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CHRISTIANO JUNIOR Y LA COLECCIÓN WITCOMB
POR VERÓNICA TELL*
* V E R Ó N I C A T E L L . D O C T O R A E N E L Á R E A H I S T O R I A Y T E O R Í A
D E L A R T E Y L I C E N C I A D A E N A R T E S P O R U N I V E R S I D A D D E
B U E N O S A I R E S , E S I N V E S T I G A D O R A D E L C O N S E J O N A C I O N A L
D E I N V E S T I G A C I O N E S C I E N T Í F I C A S Y T E C N O L Ó G I C A S . S U S
I N V E S T I G A C I O N E S S E C E N T R A N E N L A F O T O G R A F Í A
A R G E N T I N A Y S U S V Í N C U L O S C O N L A H I S T O R I A Y E L C A M P O
A R T Í S T I C O , E N L O S S I G L O S X I X Y X X . S E D E S E M P E Ñ A
A C T U A L M E N T E C O M O D O C E N T E E N L A C A R R E R A D E D I S E Ñ O
G R Á F I C O ( U B A ) Y E S C O E D I T O R A D E L A R E V I S T A D E A R T E S
V I S U A L E S B L A N C O S O B R E B L A N C O .
LA OBRA DEL FOTÓGRAFO PORTUGUÉS CHRISTIANO JUNIOR ES EL REPOSITORIO
QUE FUNDA LA COLECCIÓN WITCOMB Y, ADEMÁS, RESULTA UN TESTIMONIO
INDISPENSABLE PARA RECONSTRUIR LA HISTORIA DE LA ARGENTINA DE LAS
ÚLTIMAS DÉCADAS DEL SIGLO XIX A PARTIR DE IMÁGENES QUE PRETENDEN DAR
CUENTA DE UN PAÍS EN PLENO TRÁNSITO HACIA LA MODERNIDAD.
Después de trabajar algunos años en el Brasil, el fotógrafo
portugués Christiano Junior abrió su estudio en la ciudad de
Buenos Aires a fines de 1867. Una década más tarde lo vendió,
junto con su valioso archivo fotográfico, al inglés Alejandro
Witcomb, asociado por ese entonces a Roberto Mackern. Ya
desligado de su estudio porteño, Junior continuó con su prolífica
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actividad fotográfica durante un lustro, recorriendo el país e
instalándose por temporadas en distintas localidades. Mientras,
en Buenos Aires, frecuentada por la alta sociedad porteña, la
casa Witcomb consolidaba su prestigio.
La colección Witcomb, atesorada en el Archivo General de la
Nación, reúne fotografías tomadas no solo por Junior y Witcomb
y sus empleados, sino que recoge también imágenes de otros
fotógrafos (como Francisco Ayerza1, Benito Panunzi2, etc.) que
trabajaron entre fines del siglo XIX y principios del XX,
conformando un archivo de valor inigualable. El grueso de las
fotografías que componen la selección aquí presentada consiste
en imágenes de Buenos Aires (hay además varias escenas de
costumbres y grupos, algunas vistas del interior del país y un
pequeño número de copias de daguerrotipos e imágenes
anteriores), aunque cabe señalar que por entonces el retrato era
el género principal de los estudios fotográficos, constituyendo su
primordial sostén económico. De hecho, sin dudas la casa
Witcomb debe su renombre a la calidad con que retrató a
cientos de burgueses, hombres célebres, señoritas de la alta
sociedad, militares, niños, políticos y familias enteras.
Por su número y por los ingresos que aportaban, las vistas
urbanas ocupaban también un lugar fundamental en la actividad
de los estudios. Generalmente se vendían sueltas, montadas
sobre cartones con el nombre del estudio y, de adquirir varias, el
cliente podía insertarlas en un álbum. En ocasiones –esto se dio
1 Francisco Ayerza (1860-1901) : fotógrafo argentino no profesional, fundador de la Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados. Muchas de sus fotografías son de motivos camperos o gauchescos. (N. del E.)
2 Benito Panunzi (1819-1894): fotógrafo de origen italiano, uno de los primeros en comercializar vistas, tanto de la ciudad como del campo, en formato de álbumes. A partir de 1870 se dedicó a la ingeniería (N.del E.).
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a partir de mediados de la década de 1860–, el mismo fotógrafo
realizaba los álbumes combinando diferentes fotografías y así lo
hizo también Christiano Junior en 1876-1877. Pero, a diferencia
de sus antecesores Benito Panunzi o Esteban Gonnet3, el
portugués distinguió sus álbumes con una particularidad: todos
los ejemplares contienen exactamente las mismas fotografías y
cuentan, en la página opuesta, con una descripción del lugar
fotografiado. En el prólogo del primero de sus álbumes de Vistas
y costumbres de la República Argentina (publicó dos, en 1876 y
1877, con doce fotos cada uno), Junior explicitaba los objetivos
de su emprendimiento, destacando la originalidad y amplitud.
En ese texto, afirma que los fotógrafos que lo precedieron se
ocuparon demasiado de las escenas de campo y dejaron de lado
“aquellos signos inequívocos del progreso, que elevan sus
cúpulas arrogantes en el centro de las ciudades”, y sostenía que,
al completar su vasto plan, “la República Argentina no tendrá
una piedra ni un árbol histórico desde el Atlántico á los Andes,
que no se haya sometido al foco vivificador de la cámara
oscura”.
Para desarrollar este monumental proyecto, Junior contó
inicialmente con la colaboración de empleados fotógrafos pero
enseguida prefirió realizar personalmente todas las tomas,
convencido de que era el único que podía llevar adelante sus
ideas artísticas –tal como lo afirmaba en el formulario de
suscripción de sus álbumes–. Es probable que esto fuera lo que
lo motivó a vender su estudio porteño y a viajar por las
3 Esteban Gonnet (m.1868) fue un fotógrafo francés que vivió y trabajó en la Argentina a partir de 1860. Junto con Benito Panunzi fue uno de los primeros fotógrafos en publicar un álbum de imágenes de la ciudad, Recuerdos de Buenos Aires, en 1864. (N.del E.)
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provincias. Sin embargo, ese trabajo posterior no llegó a
editarse en forma de álbumes, de modo que solo los dos
volúmenes correspondientes a la provincia de Buenos Aires
fueron debidamente completados: las fotos allí incluidas son
actualmente parte de la colección Witcomb, y analizaremos
algunas de ellas.
COSTUMBRES ARGENTINAS El nombre del álbum –Vistas y costumbres de la República
Argentina– recogía un tópico de la tradición iconográfica: en un
tiempo en que se buscaba conocer y clasificar los sitios, las
personas y sus formas de vida, miles de grabados y litografías
tanto argentinas como producidas en distintas partes del mundo
llevaban ese nombre. En el caso de los conjuntos de Junior, si
bien ambas palabras formaban parte del título, estaban
claramente privilegiadas las vistas por sobre las costumbres. Solo
tres de las veinticuatro fotografías que llegaron a editarse se
hacían eco de estas últimas. Pero por cierto que no consistían en
hombres a caballo, mateando ni carneando vacas, sino otras
costumbres nuevas, surgidas de un nuevo contexto. “Escenas de
la playa” es el nombre de dos imágenes –una de pescadores
regresando con las redes y otra, de lavanderas a la orilla del río
posando en grupo– que hacen foco sobre aspectos de la vida
urbana moderna.
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AGN
Pescadors del Bajo.
AGN
Lavanderas en el Bajo.
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La tercera imagen vinculada con las costumbres es la única en
que el protagonismo está dado a un personaje, solo en medio
de la escena. Parte del texto que la acompaña es el siguiente:
AGN
Vendedor ambulante. Frutero.
“El naranjero de la ciudad de Buenos Aires es un hijo del
progreso. Tipo sin precedente, ha surgido y tomado formas
acabadas en medio del movimiento regenerador que en la
República Argentina sucede á las viejas costumbres de la
colonia. El oficio es ambulante; requiere vigor de pulmones
para sostener el peso de dos grandes canastas, y buenas
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piernas para recorrer sendas cuadras gritando: arranca
paraguia! Con esta industria humilde, ejercida por
inmigrantes italianos de la clase proletaria, se han levantado
fortunas respetables. […]”
Su condición de inmigrante es lo que hacía de este personaje
que circulaba vociferando por la ciudad un individuo de su
tiempo. Si “sucede a las viejas costumbres de la colonia”, es
porque ya no se trataba aquí de un vendedor negro o mestizo
como aquellos representados en los Trajes y costumbres de
Buenos Aires de César Hipólito Bacle, por ejemplo, sino de un
italiano que, con solo gritar en cocoliche para ofrecer sus
naranjas, evidenciaba su origen. De retomar la nomenclatura
iconográfica decimonónica de los tipos y costumbres, cabe
distinguir que aquí no es nueva la costumbre (la venta
ambulante) sino el tipo que la lleva adelante: un “hijo del
progreso” que desarrolla una actividad por la que ahora, en un
contexto socioeconómico de progreso, puede aspirar al suyo
propio.
Pero curiosamente, mientras las lavanderas y los pescadores
fueron tomados en sus lugares de trabajo, este hombre de oficio
ambulante fue sacado de las calles para posar en estudio. Hay
algunas consideraciones sobre este punto. Por un lado, bien es
cierto que los telones que representaban paisajes eran, junto
con los que recreaban interiores burgueses (con columnas,
cortinas y escaleras), los fondos habituales de los retratos de la
época y que no había, en cambio, representaciones de las calles
en ellos. En caso de ser el escogido ese espacio no se
escenificaba sino que el fotógrafo trasladaba su equipo a
exteriores y trabajaba con la ciudad misma como fondo. Pero,
además, cabe notar que si bien Junior fue el primero en sacar
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tipos populares tanto en estudio como en exteriores,4 en esta
ocasión no solo no llevó sus aparatos a la calle, sino que
tampoco escogió un fondo neutro como los que empleara para
otros oficios urbanos como en “Vendedor de aves y pescados” o
“Vendedor de diarios”.
AGN
Vendedor de pescado.
4 Cfr. Alexander, Abel y Luis Priamo, “Recordando a Christiano”, en Un País en transición. Fotografías de Buenos Aires, Cuyo y el Noroeste, Christiano Junior, 1867-1883, Buenos Aires, Fundación Antorchas, 2002, pp. 21-36.
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AGN
Vendedor de diarios.
En esta última, incluso, existe una franca contraposición entre el
espacio y la situación del retratado: en un fondo perfectamente
neutro un joven con diarios bajo el brazo derecho sostenía la
mano izquierda al costado de su boca, en claro gesto de orientar
su voz al ofrecer el periódico a transeúntes inexistentes. Así, la
teatralización del personaje no se continuaba en el escenario en
que se desarrollaba la actividad. Similar dislocación entre
contexto y acción se daba en el caso del naranjero, aunque aquí
el fondo delante del cual se encontraba en cuclillas su personaje
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eminentemente urbano, este hijo del progreso, no era de un gris
plano sino que, con los árboles difusos detrás, tenía un fuerte
tono agreste, con ciertas reminiscencias románticas inclusive. Es
interesante notar también que ese mismo fondo fue empleado
en otras oportunidades tanto para personajes citadinos como
rurales (para un peón de campo y un aguatero, por ejemplo) en
imágenes que no están en esta colección que presentamos. Así,
en un sentido contrario a sus palabras preliminares y al grueso
de su obra, poco hay menos inequívoco como signo del progreso
que esta imagen del naranjero. Si el texto encontraba en este
hombre un sucesor de las viejas costumbres coloniales, la
imagen, por su lado, cargaba con la tradición, y aunque
representara un nuevo tipo, estéticamente mantenía lazos con
aquellos que lo precedieron.
VISTAS DE LA CIUDAD Respecto de las vistas, Junior empleó a veces las tomas oblicuas,
valiosas, puesto que le daban la posibilidad de mostrar dos lados
de un mismo edificio o los edificios prominentes sobre dos caras
de una misma plaza. El primer álbum, de 1876, comienza con
una panorámica de la ciudad de Buenos Aires, vista general
carente de edificios prominentes o claramente identificables. En
esta imagen la ortogonalidad de la ciudad cede ante el
dinamismo de las diagonales que fugan desde la esquina en
donde se ubicó el fotógrafo, al mismo tiempo que cierto
movimiento urbano se ve sugerido por un tranvía que empieza a
surcar la calle, en una de las tomas de la serie no disponible
entre las imágenes de este sitio. Fuera del álbum quedaron otras
vistas de la misma esquina, como la siguiente.
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AGN
Cinco esquinas.
Junior realizaba con frecuencia varias tomas del mismo lugar.
Esto responde seguramente al hecho de que debido el esfuerzo
que implicaba trabajar fuera del estudio –había que trasladar un
pesado equipo, el trípode, las delicadas placas de vidrio–
convenía asegurar que se obtuviera material utilizable. Pero,
además, las diferencias en las tomas sucesivas no se ven solo en
la corta distancia de unos minutos y lo que eventualmente
ocurría en ese lapso, sino que Junior coordinaba directamente la
escena, llegando incluso a ubicar de diversas formas a los
transeúntes o a los pasajeros en una estación de tren, por
ejemplo. De hecho, fue seguramente esta voluntad de control
sobre lo que fotografiaría lo que lo llevó a prescindir de
colaboradores. Esto último es sin dudas una particularidad del
carácter de Junior y no una forma de trabajo habitual: por el
contrario, la norma era que bajo el nombre del titular del
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estudio colaboraran distintos operarios. Este es, sin ir más lejos,
el caso de la casa Witcomb en la que se desempeñaban varios
fotógrafos y también retocadores que iluminaban y mejoraban
los retratos.
En las fotografías que componen los dos álbumes de Junior, los
habitantes y los espacios porteños de organización institucional
apenas se cruzaban. Fue seguramente con el objetivo de
obtener vistas de los edificios principales con la mayor nitidez y
cantidad de información posibles que Junior intentó reducir al
mínimo las huellas dejadas en la placa por los objetos en
movimiento: para ello debió escoger días y horarios en que
hubiera poca circulación en el centro de la ciudad. Lo
circunstancial (transeúntes, carruajes, personas descansando en
un banco, etc.) desaparecía así de las vistas dirigidas a los
edificios institucionales que, con su solidez material, podrían
contribuir a generar la idea de estabilidad política y social. Desde
la otra vereda, los trabajadores eran casi los únicos habitantes
visibles y actuaban en otras zonas urbanas, en las costas del río
(o en el estudio de Junior, como el naranjero o los vendedores
de pescados o diarios). Así, el centro de Buenos Aires, sólido e
institucional, aparecía casi como una maqueta, más cerca de
producir las ideas de habitabilidad y urbanidad que de
mostrarlas. Por otro lado, en los márgenes, los trabajadores.
Esta urbe de Junior elide, en buena medida, a los 200.000
habitantes que, según uno de los textos, hacían lavar sus ropas
en la orilla del río.
Esta ausencia de personas no fue, sin embargo, una constante
en el trabajo del fotógrafo que, como dijimos más arriba, en
muchas ocasiones no solo registraba individuos o grupos delante
de un edificio o emplazamiento sino que, además, orquestaba
sus posiciones y ubicación. Si bien por los tiempos de exposición
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los objetos móviles (como un transeúnte) salían borrosos, Junior
ha optado en muchas ocasiones por incluir gente y/o teatralizar
sus escenas. En este sentido, esta ciudad de la que se muestra lo
sólido (los espacios y edificios) no se repite de la misma manera
en otras fotografías no incluidas en estos dos álbumes.
Según consta en la dedicatoria con la firma de Junior en el
ejemplar hoy conservado en la Fototeca “Benito Panunzi” de la
Biblioteca Nacional, el autor destinó un álbum a la biblioteca de
Buenos Aires. Asimismo, algunos años más tarde se acercó a la
Municipalidad para solicitar que se le compraran algunos
ejemplares de su trabajo sobre la República Argentina,5 lo cual
da cuenta de la consideración que tenía de su propia labor, así
como del interés que consideraba podía suscitar en las esferas
gubernamentales. Con todo, conviene destacar que el objetivo
de Junior apuntaba inequívocamente a que los álbumes
encontraran difusión no solo en el país sino del otro lado del
Atlántico. Si los textos en cuatro idiomas eran ciertamente útiles
en una nación donde los inmigrantes ocupaban una proporción
cada vez mayor, se hacían claramente indispensables más allá
del océano. Tal como lo indicaba el mismo Junior al cambiar el
idioma alemán por el italiano en el segundo álbum, preveía que
entre sus destinatarios se incluyeran miembros de las colonias
de inmigrantes que desearan enviar los álbumes a sus países de
origen. Pero además, habiéndose vinculado con la alta sociedad
y la elite conductora a través de su actividad profesional (hizo
fotografías para la Sociedad Rural Argentina y, como retratista,
tuvo frente a su cámara a los personajes más destacados de la
época), el fotógrafo debía prever también para su trabajo un
público más elevado, conformado por quienes tenían la
5 Cfr. La Nación, 24 de junio de 1882.
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capacidad de atraer la atención y los capitales de los países
centrales. En ese marco, presentar a Buenos Aires como un
escenario disponible y mostrar los progresos tanto materiales
como culturales del país hacía de sus álbumes una importante
carta de presentación e instrumento de promoción.
AGN
Imagen de la Primera Exposición rural de 1875, probable obra de Christiano Junior (N.del E.).
IMÁGENES DE LA ARGENTINA MODERNA Nos hemos detenido hasta aquí sobre este trabajo de Junior por
ser la sección fundacional de la colección Witcomb. Pero,
además, porque la confección de estos álbumes requirió de un
proyecto concreto y de un procedimiento relativamente
sistemático tanto para la obtención de fotografías como para su
ordenamiento. Las selecciones y secuencias de las imágenes, los
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textos que las acompañan y el prólogo que explica las
intenciones del fotógrafo hacen de estos álbumes objetos
discursivamente mucho más complejos y elocuentes que una
imagen suelta o un reagrupamiento aleatorio de fotografías y
ofrecen, por ello, invalorables herramientas para su análisis e
interpretación.
En líneas generales, lo que se percibe en este proyecto de Junior
es la voluntad de mostrar una imagen particularmente positiva
de la ciudad, enfatizando sus rasgos modernos. Esto era afín al
proyecto de construcción de una Argentina moderna, tal como
se la estaba configurando en esa época. Reformas en la trama
urbana, remodelaciones de los edificios administrativos,
infraestructuras de servicios, instalaciones militares, sedes de
policía, escuelas, entre otras obras, fueron las formas materiales
del proyecto de modernización que se hicieron especialmente
evidentes a principios de la década del 80. En lo que a Buenos
Aires respecta, más allá de la fugacidad que correspondía a su
carácter efímero o a su precariedad,6 cabe recordar que un plan
orquestado impulsó fuertes modificaciones en su fisonomía
cuando, luego de que fuera declarada capital del país en 1880,
su primer intendente, Torcuato de Alvear, propulsó los cambios
que buscaban dar a la ciudad un diseño más moderno y una
mejor infraestructura.
La Casa de Gobierno, la Catedral, el Congreso, la Plaza de la
Victoria y la Plaza 25 de Mayo, el Paseo de Julio, la ribera, las
6 Entre la “gran aldea” y la Buenos Aires del Centenario existió una ciudad efímera cuyos estratos se configuraban paralelamente a la formación de la ciudad moderna y sólida. En verdad, toda ciudad moderna tiene ese carácter, debido a que se asienta sobre la renovación constante. Cfr. Jorge Francisco Liernur, “La ciudad efímera”, en Jorge F. Liernur y Graciela Silvestri, El umbral de la metrópolis. Transformaciones técnicas y cultura en la modernización de Buenos Aires (1870-1930), Buenos Aires, Sudamericana, 1993, pp. 177-222.
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estaciones de ferrocarril: los motivos porteños que registró
Junior se venían reiterando en las tomas de los diferentes
fotógrafos. Era un recorrido iniciado en los años 50 por los
primeros daguerrotipistas que realizaron vistas de la ciudad, en
los solares más antiguos y con sus edificios institucionales, que
en la década del 70 y las posteriores seguían siendo los sitios
más representativos y, por lo tanto, fotografiados de Buenos
Aires. Estos lugares especialmente connotados por su ubicación
en el tejido urbano o por sus características o funciones políticas
e institucionales y que fueron objeto de la atención de los
fotógrafos tanto viajeros como establecidos en el país,
acrecentaron paulatinamente su carácter emblemático a partir
de su reiterada reproducción en las fotografías. En este sentido,
la imagen fotográfica no solo reduplicaba las características
visuales de un sitio sino que retornaba sobre lo representado
amplificando, también, su lugar prominente en el imaginario
urbano; y luego siguiendo el círculo, la fotografía de ese lugar se
volvía necesaria si se deseaba disponer de un panorama que
diera buena cuenta de la ciudad.
Esto es lo que podemos hallar en la repetición de motivos en la
colección Witcomb: un itinerario temporal a través de una
iconografía representativa de la capital. Alejandro Witcomb y
también los hermanos Samuel y Arthur Boote o Samuel Rimathé
son algunos de los más prolíficos fotógrafos profesionales de las
décadas de 1880 y 1890 que se han dedicado con asiduidad a la
toma de vistas de Buenos Aires y otras ciudades. Equipos más
livianos y, sobre todo, el reemplazo de las placas húmedas al
colodión por las de empleo más rápido y sencillo, sensibilizadas
con una capa seca con bromuro de plata –innovación
generalizada a principios de la década de 1880–, facilitaron el
trabajo en exteriores. A la vez, conforme se multiplicaban las
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imágenes fueron surgiendo nuevas perspectivas para los mismos
sitios que desde hacía años se fotografiaban. Los puntos de vista
más tradicionales que centraban los edificios (o que mostraban
dos sus lados, como en muchas fotografías de Junior y en tantas
otras presentes en la colección Witcomb) se diversificaron
llegando incluso, por ejemplo, a fraccionar la imponente
Catedral, como por ejemplo en la imagen “Plaza Victoria,
Recova, Teatro Colón y Catedral”.
A G N
Plaza Victoria, Recova, Teatro Colón y Catedral.
Asimismo, lentamente, otros sitios como conventillos o espacios
semi-marginales comenzaron a asomar en la fotografía
decimonónica, aunque estos recién se instalarían como soporte
de un discurso crítico entrado el siglo XX. Por el momento, la
fotografía se mantenía fiel al discurso que ponderaba el
progreso. La construcción de un mundo material a través de las
numerosas obras públicas corporizaba la consolidación del
Estado-nación argentino y la fotografía, por su parte, constituía
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una herramienta eficaz para fijar esas transformaciones de la
realidad material y conservar una huella visible de los empeños
modernizadores. Por cierto, es claro que a la vez que la
fotografía constituye un testimonio de la realidad, lo es siempre
de un fragmento, y que estos registros suponen, también, la
configuración de ciertos relatos y formas de pensar la
modernización.
BIBLIOGRAFÍA Alexander, Abel y Luis Priamo, “Recordando a Christiano”, en Un País en transición. Fotografías de Buenos Aires, Cuyo y el Noroeste, Christiano Junior, 1867-1883, Buenos Aires, Fundación Antorchas, 2002, pp. 21-36.
Gorelik, Adrián, La grilla y el parque. Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 1998.
Liernur, Jorge Francisco, “La ciudad efímera”, en Jorge F. Liernur y Graciela Silvestri, El umbral de la metrópolis. Transformaciones técnicas y cultura en la modernización de Buenos Aires (1870-1930), Buenos Aires, Sudamericana, 1993, pp. 177-222.
Tell, Verónica, “Múltiples imágenes del progreso. Fotografía y transformaciones del mundo material a fines del siglo XIX” en La Biblioteca, n.º 7, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008, pp. 374-401.