Ospina, William - Poesía de La Conquista

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II PoEsÍe DE LA CoxeuISTA Wnnau Osptue Juan de Castellanos y las Elegías de varones ilustres cle Indias

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Poesía colombiana de la Conquista

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  • IIPoEse DE LA CoxeuISTA

    Wnnau Osptue

    ^

    Juan de Castellanos y las

    Elegas de varones ilustres cle Indias

  • I- porsa coLoMBTANA escrita en lengua espaola comienza con la obradescomunal y an casi secrera de Juan de Casrellanos. Su poem a Elegas devqrones ilustres de Indias',un gigantesco fresco histrico, minuciosamente tra-zado, de la conquista de la Nueva Granada yYenezuela, representa, tal vezcon LaArawcqna de Alonso de Ercilla y Os Lusadas de Luis de Cames, elpunto ms alto de 1a poesa heroica del siglo XVI, y configura, de un mododisdnto al de ios viajes de Coln, un verdadero descubrimiento de Amrica.

    JueN oe CasrsrreNos

    Juan de Castellanos no era un poeta en ei sentido reverencial que esra pa-labra tena en el Renacimiento. Haba nacido en marzo de ryzz en Alans,Sella, donde se dice que aprendi preceptiva y oratoria en el esrudio deMiguel de Heredia, pero posiblemente a los quince aos ya se enconrrabaen Amrica.

    En t54t esraba en Cubagua; en 1542 vio cmo llegaba Orellana a la isla; conOnal y Sedeo combati en Maracapa. Parte de los ai'os t54zy 1j4l esruvo enMargarita; en 1544 padeci en el Cabo de la Vela los trabajos de los buscado-res de perlas, y e t545 sirvi con e1 capitn Luis Pardo. En Coro andaba a fi-nales del 48 y comienzos del 49; en t55r lo enconrramos en Santafi en 155'abandona sus acrividades como minero'.

    ;. Juan de Castellanos. Elegas de varones ilustyes cle Indas. Presidencia de la Repblica. Bogot: ABC,i955.

    r \{anuel Alvar. Juan de Castellano.r Bogot: Insriruto Caro y Cuervo, 1972.

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  • Hrsronre s L\ Poes CoLoMBTANA

    Esta es la primera imagen que renemos de l: un soldado adolescenre,maravillado y arrastrado por esa fiebre de aventura, de riqueza y de gloria,que dominaba a los hombres de su tiempo.

    Los comentaristas suelen insistir en que no fue un soldado particu-larmente brillante, aunque poco podemos saber de la sustancia minuciosade aquellas campaas, en las que ya representaba un valor exrraordinarioel pardcipar, y de las que slo pueden perdurar los nombres de capiranesy caudillos. Veinte aos dedic, sin embargo, don Juan a los trabajos de laguerra y la exploracin, desde la adolescencia hasta la edad aduita, sin duda1os ms vigorosos y apasionados de su vida. Alguien, escarbando en los ar-chivos de Indias y leyendo entre lneas en ese ocano de ocravas reales quenos ha dejado clon Juan, nos conrar algn da qu pas enronces: cmofueron los lances, los riesgos, las noches y las maanas de aquel soldadoandaluz, arrojado por tierras exrraas, y dedicado, qttizs aun sin saber porqu, a obseruarlo todo con una mirada atenta y suril, a guardar en su me-moria hechos y paisajes, rostros y circunstancias, con una nitidez y un celoverdaderamente m i sreriosos.

    No nos ser dado saber qu pensaba, ni qu pensaban de i sus com-paeros; porque no deba ser un soldado normal, un brutal conquistadorirreflexivo y alera, hecho a los golpes y a los ultrajes. La delica.eza de supercepcin, lariquezade su lenguaie,lanoblezade 1a mirada que arroja so-bre los seres humanos, la justicia con que frata a conquistadores y nativosen unos momentos y unas circunstancias en que 1o ms fcil seria la parcia-lidad y el prejuicio, hablan de un hombre singular, depositario de una gravemisin que apenas entrev, pero a 1a que ya se ha entregado totalmente, de-jando de lado cualquier otro inters humano.

    Despus de veinte aos de campaa por el territorio de'Venezuela y laNueva Granada, Juan de Castellanos haba acumulado innumerables expe-riencias, tena 1a memoria llena de episodios espantables y arroces, habavisto la muerte muchas veces, muchas veces la generosidad y la infamia, 1ahospitalidad traicionada, 1a confianza burlada, los amisrosos saludos queesconden trampas sangrientas; haba sufrido las grandes tempestades deltrpico, la sed sin fin por secas serranas, el pavor ante las serpientes desme-

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  • Posa ra Coruqursre

    suradas, el hambre, el temor en la noche a los tigres hambrientos, la enfer-medad, el sabor de la carne cruda, el recuerdo menguante de la civilizacin,bajo 1as brasas de un cielo prehistrico.

    Se retir del oficio de soidado. Algo andaba buscando, algo que no po-da darle la vida azarosa que haba iievado hasta entonces, y comenz unasuerte de peregrinacin hasta encontrarlo. Recibi las rdenes eclesisricasy celebr en Cartagena su primera misa. Entre 155Z y t56o fue cannigo enaquella ciudad y luego en Riohacha, despus vino a Santaf. Buscaba un lu-gar adecuado para su reposo y su misin; nada poda convenirle ms que lafonalezade un claustro, y obtuvo finalmente el beneficio dei curato de Tun-ja, seguido, en r568, por el beneficio de 1a catedral. Por su manera de mirar elmundo, es claro que no estamos en presencia de un eclesistico convencio-nal. El conocimiento de las letras, la aficin por los clsicos iatinos y veinteaos de tropeles y aventuras, deben marcar a un hombre. Lo que mova aCastellanos no era seguramenre la piedad, sino la bsqueda de las mejorescondiciones para el cumplimiento de su otra aventura. Tuvo que afrontarhasta un proceso inquisitorial, del que fue absuelto en ry62. De all en ade-lante su vida no tuvo ms objeto que el de (sacar del sepulcro del olvido> aesos notables hombres que 1 haba conocido, cuyas hazaas haba presen-ciado o le haban sido relaradas por testigos. Consagr pacientemenre la l-tima mitad de su vida a rescarar de la tirana del olvido la minuciosa hisroriade nuestra conquista, en una suerte de reposada cordillera de versos. Versostersos y difanos, llenos de intensidad y de precisin, haciendo de la lenguacastellana, no la lengua culta y cuirerana de los letrados, sino la lengua vivay espontnea que se hablaba en las cocinas, las cubiertas de los barcos, lascabalgatas de los cazadores y los dilogos nocrurnos junto al fuego, bajo unrumor de selvas desconocidas, el instrumento de una alta poesay el monu-mento perdurable de una poca como no volver averlahumanidad.

    La labor de Juan de Castellanos fue titnica. Durante ms de cuarenraaos recogi, orden y finalmente redact una dilatada reiacin de aven-ruras de Indias. Por ltimo, se aplic a friar enverso aquella desmesuradacantidad de informacin,y dei escriro el ms extenso poema de la lenguacasteliana, y uno de los ms extensos de la literatura universal. Es como si

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  • Hrsronre te ra Posa CoToMBIANA

    un solo hombre hubiera levantado, piedra apiedra,una catedral gigantesca.Los primeros versos de la obra sugieren que apenas en su vejez comenz latarea: ... perola verdad es que semejante obra slo pudo ser rabor de una vida enrera, yaun as, la silenciosa muerre que lo alcanz a los 84 aos, en el mismo sitiodonde l la haba combatido y tambin solemnizado con sus versos, de-bi de;arlo todava con muchas orras cosas que conrar, porque era un vastomundo 1o que flua sin prisa y sin pausa de su memoria.

    En Tunja, que habra de ser por mucho dempo la ciudad de los poeras,muri don Juan en noviembre de t6o6,dejando no pocos bienes de fonu-na y una obra descomunal que entonces era apenas un memorial entre mu-chos, una obra que los siglos se han encargado de salvar y preservar, y quehoy se nos revela como uno de los ms altos monumentos de la literaturacastellana, un triunfo de la sobried ady el rigor,sobre siglos de incontinen-ciaverbal y de crticanegligente.

    Ersces DE vARoNES ILUsTRES op lNores

    Todos somos vagamente conscientes de que la Conquista fue una epopeyadescomunal, llena de episodios valerosos y conmovedores, de personajesadmirables y de inolvidables acontecimientos. y nos exrraa a todos queaquellos siglos despiadados no hayan sido perpetuados por la poesa.

    Enconrrarse con las Elegas de varones ilustres de Indias es descubrir queaqueilos hechos no slo fueron perpetuados, sino que en ninguna parte delcontinente, salvo ta1 vez e chile, donde el elocuente Alonso de Ercilla ver-sific la resistencia de los araucanos, fueron tan exhaustiva yvigorosamen-te conservados, como en las letras de la Nueva Granada. A 12o.ooo versosaproximadamente asciende el caudal de la obra de Juan de castellanos, yes talvez esa profusin lo que ha impedido que ra obra se divulgue o po-pularice. son muy pocas las ediciones completas que se han hecho de elladespus de que fuera publicada por primera vez, de un modo incomplero,

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  • Poese oe r-+ Corvqursra

    en Madrid, en 15B9. La ms reciente edicin fue realizadapor la Presidenciade la Repblica, bajo el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla, hace casicuarenta aos.

    Una primera pregunta que debemos tratar de responder es por qu he-mos de ver a Juan de Castellanos como un poeta colombiano o, mejor an,americano, y no, respondiendo a su origen, como un poeta espaol. Estetema acepta y estimula muchas reflexiones. Lo que podemos llamar no es ms que, para decirlo con palabras de ]orge LuisBorges, . No corresponde nuestra lengua exclusivamente a un pas, de la ma-nera como la lengua alemana corresponde al territorio de Alemania, as quesiendo territorialmente una nacin, pertenecemos a Lina patria espiritualms vasta y compleja, en la que nuestra poesa apenas puede diferenciarsePor matices.

    Juan de Castellanos vivi setenta aos de su vida en estas provincias,que termin haciendo suyas, y es el representante perfecto de1 espaol queno vino a saquear sino a quedarse, a buscar en estas tierras su rostro y sudesdno. Tal vez por eso los versos que ms se recuerdan de su obra sonaquellos, tan hermosos, en que declara (y al1 resuenalavoz de muchoshombres, de todos nuestros mayores) haber encontrado en Amrica un ho-gery una patria:

    Tierra de oro, tierra bastecida,

    Tierra para hacer perpetua casa,

    Tiewa con abwndancia de comida,

    Tierra de grandes pweblos, tierra rasa,

    Tierra donde se ve gente vestida,

    Y a sus tempos no sabe mal la brasa;

    Tierra de bendicin clara y serena,

    Tiewa rye pone fn a nwestra pena!

    Su obra, aderns, se compone exclusivamente de hechos que consti-rr.i,r?n nuestra hlstoria nacional, de los paisajes y las regiones donde an

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  • Htsronra oE Lc possi CoLOMBTANA

    vivimos, del espritu de unos hombres que aqu soaron y padecieron, yque aqu mismo fueron arrastrados por el tiempo, que rantos rosrros asumepara perdernos.

    Las Elegas de varones ilustres de Indias representan tambin el primero yms alto esfuerzo realizado hasta ahora por poeta alguno para nombrar esteterritorio, su topografa, la diversidad de sus climas, su vegeracin y suscriaturas, la furia de sus elementos, la desdicha de sus pueblos, la grandezay el misterio . Colombia, como patria,como tradicin, como hogar y como smbolo, es inconcebible sin el casi in-terminable rumor de esta epopeya, sin todo 1o que eila rrajo por primera veza1 universo del espritu humano.

    Planteado esto, resulta asombroso constatar que 1a obra de Juan de Cas-tellanos ocupa un lugar marginal y muy modesto en las historias de nuesrraliteratura, en sus antologas, en la obra de nuestros crticos, en la obra denuestros poeras y en la vida espiritual de la nacin. Siendo dudoso, dada suextensin, que haya sido leda en su rotalidad por muchos, es fcil compro-bar que ha sido leda, o al menos comenrada, de un modo bastante precario.

    Desde Marcelino Menndez yPelayo, a quien juzgo muy capaz deleere1 poema completo, pero no de descubrir lo que haba de nuevo en 1, hastaManuel Alvar, que ha sido capaz de rastrear amorosamente, palabra por pa-labra, el lenguaje delas Elegas, todos los crticos estn de acuerdo en que enla obra de don Juan no hay poesa. Un error tan absoluto, ran evidente, y tanunnime, exige una explicacin.

    En efecto, ms de uno ha sostenido que la obra es menos un poema queun seco relato de episodios de conquista, entorpecido por la estructura m-trica y por el deber de las rimas. Alguien, incluso, ha sugerido que Juan deCastellanos habra hecho meior en renunciar a rodo aquel aparato formal ydedicarse a relatar apacibles crnicas con los muchos episodios de la Con-quista que presenci y la mucha informacin de primera mano que le fuetransmitida. Intil discutir estas ociosidades. Don Juan empez a escribircuando Luis de Gngora y Lope de Vega apenas nacan, ya casi terminabasu obra cuando naci Quevedo, y es evidente que sta no corresponde a los

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  • Poas. op r-r CoNqursre

    cnones dei Siglo de Oro espaoi, ni a los hbitos metafricos, o los esque-mas literarios de su poca.

    Mal poda competir, ante el gusto de su tiemPo, con la estructura virgi-liana de la obra de Cames, iluse de tropos cisicos, populosa de divinida-des latinas, rigurosamente sujeta a un plan y fiel exponente de una esttica.Ni siquiera le resultara fcil afirmarse ante la obra de Ercilla, de tema msafn y escrita en el mismo idioma, en la que se siente el resonar de los tradi-cionales recursos de la lengua, la elocuencia de 1os giros, un hblto de expre-siones poticas y la inclinacin por lo grandioso. Al lado de aquellas obras,las Elegas de varones ilwstres de Indias puede parecer una obra menos diestra

    y mucho menos resonante. Su cielo no est tachonado de dioses, su ritmosuele quebrarse, la grandiosidad es menos abundante en sus versos que e1sordo terror humano. Su defecto, para 1os tiempos en que fue escrita, es elde ser una obra muy poco literaria, en el sentido formalista y convencional-. Pero aquello que fue su defecto original y que ha sido la principal objecin& los escasos lectores que ha tenido durante cuatro siglos, ese carcter "pocolierario" bien puede aparec..r ahora ante nosotros como su principal virtud,

    IWilre abrfulasElegasdevqronesilwstresdelndiasesabandonarsealasucesinwncial de unos hechos, es encontrar la vida en estado primitivo, sin ate-mranrtes y casi sin metforas, es recorrer y padecer dilatadas regiones, ver e1mrndo americano como por primera vez lo vieron unos hombres valerososyuueles que andaban buscando su justificacin y su redencin; es sendr e1mderde una poesa labrada por 1a {uerzaelos hechos y por 1a desmesura de

    'edramas, no por las destrezas de una escuela o de una academia.

    avenrura del gongorismo, y ya podremos hablar de ello al reflexionar

    laexrraa obra de Hernando Domnguez Camargo, es la aventura delcerrado sobre s mismo, las humaredas que produce su propia in-

    ia en un gabinete sellado. Ese es uno de los caminos de la poe-

    iene su lugar en la historia del espritu. Pero nada ms aleiado de esasiones barrocas que esta poesa destilada de la intemperie y del ba-

    con la ms inmediata sustancia de las aventuras y desventurasvidas; esta poesa que casi no tiene tiempo de ser eufonica por-

  • Hlstonre or r-. Poes,q CoToMBIANA

    que se io impide e1 propio rirmo arropellado de sus acontecimientos; esta

    poesa ran afn a los primitivos canros de los guerreros germnicos y a las

    sagas nrdicas, que parececontinuamente sobresaltada por sus propios re-

    cuerdos y sus propios descubrimienros, y que, proponindose s1o ser fie1

    a unos hechos y unos hombres, termin siendo un intenso fragmento de

    vida y de historia, apro por igual para e1 goce esrrico y 1a reflexin filosfica,

    documento para eruditos y enseianza, aventura de 1a carne y aventura de laimaginacin.

    E1 duro precio que Juan de Casrellanos ha tenido que pagar: casi cuatro

    siglos de incomprensin literaria, de desdn y de olvido, es, sin embargo,menor que e1 precio que nuesrra cukura ha tenido que pagar por haberlo ig-

    norado. Vivimos en un pas que parece que acabara de surgir sobre 1a tierra,

    olvidados de nuesrro pasado inmediato e ignorantes de nuestro pasado re-

    moo. A los vestigios de 1as naciones que vivieron aqu antes de la llegada de

    1os espaoles les concedemos ahora una importancia relativa, pero su vida,

    sus fatigas, conquistas e inventos, son para nosotros cosas difusas y aienas.

    De1 mismo modo, salvo por unas cuantas leyendas acomodaticias y desga-

    nadas, nada sabemos de esa aurora de sangre que nos fund como nacin yque marc tantas cosas de nuestro car^cter. iCuntas formas de nuestra en-

    dmica vioiencia social no tendrn su explicacin en la manera como se dio

    el encuentro delas razas, ese abrazo mortal de odio y miedo que acaso vivi-

    mos perperuando! Fernan do GonzIezsola explicar el silencio de nuestros

    indios y de ciertas comunidades mestizas como la consecuencia culturai de

    un gran rerror y una formidabie opresin. No sobra recordar que el mesti-

    zaje enestas regiones es menos fruto del amor y 1a pasin, que de la viola-cin y el uitraje, y no es difcil entender que 1e cueste encontrar su identidad,s pazy su afirmacin, a un hombre o a un pueblo que es hijo de razas quese odian. iCuntos refleios de esa antigua servidumbre, ese cuadro del amo

    blanco oprobioso y altanero frenre a 1a dci1 sierva profanada, no se ven an

    en 1a vida domstica de estas tierras !por otra parte, solemos mirar y iuzgar ese pasado tan precariamente co-

    nocido, desde la perspectiva de una moral deleznable. O los conquistadores

    son unos monsrruos del mal, que pisotean a nobles pueblos impotentes,

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  • Poe s oe ra Cotqursre

    o son los paladines dela civilizacin, enfrentados a un malicioso cerco decriaturas bestiales. Juan de Castellanos nos ofrece 1a oportunidad de mirarla complejidad de aquellas campaas, y nos obliga a abandonar los fcilesjuicios de valor. Hallado el continente, los europeos no podan impedirsebqscar en 1 su fortuna y su gloria. Hubo entre e1los por igual hombres degranluciezy civlhzacin,y soldados brutales apenas aptos para la infamia.Los nativos, por su parte, no son menos diversos: desde los ms confiadosy hospitalarios, que muy a menudo se ven burlados por las maniobras de lacodicia, hasta los ms recelosos y aun voraces, compiten todos en vn azaro-so encadenamiento de crueles hechos.

    Unos y otros, sin cesar, tienen miedo. El miedo a 1o desconocido y a 1odistinto. Cualquier gesto puede ser fcilmente interpretado como una agre-sin. El miedo mismo asume a menudo elaspecto de la hostilidad. Ejrcitosenteros, crispados por la fatigay el terror, se precipitan en salvajes carniceraspor un malentendido. Pueblos enteros huyen ante el sordo rumor de los sol-dados y sus bestias de guerra,y dejan las poblaciones sembradas de puyasocoltas hasta en las frutas de los rboles. A partir de cierto momenro, rodoes una ciega cadena de faltas y retaliaciones.

    Al leer a Juan de Castellanos uno siente que puede haber una manerams comprensiva de mirar aquellos tristes episodios: 1a angustia y el des-arnparo de unas expediciones hambrientas, extraviadas de1 orbe de smbo-los en que nacieron, enfrentadas a un universo sin nombre que los asediaon sus climas y sus plagas; y tambin e1 estupor de unos pueblos que unda descubren la humillacin de ser extraos en ia tierra de sus padres, ca-Edos como besdas bajo un incomprensible cielo de dioses muertos, marca-dss con hierros candentes y vendidos en islas remotas. Y al leer, uno sueasln que llegue finalmente la reconciliacin, ms all de los resentimientospanifiestos y de 1os que se llevan sordamente, bajo la forma de la inseguri-dad o la zozobra.

    Pocos libros de nuestra literatura han hecho de esta tierra un escenariode la poesa, y esto especialmente en el ldmo sig1o. Pero dos siglos antes deAndrs Bello, Juan de Castellanos ya haba descubierto que la poesa podaser americana, que poda estar hecha de estos ros salvajes y de estas selvas

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  • Hisrone os rA Poese CoLoMBTANA

    impracticables, y labr esa poesa americana que tanos anhelaran en vanomucho despus.

    Ms de una vez, nuestras naciones han perdido su camino. Cuando lleg1a hora de deiar de ser espaoles, nos esforzamos por ser franceses, luego in-gleses, luego norteamericanos, y optamos por la vergenza de todo lo local,por el apocamiento y la impostura.

    Si esta obra no hubiera sido omitida o soslayada de un modo tan persistente y coherente, generacin tras generacin, otra sera, talvez,nuestra ideade nosotros mismos, muy otra, talvez, nuestra literatura. Estaramos desdetemprano arraigados en un territorio que, sin e1la, hemos aprendido muylentamente a querer y a nombrar. Colombia no sera un proyecto siemprepostergado, sino una realidad y sn car^crer; lo que an es dispersin, dis-cordia e indiferenci a, seria hace mucho conciencia de un origen, de un pasa-do comn, y por ello, tambin, de un propsito y un futuro comn.

    Pero he dicho que esa ausencia y ese olvido exigen una explicacin. Juande Castellanos era muy difcil de leer por curiosas razones, una de ellas esque la llaneza de su lenguaje no pareca poesa. ZCmo asombrarse de e1lo,si hace apenas treinta aos ia poesa erupara nuestro medio social y aunintelectual un sinnimo de 1o almibarado y ornamental? Se pensaba que1a poesa era exclusivamente un lenguaje convencional, unas figuras, unashiprboles, un usary abusar de interjecciones yvocativos; pero ello no s1oocurra en Colombia, Borges nos ha contado cmo los oficiantes del movr-miento ulrasta opinaban que la poesa era esencialmene la metfora. lmismo tuvo que aplicarse a la reflexin sobre los muchos modos de la poe-sa, en varias lenguas y literaturas, para llegar a \a certeza de que el lenguajedirecto, 1a relacin vivida yvoluntariamente l1ana de unos hechos, puede sertan intensa poesa como las ms inflamadas exclamaciones. Por eso sostu-vo en a1gn ensayo sobre Dante que basta un solo verso directo para que sederrumbe larcoriade que 1a metfora es indispensable. Que basta este nadarebuscado ni misterioso, este realista y del todo satisfactorio par de versosdelaComedia (Infierno, Canto III):

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  • Poese os. r-e. CoNqursr,t

    Qwesti, che mai da me nonfa divisoLa boccq mi baci tutto tremante.

    El lenguaje de don Juan era dificil porque nuestra poesa no estaba acos-trrmbrada a un comercio intenso con eso que llamamos la realidad. Sudecisin de prescindir de los hbitos retricos mereci una prolongada ex-comunin, y era ciertamente un pecado. El mismo pecado que hizo posiblea Paolo Ucello y a Leonardo da Vinci el abandono de una poca que slocrea en el espritu y en 1a inspiracin, y e1 entregarse a la directa observacinde la naturaieza y sus fenmenos.

    Carnes, por ejemplo, es un nostlgico de Virgilio, como Virgilio es unnostlgico de Homero. Cames no puede ver las hazaas de los portuguesessin someterlas al patrocinio de Jpiter Capitolino y de su asamblea de dei-dades, y de este modo darles curso legal. Pero su contemporneo Juan deCstellanos pertenece voluntariamente a otra edad, una edad en que la tie-{n, la derra innominada, ha vuelto a llenarse de prodigios, y sus promesassacian la imaginacin de 1os hombres. En las primeras estrofas de su poema,

    an de Castellanos declar expresamente por qu no iba a seguir el caminodeCames:

    Ni me parece bien ser importuno

    Recontando los celos deVulcano,

    Nilos enojos de la Diosa lu,noOpwestos al designio del Troyano,

    Ni palacios acuosos de Neptuno

    Ni las dems deidades de Oceano,Ni cqntar de Doris y Nereo,Ni las varias Jigwras de Protheo.

    tlComo los que con grandes artifciosVan swpliendo lasfakas del swbjecto

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  • Hrsronrlt. s r-q. Poes CotoMsreN.\

    Porcwe las grancles cosas que yo digo

    Sw punto y sw valor tienen consigo.

    Para nosotros, recorrer Amrica en e1 siglo XVI sera una aventura tandivers a y fants tica como recorre r \a D iv ina C omeclia o eI Orl ando furioso. Conun lenguaje menos precioso y una estrlrctura menos exquisita e ilustre, lasElegas de varones ilustres de Indias provocan sentimientos similares a los deaquellos libros. Lo que contiene fue una realidad abigarrada, pero ahora esun caudaloso sueo, minucioso y cambiante, y bien podemos decir de l quetiene 1a tiniebla y 1a ferocidad de w Inferno. Pero tambin est sobresaltadode maravillas: la heroica muerte de Juan Aceros, la milagrosa salvacin dePedro Martn, 1a imborrable imagen de un bosque de rboles recios que tienen cada uno bajo sus races una tumba llena de riquezas; por donde se lorecorra, e1 poema abunda en episodios memorables.

    Ahora bien, Zpor qu un poema que es hoy tan fci| de leer, resultabaarduo para otras edades? La verdad es que e1 nico gran cambio literarioocurrido en nuestra lengua desde el Siglo de Oro ha beneficiado al poema,como benefici a Lope de Vega y aun a Francisco de Quevedo: me refiero alModernismo, que abri el camino para el acercamiento entre nuestra 1en-gua escrita y nuestra lengua hablada. Porque Juan de Castellanos no escribecomo se escriba entonces, pero s muy posiblemente como se hablaba. Yal igual que suele ocurrir en la historia, lo que fue expresamente calificadocomo ramplonera por ms de un crtico florido, era en realidad una rebe-lin, una aventura y 1a conquista de un territorio nuevo.

    Pero haba una razn ms para que don Juan renunciara a esa flora de s-miles y de nfasis:1a historia que deba contar era de tal manera desmesura-da y terrible, estaba naturalmente tan llena de perplejidades, que si su autorla hubiera agravado de exclamaciones, habra levantado un frrago onerosopara el espritu, y muy probablemente ilegible. Tambin con respecto a estotena don Juan criterios muy definidos desde el comienzo, y algunas de susdeclaraciones dispersas en 1as estrofas sealan con claridad cun consciente

    era de su propsito y su aventura:

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  • &l:

    Poese oe 1A CoNqUISTA

    Ir con pasos algo PreswtososSin orla de poticos cabellos

    Que hacen veilos dulces sonoYosos

    A los ejercitados en leellos,Pues como canto casos dolorosos,

    Cuales los padecieron muchos dellos,

    Pareciome decir la verdad Pura

    Sin usar de fccin ni comPostwra'

    Son de tan alta lista las qwe cwento

    Como veris en lo que recoPilo,

    Qwe sws proezas son el ornamento,

    Y ellas mismas encwmbran el ertilo,

    Sin ms reParos ni encarecimiento

    De proceder sin mcula el hilo,

    De la verdad de cosas Por m vistas

    Ylas qwe recog de coYonistas.

    le reaiidad de esta conquista exigi un lenguaie nuevo y el poeta supo

    un estiio adecuado a sus propsitos' Sus novedosos y arriesgados

    fueron la sobriedad, 1a probidad, la fidelidad a ia vida y una

    eobrehumana obstinacin. Pocos Poetas han tomado tantas decisiones

    ntales al emprender una obra: Juan de Casteilanos opt' en contra

    in imperante, por los endecaslabos itiicos en lugar de los octo-

    del monocorde romancero espaol; oPt Por un tono conversado y

    conffa las interiecciones y las obiigaciones de la epopeya conven-

    topt Por incorporar al patrimonio de la lengua numerosas palabras

    re de los idiomas indgenas, principalmente de la tegiln del Caribe'

    los manglares,las hamacas y los huracanes ai reino de ia poe-

    y comenzo e1 largo Proceso de mestizaie dei castellano y sule*go" local a lengua Planetaria'

    gootenido de ese estilo casi nos alarma' Hay quien afirma no habersola estrofa suyapoesa en sus versos: yo no he encontrado una

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  • Hrsronre oe L.4. Popsa CoLoMBTANA

    que no cautive la atencin y que no afecte la sensibilidad. Toda la obra estescrita con la misma reposada intensidad, con la mismavivacidad, minucio-sidad y sentido de la observacin, con el mismo tono austero, firme, com-prometido y a menudo lcidamente irnico, que 1e es caracterstico.

    Los comentaristas tambin creen que Juan de Castellanos abusa de laimaginacin. Nada de lo que se relata me ha parecido imposible y ni siquie-ra inverosmil, aunque s muy a menudo atrozy perturbador. Ms bien, unade las principales sensaciones que causa es 1a de ser testigos de una pro-bidad eemplar. Nada le costara usar un nombre cualquiera cuando nos ha-bla de los espas que un jefe desaca para vigilar un campamento de indios.Sin embargo escribe: . En otra ocasin, uno de los adelantados intentarecostarse en un tronco yve con estupor que el tronco se mueve. Ballesm enmano, el hombre salta hacia atrs, al comprender que se trata de una enor-me serpiente. El narrador est tan asombrado como el protagonista. Coneficacia, nos dice que Ia cabeza tiene el tamao de la de un ternero, y en elresto del episodio, verso a verso, muestra su arte sutil de poeta. E,n el mo-mento en que viene bajando 1a compaa, 1a serpiente empezabaa moverse:. A pesarde ser enorme, la serpiente (evidentemente una boa) no es particularmenrepeligrosa. Pero e1 pobre espaol no 1o sabe ylaaaca.Los versos no slo soneficaces, sino que tienen lafuerzay la textura de 1o que describen: . Herida en unojo, 1a serpiente se agita enfurecida y seguramente ambin espantada. Lacarnicera sobreviene; algunos 1a atacan; otros, los ms, huyen por 1as arbo-1edas. Malratada y extenu ada,la serpiente, ya casi inmvil, agoniza. Y donJuan no deja de observar que entonces aquellos que temblaban y huan, alverla vencida, toman vaior para azotarla con ramas y herirla. En ste, comoen casi todos los episodios, el poeta se limita a reconsrruir 1os hechos congran fverza, calificndolos a veces, pero sin menudear interpretaciones. Esverdad que al comie nzo de cada canto procura extraer ciertas enseanzas enconsecuencia de los hechos que va a narrar, pero stas jams esrn dictadaspor una moral insidiosa o mezquina. No ignoramos que es un cura catli-

    50-

  • Poase oB r+ CoNquisre

    s quien nos est refiriendo esta historia, por eso puede extraarnos queh idea que gobierna los cantos no sea la de una csmica iusticia, ni la de1premio por ias buenas obras, ni la del inevitable castigo por las malas; msbien, constata con cierta admiracin las paradoias de la existencia:

    Muchqs veces el hombre con prudencia

    De sastres v enidero s asegwra,

    Y muchas con tener gram advertencia

    Ybuscar sw sazn y coywntura,Le vale poco buena diligencia

    Por no tener propicia la ventuv6:

    Lo cual cuqndo derrama sws regalos

    Swele qwitar de buenos para malos.

    Porqwe con hombres, qwe razn repunt

    Que hallen para bien lugar abierto,

    [Jsa magnifcencias la fortwnaSin consideracin y sin concierto;

    Y swele la virtud estar ayuna

    Sin que pueda gozar descanso ciefto:

    Y ans de antojos hace leyes,Eso me da con bajos qua con reyes.

    De Juan de Castellanos se puede decir algo que decimos de Dante, deBrowning, y de muy pocos grandes poetas: que hay tal rigor y iusti-en su obra que cada verso 1e aade algo sustancial, que los versos

    previsibles.Gibbon, e1 patetismo de 1a historia suele radicar en 1os detalles

    y no en los grandes acontecimientos o 1as intrincadas tamas. Lasvqrones ilustres de Indias estn prodigiosamente tejidas de esos deta-

    qne cualquiera ignora o descuida, y que Juan de Castellanos recogi con

    '?l

    '&-.!isl.

    ,*f..

    Fp:oliiidad casi inconcebible. Lo asombroso en 1 no es que haya escritopoema ::lvez ms extenso de Occidente, 1o asombroso es que cada uno

    51

  • Hrstorle op le poas CoLOMsreNe

    de sus versos renga ral carga deverosimiliud y tal nitidez. No es sobrehu-mano abarcar de una mirada la inmensidad, pero s lo es percibir en ella deun modo sustantivo y preciso, como el guila percibe su presa desde unagran ahura, cada pequeo elemento. La sensacin general que nos deja laobra de Juan de castelianos podra ser expresada con una frase de Borgesen "El A1eph": ,.

    De Juan de castellanos se puede hablaa y se hablar, indefinidamente.salv la memoria de nuestro origen, alz6 unimborrabre monumento a losherosmos y a 1as locuras, a los esfuerzos y las desventuras de nuestros ante-pasados invadidos y de nuestros antepasados invasores. su labor fue ml-tiple: invent la poesa heroica de Amrica, rese innumerables y akosepisodios de nuesrra historia, introdujo la lengua hablada de entonces enel orbe de la poesa, y recogt para la lengua casterlana numerosas palabrasde las lenguas nativas del caribe, de las cosras y de los Andes; supo juzgarcon severidad ias impiedades y el salvajismo de 1os conquistadores y poneren labios de los indios palabras a menudo llenas de noblezay sabidura,que evidencian un respero por lo distinto, totalmenre insliro en seme.jan-te siglo y semejantes circunstancias. Representa realmente a 1a civilizacinoccidental en sus mejores virtudes de curiosidad, espriru de observacin,reflexin, admiracin por los grandes hechos, amor y fascinacin ante 1osgrandes caracteres y los individuos singulares, e inexringuible necesidad dehacer perdurar esos hechos en firmes y rumorosas palabras.

    Aquel espriru de observaciny aquella curiosidad ro llevaron a ser elprimero y ms minucioso testigo de nuestra naturaleza.Habraque espe-rar aun dos siglos, hasta Jos celestino Mutis, y hasta ra laboriosa avenruradel barn Alexander von Humboldt, para volver a encontrar descripcionesde la narural eza como las que abundan en la obra de Juan de castellanos.Era tan temprano en Amrica, haban ocurrido tan pocas de esas cosas quefinaimente nos hicieron avergonzanos de nuestras patrias, de nuestros li-

    3 Jorge Luis Borges. "El A1eph", en Dicciona0. LIna antologa rle s.is fexfos. Mxico: Fondo de cul-tura Econmica, r98S, pp. zo8-2o9.

    52-

  • PoesA oe lt CoNqursr

    ssies, de nuestras cosrumbres y de nuestra naJraleza' que Juan de Castella-

    ms pudo mirarlo rodo, nombrarlo todo' admirarlo todo' con fluidez y con

    bmencia. icmo resuenan aqu los nombres de esas regiones de la patria

    ryle Ia gran poesa iams volv a nombrar durante siglos! Riohacha' Pam-

    fot, "f

    a"Uo de laVe1a, el valle de Upar' el ro Magdalena' Maracaibo' Coro'

    ilargarita, Cubagua, s"n l""t' de los Llanos' el ro Bermeio' la sabana de los

    f-rrecoles,eiMaran,eiOrinoco'elrodeVadilio'lastierrasdelosguane-b-r*aes y de los caquetos"'

    5e dice que la obra de Juan de Castellanos carece de orden' de estructura'

    & nnidad y de protagonista' No s qu signifique todo ello' Puede care-

    s de muchas cosas que nadie deplor ar, pero ra vida fluye por ella como

    ilsxrente, y es desmesurada y cruei; centenares de hombres estn vivos en

    uoc pginas y vueiven " "n "'tigo

    de expediciones y confrontaciones; y la

    ,lrpereflza y ei dolor humanos' 1"os tejidos de la voluntad y los sobresaltos

    'ff sat" se suceden y se anudan en L1n correr de altas maravillas'*E} que roca este libro toca a un hombre>' diio Walt Whitman

    de sus

    ffirynl e hiea-El que se inclina sobre las Elegas de vurones ilustres de lndias se

    @a a un mundo y a una poca' al nacimiento de una era' a\a rumorosa y

    @adafundacindeuncontinente,ySeexPoneareconoceralltodoelqr,Mo y toda la vergenza de ser humano'

    "ro R to de Grqnadq'Coleccin de Escritores Castelianos His-

    mc,edore:- ltadrid: Impr' de L'PtezDubrull' 1886' z vols'

    & tl CapitAn Ftancisco Draque' ryB6587' Madrid: Instituto de Va-

    hriade D-Juan" tgzt'n" 6dicin de Parra Len Hermanos en homenaie

    a1 Libertador Simn

    &disgr con motivo del centsimo aniversario de su muerte' Prlogo' Ca-

    BtertocRApe oe Juen DE CAsTELLANoS

    r g*e de las Eleglas de varones ilustres de Indias' Madrid' r 5 B 9'

    & narvnes lustres de Indias'z ed' Madrid: Impr' a cargo de M' Rivade-

    w'v-a" t85o.

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