Cambiando Lo Incambiable. La Terapia Bre - Richard Fisch, Karin Schlanger

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  • RICHARD FISCH KARIN

    SCHLANGER

    CAMBIANDO LO INCAMBIABLE

    La terapia breve en casos

    intimidantes

    Herder

  • Ttulo original: Br ie f Therapy with Int imidat ing Cases. Changing the Unehangeabl

    Traduccin: I sabel Ferrer

    Diseo de la cubierta: Ar iannc Faber

    2002, Richard Fiscb , Kann Schlanker 2012, Herder Editorial, S. L., Barcelona

    2' ' edic in

    ISBN: 978-84-254-3051-0

    La reproduccin total o parcia l de esta obra sin el consentimiento expreso de ios t itulares del Copyright est

    prohibida a l amparo de la legislacin vigente.

    Imprenta: Reinbook

    Depsito legal: B-82-2012

    Printed in Spam - Impreso en Espaa

    Herder

    www.herdercditorial.com

  • PRESENTACIN

    MARCELO R. CEBERIO

    Frecuentemente, muchos prlogos suelen encabezarse enunciando:

    En general los prlogos no son ledos... Esto sucede en la realidad,

    cuando un lector abre con avidez una obra tentadora y halla en la antesala

    un prefacio extenso y tedioso. Resulta ms intensa esa sensacin de

    zambullirse de pleno en la lectura, que merodear en la presentacin del

    texto. Me sugiero, entonces, ser sinttico y claro. Escribir unas palabras

    acerca de una obra, cuyos autores conozco y reconozco como

    profesionales y amigos de alta talla e intentarles transmitir el afecto y la

    valoracin por la difcil labor de escribir un libro. Evitando, por tanto,

    caer en la trampa del tedio y eludiendo mis ganas de expandirme, tratar -

    siendo consecuente con el modelo que propugnan los autores - de ser

    breve.

    La obra Cambiando lo incambiable. La terapia breve en casos

    intimidantes recoge la experiencia de aplicar este modelo de psicoterapia

    en aquellas situaciones teraputicas tildadas como graves o difciles, tales

    como depresin, anorexia, psicosis, alcoholismo, etc. En este sentido,

    desmitifica dichas construcciones semnticas que revisten a estos

    trastornos (y eso son, construcciones). Es decir, a lo largo del texto se

    entiende que no existen casos intimidantes, sino que stos son juicios de

    valor que atribuyen los terapeutas sobre algunas conductas sintomticas

    de los pacientes. Esto coloca en la palestra la figura del terapeuta frente a

    su supuesto del caso a tratar y la emocin subsecuente que del supuesto

    emerge.

  • Mas all que, de manera recursiva, las interacciones con el paciente

    pautan las intervenciones del profesional y tales intervenciones reglan

    dichas interacciones, el adjudicar significados sobre los comportamientos

    llevan montadas diferentes sensaciones en el terapeuta. Sensaciones que

    se traducen en acciones en el seno de la sesin. Si el caso es atribuido a

    la categora de difcil, complicado, grave, siempre provocar temor,

    exceso de responsabilidad, ser visto como demasiado grave para la

    experiencia que posee el profesional, intimidar, etc. Si el terapeuta

    afronta el caso desde tal cmulo de sentimientos, corre con desventaja no

    solo en la relacin sino en la planificacin del tratamiento, sumindose

    en confusiones o en un estatismo que lleva a la involucin del trabajo

    teraputico.

    Pero los autores, no reniegan de la existencia de conductas catas-

    trficas, pero en cualquier caso no dejan de ser conductas, sealan. El

    rtulo surge del sistema de creencias del terapeuta: los comportamientos

    no son en s mismos, sino que entran en las categoriza- ciones del

    universo cognitivo del profesional.

    Se encargan, entonces, de remarcar la importancia de trabajar con

    conductas y no con diagnsticos. En cierta manera, se oponen al proceso

    tradicional en el que el terapeuta primero elabora un diagnstico y luego

    planifica una estrategia. Fisch y Schlanger, por el contrario, remarcan:

    evaluamos con cuidado la conducta problemtica y despus tratamos esa

    conducta. Los etiquetamientos y rtulos de patologas son

    categorizaciones y, como tales, son construcciones de segundo orden.

    El hecho de trabajar teraputicamente con conductas, es una de las

    premisas bsicas del modelo de Terapia breve del MRI. La exploracin

    exhaustiva de los comportamientos problemticos y de las soluciones

    intentadas fracasadas para resolverlos, son pasos del proceso organizador

    de la terapia en pos de la posterior planificacin y aplicacin de tcticas y

    estrategias.

    El libro es eminentemente prctico. Recorre una serie de casos

    tildados como dificultosos, que utiliza a modo de ejemplos ilustrativos de

    la aplicacin del modelo. Realiza una breve descripcin del caso y

    acenta algunas sesiones transcribiendo dilogos teraputicos.

  • Presentacin

    Ingeniosas llaves verbales, paradjicas acciones, creativas intervenciones

    y prescripciones, tpicas del modelo, son implementadas por Schlanger y

    Fisch en el intento de transmitir la experiencia.

    Muestran que el modelo de Terapia Breve es idneo en este tipo de

    casos, razn que justifica ampliamente su aplicacin, ms an cuando ha

    sido blanco de crticas desde otros modelos, imputndosele que solamente

    resultaba efectivo en situaciones de problemas concretos, acotados y de

    relativa simplicidad.

    El comentario y la transcripcin de las principales partes de la sesin,

    suministra estrategias y planificaciones de accin. O sea, la obra no se

    queda anclada en la descripcin y la teora, sino que proporciona

    herramientas para el trabajo teraputico.

    La redaccin del texto es sumamente clara y con la misma claridad se

    expresa que: si no hay queja no hay problema. A pesar de parecer una

    conceptualizacin ingenua, poco de inocencia tiene, en tanto que la queja

    no solamente es la expresin del problema sino que muchas veces se

    constituye en el mecanismo que atenta contra el cambio y la solucin.

    Ahora, algo acerca de la persona de los autores. En mi primera

    residencia en el MRI -precisamente en mi primera jomada de trabajo -

    desde mi oficina del primer piso segua el trayecto de una persona muy

    bajita y sumamente simptica que, apurada, regresaba a su consultorio

    mientras me escudriaba de reojo cmo lo estaba observando. No entend

    que esos ojos picaros, eran el preludio de un tropezn ficticio que me

    deton en carcajadas que por supuesto reprim.

    As conoc a Dick Fisch. Describirlo, es hablar de su humor que

    algunos definieron como una brizna de humor judo; caracterstica que

    introducida como recurso teraputico transforma la sesin en un ambiente

    distendido favoreciendo la apertura en la comunicacin. Dick, tambin, es

    un exquisito de la retrica y extremadamente hbil en la interaccin con

    los pacientes en la bsqueda de complementa- riedad, evitando la

    confrontacin. Clido, solcito y riguroso, son caractersticas que se

    hallan en l, dentro y fuera de la sesin.

    Pero mi primer encuentro con Karin Schlanger, tampoco fue muy

    convencional. Nadie puede entender que tras esa rubia de ojos celes-

    /

  • tes con evidentes rasgos austracos, se encuentra una argentina de Buenos

    aires, que mantiene el acento porteo y saluda diciendo un enrgico

    Hola che! !. En aquellos aos, era directora de trainning del MRI y

    puede afirmarse que en la actualidad es una de las pocas herederas del

    modelo de Terapia Breve en su expresin ms pura.

    Unas de las particularidades ms acentuadas en ella, son su fuerza y

    su capacidad de trabajo, su iniciativa y la cantidad de recursos a la hora

    de intervenir teraputicamente y en la institucin a la que pertenece.

    Por ltimo -y a pesar que los autores le tributaron su libro reco-

    nociendo y valorando su labor - no quiero dejar de mencionar a uno de

    los mentores del modelo sistmico en la comunicacin humana: John

    Weakland.

    Tal como ellos lo afirmaron, John.no dej de trabajar hasta sus

    ltimos das. En mi estancia en el MRI del ao 1994, dos veces por

    semana conjuntamente con Karin Schlanger y Barbara Anger-Diaz,

    asistamos a que nos supervisara nuestra labor clnica. Casi cotidia-

    namente, reciba en su oficina a los residentes que venan desde dife-

    rentes partes del mundo a formarse en el instituto y no abandon nunca

    su humor ingenioso y su sonrisa clida. Su casa, de claro estilo oriental,

    posea la impronta de Anna Wu, su esposa china. Su antiguo Mercedes

    Benz, modelo pagoda de coleccin, blanco e impecable se hallaba

    rigurosamente aparcado en la puerta del garaje. En su oficina, sola

    sentarse en un butacn a espaldas de la ventana y mientras recordaba

    ancdotas floridas de su historia -en donde corran personajes como

    Gregory Bateson y Milton Erickson, entre otros - expulsaba el humo que

    entre frase y frase se escapaba de la pipa que preparaba lenta y

    morosamente.

    Bien merecido, el tributo de este libro hacia un maestro y pionero de

    la terapia familiar en el mundo. Obra-tributo que por su calidad y

    desarrollo se halla a la altura de los textos que son de consulta

    permanente y que se constituyen en la gua del profesional para

    enriquecer su labor teraputica. ;

    Roma, 2001

  • NDICE

    Presentacin ........................................................................................ 7

    Prlogo ............................................................................................ 13

    Introduccin ........................................................................................ 21

    Ideas subyacentes

    Depresin profunda ............................................................................. 29

    Delirios y paranoia .............................................................................. 57

    Anorexia ............................................................................................. 67

    Alcoholismo ........................................................................................ 99

    Problemas incapacitantes .................................................................... 125

    Mltiples problemas .......................................................................... 135

    No puedo parar de mutilarme ............................................................. 163

    Adonde vamos a partir de aqu? ........................................................ 181

    Referencias y lecturas recomendadas .................................................. 187

    Indice analtico .................................................................................. 191

  • PRLOGO

    Desde hace treinta aos, hemos organizado numerosos talleres y

    seminarios sobre cmo tratar a pacientes con problemas en poco tiempo.

    En estas presentaciones, los participantes suelen plantear una pregunta

    retrica, aunque tambin perspicaz: He empleado su mtodo y suele

    funcionar muy bien. Pero de verdad se puede usar en casos graves como

    las psicosis?.

    Al principio la pregunta nos sorprendi, porque hemos empleado

    nuestro mtodo con xito en casos que podran calificarse de graves y que

    muchos terapeutas consideran intimidantes. Despus nos dimos cuenta de

    que para que se entendiera bien nuestro mtodo, los ejemplos que

    dbamos siempre eran de problemas menos espectaculares: conflictos

    matrimoniales, problemas parentales, ansiedad, depresin moderada,

    fobias y dems. Tambin vimos que las tradiciones de la terapia

    convencional son muy tenaces, en particular el punto de vista de la

    psicopatologa individual. Creimos que haba llegado el momento de

    aclarar que, fuera cual fuera la conducta no deseada, y por muy

    intimidatoria y grave que fuera, no deja de ser una conducta. Fue as

    como naci la idea de escribir este libro.

    EL CLIMA PARA LA TERAPIA BREVE EN LOS AOS 60

    Es posible que muchos lectores no recuerden cmo era el clima para

    la psicoterapia breve hace treinta o ms aos. En gran medida con motivo

    del desarrollo y xito del psicoanlisis, la psicoterapia (es

  • decir, una conversacin que cura) se haba establecido como un medio

    legtimo de aliviar la angustia personal. Si bien al principio el

    psicoanlisis era un tipo de tratamiento relativamente breve (no era raro

    que un anlisis con Freud y sus contemporneos durara seis meses), con

    el tiempo se fue volviendo cada vez ms complejo y al final evolucion

    hasta convertirse en una actividad bastante larga para el paciente,

    generalmente de varios aos de duracin.

    Preocupados por esa tendencia, varios analistas (Alexander y French,

    Malan, Sifneos) intentaron buscar maneras de abreviar el tratamiento.

    Como se consideraba que el modelo psicoanaltico era el legtimo para

    abordar los problemas, los innovadores intentaron acortar la terapia

    abreviando la tcnica psicoanaltica, pero sin dejar de aplicar sus

    premisas fundamentales. Una premisa bsica era que, fuera cual fuera la

    dolencia del paciente, sta no era ms que una manifestacin superficial

    de una situacin bastante compleja que se haba ido desarrollando en la

    psiquis. Asimismo, el paciente no era consciente de esta situacin; sus

    elementos se hallaban en las profundidades del inconsciente. Por lo tanto,

    slo un ingenuo o un charlatn poda pretender aliviar la angustia del

    paciente sin intentar reordenar esta situacin inconsciente.

    se era el clima que predominaba en la psicoterapia de hace treinta

    aos. En los casos en que un terapeuta daba a conocer un caso resuelto

    con xito en el que slo haba tratado la dolencia del paciente, se

    menospreciaba ese xito de diversas maneras: el cambio no durara y el

    sntoma original volvera; aparecera otro sntoma sustituto, puede que

    incluso peor que el original (me acuerdo de que cuando hice la residencia

    hace unos cuarenta aos, alguien me dijo: Donde antes haba un

    paciente histrico vers un esquizofrnico!); en realidad la dolencia

    original no era una fobia (o lo que fuera), sino algo ms superficial, que

    se poda tratar con una terapia de apoyo. As, se crea que el terapeuta

    no deba centrarse exclusivamente en la causa de la angustia o en el

    problema del paciente; en pocas palabras, la terapia centrada en un

    problema concreto era sospechosa y se hallaba en la periferia de la

    psicoterapia o bien se despreciaba por completo.

  • ORGENES TERICOS DE LA TERAPIA CENTRADA EN

    LOS PROBLEMAS

    Cuando en 1966 iniciamos nuestro proyecto, el Centro de Terapia

    Breve (a veces llamado el Grupo de Palo Alto), sabamos que bamos en

    contra de las ideas convencionales al centrar la terapia en la dolencia

    expresada por el paciente, sin buscar las causas ms profundas de su

    afliccin. No nos pareci una insensatez, dado que estbamos siguiendo

    los pasos de una serie de personas innovadoras muy slidas e

    imaginativas.

    Varas dcadas antes, Harry Stack Sullivan abri nuevos caminos

    cuando consider la enfermedad mental como un fenmeno nter-

    personal. (Vase la Introduccin de H.S. Perry en Sullivan, 1962.) En los

    aos cuarenta, Gregory Bateson, junto con el psiquiatra Jur- gen Ruesch,

    se haba interesado por el abordaje de los problemas psiquitricos desde

    un punto de vista comunicacional (Ruesch y Bate- son, 1951). Bateson,

    junto con Don Jackson, Jay Haley y John Weakland hicieron nuevas

    aportaciones al estudiar los modelos comunicativos en las familias de

    personas diagnosticadas como esquizofrnicas. Su trabajo fue precursor

    de la terapia de familia.

    Antes del trabajo de Bateson y sus colegas, Milton Erickson, un

    psiquiatra de Phoenix, haba trabajado varios aos con pacientes de una

    manera que exclua el concepto de psicopatologa individual. Enfocaba

    los problemas de sus pacientes de una forma ms humana, concibindolos

    como esfuerzos en la vida cotidiana comprensibles pero que les haban

    salido mal (Haley, 1973).

    Por lo tanto, lo que estamos describiendo es una larga lista de per-

    sonas que se dedicaron a investigar los problemas humanos y que se

    fueron alejando de las tradiciones de la psicopatologa para introducirse

    en el campo ms amplio de la interaccin social. Consideramos que

    nuestro trabajo tambin sigui esa va y parti de las contribuciones de

    muchas otras personas. De todos, diramos que el que ms nos influy fue

    el trabajo de Erickson. Nos atrajo su costumbre de asignar tareas o

    deberes a los pacientes y el hecho de que entablara un dilogo activo

    con ellos. Tambin nos atrajeron, aunque tam

  • bin nos desconcertaron, los giros inesperados y nicos de las tareas que

    asignaba a la gente (por ejemplo, le pidi a un joven al que le daba miedo

    entrar en un restaurante que eligiera el mejor lugar para desmayarse).

    En 1966, se cre el Centro de Terapia Breve para investigar un

    mtodo centrado en los problemas del paciente y para evaluar los

    resultados por medio de entrevistas de seguimiento tres meses y un ao

    despus de la ltima sesin. Este libro refleja nuestra labor con pacientes

    aquejados de problemas a menudo intimidantes para los terapeutas,

    algunos supuestamente graves, pero tambin en otros casos los pacientes

    estaban tan afectados por sus problemas crnicos que parecan no tener

    remedio. El tratamiento se vuelve ms difcil cuando los pacientes no

    poseen los recursos adecuados para realizar una psicoterapia, ya sea

    porque tienden a ser demasiado concretos y carecen de la capacidad de

    introspeccin o bien porque tienen que luchar con los problemas

    bsicos de la vida impuestos por la pobreza.

    LA TERAPIA BREVE EN LA ACTUALIDAD

    Hoy en da se considera que la terapia breve es un logro vlido. De

    un modo irnico, a menudo se ha atribuido la introduccin de la terapia

    breve a la asistencia gestionada. Sin embargo, ms que ser creadora del

    tratamiento abreviado, en realidad la asistencia gestionada se ha

    beneficiado de esos primeros intentos de acortar la terapia. En cierto

    modo, la asistencia gestionada favorece y al mismo obstaculiza los

    tratamientos breves. Por un lado, favorece la psicoterapia breve, pero lo

    hace parcelando las sesiones teraputicas y cuestionando las solicitudes

    de sesiones adicionales al exigir una justificacin. Por otro lado, fomenta

    los tratamientos a largo plazo al favorecer la medicacin de los pacientes.

    As, la asistencia gestionada considera til algunos modelos, sobre todo

    los bioqumicos y genticos, porque permiten un tratamiento menos

    costoso; la medicacin de seguimiento requiere mucha menos dedicacin

    profesional que una psicoterapia. Segn estos modelos, algunos

    problemas son

  • de por vida y nunca se resolvern de un modo permanente (por ejemplo,

    el desorden bipolar) y, por lo tanto, el tratamiento puede durar toda la

    vida del paciente. A corto plazo, la administracin de medicamentos

    puede aumentar los beneficios, pero que esto se sostenga a largo plazo ya

    es otra cuestin.

    Aunque la terapia breve ocupa una posicin respetable, muchos

    terapeutas la consideran limitada porque creen que, aunque puede servir

    para resolver los problemas cotidianos (problemas matrimoniales, con la

    educacin de los hijos, de sueo o de alimentacin, incluso fobias y

    estados de ansiedad, etc.), no puede tratar de un modo eficaz los

    problemas serios (esquizofrenia, alcoholismo, profunda depresin,

    paranoia, etc.). Para estos problemas supuestamente serios, resultan ms

    atractivas las explicaciones biolgicas y se ha generalizado la prctica de

    derivar estos casos a los psiquiatras, lo que implica el empleo de la

    medicacin como tratamiento principal.

    UNA PERSPECTIVA GENERAL DEL CONTENIDO

    Este libro se centra en el reto de resolver los problemas serios o

    intimidantes con una terapia breve y representa para nosotros un modesto

    intento de responder a dicho reto. Ms que una demostracin de su

    indiscutible xito al tratar todos los problemas serios, se trata de una

    explicacin de nuestras experiencias para mostrar que es posible y para

    animar a los investigadores y clnicos con ideas afines a seguir

    explorando a partir de nuestra labor.

    Para ilustrar cmo un mtodo para resolver problemas puede fun-

    cionar en los casos intimidantes, presentamos casos resueltos con xito y

    explicamos cmo lo conseguimos. Tal vez habra sido mejor incluir

    algunos de los numerosos casos en que fracasamos, junto con una

    evaluacin de las razones de dicho fracaso, pero creimos que eso sera

    material para otro libro.

    Para los lectores que desconozcan nuestro trabajo anterior (sobre

    todo Watzlawick, Weakland y Fisch, 1974; Fisch, Weakland y Segal,

    1982), en el primer captulo incluimos un breve resumen de nuestras

  • principales ideas, aunque tambin les aconsejamos remitirse a las obras

    citadas. Los siguientes captulos, del dos al ocho, presentan diferentes

    tipos de problemas intimidantes que hemos tratado, tanto en el Centro de

    Terapia Breve como en nuestras consultas individuales. En el captulo

    nueve analizamos el futuro e incluimos algunas ideas sobre cmo ser y

    hacia dnde se dirigir la investigacin en el futuro.

    UN TRIBUTO A JOHN WEAKLAND

    Tenemos otra razn para escribir este libro. John Weakland, cofun-

    dador del Centro de Terapia Breve, falleci en 1995. Adems de ser su

    cofimdador, este hombre aport al proyecto una imaginacin nica y una

    gran fuerza. En ningn momento se dej intimidar por los retos y en sus

    investigaciones siempre se enfrent a ellos con rigor.

    La variedad de sus intereses era notable. Empez como ingeniero

    qumico, pero tras darse cuenta que eso no era para l, dej la profesin

    para volver a la universidad a estudiar nada menos que antropologa.

    Mientras estudiaba en Nueva York conoci a Gregory Bateson y ste lo

    invit a trabajar con l en California, donde quera estudiar la

    comunicacin entre las familias que contaban con un miembro

    esquizofrnico. As, Weakland y su esposa Anna hicieron las maletas y

    se fueron al Oeste. Fue al realizar ese proyecto cuando Weakland se

    comprometi con el concepto de interaccin.

    Despus, entre otros proyectos, realiz un estudio de las pelculas de

    la China comunista para ver los cambios producidos en el desempeo de

    los roles que se esperan de los miembros de una familia. Su inters en la

    interaccin abarc otros mbitos, como los problemas de la tercera edad,

    de salud (para lo cual acu el trmino somtica familiar), con la

    organizacin administrativa y los diferentes estilos de cada pas en la

    negociacin diplomtica. Poco antes de morir, empez a estudiar a las

    personas con incapacidades de desarrollo que participaban en un

    programa de readaptacin ocupacional.

    Weakland era muy generoso con su tiempo. La puerta de su ofi-

  • cia estaba casi siempre abierta y sus colegas podan consultar o con-

    versar con l con toda libertad. Incluso en los ltimos aos de su vida,

    cuando ya no poda ir a su oficina, reciba a sus amigos y colegas y sigui

    atendiendo en su casa. No dej de escribir hasta que ya no pudo sostener

    el lpiz, aunque sigui desarrollando ideas y dictndoselas a su secretaria.

    Lo ms probable es que nunca llegue a apreciarse del todo el inco-

    mensurable legado que dej Weakland. No era lo que se dira un per-

    sonaje carismtico; ms bien era modesto, quiz demasiado, y siempre

    dedic toda su energa a su trabajo y a explorar ideas nuevas. Rehuy la

    tentadora bsqueda de una imagen en un mundo orientado cada vez ms

    hacia lo exterior en lugar de hacerlo hacia el contenido.

    Este libro es un pequeo tributo a Weakland y a su tenacidad para

    desafiar lo imposible. l se defina a s mismo como un hombre

    curioso, y en sus concienzudos esfuerzos por encontrar una descripcin

    clara de los problemas exactos de la gente, desmitific esos problemas,

    dando opciones que los dems nunca haban imaginado.

    AGRADECIMIENTOS

    Como ocurre con muchas obras, este libro no es slo fruto de nuestra

    mente. Deseamos expresar nuestra gratitud a los innumerables

    profesionales cuyo inters en nuestro trabajo dio pie a plantear su

    retadora pregunta sobre su aplicacin en los casos intimidantes o serios.

    Sobre todo, deseamos agradecer la tenaz colaboracin a nuestro

    trabajo en el Centro de Terapia Breve de Barbara Anger-Diaz, que

    tambin es una leal amiga; a Paul Watzlawick, que ha estado a nuestro

    lado desde que se cre el Centro, tanto en los buenos como en nalos

    ratos; a Lucy Gil, que ampli nuestros horizontes al enseamos el campo

    de la organizacin administrativa (Gil, 1999). Tambin queremos dar las

    gracias a Teresa Garca y Jean Jacques Witte-

  • zaele del Instituto Gregory Bateson en Lieja, Blgica; a muchos otros

    colegas en el extranjero; y a Steve de Shazer e Insoo Kim Berg, que

    aplicaron con xito nuestro mtodo en distintas culturas. Damos las

    gracias a Wendel Ray, un hombre de una energa inagotable que nos

    anim a seguir trabajando a lo largo de los aos. Tampoco podemos

    pasar por alto los pacientes esfuerzos de Phyllis Erwin, administradora

    del Instituto de Investigacin Mental, que nos facilit las cosas al

    ayudamos a superar las frustraciones cotidianas de las cuestiones

    organizativas. Tambin apreciamos el cuidado y los esfuerzos de nuestro

    editor, Alan Rinzler, que nos alent y nos dio consejos muy tiles para el

    original. Por ltimo, uno de nosotros (R.F.) desea expresar su profunda

    gratitud a un leal amigo, Larry Spector, que me cedi su tiempo y energa

    desinteresadamente para ayudarme a aclararme con el ordenador y los

    laberintos del procesador de textos y cuyos nimos constantes fueron un

    acicate para, finalmente, sentamos a escribir.

    RICHARD FISCH, KARN SCHLANGER Palo

    Alto, California, enero de 2001

  • INTRODUCCIN

    Cmo se decide que un problema es intimidante o serio? La opinin

    tradicional es que, por su propia naturaleza, ciertos problemas se resisten

    de un modo inherente a mtodos que han funcionado al tratar problemas

    no serios. Las explicaciones de esa diferencia parten de que los

    elementos del problema se encuentran en el propio individuo cuya

    conducta se cuestiona. No es raro que un terapeuta que cree en la utilidad

    de los conceptos interactivos (por ejemplo, la terapia de familia) renuncie

    a ellos cuando se topa con un problema serio y que defienda el punto de

    vista tradicional de la psicopatologa individual, que es una explicacin

    monadista.

    Si, por ejemplo, un terapeuta intenta intervenir en conductas que se

    consideran extraas y slo trata a la persona que padece la afeccin (el

    paciente), y esa persona no pide ayuda para cambiar, entonces, cuando la

    terapia fracasa, se dice que el paciente tiene un problema serio, un

    problema imposible de resolver con una psicoterapia. Se atribuye el

    fracaso al paciente, no a la manera de abordar el tratamiento.

    Asimismo, se considera que el individuo con un problema inti-

    midante es significativamente diferente de las personas normales

    porque padece una patologa persistente, ya sea por factores genticos, un

    estado de nimo firmemente arraigado, una manera de pensar defectuosa

    que se desarrolla con el tiempo o una peculiaridad inexplicable pero

    fsica en la mente de la persona (por ejemplo, la vulnerabilidad al

    alcohol, el estrs o cualquier otra cosa). Todas estas

  • etiquetas dan al problema un aura de inmutabilidad y desaniman de un

    modo implcito al terapeuta cuando establece el primer contacto con el

    paciente al prever un cambio benfico. Un terapeuta que se enfrenta a una

    esquizofrenia, por ejemplo, tender a ser pesimista respecto al xito de la

    terapia, y, por supuesto, ese pesimismo puede ser peijudicial para el

    tratamiento, igual que el optimismo es beneficioso.

    Hay otras caractersticas que contribuyen al concepto de gravedad.

    Una importante es que la conducta problemtica tenga un efecto

    potencialmente catastrfico. Se puede decir que un paciente sufre una

    ligera depresin cuando no pone en peligro su propia estructura

    econmica o la de su familia porque no trabaja o cuando no expresa la

    intencin de suicidarse. En caso contrario, se le diagnosticar una

    depresin grave.

    As, el trmino grave tiende a ser empleado para diagnosticar una

    conducta que es algo ms que molesta, inconveniente, vergonzosa y

    dems, y que por el contrario conlleva amenazas de suicidio, homicidio,

    agresin, inanicin o de un desastre econmico. Los terapeutas tambin

    considerarn que un problema es grave cuando el paciente est tan

    dominado por l que est prcticamente incapacitado. Por otro lado, los

    pacientes que presentan mltiples problemas o que manifiestan

    sntomas extraos (como la automutilacin) tambin intimidan a

    muchos terapeutas.

    * * *

    Aunque pueda parecer ingenuo, consideramos que es mejor definir

    los problemas como conductas que causan angustia a alguien que desea

    un cambio; en esos casos, la persona presenta una queja. Las

    caractersticas de la conducta pueden diferir segn la persona, y la

    conducta que es motivo de queja puede variar en funcin de una serie de

    factores. Los sntomas de una dolencia pueden ser muy idiosincrsicos: lo

    que para una persona puede ser un problema, para otra puede ser algo

    muy normal. Para nosotros, si no hay queja, no hay problema. Esta idea se

    aleja del punto de vista tradicional de que los rasgos de una conducta

    problemtica reflejan un estado anormal,

  • Introduccin

    una enfermedad o un trastorno que se etiquetan con un diagnstico.

    Eso no significa que algunas conductas no hayan sido o no puedan

    ser catastrficas, pero stas, en cualquier caso, no dejan de ser conductas.

    Segn el punto de vista tradicional, el terapeuta tiene que reunir la

    informacin para realizar un diagnstico porque lo cree necesario para

    saber cmo debe intervenir, y despus tratar el diagnstico. Por el

    contrario, nosotros evaluamos con cuidado la conducta problemtica y

    despus tratamos esa conducta. Por ejemplo, el terapeuta tradicional

    pregunta: Qu hacen con el desorden obsesivo compulsivo?, mientras

    que nosotros preguntamos: Qu hacen con una persona que mira si el

    horno est encendido diez o ms veces antes de salir de casa?.

    * * *

    En el primer captulo, analizamos las ideas subyacentes a nuestro

    trabajo y cmo stas determinan nuestra manera de abordar el tratamiento

    de las dolencias. Para una explicacin ms detallada de la lgica

    subyacente, recomendamos la lectura de The Tactics of Chan- ge: Doing

    Therapy Briefly (Fisch, Weakland y Segal, 1982).

  • John H. Weakland

    y Joyce Emanjomeh antigua

    administradora de MRI

  • I W UNA TERAPIA BREVE PARA CASOS INTIMIDANTES

  • IDEAS SUBYACENTES

    Para abordar un problema, para intervenir, un terapeuta tiene que

    basarse en una serie de ideas, en un modelo. El modelo puede ser sencillo

    o complejo, pero, en cualquier caso, debe ofrecer una serie de directrices

    que indiquen tanto lo que hay que hacer como lo que no hay que hacer.

    En el mbito de la psicoterapia, estas ideas suelen ser una realidad

    construida para explicar en qu consisten los problemas; en cierto modo,

    el modelo es una explicacin de por qu la gente tiene problemas o

    ciertos tipos de problemas. (Algunos terapeutas dirn que ellos no parten

    de ninguna teora, pero lo ms probable es que no sean conscientes de las

    directrices que dictan sus movimientos en una terapia.) A continuacin

    explicaremos nuestras ideas sobre los problemas y sus implicaciones en

    una intervencin.

    SI NO HAY QUEJA, NO HAY PROBLEMA

    Para nosotros, un problema es una conducta que el paciente considera

    claramente indeseable, ms que la manifestacin de una patologa. As, si

    la persona no se queja por una conducta, no tiene ningn problema. En

    ese sentido, nuestras ideas se alejan de los conceptos de normalidad y

    anormalidad y, en cambio, se basan en la queja.

  • No juzgamos la legitimidad de una queja; cada uno tiene su propia

    escala de valores para definir lo que es una conducta aceptable o

    inaceptable. Aunque, en tanto individuos, no podemos compartir muchos

    de los valores de nuestros pacientes, los respetamos y los consideramos

    caprichos de las prioridades y sensibilidades de cada cual. Una queja que

    para nosotros podra ser trivial es tan legtima en una terapia como otra

    que nos pueda parecer catastrfica; igualmente, aceptamos la palabra de

    un paciente cuando sostiene que cierta situacin, por muy terrible que

    nos parezca, para l o para ella no representa ningn problema. As,

    como vern en los siguientes captulos, salvo raras excepciones, al

    principio de la primera sesin siempre preguntamos: Cul es el

    problema que le ha trado aqu?. La pregunta tambin sirve para

    demostrarle a la persona que su problema es lo primero y, por lo tanto, lo

    ms importante, centrndose as la terapia en el presente.

    LA SOLUCIN INTENTADA FORMA PARTE

    DEL PROBLEMA

    A nosotros no nos importa cmo se inici un problema, pero s

    creemos que es bsica para nuestro modelo la idea de que, sea cual sea la

    manera en que se hayan iniciado, los problemas persisten debido a la

    insistencia con la que la persona intenta resolverlos; a esa actitud la

    llamamos la solucin intentada. Este es el elemento principal de nuestras

    ideas o de nuestro modelo. As, el objetivo de la terapia 110 es conseguir

    que la persona haga algo, sino ms bien que deje de hacer lo que haca

    para resolver el problema. En cierto modo, la solucin consiste en

    conseguir que el problema se disipe en lugar de hacer un esfuerzo por

    superarlo. En ese sentido, diramos que lo que tratamos no son los

    problemas, sino las soluciones intentadas. Sin embargo, tambin

    ofrecemos alternativas partiendo de que no se puede dejar de hacer algo

    sin intentar hacer otra cosa. (Prueben dejar de sentarse sin emprender

    otra accin!)

  • Partimos del supuesto de que una persona que persiste con una

    actitud contraproducente no tiene nada de especial. Si intentamos ave-

    riguar cules son las soluciones intentadas, en general, salvo raras

    excepciones, vemos que suelen ser fruto de la lgica cotidiana o del

    sentido comn; por ejemplo, si a una persona le da miedo realizar una

    actividad habitual, por ejemplo, entrar en un edificio grande, la gente que

    quiere ayudarla suele decirle: No hay nada que temer; todo el mundo lo

    hace. Como parece que eso es lo nico razonable que se puede decir, la

    familia o los amigos insisten y quiz intenten expresar lo mismo de

    diversas maneras: Mira. Qu va a pasar? Nada!

    Creemos que sera interesante realizar un estudio de la lgica comn.

    Cmo es que la gente se queda atrapada en una sola opcin? A la gente

    parece costarle cambiar su marco de referencia y pasar de preguntar

    Qu es lo lgico? a Qu funciona?. De un modo concomitante, lo

    ms frecuente es que no se den cuenta de que estn repitiendo lo mismo

    una y otra vez y de que lo nico que vara es la forma.

    Por ejemplo, una conocida nuestra haba sido contratada por una

    familia para dar clases a su hijo de diez aos. Al principio, el nio se

    mostr dispuesto a trabajar, pero poco a poco fue perdiendo inters y

    buscando todo tipo de maneras para resistir o sabotear los esfuerzos de la

    profesora. Slo mostraba inters cuando haca algn juego, pero no

    cuando la profesora quera que se concentrara en el trabajo requerido. La

    profesora se sinti cada vez ms frustrada y empez a aborrecer ir a esa

    casa. Pens en dejarlo, pero necesitaba el dinero, (rea que lo haba

    intentado todo y estaba a punto de rendirse. Haba probado poner un

    lmite a los juegos con lecciones; le haba explicado que el juego

    interfera en el trabajo y que no era bueno para l. Intent motivarlo

    ofrecindole la actividad ldica como recompensa al final de las clases

    ms formales. Ninguna de esas tcticas funcion.

    Aunque crea que lo haba probado todo, en realidad slo estaba

    haciendo una cosa, si bien de diferentes formas, todas ellas basadas en el

    mensaje: Tienes que ponerte a trabajar en serio!. Nos cont que en

    una ocasin, en medio de una clase, harta de intentar captar su atencin,

    interrumpi la leccin y le dijo: Has tenido un da muy

  • largo y creo que debes dejar de trabajar y ponerte a jugar. El nio

    enseguida acept su ofrecimiento, pero al cabo de diez minutos volvi a

    la mesa donde trabajaban y quiso reanudar la leccin. En lugar de seguir

    con lo que funcion No deberas trabajar en serio, la profesora

    hizo lo que, para ella, era lgico: atribuy su renovado inters en el

    trabajo a que el nio vio su mueca de desaprobacin, y ella volvi a la

    actitud de Bien, sigamos trabajando. Con este comentario no consigui

    el esfuerzo continuado que ella haba esperado y de nuevo se sinti

    impotente.

    Nosotros le sealamos claramente lo que no funcionaba y lo que s

    funcionaba y le hicimos una serie de sugerencias sobre cmo poda

    probar una tctica diferente, que consista bsicamente en: Te veo

    cansado [o parece que has tenido un da muy duro], por qu no te vas a

    jugar?. Aunque la profesora nos cont que el chico trabajaba mejor que

    antes y en algunas clases renda bastante ms, dijo que le costaba

    mantener esta actitud con l porque le pareca tan ilgica; adems,

    atribuy su mayor concentracin en los estudios a que el chico por fin se

    dio cuenta de la cantidad de trabajo que tena y de lo necesario que era

    hacerlo. Teniendo en cuenta que esta mujer no es en absoluto estpida ni

    tozuda, atribuimos su dificultad para desviarse de un camino

    contraproducente a la dificultad para cambiar de marco de referencia; es

    decir, para cambiar de realidad.

    LA INTERACCIN ES BSICA

    Creemos que es inevitable que las personas que estn en contacto

    continuo se influyan las unas a las otras. Esta creencia es un elemento

    bsico en el pensamiento interactivo, un pensamiento que es intrnseco a

    nuestra visin de la persistencia de los problemas. As, mientras que una

    persona puede considerar que la conducta indeseable de su hijo refleja un

    fenmeno interno o intrapsquico, nosotros analizamos la interaccin

    entre el padre o la madre y su hijo, sobre todo las interacciones que giran

    en tomo a la queja manifestada.

  • Por ejemplo, un padre dice que su hijo es un mentiroso. Al analizar el

    contexto en el que ese nio miente, vemos que suele ser cuanto se

    enfrenta a una acusacin directa o indirecta del progenitor, un

    enfrentamiento al que el nio responde negando su culpa. Como el

    progenitor sospecha o cree que el nio es culpable, el interrogatorio

    continuar, a menudo con palabras acaloradas, y al final el progenitor

    usar ese episodio como otro ejemplo de que el nio es un men- I i roso.

    En general, el que presenta la queja adopta el punto de vista lineal de

    que el nio miente slo porque tiene esa tendencia, en lugar de adoptar el

    punto de vista interactivo de que el nio miente en respuesta al

    interrogatorio del progenitor. Al progenitor puede confundirlo que el

    terapeuta resuma el intercambio diciendo que el nio miente cuando lo

    interrogan y que, hipotticamente, no mentira si no lo interrogaran.

    Muchos padres contestarn que, si bien eso es verdad, es necesario

    interrogar para conseguir que el nio reconozca su culpa, ya que creen

    que su confesin es necesaria para legitimar el castigo que le impongan.

    El punto de vista interactivo desempea un papel decisivo cuando la

    queja tiene que ver con otro, como en el ejemplo del nio que miente, y

    cuando el otro no reconoce la existencia de un problema. Una vez ms,

    los padres piensan que el nio mentiroso necesita una terapia, en lugar de

    pensar que tienen que dejar de interrogarlo y buscar otras maneras de

    justificar la imposicin de las consecuencias.

    HL CAMBIO FAVORECE MS CAMBIOS

    Como consideramos que los problemas requieren un esfuerzo

    continuo (la solucin intentada) para persistir, cuando hay un cambio

    mnimo pero estratgico, creemos que se producirn ms cambios en

    forma de una onda expansiva o del efecto domin. Es decir, en cuanto la

    persona deja de realizar lo que hace que persista el pro

  • blema, empezar a ver un resultado positivo, y eso, a su vez, la animar a

    desviarse un poco ms de la solucin intentada, y as sucesivamente. Esta

    reaccin de onda expansiva es uno de los elementos que permiten que el

    tratamiento sea breve. A menudo, no es necesario que la terapia recorra

    toda la distancia, sino que basta con poner la pelota en movimiento.

    UNA DESCRIPCIN, NO UN DIAGNSTICO

    Aunque este modelo tiene una estructura sencilla, en la prctica su

    ejecucin contrasta con su simplicidad. El modelo es contrario a la

    intuicin; es decir, bsicamente se desva de las tradiciones de la

    psicoterapia. En la mayora de las terapias, es necesario hacer un diag-

    nstico para poder determinar el tratamiento adecuado: corresponde la

    conducta del paciente a una depresin, ansiedad, una depresin

    agitada, obsesiva compulsiva o...? Por el contrario, nuestro modelo

    requiere que el terapeuta piense en trminos de una descripcin de la

    conducta del paciente y de los intentos de llegar a una solucin.

    Supongamos, por ejemplo, que un padre con un hijo que no ha ido un

    da entero a la escuela porque cada maana, antes de salir, llora

    desconsoladamente. Cuando lo obligan a ir, se pone a dar patadas y a

    chillar y, si el padre consigue llevarlo, el cro se las arregla para que la

    escuela pida que lo vayan a buscar porque su angustia perturba el resto

    de la clase. La etiqueta habitual (diagnstico) para esta conducta (segn

    el DSM-IV) es la de desorden de ansiedad por separacin. Esta etiqueta

    tiende a reducir el centro de intervencin al nio, a menudo

    involucrndolo en un intento de averiguar por qu se angustia. As, no se

    intenta adquirir una visin ms amplia de la conducta que provoca la

    angustia; por ejemplo, en qu contexto el nio empieza a gritar, a dar

    patadas o a perturbar la clase? Lo hace en respuesta a cuando el padre le

    asegura que no tiene nada que temer y que se lo pasar bien? Debido a

    los episodios anteriores, es posi

  • r

    ble que la maestra haga o diga algo previendo sus acciones perturbadoras

    y que su conducta sea una respuesta a eso?

    Asimismo, las etiquetas de diagnstico pueden conducir a la creencia

    implcita de que es imposible cambiar y a cierta actitud pesimista, tanto

    por parte del paciente como del terapeuta. La etiqueta alcohlico

    implica que el individuo debe realizar cambios fundamentales, mientras

    que la frase Bebe ms de lo que debiera evita una expectativa tan

    intimidatoria. En el primer caso, el paciente desea convertirse en otra

    persona; en el segundo, necesita encontrar la manera de dejar de realizar

    una accin no deseada.

    Bsicamente, nuestro modelo evita poner una etiqueta a una conducta

    no deseada y, en cambio, pretende averiguar cmo y en qu contexto se

    lleva a cabo la conducta no deseada. Los profesionales tienden a pasar

    por alto esta ltima idea porque las tradiciones de los mtodos de

    curacin occidentales han establecido los diagnsticos (o cajas) como una

    condicin sine qua non para poder actuar.

    * * *

    En el captulo 2, ilustramos la aplicacin de estas ideas analizando un

    tipo de problema que suele considerarse intimidante porque conlleva un

    estado en el que la vida del paciente corre peligro y en el que pierde la

    nocin de la realidad. Se trata de la depresin profunda.

  • DEPRESIN PROFUNDA

    En general, los terapeutas no suelen sentirse intimidados cuando se

    enfrentan a casos en los que el paciente se queja de una depresin pero

    sigue trabajando o funcionando a un nivel razonable, aunque sea un nivel

    inferior al deseado. Sin embargo, incluso en esos casos, si la terapia no

    tiene los efectos deseados, el terapeuta derivar el paciente a un

    psiquiatra, que seguramente lo medicar. Si encima el paciente amenaza

    con suicidarse, es casi seguro que lo derivar. (A veces, si an as el

    paciente no mejora, el terapeuta pensar que la dosis o el tipo de

    medicacin es insuficiente, mientras que es posible que el psiquiatra

    cuestione la terapia. Lo ms probable es que el psiquiatra ajuste la

    medicacin y que la terapia siga igual que antes.)

    Cuando el terapeuta cree que el paciente est muy deprimido, es

    posible que el caso le parezca intimidante; seguramente lo derivar a un

    psiquiatra y lo har nada ms empezar la terapia. El terapeuta tambin

    puede decidir que hay que aplicar medidas ms severas; las ms

    habituales en estos casos son la medicacin, la hospitalizacin y la

    administracin de electrochoques. Este abordaje se ve reforzado cuando

    el paciente amenaza o intenta suicidarse.

    Al hablar de depresin profunda nos referimos a episodios en que un

    individuo, adems de decir que est bajo de moral, se conduce de una

    manera que interfiere de un modo significativo en sus actividades

    fundamentales, como el trabajo o la escuela, o hace peligrar su salud por

    la falta de sueo, la prdida de apetito y de peso o por des-

  • hidratacin. Empleamos esta definicin para diferenciar estas conductas

    de las de las personas deprimidas pero que consiguen llevar a cabo

    actividades importantes y que cuidan de su salud bsica. Esta distincin

    es fundamental, porque el empeoramiento de la salud y la disminucin de

    las actividades que definen el rol de una persona pueden a su vez

    intensificar sus sentimientos de depresin. Un individuo puede dejar de

    trabajar porque se siente deprimido, pero el solo hecho de dejar de

    trabajar tambin puede ser deprimente, crendose as un crculo vicioso.

    Cuando un individuo se comporta de una manera que hemos descrito

    como caracterstica de una depresin profunda, el que presenta la queja

    suele ser un pariente, como el cnyuge, ms que la persona deprimida.

    Tal es el caso presentado en este captulo; el equipo de tratamiento vio al

    marido slo una vez. (Este caso se atendi en el Centro de Terapia Breve,

    donde el terapeuta principal suele trabajar conjuntamente con los

    miembros del equipo, que observan por un espejo unidireccional. Debido

    al elemento de investigacin del trabajo realizado en el Centro, nuestros

    tratamientos tienen un lmite de diez sesiones.)

    Tradicionalmente, incluso cuando el terapeuta se entrevista primero

    con el cnyuge, se considera que ste es una especie de transente, una

    vctima indefensa de la enfermedad de su pareja. Se valora la

    informacin que da para poder hacer o confirmar un diagnstico antes de

    tratar al paciente. Como ya hemos dicho, para nosotros la persona que

    presenta la queja es fundamental para la terapia: es la que realiza el

    mayor esfuerzo para cambiar la situacin a pesar de que sus esfuerzos ,

    sin saberlo, mantienen el problema que intenta cambiar. Lo volvemos a

    mencionar aqu para que no piensen que nos centramos en Miriam en

    lugar de Al porque ste estaba ingresado, y para que no se extraen de

    que tuviramos tan poco contacto con el verdadero paciente. (Como en

    todos los casos de este libro, los nombres e identidades de los

    participantes son ficticios.)

  • MIRIAM Y AL

    Miriam acudi al centro preocupada por su marido Al, que, segn

    ella, estaba profundamente deprimido. Al tena sesenta y cinco aos y

    Miriam, sesenta y dos. Al se haba retirado de su negocio tras un infarto y

    ambos se haban trasladado a esta zona porque su hija y su yerno vivan

    aqu. Al haba tomado antidepresivos, pero no le ayudaron, y tras insinuar

    que quera suicidarse, su psiquiatra decidi ingresarlo. Cuando se celebr

    la primera entrevista con Miriam, haca una semana que estaba en el

    hospital. Miriam cont que tena la depresin desde haca un ao, haba

    estado ingresado seis semanas y en esa ocasin le haban administrado

    electrochoques. Dos aos antes haba sufrido otra depresin y lo haban

    ingresado entre tres y cuatro semanas, aunque esa vez no le administraron

    electrochoques.

    Miriam dijo que sus depresiones parecan coincidir con su pre-

    ocupacin de que no les alcanzara el dinero para vivir; tema que los

    desahuciaran del piso en que vivan y que acabaran en la calle junto con

    todas sus pertenencias. Ante la tenacidad de esa creencia y la

    omnipresencia de su preocupacin, Miriam estaba muy asustada.

    Primera sesin

    En la primera sesin, nos reunimos con Miriam y su hija, Sara. Fn

    total, el tratamiento consisti en nueve sesiones, una semanal.

    TERAPEUTA: (A Miriam) Cul es el problema?

    MIRIAM: Bueno... empez despus del infarto. El tena su

    propio negocio donde tena que hacer un trabajo fsico muy duro,

    de modo que despus del infarto tuvo que dejarlo. En realidad se

    alegr de dejarlo y de venir a California porque nuestra hija vive

    aqu... Alquilamos un piso en San Francisco y, durante un

    tiempo, pareca estar bien, hasta que empez a preocuparse por

    el dinero. Ah -deca, nos hemos equivocado. Aqu todo es

    muy caro. No nos alcanzar el dinero.

  • Yo le aseguraba que s que nos alcanzara. Y ltimamente no

    quera gastar en nada porque deca que no nos lo podamos

    permitir. se es su mayor problema, que teme que no nos

    alcance el dinero. Pero yo le deca que con su Seguridad Social,

    la ma y unos pequeos ahorros, todo ira bien. Le insista. Y mi

    yerno se lo explic sobre papel varias veces, y cada vez l deca:

    No podremos pagar el alquiler y entonces rescindirn el

    contrato de arrendamiento y nuestros muebles acabarn en la

    calle. No paraba de decirme cosas horribles. Y yo le deca que

    no era verdad. (.Miriam tambin haba mencionado que, cuando

    estaba ingresado, Al haba dicho que le haban intervenido el

    telfono.')

    TERAPEUTA: Y supongo que las cosas fueron a peor?

    MIRIAM: S, fueron a peor.

    TERAPEUTA: Qu fue lo que provoc su ingreso? Me refiero

    a esta vez.

    MIRIAM: El mircoles pasado fuimos de compras y compr

    muy pocas cosas. l pareca muy enfadado por lo que haba

    comprado. Y luego, cuando llegamos a casa, ni siquiera se quit

    el abrigo. Despus, por la noche, quiso salir, y yo le pregunt:

    Adonde vas? l me contest: No lo s. Slo quiero salir.

    As que llam a mi hija y a mi yerno, y mientras hablaba con

    l, mi hija cogi el telfono y llam al doctor M. que dijo que lo

    llevramos al hospital. Despus Al me dijo que pens que si se

    iba, quedara bastante dinero para m, y le pregunt: Y adonde

    pensabas ir? Me contest que no lo saba.

    TERAPEUTA: Y eso le preocup?

    MIRIAM: S.

    TERAPEUTA: As que deduzco que para l, el problema es la

    falta de dinero y el futuro incierto. Veo que tiene sesenta y cinco

    aos.

    SARA: Tiene muchos... si me permiten intervenir, tiene los

    sntomas tpicos de una depresin... sentimientos de inutili-

  • dad, mucha ansiedad, mucha angustia. Le da miedo conducir;

    adems de la situacin econmica hay muchas otras cosas que lo

    angustian.

    Este ltimo comentario muestra la importancia de reconocer la

    posicin de la persona que presenta la queja. El terapeuta acababa de

    resumir el problema de Al al decir que consista en una preocupacin por

    el dinero y el futuro. Al parecer, eso a la hija le pareci una visin

    demasiado superficial del estado de su padre y crey necesario corregirla,

    lo que llamaramos la expresin de una posicin; en este caso, la hija

    expres una posicin pesimista para corregir el optimismo del terapeuta.

    Por regla general, sobre todo en los casos graves, la persona que

    presenta la queja tiende a sentirse intimidada por el problema y tambin

    indefensa cuando no desesperada; es importante prestar atencin a la

    expresin de ese pesimismo. Difcilmente el terapeuta se equivocar si

    adopta una postura igual de pesimista o ms. El mayor peligro est en

    adoptar lo que parecera una posicin optimista, pues la persona que

    presenta la queja puede quedarse con la sensacin de que el terapeuta no

    entiende la gravedad de la situacin y eso puede reducir enormemente su

    credibilidad.

    El terapeuta quiso averiguar cul haba sido la solucin intentada de

    Miriam y Sara. Definimos las soluciones intentadas como los esfuerzos

    que hace la gente para lograr el objetivo especfico de aliviar el

    problema. Aunque Miriam y Sara ya haban dado varios ejemplos de sus

    esfuerzos, la mayora consistentes en asegurarle que tenan suficiente

    dinero, preferimos que nos lo confirmaran y que nos lo presentaran de un

    modo explcito como un intento de cambiar las cosas.

    TERAPEUTA: (A Miriam) Cmo se ha enfrentado al problema

    hasta ahora? Cmo ha intentado ayudarle?

    MIRIAM: En general he sido paciente. Le deca que no se

    preocupara por nada, que ya nos las arreglaramos. Intent

    animarle a ir al club de jubilados. All me dijeron que se

  • iban de viaje a Monterey, y pens que le ira bien ir. Pero l dijo

    que no nos lo podamos permitir, yo insist y al final fuimos. En

    el viaje le coment lo hermoso que era el paisaje y l dijo que no

    lo disfrutaba. Pens que le ira bien, pero l dijo que no le gust

    nada.

    TERAPEUTA: (A Sara) Y usted cmo intent ayudarlo?

    SARA: Bueno, hemos intentado darle todo nuestro apoyo. Mi

    marido habl con l de las cuestiones de dinero que le preocupan

    con mucho cario y energa. Pap le respeta mucho porque es

    muy hbil en los negocios y todo eso, siempre le pide consejos

    para cuestiones relacionadas con el dinero, as que John intent

    repasar su situacin econmica y mostrarle cmo era en realidad.

    Al ver que segua igual, me dediqu a leer un poco, habl

    con unos cuantos amigos psiclogos, para intentar informarme

    un poco ms y no s... parece que casi todo lo que hemos hecho

    es lo que se considera en general como lo ms til y teraputico.

    A veces creo que nos equivocamos al intentar mostrarle la

    realidad de su situacin cuando quiz eso era demasiado

    estresante para l.

    De un modo muy sucinto, la hija expres el dilema de muchas

    personas. Es decir, hacen lo que suele considerarse correcto (lgico,

    realista, teraputico, adecuado), a pesar de que no es eficaz o de que

    incluso empeora la situacin. Insisten en ello porque creen que es lo

    correcto. Ese es su marco de referencia, su realidad. (Uno de los autores,

    R.F., recuerda que, en el instituto, en una clase de biologa sobre los

    instintos, el profesor dio un ejemplo de un tipo de avispa que segua

    construyendo laboriosamente un nido a pesar de que la mitad inferior

    estaba destruida. Cuando acababa de construir el nido, lo abandonaba.)

    TERAPEUTA: Como qu tipo de realidades?

    SARA: Bueno, conducir le causa una gran ansiedad... Hasta

    hace muy poco yo me limitaba bsicamente a escucharle,

  • apoyarle y entenderle, y me di cuenta de que eso no le serva de

    nada, as que una vez que estaba sola con l decid mostrarme un

    poco ms enrgica y le insist en que estaba segura de que l

    poda conducir. Intent rebatir cada una de sus razones. Me dijo

    que el coche necesitaba una revisin, y yo le repliqu que incluso

    una chatarra el doble de vieja poda dar la vuelta a la manzana.

    Slo tena que poner la llave de contacto, dar la vuelta a la

    manzana y aparcar! Ese tipo de discurso realista.

    Es habitual que las personas que presentan la queja crean que han

    cambiado de actitud porque dicen lo mismo pero de un modo ms

    enrgico o ms suave. Durante todo ese tiempo, tanto Miriam como Sara

    haban adoptado la actitud de No te preocupes, puedes hacerlo. En

    general, lo haban hecho con suavidad: razonando con Al, animndolo e

    instndole. Lo que Sara acaba de describir es lo mismo de antes, pero a

    ella le pareci sustancialmente diferente porque se haba expresado de un

    modo ms enrgico.

    TERAPEUTA: Deduzco que l consigue que ustedes tres [con

    ello incluyo al yerno] sean ms optimistas de lo que tal vez

    seran en otras circunstancias... que, de algn modo, consigue

    que las dos le digan que las cosas, al fin y al cabo, no estn tan

    mal... me refiero a cuando le da por hablar de lo mal que est

    todo y de que pronto acabarn en la calle... MIRIAM: S, yo siempre le digo que se equivoca.

    SARA: S, su pesimismo no se justifica.

    A estas alturas, para el terapeuta ya era evidente que sus esfuerzos

    bien intencionados para ayudar a Al no surtan efecto y que alimentaban

    su depresin. Tambin era obvio que esos esfuerzos bien intencionados

    se basaban fundamentalmente en animarle a sentirse mejor y a rendir

    ms. Aqu, el terapeuta intent volver a definir los esfuerzos como parte

    de una interaccin repetitiva entre las dos mujeres y Al, en la que Al era

    un participante tan activo como ellas.

  • ste es un ejemplo de una intervencin de prueba, que sirve para

    ver si la persona que presenta la queja aceptar la redefinicin y, por lo

    tanto, si cuestionar la oportunidad de sus esfuerzos. Sin embargo, en

    este caso, tanto la esposa como la hija siguieron empleando su marco de

    referencia original, reiterando su justificacin de lo que habian hecho. El

    terapeuta enseguida dej de aplicar el nuevo marco de referencia y pas a

    otro enfoque:

    TERAPEUTA: Qu les aconsej el doctor M? Me refiero sobre

    todo a cuando Al salga del hospital y vuelva a casa. MIRIAM: No nos ha dicho nada.

    SARA: Al parecer, cree que pap tiene que mejorar antes de poder

    hacer una terapia.

    Al final de la primera sesin, el terapeuta pidi a Miriam y Sara que

    le preguntaran al psiquiatra si Al poda ir al Centro. Dijeron que lo

    haran.

    Segunda sesin

    La segunda sesin tambin se hizo con Miriam y Sara. Como era

    evidente que su solucin intentada consista en asegurar a Al que no tena

    que preocuparse por el dinero y que deba ser ms activo porque as se

    sentira mejor, el terapeuta sent las bases para que cambiaran de tctica.

    Defini las afirmaciones pesimistas de Al como metforas; como tales,

    los razonamientos de Sara y Miriam no podan ser eficaces, El terapeuta

    les recomend que desistieran de hacer esa clase de comentarios.

    TERAPEUTA: Hemos trabajado mucho con familias en las que,

    adems del plan de tratamiento que se le hubiera asignado al

    paciente, buscamos maneras en que las familias pudieran usar

    recursos que no se les haban ocurrido emplear... En general el

    individuo que padece una depresin se siente mal

  • consigo mismo, pero las extraas afirmaciones de su marido

    parecen contener un elemento que es algo ms que auto-

    denigrante... Es posible que est intentando comunicarse, pero de

    una manera y a un nivel que si intentan contestarle de un modo

    razonable, creo que lo que ocurre es que se produce un cruce de

    comunicaciones en el que nadie escucha a nadie... Lo que quiero

    decir es que para hacerse una idea ms clara, en trminos ms

    comprensibles, de lo que le preocupa, es posible que ustedes

    tengan que dejar de razonar del modo ms habitual y lgico

    cuando le d por decir esos disparates.

    SARA: Ya.

    La hija haba aludido antes a los dems miedos del padre. Aunque

    Al los expresaba mucho menos, haban sido un importante motivo de

    preocupacin para Sara y Miriam. Una cosa es hablar insistentemente de

    la falta de dinero, pero se considera ominoso que una persona se ponga a

    acusar a desconocidos de que la persiguen, actitud que suele tacharse de

    delirante.

    TERAPEUTA: AS que, en vez de decir, como haramos en una

    situacin normal: Lo dudo, cuando l dice: Me han

    intervenido el telfono..., piensen en otro tipo de pregunta que le

    incite a reflexionar un poco ms, como: Qu te crees? Si te han

    intervenido el telfono, qu tiene tu conversacin de tan

    interesante o importante como para que los dems la escuchen?

    SARA: Ya le pregunt algo parecido: Por qu te elegiran a

    ti?

    Es muy frecuente que la persona que presenta la queja interprete un

    comentario del terapeuta de acuerdo con su propio marco de referencia y

    sin ver la diferencia esencial. En este caso, en su comentario, el terapeuta

    no puso en duda que hubieran intervenido el telfono, sino que pregunt

    qu tena su conversacin que pudiera interesar

  • a los dems, mientras que el comentario de la hija cuestionaba la idea

    delirante de Al.

    TERAPEUTA: Puede que suene muy detallista en trminos de

    comunicacin, pero si usted expresa una duda sobre lo que l

    dice y despus le pregunta: Por qu habran de hacerlo?, es

    casi igual que decir No lo creo.

    SARA: S, es verdad.

    TERAPEUTA: En cambio, le darn a entender algo muy distinto si le

    dicen: Qu tienes de tan especial para que quieran intervenir tu

    telfono?

    MIRIAM: Entiendo.

    TERAPEUTA: As se muestran intrigadas. Ya s que lo que les

    pido no es fcil.

    Tercera sesin

    En la tercera sesin, el terapeuta se entrevist con Sara y su marido,

    John. La semana anterior le haban dado el alta a Al en el hospital, que

    atribuyeron a los efectos de un nuevo antidepresivo. El terapeuta insisti

    en seguir con la tctica anterior, pidindoles que se desviaran de los

    anteriores intentos de mostrarse optimistas y que en cambio se mostraran

    pesimistas y cautos.

    TERAPEUTA: Les habamos pedido que hicieran una cosa. Me

    gustara saber cmo ha ido.

    JOHN: LO intent y dijo lo de siempre, lo de sus sospechas y

    tal. Siempre fue un poco as, y cuando estuvo ingresado crey que

    lo estaban poniendo a prueba para ver qu era real y qu no lo era

    porque haba hablado de suicidarse. En cuanto al dinero y los

    telfonos, no es que pretendieran hacerle dao, sino que queran

    averiguar si de verdad estaba loco.

    SARA: Casi fue como una muleta en tomo a la cual pudo girar

    la conversacin. Me result muy til.

  • JOHN: Seguramente habra sido mucho ms perjudicial

    intentar ganar la discusin, y eso nos permiti conversar ms.

    Sent que no le sermoneaba tanto.

    El terapeuta pas a crear un nuevo marco para el problema a fin de

    darle una perspectiva nueva, una en la que se viera lo ilgico y

    contraproducente que sera seguir animando a Al.

    Para animar a la gente a desviarse de sus esfuerzos habituales, no es

    fcil indicarles qu otra tctica deben emplear. Como dijimos antes, la

    gente persiste en sus acciones porque cree que es lo nico razonable, lo

    nico correcto. Sugerir otra cosa es cuestionar su realidad. As, es

    necesario enmarcar cualquier otra tctica o direccin, o envolverla por as

    decirlo, con una explicacin que a la persona le resulte agradable. Esto

    puede parecer extrao o artificial, pero enmarcar y volver a enmarcar

    forma parte de la mayora de las terapias. La diferencia est en que en las

    terapias ms tradicionales, el terapeuta cree que lo que dice es verdad,

    que est enfrentando al paciente con la realidad.

    Por ejemplo, si despus de unas pocas sesiones de un anlisis un

    paciente le dice a su analista que siente que ya ha resuelto su problema y

    que cree que ha llegado el momento de terminar el tratamiento, el analista

    enmarcar ese anuncio como una fantasa de salud o bien como algn

    tipo de resistencia. Bsicamente lo que hace el analista es volver a definir

    la mejora como un obstculo esperado para mejorar ms o de verdad.

    Para l el hecho de enmarcar no significa que est inventando una

    historia, porque refleja su sistema de creencias. Ya sea creyendo en l o

    crendolo a propsito, el efecto de crear un marco nuevo es el de inducir

    al paciente a seguir el tratamiento.

    Nuestro trabajo y el de otros terapeutas con una orientacin estra-

    tgica ha sido criticado porque el resultado de un nuevo marco, por muy

    beneficioso que sea para el paciente, pierde legitimidad si el terapeuta no

    cree lo que dice. Sin embargo, ste es un debate que est fuera del

    alcance de este libro.

  • TERAPEUTA: Permtanme que les diga una cosa, porque creo

    que los pondr en una posicin que les servir para ayudar tanto

    a Miriam como a Al, sobre todo a Al. Creo que la decisin de

    venir a vivir aqu ha sido difcil, pues su padre prefera no

    hacerlo y su madre lo deseaba mucho. En cierto sentido, en lugar

    de convencerse, lleg un punto en que su padre se vio ante la

    siguiente opcin: si sigo en mis trece, Miriam ser infeliz y yo

    no quiero eso. As que acept algo que habra preferido no hacer.

    Supongo adems que a su madre tambin le costaba ver que

    su padre era desgraciado y puede que, a sabiendas de que l

    haba tomado la decisin por ella, ella intentara que l tambin

    se sintiera feliz por haberla tomado.

    SARA: Hummm!

    TERAPEUTA: Y a lo mejor se pas de la raya. Es posible que le

    hubiera dado a entender que si bien ella tena sus reservas acerca

    de venir aqu, poda ser bueno para su padre, que podra ser

    beneficioso para l.

    SARA: Estoy segura de que nosotros tambin participamos en eso.

    Aqu el clima es mejor...

    TERAPEUTA: A lo mejor exager su entusiasmo sobre lo

    maravillosa que es California porque quiere hacerle creer que

    esto tiene que ser bueno para l. En ese sentido, su padre la est

    decepcionando porque no se est beneficiando.

    SARA y JOHN: S.

    TERAPEUTA: Como las dos cosas que he mencionado se

    apoyan en la discrepancia entre la idea de su padre de: No estoy

    muy contento con California y tampoco estoy tan contento como

    debiera estar, creo que l se relajara si esa discrepancia

    disminuyera. De modo que habra que hacerle ver que, en primer

    lugar: No s muy bien hasta qu punto mam es feliz en

    California, creo que tiende a exagerar; y, en segundo lugar: Es

    un poco difcil acostumbrarse a un lugar como California. Es

    decir, Si te cuesta sentir la alegra de vivir, pap, es porque es

    un cambio difcil, y si ests con la moral

  • baja, deprimido, tienes derecho a estarlo. Como tipo de men-

    saje, es el efecto teraputico de al sufrimiento le gusta estar

    acompaado, es decir, no estoy solo.

    Cuarta sesin

    En la cuarta sesin, el terapeuta volvi a reunirse con Sara y John.

    Aunque hasta entonces haban seguido sus consejos, tambin expresaron

    su preocupacin por tener que adoptar una postura claramente pesimista.

    As, gran parte de esta sesin se dedic a enmarcar la dolencia del padre

    y sus intentos anteriores de tranquilizarlo para que la tctica teraputica

    les resultara ms aceptable.

    La sesin concluy con ejemplos concretos de cmo podan ayudar

    dando la impresin de que queran convencer a Al de que no hiciera

    determinadas actividades, en lugar de animarlo como lo hacan antes.

    Tengan en cuenta que creimos que el dar nimos era el elemento

    pernicioso en el medio interpersonal de Al y, por lo tanto, por muy raro

    que parezca, la direccin diferente y obvia que haba que seguir consista

    en desanimarlo.

    TERAPEUTA: El hilo comn es que la postura teraputica que

    hay que adoptar consiste en que cualquiera de ustedes dos se

    interponga en su camino; es decir, tienen que contenerlo...

    Debera hacer mi testamento? Es demasiado complicado. Yo

    de ti no lo hara. Debera coger el autobs? No, creo que

    no.

    JOHN: {Re) De acuerdo.

    TERAPEUTA: Y si voy a dar un paseo? Es un esfuerzo

    demasiado grande, pap. Porque es que hay una parte dentro de

    l que quiere estar bien, que quiere volver a la normalidad, y que

    necesita presin para ir acumulndose. Bsicamente lo que

    ustedes tiene que hacer es construir un dique y crear esa presin,

    y la primera seal importante de xito es cuando l se enfade

    porque ustedes se interponen en su camino y les diga: Qu

    narices! Pienso hacerlo!.

  • Quinta sesin

    El equipo de tratamiento vio que a Miriam le costaba dejarse con-

    vencer y desviarse de su costumbre de tranquilizar a su marido y que

    nuestros esfuerzos por crear un nuevo marco no haban sido eficaces. Por

    lo tanto, en la quinta sesin nos centramos en un marco nuevo:

    bsicamente que la dolencia del marido se deba a su inseguridad (con lo

    que ella enseguida se mostr de acuerdo) y que poda ayudarlo

    devolvindole esa seguridad (con lo que tambin estuvo de acuerdo); le

    sugerimos que una manera de lograr ese objetivo era evitando corregir

    sus percepciones falsas y, en cambio, respondindole diciendo puede

    que tengas razn, es decir, no discutindole. Tambin lo acept.

    Cuando la persona que presenta la queja est asustada o angustiada,

    nos resulta muy til dar ejemplos concretos de cmo debe proceder. Por

    supuesto, lo hacemos slo despus de que la persona haya aceptado

    seguir la tctica general que sugerimos. En este caso, le propusimos que

    cuando su marido dijera, como sola hacer: No s si nos alcanzar el

    dinero, ella le contestara: Yo tampoco. Con ello le demuestra que se

    compadece de l y, lo ms importante, le permite desviarse de su

    tendencia habitual a discutir al replicarle: Claro que s; no te

    preocupes.

    Sexta sesin

    En la sexta sesin, volvimos a ver a Miriam a solas. Como seguimos

    el principio de que la nica intervencin correcta es la que funciona,

    solemos esperar a ver si la persona que presenta la queja ha acatado

    nuestra anterior sugerencia y, si es as, qu ocurri.

    Miriam explic que cada vez que Al expresaba sus preocupaciones,

    ella coincida con l en lugar de discutir y que la tctica pareca

    funcionar. Por ejemplo, unos amigos haban venido de Los ngeles y Al

    se lo haba pasado muy bien con su visita.

    Aunque Miriam dijo que su marido haba mejorado, segua pre

  • ocupada por su persistente resistencia a continuar con el tratamien- U>

    psiquitrico. Cuando Al expresaba su renuencia a seguir con el psiquiatra,

    Miriam sola contestarle que deba hacerlo, con lo que l siempre

    disenta, de modo que su temor de que Al fuera a abandonar el

    tratamiento iba en aumento. Aunque nosotros no le dbamos la misma

    importancia a que su marido prosiguiera con el tratamiento, nos dimos

    cuenta de que Miriam se angustiara ms si lo dejaba. Tratar la ansiedad

    de la persona que presenta la queja tiene, como ya hemos resaltado, una

    importancia vital en los casos de problemas serios.

    En cuanto la persona que presenta la quej a ha aceptado una tc- tica

    teraputica, la ha llevado a cabo y visto los resultados positivos, no es

    necesario crear tantos marcos para dirigir sus esfuerzos hacia otras reas

    de la solucin intentada. As, en esta sesin, pudimos hacer sugerencias

    ms rpido. Una vez ms, las enmarcamos de un modo que permitiera a

    Miriam responder a Al de un modo que no diera lugar a una discusin:

    por ejemplo, cuando l dijera: No creo que el doctor M. me haga bien,

    o No creo que necesite al doctor M., ella deba contestarle: No s si

    necesitas al doctor M. ni si te hace bien, pero convendra que sigas

    vindolo para no herir sus sentimientos. (Adems de evitar una

    discusin, con su afirmacin tambin dio otra razn para seguir el

    tratamiento psiquitrico, al pasar tic una posicin negativa Sigues

    enfermo; necesitas la ayuda de un mdico a una posicin positiva:

    Sigue el tratamiento para que el mdico no se sienta herido. Ese tipo de

    cambio puede aportar otra ventaja: es la capa que cubre el pastel de la

    compasin,

    Tambin empleamos otro marco: que la depresin de Al se deba a un

    sentimiento de culpa porque no poda expresar el placer que se esperaba

    de l cuando su mujer le peda que participara en determinadas

    actividades, como los viajes de placer, y que era esa culpa lo que pona el

    mayor obstculo a que l aceptara hacer las cosas. Como Miriam

    enseguida acept este nuevo marco, le sugerimos que cuando propusiera

    una actividad o salida aadiera: Me apetece hacer tal o cual cosa, pero

    no creo que a ti te guste. De ese modo, la ayudarnos a desviarse de sus

    habituales intentos de motivar a su marido como si fuera una animadora.

  • Sptima sesin

    Decidimos concertar la siguiente cita para al cabo de dos semanas y

    que tambin vinieran Sara y John. Creimos que como ellos tambin

    haban intentado ayudar a Al, convena hablar con ellos; al mismo

    tiempo, su presencia en la terapia poda servir para que Miriam se sintiera

    apoyada al tratar con su marido.

    Los tres contaron que Al iba bastante bien a pesar de que el psi-

    quiatra quera seguir vindolo otros seis meses. Miriam le haba dicho a

    su marido que deba seguir yendo al mdico, aunque por la razn que

    dimos en la sexta sesin, y aadi que no pareca haber surtido efecto.

    Sin embargo, coment que desde entonces l no haba vuelto a expresar

    su deseo de dejar de ver al doctor M. (Eso es normal; es decir, algunas

    personas esperan ver los resultados inmediatos de una intervencin y, si

    no son obvios, creen que lo que hicieron no funcion. Cuando s se

    produce un cambio, a veces lo atribuyen a otra influencia o incluso ni

    siquiera lo ven, como ocurri en este caso.)

    Aunque los miembros de la familia vean que Al iba mejorando de un

    modo continuo, parecan creer que todava no haba salido del bache, lo

    que dio pie a una discusin sobre cmo iban a saber que haba salido. El

    terapeuta sugiri dos posibilidades: una, que una seal poda ser que el

    propio Al manifestara que se le haban pasado las preocupaciones y el

    retraimiento, y la otra era que si ellos adoptaban la misma posicin

    conservadora que l -diciendo, por ejemplo, No s si ests en

    condiciones para hacer cualquier actividad que ellos o l proponga, Al

    tendra la oportunidad de decir si realmente lo estaba o no. Vemos aqu

    otro paso para dejar de tranquilizarlo y para adoptar otra actitud que,

    aunque a primera vista parezca desalentadora, no es obstructiva.

  • Octava sesin

    En la octava sesin el terapeuta vio a Miriam sola y sta cont que

    todo haba ido bastante bien salvo en lo relativo al coche. Pese n que su

    marido haba mejorado bastante, ella segua dndole importancia al

    hecho de que l no quisiera conducir y algo menos a su deseo de no

    seguir con el psiquiatra. Gran parte de la sesin se dedic a las diversas

    opciones relacionadas con el coche y la conduccin: Miriam poda

    proponerle vender el coche, o decirle que haba decidido aprender a

    conducir para que l no tuviera que hacerlo. Para la siguiente sesin le

    dijimos que queramos verla con su marido.

    Novena sesin

    Fue el propio Al el que sac el tema del coche y, ms adelante en la

    sesin, el de seguir viendo a su psiquiatra. En las dos cuestiones se

    mostr bastante categrico: quera vender el coche e interrumpir el

    tratamiento con el psiquiatra, pero aadi que le costaba hacerlo porque

    Miriam se opona. Enmarcamos esas decisiones como importantes, unas

    decisiones en las que l necesitaba sentirse firme.

    Para ayudarle a tomar una decisin independiente y definitiva, nos

    volvimos hacia Miriam y le preguntamos si se opondra, porque si daba

    su aprobacin, l sentira que slo habra podido actuar con su apoyo y,

    de ese modo, se sentira menos seguro en el momento de lomar una

    decisin. (ste es un ejemplo en que el terapeuta parece apoyar una

    accin que preferira ver eliminada, en este caso, que Miriam discuta la

    preferencia de Al, pero al enmarcar su oposicin como un intento de

    poner a prueba la resolucin de Al, el terapeuta anula su electo

    contraproducente. En este caso el nuevo marco slo es para Al; as,

    cuando Miriam exprese su habitual oposicin a sus deseos, l no lo

    interpretar como su postura real sino como un intento mecnico de

    poner a prueba su determinacin.) Al contest diciendo: As que soy yo

    el que tiene que decidir si se lo digo al doctor M.!.

    En nuestro proyecto de investigacin clnica, nuestros tratamientos

  • tienen una duracin de un mximo de diez sesiones. Les dijimos a

    Miriam y Al que como todava les quedaba una ltima sesin, podan

    concertar otra cita o bien dejarla pendiente (es decir, segn vieran la

    necesidad). Los dos enseguida acordaron dejarla pendiente.

    Seguimiento

    Como en todos los casos que tratamos en el proyecto, siempre

    hacemos evaluaciones de seguimiento tres meses y un ao despus de la

    ltima cita. Como nuestro modelo se basa en la queja (a diferencia de un

    modelo normativo o basado en una enfermedad), juzgamos el resultado a

    partir de lo ocurrido con la queja original.

    As, en la sesin de seguimiento celebrada a los tres meses, pre-

    guntamos a Miriam y Al si crean que Al haba salido del bache en cuanto

    a la depresin. Los dos coincidieron en que Al estaba mucho mejor,

    aunque todava no haba salido del todo del bache. Miriam cont que

    estaba ms activo y que lea y vea la televisin. l estaba de acuerdo en

    que no estaba ciento por ciento mejor, pero que iba haciendo cosas, como

    salir a pasear y buscar trabajo de voluntario.

    Segua sin conducir, pero dijo que no haba renunciado a la idea y

    todava no haba vendido el coche. Iba a ver al doctor M. porque el

    mdico pareca insistir en ello, al menos para controlar la medicacin.

    Por ltimo, los dos dijeron que Al ya no se preocupaba por el dinero y

    crea que tenan suficiente para vivir.

    En la sesin de seguimiento celebrada al cabo de un ao, Al dijo que

    segua viendo al doctor M. alrededor de una vez al mes para controlar la

    medicacin, pero lo importante es que me siento bien. La situacin de

    Al ilustra un problema habitual en la gente que se est medicando: es

    fcil empezar pero es muy difcil saber cundo hay que parar. El

    paciente, el psiquiatra, o ambos, temen que al interrumpir la medicacin

    vuelva el trastorno anterior. Por desgracia, el hecho de continuar con la

    medicacin es una manera de decirle al individuo y a su familia de un

    modo implcito que sigue enfermo. Aunque Al y Miriam se sentan

    aliviados por la mejora, es posible que creyeran

  • que Al no haba salido del bache debido a la necesidad implcita de

    que todava necesitaba tratamiento.

    Al haba vendido el coche unos seis meses antes, tras tomar la firme

    decisin de que no quera conducir. Al y Miriam trabajan juntos de

    voluntarios en un centro comunitario. No haban tenido ms problemas y

    la pareja dijo que todo les iba bien.

    * * *

    En resumen, las caractersticas fundamentales de este caso podran

    definirse de la siguiente manera:

    1. La persona que presentaba la queja era la esposa.

    2. Su queja era por la depresin de su marido, manifestada

    mediante su temor a una ruina econmica, amenazas de suicidio

    y un retraimiento de las actividades.

    3. Su principal intento de corregir la situacin consista en tran-

    quilizar a su marido dicindole cosas como: Tus preocupaciones

    son absurdas, al igual que lo hacan su hija y su yerno.

    4. El principal esfuerzo teraputico consisti en desviarla de esa

    tendencia a tranquilizarlo para que adoptara una postura de Tus

    preocupaciones son razonables.

    Sin embargo, la aplicacin de la estrategia teraputica no fue tan

    sencilla. Haba que tener en cuenta lo intimidada que se senta Miriam

    me la gravedad del estado de su marido. Por ese motivo, nuestro

    equipo tuvo que proceder con cautela y lentitud para que ella sintiera que

    pisaba fuerte cada vez que daba un paso y adoptaba una nueva actitud

    frente a su marido. Tambin tuvimos que recurrir a la ayuda de su hija y

    su yerno, as como apoyar el tratamiento de Al con el doctor M. En

    general, nuestro enfoque ilustra la utilidad de identificar la posicin de la

    persona que presenta la queja y encauzarla en la direccin que el

    terapeuta quiere que esa persona siga.

    * * *

  • Los delirios paranoicos de Al de que le haban intervenido el

    telfono y de que lo estaban poniendo a prueba para ver si estaba loco

    eran relativamente leves y slo los expresaba a los miembros de la

    familia. En casos como el del tercer captulo, los principales sntomas de

    los pacientes eran unos delirios ms exagerados, del tipo que pueden

    disuadir al terapeuta de practicar una psicoterapia y, desde luego, de creer

    que su caso puede tratarse en un breve periodo de tiempo.

  • DELIRIOS Y PARANOIA

    Cuando un paciente expresa ideas que van ms all de lo que cree la

    gran mayora de las personas y, sobre todo, cuando se muestra totalmente

    convencido de ellas, se considera que el problema es grave. Se le asigna

    la etiqueta de grave de acuerdo con el concepto tradicional de que unas

    expresiones tan extremas representan una patologa de ideas fijas; la

    situacin del paciente es tanto ms grave si el delirio consiste en que lo

    persiguen, pues con ello surge la amenaza implcita de que el paciente

    puede tomar algn tipo de represalia o inten- lar defenderse de un modo

    drstico. En cualquier caso, se considera que el paciente est fuera del

    alcance de la lgica o del discurso normal, y el terapeuta suele creer que

    est tratando con una persona trastornada y posiblemente peligrosa.

    En general, al tratar los delirios, se evitan los enfrentamientos

    directos, del tipo: Conque crees que eres Jess? Pero qu locura!. I

    in cambio, los terapeutas intentan convencer a sus pacientes de que sus

    delirios no son reales presentndolos de un modo implcito como

    productos de una enfermedad mental, una actitud que se refleja en

    preguntas como: Cundo empez a pensar que...?, acompaadas de

    otras acerca de acontecimientos estresantes o excepcionales ocurridos en

    el momento de su aparicin. Otras preguntas pueden cuestionar el delirio

    de un modo ms explcito: Cuando se lo cont a otras personas, sint i

    que lo miraban de un modo extrao? Por qu cree que lo ingresaron?

    No sinti que le pasaba algo? Por qu est tan seguro de que...?.

  • As, en general, los mtodos tradicionales ponen en entredicho el

    delirio, ya sea de un modo explcito o implcito. La mayora de los

    terapeutas cree que una terapia no puede ser productiva hasta que el

    paciente reconoce que su creencia no tiene ninguna base razonable. Si, al

    enfrentarse al reto, el paciente persiste con su delirio, el terapeuta suele

    pensar que dicha persistencia es una seal de la gravedad del caso en

    lugar de demostrar la inutilidad de su procedimiento.

    Como con cualquier otro tipo de problema, nos interesan ms los

    intentos fallidos, aunque persistentes, para cambiar una conducta inde-

    seable. Sin embargo, los siguientes casos que presentamos como ejemplo

    comparten una serie de caractersticas que deben tenerse en cuenta. En

    primer lugar, estos casos se atendieron en una consulta privada por lo que

    no se grabaron las sesiones. Por lo tanto, en algunos casos hemos

    resumido los dilogos y en otros los hemos simulado. En segundo lugar,

    a diferencia del caso del captulo dos, en el que la solucin intentada est

    claramente delimitada, aqu no ocurre lo mismo. Los terapeutas partieron

    de suposiciones, basadas en su propia experiencia, de lo que no funciona

    cuando se intenta disuadir a un paciente de sus ideas locas. Como ya

    explicamos, en un tratamiento tradicional -en el que se intenta poner en

    entredicho la creencia del paciente, bsicamente se le dice: Lo que

    usted cree no es vlido. Es un producto de una mente trastornada.

    Para desviarse de esa solucin intentada, la alternativa principal del

    terapeuta es la de adoptar la postura: Lo que usted cree s que es

    vlido. Veremos este razonamiento en todos los ejemplos de los casos

    presentados aqu. Puede que cueste mantener esta postura, sobre todo

    cuando el delirio se expresa de un modo amenazador y cuando el

    paciente se muestra capaz de emprender una accin drstica para

    protegerse de la persecucin. Conviene tener en cuenta que intentar que

    el paciente acepte que su creencia es infundada es lo mismo que discutir,

    y que lo ms probable es que una discusin polarice la situacin.

  • S-; QUE HAY UN MICRFONO ESCONDIDO

    INLA OFICINA

    Este primer ejemplo es de un caso que trat Don Jackson (fundador y

    gua espiritual del Instituto de Investigacin Mental) a principios de los

    aos sesenta. Nos lo present como una manera innovadora de tratar a un

    paciente diagnosticado como paranoico. Su intervencin tambin influy

    mucho en el mtodo empleado en el tercer ejemplo de este captulo.

    El paciente era un hombre casado de cuarenta y pocos aos que haba

    ocupado un cargo de responsabilidad y al que le haban sugerido que

    pidiera la baja por enfermedad cuando insisti en decir a sus compaeros

    de trabajo que una organizacin gubernamental -la