La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo...

124
La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez

Transcript of La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo...

Page 1: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

LaBarraca

Por

VicenteBlascoIbáñez

Page 2: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

I

Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer,anchafajadeluzqueasomabaporlapartedelMediterráneo.

Losúltimosruiseñores,cansadosdeanimarconsustrinosaquellanochedeotoño, que por lo tibio de su ambiente parecía de primavera, lanzaban elgorjeofinalcomosileshirieselaluzdelalbaconsusreflejosdeacero.Delastechumbresdepajadelasbarracassalíanlasbandadasdegorrionescomountropel de pilluelos perseguidos, y las copas de los arboles empezaban aestremecerse bajo los primeros jugueteos de estos granujas del espacio, quetodoloalborotabanconelrocedesusblusasdeplumas.

Apagábanse lentamente los rumores que habían poblado la noche: elborboteodelasacequias,elmurmullodeloscañaverales, los ladridosdelosmastinesvigilantes.

Despertabalahuerta,ysusbostezoserancadavezmásruidosos.Rodabaelcanto del gallo de barraca en barraca. Los campanarios de los pueblecitosdevolvíanconruidosobadajeoeltoquedemisaprimeraquesonabaalolejos,enlastorresdeValencia,esfumadasporladistancia.Deloscorralessalíaundiscordante concierto animal: relinchos de caballos, mugidos de vacas,cloquear de gallinas, balidos de corderos, ronquidos de cerdos; un despertarruidoso de bestias que, al sentir la fresca caricia del alba cargada de acreperfumedevegetación,deseabancorrerporloscampos.

Elespacioseempapabadeluz;disolvíanselassombras,comotragadasporlosabiertossurcosylasmasasdefollaje.Enlaindecisaneblinadelamaneceribanfijandosuscontornoshúmedosybrillanteslasfilasdemorerasyfrutales,lasondulanteslíneasdecañas,losgrandescuadrosdehortalizas,semejantesaenormespañuelosverdes,ylatierrarojacuidadosamentelabrada.

Animábanse los caminos con filas de puntos negros y movibles, comorosariosdehormigas,marchandohacialaciudad.Detodoslosextremosdelavega llegaban chirridos de ruedas, canciones perezosas interrumpidas por elgritoquearreaalasbestias,ydevezencuando,comosonorotrompetazodelamanecer,rasgabaelespaciounfuriosorebuznodelcuadrúpedoparia,comoprotestadelrudotrabajoquepesabasobreélapenasnacidoeldía.

En las acequias conmovíase la tersa lamina de cristal rojizo conchapuzones que hacían callar a las ranas; sonaba luego un ruidoso batir dealas,eibandeslizándoselosánadeslomismoquegalerasdemarfil,moviendocualfantásticasproassuscuellosdeserpiente.

Lavida,queconlaluzinundabalavega,ibapenetrandoenelinteriorde

Page 3: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

barracasyalquerías.

Chirriaban las puertas al abrirse, veíanse bajo los emparrados figurasblancas que se desperezaban con las manos tras el cogote, mirando eliluminadohorizonte.Quedabandeparenparlosestablos,vomitandohacialaciudad las vacas de leche, los rebaños de cabras, los caballejos de losestercoleros. Entre las cortinas de árboles enanos que ensombrecían loscaminosvibrabancencerrosycampanillas,ycortandoestealegrecascabeleosonabaelenérgico«¡arre,acá!»animandoalasbestiasreacias.

En laspuertasde lasbarracassaludábanse losque ibanhacia laciudadylosquesequedabanatrabajarloscampos.

—¡BòndíamosdoneDeu!

—¡Bòndía!

Ytrasestesaludo,cambiadocontodalagravedadpropiadeunagentequelleva en sus venas sangre moruna y sólo puede hablar de Dios con gestosolemne, se hacía el silencio si el que pasaba era un desconocido, y si eraíntimo, se le encargaba la compra en Valencia de pequeños objetos para lamujeroparalacasa.

Yaeradedíacompletamente.

Elespaciosehabíalimpiadodetenuesneblinas,transpiraciónnocturnadeloshúmedoscamposylasrumorosasacequias.Ibaasalirelsol.Enlosrojizossurcossaltabanlasalondrasconlaalegríadevivirundíamás,ylostraviesosgorriones,posándoseenlasventanastodavíacerradas,picoteabanlasmaderas,diciendoalosdeadentroconsuchillidodevagabundosacostumbradosavivirde gorra: «¡Arriba, perezosos! ¡A trabajar la tierra, para que comamosnosotros!...»

EnlabarracadeTòni,conocidoentodoelcontornoporPimentó,acababadeentrarsumujer,Pepeta,unaanimosacriatura,decarneblancuzcayflácidaen plena juventud,minada por la anemia, y que era sin embargo la hembramástrabajadoradetodalahuerta.

Al amanecer ya estaba de vuelta del Mercado. Levantábase a las tres,cargaba con los cestones de verduras cogidas por Tòni al cerrar la nocheanteriorentrereniegosyvotoscontraunapícaravidaenlaquetantohayquetrabajar,yatientasporlossenderos,guiándoseenlaobscuridadcomobuenahijadelahuerta,marchabaaValencia,mientrassumarido,aquelbuenmozoque tan caro le costaba, seguía roncando dentro del caliente estudi, bienarrebujadoenlasmantasdelcamónmatrimonial.

Losquecomprabanlashortalizasalpormayorpararevenderlasconocíanbien a esta mujercita que antes del amanecer ya estaba en el Mercado de

Page 4: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Valencia, sentada en sus cestos, tiritando bajo el delgado y raído mantón.Mirabaconenvidia,delaquenosedabacuenta,alosquepodíanbeberunataza de café para combatir el frescomatinal.Y con una paciencia de bestiasumisaesperabaquelediesenporlasverduraseldineroquesehabíafijadoensuscomplicadoscálculos,paramanteneraTòniyllevarlacasaadelante.

Después de esta venta corría otra vez hacia su barraca, deseando salvarcuantoantesunahoradecamino.

Entraba de nuevo en funciones para desarrollar una segunda industria:despuésdelashortalizas,laleche.Ytirandodelronzaldeunavacarubia,quellevabapegadoalrabocomoamorososatéliteunternerillojuguetón,volvíaalaciudadcon lavaritabajoelbrazoy lamedidadeestañopara servir a losclientes.

La Ròcha, que así apodaban a la vaca por sus rubios pelos, mugíadulcemente, estremeciéndose bajo una gualdrapa de arpillera, herida por elfresco de la mañana, volviendo sus ojos húmedos hacia la barraca, que sequedabaatrás,consuestablonegro,deambientepesado,encuyapajaolorosapensabaconlavoluptuosidaddelsueñonosatisfecho.

Pepeta la arreaba con su vara. Se hacía tarde, e iban a quejarse losparroquianos.Y la vaca y el ternerillo trotaban por el centro del camino deAlboraya,hondo,fangoso,surcadodeprofundascarrileras.

Por los ribazos laterales, con un brazo en la cesta y el otro balanceante,pasabanlosinterminablescordonesdecigarreraséhilanderasdeseda,todalavirginidad de la huerta, que iban a trabajar en las fábricas, dejando con elrevoloteodesusfaldasunaesteladecastidadrudayáspera.

EsparcíaseporloscamposlabendicióndeDios.

Traslosárbolesylascasasquecerrabanelhorizonteasomabaelsolcomoenorme oblea roja, lanzando horizontales agujas de oro que obligaban ataparse los ojos. Las montañas del fondo y las torres de la ciudad ibantomando un tinte sonrosado; las nubecillas que bogaban por el cielocoloreábanse comomadejas de seda carmesí; las acequias y los charcos delcamino parecían poblarse de peces de fuego. Sonaba en el interior de lasbarracasel arrastrede laescoba, el chocarde la loza, todos los ruidosde lalimpiezamatinal.Lasmujeresagachábanseenlosribazos,teniendoalladoelcestode la ropapor lavar.Saltabanen lassendas lospardosconejos,consusonrisamarrullera, enseñando, al huir, las rosadas posaderas partidas por elrabo en forma de botón; y sobre los montones de rubio estiércol, el gallo,rodeadodesuscloqueantesodaliscas,lanzabaungritodesultánceloso,conlapupilaardienteylasbarbillasrojasdecólera.

Pepeta, insensibleaestedespertarquepresenciabadiariamente,seguíasu

Page 5: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

marcha,cadavezconmásprisa,elestómagovacío,laspiernasdoloridasylasropas interiores impregnadas de un sudor de debilidad propio de su sangreblanca y pobre, que a lo mejor se escapaba durante semanas enteras,contraviniendolasreglasdelanaturaleza.

La avalancha de gente laboriosa que se dirigía a Valencia llenaba lospuentes. Pepeta pasó entre los obreros de los arrabales que llegaban con elsaquitodelalmuerzopendientedelcuello,sedetuvoenelfielatodeConsumosparatomarsuresguardo—unascuantasmonedasquetodoslosdíasledolíanenelalma—,ysemetióporlasdesiertascalles,queanimabaelcencerrodelaRòchaconunbadajeodemelodíabucólica,haciendosoñaralosadormecidosburguesesconverdespradosyescenasidílicasdepastores.

Teníasusparroquianoslapobremujeresparcidosentodalaciudad.Erasumarcha una enrevesada peregrinación por las calles, deteniéndose ante laspuertas cerradas; un aldabonazo aquí, tres y repiquemás allá, y siempre, acontinuación,elgritoestridenteyagudo,queparecíaimposiblepudiesesurgirde su pobre y raso pecho: «¡La lleeet!» Jarro en mano bajaba la criadadesgreñada,enchancleta,conlosojoshinchados,arecibirlaleche,olaviejaportera,todavíaconlamantillaquesehabíapuestoparairalamisadelalba.

Alasocho,despuésdeserviratodossusclientes,PepetaseviocercadelbarriodePescadores.

Como también encontraba en él despacho, la pobre huertana se metióvalerosamenteen lossucioscallejones,queparecíanmuertosaaquellahora.Siempre, al entrar, sentía cierto desasosiego, una repugnancia instintiva deestómago delicado. Pero su espíritu de mujer honrada y enferma sabíasobreponerse a esta impresión, y continuaba adelante con cierta altivezvanidosa,conunorgullodehembracasta,consolándosealverqueella,débilyagobiadaporlamiseria,aúnerasuperioraotras.

De las cerradas y silenciosas casas salía el halito de la crápula barata,ruidosa y sin disfraz: un olor de carne adobada y putrefacta, de vino y desudor. Por las rendijas de las puertas parecía escapar la respiraciónentrecortadaybrutaldelsueñoaplastantedespuésdeunanochedecariciasdefieraycaprichosamorososdeborracho.

Pepetaoyóquelellamaban.Enlapuertadeunaescalerillalehacíaseñasunabuenamoza,despechugada,fea,sinotroencantoqueeldeunajuventudpróximaadesaparecer; losojoshúmedos,elmoño torcido,yen lasmejillasmanchasdelcoloretedelanocheanterior:unacaricatura,unpayasodelvicio.

Lalabradora,apretandoloslabiosconunmohíndeorgulloydesdénparaquelasdistanciasquedasenbienmarcadas,comenzóaordeñarlasubresdelaRòchadentrodeljarroquelepresentabalamoza.Éstanoquitabalavistadela

Page 6: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

labradora.

—¡Pepeta!—dijoconvozindecisa,comosinotuvieselacertezadequeeraellamisma.

LevantósucabezaPepeta;fijóporprimeravezsusojosenlamujerzuela,ytambiénpareciódudar.

—¡Rosario!...¿erestú?

Sí, ella era; lo afirmaba con tristes movimientos de cabeza. Y Pepeta,inmediatamente,manifestósuasombro.¡Ellaallí!... ¡Hijadeunospadrestanhonrados!¡Quévergüenza,Señor!...

Laramera,porcostumbredeloficio,intentóacogerconcínicasonrisa,conelgestoescépticodelqueconoceelsecretodelavidaynocreeennada,lasexclamacionesde la escandalizada labradora.Pero lamirada fijade losojosclaros de Pepeta acabó por avergonzarla, y bajó la cabeza como si fuese allorar.

No;ellanoeramala.Habíatrabajadoenlasfábricas,habíaservidoaunafamilia como doméstica, pero al fin sus hermanas le dieron el ejemplo,cansadasdesufrirhambre;yallíestaba,recibiendounasvecescariñosyotrasbofetadas,hastaquereventaseparasiempre.Eranatural:dondenohaypadreymadre,lafamiliaterminaasí.Detodoteníalaculpaelamodelatierra,aqueldonSalvador, que de seguro ardía en los infiernos. ¡Ah, ladrón!... ¡Y cómohabíaperdidoatodaunafamilia!

Pepetaolvidósuactitudfríayreservadaparaunirsealaindignacióndelamuchacha. Verdad, todo verdad; aquel tío avaro tenía la culpa. La huertaenteralosabía.¡VálgameDios,ycómosepierdeunacasa!¡TanbuenoqueeraelpobretíoBarret!¡Silevantaralacabezayvieseasushijas!...YasabíanenlahuertaqueelpobrepadrehabíamuertoenelpresidiodeCeutahacíadosaños;yencuantoalamadre,lainfelizviejahabíaacabadodepadecerenunacama del Hospital. ¡Las vueltas que da el mundo en diez años! ¿Quién leshubiesedichoaellayasushermanas,acostumbradasavivirensucasacomoreinas,queacabaríandeaquelmodo?¡Señor!¡Señor!¡Libradnosdeunamalapersona!...

Rosario seanimócon laconversación;parecía rejuvenecerse juntoaestaamiga de la niñez. Sus ojos, antes mortecinos, chispearon al recordar elpasado.¿Ysubarraca?¿Ylastierras?Seguíanabandonadas,¿verdad?...Estolegustaba:¡quereventasen,quesehiciesenlasantísimaloshijosdelpillodonSalvador!... Era lo único que podía consolarla. Estaba muy agradecida aPimentó y a todos los de allá porque habían impedido que otros entrasen atrabajar lo que de derecho pertenecía a su familia. Y si alguien queríaapoderarsedeaquello,biensabidoeraelremedio....¡Pum!Unescopetazode

Page 7: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

losquedeshacenlacabeza.

La moza se enardecía; brillaban en sus ojos chispas de ferocidad.Resucitaba dentro de la ramera, pasiva bestia acostumbrada a los golpes, lahijadelahuerta,quedesdequenacevelaescopetacolgadadetrásdelapuertayenlasfestividadesaspiracondeliciaelhumodelapólvora.

Despuésdehablardeltristepasado,lacuriosidaddespiertadeRosariofuepreguntandoportodoslosdeallá,yacabóenPepeta.¡Pobrecita!Bienseveíaquenoerafeliz.Jovenaún,sólorevelabansuedadaquellosojazosclarosdevirgen,inocentonesytímidos.Elcuerpo,unpuroesqueleto;yenelpelorubio,deuncolordemazorcatierna,aparecíanyalascanasapuñadosantesdelostreintaaños.¿QuévidaledabaPimentó?¿Siempretanborrachoyhuyendodeltrabajo? Ella se lo había buscado, casándose contra los consejos de todo elmundo. Buen mozo, eso sí; le temblaban todos en la taberna de Copa, losdomingosporlatarde,cuandojugabaaltrucoconlosmásguaposdelahuerta;peroencasadebíaserunmaridoinsufrible....Aunquebienmirado,todosloshombreseraniguales.¡Silosabríaella!Unosperrosquenovalíanlapenademirarlos.¡Hija!¡yquédesmejoradaestabalapobrePepeta!...

Un vozarrón de marimacho bajó como un trueno por el hueco de laescalerilla.

—¡Elisa!...Subeprontolaleche.Elseñorestáesperando.

Rosarioempezóareírdeellamisma.AhorasellamabaElisa:¿nolosabía?Era exigencia del oficio cambiar el nombre, así como hablar con acentoandaluz.Yremedabaconrústicagracialavozdelmarimachoinvisible.

Peroapesardesuregocijo,tuvoprisaenretirarse.Temíaalosdearriba.Elvozarrónoelseñordelalechepodíandarlealgomaloporsutardanza.Ysubió veloz por la escalerilla, después de recomendar mucho a Pepeta quepasasealgunavezporallí,pararecordarjuntaslascosasdelahuerta.

ElcansadoesquilóndelaRòcharepiqueteómásdeunahoraporlascallesdeValencia.Soltaronlasmustiasubreshastasuúltimagotadelecheinsípida,producto de unmísero pasto de hojas de col y desperdicios, y al finPepetaemprendiólavueltaasubarraca.

Lapobrelabradoracaminabatristeypensativabajolaimpresióndeaquelencuentro. Recordaba, como si hubiera sido el día anterior, la espantosatragediaquesetragóaltíoBarretcontodasufamilia.

Desde entonces, los campos que hacía más de cien años trabajaban losascendientes del pobre labrador habían quedado abandonados a orilla delcamino.Subarraca,deshabitada,sinunamanomisericordiosaqueechaseunremiendoalatechumbreniunpuñadodebarroalasgrietasdelasparedes,se

Page 8: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

ibahundiendolentamente.

Diezañosdecontinuotransitojuntoaaquellaruinahabíanconseguidoquelagentenose fijaseyaenella.LamismaPepetahacía tiempoquenohabíaparadosuatenciónenlaviejabarraca.Éstasólointeresabaalosmuchachos,que, heredando el odio de sus padres, semetían por entre las ortigas de loscamposyermosparaacribillarapedradaslaabandonadavivienda,romperlosmaderosdesucerradapuerta,ocegarcon tierraypedruscoselpozoqueseabríabajounaparravetusta.

Peroaquellamañana,Pepeta,influidaporsurecienteencuentro,sefijóenlaruinayhastasedetuvoenelcaminoparaverlamejor.

LoscamposdeltíoBarret,omejordichoparaella,«deljudíodonSalvadorysusdescomulgadosherederos»,eranunamanchademiseriaenmediodelahuerta fecunda, trabajada y sonriente. Diez años de abandono habíanendurecido la tierra, haciendo brotar de sus olvidadas entrañas todas lasplantas parasitas, todos los abrojos que Dios ha criado para castigo dellabrador.Unaselvaenana,enmarañadaydeformeseextendíasobreaquelloscampos,conunoleajedeextrañostonosverdes,matizadoatrechosporfloresmisteriosasyraras,deesasquesólosurgenenlasruinasyloscementerios.

Bajo las frondosidades de esta selva minúscula y alentados por laseguridad de su guarida, crecían y se multiplicaban toda suerte de bichosasquerosos, derramándose en los campos vecinos: lagartos verdes de lomorugoso, enormes escarabajos con caparazón demetálicos reflejos, arañas depatas cortas y vellosas, hasta culebras, que se deslizaban a las acequiasinmediatas.Allívivían,enelcentrodelahermosaycuidadavega,formandomundoaparte,devorándoseunosaotros;yaunquecausasenalgúndañoalosvecinos, estos los respetaban con cierta veneración, pues las siete plagas deEgipto parecían poca cosa a los de la huerta para arrojarlas sobre aquellosterrenosmalditos.

Como las tierrasdel tíoBarretno seríannuncapara loshombres,debíananidarenellaslosbicharracosasquerosos,ycuantosmás,mejor.

En el centro de estos campos desolados, que se destacaban sobre lahermosa vega comounamancha demugre en unmanto regio de terciopeloverde, alzábase la barraca, o más bien dicho, caía, con su montera de pajadespanzurrada, enseñando por las aberturas que agujerearon el viento y lalluviasucarcomidocostillajedemadera.Lasparedes,arañadasporlasaguas,mostrabansusadobesdebarrocrudo,sinmásqueunas ligerísimasmanchasblancas que delataban el antiguo enjalbegado. La puerta estaba rota pordebajo,roídapor lasratas,congrietasquelacortabandeunextremoaotro.Dos o tres ventanillas, completamente abiertas y martirizadas por losvendavales, pendíandeun sologozne, e iban a caerdeunmomento aotro,

Page 9: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

apenassoplaseunarudaventolera.

Aquella ruina apenaba el ánimo, oprimía el corazón. Parecía que delcasucoabandonadofuesenasalirfantasmasencuantocerraselanoche;quedesuinterioribanapartirgritosdepersonasasesinadas;quetodaaquellamalezaeraunsudarioocultandodebajodeélcentenaresdecadáveres.

Imágeneshorribleseraloqueinspirabalacontemplacióndeestoscamposabandonados; y su tétrica miseria aún resaltaba más al contrastar con lastierraspróximas,rojas,biencuidadas,llenasdecorrectasfilasdehortalizasyde arbolillos, a cuyas hojas daba el otoño una transparencia acaramelada.Hastalospájaroshuíandeaquelloscamposdemuerte,talvezportemoralosanimaluchos que rebullían bajo la maleza o por husmear el halito de ladesgracia.

Sobre la rota techumbre de paja, si algo se veía era el revoloteo de alasnegras y traidoras, plumajes fúnebres de cuervos ymilanos, que al agitarsehacíanenmudecerlosarbolescargadosdegozososaleteosyjuguetonespiídos,quedandosilenciosalahuerta,comosinohubiesegorrionesenmedialeguaalaredonda.

Pepeta iba a seguir adelante, hacia sublancabarraca, que asomaba entrelosarbolesalgunoscamposmásallá;perohubodepermanecerinmóvilenelaltobordedelcamino,paraquepasaseuncarrocargadoqueavanzabadandotumbosyparecíavenirdelaciudad.

Sucuriosidadfemenilseexcitóalfijarseenél.

Eraunpobrecarrodelabranza,tiradoporunrocínviejoyhuesudo,alqueayudaba en los baches difíciles un hombre alto que marchaba junto a élanimándolecongritosychasquidosdetralla.

Vestíadelabrador;peroelmododellevarelpañueloanudadoalacabeza,suspantalonesdepanayotrosdetallesdesutraje,delatabanquenoeradelahuerta,dondeeladornopersonalhaidopocoapococontaminándosedelgustodelaciudad.Eralabradordealgúnpueblolejano:talvezveníadelriñóndelaprovincia.

Sobreelcarroamontonábanse,formandopirámidehastamásarribadelosvarales, toda clase de objetos domésticos. Era la emigración de una familiaentera.Tísicoscolchones,jergonesrellenosdeescandalosahojademaíz,sillasdeesparto,sartenes,calderas,platos,cestas,verdesbanquillosdecama,todoseamontonabasobreelcarro,sucio,gastado,miserable,oliendoahambre,afugadesesperada,comosi ladesgraciamarchase trasde lafamiliapisándolelos talones.En lacumbredeeste revoltijoveíanse tresniñosabrazados,quecontemplaban los campos con ojos muy abiertos, como exploradores quevisitanunpaísporvezprimera.

Page 10: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

A pie y detrás del carro, como vigilando por si caía algo de éste,marchabanunamujeryunamuchacha,alta,delgada,esbelta,queparecíahijadeaquélla.Alotroladodelrocín,ayudandocuandoelvehículosedeteníaenunmalpaso,ibaunmuchachodeunosonceaños.Suexteriorgravedelatabaalniñoque,acostumbradoalucharconlamiseria,esunhombrealaedadenqueotrosjuegan.Unperrillosucioyjadeantecerrabalamarcha.

Pepeta,apoyadaenellomodesuvaca,lesveíaavanzar,poseídacadavezdemayorcuriosidad.¿Adóndeiríaestapobregente?

El camino aquel, afluyente al de Alboraya, no iba a ninguna parte. Seextinguía a lo lejos, como agotado por las bifurcaciones innumerables desendasycaminitosquedabanentradaalasbarracas.

Perosucuriosidadtuvounfinalinesperado.¡VirgenSantísima!Elcarrosesalía del camino, atravesaba el ruinoso puente de troncos y tierra que dabaacceso a las tierras malditas, y se metía por los campos del tío Barret,aplastandoconsusruedaslamalezarespetada.

La familia seguíadetrás,manifestandocongestosypalabras confusas laimpresiónquelecausabatantamiseria,peroenlínearectahacialadestrozadabarraca,comoquientomaposesióndeloqueessuyo.

Pepeta no quiso vermás.Ahora sí que corrió de veras hacia su barraca.Deseosade llegarantes,abandonóa lavacayal ternerillo,y lasdosbestiassiguieronsumarchatranquilamente,comoquiennosepreocupadelascosasajenasytieneelestabloseguro.

Pimentóestabatendidoaunladodesubarraca,fumandoperezosamente,conlavistafijaentresvaritasuntadasconliga,puestasalsol,entornodelascualesrevoloteabanalgunospájaros.Eraunaocupacióndeseñor.

Al ver llegar a su mujer con los ojos asombrados y el pobre pechojadeante, Pimentó cambió de postura para escuchar mejor, recomendándolaquenoseaproximasealasvaritas.

Vamosaver,¿quéeraaquello?¿Lehabíanrobadolavaca?...

Pepeta, con la emoción y el cansancio, apenas pudo decir dos palabrasseguidas.

«LastierrasdeBarret....Unafamiliaentera....Ibanatrabajar,avivirenlabarraca.Ellalohabíavisto.»

Pimentó, cazador de pájaros con liga, enemigo del trabajo y terror de lacontornada,nopudoconservarsugravedadimpasibledegranseñorante taninesperadanoticia.

—¡Recontracordóns!...

Page 11: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Deunsaltopusorectasupesadaymusculosahumanidad,yechóacorrersinaguardarmásexplicaciones.

Sumujerviocómocorríaacampotraviesahastauncañarinmediatoalastierrasmalditas.Allísearrodilló,seechósobreelvientre,paraespiarporentrelas cañas como un beduíno al acecho, y pasados algunos minutos volvió acorrer,perdiéndoseenaqueldédalodesendas,cadaunadelascualesconducíaaunabarraca,auncampodondeseencorvabanloshombreshaciendobrillarenelairesuazadóncomounrelámpagodeacero.

La huerta seguía risueña y rumorosa, impregnada de luz y de susurros,aletargadabajolacascadadeorodelsoldelamañana.

Pero a lo lejos sonaban voces y llamamientos: la noticia se transmitía agritopeladodeuncampoaotrocampo,yunestremecimientodealarma,deextrañeza, de indignación, corría por toda la vega, como si no hubiesentranscurrido los siglos y circulara el aviso de que en la playa acababa deaparecerunagaleraargelinabuscandocargamentodecarneblanca.

II

Cuando en época de cosecha contemplaba el tío Barret los cuadros dedistinto cultivo en que estaban divididas sus tierras, no podía contener unsentimientodeorgullo,ymirandolosaltostrigos,lascolesconsucogolloderizada blonda, los melones asomando el verde lomo a flor de tierra o lospimientos y tomatesmedio ocultos por el follaje, alababa la bondad de suscamposy losesfuerzosde todossusantecesoresal trabajarlosmejorque losdemásdelahuerta.

Toda la sangre de sus abuelos estaba allí. Cinco o seis generaciones deBarretshabíanpasadosuvidalabrandolamismatierra,volviéndolaalrevés,medicinandosusentrañasconardorosoestiércol,cuidandoquenodecrecierasu jugovital, acariciandoy peinando con el azadóny la reja todos aquellosterrones,deloscualesnohabíaunoquenoestuvieraregadoconelsudorylasangredelafamilia.

Muchoquería el labradora sumujer,yhasta leperdonaba la tonteríadehaberledadocuatrohijasyningúnhijoqueleayudaseensustareas;noamabamenosa las cuatromuchachas, unos ángelesdeDios, que sepasabanel díacantandoycosiendoalapuertadelabarraca,yalgunasvecessemetíanenloscamposparadescansarunpocoasupobrepadre;perolapasiónsupremadeltíoBarret,elamordesusamores,eranaquellastierras,sobrelascualeshabíapasadomonótonaysilenciosalahistoriadesufamilia.

Page 12: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Hacíamuchosaños,muchos—enlostiemposqueeltíoTomba,unancianocasiciegoqueguardabaelpobrerebañodeuncarnicerodeAlboraya,ibaporelmundo,enlapartidadelFraile,disparandotrabucazoscontralosfranceses—, estas tierras fueron de los religiosos de SanMiguel de los Reyes, unosbuenosseñores,gordos,lustrosos,dicharacheros,quenomostrabangranprisaen el cobro de los arrendamientos, dándose por satisfechos con que por latarde,alpasarporlabarraca,lesrecibieralaabuela,queeraentoncesunarealmoza,obsequiándolosconhondas jícarasdechocolatey lasprimiciasde losfrutales.Antes,muchoantes,habíasidoelpropietariodetodoaquelloungranseñor, que al morir depositó sus pecados y sus fincas en el seno de lacomunidad; y ahora ¡ay! pertenecían a donSalvador, un vejete deValencia,queeraeltormentodeltíoBarret,pueshastaensueñosseleaparecía.

Elpobre labradorocultaba suspenasa supropia familia.Eraunhombreanimoso, de costumbrespuras.Losdomingos, si ibaun rato a la tabernadeCopa, donde se reunía toda la gente del contorno, era para mirar a losjugadores de truco, para reír como un bendito oyendo los despropósitos ybrutalidades de Pimentó y otros mocetones que actuaban de gallitos de lahuerta,peronuncaseacercabaalmostradorapagarunvaso.Llevabasiempreelbolsillodesufajabienapretadosobreelestómago,ysibebía,eracuandoalgunodelosgananciososconvidabaatodoslospresentes.

Enemigodecomunicarsuspenas,seleveíasiempresonriente,bonachón,tranquilo,llevandoencasquetadohastalasorejaselgorroazulquejustificabasuapodo.

Trabajabadenocheanoche;cuandotodalahuertadormíaaún,yaestabaél, a la indecisa claridad del amanecer, arañando sus tierras, cada vez másconvencidodequenopodríaconellas.

Erademasiadotrabajoparaunhombresolo.¡Sialmenostuvieraunhijo!...Buscando ayuda, tomaba criados, que le robaban trabajando poco, yfinalmentelosdespedía,alsorprenderlesdurmiendodentrodelestabloenlashorasdesol.

Influidopor el respeto a sus antepasados,quería reventarde fatiga sobresus terrones, antes que consentir que una parte de ellos fuese cedida enarrendamiento amanos extrañas.Y no pudiendo con todo el trabajo, dejabaimproductiva y en barbecho lamitad de su tierra feraz, pretendiendo con elcultivodelaotramanteneralafamiliaypagaralamo.

Fue este empeño una lucha sorda, desesperada, tenaz, contra lasnecesidadesdelavidaycontrasupropiadebilidad.

Noteníamásqueundeseo:quelaschicasignorasensuspreocupaciones;quenadiesediesecuentaenlacasadelosapurosytristezasdelpadre;queno

Page 13: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

seturbaselasantaalegríadeaquellavivienda,animadaatodashorasporlasrisasylascancionesdelascuatrohermanas,cuyaedadsólosediferenciabadeun año. Y mientras ellas, que ya comenzaban a llamar la atención de losmozos de la huerta, asistían con pañuelos de seda nuevos, vistosos, yplanchadasyruidosasfaldasalasfiestasdelospueblecillos,odespertabanalamanecerparairdescalzasyencamisaamirarporlasrendijasdelventanilloquiénes eran los que cantaban les albaes o las obsequiaban con rasgueos deguitarra, el pobre tío Barret, empeñado cada vez más en nivelar supresupuesto, sacaba,onza trasonza, todoelpuñadodeoroamasadoochavosobreochavoquelehabíadejadosupadre,acallandoasíadonSalvador,viejoavaroquenunca teníabastante, yno contento conexprimirle, hablabade lomalqueestabanlostiempos,delescandalosoaumentodelascontribucionesydelanecesidaddesubirelpreciodelarrendamiento.

NopodíahaberencontradoBarretpeoramo.Gozabaentodalahuertaunafamadetestable,puesraraeralapartidadeelladondenotuviesetierras.Todaslas tardes, envuelto en una vieja capa, que llevaba hasta en primavera, conaspecto sórdido de mendigo, y acompañado de las maldiciones y gestoshostilesquedejabaasuespalda,ibaporlassendasvisitandoaloscolonos.Erala tenacidad del avaro que desea estar en contacto a todas horas con suspropiedades,lapegajosidaddelusureroquesiempretienecuentaspendientesquearreglar.

Losperrosladrabanalverledelejos,comosiseaproximaselamuerte;losniñoslemirabanenfurruñados;loshombresseescondíanparaevitarpenosasexcusasylasmujeressalíanalapuertadelabarracaconlavistaenelsueloyla mentira a punto para rogar a don Salvador que tuviese paciencia,contestandoconlágrimasasusbufidosyamenazas.

Pimentó,queensucalidaddevalentónseinteresabaporlasdesdichasdesusconvecinosyeraelcaballeroandantedelahuerta,prometíaentredientesalgoasícomopegarleunapalizay refrescarlodespuésenunaacequia;perolasmismasvíctimasdelavaroledisuadíanhablandodelaimportanciadedonSalvador,hombrequesepasabalasmañanasenlosJuzgadosyteníaamigosdemuchascampanillas.Congenteasísiemprepierdeelpobre.

De todos sus colonos, el mejor era Barret: aunque a costa de grandesesfuerzos, nada le debía.Y el viejo, que lo citaba comomodelo a los otrosarrendatarios, cuando estaba frente a él extremaba su crueldad, semostrabamás exigente, excitado por la mansedumbre del labrador, contento deencontrarunhombreenelquepodíasaciarsinmiedosusinstintosdeopresiónyderapiña.

Aumentó, por fin, el precio del arrendamiento de las tierras. Barretprotestó,yhastallorórecordandolosméritosdesufamilia,quehabíaperdido

Page 14: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

lapielenaquelloscamposparahacerdeelloslosmejoresdelahuerta.PerodonSalvadorsemostróinflexible.¿Eranlosmejores?...Puesdebíapagarmás.YBarretpagóelaumento.Lasangredaríaélantesqueabandonarestastierrasquepocoapocoabsorbíansuvida.

Yanoteníadineroparasalirdeapuros;sólocontabaconloqueprodujesenlos campos. Y completamente solo, ocultando a la familia su situación,teniendo que sonreír cuando estaba entre sumujer y sus hijas, las cuales lerecomendabanquenoseesforzasetanto,elpobreBarretseentregóalamásdisparatadalocuradeltrabajo.

Olvidó el sueño. Parecíale que sus hortalizas crecían conmenos rapidezque las de los vecinos; quiso él solo cultivar todas las tierras; trabajaba denocheatientas;elmenornubarróndegranizoleponíafueradesí,trémulodemiedo; y él, tan bondadoso, tan honrado, hasta se aprovechaba de losdescuidosdeloslabradorescolindantespararobarlesunapartederiego.

Si su familia estaba ciega, en las barracas vecinas bien adivinaban lasituación de Barret, compadeciendo su mansedumbre. Era un buenazo, nosabía«plantarlecara»alrepugnanteavaro,yésteloibachupandolentamentehastadevorarloporentero.

Y así fue. El pobre labrador, agobiado por una existencia de fiebre ydemencialaboriosa,quedábaseenloshuesos,encorvadocomounoctogenario,conlosojoshundidos.Aquelgorrocaracterísticoquejustificabasumoteyanosedeteníaensusorejas;aprovechandolacrecientedelgadez,bajabahastaloshombroscomounfúnebreapagaluzdesuexistencia.

Lo peor para él era que este exceso de cansancio insostenible sólo lepermitíapagaramediasalinsaciableogro.Lasconsecuenciasdesulocuraporeltrabajonosehicieronesperar.ElrocíndeltíoBarret,unanimalsufridoqueleseguíaentodossusdesesperadosesfuerzos,cansadodetrabajardedíaydenoche,deirtirandodelcarroalMercadodeValenciaconcargadehortalizas,yacontinuación, sin tiempopara respirarnidesudarse,verseenganchadoalarado, tomó el partido de morir, antes que permitirse el menor intento derebelióncontrasupobreamo.

¡Entoncessíqueseconsideróperdidoirremisiblementeelpobrelabrador!Condesesperaciónmirósuscampos,queyanopodíacultivar; lashilerasdefrescas hortalizas, que la gente de la ciudad consumía con indiferencia, sinsospechar las angustias que su producción hace sufrir a un pobre padre encontinuabatallaconlatierraylamiseria.

Pero la Providencia, que nunca abandona al pobre, le habló por boca dedonSalvador.PoralgodicenqueDiossacamuchasveceselbiendelmal.

El insufrible tacaño, el voraz usurero, al conocer su desgracia le ofreció

Page 15: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

ayudaconunabondadpaternalyconmovedora.¿Quénecesitabaparacomprarotrabestia?¿cincuentaduros?Puesallíestabaélparaayudarle,demostrandoconestocuaninjustoseranlosqueleodiabanyhablabanmaldesupersona.

YprestódineroaBarret,conelinsignificantedetalledeexigirleunafirma—losnegociossonnegocios—alpiedeciertopapelenelquesehablabadeinterés, de acumulación de réditos, de responsabilidad de la deuda,mencionando para esto último los muebles, las herramientas, todo cuantoposeíaellabradorensubarraca,inclusolosanimalesdelcorral.

Barret,animadoporlaposesióndeunnuevorocínjovenybrioso,volvióconmásahíncoasutrabajo,amatarsesobreaquellos terruños,queparecíancrecersegúndisminuíansusfuerzas,envolviéndolocomounsudariorojo.

Lamayorpartedeloquecosechabaensuscamposselocomíalafamilia,y los puñados de cobre que sacaba de la venta del resto en elMercado deValenciadesparramábanse,sinllegaraformarnuncaelmontónnecesarioparaacallaradonSalvador.

EstasangustiasdeltíoBarretporsatisfacersudeudasinpoderconseguirloacabaronpordespertarenélciertoinstintoderebelión,haciendosurgirdesurudopensamientovagasyconfusasideasdejusticia.¿Porquénoeransuyosloscampos?Todossusabueloshabíandejadolavidaentreaquellosterrones;estabanregadosconelsudordalafamilia;sinofueseporellos,porlosBarret,estaríanlas tierras tandespobladascomolaorilladelmar....Yahoraveníaaapretarle la argolla, a hacerle morir con sus recordatorios, aquel viejo sinentrañasqueeraelamo,aunquenosabíacogerunazadónniensuvidahabíadoblegadoelespinazo....¡Cristo!¡Ycómoarreglanlascosasloshombres!...

Peroestasrebelioneseranmomentáneas;volvíaaéllasumisiónresignadadel labriego, el respeto tradicional y supersticioso para la propiedad. Habíaquetrabajaryserhonrado.

Y el pobre hombre, que consideraba el no pagar como la mayor de lasdeshonras,volvíaasus faenascadavezmásdébil,másextenuado,sintiendoen su interior el lento desplome de su energía, convencido de que no podíaprolongarestalucha,peroindignadoantelaposibilidadtansólodeabandonarunpalmodelastierrasdesusascendientes.

Del semestre deNavidad no pudo entregar a donSalvadormás que unapequeña parte. Llegó San Juan, y ni un céntimo. Lamujer estaba enferma;para pagar los gastos hasta había vendido el «oro del casamiento» lasvenerablesarracadasyelcollar,deperlas,queeraneltesorodefamilia,ycuyafuturaposesiónprovocabadiscusionesentrelascuatromuchachas.

Elviejoavarosemostróinflexible.No,Barret,aquellonopodíacontinuar.Comoélerabueno(pormásque lagenteno locreyese),nopodíaconsentir

Page 16: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

queellabradorsiguiesematándoseenesteempeñodecultivarunastierrasmásgrandes que sus fuerzas. No lo consentiría; era asunto de buen corazón. Ycomolehabíanhechoproposicionesdenuevoarrendamiento,avisabaaBarretparaquedejaseloscamposcuantoantes.Losentíamucho,peroéltambiénerapobre....¡Ah!Yporestomismolerecordabaquehabríaquehacerefectivoelpréstamoparalacompradelrocín,cantidadqueconlosréditosascendíaa....

Elpobrelabradornisefijóenlosmilesderealesaquesubíasudeudaconlosdichososréditos:tanturbadoyconfusoledejólaordendeabandonarsustierras.

La debilidad, el desgaste interior producido por la abrumadora lucha devariosaños,semanifestórepentinamente.

Él,quenohabíalloradonunca,gimoteócomounniño.Todasualtivez,sugravedad moruna, desaparecieron de golpe, y arrodillóse ante el vejetepidiendoquenoleabandonase,puesveíaenélasupadre.

PerobuenpadresehabíaechadoelpobreBarret.DonSalvadorsemostróinflexible. Lo sentía mucho, pero no podía hacer otra cosa. Él también erapobre, debía procurar por el pan de sus hijos.... Y continuó embozando sucrueldadconfrasesdehipócritasentimiento.

Ellabradorsecansódepedirgracia.FuevariasvecesaValenciaalacasadelamoparahablarledesusantepasados,de losderechosmoralesque teníasobre aquellas tierras, a pedirle un poco de paciencia, afirmando con locaesperanzaqueélpagaría,yalfinelavaroacabópornoabrirlesupuerta.

LadesesperaciónregeneróaBarret.Volvióaserelhijodelahuerta,altivo,enérgico é intratable cuando cree que le asiste la razón. ¿No quería oírle elamo?¿Senegabaadarleunaesperanza?...Puesbien;élensucasaesperaba;sielotroqueríaalgo,quefueseabuscarle.¡Averquiéneraelguapoquelehacíasalirdesubarraca!

Y siguió trabajando, aunque con recelo, mirando ansiosamente siempreque pasaba algún desconocido por los caminos inmediatos, como quienaguardadeunmomentoaotroseratacadoporunagavilladebandidos.

Le citaron al Juzgado y no compareció. Ya sabía él lo que era aquello:enredosde loshombresparaperdera lasgentesdebien.Siquerían robarle,quelebuscasenallí,sobreloscamposqueeranpedazosdesupiel,ycomoataleslosdefendería.

UndíaleavisaronqueporlatardeiríaelJuzgadoaprocedercontraél,aexpulsarlo de las tierras, embargando además para pago de sus deudas todocuantoteníaenlabarraca.Aquellanocheyanodormiríaenella.

Tan inaudito resultaba esto para el pobre tío Barret, que sonrió con

Page 17: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

incredulidad.Esopodríaserpara los tramposos,para losquenohanpagadonunca;peroél, que siemprehabía cumplido,quenacióallímismo,que sólodebíaunañodearrendamiento...¡quia!¡Niquevivieraunoentresalvajes,sincaridadnireligión!

Peroenlatarde,cuandoviovenirporelcaminoaunosseñoresvestidosdenegro, fúnebres pajarracos con alas de papel arrolladas bajo el brazo, ya nodudó.Aqueleraelenemigo.Ibanarobarle.

Y sintiendo en su interior la ciega bravura delmercadermoro que sufretodaclasedeofensas,peroenloquecedefurorcuandoletocansupropiedad,Barret entró corriendo en su barraca, agarró la vieja escopeta que teníasiemprecargadadetrásde lapuerta,yechándoselaa lacaraplantósebajoelemparrado,dispuestoameterledosbalasalprimerodeaquellosbandidosdelaleyquepusieraelpieensuscampos.

Salieron corriendo su mujer, enferma, y las cuatro hijas, gritando comolocas,yseabrazaronaél,intentandoarrancarlelaescopeta,tirandodelcañóncon ambas manos. Y tales fueron los gritos de este grupo, que luchando yforcejeandoibadeunpilaraotrodelemparrado,queempezaronasalirgentesde las vecinas barracas, y llegaron corriendo, en tropel, ansiosas, con lasolidaridadfraternaldelosquevivenendespoblado.

Pimentó fue el que se hizo dueño de la escopeta y prudentemente se lallevó a su casa.Barret iba detrás, intentando perseguirle, sujeto y contenidoporlosfuertesbrazosdeunosmocetones,desahogandosurabiacontraaquelbrutoqueleimpedíadefenderlosuyo.

—¡«Pimentó»!...¡Lladre!...¡Tórnamlaescopeta!...

Peroelvalentónsonreíabondadosamente,satisfechodemostrarseprudentey paternal con este viejo rabioso; y así fue conduciéndole hasta su barraca,donde quedaron él y los amigos vigilándolo, dándole consejos para que nocometieseundisparate.¡Muchoojo,tíoBarret!Aquellagenteeradejusticia,yelpobresiemprepierdemetiéndoseconella.Calmaymalaintención,quetodollegara.

Yalmismotiempolosnegrospajarracosescribíanpapelesymáspapelesen la barraca de Barret, revolviendo impasibles los muebles y las ropas,inventariandohastaelcorralyelestablo,mientraslaesposaylashijasgemíandesesperadamentey lamultitudagolpadaa lapuerta seguía con terror todoslos detalles del embargo, intentando consolar a las pobres mujeres,prorrumpiendo a la sordina en maldiciones contra el judío don Salvador yaquellostíosqueseprestabanaobedecerasemejanteperro.

Alanochecer,Barret,queestabacomoanonadado,y tras lacrisis furiosaparecíacaídoenunestadodesonambulismo,vioasuspiesunoscuantoslíos

Page 18: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

deropayoyóelsonidometálicodeunsacoqueconteníasusherramientasdelabranza.

—¡Pare!...¡pare!—gimotearonunasvocestrémulas.

Eran lashijas, que se arrojabanen susbrazos; tras ellas, lapobremujer,enferma,temblandodefiebre;yenelfondo,invadiendolabarracadePimentóy perdiéndosemás allá de la puerta obscura, toda la gente del contorno, elaterradocorodelatragedia.

Yaleshabíanhechosalirparasiempredesubarraca.Loshombresnegrosla habían cerrado, llevándose las llaves. No les quedaba otra cosa que losfardosqueestabanenelsuelo,laropausada,lasherramientas:loúnicoqueleshabíanpermitidosacardesucasa.

Ylaspalabraseranentrecortadasporlossollozos,yvolvíanaabrazarseelpadreylashijas,yPepeta,ladueñadelabarraca,yotrasmujeresllorabanyrepetían las maldiciones contra el viejo avaro, hasta que Pimentó intervinooportunamente.

Tiempoquedabaparahablardeloocurrido;ahora,acenar.¡Quédemonio!Nohabíaquegemir tantoporculpadeuntío judío.Siel talvieratodoesto,¡cómosealegraríansusmalasentrañas!...Lagentedelahuertaerabuena;alafamiliadeltíoBarretlaqueríantodos,yconellapartiríanunrollosinohabíamás.

Lamujer y las hijas del arruinado labrador fuéronse con unas vecinas apasarlanocheensusbarracas.EltíoBarretsequedóallí,bajolavigilanciadePimentó.

Permanecieron losdoshombreshasta lasdiez sentadosensus silletasdeesparto,alaluzdelcandil,fumandocigarrotrascigarro.

El pobre viejo parecía loco. Contestaba con secos monosílabos a lasreflexionesdeaquelterne,queahoralasechabadebonachón;ysihablaba,erapararepetirsiemprelasmismaspalabras:

—¡Pimentó!...¡Tórnamlaescopeta!

Y Pimentó sonreía con cierta admiración. Le asombraba la fierezarepentina de este vejete, al que toda la huerta había tenido por un infeliz.¡Devolverlelaescopeta!...¡Enseguida!Bienseadivinabaenlaarrugaverticalhinchadaentresuscejaselpropósitofirmedehacerpolvoalautordesuruina.

Barret se enfurecía cada vez más con el mozo. Llegó a llamarle ladrónporque se negaba a devolverle su arma. No tenía amigos; todos eran unosingratos,igualesalavarodonSalvador.Noqueríadormirallí:seahogaba.Yrebuscandoenelsacodesusherramientas,escogióunahoz,laatravesóensufajaysaliódelavivienda,sinquePimentóintentaseatajarleelpaso.

Page 19: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Ataleshorasnadamalopodíahacerelviejo:quedurmieseal raso,si talerasugusto.Yelvalentón,cerrandolabarraca,seacostó.

El tío Barret fue derechamente hacia sus campos, y como un perroabandonado,comenzóadarvueltasalrededordelabarraca.

¡Cerrada!...¡cerradaparasiempre!Aquellasparedeslashabíalevantadosuabueloylasrenovabaéltodoslosaños.Aúnsedestacabaenlaobscuridadlablancura del nítido enjalbegado con que sus chicas las cubrieron tresmesesantes.

Elcorral,elestablo,laspocilgas,eranobradesupadre;yaquellamonteradepaja,tanalta,tanesbelta,conlasdoscrucecitasensusextremos,lahabíalevantadoéldenuevo,ensustitucióndelaantigua,quehacíaaguaportodaspartes.

Y obra de sus manos era también el brocal del pozo, las pilastras delemparrado,lasencañizadas,porencimadelascualesenseñabansuspenachosdefloreslosclavelesylosdompedros.¿Ytodoaquelloibaaserpropiedaddeotro,porquesí,porqueasíloqueríanloshombres?...

Buscóensufajalatiradefósforosdecartónqueleservíanparaencendersus cigarros. Quería prender fuego a la paja de la techumbre. ¡Que se lollevasetodoeldemonio!Alfinerasuyo,bienlosabíaDios,ypodíadestruirsuhaciendaantesqueverlaenmanosdeladrones.

Masaliraincendiarsuantiguacasasintióunaimpresióndehorror,comosituvieseanteélloscadáveresdetodossusantepasados,yarrojólosfósforosalsuelo.

Continuaba rugiendo en su cabeza el ansia de destrucción, y parasatisfacerla semetió con la hoz en lamano en aquellos campos que habíansidosusverdugos.

¡Ahoralaspagaríatodasjuntaslatierraingratacausadesusdesdichas!

Horasenterasduróladevastación.Derrumbáronseapuntapiéslasbóvedasdecañaspor lascuales trepaban lasverdeshebrasde las judías tiernasy losguisantes;cayeronlashabaspartidasporlafuriosahoz,ylasfilasdelechugasy coles saltaron a distancia a impulsos del agudo acero, como cabezascortadas,esparciendoentornosucabelleradehojas....¡Nadieseaprovecharíadesutrabajo!Yasíestuvohastacercadelamanecer,cortando,aplastandoconlocos pataleos, jurando a gritos, rugiendo blasfemias; hasta que al fin elcansancio aplacó su furia, y se arrojó en un surco llorando como un niño,pensando que la tierra sería en adelante su cama eterna y su único oficiomendigarenloscaminos.

Le despertaron los primeros rayos del sol hiriendo sus ojos y el alegre

Page 20: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

parloteodelospájarosquesaltabancercadesucabeza,aprovechandoparasualmuerzolosrestosdeladestrucciónnocturna.

Selevantó,entumecidoporelcansancioylahumedad.Pimentóysumujerlellamabandesdelejos,invitándoleaquetomasealgo.Barretlescontestócondesprecio. «¡Ladrón! ¡Después que se había quedado con su escopeta!...»YemprendióelcaminohaciaValencia,temblandodefrío,sinsaberadóndeiba.

Al pasar ante la taberna de Copa, entró en ella. Unos carreteros de lavecindadlehablaronparacompadecersudesgracia,invitándoleatomaralgo,yélseapresuróaaceptar.Queríaalgocontraaquelfríoqueselehabíametidoenloshuesos.Yél,tansobrio,bebióunotrasotrodosvasosdeaguardiente,quecayeroncomoolasdefuegoensuestómagodesfallecido.

Sucarasecoloreó,adquiriendodespuésunapalidezcadavérica;susojossevetearon de sangre. Se mostró con los carreteros que le compadecíanexpresivo y confiado; casi como un ser feliz. Les llamaba hijos míos,asegurándolesquenoseapurabaportanpoco.Nolohabíaperdidotodo.Aúnlequedaba lomejorde lacasa, lahozdesuabuelo:una joyaquenoqueríacambiarniporcincuentahanegadasdetierrabuena.

Y sacaba de su faja el curvo acero, puro y brillante: una herramienta defino templeycortesutilísimo,que,segúnafirmabaBarret,podíapartirenelaireunpapeldefumar.

Pagaron los carreteros, y arreando sus bestias alejáronsehacia la ciudad,llenandoelcaminodechirridosderuedas.

El viejo aún estuvo más de una hora en la taberna, hablando a solas,advirtiendoquelacabezaseleiba;hastaque,molestadoporladuramiradadelosdueños,queadivinabansuestado,sintióunavagaimpresióndevergüenzaysaliósinsaludar,andandoconpasoinseguro.

No podía apartar de su memoria un recuerdo tenaz. Veía con los ojoscerradosungranhuertodenaranjosqueexistíaamásdeunahoradedistancia,entreBenimacletyelmar.Allíhabíaidoélmuchasvecesporsusasuntos,yalláibaahora,aversieldemonioeratanbuenoquelehacíatropezarconelamo,elcualraroeraeldíaquenoinspeccionabaconsumiradadeavaroloshermososarbolesunoporuno,comosituviesecontadaslasnaranjas.

Llegó después de dos horas demarcha, deteniéndosemuchas veces paradaraplomoasucuerpo,quesebalanceabasobrelasinseguraspiernas.

Elaguardientesehabíaapoderadodeél.Yanosabíaconquéobjetohabíallegadohastaallí, tanlejosdelapartedelahuertadondevivíanlossuyos,yacabópordejarsecaerenuncampodecáñamoaorillasdelcamino.Alpocorato sus penosos ronquidos de borracho sonaron entre los verdes y erguidos

Page 21: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

tallos.

Cuandodespertóerayabienentradalatarde.Sentíapesadezenlacabezayel estómago desfallecido. Le zumbaban los oídos, y en su boca empastadapercibíaunsaborhorrible.¿Quéhacíaallí,cercadelhuertodeljudío?¿Cómohabía llegado tan lejos? Su honradez primitiva le hizo avergonzarse de esteenvilecimiento, e intentó ponerse en pie para huir. La presión que producíasobresuestómagolahozcruzadaenlafajaledioescalofríos.

Alincorporarseasomólacabezaporentreelcáñamoyvioenunarevueltadelcaminoaunvejetequecaminabalentamente,envueltoenunacapa.

Barret sintió que toda su sangre le subía de golpe a la cabeza, quereaparecíasuborrachera,yseincorporó,tirandodelahoz....¿Yaúndicenqueel demonio no es bueno?Allí estaba su hombre; elmismo que deseaba verdesdeeldíaanterior.

Elviejousurerohabíavaciladomuchoantesdesalirdesucasa.LeescocíaalgolodeltíoBarret;elsucesoestabarecienteylahuertaestraicionera.Peroelmiedodequeaprovechasensuausenciaenelhuertodenaranjospudomásque sus temores, y pensando que dicha finca estaba lejos de la barracaembargada,púsoseencamino.

Yaalcanzabaacontemplarsuhuerto,yasereíadelmiedopasado,cuandovio saltar del bancal de cáñamo al propio Barret, y le pareció un enormedemonio, con la cara roja, los brazos extendidos, impidiéndole toda fuga,acorralándoloenelbordede laacequiaquecorríaparalelaalcamino.Creyósoñar;chocaronsusdientes,sucarapúsoseverde,ylecayólacapa,dejandoaldescubiertounviejogabány los suciospañuelosarrolladosa sucuello.Tangrandeseransuterrorysuturbación,quehastalehablóencastellano.

—¡Barret! ¡hijo mío!—dijo con voz entrecortada—. Todo ha sido unabroma: no hagas caso. Lo de ayer fue para hacerte un poquito demiedo ...nadamás.Vasaseguirenlastierras....Pásatemañanaporcasa...hablaremos.Mepagarascomomejorteparezca.

Ydoblaba sucuerpo, evitandoque se leacercaseel tíoBarret.Pretendíaescurrirse,huirdelaterriblehoz,encuyahojasequebrabaunrayodesolysereproducíaelazuldelcielo.Comoteníalaacequiadetrásdeél,noencontrabasitio para moverse, y echaba el cuerpo atrás, pretendiendo cubrirse con lascrispadasmanos.

El labrador sonreía como una hiena, enseñando sus dientes agudos yblancosdepobre.

—¡Embustero! ¡embustero!—contestaba con una voz semejante a unronquido.

Page 22: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Ymoviendo su herramienta de un lado a otro, buscaba sitio para herir,evitandolasmanosflacasydesesperadasqueseleponíandelante.

—¡PeroBarret!¡hijomío!¿quéesesto?...¡Bajaesaarma...nojuegues....Túeresunhombrehonrado ...piensaentushijas.Terepitoquehasidounabroma.Venmañanaytedarélaslla....¡Aaay!...

Fue un rugido horripilante, un grito de bestia herida. Cansada la hoz deencontrar obstáculos, había derribado de un solo golpe una de las manoscrispadas.Quedócolgandodelostendonesylapiel,yelrojomuñónarrojólasangre con fuerza, salpicando a Barret, que rugió al recibir en el rostro lacalienterociada.

Vacilóelviejosobresuspiernas,peroantesdecaeralsuelo,lahozpartióhorizontalmentecontrasucuello,y...¡zas!cortandolacomplicadaenvolturade pañuelos, abrió una profunda hendidura, separando casi la cabeza deltronco.

Cayó don Salvador en la acequia; sus piernas quedaron en el ribazo,agitadasporunpataleofúnebrederesdegollada.Ymientrastanto,lacabeza,hundidaenelbarro,soltabatodasusangreporlaprofundabrechaylasaguasse teñían de rojo, siguiendo su manso curso con un murmullo placido quealegrabaelsolemnesilenciodelatarde.

Barretpermanecióplantadoenelribazocomounimbécil.¡Cuántasangretenía el tío ladrón! La acequia, al enrojecerse, parecía más caudalosa. Derepente,ellabriego,dominadoporelterror,echóacorrer,comositemieraqueelriachuelodesangreleahogasealdesbordarse.

Antes de terminar el día circuló la noticia como un cañonazo queconmoviótodalavega.¿Habéisvistoelgestohipócrita,elregocijadosilencioconqueacogeunpueblolamuertedelgobernantequeleoprime?...Asíllorólahuerta ladesaparicióndedonSalvador.Todos adivinaron lamanodel tíoBarret, y nadie habló. Las barracas hubiesen abierto para él sus últimosescondrijos;lasmujereslehabríanocultadobajosusfaldas.

Peroel asesinovagócomoun locopor lahuerta,huyendode lasgentes,tendiéndose detrás de los ribazos, agazapándose bajo los puentecillos,escapandoatravésdeloscampos,asustadoporelladridodelosperros,hastaquealdíasiguientelosorprendiólaGuardiacivildurmiendoenunpajar.

DuranteseismesessólosehablóenlahuertadeltíoBarret.

Losdomingosibancomoenperegrinaciónhombresymujeresalacárcelde Valencia para contemplar a través de los barrotes al pobre «libertador»,cadavezmásenjuto,conlosojoshundidosylamiradainquieta.

Llególavistadelproceso,ylesentenciaronamuerte.

Page 23: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Lanoticiacausóhondaimpresiónenlavega;curasyalcaldespusiéronseenmovimientoparaevitartalvergüenza....¡Unodeldistritosentándoseenelcadalso! Y como Barret había sido siempre de los dóciles, votando lo queordenabaelcaciqueyobedeciendopasivamentealquemandaba,sehicieronviajesaMadridparasalvarsuvida,yelindultollegóoportunamente.

Ellabradorsaliódelacárcelhechounamomia,yfueconducidoalpresidiodeCeuta,paramoriralláalospocosaños.

Disolviósesufamilia;desapareciócomounpuñadodepajaenelviento.

Las hijas, una tras otra, fueron abandonando las familias que las habíanrecogido, trasladándose a Valencia para ganarse el pan como criadas; y lapobrevieja, cansadademolestar con sus enfermedades,marchóalHospital,muriendoalpocotiempo.

Lagentedelahuerta,conlafacilidadquetienetodoelmundoparaolvidarladesgraciaajena,apenassidetardeentarderecordabalaespantosatragediadeltíoBarret,preguntándosequéseríadesushijas.

Peronadieolvidóloscamposylabarraca,permaneciendounosyotraenelmismoestadoqueeldíaenquelajusticiaexpulsóalinfortunadocolono.

Fueestounacuerdotácitodetodalahuerta;unaconjuracióninstintiva,encuya preparación apenas si mediaron palabras; pero hasta los árboles y loscaminosparecíanentrarenella.

Pimentólohabíadichoelmismodíadelacatástrofe.«¡Averquiéneraelguapoqueseatrevíaameterseenaquellastierras!»

Y toda la gente de la huerta, hasta las mujeres y los niños, parecíancontestarconsusmiradasdemutuainteligencia:«Sí;aver.»

Lasplantasparasitas,losabrojos,comenzaronasurgirdelatierramalditaque el tío Barret había pateado y herido con su hoz la última noche, comopresintiendoqueporculpadeellamoriríaenpresidio.

Los hijos de don Salvador, unos ricachos tan avaros como su padre,creyéronse sumidos en la miseria porque el pedazo de tierra permanecíaimproductivo.

Unlabradorhabitanteenotrodistritodelahuerta,hombrequelasechabadeguapoynuncateníabastantetierra,sintiósetentadoporelbajopreciodelarrendamientoyapechugóconunoscamposqueatodosinspirabanmiedo.

Ibaalabrarlatierraconlaescopetaalhombro;élysuscriadossereíandelasoledadenquelesdejabanlosvecinos;lasbarracassecerrabanasupaso,ydesdelejoslesseguíanmiradashostiles.

Vigiló mucho el labrador, presintiendo una emboscada; pero de nada le

Page 24: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

sirviósucautela,puesunatardeenqueregresabasoloasucasa,cuandoaúnno había terminado la roturación de sus nuevos campos, le largaron dosescopetazos,sinqueviesealagresor,ysaliómilagrosamenteilesodelpuñadodepostasquepasójuntoasusorejas.

Enloscaminosnoseveíaanadie.Niunahuellareciente.Lehabíantiradodesdealgunaacequia,emboscadoeltiradordetrásdeloscañares.

Conenemigosasínoeraposibleluchar;yelvalentón,enlamismanoche,entrególasllavesdelabarracaasusamos.

HabíaqueoíraloshijosdedonSalvador.¿Esquenoexistíangobiernosniseguridadesparalapropiedad...ninada?

IndudablementeeraPimentóelautordelaagresión,elqueimpedíaqueloscampos fuesen cultivados, y la Guardia civil prendió al jaque de la huerta,llevándoloalacárcel.

Perocuandollegóelmomentodelasdeclaraciones,todoeldistritodesfilóante el juez afirmando la inocencia de Pimentó, sin que a aquellos rústicossocarronesselespudieraarrancarunapalabracontradictoria.

Todosrecitabanlamismalección.Hastaviejasachacosasquejamássalíandesusbarracasdeclararonqueaqueldía,alamismahoraenquesonaronlosdostiros,PimentóestabaenunatabernadeAlborayadefrancachelaconsusamigos.

Nadasepodíacontraestasgentesdegestoimbécilymiradacándida,querascándose el cogote mentían con tanto aplomo; Pimentó fue puesto enlibertad,ydetodaslasbarracassalióunsuspirodetriunfoysatisfacción.

Ya estaba hecha la prueba: todos sabrían en adelante que el cultivo deaquellastierrassepagabaconlapiel.

Losavarosamosnocejaron.Cultivaríanlatierraellosmismos;ybuscaronjornalerosentrelagentesufridaysumisaque,oliendoalanaburdaymiseria,baja en busca de trabajo, empujada por el hambre, desde lo último de laprovincia,desdelasmontañasfronterizasaAragón.

Enlahuertacompadecíanalospobreschurros.¡Infelices!Ibanaganarseunjornal;¿quéculpateníanellos?Yporlanoche,cuandoseretirabanconelazadónalhombro,nofaltabaunabuenaalmaquelosllamasedesdelapuertadela tabernadeCopa.Loshacíanentrar, losconvidabanabeberyluegolesibanhablando al oído con la cara ceñuday el acento paternal y bondadoso,comoquienaconsejaaunniñoqueeviteelpeligro.Yelresultadoeraquelosdócileschurros,aldíasiguiente,envezdeiralcampo,presentábanseenmasaalosdueñosdelastierras.

—Miamo:venimosaquenospague.

Page 25: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Yeraninútilestodoslosargumentosdelosdossolterones,furiososalverseatacadosensuavaricia.

—Mi amo—respondían a todo—: semos probes, pero no nos hemosencontraolavidatrasunpajar.

No sólo dejaban el trabajo, sino que pasaban aviso a todos sus paisanospara que huyesen de ganar un jornal en los campos de Barret, como quienhuyedeldiablo.

Losdueñosdelastierraspidieronprotecciónhastaenlospapelespúblicos.Y parejas de la Guardia civil fueron a correr la huerta, a apostarse en loscaminos,asorprendergestosyconversaciones,siempresinéxito.

Todos losdíasveían lomismo: lasmujerescosiendoycantandobajo lasparras;loshombresenloscampos,encorvados,conlavistaenelsuelo,sindardescansoalosactivosbrazos;Pimentótendidoalogranseñorantelasvaritasdeliga,esperandoalospájaros,oayudandoaPepetatorpeyperezosamente;enlatabernadeCopaunoscuantosviejostomandoelsolojugandoaltruco.Elpaisajerespirabapazyhonradabestialidad;eraunaArcadiamoruna.Perolos del gremio no se fiaban; ningún labrador quería las tierras ni aungratuitamente,yal fin losamos tuvieronquedesistirdesuempeño,dejandoque se cubriesen de maleza y que la barraca se viniera abajo, mientrasesperabanlallegadadeunhombredebuenavoluntadcapazdecomprarlasotrabajarlas.

LahuertaestremecíasedeorgulloviendocómoseperdíaaquellariquezaylosherederosdedonSalvadorsehacíanla«santísima».

Eraunplacernuevoeintenso.Algunavezsehabíandeimponerlospobresyquedarlosricosdebajo.Yelduropanparecíamássabroso,elvinomejor,eltrabajomenos pesado, imaginándose las rabietas de los dos avaros, que contodo su dinero habían de sufrir que los rústicos de la huerta se burlasen deellos.

Además, aquella mancha de desolación y miseria en medio de la vegaservía para que los otros propietarios fuesen menos exigentes, y tomandoejemplo en el vecino no aumentaran los arrendamientos y se conformasencuandolossemestrestardabanenhacerseefectivos.

Losdesoladoscamposeraneltalismánquemanteníaíntimamenteunidosaloshuertanos,encontinuotactodecodos:unmonumentoqueproclamabasupoder sobre losdueños;elmilagrode la solidaridadde lamiseriacontra lasleyesylariquezadelosquesonseñoresdelastierrassintrabajarlasnisudarsobresusterrones.

Todo esto, pensado confusamente, les hacía creer que el día en que los

Page 26: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

camposdeBarretfuerancultivadoslahuertasufriríatodaclasededesgracias.Ynoseimaginaban,despuésdeuntriunfodediezaños,quepudieraentrarenlos campos abandonados otra persona que el tío Tomba, un pastor ciego yparlanchín, que, a falta de auditorio, relataba todos los días sus hazañas deguerrilleroasurebañodesuciasovejas.

DeaquílasexclamacionesdeasombroyelgestoderabiadetodalahuertacuandoPimentó,decampoencampoybarracaenbarraca,fuehaciendosaberquelastierrasdeBarretteníanyaarrendatario,undesconocido,yque«él»...«¡él!»—fuese quien fuese—estaba allí con toda su familia, instalándose sinreparo...«¡comosiaquellofuesesuyo!»

III

Batiste, al inspeccionar las incultas tierras, se dijo que había allí trabajoparalargorato.

Mas no por esto sintió desaliento. Era un varón enérgico, emprendedor,avezado a la luchapara conquistar el pan.Allí lo había «muy largo», comodecía él, y además se consolaba recordando que en peores trances se habíavisto.

Suvidapasada eraun continuo cambiodeprofesión, siempredentrodelcírculodelamiseriarural,mudandocadaañodeoficio,sinencontrarparasufamiliaelbienestarmezquinoqueconstituíatodasuaspiración.

Cuandoconocióasumujer,eramozodemolinoenlasinmediacionesdeSagunto.Trabajabaentonces«comounlobo»—asílodecíaél—paraqueensuviviendanofaltasenada;yDiospremiósulaboriosidadenviándolecadaañounhijo,hermosascriaturasqueparecíannacercondientes,segúnlaprisaquesedabanenabandonarelpechomaternalparapedirpanatodashoras.

Resultado: que hubo de abandonar elmolino y dedicarse a carretero, enbuscademayoresganancias.

Lamalasuerteleperseguía.Nadiecomoélcuidabaelganadoyvigilabalamarcha.Muertodesueño,jamásseatrevía,comoloscompañeros,adormirenelcarro,dejandoquelasbestiasmarchasenguiadasporsuinstinto.Vigilabaatodashoras,permanecíasiemprejuntoalrocíndelantero,evitandolosbachesprofundos y los malos pasos; y sin embargo, si algún carro volcaba era elsuyo;sialgúnanimalcaíaenfermoacausadelaslluviaseraseguramentedeBatisteapesardelcuidadopaternalconqueseapresurabaacubrirlosflancosdesusbestiascongualdrapasdearpilleraapenascaíancuatrogotas.

Page 27: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

En unos cuantos años de fatigosa peregrinación por las carreteras de laprovincia,comiendomal,durmiendoalrasoysufriendoeltormentodepasarmesesenteroslejosdelafamilia,alaqueadorabaconelafectoreconcentradode hombre rudo y silencioso, Batiste sólo experimentó pérdidas y vio susituacióncadavezmáscomprometida.

Selemurieronlosrocinesytuvoqueentramparseparacomprarotros.Loque le valía el continuo acarreo de pellejos hinchados de vino o de aceiteperdíase enmanos de chalanes y constructores de carros, hasta que llegó elmomentoenque,viendopróximasuruina,abandonóeloficio.

Tomóentoncesunas tierrascercadeSagunto:camposdesecano, rojosyeternamente sedientos, en los cuales retorcían sus troncoshuecos algarroboscentenariosoalzabanlosolivossusredondasyempolvadascabezas.

Fuesuvidaunacontinuabatallaconlasequía,unincesantemiraralcielo,temblando de emoción cada vez que una nubecilla negra asomaba en elhorizonte.

Lloviópoco, lascosechasfueronmalasdurantecuatroaños,yBatistenosabíayaquéhacerniadóndedirigirse,cuandoenunviajeaValenciaconocióaloshijosdedonSalvador,unosexcelentesseñores(Dioslesbendiga),queledieron aquella hermosura de campos, libres de arrendamiento por dos años,hastaquerecobrasenporcompletosuestadodeotrostiempos.

Algo oyó él de lo que había sucedido en la barraca, de las causas queobligabana losdueñosaconservar improductivas tanhermosas tierras;pero¡iba transcurrido tanto tiempo!... Además, lamiseria no tiene oídos; a él leconveníanloscampos,yenellossequedaba.¿QuéleimportabanlashistoriasviejasdedonSalvadoryeltíoBarret?...

Todo lo despreciaba y olvidaba contemplando sus tierras. Y Batistesentíaseposeídodeundulceéxtasisalversecultivadorenlahuertaferazquetantas veces había envidiado cuando pasaba por la carretera de Valencia aSagunto.

Aquello eran tierras: siempre verdes, con las entrañas incansablesengendrandounacosechatrasotra,circulandoelaguarojaatodashorascomovivificantesangreporlasinnumerablesacequiasyregadorasquesurcabansusuperficie como una complicada red de venas y arterias; fecundas hastaalimentar familias enteras con cuadros que, por lo pequeños, parecíanpañuelos de follaje. Los campos secos de Sagunto recordábalos como uninfiernodesed,delqueafortunadamentesehabíalibrado.

Ahoraseveíadeverasenelbuencamino.¡Atrabajar!Loscamposestabanperdidos;habíaallímuchoquehacer;pero¡cuandosetienebuenavoluntad!...Ydesperezándose,estehombretón recio,musculoso,deespaldasdegigante,

Page 28: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

redondacabezatrasquiladayrostrobondadososostenidoporungruesocuellode fraile, extendía sus poderosos brazos, habituados a levantar en vilo lossacosdeharinaylospesadospellejosdelacarretería.

Tan preocupado estaba con sus tierras, que apenas si se fijó en lacuriosidaddelosvecinos.

Asomandolas inquietascabezasporentre loscañaresotendidossobreelvientreenlosribazos,lecontemplabanhombres,chicuelosyhastamujeresdelas inmediatas barracas.Batiste no hacía caso de ellos.Era la curiosidad, laexpectaciónhostil que inspiran siempre los recién llegados.Bien sabía él loqueeraaquello;yaseiríanacostumbrando.Además,talvezlesinteresabavercómoardíalamiseriaquediezañosdeabandonohabíanamontonadosobreloscamposdeBarret.

Yayudadoporsumujeryloschicos,empezóaquemaraldíasiguientedesullegadatodalavegetaciónparasita.

Losarbustos,despuésderetorcerseentre las llamas,caíanhechosbrasas,escapandodesuscenizasasquerososbichoschamuscados.Labarracaaparecíacomoesfumadaentrelasnubesdehumodeestasluminarias,quedespertabansordacóleraentodalahuerta.

Una vez limpias las tierras, Batiste, sin perder tiempo, procedió a sucultivo.Muydurasestaban;peroél,comolabriegoexperto,queríatrabajarlaspoco a poco, por secciones; y marcando un cuadro cerca de su barraca,empezóaremoverlatierraayudadoporsufamilia.

Losvecinosburlábansedetodosellosconunaironíaquedelatabasusordairritación. ¡Vayauna familia!Erangitanoscomo losqueduermendebajodelos puentes. Vivían en la vieja barraca lo mismo que los náufragos que seaguantan sobre un buque destrozado: tapando un agujero aquí, apuntalandoallá, haciendo verdaderos prodigios para que se sostuviera la techumbre depaja,distribuyendosuspobresmuebles,cuidadosamentefregoteados,entodosloscuartos,queeranantesmadrigueraderatonesysabandijas.

En punto a laboriosos, eran como un tropel de ardillas, no pudiendopermanecer quietosmientras el padre trabajaba.Teresa lamujer yRoseta lahija mayor, con las faldas recogidas entre las piernas y azadón en mano,cavabanconmásardorqueunjornalero,descansandosolamenteparaecharseatrás las greñas caídas sobre la sudorosa y roja frente. El hijomayor hacíacontinuos viajes a Valencia con la espuerta al hombro, trayendo estiércol yescombros, que colocaba en dos montones, como columnas de honor, a laentrada de la barraca. Los tres pequeñuelos, graves y laboriosos, como sicomprendiesenlagravesituacióndelafamilia,ibanagatastrasloscavadores,arrancandodelosterroneslasdurasraícesdelosarbustosquemados.

Page 29: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Duró esta faenapreparatoriamás de una semana, sudandoy jadeando lafamiliadesdeelalbaalanoche.

Lamitaddelastierrasestabanremovidas.Batistelasentablóylabróconayudadelviejoyanimosorocín,queparecíadelafamilia.

Había que proceder a su cultivo; estaban en SanMartín, la época de lasiembra,yellabradordividiólatierraroturadaentrespartes.Lamayorparaeltrigo,uncuadromáspequeñoparaplantarhabasyotroparaelforraje,puesnoera cosa de olvidar al Morrut, el viejo y querido rocín. Bien se lo habíaganado.

Y con la alegría del que después de una penosa navegación descubre elpuerto,lafamiliaprocedióalasiembra.Eraelporvenirasegurado.Lastierrasdelahuertanoengañaban;deallísaldríaelpanparatodoelaño.

La tarde en que se terminó la siembra vieron avanzar por el inmediatocaminounascuantasovejasdesuciosvellones,quesedetuvieronmedrosasenellímitedelcampo.

Tras ellas apareció un viejo apergaminado, amarillento, con los ojoshundidos en las profundas órbitas y la boca circundada por una aureola dearrugas.Ibaavanzandolentamente,conpasosfirmes,peroconelcayadopordelantetanteandoelterreno.

Lafamilialemiróconatención.Eraelúnicoqueenlasdossemanasqueallíestabanseatrevíaaaproximarsealastierras.Alnotarlavacilacióndesusovejas,gritóparaquepasasenadelante.

Batistesalióalencuentrodelviejo.Nosepodíapasar: las tierrasestabanahoracultivadas.¿Nolosabía?...

Algodeellohabíaoídoel tíoTomba;peroenlasdossemanasanterioreshabía llevado su rebañoapastar loshierbajosdelbarrancodeCarraixet, sinpreocuparsedeestoscampos....¿Deverasqueahoraestabancultivados?

Y el anciano pastor avanzaba la cabeza haciendo esfuerzos para ver consusojoscasimuertosalhombreaudazqueosabarealizarloquetodalahuertateníaporimposible.

Callóunbuenrato,yalfincomenzóamurmurartristemente:

«Muy mal; él también, en su juventud, había sido atrevido: le gustaballevar a todos la contraria. ¡Pero cuando son muchos los enemigos!... Muymal; se habíametido en un paso difícil. Aquellas tierras, después de lo delpobre Barret, estaban malditas. Podía creerle a él, que era viejo yexperimentado:letraeríandesgracia.»

Yelpastorllamóasurebaño,lehizoemprenderlamarchaporelcamino,

Page 30: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

yantesdealejarseseechólamantaatrás,alzandosusdescarnadosbrazos,ycon cierta entonación de hechicero que augura el porvenir o de profeta quehusmealaruina,legritóaBatiste:

—Creume,fillmeu:¡teportarandesgrasia!...

Deesteencuentrosurgióunmotivomásdecóleraparatodalahuerta.EltíoTombayanopodíameter susovejas enaquellas tierras,despuésdediezañosdepacíficodisfrutedesuspastos.

Nadiedecíaunapalabrasobrelalegitimidaddelanegativadesuocupantealestarel terrenocultivado.Todoshablabanúnicamentede los respetosquemerecía el anciano pastor, un hombre que en sus mocedades se comía losfrancesescrudos,quehabíavistomuchomundo,ycuyasabiduría,demostradacon medias palabras y consejos incoherentes, inspiraba un respetosupersticiosoalagentedelasbarracas.

Cuando Batiste y su familia vieron henchidas de fecunda simiente lasentrañasdesustierras,pensaronenlavivienda,afaltadetrabajomásurgente.

Elcampoharíasudeber.Yaerahoradepensarenellosmismos.

Yporprimeravezdesdesullegadaalahuerta,salióBatistedelastierrasparairaValenciaacargarensucarrotodoslosdesperdiciosdelaciudadquepudieranserleútiles.

Aquelhombreeraunahormigainfatigableparalarebusca.LosmontonesformadosporBatistetseagrandaronconsiderablementecon lasexpedicionesdel padre. La giba de estiércol, que formaba una cortina defensiva ante labarraca,creciórápidamente,ymásalláamontonáronsecentenaresdeladrillosrotos, maderos carcomidos, puertas destrozadas, ventanas hechas astillas,todoslosdesperdiciosdelosderribosdelaciudad.

Contemplóconasombrolagentedelahuertalaprontitudybuenamañadeloslaboriososintrusosparaarreglarsesuvivienda.

La cubierta de paja de la barraca apareció de pronto enderezada; lascostillasdelatechumbre,carcomidasporlaslluvias,fueronreforzadasunasysustituidasotras;unacapadepajanuevacubriólosdosplanospendientesdelexterior.HastalascrucecitasdesusextremosfueronsustituidasporotrasquelanavajadeBatistetrabajócucamente,adornandosusaristascondentelladasmuescas; y no hubo en todo el contorno techumbre que se irguiera másgallarda.

Losvecinos,alvercómose reformaba labarracadeBarret,colocándoserectalamontera,veíanenestoalgodeburlaydereto.

Despuésempezólaobradeabajo.¡QuémododeutilizarlosescombrosdeValencia!...Lasgrietasdesaparecieron,yterminadoelenlucidodelasparedes,

Page 31: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

lamujerylahijalasenjalbegarondeunblancodeslumbrante.Lapuertanuevaypintadadeazul,parecíamadrede todas lasventanillas,queasomabanporloshuecosdelasparedessuscuadradascarasdelmismocolor.Bajolaparrahizo Batiste una plazoleta, pavimentada con ladrillos rojos, para que lasmujerescosieranallíenlashorasdelatarde.Elpozo,despuésdeunasemanadedescensosypenososacarreos,quedólimpiodetodaslaspiedrasylabasuraconquelapilleríahuertanalohabíaatiborradodurantediezaños,yotravezsuagualimpiayfrescavolvióasubirenmusgosopozal,conalegreschirridosdelagarrucha,queparecía reírsede lasgentesdel contornoconunaestridentecarcajadadeviejamaliciosa.

Devoraban los vecinos su rabia en silencio. ¡Ladrón, más que ladrón!¡Vaya un modo de trabajar!... Aquel hombre parecía poseer con susmembrudosbrazosdosvaritasmágicasquelotransformabantodoaltocarlo.

Diez semanas después de su llegada, aún no había salido de sus tierrasmediadocenadeveces.Siempreenellas,lacabezametidaentreloshombrosy el espinazo doblegado, embriagándose en su labor; y la barraca deBarretpresentaba un aspecto coquetón y risueño, como jamás lo había tenido enpoderdesuantiguoocupante.

El corral, cercado antes con podridos cañizos, tenía ahora paredes deestacasybarro,pintadasdeblanco,sobrecuyosbordescorreteabanlasrubiasgallinas y se inflamaba el gallo, irguiendo su cabeza purpúrea.... En laplazoleta, frente a la barraca, florecían macizos de dompedros y plantastrepadoras. Una fila de pucheros desportillados pintados de azul servían demacetas sobre el banco de rojos ladrillos, y por la puerta entreabierta—ah,fanfarrón—veíaselacantareranueva,consuschapasdeblancosazulejosysuscantaros verdes de charolada panza: un conjunto de reflejos insolentes quequitabanlavistaalquepasabaporelinmediatocamino.

Todos,ensufuriacreciente,acudíanaPimentó.¿Podíaestoconsentirse?¿QuépensabahacereltemiblemaridodePepeta?

YPimentóserascabalafrenteoyéndoles,conciertaconfusión.

¿Qué iba a hacer?... Su propósito era decirle dos palabritas a aqueladvenedizo que semetía a cultivar lo que no era suyo; una indicaciónmuyseriaparaque«nofuesetonto»ysevolvieraasutierra,puesallínadateníaque hacer. Pero el tal sujeto no salía de sus campos, y no era cosa de ir aamenazarleensupropiacasa.Estosería«darelcuerpo»demasiado,teniendoencuentaloquepodríaocurrirluego.Habíaquesercautoyguardarlasalida.Enfin ...unpocodepaciencia.Él, loúnicoquepodíaaseguraresqueel talsujetonocosecharíaeltrigo,nilashabas,nitodoloquehabíaplantadoenloscamposdeBarret.Aquelloseríaparaeldemonio.

Page 32: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

LaspalabrasdePimentótranquilizabanalosvecinos,yéstosseguíanconmirada atenta los progresos de lamaldita familia, deseando en silencio quellegaseprontolahoradesuruina.

Una tarde volvió Batiste de Valencia, muy contento del resultado de suviaje.Noqueríaensucasabrazosinútiles.Batistet,cuandonohabíalaborenelcampo,buscabaocupaciónyendoalaciudadarecogerestiércol.Quedabalachica, unamocetona que, terminado el arreglo de la barraca, no servía paragran cosa, y gracias a la protección de los hijos de don Salvador, que semostrabancontentísimosconelnuevoarrendatario,acababadeconseguirquelaadmitiesenenunafábricadesedas.

Desde el día siguiente, Roseta formaría parte del rosario de muchachasque,despertandoconlaaurora,ibanportodaslassendasconlafaldaondeanteylacestitaalbrazocaminodelaciudad,parahilarelsedosocapulloentresusgruesosdedosdehijasdelahuerta.

Al llegar Batiste a las inmediaciones de la taberna de Copa, un hombreapareció en el camino saliendo de una senda inmediata y marchó hacia éllentamente,dandoaentendersudeseodehablarle.

Batistesedetuvo,lamentandoensuinteriornollevarconsigoniunamalanavaja,niunahoz,perosereno,tranquilo,irguiendosucabezaredondaconlaexpresión imperiosa tan temidaporsufamiliaycruzandosobreelpecholosforzudosbrazosdeantiguomozodemolino.

Conocíaaaquelhombre,aunquejamáshabíahabladoconél.EraPimentó.

Alfinocurríaelencuentroquetantohabíatemido.

El valentónmidió con unamirada al odiado intruso, y le habló con vozmelosa, esforzándose por dar a su ferocidad ymala intención un acento debondadosoconsejo.

Quería decirle dos razones: hacía tiempo que lo deseaba; pero ¿cómohacerlo,sinuncasalíadesustierras?

—Dosrahonetesnomés...

Ysoltóelparderazones,aconsejándolequedejasecuantoanteslastierrasdel tío Barret. Debía creer a los hombres que le querían bien, a losconocedoresdelascostumbresdelahuerta.Supresenciaallíeraunaofensa,ylabarracacasinuevauninsultoalapobregente.Habíaqueseguirsuconsejo,eirseaotraparteconsufamilia.

Batiste sonreía irónicamente mientras hablaba Pimentó, y éste, al fin,pareció confundido por la serenidad del intruso, anonadado al encontrar unhombrequenosentíamiedoensupresencia.

Page 33: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

«¿Marcharse él?... No había guapo que le hiciera abandonar lo que erasuyo,loqueestabaregadoconsusudoryhabíadedarelpanasufamilia.Éleraunhombrepacífico,¿estamos?perosi lebuscabanlascosquillas,eratanvaliente como el quemás.Cada cual que semeta en su negocio, y él haríabastantecumpliendoconelsuyosinfaltaranadie.»

Luego,pasandoanteelmatón,continuósucamino,volviéndolelaespaldaconunaconfianzadespectiva.

Pimentó,acostumbradoaqueletemblasetodalahuerta,semostrabacadavezmásdesconcertadoporlaserenidaddeBatiste.

—¿Esladarreraparaula?—legritócuandoestabayaaciertadistancia.

—Sí;ladarrera—contestóBatistesinvolverse.

Ysiguióadelante,desapareciendoenunarevueltadelcamino.Alolejos,enlaantiguabarracadeBarret, ladrabaelperroolfateandolaproximidaddesuamo.

Alquedarsolo,Pimentórecobrósusoberbia.«¡Cristo!¡Ycómosehabíaburlado de él aquel tío!»Masculló algunasmaldiciones, y cerrando el puñoseñalóamenazantelacurvadelcaminopordondehabíadesaparecidoBatiste.

—Túmelespagaras....¡Melespagaras,morral!

En suvoz, trémulade rabia, vibrabancondensados todos losodiosde lahuerta.

IV

Erajueves,ysegúnunacostumbrequedatabadecincosiglos,elTribunalde lasAguas iba a reunirse en la puerta de losApóstoles de laCatedral deValencia.

ElrelojdelatorrellamadaelMigueleteseñalabapocomásdelasdiez,yloshuertanosjuntábanseencorrillosotomabanasientoenlosbordesdeltazónde la fuente que adorna la plaza, formando en torno al vaso una animadaguirnaldademantasazulesyblancas,pañuelos rojosyamarilloso faldasdeindianadecoloresclaros.

Llegabanunostirandodesuscaballejosconelseróncargadodeestiércol,contentos de la colecta hecha en las calles; otros en sus carros vacíos,procurando enternecer a los guardias municipales para que les dejasenpermanecer allí; y mientras los viejos conversaban con las mujeres, losjóvenessemetíanenelcafetíncercano,paramatareltiempoantelacopade

Page 34: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

aguardiente,mascullandosucigarrodetrescéntimos.

Toda la huerta que tenía agravios que vengar estaba allí, gesticulante yceñuda, hablando de sus derechos, impaciente por soltar ante los síndicos ojuecesdelassieteacequiaselinterminablerosariodesusquejas.

El alguacil del tribunal, que llevabamásde cincuenta añosde lucha conesta tropa insolenteyagresiva,colocabaa lasombrade laportadaojival laspiezasdeunsofádeviejodamasco,ytendíadespuésunaverjabaja,cerrandoelespaciodeaceraquehabíadeservirdesaladeaudiencia.

La puerta de los Apóstoles, vieja, rojiza, carcomida por los siglos,extendiendosus roídasbellezasa la luzdelsol, formabaunfondodignodelantiguo tribunal: era como un dosel de piedra fabricado para cobijar unainstitucióndecincosiglos.

EneltímpanoaparecíalaVirgenconseisángelesderígidasalbasyalasdemenudo plumaje, mofletudos, con llameante tupé y pesados tirabuzones,tocando violas y flautas, caramillos y tambores. Corrían por los tres arcossuperpuestosdelaportadatresguirnaldasdefigurillas,ángeles,reyesysantos,cobijándose en calados doseletes. Sobre robustos pedestales exhibíanse losdoce apóstoles; pero tan desfigurados, tan maltrechos, que no los hubieraconocidoJesús:lospiesroídos,lasnaricesrotas,lasmanoscortadas;unafilade figurones, que más que apóstoles parecían enfermos escapados de unaclínicamostrandodolorosamentesusinformesmuñones.Arriba,alfinaldelaportada, abríase, como gigantesca flor cubierta de alambrado, el rosetón decoloresquedabaluzalaiglesia,yenlapartebaja,enlabasedelascolumnasadornadas con escudosdeAragón, lapiedra estabagastada, las aristasy losfollajesborrososporelfrotedeinnumerablesgeneraciones.

Enestedesgastedelaportadaadivinábaseelpasodelarevueltayelmotín.Juntoaestaspiedrassehabíaaglomeradoyconfundidotodounpueblo;allísehabía agitado en otros siglos, vociferante y rojo de rabia, el valencianismolevantisco,ylossantosdelaportada,mutiladosylisoscomomomiasegipcias,al mirar al cielo con sus rotas cabezas, parecían estar oyendo aún larevolucionariacampanadelaUniónolosarcabuzazosdelaGermanías.

Terminó el alguacil de arreglar el tribunal y plantóse a la entrada de laverja,esperandoalosjueces.

Ibanllegando,solemnes,conunamajestaddelabriegosricos,vestidosdenegro,conblancasalpargatasypañuelodesedabajoelanchosombrero.Cadaunollevabatrassíuncortejodeguardasdeacequia,depedigüeñosqueantesde la hora de la justicia buscaban predisponer el ánimo del tribunal en sufavor.

Lagente labradoramirabacon respetoaestos juecessalidosdesuclase,

Page 35: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

cuyas deliberaciones no admitían apelación.Eran los amos del agua; en susmanos estaba la vida de las familias, el alimento de los campos, el riegooportuno,cuyacarenciamataunacosecha.Yloshabitantesdelaextensavegacortada por el río nutridor, como una espina erizada de púas que eran suscanales, designaban a los jueces por el nombre de las acequias querepresentaban.

Un vejete seco, encorvado, cuyas manos rojas y cubiertas de escamastemblaban al apoyarse en el grueso cayado, era Cuart de Faitanar; el otro,gruesoymajestuoso,conojillosqueapenassiseveíanbajolosdospuñadosde pelo blanco de sus cejas, eraMislata; poco después llegabaRascaña, unmocetón de planchada blusa y redonda cabeza de lego; y tras ellos ibanpresentándoselosdemás,hastasiete:Favara,Robella,TormosyMestalla.

Yaestabaallílarepresentacióndelasdosvegas:ladelaizquierdadelrío,ladelascuatroacequias,laqueencierralahuertadeRuzafaconsuscaminosdefrondosofollajequevanaextinguirseenloslímitesdellagodelaAlbufera,ylavegadeladerechadelTuria,lapoética,ladelasfresasdeBenimaclet,laschufasdeAlborayaylosjardinessiempreexuberantesdeflores.

Los siete jueces se saludaron como gente que no se ha visto en unasemana. Luego hablaron de sus asuntos particulares junto a la puerta de laCatedral.Devezencuando, abriéndose lasmamparascubiertasdeanunciosreligiosos,esparcíaseenelambientecálidodelaplazaunafrescabocanadadeincienso,semejantealarespiraciónhúmedadeunlugarsubterráneo.

Alasonceymedia,terminadoslosoficiosdivinos,cuandoyanosalíadelaBasílicamásquealgunadevotaretrasada,comenzóafuncionareltribunal.

Sentáronselossietejuecesenelviejosofá;corriódetodoslosladosdelaplaza la gente huertana para aglomerarse en torno a la verja, estrujando suscuerpos sudorosos, que olían a paja y lana burda, y el alguacil se colocó,rígido y majestuoso, junto al mástil rematado por un gancho de bronce,símbolodelaacuáticajusticia.

Descubriéronse las siete «acequias», quedando con las manos sobre lasrodillasylavistaenelsuelo,yelmásviejopronunciólafrasedecostumbre:

—S'òbrieltribunal.

Silencio absoluto. Toda la muchedumbre, guardando un recogimientoreligioso, estaba allí, en plena plaza, como en un templo. El ruido de loscarruajes, el arrastre de los tranvías, todo el estrépito de la vida modernapasaba,sinrozarniconmoverestainstituciónantiquísima,quepermanecíaallítranquila, comoquien sehalla en su casa, insensible al pasodel tiempo, sinfijarseenelcambioradicaldecuantolerodeaba,incapazdereformaalguna.

Page 36: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Mostrábanse orgullosos los huertanos de su tribunal. Aquello era hacerjusticia; la pena sentenciada inmediatamente, y nada de papeles, pues éstossólosirvenparaenredaraloshombreshonrados.

La ausencia del papel sellado y del escribano aterrador era lo que másgustabaaunasgentesacostumbradasamirarconmiedosupersticiosoelartede escribir, por lo mismo que lo desconocen. Allí no había secretarios, niplumas,nidíasdeangustiaesperandolasentencia,niguardiasterroríficos,ninadamásquepalabras.

Los jueces guardaban las declaraciones de los testigos en sumemoria ysentenciaban inmediatamente, con la tranquilidad del que sabe que susdecisioneshandesercumplidas.Alqueseinsolentabaconeltribunal,multa;alquesenegabaacumplirlasentencia,lequitabanelaguaparasiempreysemoríadehambre.

Coneste tribunalno jugabanadie.Era la justiciapatriarcalysencilladelbuenreydelasleyendassaliendoporlasmañanasalapuertadelpalaciopararesolver las quejas de sus súbditos; el sistema judicial del jefe de cabilasentenciandoalaentradadesutienda.Así,asíescomosecastigaalospillosytriunfaelhombrehonradoyhaypaz.

Y el público, no queriendo perder palabra, hombres, mujeres y chicosestrujábanse contra la verja, retrocediendo algunas veces con violentosmovimientosdeespaldasparalibrarsedelaasfixia.

Iban compareciendo los querellantes al otro lado de la verja, ante aquelsofátanvenerablecomoeltribunal.

El alguacil les recogía las varas y cayados, considerándolos armasofensivas,incompatiblesconelrespetoaltribunal.Losempujabaluegohastadejarlosplantadosapocospasosdelosjueces,conlamantadobladasobrelasmanos;ysiandabanremisosendescubrirse,dedosrepeloneslesarrancabaelpañuelodelacabeza.¡Duro!Aestagentesocarronahabíaquetratarlaasí.

Era el desfile una continua exposición de cuestiones intrincadas, que losjueceslegosresolvíanconpasmosafacilidad.

Losguardasdelasacequiasylos«atandadores»encargadosdeestablecerelturnoenelriegoformulabansusdenuncias,ycomparecíanlosquerelladosadefenderse con razones. El viejo dejaba hablar a los hijos, que sabíanexpresarseconmásenergía;laviudaacudíaacompañadadealgúnamigodeldifunto,decididoprotectorquellevabalavozporella.

Asomabalaorejaelardormeridionalentodoslosjuicios.Enmitaddeladenuncia del guarda, el querellado no podía contenerse. «¡Mentira! Lo quedecíancontraélerafalsoymalo.¡Queríanperderle!»

Page 37: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Pero las siete acequias acogían estas interrupciones con furibundasmiradas. Allí nadie podía hablar mientras no le llegase el turno. A la otrainterrupción pagaría tantos sueldos demulta. Y había testarudo que pagabasòus ymás sòus, impulsadopor una rabiosa vehemencia que no le permitíacallaranteelacusador.

Sin abandonar su asiento, los jueces juntaban sus cabezas como cabrasjuguetonas, cuchicheaban sordamente algunos segundos, y elmásviejo, convoz reposada y solemne, pronunciaba la sentencia, marcando las multas enlibras y sueldos, como si la moneda no hubiese sufrido ningunatransformación y aún fuese a pasar por el centro de la plaza el majestuosoJusticia,gobernadorpopulardelaValenciaantigua,consugramallarojaysuescoltadeballesterosdelaPluma.

Eranmásdelasdoce,ylassieteacequiasempezabanamostrarsecansadasde tanto derramar pródigamente el caudal de su justicia, cuando el alguacilllamóagritosaBautistaBorrull,denunciadopor infracciónydesobedienciaenelriego.

AtravesaronlaverjaPimentóyBatiste,ylagenteaúnseapretómáscontraloshierros.

Veíanse en esta muchedumbre muchos de los que vivían en lasinmediacionesdelasantiguastierrasdeBarret.

Este juicio tardío iba a ser interesante. El odiado novato había sidodenunciadoporPimentó,queerael«atandador»delapartidaodistrito.

Mezclándoseeneleccionesygalleandoentodalacontornada,elvalentónhabía conquistado este cargo, que le daba cierto aire de autoridad yconsolidaba su prestigio entre los convecinos, los cuales le mimaban y leconvidabanendíasderiegoparatenerlepropicio.

Batiste estaba asombrado por la injusta denuncia. Su palidez era deindignación.Mirabaconojosderabiatodaslascarasconocidasyburlonasqueseagolpabanenlaverja.LuegovolvíalosojoshaciasuenemigoPimentó,quesecontoneabaaltivamente,comohombreacostumbradoacompareceranteeltribunal y que se creía poseedor de una pequeña parte de su indiscutibleautoridad.

—Parlevosté—dijoavanzandounpielaacequiamásvieja,puesporviciosecular, el tribunal, en vez de valerse de lasmanos, señalaba con la blancaalpargataalquedebíahablar.

Pimentó soltó su acusación.Aquel hombre que estaba junto a él, tal vezporsernuevoenlahuerta,creíaqueelrepartodelaguaeracosadebromayquepodíahacersusantísimavoluntad.

Page 38: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Él,Pimentó,el«atandador»querepresentabalaautoridaddelaacequiaensu partida, había dado a Batiste la hora para regar su trigo: las dos de lamañana. Pero sin duda, el señor, no queriendo levantarse a tal hora, habíadejadoperder su turno, y a las cinco, cuando el agua erayadeotros, habíaalzado la compuerta sin permiso de nadie (primer delito), había robado elriego a los demás vecinos (segundo delito) e intentado regar sus campos,queriendo oponerse a viva fuerza a las órdenes del «atandador», lo queconstituíaelterceroyúltimodelito.

El triple delincuente, volviéndose de mil colores e indignado por laspalabrasdePimentó,nopudocontenerse:

—¡Mentirayrecontramentira!

El tribunal se indignó ante la energía y la falta de respeto con queprotestabaaquelhombre.

Sinoguardabasilencio, se le impondríaunamulta.Pero ¡grancosaeranlas multas para su reconcentrada cólera de hombre pacífico! Siguióprotestando contra la injusticia de los hombres, contra el tribunal, que teníaporservidoresapillosyembusteroscomoPimentó.

Alteróseeltribunal;lassieteacequiasseencresparon.

—¡Cuatresòusdemulta!—dijoelpresidente.

Batiste,dándosecuentadesusituación,callóasustadoporhaberincurridoenmulta,mientrassonabanalotroladodelaverjalasrisasylosaullidosdealegríadesuscontrarios.

Quedóinmóvil,conlacabezabajaylosojosempañadosporlágrimasdecóleramientrassubrutalenemigoacababadeformularladenuncia.

—Parlevosté—ledijoeltribunal.

Peroen lasmiradasde los jueces senotabapoco interéspor este intrusoalborotador que venía a turbar con sus protestas la solemnidad de lasdeliberaciones.

Batiste, trémulo por la ira, balbuceó, no sabiendo cómo empezar sudefensa,porlomismoquelacreíajustísima.

Había sido engañado; Pimentó era un embustero y además su enemigoimplacable. Le había dicho que su riego era a las cinco (se acordaba muybien),yahoraafirmabaquealasdos;todoparahacerleincurrirenmulta,paramatarunostrigosenlosqueestabalavidafuturadesufamilia...¿Valíaparaeltribunallapalabradeunhombrehonrado?Puesestaeralaverdad,aunquenopodíapresentartestigos.¡Parecíaimposiblequelosseñoressíndicos,todosbuenaspersonas,sefiasendeunpillocomoPimentó!...

Page 39: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

La blanca alpargata del presidente hirió una baldosa de la acera,conjurando el chaparrón de protestas y faltas de respeto que veía enlontananza.

—Callevosté.

YBatistecalló,mientraselmonstruodelassietecabezas,replegándoseenelsofádedamasco,cuchicheabapreparandolasentencia.

—Eltribunalsentènsia...—dijolaacequiamásvieja;ysehizounsilencioabsoluto.

Toda la gente de la verjamostraba en sus ojos cierta ansiedad, como siellos fuesen los sentenciados. Estaban pendientes de los labios del viejosíndico.

—PagaraelBatisteBorrulldoslliuresdepenaycuatresòusdemulta.

Esparcióse unmurmullo de satisfacción en el público, y hasta una viejaempezóapalmotear,gritando«¡vítor!¡vítor!»,entrelasrisotadasdelagente.

Batiste salió ciego del tribunal, con la cabeza baja, como si fuera aembestir,yPimentópermanecióprudentementeasusespaldas.

Si lagenteno seaparta, abriéndolepaso, seguramentehubiesedisparadosuspuñosdehombreforzudo,aporreandoallímismoalacanallahostil.

Inmediatamentesealejó.Ibaacasadesusamosacontarlesloocurrido,lamala voluntad de aquella gente, empeñada en amargar su existencia; y unahora después, ya más calmado por las buenas palabras de los señores,emprendióelcaminohaciasucasa.

¡Insufribletormento!Marchandojuntoasuscarroscargadosdeestiércolomontados en sus borricos sobre los serones vacíos, encontró en el hondocaminodeAlborayaamuchosdelosquehabíanpresenciadoeljuicio.

Erangentesenemigas,vecinosalosquenosaludabanunca.

Al pasar él junto a ellos, callaban, hacían esfuerzos para conservar sugravedad, aunque les brillaba en los ojos la alegre malicia; pero según ibaalejándose,estallabanasuespalda insolentes risas,yhastaoyó lavozdeunmozalbeteque,remedandoelgravetonodelpresidentedeltribunal,gritaba:

—¡Cuatresòusdemulta!

Vioalolejos,enlapuertadelatabernadeCopa,asuenemigoPimentó,con el porrón en la mano, ocupando el centro de un corro de amigos,gesticulanteyrisueño,comosiimitaselasprotestasyquejasdeldenunciado.Sucondenaerauntemaderegocijoparalahuerta.Todosreían.

¡Rediós!Ahoracomprendíaél,hombredepazypadrebondadoso,porqué

Page 40: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

loshombresmatan.

Se estremecieron sus poderosos brazos; sintió una cruel picazón en lasmanos.LuegofuemoderandoelpasoalacercarseacasadeCopa.Queríaversiseburlabandeélensupresencia.

Hastapensó—novedadextraña—entrarporprimeravezenlatabernaparabeber un vaso de vino cara a cara con sus enemigos; pero las dos libras demulta las llevabaenelcorazón,ysearrepintiódesugenerosidad.¡Dichosasdoslibras!Aquellamultaeraunaamenazaparaelcalzadodesushijos;ibaallevarse el montoncito de ochavos recogido por Teresa para compraralpargatasnuevasalospequeños.

Alpasar frentea la taberna,seocultóPimentócon laexcusade llenarelporrón,ysusamigosfingieronnoveraBatiste.

Suaspectodehombreresueltoatodoimponíarespetoalosenemigos.

Peroestetriunfolellenabadetristeza.¡Cómoleodiabalagente!Lavegaentera alzábase ante él a todas horas, ceñuda y amenazante.Aquello no eravivir.Hastadedíaevitabaelabandonarsuscampos,rehuyendoelroceconlosvecinos.

No les temía; pero, como hombre prudente, evitaba las cuestiones conellos.

Denochedormíaconzozobra,ymuchasveces,almenorladridodelperro,saltabadelacama,lanzándosefueradelabarracaescopetaenmano.Enmásdeunaocasióncreyóvernegrosbultosquehuíanporlassendasinmediatas.

Temía por su cosecha, por el trigo, que era la esperanza de la familia, ycuyocrecimientoseguíantodoslosdelabarracasilenciosamenteconmiradasávidas.

Conocía las amenazas de Pimentó, el cual, apoyado por toda la huerta,juraba que aquel trigo no había de segarlo su sembrador, y Batiste casiolvidabaasushijosparapensarensuscampos,eneloleajeverdequecrecíaycrecía bajo los rayos del sol y había de convertirse en rubios montones demies.

Elodiosilenciosoyreconcentradoleseguíaensucamino.Apartábanselasmujeresfrunciendoloslabios,sindignarsesaludarle,comoescostumbreenlahuerta. Los hombres que trabajaban en los campos cercanos al caminollamábanse unos a otros con expresiones insolentes que indirectamente ibandirigidas a Batiste, y los chicuelos, desde lejos, gritaban: «¡Morralón!¡chodío!», sin añadir más a tales insultos, como si éstos sólo pudiesen seraplicablesalenemigodelahuerta.

¡Ah!Siélno tuvierasuspuñosdegigante, lasespaldasenormesyaquel

Page 41: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

gestodepocos amigos, ¡quéprontohubieradadocuentade él toda lavega!Esperando cada uno que fuese su vecino el primero en atreverse, secontentabanconhostilizarledesdelejos.

Batiste,enmediodelatristezaqueleinfundíaestevacío,experimentóunaligerasatisfacción.Cercayadelabarraca,cuandooíalosladridosdesuperro,que le había adivinado, vio un muchacho, un zagalón, que, sentado en unribazo,conlahozentrelaspiernasyteniendoalladounosmontonesdebrozasegada,seincorporóparasaludarle:

—¡Bòndía,siñorBatiste!

Y el saludo, la voz trémula de muchacho tímido con que le habló, leimpresionarondulcemente.

Pocacosaeraelafectodeesteadolescente,ysinembargoexperimentóladulceimpresióndelcalenturientoalsentirlafrescuradelagua.

Miróconcariñosusojazosazules,sucarasonrosadacubiertaporunvellorubio,ybuscóensumemoriaquiénpodíaserestemozo.Alfinrecordóqueeranietodel tíoTomba, elpastor ciegoaquien respetaba toda lahuerta;unbuenmuchacho,que servíadecriadoal carnicerodeAlboraya, cuyo rebañocuidabaelanciano.

—¡Grasies,chiquet,grasies!—murmuróagradeciendoelsaludo.

Y siguió adelante, siendo recibido por su perro, que saltaba ante él,restregandosuslanasenlapanadelospantalones.

Juntoalapuertadelabarracaestabalaesposa,rodeadadelospequeños,esperandoimpaciente,porseryapasadalahoradecomer.

Batiste miró sus campos, y toda la rabia sufrida una hora antes ante elTribunaldelasAguasvolviódegolpe,comounaoleadafuriosa,ainvadirsucerebro.

Su trigosufría sed.Nohabíamásqueverlo.Tenía lahojaarrugada,yeltono verde, antes tan lustroso, era ahora de una amarilla transparencia. Lefaltabaelriego,latandaquelehabíarobadoPimentóconsusastuciasdemalhombre,ynovolveríaacorresponderlehastapasadosquincedías,porqueelagua escaseaba. Y encima de esta desdicha, todo el rosario condenado delibrasysueldosdemulta.¡Cristo!...

Comiósinapetito,contandoasumujerloocurridoeneltribunal.

La pobre Teresa escuchó a su marido, pálida, con la emoción de lacampesinaquesientepunzadasenelcorazóncadavezquehadedeshacerelnudo de la media guardadora del dinero en el fondo del arca. «¡Reinasoberana! ¡Se habían propuesto arruinarles! ¡Qué disgusto a la hora de

Page 42: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

comer!...»

Y dejando caer su cuchara en la sartén de arroz, lloriqueó largamente,bebiéndose las lágrimas. Después enrojeció con repentina rabia, mirando elpedazodevegaqueseveíaatravésdelapuerta,consusblancasbarracasysuoleajeverde,yextendiendolosbrazosgritó:«¡Pillos!¡pillos!»

Lagentemenuda,asustadaporelceñodelpadreylosgritosdelamadre,no se atrevía a comer. Mirábanse unos a otros con indecisión y extrañeza,hurgábanselasnaricesporhaceralgoyacabarontodosporimitaralamadre,llorandosobreelarroz.

Batiste,excitadoporelcorodegemidos,selevantófurioso.Casivolcólapequeñamesaconunadesuspatadas,yselanzófueradelabarraca.

¡Quétarde!...Laseddesutrigoyelrecuerdodelamultaerandosferocesperros agarrados a su corazón. Cuando el uno, cansado de morderle, ibadurmiéndose,llegabaelotroatodocorreryleclavabalosdientes.

Quisodistraerseconeltrabajo,yseentregócontodasuvoluntadalaobraquellevabaentremanos:unapocilgalevantadaenelcorral.

Perosu trabajoadelantópoco.Ahogábaseentre las tapias;necesitabaversucampo,comolosquenecesitancontemplarsudesgraciaparaanegarseenlavoluptuosidaddeldolor.Yconlasmanosllenasdebarrovolvióasalirdelabarraca,quedandoplantadoantesubancaldemustiotrigo.

Apocospasos,por elbordedel camino,pasabamurmurando la acequia,henchidadeaguaroja.

La vivificante sangre de la huerta iba lejos, para otros campos cuyosdueños no tenían la desgracia de ser odiados; y su pobre trigo allí,arrugándose, languideciendo, agitando su cabellera verde, como si hicieraseñasalaguaparaqueseaproximarayleacariciaseconunfrescobeso.

ABatisteleparecióqueelsoleramáscalientequeotrosdías.Caíaelastroenelhorizonte,ysinembargo,elpobrelabriegoseimaginóquesusrayoseranverticalesyloincendiabantodo.

Sutierraseresquebrajaba,abríaseentortuosasgrietas,formandomilbocasqueenvanoesperabanunsorbo.

Noaguantaríaeltrigosusedhastaelpróximoriego.Moriríaantesseco,lafamiliano tendríapan;ydespuésde tantamiseria, ¡multaencima!... ¿Yaúndicensiloshombressepierden?...

Movíasefuriosoenloslinderosdesubancal.«¡Ah,Pimentó!¡Grandísimogranuja!...¡SinohubieraGuardiacivil!»

Ycomolosnáufragosagonizantesdehambreydesed,queensusdelirios

Page 43: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

sólo ven mesas de festín y clarísimos manantiales, Batiste contemplóimaginariamente campos de trigo con los tallos verdes y erguidos y el aguaentrando a borbotones por las bocas de los ribazos, extendiéndose con untemblorluminoso,comosirierasuavementealsentirlascosquillasdelatierrasedienta.

Alocultarse el sol, experimentóBatiste cierto alivio, como si el astro seapagaraparasiempreysucosechaquedasesalvada.

Se alejó de sus campos, de su barraca, yendo insensiblemente caminoabajo,conpasolento,hacialatabernadeCopa.Yanopensabaenlaexistenciade la Guardia civil y acogía con gusto la posibilidad de un encuentro conPimentó,quenodebíaandarlejosdelataberna.

Venían hacia él por los bordes del camino los veloces rosarios demuchachas,cestaalbrazoyfaldarevoloteante,deregresodelasfábricasdelaciudad.

Azuleaba la huerta bajo el crepúsculo. En el fondo, sobre las obscurasmontañas, coloreábanse las nubes con resplandor de lejano incendio; por laparte del mar temblaban en el infinito las primeras estrellas; ladraban losperros tristemente; con el cantomonótono de ranas y grillos confundíase elchirridodecarros invisiblesalejándosepor todos loscaminosde la inmensallanura.

Batiste vio venir a su hija, separada de las otrasmuchachas, caminandocon paso perezoso. Sola no.Creyó ver que hablaba con un hombre, el cualseguíalamismadirecciónqueella,aunquealgoseparado,comovansiemprelosnoviosenlahuerta,pueslaaproximaciónesparaellossignodepecado.

AldistinguiraBatisteenmediodelcamino,elhombrefueretrasandosumarchayquedólejoscuandoRosetallegójuntoasupadre.

Éste permaneció inmóvil, con el deseo de que el desconocido siguieseadelante,paraconocerle.

—¡Bònanit,siñorBatiste!

Eralamismavoztímidaquelehabíasaludadoamediodía:elnietodeltíoTomba.Estezagalnoparecíatenerotraocupaciónquevagarporloscaminosparasaludarleymetérseleporlosojosconblandadulzura.

Miróasuhija,queenrojecíabajandolosojos.

—¡Acasa,acasa!¡Yot'arreglaré!.

Yconlaterriblemajestaddelpadrelatino,señorabsolutodesushijos,máspropensoainfundirmiedoqueainspirarafecto,empezóaandarseguidoporla trémulaRoseta, lacual,alacercarseasubarraca,creíamarcharhaciauna

Page 44: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

palizasegura.

Se equivocó.El pobrepadreno tenía en aquelmomentomáshijos en elmundoquesucosecha,eltrigoenfermo,arrugado,sediento,quelellamabaagritospidiendounsorboparanomorir.

Yenestopensómientrassumujerarreglabalacena.Rosetaibadeunladoa otro fingiendo ocupaciones para no llamar la atención, esperando de unmomentoaotroelestallidodelacólerapaternal.YBatisteseguíapensandoensucampo,sentadoantelamesillaenana,rodeadodetodasufamiliamenuda,quealaluzdelcandilmirabaconavariciaunacazuelahumeantedebacalaoconpatatas.

Lamujer todavía suspiraba pensando en la multa, y establecía sin dudacomparacionesentrelacantidadfabulosaqueibanaarrancarleyeldesahogoconquetodalafamiliamovíasusmandíbulas.

Batiste apenas comió, ocupado en contemplar la voracidad de los suyos.Batistet, el hijo mayor, hasta se apoderaba con fingida distracción de losmendrugosdelospequeños.ARoseta,elmiedoledabaunapetitoferoz.

Nunca como entonces comprendióBatiste la carga que pesaba sobre susespaldas.Aquellasbocasqueseabríanparatragarselosescasosahorrosdelafamiliaquedaríansinalimentosilodefuerallegabaasecarse.

¿Ytodoporqué?Por la injusticiade loshombres,porquehay leyesparamolestar a los trabajadores honrados.... No debía pasar por ello. Su familiaantesquenadie.¿Noestabadispuestoadefenderalossuyosdelosmayorespeligros? ¿No tenía el deber de mantenerles?... Hombre era él capaz deconvertirse en ladrón para darles de comer. ¿Por qué había de someterse,cuandonosetratabaderobar,sinodelasalvacióndesucosecha,deloqueeramuysuyo?

La imagen de la acequia que a poca distancia arrastraba su caudalmurmuranteparaotros,eraparaélunmartirio.Enfurecíalequelavidapasasejuntoasupuertasinpoderaprovecharla,porqueasíloqueríanlasleyes.

De repente se levantó, como hombre que adopta una resolución y paracumplirlaloatropellatodo:

—¡Aregar!¡aregar!

La mujer se asustó, adivinando instantáneamente todo el peligro de tandesesperada resolución. «¡Por Dios, Batiste!... Le impondrían una multamayor; talvez losdel tribunal,ofendidospor larebeldía, lequitasenelaguaparasiempre.Habíaquepensarlo....Eramejoresperar.»

PeroBatisteteníalacólerafirmedeloshombresflemáticosycachazudos,quecuandopierdenlacalmatardanmuchoarecobrarla.

Page 45: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

—¡Aregar!¡aregar!

Y Batistet, repitiendo alegremente las palabras de su padre, cogió losazadonesysaliódelabarracaseguidodesuhermanaylospequeños.

Todosqueríantomarparteenestetrabajo,queparecíaunafiesta.

Lafamiliasentíaelalborozodeunpuebloquecon la rebeldía recobra lalibertad.

Marcharon todos hacia la acequia, que murmuraba en la sombra. Lainmensa vega perdíase en azulada penumbra; ondulaban los cañares comorumorosasyobscurasmasas,ylasestrellasparpadeabanenelespacionegro.

Batistesemetióenlaacequiahastalasrodillas,colocandolabarreraquehabíadedetenerlasaguas,mientrassuhijo,sumujeryhastasuhijaatacabancon los azadones el ribazo, abriendo boquetes por donde entraba el riego aborbotones.

Todalafamiliaexperimentóunasensacióndefrescuraybienestar.

La tierra cantaba de alegría con un goloso glu-glu que les llegaba alcorazón a todos ellos. «¡Bebe, bebe, pobrecita!» Y hundían sus pies en elbarro, yendo encorvados de un lado a otro del campo, para ver si el aguallegabaatodaspartes.

Batiste mugió con la satisfacción cruel que produce el goce de loprohibido. ¡Qué peso se quitaba de encima!... Podían venir ahora los deltribunalyhacerloquequisieran.Sucampobebía;estoeraloimportante.

Y como su fino oído de hombre habituado a la soledad creyó percibirciertorumorinquietanteenlosvecinoscañares,corrióalabarraca,paravolverinmediatamenteempuñandosuescopetanueva.

Conelarmasobreelbrazoyeldedoenelgatillo,estuvomásdeunahorajuntoalabarreradelaacequia.

El aguanopasaba adelante: sederramabaen los camposdeBatiste, quebebíanybebíanconlaseddelhidrópico.

Tal vez los de abajo se quejaban; tal vez Pimentó, advertido como«atandador»,rondabaporlasinmediaciones,indignadoporelinsolenteataquealaley.

Peroallí estabaBatistecomocentinelade sucosecha,desesperadohéroedelaluchaporlavida,guardandoalossuyos,queseagitabansobreelcampoextendiendo el riego, dispuesto a soltarle un escopetazo al primero queintentaseecharlabarrerarestableciendoelcursolegaldelagua.

Era tan fiera su actitud destacándose erguido enmedio de la acequia, se

Page 46: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

adivinaba en este fantasma negro tal resolución de recibir a tiros al que sepresentase,quenadiesaliódelosinmediatoscañares,ybebieronsuscamposduranteunahorasinprotestaalguna.

Y lo que esmás extraño: el jueves siguiente, el «atandador» no le hizocompareceranteelTribunaldelasAguas.

LahuertasehabíaenteradodequeenlaantiguabarracadeBarretelúnicoobjetodevaloreraunaescopetadedoscañones,compradarecientementeporelintrusoconesapasiónafricanadelvalenciano,queseprivagustosodelpanportenerdetrásdelapuertadesuviviendaunarmanuevaqueexciteenvidiaséinspirerespeto.

V

Todoslosdías,alamanecer,saltabadelacamaRoseta,lahijadeBatiste,ycon los ojos hinchados por el sueño, extendiendo los brazos con gentilesdesperezosqueestremecíantodosucuerpoderubiaesbelta,abríalapuertadelabarraca.

Chillabalagarruchadelpozo,saltabaladrandodealegríajuntoasusfaldaselfeoperruchoquepasabalanochefueradelabarraca,yRoseta,alaluzdelas últimas estrellas, echabase en cara y manos todo un cubo de agua fríasacada de aquel agujero redondo y lóbrego, coronado en su parte alta porespesosmanojosdehiedra.

Después,alaluzdelcandil,ibayveníaporlabarracapreparandosuviajeaValencia.

La madre la seguía sin verla desde la cama, para hacerle toda clase deindicaciones.Podíallevarselassobrasdelacena;conestoytressardinasqueencontraríaenelvasarteníabastante.Cuidadoconromperlacazuela,comoelotrodía.¡Ah!Yquenoolvidasecomprarhilo,agujasyunasalpargatasparaelpequeño.¡Criaturamásdestrozona!...Enelcajónde lamesitaencontraríaeldinero.

Ymientraslamadredabaunavueltaenlacama,dulcementeacariciadaporel calor del estudi, proponiéndose dormir media hora más junto al enormeBatiste,queroncabasonoramente,Rosetaseguíasusevoluciones.Colocabalamísera comida en una cestita, se pasaba un peine por los pelos de un rubioclaro,comosielsolhubiesedevoradosucolor,seanudabaelpañuelobajolabarba,yantesdesalirvolvíaseconuncariñodehermanamayorparaversiloschicosestabanbientapados,inquietaporestagentemenuda,quedormíaenelsuelodesumismoestudi,yacostadaenordendemayoramenor—desdeel

Page 47: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

grandullón Batistet hasta el pequeñuelo que apenas hablaba—, parecía latuberíadeunórgano.

—Vaya, adiós. ¡Hasta la nit!—gritaba la animosa muchacha pasando subrazoporelasadelacestita,ycerrabalapuertadelabarraca,echandolallaveporelresquicioinferior.

Ya era de día. Bajo la luz acerada del amanecer veíase por sendas ycaminoseldesfile laboriosomarchandoenunasoladirección,atraídopor lavidadelaciudad.

Pasaban los grupos de airosas hilanderas con un paso igual, moviendogarbosamenteelbrazoderecho,quecortabaelairecomounremo,ychillandotodas a coro cada vez que algún mocetón las saludaba desde los camposvecinosconpalabrasamorosas.

Rosetamarchabasolahacialaciudad.Biensabíalapobreloqueeransuscompañeras,hijasyhermanasdelosenemigosdesufamilia.

Variasdeellastrabajabanensufábrica,ylapobrerubita,másdeunavez,haciendo de tripas corazón, había tenido que defenderse a arañazo limpio.Aprovechando sus descuidos, arrojaban cosas infectas en la cesta de sucomida;romperlelacazuelalohabíanhechovariasveces,ynopasabanjuntoaellaeneltallersinquedejasendeempujarlasobreelhumeanteperoldondeera ahogado el capullo, llamándola hambrona y dedicando otros elogiosparecidosasufamilia.

Enelcaminohuíadetodasellascomodeuntropeldefurias,yúnicamentesentíase tranquila alversedentrode la fábrica,uncaserónantiguocercadelMercado, cuya fachada, pintada al fresco en el siglo XVIII, todavíaconservabaentredesconchadurasygrietasciertosgruposdepiernasdecolorrosaycarasdeperfilbronceado,restosdemedallonesypinturasmitológicas.

Rosetaeradatodalafamilialamásparecidaasupadre:«unafieraparaeltrabajo»,comodecíaBatistedesímismo.Elvahoardorosode lospucherosdondeseahogabaelcapullosubíaselealacabeza,escaldándolelosojos;peroapesardeesto,permanecíafirmeensusitio,buscandoenelfondodelaguahirviente los cabos sueltos de aquellas capsulas de seda blanducha, de unsuave color de caramelo, en cuyo interior acababa demorir achicharrado elgusanolaborioso,lalarvadepreciosababa,poreldelitodefabricarseunaricamazmorraparasutransformaciónenmariposa.

Reinabaenelcaserónunestrépitodetrabajoensordecedoryfatigosoparalashijasdelahuerta,acostumbradasalacalmadelainmensallanura,dondelavoz se transmite a enormes distancias. Abajo mugía la máquina de vapor,dando bufidos espantosos que se transmitían por las múltiples tuberías;rodabanpoleasy tornosconunestrépitodemildiablos;ypor sinobastase

Page 48: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

tantoruido, lashilanderas,segúncostumbre tradicional,cantabanacoroconvozgangosa elPadrenuestro, elAveMaría y elGloriaPatri, con lamismatonadilla del llamado Rosario de la Aurora, procesión que desfila por lossenderosdelahuertalosdomingosalamanecer.

Esta devoción no les impedía que riesen cantando, y por lo bajo, entreoraciónyoración,seinsultasenyapalabrasenparadarsecuatroarañazosalasalida, pues estasmuchachasmorenas, esclavizadaspor la rígida tiranía quereina en la familia labriega y obligadas por preocupación hereditaria a estarsiempreanteloshombresconlosojosbajos,eranallíverdaderosdemoniosalversejuntasysinfreno,complaciéndosesuslenguasensoltartodolooídoenloscaminosacarreterosylabradores.

Rosetaeralamáscalladaylaboriosa.Paranodistraerseensutrabajo,seabsteníadecantary jamásprovocóriñas.Tenía tal facilidadparaaprenderlotodo,quealaspocassemanasganabatresrealesdiarios,casielmáximumdeljornal,congrandeenvidiadelasotras.

Mientras las bandas de muchachas despeinadas salían de la fábrica a lahora de comer para engullirse el contenido de sus cazuelas en los portalesinmediatos, hostilizando a los hombres conmiradas insolentes para que lesdijesen algo y chillar después falsamente escandalizadas, emprendiendo conellos un tiroteo de desvergüenzas, Roseta quedábase en un rincón del tallersentada en el suelo, condoso tres jóvenesque erande laotrahuerta, de laorilladerechadelrío,ymalditosilesinteresabalahistoriadeltíoBarretylosodiosdesuscompañeras.

En las primeras semanas, Roseta veía con cierto terror la llegada delanochecer,yconéllahoradelasalida...

Temiendoalascompañerasqueseguíansumismocamino,entreteníaseenlafábricaalgúntiempo,dejándolassalirdelantecomounatromba,delaquepartíanescandalosasrisotadas,aleteosdefaldas,atrevidosdicharachosyolordesalud,demiembrosásperosyduros.

Caminaba perezosamente por las calles de la ciudad en los fríoscrepúsculosde invierno, comprando los encargosde sumadre, deteniéndoseembobadaantelosescaparatesqueempezabanailuminarse,yalfin,pasandoel puente, semetía en los obscuros callejones de los arrabales para salir alcaminodeAlboraya.

Hastaaquítodoibabien.Perodespuéscaíaenlahuertaobscura,consusruidosmisteriosos, sus bultos negros y alarmantes que pasaban saludándolaconun«¡Bònanit!»lúgubre,ycomenzabanparaellaelmiedoyelcastañeteodedientes.

Nolaintimidabanelsilencioylaobscuridad.Comobuenahijadelcampo,

Page 49: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

estabaacostumbradaaellos.Lacertezadequenoibaaencontraranadieenelcamino la hubiera dado confianza. En su terror, jamás pensaba, como suscompañeras,enmuertos,nienbrujasyfantasmas.Losquelainquietabaneranlosvivos.

Recordaba conpavor ciertas historias de la huerta oídas en la fábrica: elmiedodelasjóvenesaPimentóyotrosjaquesdelosquesereuníanencasadeCopa: desalmados que, aprovechándose de la obscuridad, empujaban a lasmuchachassolasalfondodelasregaderasensecoolashacíancaerdetrásdelos pajares. Y Roseta, que ya no era inocente después de su entrada en lafábrica,dejabacorrersuimaginaciónhastalosúltimoslímitesdelohorrible,viéndose asesinada por uno de estos monstruos, con el vientre abierto yrebañadopordentrolomismoquelosniñosdequehablabanlasleyendasdelahuerta, a los cuales unos verdugos misteriosos sacaban las mantecas,confeccionandomilagrososmedicamentosparalosricos.

En los crepúsculos de invierno, obscuros y muchas veces lluviosos,salvaba Roseta temblandomás de la mitad del camino. Pero el trance máscruel,elobstáculomástemible,estabacasialfinal,cercayadesubarraca,yeralafamosatabernadeCopa.

Allíestabalacuevadelafiera.Eraestetrozodecaminoelmásconcurridoe iluminado.Rumordevoces, estallidosde risas,guitarreosycoplas agritopelado salíanpor aquella puerta roja comounabocadehorno, que arrojabasobreelcaminonegrouncuadrodeluzcortadoporlaagitacióndegrotescassombras.Ysinembargo, lapobrehilandera,al llegarcercadeallí,deteníaseindecisa,temblorosa,comolasheroínasdeloscuentosantelacuevadelogro,dispuestaameterseacampotraviesaparadarvueltapordetrásdeledificio,ahundirse en la acequia que bordeaba el camino y deslizarse agazapada porentre losribazos;acualquiercosa,menosapasarfrentea larojizabocaquedespedíaelestrépitodelaborracheraylabrutalidad.

Al fin se decidía. Realizaba un esfuerzo de voluntad, como el que va aarrojarsedeunaaltura,ysiguiendoelbordedelaacequia,conpasoligerísimoyelequilibrioportentosoquedaelmiedo,pasabavelozantelataberna.

Era una exhalación, una sombra blanca que no llegaba a fijarse por surapidezenlosturbiosojosdelosparroquianosdeCopa.

Pasadalataberna,lamuchachacorríaycorría,creyendoquealguienibaasusalcances,esperandosentirensufaldaeltiróndeunazarpapoderosa.

No se serenaba hasta escuchar el ladrido del perro de su barraca, aquelanimal feísimo, que por antítesis sin duda era llamado Lucero, y el cual larecibíaenmediodelcaminoconcabriolas,lamiendosusmanos.

NuncaleadivinaronaRosetaensucasalosterrorespasadosenelcamino.

Page 50: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Lapobremuchachacomponíaelgestoalentrarenlabarraca,yalaspreguntasdesumadre,inquieta,contestabaechándoladevalerosayafirmandoquehabíallegadoconunascompañeras.

No quería que su padre tuviese que salir por las noches al camino paraacompañarla.Conocíaelodiodelavecindad;latabernadeCopaconsugentependencieraleinspirabamuchomiedo.

Y al día siguiente volvía a la fábrica, para sufrir losmismos temores alregreso, animada únicamente por la esperanza de que pronto vendría laprimavera, con sus tardes más largas y los crepúsculos luminosos, que lapermitiríanvolveralabarracaantesqueobscureciese.

UnanocheexperimentóRosetaciertoalivio.Cercaaúndelaciudad,salióalcaminounhombrequeempezóamarcharalmismopasoqueella.

—¡Bònanit!

Ymientras lahilandera ibaporelalto ribazoquebordeabaelcamino,elhombremarchaba por el fondo, entre los profundos surcos abiertos por lasruedasde loscarros, tropezandoen ladrillos rotos,pucherosdesportilladosyhastaobjetosdevidrio,conlosquemanosprevisorasqueríancegarlosbachesderemotoorigen.

Roseta semostraba tranquila: había conocido a su compañero apenas lasaludó.EraTonet,elnietodel tíoTomba,elpastor:unbuenmuchacho,queservía de criado al carnicero de Alboraya, y de quien se burlaban lashilanderasalencontrarleenelcamino,complaciéndoseenvercómoenrojecía,volviendolacara,alamenorpalabra.

¡Chicomástímido!...Noteníaenelmundootrosparientesquesuabuelo;trabajabahastaenlosdomingos,ylomismoibaaValenciaarecogerestiércolpara los campos de su amo, como le ayudaba en las matanzas de reses ylabraba la tierra o llevaba carne a las alquerías ricas. Todo a cambio demalcomerélysuabueloydeirhechounrotoso,conropasviejasdesuamo.Nofumaba;habíaentradodosotresvecesensuvidaencasadeCopa,ylosdomingos, si tenía algunas horas libres, en vez de estarse en la plaza deAlboraya puesto en cuclillas como los demás, viendo a los mozos guaposjugaralapelota,íbasealcampo,vagandosinrumboporlaenmarañadareddesendas, y si encontraba algún árbol cargado de pájaros, allí se quedabaembobadoporelrevoloteoyloschillidosdeestosbohemiosdelahuerta.

La gente veía en él algo de la extravaganciamisteriosa de su abuelo elpastor,ytodosloconsiderabancomouninfeliz,tímidoydócil.

Lahilanderaseanimóconsucompañía.Eramásseguroparaellamarcharalladodeunhombre,ymássiésteeraTonet,queinspirabaconfianza.

Page 51: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Le habló, preguntándole de dónde venía, y el joven sólo supo contestarvagamenteconsuhabitual timidez:«D'ahí ...d'ahí ...»Luegocalló,comosiestaspalabraslecostaseninmensoesfuerzo.

Siguieronelcaminoensilencio,separándosecercadelabarraca.

—¡Bònanitygrasies!—dijolamuchacha.

—¡Bònanit!—ydesaparecióTonetmarchandohaciaelpueblo.

Fueparaellaunincidentesinimportancia,unencuentroagradable,quelahabíaquitadoelmiedo;nadamás.Ysinembargo,RosetaaquellanochecenóyseacostópensandoenelnietodeltíoTomba.

Ahora recordaba las veces que le había encontrado por lamañana en elcamino, y hasta le parecía que Tonet procuraba marchar siempre al mismopaso que ella, aunque algo separado para no llamar la atención de lasmordaceshilanderas....Enciertasocasiones,alvolverbruscamentelacabeza,creíahaberlesorprendidoconlosojosfijosenella...

Ylamuchacha,comosiestuvierahilandouncapullo,agarrabaestoscabossueltosde sumemoriay tirabay tiraba, recordando todo lode suexistenciaque tenía relación con Tonet: la primera vez que lo vio, y su compasivasimpatíaporlasburlasdelashilanderas,queélsoportabacabizbajoytímido,como si estas arpías en banda le inspirasen miedo; después, los frecuentesencuentrosenelcaminoylasmiradasfijasdelmuchacho,queparecíanquererdecirlaalgo.

Al ir aValencia en lamañana siguiente, no le vio; peropor la noche, alemprender el regreso a su barraca, no sentía miedo, a pesar de que elcrepúsculo era obscuro y lluvioso. Presentía la aparición del tranquilizantecompañero,yefectivamente,lesalióalpasocasienelmismopuntoqueeldíaanterior.

Fuetanexpresivocomosiempre:«¡Bònanit!»ysiguióandandoalladodeella.

Roseta se mostró más locuaz. ¿De dónde venía? ¡Qué casualidad,encontrarse dos días seguidos! Y él, tembloroso, cual si las palabras lecostasengranesfuerzo,contestabacomosiempre:«D'ahí...d'ahí....»

Lamuchacha,queenrealidaderatantímidacomoél,sentíasinembargodeseos de reírse de su turbación. Ella habló de sumiedo, de los sustos queduranteelinviernopasabaenelcamino;yTonet,halagadoporelservicioqueprestabaalajoven,despególoslabiosalfin,paradecirlaquelaacompañaríaconfrecuencia.Élsiempreteníaasuntosdesuamoqueleobligabanamarcharporlavega.

Se despidieron con el laconismo del día anterior; pero aquella noche la

Page 52: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

muchachaserevolvióenlacama,inquieta,nerviosa,soñandomildisparates,viéndoseenuncaminonegro,muynegro,acompañadaporunperroenormequelelamíalasmanosyteníalamismacaraqueTonet.Despuéssalíaunloboa morderla, con un hocico que recordaba vagamente al odiado Pimentó, yreñían losdosanimalesadentelladas,ysalíasupadreconungarrote,yellallorabacomosilasoltasenenlasespaldaslosgarrotazosquerecibíasupobreperro; y así seguía desbarrando su imaginación, pero viendo siempre en lasatropelladasescenasdesuensueñoalnietodeltíoTomba,consusojosazulesysucarademuchachacubiertaporunvellorubio,queeraelprimerasomodelaedadviril.

Se levantó quebrantada, como si saliese de un delirio. Aquel día eradomingoynoibaalafábrica.Entrabaelsolporelventanillodesuestudiytoda la gente de la barraca estaba ya fuera de la cama. Roseta comenzó aarreglarseparairconsumadreamisa.

Elendiabladoensueñoaúnlateníatrastornada.Sentíaseotra,condistintospensamientos, cual si la noche anterior fuese una pared que dividía en dospartessuexistencia.

Cantabaalegrecomounpájaro,mientrasibasacandolaropadelarcaylacolocabasobresulecho,aúncalienteyconlashuellasdesucuerpo.

Mucho le gustaban los domingos, con su libertad para levantarse mástarde,sushorasdeholganzaysuviajecitoaAlborayaparaoír lamisa;peroaqueldomingoeramejorquelosotros,brillabamáselsol,cantabanconmásfuerza lospájaros, entrabapor elventanillounairequeolía agloria: ¡cómodecirlo!...enfin,quelamañanateníaparaellaalgonuevoyextraordinario.

Seechabaencarahabersidohastaentoncesunamujersincuidadosparasímisma.Alosdiezyseisañosyaerahoradequepensaseenarreglarse.¡Cuánestúpidahabíasidoalreírdesumadresiemprequelallamabadesgarbada!...

Ycomosifueseunagalanuevaqueveíaporprimeravez,metióseporlacabezacongrancuidado,cualsifuesedesutilesblondas,lasayadepercaldetodoslosdomingos.Luegoseapretómuchoelcorsé,comosinoleoprimieseaúnbastante aquel armazónde altas palas, unverdadero corséde labradora,queaplastabaconcrueldadelnacientepecho,puesenlahuertavalencianaesimpudorque las solterasnooculten los seductores adornosde laNaturalezapara que nadie pueda pecaminosamente suponer en la virgen la futuramaternidad.

Porprimeravezensuvidapasólahilanderamásdeuncuartodehoraanteelmediopalmodecristalconazogueymarcodepinobarnizadoqueleregalósupadre,espejoenelquehabíaquecontemplarlacaraporsecciones.

Ella no era gran cosa, lo reconocía; pero de más feas se encontraban a

Page 53: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

docenasenlahuerta.Ysinsaberporqué,sedeleitabacontemplandosusojosdeunverdeclaro;lasmejillasmoteadasdeesaspecasqueelsolhacesurgirdelapiel tostada;elpelorubioblanquecino,con lafinuraflácidade laseda; lanaricitadealaspalpitantescobijandounabocasombreadaporelvellodeunfrutosazonado,yquealentreabrirsemostrabaunadentadurafuerteeigual,deblancura de leche, cuyo brillo parecía iluminar su rostro: una dentadura depobre.

Su madre tuvo que aguardar. En vano la pobre mujer la dio prisa,revolviéndose impacienteen labarraca,comoespoleadapor lacampanaquesonabaalolejos.Ibanaperderlamisa.Mientrastanto,Rosetasepeinabaconcalma,paradeshaceracontinuaciónsuobra,pocosatisfechadeella.Luegosearreglaba la mantilla con tirones de enfado, no encontrándola nunca de sugusto.

En la plaza de Alboraya, al entrar y al salir de la iglesia, Roseta,levantandoapenassusojos,escudriñólapuertadelcarnicero,dondelagenteseagolpabaentornoalamesadeventa.

Allíestabaél,ayudandoasuamo,dándolepedazosdecarnerodesolladoyespantandolasnubesdemoscasquecubríanlacarne.

¡Cómo enrojeció el borregote viéndola!...Al pasar ella por segunda vez,quedócomoencantado,conunapiernadecorderoenladiestrasindárselaasupanzudopatrón,queenvanolaesperaba,yelcual,soltandountacoredondo,llegóaamenazarleconsucuchilla.

La tarde fue triste. Sentada a la puerta de su barraca, creyó sorprenderlevariasvecesrondandoporsendasalgolejanas,oescondiéndoseenloscañaresparamirarla. La hilandera deseaba que llegase pronto el lunes, para ir a lafábricaypasaralregresoelhorriblecaminoacompañadaporTonet.

Nodejódepresentarseelmuchachoalanochecereldíasiguiente.

Más cerca aún de la ciudad que en los otros días, salió al encuentro deRoseta.

—¡Bònanit!

Perodespuésdelasalutacióndecostumbrenocalló.Aqueltímidoparecíahaberprogresadomuchoduranteeldíadedescanso.

Ytorpemente,acompañandosusexpresionesconmuecasyarañazosenlasperneras del pantalón, fue explicándose, aunque entre palabra y palabratranscurrían a veces dosminutos. Se alegraba de verla buena ... (Sonrisa deRosetayun«grasies»murmuradotenuemente.)¿Sehabíadivertidomuchoeldomingo?...(Silencio.)Éllohabíapasadobastantemal.Seaburría.Sindudalacostumbre...pues...parecíaquelefaltabaalgo....¡Claro!lehabíatomado

Page 54: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

leyalcamino...no,alcaminono;loquelegustabaeraacompañarla...

Y aquí paró en seco. Hasta le pareció a Roseta que se mordíanerviosamentelalenguaparacastigarlaporsuatrevimiento,ysepellizcabaenlossobacosporhaberidotanlejos.

Caminaronmuchoratoensilencio.Lamuchachanocontestaba;seguíasumarchaconelcontoneoairosodelashilanderas,lacestaenlacaderaizquierdayelbrazoderechocortandoelaireconunvaivéndepéndulo.

Pensaba en su ensueño. Se imaginó estar en pleno delirio, viendoextravagancias, y varias veces volvió la cabeza creyendo percibir en laobscuridad aquel perro que le lamía las manos y tenía la cara de Tonet,recuerdo que aún le hacía reír. Pero no; lo que llevaba al lado era un buenmozocapazdedefenderla;algotímidoyencogido,esosí,conlacabezabaja,comosilaspalabrasqueaúnteníapordecirselehubierandeslizadohastaelpechoyallíestuviesenpinchándole.

Rosetaaúnleconfundiómás.«Vamosaver:¿porquéhacíaaquello?¿porqué salía a acompañarla en su camino? ¿qué diría la gente? Si su padre seenteraba,¡quédisgusto!...»

—¿Perqué?...¿perqué?—preguntabalamuchacha.

Yelmozo,cadavezmástriste,masencogido,comounreoconvictoqueoyesuacusación,nadacontestó.Marchabaalmismopasoquelajoven,peroseparándosede ella, dando tropezones en el borde del camino.Roseta hastacreyóqueibaallorar.

Pero cerca ya de la barraca, cuando iban a separarse, Tonet tuvo unarranquedetímido.Hablóconlamismaviolenciaquehabíacallado;ycomosi no hubiesen transcurrido muchos minutos, contestó a la pregunta de lamuchacha:

—¿Perqué?...Perqu'etvullc.

Lodijoaproximándoseaellahastalanzarlesualientoalacara,brillándolelos ojos como si por ellos se le saliera toda la verdad; y después de esto,arrepentidootravez,miedoso,aterradoporsuspalabras,echóacorrercomounniño.

¡Tonet la quería!... Hacía dos días que la muchacha esperaba estaspalabras, y sin embargo le causaron el efecto de una revelación inesperada.También ella le quería; y toda la noche, hasta en sueños, estuvo oyendo,murmuradaspormilvocesjuntoasusoídos,lamismafrase:«Perqu'etvullc.»

No esperó Tonet a la noche siguiente. Al amanecer le vio Roseta en elcamino,casiocultotraseltroncodeunamorera,mirándolaconzozobra,comounniñoquetemelareprimendayestáarrepentido,dispuestoahuiralprimer

Page 55: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

gestodedesagrado.

Perolahilanderasonrióruborizándose,yyanohubomás.

Todoestabahablado;novolvieronadecirsequesequerían,peroeracosaconvenidaelnoviazgo,yTonetnofaltóniunasolavezaacompañarlaensucamino.

El panzudo carnicero bramaba de coraje con el repentino cambio de sucriado, antes tan diligente y ahora siempre inventando pretextos para pasarhorasymáshorasenlahuerta,especialmentealanochecer.

Peroconelegoísmodesudicha,Tonetsepreocupabatantodelostacosyamenazasdesuamo,comolahilanderadesutemidopadre,anteelcualsentíaordinariamentemásmiedoaúnquerespeto.

Rosetateníasiempreensuestudialgúnnido,quedecíahaberencontradoenelcamino.Sunovionosabíapresentarseconlasmanosvacías,yexplorabatodosloscañaresyárbolesdelahuertapararegalara lahilanderaruedasdepajas y ramitas, en cuyo fondo unos cuantos pilluelos, con la rosada pielcubierta de finísimo pelo y el trasero desnudo, piaban desesperadamente,abriendounpicodescomunaljamásahítodemigas.

Rosetaguardabaelregaloensucuarto,comosifueselamismapersonadesunovio,yllorabacuandosushermanos,lagentemenudaqueteníapornidola barraca, en fuerza de admirar a los pajaritos, acababan por retorcerles elpescuezo.

Otras veces aparecía Tonet con un bulto en el vientre: la faja llena dealtramucesycacahuetes,compradosencasadeCopa;ysiguiendoelcaminolentamente,comíanycomían,mirándoseelunoenlosojosdelotro,sonriendocomounostontossinsaberdequé,sentándosemuchasvecesenunribazosindarsecuentadeello.

Ellaeralamásjuiciosa,ylereprendía.¡Siempregastandodinero!Erandosreales o pocomenos lo que en una semana había dejado en la taberna contantos obsequios.Y él semostraba generoso. ¿Para quién quería los cuartossinoparaella?Cuandosecasaran—algunavezhabríadeser—yaguardaríaeldinero. La cosa sería de allí a diez o doce años; no había prisa; todos losnoviazgosdelahuertadurabanunatemporadaasí.

LodelcasamientohacíavolveraRosetaalarealidad.Eldíaquesupadresupiera todo aquello.... ¡Virgen santísima! iba a deslomarla a garrotazos. Yhablabadelafuturapalizaserenamente,sonriendocomounamuchachafuerteacostumbradaaesaautoridadpaternal,rígida,imponenteyhonradota,quesemanifiestaabofetadasypalos.

Susrelacioneseraninocentes.Jamásasomóentreelloselpunzantedeseo,

Page 56: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

laaudaciadelacarne.Marchabanporelcaminocasidesierto,enlapenumbradel anochecer, y la misma soledad parecía alejar de su pensamiento todopropósitoimpuro.

UnavezqueTonetrozóinvoluntariamentelacinturadeRoseta,ruborizósecomosifueseéllamuchacha.

Estabanlosdosmuydistantesdecreerqueensusencuentrosdiariospodíallegarseaalgoquenofuesehablarymirarse.Eraelprimeramor,laexpansióndelajuventudapenasdespierta,quesecontentaconverse,conhablaryreír,sinsombraalgunadedeseo.

Lahilandera,queensusnochespavorosastantohabíadeseadolallegadade la primavera, vio con inquietud desarrollarse los crepúsculos largos yluminosos.

Ahorasereuníaconsunovioenplenodía,ynuncafaltabanenelcaminocompañeras de la fábrica o mujeres del vecindario, que al verles juntossonreíanmaliciosamenteadivinándolotodo.

En la fábrica comenzaron las bromas por parte de sus enemigas, que lepreguntaban irónicamente cuando se casaba, y la llamaban de apodo «laPastora»,porteneramoresconelnietodeltíoTomba.

Temblaba de inquietud la pobre Roseta. ¡Qué paliza iba a ganarse!Cualquierdíallegabalanoticiaasupadre.YfueporentoncescuandoBatiste,el día de su sentencia en el Tribunal de las Aguas, la vio en el caminoacompañadadeTonet.

Peronoocurriónada.Eldichosoincidentedelriegosalvóalamuchacha.Supadre,contentodehaberlibradosucosecha,limitóseamirarlavariasvecesconelentrecejofruncido.Luegolaadvirtióconvozlenta,uníndiceenaltoyelacentoimperativo,queenadelantecuidasedevolversoladelafábrica,puesdelocontrariosabríaquiéneraél.

Y sola volvió durante toda una semana. Tonet le tenía cierto respeto alseñorBatiste,ysecontentabaconemboscarsecercadelcamino,paraverpasaralahilanderaoseguirladespuésdemuylejos.

Comolosdíaseranmáslargos,habíamuchagenteenelcamino.

Peroestealejamientonopodíaprolongarseparalosnoviosimpacientes,yundomingoporlatarde,Roseta,inactiva,cansadadepasearfrentealapuertadesubarracaycreyendoveraTonetentodoslosquepasabanporlassendaslejanas,agarróuncántarobarnizadodeverde,ydijoasumadrequeibaatraeraguadelafuentedelaReina.

Lamadreladejóir.Debíadistraerse;¡pobremuchacha!noteníaamigas,yalajuventudhayquedarlelosuyo.

Page 57: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

La fuente de la Reina era el orgullo de toda aquella parte de la huerta,condenadaalaguadelospozosyallíquidobermejoyfangosoquecorríaporlasacequias.

Estabafrenteaunaalqueríaabandonada,yera«cosaantiguaydemuchomérito», al decir de los más sabios de la huerta: obra de los moros, segúnPimentó;monumentodelaépocaenquelosapóstolesibanbautizandopillosporelmundo,segúndeclarabaconmajestaddeoráculoeltíoTomba.

Al atardecer avanzaban por los caminos, orlados de álamos con inquietofollaje de plata, grupos de muchachas que llevaban su cántaro inmóvil yderechosobrelacabeza,recordandoconsurítmicopasoysufiguraesbeltaalascanéforasgriegas.

Estedesfiledabaalahuertavalencianaalgodesaborbíblico.Recordabalapoesíaárabecantandoa lamujer juntoa la fuenteconelcántaroa suspies,uniendo enun solo cuadro las dospasionesmásvehementes del oriental: labellezayelagua.

LafuentedelaReinaeraunabalsacuadrada,conmurosdepiedraroja,yteniendosuaguamuchomásbajaqueelniveldelsuelo.Descendíasealfondoporseisescalones,siempreresbaladizosyverdososporlahumedad.Enlacaradel rectángulo de piedra fronterizo a la escalera destacábase un bajo relieveconfigurasborrosasqueeraimposibleadivinarbajolacapadeenjalbegado.

Debía ser la Virgen rodeada de ángeles: una obra del arte grosero ycándido de laEdadMedia; algún voto de los tiempos de la conquista; perounas generaciones picando la piedra paramarcarmejor las figuras borradaspor los años, y otras blanqueándola con escrúpulos de bárbara curiosidad,habíandejadolalosadetalmodoquesólosedistinguíaunbultoinformedemujer,«lareina»,quedabasunombrealafuente:«reinadelosmoros»,comoforzosamentehandeserlotodasenloscuentosdelcampo.

Noeranallíescasaslaalgazaraylaconfusiónlosdomingosporlatarde.Másdetreintamuchachasagolpábanseconsuscantaros,deseosastodasellasdeserlasprimerasenllenar,perosinprisadeirse.Empujábanseenlaestrechaescalerilla,conlasfaldasrecogidasentre laspiernaspara inclinarseyhundirsu cántaro en el pequeño estanque. Estremecíase éste con las burbujasacuáticassurgidasincesantementedelfondodearena,dondecrecíanmanojosdeplantasgelatinosas,verdescabellerasondeantes,moviéndoseensucárceldecristallíquidoaimpulsosdelacorriente.Losinsectosllamados«tejedores»rayabanconsuspatasinquietasestaclarasuperficie.

Las que ya habían llenado sus cantaros sentábanse en los bordes de labalsa, con las piernas colgando sobre el agua, encogiéndolas luego conescandalizados chillidos cada vez que algún muchacho bajaba a beber y

Page 58: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

mirabaaloalto.

Eraunareunióndegorrionesrevoltosos.Todashablabanauntiempo;unasse insultaban,otras ibandespellejandoa losausenteshaciendopúblico todoslos escándalos de la huerta. La juventud, libre de la severidad paternal, sedesprendíadelgestohipócritafabricadoparalacasa,ysemostrabacontodalaacometividad de una rudeza falta de expansión. Aquellos ángeles morenos,que tanmansamente cantaban gozos y letrillas en la iglesia deAlboraya alcelebrarse las fiesta de las solteras, enardecíanse a solas y matizaban suconversaciónconvotosdecarretero,hablandodecosasinternasconelaplomodeunacomadrona.

Allí cayó Roseta con su cántaro, sin haber encontrado al novio en elcamino, a pesar de que anduvo lentamente, volviendo con frecuencia lacabeza,esperandoacadamomentoquesaliesedeunasenda.

Laruidosatertuliadelafuentecallósealverla.CausóestupefacciónenelprimermomentolapresenciadeRoseta:algoasícomolaentradadeunmoroen la iglesia de Alboraya en plena misa mayor. ¿A qué venía allí aquella«hambrienta»?...

Saludó Roseta a dos o tres que eran de su fábrica, y apenas si lecontestaron,apretandoloslabiosyconunretintíndedesprecio.

Las demás, repuestas de la sorpresa, siguieron hablando, como si nadahubierapasado,noqueriendoconcederalaintrusanielhonordelsilencio.

Bajó Roseta a la fuente, y después de llenar el cántaro, sacó, alincorporarse,sucabezaporencimadelmuro,lanzandounamiradaansiosaportodalavega.

—Mira,mira,quenovindra.

EraunasobrinadePimentó,hijadeunahermanadePepeta, laquedecíaesto;morenilla, nerviosa, denariz arremangadao insolente, orgullosade serúnica en su casaydeque supadreno fuese arrendatariodenadie, pues loscuatrocamposquetrabajabaeranmuysuyos.

Sí; podía mirar cuanto quisiera, que no vendría. ¿No sabían las otras aquiénesperaba?Puesasunovio,elnietodeltíoTomba.¡Vayaunacomodo!

Ylastreintabocascruelesempezaronareírcomosimordieran;noporqueencontrasengranchistealacosa,sinoporabrumaralahijadelodiadoBatiste.

—¡La«Pastora»!...—dijeronalgunas—-.¡La«DivinaPastora»!...

Roseta alzó los hombros con expresión de indiferencia. Esperaba esteapodo.Además,lasbromasdelafábricahabíanembotadosususceptibilidad.

Cargóseel cántaroy subió lospeldaños,peroenelpostrero ledetuvo la

Page 59: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

vocecitamimosadelasobrinadePimentó.¡Cómomordíaestasabandija!...

NuncaseríalamujerdelnietodeltíoTomba.Erauninfeliz,un«muertodehambre», pero muy honrado e incapaz de emparentar con una familia deladrones.

CasisoltósucántaroRoseta.Enrojeció,comosiestaspalabras,rasgándoleelcorazón,hubieranhechosubirtodalasangreasucara,ydespuésquedóseblanca,conpalidezdemuerte.

—¿Quíeslladre?¿Quí?—preguntóconunavoztemblonaquehizoreíratodaslasdelafuente.

¿Quién?Supadre.Pimentó,sutío,losabíabien,yencasadeCopanosehablabadeotracosa.¿Creíanqueelpasadoibaaestaroculto?Habíanhuidodesupuebloporquelesconocíanalládemasiado;poresohabíanvenidoalahuertaaapoderarsedeloquenoerasuyo.HastaseteníannoticiasdequeelseñorBatistehabíaestadoenpresidioporcosasfeas...

Yasícontinuólaviborilla,soltandotodolooídoensucasayenlavega:lasmentirasfraguadasporlosperdidosdecasadeCopa,todaunaurdimbredecalumnias inventadaporPimentó,quecadavez se sentíamenosdispuesto aatacar cara a cara a Batiste, y pretendía hostilizarlo, cansarlo y herirlo pormediodelinsulto.

LafirmezadelpadresurgiódeprontoenRoseta, trémula,balbucientederabiayconlosojosveteadosdesangre.Soltóelcántaro,quesehizopedazos,mojandoalasmuchachasmásinmediatas,queprotestaronacorollamándolabestia.¡Perobuenaestabaellaparafijarseentalescosas!

—¡Mon pare!...—gritó avanzando hacia la insolente—. ¿Mon parelladre?...Tórnauarepetiryettrenque'lsmorros.

Peronopudorepetirlolamorenilla,porqueantesdequellegaseaabrirlaboca,recibióunpuñetazoenella,almismotiempoqueRosetahundíalaotramanoensumoño.Instintivamente,movidaporeldolor,seagarrótambiénalosrubiospelosdelahilandera,ydurantealgunosminutosselasvioalasdosencorvadas, lanzandogritosdedolory rabia,con las frentescercadelsuelo,arrastrándose mutuamente con los crueles tirones que cada una daba a lacabelleradelaotra.Caíanlashorquillasaldeshacerselastrenzas.Parecíansusopulentas cabelleras estandartes guerreros, no flotantes y victoriosos, sinoenroscadosymartirizadosporlasmanosdelenemigo.

PeroRoseta,másfuerteomásfuriosa,logródesasirse,eibaaarrastrarasuadversaria, tal vez a propinarla una zurra interior, pues con la mano librepugnabapordespojarsedeunzapato,cuandoocurrióalgoinaudito, irritable,brutal.

Page 60: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Sin acuerdo previo, como si los odios de sus familias, las frases ymaldicionesoídasensusbarracassurgiesenenellasdegolpe,todascayeronauntiemposobrelahijadeBatiste.

—¡Lladrona!¡lladrona!...

Desapareció Roseta bajo los amenazantes brazos. Su cara cubrióse derasguños.Agobiadaportantosgolpes,nicaerpudo,pueslasmismasapreturasdesusenemigaslamanteníanderecha.Peroempujadadeunladoaotro,acabórodandoporlosresbaladizosescalones,ysufrentechocócontraunaaristadelapiedra.

¡Sangre!...Fuecomounapedradaenunárbolcargadodepájaros.Salierontodas corriendo en diversas direcciones, con los cantaros en la cabeza, y alpoco rato no se veía en las cercanías de la fuente de laReinamás que a lapobreRoseta,conelpelosuelto,lasfaldasdesgarradas,lacarasuciadepolvoysangre,caminandollorosahaciasucasa.

¡Cómogritódeangustialamadrealverlaentrarycómoprotestóluegoalenterarse de lo ocurrido! Aquellas gentes eran peores que judíos. ¡Señor!¡Señor!¿Podíaocurrirtalcrimenentierradecristianos?...

YanolesbastabaalosdelahuertaconqueloshombresmolestasenasupobreBatiste, calumniándolo ante el tribunal para que le impusieranmultasinjustas.AhoraeransushijaslasqueperseguíanalapobreRoseta,comosilainfeliz tuviese culpa alguna. ¿Y todo por qué?... Porque querían vivirtrabajando,sinofenderanadie,comoDiosmanda.

Batiste,alverasuhijaensangrentadayllorosa,palideció,dandoalgunospasos hacia el camino con la vista fija en la barraca de Pimentó, cuyatechumbreasomabasobreloscañares.

Pero se detuvo y acabó por reñir dulcemente a Roseta. Lo ocurrido laenseñaríaanopasearporgustoenlahuerta.Ellosdebíanevitartodoroceconlos demás: vivir juntos y unidos en su barraca, no separarse nunca de unastierrasqueeransuvida.

Dentrodesucasayaseguardaríanlosenemigosdevenirabuscarles.

VI

Eraun rumordeavispero,un susurrodecolmena, loqueoíanmañanaytardeloshuertanosalpasarfrentealmolinodelaCadena,porelcaminoquevaalmar.

Page 61: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Unaespesacortinadeálamoscerrabalaplazoletaformadaporelcaminoalensancharse ante el amontonamiento de viejos tejados, paredes agrietadas ynegros ventanucos del molino, fabrica antigua y ruinosa, montada sobre laacequia y apoyada en dos gruesos machones, por entre los cuales caía lacorrienteenespumosacascada.

ElruidolentoymonótonoquesurgíaentrelosarboleseraeldelaescueladedonJoaquín,establecidaenunabarracaocultaporlafiladeálamos.

Nunca el saber se vio peor alojado; y eso que, por lo común, no habitapalacios.

Eraunabarracavieja,sinmásluzqueladelapuertaylaquesecolabaporlas grietas de la techumbre; las paredes de dudosa blancura, pues la señoramaestra,mujer obesaquevivíapegada a su silleta de esparto, pasaba el díaoyendo y admirando a su esposo; unos cuantos bancos, tres carteles deabecedario mugrientos, rotos por las puntas, pegados al muro con panmascado,yenelcuartoinmediatoalaescuelaunosmuebles,pocosyviejos,queparecíanhabercorridomediaEspaña.

Entodalabarracanohabíamásqueunobjetonuevo:laluengacañaqueelmaestroteníadetrásdelapuerta,yquerenovabacadadosdíasenelcañaveralvecino,siendounafelicidadqueelgéneroresultasetanbarato,puessegastabarápidamentesobrelasdurasyesquiladastestasdeaquellospequeñossalvajes.

Libros, apenas si se veían tres en la escuela: unamisma cartilla servía atodos.¿Paraquémás?...Allíimperabaelmétodomoruno:cantoyrepetición,hastameterlascosasconuncontinuomartilleoenlasdurascabezas.

A causa de esto, desde la mañana hasta el anochecer, la vieja barracasoltabaporsupuertaunamelopeafastidiosa,delaqueseburlabantodoslospájarosdelcontorno.

—Pa...dre...nuestro,que...estas...enloscielos....

—Santa...María....

—Dospordos...cuuuatro....

Y los gorriones, los pardillos y las calandrias, que huían de los chicoscomodeldemoniocuandolosveíanencuadrillaporlossenderos,posábanseconlamayorconfianzaenlosarbolesinmediatos,yhastasepaseabanconsussaltadoraspatitas frente a lapuertade la escuela, riéndoseconescandalososgorjeos de sus fieros enemigos al verlos enjaulados, bajo la amenaza de lacaña,condenadosamirarlosdereojo,sinpodermoverseyrepitiendouncantotanfastidiosoyfeo.

Davezencuandoenmudecíaelcoroysonabamajestuosa lavozdedonJoaquínsoltandosuchorrodesabiduría.

Page 62: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

—¿Cuantassonlasobrasdemisericordia?...

—Dosporsiete,¿cuántasson?...

Yraravezquedabacontentodelascontestaciones.

—Son ustedes unos bestias.Me oyen como si les hablase en griego. ¡Ypensarquelestratocontodafinura,comoenuncolegiodelaciudad,paraqueaprendanustedesbuenasformasysepanhablarcomolaspersonas!...Enfin,tienenustedesaquienparecerse:sontanbrutoscomosusseñorespadres,queladran, les sobradineropara ir a la taberna, é inventanmil excusas para nodarmeelsábadolosdoscuartosquemepertenecen.

Y paseábase indignado, especialmente al quejarse de los olvidos delsábado.Bien senotabaenel aspectode supersona,queparecíadivididaendospartes.

Abajo,alpargatasrotas,siempremanchadasdebarro;viejospantalonesdepana;manosescamosas,ásperas,conservandoenlasgrietasdelapiellatierrade su huertecito, un cuadrado de hortalizas que tenía frente a la barraca, ymuchas veces era lo único que llenaba su puchero. Pero de cintura arribamostrábaseelseñorío,«ladignidaddelsacerdotedelainstrucción»,comoélafirmaba; lo que le distinguía de toda la gente de las barracas, gusarapospegados al surco: una corbata de colores chillones sobre la sucia pechera,bigotecanoycerdosopartiendosurostromofletudoyarrebolado,yunagorraazul con visera de hule, recuerdo de uno de losmuchos empleos que habíadesempeñadoensuaccidentadavida.

Esto era lo que le consolaba de su miseria; especialmente la corbata,adorno que nadie llevaba en todo el contorno y él lucía cual un signo desupremadistinción;algoasícomoelToisóndeOrodelahuerta.

La gente de las barracas respetaba a don Joaquín, aunque en loconcerniente a sostener su miseria anduviese remisa y remolona. ¡Lo queaquel hombre había visto!... ¡Lo que llevaba corrido por el mundo!... Unasvecesempleadoferroviario;otrasayudandoacobrarcontribucionesenlasmásapartadasprovinciasdeEspaña;hastasedecíaquehabíaestadoenCubacomoguardiacivil.Enfin,queeraunpájarogordovenidoamenos.

—DonJoaquín—decíasugruesamujer,queeralaprimeraensostenerleeltratamiento—nunca sehavisto comohoy; somosdemuybuena familia.Ladesgracianoshatraídoaquí,perohemos«paleado»lasonzas.

Y las comadres de la huerta, sin perjuicio de olvidarse alguno que otrosábadodelosdoscuartosdelaescuela,respetabancomounsersuperioradonJoaquín,reservándoseunpocodeburlaparalacasaquillaverdeconfaldonescuadradosqueseendosabalosdíasdefiesta,cuandocantabaenelcorodela

Page 63: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

iglesiadeAlborayadurantelamisamayor.

Empujadoporlamiseria,habíacaídoallíconsuenormeyblanduchamitadcomo podía haber caído en otra parte. Ayudaba al secretario del pueblocercanoen los trabajos extraordinarios,preparabaconhierbasde él tan sóloconocidas ciertos cocimientos que operabanmilagros en las barracas.Todosreconocíanque«aquel tío sabíamucho», y sin título demaestro nimiedo aquenadieseacordasedeélparaquitarleunaescuelaquenodabaniparapan,iba logrando a fuerza de repeticiones y cañazos que deletreasen ypermanecieraninmóvilestodoslospillosdecincoadiezañosqueendíasdefiestaapedreabanalospájaros,robabanlafrutayperseguíanalosperrosenloscaminosdelahuerta.

¿Dedóndeeraelmaestro?Todas lasvecinas lo sabían:demuy lejos,deallá de la churrería. Y en vano se pedían más explicaciones, pues para laciencia geográfica de la huerta todo el que no habla valenciano es de lachurrería.

NoeranflojoslostrabajossufridospordonJoaquínparahacerseentenderdesusdiscípulosyquenoreculasenanteel idiomacastellano.Loshabíadeellosquellevabandosmesesenlaescuelayabríandesmesuradamentelosojosyserascabanelcogotesinentenderloqueelmaestroqueríadecirlesconunaspalabrasjamásoídasensubarraca.

¡Cómosufríaelpobreseñor!¡Élquecifraba los triunfosde laenseñanzaen su «finura», en su distinción de modales, en lo «bienhablado» que era,segúndeclaracióndesuesposa!

Cadapalabraquesusdiscípulospronunciabanmal—ynodecíanbienunasola—lehacíadarbufidosylevantarlasmanosconindignaciónhastatocarelahumado techo de su vivienda. Estaba orgulloso de la urbanidad con quetratabaasusdiscípulos.

—Estabarracahumilde—decíaa los treintachicuelosqueseapretabanyempujabanenlosestrechosbancos,oyéndoleentreaburridosytemerososdela caña—ladebenmirar ustedes como si fuese el templo de la cortesía y labuenacrianza. ¡Quédigoel templo!Es la antorchaquebrillaydisuelve lassombrasdebarbariedeestahuerta.Sinmí,¿quéseríanustedes?Unasbestias,yperdonenlapalabra: lomismoquesusseñorespadres,a losquenoquieroofender. Pero con la ayuda de Dios, han de salir ustedes de aquí comopersonas cumplidas, sabiendo presentarse en cualquier parte, ya que hantenidolabuenasuertedeencontrarunmaestrocomoyo.¿Noesasí?...

Ylosmuchachoscontestabanconfuriosascabezadas,chocandoalgunoslatesta con la del vecino, y hasta sumujer, conmovida por lo del templo y laantorcha, cesaba de hacer media y echaba atrás la silleta de esparto, para

Page 64: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

envolverasuesposoenunamiradadeadmiración.

Interpelabaa todaaquellapillería roñosa,depiesdescalzosy faldonesalaire,condesmesuradaurbanidad.

—Aver,señordeLlopis,levánteseusted.

Yel«señordeLlopis»,ungranujadesieteaños,conelpantalónamediapiernasostenidoporuntirante,echabasedelbancoabajoysecuadrabaanteelmaestro,mirandodereojolatemiblecaña.

—Hace un rato que veo a usted hurgándose las narices y haciendopelotillas.Vicio feo, señor de Llopis; crea usted a sumaestro. Por esta vezpase,porqueesustedaplicadoysabelatablademultiplicar;perolasabiduríaespocacosacuandonovaacompañadaporlabuenacrianza.Noolvideustedesto,señordeLlopis.

Yeldelaspelotillasloaprobabatodo,contentoconsalirdelaadvertenciasincañazo,cuandootrograndullónqueestabaasu ladoenelbancoydebíaguardarantiguosresentimientos,alverledepieyconlasposaderaslibres,leaplicóenellasunpellizcotraidor.

—¡Ay! ¡ay!... Siñor maestro—gritó el muchacho—, «Morros d'aca» mepellisca.

¡QuéexplosióndecóleraladedonJoaquín!Loquemásleirritabaeralaafición de losmuchachos a llamarse por los apodos de sus padres y aun afabricarlosnuevos.

—¿Quién esMorros d'aca?... El señor dePeris, querrá usted decir. ¡Quémododehablar,Diosmío!Parecequeestoseaunataberna...¡Sialomenoshubiese usted dicho Morros de jaca! Descrísmese usted enseñando a estosimbéciles.¡Brutos!...

Y enarbolando la caña empezó a repartir sonoros golpes: al uno por elpellizco y al otro por «impropiedad de lenguaje», como decía bufando donJoaquínsinpararensuscañazos.Tanaciegasibanlosgolpes,quelosdemásmuchachosseapretabanenlosbancos,seencogían,escondiendocadacuallacabezaenelhombrodelvecino;yaunchiquitín,elhijopequeñodeBatiste,asustadoporelestrépitodelacaña,selefueelcuerpo.

Estoamansóalprofesorylehizorecobrarsuperdidamajestad,mientraselapaleadoauditoriosetapabalasnarices.

—Doña Pepa—dijo a sumujer—, llévese usted al señor deBorrull, queestaindispuesto,ylímpielodetrásdelaescuela.

Y lamujerona, que tenía cierto afecto a los tres hijos deBatiste porquepagabantodoslossábados,agarródeunamanoal«señordeBorrull»,elcual

Page 65: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

salió de la escuela balanceándose sobre las tiernas piernecitas, llorandotodavíadelsustoyenseñandoalgomásqueelfaldónporlaaberturatraseradeloscalzones.

Pasadosestos incidentesvolvíaotravez la leccióncantada,y laarboledaparecía estremecerse de fastidio al tamizar entre su ramaje este monótonosonsonete.

Algunastardesoíaseunmelancólicosondeesquilas,ytodalaescuelaseagitabade contento.Era el rebañodel tíoTombaque se aproximaba.Todossabíanquellegandoelviejoconsuganadohabíaunpardehorasdeasueto.

Si parlanchín era el pastor, no le iba en zaga el maestro. Ambosemprendíanunainterminableconversación,ylosdiscípulosabandonabanlosbancos para oírles de cerca o iban a jugar con las ovejas que rumiaban lahierbadelosribazoscercanos.

Adon Joaquín le inspirabagran simpatía el viejo.Había corridomundo,teníaladeferenciadehablarlesiempreencastellano,eraentendidoenhierbasmedicinales,sinarrebatarleporestosusclientes;enfin,queresultabalaúnicapersonadelahuertacapazde«alternar»conél.

Laapariciónerasiempreigual.Primerollegabanlasovejasalapuertadelaescuela,metíanlacabeza,husmeabancuriosaseibanretirándoseconciertodesprecio,convencidasdequeallínohabíamáspastoqueelintelectualyvalíapoco. Después se presentaba el tío Tomba caminando con seguridad poraquella tierraconocida,peroconelcayadopordelante,únicoauxiliodesusmoribundosojos.

Sentábaseenelbancodeladrillosinmediatoalapuerta,yelmaestroyelpastorhablaban,admiradosensilenciopordoñaJosefaylosmásgrandecitosdelaescuela,quelentamenteseibanaproximandoparaformarcorro.

El tío Tomba que hasta por las sendas iba siempre conversando con susovejas, hablaba al principio con lentitud, como hombre que teme revelar sudefecto;perolacharladelmaestroibaenardeciéndole,ynotardabaalanzarseenel inmensomarde suseternashistorias.Lamentábasede lopésimamenteque «va España», repetía las noticias de los que venían de la ciudad,abominabadelosmalosgobiernos,quetienenlaculpadelasmalascosechas,yacababapordecirlodesiempre.

—Aquellostiempos,donJuaquín,aquellostiemposmíoseranotros.Ustednoloshaconocido;perotambiénlosdeustederanmejoresqueéstos.Vamoscadavezpeor...¡Loqueveratodaesagentemenudacuandoseanhombres!

Yasesabíaqueestoeraelexordiodesuhistoria.

—¡Si usted nos hubiera visto a los de la partida del Flaire!—el pastor

Page 66: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

nuncapudodecirfraile—.Aquélloseranespañoles;ahorasólohayguaposencasadeCopa.Yoteníadiezyochoaños,unmorriónconunáguiladecobre,quelequitéaunmuerto,yunfusilmásgrandequeyo.¡YelFlaire!... ¡Quéhombre! Ahora hablan del general tal y del cual. ¡Mentira, todo mentira!¡Donde estaba el padreNevot no podía existir otro!Había que verlo con elhábito arremangado, sobre su jaca, con sable corvo y pistolas. ¡Lo quecorríamos! Unas veces aquí, otras en la provincia de Alicante, después porcercadeAlbacete:siemprenosibanpisandolostalones;peronosotros,francésque pillábamos lo hacíamos polvo.Aúnme parece que los veo: «¡Musiú ...pardón!»Yyo,¡zas,zas!bayonetazolimpio.

El arrugado viejo se erguía, sus mortecinos ojos brillaban como débilespavesas; movía el cayado cual si aún estuviese pinchando a los enemigos.Luegoveníanlosconsejos:detrásdelviejobondadosolevantábaseelhombreferoz,deentrañasduras,formadoenunaguerrasincuartel.Hacíansevisiblessus fieros instintos, petrificados en plena juventud e insensibles al paso deltiempo.Hablabaenvalencianoa losmuchachos, regalándoles el frutode suexperiencia.Debíancreerleaél,quehabíavistomucho.Enlavida,pacienciapara vengarse del enemigo; aguardar la pelota, y cuandoviene bien, jugarlaconfuerza.Yaldarestosconsejosferocesguiñabasusojos,queenelfondodelasprofundasórbitasparecíanestrellasmoribundaspróximasaextinguirse.Delatabaconsumaliciasenilunpasadodeluchasenlahuerta,deemboscadasyastucias,uncompletodesprecioporlavidadesussemejantes.

El maestro, temeroso de que esto quebrantase la moral de su gente,cambiabael cursode la conversaciónhablandodeFrancia, el gran recuerdodeltíoTomba.

Eratemaparamuchashoras.Conocíaaquelpaíscomosihubiesenacidoenél.AlrendirseValenciaalmariscalSuchet, lehabían llevadoprisionero,conunoscuantosmilesmás,aunagranciudad:TolosadeFrancia.Ymezclabaenla conversación, horriblemente desfiguradas, las palabras francesas que aúnpodía recordardespuésde tantosaños. ¡Quépaís!Allá loshombresvanconunossombrerosblancosyfelpudos,casacasdecolorconloscuelloshastaelcogote,botasaltascomolasdelacaballería;lasmujeresconunasfaldascomofundasdeflauta,tanestrechas,queselesmarcatodoloquequedadentro.Yasí seguía hablando de los trajes y costumbres del tiempo del Imperio,imaginándosequeaúnsubsistíatodoylaFranciadehoyeracomoaprincipiosdelsiglo.

Mientras detallaba sus recuerdos, el maestro y su mujer le oíanatentamente, y algunos muchachos, abusando del inesperado asueto, ibanalejándosedelabarracaatraídosporlasovejas,quehuíandeelloscomodeldemonio.Lastirabandelrabo,cogíanlasdelaspiernas,obligándolasaandarcon las patas delanteras, las hacían rodar por los ribazos o intentaban

Page 67: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

cabalgarlas colocándose de un salto sobre sus sucios vellones.Y los pobresanimales en vano protestaban con tiernos balidos, pues no los oía el pastor,ocupadoenrelatarconfruiciónlaagoníadelúltimofrancésmatadoporél.

—¿Ycomocuantoscayeron?—preguntabaelmaestroalfinaldelrelato.

—Cuestióndecientoveinteocientotreinta.Norecuerdobien.

Elmatrimonio semiraba sonriendo.Desde la última conversación habíaaumentado veinte franceses. Según pasaban los años se agrandaban sushazañasyelnúmerodevíctimas.

Losquejidosdelrebañollamabanfinalmentelaatencióndelmaestro.

—Señores míos—gritaba a los audaces discípulos al mismo tiempo querequeríalacaña—,todosaquí.¿Seimaginanquenohaymásquepasareldíadivirtiéndose?...Enestecentrosetrabaja.

Y para demostrarlo con el ejemplo, movía la caña que era un gusto,introduciendoagolpesenelredildelasabiduríaatodoelrebañodepilletesjuguetones.

—Conpermisodeusted, tíoTomba:hacemásdedoshorasqueestamoshablando.Tengoquecontinuarlalección.

Ymientras el pastor, despedido cortésmente, guiaba sus ovejas hacia elmolino, para repetir allí sus historias, empezaba de nuevo en la escuela elcanturreodelatablademultiplicar,queeraparalosdiscípulosdedonJoaquínelgranalardedesabiduría.

Alacaídadelsolsoltabanlosmuchachossuúltimocantico,dandograciasal Señor «porque les había asistido con sus luces», y recogía cada cual elsaquillodelacomida,puescomolasdistanciasenlahuertanoeranpocacosa,loschicossalíanporlamañanadesusbarracasconprovisionesparapasareldíaenlaescuela.EstohacíadeciraalgunosenemigosdedonJoaquínqueelmaestroeraaficionadoacastigarasusdiscípulosmermándoleslaración,parasubsanardeestemodolasdeficienciasdelacocinadedoñaPepa.

Los viernes, al salir de la escuela, oían invariablemente todos ellos elmismodiscurso:

—Señores míos: mañana es sábado; recuérdenlo ustedes a sus señorasmadres y háganlas saber que el que mañana no traiga los dos cuartos noentraraenlaescuela.Austedselodigoespecialmente,«señorde...tal»,yausted, «señor de ... cual»—y así soltaba una docena de nombres—. Tressemanasqueno traenustedeselestipendioprometido,yasínoesposible lainstrucción, ni puede procrear la ciencia, ni combatirse con desahogo labarbarienativadeestoscampos.Yolopongotodo:misabiduría,mislibros—ymiraba las tres cartillas que iba recogiendo sumujer cuidadosamentepara

Page 68: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

guardarlas en la vieja cómoda—, y ustedes no traen nada. Lo dicho: el quemañana llegue con las manos vacías no pasara de esa puerta. Aviso a lasseñorasmadres.

Formabanlosmuchachosporparejas,cogidosdelamano—lomismoqueenloscolegiosdeValencia;¿quésecreíanalgunos?—,ysalíandelabarraca,besando antes la diestra escamosa de don Joaquín y repitiendo todos decorridoalpasarjuntoaél:

—¡Ustedlopasebien!¡HastamañanasiDiosquiere!

Acompañábales el maestro hasta la plazoleta del molino, que era unaestrella de caminos y sendas, y allí deshacíase la formación en pequeñosgrupos,alejándosehaciadistintospuntosdelavega.

—¡Ojo,señoresmíos,queyolesvigilo!—gritabadonJoaquíncomoúltimaadvertencia—.Cuidado con robar fruta, hacer pedreas o saltar acequias.Yotengounpájaroquetodomelocomunica;ysimañanaséalgomalo,andarálacañasueltacomoundemonio.

Y plantado en la plazoleta, seguíamucho rato con la vista al grupomásnumeroso,quesealejabacaminodeAlboraya.

Estosdiscípuloseranlosquepagabanmejor.IbanentreelloslostreshijosdeBatiste,paraloscualesseconvertíamuchasveceselcaminoenunacalledeAmargura.

Cogidos los tres de la mano, procuraban andar a la zaga de los otrosmuchachos,que,porserdelasbarracasinmediatasalasuya,sentíanelmismoodio de sus padres contra Batiste y su familia, y no perdían ocasión demolestarles.

Losdosmayorcitossabíandefenderse,yconarañazomásomenos,hastasalían en ciertas ocasiones vencedores. Pero el más pequeño, Pascualet, unchiquilloregordeteypanzudo,quesóloteníacincoaños,yaquienadorabalamadre por su dulzura y su mansedumbre, prometiéndose hacerlo capellán,llorabaapenasveíaasushermanosenzarzadosenterriblepeleaconlosotroscondiscípulos.

Muchas veces los dos mayores llegaban a casa sudorosos y llenos depolvo,comosisehubieranrevolcadoenelcamino,conlospantalonesrotosyla camisa desgarrada. Eran las señales del combate; el pequeño lo contabatodollorando.Ylamadreteníaquecuraraalgunodelosmayoresaplicándoleuna pieza de dos cuartos bien apretada sobre el chichón levantado por unapiedratraidora.

AlborotábaseTeresaalconocerlosatentadosdequeeranobjetosushijos,y como mujer ruda y valerosa nacida en el campo, sólo se tranquilizaba

Page 69: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

oyendo que los suyos habían sabido defenderse, dejando al enemigomalparado.

¡PorDios, que cuidasen de Pascualet ante todo!... Y el hermanomayor,indignado por los relatos de los pequeños, prometía una paliza a toda lagarrapataenemigacuandolaencontraseenlassendas.

Todaslastardes,apenasdonJoaquínperdíadevistaelgrupo,empezabanlashostilidades.

Losenemigos,hijososobrinosdelosqueenlatabernajurabanacabarconBatiste,ibanacortandoelpaso,parahacermenorladistanciaentreellosylostreshermanos.

Aúnsonabanensusoídoslaspalabrasdelmaestro:laamenazadelmalditopájaroque todo loveíay todo locontaba.Algunos se reían incrédulamente,perodedientesafuera.¡Aquel«tío»sabíatanto!...

Pero según se iban alejando amortiguábanse las amenazas del maestro.Comenzabanporcaracolearentornoalostreshermanos,aperseguirseriendo—pretextomalicioso inspirado por la instintiva hipocresía de la infancia—,para empujarles al pasar, con el santo deseo de arrojarlos en la acequia quebordeabaelcamino.

Después,cuandoestabaagotadasinéxitoalgunoestamaniobra,iniciabanlospescozonesyrepelonesatodocorrer.

—¡Lladres!¡lladres!

Y lanzándoles este insulto, les tirabande laorejay se alejaban trotando,pararetrocederunpocomásalláyrepetirlasmismaspalabras.

Esta calumnia, inventada por los enemigos de su padre, era lo quemásenfurecíaalosmuchachos.Losdosmayores,abandonandoaPascualet,queserefugiaballoriqueantedetrásdeunárbol,agarrabanpiedrasyentablábaseunabatallaenmediodelcamino.

Silbabanlosguijarrosentrelasramas,haciendocaerunalluviadehojasyrebotandocontratroncosyribazos;losperrosbarraquerossalíanconladridosferoces,atraídosporelestrépitode la lucha,y lasmujeres,en laspuertasdesuscasas,levantabanlosbrazosalcielo,gritandoindignadas:

—¡Condenats!¡Dimònis!...

Estos escándalos indignaban a don Joaquín y le hacían mover su cañainexorable al día siguiente. ¡Qué dirían de su escuela, templo de la buenacrianza!...

La luchano tenía finhastaquepasabaalgúncarreteroqueenarbolabaellátigo, o salía de las barracas algún viejo, garrote en mano. Los agresores

Page 70: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

huían, sedesbandaban,yarrepentidosdesuhazañaalverse solos,pensabanaterrados,conel fácilcambiode impresionesde la infancia,enaquelpájaroquelosabíatodoyenloquelesguardabadonJoaquínparaetdíasiguiente.

Mientras tanto, los tres hermanos seguían su camino rascándose lasdescalabradurasdelalucha.

Una tarde, lapobremujerdeBatisteapelóagritosaDiosya los santosviendoelestadoenquellegabansuspequeños.

Aqueldía labatallahabíasidodura.¡Ah, losbandidos!Losdosmayoresestaban magullados; era lo de siempre: no había que hacer caso. Pero elpequeñín,elObispo,comocariñosamentelellamabasumadre,estabamojadodepiesacabeza,yllorabatemblandodemiedoydefrío.

Laferozpilleríalohabíaarrojadoenunaacequiadeaguasestancadas,ydeallílesacaronsushermanoscubiertodelégamonauseabundo.

Teresaleacostóensucamaalverqueelpobrecilloseguíatemblandoentresus brazos, agarrándose a su cuello ymurmurando con voz semejante a unbalido:

—¡Mare!¡mare!...

Lamadrereanudósuslamentaciones.

«¡Señor! ¡dadnos paciencia!»Toda aquella gentuza, grandes y chicos, sehabíanpropuestoacabarconlafamilia.

VII

Tristeyceñudo,comosifueseaunentierro,emprendióBatisteelcaminodeValenciaun juevespor lamañana.Eradíademercadodeanimalesenelcaucedelrío,yllevabaenlafaja,comounagruesaprotuberancia,elsaquitodearpilleraconelrestodesusahorros.

Llovían desgracias sobre la barraca. Sólo faltaba que se derrumbase sutechumbre encima de ellos, aplastándolos a todos.... ¡Qué gente! ¡Dónde sehabíametido!...

Elchiquitíncadavezpeor,temblandodefiebreenlosbrazosdesumadre,que lloraba a todas horas, y visitado dos veces al día por el médico. Enresumen,unaenfermedadqueibaacostarledoceoquinceduros:¡comoquiendicenada!

Elmayor,Batistet,apenassipodíairmásalládesuscampos.Aúnteníala

Page 71: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

cabezaenvueltaentraposylacaracruzadadechirlos,luegodeldescomunalcombatequeunamañanasostuvoenelcaminoconotrosdesuedadqueibancomo él a recoger estiércol enValencia.Todos los fematers del contorno sehabían unido contra Batistet, y el pobre muchacho no podía asomarse alcamino.

Los dos pequeños ya no iban a la escuela, por miedo a las peleas quedebíansosteneralregreso.

YRoseta,¡pobremuchacha!eralaquesemostrabamástriste.

Elpadre,congestofoscoyseverasojeadas,lerecordabamudamentequedebíamostrarseindiferente,yaquesuspenaseranunatentadoasuautoridadpaternal. Pero a solas, el buen Batiste lamentaba la tristeza de la pobremuchacha.Éltambiénhabíasidojovenysabíacuanpesadasresultanlaspenasdelquerer.

Todo se había descubierto.Después de la famosa riña en la fuente de laReina, lahuertaenteraestuvovariosdíashablandode losamoresdeRosetaconelnietodeltíoTomba.

ElcarnicerodeAlborayabufódecorajecontrasucriado.¡Ah,grandísimopillo!Ahoracomprendíaélporquéolvidabasusdeberes,porquéperdía lastardesvagandoporlahuertacomoungitano.Elseñorsepermitíatenernovia,comosifueseunhombrecapazdemantenerla.¡Yquénovia,SantoDios!Nohabíamásqueoíralosparroquianoscuandoparloteabanantesumesa.Todosdecíanlomismo:seextrañabandequeunhombrecomoél,religioso,honradoy sin otro defecto que robar algo en el peso, permitiera que su criadoacompañasealahijadelenemigodelahuerta,deunhombremalo,delcualseafirmabaquehabíaestadoenpresidio.

Ycomotodoesto,enconceptodelventrudopatrón,eraunadeshonraparasu establecimiento, al escuchar lasmurmuraciones de las comadres volvía aenfurecerse, amenazandocon sucuchilla al tímidocriado,o increpabaal tíoTombaparaquecorrigiesealpilletedesunieto.

Total: que el carnicero despidió al muchacho, y su abuelo le buscócolocación en Valencia en casa de otro cortante, rogando que no leconcediesenlibertadniaunendíasdefiesta,paraquenovolvieraaesperarenelcaminoalahijadeBatiste.

Tonetpartiósumiso,conlosojoshúmedos,comounodelosborregosquetantasveceshabía llevadoa rastrashastaelcuchillodesuamo.Novolveríamásalahuerta.Enlabarracaquedabalapobremuchachaocultándoseensuestudiparagemir,haciendoesfuerzospornomostrarsudolorantelamadre,que,irritadaportantascontrariedades,semostrabaintratable,yanteelpadre,quehablabadehacerlapedazossivolvíaatenernovioydabaquehablarcon

Page 72: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

elloalosenemigosdelcontorno.

AlpobreBatiste,tanseveroyamenazador,loquemásledolíadetodassusdesgracias era el desconsuelo de la pobre muchacha, falta de apetito,amarillenta,ojerosa,haciendoesfuerzospormostrarseindiferente,sindormirapenas,loquenoimpedíaquetodaslasmañanasmarchasepuntualmentealafábrica, con una vaguedad en las pupilas reveladora de que su pensamientorodabalejos,dequeestabasoñandopordentroatodashoras.

¿Eran posibles más desgracias?... Sí, aún quedaban otras. En aquellabarraca, ni las bestias se libraban de la atmósfera envenenada de odio queparecíaflotarsobresutechumbre.Alquenoloatropellabanlehacíansindudamal de ojo, y por eso su pobreMorrut, el caballo viejo, un animal que eracomodelafamilia,quehabíaarrastradoporloscaminoselpobreajuaryloschicosenlasperegrinacionesdemiseria,seibadebilitandopocoapocoenelestablonuevo,elmejoralojamientodurantesulargavidadetrabajo.

Se portó como persona honrada en la época peor, cuando, reciénestablecidalafamiliaenlabarraca,habíaqueararlatierramaldita,petrificadapor diez años de abandono; cuando había que hacer continuos viajes aValenciaenbuscadelcascotedelosderribosylasmaderasviejas;cuandoelpastonoeramuchoyeltrabajoabrumante.Yahoraquefrentealventanucodelacuadraseextendíaungrancampodehierbafresca,erguida,ondeante,todaparaél;ahoraqueteníalamesapuesta,conaquelverdeyjugosomantelqueolíaagloria;ahoraqueengordaba,seredondeabansusancaspuntiagudasysudorsonudoso,moríaderepente,sinsaberdequé,talvezenusodesuperfectoderechoaldescanso,despuésdesacaraflotelafamilia.

Seacostóundíasobre lapaja,negándoseasalir,mirandoaBastisteconojos vidriosos y amarillentos que hacían expirar en los labios del amo losvotos y amenazas de la indignación. Parecía una persona el pobre Morrut;Batiste,alrecordarsumirada,sentíamuchasvecesdeseosdellorar.Labarracasufrió una conmoción, y tal desgracia hasta hizo que la familia olvidasemomentáneamentealpobrePascualet;quetemblabadefiebreenlacama.

LlorólamujerdeBatiste.Aquelanimalalargandosumansohocicohabíavistoveniralmundoacasitodossushijos.Aúnrecordabaella,comosifueraayer,cuandolocompraronenelmercadodeSagunto,pequeño,sucio,llenodecostrasyasquerosidades,comounjacodedesecho.Eraalguiendelafamiliaqueseiba.Ycuandounostíosrepugnantesllegaronenuncarroparallevarsesucaballoala«Caldera»,dondeconvertiríansuesqueletoenhuesodepulidabrillantez y sus carnes en abono fecundizante, lloraban los chicos, gritandodesdelapuertaunadiósinterminablealpobreMorrut,quesealejabaconlaspatas rígidasy lacabezabalanceante,mientras lamadre,comosi tuvieseunhorriblepresentimiento,searrojabaconlosbrazosabiertossobreelenfermito.

Page 73: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Recordabaasushijoscuandose introducíanen lacuadrapara tirarde lacolaalMorrut,elcualaguantabacondulcepasividadtodoslosjuegosdeloschicos.Veíaalpequeñíncuandolocolocabasupadresobreladuraespinadelanimal,golpeandoconsuspiececitos los lustrosos flancosygritando«¡arre!¡arre!»coninfantilbalbuceo.ConlamuertedeestapobrebestiacreíaTeresaque iba a quedar abierta una brecha en la familia por donde se irían otros.¡Señor, que la engañasen sus presentimientos demadre dolorosa; que fuesesólo este sufrido animal el que se iba; queno se llevase sobre sus lomos alpobre chiquitín camino del cielo, como en otros tiempos le llevaba por lassendasdelahuertaagarradoasuscrines,apasolento,paranoderribarlo!

Y el pobre Batiste, con el pensamiento ocupado por tantas desgracias,barajando en su imaginación el niño enfermo, el caballo muerto, el hijodescalabradoylahijaconsureconcentradopesar, llegóa losarrabalesde laciudadypasóelpuentedeSerranos.

Al extremo del puente, en una planicie entre dos jardines, frente a lasochavadas torres que asomaban sobre la arboleda sus arcadas ojivales, susbarbacanasylacoronadesusalmenas,sedetuvoBatiste,pasándoselasmanosporelrostro.Teníaquevisitaralosamos,loshijosdedonSalvador,ypedirlesapréstamounpiquilloparacompletarlacantidadqueibaacostarlelacompradeunrocínquesustituyesealMorrut.Ycomoelaseoesellujodelpobre,sesentóenunbancodepiedra,esperandoquelellegaraelturnoparalimpiarsedeunasbarbasdedossemanas,punzantesydurascomopúas,queennegrecíansucara.

Alasombradelosaltosplátanosfuncionabanlaspeluqueríasdelagentehuertana, los barberos de «cara al sol». Un par de sillones con asiento deespartoybrazospulidosporeluso,unanafeenelquehervíaelpucherodelagua,lospañosdedudosocoloryunasnavajasmelladas,quearañabaneldurocutis de los parroquianos con rascones espeluznantes, constituían toda lafortunadeestosestablecimientosalairelibre.

Muchachos cerriles que aspiraban a sermancebos en las barberías de laciudad hacían allí sus primeras armas; ymientras se amaestraban infiriendocortes o poblando las cabezas da trasquilones y peladuras, el amo dabaconversaciónalosparroquianossentadosenelbancodelpaseo,oleíaenaltavoz un periódico a este auditorio, que, con la quijada en ambas manos,escuchabaimpasible.

Alosquesesentabanenelsillóndelostormentospasábanlesunpedazode jabón de piedra por las mejillas, y frota que frota, hasta que levantabaespuma.Despuésveníaelnavajeocruel,loscortes,queaguantabafirmementeel cliente con la cara manchada de sangre. Un poco más allá sonaban lasenormes tijeras en continuo movimiento, pasando y repasando sobre la

Page 74: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

redondatestadealgúnmocetónpresumido,quequedabaesquiladocomoperrode aguas; el colmo de la elegancia: larga greña sobre la frente y la mediacabezadeatráscuidadosamenterapada.

Batistefueafeitadoconbastantesuerte,mientrasescuchaba,hundidoenelsillón de esparto y teniendo los ojos entornados, la lectura del «maestro»,hechaconvoznasalymonótona,suscomentariosyglosasdehombreexpertoen la cosa pública.No sacómás que tres raspaduras y un corte en la oreja.Otrasveceshabíasidomás.Diosumedioreal,ysemetióenlaciudadporlapuertadeSerranos.

Doshorasdespuésvolvióasalir,ysesentóenelbancodepiedra,entreelgrupo de los parroquianos, para oír otra vez al maestromientras llegaba lahoradelmercado.

Losamosacababandeprestarleelpiquilloque le faltabapara lacompradelrocín.Ahoraloimportanteeratenerbuenojoparaescoger;serenidadparanodejarseengañarpor laastutagitaneríaquepasabaanteélconsusbestias,descendiendoluegoporunarampaalcaucedelrío.

Las once.Elmercadodebía estar en sumayor animación.LlegabahastaBatisteelconfusorumordeunhervideroinvisible;subíanlosrelinchosylasvoces desde el fondo del cauce. Dudaba, permanecía quieto, como el quedesearetrasarelmomentodeunaresoluciónimportante,yalfinsedecidióabajaralmercado.

ElcaucedelTuriaestaba,comosiempre,casiseco.Algunasvetasdeagua,escapadas de los azudes y presas que refrescan la vega, serpenteabanformandocurvasoislasenunsuelopolvoriento,ardoroso,desigual,quemásparecíadedesiertoafricanoquelechodeunrío.

Ataleshorasestabatodoélblancodesol,sinlamenormanchadesombra.

Los carros de los labriegos, con sus toldos claros, formaban uncampamentoenelcentrodelcauce,yalolargodelariberadepiedra,puestasen fila, estaban las bestias a la venta:mulas negras y coceadoras, con rojoscaparazones y ancas brillantes agitadas por nerviosa inquietud; caballos delabor,fuertesperotristes,cualsiervoscondenadosaeternafatiga,mirandoconsusojosvidriososatodoslosquepasaban,comosiadivinasenalnuevotirano,ypequeñasyvivarachas jacas,hiriendoelpolvoconsuscascos, tirandodelronzalquelasmanteníaatadasalmuro.

Junto a la rampa de bajada estaban los animales de desecho: asnos sinorejas, de pelo sucio y asquerosas pústulas; caballos tristes, cuyo pellejoparecíaagujerearseconloangulosodeladescarnadaosamenta;mulascegatas,concuellodecigüeña;todalamiseriadelmercado,losnáufragosdeltrabajo,que, con el cuero rayado a palos, el estómago contraído y las excoriaciones

Page 75: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

inflamadas por las moscas verdosas y panzudas, esperaban la llegada delcontratistadelascorridasdetorosodelmendigo,queaúnsabríanutilizarlos.

Juntoalascorrientesdeagua,enelcentrodelcauceyenlasriberasquelahumedadhabíacubiertodeunadébilcapadecésped,trotabanlasmanadasdepotrossindomar,alairelaluengacrin,arrastrandolacolaporelsuelo.Másallá de los puentes, al través de sus arcos de piedra, veíanse los rebaños detoros, con las patas encogidas, rumiando tranquilamente la hierba que lesarrojaban los pastores, o andando perezosamente por el suelo abrasado,sintiendolanostalgiadelasfrescasdehesas,plantándosefieramentecadavezqueloschicueloslessilbabandesdelospretiles.

Laanimacióndelmercadoibaenaumento.Entornoacadacaballeríacuyaventaseestabaajustandoseformabangruposdegesticulantesyparlanchineslabriegos en mangas de camisa, con una vara de fresno en la diestra. Losgitanos, secos, bronceados, de zancas largas y arqueadas, zamarra conremiendosygorradepelo,bajo lacualbrillabansusojoscon resplandordefiebre,hablabansincesar,echandosualientoalacaradelcompradorcomosiquisieranhipnotizarle.

—Perofíjeseustedbienenlajaca.Repareensuslíneas...¡sipareceunaseñorita!

Yellabriego,insensiblealasmelosidadesgitanas,encerradoensímismo,pensativoeincierto,mirabaalsuelo,mirabaalabestia,serascabaelcogote,yacababadiciendoconenergíadetestarudo:

—Bueno;puesnodonemes.

Paraconcertar los chambosy solemnizar lasventasbuscábaseel amparode un sombrajo, bajo el cual unamujerona vendía bollos adornados por lasmoscas o llenaba pegajosas copas con el contenido de media docena debotellasalineadassobreunamesadecinc.

Batistepasóyrepasóvariasvecesentre lasbestias,sinhacercasode losvendedoresqueleasediabanadivinandosuintención.

Ninguna le gustaba. ¡Ay, pobreMorrut! ¡Cuán difícil era encontrarle unsucesor!De no verse acosado por la necesidad, se hubiera ido sin comprar;creíaofenderaldifuntofijandosuatenciónenaquellasbestiasantipáticas.

Al fin se detuvo ante un rocín blanco, no muy gordo ni lustroso, conalgunas rozaduras en las piernas y cierto aire de cansancio; una bestia detrabajo que, no obstante su aspecto de abrumamiento, parecía fuerte yanimosa.

Apenas pasó unamano por las ancas del rocín, apareció junto a éste ungitano, obsequioso, campechanote, tratándole como si le conociese toda su

Page 76: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

vida.

—Esunanimaldeperlas;biensevequeustedconocelasbuenasbestias....Ybarato:meparecequenoreñiremos....¡Monote!Sácalodepaseo,paraqueveaelseñorconquégarbobracea.

YelaludidoMonote,ungitanilloconeltraseroalaireporlasroturasdelpantalónylacarallenadecostras,cogióelcaballodelronzalysaliócorriendopor losaltibajosdearenaseguidode lapobrebestia,que trotabadisplicente,comofatigadadeunaoperacióntantasvecesrepetida.

Corrió la gente curiosa, agrupándose en torno a Batiste y el gitano, queseguíanconsusmiradaslamarchadelanimal.GuandovolvióMonoteconelcaballo, el labriego lo examinó detenidamente. Metió sus dedos entre laamarillentadentadura,pasósusmanosporlasancas, levantósuscascosparainspeccionarlos,loregistrócuidadosamenteentrelaspiernas.

—Mire usted, mire usted—decía el gitano—, que para eso está.... Máslimpioquelapatena.Aquínoseengañaanadie:todonatural.Nosearreglanlosanimales,comohacenotros,quedesfiguranunburroenunsantiamén.Locompré la semanapasadaynimehecuidadodearreglarleesascosillasquetieneen laspiernas.Yahavistoustedconqué salerobracea. ¿Y tirardeuncarro?... Ni un elefante tiene su empuje. Ahí en el cuello vera usted lasseñales.

Batiste no parecía descontento del examen, pero hizo esfuerzos pormostrarse disgustado, valiéndose demohines y toses. Sus infortunios comocarretero le habían hecho conocer las bestias, y se reía interiormente dealgunoscuriososque,influidosporelmalaspectodelcaballo,discutíanconelgitano,diciendoquesóloerabuenoparaenviarloala«Caldera».Suaspectotristeycansadoeraeldelosanimalesdetrabajoqueobedecenconresignaciónmientraspuedensostenerse.

Llegóelmomentodecisivo.Sequedaríaconél....¿Cuanto?

—Porserparausted,queesunamigo—dijoelgitanopalmeándoleen laespalda—,por serparausted, persona simpáticaque sabrá tratarbien a estaprenda...lodejaremosencuarentadarosytratohecho.

Batisteaguantóeldisparoconcalma,comohombreacostumbradoatalesdiscusiones,ysonriósocarronamente:

—Bueno:posporsertú,rebajarépoco.¿Quieresventisinco?

El gitano extendió sus brazos con teatral indignación, retrocedió algunospasos,searañólagorradepeloohizotodaclasedeextremosgrotescosparaexpresarsuasombro.

—¡Mare de Dios! ¡Veinticinco duros!... ¿Pero se ha fijao usted en el

Page 77: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

animal?Nirobaoselopodríadaratalprecio.

PeroBatisteatodassuslamentacionescontestabasiemprelomismo:

—Ventisinco...niunchavomás.

Y el gitano, apuradas sus razones, que no eran pocas, apeló al supremoargumento:

—Monote...sacaelanimal...queelseñorsefijebien.

YalláfueMonoteotravez,trotandoytirandodelronzaldelantedelpobrecaballo,cadavezmásaburridodetantospaseos.

—¡Qué meneo! ¿eh?—dijo el gitano—. ¡Si parece una marquesa en unbaile!¿Yesovaleparaustedveinticincoduros?...

—Niunchavomás—repitióeltestarudo.

—Monote...vuelve.Yahaybastante.

Yfingiendoindignación,volvióelgitanolaespaldaalcompradorcomosidiese por fracasado todo arreglo; paro al ver que Batiste se ibaverdaderamente,desapareciósuseriedad.

—Vamos, señor ... ¿cuál es su gracia?... ¿Batiste? ¡Ah!Puesmire usted,señorBautista:paraqueveaquelequieroydeseoqueesajoyaseasuya,voyahacerloquenoharíapornadie.¿Convieneentreintaycincoduros?Vamos,quesí.Lejuraporsusalúquenoharíaestonipormipare.

Estavezaúnfuemásvivaygesticulantesuprotestaalverqueellabradornoseablandabaconlarebajayaduraspenasleofrecíadosdurosmás.

—¿Pero tanpococariño le inspira estaperla fina? ¿Esqueno tieneustéojosparaapreciarla?Aver,Monote:asacarlootravez.

Masno tuvoMonotequeechardenuevo losbofes,puesBatistesealejófingiendohaberdesistidodetalcompra.

Vagó por el mercado, mirando de lejos otros animales, pero vigilandosiempre con el rabillo de un ojo al gitano, el cual, fingiendo igualmenteindiferencia,leseguía,leespiaba.

Se acercó a un caballote fuerte y de pelo brillante, que no pensabacomprar, adivinando su alto precio. Apenas le pasó la mano por las ancas,sintiójuntoasusorejasunalientoardorosoyunmurmullo:

—Treintaytres....Porlasalúdesuspequeños,nodigaqueno;yavequemepongoenrazón.

—Ventiocho—dijoBatistesinvolverse.

Page 78: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Cuandosecansódeadmiraraquellahermosabestiasiguióadelante,yporhaceralgopresenciócómounaviejalabradoraregateabaunborriquillo.

El gitano había vuelto a colocarse junto a su caballo y lemiraba desdelejos, agitando la cuerda del ronzal como si le llamase.Batiste se aproximólentamente, simulando distracción, mirando los puentes, por donde pasabancomocúpulasmoviblesdecoloreslasabiertassombrillasdelasmujeresdelaciudad.

Erayamediodía.Abrasabalaarenadelcauce;elaire,encajonadoentrelospretiles, no se conmovía con lamás leve ráfaga. En este ambiente cálido ypegajoso,elsol,cayendodeplano,pinchabalapielyabrasabaloslabios.

ElgitanoavanzóalgunospasoshaciaBatiste,ofreciéndoleelextremodelacuerdacomounatomadeposesión:

—Ni lo de usted ni lomío. Treinta, y bien sabeDios que nada gano....Treinta, no me diga que no, porque me muero de rabia. Vamos ... choqueusted.

Batisteagarró lacuerday tendióunamanoalvendedor,quese laapretóenérgicamente.Tratocerrado.

Ellabradorfuesacandodesufajatodaaquellaindigestióndeahorrosquelehinchabaelvientre:unbilleteque lehabíaprestadoel amo,unascuantaspiezas de a duro, un puñado de platamenuda envuelta en un cucurucho depapel;ycuandolacuentaestuvocompletanopudolibrarsedeirconelgitanoalsombrajoparaconvidarleaunacopaydarunoscuantoscéntimosaMonoteporsustrotes.

—Se lleva usted la joya delmercado.Hoy es buen día para usted, señóBautista:sehasantiguaoconlamanoderecha,ylaVirgenhasalióaverle.

Aún tuvo que beber una segunda copa, obsequio del gitano, y al fin,cortandoensecosuraudaldeofrecimientosyzalamerías,cogióelronzaldesunuevo caballo, y con ayuda del agil Monote, montó en el desnudo lomo,saliendoapasocortodelruidosomercado.

Ibasatisfechodelanimal:nohabíaperdidoeldía.ApenassiseacordabadelpobreMorrut,ysintióelorgullodelpropietariocuandoenelpuenteyenelcaminovolviéronsealgunosdelahuertaaexaminarelblancocaballejo.

Su mayor satisfacción fue al pasar frente a la casa de Copa. Hizoemprenderalrocínuntrotecillopresuntuoso,cualsifueseuncaballodecasta,yviocómodespuésdepasarélseasomabanalapuertaPimentóytodoslosvagosdeldistritoconojosdeasombro.¡Miserables!Yaestaríanconvencidosdequeeradifícilhincarleeldiente,dequesabíadefendersesolo.Bienpodíanverlo: caballo nuevo. ¡Ojala lo que ocurría dentro de la barraca pudiera

Page 79: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

arreglarsetanfácilmente!

Sus trigos, altos y verdes, formaban comoun lago de inquietas ondas albordo del camino; la alfalfa mostrábase lozana, con un perfume que hizodilatarselasnaricesdelcaballo.Nopodíaquejarsedesustierras;perodentrodelabarracaeradondetemíaencontraraladesgracia,eternacompañeradesuexistencia,esperándoleparaclavarenélsusuñas.

Aloíreltrotedelrocín,salióBatistetconlacabezacubiertadetrapos,paraapoderarsedelronzalmientrassupadredesmontaba.Elmuchachosemostróentusiasmado por la nueva bestia. La acarició, metióle sus manos entre losmorros, y con el ansia de tomar posesión de ella, puso un pie sobre elcorvejón,seagarróalacolaymontóporlagrupacomounmoro.

Batisteentróenlabarraca,blancaypulcracomosiempre,conlosazulejosluminosos y todos losmuebles en su sitio, pero que parecía envuelta en lamismatristezadeunasepulturalimpiaybrillante.

Sumujersalióalapuertadelcuartoconlosojoshinchados,enrojecidos,yelpeloendesorden,revelandoensuaspectocansadovariasnochespasadasenvela.

Acababa de marcharse el médico; lo de siempre: pocas esperanzas.Despuésdeexaminarunratoalpequeño,sehabíaidosinrecetarnadanuevo.Únicamentealmontarensujacahabíadichoquevolveríaalanochecer.Yelniñosiempreigual,conunafiebrequedevorabasucuerpecillocadavezmásextenuado.

Eralodetodoslosdías.Sehabíanacostumbradoyaaaquelladesgracia:lamadrellorabaautomáticamente,ylosdemás,conunaexpresióntriste,seguíandedicándoseasushabitualesocupaciones.

Después,Teresa,mujerhacendosa,preguntóasumaridoporel resultadodel viaje, quiso ver el caballo, y hasta la triste Roseta olvidó sus pesaresamorososparaenterarsedelaadquisición.

Todos, grandes y pequeños, fuéronse al corral para ver el caballo, queBatistet acababa de instalar en el establo. El niño quedó abandonado en elcamóndelestudi,revolviéndoseconlosojosempañadosporlaenfermedad,ybalandodébilmente:«¡Mare!¡mare!»

Teresa, mientras tanto, examinaba con rostro grave la compra de sumarido, calculando detenidamente si aquello valía treinta duros; la hijabuscabadiferenciasentrelanuevabestiayelMorrut,defelizmemoria;ylosdospequeños,conrepentinaconfianza,tirábanledelacolayleacariciabanelvientre, rogandoenvanoalhermanomayorque los subiera sobre sublancolomo.

Page 80: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Decididamente, gustaba a todos este nuevo individuo de la familia, quehociqueaba el pesebre con extrañeza, como si encontrase en él algún lejanoolordelcompañeromuerto.

Comiótodalafamilia,yeratallafiebredelanovedad,elentusiasmoporlaadquisición,quevariasvecesBatistetylospequeñosescaparondelamesapara ir a echar una mirada al establo, como si temiesen que al caballo lehubieransalidoalasyyanoestuvieseallí.

Latardetranscurriósinningúnaccidente.Batisteteníaquelabrarunapartedelterrenoqueaúnconservabainculto,preparandolacosechadehortalizas,yélysuhijoengancharonelcaballo,enorgulleciéndosealverlamansedumbreconqueobedecíaylafuerzaconquetirabadelarado.

Alanochecer,cuandoyaibanaretirarse,lesllamóagrandesgritosTeresadesdelapuertadelabarraca.Eracomosipidiesesocorro.

—¡Batiste!¡Batiste!...Vinepronte.

Y Batiste corrió a través del campo, asustado por el tono de voz de sumujer.Luegovioquesemesabaloscabellosgimiendo.

Elchicosemoría:bastabaverloparaconvencerse.Batiste,alentrarenelestudieinclinarsesobrelacama,seagitóconunestremecimientodefrío,algoasí como si acabasende soltarleun chorrode aguapor la espalda.El pobreObispoapenas si semovía:únicamente supechocontinuaba agitándose conpenosoestertor.Sus labios tomabanun tintevioláceo; susojoscasicerradosdejaban entrever un globo empañado o inmóvil. Eran unos ojos que ya nomiraban, y su morena carita parecía ennegrecida por misteriosa lobreguez,comosisobreellaproyectasensusombralasalasdelamuerte.Loúnicoquebrillabaensucabezaeranlospelitosrubios,tendidossobrelasalmohadas,yenestamadejarizosaquebrábaseconextrañaluzelresplandordelcandil.

Lamadre lanzabagemidosdesesperados,aullidosde fieraenfurecida.Suhija,llorandosilenciosamente,teníanecesidaddecontenerla,desujetarla,paraquenosearrojasesobreelpequeñooseestrellaralacabezacontralapared.Fueralloriqueabanlospequeñossinatreverseaentrar,comosilesinfundieranterror los lamentos de su madre; y junto a la cama estaba Batiste, absorto,apretando los puños, mordiéndose los labios, con la vista fija en aquelcuerpecito,alque tantasangustiasyestremecimientoscostabasoltar lavida.Lafalsacalmadelhombretón,susojossecosagitadospornerviosoparpadeo,lafrenteinclinadasobresuhijo,ofrecíanunaexpresiónaúnmásdolorosaqueloslamentosdelamadre.

De pronto se fijó en que Batistet estaba junto a él. Le había seguido,alarmado por los gritos de sumadre. Batiste se enfadó al saber que dejabaabandonadoelcaballoenmediodelcampo,yelmuchacho,enjugándose las

Page 81: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

lágrimas,saliócorriendoparatraerlabestiaalestablo.

AlpocoratonuevosgritossacaronaBatistedesudolorosoestupor.

—¡Pare!...¡pare!

Era Batistet llamándole desde la puerta de la barraca. El padre,presintiendo una nueva desgracia, corrió tras él, sin comprender susatropelladaspalabras.«Elcaballo ...elpobreBlanco ...estabaenelsuelo ...sangre...»

Yalospocospasosloviocaídosobresusancas,enganchadoaúnalarado,pero intentando en vano levantarse, tendiendo su cuello, relinchandodolorosamente, mientras de su costado, junto a una pata delantera, manabalentamenteunlíquidonegruzco,delqueseibanempapandolossurcosreciénabiertos.

Selohabíanherido;talvezibaamorir.¡Recristo!Unanimaltannecesarioparaélcomolapropiavidayquelehabíacostadoempeñarseconelamo....

Miróentorno,buscandoalcriminal.Nadie.Enlavega,queazuleababajoelcrepúsculo,noseoíamásqueunruido lejanodecarros,elsusurrode loscañaresylosgritosconquesellamabandeunabarracaaotra.Enloscaminosinmediatos,enlassendas,niunapersona.

Batistetintentódisculparseantesupadredeestedescuido.Cuandocorríahacialabarraca,asustadoporlosgritosdesumadre,habíavistovenirporelcaminoungrupodehombres,gentealegrequereíaycantaba,regresandosindudadelataberna.Talvezeranellos.

Elpadrenoquisooírmás...¡Pimentó!¿quiénotropodíaser?Elodiodelahuerta le asesinaba un hijo, y ahora aquel ladrón le mataba su caballería,adivinando lo necesaria que era para su existencia. ¡Cristo! ¿No había yabastanteparaqueuncristianoseperdiese?...

Y no razonómás. Sin saber lo que hacía, regresó a la barraca, cogió suescopetadetrásdelapuerta,ysaliócorriendo,mientrasinstintivamenteabríalarecamaradesuarmaparaversilosdoscañonesestabancargados.

Batistet se quedó junto al caballo, intentando restañarle la sangre con supañuelodelacabeza.

Sintió miedo viendo a su padre correr por el camino con la escopetapreparada,ansiosodedardesahogoasufurormatando.

Eraterribleelaspectodeaquelhombretónsiempretranquiloycachazudo.Despertabalafieraenél,cansadodequelohostigasenundíayotrodía.Ensusojosinyectadosdesangrebrillabalafiebredelasesinato;todosucuerposeestremecía de cólera, esa terrible cólera del pacífico, que cuando rebasa el

Page 82: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

límitedelamansedumbreesparacaerenlaferocidad.

Como un jabalí furioso se entró por los campos, pisoteando las plantas,saltando las arterias regadoras, tronchando cañares. Si abandonó el camino,fueporllegarantesalabarracadePimentó.

Alguien estaba en la puerta. La ceguera de la cólera y la penumbracrepuscularnolepermitierondistinguirsierahombreomujer,peroviocómodeunsaltosemetíadentroycerrabalapuertadegolpe,asustadoporaquellaapariciónpróximaaecharselaescopetaalacara.

Batistesedetuvoantelabarracacerrada.

—¡Pimentó!...¡Lladre!¡asómat!.

Ysupropiavozlecausabaextrañeza,comosifueradeotro.Eraunavoztrémulayaflautadaporlasofocacióndelacólera.

Nadiecontestó.Lapuertaseguíacerrada:cerradas lasventanasy las tresaspilleras del remate de la fachada que daban luz al piso alto, a la cambra,dondeeranguardadaslascosechas.

Elbandidoleestaríamirandotalvezporalgúnagujero;talvezpreparabasuescopetaparadispararlatraidoramentedesdeunodelosventanillosaltos;oinstintivamente,conesaprevisiónmorunaatentaasuponerenelenemigotodaclase de malas artes, resguardó su cuerpo con el tronco de una higueragigantescaquesombreabalabarracadePimentó.

El nombre de éste sonaba sin cesar en el silencio del crepúsculo,acompañadodetodaclasedeinsultos.

—¡Baixa,cobarde!¡Asómat,morral!.

Y la barraca permanecía silenciosa y cerrada, como si la hubiesenabandonado.

CreyóBatisteoírgritosahogadosdemujer,choquedemuebles,algoquelehizo adivinar una lucha de la pobre Pepeta deteniendo a Pimentó, el cualquería salir para dar respuesta a sus insultos. Después no oyó nada, y susimproperiossiguieronsonandoenunsilenciodesesperante.

Esto le enfurecía más aún que si el enemigo se hubiera presentado.Parecíalequelamudabarracaseburlabadaél;yabandonandosuescondrijo,searrojócontralapuerta,golpeándolaaculatazos.

Las maderas se estremecieron con este martilleo loco. Quería saciar surabia en la vivienda, ya que no podía hacer añicos al dueño, y tan prontoaporreabalapuertacomodabadeculatazosalasparedes,arrancandoenormesyesones.Hastaseechóvariasveces laescopetaa lacara,queriendodispararlosdos tiroscontra lasventanillasde lacambra,deteniéndoleúnicamenteel

Page 83: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

miedoaquedardesarmado.

Su cólera iba en aumento: rugía los insultos; sus ojos inyectados ya nopodían ver; se tambaleaba como si estuviera ebrio. Iba a caer al suelo,apoplético,agonizantedecólera,asfixiadoporlarabia;perosesalvó,puesderepente, las nubes rojas que la envolvían se rasgaron, al furor sucedió ladebilidad, y viendo toda su desgracia, se sintió anonadado. Su cólera,quebrantadaalfinportanhorribletensión,empezóadesvanecerse,yBatiste,repitiendosurosariodeinsultos,sintiódeprontoquesuvozseahogabahastaconvertirseenungemido.Alfinrompióallorar.

Yanoinjuriómásalmatón.Fuepocoapocoretrocediendohastallegaralcaminoysesentóenunribazoconlaescopetaasuspies.Allí lloróy lloró,sintiendoconestoungranalivio,acariciadoporlassombrasdelanoche,queparecían tomar parte en su pena, pues cada vez se hacían más densas,ocultandosullantoinfantil.

¡Cuán desgraciado era! ¡Solo contra todos!...Al pequeñín lo encontraríamuerto al volver a su barraca; el caballo, que era su vida, inutilizado poraquellos traidores; el mal llegando a él de todas partes, surgiendo de loscaminos,de lascasas,de loscañares,aprovechandotodas lasocasionesparaheriralossuyos;yél,inerme,sinpoderdefendersedeaquelenemigoquesedesvanecíaapenasintentabarevolversecontraél,cansadodesufrir.

¡GranDios!¿quéhabíahechoélparapadecer tanto?¿Noeraunhombrebueno?...

Sintiósecadavezmásanonadadoporeldolor.Allísequedaríaclavadoenelribazo;podíanvenirsusenemigos:noteníafuerzasparacogerlaescopetacaídaasuspies.

Resonó en el camino un lento campanilleo, poblando la obscuridad demisteriosasvibraciones.Batistepensóensupequeño,enelpobreObispo,queyahabríamuerto.Talvezestesonidotandulceeradelosángelesquehabíanbajadoparallevárselo,yrevoloteabanpor lahuertanoencontrandosupobrebarraca. ¡Ay,sinoquedasen losotros ... losquenecesitabansusbrazosparavivir!...Elpobrehombreansiabasuanonadamiento.Pensóenlafelicidaddedejarallímismo,juntoaunribazo,aquelcorpachóncuyosostenimientotantole costaba, y agarrado a la almita de suhijo, de aquel inocente, volar, volarcomo los bienaventurados que él había visto conducidos por ángeles en loscuadrosdelasiglesias.

Elmelancólicocampanilleosonabaahorajuntoaél,yempezaronapasarporelcaminobultosinformesquesuvistaturbiaporlaslágrimasnoacertabaa definir. Sintió que le tocaban con la punta de un palo; y levantando lacabeza,viounaescuetafigura,unaespeciedeespectroqueseinclinabahacia

Page 84: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

él.

Reconoció al tío Tomba: el único de la huerta a quien no debía ningúnpesar.

Elpastor,tenidoporbrujo,poseíalaadivinaciónasombrosadelosciegos.ApenasreconocióaBatistepareciócomprendertodasudesgracia.Tentóconelpalolaescopetaqueestabaasuspies,yvolviólacabeza,comosibuscaseenlaobscuridadlabarracadePimentó.

Hablaba con lentitud, con una tristeza reposada, como hombreacostumbrado a las miserias de un mundo del que pronto había de salir.AdivinóelllantodeBatiste.

—¡Fillmeu!...¡fillmeu!...

Todoloqueocurríaahoraloesperabaél¡hijomío!Yaselohabíadichoelprimer día que le encontró instalado en las tierras malditas: «¡Le traeríandesgracia!...»

Acababa de pasar frente a su barraca y había visto luces por la puertaabierta ... Luego había oído gritos de desesperación; el perro aullaba.... Elpequeñohabíamuerto,¿verdad?Yelpadreallí,creyendoestarsentadoenunribazo,cuandoenrealidaddondeestabaeraconunpieenelpresidio.Asísepierdenloshombresysedisuelvenlasfamilias.Acabaríamatandotontamentecomo el pobre Barret, y muriendo como él, en perpetuo encierro. Era algofatal:aquellastierrashabíansidomaldecidasporlospobres,ynopodíandarmásquefrutosdemaldición.

Y mascullando sus terribles profecías, el pastor se alejó detrás de susovejas, camino del pueblo, mientras aconsejaba al pobre Batiste que semarchase también, pero lejos,muy lejos, dondeno tuvieraqueganar el panluchandocontraelodiodetantasmiseriascoligadas.

Invisibleya,hundidoenlassombras,Batisteescuchótodavíasuvozlentaytriste:

—Creume,fillmeu:¡teportarandesgrasia!

VIII

Batiste y su familia no se dieron cuenta de cómo se inició el sucesoinaudito,inesperado;quiénfueelprimeroquesedecidióapasarelpuentecilloqueuníaelcaminoconlosodiadoscampos.

Noestabanenlabarracaparafijarseentalespormenores.Agobiadosporel

Page 85: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

dolor,vieronquelahuertaveníarepentinamentehaciaellos;ynoprotestaron,porque la desgracia necesita consuelo, pero tampoco agradecieron elinesperadomovimientodeaproximación.

La muerte del pequeño se había transmitido rápidamente por todo elcontorno, gracias a la extraña velocidad con que circulan en la huerta lasnoticias,saltandodebarracaenbarracaenalasdelchismorreo,elmásrápidodelostelégrafos.

Aquellanoche,muchosdurmieronmal.Parecíaqueelpequeñín,alirsedelmundo, hubiese dejado clavada una espina en la conciencia de los vecinos.Másdeunamujerrevolvióseenlacama,turbandoconsuinquietudelsueñode su marido, que protestaba indignado. «¡Pero maldita! ¿no pensaba endormir?...»«No;nopodía:aquelniño turbabasusueño. ¡Pobrecito!¿Qué lecontaríaalSeñorcuandoentraseenelcielo?...»

Atodosalcanzabaalgoderesponsabilidadenestamuerte;perocadauno,con hipócrita egoísmo, atribuía al vecino la principal culpa de la enconadapersecución, cuyas consecuencias habían caído sobre el pequeño; cadacomadre inventaba una responsabilidad para la que tenía por enemiga.Y alfin, dormíanse con el propósito de deshacer al día siguiente todo el malcausado,de irpor lamañanaaofrecersea la familia,a llorarsobreelpobreniño;yentre lasnieblasdelsueñocreíanveraPascualet,blancoy luminosocomounángel,mirandoconojosdereprochealosquetanduroshabíansidoconélysufamilia.

Todos los vecinos se levantaron rumiando mentalmente la forma deacercarsealabarracadeBatisteyentrarenella.Eraunexamendeconciencia,unaexplosióndearrepentimientoqueafluíaa lapobreviviendadetodoslosextremosdelavega.

Cuando apenas acababa de amanecer, ya se colaron en la barraca dosviejas, quevivíanenunaalqueríavecina.La familia, consternada, apenas simostró extrañeza por la presentación de estas dos mujeres en aquella casadondenadiehabíaentradodurante seismeses.Queríanverelniño, elpobrealbaet;yentrandoenelestudi,lecontemplarontodavíaenlacama,elembozode la sabana hasta el cuello,marcando apenas el bulto de su cuerpobajo lacubierta, con la cabeza rubia inerte sobre el almohadón. Lamadre no sabíamás que llorar, metida en un Angulo del cuarto, encogida, apelotonada,pequeñacomounaniña,comosiseesforzaseporanularseydesaparecer.

Después de estas mujeres entraron otras y otras. Era un rosario decomadres llorosas que iban llegando de todos los lados de la huerta, yrodeaban la cama, besaban el pequeño cadáver y parecían apoderarse de élcomosifueracosasuya,dejandoaunladoaTeresaysuhija.Éstas,rendidaspor el insomnio y el llanto, parecían idiotas, descansando sobre el pecho la

Page 86: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

caraenrojecidayescaldadaporlaslágrimas.

Batiste, sentadoenuna silletadeesparto enmediode labarraca,mirabacon expresión estúpida el desfile de estas gentes que tanto lo habíanmaltratado. No las odiaba, pero tampoco sentía gratitud. De la crisis de lavísperahabíasalidoanonadado,ymirabatodoestoconindiferencia,comosila barracano le perteneciese ni el pobrecito que estaba en la cama fuese suhijo.

Únicamenteelperro,enroscadoasuspies,parecíaconservarrecuerdosysentirodio.Hociqueabaconhostilidad toda laprocesióndefaldasentranteysaliente, y gruñía como si deseara morder, conteniéndose por no dar undisgustoasusamos.

Lagentemenudaparticipabadelenfurruñamientodelperro.Batistetponíamal gesto a todas aquellas «tías» que tantas veces se burlaron de él cuandopasabaantesusbarracas,yacabóporrefugiarseenlacuadra,paranoperderdevistaalpobrecaballoycontinuarcurándoleconarregloalasinstruccionesdel veterinario, llamado en la noche anterior.Mucho quería a su hermanito;perolamuertenotieneremedio,yloqueahoralepreocupabaaéleraqueelcaballonoquedasecojo.

Los dos pequeños, satisfechos en el fondo de una desgracia que atraíasobrelabarracalaatencióndetodalavega,guardabanlapuerta,cerrandoelpasoa los chicosque, comobandadasdegorriones, llegabanpor caminosysendas con la malsana y excitada curiosidad de ver al muertecito. Ahorallegabalasuya:ahoraeranlosamos.Yconelvalordelqueestáensucasa,amenazaban y despedían a unos, dejaban entrar a otros, concediéndoles suprotección según les habían tratado en las sangrientas y accidentadasperegrinacionesporelcaminodelaescuela....¡Pillos!Hastaloshabíaqueseempeñaban en entrar después de haber sido de la riña en la que el pobrePascualetcayóenlaacequia,pillandosuenfermedadmortal.

La aparición de una mujercilla débil y pálida pareció animar con unaráfaga de penosos recuerdos a toda la familia. Era Pepeta, la mujer dePimentó.¡Hastaestavenía!...

Hubo enBatiste y sumujer un intento de rebelión; pero su voluntad notenía fuerzas ... ¿Para qué? Bien venida, y si entraba para gozarse en sudesgracia,podíareírcuantoquisiera.Allíestabanellosinertes,aplastadosporeldolor.Dios,quelovetodo,yadaríaacadacuallosuyo.

Pero Pepeta se fue rectamente a la cama, apartando a las otrasmujeres.Llevabaenlosbrazosunenormehazdefloresyhojas,queesparciósobreellecho.Losprimerosperfumesdelanacienteprimaveraseextendieronporelcuarto,queolíaamedicinas,ycuyoambientepesadísimoparecíacargadode

Page 87: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

insomnioysuspiros.

Pepeta,lapobrebestiadetrabajo,muertaparalamaternidadycasadasinla esperanzade sermadre,perdió su calmaa lavistade aquella cabecitademarfilorladaporlarevueltacabelleracomounnimbodeoro.

—¡Fillmeu!...¡Pobretmeu!...

Yllorócontodasualma,inclinándosesobreelmuertecito,rozandoapenasconsuslabioslafrentepálidayfría,comositemiesedespertarle.

Al oír sus sollozos, Batiste y su mujer levantaron la cabeza comoasombrados.Yasabíanqueeraunabuenamujer;elmaridoeraelmalo.Ylagratitudpaternalbrillabaensusmiradas.

BatistehastaseestremecióviendocómolapobrePepetaabrazabaaTeresaysuhija,confundiendosuslágrimasconlasdeéstas.No;allínohabíadoblez:era una víctima; por eso sabía comprender la desgracia de ellos, que eranvíctimastambién.

Lamujercitaseenjugólaslágrimas.Reaparecióenellalahembraanimosay fuerte, acostumbrada a un trabajo brutal para mantener su casa. Miróasombradaentorno.Aquellonopodíaquedarasí;¡elniñoenlacamaytododesarreglado! Había que acicalar al albat para su último viaje, vestirle deblanco,puroyresplandecientecomoelalba,delaquellevabaelnombre.

Yconuninstintodesersuperiornacidoparaelmandoyquesabeimponerlaobediencia,comenzóadarórdenesatodaslasmujeres,querivalizabanporserviralafamiliaantesodiada.

Ella iría a la ciudad con dos compañeras, para comprar la mortaja y elataúd; otras fueron al pueblo o se esparcieron por las barracas inmediatas,buscandolosobjetosencargadosporPepeta.

Hasta el odioso Pimentó, que permanecía invisible, tuvo que trabajar entales preparativos. Su mujer, al encontrarle en el camino, le ordenó quebuscase músicos para la tarde. Eran, como él, vagos y borrachines;seguramente los encontraría en casa deCopa.Y elmatón, que aquel día semostraba pensativo, oyó a su mujer sin réplica alguna y sufrió el tonoimperioso con que le hablaba, mirando al mismo tiempo el suelo, comoavergonzado.

Desde la noche anterior se sentía otro. Aquel hombre que le habíadesafiado, insultándole impunementemientras le teníametido en su barracacomo una gallina; su mujer que por primera vez le imponía su voluntad,quitándole la escopeta; su falta de valor para colocarse frente a la víctimacargada de razón: todo eran motivos para que se sintiese confuso yatolondrado.

Page 88: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

YanoeraelPimentódeotrostiempos;empezabaaconocerse.Hastallegóa sospechar si todo lo que llevaba hecho contraBatiste y su familia era uncrimen.Hubounmomentoenquellegóadespreciarse.¡Vayaunahazañadehombre la suya!...Todas lasperreríasdeély losdemásvecinossólohabíanservidoparaquitarlavidaaunpobrechicuelo.Ysiguiendosucostumbreenlos días negros, cuando alguna inquietud fruncía su entrecejo, se fue a lataberna, buscando los consuelos que guardaba Copa en su famosa bota delrincón.

Alasdiezdelamañana,cuandoPepetaconsusdoscompañerasregresódeValencia,estabalabarracallenadegente.

Algunos hombres de los más cachazudos, «hombres de su casa», queapenas habían tomado parte en la cruzada contra los forasteros, formabancorroconBatisteenlapuertadelabarraca:unosencuclillas,alomoro,otrossentadosensilletasdeesparto,fumandoyhablandolentamentedel tiempoylascosechas.

Dentro, mujeres y más mujeres estrujándose en torno a la cama,abrumandoalamadreconsucharla,hablandoalgunasdeloshijosquehabíanperdido, instaladas otras en los rincones como en su propia casa, repitiendotodas las murmuraciones de la vecindad. Aquel día era extraordinario; noimportaba que sus barracas estuviesen sucias y la comida por hacer: habíaexcusa; y las criaturas, agarradas a sus faldas, lloraban y aturdían con susgritos, queriendo unas volver a casa, pidiendo otras que les enseñasen elalbaet.

Algunas viejas se habían apoderado de la alacena, y a cada momentopreparabangrandesvasosdeaguaconvinoyazúcar,ofreciéndolosaTeresaya su hija para que llorasen con más «desahogo». Y cuando las pobres,hinchadasyaporestainundaciónazucarada,senegabanabeber,lasoficiosascomadres iban por turno echándose al gaznate los refrescos, pues tambiénnecesitabanquelespasaseeldisgusto.

Pepeta comenzó a dar gritos queriendo imponer su autoridad en estaconfusión. «¡Gente afuera!Envezde estarmolestando, loquedebíanhacererallevarsealasdospobresmujeres,extenuadasporeldolor,idiotasportantoruido.»

Teresaseresistióaabandonarasuhijoaunquesólofueraporbreverato:pronto dejaría de verlo; que no la robasen el tiempo que le quedaba decontemplarasutesoro.Yprorrumpiendoenlamentosmásfuertes,seabalanzósobreelfríocadáver,queriendoabrazarle.

Pero los ruegos de su hija y la voluntad de Pepeta pudieron más, yescoltadapormuchasmujeres, salióde labarracaconeldelantalen lacara,

Page 89: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

gimiendo, tambaleándose, sin prestar atención a las que tiraban de elladisputándoseelllevarlacadaunaasucasa.

ComenzóPepetaelarreglodelafúnebrepompa.Primeramentecolocóenel centro de la entrada la mesita blanca de pino en que comía la familia,cubriéndola con una sábana y clavando los extremos con alfileres. Encimatendióunacolchadealmidonadasrandas,ypusosobreellaelpequeñoataúdtraídodeValencia,unamonada,queadmirabantodaslasvecinas:unestucheblancogaloneadodeoro,mullidoensuinteriorcomounacuna.

Pepetasacódeunenvoltoriolasúltimasgalasdelmuertecito:unhábitodegasa tejidaconhebrasdeplata,unassandalias,unaguirnaldadeflores, todoblanco,derizadanieve,comolaluzdelalba,cuyapurezasimbolizabaladelpobrecitoalbat.

Lentamente, conmimomaternal, fue amortajandoel cadáver.Oprimía elcuerpecillofríocontrasupechoconarrebatosdeestérilpasión,introducíaenlamortajalosrígidosbracitosconescrupulosocuidado,comofragmentosdevidrioquepodíanquebrarsealmenorgolpe,ybesabasuspiesdehieloantesdeacoplarlosatironesenlassandalias.

Sobresusbrazos,comounapalomablancayertadefrío,trasladóalpobrePascualetalacaja,aaquelaltarlevantadoenmediodelabarraca,anteelcualibaapasartodalahuertaatraídaporlacuriosidad.

Aún no estaba todo; faltaba lo mejor: la guirnalda, un bonete de floresblancasconcolgantesquependíansobrelasorejas;unadornodesalvaje,igualalosdelosindiosdeteatro.LapiadosamanodePepeta,empeñadaentenazbatallaconlamuerte,tiñólaspálidasmejillasconrosadocolorete;labocadelmuertecito, ennegrecida, se reanimó bajo una capa de encendido bermellón;pero en vano pugnó la sencilla labradora por abrir desmesuradamente susflojos parpados. Volvían a caer, cubriendo los ojos mates, entelados, sinreflejo,conlatristezagrisdelamuerte.

¡PobrePascualet!...¡InfelizObispillo!Consuguirnaldaextravaganteysucarapintadaestabahechounmamarracho.Másternuradolorosainspirabasucabecitapálida,conelverdordelamuerte,caídaenlaalmohadadesumadre,sinmásadornosquesuscabellosrubios.

Perotodoestonoimpedíaquelasbuenashuertanasseentusiasmasenantesuobra.«¡Miradlo!...¡Siparecíadormido!¡Tanhermoso!¡tansonrosado!...»Jamássehabíavistounalbaetcomoeste.

Yllenabandefloresloshuecosdesucaja:floressobrelablancavestidura,floresesparcidasenlamesa,apiladas,formandoramosenlosextremos.Eralavega entera abrazando el cuerpo de aquel niño que tantas veces había vistosaltarporsussenderoscomounpájaro,extendiendosobresufríocuerpouna

Page 90: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

oleadadeperfumesycolores.

Los dos hermanos pequeños contemplaban a Pascualet asombrados, condevoción,comounsersuperiorqueibaalevantarelvuelodeunmomentoaotro. El perro rondaba el fúnebre catafalco, estirando el hocico, queriendolamerlasfríasmanecitasdecera,yprorrumpíaenunlamentocasihumano,ungemido de desesperación, que ponía nerviosas a las mujeres y hacía quepersiguiesenapatadasalapobrebestia.

Almediodía,Teresa,escapándosecasiavivafuerzadelcautiverioenquelaguardabanlasvecinas,volvióalabarraca.Sucariñodemadrelahizosentirunavivasatisfacciónantelosatavíosdelpequeño.Lebesóenlapintadaboca,yredoblósusgemidos.

Era lahoradecomer.Batistety loshermanospequeños, en loscualeseldolorno lograbaacallarelestómago,devoraronunmendrugoocultosen losrincones.Teresaysuhijanopensaronencomer.Elpadre,siempresentadoenuna silleta de esparto bajo el emparrado de la puerta, fumaba cigarro trascigarro,impasiblecomounoriental,volviendolaespaldaasuvivienda,cualsitemieraverelblancocatafalcoqueservíadealtaralcadáverdesuhijo.

Por la tarde aún fueronmás numerosas las visitas.Lasmujeres llegabanconeltrajedelosdíasdefiesta,puestasdemantillaparaasistiralentierro;lasmuchachasdisputábansecontenacidadserdelascuatroquehabíandellevaralpobrealbaethastaelcementerio.

Andandolentamenteporelbordedelcaminoyhuyendodelpolvocomodeunpeligromortal,llegóunagranvisita:donJoaquínydoñaPepa,elmaestroysu«señora».Aquellatarde,conmotivodel«infaustosuceso»—palabrasdeél—, no había escuela. Bien se adivinaba viendo la turba de muchachosatrevidos y pegajosos que se iban colando en la barraca, y cansados decontemplar, hurgándose las narices, el cadáver de su compañero, salían aperseguirseporelcaminoinmediatooasaltarlasacequias.

DoñaJosefa,conunvestidoalgoraídodelanaygranmantilladeunnegroyaamarillento,entrósolemnementeenlabarraca,ydespuésdealgunasfrasesvistosaspilladasalvueloasumarido,aposentósurobustahumanidadenunsillón de cuerda y allí se quedó,muda y como soñolienta, contemplando elataúd.Labuenamujer,habituadaaoíryadmirarasuesposo,nopodíaseguirunaconversación.

Elmaestro,quelucíasucasaquillaverdosadelosdíasdegranceremoniaysu corbata de mayor tamaño, tomó asiento fuera, al lado del padre. Susmanazas de cultivador las llevaba enfundadas en unos guantes negros quehabían encanecido con los años, quedando de color de ala demosca, y lasmovíacontinuamente,deseosodeatraer laatenciónsobresusprendasde las

Page 91: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

grandessolemnidades.

ParaBatiste sacaba también lomás floridoy sonorode su estilo.Era sumejorcliente:niunsábadohabíadejadodeentregarasushijoslosdoscuartosparalaescuela.

—Esteeselmundo,señorBautista; ¡hayqueresignarse!NuncasabemoscuálessonlosdesigniosdeDios,ymuchasveces,delmalsacaelbienparalascriaturas.

Interrumpiendo su ristra de lugares comunes, dichos campanudamente,comosiestuvieraenlaescuela,añadióenvozbaja,guiñandomaliciosamentelosojos:

—¿Sehafijado,señorBautista,entodaestagente?...Ayerhablabanpestesde usted y su familia, y bien sabe Dios que en muchas ocasiones les hecensuradoesamaldad.Hoyentranenestacasaconlamismaconfianzaqueenla suyay les abrumanbajo tantasmuestras de cariño.Ladesgracia les haceolvidar,lesaproximaaustedes.

Y tras una pausa, en la que permaneció cabizbajo, dijo golpeándose elpecho:

—Créameamí,quelosconozcobien:enelfondosonbuenagente.Muybrutos,esosí,capacesdelasmayoresbarbaridades,peroconuncorazónqueseconmueveanteel infortunioy leshaceocultar lasgarras ... ¡Pobregente!¿Quéculpa tienensinacieronparavivircomobestiasynadie lessacadesucondición?

Callóunbuenrato,añadiendoluego,conelfervordeuncomerciantequeensalzasumercancía:

—Aquíloquesenecesitaesinstrucción,muchainstrucción.Templosdelsaberquedifundanlaluzdelacienciaporestavega,antorchasque...que...Enfin,sivinieranmáschicosamitemplo,digo,amiescuela,ysilospadres,envezdeemborracharse,pagasenpuntualmentecomousted, señorBautista,deotromodoandaríaesto.Ynodigomás,porquenomegustaofender.

Deellocorríapeligro,puescercadesupersonaandabanmuchospadresdelosqueleenviabandiscípulossinellastredelosdoscuartos.

Otroslabriegos,quehabíanmostradogranhostilidadcontralafamilia,noosaban llegarhasta la barracaypermanecían en el camino, formando corro.Por allí andaba Pimentó, que acababa de llegar de la taberna con cincomúsicos, tranquila la conciencia después de haber estado durante algunashorasjuntoalmostradordeCopa.

Afluíacadavezmásgentea labarraca.Nohabíaespacio libredentrodeella,y lasmujeresy losniños sentábanseen losbancosde ladrillos, bajo el

Page 92: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

emparrado,oenlosribazos,esperandoelmomentodelentierro.

Dentrosonabanlamentos,consejosdichosconvozenérgica,unrumordelucha.EraPepetaqueriendosepararaTeresadelcadáverdesuhijo.Vamos...habíaqueser razonable:elalbatnopodíaquedarallípara siempre; sehacíatarde,ylosmalostragospasarlospronto.

Ypugnabaconlamadreporapartarladelataúd,porobligarlaaqueentraseenelestudiynopresenciaseelterriblemomentodelasalida,cuandoelalbat,levantadoenhombros,alzaseelvueloconlasblancasalasdesumortajaparanovolvermás.

—¡Fillmeu!...¡reydesamare!—gemíalapobreTeresa.

Yanoloveríamás:unbeso...otro.Ylacabeza,cadavezmásfríaylívidaapesardel colorete,movíasedeun ladoaotrode la almohada, agitando sudiademadeflores,entrelasmanosansiosasdelamadreydelahermana,quesedisputabanelúltimobeso.

Alasalidadelpuebloestabaaguardandoelseñorvicarioconelsacristánylos monaguillos: no era caso de hacerlos esperar. Pepeta se impacientaba.«¡Adentro, adentro!» Y ayudada por otras mujeres, Teresa y su hija fueronmetidas casi aviva fuerza enel estudi, revolviéndosedesgreñadas, rojos losojosporelllanto,elpechopalpitanteaimpulsosdeunaprotestadolorosa,queyanogemía,sinoaullaba.

Cuatromuchachasconhuecafalda,mantilladesedacaídasobresusojosyairepudorosoymonjil, agarraron laspatasde lamesilla, levantando todoelblancocatafalco.Comoeldisparoquesaludaalabanderaqueseiza,sonóungemidoextraño,prolongado,horripilante,algoquehizocorrerfríopormuchasespaldas. Era el perro despidiendo al pobre albaet, lanzando un quejidointerminable, con los ojos lacrimosos y las patas estiradas, cual si quisieraprolongarelcuerpohastadondellegabasulamento.

Fuera,donJoaquíndabapalmadasdeatención:«¡Aver!...¡Queformetodalaescuela!»Lagentedelcaminosehabíaaproximadoa labarraca.Pimentócapitaneabaasusamigoslosmúsicos;preparabanéstossusinstrumentosparasaludaralalbaetapenastranspusieselapuerta,yentreeldesordenyelgriteríocon que se iba formando la procesión gorjeaba el clarinete, hacía escalas elcornetínyeltrombónbufabacomounviejogordoyasmático.

Emprendieronlamarchaloschicuelos,llevandoenaltograndesramosdealbahaca. Don Joaquín sabía hacer bien las cosas. Después, rompiendo elgentío, aparecieron las cuatro doncellas sosteniendo el blanco y ligero altarsobreelcualibaelpobrealbaet,acostadoensuataúd,moviendolacabezaconligerovaivén,comosisedespidiesedelabarraca.

Page 93: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Los músicos rompieron a tocar un vals juguetón y alegre, colocándosedetrásdelféretro,ydespuésdeellosabalanzáronseporelcamino,formandoapretadosgrupos,todosloscuriosos.

La barraca, vomitando lejos de ella su digestión de gentío, quedómuda,sombría,coneseambientelúgubredeloslugarespordondeacabadepasarladesgracia.

Batiste,solobajolaparra,sinabandonarsuposturadeorientalimpasible,mordía su cigarro, siguiendo con los ojos la marcha de la procesión. Éstacomenzaba a ondular por el camino grande, marcándose el ataúd y sucatafalcocomounaenormepalomablancaentreeldesfilederopasnegrasyramosverdes.

¡Bienemprendíaelpobrealbaetelcaminodelcielode los inocentes!Lavega,desperezándosevoluptuosabajoelbesodelsolprimaveral,envolvíaalmuertecitoconsualientooloroso,loacompañabahastalatumba,cubriéndoloconimpalpablemortajadeperfumes.Losviejosárboles,quegerminabanconunasaviaderesurrección,parecíansaludaralpequeñocadáveragitandobajolabrisasusramascargadasdeflores.Nuncalamuertepasósobrelatierracondisfraztanhermoso.

Desmelenadas y rugientes como locas, moviendo con furia sus brazos,aparecieron en la puerta de la barraca las dos infelices mujeres. Sus vocesprolongábansecomoungemido interminableen la tranquila atmósferade lavega,impregnadadedulceluz.

—¡Fillmeu!...¡Animamehua!—gemíanlapobreTeresaysuhija.

—¡Adiós, Pascualet!... ¡adiós!—gritaban los pequeños sorbiéndose laslágrimas.

—¡Auuu! ¡auuu!—aullaba el perro, tendiendo el hocico con un quejidointerminable que crispaba los nervios y parecía agitar la vega bajo unescalofríofúnebre.

Ydelejos,porentreelramaje,arrastrándosesobre lasverdesolasde loscampos, contestaban los ecos del vals que iba acompañando al pobre albaethacialaeternidad,balanceándoseensubarquillablancagaloneadadeoro.Lasescalas enrevesadas del cornetín, sus cabriolas diabólicas, parecían unacarcajadametálica de lamuerte, que con el niño en sus brazos se alejaba atravésdelosesplendoresdelavega.

Alacaídadelatardefueronregresandolosdelcortejo.

Lospequeños,faltosdesueñoporlasagitacionesdelanocheanterior,enque les había visitado lamuerte, dormían sobre las sillas. Teresa y su hija,rendidas por el llanto, agotada la energía después de tantas noches de

Page 94: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

insomnio,habíanacabadoporquedarinertes,cayendosobreaquellacamaqueaúnconservabalahuelladelpobreniño.Batistetroncabaenlacuadra,cercadelcaballoenfermo.

El padre, siempre silencioso é impasible, recibía las visitas, estrechabamanos,agradecíaconmovimientosdecabezalosofrecimientosylasfrasesdeconsuelo.

Alcerrarlanochenoquedabanadie.Labarracaestabaobscura,silenciosa.Por lapuertaabiertay lóbregallegabacomounlejanosusurrolarespiracióncansadadelafamilia,todoscaídos,comomuertosdelabatallaconeldolor.

Batiste, siempre inmóvil, miraba como un idiota las estrellas queparpadeabanenelazulobscurodelanoche.

Lasoledadlereanimó.Empezabaadarsecuentaexactadesusituación.

Lavegateníaelaspectodesiempre,peroaélleparecíamáshermosa,más«tranquilizadora»,comounrostroceñudoquesedesarrugaysonríe.

Lasgentes,cuyosgritossonabanalolejos,enlaspuertasdelasbarracas,yanoleodiaban,yanoperseguiríanalossuyos.Habíanestadobajosutecho,borrandoconsuspasoslamaldiciónquepesabasobrelastierrasdeltíoBarret.Ibaaempezarunanuevavida.¡Peroaquéprecio!...

Yaltenerderepentelavisiónclaradesudesgracia,alpensarenelpobrePascualet,queataleshorasestabaaplastadoporunamasadetierrahúmedayhedionda, rozando su blanca envoltura con la corrupción de otros cuerpos,acechadoporelgusanoinmundo,él,tanhermoso,conaquellapielfinaporlaque resbalaba su callosamano, con sus pelos rubios que tantas veces habíaacariciado, sintió como una oleada de plomo que subía y subía desde elestómagoasugarganta.

Losgrillosque cantaban en el vecino ribazo callaron, espantadosporunextraño hipo que rasgó el silencio y sonó en la obscuridad gran parte de lanoche,comoelestertordeunabestiaherida.

IX

Había llegado San Juan, la mejor época del año: el tiempo de larecolecciónylaabundancia.

Elespaciovibrabadeluzydecalor.Unsolafricanolanzabatorrentesdeorosobrelatierra,resquebrajándolaconsusardorosascaricias.Susflechasdeorodeslizábanseentreelfollaje,toldodeverdurabajoelcualcobijabalavega

Page 95: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

sus rumorosasacequiasy sushúmedos surcos, como temerosadel calorquehacíagerminarlavidaportodaspartes.

Los arboles mostraban sus ramas cargadas de frutos. Doblegábanse losnispererosconelpesodelosamarillosracimoscubiertosdebarnizadashojas;asomaban los albaricoques entre el follaje como rosadas mejillas de niño;registrabanlosmuchachosconimpaciencialascorpulentashigueras,buscandocodiciosos lasbrevasprimerizas,yen los jardines,porencimade las tapias,exhalaban los jazmines su fragancia azucarada, y las magnolias, comoincensarios de marfil, esparcían su perfume en el ambiente ardorosoimpregnadodeolordemies.

Lashocesrelampagueantesibantonsurandoloscampos,echandoabajolasrubias cabelleras de trigo, las gruesas espigas, que, apopléticas de vida,buscabanelsuelo,doblandotrasellaslasdelgadascañas.

Enlaserasamontonábaselapajaformandocolillasdeoroquereflejabanlaluz del sol; aventábase el trigo entre remolinos de polvo, y en los camposdesmochados,alolargodelosrastrojos,saltabanlosgorrionesbuscandolosgranosperdidos.

Todo era alegría y trabajo gozoso. Chirriaban carretas en los caminos;bandas de muchachos correteaban por los campos o daban cabriolas en laseras, pensando en las tortas de trigo nuevo, en la vida de abundancia ysatisfacciónque empezaba en lasbarracas al llenarse el granero;yhasta losviejosrocinesmostrabanlosojosalegres,marchandoconmayordesembarazo,comofortalecidosporelolordelosmontesdepajaque,lentamente,comounríodeoro,ibanadeslizarseporsuspesebresenelcursodelaño.

Eldinero,cautivoenlosestudisduranteelinvierno,ocultoenelarcaoenelfondodeunamedia,comenzabaacircularporlavega.Alacaídadelatardellenábanselastabernasdehombresenrojecidosybarnizadosporelsol,conlareciacamisasudosa,quehablabandelacosechaydelapagadeSanJuan,elsemestrequehabíaqueentregaralosamosdelatierra.

También la abundancia había hecho renacer la alegría en la barraca deBatiste.Lacosechahacíaolvidaralalbaet.Únicamentelamadredelatabaconrepentinaslágrimasyalgúnprofundosuspiroelfugazrecuerdodelpequeño.

Eltrigo,lossacosrepletosqueBatisteysuhijosubíanalgraneroyalcaerde sus espaldas hacían temblar el piso, conmoviendo toda la barraca, era loqueinteresabaalafamilia.

Comenzaba para todos ellos la buena época. Tan extremada como habíasidohastapocoantesladesgracia,eraahoralafortuna.Deslizábanselosdíasensantacalma,trabajandomucho,perosinqueunlevecontratiempovinieraaturbarlamonotoníadeunaexistencialaboriosa.

Page 96: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Algo se había enfriado el afecto que mostraron todos los vecinos alenterraralpequeño.Segúnseamortiguabaelrecuerdodeaquelladesgracia,lagenteparecíaarrepentirsedesuimpulsodeternura,yseacordabaotravezdelacatástrofedeltíoBarretylallegadadelosintrusos.

Perolapazajustadaespontaneamenteanteelblancoataúddelpequeñonollegaba a turbarse. Algo fríos y recelosos, eso sí, pero todos cambiaban susaludocon la familia.Loshijospodían irpor lavega sin serhostilizados,yhastaPimentó,cuandoencontrabaaBatiste,movíalacabezaamistosamente,rumiandoalgoqueeracomocontestaciónasusaludo....Enfin,quesinolosqueríanlesdejabantranquilos,queeratodoloquepodíandesear.

En el interior de la barraca, ¡qué abundancia! ¡qué paz!... Batiste semostrabaadmiradodesucosecha.Lastierras,descansadas,vírgenesdecultivoenmuchotiempo,parecíanhabersoltadodeunaveztodalavidaacumuladaensusentrañasdurantediezañosdereposo.Elgranoeragruesoyabundante,y según las noticias que circulaban por la vega, iba a alcanzar buen precio.Habíaalgomejor—yestolopensabaBatistesonriendo—:élnodebíapartirelproducto satisfaciendo arrendamiento alguno, pues tenía franquicia por dosaños.BienhabíapagadoestaventajaconlargosmesesdealarmaydecorajeyconlamuertedelpobrePascualet.

La prosperidad de la familia parecía reflejarse en la barraca, limpia ybrillante como nunca. Vista de lejos, destacábase de las viviendas vecinas,comorevelandoquehabíaenellamásprosperidad.Nadiehubierareconocidola trágicabarracadel tíoBarret.Los ladrillosrojosdelpavimentofrentea lapuertabrillabanbruñidosporlasdiariasfrotaciones;losmacizosdealbahacasydompedrosy lasenredaderas formabanpabellones floridos,porencimadelos cuales recortábase sobre el cielo el frontón triangular y agudo de labarraca, de inmaculada blancura. En su interior notábase inmediatamente elrevoloteode lasplanchadascortinascubriendo laspuertasde losestudis, losvasares con pilas de platos y con fuentes cóncavas apoyadas en la pared,exhibiendopajarracosfantásticosyflorescomotomatespintadasensufondo,y sobre la cantarera, semejante a un altar de azulejos, mostrábanse, comodivinidadescontralased,lospanzudosycharoladoscantaros,ylosjarrosdelozaydecristalverdosopendientesenfiladelosclavos.

Los muebles viejos y maltrechos, recuerdo perenne de las antiguasperegrinaciones huyendo de la miseria, comenzaban a desaparecer, dejandositiolibreaotrosquelahacendosaTeresaadquiríaensusviajesalaciudad.Eldineroproductodelarecoleccióninvertíaseenrepararlasbrechasabiertasenelajuardelabarracaporlosmesesdeespera.

AlgunasvecessonreíalafamiliarecordandolasamenazadoraspalabrasdePimentó.Aqueltrigoque,segúnelvalentón,nadiellegaríaasegar,empezaba

Page 97: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

a embellecer a la familia. Roseta tenía dos faldas más y Batistet y lospequeñossepavoneabanlosdomingosvestidosdenuevodecabezaapies.

Atravesandolavegaenlashorasdemássol,cuandoardíalaatmósferaymoscas y abejorros zumbaban pesadamente, sentíase una impresión debienestaranteestabarracalimpiayfresca.Elcorraldelataba,atravésdesusbardas de barro y estacas, la vida contenida en él. Cloqueaban las gallinas,cantabaelgallo,saltabanlosconejosporlassinuosidadesdeungranmontóndeleñatierna,yvigiladospor losdoshijospequeñosdeTeresa,flotabanlosánades en la vecina acequia y correteaban lasmanadas de polluelos por losrastrojos, piando incesantemente, moviendo sus cuerpecillos sonrosados,cubiertosapenasdefinoplumón.

TodoestosincontarqueTeresa,másdeunavez,seencerrabaensuestudi,y abriendo un cajón de la cómoda, desliaba pañuelos sobre pañuelos paraextasiarseanteunmontoncillodemonedasdeplata,elprimerdineroquesumarido había hecho sudar a las tierras. Todo exige un principio, y si lostiempos eran buenos, a este dinero se uniría otro y otro, y ¡quién sabe si alllegarloschicosalaedaddelasquintaspodríalibrarlosconsusahorrosdeiraserviralreycomosoldados!

La reconcentrada y silenciosa alegría de la madre notábase también enBatiste.Habíaqueverleundomingoporlatarde,fumandounatagarninadeacuartoenhonoralafestividad,paseandoantelabarracaymirandosuscamposamorosamente. Dos días antes había plantado en ellosmaíz y judías, comomuchosdesusvecinos,puesalatierranohayquedejarladescansar.

Apenas si podía él llevar adelante los dos campos que había roturado ycultivado.Pero,lomismoqueeldifuntotíoBarret,sentíalaembriaguezdelatierra;cadavezdeseabaabarcarmásconsutrabajo,yaunqueeraalgopasadalasazón,pensabaremoveraldíasiguientelapartedeterrenoquepermanecíainculta a espaldas de la barraca, para plantar en ella melones, cosechainmejorable,alaquesumujersacaríamuybuenproductollevándolos,comootras,alMercadodeValencia.

HabíaquedargraciasaDios,quelepermitíaalfinvivirtranquiloenaquelparaíso.¡Quétierraslasdelavega!...Poralgo,segúnlashistorias,llorabanlosmorosalserarrojadosdeallí.

La siega había limpiado el paisaje, echando abajo las masas de trigomatizadasdeamapolasquecerrabanlavistaportodosladoscomomurallasdeoro. Ahora la vega parecía mucho más grande, infinita, y extendía hastaperderse de vista los grandes cuadros de tierra roja, cortados por sendas yacequias.

En todas las casas se observaba rigurosamente la fiesta del domingo, y

Page 98: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

comohabíacosecharecienteynopocodinero,nadiepensabaencontravenirelprecepto. No se veía un solo hombre trabajando en los campos, ni unacaballeríaenloscaminos.Pasabanlasviejasporlassendasconlarelucientemantilla sobre los ojos y una silleta en un brazo, como si tirase de ellas lacampanaquevolteaba lejos,muy lejos, sobre los tejadosdelpueblo.Enunaencrucijada chillaba persiguiéndose un grupo numeroso de niños; sobre elverdede los ribazosdestacábanse lospantalones rojosdealgunos soldaditosque aprovechaban la fiesta para pasar una hora en sus casas. Sonaban a lolejos, como una tela que se rasga, los escopetazos contra las bandas degolondrinas que volaban a un lado y a otro en contradanza caprichosa,silbando agudamente, como si rayasen con sus alas el cristal azul del cielo;zumbabansobrelasacequiaslasnubesdemosquitoscasiinvisibles,yenunaalqueríaverde,bajoel añosoemparrado, agitábansecomounaamalgamadecolores faldas floreadas, pañuelos vistosos. La dormilona cadencia de lasguitarras parecía arrullar a un cornetín chillón que iba lanzando a todos losextremos de la vega, dormida bajo el sol, los morunos sones de la jotavalenciana.

EstetranquilopaisajeeralaidealizacióndeunaArcadialaboriosayfeliz.Allí no podía existir gente mala. Batiste desperezábase con voluptuosidad,dominadoporelbienestar tranquilodequeparecía impregnadoelambiente.Roseta,conloschicos,sehabíaidoalbailedelaalquería;sumujerdormitababajoelsombrajo,yélsepaseabadesdesuviviendaalcamino,porelpedazodetierraincultaquedabaentradaalcarro.

Depieenelpuentecito,ibacontestandoalossaludosdelosvecinos,quepasabanriendocomosifuesenapresenciarunespectáculograciosísimo.

SedirigíantodosacasadeCopa,paraverdecercalafamosa«porfía»dePimentó con los hermanos Terreròla, dos malas cabezas lo mismo que elmaridodePepeta,quehabíanjuradoigualmenteodioal trabajoypasabaneldíaenteroenlataberna.Surgíanentreellosnumerosasrivalidadesyapuestas,especialmente en esta época, que era cuando aumentaba la concurrencia delestablecimiento.Los tresvalentonespujabanenbrutalidad,ansiosocadaunodealcanzarrenombresobrelosotros.

Batistehabíaoídohablardeestaapuestaquehacíairlasgentesalafamosatabernacomoenjubileo.

Se trataba de permanecer sentados jugando al truque, y sin beber máslíquidoqueaguardiente,hastaverquiéneraelúltimoquecaía.

Empezaronelviernesalanochecer,yaúnestabanlostresensussilletasdecuerdaeldomingoporlatarde,jugandolacentésimapartidadetruque,coneljarro de aguardiente sobre la mesilla de cinc, dejando sólo las cartas paratragarselassabrosasmorcillasquedabangranfamaaltaberneroCopaporlo

Page 99: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

bienquesabíaconservarlasenaceite.

La noticia, esparciéndose por la vega, hacía venir como en procesión atodaslasgentesdeunaleguaalaredonda.Lostresguaposnoquedabansolosunmomento.Teníansusapasionados,queseencargabandeocuparelcuartositio en la partida, y al llegar la noche, cuando lamasa de espectadores seretiraba a susbarracas, quedábanse allí viendo cómo jugaban a la luzdeuncandilcolgadodeunchopo,puesCopaerahombredemalaspulgas,incapazdeaguantarlapesadamonotoníadeestaapuesta,yasíquellegabalahoradedormircerrabasupuerta,dejandoen laplazoletaa los jugadoresdespuésderenovarsuprovisióndeaguardiente.

Muchosfingíanindignaciónantelabrutalidaddeesta«porfía»,peroenelfondo de su ánimo escarabajeaba cierto orgullo por el hecho de ser taleshombres sus vecinos. ¡Vaya unos mozos de hierro que cría la huerta! Elaguardientepasabaporsuscuerposcomosifueseagua.

Todoelcontornoparecíatenerlavistafijaenlataberna,esparciéndoseconceleridad prodigiosa las noticias sobre el curso de la apuesta. Ya se habíanbebido dos cantaros, y como si nada.... Ya iban tres ... y tan firmes. Copallevabalacuentadelobebido.Ylagente,segúnsupredilección,apostabaporalgunodelostrescontendientes.

Estalucha,quedurantedosdíasapasionabaatodalavegaynoparecíaaúnpróximaasufin,habíallegadoaoídosdeBatiste.Él,hombresobrio,incapazdebeberalcoholsinsentirnáuseasydoloresdecabeza,nopodíaocultarunasombro muy cercano a la admiración ante estos brutos, que, según sussuposiciones,debíantenerelestómagoforradodehojadelata.

Y seguía con mirada de envidia a todos los que marchaban hacia lataberna. ¿Por qué no había de ir él adonde iban los otros?... Nunca habíaentradoencasadeCopa,elantroenotrotiempodesusenemigos;peroahorajustificabasupresencialoextraordinariodelsuceso....Además,¡quédemonio!despuésdetantotrabajoytanbuenacosecha,bienpodíaunhombrehonradopermitirseunpocodeexpansión.

Ydandoungritoasudormidamujerparaavisarlaqueseiba,emprendióelcaminodelataberna.

EracomounhormigueohumanolamasadegentequellenabalaplazoletafrenteacasadeCopa.Allí estaban,encuerpodecamisa, conpantalonesdepana,ventrudafajanegraypañueloalacabezaenformademitra, todosloshombres del contorno.Los viejos se apoyaban en gruesos cayados deLiria,amarillosyconarabescosnegros; lagente jovenmostrabaarremangados losbrazosnervudosyrojizos,ycomocontrastemovíadelgadasvaritasdefresnoentre sus dedos enormes y callosos. Los enormes chopos que rodeaban la

Page 100: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

tabernadabansombraalosanimadosgrupos.

Batistesefijóporprimeravezdetenidamenteenlafamosataberna,consusparedes blancas, sus ventanas pintadas de azul y los quicios chapados convistososazulejosdeManises.

Teníadospuertas.Unaeraladelabodega,yporentresushojasabiertasveíanse las dos filas de toneles enormes que llegaban hasta el techo, losmontonesdepellejosvacíosyarrugados,losgrandesembudosylasmedidasdecincteñidasderojoporelcontinuoresbalardellíquido.Enelfondodelapieza estaba el pesado carro que rodaba hasta los últimos límites de laprovinciapara traer las comprasdevino.Estahabitaciónobscurayhúmedaexhalabaunvahodealcohol,unperfumedemosto,queembriagabaelolfatoyturbabalavista,haciendopensarquelatierraenteraibaaquedarcubiertaporunainundacióndevino.

Allí estaban los tesoros de Copa, de los cuales hablaban con unción yrespeto todos los borrachos de la huerta. Él solo conocía el secreto de sustoneles;atravesandoconsuvista lasviejasduelas,apreciaba lacalidadde lasangrequecontenían;eraelsumosacerdotedeeste templodelalcohol,yalquererobsequiaraalguien,sacaba,con tantadevocióncomosi llevaseentrelasmanoslacustodia,unvasoenelquecentelleabaellíquidocolordetopacioconirisadacoronadebrillantes.

La otra puerta era la de la taberna, la que estaba abierta desde una horaantesdeapuntareldíayporlasnocheshastalasdiez,marcandosobreelnegrocaminocomoungranrectángulorojolaluzdelalámparadepetróleocolgadasobreelmostrador.

Teníanlasparedeszócalosdeladrillosrojosybarnizados,alaalturadeunhombre,conunaorlaterminaldefloreadosazulejos.Desdeallíhastaeltechotodaslasparedesestabandedicadasalsublimeartedelapintura,puesCopa,aunqueparecíahombreburdo,atentoúnicamenteaqueporlanocheestuvieselleno el cajón de sumostrador, era un verdaderoMecenas. Había traído unpintordelaciudad,manteniéndoloallímásdeunasemana,yestecaprichodemagnateprotectordelasarteslehabíacostado,segúndeclarabaél,unoscincoduros,pesetamásquemenos.

Bieneraverdadquenopodíavolverselavistaaningúnladosintropezarcon alguna obra maestra, cuyos rabiosos colores parecían alegrar a losparroquianos, animándoles a beber. Arboles azules sobre campos morados,horizontes amarillos, casas más grandes que los árboles y personas másgrandesquelascasas;cazadoresconescopetasqueparecíanescobasymajosandaluces,coneltrabucosobrelaspiernas,montadosenbriososcorcelesquetenían aspecto de ratas.Un portento de originalidad que entusiasmaba a losbebedores. Y sobre las puertas de los cuartos, el artista, aludiendo

Page 101: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

discretamente al establecimiento, había pintado asombrosos «bodegones»:granadas como hígados abiertos y ensangrentados, sandías que parecíanenormes pimientos, ovillos de estambre rojo que intentaban pasar pormelocotones.

Muchossosteníanquelapreponderanciadelacasasobrelasotrastabernasdelahuertasedebíaaestosasombrososadornos,yCopamaldecíalasmoscasqueempañabantantahermosuraconelnegropunteadodesusdesahogos.

Junto a la puerta principal estaba el mostrador, mugriento y pegajoso;detrás de él, la triple fila de pequeños toneles, coronada por almenas debotellasconteniendolosdiversoseinnumerableslíquidosdelestablecimiento.Delasvigas,comobambalinasgrasientas,colgabanpabellonesdelonganizasymorcillas,oristrasdepequeñospimientosrojosypuntiagudoscomodedosde diablo, y rompiendo la monotonía de tal decorado, algún jamón rojo yborlonesmajestuososdechorizos.

El regalo para los paladares delicados estaba en un armario de turbioscristalesjuntoalmostrador.Allílasestrellasdepastaflora,lastortasdepasas,los rollos escarchados de azúcar, las magdalenas, todo con cierto tonilloobscuro y motas sospechosas que denunciaban antigüedad, y el queso deMurviedro,tierno,fresco,desuaveblancura,enpiezascomopanes,destilandotodavíasuero.

Además, contabaCopa con su cuarto-despensa, donde estaban en tinajasgrandes comomonumentos las verdes aceitunas partidas y las morcillas decebolla conservadas en aceite: artículos de mayor despacho. Al final de latabernaabríase lapuertadelcorral,enorme,espacioso,consumediadocenade fogones para guisar las paellas.Las pilastras blancas sostenían una parravetusta, que daba sombra a tan vasto espacio, y apilados a lo largo de unlienzodepared, taburetesymesitasdecinc,en tanprodigiosacantidad,queparecíahaberprevistoCopalainvasióndesucasaporlavegaentera.

Batiste, escudriñando la taberna, se fijó en el dueño, hombróndespechugado, pero con una gorra de orejeras encasquetada en pleno estíosobresu rostroenorme,mofletudo,amoratado.Eraelprimerparroquianodesuestablecimiento:jamásseacostabasatisfechosinohabíabebidoensustrescomidasmediocántarodevino.

Por ello, sin duda, apenas si llamaba su atención esta apuesta que tanalborotadatraíaalavegaentera.

Su mostrador era una atalaya desde la cual, como experto conocedor,vigilaba la borrachera de sus parroquianos. Que nadie alardease de guapodentrodesucasa,puesantesdehablaryahabíaechadomanoélaunaporraque tenía bajo el mostrador, especie de as de bastos, al que le temblaban

Page 102: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Pimentóytodoslosvalentonesdelcontorno...Ensucasa,nadadereyertas.¡A matarse, al camino! Y cuando se abrían las navajas y se enarbolabantaburetes,ennochededomingo,Copa,sinhablarpalabraniperderlacalma,surgíaentreloscombatientes,agarrabadelbrazoalosmásbravos,losllevabaenvilohastalacarretera,yatrancandolapuertapordentro,empezabaacontartranquilamenteeldinerodelcajónantesdeacostarse,mientrasafuerasonabanlosgolpesyloslamentosdelariñareanudada.Todoeraasuntodecerrarunahora antes la taberna; pero dentro de ella jamás tendría la justicia quehaceralgunomientrasestuvieseéldetrásdelmostrador.

Batiste, después demirar furtivamente desde la puerta al tabernero, queconlaayudadesumujeryuncriadodespachabaalosparroquianos,volvióalaplazoleta.Allíseagregóauncorrillodeviejosquediscutíansobrecuáldelostressostenedoresdelaapuestasemostrabamássereno.

Muchoslabradores,cansadosdeadmiraralostresguapos,jugabanporsucuentaomerendaban formandocorroalrededorde lasmesillas.Circulabaelporrón,soltandosurojochorrilloquelevantabauntenueglu-glualcaerenlasabiertas bocas; obsequiábanse unos a otros con puñados da cacahuetes yaltramuces. En platos cóncavos de loza servían las criadas da la taberna lasnegras y aceitosasmorcillas, el queso fresco, las aceitunas partidas, con sucaldoenelqueflotabanolorosashierbas;ysobrelasmesasveíaseelpandetrigo nuevo, los rollos de rubia corteza, mostrando en su interior la migamorenaysuculentadelagruesaharinadelahuerta.

Todaestagente, comiendo,bebiendoygesticulando, levantabaelmismorumorquesi laplazoletaestuvieseocupadaporunavisperoenorme,yenelambiente flotabanvaporesdealcohol,unvahoasfixiantedeaceite fritoyelpenetranteolordelmosto,mezclándoseconelperfumedeloscamposvecinos.

Batiste se aproximó finalmente al gran corro que rodeaba a los de laapuesta.

Alprincipionovionada;perolentamente,empujadoporlacuriosidaddelosqueestabandetrásdeél,fueabriéndosepasoentreloscuerpossudorososyapretados,hastaverseenprimerafila.Algunosespectadoresestabansentadosenelsuelo,conlamandíbulaapoyadaenambasmanos,lanarizsobreelbordedelamesillaylavistafijaenlosjugadores,paranoperderdetalledelfamososuceso.Allí eradondemás intolerable resultabaelolorde alcohol.Parecíanimpregnadosdeéllosalientosylaropadetodalagente.

VioBatisteaPimentóyasuscontrincantessentadosentaburetesdefuertemaderadealgarrobo, con losnaipesante losojos, el jarrodeaguardientealalcance de unamano y sobre el cinc elmontoncito de granos demaíz queequivalíaalostantosdeljuego.Acadajugada,algunodelostresagarrabaeljarro, bebía en él reposadamente y lo pasaba a los compañeros, que lo iban

Page 103: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

empinandoigualmenteconnomenosceremonia.

Los espectadores más inmediatos miraban los naipes a cada uno porencimadelhombroparaconvencersedeque jugababien.Nohabíacuidado:las cabezas estaban sólidas; como si allí no se bebiesemás que agua, nadieincurríaendescuidonihacíajugadastorpes.

Yseguíalapartida,sinqueporellolosdelaapuestadejasendehablarconlosamigos,bromeandosobreelfinaldelalucha.

Pimentó, al ver a Batiste, masculló un «¡Hola!» que pretendía ser unsaludo,yvolviólavistaasuscartas.

Sereno, podría estarlo; pero tenía los ojos enrojecidos, brillaba en suspupilasunachispaazuladaé indecisa,semejantea la llamadelalcohol,ysucara iba adquiriendo pormomentos una palidezmate. Los otros no estabanmejor; pero todos reían.Los espectadores, contagiadospor losdel juego, sepasaban de mano en mano los jarros pagados a escote, y era aquello unaverdaderainundacióndeaguardiente,que,desbordándosefueradelataberna,bajabacomooleadadefuegoatodoslosestómagos.

HastaBatistetuvoquebeber,apremiadoporlosdelcorro.Nolegustaba,pero un hombre debe probar todas las cosas, y volvió a animarse con lasmismasreflexionesquelehabíanllevadohastalataberna.Cuandounpadredefamiliahatrabajadoytieneenelgranerolacosecha,bienpuedepermitirsesupoquitodelocura.

Sintió calor en el estómago y en la cabeza una deliciosa turbación.Comenzaba a acostumbrarse a la atmósfera de la taberna, encontrando cadavezmásgraciosala«porfía».

HastaPimentóleresultabaunhombrenotable...asumodo.

Losjugadoreshabíanterminadolapartidanúmero...(nadiesabíacuántos)ydiscutíanconsusamigossobrelapróximacena.UnodelosTerreròlaperdíaterrenovisiblemente.Dosdíasdeaguardienteatodopasto,consusdosnochespasadas en turbio, empezaban a pesar sobre él. Se iban cerrando sus ojos ydejaba caer pesadamente la cabeza sobre su hermano, el cual pretendíareanimarlecontremendospuñetazosenlosijares,dadosensordinapordebajodelamesa.

Pimentósonreíasocarronamenteanteestetriunfo.Yateníaunoenelsuelo.Y discutía la cena con sus admiradores. Debía ser espléndida, sinmiedo algasto:detodosmodos,élnohabíadepagarla.Unacenaquefuesedignofinalde la hazaña, pues en la misma noche seguramente quedaría terminada laapuestavenciendoalotrohermano.

Y cual trompeta gloriosa que anunciaba por anticipado el triunfo de

Page 104: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Pimentó,empezaronasonar losronquidosdeTerreròlaelpequeño,caídodebrucessobre lamesaypróximoadesplomarsedel taburete,comosi todoelaguardientequellevabaenelestómagobuscaseelsueloporleydegravedad.

Su hermano hablaba de despertarle a bofetadas; pero Pimentó intervinobondadosamente,comounvencedormagnánimo.Yaledespertaríanalahoradecenar.Yafectandodarpocaimportanciaalaporfíayasupropiafortaleza,hablódesufaltadeapetitocomodeunagrandesgracia,despuésdehabersepasadodosdíasenaquelsitiodevorandoybebiendobrutalmente.

Unamigocorrióalatabernaparatraerunalargaristradeguindillas.Estole devolvería el apetito. La bufonada provocó grandes risotadas, y Pimentó,paraasombrarmásasusadmiradores,ofrecióelmanjar infernalalTerreròlaqueaúnsesostenía firme,mientrasél,porsuparte, lo ibadevorandocon lamismaindiferenciaquesifuesepan.

Unmurmullodeadmiracióncirculóporelcorro.Porcadaguindillaquesecomíaelotro,elmaridodePepetasezampabatres,yasídieronfinalaristra,verdaderorosariodedemonioscolorados.Estebrutodebíatenercorazaenelestómago.

Yseguíafirme,impasible,cadavezmáspálido,conlosojosentumecidosyrojos,preguntandosiCopahabíayamatadounpardepollosparalacenaydandoinstruccionessobreelmododeguisarlos.

Batistelemirabaconasombroyalmismotiemposentíaunvagodeseodeirse.Comenzabaacaer la tarde;en laplazoletasubíande tono lasvoces; seiniciaba el escándalo de todas las noches de domingo. Además, Pimentó lemiraba con demasiada frecuencia, con sus ojos molestos y extraños deborracho firme. Pero sin saber por qué, permanecía allí, como si esteespectáculotannuevoparaélpudiesemásquesuvoluntad.

Los amigos del valentón le daban broma al ver que después de lasguindillasdabatientosaljarro,sincuidarsedesisuenemigoleimitaba.«Nodebíabebertanto:ibaaperder,ylefaltaríadineroparapagar.Ahorayanoeratan rico como en los años anteriores, cuando la dueña de sus tierras seconformabaconnocobrarleelarrendamiento.»

Un imprudente dijo esto sin darse cuenta del valor de sus palabras, y sehizounsilenciodoloroso,comoenlaalcobadeunenfermocuandoseponealdescubiertolapartedañada.

¡Hablardearrendamientosydepagasenaquelsitio,cuandoentreactoresyespectadoressehabíaconsumidoelaguardienteacantaros!...

Batistesesintióinquieto.Leparecióquepasabadeprontoporelambientealgo hostil, amenazador. Sin gran esfuerzo hubiera echado a correr; pero se

Page 105: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

quedó,creyendoquetodoslemirabanahurtadillas.Temió,sihuía,anticiparlaagresión,serdetenidoporelinsulto;yconlaesperanzadepasarinadvertido,permanecióinmóvil,comosubyugadoporunaimpresiónquenoerademiedo,perosídealgomásqueprudencia.

LosadmiradoresdePimentó lehacíanrepetirelprocedimientodequesevalía todos losañosparanopagara ladueñadesus tierras,y locelebrabancon grandes risotadas, con estremecimientos de maligna alegría, comoesclavosqueseregocijanconlasdesgraciasdesuseñor.

El valentón relataba modestamente sus glorias. Todos los años, porNavidadyporSanJuan,emprendíaelcaminodeValencia,tòle,tòle,paraveralapropietariadesustierras.Otrosllevabanelbuenpardepollos,lacestadetortas,labanastadefrutas,paraenterneceralosseñores,paraqueaceptasenlapagaincompleta,lloriqueandoyprometiendoredondearlasumamásadelante.Élsólollevabapalabras,ynomuchas.

Suama,unaseñoronamajestuosa,lorecibíaenelcomedordesucasa.Porallí cerca andaban las hijas, unas señoritingas siempre llenas de lazos ycolorines.

DoñaManuela echabamano a la libreta para recordar los semestres quePimentó llevabaatrasados....«Veníaapagar,¿eh?...»Yel socarrón,aloír lapreguntadelaseñoradePajares,siemprecontestabalomismo:«No,señora;nopodíapagarporqueestabasinuncuarto.Sabíaqueconestoseacreditabadepillo.Yalodecíasuabuelo,queerapersonademuchosaber:¿Paraquiénsehanhecholascadenas?Paraloshombres.¿Pagas?Eresbuenapersona.¿Nopagas? Eres un pillo.» Y después de este curso breve de filosofía rústica,apelaba al segundo argumento, que era sacar de su faja una tagarnina detabaco negro, con una navaja enorme, y comenzaba a picarla para liar uncigarrillo.

Lavistadelanavajadabaescalofríosalaseñora,laponíanerviosa,yporesomismoelsocarróncortabaeltabacoconlentitudytardabaenguardársela,repitiendosiemprelosmismosargumentosdelabueloparaexplicarsuretrasoenelpago.

Lasniñasdeloslacitosleapodaban«eldelascadenas»;lamamasentíaseinquieta con la presencia de este bárbaro de negra fama, que olía a vino yhablabaaccionandocon lanavaja;yconvencidaal findequenadahabíadesacar de él, indicábale que se fuese; pero él experimentaba un hondo gozosiendomolestoyprocurabaprolongar laentrevista.Hasta le llegaronadecirqueyaquenopagabapodíaahorrar susvisitas.Laseñoraseolvidaríade laexistencia de sus tierras. ¡Ah, no, doña Manuela! Pimentó era exactocumplidor de sus deberes, y como arrendatario debía visitar a su ama enNavidadyenSanJuan,parademostrarlequesinopagabanoporesodejaba

Page 106: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

desersuhumildeservidor.

Y allá iba dos veces al año, para manchar el piso con sus alpargatascubiertas debarroy repetir que las cadenas sonpara los hombres, haciendomolinetes con la navaja.Eraunavenganzade esclavo, el amargoplacer delmendigoquecomparececonsuspestilentesandrajosenmediodeunafiestadericos.

Todosloslabriegosreían,comentandolaconductadePimentóparaconsuama.

Yelvalentónapoyabaconrazonessuconducta.¿Porquéhabíadepagarél? Vamos a ver, ¿por qué?... Sus tierras ya las cultivaba su abuelo. A lamuertedesupadreselashabíanrepartidoloshermanosasugusto,siguiendolacostumbredelahuerta,sinconsultarparanadaalpropietario.Elloseranlosquelastrabajaban,losquelashacíanproducir,losquedejabanpocoapocolavidasobresusterrones.

Pimentó, hablando con vehemencia de su trabajo,mostraba tal impudor,quealgunossonreían....Bueno;élnotrabajabamucho,porqueeralistoyhabíaconocido la farsade lavida.Pero algunavez trabajaba, de tarde en tarde, yesto era bastante para que las tierras fuesen con más justicia de él que deaquellaseñoronagordadeValencia.Quevinieraellaa trabajarlas;quefueseagarradaalaradocontodassusarrobasdecarne,ylasdoschicasdeloslacitosuncidasytirandodeél,yentoncesseríasulegítimadueña.

Lasbromasgroserasdelvalentónhacíanrugirderisaalaconcurrencia.Atodaaquellagente,queaúnguardabaelmalsabordelapagadeSanJuan,lehacíamuchagraciavertratadosasusamostancruelmente.¡Ah!Lodelaradoera muy chistoso; y cada cual se imaginaba ver a su amo, al panzudo ymeticulosorentistaoalaseñoraviejayaltiva,enganchadosalareja,tirandoytirando para abrir el surco, mientras ellos, los de abajo, los labradores,chasqueabanellátigo.

Y todos se guiñaban un ojo, reían, se daban palmadas para expresar sucontento. ¡Oh! Se estabamuy bien en casa deCopa oyendo a este hombre.¡Quécosasseleocurrían!...

PeroelmaridodePepetasemostrósombrío,ymuchosadvirtieronenéllamiradade través,aquellamiradadehomicidaqueconocíandeantiguoen lataberna, como signo indudable de inmediata agresión.Suvoz tornóse fosca,comosi todoelalcoholquehinchabasuestómagohubiesesubidoenoleadaardienteasugarganta.

Podíanreírsusamigoshastareventar,perotalesrisasseríanlasúltimas.Lahuertayanoeralamismaquehabíasidodurantediezaños.Losamos,conejosmiedosos, se habían vuelto ahora lobos intratables. Ya sacaban los dientes,

Page 107: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

comoenotrotiempo.Hastasuamaseatrevíaconél—¡conél,queeraelterrorde todos lospropietariosde lahuerta!—,yensuvisitadeSanJuanhabíaseburladodesudichodelascadenasyhastadelanavaja,anunciándolequesepreparaseadejarlastierrasopagarelarrendamiento,sinolvidarlosatrasos.

¿Yporquésecrecíande talmodo?Porqueyano les teníanmiedo....¿Ypor qué no les teníanmiedo? ¡Cristo! Porque ya no estaban abandonadas éincultaslastierrasdeBarret,aquelespantajodedesolación,queaterrabaalosamosyleshacíaserdulcesytransigentes.Sehabíarotoelencanto.Desdequeun ladrón «muerto de hambre» había logrado imponerse a todos ellos, lospropietariossereían,yparavengarsedediezañosdeforzadamansedumbre,sehacíanmásmalosqueelfamosodonSalvador.

—Veritat ... veritat—decían en todo el corro, apoyando las razones dePimentóconfuriosascabezadas.

Todosreconocíanquesusamoshabíancambiadoalrecordarlosdetallesdesuúltimaentrevistaconellos:lasamenazasdedesahucio,lanegativaaaceptarla paga incompleta, la expresión irónica con que les habían hablado de lastierrasdeltíoBarret,otravezcultivadasapesardelodiodetodalahuerta.Yahora, repentinamente,despuésde ladulce flojedaddediez añosde triunfo,conlariendaalaespaldayelamoalospies,veníaelcrueltirón,lavueltaaotrostiempos,elencontraramargoelpanyelvinomásásperopensandoenelmaldito semestre, y todo por culpa de un forastero, de un piojoso que nisiquierahabíanacidoenlahuerta,descolgándoseentreellosparaembrollarsunegocioyhacerlesmásdifícillavida.¿Yaúnvivíaesetunante?¿Esqueenlahuertanoquedabanhombres?...

¡Adiós amistades recientes, respetos nacidos junto al ataúd de un pobreniño!Todalaconsideracióncreadaporladesgraciaveníaseabajocomotorredenaipes,desvanecíasecomo tenuenube, reapareciendodegolpeelantiguoodio, la solidaridadde toda lahuerta,queal combatir al intrusodefendía supropiaexistencia.

¡Yenquémomentoresurgíaestaanimosidad!Brillabanlosojos,fijosenélconelfuegodelodio; lascabezas, turbadasporelalcohol,parecíansentirelescarabajeodelatentaciónhomicida;instintivamenteibantodoshaciaBatiste,y éste comenzó a sentirse empujado por todos lados, como si el círculo seestrechaseparadevorarle.

Estaba arrepentido de haberse quedado junto a los jugadores. No teníamiedo,peromaldecía lahora enque se leocurrió entrar en la taberna, sitioextraño que parecía robarle su energía.Aquí había perdido aquella enterezaqueleanimabacuandosentíabajosusplantaslastierrascultivadasacostadetantossacrificiosyencuyadefensaestabaprontoaperdersuvida.

Page 108: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Pimentó, rodando por la pendiente de su cólera, sintió caer de un golpesobre su cerebro todo el aguardiente bebido en dos días. Había perdido suserenidad de ebrio inquebrantable, y al levantarse, tambaleando, tuvo quehacer un esfuerzo para sostenerse sobre sus piernas. Sus ojos estabaninflamados, como si fuesen a manar sangre; su voz era trabajosa, cual sitirasendeella,nodejándolasalirelalcoholylacólera.

—¡Vesten!—dijoconimperioaBatiste,avanzandounamanoamenazantehastarozarsurostro—.¡Vestenotemate!.

¡Irse!... Esto es lo que deseaba Batiste, cada vez más pálido, masarrepentidodeverseallí.Perobienadivinabaelsignificadodeaquelimperioso«¡Vete!»delvalentón,apoyadoporlasmuestrasdeasentimientodetodos.

No le exigían que se fuese de la taberna, librándolos de su presenciaodiosa;leordenabanconamenazademuertequeabandonasesustierras,queerancomolacarnedesucuerpo;queperdieseparasiemprelabarracadondehabíamuertosuchiquitín,yen lacualcadarincónguardabaunrecuerdodelasluchasyalegríasdelafamiliaensubatallaconlamiseria.Yrápidamenteseviootravezcontodossusmueblessobreelcarro,erranteporloscaminos,enbuscadelodesconocido,paracrearseotraexistencia,llevandocomotétricaescolta la fea hambre, que iría pisándole los talones.... ¡No! El rehuía lascuestiones,peroquenoletocasenelpandelossuyos.

Yanosentíainquietud.Laimagendesufamiliahambrientaysinhogarlediounaagresividadcolérica.Hastasintiódeseosdeacometeraaquellagentesóloporhaberleexigidotalmonstruosidad.

—¿T'en vas? ¿t'en vas?—preguntaba Pimentó, cada vez más fosco yamenazante.

No,noseiba.Lodijoconlacabeza,consusonrisadedesprecio,conunamiradadefirmezayderetoquefijóentodoelcorro.

—¡Granuja!—rugióelmatón,almismotiempoquecaíaunadesusmanossobrelacaradeBatiste,sonandounaterriblebofetada.

Como animado por tal agresión, todo el corro se lanzó contra el odiadointruso; pero encima de la línea de cabezas empezó a moverse un brazonervudoempuñandoun tabureteconasientodeesparto,elmismo talvezenqueestuvohastapocoantesPimentó.

Para el forzudo Batiste era un arma terrible este asiento de fuertestravesañosygruesaspatasdealgarrobo,conaristaspulidasporeluso.

Rodaronjarrosymesillas; lagentesehizoatrás instintivamente,aterradapor el ademan agresivo de este hombre siempre pacífico, que parecía ahoraagigantado por la rabia; y antes de que pudieran todos retroceder un nuevo

Page 109: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

paso, «¡plaf!», sonó un ruido de puchero que estalla y cayóPimentó con lacabezarotadeuntaburetazo.

Enlaplazoletaseprodujounaconfusiónindescriptible.

Copa, que desde su cubil parecía no fijarse en nada y era el primero enhusmear lasreyertas,asíquevioel tabureteporelaire, tiródelasdebastosocultobajoelmostrador,yaporradasecalimpióenunsantiaménlatabernadeparroquianos,cerrandoinmediatamentelapuerta,segúnsusanacostumbre.

Quedórevueltalagenteenlaplazoleta,rodaronlasmesas,enarboláronsevarasygarrotes,poniéndosecadaunoenguardiacontraelvecino,porloquepudiera ocurrir; y mientras tanto, el causante de toda la zambra, Batiste,permanecíainmóvil,conlosbrazoscaídos,empuñandotodavíaeltabureteconmanchasdesangre,asustadodeloqueacababadehacer.

Pimentó, de bruces en el suelo, se quejaba con lamentos que parecíanronquidos,saliendoaborbotoneslasangredesurotacabeza.

Con la fraternidad del ebrio, acudió Terreròla elmayor en auxilio de surival,mirandohostilmenteaBatiste.Leinsultaba,buscandoensufajaunarmaparaherirle.

Los más pacíficos huían por las sendas, volviendo atrás la cabeza conmalsana curiosidad; los demás seguían inmóviles, puestos a la defensiva,capazcadaunodedespedazaralvecinosinsaberporqué,peronoqueriendoserelprimeroenlaagresión.Lospalosseguíanenalto,relucíanlasnavajasenlosgrupos,peronadieseaproximabaaBatiste,yésteretrocediólentamentedeespaldas,enarbolandoelensangrentadotaburete.

Asísaliódelaplazoleta,mirandoconojosderetoalgrupoquerodeabaalcaídoPimentó.Erantodosgentebrava,peroparecíandominadosporlafuerzadeestehombre.

Viéndose en el camino, a cierta distancia de la taberna, echó a correr, ycercayadesubarracaarrojóenunaacequiaelpesadotaburete,mirandoconhorrorlasmanchasnegruzcasdelasangreyaseca.

X

Batisteperdiótodaesperanzadevivirtranquiloensustierras.

Lahuertaenteravolvíaalevantarsecontraél.Otraveztuvoqueaislarseenla barraca con su familia, vivir en perpetuo vacío, comoun apestado, comounafieraenjauladaalaquetodosenseñabanelpuñodesdelejos.

Page 110: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Sumujerlehabíacontadoaldíasiguientecómofueconducidoasubarracael heridovalentón.Elmismo, desde su vivienda, había oído los gritos y lasamenazasde toda lagentequeacompañabasolícitaalmagulladoPimentó....Unaverdaderamanifestación.Lasmujeres,sabedorasdeloocurridograciasala pasmosa rapidez conque en la huerta se transmiten lasnoticias, salían alcaminoparaverdecercaalbravomaridodePepetaycompadecerlecomoaunhéroesacrificadoporelinterésdetodos.

Lasmismasquehorasanteshablabanpestesdeél,escandalizadasporsuapuestadeborracho,lecompadecían,seenterabandesisuheridaeragrave,yclamabanvenganzacontraaquel«muertodehambre»,aquel ladrón,que,nocontento conapoderarsede loquenoera suyo, todavía intentaba imponerseporelterroratacandoaloshombresdebien.

Pimentósemostrabamagnífico.Mucholedolíaelgolpe,andabaapoyadoen sus amigos, con la cabeza entrapajada, hecho un Ecce homo, segúnafirmabanlasindignadascomadres;perohacíaesfuerzosparasonreír,yacadaexcitación de venganza contestaba con un gesto arrogante, afirmando quecorríadesucuentaelcastigaralenemigo.

Batiste no dudó que aquellas gentes se vengarían. Conocía losprocedimientosusualesen lahuerta.Paraaquella tierranosehabíahecho lajusticia de la ciudad; el presidio era poca cosa tratándose de satisfacer unresentimiento. ¿Para qué necesitaba un hombre jueces ni Guardia civil,teniendo buen ojo y una escopeta en su barraca? Las cosas de los hombresdebenresolverlasloshombresmismos.

Y como toda la huerta pensaba así, en vano al día siguiente de la riñapasaronyrepasaronporlassendasdoscharoladostricornios,yendodecasadeCopaa labarracadePimentóparahacerpreguntas insidiosasa lagentequeestaba en los campos. Nadie había visto nada, nadie sabía nada; Pimentócontaba con risotadas brutales cómo se había roto él mismo la cabezavolviendodelataberna,aconsecuenciadesuapuesta,quelehizoandarconpaso vacilante, chocando contra los arboles del camino; y los dos guardiasciviles tuvieronquevolverse a su cuartelillodeAlboraya, sin sacarnada enclarodelosvagosrumoresderiñaysangrequehabíanllegadohastaellos.

Esta magnanimidad de la víctima y de sus amigos alarmaba a Batiste,haciéndolevivirenperpetuadefensiva.

La familia, como medroso caracol, se replegó dentro de la vivienda,huyendodelcontactoconlahuerta.

Lospequeñosyanoasistieronalaescuela,RosetadejódeiralafábricayBatistetnodabaunpasomásalláde sus campos.Elpadre era elúnicoquesalía,mostrándosetanconfiadoytranquiloporsuseguridad,comocuidadoso

Page 111: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

yprudenteeraparaconlossuyos.

PeronohacíaningúnviajeaValenciasin llevarconsigo laescopeta,quedejabaconfiadaaunamigodelosarrabales.Vivíaencontinuocontactoconsuarma,lapiezamásmodernadesucasa,siemprelimpia,brillanteyacariciadaconesecariñodemoroqueellabradorvalencianosienteporsuescopeta.

Teresaestabatantristecomoalmorirelpequeñuelo.Cadavezqueveíaasu marido limpiando los dos cañones del arma, cambiando los cartuchos ohaciendo jugar la palanca para convencerse de que se abría con suavidad,pasaba por su memoria la imagen del presidio y la terrible historia del tíoBarret.Veíasangre,ymaldecíalahoraenqueselesocurrióestablecersesobreestastierrasmalditas.Ydespuésveníanlashorasdeinquietudporlaausenciadesumarido,unastardesinterminables,deangustia,esperandoalhombrequenunca regresaba, saliendo a la puerta de la barraca para explorar el camino,estremeciéndosecadavezquesonabaalolejosalgúndisparodeloscazadoresdegolondrinas,creyéndoloelprincipiodeunatragedia,eltiroquedestrozabala cabeza del jefe de la familia o que le abría las puertas del presidio. Ycuando,finalmente,aparecíaBatiste,gritabanlospequeñosdealegría,sonreíaTeresa limpiándose los ojos, salía la hija a abrazar al pare, y hasta el perrosaltabajuntoaél,husmeándoloconinquietud,comosiolfateaseensupersonaelpeligroqueacababadearrostrar.

YBatiste,sereno,firme,sinarrogancia,reíadelainquietuddesufamilia,mostrándosecadavezmásatrevidosegúnibatranscurriendoeltiempodesdelafamosariña.

Seconsiderabaseguro.Mientrasllevasependientedelbrazoelmagnífico«pájaro de dos voces», como él llamaba a su escopeta, podía marchar contranquilidadpor toda lahuerta.Yendoen tanbuenacompañía,susenemigosfingíannoconocerle.HastaalgunasveceshabíavistodelejosaPimentó,quepaseabaporlahuertacomobanderadevenganzasucabezaentrapajada,yelvalentón,apesardequeestabarepuestodelgolpe,huía,temiendoelencuentrotalvezmásqueBatiste.

Todos lemirabandereojo,pero jamásoyódesde loscamposcercanosalcamino una palabra de insulto. Le volvían la espalda con desprecio, seinclinabansobrelatierraytrabajabanfebrilmentehastaperderledevista.

ElúnicoquelehablabaeraeltíoTomba,elpastorloco,quelereconocíacon sus ojos sin luz, como si oliese en torno de Batiste el ambiente de lacatástrofe.Ysiemprelomismo....¿Noqueríaabandonarlastierrasmalditas?

—Fasmal,fillmeu;teportarandesgrasia.

Batisteacogíaconunasonrisalacantilenadelviejo.

Page 112: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Familiarizado con el peligro, nunca lo había temido menos que ahora.Hastasentíaciertogocesecretoprovocándolo,marchandorectamentehaciaél.Suhazañadelatabernahabíamodificadosucarácter,antespacíficoysufrido,despertando en su interior una brutalidad agresora.Quería demostrar a todaaquellagentequenolatemía,yasícomolehabíaabiertolacabezaaPimentó,eracapazdeandaratiroscontodalahuerta.Yaqueleempujabanaello,seríavalentón y jactancioso por algún tiempo, para que le respetasen, dejándoledespuésvivirtranquilamente.

Metidoentanpeligrosoempeño,hastaabandonósuscampos,pasandolosdíasenlossenderosdelahuertaconpretextodecazar,peroenrealidadparaexhibirsuescopetaysugestodepocosamigos.

Una tarde, tirando a las golondrinas en el barranco de Carraixet, lesorprendióelcrepúsculo.

Los pájaros tejían con su inquieto vuelo una caprichosa contradanza,reflejada por las tranquilas charcas con orlas de juncos. Este barranco, quecortaba la huerta comounagrietaprofunda, sombrío, de aguas estancadasyputrefactas, conorillas fangosas juntoa las cuales seagitabaalgunapiraguamedio podrida, era de un aspecto desolado y salvaje. Nadie hubierasospechado que detrás de los altos ribazos, más allá de los juncos y loscañares, estaba la vega con su ambiente risueño y sus verdes perspectivas.Hasta la luz del sol parecía lúgubre bajando al fondo de este barrancotamizadaporuna ásperavegetacióny reflejándosepálidamente en las aguasmuertas.

Batistepasólatardetirando.Ensufajaquedabanyapocoscartuchos,yasuspies,comomontóndeplumasensangrentadas,teníahastadosdocenasdepájaros.¡Lagrancena!...¡Cómosealegraríasufamilia!

Empezó a anochecer en el profundo barranco; de las charcas surgió unhalito hediondo, la respiración venenosa de la fiebre palúdica. Las ranascantabanamiles,comosisaludasena lasprimerasestrellas,contentasdenooír ya los tiros que interrumpían su croqueo y las obligaba a arrojarsemedrosamente de cabeza, rompiendo el terso cristal de los estanquesputrefactos.

RecogióBatistelosmanojosdepájaros,colgándolosdesufaja,yconsólodossaltossubióelribazo,emprendiendoporlassendaselregresoasubarraca.

Elcielo,impregnadoaúndeladébilluzdelcrepúsculo,teníauntonodulcede violeta; brillaban las estrellas, y en la inmensa huerta sonaban los milruidosde la vida campestre antesde extinguirse con la llegadade la noche.Pasaban por las sendas las muchachas que regresaban de la ciudad, loshombresquevolvíandelcampo,lascansadascaballeríasarrastrandoelpesado

Page 113: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

carro,yBatistecontestabaal«¡Bònanit!»detodoslosquetransitabanjuntoaél, gente de Alboraya que no le conocía o no tenía los motivos que susconvecinosparaodiarle.

Dejóatráselpueblo,ysegúnavanzabaBatistehaciasubarracamarcábasecadavezmáslahostilidad.Lagentetropezabaconélenlassendassindarlelasbuenasnoches.

Entraba en tierra extranjera, y como soldado que se prepara a combatirapenascruzalafronteraenemiga,Batistebuscóensufajalasmunicionesdeguerra,doscartuchosconbalaypostas fabricadosporélmismo,ycargósuescopeta.

El hombretón rio después de hacer esto. Buena rociada de plomo iba arecibirtodoelqueintentasecortarleelpaso.

Caminaba sin prisa, tranquilamente, gozándose en respirar la frescura deaquella noche de verano. Pero esta calma no le impedía ir pensando en loaventuradoqueerarecorrerlahuertaataleshorasteniendoenemigos.

Su oído sutil de campesino percibió un ruido a su espalda. Volvióserápidamente,yaladifusaluzdelasestrellascreyóverunbultonegrosaliendodelcaminoconsilenciososaltoyocultándosedetrásdeunribazo.

Batiste requirió su escopeta, y montando las llaves se aproximócautelosamente a dicho sitio. Nadie.... Únicamente a alguna distancia lepareció que las plantas ondulaban en la obscuridad, como si un cuerpo searrastraseentreellas.

Le venían siguiendo: alguien intentaba sorprenderle traidoramente por laespalda.Peroestasospechadurópoco.Talvezfuesealgúnperrovagabundoquehuíaalsentirsuaproximación.

Enfin:lociertoeraquealguienhuíadeél,fuesequienfuese,ynadateníaquehacerallí.

Siguió adelante por el lóbrego camino, andando silenciosamente, comohombre que conoce el terreno a ciegas y por prudencia desea no llamar laatención.Segúnseaproximabaasubarracasentíamayorinquietud.Esteerasudistrito,peroenélestabansusmástenacesenemigos.

Algunosminutos antes de llegar a su vivienda, cerca de la alquería azuldonde las muchachas bailaban los domingos, el camino se estrangulaba,formandovariascurvas.Aunlado,unribazoaltocoronadopordoblefiladeviejasmoreras;alotro,unaanchaacequia,cuyosbordesenpendienteestabancubiertosporespesosyaltoscañares.

Estavegetaciónparecíaenlaobscuridadunbosqueindiano,unabóvedadebambúescimbreándosesobreelcaminonegro.Lamasadecañas,estremecida

Page 114: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

por el vientecillo de la noche, lanzaba un quejido lúgubre; parecía olerse latraiciónenestelugar,tanfrescoyagradabledurantelashorasdesol.

Batiste, para burlarse de su propia inquietud, exageraba el peligromentalmente.¡Magníficolugarparasoltarleunescopetazoseguro!SiPimentóanduvieseporallí,nodespreciaríatanhermosaocasión.

Yapenassedijoesto,saliódeentrelascañasunarectayfugazlenguadefuego, una flecha roja, que al disolverse produjo un estampido, y algo pasósilbando juntoaunaorejadeBatiste.Tirabancontraél.... Instintivamente seagachó,queriendoconfundirseconlalobreguezdelsuelo,nopresentarblancoal enemigo.Yenelmismomomentobrillóun segundo fogonazo, sonóotradetonación, confundiéndose con los ecos aún vivos de la primera, yBatistesintióenelhombroizquierdoundolordedesgarramiento,algoasícomounauñadeaceroarañándolesuperficialmente.

Apenassiparóenellosuatención.Sentíaunaalegríasalvaje.Dostiros...elenemigoestabadesarmado.

—¡Cristo!¡Ara'tpille!

Selanzóporentrelascañas,bajócasirodandolapendientedeunadelasorillasdelaacequia,yseviometidoenelaguahastalacintura,lospiesenelbarroylosbrazosaltos,muyaltos,paraimpedirqueselemojaselaescopeta,guardandoavaramentelosdostiroshastaelmomentodedispararloscontodaseguridad.

Antesusojoscruzábanselascañas,formandoapretadabóveda,casialrasdelagua.Delantedeélibasonandoenlalobreguezunchapoteosordo,comosiunperrohuyeseacequiaabajo....Allíestabaelenemigo:¡aél!

Yempezóunacarrera locaenelprofundocauce,andandoa tientasen lasombra, dejando perdidas las alpargatas en el légamo del lecho, con lospantalonespegadosalacarne,tirantes,pesados,dificultandolosmovimientos,recibiendoenelrostroelbofetóndelascañastronchadas,losarañazosdelashojasrígidasycortantes.

HubounmomentoenqueBatistecreyóveralgonegroqueseagarrabaalascañaspugnandoporremontarelribazo.Pretendíaescaparse...¡fuego!Susmanos,quesentíanlacomezóndelhomicidio,echaronlaescopetaasucara;partió el gatillo ... sonó el disparo, y cayó el bulto en la acequia entre unalluviadehojasycañasrotas.

¡A él! ¡a él!... Otra vez volvió Batiste a oír aquel chapoteo de perrofugitivo;peroahoraconmásfuerza,comosiextremaralahuidaespoleadoporladesesperación.

Fueunvértigoestacarreraatravésdelaobscuridad,delavegetaciónydel

Page 115: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

agua. Resbalaban los dos en el blanducho suelo, sin poder agarrarse a lascañaspornosoltar laescopeta;arremolinábaseelagua,batidapor lafuriosacarrera,yBatiste,quecayóderodillasvariasveces,sólopensóenestirarlosbrazos para mantener su arma fuera de la superficie, salvando el tiro dereserva.

Y así continuó la cacería humana, a tientas, en la obscuridad profunda,hastaqueenunarevueltadelaacequiasalieronaunespaciodespejado,conlosribazoslimpiosdecañas.

LosojosdeBatiste,habituadosalalobreguezdelabóvedavegetal,vieroncon toda claridad a un hombre que, apoyándose en la escopeta, salíatambaleándosedelaacequia,moviendocondificultadsuspiernascargadasdebarro.

Eraél...¡él!¡Eldesiempre!

—¡Lladre...lladre:not'escaparas!—rugióBatiste,disparandosusegundotiro desde el fondo de la acequia con la seguridad del tirador que puedeapuntarbienysabeque«hacecarne».

Leviocaerdebrucespesadamentesobreelribazoygatearluegoparanorodarhastaelagua.Batistequisoalcanzarle,perocontantaprecipitación,quefue él quien, dandounpaso en falso, cayó cuan largo era en el fondode laacequia.

Sucabezasehundióenelbarro,tragandoellíquidoterrosoyrojizo;creyómorir, quedar enterrado en aquel lecho de fango, y al fin, con un esfuerzopoderoso,consiguióenderezarse,sacandofueradelaguasusojosciegosporellimo,subocaqueaspirabaanhelanteelvientodelanoche.

Apenasrecobrólavista,buscóasuenemigo.Habíadesaparecido.

Chorreando barro y agua, salió de la acequia, subió la pendiente por elmismositioquesuadversario;peroalllegararribanolevio.

En la tierrasecasemarcabanalgunasmanchasnegruzcas,y las tocóconlasmanos.Olíanasangre.Biensabíaélquenohabíaerradoel tiro.Peroenvanobuscóalcontrario,coneldeseodecontemplarsucadáver.

AquelPimentóteníaelpellejoduro,yarrojandosangreybarroibatalveza rastras hasta su barraca. De él debía proceder un vago roce que creyópercibir en los inmediatos campos semejante al de una gran culebraarrastrándoseporlossurcos;porélladrabantodoslosperrosdelahuertacondesesperadosaullidos.Lehabíaoídoarrastrarsedelmismomodouncuartodehora antes, cuando intentaba sin duda matarle por la espalda, y al versedescubiertohuyóagatasdel caminoparaapostarsemásallá, enel frondosocañar,yacecharlosinriesgo.

Page 116: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Batiste sintió miedo de pronto. Estaba solo, en medio de la vega,completamentedesarmado;suescopeta,faltadecartuchos,noerayamásqueuna débil maza. Pimentó no podía retornar contra él, pero tenía amigos. Ydominadoporsúbitoterror,echóacorrer,buscandoatravésdeloscamposelcaminoqueconducíaasubarraca.

La vega se estremecía de alarma.Los cuatro tiros enmedio de la nochehabíanpuestoenconmociónatodoelcontorno.Ladrabanlosperros,cadavezmás furiosos; entreabríanse las puertas de alquerías y barracas, arrojandonegrassiluetasqueciertamentenosalíanconlasmanosvacías.

Con silbidos y gritos entendíanse los convecinos a grandes distancias.Tirosdenochepodíanserunaseñaldeincendio,deladrones,¡quiénsabedequé!... seguramente de nada bueno; y los hombres salían de sus casasdispuestosatodo,conlaabnegaciónylasolidaridaddelosquevivenenplenocampo.

Asustado por este movimiento, corrió Batiste hacia su barraca,encorvándosemuchasvecesparapasarinadvertidoalamparodelosribazosodelosgrandesmontonesdepaja.

Yaveía suvivienda, con lapuerta abierta e iluminaday enel centrodelrojocuadrolosbultosnegrosdesufamilia.

Elperroleolfateóyfueelprimeroensaludarle.TeresayRosetadieronungritoderegocijo.

—Batiste,¿erestú?

—¡Pare!¡pare!...

Y todos se abalanzaron a él, en la entrada de la barraca, bajo la vetustaparra,atravésdecuyospámpanosbrillabanlasestrellascomogusanosdeluz.

Lamadre,consufinooídodemujer inquietayalarmadapor la tardanzadelmarido,habíaoídolejos,muylejos,loscuatrotiros,yelcorazónlediounvuelco, como ella decía. Toda la familia se había lanzado a la puerta,devorandoansiosaelobscurohorizonte, convencidadeque lasdetonacionesquealarmabanlavegateníanalgunarelaciónconlaausenciadelpadre.

Locos de alegría al verle y al oír sus palabras, no se fijaban en su caramanchadadebarro,ensuspiesdescalzos,enlaropasuciaychorreandofango.

Le empujaron hacia dentro. Roseta se colgaba de su cuello, suspirandoamorosamente,conlosojostodavíahúmedos:

—¡Pare!¡pare!...

Pero el pare no pudo contener una mueca de sufrimiento, un «¡ay!»ahogado y doloroso. Un brazo de Roseta se había apoyado en su hombro

Page 117: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

izquierdo,enelmismositiodondesufrióeldesgarróndelauñadeacero,yenelqueahorasentíaunpesocadavezmásabrumador.

Alentrarenlabarracaydarledellenolaluzdelcandil,lasmujeresyloschicos lanzaron un grito de asombro. Vieron la camisa ensangrentada ... yademás su facha de forajido, como si acabara de escaparse de un presidiosaliendoporlaletrina.

Roseta y su madre prorrumpieron en gemidos. «¡Reina Santísima!...¡Señoraysoberana!¿Lehabíanmatado?...»

PeroBatiste,quesentíaenelhombroundolorcadavezmásinsufrible,lassacó de sus lamentaciones ordenando con gesto hosco que viesen pronto loquetenía.

Roseta, mas animosa, rasgó la gruesa y áspera camisa hasta dejar elhombro al descubierto ... ¡Cuánta sangre! Lamuchacha palideció, haciendoesfuerzos para no desmayarse.Batistet y los pequeños empezaron a llorar yTeresacontinuólosalaridoscomosisuespososehallaseenlaagonía.

Peroelheridonoestabaparasufrir lamentacionesyprotestócon rudeza.Menoslloros:aquelloerapocacosa;lapruebaestabaenquepodíamoverelbrazo,aunquecadavezsentíamayorpesoenelhombro.Eraunrasguño,unarozadura de bala y nada más. Sentíase demasiado fuerte para que aquellaheridafuesegrave.¡Aver!...agua,trapos,hilas,labotelladeárnicaqueTeresaguardaba comomilagroso remedio en su estudi ... ¡moverse! el caso no eraparaestartodosmirándoleconlabocaabierta.

Revolvió Teresa todo su cuarto, buscando en el fondo de las arcas,rasgando lienzos, desliandovendas,mientras lamuchacha lavabayvolvía alavarloslabiosdeaquellahendidurasangrientaquepartíacomounsablazoelcarnosohombro.

Las dos mujeres atajaron como pudieron la hemorragia, vendaron laherida,yBatisterespiróconsatisfacción,comosiyaestuviesecurado.Peoresgolpeshabíancaídosobreélensuvida.

Y se dedicó a sermonear a los pequeños para que fuesen prudentes. Detodo loquehabíanvisto,niunapalabraanadie.Eranasuntosqueconveníaolvidarlos.Y lomismo repitió a sumujer, quehablabade avisar almédico.Valía esto tanto como llamar la atención de la justicia.Ya iría curándose élsolo;supellejohacíamilagros.Loqueimportabaeraquenadiesemezclaseenloocurridoalláabajo.¡Quiénsabecómoestaríaataleshoras...elotro!

Mientras su mujer le ayudaba a cambiar de ropas y preparaba la cama,Batiste lecontó loocurrido.Labuenamujerabría losojosconexpresióndeespanto,suspirabapensandoenelpeligroarrostradoporsumaridoylanzaba

Page 118: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

miradas inquietas a la cerradapuertade labarraca, comosipor ella fueseafiltrarselaGuardiacivil.

Batistet,entanto,conunaprudenciaprecoz,cogíalaescopetayalaluzdelcandil la secaba, limpiandosuscañones, esforzándoseenborrardeella todaseñaldeusoreciente,porloquepudieraocurrir.

La noche fue mala para toda la familia. Batiste deliró en el camón delestudi.Teníafiebre,agitábasefurioso,comosiaúncorrieseporelcaucedelaacequiacazandoalhombre,ysusgritosasustabanalospequeñosyalasdosmujeres, que pasaron la noche de claro en claro, sentadas junto al lecho,ofreciéndole a cada instante agua azucarada, único remedio casero quelograroninventar.

Al día siguiente la barraca tuvo entornada su puerta toda lamañana. Elherido parecía estar mejor; los chicos, con los ojos enrojecidos por elinsomnio, permanecían inmóviles en el corral, sentados sobre el estiércol,siguiendo con atención estúpida todos los movimientos de los animalesencerradosallí.

Teresa atisbaba la vega por la puerta entreabierta, volviendo después allado de Batiste.... ¡Cuánta gente! Todos los del contorno pasaban por elcamino con dirección a la barraca de Pimentó. Se veía en torno de ella unhormiguerodehombres...ytodosconlacarafosca,hablandoagritos,entreenérgicosmanoteos,lanzandotalvezdesdelejosmiradasdeodioalaantiguabarracadeBarret.

Sumaridoacogíacongruñidosestasnoticias.Algoleescarabajeabaenelpechocausándolehondodaño.EstemovimientodelahuertahacialabarracadesuenemigoeraunapruebadequePimentósehallabagrave.Talvezibaamorir.Estaba segurodeque lasdosbalasde suescopeta las teníaaúnenelcuerpo.

Y ahora, ¿qué iba a pasar?... ¿Moriría él en presidio, como el pobre tíoBarret?... No; se continuarían las costumbres de la huerta, el respeto a lajusticiapormanopropia.Secallaríaelagonizante,dejandoasusamigos,losTerreròlauotros,elencargodevengarle.YBatistenosabíaquétemermás,silajusticiadelaciudadoladelahuerta.

Empezaba a caer la tarde, cuando el herido, despreciando lasprotestas yruegosdelasdosmujeres,saltódesucamón.

Se ahogaba; su cuerpo de atleta, habituado a la fatiga, no podía resistirtantashorasdeinmovilidad.Lapesadezdelhombroleimpulsabaacambiardeposición,comosiestopudieralibrarledeldolor.

Con paso vacilante, entumecido por el reposo, salió de la barraca,

Page 119: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

sentándosebajoelemparrado,enunbancodeladrillos.

La tarde era desapacible; soplaba un viento demasiado fresco para laestación.Nubarronesmoradoscubríanelsol,yporbajodeellosdesplomabaslaluz,cerrandoelhorizontecomountelóndeoropálido.

MiróBatistevagamentehacialapartedelaciudad,volviendosuespaldaalabarracadePimentó,queahoraseveíaclaramente,alquedardespojadosloscamposdelascortinasdemiesquelaocultabanantesdelasiega.

Sentíaelheridoaunmismotiempoelimpulsodelacuriosidadyelmiedoa ver demasiado; pero al fin volvió lentamente los ojos hacia la casa de suadversario.

Sí;muchagenteseagrupabaantelapuerta:hombres,mujeres,niños;todalavega,quecorríaansiosaavisitarasuvencidolibertador.

¡Cómo debían odiarle aquellas gentes!... Estaban lejos, y no obstanteadivinabasunombresonandoentodaslasbocas.Enelzumbardesusoídos,en el latir de sus sienes ardorosas por la fiebre, creyó percibir el susurroamenazantedeaquelavispero.

Ysinembargo,biensabíaDiosqueélnohabíahechomásquedefenderse;que sólo deseabamantener a los suyos sin causar daño a nadie. ¿Qué culpateníadeencontrarseenpugnaconunasgentesque,comodecíadonJoaquínelmaestro,eranmuybuenas,peromuybestias?...

Terminabalatarde;elcrepúsculocerníasobrelavegaunaluzgrisytriste.Elviento,cadavezmásfuerte,trajohastalabarracaunlejanoecodelamentosyvocesfuriosas.

Batistevioarremolinarselagenteenlapuertadelabarracalejana,yluegomuchos brazos levantados con expresión de dolor, manos crispadas que searrancabanelpañuelodelacabezaparaarrojarloconrabiaalsuelo.

Sintióelheridoquetodasusangreafluíaasucorazón,queéstesedeteníacomo paralizado algunos instantes, para después latir con más fuerza,arrojandoasurostrounaoleadarojayardiente.

Adivinaba loocurridoallá lejos;se lodecíaelcorazón:Pimentóacababademorir.

TemblóBatistedefríoydemiedo;fueunasensacióndedebilidad,comosiderepenteleabandonaransusfuerzas,ysemetióensubarraca,norespirandonormalmente hasta que vio la puerta con el cerrojo echado y encendido elcandil.

La velada fue lúgubre. El sueño abrumaba a la familia, rendida decansancioporlavigiliadelanocheanterior.Apenassicenaron,yantesdelas

Page 120: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

nueveyaestabantodosenlacama.

Batiste sentíase mejor de su herida. El peso en el hombro habíadisminuido;yanoledominabalafiebre;peroahoraleatormentabaundolorextrañoenelcorazón.

En la obscuridad del estudi y todavía despierto, vio surgir una figurapálida,indeterminada,quepocoapocofuetomandocontornoycolores,hastaser Pimentó tal como le había visto en los últimos días, con la cabezaentrapajadaysugestoamenazantedetercovengativo.

Molestábaleestavisión,ycerrólosojosparadormir.Obscuridadabsoluta;elsueñoibaapoderándosedeél....Peroloscerradosojosempezaronapoblarsudensalobreguezdepuntosígneos,queseagrandabanformandomanchasdevarioscolores;ylasmanchas,despuésdeflotarcaprichosamente,sebuscaban,se amalgamaban, y otra vez veía aPimentó aproximándose a él lentamente,conlacautelaferozdeunamalabestiaquefascinaasuvíctima.

Batistehizoesfuerzosporlibrarsedeestapesadilla.

Nodormía,no:escuchabalosronquidosdesumujer,acostadajuntoaél,ydesushijos,abrumadosporelcansancio;perolosoíacadavezmáshondos,comosiunafuerzamisteriosasellevaselejos,muylejos,labarraca,yél,sinembargo,permanecieseallí, inerte,sinpodermoversepormásesfuerzosqueintentaba,viendolacaradePimentójuntoalasuya,sintiendoensurostrolacálidarespiracióndesuenemigo.

Pero ¿no había muerto?... Su embotado pensamiento formulaba estapregunta,ytrasmuchosesfuerzossecontestabaasímismoquePimentóhabíamuerto. Ya no tenía, como antes, la cabeza rota; ahora mostraba el cuerporasgadopordosheridas,queBatistenopodíaapreciarenqué lugarestaban;pero dos heridas eran, que abrían sus labios amoratados como inagotablesfuentes de sangre. Los dos escopetazos: cosa indiscutible. Él no era de lostiradoresquemarran.

Yelfantasma,envolviéndoleelrostroconsurespiraciónardiente,dejabacaersobreBatisteunamiradaqueparecíaagujerearle losojosydescendíaydescendíahastaarañarlelasentrañas.

—¡Perdónam,Pimentó!—gemíaelheridoconvozinfantil,aterradoporlapesadilla.

Sí; debía perdonarle. Lo habíamatado, era verdad; pero él había sido elprimeroenbuscarlo.¡Vamos:loshombresquesonhombresdebenmostrarserazonables!Élteníalaculpadetodoloocurrido.

Perolosmuertosnoentiendenrazones,yelespectro,procediendocomounbandido, sonreía ferozmente, y de un salto se subía a la cama, sentándose

Page 121: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

sobreél,oprimiéndolelaheridadelhombrocontodosupeso.

Gimió Batiste de dolor, sin poder moverse para repeler esta mole.Intentaba enternecerlo llamándole Tòni, con familiar cariño, en vez dedesignarleporsuapodo.

—Tòni,mefasmal.

Esoesloquedeseabaelfantasma,hacerledaño.Ypareciéndoleaúnpoco,consólosumiradaarrebatólostraposyvendajesdesuherida,quevolaronyseesparcieron.Luegohundió susuñascrueleseneldesgarrónde lacarneytiródelosbordes,haciéndolerugir:

—¡Ay!¡ay!...¡«Pimentó»,perdónam!

Tal era su dolor, que los estremecimientos, subiendo a lo largo de suespalda hasta la cabeza, erizaban sus rapados cabellos, haciéndolos crecer yenroscarse con la contracción de la angustia; hasta convertirse en horriblemadejadeserpientes.

Entoncesocurrióunacosahorrible.Elfantasma,agarrándoledesuextrañacabellera,hablabaporfin.

—Vine...vine—decíatirandodeél.

Learrastrabaconsobrehumana ligereza, lo llevabavolandoonadando—nolosabíaélconcerteza—,atravésdeunelementoligeroyresbaladizo,yasíiban losdosvertiginosamente,deslizándoseen lasombra,haciaunamancharojaquesemarcabalejos,muylejos.

Lamanchaseagrandaba,teníaunaformaparecidaalapuertadesuestudi,ysalíaporellaunhumodenso,nauseabundo,unhedordepajaquemadaqueleimpedíarespirar.

Debía ser la boca del infierno: allí le arrojaría Pimentó, en la inmensahoguera, cuyo resplandor inflamaba la puerta. Elmiedo venció su parálisis.Diounespantosogrito,movióalfinsusbrazos,ydeunterriblerevésenviólejosdesíaPimentóysuextrañacabellera.

Tenía losojosbienabiertosynoviomásal fantasma.Habíasoñado;erasin duda una pesadilla de la fiebre; ahora volvía a verse en la cama con lapobreTeresa,que,vestidaaún,roncabafatigosamenteasulado.

Perono;eldeliriocontinuabatodavía.¿Quéluzdeslumbranteiluminabasuestudi?Aúnveía labocadel infierno,queera iguala lapuertadesucuarto,arrojandohumoyrojizoresplandor.¿Estaríadormido?...Serestrególosojos,moviólosbrazos,seincorporóenlacama....No;despiertoybiendespierto.

Lapuerta estabacadavezmás roja, elhumoeramásdenso.Oyósordoscrujidoscomodecañasqueestallanlamidasporlallama,yhastaviodanzar

Page 122: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

las chispas agarrándose comomoscas de fuego a la cortina de cretona quecerraba el cuarto. Sonó un ladrido desesperado, interminable, como unesquilónsonandoarebato.

¡Recristo!... La convicción de la realidad, asaltándole de pronto, parecióenloquecerle.

—¡Teresa!¡Teresa!...¡Amunt!

Ydelprimerempujónlaechófueradelacama.Despuéscorrióalcuartodeloschicos,yagolpesygritoslossacóencamisa,comounrebañoidiotaymedrosoquecorreanteelpalo,sinsaberadóndeva.Yaardíael techodesucuarto,arrojandosobrelacamaunramilletedechispas.

Cegadoporelhumoycontandolosminutoscomosiglos,abrióBatistelapuerta,yporellasalióenloquecidadeterrortodalafamiliaenpañosmenores,corriendohastaelcamino.

Allí,unpocomásserenos,secontaron.

Todos:estabantodos,hastaelpobreperro,queaullabamelancólicamentemirandolabarracaincendiada.

Teresa abrazó a su hija, que, olvidando el peligro, estremecíase devergüenzaalverseencamisaenmediodelahuerta,ysesentabaenunribazo,apelotonándose con la preocupación del pudor, apoyando la barba en lasrodillasytirandodelblancolienzoparaquelecubrieralospies.

Losdospequeñosrefugiábanseamedrentadosenlosbrazosdesuhermanomayor,yelpadreagitábasecomoundemente,rugiendomaldiciones.

¡Recordóns!¡Yquébienhabíansabidohacerlo!...Habíanprendidofuegoalabarracaporsuscuatrocostados;todaellaardíadegolpe.Hastaelcorral,consucuadraysussombrajos,estabacoronadodellamas.

Partíandeélrelinchosdesesperados,cacareosdeterror,gruñidosferoces;pero la barraca, insensible a los lamentos de los que se tostaban en susentrañas, seguía arrojando curvas lenguas de fuego por las puertas y lasventanas.De su incendiada cubierta elevábase una espiral enorme de humoblanco,queconelreflejodelincendiotomabatransparenciasderosa.

Había cambiado el tiempo; la noche era tranquila, no soplaba ningunabrisa,yelazuldelcielosóloestabaempañadoporlacolumnadehumo,entrecuyosblancosvellonesasomabancuriosaslasestrellas.

Teresa luchaba con el marido, que, repuesto de su dolorosa sorpresa yaguijoneadoporelinterés,quehacecometerlocuras,queríameterseenaquelinfierno. Un instante nada más: lo indispensable para sacar del estudi elsaquitodeplata,productodelacosecha.

Page 123: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

¡Ah,buenaTeresa!Noeranecesarioquecontuviesealmarido, sufriendosus recios empujones.Una barraca arde pronto; la paja y las cañas aman elfuego. La techumbre se vino abajo estruendosamente, aquella erguidatechumbre que los vecinosmiraban como un insulto, y del enorme braserosubió una columna espantosa de chispas, a cuya incierta y vacilante luzparecíagesticularlahuertaconfantásticasmuecas.

Las paredes del corral temblaban sordamente, cual si dentro de ellas seagitase dando golpes una legión de demonios. Como ramilletes de fuegosaltabanlasaves,eintentabanvolarardiendovivas.

Sedesplomóun trozodelmurohechodebarroyestacas,ypor lanegrabrechasaliócomounacentellaunmonstruoespantable.Arrojabahumoporlasnarices, agitando sumelena de chispas, batiendo desesperadamente su rabocomounaescobadefuego,queesparcíahedordepelosquemados.

Eraelrocín.Pasóconprodigiososaltoporencimadelafamilia,galopandofuriosamente a través de los campos. Iba instintivamente en busca de laacequia,ycayóenellaconunchirridodehierroqueseapaga.

Tras él, arrastrándose cual un demonio ebrio y lanzando espantablesgruñidos,salióotroespectrodefuego,elcerdo,quesedesplomóenmediodelcampo,ardiendocomounaantorchadegrasa.

Ya sólo quedaban en pie las paredes y la parra, con sus sarmientosretorcidos por el incendio y las pilastras que se destacaban como barras detintasobreunfondorojo.

Batistet, con el ansia de salvar algo, corría desaforado por las sendas,gritando, aporreando las puertas de las barracas inmediatas, que parecíanparpadearconelreflejodelincendio.

—¡Socorro!¡socorro!...¡Afòc!¡afòc!Susvocesseperdían,levantandoelecoinútildelasruinasyloscementerios.

Su padre sonrió cruelmente. En vano llamaba. La huerta era sorda paraellos.Dentrodelasblancasbarracashabíaojosqueatisbabancuriososporlasrendijas, tal vez bocas que reían con un gozo infernal, pero ni una voz quedijera:«¡Aquíestoy!»

¡Elpan!...¡Cuántocuestaganarlo!¡Ycuanmaloshacealoshombres!

En una barraca brillaba una luz pálida, amarillenta, triste. Teresa,atolondradaporelpeligro,quisoiraellaaimplorarsocorro,conlaesperanzaqueinfundeelajenoauxilio,conlailusióndealgomilagrosoqueseansiaenladesgracia.

Su marido la detuvo con una expresión de terror. No: allí no. A todaspartes,menosallí.

Page 124: La Barraca Por Vicente Blasco Ibáñez...Vicente Blasco Ibáñez I Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte

Ycomohombrequehacaídotanhondo,tanhondoqueyanopuedesentirremordimientos, apartó su vista del incendio para fijarla en aquella luzmacilenta; luz de cirios que arden sin brillo, como alimentados por unaatmósferaenlaquesepercibeaúnelrevoloteodelamuerte.

¡Adiós,Pimentó!Bienservidotealejasdelmundo.LabarracaylafortunadelodiadointrusoalumbrarantucadávermejorqueloscirioscompradosporladesoladaPepeta,amarillentaslágrimasdeluz.

Batistetregresódesesperadodesuinútilcorrería.Nadiecontestaba.

Lavega,silenciosayceñuda,lesdespedíaparasiempre.

Estabanmássolosqueenmediodeundesierto;elvacíodelodioeramilvecespeorqueeldelaNaturaleza.

Huiríandeallíparaempezarotravida,sintiendoelhambredetrásdeellospisándoles los talones; dejarían a sus espaldas la ruina de su trabajo y elcuerpecitodeunodelossuyos,delpobrealbaet,quesepudríaenlasentrañasdeaquellatierracomovíctimainocentedeunabatallaimplacable.

Ytodos,conresignaciónoriental,sentáronseenelribazo,yallíaguardaronelamanecer,conlaespaldatransidadefrío,tostadosdefrenteporelbraseroque teñía sus rostros con reflejos de sangre, siguiendo con la pasividad delfatalismo el curso del fuego, que iba devorando todos sus esfuerzos y losconvertíaenpavesastandeleznablesytenuescomosusantiguasilusionesdepazytrabajo.

¿Tegustóestelibro?Paramáse-BooksGRATUITOSvisitafreeditorial.com/es