Los Cuatro Principios Del Liberalismo

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  • Sebastin Pradier

    Los cuatro principios del liberalismo1Parte

    Abstract. In the first place, in this paper Iwill consider "cultural membership" to be anirreducible good for every person; in the secondplace, I will enunciate that the distinctionbetween a national minority and a group ofimmigrants is necessary for the national minori-ty 's demand of autogovernment rights; and in thethird place, I will defend the thesis that a groupof immigrants as a free association, is essential-ly different from a national minority. So, thegroup of immigrants will be a cultural subunitythat provides a new significative option in themiddle of a host nation.

    Key words: minorities, irnmigrants, liberalism

    Resumen. En primer lugar, considerar la"pertenencia cultural" como un bien irreducti-ble de toda persona; en segundo lugar, enun-ciar la distincin entre minora nacional ygrupo de inmigrantes, como necesaria para lapeticin de derechos de autogobierno por par-te de la minora nacional; en tercer lugar, de-fender la tesis de que un grupo de inmigrantesbajo la forma de una asociacin libre que le esinherente es esencialmente distinta a una mino-ra nacional. As, el grupo de inmigrantes seruna subunidad cultural que proporcionar unanueva opcin de significatividad en el seno dela nacin de acogida.

    Palabras clave: minoras, inmigrantes, libe-ralismo

    Ncleo temtico y problemticasno abordadas

    Pretenda abordar en las pginas siguientesla problemtica de la tolerancia y sus lmites, sibien mi planteamiento dio un giro radical desdeel mismo momento en el que cay en mis ma-nos la obra Ciudadana multicultural. Una teo-ra liberal de los derechos de las minoras deWill Kymlicka. La tolerancia es un principioprima facie que forma parte de un entramadoterico liberal y que suele venir determinadobajo la forma de una relacin entre grupos hu-manos: la tolerancia se ejerce, es decir, uno to-lera aquello que no entiende, aquello que nocomparte, aquello que no cree pero que sin em-bargo se entiende, se comparte, se cree. Tal im-personal, sin embargo, equivale a grupos humanosminoritarios, minoras nacionales, grupos tnicos,minoras religiosas o asociaciones de otro tipo(grupos de gays y lesbianas, grupos culturales, co-rrientes literarias) que componen, grosso modo,minoras frente a una sociedad mayoritaria quesuele ser la que a partir de consensos permite unascreencias, pareceres o juicios frente a otras. A par-tir de esa consideracin, mi planteamiento giraren torno al problema que suponen las minorasnacionales de cara a las sociedades mayoritariasque las incorporaron en un momento dado de suhistoria, basndome en la siguiente tesis: toda as-piracin a una formulacin de un principio deigualdad sustaruiva partira del previo reconoci-miento de un conjunto de bienes primarios entre

    Rev. Filosofa Univ. Costa Rica, XLI (104),97-109, Julio-Diciembre 2003

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    los cuales habra de quedar reflejado el de lapertenencia cultural. El tema, a todas luces, escomplejo en su planteamiento y difcil a la horade ser abordado. Por ello lo he restringido a unavaloracin de las culturas no en tanto que formasque han de ser mantenidas por un supuesto valorpara la humanidad, sino en la medida en que atales culturas pertenecen individuos, siendo elvalor la misma pertenencia cultural. Por ello, medecido en la siguiente introduccin a realizar unaconstatacin de aquellas problemticas que ine-vitablemente surgirn en el trabajo, y a las que hededicado bien unos comentarios o simplementeuna mencin, consciente de que no poda abor-darlas como hubiera sido deseable.

    La primera problemtica es la siguiente:qu hacer con aquellas minoras nacionalesque incurren en posturas fundamentalistas?Kymlicka no deja muy clara su postura en laobra Ciudadana multicultural. La nica laborque quedara por hacer, si queremos mantenerel derecho de auto gobierno que defendamos,sera la de permitir todas aquellas restriccionesinternas que el Estado de la sociedad minorita-ria requiera para mantener a sus miembros uni-dos frente a la amenaza del exterior, pero nopor ello quedando atados de pies y de manoslos observadores activos de la sociedad liberaladyacente -en el caso, por supuesto, de que sealiberal-: ejercer una labor de crtica concienzu-da, invitar a los disidentes a salir ms all delas fronteras, disear campaas de sensibiliza-cin internacional para que la crtica sea cadavez ms coactiva sin por ello daar la autode-terminacin de ese pueblo. No obstante, puededarse la ocurrencia de la siguiente relacin: a ma-yor crtica externa mayor represin interna ymayor control estatal de los medios de comuni-cacin, principal va de acceso para esas crticas.Puede confiarse asimismo en la actividad de gru-pos disidentes en el interior del pas, pero esosmismos grupos necesitan por principio de ayudasexternas no slo discursivas, sino infraestructu-rales (la Alianza del Norte en Afganistn noavanz prcticamente ninguna posicin signifi-cativa hasta que los lderes de las tribus tuvieron

    la seguridad de que recibiran apoyo de EstadosUnidos y de la ONU).

    En segundo lugar, qu podemos hacercuando cedido un derecho de auto gobierno, laminora nacional no se liberaliza, sino que por elcontrario disea una serie de restricciones inter-nas que permiten no slo mantener el poder esta-blecido sino impedir la intervencin extranjera(mediante, por ejemplo, pactos)?' Vendra a serel problema que plantea la obra 1984 de GeorgeOrwell: uno de los mltiples sentidos que pode-mos desvelar coincide con el principio reguladorms importante de la obra El prncipe de Ma-quiavelo: una vez conseguido el poder, lo nicoimportante es mantenerlo.

    Seguidamente abordaramos otro proble-ma: qu ocurre con aquellos partidos polticosque, si bien compiten por el poder poltico, semuestran claramente antiliberales y por lo mis-mo antidemocrticos? Por qu estos partidospueden participar y por qu surgen elegidos? Elcaso de Le Pen en Francia es paradigmtico, ydesde mi punto de vista coincide con una pr-dida de sentido de la democracia previa, sinembargo, a la misma jornada electoral. Escribaun artculo en el diario espaol El Pas (28-IV-2002) Ramn Vargas-Machuca Ortega -a la sa-zn, catedrtico de Filosofa Poltica-, en elque argumentaba lo siguiente: "La democraciapor definicin lleva incorporados en sus proce-dimientos principios y bienes polticos diver-sos. Justamente la sustancia de la competicindemocrtica estriba en la distinta caracteriza-cin y priorizacin que cada opcin polticahace de tales bienes y principios. Cuando esono ocurre y, por el contrario, los principios de-vienen un subproducto de una idntica volun-tad de poder, los partidos terminan parecindo-se, son redundantes no slo porque ofrecen lomismo, sino porque en el fondo quieren lo mis-mo. Una relacin as con los principios, opor-tunista y a ttulo de inventario, pervierte el sen-tido de la competicin democrtica y engendrala ms absoluta desasistencia democrtica" (elsubrayado es moj.?

    Asimismo, cmo podemos atajar el proble-ma de una desconsideracin hacia las minoras?Intuitivamente afirmaremos que la educacin es

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    la nica salida viable. Pero, cmo educamos?Educar en la tolerancia? El profesor Jos Ma-ra Vinuesa, en su obra La tolerancia. Contri-bucin crtica para su definicin, argumentaque tal educacin es, en realidad, un timo, unaestafa que incurre en un relativismo axiolgicocontra el que el mismo alumnado acaba por re-belarse. Para ello, en la revista Cuadernos depedagoga (3111Marzo 2002) propone distintassoluciones dedicando un monogrfico titulado"Iguales y diferentes".

    Por ltimo, el problema que suponen losEstados Nacionales en tanto que suelen estarcompuestos por una sociedad mayoritaria quecontempla, a su vez, bien minoras nacionales(Espaa y el Pas Vasco desde el punto de vis-ta de Kymlicka), bien grupos tnicos (Espaa ygrupos de inmigrantes mahores, subsaharia-nos, sudamericanos y centroamericanos, etc.):Walzer, por ejemplo, afirma que es posible se-parar Estado de etnicidad, de tal modo que elEstado no se identifique con las exigencias dela mayora nacional. Para ello es necesario se-parar, sin embargo, Estado de poltica, no sloparaevitar como seala el autor que un partidopoltico pudiera incurrir en polticas estalinis-tas,en la medida en que se creara una religincivil basada en los contenidos programticosdelpartido en cuestin, sino para evitar, desdemipunto de vista, que partidos polticos abier-tamente xenfobos contemplaran en esos mis-mos contenidos programticos una cerraznmentalen cuanto al mantenimiento puro de laidentidad nacional de la mayora dominante.Frente a esa mayora dominante, las minorasnacionales podran quedar sin derecho algunode representacin, autogobierno o poli tnicobasndose en un principio de igualdad de vi-sinmuy estrecha y exclusivista, y por lo tan-to, abiertamente injusto. Kymlicka, en esesentido,aboga por una imposibilidad de sepa-racinentre etnicidad y Estado, que si bien su-poneun problema a la hora de abordar los dis-tintosproblemas, abre el camino correcto encuantoal diagnstico de la situacin.

    Introduccin

    Los cuatro principios del liberalismo

    Leyes de las XII TablasLEY!

    "No se aprobar privilegio o estatuto alguno afavor de personas particulares, lo cual sera en

    perjuicio de otros y contrario a la ley, que escomn para todos los ciudadanos y a la cual los

    individuos, cualquiera que sea su rango,tienen derecho ".3

    Todo hombre y toda mujer tienen derecho atener una vida propia, acerca de la cual todo y na-da puede decirse, pues la realizacin de la misma,las creencias a ella adscritas, los lugares existen-ciales que la conforman no gozan nunca de privi-legios frente a otras, dado que se asume que cadacual es libre de hacer con su vida lo que prefiera oconsidere ms conveniente, bajo criterios de muydiversa ndole. Y todo esto porque la comunidad,que distingo de la ciudadana, no puede imponer-se a la opcin del individuo. Tal cosa slo puedehacerse cuando el individuo no es tratado como tal,sino como individuo dotado de ciudadana (prin-cipio individualista). Y el ciudadano ha de acatarla ley, ha de obedecerIa y contemplarla como loque le equipara como individuo a otros individuosy lo iguala como ciudadano a otros ciudadanos.As, todos los ciudadanos han de obedecerla y na-die puede quedar exento de su cumplimiento (du-ra lex, sed lex). De esa manera todos quedamos su-jetos a ella mediante el reconocimiento tcito deque todos somos iguales y nadie es diferente a losojos de la misma, y por lo mismo a los ojos del po-der, que l es quien ha de velar por su cumplimien-to por el bien de todos. La estabilidad queda asegu-rada en la medida en que nadie, por nacer en altacuna, por pertenecer a una tribu asentada muchoantes que la sociedad mayoritaria o simplementeporque su labor civil es vital para el funcionamien-to de la nacin tiene ms privilegios que los reco-nocidos por ese poder, de absoluta imparcialidad

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    en lo concerniente a la defensa de un principio quesubyace a todas sus acciones: el principio de laigualdad. Todo individuo es importante a los ojosdel poder por la dimensin de ciudadana que que-da adscrita a l, considerada como un derecho am-pliamente ventajoso: un ciudadano no es superior aotro por encima de la ley, porque la ley iguala a to-dos superando todo tipo de diferencias. Las dife-rencias se disuelven en torno a una igualdad sus-tantiva. Por lo tanto, el reconocimiento de esasdiferencias no puede trascender ms all de unasimple constatacin por parte del poder" de quetalo cual individuo, en tal calidad, es diferente aotro individuo. Un planteamiento jurdico que re-gulara las diferencias, hacindolas visibles yaprobando privilegios en virtud de las mismas se-ra no slo contraproducente para la estabilidadinterna de una nacin, sino altamente injusta,porque atentara contra el principio soberano dela igualdad. No hay ninguna derivacin legal,pues la ley slo contempla a los individuos encuanto ciudadanos: lo que cada uno haga en elplano de su vida ntima o pblica como indivi-duo, mientras no tergiverse la validez de la ley, noes relevante para el buen funcionamiento de la so-ciedad. Ni costumbres particulares, ni tradicionesancestral es ni prcticas religiosas son adoptadasoficialmente por el poder, puesto que ste, limitadoen su actuacin por el principio de igualdad, reco-noce todas ellas si bien slo acepta solamente una,de cuyos principios se hace principal depositario: lareligin civil, que "es el mismo credo del Estado,crucial para su reproduccin y su estabilidad futu-ra. La religin civil consiste en todo el conjunto dedoctrinas polticas (o costumbres particulares), na-rraciones histricas, figuras ejemplares, celebracio-nes (o tradiciones ancestral es) y rituales conmemo-rativos (o prcticas religiosas) mediante los cualesel Estado se inculcas en las mentes de sus miem-bros, en particular en las de los ms jvenes o dems reciente incorporacin't'' Y en otro lugar, "lamayora de las religiones civiles se comprometecon una religiosidad muy flexible, vaga y poco ela-borada, que consiste en narraciones y fiestas antesque en un conjunto de creencias claras y firmes"."

    En conclusin, la primera ley de las XII Ta-blas podra muy bien ser una perfecta formulacinjurdica del principio de igualdad, bajo el cual se

    reconocen las diferencias particulares de todoslos hombres y mujeres entre s, pero se conside-ran sin embargo como accidentales y por lo tantocontingentes, mientras que un fundamento, un sus-trato esencial comn a todos los hombres en su ca-lidad de ciudadanos es lo que pudiendo alterarse,no debe hacerse por el bien de la estabilidad, a sa-ber, el hecho de que todos los hombres tienen elmismo estatuto moral. A partir del mismo, todohombre y toda mujer tienen derecho a concretarloen cdigos de comportamiento concretos, cuyo de-sarrollo, corregibilidad y mantenimiento competenica y exclusivamente a su dimensin individual,frente a una dimensin ciudadana, cuya protecciny observancia corre a cargo de modo unilateral porel estado o la figura a la que le corresponde en unmomento dado la tenencia y ejercicio del poder.Esto podra invitar a pensar que un ciudadanoqueda desprotegido frente a las acciones de otrosciudadanos, dado que la proteccin de los mismoscorre a cargo de las instituciones encargadas delejercicio de la administracin poltica, social yeconmica. Sin embargo, en la teora poltica cl-sica el Estado est conformado, desde Hobbes,Locke, Hume, la Ilustracin francesa y alemanahasta nuestros das por el consentimiento de las ma-sas populares, o dicho de un modo menos retricoy rimbombante, por la ciudadana. As, la relacinde proteccin establecida es unilateral en la medidaen que el poder lo fundamentan los ciudadanos.

    Por lo tanto, cualquier manifestacin concretade una cultura no puede tergiversar los principiosde la religin civil. As, las asociaciones histricasespecficas y las formas culturales concretas sonrespetadas qua manifestaciones concretas de esoscomportamientos, pero tal respeto corre paralelo ala misma condicin de tales manifestaciones, asaber, que se trata de un respeto derivado de laimparcialidad del poder, por lo que conceder unaimportancia secundaria a tales diferencias dadoque existe una unidad moral de la especie humanaque se deriva precisamente de ese mismo principiode igualdad del cual hablbamos. Las diferenciasparticulares y las diferencias de grupo son acciden-tales, dado que todos somos iguales (principio deigualdad) y todos nos arraigamos en una mismacondicin sustantiva que trasciende cualquier con-crecin de la misma (principio universalista).

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    Tales concreciones no son ni mejores ni peo-res, dado que se reconoce oficialmente que el serhumano es imperfecto por naturaleza, si bien ca-da vez ms, con el paso del tiempo y el aprendi-zaje de la historia puede alcanzar una mayor su-tileza en sus comportamientos, un grado mayorde perfeccionamiento y una increble depuracinen cuanto al ejercicio del poder, para que ste seacada vez ms respetuoso con esos tres principiosarriba mencionados, hasta tal punto que sea dif-cil distinguirlo de los mismos (libertad-indivi-dualismo, igualdad, fraternidad-solidaridad).As, las instituciones, entre ellas la que ejerza elpoder y todos sus subalternos pueden mejorarse,tanto en su formulacin terica como en su plas-macin prctica (principio meliorista).

    En resumen, cuatro son los principios del li-beralismo en su visin del hombre y la sociedadmoderna a la que pertenece, a saber:

    "Es individualista en cuanto que afirma la primacamoralde la persona frente a exigencias de cualquiercolectividadsocial; es igualitaria porque confiere atodoslos hombres el mismo estatus [sic} moral y nie-gala aplicabilidad, dentro de un orden poltico o le-gal,de diferencias en el valor moral entre los sereshumanos;es universalista, ya que afirma la unidadmoralde la especie humana y concede una importan-ciasecundariaa las asociaciones histricas especfi-casy a las formas culturales; y es meliorista, por sucreenciaen la corregibilidad y las posibilidades demejoramiento de cualquier institucin social yacuerdopoltico. Es esta concepcin del hombre y lasociedadla que da al liberalismo una identidad defi-nidaquetrasciende su vasta variedad interna y com-plejidad.Sin duda, esta concepcin liberal tienefuentesdistintas, e incluso contrapuestas, en la culturaeuropea,y se hamaterializado en diversas formas hist-ricasconcretas.Debe algo al estoicismo y al cristianis-mo,seha inspiradoen el escepticismo y en una certezafidestade revelacindivina, y ha exaltado el poder delaraznauncuando, en otros contextos, haya buscadoapagarlasexigenciasde la misma'tf

    Cualquier persona criada y educada bajo latutela de un rgimen democrtico estara deacuerdocon la prctica totalidad de las pretensio-nesdel liberalismo suponiendo que ste tuviera,a diferenciade lo que dice Gray, una identidaddefinidafrente a la variedad reinante en su seno,

    algo que afecta por otro lado a cualquier tradi-cin intelectual. Supognamos que se trata de unateora liberal de ndole clsico: mi libertad deconciencia se respeta (principio individualista),soy igual a todos los ciudadanos en tanto que in-dividuo que participa de la ciudadana (principiode igualdad) y creo que todos deberan vivir delmismo modo que vivo yo, pues gozo de unas li-bertades que en otros lugares su simple mencinse convierte en delito (principio universalista), odicho de otro modo y con garantas, lo bueno pa-ra m debe ser bueno para todos. Por otro lado,considero que el ser humano se equivoca y tieneel sagrado derecho a hacerlo: de los errores y ma-las interpretaciones puede aprenderse, creo en laeficacia del poder a la hora de ejercitar sus fun-ciones siempre y cuando asuma que las mismashan de ser revisadas y la figura al cargo de lasmismas debe mantener siempre una puerta abier-ta al cambio en propio provecho de cara a alcan-zar un mayor afinamiento (principio meliorista),y a la larga, un mayor contento por parte de quie-nes lo legitiman (ciudadanos), lo aprueban (con-sentimiento) y lo mantienen (el descontento decara al mantenimiento puede convertirse en undescontento civil, que va desde el castigo en lasurnas hasta la desobediencia civil y en casos ex-tremos, a la rebelin popular). Nadie en su sanojuicio y sin pararse a reflexionar vera ningnproblema en estos principios reguladores del li-beralismo, salvo alguien que no hubiera sidocriado en ese rgimen democrtico y creyera fir-memente, como de hecho hace quien se declaraabiertamente liberal y democrtico, que lasprcticas de su gobierno son las que deben pre-valecer por encima del resto, enfrentndoseabiertamente con ese pretendido universalismo.y es aqu cuando nacen los problemas: debehacer un liberal todo lo posible por mantener lascondiciones que permiten la permanencia y es-tabilidad del rgimen al que se adscribe? Y sidebe hacerlo, por qu no iba a hacer lo mismouna persona cuyo arraigo poltico pasa por serdeclaradamente antiliberal? Amparndonos enel principio individualista, debemos tolerarprcticas iliberales? De repente tres principiosmorales salen a la palestra: autonoma, toleranciay libertad. En el caso de que un liberal no tolere

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    detrimento de otros o por el contrario estamos re-conociendo sus diferencias y sus necesidades co-mo grupo distinto al mayoritario, y de ese modoincluyndoles en la sociedad como diferentes,pero paradjicamente como iguales? Basndo-nos en la pretendida libertad de conciencia del li-beralismo, qu ocurre con aquellas personasque no confan en la posibilidad de correccin delas instituciones, dado que piensan que tal co-rreccin es imposible en la medida en que sonperfectas por su carcter trascendente? Cmoincluir a grupos que no reconocen ninguna auto-ridad de la ciudadana en el grueso precisamentede la misma, sin que las exenciones sean excesi-vamente perjudiciales para el grueso de la socie-dad y sin que se incurra en una peligrosa inesta-biIidad estructural?

    De momento, vemos que los principios re-guladores del liberalismo han de ser los primerosen ser regulados.

    SEBASTIN PRADIER

    (uso el verbo en su versin de permitir) tales prc-ticas tras una revisin moral y en referencia a losderechos civiles (considerados una explicitacinde lo que es intrnseco a todo individuo), su inter-vencin se justificar en el principio universalista,pero atentar a todas luces contra la libertad deconciencia o el individualismo caracterstico desociedades liberales: estamos legitimados a in-terferir por muy liberales y buenas intencionesque tengamos para llevar a cabo prcticas ilibe-rales en favor, precisamente, de un proceso deliberalizacin? En qu medida hemos de tole-rar a los intolerantes, o dicho de otro modo, enqu medida hemos de permitir prcticas ilibera-les las personas que nos declaramos concienzu-damente liberales?

    Toda la batera de preguntas anterior es unamuestra de los problemas que pueden surgir alconsiderar los principios liberales inamovibles,eternos e inmutables por lo tanto. Otro proble-ma derivado sera el problema de las minoras:basndonos en el principio de igualdad, debe-mos otorgar derechos en funcin de grupo a co-lectividades minoritarias? Pongamos por casoque a una minora nacional se le concede el de-recho de auto gobierno, reconocido en el dere-cho internacional.? y que el Estado recin naci-do constituya una seria amenaza para la vida ylas costumbres de sus propios habitantes o deminoras nacionales afincadas en l: ha de in-tervenir la comunidad internacional en nombrede la libertad de conciencia o ha de respetar sucompromiso histrico de reconocimiento de losderechos de autogobierno? Debe limitarse aobservar, a rogar encarecidamente una mayorliberalizacin, a criticar desde el exterior o in-cluso a intervenir mediante el uso de la fuerza?En caso de que una minora nacional sea antili-beral y consecuentemente infrinja serias res-tricciones internas a los miembros de la mismacomunidad, han de ser sus derechos en fun-cin de grupo reconocidos y ayudados por lasociedad mayoritaria o debe dejarse a su aire?loDebe permitir, en nombre de la libertad deconciencia y de los derechos en funcin degrupo, tales prcticas? En caso de permitirlas,est legitimado a criticarlas? Y en el caso dehacerla, estamos favoreciendo a un grupo en

    1. La importancia en la formacin de lapersona del lugar existencial originario

    1. Mi lugar existencial es aqul en el que dacomienzo mi andadura, en el que mis desvelos einquietudes adquieren una forma relativamentedefinida a la porosidad propia de la personalidad,que no viene dada ni fijada de antemano: se con-forma y estructura en un hacerse y deshacersepropio de la vida y la experiencia: dichosa e ine-ludiblemente. Se conforma como un esencial ele-mento estructural de la existencia.

    II. El lugar es adems de existencial pri-mero en origen (originario), pero no determi-nante en su sentido de necesidad. Diramos quesomos muchas cosas, entre ellas, costarricense.y sa de hecho es la primera manera de presen-tarme en sociedad: anunciar el lugar del quesoy, sea explcitamente (reconociendo mi po-blacin de origen) o tcitamente, es decir, de-mostrndolo en mi lengua con sus usos particu-lares, puesto que el castellano de Costa Rica noes exactamente el mismo castellano que el usa-do en Venezuela o en Espaa, de la misma ma-nera que no es el mismo acento el que se tieneen las comunidades de Aragn o de Asturias;

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    tambinse demuestran en silencio ciertos detallesdela identidad nacional de uno a travs de varia-blesno lingsticas, pero igualmente codificadasennormasde comportamiento, de vestimenta, ali-menticiaso de protocolo. Es la primera forma depresentarmeen una sociedad que no es la ma, unmodocomo otro de iniciar relaciones interperso-nalesa partir de la conversacin en torno a miscostumbres,al tiempo que hace all, a si mi padreomimadre viajaron hace aos al pas extranjeroenelque me hallo, a lo mucho que me gusta Mo-zambiquepor los libros que he ledo o a lo indig-nadoqueme siento ante la precariedad de la situa-cineconmica. Pero no slo frente a personasquenoparticipan de mi nacionalidad.

    111. Mi pertenencia a un lugar es una pro-piedadadquirida de manera accidental: nadie na-cepordestino en Sevilla o en Nicoya, en EspaaoCostaRica. Sin embargo, de la relativa arbi-trariedadde mi lugar de nacimiento o de la cul-turaen la que yo me desenvuelvo no debe infe-rirseque esa pertenencia cultural adquirida, yenesamedida accidental, no se convierta en al-gonecesario para la forja de mi propia identi-dad:la definir por rechazo (no me siento espa-ol,sino ciudadano del mundo o habitante delasestrellas), la definir por apego (nac enCostaRica y me siento muy costarricense, megustanlas costumbres de mi pas al tiempo quesusgentes con quienes me siento identificadoenplenitud), la definir por indiferencia (me daigualser espaol o costarricense, porque po-drahaber nacido en un sitio cualquiera). Re-chace,asuma o ignore aquella parte de mi iden-tidad,no podr dejar de referirme a ese lugarenel que muchos de mis hbitos, costumbres,gustosy no poca parte de mi carcter se ha de-sarrollado.Uno aprende las costumbres, las se-asde identidad de la comunidad, de la ciuda-dana,del Estado, de las instituciones o de laausenciade todo ello, pero siempre y por muybsicaque sea, siempre permanece una seaimborrableen nuestra identidad: podramosIlamarlapertenencia cultural.

    IV. Es bien cierto que hay un sinnmerodepersonascuyas vidas se han desarrollado en

    muchos lugares distintos, pero soy reacio a creerque nadie sea poseedor de un lugar existencialcomn a otras personas. Deca Unamuno que unoes de donde ha estudiado el bachillerato. De he-cho, se podra alegar que por pertenecer a tribustradicionalmente nmadas, tal lugar no slo notiene por qu darse, sino que de hecho no se da.Al contrario, la tesis que manejo es que todas laspersonas contemplan en su propia formacin co-mo individuos una dimensin referida a un lugarexistencial: aun en el caso de las tribus o gruposnmadas (como ejemplo ms cercano al tiempoque ejemplar, los gitanos), ya sea por distintivosraciales o meramente culturales, uno siempre ad-quiere las primeras formas de la identidad en unsuelo ms o menos definido!' y bajo la influenciade los dolos de los que ya hablara Bacon. La rela-cin con esos dolos se desarrolla como hemosvisto por relacin de rechazo, indiferencia o ape-go, adems de por los grados intermedios en cuan-to a la emocin frente a los mismos. Uno va cons-truyendo sus propios dolos, sus propias creenciasy juicios en torno al lugar en el que vive sin tener,insisto, la posibilidad de rechazarlos al ciento porciento y por as decir inculturizarse de modo abso-luto para crear una suerte de propio destino o unnuevo gabinete mental. Estamos condenados allu-gar de nacimiento, que a estas alturas podemosafirmar que no ha de referirse por necesidad a unterritorio, sino que se refiere ms bien a unascostumbres o a unas tradiciones o a unas prcti-cas comunes, religiosas, con sus correspondien-tes tabes y castigos, fetiches y en general cual-quier tipo de actividad relacionado con lo humanoen cuanto a su dimensin social, creativa y acasocabra decir interpretativa. Ms clara y general-mente: no hablaremos nicamente de territoriali-dad (sin duda, componente esencial de algunasformas de identidad nacional), sino que ese lugarse referir asimismo a todo sistema de creencias,costumbres y tradiciones heredadas que corres-ponden con cada intersubjetividad concreta, de l-mites ms o menos definidos, que facilitan la com-prensin, opciones de significatividad y un gradomayor de distincin entre dilogo pblico y priva-do entre los miembros de ese lugar existencial,que ha pasado a ser comn? Tomando un textocitado por Kymlicka en relacin a la identificacin

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    nacional como primer sustrato en la formacin yreconocimiento de la persona, diremos que "laidentificacin es ms segura, menos susceptiblede ser amenazada, si sta no depende de la reali-zacin de la persona. Aunque sta juega su pa-pel en la percepcin que la gente tiene de supropia identidad parecera que, al nivel msfundamental, el sentido de nuestra propia iden-tidad depende de criterios de pertenencia msque de criterios de realizacin. La identifica-cin segura a este nivel es especialmente im-portante para el bienestar personal" .12

    Preguntarse por los vnculos mediante loscuales se arraiga cualquier persona a un lugarexistencial comn a otras personas es preguntar-se por su cultura y por su lengua, preguntarse porel respeto que se le tiene en tanto que miembrode talo cual comunidad, de talo cual grupo, detal o cual confesin. Es asimismo constatar quetoda cultura es valiosa al menos en la medida enque toda persona se vincula inexorablemente auna cultura y una lengua particulares.

    V. Se impone inevitablemente hablar decultura de un modo operacional negativo, a saber,a qu no nos vamos a referir cuando hablemos decultura: la razn estriba en el hecho de que "'cul-tura' alude a las distintas costumbres, perspecti-vas o ethos de un grupo o una asociacin; porejemplo, cuando se habla de una 'cultura gay' oincluso de una 'cultura burocrtica'. ste es, qui-zs, el significado ms preciso de 'una cultura'.En el otro extremo, empleando 'cultura' en unsentido ms amplio y comprehensivo, podemosdecir que todas las democracias occidentalescomparten una 'cultura' comn, en el sentido deque todas ellas comparten una civilizacin mo-derna, urbana, secular e industrial izada, en con-traste con el mundo feudal, agrcola y teocrti-co de nuestros ancestros't.!" Cultura suele aludira estilos de vida, costumbres particulares (por loque las costumbres pueden ser de pueblos ente-ros o de asociaciones humanas concretas) o a laherencia social que una generacin hereda deotra mediante un vnculo intergeneracional, conansias de acrecentar el mismo tesoro de signosy smbolos, creencias y valoraciones, prcticasy rituales, conocimientos y revelaciones. De ah

    que Kymlicka se apoye en la equivalencia depueblo, nacin y cultura, que sera por tanto"una comunidad intergeneracional, ms o menoscompleta institucionalmente, que ocupa un terri-torio o una patria determinada y comparte un len-guaje y una historia especficas". 15 La clave paraesta equivalencia es el manejo que hace Kymlic-ka del trmino cultura como intercambiable porpueblo, nacin e incluso etnia.

    VI. Todo individuo pertenece a una cultura,a un pueblo o a una nacin y bajo la perspectivade Kymlicka tal nacin, pueblo o cultura estardotada de una tradicin heredada (aspecto inter-generacional), con unas instituciones que la con-forman estructural mente y que adquieren mayorcomplejidad cuanto ms amplia es esa cultura ocuanto ms se ha difundido (a esto correspondeel proceso de moderniraciny? y que goza de unespacio o patria determinada (aspecto territorial).Como hemos dicho, siempre habr margen paraque esa persona no se sienta a gusto en tal comu-nidad: puede ser que la realizacin de su vida nocontemple una explotacin de su identidad nacio-nal, es decir, de la referencialidad inequvoca quese hace de l por parte de los otros a un pueblo ypretenda por ello ser un ciudadano del mundoacogiendo entusisticamente!? todo aquello quepueda inculturizarle, es decir, destruir lo que hayen l de su cultura hasta convertir su mente enuna especie de "gabinete vaco" (Locke) dispues-to a recoger toda la informacin posible que leidentifique a l no como relativo en primer mo-mento a una cultura societal, a alguna nacin, si-no antes bien como l mismo en tanto que l sehace a s mismo de modo absoluto. Exagero in-tencionadamente el concepto del ciudadano delmundo en la medida en que provoca cierta risa eldesesperado intento de un espaol, por ejemplo,al desespaolizarse: tiene sobre s no slo el pe-so de todos los dolos baconianos, sino adems elpeso de unos dos mil quinientos aos de historia,fragua de costumbres, eliminacin y superacinde las mismas, adems de retrovolucin y as enlo sucesivo. La pertenencia cultural no tiene porqu incurrir en la identificacin por parte de losotros de una personalidad con un clich o tpicointernacional mente aceptado (en Espaa los

  • LOS CUATRO PRINCIPIOS DEL LIBERALISMO lOS

    hombres somos toreros y las mujeres fabricantesde paella), o con unas tendencias polticas deter-minadas (ni todo espaol es franquista, ni todofranquista es espaol). Puede y en mi opinin hade ser un simple dato de la persona, ms o menosindicativo en cuanto a lenguaje y a ciertos cdi-gos de comportamiento, costumbres propias desu cultura (la famosa cultura del vino espaola),mientras que la identidad personal ha de trascen-der y de hecho trasciende ms all de una identi-dad nacional. O no: sa es la ventaja de un plan-teamiento liberal en filosofa, la no obligacin derevisar los principios morales, polticos, naciona-les y en conclusin definitorios contra los que pa-recen luchar los entusiastas de la inculturacin.l''

    Notas

    l. W. Kymlicka, Ciudadana multicultural ... , pp.87-89.

    2. Por ver otro aspecto de lo mismo, en uno de sustrabajos el profesor Enrique Bonete realiza bri-llantemente una sntesis de la crtica que haceNorberto Bobbio al sistema democrtico en suobra El futuro de la democracia. Cito el siguien-te fragmento de Bonete: 'l..],hoy nos encontra-mos con una creciente apata poltica, con unacultura de sbditos entre los votantes, con unatendencia al c1ientelismo poltico, a la disminu-cin del voto de opinin. Una cultura participan-te y unos electores comprometidos o 'correspon-sables' en conciencia, como prometa la teoraclsica, est desapareciendo de las democraciasactuales". E. Bonete Perales, "Es posible recu-perar la base moral de la democracia?", p. 22.

    3. Tomado de J. Gray, Liberalismo, p. 20. Comodice el autor, es de suponer que la Ley de las XIITablas es una traduccin latina ms o menos fielde las griegas originales elaboradas por e! grie-go Soln.

    4. Por poder entiendo aqu todas aquellas reflexio-nes, estrategias y acciones referidas siempre a lalaborde un gobierno que ocupe los puestos ejecu-tivosde un Estado.

    5. Etimolgicamente, in-culear hace referencia a"introducir algo a presin", frente a educar, quesignifica "extraer lo que uno lleva dentro".

    6. M.Walzer. Tratado sobre la tolerancia, p. 88. Losparntesis en cursiva son mos.

    7. lbidem, 89.

    8. J. Gray, Liberalismo, pp. 10-11. En esos contextos,se ha antepuesto lo razonable frente a lo racional:un caso sugerido por la compaera sentimental dequien suscribe estas palabras es el siguiente: des-de su punto de vista, Sneca fue un estoico guia-do por un estricto sentido de la razn hasta el dade su muerte, en el que recomendado por ernque se suicidara, ste accedi asumiendo algo quela Razn Universal (de la que todos los hombresparticipan: razn seminal) le revelaba como ine-vitable. Frente a una apasionada defensa de su vi-da, lo asumi como una prueba de las temiblesmoiras (tropos, Lquesis y Clot), las tejedorasdel destino, y guiado por una razn racional seabri las venas. Frente a ello, hay una conductano racional (y por lo tanto no estoica), pero s ra-zonable, a saber, la que le llev a conspirar contraern, que si bien hubiera podido acceder a pen-

    sar que ese emperador y sus actos eran otra prue-ba del destino, no obstante algo le dijo que algosin embargo estaba podrido en Dinamarca. Haycontextos en los que la razn ha de guiar a loshombres, mientras que hay otros en los que unarazn razonable ha de imponerse frente a esa otrarazn que parece venir determinada por la frial-dad emocional (tan estoica, por otra parte).

    9. "Segn la Carta de Naciones Unidas, 'todos lospueblos tienen el derecho a la autodetermina-cin'''. Cf. W. Kymlicka, Ciudadana multicultu-ral..., p. 47.

    10. Ibidem, p. 214. Es la postura de Chandran Kukat-has, recogida por Kymlicka y que vendra a resu-mirse de la siguiente manera: como sociedadescompuestas por miembros tolerantes, entendidala tolerancia como una virtud incuestionable delas repblicas liberales, debemos permitir queuna cultura antiliberal se las entienda consigomisma, de la misma manera que hemos de enten-der todo tipo de re tricciones internas que permi-tan, a su vez, su mantenimiento (no de su desarro-llo, dado que tales culturas suelen caer siemprebajo la lacra del inmovilismo y de la fijacin per-manente de ciertos valores que son los que guany regulan no slo los principios motores de tal so-ciedad, entendidos como su cosmologa particu-lar, sino incluso la misma identidad nacional). Elcobro por parte de tal sociedad minoritaria, quedesde el punto de vista de Kymlicka slo podracorresponderse con la forma de una minora na-cional, es la no interferencia de la sociedad mayo-ritaria en el seno de sus creencias y costumbres(se permiten las restricciones internas) del mismomodo que el pago es la negacin de cualquier

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    ayuda referida a infraestructuras para el manteni-miento de tal cultura (se prohiben proteccionesexternas). Una reformulacin completa del "vivey deja vivir". Creo, adems de Kymlicka, que lacrtica no slo radica en la ausencia de proteccio-nes externas por parte de la sociedad mayoritariao en el hecho de que se permiten restricciones in-ternas, dado que a tal crtica puede unirse el he-cho de que una minora nacional que lleve a caboprcticas antiliberales en el seno de una sociedadmayoritaria, liberal por lo dems, est condenadaa la extincin. Tal cosa se debe a tres motivos: elprimero de ellos, el inmenso poder de los mediosde comunicacin para criticar y condenar talesprcticas en nombre de los principios liberales,con la consiguiente mella en la conciencia de mu-chos miembros de tales minoras nacionales (des-de mi punto de vista, sobre todo en el grueso dela juventud), que ven los modos de vida en su te-rritorio y en el de la sociedad mayoritaria e inevi-tablemente realizaran las consiguientes y dainascomparaciones; en segundo lugar, la posibilidadde la sociedad mayoritaria de, si bien no interfe-rir, s mostrar a ese mismo grupo de disidentes laposibilidad de realizar campaa pacfica contraesa minora y las prcticas de la misma desde lasociedad mayoritaria (conozco un caso particularde ello mismo: muchos estudiantes del Pas Vas-co desean por todos los medios irse a estudiar aciudades de gran tradicin cosmopolita o de re-cepcin de estudiantes como Madrid, Barcelona,Zaragoza o Salamanca precisamente para poderexpresar con libertad sus ideas, sin sufrir las irasde grupos estudiantiles radicales que pretendenderechos de autogobierno mediante el uso indis-criminado de la fuerza. Hay en Salamanca nume-rosos ejemplos de ello.

    11. Los nmadas suelen ser nmadas en amplios es-pacios que sin embargo no suelen cambiar con eltiempo de ubicacin. As, por ejemplo, las tribusbeduinas de la pennsula arbiga o del desiertodel Shara.

    12. Es posible distanciarse de ese sistema de creen-cias, costumbres y tradiciones heredadas? Encuanto a la polmica de la posibilidad o no del dis-tanciamiento, cf. W. Kymlicka, Ciudadana multi-cultural..., p. 131. Tomando parte en la polmicacreo que la posibilidad de distanciarse no ha demedirse en valores absolutos, es decir: no es unpuede o no puede hacerse, sino que antes bien res-ponde a una cuestin de grado, haciendo inclusoreferencia a una escala de valores y al nivel de en-raizamiento de los mismos. Puedo as distinguir

    entre tres niveles a partir de cuyo mayor o me-nor discernimiento mutuo la posibilidad del dis-tanciamiento ser ms o menos factible. Dichode otro modo, la posibilidad de distanciamientoadquirir un grado mayor en aquellos regmenesen los que los tres niveles adquieran un mayorgrado de distincin. Mi distincin es la siguien-te: l. Hay un nivel referido a un monlogo inter-no salpicado en todas sus partes de ese sistema decreencias al que aluda, pero pudiendo abstraersecasi en su totalidad del mismo y cabiendo la po-sibilidad de enfrentarnos desde cierta objetividad.2. Hay un dilogo externo, el mismo que se hablay se forja en las calles, lugares de reunin, en lasasambleas y en el parlamento, en las asociacionesde vecinos, familias, fruteras, museos, institucio-nes, es decir, un dilogo que se ejerce en la ciu-dad entendida sta en su dimensin de foro, don-de se da la produccin de nuevas convicciones ojuicios, opiniones, pareceres, remodelaciones decreencias y de leyes, donde se refrenan y se dese-chan todas esas cosas y algunas ms siempre apartir de las relaciones de los ciudadanos/indivi-duos en plena interactuacin entre s; en ese forointerviene tambin la propia reflexin, ese primernivel en el que los ciudadanos establecen un di-logo consigo mismos, que en un rgimen liberalse permite cuanto mnimo expresario en forma deopiniones, creencias y pareceres, adquiriendo sucarcter ms claro en la frmula libertad de ex-presin y pensamiento. 3. Distingo adems lasformas de manifestacin pblica de esos dilo-gos internos y externos en los medios de comu-nicacin, mediante formas codificadas y diver-sas como son el activismo poltico, los boletinesoficiales, etc. Ahora bien, en el caso de regme-nes antiliberales, que no permiten una crtica nisiquiera propia e intransferible y paradjicamen-te ineludible, en ese caso el monlogo interno(intimidad de la persona), externo (vida pblicadel individuo/ciudadano) y los medios de snte-sis suprapersonales (medios de comunicacin)acaban por ser un mismo discurso y por lo tantoun monlogo estatal, al que de hecho hace refe-rencia Hannah Arendt o Durkheim en sus obras.En tales regmenes lo verdaderamente importan-te es controlar todos los resortes sociales deinestabilidad precisamente para que stos nodestruyan la misma institucin que, de hecho,han legitimado (por ejemplo, el caso de revolu-ciones sociales que propiciaron el ascenso de unpartido tcticamente stalinista al poder). De ahque resulte esencial construir un solo discurso,

  • LOS CUATRO PRINCIPIOS DEL LIBERALISMO

    del que todos participen y todos acaben depen-diendo por su propio bienestar. en la medida enque tal bienestar provee de una sola opcin designificatividad que por ende da sentido a la vidade los ciudadanoslindividuos. Dos ejemplos ficti-cios de esa imposibilidad de discernimiento delos tres niveles y por lo tanto. dos ejemplos de im-posibilidad de distanciamiento del sistema decreencias: Fahrenheit 451, en la que la nica for-ma de significatividad ofrecida es la diversin enestado puro. la velocidad. trabas. en definitiva.para la mera contemplacin. Para los personajesde la obra resulta del todo imposible el distancia-miento del sistema. porque ellos mismos son sis-tema al ciento por ciento. Pero sin embargo siguehabiendo un margen de actuacin individual. si-gue habiendo un movimiento de rebelda. deso-rientado. perdido. pero activo y al que pertenece-r el atormentado Guy Montag; en la ficcin 1984de George Orwell, un Estado central todopodero-so. el Gran Hermano. vigila no slo lo que podra-mos llamar el dilogo externo de los ciudadanos.todos ellos camaradas y por lo tanto miembros delpartido. sino que consigue el control mental me-diante la instalacin de telepantallas en las casas delos mismos ciudadanos. aparato encargado de re-coger mediante la observacin en el mbito priva-do todos aquellos distintivos que sugieran. de al-guna manera. algn componente de libertad (esdecir. una incursin en el mbito ntimo siguien-do la distincin de Javier Etxebarra: lo ntimo esel crneo; lo privado son mis cosas externas. Pe-ro siempre hay un disidente. Dedicar en pargra-fos ulteriores una reflexin en torno a los proble-mas que ocasionan posturas fundamentalistas (to-mando como base el texto de S. Giner, "Verdad.tolerancia y virtud republicana") as como al di-senso de las minoras nacionales y grupos de in-migrantes (Cf. E. Garzn Valds, "Acerca de lalegitimidad democrtica y el papel de las mino-ras"). Una visin de la coincidencia e imposibi-lidad de discernimiento de los tres niveles anali-zados se encuentra en J. A. Ramos Pascua. "Fun-cin del Derecho y moralidad". donde se analizael problema que surge de una celosa convergenciaentre el Derecho y la moral: "Una convergenciaque conduzca a la imposicin jurdica de la vir-tud. a la persecucin jurdica del pecado o de lainmoralidad inocua respecto al mantenimientodel orden social pacfico.").

    13. A. Margalit y J. Raz, "National Self-Determina-tion", citado por W. Kyrnlicka, Ciudadana multi-cultural.... p. 129.

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    14. W. Kymlicka, op. cit . p. 35.15. lbidem, pgina 36. Ms adelante. en concreto en

    la pgina 112. restringir el trmino 'cultura' alhablar de culturas societales, que constituyen lafuente de informacin acerca de qu aspectos ycules no son importantes para la significacin dela vida. abarcando de ese modo un amplio "aba-nico de actividades humanas". Asimismo se con-templa una dimensin territorial y un mismo pa-trimonio lingstico. A este uso metodolgico dela palabra cultura he de hacer dos comentarios: enprimer lugar. hay culturas societales que si biencumplen con dos de los requisitos. no cumplencon la tenencia de un territorio: poseen un mismopatrimonio lingstico y cdigos axiolgicos. sig-nificativos y concretos. pero no poseen un territo-rio determinado. delimitado por fronteras pese aque stas sean ms o menos difusas. Aqu habra-mos de hablar de patria determinada en lugar deocupacin de un territorio. Tal carencia de fronte-ras suele venir determinada por sus costumbresnmadas: as por ejemplo ocurre con los gitanos.que comparten formas de significacin concretasy una misma lengua (el llamado cal). pero sinembargo los hay en lugares tan dispares como laIndia. Rusia. Rurnana, Hungra. Alemania. Fran-cia. Espaa o Gran Bretaa. abarcando como ve-mos gran parte de Europa y de Asia. Podra decir-se que tales particularidades de los gitanos y otrasculturas. que no gozan de territorio. contemplansin embargo un componente patritico como siste fuera. en efecto. algo etreo. identificativoms all de un simple lugar fsico. Kymlicka ha-ce una distincin esencial para entender el hechode que el territorio. pese a dar forma. no es con-dicin sine qua non para que un grupo sea deter-minado como nacin. cultura o pueblo: as. es ne-cesario distinguir entre identidad nacional (senti-do de pertenencia a un grupo tnico o nacional. almargen de territorios) y patriotismo (lealtad a unEstado o a unas instituciones. que puede igual-mente darse sin instituciones); el segundo comen-tario es la equivalencia. si llevamos la restriccindefinitoria de cultura societal ofrecida por Kym-licka, entre ese mismo concepto y el de religinen algunas de sus formas. pues de hecho existenreligiones que contemplan una lengua madre (asel judasmo se sirve del hebreo en la medida enque las Sagradas Escrituras estn escritas en he-breo y el Islam del rabe por los mismos motivos.considerndose ambas lenguas sagradas); ademsde compartir normas lingsticas determinadas.aspiran asimismo a la consecucin de un territorio

  • 108 SEBASTIN PRADlER

    determinado y originario (en el caso de los judos,Israel; el caso de los rabes es un tanto ms com-plejo, dado que las formas propias de los distintospueblos que habitan, por ejemplo, la pennsula deArabia Saud, la mayor parte de ellos minoras na-cionales de carcter nmada, suelen aspirar a unmismo territorio, una misma lengua con sus inevi-tables giros lingsticos determinados por el uso yunas costumbres y formas propias que, pese a seridentificables, apenas se disciernen en la actuali-dad de las formas propias de la religin musulma-na, del Islam, que adquiere distintos grados deaceptacin y purismo entre todas ellas); as, los ju-dos aspiran al territorio de Israel, mientras que elpueblo arbigo-musulmn aspira a la conquista detodo el mundo pagano (movidos por la yihad). As,religin y cultura en el Islam, cuanto ms nos apro-ximemos a su centro neurlgico (La Meca y Medi-na), ms difcil resulta distinguirlas.

    16. Ibidem, pginas 112-113.17. A este respecto, Walzer habla no sin cierta iro-

    na de lo que l entiende por un tipo de toleran-cia entusiasta.

    18. El trmino inculturacion se usa con bastantefrecuencia en los crculos misioneros ms libe-rales, en la medida en que un misionero va apredicar la buena nueva de Cristo a medida quecoopera en el desarrollo infraestructural de lospueblos subdesarrollados. Esa cooperacin yesa predicacin obligan al misionero a no inter-ferir en la cultura que lo recibe de modo que s-ta pudiera ser trastocada, de ah que deba lmismo inculturizarse. es decir, olvidar en virtudde sus capacidades todas sus costumbres.

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