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Revista Intercontinental de Psicología y Educación ISSN: 0187-7690 [email protected] Universidad Intercontinental México Jurado Valencia, Fabio Los libros no son objetos pasajeros Revista Intercontinental de Psicología y Educación, vol. 11, núm. 2, julio-diciembre, 2009, pp. 103-110 Universidad Intercontinental Distrito Federal, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=80212414007 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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  • Revista Intercontinental de Psicologa yEducacinISSN: [email protected] IntercontinentalMxico

    Jurado Valencia, FabioLos libros no son objetos pasajeros

    Revista Intercontinental de Psicologa y Educacin, vol. 11, nm. 2, julio-diciembre, 2009, pp. 103-110Universidad Intercontinental

    Distrito Federal, Mxico

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  • Cornisa

    julio-diciembre 2009 Revista Intercontinental de Psicologa y Educacin | 103

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    Los libros no son objetos pasajeros

    Fabio Jurado Valencia1

    Nadie escribe para s mismo. Se escribe para otros. Pero los otros son una entidad etrea, slo un imaginario que todo escritor construye y cree conocer: aquellos destinatarios a los que el autor dirige el mensaje en el momento de la escritura. Estos des-tinatarios iniciales pueden desdibujarse cuando la obra comienza a circu-lar, ya sea porque la escritura trasciende el control que sobre ella ejerce el autor, y entonces la escritura en el ahora de la lectura dice otras cosas no previstas, ya sea porque simplemente los destinatarios, imagina-dos por el autor, no ven en la escritura algo como suyo.

    Nunca se sabe cmo ser recibida una obra, sino hasta cuando ella comienza a moverse en una disyuntiva: o entre los lectores o entre la nada es la situacin de la obra colocada en una vitrina o en una mesa de librera sin que nadie la (h)ojee. Si logra moverse entre los lectores, por muy pocos que stos sean, entonces la obra, ya no el autor, contina con su proceso de permanente gestacin y nunca podr cerrarse, porque cada vez que alguien la interpreta producir plusvala semntica.

    Una obra, cualquiera que sea su gnero, existe, porque alguien la abre y la interpreta. Al interpretar, el lector completa la obra, coopera con ella para que funcione: sin el lector, el libro es una mquina perezosa, dice Eco. Cmo la interpreta, es otro asunto. Infinitas representaciones, segn sea la experticia cognitiva del lector, habrn de constituir ese mundo inte-rior, propio del pensamiento, en el acto dialgico de la lectura.

    La experiencia dialgica, propia de la interpretacin, es interior pri-mero y despus exterior, porque no hay ninguna experiencia de lectura que no quiera ser exteriorizada, hablada a otros. La lectura existe tam-

    1 Universidad Nacional de Colombia, Colombia.

  • Los libros no son objetos pasajeros

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    bin por eso: porque se requiere comentar el mundo a otros, y es sobre el mundo que hablan los libros. Entonces, los libros tambin transcurren de boca en boca. Borges, tan recurrente y necesario en todo lector, era un libro abierto cada vez que hablaba. Aunque no con la enciclopedia tan amplia de Borges, los lectores somos prisioneros de los libros: hablamos no cuando queremos, sino cuando nos presionan las voces de lo ledo en interacciones con los otros.

    Los libros son ellos mismos objetos sugerentes; nadie puede decir que nunca se ha sentido tentado a tocar un libro que est cerca. Por eso, el filsofo Jos Vasconcelos, cuando fuera Secretario de Educacin en Mxi-co, aos despus de finalizada la revolucin, hizo realidad el proyecto de editar por centenares obras clsicas de la literatura universal, destinadas a las masas analfabetas de un pas que comenzaba a renacer luego de la revolucin campesina. Cualquiera se preguntar por el sinsentido de editar libros para los analfabetas. Pero Vasconcelos estaba apostando por una idea: en una campaa de alfabetizacin, los libros, mas no las cartillas, deben ir por delante. Y an ms, deca Vasconcelos, con los libros en la casa, el analfabeta siente una necesidad genuina de saber qu hay en ellos; entonces lo dems viene por aadidura: desear saber; entonces desear aprender a leer.

    Las campaas hacia la importancia de la lectura en nuestros pases tienden a ser slo propaganda, discursos estereotipados, porque de nada sirven estas campaas si no existen programas paralelos que propendan por precios asequibles a los libros, como se lucha para que la leche y el pan no suban de precio. Hay entidades no gubernamentales que supuestamente promueven la lectura, pero muchas veces es sospechoso que promuevan ms las cartillas y los textos instruccionales que los libros genuinos. Los editores que participan en la Cmara del Libro expresan sus preocupacio-nes, porque cada vez los maestros piden menos libros de texto y ms libros temticos. Parece que los libros de texto son un buen negocio.

    Los gobiernos muestran con preocupacin el bajo ndice de lectura entre los habitantes de nuestros pases; pero los impuestos al papel, ma-teria fundamental y decisiva para la supervivencia del libro, aumentan

  • Recreo

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    cada ao y en algunos pases latinoamericanos existe el impuesto de valor agregado a la compra de libros. Pero la gente quiere leer. ste es otro llamado de atencin que muchos investigadores hacemos, resaltando las limitaciones de los profesores para poder acceder con facilidad a lo que hace posible su produccin acadmica: los libros. Requerimos que los maestros tengan una biblioteca bsica, propia, tan necesaria para estar en contacto con las fuentes primarias.

    Cuando hablamos de los libros, hablamos de los libros que nos inter-pelan y nos conducen hacia el asombro, seamos lectores nios o lectores adultos. Para los nios, la imagen policromtica insina significados en el recorrido visual de las palabras, las que a su vez son generadoras de im-genes; porque un rasgo fundamental de la literatura destinada a los nios es su poder para dibujar imgenes en la actividad de la mente.

    Para los adultos, de otro lado, cmo hacer para que la etapa de los li-bros de autoayuda se clausure de una vez y para siempre. Autores como Cuauhtmoc Snchez, Walter Rizo y Paulo Coelho constituyen una muestra de cmo las editoriales tienen el poder de hacer famosos a quienes les ga-ranticen grandes ganancias, sin importar la calidad de lo que ofrecen; la televisin ayuda en ese propsito. Ya dijimos que la gente quiere leer. Pero ocurre que el libro es tambin una mercanca y como tal se le promueve. He ah estos libros que adormecen las conciencias y promueven la indivi-dualidad a la vez que, solapadamente, niegan el sentido de comunidad.

    Acaso para ayudarnos a vivir, a comprender nuestras contradicciones humanas, no son suficientes las novelas de Balzac y de Flaubert, los poe-mas de Neruda, de Vallejo y de Sabines, los cuentos de Rulfo, de Garca Mrquez y las novelas de Saramago? Una novela como El viejo y el mar, de Hemingway, contribuye a que cualquier hombre tenga la voluntad de luchar frente a la adversidad y tenga la disposicin de asimilar las derro-tas como formas de aprendizaje necesarias en la vida. No son parasos de cucaas ni filosofas de la ilusin lo que requerimos quienes habitamos en este lado del mundo. Necesitamos que a travs del arte, como el literario, podamos ver el mundo como es y, con actitud inteligente, buscar salidas genuinas a los problemas siempre perennes.

  • Los libros no son objetos pasajeros

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    Cunto quisiramos que todo ciudadano pasara, lo que es pasar como un rito de paso, por los universos de las obras de la literatura universal como ayuda para comprender lo que somos. Cmo hacer para tener un buen acervo de estas obras en las instituciones escolares, en donde es-tudiantes y profesores las usen a domicilio. En esta perspectiva, vale la preocupacin que exponemos: que la biblioteca sea el lugar para la salud intelectual y que el ciudadano se constituya como tal, slo cuando pueda discurrir y disentir, porque la experiencia cognitiva con los libros le posi-bilita tener criterio.

    Los libros no son slo instrumentos acadmicos y, como tales, obje-tos pasajeros; si bien la mayora los asume as, la hiptesis fundamental gira en torno del modo en el que la vida de los libros anima la vida de la especie humana, en tanto en ellos se representan sus mismidades, sus imperfecciones y tambin las posibilidades para avizorar condiciones ms equilibradas en el modo de vivir.

    Poemas

    Juan Manuel Roca

    Biblioteca de ciegos

    Absortos, en sus mesas de caoba,algunos ciegos recorren como a un pianolos libros, blancos libros que describenlas flores Braille de remoto perfume,la noche tctil que acaricia sus dedos,las crines de un potro entre los juncos.Un desbande de palabras entra por las manosy hace un dulce viaje hasta el odo.Inclinados sobre la nieve de papelcomo oyendo galopar el silencio

  • Recreo

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    o casi asomados al asombro, acarician la palabracomo un instrumento musical.Cae la tarde del otro lado del espejoy en la silenciosa bibliotecalos pasos de la noche traen rumores de leyenda,rumores que llegan hasta orillas del libro.De regreso del asombroan vibran palabras en sus dedos memoriosos.

    Leyendo a Gaspar de la Noche

    Cierro su libro. Quiero deshacerme de su presencia, y sin embargo paseo con Gaspar de la Noche, de quien se afirma que es el mismo diablo.Cierro su libro. Hay bullicio en mi adentro, una guerra civil se declara en mi cabeza. Vuelvo a Brujas, la ciudad del rojo jabal, en medio de flamencos cuya fama para el tropel y la gresca rebasa la de su escuela de pintores. Asisto al claroscuro de una loca batalla: sombras chinescas gritando muerte a los buenos burgueses. No s cmo pero veo correr por mi cuarto al viejo ladrn de capas y huele en la ventana el tulipn, la flor de la lujuria que odian los ancianos. No soy yo, es el viento quien abre su libro y me lleva por embrujados cronicones.El viento, correo del otoo.Bogot, abril 15 de 1980

    Marco antonio caMpos

    Quin leer mis versos?Quem sabe quem os ler?

    Quem sabe a que mas iro?

    Alberto Caeiro, O guardador de rebanhos

  • Los libros no son objetos pasajeros

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    Qu ser de mis versos? Quin los leer?Pronto me ir, y as ser, y me ir y qu pasa?Me he resignado a irme, como me resignoa los dolores de la tendinitis, a los clicosque arquean el cuerpo y a la mala circulacin.Qu importan las novelas, los cuentos,las crnicas o ensayos pero mis versos?Si en el futuro alguien los lee, tal vez percibaque los escrib con la llama del sol en la hoguera del mediodasobre los girasoles, con los matices mltiplesdel prpura y del violeta en la disminucin del crepsculo,con el grito doloroso del tigre lanceadoen el momento de fallar la red,con gotas de sangre del pecho de las golondrinasque no lograron completar el vuelo.

    Jos ngel leyva

    El sueo es un cuchillo, una verdadera pualada

    Leo en voz baja lo que escribosin entender por qu pronunciosin mover los labios.Leo cualquier cosay he cerrado los librosy he abierto mi memoria en otras hojasdonde puedo recordar lo nunca escrito.

  • Recreo

    julio-diciembre 2009 Revista Intercontinental de Psicologa y Educacin | 109

    charles siMicTraduccin del ingls: Rafael Vargas

    Los placeres de la lectura

    En su lecho de muerte mi padre leelas memorias de Casanova.Miro caer la noche,unas cuantas ventanas se encienden en la calle.En una de ellas una joven leecerca del cristal.No ha levantado la vista en un buen rato,ni siquiera con la oscuridad que se aproxima.

    Quiero que, mientras haya un poco de luz,levante la cabeza,de manera que pueda ver su caraque ya he imaginado,pero su libro debe estar lleno de suspenso.Adems, hay tanto silencio,que cada vez que ella pasa una pgina,puedo or que mi padre pasa una tambin,como si ambos leyeran el mismo libro.

  • Los libros no son objetos pasajeros

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    vicente huidobro

    Arte potica Que el verso sea como una llave, que abra mil puertas. Una hoja cae; algo pasa volando; cuanto miren los ojos creado sea y el alma del oyente quede temblando. Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; el adjetivo, cuando no da vida, mata. Estamos en el ciclo de los nervios. El msculo cuelga, como recuerdo, en los museos; mas no por eso tenemos fuerza; el vigor verdadero reside en la cabeza. Por qu cantis la rosa, oh, Poetas! Hacedla florecer en el poema; slo para nosotros viven todas las cosas bajo el Sol. El poeta es un pequeo Dios.