CITA EN LA COLINA
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4
DISTRICT DE FRANCE
CITA EN LA COLINAPARMENIA 1714 - 2014
Hermano Jean-Louis SCHNEIDER
DISTRICT DE FRANCE
CITA EN LA COLINAPARMENIA 1714 - 2014
Frère Jean-Louis SCHNEIDER
32
32
E n este estudio sobre la carta del 1º de abril de 1714
dirigida por los “principales Hermanos” a Juan
Bautista de La Salle, trataremos de revisar uno de los
momentos críticos de nuestros orígenes, cuando La Salle se ve
envuelto en los remolinos del “pleito Clément”1. Desde París
y su entorno (Versailles y Saint-Denis) parte hacia el Sur de
Francia. Se ve tentado por “el retiro”, bajo la forma de alejarse
de los asuntos de su Instituto, abandonando el mundo: es lo que
podríamos llamar la “tentación de Parmenia”.
En efecto, un día de 1714, el Fundador tuvo una cita con el
Espíritu sobre la colina de Parmenia. Y de allí descendió. No
sucumbió a la “tentación de Parmenia”, ¡de lo contrario nosotros
no estaríamos aquí! Hoy, en 2014, si pasamos por Parmenia,
porque quizás, para nosotros, como para él, Dios se calla, también
porque un Capítulo General es “el momento favorable” por excelencia, es para ponernos a la
escucha de lo que el Espíritu tiene que decirnos, y es para luego partir, hacia la Misión, hacia los
Hermanos, los jóvenes, los pobres.
En los años 1712-1714, nos encontramos ante un periodo de crisis para el Instituto de los orígenes.
Habrá que observar los diversos aspectos, las personas involucradas, los análisis realizados por los
protagonistas, las evoluciones que se producen, las respuestas dadas, en qué medida las mismas son
(o no son) soluciones a la crisis atravesada, y finalmente ver cómo las personas y las instituciones
salen de ella transformadas, y lo que ello quiere decir para el Instituto de los Hermanos de las
Escuelas Cristianas.
La carta del 1º de abril de 1714 es uno de los textos esenciales de nuestros “relatos fundadores” como
Lasalianos2. Fue escrita en un periodo de transformación de la sociedad francesa, al final del reinado
de Luis XIV, un tiempo de cambios que no deja de tener repercusiones sobre La Salle y los Hermanos.
54
Este texto es uno de los que jalonan el nacimiento del Instituto de los Hermanos: Memoria sobre el
Hábito, Voto heroico de 1691, Votos del 6 de junio de 1694 con la decisión tomada al día siguiente
por los doce Hermanos y La Salle de constituir una “Sociedad” de laicos que se gobernaría por
sí misma, la Guía de las Escuelas Cristianas, las Reglas que me he impuesto, los capítulos de la Regla y
de la Colección sobre la finalidad del Instituto, la carta de los Hermanos de 1714, las Meditaciones para el tiempo del Retiro, y también el diálogo narrado por Blain, en los principios de Reims, entre
los Maestros y La Salle, sin olvidar la memoria de 1721 dirigida por los Hermanos de Rouen a las
autoridades de esa ciudad… Algunas de esas palabras son palabras de Hermanos, otras palabras
de Juan Bautista de La Salle, otras más son palabras comunes al Fundador y a los Hermanos. Son
esas las “palabras” que moldean la conciencia que el Instituto tiene de sí mismo, que le dan su
fisonomía, su espiritualidad, su manera de ser en el designio de Dios y la vida de la Iglesia.
En ese itinerario, la carta del 1º de abril de 1714 ocupa un puesto determinante. Primero porque
es una palabra de Hermanos y no de La Salle, además es pronunciada en un momento crítico
de la fundación: después de un tiempo de crisis profunda tanto de parte del Fundador como
de los Hermanos, el Instituto reafirma con fuerza, como “cuerpo”, su vocación, sus raíces, su
espiritualidad, el sentido de su consagración, considera su futuro a partir de lo que ha vivido,
elegido y decidido veinte años antes. Después de esta carta, el Instituto se ha vuelto definitivamente
cosa de los Hermanos, en comunión estrecha con el Fundador; y los Hermanos dicen “nosotros”,
para hablar en nombre y de parte del “cuerpo de la Sociedad”.
54
IUn tiempo de cambios
7Versailles en 1668. Cuadro de Pierre Patel.
7
La historia de la fundación del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cris-tianas, el relato de nuestros “mitos” fundadores, no son historias atempo-rales. Es cierto que en los escritos de Juan Bautista de La Salle la dimensión de la historia cronológica prácticamente no aparece. En una carta al Herma-no Gabriel Drolin, el Fundador hace alusión a las dificultades causadas por el cardenal de Noailles: “El asunto del señor arzobispo de París causa inquietud entre los obispos”3. Parece ser esta la única referencia a un acontecimiento contemporáneo destacable. No obstante, la obra de Juan Bautista de La Salle se inscribe indiscutiblemente en un momento de la historia de Francia, en un contexto singular y preciso que no puede dejar de tener su repercusión sobre sus opciones, sus decisiones, sus comportamientos, como sobre los de sus Hermanos y de todos aquellos que los rodean.
Una visión de la sociedad francesaEn el 3er punto de la Meditación 160, para la
fiesta de san Luis, Juan Bautista de La Salle
hace referencia al “Estado”, al hablar del celo
por el bien del Estado y el de la Iglesia:
En vuestro empleo debéis juntar al celo del bien
de la Iglesia el del Estado, del cual vuestros
discípulos comienzan a ser miembros, y un día
habrán de serlo plenamente. Procuraréis el bien
de la Iglesia haciéndolos verdaderos cristianos,
y tornándolos dóciles a las verdades de la fe y a
las máximas del Santo Evangelio. Procuraréis
el bien del Estado enseñándoles a leer y a
escribir, y todo lo que corresponde a vuestro
ministerio, en relación con el mundo exterior.
Pero hay que unir la piedad con lo externo, sin
la cual vuestro trabajo sería poco útil4.
Así pues La Salle no ignora en modo alguno
la dimensión “terrestre” del ministerio de los
Hermanos, además si así fuera, la Guía de las
Escuelas Cristianas y toda la atención que dedica
98
a la adquisición de los saberes básicos no
tendría ningún sentido, al igual que Las Reglas de cortesía y urbanidad cristiana. Las meditaciones
del Fundador son textos que preparan para
la oración interior. Qué puede haber de más
normal que el “celo por el bien de la Iglesia”
encuentre en ellas un lugar. Pero ¡el “celo por
el bien del Estado”! Podemos pues afirmar que
la reflexión sobre el lugar de los jóvenes en el
Estado y la sociedad, “cuando sean grandes”5,
es una dimensión de la espiritualidad que nos
ha transmitido el Fundador.
Al final del Prefacio de las Reglas de cortesía y urbanidad cristiana (publicado en 1703),
Juan Bautista de La Salle pone en escena la
jerarquía social de su tiempo y de su país, del
rey al campesino, pasando por el señor y el
artesano6, pudiendo advertirse que no critica
absolutamente esta representación. (Exergue
page 8) La obra sirve para ayudar a los jóvenes
y a sus familias a situarse en una sociedad
urbanita, adoptando los comportamientos y
las prácticas de aquellos que cuentan en esas
ciudades, en general el medio social del que
proviene el mismo La Salle. Además sabemos,
tras los estudios del Hermano Jean Pungier7,
que esa obra pedagógica8 es la preferida de
Juan Bautista de La
Salle. Al frecuentar
las clases de las
Escuelas Cristianas,
ha descubierto una
necesidad que no
estaba cubierta por
el sistema educativo
de su tiempo: la
de la integración en la sociedad urbana. Su
respuesta fue implicarse en la redacción de
ese libro investigando en los manuales que se
usaban para la juventud noble. Eso explica
toda la carga política y cultural de las Reglas de cortesía y urbanidad cristiana, pero también
el compromiso personal del Fundador. Para
él la Escuela Cristiana tiene una función de
integración social evidente, es otro aspecto de
su espiritualidad.
Se puede advertir, no obstante, que sobre ciertos
temas “culturales” como el baile o el teatro, La
Salle no sigue a sus fuentes habituales, sino que
asume las posiciones de un pedagogo jansenista9,
muy alejadas de las prácticas populares. Su
discurso sobre el Martes de Carnaval y sobre
el Carnaval en la tercera parte de los Deberes
del Cristiano: Del culto exterior y público que
La obra sirve para ayudar
a los jóvenes y a sus familias a situarse en una sociedad
urbanita
98
los cristianos deben rendir a Dios, y de los medios para tributárselo (DC), es del mismo tenor10:
una denuncia en toda regla de las prácticas
consideradas como libertinas y mundanas,
que son cosa del demonio. Sabe perfectamente
guardar las distancias con relación a las
corrientes dominantes de su mundo.
En los Deberes de cristiano para con Dios (publicado también en 1703), a propósito de
la aplicación de los mandamientos, vemos
también pasar diversos personajes: el cura,
el magistrado, el comerciante, el patrón y
sus empleados, el abogado, los padres, los
hijos…11 Toda una sociedad que se ubica y
que es presentada muy explícitamente, como
el vendedor que engaña a sus clientes o el
‘patrón’ que no respeta a sus empleados, o
también el magistrado que juzga según el
provecho que espera sacar de la situación.
Podemos pues decir que si Juan Bautista de La
Salle no desconoce la sociedad de su tiempo,
permanece (casi) completamente mudo con
relación a los hechos y a los acontecimientos
históricos o políticos de su época. Su visión
global de la sociedad es conservadora, no pone
en tela de juicio las jerarquías establecidas;
en cambio lo que resulta verdaderamente
subversivo en él, es que ofrece los medios, a los
que estaban excluidos de ella, para comprender
ese mundo y situarse en él y crecer, y también
que su juicio sobre las situaciones vividas por
los diversos protagonistas de la sociedad es
ante todo evangélica.
En esa sociedad, los notables tienen el poder,
particularmente en las ciudades. Los que acuden
a Juan Bautista de La Salle y a los Hermanos
son cristianos, sacerdotes y laicos. Esas
personas están profundamente marcadas por la
Reforma católica, pertenecen a un medio social
elevado, desean una transformación cristiana
de las costumbres de sus contemporáneos. Se
inscriben en los círculos del poder, provincial,
urbano, eclesial y pretenden desempeñar una
función. Algunos provienen de la esfera de
influencia de la “Compañía del Santísimo
Sacramento”, otros de las cofradías marianas de
los colegios jesuitas y de sus antiguos alumnos,
son llamadas las “Aa” (Asociación de amigos).
Existen rivalidades entre esas personas, pues
patrocinar una escuela, un hospital, ser un
mayordomo de la parroquia o miembro de la
Oficina de los pobres, es ejercer una influencia
que corresponde al estatus social. Carecer de
ella, es perder privilegios, es una desventaja.
1110
Francia en guerraCuando el joven abate Clément inicia sus
primeros contactos con Juan Bautista de La
Salle, en diciembre de 170712, Francia está en
guerra con el resto de Europa (esencialmente
Gran Bretaña, Holanda, Saboya y Austria)
desde mayo de 1702, por la sucesión del trono
de España. Tiene como aliada a España, puesto
que se trata de instalar en Madrid a uno de los
nietos de Luis XIV (Philippe de Anjou, que se
convierte en Felipe V de España). Esta guerra
finaliza en 1713, por el tratado de Utrecht que
vuelve a perfilar el mapa de Europa y pretende
promover un “equilibrio europeo” para evitar el
dominio de una sola potencia (Francia). Cabe
señalar que son los países cuyos pueblos ejercen
un cierto control sobre su modo de gobierno
(Gran Bretaña, Países Bajos) quienes han salido
ganando, a costa de las potencias absolutistas
(Francia y España), señal de que algo está
cambiando en ese inicio del siglo XVIII, incluso
en la “alta política” y el ejercicio del poder.
Otro elemento notable afecta a la política interior
francesa: las dificultades de esa guerra, las
derrotas y los fracasos sufridos, conducen a Luis
XIV a dirigirse a su pueblo para una declaración,
con fecha del 12 de junio de 1709, que es leída
en todas las parroquias de Francia durante la
misa mayor. Explica las propuestas hechas para
procurar la paz, las condiciones draconianas que
quieren imponerle los aliados13, y finalmente
solicita el apoyo de su pueblo para continuar
la guerra. Es un procedimiento completamente
inusual en el marco de la monarquía absoluta
y sagrada de la Francia del Antiguo Régimen,
donde el rey no tiene que justificarse ni
explicarse ante sus súbditos. Otro cambio más
en este principio de siglo.
Consecuencias de la revocación del Edicto de NantesOtros acontecimientos de este periodo tienen
importantes repercusiones sobre la vida de Juan
Bautista de La Salle y de los Hermanos. En julio
de 1702 comienza la revuelta de los Camisardos.
Desde 1685, la práctica pública de la religión
protestante está prohibida en Francia (revocación
del Edicto de Nantes) y se da por supuesto que
todos los franceses son católicos, pero en el
límite Sudeste del Macizo Central (las Cevenas)
existe un protestantismo popular y rural que se
mantiene más o menos secretamente. Frente a
1110
las persecuciones que sufren, esos protestantes se
han levantado en revuelta contra el poder real,
masacrando a algunos sacerdotes o a católicos
notables. La represión, evidentemente, es severa.
Dura hasta 1704.
A partir de 1707, en respuesta a las solicitudes
de la Iglesia católica y del poder político, Juan
Bautista de La Salle envía Hermanos a esas
regiones, para trabajar en la transformación de
los hijos de nos “Nuevos Conversos” en buenos
católicos14. Cuando los Hermanos abren sus
escuelas, la rebelión organizada ha terminado,
pero la inseguridad se mantiene, sobre todo
con relación a los ministros del culto católico.
Veremos a Juan Bautista de La Salle desplazarse
solo, en varias ocasiones, en esa región, a lo largo
del periodo 1711 – 1713, con gran preocupación
por parte de sus Hermanos y de sus amigos
(¡teniendo siempre en cuenta que hay que
guardar las distancias con respecto a Blain!):
Llegó a Aviñón hacia finales de la cuaresma de
1712. Los Hermanos de la ciudad, contentos
como los demás de poseer a su superior,
le retuvieron lo más que pudieron, Allí se
preparó a hacer la visita de todas las escuelas
que tenía en aquellos lugares. Los Hermanos
se alarmaron por ello, pues existía el peligro
de que adentrara demasiado en la zona,
donde los Camisardos dominaban la región,
y perseguían cruelmente a los eclesiásticos. Se
sabe que su mayor pasión consistía en hacerlos
víctimas de su furor, y satisfacer su odio contra
los católicos derramando la sangre de los
ministros del Señor. Fue inútil explicarle que
no debía exponerse a la cuidadosa búsqueda de
aquellos fanáticos, que sólo tenían de humano
Salida de la escuela.
1312
su exterior, pero que llevaban bajo la figura
de hombre el corazón de bestias feroces; nada
pudo detener su celo.15
Una manifestación de la “pequeña era glacial”16
En la noche del 6 al 7 de enero de 1709 comienza
un accidente climático catastrófico, que va
a durar varios meses: en el Norte de Francia
y en Suroeste, las temperaturas descienden
brutalmente. En París, se constatarán menos
20ºC en febrero de 1709. Evidentemente los
pobres sufren terriblemente y con ellos, los
Hermanos.
Cier tamente es ta ca tás t rofe t iene sus
repercusiones sobre la vida de los Hermanos: el
noviciado regresa de Saint-Yon a París pues se
piensa tener mayores facilidades para alimentar
a los postulantes y los novicios en la capital. Lo
cual pone en dificultades a la comunidad de París
y renueva las tensiones con el párroco de San
Sulpicio que financia realmente una comunidad
que se ha vuelto mucho más numerosa que la
que se necesitaría para tener las escuelas de su
parroquia. Algunos Hermanos reprochan a
La Salle acoger con excesiva facilidad a unos
postulantes que lo que buscan es cobijo y comida
a expensas de la comunidad y de las escuelas,
sin tener vocación de Hermano:
Los novicios… “Llegados a París incrementaron
en más de la mitad la comunidad. La casa, que
era razonablemente amplia para los Hermanos
de París, fue demasiado estrecha al acoger a los
nuevos huéspedes. Los residentes, que eran casi
cuarenta, se amontonaban unos sobre otros,
por decirlo así, tanto de día como de noche.
Como camas utilizaban jergones de paja, con
una manta delgada, y con sábanas que no eran
mejores, todo ello extendido sobre el suelo,
pero con orden, en las habitaciones, detrás de
las puertas y por todos los sitios donde se podía.
Con todo, por muy pobre que fuese esta casa de
la Providencia, estaba abierta a cualquiera que
pudiera ingresar en ella. La caridad del superior
no la cerraba a ninguno de los que mostraban
buena voluntad, y que eran inducidos por la
necesidad. Los discípulos que tenían menos fe
o menos caridad soportaban mal que su padre
compartiese con ellos y con los recién llegados
el pan que les faltaba a menudo, y del que
nunca podían saciarse en este tiempo. Con todo,
algunos de estos no comían durante mucho
tiempo pues se retiraban al cabo de uno, dos,
1312
tres o cuatro meses, más o menos. La Salle se
consolaba y consolaba a quienes le reprochaban
su excesiva facilidad para recibir postulantes,
con esta sensata réplica: “han hecho un buen retiro,
que les será provechoso para su salvación”.17
No es seguro que a los Hermanos les haya pare-
cido demasiado “sensata” esa respuesta, y ¡que
se hayan sentido consolados con ella! La misma
crítica sobre los recursos financieros destinados
a la comunidad de la escuela y “desviados” en
favor del noviciado la volveremos a encontrar en
Marsella en 1712:
Añadieron (se trata de los Hermanos de la es-
cuela de Marsella) además con cierta malicia,
que consideraban un deber informar a aquellos
señores que una parte del dinero de la funda-
ción iba en provecho del noviciado y que ser-
vía para el sostenimiento de los novicios; y que
como ellos no querían hacer nada contra las in-
tenciones de los fundadores, se veían obligados
a informar de ello18.
La mediocridad de las sucesivas cosechas, has-
ta la muerte de Luis XIV (septiembre de 1715),
unida a la situación económica general debida
a la prolongada guerra de once años, supondrá
una difícil recuperación para Francia.
El final de un reinadoEn 1711, Luis XIV tiene setenta y tres años,
resulta claro que su reinado está llegando a su
fin. A corto plazo, deberán ir pasando a pri-
mer plano hombres nuevos, con ideas y prác-
ticas nuevas. Los fallecimientos acaecidos
entre sus descendientes hacen que en 1712 el
heredero del trono es un niñito de dos años
(será Luis XV).
A la edad del rey se añade pues una gran in-
certidumbre en cuanto a su sucesión. El here-
dero, ¿sobrevivirá hasta la edad adulta? Es de
salud frágil, y las tres cuartas partes de los jóve-
nes morían antes de los veinte años en aquella
época, y además la muerte no presta atención
a la “condición” de la gente. Si muere, ¿quién
reinará en su lugar? Luis XIV decide entonces,
en 1714, declarar a sus hijos bastardos (los que
ha tenido con Madame de Montespan) como
legítimos y “príncipes de sangre”, es decir ap-
tos para subir al trono. Este acto contradice
abiertamente la constitución tradicional del
Reino, en efecto, es necesario haber nacido de
un matrimonio legítimo para ascender al tro-
no. Nuevo indicador de una perturbación de
las mentes y de los juicios, incluso al más alto
nivel en ese final de reinado.
1514
Un nuevo episodio de la querella jansenista Este periodo está también caracterizado por la
repercusión de la querella jansenista. No de-
saparecerá hasta la Revolución Francesa. El 26
de octubre de 1709, un decreto del Rey decide
dispersar a las últimas religiosas de Port-Royal-
des-Champs (una veintena, todas de avanzada
edad) en varios otros conventos, y destruir la
abadía. Esta dispersión “manu militari” ocasio-
na un escándalo: dos edificios son derribados
en 1711, el cementerio de las monjas y de los
solitarios es labrado con arado, los huesos son
arrojados en una fosa común. Con lo cual la dis-
puta recomienza: ¿cuáles son los derechos de la
conciencia cuando ‘la verdad’ y ‘la inocencia’ se
ven perseguidos?
El jansenismo no es tanto una actitud moral
estrecha marcada por san Agustín – en el siglo
XVII, toda la Iglesia Católica es agustiniana19
– sino más bien un pesimismo radical sobre el
destino del hombre y la independencia de la
conciencia frente a todos los poderes, en nombre
de la convicción orgullosa de poseer la verdad.
Además, los jansenistas se consideran como “los
amigos de la verdad”. Una parte importante de
las clases dirigentes
en Francia se reco-
noce en su proceder.
El antiguo oratoria-
no Pasquier Quesnel,
hizo aparecer en 1692
una obra titulada: El Nuevo Testamento en francés con Reflexiones morales sobre cada versículo, que retoma
y amplía trabajos de
inspiración janse-
nizante comenzados en 1671. El obispo de
Châlons (actualmente Châlons-en-Champagne),
Monseñor de Noailles, (posteriormente cardenal,
y arzobispo de París) la aprueba calurosamente.
Quesnel, refugiado en Mons (en Bélgica, en los
Países Bajos españoles), es sospechoso de janse-
nismo. Las autoridades lo hacen detener en 1703.
Logra fugarse, pero sus escritos son requisados y
muestran que se halla involucrado en toda una
red que cuestiona la autoridad real. Luis XIV, en-
tonces, no le da respiro y obtiene la condena por
el papa Clemente XI de 101 propuestas extraídas
de las Reflexiones morales, mediante la Bula Unige-nitus (8 de septiembre de 1713).
Jansenismo bien un pesimismo radical sobre el destino del hombre y la
independencia de la conciencia frente a todos los poderes.
1514
En aquella época, en el marco de la Iglesia
galicana y de las relaciones entre Roma y
Francia, una bula papal, incluso solicitada por el
rey, no podría ser aplicada sin más. Necesitaba
seguir todo un proceso: debía ser recibida por
los obispos y registrada por los Parlamentos20
para adquirir fuerza de ley. Ahora bien, los
obispos están divididos, tratan de elaborar un
texto explicativo que es rechazado por Roma,
porque en él parece subordinarse la autoridad
del papa a la interpretación de los obispos.
La infalibilidad pontificia sigue su camino,
pero en aquella época no es más que una tesis
discutida y discutible. También es cierto que
Roma, aprovechando la solicitud del rey, hace
avanzar su posición introduciendo en su texto
elementos difícilmente aceptables por el clero
y los parlamentos galicanos, porque tienden a
afirmar la preponderancia pontificia sobre las
Iglesias locales o los concilios21.
El cardenal de Noailles, ya arzobispo de París,
cae en la trampa de sus contradicciones y de
sus compromisos de fidelidad. Tras algunas
vacilaciones, acaba por elaborar una carta
pastoral que recibe la Bula Unigenitus con tantos
rodeos que es clasificado entre los opositores.
En su oposición es seguido por una mayoría de
los curas de París, de los sacerdotes del Oratorio,
de los Benedictinos, de los canónigos, así como
por las personas que tienen fuertes relaciones
con el medio parlamentario (la familia de Juan
Bautista de La Salle es un buen ejemplo de ello,
es en buena parte jansenista). En cambio los
Sulpicianos, los Lazaristas y por supuesto los
Jesuitas no se ven afectados por esa corriente y
se oponen a ella. Los parlamentos, sobre todo el
de París, rechazan un documento que impone,
en cierto modo la infalibilidad pontificia y
Iglesia de San Sulpicio hoy..
1716
la supremacía del Papa sobre el poder real,
valiéndose de un artículo condenado. El
parlamento pretenderá entonces defender los
derechos del rey, contra el rey mismo.
En la Francia del Antiguo Régimen, las disputas
teológicas adquieren siempre una coloración
política, a causa de la organización misma del
estado: el rey es consagrado por la Iglesia, el
clero constituye el primer Orden del reino, el
altar garantiza el Trono y recíprocamente. Al
momento de su muerte, Luis XIV no habrá
podido vencer todas estas oposiciones y
trasmitirá el problema a su sucesor, en este caso
el Regente. Más allá de la cuestión doctrinal,
es el poder real el que se ve desafiado, mientras
que la Iglesia de Francia se divide. Un cierto
número de obispos, de doctores de la Sorbona,
de sacerdotes (3.000 ó 4.000 en total) decir apelar
al Concilio, por ser considerada esta institución
como superior al Papa. El desafío es político,
gira en torno al poder absoluto, tanto el del rey
como del Papa, sobre las conciencias. ¿Es una
asamblea (de obispos) quien debe decidir en
última instancia, o el soberano (rey o Soberano
Pontífice)? Numerosos sacerdotes y dignatarios
eclesiásticos son “apelantes”22. Detrás de su
propósito está también todo el resentimiento que
han acumulado contra los obispos, los cuales
están en “manos del rey”, por la manera como se
realiza su elección; y también contra el rey, como
consecuencia de la decisión de 1695, aprobada por
la Asamblea del Clero Francés, que ha reforzado
considerablemente el poder disciplinario de
los obispos sobre los curas párrocos. En efecto,
toda una corriente pretende que si los obispos
son los sucesores de los Doce Apóstoles, los
curas párrocos, ellos, los son de los Setenta y
dos Discípulos que Jesús envía en misión, y que
necesariamente tienen algo que decir sobre las
cuestiones doctrinales y de organización de la
Iglesia, por ser su poder también de “derecho
divino”, entregado directamente por Dios (como
el papa, como los obispos, como el rey)23.
Por parte de los “apelantes”, al igual que de los
parlamentarios, se espera la muerte de Luis XIV
para relanzar el debate y la contestación. Lo cual
no dejará de producirse: para lograr la plenitud
de la Regencia, Philippe de Orleáns vuelve a
otorgar poder a los Parlamentos, mientras que su
entorno mantiene fuertes simpatías en favor de
la actitud jansenista de fondo: la autonomía de
la conciencia, reservada por supuesto a la sanior pars (la porción la más sana), a aquellos “que
saben”, y negada al pueblo, al “vil populacho”24.
1716
IIJuan Bautista de La Salle y los Hermanos
1918
1918
Generaciones diferentesOtro aspecto de las dificultades encontradas por
Juan Bautista de La Salle durante este periodo
de 1711-1714 podría ciertamente encontrarse
en las diferencias de generación entre Juan
Bautista de La Salle y los Hermanos, y entre
los mismos Hermanos.
Juan Bautista de La Salle nació en 1651,
toda su formación tuvo lugar en el contexto
de la Reforma católica triunfante y en la de
la afirmación del absolutismo sacralizado
de Luis XIV. La religión y el poder
están caracterizados por las nociones de
jerarquía, de orden obtenido de lo alto, las
organizaciones sociales funcionan según este
principio; los textos de las Reglas de cortesía y urbanidad cristiana evocada precedentemente
lo muestran bien.
La mayoría de los Hermanos, de 1711-1714,
han crecido y se han formado en otro contexto:
una monarquía que se endurece y se inmoviliza
en sus principios; una Iglesia sacudida por
luchas ideológicas y de poder a la vez que vive
un debilitamiento doctrinal preocupante; la
ascensión de la autonomía de la persona y de
su capacidad de tener sus propios juicios sin
referirse a una autoridad superior.
Entre los Hermanos activos en el Instituto25,
hacia 1711, el de mayor edad y el más antiguo es
el Hermano Gabriel Drolin que nació en 1664
en Reims, está presente desde los comienzos,
formaba parte de la comunidad de Laon en
1684. Ha sido enviado a Roma en 1702 y por
lo tanto no está presente en los acontecimientos
que nos ocupan. El Hermano Jean Partois
(Hermano Antoine) nació en 1666, entró en la
comunidad de Reims hacia 1686. Es posible que
haya sido secretario del Hermano Barthélemy,
en París, entre 1711/1712 et 1713/1714. El
Hermano Jean Jacquot o Jacot, nació en 1672,
se encuentra en la calle Nueva de Reims en
1686. De 1713 a 1715 figura en las listas de la
comunidad de Grenoble, como director26. Estos
dos Hermanos pertenecen al número de los doce
que hicieron votos para siempre, con La Salle en
1694. Participan muy de cerca en los desafíos de
la carta del 1º de abril de 1714.
Todo un grupo de Hermanos que podemos
llamar de la “segunda generación”, han entrado
en el Instituto en los últimos años del siglo
XVII, son responsables de comunidad y de
escuela, en 1711-1713, algunos son Visitadores.
Otra decena de Hermanos nacidos entre 1672
y 1684, han entrado en el Instituto en 1700, la
2120
mayor parte de ellos están activos en 1711-1713.
Para 1701-1705, hay veinticinco Hermanos, y
una treintena para el periodo 1706-1709.
Se destacan dos figuras: el Hermano Barthélemy
y el Hermano Timothée (los dos primeros
Superiores Generales de los Hermanos).
Joseph Truffet (Hermano Barthélemy) nació
en 1678, y entró en el Instituto después de un
intento de vida monástica en La Trapa y otro
con los canónigos regulares. Hace su noviciado
en 1703, justo después de la crisis de 1702 tras
la cual La Salle fue depuesto de sus funciones
de Superior de los Hermanos por orden del
cardenal de Noailles, arzobispo de París. Emite
sus votos perpetuos en 1705 y se convierte en
director del noviciado de Saint-Yon, al que
deberá trasladar a París como consecuencia de
la hambruna de 1709. En 1711-1713, reside en
la calle Barouillère. No es responsable de las
comunidades del Sur de Francia, puesto que el
mismo La Salle parte para esa región, donde
además existe un Visitador (Hermano Ponce);
por su parte el Norte de Francia (salvo París),
tiene como Visitador al Hermano Joseph. El
Hermano Barthélemy es pues responsable del
noviciado de París y de los Hermanos de la
calle Barouillère, en una situación difícil con
relación al cura párroco de San Sulpicio y a las
autoridades eclesiásticas o civiles, después de la
condena de su Superior; además, su autoridad
sobre los Hermanos no se ve apoyada por una
manifestación positiva de Juan Bautista de
La Salle27, quien al abandonar París en 1712,
no le ha dejado delegación de poder para los
Hermanos de la región parisiense.
Guil laume Samson-Bazin (Her mano
Timothée) nació en 1682, y entró en el Instituto
en 1700 e hizo la profesión perpetua en 1703.
En 1711, es el director en Mende, luego, en
diciembre de 1712, es llamado a Marsella por
Juan Bautista de La Salle para encargarse de
la dirección del noviciado que acaba de abrir
en esa ciudad. Cuando todos los novicios lo
hayan abandonado, el Hermano Timothée se
reencontrará con La Salle en Mende. En 1714,
se encuentra en Aviñón donde recibe de parte
del Fundador, al antiguo oficial del regimiento
de Champagne, Claude-François du Lac de
Montisambert (Hermano Irénée28). Es también
Visitador de las comunidades del Sur de Francia,
en lugar del Hermano Ponce que se ha fugado29.
La ruptura generacional entre Juan Bautista
de La Salle y los Hermanos de 1711 es muy
clara, es aún más acentuada con relación a los
2120
Hermanos presentes
en Francia. Entre
estos últimos, tan
sólo los Hermanos
Jean Partois y Jean
Jacquot hicieron el
voto de 1694 con
Juan Bautista de
La Salle y lo eligieron como Superior, el 7 de
junio de 169430. Algunos Hermanos han vivido
el crecimiento a partir de la calle Princesa, de
Vaugirard y de la Casa Grande, los combates
por su autonomía con respecto de San Sulpicio,
entre 1694 y 1702, así como con relación a la
corporación de los Maestros Calígrafos y el Gran
Chantre de París, responsable de las escuelas
elementales, hasta la partida para Saint-Yon.
¿Cómo se comparte esa memoria entre los
Hermanos? Y, ¿con el Hermano Barthélemy,
responsable de hecho de la comunidad de
París pero entrado más recientemente, con una
muy diferente experiencia humana, eclesial,
espiritual, que la mayoría de los Hermanos?
¿Cómo se tiene en cuenta esa experiencia
cuando se presentan las grandes opciones? Los
Hermanos prometen ciertamente “permanecer
en Sociedad para tener juntos y por asociación
las escuelas gratuitas”, pero, ¿qué sucede con
su memoria común, qué consecuencias extraen
de esa historia? ¿Son conscientes de la radical
novedad que han instaurado en la Iglesia al
formular así su consagración a Dios? Veremos
más adelante que la respuesta necesita ser
fuertemente matizada. Lo que se deduce de
los acontecimientos y de los comportamientos,
es que no existe unanimidad sobre este punto,
entre los Hermanos.
Los Hermanos de las Escuelas Cristianas: una Comunidad nueva Una comunidad nueva: así es como puede
aparecer la Comunidad de los Hermanos en
este momento de su existencia. En su carta del
1º de abril de 1714, los “principales Hermanos”
nombran su Sociedad como si fuese una “nueva
compañía”31. Podemos pensar en las “Nuevas
Comunidades” actuales y en sus dificultades
para organizarse y estructurarse.
El Fundador es evidentemente el Superior y el
inspirador de todos; pero poco a poco, según las
necesidades y las posibilidades, algunos hombres
van ocupando su puesto en esta organización.
Tener juntos y por asociación
las escuelas gratuitas.
2322
Como las personas disponibles para las
tareas de formación o de acompañamiento
no son excesivamente numerosas, Juan
Bautista de La Salle se ve llevado a confiar a
determinados Hermanos responsabilidades
que les superan, sobre todo en los inicios. Con
frecuencia son muy jóvenes: 18 – 25 años.
Con bastante facilidad encuentra responsables
para las escuelas (Hermano Jean Jacot,
Hermano Ponce, Hermano Albert, Hermano
Ambroise…) o para la formación profesional
de los Hermanos (Hermano Nicolas Vuyart,
Hermano Antoine Partois), pero las cosas
resultan más complicadas para la dirección del
noviciado, y el primer Hermano elegido para
dicha tarea (Hermano Michel32) le ocasiona
muchas dificultades, como lo muestran los
acontecimientos de 1702 donde los excesos del
maestro de novicios conducen a la revocación
de La Salle por el cardenal de Noailles, y a su
remplazo por un eclesiástico.
Es porque los Hermanos no forman una
sociedad reconocida y organizada según
los criterios tradicionales de la Iglesia. Son
laicos, no hacen votos de pobreza y de castidad;
la obediencia que prometen está ordenada al
servicio de la Sociedad y de la Misión, y al
principio no tiene la coloración ascética del
voto de obediencia de los monjes. Algunos no
hacen votos en absoluto. Sus comunidades se
parecen a las comunidades femeninas, excepto
en la clausura conventual, que florecen a lo
largo de todo este periodo, para un servicio
eclesial y social: educación, salud, ayuda a
los pobres33. Estas comunidades de mujeres
están, por definición, constituidas por laicos; y
aunque cada una tiene su organización interna,
localmente tienen un seguimiento, o más bien
están dirigidas por superiores eclesiásticos
externos. Ése es el tipo de situación que Juan
Bautista de la Salle y los Hermanos habían
querido evitar desde 1694 declarando que
después de La Salle, el Superior de los Hermanos
sería un Hermano. Pero esa declaración tiene
muy poco peso dentro de la institución eclesial
como lo muestran los acontecimientos de
1702 que se concluyen con el remplazo de La
Salle por un Superior Eclesiástico externo. Ese
modelo de comunidad, es decir una comunidad
de laicos con un superior externo es el modelo
más corriente, el que está admitido socialmente
porque refleja mejor las jerarquías sociales:
una mujer está necesariamente en situación
de dependencia de un hombre, sobre todo
2322
si es sacerdote, un laico debe estar sometido
a un clérigo.
Habitualmente los Hermanos, cuando se
establecen en una ciudad, son empleados por una
parroquia (París, Reims) o por la corporación
municipal (Rouen). Además, no vienen por su
cuenta, sino que son llamados (por un obispo,
un párroco, una oficina de los pobres). Evitan
presentarse como una comunidad religiosa con
el fin de no asustar a las municipalidades que se
niegan a cargar con un suplemento de residentes
que no pagarán impuestos y que inmovilizarán
algunos terrenos. Así, en la Mémoire rouennais de
1721, los Hermanos son descritos como ‘personas
de comunidad’, al servicio de la educación de la
juventud pobre de las ciudades, que viven bajo
una Regla, pero en ningún momento hablan
de “comunidad religiosa”. En dicho texto, se
aclara: “No pueden ser sacerdotes, ni aspirar
al estado eclesiástico. Se comprometen por
voto a la obediencia, estabilidad para tener las
escuelas por asociación y gratuitamente, sin
recibir ni dinero, ni reglaos de los padres de
los alumnos”34. En sus escritos, en particular
las Meditaciones, La Salle no dice nunca que
los Hermanos son “religiosos”35 aun cuando
a veces los compare con ellos, muy a menudo
habla de los Hermanos como de ‘personas de
comunidad’, y hace referencia al empleo36.
En 1711-1712, la Sociedad de las Escuelas
Cristianas existe ciertamente, es conocida
localmente, allí donde tiene sus escuelas,
algunos obispos y sacerdotes la conocen por su
reputación o porque han escuchado hablar de
Juan Bautista de La Salle, pero el estatuto de
esta comunidad, tanto canónico como civil, es
frágil, por no decir inexistente. Los Hermanos
lo saben y no necesariamente están al tanto de
los desafíos de esa situación, algunos pueden
considerar muy bien como deseable la práctica
de las comunidades femeninas. Un cierto
número de ellos quizás encuentran que esa
configuración de su comunidad sería menos
azarosa que la autonomía a la cual Juan Bautista
de La Salle y algunos Hermanos están apegados;
en realidad, los Hermanos se cobijan detrás de
la personalidad carismática del Fundador.
Además, el control de esta Comunidad es
también objeto de la codicia de algunos grupos
en la Iglesia (jansenista, curas párrocos, sobre
todo el de San Sulpicio), no necesariamente con
malas intenciones. “Controlar” la Comunidad
que dirige las escuelas representa un poder,
como hemos visto.
2524
‘El pleito Clément’ y sus consecuencias: ¿una ‘crisis’ con los Hermanos?Blain expone este asunto a partir, según él, de
la memoria justificativa escrita por el mismo
La Salle:
Todavía conservamos la memoria justificativa
que el señor de La Salle escribió sobre este
asunto antes de marcharse. Será suficiente
que hagamos un extracto de la misma, no
podremos disponer de una garantía de verdad
más segura.37
Un joven abate, Jean-Charles Clément38, de
22-23 años, quiere dedicar una parte de sus
ingresos a buenas obras educativas. Su interés
y su seriedad parecen haber convencido a Juan
Bautista de La Salle quien, después de un año de
encuentros y entrevistas con él39, decide trabajar
en la puesta en marcha de un nuevo Seminario
de Maestros de Escuelas Rurales.
Tras una tentativa de instalación en el arrabal
Saint-Antoine, implantación rechazada por el
cardenal de Noailles que no quiere “se ponga
en París el Seminario de Maestros de Escuelas
Rurales”40, luego en Villiers-en-Brie donde el
cura párroco ha comprado una casa para albergar
la institución, pero ahí es el abate Clément quien
se niega41, dicho Seminario se instala finalmente
en Saint-Denis donde existe ya una comunidad
de dos Hermanos. Saint-Denis está cerca de
París, en aquella época era un pueblo grande
de algunos cientos de habitantes reagrupados
detrás de las murallas, en torno al monasterio
benedictino de Saint-Denis y de la necrópolis de
los reyes de Francia. Juan Bautista de La Salle,
como el Instituto no existe legalmente, aporta
unos fondos por medio de un testaferro: el señor
Rogier, uno de sus amigos laicos. El Seminario
arranca en 1709, tres Hermanos trabajan en la Basílica de Saint-Denis.
2524
formación de los maestros, el abate Clément
se dedica a un internado de muchachos que
formaba parte de su proyecto; el arzobispo de
parís obtiene del duque de Maine (bastardo
legitimado de Luis XIV) la exención del
alojamiento de los miembros del ejército para la
casa de Saint-Denis. Jean-Baptiste Blain, en su
relato, subraya que el cardenal de Noailles y las
autoridades eclesiásticas de la diócesis de París,
en particular el vicario general Padre Vivant,
penitenciario mayor, estaban muy al corriente
de las gestiones de La Salle y del abate Clément,
y que parecían apoyar el emprendimiento42.
En febrero de 1711, (estando en pleno invierno),
La Salle parte hacia el Sur de Francia para realizar
la visita de las comunidades pero es llamado de
urgencia a París43, el padre del abate Clément,
que acaba de acceder a la nobleza, le plantea
un proceso acusándolo de haber sobornado
a su hijo menor de edad44 para extorsionarle
dinero. La acusación es extremadamente grave
y, ya sea porque La Salle plantea mal su defensa,
sea porque su contraparte haya recibido apoyos
ocultos, o sea también debido a que se hayan
mezclado en ello los enemigos de la obra de las
Escuelas Cristianas, los signos de una probable
condena son evidentes:
Con todo, para no exponerse al reproche
de haber abandonado la causa de Dos, y de
comprobar que le traicionaba indignamente el
mismo que era autor del proyecto, sin abrir la
boca para defenderse, puso en manos de algunas
personas de confianza y autoridad algunos
documentos, una memoria y trece cartas del
abate, que constituían su justificación, y les rogó,
por caridad, le hicieran justicia. Pero el uso que
hicieron de todo ello fue enviarlos a examinar
a algunos abogados que se relacionaban con
la parte acusadora del siervo de Dios, según
siempre se ha creído, pues en la memoria
que redactaron y que enviaron a quienes les
consultaron, procedieron no como abogados
sino como enemigos declarados del señor de
La Salle, y el resultado de la consulta fue dar
en todo la razón a la denuncia presentada al
tribunal civil. Este resultado, remitido al señor
de La Salle, le sorprendió en extremo, sobre
todo por encontrar en sus mismos abogados
censores inicuos que sentenciaban su condena
antes, incluso, que los jueces mismos.45
El biógrafo es formal: apoya su relato sobre do-
cumentos que ha leído, parece difícil poner en
duda su apreciación. De todos modos queda
uno un tanto sorprendido por los resultados,
2726
perteneciendo La Salle por su familia al am-
biente judicial, se habría podido pensar que se
las habría arreglado mejor en ese proceso. Más
adelante, en el mismo capítulo, Blain trata de
analizar las causas de las disfunciones en la ma-
nera de manejar el asunto:
El siervo de Dios, sorprendido por un juicio tan
precipitado, aún lo fuese más por el abandono
de su causa de aquellos a quienes había enco-
mendado su protección. Está claro, que si hu-
biesen querido hacerse cargo de la defensa del
santo sacerdote, hubieran conseguido cambiar
la sentencia. Por su prestigio, al menos, le ha-
brían sacado de su tribulación, si hubieran que-
rido conseguir para él un juicio favorable…/…
¿Fue malicia o negligencia de las personas que
había escogido como defensores el que quedase
abandonado a la opresión? No nos corresponde
juzgarlo. Pero es cierto que también ellos tenían
sus prejuicios y que estaban en relación con
aquel que deseaba alejar de París al siervo de
Dios ¿Por qué, pues, cabe preguntarse, puso el
señor de La Salle su defensa en manos de ellos?
El caso es que sin contar con algún apoyo y
sin ayuda de nadie, no había quien quisiera
interesarse en su causa. Él esperaba que los
prejuicios cedieran ante la caridad, y que
aquellas personas de bien, pues así consideraba
a aquellos cuya ayuda había implorado, dejarían
de lado sus sentimientos humanos para sostener
la causa de Dios.46
Habla también de la “maldad de sus abogados”
y de la “indolencia de sus protectores”47.
Sobre todo, descubre en todo ello una maniobra
de “su secreto enemigo” quien, desde hace
tiempo, quiere excluirlo de la dirección, al
menos, de la comunidad de París, de forma
que ésta dependa completamente del párroco
de San Sulpicio y quede separada de las otras
comunidades del interior del país.
Blain se encuentra un tanto molesto por tener que
hablar de esta situación, por una parte porque
el complot es difícil de probar y desenredar,
pero también porque San Sulpicio (parroquia
y compañía) es todo menos jansenista, de ahí
todos esos circunloquios para hablar del “secreto
enemigo” que, aunque de la “parte de los
buenos” para Blain, no duda en tramar sombríos
complots contra su héroe, incluso consiguiendo
una condena infamante y deshonrosa48. Lo que
está claro, es que Juan Bautista de La Salle tiene
enemigos que quieren apoderarse de una parte
de su obra para hacerla servir a sus proyectos.
No olvidemos que es la parroquia San Sulpicio
2726
Hermano Barthélémy.
la que financia en su mayor parte la vida de la
comunidad de París, y puede tener la sensación
de que los fondos dedicados a las escuelas
sulpicianas sirven también para hacer vivir el
noviciado y hasta el centro del Instituto.
Sobre el “pleito Clément”, Maillefer es
minimalista:
1711. Abandona sus derechos sobre una casa de
Saint-Denis en France para evitar pleitos.
Apenas comenzaba a gustar el descanso que
encontraba en la soledad de su noviciado, cuando
surgió otro asunto, a propósito de una casa que
había adquirido en Saint-Denis en France, años
antes, para abrir en ella un seminario de maestros
de escuelas rurales, como ya informé de ello en
su lugar. SE le atacó a causa de la adquisición de
esta casa, que pretendían que lo había hecho en
perjuicio de un menor y se le acusaba de haberle
sobornado, y por ello se entabló un proceso en
toda regla. Ya se ha visto, a lo largo de toda su
vida, hasta qué punto aborrecía los procesos,
por muy graves que fuesen las acusaciones que
se le imputaban, y a pesar del bien adquirido al
que tenía derecho sobre esa casa, prefirió, según
el precepto del evangelio, ceder más de lo que se
le pedía, en vez de verse traicionado en justicia
por un vil interés. No había encontrado solución
más eficaz para terminar con todos los procesos
que le promovían. Siempre se sirvió de ello
útilmente, porque jamás se dejó dominar por el
deseo de adquirir49.
¿Se ha cavado un foso entre Juan Bautista de La Salle y el Hermano Barthélemy?
Otra consecuen-
cia más de la
condena en el
“pleito Clément”,
es la salida preci-
pitada de París, de
La Salle. Retoma
la visita que había
tenido que inter-
rumpir y parte
para el Sur de
Francia durante la
primera semana
de la Cuaresma de 1712 (en febrero, por tanto
todavía invierno). Esa salida le permite escapar
a la detención que implicaba la condena. Pero
2928
una seria torpeza del Hermano Barthélemy, al
enviar por correo el texto del juicio del tribunal
del Châtelet que le condenaba, crea un profundo
malentendido entre La Salle y los Hermanos:
Después de la partida del santo varón, los
Hermanos recibieron dos citaciones que le
enviaron a su casa, una por parte del señor
Rogier, que se había constituido en adversario,
aunque hubiera sido su amigo íntimo, y otra del
señor Clément, padre. En ambas se le trataba de
manera muy indigna, y se habían referido a él, de
forma muy especial, señalándole “como sacerdote de la diócesis de Reims y superior de los Hermanos de dicha casa, pero no de los de París y Saint-Denis”:
esta es la prueba clarísima de la relación de sus
adversarios con su gran enemigo oculto.50
Como aparentemente, el Hermano Barthélemy
no corrige ese apelativo mediante una carta de
acompañamiento, Juan Bautista de La Salle,
según la interpretación de Blain, piensa que el
Hermano ha entrado en el juego de su “enemi-
go” y que le rechaza:
La mayor pena que tuvo el Fundador fue que se
imaginaba que todos los Hermanos de París ya
estaban ganados por su enemigo. Era una idea
falsa, pues los Hermanos de París permanecieron
en su ausencia, respecto a su persona, tal
como había sido en su presencia, sumisos e
inviolablemente apegados a su persona. La
causa de esta idea ilusoria fue que el Hermano
Barthélemy, pensando que actuaba bien, le envió
las dos citaciones en las cuales el santo Fundador
era calificado superior de los Hermanos de
Reims, y no de París. Tales términos, que sólo
podían haber sido dictados por su rival, hicieron
que surgiera en él la sospecha sobre la fidelidad
de sus discípulos de París, y que llegara a pensar
que se habían prestado a las artimañas de su
enemigo. Pues se preguntaba a sí mismo, ¿por
qué le habrían enviado tales citaciones donde
se empleaban las citadas expresiones, si no era
para darle a entender que ya no le consideraban
como su superior? Pero su sospecha era falsa.
El Hermano Barthélemy le había enviado
ambas citaciones por sencillez, considerándose
obligado a informarle y ponerle al corriente de
todo lo que ocurría en su ausencia.53
Algo parece haberse roto entre La Salle y sus
Hermanos. Nos encontramos dentro del aparta-
do de lo afectivo con palabras como: “aflicción…
se imaginó… esta idea… la sospecha…”. Ceder,
sin reaccionar, “el Superior de los Hermanos de
Reims”, y no de los demás, pero sobre todo no de
los de París, es negar todo lo que se ha hecho des-
2928
de 1688, la llegada a la calle Princesa, lo sucedido
en 1694, con los votos y la elección del Suprior
por los doce Hermanos, las opciones tomadas en
1702 luego en 1706 para defender la autonomía
de la Comunidad con relación al párroco de San
Sulpicio. Es reenviar a Juan Bautista de La Salle
y los Hermanos a la propuesta del arzobispo de
Reims Monseñor Le Tellier, en 1687, de fundar
Entre La Salle y sus Hermanos parece haberse producido una ruptura.
3130
la joven comunidad a condición de limitarse a
su diócesis, propuesta que rechazaron52, la cual
quizás ignora el Hermano Barthélemy.
Ciertamente lo de “permanecer en sociedad” de
la fórmula de votos es lo que está siendo atacado.
La incomprensión recíproca se ve sin duda
aumentada por las diferencias de generación,
y por tanto de mentalidad, entre Juan Bautista
de La Salle y los Hermanos, como evocábamos
anteriormente. Hay toda una “vivencia” de La
Salle que se le escapa al Hermano Barthélemy.
Éste no se imagina lo que representa borrar esos
veinticinco años de la vida del Fundador.
Juan Bautista de La Salle no quiere “mantener
correspondencia con el Hermano Barthélemy,
de quien pensaba que se había pasado al su
adversario, y que solo quería recibir cartas
suyas para traicionarle bajo la apariencia de
confianza”53. Dicho de otra manera ya no
existe comunicación entre el Fundador y el
responsable de hecho de las comunidades de
París. Una situación muy desestabilizante para
el Hermano Barthélemy pero que también dice
mucho sobre la turbación en la que se encuentra
Juan Bautista de La Salle en sus relaciones con
los Hermanos, tanto más que esta situación va a
prolongarse por varios años.
JLa Salle visita una clase
3130
IIIBúsqueda de Dios, silencio de Dios
3332
3332
De Mende a Marsella, otro mundo, otra culturaJuan Bautista de La Salle, sale de París durante
la primera semana de Cuaresma de 1712 y llega
a Aviñón al final de la Cuaresma. Continúa con
la visita de las comunidades de Alès y de Los
Vans, en plena región de los Camisardos54.
Va a Mende. De allí vuelve a Los Vans, luego a
Uzès – la comunidad de Los Vans depende del
obispo de esa ciudad. Vuelve a pasar por Alès55
y llega finalmente a Marsella56. Blain insiste
sobre los peligros de ese periplo, no solamente
a causa de la rebelión protestante, sino también
por la característica montañosa del país y del
clima riguroso. Por eso, para hablar de la ruta
de Los Vans a Mende, (será el mes de mayo o de
junio de 1712):
Este viaje fue peligroso e incómodo; en más de
una ocasión estuvo en peligro de perder la vida
al atravesar las difíciles montañas del Gévaudan,
bordeadas por espantosos precipicios. En estos
parajes le afectó con rigor el frío riguroso que
encontró y llegó a Mende con la salud algo
afectada.57
Juan Bautista de La Salle descubre que se trata
de un país más bien diferente del que conoce al
Norte del Loira: los paisajes, el clima, pero tam-
bién el funcionamiento de las relaciones sociales,
las mentalidades, la lengua. La Salle tendrá clara
conciencia de que podría ciertamente existir un
problema en este campo, puesto que se propone
abrir un noviciado específico para esta región:
… y abrir en ella un noviciado para formar a
sujetos de la tierra, que estarían en disposición
de trabajar en la zona mejor que los extranjeros,
que no conocían ni la forma de ser, ni las
costumbres, y cuyas inclinaciones, igual que la
lengua, eran muy distintas58.
Gracias a la implicación de un cierto número
de eclesiásticos y de notables de Marsella,
se abre un noviciado en esa ciudad, a la vez
que se impulsa la apertura de varias Escuelas
Cristianas59. Hasta aquí el viaje de Juan Bautista
de La Salle es más bien fructífero. En su relato,
Blain subraya los encuentros con los Hermanos,
las comunidades, el deseo de estar cercano a su
misión y de apoyarlos, sobre todo cuando ésta es
particularmente difícil, como en las Cevenas. Se
encuentra también con los responsables de las
Iglesias locales: obispos, párrocos, y se siente feliz
de oírles hablar muy positivamente del trabajo
de los Hermanos. La acogida en Marsella,
aunque la encuentra demasiado ditirámbica,
3534
le ofrece no obstante la ocasión de arraigar el
Instituto en esta otra Francia. El Fundador,
cuando escribe al Hermano Gabriel Drolin a
Roma a propósito de la empresa marsellesa, se
muestra muy optimista: “Tenemos Hermanos
en Marsella, que han comenzado desde hace
poco. En una sola escuela tienen casi doscientos
alumnos. Hay escuelas en cuatro barrios, y las
tendrán todos en lo sucesivo”.60
Según el relato de Blain, parece mantener
una actitud reservada: ¿reacción cultural de
frialdad de un hombre del Norte con respecto
a la efusividad del Sur, o más profundamente:
lucidez espiritual de alguien que sabe lo que
cuesta llevar a cabo la obra de Dios y construir
para que dure?
Tan sólo el señor de La Salle, receloso ante un
éxito tan rápido, temía verlo todo sepultado bajo
las ruinas ocultas, presagiadas por tan halagüeños
comienzos. Desconfiaba de su estabilidad
porque él sólo lo veía bien asentado sobre el
Calvario. Este santo varón, tan esclarecido
en los caminos de Dios, había aprendido, por
propia experiencia y por la de los santos, que
las obras que no tienen como cimiento la cruz
y se elevan sin dificultad, o no causan excesivo
miedo al demonio o son de poca duración. Por
ello no se atrevía a dejarse llevar de la alegría,
por temor a ver desaparecer los éxitos presentes
sumidos en las desgracias de un futuro próximo.
Temía que por algún motivo secreto, escondido
en muestras engañosas de aparente devoción,
ocupara el lugar de la caridad y se convirtiera
en el freno del celo con que algunas de aquellas
personas parecían animadas. Según él, todo
esto era ya suficiente para ver fracasar todo el
proyecto. Dios no bendice en absoluto lo que no
se hace por él.61
Blain habla de ‘timidez’, de ‘temor’ (tres veces),
de ‘miedo’, ‘muestras engañosas’, ‘no se atrevía’.
Sobre todo, sus relaciones con los Hermanos
de París no están armonizadas. Según parece,
mantiene correspondencia con el Hermano
Joseph, Visitador encargado de las casas del
arco Reims - Rouen62, pero guarda silencio con
respecto a los Hermanos de París:
…no se manifestaba a nadie, y dejaba sin
respuesta todas las cartas que le llegaban
de todas partes enviadas por sus discípulos.
Actuaba de ese modo por la idea que tenía de
que el interés del Instituto exigía esta suspensión
de cualquier trato, con el fin de que sus enemigos
no volviesen contra los suyos la cólera que no
podían descargar sobre él. Por otro lado, y de
3534
acuerdo con la idea que
se había formado que los
Hermanos de París no le
habían sido fieles, no sabía
ya en quien confiar.63
Por eso para explicar
este silencio de Juan
Bautista de La Salle, Blain habla nuevamente
de prudencia, para no excitar a sus enemigos
contra los Hermanos, pero también de
prevención con respecto a los Hermanos de
París que “no le habían sido fieles”. Por tanto
existe un vínculo personal entre él y ciertos
Hermanos, (pero Hermanos que cuentan
para él), que se mantiene como en suspenso.
“No sabía ya en quien confiar” concluye el
biógrafo. Finalmente pues, aunque el recorrido
aparentemente es brillante, nos encontramos
en la misma situación que a la salida de París,
al final de la primera semana de Cuaresma
de 1712: la ruptura entre él y los Hermanos
persiste, Juan Bautista de La Salle no ha
recuperado la confianza con los “asociados”,
quizás porque no quiere encontrarla. Es lo que
indican su silencio y su rechazo a mantener
correspondencia con los Hermanos de París; y
la cosas van a complicarse con los de Provenza.
“No había venido a Provenza más que para destruir…”Sin poder verdaderamente establecer el orden
de los acontecimientos, ni la duración de las
transformaciones, una primera dificultad se
produce en las relaciones entre los dos Hermanos
que tienen a su cargo la escuela de Marsella y
el noviciado. En efecto, una vez establecido el
noviciado en Marsella, Juan Bautista de La Salle
pide a los dos Hermanos asistir “diariamente
a los ejercicios del noviciado”64. Quizás ese
“diariamente” sea una amplificación de parte
de los dos maestros (o del mismo Blain), con
el fin de poner de su parte a los fundadores de
la escuela, pues anteriormente Blain ha escrito:
“que acudían los días señalados al noviciado”65.
Sea como sea, los dos Hermanos viven mal esa
imposición. Sin embargo, así era como las cosas
sucedían en Vaugirard y en la Casa Grande, para
los Hermanos de París, al igual que en Saint-
Yon, para los Hermanos de Rouen. Blain puede
explayarse a su gusto sobre la maldad, la tibieza,
la cobardía, etc., de esos Hermanos (señalados
como “dos hijos de Belial”66), nos encontramos
según parece, frente a un conflicto generacional.
No sabía ya en quien
confiar.
3736
Juan Bautista de La Salle seguramente no ha
percibido las evoluciones en las mentalidades
de sus Hermanos: lo que era aceptable para los
hombres de su generación o para los Hermanos
de los principios de Reims o de París, ya no lo
es para estas personas que pertenecen al nuevo
siglo. Estos Hermanos ya no se reconocen en lo
que se practicaba anteriormente.
Cosa más sorprendente aún para alguien que
está habituado a ejercer una fuerte autoridad,
los dos Hermanos obtienen lo que quieren
gracias al apoyo de los fundadores de su escuela.
Una cierta concepción de la obediencia y de la
autoridad es puesta en tela de juicio. Es también
la primera señal evidente del desfase que existe
entre la práctica de la Regla en el noviciado y
la que se vive en las comunidades de escuela,
manifestando una especie de esquizofrenia
entre la vida en las casas de formación y la vida
real de los Hermanos.
La lectura que hace Blain de la situación
religiosa e intelectual de Marsella, en términos
de conflicto entre jansenistas y “ortodoxos”,
aunque ofrece una justificación radical para
las dificultades y finalmente para la partida
de Juan Bautista de La Salle, no hace justicia
a la complejidad de la situación marsellesa. Se
trata en efecto de un juego de influencias y de
poderes en el cual La Salle queda rápidamente
marginado. El obispo, Monseñor de Belsunce67,
ha sido recientemente nombrado (1709), se
halla muy bien dispuesto hacia el señor de La
Salle, los Hermanos y las Escuelas Cristianas,
pero “aún no había tenido tiempo suficiente
para conocer a la gente”68. Finalmente los
fundadores de la segunda escuela en proyecto
eligieron acudir a unos eclesiásticos que
pudieran servir igualmente a la parroquia69.
A continuación, Juan Bautista de La Salle
es acusado de ser excesivamente severo con
los novicios, se desaprueban sus prácticas de
piedad, las penitencias que impone. Poco a
poco los donantes cierran sus bolsas, algunos
novicios se ven incitados por su entorno a salir
y se quejan de la austeridad, que encuentran
excesiva, del superior. Se hace circular un
panfleto difamatorio en su contra. El Fundador
trata de responder, pero sin éxito70.
Los Hermanos del Sur de Francia se ven
desestabilizados por estos ataques. El noviciado,
se cierra por falta de candidatos, el Hermano
Ponce, Visitador de las comunidades del Sur,
abandona el Instituto. Los dos Hermanos de
Marsella dicen a La Salle “que no había venido
3736
a la Provenza sino para destruir el Instituto, en
vez de edificar”71.
En este contexto es donde hay que situar la
tentativa de partir hacia Roma72, y la respuesta
bien conocida de Juan Bautista de La Salle a los
Hermanos que lo ver regresar a casa, cuando
lo creían en el mar: “Bendito sea Dios; heme aquí vuelto de Roma. No es su voluntad que vaya allí. Quiere que me dedique a otro asunto”73. Sus
motivos son religiosos y espirituales: visita al
centro de la cristiandad, expresar su fidelidad
al papa, reunirse con el Hermano Gabriel
Drolin, el compañero de los primeros días con
el cual había emitido el Voto Heroico el 21 de
noviembre de 1691:
Nosotros,… desde ahora y para siempre,
y hasta el último que sobreviva, o hasta la
completa consumación del establecimiento de
dicha Sociedad, hacemos voto de asociación
y de unión, para procurar y mantener dicho
establecimiento sin podernos marchar, incluso si
no quedáramos más que nosotros tres en dicha
Sociedad, y aunque nos viéramos obligados a
pedir limosna y a vivir de solo pan74.
En el contexto de la Francia galicana del Antiguo
Régimen, esta visita es también un gesto político.
Pero podemos descubrir en este viaje, un deseo
de huida de la realidad marsellesa, la cual se le
escapa y parece incluso volverse en contra suya.
La acumulación de rechazos, las difíciles
relaciones con varios Hermanos, los proyectos
que fracasan, hacen que “comience a dudar si
su empresa venía de Dios, y si su obra que todo
Vidriera: Voto heroico.
3938
el mundo contradecía no era acaso la obra de
su propio espíritu”75. Ahí tenemos pues a un
hombre que llega al crepúsculo de su vida (tiene
62 años, que era la vejez en aquella época), que
ha emprendido grandes cosas, que se implicó
totalmente en ellas, incluida su reputación y sus
lazos familiares, que ha arrastrado a decenas
de hombres tras de sí, ha visto morir a varios
en la tarea, que ha luchado contra los poderes
eclesiásticos, civiles, corporativos, para hacer
avanzar lo que piensa ser la obra de Dios para
la salvación de los hijos de los artesanos y los
pobres, y que se pregunta si ¡no habrá dejado
pasar su vida! Estas reflexiones son dolorosas
y muy desestabilizadoras. Surgen tras casi dos
años de dificultades que finalizan en fracasos.
Sobre todo, la comunión con numerosos
Hermanos parece rota. ¿Con quién permanece
en Sociedad ahora? ¿Cuál es el alcance del Voto
de 1691? ¿Y el de 1964?
Ciertamente, sabe bien que querer emprender
un nuevo comienzo, “recomenzar su vida”,
carece de sentido. La fe en sí mimo, la fe en los
otros, en sus Hermanos, la fe en el Otro, se ha
apagado. Dicho de otro modo la espiritualidad,
lo que da sentido y coherencia a la vida, se han
visto afectados.
“Dios ya no le decía nada”En su desamparo existencial, “Dios ya no
le decía nada”76. Es posible entender esta
expresión de dos maneras: Dios ya no le habla,
y ya no tiene gusto por estar con Dios. Juan
Bautista de La Salle se ve acorralado a la pura
fe, a la confianza absoluta. Pero ¿es posible
mantenerse así cuando Dios guarda silencio?77
Elige alejarse, pensando que su presencia física
es, en el fondo, la causa de las dificultades
encontradas en Marsella78. Se va al convento
de San Maximino (un convento de Dominicos),
cerca de la Sainte-Baume, célebre ermita y lugar
de peregrinación que habría servido de refugio a
María Magdalena:
Se retiró, en efecto, a una ermita distante unas
diez o doce leguas de la ciudad. Allí, elevado
por encima de sí mismo y de todo lo creado, se
encontró como sobre la cima de las montañas,
donde los vientos y las tormentas ya no hacen
ruido, en un descanso profundo y en dulce
tranquilidad. Allí, dedicado sólo a Dios, olvidaba
todo lo demás. Si sus pensamientos le recordaban
a sus hijos o a sus perseguidores, era para rogar a
Dios por ellos, y suplicar a la divina Majestad que
3938
sostuviera a unos
y convirtiera a los
otros. Las injurias y
los ultrajes no habían
dejado en su espíritu
otras trazas que las
que deja la perfecta
car idad respec to
de los enemigos,
amados en Dios y
por Dios. Ya estaba
el santo varón a punto de encontrar su Tabor,
en medio de aquel desierto, y decía como san
Pedro: ¡Señor, qué bueno es estar aquí…!
Gozaba de tal paz y de tal calma que le llevaban
a desear terminar allí sus días, desconocido de
los hombres; pero no había llegado al fin de sus
trabajos. Dios le destinaba para otros nuevos
durante el resto de su vida.79
Huir de los hombresSe considera incapaz de gobernar, al menos eso
es lo que dice al Hermano Timothée que viene
a encontrarse con él para anunciarle que el
noviciado de Marsella ha sido abandonado por
todos sus integrantes, y pedirle nuevas órdenes.
Blain coloca este episodio en Mende80, mientras
que Maillefer lo sitúa en la Sainte-Baume81. Pero
sea cual sea el lugar, los autores citan las palabras
de La Salle que muestran bien su desconcierto y
su desaliento. En la versión de Blain, el resultado
es: “Dios sea bendito, mi querido Hermano.
¡Vaya! ¿Por qué piensa usted en dirigirse a mí?
¿No conoce usted mi incapacidad para mandar
a los otros? ¿No sabe que varios entre ustedes no
quieren saber nada de mí, y que estas palabras
del Evangelios parecen dichas para mí: Nolumus hunc regnare super nos. Ya no lo queremos de superior. Tienen mucha razón, añadió, pues soy incapaz de
serlo”. Se podría decir también, en cierto modo,
que sus Hermanos ya no le dicen nada. Juan
Bautista de La Salle atraviesa por un desierto
espiritual, pero su cuestionamiento interior hace
referencia también a su capacidad para gobernar
la Sociedad de los Hermanos y establecer una
verdadera comunicación con los Hermanos.
Tres o cuatro veces más, el Fundador sentirá
esta tentación del retiro, lejos del mundo,
lejos de las contrariedades de la vida, lejos de
la preocupación de guiar un Instituto, de los
Hermanos, de enfrentarse a sus antagonistas.
En Mende, unas Damas piadosas dirigen una
institución para las hijas de los Reformados y le
Tentación del retiro lejos de las contrariedades
de la vida, lejos de la
preocupación de guiar un Instituto.
4140
proponen quedarse con ellas, como su capellán.
Blain dice que el Hermano Timothée “encontró
al santo Fundador en un alojamiento que le
había hecho preparar la Señorita de Saint-Denis,
donde vivía como en un verdadero desierto”82.
Estando en Grenoble, hace una visita de tres
días a la Gran Cartuja83:
Edificado por el silencio y el recogimiento que
reinaban entre aquellos solitarios, su inclina-
ción por el retiro se enardecía, y deseaba termi-
nar sus días entre ellos…
Entre todos los lugares de devoción de ese san-
to eremitorio, que visitó el señor de La Salle,
su corazón quedó prendado de la cueva de san
Bruno. La relación que él tenía con el santo le
conmovió, y si se hubiera dejado llevar de su
atracción, hubiera escondido entre los escondri-
jos de aquellas rocas a un segundo canónigo de
Reims. Tuvo que forzar a su piedad para salir
de allí; pero retiró solo su cuerpo, porque su
espíritu se quedó allí.
Se puede mencionar también, pero con
una tonalidad muy diferente, el refugio que
encuentra en “la parte más alejada y elevada
de la casa” de Grenoble, donde se entrega a la
meditación, en una “oración que duraba tanto
como la jornada”84. El contexto es entonces el La Salle en clase.
4140
de la vida comunitaria. Resulta cierto, también,
que a lo largo de toda su vida este gusto por el
retiro conduce a La Salle a procurarse espacios
y tiempos de oración solitaria: el jardín en
Reims, oración nocturna en San Remigio,
oratorio de la casa de Vaugirard, oración
mientras camina…
Finalmente, después de haber soportado
un tratamiento radical y violento contra el
reumatismo que le aquejaba, va a descansar
a casa de un amigo sacerdote, Jean d’Yse de
Saléon85, en Tullins86, pueblecito donde está
situado, aislado sobre la colina de Parmenia
(Permeigne), la ermita de Sor Luisa87. Ésta debe
desviarle de la tentación de la vida eremítica:
El santo sacerdote le confesó que sentía un
inmenso deseo de pasar el resto de sus días en
la soledad, que tanto atractivo tenía para él, y
de no pensar sino en Dios y en sí mismo. No es ésa la voluntad de Dios, replicó Sor Luisa. No debe en absoluto, abandonar la familia de la que Dios le ha constituido padre. El trabajo es su herencia, y tiene que perseverar hasta el fin de sus días, uniendo, tal como lo ha comenzado, la vida de Magdalena con la de Marta”88.
Esta conversación con Sor Luisa parece situarse
antes de la recepción de la carta de los Hermanos
del 1º de abril de 1714. Juan Bautista de La Salle
busca su vocación, lejos de los Hermanos, en la
soledad, o bien dedicándose “a la conversión
de los pecadores”89. Sor Luisa le hace tomar
conciencia que ya la ha encontrado: su lugar
está entre sus Hermanos90.
Comunidad y Misión, o el Dios reencontrado Será en la comunidad de Grenoble donde Juan
Bautista de La Salle reencuentre el sentido de
su vida. Parece ser que se trata de una comuni-
dad donde da gusto vivir:
De Mende se marchó a Grenoble, donde creyó
encontrar otro cielo y otra tierra, donde reinaba
una calma profunda. Los Hermanos que
estaban allí supieron apreciar el tesoro que les
llegaba y disfrutar de él. Encantado por poseer
a su padre, perseguido en la Provenza por más
de uno de sus hijos, sin hablar de los extraños,
con su afecto y atenciones supieron reparar las
tristezas que le habían hecho aquellos ingratos.
Como recompensa, él determinó prolongar su
estancia en medio de ellos lo más que pudiera.
Todo le invitaba a ello: el buen corazón de los
Hermanos, la paz que reinaba entre ellos, la
4342
soledad de la casa y la vida oculta y retirada
que llevaba allí.91
El Hermano director de esta comunidad es
quizás el Hermano Jean Jacquot, uno de los
doce firmantes de los votos de 1694 y del acta de
elección del 7 de junio de 1694, uno de los fieles
de los comienzos de Reims y de París. Esto lo
explica todo. Juan Bautista de La Salle rempla-
za en su clase a un Hermano enviado en misión
a las comunidades del Norte de Francia. Es la
oportunidad para un contacto directo con los
hijos de los artesanos y de los pobres y con la
misión específica del Instituto:
Se podía ver a este doctor, antiguo canónigo de
Reims y cabeza de la congregación considerar
un honor tenerlo como placer y constante de-
ber enseñar a los niños; a los más pequeños les
enseñaba el abecé; a otros a leer y escribir, y a
todos, las primeras lecciones de la doctrina cris-
tiana. El modo como desempeñaba este oficio
permitía ver el gusto que ponía en él y el cuidado
para practicar las diferentes virtudes que a cada
momento se presentan en la escuela.
Si hacía alguna distinción con los alumnos, era
en favor de los más pobres. Su dedicación a ellos
se notaba por el esfuerzo que hacía para lograr
que avanzasen en la lectura y en la escritura,
porque, decía, esto es muy necesario. De este
modo su humildad sabía ocultar su caridad; y si
entre todos ellos algunos tenían su preferencia,
eran los más ignorantes. Como por lo común és-
tos son abandonados a su ignorancia natural o
a su ligereza mental, por maestros poco celosos
o poco caritativos, ellos se convertían en objeto
de su predilección y en ejercicio de su paciencia.
Dios quiso bendecir sus cuidados y hacer ver que
un celo dulce y paciente llega a todo y consigue
hacer milagros en las mentes más atrasadas o
más ignorantes, pues les enseñó las verdades de
la religión y les hizo avanzar mucho en la lectu-
ra y la escritura. Excelente ejemplo que pueden
imitar todas las personas encargadas del cuida-
do de la juventud.92
Un cierto número de los comentarios del biógra-
fo sobre las actitudes del maestro provienen di-
rectamente de la Guía de las Escuelas Cristianas:
celo, paciencia, mansedumbre del maestro, su
atención a los más pobres, a los más ignorantes,
a los más estúpidos, el cuidado aportado a la
formación cristiana de los niños, la importancia
de los saberes básicos: lectura, escritura, “todo
eso es muy necesario”. Pero la conclusión de
Blain, sobre las características específicas de una
escuela verdaderamente cristiana (o lasaliana:
4342
Mapa del Instituto en 1719.
4544
¡aunque no se podía emplear ese adjetivo en su
época!): “Si no se tiene cuidado, el amor propio
se contenta en una escuela, como en cualquier
otro sitio, y en ella domina el espíritu natural. Se
deja abandonados a los pobres, a los más cortos
de inteligencia, y a todos aquellos que por na-
turaleza producen disgusto, y solo se tiene celo
por aquellos que gustan”93, ¡sigue siendo válida
para todos nuestros centros educativos actuales!
La oración continua del Fundador le conduce
también a un trabajo al servicio de los Her-
manos, mediante la composición o la revisión
de obras:
La única distracción que se permitió fue la
composición de varias obras de piedad, tanto
para instrucción de la juventud como para la
utilidad de sus discípulos. También reviso el
libro de los Deberes del cristiano, del que dio una
tercera edición más exacta.94
Blain concluye este pasaje señalando que la
calma volvió a las comunidades de Provenza;
que La Salle acompaña a los Hermanos
mediante el envío de cartas y gracias a las
visitas del nuevo Hermano Visitador, el
Hermano Timothée.
Una comunidad equilibrada, que vive bien
su misión en favor de los niños de Grenoble,
un Hermano Director que comparte, desde
hace tiempo, el proceso de Juan Bautista de
La Salle, una misión muy precisa (y puntual)
con los niños de la escuela de la parroquia
san Lorenzo pero que le permite entrar en
contacto directo con la realidad del empleo
de los Hermanos, el servicio al conjunto del
Instituto y a su misión mediante la redacción
de obras espirituales o prácticas: he ahí cómo
La Salle puede nuevamente conversar con
ese Dios que, algún tiempo antes, ya no le
decía nada; así es también como puede de
nuevo recibir la palabra de esos Hermanos
que parecieron tan alejados de él durante
algún tiempo.
4544
IVLos jalones de un relato
4746
4746
Hasta aquí, hemos observado sobre todo la crisis vivida por Juan Bautista de La Salle, en sus relaciones con un cierto número de autoridades civiles o eclesiásticas, en sus relaciones con los Hermanos, o también a un La Salle que se interroga sobre su papel y su lugar en la Sociedad de las Escuelas Cristianas. Nos queda por analizar la otra crisis, quizás más esencial para nosotros Hermanos y asociados de hoy: la que viven las comunidades de París y de su región, con la nueva forma de “unirse y permanecer en Socie-dad” que se está tratando de establecer.
“Prometo y hago voto de unirme y permanecer en Sociedad con… para…” “(Yo…) Prometo y hago voto de unirme y
permanecer en Sociedad con los Hermanos
de las Escuelas Cristianas que se han asociado
para tener juntos y por asociación las escuelas
gratuitas…”: esta frase de la fórmula de votos
de 1694, nosotros la seguimos pronunciando
siempre. Cabe señalar tres aspectos:
- es un “yo” quien habla, una persona singular
quien se comprometer. Pero es también alguien
que se dirige a un “nosotros”: la Santísima
Trinidad, por una parte, y los Hermanos que se
han asociado por otra;
- esta persona quiere “unirse y permanecer”, lo
que se explicita son acciones, y no un estatuto
que se ratificaría después de haber participado a
la asamblea general constitutiva;
- se trata de “permanecer en Sociedad”, lo cual
indica a la vez la permanencia en una especie
de vida común y compartida en esa Sociedad
que se define mediante personas: “con los
Hermanos que se han asociado”; y con una
finalidad: “para tener juntos y por asociación las
escuelas gratuitas”.
Desde 1964, es desde esta base que el Instituto,
Juan Bautista de La Salle y los Hermanos,
construyen el futuro de los “asociados para
4948
tener las escuelas gratuitas”. La asociación es
una palabra abstracta, cargada de connotaciones
jurídica, “asociados” remite a personas, a
seres vivos. En realidad, más allá de la crisis
“institucional”, con la iniciativa del Hermano
Barthélemy de solicitar a los obispos superiores
eclesiásticos para las comunidades locales, los
Hermanos intuyen que es su proyecto singular de
consagración al Dios Trinidad asociándose para
tener las escuelas gratuitas lo que está puesto en
tela de juicio. Son reconducidos a una práctica
eclesial, teñida de clericalismo, en la cual todo
su proceso corre el riesgo de verse disuelto.
En París, el replanteamiento de la AsociaciónEl origen de la crisis vivida por Juan Bautista de
La Salle y el Instituto desde 1712, se encuentra
en París. Blain dedica un capítulo entero a “Lo
que ocurrió en Francia durante la ausencia del
señor de La Salle”95. De hecho, subraya, más
allá del ‘pleito Clément’, los desafíos de este
periodo de la historia del Instituto, y muestra
cómo éste saldrá de él con su rostro definitivo96.
La precipitada partida de Juan Bautista de La
Salle hacia el Sur de Francia durante la primera
semana de Cuaresma de 1712 deja a los Hermanos
de París sin dirección y sin orientación. Blain lo
señala, a la vez que manifiesta su perplejidad
ante semejante actitud, al principio del Capítulo
XII del Libro 3 de su biografía:
Si fuera sensato juzgar las acciones de los san-
tos, que tienen principios de comportamiento
muy distintos a los demás hombres y que, a
menudo, actúan contra las reglas ordinarias de
la prudencia humana siguiendo el impulso del
Espíritu Santo, se estaría tentado de censurar la
huida tan precipitada y tan oculta del señor de
La Salle a la Provenza, pues fue causa de serios
desórdenes en su Instituto y lo acercó a la ruina.
En efecto, parece que el santo sacerdote, antes
de poner en práctica su decisión, o antes de la
salida de París, o al menos después de su llegada
a la Provenza, hubiera debido advertírselo a los
Hermanos, indicarles el lugar a donde deberían
escribirle, darles respuesta y dirigirles por corres-
pondencia desde el lugar de su retiro, En fin pa-
rece que también hubiera sido conveniente que
hubiera nombrado al que consideraba adecuado
para ocupar su puesto en París, y al que debían
honrar durante su ausencia como superior.
El siervo de Dios no hizo nada de eso. Fue a
ocultarse a las provincias alejadas, sin querer
decir a nadie a dónde iba. Se mantuvo desco-
4948
nocido, y dejó sin respuesta las cartas que re-
cibía enviadas por los Hermanos; no designó a
nadie para sustituirle durante su ausencia. En
fin, en relación con los Hermanos de Francia
permaneció sin vida y sin movimiento, como
un hombre muerto.97
Sabemos también que las incomprensiones
entre él y el Hermano Bathélemy condujeron
a una pérdida de confianza (provisional) de La
Salle con relación a este Hermano. Blain señala
cuatro inconvenientes negativos del comporta-
miento del Fundador:
El primero fue que, aunque no hubo disputas
entre los Hermanos, como ocurrió entre los
apóstoles, sobre quién era o debería ser el prime-
ro, sí hubo duda sobre a quien se debería obe-
decer. Como el señor de La Salle no se explicó
sobre ello, tampoco había un criterio seguro
sobre el asunto.
El segundo inconveniente, que se derivó como
consecuencia del primero, fue que la falta de un
superior cierto, dejó impunes muchas faltas y
puso a los indóciles a cubierto de la corrección.
El tercer inconveniente fue que algunos Her-
manos de poca virtud y vacilantes en su voca-
ción, considerando su estado como inseguro
y flotante, lo abandonaron, y otros que sos-
pechaban que el mismo fundador había aban-
donado el Instituto, se creyeron con derecho a
imitar su ejemplo98.
La cuarta consecuencia fue aún más funesta,
pues dio lugar a otra forma de gobierno, que el
rival del señor de La Salle, de quien se ha habla-
do, supo introducir sutilmente en la nueva socie-
dad. El Instituto estaba perdido. Sacudido hasta
en sus cimientos, amenazaba ruina. Su destruc-
ción ya había comenzado, y es una especie de
milagro que se haya podido reconstruir con más
resplandor y con más éxito que nunca.99
¿El establecimiento de otro Instituto?Los tres primeros ‘inconvenientes’ afectan a la
vida interna de la comunidad y a las relaciones
entre sus miembros. Pero el cuarto recae sobre
el fondo: ¿no se está promoviendo una Sociedad
diferente de la establecida mediante las elec-
ciones de 1694 (votos y elección del Superior)?
Más adelante, Blain hace precisar por ‘el rival’
los contornos de la organización que él propone:
De acuerdo con ese pretendido sistema: 1. Los
Hermanos deberían tener un superior extraño
para dirigirlos, al modo de las religiosas, que
tienen un superior externo; 2. La casa de París
5150
debería formar una
Sociedad distinta
y dependiente por
completo de este
superior eclesiástico;
3. El noviciado
debía suprimirse,
por ser inútil y
demasiado costoso,
pues resultaba caro
formar y alimentar a
los novicios; además
no era necesario
para París, puesto que los Hermanos de las
escuelas deberían ser estables como voy a decir;
4. Todos los Hermanos tenían que permanecer
en su puesto, de forma estable, sin poder ser
cambiados; 5. Para reparar las pérdidas de
quienes muriesen, o de quienes se retirasen, o
de los que hubiera que despedir en caso de mala
conducta, se proponía tener uno, dos o tres
novicios, más o menos, en cada casa, según sus
rentas y necesidades100.
Este sistema conduce al repliegue de cada comu-
nidad sobre la obra a la cual se halla vinculada…
y hace de ella un agente al servicio exclusivo
de la parroquia (o de la ciudad) que la emplea.
Se llega a la fragmentación de la Sociedad de
las Escuelas Cristianas en tantas pequeñas en-
tidades como comunidades hay. El análisis de
Blain lo explicita claramente:
De la Sociedad de los Hermanos se quería
hacer pequeños cuerpos desmembrados, sin
subordinación a un jefe común, y sin otra
dependencia que a un superior local, más
o menos como numerosas comunidades de
maestras de escuela, que se multiplican hoy en
Francia, y que cada obispo establece o deja que
se establezcan para su diócesis particular10!.
Por otra parte, si los Hermanos estuviesen vin-
culados a un lugar, “sin poder ser cambiados”,
la dimensión universal y misionera vivida en
la Sociedad desaparececía. Es el final del “allá
donde sea enviado”. Es cierto que ese modelo
de funcionamiento es ciertamente uno de los po-
sibles, en el sistema eclesial y social de la época.
Pero no es lo que los Hermanos y el Fundador
habían elegido en 1694.
Cambio de Superior y cambio de ReglaEn 1699, cuando La Salle recibe la petición del
obispo Godet des Marets102 para que le envíe
Hermanos a Chartres, por tanto fuera del radio
Repliegue de cada comunidad sobre la obra a la cual se halla vinculada… Se llega a la
fragmentación de la Sociedad de las Escuelas
Cristianas.
5150
de acción de la joven comunidad (Reims, París),
es verdaderamente “en asociación” como deci-
den dar ese paso decisivo, que compromete la
continuidad del funcionamiento de la Sociedad:
El humilde superior, antes de prometer sujetos
al señor obispo de Chartres, quiso contar con el
consentimiento de los Hermanos. En la asamblea
que celebró, les expuso la propuesta del ilustre
prelado, y después de ponderar su eminente
piedad y el celo ardiente para la religión, les
dejó que decidieran lo que creyeran mejor. Los
Hermanos, atendiendo al honor que les hacía un
santo obispo a quien los celadores de la doctrina
sana y antigua honraban como adalid de la fe
en Francia, se ofrecieron voluntariamente a su
superior para recibir su misión103.
Mucho más que una manifestación de humil-
dad de parte del Superior que se sometía al
parecer de sus inferiores (siempre la tendencia
moralizante de Blain), se trata de hecho de un
buen ejemplo de aplicación de la Asociación.
Este procedimiento de la asamblea comunitaria
para abrir una nueva comunidad es excepcional;
no vuelve a aparecer a continuación, al menos
en los relatos de los biógrafos104. Ciertamente,
Juan Bautista de La Salle, tuvo conciencia de
la novedad que representaba, para un cierto
número de Hermanos, la salida de los terrenos
apostólicos familiares (Reims, Champagne,
Laon, París). Aprendían así a reconocerse Her-
manos universales más que Hermanos de las Es-
cuelas Parroquiales.
Volviendo a la situación creada en París bajo la
presión de las autoridades eclesiásticas locales
esa elección de un superior eclesiástico, multipli-
Catedral de Reims.
5352
cada por cada Casa, contradice la decisión de
los doce, del 7 de junio de 1694:
También declaramos que queremos que la pre-
sente elección no tenga ninguna consecuencia
en el futuro. Y que nuestra intención es que des-
pués del citado señor De La Salle, en el futuro
y para siempre, no haya ninguno, ni admitido
entre nosotros ni escogido como superior, que
sea sacerdote, o que haya recibido las órdenes
sagradas; que no tendremos ni admitiremos
ningún superior que no esté asociado, y que no
haya hecho voto como nosotros y como todos
los demás que se nos asocien en el futuro.
Blain comenta con mucho acierto, sobre los
cambios impuestos por el ‘rival’ del señor de La
Salle:
Como el señor de La Salle, penetrando en
el futuro, había previsto que este caso podía
ocurrir, había comprometido a los Hermanos,
como ya vimos anteriormente, a establecer que
no elegirían después de su muerte como superior
sino a uno de ellos. Había tenido siempre
presente esta decisión en las diversas ocasiones
en que quiso desprenderse de la superioridad,
y obligar a los Hermanos a escoger uno de su
mismo cuerpo para sucederle. Este punto, que le
parecía esencial, quería verlo aplicado durante
su vida, para que después de su muerte no
hubiera dificultad105.
Los Hermanos más veteranos, que conocían
mejor que el Hermano Barthélemy el itinerario
de la comunidad, tratan de evitar los sucesivos
ataques del ‘rival’. Se contentan primero con el
statu quo, por el hecho de que aquel que pre-
tende ser su ‘superior’ no realiza ningún acto de
autoridad. Pero este último, como consecuencia
de la debilidad del Hermano Barthélemy o de su
falta de visión o también porque no le resulta po-
sible actuar de otro modo, logra hacer inscribir
en el registro de la comunidad la realidad de su
poder de “superior”:
“Vosotros me llamáis vuestro superior, dijo un día, y sería preciso dar señales de lo mismo”. Y temiendo que
los Hermanos no entendiesen adecuadamente
sus palabras, añadió, “que deseaba que se levantase acta, y que después de firmarla todos los Hermanos, se añadiese al Registro de la Casa”. Este artículo era
importante y afectaba a la esencia del Instituto.
Por tanto, era importante no escuchar la
propuesta que hacía el eclesiástico, y no se puede
excusar la debilidad del Hermano Barthélemy
por haberlo aceptado106.
Recordemos que el Hermano Barthélemy había
entrado en el Instituto en 1703, a la edad de 25
5352
años. No ha vivido los años decisivos y ricos
de 1691-1702, cuando la Comunidad se dio
a sí misma una fisonomía original y fecunda
mediante la consagración a Dios y la búsqueda
de la santidad, por y en la misión, permaneciendo
“asociados para tener las escuelas gratuitas”.
Como el “superior” eclesiástico pretende hacer
cambios importantes en la organización del
Instituto (con el fin de preservar su espacio
parisino, por estar las otras Casas, en otras
diócesis, fuera de su alcance), los Hermanos
veteranos reaccionan solicitando una consulta
a todos los Hermanos107. Protestan igualmente
sobre el fondo mismo de estas nuevas
orientaciones, señalando que eso es contrario a
lo que habían elegido vivir:
Algunos de los principales Hermanos108 más
esclarecidos que los otros, y más al corriente del
Instituto y del modo de gobernarlo, lo criticaron
públicamente y lamentaron que el servicio
que se le había pretendido hacer era el golpe
mortal a su Sociedad. ¿Cuál es el objetivo de
la nueva forma de gobierno que se introduce?
preguntaban. ¿Se quiere despojar al fundador
del derecho a gobernar su Instituto, y cerrarle,
cuando regrese, las puertas de todas las casas
que él mismo ha establecido? ¿Se pretende
simplemente sostener, durante su ausencia, a
los Hermanos en su primer espíritu, y conservar
como en depósito a su Instituto, para que él lo
vuelva a encontrar, cuando regrese, tal como lo
dejó? ¿Se quiere dar a su obra una forma mejor,
corregir los defectos y reparar sus cimientos, o
crear una sociedad nueva sobre las ruinas de la
primera? Cualquiera que sea el aspecto que se
quiera dar al cambio que se introduce, sólo se
puede ver como una novedad perjudicial, nacida
de la malicia o, al menos de un falso celo109.
La mayor parte de los superiores locales
nombrados según lo indica una carta circular
del Hermano Barthélemy (Jean-Baptiste Blain
es uno de ellos, en Rouen) trabajan en dejar las
cosas tal como están y contribuyen a evitar la
fragmentación del Instituto110.
No obstante, el peligro permanece, pues los
personajes cambian, los fallecimientos pueden
producirse, modificando así el frágil equilibrio.
En tal situación, algunos Hermanos ya no se
reconocen y se sienten molestos. Algunos deben
ser expulsados de la Sociedad por la asamblea
de los “principales Hermanos”:
Los Hermanos principales quisieron dar un
escarmiento, para que el escándalo no llegase
más lejos. Se reunieron y expulsaron de su seno a
5554
estos soberbios, que hubieran podido comunicar
a los otros, en lo sucesivo, su veneno mortal de
independencia, y causar mayores desórdenes11!.
Pero las cosas fueron más allá de lo que deja
entrever este relato del Libro 3, capítulo XII
de Blain. Se llegó incluso hasta una revisión de
la Regla, por una asamblea de Hermanos, que
habría tenido en cuenta los cambios evocados
anteriormente. El Vicario Mayor de París, en-
cargado de estudiar el dossier, al cado de siete u
ocho meses, remite el texto el 4 de abril de 1714,
solicitando a los Hermanos (y al superior ecle-
siástico), que no se cambie nada:
Los guardó de siete a ocho meses, y durante
ese tiempo surgieron en París las discusiones
sobre la bula Unigenitus, y la negativa de Su
Eminencia para aceptarla. Pasado este tiempo,
el Padre Vivant remitió al abate De Brou la
documentación que habían presentado, con
una carta del 4 de abril de 1714, donde se decía:
“Su Eminencia considera conveniente que no se
decida ni se firma nada en su nombre sobre los
reglamentos ni sobre los cambios que se quisiera
introducir en ellos. Confía en su prudencia
de buen director de escuelas, de las que tiene
cuidado, y espera que bajo una prudente
dirección florezcan la piedad y la paz112.
Podemos pensar que varios Hermanos
comprendieron entonces que se los estaba
llevando demasiado lejos del proyecto que
habían construido con el señor de La Salle,
y que tan sólo éste, con su presencia, sería
capaz de poner freno a esos comportamientos
reprochables.
Finalmente, ¿qué fisonomía adquirirá la Comunidad de las Escuelas Cristianas?Este periodo de 1712-1714 es determinante
para el futuro de la Sociedad de las Escuelas
Cristianas. Los Hermanos aprenden a vivir sin
Juan Bautista de La Salle, aprenden a formar
cuerpo, experimentan también las formas
institucionales posibles para el Instituto. Uno de
esos posibles modelos es el de comunidades de
laicos, dirigidos desde el exterior por un superior
eclesiástico. Tiene la ventaja de estar reconocido
socialmente, un aspecto cultural importante en
una sociedad que rechaza la confusión de los
géneros y que quiere reconocer explícitamente
“el estado” de cada uno de sus miembros, incluso
por su hábito. Es el modelo más evidente.
Este modelo entra en conflicto con el que ha
surgido de las opciones y compromisos de
5554
los Hermanos y de Juan Bautista de La Salle.
Un modelo carismático, centrado sobre la
consagración a Dios mediante la asociación
para tener las escuelas gratuitas, y universal:
da respuesta a las necesidades del pueblo de
Dios, sin vincular las personas a una parroquia
o a una diócesis particular.
El apoyo institucional de este modelo no es
evidente. Lo descubrimos al releer el itinerario
de los primeros Hermanos con La Salle, a través
de los gestos que han realizado juntos: voto de
obediencia en Reims, voto heroico en 1961,
votos de 1694, en Vaugirard, declaración “en el
futuro y para siempre” relativa a la elección del
superior entre los Hermanos, decisión que han
tomado juntos de dar respuesta a la solicitud
del obispo de Chartres en 1699, crisis de 1702
sobre el Superior, opción de alejarse de París
y de San Sulpicio estableciéndose en Rouen e
instalándose en Saint-Yon.
Es también aquí donde la Memoria sobre el hábito fechada en 1689, es decir algunos
meses después de la llegada de los Hermanos
a la parroquia de San Sulpicio, adquiere toda
su importancia. Es un primer conflicto con
el cura de esa parroquia, con relación a la
identidad de la Comunidad. Al defender el
hábito de los Hermanos, Juan Bautista de La
Salle defiende también la singularidad de su
comunidad. No quiere que se la confunda, ni
siquiera exteriormente, con el clero. Tampoco
desea que cada autoridad local pueda dictar a
los Hermanos el uniforme que deberían llevar,
en la parroquia o en la diócesis.
Podemos añadir a esta descripción de la
Comunidad, la gran flexibilidad vivida en el
campo de los votos: los Hermanos no emiten
los votos tradicionales de pobreza, castidad
y obediencia, algunos Hermanos no hacen
votos, otros los hacen por tres años, renovables
indefinidamente, otros los hacen para siempre.
Esta práctica se mantendrá, a pesar de la Bula
de Aprobación y mal que les pese a ciertos
superiores, hasta los años 1920.
Este modelo, y eso constituye también uno
de los elementos de la crisis que atraviesa el
Instituto en 1712-1714, se mantiene gracias a
la presencia carismática del Fundador. Será
necesario que los Hermanos lo asuman como
cosa propia para que se transforme en la matriz
fundadora del Instituto en el futuro. Los desafíos
van mucho más allá de un apego sentimental a
la persona a La Salle. Se trata en verdad de una
tensión entre lo carismático y lo institucional.
5756
El Instituto, ¿existe para el carisma: la misión
de enseñar y de educar a los hijos de los
artesanos y de los pobres? O el Instituto ¿existe
para la santificación de sus miembros, en una
organización llamada “vida religiosa”, tal como
era posible vivirla en aquella época? En estas
preguntas está subyacente la problemática de las
dos finalidades de la vida religiosa, que gustaba
mucho a los teólogos anteriores al Concilio
Vaticano II (incluso a algunos después).
La fisonomía que ha tomado el Instituto, tras
el regreso de La Salle, después con la elección
del Hermano Barthélemy como primer Superior
General de la Sociedad, no resulta tan clara
como parece para muchos Hermanos. Las
vacilaciones sobre la manera en que la naciente
sociedad debía o podía situarse en la Iglesia de
ese tiempo han sido permanentes.
Treinta años antes: cuando los maestros de Reims toman la palabra Dos intervenciones enmarcan la fundación
del Instituto de los Hermanos. La primera,
en Reims: los primeros maestros, después de
haber escuchado el discurso que les ha hecho
La Salle sobre el abandono en la Providencia,
ponen en tela de juicio su homilía y le incitan
al compromiso. La segunda, es esta carta de los
“principales Hermanos” que remiten a Juan
Bautista de La Salle a lo que han prometido
La Salle reparte sus bienes.
5756
juntos, en 1694. Treinta años separan estas
dos intervenciones, treinta años que ponen en
evidencia la madurez del pensamiento y de
la espiritualidad de esos maestros que se han
convertido en Hermanos.
El cuestionamiento de los maestros en ReimsHacia 1682 o 1683113, en Reims, los intentos
de vida regular que Juan Bautista de La Salle
propone a los maestros, han conducido no
sólo a una ruptura con su familia sino también
supuesto el abandono de varios maestros que
no se sentían llamados a ese género de vida.
Hay que advertir que el joven sacerdote sigue
siendo siempre canónigo y beneficiario de las
rentas familiares y de su herencia. El grupo que
lleva consigo a la calle Nueva está constituido
por hombres jóvenes mejor formados que
sus predecesores y que tienen un ideal de
servicio educativo. Este nuevo grupo, a su
vez, ha experimentado dudas y cuestiona a su
responsable. Juan Bautista de La Salle se da
cuenta que, en estas situaciones concretas, con
estas personas específicas, Dios le exige elegir.
En realidad, los maestros cuestionan sus
solidaridades. Desafiados por la novedad del
proyecto que se pone en marcha, se inquietan
por su futuro:
Manifestaron con franqueza que su inquietud
provenía de la incertidumbre y de la poca
seguridad de su estado. Le dijeron que su
situación no tenía nada de fija ni de estable;
que él mismo podía ver el fracaso de su obra,
y que para ellos resultaba triste sacrificar su
juventud al servicio de un público que los
olvidaría, sin tener la certeza de encontrar, en
una edad avanzada, un refugio para descansar
de sus trabajos pasados, y de terminar sus días
al abrigo de la indigencia 114.
En este discurso, un solo pasaje cuestiona a
La Salle: “él mismo podía ver el fracaso de su
obra”. Las otras observaciones tienen que ver
con la realidad de su situación. Los maestros
tienen la sensación de estar a merced de los
acontecimientos, del interés inestable del público,
en particular de los notables, de aquellos que
pertenecen al mundo de Juan Bautista de La Salle.
Por el momento “los” aceptan, ¿pero mañana?
Nada de verdaderamente consistente los retiene
en las funciones escolares que los ocupan, no
existe solidaridad entre ellos ni con aquellos que
los emplean. ¿Cuál será su futuro cuando lleguen
a viejos o estén enfermos? ¿Quién se hará cargo
5958
de ellos? Aparece ahí todo el planteamiento
(moderno) de la jubilación profesional y del
seguro de enfermedad. Pero esa es exactamente
la situación de los pobres de aquel tiempo y su
horizonte. A su inquietud sobre el futuro, Juan
Bautista de La Salle responde con un discurso
que podemos calificar de piadoso y totalmente
clásico sobre el abandono en la Providencia115.
Al leer ese discurso se tiene la impresión de que
esos hombres no tienen más lazo entre ellos que
el hecho de trabajar en la misma tarea. Cuando
La Salle les dice: “¿Aquel a quien consagráis
vuestra juventud y a quien dedicáis vuestro
trabajo os abandonará en vuestra vejez…?”, no
existe alusión a ninguna forma de Sociedad.
En todo caso, Juan Bautista de La Salle, no
forma parte de ella, a lo más es consejero o
protector. Ve ese grupo como desde el exterior;
los compromisos, si los hay, no conciernen
más que a los maestros. Les habla como lo
haría un predicador, sin dar la impresión de
verse particularmente implicado116. Como
la respuesta tranquilizadora de La Salle no
les satisface, los maestros lo interpelan con
mayor fuerza:
Resultaba fácil hablar de abandono perfecto a
la divina Providencia cuando él no tenía nada
que temer, y cuando ella le había provisto con
tanta abundancia de lo necesario, e incluso de lo
superfluo […] Los maestros, cansados de pensar
todo esto, se atrevieron, por fin, a decírselo, y a
darle una de esas respuestas bruscas e ingenuas
que el sentimiento del corazón considera que
no pueden tener réplica: “Usted habla muy a
gusto – le dijeron - mientras no le falta de nada.
Está dotado con una buena canonjía y con unos
bienes patrimoniales parecidos, y está a cubierto
Le resultaba fácil hablar del abandono en la Providencia.
5958
de la indigencia. Si nuestras escuelas se hunden,
usted permanece en pie, y la ruina de nuestro
estado no afecta para nada al suyo. Somos
personas sin fortuna, sin ingresos e incluso sin
oficio, ¿y a dónde iríamos, que haríamos, si
las escuelas desaparecen, o si la gente se cansa
de nosotros? La pobreza será nuestra única
herencia y la mendicidad el único medio para
aliviarla” 117.
La respuesta de los maestros quizás no es “ni
educada ni graciosa”118, pero subraya bien
las relaciones que existen entre las personas
implicadas: “usted habla muy a gusto…, no
carece de nada…, dotado con una buena canonjía
y de unos bienes patrimoniales parecidos…, está
usted seguro y a cubierto de la indigencia…,
usted permanecerá en pie, la ruina de nuestro
estado no afecta al suyo”. Es la descripción de
un rico que está al abrigo de las dificultades
económicas. Los maestros consideran a
continuación su situación: “personas sin fortuna,
sin ingresos, e incluso sin oficio, ¿dónde iremos,
qué haremos...?… Si las escuelas se hunden o si
la gente se cansa de nosotros…”. Hemos vuelto
a la situación precedente, el posible fracaso
de la acción emprendida y la manera en los
actores están vinculados a la misma. Concluyen:
“La pobreza será nuestra única herencia y la
mendicidad el único medio para aliviarla”.
Escenifican las situaciones sociales de la época,
la diferencia entre aquellos que dominan, y los
que deben ejercer un empleo, en el día a día, sin
estar seguros de mantenerse. Y si no lo logran,
será su supervivencia lo que esté en juego.
Finalmente, cuestionan a Juan Bautista de La
Salle sobre la realidad de su solidaridad con ellos
y con el proyecto de escuela para los pobres: “Si
nuestras escuelas se hunden, usted permanece en
pie, y la ruina de nuestro estado no afecta para
nada al suyo”.
La respuesta de Juan Bautista de La Salle: un compromiso Conviene observar, en este momento del diálo-
go entre Juan Bautista de La Salle y los maes-
tros, que el estado de sus relaciones permite
este cuestionamiento directo. Entre los prota-
gonistas de esta historia existen relaciones ba-
sadas en la verdad:
La respuesta de los Maestros dio mucho que
pensar al señor de La Salle, y le sumió en
profunda dificultad… los diversos pensamientos
que preocupaban al señor de La Salle le llevaron
a una profunda perplejidad”119.
6160
“Profunda dificultad… diversos pensamientos
que preocupaban… profunda perplejidad”,
expresiones todas ellas que indican que el
canónigo se enfrenta a un momento crucial
de su vida; los encontramos por ejemplo en el
momento del fallecimiento de los padres del
joven seminarista, a propósito de la elección
del sacerdocio. Para decidirse, Juan Bautista
de La Salle realiza un discernimiento: ¿cuál es
ahora su vocación? Sabe que el fracaso de los
maestros supondrá el fracaso de las escuelas
para los pobres.
“Tengo la respuesta en el fondo de mi
conciencia…” 120. Juan Bautista de La Salle recorre
todo un itinerario: del discurso sobre la pobreza
evangélica, sobre el abandono en la Providencia,
dirigido como desde el exterior, ha llegado a una
decisión: decidirme, entregarme a otro estado, y
finalmente a un compromiso preciso: el cuidado
de las escuelas, la educación e los maestros. Su
proyecto de vida está claramente dirigido. Tanto
en la lucidez sobre sí mismo y sobre los demás: “lo
que yo soy y lo que ellos son”, como en la lucidez
sobre la obra de Dios: el destino de “la institución
de las escuelas cristianas y gratuitas”. Pasa del
discurso al compromiso esencial: del “Tengo la
boca cerrada…” a… “dedicarme al cuidado de
las escuelas…” Pasa
de un estado al otro,
reconociendo que en
ello es guiado por
Dios. Se enfrenta
a una opción de
vida: “Si esos dos
deberes no pueden
compaginarse, habrá
que tomar partido
por uno o por otro”.
Para facilitar la
Comunidad de las
Escuelas Cristianas,
primero hay que
entrar en ella y hacerse solidario de esos hombres
que arriesgan sus vidas en la aventura de las
escuelas al servicio de los pobres; de hombres
que tienen un rostro, unas aspiraciones; hombres
que ya tienen una historia común entre ellos
y con La Salle, que tienen una cierta forma de
“formar cuerpo”: dicen “nosotros”, al igual que
sus sucesores de 1714. La existencia de (Exergue
Page 60) La Comunidad de los Hermanos pasa
por una pasión personal del Fundador, por la
inmersión radical en un mundo diferente, por la
nueva manera de vivir y de ser.
La Comunidad de los Hermanos
pasa por una pasión personal del Fundador,
por la inmersión radical en un mundo
diferente, por la nueva manera
de vivir y de ser.
6160
El nombre de ‘Hermano’En el paso de “Maestros” a “Hermanos”
vivido en Reims, la actuación de Juan Bautista
de La Salle evidentemente es determinante.
Los gestos proféticos personales –renuncia a
la canonjía, desprendimiento de sus bienes,
decisión de vivir con los maestros – que efectúa,
al interior de sus relaciones con ellos, edifican
la “Comunidad de las Escuelas Cristianas”. El
“movimiento lasaliano” no nace únicamente
de la buena voluntad espontánea de algunos
jóvenes maestros generosos, está como
cristalizado por la personalidad y el compromiso
de Juan Bautista de La Salle. Sigue siendo muy
significativo para hoy: la asociación lasaliana
para el servicio educativo de los pobres se apoya
siempre sobre el carisma y la persona de Juan
Bautista de La Salle, sean cuales sean sus formas
y sus denominaciones: Fraternidad Educativa,
Asociación, Familia Lasaliana, Instituto de los
Hermanos de las Escuelas Cristianas…
El nombre de “Hermano” adoptado por
los maestros de Reims tiene a su vez una
dimensión evangélica: en la comunidad
cristiana de los orígenes, cada uno es
‘Hermano’ o ‘Hermana’, es decir al mismo
nivel que los demás; y una dimensión pastoral
y pedagógica: el apelativo ‘Hermano’ significa
también un cierto tipo de relaciones humanas
y espirituales con los demás. Blain desarrollará
este aspecto designando a los Hermanos como
los “Hermanos mayores” de los jóvenes que les
están confiados 121. Aunque son ‘mayores’, son
también sus ‘Hermanos’, hechos de la misma
pasta que aquellos a quienes enseñan. Además
Juan Bautista de La Salle lo recuerda en varias
ocasiones en sus Meditaciones:
• Los niños… igual que vosotros, desde su
bautismo, están consagrados a la Santísima
Trinidad… (MD 46,3,1).
• … cumplir bien vuestra función, de la que
él mismo os encargó al haceros deposita-
rios y guías de los niños que le pertenecen,
sobre los cuales ostenta el título de padre,
no solo por creación, sino también por el
santo bautismo, en cuya virtud todos le es-
tán consagrados (MR 205,1,2).
Así pues, la palabra “Hermano” no tiene pri-
meramente una carga religiosa o monástica
sino más bien antropológica: los Hermanos
expresan el tipo de relaciones que quieren
instaurar y vivir, entre ellos y con los niños y
los jóvenes, así como con sus familias.
6362
Una de las características de la profecía, es que
la misma es encarnada: no es una teoría, una
utopía o una visión del futuro procedente quién
sabe de dónde, desconectada del contexto cultu-
ral, económico, social… Los compromisos de
Juan Bautista de La Salle están profundamente
enraizados en su historia personal, la de su fa-
milia, las costumbres del medio, de su Iglesia y
de su mundo122. Esa es la razón por la que es-
tos gestos cuestionan e impresionan a aquellos
que son a la vez sus testigos, sus actores y sus
destinatarios. La urgencia, en el caso presente,
no es tanto una escuela más, sino es hacer que
estos hombres prosigan su camino, que descu-
bran que ese oficio es una vocación, un don de
Dios, que su empleo es un Ministerio. A eso es
a lo que va a aplicarse La Salle al renunciar a
su canonjía, al romper con el mundo para ca-
minar con los maestros, con el fin de que se
conviertan en Hermanos.
Si el estado de las relaciones entre La Salle y
sus primeros maestros, permite semejante fran-
queza en los intercambios, podemos pensar,
con mayor razón cuando se trata de personas,
como en 1714, que han vivido una experiencia
fuerte de fundación y de creación juntos desde
hace treinta años, que será posible ir aún más
allá de un intercambio directo y provocador. Se
tratará ahora de compartir un proyecto, de una
proyección hacia el futuro, siempre juntos…
6362
V“En nombre y de parte del cuerpo de la Sociedad…”
656464
6564
Señor, nuestro muy querido padre: Nosotros, principales Hermanos de las Escuelas Cristianas, preocupados por la mayor gloria de Dios y el mayor bien de la Iglesia y de nuestra Sociedad, re-conocemos que es de capital importancia el que vuelva a tomar las riendas y el cuidado de esta obra de Dios, que lo es también suya, puesto que ha sido del agrado del Señor el servirse de usted para fundarla y guiarla desde hace tanto tiempo.Todos estamos convencidos de que Dios le ha dado y le da las gracias y los talentos necesarios para gobernar esta nueva Compañía, que es tan útil a la Iglesia; y es de justicia testifi car ahora que usted la ha guiado siempre con mu-cho éxito y edifi cación.Por todo ello, señor, le rogamos muy humildemente, y le ordenamos en nombre y de parte del Cuerpo de la Sociedad, al que usted ha prometido obediencia, que vuelva a asumir de inmediato el gobierno general de nuestra Sociedad.En fe de lo cual fi rmamos, en París, a 1 de abril de 1714, y nos repetimos muy respetuosamente, señor y querido padre nuestro, sus humildes y obe-dientes inferiores.
Según Blain, el texto que leemos es la segunda
versión de la carta escrita por los Hermanos. El
biógrafo se explica así en el Abrégé de la vie du
Frère Barthélemi, Premier Supérieur Général de la
Société des Frères 123 :
El señor de La Salle, a quien la carta de los
Hermanos de París, de Saint-Denis y de
Versailles había llamado de vuelta a París,
seguía negándose a retomar el gobierno de
la Sociedad y decía que para obligarle a ello,
6766
era necesario que los Hermanos de Provenza
manifestasen por escrito que estaban de
acuerdo; el Hermano Barthélemy escribió a
dichos Hermanos para informarles del asunto
y puso en su carta una copia de la de los
Hermanos de París, que había hecho regresar
al señor de La Salle, con el fin de que todos
los Hermanos de esas comarcas la firmasen.
Solamente había algunas palabras cambiadas.
En lugar de “le rogamos que vuelva”, había
“le rogamos que retome la dirección de
la sociedad”. Los Hermanos de Provenza
en cuanto recibieron la carta enseguida la
enviaron de vuelta firmada a París 124.
Así pues la carta original decía sencillamente “le
rogamos que vuelva”, en lugar de “le rogamos
que vuelva a asumir el gobierno general de
nuestra Sociedad”. Esta formulación permite
comprender la reacción de Juan Bautista de La
Salle cuando llega el 10 de agosto de 1714 a
la comunidad de la calle Barouillère, de París:
“Ya estoy aquí, ¿qué deseáis de mí?”: ciertamente
ha vuelto y lo que entonces se le pide es retomar
la dirección de la Sociedad. Blain precisa: “Los
Hermanos llenos de extrañeza, sólo tuvieron
palabras para rogarle que asumiera el gobierno
general del Instituto”125.
Igualmente, se comprende mejor, que los
amigos de La Salle, en Grenoble, entre ellos
el Padre de Saléon, se sintiesen ofendidos por
la orden recibida por ese sacerdote, antiguo
canónigo de la catedral de Reims, de parte de
unos simples Hermanos126. Efectivamente,
“que vuelva” era una orden que podía hacer
dudar de su calidad de superior.
Blain y Maillefer coinciden en hacer recibir ese
correo en Grenoble, en vez de en Parmenia127.
Esa carta está cargada con toda la vivencia de
los Hermanos, desde los comienzos, como
vamos a ver. Debieron hacer una relectura de
su itinerario para poder dirigir tal mensaje al
Fundador.
La carta del 1º de abril de 1714. Lectura retórica128
A Señor nuestro muy querido Padre, No-
sotros, principales Hermanos de las Es-
cuelas Cristianas,
B preocupados por la mayor gloria de Dios,
C el mayor bien de la Iglesia y de nuestra
Sociedad, reconocemos que es de capi-
tal importancia el que vuelva a tomar las
6766
riendas y el cuidado de esta obra de Dios,
que lo es también suya
D puesto que ha sido del agrado del Señor
el servirse de usted para fundarla y guiar-
la desde hace tanto tiempo.
Todos estamos convencidos
D’ que Dios le ha dado y le da las gracias y
los talentos necesarios para gobernar
C’ esta nueva Compañía, que es tan útil a
la Iglesia, y es de justicia testificar ahora
que usted la ha guiado siempre con mu-
cho éxito y edificación.
B’ Por todo ello, señor, le rogamos muy hu-
mildemente, y le ordenamos en nombre
y de parte del Cuerpo de la Sociedad, al
que usted ha prometido obediencia, que
vuelva a asumir de inmediato el gobierno
general de nuestra Sociedad.
A’. En fe de lo cual lo firmamos. En Paris
este primero de abril de mil setecientos
catorce, y nos repetimos muy respetuo-
samente, señor, y querido padre nuestro,
sus humildes y obedientes inferiores.
Nosotros, principales Hermanos… y obedientes inferioresSeñor, nuestro muy querido padre, nosotros
principales Hermanos de las Escuelas
Cristianas,…/
/… En fe de lo cual firmamos, en París, este
primero de abril de mil setecientos catorce, y
nos repetimos, muy respetuosamente, señor
y querido padre nuestro, sus humildes y
obedientes inferiores.
Al principio y al final de la carta, nos
encontramos “Señor, nuestro muy querido
padre”. Estamos en un contexto de relaciones
humanas y al interior de las mismas.
Los que se dirigen a Juan Bautista de La Salle
son “los principales Hermanos”129. Una
categoría que no existe formalmente pero que
al menos todos los Hermanos son capaces de
identificar. Los “principales Hermanos” pueden
aparecer como autoproclamados e instalarse
por sí mismos en una posición dominante, no
obstante son también los “obedientes inferiores”
en virtud del voto y de las opciones de 1684; esta
tensión entre las dos posiciones se resuelve en
el voto de asociación que les da la facultad de
6968
hablar así. En efecto, ellos también están tan
vinculados como Juan Bautista de La Salle a
la “santa obra de Dios” que consiste en “tener
las escuelas gratuitas”, que fue para lo que se
asociaron.
Volveremos a encontrar a esos “principales
Hermanos”, o grupos de Hermanos del mismo
tipo, en el discernimiento a propósito de la
celebración del Capítulo General de 1717, un
grupo que enviará al Hermano Barthélemy
en misión para encontrarse con todas las
comunidades y todos los Hermanos, dándole
una obediencia colectiva, la cual es ratificada por
La Salle, el canónigo Blain y dos notarios130. El
mismo Hermano Barthélemy, una vez elegido
superior General sabrá rodearse de tales grupos,
además de sus dos Asistentes. A veces, Blain los
llama “los Hermanos veteranos”. Es un modo de
funcionamiento que, al parecer, desaparece con
el establecimiento de estructuras de autoridad
y de consejo más “religiosas”, tras la Bula de
Aprobación.
“Nosotros”, recuerda el voto de 1691, que emplea
el “nosotros” para dirigirse a Dios. Sin embargo,
ninguno de estos “principales Hermanos” ha
hecho ese voto: el Hermano Nicolas Vuyart se
ha salido, Gabriel Drolin está en Roma y La
Salle es el destinatario
de la carta. Los
Hermanos habían
empleado también
ese “nosotros”, el
7 de junio de 1694
durante la elección
de La Salle como
superior. A lo largo de toda su carta, el aspecto
‘asociado’ se recuerda mediante el empleo
sistemático de la primera persona del plural:
nueve veces “nosotros” o “nuestro”. Pero
también “Sociedad”: dos veces, ‘compañía,
cuerpo de la Sociedad’. La palabra ‘Comunidad’
no es empleada. Es un ‘nosotros’ quien habla,
un enfoque significativo que muestra que los
Hermanos comienzan a asumir la espiritualidad
y el itinerario de su Instituto.
Nos encontramos aquí una síntesis de las
relaciones entre los Hermanos y Juan Bautista
de La Salle: una relación afectuosa, la conciencia
de formar cuerpo, de estar comprometidos,
responsables del futuro de esa comunidad; una
relación de jerárquica también (los ‘obedientes
inferiores’), fundada en la fe y la confianza en
aquel que es el “Padre”. Todo ello porque se han
asociado para la Misión. Hay que recordar que
Una relación afectuosa, la conciencia de
formar cuerpo.
6968
las fórmulas de votos de 1694 enumeraban los
nombres de cada uno de los asociados.
La carta de los Hermanos: una renovación de la Alianza de 1694 Preocupados por la mayor gloria de Dios,…/
/… Por todo ello, señor, le rogamos muy
humildemente, y le ordenamos en nombre y
de parte del Cuerpo de la Sociedad, al que
usted ha prometido obediencia, que vuelva a
asumir de inmediato el gobierno general de
nuestra Sociedad.
La evocación de “la mayor gloria de Dios”
remite a la Misión: la ‘gloria de Dios’ no es
nuestra gloria o nuestras realizaciones educativas
o nuestros éxitos, sino las victorias de Dios en
la vida de los jóvenes que nos son confiados.
La ‘gloria de Dios’ precedía al pueblo de Israel
durante el Éxodo y descansaba encima del
Arca de la Alianza en el Templo de Salomón.
Hoy, también, la ‘gloria de Dios’ nos precede,
porque el futuro de los jóvenes está delante de
ellos. Esa ‘gloria de Dios’ descansa también en
nuestras clases, nuestros centros educativos,
en las relaciones que vivimos, y la ‘gloria de
Dios’ continúa habitando entre los pobres.
Esto no sólo se aplica a los Hermanos, sino a
todos los Lasalianos.
Sabemos también hasta qué punto ‘la gloria
de Dios’ suscita numerosos harmónicos en
la espiritualidad y la expresión del proyecto
lasaliano. La gloria de Dios, es que todos los
hombres se salven, que sean santos, que sean
totalmente de Dios, que accedan al conocimiento
de la verdad sobre Dios, al conocimiento de sus
misterios, en particular al don que Dios nos hace
en Jesucristo. Por ejemplo en las Meditaciones para el tiempo del retiro131:
• Debéis (...) tener como fin únicamente el
amor y la gloria de Dios (MR 201,2,1).
• Procurad, por medio de vuestro celo, dar
muestras sensibles de que amáis a los que
Dios os ha confiado, como Jesucristo amó
a su Iglesia; haced que entren realmente en
la estructura de este edificio y que estén en
condiciones de comparecer un día ante Je-
sucristo, llenos de gloria, sin tacha, sin ar-
ruga y sin mancha, para manifestar a los si-
glos venideros, las abundantes riquezas de
la gracia que les hizo dándoles el auxilio de
7170
la instrucción; y a vosotros, la de instruirlos
y educarlos, para ser un día los herederos
del Reino de Dios y de Jesucristo Nuestro
Señor (MR 201,2,2).
• Para procurarles en este mundo la vida de
la gracia, y en el otro, la vida eterna. (MR
201,3,2).
La gloria de Dios se muestra y se realiza (“pro-
curarla”) en el transcurso de las existencias hu-
manas que son los lugares de la Historia de la
Salvación hoy. Se muestra y se realiza particu-
larmente en las Escuelas Cristianas, por el mi-
nisterio de aquellos que Dios ha elegido para
hacer su obra:
Saint-Maclou Rouen.
7170
• Dios ha tenido la bondad de poner remedio
a tan grave inconveniente con el estableci-
miento de las Escuelas Cristianas, en las
que se enseña gratuitamente y sólo por la
gloria de Dios. (MR 194,1,2).
La gloria de Dios está asociada a la gratuidad
(“donde se enseña gratuitamente”), pues el don
de la fe es gratuito. Los Hermanos han integrado
a su visión de la vocación, los términos y el
espíritu de la fórmula de votos: son palabras
que acuden a ellos cuando quieren expresar su
relación con Juan Bautista de La Salle, y situar
su relación con él.
Expresiones como: “La mayor gloria de Dios,
en nombre y de parte del Cuerpo de la Sociedad
al que usted ha prometido obediencia”,
constituyen una lectura interiorizada de la
Fórmula de los Votos, emitidos juntos desde
1694132. También La Salle es remitido a ellas.
El voto conforma a los “asociados”, como un
cuerpo social de consagrados. Detrás de eso,
hay toda una historia vivida juntos, lo que
han discernido, luego compartido a lo largo
de los años, primero en Reims y sobre todo en
París y Rouen; los avances y los fracasos, los
interrogantes planteados por las estructuras
sociales, judiciales, corporativistas, eclesiales;
las respuesta aportadas con sus consecuencias
para los Hermanos, el Fundador, la obra de
Dios, el servicio de los pobres. Su palabra brota
de la historia de su consagración comunitaria y
de la experiencia compartida del ministerio de
salvación vivido por la Sociedad. Pues ‘Sociedad’
remite evidentemente a “asociados para…”, así
es como viven, así se han consagrado, para tener
las escuelas, para hacer la obra de Dios, para
corresponder con su designio de salvación para
los jóvenes.
Es significativo ver aplicada explícitamente
esta noción de ‘cuerpo de la Sociedad’, que la
Colección de diversos trataditos de 1711, define así
en el capítulo titulado “A qué obligan los votos
de los Hermanos de las Escuelas Cristianas”, a
propósito del voto de obediencia:
El voto obliga: “A obedecer: primero, al Superior
de la Sociedad, anteriormente elegido, y a aquel
o aquellos que lo sean en lo sucesivo.
Segundo, a los Directores particulares, que son o
serán nombrados en lo sucesivo por el Superior
de la Sociedad.
Tercero, al Cuerpo de esta Sociedad, cuando
dicho Cuerpo esté representado por varios,
sean Superiores u otros, reunidos en nombre
7372
de la misma133. Hay obligación de obedecer a
todos los arriba citados bajo pena de pecado
mortal, cuantas veces manden en virtud de los
votos”. (CT 2,4).
En un texto escrito en el dorso de su fórmula de
votos en 1717, el Hermano Irénée134, que entró
en el Instituto en 1714 en Grenoble, presenta su
comprensión de los votos. Titula su reflexión:
“A qué obligan los votos de obediencia y de
estabilidad y de tener por asociación las escuelas
gratuitamente”135. Mientras la Colección
comienza por el voto de asociación, él pone a la
cabeza el voto de obediencia, la sensibilidad de
los Hermanos ha evolucionado y el mundo ha
cambiado, la Iglesia está a la defensiva, hay que
cerrar filas, de ahí la prioridad de la obediencia:
Por el Voto de obediencia uno se compromete a
obedecer:
1° al Superior de la Sociedad, y a aquel o aquellos
que lo serán a continuación.
2° a los directores particulares de la Sociedad.
3° al Cuerpo de esa Sociedad, ya sea que el
Cuerpo esté representado por varios, sean
directores, sean otros en dicho nombre136,
uno está obligado a obedecer a todos estos
bajo pena de pecado mortal cuando ordenen
en virtud de los votos.
4° a estar bien sumisos y unidos a los Hermanos
Inspectores y al Primer Maestro de las
Escuelas según está indicado en un capítulo
de la Regla común del Instituto que trata del
Inspector de las Escuelas.
A la lista de la Colección, añade la obediencia
al Inspector de las escuelas137 y a los Primeros
Maestros, lo cual hace referencia al campo
puramente escolar; por lo demás su formulación
sobre el ‘cuerpo de las Sociedad’ es la misma.
Se trata pues de una concepción compartida por
los Hermanos. No obstante, cabe señalar que ni
la Regla ni otros escritos de Juan Bautista de La
Salle precisan este punto.
Así pues, según la Colección, confirmada por el
Hermano Irénée, el ‘cuerpo de la Sociedad está
“representado por varios”, tanto “superiores”:
¿los Hermanos superiores, directores?, como
“otros reunidos en su nombre”: puede ser
un Capítulo, una asamblea representativa,
o también una asamblea motivada por el
“cuerpo”. Con los “principales Hermanos”
de la carta del 1º de abril de 1714, nos
encontramos, de hecho en los casos que figuran
en la Colección: son (probablemente) directores,
y están reunidos en nombre del ‘cuerpo de la
Sociedad’. Podemos estar seguros, también,
7372
de que escriben a Juan Bautista de La Salle
después de haber consultado las asambleas
de Hermanos que se celebran en esa época en
París, quizás bajo sus instrucciones138.
Además, hablando de ‘cuerpo’ para nombrar
su Sociedad, los Hermanos – y La Salle – están
en estrecha consonancia con los modelos de
funcionamiento de su mundo. Bajo el Antiguo
Régimen el individuo se esfuma siempre detrás
del cuerpo social al que pertenece: familia,
oficio, parroquia, barrio, cofradía… En el siglo
XVII y principio del XVIII, ¡imposible existir
solo! Socialmente, el solitario es una anomalía,
y está en peligro. El Individuo, desligado de su
contexto o de sus raíces, solo ante el Estado,
es una invención de la Revolución Francesa.
La Sociedad del Antiguo Régimen es una
sociedad de corporaciones y no una sociedad de
individuos independientes. Los Hermanos han
inscrito esta forma de ser propia de su mundo
en su fórmula de consagración a Dios cuando
prometen obedecer al “cuerpo de la Sociedad”.
En la fórmula de votos, los Hermanos dicen: “yo
me consagro enteramente a vos para procurar
vuestra gloria…”, en la segunda parte, en
1694139, continúan: “por lo cual, prometo y hago
voto de vivir y permanecer en Sociedad con los
Hermanos… para tener las escuelas gratuitas”.
Es decir que para ellos ‘procurar la gloria de
Dios’ se realiza viviendo y permaneciendo
con los Hermanos, para tener las escuelas
gratuitas. Ahí es donde se encuentra el aspecto
carismático de los votos de los Hermanos
7574
de las Escuelas Cristianas, lo que intentaron
vivir con Juan Bautista de La Salle desde los
comienzos en Reims, y que expresaron en 1694
en sus primeros votos perpetuos.
La Colección de diversos trataditos da una indicación
sobre el contenido del voto de asociación para
tener las Escuelas Gratuitas, el cual tampoco
está explicitado en la Regla:
Los votos obligan…
1. A tener las escuelas por asociación, con
aquellos que se han asociado en la Sociedad,
y que se asociarán en el futuro, en cualquier
lugar al que puedan ser enviados; o para
hacer cualquier otra cosa en que puedan ser
empleados por los superiores.
El Hermano Irénée pone estas consideraciones
en segunda posición en su texto. Expresa
claramente que existe un “voto de asociación”,
pero añade un “voto de enseñar gratuitamente”.
Conviene observar que será este voto el que se
conservará en 1725, con la Bula de Aprobación
y que el voto de asociación ya no será explícito:
Por el voto de asociación con los Hermanos que se han asociado para tener las Escuelas uno
se compromete:
1° a tener las Escuelas por asociación con los
Hermanos que se han asociado con esa
finalidad en cualquier lugar al que uno
pueda ser enviado.
2° a ser empleado por los superiores al servicio
de los Hermanos que se encargan de dichas
Escuelas Gratuitas tal como se expresa en la
fórmula de votos.
Por el voto de enseñar gratuitamente a los
niños uno se compromete:
1° a poner todo su empeño para instruir bien a
los niños y para educarlos cristianamente y a
emplear el tiempo destinado a esa tarea tanto
en la casa como en la escuela.
2° a no exigir nada y no recibir nada de los
alumnos o des sus padres como retribución
sea como regalo sea por cualquier otra razón
que pueda existir.
3° a no emplear a los alumnos ni a sus padres en
cualquier trabajo con la esperanza de que lo
harán sin pedir su recompensa.
4° no comprar productos a los padres de los
alumnos con la esperanza de que la venderán
a mejor precio que los demás 140.
La ‘gloria de Dios’ lleva a un compromiso
concreto: tener, estando asociado a sus
Hermanos, las escuelas gratuitas. Los
‘principales Hermanos’ asumen esta perspectiva
profundamente lasaliana: la relación entre el
7574
impulso hacia Dios y proveniente de Dios,
con su realización en el entramado de la
vida cotidiana, en la historia de las Escuelas
Cristianas, en su experiencia comunitaria.
Al servicio de la IglesiaEl mayor bien de la Iglesia y de nuestra
sociedad, reconocemos que es de capital
importancia el que vuelva a tomar las riendas
y el cuidado de esta obra de Dios, que lo es
también suya…/
/… Que es tan útil a la Iglesia, y es de justicia
testificar ahora que usted la ha guiado siempre
con mucho éxito y edificación.
Los Hermanos subrayan el puesto de su Sociedad
en el ministerio de la Iglesia: “El mayor bien de
la Iglesia y de nuestra Sociedad”, (esta nueva
compañía) “que es tan útil a la Iglesia”. La
Comunidad de las Escuelas Cristianas no está
aislada de la Iglesia: tiene su lugar en la obra
común de la salvación. La Iglesia es el lugar y
manera como Dios ha querido seguir presente
entre los hombres permaneciendo allí mediante
su Espíritu. El bien de la Iglesia es otro de los
temas lasalianos esenciales, como lo indican las
Meditaciones para el tiempo de retiro:
• Que el cuidado de instruir a la juventud
constituye uno de los empleos más necesa-
rios en la Iglesia (MR 199, Título).
• De lo que debe hacerse para lograr que
vuestro ministerio sea útil a la Iglesia (MR
200, Título).
El empleo, el ministerio útil a la Iglesia, el
mayor bien: es el cuidado de instruir a la
juventud, tal y como esta Sociedad, esta “nue-
va compañía” lo ha practicado, bajo la guía
de Juan Bautista de La Salle. Pues la ‘santa
obra de Dios’, más allá de la dirección de la
compañía, consiste en instruir a la juventud.
Obsérvese nuevamente que “tomar las riendas
y el cuidado de esta obra de Dios, que lo es
también suya”, son expresiones características
del vocabulario lasaliano. “La gran utilidad
para la Iglesia, el mayor bien de la Iglesia”,
son descritos a lo largo de las MR 199 & 200:
• Echar los cimientos del edificio de la Igle-
sia, instruir a los niños en el misterio de la
Santísima Trinidad, y en los que Jesucristo
realizó cuando estaba sobre la tierra…
Estar destinados por ella (la Iglesia) a un empleo
tan santo y elevado y os ha escogido para trans-
mitir a los niños el conocimiento de nuestra reli-
gión y el espíritu del cristianismo (MR 199,1,2).
7776
• Es para eso (anunciar el Evangelio del Reino
de Dios) para lo que Jesucristo os ha enviado
y que la Iglesia, cuyos ministros sois, os em-
plea. (MR 199,2,2).
• Eso es también lo que debe impulsaros a es-
timar muy particularmente la instrucción y
la educación cristiana de los niños, porque es
un medio para lograr que lleguen a ser verda-
deros hijos de Dios y ciudadanos del cielo, y
constituye, propiamente, la base y el apoyo de
su piedad y de todos los demás bienes que se
realizan en la Iglesia (MR 199,3,2).
• En vuestro empleo tenéis que trabajar en el
edificio de la Iglesia, sobre el cimiento que
pusieron los santos apóstoles, instruyendo
a los niños que Dios ha confiado a vuestros
cuidados, de modo que formen parte de la es-
tructura de ese edificio (MR 200,1,1).
• Así, pues, vosotros, que habéis sucedido a
los apóstoles en su empleo de catequizar e
instruir a los pobres, si queréis que vuestro
ministerio sea tan útil a la Iglesia como pue-
de serlo, debéis darles el catecismo todos los
días, enseñándoles las verdades fundamen-
tales de nuestra religión (MR 200,1,2).
Juan Bautista de La Salle y los Hermanos sin
duda tuvieron que sufrir a causa del clericalismo
de la institución eclesial, pero la Iglesia
sobrepasa ampliamente esas peripecias. Para el
Fundador, “La Iglesia en general es la sociedad
de todos los fieles tanto vivos como difuntos que
están unidos en Jesucristo (DA 105,1,5). Está
enraizada en Jesucristo, recibida del Espíritu
Santo, y fundada sobre los Apóstoles 141. La
Salle y los Hermanos serían incapaces de actuar
fuera de la Iglesia.
Un don de Dios: guiar y gobernarPuesto que ha sido del agrado del Señor el
servirse de usted para fundarla y guiarla desde
hace tanto tiempo…/
/… que Dios le ha dado y le da las gracias y
los talentos necesarios para gobernar bien esta
nueva compañía.
Lo vivido por Juan Bautista de La Salle es
comprendido como “la santa obra de Dios”.
Dios se ha implicado en ello, está en su origen
y en su final: “la mayor gloria de Dios, la santa
obra de Dios, ha sido del agrado del Señor
servirse de usted, Dios le ha dado y le sigue
dando…”, Dios está presente en esta obra, en
esta Historia, en esta “nueva compañía”.
7776
“Fundar, gobernar desde hace tanto tiempo,
los talentos necesarios para gobernarla
bien”: he ahí los dones que Dios ha hecho
a Juan Bautista de La Salle para que realice
su obra en la Iglesia, para “esta nueva
compañía”, para la utilidad y el bien de su
Iglesia. Los Hermanos subrayan la duración
y la permanencia de ese don de Dios: “Desde
hace tanto tiempo, Dios le ha dado y le da las
gracias”. Debemos acudir nuevamente a las
Meditaciones para el tiempo del retiro con el fin de
ver cómo y por qué Dios actúa:
• Dios quiere que sean instruidos todos los
hombres, para que sus mentes sean ilumina-
das con las luces de la fe. (MR 193,1,1).
• Corresponde pues a la Providencia de
Dios... vosotros a quienes Dios ha llamado
a este ministerio... (MR 193,2,2).
• Dios... os ha constituido ministros suyos...
(MR 193,3,1); “Dios os lo exige…” (MR
193,3,2).
• Dios ha tenido la bondad de poner remedio
a tan grave inconveniente con el estableci-
miento de las Escuelas Cristianas… Dios
que ha tenido la bondad de servirse de vo-
sotros para procurar a los niños tan grandes
beneficios. (MR 194,1,2).
• Como sois los embajadores y los ministros
de Jesucristo en el empleo que ejercéis, te-
néis que desempeñarlo como representando
al mismo Jesucristo. (MR 195,2,1).
• Vosotros, a quienes Jesucristo escogió entre
otros muchos para ser sus cooperadores en
la salvación de las almas... (MR 196,2,1).
• Un gran don de Dios, la gracia que os ha
hecho al encargaros de instruir a los niños,
anunciarles el Evangelio y educarlos en el
espíritu de religión (...) pues se trata de la
obra de Dios. (MR 201,1,1).
Esta vinculación establecida por Juan Bautista
de La Salle, en sus Meditaciones, entre el ministe-
rio del Hermano y la presencia activa de Dios en
su obra, los Hermanos la reconocen en la vida
de su Fundador. La fundación de la Sociedad de
los Hermanos es entendida como un acto salví-
fico en el cual Dios habla y se deja ver.
Todo el mundo está convencidoEn lo fondo de esta carta: la Comunidad (todo
el mundo), reitera su confianza fundamental
en la presencia de Dios en la obra realizada
por el señor de La Salle, desde hace tanto
7978
tiempo: a causa de lo que han vivido juntos,
por lo que queda por vivir, considerando que
la Comunidad es parte de la Iglesia, que sirve a
la construcción del Reino. ¡Todo el mundo está
convencido de ello!
Los Hermanos reconocen que Juan Bautista
de La Salle ha respondido fielmente a lo que
Dios le pedía. Ha sabido escuchar, reconocer
sus llamadas en la situación de los pobres,
escuchar su voz en las de sus Hermanos y de los
hijos de los artesanos y de los pobres, encontrar
las respuestas adaptadas y coherentes para tal
propósito. Ha respondido en la fe, discerniendo
las huellas de Dios en esta historia comunitaria
de las Escuelas Cristianas, con unos hombres que
se han afeccionado a él y a la misión específica
de educación cristiana.
A lo largo de toda esta carta, los Hermanos
muestran que han interiorizado la enseñanza
espiritual y la visión de su Padre, así como
el proceso vivido con él, desde hace más de
treinta años. Frecuentemente, su expresión
está muy cercana a las Meditaciones para el retiro y a las diversas fórmulas de votos. Si
los Hermanos tienen ese lenguaje, es porque
están en comunión íntima, de pensamiento
y de corazón, con Juan Bautista de La
Salle, porque es el mismo lenguaje que han
practicado a lo largo de todo su itinerario y
de sus intercambios comunitarios. Por eso La
Salle puede continuar reconociéndose en su
manera de vivir, de hablar, de rezar, de pensar,
de comprender y de releer la acción de Dios en
las Escuelas Cristianas y en su Sociedad.
Esta expresión “todo el mundo está convencido”
domina esta carta. “Todo el mundo”: son los
‘principales Hermanos’, la Iglesia… Este “todo
el mundo” hace la relectura, en algunas frases,
de toda la Historia de las Escuelas Cristianas,
de Juan Bautista de La Salle y de los Hermanos,
juntos. En esta relectura, está Dios y su ‘santa
obra’, está la Iglesia que recibe esta ‘nueva
compañía’ para servir a los niños pobres y
alejados de la salvación, están los Hermanos que
se encuentran desamparados por la ausencia y
el silencio de Juan Bautista de La Salle y que
no saben cómo continuar sin él; está también el
Fundador mismo que está llamado a completar
la obra de Dios comenzada con los Hermanos.
Está también todo el peso del camino recorrido
juntos, de los compromisos asumidos juntos:
de la gloria de Dios que hay que procurar
obedeciendo al cuerpo de la Sociedad; de los
compromisos para el servicio de la Iglesia:
7978
Juan Bautista de La
Salle en el servicio
del gobierno de la
‘nueva compañía’,
la sociedad de las
Escuelas Cristianas,
en el servicio a los
jóvenes.
Dios condujo a Juan
Bautista de La Salle
al desierto, y La
Salle encontró a su
Señor en la Tierra Prometida de la Comunidad:
Grenoble, la carta de los Hermanos de París.
La palabra de la Comunidad devuelve la luz a
su vida. Al hacerlo, los papeles se han, en cierto
modo, invertido: aquellos que recibían de él la
luz en sus existencias, la proporcionan ahora
en la vida del Fundador, hasta tal punto han
asimilado el proyecto de salvación vivido con
él que su palabra puede convertirse en signo.
Juan Bautista de La Salle había dudado de sí
mismo viendo que los esfuerzos de toda su vida
para fundar el Instituto parecían desembocar
en el vacío. Ellos habían tratado de hacer existir
el Cuerpo y éste parecía haberse dislocado, en
la ausencia, los silencios, los malentendidos,
las presiones del contexto social y político. Se
habían consagrado a la asociación y estallaba
en comunidades aisladas, la opción de 1694
de constituir una comunidad autónoma
al servicio de la misión, quedaba como
suspendida, frente a otras posibles opciones
tanto institucionales: la parroquia, la diócesis
o la Iglesia entera, como carismáticas: inventar
una nueva forma de vida consagrada o plegarse
a los modelos existentes.
Aún más profundamente, algo parecía haberse
roto en las relaciones entre Juan Bautista de
La Salle y varios Hermanos, así como en la
obra realizada juntos. Había tratado de ser
un verdadero Padre, y se vio llevado a creerse
incapaz de gobernar, rechazado por sus hijos.
Pero he ahí que el Instituto existe por sí mismo:
sus miembros se reúnen por su propia iniciativa,
el Cuerpo está vivo, quiere hacer frente a los
problemas que padece, se manifiesta tomando la
palabra. La asociación aguanta: los Hermanos
se reúnen en su nombre; se apoyan en ella para
llamar a su Fundador. La comunidad es capaz
de releer y comprender su historia, con él, y de
repetírsela. Es capaz de comprender su propio
compromiso, y el, especial, del Fundador,
como un ministerio dado por Dios.
El Instituto existe por sí mismo: sus miembros se reúnen por su propia
iniciativa, el Cuerpo está
vivo.
8180
No está solo. Sigue siendo uno de ellos. Los
Hermanos, siguiendo a Juan Bautista de La
Salle, hacen una lectura mística de su Historia:
Dios, su proyecto, su actuación, su voluntad.
Reconocen cómo el Fundador le ha dado
respuesta: su proyecto, su actuación, su manera
de discernir la voluntad de Dios y de estar
disponible para ella. Dicen que concretamente,
la obra de Dios, se realiza en esta Sociedad, por
Juan Bautista de La Salle, por lo que han vivido
con él y que quieren seguir viviendo. Dios está
en su historia personal como en la historia de su
Sociedad. Esta historia es también Historia de
salvación, en la Iglesia.
El ministerio de FundadorEl ministerio específico de Juan Bautista de
La Salle no es idéntico al de los Hermanos: su
ministerio concierne a la animación y la vida
de la Comunidad o de la Sociedad; para ellos,
como para nosotros hoy, es la escuela cristiana
o la educación cristiana, ministerio de salvación
integrado en el de la Iglesia. El punto de
encuentro, es en la convivencia de la Asociación
para tener las escuelas gratuitas.
Situando la obra de Dios, el ministerio de Juan
Bautista de La Salle, en la Iglesia, los Hermanos
realizan una lectura del lugar de su ministerio
de su existencia como Sociedad: están en la
Iglesia, lugar y momento de la Historia de la
Salvación de Dios que continúa realizándose.
Dicen a La Salle que para él como para ellos, la
existencia de su Comunidad es indisociable de
la misión eclesial. Se reconocen como porción
de la Iglesia, como lugar donde, en la fe, Dios
habla, actúa, abraza la causa de su pueblo, se
constituye un Pueblo de rescatados.
Es esta obra la que es “la santa obra de Dios”: a
la vez el carisma y el ministerio de Juan Bautista
de La Salle, para la Comunidad, y los carismas
y los ministerios que los Hermanos actuan a
partir del reconocimiento de las necesidades de
los jóvenes, de la Iglesia y de su Comunidad.
Los Hermanos, contemplan su recorrido juntos,
ven y dicen el lugar de Juan Bautista de La
Salle así como su papel determinante como
realizador del proyecto de Dios: “esta santa
obra de Dios que es también la suya, usted la ha
guiado siempre con mucho éxito y edificación”.
Reconocen plenamente la vocación de Fundador,
de institutor de los Hermanos, y la manera como
la ha vivido con ellos y para ellos.
8180
La carta del 1º de abril de 1714: una relectura de los votos (según el Hermano Michel Sauvage) 142
Señor, nuestro muy querido padre, nosotros,
principales Hermanos de las Escuelas Cristia-
nas, preocupados por la mayor gloria de Dios y
el mayor bien de la Iglesia y de nuestra Socie-
dad, reconocemos que es de capital importancia
el que vuelva a tomar las riendas y el cuidado de
esta obra de Dios, que lo es también suya, puesto
que ha sido del agrado del Señor el servirse de
usted para fundarla y guiarla desde hace tanto
tiempo.
Voto del 21 de noviembre 1691
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu San-
to, postrados con profundo respeto ante vuestra
infinita y adorable majestad, nos consagramos en-
teramente a Vos, para procurar con todas nuestras
fuerzas y todo nuestro interés, el establecimiento de
la Sociedad de las Escuelas Cristianas, del modo
que nos parezca seros más agradable y más ven-
tajoso para dicha Sociedad
Voto del 6 de junio de 1694
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, postrado con el más profundo respeto ante vuestra in-finita y adorable Majestad, me consagro enteramente a Vos para procurar vuestra gloria tanto como me fuere posible y lo exigiereis de mí.
Todos estamos convencidos de que Dios le ha dado y le da las gracias y los talentos necesarios para gobernar esta nueva Compañía, que es tan útil a la Iglesia; y es de justicia testificar ahora que usted la ha guiado siempre con mucho éxito y edificación.Voto del 21 de noviembre 1691
Y a este fin, yo Juan Bautista de La Salle, sacerdote, yo Nicolas Wiart, y yo Gabriel Drolin; nosotros, desde ahora y para siempre, hasta el último super-viviente o hasta el total establecimiento de dicha So-ciedad, hacemos voto de asociación y de unión para procurar y mantener el citado establecimiento, sin podernos marchar del mismo ni siguiera en caso de que quedáramos los tres solos en la dicha Sociedad, y que nos viéramos obligados a pedir limosna y vivir de solo pan. Voto del 6 de junio de 1694
Y a este fin, Yo, Juan Bautista de La Salle, sacerdote, prometo y hago voto de unirme y permanecer en so-
8382
ciedad con los Hermanos Nicolas Vuyart, Gabriel Drolin, Jean Partois, Gabriel-Charles Rasigade, Jean Henry, Jacques Compain, Jean Jacquot, Jean-Louis de Marcheville, Michel-Barthélémy Jacquinot, Edme Leguillon, Gilles Pierre y Claude Roussel, para tener juntos y por asociación las es-cuelas gratuitas en cualquier lugar a que sea en-viado aunque me viera obligado, para ello, a pedir limosna y vivir de solo pan o para desempeñar en dicha Sociedad aquello a que fuere destinado, ya por el cuerpo de la Sociedad ya por los Superiores que tengan su gobierno.
Por todo ello, señor, le rogamos muy humilde-mente, y le ordenamos en nombre y de parte del Cuerpo de la Sociedad, al que usted ha prometi-do obediencia, que vuelva a asumir de inmediato el gobierno general de nuestra Sociedad.Voto del 21 de noviembre 1691
Por lo cual prometemos hacer, por unanimidad y por consentimiento común, todo lo que creamos, en conciencia y sin consideración humana alguna, que contribuye al mayor bien de la Sociedad.
Voto del 6 de junio de 1694
Por eso prometo y hago voto de obediencia tanto al cuerpo de la sociedad como a los superiores, cuyos votos tanto de asociación como de estabilidad en dicha socie-dad y de obediencia, prometo guardar inviolablemente toda mi vida.
En fe de lo cual fi rmamos, en París, este primero de abril de mil setecientos catorce, y nos repetimos muy respetuosamente, señor y querido padre nues-tro, sus humildes y obedientes inferiores.Voto del 21 de noviembre 1691
Hecho el 21 de noviembre, día de la Presentación de la Santísima Virgen, de 1691. En fe de lo cual, hemos firmado.Voto del 6 de junio de 1694
En fe de los cual he firmado, en Vaugirard, a seis de junio, fiesta de la Santísima Trinidad, del año 1694. De La Salle.
Los textos hablan por sí mismos, los
paralelismos son sorprendentes, la tonalidad es
la misma. Nos encontramos en el tono de un
compromiso renovado.
8382
VIRema mar adentro
8584
8584
La crisis que atraviesa el Instituto a lo largo de este periodo afecta a la per-sona misma de La Salle, en sus relaciones consigo mismo, con los Herma-nos, con Dios; y a las relaciones de los Hermanos entre sí. Pone igualmente en tela de juicio el lugar de esta comunidad nueva en el paisaje pastoral de la Iglesia de aquel momento así como en la sociedad contemporánea.
Llevar a término “la santa obra de Dios” A lo largo de estos tres años, Juan Bautista de La
Salle aprende a “ir aflojando”: se rinde cuenta
del contraste que existe en las mentalidades,
entre él y varios Hermanos; debe aceptar
que el Instituto no sea “cosa suya”, que esta
Sociedad pueda vivir sin él, y aprender a vivir
todo eso en paz. Sale de la prueba habiendo
encontrado su puesto y el estilo de relaciones
consigo mismo, con los demás y con el Otro,
lo cual le permitirá llevar a término la obra de
Dios que le ha sido confiada.
Los Hermanos, para dar el último paso que
les conduzca a la autonomía, a asumirse a
sí mismos, pero sin ruptura con su historia
común, le dicen y le repiten que lo necesitan
para gobernar, guiar, cuidar… en estos últimos
procesos que los conduzcan hacia ellos mismos.
Con su prudencia habitual, la actitud de
La Salle presenta varias caras: primero, con
relación a los Hermanos de Provenza, solicita
su aprobación y su llamada a París como
Superior; luego, con relación a París, por una
parte, incitando a los Hermanos a recurrir al
Hermano Barthélemy, le deja que solucione
la mayor parte de los asuntos (para enseñar a
los Hermanos a pasar de la asociación con La
Salle a la asociación sin él); por otra parte, no
responde a la cuestión del superior eclesiástico
sobre la manera cómo quedará asegurada su
sucesión, pero se siente muy aliviado cuando
un Hermano responde a su cargo de forma
perfectamente conveniente143. La Salle temía
seguramente que un superior eclesiástico, que
no esté asociado como los demás Hermanos, se
arrogue el cargo de superior.
Él mismo se presenta cada vez más como el
capellán de los Hermanos: cuando el superior
8786
eclesiástico le pregunta cuáles son sus poderes
para confesar, descubre con estupefacción
que no los ha recibido tan amplios de parte
del cardenal de Noailles.
Dos años más tarde, cuando el Hermano
Barthélemy emprende una gira por Francia
para recoger el consentimiento de todos los
Hermanos para celebrar un Capítulo General,
Juan Bautista de La Salle retoma la pluma para
escribir al Hermano Gabriel Drolin, siempre
solo en Roma, anunciándole la próxima
celebración del Capítulo en 1717 y solicitándole
su consentimiento para las decisiones que en él
se tomen 144. Él por su parte, rechazará ocupar
una sede en el Capítulo, contentándose con
suministrarle un reglamento y componer una
oración que, según Blain145, será incorporada a
la oración de la noche de los Hermanos146.
Es también seguro que las heridas íntimas que
ha sentido y que han podido manifestarse en su
silencio con respecto a varios Hermanos, no están
curadas. Cuando Blain escribe su biografía, más
de veinte años después de los acontecimientos
y cuando pregunta a los Hermanos, obtiene el
eco de lo que ellos sintieron durante ese periodo.
Y se constata que sus interrogantes subsisten:
Sin duda que una persona tan prudente y
esclarecida como
él, tuvo importantes
razones para actuar
de esa manera,
pero no podemos
adivinarlas. Tal vez
quiso acostumbrar a
los Hermanos a prescindir de él, y obligarles a
que eligieran a uno de entre ellos como superior,
lo que nunca quisieron hacer en su presencia.
Tal vez, personalmente llevó su humildad y bajo
aprecio que tenía de sí mismo, hasta considerarse
como objeto de maldición y como causa de
todas las desgracias que estaban afligiendo a su
Congregación. Incluso, quizás, llegó a pensar
que algunos de sus propios discípulos estaban de
acuerdo con sus enemigos, y que no podía fiarse
más de unos que de otros. Y, en fin, pudiera
ser que intentara persuadir a sus adversarios de
que ya no se mezclaba más en el gobierno de su
Instituto, con la mira de desarmarlos. Sea como
fuere, ya que nosotros sólo podemos hablar por
suposiciones, ya que el señor de La Salle nunca
quiso explicarse sobre este asunto, aunque con
frecuencia se le insistió para que lo hiciera, su
huida tan oculta y tan precipitada ocasionó los
inconvenientes que siguen.147
Tal vez quiso acostumbrar a los Hermanos a prescindir de él.
8786
“Nunca quiso explicarse sobre este asunto”: por
tanto se fue con su herida y su misterio.
Con los Hermanos, incluidos aquellos de
quienes había sospechado que pactaron con
“su enemigo”, las relaciones han vuelto a ser de
confianza. La carta del 1º de abril de 1714 es –
como hemos visto – un verdadero espejo de su
experiencia de Dios, ahora sabe que la misma
ha pasado a sus Hermanos.
Hay que subrayar la importancia de la Comunidad
(la de Grenoble, pero también la de París, con
esa carta de los “principales Hermanos”) en
la recuperación de equilibrio vivida por Juan
Bautista de La Salle. La dimensión ministerial
de sus compromisos en favor de los jóvenes de
Grenoble, de los Hermanos, de su trabajo de
escritura dirigida hacia ellos (la revisión de los
Deberes del Cristiano), es también esencial.
Los Hermanos de generaciones y de
experiencias diferentes, por las circunstancias,
han aprendido a trabajar juntos, a imaginar su
futuro, cometiendo evidentemente errores en
sus intentos. Es sorprendente descubrir cuan a
menudo en la biografía de Blain, éste nos dice
que los Hermanos de París se reunieron para
decidir, evaluar, dialogar, escribir, o incluso
para despedir a algunos perturbadores… Han
ratificado y tomado a su cargo, los compromisos
de 1691 y de 1694.
La figura del Hermano Barthélemy aparece
más firme, y más lúcida sobre los desafíos
de las decisiones a tomar con el fin de
proporcionar todas sus dimensiones al Instituto
de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
También él, ha integrado a su experiencia de
Dios toda la novedad de “unirme y permanecer
en Sociedad, con… para…”
Sor Luisa aparece como una figura carismática
que, antes incluso de la recepción de la carta del 1º
de abril de 1714 si coincidimos con los biógrafos
(Blain y Maillefer), sitúa al Fundador frente a
sus responsabilidades (el texto ha sido citado
Sor Louise aparece como una figura carismática.
8988
anteriormente). En los comienzos de Reims,
fue el Padre Barré quien desempeñó ese papel
provocador, aquí es una humilde pastora, pero
en ambos casos, el Padre Barré y Sor Luisa son
las voces mediante las cuales el Espíritu se da a
conocer y se hace oír por Juan Bautista de La Salle.
El “cuerpo de la Sociedad” ha comprendido
que “unirse y permanecer en Sociedad” era la
clave de su futuro, profundizando y viviendo
esta dimensión de sus compromisos será como
encuentre su salvación. El Instituto está listo
ahora para aplicar la decisión del 7 de junio de
1694: elegirse un Superior entre sus miembros,
uno que “sea asociado y que haya hecho voto
como ellos”. En 1717, así se hará. Está listo
también para asumir toda la espiritualidad
singular que anima a Juan Bautista de La
Salle y que éste les ha transmitido y continúa
transmitiéndoles, a lo largo de toda su vida. Esta
experiencia de Dios, se ha hecho la suya, se ha
hecho nuestra, finalmente.
Líneas de fuerza Leyendo la carta de los Hermanos, dirigida al
Fundador, vemos aparecer algunas líneas de
fuerza, características del estilo lasaliano:
Es Dios quien conduce la Historia La Historia es en primer lugar una Historia de la
Salvación, y la Historia de las Escuelas Cristianas
es un capítulo de esa Historia de la Salvación
donde se desarrolla el designio de Dios. Las
Meditaciones para el tiempo del Retiro no hablan
de otro modo situándonos de inmediato en ese
designio de Dios, desde la primera Meditación:
• Dios es tan bueno que, una vez creados por Él
los hombres, quiere que lleguen al conocimiento de la verdad148. Esta verdad es Dios mismo
y cuanto Él ha tenido a bien revelarnos, ya
sea por Jesucristo, por los santos apóstoles o
por su Iglesia. De ello quiere Dios que sean
instruidos todos los hombres, para que sus
mentes sean iluminadas con las luces de la
fe (MR 193,1,1).
• Corresponde, pues, a la providencia de Dios
y a su vigilancia sobre la conducta de los
hombres, sustituir a los padres y a las madres
con personas que tengan luces suficientes
y celo para lograr que los niños lleguen al
conocimiento de Dios y de sus misterios; y
que se impongan todo el cuidado y toda la
aplicación posible para asentar en el corazón
de los niños, muchos de los cuales quedarían
abandonados, el cimiento de la religión y de
8988
la piedad cristiana, como buenos arquitectos, según la gracia (de Jesucristo) que Dios les ha dado149 (MR 193,2,1).
• Dios no sólo quiere que todos los hombres lleguen al conocimiento de la verdad, sino que quiere que to-dos se salven150, pero no puede quererlo verda-
deramente si no les da los medios para ello y,
en consecuencia, si no proporciona a los niños
maestros que contribuyan a la realización de
tal designio para con ellos (MR 193,3,1).
El Hermano Miguel Campos ha hecho también
notar151 que las Meditaciones para el tiempo del retiro comienzan con una evocación del Dios
creador, es decir el Génesis, a través de una
cita de san Pablo152, y terminan con una cita
del Apocalipsis de san Juan, en el último punto
de la última meditación153. Es en este espacio
de tiempo de la Historia Sagrada donde se
inscribe la historia de las Escuelas Cristianas.
La vocación de aquellos que se asocian para
tener las Escuelas Cristianas pertenece a la
Historia de la Salvación; y para los Hermanos
que escriben al Fundador el 1º de abril de 1714,
la evocación de Juan Bautista de La Salle, la
vocación de su Comunidad, participan de la
misma Historia. Dios se encarga de guiar a
los hombres para que realicen su designio.
Así es como ha guiado al señor de La Salle.
Corresponde a los cristianos estar atentos a lo
que les pide, de ahí la importancia de la oración
interior, lugar privilegiado donde Dios se da
a conocer; así como da a conocer su voluntad
cuando los Hermanos se reúnen para escucharle
en la realidad de su ministerio, y discernir.
Dios está presente en su obra: nos encontramos
cerca del sentido de la presencia de Dios. Esta
comprensión de la Historia de la Sociedad de
las Escuelas Cristianas y de nuestros propios
itinerarios espirituales, como Historia de
Salvación, es una de las claves del espíritu de
fe en Juan Bautista de La Salle, una dimensión
esencial de la espiritualidad que nos ha legado.
En la Colección de varios trataditos, Juan Bautista
de La Salle parte de esta visión para explicar a
los Hermanos lo que es el espíritu de fe:
La fe debe servir de luz y guía a todos los
cristianos, para conducirlos y dirigirlos por el
camino de la salvación; por lo cual dice san
Pablo154 que “el justo », esto es, el verdadero
cristiano, “vive de fe”; porque se guía y obra
en todo por miras y motivos de fe; Por lo cual
importa sobremanera que los Hermanos de las
Escuelas Cristianas, que tienen como fin de
su Instituto educar a los niños encomendados
9190
a su solicitud en el espíritu del cristianismo, y
procurar inculcárselo, estén tan penetrados y
tan llenos del espíritu de fe, que consideren los
sentimientos y máximas de fe como regla de sus
obras y de toda su conducta, y el espíritu de fe
como el espíritu de su Instituto (CT 11,1,1).
Conviene señalar también que para La Salle
“la fe” es la regla de conducta para “todos los
cristianos”; y que para los Hermanos de las
Escuelas Cristianas, el espíritu de fe se articula
sobre el fin del Instituto: “educar a los niños que
son confiados a sus cuidados en el espíritu del
cristianismo”, “los sentimientos y las máximas
de fe” se convierten en “la regla de sus acciones
y de toda su conducta”.
Más adelante, la Colección al igual que la Regla
de los Hermanos ponen el Nuevo Testamento
leído, meditado, llevado consigo, como regla
de juicio:
Para adquirir este espíritu: Primero, los Hermanos
de esta Sociedad tendrán profundísimo respeto a
la Sagrada Escritura; y para manifestarlo, llevarán
siempre consigo el Nuevo Testamento, y no pasarán
ningún día sin leer algo en él, por sentimiento de
fe, de respeto y de veneración a las divinas palabras
que contiene (CT 11,1,3 et RC 2,3).
Semejante comprensión de la Historia no
nos es dada completamente elaborada, pasa
por el encuentro con Dios, con su Verbo,
con su Espíritu, pasa por el compartir con los
Hermanos. El espíritu de fe es primeramente
una búsqueda, sino un combate.
La obra de Dios es el lugar de la salvaciónLa obra de Dios confiada a Juan Bautista de
La Salle, la que se confía a los Hermanos es el
lugar privilegiado de su santificación. Es inútil
buscar en otro sitio que no sea “en los deberes
de vuestro estado” trabajando en la obra de
Dios, cumpliendo su voluntad, el camino para
llegar a ser santos, es decir cumplir la propia
Diálogo con Dios, en la oración, en la meditación.
9190
vocación cristiana.
También aquí nos
encontramos con
las Meditaciones para el tiempo del retiro así
como con Las reglas que me he impuesto o
la Colección de varios trataditos:• Y la verdadera
razón de esto es que, si cumplen bien la fun-
ción de guías y conductores de las almas de
quienes les están confiados, cumplirán igual-
mente bien sus obligaciones para con Dios;
y Dios los colmará de tantas gracias, que se
santificarán ellos mismos en la medida en
que contribuyan todo lo que puedan a la sal-
vación de los demás.
• ¿Habéis considerado hasta ahora la salvación
de vuestros alumnos como asunto propio
vuestro, durante todo el tiempo en que es-
tuvieron bajo vuestra guía? Pues tenéis ejer-
cicios que se han establecido para vuestra
propia santificación; con todo, si sentís celo
ardiente de la salvación de los que estáis en-
cargados de instruir, no dejaréis de hacerlos y
de referirlos a esta intención.
Haciéndolo así, atraeréis sobre ellos las gracias
necesarias para contribuir a su salvación, tenien-
do la certeza de que, si procedéis de ese modo,
Dios mismo se encargará de la vuestra. En lo
sucesivo, manteneos en estas disposiciones.
(MR 205,2,2).
• 3. Es buena norma de conducta no hacer dis-
tinción entre los asuntos propios de su estado
y el negocio de la salvación y perfección pro-
pias, y convencerse de que nunca se asegura
mejor la salvación ni se adquiere mayor per-
fección que cumpliendo los deberes del pro-
pio cargo, con tal de que se cumplan con la
mira puesta en la voluntad de Dios. Intentaré
tener esto siempre presente. (RP 3,0,3).
• 8. Consideraré siempre la obra de mi salva-
ción y del establecimiento y guía de nuestra
Comunidad como la obra de Dios: por eso le
dejaré a Él el cuidado de la misma, para no
hacer lo que me corresponda en ella, sino por
orden suya; y le consultaré mucho sobre todo
lo que deba hacer tanto en una cosa como en
la otra; y le diré a menudo estas palabras del
profeta Habacuc: Domine, opus tuum. 155
(RP 3,0,8).
• IV. No hagáis diferencia entre los deberes pro-
pios de vuestro estado y el negocio de vuestra
¿Habéis considerado
hasta ahora la salvación de
vuestros alumnos como asunto
propio vuestro.
9392
salvación y perfección. Tened por cierto que
nunca obraréis mejor vuestra salvación, ni
adelantaréis tanto en la perfección, como cu-
mpliendo bien los deberes de vuestro estado,
con tal que lo hagáis con el fin de obedecer a
Dios. (CT 16,1,4).
Para entrar plenamente en la identificación de
los “deberes de vuestro estado” y de “los de
vuestra salvación” evidentemente es necesario el
diálogo con Dios en la oración, la meditación, el
intercambio con las hermanas y hermanos que
comparten nuestro itinerario.
Trabajar para la IglesiaLa carta de los Hermanos del 1º de abril de 1714
subraya la relación entre su compromiso, el del
Fundador y la Iglesia. Lo que dicen de la Iglesia
hace eco a la relación estrecha que Juan Bautista
de La Salle presenta en las Meditaciones para el tiempo del retiro, entre las Escuelas Cristiana y la
Iglesia, lo vimos anteriormente.
Lo que podemos subrayar es que los Hermanos,
aun cuando interpretan el papel de La Salle
como el de hacer nacer y gobernar su Sociedad,
afirman claramente que ésta está al servicio
de la Iglesia, y que ese servicio es su razón de
existir.
La cuestión de la asociaciónEs otro de los grandes temas subyacentes en
esta carta. Hemos visto que los Hermanos se
encuentran, al menos, ante dos opciones en
relación con su futuro.
Según el canónigo Blain, en el caso de los
Hermanos, cada comunidad local se ha vuelto
autónoma y se auto-recluta, ya no existe
noviciado común, la comunidad de París queda
separada de las otras. La asociación ya no existe
más que a nivel local. El “en cualquier lugar a
que sea enviado o para desempeñar aquello
a que fuere destinado” pierde especialmente
mucha de su fuerza. Leyendo a Blain sabemos ya
que todos los intentos de las autoridades locales
(párroco de Versailles, corporación municipal
de Mende) para reservarse en exclusiva un
Hermano y quererlo mantener en su puesto, en
contradicción con el Fundador, terminaron en
catástrofes: pérdida de vocación, conflicto con
La Salle, salida del Hermano.
La otra opción es la que está en funcionamiento
desde al menos 1694, con un compromiso
votal singular: asociarse para tener las escuelas
gratuitas, obedecer a los superiores y al “cuerpo
de la sociedad” para cumplir la misión de la
Sociedad, la estabilidad en esa misma misión;
9392
sin voto de castidad, de obediencia o de pobreza
en el sentido tradicional de estos procesos.
Hay un noviciado común, una preparación
profesional, un superior que no solamente
acompaña a las comunidades sino que las
modifica según las exigencias de la Misión de
educar, unos Hermanos que son cambiables
de una comunidad a otra, de una obra a otra.
Sobre todo existe una espiritualidad común
construida en torno a la Misión y a algunos
textos fundadores: Regla, Guía de las Escuelas Cristianas, Meditaciones para el tiempo del retiro, con encuentros regulares entre los asociados:
los retiros, y con el Superior: la rendición de
conducta, a los que habrá que añadir los pasos
del Superior o de los Visitadores designados
por él… Todo ello con una objetivo pensado
desde los comienzos: que un día el Superior
sea un Hermano, alguien que “sea asociado
y que haya hecho voto como nosotros y
como todos los demás que se nos asociarán a
continuación”156.
Al pedir a La Salle que vuelva (a París) para
“asumir de inmediato el gobierno general de
nuestra Sociedad”, los Hermanos eligen la
segunda opción. La presencia de Juan Bautista
de La Salle entre ellos, con ellos, es necesaria
para dar al proyecto carismático que les es
propio, la forma que habían ideado en 1694.
La cuestión del gobiernoCuando observamos más de cerca esta carta
del 1º de abril de 1714 nos damos cuenta que
la cuestión del “gobierno” de dicha Sociedad y
el puesto que en ella debe ocupar Juan Bautista
de La Salle es esencial. Casi toda la carta gira
9594
en torno a este tema. Ya lo hemos dicho, esta
‘nueva compañía’ carece aún de estatus, tanto en
la Iglesia como en la sociedad civil, es aceptada
y reconocida a causa de los servicios que presta;
además los Hermanos, su entorno eclesiástico,
no sin segundas intenciones por parte de
algunos, se hacen preguntas sobre su futuro. Por
eso no resulta sorprendente encontrar tantas
alusiones al ‘gobierno’ en la carta:
Es de capital importancia el que vuelva a retomar
las riendas y el cuidado de esta obra de Dios…
… ha sido del agrado del Señor el servirse de
usted para fundarla y guiarla desde hace tanto
tiempo.
Dios le ha dado y le da las gracias y los talentos
necesarios para gobernar esta nueva compañía…
Usted la ha guiado siempre con mucho éxito y
edificación.
… Le rogamos… asumir de inmediato el
gobierno general de nuestra Sociedad.
La importancia del verbo “guiar” y de la
expresión “tomar las riendas” es evidente.
Finalmente, la conclusión de la carta, al menos
en la versión difundida entre las comunidades,
hace alusión explícitamente a esta cuestión del
‘gobierno’: “asumir de inmediato el gobierno
general”.
Detrás de todo ello, está naturalmente la persona
y hasta la personalidad de Juan Bautista de La
Salle. Los Hermanos han comprendido que
para completar el paso de una sociedad dirigida
y animada por un personaje carismático, a una
sociedad animada por un Hermano, apoyándose
en “los principales Hermanos” conforme a
la elección de 1694, la presencia activa y el
compromiso del Fundador son indispensables
para preservar el futuro evitando una forma
de institucionalización demasiado precoz,
centrada en la parroquia, y para que el carácter
carismático de la empresa se mantenga.
La pregunta implícita a la que intenta dar
respuesta la carta del 1º de abril de 1714 podría
ser esta: ¿Cuál es la articulación del “Cuerpo de
la Sociedad” con el Fundador que actualmente
responde mejor a la realización de la misión de
la Sociedad de las Escuelas Cristianas?
¿Por qué es necesario, para los Hermanos, que el
señor de La Salle vuelva a “asumir de inmediato
el gobierno general de nuestra Sociedad”?
Los Hermanos se han dado cuenta que las
soluciones tomadas sin él, conducen a una
parcelación excesiva de la Sociedad en pequeñas
células aisladas, la universalidad del proyecto
desaparece; el dinamismo que procura el mismo
9594
noviciado para todos y el impulso central de
los responsables, al desaparecer, cambian la
naturaleza y el estilo de vida de la Comunidad.
Para recuperar la esencia de su misión y de su
identidad: tener por asociación las escuelas
gratuitas, la Sociedad de las Escuelas Cristianas
necesita a Juan Bautista de La Salle, al menos
para hacerle realizar y llevar a término su
novedad en la Iglesia y en el mundo.
Y este tema del “paso” es igualmente candente
hoy día: ¿Cómo pasar del Instituto volcado
hacia la Misión de educar a los “hijos de los
artesanos y de los pobres”, pero caracterizado
también por la “vida religiosa” y sus estructuras,
Patio de la escuela de París.
9796
a una Fraternidad de Hermanos y de Laicos al
servicio de la misma Misión, que sea portadora
del carisma lasaliano y signo en la Iglesia, para
el mundo, especialmente para los jóvenes y
los pobres alejados de la salvación? Todo ello
manteniendo la fidelidad a nuestros orígenes.
En cierto modo, estas preguntas son siempre de actualidad en la vida de los Lasalianos ¿Qué relectura hacemos de nuestras historias
personales, locales, de Instituto? ¿Vemos en
ellas la mano de Dios?
¿Qué lugar ocupa la fe en esa relectura?
¿Cuál es el lugar de la palabra de los ‘hermanos’,
de la Palabra de Dios, de la comunión fraterna,
en estos procesos?
¿Qué enfoque tenemos sobre el designio de
Dios? ¿Sabemos reconocerlo y cómo conocerlo?
¿Sabemos hablar de él con los demás?
La obra en la cual estamos implicados, ¿es
nuestra obra o la obra de Dios? ¿Cuáles son
los signos que nos muestran que es ciertamente
la obra de Dios?
¿Dialogamos con Dios sobre la manera en que
se realiza su obra?
Por ejemplo sobre la cuestión candente de las
vocaciones de Hermanos, ¿Seguimos esperando
vocaciones para reproducir “los momentos
gloriosos” de nuestro Instituto, ¡suponiendo
que los haya habido!, o para dar respuesta a las
necesidades de la Misión de educar hoy?
Dicho de otra manera, ¿estamos convencidos,
en la fe, que Dios continúa dándonos las
vocaciones de Hermanos que necesitamos
para nuestro tiempo? ¿Y que esta sobriedad
que sentimos tan dolorosamente es quizás
su voluntad, con el fin de llevarnos hacia los
tiempos nuevos de la presencia lasaliana en el
mundo?
¿Sabemos hablar de ello con los demás?
¿Y la Iglesia? ¿Cuál es su lugar en nuestros
proyectos, en nuestros compromisos?
¿Construimos la Iglesia, o vamos por cuenta
propia?
¿En qué medida somos también nosotros
profetas, con el fin de hacer que la Iglesia se
mueva, que cambien las orientaciones de la
Iglesia?
La Iglesia, son hombres y mujeres, una jerarquía
ordenada… ¿Qué nos inspira la actitud de Juan
9796
Bautista de La Salle, de los Hermanos, en las
situaciones conflictuales encontradas?
¿Sabemos hablar de ella con los demás?
La Asociación hoy, ¿de quién depende? ¿De los
religiosos Hermanos que hacen votos, de aquellos
que están implicados en la Misión Lasaliana?
¿Quién detenta el carisma lasaliano de la Misión
de educar a los jóvenes y los pobres, siguiendo y
a la manera de Juan Bautista de La Salle, en el
mundo, en la Iglesia?
Si “la Asociación para la Misión” constituye el
núcleo de nuestro carisma, ¿cómo darle vida,
cómo manifestarlo?
¿Sabemos hablar de ello con los demás?
Las cuestiones de gobierno actualmente están
estrechamente vinculadas a las de la asociación
para la Misión de educar, asociación vivida por
los Hermanos y los Laicos, juntos.
¿Qué figura, qué lugar tomará la ‘Fraternidad
Educativa La Salle’ en la Iglesia de Francia,
pero también en el Instituto de los Hermanos, en
Francia, y en el Instituto internacional?
Y puesto que, en algún momento, el proceso
carismático tendrá que institucionalizarse,
¿qué combates estamos dispuestos a librar,
qué gestiones tendremos que cumplir, qué
sacrificios deberemos hacer para que esta
Fraternidad exista para lo que quiere ser:
portadora del carisma lasaliano?
¿Hermanos y Laicos Lasalianos juntos, ¿cómo
volver a encontrar el carisma de los orígenes,
transmitirlo y hacerlo vivir por aquellos o
aquellas, Hermanos y Laicos, asociados para la
Misión, que quieren compartirlo?
¿Qué rostro vamos a dar a este proceso?
¿Sabemos hablar de ello con los demás?
Finalmente, ¿con el fin de inventar juntos
nuestro futuro, sabremos hablar, para los
jóvenes, para los pobres, para el Evangelio?
¿Sabremos estar presentes en la “cita de
Parmenia”, con el fin de escuchar lo que el
Espíritu nos dice, y continuar la historia de
Salvación que se nos confía?
9998
¿DEBEMOS CONCLUIR?
La carta del 1º de abril de 1714 se halla
asociada a la evolución de las relaciones entre
los Hermanos y Juan Bautista de La Salle. No
es sólo la manifestación de una reacción de
los Hermanos frente a una situación que les
escapa o que les parece difícil controlar. La
ausencia de La Salle, su prolongado silencio,
las dudas que pueda tener sobre la lealtad de
ciertos Hermanos con respecto él, han puesto
en marcha una presión renovada por parte
de aquellos que, desde el exterior, quieren
hacerse con el control de la nueva Sociedad.
En realidad en esta carta, los Hermanos
manifiestan la calidad y la profundidad de
las relaciones que existen entre ellos y con el
Fundador. Ya no es sólo el reconocimiento
de la capacidad carismática de La Salle, sino
un testimonio: están como en sintonía con
él, más allá de las distancias, más allá de los
malentendidos.
En 1684, los maestros supieron interpelar a La
Salle sobre el talante de sus solidaridades con
ellos y con la obra de Dios, al servicio de los
pobres. En 1714, van mucho más lejos: le dan
una orden en nombre de la obediencia que
han profesado juntos, porque está en juego el
futuro de la obra de Dios y su coherencia.
Este momento es importante en nuestra
Historia la cual, recordémoslo una vez más,
es Historia de Salvación: es el momento en el
que los Hermanos indican al Fundador que
son capaces de hacerse cargo de su futuro
como Sociedad, como Comunidad al servicio
de una misión singular en la Iglesia; y no es
jactancia, Juan Bautista de La Salle puede
calibrar, por el contenido de su misiva, la
profundidad de su adhesión al proyecto que
juntos llevan adelante.
La carta del 1º de abril de 1714 marca una
etapa decisiva en el proceso de autonomía de
los Hermanos, con respecto al Fundador, una
autonomía, no para separarse, sino para tomar
a su cargo un proyecto: el de la Sociedad de
las Escuelas Cristianas, y llevarlo a buen
fin. Al pedir con tanta fuerza al Fundador
que vuelva para asumir el gobierno de su
Sociedad, alejan a aquellos que buscaban
apropiarse de la obra común y confirman
9998
sus opciones originales: “En el futuro y para
siempre…”. Están en comunión espiritual
con el Fundador. Se han vuelto hacia él. Y
realizan ese proceso volviendo a sumergirse
en sus orígenes, puesto que recurren a lo que
les ha constituido como cuerpo al servicio de
la obra de las Escuelas Cristianas, en 1694, el
6 de junio con los votos para siempre – entre
ellos el voto de obediencia al “cuerpo de la
Sociedad” – y el 7 de junio con la elección de
Juan Bautista de La Salle como superior, y la
cláusula de que después de él, el Superior será
un Hermano.
Han sabido llevar a buen término el diálogo
que mantenían con Juan Bautista de La
Salle sobre el futuro de la Sociedad, sobre el
futuro de la Asociación para tener las escuelas
gratuitas, no mediante argumentos jurídicos,
estableciendo estatutos, sino compartiendo y
renovando en profundidad los lazos humanos
y los lazos espirituales que los unen. Su futuro
estará en continuidad con lo que han vivido
hasta entonces.
La carta del 1º de abril de 1714 pone en
marcha al “Cuerpo del Instituto”; es, en sí
misma, acción de dicho Cuerpo. Es expresión
de la Asociación para tener las escuelas
gratuitas pues es ciertamente gracias a que
los Hermanos y Juan Bautista de La Salle se
han asociado para hacer llegar el Reino de
Dios entre “los hijos de los artesanos y de
Vista sobre la cruz de Parmenia.
101100
los pobres”, que pueden hablar, que pueden
hablarse y reconocerse.
Entonces, ¿debemos concluir? Ciertamente
no, pues esta historia de nuestros orígenes es
también nuestra historia actual y la estamos
continuando, no se detiene en 1714 o en
1719 o en 1725 o en 1904 o en 1966… Nos
corresponde a nosotros vivirla y escribirla en
2014, con aquellos o aquellas que comparten
el carisma que nos legó Juan Bautista de La
Salle: la Fraternidad para cumplir la obra de
Dios con los jóvenes, en favor de los pobres.
Nuestros Hermanos del siglo XVIII nos han
dado una oración que se ha dicho en nuestras
comunidades hasta 1966, uno podría pensar
que este texto también se hizo eco de la
oración que el Fundador dio a los Capitulares
del Primer Capítulo General (1717). Esta
oración dirigida al Espíritu Santo hace de la
asociación, un enfoque universal:
Espíritu Santo, desciende sobre nosotros para santificarnos, llena nuestros corazones de tu santa gracia y enciende en nosotros el fuego de tu divino amor; y así como has uni-do un gran número de diferentes naciones en una misma fe, confírmanos también en la fe y en la unión que nos has dado y que no podemos conservar más que gracias a ti.
Hermano Jean-Louis SCHNEIDERCaluire, Navidad 2013.
Traducción: Hno. José Martínez Ramos
101100
NOTAS
1 Sobre este personaje, ver más adelante, ‘El pleito Clé-ment’ y sus consecuencias: ¿una crisis con los Herma-nos?, p. 13-16.
2 Para lo esencial de mi objetivo me apoyaré sobre el re-lato de Blain (CL 8. Capítulos IX a XIII del Libro terce-ro de su biografía; así como sobre el texto del Hermano Henri Bedel, ORÍGENES. 1651 – 1726. Un tiempo de incertidumbres, p.142 a 151. La biografía del canónigo Jean Baptiste Blain es la más detallada y la más circuns-tanciada. No obstante sus opciones religiosas y hagio-gráficas así como su eclesiología y su dramatización de los hechos no dejan de plantear algunos interrogantes. El recurso a la biografía escrita por el sobrino de Juan Bautista de La Salle, dom François-Élie Maillefer (edi-ción de 1980) ( JM Valladolid, Tomo I.) , será útil para equilibrar el texto de Blain.
3 Carta al Hermano Gabriel Drolin del 5 de diciembre de 1716, LA 32,6.
4 MF 160,3,2.
5 MR 207,3,1.
6 Lo que escribió: Hay cosas, incluso, que la cortesía exige en unos sitios particulares y que en otros lugares están totalmente prohi-bidas; pues lo que se debe hacer en la casa del rey o in-cluso en su cámara, no se debe hacer en otros lugares, ya que el respeto que se debe profesar a la persona del rey exige que en su casa se tengan ciertas atenciones que no es necesario observar en la de un particular. (RU 0,0,12).También hay que comportarse de manera distinta en la casa propia que en las casas de los otros; y en casa de per-
sona conocida que en la del que no se conoce (RU 0,0,13).Puesto que la urbanidad exige que se tenga y manifieste con unos cierto respeto particular que no se debe, y hasta podría ser descortés, manifestarlo a otros; cuando se en-cuentra o conversa con alguien, hay que prestar atención a su calidad, para tratarlo y actuar con él de acuerdo con lo que pide su calidad. (RU 0,0,13).También hay que considerarse a sí mismo y lo que uno es, pues quien es inferior a otros tiene obligación de mostrar sumisión a los que le son superiores, ya por su nacimien-to, o por su empleo, ya por su calidad, y manifestarles mucho más respeto que el que les mostraría otro que fuera igual que ellos. (RU 0,0,14).Por ejemplo, un campesino debe mostrar externamente más reverencia a su señor, que un artesano que no depen-da de él; y este artesano debe mostrar mucho más respeto a dicho señor que un gentilhombre que fuera a visitarlo. (RU 0,0,14).
7 Frère Jean Pungier, Cahiers Lasalliens 58, 59, 60, La Civilité de Jean-Baptiste de La Salle, Ses sources. Son Message. Roma 1996, 1997, 2000.
8 Es un libro de lectura para los alumnos ya avanzados en ese campo, es decir que dominan la lectura corriente.
9 Ver Frère Jean Pungier, CL 58, « De l’éducation chré-tienne des enfants », de l’abbé Alexandre Varet, p. 270 a 284; en CL 59, p. 209 – 211.
10 DC 30,4. Instrucción 4, Para el tiempo de carnaval.
11 Ver DC 1, 205,0, 9-11 ; 206,0,11-15 ; 206,0,2-9 ; 207,0,7 ; 209,0,8-9 ; 210,0,3.
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12 Blain, CL 8, p. 72.
13 Entre otros, declarar la guerra a su nieto, el rey Fe-lipe V, para expulsarlo del trono de España, Luis XIV dice que son “condiciones contrarias tanto a la justicia como al honor del nombre francés”.
14 Frère Henri Bédel, ORIGINES. 1651 – 1726: Les écoles pour les enfants des « Nouveaux convertis », p. 137 à 141.
15 Blain, CL 8, p. 81-82.
16 Según la expresión de Emmanuel Le Roy Ladurie en Histoire du climat depuis l’an Mil, Primer volumen, p. 156, Champs / Flammarion, 1996.
17 Blain, CL 8, p. 59-60.
18 Blain, CL 8, p. 86.
19 Notemos que los luteranos como los calvinistas son tanto, sino más agustinianos. Por tanto no es una excep-ción católica.
20 Recordemos que los “Parlamentos” bajo el Antiguo Régimen son ante todo tribunales de justicia civil y pe-nal, sus miembros no son elegidos, sino que compran su cargo de juez, el cual puede transmitirse de padre a hijo. Están también encargados de registrar las leyes o los edictos emitidos por el rey, y de verificar que no entren en contradicción con otras leyes, en cuyo caso pueden emitir ‘remontrances’ (recriminaciones). Era sobre esta disposición sobre la que se apoyaban para oponerse al poder real. El Parlamento más importante es el de París, su jurisdicción abarca los 3/5 del reino.
21 Por eso, hasta cuando se trata de cuestiones teoló-gicas, el pequeño juego político continúa; el hecho de estar animado por el papado no por ello realza el nivel.
22 Así sucede con Jean-Louis de La Salle, canónigo de Reims, hermano del Fundador, o con Dom François-Élie Maillefer, benedictino, su sobrino y su biógrafo.
23 Estas posiciones se volverán a encontrar en las divi-siones de la Orden del Clero durante los Estados Gene-rales de 1789, y sobre todo en la Constitución Civil del Clero en 1790.
24 Ver las Memorias de la corte de Luis XIV del duque de Saint-Simon.
25 Ver Frère Augustine Loes, The First De La Salle Brothers 1681-1719, (USA, 1999), traducción al fran-cés, Frère Jean-Louis Schneider, Les premiers Frères de Jean-Baptiste de La Salle, 1681-1719, en la página Web de los Archives del Distrito de Francia, 2013.
26 Ver Frère Félix-Paul. FSC. LES LETTRES DE SAINT JEAN-BAPTISTE DE LA SALLE. Edición crítica. Procure Générale. París.1954, p. 218. Nota 3.
27 Ver más adelante, p. 27-34: “Prometo y hago voto de unirme y permanecer en Sociedad con… para...”
28 Ver más adelante, p. 43-45, algunos elementos de in-formación sobre el Hermano Irénée.
29 Para cualquier información sobre los primeros Her-manos, ver: Augustine Loes FSC. The First De La Salle Brothers. 1681-1719. 1999. Christian Brothers Confe-rence. USA, sobre el Hermano Barthélemy: p. 167 a 200 de la traducción en francés.
30 El Hermano Gabriel Drolin está en Roma.
31 “Compañía” hace pensar también a la “Compañía de Jesús”, familiarmente los “Jesuitas”.
32 Ver Frère Augustine Loes, The First…, traducción en francés: sobre el Frère Michel, p. 74-76.
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33 San Vicente de Paúl dirá a sus Hijas de la Caridad, para caracterizar su modo de vida: “No teniendo más monasterio que la casa de los enfermos, por celda una habitación de alquiler, por capilla la iglesia parroquial, por claustro las calles de la ciudad, por clausura la obe-diencia, no teniendo que ir más que a las casas de los enfermos o a los lugares necesarios para su servicio, por reja el temor de Dios, por velo la santa modestia… deben tener mucha más virtud que si fuesen profesas en una orden religiosa”. (Citado por Bernard HOURS, en L’Église et la vie religieuse dans la France moderne, XVIe – XVIIIe siècle, p. 193, PUF, 2000). Nicolas Barré tiene una posición semejante cuando es-cribe en los Estatutos y Reglamentos de las Escuelas Cristianas y de caridad del Santísimo Niño Jesús: “Vi-virán en comunidad, sin hacer votos ni guardar clau-sura, bajo la guía de un superior o superiora, al cual estarán obligados a obedecer con puro y santo amor, y con la resolución de permanecer en unión de espíritu, de corazón y de empleo, con todas las personas de esas escuelas de caridad, donde nadie será admitido ni re-cibido, si no tiene estas santas disposiciones” (Nicolas Barré, Œuvres Complètes, p. 172-173, Cerf, 1994). Ni-colas Barré se dirige aquí tanto a los Hermanos como a las Hermanas que ha fundado. Ahora bien, Barré es uno de los principales inspiradores de La Salle, en particular en los comienzos de Reims. Vivir así, en comunidad, con un proyecto común, con las apariencias exteriores de la vida religiosa pero sin hacer los votos de religión era ciertamente una manera de existir para las “comunidades nuevas”, de hombres y mujeres, de la época. La sociedad civil y la Iglesia aceptaban estas modalidades, sin tratar de legislar para ellos, pero siempre bajo la supervisión de un clérigo. Obsérvese también que las “comunidades nuevas”
masculinas son habitualmente clericales, aun cuando contengan también “hermanos”. La “Comunidad de las Escuelas Cristianas”, con su exclusividad de laicos y su opción ‘universal’, es pues una excepción en la época.Ver Hermano Maurice-Auguste, Cahiers Lasalliens 11, L’Institut des Frères des Écoles chrétiennes à la re-cherche de son statut canonique : des origines (1679) à la bulle de Benoît XIII (1725), Capítulo VIII, Las pri-meras coordenadas jurídicas de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, p. 102-107 ; Roma, 1962.
34 Ver CL 11, p. 128 a 130. El Hermano Maurice-Au-guste cita el texto de los Hermanos de Rouen in-extenso.
35 Ver Hermano Maurice-Auguste, Cahiers Lasalliens 11. Ver también Hermano Michel Sauvage, Cahiers La-salliens 55, Jean-Baptiste de La Salle et la Fondation de son Institut. Frères consacrés en Église pour le Monde, La consagración de los votos en los orígenes, p. 155 à 193. Roma, 2001.
36 Ver MF 60, Para el 7º domingo después de Pentecos-tés. Que la santidad no consiste en el hábito, sino en las acciones.
37 Blain, CL 8, p. 72. Desafortunadamente esta memo-ria no ha llegado hasta nosotros.
38 El abate Jean-Charles Clément es hijo de Julien Clé-ment, cirujano de Louis XIV y ennoblecido por haber logrado llevar a buen fin los partos de varias princesas reales. Jean-Charles Clément no es sacerdote, sino cléri-go tonsurado con el fin de cobrar las rentas de la abadía de Saint-Calais (en el departamento de la Sarthe; en el siglo XVII: la provincia del Maine). Posteriormente, el abate Clément acabará mal, implicado en asuntos de falsificación de moneda en la época de Law, será desti-tuido de la nobleza y condenado a muerte, conmután-
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dosele la pena por encarcelamiento en una fortaleza (Pierrecize, en la salida norte de Lyon).
39 Blain, CL 8, p. 72 à 76.
40 Ver Blain, CL 8, p. 74.
41 Ver Blain, CL 8, p. 74.
42 Ver Blain, CL 8, p. 73-74.
43 Ver Blain, CL 8, p. 76.
44 Durante el Antiguo Régimen, la autoridad paterna se ejerce hasta los veinticinco años para las hijas y trein-ta años para los varones. La mayoría de edad es a los veinticinco. Ver el artículo « MAJORITÉ » en el Dic-tionnaire du Grand Siècle, Fayard, 1990, p. 946, artícu-lo firmado por François BLUCHE.
45 Blain, CL 8, p. 77. En aquella época, en este tipo de asuntos, los procedimientos son siempre escritos, y no existe alegato, los jueces deciden sobre los documentos.
46 Blain, CL 8, p. 78.
47 Blain, CL 8, p. 79.
48 A lo largo de todo su escrito, a propósito del “enemi-go del santo”, Jean-Baptiste Blain embarulla las cosas a placer, con el fin de no dar a conocer la identidad de este personaje a sus lectores, hasta el punto que a veces podemos preguntarnos si no se trata de una figura li-teraria cómoda para explicar los fracasos y las dificul-tades del Fundador.
49 Maillefer, (1980), p. 251-252. Maillefer ni siquiera da el nombre del principal protagonista, el abate Clément, mientras que Blain dedica a esta historia todo el capítu-lo IX de su tercer libro (p. 72 à 81).
50 Blain, CL 8, p. 79.
51 Blain, CL 8, p. 79. Una vez más, Blain se coloca en el papel de su héroe y le hace hablar. Maillefer, por su parte, no habla en modo alguno de esas circunstancias y del malentendido. Pero Blain está ciertamente mejor documentado que el benedictino.
52 Blain, CL 7, p. 284-285.
53 Blain, CL 8, p. 80.
54 Maillefer no sitúa en absoluto este viaje en un clima de tensión o de huida: “Estaba tan poco preocupado por sus negocios temporales, que en el mismo tiempo en que se le perseguía con más calor para hacerle dejar esa casa, se marchó para visitar sus nuevas escuelas en Provenza”. (Maillefer, 1980, p. 252). JM Valladolid, Tomo I, p. 551.
55 Sobre el tema de los peligros corridos por el Fun-dador durante estos viajes, Maillefer es tan alarmista como Blain, aunque sea menos explícito. Ver Maillefer, 1980, p. 252. JM Valladolid, Tomo I, p. 551.
56 Blain, CL 8, p. 81 à 83.
57 Blain, CL 8, p. 82.
58 Blain, CL 8, p. 84. El comentario de Maillefer es interesante: “Establece un noviciado en Marsella. La disposición favorable que encontró en estas personas en apoyo de su Instituto, le llevó a pensar en estable-cer también un noviciado en Marsella. Se sintió más inclinado a la idea al ver que este establecimiento le facilitaría el medio para formar sujetos salidos del país mismo, que podrían estar en mejores condiciones de producir fruto que aquellos a quienes pudiera enviar, que no se adaptaban al aire y a las costumbres de la Provenza”. (Maillefer, 1980, p. 255) JM Valladolid, Tomo I, p. 553. El biógrafo subraya bien las diferencias
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culturales. También se extiende bastante más que Blain sobre este noviciado. (Maillefer, 1980, p. 255 et 256). JM Valladolid, Tomo I, p. 553 y 554.
89 Blain, CL 8, p. 85. Según Maillefer: “Las escuelas se multiplican en Marsella. Sin embargo su noviciado se aumentaba todos los días y tenía razón para prome-terse un éxito mayor que lo imaginado. Quienes habían sido los primeros impulsores no descuidaban nada para sostenerlo y ellos mismos trabajaban en extender y mul-tiplicar las escuelas gratuitas en la ciudad, donde habían tenido cuidado de dotarlas de fondos, cuyo único fin era poner en ellas a los Hermanos. Es cierto que aún quedaron varias parroquias desprovistas de esta ayuda. Se convino establecerlas en ellas. Se comprometió con este fin a un padre jesuita que predicaba en la parroquia de San Martín, para que exhortara a su auditorio a cola-borar con tan buena empresa. Le escucharon favorable-mente y todos quisieron contribuir, de manera que muy pronto los fondos fueron suficientes para comenzar”. (Maillefer, 1980, p. 256) JM Valladolid, Tomo I, p. 553.
60 LA 22,9, al Hermano Gabriel Drolin, en una carta con fecha del 16 de abril de 1706. Sin embargo, habrá que esperar a 1723 para que esa previsión se realice.
61 Blain, CL 8, p. 84.
62 He aquí el texto de su obediencia: “El que suscribe, sacerdote, doctor en Teología, Superior de los Herma-nos de las Escuelas Cristianas, declara a todos aquellos a quienes corresponda, que envía a nuestro carísimo Hermano Joseph, de la citada Sociedad, a visitar las casas de Moulins, de Dijon, de Troyes, de Reims, de Rethel, de Laon, de Guise, de Calais, de Boulogne, de Rouen, de Saint-Yon, de Darnétal, de Chartres, de Ver-sailles et de Saint-Denis, dependientes de la citada So-
ciedad de las Escuelas Cristianas. En fe de lo cual firma las presentes. Dado en París, el dieciséis de noviembre de mil setecientos once. De La Salle. (LA 137).
El Hermano Augustine Loes comenta así este docu-mento: “El Fundador, probablemente, preparaba en-tonces su viaje hacia Marsella y las demás comunidades de Provenza. Otorga una muy amplia autoridad al Her-mano Joseph sobre las comunidades al Norte del Loira, con excepción de París, donde el Hermano Barthélemy residía con los Novicios. Muestra así la grandísima confianza que tenía en este Hermano”. (The First…, p. 81 de la traducción francesa).
63 Blain, CL 8, p. 85.
64 Blain, CL 8, p. 87.
65 Blain, CL 8, p. 86. Maillefer relata acontecimientos semejantes bajo el título: “Relajación de varios Herma-nos » (Maillefer, 1980, p. 257). JM Valladolid, Tomo I, p. 554.
66 Blain, CL 8, p. 87.
67 En 1720, este obispo será uno de los héroes de la úl-tima epidemia de peste conocida en Francia, epidemia que se desarrollará a partir de Marsella.
68 Blain, CL 8, p. 88. Para Maillefer, las razones de la retirada de Monseñor de Belsunce son las mismas que las presentadas por Blain: “Se indispone al señor obispo de Marsella sobre este asunto” (Maillefer, 1980, p. 259). JM Valladolid, Tomo I, p. 555.
69 Según Maillefer, sería el párroco de San Martín quien estaría en el origen de tales dificultades: ver Maillefer, 1980, p. 258-260 JM Valladolid, Tomo I, p. 555-557.: “El señor cura de esta parroquia… no gus-
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taba de muchas de las prácticas que se usaban entre los Hermanos, para la instrucción de los niños, obstaculizó secretamente este proyecto (p. 258). Pero ¿de dónde ob-tuvo Maillefer esta información?
70 Ver Maillefer, 1980, p. 261 (sobre el noviciado y los famosos panfletos difamatorios).
71 Blain, CL 8, p. 93. Maillefer califica a estos Herma-nos de “temerarios” (Maillefer, 1980, p. 261-262).
72 Blain, CL 8, p. 93 – 94. Ver también Maillefer, 1980, p. 266-267.
73 Blain, CL 8, p. 94.
74 VH 1,0,2.
75 Blain, CL 8, p. 96.
76 Blain, CL 8, p. 96. Maillefer escribe: “Comenzó a pensar si su empresa venía de Dios. Recurrió a la ora-ción, pero no experimentaba ya aquellos favores que solían suavizar sus penas en medio de la tentación”. (Maillefer, 1980, p. 263). JM Valladolid, Tomo I, p. 557.
77 Ver la Meditación 20, para el 4º domingo de Cua-resma: “Del abandono a Dios en las penas y las seque-dades” y la Meditación 71 para el 18º domingo después de Pentecostés: “De los medios con que pueden curarse las enfermedades espirituales, tanto voluntarias como involuntarias”.
78 Más adelante, descubriremos que piensa lo mismo con respecto de París: es su misma persona la causa de las dificultades encontradas por el Instituto y más vale desaparecer. No volverá a París hasta que sus “enemi-gos” hayan fallecido.
79 Blain, CL 8, p. 97. Ver Maillefer, 1980, p. 262-263. JM Valladolid, Tomo I, p. 557-558: “El señor de La
Salle cede a la tormenta y se retira a la ermita de San Maximino” y “Desea terminar allí sus días”.
80 Blain, CL 8, p. 98.
81 Maillefer, 1980, p. 264. JM Valladolid, Tomo I, p. 558.
82 Blain, CL 8, p. 98 – 99. Maillefer no hace mención del segundo paso por Mende. Según él, Juan Bautista de La Salle va directamente de Marsella (la Sainte-Baume) a Grenoble. Ver Maillefer, 1980, p. 268: “1714. Se retira a Grenoble”. JM Valladolid, Tomo I, p. 560.
83 Blain, CL 8, p. 100. Ver también Maillefer, 1980, p. 269-270.
84 Blain, CL 8, p. 99. Lo cual hace aparecer este tiempo de Grenoble como una “refundación”: en Reims, en los comienzos el señor de La Salle vivía de la misma forma. Ver Blain, CL 7, p. 182, 229-230.
85 Ver Blain, CL 8, p. 104. Según Blain, CL 8, p. 54, Juan Bautista de La Salle habría conocido a Jean d’Yse de Saléon en San Sulpicio. No puede haber sido en el seminario pues Yse de Saléon nació en 1671 y La Salle fue estudiante allí de 1670 a 1672 (Hermano Saturnino Gallego, Vida y Pensamiento de San Juan-Bautista de La Salle, p. 76, nota 86).
86 Maillefer, 1980, p. 274, hace del “Señor cura de Sa-léon, el señor del lugar”.
87 Blain, CL 8, p. 103 – 105. Ver también Maillefer, 1980, p. 273 à 276. En su relato, Maillefer no admite más que quince días de presencia de Juan Bautista de La Salle en la colina de Parmenia: “Y después de ha-berse ayudado mutuamente con sus saludables conse-jos, durante los quince días que pasó en aquella soledad,
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regresó a Grenoble…” (p. 275). JM Valladolid, Tomo I, p. 564. Ver también Cahiers Lasalliens 57, p. 80. La ermita de Parmenia tenía un capellán, el padre Joachim Bottu que residía allí desde 1712.
88 En aquella época se solía confundir a María Mag-dalena con María, la Hermana de Marta y de Lázaro. No obstante en la meditación 144 de Juan Bautista de La Salle, “sobre María Magdalena”, esta confusión no aparece. María Magdalena es una de las santas mujeres sobre cuya vida le gusta meditar a la Escuela Francesa de espiritualidad, el cardenal Bérulle escribió una Ele-vación sobre santa Magdalena que figura en sus Obras Completas, tomo 8, p. 411 a 494, Cerf, 1996. La Me-ditación 147, de Juan Bautista de La Salle trata sobre santa Marta.
89 Blain, CL 8, p. 97; Maillefer, 1980, p. 265 JM Val-ladolid, Tomo I, p. 559: “Es cierto que durante el tiem-po en que sintió mayor agitación, con pensamientos contradictorios por los asuntos que le suscitaban sin descanso, tuvo varias veces la idea de retirarse a al-guna parroquia de París para dedicarse únicamente a la conversión de los pecadores, hacia los cuales sentía mu-cha inclinación, y abandonar enteramente su Instituto en manos de la Providencia.
90 Sorprendente, este diálogo, reconstruido por Blain, con esta pastora que no sabía leer y que, evidentemente, no hablaba el francés del Norte sino una patois cercano al latín.
91 Blain, CL 8, p. 99. Ver también Maillefer, 1980, p. 268, 270. « Se retiró a Grenoble, donde encontró a los Hermanos en gran paz, y resolvió permanecer con ellos el mayor tiempo que fuera posible. Escogió el lugar más
retirado de la casa y el menos cómodo, para dedicarse en él a la oración. Permaneció así varios meses, desco-nocido y como olvidado, sin recibir a nadie y sin hacer visitas, saliendo de él sólo para asistir a los ejercicios regulares, a las horas señaladas”» (Maillefer, 1980, p. 268). JM Valladolid, Tomo I, p. 560.“Regresa a Grenoble donde vive escondido. Volvió a su soledad, repleta su mente de las cosas edificantes que acababa de dejar, y redobló su amor por el recogimiento y el silencio, del cual acababa de ver ejemplos tan sen-sibles. Dejaba de lado todo lo que podía distraerle de la oración. Empleaba en ella la mayor parte de su tiempo, de manera que se tenía la certeza de encontrarle en el oratorio. Y aunque tuviera algún asunto urgente, no se dispensaba de dedicar a la oración la mayor parte del día” (Maillefer, 1980, p. 270). JM Valladolid, Tomo I, p. 561.
92 Blain, CL 8, p. 101. Maillefer (1980, p. 270) JM Val-ladolid, Tomo I, p. 561. es mucho más sucinto sobre este episodio: “Da clase en Grenoble. Sin embargo, se vio obligado a ceder durante algún tiempo, por la nece-sidad de la escuela. El Hermano que estaba encargado de la escuela de la parroquia de san Lorenzo empren-dió, por orden suya, un viaje largo por asuntos del Insti-tuto; él se vio obligado a reemplazarle durante la ausen-cia y le sustituyó en la clase. Se aplicó a instruir a los niños con una atención y una caridad que se podía dejar de admirar. Los padres quedaron muy edificados por ello, y concibieron tan alta idea de su virtud que desde entonces sólo le llamaban el santo sacerdote”. Según él, se trata de un episodio educativo molesto (“se vio obligado…”) que distrae al Fundador de sus actividades ascéticas o intelectuales.
93 Blain, CL 8, p. 101.
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94 Blain, CL 8, p. 102. Esta edición corregida fue recha-zada por el impresor (en el contexto de la crisis jansenis-ta con la promulgación de la bula Unigenitus, sería por temor a los problemas) y no ha llegado hasta nosotros. Ver Maillefer, 1980, p. 271. Por lo demás no sabemos demasiado cuales serían “las otras obras” en las que ha-bría trabajado La Salle. Sobre esta edición rechazada, ver Cahiers Lasalliens 20, p. V-VIII.
95 Blain, CL 8, Capítulo XII.
96 Maillefer es muy discreto sobre esta crisis institu-cional de París y sus repercusiones: Maillefer, 1980, p. 277 à 280. JM Valladolid, Tomo I, p. 564-567. Señala que las casas “de París y de las otras provincias sufrían mucho por su prolongada ausencia” (p. 277) (p. 564), la gestión del Hermano Barthélemy para establecer un sistema de superiores eclesiásticos “podía tener conse-cuencias perjudiciales para el Instituto” (p. 278) (p. 565). A diferencia del canónigo Blain, Maillefer no habla en parte alguna de ningún “enemigo oculto del santo” que hubiese querido adueñarse de su obra y dejar de lado, al menos en las obras sulpicianas, al señor de La Salle.
97 Blain, CL 8, p. 107-108. Maillefer confirma implíci-tamente que Juan Bautista de La Salle no otorgó ningún poder particular al Hermano Barthélemy al partir en 1712: “El Hermano Barthélemy, a quien el señor de La Salle había encargado del cuidado de su noviciado de París en su ausencia…” (Maillefer, 1980, p. 277) JM Valladolid, Tomo I, p. 565. No obstante, el biógrafo familiar no se extiende mucho sobre este hecho, estan-do globalmente de acuerdo con Blain sobre los incon-venientes de esa ausencia de precisión a propósito del superior de los Hermanos de París.
98 Maillefer lo confirma al hablar de “algunos sujetos
díscolos” que el Barthélemy, apoyado por los Hermanos más acreditados, tuvo que despedir (Maillefer, 1980, p. 277-278) JM Valladolid, Tomo I, p. 565.
99 Blain, CL 8, p. 108. El análisis del biógrafo, aunque dramatiza los hechos, finalmente es muy justo: Blain subraya los desafíos y los riesgos de la situación que la ausencia y el silencio prolongados del señor de La Salle están provocando.
100 Blain, CL 8, p. 111. El biógrafo utiliza muy bien la comparación con las comunidades femeninas.
101 Blain, CL 8, p. 112.
102 Recordemos que Godet des Marets es pariente de Madame de Maintenon y uno de los que le ayudaron a establecer la Casa de Educación de Saint-Cyr para las jóvenes de la nobleza pobre.
103 Blain, CL 7, p. 370.
104 Según toda probabilidad, Juan Bautista de La Salle consultaba antes de aceptar la apertura de una nueva comunidad: a eclesiásticos amigos, a los Hermanos. Podía también enviar a un Hermano como avanzadilla: Mende, Brest… aún a riesgo de tener que retirarlo si las cosas no funcionaban, como en Guipavas (Brest). El Hermano Barthélemy procede de la misma manera, reúne a los Hermanos veteranos más cercanos: Blain, CL 8, p. 111 (los “principales de entre los Hermanos”; Maillefer, 1980, p. 278 JM Valladolid, Tomo I, p. 565 (los “más acreditados de la comunidad”).
105 Blain, CL 8, p. 113. Eso es afortunadamente lo que sucederá con la elección del Hermano Barthélemy como Superior General de los Hermanos en 1717, pero fue posible gracias a la presencia del Fundador entre los Hermanos.
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106 Blain, CL 8, p. 113. Blain parece aquí muy críti-co y hasta bastante duro con el Hermano Barthélemy: “no se puede excusar la debilidad” (la debilidad no es una excusa). Más tarde hará su elogio en su Abrégé de la vie du Frère Barthélemy, premier Supérieur Général de la Société des Frères (CL 8). Después de la elección del Hermano Barthélemy y la muerte de La Salle, Blain continuará siendo el superior eclesiástico de los Herma-nos de Rouen y de Saint-Yon, y será a él a quien acuda el Hermano Timothée para escribir una biografía oficial del Fundador.
107 Blain, CL 8, p. 114.
108 Estos “principales Hermanos” aparecen nueva-mente en la carta del 1º de abril de 1714 y en diversas otras ocasiones a partir de este episodio.
109 Blain, CL 8, p. 115 - 116. Evidentemente nos pode-mos preguntar sobre la historicidad de esta reconstruc-ción de Blain, no estaba en París y escribía veinte años después de los acontecimientos.
110 Maillefer, 1980, p. 279, JM Valladolid, Tomo I, p. 566 habla de este asunto como de un “éxito”.
111 Blain, CL 8, p. 111.
112 Blain, CL 8, p. 149. Si se sigue la cronología de Blain, esta carta del abate Vivant, con fecha del 4 de abril de 1714, que mantiene el statu quo antes en lo concerniente a la Regla, es posterior en algunos días al correo que los principales Hermanos dirigen a La Salle.
113 Ver en Cahiers Lasalliens 57, p. 178-181, el estudio del Hermano Michel Sauvage que sitúa en paralelo el relato de Blain y el texto de la carta de los Hermanos del 1º de abril de 714.
114 Blain, CL 7, p. 186
115 Blain, CL 7, p. 187; ver también la Meditación 67, para el 14º domingo después de Pentecostés: “Del aban-dono en la Providencia”.
116 Blain pone comillas a lo largo de todo este pasaje, y hace hablar directamente a su personaje, pero Juan Bautista de La Salle, ¿habrá dejado algún documento escrito de esas reflexiones o es una reconstrucción ima-ginada por el biógrafo?
117 Blain, CL 7, p. 187-188. También aquí, Blain hace hablar a los maestros, cuando no dispone de ningún testimonio directo sobre el cual pudiera apoyarse para defender tales opiniones. A menos que los mismos per-tenezcan a alguna ‘memoria’ (la ¿memoria de los co-mienzos?) dejada por Juan Bautista de La Salle.
118 Según los términos de Blain, CL 7, p. 188.
119 Blain, CL 7, p. 188-189.
120 Blain, CL 7, p. 191-192.
121 Ver la Regla de los Hermanos de 1987, n° 53; Blain, CL 7, p. 240-241.
122 Al comportarse de ese modo, Juan Bautista de La Salle se desmarca radicalmente de las costumbres sociales de su tiempo: el oficio, el estado de vida son vividos como hereditarios. Se debe seguir el camino tra-zado por la familia. De ahí el apego de los artesanos y de los comerciantes a las corporaciones: así se facilita al máximo el acceso del hijo a la profesión del padre. Lo mismo sucede en la Iglesia con la transmisión de benefi-cios o cargas pastorales de tío a sobrino (obispado, par-roquia). Así sucedió ciertamente con la renuncia de la canonjía del canónigo Dozet en favor de Juan Bautista
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de La Salle, su primo segundo. Y el Fundador al renun-ciar a esa misma canonjía en favor del abate Faubert y no de su hermano Jean-Louis, rompe uno de los víncu-los mejor establecidos en la sociedad del siglo XVII. No debe pues sorprendernos la violencia de las reacciones familiares, y de su medio social en general. Es un pa-trimonio que se escapa, es un poderoso indicador de identidad que sale de la familia, es un empobrecimiento simbólico.
123 Blain. Abrégé, CL 8, p. 19.
124 Maillefer, en sus dos biografías, cita este texto en los términos de la versión que ha circulado entre las comunidades, pero poniéndole fecha del 1º de abril de 1715. Por lo demás todo su relato sobre este tema suce-de en 1715, ahora bien sabemos con certeza que Juan Bautista de La Salle estaba de regreso en París entre el 17 de julio de 1714 (carta del Hermano Barthélemy al Padre Martineau, párroco de Mende que habla del paso del Señor de La Salle por Mende) y el 5 de octubre d 1714 (carta del señor de Brou al señor Martineau que le dice que el señor de La Salle ha vuelto a París); ver Hermano José-María Valladolid, LASALLIANA N° 31, CHRONOLOGIE LASALLIENNE, Roma, 1994, p. 199 et 200.
125 Blain, CL 8, p. 120.
126 Blain, CL 8, p. 119.
127 El Hermano Leo Burkhard estaba convencido que La Salle había recibido la carta de los “principales Her-manos de París, Versailles y Saint-Denis” en Parme-nia. Hizo grabar y poner una placa en Parmenia para conmemorar la opción que salvó al Instituto. No hay obligación de seguir esta opción.
128 Esta lectura parte de la intuición que los Herma-nos, al igual que el Fundador, sabían utilizar los recur-sos de la retórica para presentar su argumentación. El aprendizaje de la retórica se impartía en los colegios, y varios Hermanos, habiendo seguido esa materia esco-lar, estaban capacitados para utilizarla. El estudio de los textos de La Salle con las técnicas de los estudios literarios no tiene nada de fútil y los resultados pueden resultar muy fecundos para comprender e interpretar su pensamiento.
129 Ver en Cahiers Lasalliens 57, p. 142-145, un estudio del Hermano Michel Sauvage sobre las eventuales iden-tidades de esos “principales Hermanos”.
130 “Nosotros los infrascritos, Hermanos de las Escuelas Cristianas, reunidos en la casa de Saint-Yon, para ocu-parnos de lo que es más urgente con respecto al bien de nuestro Instituto, viendo que, desde hace casi un año, el señor de La Salle, nuestro Fundador, a causa de sus achaques no está en condiciones de ocuparse de ello, he-mos juzgado conveniente y hasta creído necesario que el Hermano Barthélemy, encargado del gobierno de nuestra Sociedad desde hace varios años, vaya cuanto antes a visi-tar todas las casas que dependen de ella para conocer todo lo sucede y la manera como se vive, con el fin de que se pueda a continuación ver, con los principales Hermanos, los medios de establecer la unión y la uniformidad entre nosotros, de decidir y fijar nuestro gobierno, y estable-cer, al mismo tiempo, un reglamento general de nuestro Instituto, en una asamblea que según él indicará deberá celebrarse, en la casa de Saint-Yon, desde de la fiesta de la Ascensión, hasta Pentecostés. En fe de lo cual hemos firmado. Hecho en Saint-Yon, el 4 de diciembre de 1716. Firmantes: Hermano François, Hermano Dosithée, Her-mano Charles, Hermano Ambroise, Hermano Étienne.
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Me parece oportuno lo que los Hermanos han resuelto aquí. Firmado: de La Salle.Nos, superior de las Escuelas Cristianas, nombrado por el señor arzobispo de Rouen, permitimos al Hermano Barthélemy ausentarse durante algunos meses, para hacer lo el señor de La Salle y los Hermanos, arriba indicados, han juzgado necesario, lo cual nosotros mis-mos, al igual que ellos, creemos necesario. Firmado: J-B Blain”. Y el documento está ratificado por dos nota-rios, Luce y Sanadon. (Frère Lucard, Vie du vénérable Jean-Baptiste de La Salle, 2, p. 162-163).
131 Para comentar esta carta del 1º de abril de 1714 recurriremos ampliamente a las Meditaciones para el tiempo del retiro de Juan Bautista de La Salle. Estas meditaciones son una relectura del itinerario de las Es-cuelas Cristianas y de la Historia de la Salvación que tiene lugar en ellas, también pueden ser leídas como un tratado de ‘espiritualidad del educador’ y también como un tratado de ‘la consagración del Hermano a Dios’
132 Ver más adelante la puesta en paralelo por el Her-mano Michel Sauvage del texto de la carta del 1º de abril de 1714 y de las fórmulas de votos de 1691 y de 1694.
133 El subrayado es nuestro.
134 El Hermano Irénée (Claude-François du Lac de Montisambert) nació en Tigy (departamento del Loi-ret), en la diócesis de Orleáns, el 30 de octubre de 1691, entró en el Instituto el 6 de mayo de 1714, o hacia esa fecha. Proviene de una familia de la nobleza de espada. Teniente del regimiento de Champagne, fue herido en la batalla de Malplaquet en 1709. En 1713, abandona el ejército. Finalmente se encuentra con Juan Bautista de La Salle en Grenoble y entra en el Instituto. Rápida-
mente se convierte en auxiliar del Hermano Barthélemy en el Noviciado de Saint-Yon, lo remplaza cuando éste es elegido Superior General. Es elegido Asistente del Hermano Timothée, siendo a la vez Director del No-viciado. Como Asistente, el Hermano Irénée hizo va-rias visitas a todas las comunidades. Con esas visitas, ejerce una gran influencia sobre los Hermanos, a causa particularmente de la profundidad de su espiritualidad. Numerosos Hermanos además eran sus antiguos Novi-cios, le debían su formación en el espíritu del Fundador. Desde 1717, cuando se convirtió en Director de los no-vicios, y a lo largo de todo su tiempo como Asistente, de 1725 a 1747, el Hermano Irénée fue seguramente un personaje determinante para la formación de los Her-manos. (Ver Frère Augustine Loes, The First…, traduc-ción francesa, p. 148 à 155).
135 CL 3, p. 20-21.
136 El subrayado es nuestro.
137 Ver RC 11.
138 Blain, CL 8, p. 111, 116, 118, 149.
139 Sustancialmente, la formulación actual no ha cam-biado, incluso se ha reforzado: “Y a este fin yo, prometo y hago voto de unirme y permanecer en sociedad con los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que se han reunido para tener juntos y por asociación las escuelas al servicio de los pobres”. (Fórmula de votos de 2007).
140 Estas consideraciones sobre el contenido de la gra-tuidad se encuentran también en la Regla de 1725, en el capítulo XVIII: “A qué obligan los Votos” (CL 25, p. 69), un capítulo nuevo que no figura en la Regla de 1718.
141 Ver DC1 105, 1: “Qué es la Iglesia y qué señales la dan a conocer”.
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142 El Hermano Michel Sauvage ha hecho un comen-tario exhaustivo de esta carta del 1º de abril de 1714 en Cahiers Lasalliens 57, p. 137-191. Dicha presentación de la carta con las diversas fórmulas de votos, se en-cuentra en p. 176-177.
143 Ver Blain, CL 8, p. 124.
144 LA 32,11. Es posible pensar que el recuerdo del Voto Heroico de 1691 entre La Salle, Nicolas Vuyard y Gabriel Drolin, no se haya perdido, el Hermano Gabriel Drolin debe ser asociado a ese acto decisivo en el cual el proyecto de los comienzos va a adquirir una fisonomía (casi) decisiva.
145 Blain, CL 8, p. 134.
146 Ver al final de esta obra.
147 Blain, CL 8, p. 108.
148 1Tim. 2:4.
149 1Co. 3:10.
150 1Tim. 2:4.
151 En su Presentación de la edición de las Medita-ciones para el tiempo del retiro propuesta al XL Capí-tulo General, p. 43.
152 1 Tim. 2: 4 en MR 193,1,1.
153 Ap. 7: 14, en MR 208,3,2.
154 Rm. 1: 17.
155 Hab. 3: 2.
156 Acta de elección de Juan Bautista de La Salle, 7 de junio de 1694. CL 3, p. 10, f° 18.
157 Ver anteriormente, página 56.
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ÍNDICE Juan Bautista de La Salle y los Hermanos 1714-2014
I. Un tiempo de cambios 5
Una visión de la sociedad francesa 7
Francia en guerra 10
Consecuencias de la revocación del Edicto de Nantes 10
Una manifestación de la “pequeña era glacial” 12
El final de un reinado 13
Un nuevo episodio de la querella jansenista 14
II. Juan Bautista de La Salle y los Hermanos 17
Generaciones diferentes 19
Los Hermanos de las Escuelas Cristianas: una Comunidad nueva 21
‘El pleito Clément’ y sus consecuencias: ¿una ‘crisis’ con los Hermanos? 24
¿Se ha cavado un foso entre Juan Bautista de La Salle y el Hermano Barthélemy? 27
III. Búsqueda de Dios, silencio de Dios 31
De Mende a Marsella, otro mundo, otra cultura 33
“No había venido a Provenza más que para destruir…” 35
“Dios ya no le decía nada” 38
Huir de los hombres 39
Comunidad y Misión, o el Dios reencontrado 41
IV. Los jalones de un relato 45
“Prometo y hago voto de unirme y permanecer en Sociedad con… para…” 47
En París, el replanteamiento de la Asociación 48
¿El establecimiento de otro Instituto? 49
Cambio de Superior y cambio de Regla 50
Finalmente, ¿qué fisonomía adquirirá la Comunidad de las Escuelas Cristianas? 54
116
Treinta años antes: cuando los maestros de Reims toman la palabra 56
El cuestionamiento de los maestros en Reims 57
La respuesta de Juan Bautista de La Salle: un compromiso 59
El nombre de ‘Hermano’ 61
V. “En nombre y de parte del cuerpo de la Sociedad…” 63
Señor, nuestro muy querido padre: 65
La carta del 1º de abril de 1714. Lectura retórica 66
Nosotros, principales Hermanos… y obedientes inferiores 67
La carta de los Hermanos: una renovación de la Alianza de 1694 69
Al servicio de la Iglesia 75
Un don de Dios: guiar y gobernar 76
Todo el mundo está convencido 77
El ministerio de Fundador 80
La carta del 1º de abril de 1714: una relectura de los votos 81
VI. Rema mar adentro 83
Llevar a término “la santa obra de Dios” 85
Líneas de fuerza 88
Es Dios quien conduce la Historia 88
La obra de Dios es el lugar de la salvación 90
Trabajar para la Iglesia 92
La cuestión de la asociación 92
La cuestión del gobierno 93
En cierto modo, estas preguntas son siempre de actualidad en la vida de los lasalianos. 96
¿Debemos concluir? 98
Notas 101
Bibliografía 113
Índice 115
116
Muestra - Erel EditionsImpresión - Navis
Impreso en Francia Abril 2014