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La novela sigue aClarissaDalloway a través de un solo día en InglaterradespuésdelaGranGuerraenunanarrativadeestilodeflujodeconsciencia.Construida a través de dos pequeñas historias que Woolf había escritopreviamente («La señora Dalloway en Bond Street» y su inconclusa «ElPrimer Ministro») la historia de la novela son los preparativos de Clarissaparaunafiestaquevaaofreceresanoche.Usandolaperspectivainteriordelanovela,Woolf semuevehaciaatrás y adelanteenel tiempo, y dentro yfueradelamentedevariospersonajesparaconstruirunaimagencompleta,nosolodelavidadeClarissa,sinodelaestructurasocialdeentreguerras.Debidoasimilaridadesestructuralesyestilísticas,comúnmentesecreequeLaseñoraDallowayesunarespuestaalUlisesdeJamesJoyce,untextoqueesadmiradocomounadelasgrandesnovelasdelsigloXX,algoqueWoolfanticipó,elogiando laobraensuensayo«ModernFiction».Sinembargo laHogarthPress,administradaporellaysuesposoLeonard,nopudopublicarelUlisesenInglaterradebido,entreotrascausas,alasrestriccionesdeusode lenguaje obsceno que regían en Inglaterra en la época.Fundamentalmente, sin embargo, La señora Dalloway explora en nuevosterrenosybuscapresentarunaspectodiferentedelaexperienciahumana.

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VirginiaWoolf

LaseñoraDallowayePUBv1.4

Polifemo7&DoñaJacinta16.07.12

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Títulooriginal:Mrs.DallowayVirginiaWoolf,1925.

Editororiginal:Polifemo7(v1.0av1.3)Segundoeditor:Editor2(v1.4)Correccióndeerratas:DoñaJacintaePubbasev2.0

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LaseñoraDallowaydijoqueellamismacompraríalasflores.PorqueLucyyalehabíahechotodoeltrabajo.Laspuertasseríansacadasdesus

goznes;loshombresdeRumpelmayeribanavenir.Yentonces,pensóClarissaDallo-way,¡quémañana!—frescacomosifuesenarepartirlaaunosniñosenlaplaya.

¡Qué deleite! ¡Qué zambullida! Porque eso era lo que siempre había sentidocuando, con un leve chirrido de goznes, que todavía ahora seguía oyendo, habíaabiertodegolpelaspuertaventanasysehabíazambullidoenelairelibredeBourton.Quéfresco,quétranquilo,másqueahoradesdeluego,estabaelaireenlasprimerashorasdelamañana;comoelaleteodeunaola,elbesodeunaola,fríoycortanteysinembargo (para los dieciocho años que tenía entonces), solemne, sintiendo, comosentíaallídepieen laventanaabierta,quealgo terribleestabaapuntodesuceder;mientrasmiraba las flores, los árboles, el humoescapandoentre su fronda, y a losgrajos volando arriba y abajo; de pie y mirando hasta que Peter Walsh dijo:«¿Mirandoalasmusarañas?»—¿esodijo?—.«Prefieroaloshombresantesquelasmusarañas»—¿esodijo?Debiódecirloeneldesayunocuandoellahabíasalidoalaterraza. PeterWalsh. Volvería de la India un día de éstos, en junio o julio, habíaolvidadocuándo,puessuscartaseranterriblementepesadas;eransusdichosloqueunarecordaba;susojos,sucortaplumas,susonrisa,sumalgenioy,unavezquemilesdecosassehabíandisipadocompletamente—¡quécosatanextraña!—unoscuantosdichoscomoéste,sobrelasmusarañas.

SeirguióunpocosobreelbordilloesperandoquepasaraelcamióndeDurtnall.Unamujerencantadora,pensóScropePurvis(quelaconocíacomounoconocealosvecinos de Westminster); tenía el no sé qué de un pajarillo, del arrendajo, verdeazulado, ligera, vivaracha, aunque tenía cincuenta años cumplidos, y muy pálidadesdesuenfermedad.Ahíestabaellaencaramada,sinverlo,esperandoacruzar,bienerguida.

Porque de tanto vivir enWestminster—¿cuántos años ya?…más de veinte—sientes, aun en medio del tráfico, o al despertarte de noche, Clarissa estabasegurísima,unaquietudparticular,omejorciertasolemnidad;unapausaindescripti-ble;unsuspense(aunqueesopodíaserdelcorazón,segúndecíanaquejadodegripe)antes de que el Big Ben diese la hora. ¡Ahora! El reloj tronó. Primero un aviso,musical; luegolahora,irrevocable.Loscírculosdeplomosedisolvieronenelaire.¡Quélocosestamos!,pensócruzandoVictoriaStreet.PorquesóloDiossabeporquénosgusta tanto,porqué lovemosasí,porqué lo inventamos,porquéconstruimostodo esto que nos rodea, y lo destrozamos para volverlo a crear de nuevo; pero sihasta los mismísimos mendigos, los miserables más desesperados sentados en losportales (beben sudestrucción)hacen lomismo;y esono lopueden solucionar lasleyes del Parlamento y por una ymisma razón: aman a la vida. En los ojos de lagente, en el vaivén, el caminar y la caminata; en el estruendoy el tumulto; en los

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coches,automóviles,omnibuses,camiones,hombres-anuncioquevanyvienendeunladoaotro;enlasbandasdemúsica;organillos;eneltriunfo,yeneltintineoyenelextraño canto de algún aeroplano que pasaba volando estaba lo que ella amaba: lavida;Londres;estemomentodejunio.

Porque era junio. La guerra había terminado, salvo para gente como la señoraFoxcroft en laEmbajadaanoche, comiéndose las entrañas con sus lágrimasporqueaqueljoventanbuenohabíamuertoyahoralaviejafincairíaapararamanosdeunprimo;ocomoLadyBexboroughqueinaugurólatómbola,dijeron,coneltelegramaenlamano,John,supredilecto,muerto;perohabíaterminado,graciasaDios—deltodo.Era junio.LosReyes estaban enPalacio.Y por todas partes, aunque todavíamuytemprano,habíaunmovimiento,unritmo,deponisquegalopaban,debatesdecricket que golpeaban; Lords, Ascot, Ranelagh y el resto, envuelto en la suaveretícula del aire gris azul de la mañana que a medida que avanzaba el día, losdesnudaríaydepositaríaensucéspedyensuscamposdecricket,alosponistroteros,cuyas manos no hacían sino tocar el suelo para volver a saltar, y a los jóvenesincansables, las jovencitas riéndose, en sus muselinas transparentes las cuales, sinembargo, a pesar de haberse pasado la noche bailando, insistían en sacar a pasearahora a sus absurdos perros de lanas; e incluso ahora, a estas horas, discretas yancianas señoronas salían en sus automóviles a hacer misteriosos recados; lostenderosseafanabanensusescaparatesconsusdiamantesybaratijas,suspreciososyviejosbrochesverdesmarconmonturasdieciochescaspara tentara losamericanos(¡hayqueahorrarynocomprarcosasalaligeraparaElizabeth!),ytambiénella,queadorabaaquelloconunapasiónabsurdayfiel,siendopartedeello—puessugenteperteneció a la corte allá en tiempos de los Jorges— ella también, aquellamismanoche,ibaadeslumbrarydespertaradmiración;adarsupropiafiesta.Pero¡quéex-traño!alentrarenelparque,elsilencio,laneblina,elmurmullo,lospatosfelicesconsulentonado,lasavesembuchadascontoneándose,y¿quiéndiríanqueseacercaba,deespaldasaledificiodelGobierno,de lomáscorrecto,consusdespachosenunacarteragrabadaconelescudoreal?¡NimásnimenosqueHughWhitbread!¡SuviejoamigoHugh!EladmirableHugh!

—¡Muy buenos días Clarissa!—dijo Hugh (excediéndose un tanto, ya que seconocíandesdeniños)—.¿Adóndevas?—MeencantapasearporLondres—dijolaseñoraDalloway—.Laverdad,esmejorquepasearporelcampo.

Acababandellegar—desgraciadamente—paraveralmédico.Otrosveníanavercuadros,alaópera,apasearconsushijas;losWhitbreadvenían«averalmédico».Infinidad de veces Clarissa había visitado a Evelyn Whitbread en un sanatorio.¿Estaba Evelyn otra vez enferma? Evelyn estaba bastante pachucha, dijo Hugh,dejandoentender,conunaespeciedemorisquetaoconungestodesucuerpo,muybien vestido, masculino, sumamente apuesto, perfectamente cuidado (siempre iba

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casi demasiado bien vestido, pero quizá no le quedaba más remedio dado supuestecilloenlaCorte),quesuesposasufríaalgunadolenciainterna,nadaserio,cosaqueClarissaDalloway,viejaamigasuyacomoera,comprenderíasinpedirleque ledieramás detalles. ¡Claro!Claro que lo comprendía; qué fastidio; y se sintiómuyfraternaly a lavez curiosamentepreocupadapor su sombrero.Noera el sombreroadecuadoparaesahoradelamañana,¿verdad?PorqueHughsiemprelehacíasentir,ahígesticulando,descubriéndose,untantoexagerado,yasegurándolequepodíapasarpor un niña de dieciocho años, y que por supuesto que iría a su fiesta esa noche,Evelyn insistiómuchoenello, loúnicoesqueposiblemente llegaríaunpoco tardedespuésde la fiestaenPalacioa laquedebía llevaraunode loschicosdeJim—siempresesentíaunpocoinsignificanteal ladodeHugh;comounacolegiala;perocon cierto apego hacia él, en parte por conocerlo desde siempre, pero también leresultaba buena persona a sumanera, aunque a Richard le sacaba de quicio, y encuantoaPeterWalsh,nuncalehabíaperdonadoquelegustara.

Seacordaba,unoporuno,delosescándalosquesearmaronenBourton—Peterfurioso;Hugh, desde luego, no tenía nada que ver con él, aunque tampoco era tanimbécil comoPeter decía; no eraun simplebodoque.Cuando su ancianamadre lepedíaquedejara lacazaoquela llevaraaBath, lohacíasinrechistar; laverdadesquenoeranadaegoísta.Yesodeque,comoPeterdecía,noteníacorazónnicerebro,nadamásquelosmodalesylacrianzadeuncaballeroinglés,ésaserancosasdesuquerido Peter en susmejoresmomentos; y es que llegaba a ponerse inaguantable;llegabaa resultar insufrible;perounacompañíaadorableparadarunpaseoenunamañanacomoésta.

(Junioleshabíasacadolashojasatodoslosárboles.LasmadresdePimlicodabandemamar a sus críos. Losmensajes pasaban de la flota al almirantazgos. Parecíacomo si Arlington Street y Piccadilly caldearan el mismísimo aire del parque yelevaran sus hojas con calor, brillantez, en esas olas cuya divina vitalidad tanto legustabaaClarissa.Bailar,montaracaballo,lehabíaencantadotodoaquello.)

Porque bien podían llevar cientos de años sin verse, ella yPeter; ella nunca leescribía y las cartas de él eranmás secas que palos; y de repente se le ocurría, siestuviese conmigo ahora, ¿qué diría?—algunos días, algunas imágenes se lo de-volvíanalamemoria,serenamente,sinlaamarguradelpasado;locualquizáeralarecompensaporhaberseinteresadoporlagente;volvíanlasimágenesenmediodeSt.James’sParkunabellamañana—porciertoquesí.PeroPeter—pormuybonitoquefueraeldía,y losárboles, lahierbay laniñitade rosa—Peternuncaveíanadadetodoesto.Seponíalasgafas,siellaselopedía,ymiraba.Eraelestadodelmundoloquele interesaba;Wagner, lapoesíadePope,elcarácterdelagenteeternamente,ylosdefectosdesupropiaalma.¡Cómolareñía!¡Cómodiscutían!SecasaríaconunPrimerMinistroyrecibiríadepieenloaltodeunaescalera;lallamabalaanfitriona

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perfecta(porculpadeesohabíalloradoensudormitorio),teníamaderadeperfectaanfitriona,decía.

Por eso, todavía hoy se encontraba en St. James’s Park, viendo los pros y loscontras,todavíahoyseguíapreguntándoseydiciéndosequehabíahechobien—ydehecho así era— en no casarse con él. Porque en el matrimonio debe haber ciertalibertad,unpocodeindependenciaentrepersonasquevivendíatrasdíaenlamismacasa;Richardselodaba,yellaaél.(¿Dóndeestabaélestamañana,porejemplo?Enalgún comité, nunca le pedía explicaciones.) Pero es que con Peter todo tenía quecompartirse; había que hablarlo todo.Y eso era intolerable.Y en cuanto a aquellaescena en el jardín junto a la fuente, tuvo que cortar con él o si no se habríandestruido,amboshabríanacabadoarruinados,estabaconvencida;asíytodo,duranteaños,comounasaetaclavadaenelcorazón,habíacargadoconeldolorylacongoja:y•luegoelhorrordelmomentoenquealguienledijoenunconciertoquesehabíacasado¡conunamujerquehabíaconocidoenelbarco,decaminoalaIndia!Nuncaolvidaríatodoaquello.Fría,desalmada,timorata,ledecía.Nuncallegóacomprenderqué andaba buscando. Pero parece que aquellas indias sí bobas, monas, tontinasdelicadas.Yesoeraderrocharsulástima.Sí,porqueélerafeliz,segúnleaseguraba—perfectamente feliz, aunque nunca hizo nada de lo que habían hablado; su vidaenterahabíasidounfracaso.Elasuntotodavíalaenojaba.

Habíallegadoalaverjadelparque.SeparóunmomentoymirólosomnibusesenPiccadilly.

Noseatrevíaaafirmardenadie,ahora,quefueraestooaquello.Sesentíamuyjoven;altiempoqueinefablementeavejentada.Penetrabaentodaslascosascomouncuchillo;yalavezsequedabafuera,observando.Teníaunperpetuosentir,almirarlos taxis, de estar fuera, lejos, muy lejos, mar adentro y sola; siempre tuvo laimpresióndequevivireramuy,muypeligroso,aunquesólofueseundía.Ynoesquesecreyeselista,omuyfueradelonormal.Cómoselashabíaarregladoenlavidaconlas cuatro cosillasqueFräuleinDaniels leshabía enseñado,no se lo explicaba.Nosabíanada;niidiomas,nihistoria,apenassileíayaalgúnlibro(salvomemorias,enlacama); y sin embargo a ella le resultaba absolutamente absorbente; todo esto; loscochesquepasan;ynosehabríaatrevidoaafirmardePeter,aafirmardeellamisma;soyesto,soyaquello.

Suúnicodoneraconoceralagentecasiporinstinto,pensabaella,reanudandosupaseo. Si la metían en una habitación con alguien, al momento, como un gatoarqueaba el lomo, o ronroneaba. Devonshire House, Bath House, la casa con lacacatúadelaChina,enunaocasiónlashabíavisto todasiluminadas;yrecordabaaSylvia, Fred, Sally Seton—tal cantidad de gente; y bailando toda la noche; y losvagonestraqueteandodecaminoalmercado;yvolverencocheacasaporelparque.Recordó cómo en una ocasión tiró un chelín al Serpentines. Pero todo el mundo

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recordaba; lo que a ella le encantaba era esto, aquí, ahora, frente a ella; la señoragordaenelcoche.¿Acasoimportabaentonces,sepreguntaba,caminandohaciaBondStreet,acasoimportabaquetuvieraquedesaparecercompletamente?Todoestoteníaque continuar sin ella; ¿le dolía; o es que no resultaba un consuelo creer que lamuerteerael finabsoluto?Pero,dealgunamanera,en lascallesdeLondres,en lacorrienteylamareadelascosas,aquí,allí,ellasobrevivía,Petersobrevivía,vivíanelunoenelotro,yellaformabaparte,estabasegurísima,delosárbolesdesucasa,deaquellacasadeahíenfrente, fea,cayéndoseapedazos; formabapartedegentea laquenuncahabíaconocido;yacíacomounabrumaentrelagentequemejorconocía,quieneslaelevabanentresusramascomoellahabíavistoquelosárboleslevantanlabruma, pero se extendía tanto, tan lejos, su vida, ella misma. Pero ¿qué andabasoñando cuando se fijó en el escaparate de Hatchards? ¿Qué es lo que trataba derecuperar?Quéimagendeunamanecerenelcampo,mientrasleíaenellibroabierto:

NotemasmásalardordelsolNialasairadasfuriasdelinvierno.

Esta edad tardía en la experiencia del mundo había creado en todos ellos,hombres y mujeres, un pozo de lágrimas. Lágrimas y desconsuelos; valor yresistencia; un aguante perfectamente recto y estoico. Piensa, por ejemplo, en lamujerquemásadmiraba,LadyBexborough,abriendolatómbola.

Ahíestaban losPlaceresypaseosde Jorrock;ahíestabanEsponjaenjabonada,lasMemoriasdelaseñoraAsquithyCazamayorenNigeria,todosellosabiertosenelescaparate.Tantoslibrosquehabía;peroningunoqueparecieradeltodoadecuadoparallevárseloalsanatorioaEvelynWhitbread.Nadaquelesirvieradedistracciónyconsiguiera que el aspecto de aquella mujer menuda, indescriptiblemente enjuta,pareciera por un momento, al entrar Clarissa, cordial; antes de empezar laacostumbradaeinterminablecharladedolenciasfemeninas.Cuántolonecesitaba—quelagentesemostraracontentaalentrarella,pensóClarissa,sevolvióycaminódenuevohaciaBondStreet,molesta,porqueeraestúpidotenerotrasrazonesparahacerlascosas.HubierapreferidoserunadeesaspersonascomoRichard,quehacíanlascosas por símismas,mientras que ella, pensó, esperando a cruzar, lamitad de lasvecesnohacíalascosasasí,simplemente,porsímismas;másbienparaquelagentepensara esto o aquello, una perfecta idiotez, lo sabía (ahora el policía levantaba lamano), porque nunca nadie se creía el cuento ni por un instante. ¡Ay! ¡Si hubiesepodidovolver a vivir! pensó, bajandode la acera, ¡si hubiese podido incluso tenerotrofísico!

Hubiera sido, para empezar,morena comoLadyBexborough, con tez de cueroarrugado y unos ojos preciosos.Hubiera sido, comoLadyBexborough, pausada y

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majestuosa;másbiencorpulenta;interesadaenlapolíticacomounhombre;conunacasadecampo;muydigna,muysincera.Enlugardeeso,teníaunafiguraestrecha,comodepalillo,unacaritaridícula,picudacomoladeunpájaro.Tambiénesverdadqueteníabuenporte; teníabonitasmanosybonitospies;yvestíabien, teniendoencuentalopocoquegastaba.Peroahoraamenudo,estecuerpoquellevaba(separóamiraruncuadroholandés),estecuerpo,contodassuscualidades,parecíanosernada—nadaenabsoluto.Teníalaextrañísimasensacióndeserinvisible;dequenoselaveía;desconocida;alnohabermásposibilidadesdecasarse,nideteneryamáshijos,nadamásqueestediscurrirasombrosoyalgosolemne,con todos losdemás,BondStreetarriba,serlaseñoraDalloway;yaniClarissatansiquiera;serlaseñoradeRi-chardDalloway.

BondStreet la fascinaba;BondStreetmuydemañanaenplena temporada; susbanderasondeando;sustiendas;sinexcesos;sinresplandor;unrollodetweedenlatienda donde su padre se había comprado los trajes durante cincuenta años; unascuantasperlas;elsalmónencimadeuntacodehielo.

—Esoestodo—dijo,mirandolapescadería—.Esoestodo—repitió,parándoseunmomentoanteelescaparatedelaguanteríadondeantesdelaguerra,tecomprabasunosguantescasiperfectos.YsuviejotíoWilliamsolíadecirqueaunadamaselaconoceporloszapatosyporlosguantes.Unamañanaamitaddelaguerra,sediolavuelta en la cama. Había dicho: «Ya he tenido bastante.» Guantes y zapatos; leapasionaban los guantes; pero a su propia hija, a su Elizabeth, le importaban uncominoambascosas.

Un comino, pensaba, siguiendo por Bond Street hasta una tienda donde leguardabanlasflorescuandodabaunafiesta.AElizabethleinteresabasuperromásquenada.Todalacasaolíaabreaestamañana.Perobueno,mejorelpobreGrizzleque la señorita Kilman; ¡mejor moquillo y brea y todo lo demás que quedarsesentada,enjauladaenunahabitacióncerradaconunbreviario!Cualquiercosaantesqueeso,casidiríaella.Peropudieranosermásqueunafase,comodecíaRichard,comolasquepasantodaslaschicas.Podíaserquesehubieraenamorado.Pero¿porqué de la señorita Kilman? Que había sido maltratada, sin duda; uno debe sertolerante con esas cosas, y Richard decía que era muy competente, que tenía unamenteconunsentidoverdaderamentehistórico.Detodasformas,eraninseparables.YElizabeth,supropiahija,ibaacomulgar;yencuantoacómovestía,cómotratabaala gente que venía a almorzar, no le importaba en absoluto, ya que según suexperiencia el éxtasis religioso endurecía a la gente (las grandes causas también);ensombrecía sus sentimientos,pues la señoritaKilmanharía cualquier cosapor losrusos, se dejaría morir de hambre por los austriacos, pero en la intimidad infligíaauténticastorturas,insensiblecomoera,consusempiternoimpermeableverde.Añotrasañollevabaeseimpermeable;sudando;nuncapasabanmásdecincominutossin

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quetehicierasentirsusuperioridad,tuinferioridad;lopobrequeera,loricoqueeras,lomalquevivíaensumiserablebarriada,sinuncojín,niunacama,niunaalfombra,nicosaparecida,carcomidasualmaconesaaflicciónquellevabaclavada,laecharondelcolegiodurantelaguerra—¡pobre,amargaydesgraciada!Porquenoeraellaloqueunoodiaba,sinolaideadeella,quesindudaenglobabacosasqueleeranajenasalaseñoritaKilman;sehabíaconvertidoenunodeesosespectroscontralosqueunoluchaporlanoche;unodeesosespectrosqueseyerguenantenosotrosynoschupanlasangredemediavida,dominadoresytiranos;puessinduda,conotrolancedelafortuna, si los negros hubiesen tenido la supremacía y no los blancos, ¡hubieraqueridoalaseñoritaKilman!Peronoenestavida.No.

Le molestaba, sin embargo, llevar a este monstruo brutal revolviéndose en suinterior.Oírelcrujidodelasramasysentirloscascosmachacandoelsuelodeaquelbosquecubiertodehojarasca,elalma;noestaryanuncasatisfecha,nicompletamentesegura,porqueencualquiermomentopodíarevolverselabestia,eseodioque,sobretododesdesuenfermedad,teníaelpoderdedarlelasensacióndequelaarañaban,deque ledañabanelespinazo; lecausabadolor físicoyconseguíaqueelplaceren labelleza, en la amistad, en estar a gusto, en ser amada y en hacer de su casa algoencantador, temblara,sederrumbaraydoblara¡comosiverdaderamentehubieseunmonstruoescarbandoenlasraíces!¡Comositodalaarmaduradecontentonofuesemásqueegolatría!¡Esteodio!

¡Bobadas!¡Bobadas!,gritabaparasusadentros,mientrasempujabaelbatientedelapuertadeMulberry,lafloristería.

Entró,ligera,alta,muyerguida,yfuesaludadaalmomentoporlaseñoritaPym,consucaradeperroylasmanossiemprerojas,comosilashubiesemetidoconlasfloresenaguafría.

Habíaflores:espuelasdecaballero,floresdeguisante,ramosdelilas;yclaveles,montonesdeclaveles.Habíarosas;habíalirios.Sí—respirabaeldulceoloratierradeljardín,mientrashablabaconlaseñoritaPymqueledebíafavoresyquepensabaqueerabuena,porquehabíasidobuenaconellahaceaños;muybuena,peroestabamásvieja,esteaño,moviendolacabezadeunladoaotroentreliriosyrosasyme-tiendolacaraconlosojoscerradosenlasmatasdelilaspararespirar,traseltumultode la calle, el olor delicioso, la frescura exquisita. Y luego, al abrir los ojos, quéfrescasestabanlasrosas,comosábanasdeencajereciénplanchadasensubandejademimbre;yquéoscurosyserioslosclaveles,conlascabezasbientiesas;ytodaslasflores de guisante abiertas en sus maceteros, con su tinte violeta, blanco como lanieve, pálido—como si fuera al atardecer, cuando las jóvenes, con sus trajes demuselina, salen a coger rosas y flores de guisante, cuando el espléndido día deverano,consucieloazul,casiazabache,yclaveles,calasyespuelasdecaballeroyahaterminado;yeraesemomento,entrelasseisylassiete,cuandotodaslasflores—

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rosas,claveles,lirios,lilas—brillan;cadaunadelasflorespareceunallamaqueardeporsucuenta,suaveypura,enlosarriatesbrumosos;y¡cómolegustabanlaspolillasblancogrísqueenremolinosrondabanlosheliotropos,lasprímulasdelanoche!

Y así, mientras iba recorriendo los jarrones con la señorita Pym, eligiendo,bobadas, bobadas, se decía, cada vez más suavemente, como si esta belleza, estafragancia,estecoloridoyelhechodequelaseñoritaPymlaquisiera,confiaraenella,fuera una ola que dejaba que la invadiera para así dominar aquel odio, aquelmonstruo,paradominarlotodo;ycuandolaolalaestabaelevandomásymás—¡ay!¡Sonóundisparoenlacalle!

—¡Vayaconlosautomóvilesesos!—dijolaseñoritaPym,mientrasibahaciaelescaparateaecharunvistazoyvolvía,conunasonrisadedisculpaylasmanosllenasdefloresdeguisante,comosifueselaculpabledetodosesosautomóviles,detodosesosneumáticosdeautomóvil.

La violenta explosión que sobresaltó a la señora Dalloway y que hizo que laseñoritaPymsedirigieraalescaparateysedisculpaseveníadeunautomóvilquesehabíadetenido juntoa laacera,precisamente frentealescaparatedeMulberry.Lostranseúntesque,cómono,separaronamirarapenastuvierontiempodeverunrostrode máxima trascendencia sobre la tapicería gris claro, antes de que una manomasculinacorrieralacortina,yyanosevionadasinounrectángulocolorgrisclaro.

Así y todo al instante empezaron a circular rumores desde el corazón deBondStreet a Oxford Street por un lado, hasta la perfumería de Atkinson por otro,deslizándoseinvisibles,inaudibles,comounanube,decidida,comounvelosobreunaloma,ycayendoprecisamenteconalgodelasobriedadrepentinadelanubeyconsumismasobriedad,sobreunosrostros,queunmomentoantes,estabancompletamentealterados.Peroahoraelmisterioleshabrározadoconsuala;habránoídolavozdelaautoridad; el espíritu de la religión flotaba en el aire, con los ojos vendados y loslabios abiertos. Pero nadie sabía qué rostro era el que habían visto. ¿Era el delPríncipedeGales,eldelaReina,eldelPrimerMinistro?¿Dequiéneraeserostro?Nadielosabía.

EdgarJ.Watkiss,consutuberíadeplomoarrolladaalbrazo,dijoconclaridadyburlonamente,porcierto:

—ElcochedelPriméMenistro.SeptimusWarrenSmith,incapazdecruzar,looyó.SeptimusWarrenSmith,unos

treintaaños, tezpálida,narizpicuda,consuszapatosmarrones,ysuabrigoraídoysus ojos castaños temerosos que provocaban temor a su vez en los ojos de losdesconocidos.Elmundohalevantadosulátigo;¿dónderestallará?

Todohabía llegadoaunpuntomuerto.Lasvibracionesde losmotoressonabancomo un latido irregular que recorre un cuerpo de arriba a abajo. El sol se volvióextraordinariamentecalienteporqueelautomóvilsehabíadetenidoanteelescaparate

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deMulberry; lasancianasen laplantasuperiorde losomnibusesabríansusnegrassombrillas;yaquíyallá,unasombrillaverde,oroja,seabríaconsuchasquido.Laseñora Dalloway, acercándose al escaparate con los brazos llenos de flores deguisante, asomó su menuda cara rosada, con gesto indagador. Todos miraban elautomóvil. Septimusmiraba.Unos chicos en bicicleta desmontaron de un salto.Eltráfico se detuvo. Y ahí seguía el automóvil parado, las cortinas corridas, con uncurioso dibujo impreso, como un árbol, pensó Septimus, aterrado por esta gradualconcentracióndetodaslascosasantesusojos,comosialgúnhorrorhubiesesubidoala superficie y estuviese a punto de inflamarse de repente. El mundo vibraba,temblaba y amenazaba con estallar en llamas. ¿Soy yo el que está impidiendo elpaso?, pensó. ¿Acaso no le miraban y señalaban?; ¿acaso no estaba lastrado ahí,clavadoenlaacera,poralgúnmotivo?Pero¿porqué?

—Vamos,Septimus,sigamos—dijosumujer,unamujermenuda,degrandesojosenunrostroestrechoyanguloso;unachicaitaliana.

PerolapropiaLucreziaeraincapazdeapartarlavistadelautomóvilydeldibujodel árbol de las cortinas. ¿Sería la Reina la que estaba ahí—la Reina que iba decompras?

Elchófer,quellevabaunratoabriendoalgo,dándolevueltas,cerrándolo,ocupósuasiento.

—Vamos—dijoLucrezia.Perosumarido,porque llevabancuatro,cincoañosdecasados,diounsalto, se

agitóydijo:—¡Bueno,vale!—enfadado,comosilohubieseinterrumpido.Lagentetienequedarsecuenta;lagentetienequever.Lagente,pensó,mientras

miraba al gentío embelesado por el automóvil; a los ingleses, con sus hijos, suscaballosysuropa,aquienesadmirabaenciertosentido;peroahoranoeranmásque«gente»,porqueSeptimushabíadicho«mevoyamatar»;unafraseespantosa.¿Ysilehubieranoído?Miróalgentío.¡Socorro!¡Auxilio!,queríagritarlesaloschicosdela carnicería y a las mujeres. ¡Socorro! El otoño pasado, sin ir más lejos, en elEmbankment, ella y Septimus estaban arropados con el mismo abrigo y, comoSeptimusnohacíamásqueleerelperiódicoenlugardehablarconella,seloarrancósin importarle, ¡riéndose en las barbas del viejo que los vio! Pero el fracaso seesconde.Tendríaquellevárseloaalgúnparque.

—Ahoravamosacruzar—dijoella.Teníaderechoasubrazo,aunquefuerainsensible.Elselodaría,aella,queera

tansencilla, tanimpulsiva,veinticuatroañostansólo,sinamigosenInglaterra,quehabíadejadoItaliaporamoraél,untrozodehueso.

El automóvil, las cortinas corridas y su aire de reserva inescrutable, prosiguióhacia Piccadilly, y todavía seguía siendo el foco de todas las miradas, todavía

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provocaba en los rostros a ambos lados de la calle el mismo oscuro aliento deveneración,yafueseporlaReina,elPríncipeoelPrimerMinistro,nadielosabía.Elrostro, lo que se dice el rostro, sólo lo habían visto tres personas durante unossegundos. Incluso el sexo era objeto de disputa. Pero no cabía duda de que lagrandezaestabasentadaahídentro; lagrandezapasabaporallí,oculta,BondStreetabajo, a corta distancia, al alcance de la mano de la gente corriente que quizáestuviera ahora, por primera y última vez, a punto de hablar con la majestad deInglaterra, el símbolo permanente del Estado, que se dará a conocer a losinvestigadorescuriososquecribenlasruinasdeltiempo,cuandoLondresseasólouncaminocubiertodeherbajosy todoséstosque seapresuranpor la aceraestemiér-coles por lamañana no sean sino huesos entre cuyo polvo aparezcan unas cuantasalianzasdebodaylosempastesdeorodeinnumerablesmuelaspicadas.Entoncessesabrádequiéneraelrostrodelautomóvil.

ProbablementesealaReina,pensólaseñoraDallowaymientrassalíadeMulberryconlasflores: laReina.Yporuninstanteadoptóunaposturadedignidadextrema,ahíparadajuntoa lafloristeríabajoelsol,mientraselcochepasaba,parsimonioso,conlascortinascorridas.LaReinadecaminoaalgúnhospital;laReinainaugurandoalgunatómbola,pensóClarissa.

El jaleo era tremendo para la hora que era. Lords, Ascot, Hurlingham, ¿quépasaba? se preguntaba, porque la calle estaba bloqueada.La clasemedia británica,sentada a lo largo del piso superior de los autobuses con paquetes y paraguas, sí,incluso con pieles en un día como éste, pensó Clarissa, era más ridícula y másinconcebible de lo que uno pudiera imaginar; y hasta la Reina estaba retenida; lapropiaReinateníaelpasocortado.ClarissasehabíaquedadodetenidaenunladodeBrookStreet;SirJohnBuckhurst,elviejojuez,enelotro,conelcocheentrelosdos(SirJohnhabíadictadolaleyduranteañosylegustabanlasmujeresbienvestidas)yentonceselchófer,asomándoseimperceptiblemente,dijoomostróalgoalagentedepolicía que, tras dirigirle un saludo, levantó el brazo, empezó a hacer señas con lacabeza,apartóelómnibusaunladoyelcochepasó.Lentaymuysilenciosamente,prosiguiósucamino.

Clarissa lo adivinaba; Clarissa lo sabía, por supuesto; había visto algo blanco,mágicoyredondoenlamanodelsirviente,undiscoconunnombreinscrito,—¿eldelaReina,delPríncipedeGales,delPrimerMinistro?—elcual,conlafuerzadesupropio lustre, sehabíaabiertopasocomounhierro candente (Clarissaviocómoelcochesehacíamáspequeñoenlalejaníahastadesaparecer),parapoderarderentrelos candelabros, las estrellas centelleantes, las pecheras, rígidas con su adorno dehojas de roble, HughWhitbread y todos sus colegas, los caballeros de Inglaterra,aquella noche en el palacio deBuckingham. TambiénClarissa daba una fiesta. Seestiróunpoco;asíibaaestarella,enloaltodelasescaleras.

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Elcochesehabíaido,perohabíadejadotrasélunatenueondaquefluíaporlastiendas de guantes, las sombrererías y sastrerías a ambos lados de Bond Street.Durante treinta segundos todas las cabezas apuntaron en la misma dirección—laventanilla.Mientrasescogíanunpardeguantes—¿hastaelcodoomásarriba,colorlimón o gris pálido? las señoras se interrumpieron; al terminar la frase algo habíaocurrido. En algunos casos algo tan nimio que su vibración no la podía registrarningúninstrumentomatemático,pormuycapazqueéstefueradetrasmitirsacudidasy terremotos hasta China; y eso que era impresionantemente rotundo y a la vezemotivoporcuantoquesuefectosedejabasentirentodoelmundo;porqueentodaslassombrereríasysastreríaslosclientes,extrañosentresí,semiraronypensaronenlosmuertos;enlabandera;enelImperio.Enlatabernadeunacallejuelaunalguiende las colonias profirió insultos contra la Casa de Windsor, lo cual derivó enimproperios, jarrasdecervezarotasyunaalgarabíageneralque,singularmente, re-sonócomounecoalotroladodelacalle,hastallegaralosoídosdelaschicasqueestabancomprandolenceríablanca,delazosdesedapura,parasusbodas.Porquelaagitación superficialqueel cocheprovocabaa supaso, tocabay rasgabaalgomuyprofundo.

DeslizándoseporPiccadillyelcochedoblóporSt.James’sStreet.Unoshombresaltos,de físico robusto,hombres trajeados, con sus chaquésy levitas, suspañuelosblancosypelopeinadohaciaatrás,queporrazonesdifícilesdedilucidar,estabandepieenelmiradordeWhite,lasmanostraslacoladelchaqué,vigilando,percibieroninstintivamentequelagrandezapasabaanteellos,ylapálidaluzdelapresenciain-mortal descendió sobre ellos, como había descendido sobre Clarissa Dalloway.Inmediatamenteseirguieronmássicabe,retiraronsusmanosdelaespalda,yparecíaqueestuviesenendisposicióndeacatar lasórdenesdesuSoberano,hastalamismaboca del cañón, si fuera necesario, igual que sus antepasados lo hicieran en otrostiempos.Parecíaquelosbustosblancosylasmesitas,ensegundoplano,conalgunasbotellas de soda encima y cubiertas de ejemplares delTatler, asentían; parecía queseñalabanlaabundanciadetrigoylascasasdecampodeInglaterra;yquedevolvíanel tenuemurmullode las ruedasdecoche, como losmurosdeunagaleríahumildedevuelvenelecodeunsusurroconvertidoenvozsonoradebidoalafuerzadetodaunacatedral.MollPratt,arropadaensuchalyconsusfloressobrelaacera,ledeseótodo lo mejor al buen muchacho (seguro que era el Príncipe de Gales) y hubieralanzadoalaireelpreciodeunajarradecerveza—unramoderosas—enmediodeSt.James’sStreet,detanalborozadaquesesentía,indiferentealapobreza,denoserpor el oficial depolicíaque le tenía echadoel ojo, frustrando así la lealtaddeunaviejamujerirlandesa.LoscentinelasenSt.James’shicieronelsaludo;elpolicíadelaReinaAlejandraasintió.

Entretanto, un pequeño grupo se había formado ante las puertas del palacio de

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Buckingham.Inquietosperoconfiados,pobregentetodosellos,esperaban.Mirabanel palacio, donde la bandera ondeaba; miraban a Victoria, henchida sobre sumontículo, admiraban sus gradas de agua enmovimiento, sus geranios; escogíanyseñalaban entre los automóviles del Mall, primero éste, luego aquél; y seemocionaban así, en vano, con plebeyos que habían salido a pasear en coche;recordaban su tributo y lo guardabanmientras pasaba este coche y luego aquél; ytodo ese rato dejaban que se acumulase el rumor en sus venas y que vibrasen losnervios en sus muslos al pensar en la realeza dedicándoles una mirada; la Reinainclinándose;elPríncipesaludando;alpensarenlavidamaravillosaconferidaalosReyesporgraciadivina;enlascaballerizasylasexcelsasreverencias;enlaviejacasademuñecasdelaReina;enlaPrincesaMaría,casadaconuninglés,yelPríncipe—¡ah! ¡el Príncipe! Se parecía extraordinariamente, según decían, al viejo ReyEduardo,peroeramuchísimomásdelgado.ElPríncipevivíaenSt.James;peroacasovisitaraasumadrealgunamañana.

AsídecíaSarahBletchley,consubebéenbrazos,golpeandoelsueloconelpie,comosiestuviesejuntoasuchimeneaenPimlico,perosinperderdevistaelMall,altiempoqueEmilyCoatesrecorríaconlamiradalasventanasdelpalacio,pensandoenlas doncellas, las innumerables doncellas, los dormitorios, los innumerablesdormitorios.UnseñormayorconunterrierdeAberdeenyvarioshombresociososseunieron al grupo cada vez más grande. El pequeño señor Bowley, que alquilabahabitacionesenelAlbanyyqueestabaselladoa laceraencuantoa losprofundosorígenesdelavida,aunqueesesellopudierarompersedemanerarepentina,inopor-tuna, sentimental, con este tipo de cosas—pobres mujeres esperando que pase laReina—pobresmujeres, niñitos bellos, huérfanos, viudas, la guerra—¡chist!—, elpequeño señor Bowley estaba llorando. Una brisa presumida calentaba los finosárbolesdelMall,loshéroesdebronce,dabavidaaunabanderaenelbritánicopechodelseñorBowley,quesequitóelsombreroalpasodelcocheentrandoporelMallylomantuvoenaltomientraselcocheseacercaba,dejandoquelasmadresdePimlicoseapretujarancontraél,bienerguido.Elcocheseacercó.

De repente, la señora Coates miró al cielo. El ruido de un avión penetróominosamente en los oídos de lamultitud.Ahí estaba, volando por encima de losárboles, dejando una estela de humo blanco que formaba rizos y tirabuzones, es-cribiendoalgo,¡deverdad!¡haciendoletrasenelcielo!Todosmiraron.

El avión sedejó caeryvolvió a subir enpicado,hizoun lazo, siguió adelante,cayó, se elevó, dejando a su paso una espesa chorrera de humo blanco quecaracoleabayformabacurvasenelcielo,deletreandoalgo.Pero¿quéletraseran?¿AC?¿UnaE,luegounaL?Porunsoloinstantepermanecieronquietas;luegosefueronalterando,fundiendoyborrandoenelcielo,traslocualelaviónsealejóyempezódenuevo,enotrotrozodecielo,aescribirunaK,unaEy¿acasounaY?

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—Blaxo—dijolaseñoraCoates,convoztensayasombrada,fijasumiradaenelcielo,yelniño,blancoytiesoensusbrazos,tambiénmiró.

—Kreemo—murmurólaseñoraBletchley,comosonámbula.Conelsombreroenlamano, completamente inmóvil, el señor Bowleymiraba fijamente al cielo.A lolargodetodoelMaf,lagentemirabaalcielo.Mientrasmiraban,elmundoenterosevolvióperfectamentesilenciosoyunabandadadegaviotascruzóelcielo,acaudilladaporunagaviotayluegoporotra,yenestesilencioextraordinario,enestapaz,enestapalidez,enestapureza,lascampanasdoblarononceveces,alejándosesusonidoconlasgaviotas.

El avión giró, siguió en línea recta y picó exactamente donde le parecía, ágil,libre,comounpatinador:

—EsoesunaE—dijolaseñoraBletchley.Ocomounbailarín:—Estoffee—murmuróelseñorBowley.(Enéstas,entróelcocheporlaspuertasdelpalaciosinquenadiesefijaraenél)

interrumpiendo laemisióndehumo,elaviónsealejómásymás,yelhumose ibadispersandoyadhiriendoalasampliasformasblancasdelasnubes.

Sehabía ido; estabadetrásde lasnubes.Niun ruido.Lasnubesque sehabíanunidoalasletrasE,GoLibansueltasylibres,comosiestuviesendestinadasavolardeesteaoestepararealizarunamisióndelamayorimportanciaquejamásseríadadaa conocer, y sin duda así era—unamisión de lamayor importancia.Entonces, derepente,comountrensaliendodeuntúnel,elaviónsaliódelasnubesotravez,pene-trandosusonidoenlosoídosdetodalagenteenelMaf,enGreenPark,enPicadilly,enRegent Street, enRegent’s Park y la onda de humo se curvó tras él y el avióndescendióyvolvióasubirenpicado,grabandounaletratrasotra—pero¿quépalabraestabaescribiendo?

LucreziaWarrenSmith,sentadajuntoasumaridoenunbancodelBroadWalkdeRegent’sPark,levantólamirada.

—¡Mira,mira,Septimus!—exclamó.PorqueeldoctorHolmeslehabíadichoqueestimulara en su marido (que no padecía nada serio salvo que estaba un tantopachucho)elinterésporlascosasqueocurríanasualrededor.

Así pues, pensó Septimus, levantando la mirada, están haciéndome señas. Sinformalizarloenpalabras;esdecir,quenosabía leerlo todavía;peroestababastanteclaro,estabelleza,estabellezaexquisita,ylaslágrimasempañaronsusojosalmirarlasletrasdehumolanguideciendoydisipándoseenelcielo,yconfiriéndole,envirtudde su inagotable caridad y risueña bondad, una forma tras otra de bellezainimaginable y mostrando su intención de entregarle belleza, a cambio de nada,siempre,acambiodeunasimplemirada,¡másbelleza!Laslágrimascorrieronporsusmejillas.

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Se tratabade toffee; estabananunciando toffee, ledijoaReziaunamadecría.Juntasempezaronadeletrear:t…o…f..

—K…R…—dijo el ama y Septimus la oyó decir «ca erre» junto a su oído,profunda,suavemente,comounórganosuaveperoconuntintedeasperezaenlavoz,comoladeunacigarra.Unaasperezaqueleraspabaelespinazodeformadeliciosaytrasmitíaasucerebrounasondasdesonidoque,traselimpacto,sequebraban.Quédescubrimiento tanmaravilloso—que la voz humana en determinadas condicionesatmosféricas(porqueunodebesercientífico,antetodocientífico)¡puedadevolverlesla vida a los árboles! Alegremente, Rezia puso lamano con toda su fuerza en surodilla,detalmaneraquesesintiólastrado,transfigurado.Delocontrariosehabríavueltolococonlaanimacióndelosolmosbalanceándose,arribayabajo,contodassushojasencendidasyelcoloridoquevariabadeintensidad,delazulalverdedeunaolahueca,comolasplumasquecoronanaloscaballos,oalasdamas,tanorgullosasensubalanceo,tanespléndidas.

Peronosevolveríaloco.Cerraríalosojos;yanoqueríavernadamás.Sinembargo,lashojaslellamaban;estabanvivas;losárbolesestabanvivos.Ylas

hojas, al estar conectadas mediante millones de fibras con su propio cuerpo, ahísentado, lo abanicaban arriba y abajo; cuando la rama se estiraba, él tambiéndabacuentadeello.Losgorrionesquerevoloteaban,subíanyluegosedejabancaerenlasfuentesmelladas,formabanpartedelcuadro;blancoyazul,ylostrazosnegrosdelasramas. Los sonidos componían armonías con premeditación; los intervalos que losseparabanerantanrelevantescomolossonidos.Unniñolloraba.Alolejossonóunabocina.Ensuconjunto,suponíaneladvenimientodeunareligiónnueva:

—¡Septimus!—dijo Rezia. Le dio un fuerte respingo—. La gente se va a darcuenta.

—Voyhastalafuenteyvuelvo—dijoella.Porqueyanoaguantabamás.EldoctorHolmesdiríaquenoeranada.Siporella

fuese,¡mejorseríaqueestuviesemuerto!Eraincapazdequedarsesentadajuntoaélcuando se quedaba así, con la mirada fija, sin verla y haciendo que todo fueseespantoso;elcieloylosárboles,losniñosjugando,arrastrandosuscarritos,consussilbatos,cayendoalsuelo;todoseranespantosos.Yélquenoqueríaquitarselavida;yellaquenoselopodíadeciranadie.«Septimushatrabajadodemasiado»—esoeraloúnicoquelepodíadecirasupropiamadre.Amarlehaceaunosolitario,pensó.Noselopodíadeciranadie,nisiquierayaaSeptimusy,volviendolamiradaatrás,lovioahísentado,consuabrigoraído,solo,encorvadoconlavistaperdida.Yeracobardíaen un hombre decir que iba a quitarse la vida, pero Septimus había luchado; eravaliente;élnoeraSeptimusenestemomento.¿Queestrenabauncuellodevestido?¿Queestrenabasombrero?Élnuncasedabacuenta;yerafelizsinella.¡Nadasinéllahacíafeliz!¡Nada!Éleraegoísta.Asísonloshombres.Porqueélnoestabaenfermo.

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EldoctorHolmesdecíaquenolepasabanada.Extendiólamanoanteella.¡Vaya!Laalianzaselemovía—detantoquehabíaadelgazado.Ellaeralaquesufría—peronoteníaaquiéncontárselo.

LejosyaquedabaItalia,suscasasblancasylahabitacióndondesushermanassesentabanahacersombreros,lascallesquetodaslastardessellenabandegentequeibadepaseo,que reía a carcajadas,nocomo ladeaquí,vivosamediasnadamás,¡arrebujados en sus tumbonas,mirando unas cuantas flores, feas, plantadas en unamaceta!

—PorquedeberíasverlosjardinesdeMilán—dijoenvozalta.Pero¿aquiénselodecía?

No había nadie. Sus palabras se desvanecieron.Como se desvanece un cohete.Sus chispas, tras abrirse camino en la noche, se rinden ante ella, la oscuridaddesciende,seviertesobreelcontornode lascasasy las torres; lascolinasáridassesuavizanyprecisansuscontornos.Peroaunquesehanido, lanocheestárepletadeellas; desprovistas de color, carentes de ventanas, existen más ponderadamente,entregan lo que la franca luz del día no consigue trasmitir—el desasosiego y elsuspensodelascosasagrupadasahíenlastinieblas;apretujadasunascontraotrasenlas tinieblas;desprovistasdel alivioqueel albaaportacuando, lavando lasparedesblancasygrises,tocandotodosycadaunodeloscristalesdelasventanas,levantandola bruma de los campos, dejando a la vista las vacas pardo rojizas, que pastanapaciblemente, todoellovuelve,unavezmás,aagredira lavista;vuelveaexistir.¡Estoysola;estoysola!gritó,juntoalafuentedeRegent’sPark(lamiradafijaenelindioconsucruz),porquequizáamedianoche,alborrarsetodosloslímites,elpaísvuelve a su aspecto primigenio, tal y como lo vieron los romanos, nuboso, comocuandodesembarcaron,quenilascolinasteníannombreniconocíanelcursodelosríos—ésaerasuoscuridad.Yderepente,comosihubiesesurgidounaplataformayella estuviesemontada encima, dijoque era su esposa, casadadesdehacía años enMilán, ¡su esposa! y ¡nunca! ¡jamás diría que estaba loco! Dando un giro, laplataformadescendió;yellafuebajando,bajando.Porqueélsehabríaido,pensó—sehabríaido,talerasuamenaza,aquitarselavida—¡atirarsedebajodeuncarro!Pero no; ahí seguía; solo, sentado en el banco, con su abrigo raído, las piernascruzadas,lamiradafija,hablandoenvozalta.

Loshombresnodebentalarárboles.HayunDios.(Anotabatalesrevelacionesaldorsodelossobres.)Cambiaelmundo.Nadiemataporodio.Hazlosaber(loanotó).Esperaba.Escuchaba.Ungorrión,encaramadoenlabarandilladeenfrente,canturreó:«¡Septimus,Septimus!»,cuatroocincovecesy,siguiócantando,sacandounaaunalasnotas,cantandoconvoznuevaytambiénpenetrante,conpalabrasgriegas,cómonoexistíaelcrimeny,acompañadoporotrogorrión,desdelosárbolesdelapraderadelavida,alotroladodelríodondelosmuertoscaminan,quenohabíamuerte.

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Ahíestabasumano;allí,losmuertos.Unascosasblancasseestabanjuntandotrasla barandilla de enfrente. Pero no se atrevía a mirar. ¡Evans estaba detrás de labarandilla!

—¿Quédices?—dijoReziadepronto,sentándosejuntoaél.¡Otravezmehaninterrumpido!Ellasiempreleestabainterrumpiendo.Alejarse de la gente—debían alejarse de la gente, dijo él (levantándose de un

brinco),haciaallá,dondehabíasillasbajounárbolylaextensapendientedelparquesedejabacaercomounapiezadetelaverdeconunanubeazulyrosaformándoleuntechado de tela muy en lo alto, y también había una muralla de casas lejanas,irregulares,arropadasenlaneblina,eltráficomurmurabaencírculosy,aladerecha,unos animales de color pardo asomaban sus largos cuellos por encima de lasempalizadasdelzoo,ladrando,aullando.Ahísesentaronbajounárbol.

—Mira—le imploró ella, señalando una pequeña pandilla de muchachos conpalosdecricket,unodeellosibaarrastrandolospies,sevolteabacomounapeonzayvolvíaaarrastrarlospies,comounpayasodemusic-hall.

—Mira—le imploró, porque el Doctor Holmes le había dicho que le hicierafijarseenlascosasreales, iraalgúnmusic-hall, jugaralcricket—,éseerael juegoideal—dijoelDoctorHolmes—,unbuenjuegoalairelibre,el juegoidealparasumarido.

—Mira—repitió.Mira,loinvisiblelellamaba,lavozqueahoralecomunicabaaélqueeraelmás

grandede lahumanidad,Septimus, recientemente llevadode lavidaa lamuerte,elSeñorquehabíavenidoarenovarlasociedad,queyacíacomounacolcha,comounamantadenievetocadasóloporelsol,singastar,enconstantesufrimiento,elchivoexpiatorio,eleternosufridor,peroélnoloquería,gimió,apartandoconungestodelamanoesesufrimientoeterno,esaeternasoledad.

—Mira—repitióella,porqueélnodebíahablarsoloestandoenlacalle.—¡Ay!,mira—le imploró.Pero¿quéhabíaquemirar?Unoscuantos corderos.

Nadamás.—¿Dónde queda la estación deMetro deRegent’s Park?; ¿podrían indicarle el

camino al Metro de Regent’s Park? —inquirió Maisie Johnson. Había vuelto deEdimburgohacíatansólodosdías.

—Poraquíno;¡porallá!—exclamóRezia,indicándolequeseecharaaunlado,por temor a que viera a Septimus. Los dos tenían una pinta rara, pensó MaisieJohnson.Todoparecíamuyraro.ReciénllegadaaLondresatrabajarconuntíosuyoque le había dado un empleo en Leadenhall Street y de paseo ahora por Regent’sPark,aquellaparejasentadaenesassillaslediounbuensusto:lamujer,conairedeextranjera y el hombre con esa pinta tan rara, cuando fuera vieja los seguiríarecordandoyentresusrecuerdoschocaríaestepaseoporRegent’sPark,unapreciosa

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mañanadeveranohacecincuentaaños.Porquesóloteníadiecinueveañosyporfinhabía conseguido lo que quería. Venir a Londres; y qué raro era ahora todo, estaparejaa laque lehabíapreguntadoelcamino,y lachicasehabíaasustadoyhabíahechoungestoraroconlamanoyelhombre,élsíqueparecíararísimo,discutiendo,quizás separándose para siempre; quizás; algo pasaba, estaba segura, y ahora, todaesagente(habíavueltoalBroadWalk),losestanquesdepiedra,ylasflorestímidas,losviejosylasviejas,inválidoslamayoríaensillasderuedas,parecían,despuésdeEdimburgo, tan raros. YMaisie Johnson, al unirse a ese grupo que caminaba sinrumbo, que observaba distraídamente—con el viento en la cara— a las ardillas,acicalándoseenlasramas,alosgorrionesbuscandomigajasdepan,alosperrosenlas verjas, ocupados unos con otros, al aire libre y cálido que daba un punto dedulzura y de capricho a esamirada fija y neutra con la que abordaban la vida—Maisie Johnson sintió sin duda que tenía que gritar ¡oh! (porque aquel joven allísentadolahabíaimpresionado.Algopasaba,losabía).

¡Horror!¡Horror!,quisogritar.(Sehabíaalejadodelossuyos;lahabíanadvertidodeloquepasaría.)

¿Porquénosehabíaquedadoencasa?,gritóaferrándosealpomodelabarandilladehierro.

Esachica,pensólaseñoraDempster(queguardabarestosdepanparalasardillasyqueamenudosellevabaelalmuerzoaRegent’sPark),todavíanotieneniideadenada;ycontodoleparecíamejorserunpocorobusta,unpocodesaliñada,unpocomoderada en sus pretensiones. Percy bebía. Bueno, mejor tener un hijo, pensó laseñoraDempster.Lohabíapasadomal,ynopodíaevitarsonreírseanteunachicaasí.Tecasarás,porqueereslosuficientementeguapa,pensólaseñoraDempster.Cásate,pensó,yasíaprenderás.¡Sí,claro!Lodeguisaryeso.Cadahombreescomoes.Peroquiénsabesihubiese tomadolamismadecisióndehaberlosabido,pensó laseñoraDempster,quenopudoevitareldeseodesusurrarleunaspalabrasaMaisieJohnson;sentirsobrelaarrugadapieldesurostroelbesodelacompasión.Porquehasidounavidadura,pensólaseñoraDempster.¡Quéesloquenolehabíaentregadoalavida!Rosas;buen tipo;y tambiénsuspies. (Ocultósuspiesdeformesybulbososbajo lafalda.)

Rosas,pensósarcásticamente.Tonterías,cariño.Porquedeverdad,conelcomer,elbeberylavidaencomún,losbuenostiemposylosmalos,lavidanohabíasidounlecho de rosas, y esmás, excuso decirles, ¡CarrieDempster no estaba dispuesta acambiarsusuerteporladeunamujerdeKentishTown,cualquieraquefuese!Peropiedad, imploraba; piedad por la pérdida de las rosas. Piedad es lo que le pedía aMaisieJohnson,enpiejuntoalosarriatesdejacintos.

Pero ¡ay, ese aeroplano! ¿Acaso la señoraDempster no había deseado siempreviajaralextranjero?Teníaunsobrino,misionero.Subióenpicado.Siempresehacíaa

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la mar en Margate, aunque sin perder de vista la costa, pero no soportaba a lasmujeresqueleteníanmiedoalagua.Viróyfundióenpicado.Teníaelestómagoenlaboca.Arribaotravez.Dentrovaunbuenchico,apostólaseñoraDempsteryelaviónse alejó más y más, desvaneciéndose, deprisa, como una bala: elevándose sobreGreenwichcontodossusmástiles;pasandoporencimadel islotede iglesiasgrises,St.Paulylasdemás,hastaque,aunoyotroladodeLondres,seextendieroncamposypardosbosquesdondelosatrevidostordos,derápidamirada,saltabanaudazmenteparaatraparalcaracolygolpearlocontraunapiedra,una,dos,tresveces.

El aeroplano se alejómás ymás, hasta que sólo fue una brillante chispa; unaaspiración;unaconcentración;unsímbolo(asíleparecióalseñorBentley,quesegabaenérgicamente el césped de su jardín de Greenwich) del alma del hombre; de sudecisión,pensóelseñorBentley,rodeandoelcedro,deescapardesupropiocuerpo,desalirdesucasa,conelpensamiento,Einstein,laespeculación,lasmatemáticas,lateoríadeMendel.Elaeroplanosealejócadavezmás.

Entonces, mientras un personaje andrajoso e insólito con una cartera de cuerovacilabadepieenlaescalinatadelacatedraldeSt.Paul,yporquedentroestabaesebálsamo,esagranbienvenida,todasesastumbasconpendonesondeandoenloalto,trofeosdevictoriasconseguidas,nocontraejércitos,pensabaelhombre,sinocontraesemolestoespíritudebúsquedadelaverdadquemehadejadoenestaprecariasi-tuación,sinempleo;esmás,lacatedralbrindacompañía,pensó,teinvitaaperteneceraunasociedad;grandeshombrespertenecenaella;haymártiresquehanmuertoporella;porquénoentrar,pensó,ponerestacarteradecuerorepletadepapelesanteunaltar,unacruz,elsímbolodealgoquesehaelevadoporencimadetodabúsqueda,detodapregunta, de tododiscurso construidoy se ha convertido enpuro espíritu, sincuerpo,espectral—¿porquénoentrar?pensó,ymientrasvacilaba,elaeroplanosealejósobrevolandoLudgateCircus.

Eraextraño;estabasilencioso.Niunruidoseoíaporencimadeltráfico.Parecíaquenadielogobernara,quevolaraporsupropiavoluntad.Yahoraalzándosecurvatras curva, subió en línea recta, comoalgoque se elevarahacia el éxtasis, enpurodeleite,ysoltóunaesteladehumoblancoque,retorciéndose,escribióunaT,unaO,unaF.

—¿Quémiran?—dijoClarissaDallowayaladoncellaqueleabriólapuerta.El vestíbulo de la casa estaba fresco como una cripta. La señora Dalloway se

llevólamanoalosojosymientrasladoncellacerrabalapuertayoíaelrumordelasfaldas de Lucy, se sintió como unamonja que se ha apartado delmundo y sientecómolaenvuelvenlosvelosfamiliaresylasantiguasdevociones.Lacocinerasilbabaen la cocina. Oyó el tecleo de lamáquina de escribir. Era su vida e, inclinándosehacia la mesa del vestíbulo, se sometió a dicha influencia, se sintió bendecida ypurificada,diciéndoseasímisma,mientrascogíaelblocdelosrecadostelefónicos,

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cómomomentos como éste son brotes en el árbol de la vida, flores de oscuridad,pensó(comosialgunapreciosarosahubieraflorecidosóloparaella);nuncacreyóenDios;ycontantomásmotivo,pensó,cogiendoelbloc,unadebepagarporelloenlavida diaria al personal de servicio, sí, a los perros y los canarios, y sobre todo aRichard,sumarido,queeraelfundamentodetodoello—delosalegressonidos,delas luces verdes, incluso de la cocinera que silbaba, porque la señoraWalker erairlandesa y se pasaba el día silbando— una tenía que usar este fondo secreto demomentosexquisitosparasaldarsudeuda,pensó,levantandoelbloc,mientrasLucypermanecíaenpieasulado,tratandodeexplicarle:

—ElseñorDalloway,señora.Clarissa leyó en el bloc: «Lady Bruton desea saber si el señor Dalloway

almorzaráconellahoy.»—ElseñorDalloway,señora,mepidióqueledijeraquenocomeríaencasa.—¡Caray!—dijo Clarissa. Lucy, tal y como esperaba, compartió su desilusión

(aunqueno el golpe); sintió la armonía entre los dos; se percatóde la insinuación;pensó en el modo de amar de la clase media; pensó tranquilamente en su doradofuturo;y, tomando lasombrillade laseñoraDalloway, lablandiócomosi fueraunarmasagradaqueunadiosaabandonadespuésdehabersecomportadohonrosamenteenelcampodebatalla,ylacolocóenelparagüero.

—No temasmás—dijo la señoraDalloway—.No temasmás al ardor del sol;porque ladesagradable sorpresadequeLadyBrutonhubiera invitadoa almorzar aRichardsinella,comolaplantaenellechodelríoseestremecealsentirlaondadeunremo:talfuesutemblor,talfueelestremecimiento.

Millicent Bruton, cuyos almuerzos tenían fama de ser extraordinariamentedivertidos,nolahabíainvitado.NoesqueunosvulgaresceloslafueranaseparardeRichard. Pero le temía al tiempo en símismo, y leía en el rostro deLadyBruton,comosifueraundiscotalladoenpiedraimpasible,quelavidaseacababa,cómoañotras añoquedaba recortada suparte; quépocopodíayadarde sí elmargenque lequedaba,quépocopodíaabsorber,comoenlosañosjóvenes, loscolores, lassales,lostonosdelaexistencia,detalmaneraqueClarissallenabalahabitaciónenlaqueentraba,yamenudosentía—justoenelmomentoenqueestabaapuntodecruzarelumbral de la sala de estar— un momento de quietud exquisita, como el queexperimentaunnadadorantesdezambullirseenelmarqueseoscureceyseiluminaasus pies, y las olas que amenazan con romper, aunque no hacen sino rasgar lasuperficie, se arrollan, se ocultan y se incrustan de perlas, mientras simplementevolteanlasalgas.

Puso el bloc sobre la mesa del vestíbulo. Lentamente, se encaminó al piso dearriba,lamanosobrelabarandilla,comosihubiesesalidodeunafiestaenlaqueunamigoprimeroyotrodespuéshubieranreflejadosupropiacara,hubieransidoecode

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suvoz;comosihubieracerradolapuerta,hubierasalidoysehubieraquedadosola,unafigurasolitariacontralanocheespantosa,omejordicho,paraserexactos,contralamiradapenetrantedeestaprosaicamañanade junio; suave,paraalgunos, conelbrillo de los pétalos de rosa, lo sabía, y lo sentía, mientras se detenía junto a laventanadelrellanoque,asíabierta,dejabaentrarelbatirdelaspersianas,elladridodelosperros,dejabaentrar,pensó,sintiéndoserepentinamentemarchita,avejentada,sinpecho,laalgarabía,elsoplo,elflorecerdeldíaalairelibre,alotroladodelaven-tana, fueradesucuerpoydesucerebroqueahora le fallaba,porqueLadyBruton,cuyos almuerzos tenían fama de ser extraordinariamente divertidos, no la habíainvitado.

Como una monja que se retira o como un niño que explora una torre, subió,arriba,sedetuvoantelaventana,llegóalbaño.Allíestabaellinóleoverdeyungrifoque goteaba.Había un vacío alrededor del corazón de la vida; una buhardilla. Lasmujeresdebendespojarsedesusricosatavíos.Almediodíadebendesvestirse.Pinchólaalmohadilladealfileresydejósobrelacamasusombrerodeplumasamarillo.Lassábanasestaban limpias, tensamenteestiradasenunanchoembozo,de ladoa lado.Su cama se volvería cada vez más estrecha. La vela estaba a medio consumir yClarissaestabaprofundamenteinmersaenlasMemoriasdelBarónMarbot.Sehabíaquedadoleyendohasta tardeelpasajesobre laretiradadeMoscú.ComolaCámaradeliberaba hasta tan tarde, Richard insistió después de su enfermedad, que debíadormirsinsermolestada.YdeverdadqueellapreferíaleerlaretiradadeMoscú.Éllosabía.Asípues,lahabitacióneraunabuhardilla;lacama,estrecha;yallítumbada,leyendo, porque dormía mal, no podía despojarse de una virginidad conservada atravésdepartos,unavirginidadquesepegabaaellacomounasábana.Preciosaenlaadolescencia,derepentellegóunmomento—porejemplo,enelrío,bajolosbosquesdeClieveden—enque,debidoaalgunacontraccióndeestefríoespíritu,Clarissalehabíafallado.YdespuésenConstantinopla,yotravez,yotramás.Sabíaquéeraloque le faltaba. No era belleza; no era inteligencia. Se trataba de algo central quepenetraba todo; algo cálido que alteraba superficies y rompía el frío contacto dehombreymujer,odemujeresjuntas.Porqueesosiquepodíapercibirlovagamente.Ledolía,sentíaescrúpulossacadosdeDiossabedónde,obien,esocreía,enviadosporlaNaturaleza(infaliblementesabia);contodo,enalgunasocasioneseraincapazde resistirse al encanto de unamujer, no de una niña, de unamujer confesándole,comohacíanamenudo,unmalpaso,unalocura.Yyafueraporcompasiónoporsubelleza,oporqueellaeramayor,oporalgunacontingencia—comounlevearoma,oun violín en la casa de al lado (tan extraño es el poder del sonido en ciertosmo-mentos), ella sentía, sin lugar a dudas, lo que los hombres sienten. Sólo por uninstante; pero era suficiente. Era una súbita revelación, una especie de excitacióncomounsofocoque tratabasdecontenerperoconformeseextendíano tequedaba

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másremedioqueentregarteasumovimientoyteprecipitabashastaelfinalyallíteponíasatemblarysentíasqueelmundoseteacercabahinchadoconunsignificadosorprendente,conunaespeciedepresiónque te llevabaaléxtasis,porqueestallabaporlapielybrotabayfluíaconuninmensoalivioporfisurasyllagas.Yentonces,eneseprecisomomentohabíatenidounailuminación:laluzdeunacerillaqueardeenuna flor de azafrán, un significado interno que casi llegaba a verbalizarse. Pero lapresiónseretiraba;lodurosevolvíablando.Sehabíaterminado,elmomento.Sobreelfondodetalesmomentos(tambiénconlasmujeres),contrastaba(mientrasdejabael sombrero) la cama, elBarónMarboty lavelamedioconsumida.Mientrasyacíadespierta,elparquetcrujió;lacasailuminadaseoscurecióderepente,yallevantarlacabezasólooíaelclicdelpicaportequeRichardaccionabaconlamayordelicadezaposible,ysubíalaescaleraencalcetines,yluego,lamayoríadelasveces,¡selecaíalabolsadeaguacalienteysoltabaunjuramento!¡Cómosereía!

Peroesteasuntodelamor(pensó,guardandolachaqueta),estodeenamorarsedelasmujeres. Por ejemplo, Sally Seton; su relación en los viejos tiempos con SallySeton.¿Acasonohabíasidoamor,afindecuentas?

Sesentabaenelsuelo—ésaeralaprimeraimpresiónqueconservabadeSally—sesentabaenelsueloconlasmanosenlasrodillas,fumandouncigarrillo.¿Dóndefue que ocurrió? ¿En casa de losManning? ¿De losKinloch Jones? En una fiesta(auquenosabíaconcertezadónde),porquerecordabaclaramentehaberpreguntadoalhombreconelqueestaba:«¿Quiénesésa?»Yélselodijo,ylecomentóquelospa-dresdeSallynosellevabanbien(¡cuántolaescandalizó!—¡quelospadresdeunasepelearan!).Peroen toda lanochenopudoapartar lavistadeSally.Eraunabellezaextraordinaria, la clase de belleza que más admiraba, morena, ojos grandes, conaquellagraciaque,pornotenerloella,siempreenvidió—unaespeciedeabandono,comosifueracapazdedecircualquiercosa,dehacercualquiercosa,unairemuchomásfrecuenteenlasextranjerasqueenlasinglesas.Sallysiempredecíaqueporsusvenas corría sangre francesa, que un antepasado suyo había estado con MaríaAntonietayque lecortaron lacabeza,yque lehabíadejadounanilloconunrubí.Quizá fuera aquel verano enqueSally se presentó enBourton, completamenteporsorpresa,sinunpeniqueenelbolsillo,despuésdelacena,asustandodetalmaneraala pobre tía Helena que nunca la perdonó. En su casa se había producido unadiscusión tremenda. Literalmente, no tenía ni un penique aquella noche cuandorecurrióaellos—habíaempeñadounbrocheparahacerelviaje.Sehabíaidoatodaprisa,enunarrebato.Sequedaronhablandohastaaltashorasdelanoche.Sallyfuequienlehizodarsecuenta,porprimeravez,deloprotegidaqueresultabalavidaenBourton.Nosabíanadaacercadelsexo,nideproblemassociales.Enunaocasiónvioaunviejocaermuertoenuncampo;habíavistovacasqueacababandeparirasusterneros.PeroalatíaHelenanuncalegustaronlasdiscusiones,fuerandeltemaque

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fueren(cuandoSallyledioaClarissaelWilliamMorris,tuvoqueforrarloconpapelde estraza). Se quedaban sentadas horas y horas hablando, en su dormitorio delúltimopiso,hablandodelavida,decómoibanareformarelmundo.Queríanfundaruna sociedadqueaboliera lapropiedadprivada,y llegaronhastaescribirunacarta,aunquenollegaronamandarla.LasideaserandeSally,porsupuesto,peroellamuyprontoadoptóesemismoentusiasmo, leíaaPlatónen lacama,antesdeldesayuno;leíaaMorris;leíaaShelleyatodashoras.

ElvigordeSallyeraimpresionante,sucapacidad,supersonalidad.Comoloquehacíaconlasflores,porejemplo.EnBourtonsiemprehabíaunosjarronespequeñosyalargados a lo largode lamesa.Sally salía, cogíamalvas, dalias—todogénerodefloresquenuncasehabíanvistojuntas—,lescortabalacabezaylasechabaenunoscuencosconagua,dondequedabanflotando.Elefectoeraextraordinario,alentraracenar,alacaídadelatarde.(DesdeluegoquelatíaHelenaconsiderabacrueltratarasíalasflores.)Enotraocasión,olvidósuesponjaysepusoacorrerdesnudaporelpasillo. Aquella vieja y siniestra doncella, Ellen Atkins, anduvo gruñendo: «¿Y sialgún caballero la hubiera visto, qué?» De verdad, Sally escandalizaba. Eradesaliñada,decíapapá.

Lo extraño, ahora que lo recordaba, era la pureza, la integridad de sussentimientoshaciaSally.Noeracomolossentimientosquetienesporunhombre.Eraun sentimiento completamente desinteresado y, además, tenía un rasgo que sólopuededarse entremujeres, entremujeres apenas salidasde la adolescencia.Eraunsentimiento protector, por su parte; surgido de una especie de conciencia de uniónsolidaria, del presentimiento de que el destino las iba a separar irremediablemente(siemprehablabandelmatrimonioentérminosdecatástrofe),ydeahísuposturadecaballeroandante,esesentimientoprotector,muchomásfuerteenellaqueenSally.Yes que, en aquellos días, Sally se comportaba como una total insensata; hacía lasmayoresidiotecesporpuroalarde;montabaenbicicletaporelparapetodelaterraza;fumaba puros. Absurda, eso es lo que era, muy absurda. Pero el encanto eraabrumador, almenos para ella, tanto que todavía recordaba aquellosmomentos enque,depieen sudormitoriodelúltimopiso, con labotelladeaguacalienteen lasmanos,decíaenvozalta:«¡Ellaestábajoestetecho…!¡Estábajoestetecho!»

No, ahora las palabras ya no significaban absolutamente nada para ella. Nopercibíayani el ecode su antiguaemoción.Pero encambio sí se acordabade losescalofríosqueleproducíalaemociónydecómosearreglabaelpeloenunaespeciedeéxtasis (ahora laantiguasensaciónempezóaregresaraella,mientrassequitabalashorquillas,lasdejabasobreeltocador,searreglabaelpeinado),conlascornejasascendiendo y descendiendo en la luz rosada del atardecer, y de cómo se vestía ybajaba laescaleraycómosentía,alcruzar lasala,que«si tuviesequemorirahora,sería el momento más dichoso». Así se sentía —como Otelo, y lo sentía, estaba

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convencidadeello,con tanta fuerzacomoShakespearequisoqueOtelo losintiera.¡Y todo porque estaba bajando a cenar, con un simple vestido blanco, paraencontrarseconSallySeton!

Ella iba vestida de gasa color de rosa—¿era eso posible? En cualquier caso,parecía todo luz, resplandeciente, comoun pájaro o un etéreo plumón que hubieraentradoconunsoplodevientoysehubieseposadouninstanteenunazarza.Peronohay nada tan extraño cuando una está enamorada (y ¿qué era aquello sino estarenamorada?) como la total indiferencia de los demás. La tía Helena simplementedesapareció después de la cena; papá leía el periódico. Puede que Peter Walshestuvieraallí, asícomo lavieja señoritaCummings; JosephBreitkopf síestaba, sinduda, porque venía todos los veranos, pobre viejo, a pasar semanas y semanas, yfingíaenseñarlealemánaClarissa,cuandoenrealidadsededicabaatocarelpianoyacantarpiezasdeBrahmssintenervozparaelloenabsoluto.

Todo esto no era más que un paisaje de fondo para Sally. De pie junto a lachimenea, hablaba, con esa voz tan hermosa que cuanto decía sonaba como unacaricia,dirigiéndoseapapá,quehabíaempezadoasentirseatraído,untantoencontrade su voluntad (nunca pudo olvidar el haberle prestado uno de sus libros yencontrárselo empapado en la terraza), cuando de pronto decía «¡qué lástima estarsentadosaquídentro!»,ysalierontodosalaterrazaysepusieronacaminardeallápara acá.PeterWalshy JosephBreitkopf continuaron con su charla sobreWagner.EllaySallylessiguieron,unpocorezagadas.Entoncesseprodujoelmomentomásexquisito de su vida, al pasar junto a una hornacina de piedra con flores. Sally sedetuvo;cogióunaflor;labesóenloslabios.¡Fuecomosielmundoenterosehubiesepuesto boca abajo!Los demás desaparecieron; ahí estaba ella a solas con Sally.Ytuvo la impresióndeque lehabíanhechounregalo,bienenvuelto,yque lehabíanpedidoqueloguardara,sinmirarlo—undiamante,algoinfinitamenteprecioso,bienenvuelto,ymientrasandaban(paraalláyparaacá,paraalláyparaacá),ellaloabrióy, al hacerlo, le quemó su resplandor, la revelación, el sentimiento religioso— yentonceselviejoJosephyPeteraparecieronfrenteaellas:

—¿Contemplandolasestrellas?—dijoPeter.¡Fue como frotarse la cara contra una pared de granito en la oscuridad! Fue

desagradable.Fuehorrible.No por ellamisma.Lo único que sentía fue lomucho que ya estaba sufriendo

Sally,maltratada;sintiólahostilidaddePeter;suscelos;sudecisióndeentrometerseensurelación.Todoestoloviocomoseveunpaisajealaluzdeunrelámpago—ySally(¡nuncalaadmirótanto!),nosedejóamilanar,invicta,dominólasituación.Seechóareír.LepidióalviejoJosephque ledijeraelnombrede lasestrellas, loquehizocongustoymuchaseriedad.Sequedóahíenpie,escuchando.Oyólosnombresdelasestrellas.

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—¡Ay! ¡Pero qué horror! —dijo Clarissa para sus adentros, como si hubiesesabido desde el principio que algo iba a interrumpirla, a amargarle su instante defelicidad.

Sin embargo, fuemucho lo que llegó a deberle a PeterWalsh añosmás tarde.Siempre que pensaba en él recordaba sus peleas, surgidas por cualquiermotivo—quizáfueseporlomuchoqueClarissaapreciabasubuenaopinión.Ledebíapalabras:«sentimental», «civilizado»; con ellas iniciaba todos los días de su vida, como siPetermontaselaguardiaparaella.Unlibroerasentimental;unaactitudantelavidaera sentimental. «Sentimental.» Quizá ella fuese «sentimental» por pensar en elpasado.¿QuépensaríaPeter,sepreguntó,cuandoregresara?

¿Quehabíaenvejecido?¿Lodiría,oacasoClarissaveríaaPeterpensar,cuandoregresara, que había envejecido? Era cierto. Desde su enfermedad, Clarissa habíaechadomuchascanas.

Aldejarelbrochesobrelamesa,tuvounespasmoinesperado,comosi,mientrasmeditaba,lasgarrasdehielohubierantenidoocasióndeclavarseenella.Todavíanoeravieja.Acababadecumplircincuentaydosaños;mesesymesesdesuscincuentaydosañosestabantodavíaintactos.Junio,julio,agosto!Todoselloscasienteros,y,comosiquisieraapurarlaúltimagota,Clarissa(dirigiéndosealtocador)sezambullóen lo más profundo del momento, lo dejó plasmado, allí —el momento de estamañanadejuniosobrelaquerecaíalapresióndetodaslasdemásmañanas,viendoelespejo,eltocadorytodoslosfrascos,concentrandotodosuserenunpunto(mientrasmirabaelespejo),viendoladelicadacararosadadelamujerqueibaadarunafiestaesamismanoche;lacaradeClarissaDalloway;desímisma.

¡Cuántos millones de veces había visto su cara, y siempre con la mismaimperceptiblecontracción!Fruncióloslabiosalmirarseenelespejo.Eraparadarlesentido a su cara. Así era ella: puntiaguda, afilada, definida. Así era en esenciacuandoalgúnesfuerzo,unainvitaciónaserellamisma,juntabalasdiferentespiezas—sóloellasabíacuándispareseincompatibles—yasíseconformaban,antelosojosdelmundo,enuncentro,undiamante,unamujerquesesentabaensusaladeestaryconstituíaunpuntodeencuentro,unaluzsindudaenalgunasvidasaburridas,acasoun refugiopara los solitarios;había ayudadoa jóvenesque le estabanagradecidos;había intentadoser siempre lamisma, sinmostrarnunca signoalgunode todas susdemásfacetas—defectos,celos,vanidades,sospechas,comoésadeLadyBrutonquenolahabíainvitadoaalmorzar;cosaque,pensóella(peinándosealfin),¡eradeunabajezadescarada!Bueno,¿ydóndeestabasuvestido?

Susvestidosdenochecolgabanenelarmario.Clarissahundiólamanoenaquellasuavidad,descolgócuidadosamenteelvestidoverdeylollevóalaventana.Lohabíarasgado.Alguienhabíapisadoelbordedelafalda.EnlafiestadelaEmbajadahabíanotado que el vestido cedía en la parte de los pliegues.A la luz artificial el verde

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brillaba,peroahora,alsol,seveíadescolorido.Ellamismaloarreglaría.Lascriadasteníandemasiadoquehacer.Selopondríaestanoche.Cogeríalassedas,lastijeras,el—¿cómosellama?—eldedal,claro,ybajaríaalcuartodeestar,porquetambiénte-níaqueescribir,ycuidardequetodoengeneralestuvieramásomenosenorden.

Quéraro,pensó,deteniéndoseenelrellanodelaescalerayensamblandoaquellaformade diamante, aquella persona singular, ¡qué raro elmodo en que un ama decasaconoceelmomentoquesuhogarestáviviendo,suauténticoestadodeánimo!Tenuessonidosseelevabanenespiralporelhuecodelaescalera;elresbalardeunafregona;losgolpesdeunmartillo;deunamano;ruidocuandolapuertaprincipalseabría;unavozrepitiendounrecadoenlaplantabaja;eltintineodelaplatasobreunabandeja;platalimpiaparalafiesta.Todoeraparalafiesta.

(Y Lucy, entrando en el cuarto de estar con la bandeja, puso los gigantescoscandelabros sobre la chimenea, el cofrecillo de plata enmedio, y giró el delfín decristalhaciaelreloj.Ibanavenir;ibanaestarahí;ibanahablareneltonopulidoqueellasabíaimitar,lasdamasyloscaballeros.Deentretodosellos,suseñoraeralamásbella—señoradelaplata,delalencería,delaporcelana,porqueelsol,laplata,laspuertas fuera de sus goznes, los hombres de Rumpelmayer, todo ello le daba lasensación, mientras dejaba el abrecartas sobre la mesa de marquetería, de algologrado. ¡Mirad! ¡Mirad! decía, dirigiéndose a sus viejas amigas de la panadería,donde había tenido su primer empleo, en Caterham, mientras se contemplaba condisimulo en el espejo. Ella era LadyAngela atendiendo a la PrincesaMary, y fueentoncescuandoentrólaseñoraDalloway.)

—¡Oh, Lucy—dijo—, ¡qué bonita ha quedado la plata!—¿Y qué tal—dijo,mientrasvolvíaaponereldelfíndecristalenposiciónvertical—,quétallaobradeteatroanoche?¡Ah,tuvieronqueirseantesdelfinal!—dijo—.¡Teníanqueestardevueltaalasdiez!—dijo—.Asíquenosabencómoterminaba—dijo—.Malasuerte,sinduda—dijo(suscriadaspodíanllegarmástarde,silepedíanpermiso)—.Esunapena,desdeluego—dijo,cogiendoelviejoalmohadónraídoqueestabaenmediodelsofáyponiéndoloenlosbrazosdeLucy;y,dándoleunleveempujón,gritó:

—¡Lléveselo!¡DéseloalaseñoraWalkerdemiparte!¡Lléveselo!Lucysedetuvoalapuertadelcuartodeestar,sosteniendoelalmohadón,ydijo,

muytímidamente,sonrojándose,sipodíaayudarlaacoseraquelvestido.Pero,dijolaseñoraDalloway,yateníabastanteella,másquesuficienteconsus

laboresparahacersecargotambiéndeeso.—Perogracias,Lucy,gracias,muchasgracias—dijolaseñoraDalloway,ysiguió

diciendogracias,gracias(sentándoseenelsofáconelvestidosobrelasrodillas,lastijeras,lassedas),gracias,gracias,siguiódiciendoenagradecimientoasuscriadosengeneral,porayudarlaaserasí,aserloqueellaquería,atenta,generosa.Suscriadoslaapreciaban.Yestevestidosuyo—¿dóndeestabaeldescosido?—yahoralaaguja

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queteníaqueenhebrar.Eraunodesusvestidosfavoritos,unodeSallyParker,casielúltimoquellegóaconfeccionar,quélástima,porqueSallysehabíaretiradoya,vivíaenEaling,ysitengounmomentolibre,pensóClarissa(peroyanuncalotendría),iréa visitarla a Ealing. Por cierto que era todo un personaje, pensó Clarissa, unaverdadera artista. Tenía unas ideas un poco fuera de lo común, pero sus vestidosnuncafueronraros.LospodíasllevarenHatfield;enelPalaciodeBuckingham.LoshabíallevadoenHatfield;enelPalaciodeBuckingham.

El sosiego descendió sobre ella, la calma, la satisfacción, mientras la aguja,juntandosuavementelaseda,uníalosplieguesverdesyloscosía,muylentamente,ala cintura.Lomismo que las olas, que en un día de verano se juntan, se doblan ycaen; se juntan y caen; y parece que el mundo entero estuviera diciendo «esto estodo»conmásymásgravedad,hastaqueinclusoelcorazónquelateenelcuerpoqueestá tomandoelsolenlaplayadicetambién«estoes todo».Notemasmás,diceelcorazón, confiando su carga a algúnmar que suspira colectivamente por todas laspenas,unmarqueserenueva,quecomienzaamoverse,quesedetieneycae.Ysóloelcuerpoprestaatenciónalaabejaquepasa;alaolaquerompe,alperroqueladra,alolejos,ladrayladra.

—¡Diosmío! ¡El timbrede lapuerta!—exclamóClarissa,deteniendo su labor.Alerta,escuchó.

—LaseñoraDallowaymerecibirá—dijoenelvestíbuloelhombreentradoyaenaños—. Sí, sí, a mí me recibirá—repitió, echando a Lucy a un lado con muchabenevolencia, y subiendopor las escaleras a todo correr—.Sí, sí, sí—murmurabamientrassubíacorriendo—.Merecibirá.DespuésdepasarmecincoañosenlaIndia,Clarissamerecibirá.

—¿Quién puede…? ¿Qué puede ser…? —preguntó la señora Dalloway(pensandoqueera indignanteque la interrumpierana lasoncede lamañana,eldíaqueibaadarunafiesta),aloírpasosenlaescalera.Oyóunamanoenlapuerta.Hizoungestoparaocultarsuvestido,comounavirgenprotegiendolacastidad,amparandosuintimidad.Ahoraelpicaportegiró.Ahoralapuertaseabrió,yentró…;¡pasóunsegundohastaquerecordócómosellamaba,tansorprendidaqueestabadeverlo,tancontenta,tantímida,tanprofundamentedesconcertadadelavisitamatutinadePeterWalsh!(Nohabíaleídosucarta.)

—¿Qué tal, cómo estás? —dijo Peter Walsh, absolutamente tembloroso;cogiéndole ambas manos; besándole ambas manos. Ha envejecido, pensó,sentándose.Nolevoyadecirnada,pensó,porquehaenvejecido.Meestámirando,pensó, al invadirle de repente la vergüenza, aunque le había besado las manos.Metiendolamanoenelbolsillo,sacóuncortaplumasgrandeyloabrióamedias.

Exactamenteelmismo,pensóClarissa;lamismamiradaextraña;elmismotrajeacuadros;sucaraunpocoalteradaparece,unpocomásenjuto,mássecoquizá,pero

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tieneunaspectoestupendo,yelmismodesiempre.—¡Qué maravilloso volverte a ver! —exclamó ella. Peter abrió del todo el

cortaplumas.Muypropiodeél,pensóClarissa.Acababadellegaralaciudad,anochemismo,dijoél;tendríaquehaberseidoal

campoenseguida;y¿quétalibatodo,cómoestabantodos—Richard,Elizabeth?—Yquéestodoesto?—dijo,señalandoelvestidoverdeconsucortaplumas.Vamuybienvestido,pensóClarissa;sinembargo,amísiempremecritica.Aquí está remendando su vestido; remendando su vestido como de costumbre,

pensó;aquíhaestadosentadadurante todoel tiempoqueyoheestadoen la India;remendando su vestido; entreteniéndose; yendo a fiestas; yendo y viniendo alParlamentoytodoeso,pensó,enojándosemásymás,porquenohaynadapeorenelmundoparalasmujerescomoelmatrimonio,pensó;ylapolítica;ytenerunmaridoconservador,comoeladmirableRichard.Asíes,asíes,pensó,cerrandolanavajaconun«clac».

—Richardestámuybien.Richardestáenuncomité—dijoClarissa.Entonces abrió las tijeras y le preguntó si le importaba que terminara lo que

estabahaciendoconelvestido,porqueesanochedabanunafiesta.—Alaquenopiensoinvitarte—dijo—.¡MiqueridoPeter!Peroeradeliciosooírledecireso:—«¡miqueridoPeter!».Sinduda,todoeratan

delicioso—laplata,lassillas;¡todoeratandelicioso!¿Yporquénoibaainvitarlealafiesta?preguntóél.Desdeluego,pensóClarissa,¡esencantador!¡Absolutamenteencantador!Ahora

recuerdolodificilísimoquemeresultótomarladecisión—y¿porquémedecidíalfinal,anocasarmeconél,sepreguntó,aquelhorribleverano?—.Pero¡cómoesquehasvenidoestamañana!—gritó,poniendolasmanosunasobrelaotraencimadesuvestido.

—¿Recuerdas—dijo—,cómobatíanlaspersianasenBourton?—Escierto,batían—yrecordócómodesayunabasolo,muy intimidado,consu

padre, que había muerto; y no le había escrito a Clarissa. Pero él nunca se habíallevado bien con el viejo Parry, ese viejo quejica y flojucho, el padre deClarissa,JustinParry.

—Amenudodesearíahabermellevadomejorcontupadre—dijo.—Peroaélnunca legustóningunode losqueme…denuestrosamigos—dijo

Clarissa;yporpoconosemuerdelalenguaporrecordarleaPeterconestaspalabrasquehabíaqueridocasarseconella.

Naturalmentequequisehacerlo,pensóPeter;casimerompeelcorazón,pensó;yse hundió en su pena, que se elevó como una luna vista desde una terraza,horrorosamente hermosa en la luz del día que se hunde.Nunca desde entonces hesidomásdesgraciado,pensó.Entonces,comosideverdadestuviesesentadoallícon

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Clarissaenlaterraza,seinclinóunpocohaciaella;adelantólamano;lalevantó;ladejócaer.Ahíestabalaluna,suspendidasobreellos.Aellatambiénleparecióestarsentadajuntoaélenlaterraza,alaluzdelaluna.

—AhoraperteneceaHerbert—dijoella—.Yanovoynuncaporallí—dijo.Entonces,talycomoocurreenunaterrazaalaluzdelaluna,cuandounapersona

empiezaasentirvergüenzaporqueyaseaburremientraslaotrapermanecesentadaymuda, en completo silencio, mirando con tristeza a la luna, no le apetece hablar,mueveunpie,carraspea,sefijaenelanillodemetaldelapatadeunamesa,jugueteaconalgunahoja,perosiguecallado—esomismohacíaPeterWalshahora.Sí,porque¿aquéveníaestareferenciaalpasado?pensó.¿Porquérecordárselodenuevo?¿Porquéhacerlesufrir,despuésdehaberletorturadodemanerataninfernal?¿Porqué?

—¿Teacuerdasdellago?—dijoClarissaenuntonoabrupto,apremiadaporunaemoción que le atenazaba el corazón, le crispaba losmúsculos de la garganta y leprodujounespasmoenloslabiosaldecir«lago».Sí,porqueeraunaniñaechándolepanalospatos,entresuspadres,y,almismotiempo,unamujeradultaacercándoseasuspadresquepermanecíandepiejuntoallago,yellaibaconsuvidaenbrazos,unavidaque,mientrasseacercabaasuspadres,crecíamásymásentresusbrazos,hastallegar a serunavida entera, unavida completaquedepositaba ante ellosdiciendo:«¡Esto es lo que he hecho con mi vida! ¡Esto!» ¿Y qué había hecho con ella?¿Realmente,qué?Ahísentada,cosiendo,estamañana,encompañíadePeterWalsh.

MiróaPeterWalsh;sumirada,atravesandotodoaqueltiempoyaquellaemoción,lellegóvacilante;letocóconsuslágrimas;ysefuerevoloteando,comoelpájaroquetoca una rama y vuelve a volar para alejarse revoloteando. Con toda sencillez, seenjugólosojos.

—Sí—dijo Peter—. Sí, sí, sí—dijo, como si Clarissa estuviera sacando a lasuperficiealgoqueleresultabaverdaderamentedolorosoamedidaqueibasubiendo.¡Basta!¡Basta!deseabagritarPeter.Porquenoeraviejo;suvidanohabíaacabado;de ningunamanera.Apenas pasaba de los cincuenta. ¿Se lo digo o no? pensó. Lehabría encantado desahogarse y contárselo todo. Pero es demasiado fría, pensó;cosiendo, con sus tijeras; Daisy parecería vulgar al lado de Clarissa. Y me va aconsiderarunfracasado,ylosoysegúnloentiendenellos,pensó;segúnloentiendenlosDalloway.Sí,sí,nolecabíalamenorduda;éleraunfracasado,comparadocontodoesto—lamesademarquetería,ellujosoabrecartas,eldelfínyloscandelabros,latapiceríadelassillasylosviejosyvaliososgrabadosinglesespolicromados—sí,¡eraunfracasado!Detestolacomplacenciadetodoesto,pensó;obradeRichard,nodeClarissa;salvoquesecasóconél.(Enesto,Lucyentróenlasala,trayendoplata,más plata, pero su aspecto era encantador, se veía esbelta y con gracia, pensó,mientras ella se inclinaba para dejar la plata.) ¡Y así han vivido todo este tiempo!pensó; semana tras semana; la vida de Clarissa; mientras que yo, pensó; y

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súbitamente todo tipo de cosas parecieron irradiar de su persona; viajes, paseos acaballo, peleas, aventuras, partidas de bridge, amores, ¡trabajo, trabajo, trabajo! ysacó su cortaplumas sin el menor disimulo —su viejo cortaplumas de cachas decuernoqueClarissajuraríahabíaconservadoduranteaquellostreintaaños—ycrispósumanosobreél.

Qué costumbre tan extraordinaria, pensó Clarissa; siempre jugando con uncuchillo. Siempre haciendo que una se sintiese frívola; sin nada en la cabeza; unasimplecharlatanaatolondrada,comoPetersolíadecir.Peroyonovoyasermenos,pensó,y, tomandolaagujadenuevo,convocó—comounareinacuyosguardiassehubierandormido, dejándola sinprotección (estavisita la había turbado—lahabíaalterado),allía lavistadecualquierpaseantequequisieramirarla, tumbadaconlaszarzasalrededorde sucuerpo—,convocóensuayuda lascosasqueellahacía; lascosasquelegustaban;sumarido;Elizabeth;ellamisma,endefinitiva,aquienPeterahoraapenasconocía;quetodasellasacudieranyvencieranalenemigo.

—Bueno, ¿y qué ha sido de tu vida? —dijo. Así, antes del principio de unabatalla,loscaballospateanelsuelo;sacudenlacabeza;laluzbrillaensuscostados;curvanelcuello.Deesemismomodo,PeterWalshyClarissa,sentadoselunoalladodelotroenelsofáazul,sedesafiaban.Sufuerzayenergíapiafabaensuinteriordehombre. Reunía en torno a él todo tipo de cosas procedentes de los lugares másdispares;alabanzas;sucarreraenOxford;sumatrimoniodelqueClarissanosabíaniunapalabra;cómohabíaamado;y,engeneral,elhabercumplidoconsuobligación.

—¡Millones de cosas!—exclamó, y, estimulado por la conjunción de energíasqueselanzabanalacargaentodasdireccionesyledabanlasensación,terroríficayala vez extremadamente excitante, de ser transportado en volandas, a hombros degentealaqueyanoveía,sellevólasmanosalafrente.

Clarissa,seguíasentada,muytensa;contuvoelaliento.—Estoyenamorado—dijoPeter,peronoaella,sinoaalguienqueenlastinieblas

seelevabaparaquenopudierastocarloytevierasforzadoadepositarlaguirnaldaenlahierba,enlaoscuridad.

—Enamorado—repitió,dirigiéndoseahoraaClarissaDallowayenuntonomásbien seco—; enamorado de una chica en la India —Peter había depositado suguirnalda.Clarissapodíahacerloquequisieraconella.

—¡Enamorado!—dijoClarissa.¡Él,asuedad,consucorbatitadelazo,aplastadopor esemonstruo!Y tiene el cuello descarnado; lasmanos rojas; ¡y es seismesesmayorqueyo!quisomirarleperosumiradasevolviócontraella;peroensucorazónsintió,peseatodo;estáenamorado.Tieneeso,pensó;estáenamorado.

Peroelindomableegotismoqueconstantementederribaacuantosenemigosseleenfrentan,elríoquediceadelante,adelante,adelante,aunquereconocequequizánohayametaalguna,ysinembargoadelante,adelante;esteindomableegotismocargaba

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susmejillasde color; lahacíaparecermuy joven;muy rosada; conunosojosmuybrillantes,mientrasseguíasentadaconsuvestidosobrelarodilla,ylaagujajuntoalborde de la seda verde, temblando un poco. ¡Estaba enamorado! No de ella. Dealgunamujermásjoven,porsupuesto.

—¿Yquiénesella?—preguntó.Ahora había que bajar aquella estatua de su pedestal y depositarla en el suelo,

entrelosdos.—Una mujer casada, desgraciadamente—dijo—. La esposa de un Mayor del

ejércitodelaIndia.Y,conunadulzuracuriosamenteirónica,sonrióalcolocarentanridículapostura

aaquellamujeranteClarissa.(Detodosmodos,estáenamorado,pensóClarissa.)—Tienedoshijospequeños—prosiguióPeter,muyrazonable—,unchicoyuna

chica;yhevenidoaconsultaramisabogados,porlodeldivorcio.¡Ahíestán!pensóél.¡Hazloqueteparezcaconellos,Clarissa!¡Ahílostienes!Y,

segundoa segundo, leparecióque la esposadelMayordel ejércitode la India (suDaisy) y sus dos pequeños se volvían más y más entrañables, bajo la mirada deClarissa,comosilehubieseprendidofuegoaunabolitagrisenunabandejaydeellahubiese surgido un precioso árbol en el aire salado de su intimidad (porque enalgunascosasnadieleentendía,nicompartíasusentir,tanbiencomoClarissa)—desuexquisitaintimidad.

EsamujeradulabaaPeter;loengañaba,pensóClarissa;dandoformaalaimagenquesehacíadeella,laesposadelMayordelejércitodelaIndia,contresgolpesdecuchillo.¡Quéderroche!¡Quélocura!TodasuvidaPeterhabíasufridoengañosasí;primero,cuando leecharondeOxford; luegocuandosecasóconaquellachicadelbarcocuandoibaalaIndia;ahoralamujerdeunMayor—¡graciasaDiosqueellanoquiso casarse con él!Así y todo, estaba enamorado; él su viejo amigo, su queridoPeter,estabaenamorado.

—Bueno,y¿quépiensashacer?—lepreguntó.¡Ah!losabogadosyprocuradores,los señoresHooperyGrateley,deLincoln’s Inn, ibanaencargarsedel asunto,dijoPeter.Ysepusoarecortarselasuñasconelcortaplumas.

¡PoramordeDios,dejaenpazelcortaplumas!gritóparasusadentros,sinpodercontenersuirritación;eraesaestúpidamaneraquePeterteníadehacercasoomisodelas convenciones, era su debilidad, ese no tener la más mínima idea de lossentimientos de los demás lo que molestaba a Clarissa, lo que siempre la habíamolestado.Yahora,asuedad,¡quéestúpidoresultaba!

Todoesoyalosé,pensóPeter;séloquemeespera,pensó,pasandoeldedoporelfilo de su navaja, Clarissa y Dalloway y todos los demás; pero le voy a dar unalecciónaClarissa—yenesto,antesugransorpresa,empujadoderepenteporesas

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fuerzasincontrolables,sinpieenelqueapoyarse,sedeshizoenlágrimas;lloró;llorósin la más mínima vergüenza, sentado en el sofá, cayéndole las lágrimas por lasmejillas.

Y Clarissa se había inclinado hacia él, le había cogido de la mano, lo habíallevadojuntoasí, lohabíabesado.Enrealidad,ClarissaseencontróconlacaradePeterenlasuyasinquetuvieratiempodecontenerlasespadasdeplataquecomolahierbadelapampaenplenatormentatropicalsealzaronensupechoylatormenta,alamainar,ladejóconlamanodePeterenlasuya,acariciándolelarodillay,cuandoalreclinarsesesentíatanextraordinariamenteagustoconél,tanalegre,sevioasaltadaporuntrueno:¡simehubiesecasadoconél,estaalegríahabríasidomíaeldíaentero!

Todohabíaterminadoparaella.Lasábanaestabaestiradaylacamaeraestrecha.Sehabíasubidosolaalatorreyloshabíadejadojugandoalsol.Lapuertasehabíacerrado,yallí,entreelpolvodelyesocaídoylabrozadelosnidosdelospájaros,quélejosestabalavista,conlossonidosquelellegabandébilesyfríos(fueunavezenLeithHill,recordó),y¡Richard!¡Richard!gritó,comoundurmientequesedespiertaasustado en la noche y extiende la mano en la oscuridad, pidiendo ayuda.Me hadejado;estoysolaparasiempre,pensó,cruzandolasmanossobrelarodilla.

PeterWalshsehabía levantado,habíacruzadolahabitaciónysehabíaquedadode espaldas a la ventana, jugando con un pañuelo de colores. Dominante, seco ytambiéndesolado,conlalevitaligeramentelevantadaporculpadeesoshombrostandelgados; allí sonándose violentamente. Llévame contigo, pensó Clarissaimpulsivamente, como si Peter estuviera a punto de emprender un gran viaje; yentonces, un instante después, fue como si los cinco actos de una obra muyemocionante y conmovedora hubiesen terminado, como si hubiese vivido toda unavidaensutranscursoyhubiesehuido,comosihubiesevividoconPeteryahoratodohubieseterminado.

Era elmomento de ponerse enmovimiento, y como unamujer que recoge suscosas,sucapa,susguantes,susprismáticosdeóperayselevantaparasalirdelteatro,selevantódelsofáyseacercóaPeter.

Y era tremendamente extraño, pensó él, cómo ella todavía tenía poder para,acercándosele con su tintineo y con su susurro, hasta qué punto ella tenía poder,cruzando hacia él, para hacer que la luna, que él detestaba, se elevara enBourtonsobrelaterrazaenelcieloestival.

—Dime, Clarissa —preguntó, cogiéndola por los hombros—. ¿Eres feliz?¿Richard…?

Lapuertaseabrió.—AquíestámiElizabeth—dijoClarissaconemoción,unpuntohistriónica.—¿Quétal?—dijoElizabethacercándose.LascampanadasdeBigBendandolamediahorasonaronentreellosconunvigor

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descomunal,comosiunjoven,fuerte,indiferenteydesconsiderado,estuviesedandoporrazosadiestroysiniestro.

—¡Hola, Elizabeth! —gritó Peter, metiéndose el pañuelo en el bolsillo,acercándose a ella rápidamente. Dijo—: adiós, Clarissa —sin mirarla, saliendorápidamente de la habitación, bajó corriendo la escalera y abrió la puerta del ves-tíbulo.

—¡Peter! ¡Peter! —gritó Clarissa, siguiéndolo hasta el rellano—. ¡Mi fiesta!¡Recuerdamifiestaestanoche!—gritó,levantandolavoz,obligadaporelrugidodelexterior,y,subyugadaporelruidodeltráfico,lascampanadasdetodoslosrelojes,suvoz que gritaba—. ¡Recuerda mi fiesta esta noche!—sonó frágil, delgada y muylejana,mientrasPetercerrabalapuerta.

Recuerdamifiesta,recuerdamifiesta,dijoPeterWalshmientrassalíaalacalle,hablandosolo,rítmicamente,alcompásdelflujosonoro,delsonidodirectoydiáfanodeBigBen dando lamedia. (Los círculos de plomo se disolvieron en el aire.) ¿Yestasfiestas?pensó;lasfiestasdeClarissa.¿Porquédabaellaestasfiestas?pensó.Ynoesquelacensurara,nitampocoaestaefigiedehombre,vestidodelevita,conunclavelenlasolapa,queibahaciaél.Sólohabíaunapersonaenelmundoquepudieraestar como él, enamorado. Y ahí estaba, ese hombre afortunado, él mismo,reflejándose en la luna del escaparate de un fabricante de automóviles enVictoriaStreet.DetrásdeélseextendíatodalaIndia;llanuras,montañas;epidemiasdecólera;undistritodosveceseltamañodeIrlanda;decisionesquehabíatomadoélsolo—él,PeterWalsh; que ahora estaba enamorado por primera vez en su vida. Clarissa sehabía endurecido, pensó; y de paso se había vuelto un tanto sentimental, segúnsospechaba,mirandolosgrandescochesqueerancapacesderecorrer—…¿cuántasmillas por cada cuántos galones? Porque tenía cierta inclinación por la mecánica;habíainventadounaradoensudistritoyencargadounascarretillasaInglaterra,perolosculissenegabanautilizarlas,detodolocualClarissanoteníanilamásremotaidea.

Lamaneraenquedijo—¡AquíestámiElizabeth!—lehabíamolestado.¿Porquéno—Aquí estáElizabeth—, sencillamente?No era un tono sincero.Y aElizabethtampocolehabíagustado.(Todavíalosúltimostembloresdelapoderosavoztonanteestremecíanelaireasualrededor;lamedia;tempranoaún;sólolasonceymedia.)Yes que él entendía a los jóvenes; los apreciaba. Siempre hubo alguna frialdad enClarissa, pensó.Aun desde niña, siempre sufrió una especie de timidez, que en lamadurezseconvierteenconvencionalismo,yentoncesseacabótodo,seacabótodo,pensó,mirandountantoatemorizadolasprofundidadesdelcristal,ypreguntándosesielvisitarlaaesashorasnolahabríamolestado;súbitamenteavergonzadoporhabersecomportado como un estúpido; haber llorado; haberse dejado llevar por sus emo-ciones;habérselocontadotodo,comodecostumbre,comodecostumbre.

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Comounanubequecruzaanteelsol,asícaeelsilencioenLondres;ycaesobrelamente.Elesfuerzocesa.Eltiempoondeaenelmástil.Ahínosdetenemos;ahínosquedamosdepie.Rígido,sóloelesqueletodelhábitosostieneelcaparazónhumano.Dondenohaynada,dijoPeterWalshparasusadentros;sintiéndosevacío,totalmentehuecopordentro.Clarissameharechazado,pensó.Sequedóahí,depie,pensando,Clarissameharechazado.

¡Ah!,dijoSt.Margaret, comounadamadesociedadqueentraensu salóna lahoraenpuntoyseencuentraconquesusinvitadosyaestánallí.Nollegotarde.No,sonexactamentelasonceymedia,dice.Contodo,aunquetienetodalarazón,suvoz,comoeslavozdelaanfitriona,esreaciaaimponersupersonalidad.Ciertopesarporelpasadolacontiene;ciertapreocupaciónporelpresente.Sonlasonceymedia,dice,yelsonidodeSt.Margaretsedeslizaen losentresijosdelcorazónyseentierraencírculo tras círculo de sonido, como algo vivo que quiere confiarse, dispersarse,quedar,conuntemblordeplacersublime,encalma—comolapropiaClarissa,pensóPeter Walsh, cuando baja las escaleras a la hora en punto, vestida de blanco. EsClarissamisma, pensó Peter, con profunda emoción y con un recuerdo de ella ex-traordinariamente claro, aunque intrigante, como si esta campana hubiese entrado,años atrás, en la habitación donde se hallaban sentados, en un momento de granintimidad,yhubieseidodeunoaotroy,comounaabejaconsumiel,hubiesesalido,cargadaconelmomento.Pero¿quéhabitación?¿Quémomento?Y¿porquésehabíasentidotanprofundamentefelizcuandoelrelojdabalahora?Entonces,mientraselsonido de St.Margaret iba languideciendo, pensó, ha estado enferma, y el sonidoexpresó languidez y sufrimiento. El corazón recordó; y el súbito estruendo de laúltimacampanadadoblóporlamuertequesorprendeenplenavida,yClarissacayóallídondeseencontraba,ensusaladeestar.¡No!¡No!gritóPeter.¡Noestámuerta!Nosoyviejo,gritó,echandoaandarporWhitehall,comosiallíseleestuvieradesve-lando,vigorosoeinterminable,sufuturo.

Élnoeraviejo,nireseco,niteníamanías;nadadeeso.Encuantoahacercasoalo que decían de él—los Dalloway, losWhitbread y su círculo le importaban unbledo—unbledo(aunqueeraciertoquetendríaqueiraver,llegadoelmomento,siRichardlepodíarecomendarparaalgúnempleo).Caminandoagrandeszancadas,lamirada atenta, se fijó en la estatuadelDuquedeCambridge.Lohabían echadodeOxford—cierto. Con todo, el futuro de la civilización se encuentra en manos dejóvenesasí;dejóvenescomoélerahacetreintaaños;consuamorporlosprincipiosabstractos; encargando que lesmanden libros desdeLondres hasta las cumbres delHimalaya;leyendolibrosdeciencia,defilosofía.Elfuturoestáenmanosdejóvenesasí,pensó.

Unosgolpessecosyrepetidos,comoelmurmullodelashojasdelbosque,lellegódesdeatrás,yconélllegóunsusurro,unrítmicogolpeteoque,alalcanzarle,redobló

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sobre sus pensamientos, marcando el paso, Whitehall arriba, al margen de suvoluntad.Unoschicosdeuniforme,confusiles,desfilabanconlavistaalfrente,losbrazosestirados,yensusrostrosunaexpresióncomolasletrasdeunaleyendaescritaalrededor del pedestal de una estatua donde se alababa el deber, la gratitud, lafidelidad,elamoraInglaterra.

Desfilan,pensóPeterWalsh,empezandoaseguirleselpaso,muybien.Peronoparecían fuertes. La mayoría eran enclenques, muchachos de dieciséis años, quemañanaprobablementeestaríandetrásdemostradoresconsacosdearrozypastillasdejabón.Ahora,llevabansobresí,sinplacersensualnipreocupacionescotidianas,lasolemnidaddelacoronaquehabíanrecogidoenFinsburyPavementparallevarlaalatumbavacía.Habíanprestadosujuramento.Eltráficolosrespetaba;loscamionessedetenían.

No puedo aguantar su ritmo, pensó Peter Walsh, mientras avanzaban porWhitehall,yefectivamente,siguieronadelante,dejándoloatrás,dejandoatrásatodoelmundo, con sumarcha decidida, como si una sola voluntad estuvieramoviendobrazos y piernas a un ritmo uniforme; y como si la vida, en su variedad, en sudescaro, estuviera enterrada bajo losas de monumentos y coronas mortuorias,inyectada,mediante ladisciplina,enuncadáver rígidoyaydemiradasinembargoatenta.Habíaquerespetarlo;sepodíareír;perohabíaquerespetarlo,pensó.Ahívan,pensó PeterWalsh, deteniéndose en el bordillo; y todas las reverenciadas estatuas,Nelson, Gordon, Havelock, las espectaculares imágenes negras de los grandessoldadossealzabanconlamiradaalfrente,comositambiénelloshubieranhechoelgran sacrificio (PeterWalsh pensó que él también había hecho el gran sacrificio),como si hubieran caminado bajo las mismas tentaciones, hasta lograr al fin unamiradademármol.PeroésaeraunamiradaquePeterWalshnoqueríatenerpornadadelmundo.Larespetabaenlosjóvenes.Podíarespetarlaenmuchachos.Noconocentodavía los problemas de la carne, pensó, mientras los muchachos del desfiledesaparecíancaminodelStrand—todoloqueyohepasado,pensó,alcruzarlacalle,quedándose de pie bajo la estatua de Gordon, ese hombre a quien de chico habíaidolatrado;Gordon,depie,solo,conunapiernaenaltoylosbrazoscruzados.PobreGordon,pensó.

YprecisamenteporquenadiesalvoClarissasabíaaúndesupresenciaenLondres,yporquelaTierra,despuésdelviaje,todavíaseleantojabacomounaisla,sesintióabrumadopor la irrealidaddeestar solo,vivo,desconocido, a lasonceymedia enTrafalgarSquare.¿Quéocurre?¿Dóndeestoy?¿Yporqué,afindecuentas,haceunolascosas?pensó,viendoahoraeldivorciocomoalgodeotromundo.Ylamenteselequedóplanacomouncenagal,ahogadoentresgrandesemociones;comprensión;unavastafilantropía;yfinalmente,comosifueseelresultadodelasotrasdos,unplacerirrefrenable,exquisito;comosidentrodesucerebrootramanoestuviesetirandode

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cordeles,moviendopostigos,yél,sintenernadaquevercontodoello,seencontraraa la entrada de interminables avenidas por las cuales podía vagar si quería. Hacíaañosquenosesentíatanjoven.

¡Había escapado! Era completamente libre—como ocurre cuando el hábito serompe,ylamente,comounallamaquenadieatiza,seinclinaydoblahastaparecerque fuera a salir volando. ¡Hace años que no me siento tan joven!, pensó Peter,escapando(sóloduranteunahoraoasí,porsupuesto)deserprecisamenteloqueera,ysintiéndosecomounniñoquesalecorriendodecasayve,mientrascorre,asuviejaniñeraquesaludahacialaventanaequivocada.Peroesextraordinariamenteatractiva,pensómientrascruzabaTrafalgarSquareendirecciónaHaymarket,cuandoseacercóuna joven que, al pasar junto a la estatua de Gordon, pareció, pensó PeterWalsh(sensiblecomoera),despojarseveloavelo,hastaquedarconvertidaenlamismísimamujerqueélsiemprehabíaimaginado;joven,perodigna;alegre,perodiscreta;negra,perocautivadora.

Volviendo en sí y toqueteando furtivamente su cortaplumas, empezó a seguir aestamujer,aestailusión,queparecía,aundándolelaespalda,arrojarsobreélunaluzque los vinculaba, que lo destacaba, como si el caprichoso rugido del tráfico lehubiese susurrado su nombre con las manos ahuecadas, pero no «Peter», sino sunombreíntimo,elqueusabaensuspropiospensamientos.«Tú»,dijoella,sólo«tú»,ylodijoconsusblancosguantesyconsushombros.Enesto,elfinoylargoabrigo,queelvientoalborotabaalpasarellaante la tiendadeDentenCockspurStreet, seabrió con envolvente dulzura, con ternura triste, como la de unos brazos que seabrieranparaacogeralfatigado…

Peronoestácasada;esjoven;bastantejoven,pensóPeter,encuyosojosardiódenuevoelclavel rojoque lamujer llevaba,eseclavelquehabíavistocuandoellaseacercaba,cruzandoTrafalgarSquare,eseclavelqueleañadíacoloraloslabios.Peroaguardóenelbordillo.Habíaciertadignidadenella.NoeramundanacomoClarissa;ni rica como Clarissa. ¿Sería, se preguntó al reanudar ella su marcha, respetable?Ingeniosa, con la lengua ligera del lagarto, pensó (porque uno debe inventar,permitirsepequeñasdistracciones),uningeniofríoytranquilo,uningeniopenetrante;sinalboroto.

Lajovenavanzó;cruzó;Peterfuetrasella.Molestarlaeraloúltimoquedeseaba.Yesoque,siellasedetuviera,éllediría«Vamosatomarnosunhelado»,sí,esoes,yellacontestaría,conperfectasencillez,«Sí,cómono.»

Pero se interpuso más gente entre ellos, obstruyéndole el paso, impidiéndoleverla.Siguióadelante;ellacambió.Habíacolorensusmejillas;burlaensusojos;éleraunaventurero,temerario—pensó—ágil,atrevido,sinduda(reciénllegadodelaIndia como estaba) un bucanero romántico, indiferente a las malditas costumbressociales, a las batas amarillas, a las pipas, cañas de pescar en los escaparates;

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indiferentetambiénalarespetabilidad,alasfiestasdenocheyalosrefinadosviejosconsupecherablancabajoelchaleco.Eraunbucanero.Ellaseguíaandando,másymás,cruzandoPiccadillyyporRegentStreetarriba,pordelantedeél,ysucapa,susguantes,ysushombrosibancombinándoseconlosflecos,losencajesylasboasdeplumasdelosescaparates,creandoasíeseespírituderefinamientoycaprichoqueseescapabadelas tiendasa laacera,comola luzdeunalámparaquevaciladenochesobrelossetosenlaoscuridad.

Risueñaydeliciosa,habíacruzadoOxfordStreetyGreatPortlandStreetyhabíadoblado por una de las callejuelas, y ahora, ahora, el gran momento se acercaba,porqueahoraaminorabaelpasoyabríaelbolso,yconunamiradaendirecciónaél,pero no a él mismo, una mirada que decía adiós, resumía toda la situación,despidiéndola triunfalmente, para siempre, metió la llave, abrió la puerta y¡desapareció!Y la voz de Clarissa decíaAcuérdate demi fiesta, Acuérdate demifiesta,comounacanciónensusoídos.Eraunadeesassencillascasasrojasconunosmaceteroscolgantesunpocovulgares.Habíaterminado.

Bueno,yamehedivertido;mehedivertido,pensó,alzando lamiradahacia lostiestoscolgantesdepálidosgeranios.Ysehabíahechoañicossudiversión,porquehabía sidomedio ficticia, comoélmuybien sabía; inventada, esta escapada con lamuchacha; inventada, como uno se inventa la mejor parte de la vida, pensó —inventándoseasímismo;inventándolaaella;inventandoundivertimentoexquisito,yalgomás.Perosíqueeracurioso,yalavezmuycierto;todoestoqueunonuncapodríacompartir—hechoañicos.

Diomediavuelta;recorriólacalle,buscandoalgúnsitiodondesentarse,hastaquellegara la hora de ir a Lincoln’s Inn, al despacho deHooper yGrateley. ¿Adóndepodíair?Pocoimportaba.Callearriba,luegohaciaRegent’sPark.Lostaconesdesusbotasenelsuelodecían—pocoimporta—;porqueeratemprano,muytempranoaún.

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Yeraunamañanaespléndida,además.Comoelpulsodeuncorazónperfecto,lavida latía directamente en las calles. No había vacilaciones, ninguna duda.Deslizándose, virando con destreza, puntualmente, sin fallos ni ruido, allí, precisa-mente, a la hora exacta, el automóvil se detuvo ante la puerta. La joven, con susmediasdeseda,consusplumas,evanescente,aunquenoleresultabaespecialmenteatractiva (porque ya había gozado él de sus buenos momentos), bajó del coche.Admirablesmayordomos,perroschow-chowleonados,vestíbulosembaldosadosconrombos blancos y negros, y blancas persianas ondeando al viento, Peter lo vio alpasar por la puerta abierta y dio su aprobación. Un logro espléndido en su estilo,después de todo, esta ciudad, Londres; la temporada; la civilización. Con unarespetablefamiliaangloindiaasusespaldas,quealmenosdurantelastresúltimasge-neraciones había administrado los asuntos de un continente (es extraño, pensó, elsentimientoque tengoal respecto, con suodio a la India, al imperioy al ejército),habíamomentosenque lacivilización, inclusodeeste tipo,despertabaenélciertoapego,comosisetratasedeunobjetopersonal;momentosdeorgulloporInglaterra;porlosmayordomos;losperroschow-chow;porlaschicasdeposiciónsegura.Esri-dículo,sinduda,ysinembargoahíestá,pensó.Ylosmédicos,losempresariosylasmujeres competentes, todos atendiendo sus asuntos, puntuales, alertas, robustos, leparecían absolutamente admirables en todo punto, buenas gentes, a quienes unogustosamenteconfiaríasuvida,compañerosenelartedevivir,dispuestosaayudarleauno.Porciertoque, entreunacosayotra, el espectáculo resultabamásque tole-rable;asíquesesentaríaalasombraafumar.

Ahí estaba Regent’s Park. Sí. De niño había caminado por Regent’s Park —curioso, pensó, cómo el recuerdo de la niñez se empeña en regresar— quizá sedebiera al hecho de haber visto aClarissa; porque lasmujeres viven en el pasadomuchomásquenosotros,pensó.Seencariñancon los lugares;yconsuspadres—unamujer siempre está orgullosa de su padre. Bourton era un lugar agradable, unlugarmuyagradable,peronuncapudecongeniarconelviejo,pensó.Unanochehubounaescena,unadiscusiónsobrealgunacosauotra,algoqueeraincapazderecordar.Política,seguramente.

Sí, recordaba Regent’s Park; el largo y recto sendero; a la izquierda, la casitadonde se compraban globos; en algún que otro lugar, una absurda estatua con unainscripción. Buscó un asiento libre. No quería que le molestaran (se sentía algoamodorrado) gentes preguntándole la hora. Una anciana niñera gris, con un bebédormidoensucochecito—esoeralomejor;sentarsealotroextremodelbancodondeseencontrabalaniñera.

Esunachicarara,pensó,recordandorepentinamenteaElizabethcuandoentróenlahabitaciónysequedódepiejuntoasumadre.Estabacrecidita;bastantegrande,noguapaexactamente; apuesta,másbien;y esoquenopuede tenermásdedieciocho

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años.Probablementenose llevebienconClarissa.«AquíestámiElizabeth»—esetipo de cosas ¿por qué no «aquí está Elizabeth» sencillamente? —un intento depresentar las cosas como loqueno son,unaprácticahabitual en lamayoríade lasmadres.Confíademasiadoensuencanto,pensó.Exagera.

El ricoyagradablehumodelpurosedeslizófríoporsugarganta;conelhumoformóaros,quedesafiaronalaireunosinstantes;azules,circulares—aversiconsigohablarasolasconElizabethestanoche,pensó—,luegoempezaronavacilar,atomarformaderelojesdearena,yadesvanecerse;quéextrañasformas toman,pensó.Derepentecerrólosojos,levantólamanoconesfuerzoyarrojólejoslapesadacolilladesu puro.Un gran cepillo pasó suavemente por sumente, barriéndola con inquietasramas,vocesdeniños,rumordepasos,gentemoviéndose,ymurmullodeltráfico,eltráfico subiendo y cayendo. Se hundió más y más en las plumas y plumones delsueño,sehundióyquedóenvueltoenelsilencio.

LaniñeragrissiguióhaciendopuntomientrasPeterWalsh,sentadoasuladoenelextremo cálido del banco, empezaba a roncar. Con su vestido gris, moviendo susmanos incansable pero apaciblemente, parecía el paladín de los derechos de losdurmientes,comounadeesaspresenciasespectralesquesurgende lapenumbraenlos bosques de cielo y ramas. El viajero solitario, ánima en pena de los senderos,fastidio de los helechos y destructor de grandes plantas de cicuta, al levantar lamiradasúbitamente,velagigantescafiguraalfinaldelcamino.

Ateo convencido, quizá, le sorprenden momentos de extraordinaria exaltación.Fueradenosotrosnoexistenadasalvounestadodeánimo,piensa;undeseodesolaz,de alivio, de algo que no tuviera que ver con estos pigmeosmiserables, con estoshombres ymujeres deleznables, feos, timoratos. Pero si él es capaz de imaginarlo,significaque existe, de algunamanera, piensa él, ymientras avanzapor el caminocon los ojos fijos en el cielo y en las ramas, rápidamente los dota de feminidad;observaconasombrologravesquesevuelven;conquésolemnidad,movidosporlabrisa, conunaoscura oscilaciónde las hojas, reparten caridad, comprensión, abso-lución, y luego, alzándose bruscamente, disfrazan su piadoso aspecto con una locaembriaguez.

Éstas son las visiones que generosamente ofrecen al viajero solitario grandescornucopiasrepletasdefruta,olemurmuranaloídocomosirenasalejándoseenlasverdesolasdelmar,osonarrojadasasu rostrocomoramosde rosas,osubena lasuperficiecomopálidascaraspor lasquelospescadoressehundenenlasmareasafindeabrazarlas.

Éstas son las visiones que incesantemente surgen a la superficie, caminan a laveradelarealidad,ponensurostrodelantedeella;amenudoseimponenalviajerosolitarioylequitanelsentidodelatierra,eldeseoderegresar,yacambioledanunapaz general, como si (eso piensa,mientras avanza por el sendero del bosque) toda

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estafiebredevivirfueselasencillezmisma.Ymilesdecosassefundenenunacosa;yestafigura,hechadecieloyramas,habíasurgidodelagitadomar(estáentradoenaños,másdecincuenta)comosesacadelasolasunaformaparaquesusmagníficasmanosderramencompasión,comprensión,absolución.Así,piensaél,ojalánovuelvanuncaa la luzde la lámpara;a lasaladeestar;ojaláno terminenuncami libro;nivacíenuncalapipa;nillamenuncaalaseñoraTurnerparaquequitelamesa;ojaláquepuedaseguircaminandohaciaestagranfiguraque,congestode lacabeza,mesubiráasusgallardetesymeharávolarhacialanadacontodoslosdemás.

Éstassonlasvisiones.Elviajerosolitarioprontosaledelbosque;yallí,alllegaralapuertaconlosojosentornados,posiblementeesperandosuregreso,conlasmanosenalto,conelblancodelantalondeandoalviento,hayunamujerentradaenañosqueparece(tanfuerteesestadolencia)buscar,eneldesierto,aunhijoperdido;buscarunjineteaniquilado;serlafiguradelamadrecuyoshijoshanmuertoenlasbatallasdelmundo.Yasí,mientraselviajerosolitarioseadentraenlacalledelpueblodondelasmujeres,enpie,hacenpuntoy loshombres labranelhuerto,elatardecerofreceunaspecto siniestro; las figuras inmóviles; comosi algunaaugusta fatalidad,por ellosconocida, les esperara sin temor, estuviera a punto de barrerlos y aniquilarloscompletamente.

Puertasadentro,entrelascosasordinarias,elaparador,lamesa,elalféizarconsusgeranios, de repente la silueta de la dueña, inclinándose para recoger elmantel, sevuelve suave con la luz, un adorable emblema que sólo el recuerdo de los fríoscontactoshumanosnosimpideabrazar.Cogelamermelada;laguardaenelarmario.

—¿Nadamásporestanoche,señor?—Pero¿aquiéncontestaelsolitarioviajero?Asípues,laanciananiñeraenRegent’sParkhacíapuntomientraselcríodormía.

Y así también Peter Walsh roncaba. Se despertó muy de repente, diciéndose «Lamuertedelalma».

—¡Señor,Señor!—dijoparasíenvozalta,estirándoseyabriendolosojos—.Lamuertedelalma—laspalabras ibanunidasaalgunaescena,aalgunahabitación,aalgúnpasadoquehabíaaparecidoensussueños.Fueroncobrandomayorclaridad;laescena,lahabitación,elpasadoquehabíaaparecidoensussueños.

Fue en Bourton aquel verano, al principio de los 90, cuando estaba tanapasionadamente enamorado de Clarissa. Había muchísima gente allí, riendo yhablando,sentadosalrededordeunamesadespuésdecenar,y lahabitaciónbañadaenunaluzamarillayllenadehumodetabaco.Hablabandeunhombrequesehabíacasado con su criada, un caballero que vivía en los alrededores, había olvidado sunombre.SehabíacasadoconsucriadayselahabíatraídodevisitaaBourton—unavisitahorrible,porcierto.Ibavestidaconexageración,absurda,«comounacacatúa»,dijoClarissaimitándola,yhablabasinparar.Sinparar,sinparar.Clarissalaimitaba.

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Yentoncesalguiendijo—fueSallySeton—¿acasocambiabanuestrossentimientosel saber que aquella mujer había tenido un hijo antes se casarse? (En aquellostiempos,enungrupoconhombresdelante,estecomentarioeraatrevido.)Ahora lepareció ver a Clarissa, sonrojándose intensamente, con una especie de shock ydiciendo:

—¡Oh,jamáspodrévolveradirigirlelapalabra!A lo que todo el grupo ahí en la mesa reaccionó con incomodidad. Fue una

situaciónmuyviolenta.Peternoleechabaencaraquelemolestarapuestoque,enaquellostiempos,una

chicaconsueducaciónnosabíanadadenada,perofuesuactitudloqueledisgustó;tímida; dura; arrogante; puritana. «La muerte del alma.» Lo había dichoinstintivamente,fijándoseenelmomento,comosolíahacer—lamuertedelalmadeClarissa.

Todoelmundosepusonervioso;parecióquetodosseinclinaranantelaspalabrasdeClarissaparalevantarseconunaspectodistinto.VioaSallySeton,comounaniñaque ha hecho una travesura, inclinada, un tanto colorada, queriendo hablar peroatemorizada, y esqueClarissa atemorizaba a la gente. (Ella era lamejor amigadeClarissa, siempre en la casa, una criatura atractiva, guapa, morena, con fama poraquel entonces de sermuy atrevida; él solía darle puros que ella se fumaba en sucuarto,yhabíasidolaprometidadealguienobiensehabíapeleadoconsufamilia,yelviejoParrylesteníalamismaantipatíatantoaélcomoaella,cosaquesuponíaungranvínculoentrelosdos.)EntoncesClarissa,todavíaconsuairedeestarofendidacon todos ellos, se levantó, se excusóvagamentey se fue, sola.Al abrir la puerta,entróaquelgranperrolanosoqueperseguíaaloscorderos.Clarissaselanzósobreelanimal y lo achuchó con frenesí.Era como si le estuviera diciendo aPeter—todoestabadirigidoaél,estabaseguro—«yaséqueteheparecidoabsurdaporloquehapasado con esa mujer, pero ¡mira ahora lo extraordinariamente cariñosa que soy!;¡miracuántoquieroamiRob!»

Siempretuvieronesaextrañafacultaddecomunicarsesinpalabras.Cuandoéllacriticaba, ella se daba cuenta enseguida. Entonces hacía algo muy evidente paradefenderse, como ese jaleo con el perro —pero Peter nunca se dejaba engañar;siempreleadivinabalasintencionesaClarissa.Ynoesquedijeranada,porsupuesto;se limitaba a callar, adoptando una expresión seria. Así es como empezaban suspeleasmuchasveces.

Ellacerrólapuerta.Enseguidaélsedeprimióprofundamente.Todoparecíainútil—seguirenamorado;seguirpeleándose;seguirhaciendolaspaces;ysefue,solo,avagar por los cobertizos, por los establos, a mirar a los caballos. (La finca erabastante humilde; los Parry nunca tuvieron mucho dinero; pero siempre hubopalafrenerosymozosdecuadra—aClarissa leencantabamontaracaballo—yun

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viejocochero—¿cómose llamaba?—yunaviejaniñera, laviejaMoodyoGoody,algoasílallamaban,aquienunoibaavisitaraunapequeñahabitaciónconmuchasfotos,muchasjaulasdepájaros.)

¡Fueunanocheespantosa!Sepusocadavezmástriste,peronosóloporeso;portodo. Y no era capaz de verla; no podía explicarle; no podía abrirle su corazón.Siemprehabíagentealrededor—ellaseguíacomosinadahubieseocurrido.Esaerasupartediabólica, esa frialdad,esadureza,algomuyprofundoenella, algoqueélhabía sentido esta mañanamientras hablaba con ella; una impenetrabilidad. Así ytodo, bien sabe Dios que la quería. Tenía el extraño poder de ponerle a uno losnerviosentensión,detransformarlosencuerdasdeviolín,sí.

Habíallegadoalacenauntantotarde,conlaestúpidaideadehacerseechardemenos, y se había sentado al lado de la vieja señorita Parry—la tía Helena— lahermana del señorParry que era la que supuestamente debía presidir lamesa.Ahíestabasentada,consublancochaldecachemira,lacabezaapoyadaenlaventana—unaancianaformidable,peroamableconél,porquePeterlehabíaencontradociertaflor insólita, y ella era una gran botanista, que hacía expediciones al campo congruesas botas y una caja negra para recoger lasmuestras colgada a la espalda. Sesentóasuladoynopudohablar.Todoparecíadesfilaragranvelocidadanteél;sim-plementesequedósentadoahí,comiendo.Yentonces,amitaddelacenasepermitiólanzar una mirada hacia el otro lado de la mesa, donde estaba Clarissa. Estabahablandoconunjoven,sentadoasuderecha.Tuvounasúbitarevelación.«Secasaráconesehombre»,dijoparasí.Nisiquierasabíacómosellamaba.

Porque claro que fue esa tarde, esa misma tarde, cuando Dalloway se habíapresentado;yClarissalollamaba«Wickham»;ésefueelprincipiodetodo.Alguienlohabía traídoyClarissahabíaentendidomal sunombrey lopresentabaa todoelmundocomoWickham.Alfinaldijo:«¡MellamoDalloway!»—ésafuelaprimeraimagenquePetertuvodeRichard—unhombrejovenyrubio,untantotorpe,sentadoenunatumbonayqueexclamaba:«¡MellamoDalloway!»Sallysequedóconello;deahíenadelante,siemprelollamó«¡MellamoDalloway!»

Enaquellaépocateníasúbitasrevelaciones.Éstaenparticular—queClarissasecasaría con Dalloway— era cegadora, abrumadora en ese momento. Había unaespeciede—cómopodíadecirlo?—unaespeciedefamiliaridadensuactitudhaciaél;algomaternal;algodulce.Hablabandepolítica.Alolargodetodalacenaestuvointentandoescucharloquedecían.

RecordabaqueluegosequedóenpiejuntoalsillóndelaviejaseñoritaParry,enla saladeestar.SeacercóClarissa, con susperfectosmodales, comounaauténticaanfitriona,yquisopresentarleaalguien,yhablabacomosinoseconociesendenada,loqueleenfureció,ysinembargo,inclusoenesolaadmiraba.Admirabasuvalentía,suinstintosocial,admirabasucapacidaddellevarlascosasatérmino.«Laperfecta

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anfitriona»,ledijo,palabrasquelaafectaronvisiblemente.Pero lo había hecho a propósito: quería que acusara el golpe. Hubiera hecho

cualquier cosa para hacerle daño, después de verla con Dalloway. Y ella le dejó.Entoncestuvoelpresentimientodequehabíanformadounaconspiracióncontraél—riendoyhablando—asusespaldas.Yallíestabaél,depiejuntoalsillóndelaviejaseñoritaParry,comounatallademadera,hablandodeflorecillassilvestres.¡Nunca,jamáshabíapasadoportalinfierno!Seolvidóinclusodefingirqueprestabaatención.Porfindespertó;vioalaseñoritaParryuntantomolesta,untantoindignada,consusojos saltones clavados en él. ¡Poco faltó para que gritara que no podía prestaratenciónporestarenelInfierno!Lagenteempezóasalirdelahabitación.Losoyóhablardeirabuscarlosabrigos;dequeenelaguahacíafresco,yeso.Ibanapasearenbarcaporellagobajolaluzdelaluna—unadelaslocasideasdeSally.Laoyódescribirlaluna.Ytodossefueron.Lodejaronmuysolo.

—¿No quieres ir con ellos?—dijo la tía Helena, ¡pobre viejecita!, que habíaadivinado. Y se dio media vuelta y ahí estaba Clarissa de nuevo. Había vuelto abuscarlo.Estabaabrumadoporsugenerosidad,subondad.

—Vamos,ven—dijoClarissa—.Estánesperando.¡Nunca se había sentido tan feliz en toda su vida! Sin una palabra hicieron las

paces.Bajaronandandohastaellago.Tuvoveinteminutosdeperfectafelicidad.LavozdeClarissa,surisa,suvestido(flotante,blanco,carmesí),suenergía,suespíritudeaventura;loshizodesembarcaratodosyexplorarlaisla;asustóaunagallina;serió;cantó.YentodomomentosabíaperfectamentequeDallowayseestabaenamo-randodeella;queellaseestabaenamorandodeDalloway;peroesoparecíanotenerimportancia.Nadateníaimportancia.Sesentaronenelsueloyhablaron—Clarissayél.Entrabanysalíancadaunodelamentedelotrosinningúnesfuerzo.Ydespués,enunsegundo,seacabó.Cuandosesubíanalabarca,Peterdijoparasusadentros«Secasará con este hombre», sombrío, sin resentimiento alguno; pero era algo obvio.DallowaysecasaríaconClarissa.

Dallowaylosllevóaremohastalaorilla.Nodecíanada.Pero,dealgunamanera,mientraslemirabanmarcharse,montadoenlabicicletapararecorrerveintemillasatravés del bosque, irse por el sendero, saludar con lamano hasta desaparecer, eraevidente que sentía, instintiva, tremenda y fuertemente, todo aquello; la noche; elamor;Clarissa.Élselamerecía.

Encuantoaél,eraabsurdo.Susexigencias respectodeClarissa (ahorasedabacuenta)eranabsurdas.Pedíacosasimposibles.Hacíaescenastremendas.Ellainclusolo hubiera aceptado, quizá, si hubiese sido menos absurdo. Eso pensaba Sally.Durante todoaquelverano,Sallyestuvoescribiéndole largascartas;cuántoycómohabíanhabladodeél, lomuchoqueella lohabíaalabado,¡cómoClarissarompióallorar!Fueunveranoextraordinario—todocartas,escenas,telegramas—llegandoa

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Bourton de buenamañana, haciendo tiempohasta que el servicio se levantaba; loshorrorosos tête-à-têtes con el viejo señor Parry en el desayuno; la tía Helenaimponenteperoamable;Sallyllevándoseloparacharlarconélenelhuerto;Clarissaenlacama,condoloresdecabeza.

Laescenafinal,laterribleescenaqueasujuiciohabíasidolamásimportantedetoda su vida (puede que sea una exageración, pero bueno, así le parecía ahora),ocurrióalastresenpuntodelatardedeundíamuycaluroso.Fueunanimiedadloque la provocó—durante el almuerzo Sally dijo algo sobre Dalloway y le llamó«¡MellamoDalloway!»;aloqueClarissareaccionóinmediatamenteyconesaformatansuyaderuborizarseyespetómuysecamente:«Yaestábiendeesabromaquenotiene ninguna gracia.» Eso fue todo; pero para Peter fue como si hubiera dicho:«Contigosólomedivierto;conRichardDallowaytengounarelaciónmásprofunda.»Asíselotomó.Habíapasadovariasnochesenvela.«Tienequeacabardeunamaneraodeotra»,sedijo.PormediodeSally,lemandóunanotacitándolajuntoalafuentealastres.Conungarabato,lanotaconcluía:«Hasucedidoalgomuyimportante.»

Lafuenteestabaenmediodeunaglorieta,lejosdelacasa,rodeadadearbustosyárboles.YahíllegóClarissa,antesdetiempo,ysequedaronallídepie,separadosporla fuente, con el caño (estaba roto) manando agua sin parar. ¡Cómo quedan lasimágenesgrabadasenlamente!Porejemplo,elverdeintensodelmusgo.

Clarissanosemovía.«Dimelaverdad,dimelaverdad»,repetíaél.Peterteníalaimpresióndequelafrentelefueraaestallar.Ellaparecíaestarrígida,petrificada.Nosemovía.

«Dimelaverdad»,repetíaél,cuandoderepenteelviejoese,Breitkopf,asomólacabeza, con el Times en la mano; se los quedó mirando, boquiabierto; y se fue.Ninguno de los dos semovió. «Dime la verdad», repitió. Sintió como si estuviesemoliendoalgofísicamenteduro;ellaestabaimplacable.Eracomoelhierro,comoelpedernal, rígida. Y cuando Clarissa dijo: «Es inútil. Es inútil. Esto es el fin»—después de que él hubiera estado horas hablando, con las mejillas bañadas enlágrimas—,fuecomosilehubieradadounabofetada.Clarissadiomediavuelta,lodejó,sefue.

—¡Clarissa!—gritó—.¡Clarissa!—peroellajamásvolvió.Habíaterminado.Élsefueaquellanoche.Nuncavolvióaverla.

Fueterrible,gritó,¡terrible,terrible!Peseatodo,elsolcalentaba.Peseatodo,unosuperabalascosas.Peseatodo,la

vida conseguía que los días se sucedieran. Pese a todo, pensó, bostezando yvolviendoen sígradualmente—Regent’sParkhabía cambiadomuypocodesde suinfancia, salvo en las ardillas— pese a todo, es posible que la vida tenga suscompensaciones,yentonceslapequeñaEllieMitchell,quehabíaestadorecogiendoguijarrosparalacolecciónquesuhermanoyellateníanenlarepisadelachimenea

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desucuartodejugar,dejóunpuñadodeellosenlasrodillasdelaniñera,sepusoacorrer hasta que acabó chocando de lleno contra las piernas de una señora. PeterWalshseechóareír.

PeroLucreziaWarrenSmithsedecía:esperverso;¿porquétengoquesufrir?,sepreguntaba, al tiempo que caminaba por el camino.No; no puedo soportarlomás,decía, después de dejar que Septimus, que ya no era Septimus, dijera cosas duras,cruelesyperversas,quehablarasolo,quehablaraconunmuerto,sentadoallí;yjustoen esemomento la niña chocó de lleno contra sus piernas, se cayó de bruces y seechóallorar.

Esto la consoló algo. Puso en pie a la niña, le sacudió el polvo del vestido, labesó.

Pero ella, ella no había hecho nadamalo; había amado a Septimus; había sidofeliz; había tenido un precioso hogar y allí seguían viviendo sus tres hermanas,haciendosombreros.¿Porquéteníaquesufrir?¿Porquéella?

Laniñavolviócorriendojuntoasuniñera,yReziaviocómolaniñeralareñía,laconsolaba, lacogíaenbrazos tras soltar su labordepunto,ycómoaquel señor tanagradableledejabaelrelojparaquejugaraconlatapaderesorteyseconsolara—pero ¿porqué tenía ella quepasar por este desamparo? ¿Porquéno la dejarían enMilán?¿Porquéestatortura?¿Porqué?

Algoborrososconlaslágrimas,elcamino,laniñera,elhombrevestidodegris,elcochecito,levacilabanenlosojos.Sucruzeraversezarandeadaporaquelmalvadoverdugo.Pero¿porqué?Ellaeracomounpájaroquesecobijaenelhuecodeunahojadelgada,unpájaroqueparpadeaalsolcuandolahojasemueve;queseasustapor el crujido de una rama seca. Estaba desamparada; estaba rodeada de enormesárboles, vastasnubesdeunmundo indiferente, desamparada, torturada; y ¿porquéteníaellaquesufrir?¿Porqué?

Fruncióel ceño;diounapatadaenel suelo.Teníaquevolver juntoaSeptimusporque era casi la hora de ir a ver a Sir William Bradshaw. Tenía que volver ydecírselo, volver junto a él que estaba allí sentado en la silla verde bajo el árbol,hablandosolo,oconesehombremuerto,Evans,aquienellasólohabíavistounavez,un instante, en la tienda.Lehabía parecidounhombre agradable y tranquilo; granamigo de Septimus, y lo mataron en la guerra. Pero cosas así le pasan a todo elmundo. Todo el mundo tiene amigos que murieron en la guerra. Todo el mundorenuncia a algo cuando se casa. Ella había renunciado a su hogar.Había venido avivir aquí, a esta horrible ciudad. Pero Septimus se dejaba atrapar por espantosospensamientos, cosa que ella también podía hacer, si se empeñara. Se había vueltocada vez más extraño. Decía que había gente hablando detrás de la pared deldormitorio.LaseñoraFilmerloveíararo.Además,tambiénveíacosas—habíavistolacabezadeunaviejaenmediodeunhelecho.Sinembargo,podíaserfelizcuando

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quería.FueronaHamptonCourt, en loaltodeunautobús,y fueronabsolutamentefelices.Todaslasflorecillasrojasyamarillashabíanflorecidoentrelahierba,comolámparas flotantes, dijo él, y hablaron, charlarony rieron, inventandohistorias.Derepente,dijo«Yahora,nosmataremos»,cuandoestabandepiealaorilladelrío,yéllomiraba con unamirada que ya le había visto en sus ojos al pasar un tren o unómnibus—como si algo le fascinara y notó que se iba de su lado y lo tuvo queagarrar por el brazo. Pero al volver a casa estuvo absolutamente tranquilo —absolutamente razonable. Intentabaconvencerladesuicidarse juntos;y leexplicabaloperversaqueeralagente;cómolosveíainventarmentirasasupasoporlacalle.Conocía todos sus pensamientos, decía; lo sabía todo. Conocía el significado delmundo,decía.

Luego,cuandollegaron,Septimuscasinopodíacaminar.Sequedótumbadoenelsofá y le pidió que le cogiera lamano para no caerse ¡abajo, abajo!, gritó, ¡en lasllamas!yviocarasquesereíandeél,quelelanzabanhorriblesyasquerososinsultosdesdelasparedes,ymanosqueloseñalabandesdedetrásdelbiombo.Ysinembargo,estaban completamente solos. Pero empezó a hablar en voz alta, contestando a lagente,discutiendo,riendo,gritando,excitándosemuchoyhaciéndolaescribircosas.Todotonteríasintegrales;sobrelamuerte;sobrelaseñoritaIsabelPole.Rezianoloaguantabamás.Queríaregresar.

Ahora estaba junto a él y veía cómo miraba al cielo fijamente, sin dejar demurmurar,crispandolasmanos.YesoqueeldoctorHolmesdecíaquenoleocurríanada. Entonces, ¿qué había pasado?—¿por qué entonces se había ido? ¿por qué,cuandosesentójuntoaél,ledioeseextrañosobresaltoylamiróenfadado,porquéseapartó,leseñalólamanoylacogióylamiróconojosaterrados?

¿Acasofueporquesehabíaquitadoelanillodeboda?«Mimanohaadelgazadomucho»,dijo;«lotengoenelbolso»,ledijo.

Septimus le soltó la mano. Su matrimonio había acabado, pensó, angustiado,aliviado. La cuerda se había roto; se sintió crecer; era libre, puesto que se habíadecretado que él, Septimus, señor de los hombres, debía ser libre; solo (ya que sumujerhabíatiradosualianza;yaqueellalohabíaabandonado),él,Septimus,estabasolo, llamadoacomparecer ante lasmasasde loshombresparaoír laverdad,paraaprenderelsignificadoque,ahora,alfin,trastodoslospesaresdelacivilización—los griegos, los romanos, Shakespeare, Darwin, incluso él mismo—, iba a serrevelado por entero a… «¿a quién?», preguntó en voz alta. «Al PrimerMinistro»,contestaronlasvocesquemurmurabanporencimadesucabeza.ElsecretosupremodebíasercomunicadoalConsejodeMinistros;primero,quelosárbolesestánvivos;después,quenoexisteelcrimen;después,amor,amoruniversal,murmuró,jadeando,temblando, llegando con dolor a estas profundas verdades que requerían, de tanprofundas, de tan difíciles que eran, un inmenso esfuerzo para expresarlas, pero el

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mundoconellasresultabacambiadodeltodoyparasiempre.Nohaycrimen;amor;repitióSeptimus,buscandounatarjetayunlápiz,cuando

un Skye terrier le olfateó los pantalones y se sobresaltó con angustioso terror. ¡Elperroseestabaconvirtiendoenunhombre!¡Nopodíasoportareseespectáculo!¡Erahorrible,terrible,veraunperroconvertirseenhombre!Alinstante,elperrosealejó,trotando.

Los cielos son divinamentemisericordiosos, infinitamente benignos. Lo habíanabsuelto,perdonadoporsudebilidad.Pero¿cuáleralaexplicacióncientífica(porque,antetodo,hayquesercientífico)?¿Porquépodíaveratravésdeloscuerpos,adivinarelfuturo,cuandolosperrosseconviertanenhombres?Esprobablequefueraporlaoladecalor,operandosobreuncerebroalqueloseonesdeevoluciónhandotadodesensibilidad. Científicamente hablando, la carne se había separado del mundo. Sucuerposehabíamaceradohastaelpuntodequedarseconsólo las fibrasnerviosas.Estabaextendidocomounvelosobreunaroca.

Sereclinósobrelasilla,agotadoperonovencido.Descansaba,esperando,antesde volver a interpretar con esfuerzo, con angustia, para la humanidad. Estabarecostadoagranaltura, sobreeldorsodelmundo.La tierrapalpitabadebajo.Unasflores rojas brotaban a través de su piel; sus hojas rígidas susurraban junto a sucabeza. Lamúsica empezó a tañer en las rocas de aquí arriba. Es la bocina de unautomóvilahíenlacalle,murmuró;peroaquíarribaharesonadocomouncañonazo,derocaenroca,sehadivididoyhavueltoarestallarenbombazosqueseelevanentersascolumnas(quelamúsicafueravisibleeraundescubrimiento)ysehaconverti-doenunhimno,unhimnoenelqueseenlazaahorael sonidodelcaramillodeunpastor(esunviejotocandolaflautajuntoalataberna,murmuró),elcual,sielniñoquedabaquieto,salíaenburbujasdelcaramilloperoluego,alelevarse,transmitíasuexquisitaquejamientraseltráficopasabapordebajo.Laelegíadeestemuchachosetoca enmedio del tráfico, pensó Septimus. Y ahora sube hasta las nieves, y llevacolgantes de rosas—las gruesas rosas rojas que crecen en la pared demi cuarto,recordó. La música cesó. Ya ha conseguido su penique, dedujo, y se ha ido a latabernadeallado.Peroélseguíaencaramadoensuroca,comounmarineroahogadosobreunaroca.Measoméalabordadelabarcaymecaí,pensó.Mefuialfondodelmar.Heestadomuerto,ysinembargoestoyvivoahora,perodejadmedescansarenpaz, suplicó (una vezmás volvía a hablar solo—¡era horrible, horrible!); y, comoocurreantesdedespertar,lasvocesdelospájarosyelsonidodelasruedaschocanychirríanenunaarmoníadispar,cobranmásymásfuerza,yelqueduermesesientearrastradohacialascostasdelavida,asíSeptimussesintióarrastradohacialascostasdelavida,conelsolcadavezmáscálido, losgritoscadavezmásfuertes,algoes-pantosoapuntodeocurrir.

Noteníamásqueabrirlosojos,perounlastrepesabasobreellos,untemor.Hizo

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unesfuerzo; empujó;miró; vioRegent’sPark ante sí.Largoshacesde sol jugabanconsuspies.Losárbolesondeaban,amenazaban.Damoslabienvenida,parecíadecirel mundo; aceptamos; creamos. Belleza, parecía decir el mundo. Y como parademostrarlo(científicamente),dondequieraqueélmirase—alascasas,alasverjas,alos antílopes que estiraban el cuello por encima de la empalizada—, la bellezaexplotaba inmediatamente.Mirarunahojaque temblabaalpasodelvientoeraunadeliciaexquisita.Arribaenelcielo,lasgolondrinastrazabanlazos,volabanhaciendocurvasyquiebros,seprecipitabandeunladoaotro,girabanygiraban,perosiempreconperfectodominio,comosiestuvieransostenidasporelásticos;ylasmoscasquesubíanybajaban,elsoltocandoahoraunahoja,otradespués,burlón,deslumbrándolaconorosuaveenungestodebuenhumor;ydevezencuandounacampana(pudieraser labocinadeuncoche), resonandodivinamenteen lasbriznasdehierba…Todoesto,aunsiendotranquiloyrazonable,aunestandoconstituidoporcosasordinarias,eraahoralaverdad;labelleza,esoeralaverdad.Labellezaestabaentodaspartes.—Nollegaremosatiempo—dijoRezia.

La palabra «tiempo» rompió su cáscara; vertió sus riquezas sobre él, y de suslabioscayeronencapas,envirutasdemaderacomolasdelcepillodeuncarpintero,sinqueéllashiciera,palabrasduras,blancas,inmortales,yvolaronparacolocarseensus lugares precisos, en una oda al Tiempo; una oda inmortal al Tiempo. Cantó.Evans contestó desde detrás del árbol. Los muertos estaban en Tesalia, cantabaEvans, entre las orquídeas. Allí esperaron hasta que la guerra hubo terminado, yahoralosmuertos,ahoraelpropioEvans.

—¡PoramordeDios,novengas!—gritóSeptimus.Porquenopodíamiraralosmuertos.

Pero las ramas se abrieron. Un hombre de gris efectivamente caminaba haciaellos.¡EraEvans!Peronohabíaensucuerpobarro;niheridas;nohabíacambiado.Debodecírseloalmundoentero,gritóSeptimusalzandolamano(mientraselhombremuertovestidodegrisseacercaba),alzandolamanocomounacolosalfiguraquehalamentadoeldestinodelhombredurantesiglos,solo,eneldesierto,lasmanosenlafrente, surcos de desesperación en lasmejillas, y que ahora ve en el horizonte deldesiertolaluzqueiluminayengrandecelafiguranegracomoelhierro,(ySeptimusmedioselevantódelasilla)y,conlegionesdehombresmuertostrasél,elgiganteenduelorecibeensurostro,porunmomento,todoel…

—Perosoytandesgraciada,Septimus—dijoRezia,intentandoquesesentaradenuevo.

Losmillones se lamentaban;durante sigloshabían sufrido.Volvería a contarlesdentro de unmomento, unmomento sólo, este alivio, esta alegría, esta alucinanterevelación…

—Lahora,Septimus—repitióRezia—.¿Quéhoraes?

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Aquelhombrehablaba,avanzaba,aquelhombre teníaqueadvertirsupresencia.Losestabamirando.

—Tevoyadecirlahora—dijoSeptimus,muydespacio,muyadormiladamente,sonriendo misteriosamente al hombre muerto vestido de gris. Mientras Septimussonreíaahísentado,sonaronlasdocemenoscuarto.

Y eso es ser joven, pensóPeterWalsh al pasar junto a ellos.Tener unabroncahorrorosa—lapobremuchachaparecía totalmentedesesperada—enplenamañana.Pero¿porqué la tenían?,sepreguntaba.¿Quélehabríadichoelhombredelabrigopara que ella tuviera ese aspecto? ¿En qué terrible circunstancia se habían vistoenvueltos los dos para parecer tan desesperados, en una espléndida mañana deverano?LograciosoderegresaraInglaterradespuésdecincoañoseracómo,enlosprimerosdíasalmenos, lascosas techocarancomosino lashubierasvistonunca;unosenamoradosdiscutiendobajounárbol,lavidadomésticadelasfamiliasenlosparques públicos. Nunca había visto Londres tan agradable —la suavidad de lasdistancias;lariqueza;elverdor;lacivilización,despuésdelaIndia,pensó,mientrascaminabasobreelcésped.

Estadebilidadsuyadedejarse llevarpor las impresioneshabíasido lacausadetodossusmales,sindudaalguna.Asuedadaúntenía,comounmuchacho,oinclusounamuchacha,estoscambiosdehumor;díasbuenos,díasmalos,sinningunarazónenparticular,alegríaanteunacarabonita,absolutatristezaalveraunaviejaaburrida.Y después de la India, claro, uno se enamoraba de todamujer que se encontraba.Habíacierta frescuraenellas;hasta lasmáspobres seguramentevestíanmejorquehace cinco años; a su parecer, nunca lasmodas habían sido tan favorecedoras; loslargos abrigos negros; la esbeltez; la elegancia; y además la deliciosa costumbre,aparentementeuniversal,delmaquillaje.Todaslasmujeres,hastalasmásrespetables,teníanrosasenlacara, labiostalladosacuchillo,rizosdetintachina;habíadiseño,arte por todas partes; indudablemente, algún cambio se había producido. ¿En quépensabanlosjóvenes?,sepreguntóPeterWalsh.

Aquellos cinco años —de 1918 a 1923— habían sido, sospechaba, muyimportantes. La gente tenía otro aspecto. Los periódicos parecían distintos.Ahora,porejemplo,habíaunhombrequeescribíaabiertamente, enunode los semanariosrespetables, sobre retretes. Esto no se podía hacer diez años atrás, escribirabiertamentesobreretretesenunsemanariorespetable.Ni tampocosacarunabarradelabiosounapolveraparamaquillarseenpúblico.Abordodelbarcoquelotrajodevueltaacasahabíamuchoschicosychicas—recordabaaBettyyBertieenparticular—queflirteabanabiertamente;laviejamadreahísentadaconsulabordepuntolosmiraba, fría como un pepino. La chica se empolvaba la nariz, ahí mismo, de pie,delantedetodoelmundo.Yesoquenoestabanprometidos;simplementepasandounbuenrato;sinresentimientosporpartedeningunodelosdos.Duracomolapiedra,

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esachica—Bettycomosellame—peromuybuenagentesinduda.Seríaunabuenaesposacuandocumplieralostreinta—secasaríacuandoleconvinieracasarse;conunhombrericoyviviríaenunacasaenormecercadeManchester.

Y ¿quién era la que había hecho precisamente esto?, se preguntó PeterWalsh,metiéndoseporBroadWalk—¿quiénsehabíacasadoconunricoyvivíaenunacasagrande cerca deManchester?Alguien que recientemente le había escrito una cartalarga y afectuosa a propósito de—hortensias azules—.Y fue al ver las hortensiasazulescuandoseacordódePeterylosviejostiempos—¡SallySeton,porsupuesto!Fue Sally Seton, la última persona en el mundo que uno hubiera creído capaz decasarseconunricoyvivirenunacasaenormecercadeManchester;¡laindómita,laatrevida,larománticaSally!

Pero de todo aquel viejo grupo, los amigos de Clarissa —los Whitbread, losKindersley,losCunningham,losKinlochJones—,Sallyprobablementeeralamejor.Porlomenostratabadetomarlascosascomodebíandetomarse.Nosedejóengañarpor Hugh Whitbread —el admirable Hugh— cuando Clarissa y los demás sepostrabanasuspies.

Todavía oía decir a Sally: «¿LosWhitbread? ¿Que quiénes son losWhitbread?Mercaderesdecarbón.Comerciantesrespetables.»

AHughlodetestabaporalgunarazón.Nopensabaennadaquenofuerasupropioaspecto,decíaella.DeberíahabersidounDuque.SeguroquesecasabaconunadelasPrincesasreales.Y,porsupuesto,Hughsentíaelrespetomásextraordinario,másnatural, más sublime por la aristocracia británica de todas las personas que Peterhabía conocido en la vida.HastaClarissa tuvo que reconocerlo. ¡Ay!, pero era tansimpático, tan generoso, dejó de cazar para complacer a su anciana madre… seacordabadeloscumpleañosdetodassustías,ycosasasí.

Paraserjustos,habíaquereconocerqueaSallynolaengañabanenabsoluto.UnadelascosasquerecordabamásclaramenteeraunadiscusiónenBourtonundomingoporlamañanasobrelosderechosdelamujer(estetemaantediluviano),cuandoSallyderepenteperdiólosestribos,estallóyledijoaHughqueélrepresentabatodolomásdetestablede laclasemediabritánica.Ledijoque loconsiderabaresponsablede lasituación en que se hallaban «esas pobres muchachas de Piccadilly» —Hugh, elperfectocaballero,¡pobreHugh!¡jamássevioaunhombremáshorrorizado!Lohizoa propósito, según ellamismadijomás tarde (porque solían reunirse los dos en elhuertoparaintercambiarimpresiones).«Nohaleídonada,nohapensadonada,nohasentido nada», todavía ahora se lo oía decir con aquella voz tanmarcada que im-presionabaa lagentemuchomásde loqueellamismacreía.LosmozosdecuadrateníanmásvidaqueHugh,decía.Eraelperfectoespécimendeescuelaprivada,decía.NingúnpaíssalvoInglaterrapodríahaberlocreado.Estabaverdaderamenteresentidaporalgunarazón;leteníaunarabiaespecial.Algohabíaocurrido—norecordabael

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qué— en la sala de fumar. La había insultado —¿quizá besado? ¡Increíble! PorsupuestoquenadiesecreíanadaencontradeHugh.¿Quiénpodría?¡BesaraSallyenlasaladefumar!SisehubiesetratadodeunaHonorableEdithodeunaLadyViolet,quizá;perotratándosedeSally,esazarrapastrosa,sinunpeniqueasunombreyconun padre o unamadre jugándose el dinero enMonteCarlo, no. Porque de toda lagentequehabíaconocido,Hugheraelmayoresnob—elmásobsequioso—perono,nosepodíadecirquesearrastraraantelosdemás.Erademasiadopedanteparaeso.Unayudadecámaradeprimeraclaseeraloprimeroqueteveníaalamente:alguienque fuera siguiéndole los pasos a uno llevándole las maletas, alguien en quien sepudieraconfiarparamandartelegramas…indispensableparalaseñoradelacasa.Yfinalmenteencontrósutrabajoideal:secasóconsuHonorableEvelyn,consiguióunpuestoinsignificanteenlaCorte,cuidabadelasbodegasdelRey,sacababrilloalashebillasde loszapatos imperiales, ibadeun ladoaotrocon libreadecalzacortaypecheradeencaje.¡Quédespiadadaeslavida!¡UnpuestoenlaCorte!

Sehabíacasadoconaquellamujer,laHonorableEvelyn,yvivíanporaquícerca,segúncreía(mirólosimponentesedificiosquedominabanelparque),porqueenunaocasiónhabíaalmorzadoenunacasaque,comotodaslaspropiedadesdeHugh,teníaalgo que ninguna otra casa podía tener jamás, por ejemplo, armarios de lencería.Teníasqueiramirarlosdetenidamente, teníasquepasarunbuenratoadmirandoloque fuera: armarios de lencería, fundas de almohada, muebles antiguos de roble,cuadros que Hugh había conseguido por casi nada. Pero la señora Hugh, enocasiones, estropeaba la función. Era una de esas oscurasmujeres pequeñas comoratones que admiran a los hombres grandes. Era casi inexistente. Pero de repente,decía algo inesperado, conmuymala idea.Conservaba, quizás, los resabios de losgrandesmodales de antaño. La calefacción de carbón le resultaba un poco fuerte:cargaba excesivamente el ambiente. Y así seguían viviendo, con sus armarios delencería y sus cuadros de viejosmaestros y sus fundas de almohada bordadas conauténticoencaje,gastandoseguramentecincoodiezmilalaño,mientrasqueél,dosañosmayorqueHugh,andabasuplicandoalgúntrabajo.

Concincuentaytresañoscumplidos,tuvoqueirapedirlesquelometieraneneldespachodealgúnministro,que leconsiguierancualquierchapucilla,darclasesdelatín a niños, a las órdenes de algún chupatintas de oficina, algo que le reportaraquinientasalaño;porquesisecasabaconDaisy,aunconsupensión,nopodríansaliradelanteconmenos.SeguroqueWhitbreadpodíaconseguírselo;oquizáDalloway.NoleimportabapedirlealgoaDalloway.Erabuenagentedeveras;unpocolimitado;un poco duro de mollera; sí, pero buena gente de veras. Hiciera lo que hiciera,siempre actuaba de la misma manera sensata y prosaica, sin el menor atisbo deimaginación,sinlamenorchispadebrillantez,peroconlainexplicablebondaddelosde su clase. Debiera haber sido un hidalgo rural—la política no era lo suyo. El

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entornoquemáslefavorecíaeraelespacioabierto,elestaralairelibre,concaballosyperros:québienseportóaquellavezqueesegranperrolanudodeClarissaquedóatrapadoenuncepoqueporpocolecortaunapatayClarissaporpocosedesmayóyDalloway lo hizo todo: le vendó la pata, la entablilló, le dijo aClarissa que no seportara como una tonta. Eso era lo que a ella le gustaba, quizá—eso era lo quenecesitaba.«Bueno,querida,noseastonta.Sujetaesto,veabuscaraquello»,sindejardehablaralperrotodoeltiempo,comosifueseunserhumano.

Pero ¿cómo pudo tragarse todas esas vaciedades sobre poesía? ¿Cómo pudodejarle dictar ex-cátedra sobre Shakespeare? Con toda seriedad y solemnidad,RichardDallowaysepusodepatascomounperritoydijoqueningúnhombrede-centedeberíaleerlossonetosdeShakespeareporqueeracomoescucharporelojodela cerradura (además, no eraun tipode relaciónquemereciera su aprobación).Unhombredecentenuncadebierapermitirleasumujerquevisitaraalahermanadeunaesposafallecida. ¡Increíble!Loúnicoquecabíahacereraapedrearleconalmendrasgarrapiñadas; fue durante la cena. Pero Clarissa se lo tragó todo; lo encontró tanhonestodesuparte;tanindependiente;¡yDiossabesinopensóqueeralamentemásoriginalquehabíaconocido!

Ésteeraunode losvínculosentreSallyyél.Habíaun jardínporelque solíanpasear, un lugar rodeado por unmuro, con rosales y coliflores gigantes; recordabaqueSallyarrancóunarosaysedetuvoparaalabarlabellezadelashojasdecolalaluzdelaluna(eraextraordinariocómotodoseleveníaalamente,cosasenlasquenohabíapensadodesdehacíaaños),mientrasleimploraba—medioenbroma,claroestá—quesellevaraaClarissaparasalvarladelosHughs,losDallowaysytodoslosdemás«perfectoscaballeros»queibana«ahogarsualma»(poraquelentonces,Sallyescribíapoesíaaraudales),ahacerdeellaunasimpledamadesociedad,afomentarsumundanería.PerohayqueserjustosconClarissa.AlmenosnoibaacasarseconHugh. Tenía perfectamente claro lo que quería. Todas sus emociones eransuperficiales.Enelfondoeramuytaimada:juzgabamuchomejorlapersonalidaddelagentequeSally,porejemplo,yademáserapuramentefemenina;conesacapacidadextraordinaria,capacidadfemenina,quelepermitíacrearunmundopropioallídondeseencontrara.Entrabaenunahabitación;sequedabadepie,comoéllahabíavistoamenudo,bajoeldinteldeunapuerta,conunmontóndegenteasualrededor.PeroeraClarissaaquienunorecordaba.Ynoesquefuesellamativa;niguapaenabsoluto;nohabía nada de pintoresco en ella; nunca decía nada que fuese especialmenteingenioso…Sinembargo,allíestabaella;allíestaba.

¡No,no,no!¡Yanoestabaenamoradodeella!Simplemente,despuésdeverlaesamañana,entrelastijerasylassedas,preparándoseparalafiesta,sesentíaincapazdeapartarla de su pensamiento; volvía y volvía hacia él, como cuando en el tren unviajerodormidosesacudeenelhombro;alapoyarse;yesonoeraestarenamorado,

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porsupuesto;erapensarenella,criticarla,volveraempezar,despuésdetreintaaños,a tratar de explicársela. El comentario más obvio es que era mundana, que lepreocupaba demasiado mantener el rango, la sociedad y seguir prosperando en elmundo—cosaqueeraciertadealgunamanera:selohabíaconfesadoenunaocasión.(Siempreconseguíasquereconocierasusdebilidades,si te tomabas lamolestia;erahonesta).Loqueseguramentediríaesqueodiabaalasmujeresconaspectodebruja,alosviejoscarcamales,alosfracasados—comoél,seguramente;opinabaquenadieteníaderechoaandarporelmundoencorvadoyconlasmanosenlosbolsillos;quetodo el mundo debía hacer algo, ser algo; y esas gentes de la alta sociedad, esasduquesas, esas venerables y blancas condesas que uno encontraba en el salón deClarissa, inefablemente distantes, según él, de cuanto tuviera alguna importancia,representaban algo real para ella. Lady Bexborough, dijo en una ocasión, se teníaerguida (y eso mismo hacía Clarissa; jamás se dejaba ir, en ningún sentido de lapalabra; iba derecha como una vela, un tanto tiesa, por cierto). Decía que aquellagente tenía una especie de coraje que, con los años, le resultaba cada vez másrespetable.En todo esto había unabuenaparte deDalloway, claro está; unabuenapartedeeseespíritudeserviciopúblico,deimperiobritánico,dereformatributaria,deespíritudelaclasegobernante,quehabíacrecidoenClarissa,comosueleocurrir.Coneldobledefacultadesquesumarido,ClarissateníaqueverlotodoatravésdelosojosdeDalloway,unadelastragediasdelavidamatrimonial.Conunamentequesebastabaasímisma,teníaqueestarsiemprecitandolaspalabrasdeRichard,¡comosiunonopudiera saber, hasta elmínimodetalle, loqueRichardpensabagracias a lalecturadelMorningPostpor lamañana!Estasfiestas,porejemplo,eran todasparaél,oparalaideaqueellateníadeél(parahacerjusticiaaRichard,habríasidomásfelizdedicándosealcampoenNorfolk).Convertíasucuartodeestarenunaespeciedelugardereuniones;teníaespecialtalentoparaello.Enmúltiplesocasiones,PeterhabíavistoaClarissacogeraunjoventosco,retorcerlo,darlelavuelta,despertarloyponerloenmarcha.Unnúmero infinitodegenteaburridase reuníaen tornoaella,ciertamente.Peroalgunaspersonasextrañaseinesperadasaparecíanporallí;avecesunartista,avecesunescritor;bichosrarosenaquelambiente.Ydetrásdetodoelloseencontraba aquella red de visitas, de dejar tarjetas, de ser amable con la gente; ircorriendodeunladoaotroconramosdeflores,pequeñosregalos;FulanitooMen-ganitaseibaaFrancia:habíaqueconseguirleunaalmohadilla;unverdaderoderrochede su energía; todo ese tráfico interminable queorganizan lasmujeres de su clase;perolohacíamotuproprio,porinstintonatural.

Curiosamente,ClarissaeraunadelaspersonasmásradicalmenteescépticasquePeterhabíaconocido,yposiblemente(eraunateoríaqueélutilizabaparahacerseunaidea clara de ella, tan transparente en unos aspectos, tan inescrutable en otros),posiblemente se dijera a sí misma: Puesto que somos una raza condenada,

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encadenadaaunbuquequesehunde(laslecturasfavoritasdecuandoeraniñaeranHuxley y Tyndall,muy aficionados a esa clase demetáforas náuticas), puesto quetodo es una broma pesada, tomemos parte en ello; aliviemos los sufrimientos denuestroscompañerosdeprisión(Huxleyotravez);decoremoselcalabozoconfloresyalmohadones;seamostandecentescomopodamos.Esosrufianes,losDioses,nosesaldrán del todo con la suya—porque su idea era que losDioses, que no perdíannunca lamínimaoportunidadde hacer daño, de frustrar y echar a perder las vidashumanas, se desanimaban si te comportabas comouna dama a pesar de todo.EstafaseempezóinmediatamentedespuésdelamuertedeSylvia,esehorribleasunto.Vercómounárbolsecaeymataatupropiahermana(todalaculpalatuvoJustinParry,por negligente), ante tus propios ojos—una chica, además, con toda la vida pordelante, la más dotada de ellas, siempre decía Clarissa—, era suficiente paraamargarse.Mástarde,noestabatansegura,quizá;pensabaquenohabíaDioses;quenadieteníalaculpa,yporesodesarrollóestareligiónateadehacerelbienporelbienmismo.

Y desde luego que gozaba de la vida inmensamente. Estaba en su propianaturaleza disfrutar (aunque, Dios sabe, tenía sus reservas; sólo era un esbozo,pensabaélamenudo,loque,despuésdetantosaños,podíatrazardeClarissa).Contodo, no había amargura en ella; ni ese sentido de virtud moral que resulta tanrepelente en lasmujeres buenas. Disfrutaba prácticamente con todo. Si caminabasconellaporHydePark,aquíunarriatedetulipanes,ahíunniñoenuncochecito,alláunpequeñodramaqueellamismase inventabasobre lamarcha. (Esmuyprobableque hubiera hablado con aquella pareja de enamorados si hubiese pensado que noeranfelices.)Teníaunsentidodelacomediaqueeraverdaderamenteexquisito,peronecesitaba gente, siempre gente, para que este sentido se manifestara, con elinevitable resultado de desperdiciar su tiempo en almuerzos, cenas, en estasincesantes fiestas suyas, diciendo tonterías, cosas que no pensaba, mellando suagudezamental, perdiendo su espíritu crítico.Se sentabaa la cabecerade lamesa,tomándose infinitas molestias con un viejo pelmazo que pudiera ser de algunautilidadparaDalloway—conocíanalospersonajesmásespantosamenteaburridosdeEuropa—,osinoahíveníaElizabeth,yentoncestodoteníaquedejarlepasoaella.Estabaenelcolegio,enesaetapadeinexpresividad,laúltimavezquepasóporallí,una chicadeojos redondos, tez pálida, sin ningún rasgode sumadre, una criaturacallada,seria,quenoreaccionabaantenada,quedejabaquesumadremontaratodounespectáculoconellay luegodecía«¿Puedo irmeya?»,comounacríadecuatroaños.«Seva»,explicabaClarissa,conesamezcladesonrisayorgulloquehastaelpropioDallowayparecíadespertarenella,«ajugaralhockey».YahoraseguramenteElizabeth sehabíapuestode largoya; lo creía unviejodesquiciado, se reía de losamigosdesumadre.Puesbien,queasísea.Lacompensacióndehacerseviejo,pensó

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PeterWalshsaliendoyadeRegent’sParkconelsombreroenlamano,erasolamenteesto:laspasionesmantienenlamismafuerzadesiempre,perosegana—¡alfin!—elpoderqueañadeelsaborsupremoalaexistencia,elpoderdedominarlaexperiencia,dedarlelavuelta,lentamente,alaluz.

Unaconfesiónterriblesinduda(volvióaponerseelsombrero),peroahora,aloscincuentaytresaños,yanosenecesitabaapenasalagente.Lavidamisma,cadaunodesusmomentos,cadagota,aquí,esteinstante,ahora,alsol,enRegent’sPark,erasuficiente.Demasiado,enrealidad.Unavidaenteraerademasiadocortaparasacarle,ahoraqueunohabíaadquiridoeldominio,laplenituddelsabor;paraextraerhastalaúltimaonzadeplacer,hastaelúltimomatizdesignificado;yamboseranmuchomássólidosqueantes,muchomenospersonales.YaeraimposiblequeClarissalehicierasufrirmásdeloqueyalehabíahechosufrir.Durantehorasyhoras(¡ojaláunodigaestascosassinquenadielasoiga!),durantehorasydíasseguidosnohabíapensadoenDaisy.

Entonces, ¿pudiera ser que estuviera enamorado de ella, teniendo en cuenta latristeza, la tortura, la extraordinaria pasión de aquellos días? Era una cosacompletamente distinta —mucho más agradable—, pues ahora, por supuesto, laverdad era que ella estaba enamorada de él. Y quizá ésa fue la razón por la que,cuando el barco zarpó, sintió un alivio extraordinario, y no deseaba otra cosa sinoestarsolo;lemolestóencontrarsecontodossuspequeñosdetalles—puros,notas,unaalfombraparaelviaje—ensucamarote.Sitodosfuesenhonestos,diríanlomismo:cumplidosloscincuenta,nosenecesitaalosdemás;nosetienenganasdeseguirdi-ciendoalasmujeresquesonbellas;estoesloquediríanlamayoríadeloshombresdecincuentaaños,pensóPeterWalsh,sifuesenhonestos.

Pero estos sorprendentes ataques de emoción—romper a llorar estamañana—¿quésignificaban?¿QuéhabríapensadoClarissadeél?Queeraunnecio,seguro,ynoeralaprimeravez.Erancelosloquesubyacíaatodoello,loscelosquesobrevivenatodaslaspasionesdelahumanidad,pensóPeterWalsh,extendiendoelbrazoconsucortaplumas en la mano. Había estado viendo al Mayor Orde, decía Daisy en suúltima carta; lo dijo con toda la intención, lo sabía; lo dijo para darle celos; se laimaginabaarrugandolafrentemientrasescribía,pensándoseloquepodíadecirparaherirlo;ysinembargo,noteníaimportancia;¡estabafurioso!Todoesefollóndevenira Inglaterra para consultar a los abogados no era para casarse con ella, sino paraevitarquesecasaraconotrohombre.Estoeraloquelotorturaba,ésteeraelsenti-miento que lo invadió al ver a Clarissa tan tranquila, tan fría, tan centrada en suvestidooloquefuese;dándosecuentadeloqueellapodríahaberleevitado,aquélohabía reducido: a un deleznable y achacoso borrico. Pero lasmujeres, pensó Petercerrandosucortaplumas,nosabenquées lapasión.Nosaben loquesignificaparaloshombres.Clarissaerafríacomountémpano:ahíestabaella,sentadaasuladoen

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elsofá,dejándosecogerlamano,dándoleunbesoenlamejilla.Yahíestabaél:habíallegadoalcruce.

Unsonido le interrumpió;unsonido frágilyvacilante,unavozqueburbujeabasin rumbo, sinvigor,principioni fin,yquecantabadébil, agudaycarentede todosignificadohumano

iamfaamsofusuituimu…

unavozsinedadnisexo,lavozdeunaviejafuentebrotandodelatierra;unavozquesalía, justo enfrente de la estación de metro de Regent’s Park, de una alta formatemblorosa, comouna chimenea, comounabombaoxidada, comoun árbol, batidoporelvientoyprivadoparasiempredesushojas,quedejaqueelvientosubaybajeporsusramas,arribayabajo,cantando

iamfaamsofusuituimu…

ysemece,crujeygimeenlabrisaeterna.Atravésdetodoslostiempos—cuandolacalzadaerahierba,cuandoeraciénaga,

atravésdelaeradelcolmilloydelmamut,atravésdelaeradelamanecersilencioso— la vieja mendiga —llevaba falda—, con la mano derecha extendida y con laizquierdaagarrándoseelcostado,insistíaencantarunacancióndeamor,deunamorquehaduradounmillóndeaños—cantaba—,amorqueprevalece,yhaceunmillóndeañosquehabíapaseadoconsuamantemuertohacesiglos,canturreaba,enelmesdemayo.Peroeneltranscursodelostiempos,largoscomolosdíasdeveranoyconelúnicocolor,canturreaba,delfuegodelosásteresrojos,élsehabíaido;laenormeguadaña de la muerte había segado aquellas tremendas colinas, y cuando por finreposó su cabeza cana e inmensamente vieja sobre la tierra, convertida ahora ensimplescenizasdehielo,suplicóalosDiosesquedejaranasuladounramodebrezopúrpura, allí en su tumba, que acariciaban los últimos rayos del sol; porque paraentonceselespectáculodeluniversohabríaterminado.

Mientras la vieja canción burbujeaba frente a la estación demetro deRegent’sPark,latierraseguíasiendoverdeyflorida;ytodavía,apesardequebrotabadeunaboca tan ruda, un simple agujero en la tierra, fangoso además, cubierto de raícesfibrosasydehierbajos,todavíalasburbujasdelaviejacanción,empapandolasraícesnudosasdetiemposinfinitos,ylosesqueletosytambiénlostesoros,seguíanfluyendoen arroyos que se perdían por la calzada a lo largo de Marylebone Road y endirecciónaEuston,fertilizando,dejandounamanchahúmeda.

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Recordandotodavíaqueenalgúnmayoprimitivohabíapaseadoconsuamante,esta bomba oxidada, esta viejamendiga, con unamano extendida para recoger lasmonedasylaotraapoyadaenelcostado,seguiríaahídentrodediezmillonesdeaños,recordandoqueenotros tiemposhabíapaseadoenmayo, allí dondeahora fluye elmar,no importabaconquién…Eraunhombre, sí,unhombreque lahabíaamado.Pero el transcurrir de los tiempos había empañado la claridad de ese viejo día demayo; lasfloresdepétalosbrillantesestabanyacanasycubiertasdeplata;yyanoveía,cuandolesuplicaba(comomuyclaramenteestabahaciendoahora)«mirabienmisojoscontusdulcesojos»,yanoveía losojoscastaños, laspatillasnegrasni lacara quemada por el sol, sino una forma acechante, una sombra, a la que, con esafrescuracomodepájarodelosancianos,seguíacantineando«dametumanoydejaquelacojasuavemente»(PeterWalshnopudopormenosdedarleunamonedaalapobre criatura antes demeterse en el taxi), «y si alguien nos ve, ¿qué importa?»,preguntaba;yconelpuñocerradocontralacadera,sonreía,metiéndoseelchelínenelbolsillo,ytodoslosojosquelaescrutabanparecieronborrarse,ylasgeneracionesquepasaban—laaceraestabaatestadadeajetreadosindividuosdeclasemedia—sedesvanecieroncomolashojas,paraserpisoteadas,paraquedarempapadas,inundadasyconvertidasenmantilloporeseeternomanantial…

iamfaamsofusuituimu.

—Pobrevieja—dijoReziaWarrenSmith.—¡Oh,pobredesgraciada!—dijomientrasesperabaelmomentodecruzar.¿Y si llovía por la noche? ¡Imagínate si tu padre, o alguien que te hubiera

conocidoenotrostiemposmejores,pasaraporallíytevieseahí,depie,enelarroyo!¿Ydóndepasabalanoche?

Conánimo,casialegre,elhiloinvencibledesonidodiovueltasenelairecomoelhumode la chimenea de una cabaña, ascendiendo entre limpias hayas y surgiendocomounamatadehumoazulporentrelashojasmásaltas.«Ysialguiennosve,¿quéimporta?»

Como era tan desgraciada, durante semanas y semanas, Rezia había ido dandosignificadoa lascosasqueocurrían,yavecesestabacasiconvencidadequedebíaparara lagenteen lacalle,si teníanbuenapintayparecíanamables,paradecirles,simplemente,«soydesgraciada»;yestavieja,enlacalle,cantando«sialguiennosve,¿quéimporta?»,lehizoestarrepentinamenteseguradequetodoibaasalirbien.Ibana ver a Sir William Bradshaw; pensaba que este nombre sonaba bien; curaría aSeptimus enseguida. Y entonces pasó un carro de cerveza, y los caballos grisesllevabanbriznasdepajaenlacola;habíacartelesdeperiódicos.Eraunsueñotonto,

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muytonto,elserdesgraciada.Asípues,elseñorylaseñoraSeptimusWarrenSmithcruzaronlacalle,y¿esque

había algo en ellos que llamara la atención, algo que hiciera sospechar a algúntranseúntequeahíhabíaunjovenquellevabaconsigoelmensajemásimportantedelmundo y que era, además, el hombre más feliz del mundo y el más desdichado?Quizáanduvieranmásdespacioqueotrosyhubieraalgovacilanteycansinoenelca-minardeestehombre,peroquécosatannaturalparaunempleado,quellevaañossinponerlospiesenelWestEndentresemanayaestashoras,quemirarinsistentementeal cielo, mirar aquí, allá y a lo de más allá, como si Portland Place fuese unahabitacióndondehubieseentradoenausenciadelafamilia,conlaslámparasdearañaenvueltasengasa,yelamadellaves,allevantarunaesquinadelaslargascortinas,dejaseentrar largoshacesde luzpolvorientaquecaen sobreunosextraños sillonesvacíos, y explicase a los visitantes lomaravilloso que es el lugar; quémaravillosopero,almismotiempo,quéextraño.

Porsuaspecto,bienpodíaserunempleado,perodelosmejores,porquecalzababotasmarrones,susmanoserancultas,asícomosuperfil—superfilanguloso,nasón,inteligenteysensible—,peronoasísuslabios,porqueeranfláccidos;encuantoasusojos (como suelen ser los ojos), eranojos sinmás: color avellana, grandes; así, enconjunto,elhombreerauncasoindeterminado,niunacosaniotra;podíamuybienterminar con una casa en Purley y un automóvil, o seguir toda su vida alquilandopisos en callejuelas laterales; era uno de esos hombresmedio-cultos, autodidactas,cuyaculturaproviene íntegramentede librossacadosdebibliotecaspúblicas, leídosporlanoche,despuésdelajornadadetrabajo,porindicacióndeconocidosescritoresconsultadosporcorrespondencia.

Encuantoalasdemásexperiencias,lassolitarias,lasquelagenteviveasolas,ensusdormitorios,ensusdespachos,caminandoporloscamposycallesdeLondres,éllastenía;habíadejadosucasasiendoaúnunmuchacho,porculpadesumadre:ellamentía;porqueera laquincuagésimavezquebajabaacenar sin lavarse lasmanos,porquenoveíaqueunpoeta tuvieraningúnporvenirenStroud.Así, tomandoa suhermana pequeña como confidente, se fue a Londres, dejando tras él una notaabsurda,comolasquegrandespersonajeshanescritoyelmundohaleídomástarde,cuandosehahechofamosalahistoriadesusconflictos.

Londres se ha tragado muchos millones de jóvenes llamados Smith; no haconcedidoningunaimportanciaanombrestanraroscomoSeptimus,conlosquesuspadres habían pensado singularizarlos. Vivir en una pensión, en una bocacalle deEuston Road, comportaba experiencias —experiencias otra vez— como la detransformarunacaraendosaños:unainocentecaraovaladayrosaenotracontraíday enjuta. Pero de todo lo dicho, qué hubieran podido decir los amigos másobservadores,salvoloquediceunjardinerocuandoabrelapuertadelinvernaderoy

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se encuentra una nueva flor en su planta: Ha florecido; florecido por vanidad,ambición, idealismo, pasión, soledad, valor, pereza, las semillas habituales que,revueltas todas ellas (en una habitación junto a Euston Road), hicieron de él unhombretímidoytartamudo,ansiosodesuperarseasímismo,lehicieronenamorarsedelaseñoritaIsabelPole,quedabaleccionessobreShakespeareenWaterlooRoad.

¿AcasonoseparecíaaKeats?,preguntabaella;yreflexionabasobreelmododeaficionarloaAntonio yCleopatra y todo lo demás.Le prestaba libros, lemandabanotasyprendióenélunfuegodeésosquesóloardenunavezenlavida,sincalor,conuna llamavacilante, deun rojodorado, infinitamente etérea e insustancial queardíaporlaseñoritaPole,porAntonioyCleopatrayporWaterlooRoad.Élpensabaque era guapa, la creía impecablemente sabia, soñaba con ella, le escribía poemasque,comoellanosabíadequéiban,corregíacontintaroja.Él lavio,unatardedeverano,caminandoporunaplazaconunvestidoverde.«Haflorecido»,podríahaberdicho el jardinero, si hubiese abierto la puerta, si hubiese entrado, es decir, si lohubiesehechocualquiernocheaestahora,y lohubieseencontradoescribiendo; lohubiese encontrado rompiendo lo que había escrito; lo hubiese encontradoterminandounaobramaestraalastresdelamañanaysaliendodespuésacallejear,avisitariglesias,yayunarundía,beberotrodía,devorandoaShakespeare,aDarwin,LahistoriadelacivilizaciónyaBernardShaw.

Algo estaba pasando, el señor Brewer lo sabía; el señor Brewer, gerente deSibleys & Arrowsmiths, subastadores, tasadores, agentes de la propiedadinmobiliaria; algo estaba pasando, pensaba. Y, como era muy paternal con susjóvenes empleados y tenía un alto concepto de la capacidad de Smith, profetizabaque,endiezoquinceaños,lesucederíaenelsillóndecuero,enlasalainteriorbajola luz cenital, con las cajas de títulos de propiedad a su alrededor, «si conserva susalud»,dijoelseñorBrewer.Yéseeraelpeligro:Smithparecíadébil;leaconsejóelfútbol;leinvitabaacenary,cuandoestabaconsiderandolamaneraderecomendarlopara un aumento de sueldo, ocurrió algo que vino a estropear gran parte de susplanes, algo que se llevó a sus empleadosmás cualificados y, finalmente—así deentrometidos e insidiosos son los dedos de la Guerra Europea— hizo trizas unaestatua de yeso de Ceres, cavó un hoyo en los arriates de geranios y destrozó losnerviosdelacocinera,enlacasadelseñorBrewer,enMuswellHill.

Septimus fueunode losprimerosenpresentarsevoluntario.Se fueaFranciaasalvarunaInglaterraqueconsistía,casiensuintegridad,enlasobrasdeShakespeareyenlaseñoritaIsabelPolepaseandoporunaplazaconsuvestidoverde.Alláenlastrincheras,elcambioqueelseñorBrewerdeseabaalaconsejarel fútbolseprodujoinstantáneamente: desarrolló su hombría, obtuvo un ascenso, despertó el interés,inclusoelafectodesuoficial,llamadoEvans.Erancomodosperrosjugandosobrelaalfombrilla frente a la chimenea, uno de ellos entretenido con un papel, gruñendo,

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lanzandobocadosalaire,mordisqueandodevezencuandolaorejadelperroviejo,mientras el otro yace adormilado, parpadeando ante el fuego, levantando una pata,dándoselavueltaygruñendodebuenas.Teníanqueestarjuntos,compartir,lucharelunoconelotro,discutirelunoconelotro.PerocuandoEvans (Rezia,quesólo lohabía visto una vez, lo llamaba un «hombre tranquilo», un robusto pelirrojo, pocoexpresivoenpresenciademujeres),cuandoEvansmurió—inmediatamenteantesdelArmisticio,enItalia—,Septimus,lejosdemostrarningunaemociónodereconocerqueeraelfindeunaamistad,sefelicitóporsentirtanpocoydeformatanrazonable.Laguerra lehabíaenseñado.Erasublime.Habíapasadopor todoelespectáculo: laamistad,laGuerraEuropea,lamuerte,sehabíaganadounascenso,todavíanohabíacumplidolostreintayestabadestinadoasobrevivir.Enesoteníarazón.Lasúltimasbombasnocayeronsobreél.Lasvioexplotarconindiferencia.Cuandollególapaz,estaba enMilán, alojado en casa de un tabernero, con un patio interior, flores entiestos,mesitasalairelibre,hijasquehacíansombreros,yconLucrezia,lamenor,secomprometióunatardeenquelesobrevinoelpánico—pánicodenopodersentir.

Porque ahora que todo había terminado, que la tregua estaba firmada y losmuertosenterrados,tenía,sobretodoporlanoche,estosrepentinosataquesdemiedo.Nopodíasentir.Cuandoabría lapuertadelcuartodonde laschicas italianashacíansombreros, las veía, las oía; pasaban alambres por unas cuentas de colores queguardaban en unos platillos, daban diversas formas a las telas de bocací; la mesaestabasembradadeplumas,lentejuelas,sedasycintas;lastijerasgolpeabanlamesa;pero algo le faltaba: no podía sentir. Los golpes de las tijeras, las risas de lasmuchachas,lafabricacióndelossombrerosloprotegían,ledabanseguridad,ledabanrefugio.

Pero no podía pasarse la noche sentado allí. Había momentos en que sedespertabaaaltashorasdelamadrugada.Lacamasecaía;élsecaía.¡Ay,lastijeras,lalámparaylasformasdelbocací!LepidióaLucreziaquesecasaraconél,alamásjovendelasdos,laalegre,lafrívola,conesosdeditosdeartistaqueellaextendíaymostrabadiciendo:«Todoesgraciasaellos.»Seda,plumas,loquefuera,ledebíanlavidaaellos.

—El sombrero es lo más importante—decía Lucrezia cuando salían de paseojuntos. Todos los sombreros que veía pasar, los examinaba; así como la capa, elvestidoyelportedelamujerencuestión—.Malvestida…,recargada…—criticabaLucrezia,noconensañamiento,sinomásbiencongestosimpacientesdelasmanos,comolosdeunpintorqueechaaunladoalgunaimposturaexplícita,evidenteybienintencionada;y luego, congenerosidad,pero sindejarde ser crítica, aclamabaa ladependientadeunatiendaporsabervestirsumodestaropaconelegancia,oelogiaba,sinreservas,conconocimientoentusiastayprofesional,aunaseñorafrancesaqueseapeabadesucoche,luciendopielesdechinchilla,túnicayperlas.

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—¡Precioso!—murmuraba,dandouncodazoaSeptimusparaqueviera.Perolabelleza estaba detrás de un cristal. Ni siquiera el gusto (a Rezia le gustaban loshelados, los bombones, las cosas dulces) le producía placer.Dejó su taza sobre lamesitademármol.Miróalagentedefuera,queparecíafeliz,reuniéndoseenmediodelacalle,gritando,riendo,discutiendosinmotivo.Peronopodíasaborear,nopodíasentir. En el salón de té, entre las mesas y los camareros que charloteaban, aquelmiedoespantosolesobrevino:nopodíasentir.Podíarazonar,podíaleer,aDante,porejemplo, sin dificultad (—Septimus, deja ya el libro —dijo Rezia cerrando sua-vemente el Inferno) podía sumar la cuenta; su cerebro estaba perfectamente; portanto,teníaqueserculpadelmundo—laculpadequenopudierasentir.

—Los inglesesson tancallados…—dijoRezia.Legustaba,decía.RespetabaaestosinglesesyqueríaconocerLondres,loscaballosinglesesylostrajesdesastrería,ytambiénrecordabahaberleoídocomentarlomaravillosasqueeranlastiendasaunatíaquesehabíacasadoyvivíaenelSoho.

Bienpudieraser,pensóSeptimus,mirandoaInglaterraporlaventanilladeltrenalsalirdeNewhaven;bienpudieraserqueelmundomismocarecieradesignificado.

Enlaoficinaloascendieronaunpuestodeconsiderableresponsabilidad.Estabanorgullososdeél;habíaganadomedallas.

—Ustedhacumplidoconsudeber,ydenosotrosdepende…—empezóelseñorBrewer;ynopudoacabar,embargadocomoestabaporlaemoción.SealojaronenunlugarestupendocercadeTottenhamCourtRoad.

EnesemomentovolvióaabriraShakespeare.Aquellapreocupaciónjuvenildelaintoxicacióndellenguaje—AntonioyCleopatra—sehabíaconsumidoporcompleto.¡CuántodetestabaShakespearealahumanidad,elponerselaropa,eltenerhijos, lasordidezdelabocaydelabarriga!EstoselerevelabaahoraaSeptimus:elmensajeocultoenlabellezadelaspalabras.Lacontraseñasecretaquecadageneracióntras-mite,disimuladamente,alasiguiente,eselaborrecimiento,elodio,ladesesperación.LomismocabíadecirdeDante.DeEsquilo(traducido),otrotanto.AhíestabaRezia,sentadaantelamesa,arreglandosombreros.ArreglabasombrerosparalasamigasdelaseñoraFilmer;arreglabasombrerosporhoras.Estabapálida,misteriosa,comounlirio,ahogada,bajoelagua,pensó.

—Los ingleses son muy serios —decía, abrazando a Septimus, poniendo lamejillacontralasuya.

AShakespearelerepelíaelamorentrehombreymujer.Lacuestióndelacópulaleresultabaunaporqueríaantesdelfinal.PeroReziadecíaqueteníanquetenerhijos.Llevabancincoañoscasados.

FueronjuntoshastalaTorre,alVictoria&AlbertMuseum,semezclaronconelgentío para ver al Rey inaugurar el Parlamento. Y ahí estaban las tiendas:sombrererías,tiendasderopa,tiendasconbolsosdecueroenelescaparate,antelos

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cualesReziaquedabadepie,fascinada.Peroteníaquetenerunniño.TeníaquetenerunhijocomoSeptimus,decíaRezia.Peronadiepodíasercomo

Septimus, tan dulce, tan serio, tan inteligente. ¿Acaso ella no podía leer aShakespearetambién?¿EraShakespeareunautordifícil?,preguntabaella.

No se puede traer niños a un mundo como éste. No se puede perpetuar elsufrimientoniaumentarlarazadeestoslujuriososanimales,quenotienenemocionesduraderas,sinosólocaprichosyvanidadesquelosllevanhaciaunlado,haciaelotro.

Septimuslamirabacortar,hacerformas,comoquienmiraaunpájarodarsaltitosypicotear enel césped, sinatreverseamoverundedo.Porque laverdad (dejemosqueella la ignore)esque lossereshumanosno tienennibondad,ni fe,nicaridad,másalládeaumentarelplacerdelmomento.Cazanenmanada.Susmanadaspeinaneldesiertoydesaparecenenlaselvachillando.Abandonanaloscaídos.Susrostrosestán cubiertos de muecas. Ahí estaba Brewer en la oficina, con su bigoteengominado, su alfiler de coral en la corbata, pañuelo blanco y sus emocionesplacenteras—todofrialdadyhumedad—susgeraniosdestrozadosdurantelaguerra,losnerviosdesucocineradestrozados;oAmeliaComosellamesirviendotazasdetéa las cincoenpunto,unapequeñaharpíaobscenadeburlona sonrisa lasciva;y losTomsylosBertiesconsuspecherasalmidonadasrezumandoespesasgotasdevicio.Nunca lo vieron dibujar retratos de ellos, desnudos y haciendo bufonadas, en sulibretadeapuntes.Enlacalle,loscamionespasabanrugiendojuntoaél;labrutalidadberreabaenloscarteles:hombresatrapadosenlasminas,mujeresabrasadasvivas.Yen cierta ocasión, una fila de locos mutilados, que alguien decidió sacar a hacerejercicio o exhibirlos para divertir al populacho (que reía abiertamente), desfilósaludando y sonriendo al pasar junto a él, enTottenhamCourtRoad, cada uno deellos medio disculpándose, aunque con aire triunfal, imponiéndole su desesperadodestino.Y¿acasoibaélavolverseloco?

A lahoradel té,Rezia ledijoque lahijade la señoraFilmeresperabaunhijo.¡Ellanopodíahacerseviejasintenerhijos!¡Estabamuysola,eramuydesgraciada!Lloró por primera vez desde que se casaron. A lo lejos la oyó llorar; lo oyó conprecisión,conclaridad;locomparóconlaspercusionesdeunpistón.Peronosintiónada.

Su mujer lloraba y él no sentía nada. Sólo que, a cada sollozo, tan profundo,silenciosoydesesperado,sehundíaunpasomásenelpozo.

Finalmente, con un gesto melodramático que asumió mecánicamente y conperfecta conciencia de su insinceridad, dejó caer la cabeza entre lasmanos. Ya sehabíarendido.

Ahoraeranlosdemáslosquedebíanacudirensuayuda.Habíaquellamara lagente.Habíacedido.

Nohubomaneradelevantarlo.Rezialometióenlacama.Llamóaunmédico,el

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doctorHolmes,elde laseñoraFilmer.EldoctorHolmes loexaminó.No lepasabanada,dijoeldoctorHolmes.¡Oh,quéalivio!¡Quéhombretanamable,quéhombretan bueno! pensó Rezia. Cuando él se sentía así, dijo el doctor Holmes, se iba almusichall.Setomabaundíalibre,consumujer,yseibaajugaralgolf.¿Porquénoprobarunpardepastillasdebromurodisueltasenunvasodeaguaalacostarse?EstasviejascasasdeBloomsbury,dijoeldoctorHolmes toqueteando lapared,amenudotienen unos hermosos paneles de madera, y los caseros cometen la locura deempapelarlos. El otro día, sin irmás lejos, cuando iba a visitar a un paciente, SirFulanodeTal,enBedfordSquare…

Asípues,nohabíaexcusa;nolepasabanadaenabsoluto,salvoelpecadoporelque lanaturalezahumana lohabíacondenadoamuerte:quenosentía.Nosehabíainmutado cuando Evans murió, eso era lo peor; pero todos los demás crímeneslevantaban la cabeza, agitaban los dedos, gritaban y se burlaban, a los pies de lacama,aprimerashorasdelamadrugada,delpostradocuerpoqueyacíaconscientedesudegradación;sehabíacasadoconsumujersinamarla;lehabíamentido,lahabíaseducido, había ultrajado a la señorita Pole, y estaba tanmanchado ymarcado devicioquelasmujeresseestremecíancuandoloveíanenlacalle.Elveredictode lanaturalezahumanasobresemejantedespojoeralamuerte.

El doctor Holmes volvió. Grande, lozano, apuesto, con sus botas relucientes,mirándose en el espejo, lo echó todo a un lado —migrañas, insomnio, temores,sueños—,síntomasdenerviosynadamás,dijo.SieldoctorHolmesseveíatansólouncuartodekilopordebajodelossetentaydoskilosymedio,lepedíaasumujerotro plato de porridge para desayunar. (Rezia aprendería a hacer porridge.) Pero,prosiguió, la saluddependeenbuenamedidadenuestropropiocuidado. Interésesepor asuntos que escapen de lo habitual, búsquese algún hobby. Abrió el libro deShakespeare,Antonio yCleopatra, lo echó a un lado.Algún hobby, dijo el doctorHolmes,porque¿acasonodebíasupropiaexcelentesalud (yesoque trabajaba tanduro como cualquiera en Londres) al hecho de que en cualquier momento podíaolvidarse de sus pacientes y dedicarse a losmuebles antiguos? Pero ¡qué preciosapeineta,siVd.melopermite,llevabalaseñoradeWarrenSmith!

Cuandoelmalditoidiotavolvió,Septimussenegóaverlo.¿Deveras?preguntóeldoctorHolmes,conunaafablesonrisa.Porciertoquetuvoquedarleunempujoncitoamistoso a esta encantadora mujercita, la señora Smith, para poder pasar aldormitoriodesumarido.

—Asíqueestamospasandoporunbache,¿no?—dijoafablemente,sentándosealaveradesupaciente.Porciertoquehabíahabladoconsumujerdesuicidarse.Unamuchacha estupenda, la señora. Extranjera, ¿verdad? Y ¿no le iba a dar esto unaextrañaideadecómoeranlosespososingleses?¿Acasonoteníaunociertosdeberesparaconsuesposa?¿Noseríamejorhaceralgoenlugardequedarseenlacama?Por-

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queteníaensuhabercuarentaañosdeexperiencia,ySeptimuspodíaconfiarensupalabra: no le pasaba absolutamente nada.Y la próxima vez que viniera, esperabaencontraralseñorSmithlevantadoynocausándolepreocupacionesaesaencantadoramujercitaqueerasuesposa.

Enresumen,lanaturalezahumanaloperseguía:elbrutorepelenteconlasnaricessanguinarias.Holmesloperseguía.EldoctorHolmesveníaadiario,conregularidad.Unavezque caes, escribióSeptimusdetrás de unapostal, la naturaleza humana tepersigue.Holmestepersigue.Laúnicaposibilidadqueteníaneraescaparse,sinqueel doctor Holmes lo supiera; a Italia—a cualquier sitio, cualquiera, huyendo deldoctorHolmes.

PeroRezianoentendíaaSeptimus.EldoctorHolmeseraunhombremuyamable.Se tomaba mucho interés con Septimus. Tenía cuatro niños pequeños y la habíainvitadoatomarelté,ledijoaSeptimus.

Asípues,lohabíanabandonado.Elmundoenteroclamaba:Mátate,mátate,hazlopornosotros.Pero¿porqueibaélamatarseporellos?Lacomidaerabuena,elsolcalentaba, y eso de suicidarse, ¿cómo se hacía? —¿con un cuchillo de mesa,feamente,conríosdesangre?…¿chupandoeltubodelgas?Estabademasiadodébil,apenas si podía levantar la mano. Además, ahora que se encontraba tan solo,condenado,abandonado,comoaquellosqueestánapuntodemorirensoledad,veíaciertolujoenello,unaislamientollenodesublimidad,unalibertadquelaspersonasque tienen relaciones nunca podían llegar a conocer. Holmes había vencido, porsupuesto;elbrutodelasnaricesrojashabíavencido.PeronielmismoHolmespodíatocar esteúltimo resquicioperdidoen losconfinesdelmundo, a esteproscritoqueechaba la vista atrás, hacia las regiones habitadas, que yacía, como un marineroahogado,enlacostadelmundo.

Fueeneseprecisoinstante(Reziasehabíaidodecompras)cuandoseprodujolagranrevelación.Unavozqueveníadedetrásdelbiombosedejóoír.Evanseraelquehablaba.Losmuertosestabanconél.

—¡Evans,Evans!—gritóSeptimus.El señorSmithestabahablandosolo, envozalta,gritó ladoncella,Agnes, a la

señoraFilmerqueestabaen lacocina—.¡Evans,Evans!—decíaélcuandoentrabaconlabandeja.Diounbrinco,¡vayaquesí!ybajólasescalerasalacarrera.

YReziaentró,consusflores,ycruzólahabitación,ypusolasfloresenunjarrón,sobre el cual el sol caía de lleno, y se echó a reír, dando brincos alrededor de lahabitación.

Tuvoquecomprarlelasrosas,dijoRezia,aunpobrehombredelacalle.Perocasiestabanyamuertas,dijo,arreglándolas.

Asíquehabíaunhombreahíafuera;Evansseguramente;ylasrosasque,segúnRezia,estabanmediomuertas,habíansidorecogidasporélenloscamposdeGrecia.

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Lacomunicaciónessalud;lacomunicaciónesfelicidad.Comunicación,masculló.—¿Qué estás diciendo, Septimus? —preguntó Rezia aterrada, porque estaba

hablandosolo.Mandó a Agnes que fuera corriendo a por el doctor Holmes. Sumarido, dijo,

estabaloco.Apenaslaconocía.—¡Bruto! ¡Bruto! —gritó Septimus al ver la naturaleza humana, es decir, al

doctorHolmes,entrarenlahabitación.—Pero¿quéestodoesto?¿Diciendotonteríasparaasustarasumujer?—dijoel

doctorHolmesdelmodomásamigablequeexista.Peroibaadarlealgoparadormir.Ysiteníandinero,dijoeldoctorHolmes,mirandolahabitaciónconironía,nodebíandudaren iraHarleyStreet;sinoconfiabanenél,dijoeldoctorHolmes,yano tanamable como antes. Eran exactamente las doce; las doce en el Big Ben, cuyascampanadasviajaronportodalapartenortedeLondres,seconfundieronconlasdeotrosrelojes,semezclaronsutilmenteconlasnubesyconelhumohastamorirenlasalturas, entre las gaviotas —las doce daban cuando Clarissa Dalloway dejaba suvestidoverdesobrelacamaylosWarrenSmithibanandandoporHarleyStreet.Lasdoceeralahoradelacitaqueleshabíandado.Probablemente,pensóRezia,ésaeralacasadeSirWilliamBradshaw,conelautomóvilgrisenlapuerta.(Loscírculosdeplomosedisolvieronenelaire.)

YporciertoqueeraelautomóvildeSirWilliamBradshaw:bajo,poderoso,grisyconsimplesinicialesentrelazadasenlachapa,comosilapompadelaheráldicafueseincongruente,yaqueestehombreeralaayudaespectral,elsacerdotedelaciencia;ycomoelcocheeragris,asítambiénparaarmonizarconsusobriasuavidad,habíaunmontóndepielesgrisesymantasgrisplateado,paraquelaseñorapudieseesperarsinpasarfrío.PorqueamenudoSirWilliamsedesplazabaanoventakilómetrosomás,enplenocampoparavisitara losricos,a losafligidos,quepodíanpermitirsepagarlos elevadísimos honorarios que SirWilliammuy apropiadamente cobraba por susconsejos.LadyBradshawesperabaconlaspielessobrelasrodillasduranteunahoraomás,recostándose,algunasvecespensandoenelpaciente,yotras,cosaexcusable,enelmurodeoroqueaumentabaminutoaminutomientrasesperaba;elmurodeoroqueaumentabaentreellosytodaslaspenasyansiedades(lashabíallevadoconvalor;habían tenido susmás y susmenos), hasta que se veía flotar en unmanso océanodondesólosoplanbrisasperfumadas;respetada,admirada,envidiada,sinapenasnadamásquedesear, aunque lamentabaestar tangruesa;grandescenas todos los juevespara los colegas de profesión; de vez en cuando la inauguración de una tómbolabenéfica; los saludos a laRealeza; demasiado escaso, por desgracia, el tiempoquepasabaconsumarido,cuyotrabajonoparabadeaumentar;unhijoqueestudiabaconéxito en Eton; también le hubiera gustado tener una hija. Y eso que no le faltabatarea:fundacionesbenéficasinfantiles,cuidadospermanentesparalosepilépticos,y

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la fotografía, porque si había una iglesia en construcción o en franco deterioro,sobornabaalsacristán,conseguíalallaveytomabafotografías,queapenassipodíandistinguirsedeltrabajodelosprofesionales.Todoellomientrasesperaba.

Porsuparte,SirWilliamBradshawyanoerajoven.Habíatrabajadomucho;sehabía ganado su posición por pura y simple competencia (era hijo de un tendero);amabasuprofesión;era todounpersonajeen losacontecimientossociales,hablababien—todo lo cual le había dadoun aspecto, para cuando le concedieron el títulonobiliario, de pesadumbre y fatiga (el caudal de clientes era tan incesante y tanonerososlasresponsabilidadesylosprivilegiosdesuprofesión),unafatigaque,juntoconsuscanas,incrementólaextraordinariadistincióndesupresenciayleconfiriólareputación (sumamente importantecuando seatiendencasosnerviosos),no sólodefulminantedestrezaydeprecisión casi infalible en el diagnóstico, sino tambiéndesimpatía, tacto, comprensión del alma humana. Lo vio en cuanto entraron en lahabitación(se llamabanWarrenSmith);estuvoseguroenelpreciso instanteenquevio al hombre: era un caso de extrema gravedad. Era un caso de totaldesmoronamiento, de total desmoronamiento físico y nervioso, con todos lossíntomas en estado avanzado, según evaluó en dos o tres minutos (apuntando lasrespuestasalaspreguntas,murmuradasdiscretamente,enunatarjetarosa).

¿CuántotiempollevabaeldoctorHolmesocupándosedeél?Seissemanas.¿Prescribióunpocodebromuro?¿Dijoquenolepasabanada?Sí,claro(¡estos

médicosdecabecera!pensóSirWilliam.Pasabalamitaddesutiempoenmendandosusdesatinos.Algunoseranirreparables).

—¿SedistinguióustedmuchoenlaGuerra?Elpacienterepitiólapalabra—guerra—entonointerrogativo.Otorgaba significado a las palabras de tipo simbólico. Un grave síntoma que

apuntarenlatarjeta.—¿La Guerra? —preguntó el paciente. ¿La Guerra Europea?, ¿esa pequeña

agarradadecolegialesconpólvora?¿Quesisehabíadistinguido?Deverdadquelohabíaolvidado.EnlaGuerrapropiamentedichahabíafracasado.

—Sí,prestósusserviciosconlamáximadistinción—aseguróReziaaldoctor—;obtuvounascenso.

—¿Ytienenelmásaltoconceptodeustedenlaoficina?—murmuróSirWilliam,echandounaojeadaalacartadelseñorBrewer,redactadaentérminosmuygenerosos—.¿Asíquenotienenadadequépreocuparse,problemaseconómicos,nada?

Habíacometidouncrimenhorrendoylanaturalezahumanalehabíacondenadoamuerte.

—He…He…—empezó—.cometidouncrimen…—Nohahechonadamaloenabsoluto—leaseguróReziaaldoctor.Sielseñor

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Smithteníalabondaddeesperar,dijoSirWilliam,hablaríaconlaseñoraSmithenlahabitación contigua. Sumarido estabamuy gravemente enfermo, dijo SirWilliam.¿Habíaamenazadoconsuicidarse?

Oh,sí,sí,gritóella.Peronolodecíaenserio,dijo.Porsupuestoqueno.Sóloeracuestióndereposo,dijoSirWilliam;dereposo,reposoyreposo;unlargoreposoencama. Había un encantador sanatorio allá en el campo donde atenderíanperfectamenteasuesposo.¿Separadodeella?preguntóRezia.Pordesgracia,sí;laspersonasaquienesmásapreciamosnonosconvienencuandoestamosenfermos.Peronoestabaloco,¿verdad?SirWilliamdijoqueélnuncahablabade«locura»,sinoquelo llamaba«carecerdelsentidode laproporción».Peroasumaridono legustabanlosmédicos.Senegaríaairallí.Enpocaspalabrasyconamabilidad,SirWilliamleexplicó el estado de la cuestión. Había amenazado con suicidarse. No teníanalternativa. Era una cuestión legal. Estará en la cama en una casa grande, en elcampo.Lasenfermeraseranadmirables.SirWilliamlovisitaríaunavezporsemana.SilaseñoraWarrenSmithestabaseguradequenoteníamáspreguntasquehacer—élnuncametíaprisaasuspacientes—volveríanjuntoasumarido.Noteníanadamásquepreguntar,porlomenosaSirWilliam.

Asípues,regresaronjuntoalmásdignoelementodelgénerohumano;elcriminalenfrentadoasusjueces;lavíctimaabandonadaasusuerteenlasalturas;elfugitivo;elmarineroahogado;elpoetadelaodainmortal;elSeñorquehabíaidodelavidaalamuerte;regresaronjuntoaSeptimusWarrenSmith,sentadoenelsillónbajolaluzcenital,lavistaclavadaenunafotografíadeLadyBradshawconsuvestidodeCorte,mascullandomensajessobrelabelleza.

—Hemostenidonuestrapequeñacharla—dijoSirWilliam.—Dicequeestásmuyenfermo—exclamóRezia.—Nos hemos puesto de acuerdo sobre la conveniencia de su ingreso en un

sanatorio—dijoSirWilliam.—¿UnodeesossanatoriosdeHolmes?—preguntóSeptimusconsorna.Aquel individuo causaba una impresión desagradable. Porque había en Sir

William,queerahijodeuncomerciante,un respetonaturalhacia losmodalesyelvestir,queaqueldesaliñoofendía;yademás,yconmayorprofundidad,habíaenSirWilliam, que nunca había tenido tiempo para la lectura, un rencor hondamentearraigadoencontradelagenteculta,queentrabaensuconsultaeinsinuabaquelosmédicos,cuyaprofesiónesunatensiónconstantesobrelasmáselevadasfacultades,nosonhombrescultos.

—Enunodemissanatorios,señorWarrenSmith—dijo—,dondeleenseñaremosadescansar.

Yunacosamás.EstabaconvencidodequecuandoelseñorWarrenSmithseencontrababien,sería

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la última persona del mundo capaz de asustar a su mujer. Pero había hablado desuicidarse.

—Todostenemosnuestrosmomentosdedepresión—dijoSirWilliam.Unavezque caes, repetíaSeptimuspara sus adentros, la naturalezahumana se

cebaenti.HolmesyBradshawtepersiguen.Peinaneldesierto.Selanzangritandoalaespesurasalvaje.Teaplicaneltormentodelpotroylasempulgueras.Lanaturalezahumanaesimplacable.

—¿Ledabanataquesalgunavez?—preguntóSirWilliam,conel lápiz sobre lacartulinarosa.

Esoeraasuntosuyo,dijoSeptimus.—Nadievivesóloparasí—dijoSirWilliam,echandounamiradaalafotografía

desumujerenvestidodeCorte.—Ytieneustedunabrillantecarrerapordelante—dijoSirWilliam.Ahí,sobrela

mesa,estabalacartadelseñorBrewer—.Unacarreraexcepcionalmentebrillante.Pero,¿ysiconfesaba?¿Ysicomunicara?¿Ledejaríanmarcharentonces,Holmes,

Bradshaw?—Yo…yo…—balbuceó.Pero¿cuálerasucrimen?Nolorecordaba.—¿Sí?—instóSirWilliam.(Peroseestabahaciendotarde.)Amor,árboles,noexisteelcrimen…¿cuálerasumensaje?Nolorecordaba.—Yo…yo…—balbuceóSeptimus.—Intente pensar en usted lo menos posible —dijo Sir William amablemente.

Realmente,noestabaencondicionesdeandarporahí.¿Había algo más que desearan preguntarle? SirWilliam se encargaría de todo

(murmuróaRezia)yledaríanoticiasentrelascincoylasseisdeesamismatarde.—Déjelotodoenmismanos—dijo,ysedespidiódeellos.¡Nunca,jamásReziahabíasufridosemejanteangustiaensuvida!¡Habíapedido

ayudaylahabíanabandonado!¡SirWilliamBradshawloshabíatraicionado!Noeraunbuenhombre.

Sóloelmantenimientodeesecochedebecostarlebastantedinero,dijoSeptimuscuandosalieronalacalle.

Reziaseagarróasubrazo.Loshabíanabandonado.Pero¿quémásqueríaella?

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Asuspacienteslesconcedíatrescuartosdehora;y,sienestacienciarigurosaquese ocupa de lo que, a fin de cuentas, no sabemos nada—el sistema nervioso, elcerebrohumano—,elmédicopierdesusentidodelaproporción,fracasaentantoquemédico.Salud,debemostenerla;ylasaludesproporción;detalmanera,cuandounhombreentraentuconsultadiciendoqueesCristo(undeliriocomún)yquetieneunmensaje, como así suele ser, y amenaza, como a menudo ocurre, con suicidarse,invocaslaproporción,mandasreposoencama,reposoensoledad,silencioyreposo,repososinamigos,sinlibros,sinmensajes;unreposodeseismeses;demodoqueelhombrequeentrabaconcuarentaysietekilossalíapesandosetentayseis.

Laproporción,proporcióndivina,ladiosadeSirWilliam,laadquirióSirWilliama base de patearse los hospitales, de pescar salmón, de tener un hijo de LadyBradshaw enHarley Street, que también pescaba salmón y sacaba fotografías queapenassipodíandistinguirsedeltrabajodelosprofesionales.GraciasalcultoqueSirWilliamle rendíaa laproporción,prosperabanosóloélsinoquehacíaprosperaraInglaterra, recluía a sus locos, prohibía la natalidad, penalizaba la desesperación,impedía que los ineptos propagasen sus opiniones hasta lograr que ellos tambiénparticiparandeeseconceptosuyodelaproporción—elsuyo,tratándosedehombres,el de Lady Bradshaw si se trataba de mujeres (ella bordaba, hacía punto, pasabacuatro de cada siete noches en casa con su hijo), de tal manera que no sólo lorespetabansuscolegasylotemíansussubordinados,sinoquelosamigosyconocidosde sus pacientes le estaban profundamente agradecidos por insistir en que estosproféticosCristosyCristas,quevaticinabanel findelmundooeladvenimientodeDios,debíanbeberlecheenlacama,talycomomandabaSirWilliam.SirWilliam,consustreintaañosdeexperienciaenestaclasedecasos,ysuinstintoinfalible:estoeslocura,aquellocordura;suconceptodelaproporción.

Pero la Proporción tiene una hermana, menos sonriente, más formidable, unaDiosaque inclusoahoraestáentregada—enelcalory lasarenasde la India,enelbarroy fangodeÁfrica, en losalrededoresdeLondres,dondequieraque, enpocaspalabras,elclimaoeldiablotientealoshombresaapartarsedeestecredoverdaderoqueeseldeestaDiosaqueinclusoahoraestáentregadaaderribartronos,adestrozarídolos,ycolocarenlugardeéstossupropioseverosemblante.SellamaConversiónysecebaen lavoluntadde losdébiles,yaque legusta impresionar, imponer, adorarSus propios rasgos, estampados en las caras del populacho.EnHydeParkCorner,subida en un barril, se dedica a predicar; se viste con un sudario blanco y caminacomo un penitente disfrazada de amor fraterno, por fábricas y parlamentos; ofreceayuda, pero desea poder; aparta brutalmente deSu camino a los disidentes y a losinsatisfechos;otorgaSusbendicionesaaquellosque,mirandoaloalto,sumisamentecaptandeSusojoslaluzquelespertenece.Estaseñoratambién(ReziaWarrenSmithlohabíaadivinado)morabaenelcorazóndeSirWilliam,aunqueoculta,comosuele

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estarlo, bajo algún disfraz plausible, bajo algún nombre venerable: amor, deber,sacrificio. Cómo trabajaba Sir William, cuánto se esforzaba en recaudar fondos,propagarreformas,crearinstituciones.Perolaconversión,Diosaexigente,prefierelasangrea los ladrillos,ysecebade lomássutilmenteen lavoluntadhumana.LadyBradshaw,porejemplo.Hacequinceañosestuvoasumerced.Noeranadatangible;no se había producido ninguna escena, ninguna ruptura; solamente el lento hundi-miento de su voluntad, como anegada de agua, en la de su marido. Dulce era susonrisa,rápidasusumisión;lacenaenHarleyStreet,deochoanueveplatos,condiezoquinceinvitadosdeprofesionesliberales,erasuaveycivilizada.Sóloqueamedidaque la velada avanzaba, un levísimo aburrimiento, o quizá incomodidad, un ticnervioso,unavacilación,untropiezoyunaespeciedeconfusiónindicaban—locualeraverdaderamentedolorosodecreer—quelapobreseñoramentía.Hubounaépoca,hace tiempo,enqueLadyBradshawpescabaelsalmónlibremente,ahora, raudaenservirlasansiasdedominioydepoderquedeformatanservililuminabanlosojosdesu marido, se encogía, se empequeñecía, se recortaba, retrocedía, miraba ahurtadillas,demodoque, sin saberexactamentequéera loquehacía laveladade-sagradable y causaba esta presión en la cabeza (que bien podía imputarse a laconversaciónprofesionalo tambiéna la fatigadeungranmédicocuyavida, segúndecía Lady Bradshaw, «no le pertenece a él, sino a sus pacientes»), resultabaverdaderamentedesagradableyporellolosinvitados,cuandoelrelojdabalasdiez,respirabanelairedeHarleyStreetinclusoconalivio,unalivioquelesnegabaasuspacientes.

Ahíenlahabitacióngris,conloscuadrosenlaparedyelvaliosomobiliario,bajolaclaraboyadevidrioesmerilado, tomabanplenaconcienciade lagravedadde sustransgresiones:encogidosenlossillones,mirabancómo,enbeneficiosuyollevabaacabo una curiosa gimnasia con los brazos, extendiéndolos y recogiéndolosbruscamentehacialascaderas,parademostrar(sielpacienteeraobstinado)queSirWilliameradueñodesuspropiosactos,cosaqueelpacientenoera.Enestepuntolosmásdébilessederrumbaban,sollozaban,se rendían;otros,animadosporDiossabequélocura,llamabancondenadofarsanteaSirWilliam,ensupropiacara;poníanentela de juicio, con más atrevimiento si cabe, a la vida misma. ¿Por qué vivir?,preguntaban.SirWilliamcontestabaquelavidaerabuena.SindudaLadyBradshawconsusplumasdeavestruzcolgabaencimadelarepisadelachimenea,yencuantoalos ingresos de su marido, pasaban de las doce mil al año. Pero con nosotros,protestaban, la vida no ha sido tan espléndida. Estaba de acuerdo. Carecían delsentido de la proporción. ¿Y si después de todo no hubiera Dios? Se encogía dehombros. En resumen, vivir o dejar de vivir ¿es asunto nuestro? Pero estabanequivocados. Sir William tenía un amigo en Surrey donde enseñaban lo que SirWilliam reconocía como un difícil arte: el sentido de la proporción. Allí había,

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además, afecto familiar, honor, valentía, y una brillante carrera. Todas estas cosastenían en Sir William Bradshaw un seguro defensor. Si fallaban, le quedaba elamparo de la policía y del bien de la sociedad que, según recalcaba con granserenidad, se encargarían allá en Surrey de que esos impulsos asociales, nacidossobre todode la faltadebuenasangre, fueranmantenidosbajocontrol.Yentoncessalía de su escondrijo y montaba en su trono esa Diosa, cuya pasión consistía enaplastar todaoposición,enestampar indeleblementesu imagenen lossantuariosdelosdemás.Desnudos, indefensos, los exhaustos, los carentesde amigos recibían laimprontadelavoluntaddeSirWilliam.Atacaba,devoraba.Encerrabaalagente.EraestamezcladedecisiónydehumanidadlaqueatraíahaciaSirWilliamelapreciodelosfamiliaresdesusvíctimas.

PeroReziaWarrenSmithgritaba,caminandoporHarleyStreet,quenolegustabaesehombre.

Cortandoy rebanando, dividiendoy subdividiendo, los relojes deHarleyStreetmordisqueaban el día de junio, aconsejaban sumisión, apoyaban la autoridad yseñalaban a coro las supremas ventajas del sentido de la proporción, hasta que elmontículodeltiempoquedótanmermadoqueunrelojcomercial,colgadosobreunatiendadeOxfordStreetanunció,alegreyfraternal,comosifueseunplacerparalosseñoresRigbyyLowndesdarinformacióngratis,queeralaunaymedia.

Sisemirabahaciaarriba,sedabaunocuentadequecadaletradesusapellidossustituíaacadaunadelashoras;inconscientemente,unoquedabaagradecidoaRigbyy Lowndes por darle a uno la hora ratificada por Greenwich. Y esta gratitud (asícavilaba Hugh Whitbread, detenido ante el escaparate de la tienda), más tardellevaba, con naturalidad, a comprar enRigby yLowndes calcetines o zapatos.Asícavilaba. Era su costumbre. No profundizaba. Rozaba superficies; las lenguasmuertas,lasvivas,lavidaenConstantinopla,París,Roma;montaracaballo,tiroalblanco, jugar al tenis, eso fue en otros tiempos. Lasmalas lenguas afirmaban queahoramontabaguardiaenelpalaciodeBuckingham,conmediasdesedaylibreadecalzacorta,sibiennadiesabíaquéesloqueguardaba.Perolohacíaconextremadaeficiencia.Llevaba cincuenta y cinco años navegando con la crema de la sociedadinglesa. Había conocido a Primeros Ministros. Se estimaba que sus afectos eranprofundos.Ysibieneraciertoquenohabíaparticipadoenningunode losgrandesmovimientosdelmomentoniocupadoningúnpuestoimportante,tambiénloeraquese debían a él una o dos humildes reformas: una, la mejora de los albergues debeneficencia;otra,laproteccióndelosbúhosenNorfolk;lasmuchachasdelservicioteníanmotivos para estarle agradecidas; y su nombre al pie de las cartas alTimes,pidiendofondos,haciendollamamientosalpúblicoparaproteger,conservar,limpiarlabasurade lascalles,eliminarhumosyacabarcon la inmoralidaden losparques,imponíarespeto.

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Ymenudoporte que tenía, detenido allí unmomento (mientras el sonido de lamediahorasedesvanecía)amirar,conairecríticoymagistral,calcetinesyzapatos;impecable,rotundo,comosicontemplaseelmundodesdelaalturaysusropasfuesenacordesconello;perotambiénsedabacuentadelasobligacionesquelagrandeza,lariqueza y la salud conllevan, y seguía puntillosamente, incluso cuando no era ab-solutamente necesario, las pequeñas cortesías, las trasnochadas ceremonias, quedaban a su carácter un toque especial, algo a imitar, algo por lo que recordarlo,porque nunca iría a almorzar—por ejemplo—, con LadyBruton, a quien conocíadesdehacíaveinteaños,sinllevarleenlamanounramodeclaveles,ysinpreguntarlea la señoritaBrush, secretaria deLadyBruton, por su hermano de Sudáfrica, cosaque,poralgunarazón,molestabasobremaneraalaseñoritaBrush,carentecomoerade cualquier encanto femenino, porque respondía: «Gracias, le van muy bien lascosasenSudáfrica»,cuandoenrealidadestabaenPortsmouthyleibamuymaldesdehacíaseisaños.

Por su parte, Lady Bruton prefería a Richard Dalloway, que llegó al mismotiempo.Enefecto,coincidieronenelportal.

LadyBrutonpreferíaaRichardDalloway,porsupuesto.Estabahechodematerialmásfino.PeronoleshabríapermitidoavasallarasupobrecitoHugh.Nuncaolvidaríasuamabilidad—deverdadquehabía sidoespecialmenteamable—,auncuandonorecordaba exactamente en qué ocasión. Pero sí, especialmente amable. De todosmodos, ladiferenciaentreunoyotrohombrenoesmucha.Ellanuncalehabíaen-contradosentidoalhechodedespedazara lagente,comohacíaClarissaDalloway,despedazarlayvolverapegar lospedazos;almenosnocuandouna teníasesentaydosaños.Recibió losclavelesdeHughconsusonrisa tristeydura.No ibaavenirnadie más, dijo. Los había engañado con esta invitación para que la ayudaran aresolverunadificultad…

—Perovamosacomerprimero—dijo.Yasí,conbatientedepuertas,empezóunexquisitovaivénsilenciosodedoncellas

condelantalesycofiasblancas,doncellasnopornecesidadsinoporqueformanpartedelmisterioomejordelgranengañoque lasdamasdeMayfairpracticandeunaymediaadoscuando,conungestodelamano,cesaeltráficoysurgeensulugarestaprofundamentira, la comida enprimer lugar, quenadiepaga; y luego lamesaqueparece cubrirse como por voluntad propia de vidrio y de plata, de mantelesindividuales, de cuencos de fruta roja, de filetes de rodaballo cubiertos de salsaoscura,depollostroceadosnadandoensuscazuelas;elfuegoardetodocoloryfiestay con el vino y el café (que nadie ha pagado) nacen visiones alegres en ojospreocupados;ojosantelosqueahoralavidaesmusicalymisteriosa;ojosencendidosahoraparaobservaranimadoslosclavelesrojosqueLadyBruton(cuyosgestoseransiempreduros)habíadepositadojuntoasuplato,deformaqueHughWhitbread,en

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pazconeluniversoenteroyalmismotiempocompletamentesegurodesucategoría,dejósutenedorydijo:

—¿Nocreesqueresultaríanencantadoressobretuencaje?AlaseñoritaBrushlemolestabaintensamenteestafamiliaridad.Loconsideraba

unmaleducado,cosaquehacíareíraLadyBruton.LadyBrutoncogiólosclavelesylossujetódemanerauntantorígida,unademán

parecidoaldelGeneralquesosteníaelrollodepergaminoenelcuadrodetrásdeella.Se quedó inmóvil, en trance. ¿Qué era ella, ahora, la bisnieta del General? ¿Latataranieta?sepreguntóRichardDalloway.SirRoderick,SirMiles,SirTalbot…esoera.Eraimpresionantecómoconservabanelparecidolasmujeresdeesafamilia.EllamismadeberíadehabersidogeneraldelosDragones.Richardhubieraservidoasusórdenes con ilusión; le profesaba el máximo respeto; le encantaban esas ideasrománticassobrelasviejasseñorasdebuenporte,debuenacuna,ylehabríagustado,consubuentalantedesiempre,traerseaalgunosjóvenesexaltadosqueconocía,paraalmorzarconella,¡comosiunelementocomoellapudierahabersecriadoentregenteexaltadadeesetipoquepasaneltiempotomandoté!ConocíabienlatierradeLadyBruton;conocíaasugente.

Habíaunaparra,quetodavíadabafruta,bajolacualLovelace,oHerrick,unouotro —ella nunca leía una palabra de poesía, pero así iba la historia— se habíasentado. Mejor esperar un poco antes de plantearles la cuestión que la teníapreocupada (sobresiapelaralpúblicoonoy,encasoafirmativo,enqué términos,etcétera),mejor esperar hasta que se hayan tomado el café, pensó LadyBruton; ydejólosclavelesjuntoasuplato.

—¿CómoestáClarissa?—preguntóbruscamente.Clarissa siempre decía queLadyBruton no la apreciaba.Esmás,LadyBruton

tenía fama de interesarsemás por la política que por las personas; fama de hablarcomo un hombre; de haber tenido algo que ver con un turbio asunto en los añosochenta,queempezabaamencionarseahoraenalgunasMemorias.Ciertamente,ensusaladeestarhabíaunaalcobadondeseencontrabaunamesa,encimadelacualseencontraba una fotografía del General Talbot Moore, hoy fallecido, quien habíaescrito allí (una noche, en los años ochenta) en presencia de LadyBruton, con suconocimiento, quizá consejo, un telegrama dando la orden de avanzar a las tropasbritánicas,enunaocasiónhistórica.(Conservabalaplumaycontabalahistoria.)Así,cuandodecíaensutonocasual«¿CómoestáClarissa?»,losmaridosteníangrandesdificultades para convencer a sus esposas, e incluso, por fieles que fueran, ellosmismosloponíansecretamenteenduda,delinterésdeLadyBrutonporlasmujeresquefrecuentemente interferíanen lavidadesusmaridos, les impedíanaceptardes-tinos en el extranjero, y a las que había que llevar a la costa, en pleno período desesiones,paracuidarselagripe.Apesardeello,supregunta«¿CómoestáClarissa?»,

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la reconocían siempre las mujeres como una señal de buena voluntad, de unacompañera casi callada cuyas expresiones (quizá media docena en toda una vida)reconocían cierta camaradería femenina que discurría por debajo de los almuerzosmasculinosyuníaaLadyBrutonyalaseñoraDalloway,queraravezseveían,yquedaban la impresión, cuando en efecto llegaban a verse, de indiferencia y aun dehostilidad,enunsingularvínculo.

—Me encontré a Clarissa en el parque esta mañana —dijo Hugh Whitbread,metiendo lacucharaen lacazuela, ansiosodehacerestepequeñoalarde,porque lebastaballegaraLondresparaencontrarseatodoelmundoalavez;perolodijoconcodicia,eraelhombremáscodiciosoquehabíaconocidonunca,pensóMillyBrush,queobservabaaloshombresconimplacablerectitud,yeracapazdeeternadevoción,sobre todo a las de su propio sexo, ya que era nudosa, seca, angular, y totalmentedesprovistadeencantofemenino.

—¿Sabéis quién está en la ciudad? —preguntó Lady Bruton, acordándose derepente—.Nuestroviejoamigo,PeterWalsh.

Todos sonrieron. ¡Peter Walsh! Dalloway se ha alegrado sinceramente, pensóMillyBrush;yWhitbreadsólopensabaensupollo.

¡PeterWalsh!Lostres—LadyBruton,HughWhitbreadyRichardDalloway—seacordarondelomismo:loapasionadamentequePeterhabíaestadoenamorado,cómohabía sido rechazado, cómo se había marchado a la India, el fracaso que habíasufrido, el lío que había formado con su vida; y Richard Dalloway le tenía ungrandísimoaprecioasuqueridoyviejoamigo.MillyBrushsediocuentadeeso;viociertaprofundidadenelcolordelosojoscastañosdeRichard;loviodudar,pensar,loque le interesó,puesDallowaysiempre la interesaba,porque¿quéestaríapensando—sepreguntaba—dePeterWalsh?

Que Peter Walsh había estado enamorado de Clarissa; que iba a volverdirectamenteacasadespuésdelalmuerzoparaveraClarissa;quelediría,conestaspalabras,quelaamaba.Sí,esoibaadecirle.

Milly Brush hubiera podido enamorarse, alguna vez, de estos silencios; yDallowayeraunapersonadequiensiemprepodíasfiarte,ytancaballerosoademás.Ahora,asuscuarentaaños,LadyBrutonnoteníamásquehacerungestoconlaca-beza,ogirarlaunpocobruscamenteparaqueMillyBrushcaptaselaseña,pormuyprofundamentesumergidaqueestuvieraensusreflexionesdeespíritulibre,dealmaincorruptaa laque lavidanopodíaengañar,porque lavidano lahabíadotadodenadaquetuvieseelmásmínimovalor:niunrizo,sonrisa,labio,mejilla,nariz;nadaen absoluto. Lady Bruton no teníamás quemover la cabeza, y Perkins recibía laordendeapresurarseaservirelcafé.

—Sí,PeterWalshhavuelto—dijoLadyBruton.Eraalgovagamentehalagadorparatodos.Habíavuelto,maltratado,fracasado,asuscostasseguras.Peroayudarlo,

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reflexionaron, era imposible: algo fallaba en su carácter.HughWhitbread dijo queunosindudapodíamencionarsunombreaFulanitodeTal.Fruncióelceñoconairelúgubre, consecuentemente, ante la ideade las cartasque tendríaqueescribir a losjefes de despachos gubernamentales respecto de «mi viejo amigo PeterWalsh», ydemás.Peronoserviríadenada—nadadefinitivo—,porculpadesucarácter.

—Problemas conunamujer—dijoLadyBruton.Todoshabían intuidoque esoeraloquehabíaenelfondodelasunto—.Sinembargo—dijoLadyBruton,ansiandodejareltema—,oiremoslahistoriacompletadebocadelpropioPeter.

(Elcafétardabamuchoenllegar.)—¿Las señas?—murmuró Hugh Whitbread. E inmediatamente se produjo un

finooleajeenlamareagrisdelservicioquehervíaalrededordeLadyBrutondíasí,díano,recogiéndola,interceptándola,envolviéndolaenunfinotejidoquerompíalosgolpes,mitigabalasinterrupciones,yextendíaportodalacasadeBrookStreetunafina retícula donde las cosas quedaban alojadas para ser recogidas con precisión,instantáneamente,porelcanosoPerkins,quellevabatreintaañosconLadyBrutonyqueenesemomentoanotabalasseñas;selasentregóaHughWhitbread,quesacósulibreta,alzólascejasy,deslizándolasentredocumentosdelamayorimportancia,dijoquelediríaaEvelynqueloinvitaraaalmorzar.

(EstabanesperandoaqueelseñorWhitbreadterminaraparaservirelcafé.)Hugh eramuy lento, pensóLadyBruton.Estaba engordando, observó.Richard

siempre mantenía su mejor forma. Se estaba impacientando; todo su ser, estabapreparándose —de forma tajante, innegable, dominante—, dejando de lado todasestaspreocupacionesinnecesarias(PeterWalshysuslíos),paraabordaresteasuntoque acaparaba su atención, y no sólo su atención, sino esa fibra que constituía sualma, esta parte esencial de su ser sin la cualMillicent Bruton no seríaMillicentBruton: ese proyecto de organizar la emigración al Canadá de jóvenes de ambossexos, de familias respetables, y asentarlos con buenas posibilidades de prosperar.Exageraba.Quizáhubieseperdidosusentidodelaproporción.Laemigraciónnoera,para los demás, el remedio evidente, la idea sublime. Para ellos no suponía (paraHugh,niparaRichard,nisiquieraparalafielseñoritaBrush)laliberacióndelintensoegotismoqueunamujerfuerte,marcial,bienalimentada,debuenacuna,deimpulsosdirectos, sentimientos rectos y con poca capacidad de introspección (abierta ysencilla: ¿por qué no podía ser todo elmundo abierto y sencillo?, se preguntaba),sientebullir en su interior,pasadaya la juventud,yque tienequeconcentrar sobrealgúnobjeto:puedeserlaEmigración,laEmancipación;perosealoquefuere,esteobjeto alrededor del cual la esencia de su alma se derrama a diario se vuelveinevitablementeprismático,reluciente,medioespejo,mediopiedrapreciosa;avecescuidadosamente oculto para evitar las burlas de la gente, otras orgullosamenteexpuesto. En pocas palabras, la Emigración se había convertido, en gran parte, en

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LadyBruton.Peroteníaqueescribir.YunacartaalTimes,solíadecirlealaseñoritaBrush,le

costabamásqueorganizarunaexpediciónaSudáfrica(locualhabíahechodurantelaguerra). Después de una mañana batallando, a base de empezar, romper el papel,volveraempezar,solíasentirlafutilidaddesucondiciónfemeninacomoenningunaotra ocasión y recurría con agradecimiento al recuerdo de Hugh Whitbread, queposeía—nadiepodíadudarlo—elartedeescribircartasalTimes.

Unser tandiferenteaella,con taldominiodel lenguaje,capazdepresentar lascosastalycomoaloseditoreslesgustabaverlaspresentadas;teníapasionesquenose podían calificar simplemente de codicia. Lady Bruton a menudo reservaba sujuiciosobreloshombresendeferenciaaesamisteriosaconcordiaqueellos,peronolasmujeres,manteníanconlasleyesdeluniverso.Sabíancómopresentarlascosas,sabían lo que se decía; por eso, siRichard la aconsejaba yHugh escribía la carta,estabaseguradenoequivocarse.Asípues,dejóqueHughsecomieraelsoufflé, seinteresóporlapobreEvelyn,esperóhastaqueestuvieronfumandoyentoncesdijo:

—Milly,¿teimportaríairabuscarlospapeles?LaseñoritaBrushsalió,volvió,pusounospapelessobrelamesa,yHughsacósu

plumaestilográfica, suestilográficadeplata,que llevabacumplidosveinteañosdeservicio, dijo desenroscando el capuchón. Estaba en perfecto estado; se la habíaenseñado a los fabricantes: no había razón, dijeron, por la que tuviera queestropearse; lo cual decía mucho en favor de Hugh y de los sentimientos que suplumaexpresaba(así loentendióRichard),mientrasHughempezóaescribircuida-dosamenteletrasmayúsculasconuncírculoalrededor,enelmargen,reduciendoasí,maravillosamente,eldesbarajustedeLadyBrutonalasensatez,alagramáticaqueeleditor del Times, pensó LadyBruton a la vista de tanmaravillosa transformación,debía respetar. Hugh era lento. Hugh era pertinaz. Richard decía que era precisocorrerriesgos.Hughproponíamodificacionesendeferenciaalossentimientosdelagente, que —dijo, un tanto cáustico ante las risas de Richard «debían serconsiderados»,yleyóenvozalta«cómo,enconsecuenciaopinamosqueelmomentooportunoha llegado…lasuperflua juventuddenuestrapoblaciónenconstantecre-cimiento…loquedebemosa loscaídos…», frasesqueRichardconsiderabapajaytonterías,pero inofensivas sindudayHughsiguió trazando sentimientosporordenalfabético, de la mayor nobleza, sacudiendo de su chaleco la ceniza del puro,repasando de vez en cuando todo lo que habían progresado hasta que, finalmente,leyóenaltoelborradordeunacartaque—LadyBrutonestabasegura—eraunaobradearte.¿Eraposiblequesuspropiasideassonaranasí?

Hugh no garantizaba que el editor fuese a publicarla, pero iba a almorzar conciertapersona.

AloqueLadyBruton,queraravezprodigabagestosgarbosos,semetiótodoslos

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claveles deHugh en el escote y, abriendo los brazos de par en par, lo llamó «¡MiPrimerMinistro!»Nosabíaquéhabríahechosinellosdos.Selevantaron.YRichardDalloway se acercó como de costumbre, a echar un vistazo al retrato delGeneral,porqueteníalaintención,encuantotuvieraunratolibre,deescribirlahistoriadelafamiliadeLadyBruton.

YMillicentBrutonestabamuyorgullosadesufamilia.Peropodíaesperar,podíaesperar,dijo,mirandoel cuadro.Conelloqueríadecirque su familia,demilitares,administradores, almirantes,habían sidohombresdeacciónquecumplieroncon sudeber; y el primer deber de Richard era su país, pero sin duda que era un rostrointeresante, dijo ella; y todos lospapeles estabanadisposicióndeRichard enAld-mixton,encuantollegaraelmomento;elgobiernolaborista,queríadecir.«¡Ah,lasnoticiasdelaIndia!»,gritó.

Y entonces, mientras estaban de pie en el vestíbulo cogiendo los guantesamarillosdel cuencoqueestaba sobre lamesademalaquitayHugh leofrecíaa laseñoritaBrush,conunamásqueinnecesariacortesía,algunaentradadeteatroqueélnoibaausaroalgúnqueotroobsequio,cosaqueellaodiabadesdelomáshondodesucorazón,lahacíaenrojecersevivamente,RichardsevolvióhaciaLadyBruton,conelsombreroenlamano,ydijo:

—¿Teveremosennuestrafiestaestanoche?—anteloqueLadyBrutonrecobrólamagnificenciaquelaredaccióndelacartalehabíaechadoportierra.Puedeserquevaya, y puede que no. Clarissa tenía una energía maravillosa. Las fiestasaterrorizaban a Lady Bruton. Por otra parte, se estaba haciendo vieja. Eso dejabaentender, en pie ante la puerta, guapa, muy erguida, mientras su chow-chow seestirabatrasellaylaseñoritaBrushdesaparecíaentrebastidoresconlasmanosllenasdepapeles.

YLadyBrutonsubió,lentaymajestuosaasuhabitación,setumbó,conelbrazoapoyado en el sofá. Suspiró, dio un ronquido, no es que estuviera dormida, sóloabotargadaypesada,comouncampodetrébolesalsoldeestecálidodíadeverano,conlasabejaszumbandoaquíyallá,ylasmariposasamarillas.SiemprevolvíaaesoscamposdeDevonshire,dondehabíasaltadopor losarroyosconPatty,suponi,conMortimeryTom,sushermanos.Yhabíaperros,yhabíaratas,ysupadreysumadre,en el césped bajo los árboles, con el servicio de té, y los arriates de dalias, lasmalvarrosas,lagrama;yellos,pequeñosmonstruos,¡siempreinventandomaldades!,volviendoaescondidasporentrelosarbustosparaquenolosvieran,todospringadosdebarro,despuésdehaceralgunabarrabasada.Y¡lascosasquesolíadecirlaniñeraalavistadesusvestidos!

¡Ay! cómo se acordaba…Eramiércoles en Brook Street. Y aquellos tipos tanamables,RichardDalloway,HughWhitbreadhabíansalidoconestecaloralacalle,cuyo ruido llegaba hasta ella, tumbada en el sofá. Tenía poder, posición social y

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dinero.Había vivido en la vanguardia de su tiempo.Había tenido buenos amigos;había conocido a los hombresmás capaces de su época. Elmurmullo de Londressubíahastaella,y sumano,descansandoenel respaldodel sofá, secerrósobreunbastóndemandoimaginario,comoelquesusantepasadoshubieranpodidoblandir,yconelbastónparecía, aunabotargadaypesada,quemandarabatallonesenmarchahaciaCanadá,yaestosbuenoshombresquecaminabanporLondres, ese territoriosuyo,esetrocitodealfombra,Mayfair.

Se alejaban de ella más y más, unidos a ella por un hilo fino (ya que habíanalmorzadoconella)queibaestirándoseyestirándose,volviéndosecadavezmásfinoamedidaqueibancaminandoporLondres;comositusamigosquedaranunidosatucuerpodespuésdehaberalmorzadoconellos,unidosporunhilofinoque(seestabaadormeciendo)sevolvíadifusoconel sonidode lascampanasdando lahorao lla-mandoamisa,comoelhiloúnicodeunaarañaquesemancharadegotasdelluviay,lastrado,terminacediendo.Asísequedódormida.

RichardDallowayyHughWhitbreaddudaronal llegara laesquinadeConduitStreet,enelprecisoinstantequeMillicentBruton,tumbadaenelsofá,dejabaqueelhilo se rompiera: empezó a roncar. Vientos contrarios chocaban en la esquina. Sequedaronmirandounescaparate;nodeseabancomprarohablar,sinosepararse,sóloque,convientoscontrarioschocandoenlaesquina,conesaespeciede lapsodelasmareasdelcuerpo,mañanaytarde,dosfuerzascuyoencuentroformaunremolino,hicieronunapausa.Un cartel deperiódicovolópor los aires, con elegancia, comouna cometa al principio, luego se detuvo, giró, vibró. Un velo de señora quedócolgando. Los toldos amarillos temblaban. La velocidad del tráfico matutino seatenuaba, y algunas carretas aisladas traqueteaban despreocupadas por unas callesmediovacías.EnNorfolk,cuyorecuerdomediovolvíaalamemoriadeRichard,unsuavey tibioviento echaba lospétaloshacia atrás, llenaba las aguasde confusión,ondulaba las hierbas en flor. Los segadores, que se habían tumbado a dormir bajounos setos para descansar la dura tarea de la mañana, abrieron cortinas de hojasverdes, apartaron temblorosas bolas de perifollo para ver el cielo: el cielo estival,azul,diáfanoyardiente.

Consciente de estar mirando una jarra jacobina de doble asa, y de que HughWhitbread admiraba con condescendencia, dándoselas de entendido, un collarespañolcuyopreciopensóenpreguntar,por si legustaraaEvelyn,Richard seguíaaletargado;era incapazdepensarodemoverse.Lavidahabíaechadoallí aquellospecios: escaparates llenos de baratijas multicolores, y uno se quedaba de pie,paralizado, con el letargo de los viejos, mirando. Puede que Evelyn Whitbreadquisiera comprar ese collar español—pudiera ser. Tenía que bostezar. Hugh iba aentrarenlatienda.

—¡Buenaidea!—dijoRichard,siguiéndole.

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DiossabequenoqueríaandarcomprandocollaresconHugh.Perohaymareasenel cuerpo. Lamañana se junta con la tarde. Transportado como si fuera una frágilchalupa en aguas profundas, muy profundas, el bisabuelo de Lady Bruton y susmemoriasytambiénsuscampañasenAméricadelNortenaufragaronysehundieron.YMillicentBrutontambién.Sehundió.ARichardleimportabaunbledoloquepa-sara con la Emigración, con aquella carta, si el editor la publicaba o no. El collarextendidocolgabadelosadmirablesdedosdeHugh.Queselodieraaunachica,siesque tiene que comprar joyas, a cualquier chica, cualquiera que pasara por la calle.PorquelainutilidaddeestavidaimpresionabaaRichardconfuerza:comprarcollaresparaEvelyn.Sihubieratenidounniño,habríadicho:Trabaja,trabaja.PeroteníaasuElizabeth:adorabaasuElizabeth.

—MegustaríaveralseñorDubonnet—dijoHughconsutonosecoymundano.ResultabaqueesetalDubonnetteníalasmedidasdelcuellodelaseñoraWhitbreado,lo que eramás extraño aún, conocía sus gustos en cuanto a joyería española y elnúmero de piezas que poseía en esa línea (Hugh no lo recordaba). Todo ello leparecíatremendamenteextrañoaRichardDalloway.PorqueélnuncalehacíaregalosaClarissa,salvounapulserahacedosotresaños,ynohabíatenidomuchoéxito.Ellanuncase laponía.Ledolíaacordarsedequenuncase laponía.Entonces,comoelhilodeunaarañaque,despuésdeoscilaraquíyallá,seenganchaaunahoja,lamentedeRichard,saliendodesuletargo,sefijóahoraensuesposa,Clarissa,alaquePeterWalsh había amado tan apasionadamente; y Richard había tenido de repente unavisión de ella ahí, en el almuerzo; de élmismo conClarissa; de su vida juntos; yentoncesseacercólabandejadejoyasviejasy,tomandoprimerounbroche,luegounanillo, preguntó ¿cuánto vale esto?», pero dudaba de su propio buengusto.Queríaabrir lapuertadelcuartodeestaryentrarofreciendoalgo:un regaloparaClarissa.Pero…¿qué?Hughvolvíaaestardepie.Erainefablementepomposo.Francamente,después de treinta y cinco años comprando en esa tienda, no iba a tolerar que lodespacharaunsimplemuchachoquenosabíaloquehacía.PorqueDubonnet,segúnparecía,habíasalido,yHughnopensabacomprarnadahastaqueelseñorDubonnetsedignaraaparecer;aloqueeljovensesonrojóyseinclinóconlacortesíahabitual.Todoeraperfectamentecorrecto.Sinembargo,Richardhubierasidoincapazdedecireso, ¡ni aunque le fuera la vida en ello! Por qué esta gente aguantaba esamalditainsolencia, no le entraba en la cabeza. Hugh se estaba convirtiendo en un asnoinsufrible. Richard Dalloway no podía soportar sus modales más de una hora. Ylevantando el sombrero hongo amodo de despedida, Richard dobló la esquina deConduitStreet;deseoso,sí,muydeseosoderecogeresehilodearañaquelouníaaClarissa.Ibaairdirectoaella,aWestminster.

Pero quería volver con algo entre lasmanos. ¿Flores? Sí, flores, porque no sefiabadesugustoparaeloro;cualquiertipodeflores,rosas,orquídeas,paracelebrar

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loqueera,sevieracomoseviera,unacontecimiento;aquelloquesintióporClarissacuandohablabandePeterWalsh en el almuerzo; y es que nunca hablabande ello,nunca,desdehacíaaños,habíanhabladodeello;cosaque,pensó,agarrandosusrosasrojas y blancas (un ramogrande envuelto en papel de seda), es elmayor error delmundo.Llegaelmomentoenquenosepuededecir;unoesdemasiadotímidoparadecirlo, pensó, manoseando sus seis o doce peniques sueltos en el bolsillo,emprendiendo el camino haciaWestminster con su gran ramo de rosas pegado alcuerpo,paradecir sencillamente,conestaspalabras (pensara loquepensaradeél),entregándole las flores: «Te quiero.» ¿Por qué no? Realmente era un milagro, sipensábamosen laguerrayen losmilesdepobresmuchachos,con toda lavidapordelante,enterradosatropel,medioolvidadosya;eraunmilagro.Aquíestabaélcami-nandoporLondresparairadecirleaClarissa,conestaspalabras,quelaquería.Algoque no se dice nunca, pensó.En parte, es por pereza; en parte, es por timidez.EncuantoaClarissa,eradifícilpensarenella;salvoenprontosdememoria,comoenelalmuerzo,cuandolaviocontodaclaridad;todasuvidajuntos.Sedetuvoenelcruce;ylorepitió—porqueerasencillopornaturaleza,yformal,porquesehabíadedicadoa la naturaleza y a la caza; porque era pertinaz y tozudo, porque había sido eldefensordelospisoteadosyhabíaseguidosuinstintoenlaCámaradelosComunes;porquesehabíamantenidoensusencillez,aunquealavezsehubieravueltounpococallado,untantorígido—RichardrepitióqueeraunmilagroquesehubieracasadoconClarissa.Unmilagro,suvidahabíasidounmilagro,pensó,dudandosicruzarono.Le hervía la sangre de ver a estas criaturillas de cincoo seis años cruzando lacallesolas,enplenoPiccadilly.Lapolicíadeberíadehaberparadoeltráficoensegui-da.NosehacíailusionessobrelapolicíadeLondres.Enrealidad,estabareuniendopruebas sobre sus deficiencias. Y aquellos vendedores ambulantes, a quienes seprohibíaquemontaransustenderetesenlacalle;ylasprostitutas,DiosSanto,ellasno tenían la culpa, ni tampoco los jóvenes, sino nuestro detestable sistema social,etcétera;yesoeraloquepensaba,seveíaquelopensaba,mientrasgris,tozudo,ele-gante,limpio,caminabaporelparqueparairadecirleasumujerquelaquería.

Yseloibaadecirconestaspalabras,encuantoentraseenlahabitación.Porqueesunaverdaderalástimanodecirnuncaloqueunosiente,pensabamientrascruzabaGreenParkyobservabacomplacidocómose tumbabana lasombrade losárboles,familiasenteras,familiaspobres;niñosdandopatadasalaire,mamandoleche,bolsasdepapeltiradasporahí,quepodíanserfácilmenterecogidas(silagentesequejaba)porunodeesosgruesoscaballerosenlibrea;porqueRichardopinabaquetodoslosparques,todaslasplazas,durantelosmesesdelverano,deberíanestarabiertosalosniños (la hierba del parque lucía y se apagaba, iluminando a las pobresmadres deWestminsteryasusbebésqueandabanagatas,comosialguienestuviesemoviendounalámparaamarillapordebajo).Peroquépodíahacerseporunasvagabundascomo

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aquélla, pobre criatura, apoyada sobre su codo (comosi sehubiese tiradoal suelo,libredeataduras,paraobservarconcuriosidad,especularcondescaro,considerarloscómos y porqués, sin pudor, con los labios sueltos, con humor), él no lo sabía.Llevandosusflorescomounarma,RichardDallowayseacercóaella,observándolapasódecididoasulado,yaunasíhubotiempoparaquesaltaraunachispaentreellos:ella se rió al verlo y él sonrió con buen humor, considerando el problema de lavagabunda;ynoporquefueranahablarseenlavida.PerosíibaadecirleaClarissaque la quería, con estas palabras. En tiempos, había sentido celos de PeterWalsh,celosdeClarissayél.Sinembargo,ella lehabíadichoamenudoquehabíahechobienennocasarseconPeterWalsh;loque,conociendoaClarissa,eraevidentementecierto;ellanecesitabaapoyo.Ynoesquefuesedébil,peronecesitabaapoyo.

En cuanto al palacio de Buckingham (como una vieja prima donna frente alpúblico,todadeblanco),noselepuedenegarciertadignidad,consideró,nitampocodespreciar aquello que, después de todo, representa paramillones de personas (unpequeño gentío esperaba ante la verja para ver salir al Rey) un símbolo, pormuyabsurdoquesea;uncríoconunacajadeladrillospodríahaberlohechomejor,pensó,mirando el monumento a la Reina Victoria (a quien recordaba con sus gafas deconcha,pasandoensucocheporKensington),sublancomontículo,suhipervaloradamaternidad.PerolegustabasergobernadoporeldescendientedeHorsa;legustabalacontinuidadysentirquesetrasmitíanlastradicionesdelpasado.Eraunagranépocalaquelehabíatocadovivir.Deverdadquesuvidamismaeraunmilagro;sí,nolecabía la menor duda: ahí estaba, en lo mejor de su vida, camino de su casa enWestminsterparadecirleaClarissaquelaquería.Estoesfelicidad,pensó.

Esesto,dijoalentrarenDean’sYard.ElBigBenempezabaasonar,primeroelaviso,musical;después,lahora,irrevocable.Losalmuerzostehacenperderlatardeentera,pensó,alllegarasupuerta.

El sonido de Big Ben inundó el cuarto de estar de Clarissa, sentada, muydisgustada, ante su escritorio; preocupada, disgustada. Era la pura verdad que nohabíainvitadoaEllieHendersonasufiesta,perolohabíahechoapropósito.Yahora,laseñoraMarshamleescribía:«LehabíadichoaEllieHendersonquelepreguntaríaaClarissa,porlomuchoqueElliedeseabair.»

Pero¿porquéteníaellaqueinvitarasusfiestasatodaslasmujeresaburridasdeLondres?¿Porqué teníaque intervenir laseñoraMarsham?YahíestabaElizabeth,encerrada todo este rato con Doris Kilman. No podía imaginar nada másnauseabundo. Rezando a estas horas con esa mujer. El sonido de la campanainundabalahabitaciónconsuondademelancolía,queremitióyserecompusoparacaerunavezmás,yenesemomentooyó,distraída,algoquemanipulaba,querascabalapuerta.¿Quiénpodíaseraestashoras?¡Tres!¡DiosSanto,lastresya!Enefecto,conavasalladorafuerzaydignidadelrelojdiolastres;yyanooyónadamás;peroel

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picaporte giró y ¡ahí estaba Richard! ¡Qué sorpresa! Ahí entraba Richard,entregándole unas flores. Le había fallado una vez, en Constantinopla; y LadyBruton, cuyos almuerzos tenían fama de ser extraordinariamente divertidos, no lahabíainvitado.Leestabaofreciendounasflores—rosas,rojasyblancas.(Peroéleraincapazdedecidirseadecirlequelaquería,noconestaspalabras.)

Peroquéencanto,dijo,cogiendolasflores.Comprendió,comprendiósinqueélhablara;ellaerasuClarissa.Laspusoenunosjarronesencimadelachimenea.Québonitas son,dijo.Y¿hasidodivertido?,preguntó¿HabíapreguntadoporellaLadyBruton?PeterWalsh había regresado.La señoraMarsham le había escrito. ¿DebíainvitaraEllieHenderson?Lamujerésa,Kilman,estabaarriba.

—Perovamosasentarnoscincominutos—dijoRichard.Todo parecía tan vacío. Todas las sillas estaban contra la pared. ¿Qué habían

hecho? ¡Ah!Era para la fiesta.No, no se había olvidado de la fiesta. PeterWalshhabía vuelto. Sí, sí, había estado con él.Y va a conseguir el divorcio, estaba ena-moradodeunamujerdeporahí.Nohabíacambiadoenlomásmínimo.Yahíestabaella,arreglándoseelvestido…

—PensandoenBourton—dijoClarissa.—Hugh estaba en el almuerzo —dijo Richard. ¡Ella también se lo había

encontrado!Bueno,puesseestabavolviendoabsolutamenteinsufrible.ComprándolecollaresaEvelyn;másgordoquenunca;unasnoinsufrible.

—Ysemeocurrióderepente«Hubierapodidocasarmecontigo»—dijoClarissa,pensandoenPetersentadoallí,consucorbatitadelazo,conesecuchilloqueabríaycerraba—.Igualquesiempre,yasabes.

Estuvieronhablandodeélduranteelalmuerzo,dijoRichard.(Peroeraincapazdedecirleque laquería.Cogió lamanodeClarissa.Esto es felicidad,pensó.)HabíanestadoescribiendounacartaalTimesparaayudaraMillicentBruton.Hughcasinovalíaparanadamásqueeso.

—¿YquétalnuestraqueridaseñoritaKilman?—preguntóél.Clarissaencontrabalas rosas absolutamente preciosas; primero estaban todas apiñadas, ahora, pordecisiónpropia,empezabanasepararse.

—Kilmanllegaenelmomentoqueterminamosdealmorzar—dijo—.Elizabethsesonroja.Seencierran.Supongoqueestánrezando.

¡Señor!Nolegustabaeso.Peroestascosasvanpasandosiunolesdejaseguirsucurso.

—Conunimpermeableyunparaguas—dijoClarissa.Richardnohabíadicho—Tequiero—;perolacogíadelamano.Estoesfelicidad,esto,pensó.

—PeroporquétengoyoqueinvitaramisfiestasatodaslasmujeresaburridasdeLondres?—dijoClarissa—.YsilaseñoraMarshamdieraunafiesta,¿invitabaellaasusamigas?

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—Pobre Ellie Henderson —dijo Richard, era muy extraño lo mucho que aClarissaleimportabansusfiestas,pensó.

Sinembargo,Richardnoteníaniideadelaspectoquedebíatenerunasala.Ahorabien…¿quéesloqueibaadecir?

Si ella se preocupaba por estas fiestas, no le permitiría darlas. ¿Le hubieragustadohabersecasadoconPeter?Peroteníaqueirse.

Tenía que salir, dijo levantándose. Pero se quedóparado unmomento, como siestuvieseapuntodedeciralgo;yellasepreguntaba…¿qué?¿Porqué?Estabanlasrosas…

—¿Algúncomité?—preguntóella,mientrasRichardabríalapuerta.—Losarmenios—contestóél;oquizádijera—:losalbanos.Yexisteciertadignidadenlagente;ciertasoledad;inclusoentremaridoymujer

unabismo,yesohayquerespetarlo,pensóClarissa,mirandocómoabría lapuerta,porqueesalgodeloqueunanoquieredesprenderse,nitampocoquitárselo,encontradesuvoluntad,almarido,sinperderlaindependencia,laautoestima:algoque,alfinyalcabo,notieneprecio.

Elvolvióconunaalmohadayunacolcha.—Unahoradereposoabsolutodespuésdelalmuerzo—dijo.Ysefue.¡Típico de él! Seguiría diciendo «Una hora de reposo absoluto después del

almuerzo»porlossiglosdelossiglos,porqueunmédicolohabíamandadoenalgunaocasión.Era típico suyo el tomar al pie de la letra lo que losmédicos dijeran; erapartedesuadorableydivinasencillez,quenadieteníahastaesepunto,quelehacíadedicarseasusasuntosmientrasPeteryellaperdíaneltiempopeleándose.YaestabaamitaddecaminodelaCámaradelosComunes,desusarmenios,oalbanosdespuésdedejarlaenelsofá,mirandosusrosas.Ylagentediría:«ClarissaDallowayesunaconsentida.» Le importaban mucho más sus rosas que los armenios. Hostigados,expulsadosdelaexistencia, tullidos,helados,víctimasdelacrueldadyla injusticia(selohabíaoídodecirunaymilvecesaRichard)…perono,nosentíanadaporlosalbanos¿oeranlosarmenios?Encambio,leencantabansusrosas(¿acasonoeraestounaayudaparalosarmenios?),lasúnicasfloresquepodíasoportarvercortadas.PeroRichardyaestabaenlaCámaradelosComunes,ensucomité,despuésdeayudarlaaresolver todas sus dificultades. Bueno, no; por desgracia eso no era verdad: no separóaescucharlasrazonesparanoinvitaraEllieHenderson.Clarissaactuaría,porsupuesto, según los deseos deRichard. Puesto que le había traído la almohada, setumbaría… Pero…, pero… ¿por qué se sentía de repente, sin ninguna razón a sualcance,desesperadamentedesgraciada?Comounapersonaquehubieraperdidounaperlaoundiamanteenlahierbayapartaralasgrandeshojasconsumocuidado,aquíyallá,ybuscaraenvanodeunladoaotro,hastaquealfinatisbaelobjetojuntoalasraíces…,asíibaClarissadeunacosaaotra.No,nofueSallySetonlaquedijoque

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Richardnunca llegaríaaserMinistroporque teníauncerebrodesegundacategoría(el asunto levolvía a lamemoria);no,noeraeso loque le importaba;ni tampocotenía que ver conElizabeth yDorisKilman; esto no eranmás que hechos.Era unsentimiento, un sentimiento desagradable en otromomento del día, algo que Peterhabía dicho, combinado con alguna depresión propia, en su dormitorio, cuando sequitabaelsombrero;yalgodeloqueRicharddijosehabíaañadidoaello.Pero¿quéera?Estabansusrosas.¡Susfiestas!¡Esoera!¡Susfiestas!Amboslahabíancriticadoconmuymalafe,sehabíanburladodeellamuyinjustamente,porlodesusfiestas.¡Esoera!¡Esoera!

Bueno, ¿cómo iba a defenderse? Ahora que sabía de qué se trataba, se sentíaperfectamente feliz. Ellos pensaban, o almenos Peter pensaba, que ella disfrutabaimponiéndose, que le gustaba estar rodeada de gente famosa, ilustres apellidos; enresumen, que era simplemente una esnob. Bueno, puede que Peter pensara eso.Richard solamente consideraba una tontería por su parte que le gustara toda esaexcitación, sabiendo que era perjudicial para su corazón. Era infantil, pensaba él.Pero ambos se equivocaban completamente. Lo que a ella le gustaba era,sencillamente,lavida.

—Esporesoquelohago—ledijo,envozalta,alavida.Comoestaba tumbadaenelsofá,enclaustrada,aislada, lapresenciadeesacosa

quesentíacomoalgotanobvioadquirióconsistenciafísica:convestidoshechosdelossonidosdelacalle,soleada,decálidoaliento,susurrante,agitandolaspersianas.PerosupongamosquePeter ledijera:«Sí,sí,pero tus fiestas…¿quésentido tienentus fiestas?» Entonces, todo lo que podría decir sería (y no esperaba que nadie locomprendiera): Son una ofrenda, que sonaba horriblemente vago. Pero ¿quién eraPeter para concluir que la vida no eramás que un simple navegar? Peter, siempreenamorado,siempreenamoradode lamujerequivocada.¿Enquéconsiste tuamor?podía preguntarleClarissa.Yya sabía su respuesta: que era lomás importante delmundoyqueningunamujerpodríaentenderlo jamás.Muybien.Pero¿acasoalgúnhombrepodíaentenderloqueellaqueríadecir?¿Conlavida?NopodíaconcebirquePeteroRichardsetomaranlamolestiadedarunafiestasinrazónalguna.

Pero profundizandomás, por debajo de lo que la gente decía (y esos juicios…¡qué superficiales, qué fragmentarios son!), centrándose ahora en su propiamente,¿quésignificabaparaellaestacosallamadavida?¡Ay!Eramuyextraño.AquíestabaFulano de Tal, en South Kensington, otro allá en Bayswater, y otro más en —pongamos—Mayfair.Ysesentíacontinuamenteafectadapor laexistenciadeestaspersonas; sentía el desperdicio, y sentía la lástima, y quería que pudieran juntarsetodos;yesoesloquehacía.Eraunaofrenda:combinar,crear;pero¿paraquién?

Una ofrenda por amor a la ofrenda, quizá. En cualquier caso, éste era su don.Ningunaotracosa tenía lamenor importancia:nopodíapensar,escribir,nisiquiera

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tocar el piano. Confundía a los armenios con los turcos, le encantaba tener éxito,odiabalaincomodidad,teníaqueserapreciada,decíatonteríasamares,ysienestemomentolepreguntaranquéeraelEcuador,nosabríadecirlo.

De todos modos, que los días se sucedieran uno tras otro: miércoles, jueves,viernes,sábado,quetedespertarasporlamañana,quevieraselsol,pasearasporelparque,teencontrarasaHughWhitbread,quedespuésentraraPeterderepente,luegolasrosas,asíerasuficiente.Despuésdetodo,¡quéincreíbleeralamuerte!Todotienequeacabar,ynadieenelmundollegaríaasaberhastaquépuntohabíaamadotodoesto,hastaquépunto,acadainstante…

Lapuertaseabrió.Elizabethsabíaquesumadreestabadescansando.Entróconmucho sigilo. Se quedó completamente quieta. ¿Es que algún mongol habíanaufragado en la costa de Norfolk (como decía la señora Hilbery) y se habríamezcladoconlasmujeresDalloway,unoscienañosatrás?PorquelosDallowayporlogeneral eran rubiosydeojos azules;Elizabeth, por el contrario, eramorena, deojos achinados en un cutis pálido, misterio oriental; y era dulce, considerada,tranquila.Deniña,había tenidounperfectosentidodelhumor.Sinembargo,ahoraqueteníadiecisieteaños—elporqué,Clarissanoloentendíaenabsoluto—,sehabíavueltomuyseria,comounjacintoenvueltoenunavainaverdebrillante,concapullosapenastintados,unjacintoalquenolehadadoelsol.

Sequedómuyquietaymirabaa sumadre,pero lapuerta estabaentreabiertayfueraseencontrabalaseñoritaKilman,Clarissa losabía; laseñoritaKilmanconsuimpermeable,escuchandotodoloquedijeran.

Sí,laseñoritaKilmanestabadepieenelrellanoyllevabaunimpermeable,perotenía sus razones. En primer lugar, era barato; en segundo lugar, tenía más decuarentaañosy,a findecuentas,novestíaparaagradar.Además,erapobre,pobrehasta la degradación. De lo contrario, no andaría aceptando trabajos de personascomo los Dalloway, de la gente rica, a la que le gustaba ser amable. El señorDalloway,laverdadseadicha,habíasidoamable.PerolaseñoraDalloway,no.Habíasido simplementecondescendiente.Procedíade la clasemásdespreciablede todas:delosricos,conunbarnizdecultura.Teníancosascarasportodaspartes:cuadros,alfombras,montonesdecriados.ConsiderabaqueteníaperfectoderechoacualquiercosaquelosDallowayhicieranporella.

La habían engañado. Sí, la palabra no era ninguna exageración, porque ¿no esciertoqueunachicatienederechoaalgodefelicidad?Puesellanohabíasidofeliznunca, por ser tan torpe y tan pobre.Y luego, justo cuando parecía que tenía unaoportunidad en la escuelade la señoritaDolby, estalló la guerra.Nuncahabía sidocapazdedecirmentiras.LaseñoritaDolbypensóquelaseñoritaKilmanestaríamásagustoconpersonasquecompartieransuopiniónacercadelosalemanes.Tuvoqueirse.Ciertoquelafamiliaeradeorigenalemán—elapellidoseescribíaKiehlmanen

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elsiglodieciocho—,peromataronasuhermano.Laecharonporquenoquisofingirque creía que todos los alemanes eran unos malvados. ¡Pero si tenía amigosalemanes!¡SilosúnicosdíasfelicesdesuvidaloshabíapasadoenAlemania!Ydes-puésdetodo,podíadarclasesdehistoria.Habíatenidoqueaceptarloqueledieran.ElseñorDallowaylahabíaconocidocuandotrabajabaencasadelosFriend.Lehabíapermitido(yesoeraverdaderamentegenerosoporsuparte)darclasesdehistoriaasuhija.Tambiénledabaclasesdeculturageneral,yeso.Entonces,DiosNuestroSeñorlavisitó (yenestepunto,siempre inclinaba lacabeza).Habíavisto la luzhacedosañosytresmeses.AhorayanoenvidiabaalasmujerescomoClarissaDalloway;lascompadecía.

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Lascompadecíaydespreciabadesdelomáshondodesucorazón,allídepieenlablanda alfombra, mirando el viejo grabado de una niña pequeña con manguito.Mientrashayaestoslujos,¿quéesperanzahabíadequemejoraranlascosas?Enlugarde quedarse tumbada en un sofá —«Mi madre está descansando», había dichoElizabeth— tendría que haber estado en una fábrica, detrás de un mostrador; ¡laseñoraDallowayytodaslasdemásseñorasfinolis!

Amargadaeindignada,laseñoritaKilmanhabíaentradoenunaiglesiahacedosañosytresmeses.HabíaoídoalReverendoEdwardWhittakerpredicar,alosniñoscantar;habíavistocómolas lucessolemnesdescendían,yentonces,yafuerapor lamúsica o por las voces (ellamisma, cuando estaba sola, por la noche, encontrabaconsueloenelviolín;peroelsonidoeradesgarrador:noteníaoído),lossentimientosardientesyturbulentosquehervíanysaltabanenellasehabíanapaciguadomientrasestaba sentada allí, y había llorado copiosamente y había ido a visitar al señorWhittakerasudomicilioparticulardeKensington.EralamanodeDios,dijoél.ElSeñor le había mostrado el camino. Así pues, ahora, en cuanto los sentimientosdolorososde indignaciónhervíanensu interior,eseodiohacia la señoraDalloway,eseresquemorencontradelmundo,pensabaenDios.PensabaenelseñorWhittaker.A la rabia le sucedía la calma. Una dulce savia llenaba sus venas, sus labios seentreabríany,depieenelrellanocomounaformidablefigura,consuimpermeable,mirócondecididaysiniestraserenidadalaseñoraDalloway,quesalíaconsuhija.

Elizabethdijoquehabíaolvidadosusguantes.EraporquelaseñoritaKilmanysumadreseodiaban.Nopodíasoportarverlasjuntas.Subiócorriendoaporsusguantes.

Pero la señoritaKilmannoodiabaa la señoraDalloway.VolviendosusojosdecolorgrosellasobreClarissa,observandosucaritarosada,sudelicadocuerpo,suairedefrescuraydeeleganciaalaúltima,laseñoritaKilmanpensaba:¡Estúpida!¡Boba!¡Tú no has conocido pena ni placer; has desperdiciado tu vida en nimiedades! Ysurgía en ella entonces un poderosísimodeseo de vencerla, de desenmascararla. Sihubiesepodidoderribarla,esolahabríaaliviado.Peronosetratabadelcuerpo,eraelalmaysuburlaloquequeríasometer,hacerlesentirsudominio.Sipudierahacerlallorar, si pudiera destruirla, humillarla, hacerla caer de rodillas gritando: ¡Tienesrazón!PeroéstaeralavoluntaddeDios,nodelaseñoritaKilman.Seríaunavictoriareligiosa.Yasíerasumirada:fulgurante.

Clarissa quedó verdaderamente escandalizada. ¡Y ésta es una cristiana, estamujer! ¡Esta mujer le había quitado a su hija! ¡Ella, en contacto con presenciasinvisibles!¡Pesada,fea,vulgar,singracianidulzura,conoceelsignificadodelavida!

—¿SellevaustedaElizabethalosAlmacenes?—preguntólaseñoraDalloway.LaseñoritaKilmancontestóquesí.Sequedarondepie.LaseñoritaKilmanno

pensabaseramable.Siempresehabíaganadoelpan.Susconocimientosdehistoriamodernaeranextremadamenteprofundos.Desusescasosingresosconseguíaahorrar

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algoparalascausasenlasquecreía,mientrasqueestamujernohacíanada,nocreíaen nada, educaba a su hija…Y aquí estaba Elizabeth—el aliento un tanto entre-cortado—,lahermosamuchacha.

Así que se iban a los Almacenes. Y era extraño, mientras la señorita Kilmanseguíaahídepie(ybienplantadaqueestaba,poderosaytaciturnacomounmonstruoprehistórico,acorazadoparalaguerraprimigenia),cómo,segundoasegundo,laideaqueteníadeellaseempequeñecía,cómoelodio(hacialasideas,nohacialagente)sedesmoronaba, cómo perdía su malignidad, su tamaño, y volvía a ser, segundo asegundo,simplementelaseñoritaKilman,consuimpermeable,aquien,bienlosabeDios,Clarissalehubieragustadoayudar.

Antetalreduccióndelmonstruo,Clarissaseechóareír.Despidiéndose,sereía.Juntas,laseñoritaKilmanyElizabeth,sefueronescalerasabajo.Enunsúbitoimpulso,conviolentaangustia,porqueestamujerleestabaquitando

asuhija,Clarissaseasomóalabarandillaygritó:—¡Recuerdalafiesta!¡Recuerdanuestrafiestaestanoche!Pero Elizabeth ya había abierto la puerta de la calle; pasaba un camión; no

contestó.¡Amor y religión! pensó Clarissa, volviendo a la sala de estar, temblando por

todaspartes.¡Quédetestables,quédetestablesson!Porqueahoraquenoteníadelanteel cuerpo de la señorita Kilman, la subyugaba—la idea, esto es. Las cosas máscrueles del mundo, pensaba, viéndola torpe, irritada, dominante, hipócrita,escuchandotraslapuerta,celosa,infinitamentecruelycarentedeescrúpulos,conunimpermeable,enelrellano;amoryreligión.¿Habíaintentadoalgunavezconvertiraalguien? ¿Acaso no deseaba que todo el mundo fuese sí mismo? Y miró por laventana, a la vieja de enfrente que subía las escaleras. Que suba las escaleras siquiere,quesedetenga;y luego, talycomoClarissaamenudolahabíavistohacer,quelleguehastasudormitorio,abralascortinasydesaparezcadenuevoenelinteriordelacasa.Enciertomodo,unarespetabaeso:esaancianamirandoporlaventana,sinsaber que la están observando. Había algo solemne en ello… pero el amor y lareligión lo destruirían, sea lo que sea, la intimidad del alma. La odiosaKilman lodestruiría.Ysinembargo,eraunavisiónqueledabaganasdellorar.

Elamortambiéndestruía.Todoloqueerabueno,todoloqueeraverdadseiba.Por ejemplo PeterWalsh.Un hombre, encantador, inteligente, con ideas acerca detodo. Si querías saber algo acerca de —pongamos— Pope, o de Addison, osimplementedecirtonterías,quéaspectoteníalagente,cuáleraelsignificadodelascosas,Peter lo sabíamejorquenadie.EraPeter elque lahabíaayudado; elque lehabíaprestado libros.Perohabíaquevera lasmujeresquehabíaamado:vulgares,triviales, banales. Había que ver a Peter enamorado: iba a verla después de todosestosaños,y¿dequéhablaba?Deélmismo.¡Quépasióntanhorrible!,pensó.¡Qué

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pasióntandegradante!,pensó,recordandoaKilmanyasuElizabethquecaminabanhacialosalmacenesdelaCooperativaMilitar.

BigBendiolamedia.Qué cosa tan extraordinaria, qué extraño, sí, qué conmovedor, el ver a la vieja

(habían sido vecinas durante tantísimo tiempo) retirarse de la ventana, como siestuviese ligada a ese sonido, a esa cuerda.Gigantesco comoera, guardaba algunarelaciónconella.Abajo,abajofuedescendiendoeldedo,másymás,hastaelcentrodelascosascorrientes,haciendoqueelmomentofuesesolemne.Sevioobligada—así lo imaginaba Clarissa— por ese sonido, a moverse, a irse, pero… ¿a dónde?Clarissa intentó seguirla cuando se dio la vuelta y desapareció, y todavía pudovislumbrar su gorra blanca moviéndose al fondo del dormitorio. Ella seguía allí,moviéndose al otro extremo de la habitación. ¿Por qué tantos credos, rezos eimpermeables?yaque—pensóClarissa—ahíestáelmilagro,ahíestáelmisterio,esaanciana, quería decir, a la que veía ir de la cómoda al tocador. Aún la veía. Y elmisteriosupremoqueKilmanpodíadecirquehabíaresuelto,oquePeterpodíadecirhaberresuelto,aunqueClarissanocreíaqueningunodelosdostuvieralamenorideade cómo resolverlo, era sencillamente éste: aquí había una habitación; allí otra.¿Acasolareligióneracapazderesolvereso,oquizáelamor?

Elamor…Enéstasentróelotroreloj,elquesonabasiempredosminutosdespuésdeBigBen,arrastrandolospies,conelregazollenodecachivaches,quetiróalsuelocomo si Big Ben estuviese encantado con su majestad, dictando las leyes, tansolemne, tan justo, pero tenía que acordarse de toda clase de cosillas además—laseñoraMarsham,EllieHenderson,copasparaelhelado—todaclasedecosillasquellegaroncomounariada,saltandoydanzando,alecodeesetoquesolemnequeyacíacomounlingotedeoroenelmar.LaseñoraMarsham,EllieHenderson,copasparaelhelado.Teníaquetelefonearinmediatamente.

Voluble, ruidoso, el reloj retrasado sonó, entrando al eco del Big Ben, con elregazollenodetrastos.Golpeado,rotoporelasaltodeloscoches,porlabrutalidaddeloscamiones,porelavanzarentusiastademilesdehombresangulosos,devistosasmujeres, por las cúpulas y agujas de los edificios de oficinas y los hospitales, losúltimosvestigiosdeese regazo llenodecachivachesparecieronquebrarse,comolallovizna de una ola exhausta, y caer sobre el cuerpo de la señoritaKilman, que sehabíadetenidoenlacalleunosinstantesparadecir«Eslacarne».

Eralacarneloquedebíacontrolar.ClarissaDallowaylahabíainsultado.Esosíqueseloesperaba.Peronohabíatriunfado:nohabíadominadolacarne.Feaytorpe,Clarissa Dalloway se había reído de ella; y había resucitado sus deseos carnales,porquelemolestabatenereseaspectofrenteaClarissa.Tampocopodíahablarcomolohabía hecho.Pero ¿por quédesear parecerse a ella? ¿Por qué?Despreciaba a laseñoraDallowaydesdelomáshondodesucorazón.Noeraseria.Noerabuena.Su

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vida era un tejido de vanidad y engaño. Y sin embargo Doris Kilman había sidovencida.Esmás:pocolefaltóparaecharseallorarcuandoClarissaDallowayseriódeella.«Eslacarne,eslacarne»,murmuró(pueseracostumbresuyahablarenalto),enunintentodedominarestesentimientoturbulentoydoloroso,mientrascaminabaporVictoriaStreet.Le rogaba aDios.Nopodía evitar ser fea, nopodía permitirsecomprarropacara.ClarissaDallowaysehabíareído…peroseconcentraríaenotracosahastallegaralbuzón.PorlomenosteníaaElizabeth.Peroibaapensarenotracosa;pensaríaenRusia;hastallegaralbuzón.

Québiensedebeestarenelcampo,dijomientrasluchaba,talycomoselohabíaindicadoelseñorWhittaker,contraeseviolentoresentimientohaciaelmundoquelahabíadespreciado,quesehabíamofadodeella,lahabíarepudiado,empezandoconestavergüenza:elcastigodesuodiosocuerpoqueresultabainsoportablealavistadela gente. Se peinara como se peinara, la frente le quedaba como un huevo: calva,blanca.Nohabía ropaque le sentarabien.Comprase loque comprase.Yparaunamujerestosindudasignificabanotenertratoalgunoconelsexoopuesto.Jamásseríala primera para ninguno. Últimamente, le parecía a veces que exceptuando aElizabeth,sólovivíaparalacomida,susconsuelos,sucena,suté,subolsadeaguacaliente por la noche. Pero una debía luchar, vencer, tener fe en Dios. El señorWhittakerhabíadichoqueellaestabaahíparaalgúnpropósito.Pero ¡nadiesabíaacostadequésufrimiento!Señalandoelcrucifijo,éldijoqueDioslosabía.Pero¿porquéteníaellaquesufrirmientrasotrasmujeres,comoClarissaDalloway,selibraban?Elconocimientollegaatravésdelsufrimiento,dijoelseñorWhittaker.

HabíarebasadoelbuzónyElizabethyahabíaentradoeneldepartamentoasépticoy oscuro como el tabaco de los almacenes de laCooperativaMilitar y ella seguíamascullando para sus adentros lo que el señor Whittaker había dicho delconocimiento que se alcanza a través del sufrimiento y de la carne. «La carne»,murmuró.

¿Quédepartamentoquería?,dijoElizabethinterrumpiéndola.—Enaguas—contestóbruscamente,ysemetióenelascensorsinvacilar.Subieron. Elizabeth la guiaba de un lado a otro; la guiaba mientras seguía

abstraída,comosifueseunaniñacrecida,unaparatosobarcodeguerra.Ahíestabanlasenaguas:marrones,decorosas,arayas,frívolas,sólidas,ligeras,yellaescogió,ensu abstracción, portentosamente, y la dependienta que la atendía pensó que estabaloca.

Elizabeth se preguntaba, mientras hacían el paquete, qué pensaba la señoritaKilman. Tenían que tomar el té, dijo la señorita Kilman recobrando sus sentidos,sobreponiéndose.Tomaronelté.

ElizabethsepreguntabasieraposiblequelaseñoritaKilmantuvierahambre.Eraesamaneradecomerquetenía,decomerconintensidad,paraluegomirar,unayotra

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vez,alabandejadepastelesazucaradosenlamesadeallado,yluego,siunaseñorayunniñosesentabanyelniñocogíaelpastel,¿esqueesolemolestabaalaseñoritaKilman?Puessí,semolestaba.Habíadeseadoesemismopastel,eldecolorrosa.Elplacer de comer era casi el único placer puro que le quedaba, ¡y hasta en eso sequedabainalbis!

Cuando la gente es feliz, tiene una reserva a la que recurrir, le había dicho aElizabeth, mientras que ella era una rueda sin neumático (le gustaba esa clase demetáforas),sacudidaportodaslaspiedras…Esodecía,undíaquesequedódespuésdelaclase,depiejuntoalachimenea,consubolsadelibros—lallamabasu«carteradecolegial»—,unmartesporlamañana,despuésdeterminarlaclase.Ytambiénha-blaba de la guerra.Después de todo, había gente que no pensaba que los inglesestuvieransiemprelarazón.Habíalibros.Habíadebates.Habíaotrospuntosdevista.¿LegustaríaaElizabethirconellaaescucharaFulanitodeTal?(unviejodeaspectoverdaderamenteextraordinario).Después,laseñoritaKilmanlallevóaciertaiglesiadeKensingtonytomaroneltéconunclérigo.Lehabíaprestadolibros.Elderecho,lamedicina, la política, todas las profesiones están abiertas a las mujeres de tugeneración,decíalaseñoritaKilman.Peroenloqueaellaserefería,sucarreraestabaabsolutamentearruinada,y¿eraculpasuya?PorDiosbendito,dijoElizabeth,no.

SumadreentrabadiciendoquehabíallegadounacestadeBourtonysilaseñoritaKilmanquerríaunas flores.Con la señoritaKilman siempreeramuy,muyamable,perolaseñoritaKilmanapretujabalasflorestodasjuntasenunramoyeraincapazdemantener cualquier conversación ligera, y lo que interesaba a la señorita Kilmanaburríaasumadreylasdosseencontrabansiempremuyadisgustojuntas:laseñoritaKilman se hinchaba y parecía de lo más vulgar, pero la señorita Kilman eratremendamentelista.Elizabethnuncahabíapensadoenlospobres.Ellosvivíancontodo lo que necesitaban: sumadre tomaba el desayuno en la cama todos los días,Lucy se lo subía a su habitación; y le gustaban las mujeres mayores porque eranDuquesasydescendientesdealgúnLord.PerolaseñoritaKilmandijo(unodeesosmartespor lamañana,unavez terminada laclase):«Miabuelo teníauna tiendadepinturas en Kensington.» La señorita Kilman eramuy diferente de cualquiera queconociese;hacíaqueunasesintiesetanpequeña.

La señorita Kilman tomó otra taza de té. Elizabeth, con su aire oriental, sumisterioinescrutable,semanteníaperfectamenteerguidaensuasiento;no,noqueríanadamás.Buscósusguantes—susguantesblancos.Estabanbajolamesa.¡Ah,perono podía irse! ¡La señorita Kilman no la dejabamarchar! ¡Esa joven, que era tanbella!¡Esaniña,a laqueamabadeverdad!Sugranmanoseabrióycerrósobrelamesa.

Peroahorayaseestabaaburriendo,sintióElizabeth.Ydeverdadqueteníaganasdeirse.

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PerolaseñoritaKilmandijo:—Todavíanoheterminado.Entalcaso,naturalmente,Elizabethseesperaría.Peroelambienteestabauntanto

cargadoaquí.—¿Vas a ir a la fiesta esta noche? —preguntó la señorita Kilman. Elizabeth

suponía que sí; su madre quería que fuese. No debía dejar que las fiestas laabsorbieran, dijo la señorita Kilman mientras toqueteaba el último pedazo depastelillodechocolate.

Nolegustabandemasiadolasfiestas,dijoElizabeth.LaseñoritaKilmanabriólaboca, adelantó ligeramente la barbilla y engulló el último trozo de pastelillo dechocolate,luegoselimpiólosdedosyrevolvióeltédesutaza.

Estabaapuntodepartirseendos.Laangustiaeraespantosa.Sipudieseatraparla,si pudiese agarrarla, si pudiese hacerla absolutamente suya para siempre y luegomorir,esoeratodoloquequería.Peroestarahísentada,incapazdepensarnidedecirnada, viendo cómo Elizabeth se volvía contra ella, ver cómo incluso a ella leresultabadesagradable,erademasiado;nopodíasoportarlo.Losgruesosdedossere-plegaron.

—Novoynuncaalasfiestas—dijolaseñoritaKilman,conelsolopropósitodereteneraElizabeth—.Lagentenomeinvitaalasfiestas—ysabía,aldeciresto,quesuegotismoeralarazóndesufracaso;elseñorWhittakerlahabíapuestoenguardia,pero ella no podía remediarlo. Había sufrido terriblemente—. ¿Por qué iban ainvitarme?—dijo—.Soyvulgar, soy triste—sabíaque era estúpido.Pero era todaesagentepasandoporallí,gentequellevabapaquetes,queladespreciaba,laquelehacíadeciresascosas.Peseatodo,ellaeraDorisKilman.Teníasucarrera.Eraunamujerquesehabíaabiertocaminoenlavida.Suconocimientoenmateriadehistoriamodernaeramásquerespetable.

—Nomecompadezcoamímisma—dijo—.Compadezcoa…—queríadecir«atu madre», pero no, no podía, a Elizabeth no— compadezco mucho más a otraspersonas.

Comounapobrecriaturaalaquehanllevadohastaunapuertaporalgúnmotivodesconocido,ysequedaahí,impacientepormarcharsealgalope,ElizabethDallowayseguíasentadaensilencio.¿IríaadeciralgomáslaseñoritaKilman?

—Nomeolvidesdeltodo—dijoDorisKilman.Suvoztemblaba.Yalmomento,aterrorizada,lapobrecriaturasealejóalgalopehastaelfinaldelapradera.

Lamanazaseabrióycerró.Elizabethvolviólacabeza.Seacercólacamarera.Habíaquepagarencaja,dijo

Elizabeth, y se marchó, arrancándole —así lo sintió la señorita Kilman— lasmismísimas entrañas, estirándolas a través de la sala mientras la cruzaba, y fi-nalmente,conunúltimogiro,saludómuyeducadamenteconlacabezaysefue.

Sehabíaido.LaseñoritaKilmansequedósentadaantelamesademármolentre

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lospastelillos, sacudidauna,dos, tresvecesporespasmosdesufrimiento.Sehabíaido.LaseñoraDallowayhabíatriunfado.Elizabethsehabíaido.Labellezasehabíaido;lajuventudsehabíaido.

Yasísequedó,ahíenlamesa.Selevantó,anduvocontorpezaentrelasmesitas,casidandotumbos,alguienlaalcanzóconlaenaguaquesehabíadejado,yseperdió,seperdióentrebaúlesespecialmentepreparadosparaque los llevarana la India.Acontinuación,llegóalaseccióndeartículosparareciénnacidos,anduvoentretodaslasmercancíasdelmundo,perecederasyperdurables,jamones,drogas,flores,papely artículos de escritorio, olores variopintos, unas veces dulces, otras amargos,vagando;yseveíaasívagando,conelsombreroladeado,elrostromuycolorado,enunespejodecuerpoentero;yporfinsalióalacalle.

LatorredelacatedraldeWestminstersealzabaanteella,lamoradadeDios.EnmediodeltráficoestabalamoradadeDios.Contenacidad,sedirigióconsupaquetehaciaaquelotrosantuario, laAbadía,donde, levantandoantesucarasusmanosenforma de tienda de campaña, tomó asiento junto a aquellos que también buscabancobijo, los variopintos creyentes, despojados ahora de su rango social y casi de susexo, las manos levantadas ante el rostro. Pero en cuanto las retiraban,instantáneamente se volvían hombres y mujeres ingleses de clase media, devotos,deseososalgunosdeellos,deverlasfigurasdecera.

PerolaseñoritaKilmanmantuvolatiendadecampañaantesucara.Abandonadaunmomento, acompañada el siguiente, nuevos creyentes llegaron de la calle parasustituiralostranseúntes,yellaseguía,mientraslagentemirabalaiglesiaypasabaarrastrando lospies junto a la tumbadelSoldadoDesconocido, seguía cubriéndoselos ojos con los dedos, intentando, en esa doble oscuridad—porque la luz en laAbadíaeraincorpórea—,elevarsusaspiracionesporencimadelasvanidades,delosdeseos,de lasmercancías, intentandodeshacerse tantodelodiocomodelamor.Letemblaban las manos. Parecía estar luchando. Y sin embargo, para otros Dios eraaccesible y el camino hacia Él resultaba apacible. El señor Fletcher, funcionariojubilado de Hacienda, la señora Gorham, viuda del famoso Consejero Real, seacercabanaÉlcontodasencillezy,unavezterminadassusoraciones,sereclinabanygozabandelamúsica(elórganosonabacondulzura),yveíanalaseñoritaKilmanalotroextremodelbanco,rezando,rezando…,y,comoellosaúnestabanenelumbraldesuinfierno,compartíansusentir,laveíancomounalmaquevagabaporsumismoterritorio;unalmahechadesustanciainmaterial;nounamujer,unalma.

PeroelseñorFletcherteníaqueirse.Tuvoquepasarjuntoaellay,dadoqueibapulcro y aseado como un figurín, no pudo menos que sentir cierta lástima por eldesaliñode lapobremujer:elpelosuelto,supaqueteenelsuelo.Nolodejópasarinmediatamente. Sin embargo, al quedarsemirando a su alrededor, a losmármolesblancos,lasvidrierasgrisesylostesorosacumulados(porquesesentíamuyorgulloso

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delaAbadía),eltamañodeesamujer,surobustezysufuerza—mientrasseguíaahí,cambiandodevezencuandolasrodillasdepostura(tanrigurosoeraelcaminohaciasuDios,tanfuertessusdeseos)—loimpresionaron,comoyahabíanimpresionadoalaseñoraDalloway(nopudoquitárseladelacabezaentodalatarde),alReverendoEdwardWhittakerytambiénaElizabeth.

Y Elizabeth estaba esperando el autobús en Victoria Street. Era tan agradableestaralairelibre.Pensóquequizánoteníaporquévolveracasaenseguida.Eratanagradableestartomandoelaire.Asípues,ibaatomarunautobús.Yyaempezaba,ya,ella ahí con su ropa de impecable corte, ya empezaba… La gente empezaba acompararlaconlosálamos,coneldespuntardelalba,losjacintos,losciervos,elaguavivayloslirios;yesohacíadesuvidaunapesadacarga,porqueantespreferíaqueladejasen tranquilaparahacer loquequisieraenel campo,peroellos lacomparabanconloslirios,yteníaqueasistirafiestas,yLondresresultabamuysosocomparadoconlavidaenelcampo,solaconsupadreylosperros.

Losautobusespasabanconrapidez,separaban,arrancabandenuevo:llamativascaravanas pintadas de rojo y amarillo. Pero ¿cuál de ellos tenía que coger?No leimportaba. Claro que no iba a darse prisa. Tenía tendencia a la pasividad. Eraexpresiónloquelehacíafalta,aunquesusojoseranbonitos,achinados,orientalesy,como decía su madre, con esos hombros tan bonitos y su erguido porte, siempreresultaba encantadora. Además, últimamente, sobre todo por la noche, cuandodemostraba interés por algo —porque nunca parecía entusiasmada—, estaba casiguapa, muy señorial, muy serena. ¿Qué andaría pensando? Todos los hombres seenamorabandeella,yestabaverdaderamenteharta.Ylacosaestabaempezando.Sumadresedabacuenta:loscumplidosestabanempezando.ElhechodequeaElizabethno le interesaramás—la ropa, por ejemplo—preocupaba a veces aClarissa, peroquizá no fuera tan grave, considerando todos esos hámsters y cachorros a los queprocurabaprotegerdelmoquillo,yademás ledabaciertoencanto.Yahoraestaex-trañaamistadconlaseñoritaKilman.Bueno,pensabaClarissaaesodelastresdelamadrugadamientrasleíaalBarónMarbotporquenopodíadormir,esodemuestraquetienesucorazoncito.

Depronto,Elizabethdiounpasoalfrenteysinproblemaalgunosubióalautobús,delantedetodoelmundo.Tomóunasientoenelpisodearriba.Laimpetuosacriatura—unpirata—arrancóconviolencia,conunsalto;Elizabeth tuvoquesujetarsea labarandilla para recomponerse, porque sin duda era un pirata: imprudente, sinescrúpulos,marchandosinpiedad,girandopeligrosamente,agarrandoconaudaciaaunpasajero,oignorandoaunpasajero,escurriéndose,arrogante,comounaanguila,y—luegolanzándoseatodavelaWhitehallarriba.YacasoElizabethpensóunasolavezenlapobreseñoritaKilman,quelaamabasincelos,paraquienellahabíasidounciervoenlibertad,unalunaenelprado.Erafelizdeserlibre.Elairefrescoeratan

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delicioso. Tan cargado que estaba el ambiente en los almacenes de laCooperativaMilitar. Y ahora era como montar a caballo, al galope, Whitehall arriba; a cadamovimiento del autobús el precioso cuerpo enfundado en la chaqueta pardareaccionaba como el de un jinete, comounmascarónde proa—porque la brisa ladespeinabaligeramente—;elcalordabaasusmejillaslapalidezdelamaderapintadadeblanco,ysusbonitosojos, sinotrosojosenque fijarse,mirabanhaciaadelante,vacíos,brillantes,conlafijaeincreíbleinocenciadeunaescultura.

Era esa insistencia en hablar constantemente de su propio sufrimiento lo quehacíadelaseñoritaKilmanunapersonatandifícil.Y¿teníarazón?Siparticiparencomitésydedicarhorasyhorasdesutiempodiariamente(casinuncaloveíacuandoestaba en Londres) suponía alguna ayuda para los pobres, su padre lo hacía, Diossabequesí,siesoeraloquelaseñoritaKilmanqueríadecirconlodesercristiano;peroeramuydifícilafirmartalcosa.Legustaríairunpocomáslejos.¿Unpeniquemás,hastaelStrand?¿Sí?Entonces,ahívaelpenique.IbaarecorrerelStrand.

Legustabalagenteenferma.Ytodaslasprofesionesestánabiertasalasmujeresde tu generación, decía la señorita Kilman. Así que podía ser médico. Podía sergranjera.Losanimalesseponenenfermosamenudo.Podíatenermilacresdeterrenoy gente a sus órdenes. Iría a visitarlos a sus casas. Esto era SomersetHouse.Unapodíasermuybuenagranjera,cosaque,curiosamente—aunquelaseñoritaKilmanfuera parcialmente responsable de ello—, se debía casi por completo a SomersetHouse. Tan espléndido, tan serio, ese gran edificio gris. También le gustaba lasensacióndevertrabajaralagente.Legustabanesasiglesias,comoformasdepapelgris, plantándole cara al fluir del Strand. Esta zona era bastante diferente deWestminster, pensó, apeándose enChanceryLane.Era tan seria, era tan activa.Ensuma,legustaríatenerunaprofesión.Legustaríasermédico,granjera,posiblementeentrarenelparlamentosiloconsiderabanecesario…TodoellodebidoalStrand.

Los pies de esa gente ocupada en sus actividades, lasmanos colocando piedrasobrepiedra,lasmenteseternamenteocupadasnoenpalabreríastriviales(compararalasmujeresconlosálamos,cosabastantesugerente,peromuytonta),sinoenpensaren los barcos, los negocios, las leyes, la administración; y todo era tan señorial(estabaenelTemple),alegre(ahíestabaelrío),piadoso(ahíestabalaiglesia),quelehizotomarlafirmedecisión,dijerasumadreloquedijese,desergranjeraomédico.Claroque,desdeluego,eraalgoperezosa.

Ymásvalíanohablardelasunto.Parecía tan tonto.Era laclasedecosasqueavecesocurríancuandounaestabasola:edificiossinnombredearquitecto,masasdegente que regresaba de laCity y que teníamás poder que los clérigos solteros deKensington,máspoderquecualquieradeloslibrosquelaseñoritaKilmanlehabíaprestado,para estimular aquelloqueyacía adormecido, torpey retraídoenel sueloarenoso de lamente, para abrir una brecha en la superficie, como un niño que de

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pronto estirara los brazos; quizá era sólo eso, un suspiro, un estirón de brazos, unimpulso,unarevelación,quetieneefectopermanenteyqueluegovuelveacaerenelsueloarenoso.Teníaqueirseacasa.Teníaquevestirseparalacena.Pero,¿quéhoraera?¿Dóndehabíaunreloj?

Enfiló lamiradaFleetStreet arriba.Caminóunpoquitohacia la catedraldeSt.Paul, tímidamente, como alguien que entra de puntillas, explorando de noche unacasaextraña,alaluzdeunavela,temerosodequeeldueñoabraderepentelapuertade sudormitorioy lepreguntequéandababuscando; tampoco seatrevía a alejarseporlascallejasraras,porlasbocacallestentadoras,comotampocosehubieraatrevidoen una casa extraña a abrir puertas que pudieran ser las de algún dormitorio, o decuartosdeestar,oqueabrierandirectamentealadespensa.PorqueningúnDallowaybajabaalStrandadiario;ellaeraunapionera,unaextraviadaque,confiada,sehabíaaventurado.

Enmuchosaspectos,pensabasumadre,eraextremadamenteinmadura,comounaniñatodavía,apegadaalasmuñecas,alaszapatillasviejas;unbebéabsoluto,yesoeraencantador.Peroclaro,porotrolado,habíaunatradicióndeserviciopúblicoenlafamilia Dalloway. Abadesas, rectoras, directoras de escuela, dignatarias, en larepública de las mujeres—sin que ninguna de ellas fuera brillante—, eso fueron.PenetróunpocomásendirecciónaSt.Paul.Legustabalaafabilidad,hermandadymaternidad de este tumulto. Le parecía bueno. El ruido era tremendo; de repentetronaronunastrompetas(losdesempleados),porencimadeltumulto;músicamilitar;comosilagenteestuviesedesfilando;ysinembargo,sihubiesenestadomuriéndose,si alguna mujer hubiese echado su último suspiro, y cualquiera que estuviesemirando,alabrirlaventanadelcuartoenelqueaquellamujeracababaderealizareseactodesupremadignidad,hubieramiradoaFleetStreet,aese tumulto,esamúsicamilitarlehabríallegadotriunfante,consoladora,indiferente.

Nosetratabadealgoconsciente.Nohabíaenelloreconocimientodelafortunaodeldestinodeuno,yporesamismarazónprecisamente,inclusoparalosqueestabandeslumbradoscontemplandolosúltimostembloresdelaconcienciaenelrostrodelosmoribundos,eraconsolador.

El olvido de la gente puede resultar hiriente, su ingratitud corrosiva, pero estavoz,fluyendosinfin,añotrasaño,loabsorberíatodo,sealoquefuere:estapromesa,este camión, esta vida, esta procesión; los envolvería a todos y se los llevaría acuestas,comoelhieloenelrudocaudaldeunglaciaratrapaunaesquirladehueso,unpétaloazul,unosrobles,ylosarrastraconsigo.

Pero eramás tardede loquepensaba.A sumadreno le gustaría que estuvieravagandosoladeestamanera.DiomediavueltayvolvióalStrand.

Unsoplodeviento(apesardelcalor,hacíabastanteviento)corrióunfinovelonegro sobre el sol y sobre el Strand. Los rostros se difuminaron, los autobuses de

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repenteperdieronsubrillo.Porque,aunquelasnubeserandeunblancomontañoso,comoparaqueaunoleapeteciesesacarlesdurasastillasconunmachete,conampliasladerasdoradas,pradosdejardinesdecelestialesplaceresensusflancos,yaunquete-nían todo el aspecto de locales habitados dispuestos para la celebración de uncongresodelosdiosessobreelmundo,habíaunperpetuomovimientoentreellas.Seintercambiaban señales cuando, como si estuvieran siguiendo un plan previamentetrazado,deprontounacumbreseencogía,luegotodounbloquedetamañopiramidalquehabíamantenido suposición sinalterarse, avanzabahaciael centro,o solemneencabezabalaprocesiónhaciaunnuevoanclaje.Pormuyfijosquepareciesenensuspuestos, descansando en perfecta unanimidad, nada eramás fresco,más libre,mássuperficialmente sensible que la superficie blanca como nieve o bañada de oro;cambiar, quitar, desmantelar el solemne montaje era inmediatamente posible; y, apesar de la grave fijeza, de la acumulada robustez y solidez, proyectaban sobre latierraluzenunmomento,oscuridadenelsiguiente.

Contranquilidadycompetencia,ElizabethDallowaysemontóenelautobúsdeWestminster.

Idasyvenidas,guiños,señales,esoeralaluzylassombrasqueahoravolvíangrisla pared y amarillo chillón los plátanos y luego pintaba el Strand de gris y losautobuses de amarillo chillón, eso pensaba SeptimusWarren Smith tumbado en elsofádelcuartodeestar;mirandocómoeloro líquidoseencendíayapagabaen lasrosasyenelpapeldelasparedesconlaasombrosasensibilidaddeunservivo.Fuera,losárbolesarrastrabansushojascomoredesporlasprofundidadesdelaire;elsonidodel agua estaba en la habitación y a través de las olas llegaban las voces de unospájaros que cantaban. Todos los poderes vertían sus tesoros sobre su cabeza y sumanoestabaahíenelrespaldodelsofá,talycomolahabíavistoalbañarse,flotando,enlacrestadelasolas,mientrasalolejosenlacostaoíaalosperrosladraryladraralolejos.Notemasmás,diceelcorazónenelcuerpo;notemasmás.

No teníamiedo.En todomomento, laNaturaleza conunguiñodivertido comoaquelpuntodoradoquesemovíaporlapared—allí,allí,allí—indicabasudecisióndemostrar—blandiendo sus plumas, sacudiendo sus trenzas, echando sumanto alvuelodeunladoaotro,conhermosura,siempreconhermosura,yacercándoseparamusitarentresusmanoshuecaslaspalabrasdeShakespeare—susignificado.

Rezia, sentada a lamesa,manoseando un sombrero, lomiraba; lo veía sonreír.Estaba contento pues. Pero no podía soportar verle sonreír. Aquello no era unmatrimonio;unmaridonoteníaporquétenersiempreaquelaspectotanraro,siemprecon sobresaltos, riéndose, sentado hora tras hora en silencio, o agarrándola ydiciéndole que escribiera. El cajón de lamesa estaba lleno de aquellos escritos: laguerra, Shakespeare, grandes descubrimientos; que la muerte no existía.Últimamente, se había puesto excitadísimo sin motivo alguno (y tanto el doctor

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Holmes como SirWilliam Bradshaw dijeron que la excitación era lo peor que lepodíapasar),yagitabalasmanos¡gritandoquesabíalaverdad!¡Losabíatodo!Esehombre, su amigo que habíamuerto, Evans, había llegado, decía. Estaba cantandodetrásdelbiombo.Ellaanotabaloqueéldecía.Algunascosaseranmuyhermosas;otras eran puras tonterías. Y siempre se detenía a medias, cambiando de opinión,queriendoañadiralgo,oyendoalgonuevo,escuchandoconlamanoenalto.Peroellanooíanada.

Yenunaocasiónencontraronalachicaquelimpiabalahabitaciónleyendounodelospapelesacarcajadas.Fuealgohorroroso.PorquehizoqueSeptimussepusieraa gritar contra la crueldad humana: cómo se despedazan unos a otros. Los caídos,decía, los despedazan. «Holmes nos persigue», decía, e inventaba historias sobreHolmes:HolmescomiendoporridgeHolmesleyendoaShakespeare—yseechabaarugirderisaoderabia,porqueeldoctorHolmesparecíarepresentaralgohorrorosoparaél.«Lanaturalezahumana»,lollamaba.Yademásestabanlasvisiones.Sehabíaahogado,solíadecir,yyacíasobreunriscoconlasgaviotaschillandoporencimadeél. Se asomaba al respaldo del sofá amirar las profundidades delmar.O bien oíamúsica.Enrealidad,noeramásqueunorganilloounhombregritandoenlacalle.«¡Québonito!», solía gritar, y las lágrimas empezaban a caer por susmejillas, queparaellaeralomáshorribledetodo:verqueunhombrecomoSeptimus,quehabíacombatido,queeravaliente, lloraba.Yahí sequedaba tumbado,escuchando,hastaquedeprontogritabaquesecaía,¡quesecaíaenlasllamas!Dehecho,ellamirabasihabíallamasenalgúnsitio,tanrealqueeratodo.Peronohabíanada.Estabansolosen lahabitación.Eraun sueño, ledecía ella, y así lo tranquilizabaal fin, pero ellatambiénseasustabaaveces.Suspiró,poniéndoseacoser.

Su suspiro era tierno y encantador, como el viento que sale del bosque alatardecer. Dejaba las tijeras, se volvía hacia la mesa para coger algo. Un ligeromovimiento,unlevetintineo,unosgolpecitosoriginaronalgoahíenlamesadondeestabasentada,cosiendo.Conlosojosentornados,éladivinabasusiluetaborrosa,sumenudocuerponegro,sucaraysusmanos,susmovimientoshacialamesa,cogiendounabobinaobuscando(teníatendenciaaperderlascosas)laseda.EstabahaciendounsombreroparalahijacasadadelseñorFilmer,quesellamaba…Habíaolvidadosunombre.

—¿CómosellamalahijacasadadelseñorFilmer?—preguntóSeptimus.—Señora Peters —dijo Rezia. Temía que fuese demasiado pequeño, dijo,

sosteniéndolo ante ella.La señoraPeters eraunamujer corpulenta; perono le caíabien.SóloporquelaseñoraFilmerhabíasidomuybuenaconellos—.Meregalóunasuvas esta mañana —dijo. Rezia quería hacer algo para demostrar que estabanagradecidos. Había entrado en la habitación la otra noche y se encontró allí a laseñoraPeters,queloscreíafuera,escuchandomúsicaenelgramófono.

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—¿De verdad? —preguntó Septimus. ¿Había puesto el gramófono? Sí; se lohabíacomentadoentonces;sehabíaencontradoalaseñoraPetersescuchandomúsicaenelgramófono.

Empezó, con mucho cuidado, a abrir los ojos, para ver si en efecto había ungramófono allí. Pero las cosas reales, reales de verdad, eran demasiado excitantes.Debíatenercuidado.Noqueríavolverseloco.Empezómirandolasrevistasdemodaenelestanteinferior,luegopocoapocoelgramófonoconsuverdetrompeta.Nadapodíasermásexacto.Así,echándolevalor,miróelaparador,lafuentedeplátanos,elgrabadodelaReinaVictoriayelPríncipeConsorte,larepisadelachimenea,coneljarrónderosas.Ningunadeestascosassemovía.Todasestabaninmóviles;todaseranreales.

—Tienemalalengua,esamujer—dijoRezia.—¿AquésededicaelseñorPeters?—preguntóSeptimus.—Ah, pues… —dijo Rezia, tratando de recordarlo. Le parecía que la señora

Filmerlehabíacomentadoquetrabajabaparaalgunaempresa—.AhoramismoestáenHull—dijo.

—¡Ahora mismo! —dijo con su acento italiano. Ella misma lo había dicho.Septimus se puso lamano amodo de visera, para no vermás que un cachito delrostro deRezia a la vez, primero la barbilla, luego la nariz, luego la frente, por siacaso tuviesealgunadeformidadoalgunahorrorosaseñal.Perono,ahíestabaella,perfectamentenatural,cosiendo,conloslabiosfruncidosqueponenlasmujeres,esaexpresión que invariablemente tienen cuando están cosiendo. Pero no había nadahorrendoenella,seaseguró,mirandoporsegundavez,yporterceravez,elrostrodeRezia,susmanos,porque¿quéhabíadeaterradoroderepugnanteenella,ahísentadaa plena luz del día, cosiendo?La señora Peters teníamala lengua. El señor Petersestaba enHull. ¿A qué entonces rabiar y profetizar? ¿Por qué huir, atormentado yexilado? ¿Por qué las nubes habían de hacerle temblar y sollozar? ¿A qué buscarverdadesyentregarmensajes,cuandoReziaestabasentada,prendiendoalfileresenladelanteradesuvestidoyelseñorPetersestabaenHull?Milagros,revelaciones,an-gustias, soledad, caer a través delmar, precipitarse abajo, abajo, a las llamas, todohabíadesaparecido,porqueteníalasensación,mientrasmirabaaReziarematandoelsombrerodepajadelaseñoraPeters,deunacolchadeflores.

—EsdemasiadopequeñoparalaseñoraPeters—dijoSeptimus.¡Eralaprimeravezdesdehacíadíasquehablabacomoantes!Porsupuestoquesí:

absurdamentepequeño,dijoella.PerolaseñoraPeterslohabíaelegido.Septimusseloquitódelasmanos.Dijoqueeraunsombreroparaelmonodeun

organillero.¡QuéalegríasellevóReziaconesto!Hacíasemanasquenosereíantantojuntos,

desternillándoseenprivadocomo lagente casada.Loquequeríadecir esque si la

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señoraFilmerhubieseentrado,olaseñoraPeters,ocualquiera,nohabríanentendidodequéseestabanriendoSeptimusyella.

—¡Hala!—dijoella,poniendounarosaenlacintadelsombrero.¡Nuncasehabíasentidotanfeliz!¡Nuncaenlavida!

Peroestoeratodavíamásridículo,dijoSeptimus.Ahoralapobremujerparecíauncerdodeferia.(NuncanadielahizoreírtantocomoSeptimus.)

¿Quéteníaensucajadecostura?Teníacintasycuentasdecollar,borlas,floresartificiales.Lovolcótodosobrelamesa.Élempezóajuntarcoloresdisparesporque,aunqueeraundesastreconlasmanos,aunqueeraincapazhastadehacerunpaquete,tenía en cambio un ojo prodigioso, y a menudo acertaba, algunas veces resultabaabsurdo,claro,perootrasmaravillosamenteacertado.

—¡Va a tener un sombrero precioso! —murmuró Septimus, tomando esto yaquello,Rezia arrodillada a su lado,mirando por encima de su hombro.Ahora yaestaba acabado, esto es, el diseño; ahora tenía que coserlo ella. Pero con mucho,muchocuidado,dijoél,demaneraquequedaraexactamentecomoéllohabíahecho.

Asípues,sepusoacoser.Cuandocosía,pensóél,hacíaunruidocomoeldeuncazodeaguaenelfogón:burbujeando,murmurando,siemprehacendosa,pellizcandoypinchandoconsusdeditosfuertesyafilados,laagujadestellando,siemprerecta.Elsol ya podía entrar y salir, ir de las borlas al papel de la pared, que él esperaría,pensaba,estirandolospies,mirándoseelcalcetíncaídoenelpiealotroextremodelsofá,esperaríaenestelugarcaliente,enestabolsadeaireencalma,alquesellegaavecesalsalirdelbosque,alatardecer,cuando,debidoaunhoyoenelsuelooaquelos árboles están dispuestos de una particularmanera (uno debe ser científico porencimadetodo,científico),elcalorformaunabolsayelairegolpealamejillacomoelaladeunpájaro.

—Yaestá—dijoRezia,dándolevueltasalsombreroconlapuntadelosdedos—.Asíestábienporahora.Luego…sufrasesedeshizoenburbujasygoteó,¡plic,plic,plic!,comouncomplacidogrifomalcerrado.

Eramaravilloso.Nunca había hecho nada que le hiciese sentirse tan orgulloso.Tanrealqueera,tanconsistente,elsombrerodelaseñoraPeters.

—Míralo—dijo.Sí, ella siempre sería feliz contemplando ese sombrero. Había llegado a ser él

mismo en ese momento, se había reído en ese momento. Habían estado solos yjuntos.Siemprelegustaríaesesombrero.

Septimuslepidióqueseloprobara.—Pero,¡siseguroquevoyaestarrarísima!—exclamóella,corriendoalespejoy

mirándoseporunlado,luegoporelotro.Yentoncesseloquitódegolpe,porqueseoyóaalguienllamandoalapuerta.¿SeríaSirWilliamBradshaw?¿Habríamandadoyaaporél?

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¡No!Noeramásquelachiquillaconeldiariodelatarde.Loquesiempreocurría,ocurrióentonces,loquepasabatodaslasnochesdesuvida.Lachiquillasechupabaelpulgar,enelumbraldelapuerta;Reziasearrodillaba;Rezialehacíacarantoñasylabesaba;Reziasacabaunabolsadedulcesdelcajóndelamesa.Porqueasíocurríasiempre.Primerolouno,luegolootro.Asíloconstruíaella:primerolouno,luegolootro. Bailando, saltando, dando vueltas y vueltas a la habitación. Él cogió elperiódico.Surreyhaperdido, leyó.Habíaunaoladecalor.Reziarepitió:Surreyhaperdidos;,habíaunaoladecalor,ylasfrasesentrabanensujuegoconlanietadelaseñoraFilmer,ambasriendo,charloteandoalmismotiempo,enmediodesujuego.Élestabamuycansado.Estabacontento.Seibaaacostar.Cerrólosojos.Peroencuantodejódever,lossonidosdeljuegosehicieronmásymásextrañosytenues,ysonabancomo los gritos de gente que busca sin encontrar, y que se aleja más ymás. ¡Lohabíanperdido!

Volvióensíaterrado.¿Quéveía?Lafuentedeplátanossobreelaparador.Allínohabíanadie(Reziasehabíallevadoalaniñaacasadesumadre;erahoradeirsealacama).Esoera:quedarsesoloparasiempre.EsafuelacondenapronunciadaenMiláncuandoentróenlahabitaciónylasviorecortandoformasenteladebocacíconsustijeras:quedarsesoloparasiempre.

Estaba solo, con el aparador y los plátanos. Estaba solo, vulnerable en aquellacumbreinhóspita,tumbado,peronoenlacimadeunacolina,noenunrisco,sinoenelsofádelasaladeestardelaseñoraFilmer.Encuantoalasvisiones,losrostros,lasvoces de los muertos, ¿dónde estaban? Había un biombo frente a él, con juncosnegrosygolondrinasazules.Ahídondeanteshabíavistomontañas,dondehabíavistocaras,dondehabíavistobelleza,habíaunbiombo.

—¡Evans!—gritó.Nohuborespuesta.Elchillidodeunratón,oel rocedeunacortina: ésas eran las voces de los muertos. Le quedaban el biombo, la pala delcarbón, el aparador. Tenía pues que enfrentarse al biombo, a la pala de carbón, alaparador,peroReziairrumpióenlahabitación,charlando.

Habíallegadounacarta.Todoslosplanessehabíanalterado.Alfinal, laseñoraFilmernoibaapoderiraBrighton.NohabíatiempoparaavisaralaseñoraWilliams,yReziapensabaqueeraverdaderamentemuy,muymolesto,cuandoderepentevioelsombreroypensóque…quizá…podríahacerunpequeño…Suvozfueapagándoseensatisfechamelodía.

—¡Malditasea!—gritó(losjuramentosdeReziaeranunabromaentreellos):sehabía roto laaguja.Sombrero,niño,Brighton,aguja.Reziase lomontaba;primerounacosa,luegolaotra,seloibamontandomientrascosía.

Quería que Septimus le dijera si cambiando la rosa de sitio habíamejorado elsombrero.Estabasentadaenunextremodelsofá.Eranperfectamentefelicesahora,dijoelladerepente,dejandoelsombrero.Sí,porqueyapodíadecirlecualquiercosa.

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Podíadecircualquiercosaquelepasarapor lacabeza.Esofuecasi loprimeroquehabíasentidoconél,aquellanocheenelcafé,cuandollegóconsusamigosingleses.Había entrado, un tanto tímido, mirando a su alrededor, y se le había caído elsombrero cuando fue a colgarlo. De eso sí que se acordaba. Sabía que era inglés,aunquenounodelosinglesescorpulentosquesuhermanaadmiraba,porquesiemprefuedelgado,aunqueconuncolormuyfresco,yconsugrannariz,susojosbrillantes,sumaneradesentarseunpocoencorvado,lepareció,selohabíadichomuchasveces,unhalcónjoven,aquellanochequelovioporprimeravez,cuandoestabanjugandoaldominó, y él entró: un joven halcón; pero con ella siempre estuvo muy amable.Nunca lohabíavistodesmadradooborracho,sólosufriendoalgunasvecesporestaterribleguerra,peroaunasí. cuandoellaentraba, loolvidaba todo.Cualquiercosa,cualquieraquefuese,cualquierproblemillaqueellatuvieraconsutrabajo,cualquiercosaqueseleocurrieseselodecía,yéllocomprendíaenseguida.Niconsufamiliaeralomismo.Comoeramayorqueellaytaninteligente—¡quéserioera,empeñadoen que leyera a Shakespeare, cuando era incapaz de leer un cuento para niños eninglés!—, como teníamuchísimamás experiencia, podía ayudarla. Y ella tambiénpodíaayudarloaél.

Pero ahora este sombrero. Y luego (se estaba haciendo tarde) Sir WilliamBradshaw.

Sequedóconlasmanosenlacabezaajustándoseelsombrero,alaesperadequeSeptimus dijera si le gustaba o no, y mientras seguía ahí sentada, esperando, lamiradabaja,élsentíalamentedeRezia,comounpájaro,quecaíaderamaenrama,hasta posarse, siempre muy correctamente; leía su mente, mientras seguía ahísentada,enunadeesasposturasrelajadasqueadoptabacontodanaturalidad,ysiéldecía algo, ella le contestaba con una sonrisa, como un pájaro que se posarafirmementeenlarama,contodalafuerzadesusgarras.

Pero él se acordaba. Bradshaw había dicho: «Las personas a quienes másapreciamosnonosconvienencuandoestamosenfermos.»Bradshawhabíadichoquedebíanenseñarleadescansar.Bradshawhabíadichoquedebíansepararse.

—«Debía», «debía», ¿por qué «deben»? ¿Qué poder tenía Bradshaw sobre él?«¿ConquéderechoBradshawmediceamíloque«debo»»hacer?—exclamó.

—Es porque hablaste de suicidarte—dijo Rezia. (Gracias a Dios, ahora podíadecirlecualquiercosaaSeptimus.)

¡Asíqueestabaasumerced! ¡HolmesyBradshawloperseguían! ¡Labestiadelas narices rojas olisqueaba por todos los rincones! ¡Y se atrevía a decirle lo que«debía»hacer!¿Dóndeestabansuspapeles,lascosasquehabíaescrito?

Letrajosuspapeles,lascosasquehabíaescrito,cosasqueellahabíaescritoparaél.Lasechóatropelsobreelsofá.Lasmiraronjuntos.Diagramas,dibujos,pequeñoshombresymujeresblandiendopalosamododebrazos,conalas—¿eranalas?—en

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laespalda,círculostrazadosconmonedasdeunchelínydemediochelín,lossolesylas estrellas, precipicios zigzagueantes con montañeros escalando en cordadas,exactamentecomotenedoresycuchillos,trozosdemarconpequeñascarasrisueñas,saliendodeloquepudieranserlasolas:elmapadelmundo.¡Quémalos!gritó.Ahorasusescritos: losmuertosquecantandetrásde los arbustosde rododendros;odasaltiempo; conversaciones con Shakespeare; Evans, Evans, Evans, sus mensajes delmundo de los muertos; no taléis los árboles; decídselo al Primer Ministro. Amoruniversal:elsignificadodelmundo.¡Quémalos!gritó.

PeroReziapusolasmanossobrelospapeles.Algunoseranmuybonitos,pensó.Losibaaliar(noteníasobres)conuntrozodeseda.

Aunqueselollevaran,dijo,seiríaconél.Nopodíansepararlosencontradesuvoluntad,dijoella.

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Aplanandolosbordes,juntólospapelesehizoelpaquetecasisinmirar,sentadajuntoaél,cerca,pensóSeptimus,comositodossuspétalosestuviesenalrededordeella.Era un árbol en flor, y entre sus ramas asomaba la cara de un legislador, quehabíaalcanzadounsantuariodondenotemíaanadie;niaHolmes,niaBradshaw;unmilagro,un triunfo, elúltimoymásgrande.Titubeante, laviomontar la impresio-nanteescalera,lastradaconHolmesyBradshaw,hombresquenuncapesabanmenosdesetentaydoskilosymedio,quemandabanasusmujeresalostribunales,hombresque ganaban diezmil al año y hablaban de la proporción; que discrepaban en susveredictos (Holmesdecíaun cosa,Bradshawotra), y sin embargoeran jueces; queconfundían la visión con el aparador; que no veían nada claro, y sin embargomandaban,sinembargoinfligían.ElloseranalosqueReziahabíavencido.

—¡Ya está!—dijo ella.Los papeles estaban liados.Nadie andaría hurgando enellos.Ibaaguardarlos.

Y,dijo,nadadebíasepararlos.SesentójuntoaSeptimusylollamóporelnombredeaquelhalcónocuervoque,comoeramaliciosoygrandestructordecosechas,eraprecisamentecomoél.Nadiepodríasepararlos,dijo.

Entoncesselevantóparairaldormitorioahacerelequipaje,peroaloírvocesenelpisodeabajo,pensóquequizáeldoctorHolmeshubierallegadoybajócorriendoparaimpedirquesubiese.

SeptimuslaoyóhablarconeldoctorHolmesenelrellano.—Queridaseñora,hevenidocomoamigo—decíaHolmes.

—No, no le dejaré ver a mi marido—dijo ella. Septimus la veía, como unagallinita,conlasalasextendidascortándoleelpasoaldoctorHolmes.PeroHolmesinsistió.

—Querida señora, permítame… —dijo Holmes, apartándola (Holmes era unhombrefornido).

Holmes estaba subiendo. Holmes iba a abrir la puerta de golpe. Holmes iba adecir: «¿Muerto de miedo, eh?» Holmes iba a atraparlo. Pero no; Holmes no;Bradshawno.Selevantóvacilante,ysaltandoliteralmentedeunpieaotro,consideróelbonitocuchillode laseñoraFilmer, limpioycon lapalabra«pan»grabadaenelmango.Ah,peronosedebíaestropearunacosaasí.¿Elgas?Yaeratardeparaeso.Holmesseacercaba.Navajasdeafeitarsíquepodíahaber,peroRezia,quesiemprehacíacosasasí,lashabíametidoenelequipaje.Sólolequedabalaventana,lagranventanadelapensióndeBloomsbury;elasuntopesado,molestoyuntantomelodra-máticodeabrirlaventanaytirarse.Erasuideadetragedia,nolasuyaniladeRezia(porqueellaestabadesulado).AHolmesyBradshawlesgustabaestaclasedecosas.(Sesentóenelalféizar.)Peroesperaríahastaelúltimomomento.Noqueríamorir.Lavidaerabella;elsolcaliente.¿Simplementesereshumanos?Unviejoquebajabaporlasescalerasdeenfrentesedetuvoyselequedómirando.Holmesestabaenlapuerta.

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«¡Yotelodaré!»,gritó,ysetiróconfuerza,conviolenciaalaverjadelpatiodelashabitacionesdelaseñoraFilmer.

—¡Elmuycobarde!—gritóeldoctorHolmes,abriendolapuertadegolpe.Reziacorrióalaventana,vio,comprendió.EldoctorHolmesylaseñoraFilmerchocaroneluno contra el otro. La señora Filmer se quitó el delantal y le tapó los ojos, en eldormitorio.Hubomuchotrajíndesubidasybajadasporlaescalera.EldoctorHolmesentró,blancocomounasábana,temblandodepiesacabeza,conunvasoenlamano.Teníaqueservalienteybeberalgo,ledijo(¿Quéera?Algodulce),porquesumaridohabíaquedadohorriblementemutiladoynoibaavolverensí,nodebíaverlo,debíaahorrarse cuantos sufrimientos pudiera, tendría que pasar por el trago del juzgado,pobremujer, tan jovenella. ¿Quién lohubieradicho?Un impulso repentino, nadieteníalamásmínimaculpa(ledijoalaseñoraFilmer).Yporquédemonioslohizo,eldoctorHolmesnoteníaniidea.

Leparecía,mientrasbebíaaquellacosadulce,queestabaabriendounasventanasalargadas, saliendo a cierto jardín. Pero ¿dónde? El reloj daba la hora—una, dos,tres:quésensatoeraelsonido,comparadocontodosestosgolpetazosymurmullos;comoelpropioSeptimus.Seestabaquedandodormida.Peroelrelojsiguiósonando—cuatro, cinco, seis— y parecía que la señora Filmer, agitando su delantal (¿nopensaríantraerelcuerpoaquí,verdad?), formabapartedeese jardín,oqueeraunabandera. Rezia, en una ocasión, había visto una bandera que lentamente ondeabadesdesumástil,cuandoestuvoconsutíaenVenecia.Asísesaludabaaloshombresmuertos en combate, y Septimus había estado en la Guerra. De sus recuerdos, lamayoríaeranfelices.

Sepusoelsombreroycorrióentrecamposdetrigo—¿dóndepodíaser?—hastallegar a una colina, en algún sitio a orillas delmar, porque había barcos, gaviotas,mariposas; estaban sentados en una roca. En Londres también, allí se sentaban y,medioentresueños,llegaronasusoídosporlapuertadeldormitorioruidosdelluvia,susurros,movimientosentreeltrigoseco,lacariciadelmar,esoeraalmenoscomoellalosoía,huecosensuconchaarqueada,yasílehablaban,comoenunmurmulloaellatumbadaenlacosta,derramada,comosifueranfloresquevuelanenunatumba.

—Estámuerto—dijo,sonriéndolealapobreviejaquelavelabaconsussincerosojosazulpálidofijosenlapuerta.(¿Nopensaríantraerelcuerpoaquí,verdad?)PerolaseñoraFilmerdijobah,bah,bah,quitándoleimportanciaalasunto.¡Oh,no,no,no!Ya se lo estaban llevando. ¿Acasonodebíandecírselo?Loscasadosdeberíanestarjuntos,pensólaseñoraFilmer.Perohabíaqueseguirlasinstruccionesdeldoctor.

—Déjeladormir—dijoeldoctorHolmes,tomándoleelpulso.Viosucorpulentasiluetarecortadaennegrocontralaventana.Asípues,éseeraeldoctorHolmes.

Unodelostriunfosdelacivilización,pensóPeterWalsh.Esunodelos triunfosdelacivilización,mientrassonabaprecisayestridente la

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sirena de la ambulancia. Con agilidad y precisión, la ambulancia corría hacia elhospital, después de recoger al momento y con humanidad a algún pobre diablo;alguienque sehadadoungolpe en la cabezaoqueha caído enfermo, atropelladoquizáhacíaunminutoenalgunodeesoscruces,comolepodíaocurriraunomismo.Esoera lacivilización.Lellamabalaatención,deregresodeoriente, laeficacia, laorganización,elespíritucomunitariodeLondres.Todosloscarrosyvehículos,motuproprio,seapartabanparadejarpasaralaambulancia.Quizáfuesemorboso,oquizámásbienconmovedor,elrespetoqueledemostrabanaesaambulanciaconlavíctimaensuinterior—hombresmuyocupadosquevolvíanacasaatodaprisa,recordandosin embargo, instantáneamente, a su paso, a su mujer o quizá pensaban que bienpodríanhabersidoelloslosqueseencontraranallí,tumbadosenunacamilla,conunmédico y una enfermera…Bueno, pero pensar se volvíamorboso, sentimental, encuantounoempezabaaevocarmédicos,cadáveres;unpequeño rescoldodeplacer,unaespeciededeseoincluso,anteesaimpresiónvisual,leadvertíanaunodenose-guir adelante conesta clasede cosas—fatalespara el arte, fatalespara la amistad.Cierto.Ysinembargo,pensóPeterWalsh,cuandolaambulanciadoblabalaesquina,aunque la sirenaaltay ligera seoíapor la calle siguienteyaúnmásallá,mientrascruzabaTottenhamCourtRoad,sonandosinparar,éseeselprivilegiodelasoledad;enlaintimidad,unopuedehacerloquequiera.Unopuedellorarsinadieleve.Habíasido su desgracia —esta susceptibilidad suya— en la sociedad anglo-india: el nollorar en el momento adecuado, ni tampoco reír. Llevo dentro algo, pensó, de piejunto al buzónde correos, que ahorapodría hacerme llorar. ¿Porqué?, sabráDios.Por la belleza, probablemente, y por el peso del día que, empezando con aquellavisita a Clarissa, lo había dejado exhausto con su calor, su intensidad, y el goteo(¡plic, plic, plic!) de una impresión tras otra en esa bodega donde se encontraban,profunda,oscura,ynadielosabránunca.Enparteporeso,porestesecreto,inviolabley absoluto, la vida le había resultado un jardín desconocido, lleno de esquinas yrecovecos,sorprendente,sí;deverdadquelecortabanlarespiraciónestosmomentos;yahímismo,mientrasseguíadepiejuntoalbuzónenfrentedelMuseoBritánico,lellegabaunodeesosmomentos,todoconvergíaenunsolopunto:estaambulancia,lavida y lamuerte. Era como si se viera chupado hacia un tejadomuy alto por estearrebatodeemoción,yel restodesupersona,comounaplayablancasalpicadadeconchas,quedaradesnudo,Habíasidosudesgraciaen lasociedadanglo-india,estasusceptibilidadsuya.

En una ocasión,Clarissa, una vez que iban juntos en un autobús a algún sitio,Clarissa tan impresionable, al menos superficialmente, desesperada unas veces, deexcelentehumorotras,todavivaenaqueltiempo,ytanbuenacompañía,conesasuhabilidadparadescubrirgenterara,nombres,pequeñasescenasinsospechadasdesdelo alto del autobús, porque tenían la costumbrede aventurarse porLondres y traer

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bolsas llenas de tesoros del mercado de la calle Caledonian—Clarissa tenía unateoríaporaquelentonces—teníanmontonesdeteorías,siempreteorías,comolasquetienen los jóvenes.Eraparaexplicarelsentimientode insatisfacciónque tenían:denoconoceralagente,denoserconocidos.Porque¿cómoibanaconocerse?Teveíastodos los días, y de repente dejabas de hacerlo durante seis meses, o años. Erainsatisfactorio—en eso estaban de acuerdo— lo poco que uno conocía a la gente.Pero ella decía, sentada en el autobús que subía por Shaftesbury Avenue, que sesentíaentodaspartes;no«aquí,aquíyaquí»,tocandoelrespaldodelasiento,sinoentodaspartes.Clarissamovía lasmanos, subiendoporShaftesburyAvenue.Ella eratodoeso.Asíque,paraconocerlaaellaoacualquiera,habíaquebuscara lagentequeloscomplementaba,inclusoloslugares.Teníaextrañasafinidadesconpersonasalas quenuncahabía dirigido la palabra: conunamujer en la calle, conunhombredetrás de unmostrador, incluso con árboles o graneros.Aquello terminaba en unateoríatrascendentalque,conelterrorqueellaleteníaalamuerte,lepermitíacreer,odecirquecreía(apesardeloescépticaqueera)que,dadoquenuestraapariencia,lapartedenosotrosqueseve,estanmomentáneaencomparaciónconlaotra,nuestraparteinvisible,queseextiendeportodoslados,lainvisiblepodríasobrevivir,podríaserrecuperadaalomejorenalgunapartedetalocualpersona,einclusopodríaserquemerodease en algunos lugares, como un alma en pena, después de lamuerte.Quizá,quizá.

Recordandoesalargaamistaddecasitreintaaños,lateoríadeClarissaresultabaválidahastaciertopunto.Pormuybreves,fragmentadosyamenudodolorososquehubieran sido sus encuentros, y aun con sus ausencias y las interrupciones (estamañana,porejemplo,entróElizabeth,comounapotrancadepiernaslargas,hermosayboba,justocuandoibaaponerseahablarconClarissa),elefectoqueteníansobresu vida había sido inconmensurable. Había cierto misterio en ello. Te daban unasemilla, aguda, intensa, incómoda: el encuentro en sí, que tantopodía serdolorosocomo no serlo; y sin embargo, en los sitiosmás insospechados, florecía, se abría,esparcíasuaroma,sedejabatocar,catar,tedejabamiraratualrededor,sentirloensuplenitudycomprenderlo,despuésdellevarañosperdido.AsíescomoClarissahabíallegado a él; a bordo de un barco; en el Himalaya; evocada por las cosas másdisparatadas(comoSallySeton,¡gansogenerosoyentusiasta!,queseacordabadeélalverhortensiasazules).Lehabíainfluidomásquecualquierotrapersona.Ysiemprede esta manera, apareciéndose ante él sin desearlo, fría, señorial, crítica; o bienarrebatadora, romántica, trayendo con ella un campo inglés o su cosecha. Casisiemprelaveíaenelcampo,noenLondres.Escenatrasescena,enBourton…

Había llegado a su hotel.Atravesó el vestíbulo, con susmontículos de sillas ysofásrojizos,susplantasdehojaspuntiagudasyaspectomarchito.Cogiósullavedeltablero. La joven le entregó unas cuantas cartas. Subió. Casi siempre la veía en

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Bourton,afinalesdelverano,cuandopasabaallíunasemanaoinclusoquincedías,comosolíahacerseenaquellostiempos.Primero,sequedabaenloaltodeunacolina,conlasmanosenelpelo,consucapaondeandoalviento,señalándolos,gritándoles:veía el río Severn ahí abajo.O bien en el bosque, poniendo el agua a hervir,muytorpe con susmanos; el humo haciendo reverencias, dándoles en la cara; su caritarosadaasomandoentreelhumo;pidiéndoleaguaaunaviejaquevivíaenunacabaña,quesalíaalapuertaparaverlesalejarse.Siempreestabancaminando;losdemásibanencoche.Leaburríaelcoche,ningúnanimallegustaba,salvoaquelperro.Recorríanmillasenterasporlacarretera.Interrumpíalamarchaparaorientarseyleindicabaelcamino de vuelta campo a través; y no paraban de discutir, hablaban de poesía,hablabandelagente,hablabandepolítica(ellaeraradicalentonces);nuncasefijabaennada,exceptocuandosedetenía,ycomentabaexcitadalavistadeunpaisajeodeunárbol,yleobligabaaquelomirase;yreanudabanlamarcha,atravesandocamposdemaleza,elladelante,conunaflorparasutía,sincansarsenuncapesealodelicadaqueera;yllegabanaBourtonalcaerlatarde.Entonces,despuésdelacena,elviejoBreitkopfabríaelpianoyseponíaacantarsinpizcadevoz,yellossehundíanenlossillones,tratandodenoreírse,perosiempreacababansucumbiendoyrompíanareír,reír, a reírse sinmotivo. El viejoBreitkopf, supuestamente, no debía darse cuenta.Luego,alamañanasiguiente,seponíanajuguetear,revoloteandocomonevatillas…

¡Anda!¡Cartadeella!Elsobreazul;yésaerasuletra.Ytendríaqueleerla.¡Otrode esos encuentros, seguramente doloroso! Leer la carta suponía un esfuerzoinmenso.«Quémaravillosohabíasidoverle.Teníaquedecírselo.»Esoeratodo.

Pero esta carta lo puso nervioso.Lemolestaba.Hubiera preferido que no se lahubieseescrito.Despuésdeloquehabíaestadopensando,eracomouncodazoenlascostillas. ¿Por qué no lo dejaba en paz? Después de todo, se había casado conDallowayyhabíavividofelizasuladotodosestosaños.

Estoshotelesnosonpropiciosalconsuelo.Nimuchomenos.Unsinnúmerodegentehabíacolgadoelsombreroenesasperchas.Hastalasmoscas,pensándolobien,sehabíanposadoantesenlasnaricesdeotros.Encuantoalalimpieza,tanevidentequelechocabacomounabofetada,noeralimpieza,sinomásbiendesnudez,frigidez;algonecesario.Unamatronaáridahacíasurondaalamanecer,olfateando,espiando,mandandoalasdoncellasdenarizazulquefregaran,fregaranyfregaran,comosielpróximo visitante fuera un pedazo de carne que hubiera que servir en una fuenteperfectamente limpia. Para dormir, una cama; para sentarse, un sillón; para lavarselosdientesyafeitarse,unvaso,unespejo.Loslibros,lascartas,labatadesaparecíanen la impersonalidad de los muebles de la habitación, como impertinenciasincongruentes.Yfue lacartadeClarissa laque lehizover todoesto.«Maravillosovolveraverte.Teníaquedecirlo.»Peterdoblóelpapelyloapartó;¡nadaleinduciríaavolverloaleer!

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Paraqueesacartalellegaraantesdelasseis,tuvoquesentarseaescribirlanadamás irseél,ponerleel selloymandaraalguienaecharla.Era,comosueledecirse,típicodeella.Lehabíaafectadosuvisita.Habíasentidoymucho;porunmomento,cuando le besó la mano, ella había lamentado, le había envidiado incluso, yposiblemente había recordado (lo vio en su mirada) algo que él había dicho: quecambiaríanelmundosisecasabaconél,quizá;ysinembargoestoesloquehabía;madurez,mediocridad;yluegoconsuindomablevitalidadseforzóaolvidarlotodo,porqueteníaunhilodevidacuyafuerzaélnohabíavistoenningunaotrapersona,ensuresistencia,ensuenergíaparasuperar losobstáculosyparaseguir triunfalmenteadelante.Sí,perosegurohabíareaccionadojustocuandoélsaliódelahabitación.Ibaa sentir por él una terrible lástima, iba a preguntarse qué podía hacer ella paraproporcionarlealgúnplacer(cualquiercosamenoslaúnicaeficaz),yselaimaginabacon las lágrimasen lasmejillas, sentándoseal escritoriopara soltaresaúnica líneaque Peter iba a encontrarse como saludo a su regreso… «¡Maravilloso volver averte!»Yerasincera.

PeterWalshyasehabíadesatadoloscordonesdelasbotas.Pero no hubiera sido un éxito, su matrimonio. Lo otro, a fin de cuentas, era

muchomásnatural.Eraextraño;eraverdad;muchagentelosentía.PeterWalsh,aquiennohabíaido

mal en la vida, que había desempeñado adecuadamente los trabajos habituales, eraapreciado,peroseleconsiderabauntantoexcéntrico,sedabaciertaimportancia,eraextraño que él tuviera, sobre todo ahora que su cabello era gris, cierto aire desatisfacción,ciertoairedealgoescondido.Estoeraloquelohacíaatractivoparalasmujeres,aquienesgustabalaideadequenofuesetotalmenteviril.Habíaalgofueradelocorrienteensupersona,odetrásdesupersona.Puedequefuesesuaficiónaloslibros,puesnuncaveníaavertesinecharmanodellibroqueseencontraraencimadelamesa(ahoramismoestabaleyendo,conloscordonesarrastrandoporelsuelo);oquizáporqueerauncaballero, cosaque semanifestabaen sumaneradevaciar lascenizas de su pipa, dándole golpecitos, y por supuesto en sus modales con lasmujeres. Porque era verdaderamente encantador y muy ridículo lo fácil que leresultabaacualquierchicasindosdedosdefrentemanejarloasuantojo.Ellaeralaquecorríaelriesgo.Esdecir,aunquetuvieseeltratomásfácildelmundo,yconsubuenhumorybuenaeducaciónverdaderamente resultabaunacompañía fascinante,era sólohasta ciertopunto.Elladecía algo…puesno, no; él sedaba cuentade sufalsedad.Notolerabaaquello;no,no.Yluegoeracapazdegritar,dehacertodotipodecontorsionesantealgunodeesoschistesdehombres.Eraelmejorjuezdelaco-cinaindia.Eraunhombre.Peronolaclasedehombrealquedeberespetarse,locualera un alivio; no era como elMayor Simmons, por ejemplo; ni en lomás remoto,pensabaDaisycuando,apesardesusdoshijospequeños,solíacompararlos.

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Sequitólasbotas.Sevaciólosbolsillos.Alsacarsucortaplumas,selecayóunafotografía deDaisy en la veranda;Daisy toda de blanco, con un fox-terrier en lasrodillas;muyagradable,muymorena;lamejorquehabíavistodeella.Habíasido,afin de cuentas, tan natural todo;muchomás que conClarissa. Sin problemas. Sinmolestias.Sindesafíosniescarceos.Todovientoenpopa.Yesamuchachamorena,adorable y hermosa, en la veranda, exclamaba (la estaba oyendo): ¡Naturalmente,naturalmentequeselodaríatodo!,gritaba(nosabíaquéeraladiscreción),¡todoloquequisiera!,gritaba,corriendohaciaél,sinimportarlequiénpudieraestarmirando.Yesoquesóloteníaveinticuatroaños,ycondosniños.¡Vaya,vaya!

Nocabíadudadequesehabíametidoenunbuenlíoasuedad.Ypensabaenellocuandosedespertabaenmitadde lanoche.¿Supongamosquesecasaban?Paraél,todoseríaperfecto,pero¿yparaella?LaseñoraBurgess,unabuenapersonaynadachismosa,conquiensehabíasincerado,pensabaqueesteviajesuyoaInglaterra,conelostensiblepropósitodeconsultarasusabogados,podría llevaraqueDaisyreca-pacitara,aquepensaraenlasconsecuencias.Setratabadesuposiciónsocial,dijolaseñora Burgess; de la barrera social; de renunciar a sus hijos. Un buen día, seconvertiríaenunaviudaconunpasadoasusespaldas,vagandoporlossuburbioso,másprobablementeaún,promiscua(yasabes,dijo,quéaspectotienenesasmujeres,tanpintadas).PeroPeterWalshlequitóimportanciaatodoeso.Noteníaintencióndemorirsetodavía.Encualquiercaso,teníaquetomarunadecisiónporsímisma;sersupropiojuez,pensó,paseandoencalcetinesporsuhabitación,alisandosucamisadeetiqueta, pues bien podía ir a la fiesta deClarissa, o quizá fuese a un concierto, oquizásequedaseenelhotelaleerunlibrosubyugantequehabíaescritounhombrequeconocióenOxford.Ysisejubilaba,esoesloqueharía:escribirlibros.SeiríaaOxfordyhurgaríaenlaBodleian.Lahermosamuchachamorenayadorablecorríaenvanohaciaelextremodelaterraza,envanolesaludabaconlamano,gritabaenvanoque le importabaunbledo loquedijera lagente.Ahíestabaelhombrealquemásadmirabaenelmundo,elperfectocaballero,elfascinante,eldistinguido(ysuedadno tenía la menor importancia para ella), paseando en calcetines en un hotel deBloomsbury, afeitándose, lavándose, acariciando, mientras cogía frascos y dejabanavajas,su ideadehurgaren laBodleianybuscar laverdadsobreunparde temasqueleinteresaban.Yhablaríaconquienquisieraycomeríaalahoraquelevinieraengana, y faltaría a las citas; y cuandoDaisy le pidiera—y lo haría—unbeso, y lehicieraunaescenapornoestaralaalturadelasituación(peseaquelaqueríadever-dad)…enpocaspalabras,seríamuchomejor,talycomolaseñoraBurgessdecía,queseolvidaradeél,osimplementelorecordaratalycomoeraenagostode1922,comounafigura,depieenlaencrucijadaalatardecer,quesevuelvemásymásremotaamedida que el charrete se aleja, llevándosela segura y atada en el asiento trasero,aunque sus brazos abiertos todavía le llamen; y mientras ella ve cómo la figura

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mengua hasta desaparecer, sigue gritando que sería capaz de cualquier cosa en elmundo,cualquiercosa,cualquiercosa,cualquiercosa…

Nunca supo lo que pensaba la gente. Cada vez le resultaba más difícilconcentrarse.Sequedabaabsorto;semetíaensuspropiaspreocupaciones,unasvecesarisco,otrasalegre;dependientedelasmujeres,distraído,dehumorcambiante,cadavezmásincapaz(esopensabamientrasseafeitaba)decomprenderporquéClarissanopodíasencillamentebuscarlesunalojamientoyseramableconDaisy,presentarla.Y en ese caso él podría… ¿Qué?Nadamás que vagar y perder el tiempo (en esemomento,enefecto,estabaocupadoenordenarvarias llavesypapeles), saltara loque saliera y catar sabores…, estar solo, en una palabra, ser autosuficiente; peroclaro, era más dependiente que nadie (se abrochó el chaleco); ésa había sido sudesgracia. Era incapaz de mantenerse alejado de los clubs donde los hombres sereunían, le gustaban los coroneles, le gustaba el golf, le gustaba elbridge y, sobretodo,eltratoconlasmujeres,ladelicadezadesucompañía,asícomosufidelidad,suaudaciaygrandezaenelamor,locual,aunqueteníasusinconvenientes,leparecía(elrostromoreno,belloyadorableaparecíaporencimadelossobres)tanabsolutamenteadmirable,unaflortanespléndidaquecrecíaenlomásaltodelavidahumana,ysinembargoeraincapazdeestaralaalturadelasituación,conesainvariabletendenciasuyaaver lascosasmásalláde lasapariencias (Clarissa lehabíadejadounhuecopermanente), y a cansarse conmucha facilidad de la devoción silenciosa y desearvariedad en el amor, aunque se pondría furioso si Daisy amase a cualquier otro,¡furioso!Yesqueeraceloso,incontrolablementeceloso,portemperamento.¡Sufríaauténticos tormentos!Yahora,¿dóndeestabasunavaja;sureloj;sussellos,sucar-tera,ylacartadeClarissaquenoibaavolveraleerperoquelegustabarecordar,ylafotografíadeDaisy?Yahora,acenar.

Estabancomiendo.Sentadosenlasmesaspequeñasalrededordejarrones,bienvestidosunos,otros

no,consuschalesysusbolsosasulado,consuaspectodefalsacompostura,yaqueno teníancostumbredecenar tantosplatos;y tambiéndeconfianza,porquepodíanpagar la cuenta; y de cansancio, porque habían pasado el día entero recorriéndoseLondresdearribaaabajo,comprando,haciendoturismo;consucuriosidadnatural,pueslevantabanlamiradaparamirarcuandoentróelapuestocaballerodelasgafasdeconcha;consubuenavoluntad,porquehabríanestadoencantadosdehacerlecual-quierpequeñofavor,comoprestarleunhorarioosuministrarlealgunainformacióndeutilidad; con su deseo, latiendo en su interior, empujándoles subterráneamente, deestableceralgúntipodepuntoencomún,aunquesólofueseunlugardenacimiento(Liverpool,porejemplo),amigoscomunesoquesellamasenigual;consusmiradasfurtivas,silenciosextrañosyqueluegoabandonabanparavolversúbitamentealais-lamiento y la alegría familiar; allí estaban cenando cuando el señorWalsh entró y

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tomóasientoenunamesitajuntoalacortina.No es que dijera nada, porque, al estar solo, únicamente podía hablar con el

camarero; era su manera de mirar la carta, de señalar con el dedo un vino enparticular,de tenerseerguidoen lamesa,dedisponerseconseriedadynoconglo-tonería,acenarloqueleganóelrespetodelospresentes,unrespetoalquenopodíaaludir expresamente durante gran parte de la cena, pero que no pudo menos quenotarse en la mesa donde estaban sentados losMorris, cuando al final de la cenaoyeron decir al señor Walsh «Peras Barlett». Cómo se podía hablar con esamoderacióny a la vez con firmeza, con la seguridadde quien conocey ejerce susderechos,basadosenlajusticia,eraalgoquenieljovenCharlesMorris,nielviejoCharles, ni la señoritaElaine, ni la señoraMorris sabían. Pero cuando dijo «PerasBarlett», sentado a su mesa, solo, sintieron que PeterWalsh contaba con ellos enalgunabatalla;queeraeldefensordeunacausaqueinmediatamenteseconvirtióenlasuyapropia,detalformaquesusojossecruzaronenunguiñodecomprensiónycuando entraron todos juntos en el salón de fumar, resultó inevitable una pequeñacharlaentreellos.

Nohablarondetemasprofundos,sólocomentaronqueLondresestabaatestadodegente,quehabíacambiadoen losúltimos treintaaños,queelseñorMorrispreferíaLiverpool,quelaseñoraMorrishabíaidoalaexposiciónfloraldeWestminsteryquetodoshabíanvistoalPríncipedeGales.Ysinembargo,pensóPeterWalsh,ningunafamilia en elmundo podía compararse con losMorris, ninguna en absoluto; y lasrelacionesentreellossonperfectas,lesimportanunbledolasclasesaltas,lesgustaloquelesgusta,yElaineestáhaciendoprácticasparaencargarsedelnegociofamiliar,elchico ha conseguido una beca para estudiar en Leeds, la señoramayor (que tieneaproximadamente su misma edad) tiene tres hijos más en casa, y tienen dosautomóviles,peroelseñorMorristodavíaremiendalasbotaslosdomingos;soberbio,absolutamentesoberbio,pensóPeterWalsh,balanceándoseligeramenteconsucopade licor en lamano, entre los peludos sillones rojos y los ceniceros,muy a gustoconsigomismo, porque losMorris lo apreciaban. Sí, apreciaban a un hombre quehabíadicho«PerasBarlett».Loapreciaban,losentía.

IbaairalafiestadeClarissa.(LosMorrisseretiraron,perosevolveríanaver.)Iba a ir a la fiesta de Clarissa porque quería preguntarle a Richard qué estabanhaciendo en la India, los ineptos conservadores. ¿Y qué había en la cartelera deteatro?¿Quémúsica…?Ah,sí,ymerochismorreo.

Porque ésta es la verdadde nuestra alma, pensó, de nuestro ser, que habita losmaresprofundoscomounpezyvanadandoentreoscuridades, colándoseentre lasmatas de gigantescos hierbajos, por espaciosmoteados de sol, adentrándosemás ymásenlastinieblas,lafrialdad,laprofundidad,loinescrutable;derepentesaltaalasuperficieyseexhibenadandoen lasolas rizadasporelviento;esdecir, tieneuna

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imperiosanecesidadderozarse,rascarse,animarseconchismorreos.¿Quéproyectosteníaelgobierno—RichardDallowaylosabría—respectodelaIndia?

Comoeraunanochemuycalurosaloschicos-sandwichpasabanconloscartelesqueproclamabancongrandesletrasrojasquehabíaunaoladecalor,habíansacadounas sillas de mimbre a la escalinata del hotel, y ahí unos caballeros indiferentesfumabanybebíanasorbos.PeterWalshsesentóallí.Unopodía imaginarsequeeldía,eldíadeLondres,nohacíamásqueempezar.Comounamujerquesehubiesequitadoelvestidoestampadoyeldelantalblancoparavestirsedeazulyperlas,eldíase mudaba, se quitaba cosas, sacaba la gasa, se vestía de noche y, con el mismosuspirodeeuforiaqueunamujerexhalaal tirarsusenaguasalsuelo,él tambiénsesacudíaelpolvo,elcalor,elcolor;eltráficomenguaba;losautomóviles,tintineando,velocescomoflechas,sustituíanalapesadezdeloscamiones;yaquíyallá,entreladensa frondade lasplazas,colgabauna intensa luz.Dimito,parecíadecir laúltimatarde mientras palidecía y se apagaba sobre las techumbres y las prominencias,moldeadas y puntiagudas, de hoteles, de pisos y bloques de tiendas, me apago,empezabaadecir,desaparezco,peroLondresnoqueríahacerlecaso,yapuntabasusbayonetashaciaelcielo,ladetenía,laobligabatomarparteensujolgorio.

Porque,desdelaúltimavezquePeterWalshvisitaraLondres,sehabíaproducidola gran revolución del cambio de horario de verano del señor Willett. Las tardeslargas eran nuevas para él. Era estimulante, más bien. Pues mientras los jóvenespasabanconsuscarteras,contentísimosdeverselibres,yorgullosostambién,ensuinconsciencia,depisarestafamosaacera,unaespeciedealegría,barata,deoropelsise quiere, pero euforia a fin de cuentas, encendía sus rostros.Y también iban bienarreglados:mediasrosas,bonitoszapatos.Ahorapasaríandoshorasenelcine.Losperfilaba, los refinaba, la luz azul amarillento del atardecer; y en las hojas de lasplazascobrabaunbrillopálidoylívido:parecíancomoremojadasenaguamarina,lashojasdeunaciudadsumergida.Sequedópasmadoantelabelleza;yledabaánimostambién, ya que, mientras los anglo-indios que habían regresado se sentaban porderecho propio (conocía a montones de ellos) en el Oriental Club, repasandobiliosamentelaruinadelmundo,ahíestabaél,másjovenquenunca;envidiandoalosjóvenesporelveranoqueestabanpasandoytodoeso,ysospechando—eramásqueunasospecha,graciasalaspalabrasdeunamuchacha,alarisadeunacriada—cosasintangiblesalasquenosepuedeponerlamanoencima—,quesehabíaproducidouncambio en esa pirámide donde todo se acumulaba, que en su juventud le habíaparecido inconmovible. La habían tenido encima con toda su fuerza; los habíaaplastado,sobretodoalasmujeres,comoesasfloresqueHelena,latíadeClarissa,solíameterentreunashojasdepapelsecantegrisconeldiccionariodeLittréencima,cuandosesentababajolalámparadespuésdecenar.Yahabíamuerto.HabíasabidodeellaporClarissa,quelecontóquehabíaperdidolavisióndeunojo.Parecíatan

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adecuado—unadelasobrasdeartedelanaturaleza—quelaviejaseñoritaParryseconvirtiera en cristal.Moriría como un pájaro en una helada, agarrada a su rama.Pertenecía a otra época, pero como era tan entera, tan completa, se quedaría parasiempre de pie en el horizonte, blanca como la piedra, eminente, como un faromarcandounaetapaporlaquesehubierapasadoeneltranscursodeesteaventuradoy largo viaje, esta interminable —(tanteó buscando una moneda para comprar elperiódicoy leeralgosobre lospartidosdeYorkshireySurrey;habíaentregadoesamonedamillonesdeveces;Surreyhabíaperdido,unavezmás)—esta interminablevida.Peroelcricketnoerasólounsimplejuego.Elcricketeraimportante.Nopodíadejar de enterarse de los resultados delcricket. Leyó primero los resultados de lospartidosenlasnoticiasdeúltimahora,luegoleyólodelcalordeaqueldía,yluegolanoticia de un asesinato. El haber hecho cosas millones de veces los enriquecía,aunquetambiénlesdesgastabalasuperficie.Elpasadoenriquecía,ylaexperiencia,yelhaberqueridoaunaodospersonas,adquiriendoasíelpoderdelquecarecenlosjó-venes:irporelatajo,hacerloqueaunolegusta,sinimportaruncominoloquedigala gente, ir y venir sin grandes esperanzas (dejó su periódico sobre la mesa y sealejó), cosa que, pese a todo (fue a buscar su abrigo y su sombrero), no eraexactamenteaplicableaél,almenosnoestanoche,puesahíestabaél,dispuestoparairaunafiesta,asuedad,conlaseguridaddequeibaavivirunaexperiencia.Pero¿qué?

Labelleza,encualquiercaso.Nolacrudabellezaquepercibenlosojos.Noerabellezapuraysimple—BedfordPlacequellevabaaRussellSquare.Eralarectitudyelvacío,desdeluego;lasimetríadeunpasillo;perotambiénventanasiluminadas,elsonidodeunpiano,ungramófono;unasensacióndeunafuentedeplacerocultaqueemergedevezencuando,alveratravésdelaventanasincortinas,laventanaabierta,gruposdegentealrededordelasmesas,jóvenesquecaminanencírculoslentamente,conversacionesentrehombresymujeres,criadasmirandopasivamentehacialacalle(extrañoscomentarioslossuyos,unavezterminadoeltrabajo),mediasasecarenlosalféizares, un loro, unas cuantas plantas.Qué absorbente es esta vida,misteriosa einfinitamente rica.Yen lagranplazadonde los taxiscorríanygiraban tandeprisa,había parejas paseando sin rumbo, demorándose, abrazándose, encogidos bajo laduchadeunárbol;esosíqueeraemocionante;tansilenciosos,tanabsortos,queunopasaba de largo discreta y tímidamente, como si se tratase de alguna ceremoniasagradaqueresultaríaimpíointerrumpir.Erainteresante.Yasísiguióenelfragoryelresplandor.

El viento le abrió el abrigo ligero, y con unos andares de indescriptibleidiosincrasia, ligeramente encorvado hacia adelante, caminó, con las manos a laespaldaylosojostodavíaunpococomolosdelhalcón;caminabaporLondres,haciaWestminster,observando.

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¿Esquetodoelmundocenabafuera?Aquí,uncriadoestabaabriendolaspuertasparadarlepasoaunaancianadama,conzapatosdehebillaytresplumasdeavestruzenelpelo.Seabríanlaspuertasparaquesalieranseñorasenvueltas,comomomias,en unos chales con vistosas flores, señoras con la cabeza descubierta. Y derespetablescasasdecolumnasestucadas,atravesandolospequeñosjardinesfronteros,salíanmujeres,ceñidasenligerosvestidos,conpeinetasenelpelo(despuésdesubircorriendoaverasushijos);habíahombresesperándolas,consusabrigosabiertosalvientoyelmotorenmarcha.Todoelmundosalía.Contodoeseabrirdepuertas,eldescensoylasalida,parecíaqueLondresenteroestuvieseembarcándoseenpequeñosbotesamarradosalembarcadero,balanceándoseenelagua,comosilaciudadenterase fuese de carnaval por las aguas.Whitehall estaba cubierto de hielo, plateado amartillo comoestaba,parecíaquehubiera arañaspatinandoencima,y alrededordelasfarolasdabalaimpresióndequevolarandiminutasmoscas;hacíatantocalorquela gente hablaba parada en la calle. Aquí, en Westminster, había un juezprobablementejubilado,firmementesentado,alapuertadesucasa,todovestidodeblanco.Unanglo-indio,probablemente.

Yaquí,elescándalodeunasmujerespeleándose,mujeresborrachas;aquí,nadamásqueunpolicía y casas que se cernían, casas altas, casas con cúpulas, iglesias,parlamentos,ylasirenadeunbarcodevaporenelrío,ungritohuecoyneblinoso.Peroéstaerasucalle,ladeClarissa;lostaxisdoblabanveloceslaesquina,comoelagua que rodea los pilares de un puente y se vuelve a juntar, le parecía, porquetransportabanalagentequeibaasufiesta,lafiestadeClarissa.

Elfríocaudaldeimpresionesvisualeslefallabaahora,comosielojofueseunataza rebosante que dejara caer el sobrante por sus costados de porcelana, sinregistrarlo.Elcerebrodebíadespertarya.Elcuerpodebíadespertarya,entrandoenlacasa, la casa iluminada, con la puerta abierta, donde los automóviles estabandetenidos y de los que se apeaban unasmujeres brillantes: el almadebe templarsepararesistirloquevenga.Abriólahojagrandedesucortaplumas.

Lucybajólasescalerasatodocorrer,despuésdepasaruninstanteporlasaladeestarparaestirarunmantel,paraenderezarunasilla,paradetenerseunmomentoysentir que cualquiera que entrase notaría lo limpio, reluciente y maravillosamentecuidadoqueestabatodo,cuandovieranlapreciosaplata,losatizadoresdebronce,lasnuevasfundasdelossillonesylascortinasdechintzamarillo; loinspeccionótodo;oyóunruidodevoces;lagenteestaballegandoparalacena;¡teníaqueirsevolando!

IbaavenirelPrimerMinistro,dijoAgnes;esoesloqueleshabíaoídodecirenelcomedor,dijomientrasentrabaconunabandejallenadevasos.¿Esqueimportaba,esque importaba lomásmínimounPrimerMinistrodemásodemenos?No tenía lamenorimportanciaaestashorasdelanocheparalaseñoraWalker,enmediodelosplatos, cacerolas, sartenes, del pollo en gelatina, las heladeras, el pan rallado, los

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limones,lassoperasymoldesdepuddingque,pormuchoquefregaseneneloffice,parecían acumulársele todos encima, amontonarse en la mesa de la cocina, en lassillas,mientras el fuego ardía y rugía, y eso que la cena aún estaba por servir. LoúnicoquesentíaeraqueunPrimerMinistrodemásodemenosnoteníanipizcadeimportanciaparalaseñoraWalker.

Lasseñorasyaestabansubiendo,dijoLucy;lasseñorasestabansubiendo,unaporuna, laseñoraDallowaycerrandolamarchaycasisiempremandandoalgúnrecadoparalacocina:«FelicitenalaseñoraWalker»,dijounanoche.Aldíasiguientedaríanun repaso a los distintosplatos: la sopa, el salmón; el salmón, la señoraWalker losabía, salió un poco crudo, porque siempre se ponía nerviosa con el pudding y elsalmónselodejabaaJenny;asíocurría:elsalmónsiempresalíaunpococrudo.Perociertaseñora rubiaconalhajasdeplatahabíapreguntadopor laentrada, segúndijoLucy, si de verdad estaba hecha en casa. Sin embargo, era el salmón lo quepreocupabaalaseñoraWalker,mientrasdabavueltasyvueltasalasfuentes,abríaycerrabalasllavesdetirodelacocina;yentoncesseoyóunacarcajadaprocedentedelcomedor, una voz que hablaba, y luego otra carcajada: los caballeros se divertíancuandolasseñorassehabíanido.Eltokay,dijoLucyentrandoatodocorrer,elseñorDalloway había mandado traer el tokay de las bodegas del Emperador, el tokayImperial.

Lo llevaron a través de la cocina. Por encimadel hombro,Lucy informóde loencantadoraque estaba la señoritaElizabeth; nopodía quitarle los ojos de encima,consuvestidorosa,luciendoelcollarqueelseñorDallowaylehabíaregalado.Jennytenía que acordarse del perro, el fox-terrier de la señorita Elizabeth que, comomordía,huboqueencerrarlo,ypodríanecesitaralgo.Jenny teníaqueacordarsedelperro.PeroJennynoibaasubircontodalagentequehabíaporlacasa.¡Yahabíauncoche en la puerta!Sonó el timbre… ¡y los caballeros que seguían en el comedor,bebiendotokay!

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Por fin, ya estaban subiendo al pisode arriba; éstos eran los primeros, y ahorairíanllegandocadavezmásdeprisa,asíquelaseñoraParkinson(contratadaparalasfiestas) dejaría entreabierta la puerta del vestíbulo, y el vestíbulo se llenaría decaballerosesperando(sequedabandepie,esperando,alisándoseelcabello),mientraslasseñorassequitabanlascapasenlahabitacióndelpasillo;ahíesdondelasayudabalaseñoraBarnet,laviejaEllenBarnet,quellevabacuarentaañosconlafamilia,queveníatodoslosveranosparaayudaralasseñoras,recordabaalasmadresdecuandoeran niñas y, aun con mucha sencillez, les daba la mano; decía «milady» muyrespetuosamente,aunquetraslucíaenellaciertasornaalmiraralasseñoritas,yconuntactoespecialayudabaaLadyLovejoy,queteníaalgúnproblemaconsucorpiño.Ynopodíanpormenosquepensar,LadyLovejoyy laseñoritaAlice,queelhaberconocidoalaseñoraBarnetlesconferíaunciertoprivilegioenmateriadetocador:—treinta años, milady—, informó la señora Barnet. Las jóvenes no se pintaban loslabios, decía Lady Lovejoy, cuando pasaban unos días en Bourton, antaño. Y laseñoritaAlicenonecesitaba lápiz de labios, decía la señoraBarnet,mirándola concariño. Allí sentada en el guardarropa, la señora Barnet se quedaba atusando laspieles, alisando los mantones españoles, ordenando el tocador, y sabiendoperfectamente,apesarde laspielesy losbordados,cuáleserandamasycuálesno.Simpáticaviejecita,dijolaseñoraLovejoysubiendoporlasescaleras,laviejaniñeradeClarissa.

Entonces,LadyLovejoysepreparó.—LadyLovejoyylaseñoritaLovejoy—ledijoalseñorWilkins(contratadopara

las fiestas), que tenía un estilo admirable al inclinarse y erguirse; se inclinó y seirguió, y anunció con perfecta imparcialidad—. Lady Lovejoy y la señoritaLovejoy… Sir John y Lady Needham… la señorita Weld… el señor Walsh—suestilo era admirable; su vida familiar debe ser irreprochable, salvo que parecíaimposiblequeunserconlabiosverdososymejillasafeitadashubierapodidocaerenelerrordetenerhijoscontodassusmolestias.

—¡Encantadísima de verte! —dijo Clarissa. Se lo decía a todo el mundo.¡Encantadísimadeverte!Estaba insoportable:efusiva,hipócrita.Eraungraveerrorhabervenido.Deberíahabersequedadoencasaleyendo,pensóPeterWalsh,porquenoconocíaanadie.

Oh,Dios,ibaaresultarunfracaso;unabsolutofracaso,sentíaClarissaenlomásíntimo,mientrasLordLexhamsedisculpabaporsumujer,quesehabíaresfriadoenlarecepciónenlosjardinesdelPalaciodeBuckingham.EstabaviendoaPeterporelrabillodelojo,criticándola,allí,enaquelrincón.¿Porqué,afindecuentas,hacíaellaesascosas?¿Porquébuscabamontañasyseponíadepie,empapada,enmediodelfuego? ¡Así seconsumiera! ¡Asíquedara reducidaacenizas! ¡Cualquier cosaantesqueesto! ¡Más levalía aunoblandir suantorchay tirarla al sueloque reducirsey

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apagarse como una Ellie Henderson cualquiera! Era extraordinario cómo Peter laponíaeneseestadoconsóloapareceryquedarsedepieenunrincón.PeterconseguíaqueClarissasevieraasímisma:exagerada.Eraunaidiotez.Peroentonces,¿porquéhabíavenido,sierasóloparacriticar?¿Porquésiempretomarynuncadar?¿Porquénoarriesgarseaexponersupropiopuntodevista?AhoraPetersealejaba,yellateníaque hablar con él. Pero no se le iba a presentar la ocasión. Así era la vida:humillación,renuncia.LoquedecíaLordLexhameraquesuesposanoquisoponerselas pieles en la recepción en los jardines de Palacio porque «querida, vosotras lasseñorassoistodasiguales»:¡LadyLexhamteníaalmenossetentaycincoaños!Eradeliciosocómosemimabanelunoalotro,esaviejapareja.Deverdadqueapreciabaal viejoLordLexham.Creía de verdad que su fiesta tenía importancia, y la poníaenfermasaberque todoestaba saliendomal,que todoestabadecayendo.Cualquiercosa,cualquierexplosión,cualquierhorroreramejorquecuandolagenteseponíaapasear sin rumbo, formando grupitos en los rincones como Ellie Henderson, sinsiquieratomarselamolestiademantenerseerguidos.

Suavemente,elvientohinchólacortinaamarillacontodaslasavesdelparaísoyparecióquehubieseentradounaleteoenlasala,confuerza,yqueluegosehubieseretirado. (Las ventanas estaban abiertas.) ¿Había corriente? se preguntó EllieHenderson.Erapropensaaenfriarse.Peronoimportabaqueaparecieseestornudandomañana;eran laschicascon loshombrosdesnudosenquienesestabapensando,yaquehabíasidoeducadaapensarenlosdemásporunancianopadre,uninválido,quefuevicariodeBourton,peroahoraestabamuerto;ysusresfriadosnuncaleafectabanal pecho, nunca. Era las chicas en quienes estaba pensando, las jóvenes con loshombrosdesnudos,yaqueellamismasiemprehabíasidomuypoquitacosa,consupelo escasoy su perfil seco; aunque ahora, a los cincuenta años cumplidos, estabaempezando a brillar con tenue luz, purificada hasta la distinción por años deabnegación; pero oscurecida de nuevo, para siempre, por sus desesperantes buenasmaneras de señora bien, por su pánico, cuya causa eran unos ingresos de sólotrescientaslibrasysuindefensión(noeracapazdeganarniunpenique);ellolahacíatímidaycadaañomásincapazdetratarcongentebienvestidaquehacíaestaclasedecosastodaslasnochesdelatemporada,consólodecirasuscriadas«mepondréestoyaquello»,mientrasqueEllieHendersonsalíacorriendo todanerviosaycomprabaunasfloresrosasbaratitas,mediadocena,yluegoseechabaunchalporencimadesuviejovestidonegro.Porquesu invitacióna la fiestadeClarissahabía llegadoenelúltimomomento.La ideano lahacíademasiado feliz.Tenía como la impresióndequeClarissahabíapensadonoinvitarlaesteaño.

¿Y por qué tenía que invitarla?No había razón alguna, salvo que se conocíandesde siempre. En realidad, eran primas. Pero, como es natural, habían idoseparándose,Clarissaestabatansolicitada.Paraellaeraunacontecimientoesodeira

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unafiesta.Eraunregaloelmerohechodeverlaspreciosasropas.¿YaquéllanoseríaElizabeth,yacrecida,conelpeinadoalaúltimamodayelvestidorosa?Yesoquenopodíatenermásdediecisieteaños.Eramuy,muyhermosa.

Pero parecía que lasmuchachas ya no vestían de blanco en su primera salida,comosolíanhacerlo. (Teníaque recordarlo todoparadecírseloaEdith.)Laschicasllevabanvestidosrectos,perfectamenteceñidos,conlafaldamuyporencimadelostobillos.Nolessentababien,pensó.

Asípues,conmalavista,EllieHendersonestirabaunpocoelcuello,ynoesqueaella le importaraelno teneranadieconquienhablar (apenasconocíaanadieallí),porqueleparecíaquetodoserantaninteresantes:políticos,posiblemente,amigosdeRichard Dalloway; sino que fue el mismo Richard Dalloway quién pensó que nopodíadejarquelapobrecriaturasiguieraenpiesoladurantetodalavelada.

—Bueno, Ellie, ¿como te va la vida? —dijo Richard, con su particularcordialidad.EllieHenderson,poniéndosenerviosa,sonrojándoseypensandoqueeraextraordinariamente amable por su parte acercarse para hablar con ella, dijo que,realmente,habíamuchamásgentesensiblealcalorquealfrío.

—Sí,esverdad—dijoRichardDalloway—.Sinduda.Pero¿quémáspodíaunodecir?

—Hola, Richard —dijo alguien, tomándolo por el codo, y… Dios santo, ahíestaba el bueno de Peter, el bueno dePeterWalsh.Estaba encantadísimo de verle,¡verdaderamente encantado! No había cambiado nada. Y en éstas se pusieron acaminar juntos, cruzando la sala, dándosepalmaditas elunoalotro, comosino sehubieran visto desde hacía tiempo, pensó Ellie Henderson, viéndolos alejarse,convencidadeconocerel rostrodeesehombre.Unhombrealto,demedianaedad,ojosmásbienbonitos,moreno,congafasyciertoairedeJohnBurrows.SeguroqueEdithloconocería.

Lacortinaconsubandadadepájarosdelparaísovolvióahincharse.YClarissalovio,vioaRalphLyonecharlaparaatrásyseguirhablando.Asíque¡noresultabaunfracaso después de todo! Todo iba a ir bien ahora, su fiesta. Había empezado. Sehabía iniciado. Pero la situación todavía estaba pendiente de un hilo. Tenía quequedarseenpieahíporelmomento.Parecíaquellegabamuchagentedegolpe.

ElcoronelylaseñoraGarrod…ElseñorHughWhitbread…ElseñorBowley…La señora Hilbery… LadyMaryMaddox… El señor Quinn…, entonaba el señorWilkins. Clarissa les dirigió seis o siete palabras a cada uno y siguieron adelante,entraronalossalones;entrabanenalgo,noennada,yaqueRalphLyonhabíaechadolacortinaparaatrás.

Y sin embargo, en lo que a ella se refería, era demasiado esfuerzo. No estabadisfrutandodelafiesta.Separecíademasiadoa…unapersonacualquiera,ahídepie;cualquiera podía hacerlo; aun así, admiraba un poco a esa persona cualquiera, no

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podía dejar de pensar que era ella quien, a fin de cuentas, había hecho que todoaquello tuviera lugar, que esto marcaba una etapa, este poste en el que tenía laimpresióndehaberseconvertido,pues,porextrañoquepareciese,sehabíaolvidadodel aspecto que tenía, aunque se sentía como una estaca clavada en lo alto de suescalera. Cada vez que daba una fiesta tenía esta sensación de ser algo ajeno a símismaydequetodoelmundoerairrealenunsentido,muchomásrealenotro.Enparte,pensó,sedebíaa la ropadesus invitados,queenpartesesalíandesuestilohabitual,enpartealambientedefondo;sepodíandecircosasquenosepodíandecirdeningunaotramanera, cosasque requeríanunesfuerzo;eraposible llegarmásalfondo.Peronoparaella;todavíano,almenos.

—¡Encantadísima de verle!—dijo. ¡Querido viejo Sir Harry! Este conocería atodoelmundo.Yloqueresultabatanextrañoeralasensaciónqueunateníamientrassubían por las escaleras uno tras otro, la señoraMount yCelia,HerbertAinsty, laseñoraDakers…¡Oh,yLadyBruton!

—¡Cuánto teagradezcoquehayasvenido!—dijo,y lodecía sinceramente.Eraextrañalasensaciónqueunateníaallí,enpie,alverlespasarypasar,algunosmuyviejos,algunos…

¿Quién?¿LadyRosseter?Pero¿quiénpodíaseresaLadyRosseter?—¡Clarissa!—¡Esavoz!¡EraSallySeton!¡SallySetondespuésdetantosaños!

Comouna aparición, saliendo de la niebla. Porque no era así, SallySeton, cuandoClarissaagarrabalabotelladeaguacaliente.¡PensarqueSallySetonestababajoestetecho!¡Yconesteaspecto!

Una encima de la otra, inhibidas, riendo, salieron unas cuantas palabras endesorden: pasaba porLondres, se enteró porClaraHaydon, ¡qué ocasión de verte!Asíquemeheplantadoaquí,sininvitación…

Unapodíadejarlabotelladeaguacalientecontodacompostura.Habíaperdidoellustre. Pero era extraordinario volver a verla, más vieja, más feliz, menosencantadora.Sebesaronenunamejilla,luegoenlaotra,juntoalapuertadelasalitadeestar,yClarissasevolvió,conlamanodeSallyenlasuya,viosussalonesllenos,oyóeltronardelasvoces,violoscandelabros,lascortinasondeandoalvientoylasrosasqueRichardlehabíaregalado.

—Tengocincohijosenormes—dijoSally.Era el egotismomás puro y simple, la pretensión—que ni siquiera trataba de

esconder, de que había que pensar en ella primero, y Clarissa la amaba por sertodavíaasí.

—¡No me lo puedo creer! —gritó, estremeciéndose de pies a cabeza ante elrecuerdodelpasado.

Pero¡lástima!Wilkinslarequería;Wilkinspronunció,conunavozdeimponenteautoridad, como si todos los presentes hubieran de ser amonestados y la anfitriona

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apartadadelafrivolidad,unnombre:—ElPrimerMinistro—dijoPeterWalsh.¿ElPrimerMinistro?¿Deverdaderaél?EllieHendersonsemaravilló.¡Vayaun

chismeparacontárseloaEdith!Uno no se podía reír de él. Tan sencillo que parecía. Podías estar detrás de un

mostrador y haberle comprado unas galletas… Pobre hombre, todo ataviado deencajes dorados.Y, la verdad sea dicha, cuandohizo su rondade saludos, primerocon Clarissa, y escoltado luego por Richard, lo hizo muy bien. Intentaba pareceralguien.Eradivertidoverlo.Nadielomiraba.Simplementeseguíanhablando,aunqueestabaperfectamenteclaroquetodoseranconscientes(losentíanhastalaméduladeloshuesos)delpasodeestamajestad;deestesímbolodeloquetodosrepresentaban:la sociedad inglesa. La vieja Lady Bruton, también de muy fino aspecto, muygallarda con sus encajes, remontó la corriente y se retiraron a un cuartito queenseguidaempezóaserespiado,custodiado,yunaespeciedeagitaciónymurmulloseextendió,abiertamente,comounaonda:¡elPrimerMinistro!

Dios,Dios,¡elesnobismodelosingleses!pensóPeterWalsh,depieenelrincón.¡Cómodisfrutabanacicalándoseconencajesdeoroyrindiendopleitesía!¡Ahí!Ésedebía ser —por Júpiter que lo era— Hugh Whitbread, husmeando por el recintoreservadoalosgrandes,untantomásgordo,máscano,¡eladmirableHugh!

Siempreparecíaestardeservicio,pensóPeter,unserprivilegiadoperoreservado,atesorandosecretosporlosqueseríacapazdedarlavida,aunquesólosetratasedeun chismorreo sin importancia que hubiese salido de un criado de la Corte y quemañana estaría en todos los periódicos. Éstas eran sus nimiedades, la clase dejuguetitos con los que había jugado hasta criar canas, hasta el borde de la vejez,gozandodelrespetoyelafectodetodoslosquetuvieronelprivilegiodeconoceraeste tipodehombre inglésdecolegiodepago.Era inevitablequeunose inventaracosasasírespectodeHugh;éseerasuestilo,elestilodeaquellasadmirablescartasque Peter había leído en elTimes a miles demillas mar adentro, y le había dadogracias a Dios por estar lejos de esa charlatanería, aunque sólo fuese para oír loschillidos de los babuinos y las palizas que los culis propinaban a susmujeres.Unjovende tezverdeolivadealgunauniversidadpermanecíaobsequiosamentedepiejunto aHugh.Aél loprotegería, lo iniciaría, le enseñaría a salir adelante.Nada legustabamásqueprodigarfavores,hacerqueelcorazóndelasviejasdamaspalpitaseconlaalegríadeverseapreciadasensuavanzadaedad,ensuaflicción,creyéndoseyamuyolvidadas,peroaquíestabaelqueridoHughqueseacercabaaélysetirabaunahora hablando del pasado, recordando nimiedades, alabando el bizcocho hecho encasa,aunqueHughbienpodíacomerbizcochoconunaDuquesacualquierdíadesuvida, pues bastaba con mirarlo para imaginar que probablemente empleara buenaparte de su tiempo en ese placentero quehacer. Los que todo lo juzgan, los que

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siempre se compadecen de todo, podrían disculparle. PeterWalsh no tenía piedad.Malvadosloshay,y¡Diossabequeloscanallasquesonahorcadosporaplastarlelossesosaunamuchachaenuntrenhacenmenosdaño,contodo,queHughWhitbreadysusfavores!Habíaqueverloahora,depuntillas,avanzandocomosibailara,haciendozalemas, en elmomento en que el PrimerMinistro yLadyBruton salían, dando aentendera todos lospresentesque teníaelprivilegiodedeciralgo,algoprivado,aLady Bruton en cuanto pasara. Ella se detuvo. Movió su gran cabeza ya vieja.Seguramente leestaríadando lasgraciasaHughporalgunamuestradeservilismo.Ellateníaasuspelotilleros,pequeñosfuncionariosdelaadministracióndelgobiernoquecorreteabandeun ladoaotrohaciéndolepequeñasdiligencias,acambiode lascualeslesinvitabaaalmorzar.PeroLadyBrutoneraunremanentedelsiglodiecio-cho.Eraunbuenelemento.

Y ahora Clarissa daba escolta a su Primer Ministro a través de la sala,contoneándose, chispeando, con el carácter señorial que le conferían sus canas.Llevaba pendientes y un vestido de sirena verde plata. Ondeando sobre las olas ytrenzándose el pelo, parecía tener todavía ese don: el de ser, de existir, de reunirlotodoasupaso;sevolvió,seenganchóelecharpeenelvestidodealgunamujer, lodesenganchó,rió,todoconlamásperfectasolturayelairedeunacriaturaflotandoen su elemento. Pero la edad la había rozado, como una sirena que advierta en suespejoelsolponienteenunatardecermuyclarosobrelasolas.Habíaunalientodeternura; su severidad, mojigatería, imperturbabilidad se habían caldeado ya, ymostrabaensupersona,mientrasdespedíaalhombregruesodedoradosencajes,quehacíaloquepodía—yojaláloconsiguiera—paraparecerimportante,unadignidadinefable; una cordialidad exquisita; como si estuvieradándole almundoentero susmejoresdeseos,yahora,hallándoseyaenelmismísimobordeyextremodelascosas,tuviesequeretirarse.EstoesloqueClarissalehizopensaraPeterWalsh.(Peroélnoestabaenamorado.)

Verdaderamente, pensó Clarissa, el PrimerMinistro había sido muy amable alacudir. Además, al atravesar la sala con él, con Sally allí, y Peter, y Richardencantado, con toda esagenteun tantopropensa, quizá, a envidiarla, había sentidoesaintoxicacióndelmomento,esadilatacióndelosnerviosdelcorazónmismo,hastatalpuntoqueésteparecióestremecerse,elevarse,ponerseenpie…Sí,peroalfinyalcaboestoeraloqueotrossentían;puesaunqueleencantabaestaimpresiónysentíasuhormigueoysuescozor,estasapariencias,estos triunfos (elbuenodePeter,porejemplo,que laconsideraba tanbrillante), teníanciertovacíodentro;estabanaunadistanciaprudente,noenelcorazón;ybienpodríaserqueestuvierahaciéndosevieja,elcasoesqueyanolasatisfacíancomoantes.Ydepronto,viendoalPrimerMinistrobajarlasescaleras,elbordedoradodelcuadrodeSirJoshuasdelaniñapequeñaconmanguitoletrajoelinstantáneorecuerdodelaKilman;Kilman,suenemiga.Esoera

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satisfactorio;esoerareal.¡Ay,cuántolaodiaba!Apasionada,hipócrita,corrupta;contodo ese poder; la seductora deElizabeth; lamujer quehabía entrado a hurtadillaspararobarydeshonrar(Richarddiría:¡quétontería!).Laodiaba:laamaba.Eraene-migosloqueunaquería,noamigos,noalaseñoraDurrantniaClara,SirWilliamyLadyBradshaw, la señoritaTruelock yEleanorGibson (a quien vio subir).Que labuscaransiqueríanverla.¡Ellaestabapendientedesufiesta!

Ahíestabasuviejoamigo,SirHarry.—¡Querido Sir Harry! —dijo acercándose al viejo y simpático personaje que

habíapintadomásmaloscuadrosqueel restode losacadémicosde todoSt.John’sWoods(ensuscuadrossiemprehabíaganado,enpiejuntoalascharcasalatardecer,absorbiendohumedad,oexpresando,dadoqueteníaciertahabilidadparalosgestos,conunapatadelanteralevantadaylacornamentaenarbolada,«elExtrañoseacerca»;todas sus actividades, cenar fuera, ir a las carreras, estaban fundadas en el ganadoabsorbiendohumedadenlascharcasdelatardecer).

—¿Dequé se ríen?—lepreguntóClarissa.PorqueWillieTitcomb,SirHarryyHerbert Ainsty se estaban riendo todos. Pero no. Sir Harry no podía contarle aClarissaDalloway(pormuchoquelaapreciase;laconsiderabaperfectaensuestiloylaamenazóconpintarla)sushistoriasdemusic-hall.Letomóelpeloapropósitodesu fiesta.Echabaen falta subrandy.Estoscírculos,dijoSirHarry, erandemasiadoparaél.Perolaapreciaba,larespetaba,apesardesumalditoydifícilrefinamientodeclasealta,queleimpedíapedirleaClarissaDallowayquesesentaraensusrodillas.Yaquí llegabaeseerrabundocapricho,esavaga luminaria, lavieja señoraHilbery,extendiendosusmanosalcalordelarisadeSirHarry(sereíadelDuqueylaLady)que,cuandolaoyóenelotroextremodelasala,pareciótranquilizarlaconrespectoaalgoqueaveceslapreocupabasisedespertabademadrugadaynoqueríamolestaralacriadaparaquelehicieraunatazadeté:laseguridaddequedebemosmorir.

—No quieren contarnos sus historias—dijo Clarissa. —¡Querida Clarissa!—exclamólaseñoraHilbery.Cuántoseparecíaasumadreestanoche,dijo,cuandolavioporprimeravezenunjardín,paseandoconunsombrerogris.

Entonces, los ojos deClarissa se llenaron literalmente de lágrimas. ¡Sumadre,paseandoeneljardín!Losentíamucho,peroteníaqueirse.

Porque allí estaba el profesor Brierly, que daba conferencias sobre Milton,hablandoconelpequeñoJimHutton(queeraincapaz,inclusoparaunafiestacomoésta,deconjuntarchalecoycorbataodeevitartenerelpelodepunta),yaunaestadistanciapodíaapreciarqueseestabanpeleando.PorqueelprofesorBrierlyeraunbicho raro. Con todos aquellos títulos, honores, cátedras que lo ponían a muchadistanciadelosescritorzuelos,sedabacuentaalinstantedecuándounambienteerahostil a su extraña personalidad, a su prodigiosa erudición y timidez, a su encantoinvernal,sincordialidad,asuinocenciamezcladaconesnobismo.Seestremecíasise

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dabacuenta,porelcabellodespeinadodeunaseñora,olasbotasdeunjoven,delapresencia de un submundo, sin duda digno de crédito, de rebeldes, de jóvenesardientes,defuturosgenios,ydabaaentender,conunligerogestodelacabeza,unrespingo—¡uf!—elvalorde lamoderación,del estudio superficialde los clásicospara ser capacesde comprender aMilton.El profesorBrierly (Clarissa loveía) noestabaprecisamentede acuerdo con el pequeño JimHutton (que llevaba calcetinesrojosporque losnegros los tenía en la lavandería) respectodeMilton.Clarissa losinterrumpió.

ClarissadijoqueleencantabaBach.AHuttontambién.Éseeraelvínculoquelosunía, y Hutton (un poeta muy malo) siempre tuvo la impresión de que la señoraDallowayera,condiferencia,lamejordelasgrandesseñorasqueseinteresabanporel arte.Resultaba extraño lo estrictaque era.Enmateriademúsica, erapuramenteimpersonal.Erauntantopedante.Pero¡tanencantadoraqueresultaba!Sabíahacerdesu casa un lugar agradable, de no ser por los catedráticos.AClarissa se le estabaocurriendopillarloporbandaysentarloalpiano,enlahabitacióndeatrás.Yesquetocabadivinamente.

—Pero…¡elruido!—dijoella—.¡Elruido!—Es señal del éxito de una fiesta—y tras inclinar la cabeza cortésmente, el

profesorseretirócondelicadeza.—Losabeabsolutamente todosobreMilton, todo—dijoClarissa.

—¡Nomediga!¿Enserio?—dijoHutton,quepodía imitar alprofesoren todopunto: el profesor hablando de Milton, el profesor hablando de moderación, elprofesorretirándosecondelicadeza.

Pero tenía que hablar con aquella pareja, dijo Clarissa, Lord Gayton y NancyBlow.

Ynoesqueellosprecisamentecontribuyerandemaneraperceptiblealruidodelafiesta.No estaban hablando (demanera perceptible),mientras permanecían de pie,uno al lado del otro, junto a las cortinas amarillas. Pronto se irían juntos; y nuncatenían mucho que decir en cualquier circunstancia. Miraban, eso era todo. Erasuficiente.Parecíantanlimpios,tansanos,ellaconunafrescuradealbaricoquehechadepolvosypintura,mientrasqueél,lavadoyrefrotado,conlosojosdeunpájaro,nohabría bola que se le pasara, ni golpe que le sorprendiera. Golpeaba, saltaba, conprecisión,sobreelpropioterreno.Lasbocasdelosponistemblabanalextremodesusriendas.Teníasushonores,monumentosancestrales,pendonescolgadosenlaiglesia,ensusfincas.Teníasusdeberes;susarrendatarios;unamadreyhermanas;sehabíapasadoeldíaenteroenLord’s,yesoeradeloqueestabanhablando—delcricket,delosprimos,delcine—cuandollegóasulado.LordGaytonlaapreciabaunpotosí.YlaseñoritaBlow,otrotanto.EsqueClarissateníaunosmodalesencantadores.

—¡Esangelical…esdeliciosoquehayáisvenido!—dijo.LeencantabaLord’s;le

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encantabalajuventud,yNancy,vestidaaenormespreciosporlosmejoresartistasdeParís, estaba ahí de pie, mirando, como si su cuerpo hubiese sacado, pura ysimplemente,motuproprio,unvolanteverde.

—Queríaquehubierahabidobaile—dijoClarissa.Porque los jóvenes no sabían hablar. Y ¿por qué habrían de hacerlo? Gritar,

abrazarse,bailar, llegardespiertosalamanecer, llevarlesazúcara losponis,besaryacariciarelhocicodeunoschow-chowsadorables;ydespués,corriendoyzumbando,zambullirse y nadar. Pero los enormes recursos de la lengua inglesa, el poder queconfiere, a fin de cuentas, para trasmitir sentimientos (a su edad, ella y Peter sehabríanpasadolaveladadiscutiendo),noibaconellos.Ibanasolidificarsejóvenes.Serían sumamente buenos con la gente de la finca, pero solos, quizá un tantoaburridos.

—¡Quélástima!—dijo—.Hubieraqueridoquehubiesebaile.

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¡Era extraordinariamente amable que hubieran venido! Pero, ¿cómo hablar debaile?Las salas estaban a rebosar.Ahí estaba la vieja tíaHelena, con su chal. Pordesgraciadebíadejarlos,aLordGaytonyaNancyBlow.AhíestabalaviejaseñoritaParry,sutía.

PorquelaseñoritaParrynohabíamuerto:laseñoritaParryestabaviva.Teníamásdeochentaaños.Subíapor lasescalerasdespacio,conbastón.Lacolocaronenunasilla(Richardsehabíaocupadodeello).Siemprelellevabanagentequehabíaestadoen Birmania en los años setenta. ¿Dónde se había metido Peter? Solían ser tanamigos.Yesque,encuantosemencionabalaIndia,oinclusoCeylán,susojos(sólounoeradecristal)adquirían lentamenteprofundidad,sevolvíanazules,veían,noalos seres humanos —no tenía tiernos recuerdos, ni orgullosas ilusiones sobreVirreyes,Generalesomotines—eranorquídeasloqueveía,puertosdemontaña,yasímisma transportada a lomo por los culis en los años sesenta, atravesando picossolitarios;otambiénseveíabajandoaarrancarorquídeas(unasfloressorprendentes,nuncavistasanteriormente)quepintabaenacuarelas;una indomablemujer inglesa,inquietacuandolaguerralamolestaba,porejemplo,cuandoestallóunabombaantesumismapuerta,arrancándoladesuprofundameditaciónsobrelasorquídeasysobresupropiafiguraviajandoporlaIndiaenlossesenta…PeroaquíestabaPeter.

—VenahablardeBirmaniaconlatíaHelena—dijoClarissa.¡Yesoquenohabíahabladonimediapalabraconellaentodalavelada!—Hablaremosmástarde—dijoClarissa,llevándolojuntoalatíaHelena,consu

chalblanco,consubastón.—PeterWalsh—dijoClarissa.Esonosignificabanada.Clarissa la había invitado. Era fatigoso, era ruidoso; pero Clarissa la había

invitado.Asíquehabíavenido.Erauna lástimaquevivieranenLondresRichardyClarissa,aunquesólofueseporlasaluddeClarissa,hubierasidomejorqueviviesenenelcampo.PeroaClarissasiemprelehabíagustadolavidadesociedad.

—HaestadoenBirmania—dijoClarissa.¡Ah! No podía resistirse a recordar lo que Charles Darwin había comentado

acercadellibritoqueellahabíaescritosobrelasorquídeasdeBirmania.(ClarissateníaquehablarconLadyBruton.)Sin duda que ya había caído en el olvido, su libro sobre las orquídeas de

Birmania,peropasóportresedicionesantesde1870,ledijoaPeter.Ahorasíqueseacordaba de él.Había estado enBourton (y él la había abandonado, recordó PeterWalsh, sinmediar palabra, en la sala de estar, aquella noche queClarissa lo habíainvitadoairconellaaremar).

—Richard lo pasó muy bien almorzando en su casa —dijo Clarissa a LadyBruton.

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—Richard me prestó una ayuda incalculable —contestó Lady Bruton—. Meayudóaescribirunacarta.Ytú,¿cómoestás?

—¡Oh,perfectamente!—dijoClarissa.(LadyBrutondetestabaquelasesposasdelospolíticosestuvieranenfermas.)

—¡YahíestáPeterWalsh!—dijoLadyBruton(porquenuncasabíadequéhablarconClarissa,aunquelaapreciaba.Teníamuchascualidades,peroClarissayellanoteníannadaencomún.HubierasidomejorqueRichardsecasaraconunamujerconmenos encanto, que le hubiera ayudado más en su trabajo. Había perdido suoportunidadenelgobierno)—.¡AhíestáPeterWalsh!—dijo,dándolelamanoaeseagradable pecador, ese tipo tan competente que debería de haberse labrado unareputación,peroquenolohabíahecho(siempreporculpadesusproblemasconlasmujeres),yporsupuesto,alaviejaseñoritaParry.¡Esaviejadamatanmaravillosa!

LadyBrutonsequedójuntoalasilladelaseñoritaParry,ungranaderofantasmalrevestidodenegro,einvitóaPeterWalshaalmorzar;cordial,perosinconversación,sin recordar nada de la flora o fauna de la India.Había estado allá, por supuesto;había vivido bajo elmandato de tresVirreyes; estimaba que algunos indios civileseran personas insólitamente correctas; pero ¡qué tragedia!… ¡el estado en queencontrabalaIndia!ElPrimerMinistroacababadehacerlealgunoscomentarios(lavieja señorita Parry, arrebujada en su chal, no tenía el menor interés por loscomentarios que el Primer Ministro acababa de hacerle), y Lady Bruton queríaconocerlaopinióndePeterWalsh,puestoqueestabareciénllegadodelcentrodelosacontecimientos; ibaaarreglarunencuentroconSirSampsonyél,puesporciertoquelequitabaelsueño,lalocuradelasituación,laperversidadpodríadecirse,siendola hija de un militar. Ya era una vieja, y no valía para mucho. Pero su casa, suscriados, su buena amigaMilly Brush—¿se acordaba de ella?— estaban allí a sudisposición,porsi…bueno,porsipodíanserdealgunaayuda,enresumidascuentas.YesqueLadyBrutonnuncahablabadeInglaterra,sinocómoestaisladehombres,estaquerida,queridísimatierracorríaporsusvenas(sinquehubieraleídoaShakes-peare), y si alguna vez hubomujer capaz de ponerse el casco y disparar la flecha,capazdeacaudillaralastropasenunataque,gobernarconindómitajusticiaahordasde bárbaros y yacer desnarigada bajo un escudo en una iglesia o convertida en unmontículo de hierba en cierta primigenia ladera, esa mujer era Millicent Bruton.Privadaporsusexo,ytambiénporculpadealgúnengaño,delafacultadlógica(leresultaba imposible escribir una carta al Times), concebía el Imperio como algosiempre al alcance de la mano, y había adquirido, gracias a su pacto con aquellaacorazadadiosa,suerguidaprestancia,larobustezdesucarácter,demaneraqueeraimposibleimaginársela,niaunenlamuerte,separadadelatierraovagandoporunosterritorios en los que, de alguna forma espiritual, la bandera de Inglaterra habíadejadodeondear.Dejardeseringlesa,aunentrelosmuertos…¡no,no!¡Imposible!

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Pero¿eraesamujerLadyBruton?(aquienantesconocía).¿EraesehombrePeterWalsh,encanecido?,sepreguntabaLadyRosseter(quehabíasidoSallySeton).Ésaerasinduda laviejaseñoritaParry, lavieja tíaquesolíaestar tanenfadadacuandoellapasabaalgunatemporadaenBourton.¡Nuncaseleolvidaríaaquellavezquesepuso a correr desnuda por el pasillo, y que lamandó llamar la señorita Parry! ¡YClarissa!¡Oh,Clarissa!Sallylacogióporelbrazo.

Clarissasedetuvojuntoaellos.—Peronopuedoquedarme—dijo—.Volveréluego.Esperadme—dijo,mirando

aPeterySally.Queríadecirquelaesperasenhastaquetodaesagentesehubieseido.—Volveré—dijo, mirando a sus viejos amigos, Sally y Peter, que se estaban

dandolamano,ySally,sindudarecordandoelpasado,sereía.Pero su voz estaba desprovista de su antigua riqueza arrebatadora; sus ojos no

brillabancomosolíanhacerlo,cuandofumabapuros,cuandocorríaporelpasilloparairabuscarsuesponja,completamenteencueros,yEllenAtkinspreguntaba:¿Ysiloscaballerossehubierantopadoconella,qué?Perotodoelmundolaperdonaba.Robóunpollodeladespensaporqueleentrabahambreporlanoche;fumabapurosensudormitorio;sedejóunlibrodevalorincalculableenlabarca.Perotodoelmundolaadoraba (salvopapá,quizá).Era sucalor, suvitalidad:pintaba, escribía.Lasviejasdel pueblo nunca habían olvidado, hasta la fecha, preguntarle por «su amiga de lacapa roja que parecía tan lista». Acusó a HughWhitbread, precisamente a él (ahíestabasuviejoamigoHugh,hablandoconelembajadorportugués),debesarlaenlasaladefumarparacastigarlapordecirquelasmujeresdeberíantenerderechoalvoto.Los hombres vulgares lo tenían, decía ella. Y Clarissa recordaba tener queconvencerladenodenunciarloenlasoracionesdefamilia,cosadelaqueeracapaz,dadasuaudacia,sutemeridad,sumelodramáticaaficiónaserelcentrodetodoyaprovocarescenas.Clarissapensabaentoncesquelacosaibaaacabarenunaterribletragedia; su muerte; su martirio… En lugar de ello, se había casado, de manerabastante inesperada,conunseñorcalvoconunagran floren lasolapa,propietario,segúndecían,devariasfábricasdealgodónenManchester.¡Yteníacinconiños!

Petery ella sequedaron juntos.Estabanhablando:parecía algo tannormalqueestuvieranhablando.Seguramentecomentaríanelpasado.Conellosdos(inclusomásqueconRichard),Clarissacompartíasupasado;eljardín;losárboles;elviejoJosephBreitkopfcantandoaBrahmssinvoz;elolorde lasesteras.Sallysiempreformaríapartedeesto,asícomoPeter.Peroteníaquedejarlos.AhíestabanlosBradshaw,quenolecaíanbien.

Tenía que acercarse a Lady Bradshaw (vestida de gris y plata, balanceándosecomo un león marino en el borde de su acuario, ladrando a las duquesas paraconseguirinvitaciones,latípicaesposadelhombretriunfador),teníaqueacercarseaLadyBradshawydecirle…

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PeroLadyBradshawseleadelantó.—Llegamos escandalosamente tarde, querida señora Dalloway; apenas nos

atrevíamosaentrar—dijo.Y Sir William, muy distinguido él, con sus canas y ojos azules, dijo: sí, no

pudieronresistirsealatentación.EstabahablandoconRichard,probablementedeeseproyecto de ley que querían que laCámara de losComunes aprobara. ¿Por qué elmerohechodeverlohablarconRichardlaespeluznaba?Teníaelaspectodeloqueera,deungranmédico.Unhombreabsolutamentedeprimerordenensuprofesión,muypoderoso,untantogastado.Porquehabíaquepensarenlaclasedecasosqueselepresentaban:personasen lamásprofundadesgracia,gentealbordede la locura,maridos y esposas. Tenía que tomar decisiones sobre cuestiones de impresionantedificultad.Contodo…,loquesentíaeraquenolegustaríaqueSirWilliamlaviesedesgraciada.No;esehombreno.

—¿CómolevaasuhijoenEton?—lepreguntóaLadyBradshaw.Precisamente ahora acababa de tener las paperas, con lo que no había podido

presentarsealexamendeingresoalbachillerato.Supadreestabamáspreocupadoqueélmismo,creíaella,«porquenoesmásqueunniñogrande»,dijo.

Clarissa miró a SirWilliam, que estaba hablando con Richard. No parecía unniño,nienlomásremoto.

En una ocasión, había ido con alguien a pedirle consejo. Él se había portadoperfectamente, conmucha sensatez.Pero, ¡Dios santo! ¡Quéalivio cuando saliódenuevoalacalle!Recordabaquehabíaunpobredesgraciadosollozandoenlasaladeespera.PeronosabíaquéteníaSirWilliam,loqueledisgustabadeélexactamente.SóloqueRichardestabadeacuerdoconella,«noleagradabasugusto,suolor».Peroera extraordinariamente competente. Estaban hablando de ese proyecto de ley. SirWilliamestabamencionandoalgúncaso,bajando lavoz.Tenía relacióncon loqueestuvo comentando sobre los efectos tardíos del trauma psíquico que sufrían loscombatientes.Habíaquetenerloencuentaenelproyectodeley.

Bajando la voz, arrastrando a la señora Dalloway al refugio de una feminidadcomún,unorgullo comúnpor las ilustres cualidadesde losmaridosypor su tristetendencia a trabajar en exceso,LadyBradshaw (pobre gansa, una no podía tenerlemanía)murmuró:«justocuandonosíbamos,mimaridorecibióunallamada,uncasomuytriste.Un joven(es loqueSirWilliamleestácontandoalseñorDalloway)sehabíasuicidado.Habíaestadoenelejército». ¡Oh!pensóClarissa,enmediodemifiesta,estálamuerte,pensó.

Siguió adelante hasta el pequeño cuarto donde el PrimerMinistro había estadocon Lady Bruton. Quizá hubiera alguien ahí. Pero no había nadie. Las sillas aúnconservabanlaimprontadelPrimerMinistroyLadyBruton,ellavueltahaciaélcondeferencia,élsentadoconsolemnidad,conautoridad.Habíanestadohablandodela

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India. No había nadie. El esplendor de la fiesta se derrumbó, tan extraño que eraentrarallísola,consusgalas.

¿QuiénlesmandabaalosBradshawhablardelamuerteensufiesta?Unjovensehabíasuicidado.Yseponíanahablardeelloensufiesta;losBradshawhablabandela muerte. Se había suicidado, pero ¿cómo? Siempre lo experimentaba en carnepropia, cuando le daban la noticia, de primeras, de sopetón, de un accidente; suvestido se inflamaba, el cuerpo le ardía. Se había tirado por la ventana. El suelo:arriba como el rayo; atravesando su cuerpo, penetrantes, hirientes, se clavaron losroñosos pinchos de la verja. Ahí quedó él, con un golpe seco, seco, seco en elcerebro,yluegounahogodetinieblas.Asílovio.Pero¿porquélohabíahecho?¡YlosBradshawhablandodeelloensufiesta!

Enciertaocasión,ClarissahabíatiradounchelínallagodeSerpentine,nadamás.Pero él lo había tirado todo. Ellos seguían viviendo (tenía que volver: los salonesseguían abarrotados, seguía llegando la gente). Ellos… (se había pasado el díapensandoenBourton,enPeter,enSally),ellosllegaríanaviejos.Habíaunacosaquesíimportaba;unacosa,envueltaenpalabrasvanas,desfigurada,ocultaensupropiavida,abandonadadiariamenteenlacorrupción,enlasmentiras,enlaspalabrasvanasyestoesloqueélhabíaconservado.Lamuerteeradesafío.Lamuerteeraunintentode comunicarse, ya que la gente siente la imposibilidad de llegar al centro que,místicamente,selesescapa;laintimidadseparaba;elentusiasmosedesvanecía;unaestabasola.Habíaunabrazoenlamuerte.

Peroeste jovenquesehabíasuicidado…¿sehabía lanzadoconsusecreto?«Sillegaselamuerteahora,seríaabsolutamentefeliz»,sehabíadichoasímismaenunaocasión,bajandolasescaleras,vestidadeblanco.

Y también estaban los poetas y pensadores.Y si este joven hubiera tenido esapasión, y hubiera visitado a Sir William Bradshaw, un gran médico, aunqueobscuramentemalignosegúnella,sinsexoni lujuria,extremadamenteeducadoconlasmujeres,perocapazdealgúnultrajeindescriptible—violarelalma,esoera—,siestejovenlohubieravisitadoySirWilliamlohubieseestampadoasí,consupoder,¿no podría haber dicho (lo sentía ahora de verdad): La vida se hace insoportable,hacendelavidaalgoinsoportable,loshombresasí?

Y además (lo había sentido esta misma mañana), estaba el terror; lasobrecogedora incapacidad, depositada en tus manos por tus propios padres, estavida,paraquelavivashastaelfinal,paraquecaminesporellaconserenidad;habíaenlomáshondodesucorazónunmiedoespantoso.Aunahora,bastanteamenudo,siRichardnohubieseestadoahíleyendoelTimesparaqueellapudieseencogersecomounpájaroyrevivirpocoapoco, lanzandoenunrugidoesadelicia incomensurable,frotando palo contra palo, seguramente habría muerto. Había escapado. Pero esejovensehabíasuicidado.

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De alguna manera era su desastre, su desdicha. Era su castigo: ver cómo sehundíanydesaparecíanaquíunhombre,allíunamujer,enestaprofundaoscuridad,mientras se veía obligada a estar aquí de pie con su vestido de noche. Habíaintrigado;habíarobado.Nuncafuedeltodoadmirable.Habíadeseadoeléxito,LadyBexborough y todo lo demás. Y en una ocasión había caminado por la terraza enBourton.

Extraño; increíble; nunca había sido tan feliz. Nada parecía tener la suficientelentitud; nada podía durar demasiado. Ningún placer podía compararse, pensó,enderezandolassillas,colocandounlibroenelestante,conestehaberterminadoconlos triunfosdela juventud,haberseperdidoenelprocesodevivirparaencontrarlo,conunadeliciosasacudida,aldespuntarelalba,alcaereldía.Muchasveceshabíaido, enBourton, cuando todos estaban charlando, amirar el cielo; o lohabíavistoentreloshombrosdelagentedurantelacena,enLondrescuandonopodíaconciliarelsueño.Seencaminóhacialaventana.

Había algo de ella misma, por descabellada que fuera la idea, en este cielocampestre, este cielo de Westminster. Separó las cortinas; miró. ¡Oh! Pero ¡quésorprendente!¡Enlahabitacióndeenfrentelaviejalamirabafijamente!Seibaalacama.Yelcielo.Seráuncielosolemne,habíapensado,seráuncielocrepuscular,queaparta sumejillaconbelleza.Peroahíestaba:pálido,comodeceniza, cruzadoporunas rápidasnubes,grandesydeshilachadas.Eranuevoparaella.Debedehaberselevantado viento. Se iba a la cama en la habitación de enfrente. Era fascinantemirarla, moviéndose de un lado a otro, esa anciana, cruzando la habitación,acercándosealaventana.¿Laveríaaella?Erafascinante,conlagentequetodavíareíaygritabaenlasaladeestar,miraraesaancianaque,muysilenciosa,seibasolaala cama. Ahora cerraba la persiana. El reloj empezó a sonar. El joven se habíasuicidado; perono lo compadecía; con el reloj dando la hora, una, dos, tres, no locompadecía,contodoloqueestabapasando.¡Ahora!¡Laviejadamahabíaapagadolaluz!Lacasaenteraestabayaaoscuras,contodoloqueestabapasando,repitió,ylaspalabrasacudieronasumente:Notemasmásalardordelsol.Teníaqueregresarjunto a ellos. Pero ¡qué noche tan extraordinaria!De alguna forma, se sentíamuycercadeél,del jovenquesehabíasuicidado.Sealegrabadeque lohubierahecho;que lo hubiera tirado todo por la borda mientras ellos seguían viviendo. El relojsonaba.Loscírculosdeplomosedisolvieronenelaire.Peroteníaqueregresar.Teníaqueacudiralareunión.DebíavolverjuntoaSallyyPeter.Yentróalsalóndesdeelcuartopequeño.

—Pero¿dóndeestáClarissa?—dijoPeter.Estaba sentadoenel sofá conSally.(Después de tantos años, era realmente incapaz de llamarla «Lady Rosseter»)—.¿Dóndesehametidoestamujer?—preguntó—.¿DóndeestáClarissa?

Sallysupuso,ylomismoPeter,quehabíapersonalidadesimportantes,políticos,a

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los que ni ella ni él conocían, salvo de vista, por la prensa gráfica, y con quienesClarissadebíaseramable,darlesconversación.Estabaconellos.YesoqueRichardDalloway no estaba en el gobierno. ¿Que no le habían ido bien las cosas, segúnSally?Encuantoaella,raravezleía laprensa.Avecesveíaquesemencionabasunombre. Pero bueno, ella llevaba una vida muy solitaria, en la selva, como diríaClarissa, entre grandes mercaderes, grandes industriales, hombres, en resumidascuentas,quehacíancosas.¡Ellatambiénhabíahechocosas!

—¡Tengocincohijos!—ledijo.¡Señor, señor, cómo había cambiado Sally! La dulzura de la maternidad, su

egotismotambién.Laúltimavezquesevieron,recordabaPeter,habíasidoentrelascoliflores,a la luzde la luna, lashojasestaban«comobroncerugoso»,habíadichoella,consudisposiciónliteraria,yhabíacogidounarosa.Sallyselohabíallevadoacaminardeunladoaotroaquellanoche,despuésdelaescenajuntoalafuente;Peteribaacogereltrendemedianoche.¡Santocielo,yhabíallorado!

Éseerasuviejotruco,abrirunanavajita,pensóSally,siempreabrirycerrarunanavajitacuandoseponíanervioso.Habíansidomuy,muyamigos,ellayPeterWalsh,cuandoestabaenamoradodeClarissayseprodujoaquellaescenahorribleyridículaporRichardDallowayenlacomida.Sallyhabíallamado«Wickham»aRichard.¿Porquénollamarle«Wickham»?¡Clarissasepusocomounafuria!YlaverdadesqueClarissa y ella no habían vuelto a verse más de cinco o seis veces acaso, en losúltimosdiezaños.PeterWalshsehabíamarchadoa la India;ellahabíaoídovagosrumoressegúnloscualesaPeterlehabíaidomalensumatrimonio,nosabíasiteníahijosynoselopodíapreguntarporqueyanoeraelmismodeantes.Parecíamásbienencogido,peromásamable,pensóSally,y le teníaverdaderoafecto,porqueestabavinculadoconsu juventud,y todavíaconservabaelpequeño librodeEmilyBrontëque Peter le había regalado. ¿No es cierto que pensaba dedicarse a escribir? Enaquellostiempospensabaescribir.

—¿Has escrito algo?—le preguntó Sally, al tiempo que extendía la mano, sumanofirmeybienformada,sobrelarodilla,ungestoqueélrecordaba.

—¡Niunapalabra!—dijoPeterWalsh.Sallyseechóareír.Todavíaeraatractiva,aúneratodounpersonaje,SallySeton.Pero¿quiéneraese

Rosseter?Llevabadoscameliaseldíadesuboda,esoestodoloquePetersabíadeél.«Tienenmiles de criados ymillas enteras de invernaderos», le escribióClarissa, oalgoparecido.Sallyreconocióqueasíeraconunacarcajada.

—Sí,tengodiezmilalaño—aunquenorecordabasiesoeraantesodespuésdepagarlosimpuestos,puessumarido—,alquetengoquepresentarte—dijo—,tevaacaerbien—dijo,seencargabadetodoeso.

Y es que Sally, en tiempos, estaba siempre en las últimas.Había empeñado lasortija que María Antonieta le había regalado a su tatarabuelo—¿lo había dicho

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bien?,lepreguntóPeter—parapagarseelviajeaBourton.Oh, sí, Sally se acordaba; aún la conservaba, esa sortija de rubíes que María

Antonieta había regalado a su tatarabuelo. Nunca tenía un penique en aquellostiempos, e ir aBourton siempre representabaungastoenorme.PeroBourtonhabíasignificado mucho para ella: la había mantenido cuerda, según creía, debido a lodesgraciadaquehabíasidoensucasa.Perotodoesopertenecíaalpasado,todoeraelpasado,dijo.YelseñorParryhabíamuerto;ylaseñoritaParryaúnvivía.¡Habíasidoel mayor susto de su vida!, dijo Peter. Estaba completamente convencido de quehabíamuerto.Ylaboda,suponíaSally,todounéxito.Yesajoventanhermosa,tanseguradesímismaeraElizabeth,allí,juntoalascortinas,vestidaderosa.

(Era como un olmo, era como un río, era como un jacinto, pensaba WillieTitcomb.¡Ah,cuántomásagradableseríaestarenelcampoyhacerloquequisiera!Estabaoyendoaullaralpobreperro,Elizabethestabasegura.)NoseparecíaennadaaClarissa,dijoPeterWalsh.

—¡Oh,Clarissa!—dijoSally.LoqueSallysentíaerasencillamenteesto.LedebíaaClarissamuchísimascosas.

Habían sido amigas, no simples conocidas, sino amigas, y todavía veía a Clarissatoda de blanco, yendo por la casa con las manos llenas de flores: hasta hoy, lasplantasdetabacosiemprelehabíanrecordadoBourton.Pero—¿loentendíaPeter?—lefaltabaalgo.Lefaltaba…¿elqué?Teníaencanto,teníaunencantoextraordinario.Pero, con franqueza (y tenía a Peter por un viejo amigo, un verdadero amigo…¿acaso importaba la ausencia?… ¿acaso importaba la distancia? A menudo habíadeseado escribirle, pero había roto la carta, y aun así sentía que él comprendía,porquelagentecomprendesinnecesidaddedecirnadaloqueunoentiendealhacerseviejo,yellaeravieja,habíaestadoesamismatardeenEtonvisitandoasushijos,queteníanpaperas),contodafranqueza,¿cómopudoClarissahacerunacosaasí?CasarseconRichardDalloway,undeportista,unhombrequenoseinteresabamásqueporlosperros.Literalmente, cuando entraba en la habitación, olía a establos.Ydespués…¿todoesto?,dijohaciendoungestoconlamano.

Hugh Whitbread pasaba por allí, sin rumbo, con su chaleco blanco, sombrío,gordo, ciego,pasandode largoante todo loqueveía, salvoante la autoestimay lacomodidad.

—Anosotrosnovaareconocernos—dijoSally,ydeverdadnotuvovalorpara…¡ConqueéseeraHugh,eladmirableHugh!

—Y¿aquésededica?—lepreguntóaPeter.EncerabalasbotasdelRey,ocontababotellasenWindsor,lecontestóPeter.¡Así

quePetertodavíateníaesaafiladalenguasuya!Yahora,Sallydebíasersincera,dijoPeter.Esebeso,eldeHugh.

Enloslabios,leaseguróSally,enlasaladefumar,unatarde.AcudióaClarissa

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directamente, enfurecida. ¡Hugh no hacía cosas así!, dijo Clarissa, ¡el admirableHugh! Los calcetines deHugh eran, sin excepción, losmás preciosos que hubieravistojamás.Yahora,sutrajedenoche.¡Perfecto!Y…¿teníahijos?

—TodoelmundoenestesalóntieneseishijosenEton—lecontestóPeter,menosél.El,graciasaDios,noteníaninguno.Nihijos,nihijas,niesposa.Bueno,puesnoparecíaimportarle,dijoSally.Parecíamásjoven,pensóella,quecualquieradeellos.

Perofueunaestupidezenmuchosaspectos,casarsedeesamanera:—Eraunabobaabsoluta—dijo,peroañadió—:noslopasamosestupendamente

—pero ¿cómo fue?, se preguntó Sally; ¿qué quería decir?, y qué raro resultabaconocerlesinsabernadadeloquelehabíaocurrido.¿Lodecíapororgullo?Eramuyprobable, porque después de todo debía resultarle humillante (aunque era un tiporaro,unaespeciededuende,paranadaunhombrecorriente),debíadesentirsemuysolo, a su edad, sin una casa, sin ningún sitio adonde ir. Tenía que ir a verles yquedarseallísemanasenteras.Claroqueiría;leencantaríapasarunatemporadaconellos,yasífuecomosalióeltema.Durantetodosestosaños,losDallowaynohabíanidounasolavez.Loshabíaninvitadounayotravez.Clarissa(porqueeraClarissa,porsupuesto)noqueríair.Yesque,dijoSally,Clarissaeraunaesnob,enelfondo;había que reconocerlo, una esnob. Eso era lo que se interponía entre ellas, estabaconvencida.Clarissapensabaque ella sehabía casado fuerade su clase, yaque sehabíacasado—Sally lo teníaagala—conelhijodeunminero.Cadapeniquequetenían se lo habían ganado a pulso. De pequeñito (su voz tembló), había cargadograndessacos.

(Ypodía seguir asíhorasyhoras,pensóPeter; elhijodelminero, lagentequepensabaquesehabíacasadoconalguienquenoerade suclase, suscincohijos,y¿qué era lo otro?… plantas, hortensias, jeringuillas, rarísimas azucenas que nuncaflorecenalnortedelcanaldeSuez,peroella,conunjardineroenlosalrededoresdeManchester,teníaarriatesenteros,¡arriatesenteros!Bueno,puesdetodoestoquesehabíalibradoClarissa,conlopocomaternalqueera.)

¿De verdad que era una esnob? Sí que lo era, enmuchos aspectos. ¿Dónde semetíaClarissatodoestetiempo?Seestabahaciendotarde.

—Puessí—dijoSally—,cuandomeenterédequeClarissadabaunafiesta,penséque no podía dejar de venir, que tenía que volver a verla (yme alojo enVictoriaStreet, a la vuelta de la esquina, prácticamente).Así queme presenté sinmás, sininvitación.Pero…—murmuró—anda,dime.¿Quiénesésa?

Era la señoraHilbery, buscando la puerta. Pues ¡qué tarde se estaba haciendo!Además,murmuró, amedidaque lanoche avanzaba, amedidaque lagente se ibamarchando,unaseencontrabaconviejosamigos,lugaresyrinconestranquilosylasvistas más preciosas. ¿Sabían —preguntó— que estaban rodeados por un jardínencantado? Luces, árboles,maravillosos lagos centelleantes, y el cielo. ¡Nadamás

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queunascuantaslucesdecolores,lehabíadichoClarissaDalloway,eneljardíndeatrás!Pero ¡eraunamaga!Eraunparque…Yno sabía cómose llamaban, aunquesabía que amigos eran, amigos sin nombre, como canciones sin letra, siempre lasmejores. Pero había tantas puertas, lugares tan inesperados, que no encontraba elcaminodesalida.

—LaviejaseñoraHilbery—dijoPeter;pero¿yésadeallí,esaseñoraquellevatodalanochedepiejuntoalacortina,sinhablar?Conocíasucara,larelacionabaconBourton. ¿No era la señora que solía cortar ropa interior en lamesa grande de laventana?¿NosellamabaDavidson?

—Ah,sí.ÉsaesEllieHenderson—dijoSally.Clarissaeraverdaderamenteduracon ella. Era prima suya,muy pobre.Y es queClarissa era realmente dura con lagente.

Untantodurasíqueera,dijoPeter.Aunasí,dijoSallyconesaemociónsuya,conunarrebatodeeseentusiasmoquetantolegustabaaPeter,aunqueahoraleasustabaunpocoloefusivaquellegabaaponerse,¡quégenerosaeraClarissaconsusamigos!Yquérararesultabaesagenerosidad,hastaelpuntodeque,porlanocheoeldíadeNavidad,alhacerrecuentodelasbendicionesrecibidas,poníaesaamistadenprimerlugar. Eran jóvenes: eso era. Clarissa tenía un corazón puro, eso era. Peter laconsideraríasentimental.Puesloera.PorqueSallyhabíallegadoapensarqueesoeraloúnicoquemerecía lapenadecir: loqueunosentía.La inteligenciaeraestúpida.Unodebíadecirsencillamenteloquesentía.

—Pero yo—dijo PeterWalsh—no sé lo que siento. Pobre Peter, pensó Sally.¿Por qué no venía Clarissa y hablaba con ellos? Eso es lo que él deseaba conimpaciencia.Sallylosabía.NohabíadejadodepensarenClarissa,nadamásqueenClarissa,yestabatoqueteandosunavajita.

Lavidanolehabíaresultadosencilla,dijoPeter.SusrelacionesconClarissanohabíansidosencillas.Habíaechadoaperdersuvida,dijo.(Habíansidotanamigos,SallySetonyél,queeraabsurdonodecirlo.)Unonopodíaenamorarsedosveces,dijo. Y ¿qué podía decir ella? De todos modos, es mejor haber amado (pero laconsideraría sentimental, solía ser muy incisivo). Tenía que venir a Manchester apasaruna temporadaconellos.Muycierto,dijoPeter.Todoestoesmuycierto.Leencantaríairapasarunatemporadaconellos,encuantoterminaseconloqueteníaquehacerenLondres.

YClarissa le había queridomás a él de lo quenuncahabía querido aRichard,Sallyestabasegurísimadeello.—¡No,no,no!—dijoPeter(Sallynodeberíahaberdichoeso,ibademasiadolejos).Esebuenhombre…allíestaba,alotroextremodelasala, charlando sin parar, el mismo de siempre, el bueno de Richard. ¿Con quiénestabahablando,preguntóSally,esehombretandistinguido?Claro,comovivíaenlaselva, teníaunacuriosidad insaciableporsaberquiénera lagente.PeroPeterno lo

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sabía.Nolegustabasupinta;probablementeseríaunministrodelgobierno.Detodosellos,dijoPeter,Richardleparecíaelmejor,elmásdesinteresado.

—Pero¿quéhahecho?—preguntóSally.Serviciopúblico,suponíaella.¿Yeranfelices juntos? preguntó Sally (ella era extremadamente feliz); porque, segúnreconocía, no sabía nada de ellos, sólo sacaba conclusiones, que es lo que suelehacerse, pues ¿quépuedeuna saberde lagente, inclusode aquélla con laqueunoviveadiario?,preguntó.¿Acasonosomostodosprisioneros?Habíaleídounaobradeteatro maravillosa, sobre un hombre que rascaba la pared de su celda, y tenía lasensación de que esto era aplicable a la vida: uno se dedicaba a rascar la pared.Cuandoseveíadesesperadaporlasrelacioneshumanas(lagenteeramuydifícil),amenudoseibaaljardínylasfloresledabanunapazqueloshombresylasmujeresnuncaleproporcionaban.Perono;aélnolegustabanlascoles;preferíaalossereshumanos,dijoPeter.Porciertoquelosjóvenessonhermosos,dijoSally,mirandoaElizabethcruzarlasala.¡QuédiferenteeradeClarissaasuedad!¿Quéleparecíaaél?Elizabethnodespegabaloslabios.Nomucho,aúnno,reconocióPeter.Eracomounlirio,dijoSally,unlirioalbordedeunestanque.PeroPeternoestabadeacuerdoenquenosupiéramosnada.Losabemostodo,dijo;almenos,élsí.

Perodeestosdos,musitóSally, estosdosque seacercabanahora (ydeverdadqueteníaqueirse,siClarissanoveníapronto),estehombredeaspectodistinguidoysumujer,deaspectomásbienvulgar,quehabíanestadohablandoconRichard,¿quépodíaunosaberdeunaspersonasasí?

—Pues que son unos detestables charlatanes—dijoPeter, echándoles una vagaojeada.HizoreíraSally.

PeroSirWilliamBradshawseparóenlapuertaparamiraruncuadro.Sefijóenel ángulo, buscando el nombre del grabador. Sumujer tambiénmiró. SirWilliamBradshawseinteresabamuchoporelarte.

Cuandounoerajoven,decíaPeter,unoerademasiadoexaltadoparaconoceralagente. Ahora que uno era viejo, cincuenta y dos años paramás señas (Sally teníacincuentaycinco,físicamente,dijo,porquesucorazóneracomoeldeunamuchachade veinte); ahora que uno era maduro, entonces, dijo Peter, uno podía mirar, unopodíacomprender,yunoconservabalacapacidaddesentir.Esoesverdad,dijoSally.Cadaañoquepasaba,ellasentíaconmásprofundidad,máspasión.Ibaenaumento,dijoPeter,desgraciadamentequizá,perounodeberíaalegrarseporello:aumentabaensuexperiencia.EnlaIndiahabíaunapersona.LegustaríahablardeellaconSally.Legustaría que Sally la conociese. Estaba casada, dijo. Tenía dos niños pequeños.Teníanque ir todosaManchester,dijoSally,Peter teníaqueprometérseloantesdequesefueran.

—Ahí está Elizabeth—dijo Peter—, no siente ni la mitad de lo que nosotrossentimos,todavíano.

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—Sinembargo—dijoSally,mirandoaElizabethacercarsea supadre—, sevequesequierenmucho—SallylosentíaporlamaneraenqueElizabethseacercabaasupadre.

Y es que su padre había estado fijándose en ella mientras hablaba con losBradshaw,ysehabíapreguntado¿quiénesesapreciosamuchacha?Yderepentesedio cuenta de que era su Elizabeth y que no la había reconocido, ¡estaba tan en-cantadoraconsutrajerosa!ElizabethhabíasentidoquelamirabamientrasellaestabahablandoconWillieTitcomb.Asíqueseacercóaélysequedaronjuntos,ahoraquelafiestacasihabíaterminado,mirandoalagentequeseiba,ylossalonesqueseibanquedando cada vez más vacíos, con cosas abandonadas por el suelo. Hasta EllieHendersonseiba,casilaúltimadetodos,aunquenadielehabíadirigidolapalabra,peroqueríaverlo todoparacontárseloaEdith.RichardyElizabethsealegrarondeque acabase, pero Richard estaba orgulloso de su hija. Y eso que no pensabadecírselo,peronopudopormenosquedecírselo.Lahabíamirado,dijo,ysehabíapreguntado¿quiénesesapreciosamuchacha?¡Erasuhija!Esolahizofelizdeveras.Perosupobreperroestabaaullando.

—Richardhamejorado.Tienesrazón—dijoSally—.Voyairahablarconél.Ledaré las buenas noches. ¿Qué importa la inteligencia —dijo Lady Rosseter,levantándose—comparadaconelcorazón?

—Ahoravoy—dijoPeter.Perosequedósentadounmomentomás.¿Quéesesteterror? ¿Qué es este éxtasis?, se preguntó. ¿Qué es esto, que me llena de tanextraordinariaexaltación?

—EsClarissa—dijo.Sí,porqueallíestaba.

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AdelineVirginiaWoolf(Stephendesoltera;Londres,25deenerode1882–Lewes,Sussex, 28 de marzo de 1941) fue una novelista, ensayista, escritora de cartas,editora,feministayescritoradecuentosbritánica,consideradacomounadelasmásdestacadasfigurasdelmodernismoliterariodelsigloXX.

Durante el período de entreguerras, Woolf fue una figura significativa en lasociedadliterariadeLondresyunmiembrodelgrupodeBloomsbury.SusobrasmásfamosasincluyenlasnovelasLaseñoraDalloway(1925),Alfaro(1927)yOrlando:unabiografía(1928),ysulargoensayoUnahabitaciónpropia(1929),consufamosasentencia «Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribirficción».Fueredescubiertaduranteladécadade1970,graciasaesteensayo,unodelos textosmáscitadosdelmovimientofeminista,queexpone lasdificultadesde lasmujeresparaconsagrarsealaescrituraenunmundodominadoporloshombres.

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