Las Independencias Americanas -Libro Altez

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    Las independenciashispanoamericanas:Un debate para siempre

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    Coleccin BicentenarioBucaramanga, 2012

    Las independenciashispanoamericanas:Un debate para siempre

    Rogelio Altez

    (Editor)

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    Universidad Industrial de Santander

    Coleccin BicentenarioN 18:Las independencias hispanoamericanas:

    Un debate para siempre

    Direccin Cultural

    Universidad Industrial de Santander

    Rector UIS: lvaro Gmez Torrado (E)Vicerrector Acadmico: Orlando Pardo MartnezVicerrector Administrativo: Luis Eduardo Becerra (E)Director de Publicaciones: scar Roberto Gmez MolinaDireccin Cultural: Luis lvaro Meja Argello

    Impresin:Divisin de Publicaciones UIS

    Comit Editorial: Armando Martnez GarnicaLuis Alvaro Meja Argello

    Primera Edicin: Julio de 2012

    ISBN:

    Direccin Cultural UISCiudad Universitaria Cra. 27 calle 9.Tel. 6846730 - 6321349 Fax. 6321364Pgina Web: http://[email protected], Colombia

    Impreso en Colombia

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    ContenidoPresentacin

    Agradecimientos

    Rogelio ALTEZ. Un debate para siempre.

    Ivana FRASQUET. Los procesos de independenciaiberoamericanos en los manuales universitarios enEspaa.

    Ins QUINTERO. Las historias patrias: alcances, lmitesy recurrencias.

    Elena PLAZA. Visiones de la Independencia y de laNacin en la historiografa venezolana: Rafael MaraBaralt y Jos Gil Fortoul.

    Manuel CHUST. Reflexiones y revisiones historiogrficas

    en el Bicentenario de la Constitucin de 1812 y sutrascendencia americana.

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    ngel Rafael ALMARZA. La historia detrs delconcepto. Independencia en Venezuela: 1770-1870.

    Armando MARTNEZ GARNICA. Influencia de lossucesos de Caracas en el Nuevo Reino de Granada, 1807-1812.

    Sigfrido VZQUEZ CIENFUEGOS. La comisin deHeredia de 1810: la preocupacin cubana ante el inicio delproceso independentista venezolano.

    Daniel GUTIRREZ ARDILA: Toms Quintero/Thomas Farmer: Un espa de la Repblica de Colombiaen la corte de Fernando VII (1825-1831).

    Vctor PERALTA RUIZ. Las juntas de gobiernohispanoamericanas (1808-1814). Reflexiones en elcontexto del Bicentenario de las Independencias.

    Rogelio ALTEZ. Conflictos regionales y locales acomienzos de la independencia en Venezuela.

    Muy breves noticias de los autores

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    PresentacinLa Historia, se sabe bien, es uno de los modosde la representacin en todas las sociedadeshumanas. Deriva, por ello mismo, de una

    singular interpretacin. Por ello Nietzsche pudo decircontra el positivismo, en la segunda mitad del siglo

    XIX, que no hay hechos, solo interpretaciones. Enestos tiempos conmemorativos del bicentenario de larevolucin hispana, que condujo a las declaraciones deindependencia y a la formacin de nuevas naciones enAmrica, el conflicto de sus interpretaciones se pusoa la orden del da en las academias y en los centrosuniversitarios.

    Pero a diferencia de la conmemoracin centenaria

    de 1910, en la que fue hegemnica la representacinnacionalista, esta vez brill la representacinprofesional de la ciencia de la Historia, bien soportadaen nuevas y mejores fuentes documentales. Fue elresultado de la profesionalizacin del trabajo cientficoque acaeci durante el siglo XX y, en particular, dela profesionalizacin del oficio de historiador en lassociedades iberoamericanas.

    La nueva representacin profesional de lo queaconteci hace dos siglos est subordinada al mtodode crtica de las mejores fuentes disponibles, antes

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    que al sentimiento patritico desbordado. Por ellofacilit el encuentro de historiadores nacidos entodos los pases, a ambos lados del Ocano Atlntico,

    dispuestos a exponer sus interpretaciones con unespritu de amistad y colegiatura. Casi un centenarde estos encuentros se han realizado desde el ao2007 en muchos centros acadmicos y universitarios,propiciando un nuevo vocabulario del anlisishistrico. Palabras nuevas, tales como eclosin juntera,nacin espaola de ambos hemisferios, colegioselectorales, constituciones, revolucin hispana,

    mundo atlntico, declaracin de independencia oguerra civil circularon como moneda corriente enesos encuentros, restando valor de intercambio aotras palabras que haban predominado durante laconmemoracin sesquicentenaria de 1960.

    Fruto de esa amistad entre historiadoresprofesionales es este nuevo volumen de nuestraColeccin Bicentenario, preparado por un amigo de

    esta casa de estudios, don Rogelio Altez. Se tratade textos originalmente ledos ante la AcademiaNacional de la Historia y ante la UniversidadCentral de Venezuela, posteriormente revisados ycompletados por sus autores, y finalmente puestos apunto en Sevilla por el editor invitado.

    Me complace entonces invitar a los lectores

    ilustrados de Colombia y Venezuela, como a losdel mundo iberoamericano, a disfrutar la lecturade este esfuerzo colectivo, muestra de los caminoshacia la construccin fraterna del saber quepermiten las disciplinas cientficas. En lugar de losnacionalismos diferenciadores, las representacionesde la Historia profesional permiten la integracin delas comunidades cientficas, allende los mares y lasfronteras terrestres.

    lvaro Gmez TorradoRector (E)

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    Este libro debe su existencia al bicentenariodel 5 de julio de 1811 que fue conmemoradoen Venezuela. Por fortuna, la deudano es oficial, sino acadmica. Todo comenz conun aprovechamiento afortunado de la AcademiaNacional de la Historia (ANH), pues con motivo dehaberse llevado a cabo all el Seminario InternacionalLos procesos de Independencia en Hispanoamrica yel Taller de actualizacin historiogrfica Nuevasmiradas sobre la Independencia de Venezuela(entre abrily julio de 2011), dispuse en paralelo un foro en laUniversidad Central de Venezuela (UCV) con susmismos invitados internacionales. Claro, esto fueposible gracias a la complicidad de Ins Quintero, porentonces vice-directora secretaria de la Academia, ya la solidaridad y amplia disposicin de los propiosinvitados, que accedieron gustosos a mi propuesta.

    As, gracias a la generosidad de la ANH y a laanuencia de su director en ese momento, ElasPino Iturrieta, cada vez que llegaba a Caracas uninvitado internacional, se presentaba tambin en la

    universidad. Dueos del mayor espritu universitario,y por ello abiertos a esta participacin, los invitadosfueron los siguientes: Armando Martnez Garnica,

    Agradecimientos

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    de la Universidad Industrial de Santander; ManuelChust Calero, de la Universitat Jaume I, Espaa;Ivana Frasquet, de la Universitat de Valncia, Espaa;

    y Guillermo Bustos, de la Universidad AndinaSimn Bolvar, Ecuador. El foro en cuestin llevcomo ttulo Dilogos y Debates sobre las IndependenciasHispanoamericanas, y cont, adems, con invitadosnacionales especialistas en el tema. De las discusionesde aquellos encuentros surgi el ttulo de este libro,por cierto.

    A los cmplices nacionales y expertos en el temano fue difcil convencerlos: ngel Rafael Almarza(de la Universidad Simn Bolvar), Elena Plaza(de la UCV) e Ins Quintero (participando por laUCV y por la ANH), de manera que todo sali a laperfeccin. Comenc por plantearle la idea al directorde la Escuela de Antropologa (donde soy profesor)para pedirle apoyo. ngel Reyes accedi sin reparos ycon ello dispuse del respaldo de mi Escuela. As fui a

    plantearle al Programa de Cooperacin Interfacultadesde la Universidad Central de Venezuela (PCI), laidea de hacer algo con motivo del bicentenario.A Martha Patricia Aguilera y Ocarina Castillo, lasprofesoras que conducen el PCI, les pareci idealel planteamiento del foro y de maravilla que losinvitados no le costaran nada a la universidad. Coneso, la tarea del PCI result ms accesible: prestarnos

    el espacio (una sala para los encuentros del foro quese encuentra en el Instituto de Investigaciones dela Facultad de Ciencias Econmicas y Sociales dela UCV) y ofrecernos el soporte institucional parala certificacin de las asistencias y de los ponentes.La participacin fue numerosa a pesar de los das dedisturbios pues, en el marco de una peculiar formade conmemorar el bicentenario, los impertinentes

    de siempre nos recordaban que sera inevitabledesprendernos de las presiones polticas a las que la

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    UCV y el tema de la independencia han sido sometidasen los ltimos aos.

    As, del foro nos dirigimos a la idea del libro, ypor ello conmin a los exponentes a que entregaransus trabajos por escrito lo antes posible. Todoscumplieron, por fortuna; solo Guillermo Bustos, porcuestiones que no pudo sortear, se vio imposibilitadode entregar a tiempo. No obstante, me di a latarea de convocar a otros colegas; as que de esamanera cont con la oportuna y muy pertinenteparticipacin de Vctor Peralta (Consejo Superior deInvestigaciones Cientficas, CSIC, Madrid), DanielGutirrez Ardila (Centro de Estudios en Historia,Universidad Externado de Colombia) y SigfridoVsquez Cienfuegos (Escuela de Estudios HispanoAmericanos, CSIC). El libro estaba listo.

    Al mismo tiempo, otra deuda me conduce aexpresar mi agradecimiento a la Embajada de Espaa

    en Venezuela, a travs de Luca Chicote Escrich, alfrente de la Oficina Cultural de la embajada, y AnnaMonge, Asesora Cultural de la propia embajada,por la inmensa confianza, la amistad y, adems, porpermitir que los invitados espaoles a Venezuelapudiesen participar del foro que invent. Ambas sonadorables y extremadamente generosas. El libro llevamucho de su estmulo.

    En todo caso, esta idea y el resto de su contenidollegan al papel de la mano de Armando MartnezGarnica. Es un honor y un inmenso orgulloformar parte de esta Coleccin Bicentenario de laUniversidad Industrial de Santander, y gracias a laenorme solidaridad de este gran amigo, el proyectooriginal pudo acabarse. El privilegio de contar conl no solo es acadmico, que ya es mucho decir, sino

    fundamentalmente personal. Todo un maestro y uninagotable convocador en este mundo de la vocacindocente.

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    Y todo ha ido de la mano de mi esposa, Ins,cmplice desde el inicio y desde siempre. Su apoyo,

    su compaa y su presencia, desde la primera lneahasta el punto final, iluminan estas pginas.

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    Un debate parasiempre

    Rogelio AltezUniversidad Central de Venezuela

    Universidad de Sevilla

    Sevilla, mayo de 2012.

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    Las independencias hispanoamericanas repre-

    sentan un problema de investigacin cuyoabordaje interpretativo ha sido disputadoen los ltimos aos entre la historiografa tradicionaly el anlisis crtico, como si se tratara de un objeti-vo poltico. Entendidas habitualmente como gloriasesperadas y necesarias, las independencias han esta-do en propiedad intelectual de las historias patrias(como las ha llamado Germn Carrera Damas) desde

    hace casi dos siglos; no obstante, la historiografaprofesional (como la califica Ins Quintero), ha ve-nido ganando terreno en las ltimas dcadas debido,quizs, al creciente auge del tema surgido a partirde la conmemoracin del V Centenario en 1992 y laproximidad (hoy en pleno desarrollo) de sus bicente-narios. Con la envolvente tendencia ideolgica de losgobiernos latinoamericanos de comienzos del sigloXXI, la interpretacin de las gestas independentis-tas parece haber cobrado una visibilidad discursivainusitada y un perfil de estandarte poltico renovado.Con todo, esto ha sido saludable para la produccinhistoriogrfica al respecto.

    La bibliografa y literatura sobre las independencias,a la vuelta de esos dos siglos de atencin discursiva alrespecto, ha hecho del tema en s mismo un fenmeno

    historiogrfico,1

    una especie de fuente inagotable de1 Hace unas cuatro dcadas atrs, Pierre Chaunu (Interpretacin dela Independencia de Amrica Latina), haba asegurado que Es bienconocido el gusto de los hispanoamericanos por el breve lapso de la

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    inspiraciones, revisiones y repeticiones que al fin yal cabo le otorga una identidad caracterstica a lahistoriografa hispanoamericana. En las ltimas

    dcadas, producto de la explotacin poltica de lasfechas bicentenarias y del estmulo que el tema mismosupone, esto ha aumentado an ms, alcanzandoniveles exponenciales de produccin y exposicin.Una suerte de beneficio peligroso, pues lo mismo quefavorece al tema lo condena al uso ideolgico.

    En todo caso, las independencias forman parte delrelato2 que le da sentido a la existencia de la nacin,y de esta manera es imposible escindir el tema dela mitologa nacionalista. La independencia es elhecho fundacional, el gnesis,3 y por lo tanto resultaindivisible de la representacin que cada sociedadhispanoamericana tiene de s misma. Por ello, elfenmeno historiogrfico est garantizado, ms allde los bicentenarios y sus conmemoraciones.

    Sin embargo, la conmemoracin de los bicentenariosha marcado una coyuntura determinante en laproduccin historiogrfica del asunto. Ha sido laoportunidad fundamental e inaplazable que hapropiciado una renovacin en el debate, o bien leha dado al debate la alternativa de diversificarsey multiplicar sus perspectivas. Esto ha convividoetapa de su Independencia. Un rpido vistazo a los instrumentos bi-bliogrcos nos mostrara que en los diez aos ltimos, de los 50.000ttulos registrados, le estn consagrados del 30 al 35 %. (...) Cuando unahistoriografa presenta tal exceso, que ninguna razn documental justi-ca, el hecho deja de ser pintoresco para convertirse en signicativo.En Pierre Chaunu, Eric Hobsbawn y Pierre Vilar, La Independencia de

    Amrica Latina, Nueva Visin, Buenos Aires, 1973, p. 11.2 Ins Quintero condujo un seminario sobre la historiografa de la in-dependencia en Caracas entre los aos 2010 y 2011, producto de lo cualse edit el libro El relato invariable. Independencia, mito y nacin (InsQuintero, Coordinadora, Caracas, Editorial Alfa), en el que el asuntosobre la inamovilidad de los signicados otorgados a la independenciadesde las primeras construcciones historiogrcas del siglo XIX hasta elpresente, es tratado en varios estudios al respecto.3 Me he referido a esto con mayor detenimiento en un captulo dellibro editado por Ins Quintero (El relato invariable), titulado Inde-pendencia, mito gensico y memoria esclerotizada, pp. 19-56.

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    junto a la mencionada explotacin ideolgica deesas conmemoraciones, a travs de las cuales ha sidoposible observar cmo los gobiernos de turno, sin

    distincin de tendencias polticas ni de pases, se hanapropiado de la escena y se han atribuido la herenciadirecta de los hechos y la continuidad de la gestalegada por los hroes, como ha sucedido siempre.4 Setrata de la renovacin del relato con arreglo a fines,algo que tambin ha renovado a las historias patrias,ahora convertidas en argumentos irrefutables ypresagios indefectibles del presente.

    Frente a estas circunstancias, tan coyunturalescomo ideolgicas, y tan dicientes de la eficacia simblicadel discurso nacionalista, la historiografa profesionalo acadmica asoma como un bastin interpretativo,como un umbral de derroteros hermenuticossiempre renovable, desde el cual construir nuevoscaminos y accesos comprensivos, as como tambinrevisitar los viejos caminos ya trasegados tantas

    veces por un discurso que lejos de verse desgastadopor su uso, parece resurgir una y otra vez con cadafiesta patria. La investigacin acadmica tambindebe renovarse con ello, independientemente de quesu voz se estrelle contra un muro sordo que rehyeal debate y que basa su fortaleza en haber oficializadola memoria nacional o, lo que es lo mismo, en habernacionalizado la memoria colectiva.

    Construido sobre los mismos hechos, el relato delas independencias, en tanto que relato de la nacin,fue adoptando formas discursivas eficaces con4 Aunque ms adelante har nueva mencin a esto con otros detalles,me parece pertinente ofrecer algunos links que de seguro no desapa-recern con el tiempo (todos ellos consultados en noviembre de 2011),con el objeto de que se aprecien algunas composiciones elaboradas o-cialmente con relacin a los bicentenarios: Mxico: http://www.youtube.com/watch?v=ov3n-jMJ_p

    A;

    Chile: http://www.youtube.com/watch?v=lz1y8cLTvM

    o;Argentina: http://www.youtube.com/watch?v=apXc0L7khzY&feature=fvs

    r;Colombia: http://www.youtube.com/watch?v=e2Ue-ki8Lb8&feature=fvs

    r

    ;Venezuela: http://www.youtube.com/watch?v=ofJynFEvbI

    A

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    alcance a toda la sociedad; es decir: se fue haciendosimblicamente eficaz. Todo ello, de la mano deestrategias formales de reproduccin, adquiri

    muy pronto los perfiles de mecanismo socializador.Desde sus versiones testimoniales, siempre auto-justificadoras, hasta el despliegue educador, el relatode la independencia torn muy pronto en sentidoexistencial de la nacin, y con ello de las sociedadesmismas. Las historias patrias, los catecismos y lasprimeras celebraciones ya en el propio siglo XIX,5dieron cuenta de una forma discursiva que sostuvo

    permanentemente el mismo contenido semntico atravs del tiempo, realizando esto de una manera casiinconmovible con relacin a los cambios discursivosde la cultura occidental. Para este discurso laindependencia no soporta ningn anlisis: fuenecesaria, justa, liberadora y ampliamente merecida.Ms an, ante tales condiciones y de acuerdo asemejante lgica, por qu habra de revisarsecrticamente a la independencia?

    Est claro que el surgimiento del discursonacionalista es anterior por mucho al discursoacadmico, y que ste ltimo surge ya en medio decontextos simblicos en donde la triloga nacin-patria-independencia es un monolito inamovible.Sin embargo, es desde el mbito acadmico (y slodesde all) que surgen las miradas analticas, y con

    ello crticas, sobre el proceso de la independencia ylas formas oficiales de interpretacin o apropiacin,aunque todo ello es, tambin, el producto de unproceso, de su propio proceso histrico y simblico, elcual se expresa discursivamente a travs del tiempo5 Sobre los catecismos y la forma de ensear la historia patria enVenezuela, vase: Nikita Harwich Vallenilla, La gnesis de un imagi-nario colectivo: la enseanza de la historia de Venezuela en el sigloXIX, Boletn de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, Nro. 282,

    abril-junio, 1988, pp. 349-387. Sobre las celebraciones ociales en elsiglo XIX, tambin en Venezuela, ver el trabajo de Pedro Calzadilla, Elolor de la plvora. Fiestas patrias, memoria y Nacin en la Venezuelaguzmancista, 1870-1877, Caravelle, Nro. 73, 1999, pp. 111-130.

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    y de sus espacios y representantes. Y para ello lasfechas conmemorativas han servido, eventualmente,de espacio y estmulo al respecto.

    Con el primer centenario, por ejemplo, algunasdiscusiones, reflexiones o crticas provinieron delcampo de los intelectuales de la poca. No todasresultaron enfrentadas a los discursos oficiales, peroen la revisin de algunas manifestaciones de aquelcontexto es posible advertir que la independenciasuscitaba debates importantes y, en algunos casos,ciertamente enconados. Ya desde entonces, pensar enla independencia representaba pensar polticamenteen su proceso y en sus consecuencias, parte de lascuales se advertan en aquel presente pleno de(todava) construcciones institucionales.

    Todo estaba ocurriendo en torno a las fechaselegidas como propias de la conmemoracin.Algunos pases escogieron y sostuvieron a 1810

    como el ao de su nacimiento, independientementede que esto coincidiera o no con la realidad de loshechos de aquel controvertido ao.6 Desde 1910,pues, y hasta un par de dcadas posteriores, los pasesque haban sido provincias espaolas de ultramarcelebraron sus aniversarios con el espritu propiode un nacionalismo-criollismo pro americanistaque seabra contradictoriamente prximo al hispanismoque

    por entonces propona un acercamiento cualitativocon las ex colonias. Con todas estas caractersticas6 La celebracin de los Centenarios, en realidad, nos dice muy pocosobre lo ocurrido en 1810 pero mucho sobre el devenir histrico de los100 aos siguientes, dice Toms Prez Vejo en su Presentacin aLos centenarios en Hispanoamrica: La historia como representacin,monogrco de la Revista Historia Mexicana, N 237, Volumen IX, Julio-Septiembre, 2010, p. 10. Carlos Demasi se ha preguntado Cundo hallegado el momento para que una comunidad decida conmemorar suaniversario?, y entre sus argumentaciones al respecto, destacamos:la comunidad las crea [a las conmemoraciones] en momentos deter-

    minados y por razones precisas: podemos imaginarlas como proyectosde escenicacin del colectivo nacional elaboradas por el poder polti-co La lucha por el pasado. Historia y nacin en Uruguay (1920-1930),Montevideo, Ediciones Trilce, 2004, p. 7.

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    encontradas y forzadamente complementarias,7las independencias fueron debatidas desde ciertosmbitos intelectuales, o bien bajo el estmulo de la

    convocatoria oficial. No obstante, la proximidadde aquel criollismo nacionalista americano con elhispanismo peninsular produjo algunos reparos desdelas discusiones polticas del momento en medio delas turbulencias americanas de finales de siglo XIX.En todo caso, tales diferencias formaron parte delpropio proceso de acercamiento discursivo (poltico eintelectual, sobre todo), entre Espaa y sus antiguos

    dominios ultramarinos, el cual acab de consolidarseen el siglo XX.

    La construccin del Hispano-Americanismocomenz, quizs literalmente, hacia las ltimasdcadas del siglo XIX, a partir del inters europeo(ms antropolgico y etnogrfico que histrico,ciertamente) por la Amrica pre-colombina y porla poca del descubrimiento. La nocin de lo

    hispano-americano ya contaba con manifestacionesclaras desde la propia mitad de siglo, pues algunaspublicaciones peridicas dan cuenta de ello en lapropia Espaa.8 Un papel fundamental al respectohabra de jugar la creacin de los CongresosAmericanistas, cuya primera reunin es de 1875 consede en Nancy, Francia.9 El noveno, que coincide

    7 Guillermo Bustos, con relacin al primer centenario de la indepen-

    dencia ecuatoriana y a la fundacin de la Sociedad Ecuatoriana de Es-tudios Histricos Americanos, devenida posteriormente en la AcademiaNacional de la Historia, identic ciertas oposiciones, las cuales pode-mos sealar como comunes a la problemtica en toda Hispanoamri-ca: catolicismo y laicismo, hispanismo y nacionalismo, civilizacin ybarbarie, universalismo y particularismo. Vase La conmemoracindel primer centenario de la independencia ecuatoriana: Los sentidosdivergentes de la memoria nacional, Revista Historia Mexicana, N237, Volumen IX, Julio-Septiembre, 2010, pp. 476-477.8 Vase, por ejemplo, el peridico de Madrid La Amrica: Crnicahispano-americana, impreso en la Tipografa de M. P. Montoya y Ca.,

    ya circulando en 1857; o bien la Revista Hispano-Americana, tambinde Madrid, en la Imprenta de D. M. Rivadeneyra y bajo la edicin de D.J. J. de Mora y D. V. de Madrazo, en vigor desde 1847.9 El segundo se llev a cabo en Luxemburgo (1877); el tercero en Bru-selas (1879); y recin el cuarto se reuni en Madrid (1881).

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    con el IV Centenario en 1892 y que tuvo lugar en elConvento de Santa Mara de La Rbida, en Huelva,an daba cuenta del espritu original de aquellas

    reuniones, ms concentrado en debatir sobre elnombre de Amrica o sobre la condicin primitiva yextica de los indgenas, que en prestar atencin a losprocesos histricos y sociales que resultaron de lostres siglos de dominio peninsular.10 No obstante, fuemarco sugestivo y sugerente del cambio cualitativoque habra de dar la intelectualidad hispana haciala cuestin americana. Lo que se conoce como

    americanismo asociativo11

    procede de las ltimasdcadas del siglo XIX y primeras del siglo XX,quizs como impulso de aquel IV Centenario y comodespecho por la prdida de las ltimas posesionescoloniales en 1898.

    En el marco del surgimiento de esos hispanismos,criollismos-americanismos, romanticismos y cos-tumbrismos propios de finales del siglo XIX, ten-

    dran lugar algunas importantes discusiones sobre elcarcter de los movimientos independentistas, con-formando un temprano debate que exhibe perspec-tivas encontradas al respecto, las cuales desde luegono desaparecern con el tiempo, sino que retornarneventualmente resignificadas y resemantizadas deacuerdo a los contextos interpretativos en los queresurjan.

    Ejemplo de esas primeras discusiones las ofreceColombia, pues all el carcter del movimientoindependentista fue debatido desde muy temprano.En torno a las celebraciones que tuvieron lugar10 Vase: Congreso Internacional de Americanistas. Actas de la no-vena reunin, Huelva, 1892, Madrid, Tipografa de los hijos de M. G.Hernndez, 1894.11 Siguiendo al estudio de Isidro Seplveda Muoz, Comunidad Cultu-

    ral e Hispano-Americanismo, 1885-1936, Madrid, UNED, 1994; y el tra-bajo de Gabriela Dalla Corte y Gustavo H. Prado, Luces y sombras dedos paradigmas del americanismo espaol en la renovacin del dilogohispanoamericano (1909-1912), Anuario de Estudios Americanos, 63(2), julio-diciembre, 2006, pp. 195-216.

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    en Bogot el 20 de julio de 1872, dos posiciones seencontraron mientras el pueblo celebraba con carrozasalegricas y el desfile del acta de la independencia: la

    del conservador Jos Mara Quijano y la del miembrofundador del Partido Catlico, Miguel Antonio Caro.Este ltimo estaba convencido que el 20 de juliono tuvo lugar ninguna independencia, pues antesbien hubo una manifestacin de pliego a FernandoVII, propia de catlicos creyentes, como lo eran losprimeros prceres, quienes propugnaban una libertadcivil en el estado cristiano.12 Ms an, entenda que

    la casta militar que surgi a la vuelta de la guerraera poco creyente, y que su liderazgo haba conducidoal pas al liberalismo y a la anarqua.

    Quijano replic duramente al respecto y seal aCaro como partidario del monarquismo; al mismotiempo hizo pblica su adhesin al republicanismo,como legado incuestionable que los hroes concedierona la nacin para que nunca ms estuviese sujeta a los

    designios espaoles. Acus a Caro, en consecuencia,de hispanista, dando cuenta con ello, quizs, deese espritu naciente que persegua la reconciliacinentre ambos mrgenes del Atlntico, partiendo porentonces de vnculos que se antojaban comunes,como la religin. Ser se uno de los componentesfundamentales del ethos del hispanoamericanismoque en pocas dcadas arropara los nexos entre la

    historiografa colonialista peninsular y la americana,junto a la exaltacin del pasado colonial.13

    12 Citado as por Jorge Orlando Melo en La literatura histrica en laRepblica, incluido en Historiografa colombiana. Realidades y pers-

    pectivas, Secretara de Educacin y Cultura, Direccin de ExtensinCultural de Antioquia, 1996.13 Para aportar algo ms a la historia del hispanoamericanismo, valerecordar que la Unin Ibero-Americana, sociedad creada en Espaa en1885 e impulsora de la reunin del IV Centenario de 1892, es tambinla que promovi que el 12 de octubre fuese decretado como Da de

    la Raza, lo cual fue celebrado por primera vez en 1914. El impulsorde esta idea fue el abogado y poltico espaol Faustino Rodrguez SanPedro (fue presidente de la Unin Ibero-Americana), quien logr queen 1918 se designase al 12 de octubre como Fiesta Nacional. En 1958

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    En medio de todas estas transformacionesdiscursivas, subjetivas, polticas e ideolgicas, tendranlugar las conmemoraciones de los centenarios de

    las independencias hispanoamericanas. El nimode las conmemoraciones inundara de proyectos alos Estados cumpleaeros, generando posicionesdiversas frente a las celebraciones.14 Una especiede convivencia de lo crtico con lo festivo, a decirde Antonio Sez-Arance,15 que dara oportunidady espacio al pensamiento y las reflexiones sobre elasunto.

    Con el centenario, las independencias sirvieron deagenda para las disputas polticas, los cuestionamientosa las realidades sociales y de discriminacin, y parala revisin de la herencia legada por los padres dela patria. La coyuntura, pletrica de nacionalismosy criollismos, cont con dos fuentes de crticas queno siempre demostraron coincidencias ideolgicas,pero que sumaron presiones a los debates sobre el

    asunto: el cuestionamiento a la conmemoracincomo enmascaramiento de los problemas sociales yeconmicos, y el eventual fracaso en la construccinla peculiar fecha fue elevada a Da de la Hispanidad. Este ambientede aproximacin a los dominios perdidos por amor, por el progreso ypor las sinceras relaciones intelectuales y mercantiles, conducir ala celebracin de la Exposicin Iberoamericana de 1929, con la ciudadde Sevilla como centro de exhibiciones. Vase el trabajo de AlfredoBraojos Garrido, La Exposicin Iberoamericana de 1929. Sus orgenes:utopa y realidad en la Sevilla del siglo XX, enAndaluca y Amrica enel siglo XX, Actas de las 6as Jornadas de Andaluca y Amrica, 1986,Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, 1987, pp. 9-42. La citaaqu presentada proviene de este trabajo.14 En el Volumen 19, N 2 (julio-diciembre de 2006) de la revistaApun-tes, de la Ponticia Universidad Javeriana de Colombia, se compilaninteresantsimos trabajos sobre los proyectos arquitectnicos promovi-dos en los centenarios de las independencias de Colombia, Mxico, Ar-gentina, Ecuador, Uruguay, Per, e incluso los que tuvieron que ver conla exposicin de Sevilla de 1929. En Venezuela, Roldn Esteva-Grilletpublic un libro que describe Las artes plsticas en el centenario de laindependencia, 1910-1911 (Caracas, Academia Nacional de la Historia,2010), como obras conmemorativas.15 Entre la autocomplacencia y la crisis: Discursos de chilenidad enel primer centenario, Revista Historia Mexicana, N 237, Volumen IX,Julio-Septiembre, 2010, pp. 269-396. Ver p. 371.

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    de la nacin que debieron ejecutar los continuadoresdel magno compromiso asumido cien aos atrs.En medio de todo ello, tambin hubo discusiones

    sobre el uso de la historia como recurso poltico, ascomo algunas reflexiones historiogrficas sobre laindependencia.16

    En el caso de Uruguay, por ejemplo, las discusionessobre la fecha con la que habra de celebrarse el primercentenario se iniciaron muy temprano, hacia 1902,con la publicacin de la obra de Julio Mara Sosa,Lavalleja y Oribe,17 quien se opona a la promulgacindel 19 de abril, el 25 de agosto y el 18 de julio comofechas patrias, en franca discusin con el ex rectorde la Universidad de la Repblica y senador AlfredoVsquez Acevedo (promotor de las fechas en cuestin),y con el libro de Luis Alberto de Herrera La tierracharra(original de 1901). Sosa fue miembro activodel Partido Colorado, y su exposicin al respecto sehallaba fuertemente intervenida por su oposicin al

    Partido Blanco, del que Herrera y Vsquez Acevedoeran dignos representantes.

    La posicin de Julio Mara Sosa dio lugar a otrasopiniones. Una serie de conferencias contemporneascomenzaron a debatir acerca de las fechas en cuestin,pues con ello no slo se persegua establecer unaefemride, sino que al tiempo se debata sobre los

    orgenes de la nacionalidad uruguaya.18

    Prximoa 1925 la cuestin cobr vida nuevamente, y las16 Hay ejemplos de esto en los casos ecuatoriano, chileno y mexica-no (vanse los citados trabajos de Bustos, Sez-Arance y Prez Vejo,respectivamente). En el caso paraguayo, la cercana refundacin dela nacin, el sufrimiento de la guerra contra la Triple Alianza y de lasrecientes tiranas, marc una sensacin de incertidumbre que superlos cuestionamientos a las conmemoraciones. Ver el artculo de IgnacioTelesca, Paraguay en el centenario: La creacin de la nacin mestiza,Revista Historia Mexicana, N 237, Volumen IX, Julio-Septiembre, 2010,pp. 137-195.17 Montevideo, Imprenta y Encuadernacin de Dornaleche y Reyes,como parte de la Biblioteca del Club Vida Nueva.18 Lo mismo tena lugar en todos los pases envueltos en las conme-moraciones.

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    discusiones sobre si el desembarco en la Playade la Agraciada por parte de los Treinta y TresOrientales al mando de Juan Antonio Lavalleja

    y Manuel Oribe el 19 de abril de 1825 deba serconsiderado como el hecho clave de la independencia,se retomaba con preocupacin. Fue la poca de losconflictivos centenarios19, en donde se discuti conpasin poltica el asunto.

    En una conferencia dictada en el Ateneo deMontevideo el 24 de agosto de 1921, Jos G. Antuapropona al 25 de agosto como la fecha nacional, daen que la Asamblea de la Florida sancionaba la leyde la independencia en 1825. Fue propuesto con elsentido de la oportunidad y bajo argumentos queparten de lo jurdico, y no de lo historiogrfico, deacuerdo a Demasi. Los argumentos histricos seranpresentados poco despus a travs del Informe sobre lafecha de celebracin del Centenario de la Independencia,20elaborado por la Comisin Parlamentaria destacada

    al respecto, aunque fundamentalmente escrito por elpoltico, historiador y miembro del Partido Colorado,Pablo Blanco Acevedo. El informe, posteriormentecuestionado por su escasa base documental, sentenciaque la fecha magna habra de ser la del 25 de agosto,por manifestarse all el sentimiento autonomistamontevideano frente a Buenos Aires, su eterna rivalportuaria y poltica.21

    El Concejo Departamental de Montevideo asumila fecha propuesta por Blanco Acevedo y lo celebrorganizando un concurso histrico sobre LaCruzada de los Treinta y Tres, el cual fue ganado porel abogado Luis Arcos Ferrand con un libro del mismo

    19 C. Demasi, La lucha por el pasado, p. 19.20 Montevideo, Imprenta Uruguay, 1940.

    21 Vase el interesante Prlogo que realiza Elis Silva Cazet al librode Luis Arcos Ferrand, La Cruzada de los Treinta y Tres, Montevideo,Biblioteca Artigas, Coleccin de Clsicos Uruguayos, Ministerio de Cul-tura y Educacin, 1976.

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    nombre del concurso.22 De esa manera, el 25 de agostoacab siendo la fecha patria ms representativa, ydej a un lado en la primaca de la conmemoracin al

    19 de abril de 1825 (el desembarco en la Agraciada),al 28 de agosto de 1828 (firma de la ConvencinPreliminar de Paz con la que se independiza delImperio de Brasil), al 4 de octubre del mismo ao(ratificacin de la independencia), al 18 de julio de1830 (cuando se promulg la Constitucin a partirde la cual se asume la existencia del Estado Orientaldel Uruguay), e incluso al 5 de abril de 1813, cuando

    el Congreso de Tres Cruces redact las famosasInstrucciones del ao XIII con las cuales habrande asistir los orientales a la Asamblea GeneralConstituyente de Buenos Aires como representantesde la Provincia Oriental. Fue en esa fecha cuandoArtigas ofreci la conocida Oracin Inaugural enla que profiri una de sus frases ms clebres: Miautoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestrapresencia soberana, revolucionaria afirmacin propiade aquel contexto insurgente.

    Todas estas discusiones haban tenido lugar a lavuelta de unas dos dcadas, las mismas en las queel mencionado americanismo asociativo se estabaforjando al unsono con los nacional-criollismos decorte patritico en la costa occidental del Atlntico,o bien con las ansiosas bsquedas de las identidades

    nacionales americanas. Se trat tambin de uncontexto de institucionalizacin de la historiografa,y tal cosa no fue una casualidad.23 Buena parte de estasdiscusiones provenan de historiadores de oficio que22 La Cruzada de los Treinta y Tres, Montevideo, Imprenta NacionalColorada, 1925.23 Entre otras cosas, aquellos aos son coincidentes con las funda-ciones de las academias nacionales de la historia en casi todos los pa-ses hispanoamericanos. La decana de las academias al respecto es lavenezolana (1888); le sigue la argentina (1893); luego la colombiana(1902); la peruana (1905); la ecuatoriana (1909); la mexicana (1916);la boliviana (1929); la chilena (1933); y la paraguaya, creada bajo lagura de Instituto de Historia Nacional en 1895, devenido en academiaa partir de 1937.

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    por entonces representaban al discurso historiogrficocalificadamente. Esas mismas discusiones sonfundadoras de muchas otras posteriores sobre los

    mismos temas.En el caso venezolano tambin hubo concursos,

    aunque los debates no suscitaron mayores enfren-tamientos; la cuestin sobre la fecha ya vena claradesde haca mucho tiempo (por decreto del Congresoen 1834),24 y por las dudas haba sido sellada con uncertamen nacional realizado en 1877.25 El 19 de abrilde 1810 y el 5 de julio de 1811 fueron y han sido lasfechas patrias de Venezuela. Con todo, se organiz unconcurso por el simple gusto de celebrar la fecha yen 1910 la Gobernacin del Distrito Federal convocal caso. Result ganador Laureano Vallenilla Lanz,socilogo, historiador y periodista, quien present eltrabajo titulado Influencia del 19 de abril de 1810 en laindependencia suramericana.26

    Vallenilla Lanz, sin duda uno de los representantesms claros del positivismo venezolano, vivi muycmodo los aos del gobierno de Juan VicenteGmez, que para mayores seas estuvo en el poderdesde 1908 hasta 1935, cuando muri. Analtico comopocos colegas en su momento, don Laureano esgrimivarias ideas sobre el proceso de independencia quetodava en el presente conservan el picor tentador del

    debate abierto. La ms contundente, seguramente,fue la que asegura que aquella gesta fue, en realidad,una guerra civil, es decir: un enfrentamiento entresectores de una misma sociedad. Esta afirmacin,24 Decreto del 16 de abril de 1834, a travs del cual se designan comograndes das nacionales al 19 de abril y al 5 de julio. Puede consultar-se en Leyes y decretos de Venezuela, Caracas, Ediciones de la Academiade Ciencias Polticas y Sociales, 1982, Vol. 1, Nro. 167, p. 169.25 El certamen nacional se realiz bajo la siguiente interrogante: El19 de abril es o no es el da iniciativo de nuestra independencia na-

    cional? Los ganadores, Rafael Seijas y Arstides Rojas, no dudaron enresponder armativamente, de manera que no hubo mayor discusinsobre el asunto.26 Caracas, Imprenta El Cojo, 1910.

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    crtica y aguda, no levant el polvo a poco de haberladicho, y tardara un tiempo en ser debatida.

    Se trat, en realidad, de una conferencia impartidaen el Instituto Nacional de Bellas Artes de Caracasel 11 de octubre de 1911, bajo el ttulo Fue unaguerra civil, y que sera recogida posteriormentecomo parte de su obra ms importante: Cesarismodemocrtico. Estudio sobre las bases sociolgicas de laconstitucin efectiva de Venezuela.27 Compila en eselibro, tambin, su ms polmico escrito, El gendarmenecesario. All, el penetrante socilogo dej en clarosu conviccin acerca de la necesidad que poseanlas naciones Hispanoamericanas de un Caudillo,una nica fuerza de conservacin social, aquelloque aparece por encima de cuantos mecanismosinstitucionales se hallan hoy establecidos: un jefenico. Y para consolidar an ms su argumento,agregaba sin reparos: los jefes no se eligen sino seimponen.28

    Era sta una reflexin que se le impona a la vueltade ver, como l mismo lo sealaba, la turbulentahistoria de la propia Venezuela, apenas sobrevivientede las montoneras semibrbaras que en 1814 loarrasaron todo. Tal supervivencia pareca hiladade la mano de todos los jefes militares que fueroncapaces de contener por la fuerza de su brazo a la

    naturaleza catica de esa sociedad, desde entonces yhasta aquellos aos en los que Vallenilla escriba.

    Esta especie de himno a la mano dura en clavede anlisis sociolgico no corri con la suerte de laguerra civil. Desde Colombia habra de levantarla voz el abogado liberal y periodista EduardoSantos Montejo, quien fuera ms tarde presidentede su nacin. Columnista primero y dueo despus

    27 Caracas, Imprenta de El Cojo, 1919.28 Laureano Vallenilla Lanz, Cesarismo democrtico y otros textos,Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1991. Ver la pgina 94.

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    del diario El Tiempo de Bogot, hizo saber suposicin ante el Cesarismo democrtico del pensadorvenezolano, en donde no escondi su repudio por el

    gobierno autocrtico de Gmez y dej ver su rechazohacia las alabanzas militaristas que de la historiahaca Vallenilla. En un intercambio de columnasy editoriales llevado a cabo en 1920, El Tiempo deBogot y el Nuevo Diariode Caracas ardieron con susconceptos polticos y nociones de buen gobierno.29 Ytodo ello comenz por ciertas posiciones con relacina la independencia y sus matices.

    Quizs resulte pertinente preguntarse si laspasiones levantadas en torno a estas discusioneshubiesen hervido de la misma manera por otrostemas; sin embargo, el asunto est en que no existeotro tema que ensee tal sensibilidad (ideolgica opoltica, especialmente) en las naciones americanascomo sucede con la herencia o continuidad de lolegado por la independencia: cada Estado, en cualquier

    momento o contexto, se asume heredero directo ycontinuador de la misin divina que encargaron lospadres de la patria a sus descendientes. Y esto no dalugar a discusiones: todos los gobiernos de turnoaparentan representar, al menos en sus discursos, laprolongacin de la obra magna.

    Las discusiones de finales del siglo XIX y

    principios del XX en torno a la independencia, comose dijo, fueron conducidas por una historiografaintelectual, representante del oficio de historiar,aunque sin formacin profesional. Habr queesperar al surgimiento de las Escuelas de Historiay de la adhesin metodolgica a ciertas corrientes29 No fue Santos el nico que opin crticamente sobre el polmicoescrito de Vallenilla; ms tarde, en 1925, el escritor e historiador uru-guayo Mario Falcao Espalter opinara sobre el asunto con un artculo

    publicado en La Prensa de Buenos Aires, remitindose inclusive a laairada discusin entre el liberal colombiano y el positivista venezolano.Tambin obtuvo su respuesta, ese mismo ao, desde el Nuevo Diario,aunque sin recibir ataques tan cortantes como su colega de Bogot.

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    de pensamiento para que salgan a la luz nuevasinterpretaciones y nuevas discusiones sobre eltema, pues no fue suficiente con la fundacin de las

    academias nacionales, recintos nobiliarios de plumasejemplares, aunque no siempre representantes de laformacin profesional, al menos por entonces.

    Hacia la mitad del siglo XX, cuando la Historiava cobrando espacios universitarios en forma dedepartamento o ctedra, tiene lugar el I CongresoIberoamericano de Historia, hacia 1949 enMadrid. All se debati directamente acerca de lasindependencias, pues el tema central del congresole dio nombre a sus Actas: Causas y Caracteres dela Independencia Hispanoamericana.30 Se hicieronpresentes historiadores de Argentina, Bolivia,Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, ElSalvador, Mxico, Nicaragua, Panam, Per, SantoDomingo, Uruguay, Venezuela, y por supuesto el pasanfitrin: Espaa. Fue una reunin de historiadores

    conservadores, clericales e hispanfilos, a decir deManuel Chust (p. 16), en donde se reafirm el ethosdel hispanoamericanismo fundado a finales del sigloXIX: culturas, lenguas y religiones comunes, partede lo cual deba aproximar a las naciones por unaasociacin natural, con lo que habra de diluirse elcarcter revolucionario de la independencia, desdeluego. Con todo, se realizaron mesas de trabajo

    en las que se discutieron temas propios del caso:causas generales y particulares de la independencia;precursores y caudillos; el movimiento ideolgico dela independencia; la literatura y la prensa; la guerra;la iglesia.31

    30 Me apoyo aqu en lo ya trabajado al respecto por Manuel Chust (Edi-tor), Las independencias iberoamericanas en su laberinto. Controver-sias, cuestiones, interpretaciones, Valencia, Universitat de Valncia,

    2010; y por Ins Quintero, El relato invariable...31 As los enumera Ins Quintero en su artculo Las causas de la inde-pendencia: Un esquema nico, en El relato invariable, pp. 95-124;ver la pgina 112.

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    Por entonces no slo se desplegaba elconservatismo historiogrfico entre los investigadoreshispanoamericanos: la segunda postguerra fue el

    escenario del resurgimiento del marxismo, y enlos ambientes universitarios, especialmente los delas facultades de ciencias sociales y humanidades,empezaron a transformar sus perspectivas haciamiradas ms radicales y crticas sobre los procesoshistricos americanos. Todo estaba ocurriendomientras los norteamericanos y los soviticos serepartan territorial e ideolgicamente al mundo.

    El resurgimiento del marxismo en las cienciassociales condujo a la construccin de un cuerpo deargumentos segn el cual las independencias habrande ser revoluciones populares, anti-imperialistas,trastornadas desde muy temprano por los planesperversos de los propietarios (blancos, criollos,terratenientes y hacendados, especialmente), quienesse apropiaran del Estado explotando a la sociedad por

    la va de su insercin en el mercado capitalista.32 Estamaraa de contradicciones jams pudo dar cuentade los procesos histricos, sino de los compromisosideolgicos de sus autores. En todo caso, fue el fracasodel marxismo, pero no del materialismo histrico;no debe sealarse a la herramienta, sino a quien lautiliza.

    La teora de la dependencia y las tesis de laCEPAL, por otro lado, impregnaron contradictoria ocomplementariamente a las ciencias sociales, al menosen la costa americana del Atlntico. Los socilogoscomenzaron a revisar los problemas sociales con32 Una pertinente mencin a las complicaciones de los marxistas tra-tando de denir la independencia de Venezuela realiza I. Quintero enel citado trabajo, rerindose a las obras de Carlos Irazbal (Hacia lademocracia, Caracas, Jos Agustn Catal Editor, 1974, aunque originalde 1939), y de Federico Brito Figueroa (Historia Econmica y Social deVenezuela, Caracas, Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Cen-tral de Venezuela, 1979). Tambin en El relato invariable se encuentraun mordaz trabajo sobre el tema: Miguel Felipe Dorta, Cuando la inde-pendencia no es (ms que) una revolucin, pp. 237-270.

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    perspectiva histrica, y los historiadores comenzarona incluir al pasado colonial en sus explicaciones sobrela dependencia despus de la independencia.33 Por esa

    poca, las naciones hispanoamericanas andaban decelebraciones sesquicentenarias. Juan Bosco AmoresCarredano asegura que fue un momento prolfico enla publicacin de colecciones documentales,34 y fuetambin el momento en el que asom Demetrio RamosPrez, el primer representante del americanismoacadmico espaol que inici los estudios sobre lasindependencias.

    Aunque tarde, las formaciones acadmicas univer-sitarias y las Escuelas de Historia (no es temerarioafirmar que, al menos en el caso latinoamericano,prcticamente todas son fundadas despus de la d-cada de los 50 del siglo XX, en medio del contex-to ideolgico antes sealado), comienzan a dejar suhuella particular en las discusiones sobre el tema. Setrata de la aparicin de investigaciones y estudios

    que no persiguen plasmar un retrato romntico o sa-tnico del pasado sino, antes bien, interpretarlo cr-ticamente. Con o sin xito, las nuevas interpretacio-

    33 Vanse algunos ejemplos de los estudios clsicos que todos los his-toriadores, socilogos y antroplogos han tenido que leer en su procesode formacin en las escuelas latinoamericanas: Darcy Ribeiro, El pro-ceso civilizatorio, Caracas, Ediciones de la Biblioteca de la UniversidadCentral de Venezuela, 1970; El dilema de Amrica Latina, estructurasde poder y fuerzas insurgentes, Mxico, Siglo XXI Editores, 1971; Celso

    Furtado, La economa latinoamericana desde la conquista ibrica hastala revolucin cubana, Mxico, Siglo XXI Editores, 1969; La economa la-tinoamericana, formacin histrica y procesos contemporneos, Mxi-co, Siglo XXI Editores, 1971; Fernando Enrique Cardoso y Enzo Faletto,Dependencia y desarrollo en Amrica Latina, Mxico, Siglo XXI Editores,1969; y Oswaldo Sunkel y Pedro Paz, El subdesarrollo latinoamericano yla teora del desarrollo, Mxico, Siglo XXI Editores, 1970.34 En su trabajo (Presentacin al libro que l mismo edita, Las inde-

    pendencias iberoamericanas. Un proceso imaginado?, Bilbao, Universi-dad del Pas Vasco, 2009), Amores Carredano reere los Estudios sobrela emancipacin de Hispanoamrica: contribucin al sesquicentenario

    de la emancipacin, Madrid, Instituto Fernndez de Oviedo, CSIC, 1963;en el caso de Venezuela, para sumar al ejemplo, la Academia Nacionalde la Historia edit la valiossima Coleccin Sesquicentenario a comien-zos de la dcada del 60.

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    nes del proceso de independencia contribuyeron a laconstruccin de nuevas perspectivas sobre el asunto,y con ello de nuevas discusiones tambin.

    Prefiero remitirme aqu a los ya citados trabajosde Manuel Chust y Amores Carredano para ilustrar,por ejemplo, el efecto de los trabajos de John Lynch oFranois-Xavier Guerra,35 pues en ellos se encuentrael asunto mejor y ms ampliamente tratado. Meatrevo a sumar que, sin duda (y a pesar de muchosotros autores contemporneos que trabajaron eltema con amplitud), es posible asegurar que existenun par de puntos de quiebre en la construccin de undiscurso analtico y crtico sobre las independencias:antes y despus de Lynch, y antes y despus de Guerra.Sus hiptesis al respecto cuentan con discpulos yseguidores, algo que pocos lograron en la historia dela historiografa independentista.36

    Se trata, al fin y al cabo, de obras que rompen

    significativamente con la tradicin historiogrficasobre el tema de las independencias. Se levantanen discusin, precisamente, con la historiografatradicional al respecto. Propusieron discusionesy estimularon discusiones, las alimentaron, lasrefundaron y, adems, contribuyeron a hacer del temade las independencias un problema de investigacin,algo que antes de sus aportes no haba sido captado

    de esa manera. Lograron deshacerse de los severos35 De acuerdo a M. Chust (Las independencias iberoamericanas, p.16 y ss.), la tesis del slido materialista Lynch cautiv a un amplioespectro universitario, pues planteaba en sntesis, que las causasde las independencias se debieron a un neoimperialismo borbnico;Guerra, por su cuenta, movindose en un contexto estremecido por lacada del muro de Berln, propuso la nocin de revoluciones hispni-cas surgidas como un efecto de la modernidad.36 Considero importante aadir que la obra de Jaime E. Rodrguez O.representa tambin un signicativo aporte al discurso sobre el asunto,aunque no parece tener el mismo efecto espectacular en la historiogra-fa hispanoamericana logrado por Lynch y Guerra, quizs por pertenecera la tradicin historiogrca anglosajona, siempre menos terica y doc-trinaria, a decir de Amores Carredano (ver Presentacin, p. 14).

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    y atrapantes esquemas previos, y sealaron otrosderroteros interpretativos al respecto.37

    Me parece pertinente observar que, como efecto deesos puntos de quiebre, han surgido, a su vez, nuevastendencias en la interpretacin de las independencias.Sin duda la coyuntura del bicentenario ha sido elmejor marco para construir (una y muchas) nuevasperspectivas. As como el trabajo de Guerra disfrutdel gran trampoln que represent el V Centenario(y gracias a ello cont con una amplsima difusin),38estas nuevas tendencias se han ido construyendo,tejiendo como una inmensa e interminable red entorno al tema, ahora ya claramente divisado como unproblema de investigacin, y no nicamente como unacuestin nacional.

    Sin embargo, he all una nueva oportunidadpara que las independencias sean discutidas, puesmientras el mbito acadmico y profesional persigue

    analizarlas desde una perspectiva crtica, losdiscursos oficiales han aprovechado polticamentea los bicentenarios como hace cien aos atrs susantecesores aprovecharon los centenarios en sufavor. Tambin se divisan all las diferentes formasen las que esos bicentenarios han estimulado a uno yotro sector; mientras por un lado los investigadoresdivisaron la proximidad de las fechas como un

    motivo para discurrir sobre el asunto, los gobiernosde turno vieron en ello la oportunidad de reafirmarsus discursos, una vez ms, asegurando la herenciarecogida de manos de los hroes que derramaron lasangre por la libertad.

    37 A partir de ellos (y muchos otros que aqu omito por economa deespacio), sigo lo dicho por M. Chust: No hay, a nuestro entender, un es-quematismo tan rgido como en pocas anteriores, en donde se seguanunas lneas, un tanto rgidas, de unos u otros autores, de unas u otras

    propuestas. Ahora, creemos, hay una pluralidad ms amplia. Tambinuna formacin ms profesional. Las independencias, p. 21.38 Lo que no sucedi con la obra de Jaime E. Rodrguez O., para suinfortunio y el de muchos investigadores sobre el tema.

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    Por primera vez en la historia de la historiografa delas independencias se ha conformado una comunidadabierta, transocenica y transcontinental, que va ms

    all de los encuentros peridicos u oportunistas querepresentan los congresos y eventos acadmicos,que no se cierra en actas o memorias, y que convocapermanentemente a la participacin en el debate.39Los bicentenarios significaron y significan unainaplazable oportunidad de encuentro, de exposicinde opiniones, investigaciones, interpretaciones. Estoha sido captado eficientemente por esta comunidad

    de investigadores que ha dedicado sus esfuerzos alestudio de las independencias como un problema deinvestigacin, y no como un compromiso ideolgico,nacionalista, o nobiliario. la historiografa msreciente ha dado un giro notable al estudio de lasindependencias, tanto en el objeto, como en el enfoquey en la metodologa de investigacin.40 Ms an,este giro no siempre rota en una misma direccin;las miradas, perspectivas e interpretaciones puedenhallarse encontradas o en oposicin; sin embargo,tambin resultan complementarias, y quizs no de unamanera forzada como hacia el primer centenario, sinocon una mayor madurez en la forma de articularseunas tesis con otras.

    Este no es el caso de las historias oficiales.Encerradas an en la reiteracin del relato heroico,

    continan reproduciendo las historias patrias hoyrefrescadas con el colorido poltico del siglo XXI.Tambin ahora como antes y como siempre, cuentancon historiadores y otros profesionales que sirven

    39 Contribuye a ello, sin lugar a dudas, el interminable fondo de recur-sos comunicacionales que existen ahora, en descargo de un pasado queno contaba con ello: Ahora, creemos, hay una pluralidad ms amplia.Tambin una formacin ms profesional. Y en ese tema, la revolucintecnolgica, la digitalizacin de bibliografa primaria y secundaria, de

    fuentes documentales, de archivos privados, de catlogos de archivos,de bibliotecas, de prensa, etc., son y han sido fundamentales para lasnuevas investigaciones. M. Chust, Las independencias, p. 21.40 J. B. Amores Carredano, Presentacin, p. 15.

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    de publicistas a sus objetivos, prolongando as latradicin gubernamental de tener al lado, fieles ycomprometidos, a quienes acaban siendo los autores

    de una reiterativa historiografa institucional quevuelve a decir lo mismo, aunque eventualmentemaquillados de acuerdo al contexto.

    Se trata de una historiografa ideolgicamentecomprometida, que sirve de recurso profesional alos objetivos polticos. Estas instancias han logrado,adems, crear nuevas instituciones (como el casodel Centro Nacional de Historia en Venezuela, delao 2007, o el Instituto Nacional de RevisionismoHistrico Argentino e Iberoamericano ManuelDorrego, creado en 2011), y desde ellas formar nuevosinvestigadores nutridos por estas perspectivas. Estahistoriografa oficial poco tiene de nueva, pues enel fondo realiza exactamente lo mismo que otrosgobiernos en el pasado: refundar las historias patriascomo relato que conduce indefectiblemente a su

    presente histrico en tanto que realizacin ltima dela nacin. Esta historiografa acude a las fuentes paravalidar sus argumentos, y no para investigar.

    Aquellos gobiernos que no han cambiado susinstituciones o creado otras nuevas, de todas manerascontinan reproduciendo las historias patrias yhaciendo de las independencias el mismo hecho

    mgico que dio a luz a las naciones. Retomando lasansiedades sobre la identidad nacional que marcaronla conmemoracin de hace cien aos, por ejemplo, unrecin elegido Sebastin Piera deca en el marco delas celebraciones del bicentenario de Chile que pocascosas pueden ser ms oportunas y ms necesariasque reflexionar sobre lo que significa ser chilenos eintentar desentraar de nuestra identidad, aquelloque nos caracteriza y, en cierto modo, aquello que nosdistingue de los dems pueblos de esta Tierra.4141 Vase la pgina ocial al respecto: www.gobiernodechile.cl/bicente-nario/, y adems el ya referido video colgado en http://www.youtube.com/

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    El gobierno de Mxico hizo algo similar, y asumiel relato ms tradicional sobre su independenciacomo interpretacin oficial de la misma: En el ao

    de 1810, Miguel Hidalgo convoc a los mexicanosa levantarse para acabar con la opresin y alcanzarla libertad, al grito de Viva la Independencia!, quesignificaba la esperanza de un futuro mejor, y al gritotambin de Muera el mal gobierno!, que representabala inmediatez de los sufrimientos del pueblo.42

    La idea de que la independencia no ha concluido yque es nuestro deber continuarla o reiniciarla, pareceser el tema fundamental de los actuales gobiernos deVenezuela y Argentina. Una llamada a la segundaindependencia ha sido lanzada desde los nuevosespacios de poder argentinos, y en representacin deello ha escrito, por ejemplo, el catedrtico Arturo A.Roig, en una compilacin que realiza junto a HugoE. Biagini y que public el Jefe del Gobierno deBuenos Aires y su tren ejecutivo. Dijo Roig, ms all

    del sugerente ttulo de su artculo y en remarcadorescate de propuestas interpretativas ya comentadasanteriormente: Diremos, s, que la Teora de ladependencia de la dcada de los 60, sistemticamenteignorada, ha reflotado y su reformulacin es, sin dudaalguna, una de las tareas urgentes a las que debenentregarse nuestros cientistas sociales.43

    watch?v=lz1y8cLTvMo, en donde se aprecia una mezcla sorprendente

    de smbolos y lugares comunes que termina fundiendo las imgenesde Allende y Pinochet, logrando un efecto ciertamente incmodo enaquellos que comprenden, con estupor, que esa asociacin resulta unexabrupto irritante. Las pginas fueron consultadas en noviembre de2011.42 www.bicentenario.gob.mx43 Necesidad de una segunda independencia, en Hugo E. Biaginiy Arturo A. Roig, Compiladores, Amrica Latina hacia su segunda in-dependencia. Memoria y autoafrmacin, Buenos Aires, Aguilar-Altea-Taurus-Alfaguara, 2007, p. 31. Con el objeto de resaltar que esta ideade la segunda independencia no se encuentra aislada y que forma

    parte del discurso ocial del gobierno argentino, remito a una frase dela actual presidenta de la Argentina, Cristina Fernndez de Kirchner,pronunciada en el marco de su Discurso de Orden con motivo del bicen-tenario del 19 de abril de 1810 ante la Asamblea Nacional de Venezuela:

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    El caso venezolano es an ms transparente. Elgobierno ha asumido como lema algunas consignasque estn directamente involucradas con la idea de

    que la independencia ha sido un continuumdesde 1810hasta el presente. Frases como 200 aos combatiendoimperios, o Independencia para siempre (esteltimo fue el ttulo del desfile realizado en Caracascon motivo de las celebraciones del bicentenario del5 de julio de 1811), han sido enastados a lo largo yancho del pas en los postes de iluminacin pblica,o bien insertados en los membretes de la papelera

    oficial.Del mismo modo que cien aos atrs o al igual que

    en cada fecha patria, los gobiernos parecen recurriral mito gensico44 como referente substancial de suexistencia y de su misin al frente de la nacin. Elmito, que no acepta discusiones, resulta til a unosy otros, pero en todo caso se reproduce como discursooficial, una y otra vez, a travs de la historia. A pesar

    Los pueblos de Amrica del sur se encuentran en este bicentenarioante una nueva etapa, que yo denomino una segunda Independencia.El discurso ha sido publicado por la Asamblea Nacional de la Repbli-ca Bolivariana de Venezuela (bajo el ttulo Discurso pronunciado porla excelentsima seora Cristina Fernndez de Kirchner Presidenta dela Repblica Argentina en la sesin solemne con motivo de cumplirsedoscientos aos de la fecha heroica en la que el pueblo venezolano dioinicio a la gesta independentista, dado en el Palacio Federal Legislati-vo, Caracas, Lunes 19 de abril de 2010), y se encuentra disponible enformato pdf en la pgina www.asambleanacional.gob.ve; la cita proviene

    de la pgina 4.44 En mi trabajo sobre Independencia, mito gensico y memoria es-clerotizada (El relato invariable, p. 54), he intentado denir estaidea acerca del mito gensico, que revisado en otros estudios ante-riores: Los mitos no son hechos, en denitiva: son estructuras queinterpretan hechos, fenmenos, o la existencia misma. Y por tanto con-tribuyen a sobrellevar las dudas existenciales ms fundamentales detodas las sociedades: quines somos?, de dnde venimos?, porqu estamos aqu?, hacia dnde vamos? La independencia, el mitogensico, est all para darle sentido y respuesta a esas dudas, parasoportar la existencia misma de la sociedad y, en este caso, de la na-

    cin. Los hechos de la independencia, por consiguiente, yacen veladosdetrs del mito, confusos tras su relato fantstico. De all que la laborde comprenderlos sea un objetivo de investigacin, un problema meto-dolgico, y no una tarea de la historia ocial. Subrayado original.

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    de las declaraciones de intencin que sealan unaseparacin crtica de los discursos tradicionales, setrata de discursos e historiografas nacionalistas,

    que representan la eficacia simblica de las historiaspatrias y la reproduccin de una memoria oficial queha nacionalizado la memoria colectica con relacin a lasindependencias.45

    Entrampados en la bsqueda de resoluciones alos problemas sociales y econmicos del presente,algunos investigadores acaban asociados conproyectos polticos que les sujetan ideolgica einterpretativamente. Escudos de objetivos mayoresque les sobrepasan, confunden posiciones tericascon militancia y culminan cosificando a la realidad.El gran antroplogo materialista Eric Wolf dijo queConceptos tales como nacin, sociedad y culturadesignan porciones y pueden llevarnos a convertirnombres en cosas. Slo entendiendo estos nombrescomo hatos de relaciones y colocndolos de nuevo

    en el terreno del que fueron abstrados, podremosesperar evitar inferencias engaosas y acrecentarnuestra comprensin.46

    Un ejemplo: indgenas, originarios, aborge-nes, naturales o indios, slo son categoras abs-tractas que eventualmente pretenden ser descripti-vas, y que slo guardan sentido en su contexto de

    uso y funcin, pero que no dan cuenta de la realidadso-cial, histrica y cultural, propia de las particularida-des, heterogeneidades y contradicciones inherentesa esos grupos, a sus condiciones y a su dinmica detransformaciones expresada a travs del tiempo. To-das esas categoras acaban cosificando a la realidady sirviendo de herramienta discursiva, ideolgica ojurdica, segn sea el caso, sin que por ello se resuel-45 Quizs ya sea tiempo de destacar la sinonimia existente entre his-toria ofcial, historiografa patria, memoria nacional y memoria colec-tiva, para el caso de las naciones hispanoamericanas.46 Europa y la gente sin historia, Mxico, Fondo de Cultura Econmi-ca, 1987, p. 15.

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    van los intrincados accesos analticos que hacen faltapara lograr comprender esa dinmica histrica de lastransformaciones que le es propia a toda organiza-

    cin social.Algo similar sucede, para el caso de las indepen-

    dencias, con el uso de trminos como imperio, co-lonia, emancipacin, o bien criollos, realistas,patriotas, e incluso espaoles: todas ellas puedenser categoras que pretenden describir una realidad;no obstante, un uso descuidado apenas puede otor-garles una utilidad ideolgica.

    Con todo, esta situacin acaba siendo una seductorainvitacin al debate en las instancias acadmicas. Unahistoriografa comprometida con el anlisis crtico, yentregada a la bsqueda de nuevos objetos de estudioy nuevas estrategias interpretativas, parece haberseconformado a la vuelta de las ltimas dcadas, talcomo lo sealamos anteriormente. Se ha construido

    con ello un dilogo y un debate iberoamericanoy transcontinental, y en direcciones cardinalesmltiples, dejando muy atrs la afirmacin maniqueaque vea como una amenaza al dilogo norte-sur, oEuropa-Amrica, etc.

    Es, al fin y al cabo, la construccin de un debateacadmico sobre el tema de las independenciaslabrado entre especialistas e investigadores que handesnacionalizado la discusin y que han abierto nuevoscaminos hacia interpretaciones diversas, hacia lasparticularidades, heterogeneidades, y contradiccionespropias del proceso, conduciendo a comprender que setrata de una coyuntura muy compleja y sobre la cualresulta temerario establecer generalidades, que a lavuelta de estas recientes aproximaciones ya parecenresultar obsoletas o anacrnicas. Esta plataforma de

    dilogo y discusin, indefectiblemente acadmica, harealizado esfuerzos que apuntan a desideologizar losdiscursos y a establecer desprendimientos crticos

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    de los compromisos institucionales, gubernativos-polticos, o financistas, que siempre construyen susconclusiones previamente a las investigaciones,

    utilizando a stas como medios de validacin ylegitimacin de sus argumentos.

    Las independencias hispanoamericanas no dejarnde ser un problema de investigacin, y la historia loha demostrado claramente. En tanto que problema,es un asunto acadmico, y en descargo de la historio-grafa oficialista, slo los investigadores comprome-tidos con hallar resultados analticos sern capacesde construir discursos crticos, y esto es algo vedadoa las instituciones del Estado y a los que se hallansujetos al compromiso ideolgico.

    Pretender que las independencias son un asuntoacabado, a pesar de que deban continuarse oreanudarse, representa un equvoco que acabacon la bsqueda del anlisis y con la investigacin.

    Implica suponer que el significado otorgado a lasluchas de hace doscientos aos an est vigente, ytal cosa slo puede ser una anacronismo cmodo ycmplice. Las independencias son procesos histricosy sociales, simblicos y concretos, que han sido, sony sern discutidas siempre, pues como todos losobjeto de estudio del conocimiento son debatibles,relativizables y susceptibles de ser revisados una y

    otra vez. No es una casualidad que algunos autoresque participan de la construccin de una historiografacrtica sobre las independencias, hayan coincidido sinsaberlo en ttulos y subttulos de sus trabajos: InsQuintero incluy un subttulo en uno de sus ltimostrabajos que dice El debate contina,47 mientrasque Amores Carredano llam del mismo modo a laPresentacin que hace al libro que l mismo editacomo Las independencias iberoamericanas: el debatecontina; como coincidencia, el historiador PabloRodrguez edit recientemente un hermoso libro al

    47 En Las causas de la independencia..., p. 115.

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    que titul La historia que no cesa. La independencia enColombia (1780-1830).48

    Estos son indicadores indefectibles de que el temade las independencias en Hispanoamrica jamspodr agotarse, y que sus discusiones sealan lavigencia y la necesidad de no sentenciarlo o reducirloal inters mezquino del objetivo poltico. Se trata deun debate que no puede extinguirse, pues los hechosy los procesos histricos cuentan, como la realidad,con perspectivas caleidoscpicas inocultables. Lasindependencias, sus conmemoraciones, sus usose interpretaciones, los procesos histricos querepresentan, la sociedad misma que se expresa en todoello, forman parte de esa realidad irreductible a unasola sentencia, abierta a las miradas que investigany al cultivo de un debate que debe existir siempre,mientras exista una historiografa crtica.

    De los trabajos presentados en este libroLos estudios aqu presentados pretenden, cada

    uno en su especialidad, tema y estilo, dar cuentade la premisa que pretendemos sostener: lasindependencias representan temas inagotables yposeen interminables aristas para su interpretacin.No slo son un tema o muchos temas; se trata de

    un problema de investigacin y, por tanto, es elaboradouna y mil veces como derrotero de conocimiento, aqu,antes y siempre. De all que a las independencias seles pueda abordar, en tanto que problema, desde elcontexto en el que tienen lugar, en sus hechos, ensus contradicciones, efectos, discursos, instituciones,etc., o bien desde la historiografa (testimonial,oficial, acadmica, narrativa, o como quiera que se

    presente), e incluso desde la forma en la es enseada,aprehendida, reproducida, cuestionada, o analizada.

    48 Bogot, Universidad del Rosario, 2010.

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    Hemos preferido dar comienzo por la revisinde la enseanza de la historia de las independenciasiberoamericanas en el marco de los manuales de

    historia de Espaa, Amrica e Historia Universalque se utilizan en las universidades espaolas. Aello se dedic Ivana Frasquet, y ha observado que,a pesar de los esfuerzos de muchas investigacionesque pretenden observar los procesos en los que seenmarcaron las independencias de manera unificadaa uno y otro lado del Atlntico, en el intento decomprender sus complejidades y contradicciones,

    es obvio que en Espaa se carece de un manualuniversitario que englobe estas interpretaciones.

    El tema de las independencias iberoamericanasparece ser todava un asunto delicado en la enseanzade la historia para Espaa. A pesar de haber pasadodos siglos, la historiografa de los manuales hademostrado que, eventualmente, se sostienen yreproducen ciertas sensibilidades al respecto que

    demuestran que el tema an genera resquemoresy susceptibilidades. A la vuelta de atender lo queFrasquet plantea al respecto, tal parece que elabordaje de los procesos histricos no ha hallado,hasta el momento, el recurso pedaggico preciso quepermita comprender que la historia es una unidadindivisible, sin que por ello se sacrifique tal unidad enfavor de la enseanza estratgicamente fragmentada

    de sus condiciones y devenires. Quizs la atencin alproblema de las independencias (ahora estimuladascon lo que Frasquet ha llamado con mordacidadcomo el Bicentenariazo), pueda contar con nuevosy mejores resultados en su enseanza, luego deque todos estos asuntos estn siendo forzosamenterevisados a la luz de los nuevos estudios que, comoste, lo reclaman con propiedad.

    Lo que la autora nos propone en su trabajo esun delicado y minucioso paseo por los manuales

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    de historia espaoles que atienden, con acierto odesdn, con profundidad o con equvocos, al temade las independencias desde la construccin de una

    Historia de Espaa, una Historia Universal, o bienuna Historia de Amrica que, en ninguno de loscasos, parece lograr desprenderse de las sujecionesinterpretativas de la historia tradicional, aspecto queIvana Frasquet seala con aguda crtica.

    Detrs de la enseanza se encuentra elconocimiento, y es por ello que el problema de lahistoriografa sobre el asunto asoma posteriormenteal primer trabajo. Se presentan tres estudios alrespecto: el de Ins Quintero, el de Elena Plaza, yel de Manuel Chust. Como trabajos que atienden yrevisan la problemtica historiogrfica, cada uno seenfoca en asuntos concretos y revisa la construccindel discurso sobre las independencias a travs de lahistoria de la historiografa (Quintero y Plaza lo hacenpara el caso de Venezuela), as como enhebrando

    crticamente los ms recientes estudios acerca deuno de los temas ms importantes del proceso (elcaso de la Constitucin de Cdiz de 1812, que revisaChust con amplio conocimiento sobre la produccinal respecto).

    Ins Quintero aborda la construccin de laHistoria Patria en Venezuela, revisando la

    conformacin de sus argumentos desde las primeraspublicaciones destinadas a fundar una opinin sobrelas razones de la ruptura con Espaa. Ha halladoaspectos que no slo fueron comunes en el momentoen el que se estaba elaborando este discurso, sino quetales argumentos han sobrevivido hasta el presente,siendo resignificados con arreglo a fines polticos.Segn Quintero, la historia patria se arm desdemuy temprano con tres elementos fundamentales:la estigmatizacin del pasado colonial, la identificacinrpida de hitos fundacionales, y la apologa a los hroes.

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    Son estos tres puntos de partida los que habrn demantenerse y consolidarse en el siglo XIX, a lo largodel siglo XX, y sin duda hasta nuestros das.

    El trabajo destaca que el alcance de este discursohistoriogrfico no descansa en las pginas de loslibros nicamente, sino que llega hasta la construccinde la propia identidad nacional, de la mano de lacelebracin de las efemrides patrias, las fiestascvicas, el homenaje a los hroes, la construccin deplazas, la ereccin de estatuas, las creaciones literarias,la produccin historiogrfica y la enseanza de lahistoria.

    Cierra el trabajo la autora con una reflexin alrespecto, que compartimos plenamente: El asunto,como puede advertirse es de entidad. Para quienesnos ocupamos de la reflexin y comprensin denuestro pasado, no se trata de juzgar, de condenar oreivindicar los hechos de la historia, mucho menos

    de otorgarles una determinada valoracin positiva onegativa, cuyo fin ltimo sea devolverlos al presentedespojados de su historicidad, prctica sin dudaanacrnica y desprovista por completo del ejerciciode la crtica histrica, herramienta insoslayablepara la construccin del conocimiento en nuestradisciplina.

    Elena Plaza sistematiz el abordaje a lahistoriografa venezolana atendiendo dos autoresfundamentales en dos momentos historiogrficosdiferentes: Rafael Mara Baralt y Jos Gil Fortoul:

    queremos recrear dos procesos que correnparalelamente en la construccin de la memoriahistrica de Venezuela durante el siglo XIX: lasconstrucciones histricas sobre la Independencia y la

    evaluacin de la nacin que surgi como resultado.Baralt representa al primer momento, el de laconstruccin del relato sobre la independencia a pocos

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    aos de haber concluido el proceso; mientras que GilFortoul pertenece al contexto de los positivistas,armados ya con herramientas metodolgicas y

    conceptuales capaces de revisar ms analticamente alos procesos histricos. La comparacin entre ambosautores acaba siendo un agudo estudio de las visionesde nuestra historia.

    Baralt supone una visin optimista del procesoresultante de la independencia, en tanto que GilFortoul representa al pesimismo propio de finalesdel siglo XIX en general. Es esta ltima mirada laque evala y repiensa a la historia nacional comoresultado de la propia independencia, ms anclado ensus carencias y sus fracasos que en los aciertos quepudo haber tenido por entonces. Rafael Mara Baralthaba encarnado la fundacin de un discurso nacional,valorando a la patria chica desde su entorno naturaly construyendo con su obra una idea de nacin queiguala la representacin de la misma con el marco

    territorial y concreto sobre la que se asienta comopas. Se trat, en consecuencia, de una concrecingeogrfica -corprea- del Estado recin refundado.

    Con Gil Fortoul existen situaciones similares alorigen de la historia escrita por Baralt, pero dentrode un contexto semntico y poltico diferente. Aligual que a Baralt, a Gil Fortoul se le encargoficialmente (por un decreto de 30 de noviembrede 1898) la escritura de una historia de Venezuela,pero en este caso, a diferencia del anterior (quesupona una historia y una geografa que, de algunamanera, remontaran el relato hasta los orgenes delterritorio), el encargo se circunscribi a la redaccinde una Historia Constitucional de Venezuela quepartiera de 1811 hasta aquel momento. Con todas lasfacilidades, desde acceso abierto a los archivos hastafinanciamiento, el autor se embarc hacia Europa conel objeto de escribir su obra.

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    El resultado fue un estudio sobre la historia yla composicin de la sociedad venezolana desdeun esquema evolucionista, con una propuesta de

    periodizacin que cubrira todo el siglo XIX apartir, fundamentalmente, de una escogencia delos perodos desde un punto de vista poltico. Laautora recoge tambin el efecto de ambas obras enla sociedad venezolana, especialmente a partir de laopinin pblica, revisando sus detractores y adeptos,y las compara con los objetivos esperados por laclase dirigente de ambos momentos que apost, cada

    una en su circunstancia, por la construccin de unahistoria que favoreciera sus proyectos. En todo caso,las dos Historias acabaron siendo clsicos de lahistoriografa venezolana.

    Manuel Chust, por otro lado, se aproxima a lahistoriografa sobre la Constitucin de Cdiz de1812 y advierte que la atencin a ese tema en especialha ido cambiando en el tiempo, especialmente en los

    ltimos aos, a los que identifica como parte de unmomento historiogrfico que ha transformadolas miradas sobre el caso. Al parecer, se han dejadoatrs las posiciones que minimizaron, relativizaron,magnificaron o bien observaron el asunto desdemrgenes polticos que sujetaron las miradas; todasestas perspectivas, en palabras del autor, pesan msel objeto estudiado que el sujeto, las partes que el

    todo, lo particular frente a lo general. Desde un parde dcadas a esta parte, ha sido posible desplegarinterpretaciones histricas apoyadas en marcosmetodolgicos pertinentes y ajustados al objeto deestudio, lejos de diluirlo dentro de aproximacionesmayores y envolventes, como lo significaron, en sumomento, los debates sobre la revolucin burguesaespaola o la revolucin francesa.

    El legado de las Cortes de Cdiz y de laConstitucin fue un hecho revolucionario, y Chust

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    seala la necesidad de advertir esto a ambos lados delAtlntico, y no slo en territorios peninsulares. Setrat de una revolucin liberal hispana, cuya propuesta

    apunt a integrar los territorios americanos comoparte de un solo Estado-nacin. Y su complejidaddebe comprenderse desde perspectivas que atiendananalticamente la dinmica cambiante de aquelproceso tan estremecedor como estremecido, algoque, de acuerdo con Chust, viene realizando estanueva historiografa ms desprendida de viejasanclas que no contribuan al desarrollo de miradas

    penetrantes en contextos complejos, como de suyo losupone el de 1812 a ambos lados del Atlntico.

    Fue un contexto tan complejo como confuso,desde luego, especialmente para sus protagonistas,y ello se advierte, por ejemplo en las coincidenciasque, en un mismo momento y en un mismo escenario,permiten la coexistencia de planteamientosreformistas y revolucionarios, los cuales tenan

    como finalidad derribar al Antiguo Rgimen dela monarqua absolutista espaola, si bien diferanen el planteamiento nacional y nacionalista que lesucedera.

    El trabajo de Manuel Chust acaba siendo un paseocrtico por la bibliografa ms reciente sobre el tema,la cual, junto a su juicio, parece advertir que: Ya queda

    anacrnico seguir hablando de Cdiz sin Amrica. Unconjunto de obras han sido publicadas en las dosltimas dcadas en este sentido. Lo cual, a nuestroentender, ha contribuido a renovar y enriquecer lahistoriografa espaola notablemente.

    El trabajo que sigue, el de ngel Almarza, enlazaa la historiografa y sus discusiones con los estudiosparticulares o de casos. Se trata de una aproximacin

    que, en las ltimas dos dcadas, ha venido creciendo enlos estudios multidisciplinarios y multimetodolgicossobre los procesos histricos y sociales en general, y

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    sobre la coyuntura de las independencias en especial.El estudio de Almarza forma parte de una historiaconceptual que sobre los discursos propios de finales

    del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX ha cobradolugar en la nueva historiografa sobre el tema. Ya noes posible, sin duda, estudiar a los procesos histricosen general sin comprender sus contextos semnticos,y ello supone analizar sus discursos.

    El autor se propone examinar la evolucinsemntica de la nocin de independencia enVenezuela entre 1770 y 1870, un siglo a travs delcual se transform la construccin e interpretacinde la realidad en la cultura occidental. El recorridoinvita, seduce, estimula reflexiones y comparaciones,y convoca a seguir debatiendo al respecto. Con todo,Almarza advierte que Aunque parezca sorprendentee inexplicable, la enorme produccin historiogrficadel perodo de la emancipacin no atendi entre suspostulados una reflexin, de por s necesaria, sobre el

    concepto de la independencia.La polisemia observada por ngel Almarza en

    la evolucin de esta nocin no es nica ni exclusiva.Otras nociones, que se revisan en la obra conducidapor el Catedrtico de la Universidad del Pas VascoJavier Fernndez Sebastin (Historia conceptualcomparada del mundo iberoamericano, citada en el

    trabajo de Almarza y de la que l mismo formaparte), poseen un proceso similar. Conceptos comolibertad o igualdad, tan caros al proceso mismode las independencias, no han significado lo mismosiempre, y sus transformaciones, propias de losusos de la lengua y el pensamiento, dan cuenta de ladinmica de la cultura y con ello de las sociedades.

    Hoy valores por los que se entrega la vida, estos

    conceptos no representaron siempre lo mismo, y enello se detiene el autor, quien acaba concluyendo yproponiendo que la independencia adquiri una

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    interesante dualidad, como origen de la organizacinrepublicana, pero tambin como un objetivo quedeba perseguir la sociedad poltica hasta nuestros

    das. En el entendido de que los conceptos tantorepresentan como construyen relaciones, sin dudaestas nociones (independencia, libertad, igualdad),alcanzan tambin a producir acciones capaces de darcuenta claramente de la dinmica de los procesoshistricos y de transformar, al mismo tiempo, a lassociedades estructuralmente.

    Este segmento de trabajos propiamente dedicadoal estudio de las historiografas y de los discursossobre las independencias, se ve ahora complementadocon investigaciones sobre aspectos ms particularesdel proceso. Los trabajos de Armando Martnez,Sigfrido Vsquez Cienfuegos, Daniel Gutirrez,Vctor Peralta y el mo, conforman un grupo deinvestigaciones que atienden casos y procesos desdey sobre las independencias.

    Armando Martnez comienza destacando, apartir de las diferencias jurdico-territoriales-administrativas existentes entre el Virreinato de laNueva Granada y la Capitana General de Venezuela,la condicin del inters y atencin con que susrespectivos sucesos eran seguidos por los ilustradosde ambas jurisdicciones. En un contexto como el

    de finales de siglo XVIII y principios del XIX, losnotables de ambos territorios contaban entre susfamilias a muchos interesados y (tambin) formadosen las letras y los estudios cientficos de la poca. Estosintereses, propios de un nuevo saber que tambinserva de diferenciador social por entonces, acercabana los ilustrados de esas regiones al conocimiento einformacin sobre los cambios polticos y filosficosde entonces.

    A pesar de que la lgica inmediata nos puede hacersuponer que fue por la va del contagio que las ideas

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    de la modernidad se introdujeron en los contextosamericanos, las sociedades de este lado del Atlnticono slo construyeron su propio discurso sobre la

    realidad social y poltica, sino que lo ejecutaron asu manera, participando de esa y mil maneras enla construccin misma de la modernidad, muy adespecho de aquellos que an hoy siguen alucinandoal creer que tal cosa es propio nicamente de lasluces europeas.

    Con sus propias luces, neogranadinos ycaraqueos fraguaron sus discursos y sus procesos detransformacin poltica. De la mano de los hechos y desu transmisin por la va de los peridicos y gacetasde la poca, se construy un dilogo y un mecanismode difusin y convocatoria que, como lo advierteArmando Martnez, conform una conexin entreambos territorios. Observa el autor, en este sentido,el efecto de las noticias sobre los hechos de Caracasen Cartagena, y cmo los abogados santafereos

    sirvieron de enlace con la circulacin de estasnoticias hacia el sur del virreinato: La actividad delos abogados santafereos respecto de los sucesos deCaracas fue la de intermediarios polticos respecto delas provincias del sur, pues de esta sede del Virreinatosalan los correos cargados de noticias y Gacetas deCaracaspor las rutas de Quito y el Per.

    Advirtiendo una notable familiaridad entre lostextos de las constituciones de Caracas y Cartagena,Martnez supone una conexin caraquea, la cual yaes parte de la representacin histrica re