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Theoria Universidad del Bío-Bío [email protected] ISSN: 0717-196X CHILE 2002 Luis Rojas Donat TOLERANCIA RELIGIOSA EN EL RENACIMIENTO: CARLOS V EN AUGSBURGO EN 1530. Theoria, año/vol. 11 Universidad del Bío-Bío Chillán, Chile pp. 103-112

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ISSN: 0717-196X

CHILE

2002 Luis Rojas Donat

TOLERANCIA RELIGIOSA EN EL RENACIMIENTO: CARLOS V EN AUGSBURGO EN 1530. Theoria, año/vol. 11

Universidad del Bío-Bío Chillán, Chile pp. 103-112

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TOLERANCIA RELIGIOSA EN EL RENACIMIENTO:CARLOS V EN AUGSBURGO EN 1530

RELIGIOUS TOLERATION IN RENAISSANCE.CHARLES V IN AUSBURG IN 1530

LUIS ROJAS DONAT

Departamento de Ciencias Sociales, Universidad del Bío-Bío; [email protected]

Solange ich nicht durch die Heilige Schriftoder klare Vernunft widerlegt werde,kann und will ich nichts widerrrufen,da gegen das Gewissen zu handelnbeschwerlich und gefährlich ist.Gott helfe mir! Amen

[Mientras yo no sea rebatido a través de las Sagradas Escrituraso con razones evidentes, no quiero ni puedo retractarme,porque es penoso y peligroso ir contra la conciencia.¡Dios me ayude! Amén]

LUTERO ANTE CARLOS Ven la Dieta de Worms, 17 de abril de 1521.

RESUMEN

Este trabajo recuerda la difícil tarea que le cupo al emperador Carlos V por encontrar una solución al quiebrede la unidad de la cristiandad europea a comienzos del siglo XVI provocada por Martín Lutero. Tal vez dichaunidad hubiese sido posible de no haber prevalecido un clima de radical intolerancia que sacudió los espíritusde católicos y protestantes. Precisamente, este malogrado intento de conciliación en 1530 fue el que, casi conmedio milenio de retraso, propugnó el Papa Juan Pablo II con la Iglesia luterana y firmado en la ciudad deAugsburgo entre las dos familias cristianas, el 31 de octubre de 1999.

PALABRAS CLAVES: Tolerancia religiosa, Lutero, Dogma, Pecado, Salvación.

INTRODUCCION

La tolerancia ha sido un tema que los histo-riadores vienen estudiando con acuciosidaden los últimos cincuenta años. En los siglosXVI y XVII la expresión se usaba para desig-nar la postura de aquellos que propugnabanuna convivencia entre católicos y protestan-tes. Del latín tolerare ‘cargar, llevar, sostener,soportar’ (del indoeuropeo tel-os- ‘carga,peso’), la etimología más certera para “tole-rancia” es la latina “soportar, llevar con pa-

ciencia”; en un sentido amplio, es la actitudde comprensión e indulgencia con las ideaso actitudes de los demás, aun cuando seandistintas y contrarias a las propias.

1. LUTERO

Martín Lutero tuvo una infancia difícil, pro-ducto de que nació en el seno de una fami-lia muy severa y fue educado en una rígidadisciplina. No podía ser menos, este entornomarcó su carácter sensible y sensitivo, ya que

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los biógrafos destacan algunos episodios dejuventud que le impactaron, como la muertede un amigo en plena juventud o una tor-menta pavorosa que le sorprendió en plenocampo.

Desechando los estudios de derecho, queera la opción de vida que le visualizaba su pa-dre, a los veintidós años ingresa a la ordenagustina. El mismo confiesa que se hizo monjeno por una decisión libre o por un deseo,sino presionado por el temor de una muerterepentina. Allí, en la soledad del claustro,sus inquietudes intelectuales y, sobre todo,las espirituales irían creciendo hasta trans-formarse en algo casi obsesivo. Lo que pre-ocupa a Lutero no es la muerte física, su granproblema –el de casi todos los creyentes– esla salvación y, más concretamente, la con-denación eterna. Ha depositado toda su con-fianza en que el claustro le dará la seguridadque no encuentra en el mundo.

Sin embargo, tiene en su interior algo queno le ayuda a encontrar esa tranquilidad: unaconciencia excesivamente escrupulosa. Estase le había manifestado ya en su vida con-ventual, autoexigiéndose hasta el extremo:si un monje ha alcanzado el cielo por su con-ducta dentro de la comunidad, yo también lohabría alcanzado... de haberse prolongado estasituación, me habría matado a fuerza de vigi-lias, plegarias, lecturas y otros trabajos. Estasimposiciones revelan la preocupación quehabría seguirle más adelante. ¿Por qué tantasobligaciones? Lutero trataba de conseguir lacerteza de que con estas obras obtendría elperdón de sus pecados. ¿Cuál es su preocu-pación?, el valor supuestamente salvífico delas buenas obras.

Iba evolucionando en su preocupaciónteológica. No tiene seguridad de que aqué-llas valgan por sí mismas, esto es, que seanbuenas, pues el hombre está inclinado haciael mal, sino en la medida en que Dios quie-ra aceptarlas como algo bueno; sin certeza,el hombre espera que Dios valore su esfuerzopor buscar el bien. Había, pues, que pre-

ocuparse de actuar bien para merecer la graciadivina. No obstante, por esta llanura espiri-tual podía llegarse al riesgo de que, utilizandoesa conciencia puntillosa, el hombre creyeraque cualquier desfallecimiento en las bue-nas obras, por pequeño que fuera, implicarael rotundo abandono de Dios, la soledadespiritual, la muerte misma. Ello porqueDios es insondable. ¿Quién puede adivinarlo que piensa Dios y cómo juzga? ¿Los actosque son dignos de alabanza, lo son tambiénpara Dios? La angustia que siente Lutero,entre 1505 y 1515 –dice Lucien Febvre– noes por la reforma de la Iglesia, sino porLutero, por el alma de Lutero.

Los tormentos que llevaba consigo el re-mordimiento por actos inclinados hacia elmal, eran para él tan grandes, tan infernales,que ninguna pluma podría describirlas. Fueello muy angustiante para el monje alemán,porque no hallaba consuelo por sus pecadosen las obras humanas, siempre moralmenteinseguras. La esperanza la encontró en dospasajes de las epístolas de Pablo: “la justiciade Dios se revela en él”, “el justo vive de la fe”,esto quiere decir que la inclinación al peca-do es invencible, pero la misericordia de Dioses infinita. Lutero lo dice así: Somos pecado-res a nuestros ojos y, a pesar de esto, somos jus-tos ante Dios por la fe. Indefectiblemente estaera la puerta de salida para aquella angustiatorturante, y Lutero sintió alivio cuando suespíritu se abrió ante esta perspectiva: Mesentí entonces un hombre renacido y vi que seme habían franqueado las puertas del Paraíso.

Mientras Lutero crecía en la meditaciónde la salvación, llega la noticia de que el Papaha enviado una bula de indulgencia que be-neficiará a todas las personas que contribu-yan con dinero para la reconstrucción de laBasílica de San Pedro. El tema no podíamenos que tocar directamente su preocupa-ción sobre las buenas obras y la potestad dela Iglesia para perdonar los pecados. No tar-dó en manifestar su rechazo, publicando 95tesis donde expresaba en frases cortas su pen-

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samiento y su doctrina. Buena parte de Ale-mania se sintió interpretada por el monjerebelde, pues en esa región se advertían, talvez con mayor evidencia, el exceso de con-tribuciones hacia la Iglesia, la riqueza de lamisma, la pobreza del campesinado esquil-mado con toda clase de gravámenes, un hu-manismo laico enfrentado con una culturaclerical cada vez más anquilosada, la deca-dencia de la aristocracia terrateniente contrael Imperio, el sentimiento popular genuinoque aspiraba a un contacto más directo conDios. Lutero acabó plasmando en sus tesismuchos de estos graves problemas de sutiempo, o bien, éstos se vieron canalizadospor el reformador.

Cuando el Papado dejó de entender quela crítica de Lutero no era “una disputa en-tre frailes”, entonces vino la condena en 1520con la bula Exsurge Domine, de 41 fórmulasextraídas de los textos del agustino, aunquesin nombrarlo. El Papa León X presionaríaa Carlos V para que expulsara a Lutero delas tierras del Imperio. Dicha conducta ha-bría estado en consonancia con el espíritude la época, pero Carlos optó por no conde-narlo sin antes escucharlo. La cita sería enWorms, ante la Dieta, el 17 abril de 1521, ya ella fue llamado Lutero. Allí, rodeado deun centenar de caballeros, fue invitado aabandonar su doctrina, pero Martín Luterorehusó señalando que no puedo ni quiero re-tractarme, porque no es bueno ni sincero obrarcontra la propia conciencia. Conminado in-fructuosamente una vez más, la ruptura es-taba consumada.

Carlos V era muy joven todavía para trá-mites tan graves. La ruptura luterana le man-tuvo en vela pensando en su responsabilidad.El 19 de abril se presentó ante la Dieta conun pequeño papel donde había anotado susreflexiones. Su primer discurso al margen delprotocolo sería muy breve pero de vital im-portancia histórica por el lugar y el momen-to en que se pronunció. Ante los fogososargumentos vertidos por Lutero en alemán

ante dicha asamblea germana, Carlos V,consciente de las casas reinantes que en él seresumían en aquel instante, replicó en sulengua natal, el francés:

Vosotros sabéis que yo desciendo de losEmperadores muy cristianos de la noblenación germana, de los Reyes Católicosde España, de los Archiduques de Aus-tria y los Duques de Borgoña, todos loscuales fueron hasta su muerte hijos fielesde la Iglesia romana... [en favor de ella]estoy resuelto íntegramente a emplear to-dos mis reinos y señoríos, mis amigos, micuerpo, mi sangre, mi vida y mi alma...

La Dieta desterró del Imperio al refor-mador (Edicto de Worms).

2. ENTORNO DE 1530

El 24 de julio de 1530 Carlos V (a la vezCarlos I de España) era coronado en Boloniapor el Papa Clemente VII con la coronaimperial. Las herencias de sus abuelos le con-virtieron en el monarca más poderoso de laprimera mitad del siglo XVI. Maximilianode Austria, emperador germano, casado condoña María de Borgoña, que aportó los Paí-ses Bajos y el Franco Condado, casaron a suhijo Felipe el Hermoso con doña Juana, ter-cera hija de Isabel de Castilla y Fernando deAragón, los Reyes Católicos. De este matri-monio nació Carlos. En 1504 muere Isabel,en 1514 Maximiliano y en 1516 Fernando.Carlos se convierte en Carlos I de España yV de Alemania, reuniendo en su personaAlemania, Austria, Los Países Bajos, el Fran-co Condado, Castilla, Aragón, Granada,Navarra, Nápoles, Las Indias.

Hacia 1530, el sultán turco Solimán elMagnífico había alzado el asedio a Viena yse retiraba a Estambul. Apenas sosegado elreino de Argel, tranquilizados los reinos es-pañoles después de las revueltas comuneras,

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confirmada la paz con Francia (Paz de Cambrayo “Paz de las Damas”, 1529), resuelto el pro-blema italiano con una liga defensiva (LigaSanta de Cognac, 1526), coronado por elPapa, el emperador se dispone a resolver elpeliagudo problema religioso de Alemania.Restablecer la unidad de la Iglesia se con-vierte en su gran anhelo, y decidido a elloemprende el viaje a Alemania desde Bolonia.Franqueando los Alpes centrales, en un viajemuy difícil y fatigoso, tanto que en Insbruckfallecería su gran canciller Mercurino Gatti-nara, el 4 de mayo de 1530. En esta ciudadle aguardaba su hermano Fernando I, archi-duque de Austria, con el que discutiría elproblema alemán y las posibles solucionesque habría de debatirse en la Dieta de Augs-burgo.

Sin embargo, la gran sorpresa que deseaballevar el Emperador a la Dieta era el anunciode un Concilio que el Papa convocaría paraponer remedio dentro de la Iglesia, puestoque estaba claro que la protesta luterana noera sólo por cuestiones relativas a la fe. Peroese Concilio no lo convocaría Clemente VII,temeroso de que surgiera desde el seno de laIglesia una censura contra la corte pontificiay contra el espíritu monárquico que en ellareinaba. Carlos confiaba que, así como ha-bía podido resolver las cosas en España e Ita-lia, también podría hacerlo en Alemania conlas facciones luteranas. Asentando este pro-blema, podría enfrentar de mejor manera elpeligro turco.

No era más que una esperanza engañosa.Muy pronto comprendió que en Alemaniano pisaba el mismo terreno que en otrosdominios, ni era el mismo ambiente. EnEspaña podía hablar como un monarca conplenos poderes, incluso con expresiones demarcado sabor absolutista. Pero en Alema-nia, aun siendo emperador, lo era sin em-bargo, por elección de un grupo de Príncipeselectores, no sin antes jurar unos estrechoscontratos o capitulaciones que condiciona-

ban su mando. Sin duda, recordaba el em-perador aquellas jornadas de 1521 en quehabía tenido el primer enfrentamiento conel Imperio en Worms. Pero entonces estabarecién coronado, y ahora, en 1530, se halla-ba en una situación más favorable al tenerbajo su mando a los Países Bajos y a Castilla.La Paz de las Damas parecía por el momen-to estable, con la cual se quitaba de encimala preocupación de Francia y de ClementeVII. En verdad, se hallaba en buen pie paranegociar.

Tres opciones pueden advertirse: Primero,un arreglo pacífico a través de negociacio-nes. Segundo, la convocatoria del ConcilioGeneral en el que se resolviese el problema.Y tercero, emplear la fuerza contra los recal-citrantes. La convocatoria del Concilio noestaba en su mano, y emplear la fuerza eraproblemático teniendo presente el gran po-derío militar del pueblo alemán. Solamentequedaba la vía de la negociación, y a ella seaplicaría Carlos V con todas sus fuerzas.

En la convocatoria de la Dieta Imperial,el 31 de enero de 1530, lo expone claramenteseñalando que en la hora presente había quesuperar las anteriores discrepancias, oírseunos a otros para vivir en armonía dentrode la misma Iglesia. ... Alle Meinungen zu einereinigen christlichen Wahrheit zu vergleichen:compartir una única verdad cristiana; estailusión cogió el espíritu de unos y otros, yen ese ambiente se iniciaron las conversa-ciones. Un ambiente erasmiano, por así de-cirlo, preparaba estas jornadas que seríandecisivas para la historia de Occidente.

Sin embargo, era de esperar que no to-dos compartían este mismo espíritu de con-cordia. La propia ciudad de Augsburgointentó impresionar al emperador, cuandoel 15 de junio de 1530, preparó un aparato-so recibimiento con un desfile marcial y undespliegue de fuerzas que impresionó al cro-nista español Prudencio de Sandoval, querecoge este episodio así: Parece que hicieron

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tanta demostración de gente de guerra concautela y malicia, porque, como muchos de elloseran luteranos, recelábanse del católico Empe-rador, cuya cristiandad era ya muy sabida. Sinembargo, Carlos no se dejó impresionar, ytenía la convicción de que había pocos lute-ranos entre los alemanes, lo que no era cier-to.

Carlos planteaba tres problemas: el reli-gioso, la amenaza turca y la reorganizacióndel gobierno de Alemania. Era su visión. Sinembargo, la disidencia religiosa encabezadapor Lutero traslucía otros problemas: el in-cipiente nacionalismo alemán, que prontoacabaría viendo en Lutero a la personificacióndel pueblo teutón enfrentado con Roma.Además, había una auténtica necesidad deuna vida religiosa más sincera, en contrastecon la corrupción de la Curia romana; sú-mase el malestar económico aumentado porlas grandes sumas de dinero que salían deAlemania por los conductos eclesiásticos parala capital de la cristiandad. Había, pues,motivos nacionalistas, espirituales y econó-micos. Aunque no fue exactamente esto loque llevó a Lutero a su personal rebelión,sino una crisis profunda, abierta en su con-ciencia, pero, al estallar, se enlazó con todoaquel malestar incubado en Alemania, ypronto buena parte de ella haría suya la cau-sa luterana.

3. LA HERENCIA SOCIO-RELIGIOSA

Por todo ello, sin duda, la prioridad en lasolución la tenía el problema religioso, queamenazaba seriamente con generar un climade escisión que podía ocasionar una guerracivil. Es necesario recordar que, animadaspor la rebelión espiritual de Lutero y Zwinglio,se fueron produciendo una serie de conmo-ciones sociorreligiosas que sacudieron granparte de la nación alemana.

a) Anabaptistas

Los estudiantes de Wittemberg, apoyadospor grupos del pueblo, se dedicaron a saquearlas casas de los canónigos y a cometer otrosatropellos. La agitación continuó intensifi-cándose cada vez más, con la tolerancia delpríncipe elector, hasta el extremo de destruirlas imágenes de la iglesia, eliminar la misa yexcitar a los religiosos y religiosas a abando-nar sus conventos y romper el celibato. Noera sólo Wittemberg. En Zwickau y en otraspoblaciones, el desorden continuó con laintervención de una nueva secta dirigida porTomás Muntzer, los anabaptistas.

Muntzer era uno los “profetas” expulsa-dos de Wittemberg. Convertido antes porLutero en la disputa de Leipzig, lo envió aZwickau (Sajonia) como pastor. Exaltado yviolento, Muntzer organizó un pequeño gru-po de “iluminados” que se conocieron como“los profetas de Zwickau”. Los anabaptistasparten de la base que debe transformarse porcompleto el orden social, estableciendo unonuevo, eliminando la jerarquía para vivir sinley y sin culto, una suerte de colectivismomístico, comunidad de santos. Abolieron losestudios obligando a los estudiantes a apren-der oficios manuales, y a los obreros a predi-car el evangelio; eliminaron el culto público,la misa, la confesión y los ayunos. La fe lu-terana les pareció “afeminada” e impusieronla rudeza de la cruz. Contaba más la revela-ción interior que las interpretaciones de laBiblia. Consideraban que el bautismo de losniños era inválido por faltarles la fe, y asírebautizaban a todo el mundo. He aquí larazón de su nombre: anabaptistas. El pro-grama de reforma social se fundaba en quelos príncipes y poderosos cierran el caminodel Evangelio, porque los pobres en su radi-cal pobreza no tienen tiempo para conocerla Biblia y orar. No es posible una reformareligiosa sin una revolución social. Sus rei-vindicaciones se hallan en el texto llamadoDoce Artículos.

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Los desórdenes y sublevaciones se sucedie-ron en varias ciudades (Zwickau, Wittemberg,Allstad, Mühlhausen, Ulm, Bamberg). Enun comienzo Lutero les alentó, pero despuésse opuso a ellos tenazmente, porque la li-bertad que entendía éste era la “espiritual”.Muntzer fue capturado y ajusticiado el 15de mayo de 1525.

Los sucesores de Muntzer se escindieronen dos grupos, el primero de los cuales esconocido como los anabaptistas violentos,que se concentraron en la ciudad de Münster(Westfalia) donde lograron alcanzar el poder.Allí organizaron una comunidad de carác-ter teocrático, estrechamente unida, con Juande Leyden como rey: la nueva Sión. El 25 dejunio de 1535 fueron capturados, torturadosy muertos. El otro grupo, los anabaptistaspacíficos, derivó después en los menonitas.

b) la guerra de los caballeros (1522-23)

La aristocracia terrateniente de Alemania sehallaba en decadencia frente a la pujanza dela burguesía mercantil. Los caballeros reac-cionaron agrupándose en bandas armadasque buscaban beneficiarse de la expropiaciónde los bienes y de la secularización de laspropiedades de la Iglesia. La razón salta a lavista: reforzando su base económica –la tie-rra– pensaban que ello podría elevarlos alrango de príncipes. Pagado por aquellos, fueel mercenario Franz von Sickingen quieninició una guerra contra los frailes, partien-do por el rico arzobispado de Treveris. Vien-do que estas revueltas amenazaban susintereses económicos, los príncipes alema-nes acuden en ayuda del arzobispado, de-rrotando a los insurrectos en 1523.

c) Guerra de los campesinos (1524-5)

Los campesinos de Alemania central y me-ridional aprovecharon el debilitamiento de

los caballeros, tras la derrota de 1523, y serebelaron contra la prestación gratuita deltrabajo y los impuestos en metálico. Exigíanque se les reconociera como clase libre, enigualdad de condiciones al clero y la noblezapara la defensa de sus propios derechos. Estagravísima situación puso al descubierto cómoel movimiento liberador de la Reforma po-día sacar de su letargo a la masa campesinatan explotada. Por ello parecía de tanto in-terés para los grupos dirigentes de aquellasociedad, estos son los príncipes territoriales,el alto clero y patriciado urbano, llegar a unacuerdo para mantener el orden social sobreel fundamento de la disciplina religiosa.

Parecía propicio el ambiente para las ne-gociaciones que permitieran llegar a un acuer-do entre los teólogos de los dos grandessectores: los católicos, representados por JuanEck, y los luteranos, por Felipe Melanchton,ya que a Lutero le estaba prohibido el acce-so a la Dieta Imperial por la sentencia en sucontra de la anterior Dieta de Worms (1521).

4. DIETA DE AUSBURGO DE 1530

Fue precisamente Melanchton el autor de lapropuesta religiosa presentada en la Dietapor los príncipes adheridos a la Reforma el25 de junio de 1530, entre los que se encon-traba Juan de Sajonia, Jorge de Brandenburgoy Felipe de Hessen, así como algunas ciuda-des vinculadas al movimiento luterano, comoNüremberg. Sería ésta la Confesión de Augs-burgo, que habría que considerar como elmejor intento de sincera aproximación delos reformadores por acercarse a la antiguafe. Melanchton puso en el primer plano lascuestiones más fáciles de armonizar; de los28 artículos, 21 trataban de los artículos defe aceptados por católicos y protestantes, apesar de las divergencias de interpretación.Unicamente 7 estaban consagrados a los“abusos humanos” y “leyes humanas” repro-chados al Papado, pero sobre los que, en el

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espíritu de Melanchton, podía llegarse a uncompromiso: comunión de los fieles bajo lasdos especies, matrimonio de los clérigos,votos monásticos, etc. En cambio, la Confe-sión no aludía a la negación del Purgatorio,dejando de lado las doctrinas de Lutero so-bre la sumisión del albedrío y el sacerdociouniversal; se mantenía la confesión privada,sin obligación de enumerar los pecados, y seeludía la diferencia entre consubstanciacióny transubstancianción.

Carlos V estaba esperanzado en que poresa vía los problemas encontrarían un caucede salida y, de paso, solucionar él un problemaque no había podido solucionar el Papado.También, urgía para poder salir de Alema-nia y ocuparse de otros asuntos. Pero las co-sas no serían tan fáciles. Frente a la Confesiónpresentada por los príncipes luteranos, Car-los V reunió a su consejo para debatir lospasos a seguir. Pueden apreciarse tres salidaspara el emperador: En primer lugar, que loscatólicos y protestantes aceptasen el arbitra-je imperial. También que un concilio pu-diese dar solución a los problemas. 3º aplicarla fuerza contra los disidentes.

Habiéndose iniciado las conversaciones,la primera fórmula pedía mantener las ne-gociaciones, y a tal fin Carlos V ordenó laformación de una comisión integrada porcuatro Príncipes con sus consejeros respec-tivos, junto a seis teólogos, tres católicos ytres luteranos.

Muy pronto las dificultades crecieron,porque frente a los intentos conciliadores tanevidentes en Melanchton, que estaba dis-puesto a suavizar o cambiar algunos puntosde la Confesión, se alzó una postura radicaltanto por parte de Lutero y los príncipes ale-manes, como también por parte de Roma.El ambiente no era propicio para la toleran-cia; a la Confesión vino una Refutación de laConfesión de Augsburgo redactada por la co-misión católica, y a ésta le siguió una Apolo-gía de la confesión augustana por parte de la

facción luterana. No pudiendo esperar mu-cho de esta atmósfera de presiones y medi-ciones de fuerza, a mediados de julio, CarlosV tomó la decisión de acudir a la segundavía de solución, esto es, el concilio.

Una carta autógrafa enviará el Empera-dor a Clemente VII desde Augsburgo el 14de julio. Carlos hace un análisis de la situa-ción religiosa cuando la Dieta entraba en susegundo mes. Los príncipes alemanes cató-licos eran pocos y manifestaban poca volun-tad para imponer su fe; en cambio, firmeresolución en los luteranos, dice Carlos, ypor ello, su arbitraje como emperador esta-ba destinado al fracaso:

... yo hallé y conocí en los Electores yPríncipes y pueblos del Imperio que semuestran en nuestra fe, mucha volun-tad para servirme y muy grande floxedady tibieza para el remedio de las herejíasy sectas luteranas y en los Electores y Prín-cipes y villas que están de otra oppinión,tanta voluntad y ostinación para llevaradelante su mal propósito... y platicadoen lo que se deve responder y endereçar,para que el negocio venga en el fin quedeseamos, porque según lo que de su in-tención se ha podido sentir y alcanzar,no vernán en ninguna manera en apro-barme por juez en este negocio, por so-meterse a mi determinaçión.

En derecho podía actuar él mismo comojuez, pero en cierto sentido, entendía bienlas dificultades, puesto que eran muchos losque participaban de la opinión de Lutero, yéstos mismos no entendían por qué estabanerrados. Dice el emperador:

... aunque de derecho lo soy –juez– y dehecho lo podría mandar, la execuciónde lo que se acordasse sería dificultossa,así por los muchos que están en ello, comopor no ver ni entender los otros algunosde los hierros que tienen y no estar he-

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chos los cumplimientos que se devenhazer...

Estaba claro que se imponía la urgentenecesidad de convocar el concilio. Pero elemperador estaba persuadido de que Clemen-te VII era reacio a esta solución. Lo había tan-teado él mismo en sus jornadas en Bolonia,al negociar con el Papa esta salida tan queridapor la cristiandad. Carlos V sabía que el con-cilio era peligroso para el Papa, que veíaamenazada su autoridad como cabeza de laIglesia, con las posturas conciliaristas que sehabían manifestado en los anteriores conci-lios de Constanza y Basilea. A pesar de laspromesas del emperador de salvaguadar lapermanencia del Papa sobre la asamblea depadres conciliares, Clemente VII no se dejóimpresionar y contestó la carta imperial conotra a vuelta de correo, no comprometién-dose a convocar el concilio y deshaciéndoseen evasivas.

La recuperación de la unidad de la uni-versitas christiana se escapaba de las manosal emperador. La oportunidad se desvanecía.

Todo el mes de agosto se pasó sin lograrseningún avance en el terreno religioso. Carlossabía ya que el Papa no se avendría a laconvocatoria del concilio. Doble presión paraun hombre preocupado por el destino de lacristiandad. Aparecían en él, otra vez, esasreacciones personales en situaciones difíci-les, tan peculiares del carácter imperial: tomóla decisión personal de dirigirse de formadirecta a los príncipes católicos alemanes, enun texto escrito por él mismo en francés ytraducido después al alemán con la ayudade su hermano Fernando. Casi simultánea-mente, envía a Pedro de la Cueva, comoemisario ante el Papa, para informar de lasituación en extremo delicada, y de los es-fuerzos a que estaba dispuesto para hallar unasolución aceptable. El César señala que silos príncipes protestantes se negaban a ce-der, aduciendo razones de conciencia, en-

tonces esas mismas podía presentar él, dadasu responsabilidad como emperador. Se ha-llaba dispuesto a emplear la fuerza, siempreque contase con la solidaridad y ayuda delos demás príncipes católicos y, naturalmen-te, con el Papa.

Difícil decisión, en un momento límite.Con el invierno casi ad portas, la vía de lafuerza parecía una empresa riesgosa, no sólopor el rigor del frío sobre las tropas, sino porel costo que esta campaña significaba parala cristiandad. Los dineros debían obtenersevendiendo algunos bienes de la Iglesia. Car-los sabía que el Papa opondría a esta posiblesolución, el problema mayúsculo de la cam-paña militar que esperaba emprender el tur-co Solimán contra Europa. La solución alproblema alemán –le aseguraba el Empera-dor– dejaría a la cristiandad más unida y,por lo mismo, más preparada para enfrentarla defensa del flaco oriental. Todavía más,Carlos V estaba dispuesto a aceptar cualquie-ra sede para el concilio, la que el Papa esti-mase mejor, esto es, que más conviniese asus intereses: el norte de Italia, Mantua oMilán, podían dar garantías al Papa y tam-bién al emperador, al estar éste más cerca deAlemania.

5. EL CARDENAL GARCIA DE LOAYSA

En medio de este ambiente preocupante yurgente, las negociaciones con los disiden-tes luteranos, en los que Carlos V había te-nido cierta confianza, se rompieron comoya hemos visto; el concilio, vía que estabaúnicamente en manos del Pontífice su con-vocatoria, se desvaneció. ¿Qué otra cosa po-día hacer el emperador? ¿Emplear la fuerzade manera unilateral contra los disidentes?Este era el consejo que desde Castilla el altoclero pide a Carlos, que arremeta sin con-templaciones contra los herejes. Parecía in-sensato y podía preverse la falta de resultados

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positivos. ¿Disimular y aguardar a que cam-biasen las circunstancias? Sin duda, este po-día ser un camino a seguir, teniendo presentela amenaza de una próxima ofensiva turcaque a todos afectaba, pues iba contra toda lacristiandad; católicos y luteranos se veríanafectados. ¿O bien limitarse a su papel polí-tico de emperador, desligado de deberes re-ligiosos, dado que el Papa le negaba suapoyo? No dándose la premisa obligatoriade la convocatoria del concilio, Carlos Vestaba de hecho desligado de meterse a fon-do en la cuestión religiosa alemana. Debíaolvidarse de la represión religiosa y de lasconversiones forzadas, permitiendo a cadacual vivir conforme a sus creencias y se limi-tase a ser la suprema cabeza política de to-dos, fueren católicos, fueren luteranos. Estasalida era anhelada por buena parte del lu-teranismo alemán, alternativa que no pare-ce posible históricamente para la primeramitad del siglo XVI, el siglo de la intoleran-cia, pero, además, porque esta directriz ibacontra la conciencia del emperador.

Esta última alternativa, muy moderna, ensu sentido laico, sería la propuesta, no de unhumanista de corte erasmista. Sería un car-denal de la Iglesia, en este instante crucial,el que le daría a Carlos V dicha vía de ac-ción: fray García de Loaysa.

García de Loaysa vivía entonces en Roma,casi desterrado, apartado de la corte impe-rial, pero sabedor de las conversaciones deAugsburgo y conocedor de cuanto se pensa-ba en la corte pontificia. Toma la decisiónde enviar una carta al emperador donde leexpone su pensamiento y su propuesta, quevale conocer.

García de Loaysa sugiere que el César selimite a una ponderada persuasión, y queno pase de allí: ...y si quieren ser perros, séanlo,y cierre V.M. los ojos, pues no tenéis fuerza parael castigo ni manera alguna para sanarlos.

Estaba claro para el anciano cardenal, queel emperador debía limitarse a su papel po-

lítico: Conténtese V.M. con que os sirvan y ossean fieles, aunque a Dios sean peores que dia-blos... Difícil decisión para Carlos V, que enotras oportunidades –como en el caso in-diano– manifestó problemas de concienciaen la toma de decisiones, ¿quedaba la con-ciencia imperial dañada al no cumplir consus deberes? Dice el cardenal: Vuestra con-ciencia es segura. Trabajad como vuestro Esta-do no se pierda...

Haber pedido al Papa el concilio estababien; pero si no lo conseguía, que al menosél quedara dueño de Alemania, dejando aun lado las presiones sobre la religión:

Hasta que se fueron los herejes deAugsburgo, yo acepté que V.M. hiciesefieros y amenazas algunas veces; pero yaque habéis visto que son palabras inúti-les, piense V.M. que todos os obedezcany sirvan cuando lo hovierdes menester, yno os déis un clavo que ellos lleven susalmas al infierno...

Lo importante era, pues, que los alema-nes le reconociesen como emperador y cum-pliesen como súbditos ante él; eso era loimportante en aquella hora y, en ningún caso,perseguirlos puesto que en esta acción podíatraer la ruina completa del emperador y tam-bién la del infante don Fernando; en otraspalabras, el real peligro estaba en que todaAlemania se alzase contra la Casa de Aus-tria.

De forma, señor, que es mi voto quepues no hay fuerzas para corregir, quehagáis del juego maña, y os holguéis conel hereje como con el católico, y le hagáismerced si se igualase con el cristiano enserviros... Quite ya V.M. la fantasía deconvertir almas a Dios. Ocupáos de aquíadelante, en convertir cuerpos a vuestraobediencia...

Y finalmente, si el emperador manifesta-

Tolerancia religiosa en el Renacimiento: Carlos V en Augsburgo en 1530 / LUIS ROJAS DONAT

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Theoria, Vol. 11: 2002

ba algunos escrúpulos de conciencia, Garcíade Loaysa le señala que su alma se salvaríacon sus propias acciones, y que, en cambio,no se perdería porque otros perdieran susalmas.

6. CONCLUSION

Los hechos mostraron que Carlos V hizocaso del prudente consejo de Loaysa. Admi-tió que no tenía fuerza suficiente para unaoperación de castigo sin el decidido apoyodel Papa y sin la convocatoria del concilio.

El consenso entre los teólogos católicos yprotestantes, como es sabido, no se logró, altiempo que Roma persistió en su condenala doctrina luterana de la justificación delcristiano por la fe. Precisamente, este malo-grado intento de conciliación en 1530 fueel que, casi con medio milenio de retraso,propugnó el Papa Juan Pablo II con la Igle-sia luterana y firmado en la ciudad de Augs-burgo entre las dos familias cristianas, el 31de octubre de 1999.

7. BIBLIOGRAFIA

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