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1 Capítulo 2 de: Reflections on the Marxist theory of history Paul Blackledge Manchester: Manchester Univerity Press, 2006. Traducción: Matías Bisso, Pablo Ghigliani y Miriam Socolovsky Revisión final : Pablo Ghigliani Cátedra de Historia Social General de la Facultad de Bellas Artes Marx, Engels y el materialismo histórico Introducción En este capítulo, se ofrece un esbozo de la teoría de la historia de Marx y Engels, y de su relación con la práctica política revolucionaria que ambos mantuvieron a lo largo de sus vidas. Muchos comentaristas aludirían dos razones para descartar un proyecto tal: primero, Marx y Engels no fueron una unidad, sus ideas y argumentos divergen marcadamente; y segundo, ni Marx, ni Engels, produjeron individualmente una oeuvre coherente y singular. Mientras que hay algo de cierto en estas afirmaciones, tengo mis reservas sobre ambas. Acerca de la sugerencia de que las interpretaciones de Marx y Engels sobre el materialismo histórico divergen en forma pronunciada, sigo a Draper y Hobsbawm, quienes reconocen diferencias de énfasis entre ambos colaboradores, mientras que encuentran poco plausible que dos hombres de tan obvias capacidades intelectuales pudieran trabajar juntos por cuatro décadas de modo tan estrecho, sin percibir que no mantenían un cerrado acuerdo. 1 Sin embargo, existe la idea, que me interesa combatir, de que hay una pluralidad de Marxs (o, menos frecuentemente, Engelses), entre los cuales uno puede escoger para construir el Marxismo de su gusto. La debilidad de este enfoque es evidente en dos estudios recientes sobre el materialismo histórico: Marxism and History de Steve Rigby y Karl Marx’s Theory of History de Gerry Cohen. 2 Rigby sostiene que el descubrimiento de una serie de “internamente coherentes, pero mutuamente contradictorios Marx(s) ... es el resultado inevitable de una variedad de lectores buscando el sentido de la vasta obra de Marx’; y, dados los múltiples Marx(s) así concebidos, Rigby señala que su objetivo no fue delinear lo que Marx realmente dijo sino reconstruir qué es lo más útil de su “ambiguo legado”. En forma similar, Cohen deja en claro que su objetivo no fue “reconstruir ... un versión prolija” del materialismo histórico tomando como base el desordenado legado de Marx. 3 No obstante, a pesar de estos objetivos comunes, Cohen y Rigby reconstruyen sobre el legado de Marx, dos Marxismos diametralmente opuestos. Mientras que Cohen defiende una versión fuerte del 1 Draper, H. Karl Marx´s Theory of revolution, Vol. 1, Nueva York, 1977, pp. 23-26; Hobsbawm, Eric ‘Introduction’ a Karl Marx Pre-Capitalist Economic Formations, Londres, 1964, p. 53. 2 G. Cohen es profesor de teoría social y política en la Universidad de Oxford, y Steve Rigby es reader en historia de la Universidad de Manchester. 3 Rigby, S. Marxism and History, Manchester, 1987, pp. 2-3; G.A. Cohen Karl Marx’s Theory of History: A Defence, Oxford, 1978, p. ix.

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Capítulo 2 de: Reflections on the Marxist theory of history Paul Blackledge Manchester: Manchester Univerity Press, 2006. Traducción: Matías Bisso, Pablo Ghigliani y Miriam Socolovsky Revisión final: Pablo Ghigliani Cátedra de Historia Social General de la Facultad de Bellas Artes

Marx, Engels y el materialismo histórico

Introducción En este capítulo, se ofrece un esbozo de la teoría de la historia de Marx y Engels, y de su relación con la práctica política revolucionaria que ambos mantuvieron a lo largo de sus vidas. Muchos comentaristas aludirían dos razones para descartar un proyecto tal: primero, Marx y Engels no fueron una unidad, sus ideas y argumentos divergen marcadamente; y segundo, ni Marx, ni Engels, produjeron individualmente una oeuvre coherente y singular. Mientras que hay algo de cierto en estas afirmaciones, tengo mis reservas sobre ambas. Acerca de la sugerencia de que las interpretaciones de Marx y Engels sobre el materialismo histórico divergen en forma pronunciada, sigo a Draper y Hobsbawm, quienes reconocen diferencias de énfasis entre ambos colaboradores, mientras que encuentran poco plausible que dos hombres de tan obvias capacidades intelectuales pudieran trabajar juntos por cuatro décadas de modo tan estrecho, sin percibir que no mantenían un cerrado acuerdo.1 Sin embargo, existe la idea, que me interesa combatir, de que hay una pluralidad de Marxs (o, menos frecuentemente, Engelses), entre los cuales uno puede escoger para construir el Marxismo de su gusto. La debilidad de este enfoque es evidente en dos estudios recientes sobre el materialismo histórico: Marxism and History de Steve Rigby y Karl Marx’s Theory of History de Gerry Cohen.2 Rigby sostiene que el descubrimiento de una serie de “internamente coherentes, pero mutuamente contradictorios Marx(s) ... es el resultado inevitable de una variedad de lectores buscando el sentido de la vasta obra de Marx’; y, dados los múltiples Marx(s) así concebidos, Rigby señala que su objetivo no fue delinear lo que Marx realmente dijo sino reconstruir qué es lo más útil de su “ambiguo legado”. En forma similar, Cohen deja en claro que su objetivo no fue “reconstruir ... un versión prolija” del materialismo histórico tomando como base el desordenado legado de Marx.3 No obstante, a pesar de estos objetivos comunes, Cohen y Rigby reconstruyen sobre el legado de Marx, dos Marxismos diametralmente opuestos. Mientras que Cohen defiende una versión fuerte del

1 Draper, H. Karl Marx´s Theory of revolution, Vol. 1, Nueva York, 1977, pp. 23-26; Hobsbawm, Eric ‘Introduction’ a Karl Marx Pre-Capitalist Economic Formations, Londres, 1964, p. 53. 2 G. Cohen es profesor de teoría social y política en la Universidad de Oxford, y Steve Rigby es reader en historia de la Universidad de Manchester. 3 Rigby, S. Marxism and History, Manchester, 1987, pp. 2-3; G.A. Cohen Karl Marx’s Theory of History: A Defence, Oxford, 1978, p. ix.

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determinismo de las fuerzas productivas, Rigby descarta la relevancia de tal interpretación del Marxismo y defiende el poder de la crítica de Marx al reduccionismo económico.4 Los métodos de Cohen y Rigby parecieran implicar que podemos reconstruir a partir de los textos de Marx (y Engels), el Marx(ismo) de nuestra elección. No estoy convencido de la validez de esta afirmación; porque mientras que es obviamente el caso que Marx, como cualquier otro gran pensador, puede ser citado contra sí mismo; es menos obvio, en ausencia de una cuidadosa contextualización de cada aseveración, que semejante método pueda lograr algo más que una trivialización de la materia. Por ejemplo, Rigby cita el comentario de Marx, del Prefacio al Volumen I de El Capital (1867), en el que menciona que en su libro trata a los individuos sólo como ‘personificaciones de categorías económicas’, como una evidencia de la peor forma de determinismo económico de la cual Rigby intenta liberar lo mejor de la historiografía de Marx, pero sin discutir ni el contexto teórico, ni el contexto histórico dentro del cuál esta afirmación fue hecha. Por el contrario, junto con su rechazo de esta formulación aparentemente reduccionista del método de Marx, Rigby cita aprobatoriamente el argumento anti-reduccionista de Marx y Engels, articulado en la Sagrada Familia (1845): “La historia no hace nada, ‘no posee una riqueza inmensa’, no ‘libra combates’. Ante todo es el hombre, el hombre real y vivo, quien hace todo eso y realiza combates; estemos seguros que no es la historia la que se sirve del hombre como un medio para realizar (...) sus fines; no es más que la actividad del hombre que persigue sus objetivos“.5 No obstante la superficial plausibilidad de este contraste, podemos estar seguros de que Marx no había rechazado su antigua metodología cuando escribió El Capital. Cuando el primer volumen de El Capital se encontraba en la imprenta, Kugelmann le dio a Marx una copia de la Sagrada Familia, y Marx le informaba a Engels - en una carta del 24 de abril de 1867, acerca de la lectura de esta obra extraviada desde hacía tanto tiempo -, que lo ‘sorprendió agradablemente encontrar que no tenemos necesidad de sentirnos avergonzados por ese trabajo’.6 Una reacción tal ante la lectura de sus argumentos tempranos demanda alguna explicación: o Marx había malentendido la distancia existente entre su antiguo humanismo y su actual estructuralismo, o la relación entre las dos articulaciones de su interpretación de la historia es más compleja de lo que Rigby sugiere. Una lectura más favorable de la distancia entre estas dos aseveraciones comenzaría por reconocer los diferentes niveles de abstracción en los cuales fueron escritos.7 En tanto Marx sostenía que “el método que consiste en elevarse de lo abstracto a lo concreto es para el pensamiento sólo la manera de apropiarse de lo concreto, de reproducirlo como un concreto espiritual”, es claro entonces que sus escritos incluirán una serie de postulados abstractos, que, si son tomados fuera del contexto de la totalidad de la oeuvre, se prestarán para la parodia a-histórica.8 Esta, desafortunadamente, es la trampa en la cuál cae el libro de Cohen: ya que este autor defiende una interpretación del materialismo histórico según la cual las transiciones revolucionarias de un modo de producción a otro ocurren como producto de una necesidad funcional.9 Cohen pone en el centro de su reconstrucción del Marxismo, el Prefacio de Marx de 1859, a la Contribución de la Crítica de la Economía Política.

4 G.A. Cohen Karl Marx’s Theory of History: A Defence, p. x.; Rigby, S. Marxism and History, p. 7. 5 Rigby, S. Marxism and History, p. 10. (nt: Marx, Karl (1845) La Sagrada Familia, Buenos Aires: Claridad, p. 131). 6 Dunayevskaya, R. Rosa Luxemburg, Women’s Liberation and Marx’s Philosophy of History, Chicago, 1991, p. 120. 7 Ferraro, J. Freedom and Determination in History According to Marx and Engels, Nueva York, 1992, p. 86. 8 Marx, Karl (1857-58) Grundrisse, Buenos Aires: Siglo XXI, p. 22. 9 G.A. Cohen Karl Marx’s Theory of History, pp. 150-66.

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Desgraciadamente, aunque se trata de un texto de fundamental importancia, fue escrito con un ojo en el censor y por lo tanto tiende a restarle importancia al lado activo del pensamiento de Marx.10 Mientras ello no sería problemático si el Prefacio fuese leído en el contexto de la práctica revolucionaria de Marx, Cohen no lo hace así y defiende, tal como argumento en el capítulo 5, una interpretación del materialismo histórico, que es sistemáticamente fatalista, de un modo que es ajeno a Marx. En oposición a Cohen y Rigby, sigo a Draper al argumentar que si el método revolucionario de Marx es juzgado como una totalidad, antes que por medio de aseveraciones descontextualizadas, es posible una interpretación mucho más poderosa del materialismo histórico.11 También estoy de acuerdo con Hobsbawn, Hill y Mészáros en que la teoría de la historia de Marx “ya había encontrado una formulación madura a mitad de la década de 1840, y permaneció substancialmente sin cambios en los años subsiguientes”.12

Producción e Historia La teoría de la historia de Marx es siempre ridiculizada como una - por cierto la -, forma arquetípica del reduccionismo económico, por lo que parece casi una grosería señalar que el eje mismo de su proyecto envolvía el rechazo de la cosificación de los conceptos de lo económico, lo político, lo sociológico, etc., como niveles distintos de la sociedad. Tal como argumentó Lucio Colletti, “nunca encontramos en Marx categorías que sean puramente económicas. Todos sus conceptos, por el contrario, son ambos, económicos y sociológicos”.13 Marx insistió a través de toda su vida en que era la producción, entendida como un proceso social, político e histórico, lo que se encontraba en el centro de la totalidad social. Marx distinguió reiteradamente su teoría de la historia, de todas las otras, al colocar el proceso de producción, no ‘la economía’, en su centro. Tal vez, la formulación clásica de este enfoque se encuentre en La Ideología Alemana, en la cuál Marx y Engels escribieron que los hombres y las mujeres – esto es, hombres y mujeres reales, concretos, históricos antes que las abstracciones amadas por los Darwinistas sociales- “se diferencia(n) de los animales a partir del momento en que comienza(n) a producir sus medios de vida”. Ellos insistieron en que al producir socialmente, estos “determinados individuos, que, como productores, actúan de un determinado modo, contraen entre sí estas relaciones sociales y política determinadas”, cuya forma concreta no puede ser deducida a priori sino que debe cerciorarse a través de la “observación empírica”.14 Es así, que desde el principio, Marx y Engels contrapusieron su interpretación materialista de la historia a los modelos idealistas, en general, y más específicamente a lo que ellos percibían como el idealismo del círculo de los Jóvenes

10 Prinz, A. ‘The Background and Ulterior Motive of Marx’s “Preface” of 1859’, Journal of the History of Ideas 30, 1968. Croix Class Struggle in the Ancient Greek World, p. 47. 11 Draper, H. Karl Marx´s Theory of revolution, vol. 1, pp. 20-1. 12 Hobsbawm, E. ‘Introduction’ a K. Marx and F. Engels The Communist Manifesto, London, 1998, p. 14. La afirmación de Mészáros de que ‘la primera presentación sistemática del materialismo histórico en la Ideología Alemana, contiene todas sus principales características definitorias’: I. Mészáros ‘The Nature of Histórical Determination’, Critique 30-1, 2000, p. 104; y la aseveración de Christopher Hill de que “sus ideas fundamentales acerca de la historia habían ... tomado lugar ya por 1848’: C. Hill (1948) ‘The English Civil War Interpreted by Marx and Engels’, en B. Jessop and C. Malcom-Brown (eds) Karl Marx’s Social and Polítical Thought: critical Assesments, vol. 3, London, 1990, p.643. 13 Colletti, L. From Rousseau to Lenin, p. 13. 14 Marx, Carlos y Engels, Federico (1845) La Ideología Alemana, Barcelona: Grijalbo, 1987, pp. 19, 25.

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Hegelianos, del cuál evolucionaron sus propias ideas. Marx y Engels por lo tanto, contrastaron su teoría de la historia, en la cuál el lenguaje y las ideas son el resultado del proceso de producción, a la concepción idealista Hegeliana según la cuál la historia es la trama teleológica del auto-desarrollo del mundo espiritual (Dios): “totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo”.15 Una consecuencia clave de su demanda de que las generalizaciones históricas estén empíricamente fundadas, fue el rechazo tanto a las interpretaciones religiosas de la historia como a los enfoques crudamente materialistas. Así, en contraste con el crudo materialismo de Feuerbach16 - según el cual la historia es el relato del encuentro del hombre con la naturaleza – Marx y Engels argumentaron que fue solo a través de la historia que los hombres y las mujeres se crearon a sí mismos como seres sociales. Si la primera acción histórica es aquella cuyo objetivo es satisfacer ciertas necesidades básicas – comer, beber, abrigarse, etc –, luego, al satisfacer tales necesidades, los hombres y mujeres reales e históricos, en oposición a los seres humanos entendidos como una categoría trans-histórica, crearán nuevas necesidades.17 Al historizar las necesidades humanas de este modo, Marx historiza el concepto mismo de naturaleza humana: ya que si está en nuestra naturaleza aspirar a la satisfacción de nuestras necesidades, y si nuestras necesidades cambian a través de la historia, así cambia también nuestra naturaleza. Esta sugerencia no lleva a Marx a rechazar el concepto de naturaleza humana tout court, sino a bregar por alcanzar un análisis más poderoso que el sugerido por aquellos cuyo punto de partida metodológico es el individuo. En consecuencia, Marx diferencia entre una “naturaleza humana” o una “forma de la especie” que es básica y trans-histórica, y una “naturaleza de la humanidad” o “ser social” que es más maleable.18 Marx expresó esta opinión de modo más sistemático en El capital a través de la crítica del utilitarismo de Bentham donde argumentó que deben ser develados, tanto los componentes históricos como los trans-históricos de la naturaleza humana:

Cuando se quiere saber, pongamos por caso, qué es útil para un perro, hay que escudriñar e la naturaleza canina. Es imposible construir esta naturaleza a partir del ‘principio de utilidad’. Aplicando esto al hombre, quien quisiera enjuiciar según el principio de utilidad todos los hechos, movimientos, relaciones, etc., del hombre, debería ocuparse primero de la naturaleza humana en general y luego de la naturaleza humana modificada históricamente en cada época. Bentham no pierde tiempo en esas bagatelas. Con la aridez más ingenua parte de que el filisteo moderno, y especialmente el filisteo inglés es el hombre normal.19

Para entender la historia, insiste Marx, debemos aprender a verla como un proceso de cambio y continuidad: algunas características trans-históricas de la humanidad se realizan en la historia bajo determinadas condiciones específicas. Cualquier historiador que subestima tanto las características comunes como las específicas de cualquier época, necesariamente producirá una historia inadecuada del periodo. Sin embargo, entre ambas fallas, es la última la que es por mucho, más significativa: ya que el fracaso en la

15 Idem, p. 26. 16 Feuerbach es hoy famoso, principalmente como el autor de la frase “uno es lo que come”. 17 Marx, Carlos y Engels, Federico (1845) La Ideología Alemana. 18 N.Geras Marx and Human Nature (London, 1983) 19 El Capital, Vol 1, pp. 755-756, nota 64.

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adecuada periodización del pasado tendría el efecto de des-historizar la historia. Esta es, en efecto, la crítica marxista a la historiografía dominante que va desde la antigüedad al presente. Por esto, la historia política (la que el historiador social ingles del siglo XIX J.R.Green rechazaba como historia de “bombos y platillos”, y que Marx y Engels criticaron mordazmente como “las pomposas novelas de las princesas y los estados”) tenía el efecto no solo de dejar fuera del registro histórico a la vasta mayoría de la humanidad, sino también de oscurecer la especificidad histórica de cada período investigado.20 Fueron las “absurdas” consecuencias a-históricas de esta “concepción de la historia”, las que dieron forma a la crítica dirigida por Marx al craso empirismo de tipo rankeano. Aún cuando Marx criticaba tanto al idealismo de Hegel como al empirismo de Ranke, no consideró que sus fallas fueran igualmente severas. En verdad, a pesar de sus criticas a Hegel, se distanció de aquellos que concebían a este filosofo idealista como “un perro muerto” al confesar públicamente ser “un discípulo de este gran pensador”. En cambio, fue mucho más despectivo acerca del empirismo de Ranke, y, en una carta a Engels (7 de septiembre de 1864) describió al padre de la historiografía moderna como una “mala hierba” y un “pequeño y travieso gnomo”. De forma más sustantiva, Marx sostuvo que la historia Rankeana consistente en la “mera búsqueda de fuentes”, tenía como consecuencia necesaria la atribución de “grandes eventos” a “causas viles y pequeñas”.21 La crítica de Marx a Ranke lleva al problema fundamental de la historiografía: ¿sobre qué base deben buscarse y evaluarse los hechos? Marx fue mordaz en sus críticas a los jóvenes hegelianos por ignorar los hechos de la historia, pero con todo, su crítica de los empiristas fue mucho más severa, porque mientras recogían hechos diligentemente, no podían justificar su selección. Por el contrario, la respuesta general de Marx al problema del método histórico descansa en su antropología: si los hombres y las mujeres se distinguen a si mismos de la naturaleza a través de la producción social, entonces las preguntas fundamentales para formular sobre cualquier periodo histórico incluirán aquellas referidas a la naturaleza de la producción en ese periodo. Marx reiterará este punto incansablemente a lo largo de su vida. En El Capital (1867) se quejaba: “por poco que se haya ocupado la historiografía hasta el presente, del desarrollo de la producción material, o sea, de la base de toda vida social y por tanto de toda historia real”.22 De modo similar, en sus Glosas sobre Wagner (1879) criticó el presupuesto de Adolph Wagner de que la gente comienza por 'posicionarse teoréticamente en su relación con las cosas del mundo externo'. Por el contrario, Marx insistía, 'ellos comienzan, como cualquier animal, comiendo, bebiendo, etc, por lo tanto, ... relacionándose ellos mismos activamente, apropiándose de ciertas cosas del mundo exterior a través de la acción, y satisfaciendo así sus necesidades'.23 Marx proveyó el bosquejo más completo de este argumento en los Grundrisse (1857). En este manuscrito sugería que como el proceso de producción cambió con el tiempo, a pesar del hecho de que “todas las épocas de la producción tienen ciertos rasgos comunes”, sí existen cualidades especificas cuyos “elementos... no son generales y comunes sino que deben ser separados de las determinaciones validas para la

20 B. Southgate History: What and Why? (London, 2001) pp96-97. The German Ideology, p.57 21 M. Perry Marxism and History (London, 2002), p.47 22 El Capital, vol I, p. 219 23 K.Marx 'Notes on Adolph Wagner' en Karl Marx: Texts on Method, ed. T. Carver, Oxford, 1975, p. 190.

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producción como tal, de modo que ... su diferencia esencial no sea olvidada”.24 Contra la idea de que el consumo determina la naturaleza de la producción, Marx sostuvo que mientras el deseo de satisfacer las necesidades humanas es el comienzo de la historia, dado que el consumo no puede ocurrir sin que primero haya alguna forma de producción, y como el acto de producir crea nuevas necesidades tanto al interior del proceso de producción como para el productor, “producción y consumo son... momentos de un proceso, en el que la producción es el verdadero punto de partida y por tanto también el momento predominante”.25 Más en general, Marx insistió en que la producción, distribución, intercambio y consumo, forman todos parte de una “totalidad” dentro de la cual “la producción predomina”.26 De este modo, según Marx, cada estructura social debe ser entendida como una totalidad en la que la producción tiene una importancia fundamental. Mientras este modelo no niega la relevancia histórica de los momentos políticos e ideológicos dentro de la totalidad, rechaza cosificar la política, la ideología, etc. como niveles distintivos y separados. Así es que, mientras Marx solía insistir que 'lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad de lo diverso',27 su modelo, como hizo notar Hobsbawm, es mucho mas que un relato pluralista de la interacción reciproca de los factores a lo largo de la historia.28 Marx intentó crear un espacio metodológico entre el reduccionismo y el pluralismo: ya que, en el punto en que el reduccionismo negaba el estudio de la historia, el pluralismo intentaba descender hasta simples descripciones empiristas de eventos que tenían poco valor analítico.29 La importancia de esta innovación metodológica no debe subestimarse, porque sugiere una solución al desafío postmoderno lanzado contra la historia contemporánea. Mientras que la historiografía empirista contemporánea no puede justificar su voluntad de, en palabras de Ranke, contar la historia “tal cual fue”, ante el argumento postmoderno de que todas las descripciones son necesariamente parciales y sesgadas, Marx sugiere que asentando sus investigaciones históricas en el proceso de producción, la decisión de un punto de partida historiográfico puede ser justificado antropológicamente: ofrece una guía mediante la cual los historiadores pueden transitar por el peligroso camino que atraviesa lo que Pierre Vilar llamó los igualmente traicioneros 'abismo del empirismo' y 'abismo del idealismo'.30 Sin embargo, comenzar el análisis histórico con una investigación del proceso de producción, obviamente no garantiza la potencia de la historiografía así producida. Marx insistía en que el estudio de los momentos concretos en la historia requería el análisis de la “síntesis de las múltiples determinaciones” de esos periodos, para prevenir contra el error de reducir la historia a la producción. Más específicamente, Marx y Engels insistieron en que

24 Grundrisse, p.85 25 Ibid, p. 94 26 Ibid, p. 99 27 Ibid, p. 21. 28 Hobsbawm, 'Introducción a las Formas económicas pre-capitalistas', pp.xx 29 Mientras que el empirismo es la forma dominante de investigación entre los historiadores contemporáneos, nadie encuentra la evidencia desnuda, por decirlo de algún modo. Es a través de los presupuestos del historiador - sobre la naturaleza humana o la naturalidad de determinadas instituciones, etc. - que el reduccionismo se mete por la puerta trasera de la investigación histórica. Aun así, los peores reduccionistas no suelen hallarse entre los historiadores, sino entre los sociobiólogos y los psicólogos evolucionistas. Sobre los mismos, véase H. Rose y S. Rose (eds), Alas Poor Darwin, London, 2000. 30 P.Vilar 'Marxist History, A History in the Making: Towards a Dialogue with Althusser', New Left Review, 9-, July-August 1973, p. 75.

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Estas abstracciones de por sí, separadas de la vida real, carecen de todo valor. Sólo pueden servir para facilitar la ordenación del material histórico, para indicar la sucesión en serie de sus diferentes estratos. Pero no ofrecen en modo alguno, como la filosofía, una receta o un patrón con arreglo al cual puedan aderezarse las épocas históricas.31

De modo similar, en el contexto del ascenso del movimiento socialista en Alemania en los años posteriores a la muerte de Marx, Engels se sintió obligado a distanciar sus argumentos y los de Marx de los de sus imitadores. En una carta a Joseph Bloch (21 de septiembre de 1890) Engels argumentaba:

Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca otra cosa que esto. Por lo tanto, si alguien tergiversa esto diciendo que el elemento económico es el único determinante, convertirá aquella proposición en una frase vacua, abstracta, sin sentido. La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura -- las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, por ejemplo: las constituciones que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas jurídicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y su desarrollo posterior en sistema de dogmas -- ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y en muchos casos son preponderantes en determinar su forma. Hay una interacción de todos estos elementos en la cual, en medio de todo un montón de accidentes (es decir, de cosas y acontecimientos cuya interconexión inherente es tan remota o tan difícil de probar, que podemos considerarla como inexistente), acaba siempre imponiéndose como necesidad el movimiento económico. De otro modo, aplicar la teoría a una época histórica cualquiera sería más fácil que resolver una simple ecuación de primer grado.

Más específicamente, Engels, en una carta a Conrad Schmidt (27 de octubre de 1890) argumentó que el Estado, en contraste con las lecturas económico reduccionistas del materialismo histórico, gozaba de un grado de “relativa independencia” respecto de la base económica, de modo que “el poder político puede causar estragos en el desarrollo económico”. Engels subrayaba la importancia de los “factores” políticos, ideológicos y otros, en la explicación del proceso histórico. Sin embargo, más que delinear un mapa detallado de su método y el de Marx, sugería que si Bloch quería entender el materialismo histórico, debía leer El Dieciocho Brumario (1852) y El Capital de Marx, y su Anti-Duhring (1877), y Ludwig Feuerbach y el Fin de la Filosofía Alemana Clásica (1866). Comentaba Engels en esa carta a Bloch:

El que los discípulos hagan a veces más hincapié del debido en el aspecto económico, es cosa de la que, en parte, tenemos la culpa Marx y yo mismo. Teníamos que enfatizar el principio cardinal vis-à-vis nuestros adversarios, quienes lo negaban, y no siempre disponíamos de tiempo, del lugar o de la oportunidad para dar la debida importancia a los demás factores envueltos en interacción. Pero, tan pronto como se trataba de exponer una época histórica y, por tanto, de aplicar prácticamente el principio, cambiaba la cosa, y allí ningún error fue permitido.

Ignorando la sugerencia de Engels, la mayor parte de los comentaristas de Marx eligieron no internarse demasiado profundamente en su historiografía, sino analizar como un substituto de toda su obra, el famoso Prefacio de Marx de 1859 a su Contribución a la Critica de la Economía Política. Desafortunadamente, sacado de contexto, este ensayo

31 The German Ideology, p. 27.

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puede sugerir un modelo particularmente reduccionista de la historia. De acuerdo con el prefacio:

en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica se transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en un a palabra las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque, mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso en la formación económica de la sociedad el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la sociedad humana.32

Como señala Prinz, Marx deseaba en este ensayo enfatizar la objetividad científica de su empresa, y restarle importancia a sus intenciones revolucionarias, para evitar la censura prusiana y de ese modo dirigirse a los activistas socialistas en Alemania. Entonces, irónicamente, motivos revolucionarios prácticos explican la prosa secamente anti-humanista de este pasaje. Sin embargo, una vez que tomamos en cuenta este contexto, podemos aprender mucho de este pasaje, porque en él, Marx articula su interpretación del proceso de producción tal como había sido profundizado en los años posteriores a 1845. En La Ideología Alemana, además de fundar las ideas, la política, etc., en el proceso de producción, Marx había dividido la producción misma en dos esferas 32 Marx, Karl (1859) Contribución a la Crítica de la Economía Política, en Marx, Karl, El Manifiesto Comunista, Madrid: Sarpe, 1985, p. 214-16.

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analíticas: las fuerzas de producción (los medios de producción y la fuerza de trabajo requerida para utilizar esos instrumentos y la materia prima)33 y las formas de intercambio - una articulación temprana de su concepto de relaciones de producción. Mientras que el concepto de formas de intercambio expresa entonces cierto nivel de determinismo tecnológico en las ideas tempranas de Marx, con la articulación del concepto de relaciones de producción en La Miseria de la Filosofía (1847), su teoría madura de la historia es elaborada de un modo completo por vez primera.34 El concepto de relaciones de producción era central a este proyecto porque a través de él, tal como ha argumentado Therborn, Marx plasmó su objetivo de periodizar la historia.35 De este modo, si los humanos se definen como animales de producción social, entonces las distintas épocas productivas podían diferenciarse por las relaciones de producción que dominaron en cada una de ellas. Por tanto Marx periodizó la historia en una serie de modos de producción, a cada uno de los cuales entendió como una articulación particular de fuerzas y relaciones de producción. Según Marx, las relaciones de producción eran relaciones económicas de control efectivo, es decir, esencialmente, relaciones de explotación entre clases.36 Marx argumentaba que la clase se desarrolló a partir de la división del trabajo. En las sociedades de cazadores-recolectores, una primitiva división del trabajo existía ya entre los sexos: las mujeres, debido a las demandas del embarazo y la crianza de los niños, predominantemente recolectaban, mientras que los hombres cazaban. Sin embargo, el desarrollo de las fuerzas productivas tendió a generar una división del trabajo cada vez más compleja. Al principio esta división solo reflejaba la “predisposición” natural, pero a medida que se expandía iba tomando la forma de una división entre el trabajo manual y mental. Por lo tanto, un cierto grupo de individuos fueron confluyendo a partir de la división del trabajo en una nueva clase que lentamente fue tomando el control del proceso de producción. Además, la división entre trabajo mental y material contribuyó a generar cierto desdén hacia el trabajo manual en un sector de los trabajadores mentales, y anti-intelectualismo entre los trabajadores manuales. Esta división marcó la auto-conciencia de los intelectuales, quienes pudieron congratularse con que la conciencia “es algo distinto que la conciencia de la práctica existente”: el desdén que muestran los historiadores modernos por el énfasis del Marxismo en la importancia de la producción para la comprensión de la práctica social no es más que un ejemplo de esta auto-engaño.37 Como señalo luego, Engels agregó más detalles a este esquemático relato de las consecuencias de la división del trabajo en El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (1884). Por el momento es suficiente con señalar, que a través de su análisis de la división del trabajo, Marx explicó la clase como un fenómeno histórico. La clase, para Marx, no puede reducirse al status ni a la conciencia; es más bien, en palabras de Geoffrey de Ste. Croix, una “expresión objetiva de la existencia de la explotación”, y una clase es “un grupo de personas dentro de una comunidad identificadas por su posición en el sistema global de producción social, definido por sobre todas las cosas, de acuerdo a su relación (primariamente en términos de grados de control) con las condiciones de producción... y con otras clases”. Como apunta Ste.Croix,

33 Cohen Karl Marx's Theory of History, p.32 34 G.Therborn Science, Class and society, (London 1976), p.366; A.Callinicos Making History, London, 2004 [1987], p. 48. 35 Therborn Science, p. 366. 36 Cohen, Karl Marx's Theory of History. 37 Engels, F. The German Ideology, pp. 43, 51-2.

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el conflicto de clases “es esencialmente la relación fundamental entre las clases que involucra explotación y resistencia, pero no necesariamente conciencia de clase, ni actividad colectiva en común”.38 De acuerdo con Ste Croix, el interés de la concepción marxista de clase es justamente su poder analítico: el modelo de Marx explica el conflicto de clase en un sentido mucho mas profundo que, por ejemplo, la concepción de Weber de status, que, por ser un concepto estático, 'difícilmente nos ayude a entender o explicar nada excepto en la forma mas trivial e inocua'.39 Mientras que un modo de producción es una articulación particular de relaciones y fuerzas de producción, la definición del modo dominante de cualquier sociedad, significa proveer el marco en el que la lucha de clases, la política, la ideología, etc, de esa formación social pueden ser explicadas. Sin embargo, la definición del modo de producción dominante dentro de una formación social especifica, es solo el primer paso en el proceso de articular las múltiples determinaciones de un proceso concreto, y para que no se interprete a Marx como sugiriendo más que esto, es que deben ser tenidas en mente las admoniciones ya citadas, que Engels dirigió a Bloch. Aún más, incluso en una formulación abstracta sobre la relación entre la base productiva de la sociedad y su superestructura política e ideológica, del volumen 3 de El Capital, Marx muestra su disposición a enfatizar que la estructura exacta de cualquier formación social se puede descubrir sólo a través de un análisis empírico cuidadoso.

La forma económica específica en la que se le extrae el plustrabajo impago al productor directo determina la relación de dominación y servidumbre, tal como ésta surge directamente de la propia producción y a su vez reacciona en forma determinante sobre ella. Pero en esto se funda toda la configuración de la entidad comunitaria económica, emanada de las propias relaciones de producción, y por ende, al mismo tiempo, su figura política específica. En todos los casos es en la relación directa entre los propietarios de las condiciones de producción y los productores directos – relación ésta cuya forma eventual siempre corresponde naturalmente a determinada fase de desarrollo del modo de trabajo y, por ende, a su fuerza productiva social – donde encontramos el secreto más íntimo, el fundamento oculto de toda la estructura social, y por consiguiente también de la forma política que presenta la relación de soberanía y dependencia, en suma, de la forma específica del estado existente en cada caso. Esto no impide que la misma base económica – la misma con arreglo a las condiciones principales – en virtud de incontables diferentes circunstancias empíricas, condiciones naturales, relaciones raciales, influencias históricas operantes desde el exterior, etc., pueda presentar infinitas variaciones y matices en sus manifestaciones, las que sólo resultan comprensibles mediante el análisis de estas circunstancias empíricamente dadas.40

Por tanto, en su teoría de la historia, Marx propone un método de análisis histórico -que comienza por el modo de producción - pero no respuestas a priori a ese análisis. Mientras que el lenguaje determinista del Prefacio de 1859 podría sugerir lo contrario, necesita no ser leído de esa manera; y si es tomado en cuenta el contexto discutido por Prinz, efectivamente no debería leérselo así.41 Por ejemplo, contra una lectura unilineal del comentario de Marx acerca de que la historia ha transcurrido a través de 'el modo de

38 Ste. Croix Class Struggle in the Ancient Greek World, pp. 43-4. G. de Ste Croix “Class in Marx’s Conception of History, Ancient and Modern”, New Left Review, nº 146, 1984, p. 100. 39 Ste. Croix Class Struggle in the Ancient Greek World, p. 90. G. de Ste Croix “Class in Marx’s Conception of History, Ancient and Modern”, p. 102. 40 Marx, Karl El Capital, según traducción aparecida en Goran Therbon, Ciencia, Clase y Sociedad, Madrid: Siglo XXI, 1980, pp. 374-375. 41 Harman Marxism and History, London, 1998.

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producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués', Eric Hobsbawm ha sugerido que esos estadios deben entenderse como una progresión lógica, no como una progresión histórica. En los Grundrisse, que fueron escritos cerca de dieciocho meses antes que el Prefacio a la Contribución a la Crítica de la Economía Política, Marx había profundizado su análisis de las formaciones económicas pre-capitalistas, de tal forma, que se había expandido el número de los modos de producción desde que había escrito La Ideología Alemana, al mismo tiempo que reiteraba su creencia de que esos varios modos ofrecían caminos alternativos a través de la historia. Así, mientras que la lista de los modos de producción pre-capitalistas no tuvo la intención de representar un camino unilineal a través de la historia, tenía el sentido de transmitir la idea de una progresión lógica hacia la creciente 'individualización del hombre'.42 Si la culminación de este proceso iba a ser la victoria de las luchas socialistas del proletariado - “llamaremos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual”43-, la adopción por Marx de una teoría multilineal de la historia significó que estaba preparado para sostener que, en ciertas circunstancias, podía existir un movimiento desde formas menos desarrolladas hacia formas más desarrolladas de propiedad comunal sin la intervención de un etapa capitalista. Debido a que la investigación sobre la naturaleza de las sociedades pre-clasistas lo había convencido de la general vitalidad de las mismas, Marx terminó creyendo que, bajo condiciones internacionales favorables, seria posible para determinados grupos sortear las etapas lógicas de la individualización histórica.44 Concretamente, Marx desarrolló esta idea en su discusión sobre la comuna campesina rusa. Respondiendo a una carta de la revolucionaria rusa Vera Zasulich (16 de febrero de 1881), quien le pedía un consejo de carácter estratégico en relación a las comunas campesinas, Marx dedicó semanas delineando una serie de borradores, antes de enviar la respuesta considerada más arriba. Sus comentarios fueron el fruto cuidadoso de un programa de investigación de una década sobre la historia y la política rusa. En verdad, tan serio fue el intento de Marx de comprender la situación rusa que estudió por su cuenta el ruso; según su mujer Jenny 'como si fuera un tema de vida o muerte'.45 La conclusión de este proyecto fue la respuesta de Marx a Zasulich (8 de marzo de 1881) en la que sostenía que:

El análisis de El Capital ... no provee ninguna razón a favor o en contra de la comuna Rusa. Pero los estudios sociales que yo he hecho sobre ella, incluyendo la búsqueda de fuentes originales, me han convencido de que la comuna es el punto nodal para la regeneración social en Rusia. Pero para que ella pueda funcionar como tal, las influencias perniciosas que la asaltan por todos los costados deben ser primero eliminadas.

42 Hobsbawm, E. ’Introduction to Pre Capitalist Economic Formations’, pp. 36, 38. 43 Marx, Karl, La Ideología Alemana, p. 37. 44 Hobsbawm, E. ’Introduction to Pre Capitalist Economic Formations’, pp. 49-50. 45 T. Shanin, ‘Late Marx: Gods and Crafstmen’ en T. Shanin, Late Marx and the Russian Road, London, 1983, p. 7. Esto no fue un episodio aislado. Por ejemplo, en 1854, cuando le pidieron que escribiera una artículo corto para el New York Tribune, Marx tomó lo suficientemente en serio la tarea como para aprender español (Vilar, P. ‘Marxist History’, p. 105). Más en general, la profundidad y el detallismo de Marx eran legendarios: por ejemplo, Engels se quejó una vez sobre su retraso en escribir El Capital por que ‘en tanto y en cuanto tengas por delante un libro que consideres importante, no te sentarás a escribir’.

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Marx sostuvo que su sugerencia, realizada en el prefacio del primer volumen de El Capital, acerca de que el desarrollo social ingles mostraba a los países menos desarrollados “la imagen de [su] propio futuro”46, se refería a los países del oeste Europeo, en los que la acumulación del capital ya había comenzado, y no a los estados que aún tenían que comenzar ese camino. Numerosos comentaristas han sostenido que al realizar estas afirmaciones, Marx rompía finalmente con el modelo unilineal que había abrazado hasta allí.47 Kingston-Man afirma, por ejemplo, que hasta 1870 Marx estaba convencido de que la burguesía era un agente necesario para la modernización, pero que luego comenzó a aceptar un modelo mas matizado de la evolución social.48 Sin embargo, tal como ha argumentado recientemente Chattopadhyay, tal análisis malinterpreta tanto el nivel de cambio como el de continuidad en las formulaciones del Marx maduro. Ya que Marx, no se atuvo a un modelo unilineal de la historia antes de 1870, y porque después de 1870 siguió creyendo que la acumulación de capital, a escala mundial, continuaba siendo una precondición necesaria para el socialismo.49 Por ejemplo, en el Prefacio de 1882 a la edición rusa de El Manifiesto Comunista, Marx y Engels sostuvieron que 'si la revolución rusa se convierte en el signo de la revolución proletaria en el Oeste, de modo que se complementen mutuamente, la propiedad común de la tierra de los campesinos rusos podía servir como punto de partida para el desarrollo del comunismo'. Recurriendo a un argumento de corte idiosincrásico, Wada desestima la vinculación explicita en este pasaje entre el éxito de las comunas rusas y el éxito de una revolución en el oeste Europeo, al sugerir que Marx, inmediatamente después de la muerte de su mujer, se encontraba “sin ánimo”, lo que explica por qué le permitió a Engels trastocar su nuevo modelo multilineal con vestigios de su viejo esquema.50 Esta afirmación es, como mínimo, tal como apuntaron Sayer y Corrigan, “altamente especulativa”.51 Es sin duda mucho más plausible argumentar que al realizar estos comentarios sobre la comuna rusa, Marx no estaba rechazando su antiguo materialismo, sino profundizándolo al hacerlo más internacional52 y más a tono con la vitalidad de las formas de producción comunal de tipo pre-capitalistas. Uno de los argumentos centrales hechos en La Ideología Alemana, y que es un argumento definitorio del Marxismo, es que el 46 Marx, K. Capital, vol. 1, p. 91. 47 T. Shanin, ‘Late Marx’; H. Wada ‘Marx and Revolutionary Russia’, en en T. Shanin, Late Marx and the Russian Road, London, 1983; E. Kingston-Mann ‘Deconstructing the Romance of the Burgeoisie: A Russian Marxist Path Not Taken’, Review of International Political Economy 10:1, 2003. 48 E. Kingston-Mann ‘Deconstructing the Romance of the Burgeoisie’, p. 95. 49 Chattopadhyay, P. ‘Capital, the Progenitor of Socialism: Progress as the Dialectic of Negativity in the Critique of Political Economy’ Historical Materialism, (forthcoming). 50 H. Wada ‘Marx and Revolutionary Russia’, p. 70. 51 Sayer, D. And Corrigan, P. ‘Late Marx: Continuity, Contradiction and Learning’, en Shanin ed. Late Marx and the Russian Road. 52 Marx sostenía que si Rusia era analizada aisladamente del resto del mundo, entonces las comunas “estaban condenadas a morir’. Sin embargo, porque Rusia existía en ‘un contexto histórico moderno’, que incluía ambas cosas, una ‘cultura más elevada’, y el ‘mercado mundial en el cual la producción capitalista es predominante’, luego las comunas podrían ofrecer un vehículo para la regeneración: K. Marx ‘Th Second Draft of a Reply to Zasulich’, en Shanin (ed) Late Marx and the Russian Road, p. 102. Mientras que el marco global de referencia prefigura la teoría del desarrollo desigual y combinado de Trotsky, su teoría es muy diferente a la de Trotsky, para quien el socialismo estaba en la agenda de Rusia a causa del crecimiento del proletariado moderno, y no debido a la existencia de un campesinado comunitario.

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desarrollo de las fuerzas productivas (que entraña ya, al mismo tiempo, una existencia empírica dada en un plano histórico-universal, y no en la vida puramente local de los hombres) constituye también una premisa práctica absolutamente necesaria, porque sin ella sólo se generalizaría la escasez y, por tanto, con la pobreza, comenzaría de nuevo, a la par, la lucha por lo indispensable y se recaería necesariamente en toda la inmundicia anterior.53

Si Marx hubiese rechazado este argumento, seguramente, entonces, no habría seguido siendo Marxista en ningún sentido significativo. Ese no es el caso, sugiere Rigby; o al menos no debería serlo, si es que hay algo valioso que rescatar del materialismo histórico. En tanto Rigby defiende ese argumento, el mismo descansa en una elisión: aceptar el 'determinismo de las fuerzas productivas', sostiene, implica aceptar que son más bien las fuerzas productivas que los actores humanos, quienes hacen la historia.54 Pero esta afirmación es verdadera sólo si aceptamos un modelo particularmente mecánico de determinación. Sin embargo, como sostuvo Alasdair MacIntyre, Marx entendía a la determinación en un sentido hegeliano, como indicando el proceso a través del cual la base económica de la sociedad provee “un marco dentro del cuál surge la superestructura, un conjunto de relaciones alrededor de las cuáles pueden entrelazarse las relaciones humanas, un núcleo de relaciones humanas desde el cual crece todo lo demás'.55 Dado que la característica distintiva de la producción humana, según Marx, es ser una forma de 'actividad dirigida a un fin', tiene poco sentido contrastar la determinación de las fuerzas productivas con la acción libre.56 Mas bien, dado que sólo ejercitamos el libre albedrío dentro de determinados contextos materiales, es mucho mejor seguir a Hegel y concebir la determinación y la libertad como dos caras de la misma moneda: como Engels señaló, 'la libertad es la apreciación de la necesidad'.57 En diferentes momentos de su juventud, Marx sostuvo que tanto “el trabajo” como “la libertad” eran “la esencia del hombre”. Ambas concepciones deben entenderse como complementarias, y fluyendo de la herencia hegeliana de Marx. Marx insistió en que la libertad era un potencial inherente de la humanidad que se realiza a través de la historia; que fue por lo tanto algo que evolucionó a lo largo del tiempo a través de un proceso de luchas colectivas, y que esas luchas son mejor comprendidas contra el trasfondo del desarrollo de las fuerzas productivas de la humanidad. La libertad debe por lo tanto no cosificarse, ni como un momento de este proceso, ni como un atributo de los individuos en contra de lo social. Más bien el significado de la libertad evoluciona a lo largo de la historia, en tanto se expanden los parámetros materiales para su realización, y en tanto se forman grupos a través de la lucha por la satisfacción de esas demandas en aumento.58 En relación a la primera de estas dos precondiciones para la realización de estas libertades ampliadas, Marx, como ya es famoso, escribió en el tercer volumen de El

53 Marx, Karl, La Ideología Alemana, p. 36. 54 Rigby, Marxism and History, p. 101. 55 MacIntyre, A. ‘Notes from the Moral Wilderness’, en The MacIntyre reader, ed. K. Knight. 56 Capital, vol. 1, p. 284; Ferraro Freedom and Determination, p. 41. 57 Dunayevskaya, R. Freedom and Revolution, Columbia, 1988, p. 53; Marx, K. ‘Economic and Philosophic Manuscripts’, en Marx, K. Early Writings, London, 1975, p. 386. 58 MacIntyre, A. ‘Freedom and Revolution’ Labour Review, February-March 1960.

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Capital que 'el reino de la libertad realmente comienza en el punto en que termina el trabajo determinado por la necesidad y la compulsión externa'. Insiste que la humanidad debe luchar incesantemente contra la naturaleza para satisfacer sus necesidades porque, primero, siempre permanecerá un “reino de necesidad” que demande trabajo, y, segundo, porque la expansión de las fuerzas productivas desarrolladas para satisfacer un conjunto de necesidades, tenderán a generar otras nuevas. De este modo, mientras que Marx equipara libertad con socialismo, nos recuerda que nunca habrá “almuerzos gratis” - sólo comidas que serán adquiridas con mayor o menor eficiencia: “la reducción de la jornada de trabajo es el pre-requisito básico para la conquista de la libertad”.59 Así, contrariamente a Rigby, el determinismo de las fuerzas productivas no significa que sean las fuerzas productivas más que los agentes humanos, quienes hagan la historia. Tampoco puede reducirse el modelo evolucionista del desarrollo social de Marx a una forma de darwinismo social, no obstante la frase de Engels en el funeral de Marx de que 'así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana'.

Marxismo y evolucionismo En 1980 Margaret Fay demostró finalmente la falsedad del mito según el cual Marx había pensado dedicar el primer volumen de El Capital a Darwin.60 Sin embargo, que el mito haya sobrevivido durante la mayor parte del siglo, y continúe todavía hoy a pesar de su refutación, evidencia su plausibilidad, basada, como antes, en la admiración que tanto Marx como Engels indudablemente sentían por el “trascendental” trabajo de Darwin.61 Marx sostuvo en una carta a Engels, que a pesar del “burdo estilo inglés” de Darwin, su libro “contiene las bases de historia natural para nuestra concepción”.62 Pero si el darwinismo “contenía” las bases de historia natural para el materialismo histórico, ¿cuál fue en los hechos la relación entre las dos teorías? La relación emergente entre evolución cultural y biológica en la teoría marxista no aparece en ningún lugar con más elocuencia que en “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre“ (1874) de Engels. En esta obra maestra inconclusa, Engels tomó posición contra de la interpretación de Darwin sobre la evolución de los humanos modernos. Darwin había argumentado que el momento decisivo de la evolución humana tuvo lugar con el desarrollo de cerebros más grandes, a partir de lo cual, asume Darwin, evolucionaron las otras características humanas: bipedismo, manos libres y lenguaje. En contraste con esta hipótesis, Engels sugería que el masivo desarrollo del cerebro fue evolutivamente posterior al bipedismo:

“Es de suponer que como consecuencia, ante todo, de su género de vida, por el que las manos, al trepar, tenían que desempeñar funciones distintas a las de los pies, estos monos se fueron acostumbrando a prescindir de ellas al caminar por el suelo y empezaron a adoptar más y más una posición erecta. Fue el paso decisivo para el tránsito del mono al hombre”.63

59 Capital, vol. 3, p. 959. 60 Wheen, F. Karl Marx London, 1999, p. 368. 61 Capital, vol. 1, p. 461. 62 Citado por J. Bellamy Foster Marx’s Ecology, Nueva York, 2000, p. 197. 63 Engels, F. (1876) ‘El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre’, en Marx, C. and Engels, F. (1974) Obras Escogidas, III, Editorial Progreso Moscú, pp. 66-67.

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Una vez que las manos de nuestros ancestros los monos se liberaron, pudieron ser usadas de modo creciente para manejar herramientas; y una vez que la ventaja evolutiva dejó de residir en el uso de las manos para trepar, y en su lugar, se dirigió a favorecer a las manos que podían construir herramientas, entonces fue sólo cuestión de tiempo para que las manos de los simios evolucionaran de un modo semejante a las de los humanos modernos. Este proceso es de gran importancia porque demuestra que “la mano no es sólo el órgano del trabajo, es también producto de él”.64 Esta adaptación evolutiva tuvo profundas consecuencias biológicas y culturales para la evolución ulterior de los humanos. Engels señala que el hombre social tuvo que haber evolucionado desde antepasados gregarios porque “el desarrollo del trabajo ... tenía que contribuir forzosamente a agrupar aún más a los miembros de la sociedad … los hombres… llegaron a un punto en que tuvieron necesidad de decirse algo los unos a los otros”.65 El trabajo, por lo tanto, reforzó las tendencias hacia la evolución del comportamiento social, lo que incluye la adaptación de la laringe, facilitando así el desarrollo del lenguaje. Por último, el trabajo y el lenguaje constituyeron en conjunto los dos estímulos más importantes de la rápida expansión cerebral.66 Una inteligencia acrecentada y el saber tecnológico condujeron luego al desarrollo de una dieta más variada. La ampliación de la dieta de nuestros ancestros apuntaló, a su vez, las ulteriores expansiones del cerebro, las cuales facilitaron la conquista del fuego y la domesticación del ganado.67 Por lo tanto, la base de la evolución social fue la evolución natural hacia el bipedismo de nuestros ancestros los monos. En adelante, procesos evolutivos de tipo social y natural se reforzaron mutuamente a través de una positiva interrelación que impulsó aún más la evolución de nuestros ancestros hacia nuestra forma moderna. Engels sostenía que la incapacidad de Darwin para entender este proceso se debía a la “influencia ideológica” sobre su pensamiento que tendía a menospreciar la importancia del trabajo para la historia social en general.68 Weikart afirma que en “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre” Engels confundió darwinismo con lamarckismo.69 En cierto sentido no sería sorprendente

64 Idem, p. 68. Esta formulación podría ser interpretada como una evidencia de la supuesta confusión de Engels entre el Darwinismo y el Lamarckismo: R. Weikart Socialist Darwinism: Evolution in german Socialist Thought from Marx to Bernstein, San Francisco, 1988, p. 72. Sin embargo, yo no creo que Engels quiera decir que características evolutivas de tipo cultural puedan ser heredadas directamente, y por cierto su argumento no debe ser interpretado de ese modo: ver Foster Marx’s Ecology, p. 206; y S. Jay Gould An Urchin in the Storm, London, 1987, p. 111. Más bien, Engels propone una relación dialéctica entre evolución cultural y natural, a través de la cual parte importante del ambiente ‘natural’ dentro del cual los humanos compiten por sobrevivir es construido culturalmente, de modo que esas estructuras actuarán como parte del contexto dentro del cual la selección natural tiene lugar. 65 Engels, F. (1876) ‘El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, p. 69. 66 Idem. 67 Idem. 68 Gould señala que lo fundamental del caso de Engels se probó como correcto con el descubrimiento del A. Africanus en los años 1920s, pero que a pesar de la evidencia del registro fósil la opinión alternativa ha demostrado su resistencia a morir: S. Gould The Panda’s Thumb, London, 1980, p. 110. La tesis Darwiniana implica la existencia del famoso ‘eslabón perdido’ – un mono con un cerebro de gran tamaño – que jamás fuera encontrado. 69 Weikart Socialist DarwinismK, p. 72; y ver T. Benton ‘Social Darwinism and Socialist Darwinism in Germany 1860 to 1990’, en P. Blackledge and G. Kirkpatrick (eds) Historical Materialism and Social Evolution, London, 2002, p. 68. Jean Lamarck sostuvo ambas cosas: que las características adquiridas durante la vida de un organismo podían ser heredadas por sus vástagos y que el

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ya que, como Ernst Haeckel, los Darwinistas alemanes de la época aceptaban que las características adquiridas podían ser heredadas. Sin embargo, no creo que Engels quisiera decir que las características culturales desarrolladas pudieran heredarse directamente, y por cierto, su argumento no debiera interpretarse en ese sentido.70 Más bien propone la existencia de una relación dialéctica entre evolución cultural y natural, por la cual una parte importante del ambiente “natural”, en el cual los humanos compiten por sobrevivir, es construido culturalmente, de manera tal que estructuras culturales actuarán como parte del contexto en el que tiene lugar la selección natural. Una vez que los humanos evolucionaron hasta su forma moderna, la evolución natural dejó paso a la evolución cultural como la fuerza más dinámica de la historia humana. Engels analizó este fenómeno en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884). Como ya es sabido, Engels abre esta popularización, y simplificada traducción marxista de La Sociedad Antigua de Morgan, convencido de que a través de sus estudios antropológicos, Morgan:

“descubrió de nuevo . . . la teoría materialista de la historia . . . según la (cual) el factor decisivo en la historia es, en fin de cuentas, la producción y la reproducción de la vida inmediata. Pero esta producción y reproducción son de dos clases. De una parte, la producción de medios de existencia, de productos alimenticios, de ropa, de vivienda y de los instrumentos que para producir todo eso se necesitan; de otra parte, la producción del hombre mismo, la continuación de la especie. El orden social en que viven los hombres en una época o en un país dados, está condicionado por esas dos especies de producción: por el grado de desarrollo del trabajo, de una parte, y de la familia, de la otra”.71

Aunque atraído por el método de Morgan, Engels reiteró su creencia, y la de Marx, de que la teoría debía tener arraigo empírico, y por lo tanto, su argumento incluía una advertencia: “y su clasificación permanecerá sin duda en vigor hasta que una riqueza de datos mucho más considerable no obligue a modificarla”.72 A su vez, Morgan había periodizado la historia humana en tres eras principales – salvajismo, barbarie y civilización - que los investigadores modernos llamarían sociedades cazadoras–recolectoras, agrícolas y urbanas. Engels se apoyó en este esquema, para afirmar que las clases, el estado y la opresión a las mujeres no eran características universales de la historia humana. Específicamente, Engels afirmó que la explotación del hombre por el hombre, y la existencia de clases sociales devino una posibilidad, sólo en el punto de la historia en el que la productividad del trabajo excede a la necesaria para la propia subsistencia.73 Desarrollando la discusión acerca de la división del trabajo de la Ideología Alemana, Engels sostenía que la antigua división igualitaria del trabajo dentro de la familia, entre cazadores (varones) y recolectoras (mujeres), se transformó en una relación de poder a dinamismo básico del cambio evolutivo ocurría independientemente en cada unidad individual de un grupo. En contra de este modelo desarrollista de la evolución Darwin propuso un modelo variacional, según el cual ‘no hay una escalera predeterminada de vida, que las formas de vida estén inherentemente predispuestas a subir’: E. Sober The Nature of Selection, Chicago, 1984, p. 154. 70 Ver nota 64. 71 Engels, Federico (1884) El Origen de la Familia, de la Propiedad Privada y del Estado, Buenos Aires: Planeta Agostini, 1986. 72 Idem, p. 55. 73 Idem.

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medida que el movimiento hacia el pastoralismo mejoró dramáticamente la posición del varón sin modificar la división del trabajo familiar: ya que a medida que la riqueza aportada al hogar por la mujer con el trabajo doméstico disminuye en relación a la que aporta el hombre con el ganado, también se deteriora en términos relativos la posición de la mujer con respecto a la del hombre.74 Además, con el aumento de la productividad del trabajo y la existencia de un producto excedente, la guerra se vuelve endémica con los robos de ganado y de hombres para ser usados como esclavos. Las guerras por el control del excedente social generó guerreros, y una nueva división se desarrolló por sobre la existente entre hombres y mujeres. Esta división tuvo un carácter doble: por un lado algunos hombres se convirtieron en botines de guerra, creando una nueva clase de trabajo no libre, mientras que una segunda división apareció dentro del grupo victorioso entre hombres más y menos poderosos. Engels afirmó que “de la primera gran división social del trabajo nació la primera gran escisión de la sociedad en dos clases: señores y esclavos, explotadores y explotados”.75 Sería en este punto de la historia en el que el concepto de propiedad privada surge para demarcar el control de individuos particulares sobre parte del excedente social. Una vez surgida la propiedad privada, la cuestión de cómo reproducirla a través de las generaciones se vuelve un problema concreto. Así como previamente los descendientes eran reconocidos por la madre, ahora la necesidad de los padres de traspasar la propiedad a sus hijos demandaba que tuvieran acceso sexual exclusivo a determinadas mujeres. Dentro de este contexto, la familia no se desarrolla como el ámbito de la felicidad doméstica “que conforma el ideal filisteo”, sino como un derecho de propiedad otorgada al varón. Engels señala que la etimología de la palabra “familia” puede remontarse hasta el significado que se le otorgaba en Roma: “el conjunto de los esclavos pertenecientes a un mismo hombre”.76 Por lo tanto, en contraste con la estructura reproductiva de los grupos salvajes y bárbaros, el surgimiento de la civilización marcó “el derrocamiento del derecho materno”, lo que significó “la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo”.77 Después de un prolongado proceso, las nuevas desigualdades y divisiones se solidificaron, y con el nacimiento de la civilización surge “una clase que no se ocupa de la producción”.78 No obstante, junto con el surgimiento de la explotación y la opresión de género emergen las luchas en su contra. En este contexto, el Estado crece como una estructura necesaria para estabilizar la sociedad en beneficio de los intereses de la clase dominante.

El Estado es . . . un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos irreconciliables, que es impotente para conjurar. Pero a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna, no se devoren a sí mismos y no consuman a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del ‘orden’ ... (Sin embargo) como el Estado nació de la necesidad de refrenar los antagonismos de clase, y como, al mismo tiempo nació en medio del conflicto de esas clases, es, por regla general, el Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que, con ayuda de él, se convierte también en la clase políticamente dominante, adquiriendo con ello nuevos medios para la represión y la explotación de la clase oprimida. Así, el Estado antiguo era, ante todo, el Estado de los esclavistas para tener sometidos a los esclavos; el Estado feudal era el órgano de que

74 Idem. 75 Idem, p. 276. 76 Idem, p. 112. 77 Idem, p. 110. 78 Idem, p. 283.

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se valía la nobleza para tener sujetos a los campesinos siervos, y el moderno Estado representativo es el instrumento de que se sirve el capital para explotar el trabajo asalariado. Sin embargo, por excepción, hay períodos en que las clases en lucha están tan equilibradas, que el poder del Estado, como mediador aparente, adquiere cierta independencia momentánea respecto a una y otra. En este caso se halla la monarquía absoluta de los siglos XVII y XVIII, que mantenía a nivel la balanza entre nobleza y la burguesía; y en este caso estuvieron el bonapartismo del primer Imperio francés, y sobre todo el del segundo.79

Así, Engels explica el surgimiento de clases, el estado y la opresión de género dentro de un contexto de transformaciones en el modo de producción, desde sociedades cazadoras–recolectoras hacia sociedades urbanas, pasando por sociedades agrícolas. Las investigaciones han avanzado desde 1884 y muchos de los argumentos de Engels han sido superados – ya habían avanzado para 1891 cuando Engels señala en el prefacio de la cuarta edición del libro que la investigación ha desestimado algunas hipótesis menores de Morgan. Sin embargo, tal como señaló Eleanor Burke Leacock acerca del libro de Engels, “a pesar de sus defectos, todavía es una profunda y magistral síntesis teórica”.80 Por el contrario, otros analistas, a pesar de apreciar el trabajo de Engels, han rechazado sus principales afirmaciones teóricas. Juliet Mitchell observa: “Creo que es, en ultima instancia, esta búsqueda de los orígenes históricos lo que estropea la tesis de Engels”.81 De modo similar, Jules Townsend ha sugerido que la mayor debilidad de la tesis de Engels es que no puede explicar la “universalidad” del “patriarcado”.82 Sin embargo, Lise Vogel, ha dicho que el Prefacio metodológico de Engels sugiere una posible solución al problema: cuando Engels afirma, de acuerdo al materialismo histórico, que “el factor determinante de la historia es, en última instancia, la producción y reproducción de las necesidades básicas para la vida”, esta perspectiva abre una fructífera línea de investigación acerca de las historias dialécticas entre las divisiones de clase y las de género, que no reduce la segundas a las primeras. De acuerdo con Vogel esa ha sido una característica desafortunada de la izquierda post-Engelsiana, que aunque adoptó la historia general de la opresión sexual de Engels, no tomó seriamente su profundización del materialismo histórico que incluía la reproducción social, además de la producción social.83 En contraste, Lindsey German afirma que las feministas que leen Engels como si planteara la existencia de dos modos distintos de producción y reproducción, malinterpretan su concepción, ya que él mismo sugiere abiertamente que “en tanto los seres humanos desarrollan la producción, la familia deviene relativamente menos importante”, hasta el punto de que, en palabras de Engels, la estructura familiar pasa a estar “completamente dominada por el sistema de propiedad”.84 Sean cuales fueran los méritos relativos de estos argumentos, lo que es seguro, es que es injusto afirmar, como hace Wally Seccombe, que “los estudios antropológicos no apoyan” ni la versión histórica de Engels acerca del ascenso del patriarcado, ni la visión alternativa de “muchas feministas radicales”. Seccombe apoya su afirmación de que tanto las teorías feministas sobre el patriarcado, como las de Engels, serían igualmente erróneas, en que “la colección de evidencias acerca de pueblos exóticos indica un

79 Idem, pp. 293-94. 80 E. Burke Leacock Myths of Male Dominance, Nueva York, 1981, p. 25. 81 J. Mitchell Psychoanalysis and Feminism, London, 1974, p. 365. 82 J. Townsend The Politics of Marxism, London, 1996, p. 203. 83 L. Vogel ‘Engels’s Origin: Legacy, Burden and Vision’, en C Arthur (ed.) Engels Today, London, 1996, pp. 144-7; L. Vogel Marxism and the Oppression of Women, London, 1983, pp. 151ff. 84 L. German Sex, Class and Socialism, London, 1989, p. 66; Origin of the Family, p. 72.

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frecuente (pero de ningún modo uniforme) patrón de tosca paridad entre sexos”, y también brinda evidencia en “algunas sociedades pre-clasistas (de) fuertes y persistentes patrones de dominio masculino”. Pero esta afirmación es por cierto equivocada, ya que las teorías de Engels y aquellas referidas al patriarcado son de diferente orden. Mientras que las teorías sobre el patriarcado están atadas a un modelo universal de dominio masculino, la clave del interés de Engels reside en la demostración de que los “hechos” de la política y de género contemporáneos son, en sí mismos, productos de la historia. Por lo tanto su afirmación general, en claro contraste con aquellas de las teorías patriarcales, no parece ser refutada sino más bien profundizada por la evidencia desplegada por Seccombe.85 Más en general, la teoría evolutiva de Engels se distingue de los intentos contemporáneos de reducir el comportamiento humano a su trans-histórica naturaleza simiesca. Engels descarta a los precursores de los socio–biologicistas contemporáneos con el argumento de que “la sola contemplación de la historia anterior como un proceso de luchas de clases deja en evidencia la completa superficialidad de la concepción de la historia como versión suavizada de la “lucha por la subsistencia”. Por lo tanto no guardó ningún aprecio por “estos falsos naturalistas”.86 Pero, ¿de qué forma afectan estas diferencias la relación entre la teoría de la evolución cultural de Marx y la teoría de la evolución natural de Darwin? En el modelo de Darwin el cambio evolutivo en el mundo natural es el producto de la combinación de la variación entre individuos, la herencia, la selección y la lucha por la subsistencia.87 Perry Anderson ha criticado la aplicación del darwinismo a la historia social, argumentando que en las estructuras sociales no hay nada que pueda razonablemente relacionarse con el proceso de selección que opera en el mundo natural: mientras que los genes mutan azarosamente y no tienen relación con las fuerzas que los seleccionan, en el mundo social “las innovaciones pertenecen al mismo plano que la selección… ambas… transcurren siempre en el ámbito de la actividad conciente del hombre”.88 Por lo tanto, “las innovaciones sociales (y naturales)… son completamente diferentes tanto en la escala de las variaciones que ellas representan, como en la velocidad de los cambios”.89 En forma similar, Callinicos ha argumentado que el marxismo incluye un componente evolutivo más cercano al modelo de desarrollo de Lamarck que al de Darwin.90 Sin embargo, a pesar de la incorporación de un componente evolutivo dentro del materialismo histórico, Marx no adoptó un modelo unilineal de progreso histórico.

Progreso y tragedia

85 W. Seccombe A Millennium of Family Change, London, 1992, pp. 3-6; C. Harman ‘Engels and the Origins of Human Society’ International Socialism, 65, 1994, p. 138. 86 Origins of the Family, p. 98. 87 R. Lewontin Human Diversity, Nueva York, 1995 p. 149. 88 P. Anderson ‘W. G. Runciman: A New Evolutionism’, en P. Anderson A Zone of Engagement, London, 1992, p. 165. 89 Idem, p. 167. 90 A. Callinicos Social Theory, Cambridge, 1999. p. 103. Sober Lammarckismo un tipo desarrollista de pensamiento evolutivo, y señala qu Lamrck popuso dos fuerzas evolutivas: primero, el vio una tendencia progresiva de los organismo a lo largo del tiempo a evolucionar hacia un creciente estado de perfección; mientras que, segundo, variaciones en las circumnstancias permitían por un grado de diferenciación local dentro y entre las especies: Sober, The Nature of Selection, p. 148.

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Como es sabido, en Orientalism, Edward Said rechaza los escritos de Marx sobre la India como otra instancia del discurso racista más general, por el cual los ‘orientales’ fueron despersonalizados, como un paso previo a la legitimización del colonialismo Europeo. Para apoyar esta afirmación, Said cita un artículo periodístico de Marx, British Rule in India – 10 de junio de 1853 – en el cuál Marx parece excusar al imperialismo por el hecho de que a través del mismo, Inglaterra había actuado como “la herramienta inconsciente de la historia”.91 Por consiguiente, Said acusa a Marx de ignorar los sufrimientos de los Indios y ser víctima del discurso del orientalismo a través de la mediación de su teoría de la revolución social.92 La ley de hierro del progreso, aparentemente, habría cegado a Marx en relación con el sufrimiento real, ‘empírico’, de los Indios. Lamentablemente, esta interpretación del análisis que Marx realiza sobre la historia de la India, ignora el contexto teórico más amplio del argumento de Marx y la recepción de sus tesis en los círculos anti-imperialistas Indios. Para tomar primero el último punto: tal como Aijaz Ahmad ha señalado, cualquiera sea la crudeza indudable de la formulación de Marx en este ensayo, la mayoría de los Indios anti-imperialistas han estado de acuerdo en que el capitalismo jugó un rol parcialmente progresivo en India.93 Más aún, cuando Marx desarrolló su análisis del rol del imperialismo en el sub-continente, concibió a los Indios no sólo como víctimas del imperialismo, sino también como agentes potenciales de su propia emancipación. En The Future Results of the British Rule in India – 22 de julio de 1853 – argumentaba que la “burguesía inglesa ... ni emancipará, ni enmendará materialmente la condición social de la masa del pueblo”. Marx afirmaba que para que los Indios logren la emancipación, una u otra revolución era necesaria: o una revolución del proletariado en Inglaterra o un movimiento de liberación nacional de los “Hindúes ... para zafarse completamente del yugo Inglés”.94 Más allá de todo lo que pueda ser dicho sobre este análisis, no se trata por cierto de un desprecio racista de la humanidad de los Indios. Por el contrario, tal como Ahmad sostiene, la discusión de Marx sobre el desarrollo capitalista en India puede ser mejor entendida dentro del marco de su más amplio análisis sobre la transición del feudalismo al capitalismo. Marx imaginaba la perspectiva futura del campesinado Indio como paralela a aquella experimentada unos pocos siglos antes por el campesinado Europeo. Por consiguiente, lejos de ser un apologista del progreso capitalista, Marx pensaba a la situación inmediata del campesinado Indio como “trágica”.95 Por ello, concluía The Future Results of the British Rule in India con la observación de que la condición del campesinado Indio era paralela a la de todas las otras clases explotadas y oprimidas a través de la historia, y que los apologistas del capitalismo del siglo XIX ignoraban deliberadamente el hecho que “el progreso humano ... no bebería su néctar más que del cráneo de los muertos”.96 El concepto de tragedia en la obra de Marx, como Ahmad es bien conciente, no se restringe a moldear su análisis del colonialismo. En La Miseria de la Filosofía, Marx escribió que “en el mismo momento que la civilización surge, la producción comienza a fundarse sobre el antagonismo de órdenes, estamentos, clases, y finalmente sobre el antagonismo entre el trabajo acumulado y el trabajo actual. Sin antagonismo, no hay

91 E. Said, Orientalism, London, 1978, p. 153. 92 Idem, p. 155. 93 A. Ahmad In Theory, London, 1992, p. 230. 94 K. Marx ‘The Future Results of the British Rule in India’, en Marx, Surveys from Exile, p. 323. 95 A. Ahmad In Theory, p. 228. 96 K. Marx ‘Revolution in China and in Europe’, en Marx, Surveys from Exile, p. 325.

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progreso”.97 Más concretamente, Engels escribió en la The Peasant War In Germany (1850), su historia de la revuelta Anabaptista de los inicios del Siglo XVI:

La peor cosa que le puede acontecer al líder de un partido radical es ser empujado a tomar el gobierno en una época en la cual el movimiento no está aún maduro para la dominación de la clase que representa, ni para la realización de las medidas que tal dominación implica. Lo que él puede hacer depende no de su voluntad sino de la intensidad del choque de intereses entre las varias clases, y del grado de desarrollo de los medios materiales de existencia, de las relaciones de producción y de los medios de comunicación sobre los cuáles está basado en todo momento el choque de intereses de las distintas clases. Lo que él debe hacer, lo que su partido le demanda, nuevamente, no depende de él, o del grado de desarrollo de la lucha de clases y sus condiciones. Él está atado a sus doctrinas y a las demandas planteadas hasta allí, que no emanan de las interrelaciones de las clases sociales en un momento dado, o de el más o menos accidental nivel de las relaciones de producción y los medios de comunicación, sino de su mayor o menor perspicacia sobre el resultado general del movimiento social y político. Así, se encuentra necesariamente en un dilema. Lo que él puede hacer va en contra de todas las acciones prácticas por él realizadas hasta allí, de todos sus principios y de los presentes intereses de su partido; lo que él debe hacer no puede lograrse. En una palabra, es empujado a representar, no a su partido, o su clase, sino a la clase para la cual las condiciones de su dominación están maduras. En interés del mismo movimiento, él es empujado a defender los intereses de una clase extraña, y a alimentar su propia clase con frases y promesas, aseverando que los intereses de esa clase extraña son sus propios intereses. Quienquiera que se ponga en esta difícil situación está irremediablemente perdido.98

Fue al interior de este marco que Engels analizó la situación de la “magnífica figura de Thomas Munzer”99 – el líder del movimiento campesino del siglo XVI – en términos extraídos de la Ideología Alemana, en la cual Marx y él habían argumentado que

“el desarrollo de las fuerzas productivas ... (es) una premisa práctica absolutamente necesaria, porque sin ella sólo se generalizaría la escasez y, por tanto, con la pobreza, comenzaría de nuevo, a la par, la lucha por lo indispensable y se recaería necesariamente en toda la inmundicia anterior.100

Así mientras que Engels rastreaba el inspirador intento de Munzer de ganar la libertad para los campesinos alemanes, demostró cómo la tragedia de Munzer fue encontrarse en una situación histórica sin esperanza, que garantizaba en última instancia la derrota final de su movimiento. Volviendo entonces a la afirmación de Rigby de que los historiadores no han sido capaces de usar provechosamente el determinismo de las fuerzas productivas de Marx,101 la aplicación del método que hace Engels en su ensayo, implica que eso no es verdad. Por cierto, cualquier historiador con una reputación mínima debería intentar contextualizar las acciones de los agentes humanos que estudia, y parte de este contexto incluirá el nivel de desarrollo económico dentro del cuál ellos se encuentran. Ya que el determinismo de las fuerzas productivas no implica, a pesar de Rigby, que son las fuerzas productivas las que hacen la historia; más bien, tal como Ball sostiene, el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas fija los parámetros de los resultados posibles de un evento: el determinismo de las fuerzas productivas es así mejor entendido como una forma de ‘posibilismo 97 K. Marx The Poverty of Philosophy, Moscow, 1978, p. 56. 98 F. Enegels, The Peasant War in Germany, Moscow, 1956, pp. 138-9. 99 Idem, p. 50 100 Marx, Karl, La Ideología Alemana, p. 36. 101 Rigby Marxism and History, p. 34.

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político’.102 Y mientras que el desarrollo de las fuerzas productivas implica que nuestra capacidad para lograr diversos objetivos se incrementa, de ningún modo conlleva como consecuencia que efectivamente realizaremos este potencial. Más en general, sin una comprensión de los constreñimientos existentes sobre la acción humana por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, como Engels sostuvo en una carta dirigida a Lasalle del 18 de mayo de 1859 - de un modo similar a los comentarios de Marx sobre Ranke arriba señalados -, los historiadores se arriesgan a reducir “el conflicto trágico a pequeñas cuestiones”.

Del Feudalismo al Capitalismo Comparando los comentarios de Marx sobre la comuna campesina rusa y su antigua discusión sobre el colonialismo en India, uno se ve impresionado inmediatamente por el contraste entre su primera visión de la historia como necesidad trágica y su adopción posterior de la multilinealidad histórica. De modo similar, Robert Brenner ha sostenido que existe una ruptura entre el Marx de La Ideología Alemana, La Miseria de la Filosofía y El Manifiesto Comunista, y el Marx tardío de los Grundrisse y El Capital. Brenner sugiere que el modelo de la transición que se ofrece en los escritos juveniles de Marx es similar al enfoque de Adam Smith, y que al igual que Smith, el joven Marx, de hecho, no desarrolla una teoría de la transformación de la sociedad, ya que asume aquello que quiere explicar: “el ascenso de la burguesía al poder es casi automático”.103 Específicamente, la unilinealidad del joven Marx es heredada de Smith, como una aceptación tácita de un modelo trans-histórico de naturaleza humana capitalista, en lucha por romper las ataduras que el feudalismo imponía al desarrollo capitalista. En contraste con ello, Brenner sostiene que el “principio rector” a través del cual el Marx maduro desarrolla una poderosa teoría de la transformación social es “el modo de producción, concebido como un sistema de relaciones sociales de la propiedad “.104 Desafortunadamente, mientras que sin dudas Brenner está en lo cierto cuando subraya la centralidad de los conceptos de modo de producción y relaciones de producción para la teoría de la historia de Marx, su intento de diferenciar las teorías de la historia expuestas en Miseria de la Filosofía y El Capital es, por varias razones, poco convincente. Primero, como ya señalé, si Marx desplegó el concepto de formas de intercambio en La Ideología Alemana, el concepto de relaciones de producción fue ya desarrollado en Miseria de la Filosofía. Segundo, Marx reafirmó su modelo acerca del “determinismo” de las fuerzas productivas en el Prefacio de 1859 - escrito dieciocho meses después de los Grundrisse. Por último, tan tardíamente como 1882, Marx y Engels continuaron reafirmando en una nueva Introducción al Manifiesto Comunista, la importancia del desarrollo de las fuerzas productivas en la historia. Más en general, los comentarios que realizara Marx sobre Rusia en la década de 1880 se basaron en su análisis de la posición única que ésta ocupaba en el mundo – esto es, por no haber sido alcanzada todavía ni por el capitalismo, ni por el colonialismo, era libre en un grado desconocido por aquellas áreas donde el capitalismo imponía su lógica terrible. A pesar de ello, aunque sea poco plausible

102 T. Ball ‘History: Critique and Irony’, en T. Carver (ed) The Cambridge Companion to Marx, Cambridge, 1991, p. 140. 103 R. Brenner ‘Burgeois Revolution and the Transition to Capitalism’, en A.L. Beier, D. Cannadine and J.M. Rosenheim (eds) The First Modern Society: Essays in English History in Honour of Lauwrence Stone, Cambridge, 1989, p. 279. 104 Idem, p. 273.

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contrastar el joven Marx con el viejo, como lo intenta Brenner, es indudable que en El Capital, Marx profundizó su análisis de los orígenes del capitalismo. El primer volumen de El Capital se cierra con la famosa discusión de Marx sobre “la acumulación primitiva del capital”; es decir, con su discusión sobre la creación de los prerrequisitos históricos para el surgimiento del capitalismo. Hasta allí, Marx había demostrado que la acumulación del capital es un proceso circular que parece no tener punto de partida.105 Sin embargo, si Marx iba a formular un análisis histórico del capitalismo, necesitaba exponer cómo apareció el capital y qué fuerzas eran las que tendían a su disolución. En referencia a este último punto, la teoría del valor de Marx y su teoría sobre la caída tendencial de la tasa de ganancia estaban dirigidas a demostrar que el capitalismo generaba las condiciones para su posible derrocamiento.106 Segundo, Marx explicó el surgimiento del capitalismo como resultado de la separación del trabajo humano con respecto a los medios de producción - la acumulación primitiva del capital; y su discusión de este proceso es una de las secciones más celebradas de El Capital. Marx sostuvo que el capitalismo apareció cuando el campesinado fue separado de la tierra y convertido en trabajadores asalariados ‘libres’, ya que sólo dentro del marco del trabajo asalariado libre podía el capital ser acumulado libremente. La “forma clásica” de este proceso se produjo en Inglaterra, donde el cercado de las tierras comunales tuvo como resultado la destrucción del viejo estilo de vida campesino, y desde ese momento los ex campesinos se vieron obligados a vender su capacidad de trabajar de modo de poder ganar el dinero necesario para comprar las mercancías que fueran necesarias para su subsistencia.107 Mediante este análisis histórico del surgimiento del capitalismo, Marx desbanca uno de los mitos centrales de la economía burguesa: que consumidores y productores se encuentran en el mercado como agentes libres e iguales. Marx demuestra que el libre mercado fue creado a través de la proletarización violenta del campesinado: “el capital chorrea… sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies”.108 Según Marx, entre los Siglos XIV y XVI tuvo lugar una violenta revolución en las relaciones de producción en Inglaterra, la cual dio origen al capitalismo.109 Discutiendo este argumento, McNally señala que Marx expuso “la gran evasiva que se aloja en el corazón” de cualquier defensa del libre mercado: que éste se basa en una violenta expropiación al pueblo.110 Mientras que Marx delineó una sofisticada teoría sobre la creación brutal del proletariado inglés, no logró producir un modelo igual de poderoso sobre los modos de producción precapitalistas, que pudiera explicar por qué el proletariado inglés surgió en el tiempo y en el lugar en que lo hizo.111 Esto no significa sugerir que Marx no tuvo tal teoría; la tuvo. Sin embargo, en su trabajo de madurez no hizo mucho más que sugerir que un desarrollo previo de las fuerzas de producción era el prerrequisito para la proletarización del campesinado. Lo más que se acercó Marx a brindar una explicación de estos prerrequisitos es en el tercer volumen de El Capital, en el cual escribió que un determinado nivel de desarrollo comercial capitalista “es en si mismo una precondición 105 Capital, vol. 1, p. 873. 106 Capital, vol. 3, pp. 317-75. 107 Capital, vol. 1, p. 876. 108 Idem, p. 950. 109 Idem, p. 878. 110 D. McNally Against the Market, London, 1993, p. 5. 111 J. Schlumbohm ‘Relations of Production – Productive Forces – Crisis in Proto-Industrialisation’, en P. Kriedte et al (eds) Industrialisation before Industrialisation, Cambridge, 1981, p. 94.

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histórica para el desarrollo de las fuerzas de producción (1) como precondición para la concentración de la riqueza, y (2) porque el modo de producción capitalista presupone producción para el intercambio”. Es así, que tanto en el trabajo de su madurez, como en La Ideología Alemana, Marx continuó explicando el curso general de la historia como consecuencia del desarrollo de las fuerzas de producción, resistiendo al mismo tiempo la tentación de abrazar el inevitabilismo histórico: Marx insistió en que el desarrollo del capital comercial “tomado por si mismo, es insuficiente para explicar la transición de un modo de producción a otro”.112 Marx argumentaba que aunque el comercio y el capital mercantil siempre habían tenido “un efecto disolvente sobre las organizaciones preexistentes de producción”, en y por sí mismos, no podían explicar la transición del feudalismo al capitalismo: “cuán lejos [el capital mercantil] conduzca a la disolución del viejo modo de producción depende principalmente de la solidez y la articulación interna de este modo de producción en sí”.113 Pese a que las “revoluciones” en el comercio de los Siglos XVI y XVII “fueron una instancia fundamental para impulsar la transición del modo feudal al modo capitalista de producción... el modo moderno de producción en su primer período... sólo se desarrolló donde las condiciones para ello habían sido creadas durante la edad media.”114 Sin embargo, si no parecen caber dudas de que Marx en este pasaje desestima las consecuencias revolucionarías del capital mercantil, más tarde, en el mismo capítulo su argumento es más ambiguo. Como es sabido, Marx proclama que “la transición del feudalismo al capitalismo se produce de dos maneras diferentes”. La primera forma, “la realmente revolucionaria”, comprende al productor que deviene mercader y capitalista; mientras que por el contrario, la segunda forma comprende al mercader tomando “el control directo de la producción”. Aunque este argumento parece implicar que el capital mercantil podría disolver el feudalismo desde adentro, Marx se retracta de inmediato, y argumenta que el capital mercantil “no puede llevar a la caída del viejo modo de producción por sí mismo, sino que tiende a preservarlo y contenerlo como su propia precondición”.115 Sin embargo, en la página siguiente, Marx sugiere que la transición puede haberse dado no de dos sino de tres formas, las dos mencionadas anteriormente y una tercera donde “el mercader se vuelve directamente un industrial”.116 Entonces, mientras por un lado, Marx niega explícitamente al capital mercantil un rol revolucionario en la transición del feudalismo al capitalismo, por el otro, la insinuación presente en este comentario, parece sostener una interpretación radicalmente divergente de la relación entre el capital mercantil y la aparición del modo capitalista de producción. De hecho, aunque la desestimación del rol revolucionario del capital mercantil se ajusta al enfoque de Brenner antes mencionado, el argumento de Marx de que los mercaderes podrían haber estimulado la disolución del feudalismo al devenir ellos mismos industriales recuerda su antigua posición, articulada en La Ideología Alemana, de que las ciudades son un resultado de la producción feudal y subsecuentemente, desarrollaron una relación antagónica con el feudalismo, y que este conflicto entre ciudad y campo dio lugar eventualmente a las revoluciones burguesas por las cuales el capitalismo rompió con las ataduras de la sociedad feudal.117 112 Capital, vol. 3, p. 444; ver K. Marx ‘Economic Manuscripts of 1861-1863’, en K. Marx y Engels, F. Collected Works vol. 30, London, 1988, p. 38. 113 Capital, vol. 3, p. 449. 114 Idem, p. 450. 115 Idem, p. 452. 116 Idem, p. 453. 117 The German Ideology, pp. 45 46.

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Esta ambigüedad ha generado una considerable literatura en los últimos años. Por un lado, analistas como Comninel han sostenido que ese concepto de Marx sobre la revolución burguesa debería excluirse de la teoría marxista de la historia, los marxistas más ortodoxos en cambio, han insistido que en El Capital Marx profundizó, y ciertamente no rechazó, la interpretación del materialismo histórico enunciada en La Ideología Alemana.118 Un problema que afecta a este debate es una tendencia a cosificar la discusión de Marx sobre las revoluciones burguesas. Comnimel argumenta que “la presentación definitiva del concepto de revolución burguesa aparece en El Manifiesto Comunista”.119 Allí Marx y Engels argumentaron que

Cada etapa de la evolución recorrida por la burguesía ha ido acompañada del correspondiente progreso político. Estamento oprimido bajo la dominación de los señores feudales ... la burguesía después del establecimiento de la gran industria y del mercado universal, conquistó finalmente la hegemonía exclusiva en lo político en el Estado representativo moderno. El Gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa120

Es esta explicación esquemática la que ha sido objeto de un permanente ataque durante las últimas décadas, principalmente por razones políticas, por parte de los historiadores revisionistas.121 Sin embargo, ni Marx, ni Engels, escribieron un estudio sistemático sobre la Revolución Francesa, y sus comentarios sobre las revoluciones burguesas se comprenden mejor a través del análisis de sus estudios históricos sobre tales movimientos. En relación a los análisis de Marx y Engels sobre la “Gran Revolución Francesa”, Michael Lowy ha señalado que esos comentarios no pretendían ser “ejercicios de historiografía académica”, sino que más bien apuntaban a destacar la necesidad de una “nueva revolución”.122 Entonces, a través de la comparación de los argumentos de Marx anteriores a 1848 – período en el cuál la burguesía francesa fue presentada en términos “mucho menos heroicos”- con los del período de 1848, Lowy afirma que Marx y Engels “sólo alabaron las virtudes de la burguesía revolucionaria de 1789 para poder estigmatizar con mayor eficacia a la espuria versión alemana de 1848”.123 Más en general, el comentario más famoso de Marx sobre la Revolución Francesa – que se encuentra en el que tal vez sea su mejor trabajo de historia contemporánea, El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte – sugiere una diferencia estructural fundamental entre las revoluciones burguesas y las revoluciones socialistas, en contra de la visión de aquellos que sólo consideran su análisis sobre 1789 como un mero modelo para la revolución socialista. Aunque El Dieciocho Brumario era un estudio de la política francesa entre 1848 y 1851, Marx inició el ensayo con una declaración referida a la naturaleza de la revolución de 1789 (y la revolución inglesa de 1649). Marx sostuvo que “por muy poca heroica que la sociedad burguesa sea, para traerla al mundo habían sido necesarios, sin

118 G. Comninel Rethinking the French Revolution, London, 1987, p. 205. A. Callinicos ‘Burgeois Revolutions and Historical Materialism’, International Socialism, 2: 43, 1989, pp. 161-4. 119 G. Comninel Rethinking the French Revolution, p. 29. 120 Marx, Carlos y Engels, Federico (1848) El Manifiesto Comunista, Madrid: Sarpe. 121 E. Hobsbawm, Echoes of the Marseillaise, London, 1990, p. 109. 122 M. Lowy ‘”The Poetry of the Past”: Marx and the French revolution’, New Left Review, 177, 1989, p. 113. 123 Idem, p. 115.

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embargo, el heroísmo, la abnegación, el terror, la guerra civil y las batallas de los pueblos”. Proclamaba que no cualquier forma de heroísmo bastaría: “los héroes, lo mismo que los partidos y la masa de la antigua revolución francesa, cumplieron, bajo el ropaje romano y con frases romanas, la misión de su tiempo: librar las cadenas e instaurar la sociedad burguesa moderna”. Eso no significa que el lenguaje de los revolucionarios tuviera que ser necesariamente el de la república romana. Hablando de la revolución Inglesa de 1649, escribió: “así, en otra fase de desarrollo, un siglo antes, Cromwell y el pueblo inglés habían ido a buscar en el Antiguo Testamento el lenguaje de las pasiones y las ilusiones para su revolución burguesa”. La característica común de estos movimientos revolucionarios burgueses no estaba en sus particulares ropajes ideológicos. Más bien, estaba en el hecho de que necesitaran enmascararse de ese modo, para cubrir sus verdaderos propósitos. De hecho, una vez que los burgueses ingleses hubieron ganado su revolución, “Locke desplazó a Habakkuk”. El problema para la burguesía, según Marx, es que mientras ideales tales como libertad y autodeterminación – ya sea que los tomen prestados del Antiguo Testamento, de la República Romana o dónde sea – fueron necesarios para movilizar a las masas sin las cuales la victoria burguesa contra el viejo orden no podría haberse realizado, su verdadero espíritu Lockeano no pudo actuar nunca como esa ideología. En especial, dado que la burguesía no era más que otra clase minoritaria que explotaría al “pueblo” que decía representar, las movilizaciones populares requeridas por las revoluciones burguesas clásicas no podían efectivizarse si se revelaba esa relación antagónica. Para ganar apoyo popular para su revolución, los representantes de la burguesía se vieron obligados a vender su revolución como revolución del pueblo. Esto no implica que Cromwell y Robespierre fueran deshonestos; más bien, lo que Marx sugiere es que las revoluciones burguesas necesitaban de tales utopistas para lograr la movilización de masas que se necesitaba para derrocar al viejo orden; y que estos hombres, una vez que hubieren cumplido su rol, podían ser desechados mientras los burgueses volvían a su negocio. Por el contrario, dado que el proletariado no hubiera explotado a ninguna otra clase por debajo de él, “la revolución social del siglo XIX no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir”.

Las revoluciones burguesas, como la del siglo XVIII, avanzan arrolladoramente de éxito en éxito ... En cambio, las revoluciones proletarias, como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás.124

Por lo tanto, argumenta Marx, la forma, si no el contenido, de la ideología de las revoluciones burguesas, podría ser explicada por la distancia entre los intereses de los burgueses y los intereses de las masas populares. Al comentar la comparación que hace Marx de las revoluciones burguesas y las revoluciones proletarias, Callinicos sostiene que la autoconciencia que necesita el proletariado para su revolución requiere que los

124 Marx, Carlos (1852) El 18 Brumario de Luis Bonaparte, en Marx, Karl, Trabajo asalariado y capital, Madrid: Planeta Agostini, 1985.

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Marxistas, contrariamente a los burgueses revolucionarios, se aproximen a los hechos relativos a la situación del proletariado con la máxima honestidad, rechazando todo mito unificador, por ser ellos políticamente debilitadores, en particular el mito del nacionalismo.125 Porque la revolución socialista sólo podía realizarse como auto-emancipación de la clase trabajadora, demandaba un grado de autoconciencia de parte de los trabajadores que era históricamente novedoso. Contrariamente, porque la principal preocupación de la burguesía era la creación de un ambiente propicio para la acumulación de capital, en tanto y en cuanto el Estado bajo el cual operaba removiera las trabas al proceso de acumulación, la burguesía se daría ampliamente por satisfecha. Entonces, mientras que la revolución socialista implicaba necesariamente un movimiento auto-conciente de las masas, las revoluciones burguesas, y los Estados burgueses, podían asumir una variedad de formas distintas. Una revolución burguesa que Engels analizó en profundidad fue la unificación de Alemania bajo Bismarck, durante la década de 1860. Escrito a lo largo del invierno de 1887-88, el ensayo inconcluso de Engels El Papel de la Violencia en la Historia pretendía dar una expresión concreta al método esbozado en su libro Anti-Duhring. Tres cuestiones pertinentes constituían el núcleo del ensayo. Primero, los burgueses alemanes habían demostrado ser demasiado cobardes para plasmar las demandas de su revolución burguesa - la unificación de la fragmentada estructura política de Alemania dentro de una constitución liberal. Segundo, Bismarck había unificado Alemania para la burguesía, dentro de un contexto de acrecentada competición global, usando los métodos de los junkers Prusianos. Finalmente, Bismarck había demostrado que, mientras los “grandes hombres” podían actuar en congruencia con las “necesidades objetivas” de la historia, había demostrado también que él podía frustrar estas fuerzas. En todos niveles, Engels se las ingenió para localizar la historia política de Alemania dentro del contexto del desarrollo de las fuerzas productivas, pero sin reducirla a ésta última. Para tomar estas cuestiones en orden inverso, Engels argumentó que Bismarck “nunca exhibió ni siquiera la sombra de una idea política original”. Sin embargo “en esta estrechez estuvo su fortuna” porque significó que interviniera de modo decisivo para concretar la demanda de unificar Alemania – la que obedecía a razones tanto de los junkers Prusianos como de la burguesía alemana.126 Sin embargo, Engels sugiere que una vez concretada esta demanda histórica, las consecuencias negativas del junkerismo de Bismarck salieron a la luz. Con la derrota de los franceses en la guerra franco-prusiana, las acciones de Bismarck no se dirigieron a pacificar Europa sino a exigir reparaciones a los franceses. En este punto “Bismarck aparece por primera vez como un político independiente... y como resultado, comete su primer colosal disparate”.127 El disparate de Bismarck no pasó tanto por la demanda de que Francia pagara una reparación a los alemanes, aunque eso ya era lo suficientemente errado; más bien consistió en la apropiación de Alsacia y Lorena, lo que hizo que Francia fuera empujada a los brazos de Rusia asegurando, que en algún momento, Europa se viera nuevamente sumergida en la guerra – y que para los alemanes iba a ser una guerra en dos frentes.128

125 Callinoc, Making History, pp. 239-54. 126 F. Engels The Role of Force in History, London 1968, p. 56. 127 Idem, p. 80. 128 Idem, pp. 86-7.

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Considerando las características de clase del gobierno de Bismarck, Engels estaba convencido de que al unificar Alemania Bismarck había hecho el trabajo que la burguesía alemana no llevaba adelante por cobardía: la revolución burguesa había avanzado a espaldas de los burgueses: ”los peores excesos del Kleinstaaterei fueron finalmente eliminados: aquellos que habían sido los principales obstáculos para el desarrollo capitalista, por un lado, y para la ambición prusiana por el otro”.129 Sin embargo, en su momento de gloria, Bismarck se vio enfrentado a una elección; o usar su poder para asentar el poder del capital en Alemania, o usarlo para prusificar el resto de Alemania, o usarlo para mantener su propia dominación.130 En tal situación, sostuvo Engels, Bismarck eligió la tercera opción, crear un régimen Bonapartista, y mientras satisfizo las demandas económicas de la burguesía, continuó frustrando las aspiraciones políticas de aquella.131 Es interesante que Engels haya prefigurado este argumento en el Prefacio de 1874 a La Guerra Campesina en Alemania (1850), su análisis de los levantamientos campesinos alemanes del Siglo XVI. Allí proclamaba que mientras que la burguesía alemana se desarrolló tardíamente, creciendo económicamente en un período en que el proletariado ya había empezado a rebelarse, la cobardía de la burguesía alemana en 1848 y 1870 no podía reducirse a esta condición material, porque “nuestros grandes burgueses de 1870 actúan exactamente igual que los pequeños burgueses de 1525”.132 La cobardía burguesa, al menos en Alemania, debía ser entendida como la norma; a una distancia enorme de la visión sobre la burguesía revolucionaria descripta en El Manifiesto Comunista.133 En consecuencia, sin burguesía revolucionaria, “ha sido el peculiar destino de Prusia el completar su revolución burguesa... bajo la forma placentera del Bonapartismo”.134 Al caracterizar a las revoluciones burguesas por sus consecuencias, antes que por el tipo de acción por el cual son realizadas, Engels anticipó discusiones recientes sobre el concepto de revolución burguesa, como el que ha sido adoptado por Callinicos, y que fuera erróneamente descrito por Cromninel, como una respuesta tardía del Siglo XX al revisionismo.135

Conclusión En su núcleo, el materialismo histórico es una teoría del cambio histórico a través del desarrollo de las contradicciones entre las fuerzas y las relaciones de producción de diversos modos de producción. En Ludwig Feuerbach y el fin de la Filosofía Clásica Alemana, Engels argumenta que la historia humana es “el proceso ininterrumpido del devenir y del perecer”. Engles sugiere que la gran contribución de Hegel al materialismo histórico de Marx fue postular el mundo, no “como un complejo de cosas ya hechas, sino como un complejo de procesos”. Estos procesos no existen en oposición a la agencia humana, ni tampoco operan meramente a través de agentes humanos pasivos; más bien, si “(t)odo lo que mueve a los hombres tiene que pasar necesariamente por sus cabezas”, la agencia humana está en el centro de la totalidad social.136 Por lo tanto, Engels insistía,

129 Idem, pp. 69, 61, 89. 130 Idem, pp. 97-8. 131 Idem, p. 101. 132 The Peasant War in Germany, p. 22. 133 Idem, pp. 18, 155. 134 Idem, p. 29. 135 G. Comninel Rethinking the French Revolution, pp. 46-7; A. Callinicos ‘Burgeois Revolutions and Historical Materialism’. 136 F. Engels (1886) Ludwig Feuerbach and the End of Classical german Philosophy, Selected Works in One Volume, London, 1968, pp. 563, 583, 587.

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“el determinismo de la fuerza productiva” y el humanismo no deben ser considerados como dos enfoques alternativos a la comprensión de la historia humana, sino que por el contrario, deben ser vistos como mutuamente constructivos: los humanos constantemente se hacen y rehacen a sí mismos a través de la historia en un contexto material.137 La historia es mucho más que los cuentos sobre reyes y guerras; es el ámbito de la auto-creación humana que permanentemente nos recuerda, contra Margaret Thatcher, que hay siempre una alternativa. Sin embargo, los parámetros de alternativas realistas en cualquier coyuntura histórica dependen, en última instancia, de la productividad del trabajo de ese momento. Así y todo, hay una gran distancia entre lo que es posible y lo que existe, y esa distancia no puede ser aprehendida sino es por medio de un estudio detallado de la evidencia empírica, que comience por las fuerzas y las relaciones de producción pero que por cierto no se limite a ellas. No obstante, lo que puede lograrse políticamente es también en parte un reflejo de lo que la gente cree que es posible lograr. La historiografía Marxista por lo tanto apunta no sólo a entender el mundo, sino a generar ejemplos históricos de otras, mejores, maneras de hacer las cosas. Tal como Engels argumentaba en su historia de la propiedad de la tierra en Alemania, La Marca (1892): “es necesario contrastar la miseria de los trabajadores agrícolas del presente y la servidumbre por deudas de los pequeños campesinos, con la antigua propiedad comunal de todos los hombres libres en lo que era en ese entonces en verdad su “patria”, la libre y común posesión de todo por medio de la herencia”.138 De modo similar, en El Capital Marx tenía el objetivo de mostrar que mientras la división del trabajo había alguna vez requerido que los trabajadores fueran reducidos al nivel de la maquinaria, con la revolución industrial “se suprime así, por una parte, el fundamento técnico de la anexión vitalicia del obrero a una función parcial”.139 La posibilidad de un mundo mejor crece dentro del capitalismo, pero ello es sólo una posibilidad; y a pesar de ciertas ambiguas formulaciones en contrario, la idea central del trabajo de ambos, Marx y Engels, fue una crítica del fatalismo político e histórico. Tal como Hobsbawm ha expresado, el análisis histórico Marxista surge, siempre, de un “compromiso con la política”.140

137 Para un agudo análisis de The Peasant War in Germany, ver E.R. Wolf ‘The Peasant War in Germany: Friedrich Engels as Social Historian’, Science and Society, 51,1, 1987. Wolf (p.85) señala que mientras que Ranke explicaba el levantamiento campesino de 1525 como una ‘convulsión de la naturaleza’, Engels por el contrario “tratò todos los estratos, incluidos los campesinos, como actores políticos racionales, persiguiendo sus propios intereses dentro de los determinados constreñimientos económicos y políticos de la época”; J. Black (ed) The German Peasant War of 1525, London, 1976. 138 F. Engels (1892) ‘The Mark’, en The Peasant War in Germany, p. 162. 139 Marx, Karl (1867) El Capital, vol. I, p. 449. 140 Hobsbawm ‘Introduction’ a The Communist Manifesto, pp. 27-8.