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Revista destiempos N°44 Abril-Mayo 2015 ISSN: 2007-7483 ©2015 Derechos Reservados www.revistadestiempos.com 77 EL LEVIATÁN, HOMBRE Y LOBO. HUMANIDAD, ANIMALIDAD Y POLÍTICA Emil Salim Miyar El hombre lobo es una creatura mítica cuya principal característica es su fantástica y horripilante habilidad para transformarse en una bestia dotada del andar bípedo del hombre, aunque con pelaje, hocico, fuerza e ins- tintos de lobo. Cuando la creatura no se encuentra en su forma monstruosa, lleva la forma de un hombre común, en pleno control de su comportamiento, sin que muestre rastro alguno de la terrible bestia en que puede convertirse. Pero, al mirar la luna llena, este hombre conven- cional se transforma en el feroz e incontrolable hombre lobo. El Leviatán de Thomas Hobbes, ese “hombre colectivo” ―consti- tuido en base a individuos, y a causa de la aversión de éstos a una muerte violenta–, parece compartir algunas de las características del hombre lobo. El Estado moderno, objeto de estudio de Hobbes, no es únicamente uno de paz y orden, sino que también conoce la furia y la irracionalidad de la bestia. El hombre colectivo, al cual Hobbes se refería puede verse transformado en un hombre-lobo y, al igual que el este- reotipo tradicional, éste lleva dentro de sí la capacidad para pasar del orden y la templanza a la violencia y la furia. No sin razón, Hobbes decidió llamar al Estado "Leviatán", nombre de una feroz criatura bíblica íntimamente relacionada con la maldad pero, a fin de cuentas, creada por Dios. La postura de Thomas Hobbes inau- gura la tradición contractualista, la cual supone un estado de naturaleza,

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EL LEVIATÁN, HOMBRE Y LOBO. HUMANIDAD,

ANIMALIDAD Y POLÍTICA Emil Salim Miyar

El hombre lobo es una creatura mítica cuya principal característica es su

fantástica y horripilante habilidad para transformarse en una bestia dotada

del andar bípedo del hombre, aunque con pelaje, hocico, fuerza e ins-

tintos de lobo. Cuando la creatura no se encuentra en su forma

monstruosa, lleva la forma de un hombre común, en pleno control de su

comportamiento, sin que muestre rastro alguno de la terrible bestia en

que puede convertirse. Pero, al mirar la luna llena, este hombre conven-

cional se transforma en el feroz e incontrolable hombre lobo.

El Leviatán de Thomas Hobbes, ese “hombre colectivo” ―consti-

tuido en base a individuos, y a causa de la aversión de éstos a una

muerte violenta–, parece compartir algunas de las características del

hombre lobo. El Estado moderno, objeto de estudio de Hobbes, no es

únicamente uno de paz y orden, sino que también conoce la furia y la

irracionalidad de la bestia. El hombre colectivo, al cual Hobbes se refería

puede verse transformado en un hombre-lobo y, al igual que el este-

reotipo tradicional, éste lleva dentro de sí la capacidad para pasar del

orden y la templanza a la violencia y la furia.

No sin razón, Hobbes decidió llamar al Estado "Leviatán", nombre

de una feroz criatura bíblica íntimamente relacionada con la maldad pero,

a fin de cuentas, creada por Dios. La postura de Thomas Hobbes inau-

gura la tradición contractualista, la cual supone un estado de naturaleza,

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de caos y violencia permanentes, del hombre, en el cual cada individuo

realiza un contrato con sus semejantes para terminar con el conflicto

constante y erigir un nuevo orden - uno civil y pacífico-.

El presente trabajo utiliza recursos provenientes del psicoanálisis

lacaniano para argumentar que el Leviatán de Hobbes es una suerte de

fantasía encargada de cubrir una falta inherente al sujeto. Para ello, se

pensará al Leviatán como una subjetividad lacaniana, es decir, a manera

de un sujeto que desea, pues su ser tiene un vacío, es un sujeto que se

encuentra en falta. Por lo tanto, en el presente texto se realizará una

metáfora de le metáfora hobbesiana para demostrar las similitudes del

Leviatán con el hombre-lobo. Los ejes fundamentales a los cuales se

recurrirá para comprender el Leviatán serán algunos conceptos de Lacan

tales como fantasía, objeto a, orden simbólico y lo Real.

La exposición seguirá el siguiente orden: primero se esbozará la

propuesta de Hobbes para resaltar sus puntos centrales. Seguidamente,

se leerá cada uno de estos puntos desde la perspectiva lacaniana

utilizando los conceptos antes mencionados. Finalmente, habrá una breve

recapitulación acompañada de una reflexión final a manera de conclusión.

EL LEVIATÁN, UN HOMBRE LOBO

Para Hobbes, el Leviatán es una forma de representar el Estado

Moderno; el ordenamiento social junto con la soberanía. En palabras del

propio Hobbes, el Leviatán es "… una república o Estado (Civitas en

latín), y que no es sino un hombre artificial, aunque de estatura y fuerza

superiores a las del natural, para cuya protección y defensa fue pensado.

Allí, la soberanía es su alma artificial que da fuerza y movimiento al

cuerpo entero" (Hobbes, 2011: 39).

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Un aspecto especial y característico del pensamiento de Hobbes

es su noción del hombre. Para Hobbes, el hombre está dotado de razón,

y de pasiones. A través de estos preceptos Hobbes piensa el estado de

naturaleza del hombre. Éste es un estado de guerra de todos contra

todos, previo a la institución de la comunidad, donde "el hombre es el

lobo del hombre". Es un momento de libertad total y de igualdad frente al

otro, igualdad de dar muerte al otro y de recibir muerte por parte del otro.

El hombre natural vive bajo el régimen del Derecho Natural,

entendido como "la libertad que cada hombre tiene de usar su propio

poder, como él quiera, para la preservación de [...] su propia vida y, por

consiguiente, de hacer toda cosa que en su propio juicio, y razón, conciba

como el medio más apto para aquello" (Hobbes, 2011: 132). El estado de

naturaleza claramente expresa el interés egoísta del individuo por

preservar su vida incluso si esto significa terminar con la vida de otro

hombre. Por tanto, es un estadío donde los individuos carecen de

restricciones para hacer uso de la violencia con tal de lograr sus

cometidos. No existe una relación entre los hombres más allá de la

violencia, es la ausencia de todo lazo social.

Sin embargo, para Hobbes el hombre está dotado de razón y

haciendo uso de ella percibe las Leyes de la Naturaleza. Éstas, bási-

camente, establecen que el hombre no puede contravenir la preservación

de su persona y, en consecuencia, le invitan a renunciar a su derecho

natural para buscar la paz mediante un contrato mutuo con el resto de

sus semejantes. De esta manera, se instituye la ley como garantía de paz

y, con ello, el hombre se libera de su estado de naturaleza para ingresar

al estado civil. Este estado civil en esencia se refiere a la relación de unos

individuos con otros, donde los individuos, ahora sujetos a su mutua

relación, entran en un contacto no violento. La violencia, vista desde la

perspectiva de la relación entre hombres, es percibida como la disolución

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del lazo entre un hombre y otro. Por lo tanto, el estado civil es equivalente

a la intersubjetividad.

No obstante, para vigilar que los sujetos cumplan el contrato, una

autoridad debe ser establecida. Esta autoridad es un soberano que

conserva su condición natural, capaz de utilizar la violencia con tal de

vigilar el cumplimiento de lo acordado. Velar por el pacto utilizando la

amenaza del uso de la violencia, o el uso de la misma, constituye la

soberanía dentro de este planteamiento.

Este es un punto tan esencial como paradójico del estado civil,

pues, para mantener la paz y preservar la vida de los hombres, uno de

ellos ha de permanecer fuera de lo contratado, ha de ser soberano y ha

de conservarse en el estado de naturaleza. Aquí se hace visible el rostro

animal del Leviatán, el soporte violento del orden estatal. De acuerdo con

Hobbes, el soberano no sólo debe concentrar la violencia, sino que está

exento de cumplir la ley, pues él es la ley, él la dicta y por tanto debe

establecer cada aspecto del orden social.

Así, por una parte, el Leviatán es un hombre, aunque artificial

―compuesto de los miembros de la asociación a quienes busca

preservar–, caracterizado por ser civil y pacífico. Sin embargo, el

Leviatán también es un lobo, pues para preservar la civilidad entre los

hombres éste conserva sus colmillos y garras para hacer uso de la

violencia. Al participar del estado civil y del estado de naturaleza al mismo

tiempo, el Leviatán es una mezcla contradictoria, a veces un caballero

racional, a veces un lobo irracional, por momentos hombre, por

momentos bestia. Tiene derecho sobre la vida y la muerte de la manada;

es, en esencia, un hombre lobo.

El rostro civil del Leviatán es la forma como se presenta la bestia,

es su máscara y a la vez su verdadero rostro. No existe Estado sin violen-

cia, ni hay violencia fuera de las coordenadas de la paz. De ahí la

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relevancia del vacío del Leviatán, de la soberanía ejercida por aquel que

permanece fuera del contrato sin la obligación de renunciar a la violencia.

El concepto de fantasía, que se explicará más adelante, permite

contemplar la máscara de este sujeto llamado Leviatán. Mientras que la

soberanía puede ser observada en el uso de la violencia, en aquello más

allá de la civilidad y será referida como lo Real.

A partir de este breve recorrido por la propuesta hobbesiana,

podemos resaltar cuatro aspectos esenciales del planteamiento, a saber:

1) el estado de naturaleza; 2) el contrato; c) el estado civil y; d) la

soberanía. Además de estos aspectos hay una premisa, la racionalidad y

la sensibilidad del hombre. El análisis de las siguientes cuartillas versa

sobre estos aspectos inherentes a la propuesta de Hobbes, pero

observados con la ayuda de algunos recursos originales del psicoanálisis

de Jacques Lacan.

Con el Leviatán en el diván

¿Cómo leer a Hobbes con ayuda del psicoanálisis lacaniano? El

rostro civil del Leviatán tiene la estructura de una fantasía. El estado civil,

es la forma de ser de los hombres viviendo en comunidad, después de

haber renunciado al estado de naturaleza, y producto de haber cedido

toda su libertad y violencia a un soberano encargado de mantener la paz

y el orden. Para este fin, el soberano debe asegurarse que cada individuo

mantenga su palabra respecto al acuerdo de renunciar a su derecho

natural. En otras palabras, el Leviatán debe ser capaz de guiar el

comportamiento y las expectativas de los hombres para estar en

condiciones de mantenerlos en un estado civil.

Precisamente en este punto entra la fantasía. El momento civil

del Leviatán se encuentra esencialmente incompleto, pues, como ya se

ha mencionado, hay un individuo –el soberano– que permanece fuera de

lo establecido en el contrato y concentra la violencia propia del estado de

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naturaleza. Es decir, el Leviatán –así como la subjetividad según Lacan–

se encuentra en falta, es incapaz de ser completamente coherente con

una misma lógica y alberga su propia contradicción. El estado civil

concentra la violencia del estado de naturaleza en su seno, en el propio

soberano del Estado.

En el psicoanálisis lacaniano la fantasía es, en esencia, una guía

del deseo, es aquello que le indica al sujeto cómo desear (Žižek, 1999).

Existe el deseo precisamente porque existe cierta falta, por la presencia

de una incompletud. El deseo es el incesante intento por cubrir la falta y,

la fantasía, es su cobertor, la forma como se pretende disimular este

vacío constitutivo. Por tanto, en el caso del Leviatán, la fantasía no se

encuentra en el hecho de que éste sea un monstruo horripilante,

imaginario o inexistente. Su aspecto fantasmático más bien se hace

patente en el acto mismo de los hombres al acordar su renuncia al estado

de naturaleza, en su deseo de vivir en un estado civil y, además, en su

comportamiento acorde con lo establecido en el contrato.

Esta característica de la fantasía, pues, parece materializarse en

dos aspectos del planteamiento de Hobbes. Por una parte, en el aspecto

racional de guiar la conducta mediante un acuerdo explícito entre los

hombres. Por otra, la fantasía se hace presente en el aspecto sentimental

del hombre, la violencia concentrada en la figura del soberano aterra al

sujeto, quien al imaginar las desastrosas consecuencias de violar el

contrato, prefiere mantener su palabra. Analicemos estos dos puntos más

en detalle.

Entonces, ¿cómo se las ingenia el Leviatán para que los indi-

viduos se comporten de manera civilizada sin necesidad de recurrir todo

el tiempo a la violencia física? Esta pregunta, paradójicamente, se

responde con otra pregunta, con una acerca de la forma del deseo. "La

pregunta original del deseo no es directamente «¿qué quiero?», sino

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«¿qué quieren los otros de mí?» «¿qué soy yo para los otros?»" (Žižek,

1999: 19). Así, la finalidad de la fantasía es establecer qué soy para los

otros, es generar una cierta identidad. Por esta razón, el deseo es

paranoico para Lacan, el deseo es el deseo del Otro. El sujeto desea ser

deseado por el Otro. Entonces, individuos que contrataron entre sí vivir en

un orden de civilidad, desean comportarse de manera civil pues cada uno

de ellos supone que el resto, el Otro, espera que se comporte de la

manera acordada.

Ahora bien, la fantasía, en relación con el deseo, involucra una

especie de mirada imposible (Žižek, 2006). Pensemos en una fantasía en

su sentido habitual. En el acto de fantasear, el sujeto se ve a sí mismo en

su corporeidad, como si estuviera fuera de ésta y la observara. Un sujeto

que fantasea con tener un auto, una casa o cualquier objeto se imagina,

se visualiza a sí mismo, en posesión del mismo. Un movimiento similar

tiene lugar en la noción psicoanalítica de fantasía. En ésta, no sólo están

presentes el sujeto y su objeto de deseo, también participa un tercero,

una mirada que ve todo desde fuera.

Esta mirada pertenece a la intersubjetividad misma, al gran Otro

en palabras de Lacan. Entonces, el sujeto, al ser observado, literalmente

actúa para el Otro, y como buen actor, pretende agradar a su público.

Pero pretende agradarle porque le teme, pues el Otro es soberano, y la

soberanía se compone de violencia, que puede ser usada si no le

satisface el actuar del sujeto. Este Otro es soberano respecto al sujeto

porque lo constituye como tal al someterlo, sujetarlo, a su deseo. Deseo

del Otro que a la vez es deseo propio, deseo de la civilidad y repudio a la

violencia1.

1 Similitud con cuestión de falta en la realidad misma desarrollada en Enjoy your Symtom! de Žižek.

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Entonces, el Otro guía al individuo al observarlo, conduce su

deseo al hacerle preferir la civilidad contratada a la violencia soberana y,

con ello, lo mantiene en el ámbito estatal de la intersubjetividad. El

comportamiento, el actuar subjetivo acorde a la civilidad, consecuencia de

la mirada del Otro, equivale al estado civil. Mientras que la violencia

desatada, si no complace al Otro -capaz de mantener la relación de los

sujetos entre sí-, es idéntica a la soberanía hobbesiana y,

consecuentemente, también al estado de naturaleza.

VIOLENCIA REAL

¿Cómo pensar la violencia en su relación con el Otro?, ¿qué lugar dentro

de la intersubjetividad ocupa la soberanía? Respondamos utilizando la

triada Real-Simbólico-Imaginario de Lacan, la cual conforma la realidad

social de los sujetos. Para Lacan, la realidad social es esencialmente

lingüística. Si los sujetos no pudieran comunicarse entre sí sería

imposible que se relacionaran, y la realidad social es intersubjetiva por

esencia. El lenguaje, es el medio por el cual los individuos se comunican

y entran en relación entre sí.

El lenguaje, siguiendo a Ferdinand de Saussure, se compone de

significantes, cada uno de ellos caracterizado por una forma específica

conocida como significado. De esta manera, la realidad lingüística y social

consta de una trenza de significantes, llamada orden simbólico, o gran

Otro por Lacan. El significado de cada significante, su aspecto formal, es

el momento imaginario de la realidad. Pensemos en un objeto cualquiera,

por ejemplo una casa. La palabra casa es un significante, y la imagen que

se viene a la mente al pensar una casa es su significado.

Ahora, para que los significantes puedan relacionarse entre sí y,

a la vez, diferenciarse unos de otros, es necesario que uno de ellos

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quede excluido de la serie de significación. Uno de los significantes debe

permanecer exento de toda carga significativa, debe estar más allá del

lenguaje, su único significado será la nada. Este movimiento de exclusión

se encuentra plasmado en el modelo hobbesiano, en el gesto de excluir a

un individuo del contrato para asegurar que el resto de los individuos

puedan relacionarse unos con otros.

Para Lacan, la realidad social se encuentra compuesta por los

registros de lo Simbólico, conformado por significantes, y lo Imaginario,

espacio propio de los significados. Mientras que el significante excluido

permanece fuera de la realidad social, al mismo tiempo la determina,

como la soberanía. Esta peculiar figura vacía se conoce como significante

vacío o significante amo y cumple una función de suma importancia para

la realidad social. Al ser un significante pero, al mismo tiempo perma-

necer vacío, este objeto es, extrañamente, puro contenido sin forma. Esto

se explica al pensar el vacío como el lugar de residencia de la nada; es

decir, su contenido es la nada misma. La nada carece de forma y, por

ello, es el espacio idóneo para ser cubierto por alguna forma suplemen-

taria. Este vacío es el lugar de lo que Lacan llama lo Real.

Lo Real no está sujeto a nada, sigue su lógica propia, indepen-

diente de la inercia de significado del resto de la serie. Lo Real no es un

sujeto, es soberano pues es independiente a la lógica de significación del

resto de los significantes y porque, en consecuencia, el resto de los

significantes se sujetan a él. Es decir, es en el espacio del significante

vacío donde se encuentra la soberanía y la violencia de la serie u

ordenamiento. En el espacio de cortocircuito ubicado más allá de lo

establecido se concentra la soberanía. En tanto soberano sobre el resto

de los significantes, lo Real no es un sujeto, sino el Sujeto.

Ahora bien, el vacío del significante excluido es cubierto como por

una pantalla que habilita la proyección de una imagen a partir de la cual

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los significantes entran en relación unos con otros, simula la diferencia del

contenido de este significante respecto al resto de ellos. Dicha pantalla, y

no la imagen proyectada sobre la misma, es la fantasía. Aquí se hace

palpable la paradójica forma de la realidad, pues el vacío, su propia

brecha, habilita su conformación al hacer que los significantes se

relacionen entre sí. Pero, a la vez, el vacío, la brecha, lo no simbolizado,

también expresa el carácter incompleto de la realidad, su momento de

contingencia. De no simbolizar este vacío, el sujeto no podría cerrar la

brecha y su realidad estaría compuesta por significantes incapaces de

entrar en relación unos con otros.

Pero, ¿qué es aquello proyectado sobre la―llamémosle

siguiendo a Žižek― pantalla fantasmática capaz de generar cohesión

entre los objetos simbólicos? Lacan construye un concepto para

responder a esta pregunta, el pequeño objeto a u objeto de deseo. Este

objeto consta de dos partes: el vacío, lo Real; y la imagen proyectada

sobre la fantasía (Homer, 2005, Žižek, 2002). Es decir, el objeto proyec-

tado sobre la pantalla estimula la simbolización de lo Real, el cierre de la

brecha en la realidad social, sin lograr nunca su cometido. Precisamente,

el deseo es este intento de cerrar la brecha entre la realidad y lo Real. En

el caso del planteamiento hobbesiano, el objeto de deseo sería, como ya

se ha mencionado, la civilidad, y la fisura en la realidad civil sería la

violencia inherente a la soberanía ―ese resto del estado de naturaleza―.

Entonces, el soberano opera del mismo modo en que lo hace el

significante amo. En el ordenamiento del estado civil todos los individuos

están dentro del acuerdo, excepto uno. Pero, así como el significante amo

es indispensable para la existencia de la realidad, este individuo excluido

es esencial para la existencia del estado civil, pues, al quedar fuera y

conservar la violencia propia del estado de naturaleza, él es el único

capaz de velar por la civilidad acordada, de mirar al sujeto desde fuera y

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de guiar el deseo de los contratantes. Así, desde la perspectiva de

quienes están inscritos en el estado civil, el soberano carece de forma, su

forma no es civil. Así como lo no lingüístico es contrario al orden

lingüístico, el estado de naturaleza del soberano es opuesto al estado

civil.

La fantasía, aquella pantalla colocada por encima del vacío, en

este caso sería el contrato mismo, el momento de acuerdo, la comunidad

en sí. Ésta, por una parte, establece el objeto de deseo de los individuos,

y por la otra sustituye al estado de naturaleza, al antagonismo originario,

latente en los individuos y materializado en el soberano. Pero, la fantasía

también se refiere a la mirada imposible del soberano. Aquí es pertinente

explicar el trabajo de la fantasía en tanto tapadera de lo Real.

La fantasía "es la forma primordial de narrativa, que sirve para

ocultar [...] un antagonismo fundamental mediante el reacomodo de sus

partes en una sucesión temporal" (Žižek, 1999: 20). Este enunciado hace

eco en el planteamiento de Hobbes, donde el antagonismo natural es

sucedido por el estado civil. En este caso, lo Real ocultado sería el

antagónico estado de naturaleza en tanto imposible de incluir en un orden

social. El regreso al estado de naturaleza, o la explosión de la guerra civil,

es sinónimo de suspensión del orden socio-simbólico del Estado. Por

tanto, el estado de naturaleza ocupa el lugar de lo Real, el resto extra

simbólico, el vacío de orden social.

Este ejemplo permite entrever una paradoja fundamental de la

fantasía, a la cual Lacan se refería como futur antérieur, futuro anterior,

un efecto retroactivo en cuanto al sentido o lógica de un ordenamiento. Lo

Real es un resto producido por la simbolización, pero a la vez es insim-

bolizable, la narrativa lo "incorpora" considerándolo como si siempre

hubiera estado allí, como si ese resto fuera la Causa misma de la

simbolización de una serie. Esta es una característica esencial de la

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narrativa en relación con el ordenamiento socio-simbólico: "lo Real es la

Causa ausente de lo Simbólico" (Žižek, 1994).

La narración hobbesiana presupone la existencia de los indi-

viduos antes de la fundación de la comunidad, fuera de su horizonte de

sentido. Es imposible conocer la existencia de un individuo si no se le

puede relacionar o comparar con una comunidad. Lo mismo sucede con

el estado de naturaleza, no puede llamarse estado de naturaleza a un

estadio si no es contrastado con un estadio civil. Es decir, Hobbes

presupone al individuo y al estado de naturaleza y retroactivamente

construye la comunidad y el estado civil. Él construye una fantasía para

cubrir la falta, la causa ausente de la comunidad y del estado civil.

En este mismo sentido, la fantasía no sólo oculta la ausencia de

Causa del ordenamiento, también es una narración del acto mismo de la

instauración de la ley, del surgimiento del orden. El estado de naturaleza,

esta condición de antagonismo, es la Causa ausente del establecimiento

del Estado como tal y, por tanto, lo Real. Ahora, ¿por qué lo Real, siendo

la nada, tiene la apariencia del estado de naturaleza?

Efectivamente, desde la perspectiva del orden socio-simbólico

imperante, lo Real es el vacío, la nada, lo carente de forma. De acuerdo

con Žižek lo Real tiene dos facetas, “un aspecto de lo Real es que es

imposible, y el otro aspecto es que ocurre, pero es imposible sostenerlo,

integrarlo” (2006: 72). Es decir, lo Real en sí escapa al horizonte de

sentido de la realidad, y al no ser simbolizado tampoco tiene un aspecto

definido. Sin embargo, para ser percibido dentro un orden determinado

éste debe aparecer en términos accesibles a lo establecido, en forma de

terror, de catástrofe (Žižek, 2008). En otras palabras, el significante sin

significado, en tanto Real, adopta el significado, o la imagen de la

disolución del orden social.

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Así, el antagonismo devastador aparece bajo el espectro del

estado de naturaleza hobbesiano donde la comunidad, la fantasía social

primordial, se desvanece en la nada. El vacío toma la forma, pues, del

conflicto y la violencia, esas palabras cuyo último significado es la

disolución de un lazo social, la no-relación social, ya sea momentánea o

permanente. Lo Real del Leviatán pues, es la soberanía por una parte,

pero es también el estado de naturaleza no solo del soberano, sino del

cual proviene todo el edificio estatal. Allí donde el lenguaje y sus palabras

son inexistentes, aparece el lobo, animal feroz e irracional.

Los recursos provenientes del psicoanálisis lacaniano permitieron

realizar una lectura alternativa del Leviatán de Hobbes y, naturalmente,

también de las ideas y supuestos detrás del Estado Moderno. Sin

embargo, el Estado Contemporáneo conserva algunas de las

características esenciales del Leviatán, la soberanía y la búsqueda de la

civilidad. En otras palabras, el Estado Contemporáneo también es un

hombre lobo, un sujeto a veces civil, pero a veces natural. La soberanía,

siempre cargada de violencia, permanece como garante de paz en los

ordenamientos contemporáneos.

El psicoanálisis nos permitió realizar un movimiento alternativo al

explicar la función del vacío o contradicción para el sujeto, en este caso el

Leviatán una fantasía o ficción simbólica. En palabras de Žižek, “el arte

verdaderamente filosófico no es reconocer la ficción detrás de la realidad

[…], sino reconocer lo Real en lo que aparece como una ficción simbólica”

(2006: 98-99). Quizá este sea el valor del uso de conceptos psicoana-

líticos para la filosofía, comprender el núcleo conflictivo y contradictorio en

las fantasías que estructuran nuestra realidad. Desde esta aproximación

uno puede dejar de entender las contradicciones fuera de los fenómenos

sociales, como el Estado, sino buscarlas en ellos mismos, como una

parte inherente a ellos.

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Ahora pues, podemos entender a la fantasía como un fenómeno

que no está más allá de la realidad del hombre. Al contrario, es parte

esencial de la misma pues ésta se cristaliza en las acciones de los

sujetos. La fantasía más bien le es indispensable a la realidad social. Si

los individuos no actuaran como si alguien, un tercero, los estuviera

observando, o como si no existiera el antagonismo en la sociedad, el

Estado jamás podría tener lugar. Éste es justamente el papel del Gran

Otro de Lacan en tanto guía del deseo, y del comportamiento subjetivo.

El aspecto Real del Leviatán se encuentra en la posición de

exclusión del soberano, en su exención de cumplimiento del acuerdo. En

esta situación, el Leviatán no solamente ilustra el establecimiento del

orden, sino también representa la contingencia del mismo. La soberanía

es en sí, pues, contraria al orden; es su momento de excepción, pero

también es su principio estructurador, encargado de darle cuerpo y

coherencia. Esta paradoja es fundamental para la realidad social, pues

quien de facto detenta la soberanía detenta también la suspensión de la

realidad misma.

Por estas razones, el Leviatán es hombre y es lobo al mismo

tiempo, sólo frente al animal se ve como hombre, y solamente es animal

contrastado con el hombre. Pero el Leviatán es hombre lobo por decisión

propia, la única manera en que puede ser hombre es siendo lobo.

BIBLIOGRAFÍA

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HOMER, S. Jacques Lacan, Gran Bretaña: Routledge. 2005

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