La Doctrina de Santo Tomé o la ciudad del Tapé

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1 Universidad del Salvador IV Centenario de la Compañía de Jesús en la Argentina Seminario de Investigación La Compañía de Jesús: Su aporte y su influencia en el pensamiento y la obra de nuestro país. Buenos Aires, del 4 al 12 de noviembre de 1985. A.D. LA DOCTRINA DE SANTO TOMÉ o LA CIUDAD DEL TAPÉ - Trabajo leído, debatido y aprobado - Jeannette López

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Universidad del Salvador IV Centenario de la Compañía de Jesús en la Argentina

Seminario de Investigación

La Compañía de Jesús: Su aporte y su influencia en el pensamiento y la obra de nuestro país.

Buenos Aires, del 4 al 12 de noviembre de 1985. A.D.

LA DOCTRINA DE SANTO TOMÉ o LA CIUDAD DEL TAPÉ

- Trabajo leído, debatido y aprobado -

Jeannette López

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LA DOCTRINA DE SANTO TOMÉ O LA CIUDAD DEL TAPE

Corrientes es tierra Bendita. Es tierra bendita porque nació bajo el signo de la Cruz y bajo el amparo de María Itatí. Y nada que tenga tan honrosa paternidad y tan feliz nacimiento, corre, ni correrá riesgo de contaminación. Por eso es que los correntinos tienen esa pachorra, ese «laissez faire et laissez passer» que dicen los franceses, porque su derrotero es seguro y sin temer embates ni de sombras, ni de realidades. Y por eso es también, que están llenos de leyendas, que es decir llenos de imaginación porque su espíritu se regocija y se divierte en pasar de la realidad a la irrealidad; del soñar al vivir; del creer al desconfiar. También es Corrientes tierra de música. La inventa y la siente. En esa tierra, todo alaba a Dios en un do sostenido mayor. Sus cielos; sus noches; sus amaneceres; sus ríos; sus montes; sus pájaros; su hombre y su mujer. Todo es canto. Todo silba o susurra. Todo es alegría. Todo baila. Y por tener música y por tener alegría, tiene Corrientes nostalgia de lo que se acaba; de lo que se va; de lo que fue y deja surco hondo en el sentir del correntino y de la correntina. Y por ello se aterra, es decir, se agarra fuertemente a sus cosas. Todo esto hace de que en Corrientes y de manera muy acentuada, se mezcle, o mejor, se entremezcle, la historia y la leyenda. Imposible trazar una línea divisoria entre la una y la otra. Ya era Corrientes antes del bautismo. Así asintieron los españoles al pisar su tierra. Así lo sintieron los españoles, al conocer a nuestro indio. Así lo estableció esa Cruz de madera, vencedora del fuego, que abraza y abrazó a los hijos de Corrientes y que maravilló al español conquistador, conquistado.

Por eso, la ciudad capital, la de Vera de las Siete Corrientes, es ciudad invencible y vencedora. Por eso, los pueblos correntinos que la circundan son herederos de su tradición, de su estirpe; de su amor a Dios y a la Virgen María Itatí. Herederos también de sus leyendas y misterios y de su fuerza telúrica, es decir, de lo que nace de la tierra.

Mientras Don Juan de Torres de Vera y Aragón, funda la ciudad de Vera «en viaje ya para los reinos de España», como reza en las crónicas, el 3 de abril de 1588, siendo la única ciudad existente de noble alcurnia, fundada por Adelantado, los discípulos de San Ignacio de Loyola, al comenzar el Siglo XVII, realizan los preparativos de evangelización y de conquista espiritual, en estas regiones americanas, dentro de las cuales estaba situada la Provincia del Tape y en ella la zona santotomeña. A propósito de la Comarca del Tape, ésta pertenecía a la jurisdicción de Buenos Aires a partir de 1617 como provincia civil, separada de la del Paraguay. Tape, significa en el idioma guaraní «gran pueblo o ciudad». Abarcaba esta región una parte del Estado de Río Grande del Sur. Eran sus ríos el Yacuí y el río Grande al este y los que desembocan en el Uruguay, al oeste. Fue en las riberas de esos ríos en donde se levantaron las Reducciones, porque esa zona era la más poblada por los indios. Uno de los tres mártires de las Misiones Guaraníticas del Caaró, el padre Roque González de Santa Cruz -beatificado por la Iglesia- llegó a este territorio del Tape, territorio que estaba dentro de lo que era dominio español, pero que nunca, dicen las crónicas, había sido hollado por españoles. Dos fueron las razones: una la «aspereza del terreno» son palabras textuales y la otra, «La resistencia de los indios que allí vivían». El padre Roque González consiguió que le permitiesen visitar el país y siguiendo sus pasos, otros sacerdotes jesuítas lograron atraer a los indígenas, levantando los pueblos e instruyendo a los nativos en la religión, lo mismo que enseñándoles a vivir. Dice el padre Roque González en una carta dirigida al Provincial, textualmente: «Recibí una carta del Padre Pedro Romero, en que me avisaba, había malas nuevas de los indios del Ibicuití». Continúa la carta narrando de cómo los indios habían destruido y quemado todo, «incluyendo la Iglesia y la Cruz que dejé» dice el P. Roque González. «Los indios de la tierra estaban alborotados» continúa. A pesar de ello, quería entrar y conocer a los indios del Tape. «Y así lo hice. Llamé a los caciques del Tapé (leemos acentuado) para que me llevasen a sus tierras. «Entre paréntesis leemos

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(Tapé, quiere decir población grande; porque había fama de que había una de innumerable gente)». Esa era Santo Tomé. Continúa en la misma carta, el P. Roque González, narrando todas sus peripecias en la Provincia del Tape siendo su preocupación primera el atraerlos a Dios y dice: «después de largas pláticas y dones que les repartí , Nuestro Señor ablandó sus corazones». Así consigue llegar hasta las tierras santotomeñas, a donde se asentaría poco tiempo después otra Reducción; tal vez la más importante en sus comienzos. Termina la carta larga carta a su Provincial, escribiendo «.... de tal suerte que puedo decir con verdad que mis trabajuelos y peregrinaciones nunca han sido tan apretados como en esta del Ibicuití y Tapé» Vemos pues, que los primeros moradores, que no digo antepasados de los santotomeños, le dieron guerra como dicen los españoles al Santo Padre Roque González de Santa Cruz, antes de caer de rodillas a sus plantas.

Lo que quiero subrayar, es que en el libro «Organización social de las doctrinas guaraníes» del padre José Hernández de la Compañía de Jesús, leemos, refiriéndose a Santo Tomé: «Este puesto (pueblo) es muy celebrado. Pusiéronle los moradores de toda la comarca por antonomasia Tape, que quiere decir la ciudad, por su grandeza. De este pueblo toma su denominación toda la provincia, que comúnmente se dice Provincia del Tape. Eso leemos al pie de la página, dice: Ruiz de Montoya, Conquista Española hecha por los religiosos de la Compañía de Jesús en las provincias de Paraguay, Paraná, Uruguay y Tape. Madrid 1639. Estas palabras nos dicen a las claras del brillo y la importancia que tuvo Santo Tomé en sus comienzos. Y enorgullece a los santotomeños el haber sido punto inicial, es decir, los primeros que llevaron el nombre de Tape, nombre que luego se extendería a toda la Provincia. Esto es lo que se dice en la Crónicas escritas por los jesuítas y publicadas en España en el año 1639.

Santo Tomás, que Tomé es por Tomás, fue entonces fundada el 21 de diciembre de 1632,

aunque el padre Furlong, en su libro «Misiones y sus pueblos guaraníes» da como fecha el

13 de julio del mismo año de 1632, por los padres jesuitas Luis Ernot y Manuel Berthot,

ambos franceses y con ellos el padre Pedro Romero, quien era el Superior en las Misiones.

Hay que decir aquí que los restos del Padre Ernot yacen en la Iglesia Parroquial de Santo

Tomé, en un mausoleo levantado en el atrio de la misma. Este sacerdote nació en

Marienbourg e ingresó a la Compañía de Jesús en Roma. Fue destinado a la China pero

diversas razones le cambiaron el rumbo y llegó al Río de la Plata en 1627. En la ciudad de

Córdoba inició y terminó sus estudios eclesiásticos y fue ordenado sacerdote siendo

destinado a la Reducción de San Javier en el Guayra, donde luchó denodadamente contra

los mamelucos. Después de fundar Santo Tomé, hizo el traslado de la misma a su actual

emplazamiento, hasta seguir a San Ignacio Miní donde muere el 11 de mayo de 1667.

La primera Reducción de Santo Tomé llegó a tener 1500 indios, quienes dirigidos por los dos fundadores fueron bautizados y aprendieron a trabajar y sembrar la tierra. La alimentación era escasa en las Reducciones del Tape. Los Padres Jesuitas Pedro Romero y Cristóbal de Mendoza, resolvieron llegar a Comentes adonde compraron 1.500 cabezas de ganado vacuno al estanciero portugués Don Manuel Cabral de Alpoin. Es así como estos dos sacerdotes se convierten en los primeros troperos y verdaderos pioneros de la riqueza agropecuaria de la provincia o Doctrina del Tape.

Hay que hacer notar que en esta Fundación de Santo Tomé, los caciques indios Arazayu y

Coarupé, prestaron su ayuda y aceptaron con cordialidad la presencia de los religiosos para

esta Fundación. De esta manera, los misioneros veían su trabajo y su Misión prosperar en

ambiente de paz. Por este tiempo, Santo Tomé llega a una población de 1.500 familias. Esto

significa un número grande de habitantes apenas recién nacido. 900 eran los niños y niñas

que iban a la escuela. Una peste, cuenta el padre Furlong, mató a 770 niños y a 160 adultos,

recordando también que los tigres asolaban la región causando incontables desastres. Siete

años después de su fundación, en 1639, Santo Tomé, devastado por los paulistas, a quienes

el padre Furlong los califica de «inhumanos», debió trasladarse al poniente del río Uruguay.

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Santo Tomé o Santo Tomás Apóstol, así llamado, estaba sobre las márgenes del río

Tembicuacuy, cerca del Ibicuy y debió transmigrar, huyendo de los paulistas en marzo de

1639, bajando los «tomistas» o santotomeños por el río Uruguay y situándose en un lugar

alto, circundado por tierras bajas, sobre la costa occidental del río, lugar en el cual se

encuentra hoy, el legendario Santo Tomé o Santo Tomás Apóstol de Corrientes. 3.000 era

el número de sus pobladores en 1644. 3.416, en 1702. 3.494 en 1733; habiendo disminuido

en 1750 a 2.793 y en 1768 a 2.400 habitantes. ¿Qué razones surgieron para que la

población disminuyera? Sin duda, las incursiones de aquellos inhumanos paulistas, como

leemos en las crónicas de los jesuitas, que por salvajes o por celosos lo malquerían y

querían destruirlo. Esos antepasados de los brasileños, hoy país hermano, sentían que en

nuestro pueblo, en nuestra población, Dios había puesto sus complacencias.

Desde su nuevo emplazamiento hasta el año de 1768, innumerable fue la lista de padres jesuitas que desfilaron por Santo Tomé y que también murieron allí. Todos emprendedores; todos visionarios, elevaron al pueblo a un nivel cultural, por qué no emplear la expresión , ya que escuelas y pequeñas industrias, unido a la enseñanza de la religión, colocaban al hombre en un estado de conciencia social y de superación humana. El padre Sepp, jesuita misionero alemán, construyó la Iglesia de Santo Tomé, que debió ser muy hermosa a juzgar por todas las otras de la misma época levantadas en las Misiones o Doctrinas.

Subrayemos que en todo momento, el número de sacerdotes fue superior a dos. En este año de 1768, de pueblo floreciente, esto se lee en los Inventarios «el pueblo quedó pobrísimo por habérsele recargado uno de los siete pueblos de la otra banda del Uruguay». Pueblo éste que quedó sin sustento por la guerra guaranítica. Santo Tomé, en gesto cristiano y generoso tuvo que incorporarlo y disminuyó, como era natural, su propia prosperidad. Leemos las cifras de 15.396 vacas; 18.471 ovejas; de 874 yeguas; de 845 bueyes; de 296 caballos y de 179 mulas. Además de los yerbales y de los algodonales. Pero la verdadera razón de la decadencia de Santo Tomé fue muy otra. Los mamelucos, que venían de San Pablo, ejercían en tierra la piratería. No sólo asaltaban, destruían, mataban, sino que querían a los indios para llevarlos a sus dominios. Esta Cristiandad, o Misión, o Reducción, que tan extraordinariamente adelantaba en el Tape, se veía sorprendida permanentemente por estas hordas salvajes que querían destruir sucesivamente todas las Reducciones. Los padres jesuitas consultaron en Madrid y en Roma de cómo debían reprimir y castigar estos monstruosos atentados de los mamelucos. Se previó la emigración de esas Reducciones a parajes más seguros. Muchos indios, por amor a su tierra, lo hacemos notar, se quedaron en los montes y perdieron libertad, tierra, cuando no la propia vida, cayendo en manos de sus perseguidores. También hay que recordarlo, estos infieles mamelucos, no exentos de astucia y de viveza, decían a los indios que los padres jesuitas, los conquistaban y los reunían en esas Reducciones, para entregarlos luego en masa y ser llevados a servir a San Pablo.

El tratado entre España y Portugal de 1750 a instigación de los ingleses y gran multitud de judíos ocultos proponía la destrucción y la expulsión de los jesuitas de España y en consecuencia, de las Reducciones en América y el desbande de los indios en procura de parajes, que sin tener dueños, metan fértiles y aptos para volver a levantar sus pueblos. Dejaban a los portugueses sus plantaciones de yerba mate, fuente de sustento para ellos y el caudal necesario para pagar el tributo al Rey. También abandonaban estancias donde se mantenían sus numerosos rebaños, más de medio millón de vacas con otros animales. Durante el traslado se perdieron animales y otros fueron robados por aquellos que tomarían posesión del terreno por ellos abandonado. En recompensa de lo que perdían se les daba veintiocho mil pesos, para todos los pueblos, equivaliendo lo que ellos dejaban a más de seis o siete millones de pesos. Los indios debían obedecer de lo contrario serían pasados por la fuerza de las armas. Se armó la guerra, una campaña en el año 1754 y otra en 1756. Los guaraníes tuvieron encerrado a Gomes Freiré con su ejército por espacio de varios meses en un bosque de donde no se podía salir sino después de firmado un pacto de tregua con los jefes indios y retirados éstos para sus tierras.

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No hubo más refriegas salvo la de Caaybaté el 10 de febrero de 1756 en la que se pudo constatar la inferioridad de Los Guaraníes, desprovistos de caudillos europeos, como entonces lo estaban, no constituyendo una tropa organizada, sino semejantes a niños desordenados que se resistían a abandonar sus casas y tierras. Vencidos y aniquilados fueron más de mil los muertos. Otros dicen que mil doscientos. Fueron obligados a pasar el Uruguay. Carlos III de Nápoles y de España, reconoció las razones de los jesuitas y fueron restituidos a los Guaraníes sus tierras y bienes, luego de 6 años de permanencia en ellas de españoles y portugueses. Las Misiones sufrieron mucho con tanta guerra, expulsión y desolación. Los pueblos quedaron en la miseria. Los indios, muchos murieron, otros se dispersaron, otros fueron llevados engañados por los portugueses discriminando por el Imperio Portugués «El espíritu de subordinación y las buenas costumbres se habían relajado mucho». Los padres jesuitas reconocieron que nunca antes se había debilitado tanto el espíritu y el ritmo de vida de estos pueblos otrora floreciente y ahora sumido en la miseria y el abandono. Finalizamos este estudio histórico sobre la Doctrina de Santo Tomé o la ciudad del Tape, con las palabras del General Mitre:

«Ni los templos ni las cabañas fueron respetados; todos los pueblos fueron destruidos; todos los ganados fueron arrebatados; todos los campos fueron talados y el vencedor se replegó a su territorio, cargado de botín, ostentando como trofeos, ochenta arrobas de plata labrada robada a las iglesias fundadas por los jesuitas. Después de la conquista no se presenta un ejemplo de una invasión tan bárbara como ésta».

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BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA «Organización Social de las Doctrinas Guaraníes de la Compañía de Jesús». Tomo 1 y 2. Autor: P. Pablo Hernández SJ. Editor: Gustavo Gili. Barcelona 1913. «Misiones y sus pueblos de guaraníes». Autor: Guillermo Furlong SJ. Ediciones: Theoría. Buenos Aires 1962. «Historia Documentada de los Mártires del Caaró e Yjuhí». Autor: J.M. Blanco SJ. Editor: Sebastián de Amorrortu. Buenos Aires 1929. «Santo Tomé jesuítico». Autor: Pablo Argilaga. Edición del autor. «Historia de Belgrano». Autor: Gral. Bartolomé Mitre. Editor Félix Lajouane 1887 «Las Misiones Orientales» Autor: José Velozo da Silva. Archivo de la Provincia de Corrientes Archivo General de la Nación. «Los Jesuitas en Corrientes. El Colegio Fluentino». Autor: Rector Vicente Fidel López. Corrientes, imprenta del Estado, 1931