promovidas

por las instituciones olímpicas actuales. Partimos de la tesis de que el idealismo olimpista2

se encuentra en la base de las representaciones sociales del deporte moderno y lleva

implícito la justificación ideológica de las prácticas políticas y sociales del Movimiento

Olímpico frente a los diversos episodios históricos en los que se ha visto envuelto. Dicho

idealismo ha ido configurando una concepción heredada del deporte que ha trascendido el

ámbito del Olimpismo para extenderse entre las llamadas Ciencias del Deporte, que han

hecho y continúan haciendo suyos algunos de los postulados del discurso olimpista si

atreverse a una revisión crítica de la historia y de la filosofía olímpica.

Introducción El análisis del discurso

3 de miembros históricos del Movimiento Olímpico (MO) o

de documentos institucionales como la Carta Olímpica, contrastado con los hechos

históricos y las prácticas sociales, constituye un paso fundamental para comprender el

fenómeno del Olimpismo en el mundo actual. Uno de los principales rasgos distintivos de

los Juegos Olímpicos (JJOO) y el MO frente a otros eventos o instituciones deportivas es la

legitimación de sus prácticas sociales mediante un conjunto de principios, valores y

creencias, agrupados bajo la forma de una ‘filosofía de vida’ que se utiliza reiteradamente

como justificación de las tomas de posición en las situaciones de conflicto cuando afectan

al Olimpismo. Por otro lado, en ningún otro momento de la historia, los JJOO han estado

tan profundamente arraigados en nuestra cultura global y han gozado de tanta popularidad

como en la actualidad. Su relevancia social, política y económica en el contexto de la

posmodernidad4 justifica, además, la conveniencia de llevar a cabo estudios científicos que

aborden el análisis del Olimpismo desde una perspectiva pluridisciplinar5, histórica,

antropológica, psicosocial y educativa. Consideramos que un objeto importante de dichos

estudios debería ser la manera en que los grupos sociales dominantes pueden controlar

cómo se definen las representaciones sociales de determinados objetos (JJOO, Deporte,

Derechos Humanos…), cómo controlan el conocimiento sociocultural general y el sentido

común de la gente, las emociones y actitudes ante cuestiones controvertidas y, lo más

importante, las ideologías, las normas y los valores básicos que organizan y controlan tales

representaciones sociales del público en su conjunto6. Por ello ponemos el acento en

aquellas propiedades del discurso olimpista, característicamente asociadas a la expresión,

confirmación, reproducción o impugnación del poder social, de los responsables y teóricos

del MO, en su condición de miembros de los grupos dominantes.7

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En el presente artículo contextualizamos dicha reflexión, revisando la retórica

institucional del Movimiento Olímpico ante episodios históricos de los juegos, con una

atención especial a la toma de posición ante el conflicto generado por los recientes juegos

de Pekín 2008. Hemos tenido en consideración tanto las teorías sobre el deporte y el

Olimpismo difundidas a nivel institucional como los discursos de algunos miembros

destacados del Movimiento Olímpico, al objeto de desvelar algunas de las creencias,

valores e ideologías que integran sus representaciones sociales del deporte y que orientan

sus prácticas sociales en relación con las estructuras del poder, de las que el mismo MO

forma parte.

A nivel epistemológico, nuestro estudio se apoya en un enfoque pluridisciplinar, con

aportaciones procedentes de la Filosofía, la Sociología, la Antropología, la Psicología

Social o la Historiografía. El funcionalismo estructural, el materialismo histórico, el

interaccionismo simbólico, los estudios sobre procesos de influencia social y otras

corrientes de las disciplinas antes mencionadas, son las que nos han permitido el enfoque

del Olimpismo como institución a la vez que como acción social. A lo largo de nuestra

exposición hemos tratado de adoptar una perspectiva integradora en la que se articulen los

diferentes niveles de análisis, filosófico, ideológico, político y cultural del Olimpismo

como fenómeno social. Las aportaciones pluridisciplinares se ven reflejadas en múltiples

aspectos. Por ejemplo, en la consideración de las funciones sociales del Olimpismo, en sus

condicionantes ideológicos, políticos y económicos, en su papel en los procesos de

influencia social, desde el control a la desviación, o desde el mantenimiento al cambio

social, en la interpretación del Olimpismo como representación social o en el análisis de las

prácticas discursivas del MO en el marco de la comunicación social.8 La bibliografía que

adjuntamos como fuentes de nuestro trabajo es también un claro ejemplo de esta

perspectiva pluridisciplinar, a la vez que integradora, que consideramos imprescindible para

el estudio riguroso de fenómenos sociales complejos, como son el Olimpismo y el deporte

en general.

El concepto de ideología constituye un tema nuclear en nuestro estudio y por eso merece

una aclaración. No es éste el lugar ni el momento de realizar una descripción de las

diferentes concepciones de 'ideología' que se han dado en las Ciencias Sociales, aunque sí

consideramos necesario destacar que en nuestra línea de investigación hemos optado por

una concepción crítica, que restringe el campo de acción del análisis de la ideología a los

procesos de utilización de las formas simbólicas, en nuestro caso del deporte y del

Olimpismo, en contextos de dominación y con propósitos de legitimación.9

El idealismo y la endogamia ideológica del Olimpismo moderno Históricamente el Olimpismo oficial ha acomodado su filosofía en un molde heredado del

idealismo alemán del siglo XIX, con claras reminiscencias khantianas y hegelianas. El

mismo Coubertin, 'padre' del Olimpismo moderno, lo expresaba del siguiente modo en uno

de sus escritos refiriéndose a su principal institución: “Sigo juzgando excelente la constitución del Comité Olímpico Internacional basada en el principio

que yo llamaría de <<delegación invertida>>, lo que significa que el mandato surge de la idea para atraer discípulos, y no de la masa para crear la idea…”10

El mantenimiento esencial de dichos fundamentos en su conceptualización del deporte y en

las funciones sociales que atribuyen al mismo, ha dado lugar a tres importantes

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consecuencias, claves tanto para la configuración y desarrollo del MO como para sus

prácticas sociales:

1. Endogamia ideológica y resistencia al cambio: El sustrato idealista que históricamente

ha impregnado las representaciones sociales del Olimpismo le ha llevado a ‘idolatrar’ a

sus grandes auctoritates y a filosofar sobre sí mismo, generando una especie de

endogamia ideológica o resistencia a incorporar nuevas ideas y puntos de vista que

puedan alterar la pureza del pensamiento oficial de la institución, convertido en dogma.

Este rasgo ha dificultado la investigación, revisión o actualización del Olimpismo

moderno. Y ello a pesar de haber construido instituciones como la Academia Olímpica

Internacional, y sus delegaciones nacionales, o los Centros de Estudios Olímpicos,

supuestamente dedicadas a la investigación del Olimpismo, pero más preocupadas por

la ‘propagación’ y ‘preservación’ del mismo11

. En el pasado, el MO no se ha

caracterizado precisamente por la autocrítica, sino más bien al contrario, por ignorar las

evidencias deconfirmantes de la realidad social o despreciar cualquier cuestionamiento

llegado de fuera. Como denuncia Hoberman “la interpretación histórica del

Movimiento Olímpico ha tomado generalmente la forma de hagiografías o

hagiolatrías”12

. Recordemos que Coubertin ya proclamó que el Olimpismo estaba por

encima de la ideología, y, a base de exagerar las excelencias del Movimiento Olímpico,

algunos historiadores olímpicos13

le han otorgado a éste un estatus “sobrenatural”, un

halo de inmunidad al análisis crítico que dificulta su estudio y no ayuda a comprender

su origen y su significado. Cuando los resultados de las investigaciones dan lugar a

interpretaciones del Olimpismo que no coinciden con las del MO, éstas son catalogadas

despectivamente como “una crítica”14

. Incluso se sugiere la existencia de

conspiraciones urdidas por oscuros agentes extradeportivos, como hacía el conde

Baillet-Latour (presidente del COI en 1936) para defenderse de las críticas recibidas por

haber permitido los juegos organizados por los nazis: “… todos ustedes, señores, tendrán todavía presente en su memoria el éxito de los Juegos de Berlín

y de Garmisch [Juegos de Invierno de 1936], al igual que las dificultades encontradas durante su

preparación y los esfuerzos intentados para hacerlos fracasar.

“¿Por qué se desvanecieron tales dificultades? ¿Por qué fueron vanos aquellos intentos? Porque el

Comité Olímpico Internacional puso la misma escrupulosidad en defender los principios olímpicos

que las autoridades alemanas pusieron en respetarlos…”15

2. Aislamiento epistemológico: se ha configurado un MO en gran parte impermeable a la

influencia epistemológica de las principales corrientes que durante el siglo XX se han

desarrollado en el campo de las Ciencias Sociales, y que habría permitido al Olimpismo

actualizar sus postulados y desprenderse de su caparazón idealista para adentrarse en la

realidad social de la postmodernidad. Frente a la concepción modernista de un mundo

estático e inmutable basado en principios universales que deben ser descubiertos por la

ciencia, el paradigma posmoderno en el que se inscriben las ciencias sociales en el

contexto actual se basa en tres grandes supuestos que en nuestra opinión no son tenidos

en cuenta por los teóricos del Olimpismo: la realidad es dinámica, el conocimiento es

una construcción social y el conocimiento tiene consecuencias sociales.16

Asumir estos presupuestos implicaría un cambio de perspectiva importante en los

estudios sobre el Olimpismo. El problema al que aludimos no reside en los ideales

olímpicos (que como en otros campos de la cultura y desde siempre han guiado la

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acción humana), sino en la utilización de dichos ideales para encubrir el mantenimiento

de un estatus quo a favor de los grupos dominantes. Es entonces cuando los ideales

olímpicos devienen en ideología olimpista. Así por ejemplo, el ideal olímpico de

mantener el deporte y los JJOO al margen de las presiones políticas es deseable como

objetivo, pero la utilización de dicho principio en situaciones de crisis para legitimar a

un gobierno o institución y deslegitimar a las minorías disidentes, como ocurrió en

México 68 o más recientemente en Pekín 2008, convierte dicho ideal en ideología, que

esgrimida por las instituciones olímpicas las coloca al servicio de los grupos

dominantes. Nuestra crítica al Olimpismo no parte del presupuesto de que éste

constituya "...una ideología manipuladora cuya finalidad es la búsqueda de poder,

prestigio y beneficios económicos" (Arnold, P. J., 1996, pp. 93-94), ni sugiere una tesis

determinista sobre el deporte. Así lo demuestran los mismos casos citados, en el sentido

de que los ideales o principios olímpicos pueden igualmente ser apropiados por otras

clases, grupos o etnias en contra de quienes los formularon o para un beneficio social

más extenso que incluya demandas de grupos y categorías sociales emergentes. La

diferenciación realizada rechaza, pues, cualquier descalificación a priori del Olimpismo,

y reconoce su potencial para el cambio social y la difusión de valores de carácter

universalista, aunque pensamos que estas cualidades no le son intrínsecas, sino que

deberían ser trabajadas desde el propio MO mediante una investigación rigurosa e

interdisciplinar acorde con las Ciencias Sociales. Esto propiciaría la autocrítica, la

revisión y la actualización de los principios olímpicos y de sus prácticas sociales, sin

esperar a que sean forzadas por la misma evolución de los acontecimientos históricos,

como ocurrió, por ejemplo, con el principio del amateurismo deportivo, que supuso un

lastre para el Olimpismo durante casi un siglo. Con el eufemismo de ‘esfuerzo

desinteresado’ se defendía un concepto clasista del deporte que en la práctica limitaba

la participación de los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Sin un patrimonio

familiar o un sueldo que lo respaldase ¿cómo podía un joven de la clase obrera disponer

del tiempo ni de los medios necesarios para la práctica deportiva, para los

entrenamientos o para los desplazamientos exigidos por las competiciones? Pero la

realidad trasciende los principios que intentan encorsetarla. Son bien conocidos los

múltiples mecanismos utilizados por países, instituciones deportivas y deportistas a lo

largo de esta etapa para poder eludir las limitaciones impuestas por la exigencia de

condición amateur. También podemos poner rostro humano a las consecuencias del

principio del amateurismo. Víctima y símbolo de dicha ideología olimpista, fue el atleta

norteamericano Jim Thorpe (1888-1953) que formó parte del equipo norteamericano en

los JJOO de 1912 y, después de haber obtenido la victoria en decatlón y pentatlón, en

esta última fijando un récord mundial que no sería superado en 17 años, fue desposeído

de sus medallas en nombre del amateurismo deportivo. La Amateur Athletic Union le

acusó de haber violado la condición de amateur exigida a los deportistas olímpicos:

debido a su precariedad económica Thorpe había jugado al béisbol en calidad de

semiprofesional, a cambio de unos pocos dólares y de alojamiento. En 1950, un jurado

de casi 400 periodistas norteamericanos le señaló como el deportista más completo de

la primera mitad del siglo. Murió en 1953, pero hubo que esperar hasta 1982 para que el

COI decidiera, a título póstumo, devolverle las medallas y volver a incluir sus marcas

en los registros olímpicos.

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3. Narcisismo institucional: Otra importante consecuencia, muy vinculada a las anteriores,

ha sido la que denominamos narcisismo institucional, es decir, la de defenderse de las

críticas externas apelando al virtuosismo de las propias instituciones olímpicas, y

eludiendo de este modo cualquier autocrítica o revisión de los propios postulados.

Dicha actitud ya se veía claramente reflejada en la posición manifestada por Baillet-

Latour ante las críticas recibidas por el COI en los JJOO de 1936, a las que hemos

aludido más arriba.

Pero no hay que remontarse tan atrás, un destacado miembro del Olimpismo español

hacía la siguiente reflexión sobre el funcionamiento del COI: “Cuando llega el momento en que el Comité Internacional tiene que tomar una decisión, lo hace sin

preocuparse de otra cosa que no sea el bien de la institución, cuyo destino le ha sido confiado, y

luego los acontecimientos le dan la razón cuando se ve que el camino buscado por él era

precisamente el mejor.” 17 Como podemos apreciar, el narcisismo institucional implica la utilización de

estrategias discursivas destinadas a impedir el cambio en la institución. Implícitamente se

establece una identificación-confusión entre Olimpismo y MO. Éste último es presentado

como depositario del destino del primero, que le ha sido confiado por algún agente

superior. Además se presupone que las decisiones de la institución van a estar libres de

cualquier influencia espuria como la ejercida por intereses económicos o políticos, ya que,

supuestamente, su única motivación es el ‘bien de la institución’ y se da por supuesto que

sus miembros, custodios de la esencia olímpica, siempre tomarán sus decisiones en base a

los principios que este representa. Más tarde la realidad deberá darles la razón. Dicha

estrategia determinará la actitud que se adoptará frente a las críticas llegadas de fuera, como

se ha puesto de manifiesto en el conflicto generado por los juegos de Pekín 2008. Así por

ejemplo, Juan Antonio Samaranch (hijo) representante español en el COI, afirmaba en unas

declaraciones a la agencia EFE: "Quienes protestan contra los Juegos no están usando cosas baldías, sino la ilusión de los

atletas de todo el mundo. Los Juegos son su festival, su fiesta, y no sé por qué todos estos deportistas

tienen que prepararse ahora con la ansiedad y con la inquietud de pensar en las protestas que puede

haber en Pekín. Me parece un error y una injusticia, pero desgraciadamente creo que la presión no

va a desaparecer y el BOCOG (comité organizador) y el COI van a tener que lidiar con ella en los

próximos cinco meses".

"No me cabe la menor duda de que cuando el 8 de agosto se dé el pitido para que empiece

la primera competición, la fuerza del deporte y de los Juegos arrasará con todos los comentarios.

Ha pasado muchas veces".18

La estrategia defensiva ha sido la más usual, también en el ámbito académico, de las

Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, donde se ha adoptado una docilidad

sorprendente frente a esa concepción heredada del deporte. Podemos recordar como

bastante paradigmáticas, unas palabras de José María Cagigal en el prólogo al Ideario

Olímpico de Pierre de Coubertin editado por el Instituto Nacional de Educación Física de

Madrid en 1973. En ellas se descalificaba a los críticos con la figura del fundador del

Olimpismo en los siguientes términos: “Un pequeño sector, el menos culto y menos pedagógico del importante gremio del periodismo, es

decir, aquel que profesa por encima de todo al sensacionalismo, ha descubierto en esta sugestiva

figura [P. de Coubertin] un motivo de fácil crítica, de sensacionalista iconoclasia, postura que

otorga aparente sensación de personalidad e independencia de juicio ante quienes carecen de

ellas…”.19

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La argumentación empleada por Cagigal incluía estrategias discursivas que en

psicología social se relacionan con la atribución por imputación y el anclaje de las

representaciones sociales20

. Son procesos cognitivos, pero, al tener una proyección social,

devienen en ideológicos. El narrador busca la intención y seguidamente, mediante el

anclaje define la categoría a la que pertenecen individuos y acontecimientos. En vez de

discutir los hechos o los argumentos se buscan intenciones ocultas tras los mismos, y para

reforzar el efecto del ‘chivo expiatorio’ o ‘teoría del complot’ se recurre al ‘personalismo’

con el que pretende desplazar hacia los sujetos, en lugar de hacia las circunstancias

exteriores, la causa de los acontecimientos que se juzgan. En el campo de la teoría de la

comunicación y de la comunicación política dicha forma de proceder se relaciona con las

técnicas de propaganda.21

Fundamentos ideológicos del Olimpismo moderno Sin menospreciar otras interpretaciones y perspectivas de los fenómenos

ideológicos, fijaremos nuestra atención en el sentido y el uso que las instituciones olímpicas

han tratado de dar al Olimpismo. Desde una acepción cognitivo-crítica de la ideología, se

constata que, desde sus inicios históricos en el s. XIX, el Olimpismo se ha ido configurando

como un sistema de ideas de naturaleza doctrinaria22

. Esta interpretación viene avalada por

dos rasgos que le han caracterizado de modo especial: la racionalización y la idealización.

Ambos constituyen mecanismos con los que las ideologías pueden contribuir a la

legitimación de relaciones de dominación o desigualdad social, según Edgar Morin. Este

autor defiende que las ideologías son sistemas de ideas de naturaleza doctrinaria, es decir,

que se pretenden absolutas y tienen siempre un componente mítico. Por eso señala estos

dos rasgos como esenciales de las ideologías. Mediante la racionalización todo se explica

según su lógica. La ideología integra por la fuerza lo real en la lógica del sistema y se cree

que lo posee; mediante la idealización, absorbe para sí la realidad a la que nombra, designa,

describe o explica. Un ejemplo de legitimación mediante una estrategia de racionalización,

lo encuentra Newman en la ideología del individualismo competitivo y la meritocracia

(ideología nuclear en las representaciones sociales del deporte) según la cual el trabajo duro

siempre es recompensado con el éxito. De acuerdo con esta concepción, la pobreza

(también el ‘fracaso’ deportivo) sería el resultado de la responsabilidad individual; no de la

carencia de oportunidades sino de habilidades. De este modo, el individualismo

competitivo explica la desigualdad y "mantiene nuestra creencia de que el mundo es un

lugar justo", proporcionando a los individuos la convicción de que pueden controlar su

destino.23

Edgard Morín realiza una distinción entre racionalización y racionalidad. La

racionalización es un sistema lógico de explicación privado de fundamento empírico,

mientras que la racionalidad se esfuerza en unir la coherencia con la experiencia mediante

una reflexión no sólo crítica sino autocrítica. La verdadera racionalidad está abierta y

dialoga con una realidad que se le resiste gracias a un incesante vaivén entre la lógica y lo

empírico; es el fruto del debate argumentado de las ideas. La verdadera racionalidad se

reconoce por su capacidad de reconocer sus insuficiencias.

Del mismo modo que la filosofía hegeliana concebía el pensamiento (la conciencia)

como la esencia o elemento revelador y productor de la realidad, los principios del

Olimpismo, así como las actuaciones de sus instituciones y dirigentes ante la crisis actual

surgida en torno a los juegos de Pekín 2008, han puesto de manifiesto que el MO mantiene

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una concepción del deporte y una filosofía del mismo ancladas en presupuestos idealistas

decimonónicos. “El Olimpismo es una filosofía de la vida, que exalta y combina en un conjunto armónico las

cualidades del cuerpo, la voluntad y el espíritu. Al asociar el deporte con la cultura y la formación,

el Olimpismo se propone crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo

del buen ejemplo y el respeto por los principios éticos fundamentales universales.” 24

La rudimentaria y deliberadamente ambigua ‘filosofía de vida’ proclamada por los

principios enunciados en la Carta Olímpica25

, a la que los dirigentes olímpicos se remiten

recurrentemente para justificar sus tomas de posición cuando entran en contradicción con la

realidad social, sugiere que para los dirigentes del Olimpismo es el ‘pensar’ el que

determina y regula el ‘ser’ de la realidad y no al revés. Dicha tesis es uno de los

presupuestos básicos del Idealismo, para el cual el ser humano es fundamentalmente

espíritu, un espíritu cuya esencia se resuelve en su autoconciencia, concepción que deriva a

su vez de una consideración ‘abstracta’ del ser humano. En su tiempo, dicha concepción

fue refutada por el materialismo histórico con argumentos que siguen siendo válidos como

que el ser humano no puede ser identificado con una esencia o ‘naturaleza’ humana en

general; el individuo está condicionado históricamente por su interacción con su medio

físico y social, por las exigencias del trabajo productivo: es un ente social, y socialmente

determinado. Su ‘naturaleza’ viene definida por las condiciones de la sociedad en la que

desarrolla su existencia. Por esta razón el idealismo fue considerado como un instrumento

ideológico, al servicio de la burguesía, cuyo objetivo no era otro que el de justificar las

formas de explotación dominantes.

Desde estos presupuestos idealistas, las representaciones sociales del MO actual

incluyen una ideología mistificadora en su planteamiento de las relaciones entre deporte y

política. Así por ejemplo, el principio idealista de una separación absoluta entre política y

deporte, al tiempo que se catalogan los problemas del mundo real (desigualdad,

explotación, falta de libertades, violación de derechos humanos, etc.) como “asuntos

políticos”, da como resultado un Olimpismo trascendente a la evolución de la realidad

social y aislado del contexto histórico que le rodea. Este enfoque del deporte se encuentra

anclado en los propios orígenes del Olimpismo y se ha mantenido, como hemos

comprobado en Pekín 2008, inalterable en su esencia. Coubertin concebía el deporte como

una isla al margen de las desigualdades sociales. Para él, el deporte “es un modelo muy

perfecto de democracia, donde no hay injusticias ni privilegios, los triunfos se consiguen

por el esfuerzo y el talento… Lo que hace a las desigualdades sociales intolerables no es la

desigualdad misma, sino la desigualdad injusta y su permanencia excesiva, que son

imposibles en el deporte. Esta justicia de comportamientos puede contribuir a hacer más

justa la sociedad.”26

Olimpismo y poder: la asepsia política del deporte Tal y como ha quedado patente durante el conflicto generado por los JJOO de Pekín

2008, el Olimpismo oficial se concibe como un ideal que para sus dirigentes se ve negado

por la realidad política y social. Nos encontramos ante una oposición entre Olimpismo y

realidad social, en la que esta última representa la pura negatividad, y según los dirigentes

del MO debería conciliarse con los principios del Olimpismo para poder adquirir un estatus

ontológico positivo, sin perder por ello su carácter ideal. Es ésta, la base filosófica de la

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asepsia política del deporte defendida por el MO. Entendemos por asepsia política el

conjunto de procedimientos utilizados por el MO para mantener el deporte y los JJOO

libres de la influencia ‘patógena’ de la política. El carácter ideológico de dicha pretensión y

su implicación en las relaciones de poder y dominación derivan de dos factores. Por un

lado, de una concepción estereotipada del deporte, ya que, como fenómeno social, el

deporte es esencialmente político y no puede permanecer aislado de su contexto histórico.

Por otro, de la misma aplicación de los procedimientos para garantizar la asepsia política

de los JJOO. Los episodios históricos que hemos analizado, muestran que dichos

procedimientos son aplicados en unos casos y en otros no, siguiendo, en definitiva, criterios

políticos.

En la base del problema se encuentra la concepción obsoleta respecto a las Ciencias

Sociales de las relaciones entre política y deporte de la que parte el MO. Se categorizan

bajo el concepto genérico y peyorativo de ‘política’ todos los procesos de influencia social,

independientemente de la naturaleza de dichos procesos (control social, conformidad,

desviación, cambio social…) o de los agentes sociales implicados (poder, mayorías,

minorías, dominadores, dominados…).27

. En el caso de los JJOO de Pekín, por ejemplo,

lejos de estimular el cambio social en la dirección formulada por los principios del

Olimpismo, el MO ha actuado de ‘cortafuegos’ contribuyendo al mantenimiento de la

estructura global de la que forma parte: “Occidente debe frenar las protestas contra China

en materia de derechos humanos” (Jacques Rogge, presidente del COI)28

. En la misma

línea se pronunciaba J. A. Samaranch (presidente del COI cuando se concedió a China la

organización de los JJOO, en 2001). En plena polémica del recorrido de la antorcha y las

protestas contra China declaraba lo siguiente: “Hay que conocer a los chinos para saber hasta dónde se puede llegar en pedir algo o para

negociar con ellos. Son muy sensibles. Y, además, no necesitan ninguna lección en relaciones políticas internacionales. Esperemos que el recorrido de la antorcha, que no se puede ahora

cambiar, acabe lo mejor posible. Cuando empiezan los Juegos todo se olvida.”29

Nótese el sentido del juicio “…no necesitan ninguna lección en relaciones políticas

internacionales”. Trata de deslegitimar el derecho de la comunidad internacional a exigir a

un país el respeto por los derechos humanos y las libertades básicas, además de ocultar bajo

el eufemismo de ‘relaciones políticas internacionales’ una referencia explícita a lo que

realmente constituía el centro del debate: las violaciones del gobierno chino en derechos

humanos y la falta de respeto a las libertades fundamentales de sus ciudadanos. Alejandro

Blanco, presidente del COE, también defendió esta postura con claridad meridiana en una

entrevista concedida a un periódico antes de los JJOO: P. -Otro punto a determinar es si se permite a los atletas manifestar su apoyo a los derechos

humanos durante la celebración de los Juegos.

R. -Hay una inquietud entre los deportistas sobre lo que pueden o no hacer teniendo en cuenta la

Carta Olímpica, por eso es necesario poner el marco, para evitar luego una sanción o provocar una

polémica. Normalizar es bueno para todos.30

En cualquier caso, los ideólogos olimpistas entienden los derechos humanos como

un factor que viene a contaminar la pureza inmaculada del deporte. Esta concepción

apolítico-espiritual del deporte derivada de los principios del Olimpismo justifica la fobia

del MO ante cualquier atisbo de desviación social expresada en el contexto deportivo y le

coloca del lado del poder en los procesos de influencia social, deslegitimando de este modo

a las instituciones olímpicas para actuar de mediadoras en la resolución de los conflictos

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que surgen en torno a los Juegos o para erigirse en agentes educativos, tal y como exponen

en la Carta Olímpica. Dicha consecuencia se puede ilustrar fácilmente con múltiples citas

del discurso olimpista, aunque la siguiente nos parece una de las más elocuentes por la

cantidad de tópicos que contiene: “El boicot siempre lo he calificado como una ordinariez olímpica. Hacer un boicot es saber que la

gente que lo hace no tiene ni idea de lo que está haciendo… todas esas manipulaciones que hacen

los políticos están fuera de lugar y de tono… los políticos a su política y los deportistas a sus

Juegos. Que no metan la mano en los Juegos porque [los políticos] tienen suficientes mecanismos

para presionar a los países, pero que no toquen los juegos, que son cosa de los jóvenes”31

La manifiesta contradicción entre los principios del Olimpismo y la actuación de las

instituciones olímpicas durante la crisis china, convierte a los JJOO en un agente

legitimador de las desigualdades y limitaciones políticas existentes en la sociedad china

actual. Así por ejemplo, la insistente alusión por parte de los dirigentes olímpicos a una

teoría del cambio, imprecisa y sin ninguna base empírica, “China será mucho más abierta

después de los Juegos”32

, ha sido ofrecida a la gente como esperanza ilusoria y utilizada

para desmovilizar a los agentes sociales que exigían un cambio real: “…son un catalizador para el cambio, no un remedio para todas las enfermedades"; “Creemos que

China cambiará al abrir el país a la mirada del mundo a través de los 25.000 medios de

comunicación que asistirán a los Juegos” 33

Las contradicciones ideológicas del idealismo naif del Olimpismo así como las

consecuencias sociales que se derivan del mismo son extensibles a otras áreas a las que el

MO ha tratado de extender sus actuaciones, como han puesto de manifiesto diferentes

autores en el campo de la paz 34

, en el de la educación en valores35

, en el de la defensa del

medio ambiente36

o en el del multiculturalismo37

. En el plano educativo las consecuencias

son bastante evidentes. Los intentos del Olimpismo por ejercer su influencia en la

Pedagogía y en la Educación Física han sido manifiestos desde sus orígenes, y quedan

explícitamente expuestos en la C.O.: “El objetivo del Movimiento Olímpico es contribuir a la construcción de un mundo mejor y más

pacífico, educando a la juventud a través de una práctica deportiva conforme con el Olimpismo y

sus valores.” 38

Según Binder, a pesar de sus esfuerzos personales, Coubertin ya tuvo que reconocer

en sus últimos años que el COI era incapaz de promover en la práctica un proyecto

educativo39. Una crítica parecida es realizada por Torres, el cual afirma que las teorías del

padre del Olimpismo muestran en determinados casos cierta inconsistencia pedagógica,

como es la contradicción entre el principio de primar la participación sobre los resultados y

el propio lema olímpico de "citius, altius, fortius" (Torres, C.R., 2006). En cualquier caso,

la preocupación tradicional del COI desde sus orígenes ha estado más centrada en los

aspectos técnicos y organizativos de los deportes olímpicos que en su potencial pedagógico.

En el contexto histórico actual, el Olimpismo adolece de la rigidez y desconexión

con la realidad propia de los estereotipos. En un trabajo pionero en la teoría de la

comunicación que data de 1922, Walter Lippman relacionaba de una manera bastante

elocuente las ‘filosofías de vida’ con las diferentes consecuencias que pueden generar los

principios incluidos en las mismas, especialmente a la hora de esbozar estereotipos que

influyen en la acción social. Su reflexión al respecto podría ser tenida en cuenta como

Page 10: Retórica y poder. Idealismo y filosofía de vida del Movimiento Olímpico

10

punto de partida para una revisión de la filosofía de vida del Olimpismo, especialmente en

la formulación de ideas estereotipadas y en la disposición para un cambio de la misma

acorde con la realidad social que nos ha tocado vivir: “Lo verdaderamente importante es el carácter de los estereotipos y el grado de credulidad

con que los empleamos… si nuestra filosofía nos dijera que cada hombre es una pequeña parte del

mundo y que su inteligencia sólo es capaz de captar un número limitado de fases y aspectos comprendidos dentro de un abanico de ideas reducido, al emplear nuestros estereotipos tenderíamos

a tomarlos por lo que son y a darles la consideración que merecen, y estaríamos dispuestos a

modificarlos. También tenderíamos a detectar, cada vez con mayor claridad, cuándo y dónde se

originaron nuestras ideas, por qué medios llegaron hasta nosotros y porqué decidimos

aceptarlas.”40

Respecto a la relación entre conocimiento y acción social, entre el Olimpismo

como idea y las funciones sociales del deporte, hay una lección de actualidad que podemos

extraer de la crítica que en su momento realizó el marxismo al idealismo hegeliano y que es

perfectamente válida para la ‘filosofía de vida’ del Olimpismo y su actitud ante el conflicto

social. Sólo conociendo científicamente la realidad social que le toca vivir, es decir,

haciendo inteligible la esencia del objeto con el que trata y le condiciona, el sujeto social

tiene la posibilidad real de superarse históricamente en la concepción y realización de un

mundo nuevo, llegando así a la comprensión de sí mismo.

En definitiva estamos ante dos premisas hoy día plenamente asumidas por todas las

corrientes de las Ciencias Sociales41

pero que en ocasiones parecen ser ignoradas por el

MO. Por un lado la capacidad reflexiva de los individuos (no somos borregos en manos de

las instituciones o del poder) y, por otro, el carácter interactivo y nada mecanicista de la

acción social-deportiva, pues los procesos de influencia en el deporte, como en los demás

ámbitos sociales, son multidireccionales.42

Conclusiones Los fundamentos idealistas del Olimpismo moderno han supuesto un lastre que ha

impedido su adaptación al cambio social y ha limitado su capacidad de respuesta ante los

diferentes conflictos históricos a los que se ha visto enfrentado (hemos hecho referencia a

los más destacados, los de los JJOO de Berlín 1936, los de México 1968 y los de Pekín

2008).

El potencial del Olimpismo para propagar y potenciar valores universales como los

derechos humanos, la ecología, la solidaridad o el respeto a la diversidad cultural, es

enorme, pero no es algo que venga dado por sí solo, sino que depende del uso que se haga

de dichos ideales y de la estrategia concreta de 'universalización'. En esencia dicha

estrategia consiste en hacer aparecer los intereses individuales, de una institución, o de un

grupo social, como intereses generales de la sociedad, del país o del mundo entero. Puede

interpretarse como una estrategia de mistificación y sustentación al servicio de la

dominación, como un mecanismo ideológico que contribuya a la legitimación de relaciones

de dominación o desigualdad social, pero también puede ser utilizada por los grupos

dominados o emergentes, como se puso de manifiesto en los juegos de México 1968 o más

recientemente en los de Pekín 2008. El caso es que cualquier grupo que enmarque sus

propios intereses en un horizonte universal, resultará afectado por esta lógica universalista.

Así por ejemplo, valores de génesis clasista como la libertad, la justicia o la fraternidad, que

Page 11: Retórica y poder. Idealismo y filosofía de vida del Movimiento Olímpico

11

fueron promovidos a finales del siglo XVIII por la burguesía revolucionaria, no quedaron

agotados en su alcance por este origen particular. Al contrario, el hecho de que los valores

(o principios olímpicos en el caso que nos ocupa) sean postulados como universales

implica que pueden ser apropiados por otras clases, grupos o etnias, incluso en contra de

quienes los formularon, y para un beneficio social más extenso, y que ninguna institución ni

régimen concreto pueden agotar su realización, sino que se encuentran potencialmente

abiertos y disponibles para incluir demandas y categorías sociales emergentes.

A nivel ideológico, el MO y el Olimpismo han cumplido una función social de

mantenimiento respecto a la estructura social y a los grupos políticos y económicos

dominantes en cada momento histórico. El análisis del discurso empleado por el MO,

especialmente en momentos de conflicto, deja patente el uso de estrategias retóricas como

la racionalización, la idealización, o la universalización para cumplir dicha función de

mantenimiento. El proselitismo y la propaganda, en escuelas, universidades y medios de

comunicación son utilizados de forma habitual para la legitimación de sus prácticas

sociales. La estrategia más empleada en sus comunicaciones sociales es la de recurrir a las

fuentes y argumentos que confortan, evitando o denigrando las que pueden desmentir o

deconfirmar los propios postulados. Todo con el fin de reforzar actitudes ya formadas o

confirmar elecciones ya pronunciadas en su concepción idealista del deporte y la realidad

social.

El problema del valor objetivo que se puede atribuir al Olimpismo oficial no

constituye un problema teórico (ni del pensamiento), sino un problema práctico y de

naturaleza política. Es en la praxis donde el Olimpismo tiene que demostrar sus principios,

así como la terrenalidad de su ‘filosofía de vida’. El conocimiento del mundo social debe

tener en cuenta un conocimiento práctico de ese mundo que le preexiste y al que no debe

dejar de incluir en su objeto. Los que abandonan al idealismo el aspecto activo del

conocimiento olvidan, como afirmaba Pierre Bourdieu, la dimensión constructivista del

conocimiento sobre el mundo social, “…y que entre las condiciones de existencia y las prácticas o las representaciones se

interpone la actividad estructurante de los agentes que, lejos de reaccionar mecánicamente a unos

estímulos mecánicos, responden a los llamamientos o a las amenazas de un mundo cuyo sentido

ellos mismos han contribuido a producir.”43

Los ambiciosos objetivos transformadores que se expresan en la CO exigen una

permanente conexión del Olimpismo con la realidad social y un replanteamiento de la

pretendida pero imposible asepsia política del deporte. En la actualidad, este principio se

ha demostrado como demasiado ambiguo y genérico. Es un cocktail ideológico donde se

colocan al mismo nivel la propaganda política a través del deporte y la defensa de los

derechos humanos. El MO debería realizar una reformulación del mismo, llevando a cabo

una revisión en sus conceptos, en sus pretensiones y en sus limitaciones, desde una

perspectiva crítica, pluridisciplinar y abierta a todos los agentes políticos y sociales

implicados.

Hemos hecho referencia más arriba al déficit histórico de una comunicación fluida

entre las Ciencias del Deporte y el mundo de las Ciencias Sociales y queremos acabar con

una reflexión sobre este tema en el que pensamos que resta mucho por hacer. La

Page 12: Retórica y poder. Idealismo y filosofía de vida del Movimiento Olímpico

12

Antropología, la Psicología, la Sociología o la Historia del Deporte tienen un interesante

campo de investigación en la adaptación y aplicación de teorías y metodologías procedentes

de sus ciencias hermanas al estudio del fenómeno deportivo. Un primer paso de las

Ciencias del Deporte debería ser el de superar algunas creencias ancladas en la modernidad

que contribuyen a mantener posiciones idealistas, positivistas y descontextualizadas, en la

investigación del deporte como fenómeno social. Asumir los presupuestos del paradigma

postmoderno, a los que hemos hecho referencia, abriría las puertas a nuevas perspectivas de

estudio y campos de investigación. Representaciones sociales del deporte y del Olimpismo;

cómo la gente corriente, construye su conocimiento sobre el deporte; diferencias entre el

discurso sobre el deporte de instituciones, medios de comunicación y agentes educativos,

sus implicaciones en las prácticas sociales relacionadas con la salud, la desigualdad, la

violencia o los derechos humanos; la influencia de internet y de las nuevas tecnologías de la

comunicación en el deporte como fenómeno cultural; el impacto de los procesos de

globalización en las culturas deportivas locales y tradicionales; las implicaciones

ideológicas del deporte en los conflictos políticos y sociales, sus relaciones con la economía

y el consumo; etc., son algunos ejemplos que en nuestra opinión pueden abrir futuras y

prometedoras líneas de investigación, desde una perspectiva pluridisciplinar y

plurimetodológica, cuyos resultados pueden revolucionar la concepción del deporte y

generar cambios importantes en las políticas deportivas de gobiernos e instituciones, que

como los integrados por el MO, pretenden responder a los intereses de la sociedad, en su

conjunto.

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1 El presente trabajo se enmarca en la línea de investigación de ciencias sociales aplicadas al deporte

Olimpismo y Sociedad: Historia, Representaciones Sociales y Prácticas Discursivas en torno a los JJOO,

desarrollada en el grupo de investigación HUM 564 “Educación Física y Deporte. Formación del Profesorado en Andalucía” de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Málaga. 2 Nos ha parecido más adecuado utilizar el calificativo de ‘olimpista’ antes que ‘olímpico’ por reflejar mejor

el sentido proselitista que el Movimiento Olímpico da a sus postulados.

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14

3 Nuestra concepción del discurso se sitúa en la línea de Iñíguez, L. (2006), quien lo define como un conjunto

de prácticas lingüísticas que mantienen y promueven ciertas relaciones sociales. El análisis del discurso

consistiría en estudiar cómo estas prácticas actúan en el presente manteniendo y promoviendo estas

relaciones: trataría de sacar a la luz el poder del lenguaje como una práctica constituyente y regulativa. 4 La 'posmodernidad' es un concepto periodizador que se populariza en las ciencias sociales a partir de la

década de los sesenta del siglo pasado. Trata de correlacionar la emergencia de nuevos rasgos formales en la

cultura con la emergencia de un nuevo tipo de vida social y un nuevo orden económico: lo que se denomina

indistintamente como sociedad posindustrial o de consumo, de los medios de comunicación o, simplemente,

como globalización. 5 See J. Segrave and D. Chu (19). 6 See S. Moscovici (15). 7 See T. Van Dijk (20). Aplicando la concepción del poder y del discurso de este autor a nuestro objeto de

estudio, nos referimos a los miembros de las instituciones olímpicas, dirigentes políticos, revistas de

divulgación científica, prensa deportiva, responsables educativos, y demás agentes que controlan el estilo y el

contenido del discurso sobre el olimpismo. Dicha élite simbólica controla los tipos de discursos, los temas tratados y noticiables, la clase y la cantidad de información, la selección o la censura de los argumentos y la

naturaleza de las operaciones retóricas, construyendo de este modo una forma cultural hegemónica en la

sociedad (el olimpismo frente a otras formas deportivas, por ejemplo las locales y tradicionales). 8 Un caso más concreto lo tenemos por ejemplo en la perspectiva que nos aporta Thompson, J. B. (1991)

desde la antropología cultural. Aplicada al deporte implicaría considerarlo como un medio para la

reproducción de las ideologías que engloba valores, prácticas sociales y creencias propios de la cultura en la

que se desarrolla. Así entendido, el deporte constituye una construcción simbólica en relación con contextos y

procesos socialmente estructurados e históricamente específicos, y su análisis no puede reducirse a las

acciones, objetos y enunciados significativos, sino que debe incluir también el análisis de las relaciones de

poder en las que éstos se ubican. 9 Para mayor información sobre este tema pueden consultarse Thompson, J. B. (1991) y Ariño, A. en

Cerrato J. y Palmonari, A. 2007, pp. 138-153. 10 Palabras pronunciadas por Pierre de Coubertin en 1934 con motivo del cuarenta aniversario del COI.

Coubertin (5, p. 211). 11 La creación de la AOI en 1961 respondía a una inquietud del mismo Coubertin, que ya en 1937 había

propuesto al gobierno del III Reich la creación de un Centro de Estudios Olímpicos que defendiera la ‘sana

pedagogía de los principios olímpicos y preservase su obra de todo tipo de desviaciones que ya entonces

habían comenzado a cometerse con ella’. Durántez (7, p. 20). 12 Hoberman (8, p. 1). 13 Diem, C. (1966), Durántez Corral, C. (2002), Cagigal, J. M. (1981), Betancor León, M. Á. (2002), Gillet, B. (1971), o Rodríguez López, J. (2000), son algunos ejemplos de autores en cuyos trabajos la figura de

Coubertin aparece idealizada. 14 Hoberman (8, p. 4). 15 Coubertin (5, p. 221). 16 A nivel epistemológico dichos supuestos implican cuatro características de gran relevancia para las ciencias

sociales: la relativización de la lógica y el redescubrimiento de la retórica, la importancia de la imagen y de

sus dimensiones imaginarias, la interdisciplinariedad metodológica y la fragmentariedad de la información y

de la razón. See J. Cerrato and A. Palmonari (4). 17 Durántez (7, p. 16). 18 Declaraciones de Juan Antonio Samaranch recogidas el 25 de marzo de 2008 en el diario As.com. See

<http://www.as.com/mas-deporte/articulo/samaranch-tension-poniendo-rehenes-

10000/dasmas/20080325dasdasmas_1/Tes> 19 Coubertin (5, p. 5) 20 See Jodelet (10). 21 See Dader (6). 22 See Morin (14). 23 Newman, D.M. (1995), p. 307 24 Carta Olímpica, Principios fundamentales del Olimpismo. See http://www.coe.es/

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15

25 El carácter rudimentario y ambiguo de los principios olímpicos son hasta cierto punto necesarios para

garantizar el consenso de la diversidad política y cultural entre los países miembros del COI. Otra cuestión es

que gobiernos, grupos de presión o el mismo MO, aprovechen dicha ambigüedad para tomas de posición

claramente ideológicas ante situaciones de conflicto, como por ejemplo ante la violación de los derechos

humanos por parte de países organizadores de los JJOO. 26 Rodríguez 2000, p.211 27 Admitir la existencia de la influencia social no tiene porqué significar que el hombre sea víctima de los

flujos y reflujos sociales, ni que ésta tenga que expresarse a través de algún tipo de imposición o coacción (en muchos casos se produce mediante sutiles métodos persuasivos). En cualquier caso, como advierte J.M.

Canto Ortiz (3, p. 14) la dificultad de percepción de dichos procesos es el mejor signo de su eficacia. 28 Declaraciones de Jacques Rogge recogidas el 26 de abril de 2008 en el diario Financial Times. See

<http://www.ft.com/cms/s/0/ac69a7b2-1325-11dd-8d91-0000779fd2ac.html> 29 Declaraciones de Juan Antonio Samaranch recogidas el 13 de abril de 2008 en el diario La Vanguardia.es.

See,

<http://www.lavanguardia.es/premium/publica/publica?COMPID=53455297617&ID_PAGINA=22088&ID_

FORMATO=9&turbourl=false> 30

Declaraciones de Alejandro Blanco recogidas el 10 de abril de 2008 en el diario La Voz de Galicia.es

Paíno, R. (2008, 10 de abril) Paíno, R. (2008, 10 de abril). Entrevista a Alejandro Blanco, presidente del

Comité Olímpico Español. La Voz de Galicia.es.

See <http://www.lavozdegalicia.es/mundo/2008/04/10/0003_6720841.htm> 31 Conrado Durántez es presidente de la Academia Olímpica Española y realizó estas declaraciones a EFE tras

su participación en el acto de inauguración de las II Jornadas Internacionales sobre 'Novedades en

Entrenamiento Deportivo: Deportes Olímpicos', para el que dio una conferencia bajo el título 'Filosofía del

Olimpismo'. See http://www.soitu.es/soitu/2008/04/17/info/1208449479_753211.html 32 Declaraciones de Juan Antonio Samaranch recogidas el 7 de abril de 2008 en el diario El País. 33 Declaraciones de Jacques Rogge recogidas el 23 de marzo de 2008 en el diario El Mundo.es. See

http://www.elmundo.es/elmundodeporte/2008/03/23/masdeporte/1206291156.html 34 Reid (17, p. 206). 35

McNamee (13, p. 186). 36 See S. Loland (12). 37 Parry (16, p. 202) 38 Carta Olímpica. See <http://www.coe.es/> 39 See D. Binder (1) 40 Lippmann (11, p. 88). 41 See L.J. Ruiz Cazorla (18). 42 Esto es así incluso cuando hay una desigualdad de fuerzas en la capacidad de influenciar en el otro, como es

el caso de la influencia minoritaria que pretende la innovación y el cambio social (por ejemplo los grupos

disidentes en los JJOO de Pekín 2008). Como ha demostrado Serge Moscovici, el efecto minoritario se enfrenta con la aparente homogeneidad y uniformidad de los blancos de influencia, ya que, al obtener su

influencia a través de la resolución del conflicto, su expresión suele ser no manifiesta, casi siempre con efecto

retardado e incluso no consciente (Canto Ortiz, 1994, p.10). 43 Bourdieu (2, p. 478).