Fabbri-Sindicalismo-parte1.pdf

55
LUIS c BBRI Sin dicalismo y Anarquismo TRADeCC l UX DE JQ, IJ: PRA T F. SEMPERE y COMPANIA, EDITORES Calle del Palomar, num. 10 VALENCIA

Transcript of Fabbri-Sindicalismo-parte1.pdf

LUIS c BBRI

Sindicalismo y Anarquismo

TRADeCClUX D E JQ, IJ: PRA T

F. SEMPERE y COMPANIA, EDITORES

Calle del Palomar, num. 10

VALENCIA

Int. lnatituul

Soc. "••~hiedeni• Ke•ler• cracht 28-4-

.., 'e rclarn-C.

Imp. de la Casa Editorial F. Sempere y Comp.'-V ~LJ:NOIA

SINDICALISMO Y ANARQUISMO

I

El movimiento obrero en una encrucijada

Reformismo 6 revolucion

Cualquiera que mire con ojo vigilante, y no a tran~s de los cristales ahumados de Ia preocupa­ci6n sectaria, el movimiento obrero y socialista actual en Europa (Francia tal vez, Ia Francia), se dan\ cuenta en scO"nida del estado de incertidum­brc en que sc cncucntra de alutm tiempo a esta parte, del periodo de crisis y de tregua que csta atravesando.

Es inutil hacerse ilusiones. IIaee algun tiempo que el prolctariado esta como preso de Ia descon­fianza en si mismo y en su p-ropia fuerza de clase, espccialmente alii donde antes se desplegaron grandes entusiasmos, mucho calor y se obtuvo al­guna victoria. 'i se quiere encontrar un poco de ardor, hay que ir ~\ buscarlo en los ambientes que ayer poco habian evolucionado y que nacen, si asi puede decirse, ahora a Ia vida de batalla. u ardor

LUIS FABBRI

es de ne6fitos, puesto que pasa con las colectivida­des lo que con los individuos: las primeras luchas son las que se combaten siempre con mayor entu­siasmo, aunque sea con menos prudencia.

Pero en los grandes centros la cosa es bien di­ferente (y digo grandes centros, no s6lo para signi­ficar grandes ciudades, sino tambien los centros de actividad proletaria y socialista· mas fuertes), y basta para persuadirse de ello, ir {t un c.omicio cualquiera y estudiar su ambiente. Alli donde an­tes acudian diez mil personas, ahora s6lo van dos mil, y aun son siempre las mismas, las de mejor Yoluntad, los militantes activos de los diversos par­tidos de vanguardia. jY que frialdad en estas re­uniones electorales, comparadas con el entusiasmo de cinco, seis 6 siete alios atras! Los oradores foto .. grafian este general estado de animo, resultando casi siempre descoloridos, 6 repitiendo las frases hecbas que antes enardecian y abora hacen son­reir. Y lo mismo pasa con los peri6dicos. Nunca se ba hablado tanto de revoluci6n y de rebeli6n como ahora, pero n unca como ahora hemos estado tan lejos de la revoluci6n y de la rebeli6n, sea como fuere concebida.

Dos hechos nos han hecho Yer ultimamente y demostrado esta verdad: las elecciones politicas en Italia, Alemania y otros pais.es, donde hasta en el seno de los partidos electorates repablicano y so­cialista, especialmente socialista, las masas no ban correspondido a las esperanzas de los jefes, y las huelgas, que ba~e m<.\s de dos ailos se e tan suce­diendo con una uniformidad descon[ortante de fra­casos y derrotas, que ni siquiera ofrecen la escasa compensaci6n de ptlder bautizarlas con el nombre de victo1·ias morales, algo asi como el amor plat6-nico de los melanc6licos en parang6n con el amor

INDIOALISMO Y ANARQUISMO 7

complete y vital de los aman~es sanos y rob_ustos. Todos comprenden que a~1 no pued~ seg~1r. Es

necesario encontrar un cammo de salida, s1 no se quiere matar en el pueblo toda fe en si mismo yen su dcrecbo, si no queremos vernos mas 6 menos pronto aislados e impotentes por la peor de las des­gracias: la de no ser creidos.

El momento es sobre todo, angustioso por este.. hecbo: que el prol~tariado noes tan debil_que pue­da dejar del todo para mas tarde cualqmer prop6-sito de acci6n decisiva, pero tampoco es tan fuerte que pueda arriesgar un paso energico con esperan­za de victoria. Y si tan poco fucrte es aun, la culpa pertenece por completo a los partidos politicos y electorales que hasta el presente le dirigieron, ha· ciendole creer que la tmica arma para combatir es la legalidad y la papeleta electoral; que hanlo edu­cado, mejor dicbo, maleducado, en la renuncia del derecho de iniciati va popular. « . ~omos muchos -piensa el proletariado-; (,por que, pues, no ven­cemos?» No comprenden estos muchos que no basta ser muchos para veneer si no se hacen fuertes de energias individuates; una masa de unidad que no tenga otra fe que en et n(lmero, la desbarata una pequefia minoria energica cualquiera, sea que la energia Ia tenga por fortaleza de prop6sitos 6 que la posea (yaqui esta el caso a que nos referimos) por privilegio adquirido precedentemente por auto­ridad 6 violencia.

Mien tras eramos pocos deciamos: « V enceremos cuando seamos muchos. » Pero entretanto, a fin de ser muchos, se iba despojando de sus mejores ftores el e:'trbol de las ideas, y cuando ha llegado la epoca de cosechar nos hemos encontrado con un arbol n~uy frondoso, si, pero que tras pocos frutos reco­gtdos, hemos visto que era esteril 6 poco menos.

Ll I. I' BBRI

Le fc Ita al organismo adulto la espina dorsal de la conciencia re\·olucionaria.

La organizaciones proletarias se h n vuelto numero a , fut'rtes de adherentes y algun basta de dinero· el partido soci lista ha lie ado a un de arrollo euvidiabl (1), con un num rode repre­sentantes en el Parlanwnto que es bastante re pe­tabili imo; no debia estar lejo el momento de re· coaer los frutos de Ia larga ohra eultivadora. En cambio, una vez llegado el punto d i i\·o nos da­mos cucnta de que estamo parado , y este alto dura ya dcmasiado tiempo, cuando bajo cierto aspecto no cambia en retroceso. La representa­ci6n parlamentaria pierde al..,.unas unidade , de las mejores y mas combati\·as y competentes; las organizaciones proletarias andan quebrantada en algunos sitios· el partido socialista y el partido anarqui ta e tin furio amente agitados por las dis· cordia intestinas, y las buelga acaban todas en fraca o . En cambio Ia hurgue ia, aleccionada con la experiencia de los errores obreros, e recog-e, se une, desde el clerical al radical (y ~\ella no des­delian onreirl y acercarsele los republicano an­tisocia li tas y los misrnos social i sta reform istas ), y evitando las formas de reacci6n mas irritantes, que provocarian tal vez un movimiento d energia. revolucionaria y vivificadora n el pueblo, conti ­nua pegando a los oro·ani mos obreros, aun fin­gi ndo no preocuparse gran cosa, arrancandoles una plurna cada dia, basta dejarlos sin movimiento.

(. ue bacer'?

* * *

Ilablo de Europa en general, naturalmente.

JNDICALI )10 Y A.· ~R"!l'l \10 9

Las buelga y por lo que se refiPre a Italia Ia buelga ~eneral dP .'eptiemhre de Hl0-1 ·lade Mayo de 1 !lOo, Ia de (i:inebra, de Bare lona, etc., nos ensefian que no debemo de e p rar. Hay en el pro! tari<H.l una uma tal Je etwl gia , que lo po­dero o no tendn'tn nuu ·a fucrzas ba tanto para aho~arlu ;.Aca o no h mo. Yi to como una de las mf1. fne1 tcs orporacione <.lt> oticio en Italia (Ia de los ferrovic.nios J con i~ui6 ultimttmente, in dipu­tado y ha ta contra u parec 'r, iufiuir directa­meJJtc sobre Ia politica, obligando <inn ministerio a dimitir't

Pero una flor no hace primavera, y si Ia hueln-a aeneral y el movimiento de los feJTocarrileros ita· lianos n~ enseiiall que no podn\ matar eel e~pi­ritu de re i ·tenl'ia de las rna a , por otro !ado es verdad q ne la o bra re \ ' O luciou aria pu de su frh· alto~, debido a los manejos de _us ad,·er arios 6 porIa impericia de su amigos. l un alto e lo que ahora e tamos atraV{'SHndo. Ante este hecho, a todos cuantos e tAn impaciente por reanu<.lar el camino se impone el problema: ;que hacer'?

Dos soluciones e pre e11tan <i Ia mente del ob ervador: Ia una re[ormi ta, de los ociali tas autoritario v la otra re\·olucionarii:.t, d los ocia· ' ~ listas ana rq uistas.

La primera olnci6n, dada Ia premisa sentada hac(' tiempo por varios partidos socialistas, 6 sea la de la conq u i ~ta, de los po<.leres pt:1blicos por me­dio de Ia ]eo-alidad) de Ia legislaci6u ocial, como anna de o~ubate y como instruruento de reiYindi· caci6n, e preseuta <\los ojos de m_ucho co~110 Ia m<1s 16o-ica. E a soluci6n ha conduCido ~\una Inter· pretaci6n del sociali model todo espe ·ial, como si el socialisrno consistie e no tanto en Ia tran for· maci6n final del organismo de Ja propicdad, sino,

LUI' FAIIIIRl

en cnmbio, en un lento sucederse en una tendencia hacia I~ socializnc,i~n de Ia mi u~a propiedad. Asi e e plica Ja ounstta de ompa 'ion prodig·ada a

lo ocwiistn dL' la Yicja escuela por parte de los q~t.e eu 11 prop~o~ c;\lculo han dcjado Ja actua­c~on dt'l eolel'ttnsmo 6 del comunismo para el ;mo _~000. A'i e <'.·plica como el sociali:m10 demo­cr:\t~co l'let:toral e haec cada ,·ez mAs socialismo de E~tado con u conccntraci6n, por un Indo, de todas las _e, J_wranza ~ tuturas, y por otro, por obra de lo oewllsta , de un uumero siempre nwyor de lo' cn·wio' pt'tblieos. '

:-ii bien so mira, todo c to no cs ocialismo, ;,\no t'r qu' eon e ta palabra se quicra bautizar de

nue,·o ~- ha~1 r pasar por nue,·o todo el Yiejo dere­('ho del _rndtealt~mo y del republieunismo buro·ues. Pcro ~lcJa~tdo de ser ociali ta en su intima eseneia cl relorm1 mono deja de er pore to una oluci6n~ ~la ta yara lo que no picnsan ino n las mejoras mmctilata' ~- qu creen que nada hay mejor que ?bt~lll'r! con cl nulyor ahono de cnergia, de las lnStJtut:wncs actuales, todo lo qu de ella puede e perar e de bueuo 6 de malo Ia oluci6n refor· llll~ta c~ la t'miva qu s le pr~ entn con erluctor < pe ·to. on cl metodo legalitnrio de lo r~[onuis· t~: -: puedl' o l~tc~1er poco, pero hast a. e te poco, ptt_H an lo p,·act1 '08, e ~-a algo. : podria eon­qm~tnr mneho m;\ con un gn to mavor de nero-ia rc,·olucionaria, pero. r0pite~n lo po.·ftit·hta · no

0 es

lll'Cl'Sn rio a rriesg-a r'e de~ pi I fa rrantlo dem<{, iadas fu t a Lo qne e conqui'ta dee te modo e inse­!.!.'llro, dado que puede perder muitana porqu el qu tla puede iempre recuperar lo dado' y adem1\s lo poco ~ie hoy compromt>t , aleja lo m\;cho {t qu~ _e t ndr~a tlcrecho ~- po ibilidad tle alcanzar ma­lHill:l. ;Ca1·pe diem.', replican lo reformista ... i No

I •

SINDICALl ~!I) Y ANARQUISMO 11

sees buen positivista sacrificando hoy el huevo por la gallina del ano 2000!

~ea como fuere, el reformismo legislati vo y parlamentario puede dar una brizna de mejora a los que lo adoptaron, con tal que sepan obrar segun la rnejor politica. Se puede obtener la suspirada ley del descanso fcsti \'O, una rnejor a.plicaci6n de las 1 eves so bre los acciden tes y el trabajo de las mujer~s y de los niilos, la ley sobre el di vorcio, etcetera. Y para los que tienen fe en los efectos de las lcyes, para los que creen que socialismo y _le­gislaci6n social son una rnisma cosa, la solue16n est;.\ ya obtenida. Y tanto m<\s para los que ven el deveni1· sociali ·ta en un siempre mayor aumento de los poderes del Estado en el dominio ecou6mico, es decir, para los que patrocinan el sc_rvicio d~l- Es· tado en cua.lquier rama. de los trabaJOS de uttlldad publica, se impone esta concepci6n legislati v~ y reformista. del socialismo. Rascad un poco al socta­lista democratico y deba]·o de la primera piel en-'. contrareis al socialista de E'tado.

"eria un error sostener, por un exceso de opo­sici6n reYolucionaria, que nada, p~·opio ~~ada pue­den esperar las clases obreras de la tc\cttca refor· mi ta. Caer en un error tales un mal, por cuaoto los reformista pueden aportar en su apoyo la rne­nor prueba de lo contrario para hacer pasar por ut6pica y embustera la critica revolucionaria. No; no es nece ario necrar la ,·erdad; basta solamente analizar cuanto e ta realidad corresponda a las nece idade de las clases trabajadoras, yen que relaci6n e tc.\ con los finrs y las teorias del socia­lismo. Entonces ser.\ fAcil probar que el proleta­riado confiandose c.\. los reformistas para ahorrarse energias, que podriarnos lla'?~r pusilanim~ p~reza, se contenta con una escas1s1ma gananc1a mme-

12 LUI FABllRl

diata A costa de la propia dignidad· ganancia que alt~jalo de su total emancipaci6n d~ la esclavitud del salnriado_ y de Ia tirania politica. En una pala­bra, en't fAct! dcmostra r que el reformismo es Ia negnci6n del sociali mo.

De de el punto de \'i ta utilitario, cualquier me­todo puede tener su !ado bueno. De dos siervos uno humilde y d6cil ~ cl otro or_gulloso y exigente; puede dar C que e] pnmero COilS! o-a mc\s facilmente

. 0

Yen t1empo nu\s breve hacer e au men tar el salario en poco cntimos tl obtener las obras de la mesa Y. los Yestidos de desecho de sn amo; pero es cierti· s1mo que continuara siemprc siendo sierYo de alma Y de cuerpo, mientras que el segundo si sabe ba­cer e necesario e indispensable, puede

1

arrancar al amo nlguna concesi6n, haciendo valer su propio orgullo, Y aunque esto lo obteno-a con un esfuerzo mas fatio·oso que el otro ~- mas t~rde, puede empe­ro _obtener m_as que el sieno humilde, y de c ual­qUJe~ modo t1ene mayores probabilidades de poder un d1a sustraerse a la condici6n de servidumbre por la mi ma fuerza que le 'Tiene de su di o·n idad de h.~mbre y de la gimnasia de oposici6n al ~mo .

. • 1 se hac~ cue tion de utilidad, de interes inme­d~ato, no olndemos que los propios intcreses inme­dtatos, _tanto indi~·iduales como de clase, pucden aventaJarse de mll modos. Por ejemplo, alli donde los curas y los burbueses han sabido oro·anizar a l?s obreros en ligas de amarillos, vemos ~ue estas hgas logran gan~r para sus socios ventajas nota­bles, como prenuo a su traici6n ala solidaridad de clase. Pero. nadie sostendr<:t, alabando estas mejo· ras por candad, que los sindicatos amarillos sirven de auxilio a Ia emancipaci6n obrera. e dira que el par~ng6n es exagerado y que rebasa los limites. Es pos1ble, pero lo he presentado para demostrar

SlNDICALISMO Y ANAR<WI SMO 13

que en las cuestiones de indole gene:at, _no ha~ que mirar solamente unas dadas ventaJas mmedtatas estrechamente econ6micas, sino que hay que tener en cuenta Ia ventaja general, tanto desde el punto de v ista econ6mico como desde el punto de vista politico y moral d~ la libertad y ?e la _dignidad b~­mana. Es necesano procurar-s1 se ttene por gUJa un programa revolucionario de completa transfor­maci6n social-que el metodo de lucha adoptado y las ventajas conquistadas guarden relaci6n con el objetivo final de ema~cipaci6n in~eg_ral, que, en nuestro caso es con el1deal del soctahsmo, en ten · dido en el se'ntido integral de socializaci6n de la propiedad, y si nos. es dable decirlo asi, de Ia li­bertad.

* * * Para conservar el movimiento obrero Y socia­

lista su propia esencia de movimiento y no trans· formarse en extasis, debe apresurarse a esco?er entre los dos caminos que se lo presentan: el refor­mista autoritario 6 la revoluci6n anarquista. El primero, mas facil y men~s fatigoso ~ traves de un camino ftorido, le conduClra ... a deJar de ser so­cialista; el segundo, mas dificil Y. costos~ de ener· gia y de sacrificios, por un camt_no ~spmoso Y _de lucba continua le llevani a Ia vtctona del socta·

1 • lismo y de la libertad. Que escoJ:l y se mueva.

Aquellos que quieren conciliar ambos metodos, son hombres de incertidumbre que no saben ser resueltos y no quieren escoger. Costeando estos el proletariado y el pueblo en general ~n su peor de­fecto, la pereza in telec~ual Y. ~atenal, _Io conde­nan Ala inercia, al ocw pohttco y soCial en qu.e estamos vegetando en este momento. Y ya es sabt-

LUIS f'ABBRI

do que el ocio es padre de todos los vicios: entre los ocios crece la triste flor de Ia discordia y de Ia corrupci6n . rrecisumente en este momento de rna· yor ocio y de men or acti vi dad reYolucionaria en el seno de los partido populares y obreros, Ia bol­gazanerfa fa vorece el despedazarse reciproco no s6lo de partido a partido, sino basta entre fra~cio­nes de un mismo partido, entre hombres de una misma fracci6n. Y en todas partes vemos que se aprovechan del momento los arribistas los char­latane~, los confusionistas, los impulsiv~s, para in­troducirse entre las f:ilas de los militantes y explo­~ar .s~ buena fe, energia y entusiasmo por intereses mdividuales 6 de casta, por rivalidades tontas e i~confesable~, por afan de notoriedad 6 por ilusi6n, sm que el rmdo de las cbarlas mujeriegas pueda dar~os un n? esperado !llovimiento de pueblo.

• e nec_es1ta la acc16n para purificar el aire, para arroJar de los alveolos de la laboriosidad so­cialista y anarquista las intHiles abejas ociosas c~arlat~nas y maliciosas; pero no puede haber ac~ Cl6n all! donde no bay decisi6n sobre el camino q~e ha de seguirse. 'e impone una de las dos solu­Clones:_ la que propon~n los reformistas 6 la que pr~comzan los anarqu1stas. IIemos examinado la pnmera; veamos ahora Ia seo-unda.

. 'i los revolucionarios no btienen raz6n cuando d1cen que la tactica reformista no puede hacer ob­tener nada) por otra parte los reformistas no tienen t~mpoco raz6n cuando acusan a los revoluciona­nos de que no se preocupan de las necesidades del ~omento, y qu~ s6lo piensan en el paraiso socia­hsta Y anarqmco del aii.o 2000. simismo es un error creer que con el metodo revolucionario no se pu~de llegar a obtener resultados inmediatos de meJoras en el mismo seno de la sociedad actual.

• h DICALJ MO Y ANARQUI ~10 15

Cierto que mientras no se haya socializado y puesto en comun Ia propiedad, habra siernpre mi­seria, que Ja posibilidad de mejorar por parte de los obreros es limitadisima, y que mas alia de este limite no pueden ir, sino a condici6n de derribar el orden social actual. Y viceversa, no es posible de­rribar e te orden social actual si la clase obrera no ha alca nzado un estado de cosas y una condi­ci6n econ6mica tal, que permita por lo menos a una fuerte minoria suya alcanzar una elevada con­ciencia de clase, 6 como suele decirse, si antes no ba revolucionado su conciencia. Parece un juego de palabras, pero no lo es.

Aq uellos te6ricos que consideran el mundo po­litico v econ6mico como una maquina unica, so­metida a leyes inflexibles de movimiento y de en­granaje, y llegan a la concepcion catastr6fica de la reYoluci6n a traves de ]as teorias aprioristicas Y unilaterales de la ferrea ley del salario, de lacon­centraci6n capitalista y del determinisrno econ6mi· co estan bien 1 jos de la realidad formada de ver­dades relativas y determinada por causas infinitas que se entrelazan, tan pronto reforzandose _como repeliendose reciprocamente, causas mater1ales, politicas econ6micas, fisicas y psiquicas. La ferrea ley del s~lario, por ejemplo, que no consiente au· mento de salario al obrero sin que repercuta en el coste de la producci6n, es decir, sin un aumento en el precio de los generos necesarios a la vida, noes tan ferrea como se cree, y no es verdad que anule rnatematicamente el beneficia obtenido por el trabajador con el aumento de su salario.

Precisamente la relatividad de estas leyes eco­n6micas y sociales permite que la clase obrera pueda aprovecbarse, gracias a los margenes que ella consiente. Y mientras hay modo de ganar algo,

lo Ll'l l'ABBRI

una peseta mc.\s de salario 6 una hora menos de trabajo, el obrero llace bien en no desperdiciarla y conqui tarla. La peseta diaria que ingresa de m~\s puede permitirle al final de Ia semnua comprar el libro y el peri6dico que alimentan\ su iotelig-encia; la bora de menos d' trabajo le dan\ tiempo para leery descansar algo rn<'ts. Y el descanso, Ia lec­tura y una alimentaci6n mejor le pondran en con­diciones de comprcnder mejor las cosas y a presu­rar Ia revoluci6n. Porque no hay que olvidar que §i Ia mejora obtenida irve para aguzar el apetito, refinar la intcligencia y formar algo mas Ia con­ciencia de Ia clase obrera, no disminuin\ sino muy poco, de modo casi imperceptible, el malester ge­neral de Ia sociedad, la miseria econ6mica y la esclavitud politica.

El concepto marxista de Ia concentraci6n del capital y relativa miseria creciente es verdad en sentido muy relati vo. El aumento del numero de prolctarios no impide que el proletariado, 6 ciertas categorias suyas, pueda disminuir algun tanto, aqui 6 aculla, Ia propia rniseria, dentro de un limite muy restriogido. Pero esta disminuci6n, por peque­:ila que sea, de miseria y de· malestar, sometida despues a continuas oscilaciones e incertidumbres, solamente con una condici6n puede ayudar verda· deramente a Ia clase obrera y ser un encamina­mieoto bacia la abolici6n de la miseria: a condici6n de que la mejorD no sea un fin, sino que el que la obtiene la obtenga con fuerzas propias y no se contente nunca con ello basta que lo haya obte­nido por completo todo. La clase obrera debe ten­der a conquistar su completa ernan.cipaci6n econ6-mica, debe tener por finalidad de su movirnien to de clase Ia abolici6n del salariado, la socializaci6n de la propiedad, el hermanamiento de las clases

SINDJCALIS.MO Y ANARQUJ ~ro 17

por medio de su abolici6n. Naturalmente mientras and?' e.ste camino i:a rccogiendo todo

1

lo que el capttahsmo persegmdo vaya dejando caer de sus manos, yen Ia lucba procurara arrebatar al ene­migo todo lo que pueda, pero a condici6n de no desistir de Ia lucha basta la completa victoria.

En una guerra el objetivo de un ejercito no con­si.~te en ~rrebatar .al euemigo las vituallas y muni­ctones, s1no reduc1rle a Ia impotencia y vencerle completamcnte. Por lo tanto, si es de buena tactica arrebatarle las provisiones de guerra, seria pueril conteutarse con estas e interrumpir Ia batalla, no prcocupandose de otra cosa y dormirse sobre los primeros laureles.

* * * Concebida de este modo la lucba obrera como

u~1 m.edio d~ transformaci6~ completa de la' orga­mzaci6n soCial, no puede deJar de ser revoluciona­l'ia y anarquista. Las conquistas posibles en el scno de la sociedad, tal como ahora esta formada son utilcs en relaci6n al fin socialista, a condici6n de que se sepa que estas conquistas tienen un limite mas all<\ cl~.l cual no ~a~ otro camino de salida qu~ la re.volucwn; lL con.dici6n de que se sepa su impo­tencia para destrmr la miselia 6 disminuirla de mucho ... El movimiento, por consig·uiente, no debe proponerse estas reformas como un fin sino como un medio, y no como medio t:mico 6 pri~cipal sino como uno de los medios que resultaria intttil

1si no

cstuvicse apoyado por el uso de otros metodos re­volucionarios. Para que tcngan esta earn cteristica las mejoras, es necesario que los de abajo las arran­q uen Y .. no que las . concedan los de ani ba: que sean hiJas del ernpuJe de la imposici6n revolucio-

2

1 Lt'l I BBRI

naria fu r, d lo organi mos capitali tas, y no como conce iones en Yirtnd d reciproca colabora­cion d •la e en la e fer:1 del pod r 1 o·islativo d la burgne in.

E te mHodo presnpone el mpleo de una enercria no de dciiable. (,P rode que erviri, n los or"', nis· mo proletario de resi tencia, si no debiesen em· plear la en rg;ia d ln r i t ncia? Y no hay que olvidar que ln lucha obrera-tcnde!1te a la con­qui~ta int p:ral d l pan y de la hbertad-d_ebe tender < formar conciencin , t'1. formar la concren­cia de cla e del proletnriado militante, para que c te pueda lle"'ar <l ten r capacidad para expropiar primero y admini trar directam ntc. despu s, por medio d su organizaciones, la prop1 d, d.

E ta conciencia rcvolucionaria T esta prepara­ci6n del ponenir e obtcndn\n i e_l pro\ ta.ri, do se aco~tumbra a contar con u propra fuerzas y sus propio or('l"anismo . Po~ otro camin_o . to no lle~a a la oncepci6n anarqu1 ta del octahsmo, no so!o como fin sino tambi 'n como m todo E nee sano que 1 pt~ol tariado rcpudie la t~ori, de Ia conquis­ta del poder publieo, el cu, I, mtentras dure cl mo· nopolio capit li ta, en\ ?e~en or de e t~ monopo· lio v cuando ya ste ocwhzada la proptedad sen\ int:~til y como toda la cosa imHile podria scr un dailo,' podria ser una amenaza para el socialismo y para la li ber·tad. . .

E nee , rio que el proletanado base su acc16n solamente obre lo orO'anismos de su scno salidos y por el creado , es decir, obre las or,.anizac_iones obr ras de re istencia y d lucha, y que sc n1egue a colabor, r con lo pod re canitalisticos en torno de la c;\bala lcgi lati\· a , cuyn fc en esta dismi­nuye, i no anula del todo, el ej rcicio revolucio­nario de su acci6n directa, y tiende nuevamcntc a

SINDICALlS)lO ¥ ANARQUI MO 19

r sentarle las reformas, Yistas con lente de aumen­to, como un fin y no como un medio. De otro modo se caeria en la colaboraci6n de clase, en el refor­mismo de los leo·alitarios, es decir, el otro camino de los dos ante los cualcs se encuentra presente· mente el socialismo.

0 la colaboraci6n de clase, para las reform· s lcgislatiYas dentro de la 6rbita de las instituciones capitali ticas por medio de la b.\ctica electoral de la conquista de los poderes publicos, 6 la lucha de clase para la abolici6n del salariado, fuora de los ambi nt s leo·islativos y del Estado, por medio de Ia acci6n directa reYolucionaria, extraparlamen­taria y antiautoritaria, de las organizaciones sin­dicalcs. El primer camino lleva el socialismo a re­ncgar de i mismo y :.\ no conservar de si mas que el nombre· el otro, mantenienclo el aoncepto puro primitivo de socializaci6n 6 comunizaci6n de la propiedad, inte Ta el socialismo, conduciendo ala abolici6n, no tan solo de la explotaci6n, sino por an, uidura de la autoridad-coacci6n violenta-del hombre sobre el hombre.

II

La organizaci6n

Romper otr, lanza en favor· de la organizaci6n, en linea o·eneral 110 era inutil en estos mom nto en que 1~na inj~stificable mania de originalid~d impul!:la ti t, nta o·ente a soster~er las co as mas absurda sembrando una confus16n enonne en las idea ~ impo ibilitando todo trabajo 01:d nado ::; continuo de dcmolici6n y de recon t1 ucc16n.

Hubo una vez un fil6sofo griego, un aofista, que sostenia que nue tra existencia es una ilusi6n, Y que toclo lo que vemos no existe por si, ino sola­mente en BU stro preconcepto::; en nucstra fan~a­sia. Dicese que uno no encontr6 argumcnto meJ~r para replienrl qnc propinar al sofi ta un sobcrbw bastonazo, t\ fin de convencerle de que cl b< ut6n Y ell!razo que to enarbo16 tcnian una exi t ·ncia real. La hi toria ~· la lcyenda no nos diccn si aquel ar­gumellto contundcnte persuadi6 al fil6sofo y sire­nunc\6 <\ su originalidad.

Entre los fabricantes de teorias tra cendentales de este iglo de decadencia, hay aJo·uuo srmejante al fil6sofo griego, .· rs el que niega la utilidad 'la nece idad dl' J, organizaci6n en la vida y en la lu cha social poniendo una espccie de contradicci6n entre fuer~a y uni6n, entre libertad y asociaci6n.

S!NOIOALIS~ro Y ANARQUIS~O 21

Elevando a corolario indiscutible de no se cmUes argunH'ntaciones Ia paradoja ibseniana de que «el hombre a islado es el m~'t.s fuerte», est a clase de fil6sofos olvidan cl ej mplo infantil dC'l mimbre, que se rompc C<icilmente si es solo, pero que resiste in­mensamentc unido ~\ otros; olvidan que precisa­mentc el vivir en sociedad con otros es lo que nos permite la H bcrtad de movernos e ir de un pun to a otro tlcl globo en poco tiempo, de vestimos no ya Ala rnoda. de AdAn, de comer un poco mejor que los sal\·ajes, etc.

El argumento principal que se aduce contra la organizaci6n es el de la soberauia del individuo, que en la orga nizaci6n, segun nuestros ad versa­rios, estaria limitada. jError! La asociaci6n a.umen­ta ln. soberania individual, precisamente porque puede ofrcccr al individuo una suma mayor de fuerza para veneer los obsb\culos y para mejorar en todos los sentidos, lo cualuo ocurriria al indivi­duo solo. En el rondo, este sentimiento de la utili­dad de cstar unidos cs lo que ha producido el espi­ritu de solidaridad, el cual, a su vez, desarrollado hasta el punto m~is ideal, ha eng·endrado el senti­rniento de amort\ los propios semejantes, y al que se da el nombre de altruismo.

Pero he aqui que nuestros contradictores nos diceu:

r osotros no somos altruistas, el altruismo no exi to. El hombre es egoista, y de su yo de:rivan todas sus acciones y pensamientos, basta cuando en aparicncia pcnsa.mientos y acciones pa.recen al­truistas. '

Y en esto tienen perfectamente raz6n; su error consiste simplemeute en sacar de esta afirmaci6n con ccuencias demasiado lejanas, que acaban hasta por ser demasiado contrarias a la vida, que esta

LuiS FABBRI

formada de relatividad y no de 16gica absoluta. Cierto; el hombre que se quita el pan de la boca para darlo a su semejante hambriento, es tambh~n un egoi ta, en cuanto que e:s:perimenta intimamen­te, sacrific<lndose, una satisfacci6n mayor que si se lo comiera todo y no diera nada a otro. Y asi en todos los sacrificios, ann en los m{ts sublimes que la historia nos recuerda. Pero tambien es egoismo el del e.splotador burgues que hace morir de hambre a sus obreros antes que privarse una sola noche de ir al teatro. Egoismo es lo uno y Jo otro, pero nadie negara que estos dos egoismos son muy diferentes entre si. Y en el lenguaje humano esta diferencia ha encontrado su expresi6n, bauti­zando la forma mas noble del egoismo con el nom­bre de altruismo. Como se ve, es un altruismo relativo, que de ningun modo significa la negaci6n del yo, antes al contrario, es sumas completa apli­caci6n moral y material.

Pues bien: esta afirmaci6n justa de que para cada individuo el yo es el punto de partida, visible 6 inconsciente, de todo sentimiento, de todo pensa­miento ~T de toda acci6n, puede conducir ala gente demasiado enamorada de la 16gica a conclusiones fuera de la realidad, te6rica y practicamente. Te6-ricamente se acaba olvidando que si el yo es el punto de partida para el individuo de todo pen­samiento, scntimiento y acci6n suyos, t\ su vez acci6n, sentimiento y pensamiento estan determi­nados en el individuo por causas extcrnas indepen­dientes de su voluntad; se acaba exaltando tanto la potencia de la voluntad, que se concluye que la voluntad e:s:iste por si misma como causa, y que por lo tanto existe ellibre albedrio. Para no trope­zar en • cila, banco de arena del humanitarismo religioso, se naufraga en Caribdis, escollo de la re-

SINDJCALlSMO Y ANARQUIS)!Q

ligi6n espiritualista de la fe en una causa causa­J'um. n ejcmplo de esta 16gica individualista ex­trema lo tenemos en Tolstoi, que prcdica que no es posible la regeneraci6n humana sino con esta fe absoluta en la voluntad individual, y yo no se, y esto importa poco {t mi conclusi6n, si es la fe en Dios lo que ha conducido a Tolstoi a creer en la potencia absoluta de la Yoluntad individual, 6 si es esta crcencia en la voluntad lo que llev6le a su deismo, tan negador de la vida y de la acci6n. Cierto que, l6gicamente, un concepto es conse­cuencia del otro.

Pero este peligro, digamoslo asi, te6rico, es poco temible, porque por muy amantes que seamos de la l6gica, los mas nose dejan arrastrar a ser con· ducidos de nuevo por otro camino al punto del cual queremos cstar lomas lejos posible. Solamen­te un hombre completamente fuera de la vida y de la realidad, como Tolstoi, podia llegar a tanto. En cambio, peores son, por sus consecuencias, las de­ducciones que del principio exagerado y absoluto del indiYidualismo egoistico pueden sacar en la practica cerebros demasiado simples. Particndo de la idea de que el egoismo es el impulsor de todas nuestras acciones, que no hay nada fuera del de­recho individual, se acaba buscando simplemente la propia comodidad personal y justificando accio­nes que de otro modo nose habrian ejecutado nun­ca; y por otra parte, a un admitiendo en teo ria la solidaridad, se deja {t un lado su practica repu· diando sus formas externas de manifestaci6n en la vida y en la lucha.

Lri FABBRI

.\..algunos, empero, que se llaman individua­u~tas, le falta este sentido de relati\idad. Negan· do el altrni mo, que de hccho no existe de modo absoluto, llcgan es.tos 16~·icamente n negar el espi­ritu do soli ·iaridad y de asociaci6n.

Xo hay nada ta~1 peligroso, en cierto sentido, espl.'cialmente para lo cere bros nnilaterales, como subirse en el caballo de Ia l6gica y echar <\ correr hasta que-dado ·un principio-no e han sacado todas las consecnencia~ Y esto tanto m<'t.s cuanto que <'t menudo de un solo principio so pued"n sacar consecuencias absolutamente opuestas. Sucede it menudo que se construyen teorias mas 6 monos justas en su punto de partida, y que despues, an­dando por el camino de Ia l6gica, conducen <i un cierto punto donde no sc creia ni queria llegar, es­pecialmente cuando so galopa sobre cl terreno de doctrinas a bstractas, abandonanJo completamente el campo experimental de los hechos.

Esto sucede, en efecto, a muchos anarquistas indiYidualistas de todos matices, desde el indivi­dualista stirneriano antisocialista al individualista comunista antiorganizador.

Con la gnL:t de Ia l6gica a bstracta !logan estos compafieros t\ perdf>r de Yista cl interes de Ia re ­voluci6n, y por lo tanto <i aislarse en Ja sociedad hasta el pun to de no poder cjcrcer en ella ninguna infiuencia, lo que es lo mismo que condenar nues· tra idea •\ quedar pcrennemente en el estado de utopia. Si pretendiendo en cualquier acto de l n. propan·anda y de Ia accion reYolucionaria Ia cohe­rencia absoluta con el principio abstracto de la anarquia, 6 de la propia interpretaci6n de este principio; si (y esta cs la raz6n mas verdadera) ante lt dificultar:l innegable de obrar anarquica­mente, so descarta toda forma de acci6n en que

SINDICALIS\!0 Y ANARQUISMO 25

tal dificultad sea ruc.'t.s fuerte, se acaba no haciendo nada 6 poquisimo, como Origenos, que para man­tenerse puro (6 mejor, porque no tenia la fuerza para mantenerse tal) se cort6 los 6rganos.sexuales . Toda Ia acci6n anarquista acaba limitt\ndose a Ia parte critica de la obra aj0nn., c.'t. la propaganda te6rica, A menudo ca6tica y llena de contradic · ciones, y alg(m que otro acto aislado de rebeli6n que, en la mejor de las hip6te is, tiene la desven­taja de requerir precisamente un esfuerzo demasia· do fnerte para realizarse, y por lo tanto poder ejer · cer una real y beneficiosa influencia sobre los acontecimicntos. Por lo demAs, por util que pueda ser la propaganda te6rica y la del becho (y yo no niego esta utilidad), y si de ella hay necesidad, por otro lado ella sola no basta en su forma sola­mente indi vidun.l. Para que ht propaga,ndn, te6rica sea mAs eficaz, es preciso que sea coordinada; para que el hecho sea t'Itil, precisa que sea razonada y rn.zonable.

Es verdad que un genio 6 un he roe hacen mas propaganda 6 despliegan nuis energia que muchos mcdiocres. Pero el mundo est<.\. formado de medio­cres, no de genios y de heroes; tanto mejor si el genio 6 ol heroe surgen entre nosotros, pero entre­tanto nuestro deber, si queremos ser positivos y tenet Ia seguridad de llegar al final, cstriba en ooutar tambien, y sobre todo, con la acci6n con ti ­nua e incansable de los mas . Y estos mbs forman una fuerza solamente cuanto estan uniclos, y cada indi vi duo forma y completa en la uni6n su con­cienci::t y la afina. Y no olvidemos tampo"o que los genios y los heroes pueden tambien equivocarse y que en este caso hacen mlts dailo que los otros; sin contar que hay formas de actividad neccsarias en que la obra de uno solo, por excepcional que sea ,

26 Lt'l FABBRI

no e ba tante y ticne necesidad de la cooperaci6 de mucbos, actiYidad ala que, lt menudo, un gcnio 6 un h 'roc no sabe plegarse. La. cooperaci6n, la organizaci6n sobre la ba c de una idea y de un metodo, accptados librementc y que no cxcluya.n otros que sean mejores y basta. que los presupon. gan, son metodos que varios anarquistas de ten. dencia individualista niegan; pero la nicgan s6lo porquc 6 de acuerdo con los partidarios del Estado no creen posible una organizaci6n in autoridad, 6 no tienen el valor de afrontar Ia. dificultad de comcnzar a ser anarquistas organizandose am\r­quicamente y temen los primeros e inevitablcs fracasos.

Cuando el nifio empieza a andar, cae; pero esta no es una raz6n suficiente para sostener que el caminar es noci vo y tiene por consecuencia rom­perse la cabeza. Los anarquistas que de la afirma· ci6n indi>idualista llcgan a la negaci6n deJa or­ganizaci6n, piensan de cste modo: ~Puesto que en principio organizandose se puede caer, y cierta­mente sc caera., en algun error e incoherencia, e de concluir que la misma organizaci6n cs un error y una incoherencia."

Negando la organizaci6n se niega. en el fondo la posibilidad de la vida social, y por lo tanto ha.sta de la vida en anarquia. Y no vale decir (1ue se niega boy solamente; ncgarla hoy significa arrcba­tar el medio de prepararla para maiiana. Por lo demas, tambien en este terreno la l6gica bace burlas pesadas. Asi como se ha negado la- organi­zaci6n obrera, no han faltado quicnes bau comen­zado a negar la posibilidad de una organizaci6n comunal en la sociedad futura, simplemente por­que no saben concebir, por el mismo error de 6pti­ca, que maiiana este comun no sen\ mas que el

INDICALIS~IO Y ANARQUISMO 27

complemento de las organizaciones libremente fe­deradas, algo asi como el1ni1· patriarcal ruso, que podra tener tambien sus asambleas de discusi6n cuando se trate de los iutereses de la comunidad, pero que no tendra caracter autoritario alguno de imposici6n violenta, y de ningun modo sera el comt:m burocratico actual con impuestos relativos, guardias municipales, guardabosques ... y alcaldes de real ordcn.

*:;:*

:Muchos indi vidualistas-y cuando digo indivi­dualistas entiendo decir todos aquellos que son realmente tales, desde los secuaccs de Stirner a los de Nietzsche-, aun negando la organizaci6n, de­claran que no niegan la solidaridad.

Pero la solida.ridad es un sentimiento que tiene necesidad de manifestarse continuamente para ser fautor de revoluci6n e·n las conciencias y en los acontccimientos; es un licor lleno de fuerza y de aroma qne tiene necesidad de un vaso que lo con­tenga para no dcrramarse por el suelo, para no bacer inutil ;; no dejar desvaneccr su fuerza y su perfume. Este vaso, esta forma, esta aplicaci6n de la solidaridad, es la organizaci6n anarquista, en que las conciencias no tan solo no se deterioran, sino que cuando no estan bien form ad as se com­pletan y cuando estan formadas se afinan. Organi­zaci6n no significa disminuci6n del yo, sino la po­sibilidad para este, con ayuda de los demas, de alcanzar el m<i ·imo de sus satisfacciones; no sig­nifica compresi6n y violaci6n del egoismo natural de los individuos, sino su pcrfecta satisfacci6n, su ennoblecimiento, de modo que para provocar un goce en el individuo tenga necesidad, no del mal~

LCI FABBRI

ino del bien de los dem{Ls. Y puesto que semejante forma del eg·oi mo en el lenguajc comt'm ~e llama nlfl'llismo, para distinguirla de Ia otra. fornM brutal qnc en In pre entc ociedad de amos y siervos de gobernantes y st'1bditos, consi t en. uisfac~rse el propio indi\·iduo en detrimento de todos los de· m<\s, in ning-t'm criterio de proporcit')ll y J. relati­Yi ad, saco en conclu ion, sin tant·:t sutil za.s filo· s6ficas, que l altrui:;mo cs algo po itivo y concreto q uc sc ha forma o ~· existc en l hombre.

Existe entre nu 'Stros ad\·ersarios una concor­dia utli\nime en presentar <i los anarqui tas como repre~ent~mtes del indiYidualismo A tollo trance contra ualquier concepto de soci dad, de asocia· ci( n, de olidaridad. Leeu todo~ los libro que curas, burgue es y socialistas autoritarios han escrito obre ln anarquia-desde ,"ernicoli {t Plekano[[-y

Y reis como touo~ callan adrede Ia ba e ocialistica de la an< rqnia. Y en fuerza de oir elo decir <i los enemigos, ha sucedido c1ue aJo·(m amigo ha acabado por creerlo ~· renegado el concepto sociali ta de Ia anarqnia. E un grave error que arroja ~\,los que eran ayer amig-os nue tros {t la. otra 01 ilia, trans­form<hHlose en adYcr~nrios.

Parece una par:1doja, y sin embargo !leo-ando cl indi\·idualismo lt una e pecie de deiti~aci6n del indiYiduo, exaltando la potencia Je Ia voluntad indi\·idual, no haec otra cosa, sin darse cuenta, que \oh·er al concepto mctafisico del libre albe­drio. OIYidan lo demasiado que las accione las i?eas y Ia \~oluntad de los hombres no son po i

1

bles smo en cuanto cst;\.n determinadas por causas, y entre cstas causas una de las prirucras es Ia deter­minante social, sc llega por otro camino <'t. una con· cepcion de_ l::t Yida del todo anticientifka y mucbo mas parec1da de lo que sc cree a la concepci6n de

IKDICALI ~10 Y ANARQUlSMO 29

los dcistns y de los religiosos. Por micdo a Ia Hu­manidad, d Comte, se retorna a la Causa causa· ntm, de Santo Tomas de Aquino, 6 si se quiere de otro modo, al Dios trascendPntal de l\Iazzini y de Tolstoi.

Podemos rebelarnos contra una mala organiza.· ci6n de la socicdad, pero no contra la sociedad en si misma, como alegan qucrer mucbos individua· listas. La sociedad no es un mito, no es una idea, no es un 6rgano prcordenado y hecbo por alguien y que purda dejar de reconocerse e intentar des­truirlo. No es tampoco, como los stirnerianos nos acusan de Cieerlo, un algo superior <i los indivi­duos, y {t cuyo algo es nccesario sacriftcar el propio yo como ante un fetiche. La sociedad s, simple­mente, un hecbo, del cual somos actores natura­les, que existe en cuanto existimos nosotros y del cual formamos parte. La sociedad cs el conjunto de los indindnos 'ivientes, y cada individuo es <t su vez tal cuallo forman las influencias externas, sin exclnsi6n de las sociales. Todo esto es un hecho nvtnral, coligado a la Yida universal del cosmos. Rebclarse contra este hecho significaria rebelar e contra Ia vida, morir. Todo individuo existe en cuanto s fruto mntcrial, moral c intelectual Je la uni0n de otros individuos: y no pucdc continuar viviendo, no puedc ser libre, no puede desarrollar· se fisicamente sino ti condici6n de Yivir en so· ciedad.

La ma.·ima sati facci6n posible del propio yo, elmaximo bienestar material y moral, Ia m;\xima libcrtad, tmicamente son posibles cuanuo el hom­bre estt't vincnlado a otro hombre por el pacto del apoyo mutuo. U n hom br acorde con la sociedad es sicmpre mas libre que el hombre en lucha. con la sociedad. Y los soc:ialistas anarquistas combfl.-

30 LUl' FABBRI

ten la orga?iz~ci6n social actual, precisamente porque c ta 1mp1de que exista una sociedad r lati­vat;nente util {\. todos los individuos y hace que Ja soctedad entera no se rija sino sobre la lucha mas encarnizada y feroz, con la explotaci6n y la vio· Jencia prepotente del hombre sobre el hombre.

La organizaci6n que patrocinan los socialistas anarqui tas noes, naturalmente, aquella autorita­ria que >a desde la Iglesia cat6lica a la Iglesia mar:s:ista, sino al con trario, la organiza.ci6n anar­quista, voluntaria, de las mucbas unidades indi­viduales asociadas en vista de un fin comun y a.doptando uno 6 mas metodos creidos buenos y h bremente aceptados por cada indiv1duo. Claro que no es posible una organizaci6n semejante si los individuos que la componen no estan babitua­dos a la libertad y no se han desembarazado de los prejuicios autoritarios. Por otra parte, es nccesa­rio Or'''l.lnizarse para ejerci tarse a Vi Vir libremen te asociadas, J' negar la organizaci6n, solamente por· q u organizandose se puede caer en error (y ci r­tamentc se caera, por lo menos al principia) es lo mismo-y repito la similitud susodicha-qu'e sos­tener que es nocivo andar porque siempre tiene por consecuencia romperse Ia cabeza, solamente porque el hombre cuando nino cae muy a menudo y suele hacerse daiio.

* * *

. I~chos objetan que son adversaries de la orga­mzaci6n sola.ment~ en la sociedad actual, par­que la creen 1mposible en sentido verdaderamente anarqui.sta antes de la revoluci6n. Olvidan que la re\'oluct6n no Yendra por si misma, caida como un

INDlCAL1Sl10 Y ANARQUISMO 31

uana del cielo, por virtud de las trompetas de Jeric6 de la propaganda te6rica, y tampoco por el estru ndo de una bomba aislada. Olvidan que des. pues de la rcvoluci6n no florecera la anarq uia por si misma como un bongo, si no encucntra organis­mos aptos que r spondan a la necesidad de la vida social y puedan su tituirse a los viejos organismos derribados, y basta puede darsc que por carencia de organismos anarquistas la necesidad de vivir sugiera a los hombres la readopci6n de los auto­ritarios.

P ro sobr todo olvidan estos enemigos de la organizaci6n-y a menudo lo olvidan basta sus partidarios-considerar la cucsti6n desde el punto de vista de la preparaci6n revolucionaria.

Claro est<.\ que los que se han mctido en la ca­beza que las revoluciones no las hacen los hom­bres, siuo que se producen naturalmente, como los cataclismos y los terremotos, pueden muy bien ser contrario <'1. toda organizaci6n y contentarse con la propaganda v rbaly escrita y de alg(m que otro bello gcsto aislado cada dos 6 tres alios. Archisa­bido es que las ideas caminan con las piernas de los hombres, que las revoluciones las engcndra el pen­samiento de estos y que las bacen sus brazos, ademas de ser provocadas por factores sociales econ6micos que se ban vuelto inevitables por la concatenaci6n de efectos, y cuyas causas se re· montan a tiempos de mucho anteriores a nosotros.

Una revoluci6n artificial hecha a beneficia de un solo partido 6 de una sola clase estaria, por otra parte, i ne\'ita blemen te condenada a fracasar sino arraigase en intere es mucho m<.\s generales y no presupusiere condiciones de ambiente favor~­bles a un cambio cuya necesidad se dejare sent1r uni versalmente.

S2 LUIS FilBRI

abido es que la cucsti6n social asume prcsen­temente el aspecto casi e:s:clusi\To de problema obrero, y ;\ este problema ol)rero hay que d dicar todas la fuerzas para transformarlo en palanca que lev ante verdaderamente el rnundo, procm·ando no desYiarse por las callejuelas de la politica, del intelectualismo 'J~ del deporte revolucionario y li­bertario. Esto no quita que'la cucsti6n obrera, para. resol\·erla, y para resolver al mismo tiempo inte­gralmente el problema del pnn y de la libertad y no naufragar miserablcmente en el cgoismo de clase que produce •1 reformismo, no deba ser con­siderada en su sentido mas amplio posible.

Es necesario cnseiiar que de la emaucipaci6n del proletariado y del monopolio capitalista de­pende tambien la rcsoluci6n de la libertad incJi\·i­dual del hombre y de todos los problemas de indole moral que gravan y oprimen la concieucia con­tempon\nea.

Es necesario tambien que los interesados en este cambio, los p:t:oletnrios, tengan conciencia de sus propios dcrechos, de las propias nccesida:les y de la fucrza que tirncn en sus rnanos, si es que c1uie­ren utilizarla. Para que baya condiciones de am­bieute fasorables it una 1·evoluci6n, es nee sario que los trabajadores bienfan el malestar cnorm en que viveu y nose resignen eomo musulmanes; es necesario nsimismo que tcugan una visi6n relati­Yamente clara del r medio al mal que estAn su­friendo, y sobre todo, un preciso y claro entendi· miento Je como pucde destruirse y dcrribarse el actual cstado de co as. Ante todo, clebemos cstar muy atcntos a formar esta couciencia en cl prole­tariado, y el medio nu\s eficaz es la propaganda, es el ej rcicio continuo de la lucha contra el capi­tal y el Estado.

l.NDICALI. )!0 Y ANARQUI,:\10 33

Pero los medios para derribar al capital y al Estado tambien es necesario prepararlos, y aqui es donde surge la necesidad de la organizaci6n revo­luciouaria, puesto que el medio principal y mas importante es la uni6n, no ca6tica, a saltos, local y confusa, sino continua y coutinuada en el tiempo y en el espacio.

Aqnellos que no pueden ufrir ellazo moral que rcsulta del cmpeuo de ayudarse reciprocarnente en un objcto dado, diran que esto menoscaba su auto­nomia individual. Es posible, pero libertad y auto­nomia absolutas son conceptos abstractos; nosotros debemos estar atentos c.'t los hecbos, a lo que real­mente qucrcmos y podemos obtencr de esta auto· nomia y libertad. La autoridad, contra la cual combatimos, del sacerdote, del patrono y del guar­dia civil, bien merece que, para que podamos des­em barazarnos de ella, bag amos un poco de sacri­ficio voluntario de nuestra soberbia individual y que trabajemos con otros para libertarnos de la prcpotencia burguesa y del Estado, y que trabaje­mos basta con aquellos que no tienen nuestra fuer­za y JlUestra conciencia, tal como nos Ia hemos formado.

Nose si llegan\ dia que la humanidad consiga ser un conjunto de individuos tan libres uno de otro que no tengan que depender reciprocamente de modo alguno, ni por intereses materiales ni moralmente. Cicrto que el objetivo de Ia revoluci6n social y anarquista que se anuncia, y cuyo adve· nimiento cleseamos, no consistirA por abora sino en que el proletariado se emancipe del privilegio y del monopolio capitalista, y todos los individuos de la autoridad violenta y coactiva del hombre so­bre el hombre.

Para conseguir esto tenemos que luchar contra s

Lt:l l:'ABBRI

fuerzas formidables: la coalici6n de los patronos, apo,Tada por los curas, la burocracia, el ejercito, la magistratura y la policia. Y para combatir con­tra todo esto, para de truir todas estas ruedas san­g;rientas y triturantes del e11 -ranaje capitaliata y autoritario, bien vale que los obreros oprimidos se unan en un mutuo pacto solitario y que acepten voluntariamente, por mas que nos pesen los lazos morales, una disciplina moral.

.J._ o bast· que los hombres sean conscientes de sus derechos ~r necesidades y sepan cual es el me­dio para rei\·indicarlo ; es necesario asimismo que e coloquen en -grado de actuar estos medios de

reivindicaci6n. Yen este sentido, la voluntad de los revolucio­

narios tiene su maxima importancia. Una revo­luci6n de inconscientes puede ser poco menos que inutil: pero ciertamente es tambien inutilla con­ciencia, en la colectividad y en los individuos, de las propias nece idades y derechos, si no se tiene la fuerza de voluntad para obrar y poner en prac­tica lo que se ha comprendido en teoria. He aqui por que es necesario unirse y organizarse para discutir primero y luego reunir los medios para !a revoluci6n, yen fin, para formar un todo organico que, armado con sus medios y fuerte por su uni6n, pueda, cuando el momento hist6rico suene su bora, arrojar del mundo todas las aberraciones y las ti­ranias de la religi6n, del capital y del Estado.

* * * Todo lo que hemos dicho en favor de la organi­

zaci6n vale, naturalmente, en cuanto se presupone que esta organizaci6n se componga de individuos deseosos de obrar.

SINDICALISMO Y ANARQUISMO 35

En efecto, pensamos que la organizaci6n mas bella y perfecta esta destinada a morir si sus com­ponentes, tan doctos como se quiera en teoria, permanecen inertes. La bondad de la org·anizaci6n consiste precisamente en esto: que, en igualdad de condiciones, es decir, dado un cierto numero de personas convencidas y decididas a la acci6n, es mejor que estas esten organizadas que desorgani­zadas. M:i-entras es natural que valga mas un indi­viduo aislado que obre que mil personas ineptas e inertes organizadas.

III

Lucha de clase y organizacion obrera

Todo lo que he dicho en el capitulo precedenter a prop6sito de la organizaci6n en general, es mc\s valido en modo especial para la organizaci6n obrera.

rosotros, anarquistas que somos socialistas, y que en nuestro programa tenemos la socializacion de la propiedad en sentido comunista, 6 sea la transforrnaci6n de la propiedad indhTidual y pri· vada actual en propiedad comun, tenemos interes, como todos lo socialistas de las demas escuelas, en combatir el privilegio econ6mico y el monopolio capitalista, causa primera de todas las miserias humanas.

Ya que victima.s del monopolio y del privilegio econ6mico son todos los trabajadores, explotados en su obra de productorcs a beneficio de unos pocos que lo detentan todo y consumen la mayor parte de la riqucza social, dejando a quien la ha creado apenas con que no morir de bambre-esto cuando no se le bace morir-, todos los trabajadores cstan directamente interesados en que desaparezca todo privilegio y monopolio. Y nosotros, anarquistas, ademas que como a tales, nos sentimos solidarios con la clase de explotados, porque nuestro partido

SINDIOALISMO Y ANARQUIBMO 37

esta cornpuesto casi exclusivamente de trabajado­res y por lo tanto tenemos una doble determinante qu~ nos empuja a luchar contra el capitalismo: el interes material de obreros, que quieren elevarse a mejores condiciones de vida, y . el deber de soc~a­listas, que nos empuja t'l. combattr lo que es el prm­cipal enemigo del socialismo y de la auarquia. .

La organizaci6n obrera 6 sindicato es una aph­cac i6n pn\ctica de la lucha de clase, seg(m el con­cepto marxista. Pero hay que tener bien en cuenta que esto no es una raz6n para que los socialistas dem6cratas puedan hacer del sindicalismo un mo­uopolio para su partido, aduciendo que la luc_ha de clase ha sido vulgarizada sobre todo por mento de alg'lm hombre de su escuela.

Eu fin de cuentas, desde la publicaci6n delllfa­ni(iesto de los comunistas basta hoy han pasado cerca de sesenta ailos, y el publico puede ya invo· carla prescripci6n del derecho de propiedad lite­raria. El concepto de la lucha de clase, por mas que Marx haya sido el primero en ilustr~rlo. de modo tan genial, bace tiempo que no_ es pnvatlvo y monopolio solamente de los marxtstas y de los adhcrcntes al partido socialista. Ademas, los anar­quistas son tambien socialistas, y la teoria de_ ~a lucba de clase es patriotismo de toda la famllla socialista, y no de la sola fracci6n social-democ~a­tica. Y con esta diferencia: que mientras los soCla­listas revolucionarios retornan abora ~'1. lo que de sano babia en la doctrina marxista, los socialistas auarquistas tienen el merito de haber conservado mucho mas tiempo la tradici6n marxista, basta (y en esto equivocandose) en lo que de menos bueno con tenia.

Y no es una paradoja. Los anarq uistas ha~ sido durante mucbo tiempo los mas tenaces marxtstas.

38 LUI FABBRI

De lo que en el marxismo bay de fatalista y de catastr6fico, ban derivado gran parte de su actitud apocaliptica; pero al mismo tiempo ban derivado la fidelidad intransigente al principio puro del so­cialismo, antiburgues y antiestadista, el espiritu revolucionario y el metodo de la lucba y de la acci6n directa. El partido anarquista hizo suya la conocida frase de Marx: La emancipaci6n de los frabajadores ha de se1· obra de los mismos tl'abaja­dol'es. Y no estara mal recordar, por otra parte, que e! Jlfanifiesto de los comunistas fue editado por primera vez en Italia por los anarquistas; que el primer compendio de El Capital (1) en lengua italia­na fue obra del anarquista Cafiero, y que precisa· mente cuando Marx lanza ba la famosa circular secreta contra Bakounine, este escribia ~\. Herzen un bellisimo elogio de su antagonista y estaba tra­duciendo a1 ruso El Capital.

La oposici6n de los anarquistas a :Marx fue, en principio, solamente referente a la politica practi· ca y al metodo de acci6n y organizaci6n en el seno de la Interna cional, - no en cuanto a las teorias econ6micas y sociales, sobre las cuales todos esta­ban de acuerdo. La critica al marxismo, como complejo de doctrinas econ6micas, comenz6 mas tarde, despues del 85 y del 90, y la critica se bizo, no al concepto de la lucha de clase, sino a otras teorias, como la del plus ·valor, de la concentra­ci6n capitalista, del materialismo hist6rico (6 me · jor, a las exageraciones de la idea del ma terialis · mo bist6rico). Y ademas, si esta critica la hicieron Merlino (entonces anarquista), Tcberkesoff, Cor· nelissen, etc., tambien la bicieron socialistas de-

t l l Publicado por esta Ca a Editorial.

SJNDICALI )10 Y ANARQUil>MO 39

m6cratas, rc\·olucionarios y reformistas y algunos escritorcs burgueses.

Por lo tanto, si la organizaci6n obrera es una filia don de las doctrinas de l\larx-y aun esto se podria discutir, pero no quita ni agrega nada a la cuesti6n-, esto no implica que los anarquistas, sicnJo partidarios de ella, uo sean y continuen siendo coherentes consigo mismos.

YolYiendo a nosotros, pues, para. combatir al capitu lismo, que es una organizacion compleja y poderosa de intereses y de fuerzas, es natural que los tra baju do res se a ocien, y en efecto, cuando la idea socialista asom6 por cl mundo y lanz6 su sig­nificativo llamamicnto, «iTrabajadores de todo 01 mundo, unios! ,, , en todas partes, en todas las nacio­nes civilizadas, los obreros se entendieron,. se or · gan iz<.1 ron, coDstituyeron ligas y fedcraciones de oficio, y las ligas y las federacioJJCS se han coliga­do de una ;_\. otra ciu<lad, de una a otra regi6n, de una tt otra naci6n, sin teuer en cuenta las fronte­ras artificiales que separan a los pueblos, sinWm­dose todos unidos, a pesar de las difercncias de len;.~:ua y d~ raza.

Fue con cste hecho memorable, eu el seno deJa Asociaci6n In ternacional de los T1·abajadores, con el que Ia clase obrera se puso en pic de guerra contra la ourguesia , 110 ya suplicando, sino reclamando ener­gicamente su derecho. Desde entonces el movi­miento obrero y socialista ha ido tomando un des­an olio ca da vez m<\s intenso; libn\rouse batallas memora bles, y victorias fecundas y derrotas dolo­rosas scila laron el camino de la elevacion de la condencia colcctiva del proletariado. Y desde entonces, es decir, desdc que el primer albor de conciencia. entr6 en el <'mimo del obrero com­prendi6 este que tenia derecho ~\ negar su ~bla al

40 Ll' I FABBRI

patrouo, del propio modo que el patrono tiene de­recho {t ncg-arlc el tra bajo. Y {t esto se llama pre­cisamente libel'fad del trabajo, tan cara <.\. la bur­guesia .

Entre lo juegos sangrientos que los emperado­res romanos daban en espect<.'tculo al pueblo, habia uno de una crueldad especial, en dailo particular· mente de los enemigos m<.'ts peligroses del imperio, tanto si eran cristianos como conjurados politicos 6 prisioneros arrebatados t't un enemig·o otliado. e arrojaba <.\. estas -rictimas predestinadas Ala arelHL de los circos, casi desnudas, con la cabeza descu­bierta 6 cubierta tan s6lo con un yelmo de cuero y con nn palo en la mano, y contra ellos se enviaba_ t't los gladiadores, armDdos con espada y escudo, eubiertos de lorigas y ~-elmos de hierro y ti caba· llo. Puestos asi frente t't frente, comenzaba la lu­cha. Verdad es que ambas partes tenian libertad para atacar y defenderse, pero facilmente se com­}1rende que esta libertad era de escaso au:xilio A los inermes 6 mal armados, destinados {t perecer inedtablemente bajo los golpes de sus adversaries, que combatian en mejorisimas condiciones.

L'"na libertad por el estilo es la que tiene el obrero en la actuallucha entre capital y trabajo. El obrero se encuentra en la condici6n de aquel perro de que habla Catulo l\Icndes. Al perro, apa­leado, martirizado y siempre encadenado, ptisole un dia su duefio en libertad. <<Eres libre, veto», dijole su duefio. «(. Pero ad6nde ire?,, pregunt6

l can. «Arreglate, eres libre. Ye adonde quie­ra , replic6 el dueno grufionamente. Pero el can, vil como la mayoria de la humanidad, no teniendo Yalor ni para saltar a la garganta de SU duefio ni para morirse de bambre antes que contSnuar e cla\o, someti6 e de nuevo al latigo y ala cade-

SINDICALISMO Y ANARQUJSMO 41

na. (.Que habria hecho de Ia libertad, cuando Je hu biese faltado elllltimo pedazo de pan?

Pero andando el tiempo, la victima destinada al matadero de los circos ag-uz6 el ingenio, y ejerci­tando en la carcel sus mttsculos, aprendi6 a saltar encima del gladiador, arrebatarle un arma y eom­bntir con el en mejores condiciones, saliendo mu­chas ,·eees victorioso. El can de la ft'tbula supo aproYecharse de Ia relativa libertad concedida por el patrono para morderle las pantorrillas, y per­suadirle con feroces grunidos y dentclladas t\ darle junto con la libertad un poco de sopa diaria. La clase obrera ha adquirido finalmente la conciencia de su propia fuerza, y ha comenzado a hacer uso de ellaf para arrancar ala burguesia mejores con­dirioncs de vida con que poder encaminarse bacia elfin al cual naturalmente tiende: entrar de nuevo en poscsi6n de lo que ha producido y de lo que por merito y fatiga suyos es productive.

En esto la clase obrera se ha sentido solidaria· es decir, ha sentido su interes de clase por encim~ de los particulares intereses individuates de "Tupo ode categoria: el interes de todos los ~x:plotados contra la burguesia e:xplotadora, inter6s que sera el substrate econ6mico, el resorte mt'ts fucrte de la reYoluci6t1 social.

* * * El medio principal que emplean los trabajado­

res en est a o bra de rei vindieaci6n parcial hov que sen\ general manana, es la huelga, la negati\·~ por p~rte de l?s obreros <.'t trabajar bajo ciertas condi­ClOl~c-, nucntras e tas condiciones nose modifiquen segun- su deseo.

Los socialistas anarquistas han tomado siempre

42 LUIS ~'ABBRI

parte en este movimiento de huel0 ·as y de organi# zaciones, consagrltndole todas sus energias. ola­mente en estos ultimos ticmpos, es dedr, unos diez afios, algunos que se Haman anarquistas se han vuelto contrarios de la orga.nizaci6n obrera, 6 por lo meno mantienen una actitud de indiferencia, alegando que las organizaciones obreras existentes son esclavas de los socialistas autoritarios, peque· nos gobiernos en minia.tura con sus tiranuelos y sus explotadores, agencias electorates enervado­ras de las energias populares por obra dellegalita· rismo, nucleos de un corporativismo egoista, des­deiiosas de la finalidad emancipadora del verdadero socialismo. Pero esto no siguifi.ca que la organiza­ci6n en si sea noci\·a; significa solamentc que la organizaci6n actual es defectuosa. Negar la orga· nizaci6u como principio por todos sus defectos, sig· nifica, con la excusa que el aire de una habitaci6n est<\ corrorupido, en lugar de cambiarlo sacar por cornpleto con una maquina ncumll.tica todo el aire de la babitaci6n, sin fijarse en que los que la habi­tan prefi.eren la mala atrn6sfera antes que morir por falta absoluta de aire bueno 6 malo.

Yo he observado, en efecto, en el campo man­tuano, don de el proletariado campesino se halla muy orga nizado y no estlt toda via desviado por cl refor· mismo, que los campesinos miran a los anarquistas con mucha simpatia, leen sus peri6dicos, escucban, aprobandola, su propaganda, y reconocen que son justas las criticas que los mismos anarquistas hacen de los rnetodos autoritarios y legalitariOS de los SO· cialistas en las organizacioncs obrcras. Pcro con todo continuan con sus ligas de resistencia y de mejoramiento, porque, y tienen raz6n, prefieren el malmenor, Ja organizaci6n ntala, almal masor, la falta absoluta de organizaci6n. La interpretaci6n

SINDICALISMO Y ANARQUlS)£0 43

indi vidualistica, antiorganizadora, quC' algunos auarquistas mantuanos dan de la anarquia, hace que nose puedan coger los frutos de la sirnpatia que nuestras ideas despiertan entre el proletariado carupesino. A pesar de todo, este adivina en la or­ganizaci6n la fuerza, el camino del porvenir, y por esto continiw, ligado a un metodo de organizaci6n que le aleja, en vez de acercarle, de la completa emaneipaci6n. Pero esto es natural: prefiere el aire malo a la muerte por carencia absoluta. Tal vez mucra lo mismD mt\s tarde si no sabe renovar el aire ~ libertarizar sus organizaciones envenenadas por los gases mefiticos del legalitarismo y del au· toritarismo, pero de cualquier modo no quiere, por instinto de conservaci6n, privarse ahora del poco que posee solamente porque es poco bueno y mo­rirse antes.

iY no obstante, cm\nta mies podrian recoger prontamente nuestras ideas si en medio de los pro­lctarios del campo-que yo creo seran la mejor fuerza de la revoluci6n futura-llevasen los anar­quistas, ahora que el momento es propicio, su ac­ci6n infonnada por criterios pn\cticos y positivos, y no por esto menos anarquicos! Pero tal vez se baga lo que ~o se ha hecbo ...

La organizaci6n corporativa de los obreros para la resistencia y el·ataque antipatronal puecle vol· verse anarqnista con tal que los anarquistas apor­~en A ella, no la disoluci6n, sino el soplo de sus Ideas vivificadoras, ejerciendo la propia infiuencia que nunca falta o.\ su energia revolucionaria. Que es posible que la organizaci6n obrera revista ca­rc\ct?r rcyolucionario y anarquista y que esta en cam1 no de ser tal en todas partes nos lo dice el . . ' ~ovmnento, todavia confuso, pero que se va pre-Cisando cada vez mas, no solo como arma de lucha,.

44 LU FABURI

ino como catapulta poderosa contra el murall6n que deficnde los intereses de clase de la burguesia, y sobre todo como organismo que se apresta a u rituir, sin necesidad de poderes de Estado y cen­

tralizadorcs, despues de la revoluci6n, los organis­mos autoritarios que hoy engcndran los servicios ptlblieos, ;; todo ei contenido, hoy monopolizado a bcueficio de una minoria ociosa y despojadora de la producci6n y de la distribuci6n. Bakounine es­taba convencido de que las organizaciones libres de oficio federadas en los municipios, de los muni­cipios en las naciones y de las naciones en lo internacional, sustituin\n el mecanisme pesadisimo, en us tres cuartas partes intltil y nocivo, del es­tado autoritario y prepotente. El sindicato, como ahora se llama, sen\ el nucleo base de la sociedad socialista anarq uista.

Por consiguientc, para nosotros, socialistas­anarquistas, la organizaci6n obrera debe tener una finalidad tlltirua y otra inmediata. La ultima debe ser la expropiaci6n del capital por parte de los tra­bajadores asociados, es decir, la restituci6n a los productorcs, y por medio de estos a sus asociacio. nes, de todo lo que el trabajo ha producido, de todo lo que ha producido el trabajo de la clase obrera a traves de los siglos, de todo lo que sin la obra de los trabajadores no tendria ningun valor. El objeti­vo inmediato consiste en desarrollar cada vez mas el e piritu de solidaridad entre los oprimidos y de resistenda contra los opresores, ejercitar al prole­tariado en la gimnasia continua de la lucha obrera en sus Yariadas formas, conquistar hoy mismo todo lo que es posible arrancar, por poco que sea, al capitalismo, en materia de bienestar y de libertad.

La organizaci6n obrera tiene tambien una mi­si6n civilizadora de elucaci6n, ademas de la del

SINDICALIS~!O Y ANARQUlSMO 45

com bate econ6~ico, tan interesante como lade pro­paga~da espec_lll:l de un determinado dogma politi­co. T1ene 1~ m1s16n de ~nir en una sola palpitaci6n el proletanado por encuna de las di visiones esco. lasticas de partido, politicas y nacionales y trans­~ormarlo. en un bloque unico contra el ca

1

pitalismo mternac10nal, el cual nos ensefia c6mo se hace pa~a estar unidos, oprimifmdonos, tanto si el capi­tahsmo es azul como blanco 6 rojo, italiano, fran­ces 6 aleman. Y ademas de esto tiene la misi6n de­ser el crisol donde se forman las conciencias con aptitudes para una sociedad futura de seres libres e iguales, ya que en la organizaci6n obrera Yen los anarqnistas las mismas formas embrionarias de la sociedad socialista y anarquista los nucleos iniciales que permitiran al pueblo, a~ostumbrado a administrarse, sustituir el sistema autoritario actual por el anarquico, sin crear nucvamente dic­taduras m:is 6 menos democraticas.

Pa!·a q t~e las uniones ?brcras se mantcngan en esta d1recc16n, es necesano que pongamos cuidado en no percler nunca de Yista el objetivo ultimo es decir, que los objetivos inmediatos no esten nu'nca ei?- contradicci6n con los mediatos, y que los me­di~s empleados sean, ademas de aptos para conse­gmr una mejora parcial, de indole que no encami­nen al prolet~riado por u~a. via opuesta a la que ha ?e conduc1rle ala abohCI6n de todos los privi· legws. Ademas de esto, la organizaci6n obrera ha de procurar que tod?s los proletarios puedan perte­n~ccr a ella, cualqmera que sea la fe politica espe· c1al de cada uno, bastando que todos sten de acuerdo contra el capitalismo.

El t'mico terreno apto para la armonia de todos l~s esf~erzos, de todas las acti vidades y las indi­Vlduahdades, y apto tam bien para la armonia y

46 LL'I FABBRI

continua relaci6n entre el fin y los medios, entre el objeti\o final y general y los objetivos inmedia­tos y parciales, este (mico ten·eno es Ja acci6n di­recta, aplicada por los trabajadores en el campo econ6mico, independiente de cualquier partido po­litico, fuera de toda infiuencia e intromisi6n guber­nath·a y parlamentaria, basada y confiada sola­mente en las propias fuerzas, con e:sclusi6n de todo medio que no deri\e de la misma organizaci6n y que de esta no se pueda completa y directamente aplicar.

E te concepto que de la lucba obrera ban teni­do siempre los socialistas-anarquistas, es preci­samente aquel que con palabra nueva, aceptado actualmente por un ntlmero siempre mayor de tra­bajadores que no son anarquistas, se llam-a sindi­cali mo, palabra nueva que expresa una cosa muy Yieja, ya que el sindicato-palabra derivada del frances (syndicat)-no es otra cosa que la uni6n de oficio, que en italiano llamamos lega di tesistenza •liga de resistencia) y en Espaila sociedad de re­sistencia.

IV

El sindicalismo

Con estc nombre, en efecto, se llama la tenden­cia del movimiento socialista y obrero a no espe­rar de las clases directoras capitalistas y guberna­ti vas ninguna reforma 6 mejora, y a no esperar la emancipaci6n total de los trabajadores sino de la acci6n directa de presi6n, de resistescia y de ata­que de los mismos trabajadores, por medio de su organizaci6n de clase, organizaci6n sindical.

Esta tendencia, que ya tiene la caracteristica de una verdadera y propia teoria, no es de ningun modo nueva. Todo aquel que conozca la bistoria del socialismo sabe bien que esta era precisamente la tendencia de la Internacional. Tampoco cay6 en olvido tal concepto; varias escuelas socialistas, quien mc.\s, quien menos, lo tuvieron como propio. Lo conservaron especialmente en su integridad y continuaron propagandolo los socialistas anarquis­tas, continuadores deJa obra de la fracci6n baku· nista de la Internacional.

Precisamente porque durante mucho tiempo fue casi exclusivo patrimonio de los anarquistas, esta tendencia se ba ido asimilando poco a poco mucbas caracteristieas esencialmente anarquistas y revo­lucionarias. El sindicato, la organizaci6n obrera

LUI F.!BillU

de resistencia que lleva este nombre, se ba inte~ grado con el espiritu socialista puro. i la emanci­paci6n de los trabajadores hade ser obra de los mismos trabajadores, de esto se deriva cl concepto que es intttil esperar mejoras parciales 6 radicales de organismos que no sean emanaci6n directa y absoluta de los trabajadores interesados. y los uni­cos organi mos verdaderamente interpretes de la clase proletaria son las organizaciones obreras de resistencia de lucha.

Las otras asociaciones, que tienen por nombre partido -socialistas dem6cratas 6 anar'}uistas­podrt'tn ser tHiles, y de hecho lo son para librar batallas especiale" de indole politica, para la pro­paganda de las ideas socialistas 6 anarquistas, para Ia formaci6n de las conciencias liln·es por medio de las discusiones te6ricas, etc. No sola­mente son tttiles, son basta necesarias, y pueden ser de n\lido au:silio en la lucba directa, sindical, de los trabajadores. Pero el sindicato tienc sobre las demt\s asociaciones una indiscutible superiori­dad: Ia de tener por base, mejor que una teoria politica y social, todo un complejo de intcreses de clase, y estar compuesto e:sclusivamente de ele­mentos directa y personalmente interesados en Ia luella antipatronal.

El sindicato escapa por esto ll. la infiuencia. de los doctrinarios que, tn\nsfugas de Ia burguesia, pero no emancipados aim de muchos prejuicios, suelen lleYar a los partidos los preconceptos de con trucciones ideales no directamentc -basadas en la realidad, 6 de teorias que tienden a desfigu­rar con una extrema unilateralidad la visi6n de las cosas. No teniendo ante si mas que un fin, me­jorar cada vez mas, basta couquistar integralmen­te el bienestar y la libertad, las condiciones de la

SlNDICALIS:\10 Y ANARQUISMO 49

clase obrera, basandosc imicamente sobre las fuer· zas obrera.s organizadas: de ahi que el sindicato se nos presente como Ia orgauizaci6n por excelencia,

·]a unica que responde a todas las necesidades y a todas la.s aspiraciones de los trabajadores, y pre­cisaruente por esto es suficiente para desempefiar todas las funcioncs de la lucha anticapitalista.

Si por un Jado el sindicalismo pcrmite combatir todos los dtas contra el patrono {l, fin de obtener mejoras y rei vindicaciones, por otro lado es el t:mico medio apto para re\Tolucionar Ia sociedad, pal'a llevar a buen fin la obra de e;rp1·opiaci6n capi­talista y de reorganizacion social que los socialis­tas, ilusionados con la fe en el Estado, esperan de la foma de posesi6n del pocle1· politico. (Emilio Pou­get, Las bases del sinclicalismo.)

De este modo el sindicalismo, sin hacer una explicita y exclusi \a declaraci6n de principios an­tiparlamentarios y ant'trqnicos, llega por camino pn\ctico a las mismas conclnsiones a que llegan las teorias anarquistas por via doctrinal. Hacien­dose suya en la sociedatl presente la lucba obrera anticapitalista, inutiliza el parlamentarismo y la conq uista de los poderes pt't blicos, y reservandose para el porvenir Ia funci6n de reorganizaci6n de la economia social, inutiliza el Estado, socialista 6 no.

El sindicato admite en su seno a todos los obre­ros interesados en lucbar contra el patrono, sin preguntarles cu{tl es su fe politica. El obrero so­cialista dem6cra ta y el anarq uista pueden perte­necer al sindicato, con tal de que no quieran arras­trarlo bacia el propio especial terreno politico. El sindicato, aut6nomo de los partidos, independiente de toda iglesia y gobierno, libra batalla contra el patrono y sus aliados 6 puntales: Estado, milita-

4

50 Ll'l:S FABBRI

rismo, curas; pero esta lucha la empreude sir­vieudose sola mente de I a fnerza que surge de la organizaci6n de sus adheridos. La politica parla· mentaria es abolida en sus rnansione y nose ocupa de ella ni para patrocinarla ni para repndiarla. Ahora bien; cstc m todo, al propio tiempo que res­peta todas las libertadcs, indirectamente, por la mi ma fuerza de las cosas, se rcsuelve en metodo auarqui ta, puesto que no tomar parte (aunque sea sin luchar en contra) en la politica parlameutaria es ya una negaci6n de su eficacia.

Basar asi obre las org-anizaciones de oficio el concepto Lle reorganizaci6n futura. de la Yida eco­n6mica ~- social, y ver en ellas la directa aplica­dora de toda funci6n ordenadora, significa descar­tar a pl'iOI'i la idea del Estado. Por lo demas, esta ba sido siempre la teona sostenida por los socialis­ta anarqui~tas, secuaces y continuadores de Ba­kounine: que las organizaciones obreras deben ser primero los nucleos del moYimiento revolucionario de expropiaci6n capitalista, y despues las promo­Yedoras iumediatas y principales, sobre la base de la descentralizaci6n fedcralista, de la gesti6n de la propicdad socializada.

Este concepto de la accion dil'ecta popular y obrera pudo ser por algtm tiempo, basta por cul­pa de los anarquistas, desconocido, sea porque el periodo terrorista de los atentados hizo perder de vista a amigos y adversarios los metodos de lucba menos ruidosos y mas simples y modestos en apa­riencia del sindicalismo, sea porque las manifesta­ciones mas geniales del anarquismo te6rico han sido por algun tiempo casi exclusivamente de in­dole moral, filos6fica y literaria, que desviaron la atenci6n de la mayoria de la parte socialistica de tales doctrinas. Si todo esto fue un bien desde mu·

~l~DICALIS~!O Y ANARQU!SMO 51

c~10s pnntos ~de Yista, desde el de la practica orga­n.Izadora sem:la una espccie de alto, y no habria s1do un mal SL al terrorismo y a l doctrinarismo no hubiese acompafiado alO'una deo·eneraci6n de l"s

~ - i' l 0 0 ,. m<~s nc_1cu as y malsana.s, y si algunos auarquistas no hub1escn llcgado por este camino al decaden­tismo literario, al individualismo anticomunista a la ncgaci6n de la organizaci6n es decir a 1 la

'6 1 I I negac1 ,n comp eta del la.do socialistico de la anarqma.

P.er~ todos los partidos han sufrido errores y des,·~ac~?nes, y tal vez esto que nos parece error y desvwc10n puede haber sido un tltil antidoto contra la fosilizaci6n y 1~ unilateralidad. Cierto es, em­pe:o, que los susod1ehos errores y desviaciones no qmtan que Ia caracteri tica del sindicalismo sea e~encialmeu te socialista-anarquista. Y esto es un b1~n, no s6lo por una consideraci6n de indole anar­qmsta, n~ s6lo porque el sindicalismo sirve para reconduClr las fuerzas revolucionarias del terreno politico parlamentario, donde se estan atrofiando, al terreno econ6mico anticapitalista, sino tambien, Y s~bre todo, porque dando un objetivo revolucio­nariO y ~10 ~olamente inmediato ;\ la organizaci6n obrera, llllplde que esta se inmovilice y se ao·oste en el_ exclusivo objetivo de mejorar las act~ales p~·opt.as condiciones, sin preocuparse ni del porve­n~r m de los demas miseros que no estan compren­didos en la 6rbita de Ia organizaci6n.

De este modo, el sindicalismo adquiere una ele­vada funci6n moral, la de educador de las masas en la pni~tica de la solidaridad, y contri buyc a su progreso mtelectual por el hecho de que las lleva a estudi~r. ~or si mismas las propias condiciones y la ~ostb1hdad y probabilidad de obtener mejoras radtcales futuras. Esta educaci6n no la dan cierta-

o2 l,l l I AllUIU

llli'IILC algunns organiza('iou •s ohn rns inglf'sas y norlt ':t llt Ptlt'tt lW, qu :tllli'S l':t\'Or('(.:eu, aeuso in­<'Oil cientr•JJt~'llt •, Ia lonnaei6u u una f':lBta privi· !Pgiuda 11 , I BI' IIO dt• Ia rui 111a elasc obrera, y <{Ue udupt:tll In oq;aJtizaci611 c:ou Ia cgoi tica intcnei6n d<' tlll'jurru· olu, uuu {t lrueque d • daiwr :\ otras <'alPgo ria de traiJaj:ulorC't.i y u • aliarse con cl go· 1Jit•tr1o , Jo e:tpitnli tas y los c:uras. La a~sencia. lil'l ,. piritu rt>\ollwiollario <'11 las tmtles unww; fa­VOlt I e pr••1•i anH•ut • In f'onuaei611 de a1ptcllu es­JH 'I'It' elf' al'i tol't '< tl'ia oiJr,.r:t, UIIO de uyos jefes, 110 h.t c•1• urucflo tir·nqw, !liP II rctribuido por una lie las udt irJJpot'lH lll<·s llllioni'H de ofi<:io de los Esta­do L!11idos, ballqUt>li'HIJa I'Oll d pre idcntc de Ia HPpl1bli ·a, cou 1111 jet • d • In poli ·ia federal y con un obi pu .

l~ Ill' 1' l si uti i<.:alismo pa rec scr la. misma. cos a qttl' t•l sm· inli u10 nrt:trquista, lo e.· pltca 'l hccho uP qllt' 111 l•'ru uda, d (•uya na ·i611 nos 'vino la pa.· lahr·u, l'l sindll·Hiisruo ha surghlo por ohra, sohre todo, dL' lo 1111a1 qui UlA, 11 ' tlllndos por unos cum~tos sol'i di Ill dl'tllbe ratas ~· di id<•utt s. )lny uutcnor-111 lltP p.ttnwiuahuu < tas llli mas idt'as mu ·hos ana1qtti tas (l' ll lt.Iia .' Kpana Ia mo~· oria), P. ro uu quiso han' rse l • l'llSO . .Jlcjor uert han tcmdo e11 lt' t tttll•ia t' tos mismo couccptos, do d unos dit•z Hilt hHL't', p11 •sto. <'ll pn\etkn eon mncho n­tu ill 1110 ,~ I'll !'ot'lll:t IIH'IIOS l' . !'Ill ivista.

Jln ta · t•l uuo ~~~11, todns In org;mizaciones obn•Ja lt'illtt't' :tH PHtahnn <'II IIHIIIOS tl los ol'ia.­li taB dt'llllH'I 'H tas r tonui tn . ~al\o poeas l'. cep­dorw , lo annrqui. tas 11o l pr ocupnbau de cl~a . Pl'l) t'tt:tllllo it <·ontinuncio11 de Ia fa trrronstu

dt' (,''Ill t\ hD.-l-, una tlcspiadtHin p r ccnci6n impo ihilit6 cunlquit•r pt·opagnuda doctrinaria, Y los pl rhidit·o fu ron uprimidos, 1 rrc tados o c.·-

. J. DICALISMO Y A.' ARQl'IS\10 53

patriudos los escritores y oradores mas conocidos, disueltos los grupo y procesados por con ider<tr­seles a ociaciones de malhechores, el espiritu de ini<:iativa de lo anarquistas husc6 nueyos modos de aplieaci6n. Qnicn se deuic6 <'t. organizar e cue ­las libertarias, quien <:\ patrocinar uni\·ersidades populares, otros se introdujeron en los circulos li· terarios, artisticos y teatrales, y muchi imo fija.· ron su a tenci6n en las organizaciones obreras, en las cuales, apo~·ados por viejos compafieros que les bahian precedido, hallaron el mejor campo para su acci6n llena de energia.

Desde entonces, el mo\·imiento obrero en Fran· cia, al eabo de poco tiempo, cambi6 por completo de direcl'i6n. :-.iignificados anarquistas como Torte· llier, Pelloutier, Pouget (antiguo redactor del.brio­so Pe,·e Peinal'd), Delesalle y otros se a.rro.]aron con entusia.smo d tJ•abajal' en los sindicatos. Sebas­tian Faure antes contrario t\ la organizaci6n obre­ra, mir6la' fa.vorablemente, y doctrinarios como Ham6n, Grave y Kropotkine dieron el ap?yo I~lo· ral de su ·onsentimiento. Bancelllev6 la d1recc16n directamente basta sobre el tcrreno de Ia coopera­cion. 1 o ta.rdaron los congresos de los sindicatos y de las bolsas del trabajo de Francia en colocarse abiertamente sobre el terreno revolucionario, de­elarando que la lucha obrera debia tender {t. la abo­lici6n del sa.lariado y ala expropia.ci6n capitalista, repucliando la acci6n parlamentaria y acord~ndo no apoyar m:\s candidaturas; quitaron de las direc­tiva.s de las oro·anizaciones federadas a los hom­bres politicos yt>los sustituyeron con militantes sin titulos y con obreros inteligentes, casi todos anar­quistas.

Alma de este movimiento hasta. el 1900 fue Fernando Pelloutier, que escribi6 innumerables

54 LUI. l ' ABBRI

articulos, follctos y libros, para empujar :\ los anarqui"tas bacia el movimicnto obrero y las or­ganizaciones obrera bacia el moyimiento anar­qui ta. Despues de su muerte, fue nombrado sccre­tario de la ConfedeJ"acitm General del Trabajo otro anarqnista, l\'etot, que sino tan iuteligente, por su acti\·idad sustituy6 a Pclloutier. Como el Ou­vriu des Deu.r· 1l!ondes, rednctado por Pelloutier, el actual roi.r. du Peuple-6rgano de In Confederaci6n del Trabajo y de Ia Uni6n de las Bolsas do Fran­cia- esta redactado en entido tan anarquista, que los grupos libcrtarios lo difunden a titulo de propa~anda. 1 de estc periodico son todavia re­dactores Poug-et, 1\etot, Niel, Delesallc, los pri­meros que hnn generalizado y .evidenciado esta aplit:aci6n del metodo anarqui ta a Ia lucha obre­ra con el nombre de sindicalismo. Emilio Pouget ha escrito tam bien tres 6 cuatro folletos, recientemen­te, sobre e tc argumento, sin contar otros antcrio­res que tratnn esta misma cue ti6n, debidos c.i la pluma de Bancel, de Delesalle, Luquet, Niel, del grupo de los estudiantes anarquistas de. Paris (E. S. n. I.), etc.

Este espl<"ndido movimiento de actiYidad anar­quista encontr6 en seguida imitadores en el extran­jero, y rcsueltos adversaries al propio tiempo, pri­mero entre los mismos anarqui tas . .rro solamente en los paises donde el metodo habia sido mucho antes adoptado, por ejcmplo, en Rolanda y en Es­pafw, sino tnmbien en Belgica, en Bohemia, en t:;uizc.. en Alernania, en la Reptlblica Argentina, sigui6se el mismo camino, con exito, empero, por ahora, en la Suiza francesa, en Bohemia y en la Argentina. En Belgica ~r en Alemania se formaron al~unos indicates independientes revolucionarios, -y los bubo que se apartaron de las federaciones,

SINDlCALIS~!O Y ANAR<~UJSMO 55

por considerarlas demasiado legalitarias. Y en todas partes el primer impulse dieronlo los anar-quistas.

En Ino·laterra uno de los mejores oraclores tra-b ' • t dennionistas John Turner, que es un anarqu1s a

redactor del 'Fred om, de Londres, es p~rtidario_ del sindicalismo y sigue estos mismos ca~nnos: reclen­temente meti6 mucho ruido su cletenc16n en losEs­tados Unidos, adonde fne por cuenta: de algunas unioncs de oficio i haccr una excurs16n de propa-ganda anarquista y sindicalista. .

En 18D8, Pedro Kropotkine estuvo tam~)len en los Estados Unidos, y en algunas conferene1as que di6, especialmente en la ultima dada en Nueya York, babl6 largamente de esta nueva InternaclO­nal que constru~·en los trabajadores, f~dera~do sus uniones sobre bases tacticas rcvoluc10nanas; en una palabra, sindicalistas.

*-:;*

En Italia, recordamos que los metodos del sin­dicalismo revolucionario- antes que de los que desde las columnae de peri6dicos y revistas hablan del sindicalismo ~· de Ia acci6n direc~a como de una cosa surgida del scno de su part1do-;fu~ron patrocinados, porno hablar nu\s que de los ult1mos tiempos, por Enrique Dialate~ta en 1897-98, ~ p_or consiguiente, por todos 6 cas1 todos lo~ an_aiqms­tas socialistas partidarios de la orgamz~c16n. No queremos remontarnos mc.\s atras, po~ eJemplo~ a la acti ddad organizadora de Galleam, en el Pl_a­monte yen la Liguria, c.i la propaganda en el nus­me sentido de Pedro Gori y otros, en ~~ seno_ del partido obrero, etc., porque seriamos mtermma-bles.

56 LCI FABBRI

De todos modos, estc es cl sindicalismo, estos son sus caractere , estas sus tcndencias, este su concepto. Y cua lquiera puedc Yer culmta diferen­cia media entre el sindicali mo propiamente llama­do, de que omos partidarios nosotros, junto con nne tros amigos de Francia y de otras partes, y el sindicali rno ultimo modelo que algunos llamados sociali tas reYolucionarios e~t<.\n propagando como si fuese cosa UYa: un sindicalismo reYolucionario de palabra, legalitario en los hechos, que copia pal a bra por pala bra las frases del sindicalismo frances, tingicndo ignorar su caractcristica extre­marnente antiparlamentaria, que dice uniformarse en aqucl, yen cambio no toma sino algunas actitu­des cxteriores uyas. ~emejante sindicalismo se empantana en las elccciones, consiguiendo tmica­mente colosales fracaso , y no tan s6lo no repudia el parlamentarismo, ino que lo defiende como uno de los medios de que debe servirse.

Toda la diferencia e t<.'t en las palabras. Prime­ro era el pat:tido electoral socialista, que se servia de la organizaci6n obrera para cosecbar mas YO­

tos; ahora es la organizaci6n obrera, bajo la falsa careta del sindicalismo, que deberia serYirse del parlamentari"mo para reforzar las conquistas pro­letarias, vigilar al enemigo ... y que se yo cuA.ntas cosa nu'ts. La conclusi6n es la misma: las organi­zaciones obreras sirven, en substancia de pedes­tal a los diputados obreros revoluciona~·ios, como antes serviau A. los diputados socialistas reformis­tas. Las palabras, no han cambiado m<.'ts que las palabras. Y Ia idea sindicalista, de ori en anar­quista, anarquista. y reYolucionaria en su eseucia, la gastan\n, como antes gastaron otras ideas, me­todos y manifestaciones de indole y de origen muy otro que leg a litario.

SlNDICALI 'MO Y ANARQUJl:l)[O 57

Por tanto, los que conocen el sindicalismo por lo que es en Francia, en Espana, en Ilolanda, en Suiza, en Bohemia, en la Argentina yen parte en Bclgica y en Inglaterra, no mo~derA.n el a?zuelo que con igual n~mbre una fra~c16n del parttdo s?­cialista echa a no revuelto. 81 lo mordteran sena un "ran dafio porque una vez nu\s quedaria sacri-

tt I • A 1 ficada la idea ~\ la palabra, la substanc1a "' a forma.

Cuando oigais hablar de sindicalismo no os de-tengA.is a la primera afirmaci6n, y mirad que es lo que hay detn\s de ella. Y acordaos de que no es sindicalismo verdadero aquel que por uuo t't otro camino intenta empeiiar las organizaciones econ6-micas de los obreros en luchas que no son de in­dole econ6mica y revolucionaria, que nose basan en su acci6n dii:ecta, y que, en cambio, tienden a encaramar ,\tales 6 cuales individuos sobre lases­paldas de los m<.\s por medio de delegac~ones de poderes y de mandatos politicos, de cualqmer clase que sean.

v

La legislaci6n social

. P.ero-nos o~jetan nuestros adversaries y los soc1ahstas refonmstas-si os colocais del todo fuera del ambiente legislath·o ~-politico, (,c6mo hareis par.a obtener del gobierno aquellas !eyes que son I~d1~pensahles para. sancionar las conquistas par­ci.ales de los trabaJadores y para que sean intan­gi b!e~?•

Esta pregunta presupone toda una teoria positi­v.a s?br~ la ley, que los auarquistas, y tambien los Sllld~cahstas, niegan por corupleto.

. 1 o~otros debemos procurar conquistarnos la s1mp~t~a de los traba~adores, pero no debemos, por temo1 A una momentanea de confianza, ser incohe­rent~s c~n t?do nue tro programa, ya que tal (en apanencw.) mocua rendici6n seria el mal mt\s grande que podriamos causar a los obreros. En e~ecto, p~rmi.tir que la masa obrera contint:1e ba c1endose ~Ius10nes ~on el Juguetc de Ia legislaci6n del trabaJo, e lo nnsmo que continuar nosotros la deleterea educaci6n del pueblo a tener confianza en Ia ley, co~a que al compafiero menos inteligente se le fi~urana como la incoherencia mas enorme con cl ~deal anarquista, que repugna en absoluto cualqUiera concesi6n legislativa.

I, niCALIS~IO Y ANARQUlS,lO !)\)

.~demns, silos anarquistas comenzaren a desear y ~\ dar importancia a las llamadas leyes en favor de los obreros, si creyesen en scrio su importancia, (,quo sucederia? Que los socialistas legalitarios ten­drian raz6n en parte de acusn.rnos porque no quo· rcmos contribuir t'l. hacer estas !eyes por modio de las elecciones. Y por esta pendicnte, sin darnos cuenta, nos deslizariamos basta caer de nuevo en el m:\s antipt\tico opertunismo.

Los anarquistas teneruos razones del todo nucs­tras. hijas de nuestra doctrina, para 110 ser legali­tarios, pcro creo que estas razones son tambien valederas para la clase obrera en general.

La ley-en el sentido coru(mmente entendido de norma de estabilidad de una autoridad indi vi· dual y colecLiva, e impuesta eon la violencia de la amenaza y de Ia a plicaci6n de una pen a a todos los ciudndanos-es una violencia contra la Jiber­tad. Y no otros, que combatimos por Ja libertad y que aceptamos la violeucia como una necesidad dolorosa imicamente cuando sc trate de defender, contra una violencia opuesta, nuestra libertad, no podemos naturalmente aceptar una Icy, cualquiera que sea, qne contradice tan patcntemente nucstros principios.

Hay gentes que tienen miedo a Ja libertad y que olvidan que (un ministro fu6 quien lo dijo) la libertad cura las heridas que produce. Esta gente espantada de la luz, porque est~'l. acostumbrada a las tinieblas, pide que se ponga algim obstaculo c.'l. la luz 6 invora los cristn.les n humados para amortiguar el paso de sus rayos. jY menos mal si se limitaran c.\ pedir lcntes negros y empafiados para ellos solos! Lo malo es que, 6 por sincera creencia de que todos tenernos Ia vista debil como ellos, 6 por envidia, 6 por otros motivos inconfesa·

liO Ll:l' l!'ABBRI

bles., qnieren imponer esta limitaci6n de los rayos lummosos t\ tocto~, basta ~'1. los nue de la tuz c' P

I t · . '1 orn-e a no ttenen n11edo algnno. Nosotros en c"mb'

est• , ) H }0 amos convenc1dos de nue no Ja lLlZ · 1 ' 1 '1 ' , SlllO OS

,e,ntc~ ahumados, arruinan la vi ta, y por esto nos It:brlamos contra l?s que qnieren imponernoslos aunq ue sea necc a no romperles de un punetazo lo~ lentes sobre sus narices.

Pore to somos antilegalitarios en cuanto que no ~reemos que. Ia libertad, como 'el sol, tenga ne· ces1d~1d .de vtdnos ahumados, de frenos, de Ieyes que hnnten su uso. En vez de educar la conciencia ~H1mm!a, l.a ley Ia mantiene en un continuo c tad~ l~~fant1l, tempre <l merced de los a tutos y de los '10lentos (sacerdotes ~, gobernantes) que, superio· res.<\ todas las leyes por ellos fa bricadas, se sinTen de e .tas ~~:a ~ymentar! consoliclar y perpetuar el propiO.plt\Ilegw. Imag111nos un niilo en pafiales

~~ eJemplo es. de ~lalatesta-<\ quien no se le ~mten nunca, m habtendo crecido, y que se le de A entender que elhombre no puede vivir sino faja· do de este modo. Si lo cree, han\ como los que de­fi.~nden en con.tra nuestra el concepto de la ley dml. ~ue no qmer~ ir sin fajaduras y se debatir~ cont1a los que qmeran quit<\rselas. , i uo lo cree harc'l._ como nosotros: procurarA sacudirse de encim~ las ltgaduras perniciosas y lucharA desesperada· ~ente contra todo aquel que quiera impedirle la libertad de los movimientos.

. Las leyes son para Ia coneiencia bumana las fa.]as c~n que las v~ejas J:odrizas supersticiosas e tropeaban <\los rectennac1dos y que los hio·ienis­tas modernos han arrinconado don la difere1~cia de q~e las. nodrizas desa taban at niilo al cabo de un auo, mtentras que los gobernantes no quieren re­solverse nunca A romper los vinculos que atan al

SINDICALISMO Y ANARQUI ~10 61

pueblo, el cual, por esto mismo, debe pensar J. )r si mismo a liberarse una vez pa.ra siempre de todas las leyes que le atan, le impiden los movinrientos y desvian y degeneran su conciencia.

No niego que, una. vez libertado de las leyes, el pueblo-como el prisioncro encerrado durante largo tiempo en una celda sin aire y sin luz, al darle de golpe Ia libertad cierra los ojos al primer rayo de sol y cae al suclo a !a. primera bocanada de aire puro que absorbe-puede al principia equi­vocarsc, e:xtraviarse y va.cilar ante el camino que debe emprender; pero asi como el prisionero liber­tado, pasado el primer desvanecimiento, se levan­tan\ nueva mente y caminan\ cada vez mejor sobre la tierra libre, asi el pueblo, despues de las prime· ra incertiuumbres ue sL1s propios errores, apren­den\. a caminar libremente por la via del propio bienestar.

~.Se quern\., con la excusa de evitar estos pri-mero errores, tener siempre esclavo al pueblo? i,Se quern\, por miedo {1. que el aire y la luz le hagan dailo, perpetuar en la carcel al prisionero·?

Los que dicen que puedc haber leyes buenas, y que todo consiste en sustituirlas <i las malas, 6 se engailan 6 nos engailan. La ley, en cuanto es limitaci6n de Ia libertad, es la mayor parte de las veces dnilosa e injusta, y cuando noes ni lo uno ni lo otro, es absolutamente illlHil. Desafio a quien quiera sefia.larme una ley que no haya sido dafio· sa, ni injusta, ni im\til. Todo lo mas se me podn\. citar alo·un articulo de ley con el que se anula un n . privilegio 6 una ley precedente. Stn contar que esto no puede lla marse verdaderamen te ley, sino disminuci6n 6 abolici6n de ley; aparte de que siernpre tales decretos y articulos van seguidos de algun pe1·o restrictivo que disminuye y a rnenudo

LUIS }'ABBRl

anula su tlOica eticncin c~t. ncia de que la tmic~'!J~~~e. sacarse ~~ conse. diJe e: En rirtud del ;\ J trficable sena la qne apre·entele z todas las demds !eyes l y, quec. an abolidas quia. !J quec. a proclamada la anar-

Como se comprentlera que ln institncioues no s'ees ~n:dabsurdo, puesto la . · I t' UlCl an " u . egiS a n·a, pel' la contraJ·,.· - ' •' na JUnta ban\ siempre le:ves T • l-Wne che no'l consente

t. . • , ) Sl anul·1 a!o·ttna . '

sus 1tmrla con otra 11 ' . ;~ , sera para la primera. 0 menos uucua 6 intHil que

Por lo demas, el puebl . _ que esperar de lo d ,0 noes un n~uo que teno-a s · lir solo de en a· cu~ad Ies 1~ autonzaci6n pa~a libertad, se Ia ;o'ma <t~ro :ie st:ntc rnaduro para la todos los pa to res F P " mtsmo, <i despecho de d

· ormar la co · . e modo que est"' mad nctcncia popular c ' ura p·:n":t 1 I'b antes ea posible y d· r ' ' a 1 ertad cuanto

dores legislativos sir;~e. a. , Ibcrtarse de los anda­la misi6n de los ana Ie:~nse otros nuevos: he aqui

I rq lllstas Y Cll'' .fi . con a propao·anda d 1 . ' • ·' o n persiguen

el ejemp!o PI':'actico d~ l:s.l~.?eas. anarquistas Y con antipar!amentaria , oltact6n revolucionaria

' y por tanto extralegalitaria.

* * * Pero VOlYamos a la cu .

te re~erente a Ia clase obr~~~6n mas estrechamen-Cierto: silos diputados ·. .

de ruido, loo·rasen hac , tsoctalistas, con un poco al gobierno0 una ley ei b omar en consideraci6n mo una ley que s? re el trabajo-supono-a­jornada de ocho ghar an tlzase a los trabajadoreso la

oras- pod · que nosotros socialist , na parecer extrailo res alguno s~mos sinc:~o~narq.uistas, que sin inte­

amtgos del pueblo, rue-

lNDlCALIS~lO Y A, ARQUJS~IO 63

'. semos contranos A que el pueblo se ao·itase para obtener la aprobaci6n de una ley semej~nte.

Pero e~to no extrafian'l. a nadie cuando se haya comprcndtdo el concepto que nos guia en esta acti­tud nucstra, ya que es muy diferente la opini6n que tenemos de la ley en si misma, de la opini6n que se forman todos los dE:mas partidos autori­tarios.

l\Iientras los demas creen que los malos efectos de una ley deri van del hecho de que esta ley es buena 6 mala, nosotros en cambio estamos seguros de que la ley, siendo iempre, por su misma cseucia y por el mismo hecho de ser ley, mala, malos son todos sus efectos, pesimas todas sus consecuencias.

De cua.lquier modo, bay el hecho de que los veucidos nunca sacaron ninguna ventaja de las leyes ~lechas a beneficio de las clases privilegia­das, smo cuando estas ventajas supieron conquis­tarselas.los trabajadores sin aux.ilio de Ia ley, con la prop1a energia, en cuyo caso la ley, aun no siendo nociva, es de todos modos completamente in it til.

En cambio1

nuestros adversarios creen que bas­ta con hacer aprobar por el gobierno una ley a favor de los obreros para que estos puedan estar seguros de si mismos y de su derecho.

Aqui esta el error: confiando los trabajadores en la ley y en la guardia civil, que ha de hacerla cumplir, no se preocupan de imponer por si mis­mos, con la fuerza de voluntad, a los patronos, la observancia de los derecbos que les corresponden, y de este modo dan facilidades ~\ aquellos para eludir la susodicba ley (ya que para esto y por delito semejante no hay esposas) y bacer todo lo contrario del bien que quiso hacer el legislador. En cambio, si los trabajadores quisieran, aun sin

64 LUI F BBRI

ley alguna, podrian oblio-ar <'t los pat~·onos a con­ceder! s en serio todo lo que neces1tan, y en tal ca o, frente t't una ma a consciente de los propios intereses y resuelta <'t defenderlos, los patronos no sabrian Yerdaderamente c6mo eludir la voluntad y las prctensiones de los obreros, mucho nu\s posi­tivas v mt\s dificiles de eludir que los articulos de todo un c6digo sobre el tra bajo.

Por ejemplo, imaginaos que una ley del Estado garantiza a los obreros la jornada de ocho horas. Si los obreros no son bastante fuertes, los patronos hallaran modo de eludir esta ley, haciendo que los operarios trabaj~n ~:oluntal"iamente mas de ocho horas (es decir, para no verse despedidos 6 para ganar nHi.s).

ViceYersa, silos obreros son energicos y quie· ren seriamente trabajar solamente ocho horas dia· rias no nccesitan haeer el doble esfuerzo de que-' . rer primero la ley y pretender luego su observanCia 6 el derecho que de ella deriva; basta que sean verdaderamente energicos, y sin intermediarios de ninguna clase que impongan en principio a los pa­tronos las condiciones suyas mas convenientes. Por lo demas, la verdad es que si la sociedad vive Y progresa no es mediante la ley, sino A pesar de la ley, la cual encuentra su raz6n de ser solamente en la falsa organizaci6n social actual, basada en la lucha, en la explotaci6n y en la violencia del hombre contra el hombre.

Ningun paso ha dado la humanidad, por peque­iio que sea, hacia su m joramiento sin que una ley que lo impedia baya tenido que abolirse, sin que luego otra ley baya procurado disminuir sus bue· nos resultados, sancionando a su modo el hecho consumado. La bistoria nos ensef1a que cada vez que los pueblos ban derribado con su propio es·

SlNDlCALJS}fO Y ANARQUJ MO 65

fuerzo una instituci6n 6 un pri vilegio, han salido siempre los estatutos, que antes eran opresores 6 amigos de los opresores, que aprovech~\ndose de aquella calma que sigue A las agitaciones mas in­tensas, con Ia excusa de querer consolida1· la vic­toria del pueblo la ban traiciQnado con multitud de articulos de ley. Son los heroes de la sexta jornada que embrollan las cosas de tal modo, con el pre· tc:xto de ponerlas en otden y conducirlas ?·azona­blemente, que al cabo de poco tiempo la conquista popular qneda reducida a sus minimos terminos y no la conoce ya nadie.

El pueblo conquista la libertad, y los politicos, dandose aires de crcarle garantias duraderas, la disminuyen legalizandola. «La prensa es libre, puo hay una ley para reprimir los abusos», dice el C6digo; mas si nosotros quisieramos arriesgar­nos A escribir, no frases ret6ricas, sino alguna verdad de las m~'l.s aplastantes a prop6sito de las instituciones politicas de Italia, el fiscal nos se­cuestraria el peri6dico y nosotros iriamos a presi­dio. De este modo, segun la ley, decir la ve1·dad se convierte en un abuso condenable.

Sin embargo, por una ilusi6n 6ptica de que to· dos, excepto los anarquistas, son victimas, se atri· buye siempre ala ley el merito de un progreso que, al contrario, la ley ba limitado y reducido. Y es por esto por lo que la mayoria de las gentes, cada vez que se encuentran ante una injusticia, dicen en seguida que para combatirla se necesita «Una buena ley», en lugar de ponerse ellos mismos ~ a?atir d~­rectamente aquella injusticia. De esta 1lus16n 6ptl­ca se aprovechan todos los aspirantes al poder, sean de buena 6 de mala fe, desde el clerical al socialista, para captarse el apoyo del pueblo. «Dadnos el po­der-dicen-, y entonces haremos buenas leyes

5

6 LUf FABRRI

para que e teis mejor., jComo si cl voto de un Par­lamento tuYiese poder para cambiar la condicio­nes politica , econ6mica y morales de toda la so­ciedad!

La ley ha \enido siemp1·e despues del hecho, y lo repetimo , para disminuirlo. Si lo precediese "eria no tan 6lo int1til, porque le faltaria un terre­no positiYo, ino que re ultaria entonce dailina, porque los intere ado , meciendose en la confianza de Ia ley, e dejarian \'encer por la inercia y de hecho no obtendrian nunca lo que hubie en obte­nido por derecho. Recordemos que en Francia, cuando X a polc6n III, espantado por la difu i6n de la Internacional, quiso preYenir sus fines haciendo aprobar alguna leyecita sobre el trabajo, qued6 e ta letra muerta, porque los obreros no la habian ellos arrancado y no se preocuparon, y por consi­guiente, los patronos tampoco. Por lo deme:\s, l,OO

hemos visto tambien en Italia y no 'Temos conti­nuamente burlar Ia ley, en apariencia discreta, sobre los accidentes del trabajo y sobrc el trabajo de las mujeres y de lo mno , y l gobierno no preocupar e de hacerla obserYar 6 impotente acaso para hacerla cumplir?

Recordemo <.\ e te prop6sito otro ejemplo. Tiempo atr{t , en los E tados Unidos, muchos

obreros minCl'OS obtuYieron, ,0 TaCias a una huelga formidable, ln n bolici6n de un a buso patronal, y cl movimicnto rue tan cncr~ico, qu ocup6 Ja aten­ci6n del Parlamcnto de \Y<'tshington, el cual di6 Ia raz6n a lo hnelg·uistas, dictando una ley que san· ciono su Yictoria. Pero ni que lo hubicse hecho adrede, porque al cabo de poco tiempo, {l. pesar de In ley, recomenz6 el abnso y continuo, sin que los obrcros sc ocupn en de el, confiados en que los tribunales lo combatirian y castigarian. Y i qui-

SJNDJOALIS~W Y ANARQUISMO 67

si~ron que aquel abuso cesara, tuvieron que recu­rnr {l. una nueva huelga, como si la ley no existie­se. I9n?r.amos, por mas que es muy probable, si la ley, mutll contra los patronos sirvi6 en cambio para legitimar durante la huelg~a las violencias de los gendarmes contra los huelguistas. La historia de las rcpresiones republicauas desde los sucesos de Chicago a los de Paris, sdn demasiado elo. cuentes. . En suma, la ley se hace y se aplica siempre en m~e~es ~e las clas~s r de l~s castas dominantes y pnvllegtadas y ex1stm\ mtentras existan entre los hombres divisiones de clase y de casta contribu· yendo a mantenerlas, siendo de estas tan pronto ~ausa como efecto.

. En un muy notable estudio critico de la Revolu­Cl6n francesa, Pedro Kropotkine explica cual es la raz6n de que se perpettte, hasta entre los estu­diosos, la ilusi~n que atribuye ala ley y a los legis­ladores el mento de los progresos obtenidos por la iniciativa popular, progresos que mas tarde dismi· nuye la legislaci6n. Estriba en que basta el pre­scnte todos los historiadores, al relatar las vicisitu­des. de la humanida.d, han dejado casi siempre en olv1do la obra pactente, evolutiva 6 revoluciona­ria de las masas1 y se ban preocupado solamente de lo que hicieron reyes, sacerdotes, jefes, parla­mentos, etc. Asi es como se dice que el Parlamento frances decret6 la rPpublica en 1793 callandose voluntariamente que el pueblo habia ya derribado la monarquia por medio de una serie ininterrum­pida de insurreccioncs, que comenzaron mucho antes de la toma de la Basiilla; callan voluntaria­m~nte que mientras cl pueblo vitoreaba la repit­bhca, en el Parlamento los diputados y el mi mo Robespierre se llamaban toda,·ia rnonarquicos y

68 LUI FABBRI

declaraban que la repl\blica era un absurdo; callan voluntariamente que cuaudo la Asamblea Nacio­nal aboli6 por ley los privilegios estos ya no exis­tian de truidos por la furia popular, y que en cam­bio, '1a ley contribuy6 a poner en vi!?ior alo·uuo y a crear otros nuevos poco menos od10sos que los anti o·uos. Se callan, recordando tiempos 111<\s mo­deri~O", que si Carlos Alberto concedi6 el Estatuto, el pueblo ya se babia conquistado e ta libertad con movimientos revolucionarios; nose hizo mc.is que cederle de mala gana lo que habia_ con9-ui~: tado y la formalidad legal de la conces16n suvto sola~ente para limitar cuanto fue posible lacon· quista popular.

Esto es la historia, y si Ia historia hade ser maes­tra de Ia vida, los trabajadores deben sacar lec­ci6n de esta antes que de las charlas de los poli­ticos.

La or"'anizaci6n obrera, por consiguiente, debe ~ .

desinteresarse de la obra de los parlamentos, y s1 alO'una vez la obra de estos perjudicare la causa obrera entonces el proletariado organizado debe desde fuera, con la agitaci6n popular directa, im­ponerse para que en el Parlamento, como en todos los ambientes de gobierno, no se ha.ga obra dcle­terea ala causa obrera. No est~'t. lejano el tiempo en que los movimientos popula.res, las huel~as Y las orO'anizaciones obreras obligaron al gobterno de Italia y a los de otros paises a aflojar los frenos de la reacci6n y a tomar aqucllas previsiones en pro de la multitud que en vano durante auos Y afios reclamaban los diputados en el Parlarnento.

VI

Reiomas y mejoras

e nos pregunta: a:Si sois contrarios a toda idea de leyes y de reformas legislativas para obtener para el proletariado sufriente mejoras inmediatas a sus males mas urgentes, lC6mo conciliais seme­jantc retraimiento con la atirmaci6n que a menudo haceis de vuestro deseo de que el proletariado })Ueda obtencr alguna de las dichas meJoras?»

En una palabra, lqueremos 6 no los anarquistas las reformas?

Ante todo, i,que entienden por reformas nues­tros ad versarios?

Cuando los obreros trabajan diez, doce 6 cator­<!e horus diarias, y resuel\en acabar de una vez con una explotaci6n tan inhumana, y no teniendo fuerza para libertarse del todo de la tirania capi­talistica, comienzan interinamente por pretender de esta mejores condiciones de trabajo, diciendo que no quieren trabajar mas allc\ de ocho horas; cuando los mismos obreros, no contentos de un sa­lario irrisorio, piden que se les aumente; cuando al darse cuenta de que trabajan en condiciones mal­sanas pretenden y obtienen que se cambien, que los talleres sean mas higienicos y disminuya de este modo el peligro de infortunios; cuando por

70 LUI' lo'ABBRI

tales_ infortunios del trabajo se hacen indemniza1•

parcwlmente por el capitalista; cuando, en suma, los ~ breros . c?nsiguen mejorar en alg(m modo I a. propra condict6n econ6mica, 6 en propio beneficio el contrato de trabajo, en una palabra, que sea men~s pesada la e:s:plotaci6n y un poco mas grata la nda, y estas mejoras substanciales queremos llamarlas reformas, entonces nosotros ei rto es que somos partidarios convencidos de estas re­forma . . Cuando los obre1:os qnier6n organizarse, de uno u otro modo, en soc1edades de rcsistencia en co-

. I

operatlvas, en asociaciones politicas 6 en cualqnie-r~ otra forma que tenga un objeto moral 6 mate­n~l, econ6mico 6 yolitico, educativo 6 recreatiYo, e Imponen al gobt_erno y al capitalista el respeto {t

su derecho ~\ asocwrse, y en los conflictos imponen a! ad\Tersano la condici6n de tratar con Ia asocia­CI6~ que representa su _interes; cuando quiercn que la llber~ad de pensamiCnto y de la aplicaci6n del pen~amt~nto sea respetada, y consiguen limitar las arh1trar_1edades del poder; cuando conquistan una. m~yor hbertad de acci6n, sea en el campo econ6-mtco 6 politico, disminuyendo la autoridad del pouer politico, y logran eliminar los efectos de una ley restrictiva, un reglamento odioso 6 una simple c_ostumbre de prepotencia, si todo esto puede en­globarse con el nornbre de reformas, bien yenidas sean estas.

lgualrnente todo lo que facilita el proO'reso desde el punto de vist_a intelectual y cientitlco, y es ob~taculo ala reacc16n: todo prejuicio que cae, toda tdea nueYa que ayanza, toda brizna de bien· estar ~ de saber conq uistada por las masas, por peq u?na que sea, 6 cuando se asegura la com ida <:\ los mfios de las escuelas, 6 se facilitan a los pobres

SI~DlOALIS)fO Y ANARQUIS:\10 71

los estudios snperiores, 6 se arranca la ciencia al monopolio de las uni \·ersidades, popularizindola, todo, todo, por poco de que se trate, sicmpre que sea un paso adelante, nosotros lo aceptamos como reforma buena y (ttil.

Y lo aceptamos porq ue estamos con vencidos de que es un error creer que clnu'L imo sufrimiento y privaci6n faeilita, por una especie de reacci6n, el pro"Teso, y que en cambio cl bienestar adormece las cnergias populares; por lo menos es un error creerlo en modo absoluto.

~i <\ una masa que ba adqnirido una costumbre dada de bicnestar y no tiene extinguido del todo el sen timien to de la pro pia couserv a ci6n, se la de· fl·auda de repcnte en sus interescs y empeora, ciertamente se rebelan\, y en cl acto de la rebe­li6n reconqui tan\ no solamente lo perdido, sino mucbo m<\s. Y al contrario, si una cla e de traba­jadorcs ha cons~::guido elevarse ccon6rnicamente por eucima de otras y no la animo en su lucha de elevaci6n sino el interes escueto y e:s:clusivo del propio bienestar; si una idealidad no se abre ca­mino en ella de modo que cousidere que las denu\s clases hcrmanas deben tambienmejorar, esta masa se fosilizan\ y dormin'l. sobre sus laureles, con nn egoismo colectivo, porque la visi6n de la miseria ajena basta para contentarse con el relativo y propio bicncstar que se disrruta.

Pero se trata de casos excepcionales, que no pueden suministrarnos la regia de la conducta en la lucha social. En la mayor parte de los casos, la miscria mt\xima postra en absoluto toda cnergia, mientras que el bienestar anima e impulsa tt. con­quistar uu mayor bienestar. Las clases dominantes desencaclenan su mayor prepotencia sobre las masas todavia iuconscicntes y miscrables, porque sabcn

LUI FABBRI

que es menor su re istencia. Es mas facil a.rrancar cinco ~entimos a! que tiene diez, que ~~que tiene el bol 1llo lleno. En una gran ciuda.d industrial los ~ropietarios no se permitiniu nunca las prepo~ tencra que se penniten los latifundistas sobre los mi eros campesiuos, entre los cuales si l<1 deses-

.6 ' perac1 u provoca acaso un estremecimiento de re-beldia, se apag:a esta despues de un triste albor de san o-re y muerte, dejandoles mas tristes que antes si los est6magos vacios ha.n impedido la screnid<1d del pensamiento a los cerebros.

Pero cuando la ele\·aci6n de la conciencia obre­ra haya aumentado las necesidades de la. ma.sa y ?uando esta con la resistcn~ia, mas que defensi',,a 1~-va ora, h~ya conquistado todo cuanto es compa­tible conqu1srar en el <imbito de las instituciones presentes ~, del sistema. capitalista, y querran ir mt\s allft por ley natural del movimiento conti· nuo, entonces las instituciones 6 el sistema reac­cionar~n, y procuran\n arrebatar otra vez Jo que concedreron y borraran de mil modos diversos el camino, Y_ el conflicto sobrevendrA. La evotuci6n, n? contemble ya en su autigua en\·ottura, se cam· b1ara en revoluci6n para romperla y pasar adelan­te. Fa tali dad hist6rica determinada no por la expectativa musulmana de la. conce~traci6n del c~pital y de h~ creciente miseria, sino por las acti­ndades colect1 ,-as de los trabaJ·adores oro-anizados

.d 0 ' q_ue p1 en y pretenden un bienestar y una libertad s1empre mayores, sin detenerse ni contentarse nunca.

~ est?, que es Yerdad en las gra ndes lineas de la lnstona, es \erdad tambien por los couftictos rnenores, por los sucesos de todos los dias en el desarrollo de la lucha de clases en el seno de la vida social, por los casos menores y particularcs.

SINDIC.~LISMO Y ANARQUI MO 73

_To hay rebeldia fccunda y conquista duradera sino alii donde la determinante ha sido, como he dicho antes, la conciencia de una nueva necesidad 6 de un in teres lesionado. Y el bienestar mayor que de esto deri va, cs incen ti vo para des ear un bienestar mayor aLm: el apetito viene comiendo, especialmen· teen aquellos que, como en la clase obrera, estan muy lojos de la saciedad completa.

Se nos objetan\, cosa que nosotros admitimos, el hecho de que algunas clases obreras se duermen sobre los laureles conquistados, clases obreras a las cuales Ia visi6n de la ajena miseria les quita las ganas de luchar y arriesgar lo ganado, satisfechas con su egoismo de estar, sino muy bien, mejor que sus hermanas. En efecto, puede darse esto, pero la misma condici6n necesaria para que asi suceda, demucstra que no sc trata siempre sino de una exrepci6n limitada ci uH rcstringido numero. Los obreros egoistas esti\n satisfechos sola.mente cuan­do se enc_ucntran en medio de una mayoria no satisfecha 6 menos satisfecba que ellos; son unos vri\·ilegiados, y nosotros no nos preocupamos de ellos, sino de la generalidad. Silos que han conquis­tado algo se detienen y se limitan a defender lo ganado, nosotros dcbemos empuj<1r a los demas para que llcg·uen basta don de llegaron aq ueltos pocos. Entonces les faltarA a estos pocos el medio de com­paraci6n con los que cstt'm peor y no les quedara otro recurso que compa.rarse con los que estan me­jor, con los capitalistas. Su mismo eg_oismo serA un incentivo para reanudar el camino, JLmto con los otros, haeia mayorcs conquistas. El apetito crece­ra, no lo duMis.

Demostrado que el incouvcniente temido, por la misma raz6n que lo determina, no puede ser sino muy limitado, y de ning(m modo temible res-

7-! LUJ. FABBRI

pecto al movimiento general, yo no digo que nO' tenga que buscarse modo de eritarlo. Puede evitar­se eliminando las causas verdaderas, que residen, no en el mejoramiento en si mismo, sino en el concepto y en las ideas que animaron <t los que obtuvieron tales mejoras y en el modo como fucron obtenidas.

::.: ::.: :::

Por cousiguiente, los re \·olucionarios socialis­tas no deben despreciar las migajas de pan, que por pc!l uenas que sean, son siem pre bucnas para comidas para el que tiene hambre, y conquistadas por los tra bajadores en la luella por su emaucipa­ci6u total. En camino de entrar en posesi6n defini­tiva de toda la riqueza social, como entretanto hay que comer, los obreros dcben intentar todos los medios para mejorar su pro pia condici6u politic a, econ6rnica 6 intelectual, siempre resueltos <t con· servar lo ganado y <t conquistar algo ill<\s.

La causa de la emnncipaci6n de los trabajado­res beueficiarit asi desde el doble punto de Yist;:t moral y rna terial: aurnentarc'~ algo el bienest:u obrero y mejoran\n consiguientemente las condicio· ues intelectua les, y la iuteligencia colectiva de las masas habn\ conquistado, en la saludable lucha de las batallas parcialcs y de las escaramuzas, la con­cieucia reYolucionaria de c6mo debe hacerse para obtener el prop6sito en semejantes luchas, asi como el incenti ,-o ..,- el deseo cad a vez mt\s fuerte de obtener sie~pre mt\s y c.'onquistarlo todo. En tal caso, lo repetimos, el apetito ~.-·iene comiendo.

Pero solamentc en tal caso, eutendtl.monos bien. Quiero decir que s6lo ;\ condici6n de que la mejora. sea. fruto de la e:x:igencia inYasora. y rcvoluciona-

SlNDlCALl MO Y ANARQlll )lO 75

ria de los trabajadores, puede ser esta mejora una puerta abierta a mayores ~onquistas, _un empu~6n siempre mas poderoso haem ~1 porvemr. Que st.al contrario los obreros obtuvteren alguna ventaJa, 110 con la resistencia y con La acci6n directa Y hostil hacia los opresores, sino con la sumisi6nr pagando con la hurnillante inclinaci6n de cabeza Ia sonrisa. del que les explota, en_trando en tr~tos con ely con Ia mal)ia de ser practiCos, renuncian­do tt la gallina del manana para obtener el huevo de hoy-en lugar de pret~nder m:~ y otra-, co.n:­prometiendo asi el I?orvcmr y debllttando Ia pro~1a energia, esta ventaJa, aunque no sea aparente, _Ic· sultaria siempre un engailo por parte del captta­lista el cual h< ce su interes de usurero, dando hoy

' diez pam ganar cien deutro de un aiio. Pan~ un hombre dependiente hay dos modos de

obtener de su duei'io el reconocimiento de uu dcre­cho: proclamar abiertamente este derecho Y pre­tender su respeto con los puilos levantado~, 6 re­bajarse y humillarse mas si cabe a los pieS del poderoso y pedirle como limosua y por favor lo que este estaria obligado a conceder. al derecho.

Sncede tt veces, raras veces, emper_o, Y s6lo momentt\neamente, que el segundo. ob.tte_?.e mAs que el primero; pero ademt\s del envtlec1m1ento de su conciencia, no podra recabar otros fr~tos ~na­yores despues de aquella inmediata ventaJa1 nuen­tras que el primero tendn'l. siempre a~1te s1 el ~~­mino abi rto y poseera entera la. cnergw. necesau_a. para intentar conquistar algo mas, con la segun· dad de conseguirlo. .

La organizaci6n obrer~ debe encontrarse stem­pre en la condici6n del pnmero, que pret_endc con su propia fuerza directa el huevo de hoy _sm renun~ ciar t'l.la gallina del manana, antes meJor, prepa

76 LID FABBRI

rur e abierLamente para arrancarla de manos de la burguesia. in raz6n, pues, nuestros ad versarios a9.uellos que, como nosotros, quicren la emancipa~ ct6n obrera, pero son legalitarios nos acusau de que descuidamos el presente por ~1 porvenir, que no nos preocupamos de la necesidad de aminorar la mi ~ria a~tual y que somos contrarios a las mejo­ras mmechat~s. Como seve, se equivocau; no so­mos contranos d~ estas mejoras, pero queremos que sean substanCiales y no espejuelos para cazar aloudras, y queremo.s obtenerlas de modo que no se teng~ que renunetar a las conquistas futuras, al pon·emr.

Toda la diferencia consiste en el modo de con­quistar tales mejoras, yen este caso el modo es de lll<txima importancia. Nosotros pensamos que los o?reros deben p~dir siempre una mayor suma de blene~tar y de llbertad al gobierno y a los patro­nos, sm contentarse nunca, haciendose valer con la organizaci6n de las propias fuerzas con la ame­naza ~- la a.ctuaci6n de la resistencia' directa con la agitaci6n popular, con todos aquellos m~dios que el numcro, la uni6n J. la concieucia del dere­c~o poueu a su disposici6n, no perdienJo nunca de \Ista la fin~lidad tlltima de la reconquista total y luc~ando s1~. mezclarse con el enemigo, sin pedir su mtervencton en los propios asuntos y sin pre­tender tomar parte e_n el mecanismo gubernamen­tal (aunque sea con el prete:x:to de mitio·ar su mal Y de conYertirlo en bien), permaneciendo, en una palabra, sobre el terreno de Ia lucha de clase. Los l~galita~ios, en cambio, hacen todo lo opuesto, y dtceu s~empre que no conviene exagerar, que es necesano contentarse, po1· ahara- siempre por al~om -, con. P?co_, y ~e afanan formulando pro­gramas de retnndlCaetones minimas, que resultan

SINDICALISl\IO Y ANARQUISMO 77

luego para ellos la mayor de las preocupaciones, que les hace tener en olvido las reivindicaciones mAximas, y sobre la base del programa minimo, que cada vez es mas minimo, la lucba de clase se transforma en una especie de comercio de las tran­sacciones mas vergonzosas, en las cuales es siem· pre el patrono quien hace de usurero y se come los mejorcs bocados. A la acci6n popular directa. se han sustituido las negociaciones por medio de en· cargados especiales, que las entablan en los am· bientes gubernativos y las conclusiones vienen impuestas de arriba; esto cuando no se nombra. arbitro en los conflictos al mismisimo representan · te oficial de la clase adversaria, es decir, al mis· misimo gobierno. De este modo se enerva y desvia la energia popular, ilusion<indola con la esperanza de conquistar el poder por medio de sus encarga· dos y con la promesa de que estos encargados, una vez en el poder, haran el interes de los trabajado­res; vana esperanza y promesa embustera, que hacen perder a Ia clase o brera la visi6n clara de su interes, no sa"Qiendo ya distinguirlo del de la clase burguesa, precisamente por la confusion par· lamcntaria, en la que no deberia haber tornado nunca parte el proletariado, porque sig·nifica tomar parte en su propia opresi6n fabricar y remacbar­se cada vcz mas al pie las cadenas de que creia. libertarse.

Puede darse, repetimos, que del crisol sobre el que se afanan los alquimistas de la legalida.d con­sigan sacar alguna laminilla, sino de oro, por lo menos de cobre, con la que los obreros puedan comprar unos cuantos centimos mAs de pan. Pero sucede <oi menudo que los miopes toman el cobre por oro, y esta ilusi6n, fomentada por las chacha· ras de los charlatanes, se desvanece tan pronto

LUIS PAllllRl

como el tiempo ha empaii.ado elmetal, y entonces el desengaii.o deprime t\ las \ictimas y las arroja a nn envilecimiento y t\ una angustia que neutraliza y :mula el escaso beneficia inmediato que habian obtenido.

Y el mal es m<\s gra'i'e si se piensa que seme­jantes beneficios inmediatos, poco l1tiles ala causa de la emancipaci6n total, se obtienen en menor numero de lo que nosotros mismos, solamente para poder discutirlos mejor, admitimas anteriormente.

En efecto, no esperando los reformistas legali­t. rios las mejoras deseadas de la acci6n directa del proletariado-hablo de substancia y no de pa­labra reYolucionaria, y lo digo adivinando la obje­ci6n de los reformistas, que tambi(m se llaman re­volucionarios-, y oponiendo a semejante acci6n una cantidad de obstaculos, vienen obligados a es· perarlas, y hasta las esperan con deliberado pro· p6sito, de la acci6n legislatiYa, como efecto de leyes emanadas de lo alto.

Dejemos A un lado el caso excepcionalisimo en que una ley 6 una medida legisl~tiv-a fuese verda­deramente util, en cuyo caso se necesitaria medi­tar si no seria mas conyenicnte renunciar a seme· jante utilidad mejor que obtenerla por tan triste medio, y que para obtenerla en cualquier modo bastaria y seria siempre mt\s eficaz la presi6n de ahajo ejercida por el pueblo sobre los poderes le· gislati vos, desde fuera y sin tomar parte en la funci6n del poder y en la fabricaci6n de la ley.

~lAs vale reeordar cu{mto por regla gener, l una ley buena en si misma es in(ltil cuando no existe .1~ Yoluntad popular presente para imponer su esp1ntu, y de que modo ley tal se Yuel,·e mala cua.ndo e:x:iste la inercia popular, que de la ley s6lo obt1ene entonces una formal sanci6n yen la prac-

SINDICALIS)11) Y ANARQUISMO 79

tica una limitaci6n siemprc. De esto, es decir, de la ineficacia prfl.ctica, cuando por excepci6n no es un dailo oTavisimo, de las leyes, entendidas en el sentido d~ normas coactivas impuestas de lo alto, va hemos hablado anteriormente, y poco valdria ia repetici6n, puesto que toclo aquel que tiene un poco de experiencia de la vida social moderna esta de sobra conYenciclo.

Lo repito: solamente con una condici6n pueden scr t1tiles estas mejoras ala clase obrera; que se pidan y arranquen ala burguesia con u?- Cl'escendo siempre mayor, de modo que la burgues1a no tenga modo ni tiempo de rebacerse por un lado de lo que baya tenido que ceder por otro.

Cierto que ante la continuaci6n de las huelgas con que los tra bajadores pid~n siempre algo mas, poniendo en serio apuro los m~ereses. de la burgue· sia bay alg(m individuo gue t1ene nuedo.

'y se espantan no tan s6lo el indust:ial y el accionista que ven dlsminuir los ben~fic10s de la e:s:plotaci6n que ejercen nu\s 6 menos d1rect~m~n~e sobre los obreros sino basta los que al prmc1p10 estimularon este' esplendido movimiento del des-pertar del pueblo. . .

Es que las masas, abora que s1enten agtgan· tarse en mcdio de ell as la fuerza que dan la con· ciencia y el espiritu de solidaridad, se atreven a sacudirse de encima el yugo, por dorado Y orna­mental que sea, que les pusicron. al cuello los que por uno i1 otro objeto las encammaron por la sa· gra<la Yia de la emancipaci6n. .

E instintivamente, ahora estos mtentan~ detener el torrente que avanza rompiendo y. barnendo los obstt\culos, espantados por la. veloCldad de la co­rricntc que ellos contribuyeron a desencad~nar. El moYimiento, que no midieron, les parece danoso,

0 LLJ' FABBRI

y por esto se apresuran, pero en Yano, a construir~ le diques.

Fijarse en una cosa. i teneis en .la mente la cr6nica de recientes huelgas, os dare1s cuenta de que ha ta aquellos que pasan por subversi\·os a los ojo del pttblico y se llaman y se creen de. buena fe ad,·er"ario de lo patronos y de los gobternos, se ven impuLados, por la preocupaci6n de detener el movimiento vertiginoso de ascensi6n de la clase obrera, que les espanta 6 que no sa?en seguir, {t

salir en defensa de los pa tronos, <i dtsculparles, a justificar su obstinaci6n en l:;t resistcncia <'1. las jus­tas pretensioncs de los trabaJadores.

Pensad-dicen t\ los obreros-que el patrono no puede conceder m<'ts alit\ de tanto 6 cuanto. Vosotros exaguais vuestras demandas, a las cua­les el patrono, jpobrecillo! no pod.ria acceder ~in arruinarse. Contentaos con algo menos, renunCiad a esto, renunciad t't aquello ... ,.

Y d.e este mod.o, en fuerza de renuncias, los obre~ ros ceden v obtienen la. Hamada inevitable victo­ria ... moral, mientras el capitalista consigue n.o tener que aflojar la bolsa, lo qu~ yara el ?onst.l­tuye una victoria verdadera y pos1tn a, la v1ctona material.

Ahora bien; para que penetre en los obrcros la conciencia clara y preci a de SLlS derechos, es ne­cesario al contrario, que se persuadan de una verdad; que por mucbo que pi dan <'1. los patronos, mientras no lleguen 1\ pretender todo el fruto del propio trabajo, siempre sen\ poco lo que pidan, Y por esto este poco que pidan tienen siempre raz6n en pedirlo y derecbo a obtenerlo. . .

No tendrian raz6n sino en el caso que qmste­ran sustituirse a los pa tronos y explotar luego a sus antiguos explotadores, en cuyo caso la injusti-

STNDICALI '~fO Y A:\'ARQUJS~O 81

cia habria cambiado de sitio, pero continuaria sicndo inju ticia.

l'ero mientras dure el actual orclen capitalis­tico, mientrns hay'l una mayoria de obreros por un !ado tra bajanclo sin di:sfrutar de nada, y por otro Indo un, minot in cle oeio os di frntando :.in t'ati~as dr etHlllto los primeros han produeido, los trahajadores tendritn siempre razon ... hastn cuan­do en apariencin parezca t[liC nola tienen.

.\. aqnello , pues, que cuando cl pueblo recla111a sus derechos e atre\'en t\ decirlc que 110 ti'ene ra­z6n por el hecho de c1ue no quiere rennndar t\ nin­t!;ll\1'1 d(' sus preten ione , por mod.estas que senn, ;\ l' tos Irs rrplicamos nosotrus qnc lo obreros, por lllllt ho que se<l lo que pidan para me.iorar la pro­pi,t t:ondici6n ecou6miea, siempre pcdirlm poco, siempre teucldu raz6n, mientras 110 hayan obte­llido todo lo r1nc le corresponue.

Y PI ueber de los que se constituycn en paladi­llCS de los dc.>rechos ctel proletariado, consiste en a poyar siempre t\ los lra bajadores en las agitacioues por Ia reiviuuicaci6n de estos dc.>rechos, y no te­mer nJmca basta. cuaudo semejantes agitaciolJCS , b . cboq ucn con los in tereses de clasc de la urguesw., la ruina de esta, porque de su ruina debe na.c~r predsamente la uueva era de toda una famtlw. hennanada por el trabajo y el bienestar cornun.

6

\'II

Presion y accion directa

• oi reYolucionarios-se nos objeta {t menu­do-, pero basta admitiendo que teneis raz6n, tendreis que conYenir en que la revoluci6n no se hace en un dia, y si bien puede estar cerca, puede tam bien darse que este m uy lejos a t:m. De cual­quier modo, aunque no nos separase de ella sino poco tiempo, durante este poco es necesurio que peusemos en YiYir. Durante este corto tiempo el proletariado siente de igual modo la necesidad de beneficiar cuanto sea posible su condici6n eco­n6mica, y el pueblo en general y los partidos pro­gre ivos, revolucionarios 6 no, sienten toda lane­cesidad de un ambientc de libertad dentro el cual poder .re pirar, y de aumentar cada vez mas esta libertad. <,Renunciais vosotros a este aumento de bienestar y de libertad :mtes de la revoluci6n'? Y sino renunciais, <'.por medio de que metodo querCis conquistarlo, especialrnente cuando es necesaria la intervenci6n de la ley y del gobierno?n

Con elmetodo revolucionario, respondemos. Es verdad que la revoluci6n no se bace con metodos legales y que es imposible su triunfo si no se opone a la fuerza reaccionaria organizada de la bur­guesia y de los gobiernos una fuerza adecuada;

INDICALI 110 y ANARQ 18)10 83

vcro si con la excusa de que no tenemos aun esta fuerza, no hacernos nada y somos mas legalitarios que los dern~\s, entonces la revoluci6n no vendra nunca y n~s pareceremos a los cat6licos, que creen en ~1 paratso despues de la muerte y entretanto se restg-nan . esper~n~~ la justicia del dedo de Dios para el dut del JUicto final.

Pero basta en la luella de todos los dias basta e~1 aquella lucha de. pac.ifi~as apariencias en que no stemp~e es necesana m bt n empleada la violencia matenal, hasta en la conducta comt:m de la vida obrera y de los P.artidos en tiempo normal, hay dos n~etodos d.e acc10n: ellegalitario y el reYoluciona­no. El p~·u~1cro deri\•a de lo alto, esperando hasta lo ben~hcw mas petlueilos de la iniciativa parla· mentana 6 municipal, de las !eyes y de los reg·Ia­mcn~o~ hcchos en las asambleas g;ubernativas 6 mumctpales, del acuerdo entre patronos y obreros de esto que sc ha convenido en !lamar colaboraci61~ de clase: el segundo, a! contrario, quiere que todo sea r~sultado de la lucha, la 1ucha de clase en las relac101.H:s econ6micas y la agitaci6n popular en las. politicas: que cada conqui ta sea impuesta y anc:-ncada por cl obrero con la acci6n directa or­gan.Iz~da y consciente de los trabajadores y de los oprnmdos; que cad a ven taja sea concedida debido Ala presi6n creciente de la voluntad popular des· de f_uera, y como un anticipo de todo aquello ~que sc t1en~ derecho; que los revolncionarios puedan tener sten~pre la~ manos libres de compromises, y puedan nn_rar s1empre al gobierno y al patrono c.omo un CJercito mira al ejercito enemigo; por ul­timo, que el proletariado se desinterese completa­men.te de los organismos internos de la burguesia y se megue {t. formar parte de ellos absteniendose de colaborar con esta.

L J, l' BBRT

iPala bra ,-Tue a s-se nos din\-, palabras O'ru -sa flUe quieren h• cer crec1 en cosas gordas ... que no se haecn mmcn. Pucs bi n, no. Las «CO as O'Ol'·

da ci rtnmente la qtwrcmos; pero aqui no ala­dime, ;_\ e8t as, o por Io mcnos-cua ndo e habla de la conJncta H'Tolucionaria en Ia vida normal­e tas co~as consernm un valor de dirccci n y de tendencia. Aqui queremo hablar d las cosas pe· qucfia~ y de los pequcilisimas, en ~as Cl~ales tam: bi ~n e posi.ble conducirse rcYoluciOnanamente 'J uo le~alitariamcntc•: para el que no reconoce ley Y auto1idad siemprc es po~iblc por lo monos i?·uora~­la cnaudo no uC tiene fuerza para combatirla. El campo ue ln aetiYidad humana y social es siempt:c, afortunallamentc, suficientemente \a to~· pernnte moYel se un poco sin por esto Yenir oblig·ados A l~C­conocer, a cousentir u ;_\ lormar parte de orgams· mos e instituciones que creemos malas.

Todo sto, que bemos vcnido clici<~nclol? dcsdo que comenz6 <'t. propagarse el ideal an.arqmsta, en el momento que atravesamos lo rep1ten mucl10s (aunque 110 todos scan anarqui ta ), y precisumen· te aquellos que se llaman sindicalistas.

El concepto general de totlos los sindica~ist_as es que la accion dil'ecta consiste en el mov1m1ento efectuado con las propias fuerzas de la cla~e obre­ra aut6noma de toda direcci6n de los part1dos po· liticos parlamentarios y de toda ii~gerencia direct~ 6 indirecta del gobierno y de sus mstrumentos. F1· jado esto como punto de part~da, se llega ala cot:· cepci6n sindicalista y anarqmsta de la lucha cont1a las varias formas de gobierno, para llegar, una ve~ eliminado este, ala libertad integral, en una pala· bra al socialismo anarquista.

En el campo econ6mico la organizaci6n prole· taria es el ambiente mas adaptado y la forma mas

SJND!OALIS~lO Y ANARQU!S)lO 85

e6moda para la aplicaci6n de la acci6n directa; pero esto unicamente a condici6n de que la orga­ganizaci6n proletaria 6 sindicato permanezca so­bre el terreno de la Iucba de clase, sobre el terreno de guerra empefiada contra el capitalismo y sus organismos politicos. La a cci6n directa encuentra en el campo politico sus focos en los partidos de Yanguardia, en los grupos revolucionarios y en todos los variados 6rganos de agitacion y de pro­pag·anda. No cree,uos pec::tr de parcialismo si de· cimos, sin embargo, que en el campo politico el metollo de la acci6n directa lo patrocinan ca i ex­clusiYamente los anarquistas; cierto que lo~ demas partidos de progreso ('ocialista y republieano) po­drian, si qnisicren, rjE>rcer tambicn paralelamente ;\ Ja acci6n legal en cl seno d l Parlamento, en el cual creen todaYia, una acci6n popular directa; teuricamente, ambas ncciones no scrian en modo ahsolnto incompatible'3. Pt.'ro lo son en Ia pu\ctica, porquc la politica parlamentarla cs tan absorben· tc, que a su lado de5aparece cualquier otra adivi ­dnd, y de hecho los pnrtidos electorates han redu­cido totlo su movimi 'uto·al minimo coru(m divisor de una cuesti6n de votos.

El m;_\s atlecuado, por cousiguiente, para que respouda en el movimiento politico a las necesida· des de la accion directa, para aplicar, en suma, la acci6n directa, genninamente y sin snbterfug~os, es l partido anarquigta. Y pue to que no e 'lSto una Yerdadera y propia separaci6n neta entre lud1a politica y luclta econ6mica, dado que la ac­ci6n politica repercute siemprc sen iblcmente sobre la econ6mica, por esta raz6n los anarquistas son tam bien los mt\s adecuados para luchar en el sen­tide de la acci6n di recta so bre el terreno econ 6mi • eo· es decir son los sindicalistas mas autenticos. , '

SG LUT. FABBRI

En efecto, en la renlidad de la co"ns sncede lo ~ i­~uiente: que mienrras en lmoYimiento inclicalis­ta tomnn parte, alli donde el indic, lismo esta en au~·c, socialista de todns las "Tadaciones los . . ' Ulllcos que ~e encuentran eomo en u propio ele-mento son los anarqui tas. que han conquista.do cl mnyor a cendiente, y al eontrio, alii donde los anarqnistns tienen nut Yor a ~cendiente el sindica.­li mo e ha desarrolln.ct'o con mayor ru~rza.

Lo annrquLw~ tieneu raz6n. Las victorias m;\s bella~ y m<\~ grandes) en el transcurso de estos (il ­timo Yeinte ano~J sea en d carnpo econ6mico 6 en el politico, e Jehen ;\ la acci6n dire<.:ta de los olJre­ros ~- del pueblo. De de Ia ~rnn hnclo·n de los Docl·s de Londre en 1~:-;' 1 :t la de 1 h;nova ~n 1!100-y no cont:-~mos Ia formas de acci6n direeta individual que en 1....! i impidieron eu Espafia ln continuaci6n de !as tortllras contra los nnarqui tas, y flUC en Italtn sanearon un pocola atmo !'era, politicamente haulando, it pnrtir de 1!~00- hav rolla una demus· tracit)n dl.! la eficaci<t ue Ia <~cci6n directa en con­tl apo:,iciun it Ia parlamentarin.

.~.·o es dificil concebir ia aeci6n dirccta en el campo CC'Oll6mico: las huelt~:as y Ia hnclo·a n·eneral

. ' ... 0 ~ sou ._u mamfe tacion nH\s gcnuina y caral'telistica. Pero_ ha ta en el terrcllo politico, ~· tuera de las eontJCildas e trecbamentc econ6micns es fc.\cil ha­lhn ejcmplos de lu ·hu politiea dircctd, sin necesi· dad de que sea electoral. En Itnlin cl movimiento popnlar e pOlltilllCO Y tnn enero·ieo al dia sio·uiente de !.1 hatalla ue Admt (1 %1, d~rribo al golJi~rno ue . rL~·i en Yeinticuatro bora -cosa que Ia extrema IZfJUH'rda, con aquel conclottiae parlamentario que se llam6 'aYallotti, no pudo con eo·uir batallando

, • b aHos y t?as ~nos-, y fue po ihle a<1uel parentesis de relatlYa hlJertad que dur6 basta itlayo de 1 9 •

SINDICALI )10 Y ANARQUI liO 87

En aqnel entonces se hizo una cncro·ica camparia contra el domicilio forzoso, con notables resulta­dos, siendo un movimiento puramente ana.rquista de protesla contra Ia aplicaci6n del art. 2-!8 a las asociaciones anarquistas, movimiento que se trans­Form6 en verdaderas batallas libradas por los anar­quistas desdc ~~ bauquillo de los tribunalcs, y que lograron <;amlJwr toda una precedente jurispruden­cia reacdonaria sin necesidad de diputados ni de leyes.

En Francia, c.\ pesar de existir la reptlblica quicn llcv6 el tim6n en el movimiento social du~ rante el a unto Dreyfus, fue la acci6n popular. , e reconlarA que entouces el Parlamento era rcaccio· nario ~T elericPI, y que los mismos diputados socia­listns y radicalcs se callaron al principio mny pru· dentcmente, no juntc\ndose h Ia agitaci6n Rino m<.\s tarde, cunnrlo esta bacia tiempo que estaba en marcha y habia sacudido ya rhas de un pnntal de Ia reaccion. Los sinceros anticlericales tuvieron que echarso ala calle y los anarquistas estuvieron en primera fila en torno de Zola y de los demas intelectualcs. :-3i hoy en Francia las cosas han to­mario un giro tan simpAtico, el mcrito pertenece al pueblo, c.\. los rcYolucionarios, que fueron los prime­ros en moversc y olJraron fuera del Parlamento, en las clemostraciones callejeras y desdc los pcri6dicos. f:>i no hubiesen aplicado su acci6n directa, hoy el Parlamento y el gobierno continuarinn siendo aliados de los curas y del Papa.

Pong·amos otro ejemplo. Enrique Malatesta ba­cia notar en 1 ~10 un movimiento acaecido entonces en Barcelona, fuera del ambiente obrero.

u:::)e trata-decia-de una cuesti6n que interesa lt los burgueses, pero el metodo que han empleado es bueno tambien para los obreros. Los comercian-

Ll"I' FABBRI

tes y los indu triales de Bar elona consideraron que los impuesto eran dema iado crecidos. En In· gar de nombu.u diputados, que nuda habrian podi­do hacer porque en la.s Cortes habrian sido una in­fima minoria, se negaron implemente a pagar. El gobiemo amenaz6 {\,los morosos con el embargo, pero como continuarnn en su neO'atiYa y re isten· cia, era impo;:;iblc proceder al embargo de todos. El O'obicmo proclamo el e tatlo de itio, alegando c1ue nc~ar:::e :'t pagar con tituia un delito de rebe· lbn y enc, rcel6 ;\ unos cuanto . Los contribnven· tcs e rna ntuYieron en Slk tree , ycndo en ma' a (t

visitar ft. lo preso 1 y cl g-obierno tU\'O que cesnr cn s11s deteucione y bu~car otro cxp dicnte. Or­den6 cerrar aiO'tm estahl cimiento, ~- A ren"'lon scguido load mits comercios cerrarou los Sll\ os en scilal de protcstn ponieuuo en g;raYe apuro.al go· bierno. Y D i coutintwn las cos, . c,Como termina­n\n? To lo sabemos, pcro ea se"'uro que con su re-istencia obtendr!m muclto m; s que con cien aflos

dn el CCiOltC-,.» • lgo por el estilo suce<li6 alios autes en Irlancla,

eu Ia lucl.ul ~osteuida durante el periodo nu\ ag·udo contra el 0 0bierno ingles, y contra el gobierno in­gl<"s aupo tambien el proletariudo de Inglaterra conqui tar con las forma mas ener•"icas de acci6n directu su derechos de a ociaci6n, de huelga y de renni6n, logrando mo liticar inveterados usos reac· cionarios en a q uella vetu ta mouurq uia e intlu~·en­do obre la misma legi laci6n mucho mejor que Jo habrian hec:ho cien diputado obreros en cien alios de acci6n parlamentaria.

, iempre ha ucedido asi: en Francia, en Espa· iia, en lemania, ea America, iempre yen todas partes, cada conquista de libertad, cada mejora econ6mica, las ha a1Tancado Ia acci6n directa,

SIND! ALI MO Y ANARQUI MO 89

tm'ts 6 menos clari\'idente, de la clase obrera y del pueblo, al o·obierno reacio. Despues ha venido siempre el Parlamento con sus !eyes, con retardo, ll. sancionar lo hecho.

* * *

«Pero-insiste todavia algttn partidario de Ia titctica electoral-sic verdad que el pueblo pnede hacer muchas cosas por si mismo con s11 act:iun dircda, noes menos v rdad que hay co:;as no me· nos importantes <'t conqnistar, que necesit< n en absoluto cl co1.sentimicnto del gobierno, el concur-ode una ley y la accion Jeo·islntiva. ;.Dan\n, por

con iguicnte, los anarqui tn nl puC'blo el consC'jo de renunciar a estos beneficios inmccliatos, para, obtener los cuales noes bastaute la acci6n popular, y e to solamente para c\"itar una ineohcreucia doc· trinaria apareute, en nomlJre de un pon·enir in­cierto y acaso muy remoto?»

r~uestm respuesta seni mu~· bre,·e. Es Yeruad que A menudo se dan c, o eu que cl pueblo no }lltedc obtener una cosa dada que necesita i no por mcdio d uua ley, es decir, con Ia sanci6n de sta ley. c,Y csto que? .J:rosotros no hcmos dicho nunca que en semcjant ca o el pueblo tenga que renun­eiar a sa tis racer su necc ida d. Arl vertimos tan s6lo que cl pueblo no caiga en la trampa en que casi siempre ha caido, es decir, dr.!scar la int'1til corteza dejando la substancia, la aparicncia por la reali· dad, la. ley, en suma, por el derecho rcivindicado.

, i para obtcner un derecbo, dadas las actuales condiciones de la sociedad, sc nece ita una ley que justifique su cesi6n, a nosotros, 6 mejor dicho, al pueblo, poco importa. Lo esencial es que se conce·

da Jo qne el Jnrblo pi<la, que sc le reconozca cl dereeho. i OS capitaJistas 6 C'l n·obierno justifican lurg•• Ia conL sion con un acto que 11aman ley, en e~to no cntra el inter!! del pueblo, 6 lc intere.a olarneutL' en cnnnto qne de nqnella ley C'l pueblo

puetle ~enirse el din en q uc . c \ iolnse en su dafio, poniendo en contradiccu)n al que dio cmejante ley, demo'trando su maldad, y per undiendose m;.\s si cahc de cn(m intltil l'~ Ia Icy en la Yida social, det>de el momento en que los quo Ia fabrican son los primero:s en Yiolarla.

Lo que lw de pcdir el puculo es Ia cosa de que tieue ncet iliad, y no In Icy qur .anciona sn eesi6n. En catnbio, los creyrtlt•'S en l,\ eficac.:ia de Ia fun· cion lr~i~latin1, caeu rn el error decreer <1nc bas· ta. pnra ohtener Ia ati l'<lcd6n d una necesidatl. populllr, ohtener Ia ley que Ia g-arnntke.

~Tada tan funesto c:omo esta crcencia, que sin emh:ngo ::mge-Lionn ;,\~ran parte tiel pueblo, basta, de nqucl pueblo que mc~tos confiauz.a. tenuria en lo istcma ~ pal'lamPntario 6 legi lati ·os.

Cicrto cs que para dctcrmilladas cosas Ia acci6n p0~'nlnr dirl'l:ta no ba ta y que prcci a cl aseuti­mieHto Ul'l n·olJierno, pero cs siempre Ia mi ma. ac­ci6n popular fnncionando ell! otro modo, 6 sea en St'ntido coerdtiYo ohrc cl ~·obiemo, Ia. que obliga­n\ a este A ceder. Para aqncllas co as-y las habd, se:.;:qramcntc, cnando se trate tlc cue tioncs secun­daria , que importan\n solamcnte ;1. unutunero mny restriuduo de personas-que para obtener el con-entimiento del ~obierno no cs po iblc obtenerlo

sin qm· :ufra la dignidad de cia e ,Ia que se suele llam;w cdi:.:;nidad del pueblo soberano»), sin an·iar deuw iado Ia propia bandera reYoludonaria, sin compromctrr mayores conqnistas futuras, en estos ca~os cs neccsario tener el Yalor de renunciar al

INDICALTSMO Y A."ARQUT )!0 91

bcneticio, por lo menos bnsta que sea. posible arran ... carlo sin tencr que sufrir humillaciones.

Pcro esto , repito, son casos muy cspeciales p::n a q uc nos detengamos t'l. discutirlos largamente; ba ta haberlos indicado. Por lo demas, para. Ia con­dueta colectiva son v<'l.lidas las mismas normas de la conducta. indh·idual. (,Que obrero conscientc 6 qu(· rrYoluci~nari? podria hal~ar una_ ?isculpa a sus mismos OJOS, s1 por una razon de uttltdad p~sa­jera y per onal fucse ante un p~ trono 6 u1~ poll eta 1\. hnmillarse, renegando sn prop1o clerecho?

Fuera de e tos casos especiales, ciertamente hny otros en que para mejorar no sc puede prescii:­dir de los mecanismos gubernatiyo . «Para abohr una ley liberticida-es todavia :Malatesta quien habla, ~, perdone cl lector que le hag_a habl~r tan ;,\ mcnndo; pero no lo hago por mama de cttar <i un maestro, sino para ahorrarme simplen_1ente Ia fati£!;a de decir yo mi mo lo que otros han dtcho con mayor elaridad-, si no se puede abolir con la fuerza, lS necesario eontar con el Parlamento. Para dar de comer 1-'1. los niilos pobrcs de las escue­las mien tras no sc puccla poner en com un Ia ri · qu~za, es necesario con tar con cl_ municipio, que ticne 6 puede encontrar los med10s. Pero parla­mentos y mnnicipios adoptan\n mcdidas f;:w~rables a\ pueblo solamente cuando el pueblo _las 1mpo~­ga; nbolirc\n leyes y reglamentos a1~tenores, noel· Yos solamente cuando el pueblo se megue a obede· cerlos.» En este sentido, si; «hay !eyes que para abolir otras !eyes anteriores mtts opresivas, 6 pan't prescribir un llmite 6 una norma al capricho de los patronos, rcpresentan una victoria popular. Cuan· do el pueblo rcclama su derecbo, y lo rc.clama energicamente los qus mandan, al verse obllg.ados ;.\. ofrecer al p'ueblo una satisfacci6n cualqmerar

LUI F ABBRI

}ween una ley, con Ia cunl, c:dien~o lo menos que pneden y procurando lwcer liusona la concesi6n, intentat; e\'itar Llll peli~To mayor, y generalmeute sc alell con Ia su~·a».

Por esro el pueblo no debe preocuparse de Ia le,- sino de las conquistas de hecbo, que sou las t:u~i~as cria ; quiero dccir 11ur si Ia rei\·indica_ci6n de u11 deredw 6 Ia sa ti facci6n de una necestdad e~ imposible , dadas ciertas institn?iones Yig-en~es, sin Ia ~aneion de la ley, esta anc16n vendn\ st el pu blo sabe etH~rg-icamentc proclnmar y hacer Ya-er su Yolunta 1. Procure e l pueb lo reclamar Sll uc­

recho 6 lo qur net:c ite si n prcocuparse de otra cosa, y proc(trelo hacienda Yalcr sus razo:tes. de modo ttllC pongan en prligTo Ia vida de las 111 tltu­cionPs, que esta~ ya se apre uran\n_ ;_\ eot_Itenta_r al ')uehlo pnra poner it al\·o la propw ex t tencHt ' 1 . ~ Ita ran tocta" las !eyes qnc sean necesanas, . · llJ<LS

ntttt. ~i, nl contrario, cl pueblo se limita il deeir que quien' e ta tl aquella IC'~- que lc aseg ure tal 6 <'tlal dcrct:ho. y la obtenci6n de Ia ],,~- fucsc el unico objeto tle su Dg·itadon, Ia obtend rc\ cgn~a­mente, pero f'll seguida qnedaria. desf:ig-uratla 6 vw-1. da y tendria que ao·i tarse de lllP\-0 para bacerla re'petar. .

Peor sucede cuando I pueblo no s6lo sc ap;1ta }'nra obte ner direc tamcnte lo qne necesita, sino cnando ni se agita pa ra obtcncr directarucntc la levy se limita {1, nombrar diputados, los cuale · de­ber:\n haccr en su fav or buena leycs, las cuales, a su vez, dcberfm garantizar <\ las plebes el bien· estar y la lihertad. Como sc ve, es un circulo vi· cio o, tan vicioso que resulta un verdadero enga· fio. Y esto sucede con regimenes representativos.

El pueblo, por consiguiente, segun nosotros, boy por hoy, alii don de no consiga hacer por si

SI:-<DJCALISMO Y ANARQUJS:\10 D3

mismo su interes y uecesite el concurso de los cn­granajes gubernamentales, por los medios que cstos poseen exclusivamente para hacer una cusa, dada, debe arrancar al gobierno todo lo que nece­site, sin preocupar e de los acto~ legales con los c unles se lo arranquc. Y lo mismo deben hacer los tra bajaclores en su ininterrumpida lucha contra el capitalismo.

El proletarindo debe manifestar siempre dir"c­tamente su v0lnntnd e impoucrla, y e to con objeto dt> a presurar la soluci6n defiuitiva del problema social. Y cuando no pueue obrar por simi mo, debe p1·etender que lo hagan otros. Si frunce las cejas, los gobiernos, los parlamcntos y los municipios decidirc\n lo conveniente para teneri contento, sin necesidad de que el mismo pueblo se encargue de la fo rmaci6n de gobiernos, parlamentos 6 rnnni­ci }JiOS.

Ln hi toria de estos tHtimos anos noslo enseila, Es l'orzarse para entrar en los ambientes gnberna· ti \ os significa q uerer redudrse a la inercia, pue~to que, como ya decia Jose .l\Iazzini, nose empuja el carro desde dentro.

VIII

La politica en las organizaciones obreras

Las di\·isione Y las discordias que di vi den y subdi>iden actualmente la organizaci6n obrera alii donde Ia politica consigue penetrar en su seno, nos preocupan p:randemente. ~abemos que la soli· daridad obrera e la tmica que, mas 6 menos pron· to conseo·uir[t romper la cadena de hierro de touas I ;::>

las opresiones politicas, econ6micas y morales que no atan al escollo de la miscria y de la esclaYi­tud, y he aqui por que todo lo que tiende c.\ menos­ca bar est a olidaridad nos parece como una espe· cie de c6mplice de los enemigos de la cla e obrera, y por esto nos adolora inmensamente.

Y nos adolora grandemente, no porque seme· jan te e tauo de cosas choq ue con los mctodos de lucha que nos son O'ratos. Aqui no hablamos en nombre de la especial y exclu i Ya opini6n politica nuestra, por me:\s que esta guia tambicn nuestra intelig-encia sobre el particular. Hablamos en nom· bre de nuestro interes y de nuestras organizacio · nes, para combatir, no los hombres, sino los siste· mas equiYocados que estos hombres-de buena fe, no queremos dudarlo-han introducido en nuestras filas, verdadero caballo de Troya que ha sembrado la confusi6n y la discordia.

l~DlCALI MO Y At\AHQl' I. ~10

t',De d6nde deriva la discordia? La discordia se origina en el concepto equivo­

cado que mucbos trabajadores se forman del prin· .cipio de organizaci6n para la resistencia contra el capital explotador.

En general se cree que las e:'tmaras del Traba­jo y las , 'ociedades d resist ncia son organismos que, como todos los organismos politicos, pueden emplearse para lograr un especial fin de partido. Particudo de aqui, los particle autoritarios de cualquier escuela, los que tienden a la eonquista de los poderes publicos, porque creen (equh·ocada­men te, segim nuestro parccer ) porler con ellos eruancipar a! pueblo, miran las admini traciones de Ia asociaciones obreras como tmos podercs pt'1· blicos que cs necesnrio conqui tar y pleg·arlos [t los propios tines de parte. No todos confiesan abicrta· mente csta intenci6n, nac.lie Jo dice pt'tblicnmente, pero este ilcncio y est disimulo no esconden Ia Yerdad: silencio y disimulo cmpleados t'tnicamente por la necesitlau de a~rupar en torno suyo el mayor nt'uncro de adhe iones posible, ha ta las de incons· cieutes hasta las de los que se Ia negarian si sn piesen ~laramente el por qu6 de ciertos especiales metodos.

A este prop6 ito, muchas veces se juega Yolun­tariamente con el e11uivoco. Aqucllo que por una u otra raz6n se icntcn fuertcs con la adhesi6n de la mayoria obrera, diccn abiertamente q~e .tam­bien hay que hucer politica en las asocwc1?nes obreras, porque una organizaci6n d~ clase tlene tambien como tal y en gran parte mtercses que bacer valer. Y csta razon, en cierto modo verda­dera, les sine luego para arrastrar a los obr~r.os, no a bacer una politica de clase, sino una pollt1Ca especial y determinada de un partido dado con

!lti Lt l FABBRI

hombres c. clusintmente inscritos en estc partido, en In JWI"Olla de lo~ cual~s e mue\'e pa.ra la con­qui:tn d las admimstracwnes de las soe1edades de re~ 1:::ten i[l.

Lo' otros partidos (como ~\ menudo han hecho los r rnblican0s), ~i son m~\s debiles se opot~~n fl. los prim ros Jieicndo que ~o debe hacer e poll.tlca, pero por otro cnmino cous1guen hacerla de lf;"llUl

modo per onalizando sn opo ici6n en hombres del propio e.·cin-h·o partido; 6 b.icn .(como bacen los refonnbt<;: 1educen 1.1 orgnlllzacl6n obrera, obrc un con~epto de anticuado: nociYo corporatiYismo, ;.\ un 6rgano au10rfo ~- , in espina dorsal, casi como sino hacer politica significase desinteresarse, por parte d,~ Ins organizacio~lCS obreras, h<:-sta. de aquella pohtica de opo ir16n it tod~l.S .las tmtm,~s, sin la que no tendrian raz6n de e.·1st1r las asocw­ciones de re~istencin. Y de e te modo llegan a negar hasta el Yerdadero ohjeto para que fueron creada·: la lncha de cia e .

... ~i lo;:: unos ni los otro ticnen raz6n. Las ors-a­nizaciones obreras dehen hncer su politica, pero esta no ha de ser Ia politica especial de un deter· minado pnrtido, y sus metodos de lucha no han de ser los m '•todo e:s:clu ivo de esta 6 aquella frac· ci6n popular. Y diremos m~\s: las organizaciones obreras deben tener un can\cter socialista, pero no en el sentido de adhesi6n incondicional a esta 6 a aquella escuela de socialismo, sea comunista 6 co· lectivista, republicana 6 anarquista (los socialistas no anarquistas son en politica republicanos), sino en el sentido de constante oposici6n al capitalismo considerado como enemigo que es necesario ani· quilar, y no, como algunos quisieran, como un ad­versario en un contra to, con el cual se tiene un inte· res en ponerse de acuerdo: es decir, en el sentido de

• 1:-lDICALISMO Y ANARQUISMO 97

Ia luella de clase actuada con el objeto de obtener la integral emancipaci6n econ6mica de la clase obrera .

• 'obrc este terreno es posil>le, es necesario que to lo Jo ohrero esten de ncuerdo; pcro cl acuerdo se puede ohtener solamente cnnndo cad a indi vi duo rennnl'ic ,\ !weer preyalecer en el seno de Ia org<t· nizaci6n ohrern los meto los y la ideas especiales del propio partido politico, metodos e idea~ q~e pomlrian <\ una parte de Ia cia c obre.ra-mtuorw. t.'l nw:oria, poeo importa-en.l~ dura alLrrnatiY_c~ 6 de. er incohercnte con las opmwnes propws, dlfc­reutes de lt~s que le impondrian, u de romper co11 Ia co!llpaftia ollrera. .

1.!:1 terreno sobre cl cual toLlos podnan estar de acnenlo es amplisimo, y el pro'·Tama que todos juntos podrian actuar es tan va to, qt!c no basta el ticmpo 11i l.t voluutad para ngotarlo. Entre obre1 os, en e1 ~cno de las org·anizacioncs, ya hay tela de obra con cliscutir los moYimicntos de clase, el

mo([O de llaccr ln "nerra al capital, las huelga Y todo Jo que " reft~re [t las euestiones econ6~icas vituks, eomo los salarios, Ins horas de trabaJo, las mcjoras en general, sin que ten."·a_u que perder el tiempo discutiendo el preYalecumento, {t men.udo del todo formal y personal, de cste 6 aquel partulo.

Todos los partidos en general est;\n de acuerdo eu que allado de Ia ac ·i6n p~litica. de. :ada uno bay una acci6n g·eneral de res1stenCia. dnecta qu.e pucLlc aplicarse, por medio de Ia J.>rcst6n populm, de Ia p1opaganJa y de la formac16n d~ las con­ciencia , de Ia educaci6n en las prc\ctlCas de la solidaridad, de !a afirmaci6n del derccho de t.odos a un icmprc mayor bienestar y e:'t una m~yor. l~ber· tad. He aqui un tcrreno sobre cl .cual, SI qmsiera­mos, no tcrminanamos de trabaJar nunca, amol0-

7

L UI l'AB3Rl

samcnte y de acuerdo, in per]uteto de que cada uno pro'lo·a en su respectiYo partido , su acci6n especial, 1~ que lc aconse,ien las pcrsonales opinio· ne~ politicas.

Pian teada nsi la c nesti6n, f;\ cil es r csol vcrla . c,1da ohrero, el que tm\ distanciado e Le de nos­otros si ientc cl ern puj6n de su materi a 1 in ter es lU ll

1

\l!';!;Cllte e inmedinto, quicra 6 no, e unin\ 1\. la falnn!:.e de lo obrcros organizados, pa ra tcrtni­nar eotuo es natural, nH\s pronto u mas tarde, siet{do un militante de la cmandpad6n social ; no :,ueedicnclo a~i si nos ve divididos, ~· por consi­guiente ~i vc disrninuhlo su propio in le res en jun­rar'e it nosotro .

'ontra el capitnlismo ~- us mt\ energicos de­feusore -por ejemplo, en estos momentos, contt a el clcricalismo y el militarismo- todos los obreros podrian enconti·arse de acuerclo en ti!JU acd6n co­mt'lll. continuando este acucrdo ha ta cua ndo e tu· viese agotado, y es dificil agotarlo, cl posible pro· grama de acei6n comun, batallnndo cacla uno , con los propios metodos especiales, contra el enemigo de todo La organizaciones obre ras fran cesas, quede de hace diez alios combaten con este cri­teria, nos dan el ejemplo. Tienen esta s el merito ma~·or, merito que adquirieronl o ig uiendo elmejor camino, el camino que seiip.lamos, de que en Fran­cia, y por lo ta nto en Europa, han anulado las tentath·as de la reacci6n militar e ca , clerical y nacionalista, <i. pesar de la soli <fa ridad de todos los elementos de la violencia, de la ignorancia y de las t inieblas, coaligados en un comtm esfuerzo contra la ciYilizaci6n. ·

Todos los obreros tienen necesidad de vivir, de ganar, de mejorar las propias condiciones. Si Ja organizaci6n obrera persigue este objeto, toda dis-

S!NI>ICALIS)!Q Y A~AR(~U ll:i~!O

cordia de parte no tiene raz6n de existir en su eno. Podn\ producirse entre sus miembros uua

disparidad momentanea, pero no una guerra in· tc ti na .

1 como en fin de cuentas la orn·a.nizaci6n obrera 110 tie ne otro objeto que me)orar las condiciones de los tra'bajadores basta darles con el socialismo

• el nlli.,·i111u m de libertad y de bienestar, esta es tam bien una raz6n por la que es nece ario dejar la palnbra <'t los intereses mejor que <'~ In rivalidad politica de los obreros. ConserY emos la solidaridad ohrera y hag amos de modo que csta conquiste -iempre mit mejoras de toda clase, politica y eco· u6micas; ya vendn\ el dia en que-si la solidari­dad obrer a se educa revolucionaria y li bertaria­mente-todos los trabajadores combatin\n por el soe;i,di mo, por la anarquia y por la revoluci6n.

La propaganda de ideas, el movimiento poli­tico c pecial de parte y la di cusi6n sobrc los pro­blemas que dividen la conciencia moderna, sobre los metodos 1nAs 6 menos adccuados para derribar el adual orden de cosas, y sobre el mejor modo de orf!;anizar la sociedad socialista, no dcben, claro esta, descuidarse; pero son funcion es que deben desempefiar los particulares partidos politicos . La organi zaci6n obrera tiene la misi6n, en el campo de Ia educaci6n moral, de conducir a los trabaja­dores ala re\roluci6n, no por medio de las persua­Slone doctrinarias, sino por medio de la persua­sion empirica de los hechos, por la comprobaci6n de las ncccsidades, de estas necesidades cada dia nH'ts impelentes. Y si asi podemos decirlo, tiene la misi6n practica de hacer tocar con la mano a los t rabajadores que es necesario, en infe}'(Js suyo, Y por la fuerza de las cosas y de los tiempos, pasar por el camino de la revoluci6n y del socialismo.

lCO LUJ FABBRI

Pero para obtener que todos los obreros puedar direl'ta y personalmente seBtir sobr si mismos Ia inftuencw de todas estas dctcrminantes hist6ricas y economicas, es nece ario que to men parte como elemento~ integ;rante. en Ia v ida hist6rica. v eco· nomica de Ia sociedad. Y de igualmodo es IH';cesa· rio que pnr;1 tomar parte como organismo vita,l en la <'''oluci6n uni\'ersal, no estando at'm todos com­pletnmente conquistados porIa. propaganda te6ri­ca, ientnn todos los elias Ia necesidad de e tar orgnnizado , la necesidad de Ia solidaridad. Es neccsario que Ia solidaridad obrern obtenga por medio de ininterrumpidas batallas nuevas mcjoras de COJlllicionPs de vida, A fin de que los obreros v:1yan aprendiendo lo que Ia uni6n puede darle y para que comiendo se les despierte el apetito.

Cunlquiera comprendenl. que, siendo el intcres el re orte mits fuerte que pnede empujnr por el ca · mino de Ia revol uci6n c.\. todos los tra bajadores, c::: nece~ario que e te interes sea. perma nente y no so debilite nuncn. En cambio, los tra.baja.dores no tendrian ~·n interes en pertcnecer a h tR ocieuades obreras si e t<l~, por culp.·t de Ins exci iones en su eno, como dije antes, fuesen debiles y no les lle ­

Yaran hacia mayores conquistas comcnzando desde hoy a hacerles adelantar algt'm paso.

Puesto sobrc el buen camino, el proletariado llegara por intuicion logica. A comprender el con­cepto de Ia verdadera resistencia a l capital, de Ia necesida_d de la expropiacion final de la propieda.d por metlto de la huelga general y de la. revoluci6n Y. de la posibilidad, en fin, de organizar Ia produc~ c.t6n y _el consumo por su cuenta, socialistica y l!bertanarnente, por rnedio de las asociaciones obreras, convertidas en osamenta de la sociedad futu ra. Conceptos que la propaganda. te6rica se

SINDICALISMO Y ANARQUISMO lO l

~ncarga concretar en el seno de los partidos politi­cos a medida que los obreros de Ia asociaci6n pu­ramente obrera sentinl.n la necesidad de elevarse a discu tir con la mente los problemas mtl.s urgentes de la \'ida. moderna y del socia.lismo.

No solamente cs un mal llevar Ia division de teorias y de metodos politicos en medio de las so· dedades de resistencia; es que tampoco es necesa­rio para el interes de la. propaganda. La propagan· da, de individuo A individuo, con la palabm, la <liscus i6n, el folleto, el peri6dico, cl e jemplo, se bace en todas partes, sin exclusion de las organi· zaciones obreras. Quiero decir que estas no deben transformarse e11 6rgano oficial de esta 6 a quella propagn nda doctrinaria espe cial; todas las pro· png·andas pueden hacerse libremente en su seno micntras no coutradigan e l concepto de la resis­tencia al capital, desde la oposici6n A las opresio­nes de toda especie, descle la luella contra el <'apitali mo hasta la emancipaci6n total de los tra­bajadores . Y todo csto no es poco.

A los obreros que tienen condcciones politi· <:as, nadie les impide obnlr como quieran, segun su propia conciencia. Unicamente que eu el seno <le las organizaciones de cln.se deben pensar que alii dentro no toclos compartcn sus ideas, y que por respcto a las opiniones y libcrtad ajenas tienen el d<'ber de numtener el pacto por cuJ·a virtud se formaron dicbas organizaciones, y traba.jar en pro del interes comun, sin querer arrastrarlas ~i que sirvan para objeti vos especiales, por buenos que los crean, pero que no responden al deseo de los dem<\s compa.i"ieros.

lie aqui por que los anarquistas deploramos las a ctuates discordias en el se110 de Ia organizaci6n <>brera, discordias introducidas precisamente por

102 Ll r-. F.\BBRI

Ia nwnia de llc,·ar <i los sindicatos las cue tiones e_pt•cinle~ de partido, como especialmente suelcn haccr lo ocinli ta s dem6cratas, los cuales quie­Ien ::;crvirse de las on.;anizaciones obreras para faeilitar ;\ u hombre" Ia conqui ta del poder poli­tico, tlesde L'll~·a alturas e peran lloYerA el mam\ pro\'<'rbial de Ia felic iclacl univer al.

Lo que hemo exp nesto es el concepto sindica­li ta de !a organiwci6n de oticio de Ia clase obrera.

La principal earacteristica (6 por lo menos una de Ia, 1111\s vi iblc- Y de ma yor contraste con las Cil ractrristicn espe~iales de ·los partidos politicos) de e'ta teoria, dee te me to lo ~·dee te moYimien­to 1'_: rlesinfuf'.·a,·se por completo , pol' parte de leu; Ol'fJiflli::aciones obl'e,·as, de las luclw · electo,·ale · y pa,·lamentaria.·. El indicato n o es tA en pro ni en COiltl'a Je! parlnmen tarismo; Simplemente, 110 SC

Ol'llpa de cl, pue to que Sll fu nci6n est;\ fuera del <\mhito de In fu ncioncs pnrlamentarias.

Y es natural. Dl:'jar qne lo "indicatos pued;m !weer acdot! el •ctoral es lo mi mo que derir que L'l intlicali mo pue<le neg-a rse <i simi mo; y seme· jnut po"-ihilidad es tt~ nto m;\s insidiosa para los anarqni t<l~, ya que iendo actualmente los obreros l'll _su mayoria. pa rtiJario de la eleccione , e .:;te dtJCll' hocu 'C re'ol\ eria en una e xclu ion explicita d lo" ohreros ana rqui-ta" q ue · t<ln en el sindicato, 1?~ l'l_Wies, como no q nieren imponer su propia ta~­ttl'a a los que no Ia compartan, si estuYiesen en minoria no l•Od twn adnptar e it ficru rar en una or· ~auizacion que tom a e pa rte e n I; luella electoral tan en eomradice i6n con sus propio~ principia ~ Acle>nws, :w!1que no buuie e anarqui tas, la discor­dta nacena t£;u almente delcterea y homicida en las or~ani~acione obreras porIa misma raz6n por que hoy i>.-1 te tanta di scordia en e l partido socinlista.

Ante' o dl'spue , },, politiC<\ parlament. ria inocu­laria en I ~ intiicato todas las rencilla ttne anitln n en el partido sociali ta.

.\.~!!,·uno uo han aclt ado tle quo hncemos el inter0 de l pnrtirlo anarquist;t ostenicmlo la fun­cion cxtraparlnmcnlnria. do los ~ intlien.tos.

~·o . Por am1rquista.s que enmos y por cnnmo­rado" que c te mos de nuestro ideal hnsta. ('1 al'l'i ticio de nosotro mi mo , itl ser partidarios de Ia organ iznci6n obrera nuncn. hcmos pen ado dejarla carec~er d nuestro partido y nunca h ·mos sostcni­do que las nsoeiacione obrcras cl ban ser an<ll'· qui tns . Los tral>njatlores intcre n<los en llefPlHl_er­se con tt or~anizaci6n ohrcra, d Ia. explotnet6n ' . . capitalis tn, son, no olamcntc los anarqutstas, s1no totlos iH[llCllos que tml>ajan y sufrPu y poc·o 6 nadn. vi\'t' ll tle s u trnbajo. Por ~;onsiguicnto, todos en In comnn iclad del dolor dehcn clnrsc Ia mano y ayn­dar e mutuam ' tlte en la lueha con cl capitalismo, sea cua l ruere ln. idea politica. que cada uno de ellos hava abra7.tHlo.

Los trabajadores pcL·teneciPntes <t los diversos partidos podn'm, desde fuera d Ia organizae~6o, haeer un trabajo para.lelo al que aquclla org·ant~a · cion in ici6 y cada uno scgt:m sus puntas de n11ra espedales. 'Pero las difefencias de pat tido no d '­hen dividir la olidaridad de los tra.ba.jadores freu· teat capital, ~olidaridatl vcrda.clcra. que c_dt~can\ los <\n imos en el respeto reciproco de las op~mones y que a letean't e ntre los oprimidos por en.euna do las di \'i ioncs de ideas como Ubaro bendtto de !a victoria final.

Esta olirlaritlad seria una. utopia si Ia. polllica, especia !mente Ia electora I, entrase en los sindil:~ tos y di \"idit> e los Ani mos. Es necesario, pues, evttar esto en in teres mismo de la solidaridad obrera.

101 LUI FABBRI

Este es eltmico terreno sobrc el cual el pro­letariado re,~otucionario de todas las escuclas y dnctrinas puedc unir e para lucha.r contra el capi­ta lismo. Sobre. este tcrreno especialmente los anar­q nistas y los social L tas pueden y tienen iu teres en ponerse de acuerdo, <.'1. condicion de que los primeros t"ngan el Yalor de separarse de los individuali tas, y los segundos de los rcformi tas y de los no sindi­calistas.

P ro para trabajar juntos clm·o csb\ que preci­sa cscojan un campo en que uno y otros quepan comodamente, sin l10car ni estar en contradic­ci6n con las miras y el programa funllamental de los respecti \'O partidos politico sociales y sin dejar espacio para las di eordin fraternas. E to cs posible solamente i cl sindkalismo sc concibe en sc ntido revolucionario ~-an tie ladi ta, en el t\mbito de la organizaci6n obrera y de la nccion dirccta, f'uei'a .11 con e.-cclw<i6n c0111pleta de focla int1·omisi6n y funci6n eledontl ,1} parlamentaria. Dejar la posi­bi:idad al eleccionismo y a! parlamcntarismo para que entre en el sindicato, significa abrir la puer· ta de este <'t todas la clivi iones inc urn bles y rndas tlue corroen el sociali mo desde el uno u~no·.

A la prim era con yocatoriu de los comi tcs elec­t~rales, si el indicato, como 6rgano y con lo me­dt'1S que le proreden de los organizados, qui iere aplicar una acci6n en pro de un can ... lidato, aunqne sea obrero ~- reYoluciouario, los obreros anarquistas se ,·erian oblio-ados, para no hallar e en contradic· cion con las propias conYiccioues, ~\ oponerse, y cnando su opinion no predominase, {L alirse de la organizaci6n. Si continuarnn en lla scria peor: la lllcha entre eleccionistas y abstencionistas renace­ria mas ruda. Y lo que sucederia en seo-uida entre anarqu istas y socialistas en las prim~·as eleccio-

SINDICALI MO Y ANARQUJ , ~10 105

nes, sucederia tambicn mas tarde entre los socia­listas de las diferentes corrientes, y asi seguida­mente ... precisamente como basta ei presente ha Yenido sucediendo en el partido socialista; la dis­cordia, arrojada por la puerta por am or ala teoria, entraria de nuevo por la ventana en virtud de todo aquel complejo de causas que sueleu fermentar du­rante el periodo electoral en todas partes, en el campo obrero, confescrnoslo, como en el campo burgues.

E l poder, el a fan de conq uistarlo, es la simb6-lica manzana de la discordia que la burgucsia ha arrojado en medio del proletariado en forma de papeleta electoral, sinTiendole esta para instaurar el propio dominio sobre las ruinas del Yiejo regi­men, :J contintla sirviendolc para mantenerselo contra el proletariado, que ~\ u vez va ala con­qUtsta de su derccbo.

En conclusi6n: la organizaci6n obrera, segun los conceptos del sano sinclicalismo, es el medio por el cual todo el proletariado ejerce su acci6n directa; atribuirle Ia acci6n inclirecta, es decir, Ia que se a plica con el manclato electoral, significaria bacerla salir de su 6rbita y clividir el campo obre­l'O. Y esto es lo que en absoluto conviene evitar.

Y nose diga que el sindicalismo, por significar tambien la tendencia de la organizaci6n obrcra a absorber las fnnciones de los partidos, es nece ario que se preocupe asimismo de la funci6n politica electoral. Es verdad que es de augurar que desapa­rezcan los partidos politicos; pero mientras haya ideas politicas diferentcs, es fatal que haya parti­dos. Dejcmos, pues, que estos cumplan su funci6n y no pretendamos que el sindicato lo haga todo, basta lo que no es acci6n sindicalista, tan to mas que lo contrario significaria llevar en el sindicato

lOti LUI' F ABBRI

la di'cordias y las marailas de los partidos politi­co , in excluir <i n inguno.

QuL' sea, pucs, y contintle siendo la organiza­ci6n obrera apretado haz para la derensa de los propio intereses y para la conquista de mayor bicne tar para todos los trabajadores, con la ba e del mntuo rc peto ~- de la mutua a rmenia que hag·a de Ins individuate energias una fuerza t'lnica para contrnponcrla <\ aquella, tambien cada dia mas so· lidaria, de los patronos.

IX

Partidos politicos y sindicatos

El doctrinarismo constituye un peligro para el joven movimiento sindicalista.

La teoria sindicalista se ha desarrollado po te· riormen te t\ los hechos; primeramente estos se han ido ma nifestando uno tras otro en e l seno del mo­vimiento ourero, independientemente y separados, Y cleSpUCS1 pOCO c\ pOCO SC han id0 englobandO I acauando por constituir todo un metodo tie lucha­org<'l.nico y a rm6nico: el metotlo de la acci6n di­recta.

Eutonces es cuando ha salido la teoria, que no ha heL:ho nu\s que exponer en una forma dada, para ntilidad deJa propaganda, todo el conjtmto de lo metoclos que se ha co1nrenido en llamar sin­d icali.•mw.

1.\lientras et sindicalismo e manifest6 en los hechos, toda,·ia obscure, no bautizado atin con un nombre aparentemente cientifico, eran sus parti­darios s6lo los directamente interesaclos en la ln· cha: los obreros y los revolucionarios militantes. Los demc\s, 6 no se fijaban siquicra, 6 calificaban altaneramente de ana1·qui tas cl. todos los que ha· bla ban de acci6n directa y de buelga general.

En el Congreso Internaciona.l 'ocialista de Lon-

'

108 LUI FADBRI

dres del afio 1:-;%, schizo pa ar por anarquistas <i los ojo del mundo <\ todo los sindicalistas.

Pero euando el movimiento siuuical se hizo potente, cuando su desarrollo hall6 "enialcs pen-adore -el primero entre todos .Jorg·e :-iorel-tlue

_intetizaron sus concepto teoricos en una verda· dt>ra y propia doctrina, entonces las cosas cam­biaron. ::\Iuchos que antes eran cnemigo" de todos los mctodo uel indicalismo, voh ieronse p::trtida· rios. Hombre de buena fe, sin duua, pero cuyo error estriba en no Yi \'ir la Yida de los tra bajado­res y no habet teni1lo con estos otro contacto «JUe el electoral, han qnerido teorizar tambien de· mn _iado Y encerra r cl ~indica li ~mo en formulas do::~:m:\tica::, conYirti(•ndolo en tt:'oria ocinli ta por excelC'ncia, la pauarea de todo~ lo males sociales.

Esto rue un graYe error. El sindkn!islllo, que es un metodo, el nw,ior sin duda ~- el mils inclis­pen nble, pE'ro no el ttnico, de Ia luella contra el e:apitnli.~mo, y «lllP si alg-una YE'Z eomo tE'oria pnede

't' un aspecto, una cara del pri ma ociali:'t;l ~­

no todo el ocialismo, ~e ha Yuelto en c:nnhio pnrn al~uno una teoria nueYa qnc ha sn tituido ft Ia antigun. Esto ha tcnido por collsccucneia, por Ult lado, el retorno al upertiuo cconomismo de los pt imero .. marxistas, qne ltaeia11 dcscnidar dPma­siado todat:~ las cnestiones tlifen'ntes de la eco116-mica, y por otro lado, Ia filtraci6n en el sinuica­Ii · mo de aqu 1 clemento ue Jcgeneraci6n, como C'S la politica parlamcntaria.

Yes natural. La mayor parte uc los indica· listas doctrinarios-como en Italia el Leone, en Francia el Lagardelle, en Alemania el Michels­e tAn por costumbrcs, por ambiente, por educa·

• cion y por tendencia general fuera del mundo <>brero !Ian sido educados en ideas socialistas en

l~DJCALJ MO Y AN.\RQUJ \10 109

el seno del moYimiento politico parlamenta1 io y lwn veniuo al sindicalismo empujados por sn rcc­titud, y sobre todo por persuasion te6rica, al eon· trario de los obreros, qne han iclo al sindi~.;ali 1110

sin ca i tener uc l'l concicncia, por la fu~'rz~t de los hechos, por el de arrollo y pn'lctica de su acd6n diari<l de r~sisteneia y de ata1lUe contra el capital.

Lo' doctrinarios del sindicalismo conocian muy hiC'n la Yida rlc los grnpos politicos, Ia pn\etica electoral, el movimiento de su partido politit·o, pOl'llUe tomaban pnt te Cn eJ; pcro el UlO\'illlielltO ohrcro YeianJo Cll cambio Jesde cierta, distanciH

7

de de muy alto, y en cualquier modo sine tar pPr· sonal y dircctamcnte interesados. Su partieipacion en el movimicnto obrero tenia un ori~en filantru­pico por un !ado y uoctrinario por otro, y por con· iguicute, veianse lle,·ndos t\ dar siempre una im­

portancia grande it In politica pnrlamentaria, quo les tocnba de cerca y era mAs su~eeptible de ann· cl:trse A sus intereses, que, en general, son los inte· reses de In pcqnefta burguc ia

Y c to hombres, demasindo socialistas pnra que no lcs diernn m\.useas las palinodias c.\ quo da ba luo-a r cl parlamentarismo, ante ei..hecho consu· mado del sindicalismo en acci6n sc ban reanimado y han visto el medio de recondncir cl socialismo a u origcn prolctario y anticapitalista. Casi todos los culti\·adores del pensamienio de Carlos 1\Iarx, han visto en el sindicalismo la confirmacl6n de algunas teorias del maestro, y esto ha dctcrminado la e\·oluci6n de su pensamiento bacia la nueva doc· trina, nueYa al menos para ellos.

Entonces se han puesto a agrupar ideas y he­chos, <i sacar de nuevo a luz algunas ideas del mar.·ismo que principiaban a olvidarse, sacando de elias como una nueva teoria socialista que excluia

110 LU FAODRI

!a~ otra . E~te cloc trinarismo exclLd ,.i tn no podia deja r de producir los males lamentado . Queriendo enct~rr~r todo el mo Yimiento obrcro revolucionario y socinli tn en cl sindicali mo. si()'nificaba querer ;·etornar al error sim pli ta y dognu\tico de que Ia cucstiun econ6mica es la t:mica importante, y que 1 e::;nelta e ta . la dem;\s quedan re uelta . Esto puc­uP n principia sic:nificar una acentuncion del mo­vimiento nnticapitnlista en lns forma mas revo­luc:ionarias, pcro tcrminn empujnudo it lo obreros n t:onteutnrs' con ln mejoras econ6mica inme· <.li. tas y :.\ descnidar la opo icion reYoludonaria en cl campo politico contra los podere politicos d la hnr~ue:ia E te de cu ido puede parecer bue­no porqne A primera Yi ta de ncredita la acc:ion <'lectoral: pero ln acci6n poli tica no es solnmente electoral: puede ser tambi \n, y esta es la m{ts efi· caz) rCYolucionaria e in urrecc ional, y de acredi· titr 6 descnidar e ta ttltima forma de acci6n poli­tica ~i!l·nifica en de tinith'a hacer c l intere de los £;obierno de la burguesia.

~Ill contar que la acci6n electoral, ann pasrwdo a seg·nnda linea en los comienzo del moyimiento, por \l misma naturaJeza absorbentc e inYasora YolYeria nu\s 6 menos ta rde a manchar el sindica­li mo democratico, ~-para eYitar esta con ecuen· cia, no hay ma~ que unremedio: e.·cl uil· de Ia pn\c­tica del ind icali mo toda 6 cualquiera ino·erencia del parlamentarismo. Pcro lC6mo es posible esto, si hay sindicali tas que creen poco 6 mucho en la uti· lid ad del ejercicio electoral? Ilaced que estos tom en par te en el movimiento sindicalista y convencedles de q~e todo el socialiomo estfl alli y que toclos los pa l'f1do deben desapa1·eceJ·, y 16gicamente se venin conducidos a introducir el eleccionismo en el sin­dicalismo, 6 sea, como hemos visto anteriormente,

h'OICALJ. \10 Y AXAHQUIS\10 111

\ negar la idea directora del sindicalismo es decir la acci6n directa de los trabajadores, y r;o la indi~ recta por mandatos leoislativos.

Esta es la consecuencia del superftno doctrina­rismo que sc .ha introducido en el sindicalismo, y es al n11smo tlempo su causa. Se trata de un eirculo vicioso. El doctrinarismo ticne por tlltinm couse· cuencia la til tracio n pn rlamen tari ta en el sin dica­lhno, y Yiceversa, la penetraci6n d elementos parlamentati tns ha producido el desaHollo del doctrin~rismo. Los doctrinario , lo tc6ricos que, como nmos antes, vense lle\·ado inevitablemcnte tt ct:t:· importancia, J1equena 6 grande que sea, ;\ la poht1ca parlamentaria, no podian, a! formular la doctrina, dejarle Ia pnerta cerrada. Era ineYitable, por sus tcn~e1:cias de clase y por q uerer creer que todo el IDO'i'll111ento est<'t. en el sindicalismo y que estc excluyc la acci6n de los partidos politicos.

Por todo lo expuesto, considernmos es un error Jec ir que los partidos deben desaparecer para ser absorbidos por los sindicatos.

. Si no exi tiesen los partidos socialista y anar­qUI. ta y hubiesen solamente lo sindicatos, (,que ac t!tud tomarian estos ante Ia cucsti6n parlamen­t~na ~· las elecciones? Fijarse que hablo de la cues t16n parlamentaria, porque es Ia que ahont mete mas ruido y es la mas saliente, pero hay muchas otras cuestioncs so bre las cuales la acti tud de las varias fracciooes del socialismo podria ser grave· mente diver()'ente.

Con la desaparici6n de los partidos, ciertamente no desaparecenin las ideas que los iuforman: siem­pre habra anarquistas y socialistas legalitarios.