7.the billionaire's final stand
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Contenido
Sinopsis .................................................................................................................................................. 4
Prólogo .................................................................................................................................................. 5
Capítulo 1 ............................................................................................................................................. 9
Capítulo 2 .......................................................................................................................................... 18
Capítulo 3 ........................................................................................................................................... 40
Capítulo 4........................................................................................................................................... 50
Capítulo 5 ........................................................................................................................................... 63
Capítulo 6 ........................................................................................................................................... 74
Capítulo 7 ........................................................................................................................................... 88
Capítulo 8........................................................................................................................................... 97
Capítulo 9 ......................................................................................................................................... 107
Capítulo 10 ....................................................................................................................................... 120
Capítulo 11 ........................................................................................................................................ 136
Capítulo 12 ....................................................................................................................................... 156
Capítulo 13 ....................................................................................................................................... 175
Capítulo 14 ....................................................................................................................................... 190
Capítulo 15 ....................................................................................................................................... 204
Capítulo 16........................................................................................................................................ 213
Capítulo 17 ........................................................................................................................................ 224
Capítulo 18 ....................................................................................................................................... 234
Capítulo 19........................................................................................................................................ 248
Capítulo 20 ...................................................................................................................................... 255
Epílogo ............................................................................................................................................... 277
Siguiente libro: Unexpected Treasure ..................................................................................................... 283
Prólogo .............................................................................................................................................. 285
Sobre la Autora: “Melody Anne” ........................................................................................................ 290
Créditos ............................................................................................................................................. 291
Sinopsis
Cuando el jefe de la familia Anderson, Joseph, sufre un accidente de
automóvil que cambia la vida, su familia se esfuerza por encontrar una
manera de sobrevivir si no sale del coma en el que el accidente lo ha
colocado.
Tome el viaje mientras el último de los Anderson, Austin, se envía en
un torbellino de emociones, mientras persigue a la mujer, Kinsey, de la
que se está enamorando. Para hacer las cosas aún más duras para él, está
lidiando con el estrés de la posibilidad de perder a su tío.
Escucha la rememoración sentida de Katherine mientras cuenta la
historia de su romance con Joseph mientras se sienta junto a su cama, sin
perder nunca la fe que él va a volver a ella.
Ríete con la gran familia, mientras dan vuelta a los papeles y
empiezan a tramar en contra de George mientras trata de ocultar sus
crecientes sentimientos por Esther.
Prólogo
Traducido por Auro Kyle
Corregido por Auro Kyle
—No puedo creer cómo ha pasado el tiempo. Parece que fue ayer que
estaba sentado en mi casa vacía, preocupado de que nunca tendría nietos.
Ahora, no sólo tengo una camada de ellos subiendo por las paredes, sino
también varias sobrinas y sobrinos. No puedo imaginar la vida siendo
mucho mejor que esto.
—No se oyeras ninguna discusión de mí parte. Antes de decidirme a
trasladar a la familia de vuelta a casa, estábamos cayéndonos a pedazos.
Mírame ahora. Soy un abuelo, y nuestra vida es como debe ser. Voy a
extrañar a mi Amelia, hasta el día que muera, pero al final me siento como
que está bien dejar ir el dolor que ha estado presente desde su muerte. Lo
que me ayuda más es tener a mis hijos cerca de casa, y esos nietos míos
han traído alegría a mi vida que nunca pensé posible experimentar de
nuevo, — George le respondió a su hermano gemelo, Joseph.
Los dos hombres volaban por la autopista, la conduciendo con la
capota abajo, disfrutando de una cálida noche rara en la ciudad
normalmente fresca de Seattle. Ellos actuaban más como adolescentes,
que como hombres en sus sesentas, mientras su risa se la llevaba
rápidamente el viento, en el fondo del cielo brillante.
—Pensé que Katherine te dijo que te deshicieras de esta trampa
mortal hace varios meses, — comentó George.
—Ella lo hizo, así que será mejor que no le digas lo que hemos
estado haciendo. Un poco de viento en nuestro pelo y bichos en nuestros
dientes rejuvenecen estos viejos cuerpos mucho más que esos balnearios
apestosos a los que me arrastra. Lo que ella no sabe no puede hacerle
daño. O a mí — Joseph se rió de su propia broma.
No pasó mucho tiempo para que George se uniera a él.
Sabiendo que estaba haciendo algo un poco peligroso se sentía bien.
Su médico le dijo que tenía que reducir el consumo de sal. Su esposa dijo
que tenía que hacer más ejercicio. Estaba cansado de hacer todo lo que era
sano y bueno para él. Él no veía nada malo en buscar la aventura de vez
en cuando. Cuando sintió un antojo de un subidón de adrenalina, era
quedarse en casa y volverse loco, o sacar el convertible del garaje.
—Sólo un chico más para casarse. ¿Qué vamos a hacer una vez que
nos encarguemos de Austin?, — preguntó George.
—Yo diría que estás buscando casarte, tú mismo, — Joseph
respondió rápidamente.
—Ni siquiera intentes emparejarme, Joseph Anderson. Somos un
equipo. No conspiramos contra el otro, — dijo George en una rabieta.
Joseph se echó a reír al ver la expresión amarga en el rostro de su
hermano.
—Ah, no te preocupes por eso, George. No se me ocurriría hacer eso,
— dijo finalmente, a pesar de que se aseguró de que cruzar los dedos.
Sabía que algo estaba pasando entre George y Esther, pero no había sido
capaz de atrapar a los dos con todo, sólo denle tiempo...
—Sé que no hablamos de eso, George, pero desde tu ataque al
corazón, he sentido mi mortalidad un poco más con cada día que pasa, —
dijo Joseph, su voz cada vez más tranquila, apenas audible por encima del
viento azotando fuertemente el coche.
—Tenía miedo, Joseph. Más asustado de lo que deje que nadie
supiera. No estaba preocupado acerca de la muerte. He vivido una buena
vida. Yo estaba preocupado por mi familia. Ellos han tenido suficiente con
la pérdida de su madre. No tienen que pasar por esto otra vez, — dijo
George, su propia voz baja.
—Tal vez debería vender este coche, aunque me encanta. No quiero
admitir que estamos de envejecimiento, pero envejecer tiene sus ventajas.
Tengo la oportunidad de ser abuelo, que es mejor de lo que jamás imaginé
que sería, más tengo la oportunidad de ver a mi esposa volverse más
hermosa con cada día que pasa. Tengo mucho que agradecer como para
tirarlo a la basura.
—Bueno, entonces, hermano, estoy muy feliz de que hayamos
conseguido un último viaje, — dijo George a carcajadas.
Mientras se acercaban a su salida, Joseph a regañadientes aminoró
la marcha y salió de la autopista. El viento de su trayecto de cien
kilómetros por hora se redujo a medida que desaceleró a treinta y doblaron
una esquina. Ninguno de los dos estaba listo para que la noche finalizara,
pero Katherine estaría pronto en casa, y ellos tenían que tener el coche
aparcado y darse prisa en el interior, o serían descubiertos.
—Definitivamente había algo entre Austin y Kinsey el año pasado,
pero no salió nada de ello. Los he visto desde entonces, y sin duda hay
chispas volando. Ha estado persiguiéndola, a pesar de tratar de ser bueno
de esto, y ella está corriendo como si los perros del infierno le estuviesen
pisando los talones. También he notado un poco las miradas hirvientes
que ella le dispara cuando piensa que nadie está prestando atención. Creo
que es hora de empujarlos juntos. Sé que es sólo cuestión de tiempo antes
de que no puedan resistir la tentación.
—¿Qué tienes en mente? — George preguntó ansiosamente.
—Bueno… — Joseph comenzó.
—¿Qué dem…? — George gritó.
Joseph volvió la cabeza en dirección a George, justo a tiempo para
que su corazón saltara a su garganta cuando luces brillantes se
abalanzaron sobre ellos. Él ni siquiera tuvo tiempo de parpadear antes de
que una camioneta de tamaño completo se estrellara en el lateral de su
vehículo, enviando al coche a volar por el aire.
Joseph miró a su hermano por un interminable y aterrador segundo,
el tiempo se detuvo mientras flotaban por encima del suelo.
—Lo siento... — Joseph susurró, sin saber si las palabras salieron de
su garganta, y mucho menos si George lo había registrado.
Su coche se precipitó al suelo con un crujido repugnante. Cristal se
hizo añicos mientras el metal se retorcía sobre sí mismo, lo que hizo el
convertible irreconocible.
El único movimiento era una de las ruedas girando en círculos en el
pecio de un coche destrozado.
Por un breve segundo el silencio reinó en la ajetreada ciudad de
Seattle.
Las luces de las casas empezaron a parpadear en la medida que las
personas se apresuraban a abandonar sus hogares para investigar el
ruido. Varios ciudadanos valientes corrieron hacia adelante para ver si
había alguna esperanza para las personas en el coche.
Ni Joseph ni George, se agitaron cuando las sirenas rompieron el
silencio misterioso de la noche oscura. Aún no había movimiento cuando
llegó la ambulancia, los paramédicos que luchaban a través de los restos
retorcidos del vehículo en su intento de llegar a los dos hombres. Ellos
sacudían sus cabezas cuando empezaron con la respiración de boca a boca
y las compresiones en el pecho. No se veía bien...
Capítulo 1 Hace un año
Traducido por Etrange
Corregido por flor25
—Estás radiante. Estoy muy agradecido por los persistentes
informes, uno especialmente para las tormentas de nieve en Alaska porque
en este momento soy el hombre más afortunado en esta sala —le dijo Max
a Cassie cuando de repente la bajo al suelo, antes de levantar la espalda,
con lo que su cuerpo quedo cerca del suyo.
—Me haces temblar —suspiro Cassie, con sus ojos devorándolo.
—Quiero arrastrarte fuera de aquí justo ahora —gruñó mientras su
mano se deslizo abajo de su vestido de novia de satén y se apoderaba de
su cadera, tirándola con fuerza contra él.
—No estoy deteniéndote —ronroneo ella, con una sonrisa seductora
en su cara.
Lo ojos de Max se redondearon mientras las palabras se hundían y
notaba que le estaba permitiendo arrastrarla lejos. Dejó de bailar y le cogió
la mano, preparado para llevarla a la habitación más cercana.
—Tú puedes no detenerlo, pero yo sí. ¿Sabes cuantas horas he
estado planeando la boda perfecta para ti? Joseph y yo hemos trabajado
día y noche, y no hay manera de que se escabullan —dijo Kinsey con una
voz severa. Sin embargo, la sonrisa que trataba de disimular se estaba
mostrando, tomando un poco de las palabras.
—Te lo voy a compensar, Kins —le rogó Cassie.
—De ninguna manera. No te atrevas a poner esos ojos de cierva. Te
conozco desde hace muchos años como para que funcione. Tenemos un
pastel que cortar, un brindis que hacer y un ramo por arrojar —insistió
Kinsey.
—Bien, pero cuando intentes escaparte con un pedazo de hombre te
prometo que voy a estar ahí para intervenir —amenazó Cassie.
—No te preocupes, no puedo ver eso pasando en un futuro cercano.
Creo que estoy a salvo.
—Sí, nunca se sabe…
—Hey, créeme. Realmente quiero una sobrina, pero tú tendrás
mucho de tiempo de hacer bebés en tu luna de miel de un mes. No puedo
creer cuan consentida eres. Realmente no puedo creer que tu trabajo esté
dispuesto a esperar ese tiempo por ti —Kinsey hizo un puchero.
—Supongo que valgo la espera —dijo Cassie con una sonrisa.
—Lo vales, Cass. Realmente lo vales —dijo Kinsey, dejando las
bromas aparte.
—Gracias por hacer este día perfecto Kins. Sabes que te amo hasta
la muerte —dijo Cassie, dejando la cara larga de lado por no poder huir
con su marido.
—Te amo, también. Vamos a cortar el pastel antes de que me hagas
llorar y arruine este maquillaje expertamente aplicado—dijo Kinsey.
—Bien, pero me debes una. Me debes una grande —Cassie hizo un
puchero mientras seguía a su mejor amiga.
La noche voló en un torbellino de bailes, risas, comida y visitas. La
familia Anderson ciertamente sabía cómo dar un gran evento. Si, Kinsey
había pasado horas con Joseph planeando, pero sabía que él era el que
controlaba.
Ella insistió en ciertas cosas para la boda, esos pequeños toques que
le importarían a Cassie, pero la mayor parte, intentaba estar fuera del
camino de Joseph. El hombre era una fuerza a tener en cuenta. Le pareció
bastante gracioso que al gigante hombre le gustara tanto planear bodas.
Quizás él estaba en el negocio incorrecto.
—Mis pies están matándome. Justo ahora creo que debí haber
optado por las sandalias en lugar de estos tacones de tres pulgadas. Solo
quiero pretender que soy más alta de lo que realmente soy, pero eso
siempre termina mordiéndome el trasero —le dijo Kinsey a otra dama de
honor mientras se paraba en el borde de la pista de baile.
—Sé lo que quieres decir. Me niego a quitármelo, porque, míralos.
Son impresionantes, pero no voy a ser capaz de caminar por una semana.
Vale la pena, sin embargo, o por lo menos eso es lo que sigo diciéndome a
mí misma —dijo Shelby.
—¿Cuántas veces te han coqueteado en esta noche? —preguntó
Kinsey con una sonrisa.
—Como siete. Creo que Cassie eligió, um, ¿cómo decirlo de una
buena manera? Ah, los más reveladores vestidos que pudo para sus
damas de honor. Sigo chequeando dos veces para asegurarme de que todo
está cubierto.
—Lo sé. No recuerdo que los vestidos fueran tan cortos o bajos
cuando los probamos. Creo que los modifico —dijo Kinsey con una risa.
—¿Qué hay de ti? ¿Alguna oferta para conocer el histórico hotel?
Vamos, ¿no hay una línea más cursi que esa?
—Oh, sí, si la tengo. Un chico vino y me preguntó si iba a estar en la línea
para atrapar el ramo. Creo que estaba haciendo un conteo o algo, así que
le dije que lo haría. Sabes que Cassie me mataría si no estuviera ahí. Peor
que eso, habría detenido el procedimiento y me hubiera llamado por
altavoz. Entonces él diría, soy solo yo o estamos destinados a estar
casados, mientras sostuviera un liguero. No sé dónde lo tiene porque Max
aún no se lo ha sacado a Cassie. Solo me aleje. ¡En serio! ¿Qué se suponía
que hiciera? —dijo Kinsey mientras comenzaba a reír.
—Oh mi dios. De acuerdo, tú ganas. Esto se está volviendo
locamente fantástico —dijo Shelby entre ataques de risa.
Compartieron más líneas que revieron en varias bodas a través de
los años. Kinsey no entendía como lo hombres obtenían citas con algunas
cosas que decían.
—Discúlpenme, pero las noto un poco sedientas —dijo un hombre,
interrumpiendo a las dos mujeres.
Kinsey levanto la vista, su cuerpo vibrando mientras reconocía a
Austin Anderson. Era magnifico y apuesto.
Y él lo sabía.
También sabía por Cassie que le gustaba salir, mucho. No había
manera en que Kinsey se involucrara con un tipo como él.
Compartió una mirada conocedora con Shelby antes de darle una
fría mirada.
—Que amable de tu parte, pero no, gracias —dijo, luego se volvió y
se alejó. Estaba agradecida de que no cayera en su cara, con sus rodillas
sintiéndose tan débiles.
Lo hizo a través de la pista de baile en una pieza, luego devoro
rápidamente el trago que le pasaron. Tenía unas dos horas en frente
todavía y un poco de valentía liquida no haría daño.
El resto de los hombres que había rechazado esa noche habían sido
bastante fáciles de alejar. Por algún motivo, Austin Anderson era como
imán, tratando de atraerla.
Kinsey notó que su estómago gruñía. Había estado muy ocupada
tratando de asegurarse de que fuera un día perfecto en todas y cada una
de las maneras para Cassie que había olvidado comer.
Encontró una mesa vacía, de repente muy cansada para presentarse
con extraños y se sentó.
—¿Cómo está esta noche? —uno de los camareros le preguntó,
presentándose casi al instante. Kinsey sonrió al joven chico, pensando de
nuevo en como Joseph hizo lo imposible.
Había estado en unas espectaculares bodas pero ninguna de ellas
comparada con la de su mejor amiga.
—Estoy bien, gracias.
—Adelante y mire el menú enfrente suyo para hacer su elección.
Mientras hace eso le puedo traer uno trago y unos bocadillos. —él ofreció.
—Eso sería maravilloso. Quiero un Manhattan, por favor.
—Vuelvo enseguida.
Miro sus opciones, sonriendo ante el menú cinco estrellas. Sabía que
la mayoría de las personas que asisten no se molestarían en comer, no
cuando había un bar abierto.
—Ahí tiene —dijo el camarero, volviendo rápidamente. Puso su trago
y algunos platos con variados bocadillos, el olor causando que se le hiciera
agua a la boca. No había manera en que se perdiera tales deliciosos
platos. Quería intentar algo que no había hecho jamás.
—Quiero el Carpaccio de vacuno Shorthorn y huevos fritos
crujientes de codorniz para mi cena y el budín de pan caramelizado con las
peras escalfadas en amaretto, crema de vainilla y almendras especiadas
de postre. —dijo después de acortar sus opciones, quería probar un poco
de todo solo porque algunos de los nombres eran únicos.
—Buenas elecciones. ¿Algo más que le gustaría agregar?
Kinsey no quería ordenar cosas que sabía no comería, así que
sacudió su cabeza.
—Voy a querer el atún de aleta amarilla con salsa vierge y vegetales.
También, vamos a pedir el Caviar Ossetra quilate de Oro Puro y un plato de
ostras en media concha para compartir —dijo Austin mientras tomaba el
asiento contiguo a ella.
Kinsey lo miro, sin palabras. Sabía que era demasiado seguro, pero
no esperaba que fuera rudo. No lo había invitado a tomar asiento.
—Buena elección, señor Anderson —dijo el joven camarero, con la
cara radiante por atender a unos de los miembros de la familia. Por dios,
pensó Kinsey, la gente actuaba como si los Anderson fueran la realeza.
—Gracias, Tommy. ¿Estás disfrutando esta noche? —preguntó
Austin, sorprendiendo a Kinsey, ¿conocía al chico?
—Sí, señor Anderson. Realmente aprecio el trabajo. Los invitados
han sido muy amables —respondió rápidamente.
—Eso es bueno. ¿Cómo van tus estudios?
—Bien. Tengo una A en mi proyecto de ciencia debido a usted —
Kinsey miró hacia atrás y hacia adelante entre ellos. El chico obviamente
idolatraba a Austin, pero no podía reconocer la conexión.
—Lo hiciste todo por tu cuenta, Tommy. Siéntete orgulloso de eso.
Una vez que entiendes el concepto básico, no hay nada que te detenga.
—Sí, eso creo. Mejor vuelvo a entregar esto. No quiero hacerlos
esperar —dijo antes de volverse.
—Oh, Tommy, ¿puedes traerme la botella de vino
blanco Montrachet 1978?
—No hay problema, señor Anderson. —dijo antes de, prácticamente
correr al área de cocina.
—¿Qué fue todo eso? —preguntó Kinsey, momentáneamente
distraída de su irritación de que se sentara con ella sin permiso.
—¿Qué? —preguntó Austin, luciendo perplejo.
—¿Ah, toda la cosa de ciencia?
—Oh, no es nada —dijo Austin.
—Considerando que te sentaste en mi mesa sin preguntar, es mi
derecho que proporciones una conversación decente o te vayas. —dijo
Kinsey mirándolo a los ojos.
Estaba sorprendida cuando él rio, una risa-profunda-en-tus-
entrañas-que-hace-doler-el-estomago. Cuando finalmente paro por algo de
aire, Tommy estaba de vuelta y puso silenciosamente los bocadillos
pedidos en la mesa, junto con la botella de vino.
—¿Quiere que abra la botella por usted? —preguntó.
—No, está bien. Gracias. — respondió Austin y Tommy desapareció.
—¿Y bien? —insistió Kinsey.
—Okey, okey. Lo tengo. Soy el tutor de algunos chicos en la escuela
secundaria cercana. No es la gran cosa. —dijo, removiéndose en su silla,
luciendo incómodo.
Kinsey estaba impresionada. Sabía que los Anderson donaban un
montón de dinero, pero no sabía que alguno de ellos hiciera actualmente
trabajo voluntario. No quería saber eso de Austin, no quería verlo como un
tipo preocupado en vez del mujeriego que era.
—Oh —respondió finalmente, sin palabras.
Tienes que probar esto —dijo Austin, cambiando de tema
rápidamente mientras sostenía una galleta con caviar en ella. Kinsey la
miro con suspicacia, pero quería probar cosas nuevas así que la alcanzo
para tomarla.
Él echo la mano hacia tras para que no pudiera tomarla, luego la
bajo a sus labios. Automáticamente abrió su boca para tomar el delicado
bocado, una llamarada de calor incendiándose dentro de ella mientras su
pulgar cepillaba su labio inferior. Ni siquiera saboreo la comida mientras
se la tragaba, esperando no ahogarse.
—Gracias —murmuró mientras tomaba el vaso solo para notar que
estaba vacío. ¿Cuándo se lo había acabado?
—Prueba esto —dijo Austin mientras abría la botella de vino y
llenaba una copa antes de pasársela.
La acepto y tomo un trago, el delicado sabor flotando por su lengua
hasta su garganta.
—¿Puedo saber tu nombre?
Kinsey lo miro, debatiéndose entre si quería dárselo o no. Sabía que
lo averiguaría de cualquier manera, ya que ella y Cassie era mejores
amigas. No sabía cómo no se habían encontrado el uno al otro antes de
esta noche.
—Kinsey Shelton —respondió finalmente.
—Mmm Kinsey, un hermoso nombre para una estupenda mujer.
—Oh por favor, señor asesino de damas, ciertamente puede venir
con una línea mejor que esa. —se burló, aliviada de ganar un poco de su
ingenio de vuelta.
Él rio una vez más. Frunció el ceño, preguntándose ¿Qué cosa
posiblemente sería suficiente para molestarlo y que fuera a encontrar otra
presa para cazar?
—Kinsey, te estás volviendo rápidamente inolvidable. —dijo,
mientras su cara se volvía seria y sus ojos azules se trababan en los suyos
marrones.
—Eso no es bueno ya que no tengo ningún interés en ser recordada.
—respondió, su voz ronca en lugar de contundente como quería.
Tommy llegó con su comida, y continuaron bromeando el uno con el
otro, mientras consumían la exquisita comida. En el momento en que
Kinsey miraba a su plato de postre vacío, estaba lamentando la cantidad
que había consumido. Fue fantástico, pero tendría que trabajar durante
toda una semana para quemar todas las calorías.
—Baila conmigo —Austin ordenó mientras se levantaba de la mesa.
—Debes disfrutar de verdad que te digan no —Kinsey dijo,
sorprendida de cómo se tambaleó un poco cuando se puso de pie.
—Disfruto de cada sonido que sale de tú deliciosa boca —respondió
mientras se acercaba más y ponía su mano sobre la cintura para
sostenerla.
Sabía que se golpearía a si misma más tarde, pero estaba cansada
de pelear contra su atracción por él. Un baile no haría daño. Estaban
rodeados por personas.
—Okey —dijo, disfrutando la momentánea sorpresa en sus ojos.
Se repuso rápidamente y agarró su mano, la llevó a un rincón
oscuro de la pista de baile. De inmediato la tomó en sus brazos,
presionando su cuerpo cerca de él mientras la música sonaba una balada
romántica.
Una canción llevó a la siguiente, y el tiempo se escabulló cuando se
fundió en él mientras le susurraba al oído, sus labios arrastrándose a lo
largo de su cuello, su aliento enviando directamente calor hasta la médula.
Movió las manos hacia la parte baja de su espalda, luego más abajo,
sus dedos acariciando la parte superior redondeada de su trasero,
acercándola, sin dejar ninguna duda que fue despertado por su juego
previo.
La música se detuvo cuando alguien anunció que era el momento
para lanzar el ramo. Kinsey encontró difícil de procesar las palabras
mientras se alejaba y se encontró mirando a los turbulentos ojos azules,
capturando los suyos y negándose a dejarla ir.
—Me has embrujado —Austin murmuró antes de que su boca
descendiera y se apoderada de sus labios por primera vez. Ella sabía que él
besando sería bueno, lo que no sabía es que haría corto circuito en su
cerebro.
Su lengua acarició su boca, no dejando más remedio que abrirla
para él. Supo en ese momento que no podía luchar contra él o contra el
vórtice surrealistas al que se habían arrojado por toda la noche. Se entregó
a él.
Poco a poco, él movió su cabeza hacia atrás, lo suficiente para
mirarla a los ojos. Los suyos propios llenos de un mar de pasión rabiosa.
Luego, sin decir una palabra, la soltó, sólo el tiempo suficiente para tomar
su mano cuando la llevó hasta el hotel.
Capítulo 2 Tiempo presente
Traducido por Etrange
Corregido por Mariaph
—Lucas Anderson, por favor.
—Este es él. —dijo Lucas mientras miraba su reloj. Eran las dos de
la mañana. Con el tono profesional de la persona al otro lado de la línea,
Lucas se puso en alerta. Ninguna llamada a esta hora era una buena cosa.
—Lo siento, señor, pero ha habido un accidente. Hemos ingresado a
Joseph y George Anderson aquí en el Centro Medico Harbor View. Lo
encontramos como un contacto de emergencia en las pertenencias del Sr.
Joseph Anderson. La única información que tengo hasta ahora es que ha
sido un accidente automovilístico. Entre más rápido llegue, mejor.
Tomo mucho tiempo para asimilar las palabras de la mujer.
Accidente.
Joseph.
George.
Llegar rápidamente.
Lucas no dijo nada más mientras dejaba caer el teléfono en el
receptor y saltaba de su cama.
—¿Qué pasa, Lucas? — preguntó Amy mientras despertaba.
—Mi papá y el tío George. Era el hospital. Han estado en un
accidente y la persona que llamó dijo que teníamos que llegar
rápidamente. —graznó. Todos los rastros de sueño fueron exterminados de
la expresión de Amy mientras se sentaba rápidamente, con miedo en sus
ojos.
—Voy a avisarle a Marcia. —respondió Amy mientras rápidamente
salía de la cama, se puso la bata, y se fue a alertar a la niñera que se iban.
Lucas apagó todas las emociones, no permitiendo que el pánico en
su interior se elevase. Era el hijo mayor y era su responsabilidad notificar
al resto de su familia. Tenía que mantener una calma que no
correspondían ni de cerca a sus sentimientos. Información. Necesitaba
más información. No podía hacer una evaluación adecuada hasta que
supiera todos los hechos. ¿Estaban vivos? ¿Cuán malas eran las lesiones?
¿Qué podía hacer?
Lucas sabía que no obtendría respuestas sin llegar al hospital, así
que empezó a moverse.
Primero, marco a su primo. Era mucho más fácil si dos de ellos se
dividían las llamadas. El miedo intentó encontrar su camino en el corazón
de Lucas, por lo que se encogió mientras esperaba que Austin contestara.
Con gran esfuerzo, empujó el miedo hacia abajo, a sabiendas que la
emoción era inútil.
—Más vale que sea muy bueno. —espetó Austin.
—Nuestros padres están en el Centro Medico Pearl Harbor View —
Lucas no perdió tiempo en saludos.
—¿Quién más necesita ser notificado?
—Eres el primero al que marco.
—Yo llamo a mis hermanos, tú a los tuyos. Nos vemos ahí. —
respondió Austin, con tono de alerta y seguro.
—Gracias. —susurró Lucas antes de dejar caer el teléfono por
segunda vez. Rápidamente llamó al resto de sus hermanos, y luego suspiro
de alivio cuando Amy se apresuró a regresar a la habitación.
Inmediatamente fue a su armario y le agarró un cambio de ropa,
dejándoles caer en la cama delante de él antes de entrar y agarrar sus
propios artículos.
Se cambiaron rápidamente, ninguno de ellos hablando, mientras se
apresuraron a prepararse. A medida que los segundos pasaban, Lucas se
encontró luchando más duro para no dejar que el pánico se alzara. Su
padre era invencible, se dijo a sí mismo.
—Estará bien, Lucas. Joseph es demasiado terco como para dejar
que le pase nada. —Le aseguró Amy mientras envolvía sus brazos
alrededor de él en un abrazo reconfortante. Tirando de ella más cerca,
Lucas pasó la mano por la suavidad familiar de su pelo, y suavemente
besó la parte superior de su cabeza, la sensación de ella, calmándolo, le
dieron la fuerza necesaria para seguir adelante.
—Estoy asustado. —Admitió, permitiéndose mostrar un poco de
miedo.
Amy se sacudió en sus brazos mientras trataba de controlar el
derrame de sus propias emociones. Ella y Joseph tenían un vínculo
especial. Un padre había sido una de las muchas cosas de las que Amy
había sido privada cuando era niña. Joseph abrió inmediatamente sus
brazos y ella corrió adentro de ellos. Era la hija que siempre quiso, pero la
que nunca le fue bendecida, y él era el padre que siempre había soñado. Le
dolería tanto como a Lucas si Joseph fuera a dejar el mundo antes de
tiempo.
Amy se echó hacia atrás y miró a los ojos de Lucas. Lo suyos
estaban rojos y vidriosos y él podía ver que estaba luchando contra las
lágrimas, tratando de ser fuerte para él.
—Gracias, —susurró. Ella lo miró con confusión. —Gracias por
darme la fuerza para atravesar esto. Me honras con tu sola presencia.
Gracias, Amy. Tienes razón. Va a estar bien. Es demasiado terco para irse
a una edad tan joven. Ya estoy listo. Tenemos que estar allí para mamá.
No quiero que este sola.
Amy no respondió mientras sus lágrimas acumuladas finalmente
caían, silenciosamente corriendo por sus mejillas. Él envolvió su brazo
alrededor de ella, mientras salían corriendo de la habitación.
—Por aquí, Mark —Lucas llamo mientras su hermano y Emily
entraban en la sala de emergencias. La pareja cambió de dirección y
rápidamente se acercó a su grupo.
—¿Cómo están? ¿Porque no están con ellos? ¿Qué pasó? —Mark
bombardeo de preguntas a la creciente masa de personas, que constituía
su mamá, hermanos, primos y muchas esposas.
—No sabemos nada, todavía. Parece que la única cosa que cualquier
persona en este maldito hospital sabe decir es, el doctor estará con usted
en breve. —espetó Alex.
—Alex, la ira no va a ayudar a tu padre o tío. Por favor, se paciente
—Katherine dijo, con la voz fuerte, aunque su rostro estaba pálido por la
preocupación.
—Lo siento, mamá. Yo solo… —Alex se fue apagando, con la
ansiedad escrita en su rostro.
—¿Cómo estás, mamá? ¿Puedo hacer algo? —Emily preguntó
mientras se abría paso entre el círculo que rodeaba a Katherine y le daba
un abrazo reconfortante.
—Esto pendiente aquí, querida. Joseph no está listo para dejarme
todavía. Yo sé eso y él también —dijo Katherine, aunque un temblor
recorrió su voz.
—Yo sólo me sentiría mejor si me dejaran verlo —Lucas tronó, su
temperamento, obviamente cerca del punto de ruptura.
—Pronto, Lucas. Será pronto —dijo Amy, frotando suavemente su
mano por el brazo, inmediatamente calmándolo.
—Katherine, he venido aquí tan pronto como pude, —Esther jadeaba
mientras corría a la habitación —Lo siento mucho. ¿Has oído algo,
todavía?
—No. Todavía estamos esperando. Gracias por haber venido. Sé que
es tarde —dijo Katherine mientras Esther la envolvía en un abrazo de
consuelo.
—Tonterías. Estaría terriblemente molesta si nadie me hubiese
notificado. Tengo que estar aquí. Veamos lo positivo. Que no haya noticias
es una buena noticia, ¿no? Eso significa que están luchando. Esos
hombres sin duda saben cómo luchar. —dijo Esther a través de sus
lágrimas.
—Sí lo hacen, Esther, sí lo hacen. —dijo Katherine con una sonrisa
acuosa. Era evidente que estaba contenta de tener a su amiga allí.
—Recuerdo ocasiones en las que hubieras con mucho gusto
atropellado a Joseph. Él tiene un poco de piel gruesa y no hay manera de
que un pequeño accidente lo mantenga abajo. Lo mismo va para George
—Tienes razón otra vez, Esther. Ese hombre... Bueno, vamos a decir
que tiene una forma de mantener mi corazón acelerado. Estaban fuera
conduciendo ese maldito coche que le dije que vendiera hace unos meses.
Realmente detesto esas cosas pequeñas —dijo Katherine.
Los chicos la miraron, todos ellos aliviados al ver su miedo
atenuarse mientras la ira tomaba su lugar. Por lo menos trajo un poco de
color a sus mejillas.
—Hombres adultos que tratan de actuar como adolescentes. ¿Qué
estaban pensando? Tendremos que hablar con ellos. —Amenazó Esther.
Las dos mujeres continuaron vociferando hasta que fueron
interrumpidas por un médico que se aproximaba.
—¿Qué quieres decir, quieres enviarlo a casa? ¡Me estás tomando el
pelo! —Kinsey espetó al joven médico que ni siquiera se molestó en
levantar la vista de las notas que estaba escribiendo en el archivo de
Joseph.
—Él está bien, enfermera. ¿Por qué no haces tu trabajo y me dejas
hacer el mío?
—Estoy tratando de hacer mi trabajo. ¡Estoy tratando de no dejar
que mates a mi paciente!
—Eso es suficiente. O lo dejas ahora o puedes buscar otro trabajo.
—No tienes el poder para despedirme. No voy a dar marcha atrás.
Conozco a este hombre y no hay manera de que vaya a dejar que algo le
pase. —Kinsey espetó. Estaba perdiendo la paciencia con el nuevo y
arrogante médico que apenas había salido de la escuela de medicina.
Odiaba tratar con los médicos bebé, como el personal de enfermería los
llamaba. Algunos de ellos eran demasiado arrogantes para pedir ayuda,
incluso cuando sabían que estaban metiendo la pata.
Tal vez en el hospital donde él había hecho su residencia, no hacían
controles más exhaustivos de los pacientes, pero en este caso, los médicos
tenían confianza en el personal de enfermería y por lo general no peleaban
contra ellos cuando sabían que había un problema. Es nuevo, se recordó a
sí misma, tratando de mantener la calma. Sabía que Joseph no estaba ni
siquiera cerca de estar listo para dejarlo ir a casa.
—Sufrió una lesión en la cabeza, doctor. Él necesita una tomografía
computarizada y una consulta de neuro. —Kinsey insistió.
—Mira, he perdido la paciencia ahora. He hecho una evaluación a
fondo sobre él y está bien. Sus ojos son sensibles. Sus signos vitales son
buenos. Lo voy a enviar a casa —El doctor se alejó y Kinsey quería tirar el
lápiz a su espalda. Se sentía como una niña al borde de una gran rabieta.
¿Qué tan difícil era ordenar una tomografía computarizada? Joseph había
estado experimentando dolores de cabeza desde que había llegado. Era
una práctica común para ordenar la búsqueda.
Ella siempre luchó por sus pacientes, pero este era Joseph, y
lucharía hasta el punto de perder su trabajo por él.
—Puedes dejar de luchar por mí ahora, Kinsey. Me siento bien. Lo
que debes hacer es comprobar a mi hermano. —susurró Joseph.
—Ahora, Joseph, —Suavemente amonestó cuando se dio la vuelta —
No creo que estés en modo alguno dispuesto a hacer ese pedido. Estuviste
en un terrible accidente y has estado apareciendo y desapareciendo de la
conciencia. —Kinsey se apresuró a regresar a su lado y de inmediato tomó
su mano y empezó a revisar su pulso. Todavía estaba conectado a los
monitores, pero se sentía mejor controlando doblemente los equipos con la
vieja usanza, enfoque práctico.
—Soy más fuerte de lo que parezco. Ahora mismo lo único que
quiero es ver a George. —Repitió Joseph.
Kinsey lo miró a los ojos llenos de dolor y sintió sus propia lágrima
acumularse. Sabía lo mucho que él se estaba culpando a sí mismo por el
accidente. También sabía que su familia es lo más importante para él que
cualquier otra cosa. Sin embargo, su familia no podía permitirse el lujo de
perderlo, y necesitaba conseguir poner eso en su cabeza.
—Joseph, tengo entendido que eres más resistente que un forro de
carga, pero creo que estás en estado de shock. He visto esto antes. Estoy
muy preocupada por el dolor de cabeza que has tenido desde tu llegada.
Quiero que tengas una tomografía computarizada y una consulta con un
Neurocirujano. —argumentó Kinsey. Ahora estaba luchando con el médico
y su paciente. Su trabajo era rara vez es fácil.
—Kinsey, querida, he pasado por peores cosas que un pequeño
accidente de coche. Estoy bien. Ahora, escucha a tu doctor, y ayúdame a
salir de aquí. Tengo que ver a mi hermano.
—Por favor, ¿sólo permíteme una hora más? Eso no es pedir mucho.
Yo personalmente voy a ver cómo está George y vengo de vuelta con una
actualización. —Declaró Kinsey.
—¡Papá! —Lucas entró corriendo en la habitación. —¿Cómo te
sientes? ¿Qué ha dicho el médico? ¿Dónde está el tío George? Parece que
no puedo obtener respuestas de nadie. —Disparó Lucas, no dando a
Joseph tiempo suficiente para responder antes de que disparara otra
pregunta. Alex y Mark entraron justo detrás de él, junto con Amy, Jessica
y Emily.
Kinsey sonrió ante la mirada de amor y preocupación en sus rostros.
Su mejor amiga era realmente afortunada de haberse casado con alguien
de una hermosa familia. Eran buenas personas, por dentro y por fuera. Se
deslizó en silencio de la habitación para que pudieran estar en privado.
—¿Comenzaste el proceso de alta?
Kinsey tomo un reconfortante respiro antes de girar. El mismo
doctor estaba de vuelta, respirando en su cuello. Ahora sabía que era sólo
un juego de potencias. Él no se preocupa por el paciente, se preocupaba
por que sus órdenes fuesen seguidas.
—Cómo puedes ver, la familia del Sr. Anderson acaba de llegar. Va a
estar ocupado durante un tiempo contestando sus preguntas. Cuando
termine, voy a empezar el proceso para enviarlo a casa. —Kinsey espetó.
—No creas que no sé lo que estás haciendo. Estaré informando a tu
supervisor. ¡Dalo de alta, ahora!
—Yú presumido, hijo de pu…
—Alto ahí. No me importa lo que cueste. Serás escoltada fuera de
aquí dentro de una hora. O eres tú, o yo.
—¿Por qué no puedes admitir el hecho de que puedes estar mal? No
te duele, en lo más mínimo, ordenar una tomografía computarizada y tener
una consulta de un neurocirujano.
—Estas acabada. —Gruñó antes de caminar fuera.
Sí, lo más probable es que he terminado, pensó mientras se dirigía a
la estación de enfermeras y tomaba el teléfono.
—Sí, el doctor Mason ha ordenado una consulta de Neuro sobre un
paciente, Joseph Anderson, y tiene que ser pronto. Además, ha ordenado
una TC1 —dijo Kinsey.
Sin saber la diferencia, enviaron el equipo, y Kinsey se volvió hacia
la sala donde estaba Joseph. Sintió en sus entrañas que algo andaba mal.
El médico se pondría furioso con ella, pero no le importaba. Si
resultaba que Joseph estaba bien, valía la pena la ira del doctor. Ya había
tomado la decisión de sacrificar a su trabajo.
—¡Kinsey!
Kinsey se volvió justo a tiempo para ver a Cassie cuando se abalanzó
sobre ella. Tuvo que luchar contra las lágrimas de frustración para que no
cayeran cuando Cassie se echó a sus brazos.
—Estoy tan contenta de que estés aquí, Kins. No nos dicen nada.
Finalmente pudimos a ver al tío Joseph, pero seguimos sin saber nada de
mi papá. ¿Sabes algo? —preguntó Cassie mientras se inclinaba hacia
atrás.
—Lo siento, Cass. He estado con Joseph todo el tiempo, pero voy a
hacer algunas llamadas y veré qué puedo averiguar sobre George. —Kinsey
le aseguró rápidamente a su amiga.
—Es sólo que no entiendo cómo algo tan horrible le sucede a dos de
los hombres más maravillosos que conozco —dijo Cassie, sin soltar a
Kinsey.
1 Tomografía computarizada.
—No sé, Cass. Lo veo todos los días, y todavía no lo entiendo. Tantas
tragedias, que carecen de sentido. Pero, los dos están vivos, Cass. No
renuncies a ellos.
—Lo sé, lo sé. Yo sólo... mis hormonas... Lo siento. —Se sacudió
Cass mientras sus lágrimas caían libremente.
—No has mencionado depresión —dijo Kinsey con preocupación.
—No, es sólo un poco de melancolía post-bebé. Estoy bien, y Ariel es
increíble, la mejor bebé de tres meses en el mundo. Es solo que algo así
sucede y mis descarriadas hormonas cerebrales se vuelven un poco locas
—dijo Cassie.
—Entiendo, Cass. Si George tiene que estar aquí un par de días,
necesitas traer a Ariel a visitarlo. Sabes que al verla sanará más rápido
que cualquier medicina que este hospital pueda proporcionar.
—Esa es una gran idea. Voy a hablar con Max sobre ello. No me
gusta estar lejos de ella mucho de todos modos. Sigue siendo tan pequeña,
además estoy amamantando. Yo simplemente no quiero traerla aquí en el
medio de la noche, sobre todo sin saber nada. —Explicó Cassie.
—Eso fue inteligente. Ella no puede estar en la sala de emergencias,
de todos modos. Espera hasta que se hayan mudado a una habitación
privada.
—¿Cuánto tiempo más estás en turno?
—Tengo un par de horas. Sin embargo, puedo ir contigo a ver cómo
esta Joseph.
—Bien —Cassie dijo mientras tomaba el brazo de Kinsey y
comenzaba a llevarla hacia la sala.
—Enfermera Stellar, permítame hablar con usted.
Kinsey se volvió y vio al joven médico de nuevo. Realmente iba a ser
una noche larga.
—Voy a estar ahí en un minuto, Cass. Ve.
—Creo que debería quedarme contigo, Kins. Ese doctor parece
inestable. —susurró Cassie.
Kinsey sabía lo estresante de la situación, pero de repente tuvo que
luchar contra una carcajada que quería escapar. La mirada en el rostro del
médico, toda roja con pequeñas burbujas de saliva en la comisura de sus
labios demasiado delgados, combinada con la mirada incierta de Cassie
era demasiado.
Kinsey se volvió a tranquilizar a su amiga, cuando las alarmas
comenzaron a sonar. Cualquier idea de risas se cortó inmediatamente.
—¡Alguien, ayuda!
Kinsey y el médico pusieron fin a su enfrentamiento y se enfrentaron
a la habitación. Kinsey respondió inmediatamente.
—¡Código Azul! —Kinsey gritó mientras corría a la habitación.
Su miedo se había vuelto realidad. Joseph había tratado de ponerse
de pie, como el hombre terco que era, y al instante se desplomó en los
brazos de Lucas.
Las enfermeras se apresuraron, mientras tomaban sus signos
vitales.
—Sus ojos no responden.
—La presión sanguínea está cayendo rápidamente.
—Estamos perdiendo el pulso.
—¡Inicie la RCP, ahora!
—No está respirando.
—Inicio de compresión.
Palabras. Rápidamente bombardeadas. Un revoltijo de palabras, una
frase que corría sobre la parte superior de la siguiente. Kinsey sabía que
su familia estaba aterrada, sabía que sólo alcanzarían piezas, las peores
piezas, en la conversación. Casi sonaba como un idioma diferente a
alguien que no trabaja en la industria médica, pero se traducía fácilmente
a los oídos de Kinsey. Conocía esas palabras, las conocía hasta en sus
sueños. Se movía en piloto automático, al igual que el equipo a su
alrededor hicieron lo mismo. No sólo estaban entrenados, si no bien
entrenados. Se asegurarían de que sobreviviera.
—Tengo un buen pulso radial.
—Tenemos una vía respiratoria establecida.
—La presión arterial sigue siendo muy baja.
—Consiga una tomografía computarizada, Stat2, y llame a Neuro.
El médico ni siquiera la miró mientras gritaba sus órdenes que se
escuchaba por sobre el caos de la sala.
—Sí, doctor. —Respondió una enfermera mientras salía corriendo.
Justo en ese momento el Neurocirujano, que Kinsey había pedido
antes, entró en la habitación. El médico con el que había estado peleando
le dedicó una mirada. Sabía que su pelea estaba lejos de terminar. No
estaba contento con ella estando en lo correcto. No se preocupaba por su
ego. Habría preferido estar equivocada. Sin embargo, parecía que su visión
podría salvar la vida de Joseph. Eso era todo lo que le importaba.
El personal preparo rápidamente a Joseph para el transporte, y
luego lo sacaron por la puerta. Kinsey salió de la habitación al pasillo, y
luego se deslizó dentro de un armario de escobas. Se dejó caer por la pared
y se agarró la cabeza con las manos. Nunca ha sido fácil tratar con un
paciente que te importa. Sabía que no había garantía alguna cuando un
cirujano corta en el cerebro de un paciente. Estaba asustada por esta
familia que había llegado a conocer y respetar.
—¡Por qué demonios no puedo obtener ninguna respuesta! —Austin
rugió a la recepcionista.
—Lo siento, señor. Si usted, por favor, simplemente toma asiento, el
médico vendrá en breve —La mujer tenía nervios de acero. Quería saltar
por encima del escritorio y estrangularla, lo que era nuevo para él.
Normalmente, nunca tuvo un mal pensamiento acerca de una mujer,
nunca.
2 Stat, una abreviatura del latín statim, "de inmediato", de uso frecuente en contextos
médicos, como en salas de emergencia.
—Vamos, Austin. No vas a llegar a ninguna parte aterrorizando al
personal —Max dijo mientras envolvía su brazo alrededor de su hermano y
lo tiraba lejos del escritorio.
—¿Por qué no puede alguien darnos información? Han pasado
horas. Papá todavía está en cirugía y actualmente están abriendo en
rodajas la cabeza del tío Joseph. Uno pensaría que nos dirían algo en este
momento.
—Lo sé. Pero hay que mantener la calma. Bree se está cayendo a
pedazos y nos necesita para tener confianza. Tenemos que tener fe en los
médicos de aquí. Además, ya sabes lo fuerte que son nuestro padre y tío.
Ellos saldrán de esta.
Austin se quejó cuando empezó a pasearse por la habitación.
Necesitaba algo, cualquier cosa para dejar de pensar en lo que estaba
pasando. No sabía que haría si algo le pasara a cualquiera de esos
hombres. No soportaba estar en el hospital. Odiaba todo sobre el lugar,
como olía, como lucia, como se sentía. Había pasado muchas horas en uno
cuando su madre había estado luchando por su vida. Una pelea que
perdió. Se pasó la mano por el pelo con ira, fatiga, confusión y dolor
derramándose a través de él. Tenía que salir de allí, pero no podía. No
quería siquiera pensar en lo que haría a su familia en caso de perder a su
padre. No podían perder a ambos padres.
No. Simplemente, no. No iría allí. No iba a pasar, no podía.
Se paseó por la habitación hasta el punto de que estaba seguro de
que sus huellas se sellarían permanentemente en el suelo. Después de la
enésima vez, se dio la vuelta, luego se congeló en su lugar.
—Kinsey. —Susurró.
Austin cerró los ojos mientras se permitía un momento para
recordar su noche con Kinsey hace un año en la boda de Cassie. Pensar en
ella siempre enviaba fuego a través de sus venas, y estaba agradecido de
tener la distracción. Cualquier cosa era mejor que el sufrimiento que
pasaba a la espera de oír hablar de su padre. Cerró el ruido alrededor de él
mientras recordaba...
Había descubierto a Kinsey en la pista de baile, con los labios
brillantes abiertos mientras la risa se derramaba libremente de ella. Había
estado intrigado al instante, decidiendo que tenía que conocer a la
increíblemente encantadora dama de honor. Era una boda, después de
todo. Se esperaba que los padrinos de boda y las damas de honor
conectaran.
Agarró un par de copas de champán de un camarero que pasaba, luego se
acercó a ella, goteando confianza. No tenía motivos para sentirse nada
menos que en la cima del mundo.
Las mujeres lo adoraban.
—Discúlpenme, pero me di cuenta que lucen con sed—dijo, dándole
su sonrisa más sexy. Era digna de su bolsa llena de encanto, después de
todo. Necesitaba dar las gracias a su nueva cuñada, porque los vestidos
que había elegido eran impresionantes, mostrando los activos de la mujer
a la perfección.
Su ingle se apretó al imaginarse sacándole la tela de satén de
encima.
—Qué lindo de tu parte, pero no, gracias —Austin se quedó allí
cuando ella se volvió y se alejó. Sabía que su boca estaba abierta, pero
había perdido las palabras. Sus ojos estaban fijos en el movimiento
sensual de sus caderas mientras cruzaba el suelo, antes de que una
avalancha de cuerpos se la tragara. Apuró su copa y sonrió de oreja a
oreja.
¡Un desafío!
Pasó las siguientes dos horas tratando de convencerla de bailar.
Cuando finalmente estuvo de acuerdo, se sentía como si hubiese ganado la
lotería. La tiro a la pista de baile, sus curvas se derritieron contra él,
enviando a su cuerpo a una crisis permanente. Su mano se deslizó por su
espalda mientras la atraía hacia sí para que no tuviera ninguna duda de
su deseo. Sus ojos se abrieron mientras empujaba contra ella, un gemido
sordo de su pecho. Sabía que habían bebido mucho. Sabía que algo estaba
mal, pero no hizo caso a su conciencia. Después de bailar durante horas,
reír, hablar, coquetear, la llevó por las escaleras hasta su habitación.
Nunca olvidaría cómo se sentía tener sus cuerpos entrelazados. La
curvas de Kinsey presionados contra su cuerpo. El sonido de su nombre
jadeante en sus labios cuando él se hundía profundamente en su interior.
—¿Austin? Hey, tierra a Austin.
Austin abrió los ojos para encontrar a su hermano de pie junto a él,
pero no podía concentrarse en lo que estaba diciendo, con su mente
brumosa mientras trataba de empujar a los recuerdos de vuelta a donde
vinieron. Con Kinsey estando tan cerca, no fue fácil. Sólo con verla le hacía
doler.
Su noche juntos había sido la más pasional y la más satisfactoria
que pueda recordar jamás.
A la mañana siguiente se había despertado para encontrar que se
había ido. Sin ser capaz de sacarla de su mente, la había llamado, había
ido a su casa, incluso suplicado a Cassie por información. Todo fue en
vano. Lo evitaba como si fuese contagioso, lo que no entendía.
Normalmente, las mujeres le deslizaban las llaves en los bolsillos, números
de teléfono en sus dedos, haciendo más que claro que estaban disponibles
para su placer, de día o de noche.
Con la única mujer que quería una segunda cita, no parecía capaz
de alejarse lo suficiente de él. Por fin la encontró en una de sus fiestas
familiares. Le había dicho que había cometido un error, y que prefería
olvidarse de toda la noche. Sin embargo, se las había arreglado para
hacerla cambiar de opinión una vez más y consiguió que bailara con él,
hasta que habían terminado por escabullirse por un poco de privacidad.
Casi la había tomado de nuevo en uno de los balcones privados. Alguien
les había interrumpido, y lo siguiente que supo es que se había ido de
nuevo.
La próxima vez que la había visto había sido en la boda de Bree,
hace sólo unos meses. Había intentado una vez más ignorarlo, pero luego,
sus ojos se encontraron a través del cuarto, con la guardia baja por un
momento, y la necesidad que vio en sus tempestuosas profundidades
marrones casi lo dejó caer de rodillas. Quería tirarla por encima del
hombro, y encontrar un lugar donde pudieran estar solos, así podría
amarla hasta que ambos estuvieran plenamente saciados. Se las había
arreglado para detenerse a sí mismo, a duras penas.
—¿Qué te detuvo en tus pasos tan de repente? Pensé que podrías
estar en una misión de hacer un camino en el suelo. He estado tratando de
llamar tu atención por unos cinco minutos mientras mirabas fijamente al
espacio. —Trenton continuó, su rostro se veía preocupado. Probablemente
pensó que su hermano por fin se había roto. Tal vez si lo había hecho.
—Kinsey —No tenía que decir nada más. Sus hermanos se habían
burlado sin fin después de la boda, y más tarde, cuando había la había
perseguido en la fiesta de Navidad. Sabían que ella lo había impactado,
pero como no había dicho nada acerca de ella en meses, lo habían dejado
en paz. Por la mirada en el rostro de su hermano, estaba a punto de recibir
otra dosis de provocación fraternal.
Trenton silbó mientras su cabeza se volvía y miraba la pequeña
figura de Kinsey. Los uniformes normalmente no eran conocidos por su
atractivo sexual, pero lucia malditamente bien en el suyo de algodón verde
agua. Con el pelo recogido en un moño desordenado y carente de
maquillaje, parecía una adolescente, en lugar de una mujer, aunque sabía
de primera mano que no era una chica de la escuela. Su ingle se apretó
aún más.
—No puedo creer que no haya un anillo en su dedo. ¿Qué es lo que
te detiene, de todos modos? Es obvio que la deseas, así que ¿por qué no
haces algo al respecto?
—No me interesa. —Austin mintió.
—¿Vas a decirme alguna vez lo que pasó?
—No hay nada que contar. Lo pensé, pero...
—Así que no te importaría si le dijese a mi amigo Mick sobre ella...
—Ella no está disponible —Austin interrumpió rápidamente.
—Suenas terriblemente posesivo siendo que nada está pasando. —
acusó Trenton. Austin decidió que el comentario no justificaba una
respuesta. Conocía bien a sus hermanos y si él les daba un centímetro, lo
tendrían por el cuello.
Durante unos momentos simples, los dos hermanos tenían algo más
que el estrés en que centrarse. Su padre y su tío no estaban olvidados,
pero la distracción fue bien recibida. Sin duda, salvó al personal de
enfermería de al menos dos de los hombres Anderson hostigándolas por
una actualización cada dos minutos.
Los ojos de Austin se centraron de nuevo en Kinsey, quien estaba
en medio de un acalorada discusión sobre algo. Su curiosidad se alzó.
—¿Por qué no vas de una y juegas al caballero de brillante
armadura?
—¿Alguna vez has oído hablar de ocuparte de tus propias cosas? —
dijo finalmente Austin.
—Es difícil ignorar una morena sexy —Trenton respondió
rápidamente.
—Tal vez vaya a decirle a Jennifer que estás comiéndote con los ojos
a otras mujeres. —Amenazó Austin.
Trenton levantó las manos en señal de rendición. Sabía cuándo
había sido golpeado.
—Puedo apreciar una mujer atractiva, porque nadie ni siquiera está
cerca de compararse a Jennifer. Ella es hermosa, increíblemente sexy y
hace girar mi cabeza. No puedo imaginar no tenerla en mi vida.
—Te has vuelto blando. —Se burló Austin, pero no había calor en
sus palabras. Amaba a su cuñada y estaba contento de que su hermano
hubiese tenido la suerte de encontrar a alguien tan especial. Era una
verdadera joya. Sorprendentemente, todos los miembros de su familia
habían tenido suerte en el matrimonio. Él era el único impedimento en
este punto. Estaba empezando a sentirse un poco solo en las reuniones
familiares al ver a sus hermanos y primos encontrar rincones para
besuquearse. Todos parecían mucho más feliz que cuando eran solteros...
—¿Cuándo fue tu última relación seria? Pareces más un oso de lo
habitual. Tal vez si tienes novia, no despiertes todo caliente y mojado,
llevando tu mal humor al resto de nosotros.
—Teniendo en cuenta que no es de tu incumbencia, sólo voy a elegir
a ignorar tus estúpidos comentarios. —respondió Austin. Se sentía como
que le iba a arrancar la cabeza a Trenton, pero eso sólo demostraría que el
hombre estaba en lo correcto.
No creía que estuviese de mal humor. Tal vez tenía que encontrar a
una mujer para una noche de placer sin ataduras. Sin embargo, la idea le
revolvía el estómago. Sus ojos fueron automáticamente a Kinsey. Parecía
que era la única que causaba un gran revuelo en su cuerpo increíblemente
tenso.
—Wow, tanto tiempo, ¿eh? — Dijo Trenton con un silbido. Austin lo
miró mientras Trenton continuaba. —La verdad duele, hermano.
Kinsey se giró y el estómago de Austin se apretó. Pasó sus delgados
dedos por su mejilla, capturo unos pocos mechones de pelo que se habían
escapado, antes de ponerlos detrás de la oreja.
Podía ver sus ojos marrones oscuros brillando con agitación
mientras le hacía señales al médico. Pudo distinguir las pecas esparcidas
en su nariz pálida, la combinación de todo, hacia su belleza única. Era
impresionante, lo que ayudaba a su deseo, pero sin duda no lo definían.
Sus ojos recorrieron la columna de su cuello, a la ligera 'V' de su bata. Sus
dedos picaban mientras se imaginaba sosteniendo el peso de sus pechos
perfectos en sus manos. Sabía que sus pezones se endurecían al menor
contacto.
Ella era tan increíblemente sensible.
—Necesito un trago —dijo Austin en voz muy alta.
Trenton lo miró, luego a Kinsey, a continuación, de nuevo a él con
una expresión de complicidad en su rostro.
—No creo que sirvan lo que necesitas aquí. Te llevaré al bar tan
pronto como tengamos la información. —Prometió Trenton.
—Estoy bien. Sólo ha sido una noche estresante —dijo Austin,
calmándose a sí mismo.
—Así que, ¿vas a hablar con ella, o vas a torturarte más? —preguntó
Trenton mientras los dos hombres miraban el médico de pie. La cabeza de
Kinsey se inclinó, ya sea en frustración o derrota. Austin se sorprendió
por la oleada de sobreprotección que lo recorría.
—Yo sólo voy a averiguar lo que está pasando, no es que sea de tu
incumbencia.
—¿Por qué no vas a molestar a otros miembros de la familia? —
espetó Austin. Sabía que Trenton estaba tratando de empujar sus
botones. Bueno, felicidades, lo había hecho.
—Vale, vale, lo entiendo. Voy a lo mío. Sólo recuerde el dicho acerca
de la miel, el vinagre y los insectos. Cualquiera sea el que mamá solía
decir, aunque todavía no he descubierto por qué alguien querría cazar
moscas.
Austin lo ignoro a medida que avanzaba. Había llegado el momento
de hablar con Kinsey. Su ritmo cardiaco se aceleró mientras se acercaba
más. No lo había notado aún. Le gustaba tener el elemento sorpresa de su
lado. Se las había arreglado para evitarlo durante meses. Bueno, estaba en
el trabajo ahora, y no podía huir. Quería jugar con ella. Unos juegos muy,
muy de adultos, donde ambos salían ganadores plenamente satisfechos.
Kinsey se permitió hundirse en la pared por un momento. El médico
idiota no iba a descansar hasta tener su cabeza en una bandeja. Estaba en
lo cierto, estaba equivocado, y su enorme ego no podía lidiar con el hecho.
Se dirigía a su supervisor con una lista de agravios contra ella. Podía no
tener un trabajo al final del día. No le importaba. Valdría la pena si Joseph
salía de esta.
Después de unos segundos, levantó la cabeza, enderezó los hombros
y decidió que no iba a ser una víctima. El nuevo médico podría tratar de
conseguir que la despidieran, pero no se iba sin luchar. Si quería lanzar
acusaciones, entonces estaría allí para defenderse.
Con fuego en sus ojos, dio un paso al pasillo. Antes de que pudiera
llegar muy lejos, la voz de un hombre la detuvo en seco.
—Parece que tiene problemas.
Kinsey se detuvo con el pie todavía en el aire. Poco a poco volvió la
cabeza y se encontró cara a cara con Austin. Sabía que estaría en el
hospital. Después de todo, su padre y su tío estaban aquí, pero realmente
había esperado evitarlo. Trabajó desesperadamente para componer sus
facciones, porque no quería que supiera cómo su presencia la afectaba.
Nunca tenía algo de una sola noche.
¡Nunca!
Por alguna razón, sin embargo, no había sido capaz de resistirse a él
en la boda de su mejor amiga. Había sido suave, romántico y divertido, el
hombre perfecto. Sabiendo que había cometido un error al segundo en que
se despertó a la mañana siguiente, se deslizó de la cama y corrió tan
rápido como pudo. El arrepentimiento le mordió los dedos del pie todo el
camino.
Cada vez que lo había visto desde entonces, su estómago se agitaba
y su cuerpo se calentaba. Terminó acercándose a una repetición de lo que
había pasado en la boda de Cassie. Había ido a la fiesta de Navidad de la
familia ante la insistencia de Cassie, entonces prácticamente había hecho
el amor con él en el balcón de los Anderson. Después de ese
incidente, sabía que no podía confiar en sí misma para estar a solas con él
sin perder de alguna manera parte de su ropa. Él no era bueno para ella,
lo sabía, pero convencer a su cuerpo era totalmente otro asunto.
Apoyado contra la pared, luciendo tan sorprendente como siempre,
incluso bajo las luces fluorescentes del hospital, la dejo sin habla. Sus ojos
viajaron por su camisa metida en los jeans gastados que cubrían su
impresionante construcción. Un escalofrío bajó por su columna vertebral y
se le hizo agua a la boca. Ella puso rígida las rodillas para no hundirse en
un charco y se preparó mientras lo miraba a los ojos azules invierno, en
los que una tormenta sensual se estaba gestando detrás de la brillante
superficie.
—Hola, Austin.
—Ha sido un tiempo —La forma en que dijo las palabras era una
acusación, no una declaración.
—Podría haber sido más. —Respondió rápidamente. Él arqueó las
cejas y la esquina de su labio tembló.
Kinsey inmediatamente se sintió muy mal que ella estuviese
molestándolo, teniendo en cuenta a su familia fue ingresada en el hospital.
¿Qué clase de persona actúa de esa manera?
—Siento lo de tu familia, Austin. Nuestro personal está haciendo un
trabajo maravilloso con ellos —dijo, asegurándose de que su tono se
mantuviese profesional.
—Gracias —murmuró, la preocupación infundiendo sus ojos hasta
que lo vio visiblemente empujarla. Parecía que se negaba a centrarse en lo
que no podía controlar. Había visto lo mismo con muchas de las familias
de sus pacientes.
—¿Cómo has estado, Kinsey?
No había manera de que fuese allí con él.
—Tengo trabajo que hacer —dijo, volviéndose para marcharse. Su
mano salió disparada y agarró su brazo. Aplicó la presión suficiente para
hacerle saber que no estaba pensando en dejarla ir a corto plazo, pero no
tanto para que le doliese.
Kinsey tuvo que luchar contra el deseo de su cuerpo de inclinarse
ante su toque mientras su memoria reproducía a todo color en su cabeza
la misma mano deslizándose por su piel, haciéndola gemir de placer. Podía
decir por la forma en que la miraba que quería arrastrarla a la sala más
cercana, y darle una repetición de su noche juntos. Cómo que le
encantaría aceptar su oferta tácita. Dejar que se llevara a su estrés,
haciendo que el día terrible desvanecerse mientras se perdía en su abrazo
¿Porque no?
¡Porque no eres esa chica que piensa que eres! No hace eso de una
sola noche, bueno, no dos veces, se aseguró.
—Seguramente tienes tiempo para un viejo amante.
Kinsey jadeó ante su audacia. Miró a su alrededor, esperando que
nadie los escuchara. Por suerte, estaban semi-solos en este momento.
—Algo de una noche no nos hace amantes, Austin.
—Podría ser mucho más que una noche. Pareces estresada. Yo
puedo ayudar con eso —Ofreció mientras sus ojos se oscurecían. Sus
pezones se endurecieron hasta el punto de dolor, y su estómago comenzó a
dar volteretas. Por suerte sus rodillas todavía estaban firmes.
Ella sabía que no era una especie de hombre de compromiso, sin
embargo. Lo había dejado claro en la boda. Sabía entonces que sólo quería
un revolcón en las sábanas. Estaba orgullosa del hecho de ser capaz de
resistirse a él. Bueno, lo hizo casi hasta el cuarto, o tal vez sexto, trago
Manhattan.
Durante toda su vida, los hombres habían asumido que, porque era
bien dotada, era una puta. Había aprendido de la manera difícil lo lejos
que irían para dormir con ella.
Flores.
Joyas.
Cenas caras.
Halagos.
La lista seguía y seguía.
Esa era su idea de juego previo. Austin era un conocido playboy y su
apariencia y el dinero le habían conseguido casi cualquier mujer que
quisiera. Sabía que sólo la perseguía porque era muy probablemente la
primera en decirle no. Bueno, sólo tiene que aprender cuando no quería
decir exactamente eso.
El dolor en su cuerpo contradecía su pequeña charla interna. Lo
quería, sin duda alguna.
Entonces qué, pensó. Era fuerte. No cedería. Había hecho una gran
cantidad de auto-sacrificio en su vida. Ciertamente podría manejar unos
minutos en la presencia de Austin sin saltar hacia él, o dejarlo violarla.
—Me gusta tu uniforme. ¿Esos son pequeños osos? —preguntó
mientras su dedo corría por la parte superior de su costado, acercándose
cada vez más al borde de sus pechos. El aire se fijó en sus pulmones. No
sabía si debía alejarse o apoyarse en el toque.
Tal vez había llegado el momento de aceptar una de las otras citas
que le habían ofrecido últimamente. Se sacudió el temblor y tensó sus
hombros.
—¿Qué quieres, Austin?
—Luces enojada. Podría ayudar con eso.
—Estoy bien.
—¿Entonces de que era la pelea con el doctor?
Kinsey exhaló su aliento contenido y comenzó a contar en silencio.
Tenía que alejarse de él, de cualquier juego que estaba jugando, pero iba a
irse hasta que le dijese algo.
—Tenemos una diferencia de opiniones. No es la gran cosa. —Mintió.
En realidad sabía que podría muy bien estar desempleada en tan sólo
unas horas.
—Parecías muy molesta para no ser la gran cosa. —Respondió.
—Estaba tratando de ser cortés. Permíteme decirlo de otra manera.
No es asunto de tu incumbencia. —Espetó finalmente.
Sus palabras no tenían el más mínimo impacto en él. En lugar de
sentirse ofendido, le dio su sonrisa más seductora que inmediatamente
hizo que su garganta se estrechara.
Al diablo, son sólo cinco minutos, se ofreció a sí misma antes que la
cordura regresara y se resistiese a alcanzarlo.
—Bueno, se terca, pero tú sabes que voy a averiguarlo de todos
modos —dijo.
Kinsey estaba feliz de sentir su temperamento crecer. La ira, por lo
menos, empujaba su lujuria no deseada.
—Divierte con eso. —Espetó Kinsey cuando por fin arrancó el brazo
de su agarre. Se dio la vuelta y caminó rápidamente por el pasillo,
negándose a permitirse dar la vuelta y mirarlo.
Apretó los dientes al oír su risa seguirla.
¡Arrogante, egoísta, pomposo hombre!
Capítulo 3
Traducido por Auro Kyle
Corregido por Auro Kyle
—¿Katherine Anderson?
—Sí, estoy aquí. — Katherine se levantó de su asiento con gracia,
aunque un temblor era evidente. Un médico se acercó, sus ojos se
centraron en la gran familia reunida en torno a Katherine.
Austin se apartó de la multitud, sus emociones demasiado volátiles
para que hablara con nadie. El miedo y la ira luchaban fuertemente por
una plaza dentro de él.
La noticia tenía que ser buena. Su familia no podía manejar la
tragedia de perder a su padre o su tío.
—Soy el Dr. Weston. Operé a su marido. —Silencio total saludó a
sus palabras. La familia esperaba, con miedo de respirar siquiera.
—En primer lugar, quiero hacerle saber que Joseph está vivo, —
dijo. Una lágrima resbaló por la mejilla de Katherine. Como en cámara
lenta, Austin se centró en ella, ya que se mantuvo por un momento
interminable, antes de gotear por su barbilla, cayendo lentamente al suelo.
El resto de los miembros de la familia emitió un suspiro colectivo de
alivio.
—Está en estado crítico y lo vamos a monitorear en la UCI3. No
quiero darle falsas esperanzas. No se ve bien en este momento. Si no fuera
por la enfermera Shelton, yo no estaría entregando buenas noticias en este
momento.
3 Unidad de cuidados intensivos.
El doctor dejó que sus palabras se asimilaran y Austin se puso
tenso, finalmente, entendiendo lo que estaba pasando con ella y el doctor
enojado.
Debió desafiar sus órdenes.
—Su marido tenía un hematoma epidural. En forma de resumen, no
había hinchazón fuera del tejido cerebral y una hemorragia ocurrió dentro.
Por lo general, en estos casos el paciente tiene un período de lucidez, el
cual Joseph tuvo. Los síntomas no siempre se presentan, por lo que es
difícil para un médico de admisión saber que hay una emergencia. En el
caso de su marido, si hubiera ido a casa antes de colapsar, la lesión habría
sido muy probablemente fatal. Hemos sido capaces de entrar en su cabeza
antes de que causara graves daños al cerebro. Sin embargo, una vez que lo
hicimos, nos encontramos otro problema.
Todo el mundo esperaba, no querían interrumpir. El Dr. Weston hizo
una pausa antes de continuar. Austin sabía que la situación no era buena.
Él también sabía que tenía que agradecerle a Kinsey.
—Una vez que llegamos dentro, nos encontramos con una pequeña
masa. Su marido estaba en las primeras etapas de cáncer cerebral. Hemos
sido capaces de eliminarlo, sacarlo todo. Por suerte, era pequeño, y no
parecía haber ningún daño causado por la cirugía. Debido al trauma
severo que Joseph ha sufrido, sin embargo, él está en coma ahora. Por
desgracia, no le puedo decir nada más en este punto. Las próximas setenta
y dos horas son críticas. Quiero advertirle que en casos como este, a veces
el paciente nunca despierta.
—¿Puedo por favor, ver a mi marido? — Preguntó Katherine. Su voz
tranquila, pero Austin observó la fuerza que subyacía en el dolor que
estaba sintiendo. Quedó impresionado una vez más con su tía.
—Sí, pero sólo para una corta visita. No más de dos personas
pueden estar en su habitación a la vez.
—Te llevaré, mamá, — dijo Lucas, con el brazo sujeto a su alrededor.
—Vamos a estar aquí esperando, — dijo Amy mientras le daba a su
suegra un rápido abrazo.
—Gracias, querida, — Katherine respondió antes de seguir a una
enfermera a través de las dos puertas que conducen a la unidad de
cuidados intensivos.
—¿Tiene alguna información sobre mi padre, George Anderson?, —
preguntó Austin tan pronto como Katherine estaba fuera de la habitación.
Él no quería añadirlo a su estrés, pero que no había oído nada.
—Su padre debe estar fuera de la cirugía pronto y su médico hablara
con ustedes. Sabía que tendrían preguntas, pero no quería interrumpir el
procedimiento. Él todavía se aferraba y por lo que dijo el ayudante del
doctor, sus signos vitales eran buenos. Una vez más, no quiero dar falsas
esperanzas o hablar fuera de turno, pero él todavía estaba vivo cuando
salí, — respondió el Dr. Weston.
Austin casi se desplomó con alivio. Las lágrimas de Bree fluyeron al
oír las primeras noticias de su padre desde que se enteró del accidente.
Chad la levantó en sus brazos y la llevó de vuelta a una de las sillas,
sentándose a consolarla.
Austin estaba agradecido de que no estaba sola. Chad sería una roca
en la cual apoyarse en medio de todo esto.
—Gracias, — Trenton habló.
Se quedaron en silencio por un momento, nadie parecía saber qué
hacer.
—Voy a ir por café, — Cassie se ofreció como voluntaria.
—Yo te ayudaré. No puedo seguir aquí sentada, sintiéndose
impotente, — dijo Jessica. Las dos mujeres caminaron fuera la habitación.
Austin esperó durante lo que parecieron horas antes de que las
puertas se abrieran de nuevo y otro médico mirara alrededor de la
habitación. Cuando él los vio, se dirigió hacia ellos.
—¿Trenton Anderson?
—Sí, — Trenton rápidamente dio un paso adelante.
—Su padre, George, está fuera de la cirugía. Se golpeó la cabeza en
el lado de la puerta, causando inflamación leve en el cerebro. No parece
estar en peligro en este momento, pero siempre hay que tener un
seguimiento cuidadoso con las lesiones en la cabeza. También sufrió una
fractura en la pierna, dos costillas rotas y un pulmón se pinchó. Hemos
sido capaces de operarlo con éxito, pero hemos tenido que ponerlo en un
coma inducido, porque el dolor sería insoportable si estuviera despierto.
Hemos sido muy prudentes, también, debido a su reciente ataque al
corazón. Entiendo que tanto su padre como su tío están aquí, y me
gustaría poder darles más información, pero lo único que puedo decir en
este momento es que está estable. Por supuesto que las próximas
veinticuatro horas son críticas. Lo vamos a monitorear de cerca para
asegurarnos de que él no tiene ninguna reacción negativa de la cirugía o
cualquier otro síntoma de la colisión. A partir de ahora, sus posibilidades
son mejores que el cincuenta por ciento en este momento.
—¿Podemos verlo? — Preguntó Bree.
—Sí, pero estará en la UCI durante las próximos veinticuatro o
cuarenta y ocho horas, así que sólo dos a la vez. Por favor, silencio en la
habitación, y sólo permanezcan durante quince minutos a la vez. Él
necesita descansar en estos momentos. Esa es la mejor medicina para él.
—Gracias, doctor, — dijo Austin mientras daba un paso hacia
adelante y estrechó la mano del hombre.
—Voy a entrar con Bree primero, después tú y Max pueden ir, — dijo
Trenton a Austin.
Austin y Max caminaron, ninguno de los dos dijo una palabra
mientras esperaban su turno para ver a su padre. Los segundos pasaban,
cada uno arrastrándose. Finalmente, la puerta se abrió y un Bree corrió a
los brazos de Chad. Trenton parecía que no se estaba recomponiendo bien,
tampoco, pero Austin le dio espacio, sabiendo que su hermano necesitaba
unos minutos para componer su expresión.
Él y Max rápidamente atravesaron las puertas juntos. No sabían qué
esperar, pero cuando entraron en la habitación de su padre y vieron a
George tumbado en la cama con cables que iban desde su cuerpo a
diferentes máquinas, Austin tuvo que tragarse la bilis en su garganta.
Austin sabía que los accidentes ocurrían todos los días. Sabía que las
familias eran golpeadas por la tragedia, pero la pérdida de su madre había
sido el caso más difícil de su vida, y él no sabía cómo conseguiría pasar a
través de la pérdida de otro padre.
Los dos hombres se dirigieron a la cama y Austin se desplomó en
una silla y suavemente tomó la mano de su padre. Apoyó la frente sobre
sus manos unidas, y por primera vez que podía recordar, ofreció una
oración en silencio.
—Es fuerte, hermano. Lo va a superar. Así lo hará también el tío
Joseph, — Max pronuncio en un susurro. Eso era lo que Austin necesitaba
oír, lo que tenía que creer.
—Tienes que despertar, papá. Te necesitamos, — declaró Austin,
sintiéndose como un adolescente de nuevo, necesitando que su padre le
asegurara que todo iba a salir bien.
Se sentaron en silencio durante el resto de su tiempo asignado.
Cuando la enfermera se acercó para hacerles saber de su tiempo había
terminado, poco a poco hicieron su camino de regreso al lobby.
A su regreso, Katherine estaba de vuelta, las lágrimas corrían en
silencio por sus mejillas. Los próximos días serían una prueba de su
resistencia, eso era seguro.
—Mamá, vamos a llevarte a comer algo, — dijo Lucas, pero ella se
limitó a sacudir la cabeza.
—Él va a recuperarse y cuando lo haga, nos va a necesitar fuertes.
Ambos lo harán. No le va a hacer a papá o al tío George nada bien que
nosotros lloremos como si no fueran a volver. Por favor, vamos a tomar el
desayuno, entonces estoy seguro de que podemos encontrar más
información, — dijo Mark.
Emily se sentó junto a Katherine, ofreciendo un hombro, haciendo
todo lo posible para parecer positiva.
—Está bien, — Katherine finalmente accedió. Se abrieron paso
lentamente por el laberinto de pasillos hasta llegar a la cafetería. La mayor
parte de la comida se quedó sin tocar, pero ellos estaban haciendo lo mejor
que podían.
El día se extendió sin ningún cambio sobre Joseph y George. Todos
ellos trataron de estar de acuerdo en que era una buena cosa, pero aún
así, la espera... era insoportable.
—Ha salvado la vida de Joseph Anderson. Este hospital está muy
agradecido de que se negara a dar marcha atrás, a pesar de que la mayoría
de la gente lo habría hecho. Quiero asegurarle que el asunto ha sido
investigado y no se encontró nada erróneo. Normalmente, nunca se pasa
sobre las órdenes de uno de los médicos, pero esto fue un caso extremo. Si
no hubiera llamado al Neurocirujano, Joseph muy probablemente no
habría pasado la noche, por no hablar de las últimas cuatro horas, — dijo
la supervisora de Kinsey, mientras estaban sentadas en su oficina.
Joseph y George habían estado en el hospital por un total de cuatro
días. Ella los había revisado cada vez que podía, pero había tenido cuidado
de evitar a Austin. No había sido fácil, pero hasta ahora, todo bien.
Ella también había sido capaz de ver a Cassie a menudo, y prestar
un hombro para su amiga llena de dolor.
Con cada día que pasaba, el estrés se levantaba un poco, sin
embargo. Cada vez que los hombres pasaban la noche, cada uno de ellos
se hacía más fuerte.
—Gracias, — Kinsey murmuró.
—George Anderson está mostrando signos de mejoría. A petición de
la familia lo hemos trasladado a una habitación donde su hermano se
puede colocar con él. Vamos a sacar a George del coma esta noche. Joseph
está estable ahora, lo suficiente como para ser trasladado. La familia cree
que ayudará a los hermanos gemelos a curarse más rápido, si están uno
junto al otro.
—Eso es una gran noticia, — respondió Kinsey. No sabía por qué su
supervisora le estaba diciendo esto, sin embargo. Ella sabía algunas de las
noticias ya, porque Cassie le había dicho, pero no había necesidad de que
le dijera a su supervisora eso.
—Se ve confundida. Entiendo. Normalmente no compartiría esta
información con el personal, pero la familia ha insistido en que usted sea
la enfermera a cargo de Joseph y George, ya que tiene experiencia tanto en
el servicio de urgencias y la UCI, y, por supuesto, ya que salvo la vida de
Joseph. Con la cantidad de dinero que han proporcionado a este hospital,
pueden hacer una solicitud de la luna y vamos a hacer todo lo posible para
conseguirla para ellos. Pedir que usted sea su enfermera a cargo es una
solicitud fácil de llenar.
Kinsey se sintió tan honrada y sin embargo aterrorizada al mismo
tiempo. ¿Y si algo le pasaba a uno de los hombres, mientras estaban a su
cuidado? Ella estaba segura de sí misma, sabiendo que era muy buena en
su trabajo, pero estos no eran pacientes regulares.
Ambos hombres eran amados por tanta gente. Era un gran peso en
el pecho ser la enfermera de atención primaria a cargo de su cuidado.
Entonces, estaba Austin. ¿Cómo podía evitarlo si ella estaba cuidando a su
padre y su tío cada día? No tenía más remedio que aceptar la oferta, sin
embargo.
—Joseph y George serán su principal prioridad durante este tiempo.
Usted va a trabajar doce horas diarias, seis días a la semana. Sé que ha
estado pidiendo todo el tiempo extra que pueda obtener. Bueno, ahora lo
ha conseguido. La familia sabe que necesita dormir, pero han pedido que
se quede cerca, así si algo sale mal, puede estar de guardia. Han sido muy
generosos con el apoyo a la financiación extra para pagar los gastos
adicionales.
—Me siento honrada, — Kinsey finalmente respondió.
—Su turno empieza mañana a las siete. Vaya a casa, descanse un
poco, y empaque lo que necesite. Va a ser una semana larga. Tengo la
sensación de esta asignación no será corta. Aunque George se está
recuperando bien, Joseph... — se fue apagando. A nadie en el personal le
gusta traer mala suerte a un paciente, aunque la situación parecía
desesperada.
—Gracias, — dijo antes de que Kinsey hiciera su camino desde la
habitación.
Ella sólo tenía que hacer lo mejor que podía para ambos de sus
pacientes y para sí misma.
Austin era sólo un chico, ¿verdad? Él no mantenía el control sobre
ella. Ella podía soportar estar a su alrededor en un entorno profesional.
Ella no se vería afectada por él. A ella ni siquiera le gustaba.
Mientras se daba una charla, se apretó su estómago. Sabía que se estaba
mintiendo a sí misma. Quería verlo, estar cerca de él. Ella no quería a
querer eso.
Unas horas más tarde, Kinsey estaba de pie a su mientras los
médicos le extirparon cuidadosamente el tubo de respiración, entonces
apartando la medicina para que George saliera de su estado de coma.
Mientras despertaba lentamente, su familia llenó la habitación, miradas
preocupadas en cada una de sus caras.
—¿Papá? — Bree pregunto mientras sus ojos se abrieron.
—¿Bree?, — murmuró con voz ronca.
—¡Papá! Gracias a Dios, — Bree lloró cuando pasó junto a una
enfermera y se arrodilló junto a la cama de su padre. Las más grandes
lágrimas de gratitud, alivio y agradecimiento caían de sus ojos de gacela
redondeadas mientras una sonrisa encantada apareció las comisuras de
su boca. —He estado muy preocupada. Tienes que dejar de asustarme
así,— exigió.
—¿Joseph? — dijo con voz ronca.
—Él está junto a ti, papá. Mira a tu izquierda. Ves, ahí mismo, —
respondió ella mientras señalaba a su cama.
—¿Está bien?, — preguntó.
—Está estable, papá. Lo está haciendo muy bien. Tiene el problema
solucionado, pero él está en estado de coma en estos momentos. No quiero
que te preocupes. El hospital tomara excelente cuidado de él. Él sólo
trabajó muy duro por mucho tiempo, y esta es la forma de su cuerpo de
decirle que necesita una larga siesta, — dijo Bree.
George tenía una lágrima en sus ojos, pero las comisuras de su boca
se elevaron a la actitud positiva de su hija. Finalmente alzó la vista y
sonrió más cuando vio que toda su familia estaba allí.
—Te hemos echado de menos, papá. Estoy de acuerdo con Bree.
Tienes que empezar a cuidar mejor de ti mismo, — Trenton, dijo mientras
daba un paso hacia adelante.
—Sí. La tía Katherine dijo que no hay más paseos para ustedes dos,
— Max añadió cuando se acercó, y apretó la mano de su padre.
—No, a menos que quieras hacer frente a su ira, es decir, — añadió
Austin.
—Así es, George Anderson. Por cierto, no vas a obtener cualquier
paseo. No puedo soportar verte en una cama de hospital en dos ocasiones
en un corto periodo de tiempo, — dijo Katherine cuando se sentó en la silla
junto a su cama. —Te he echado de menos, amigo mío. Tu hermano es
fuerte. Bree está en lo cierto, él está simplemente tomando un merecido
descanso. Lo que necesito de ti es que no te preocupes por él. Necesito que
te mejores, para que me puedas ayudar a traer de vuelta a Joseph.
Los ojos de George se llenaron y se extendieron por las palabras de
Katherine.
—Lo siento mucho, — susurró.
—No vas a hacer eso, George. No voy a permitir que tomes cualquier
parte de la culpa. No fue tu culpa o la de Joseph. Fue ese hombre
repugnante él que tomó la decisión consciente de beber demasiado y, a
continuación, decidió ponerse al volante de un vehículo.
Lamentablemente, para su familia, él no regresara a casa. Él era egoísta y
ahora sus pobres hijos tienen que enterrar a su padre. Estoy agradeciendo
a Dios todos los días que tú y Joseph todavía están conmigo. Ahora, será
mejor que no escuche ni una disculpa más de ti, — le regañó, mirándolo a
los ojos.
—Te quiero.
—Yo también te quiero, George. Ya sabes que siempre serás uno de
mis mejores amigos. Por alguna razón, tu presencia en la bata de hospital
a cuadros me recuerda a cuando estábamos en nuestros veintes, bailando
toda la noche y riendo hasta el amanecer. Debes haber tenido una camisa
de botones con un patrón similar. Pero dejemos el pasado. Tenemos que
centrarnos en el ahora y sacarte de aquí. ¿Entiendes?
—Sí, — dijo, una pequeña pero genuina sonrisa apareciendo.
—¡George! — Esther lloraba mientras entraba en la habitación, su
rostro se iluminó. —Estás despierto, — terminó cuando ella se movió
rápidamente para sentarse al lado de Katherine.
Ella y George miraron a los ojos del otro, antes de que Esther
pareciera darse cuenta de que todos en la habitación de los miraban.
—Estoy tan feliz de verte hablando,— dijo ella mientras rápidamente
se echó hacia atrás, luciendo incómoda.
—Gracias por venir, — susurró George, mirando a Esther, a
continuación, sus ojos vagaron por la habitación, incluyendo a todos en su
más sincero agradecimiento.
Kinsey dio un paso fuera de las puertas para que pudieran hablar en
privado.
Qué hermosa familia hacían.
Capítulo 4
Traducido SOS por Auro Kyle
Corregido por Auro Kyle
Una semana entera y que había estado en su mejor comportamiento.
Dentro y fuera. Dentro y fuera. Más dentro que fuera. ¡Tortura!
Austin observó como Kinsey entró en la habitación por cuarta vez en
el día, y sintió que sus músculos se tensaban. Había intentado hablar con
ella varias veces, pero ella estaba muy bien con darle su sonrisa más
profesional antes de darle la espalda. Se estaba hartando de jugar al Sr.
Buen Chico.
—Kinsey, tengo que discutir algunas cosas sobre mi padre con
usted. No he tenido la oportunidad de comer aun así que vamos a hacerlo
durante el almuerzo, — dijo Austin, a sabiendas de que estaba poniendo
en un aprieto.
Su supervisora estaba en la habitación y sabía que Kinsey no podía
rechazarlo sin lucir mal. No era estúpido. Había programado su solicitud
bien.
—No tengo un descanso para comer hasta dentro de una hora, —
ella evadió, luego volvió a la comprobación de los signos vitales de George.
Ella era inteligente, no le daría una negativa, pero desde luego lo
rechazaría.
—Puede ir antes de tiempo si el Sr. Anderson tiene que discutir algo
sobre el paciente con usted, — su jefa ofreció. Austin le dio a la jefa de
Kinsey su sonrisa de mil vatios, sintiéndose bastante presumido cuando la
anciana se ruborizó.
—Gracias, — Kinsey respondió, pero podía ver que era un hervidero.
Bien, pensó. A él le gustaba mucho más cuando sus plumas estaban
erizadas.
Se removió en su asiento mientras sus pantalones se volvieron un
poco incómodos. Su mirada nunca la abandonó cuando se tomó su tiempo
acabando en la habitación.
Por último, con una mirada en su dirección, Kinsey salió de la
habitación, lo que lo hizo correr para ponerse al día con ella. Ella no le
hizo caso, y en silencio caminaron por el largo pasillo hacia la cafetería.
Una vez dentro, ella tomó una bandeja y empezó a agarrar la comida de la
estantería. No se veía como si estuviera poniendo la más mínima atención
a sus opciones.
Le parecía que sólo estaba tratando de conseguir la comida de una
vez. Bueno, tendría que comer más lento entonces, porque iban a tener
que resolverlo, de una manera u otra. Podía pensar en una cosa que
podían hacer para aliviar la tensión entre ellos.
—¿Qué es tan importante que teníamos que hablar fuera de la
habitación? — Preguntó Kinsey, tan pronto como se sentaron. Vio como
ella agitó su café, girando varias veces la cuchara alrededor hasta que él
puso su mano sobre la de ella.
—No soy tan malo como piensas. No sé por qué has estado tratando
de hacerme un villano desde nuestra increíble noche juntos. Estabas ahí
conmigo, y si no recuerdo mal, muy satisfecha, — dijo Austin, ignorando
su pregunta.
Kinsey jadeó cuando ella trató de retirar la mano de la suya. Él la
agarró con más fuerza. Ella finalmente soltó la cuchara y permitió que sus
dedos se unieran para descansar sobre la mesa. Finalmente, levantó la
vista y lo miró a los ojos.
—Mira, Austin, entiendo cómo puedes pensar que soy alguien que
no soy. Yo no hago cosas de una sola noche. No tengo aventuras. Tengo
una carrera en que pensar, una gran familia, y aunque no lo creas, una
reputación que mantener. Creo que es mejor si superas esa idea que tienes
sobre mí, para que podamos irnos cada quien alegremente por nuestros
camino.
—Lo siento, pero eso no funciona para mí. En primer lugar, nunca te
he acusado de ser del tipo de chica “de una sola noche”. En segundo lugar,
no te pido una aventura barata. Y en tercer lugar, no soy exactamente un
don nadie. Mi familia es respetada en esta comunidad, y al contrario de lo
que se podrías pensar, me preocupo por mi reputación también.
— ¡Ha!
Su arrebato infantil hizo que Austin sonriera. La miró mientras
luchaba la risa con ganas de derramarse. Ella era la mujer más fascinante
que había tenido el placer de conocer. Él no podía dejar de perseguirla.
Tal vez por eso estaba tan intrigado. Él era por lo general el que está
siendo perseguido. Era agradable sentirse como un hombre, cazando a su
presa. Se sentía con ganas de saltar sobre la mesa y golpearse el pecho. Su
sonrisa se hizo más grande.
Después de un momento de silencio, los labios de Kinsey temblaron
mientras lo miraba. Tal vez ella se estaba dando cuenta de lo testaruda
que estaba actuando.
—Está bien, puedo aceptar que no eres el diablo. Todavía no estoy
interesada en salir contigo, sin embargo.
—Ya que estamos alrededor del otro noche y día, ¿qué tal si, al
menos, somos amigos? Después de todo, tu mejor amiga está casada con
mi hermano. Vamos a vernos a menudo, — ofreció.
No tenía forma de saber que sus piernas estaban cruzadas. Él tenía
planes mucho más grandes con Kinsey que sólo ser amigos. Tenía algunas
ideas sobre algunas de las habitaciones vacías de los hospitales. Maldita
sea, su cuerpo estaba en un estado de semi-excitación cada vez que ella
estaba cerca de él.
Ella entrecerró los ojos y sabía que no se lo creía, pero ¿qué iba a
decir? Si se negaba, ella estaba admitiendo que la afectaba. Si aceptaba,
tendría que luchar contra ella y él. Sabía que la había puesto bajo el
reflector, y él podía leer prácticamente la indecisión en su rostro. Se relajó
cuando sintió el cambio en el poder de nuevo a su favor.
—Yo no iría tan lejos como para llamarnos amigos, pero no puedo
estar de acuerdo con ser civil, — dijo finalmente. Él sonrió, la satisfacción
irradiaba de él cuando sus mejillas se sonrojaron.
Daría cualquier cosa para echarla por encima de su hombro y
acarrearla al cuarto de las escobas más cercano. Oh, las posibilidades del
hospital aparentemente interminable.
—No lo creo. O bien somos amigos, o... sólo voy a tener que
demostrarte cuan genial un amigo puede ser. Eso podría tomar un tiempo,
un muy largo tiempo, — amenazó con la misma sonrisa confiada en su
sitio.
Vio cómo sus ojos se abrieron. Ella sabía lo que se proponía, y lo
deseaba. Ella no quería admitirlo. Tenía que sacarla de las habitaciones
atestadas. Su sala de guardia no sonaba tan mal en ese momento.
—Tengo que volver al trabajo, — ella dijo mientras rápidamente se
levantó de la mesa. Ni siquiera había tocado su comida.
Él sabía la cantidad de horas que estaba trabajando y no quería que
perdiera sus comidas por culpa de él.
Se puso de pie y puso las manos sobre sus hombros, con lo que su
cuerpo quedo a unos cuantos centímetros del suyo. Inclinó la cabeza hacia
abajo, su respiración cepillado en su cara, haciendo que los hilos sueltos
de su pelo caído a revolotearan en las comisuras de su boca.
—Termina tu comida, Kinsey. Retrocederé... por ahora.
Ella se apartó y se dejó caer en su asiento. Parecía que él había
tomado las palabras de su boca. A él le gustaba eso. Se sentó y empezó a
comer su comida mientras ella lentamente tomó un pedazo de sandía
jugosa.
Le deslizó en su boca y suavemente mordió, y él apenas pudo
contenerse para no gemir. La expectación era el infierno en su cuerpo,
pero tenía la sensación de que la acumulación valdría la pena cuando
finalmente llegaran a una cama. Demonios, podría ser una cueva por todo
lo que le importaba, con tal de que él pudiera hundirse profundamente en
su interior.
Unos minutos de silencio tenso pasaron como cuentas de sudor en
su frente, y él obligo la comida a su boca.
No sabía cómo sabia su comida, pero podría haber estado comiendo
cartón por todo el disfrute que estaba obteniendo de ello. Estaba
satisfecho, sin embargo, cuando se dio cuenta de que ella terminó toda su
ensalada de frutas. Ella estaba demasiado delgada, más pequeña que
cuando habían estado juntos. Ella era hermosa, no importaba qué, pero
podía soportar ganar diez libras.
Ese pensamiento lo llevo a imaginarla con un vientre redondeado,
sus pechos luchando contra una camiseta apretada mientras su cuerpo se
maduraba. Antes de que pudiera detenerlo, un gemido escapó y ella miró
hacia arriba, haciendo contacto visual. Sus ojos dilatados por lo que
estaba seguro era lujuria pura que brillaba desde los suyos también.
Infierno, él daría un millón de dólares por tan sólo cinco minutos a solas
con ella. Bueno... tal vez más como una hora. Su cuerpo merece ser
adorado.
Después de unos minutos de tenso silencio, se aclaró la garganta. Él
realmente quería hablar con ella acerca de su padre.
—Mi papá va a estar listo para dejar el hospital pronto. Está de
acuerdo en quedarse con Katherine en la casa principal para apoyarla.
Está actuando fuerte, pero todos vemos la enorme cantidad de tensión que
está colocada en ella.
—He estado preocupada por Katherine, también. No puedo empezar
a imaginar cómo se siente. Me alegro de que tu padre está haciéndolo bien,
por lo menos. Estoy seguro de que la ayudara.
—Te lo agradezco, Kinsey. El punto de todo esto es que el tío Joseph
tendrá que permanecer aquí más tiempo, lo que significa que todavía tiene
que tener cuidado a toda hora. Si su situación no ha cambiado en un par
de semanas, vamos a ver alternativas, como traerlo a casa, donde todavía
necesitara atención completa. Mi tía estará aquí la mayor parte del tiempo,
y también lo estará el resto de nosotros. No hace ninguna diferencia si se
trata de mi padre o el tío Joseph. Nosotros cuidamos de los demás.
Podía ver que Kinsey estaba confundida por donde la conversación
se dirigía. Podría haber dejado que su supervisora le dijera, pero entonces
él no podía ver su reacción.
—Si llevamos al tío Joseph a casa, hemos solicitado que te quedes
como su enfermera.
Esperó mientras dejaba que sus palabras se asentaran. Ella no le
decepcionó cuando hicieron clic. Él sabía que ella se sentía más segura en
torno a él en el hospital. Podía ver que estaba preocupada por su propia
capacidad para resistirlo si estuvieran en una casa tranquila juntos, noche
y día.
—Yo... yo tengo que hablar con mi supervisora. No creo que el
hospital pueda permitirse el lujo de dejar que me vaya, — tartamudeó.
—No sería una colocación permanente. Mi tío se recuperará, —
afirmó con confianza.
—Realmente necesito volver ahora, — dijo, mientras rápidamente se
puso de pie, como si temiera que él se fuera a parar de nuevo. Él no dijo
una palabra más, sólo la dejo alejarse.
Vio cómo ella dejo su bandeja y prácticamente salió corriendo de la
habitación. Él sonrió mientras se sentaba. Ella podría tratar de correr...
Kinsey dobló la esquina exterior de la cafetería, y luego comenzó a
correr. Necesitaba aire fresco, ¡y lo necesitaba ahora!
Todo su cuerpo se sentía como si estuviera en llamas. ¿Cómo podía
el hombre excitarla tan rápidamente con tan pocas palabras? No había
manera de que pudiera ser la enfermera personal de Joseph.
Normalmente, a ella le encantaría tomar el trabajo. Era ideal, y sería
prácticamente asegurar un puesto de trabajo de por vida con el hospital,
teniendo en cuenta la cantidad de dinero donado por los Anderson, y la
influencia que tenían, pero pensando en esas largas noches silenciosas
con Austin siempre estando ahí... Ella sabía que él iba a estar allí, todo el
tiempo.
Un estremecimiento atormentó su cuerpo mientras empujaba a
través de una salida lateral y respiró profundamente el aire perfumado a
lilas. La brisa fresca de tarde en la mañana de primavera era justo lo que
necesitaba en sus pulmones.
Ella respiró varias veces mientras sus pensamientos seguían
saltando por encima de uno al otro en su cabeza. No era esta mujer
lasciva.
Tenía planes, metas. Demonios, incluso tenía un plan de diez años
escrito, a doble espacio, con letra Times New Roman, sentado en su
escritorio en casa.
Ella absolutamente no tendría difusa la cabeza o debilidad en las
rodillas, por un hombre, sobre todo por uno arrogante y presumido, un
hombre que era sorprendentemente un gran amante.
¡Basta!
Ella no pensaría en Austin y amante en la misma frase. Tenía que
calmarse y hacer su trabajo. Ella simplemente le diría a su jefa, gracias,
pero no gracias. Sí claro. Esa conversación iba a ir muy bien.
Después de unos diez minutos, Kinsey se calmó lo suficiente para
regresar adentro. No le importaba si la consideraban perezosa, ella estaba
tomando unos minutos para ir a su llamada habitación y acostarse.
Tenía que conseguir que su cabeza dejara de girar antes de que se
enfrentara a Austin de nuevo.
Caminó dentro, dejando las luces apagadas, y suspirando mientras
cerraba los ojos para protegerse de la negrura del espacio que no era más
grande que un armario común. Su localizador sonó antes de que pudiera
relajarse demasiado, y ella se sentó de mala gana, a sabiendas de que su
tiempo escondiéndose había terminado.
Al salir de la habitación, tuvo que recordarse a sí misma que era una
profesional. Le estaban pagando el doble de su salario normal, y no iba a
permitir que un hombre se interpusiera en su carrera. Ella sólo tendría
que desarrollar una piel más gruesa y seguir rechazándolo. Con el tiempo,
él se aburriría con su juego de persecución. Tenía que hacerlo, se
tranquilizó.
Con sus hombros hacia atrás, entró en la habitación de los
Anderson, luego dejó escapar un suspiro de alivio al ver que Austin no
estaba allí.
A medida que el día avanzaba y ella se dio cuenta de sí misma
revisando la puerta con frecuencia, no podía decidir si estaba aliviada o
decepcionada cuando no regresó.
Ella podía necesitar una receta de Valium antes de que terminara el
día, sin mencionar el mes.
—Te juro que voy a salir por la puerta si no te controlas, — La
secretaria de Austin, Margie, dijo mientras lo miraba desde el otro lado de
su escritorio.
—¿De qué estás hablando? — Austin miró a su muy irritada
empleada.
—Has estado caminando por aquí como un oso con una espina
clavada en su pata, mordiendo a todo el mundo, y actuando como el culo
de un caballo.
—Margie, — dijo con sorpresa.
Había trabajado para él durante diez años y era como un miembro
de la familia. Ella nunca había tenido miedo de decir lo que pensaba, pero
nunca había estado tan verbal antes.
—No me salgas con Margie. No soy una chica nueva, recién salida de
la universidad, y me niego a aguantar tu mal comportamiento. Puedes
hablar bien conmigo al respecto, o puedo tomarme el resto de la tarde
libre.
—Estoy bien, — insistió él.
—Bueno, entonces, supongo que es la opción dos. Nos vemos
mañana, — dijo mientras se volvía para salir de la habitación.
—No te puedes ir. Tenemos mucho trabajo que hacer, — Austin
insistió, levantándose de su asiento.
Margie se volvió y lo miro hacia con la frente levantada. Ella estaba
esperando.
Con un suspiro, se volvió a su asiento. Él sabía que estaba siendo
un poco más gruñón que de costumbre, pero no había pensado que era
hasta el punto en que los empleados salieran por la puerta.
Estaba tan frustrado. Había estado evitando el hospital por una semana,
pensando que tal vez un poco de distancia ayudaría a su cuerpo devastado
por las hormonas. No estaba ayudando. Nada lo estaba.
Margie se paró frente a él con sus gafas colgando a mitad de su
nariz, sus ojos grises mirándolo por encima de los bordes de oro. Tenía
una mano en la cadera, y la punta del pie estaba golpeando. Sintió las
comisuras de su boca subiendo, lo que no era un movimiento inteligente
por su parte.
Sus ojos se estrecharon aún más y ella resoplo en frustración a
través de su barra de labios de color rosa brillante. Ella era realmente
divertida cuando estaba molesta. Se dio cuenta de esta semana tenía
brillantes rayas de color rosa que iban a través de su pelo corto blanco.
Estaba cerca de sesenta años, pero una vez le había dicho que la edad no
era más que un número. Ella dijo que estaba muy lejos de estar muerta, y
se vestía y hacía lo que le gustaba.
Era una de las cosas que le gustaban de ella. Ella trajo el humor, el
amor y la lealtad a la oficina. Además, era un genio. No tenía duda de que
se desmoronaría sin ella. Si necesitaba que hablara, él endemoniadamente
hablaría, porque su oficina se iba a caer alrededor de él si ella
protagonizaba una huelga.
—Es sólo que hay mucho que hacer... Mi padre, el tío Joseph... — se
interrumpió. Sabía por sus ojos entrecerrados que ella no se lo creía.
—Los dos sabemos que es mentira. Sí, has estado preocupado por tu
familia, pero esto tiene que ver con otra cosa, — insistió.
—Bueno, es sólo que... estoy tratando con un problema personal, —
contesto evasivamente. Él realmente no quería admitir sus problemas de
pareja.
—Ah, ahora estamos llegando a alguna parte. ¿Cómo se llama? ¿Una
de tus muñecas Barbie obtuvo una ampolla en el pie por sus tacones de
cinco pulgadas?
—Margie…— Él dejó escapar un suspiro de frustración.
Margie de repente sonrió, y él tuvo que luchar contra el maldito
rubor que quería colarse en sus mejillas. Era demasiado inteligente para
estar trabajando para él. Ella debía ser candidata a la presidencia. Vio la
mirada de complicidad entre en sus ojos, y sintió que su humillación
estaba completa.
—¡Oh Dios mío! ¿Acaso una chica realmente te dijo no por primera
vez? Una lo hizo, ¿no es así? Ha, eso es muy gracioso. Bienvenido al
mundo real, Austin Anderson, — Se burló ella.
—Eso no es lo que pasó, — Casi gritó.
—Oh, sí, lo es. Estás enganchado a una chica y ella no quiere tener
nada que ver contigo, y simplemente no sabes cómo lidiar con eso. Es
cuestión de tiempo. Ella podría ser la indicada si es tan inteligente.
—Ella no estaba diciendo que no cuando la conocí, — Austin
chasqueo. Él inmediatamente se arrepintió de sus palabras cuando los
ojos de Margie se estrecharon de nuevo. Sabía que un regaño merecido
venía.
—¡Austin Jeffrey Anderson! Eso es algo inaceptable que decir. Parece
que por fin has conocido a una mujer de verdad, y que estás haciendo una
injusticia por degradarla de esa manera. No te atrevas a dejar que tu
orgullo huya con tu boca. Voy a tener que conocer a esta mujer.
—Yo... yo sólo quería decir que nos llevamos bien desde el principio.
Entonces se asustó, o algo así, y se fue corriendo por las colinas. He
estado tratando de hablar con ella durante meses, y ahora ella sólo...
Bueno, diablos, no sé lo que ella piensa o no piensa. Sé que ella me desea.
El aire prácticamente chisporrotea cuando estamos a unos pocos metros el
uno del otro.
—Parece que será mejor que entres al ruedo y lo averigües, porque
ya me agrada esta mujer, — dijo Margie en un tono más suave.
Había sido perdonado por su arrebato. — Voy a seguir trabajando en
ello.
—Bien.
—¿Podemos trabajar un poco, ahora?, — preguntó. Le resultaba
irónico que le estuviera preguntando a su empleada si podían trabajar.
—Sí, voy a seguir adelante y me quedo. La razón por la que vine aquí
en primer lugar es que hay un problema en el patio de envío. Algunos
artículos se han venido perdiendo, y luego esta mañana se desató una
pelea, — dijo ella, de inmediato reanudando su tono profesional.
—¿Quién lo está manejando?
—Dean está a cargo, pero él llamó hace unos minutos, a punto de
explotar. Parece que Jack está causando problemas.
—Mierda, debí haberlo sabido, — gruñó Austin.
—Exactamente, — Margie estuvo de acuerdo.
—Iré por allí de inmediato.
Margie se fue y Austin se puso de pie. Estaba casi agradecido por el
problema. Por lo menos mantendría su mente alejada de su fracasada vida
personal.
Se dirigió a la bodega, con su música a todo volumen para tratar de
ahogar sus propios pensamientos. No parecía estar funcionando, como
nada más, tampoco.
Estaba feliz cuando entró y encontró a su hermano, Trenton, ya
hablando con su supervisor, Dean.
—Whoa, te ves como una mierda, hermano pequeño, — Trenton, dijo
mientras se acercaba.
—Gracias, y ¿cómo estás?
—Mejor que tú, al parecer.
—¿Qué información tienes para mí, Dean?, — Preguntó Austin.
Decidió que la mejor defensa era simplemente ignorar a Trenton. Tal
vez su hermano tomaría la indirecta y dejaría el asunto.
—Hemos valorado los envíos perdidos en casi diez mil dólares. Pero
no todo fue en una carga, sino a través de cuatro proveedores diferentes.
Tengo a mi personal comprobando pedidos en los últimos seis meses, pues
al parecer la persona era inteligente. Fueron tomando algunos elementos
de cada pedido y no creo que muchos de nuestros clientes lo hayan
notado. Deben haberse vuelto codiciosos, sin embargo, porque tomaron
suficiente esta vez para que recibiéramos quejas, — dijo Dean, con los ojos
ardiendo mientras hablaba.
Dean había trabajado para ellos durante veinte años. Austin no
tenía ninguna duda de que estaría sobre la situación hasta que se
solucionara.
—¿Qué pasa con la pelea?
—Jack se metió en ella con un par de otros chicos. Todo el mundo
ha estado al borde desde que nos enteramos de las cosas robadas, y
alguien hizo un comentario que a Jack no le gusto, supongo. Mantiene la
boca cerrada en estos momentos. Envié a los tres hombres a casa por el
día. Por eso te he llamado. No quiero tirar acusaciones... —se interrumpió.
—Somos sólo nosotros, Dean, y confiamos en ti. ¿De quién
sospechas? — Trenton preguntó rápidamente.
—Bueno... la verdad es que no tengo ninguna prueba en este
momento, pero las cosas están apuntando hacia Jack, — dijo con
vacilación.
Dean era un buen hombre. Él no quería acusar falsamente a nadie
sin pruebas. Sabía que cada uno de los hombres que trabajaban allí,
dependían de sus cheques de pago para mantener a sus familias. Él no
quería ser responsable de que un inocente fuera despedido.
—Vamos a hacer una investigación exhaustiva antes de que tiremos
alguna acusación. Tengo la sensación de que tienes razón, sin embargo.
He tenido mis dudas sobre él el año pasado. Demasiados errores,
demasiadas acusaciones por parte de los hombres. Ha estado a punto de
perder su trabajo por un tiempo, de todos modos, — dijo Austin.
—Vamos a ir a la oficina y empezar a ir a través de los archivos, —
dijo Trenton.
Ellos comenzaron a caminar a través de la planta juntos, siendo
detenidos varias veces mientras empleados les hacían preguntas.
—Bien, ahora escúpelo. ¿Qué te está molestando?
—Maldita sea, Trenton, estás en un estado de ánimo.
—Mi estado de ánimo no es el problema. ¿Qué está causando los
círculos bajo tus ojos?
—No es asunto tuyo.
—Sabes, que no me voy a rendir, así que bien puedes decirme, —
Trenton insistió.
Austin dejó escapar un largo suspiro. Amaba a su familia, pero a
veces eran un dolor real en el culo.
—Kinsey, — dijo finalmente. Su hermano rompió a reír mientras
entraban en la pequeña oficina. Austin tenía ganas de golpearlo.
—Gracias, Austin. Lo necesitaba. Con todo este estrés en mi vida,
sin duda puedo contar contigo para aligerar el ambiente.
—Me alegro de poder ayudar, — gruñó Austin.
—Está bien, si el tiempo del amor fraternal se terminó, tenemos
trabajo que hacer, — dijo Dean, pero Austin notó las comisuras de sus
labios crisparse. Parecía que su vida amorosa, o falta de ella, era un gran
entretenimiento para todas las personas que lo rodean.
Era en momentos como este cuando extrañaba a su madre más.
Podía ir a sentarse con ella y charlar, dejar que sus preocupaciones
se fueran lejos, y ella no lo interrogaría, o se burlaría de él. Solo sería la
persona que siempre fue. Amorosa y comprensiva.
Capítulo 5
Traducido por vaalra y pussyharry__xx
Corregido por Ama
—Joseph, sé que puedes oírme desde ahí dentro. Mereces dormir,
así qué ve y descansa todo lo que necesites. Solo mientras recuerdes tienes
que volver a mí —susurró Katherine mientras se acomodaba a su lado en
la camilla de hospital. El personal hace tiempo había renunciado a él. Solo
le ajustaron los monitores para que no quede incomodo o algo así.
—Te has ganado sin duda un poco de descanso. Se supone que
tenías que estar retirado, pero no podías evitar meterte en los asuntos de
nuestros hijos. Quizás no te haya dicho nada en estos últimos años, pero
sé todo sobre ti entrometiéndote en la vida de nuestros chicos. No me he
quejado tanto, porque me gustaba ver el resultado final. ¿Cómo no iba a
hacerlo? Ahora tengo tres hermosas hijas, junto con unos grandiosos
nietos. Además, ahora tenemos a George de regreso a casa y nuestra
familia sigue creciendo. No estaría admitiéndote todo esto si estuvieras
despierto, pero nunca he sido más feliz en mi vida. —Katherine continuó
hablando.
Su voz se quebró con la última frase, mientras lágrimas se
deslizaban por su rostro.
Al ver a su marido tendido en la camilla estéril, le causó un dolor
más grande a cada día que pasaba y no despertaba. Los doctores le decían
lo mismo, solo el tiempo dirá, y si volvía a escuchar eso otra vez, se
olvidaría de su crianza sureña de dama y accidentalmente le dará una
cachetada a uno de ellos.
Extrañaba a su marido, extrañaba a su mejor amigo. Otra lágrima se
deslizó lentamente mientras acariciaba lentamente su rostro. Tan apuesto,
incluso a sus sesentas, estaba impresionante, el hombre más hermoso que
ella había conocido. Su mente recordó esos días en los que estaba a punto
de alejarse del él.
—Mamá, ¿Estás bien? —le preguntó Lucas mientras daba un paso
en la habitación, su ceño estaba fruncido por preocupación. Ella no quería
preocupar a sus niños, normalmente. Se aseguraba de hacer una máscara
de cara positiva para así no interferir en la vida de sus hijos. Joseph no
querría eso.
Todo lo que hizo fue por sus hijos, quería que fueran felices y
exitosos, no melancólicos o preocupándose por él.
—Oh, estoy bien, Lucas. Solo estaba hablándole a tu padre del día
en que nos conocimos —respondió sentándose lentamente. Tardo unos
momentos en ponerse de pie. Lucas fue a ayudarla.
—Nunca he escuchado como se conocieron. ¿Nos podrías contar
como se conocieron? —preguntó Amy tímidamente
—Bendito sea tu corazón, Amy. Es una larga historia —dijo ella con
una sonrisa.
—Yo también quiero escucharla —dijo Jessica entrando a la
habitación junto con Alex.
—De acuerdo, creo que es el momento perfecto para escuchar una
linda historia de amor —dijo Emily mientras entraba a la habitación
agarrada del brazo de Mark.
—Supongo que si insisten… —dijo Katherine.
—Si —dijeron todos a coro en la habitación.
—Está bien entonces, tomen una silla porque esto va a durar un
rato —dijo Katherine con una sonrisa cariñosa en la cara al recordar los
viejos tiempos.
Sus hermosos hijos y sus mujeres silenciosamente se sentaron, y la
miraron expectante. Su mirada se posó en las parejas que todavía seguían
enamorados el uno del otro, Joseph escogió bien para sus hijos.
—Yo me enamore de su padre instantáneamente. —Ella empezó.
La mujer suspiro mientras ellos esperaban que fuera un dulce
romance. No podía esperar para impresionarlos. ¿De dónde pensaron sus
chicos que habían aprendido a ser unos picaros libertinos? Ella los amaba,
a todos, a pesar de sus defectos y fallas, no debido a ellos.
—Me enamore de Joseph inmediatamente. Solo tenía dieciocho la
primera vez que lo conocí. Fue en una fiesta, y bailo toda la noche
conmigo. Me sentí la chica más especial de la sala. Solo tenía ojos para mí,
lo cual me sorprendió porque él era tan hermoso. Sus brillantes ojos
azules, corto cabello negro y una impresionante sonrisa, combinaba con la
ropa que llevaba, lo hacían lucir como un príncipe. Cada chica de la
habitación lo quería, pero yo fui la elegida. Me sentía como una princesa
cuando hizo girar en círculos a través del piso —dijo ella.
Katherine podría prácticamente escuchar la música que estaba
sonando mientras recordaba cómo empezó esa noche.
—Nunca había estado enamorada antes, pero lo hice esa noche, y
caí duro. Fuimos inseparables durante el mes siguiente. Él se presentaba
en mi puerta con un ramo de flores prácticamente todos los días, y no me
tomó mucho tiempo para caer bajo su hechizo. Cuando me besó, fue
mágico, todavía lo sigue siendo. Quería darle todo… hasta mi inocencia…
—Mamá —dijo Mark sorprendido, sus ojos rodaron.
—Solo cállate y deja a mamá terminar la historia —dijo Emily
reprendió a su esposo. Ella lo vio y le pareció lindo verlo sonrojarse.
A Katherine le pareció divertido ver a su hijo así. ¿Cómo pensaba
que había llegado a la vida? Se rió en silencio.
—Continua por favor, mamá —le urgió Jessica. Cada mujer se
inclinó hacia delante.
—Chicos, probablemente deberían cubrir sus oídos. Como iba
diciendo, éramos inseparables, así que no tomo mucho para encantarme.
Siempre nos besábamos cuando estábamos bajo del cielo estrellado. Yo
estaba en el cielo. Otro mes pasó y estaba esperando a que se me
propusiera. Estaba tan enamorada, y él profesaba su amor cada día. Supe
que nos íbamos a casar, pero yo no quería tocar el tema. Quería una
propuesta romántica. Después de todo, toda nuestra relación había sido
nada más que romance.
Katherine se detuvo por un momento y tomó una respiración
profunda. Sus ojos vidriosos se volvieron un ceño fruncido.
Oh, los años perdidos…
—Entonces, escuche a Joseph y a George hablar una noche, y me
quede parada para escuchar a escondidas. Pensé que quizá Joseph podría
estar hablando de la forma en que se me iba a proponer. Me quede y
termine con el corazón roto.
—No lo entiendo. —Interrumpió Alex, mirándola confundida.
—Entonces escuchen. —regaño Katherine suavemente. Él se sentó
hacia atrás y fingió fruncir los labios
—No interrumpas —le reprendió suavemente Jessica a Alex.
—Lo siento —murmuró.
—George estaba enojado gritándole a Joseph, diciéndole que
realmente todo fue para ganar la apuesta. Cuanto más escuchaba, más
deseé no haberlo hecho. No me tomó mucho para darme cuenta que
Joseph fue tras de mi esa noche porque, aparentemente, varias personas
habían hablado de mí, diciendo que era demasiado mojigata, y que no
podría ser conquistada. George apostó mil dólares a no podría conseguir
un beso al final de la noche. Lo que me dolió aún más fue que George se
había vuelto mi mejor amigo. Cuando no estaba con Joseph, estaba con
George.
Sus hijas se quedaron sin aliento mientras sus hijos la miraron con
los ojos desorbitados.
—Eso es horrible —dijo Emily, mirándola al borde las lágrimas.
—Sí, sí lo fue, querida. Yo me fui lejos antes de que pudiera
escuchar nada más. Mi corazón estaba roto y nunca más quería volver a
ver a Joseph Anderson otra vez. Él me llamó muchas veces luego de varios
días, y yo tenía a mi madre diciéndole que estaba enferma. Él siguió
llamando, por desgracia, así que me invente una mentira horrible, una que
yo sabía lo haría marcharse. Solo no pude enfrentarlo. Pensé que si era yo
la que se alejó, entonces de alguna manera podría hacer volver mi orgullo.
—Pero… —Mark trato de interrumpir esta vez cuando Katherine le
dio una mirada.
—Le dije que conocí a otro hombre, que estábamos enamorados, y
aunque me divertí mucho con él, se había terminado. Luego levante mi
cabeza en alto mientras me alejaba. Nunca trato de pararme. Lo sorprendí
hasta el punto que él probablemente se quedó ahí parado mucho tiempo
después.
—Sé que no quieres que te interrumpa, pero tienes que volver a la
parte en la que vuelven —Lucas prácticamente gritó. Katherine le sonrío
como si fuera un pequeño niño impaciente. Siempre quería la línea de
fondo, era mucho como su padre
—Cinco años pasaron antes de que lo volviera a ver…
Katherine cerró sus ojos, tomando sus recuerdos de vuelta. Recordó
esos días como si fueran ayer. Cuando Joseph y ella finalmente arreglaron
todo, él le contó toda la historia, desde el inicio hasta el final…
Su abuelo hizo un desastre de las cosas. ¡Magníficamente! Joseph se
echó hacia atrás mientras sentía el motor que pasaba por el aeropuerto de
Seattle. Él estaba volviendo a casa.
Su mente debió de haber estado sin duda en compañía de su
familia, quienes fueron elegidos para la C.E.O. No podía estar con su
horrible tío. Cuando su padre lo llamo, diciéndole todo lo que su abuelo
había construido estaba a punto de ser destruido, Joseph supo que tenía
que volver a casa.
Amaba a su padre. Adoraba a su abuelo, que descanse en paz.
Odiaba a su tío. El hombre tenía veneno corriendo por sus venas, y
tenía que ser parado…
Joseph no sabía si podría salvar la corporación, pero él pelearía a
muerte por lo que su abuelo había construido y por lo que su padre había
trabajado tan duro para mantener. La pérdida de su abuelo los envió en
picada, mientras las personas corrían asustadas, ya que ellos no sabían
que Anderson se harían cargo.
El padre de Joseph, Milton, era el tipo de hombre amable y
bondadoso, pero no era el tipo de hombre que quería ser la cabeza de la
corporación. No tenía dentro el tiburón que se necesitaba. Joseph de todas
formas, lo hizo.
Mientras su abuelo murió, solo hace un mes, su tío Neilson ha
estado consiguiendo un lugar en la C.E.O. Él quería una cosa, y eso era
vencer a su hermano, Milton, el padre de Joseph.
Los dos eran gemelos, pero tan diferentes como los gemelos podían
ser. Por dentro y por fuera. Milton era amable y trataba de ayudar a todos,
mientras Neilson era codicioso y solo pensaba en sí mismo. Él era la
encarnación del mal, y absolutamente no podía poner sus manos en la
corporación. Muchos trabajos se perderían. Hubo mucho en este golpe, y
no le importaría nada. A él lo que le importaba era solo reírse mientras que
aplastaba a las personas bajo sus mocasines de diez mil dólares.
La luz parpadeo para que abrochara su cinturón de seguridad,
mientras rápidamente miraba por su ventana hacia una sombría Seattle.
Sus labios de se estiraron en las esquinas.
Katherine.
No podía parar de pensar en ella, incluso después de cinco años.
Había estado locamente enamorado de ella. Nadie antes, y ciertamente
nadie después, le había llegado a Katherine. Ella lo había pisoteado todo y
luego se fue sin pensarlo por un segundo.
Estaba determinado a sacarla de su sistema. Tenía que verla otra
vez. Sus labios se encogieron. Ella estaba trabajando para la corporación.
Era un miembro de la junta directiva. Ella tenía uno de los votos sobre
quien se haría cargo la CEO. Su pequeña e inocente Katherine había
cambiado gratamente desde la primera vez que la conoció.
Claro, ella no tenia en realidad nada de inocente como él pensaba
que era durante el primer baile, ella había tomado el aliento de sus
pulmones por dos meses.
Su inocencia-embriagante. ¿Cómo es que él había querido tomarla,
reclamarla, poseerla? Pero había esperado…
En su estómago se hizo un nudo mientras iban descendiendo en el
Aeropuerto de Seattle. No podía esperar más.
—¿Puedo tomar eso por usted? —preguntó la azafata. Irritándolo.
Él sin decir una palabra le entregó la copa. Ella le dio un guiño
antes de volver a caminar hacia el frente de la aeronave con su copa vacía.
Ella coqueteó con él durante todo el vuelo, haciendo más que claro que
podía llevarla a su casa para pasar la noche. Él suspiro con frustración,
como de costumbre no estaba interesado.
Cuando el avión aterrizo, se bajó y tomo un taxi, la anticipación de
Joseph creció. Pronto vería a Katherine. Pronto estaría en sus brazos.
Entonces finalmente la purgaría de su sistema…
—¿Cuántas veces tenemos que hacer esto? Neilson ha estado
prácticamente manejando esta compañía por diez años. Benjamín era un
gran hombre. Él empezó la compañía, pero ha estado enfermo mucho
tiempo. Milton no es capaz de mantenernos arriba.
Katherine sintió una migraña aproximarse. Odiaba estas reuniones.
Odiaba a los políticos involucrados. Todo lo que ella quería era una ducha
caliente y diez horas de ininterrumpido sueño. Sabía que sólo una de estas
cosas podría pasar, no la otra.
Nunca conseguía tener más de cinco horas por la noche antes de
que su teléfono sonara con una emergencia detrás de otra. La vida ha sido
caótica desde la muerte de Benjamín. Temía que sólo se pusiera peor antes
de que el evento se acabara.
—La peor cosa que podemos hacer es tomar una decisión
precipitada. Esta situación necesita ser manejada delicadamente. Los
inversores están asustados... Si nos precipitamos en algo, la compañía
podría caerse alrededor de nosotros —regañó Katherine.
Uno de los miembros de la otra mesa la fulminó con la mirada. Él
era del club de los viejos, donde él pensaba que las mujeres no deberían
sentarse en la mesa de los directores. Ella siempre le había odiado.
Su sueño no era sentarse en infinitas reuniones, pero la vida se ha
presentado así. Si podía tratar con ello, él también podía.
No quería trabajar para la familia de Joseph, pero durante su tiempo
con él, formó un gran lazo con su padre, Milton. Cuando Joseph se fue,
Milton prácticamente le rogó que cogiera el trabajo en las oficinas
principales. No le llevó mucho tiempo ganarse sus estrellas, por así decirlo,
y rápidamente ascender a la cima.
Sonrió cariñosamente recordando a Benjamín. Él fue un buen
hombre. Al menos, tuvo los últimos cinco años con él. Despreciaba a
Neilson. Le encontraba una falsa serpiente, pero tenía que dejar esa
opinión para ella misma. Después de todo, su trabajo era permanecer
objetiva, no tomar posiciones. La única posición en la que podía estar, era
la que beneficiara a la compañía de la manera más positiva.
—Por otra parte, no queremos tardar mucho y que los inversores
piensen que somos incompetentes. Necesitan saber que podemos tomar
una decisión —argumentó él.
—Tendrán más fe si hacemos un trabajo meticuloso —respondió
ella.
Discutieron un rato hasta que la reunión acabó, accediendo a
reunirse de nuevo en tres días. Cada uno tenía su propia investigación que
hacer.
Katherine caminó hasta su oficina y se hundió en su silla, la cabeza
caída hacia delante. Había sido otro largo día y esa ducha sonaba mejor
por cada hora que pasaba.
Sus pensamientos volvieron a Joseph, como normalmente hacían.
Sabía que había una probabilidad de que él volviera a casa durante las
negociaciones, y necesitaba estar preparada.
Cinco años, han pasado cinco años. Puedes hacer esto, se dijo a sí
misma.
Él se mudó a Nueva York, donde había permanecido cinco años. Ha
sido muy exitoso en la gran manzana, incluso sin el apoyo financiero de su
familia, el cual rechazó. Ella esperaba, por su propia salud, que se
quedará allí.
No podía creer lo mucho que seguía echándole de menos, cómo
seguía invadiendo sus sueños cada noche. Ningún otro hombre que había
conocido durante los años se comparaba a él, y temía que siempre sería
así.
Él era enorme, la razón por la que cualquier hombre podría perderse
en su sombra. Katherine estaba ansiosa mientras se ponía su abrigo.
Joseph era historia antigua... Terminado. Fuera de su vida. Kaput.
No le iba a permitir controlar sus emociones. Ella era una chica
grande ahora, ya no era la inocente de dieciocho años con estrellas en sus
ojos. Si sólo él no hubiera sido tan... tan... ¡No! No iba a entrar ahí.
Aunque su mente la traiciono. Él había sido tan... bueno.
Tierno.
Amable.
Apasionado.
¡Basta!
Katherine recogió su bolso mientras continuó molestándose a sí
misma. ¿Cómo iba a esperar que los demás le oyeran si ella ni siquiera se
oía a si misma?
Caminó fuera de la oficina, agradecida de no cruzarse con ningún
miembro de la otra mesa en su camino hacia fuera. Estaba exhausta por el
día, y harta de hablar, ciertamente harta de ponerse su máscara
profesional.
Cogió un taxi e hizo su camino de corta distancia por la ciudad
hasta su apartamento. Mientras entraba y cerraba la puerta, se apoyó
sobre la sólida madera y dejó salir un suspiro de alivio. Por fin en casa.
Sintió como la tensión del día se derretía de su cuerpo mientras
dejaba su bolso en el sofá y anduvo hacia el baño, desnudándose en el
camino.
Era naturalmente una persona limpia, pero tendía a dejar que el
desorden se acumulara para el viernes. Entonces, el sábado limpiaría a
fondo el apartamento, sólo para dejar el proceso empezar de nuevo el lunes
por la mañana.
En cuanto Katherine se metió bajo la vibrante agua, lo último de
estrés se coló por el desagüe. Se quedó unos diez minutos extra para dejar
que el chorro trabajara hasta el último de sus nudos. Su fin de semana
había empezado mucho mejor que como acabó la semana.
Puso sobras en el microondas y esperó por la señal de que estaba
listo, cuando sonó el timbre.
No, gritó silenciosamente. No estaba para visitantes. No quería nada
más que comerse la comida y perderse en cualquier comedia en la
televisión antes de caer en un sueño profundo. Pensó en ignorar a la
persona, pero cuando la puerta sonó de nuevo, sabía que tenía que
contestar. Podrá ser uno de sus vecinos que la vio llegar. Si no contestaba,
ellos sabrían que estaba ignorándolos a propósito.
Lentamente, hizo su camino hacia la puerta principal, rechinando
los dientes cuando el timbre sonó por tercera vez.
—Ten un poco de paciencia —murmuró.
Estiró la puerta abierta, esperando que su cara no mostrara la
irritación de ser interrumpida. Estaba preparada para decir hola cuando
su buen comienzo para el fin de semana, se desmoronó instantáneamente.
Fue dejada sin palabras mientras miraba a través del umbral a la única
persona que ella esperaba ignorar a toda costa.
Joseph...
Su arrogante cara tomó lugar en su corta ropa, suavemente a su
cuello, entonces la deslizó abajo hacia sus piernas desnudas, antes que él
pausadamente evaluara su sonrojada cara. Sus brazos estaban colocados
en la entrada, previniéndola de cerrarle la puerta en su cara.
Sonrió como una pantera haría antes de abalanzarse.
—Tengo una pregunta para ti que no podía esperar a mañana —dijo
como si hubieran hablado ayer en vez de hace cinco años.
Ella estaba segura que su cara emanaba shock, porque su sonrisa
se amplió mientras continuaba mirando profundamente a sus ojos.
—¿Te hizo él hombre con el que me engañaste llorar de la manera en
qué yo lo hice con nada más que un beso?
—¡No dijo eso! —jadeó Emily.
Katherine parpadeó mientras miraba alrededor de la habitación llena
de gente, sintiendo como si volviera del trance.
Olvidó que estaba contando una historia. En estos minutos, ella
estuvo de vuelta a ese día. El día que Joseph volvió a ella.
—Sí, cariño, lo dijo —dijo Katherine con una risa.
—Realmente espero que le pegaras —dijo Amy—. ¿Qué pasó
después...?
Katherine empezó antes de que un monitor sonara y todos
silenciaron, miedo escrito en sus caras. Varias enfermeras entraron en la
habitación, incluyendo Kinsey, y empezaron a pulsar botones, cuando el
ruido paró.
—Está bien. Uno de sus cables se soltó —Kinsey rápidamente
aseguró.
—Gracias, cariño —dijo Katherine mientras se agachaba para besar
a Joseph en la frente.
Finalmente, miró alrededor y notó que Bree y Austin se les habían
unido. Había estado tan metida en su pasado, que no había notado
cuando su sobrina y sobrino entraron.
—¿Vas a continuar, tía Katherine? —preguntó con impaciencia Bree.
—Les contaré mañana. Ahora estoy cansada, cielo —respondió
Katherine—. ¿Puedes llevarme en coche a casa, Lucas?
—Por supuesto, mamá.
Lucas puso el brazo de ella alrededor del suyo y ella se apoyó en su
hijo mientras la guiaba fuera del hospital.
Odiaba dejar a Joseph, incluso por un par de horas, pero necesitaba
limpiarse y recoger más provisiones. Aunque sabía, que volvería al hospital
a pasar el resto de la noche al lado de su marido.
Había dormido con él durante muchos años como para hacerlo sola
ahora.
Capítulo 6
Traducido por florff3 y kenia20
Corregido por Ama
—¿Estas avergonzada de mí, Esther Lyon?
—Eso es simplemente absurdo, George.
—Entonces por qué actúas como un vampiro y soló me visitas en
mitad de la noche.
—Tú sabes por qué George. Nosotros acordamos que no diríamos
nada de momento.
—Bueno pues he cambiado de idea mujer. Te amo y no me preocupa
quién lo sepa. Si este accidente me ha enseñado algo, es que no debemos
perder el tiempo —dijo George en un jadeo.
—¿Estas irritado? —preguntó Esther con su más adusta expresión
plasmada en su cara.
—Así soy —contestó George, manteniendo su terca postura.
—Ya sabes que yo también te amo George. —Empieza, pero
rápidamente cubre su boca cuando él estuvo a punto de decir algo—. Pero
este no es el momento oportuno. Joseph continúa en coma, los chicos
están molestos, y si yo no estoy equivocada es posible que suenen
campanas de boda en el futuro para tu hijo más joven.
—Tú sabes que mi familia lo es todo para mí Esther, pero ahora tú
eres mi familia también. Quiero casarme contigo.
—Acabas de tener un horrible accidente hace tan sólo dos semanas.
Finalmente saldrás del hospital en un par de días, y estás superando los
analgésicos. Y sobre todas las cosas, tu hermano gemelo, a quien amas
mucho, continua en coma. La gente comete errores cuando trata con uno
solo de estos acontecimientos, no digamos con todos ellos a la vez.
Rechazo casarme contigo porque te sientas como si ahora el tiempo se
estuviese agotando.
—Te amaba el mes pasado, la semana pasada y ayer. Y continuaré
amándote hoy, mañana, y los próximos cincuenta años —le dijo él, con su
voz espesándose.
—Te recordaré eso si seguimos aquí dentro de cincuenta años —
contestó ella con una sonrisa llorosa.
—¿Eso es un sí? —preguntó con esperanza.
—No, no lo es. Necesitas descansar. Vendré por la tarde y te advierto
ahora que si te vas a algún sitio, no volverás a probar mi dulce pastel de
manzana cuando vuelvas a casa —le amenazó.
—Me comportaré pero no puedo asegurar por cuanto tiempo —
contestó él haciendo un mohín.
—Lo harás todo el tiempo que sea necesario hasta tenerte a salvo en
casa. —Esther se inclinó y besó suavemente a George. Con su brazo
bueno, él la empujó estrechándola más cerca y profundizó el casto beso
que ella había iniciado. Finalmente ella le apartó, sus mejillas sonrosadas
y sus ojos brillando.
—George Anderson, me haces sentir como si fuese de nuevo una
chica de veintiún años —le dijo Esther con una sonrisa.
—Mientras sólo te sientas así. Yo no quitaría ni un solo día de tu
vida. Tus años te han añadido una belleza que solo el tiempo puede dar.
Conseguiré casarme contigo Esther, y pronto.
Ella no contestó nada más mientras se deslizaba por la puerta.
Kinsey rápidamente saltó a la habitación próxima, así que Esther no
pudo verla. Esther parecía tener una amplia sonrisa permanente en su
cara. Kinsey no podía esperar para ver a Cassie y contarle lo que
casualmente había escuchado.
Kinsey suspiró y dio un paso al exterior, he instantánea e
irritantemente quedó calada. Pensaría que a estas alturas ya se habría
acostumbrado al tiempo en Seattle.
Pero ella odiaba sentirse empapada, siempre con escalofríos
mientras esperaba el insistentemente tardío autobús.
Nadie más permanecía de pie con ella mientras se esforzaba por
permanecer seca.
Estaba mirando al suelo cuando oyó un claxon sonar. Lo ignoró
hasta que volvió a pitar. Cuando levantó la vista, sus ojos chocaron con los
de Austin. Ella le fulminó con una mirada triste.
—Vamos entra, te llevaré —le gritó.
—No gracias —respondió antes de volverse y alejarse calle abajo,
esperando ver el autobús más abajo del bloque. No estaba de suerte.
—¡Vamos, Kinsey! ¿Soy realmente tan malo que prefieres empaparte
a aceptar que te lleve? Además de todos modos, es demasiado tarde para
quedarse colgada en la calle.
Kinsey se quedó pensando sobre esto mientras otro escalofrío
atravesaba su cuerpo. Finalmente su baja tolerancia al frio, la humedad y
la oscuridad ganó; y renuentemente se levantó.
Aunque abatida, se tomó su tiempo para aproximarse y subirse al
coche. Sentía un poco de malvado regocijo cuando empapó su asiento.
El estallido de la calefacción enviando aire caliente a su cara le hizo
sentir ganas de reírse. Fue un alivio bienvenido. Mientras el calor se
filtraba a través de su ropa, no podía evitar los temblores que retorcían su
cuerpo. Cuanto más se esforzaba, peor lo conseguía. Apretó su mandíbula,
pero sus dientes continuaban chocando.
Austin le dio una mirada de “te lo dije” que ella decidió ignorar.
—¿Dónde está tu coche?
—En el taller de nuevo —respondió. Su coche tenía sus propias
ideas y decidía cuándo y dónde quería hacer su trabajo. Ella realmente
necesitaba otro coche, pero no podía permitirse gastar algo de sus
duramente ganados ahorros.
—¿Hacia dónde te diriges? —le preguntó mientras ponía el coche en
circulación y empezaba a moverse hacia abajo por la ajetreada calle.
—Sólo iba dos millas adelante al centro comercial —le respondió ella.
—¡Qué coincidencia! Yo estaba de camino allí también —dijo con
una sonrisa dirigida hacia ella. Apostaría su próxima paga a que él no
había planeado ir al centro comercial de rebajas; para el caso, de hecho,
no podía imaginárselo de compras. Probablemente tenía a otros que lo
hicieran por él.
Ellos condujeron en silencio durante unos pocos minutos hasta la
tienda. La suerte estaba de su parte y encontraron un espacio de
aparcamiento cerca. Tan pronto como apagó el motor, ella se bajó
renuente del cálido vehículo. Sus todavía empapadas ropas estaban aún
más húmedas cuando corrió para atravesar la doble puerta.
Justo cuando estaba a punto de atravesar la puerta, su dedo se
enganchó con el borde de la acera y se fue volando al suelo, aterrizando
sobre un charco de 6 pulgadas.
Fue golpeada por el viento mientras el agua se derrama por su nariz.
Kinsey estaba demasiado estupefacta y entumecida como para sentir
dolor. Estaba segura que sus rodillas estaban magulladas, si no
ensangrentadas; y su codo iba a tener también unos lindos arañazos.
De repente se vio arrastrada en el aire y empujada estrechamente
contra el pecho de Austin, mientras trotaba hacia la entrada del almacén.
Atravesó las puertas con un ajustado giro a la derecha, y entonces
gentilmente la sentó en un banco de metal.
Se arrodilló ante ella y le levantó su empapada bata para mirar sus
rodillas. Se sentía demasiado helada y abatida para protestar por aquel
toque inapropiado.
Sus dientes castañeteaban mientras sus cálidas manos recorrían
sus doloridas piernas.
Echó un vistazo hacia abajo y vio que la piel de sus piernas no
estaba rota, tan solo arañada.
—Volveré en un momento —le dijo él antes de levantarse de un salto
y trotar lejos. Por una vez no discutió. Regresó al cabo de menos de diez
minutos agarrando una bolsa grande. Entonces gentilmente la levantó y se
aproximó a los baños. Antes de que se diera cuenta de lo que él estaba
haciendo, entró en la habitación de “baños familiares” y cerró y echó el
seguro de la puerta tras ellos.
Sin decir nada, la despojó de su abrigo y lo dejó caer sobre la ancha
encimera del lavabo, entonces agarró el borde de la chaqueta de su bata y
tiró de ella hasta sacarla por su cabeza. Cuando sus manos agarraron sus
pantalones, ella recuperó algún atisbo de control y le detuvo.
—¿Qué estás haciendo? —Trató de decirle bruscamente, sin
embargo el efecto quedó arruinado por el castañeteo de sus dientes.
—Necesitas quitarte esas ropas. Realmente te estás poniendo azul.
Nunca antes había visto a alguien volverse azul, solo había oído la
expresión, pero estoy preocupado porque estés sufriendo hipotermia. Me
volveré de espaldas si quieres terminar, pero la ropa necesita ser quitada
ahora —le respondió.
—B..b..Bien —tartamudeó.
Dichoso castañeo.
Austin le alcanzó una nueva toalla con la etiqueta todavía puesta y
ella se la envolvió alrededor de los brazos, agradecida de que él hubiese
conseguido una gran toalla tamaño playa. Simplemente deshacerse de su
chaqueta y su top ya la estaba ayudando a luchar contra el frío. Con dedos
temblorosos agarró el borde de su bata y la estiró abajo por sus piernas.
Fue difícil porque estaba pegada a su cuerpo, pero finalmente logró
manejarla y la lanzó lejos.
Se envolvió corriendo en la toalla, aún vistiendo su húmedo
sujetador y sus medias, pero sin desear desnudarse completamente,
aunque él mantenía su palabra y aún estaba de espaldas. Le dejaría irse
de la habitación, pero entonces alguien podría entrar y verla en un estado
de casi desnudez. No sabía que era peor.
Alcanzó la bolsa y se sonrojó intensamente cuando vio arriba del
todo un brevísimo tanga rojo de encaje. Vació el contenido y encontró una
ceñida camiseta interior, un suéter, unos pantalones de chándal,
calcetines y zapatillas. No había sujetador por supuesto. Él no podría
saber la talla que conseguir.
—No sabía que talla de zapatos comprar, así que me figuré que
podrías calzar zapatillas por la tienda. Te llevaré de vuelta al coche cuando
lo hayamos hecho —dijo Austin como si pudiese leer la pregunta que se
fijaba en su cabeza. Ella miró a su espalda con sospecha. Él no estaba
frente al espejo así que no podía verla, pero aún así ella necesitaba
cubrirse.
Su necesidad de calor superaba su modestia, así que se quitó el
sujetador y las medias rápidamente, terminó de secarse y luego se puso su
ropa nueva. Tuvo que luchar con la urgencia de abrazarlo. Realmente era
la más amable, casi romántica, cosa que un chico había hecho alguna vez
por ella. Sí, le habían comprado flores, incluso joyas, pero Austin había
pensado rápidamente, y era....bueno él la estaba cuidando.
Expulsó estos pensamientos lejos, pero no pudo alejarlos del todo.
—Gracias Austin —dijo, su cuerpo aún frío, pero mucho mejor de lo
que había estado.
—Nunca pudría resistirme una damisela en apuros —le dijo y se dio
la vuelta sonriéndole.
Ella empezó a agrupar su empapada ropa en el lavabo, y él
rápidamente corrió a ayudarla. Acabaron y pusieron su ropa húmeda en la
bolsa antes de que él abriese la puerta y saliesen.
Echó un vistazo a su reflejo en el espejo del baño mientras salían, y
se encogió cuando se dio cuenta de que parecía una rata ahogada con el
pelo pegado a su cara. Decidió que no le preocupaba. Se sentía mucho
mejor, bueno aparte de sus rodillas magulladas y su codo sensible, así que
no importaba.
Una pareja de ancianos pasaban y volvieron a hacerlo cuando se
dieron cuenta que ella y Austin acababan de salir del baño. El hombre
mayor realmente le hizo un guiño a Austin cuando pasaron.
Las mejillas de Kinsey se ruborizaron de nuevo.
—¿Hacia dónde? —preguntó Austin mientras enganchaba un carro.
—De veras, no necesitas pasar el rato conmigo mientras compro —
contestó ella mientras intentaba despacharle.
—Te lo dije, también tengo cosas que comprar. Necesito cuchillas
nuevas, pasta de dientes, ya sabes, todo el equipo.
Ella abandonó y siguió adelante, cogiendo el carro que él llevaba
delante. Esto le ayudaba a quitar algo del peso de su rodilla izquierda
irritada.
Caminaron en silencio por los pasillos y Kinsey tuvo que sonreír ante
el aspecto de perdido de Austin. Él obviamente no tenía ni idea de lo que
estaban haciendo; podría pillarle con este hecho o simplemente aceptar
que él estaba haciendo algo amable por ella.
Considerando que no deseaba volver a esperar empapada el autobús
otra vez, decidió mantener su boca cerrada.
Austin miró lo que parecían miles de productos. Él había comprado
antes, no era un completo inválido, pero nunca en un mercado enorme. Él
no lo admitiría ante Kinsey pero no podía soportar comprar y tenía un
equipo para hacer la mayor parte.
Si necesitaba algo sencillo, solo tenía que dirigirse al mercado local.
Cecina, donuts frescos, una bolsa de patatas-algunos artículos fáciles de
conseguir. Pero cuando llegaban a las marcas correctas de champú, pasta
de dientes, colutorio, incluso papel del baño, no tenía ninguna pista. Pero
maldita sea si iba a admitirlo ante Kinsey.
Continuaron caminando mientras ella agarraba un artículo aquí o
allá y lo lanzaba al carro. Para dar un buen aspecto, él hacía lo mismo.
Aunque no tenía idea de qué diablos estaba comprando. Demonios si él no
lo necesitaba lo donaría todo.
Para una cita “no cita”, él estaba pasándolo verdaderamente bien. Se
divertía estando con Kinsey, cuando ella era feliz, alocada o sorprendente.
Diablos de cualquier humor que ella estuviese.
A él sólo le gustaba... bueno, le gustaba la persona que era cuando
ella estaba a su alrededor. Le gustaba como se sentía, energizado,
preparado para todo.
Para el tercer o cuarto pasillo en el que entraron, decidió que las
compras eran definitivamente para mujeres. Pasó a una pareja de hombres
que seguían a sus esposas, y se dieron unos a otros miradas compasivas.
Ellos se veían tan miserables como él mientras perseguían a sus
niños o respondían a sus esposas con aquellos productos que a ellos más
les gustaban. Si ellos fueran como él, no le importaba si el champú olía a
duraznos o vainilla. Cualquier aroma en Kinsey era suficiente para
endurecerlo.
Necesitaba tenerla sola pronto. Si ella no se hubiera estado volviendo
azul en el baño…
Él sacudió su cabeza para aclarar esos pensamientos, o la tienda
entera sabría que eso había sido un momento para él. Él se reposicionó
mientras ellos caminaban, sus pantalones mojados estaban ya demasiado
apretados, no necesitaba añadirse al problema.
Kinsey no podía apartar sus ojos de Austin. La manera en que sus
pantalones se aferraban a él en todos los lugares correctos, la vista de su
camisa cubriendo su estómago plano. A ella no le importaría ayudarlo a
salir de esas ropas, él se veía un poco incómodo. El pensamiento le
provocó una risita.
Ella se detuvo de repente y se contrajo. Estaba dolorida, fría, y
cansada y la risa histérica la consumía. Si él pudiera leer su mente, quizás
la llevaría justo allí en el pasillo de producción.
Cuando ella le echó un vistazo a la perpleja expresión de Austin,
comenzó a reír incluso más fuerte, encontrando difícil el respirar. Él
empezó a golpear su espalda y ella intentó aspirar bocanadas de aire. Su
cabeza estaba comenzando a aclararse.
—P…por favor…t…tú tienes…que parar… —jadeó entre ataques de
risa. Él dio un paso atrás, lo cual fue sabio. Estaba tratando con una
mujer loca, después de todo, pensó ella.
En un minuto ella lo estaba poniendo en la longitud de su brazo, al
siguiente le estaba gritando, y luego la ruptura final en su cordura, la
tuvieron riendo histéricamente en el medio de un súper–centro.
Después de varios minutos, finalmente se calmó. Él no dijo una
palabra mientras ella comenzaba a caminar otra vez, unas pocas risitas
más salían.
—Necesito algunos bocadillos saludables. Desde que estoy
prácticamente viviendo en el hospital, estoy ganando demasiado peso —
dijo Kinsey mientras se acercaban a la sección de frutas.
—Podrías soportar ganar un poco de peso, no es que no te veas bien
sin importar qué —le dijo Austin rápidamente.
Ah, él era un hombre inteligente. Ella realmente le sonrió, su
primera sonrisa real en un largo tiempo. Con él era fácil estar alrededor, lo
cual era el por qué ella se enamoró de su encanto en primer lugar. Intentó
recordarse a sí misma ese hecho, pero se rindió y decidió tan solo seguir
con la corriente. No era como que si algo podría pasar en una enorme
tienda.
—Yo diría que para nuestra primera cita real, no está tan mal —dijo
Austin con un guiño.
Kinsey paró y lo miró como si estuviera loco.
—Esto no es una cita.
—Te traje adentro, te ayude a desvestirte, y ahora estoy de compras.
Elijo creer que es una cita —contestó.
—Bien, pero luego, tú eres una cita barata. No he conseguido flores
aún.
—¿Quieres flores? Te compraré una habitación entera —dijo con un
destello en sus ojos que la preocuparon. Sabía que de hecho las compraría
si ella no le hubiera puesto un paro a eso.
—Solo estaba bromeando. No tengo una habitación para flores —le
advirtió.
—Siempre hay una habitación para flores.
Ella rápidamente cambió de tema, esperando distraerlo.
—¿Por qué no estas casado como el resto de tu familia? —Eso lo
detuvo en seco.
—No lo sé. Yo solo nunca he encontrado a alguien con quien me
pueda ver pasando el resto de mi vida —contestó evasivamente.
—¿Qué hay sobre los niños? Lo haces muy bien con tus sobrinas y
sobrinos.
—Amo a esos pequeños mocosos. No puedo creer lo increíble que son
ellos. Hace unos años no hubiera estado convencido de que fuera material
para padre, pero ahora… —Su voz disminuyó.
Kinsey estaba impactada por su respuesta. Había estado intentado
hacerlo sentir incómodo entonces él dejaría toda esa cosa de la cita, no
encontraba más razones para que no le gustara. Podía fácilmente
imaginarlo con un bebé en sus brazos, su rostro radiando con orgullo. Su
imaginación tomó el control y ella se podía ver detrás de él.
¡No!
No podía permitirse ir ahí. Ya le había dicho que no planeaba
casarse, que aún no había encontrado a nadie que valiera la pena el
compromiso.
Él quería dormir con ella, seguro, pero no quería poner un anillo en
su dedo.
Además, ella no quería eso tampoco. ¿Cierto? Oh, estaba tan
confundida. Solo necesitaba un buen descanso de noche. Eso era todo.
Sus miradas se encontraron. Prácticamente podía sentir el calor
subiendo por sus cuerpos húmedos. Una palabra, eso era todo lo que le
tomaría para tener la noche más increíble de su vida, pero no quería eso…
No lo quería realmente, se recordó a sí misma.
Finalmente, se las arregló para apartar su mirada. Dio un paso
hacia adelante, cogiendo artículos al azar mientras intentaba distraerse.
Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, agarró una caja de condones,
echándolo en el carro.
Soy más fuerte que esto. Un hombre demasiado-sexy-para-su-
propio-bien no es lo que necesito ahora. Es él cuñado de mi mejor amiga.
Una aventura sería incómodo. Ni siquiera puedo ir allí. Se repitió esas
oraciones una y otra vez en su cabeza. No podía luchar contra él, ni con si
misma tampoco. Cedería–sabía que lo haría.
Austin se detuvo y la miró con fuego quemando en sus ojos. Lo miró,
preguntándose qué estaba pasando. Entonces, Él alcanzó algo del carro y
sacó la caja de condones, una sonrisa autosuficiente en su cara.
—Gracias —ronroneó prácticamente. Luego, él rió, con evidente
placer mientras seguía y seguía.
Kinsey vio la caja de condones extra-largos y su cara se encendió.
Rápidamente siguió adelante, demasiado mortificada para decir algo. Ella
estaba esperando que el suelo se abriera y la tragara.
Él enseguida la alcanzó, y estuvieron callados mientras daban
vueltas en la tienda alrededor de los próximos veinte minutos.
Ella agarró unos cuantos artículos más, porque quería terminar.
Una vez que tuvo todo lo que necesitaba, ellos hicieron su camino a la
caja.
Lo más pronto que el paseo terminara, lo más rápido que ella podría
recuperar su cordura. Sabía que una vez que estuviera lejos de él, ella
recordaría todas las razones para no salir–o dormir con-él muy seguro y
hermoso Austin.
Austin insistió en cargar la cinta, después pagar por toda la compra.
No iba a discutir con él en frente de la cajera, pero tendrían unas
cuantas palabras una vez que estuvieran dentro del carro. No era
demasiado dinero, pero aun así…
Estaban alcanzando la puerta principal cuando fueron
interrumpidos.
—¿Austin? —llamó una desagradable voz femenina llamó.
Ella se veía sorprendida de verlo en una tienda de descuento. Kinsey
estaba sorprendida que alguien a quien él conocía estaría en la tienda. No
se imaginaba el tipo de damas que normalmente se le asociaban,
comprando en un depósito de descuento, especialmente tarde en la noche.
Ambos se giraron y vieron a una mujer despampanante, vistiendo
una falda ajustada, una blusa con su escote expuesto, y su cabello y
maquillaje hecho a la perfección.
Ella dio un chillido antes de precipitarse hacia ellos y tirar sus
brazos alrededor del cuello de Austin, chocando sus enormes senos contra
su pecho.
Tienen que ser falsos, pensó Kinsey.
Austin apartó a la mujer, pero él no parecía tener demasiado apuro
de hacerlo, pensó Kinsey sarcásticamente.
Tenía que tomar sus pensamientos errantes. No era de ella y podía
hacer lo que él quisiera.
Le había dicho muchas veces que no quería que tuvieran nada.
Sabía que él no era un cura, y tenía algunas mujeres a su disposición,
pero era incómodo pararse a su lado mientras otra mujer se aferraba con
fuerza.
Kinsey sentía como si fuera a sacarle los ojos de Barbie.
—Es bueno verte, Candy —dijo Austin.
Kinsey estaba sorprendida por la rigidez en su voz. Él no sonaba
contento de verla. Ella decidió darles privacidad, porque tres era
definitivamente una multitud.
Se giró y dio un paso, intentado irse, cuando el brazo de Austin se
enredó y apretó alrededor de su cintura. La atrajo suave contra su cuerpo,
y la mujer se giró, pareciendo notarla por primera vez. Sus ojos se
estrecharon ligeramente antes de regresar su completa atención a Austin.
—No puedo creer que estés de compras. Tú solías siempre quejarte
de que nunca había una razón para las tiendas de comestibles con todos
los restaurantes disponibles alrededor de la ciudad —dijo con un puchero.
—Bien, las cosas cambian —dijo breve.
Rió, un irritante sonido, y Kinsey se preguntó si ella había sonado
así de terrible cuando había tenido ese ataque de risa más temprano.
Realmente esperaba que no. Ella se jaló contra Austin, en serio, en serio
queriendo alejarse de ellos.
—He estado tratando de contactarte por un par de semanas. Oí lo de
tu padre, e imaginé que necesitarías consuelo —dijo en un tono ronco.
Kinsey sabía exactamente qué tipo de consuelo la mujer estaba
ofreciendo. ¡Perra!
—Gracias por tu preocupación, Candy, pero Kinsey ha estado
conmigo todo el tiempo. No lo habría logrado sin ella.
Candy apenas miró en la dirección de Kinsey, como si ella no estaba
en absoluto preocupada por la mujer desaliñada en la que su brazo estaba
alrededor.
—Bueno, tú sabes que estoy aquí para ti. ¿Por qué no vienes a mi
casa el sábado…?
—¿Creo que ya tenemos planes para el sábado, o no, cariño? —
preguntó mientras miraba a sus ojos. Le estaba suplicando seguir la
corriente. Ella estaba tan impactada por el cambio de los eventos, que no
era capaz de hablar justo allí. Solo lo observó ligeramente con los ojos
como platos.
—Sí, los tenemos —respondió a su propia pregunta—.Tenemos que
irnos, Candy. Fue bueno verte. Dile a tu hermano hola por mí.
Austin no le dio tiempo a Candy para decir otra palabra. Con su
brazo aun alrededor de Kinsey, siguió al frente de la tienda. En las
puertas, él la agarró en sus brazos, luego la deslizó a su espalda. Ella
estaba tan conmocionada por el movimiento, que automáticamente aferró
sus brazos alrededor de su cuello. Empujando el carrito, rápidamente
estuvo afuera.
Por suerte, la lluvia había disminuido mientras estaban en la tienda,
entonces era solo una ligera llovizna.
Austin los precipitó a su auto, abrió la puerta, luego la depositó en
un suave movimiento. Él rápidamente guardó los artículos en la cajuela
de su Benz, después saltó en el asiento del conductor.
Se giró hacia ella, su cabello mojado, sus mejillas sonrosadas por el
frio, y una mirada en sus ojos que calentaba sobre cien grados.
—¿Qué fue todo eso? —preguntó. Él no intentaba insultar su
inteligencia por jugar al tonto, en absoluto.
—Era una mujer con la que salí en una cita hace un tiempo. No
había razón para salir en una segunda cita, pero ella nunca lo entendió.
Me he tropezado con ella un par de veces, y ha hecho todo lo que puede
para entregarse a mí. Fue más fácil dejarle creer que tú y yo somos una
pareja. Planeo que eso pase de todos modos —respondió como si no fuera
la gran cosa.
—Eres tan malditamente atrevido. Quizás yo no quería jugar en tu
pequeño juego del gato y del ratón, y por última vez, no voy a salir contigo.
Tuve sexo contigo, una vez. Gran cosa. Fue olvidable, de cualquier
manera. —Mintió. Lamió sus labios, inmediatamente sabiendo que sus
palabras fueron un error, mientras veía a sus ojos oscurecerse con deseo.
Antes de que pueda pronunciar otra palabra, él estaba arrastrándola
a través de los asientos, su cuerpo chocando entre el volante y su duro
cuerpo sólido.
Su obvia excitación estaba presionada en su rápidamente caliente
centro. Sus ojos se ampliaron mientras él levantaba su mano a su pelo y
jalaba fuerte, llevando su boca hacia él.
Él no era dulce o halagador. Estaba en su totalidad demandando
mientras presionaba su lengua contra sus labios, instándola a abrirlos
para él. Ella jadeó mientras las sensaciones la inundaban, dándole acceso
completo a su boca.
Su lengua corrió a lo largo del filo de sus labios, haciéndolos
hormiguear, antes de conducirla a su boca, haciendo desaparecer todos
sus pensamientos. Una mano sujetó su cabeza, manteniéndola en su
lugar, mientras la otra corría hacia abajo por la curva de su espalda, y la
apretaba aún más fuerte contra él.
Sin pensar, ella apretó sus caderas contra él, buscando alivio.
La presión continuaba construyéndose dentro de ella. Presionarse
contra él solo hacía que su ardiente necesidad empeorara. Gimió mientras
múltiples sensaciones la inundaban, electricidad destellando en el aire.
Llegó a su cuello, corriendo sus dedos a través de su cabello
húmedo, jalando su pelo, necesitándolo para seguir besándolo. Nunca
había estado tan consumida.
Sus latidos se aceleraron mientras perdía su aliento. Ella deslizó su
lengua en su boca, y cuando él la succionó, un escalofrió la sacudió de la
cabeza a los pies. La estaba convirtiendo en gelatina con solo un beso.
Mientras la mano de Austin se deslizaba debajo del dobladillo de su
blusa y hacia arriba a sus tensos pezones, Kinsey estaba rápidamente
olvidando todas las razones por que una aventura con él era una mala idea
Capítulo 7
Traducido por kenia20
Corregido por cristinita <3
Austin estaba perdiendo toda apariencia de control mientras
acariciaba el cuerpo de Kinsey. Su mano se movió hacia el dobladillo de su
blusa hasta que finalmente ahuecó su pecho pesado en su mano, su
pulgar deslizándose a través de su tenso pezón.
Su lengua ahondaba profundo en su boca, probándola,
envolviéndola. Reclamándola como suya.
Su cuerpo estaba hecho para él.
La manera en que sus muslos cruzados lo acunaban a él
perfectamente, el ajuste de su pecho suave derramándose de su palma,
incluso el sentir de sus labios devorando los suyos. Si sus vaqueros no
estuvieran en su camino, fácilmente se deslizaría en su calor, su cuerpo
sujetándolo, enviándolo a otra vida. En la que el placer fuera lo único que
importara.
Lo estaba perdiendo, olvidándose que estaba en un estacionamiento,
olvidando que cualquiera pudiera pasar. Él tenía un pensamiento en su
mente.
Reclamarla.
Él bajó su sudadera, sus dedos resbalando a través de la delicada,
plana superficie de su estómago, deslizándose dentro de sus bragas de
seda que él había comprado para ella. Se deslizó bajo el fino elástico, y
cuando sintió su humedad, su preparación para él, su cuerpo palpitó de
dolor. Tenía que tomarla, ahora. La complacería más después.
Se movía para deshacerse de sus pantalones, cuando hubo un
golpeteo en su ventana. Kinsey se sacudió, sus ojos ampliándose al punto
de que si no estuviera en tanta agonía, hubiera sido cómico.
Hubo un golpeteo otra vez y miró a la ventana del conductor, sin poder ver
nada porque estaban tan empañadas.
Él no podía recordar la última vez que se había desnudado en un
carro. No desde que era un adolescente, eso es seguro. Definitivamente no
podía recordar la última vez que alguien lo haya arrestado en la mitad de
hacer el amor.
Él había solo querido besarla por unos momentos, para probarle a
ella que, sí, era realmente así de bueno. Que ella lo haya mandado a volar
no ha hecho maravillas en su ego. Él sabía que ella estaba mintiendo. Ella
ha recibido tanto placer como él, pero aun así, le ha dolido.
—Hola. Por favor baje su ventana —dijo una voz autoritaria.
Austin suspiró mientras Kinsey saltaba de su regazo como si tuviera una
plaga, y rápidamente se reanudó a su asiento, su cabeza baja, mientras su
cuerpo prácticamente abrazaba la puerta del pasajero. Finalmente bajo su
ventana para encontrar a un oficial parado con su linterna directa a él.
—Buenas noches, oficial. ¿Qué puedo hacer por usted? —preguntó
Austin, rápidamente recuperándose.
El policía miró a Austin, luego a Kinsey, sorpresa reflejada en sus
rostros. Era obvio que esperaba encontrar a una pareja de adolescentes.
—Hola, señor. No hay lugar para merodear en el estacionamiento de
la tienda —dijo el oficial finalmente, una pequeña sonrisa de suficiencia en
su cara.
Austin prácticamente podía sentir el calor irradiando del rostro de
Kinsey. Él sabía que ella estaba como una máquina de fuego.
—Lo siento por eso. Nosotros estábamos… solo… hablando —dijo
Austin. Sabía que el oficial no lo compraba, pero ¿qué se suponía que
diría? Lo siento, Oficial, pero estoy tan malditamente caliente por esta mujer,
que olvidé donde estaba. Casi tenía sus pantalones abajo cuando nos
interrumpió. De alguna forma no pensaba que eso iría bien.
—Por qué no terminan su… uhm, conversación, en casa. Tengan un
buen día, chicos. Esperare aquí para asegurarme de que no tengan ningún
problema con el motor —. Con eso, se volvió y caminó a su patrulla.
Austin desplazó su vehículo a la calle, encendió sus luces y se sumergió en
el tráfico.
No dijo nada hasta que estuvieron estacionados en el hospital.
Kinsey inmediatamente intentó saltar del carro, pero él agarró su brazo.
No podía creer como constantemente lo estaba desbaratando.
Vio su cabeza hasta que finalmente se giró y pegó sus ojos con los suyos.
Ella estaba temblando, eso era obvio, como los temblores retorcían su
cuerpo.
Ella también tenía miedo. Podía entender eso. Ellos tenían algo…
algo inusual. Asustaba el infierno dentro de él también.
—Tengo que irme —susurró ella en una súplica. Sabía que ella
quería volver a construir sus barreras. No tenía más opción que dejarla ir,
pero lo que él quería era arrastrarla de vuelta a casa.
—Kinsey…
—Tengo que trabajar, Austin. Gracias por el paseo, por las cosas,
pero tengo que ir adentro. Estoy retrasada ya — dijo con más firmeza.
Estaba ganando su voluntad de hierro de nuevo.
—Bien — dijo y dejó ir su brazo. Ella salió de su carro y tomó unos
cuantos pasos hacia el hospital, sus bailarinas visiblemente empapándose
— ¿Olvidas algo?
Se giró mientras abría la cajuela. Vio la duda, como si solo quería
dejar los artículos allí. Finalmente, caminó de regreso y agarró sus bolsas.
—Puedo ayudarte a llevarlas —ofreció. Miró a sus tres bolsas, luego
a él con una mirada de estas bromeando.
—No soy ni inútil, ni una damisela en peligro. Aprecio tu ayuda esta
noche, pero no estoy jugando a hacerme la difícil, Austin. Estoy demasiado
ocupada para una relación, y nosotros solo no… bueno, no congeniamos.
Te lo dije, no le hago a las aventuras. Déjalo ir — Con esas palabras, se
giró y caminó adentro. Admiró la vista de sus caderas moviéndose
mientras se iba.
Sonrió. No sabía por qué. Ella era la mujer más frustrante con la que
alguna vez hubiera lidiado, pero le gustaba. Realmente le gustaba, de
verdad.
—Te veo pronto, Kinsey —llamó. Vio su paso flaquear por un
momento, antes de que continuara su ritmo.
Esperó hasta que ella estaba segura adentro antes de que volviera a
subir a su auto. Encendió la música en la radio y cantó. Para tener que ir
a casa y tomar una fría ducha, se estaba sintiendo realmente bien.
Unos pocos días pasaron con Kinsey intentando evitar a Austin.
Aparentemente, algo en las oficinas ha pasado y él no ha podido venir al
hospital durante sus turnos.
Ella finalmente tenía dos días libres enteros. Era un ganar- ganar,
porque eso significaba que sus pacientes lo estaban haciendo lo
suficientemente bien para ella como para alejarse por un par de días.
Estaba emocionada de que George estuviera mejor, y Joseph estaba
estable. Necesitaba esos días de descanso, también – desesperadamente.
Ella no había dudado cuando su jefe le había dicho que vaya a casa
y descanse. La primera cosa que había hecho fue tomarse un baño de dos
horas mientras leía, luego lanzó una mirada a la pila de correo.
Tenía que pagar facturas, incluso si le gusta o no, por lo que bien podría
acabar de una vez. Se sentó con su chequera y empezó a rasgar entre su
correo. Una hora después, sintió que un dolor de cabeza se avecinaba,
entonces descansó sobre el sofá con sus ojos cerrados, y una taza de café
caliente al lado de ella.
Mientras descansaba, no pudo evitar pensar en Austin. El hombre la
estaba invadiendo día y noche, incluso si estuviera en realidad aquí o no.
Ella estaba muy nerviosa, sabía que iba a tener que hacer algo, pero no
podía imaginar qué.
Se recordó a si misma todas las razones por lo que ella no quería
tener una aventura barata con él, pero su cuerpo estaba en una batalla
constante con su mente. Estaba en un permanente estado de excitación,
veía.
Con frustración, finalmente se levantó y fue a la cocina a comer una
golosina. Difícilmente había comida en la casa desde que ella había estado
prácticamente viviendo en el hospital. Su sueldo era gratificantemente
grande, aun así, era capaz de pagar todas sus cuentas mientras reservaba
una buena parte del cambio para un día lluvioso.
Ella quizás podía tratarse en un día de spa. Sabía que Cassie estaría
dispuesta a eso. Parecía una eternidad desde que las dos habían podido
salir juntas sin nadie más alrededor. Ella amaba estar rodeada de
personas, pero algunas veces solo necesitaba a su mejor amiga y a nadie
más.
Encontró una lata de sopa y la puso en la estufa para hervirla.
Mientras esperaba, su mente regresó al beso de unas pocas noches
previas. Solo pensar en ello tuvo sus pezones endurecidos y sus piernas
apretadas, buscando alivio por el pulso de su cuerpo.
Se preguntaba si la cosa de la ducha fría funcionaba para las
mujeres. Ella nunca había necesitado una antes de conocer a Austin
Anderson. Las esquinas de su boca se levantaron por sus pensamientos
errantes.
Cuando estaba pensando en apagar la estufa y darle una
oportunidad a la idea de la ducha fría, su timbre sonó, causando a su
corazón revolotear. Si él estaba del otro lado, se estaría lanzando en toalla
y atacándolo en el piso de su sala.
Se acercó a la puerta, su corazón latiendo erráticamente en su pecho
mientras la abría. No sabía si suspirar de alivio, o llorar de la frustración
cuando vio a Cassie parada ahí.
—Hola, Amor. Estaba tan emocionada de escuchar que tenías un día
libre que me precipite en seguida. Max tiene a Ariel, y estoy en una
necesidad desesperada de tiempo de chicas —gesticuló Cassie mientras le
daba a Kinsey un abrazo y se paraba en la entrada.
Kinsey sonrió, su corazón bajando a su ritmo normal, feliz de ver a su
mejor amiga.
—Me sorprende que puedas alejarte del trozo de tu esposo lo
suficiente como para recordar donde vivo — probó Kinsey.
—Créeme, no estás lejos. No puedo creer lo afortunada que fui por
haberlo encontrado, o que él me encontrara. No me importa el tiempo que
estemos juntos. Todavía se siente como si estamos en nuestra luna de
miel, incluso después de todo este tiempo, y un bebé de tres meses. —
gimoteó Cassie. Su tono se suavizó y sus ojos volviéndose encantadores
mientras hablaba de Max. Kinsey sintió una pequeña punzada de celos. No
de Cassie, por supuesto, solo que su mejor amiga ha sido lo
suficientemente afortunada para encontrar a uno de los buenos hombres
ahí afuera.
Con un mar de sinvergüenzas, era difícil de encontrar un verdadero
príncipe. Quizás ese era el por qué Kinsey era tan cautelosa para salir. Ella
había sido quemada más de una vez por un chico que ella pensaba era un
cabello de brillante armadura.
—Me encontré con Austin anoche —dijo Cassie mientras se sentaba.
Kinsey contó hasta cinco en su cabeza. No quería verse entusiasmada por
la información. Quería ser casual, no verse como si le importara el cuñado
de Cassie.
—Está bien, supongo —respondió Kinsey, esperando que su tono
sonara aburrido.
—Sí, se veía un poco miserable. Realmente colgado por algo… o
alguien —insistió Cassie, como si tuviera sus propios secretos. Estaba
matando a Kinsey.
—Eso está mal. Espero que se sienta mejor pronto. Espera un
minuto. Necesito revisar mi sopa.
—Aleja tu sopa. Iremos a almorzar—. Llamó Cassie.
Kinsey se imaginó que estaba tirando todo su acto de indiferencia. Casi da
un suspiro de alivio hasta que Cassie habló de nuevo.
—Luego me podrás informar por qué Austin luce como mierda, y tú
estás esforzándote tan duro para actuar como si no te importara.
—Maldición —suspiró Kinsey mientras apagaba el quemador. Ella
debería haber sabido que no podría guardar nada de Cassie. Se han
conocido la una a la otra por muchos años. Aunque ha valido el intento.
—No hay nada que decir, Cass. Sabes que tuvimos una noche. Nada
vino de eso —dijo Kinsey. Era más fácil intentar y engañar a su amiga si
no la tenías que ver a los ojos.
—Eso no es lo que escuché de Max. Aparentemente ustedes dos
compartieron un pesado y caliente beso la otra noche en el
estacionamiento de una tienda.
— ¿Habló sobre eso?— gritó Kinsey.
—Oye, solo soy la mensajera. No me grites —dijo Cassie con una
sonrisa ahogada.
—Estaba escuchando a escondidas de él y Max. Él estaba hablando
sobre una mujer frustrante, duchas frías, y oficiales inconsiderados—.
Cassie profundizó su voz, tratando de sonar como un chico. No estaba
lográndolo.
—Fue sólo un beso pequeño. No la gran cosa. Nada de lo que
quisiera hablar. No sé por qué está haciendo una gran cosa sobre esto. Lo
había olvidado completamente hasta que lo trajiste de vuelta.
—Apestas mintiendo, sabes —dijo Cassie, haciendo saltar a Kinsey
cuando se dio cuenta que su amiga había persistido tercamente.
—Okey, entonces el beso fue bueno. Genial, de hecho. Todos ellos lo
han sido, pero eso no significa nada. Podría tener un beso genial con una
docena de chicos diferentes, en cualquier club de la ciudad, en una noche
de viernes. No tengo tiempo para involucrarme con nadie en este
momento. Además, si lo hiciera, no sería Austin. Él es un conocido
mujeriego, me ha dicho que no está interesado en compromisos de
cualquier tipo. Yo solo…
—Solo te gusta mentirte a ti misma. Es caliente, Kinsey. Caliente
para ti, para tu cuerpo. Es un buen chico, lo creas o no. Sí, es un poco
arrogante, y definitivamente seguro de sí mismo, pero tiene un corazón de
oro. No te permitas estar tan asustada que huyes cuando deberías ir
despacio y tomar lo que te están ofreciendo. Lo que él quiere dar.
—Te amo a pedazos, y siempre lo haré, pero nunca funcionaría. Sé
que la idea de nosotras estando casadas de hermanos fue siempre el sueño
que se volviera realidad, pero eso no va a pasar, entonces terminemos de
hablar de Austin y solo tengamos un día increíble. No he tenido dos días
libres seguidos en una eternidad. No quiero desperdiciarlos —rogó Kinsey.
—Ganas por ahora, pero no me voy a rendir. Pienso que ustedes dos
están destinados a estar juntos. Nunca lo vi tan colgado por una chica. Y
créeme, veo a muchas chicas persiguiéndolo.
Kinsey tuvo que luchar contra los celos predominando en su buen
humor al pensar en Austin con otra mujer. Por supuesto él estaba con otra
mujer, era un mujeriego, por el amor de Dios. Aun así, eso la hizo ver un
poco de rojo. Ninguna pedicura ni bastante chocolate curaría.
—Estoy famélica. Pidamos comida china, pedicura, y chocolate
interminable. Lo intentaré, pero solo si estás de acuerdo en no mencionar
el nombre de cierto soltero — dijo Kinsey con una sonrisa falsa.
— Trato hecho. Pero una última idea más. Solo asegúrate que no
estás dejando pasar algo genial porque tienes miedo de salir herida. Casi
hice eso con Max, y hubiera sido el peor error de mi vida — dijo Cassie con
completa seriedad.
— Tú y Max estaban destinados a estar juntos. Ustedes dos deberían
estar en anuncios de servicios de citas. Juro que las miradas efusivas que
te da son casi enfermas. Aun así, te prometo que no estoy dejando que la
vida pase. Solo estoy, bueno, ocupada. ¿Qué hay con las personas
casadas? Siempre están intentando casar a alguien más. Supongo que el
matrimonio no es tan malo como millones de parejas divorciadas creen —
dijo Kinsey, intentando empujar una broma pero fallando de plano.
Ella ha estado en relaciones antes, pero no ha logrado encontrar esa
chispa. Ese pequeño algo extra que la hizo querer ir a dormir cada noche,
y despertar cada mañana junto a la misma persona.
Austin inmediatamente apareció en su cabeza. Se podía ver a si misma
despertando junto a él. Eso no sería un dolor de corazón en lo más
mínimo. No, se regañó a sí misma otra vez. Solo era el cansancio
hablando. Acabaría con eso en un par de días. Estaba diciéndose eso
mucho, que casi estaba creyendo sus propias mentiras.
Bien.
—Está bien, prometo ser buena. Conozco el lugar perfecto para
almorzar. Lo encontré cuando Max y yo salimos el otro día. Tiene los
mejores rollos de huevos que jamás he probado. Pieles claras y con
hojaldre, de la forma en la que me gustan — babeó Cassie mientras Kinsey
cogía su bolso.
—Prometí que no saldría los dos días libres enteros, pero aun
después de un par de horas en mi apartamento, me estoy volviendo un
poco loca. Estoy contenta de que viniste.
— ¿Para qué están las mejor amigas? Tendemos a saber cuándo la
otra persona nos necesita. Algunas veces, lo sabemos aún antes de que la
otra persona lo haga — dijo Cassie sabiamente.
— Tienes razón como siempre. En serio, gracias, Cass. Gracias por
siempre estar ahí, por saber lo que decir, y no decir, y solo por ser tú.
Cassie le dio un rápido abrazo antes de que salieran. Kinsey estaba
emocionada por ver que Cassie tenía un auto con chofer, lo que significaba
que podían tener bebidas con el almuerzo y mientras se hacían la
pedicura. Sentía a su estrés inmediatamente comenzando a aliviarse. Se
estaba convirtiendo en un gran día, incluso después de su inestable
comienzo.
Capítulo 8
Traducido por kenia20
Corregido por cristinita <3
—Felicitaciones. Lo estás haciendo bien, George. No estarás
corriendo maratones pronto, pero estarás bien para ir a casa — El Doctor
dijo mientras firmaba los formularios de alta.
—Me siento bien, doctor. ¿Tiene algunas noticias buenas sobre mi
hermano? —preguntó George echando una ojeada a Joseph, quien no se
había movido en semanas, podía ver la tensión en el rostro de Katherine,
igual que el resto de la familia.
—Está estable ahora mismo. Él no se ha puesto mejor o peor en este
punto —aseguró el doctor.
George suspiró de frustración. Como él probablemente podría
celebrar su propia salud cuando su hermano estaba colgando de un hilo.
Nada sería lo mismo otra vez si Joseph no salía del coma.
Debía hacerlo. Él era terco y fuerte y no podía dejar a su familia. Lo
necesitaban demasiado. Odiaba que no pudiera hablarle a Joseph,
especialmente desde que tomó un accidente de auto para hacerlo abrirse
sobre su relación con Esther. La culpa lo estaba carcomiendo.
—George, estoy tan contento de ver que te estás sintiendo mejor —
dijo Esther mientras se unía a la familia.
El corazón de George se saltó unos latidos a la vista de ella. Mientras
miraba a Esther, su dolor aliviándose. Nunca creyó posible encontrar el
amor otra vez, pero luego nunca había esperado conocer una mujer como
Esther. Ella era amable, amorosa, y llena de vida. Podía verse a ambos
paseando alrededor del mundo en los próximos años. Lo que lo
emocionaba más que todo, era el creciente amor entre Esther y los niños.
Nunca podía incluso considerar el casarse otra vez, a menos que la mujer
amara a su familia.
Incluso aunque sus niños estaban creciendo, aun así se necesitaban
el uno al otro. De eso se trataba la familia.
—Gracias, Esther — Finalmente respondió, tratando de lucir casual.
Esperaba que haya salido bien.
— ¿Cómo lo estás llevando, Katherine? — preguntó Esther mientras
se acercaba a Katherine y la envolvía en una abrazo reconfortante.
—Estoy tomando un día a la vez. Lo extraño, pero sé que regresara a
mí. Su vida no ha terminado todavía. Tiene mucho más que dar — dijo
Katherine, su voz profunda con emoción.
La propia garganta de George sintió un escalofrió mientras
escuchaba el dolor en la voz de su cuñada. La amaba, había estado
emocionado cuando Joseph finalmente recapacitó y se casó con ella.
Sonrió, regresando a esos días tempranos. Que estúpidos y obstinados que
habían sido él y su hermano, especialmente con las mujeres.
No imaginaba que sus propios hijos habían sido tan cautelosos de
tomar un salto de fe en matrimonios y familias. Parecía que a los hombres
Anderson les tomaba un poco más que a los hombres promedio para
admitir que estaban equivocados y permitirse una felicidad de por vida.
—Si hay que pueda hacer, déjamelo saber — ofreció Esther.
—Lo aprecio, pero pienso que la única cosa que cualquiera de
nosotros puede hacer en este punto es esperar…
— ¿Me puedes llevar a casa, Esther? Me gustaría ducharme y
cambiarme. Volveré realmente pronto, Katherine — dijo George.
—Sí, eso estará bien — respondió Esther, sus mejillas
enrojeciéndose cuando varias cabezas se volvieron a ella.
—No necesitas regresar esta noche, George. Por favor quédate en
casa y descansa. Necesitas cuidar de ti, entonces me puedes ayudar a
cuidar a Joseph cuando él despierte — dijo Katherine.
— Joseph Anderson, ¿no vas a descansar por mucho más, está
bien? Necesitas volver a casa con nosotros. Todos te amamos y te
extrañamos enormemente —dijo George mientras se inclinaba y abrazaba
a su hermano. Su corazón estaba roto con su constante conexión entre
otra pérdida. Quería tan desesperadamente escuchar esa resonante,
maravillosa voz, sentarse por el fuego con un buen vaso de bourbon, reír
sobre sus hijos tercos.
Pronto, se prometió a sí mismo. Joseph despertará pronto.
—Estoy listo, Esther. Aprecio el que me lleves —dijo George
finalmente.
La enfermera insistió en llevarlo en una silla de ruedas a la entrada
principal, pero se negó. No era un inválido. Él ha estado caminando desde
que tenía 8 meses de edad, y no iba a estarse dejando mandar ahora.
Deslizó su brazo por el de Esther y caminaron fuera de la habitación.
— ¿Estás bien, mamá? Sé que extrañas a papá, pero necesitas salir
de aquí un poco más — dijo Mark mientras se sentaba junto a Katherine.
—Ah, Mark, lo entenderás después de que hayas estado casado
tanto tiempo como yo. Me duele estar lejos de él. Siento como que si no
puedo respirar mientras estamos separados. Tu padre me necesita aquí.
Sé que puede escucharme. Sé que está consciente de que estoy a su lado.
Más tiempo que este aquí, más rápido que el regresará a casa.
—Mamá…
—Ahora, no me calles. Lo estoy haciendo bien.
— ¿Puedes contarnos más de tu historia? — preguntó Amy. —Te
quedaste con Joseph parado en tu puerta. Él estaba callado, el muy cerdo.
Realmente estoy esperando que lo hayas puesto en su lugar — terminó con
una sonrisa para llevarse todo el dolor de sus palabras.
—Por supuesto, amaría contarte más. Me lleva al pasado. Oh, cómo
extraño esos días de amor joven, pasión y romance. Obviamente, funcionó
para Joseph y yo, pero yo seriamente tengo mis dudas…
Katherine se fue apagando. Se sentó, acomodándose antes de
empezar…
Katherine se paró en la entrada en shock. No podía creer que él se
aparecería en su puerta, y luego se atreviera a insultarla. Oh, ella lo había
extrañado, aun sabiendo lo que había hecho. Había pensado que era
guapo hace cinco años atrás, pero el tiempo solo lo refinó.
Él se paró ante ella, más alto que la vida, sus brillantes ojos azules
prácticamente echando chispas, mientras la observaba. Su cabello oscuro
estaba corto, y su ropa estaba un poco arrugada, como si hubiera viajado
una distancia larga, solo para aparecer en su puerta.
Su rostro estaba un poco más esculpido, todas las huellas de la
juventud idas. Sus hombros un poco más anchos, más fuertes. Siempre
había atado a su estómago en nudos, pero pensaba que lo había eliminado
de su mente.
Ella había estado equivocada.
Sus rodillas estaban temblando, y tenía que mantenerlas juntas
para seguir evitando caer en un charco. No podía dejarle saber cuánto la
estaba afectando. También no parecía encontrar su voz mientas se
miraban el uno al otro.
— ¿Vas a contestar? — se burló, su voz profunda cayendo sobre su
piel. Luchó contra los temblores queriendo retorcer a su cuerpo. Él no
estaba allí para proclamar su amor, estaba segura de eso, ni que le
hubiera creído de cualquier forma.
Él estaba ahí por venganza por lo que percibió un delito por parte de
ella.
Sabía que él podía ver lo que le estaba haciéndole. Era obvio. Ella
nunca había sido buena en esconder sus sentimientos. A menudo él había
comentado como amaba la pasión justo debajo de su superficie puritana.
Había estado todo sobre liberar esa pasión, exponiéndola, haciéndola casi
sentir cruda en sus brazos.
Ella nunca le había dado a otro, lo que le había prometido a Joseph.
Había pensado que había terminado con él, había estado equivocada.
—A menudo he pensado en ti, preguntándome con cuantos otros
hombres habías jugado. Me pregunto quién de nosotros ha tenido más
compañeros, Katherine — dijo con una mueca. Eso lo hizo. Su
temperamento superó su sorpresa.
—Bueno, Joseph, yo no beso y cuento, entonces solo tendrás que
seguirte preguntando. Aunque estoy segura, si fuera una jugadora,
sentaría las apuestas en tu favor. Con el número de concubinas a tu
servicio, puedes tener una mujer nueva a tu disposición cada noche de la
semana.
Ella estaba orgullosa del tono casual que usó, como si no le
importara nada en el mundo. Dejándole pensar lo que quería.
Él la miro en sorpresa. Ella nunca antes había tenido una lengua
afilada. Había madurado, también, en los años que habían estado
separados. Aun así, ella se preguntó cómo estaba dispuesta para usar
cualquier humor con él mirándola fijamente.
—Punto anotado —dijo con humor llenando sus ojos. — Aunque,
considerando tus palabras de despedida, no puedes culparme de
preguntar. Una mujer de tus inmensas necesidades no estaría soltera por
ningún periodo de tiempo. He escuchado rumores de que tú no estás
actualmente tomada. Supongo que la suerte está conmigo.
Katherine quería abofetearlo, se lo merecía. Estaba intentando
hacerla perder su temperamento, y estaba teniendo éxito. Aunque, no
había manera de que le daría esa victoria. No le permitiría saber lo tanto
que la afectaba. La mejor cosa que podía hacer para ganar su pelea de
pareja seria actuar indiferente. Ella había actuado en el mundo
empresarial lo suficiente para saber cómo aparentar, solo que nunca había
disfrutado hacerlo. Era demasiado honesta para ser un verdadero tiburón.
También, tenía que recordarse a sí misma, si él estaba de regreso,
era por el cambio de poder en la familia Anderson. Su padre, a quien
amaba, debía haberlo llamado. Podía morder su lengua en beneficio de
Milton, quien necesitaba el apoyo extra que su hijo le proveía.
Bajo ninguna circunstancia quería ver la corporación puesta en las
manos de Neilson, aun si tenía que lidiar con Joseph.
Porque ella era parte del grupo que tomaba la decisión sobre quien
tomaba las riendas de la corporación, no podía permitir que viejas heridas
influyeran en ella en una manera negativa. Si el nombre de Joseph estaba
añadido a la lista de posibles candidatos, entonces necesitaba mirar a sus
calificaciones, no al hecho de que él había destrozado su corazón. Como el
trataba a las mujeres no afectaba en cómo era en los negocios.
Él era conocido como un tiburón, un Presidente Ejecutivo que
cualquier compañía estaría orgullosa de tener al timón. Sabía que si era lo
mejor para la corporación, votaría en esa dirección. También sabía que
renunciaría después.
Una mujer podía solo soportar demasiado, y luego no había manera
que pudiera manejar verlo todos los días, deseándolo, pero nunca
teniéndolo. Destruiría lo que queda de su apenas curado corazón.
—No es asunto tuyo si estoy soltera o no. Yo no sigo a tus cientos de
novias — chasqueó. Antes de que pudiera sentir culpa sobre perder su
batalla de voluntad con ella mismo y romperse, él sonrió con suficiencia.
Katherine continuó, —Lo siento, debí haberte subestimado. Cientos son
muy bajo como número.
Él rió alto a sus palabras. Sus hombros se sacudieron mientras se
agarraba en su puerta, previniéndola de cerrarla. La abierta alegría en su
rostro la tomó de improviso, y sintió un profundo calor quemando dentro
de ella. Le había tomado años para deshacerse de él, y aun así no lo había
logrado. Verlo despreocupado y lleno de humor, aun cuando estaba
tratando de insultarlo, le causaría más años de deseo.
¿Cómo ella suponía encontrar un hombre quien incluso viniera cerca
de afectarla de la forma en que Joseph Anderson lo hacía? ¿Por qué tenía
que ser él como una serpiente encantadora?
—Yo si tengo una reputación que proteger, Katherine, pero aun así
tengo mis límites. Tú, por otro lado, has desarrollado mucho misterio, por
ti misma. Se ha dicho que tú raramente sales con el mismo hombre dos
veces, que eres fría como una serpiente, y puedes destruir el ego de un
hombre con una mirada penetrante con esos hermosos ojos tuyos. No
puedo imaginar que los rumores sean ciertos, pero…
—Sabes lo que dicen sobre lo de asumir, Joseph.
Él rugió de risa otra vez, atrayendo a sus ojos con la plenitud de sus
labios. Ella quería hundirse en el piso, recordando la sensación de él
arrastrando suavemente besos por el costado de su cuello.
Él había sido tan tierno, tan apasionado.
Le había mostrado un mundo que nunca había imaginado que
existía. Tenerlo tan brutalmente arrancado fue injusto. No le podía suceder
eso dos veces.
—Ah, es bueno estar en casa, cariño. He extrañado nuestras
conversaciones —la palabra cariñosa que vino tan casualmente de sus
labios envió una punzada a su pecho. Raramente la había llamado por su
nombre cuando habían salido. Siempre había sido una expresión de
cariño. Se había sentido tan querida.
Ella fortaleció su decisión y empujó la puerta un poco, ni siquiera
causando a su cuerpo de seis pies y cinco pulgadas ceder un poco. Pateó
con su pie, golpeando sus caros mocasines, intentando mostrarle que no
era bienvenido. Necesitaba parar su intercambio.
— ¿Por qué estás aquí, Joseph? Podríamos pasar toda la noche
insultándonos el uno al otro, pero he tenido un extraordinariamente día
largo y solo quiero comer algo para cenar e ir a la cama. Dime lo que
quieres, luego podemos dejar de torturarnos, y regresar a nuestras vidas…
—Te quiero, Katherine.
Wow, pensó. Eso estaba directo al punto. No estaba intentando
seducirla secretamente. Por lo menos él era directo, dejando la verdad de
sus intenciones permaneciendo como una sombra persistente. Él había
sido de la misma manera hace cinco años, pero ella había estado
equivocada sobre él, y sabía que nada era diferente ahora.
Katherine estaba convencida de que era todo un juego para él. Él
debe haber sentido que ella lo debía despreciado de algún modo, entonces
quería su libra de carne. No lo iba a conseguir. Ella ya le había dado lo
suficiente.
—No estoy para que me tomes, Joseph, ni estoy en venta. Esta es
una transacción que no vas a cerrar, entonces puedes salir por donde
entraste. Te pediré que te vayas, una vez más — dijo ella, hablando a
través de sus dientes apretados.
—Invítame adentro.
El seductor ronroneo en su voz estaba destinado a derretirla de
adentro hacia afuera. Tenía práctica en adquirir mujeres. La forma en que
su voz se profundizó en la palabra adentro mientras sus ojos ojeaba su
cuerpo. La forma en la que la desnudaba, dejándole saber que podía
recordar cada detalle de ella.
Se sintió desnuda, a pesar de que estaba perfectamente vestida. Su
cuerpo respondió como lo ha hecho tantas veces previamente. Ella quería
invitarlo adentro. Quería olvidar su corazón roto, olvidar las reglas, olvidar
su voluntad de hierro y solo sentir… sentir deseo, amor, pasión. Quería
sentirse necesitada.
Casi pronunció la invitación, antes de que se sacudiera de su trance.
Mientras tomaba un paso hacia adelante, ella rápidamente lo
bloqueó, sabiendo que si venía a través de esas puertas, sería tan
vulnerable, tan fácilmente de seducir.
—No estoy segura sobre qué ha sido esta visita, pero no puedo decir
que ha sido agradable, Joseph. Otra vez, repito mi invitación para que
dejes mi edificio. No entrarás, no esta noche, mañana, o en una semana
desde ahora. Por favor da un paso atrás entonces puedo cerrar mi puerta.
— ¿Tienes miedo de mí, Katherine? — Sus ojos se ampliaron al
desafío en sus ojos —No, no pienso que lo estés. Creo que temes a ti
misma. Creo que me quieres. Quizás aún más de lo que yo te quiero,
aunque no veo como eso es posible. ¿No confías en ti misma para estar a
solas conmigo?
La sonrisa de suficiencia en su cara le dijo que él había leído las
reacciones de su cuerpo como un experto en lenguaje de señas. Tenía
miedo. Estaba aterrorizada, de hecho.
Él se inclinó contra el marco de la puerta, agradecidamente no
forzando el asunto, y solo empujándola a un lado. Ella sabía que era una
fuerza de voluntades. Él sabía que podía entrar. Él pesaba el doble de lo
que ella lo hacía, y fácilmente se alzaba sobre ella por un pie. Aunque, no
quería forzar su camino adentro. Él quería su sumisión a su voluntad.
¡Él podía seguir esperando!
— ¿No estás preocupada por que los vecinos escuchen nuestra
pequeña conversación? Siempre te preocupaste de lo que otros pensaban
de ti. Diría que ellos probablemente sacarían el canguil y cogerían una
silla si pudieran escuchar nuestra pequeña conversación en el pasillo.
Era una amenaza. Ella no tenía duda sobre eso. Le estaba
prometiendo que alzaría su voz. Pero sabía que él no lo haría. Tenía una
reputación que proteger. Su imagen estaba regada en las revistas por lo
menos una vez al mes. Ella era una don nadie.
Ella cruzó sus brazos y lo fulminó con la mirada. Solo tenía que
permanecer fuerte. Ignorar sus amenazas vacías.
Él se movió, despejando su puerta, y rápidamente empezó a cerrarla
en su cara. Antes de que echara el pestillo, su mano salió disparada, y ella
sabía que luchar sería inútil. Pesaba unas sólidas 200 libras, sino un poco
más, de nada que solo músculo.
Ella no tenía ninguna posibilidad de un desafío físico en su contra.
Demonios, ella apenas tenía una oportunidad en una batalla mental. Él
era un poco más sofisticado que ella y realmente sabia como jugar todos
los juegos que ella había evitado en toda su vida.
— ¿Ah, Katherine, te diste cuenta de que no soy ninguna mosca
molesta que puedes espantar, verdad? ¿Cuándo alguna vez he dejado a la
palabra no determinarme? Vine aquí a verte y hablar en privado. ¿Alguna
vez me has conocido por no conseguir lo que persigo? — preguntó con total
autoridad y confianza.
Ella tembló por el poder en sus ojos. No sabía cómo podía ganar
esta batalla. ¿Por qué seguir luchando?
Ella sabía por qué.
Él quería tener un rollo rápido en el saco, mientras ella necesitaba
aferrarse a su cordura. Si se rendía a él, perdería mucho más que si solo
se alejaba. Él podía soportar el golpe en su orgullo. Ella absolutamente no
podía soportar el golpe en su corazón.
—Esto no es una batalla, Joseph. Lo siento si he tirado un guante
imaginario, o accidentalmente te desafié. Ganaste, ¿está bien? Tienes los
puntos de superioridad. Ahora, vete como un caballero, y posiblemente
podamos conversar después, quizás tomar un café — imploró.
Ella estaba dispuesta a encontrarlo en un lugar público si salía de
su puerta. Estaría preparada para entonces, armada. No de mal humor y
sorprendida al verlo por primera vez después de todos estos años.
Miró en sus ojos, su rostro suavizándose por un momento y ella
pensó que lo había convencido. Entonces sus ojos se estrecharon, solo un
poco en las esquinas, y sus hombros se pusieron rígidos. No había
terminado, ni de cerca.
—Parece ser que estamos haciendo esto de la manera difícil. Solo
recuerda que te he advertido. Siempre obtengo lo que quiero, y ahora
mismo quiero privacidad contigo.
Se giró y se alejó de la puerta. La cerró a solo una grieta y se asomó.
Si daba un paso atrás, ella rápidamente la cerraba, pero no confiaba en lo
que estaba haciendo. Había personas mayores que vivían en su bloque de
apartamentos, y niños, demasiados niños.
Sabía que no lastimaría a ninguno de ellos, pero era todo lo que
sabía. Quizás a él realmente no le importaba si las nuevas estaciones
acampaban fuera de su puerta, pero seguro como el infierno que no quería
eso.
Se alejó como veinte pies de su puerta, justo en el medio del piso.
Sostuvo su aliento. ¿Qué estaba haciendo?
Se giró, mirando directamente al hueco de su puerta, justo en sus
ojos. Luego, le guiñó.
Lanzó su cabeza atrás y gritó.
— ¡Katherine! ¿Dónde estás, Katherine?
Sus gritos sonaban como una escopeta por los pasillos estrechos,
haciéndose eco en las puertas. Antes de que descubriera sus intenciones,
las puertas comenzaron a abrirse. Ella abrió su puerta más ampliamente,
mientras veía a sus vecinos pararse en el vestíbulo.
Estaba causando una escena.
Capítulo 9
Traducido por pajarita
Corregido SOS por Auro Kyle
—Creo que tenemos suficiente información para estar de acuerdo
que es el momento de despedir a Jack. La pregunta es, ¿vamos a presentar
una denuncia? — dijo Max.
—Despedirlo, sí, pero creo que estamos perdiendo el tiempo de todos
si presentamos cargos. Sí, sabemos que es él, pero todo lo que tenemos
son testigos oculares y sospechas. Él ha realizado un buen trabajo
cubriendo sus huellas, — dijo Trenton.
—Estoy de acuerdo con ustedes dos. Le dejaremos ir, pero creo que
esto ya es demasiado complicado, y presentar cargos sólo logrará arrastrar
a demasiadas personas, creo que debemos dejar que él se marche,
entonces ellos podrán seguir con sus trabajos, — Austin dijo.
Austin despreciaba a los empleados deshonestos. Su familia trataba
a su personal con el máximo respeto, les daba buenos beneficios, tiempo
libre, ayudaba a sus familias e invertía tiempo y dinero en ellos. Por eso,
aunque se tratará de un negocio, lo sentía más personal. Cuando uno de
sus empleados les robaba.
Parece que Dean hizo un gran trabajo recopilando toda la
información necesaria, además de que habló con todos los receptores que
tenían sospechas.
—Jack se robó aproximadamente cincuenta mil dólares en
mercancía. Él no tiene una cuenta bancaria, así que a dónde ha ido el
dinero es una incógnita, — dijo Max.
—Bueno, vamos a despedirlo y darlo por perdido. Podría haber sido
mucho peor, — dijo Austin con un suspiro.
Él quería presentar cargos porque lo molestaba que el tipo solo fuera
a terminar con la pérdida de su empleo. Sin embargo, tenía que dejarlo ir.
La familia estaba pasando por bastante tensión con Joseph aún en
coma y su propia vida estaba hasta el borde por sus problemas
personales.
Habían pasado un par de semanas desde la última vez había tenido
un momento a solas con Kinsey.
Él estaba cansado de sus tácticas para evitarlo. De una u otra
manera, iban a tener un enfrentamiento. Apenas podía esperar.
—Muy bien, chicos, eso es lo último de la empresa. Ahora, háblame
de tu caliente, o debería decir, frío romance con Kinsey, — exigió Trenton,
sacando a Austin de sus meditaciones. Austin evitó a su hermano con la
mirada.
Él era un hombre hecho y derecho y no debería tener a sus
hermanos gastándole una broma acerca de su vida amorosa. —Mi relación
con Kinsey está… bien. Maldición, es… complicado, — él dijo sin
convicción.
Max y Trenton se echaron a reír ante su tono frustrado.
Él creía que se lo merecía con la cantidad de bromas que les había gastado
a ambos cuando ellos tuvieron problemas en sus relaciones. Aunque no se
sentía bien ser el receptor ahora.
—¿Estás perdiendo tu arrogancia, hermanito? Nunca he visto que te
arrastrarás antes, pero parece ser una cosa constante con Kinsey, — se
burló Trenton.
—¡Mi arrogancia está bien! Como prueba de ello, tengo una lista de
mujeres disponibles en mi teléfono a la espera de mi llamada, — espetó. La
idea de llamar, a cualquiera de ellas lo dejó con una sensación de vacío.
—Sí, pero a la que quieres realmente parece pensar que eres tan
atractivo como la “salmonela", — añadió Max.
—Sabes, me parece recordar cuando Cassie te hizo arrastrarte sobre
tus manos y rodillas, por lo que no deberías de burlarte. Y antes de que
interrumpas, Trenton, Jennifer estaba haciendo que la persiguieras por
todo el lugar, — Austin les recordó a sus hermanos con aire de
suficiencia.
Ambos sólo le mostraron sus brillantes sonrisas torpes. Estaban tan
enfermizamente enamorados, que sus comentarios no los afectaron en lo
más mínimo.
—Sí, y mírame ahora. Esa mujer increíblemente hermosa es mía, —
dijo Max, con el pecho hinchando. Era más que obvio que Max caminaba
sobre el agua por ella.
—Hacer a Jennifer mi esposa es la mejor cosa que he hecho nunca.
Ella y los niños hacen que me dé cuenta por qué papá quiso que
encontráramos a alguien así. Si crees que es Kinsey, tienes que retenerla.
No dejes que se escape porque, créeme, te perseguirá por siempre, —
advirtió Trenton.
Austin se sentó y esperó mientras Trenton habló. Él conocía el
corazón de su hermano, estaba en el lugar correcto, pero estaba harto de
que la gente le dijera lo que debía hacer.
¿Qué pasaba con querer vivir sólo por el momento? A su juicio,
nada. Le gustaba Kinsey. Las mujeres iban y venían. Sí, quería estar con
ella, pero no para el resto de su vida.
Tomó una cerveza y bebió un largo trago mientras Max se unió y dijo
algo inaudible. Austin decidió que la necesitaba para escuchar los que
ellos tuvieran que decir. Otro gran trago de líquido frío pasó por su
garganta.
Sus hermanos estaban jugando con su cabeza. Tenía que salir de
allí. Tal vez sería mejor ir y tener una charla con Kinsey. Sí, parecía la
mejor cosa a hacer.
—Miren, los dos, — Austin dijo interrumpiéndoles, logrando que Max
se detuviera a mitad de la frase. — No sé lo que estoy haciendo en este
momento, pero me gusta, ¿de acuerdo? No es como que estoy pensando en
acostarme con ella en algún hotel barato, y a luego, tirarle un billete de
cincuenta sobre la almohada. Ella es testaruda, irracional, muy emocional,
y un dolor en el culo, pero por alguna razón, no puedo dejar de pensar en
ella. La siguiente vez que necesite su opinión sobre el estado de mi vida
amorosa, les preguntaré, pero por ahora...
—Está bien, entendemos, no nos entrometeremos — dijo Max.
—Lo entiendo. Y siento todo el dolor que te causé mientras estabas
persiguiendo a Jennifer, — interrumpió Austin.
—Hey, yo no estaba persiguiéndola. Ella quería que yo la
persiguiera, — dijo Trenton, a pesar de que todos sabían la verdad.
Jennifer le había echado un vistazo y había salió corriendo para el
lado contrario. Pero Trenton la había seguido rápidamente. Parecía que
todos los hermanos se habían puesto de acuerdo en correr lo más rápido
que pudieran cuando escucharan las campanas de boda, era como una
carrera de velocidad por el pasillo. ¿Era su edad? ¿Era su mortalidad
alcanzándolos?
Austin no quería ni pensar en eso. Sólo tenía treinta y cuatro años,
ciertamente no tenía un pie en la tumba todavía.
Tiene que ser el estrés, eso es todo, razonó consigo mismo. Una cosa
sí sabía a ciencia cierta, que no importaba cuán irritado lo volvieran sus
hermanos, hermana o incluso primos, él seguiría siempre amándolos.
Él también estaría allí para cualquiera de ellos en cualquier instante,
por la razón que fuera, ya que él también se había puesto al día con sus
consejos y las bromas a su costilla. Eso lo que las familias hacen, están
ahí para los otros.
—Tengo que correr, — dijo Austin mientras saltaba sobre sus pies.
Tenía que verla, hablar con ella. Tenía que estar con ella otra vez.
Entonces su vida volvería a la normalidad. Trenton y Max no dijeron nada,
cuando salía de la habitación. Estaba seguro de que ellos empezarían a
hablar de su hermano loco tan pronto como estuvieran fuera del alcance
de su oído. Sin embargo, ni siquiera le importaba.
Austin fue en línea recta hacia el hospital. Miró al empleado del
estacionamiento y dejó escapar un suspiro de alivio cuando él encontró su
coche en su lugar habitual.
Sabía que su turno había terminado hacía una media hora, pero ella
estaría de guardia esa noche. Como la condición de Joseph era estable y
George estaba en casa, ella estaba de guardia en el hospital solo dos
noches a la semana, aunque también trabajaba cinco días con turnos de
doce horas. Aun así, hizo se le hizo difícil dar con ella, y tratar de obtener
paz.
Austin caminó adentro y se dirigió por el pasillo en silencio. Él
prefería el hospital a altas horas de la noche. No había mucho caos a esa
hora, se apagaban las luces, el personal estaba más ligero, y los pasillos
más tranquilos. Encontró su habitación y llamó.
No hubo respuesta. Llamó a la puerta de nuevo y esperó. Aún así, no
obtuvo respuesta. Tomo el pomo de la puerta y lo encontró desbloqueado
por lo que abrió la puerta al máximo en un espacio increíblemente
pequeño.
Una oleada de alivio le embargo, cuando la vio acurrucada en la
cama pequeña con un libro en la mano, una luz de lectura tenue que
iluminaba un lado de su cara. Llevaba un par de auriculares,
probablemente con la esperanza de ahogar cualquier ruido desde el
pasillo.
Expectativa. Hambre. Necesidad… Todos esos sentimientos lo
llenaron mientras su mirada se posó en su frágil cuerpo. Llevaba su
uniforme, pero su cabello estaba húmedo, daba cuenta de que había
tomado recientemente una ducha. Podía oler una pizca de menta en el
aire, sentía su toque en su nariz. No quería desearla, pero no podía negar
que lo hacía. Su cuerpo le instó a seguir adelante, mientras su mente
razonó para que él fuera más lento.
Él estaba demasiado involucrado, muy confundido sobre ella. Su
deseo ganó. No podía apartar la mirada de sus labios naturalmente rosas,
la insinuación de su escote apenas mostrándose, sus bien formadas
piernas dobladas debajo de ella...
Él sabía lo que había debajo de su pelo revuelto y sus dedos, le
picaban para eliminar cualquier barrera de su camino. Su largo y oscuro
pelo descansaba sobre sus hombros. A él le encantaba cuando lo llevaba
suelto, las ondas y su espesor actuaba como una cortina. La quería
encima de él con su pelo cayendo hacia adelante y frotándose contra su
pecho. Su cuerpo se tensó más. Él entró y cerró la puerta, esperando a que
ella levantara la vista y lo notará. Cuando lo hizo, sus ojos se abrieron
mientras se aferraba a su pecho.
—Me has asustado, — dijo con una risa nerviosa.
—Lo siento.
—¡¿Mi localizador no se habrá apagado?! ¿Pasa algo malo con
Joseph?
Ella parecía preocupada mientras se levantaba de la cama, con su
libro a un lado, su instinto se hizo cargo y ella entró en el modo
enfermera.
Quedó impresionado con la rapidez con que ella respondió. Sabía
que si algo llegara a sucederle a Joseph, él querría que ella lo atendiera.
Ella era buena en lo que hacía como ya lo había demostrado.
—Quería hablar contigo, — dijo mientras se inclinaba más cerca.
Finalmente se dio cuenta de que estaban solos en su habitación
privada. Echó un vistazo a la puerta cerrada detrás de él y sus ojos se
abrieron.
Esperó hasta que ella nerviosamente le devolvió la mirada, y luego
sonrió. Había deseo ardiente en sus ojos, y él sabía que no era lo que
temía. Ella tenía miedo de sí misma. Estaban desmoronándose pieza por
pieza, las barreras que construyo para su propia protección.
Ella iba a sucumbir a él. Por fin iba a ceder a sus propios deseos. Él
sabía que la espera había terminado.
Kinsey miró a los ojos rapaces de Austin, sintiéndose como un ratón
acorralado. Luchó contra el temblor de su cuerpo, sabiendo que si ella
bajaba la guardia, incluso la más diminuta muesca, él la tendría sobre su
espalda.
Intentó decirse a sí misma que no valía la pena. Ella ya estaba
demasiado acostumbrada a él, cada vez que entraba en una habitación lo
buscaba, al escuchar el sonido de su risa, deseándolo con una ardiente
necesidad.
Si se dejará seducir, sería un fracaso para ella, se sentiría
demasiado apegada a él para dejarlo ir.
Su única noche juntos había sido fantástica, pero sus días llenos de
tensión habían sido... demasiados miserables. Él estaba marcándose en
un lugar importante de su corazón, y ella no podía permitirse el lujo de
dejar que lo hiciera.
—Debo ir a ver cómo esta, — dijo finalmente después de un largo
silencio incómodo. Estaba utilizando todo su ingenio para recordar que
estaban hablando de Joseph.
—Acabo de comprobarlo. Está en buenas manos en estos momentos.
Katherine está durmiendo a su lado. Tú no quieres molestarla, ¿verdad?
—Por supuesto que no. — Pero quiero salir de esta habitación antes
de que cometer un error monumental, ella añadió en silencio.
—Bueno. Ahora, vamos a charlar, — dijo mientras daba un paso
hacia adelante.
Ella se retiró de forma automática, en una muestra de su debilidad,
sus ojos se iluminaron aún más y él cerró el pequeño espacio. Él era como
un lobo, que estaba cercando a su presa.
Ella estaba en un gran, gran problema. ¡Peligro! Su cerebro gritó.
¡Cállate!, su corazón amonestó. La sala estaba llena de deseo grueso y
palpitante. Con la espalda contra la pared, no podría hacer nada sino
esperar. Él estaba a centímetros de su cuerpo, sus brazos subiendo
mientras sus manos creaban una jaula alrededor de su cuerpo tembloroso.
Su olor la envolvió, un ligero almizcle mezclado con un toque de
madera.
Ella quería moverse hacia adelante, tocar y pasar su lengua por la
columna de su garganta, saborearlo, sentir su corazón latiendo debajo de
sus labios. Nunca había tomado un latido con la lengua antes... pero
estaba dispuesta a darle una oportunidad.
Sintió su cuerpo calentarse mientras sus músculos temblaban. Su
cuerpo apenas podía mantenerse unido y cuando él la besara, porque ella
sabía que él iba a hacerlo, ella creyó que podría explotar.
Cerró los ojos, tratando de bloquear al menos ese sentido.
—Detente.
Ella abrió los ojos para mirarlo con confusión. ¿Detener qué?
—Deja de luchar, tú, yo, nosotros. Déjate llevar, —él murmuró, su
aliento acariciando su rostro. Se inclinó y tomó su labio inferior entre sus
dientes, mordiéndolo suavemente antes de introducir su lengua a través de
la superficie.
Él no apartaba la mirada de la suya, mostrándole el deseo intenso
que brillaba en sus profundidades. La necesitaba, más que lluvia en un
desierto. Se sentía mareada, pero poderosa. No podía decir que no.
Ella no pensaría en otra cosa excepto en él. Solo tenía que dejarse ir,
tenía que ceder y purgarlo de su sistema. Dándose cuenta de que no era
tan complicado como recordaba.
Cientos de pensamientos se agolpaban en su mente mientras trataba
de razonar con ella misma.
Cuando sus labios se cerraron completamente sobre ella, su mente
quedó en blanco. Cuando introducía la lengua en su boca, su cuerpo
asumió el control.
Los latidos del corazón de Kinsey se aceleraron cuando Austin
apretó todo su cuerpo contra el de ella. Sus brazos eran una jaula sólida a
su alrededor, su pecho presionando contra sus pechos, haciendo que sus
pezones se endurecieran.
La fiebre la recorrió cuando él le soltó la lengua, y luego siguió de
nuevo en su propia boca, entrelazándolos a los dos juntos en una danza de
seducción.
Movió la mano, unos pocos centímetros, y se pasó los dedos por su
mejilla sonrojada. La esquina de su pulgar rozando el borde de su labio
mientras se movía una fracción de una pulgada hacia atrás.
El instinto se hizo cargo cuando su lengua saltó y le lamió la almohadilla
áspera. Él gimió de placer, animándola a seguir adelante.
Ella abrió su boca y chupó su dedo, exultante al ver la lujuria
salvaje en sus ojos. Ella mordió suavemente antes de apretar la mano de
su boca y el la agarró de la parte de atrás de su cuello, reclamando sus
labios una vez más.
Él no era apacible cuando tomo su boca, besándola con la necesidad
pura. Él la poseía, y no se contenía nada en el proceso.
—Eres mía, — gruñó mientras se inclinaba hacia atrás lo suficiente
para tirar de su bata sobre su cabeza.
Antes de que pudiera respirar, él la besó de nuevo, desatando el
infierno en su cuerpo.
—Sí, — ella lloró cuando levantó su mano y ahuecó su pecho,
amasándolo mientras su pulgar frotada su pezón. Ella no quería ninguna
pieza delgada de encaje entre su cuerpo y su mano
Esto era lo que había necesitado todo este tiempo. Austin. Sólo
Austin. Desde la noche en que la había tomado hace mucho tiempo, esto
era inevitable.
Él llenó una necesidad en ella que nadie más podría llenar, le dio
tanto placer que nadie más podría acercarse a darle. Él hizo latir su
corazón.
Moviendo la otra mano por su cuerpo, él agarró fuertemente la suave
carne de su trasero mientras empujaba su erección contra su centro.
Ella acertó sus movimientos, queriendo la ropa fuera, pero no queriendo
separarse de él mucho tiempo para quitársela.
Cuando él gimió su nombre, con anticipación construida. Su deseo
se multiplicó con el poder de saber lo que ella le hacía.
Él la necesitaba, y tenía que complacerlo, al igual que ella sabía que
él le daría más placer que cualquier otra persona. Cuando él sacó sus
labios de los de ella, gimoteó en protesta, sus labios sintiendo comezón con
la necesidad de ser tomados otra vez.
Entonces su lengua le recorrió la mandíbula y siguió la suave línea
de su garganta donde su pulso latía con fuerza contra su piel.
Él mordisqueó su camino a través de su clavícula, suavemente
lamiendo cada punto, causando calor en cascada sobre ella en una oleada
tras otra. Ella movió su cuello, en silencio pidiendo que continuara.
—Yo te quiero tanto, Kinsey. No pienso en nada más que en ti. Tengo
que empujarme más profundo en tu cuerpo, y sentir tus pezones
frotándose contra mi pecho. Tengo que hundir mi lengua en tu centro
mientras grita de placer. No puedo parar hasta que estés temblando en
mis brazos mientras te corres una y otra vez, — susurró antes de morder
el borde del lóbulo de su oreja.
Sus piernas cedieron cuando ella se apoyó en él. Sabía que con el
más pequeño de los detalles ella iba a explotar en sus brazos. Nunca antes
un hombre le trajo tan cerca del borde del éxtasis con sólo sus palabras...
Pero, Austin no era cualquier hombre.
Sus caderas la sostuvieron contra la pared cuando él le desabrocho
el sujetador y llevó ambas manos a sus pechos desnudos, tomando sus
pezones entre sus dedos y pellizcándolos mientras los hacía rodar y tiró
con fuerza. No iba a ser capaz de soportar mucho más.
—Ahora, por favor, ahora, — exigió ella. No más negación. No más
espera.
Sus manos dejaron sus pechos y ella gimió decepcionada.
¡No! Él tenía que seguir tocándola. En un movimiento rápido, él se separó,
levantándola en brazos antes de que ella se deslizara al piso.
Antes de colocarla en la cama, con la cabeza inclinada él tomó un
pezón en su boca, chupándolo profundamente en el interior de su boca, su
lengua barriendo a través del pico endurecido.
Lo soltó sólo para poder reclamar el otro, dándole la misma atención
cuando sus dientes rasparon a través de la yema de color rosa. La dejó
caer los últimos centímetros en la cama, haciendo que su cuerpo rebotara
en el suave cojín.
Ella lo miró con confusión hasta que empezó a rasgar la ropa. En
cuestión de segundos se puso de pie ante ella en toda su magnífica gloria.
Su gran excitación parecía que estaba latiendo mientras daba un paso
hacia adelante, con su reluciente cabeza. Antes de que pudiera darse
cuenta, rápidamente se sentó, sorprendida de que pudiera hacerlo.
—Necesito saborearte, —ella dijo antes de agarrar su acero
satinado. Acorto la distancia con ella, dándole todo el acceso que
necesitaba.
—Ah, Kinsey, no... —protestó en un gemido gutural cuando ella lo
llevó al fondo de su boca, chupando su carne palpitante. Ella respondió a
su protesta pasando su lengua por su sedosa cabeza, saboreando el placer
en su lengua.
Él no dijo nada, pero sus manos le agarraron la cabeza mientras se
movía arriba y abajo de su erección más profundo con cada golpe
succionándole más con cada caricia.
—No más —exclamó él, agarrando su pelo y apartándola Ella gritó
su desagrado con él, al detenerla.
Se agachó y cogió un paquete del bolsillo de su pantalón,
deslizándose rápidamente un condón.
Ella superó su frustración de él tirando de su boca cuando su
cuerpo cubrió el de ella y la besó de nuevo.
Sus manos se movían arriba y abajo de su torso desnudo, rozando
los bordes de sus pechos mientras la ligera capa de vello de su pecho
jugaba con sus pezones. Apretó las caderas desnudas en su núcleo todavía
cubierto, haciéndola gemir.
Necesitaba los pantalones fuera. Tenía que tenerlo dentro de ella.
Nada ni nadie fuera de su burbuja existían. Sólo Austin. Sólo ella.
Movió la cabeza y mordisqueó su garganta, luego, lentamente, besó
la parte superior de sus pechos. Su lengua se arremolinó alrededor de los
bordes de sus pezones, mojando el área antes de que finalmente chupara
cada brote con fuerza en la boca, moviéndose hacia atrás y adelante.
Cuando él levantó su cabeza y sopló en cada uno, ella movió sus
caderas en contra de él, rozándose, moliendo, buscándolo.
—Por favor, no más. Necesito... por favor... —sollozó. Movió la cabeza
de lado a lado mientras agarraba la cama.
Él cambió de posición y en ese momento sus manos estaban
finalmente en su pretina jalando sus pantalones, y sus bragas, con un
movimiento suave por sus piernas. Con el pie, empujó sus zapatos, sin
parar de sacarse las últimas prendas de su ropa.
Él rápidamente se movió sobre su cuerpo, finalmente reposando piel
con piel. Su calor era agua hirviendo mientras presionaba totalmente en
contra de ella, su virilidad presionando contra su mojada entrada. Ella
abrió las piernas, dándole más acceso, animándole a llenarla.
—No puedo esperar más. Te necesito demasiado, —él gimió cuando
finalmente comenzó a deslizarse dentro.
Ella gimió mientras estiraba su piel. Ella ni siquiera podía responder
y decir que no quería esperar. Quería lo que él le estaba dando. Se retorció
contra él, abriendo sus muslos más ampliamente, dejando que su cuerpo
hablara por ella.
Con un golpe duro, se enterró por completo, sus caderas pegadas a
ella, estirando su cuerpo pequeño hasta el punto de que no sabía si podría
manejarlo. Su estómago se tensó cuando ella tomó toda su circunferencia,
dentro de su cuerpo tratando de ajustarla.
Sus ojos se cerraron mientras se movía hacia atrás, antes de
empujar hacia adelante de nuevo, su grueso eje fácilmente deslizándose
dentro y fuera de su núcleo húmedo.
—Tan mojada, estás tan mojada, —él gimió.
Eso fue suficiente para ella. A medida que se estrelló con fuerza en
su interior, su eje enterrado hasta la empuñadura, su piel frotando contra
su carne sensible, ella se vino abajo, su cuerpo explotando, invadiéndola
ola tras ola de increíble placer.
Ella siguió y siguió, apretando su cuerpo a su alrededor, la
sensación de su dura masculinidad dentro de ella, intensificando su
orgasmo. Cuando los pequeños temblores finalmente desaceleraron, ella
abrió sus ojos y miró a Austin. Su cara estaba tensa, sudor goteando de su
frente, abajo de sus mejillas. Sus dientes estaban apretados, juntos. Y el
fuego ardía en sus ojos.
Se dio cuenta de que se estaba moviendo muy suavemente dentro y
fuera de su cuerpo, lo que prolongaba su propio placer, aunque era
obviamente doloroso para él.
Su corazón casi parecía que iba a explotar. Ella estaba perdiendo las
barreras que había creado alrededor de él. El muro creado para no caer
ante él, estaba cayendo duro.
—Tu turno, —dijo mientras ponía su cara al lado de la de ella,
alzando sus caderas para darle la bienvenida al siguiente empuje en ella.
Él no dijo nada mientras sus labios ávidamente tomaron los de ella,
su lengua imitando el movimiento de sus caderas, empujando dentro y
fuera, cada vez más rápido.
Con una mano, él la agarró debajo de su cadera apretando su
trastero. Empujándola hacia abajo con cada movimiento duro. Mientras
empujaba dentro de ella, pudo sentir su estómago apretarse por cada
empujón que daba. No sabía cómo era posible. Pero estaba a punto de
llegar al orgasmo otra vez.
Sus pezones se tensaron contra su pecho y su núcleo latía contra su
duro eje. Alcanzó el cielo deseando... buscando…
—Sí, Kinsey —él dijo mientras empujaba más fuerte dentro de ella. Y
dejó caer su peso sobre ella. Sentía como él aún pulsaba dentro de ella, y
más cuando volvía a hacer que llegará a la cima.
Gritaron juntos y dejó de existir el mundo. Placer. Sólo existía el
placer.
Kinsey estando entre consciente y soñolienta apenas sintió cuando
Austin se movió. No podía abrir los ojos, les ordenaba abrirse pero no
querían cooperar.
Sintió el movimiento de la cama y como empezaba a tocar sus pies
—No puedo... —se quejó y sin poder terminar la frase.
Lo escucho reír un poco, con esa risa deliciosa y profunda de
satisfacción. Ella quería abrir los ojos y ver su cara llena de satisfacción
pero sus párpados no se abrían.
—Solo te estoy vistiendo Kinsey. Aún estás de Guardia —Su voz se
apagó cuando sus dedos se deslizaron por sus muslos jalando su bata otra
vez hacia su lugar.
Ella sabía que debería estar horrorizada y en shock por hacer el
amor con él en el trabajo. Pero se sentía tan bien para importarle.
Tal vez cuando despertara…
Capítulo 10
Traducido por Auro Kyle
Corregido por Maniarbl
—¡Ooh, Kinsey, ustedes dos se ven tan lindos!
Kinsey atontada despertó, sintiendo como si no pudiera respirar.
Había una enorme presión en su pecho, y casi entró en pánico
preguntándose qué le había atrapado. Ella chasqueó los ojos abiertos y
miró los párpados abrirse lentamente de los ojos de Austin.
—Buenos días —murmuró mientras se inclinó y la besó, sus labios
acariciando suavemente los de ella por un momento, al instante causando
calor. Comenzó profundizando el beso mientras presionaba su rápido
aumento de excitación en su contra, por lo que lo ansiaba más
profundamente.
—¿Um, hola?
Kinsey y Austin se congelaron mientras giraban sus cabezas.
Normalmente, Kinsey encontraría la expresión de su cara cómica, pero no
cuando fue sorprendida con él encima de ella. Ella empujó sus brazos
contra su pecho, y él se echó hacia atrás. Ella tomó una respiración
profunda, sus pulmones finalmente capaces de llenarse de aire.
—Perdón por la interrupción, pero te he estado buscando por todos
lados. Tenemos una cita en una media hora y no has estado contestando
el teléfono. Ahora entiendo por qué —dijo Cassie con un guiño,
mortificando a Kinsey aún más.
—Buenos días, Cassie. ¿Puede desaparecer durante unos minutos?
—Austin preguntó como si no pasara nada.
—¿Solo unos pocos minutos? Wow, Austin —ella lo incitó.
Kinsey le envió a su mejor amiga una mirada suplicante, que Cassie
fingió no ver.
—No hay problema. Nos encontraremos en el cuarto de Joseph, dijo
antes de cerrar la puerta detrás de ella. Austin se volvió hacia ella y se
inclinó como si fuera a besarla de nuevo.
—No lo creo —dijo Kinsey rápidamente poniéndose de pie y le tendió
la mano.
—Vamos, Kinsey. Ayer por la noche fue genial —dijo mientras la
seguía.
—Alto ahí, Austin. No puedo pensar cuando me tocas —admitió,
luego quería coserse la boca cerrada cuando él le dio una sonrisa
arrogante.
—No hay nada de malo en eso, cariño.
—Me tengo que ir —dijo en estado de pánico, y luego bordeó
alrededor de él y salió volando por la puerta. Ella no se volvió para ver si él
estaba siguiendo. Ella corrió hacia el baño más cercano y se encerró
dentro.
Cuando se miró al espejo, se quejó. Su cabello estaba en todas las
direcciones, los labios hinchados por sus besos salvajes, y cuando cepilló
el cabello a un lado, ella se ruborizó al notar la leve contusión en su cuello.
¡Ella tenía un maldito chupetón! No había tenido uno de esos desde
la escuela secundaria.
Hizo todo lo posible para desenredar su pelo, tirando de él hacia
adelante sobre su cuello, luego se enjuaga la boca, usando una toalla de
papel para lavarse los dientes. Era tan bueno como iba a conseguirlo hasta
que se colara de nuevo a su habitación, esperando que él se hubiera ido.
Poco a poco abrió la puerta y mirando en ambas direcciones antes
de considerarla segura, entonces se apresuró a regresar a su pequeña
habitación. Respiró más tranquila cuando la encontró vacía.
Ni siquiera tuvo tiempo para sentarse y pensar en sus acciones.
Tenía que encontrarse con Cassie, ella sabía que iba a asarla peor que un
interrogatorio de la prisión.
Kinsey dejó su habitación y trató de caminar con confianza por el
pasillo.
Se asomó a la puerta de Joseph, agradecida cuando se dio cuenta de
que Austin no estaba allí. Eran solo Katherine y Cassie. Ella sintió que su
corazón se calmaba un poco.
—Buenos días, Katherine. ¿Cómo esta Joseph esta mañana? —
preguntó mientras se acercaba y miró a su cuadro. No había habido
ningún cambio desde la noche anterior.
—Sé que esto suena tonto ya que la enfermera de la noche dijo que
nada fue diferente, pero siento algo. Creo que está a punto de regresar a
mí —dijo Katherine con una sonrisa serena.
Kinsey envidiaba la conexión indisoluble entre Joseph y Katherine.
¿Cómo se siente tener a alguien que la amaba tanto, que nunca perdieron
la fe?
—Creo que tienes razón —Kinsey estuvo de acuerdo. No había
manera de que Joseph pudiera estar lejos por mucho tiempo. No con una
mujer tan notable como Katherine esperándolo.
—¿Estás lista para salir? —preguntó Cassie.
Kinsey quería decir que no. Ella sabía que la inquisición se
avecinaba y que necesitaba reunir la compostura antes de las preguntas
de Cassie. Ella pensó rápidamente en una razón para quedarse. Su mente
corrió cuando sudor estalló en su frente.
¡Lo tengo!
—Sé que se supone que debemos conseguir pedicura, pero he estado
pendiente de un hilo a la espera de que Katherine nos diga más sobre su
romance con Joseph — dijo Kinsey con alivio casi vertiginoso. Ella sabía
que Cassie quería oír la historia continuar, también.
—Yo también —dijo Emily mientras entraba en la habitación con
Amy y Jessica—. Corrimos por aquí esta mañana con aperitivos y un cartel
de no molestar.
Las tres mujeres se sentaron y miró expectante a Katherine, que
miró a las cinco mujeres ante ella.
—Cada una de ustedes son tan hermosas, por dentro y por fuera.
Estoy tan feliz de tenerlas como una parte de mi familia —dijo Katherine,
haciendo contacto visual con cada mujer, incluyendo a Kinsey.
Kinsey se movió incómoda en sus pies. Ella no sabía si Katherine
sabía de ella y Austin, pero incluso si lo hacía, Kinsey teniendo sexo con
su sobrino, no la hacía una parte de la familia.
—Nos encanta tenerte como familia —Jennifer dijo mientras entraba
en la habitación y se enjugó una lágrima—. Lo siento, estas malditas
hormonas del embarazo me están matando —añadió con una risita.
Kinsey miró al menudo tamaño de Jennifer, su vientre empezando a
mostrarse. Sintió que su propio reloj interno estaba marcándose. Su mano
rozó su estómago plano mientras se preguntaba cómo sería llevar una vida
dentro de ella.
—Yo te puedo ayudar con eso —Austin le susurró al oído, haciéndola
saltar. Ni siquiera lo había oído entrar en la habitación.
Sus palabras hicieron que un escalofrío le recorriera la espalda.
Podía imaginar a un niño de pelo oscuro con brillantes ojos azules
yaciendo en sus brazos. Ella casi ansiaba por ese niño. Ella sabía que él
realmente no quiso decir las palabras. Él solo quería tenerla de nuevo
debajo de él.
—Esto es una habitación de hospital, hermano. Es posible que desee
cuidar tus manos —Trenton, dijo mientras caminaba en la habitación
detrás de Jennifer. Trenton le sonrió a Kinsey de una manera cómplice, a
continuación, le guiñó un ojo.
Ella rápidamente miró al suelo. Finalmente se dio cuenta de que las
manos de Austin estaban descansando en la parte superior de su trasero,
sus pulgares cayendo peligrosamente bajo.
Trató de retroceder, pero él curvó sus brazos alrededor de su cintura
y la atrajo hacia sí a ras contra su cuerpo.
Todos los ojos en la sala se volvieron hacia ellos dos. Ella no quería
hacer una escena, pero odiaba ser el centro de atención. Sabía que su cara
ardía. Mientras los dedos de Austin acariciaron su cadera, ella se derritió.
Él estaba jugando con su cabeza, causando todo tipo de confusión.
—Oh, déjalos solos, Trenton. Solía haber un momento en que no
podías quitarme las manos de encima, tampoco —Jennifer reprendió a su
marido.
—Solía haber un tiempo —dijo Trenton con fingida indignación antes
de que llevara a su esposa en sus brazos y la besara tan íntimamente,
Kinsey se sintió como una intrusa.
—Está bien, estás perdonado —Jennifer dijo sin aliento un instante
después, cuando Trenton liberó sus labios. Trenton giró en sus brazos, no
estaba dispuesto a dejarla ir, mientras retrocedía hasta un asiento, tirando
de ella en su regazo.
Jennifer realmente se rió cuando apoyó la cabeza hacia atrás para
apoyarse contra su pecho.
Austin llevo a Kinsey al sofá contra la pared del fondo de la
habitación. Se sentó, tirando de ella a su lado. Su brazo alrededor de sus
hombros, atrapándola contra el costado de su pecho.
Ella estaba demasiado avergonzada para mirar hacia arriba y ver si
todo el mundo seguía mirándolos.
Su mano acarició a lo largo del lado de su cuello, por lo que deseó
que estuvieran solos, un toque de él y ella era masilla en sus manos.
—Creo que puedo continuar la historia. ¿Dónde exactamente
estaba? Oh, sí, por lo que el día después de que Joseph se fue, después de
hacer el ridículo de sí mismo frente a mis vecinos, tuve que lidiar con las
consecuencias, — comenzó Katherine.
Toda la atención se centró exclusivamente en Katherine mientras
comenzaba a reflexionar...
—Escupe. ¿Es él un escolta? Sinceramente, no me importa si es
contratado, con tal de que me des el número de su servicio.
Katherine tomó una respiración profunda, luego, lentamente, la
apagó. Ella estaba de pie en su puerta, su pelo revuelto, la bata de haber
visto días mejores, y con lo que estaba segura era nauseabundo aliento por
la mañana.
Su vecina no había perdido el tiempo en absoluto en llamar a su
puerta, a primera hora de la mañana para que pudiera obtener la primicia
sobre el trozo en el pasillo de la noche anterior.
—Ni siquiera estaba borracho. Es un viejo amigo al que no he
hablado en un tiempo muy largo, y él apareció sin anunciarse. Yo no iba a
dejarlo entrar, por lo que siendo el tonto testarudo que es, decidió
avergonzarme para salirse con la suya —dijo Katherine.
Ella podía ver por la mirada en los ojos de su vecina que no le creyó.
Katherine trató de no dejar que la molestara, pero le importaba lo que la
gente pensaba de ella. Ella de ninguna manera quería que nadie pensara
que había estado en algún bar recogiendo hombres extraños, o peor aún,
llamando a un servicio de acompañantes.
—Bien, guárdalo para ti. Los rumores se seguirán difundiendo, sin
embargo. Es mejor que confieses y nos digas.
Katherine decidió en ese momento que era hora de mudarse. La
molestia de tratar con chismes sobre su vida sexual por los próximos
meses no valía la pena quedarse. Sus vecinos no tenían vida, por lo que su
vida amorosa sería su entretenimiento hasta el próximo gran evento que
pasara a ocupar sus mentes fuera de ella.
—Mira, Penny... —Katherine comenzó a decir cuando los ojos de
Penny se agrandaron mientras miraba por encima del hombro de
Katherine. Katherine decidió que no quería dar la vuelta y averiguar lo que
estaba causando la mirada de asombro en la cara de su vecina. Joseph
estaba probablemente de regreso. Él tiende a tener ese efecto en las
mujeres.
—Santo caballo, ¿cómo diablos puedes conseguir todos estos dioses
golpeando a tu puerta? Te pagaré para que me enseñes tus secretos —
Penny reverentemente murmuró.
—Penny, te expliqué ya que Joseph es sólo un viejo amigo —
Katherine soltó, perdiendo toda semblanza de la paciencia con la mujer.
—Bueno, pudiste haber sido mucho más creíble si no fuera por el
hecho de que Zeus número dos está caminando hacia nosotros con una
sonrisa destrozando la tierra plasmada en su rostro. Oh, Dios mío, me
tienes que dar el número.
Katherine sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No había
muchos hombres que conocía que pudieran inspirar ese tipo de reacción
en las mujeres. La mirada de “cae sobre tus rodillas, desnúdate y rueda”
había entrado en los ojos de su vecina.
Tenía un mal presentimiento... Poco a poco se dio la vuelta, sus ojos
se levantaron los pantalones armarillos a medida y camisa abotonada con
el cuello abierto, mostrando una visión de su pecho liso.
Cuando ella finalmente lo miró a los ojos, el corazón le latía con
fuerza y la rabia se apoderó de su choque temporal.
George.
¿Cómo se atrevía a aparecer? Se dispuso hacia ella y se inclinó para
darle un abrazo. Sin ser consciente, levantó el brazo y le pegó en la
mandíbula cuadrada.
Su sonrisa vaciló mientras la miraba con asombro. Le tomó cerca de
tres segundos antes de que Katherine sintiera un brote agudo dolor de los
nudillos hasta el final del brazo. Su mandíbula se sentía sólida como el
granito.
Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras agarraba la mano y dio
un salto atrás.
Los ojos de George de inmediato miraron hacia abajo, la
preocupación irradiaba de sus profundas profundidades azules.
—Katherine, debes ser más cuidadosa —pronunció al llegar a ella.
—No te atrevas a tocarme —le espetó. Parecía divertido porque las
comisuras de sus labios se levantaron. Parecía que no era tan intimidante
como ella quería ser.
—Hola —Penny dijo cuándo recuperó la capacidad de hablar. Se
arrastró justo hasta al lado de George, sus pechos apenas vestidos
frotando contra su brazo mientras ella se presentó—: Soy Penny.
Katherine miró en estado de shock cuando la mujer realmente batió
sus párpados.
Ella no se escandalizó. Cuando ella había salido con Joseph, y pensó
que George era su amigo, había visto un sinnúmero de mujeres lanzarse a
los dos hombres.
George siempre había coqueteado descaradamente de regreso, pero
se había quedado tan impresionada cuando Joseph había parecido ni
siquiera notarlas. Supuso que todo había sido un acto en beneficio de ella,
sin embargo.
Sin siquiera reconocer a Penny, George tomó el brazo de Katherine y
se abrió paso dentro de su apartamento. Él cerró la puerta en la cara de su
vecina aturdida. Era casi suficiente divertido para hacer a Katherine reír.
Casi.
—Te he echado de menos, Katherine. Creo que es mucho más allá de
la hora de que explique mis acciones —dijo George cuando él la llevó al
sofá. Se alejó, haciendo que ella se preguntara lo que estaba haciendo.
Oyó el ruido de la cocina, y luego estaba de vuelta con hielo envuelto
en una toalla.
—Pon esto en tu mano y te sentirás mejor pronto. No se ve rota, lo
más probable es que solo este mallugada.
Él actuó como si su golpe no le hubiera hecho nada, lo que no era
justo, teniendo en cuenta que su mano estaba palpitando.
—¿Qué haces aquí, George? Creo que ya has hecho bastante daño.
—Te he echado de menos, amiga mía. Hay un montón de
malentendidos de nuestra época, hace cinco años, pero si me das una
media hora, puedo explicar...
—No hay nada que explicar. Tú y tu hermano gustan de jugar a
juegos con las chicas inocentes. No hay problema, lo entiendo. Yo era tan
estúpida como para pensar que eras mi amigo, y aún más estúpida para
creer Joseph me amaba. Buen trabajo —dijo con sarcasmo.
Katherine apenas pudo controlar su ira. Si la dejaba salir, haría
combustión interna y no sería nada más que un montón de cenizas. La
curita temporal colocada sobre sus heridas emocionales había sido
arrancada rápidamente, dejando la herida completamente expuesta a los
elementos a su alrededor. El ver a Joseph, y luego George, era casi
insoportable. Era como mirar a ese juguete codiciado en una ventana de la
tienda, solo una fina pieza de cristal que la separa de ella, pero estaba
fuera de su alcance. Sabía que los hombres estaban fuera de su alcance.
No podía volver a confiar en George para ser su amigo de nuevo, y desde
luego no podía confiar en Joseph con su corazón.
Había abusado demasiado.
—Katherine, estoy aquí para pedir perdón.
—¿En serio? ¿Tú y Joseph tienen otra apuesta? ¿A quién de ustedes
voy a perdonar primero? ¿El amante o el amigo?
George se inclinó hacia ella y la tomó de la mano sana en la suya.
Cuando ella le tiró, se negó a liberarla.
De mala gana, ella finalmente levantó la vista y se encontró con sus
ojos llenos de dolor.
—Yo era un tonto. Realmente eras mi amiga, eres mi mejor amiga.
Yo era arrogante e inmaduro, y ahora Joseph y yo apenas hablamos. Todo
ha cambiado —dijo, con la voz llena de tanta emoción, que no podía
apartarse de él. ¿Estaba realmente diciendo la verdad?
Katherine se quedó en silencio mientras su mirada se pasó por
encima de él. A pesar de que, él y Joseph eran hermanos gemelos, no eran
idénticos. Ambos hombres eran magníficamente bien parecidos, pero
nunca había sentido deseo hacia George.
Había sentido amor, el tipo de amor uno se sentiría hacia un
hermano. Se había convertido en su mejor amigo, y la traición de los dos
hombres la había herido a su mismo centro. Ella había perdido no solo el
amor de su vida, sino también el mejor amigo que había necesitado tanto
para ayudarla a salir adelante.
Por lo general, cuando se pasa a través de la angustia, por lo menos
tenía a su amigo a quien recurrir. En su caso, ella había sido devastada
por partida doble, ya que los había perdido en un mismo día.
—No lo merezco, y si fuera un hombre mejor, me quedaría fuera de
tu vida, pero no puedo. Te he echado de menos y necesito que sepas lo que
pasó —dijo.
Odiaba admitirlo, incluso a ella misma, pero lo había echado de
menos, también.
Lo extrañaba tanto que dolía sentarse con él en su pequeño
apartamento y tratar de aferrarse a su resentimiento. Sus emociones
frágiles estaban a punto de astillarse en mil pedazos. Tenía que dejarle
decir lo que necesitaba para que él se fuera y ella pudiera tener una crisis
nerviosa.
—Bien, George, sigue adelante y habla, pero te digo ahora que si
puedo detectar incluso la pieza más pequeña de engaño en tu historia, voy
a encontrar algo mucho más fuerte que mi puño para golpearte en la
cabeza —Katherine advirtió.
George se rió, sus ojos se arrugaron en las esquinas. Ella tuvo que
recordarse a sí misma cómo la había engañado, porque sería demasiado
fácil volver a caer en su antigua rutina con él. Siempre había llevado risas
y alegría a la vanguardia, donde quiera que estuviera.
—Yo merezco tu ira, Katherine. Me tomó un tiempo, pero finalmente
me di cuenta de que de alguna manera te enteraste de la apuesta —indicó,
encogiéndose cuando dijo la última palabra.
Katherine lo miró, sin siquiera molestarse en responder a su
declaración. Por supuesto que sabía de la apuesta. Eso casi la había
destruido.
—Me gustaría explicar...
Katherine levantó la mano, deteniéndolo a la mitad de la frase. Se
sentía como que estaba de vuelta en ese día, descubriendo de nuevo lo
poco que pensaban de ella.
Ella no creía que pudiera escucharlo, resucitando los viejos
sentimientos de dolor y traición. Su pecho dolía cuando ella lo miró, la ira
y la humillación se filtra por todos los poros.
—No trates de decirme que no tenían una apuesta. Ni siquiera trates
de insultar mi inteligencia así, George.
—Por desgracia, no puedo negarlo. Pero, por favor, escucha.
Prometiste que me darías unos minutos. Voy a explicar lo que sucedió, a
pesar de que nunca va a disculpar lo que hice —declaró.
Katherine se echó hacia atrás, con los brazos cruzados sobre el
pecho. Ella estaba al borde de las lágrimas, solo su voluntad de cizalla le
impedía la liberación de ellas. Le dolió mucho más que escuchar en
silencio mientras le explicaba lo poco que había pensado en ella.
Él lo necesitaba para aliviar su conciencia, sin embargo, incluso si
eso significaba lastimarla.
—Estaba resentido con Joseph. Hacía unos cuantos años que en
realidad lo odiaba. Hizo que todo parezca tan fácil. Él solo parecía tener el
toque de Midas. Si él decidió que quería hacer algo, entonces estaba casi
terminado antes incluso de terminar el pensamiento. Él fue mejor en los
deportes, académicos y mujeres. Cada cosa que se dispuso a conquistar, la
conquistó.
—¿Qué tiene eso que ver con esto? —ella interrumpió.
—Estoy en ello. Pero para entender plenamente, es necesario
conocer la historia. Cuando éramos jóvenes, yo adoraba a Joseph. Creció
más rápido que yo, y en vez de mirarlo como un gemelo, era casi como si
fuera un hermano mayor. Incluso a una edad temprana, Joseph estaba
tomando al mundo por sorpresa. Yo estaba contento de seguir detrás de su
sombra. Al menos por un tiempo —dijo George mientras se sentaba.
Katherine no estaba segura de que se diera cuenta que ella estaba
aún en la habitación.
—Todos los hermanos pelean, eso no es nada nuevo.
—Sí, todos los hermanos se pelean, pero luego lo compensan.
Recuerdo el momento en que dejé de idolatrar a Joseph y empecé a
resentirlo. Estábamos en el séptimo grado. Una nueva chica se cambió a
nuestra escuela, y me enamoré de ella. Sí, lo sé, yo era solo un niño, pero
para mí era amor verdadero. Era tímida y dulce, y tan bonita. El baile de
San Valentín se acercaba y me tomó una semana para reunir el valor, pero
finalmente me decidí a pedirle que fuera mi cita. Le escogí un bonito collar,
y decidí esperar hasta después de la escuela. Yo le había dicho a Joseph
que estaba enamorado de ella, pero no había entrado en muchos detalles.
En el almuerzo de ese día, él le pidió ir al baile, y ella dijo que sí. Estaba
devastado. Mirando hacia atrás, apenas había dicho nada acerca de ella a
Joseph, para que él lo supiera, pero para mí solo había robado lo único
que le había pedido guardar para mí mismo.
Parte de la tensión dejó el cuerpo de Katherine cuando George habló.
Podía oír la confusión y el dolor desde hace muchos años, y se encontró
con ganas de consolarlo. Tuvo que obligarse a mantener sus defensas,
pero era cada vez más difícil.
—Él la llevó al baile, y decidieron que querían ser amigos y nada
más, pero ella estaba contaminada para mí después de eso. No la vi de la
misma manera. Ella trató de hablar conmigo el lunes siguiente, durante el
almuerzo, ya que lo habíamos estado haciendo durante meses, y yo le
desairé. No creo que alguna vez se dio cuenta de por qué de repente dejé
de ser su amigo. Ella terminó mudándose dos años más tarde y nunca se
lo expliqué.
Kinsey se sintió mal por la adolescente tímida. Ella había sido de la
misma manera, también con miedo de exponerse al rechazo. Era tonto
cuando pensaba en ello, pero una cosa que no había descubierto era la
manera de volver atrás en el tiempo y darse una palmada a sí misma en la
cabeza.
—Después de eso, me aparté de Joseph. Él era tan popular y
siempre lleno, así que no se dio cuenta hasta que el vínculo se rompió sin
posibilidad de reparación. En la escuela secundaria, me preguntó si
teníamos un problema, y me comportaba como si no había ni uno. Yo le
dije que estaba ocupado con la escuela y las diferentes actividades. Él me
creyó, pero empezó a alejarse de mí también. Continuamos
distanciándonos. Al día de hoy, casi nunca hablamos. Echo de menos a mi
hermano. Él era mi mejor amigo y dejé que los celos nos apartaran.
George se atragantó mientras decía la última frase. Katherine no
pudo contener las lágrimas por más tiempo, y una se cayó de su ojo,
lentamente deslizándose por su mejilla. Él la miró y le dio una apariencia
de una sonrisa antes de levantar con cuidado la mano y secar la lágrima
solitaria con la almohadilla suave de su dedo pulgar.
—No fue mi intención molestarte, o revolcarme en la autocompasión.
Es solo que a veces realmente me afecta —se disculpó.
—Yo también lloro durante los comerciales de café cursis, así que no
seas tan duro contigo mismo —Katherine le dijo con una risa
despreciativa.
—Los años siguieron alejándonos, uno tras otro y, de repente,
éramos adultos y todavía había esa extraña distancia entre nosotros, pero
agregó que eso fue una nueva competencia. Yo estaba decidido a ganarle
en algo. Quería verlo caer sobre su rostro, para ver al todo perfecto Joseph
Anderson fallar. Te vimos en el baile, y yo oí a algunas de las chicas hablar
de ti, te llamaban la reina de hielo.
Al menos tuvo la decencia de temblar mientras lo decía. Katherine
todavía se sentía herida por esos días. Su timidez se tomó como
condescendiente. Su selectividad en hombres como esnobismo. Ella no
quería cometer los errores que había visto a su madre a hacer.
—Antes de que pensara acerca de tus sentimientos, animé a Joseph.
Le aposté que había por lo menos una chica en el baile que no sería capaz
de hacer caer sobre él. Desde que nunca había tenido eso sucediendo, se
sentía bastante seguro en aceptar el reto. No había oído a las chicas
hablando. Te señalé, y sus ojos se abrieron cuando él te vio por primera
vez. Creo que fue flechado al instante. A medida que se acercó a ti y te
pidió un baile, tenía una sonrisa en mi cara, esperando que lo rechazaras
y te alejaras. Cuando aceptaste con una pura, dulce sonrisa, me di cuenta
de mi error. Ninguna chica puede fingir esa inocencia. Al instante me
arrepentí de la apuesta, sabiendo que todo iba a ir al sur. Cuando bailaste
directamente a través de las siguientes tres canciones, y vi la forma en que
lo mirabas, me sentía como el peor de lo peor.
Katherine ni siquiera se dio cuenta de sus mejillas estaban mojadas
por las lágrimas. Mientras hablaba de aquella noche de hace cinco años,
fue como si ella estaba viviendo todo de nuevo. Lo recordaba como si fuera
ayer, como se sintió cuando el soltero más codiciado de la habitación se
había acercado y la invitó a bailar. Como su risa había iluminado su
mundo. Al final de la noche estaba medio enamorada de él, a finales del
mes, ella estaba locamente enamorada.
—Cuando los dos se convirtieron en una pareja y estabas en nuestra
casa todo el tiempo, llegué a conocerte, vi por qué Joseph pasaba cada
momento contigo. Realmente te amé como una amiga. La apuesta estaba
olvidada hace mucho tiempo, y estaba empezando a cerrar esa brecha
entre mi hermano y yo. Tu insistencia en que hiciéramos las cosas juntos,
tu pureza, todo en ti me atrajo.
George se detuvo el tiempo suficiente como para que Katherine le
hiciera su propia pregunta.
—¿Por qué no me dijiste lo de la apuesta?
—Tenía miedo de que me odiaras. ¿Cómo te enteraste de eso, de
todos modos? Nunca lo mencioné de nuevo.
Katherine pensó en hacerlo sufrir, dejando que su apuesta de
cambio de vida le persiguiera el resto de su vida, como lo hizo con ella,
pero entonces no era esa clase de persona.
—Tocaste el tema, por lo menos una vez más. Te oí y a Joseph
hablando un día. Después de eso, bueno, ya sabes el resto...
Los ojos de George se redondearon mientras recordaba y recordaba.
—Lo siento, Katherine, más de lo que puedo expresar. Yo sé que no
tiene nada de nuevo, pero realmente lo siento —dijo.
—Supongo que ya no importa, George. Fue hace años y he seguido
adelante con mi vida. Es posible que hayas lamentado la apuesta, pero
una apuesta es todo lo que era para Joseph, un premio tonto que ganar.
—No, Katherine. Nunca antes, y nunca después, lo he visto mirar a
alguien como él te miró esa noche y los meses que siguieron —George
insistió.
Quería creer sus palabras, pero ¿cómo podía confiar en él? Ella tenía
miedo de abrir la puerta de nuevo.
Miedo de ser herida más de lo que ya había sido.
—¿Por qué has tardado tantos años en hablar conmigo? —su
pregunta no se hizo por enojo o resentimiento. Ella se quedó perpleja
cuando empezó a creer en sus palabras.
—Yo era un tonto. Estaba tan avergonzado de mi conducta, me
imaginé que estabas mejor sin mí.
—¿Entonces por qué volver ahora? ¿Por qué no seguir
permaneciendo lejos?
—Me mudé a Chicago, huir sería más acertado. Yo estaba tratando
de escapar de mis demonios. Después de un par de años, me di cuenta de
que estaban dentro de mí y no importa a donde fuera, seguirían siendo mi
sombra constante. Luego, el año pasado, me casé con una mujer
maravillosa, que ha traído alegría a mi vida y me ama lo suficiente para
querer todo de mí, no la cáscara del hombre en que me había convertido.
Ella me ha estado ayudando a sanar. Llegué a casa a hacer las paces.
Tengo que tratar de limpiar los errores del pasado y que tenía que decirte
la verdad.
Katherine lo miró, vio la verdad en sus ojos, y ella sabía que tenía a
su amigo.
—Te he echado de menos, George —ella dejó ir. Seguía guardando
rencor contra él por hacer una apuesta estúpida antes de que supiera
quien era no lo hacía mejor que el tonto que él hizo. Sus verdaderos se
colores habían mostrado cuando la había se hecho su amiga, pasaba
horas hablando con ella y trajo emoción a su vida. Nunca había sido
cualquier cosa menos que respetuoso con ella. Ella lo había echado de
menos.
—No merezco tu perdón, ni tu amistad, pero no voy a rechazarlos. Te
he echado de menos, Katherine —dijo mientras se movía hacia ella y la
envolvió en un abrazo de oso. Ella le devolvió el abrazo, feliz de tener un
mal en su vida arreglado.
—Katherine, tú siempre has sido demasiado indulgente —George
amonestó, con lo que trajo a Katherine de vuelta al presente, la realidad
golpeando con fuerza.
Ella miró a la cama donde su esposo yacía tan quieto. Parecía como
si él no hacía nada más que tomar una siesta. Si no fuera por todos los
monitores conectados a él, ella podría ser capaz de creer en realidad eso es
todo lo que era.
—Hola, George, no te oí entrar —dijo Katherine con una sonrisa
cariñosa.
—Tenía que colarme para que pudiera escuchar. Creo que me estás
haciendo demasiado bien, la verdad. Yo era tan horrible en ese entonces —
dijo con dolor en sus ojos.
—Te perdoné a partir de ese momento, George Anderson, y nunca
me he arrepentido. Eres un gran hombre y que no has merecido los
momentos de infelicidad en tu vida. Estoy tan contenta de que Joseph y tú
se arreglaran —le dijo ella.
—Probablemente nunca hubiera pasado si no hubiera sido por ti.
—¿Por qué, qué pasó? —Cassie cuestionó, sentada en el borde de su
asiento—. Por favor, dime que no vamos a parar de nuevo. Siempre nos
dejas colgando.
—Lo siento, cariño, pero ya he tenido suficiente que recordar por
una noche. Vamos a seguir la historia pronto —prometió Katherine.
Era a la vez alegre y doloroso recordar el pasado. A pesar de que
había sido hace muchos años, parecía que fue ayer para ella. Había
luchado tan duro para mantener su corazón a salvo de Joseph, cuando
todo el tiempo él solo quería acariciarla.
—Entendemos, tía Katherine —respondió Cassie, y los demás en la
sala estuvieron de acuerdo, se levantaron de sus sillas, cada uno parando
y besando a Katherine en la mejilla antes de que salieran.
—Buenas noches —Katherine les dijo, y luego salió del brazo de
George.
Todavía era un gran amigo, y el sistema de apoyo en su vida.
Capítulo 11
Traducido por Julieta9768
Corregido SOS por Auro Kyle
—Encontré a los dos besándose detrás del garaje anoche. Casi
tropecé con ellos. Gracias a Dios que miré hacia arriba en el último
minuto. Yo me agache rápidamente detrás de la pared. Entonces quede
atrapado allí durante unos quince minutos mientras que ellos se reían
entre besos. Estaban actuando como adolescentes que se habían escapado
saliendo a hurtadillas de la casa, —dijo Lucas con una sonrisa.
Toda la familia se había reunido para discutir el romance secreto
entre George y Esther. Ninguno de los dos lo admitía por alguna razón, y
nadie de la familia entendía el por qué.
—¿Por qué crees que no nos dicen que están saliendo? Me parece
bastante serio, —pregunto a Trenton.
—Yo diría que es serio. Anoche cuando salí del hospital, me encontré
con los dos besándose en la escalera. Tuve que ir silenciosamente de
regreso por la escalera y luego bajar por el ascensor, para que no supieran
que estuve allí, —dijo Austin.
—¿Cuándo fue el primer incidente que alguno pueda recordar?
Vamos a tratar de imaginar cuánto tiempo han estado juntos, —Max
sugirió.
—La primera vez que llegué a sospechar fue hace unos seis meses en
la fiesta de cumpleaños de Jazmine. Estaban dándose miradas coquetas
toda la noche, y luego entraron en la casa para buscar algunas papitas
extra, y no volvieron por treinta minutos. No se necesita tanto tiempo para
abrir una bolsa de Doritos, —dijo Amy.
—¿Puede alguien recordar cualquier cosa antes que eso?
—Oh, sí, yo sí, —Emily ansiosamente respondió. —Fue el año
pasado en la fiesta por el aniversario de mamá y papá. George se inclinó
hacia abajo y le dijo algo a Esther que le hizo ponerse escarlata. Pensé que
era algo lindo, así que vi cuando George le guiñó un ojo y luego salió de la
habitación. Unos dos minutos más tarde, Esther miró alrededor, así que
miré hacia otro lado, y luego cuando miré de nuevo, iba a través de la
misma puerta. Ninguno de los dos regresó hasta que llegó la hora de la
cena. Yo creo que fue alrededor de una hora. Mucho puede pasar en una
hora.
—Eso es definitivamente sospechoso —Cassie dijo con una sonrisa
animada.
—¿Algo más? —Preguntó Max.
La sala estaba llena de hermanos y primos que se miraron el uno al
otro mientras todos negaron con la cabeza.
—Bueno, por lo que parece han estado saliendo durante al menos
un año, probablemente más si ya estaban saliendo a hurtadillas de la
habitación durante más de una hora a la vez, —Dijo Alex.
—Entonces, el gran misterio que resolver es porque están
manteniéndolo en secreto de nosotros, —dijo Jennifer. Todo el mundo se
quedó en silencio durante unos momentos.
—¿No crees que él cree que estaríamos molestos por mamá? —
preguntó Bree. Se miraron los unos a los otros perplejos.
—No, yo sinceramente no creo que eso sea el motivo. Él sabe que
todos adoramos a Esther. Creo que tiene miedo, —afirmó MarK,
disfrutando bastante de su pensamiento.
—Me quieres decir, que después de toda la molestia que tanto él
como el tío Joseph nos han dado, tiene miedo de dar un paseo por el
pasillo, —dijo Trenton con incredulidad.
—Suena como que realmente podría estar en algo así, —Max estuvo
de acuerdo.
—Bueno, entonces, ¿qué vamos a hacer para conseguir que salgan
del closet? —Austin preguntó con malicia.
—Creo que empezamos a golpearlos en su propio juego. En lugar de
escondernos cuando nos encontramos con ellos, no vamos a darles un solo
momento de paz. Luego ya veremos cuánto tiempo son capaces de
mantener las cosas en secreto, —dijo Alex.
—Me encanta. No me gustaría no llegar a estar a solas con Chad, —
dijo Bree mientras aplaudía. Chad la apoyó otra vez, dándole un beso, y
ella se acurrucó en sus brazos.
—Vamos, ustedes dos. Estamos tratando de trabajar aquí, —gruñó
Austin.
Él era el único en la habitación sin alguien en sus brazos. Kinsey
estaba trabajando en el hospital y él ya hubiera desaparecido detrás de
ella, si su familia no lo hubiera llamado a una reunión de emergencia.
Después de otra hora de planificación, lo tenían todo organizado. Si
George y Esther no lo habían contado en una semana, dos a lo sumo,
aplicarían el plan B. Aunque al ver que esto no ocurría, sin embargo, lo
que planearon para la pareja era para volverlos locos.
Primer día
—Estoy tan contenta de haberte encontrado, Esther. Necesito tu
ayuda, —dijo Amy cuando entró en la casa de la familia y se encontró con
George y Esther en el sofá.
Ella tuvo que ocultar su sonrisa cuando vio que los dos saltaban
rápidamente a separarse.
—¿Qué necesitas, querida? —Preguntó Esther, su voz sonaba un
poco sin aliento.
—Estoy tomando el lugar de la asistente de Lucas por esta semana y
ya que ha pasado tanto tiempo desde que he trabajado allí, simplemente
estoy perdida. ¿Podrías por favor venir a la oficina y darme una mano?
Sabes cómo es mi marido cuando empieza a acumularse el papeleo, —
preguntó Amy, muy orgullosa de cuán sincera sonaba su voz.
En realidad, ella estaba emocionada de pasar la semana en la
oficina. Además, ella podría hacer el trabajo con los ojos cerrados. Siempre
ayudaba cuando Lucas necesitaba de ella. Después de todo, así es como
ellos dos se habían conocido. Ella casi se sonrojó pensando en el mes
pasado. Ella había llenado el día, y Lucas a su vez, la había llenado a ella.
Apretó los muslos recordándolo despejando el escritorio y tomándola por
horas. Ninguno de los dos logrando tener mucho trabajo hecho.
A veces con los niños y los horarios de la familia, no llegaban a hacer
el amor con tanta frecuencia como lo habían hecho en los comienzos. Su
día en la oficina la había hecho sentirse deseada de nuevo. Ella tenía la
esperanza de repetir la situación de la semana pasada, pero el lunes era
su día para interferir entre George y Esther. Eso estaba bien, y ella
siempre tenía el martes.
—Ahora Amy, Esther esta jubilada. Ella puede no tener ganas de
volver, —George gruñó. Amy se obligó a ensanchar sus ojos como si
estuviera a punto de romperse si ese fuera el caso. Se dio la vuelta con su
mirada patética hacia Esther, la que la hacía parecer como un ciervo
encandilado por los faros.
—Tonterías, George. Por supuesto, que me encantaría pasar el día
con Amy en la oficina. Será como en los viejos tiempos. —Dijo Esther.
Parecía feliz y decepcionada al mismo tiempo. Amy se preguntó que sería
lo que ellos dos tenían planeado ese día.
—Te puedo llevar allí y volver por ti, si quieres. De esa manera sólo
tienes que trabajar medio día, —George ofreció esperanzado.
—¡Oh, no! tío George. Hay un archivo enorme del que Lucas estaba
hablando. Yo supongo que es una cuenta muy vieja, pero una que Esther
conocía bien. No puedo exactamente recordar, pero era algo sobre Mercer
Went, —dijo ella, actuando despistada.
—¿Te refieres a Mentor West? —Preguntó Esther.
—Sí, ese es, —dijo Amy. Esther suspiró, sus hombros encogiéndose
un poco antes de que ella se enderezara de nuevo.
—Sí, no hay necesidad de que me lleves, George, pero gracias por la
amable oferta. Mentor West es un cliente muy viejo, y son bastante
exigentes. Insisten en tener múltiples copias de los contratos, enviadas a lo
largo del día. Ellos toman una pluma roja real y tachan las palabras, luego
lo envían por fax y te hacen rehacerlo. El peor día que tuve con ellos fue
cuando lo enviaron de vuelta treinta y dos veces. Estuve en la oficina hasta
la medianoche ese día, —ella dijo con un suspiro.
Si Esther sabía que era Lucas quien estaba en el otro extremo de esa
línea de fax ahora, ella tomaría su cabeza. Amy se volvió y tosió para
ocultar su risa.
—¿Por qué no te adelantas y ves si Bree quiere almorzar en ese
nuevo pequeño restaurante italiano por el costa? —Esther le preguntó a
George.
—Oh, es demasiado tarde para que ellos consigan una reserva.
Incluso con conexiones, se toma por lo menos un mes para entrar, oí que
la comida es tan fantástica, que prácticamente se derrite en la lengua. El
servicio se supone que es más de cinco estrellas, —Amy dijo.
—De hecho, tengo una reserva, por lo que le estaba diciendo a
Esther. Iba a... um... averiguar que iba a comer, y Esther estaba dándome
ideas, —dijo George.
—Oh, a Bree le encantará. Gran idea, tío George. Vamos, Esther. No
queremos llegar tarde, —dijo Amy, cogiéndola del brazo.
Amy podía ver que Esther estaba luchando por la forma de conseguir
dos segundos a solas con George. Cuando por fin descubrió que Amy no la
estaba dejando, ella se puso de pie, hizo un gesto a George y siguió a Amy
fuera de la habitación.
Mientras caminaban por el pasillo, Amy casi se sentía culpable por
hacerle perder un almuerzo tan romántico. Tenía que recordar que todos
los chicos tenían más que unas pocas sospechas de que su padre había
hecho un montón de su propia intromisión en su vida. La venganza era
justificada.
—Tú y George se han convertido en buenos amigos. Me alegro de
que tenga en quien apoyarse, —Amy dijo al entrar en el coche.
—Sí. Él es un buen hombre. Estoy alegre por ser amiga de todos los
miembros de su familia, querida, —dijo Esther, sin dar incluso una
sospecha.
Amy sonrió para sus adentros. Los harían descubrirse, de una
manera u otra. Si por alguna razón no podían, ellos, se divertirían
tratando.
Segundo día
—Tengo planes para un día de campo hoy. Te extrañé ayer. Estuviste
en la oficina toda la noche, —George se quejó.
—Lo siento. Supe al segundo en que ella dijo que era esa cuenta, que
se tomaría mucho tiempo, —dijo Esther, inclinándose para darle un suave
beso.
—Entiendo, pero ahora tenemos todo el día para nosotros. Quiero
pasar a ver a Joseph y comprobar a Katherine primero, —le dijo.
—Papá, me alegro de haberte encontrado. —Trenton dijo mientras
entraba en la habitación. —Hola, Esther, me alegro de verte.
—Hola, Trenton. Me alegro de verte, también, —Esther cortésmente
respondió.
—¿Qué necesitas, hijo? Yo estaba simplemente preparándome para
ir con Esther al hospital. Ella quiere visitar a Katherine, —George dijo
mientras tomaba un paso atrás de Esther. Trenton sonrió. Sabía que su
papá no iba a ser feliz en unos pocos momentos.
—Hay un problema con nuestra división en Dallas. Normalmente, no
te lo habría pedido, pero necesito que vengas conmigo. Nos iremos por dos
noches, así que lleva una bolsa.
—¿Qué? Estoy seguro de que eres más que capaz de manejar todo,
—dijo George mirando a Esther con un poco de pánico.
—Lo sé, pero tú conoces esa división como la palma de tu mano. Yo
pienso que tienes que venir. Voy a acompañar a Esther mientras te
preparas, —dijo, sin permitir que su papá dijera que no.
—Bueno... —George contesto. Nunca les dijo a sus hijos que no,
cuando realmente necesitaban de su ayuda, así que sabía que Trenton lo
hacía.
—No te preocupes, George, yo voy con Esther al hospital, —Jennifer
dijo mientras se unió a ellos en la habitación, dando hacia ellos un vistazo.
George y Esther se miraron entre sí como cachorros perdidos,
mientras Esther le daba una mirada de qué más podemos hacer.
—Gracias, Jennifer, pero si estás demasiado ocupada... —Esther se
fue apagando.
—Tonterías. Yo estaba en camino hacia allí, de todos modos, —
Jennifer insistió. —Nosotros podemos irnos ahora, de hecho.
Jennifer se acercó a Trenton y le dio un beso profundo, y él puso un
poco más de espectáculo para hacer que los otros dos estuvieran aún más
envidiosos de lo que estaban para que salieran a la luz. Cuando Jennifer
contuvo la respiración se olvidó por un momento que no estaban solos.
Ella dio un paso tambaleante hacia atrás a la espera de que Esther
recogiera su abrigo y bolso, mientras el corazón de Trenton corría mientras
enviaba una nostálgica mirada hacia ella.
—Que tengas un buen viaje, George, —Esther dijo mientras
lentamente se dio la vuelta y siguió a Jennifer fuera de la habitación.
George la vio salir con la mirada perdida en sus ojos. Trenton sonrió,
pensando, que por lo menos él no era el único sufriendo en la habitación.
—Está bien, papá, el avión está listo, así que es mejor que nos vayamos, —
dijo finalmente.
—Voy a alistarme, —George dijo antes de irse a hacer las maletas.
Trenton tomó su teléfono y le marcó a Lucas.
—Los planes van muy bien, Lucas. Deberías haber visto sus caras.
Tenían planeado para hoy un picnic romántico. Han pasado sólo dos días
y creo que ya estamos a punto de romperlos, —dijo cuando finalmente dejo
su risa salir, sabiendo que su padre no estaba cerca del radio de audición.
—Bien. Bree está lista para su turno con papá cuando ustedes
regresen.
—Nos vemos en un par de días. —Él colgó y esperó a que su padre
volviera. Había llamado a la gerente en Dallas y él tenía una serie de
"problemas" para que George solucionara. Él ni siquiera tendría tiempo
para escaparse y hacer una llamada telefónica.
Quinto día —Lo siento, Katherine. Hubo una emergencia en Dallas y Trenton
necesito ayuda con ello, —George dijo cuándo se inclinó y le dio un beso a
su cuñada, en la mejilla. —¿Hay algún cambio?
—No. Los médicos están preocupados acerca de algunos resultados
de las pruebas que hicieron la noche pasada, sin embargo. Ellos no me
han dicho nada, todavía. Querían verificar algunas cosas primero, —
Katherine respondió con preocupación en sus ojos.
—Estoy seguro que no es nada. Sé que Joseph va a salir de esto. Él
no se atreverá a dejarte, —le aseguró.
—Gracias por su paciencia, señora Anderson. Nos hicieron llegar los
resultados de vuelta, y es una buena noticia. Estábamos preocupados
acerca de su función renal, pero todo se ve bien. Él sigue estando estable
por el momento, y en realidad hemos visto un aumento en su actividad
cerebral. A menudo vemos esto antes de que un paciente se despierte, —el
Dr. Kirby dijo mientras entraba en la habitación.
—Esa es una gran noticia, —Katherine dijo, con los hombros caídos
en alivio. Bree se sentó junto a ella, sosteniendo su mano, feliz de estar allí
para acompañarla.
—¿Podemos llevarlo a casa pronto? Si está estable, él puede recibir
el mismo cuidado en la casa, que está recibiendo aquí, ¿verdad?, —
preguntó Bree.
—Sí, eso es cierto. Haremos más pruebas y voy a consultar con el
Neuro Cirujano que lo operó para ver si le podemos liberar para ser
atendido en el hogar, —el Dr. Kirby respondió.
—Gracias, —dijo Katherine antes de que él se fuera.
Se sentaron un rato antes de que Esther entrara en la habitación,
con los ojos ligeramente ensanchados de placer al ver a George. Bree podía
ver que quería hacer una línea recta directamente a él, pero de alguna
manera logró contenerse.
Después de que otra hora pasó, Bree observó cómo los dos se daban
un vistazo el uno al otro. Era un código de algún tipo, estaba segura.
—Será mejor que me vaya. Vendré a visitarte mañana, Katherine, —
dijo Esther mientras se levantaba de su asiento.
—Puedo llevarte. Estoy bastante agotado después de mi viaje. Tengo
que ir a casa y conseguir una ducha caliente y descansar, —George
respondió con entusiasmo mientras saltaba desde su asiento, sin parecer
en lo más mínimo cansado.
—En realidad, papá, tengo que hablar contigo, así que me alegro de
que estés listo para irte. ¿Puedo llevarte? —Bree preguntó.
George la miró con sorpresa y, a continuación, a Esther, que estaba
mirando al suelo, antes de reunirse con los ojos de Bree.
—Sí, Trenton me dejó en su camino a casa, —dijo a regañadientes.
—Yo pensé que podría tomar un paseo con Esther ya que está en el
camino a casa.
—Oh, no tienes que molestar a Esther. Yo te voy a dar un paseo.
Chad esta fuera de la ciudad y esta noche quiero que vengas. Ha habido
un poco de cosas raras pasando en nuestro barrio que realmente me
asusta. Tú y yo podemos hablar y me voy a sentir más segura contando
contigo allí, —dijo Bree.
Ella vio la indecisión en los ojos de padre mientras miraba a Esther,
y a ella de nuevo.
¿Cómo iba a rechazar a su única hija? Se sentía un poco culpable...
pero no lo suficiente para detenerse. Los dos sólo tenían que admitir que
eran pareja y los chicos dejarían de jugar con ellos.
—¿Tienes otros planes, Papá? —Aquí estaba la perfecta oportunidad
para que confesara y lo dijera:
Sí, estoy teniendo con Esther una cita romántica.
Sus hombros cayeron segundos antes de responder.
—No, por supuesto que no. Me encantaría acompañarte, —dijo, su
voz sonando para nada contento.
—Muy bien. Gracias, papá. Vamos, Esther. Camina con nosotros, —
Bree dijo mientras ponía su brazo en Esther y la sacaba de la habitación.
Bree se aseguró de permanecer en medio de ellos, por lo que ni siquiera
tenían la oportunidad de tocarse en secreto.
Cuando llegaron a los coches, los tres estaban de pie alrededor
torpemente, George finalmente suspiró, sabiendo que no iba a conseguir
incluso un momento a solas con Esther. Él le dio a ella un adiós cortés, y
luego subió con Bree.
Décimo día —Eso es todo. No hemos tenido mucho más que sólo cinco segundos
solos en más de un semana. No sé lo que le pasa a los chicos últimamente,
pero parece que necesitan de ti o de mí cada minuto del día, — dijo George
por teléfono.
Era casi medianoche y él estaba acostado en su cama desgastado
porque su sobrino había insistido en que ayudara con la casa de
huéspedes. Debido a que Joseph estaba en el hospital, y estaban cortos de
personal. Entonces todos ellos habían tenido una cena familiar, y
finalmente, se las había arreglado para llegar a casa, sólo para descubrir
que Austin pasaba allí la noche.
Ni siquiera pudo conseguir su noche a solas con Esther. Era por el
hecho de ocultar su relación.
—Ha sido inusual. No te hace pensar que están deliberadamente
tratando de mantenernos alejados, ¿verdad? —preguntó ella con horror en
su voz.
—Ellos ni siquiera saben que somos pareja. ¿Por qué nos
mantendrían separados?
—Yo no sé... Es que parece extraño, eso es todo, —dijo ella, con voz
calmada.
—¿Por qué no aceptas casarte conmigo? Entonces podemos tener un
mes de larga luna de miel, sin hijos, sin distracciones, —le declaro.
—George Anderson, no podemos decir nada, mientras que tu
hermano está en el hospital. Eso no estaría bien, —ella le regaño.
—Te extraño, Esther. Te amo, y tú me amas, así que ¿por qué
quieres seguir manteniendo nuestra relación en secreto?
—Supongo que tienes razón... —Ella estuvo de acuerdo.
Los latido del corazón de George acelerándose ante sus palabras. No
quería nada más que decirle a su familia lo que pensaba de esta mujer
increíble. Respetaba su decisión de mantener su romance privado, pero
estaba cansado de esconderse alrededor. Sabía que su familia sería feliz
por los dos. Furtivamente todo había sido divertido por un tiempo, pero
ahora él no podría conseguir un segundo a solas con ella.
—Esther Lyon, quiero besarte tanto en este momento, —dijo con
frustración.
—Sé cómo te sientes, George, —ella suspiró.
—Voy a salir de aquí temprano en la mañana antes de que nadie
pueda detenerme, —prometió.
—Eso suena bien para mí, —dijo ella con una risa.
George a regañadientes colgó el teléfono, luego se quedó en la cama
con las manos detrás de la cabeza mientras miraba al techo. Se dio la
vuelta y abrió el cajón donde el anillo que había comprado hace sus meses
antes estaba sentado. Abrió la caja y miró el exquisito diamante montado
en una banda hermosa de platino. Su corazón se aceleró mientras él la
imaginó llevándolo.
Él era un hombre con suerte. No sólo había estado casado una vez
con una mujer hermosa, una mujer maravillosa que le había dado muchos
años de alegría y cuatro perfectos hijos, sino que se las había arreglado
para encontrar el amor dos veces.
Esther no estaba reemplazando a su pérdida esposa, ella estaba
añadiendo un nuevo capítulo. Ella le estaba dando esperanzas. Contaba
como una bendición el haber conocido a una mujer tan maravillosa y
esperaba que él fuera capaz de darle mucha alegría cuando ella le
aceptara.
George se quedó dormido con una sonrisa en la cara y el anillo
aferrado en su mano.
Onceavo día
—Papá, estoy tan contento de que estés aquí. Yo no sé lo que está
mal, pero mí estómago ha estado doliéndome toda la noche. Creo que
mejor voy a que me revisen, —Austin dijo mientras George se deslizó por la
sala de estar.
Había estado tan cerca de la puerta de la parte delantera. Eran las
cinco de la mañana. Sintió ganas de gritar cuando vio a Austin sentado en
la silla.
—Es probable que solo hayas comido algo malo. Creo que la mejor
cosa que puedes hacer es tratar de dormir, —George dijo mientras sus ojos
miraban hacia la puerta del frente.
Austin tuvo que mirar hacia abajo para ocultar la sonrisa. Se
suponía que debía estar adolorido. Era algo bueno que su amigo estuviera
de guardia ya que él sabía lo que estaba pasando. De lo contrario, acabaría
con todo tipo de tubos saliendo de él cuando no pudieran saber cuál era el
problema.
Infierno, su amigo le debía algunos favores, así que bien podría
terminar con unos tubos de todos modos. Él realmente no había pensado
en eso sin embargo.
—No, papá, he estado tratando de todo por la noche. Será mejor que
me lleves al hospital —Austin dijo.
—Está bien, —murmuró George, luciendo a punto de explotar.
—¿Por qué estás levantado tan temprano, de todos modos?
—No podía dormir, así que estaba saliendo a dar un paseo, —
respondió George.
—Oh, lo siento, —respondió Austin mientras lentamente se puso de
pie. Era difícil para él fingir que estaba enfermo. Él siempre iba a noventa
millas por hora, y no necesitaba mucho tiempo para reducir la velocidad.
Calculó que tenía un montón de tiempo en sus años más tarde para
sentarse y oler las rosas.
—Yo cerraré, —George le dijo cuando entraron en el garaje.
—Parece envenenamiento con un poco de comida, Austin. Tómatelo
con calma, bebe líquidos en abundancia, y asegúrate de que tienes alguien
contigo hoy, —su amigo, el Dr. Whitman, dijo. Cuando George volvió
alejándose un poco, envió un guiño a Austin.
—Gracias, Spencer. Aprecio lo que has hecho por mí.
—Voy a llamar a tu hermana y ver si ella puede quedarse contigo, —
dijo George mientras sacaba su teléfono. Austin no trató de protestar. Él
conocía a cada uno de sus hermanos y primos, ellos tendrían algunos
asuntos urgentes que atender. Su padre estaría atascado cuidando de él
durante todo el día.
Diez minutos más tarde, George suspiro mientras se volvía de nuevo
hacia Austin.
—Parece que todo el mundo está ocupado. Voy a tener que
quedarme contigo hoy, —él gruñó.
—Lo siento, papá. ¿Tenías planes? —Todos estaban dándole una
oportunidad de confesar.
—No, —murmuró. —Voy a ver a Katherine. Llámame cuando
consigas ser dado de alta.
Él salió de la habitación y Austin miro a su amigo unirse con él.
—Ustedes les están poniendo difícil el estar juntos, —dijo Spencer.
—Sí, lo estamos haciendo. Todos sospechamos un poco que ellos
metieron sus narices en nuestras vidas no hace demasiado tiempo. Tú
sabes lo que se dice, devolver una...
—Whoa, Austin. Este es un lugar amistoso, —Spencer lo
interrumpió con una risa.
—Hablando de revancha, ¿Tuviste que encontrar la aguja más
grande en este lugar? —Austin se quejó mientras se frotaba el brazo
dolorido.
—Busqué esa especialmente, sólo para usted. No me he olvidado de
las pastillas que se me diste en la universidad. Kathy pensó que era un
adicto al maldito sexo, sugiriendo que fuera a las reuniones. No pude salir
de la casa por dos días.
—Hey, yo sólo estaba tratando de ayudar a tu cita. No te he
apuñalado.
—Supongo que no debes meterte con un médico. La próxima vez,
podría noquearte por unos días y dejarte acostado en tu propia orina
durante horas en tu cama de hospital.
Austin no dudó ni por un minuto que fuera a hacer precisamente
eso. Habían pasado a través de la universidad juntos y las bromas habían
sido de nunca acabar. Seguía pensando que darle Viagra a su compañero
de habitación había valido la pena la enorme aguja, hoy.
—Será mejor que tenga a una de estas enfermeras bonitas
rodeándome. Me siento un poco demasiado mareado para caminar. ¿Está
Kinsey por aquí?
—Sí. ¿Hay algo allí? —preguntó Spencer, obviamente, curioso.
—Ella no puede resistirme —Austin le dijo con una sonrisa de
confianza.
Spencer lo dudo, cuando ella entró en la habitación, y su mirada
contradecía lo que Austin le había dicho a su amigo.
—No parece que ella este más de luna de miel contigo. Parece que
ella quiere utilizar una aguja el doble de grande en ti de la que yo utilice,
—susurró Spencer.
—Cállate y cierra la puerta cuando salgas. Asegúrate de que nadie
venga cerca de esta sala, —gruñó Austin.
Spencer se fue, riéndose mientras salía. Austin sabía que su amigo
haría vigilar la puerta para él.
—¿Me mandaste a llamar? ¿En serio? Este es mi trabajo, Austin. Te
agradecería que no hicieras que me despidan, —dijo con un suspiro.
—Hey, estoy enfermo aquí. Estoy muy débil como para pelear, —dijo,
con la voz sonando frágil.
Toda su actitud cambió en un flash cuando ella lo miró con
preocupación. Se acercó y se dio cuenta del vendaje de su brazo.
—¿Qué pasó?
—Mi estómago, —se quejó.
Infiernos, dos por uno con su falsa intoxicación alimentaria. Tomaría
toda la preocupación que ella le pudiera dar. Su conciencia
inmediatamente se encogió ante él por mentir, sin embargo.
—Lo siento, Austin, —dijo ella, con culpabilidad en sus ojos para él.
—No estoy realmente lastimado, Kinsey. Todos nosotros estamos en
una misión para volver a mi papá y a Esther locos, para que finalmente
admitan que están saliendo, —dijo mientras saltaba fuera de la cama y se
acercaba a ella.
—¿Qué? —Ella dio un paso atrás.
—De hecho, me siento bastante bien, ahora que estás aquí, con tu
uniforme sexy, —añadió mientras le alcanzó y rápidamente la tomó en sus
brazos.
—Austin, este no es el momento ni el lugar, —advirtió.
—Este es el momento perfecto y el lugar. Veo muchas posibilidades.
Tengo que recuperar la semana pasada ya que te perdiste, —dijo antes de
que su boca descendiera sobre la de ella y la besó.
Ella permaneció sólo dura por un segundo antes de que su cuerpo
se fundiera con el de él. Austin sintió que su tensión se drenaba al
segundo de estar en sus brazos. Su padre podía esperar. Todo el hospital
podía esperar. La necesitaba a ella.
—Tengo que trabajar, —protesto en su aliento, aunque sus brazos
levantados pasaban sus dedos por su pelo.
—Entonces será mejor que no tome demasiado tiempo.
Él la apoyó contra la pequeña cama de hospital, luego se retiró a un
lado, el tiempo suficiente para tirar de la cortina en su lugar buscando un
poco de privacidad en su lugar. Él siempre había querido hacer el amor en
una habitación de hospital. Tacharía esa fantasía de su lista. Vio el
momento en que sus ojos se oscurecieron, el deseo anulando su miedo.
Austin se alejó lo suficiente para deslizar fuera su uniforme, luego se
desvistió. La cogió en sus brazos, acariciando la sensación de ella en sus
brazos y la forma en que su aliento le acarició el cuello. Él suavemente la
depositó sobre la camilla, luego se puso de pie por un momento, su aliento
dificultándose por su pura belleza.
Estaba tumbada en nada más que dos pequeñas piezas de encaje,
apenas tapándole la mayoría de los activos sagrados. Él vio temblar su
estómago mientras la tocó con nada más que sus ojos.
—Eres tan hermosa, —le susurro reverentemente mientras tomaba
su mano y tocó su cara, luego deslizó su palma por su garganta, en los
montículos plenos de sus pechos, a través de la superficie plana de su
estómago temblando y, a continuación, a través de sus muslos
tonificados.
Ella gimió cuando él acariciaba su camino de regreso por sus
piernas, parando en la unión entre sus muslos. Poco a poco los abrió,
luego deslizó su dedo dentro de las brillantes bragas de encaje de color
rosa, su propio aliento entrecortándose cuando sintió cómo de caliente y
húmeda estaba.
Ella era tan sensible, que estaba haciendo un gran esfuerzo para ir
lento, lo suficiente como para darle placer. Le dolía mucho, un hambre que
sólo ella podía llenar.
—Oh, —ella gimió cuando él inserto su dedo más profundo, a
continuación, froto con el pulgar círculos lentos a través de su feminidad.
Sus caderas se levantaron de la cama, rogándole para que continuara.
Sintió que sus propias piernas se hacían temblorosas mientras permanecía
de pie frente al cuerpo de ella casi desnudo.
—Te quiero todo el tiempo, noche y día. Me despierto con mi cuerpo
duro, el sudor goteando de mí, porque necesito estar dentro de ti, —
susurró mientras se inclinaba hacia abajo y pasó la lengua por el hueco de
su garganta hasta la esquina de su labio.
Su excitación creció hasta el punto de doler, cuando un gruñido bajo
retumbó en su pecho, y su núcleo se hizo aún más resbaladizo cuando su
dedo empujó suavemente.
Él se retiró, luego empujó dos dedos en el interior, lo que la hizo
volver a arquearse, incluso más. Se agarró a la camilla, con la cabeza
girando mientras continuaba acariciando su cuerpo con las manos y la
boca. Su piel caliente bajo su aliento cuando él sacó sus dedos, luego se
sentó a horcajadas en la camilla, y la besó, su lengua explorando su boca.
Extendió sus brazos hacia arriba y frotó su espalda, provocando el
sudor rodar en su piel. Estaba tomando toda su concentración no
hundirse en su interior, aliviar el dolor de su pulsante erección. Él movió
su boca hacia abajo, decidido a explorar cada curva de su cuerpo. Él la
levantó de nuevo, de forma rápida desenganchando su delicado sostén de
color rosa por lo que podría tomar sus pezones deliciosos en su boca.
Su fragancia de fresa era embriagadora, causando que su estómago
se apretara mientras pasaba la lengua por los montículos de sus pechos
perfectos, prodigando igual atención a ambos. Sus dientes rozaron los
sensibles picos, su espalda arqueándose hacia él, levantando las manos
para tirar de él más contra su piel.
Él los chupó profundamente en su boca, atrayendo su esencia en él.
Quería que ella se entregara totalmente, y que estuviera recibiendo,
cuando ella se aferró a él, su cuerpo temblando con su necesidad de
liberación. Cada gemido que pronunció enviada disparos a su ingle,
creando un tamaño de erupción volcánica en su interior. Se trasladó por
su cuerpo, su boca raspando la satinada piel de su estómago,
sumergiéndose dentro del delicado círculo de su vientre. Cada centímetro
de ella lo encendía.
Él se alejó de la camilla y lentamente tiro del triángulo de encaje
lejos del núcleo de ella, sus ojos teniendo a la vista la voluptuosa extensión
ante él.
—Eres mía, Kinsey. Detén esta lucha contra mí. Esto es demasiado
bueno, —susurró antes de que su boca descendiera y pasara la lengua por
el interior de sus muslos.
—Sí, —ella gritó, moviéndose en la pequeña cama.
Austin vio el revuelo de sus pestañas y rápidamente se retiró,
poniendo sus pies en los soportes. Trató de decir que no, pero él continuó
arrastrando sus labios hasta sus muslos, y todas las protestas se
desvanecieron. Cuando llegó a la intersección de los muslos y la besó
íntimamente, su espalda se arqueo de nuevo. Casi perdió el control en su
primera experiencia, qué dulce y húmeda que estaba, lista, ello lo
excitada.
Deslizó la lengua por los pliegues calientes, besándola
profundamente. Luego ubico su condición de mujer hinchada en su boca y
lo chupó, tomando su grito cuando su cuerpo se rompió bajo su boca.
Lentamente acarició la zona, sacando su placer, hasta que finalmente ella
se derrumbó contra la camilla, con las piernas aún en ampliamente
separadas.
Levantó la cabeza y miró la increíble vista. Su cuerpo estaba
enrojecido, una ligera capa de sudor brillaba fuera de su torso, sus
pezones rojos e hinchados por su boca.
Ella era espectacular. Se puso de pie sobre sus piernas temblorosas
y levanto la cabeza de su erección contra su apertura temblorosa, y luego
vio cómo se hundió lentamente en su interior. Él apenas podía respirar
ante la visión de su cuerpo tomándolo totalmente dentro de ella.
—Oh, Austin, es tan bueno, —ella arrastro las palabras, su
respiración entrecortada. —Sí, tan bueno.
—Sí, cariño, eres tan perfecta, —gruñó mientras se sacaba todo el
camino sólo para poder verse a sí mismo entrando en ella de nuevo. Él
comenzó a moverse más rápido, todavía viendo mientras bombeaba dentro
de ella. Ella estaba tan lista, tan ansiosa por tomarlo. El brillo de su deseo
recubría su palpitante erección. Él se movió más rápido, agarrando su culo
en la mano y tirando contra él, empujando con fuerza contra ella.
—Sí, más, —exigió.
Él voluntariamente lo hizo cuando empujo sus caderas más rápido,
su cuerpo amortiguando al golpear contra ella. Finalmente, él apartó la
mirada, con los ojos viajando por su cuerpo, observando el suave
movimiento de sus pechos balanceándose cuando su cuerpo golpeó contra
el de ella. Luego observo su rostro, su cabeza echada hacia atrás de placer,
con los ojos cerrados. Sus respiraciones con la boca abierta, jadeando y los
gemidos escapando cada vez que se mecía dentro de ella, más difícil con
cada embestida.
—No puedo... seguir... mucho... más —gruñó entre dientes cuando él
siguió amándola.
—Tómame... duro, —exclamó, y él sintió que su cuerpo se tensaba,
estaba a punto de estallar con él. Se inclinó hacia adelante, cambiando el
ángulo, haciendo que sus ojos se abrieran en deleite. Su cuerpo cubrió el
de ella y su boca capturó sus labios en un posesivo beso tan intenso, que
casi se desmayó.
Ella se movió debajo de él, sus caderas empujando para satisfacer
cada uno de sus movimientos, sus pechos apretados contra su pecho, sus
torsos deslizándose juntos. Todo intensificando las sensaciones que
lavaban a través de él. Apretó con fuerza su cuerpo, meciendo sus caderas,
empujando hacia arriba, acariciando con su yema su carne hinchada,
mientras que su pecho sobaba sus pezones.
—Por favor, —exclamó en un susurro quebrado, su cuerpo temblaba
bajo sus pies cuando ella subió hacia el acantilado de su placer.
—Sí, —gritó mientras se ponía de espaldas, y luego se hundió hasta
el límite interior de su cuerpo apretado. Ella se arqueó, presionándose a sí
misma en él cuando ella explotó, su calor agarrándolo, bombeándolo
repetidamente.
Austin explotó en una marea de sensaciones, su cuerpo tensándose
mientras se empujaba dentro de ella, el placer corriendo una y otra vez por
él, drenando todo lo que tenía. Él se sacudió por el poder de su liberación,
exhausto y satisfecho más allá de lo que jamás se había sentido.
Cuando los estremecimientos finalmente cesaron, se desplomó en su
contra, acunándose en la seguridad de sus muslos. Él volvió la cabeza y la
besó suavemente en el cuello, deslizando su lengua para probar el sabor
dulce y salado de su piel.
Cuando su respiración estuvo bajo control, Kinsey comenzó a luchar
debajo de él, obviamente, al ser aplastada por su peso muerto.
—Eso hizo valer la pena el conseguir un I.V. atrapado en mi brazo,
—dijo con una sonrisa cuando él se apoyó en sus brazos y la miró a los
ojos soñolientos.
—Yo... Bueno... um, gracias, —ella dijo, con las mejillas ruborizadas.
—El placer fue todo mío, —respondió cuando se inclinó y
suavemente acarició sus labios con los suyos. Su cuerpo, siendo encerrado
en el de ella, saltando hacia atrás a la vida ante el ligero roce de su boca.
Sus ojos se abrieron con sorpresa cuando sintió que crecía en su
interior. Él sonrió con confianza, amando mucho la manera en que lo
afectaba.
—Por mucho que me encantaría comenzar de inmediato la segunda
ronda, no quiero que te metas en problemas, —dijo con renuencia
mientras suavemente se movía dentro de ella, plegándose un par de veces.
No podía resistirse. Era tan increíble sólo sentir la calidez de su interior.
—Oh, —dijo mientras sus ojos se ensanchaban. Era obvio que había
olvidado donde estaban, por no hablar de que estaba en turno. Mientras se
movía, sus ojos comenzaron a empañarse, yendo una vez más al olvido.
Austin empujó dentro de ella una última vez antes de que él se
retirara de mala gana, sorprendido por la sensación de pérdida ante la
separación. Ella lanzó una protesta cuando él se movió.
—Te recogeré el viernes en la noche a las siete. Tenemos una cena
familiar, y eres mi cita. —Él no pregunto. No quería darle la oportunidad
de correr y ocultarse de nuevo. Decidió que la mejor manera de perseguirla
era ir directo, enfrentarla.
—Yo... bueno, no lo sé, —dijo.
Él agarró su cara en sus manos mientras dirigía su mirada hacia él.
Él esperó un par de segundos antes de hablar. —Kinsey, voy a estar aquí a
las siete. El viernes, —le ordenó.
—Está bien, —susurró finalmente mientras asentía. Estaba
disfrutando de la mirada saciada en su rostro.
—Bueno, ahora vamos a darnos una rápida ducha, —dijo él,
sintiéndose más ligero de lo que había estado desde que la conoció. Kinsey
no dijo nada mientras la conducía al pequeño cuarto de baño y encendía el
spray sobre ella. Mientras enjabonaba su cuerpo, él no pudo evitar tomarla
una vez más. Él era solamente humano, después de todo. Su padre
termino esperando una hora más.
Capítulo 12
Traducido por Julieta9768
Corregido SOS por Auro Kyle
—¿Hay algo que quieras decirnos, Kinsey?
Kinsey miró alrededor de la estación de las enfermeras con
confusión. Varios de los empleados estaban parados con enormes sonrisas
en sus rostros, todos dirigidos a ella.
—Uh, no, nada me ocurre, —ella lentamente contesto.
—¿En serio? ¿Estás segura de eso? —una de las mujeres le
preguntó.
—¿Me he perdido algo? Sé que no he estado durmiendo mucho
últimamente, pero están todos actuando un poco más extraño de lo
normal, —dijo mientras se acercaba alrededor del mostrador para acceder
al ordenador, con las cejas fruncidas.
Ella se detuvo en seco cuando vio doce vasos alineados con una
docena de rosas en cada uno, todas de diferentes colores, todas preciosas.
Ella recibió una sensación muy mala, sobre todo porque había estado
encontrando rosas individuales en su almohada durante la semana
pasada. No había habido notas, nada, pero no tenía ninguna duda de que
eran de Austin. ¿Cómo podría seguir resistiéndosele cuando actuaba de
manera romántica? Su corazón se encogió cuando ella se quedó mirando
la infinidad de colores delante de ella.
—Vamos. Cuéntanos, —una enfermera exigió.
—Yo... —Kinsey dudó, en una pérdida completa de palabras.
—Parece que puede haber una buena razón, para que no estés
durmiendo lo suficiente, —comentó otra enfermera, y entonces rió.
—He estado trabajando muchos turnos, —Kinsey se defendió.
—Eso no es todo lo que he oído. Escuchamos que había algún tipo
de actividad de última hora en tu sala de guardia, —dijo Kathy. Ella había
sido contratada al mismo tiempo que Kinsey y las dos habían intimado el
pasado año.
—¿Qué? —Kinsey jadeó, sintiendo que sus mejillas se calentaban,
odiando confirmar su culpabilidad sin decir nada.
—Sí, Michelle caminaba por ahí y escucho un lamento, y que sin
duda no era de dolor, si sabes a lo que me refiero.
—Yo... yo no sé de lo que ustedes están hablando. Ya saben cómo los
rumores se propagan en el hospital, —dijo Kinsey, sabiendo que estaba
perdiendo el aliento.
Ella habría estado allí con ellas, burlándose de quienquiera que
hubiera tenido suerte, ahora ella era la receptora por fin. No había
privacidad en el hospital. Ella sabía eso, pero cuando estaba con Austin,
se olvidaba de todo.
—Bueno, podríamos haber sido convencidas de que sólo estabas
teniendo un muy, muy buen sueño, si no fuera por la decenas de rosa en
agradecimiento por-el-mejor-sexo-de-mi-vida, —dijo Kathy con una
carcajada.
Kinsey se debatía entre las ganas de estrangular a Austin y querer
darle otra razón para darle tres veces más tantas rosas. Ella había recibido
flores antes, pero no en su lugar de trabajo, y nunca tantas. No debería
haber hecho ese comentario en la tienda...
—¿Cómo sabes que incluso son para mí? —dijo Kinsey. Tal vez, sólo
tal vez, no había una tarjeta adjunta.
Lamento que no sea una habitación llena, siempre hay un mañana.
La única cosa más hermosa que tu sonrisa son tus ojos.
Tu olor me prende fuego.
No puedo dejar de pensar en ti.
No sueño con nada más que contigo.
Compré una rosa por cada momento de placer que me diste la última
noche.
—Oh, Dios mío, esto último hizo mi corazón latir. Te lo juro, si no
quieres el chico, yo me lo quedaré. Puedo pensar en todo tipo de formas
para darte placer, —Marsha, otra enfermera, dijo con un suspiro.
—¿Ustedes leyeron mis tarjetas? —Kinsey preguntó con asombro, ya
no tratando de negar que las rosas fueran para ella. Ella estaba
horrorizada mientras escuchaba a sus amigas leer las tarjetas íntimas en
patéticamente voces graves. Ninguna de ellas iba a recibir premios a la
mejor actriz.
—¡Duh! No estaban selladas. Nosotras sólo íbamos a leer máximo
una, pero estaban cada vez mejor y mejor. Realmente me gusto esa acerca
de tu cuerpo voluptuoso, —Dijo Kathy.
—¿Ninguna de ustedes tienen trabajo esperando? —Kinsey espetó,
sintiendo su cara llamear aún más.
—Oh, cariño, esto es mucho mejor que bañar el viejo de la
habitación tres de nuevo. Tienes que contárnoslo. Te lo juro, con toda la
emoción de tener a Joseph Anderson aquí y todos esos muchachos
pecaminosos vagando por los pasillos, a continuación, tu nueva y
emocionante vida amorosa, nuestro hospital es mejor que un episodio de
Grey’s Anatomy. He olvidado por completo el Dr. McDreamy, —dijo Marsha
con un suspiro.
—Yo no tengo una vida amorosa, obviamente sólo es un admirador
secreto, —Kinsey mintió, por alguna razón no queriendo contarles nada
sobre Austin.
—No hay ni la más mínima oportunidad de que creamos eso, Kinsey.
¿Quién es el tipo? Si no nos dices, los rumores simplemente se irán
diseminando. Por favor, por favor, dime que es uno de esos hombres de
ensueño Anderson. Yo sé que la mayoría de ellos están casados, una triste
situación de hecho, pero al menos uno o dos de ellos tienen que estar
solteros, —dijo Betty, uniéndose a la conversación.
Ella era una paramédico, y para desgracia para Kinsey, no había
llamadas de emergencia en ese momento.
—Mira, realmente no es nada, ni siquiera vale la pena contar
chismes acerca de ello. Tuve una cita con un chico, y ni siquiera voy a
contarle sobre eso buitres, y obviamente le gusto la noche. Eso es todo, —
dijo Kinsey con lo que esperaba fuera un tono creíble.
Sabía que gran parte del personal de guardia utilizaba las
habitaciones para más que dormir, pero ella nunca había hecho nada
antes de Austin. Trabajar en el hospital podría ser un trabajo muy
estresante, y no había nada como unos pocos minutos de salvaje pasión
para calmar los nervios. Su cuerpo se climatizada siquiera pensando en
Austin hundiéndose en su interior.
—Código Azul, —una enfermera llamo cuando las alarmas
comenzaron a sonar. Todas las burlas inmediatamente cesando ya que el
personal se apresuró a la acción. Podían pasar un buen rato molestándose
entre sí, pero cuando la vida estaba en la línea, eran las primeras
enfermeras a las que los médicos llamaban.
Ellas eran las mejores que el hospital tenía. Por el momento hasta
que tuvieron al paciente estable, las rosas cayeron en el olvido, ya que el
hospital les mantenía ocupadas. Kinsey sabía que sólo estaba teniendo un
breve indulto, pero ella lo tomaría.
Cuando ella encontró el puesto de enfermeras vacío de cualquier
personal unas horas más tarde, rápidamente se abalanzo y reunió las
cartas que Austin le había escrito, y luego se marchó al cuarto de baño.
Se escondió en uno de los cubículos y leyó cada una al menos tres
veces, con el corazón acelerado. Él no estaba jugando limpio. ¿Cómo podía
resistirse cuando decía cosas tan románticas? ¿Y si realmente quería más
que sexo? ¿Estaba dispuesta a intentar una relación con él?
Ella pasó el resto de su tarde cambiando al piloto automático, a
menudo comprobaba a Joseph, con la esperanza de que él hubiera salido
del coma. Sabía de los pacientes que nunca volvían – pero este no podía
ser el caso de Joseph.
En el momento en que su día había terminado, todavía no estaba
más cerca de saber lo que quería. Una buena noche de descanso le
ayudaría, decidió. Ya estaba empezando a perder ante Austin, y sólo había
sido un día. Ella no iba a conseguir funcionar bien hasta que se tomara su
tiempo para pensar en el asunto. Con un suspiro, apagó su mente,
poniendo sus problemas en un segundo plano mientras hacia su camino a
casa, el olor de sus rosas invadiendo su coche, haciendo que su corazón
latiera con fuerza.
—Traje chocolate, todo de diferentes tipos y sidra espumosa, —Bree
dijo mientras entraba en la habitación del hospital con una sonrisa
expectante en su cara.
Ella se inclinó y besó la frente de Joseph antes de darle a Katherine
un abrazo y luego conseguir acomodarse en el sofá.
—¿Cuál es la celebración? —Katherine preguntó con una sonrisa.
—Estoy lista para que la historia continúe. No puedo creer que nos
hayas hecho esperar una semana entera. Me tienes en el borde de mi
asiento. En serio, he estado soñando contigo y Joseph. Es todo tan
romántico. Yo nunca había pensado en ti conociendo a mi tío Joseph, —
Bree contesto.
—Estoy de acuerdo, mamá. He sido una locura tener que esperar.
Tienes que decirnos más. Amy y Jessica estaban justo detrás de mí, —
Emily dijo mientras entraba con una bolsa llena de sus propias golosinas.
Rápidamente abrazando a Katherine, y luego se sentó junto a Bree.
No pasó mucho tiempo para que el resto de la familia se presentara
en la habitación. Incluso los chicos estaban intrigados por la historia.
Katherine miró a su alrededor, a su familia, muy agradecida de
tenerlos durante esta situación, sin su marido. No sabía cómo iba a
sobrevivir si Joseph nunca despertaba, pero ella sabía que al menos
tendría la moral y el apoyo que necesitaba de sus seres queridos. No sería
suficiente, nada lo seria, pero todavía le traía consuelo.
—¿Dónde está Kinsey? Pensé que ella estaba trabajando hoy —
Austin preguntó mientras ingresaba al cuarto.
—Tenía que ayudar en otra habitación, pero debe estar de vuelta en
un minuto, —Katherine contestó.
Miró a su marido con una sonrisa. Él estaría encantado de tener a
su sobrino en los pines y agujas por la enfermera bonita.
—Buenos días, Katherine, —George dijo mientras caminaba con
Max. Él parecía bastante gruñón y Katherine tenía que luchar contra una
sonrisa de complicidad. Podía estar en el hospital la mayoría del tiempo,
pero ella todavía era consciente de lo que estaba pasando a su alrededor.
Sabía que los chicos estaban jugando con George y Esther. En
realidad estaba de acuerdo con ellos. Era el momento de que los dos
dejaran de ocultar su relación y, finalmente, admitieran lo enamorados
que estaban. Mientras miraba dormir a su marido, el tiempo adquirió todo
un nuevo significado. La vida era demasiado corta para permitir que
incluso unos días pasaran por ellos.
—Joseph había pasado por una gran cantidad de situaciones en
esos primeros días. Tenía un tío que era un hombre muy malo. Neilson
quería destruir la corporación que el padre de Joseph construyó. También
en ese momento, había muchos malentendidos entre él y George, cosas
triviales, pero muchos años fueron desperdiciados, —dijo Katherine con un
suspiro triste.
—Estoy totalmente de acuerdo contigo, Katherine. Si pudiera
recuperar ese tiempo... —George se fue apagando, sus ojos llenos de sus
propios recuerdos.
—Todo salió bien, George, así que no seas duro contigo mismo. Sólo
estoy tratando de dejar que los chicos sepan por qué algunos de los hechos
sucedieron como lo hicieron.
—Lo sé, pero me hace sentir como un tonto.
—Todos éramos tontos entonces, George. Pero por suerte, crecimos.
No puedo imaginar cómo mi vida habría resultado sino fuera... —dijo,
también se atragantó hasta continuar.
—Si esto es demasiado duro... —Cassie dijo.
—No querida, es sólo que hace que me duela pensar en esos años
perdidos. Pero es de esperar que puedan aprender de nosotros, aprender
sobre cómo es de precioso el tiempo, que realmente lo es, y cómo las
pequeñas cosas en la vida no valen la pena para molestarse. Cuando se
encuentra el amor verdadero, corre a él. No camines, no te escondas,
tómalo en tus brazos y nunca lo dejes ir.
Observó cómo los ojos de Austin miraron hacia la puerta, esperando
que Kinsey caminara a través de la abertura. Ella tenía la sensación de
que otra boda estaba en el futuro. Mientras miraba a George, quien
también estaba mirando hacia la puerta, rectifico que parecía que podía
haber dos bodas.
—Como estaba diciendo, Joseph estaba lidiando con una gran
cantidad de emociones. Déjenme informarles sobre cómo nuestro hermoso
hogar llegó a ser...
Joseph miró la espectacular vista desde el pequeño porche. Había
tenido que alejarse de la ciudad, así que había saltado al camino y se fue
conduciendo hasta que llegó al puente flotante de Washington. Condujo a
través de él, recordando cuando su abuelo lo llevaba a la isla Mercer
cuando era joven. Había estado fascinado por el hecho de que tan grandes
estructuras fueran sostenidas por lo que pensaba que eran globos.
Al llegar a la isla, sintió que sus músculos se relajan, y se
desvanecía su estrés. Inmediatamente se enamoró del área.
Mientras observaba ocurrir la puesta del sol, el sonido en una
miríada de colores, supo que había encontrado su casa. Podía verse a sí
mismo sentado en el mismo lugar en el que estaba de pie, dentro de
cincuenta años. Él podría también ver a Katherine a su lado. Ella se había
negado a contestar sus llamadas, ignorando sus peticiones para reunirse,
y eso había hecho casi imposible que él la viera. Pero eso todo iba a tener
que parar, y muy pronto si él tenía algo que ver.
—Los propietarios están dispuestos a vender. El marido se mudó el
mes pasado y su esposa quiere reunirse con él, pero no puede hasta que la
propiedad este vendida. —Joseph se volvió, sobresaltado por la mujer
hablando con él.
Se había olvidado de que ella estaba allí. Había descubierto la venta
del lugar y había llamado. La agente inmobiliaria con entusiasmo accedió
a reunirse con él de inmediato. Al parecer, no había habido una gran
cantidad de interés en la ubicación. No entendía por qué. Pero era
perfecto. Sentado en la playa de arena de la Isla Mercer, la tierra estaba
envuelta en árboles que ofrecían privacidad. La casa era vieja y mal
construida, pero eso no era importarte. Solamente la tierra lo era. Sentada
en cuatro hectáreas, era todo un descubrimiento y no podía creer que
alguien no la hubiera comprado. Sabía que iba a ser suya. El agua oscura
lo calmaba era rompiendo contra la costa, ofreciendo una suave brisa, a la
deriva a través de la hierba, justo donde él estaba. La puesta de sol
centelleaba en el agua, creando una imagen de ensueño.
Más arriba, en la tierra, pudo ver prácticamente la casa que quería
construir. Un castillo. Adecuado para su reina. En su búsqueda para
olvidarla, había tratado infructuosamente de escapar de su vida. Cada
transacción de negocios se añadía a su sentido de conquistar el mundo.
Pero todo había estado vacío, un sin sentido. Una victoria hueca. Él
se arrastraría a ella si pensaba que le haría algún bien, pero sabía que
nunca respetaría a un hombre sobre sus rodillas. No, él la ganaría, por
cualquier medio que fuera necesario. Ella se había alejado y eso casi lo
destruyó, pero el destino les había dado a ellos otra oportunidad. Él no la
dejaría ir de nuevo. Katherine.
Siempre se trataba de ella, desde el momento en que había puesto
los ojos en ella, cinco años antes. Era conocido en todo el mundo como un
hombre sin corazón. Se rumoreaba que fluía hielo en sus venas en lugar
de sangre. Había oído todo e interiormente había sonreído. ¡Que le
temieran, pero también lo respetaban¡ Él nunca se había negado algo
después de eso.
Katherine era la única excepción. Eso iba a cambiar, sin embargo.
—Lo quiero, —dijo, provocando que la mujer dejara la boca abierta.
—Bueno, eso está... um, muy bien, —ella dijo, recuperando
rápidamente la compostura.
Estaba seguro de que los signos de dólar estaban bailando en su
cabeza mientras ella aún no había enumerado el precio de la propiedad.
No le importaba, pagaría cualquier cosa que le pidieran.
La mujer estaba mal vestida para el aire fresco de la noche. Estaba
vestida para seducir. Seducir a un comprador en la compra de una casa
por cualquier medio necesario. Desde el tramo corto de la falda, a la
exhibición en su blusa apretada, todo el camino en un color rojo brillante,
incluso los labios. Él no había sentido ni siquiera la más mínima agitación
de la lujuria. Nadie le agitaba, nada desde que la había conocido, solo
Katherine.
—Tengo los papeles en mi coche. ¿Por qué no nos dirigimos a un
restaurante que conozco y los completamos? Sin duda tenemos tiempo
para comer un bocado, —ofreció, su uña cuidada corriendo por su brazo.
Estaba seguro de que su elección de comedor se encontraba en el
vestíbulo de un hotel, donde ella tenía la esperanza de sellar el acuerdo, en
una habitación después. Él luchó para mantener el asco fuera de su cara.
No era nada inusual. Las mujeres se lanzaban a él a menudo, unas
más audaces que otras, pero siempre la misma historia de siempre. Tenía
dinero, poder, y la apariencia, era casi que esperado, ya estaba
acostumbrado a este tipo de juego. Habría jugado hace años pero él había
crecido ahora.
—No, gracias. Aquí está mi tarjeta. Llene durante la noche el papeleo
y envíelo por fax a este hotel. Voy a firmar y enviárselo de nuevo.
—No le he dado incluso el precio, —dijo, shock y dolor registrándose
en sus ojos. Ella estaba tratando de mantenerse junto a él, pero no lo
estaba haciendo fácil para ella.
No le importaba. Él había encontrado lo que buscaba. Todo el resto
era un desperdicio de su tiempo. Él alzó las cejas, a la espera de que ella
siguiera adelante.
—Vamos a ver, aquí, —se estancó mientras miraba en su carpeta,
sus dedos temblando.
Él resopló. Sabía que tenía el precio memorizado. El cual debía ser
demasiado caro porque estaba dudando de decírselo. Tenía miedo de que
una vez que lo hiciera, él se retractaría. Ella no lo conocía. Por último, se
detuvo, lista para dar el precio. Sabía que era cerca del veinte por ciento
por encima del valor del mercado. Él había manejado ofertas inmobiliarias
de todo el mundo. Si estuviera comprando la propiedad para un negocio, el
propietario la vendería a él por la mitad del precio.
Pero este no era un negocio, sin embargo. Era un placer. Puro
placer, esperaba.
—Lo quiero. Mándeme por fax los papeles esta noche.
Con esas palabras, Joseph se dio media vuelta y se alejó de la
aturdida agente inmobiliaria. Había hecho su oferta, así que no tenía
sentido tenerla alrededor durante más tiempo. Él se movió a través de la
maleza en el camino, rodeando la pequeña casa. Dio a la propiedad una
última mirada antes de caminar a su coche.
Mientras conducía por el camino privado, sintió alegría pasando a
través de él, sabiendo que iba a ocupar una hermosa pieza de tal suelo.
Estaba rodeada por el agua, árboles, y no muy lejos, unas cascadas, que
ofrecía el monte. Más lluvia. Estaba decepcionado de que fuera de noche y
no podía detectar la majestuosa montaña. La tierra era hermosa, y
pronto... muy pronto, traería a su Katherine a casa.
Al entrar en la autopista las luces de Seattle se acercaban, su mente
fue consumida por pensamientos de ella. Tenía que verla, estar con ella,
tenerla para aplacar su hambre creciente. Odiaba el poder que tenía sobre
él, pero por lo menos ella no estaba al tanto de la misma. Si alguna vez
tenía siquiera un indicio de cómo de fácil podía hacerlo caer de rodillas,
estaba seguro de que lo llevaría arrastrando alrededor por el cuello.
Se rió mientras ponía su pie en el acelerador. La encontraría,
esperaba que en su apartamento, donde podían terminar lo que habían
empezado varios días antes. De hecho, cinco años antes. Esperaba con
interés la lucha de ella, sin embargo.
A él le gustaba el juego de poderes que estaba pasando. Tenía
suficiente de mujeres que se echaban a sus pies. Necesitaba el desafío que
Katherine le traía. Ella lo revitalizaba, le hacía recordar lo intenso que era
querer. Ella le dijo que no, pensó con una sonrisa. Una palabra que no
escuchaba demasiado a menudo. De hecho, nunca.
Ella había huido, él la persiguió. Entonces, debía capturarla. No lo
haría de ninguna otra manera. Joseph rápidamente regresó a la ciudad, a
continuación, rodeó la manzana, mirando hacia su edificio de
apartamentos, sus luces apagadas. Ella estaba durmiendo.
Él gimió, pensando en ella acostada sobre su cama. Anhelaba unirse
a ella. En su lugar, se dirigió a su hotel. Podía ser más seguro para ambos
si llamaba. Tal vez incluso había tenido tiempo de pensar en ellos y podría
invitarlo de buena gana a su casa.
Le entregó su coche al aparcacoches, y luego impacientemente
espero que el ascensor se detuviera en su suite en el ático. Tan pronto
como entró por la puerta, arrojó su chaqueta a un lado y se dirigió hacia el
teléfono, marcando el número que ya se sabía de memoria. Su corazón
tronó mientras él esperó su respuesta.
—¿Hola? —El sonido del sueño llenaba su voz alimentando su deseo,
incluso más de lo que ya estaba avivado. Cerró brevemente los ojos para
imaginarla, luego los abrió de nuevo cuando se dio cuenta de que no
estaba ayudando a su situación.
Pronto, se prometió a sí mismo.
—¿Me echas de menos, Katherine? —Su voz era profunda y suave,
deliberadamente con la intención de seducir.
El teléfono estaba en silencio mientras esperaba. Por un momento se
preguntó si ella había colgado, pero a medida que escuchaba, podía oír el
suave suspiro de sus rápidas respiraciones. Sabía que ella estaba teniendo
un duro tiempo por estar separados como él. Ella simplemente no quería
admitir la derrota. Pronto se daría cuenta de que sólo estaba castigándose
a sí misma.
—Pasé por tu casa antes. Iba a detenerme, pero decidí que dos veces
seguidas era poco caballeroso. Estaría más que dispuesto a volver, sin
embargo. Tengo el perfecto remedio para ayudarte a dormir.
—¿Me estás tomando el pelo, Joseph? ¿De verdad me das tal línea
estúpida? No te veo en cinco años y me humillas para entrar en mi
apartamento, entonces llamas y tratas de usarme como una puta barata,
—le espetó.
—Yo nunca te usaría, Katherine, simplemente te complacería.
—Hum.
Ah, ella le complacía. Él rió, ni siquiera intento ocultar su alegría por
simplemente hablar con ella, o en caso contrario, debatir con ella. Ella
tenía un ingenio rápido que podría cortar un hombre más débil, y su
fuerza sin duda había crecido en los últimos cinco años. Él había amado la
fiera que era en ese entonces, pero la mujer en la que ella se había
convertido ahora era irresistible.
—No estabas ansiosa por alejarte la otra noche...
—Esto se explica fácilmente por locura temporal. No sé lo que estaba
pensando. Ya te olvide, Joseph. Te fuiste durante mucho tiempo. Te
sugiero que no me busques más, también. Sé que no te gusta perder nada,
pero esta es una batalla que no puedes ganar. Ahora, vuelve a cualquier
agujero que sea de donde saliste y déjame tranquila.
—Katherine, olvidaste con rapidez que nunca me doy por vencido
cuando quiero algo. Y en este momento, he decidido que lo que quiero eres
tú. Quiero que estés a mi lado las veinticuatro horas de los siete días de la
semana, al menos hasta que haya saciado el deseo que me dejaste.
Entonces, en realidad puedo dejarte dormir.
—Arrogante, egoísta, cerdo de hombre. No puedo creer que las
mujeres se lancen a sí mismas a ti. ¿Por qué? ¿Están locas? ¿Sienten
como que merecen un castigo? Consigue atravesar ese grueso cráneo tuyo,
y explícale al diminuto cerebro que está ahí, que no quiero tener nada que
ver contigo, —resopló, su respiración irregular con su creciente carácter.
No podía evitarlo, comenzó a reír, sacudiendo su estómago con la
fuerza de su alegría. Él no creía que fuera posible, pero la quería a ella aún
más que antes.
—Eres tan buena para mí. Yo sé que estás halando con ira, pero
todo lo que has hecho es hacerme más determinado. Me encantan los
retos, Katherine, y te has convertido en mi prioridad número uno. —
Felizmente arrojó el guante y su esperada respuesta.
—Tu prioridad número uno debe ser la corporación de tu familia,
asegurarte de que no se caiga a pedazos. Supongo que no has crecido, si
todo en lo que puedes pensar es en lo que está por debajo de tu cinturón y
dónde vas a ponerlo al momento siguiente. Tengo un trabajo que hacer,
que me tomo muy en serio, por lo que he terminado con esta llamada. Yo
estaba profundamente dormida cuando alguien groseramente me despertó.
—¿No estás siendo contraproducente, Katherine? ¿Si amas tu
trabajo mucho, no deberías estar cotorreando, tratando de ganar mi
confianza, para que baje en picada y salve el día? Tú y yo sabemos que soy
lo que la empresa necesita. Simplemente no quieres decirlo en voz alta.
¿Qué pensarían los otros miembros de la junta cuando se enteren de que
me mantuviste alejado?
—Me habrían de agradecer por deshacerme de una mosca molesta.
No eres tan importante en todo esto, —le engañó. Siempre había sido
capaz de decir cuando ella estaba mintiendo. Su voz se enganchó un poco
al final de la frase. No parecía haber cambiado mucho.
Su llamada no solo le había divertido, sino que también lo dejó casi
temblando de necesidad. Él tenía que tenerla pronto.
—Tsk, tsk, Katherine. Ambos sabemos que estás mintiendo. —Se
hizo el silencio en el otro final de la línea durante casi un minuto y él se
preguntó de nuevo si ella le había colgado a él, o posiblemente se había
dormido.
—Crece, Joseph. La llamada ha terminado, —dijo finalmente. Espero
el sonido de un clic, pero lo único que oyó fue silencio. Esperó un
momento más.
—Ves, Katherine, me quieres para ti. Quieres escuchar el sonido de
mi voz, sentir mis manos acariciando tu cuerpo. Me quieres, incluso si no
lo deseas. Ni siquiera me puedes colgar, tienes miedo de romper la
conexión que tenemos. No te preocupes. Yo me encargo de ti, —él susurró
con voz ronca.
Después de una ingesta repentina de aliento que tenía palpitando su
pecho, escucho el clic del teléfono, cuando la llamada fue desconectada. Él
puso el teléfono en su receptor, y luego fue a tomar una larga ducha. No
podía esperar su próxima ronda con ella.
Joseph se acercó a la parte delantera de las puertas del edificio
donde su abuelo había construido la empresa. Él no sólo la había
diseñado, sino que realmente utilizo sus propias manos para ayudar a
crearla. Joséph siempre sintió una sensación de orgullo cuando miraba el
diseño, el flujo atractivo de las ventanas y las paredes.
Su abuelo, Benjamin, quería hacer una declaración. Quería entrar
en el mundo de los negocios, y él quería que todos supieran que él era una
fuerza a tener en cuenta. El cuello de Joseph se levantó al mirar alto en el
cielo, donde estaban las torres de la parte superior del edificio por encima
de los que le rodeaban. Él sabía que algún día, lo más probable era que no
sería el edificio más alto de Seattle, pero en ese momento lo era.
Caminó a través de las puertas de la parte delantera, su aspecto
indicándole al mundo que confiara en él, que con él se podría contar.
Nadie sabría que su intestino estaba apretado con los nervios. Esta
empresa significaba todo para él, tenía su historia.
Financieramente estaría bien sin la corporación. Él había salido y
conquistado el mundo por su cuenta, amasado una gran fortuna, pero la
compañía del abuelo era historia. Lo era la familia, todo lo que le habían
enseñado a respetar y honrar.
No había manera de que pudiera dejar que su tío pusiera sus manos
sobre ella. La destruiría sin pensar en la familia, ni en las miles de
personas empleadas. Solo haría lo que era bueno para él, y no le
importaría nadie en el mundo que se cruzara a su paso.
Joseph no podía dejar que eso sucediera, incluso si tenía que hundir
hasta el último millón de sus propios fondos en la corporación para
protegerla.
Había un equipo de seguridad trabajando cuando paso el frente del
escritorio. Pasó junto a ellos con sólo un movimiento de cabeza, no tenía el
estado de ánimo para una pequeña charla. Se dirigió a la planta superior
donde se estaba celebrando una reunión. La junta quería conocer todos los
jugadores, los que estaban interesados en tomar el lugar de Benjamín.
Joseph no había querido volver a casa, pero ahora... ahora, haría lo
que fuera necesario para asegurar que la posición era de él. No podía
mantenerse alejado.
Sin romper su paso, él entró en el ascensor y viajo a la parte
superior del edificio. Estaba mentalmente preparado para el bombardeo de
preguntas que le esperaba. ¿Si le importaba tanto, porque se había
marchado durante cinco años? Era tan joven, ¿que podría ofrecer que
Neilson no pudiera? Él tenía su propia corporación para dirigir, ¿cómo iba
a hacer las dos cosas? Aquellos no serían más que unas pocas de muchas.
Tenía que demostrar confianza. Tenía que mantener la cabeza en el juego.
No sería fácil teniendo en cuenta que Katherine estaría en esa mesa,
cerca de él, pero todavía intocable. Ella se imaginó que estaría segura
rodeada por una multitud.
Ella calculó mal.
Al bajar del ascensor, dio la vuelta hacia la derecha. La ruta de
acceso a la sala de conferencias estaba bien memorizada de cuando él
había corrido por los pasillos cuando un niño, su abuelo siempre era feliz
de verlo. Lo había sabido desde el momento en que pudo apenas hablar,
que él seguiría los pasos de su abuelo.
La vida entera le había hecho un llamamiento a él. Los trajes, las
reuniones, los viajes. Todo ello era fascinante. Había sido obvio para él,
hacer una pasantía con la corporación. Había aprendido mucho de la
mano del más brillante hombre que conocía. Antes de llegar demasiado
lejos, oyó algo que hizo su paso vacilar. Alguien estaba con él. Su corazón
acelerándose a medida que sus instintos le decían que no era alguien que
quisiera ver.
Tenía dos opciones: o bien continuaba como si él no lo supiera, o
giraba y se enfrentaba a quienquiera que estuviera merodeando alrededor
detrás de él.
Una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Nunca había sido de
aquellos que huían de un desafío. Joseph se volvió lentamente, entonces la
sonrisa desapareció mientras hacía contacto visual con su tío.
El hombre parecía aún peor que la última vez que lo había visto.
Había siempre sido distante, sin preocuparse de saber sobre la familia de
su hermano, pero la expresión de su cara en ese momento era casi difícil
de describir. Estaba desprovista de emoción, sólo un brillo de odio en sus
ojos destellando exponiendo sus verdaderos sentimientos. Era obvio que él
no era feliz porque Joseph hubiera llegado.
El hombre se había imaginado que su batalla era sólo en contra de
Milton y que tendría una fácil victoria. El padre de Joseph era un gran
hombre, lleno de amor y risas. Él no era un tiburón corporativo. Había
decidido eso años antes, él no quería lidiar con el ajetreo y el bullicio de la
ciudad, por lo que se había mudado a la tierra de su abuelo había
fundado, un hermoso rancho. Estaba lo suficientemente cerca que pudiera
mantenerse activo para su familia, pero lo suficiente lejos como para hacer
lo que él quería.
Bajo su mando, el rancho era exitoso. Él prosperó en el medio
ambiente. Benjamín había estado orgulloso de su hijo, no lo necesitaba
para seguir exactamente sus pasos, simplemente deseaba que encontrara
su propio lugar en el mundo. Milton lo había caminado hasta que su padre
había enfermado, ya que no quería que la corporación de su padre cayera
en las manos de su hermano, que sólo quería destruirla, pero Joseph
sabía Milton no quería trabajar como Director Ejecutivo de la empresa. Él
quería estar con sus caballos. Por eso era que su padre lo había llamado, y
Joseph, sabía que no podía decir que no.
—He oído que estás tratando de ganar el voto por medio de la
seducción, —Neilson gruñó mientras dio un paso más cerca. Sin embargo,
Joseph conocía el hombre, no se preocupaba por él, pero no tenía ni idea
de lo mucho que Neilson en realidad lo despreciaba. Él ni siquiera estaba
tratando de ocultar su desdén por su sobrino.
Joseph se quedó sin palabras por un momento.
—Sabes que seducir a una de los miembros de la junta no te
ayudará, ¿no? Incluso si ella está haciendo de sí misma bastante... ¿cuál
es la palabra? Oh sí, accesible. Eso sólo demuestra cuán desesperado
estas realmente.
Joseph encontró su voz cuando la ira lo consumió. El hombre no
tenía derecho a hablar de Katherine de cualquier manera, y mucho menos
darle la vuelta y hacerla parecer que no era una dama. ¿Cómo era posible
que su tío supiera que la había conocido o que la había visto? Él debía
tener gente espiando para él. Algo que se ajustaba a su carácter bastante
bien, en realidad.
—Los celos son un feo color en ti, Neilson. Es obvio que sabes que ya
has perdido, por lo que te estás agarrando a un clavo ardiendo, —dijo
Joseph, no permitiendo que su rabia se mostrara, ya fuera en su voz o en
la cara.
Una explosión de satisfacción se apresuró a través de él, al ver la
rabia en el rostro de Neilson. Joseph sabía cómo hacer frente a los
hombres como él. Simplemente no podía entender cómo alguien tan malo
podía estar relacionada con su difunto abuelo, o con su padre.
—Es posible que uno de los miembros de la junta este comiendo de
tu mano, pero soy dueño del resto. No conseguirá nunca esta corporación.
No te permitirán dirigirla. Yo les he trabajado durante años. Has tenido un
mínimo de éxito, pero no sabes nada, —Neilson escupió.
—Yo he tenido éxito por mí solo, sin la ayuda de mi familia. ¿Se
puede decir lo mismo de ti? Yo sé cómo construir un negocio, a diferencia
de ti, que sólo sabes cómo echar uno abajo, —Joseph contraatacó.
Una furia letal irradio de Neilson. Era tan potente, que el aire casi se
encendió. Joseph no tenía ninguna duda de que si el hombre pensara que
podía salirse con la suya, lo mataría allí mismo, con cero remordimientos.
¿Cuánto tiempo le tomó a ese hombre volverse de esa manera?
¿Nació así o lo desarrollo a través de su vida? Joseph nunca lo sabría, pero
eso hizo que no confiara en Neilson. Su tío sería capaz de apuñalarlo por la
espalda con una sonrisa en su cara y un salto en su camino, si se le daba
la oportunidad.
—Me he aburrido con esta conversación, Neilson. Dejaremos que los
miembros de la junta decidan quién es más apto para dirigir la
corporación. Si soy yo, me quedo con el placer de verte escabullirte de
vuelta a donde sea que has estado ocultándote en la oscuridad en estos
días, —Joseph dijo mientras se volvía y reanudaba su camino hacia la
reunión.
Neilson lo agarró del brazo y le dio la vuelta, el odio tan intenso en
su cara, que sus ojos ardían con él. Él abrió la boca para hablar y la saliva
burbujeaba en las comisuras de sus labios. Parecía que no le gustaba no
tener la última palabra.
—Eres un cabrón arrogante. ¿Tienes alguna idea de quién soy yo?
Puedo destruirte en menos de un segundo. Será mejor que te cuides,
Joseph, mira muy cuidadosamente. No importa lo que hagas o adonde
vayas, voy a estar un paso por delante de ti. ¡No voy a descansar hasta que
te haya aplastado!
Joseph miró la huesuda mano agarrando con fuerza su brazo.
Quería golpear al hombre, pero se las arregló de alguna manera para
controlar su temperamento. Dos años antes de eso, hubiera golpeado a
Neilson y luego pasado por su cabeza. Ahora Neilson estaba pidiendo que
lo hiciera.
Con una calma exterior que no estaba sintiendo, él agarró los dedos
de Neilson y los separo de su brazo, apenas conteniendo la tentación de
romperlos hacia atrás. Cuando quitó la mano, Joseph se enfrentó a él, con
la cara a pocos centímetros de su enemigo.
—Ten mucho cuidado, Neilson. Yo puedo ser joven, pero tengo un
mundo de experiencia. Tus amenazas no significan nada para mí. No tengo
miedo de ti, ni me has intimidado. Si me vuelves a tocar, sin embargo, no
voy a contener mi ira.
Joseph miró al hombre a los ojos, sin dar marcha atrás. Cuando vio
una chispa de miedo detrás de la furia llegando a las profundidades,
finalmente se retiró. Neilson era un cobarde, todo ladrador y cero mordida.
Él ya había tratado con él. Tenía una reunión a la cual asistir y no
quería llegar tarde. Esta vez, cuando caminaba alejándose, sabía que
Neilson se había quedado en pie a su sombra.
Joseph llegó a la puerta de la sala de conferencias, tomó aire, y luego
entró...
—Lamento interrumpir, señora Anderson, pero es hora de que
extraigamos un poco de sangre de su marido, y luego tenemos que darle
un baño, —una enfermera dijo, parando a Katherine en medio de la
charla.
—De ninguna manera. Es totalmente imposible que pares ahí. Te
juro que voy a tener pesadillas toda la noche. Tienes que decirnos cómo
fue la reunión. ¿Qué pasó? ¿Consiguió el puesto de Director Ejecutivo en
ese momento, o dejó que Neilson pusiera sus manos sobre él? Nosotros
obviamente sabemos que finalmente lo consiguió, porque aún está en
manos de la familia ahora, pero... —Amy gritó.
—Podemos ir a otra habitación. O ir a la casa por un tiempo, —
Jessica sugirió.
—¡Espera! —Emily soltó. —Esta es la corporación, ¿no? Esta no es
una que empezó por su cuenta, ¿verdad? ¿Qué sucedió? ¿Cuál fue su
reacción cuando entro por las puertas? ¿Cuánto tiempo Neilson tomo para
llegar allí? ¿Cómo se comportaron los otros miembros de la junta que no
sabían quién era Neilson realmente?
Katherine se rió ante el pánico de sus expresiones. Contar su
historia le dio un respiro de la constante preocupación que sentía. Ella
miró a su alrededor, observando las expresiones ansiosas sobre cada
rostro de los miembros de su familia, y le enorgullecía saber que su vida
les tenía hipnotizados. Ella siempre había dicho a Joseph que su romance
estaba destinado a ser un libro de cuentos. Era su propio cuento de hadas.
—Me comprometo a seguir pronto. Yo podría querer dar un paseo en
este momento, sin embargo, para ordenar mis pensamientos. George, ¿me
acompañas? —preguntó.
Hubo varios suspiros decepcionados pero nadie argumento aún más.
Podía ver que George tenía la esperanza de escaparse con Esther, pero ella
pensó que mejor ayudaría a los chicos un poco. Además, ella podría
necesitar un poco de paz con su amigo.
—Por supuesto, Katherine, —George dijo, como ella sabía que lo
haría.
—¿Qué les parece que nos encontremos aquí esta noche después de
la cena? —preguntó Katherine.
Todos ellos respondieron afirmativamente. Lentamente se puso de
pie y salió de la habitación del brazo de su cuñado. Cuando salió, ella
tomó una profunda bocanada de aire fresco. Luego siguió a George que la
llevó por el sendero del jardín.
Capítulo 13
Traducido por Marisaruiz & Lu_Rodriguez
Corregido por Maniarbl
Austin salió de la habitación de su tío con la intención de encontrar
a Kinsey. Ella había logrado mantenerse alejada todo el tiempo que él
estuvo allí. Además de eso, lo había estado evitando desde que hicieron el
amor por última vez.
No lo entendía. Cuando estaba en sus brazos, ella era dócil y,
obviamente, estaba satisfecha, así que ¿por qué diablos tenía que seguir
corriendo cada vez que se alejaba de ella durante cinco minutos? Estaba
obligado y determinado a obtener respuestas.
Hasta ahora, le había demostrado que no iba detrás de ella solo a
corto plazo. Quería una relación, no un rollo de una noche.
Anduvo arriba y abajo por los pasillos, buscándola, con la esperanza
de que cuando la encontrara, tendrían privacidad. La historia de su tía le
había afectado. Ella estaba tan llena de dolor por el tiempo que había
perdido cuando ella y José tuvieron tantos malentendidos entre ellos.
Bueno, no iba a cometer el mismo error. Kinsey iba a hablar con él
y, entonces, esperaba que pudieran volver a reconectarse.
Instantáneamente, la idea lo excitó. Cuando pasó por la habitación donde
ella descansaba durante la guardia, se puso duro como una piedra.
Se acomodó, mientras continuaba moviéndose, sacándose
rápidamente la parte inferior de su camisa y dejándola caer hacia abajo,
con la esperanza de ocultar la evidencia de su deseo. Estaba actuando
como un adolescente plagado de hormonas en lugar de como un hombre
experimentado. Pero eso era lo que Kinsey le hacía. Lo excitaba de una
manera que, no estaba solo empezando a esperar, sino a anticipar.
Kinsey inclinó la cabeza y se echó más agua fría en la cara. Había
sido un día muy largo y ya estaba exhausta. Para colmo, estaba cogiendo
un resfriado y su día había ido en picado para peor.
Se las había arreglado para evitar a Austin durante días, pero eso se
acabaría pronto. Él no tendía a ser muy paciente, incluso en el mejor de
los días, y mucho menos después de que ella se negara a responder a sus
llamadas.
Estaba confundida y, con todo, no sabía qué pensar sobre su
relación. No tenía ninguna duda de que era, de hecho, una relación. Ya no
podía llamarlo una aventura de una noche. No después de las dos
exquisitas veces en distintas partes del hospital, la enorme cantidad de
rosas que le había enviado y sus mensajes.
Oh, los mensajes. Le había estado dejando mensajes de voz que le
daban ganas de derretirse.
¿Cómo era posible conseguir una perspectiva sobre qué hacer,
cuando él no le estaba dando tiempo para pensar?
Ella había estado en la misma sala de examen en que habían hecho
maravillosamente el amor ese mismo día más temprano y su cuerpo había
respondido como si él fuera a entrar por la puerta en cualquier momento.
Tenía que controlarse, siempre. Así era como se las había arreglado para
sobrevivir. Desde que estaba con él, parecía haber perdido toda semblanza
de ese cuidadoso y comedido control por el que vivía. ¿Era realmente tan
malo renunciar a un poco de control a cambio de estar con él?
Después de refrescarse la cara, se secó, se volvió a aplicar lápiz de
labios y supo que tenía que salir de allí. Su turno estaba casi terminando,
entonces, tendría tres días de descanso. Estaba agradecida por las horas
extra que consiguió, cuidando del Sr. Anderson, pero todavía estaba
teniendo dificultades para ponerse al día en su necesario descanso. Era
agradable tener un horario normal de nuevo.
Salió del baño y se fue rápidamente por el pasillo. Solo tenía que
conseguir pasar un cuarto de hora y sería libre.
Giró en una esquina y se topó con una sólida pared de músculo.
Sabía, sin levantar la vista, que eran los brazos de Austin los que la
rodeaban.
Había estado diciéndose que no quería verlo, que tenía que escapar,
pero la realidad era, que lo había echado de menos, lo extrañaba tanto,
que estar en sus brazos era como volver a casa.
Cuando levantó la cabeza, se encontró con sus ojos. Él no le dio
tiempo a hablar. Ni siquiera le dio un segundo para recuperar el aliento,
cuando su boca descendió sobre la de ella, como de costumbre, el resto del
mundo desapareció.
Austin se sintió aliviado en el momento en que Kinsey estuvo en sus
brazos. Ella, literalmente corriendo directamente hacia él, lo tenía de
mucho mejor humor.
La había echado de menos. No tuvo ninguna vacilación para
apoderarse de sus deliciosos labios con los suyos. Su día no comenzaba
realmente hasta que podía saborearla.
Se apoyó contra la pared, sin importarle que estuvieran en un
hospital público, sin molestarse en ocultar su pasión por ella.
La deseaba siempre y no le importaba que el mundo lo supiera. Se
estaba enamorando de ella, rápidamente.
Finalmente se apartó y vio como sus ojos se abrían lentamente y lo
miraba a través de una neblina de pasión. Tenía que llevarla a la sala de
guardia más cercana.
—Qué casualidad encontrarme contigo aquí —dijo con un falso
acento sureño. Ella lo miró con sorpresa, entonces, como esperaba, sus
labios temblaron y la risa brotó.
—Apuesto a que le dices eso a todas las chicas —respondió, agitando
las pestañas.
—No desde que te conocí —respondió, repentinamente serio.
Ella parpadeó. Podía ver que estaba tratando de averiguar si le
estaba diciendo la verdad. Con el tiempo tendría que aprender a confiar en
él, porque no podía dejarla ir.
—Austin Anderson, estás rompiendo todas las paredes que he
conseguido levantar —dijo, haciendo que el corazón de él se elevase.
—Ese es el plan. ¿No se supone que termines de trabajar pronto?
—No, hasta dentro de diez minutos estoy atrapada aquí. Hay un
armario de mantenimiento a la vuelta de la esquina —dijo con timidez. Era
la primera vez que había tomado la iniciativa. El placer lo consumía, su
cuerpo respondió en un instante.
No necesitó más invitación que eso. Se apartó de la pared, la agarró
de la mano y se fue corriendo a la habitación.
—Hey, Kinsey, ¿puedes... —alguien empezó a preguntar, pero él salió
volando, sin darle oportunidad de responder.
Sabía que solo había pasado una semana, pero se sentía como años.
Harían el amor y luego hablarían. Realmente, necesitaban hablar. Además,
tenían que tener una cita de verdad. Esta cosa del hospital fue divertida,
pero si quería que ella creyera que era algo más que sexo, entonces tendría
que demostrárselo cortejándola.
Tendría que preguntarle a su hermana para que le diese ideas.
Nunca había salido con una mujer antes con la intención de que durara
más de una noche o, a lo sumo, una semana.
Alcanzó el armario y abrió la puerta, empujándola dentro, mientras
cerraba rápidamente y los encerraba. No era una opción ser
interrumpidos.
Le tomó dos segundos inspeccionar el entorno, estanterías repletas
de artículos de limpieza y escobas, mopas y plumeros en la esquina. No el
ambiente ideal para la seducción, pero no le importaba, lo único que
necesitaba era a ella.
La apoyó contra la pared y le levantó los brazos. Estaba ansioso y la
necesitaba desnuda y gritando su nombre.
La desnudó en cuestión de segundos y se quitó su propia ropa en un
tiempo récord. Ella estaba de pie delante de él, jadeando, mientras
levantaba los brazos hacia él, invitándolo.
La agarró por la cintura y la levantó, sus ojos abriéndose de par en
par ante la ferocidad de su toque. Ni siquiera podía pensar. Ella levantó las
manos, agarrándose de la barra que tenía detrás, arqueando sus pechos
hacia él.
Sus piernas se envolvieron alrededor de su espalda, empujando su
centro, ajustándolo contra su cuerpo, donde podía sentir su humedad
acariciando su palpitante erección.
Su cabeza descendió, tomando un descarado pezón en su boca y lo
chupó, alentado por sus gemidos de placer. Tomó la punta entre los
dientes y tiró, mientras su lengua acariciaba el duro borde.
—Sí, más —exigió.
Su excitación saltó dolorosamente con sus palabras llenas de
necesidad. La agarró del apretado trasero, mientras empujaba sus caderas
contra ella, frotándose contra la parte externa de sus húmedos pliegues,
con sus cuerpos encajados.
Levantó la cabeza y tomó sus labios, necesitando saborearla. Ella
chupó ávidamente su lengua en su boca, luego la soltó, antes de chupar
de nuevo. A él casi se le doblan las rodillas con sus eróticos preliminares.
—No puedo esperar —gruñó, mientras se movía hacia atrás para
poder colocarse en su entrada.
—Con fuerza, quiero que me tomes con fuerza —reclamó, mientras
su considerable longitud presionaba contra ella, torturándolos a los dos.
Austin perdió el último gramo de control y se lanzó hacia delante,
entrando en ella en un apresurado movimiento. Ella gritó, mientras su
espalda se presiona firmemente contra la pared, sus pechos aplastados
contra su pecho.
Él no aminoró, solo salió hacia atrás y empujó de nuevo,
estableciendo rápidamente un ritmo intensamente satisfactorio para
ambos. Sus gritos de placer lo empujaban hacia adelante, más rápido, más
duro, más largo.
De repente, el cuerpo de ella se tensó y gritó, mientras su cuerpo
golpeaba el de ella con un movimiento enérgico. Se echó hacia atrás y se
estrelló de nuevo en su interior, haciéndola gritar de nuevo, mientras
temblaba de placer.
Su cabeza descendió hasta su hombro y ella apretó los dientes
contra su piel, sus gritos silenciados contra su carne. El dolor de su
mordisco ni siquiera amortiguó el placer de su cuerpo apretándolo
firmemente.
Hizo una pausa, dándole tiempo para que ella recuperara el aliento,
aunque su cuerpo se estremeció por la restricción. Necesitaba culminar,
necesitaba derramar su liberación en el interior de su vibrante cuerpo.
Cuando su mordisco se aflojó y sus labios acariciaron la piel
hinchada, comenzó a moverse de nuevo. Suspiró cuando él comenzó a
acariciarla de dentro hacia afuera, su miembro hinchado acariciando su
carne, dándole placer, con las manos agarrando su apretado trasero,
empujándola desde atrás, moviéndola hacia arriba y hacia abajo en su eje.
—Sí —ronroneó, arqueando la parte baja de la espalda, cuando él
empezó a coger velocidad. Estaba tratando de prolongarlo para ella,
esperándola para que se alzase de nuevo, pero no sabía cuánto tiempo
más podría aguantar. Su cuerpo estaba en llamas, toda su sangre reunida
en un congestionado lugar.
Sus manos cayeron de la barra de la que había estado agarrándose y
le acariciaron su resbaladiza espalda, sintiéndolas como seda sobre su
piel.
Ella arrastró las uñas a lo largo de la misma, realzando su placer.
Cada uno de sus toques, lo chamuscaba de la manera más erótica que
podía imaginarse.
—Mírame —le ordenó él, necesitando repentinamente ver sus ojos.
Necesitando ver su placer por él, mientras ella llegaba a su clímax.
Sus ojos se abrieron lentamente, como si necesitara de toda sus
fuerzas, la intensa necesidad en la profundidad de ellos lo envió a una
nueva esfera de realidad. Su temperatura se disparó unos cuantos grados
cuando ella abrió la boca anonada y encantada, mientras se mecía contra
ella.
—Tan intenso, tan increíble —murmuró ella.
Él estaba jodido. La agarró con fuerza mientras tomaba velocidad,
más rápido que antes y meciéndose contra ella repetidamente, llenándola
una y otra vez, mientras sentía su placer a punto de explotar. Su cara
junto a la de ella, sus ojos se encontraron con deseo, los de ella graves y
profundos, oscureciéndose, mientras su cuerpo se preparaba para una
segunda explosión.
Necesidad, ardiente y cegadora necesidad, es lo que tenían el uno
por el otro.
La mano de ella salió disparada haciendo que algo cayera
estrepitosamente al suelo. A él no le importó. Luego, ella tensó su pierna,
cuando se elevó aún más alto. Otra cosa se cayó. Probablemente había un
montón de gente fuera preguntándose qué estaba pasando. Déjalos que
sigan preguntándoselo.
Una cruda, indómita y explosiva necesidad lo consumía. Empujó
hacia adelante y ella explotó a su alrededor, agarrándolo con tal fuerza,
que apenas podía empujarse dentro de ella. Ella dejó caer su cabeza hacia
atrás, contra la pared, sus brazos flácidos, mientras se estremecía. La
observó asombrado, mientras sus ojos se dilataban, su boca se abría con
asombro y el gemido desde lo profundo de su estómago se convirtió en
dulce música para sus oídos.
Su mirada nunca se apartó de su rostro, mientras la penetró varias
veces más, su núcleo pulsando a su alrededor, mientras ella se estremecía
con su liberación. Su cuerpo estalló, haciéndolo gemir cuando su
liberación disparó en lo profundo de sus entrañas.
Se estremeció, mientras ola tras ola de placer se apoderó de él,
bombeando su liberación dentro de ella. Estaba temblando por los
intensos escalofríos que irradiaban de todo su cuerpo.
Cuando finalmente su liberación se extinguió, sus piernas cedieron.
Se deslizó por la pared con ella todavía apretada fuertemente en sus
brazos y aterrizó sobre su trasero, con ella manteniendo su todavía lleno
eje.
El pequeño rebote cuando se sentaron, lo tuvo gimiendo cuando ella
lo apretó.
No había manera de que pudiera hacerlo de nuevo, pero su cuerpo
no había entendido completamente esto todavía.
—Me vuelves loco —murmuró él, mientras movía los labios por su
cuello húmedo y le chupaba la delicada piel, disfrutando de su sabor.
Deslizó la mano hacia arriba, por la curva de su espalda y deslizó los
dedos a lo largo de sus costillas, hasta que tomó el peso de su pecho en la
mano, su pulgar deslizándose sobre su pezón.
—No puedo... —le suplicó ella.
Austin se rió entre dientes, mientras movía la boca para besarle la
comisura de los labios y después la mejilla. Se juró, besarle cada
centímetro de su piel, probando cada deliciosa curva.
Estaba casi en un estado de estupor, mientras la sostenía,
completamente saciado. Se dio cuenta en esos momentos de que se estaba
enamorando de ella. Pensaba que el amor era un mito inalcanzable. A
pesar de que lo había visto con sus hermanos, nunca pensó que iba a
pasarle a él.
Ninguna mujer lo había cautivado, ninguna hasta Kinsey.
Él tan solo cerró sus ojos, tomando un profundo suspiro, intentando
encontrar la energía para moverse, estaba rígido. Todo su cuerpo creció
con el pensamiento de ellos haciendo el amor momentos antes, y otra vez
la semana pasada.
No había usado protección. Él siempre la usaba, sin falta. Nunca ha
habido una mujer que le hiciera perder su cordura hasta el punto de
olvidarse tanto de su protección como la de ella.
—¿Kinsey, estás tomando la píldora? —preguntó, rezando que la
respuesta fuera sí.
Ella había estado relajada en sus brazos hasta que él pronunció esas
palabras. Entonces, todo su cuerpo se puso rígido como si ella también se
diera cuenta por primera vez cuán estúpidos habían sido.
—Yo… hu… no ha habido un motivo —finalmente consiguió decir. Él
levantó la cabeza mientras miraba en los ojos de ella.
Estaba seguro que su expresión igualaba su consternación. Su
alegría se evaporó al pensar en cuáles podrían ser las consecuencias.
Seguro él se estaba enamorando de ella, pero eso no quería decir que
estaba listo para todas esas cosas de niños.
—Lo siento Kinsey, soy el que debería haber prestado atención,
debería haberte protegido —dijo avergonzado de sí mismo.
Su padre le había enseñado a él y a sus hermanos nunca
comprometer a una mujer. Les había dicho que deberían estar felizmente
casados antes de mencionar los niños.
Entonces él había visto como algunos miembros de su familia
habían ignorado por completo el consejo de su padre. Se había prometido
que no le sucedería a él. Probablemente había exagerado. ¿Cuán probable
era que ella pudiera estar embarazada, cuando ellos solo habían tenido
sexo dos veces sin nada? Parejas han pasado años intentándolo sin éxito.
Tragó al pensar en sus primos. Demonios, parecía que su familia
tenía nadadores supersónicos, porque no tomó mucho para que todas sus
sobrinas y sobrinos aparecieran.
—Se necesitan dos, Austin. Debería haberme asegurado que estabas
usando un condón, también. No vas a jugar al mártir y tomar toda la culpa
—espetó Kinsey, pareciendo salir de su asombro.
Ella empujó contra él, y aunque Austin tenía miedo, él todavía sentía
la excitación de su cuerpo mientras ella se retorcía en su regazo.
—Déjame ir —ella exigió cuando él no perdió su agarre. Rápidamente
bajó sus brazos y ella se levantó, recogiendo su ropa y deslizándose en
ella. Le tomó un minuto a Austin para empezar a moverse, pero
finalmente estuvo de pie con sus piernas temblorosas y siguió su ejemplo.
—No quise decir nada, Kinsey. Solo estoy diciendo que he sido
enseñado mejor. Nunca debería haber pensado en ponerte en esta
posición.
Aun cuando él había intentado ser un buen chico, ella tuvo que
protestar. Estaba empezando a irritarse sobre ello. Él intentó razonar, con
él mismo, que ambos estaban estresados, pero no estaba en el mejor
estado de ánimo para mantener la calma.
—Así que, en otras palabras, no he sido enseñada correctamente.
Solo soy una chica después de todo. No pienso en cosas como embarazo o
enfermedad. Solo espero que un hombre grande y fuerte cuide de mí —dijo
con sarcasmo. Austin sintió como su último hilo de temperamento se
rompía.
—¿Cuál es tu problema? Estamos discutiendo por algo que
probablemente ni siquiera es un problema. La próxima vez que tengamos
sexo, me aseguraré de ponerme dos condones —ladró mientras tiraba su
camisa por su cabeza.
—¿La próxima vez? ¿Me estás bromeando? ¿Realmente crees que va
a haber una próxima vez? Ni siquiera si me vida depende de ello.
—Oh, habrá una próxima vez, Kinsey. Y una después de esa, y
después de esa. Aún no hemos terminado con el otro —advirtió.
Se puso de pie boquiabierta ante él como si hubiera perdido el
juicio. Él tal vez, de hecho, lo perdió. Ni siquiera sabía algo más.
Él no podía pensar alrededor de ella, bueno, no con el cerebro, por lo
menos. Sabía que no podía estar lejos de ella. Ciertamente no estaba listo
para el final de su romance, o lo que sea que tenían.
Kinsey marchó hacia él, sus ojos destellando fuego mientras su
mano se acercó y le empujo con fuerza en el pecho. De pronto se olvidaron
que estaban peleando mientras el deseo los consumía.
Ella tenía un magnifico temperamento. Intoxícate.
—No soy una fácil, Austin. Culpo a la locura temporal, falta de
sueño, también a beber demasiado, cualquier cantidad de escusas para las
pocas veces que hemos estado juntos. Pero eso es todo. ¿Me oyes? ¡Se
acabó! He terminado con lo que sea que es esto, y voy a seguir con mi vida.
No creo que tengas que preocuparte por un embarazo, porque ahora
mismo mi cuerpo es un medio hostil, y si tu semilla viene cerca de mi
útero, rayos laser golpearán a los pequeños nadadores abajo —espetó.
Austin no podía dejar de sonreír, lo que lo llevó a la risa. Una
profunda en el estómago, bajó desde su cintura, sanando un tipo de risa.
Ella estaba tan gloriosa en su ira, tan increíblemente excepcional que
quería llevarla sobre su hombro hasta su carro como si fuera la cueva más
cercana, donde podría golpear su pecho y reclamarla como suya.
—¡Eso es todo, muévete de la puerta ahora mismo!
Su pecho estaba agitado, ella estaba muy enfadada. Le tomó un gran
esfuerzo, pero él se las arregló para detener la risa, aunque sus labios aun
temblaban. Se recostó, más cómodamente, como si tuviera todo el día.
Los ojos de Kinsey se estrecharon antes de levantar su pierna y
golpear uno de sus pies todavía desnudos. Austin se estremeció
interiormente cuando un pequeño dolor subió por su pierna, pero él solo le
sonrió. No había ninguna manera de dejarle ver que había sentido algo.
—Esta discusión no ha terminado aún, Kinsey, así que tal vez
deberías ponerte cómoda así podemos hablar —dijo, manteniendo la calma
en su voz.
Ella lo miró por varios momentos más antes de soltar un suspiro
frustrado y dando un paso atrás.
Debió darse cuenta de que no había manera de moverlo físicamente
de allí, así que tomó la pequeña decisión pero se paró entre el armario y el
lío de afuera.
—Bien, entonces hablemos. Pero hazlo rápido porque estoy exhausta
y quiero volver a casa.
—¿Si estás embarazada, cuánto falta para saber? —preguntó como
si fuera una simple pregunta para responder. En su mente era muy blanco
y negro.
—¿Realmente, Austin? ¿Cuánto falta para que lo sepa? Bueno,
vamos a ver, considerando que nunca he estado embarazada antes, no
podría saberlo. La mayoría de las mujeres que van al hospital están en su
segundo mes y aún más sorprendidas cuando les decimos que no tienen
gripe, pero van a ser madre en unos siete meses.
—Tampoco lo sé, Kinsey. No es como ir por ahí embarazando
mujeres.
—Austin, no podemos hacer nada esta noche. Lo hecho está hecho.
No es como que podamos regresar en el tiempo y deslizarte un condón, así
que permitámonos olvidarlo solo hasta que sepamos alguna cosa. Te diré,
en unas pocas semanas sino he tenido mi período, conseguiré una prueba,
luego te llamaré. Hasta entonces, déjame en paz.
—Cuanto antes sepas, mejor, Kinsey. Si estás embarazada, quiero
casarme de inmediato. No necesito a nuestro hijo o hija haciendo las
matemáticas antes de que las necesite —dijo mientras se inclinaba y
empezó a ponerse sus medias y zapatos.
Cuando terminó, alzó la vista y podría jurar que vio humo saliendo
de sus oídos. Su cara estaba roja y ella estaba mirándolo como si fuera un
extraterrestre de otro planeta.
—¿Qué? —preguntó él. No tenía idea del por qué ella estaba tan
enojada.
—¿Qué? ¿En serio? Es decir toda mujer sueña con la propuesta
ideal, pero creo que necesito enviar ésta a la revista Bride —replicó ella
mordazmente.
—¿Quieres romance? Bien, te daré romance —retumbó.
—No quiero romance. No quiero nada ahora mismo excepto salir de
esta habitación claustrofóbica —gritó.
Se quedaron mirando el uno al otro durante varios minutos. Austin
sabía que no podía ser algo bueno continuar con la conversación, pero por
alguna razón él no quería que se abriera la puerta. Sabía que en el
segundo que lo hiciera, ella iba a salir corriendo y luego tendría un largo
tiempo para volverla a ver.
¿Por qué estaba cazando una mujer tan duro cuando obviamente no
quería ser capturada? Su orgullo estaba tomando una seria caída en
espiral cuanto más tiempo pasaba con ella.
—Solo estoy intentando hacer lo correcto, aquí.
—Nunca te lo pedí, Austin. No te pido que te sacrifiques por mí. Si
estuviera embarazada, eso no sería de ninguna manera lo que espero, o
incluso quiero, para casarse. Eso solo significa que hay un pequeño
creciendo dentro de mí. Me rehúso a casarme porque tú piensas que tienes
que hacer lo correcto. Esa no es vida para mí, y no sería lindo para ti, los
dos. Podríamos solo terminar odiándonos mutuamente y haciendo a
nuestro hijo miserable —expuso ella, algo de su temperamento
disminuyendo.
—No lo veo como un sacrificio, Kinsey. No creo que estar casado
contigo pueda ser un sufrimiento. Hemos probado como somos en la
cama. Eso, aquí mismo, es la mitad de la batalla. Obviamente no tenemos
un problema expresándonos, por lo que aquí está la otra mitad. Digo que
tenemos una matemática hecha en el cielo.
—Pensaré sobre todo ¿okay? Yo solo… necesito algo de tiempo —
solicitó.
Austin sabía que la discusión había terminado. No podía tenerla de
rehén toda la noche en el armario del conserje. Si ella pensó que era lo
último que había oído de él, siquiera, estaba muy equivocada.
—Bien, pero necesitamos hablar más sobre esto después de tu
descanso.
—Okay —agregó fácilmente.
Tuvo una sensación de que una vez ella marchara por la puerta la
conversación terminaría en su mente. Bueno, ella pensó que había sido
persistente en perseguirla antes. No era nada comparado con lo que iba a
hacer para luchar por su familia, y si ella llevaba a su hijo, ella era su
familia.
Austin abrió la puerta sin ninguna otra palabra, y Kinsey
rápidamente bordeó el rededor de él y se dirigió en línea recta a través de
él. La siguió afuera y vio como corría por el vestíbulo. La dejó irse. Ella
podría tomar algo de aire y luego volverían a la discusión anterior.
Kinsey pasó fuera del hospital y siguió caminado.
No se atrevía a mirar atrás. No podía. Fue a la vez el miedo de que él
estuviera allí, y no estaba. Realmente ¿qué estaba mal con ella?
No podía tener una idea como se sentía acerca de Austin. Cuando él
estaba con ella, parecía que inspiraba sus más fuertes emociones, si era
felicidad, alegría, o dolor.
También temía admitir que cuando él no estaba aquí, lo extrañaba.
Lo extrañaba más allá del punto de la racionalidad.
¿Por qué le gustaba tanto? ¿Era el sexo realmente importante? Tiene
que haber un interruptor en su cerebro que le permita apagar su atracción
por él. Si solo pudiera descifrar como encontrarlo…
Su mente reproducía el año pasado. La boda de su mejor amiga,
donde todo había comenzado.
La había hecho quemarse esa noche, y ella no pudo parar desde
entonces. Ella le estaba peleando cada paso del camino porque la
asustaba. Sabía que podía fácilmente enamorarse, si no lo estaba ya.
También sabía que podía caminar lejos sin un pensamiento. Que es como
él era. Sabía que solo ella tenía la culpa si estaba enamorada. Su estómago
se hundió, y sintió que las lágrimas quemaban detrás de sus párpados. ¿Y
si realmente habían hecho un bebé juntos? ¿Qué podía hacer ella?
—Ni siquiera vallas allí ahora mismo, Kinsey —musitó alto,
necesitaba escuchar las palabras habladas.
La vida cambia todo el tiempo. Algunas veces es para lo mejor y
algunas veces para lo peor, no importa que, lo que importa es permanecer
de pie. Había pasado por unos pocos momentos duros en su vida, lo haría
por esto.
Kinsey pensaba en su familia. Era tiempo de ir a casa para una
visita. Su madre sabría que algo estaba mal en el momento en que
caminara por la puerta, pero ese era el precio que estaba dispuesta a
pagar, porque necesitaba el hombro de su madre para llorar. Necesitaba el
abrazo reconfortante de su padre. Infiernos, incluso necesitaba el acoso
que recibía por parte de sus hermanos por nunca visitarlos ya. Ella
trataría con todo si solo fuera a casa y reagruparse.
Con un plan en marcha, Kinsey aceleró el paso. Estaba muy lejos del
camino a su apartamento, pero necesitaba quemar algo de energía o
nunca sería capaz de dormir una vez llegara allí. Decidió solo caminar
hasta que estuviera cansada, luego encontraría la parada de bus más
cercana.
Media hora después estaba lista para el calor del bus. Encontró un
paradero y esperó. Su suerte estaba con ella cuando apareció cinco
minutos después. Subió a bordo, se acurrucó en su silla y esperó su
parada.
Sonrió cuando pensó que de pronto mañana estaría con su mamá,
sentada en su gran cocina, mientras que el caos estallaba todo a su
alrededor. Exactamente lo que el doctor ordenaba.
Capítulo 14 Día Dieciocho
Traducido SOS por Lectora, thelovestory& Marisaruiz
Corregido por Lucero Rangel
—Me parece que no puedo tener un solo segundo a solas contigo. Yo
no quiero hacer esto por teléfono, pero Esther Lyon, lo haré —dijo George
en su teléfono.
—No te atrevas a decirlo, George —Esther le interrumpió.
George gimió de frustración.
Se sentía como un adolescente errante, escondido en un cubículo de
baño. Había tratado de alejarse de sus hijos, pero siempre alguno se
acercaba. Cada vez que se daba la vuelta, allí estaban. Tenía que hablar
con Esther, tenía que hacerle ver que estaban destinados a estar juntos.
La echaba de menos, la echaba de menos más de lo que creía
posible. Sabía, sin lugar a dudas, que la amaba, y él sería dichoso
consiguiendo que accediera a ser su esposa.
—Te extraño —suspiró.
Hubo una larga pausa al otro lado de la línea...
—Yo también te extraño, George.
—Todo lo que tienes que hacer es dejarme contarle a mi familia y
luego todo esto termina. Podemos dejar de escondernos. Te llevaré por todo
el mundo en el que no habrá oportunidad de que nadie nos interrumpa.
Deja que te consienta, Esther. Nada me gustaría más.
—Eres tan romántico, George. Es por eso que me he enamorado de
ti. Pero nada ha cambiado. Yo no me siento bien acerca de esto con Joseph
en el hospital. ¿Y si no lo hace? Entonces, nuestro comienzo sería siempre
un momento de tristeza —explicó Esther.
—Joseph no querría que fuera infeliz, aunque no lo lograra. Conozco
a mi hermano —insistió.
—Yo simplemente no creo que los chicos lo aceptarían, George. ¿Y si
de alguna manera saben, y están tratando de mantenernos separados
porque no aprueban?
—Eso es una tontería. Mis hijos quieren que yo sea feliz, y ya te
aman.
—Simplemente no lo sé... —Su voz se desvaneció.
—Esther... —comenzó.
—Papá, ¿estás aquí? —Max llamó. George quería gritar. En su lugar,
se quedó quieto, esperando que su hijo se fuera.
—Puedo oír a tu hijo, George. Voy a hablar contigo más tarde —dijo
Esther antes de colgar rápidamente. Con un gemido de frustración, pateó
la pared metálica, provocando un fuerte eco en el cuarto de baño.
—Sí, estoy aquí. Estaré fuera en un momento —murmuró, tratando
de disimular su fastidio.
—¿Está todo bien? ¿Qué fue ese ruido?
—Estoy bien. Sólo me resbalé y pateé la pared.
—Está bien. Te hemos estado buscando. Es hora de volver a la
habitación de Joseph.
George renunció a su tiempo de escondite y se dirigió fuera del
cubículo. Ni siquiera puedo ir al baño en paz, pensó malhumorado.
Max lo miró con recelo, pero no hizo más preguntas. George bajó la
cabeza mientras seguía a Max, que no tiene ni idea de que Max le estaba
enviando mensajes de texto a sus hermanos y primos en ese momento,
diciéndoles que tendrían un nuevo miembro añadido a su familia en
cualquier momento.
La habitación se llenó mientras todo el mundo regresó al mismo
tiempo. Ellos sonrieron cuando encontraron a Katherine esperándolos.
—Están muy ansiosos —dijo Katherine.
—Sí, por favor continúa. No vamos a decir una sola palabra —dijo
Cassie.
Katherine sonrió mientras su sobrino, Max, se inclinó y le dio a su
esposa un beso. Los niños estaban haciendo todo tan bien, sin dejar de
mirar muy enamorados y felices a sus cónyuges. Ella sabía que su amor
seguía creciendo, mucho después de que ella y Joseph tuvieron que
dejarlos atrás.
Ella miró a su marido y en silencio le dijo que aún no era el
momento de irse, sin embargo. Tenían muchos años por delante, y una
familia aún por cuidar.
—Ahora, ¿dónde estaba la última vez que dejamos? —Preguntó
Katherine.
—El gran encuentro se acerca —Mark respondió rápidamente.
Katherine se echó a reír, disfrutar el entusiasmo de su hijo. Era
divertido cómo fueron cautivados incluso los chicos con sus recuerdos.
—Oh, sí, Mark, es cierto. Yo estaba tan nerviosa. Estábamos
teniendo una reunión enorme de la junta. Yo no había oído hablar de
Joseph desde la llamada telefónica y yo sabía que estaría allí. Por supuesto
que lo haría. Esperaba que él se sentara atrás y quedarse en un segundo
plano, pero ya sabes que Joseph no es de los que se esconden en las
esquinas. Me estaba preparando para abrir el encuentro, cuando hubo
una agitación en la habitación...
Katherine respiró hondo y se levantó de su silla. Miró alrededor de la
mesa en la que los demás miembros de la junta estaban sentados, todos
los ojos en ella. Luego miró a la multitud, los inversionistas que querían
respuestas, quería saber que su dinero estaba siendo atendido.
Todos ellos tenían una participación en la compañía, y quería lo
mejor para ellos. ¿Qué fue eso, sin embargo?
Benjamin había elegido a dedo su junta y tenía completa fe que
habían elegir sabiamente después de su muerte. Katherine sintió el peso
de los miles que dependen de ellos para tomar esa decisión.
Abrió la boca para hablar, cuando se produjo un gran revuelo en el
ambiente. No necesitaba a mirarlo a los ojos para saber que Joseph había
caminado dentro. Él era el comodín. El que todos querían, pero no sabía si
sería la persona adecuada para el trabajo. Él fue a la vez la esperanza y la
tragedia.
Ellos sabían que él amaba a su abuelo, pero él había dejado sin decir
palabra. También fue un gran éxito por su cuenta, así que por qué iba a
querer encerrarse a una posición tan exigente. Si lo elegían a él, y él
declinaba, las acciones caerían en picado porque la gente perdería la fe en
el consejo de administración. Él estaba allí, pero no había dicho si
realmente aceptaría el puesto si se le ofrecía.
Era una decisión difícil, y tenía uno de los votos clave. El sudor
estalló en su frente mientras miraba a la multitud, con los ojos de
inmediato en la búsqueda de la suya. Él le devolvió la mirada, sin
preocuparse por la gente viendo. Era como si estuviera dejando que el
mundo sepa que no le importaba lo que pensaban. Haría todo lo que le
plazca.
Su mirada clavada con la de ella, Joseph se congeló por un
momento. Ella estaba de pie orgullosa en la mesa, con un traje negro de
negocios, el pelo recogido en un moño en la base de su cuello largo y
delgado, y un cuaderno en la mano mientras esperaba para comenzar su
presentación.
Era impresionante.
Quería empezar por derribar su pelo, viéndolo en cascada sobre los
hombros, haciéndola parecer más suave. Echaba de menos a la niña de
cinco años antes, que tenía estrellas brillando en sus ojos. Esta mujer que
se había convertido era espectacular, pero estaba demasiado en guardia.
Necesitaba entrar a hurtadillas debajo de la pared que ella había
construido y lentamente derribarlo, pieza por pieza, si era necesario.
A medida que sus ojos se quedaron enganchados juntos, podría
jurar que vio a su aliento parar. Pero rápidamente recuperó su
comportamiento seguro y se volvió. No había ninguna duda en su forma,
ningún indicio de que se estaba quemando tan caliente como él estaba.
Estaba decidido a averiguar si se trataba de un acto, o si estaba de
hecho sobre él.
Joseph se sentó y observó.
Sus ojos se posaron en ella constantemente mientras hablaba,
señalando los números y la logística, pero no le importaba. Él ya tenía la
información corporativa almacenada. Quedó impresionado con su
conocimiento, sin embargo.
Cuando terminó, las preguntas fueron lanzadas contra ella, una tras
otra. Ella nunca sudó. Respondió con calma a cada uno, sin dejar lugar a
dudas de que ella estaba en la junta por una razón. Una muy buena
razón.
Había cambiado desde que cuando la había conocido. El fuego que
siempre había ardido en su interior brillando estaba ahora a la intemperie
para que el mundo vea. Su actitud parecía decir que si a la gente no le
gustaba, entonces podía retroceder.
Se encontró aún más atraído por ella.
Era una mujer rara. Belleza, pasión, aplomo. Tenía a la multitud
comiendo de su mano antes de que lo hiciera. Se preguntó si ella podía ver
más allá del show que algunos de los miembros pusieron. Sólo el tiempo lo
diría.
La reunión continuó con otros miembros de la junta hablando, más
preguntas que responder. Él estaba perdiendo la paciencia con todo para
la tercera hora. Quería a Katherine para sí mismo. Él había terminado con
las políticas involucradas con un nuevo CEO siendo elegido.
Él podía esperar. Había esperado cinco años, ya. ¿Qué era otra hora
o dos?
Katherine sintió como si mil agujas se estaban perforando en su
cabeza. Ella sabía que la mirada de Joseph rara vez la dejaba. Tomó fuerza
de voluntad trascendental no desplazar sus ojos y conectar con sus frías
profundidades azules.
Su estómago estaba atado en nudos mientras esperaba que la
reunión terminara. Las preguntas continuaban llegando, una tras otra,
varias de ellas con sólo una variación de la anterior. Tenía que mantenerse
en sus pies, sin embargo, tenía que prestar atención, ya que si se perdía la
más mínima verborrea, estaría perdida y las pirañas podrían saltar.
Les encantaría tomar un bocado de su carne, tanto como ella
conocía que Joseph sería primero en la línea para ese honor.
Katherine sabía que Joseph estaba haciendo un gran revuelo entre
la gente. Su sola presencia detenía el tráfico donde quiera que estuviera,
pero no parecía haber ninguna tierra en medio cuando se trataba de él.
Las personas o bien lo amaban y lo miraban como un salvador, o lo
despreciaban y esperaban que él destruyera su mundo.
Se preguntó por un momento lo que debe ser para él, ceder ese tipo
de poder. Ser tan importante que tu propia existencia influyera en las
vidas a tu alrededor.
Mientras se sacudía los pensamientos, se dio cuenta de que la
habitación estaba en silencio. Tal vez la gente había oído suficiente para el
día.
Parecía que la Ronda Uno estaba pronta a terminar.
―Gracias a todos por estar aquí hoy. Los miembros de la junta han
acordado permanecer durante la siguiente hora y contestar preguntas
individuales que puedan tener. Entendemos que la decisión que estamos
haciendo afecta a todos ustedes y queremos su fe y su confianza en
nosotros. Se levanta la sesión —dijo Katherine.
La sala estalló en conversaciones mientras la gente se movía
alrededor, todo el mundo tratando de averiguar dónde ir para que los
beneficiara más. ¿Con quién querrían codearse más, quien podría avanzar
sus carreras?
Todo era un juego —solo un juego en una escala de millones de
dólares.
Rápidamente recogió sus pertenencias, ya habiendo notificado a los
demás miembros que ella no se estaba quedando para esta parte. Quería
escaparse antes de que Joseph se acercara. Ella sabía que lo haría. No
estaba en él no hacerlo.
―Muy impresionante, Katherine. Creo que has aprendido muy bien
cómo jugar juegos en el mundo corporativo, como bailar una rutina
diferente con cada pieza por separado. Supongo que ya no eres la chica
ingenua que conocí hace cinco años —dijo Joseph, deteniendo sus
movimientos.
¿De verdad había sido tan tonta como para creer que podía escapar
sin el rastreándola a ella primero?
Poco a poco se dio la vuelta, la frustración elaborándose en ella.
Había demasiada gente alrededor de ella para hacer una escena. No podía
actuar antagónica hacia él, o los rumores se extenderían.
Se sentía como teniendo una pequeña rabieta, posiblemente usando
sus tacones de tres pulgadas para cavar en su pie. El pensamiento casi la
hizo sonreír.
Se las arregló para mantener una expresión fría mientras lo miraba
a la cara.
―Gracias, Joseph. Agradezco tus amables palabras. Llego tarde, pero
me encantaría charlar más tarde, tal vez después de la próxima reunión de
la junta —dijo ella, luego se volvió para irse.
Su mano salió disparada y agarró su brazo. Sus dedos aferrándose
con fuerza, aunque nadie a su alrededor lo sabría.
La forma en que la sostenía se vería para cualquier persona ajena
como si él simplemente la estaba escoltando a dar un paseo.
Comenzó a deslizarla hacia la misma puerta por la que ella había
querido escapar. No quería ir a través de ella con él, sin embargo. No
confiaba en sí misma, no después de lo que pasó en su apartamento.
―Deberías saber para ahora, Katherine, que no soy un hombre
paciente. No puedo esperar hasta la próxima reunión. Creo que también
sabes que voy a utilizar cualquier medio necesario para conseguir lo que
quiero. Puedes hablar conmigo de buena gana, o siempre puedo intentar
otro método para obtener tu cooperación ―amenazó.
Un escalofrío le recorrió la espalda ante sus palabras, pronunciadas
en un tono agradable, pero apasionado, no obstante. Ella sabía que él no
tendría miedo en absoluto de causar una escena. Ella, por otro lado,
estaría mortificada por ella.
Él fácilmente podría irse hacia el atardecer, una vez más dejándola
atrás, casi rota, tratando de recoger los pedazos de su vida destrozada.
―Eso no será necesario, Joseph. Voy a modificar mis planes un
poco. No quisiera molestar a uno de nuestros candidatos ―dijo con los
dientes apretados. Esperaba que nadie le prestara atención a su
conversación.
Lo que hizo de toda la situación aún peor fue el deseo que fluía a
través de ella en su toque. Estaba vestido para impresionar, aunque ella
sabía que era solo quien era.
Su traje ajustado cubría su cuerpo de una manera que no dejaba
nada a la imaginación. Sus anchos hombros llenaban el abrigo a la
perfección, mientras que los pantalones se abrazaban sus caderas, y
mostrando sus musculosas piernas. Una mano la agarró del brazo,
mientras que la otra descansaba en su bolsillo, haciéndolo aparecer como
si se dirigiera a su próxima sesión fotográfica.
Era impresionante, más aún de lo que había sido hace cinco años.
Había hombres que parecían confiados, y luego estaba Joseph. Él era un
raro espécimen del orden más perfecto. Él sabía todo eso, sin embargo.
Sabía exactamente lo que le estaba haciendo a ella, al igual que él sabía
que cada mujer soltera en la sala se iría a casa y soñaría con él, algunas
de las casadas, también.
Si sus penetrantes ojos azules y cuerpo perfecto no eran suficientes
para que su corazón se acelerara, el sonido de su voz profunda
acariciándola desde adentro hacia afuera tenía a sus rodillas temblando.
Quería encontrar una pared y hundirse en el suelo.
Sólo unos minutos más, se prometió a sí misma. Unos minutos más y
puedes escapar.
―¿Has emitido tu voto, Katherine?
―Eso no sería asunto suyo, Joseph ―ella rápidamente respondió
mientras tiraba de su brazo, no lo suficiente como para que otros lo
notarán, pero lo suficiente para que él consiguiera la indirecta de que ella
quería que él la soltara. Él se las arregló para conseguirlos más cerca de la
puerta, a pesar de que ella estaba haciendo todo lo posible para bloquear
su camino.
—Tengo la sensación de que no estás disfrutando de nuestra
conversación —se burló de ella.
Katherine se enfureció ante su mirada de complicidad. El disfrutaba
de su juego de poder. Ella decidió renunciar a que le dieran la victoria.
—Siempre me gusta hablar con cualquier miembro de la familia
Anderson, Joseph. Sé que eres un hombre muy ocupado y yo estoy
agradecida de haber podido asistir —dijo en la respuesta políticamente
correcta.
Ella dejó de luchar por su liberación y permitió que él la condujera
de la habitación. Por lo menos una vez que llegaran lejos de la gente, ella
podría dejar de morderse la lengua y hacerle saber lo que realmente sentía.
Como si él la descubriera, detuvo su movimiento en el umbral de la
puerta.
—¿Cuáles son tus planes en el resto del el día? —él preguntó como
si no tuviera derecho.
—Tengo un calendario completo. Fue agradable hablar contigo, pero
tengo que irme ahora —le dijo mientras se alejaba.
―Te seguiré. Tengo tiempo extra en mis manos ―dijo, cambiando el
agarre del brazo de ella para colocarlo a través de él. Ella se dio cuenta de
que habían llamado la atención, justo lo que ella no había querido.
—Estoy segura de que tienes cosas más importantes que atender
que acosarme, Joseph. Estás empezando a causar una escena, así que por
favor sé un buen chico y vete —dijo entre dientes mientras ella salía de la
habitación.
—Eres tan buena para mí, Katherine. Yo no creo que nunca vaya a
dejarte ir.
Ella lo miró, aterrorizada al ver la seriedad de sus palabras escritas
en el rostro. En realidad él quería decir lo que estaba diciendo. Un
estremecimiento atormentó su cuerpo.
Escapar.
Tenía que conseguir alejarse de él, porque ella podría fácilmente
verse a sí misma una vez más caer bajo su hechizo. Estaba a mitad de
camino de allí ya.
Tan pronto como estaban libres de personas, ella le arrebató el brazo
de nuevo y corrió por el pasillo, su único pensamiento era llegar tan lejos
de él como sea humanamente posible. El hechizo que el tejía era
intoxicante. No haría falta mucho más para hacerla caer a sus pies.
Ella llegó al ascensor y apretó el botón para bajar, volvió la cabeza y
respiró con alivio cuando no lo vio. Las puertas se abrieron y entró,
apoyándose contra la pared del fondo y comenzando a respirar con más
facilidad, mientras las puertas empezaban a cerrarse.
Justo cuando pensaba que era libre, una mano se estiró e impidió
que la puerta se cerrase. En cuestión de segundos, Joseph estaba
encerrado con ella, dejándola sin ningún lugar donde esconderse.
Su corazón se aceleró ante la mirada depredadora en los ojos de él.
Su estómago se hizo un nudo, lo miró, realmente lo miró, allí de pie, tan
seguro de sí mismo, el fuego ardiendo en sus ojos.
Sabía que estaba en problemas.
—¿Sabes, Katherine? Estoy empezando a disfrutar de nuestro juego
del gato y el ratón. Perseguirte parece ser mi nuevo pasatiempo favorito.
No sé qué haremos para divertirnos una vez que hayas aceptado lo
inevitable —susurró, su voz seductora, su cuerpo enviándole un desafío
que desesperadamente quería aceptar.
—No estoy jugando, Joseph. No te deseo —respondió, su voz
jadeante traicionando sus palabras.
Sonrió de manera conocedora, mientras daba un paso hacia ella.
Ella apoyó la espalda en la pared tan lejos como era humanamente
posible. Si la tocaba, todo habría terminado. Sabía que estaba al borde del
acantilado, y sólo la más leve brisa la empujaría sobre el mismo.
—¿De verdad crees eso, mi Katherine? ¿Estás mintiéndome a mí o a
ti misma? Esto es inevitable, lo ha sido desde el primer momento que te vi
en el baile. No hemos terminado nuestra canción todavía.
Sus palabras eran pura seducción, la derretían. Sus piernas
temblaban, y sus labios se separaron, mientras el aire entraba y salía de
sus pulmones. Intentó decirse a sí misma que esto era sólo un juego para
él, que se aburriría tan pronto como la tuviera, pero su función cerebral
estaba cortocircuitada. No se podía obligar a negárselo.
En un último esfuerzo de supervivencia, cuadro los hombros y trató
de fortalecerse.
—No siempre puedes ganar, Joseph. No siempre puedes conseguir lo
que quieres. No te deseo —le espetó, sin embargo, el timbre de su voz sin
aliento traicionó el tono que había estado buscando.
—Tienes razón, Katherine. No siempre consigo lo que quiero. Pero tú
también te equivocas. Tú me deseas. La necesidad arde en tus ojos, el
deseo por mí.
Él pulsó el botón de parada de emergencia, haciendo que el ascensor
se detuviera. Entonces, se acercó, su cuerpo sólo a centímetros de tocarla.
Se negó a mirarlo a la cara, en su lugar, eligió poner toda la atención en el
verde esmeralda de su corbata, un color tan bonito...
Intentó distraerse, cualquier cosa para evitar alcanzarlo y pasarle las
manos a lo largo de los gruesos músculos de sus bíceps. Tuvo que luchar
contra su mente para no pensar en él yaciendo junto a ella, su pecho
desnudo para que ella lo explorara.
Su mano se acercó y la tomó de la barbilla, obligándola a levantar la
cabeza.
Quería ser terca, tratar de luchar contra el movimiento, pero no era
rival para él, y ambos lo sabíamos. Su cabeza se inclinó, y sus ojos se
encontraron con los de él, intenso deseo ardía caliente, dejándola sin
aliento.
La sensación de poder, confianza y deseo fue su perdición. Sabía que
iba a besarla. También sabía que estaba impotente para detenerlo. Sólo
tenía una cierta cantidad de fuerza de voluntad, y había llegado a su límite
ese día.
Siempre había sido él y siempre lo sería y él estaba destruyendo la
fortaleza celosamente guardada, que ella se había dedicado a construir
alrededor de su corazón.
Cuando tuviera un momento para pensar, se vendría abajo. Sólo
esperaba estar sola cuando ocurriera, entonces él no disfrutaría de la
gloria en su evidente victoria.
—Voy a besarte ahora, Katherine. Sólo te lo advierto porque estoy a
punto de perder la cordura en este momento. Puede que no te hayas dado
cuenta aún, pero me siento impotente frente a ti. Tú controlas esto. Tú
tienes el poder. Un toque de ti, pone mi cuerpo en llamas. Un suspiro de
tus labios, y mi corazón se acelera. Te necesito como nunca he necesitado
a nadie. Es casi una violenta compulsión. Siento que no puedo sobrevivir
si no te llevo conmigo hasta el fin del mundo de ida y vuelta —dijo Joseph,
su voz profunda, oscura y completamente devastadora.
Repentinamente se encontró presionada entre su sólido cuerpo y la
parte posterior del ascensor. La estaba aplastando de la mejor manera
posible. Antes de que tuviera tiempo de pensar, él inclinó la cabeza para
reclamar su boca.
Había terminado de hablar, había terminado la seducción. La estaba
reclamando de la forma más antigua conocida por el hombre.
Ella no podía pelear más. Dejó de intentarlo, y envolvió los brazos
alrededor de su cuello, dejando que la tomara, renunciando a todo lo que
tenía, él había cumplido su misión.
Katherine no supo cuánto tiempo pasó, no le importaba. Ni siquiera
sabía dónde estaba.
—Aquí Anderson Seguridad. ¿Hay un problema con el ascensor?
Katherine saltó, mientras Joseph levantaba la cabeza, con los ojos
vidriosos.
—Hola, por favor descuelgue el teléfono que hay a la izquierda de la
puerta. ¿Tenemos que llamar al departamento de bomberos? —dijo una
voz por el intercomunicador.
Joseph juró, mientras daba un paso atrás. Katherine miró a su
alrededor, rogando que no hubiera una cámara atestiguando su
comportamiento. Ella conocía al personal, y estaría completamente
mortificada si tenía que volver a trabajar, sabiendo que la habían visto
actuando tan desenfrenadamente.
Con un gruñido enojado, Joseph liberó el botón de parada,
ignorando el teléfono. El ascensor comenzó a bajar de nuevo. Sólo unos
cuantos pisos para salir.
—Ven conmigo a casa, Katherine —demandó, mientras se volvía
hacia ella, el fuego se había atenuado, pero seguía brillando en sus ojos.
—Joseph... —dijo. Había salido de su aturdimiento. La intensidad
que él rezumaba la instaba a continuar.
—Me deseas, Katherine. Dejar de luchar contra ti misma —le exigió
mientras daba un paso hacia ella de nuevo.
Las puertas del ascensor se abrieron, lo sorprendió el tiempo
suficiente para que ella lo rodeara. Katherine se apresuró a pasarlo, y no
dudó ni siquiera una fracción de segundo. Sabía que tendría que construir
muros mucho más fuertes para mantenerlo fuera la próxima vez que se
encontraran...
—Lamento interrumpir, pero hace mucho que ha pasado la hora de
visitas. —Una enfermera se disculpó mientras entraba en la habitación.
Katherine miró a la enfermera, su mente aturdida, mientras
regresaba del pasado. Luego, miró a su marido. Tan apuesto. No había
cambiado nada en su mente. Su pasión, la belleza y la alegría de vivir, sólo
habían crecido más profundas, más ricas, más fuerte.
Cuanto más hablaba de sus inicios, más necesitaba que él se
despertara.
Una lágrima cayó por su rostro, mientras lo miraba. Le agarró la
mano y dejó las lágrimas fluir.
—Por favor, vuelve a mí, Joseph. Me hiciste amarte. Te negaste a
dejarme ir. Ahora, me niego a dejarte ir. Me niego a renunciar. Vuelve
pronto a mí, muy pronto —exigió. Ni siquiera se dio cuenta de que decía
las palabras en voz alta.
Mantuvo los ojos pegados a su marido, mientras sentía besos en la
mejilla.
Sabía que su familia estaba diciendo adiós por esa noche, dándole
tiempo para llorar.
Sabían lo que ella necesitaba.
Después de todo, estaban aquí por el gran amor que ella compartía
con el maravilloso hombre tumbado, tan inmóvil, frente a ella.
Con una última lágrima cayendo, Katherine se subió lentamente a la
cama junto a Joseph, sosteniéndolo más cerca. Estaba exhausta, drenada,
emocional y físicamente.
Lo último que recordaba antes de que el bendito olvido la alcanzara,
fue la sensación de suaves mantas siendo colocadas sobre ella.
Capítulo 15
Traducido SOS por Marisaruiz
Corregido por flor25
Austin se sentó con una determinada expresión en su rostro. Estaba
agradecido de que algo lo distrajera de pensar constantemente en Kinsey.
Se estaba volviendo loco. ¿Estaba embarazada? ¿Cuándo la vería de
nuevo? ¿En que estaba ella pensando?
—¿Estás seguro de que serás capaz de esto? Sé que tienes mucho
que hacer en este momento.
—No, estoy bien —respondió—. De verdad —añadió cuando Trenton
le lanzó una mirada suspicaz—. Deja de mimarme. No soy uno de tus
hijos.
Llegaron al almacén y Austin se bajó de su auto. Observó cómo los
trabajadores atravesaban las puertas, preparándose para comenzar su día.
Nunca disfrutó despidiendo a nadie, pero estaba feliz de deshacerse de
Jack. Él era problemas en todos los sentidos.
—Te daré un voto de confianza, pero recuerda mantener la calma.
Dean dijo que el personal ha estado caminando con pies de plomo a su
alrededor últimamente, por su mal temperamento. No necesitamos que le
des un puñetazo en la cara y te demanden.
—Sí, sí, lo entiendo — gruñó Austin.
—Vamos a acabar con esto. Tengo una cita en una hora con un
inversor —dijo Austin, mientras avanzaba, con paso seguro y los hombros
erguidos. De cara al exterior, parecía el tiburón corporativo que era, a
pesar de que estaba hirviendo por dentro.
Atravesaron las puertas, viendo como los empleados colocaban sus
artículos personales en sus taquillas y se ponían su equipo de seguridad.
Algunos los saludaron, sin alterarse por tenerlos allí. No era raro que
cualquiera miembro de la familia Anderson viniese personalmente y
comprobase sus distintos negocios. A menudo llegaban y les echaban una
mano.
Fueron sus padres quienes les habían enseñado que se esperaba
que trabajaran duro, que no lo evitaran. Les habían enseñado a sus hijos
los mismos valores. Sólo porque habían sido lo suficientemente
afortunados de nacer con dinero no les daba derecho a saltarse ciertos
pasos en su proceso de aprendizaje.
—Un poco de sudor ayuda a madurar a un hombre —dirían Joseph y
George a sus chicos. Austin había escuchado realmente a Trenton decir lo
mismo a su hijo. El recuerdo casi lo hizo sonreír, lo habría hecho, si no
fuera por la situación.
—Trenton. Me alegro de que estés aquí. ¿Puedes venir a ver algo? —
preguntó un empleado, mientras se precipitaba hacia ellos. Trenton miró a
Austin, obviamente inseguro de si debería dejarlo por su cuenta.
—Te lo dije, estoy bien. Ve a ayudar. Ven a buscarme cuando hayas
terminado — Soltó Austin bruscamente, evaporándose lo último de su
paciencia con su hermano.
—Está bien, pero no hagas nada que yo no haría —dijo Trenton,
mientras se volvía y se iba por el pasillo.
Austin se figuró que tenía un gran margen para hacer lo que
quisiera si llegaba el caso. Trenton había sido el más salvaje de todos ellos,
la palabra no simplemente era un reto para su hermano.
Apartando a Trenton de su mente, Austin siguió caminando hacia el
muelle de carga, donde sabía que Jack estaría. Se desconectó de las
conversaciones que se producían a su alrededor mientras se centraba en
la tarea que tenía entre manos.
—Hola, Austin. Me alegro de que estés aquí —dijo Dean, mientras
aparecía a su lado.
—Sí, es mejor acabar con esto de una vez. ¿En qué muelle de carga
está?
—En la número veintitrés. Voy contigo. Últimamente ha estado más
irritante de lo habitual y tengo la sensación de que puedes necesitar un
testigo. Han mencionado que podría estar drogado. No lo sé lo que le pasó.
Solía ser uno de nuestros mejores hombres.
—Realmente me molesta cuando suceden este tipo de cosas. Me
gusta que todo esté en orden.
—Lo sé. Lamento haber permitido que esto llegara tan lejos —dijo
Dean, obviamente, avergonzado.
—Estás haciendo un gran trabajo, Dean. Nos informaste tan pronto
como apareció el problema. No se puede saber cuándo alguien está a
punto de romperse. Simplemente sucede. —Austin tranquilizó a su
capataz.
No hablaron más mientras se acercaban al muelle de carga. Cuando
Jack se volvió y vio a los dos, sus ojos se entrecerraron y adoptó una
postura defensiva. Austin tomó una profunda respiración. Ya podía decir
que la conversación no iba a ir bien, en lo más mínimo.
—Jack, ¿puedes salir conmigo? Tenemos que hablar —preguntó
Austin en su tono más profesional.
Jack miró de él a Dean antes de contestar.
—¿Qué pasa? —Él no cambió su postura.
—Prefiero hacer esto en privado, Jack. —Austin lo intentó de nuevo,
aunque sabía que no serviría de nada.
—¿Qué es lo que tenemos que hacer en privado? —exigió Jack.
Austin suspiró. Sabía que esto no iba a ser fácil, así que no entendía
por qué le estaba afectando. Tenía que ser por todo lo que estaba
ocurriendo en su vida, el tío Joseph, su padre y especialmente Kinsey.
Jack ya estaba buscando pelea, sus defensas arriba. Tenía que
haber sabido que eventualmente iba a quedar atrapado en esto. Las drogas
tendían a hacer pensar a las personas que eran invencibles, sin embargo,
tal vez Jack realmente había pensado que podía salir ileso de su pequeña
red de robos.
—Hemos encontrado algunas pruebas irrefutables de que han sido
robado artículos desde el patio... —comenzó Austin, cuando Jack
interrumpió.
—¿Y qué? No sé nada al respecto. ¿Por qué me lo dices a mí? —gritó.
El temperamento de Jack realmente estaba comenzando a elevarse. Con
sólo unas pocas palabras, estaba mirando alrededor, antes de volverse
hacia Austin, mirando con un odio intenso.
—Jack, las evidencias te señalan —dijo Austin, su voz calmada.
Estaba tratando de evitar un espectáculo, pero no estaba teniendo mucho
éxito.
Varios trabajadores habían parado su trabajo y estaban mirando
abiertamente. Muchos de ellos ya conocían la situación. Los rumores
volaban desenfrenados en cualquier lugar de trabajo, pero la mayoría de
estos tipos habían estado trabajando juntos por años y los rumores se
extendían más rápido de lo normal. Ni siquiera estaban tratando de
ocultar el hecho de que estaban observando.
—Eso es ridículo. No puedes venir aquí y acusarme. Ha sido
probablemente uno de tus codiciosos parientes. Me han tendido una
trampa, eso es todo —gritó, con la cara poniéndose roja, sus fosas nasales
dilatadas. Miró a su alrededor, empezando a notar a todo la gente
observando—. ¿Qué están mirando? ¿No tienen un trabajo que hacer?
Esto no es su asunto —gritó.
Austin escuchó a alguien reírse, y se tensó, esperando que Jack
explotara.
—Llama a seguridad, ahora —Austin le susurró a Dean, quien
asintió y rápidamente se fue.
Jack miró desalentado a Dean irse antes de que su mirada se
cruzara de nuevo con Austin.
—Vamos, Jack. Salgamos —intentó una vez más.
—No tengo nada que ocultar. No puedes intimidarme sólo porque
naciste con un pan debajo del brazo. No voy a ninguna parte. Si quiere
salir a la calle, eres libre de hacerlo.
—Ya he tenido suficiente, Jack —rugió Austin. Estaba perdiendo la
calma, por mucho que intentó dominarse. El hombre lo sacaba de sus
cabales.
—¡Yo también he tenido suficiente. Ahora, maldita se fuera de aquí,
para que puede hacer mi trabajo!
Jack realmente se dio la vuelta, actuando como si Austin no
existiese. Austin se quedó allí por un momento, conmocionado. El hombre
tenía que estar bastante drogado si realmente pensaba que podía hablarle
a su jefe de esa manera y todavía tener un trabajo. Su trabajo había
acabado, pasara lo que pasara, pero en serio, ¿en qué estaba pensando?
—Jack, ya no trabajas para esta empresa. Un guardia viene para
escoltarte fuera de las instalaciones. Puedes recoger tus cosas, y después
no pondrás un pie en cualquiera de las propiedades de los Anderson de
nuevo. ¿Lo entiendes?
La voz de Austin estaba de nuevo bajo control. Él era un profesional
y necesitaba recordar eso. Observó cautelosamente cómo Jack se volvía
hacia él, su cara era una hinchada bola roja, con los puños apretados a los
costados y la postura amenazante.
—He trabajado para ti durante años. ¡Años! Y esta es la forma en
que me lo pagas. ¿Me tratas como a un vulgar criminal? Te voy a
demandar por despido injustificado, te quitaré todo lo que tienes, culo de
marica, hijo de pu...
—Ya he tenido suficiente, Jack. Sígueme a las taquillas, esta
conversación ha terminado —interrumpió Austin. De ninguna manera iba
a quedarse allí y permitir que el ladrón le hablara de esa manera.
—¡Vete al infierno! —gritó Jack y Austin oyó sus pasos acercándose
a él. Rápidamente se hizo a un lado y se volvió. Jack tenía el puño en alto
y lo estaba bajando hacia su rostro.
Austin fácilmente bloqueó el movimiento, sorprendiendo a Jack.
Entonces Austin lanzó su propio puño, dando un sólido derechazo en la
mandíbula del hombre, haciéndolo tambalearse hacia atrás. Jack sacudió
la cabeza, luego alzó la vista, la ira lo consumía mientras se lanzaba de
nuevo hacia delante.
Austin se detuvo y esperó, entonces, lanzó una fuerte patada al
estómago de Jack, que lo hizo doblarse mientras se lanzaba a los pies de
Austin. Saltó rápidamente, apartándose a un lado, mientras Jack se
desplomaba en el suelo, gimiendo de dolor y jadeando en busca de aire.
—¿Me estás tomando el pelo, Jack? ¿No puede aceptar esto como un
hombre y simplemente irte? Estaba tratando de hacer esto lo más fácil
posible, pero tenías que atacarme. ¿De verdad quieres ir a la cárcel
además de ser despedido? —exigió Austin.
—Tú eres el que me golpeó. Me voy a quedar con todo lo que tienes,
cabrón. Cada cosa, este edificio, tú casa, todo —dijo con voz entrecortada.
—Adelante, inténtalo. Hay unas veinte personas alrededor que lo
han visto todo — espetó Austin.
—Lo tengo, jefe. Jack, ven conmigo —dijo su guardia mientras
agarraba a Jack por la parte posterior de la camisa y le dio un tirón,
levantándolo. El guardia, Tommy, era enormemente intimidante. Incluso
Jack no parecía lo suficientemente estúpido como para meterse con él.
—Gracias, Tommy. —Austin se dio la vuelta y se alejó mientras
Tommy comenzó a sacar a Jack de las instalaciones.
—¿Qué tan drogado estás, Jack? Maldita sea, eso fue estúpido. —
oyó a Tommy decir antes de que se alejara.
Austin se dirigía a la oficina antes de que Trenton lo encontrara. Por
la sonrisa en el rostro de su hermano, ya se había enterado de lo que
había sucedido. Siguió caminando, no queriendo escucharlo regodearse.
Austin no habría golpeado a Jack si él no le hubiese atacado.
Sabía que estaba bastante tenso, toda situación con Kinsey lo tenía
con el alma en vilo, pero él normalmente no era violento. Pero explicarle
eso a su hermano no le haría ningún bien. A Trenton simplemente le
encantaba decir “te lo dije”.
—He oído que podrías haber necesitado un poco de ayuda, que Jack
casi te derribo —dijo Trenton, parando a Austin en seco.
—¿Qué? ¿Me estás tomando el pelo? Esa pequeña hormiga cagona
no podría conmigo, incluso en mi peor día.
—Oh, ¿así que le diste una paliza solo para divertirte?
—¡No! Me atacó. Fue en defensa propia —espetó Austin, mientras
continuó caminando. Trenton estaba intentando conseguir una reacción
de él y estaba haciendo un buen trabajo.
—Sabía que tenía que haber estado allí.
—Como si eso hubiera impedido algo.
—No, pero entonces yo podría haber intervenido y conseguido
repartir algunos golpes —dijo Trenton, riéndose.
Austin no pudo evitar que aflorara una sonrisa. Miró a su hermano,
al perverso humor en sus ojos, y comenzó a reírse. No sabía si era por el
estrés, por Jack, por Kinsey, por su padre, por su tío Joseph, o por qué
demonios era, pero de repente no podía dejar de reírse.
Se rió hasta que el estómago le dolió y las lágrimas corrían por sus
mejillas. Después de unos cinco minutos, finalmente logró enderezarse y
mirar a su hermano, que estaba mirándolo como si se hubiera vuelto loco.
Demonios, tal vez lo había hecho.
—Ha sido una semana muy larga. —fue su única explicación.
—Lo entiendo —respondió Trenton, mientras se subía al auto junto
con él.
No dijeron nada más mientras dejaban atrás el almacén. Austin se
relajó, sabiendo que no diría nada más. Trenton lo dejaría en paz y le
permitiría buscar la solución a lo que fuera que lo había llevado hasta el
punto de la risa histérica.
También sabía que Trenton estaría allí en un santiamén, en el
momento en que necesitara hablar de ello.
—Gracias por reunirte conmigo, Kinsey. La familia va a llevarse a
Joseph mañana. Como sabes, él necesita una enfermera durante todo el
día cuando esté en casa, y la familia quiere que tú continúes cuidándolo.
¿Ya has tomado una decisión? —preguntó la supervisora de Kinsey.
Kinsey había estado pensando en lo que quería hacer las pasadas
dos semanas. Iba a rechazarlo, aunque sabía que podría ser perjudicial
para su carrera, no creía que pudiera soportar estar en la Mansión
Anderson, sabiendo que Austin estaría apareciendo a menudo.
Sin embargo, cedió después de que Cassie se lo pidiera. ¿Cómo
podía negarse a su mejor amiga, cuando estaba, obviamente, tan
preocupada por Joseph?
—Sí, voy a aceptar el trabajo.
Su supervisora le dio una sonrisa aliviada. Parecía que no quería ser
la que le dijera a cualquier miembro de la familia Anderson, no. Kinsey
podría comprender a la mujer con exceso de trabajo.
—Eso es una gran noticia. Te echaremos de menos durante tu
ausencia, pero tú puesto todavía estará aquí cuando él se recupere —dijo
su jefa.
A Kinsey le encantaba lo optimista que era su jefa. Ella nunca se
rendía con un paciente, ni siquiera cuando todo el mundo en la sala ya lo
había hecho. De esa manera, había salvado muchas vidas, Kinsey sintió
que el hospital debería llevar el nombre de ella. Sin embargo, la mayoría de
las veces, los que trabajaban más duro eran los más subestimados.
—Vete y tomate el resto del día libre. Sin duda te lo mereces —dijo,
mientras ambas se pusieron en pie.
—Gracias.
Kinsey salió de la oficina, agradecida por tener la oportunidad de
cuidar de Joseph hasta el final, pero nerviosa en lo relativo a Austin. No
había hablado con él desde su pelea y todavía no sabía si el embarazo era
una preocupación válida. Tenía miedo de ir allí, incluso en este momento.
No sabía lo que ella haría si la respuesta fuera afirmativa.
—Si firma aquí, podemos dar de alta a su marido y tenerlo listo para
transportarlo —dijo el Dr. Weston, mientras echaba un vistazo al historial
de Joseph.
Katherine suspiró aliviada. Ella estaba lista para dejar el hospital.
Sabía que tener a su marido en casa lo haría todo diferente. Él necesitaba
estar donde su relación había florecido. Él había encontrado la tierra,
construyeron su casa de ensueño, hicieron a sus bebés, y consolidaron su
amor en esa propiedad.
Era un lugar de sanación, y sabía que él volvería a ella una vez que
lo tuviese en casa.
—Gracias, doctor —respondió Katherine, incapaz de decir nada más.
El proceso se movió rápidamente y antes de que se diera cuenta, los
conductores de la ambulancia estaban allí, consiguiendo preparar a
Joseph para el transporte.
—Nos vamos a casa, mi amor —susurró Katherine, con una pequeña
sonrisa en su rostro.
Capítulo 16 Día veinticinco
Traducido SOS por Marisaruiz
Corregido por Pily
—Realmente necesito hablar contigo durante unos pocos minutos.
Vamos a escabullirnos a la parte de atrás antes de que alguien grite —dijo
George en el momento en que Esther atravesó la puerta principal.
—De acuerdo —respondió, y dio la vuelta a la esquina con él.
—Papá, ahí estás. Tía Katherine necesita tu ayuda —dijo Max,
corriendo hacia ellos antes de que pudieran escaparse.
George dejó salir una frustrada exhalación, listo para estallar.
Habían pasado más de tres semanas desde que había estado a solas con
Esther. Estaba desesperado. Podía pensar que los niños lo estaban
haciendo a propósito, si no le parecía algo tan descabellado.
—¿No puedes ayudarle tú? —espetó.
—¿Qué te ocurre? Soy solo el mensajero. Sabes que ha estado
preocupada hoy con la vuelta a casa de Joseph y todo eso —dijo Max
mientras elevaba las manos a la defensiva.
George de inmediato se sintió mal por hablarle bruscamente a su
hijo. No era culpa de Max que estuviera tan frustrado. Solo quería unos
minutos para pedirle a Esther que se casara con él. Esperando que esta
vez ella dijera que sí.
—Lo siento, Max. Supongo que con todo lo que ha estado
sucediendo, estoy más tenso que de costumbre —se disculpó George
rápidamente.
Miró con anhelo a Esther, quien le dio una triste sonrisa y se fue. De
un modo u otro conseguiría pronto estar a solas con ella.
—Casi me siento mal. Deberían ver las miradas que se echaron
mutuamente. Sin embargo, creo que nuestro plan está funcionando —dijo
Max mientras el grupo se sentaba en el patio trasero, asegurándose de que
estaban lejos de oídos indiscretos.
—He tenido que morderme la lengua varias veces para no
desternillarme de la risa. Tengo que reconocérselo a papá, sin embargo. Es
terco. Me imaginaba que se habría roto mucho antes. Esther, también.
Ella ha estado enviándole esas miradas de profundo anhelo cuando cree
que nadie la mira —añadió Trenton.
—¿Creen que estamos empeorando la situación? ¿Y si deciden que
es demasiado difícil y dejan de verse? —preguntó Bree con preocupación.
—Eso no va a suceder, Bree. Una vez que supe que eras la única
para mí, nada iba a interponerse en mi camino. Ni siquiera tus
sobreprotectores y bravucones hermanos. —La tranquilizó Chad.
—Tengo que reconocerte eso, Chad. Te la hicimos pasar canutas y a
pesar de todo te quedaste —dijo Austin con una carcajada, mientras le
daba a Chad una palmada en el hombro, suficiente fuerte como para
empujarlo hacia delante.
—¿Saben?, solo son un manojo de blandengues —dijo Cassie,
mirando con adoración a su marido.
—No eran tan blandengues hasta que ustedes, mujeres, les hincaron
las garras —dijo Austin, hinchando el pecho.
—Oh, tu momento se acerca, Austin, créeme —lo interrumpió Lucas
con una risa.
—No, soy más inteligente que todos ustedes —replicó.
—Hablando de eso, ¿cómo le va a Kinsey? — preguntó Mark con una
sonrisa conocedora.
—No lo sé. Caramba la mujer es más problemas de lo que vale la
pena — respondió Austin pensativamente.
—Hey —soltó Cassie al instante, defendiendo a su amiga.
—Yo... eso no es... oh, mierda. Lo siento, Cass —murmuró Austin.
—Voy a dejar pasar eso porque es obvio que estás completamente
loco por ella. Para aliviarte un poco, creo que está igual de loca por ti —
dijo Cassie con una sonrisa tranquilizadora.
Austin la miró esperanzado. No quería que todo el mundo supiera
cuanto se preocupaba por Kinsey, pero tampoco quería dejar pasar la
oportunidad de descubrir algo de ella. Cassie era su informante.
—Así que, ¿has hablado con ella últimamente? —preguntó con la
esperanza de que sonara casual.
—Por supuesto. Es mi mejor amiga. ¿Por qué no hablas con ella tú
mismo? Estará aquí en una hora —dijo Cassie.
—Pensé que no iba a aceptar el trabajo. ¿Por qué nadie me lo dijo?
—exigió.
—No pensé que te importara. ¿Qué fue lo que dijiste? Oh sí, que ella
es más problemas de los que vale la pena —dijo Alex.
—Sí, lo que tú digas, Alex. Como lo recuerdo, te estabas arrastrando
de rodillas por cierta mujer en esta habitación no hace muchos años —le
respondió Austin.
—Lo más inteligente que jamás hice —dijo Alex, sin avergonzarse en
lo más mínimo por su comportamiento.
—No puedo soportar más estar cerca de ustedes, chicos. Todos son
demasiado... No sé, sensibleros, supongo —dijo Austin mientras se ponía
de pie.
—Nosotros también te queremos —dijo Bree, mientras le lanzaba un
beso.
—Te quiero, hermanita —dijo Austin, antes de lanzarle e irse a la
casa.
Tan pronto como Austin estuvo lo suficientemente lejos como para
no oírlos, Bree se volvió hacia el grupo con un enorme sonrisa.
—Una vez que consigamos ubicar a George y Esther, digo que nos
divirtamos con Austin y Kinsey. Es obvio que los dos están destinados a
estar juntos. Además, tengo que decir que esta cosa de casamentera es
adictiva —dijo con entusiasmo.
—Bueno, Bree, realmente deberíamos dejar a Austin tranquilo —
advirtió a Trenton.
—¿Por qué? Era un coñazo cuando yo estaba con Chad. Creo que se
merece un poco de intromisión de su familia.
—Sé que Kinsey está medio enamorada de él, si no lo está del todo.
Estoy en el juego —opinó Cassie.
Con la aprobación de su mejor amiga, el grupo unió sus mentes para
ver lo que podían hacer para ayudar a que la relación siguiera adelante.
Si Joseph hubiera estado consciente, habría estado muy orgulloso de ellos.
Sin duda estaban siguiendo sus pasos.
Kinsey se instaló en su habitación, impresionada por la lujosa suite
que la familia había puesto a su disposición. Le encantaba el suave
morado que Katherine había utilizado, desde las cortinas a la colcha que
cubría la cama tamaño King con dosel, que apenas ocupaba sitio en la
espaciosa suite.
Se acercó a la sala de estar y agarró el mando a distancia, pulsando
un botón, provocando que un suave fuego saltara a la vida en la enorme
chimenea de gas. Estaba temerosa de que pudiera llegar a estar demasiado
cómoda en su habitación. Era más grande que la totalidad de su
apartamento y sin duda tenía muchos mejores muebles.
Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos. Su cuerpo se
tensó mientras caminaba hacia ella, temerosa de que Austin estuviera al
otro lado. No estaba lista para hablar con él todavía. No tenía ni idea de lo
que le diría.
Lentamente la abrió, luego dejó escapar un suspiro de alivio cuando
Cassie se abrió camino con una bolsa de chocolate en una mano, y un café
en la otra. Su mejor amiga la conocía bien.
—Traje cosas importantes. Me imagino que primero te pondré de
buen humor, entonces te exigiré que lo sueltes todo — dijo Cassie,
moviéndose hacia la sala de estar y soltando las cosas.
Kinsey sonrió. Sabía que no había manera de que su amiga lo dejara
estar hasta que ella le llenase el plato con la mayoría de los deliciosos
detalles, así que podría también ponerse cómoda. Normalmente, habría
corrido a Cassie para contárselo todo, pero esto era diferente. Estando
Cassie relacionada con Austin, incluso aunque fuese por matrimonio, la
hacía sentir un poco incómoda quejarse del tipo, o incluso contarle cómo
de embrollados estaban sus sentimientos.
—Estoy segura que tienes cosas más importantes que hacer que
escuchar mis lamentables historias. —Kinsey trató de bromear.
La mirada de Cassie le dio, rápidamente evaporó todo el humor del
aire.
—Kinsey, nos conocemos por demasiados años para que incluso
intentes conseguir eso. Siempre hemos acudido una a la otra, y siempre lo
haremos. Solo porque esté casada con el hermano de Austin no significa
que no puedes quejarte de él. Eres mi mejor amiga, la número uno en mi
vida. Nunca hemos dejado que un hombre se interponga entre nosotras, y
desde luego no vamos a comenzar ahora. O bien podemos hacer esto por
las buenas o por las malas, pero de un modo u otro, vas a soltarlo.
Kinsey le sonrió a su mejor amiga. Era tan bueno tenerla. Sabía que
era algo raro tener a alguien en tu vida que te amaba tan profundamente.
Si Cassie necesitaba que saltara un acantilado con ella, entonces Kinsey lo
haría. Sabía que lo mismo podía decir de Cassie, de modo que no sabía por
qué se había sentido reticente a hablar con ella, ni siquiera por un breve
momento.
—Gracias, Cassie —dijo mientras se acercaba y le daba un abrazo.
Se sentiría mejor hablando con alguien.
Se las había apañado con la bola de nieve en su familia, lo cual fue
lo primero. Su visita a la casa había sido muy relajante, y nadie había
descubierto cómo de abrumada estaba. Al menos nadie lo había
mencionado. Debería haber sabido que nunca se habría salido con la suya
con la única persona que la conocía más que incluso sus hermanos.
Las dos mujeres se sentaron en el sofá y Kinsey alcanzó la bolsa de
chocolate, agarró uno rápidamente y le quitó a la envoltura. Colocándose
el chocolate en la lengua, cerró ojos, saboreándolo por un momento antes
de hablar. La verdadera forma de comer chocolate. También necesitaba
una subida de azúcar para afrontar la próxima conversación.
—Gracias, Cassie. Eso era justo lo que necesitaba —dijo Kinsey con
un suspiro de placer, mientras el dulce chocolate se le derretía en la
lengua. Cogió el café y tomó un sorbo para remojarlo.
—Sí, sí, ahora habla —dijo Cassie, mientras tomaba su propio
pedazo de dulce y se echaba hacia atrás, poniéndose cómoda.
Kinsey le sonrió, sabiendo que Cassie le había hecho una invitación.
No valía la pena resistirse a ella. Acabaría arrancándole la información que
quería, de todos modos, por lo que Kinsey podría así acabar de una vez.
—Espero que tengas el resto del día —bromeó Kinsey, aunque no
estaba muy lejos de la verdad.
—Tenemos una bolsa llena de chocolate, café caliente, y un cómodo
asiento. No tengo prisa.
Apelando a todo su coraje, Kinsey agarró un par de piezas más de
chocolate antes de acomodarse. Esto iba a tomar un tiempo. Con las
mejillas ruborizadas, comenzó. Esta vez no ocultaría nada, hablándole a
Cassie sobre la noche de bodas, el hospital, la falta del control de
natalidad. Se lo dijo todo.
Pasó una hora, y se dejó caer en el asiento, completamente drenada.
En realidad se sentía aliviada por haberlo soltado todo. Ahora podría
averiguar si estaba tan jodida como pensaba que estaba.
—Dímelo, Cass. Dime cuánto lo he estropeado —dijo Kinsey,
mientras miraba la aturdida expresión en la cara de Cassie.
—Caramba, Kinsey. Has estado evitándome. En primer lugar,
debería regañarte por no hablar conmigo antes. En segundo lugar, creo
que mi temperatura subió unos pocos grados. Mmm, voy a tener que
ingresar a Max en un hospital para poder repetir esa escena de sexo.
¡Demonios! Kinsey, eso suena tan caliente —dijo Cassie mientras se
abanicaba dramáticamente la cara.
—Por supuesto, tenías que fijarte en eso —dijo Kinsey con un toque
de color rosa en sus mejillas. Tenía que admitirse, sin embargo, que había
sido bastante espectacular.
—¿Qué mujer de sangre caliente no lo haría? Bueno, volvamos al
presente. ¿Ya sabes lo que vas a hacer? ¿Has pensado mucho en ello? Un
bebé, Kinsey. Podrías estar llevando a un niño justo en este mismo
momento —dijo Cassie en un tono un tanto aturdido.
—No lo sé. He estado apartándolo de mi mente. Es muy abrumador,
no sé qué pensar —admitió Kinsey.
—Bueno, es inútil insistir en ello cuando no sabes nada todavía. Es
probable que no estés embarazada. A veces sucede, pero probablemente
estás preocupada por nada. Más importante aún, tenemos que hablar de
Austin. Caramba, chica, hay suficiente calor entre los dos para calentar
esta maldita casa.
—No. Fue solo una aventura. Ni siquiera hemos tenido una cita. Es
solo que, bueno, es casi tan adictivo como un hombre puede serlo. Cada
vez que estoy a su alrededor, mi ropa interior prácticamente arde. Sin
embargo no se puede construir una relación con eso. Tú lo sabes, Cass. Tú
tienes un marido perfecto.
—Uh, no recuerdas cómo fu entre Max y yo al principio. Tuve que
chantajearlo para entrevistarlo, y entonces nos pilló una nevada en una
remota cabaña en Alaska y, literalmente, nos arrancamos la ropa el uno al
otro. Hablando de calor. Nunca en mi vida había deseado a alguien como
lo deseaba a él. Todavía siento un hormigueo incluso cuando hablo de ello.
Si no fueras mi mejor amiga, en este momento, yo estaría saliendo
apresuradamente de esta habitación y arrastrándolo para meterlo en el
armario más cercano. Eso está ahora, sin duda, en mi “lista de tareas
pendientes”, gracias a ustedes.
Kinsey sonrió, encantada por la manera en que Cassie se abría. Max
la adoraba, y aportó tanto a la vida de ella.
—Lo siento. Me salí del tema. Mi punto es que el deseo es bueno. Es
saludable. No hay nada malo en querer arrancarle la ropa, o que te desee
tanto, que él está en un estado constante de excitación. Eso debería
alimentar tu ego. Hay una gran cantidad de relaciones construidas sobre
mucho menos que eso. Si no puedes soportar estar con él una vez que las
luces se encienden de nuevo, entonces tienes un problema, pero ese no
parece ser el caso con ustedes. Al menos, eso no es lo que estoy oyendo.
No te alejes porque tengas miedo. Eso no está mal, Kinsey, lo juro. Esa es
mi opinión. Por supuesto, estoy al cien por cien de tu lado, y si quieres
castrarlo, yo te ayudaré a atarlo.
Kinsey se echó a reír. Se sentía bien dejarla derramar su deleite.
Realmente no había nada como tu mejor amiga dispuesta a torturar a los
hombres por ti. No sabía lo que haría sin ella.
—Supongo que tengo mucho sobre lo que pensar, pero por ahora,
estoy feliz poniéndolo en un segundo plano y tomándome unos pocos días
más para respirar. Estoy aterrada de hacerme la prueba, Cass —admitió
Kinsey.
—Estaré contigo en cada paso del camino. Incluso lo recogeré para ti
—ofreció Cassie.
—Te lo haré saber. No estoy lista para hacerlo aún.
—Es demasiado pronto. Sé que ahora existen esas pruebas de
embarazo temprano, pero creo que es mejor esperar, equilibrar tu mente, y
luego hacerla. Eso te dará tiempo para pensar sobre cuál será tu siguiente
paso. Ya sabes, Kinsey, que siempre puedes venir a vivir con nosotros. Sé
que lo he ofrecido antes y que los has rechazado, diciéndome que necesito
mi espacio de recién casada y todo eso, pero no quiero que atravieses esto
tú sola. Solo piénsalo, nuestros hijos pueden crecer juntos —dijo Cassie.
Le había ofrecido muchas veces a Kinsey que se viniera a vivir con
ella. Había sido genial cuando estaban las dos en sus alojamientos en la
universidad, pero ahora eran adultas, y Cassie estaba casada. Kinsey
simplemente no podía hacerlo.
—Lo tendré en cuenta. Ahora, sal de aquí para que pueda ducharme
e ir a ver a mi paciente.
—Está bien, lo entiendo. Ha terminado hablar por ahora. Nos vemos
en la cena.
El estómago de Kinsey se le hizo un nudo de nuevo mientras cerraba
la puerta detrás de su amiga. Se había olvidado de su gran cena esa
noche. Estaban celebrando que Joseph regresaba a casa, a pesar de que
todavía estaba en estado de coma. Katherine sintió que venir a casa era
verdaderamente el primer paso para su recuperación. Esta era la cena a la
que Austin le había pedido que viniera con él. Suponía que se había salido
con la suya.
Kinsey cerró la puerta, luego entró en el enorme cuarto de baño
adjunto a su suite. Abrió el grifo y empezó a llenar la bañera, que era lo
suficientemente grande para cuatro personas.
Mientras se hundía en el agua jabonosa, la tensión comenzó a
desvanecerse. Echó la cabeza hacia atrás y expulsó todo lo negativo de su
mente. Tenía un par de horas de paz y estaba dispuesta a aprovecharlas al
máximo.
Austin se sentó en la enorme mesa, mirando en repetidas ocasiones
a la puerta. Kinsey llegaba tarde. Escuchó el caos que lo rodeaba,
capturando alguna palabra aquí y allá, pero no mucho más. No entendía
cómo cualquiera de ellos podía tener una conversación con todo el mundo
hablando a la vez.
Sin embargo, no le importaba. Él amaba el caos. Mientras miraba a
su alrededor a sus hermanos y sus primos, y todos sus cónyuges e hijos,
pensó que, ciertamente, eran un grupo con bastante suerte.
No podía imaginarse lo solitaria que sería la vida si no fuera por la
gente de esa habitación. Las risas, lágrimas e incluso la ira, eran parte de
su vida, y no lo querría de ninguna otra manera. Se sentía casi completo.
Cuando Kinsey finalmente hizo su entrada, instantáneamente supo
lo que se había estado perdiendo. Por mucho que hubiese luchado y
rebelado contra ello, quería lo que el resto de los miembros de su familia
tenía. Quería una esposa e hijos.
Quería lo que no podía tener.
A menos que...
No quería ir allí. Ella se negaba incluso a hablar con él, por lo que no
podía ni empezar a pensar sobre si serían padres o no. Era demasiado
pronto. Solo había pasado una semana. Se sentía como un mes.
Se había asegurado de dejar una silla vacía a su lado, pero con la
mala suerte que tenía, también había un lugar vacío junto a Emily. Por
supuesto, Kinsey lo localizó y se fue derechita allí. Ella ni siquiera levantó
la vista en reconocimiento.
La comida fue servida y la conversación continuó, llegando de todas
las direcciones. Austin no prestaba mucha atención. Sabía que estaba
actuando de manera taciturna, pero no le importaba.
—Ya es suficiente. ¡Todo el mundo callado!
Austin se volvió sorprendido al ver su padre de pie a la cabecera d la
mesa. Katherine estaba mirando su plato y sonriendo. Esther parecía
sorprendida, pero también un poco orgullosa.
Austin prestó toda su atención a George. Quería saber lo que lo
había sacado de quicio.
—Los quiero a todos. Cada día estoy agradecido por la gran familia
que me ha sido concedida. Pero en este momento, podría simplemente
darles un azote a cada uno. He estado intentando, una y otra vez,
conseguir estar a solas con esta hermosa mujer durante cinco minutos.
Eso es todo. Solo cinco minutos. Pero desde el mes pasado, ha habido una
emergencia detrás de otra —resopló George, mientras miraba a todo el
mundo.
Las cabezas se volvieron de un lado a otro entre George y una Esther
con la cara muy roja.
—Lamento hacerlo así Esther, pero te quiero. Te quiero tanto que mi
corazón se acelera cuando tengo el más mínimo pensamiento sobre ti. No
puedo pasar por una tienda de flores sin querer entrar y comprar la tienda
entera. Amaba a mi difunta esposa, sé que tú amabas a tu difunto marido,
y nunca te pediría que lo reemplazaras. Pero, se me ha concedió una
segunda oportunidad de ser feliz. Una oportunidad para crecer en los
brazos de la mujer que amo. Sé que quieres esperar. Sé que estás
preocupada por la familia, y piensas que me estoy precipitando a causa del
accidente. Pero, caramba, mujer, te quiero. No puedo soportar la idea de
pasar una noche más sin mis labios tocando los tuyos. Quiero irme a la
cama cada noche contigo a mi lado, y despertarme por la mañana con la
belleza de tu rostro. Por favor, ¿me harías el hombre más feliz del mundo
diciendo que te vas a casar conmigo? —preguntó George, mientras se
ponía de rodillas delante de ella.
Las lágrimas corrían por el rostro de Esther mientras miraba a
George. Podía haberse oído caer un alfiler, de tan silencioso que estaba,
mientras esperaban para oír lo que ella diría.
Finalmente, sus ojos se levantaron y miró alrededor de la mesa, al
parecer avergonzada de ser el centro de atención.
—Yo... yo no... —Su voz se desvaneció.
—Ya era hora de que lo pidieras, George. Nos hemos estado
preguntando qué es lo que te llevaba tanto tiempo —dijo Katherine con
una sonrisa de aprobación en la cara.
Todo el mundo coreó su aprobación, sonriendo para estimular a
Esther. Pareció ser justo lo que ella necesitaba porque se volvió hacia
George, el amor irradiaba de ella.
—Sí, George, sí me gustaría casarme contigo. Quiero todo eso y más
—susurró.
Todos aplaudieron y Katherine hizo señas al personal para que
trajesen el Champán y la sidra espumosa.
—Hoy es realmente un día de celebración. Mi Joseph está en casa,
donde puede recuperarse, y dos de mis amigos han encontrado la felicidad
y sosiego el uno con el otro. Hemos sido bendecidos —dijo Katherine,
mientras se levantaba y hacía un brindis.
Austin vio a su padre, radiante de felicidad, mientras tomaba a
Esther en sus brazos y la besaba. Por un momento no pareció mayor que
sus hijos. Las leves arrugas de su cara desvanecidas, su cabello gris,
desaparecido. Tenía el aspecto de un hombre nuevo, dispuesto a
conquistar el mundo. Austin estaba orgulloso de su padre por haber tenido
el coraje de no permitir que la mujer que amaba se alejase.
Se dio la vuelta, buscando a Kinsey, pero su asiento estaba vacío. No
sabía qué hacer. ¿Debería seguir persiguiéndola? Tal vez, realmente no
quería tener nada que ver con él. Simplemente no sabía lo que estaba bien
o mal. Se quedó con su familia y lo celebró durante toda la noche, tratando
de olvidar sus problemas durante al menos unos cuantas horas.
Capítulo 17
Traducido por Poxi
Corregido por Pily
—Uf, siento no haberlo podido terminar antes, pero Jasmine cogió la
gripe, así que ya sabes Isaiah la cogió también. Ha sido pura suerte que no
me haya enfermado —dijo Amy mientras rápidamente entraba en la sala y
encontraba un asiento.
—Odio cuando los niños están enfermos. Pobres bebés. No hay
mucho que puedas hacer por ellos más que mantenerlos cerca y darles
líquidos —dijo Emily con simpatía.
—Ella ya se está haciendo grande. No puedo creer que acabe de
cumplir ocho. ¿Dónde va el tiempo? —preguntó Amy, ligero pánico
llenando sus ojos.
—Lo sé. Trevor está creciendo tan rápido. Es mi niño pequeño. No
me puedo imaginar cómo va a ser cuando llegue a sus años de
adolescencia e incluso peor, cuando vaya a la universidad —dijo Emily.
—Ya los echo de menos —añadió Jessica, aunque su hijo más joven
estaba sentado en su regazo, contento chupando su pulgar.
—Vale, ya basta de quejarse sobre el futuro. He esperado días para
que continúes, mamá. Gracias, a todas, por esperarme. Me hubiese
matado ser la única sin saber lo que estaba pasando. Todavía no puedo
creer que papá fuese tan molesto. Y quiero saber qué pasó con el tío
George. ¿Cómo se reconciliaron? —preguntó Amy.
Katherine cerró sus ojos, obviamente a la deriva en el pasado.
Esperaron.
—Corrí esa noche —empezó Katherine—. Estaba perdiendo la batalla
conmigo misma para decirle que no. Yo amaba a Joseph. Lo hice desde la
primera noche que estuve en sus brazos. Pero, ya ves, hubo una gran
cantidad de malentendidos, y realmente creí que él solo había estado
conmigo por una apuesta. No quería darle mi corazón cuando pensaba que
lo único que quería era meterme en su cama. Pero cada vez que le veía era
un poquito más difícil alejarme. Sin embargo, él tenía sus propios planes
en proceso, y como un hombre testarudo, hacía las cosas completamente
en el camino equivocado…
Joseph lentamente salió del ascensor, luego caminó desde el edificio.
Ni siquiera podía pensar con claridad. Sus pensamientos con nada más
que Katherine. Si no era cuidadoso, podría perder la empresa de su
abuelo. Tenía que encontrar una forma de equilibrar su vida. Solo que no
podía pensar en una forma de convencer a Katherine que deberían estar
juntos, mientras todavía mantenía la mente despejada para la carrera que
tenía por delante. Había venido a demostrar que todavía podía tenerla, a
demostrarle que ella se había equivocado al alejarse de él pero que él había
sido el único, que se había demostrado, equivocado.
La necesitaba de una manera que no era ni sana ni lógica. Se
preguntaba si era solo por la persecución. ¿Estaba disfrutando del juego?
¿O estaba realmente incompleto sin ella? Se dirigió a su propiedad, sus
labios sonriendo mientras miraba a la calmante presencia del agua
rompiendo en la orilla. Había elegido bien. Mientras se sentaba solo en la
arenosa orilla, se volvió y miró a su tierra, la luna iluminando un
determinado lugar.
—Eso es —murmuró mientras se levantaba y caminaba la pendiente
cubierta de hierba. Llegó a la cima y giró en todas direcciones.
En un lado había un preciosa vista del agua y el relajante sonido del
mar rompiendo. En el lado opuesto nieve cubriendo la cima de la montaña,
elevada con respecto al suelo daba sensación de protección. Seattle estaba
creciendo, y mientras lo hacía, más gente se expandiría, saturando la
serena y pequeña isla, pero él podía hacer su propio paraíso justo ahí,
construir el perfecto hogar, un lugar digno de una reina.
Antes de salir esa noche, tenía todo planeado. Todo lo que tenía que
hacer era comenzar a hacer llamadas de teléfono. Dentro de un par de
semanas, su palacio comenzaría a elevarse. Estaría allí para asegurarse
que era perfecto.
Bajó la cabeza mientras tomaba la decisión de mantenerse alejado
de Katherine por un tiempo. Tenía que salvar la compañía de su abuelo.
No podía distraerla o dejarse distraer. Pronto, sin embargo, pronto estarían
juntos. Con ese pensamiento se dirigió a su coche y se subió a él. Tenía
una larga semana por delante y mucho que hacer.
Katherine estaba avergonzada mientras caminaba hacia su puerta y
rápidamente la cerraba. No podía creerse que había hecho algo tan
estúpido como para prácticamente hacer el amor con Joseph en un
ascensor. Realmente quería averiguar si había una cámara allí, pero si
empezaba a preguntar, entonces la gente empezaría a sospechar. Con
suerte, estaba haciendo una gran cosa de algo que no era nada. Así que,
qué si había una cámara, trató de razonar. No era como si hubiese estado
sin ropa. Él la había besado. Si, había estado más allá de lo caliente, pero
ahí es cuando había parado.
Se estremeció al pensar en lo que hubiese pasado si no hubiesen
sido interrumpidos. Perdía su mente muy fácilmente cuando él estaba
alrededor. Katherine se metió en la ducha, y luego rápidamente en la
cama. La última semana había sido agotadora e inmediatamente se había
quedado dormida, por una vez demasiado cansada incluso para soñar.
—Katherine, ¿tienes esos números?
—Sí, un minuto —respondió ella, mirando en el escritorio por el
documento solicitado.
—¿Qué está pasando Katherine? Esta no eres tú —le preguntó su
jefe mientras entraba en su pequeña oficina.
No, no era propio de ella, tenía que admitirlo. La falta de sueño,
mezclado con el estrés no la estaba ayudando. No había visto a Joseph en
un mes. Ni una llamada de teléfono, tampoco en las reuniones, nada en
absoluto. Escuchó su nombre a menudo, sin embargo, mientras él
alcanzaba rápidamente la cima de los candidatos preferidos por la junta.
Cuanto más cerca estaba el momento de elegir al nuevo director general,
más veces escuchaba el nombre de Joseph.
Desesperadamente quería que tomaran una decisión para que
pudiera seguir con su vida. Sabía que en el minuto en el que él fuera
elegido, y ella no tenía ninguna duda de que lo sería, entregaría su
renuncia, sin ningún aviso previo. No había manera de que pudiera seguir
trabajando en el edificio en el que él estaba todos los días. La convertiría
finalmente en solo la sombra de la persona que una vez fue. Como así era,
no estaba más que trabajando con la mitad de su función cerebral con solo
el estrés de saber que él estaba en la ciudad.
Debía haberse cansado de perseguirla, porque había tomado su
último rechazo en serio y no había contactado después de lo del ascensor.
Ella debería estar entusiasmada, pero en su lugar, tenía el corazón roto de
nuevo. No lo entendía. Le había dado lo que quería, pero ella sabía de
verdad lo que quería, que él le dijera que estaba enamorado de ella,
siempre lo había estado y siempre lo estaría. Esperaba que él pudiera de
alguna forma explicar la horrible apuesta, explicarle que él no había
querido decir eso. Todo era una ilusión y obviamente no iba a pasar.
—¿Katherine?
Salió de su ensoñación y miró a su jefe, que la estaba mirando como
si hubiera perdido la cabeza. Tal vez lo había hecho. Solo el tiempo lo diría.
—Lo siento señor. No he sido capaz de dormir las últimas noches.
Probablemente debería ir a ver a mi médico pronto —trato de explicar.
Sonaba débil, incluso para sus propios oídos.
—Siento oír eso. ¿Estás bien para trabajar hoy?
Sabía que no la estaba amenazando, sino que honestamente le
preguntaba si necesitaba tomarse el resto de la mañana libre. Tenía
mucho con lo que ponerse al día sin embargo y no podía irse.
—No, estaré bien, señor. Aquí está el papeleo. ¿Hay algo más que
necesite en este momento? —preguntó, esperando que la respuesta fuese
no.
—En realidad, estoy un poco asustado con traer el tema a
colocación, pero Joseph ha programado una charla con la junta. Tiene
algunas ideas para dar la vuelta a la espiral descendente que han tomado
las acciones. Con ellas perdiendo puntos cada día, esto es importante, y
todos los miembros de la junta deben estar allí —se disculpó.
—Lo entiendo, solo dame la hora y el lugar —le dijo.
No necesitaba saber cómo solo la mención del nombre de Joseph
provocaba un nudo en su estómago.
Su jefe se fue y luego ella se enterró en su trabajo, comenzando a
llegar tarde y haciendo imposible que llegara a la reunión a tiempo.
Katherine llamó a la secretaria de Joseph y le dejó un mensaje, haciéndole
saber que llegaría una hora tarde. Tuvo que sonreír, sabiendo que eso le
irritaría, ya que normalmente no esperaba a nadie. Mientras salía de su
oficina esperaba encontrar un taxi. Tomó un poco de tiempo, pero
finalmente uno se detuvo. Esperaba que él conociera la dirección, porque
ella no la reconoció. Mientras se subía al coche, le entregó el papel, y él le
aseguró que sabía exactamente donde iba.
Mientras el conductor comenzaba a dejar la ciudad, más nerviosa se
ponía Katherine. Cuando llegaron al puente flotante, que llevaba a la isla
Mercer, estaba perpleja. Nunca había estado allí antes para una reunión
de negocios y esperaba que el conductor no estuviera perdido.
—¿Está seguro de que miró la dirección correctamente?
—Si señora. Lo comprobé dos veces. Este es el lugar —respondió.
Dio la vuelta por un camino largo, y finalmente paró en frente de
una pequeña y vieja casa. ¿En que estaba pensando Joseph? Tenía miedo
de dejar el coche.
—Vale, encuentra un sitio para aparcar y espérame. No sé cuánto
tiempo me va a tomar, pero voy a pagar el tiempo de espera —dijo antes de
salir por la puerta que él la había abierto. Él estuvo de acuerdo antes de
subir de nuevo en el lado del conductor y desplomarse en el asiento.
Nerviosa, se acercó a la puerta principal.
—¿Hola? —No hubo respuesta.
Se dio la vuelta para mirar hacia atrás al camino, debatiendo si irse
o no y simplemente hacer frente a las consecuencias. Finalmente, su ética
de negocios ganó y entró.
Siguió el sonido de la suave música que venía de la parte de atrás.
Caminando primero a través de una pequeña cocina, y luego una sala de
estar aún más pequeña, la llevó a la puerta del patio abierta. La atravesó y
encontró una gran mesa en el iluminado patio trasero. Al acercarse para
inspeccionar, encontró comida y bebidas, así que este tenía que ser el
sitio. Sin embargo no había nadie alrededor. Habría llegado tan tarde, que
ya habían terminado sin ella. Si así era, ¿por qué no la habían llamado
para decirle que no era necesario que fuera? Había dejado un mensaje
avisando que llegaría tarde.
—Me alegro de que llegaras, Katherine.
Se puso tensa, su cuerpo entero reaccionando. Si él embotellara ese
atractivo sexual, las mujeres de todo el mundo lo comprarían para sus
hombres, rociando un poco por la noche, especialmente después de un día
duro, cuando necesiten sentir algo que no sea agotamiento. Pura pasión,
que es lo que él invoca, desde el alma de sus pies hasta su cerebro.
Tuvo que luchar contra el anhelo que su presencia la inspiraba.
Katherine lentamente se giró para encontrar su silueta en el umbral de la
puerta. Su constitución ocupaba el pequeño espacio, su postura confiada,
el hombre de la casa. Él era impresionante, ya sea en traje y corbata, o en
la ropa casual que estaba llevando. Daba igual. Era Joseph, el hombre al
que siempre había amado, pero nunca había tenido.
Su corazón latía con fuerza, y su voz huyó mientras sentía su
poderosa presencia detrás de ella. ¿En que estaba pensando al venir a la
reunión? No podía seguir luchando contra la ardiente necesidad que sentía
por él, ni siquiera después de haber estado un mes alejada.
—Llegas tarde —dijo mientras daba un paso al frente. Su
movimiento la sacó de su trance y caminó lentamente alrededor de la
mesa. No quería que él se diera cuenta de su angustia, pero necesitaba
algo sólido entre ellos. Le daba la ilusión de protección.
—Te avisé que lo haría —dijo finalmente mientras él seguía el mismo
movimiento constante hacia adelante, parándose solo cuando llegó a la
mesa, directamente en frente de ella. Desde el nacimiento de su frente, él
no se dejó engañar por sus aparentemente movimientos casuales.
Necesitando algo que hacer con sus manos, cogió un vaso lleno de la
mesa, sin importarle lo que había dentro, solo necesitando hacer algo para
romper el incómodo silencio.
Se lo llevó a los labios, dando un sorbo del dulce vino, sintiendo la
calidez deslizándose por su garganta. Era sorprendentemente bueno así
que tomó un largo trago. Normalmente no era muy bebedora, esperaba
ganar una onza de coraje de la bebida.
—Este es un extraño lugar para una reunión —comentó cuando él
no dijo nada más.
—Lo compré hace un mes. Pensé que era un gran lugar. Privado, sin
ninguna posibilidad de que alguien apareciera. Ha sido muy propicio para
los negocios esta tarde.
—Eso es algo positivo, supongo.
Ella tomó otro trago, luego se dio cuenta de que había terminado el
vaso. Lo dejó y vio como las grandes manos de él cogían la botella colocada
en el hielo y rellenaba la copa. No debería realmente volverla a coger, pero
su cerebro estaba en cortocircuito en ese momento. Una vez que estaba
lleno hasta el borde, cogió el vaso de nuevo, esta vez sorbiendo lentamente
la dulzura roja.
—¿Dónde está el resto de la junta? —preguntó, incapaz de manejar
estar a solas con él por más tiempo.
—Tengo una gran carpa instalada en el norte donde nos
encontramos. Ven conmigo —dijo, dando un paso al lado de la mesa y
doblando su brazo.
No había manera de que ella lo tomara, así que en vez de eso, dio un
paso atrás y le siguió.
Se movió con rapidez por una puerta lateral, y a una pequeña
distancia frente a ella, vio una gran carpa blanca, parecida a la de una
boda o a otro gran evento. Había luz dentro, pero seguía sin ver
movimiento. Fue entonces cuando se dio cuenta. Se habían ido. Ella
estaba allí, a solas con Joseph, justo lo que había estado tratando
desesperadamente de evitar.
Cuando llegaron a la entrada, ella se paró, sabiendo que no quería
entrar.
¿Qué estaba él preparando?
—¿Dónde está todo el mundo? —preguntó, furiosa consigo misma
por el pequeño temblor en su voz.
—La reunión se suspendió hace media hora —afirmó como si fuese
obvio.
—¿Entonces por qué no me avisaron? ¿Este era tu plan?
—Katherine, eres la que llegaba tarde. No puedo controlar como de
corta o larga va a ser la reunión. No hubo discusiones, así que avanzamos
rápido.
Hablaba como si estuviera hablando a un niño asustado, como si
ella estuviera actuando ridículamente por poner en duda su integridad. Él
la había engañado para llevarla a su casa, donde estaban completamente
solos, ni siquiera un vecino a un grito de distancia.
—Deberías haber cancelado. No hay ninguna razón por la que deba
estar aquí —acusó.
—Te quería aquí Katherine. Te quería enseñar algo.
La forma en que dijo las palabras envió anhelo a su alma. Como
deseaba que él quisiera decir lo que dijo. Sabía que la quería. No hizo
ningún secreto de ese hecho, pero necesitaba más que eso. Quería lo que
él no era capaz de darle.
Joseph cerró el pequeño espacio que había entre ellos y agarró su
mano. Ella dejó caer el vaso vacío, pero él no le dio tiempo de volverla a
coger.
Se dio cuenta de que su cabeza estaba ligeramente nublada por el
fuerte vino. Ese era otro error que había cometido. Nunca debería haber
tomado algo que debilitara sus defensas. Cuando estaba alrededor de
Joseph tenía que estar fuerte, consciente y completamente protectora de sí
misma. Trató de alejarse, pero él caminó hacia adelante como si ella no
estuviera luchando.
—Mira —señaló.
Le miró antes de finalmente girar la cabeza. Lo que vio la hizo jadear.
¿Qué estaba construyendo? Había paredes sin final siendo construidas en
piedra, hermosa piedra gris en distintas fases de construcción. En un
borde una gran torre estaba en marcha en forma circular mientras se
levantaba hacia el cielo. La maquinaria estaba por todas partes, lista para
trabajar de nuevo con la luz de la mañana. Pero ella captó la idea. Él
estaba construyendo un castillo, un rey Arturo, noches de mesa redonda,
gigante castillo. Iba a ser impresionante.
Se dio cuenta de que era conveniente para Joseph. Si tenían que
tener un rey en América, él sería el primero en la línea, por lo que lo
construyó por una razón, necesitaría un lugar adecuado para la realeza.
Luchó contra su expresión de asombro. No quería que supiese lo
impresionada que estaba. Obviamente la había llevado allí para
enamorarla con todo eso, pero por qué, fue su primera pregunta. ¿Por qué
iba a ir tan lejos solo para meterla en su cama?
—¿Por qué me trajiste aquí, Joseph?
Por un momento, ella bajó la guardia. Puede que terminara
lamentándolo.
—Para enseñarte tu futura casa.
Su corazón se aceleró mientras él hablaba suavemente, su voz
flotando sobre ella, la magia del momento queriendo seducirla. Esto no es
real, se dijo. ¿Cómo podía algo de esto ser real?
—No lo entiendo. ¿Estás haciendo todo esto para meterme en tu
cama?
Joseph la giró en sur brazos, su expresión confundida. Se inclinó
hacia adelante y besó ligeramente sus labios, el gesto tan dulce que sintió
lágrimas picando en sus ojos. Se estaba muriendo por dentro. Este
momento, este perfecto momento, con el único hombre que había querido,
podría destruirla.
Porque alejarse de él de nuevo la agotaría para cualquier vida
restante. Ganaría su juego, siempre había sabido que lo haría, pero el
precio era demasiado alto para ella. El precio era su alma.
—Si —respondió mientras acariciaba sus labios de nuevo.
Dejó de luchar. Todo lo que quería era darle a el resto de ella y hacer
frente a las consecuencias más tarde, mucho más tarde. Movió sus brazos
alrededor de su cuello, y renunció a todo el control…
—¿Qué quieres decir con lo de entregarte a él? Estoy tan perdida
ahora mismo. Por favor sigue, tía Katherine. No puedes hacernos esperar
otra hora, y mucho menos un día o dos —demandó Bree.
Hubo varias respuestas afirmativas a su arrebato. Todo el mundo
estaba centrado en Katherine, que había parado de hablar. Esperaron
varios minutos, pero ella todavía no había seguido. Tal vez estaba perdida
en sus pensamientos y comenzaría enseguida a recordar.
—Lo siento. Estoy cansada. Tengo que ir a sentarme al lado de mi
marido ahora —dijo Katherine mientras cansadamente se ponía de pie.
Para el asombro de todos en la sala salió de la habitación.
—Me duele el estómago. Estoy tan nerviosa. Esto es ridículo. No es
como si no supiéramos donde termina la historia, pero no me puedo
imaginar cómo llegaron a un acuerdo. ¿Él finalmente le profesó su amor?
¿Volvió George alrededor? ¿Alguno de ustedes lo sabe? Tú tienes que
saberlo Lucas. Eres el mayor —dijo Emily mientras se giraba hacia su
cuñado.
—Nunca había oído la historia antes. Estoy tan intrigado como tú —
contestó.
—Supongo que no hay nada más que podamos hacer. No podemos
obligarla a hablar —dijo Alex ganándose una mirada de su esposa.
—Mejor me voy a casa de todas formas. A pesar de que los niños se
sienten mejor, todavía quieren a su madre cuando han tenido una mala
semana —dijo Amy con reticencia.
Lucas se levantó para ayudarla con su abrigo. El resto de ellos
lentamente reunieron sus cosas y salieron juntos por la puerta.
Austin se puso de pie en el pasillo, mirando desde las escaleras la
puerta principal, indeciso sobre lo que debería hacer. Sabía que
permanecer en la casa podría causarle demasiada tentación. De mala
gana, se puso el abrigo y siguió al resto de su familia.
Capítulo 18
Traducido por Lu_Rodriguez & Auro Kyle
Corregido por Pily
Los días estaban esfumándose rápidamente en la semana. Kinsey no
había visto a Austin en la casa desde la comida. Probó diciéndose que
estaba contenta de que él estuviera respetando sus deseos, dándole lo que
quería. Sabía que se estaba mintiendo.
Desvió su mano a su estómago mientras se preguntaba y se
propagaba el temor por ella, sumándose a su confusión. No sabía nada
aun, pero era tarde. Estaba demasiado atemorizada de tomar la prueba. Si
estaba embarazada, tenía cero respuestas sobre qué haría a continuación.
Todo era tan abrumador. Sabía que no era saludable fingir que era un no
importa, pero no le importaba. Ayudaba a aliviar su mente.
Kinsey caminó fuera en el aire fresco de la noche. Había llovido todo
el día, dejando el olor a tierra fresca, quitando cualquier olor por la ciudad.
Amaba la casa de Joseph. Encontraba fascinante que él se las hubiera
arreglado para crear un ambiente tan sereno en una de las bulliciosas
ciudades de los Estados Unidos.
Caminó por el camino que conduce a la semiprivada playa. Gasta
mucho de su tiempo libre aquí. Algo sobre las olas rompiendo en la orilla
la calmaba.
Encontró una de las sillas que Joseph había puesto, luego cerró sus
ojos y permitió a la suave brisa y el relajante sonido hipnotizarla en un
sentimiento de paz.
Cuando abrió sus ojos, vio un pequeño barco en el agua, moviéndose
suavemente a lo largo de la calmada superficie. Decidió que necesitaba
intentarlo alguna vez. Si sentándose en la orilla era relajante, ir a la deriva
en el agua tenía que ser aún mejor, el movimiento arrullador alejaría
alguna y todas las preocupaciones.
Pronto, su pensamiento fue hacia Austin. Se preguntaba donde
había estado él. ¿Ya tiene a alguien nuevo que estaba persiguiendo? Una
de las razones por las que ella no había querido salir con él, era por el
hecho de que todo el mundo sabía que nunca había tenido problemas para
encontrar una nueva mujer de su brazo. Rara vez fue visto con la misma
dos fines de semana seguidos.
No podía soportar la idea de ser otra en su pequeño libro negro.
Sacudió la cabeza, negándose a dejar que sus pensamientos se alejaran.
No podía hacer eso, no si quería mantener su cordura.
—¿Conoces a los Anderson?
Kinsey se enderezó cuando una voz profunda retumbó en ella. Se
volvió y vio a un hombre grande tambaleándose por la playa hacia ella. Era
enorme, no se había afeitado en por lo menos una semana, y los olores
fluían en su dirección, obviamente había estado bebiendo.
Estaba a menos de veinte pies de ella cuando se dio cuenta de su
peligro. No conocía a este hombre, él obviamente conocía a la familia
Anderson, y por su tono, no era un aficionado. Los ojos de él se cerraron
en ella mientras se ponía lentamente de pie.
Sintió un escalofrío de miedo bajando por su columna vertebral.
Probablemente estaba siendo ridícula, pero pensó que su opción más
segura era alejarse lo más rápido posible. Si era inocente, no pasaba nada,
pero si él estaba fuera para herir a alguien, ella no quería estar en su
camino.
—¡Oye! Te pregunte si conoces a los Anderson, los ricos presumidos
— grito él mientras tomó un amenazante paso cerca.
Bueno sus instintos estaban en lo cierto. No estaba allí para vender
galletas de niñas exploradoras eso era seguro.
No sabía cuál era la respuesta correcta. No quería decirle, que sí que
los conocía, que estaba quedándose en su casa, de hecho, pero no tenía
una buena mentira para explicar por qué estaba en su propiedad.
—Yo, um… sí, se quiénes son —tartamudeó finalmente, sus dientes
castañeaban de miedo y frio.
Solo había querido un momento privado, como los que había tenido
muchas veces el último par semanas. Ni siquiera se había molestado en
traer su teléfono. Había estado demasiado cómoda en el pequeño trozo de
paraíso. Viviendo en la ciudad, normalmente no era tan estúpida como
para dejarse tan vulnerable.
Él dio otro paso hacia ella mientras su mirada se dirigió por la colina
hasta donde la parte superior de la mansión se veía claramente. Sabía que
la gente de la planta superior se pondrían a mirar hacia abajo en la playa,
pero no había ninguna razón para que alguien lo estuviera haciendo en
estos momentos. Todo lo que verían, de todos modos, serían dos figuras
pequeñas. La luz se desvanecía del cielo y pronto ellos solo serían capaces
de ver sombras. Si el hombre ebrio la agarraba, y alguien que pasara por
la ventana, simplemente asumirían que eran dos amantes.
Había visto algunos desde su llegada. Los hombres jóvenes a
menudo les gustaban impresionar a sus citas con una hermosa puesta de
sol, seguido de un tiempo de besos y estimulantes.
Kinsey dio un par de pasos alrededor de la silla, tratando de poner
distancia entre ella y el hombre loco. Sus ojos estaban sorprendentemente
alerta para tan borracho como obviamente estaba. Ellos se lanzaron tras
ella, observando cada movimiento.
Ella levantó la vista hacia el cerro en previsión de escaparse por la
cima. Esperando, que en su condición, él no sería capaz de atraparla. No
se había ejercitado casi tanto como debería últimamente, pero estaba en
muy buena forma.
—Se me hace tarde. Fue bueno hablar con usted, pero me tengo que
ir…
Se volvió hacia la casa y dio unos pasos, cuando su brazo fue
agarrado tan fuertemente que estaba segura que podría herirla, y su
cuerpo se dio vuelta para mirarlo. Estaba a centímetros de ella mientras
la miraba a la cara, su aliento le hacía voltear su estómago, lo que la hizo
luchar contra las ganas de vomitar. No sabía que haría él si ella vomitaba
encima de su camisa.
—Espera. ¿Por qué estás tan apurada? ¿Eres una de ellos? —
vociferó, su saliva volando fuera por su furia.
Kinsey se congeló, pasando de miedo a terror. Este tipo no estaba en
control de sí mismo, y tenía miedo de que se fuera a romper, si no lo había
hecho ya. Ella no quería provocarle más.
—Solo tengo que irme —dijo, tratando de parecer tranquila.
Sintió que la bilis le subía por la garganta y trató de contener la
respiración.
—Tengo que ver a los Anderson. Ellos… ellos hicieron algo malo,
muy malo. Tengo que ajustar cuentas. ¿Ere una amiga, quizá una esposa
o una amiguita? —pregunto, sus palabras recogiendo vigor cuando
terminó.
Él cerró los ojos de ella como si viera lo mucho que ella valía la pena,
que podía ser para él. Ella decidió ser un poco honesta. Entonces tal vez la
dejaría ir.
—Solo trabajo para ellos. No estoy involucrada ni nada. Solo trabajo
para ellos temporalmente. Apenas acabo de empezar —explicó en voz baja.
Sus palabras parecieron enviarlo a todo otro reino de ira, que ella no
podía entender. ¿Por qué enloquecería porque ella trabajaba para ellos?
—¿Tomaste mi trabajo? ¡Eres mi remplazo! —gritó.
La furia en su manchada cara la dejó sin habla. Iba a hacerle daño,
le haría mucho daño si ella no lograba escapar.
Kinsey tiró de su brazo mientras movía su pie hacia atrás, tirando
con todo su valor. Los dedos de él se apretaron más, atrapándola. Era
demasiado fuerte. La situación empezaba a sentirse desesperante.
Él dio un paso tambaleante hacia el agua, arrastrando sus pies en la
arena. Su cuerpo temblaba con miedo real de que la tirara, o peor aún, la
hundiera.
—No, no tomé su trabajo. Soy enfermera, eso es todo, una enfermera
—dijó cuando finalmente encontró su voz.
—¿Una enfermera? ¿Está uno de ellos enfermo? —preguntó, un tipo
de alegría maligna llenando sus ojos ante la idea.
—Sí. Joseph está muy enfermo —respondió. Todo lo que necesitaba
era que él se distrajera por un par de segundos, lo suficiente para
conseguir zafarse. Había ido por todo lo que valía la pena.
—Bien, bien, eso es bueno. —Se mantenía repitiendo él.
Kinsey continúo tirando de su brazo, pero fue inútil. Sus dedos
estaban empezando a sentir un hormigueo por la falta de sangre que
circula a su mano. Al menos había estado distraído lo suficiente como para
dejar de moverse.
Ella miró el agua, solo a una corta distancia. Si él la tiraba en ella,
ella… ella no podía ni siquiera tener esos pensamientos.
—¿Por qué no subimos a la casa juntos? Así usted puede hablar con
quien este molesto —Trató de razonar.
—¿Por qué quieres hacer eso por mí? —preguntó, mirándola con
suspicacia. Estaba tan borracho que no podía razonar correctamente.
—Porque te ves como si necesitaras hablar. Suena que todo lo que le
hicieron, realmente le molesta.
—Sí, sí que me hicieron mal. Solo estaba intentando ganar algo de
dinero extra, eso es todo. Ellos tienen toneladas de dinero. Más de lo que
una familia necesita o merece. ¡Por qué tuvieron que despedirme por unos
miserables pocos dólares! no les dolería nada —dijó pronunciando mal,
sus palabras desordenadas y difíciles de entender.
—Sí, mucho dinero. Vamos a arreglar esto —instó ella.
—Está bien —acordó él. Mientras la soltaba, ella sintió un fuerte
dolor en su brazo, donde la sangre corría de vuelta a través. Dolía casi
peor que cuando la tenía cogida. No podía concentrarse en eso, sin
embargo, tenía que alejarse de él antes de que cambiara de opinión. Tenía
que llegar a la casa y avisar a la familia que estaba allí.
Kinsey se echó a correr, sin tener siquiera un segundo para dar
vuelta y ver lo a él. Sabía que darle alguna ventaja podría costarle, su vida.
—¡Alto! —gritó él, su voz su voz sonando demasiado cerca. Su visión
borrosa mientras las lágrimas brotaban de sus ojos, entonces se derramó.
¿Cómo él se estaba moviendo tan rápido? Apenas si podía caminar, pero
estaba detrás de ella.
Kinsey gritó de dolor cuando sus dedos agarraron la parte posterior
de su cabello, deteniendo rápidamente su avance mientras su cuello iba
hacia atrás.
—¡Puta! —gritó, dando vuelta a su alrededor. Sus ojos estaban muy
abiertos, abultando sus cuencas, su boca abriéndose y cerrándose. Si él
había estado enojado antes, no era nada para lo que era ahora.
Levantó su brazo y entonces ella solo vio estrellas, momentos antes
de que perdiera el conocimiento. Su último pensamiento fue que había
creído ver las estrellas era solo una expresión.
Austin entró al patio y miró alrededor. Su tía le había dicho que
Kinsey había llegado hacía una hora. Katherine estaba preocupada porque
Kinsey dijo que solo estaría treinta minutos.
Apretó el paso mientras miraba alrededor de la yarda. La luz se
desvanecía rápidamente y quería encontrarla antes de que su visibilidad se
hubiera ido.
Katherine le dijo que Kinsey a menudo caminaba por la playa. Ese
fue su primer lugar para buscar. Estaba tomando un camino conocido
cuando oyó algo.
Se detuvo por un momento y agudizo el oído. Sonaba como la voz de
un hombre, pero no podía oír lo que estaba diciendo. Aceleró el paso,
preguntándose quién estaría por ahí. Era propiedad privada y nadie iba a
estar en esta parte de la playa, excepto ellos.
Al acercarse, oyó el grito de una voz masculina para que alguien se
detuviera, luego oyó un grito femenino. Terror se apoderó de él al darse
cuenta de que Kinsey estaba en problemas.
Empezó corriendo por el camino, esperando que no fuera demasiado
tarde. Al doblar la esquina, vio a un hombre grande agarrar la parte
posterior del pelo de Kinsey y azotar a su alrededor, luego cerrar su mano
de golpe en su cara.
Austin vio rojo. Cargó hacia delante mientras Kinsey caía al suelo y
el hombre levantó su pierna como si fuera a darle una patada. ¿Qué clase
de bestia haría eso a una mujer?
Austin se zambulló en el pecho del hombre un segundo antes de que
su pie conectara, enviándolos a los dos volando varios pies en el aire antes
de aterrizar en el suelo con un duro golpe.
Austin no perdió tiempo. Dio un puñetazo en la mandíbula del
hombre, luego en su mejilla. El hombre se quedó inmóvil bajo él. Fue
entonces cuando Austin se dio cuenta de que era su empleado despedido,
Jack. Saltó lejos de él, agarrando su teléfono y llamando a una ambulancia
mientras corría de vuelta a Kinsey.
Le tomó el pulso, respirando un suspiro de alivio de que estuviera
latiendo fuerte. Ella empezó a moverse mientras él frotaba sus manos por
los brazos y piernas de ella, comprobando alguna otra herida.
—Ouch —exclamó ella cuando sus dedos rozaron la parte superior
de su brazo. Él movió su camiseta fuera del camino, y luego juró cuando
vio la carne roja. Quería ir y atacar a Jack unas cuantas veces más. El
idiota se lo merecía.
En cambio, acunó la cabeza de Kinsey en su regazo mientras hizo
una llamada rápida a la casa y le dijo a su primo que trajera una manta.
—Kinsey ¿Estás bien? ¿Puedes hablar?
—Me duele la cabeza —murmuró mientras sus ojos se abrieron un
poco.
—Lo siento, Kinsey. Lo siento mucho. ¿Qué te hizo?
—Él estaba muy molesto con tu familia. Creyó que yo era parte de
ella. No sé. Estaba muy ebrio —murmuró ella.
—Está bien, Kinsey. Hablaremos después. Solo cierra tus ojos y
descansa. La ambulancia viene en camino —le aseguró.
Por primera vez, ella hizo lo que le pidió y cerró sus ojos. Si no
tuviera tanto pánico, podría haber incluso sonreído.
—¿Qué demonios está pasando? —preguntó Lucas mientras se
detenía derrapando frente a ellos. Rápidamente puso la manta alrededor
de Kinsey antes de mirar hacia Jack.
—Un ex empleado, que no estaba feliz por haber sido despedido, no
se mucho ahora. Kinsey dijo que estaba ebrio y buscando una pelea. Creo
que solo resultó que ella estaba en su camino —explicó Austin.
—¿Lo noqueaste?
—Claro que sí —dijó Austin, sintiendo la rabia hervir de nuevo. No
creía que jamás conseguiría sacar la imagen de su caída al suelo de su
cabeza. Su grito de terror seguramente lo frecuentaría durante los
próximos años.
—Bueno. Tú la llevas a la casa. Yo me quedo con este pedazo de
mierda.
—Gracias, Lucas. —Austin se puso de pie, levantando fácilmente
a Kinsey en sus brazos. Caminó por la cuesta de la vía de servicio de
grava, luego siguió hacia la casa.
Podía oír las sirenas a lo lejos, por lo que aceleró el paso. Llegó a la
puerta de atrás al mismo tiempo que se detuvieron en el camino de
entrada. Rápidamente se pasó por la casa y se encontró con ellos en el
frente. Los paramédicos se hicieron cargo, poniéndola en la camilla y
revisando sus signos vitales. Se echó hacia atrás viendo, abrumado por la
impotencia.
—¿Es alérgica a algo, señora?
—No —murmuró—. Me duele la cabeza. Mi brazo también lo hace,
pero mi cabeza se siente como que va a estallar, el dolor es tan malo.
—Podremos darle una inyección en un momento. Tengo que hacer
un par de preguntas primero —le aseguró.
Cuando llegó la policía, Austin reaciamente dejó a Kinsey al cuidado
de los paramédicos y se acercó al comisario a explicar dónde Jack fue
noqueado.
Después de dar una breve declaración, volvió a Kinsey para
encontrarla durmiendo en la camilla mientras la cargaban en la
ambulancia.
—Pude ir con nosotros o seguirnos, pero ella no sabrá la diferencia.
Va a estar fuera durante unas horas —dijo el hombre. Austin no quería
separarse de ella, pero sabía que iba a necesitar su coche.
—Voy a seguirlos, gracias —respondió, luego vio cómo se cerró la
puerta.
Austin no perdió el tiempo saltando en su coche y alcanzando la
ambulancia. No la quería fuera de su vista, no hasta que se asegurara de
que estaba bien. Especialmente, ya que era su culpa que estuviera en esa
condición.
Nunca había tenido un ataque de un empleado antes. Sí, hubo
amenazas contra su vida, contra las vidas de todos, pero nunca antes un
empleado descontento en realidad había llevado a cabo una de esas
amenazas.
Había aprendido una valiosa lección esa noche, y no era justo que Kinsey
tuviera que pagar el precio.
La ira aún corría por sus venas. Trató de calmarse mientras seguía
detrás de las luces que destellaban, su patrón de color rojo y azul de
alguna manera suave, por lo menos le daban algo más en que centrarse.
Austin se sentó en la sala de espera durante horas. No lo que
parecieron horas, pero literalmente horas. Él estaba a punto de tirar de un
médico contra una pared si no oía nada pronto. No era un hombre
paciente en un día normal, y su día hasta el momento había sido cualquier
cosa menos normal.
—¿Señor Anderson?
—Sí. Ese soy yo —dijo mientras se enfrentaba al médico que se
aproximaba.
—Lo siento por la espera. ¿Tengo entendido que es el que entró con
la Señora Shelton?
—Sí.
—¿Es un familiar?
—Bueno, es complicado —se pretendía cubrir.
El doctor lo miró por unos momentos como si tratara de decidir
sobre lo que debía o no debía decir. Siendo que Austin era el que había
venido con ella, el médico admitió:
—Ella tiene un profundo moretón en su brazo. Va a doler por un
tiempo. Desde mi entender, su atacante la golpeó en la cara. Tiene una
ligera fisura en el pómulo, pero va a sanar. Hasta entonces, va a tener
hinchazón y va a amoratarse mucho. Va a estar adolorida durante unos
cuantos días. En este momento no vemos ningún daño cerebral o
cualquier otra cosa equivocada.
Austin quería golpear algo, mientras la rabia hirvió. Sabía que el
pedazo de mierda estaba en algún lugar en el hospital y él no quería nada
más que encontrarlo y hacerle algo de daño importante.
—La Señorita Shelton se ha comprometido a presentar cargos, lo
cual es bueno. Tenemos a la policía con su agresor ahora. Va a ir de aquí a
la cárcel. No debería decir esto, pero le rompió la mandíbula —dijo el
médico. No luciendo desconsolado por eso.
—Gracias —dijo Austin, sintiéndose un poco mejor de que Jack no
se estaba librando del dolor.
—Está siendo trasladada a una habitación por la noche. Nos
gustaría mantener un ojo en ella en caso de que hubiera algo que
inicialmente pasamos por alto.
Con eso, el médico se fue y Austin se acercó a la recepción, donde le
dieron las direcciones a su habitación. Caminó por el largo pasillo, luego
vaciló ante su puerta. Él no sabía qué tipo de reacción que iba a obtener
de ella. Sabía que no podía entrar ahí mostrando la ira que sentía. Por
supuesto, no se proyecta en ella, pero ella todavía no tenía que verlo.
Entró para encontrarla sentada en la cama. Volvió la cabeza cuando
él entró por la puerta, y sus ojos se encontraron juntos. La furia le abrumó
de nuevo ante los moretones en el brazo y el color morado oscuro
superando el lado izquierdo de su cara.
—Hey —dijo sin convicción.
—Gracias, Austin —susurró.
—Lo siento mucho, Kinsey. Debería haber estado allí antes.
—Me alegro de que estuvieras ahí cuando lo hiciste. Tengo la
sensación de que sería mucho peor, de lo contrario —dijo mientras un
temblor atormentó su cuerpo. Él quería alejar su dolor, abrazarla.
Se acercó a la cama y se sentó con ella mirándola con recelo.
—No puedo creer que te tocó —gruñó Austin.
—Estoy bien, Austin. Realmente, lo estoy. Mi cara y el brazo están
un poco doloridos, pero estoy bien —prometió.
—Cuando vi que te golpeo, yo...
—Lo sé. Me alegro de que estuvieras cerca —lo interrumpió.
Debería estar agradecido de que estaba admitiendo que estaba feliz
de verlo, incluso si había tenido que ser atacada primero.
Su mano se acercó y acarició suavemente el lado sano de la cara.
Sus ojos se abrieron más ampliamente mientras tomaba una respiración
profunda y lo observó.
—Kinsey. —Prácticamente le rogó.
—No puedo...
—Solo... necesito... —Austin dejó de intentar vocalizar cómo se
sentía, se inclinó y tomó suavemente sus labios con los suyos. Ella no
trató de detenerlo. No quería lastimarla más, pero tenía que probar sus
labios, necesitaba asegurarse a sí mismo que ella estaba muy bien, que
estaba allí con él. Si algo peor hubiera pasado, no sabía lo que haría. No
podía dejarse siquiera pensarlo.
Se inclinó más cerca, su mano moviéndose para acariciar la parte
posterior de su cuello, su toque en los labios cuidadoso mientras deslizaba
su lengua por el labio inferior. No se trataba de la pasión o de realización,
se trataba de asegurarse de que era real, que estaba allí, que ella era suya.
Sintió el calor corriendo a través de él, un calor que parecía centrarse en
su corazón, y aumentarlo diez veces su tamaño normal.
Por último, se echó hacia atrás y poco a poco abrió los ojos para
mirarla a la cara. Ella abrió los ojos como si estuviera en trance, mirándolo
con tal asombro y admiración en su expresión, que si no estuviera ya
sentado, su mirada lo hubiera puesto de rodillas.
—Deja que me quede aquí contigo, Kinsey. Deja que te abrace.
Lo miró mientras la niebla empezó a despejarse. Sus ojos se llenaron
de lágrimas, dolor, necesidad, confusión todo mezclado en su expresión. Él
sabía la respuesta antes de que ella pronunciara la palabra. Sintió la
tentación de besarla de nuevo, para evitar que lo dijera.
—No.
—¿Por qué? ¿Por qué tenemos que hacer esto complicado? Es solo
una noche —preguntó.
Nunca antes le había suplicado a una mujer por nada, pero ella
estaba causándole todo tipo de primeras veces, al parecer.
—Es demasiado... complicado. Una noche no va a arreglar o cambiar
nada.
—Nos queremos, Kinsey. Nos preocupamos el uno por el otro. No
tiene por qué ser más complicado que eso —dijo.
Sintió un destello de esperanza en la duda en sus ojos.
—Para ti, es fácil, Austin. Ves lo que quieres y vas por ello, sin hacer
preguntas. Yo no soy así. Sinceramente, no soy esa chica de la boda. No sé
por qué hice lo que hice esa noche. No sé por qué he seguido perdiendo el
control contigo desde entonces, pero esa no soy yo. Esta soy yo, aquí y
ahora. No soy excitante y glamorosa. No soy el tipo de chica salta en el
tipo armario más cercano. Tan pronto como la caza haya terminado,
perderás el interés. La chica a la que sigues persiguiendo, la aventura que
está queriendo no es real —dijo, con la voz ronca de lo que estaba seguro
era de lágrimas no derramadas.
—¿Sabes qué? Creo que estás mintiendo. Creo que estás mintiéndote
a ti misma y a mí. Dices que nada de esto ha sido real —cuestionó.
Mientras la miraba a los ojos, puso su mano sobre su estómago, lo
que la hizo jadear. Bueno. Quería sacudirla, no mucho, solo un poco.
—Esto es tan real como se pone. Podrías estar llevando a mi hijo,
Kinsey. El sexo no ocurrió en un sueño, o en mi imaginación. La explosión
entre nosotros, cada vez que estamos dentro de los cinco kilómetros uno
del otro, no es falso. Puedes tratar de construir tus paredes, eso está bien,
pero no te atrevas a insultarme. No te atrevas a decirme que todo esto no
ha sido más que un sueño.
Sabía que estaba en el borde de un acantilado, apenas aguantando.
Él también sabía que no debía sacar su ira contra ella, pero estaba loco,
enojado con casi todo en ese momento.
Se echó hacia atrás mientras pasaba sus dedos por el pelo.
—Está bien.
—¿Qué? —Austin la miró mientras susurraba las palabras.
—Estoy cansada, tan cansada de todo. No quiero pelear más esta
noche. No quiero pensar. Solo quiero que me abraces —susurró ella, el
miedo presente en sus ojos.
No dijo nada más, solo se quitó la chaqueta y subió a su lado.
Cuando él la tomó en sus brazos, sintió un peso levantarse de sus
hombros.
Se despertó en horas de la madrugada y se escabulló de la
habitación. Ambos necesitan averiguar lo que querían, pero él no iba a
presionarla más. Había hecho claras sus intenciones; Ahora la pelota
estaba en su campo.
Cuando Kinsey se despertó por la mañana, Austin se había ido,
dejando su corazón dolorido, aunque trató de decirse a sí misma que era lo
mejor. Aun así, no pudo contener las lágrimas de caer en la soledad
repentina que la consumía.
Mientras que ella estaba tratando de comer su desayuno un par de
horas más tarde, alguien llamó a su puerta, haciéndola mirar
ansiosamente.
En lugar de Austin, varias personas entraron en silencio a la
habitación con grandes sonrisas en sus rostros, todos llevando enormes
ramos de flores y globos.
En el momento en que habían terminado, su habitación parecía una
floristería.
Una de las personas le entregó una carta, luego se fueron tan rápido
como habían llegado. Con dedos temblorosos, abrió el sobre y sacó la nota.
Lamento que resultaras lastimada. Recupérate pronto.
Austin
¿Eso fue todo? Le dio la vuelta a la tarjeta, mirando a ver si todo lo
demás estaba en el otro lado. Nada.
Ella no sabía qué pensar.
Estaba enviando enormes cantidades de flores, pero él se había ido,
y su nota era tan impersonal. ¿Estaba diciendo adiós?
Kinsey se recostó y lloró hasta quedarse dormida, todavía nada cerca
de encontrar respuestas.
Capítulo 19 Traducido por Etrange
Corregido por Pily
—Aún debes estar descansando, no volviendo al trabajo tan pronto.
—Katherine regañó a Kinsey dos días después, cuando entró en la
habitación para chequear a Joseph.
—Sé que esto suena tonto, así que por favor tengan paciencia
conmigo, pero yo le he echado de menos. Me he unido bastante a Joseph,
y estar lejos el último par de días, me sentí... no sé... solo, ida —dijo
Kinsey encogiéndose de hombros.
Revisó sus tablas, tranquilizándose ya que la enfermera temporal
había hecho bien su trabajo, y luego se sentó junto a Katherine.
—Eso lo puedo entender —dijo Katherine, inmediatamente
suavizándose—. Joseph tiene una manera de lanzar un hechizo sobre
todos a su alrededor, incluso cuando está durmiendo.
Kinsey había echado de menos estar allí. No había querido dejar a
Joseph en la atención de nadie. Había estado con él desde el principio, y lo
vería hasta el final. Solo esperaba y rezaba para que al final se despertara.
—Adelante, acomódate. El resto de la familia va a llegar en cualquier
momento. Están esperando ansiosamente la conclusión de nuestra
historia —ofreció Katherine.
Kinsey se sentía como una intrusa en la historia, pero no se atrevía
a salir. Quería saber lo que hizo este par para permanecer juntos durante
tantos años. Se sintió cautivada por la voz de Katherine mientras hablaba
de su amor.
Pronto, la sala llena de chicos de Joseph, sobrinas y sobrinos,
incluso algunos de los nietos y los grandes, sobrinas y sobrinos. Se sentía
como si el gran espacio se hubiera contraído de forma rápida, con la
cantidad de gente en el mismo.
Kinsey esperó a ver Austin entrar, pero él se ausento. Se negó a
permitirse mirar la puerta, en lugar de centrarse en Katherine mientras
ella se acomodaba en la silla junto a la cama de su marido.
—¿Cómo lo está haciendo hoy, mamá? —preguntó Alex.
—Está bien. Mira sus mejillas. Estar en casa le está devolviendo el
color. Sé que está en su camino de regreso —respondió con confianza.
—Él va a volver porque lo necesitamos —dijo Emily con una sonrisa
de esperanza.
—No puedo acordarme dónde quedamos.
—Te había engañado para llevarte a su lugar. Te mostraba el castillo
que estaba construyendo para ti —dijo Bree con un suspiro—. Tan
romántico.
—Sí, es cierto. Dejé de luchar contra él. Sabía que cuando me fuera
esa noche, nunca sería la misma otra vez, pero no me importaba. Un
minuto con él era mejor que nada. Estaba tan cansada de lastimar, del
dolor. Pero sabía que el dolor no era nada comparado con cómo me iba a
sentir una vez que hubiese terminado conmigo. Pero aún así, no me podía
negar a él nunca más...
Joseph levantó la cabeza, sus ojos oscuros mirando los suyos
asustados. El poder que ejercía sobre ella era demasiado grande. También
sabía que era impotente para detenerlo.
—Te quiero en mi cama, pero eso no es todo. Esto es para ti. Desde
que te conocí, todo lo que hago es por ti, Katherine. No puedo vivir sin ti —
murmuró.
Katherine estaba confundida cuando lo miró. Había ganado. Se
estaba entregando a él, así que ¿por qué todavía estaba hablando? No era
capaz de comprender sus palabras.
Su corazón casi estalló cuando dejó caer su rodilla en la hierba que
soplaba suavemente. Sus ojos se llenaron al mirar en los suyos.
—He hecho muchas cosas malas en lo que a ti concierne, Katherine.
Antes de ti, nunca ha habido una mujer con la que quiera estar día y
noche. Nunca antes había pensado en una mujer tan a menudo, no puedo
pensar en nadie ni nada más. Sí, te quiero en mi cama, a mi lado, pero no
para un romance barato. Nunca te deshonraría de esa manera. Te quiero
como mi compañera. Quiero darte todo lo que tu corazón desea. Quiero ver
redondearse tu estómago con mis hijos. Quiero abrazarte cuando
tengamos setenta y cinco y no hacer nada más que ver una puesta de sol
juntos por el balcón de nuestra casa que estoy construyendo para ti. Por
favor, complétame, Katherine. Por favor, sé mi esposa —dijo, mientras
una lágrima caía.
Metió la mano en el bolsillo y sacó un exquisito anillo de diamantes,
sus dedos temblaban ligeramente mientras se arrodillaba frente a ella,
desnudando su alma.
Katherine se dejó caer a su lado, sus piernas ya no podían apoyarla,
sus brazos necesitan estar cerca de él.
Levantó la mano y poco a poco le limpió la lágrima de la mejilla,
asombrada de que un hombre tan fuerte estuviese dispuesto a hacerse tan
vulnerable frente a ella. Qué equivocada había estado. ¿Cuántos años
habían desperdiciado? ¿Cuántas lágrimas inútiles había derramado? Se
inclinó hacia delante y lo besó. Un beso lleno de todo el amor que sentía
por él, más grande que la vida misma.
—Sí.
No necesitaba decir nada más que esa simple palabra. Había
decidido darle todo lo él quisiera, y estaba muy agradecida de que él lo
quisiese todo.
La sonrisa de Joseph iluminó su rostro. Deslizó el anillo en su dedo,
en un ajuste perfecto, y luego envolvió los brazos a su alrededor, tirando
de ella con fuerza contra él. Ninguno de los dos dijo nada mientras ella
apoyaba la cabeza contra su pecho.
Después de pasado minutos, o tal vez horas, finalmente se retiraron.
La besó una vez más, se puso de pie, tirando de ella a su lado mientras
envolvió su brazo alrededor de ella.
—Vamos. Déjame mostrarte tu palacio.
Joseph tomó la mano y la llevó a la casa. Entró por una puerta sin
terminar y caminó mientras ella miraba alrededor con asombro.
—Puedo verlo todo, Katherine. Puedo ver la casa terminada. Será
hermoso. Ya me imagino a nuestros niños corriendo por estos pasillos —
dijo con entusiasmo. Su entusiasmo atrayéndola rápidamente.
—Gracias, Joseph —susurró con asombro.
—No, es a ti a quien necesito agradecer. He estado perdido por
mucho tiempo, pero he cambiado. Me has hecho darme cuenta de que no
necesitaba un acuerdo. Puedo tenerlo todo. Gracias a ti, George y yo
hablamos, realmente hablamos por primera vez en años. Sabía que no
podía perder más tiempo en malentendidos. Sabía que no podía aferrarme
al pasado. Se sentía de la misma manera. Es todo gracias a ti. No me
permitas ser un medio hombre nunca más.
—Oh, Joseph, no entiendo cómo lo hice, pero estoy tan contenta —
dijo mientras nuevas lágrimas brotaban de sus ojos.
—Te ama tanto como yo —dijo con una risita—. Lo hiciste, al negarte
a aceptar cualquier cosa menos de lo que mereces. Lo lograste por ser tú
misma.
—Yo solo quería tu amor. Lo siento mucho, luché tan duro
desperdiciando todo este tiempo —dijo.
—No vamos a desperdiciar ni un momento más. Te daré cualquier
boda que quieras, pero por favor, cásate conmigo rápido. No quiero pasar
ni una noche más sin ti —le suplicó.
—Sí, Joseph, sí. No necesito nada lujoso. Solo te necesito a ti —dijo.
—Mi Katherine, será mejor que te acostumbres a lo lujoso, porque
tengo que mimarte. Eres mi reina.
Joseph la atrajo con fuerza contra él en el espacio sin terminar de su
casa y pasó el resto de la noche acunándola con seguridad en sus brazos
mientras le susurraba su amor al oído.
—Joseph y yo fuimos tan tontos por un largo tiempo. Ahora, deben
darse cuenta de porque hemos querido que encuentren sus propios
amores verdaderos —dijo George mientras Katherine terminaba de hablar.
—Guao —dijo Jessica, su voz llena de asombro.
—No puedo creer por lo mucho que pasaron —dijo Amy mientras se
secaba los ojos y sollozaba.
—Tuvo una gran boda, sin embargo. He visto esas fotos. Su vestido
salió de un cuento de la Cenicienta —dijo Emily con confusión.
—Todos ustedes conocen a Joseph. Pudo haber dicho que quería
una boda rápida, y créeme, lo hizo, pero el hombre no se conformaría con
nada menos que lo mejor. Nos casamos en dos semanas, y era un cuento
de hadas, con el vestido perfecto, la ubicación y la decoración. Fue el día
más romántico de mi vida. Mirando hacia atrás, estoy realmente contenta
de que lo haya hecho especial. En aquel entonces, solo lo quería a él, y
todo lo demás era solo un bono. La mejor parte de la jornada fue el beso
que me dio después de que nos declararan marido y mujer. Fue en ese
momento que supe que estaríamos juntos para siempre. Nunca ha dejado
de decirme lo mucho que me ama —dijo Katherine mientras se limpiaba
una lágrima.
—Y nunca voy a dejar de hacerlo —susurró Joseph.
La sala quedó en silencio mientras todos los ojos se volvieron hacia
la cama donde yacía Joseph, sus ojos entreabiertos, mirando a su esposa.
—¿Joseph?
—Te amo Katherine, hoy, mañana y siempre. —Su voz era ronca,
pero sus palabras fueron claras.
—Estás despierto —gritó, la alegría y el alivio evidente en su
expresión.
Kinsey se levantó de un salto, llamó inmediatamente al médico, a
continuación, se puso a trabajar, revisando sus signos vitales, moviéndose
alrededor de la cama, mirando sus ojos.
Joseph la apartó mientras débilmente levantaba la mano para
presionar sus dedos sobre el rostro de Katherine. Ella estaba en sus
brazos, sonriendo, sollozos tan suaves atormentaron su cuerpo.
—Te he echado mucho de menos, Joseph. Por favor, por favor no me
dejes nunca de nuevo. Te necesito —le rogó.
Que íntimo momento, pensó Kinsey mientras suspiraba
soñadoramente y daba un paso atrás. Su amor tan obvio, iluminó la
habitación. Todo el mundo estaba asombrado al verlos reencontrarse, con
su amor más fuerte que nunca.
El resto del día fue un frenesí de actividad mientras el doctor corría y
hacia un completo trabajo sobre Joseph. Había dicho desde el principio
que podía despertar en cualquier momento, pero se veía sorprendido de
verlo no solo despierto, sino tan alerta.
Joseph tenía problemas para hablar, tenía dolor de garganta por la
falta de uso, pero a medida que avanzaba el día, fue cogiendo fuerza.
Debido a los terapeutas físicos, que habían estado trabajando sus
músculos todos los días, no estaría en silla de ruedas cuando saliera de la
cama.
Sin embargo el médico le advirtió que no se esforzara demasiado.
Tomaría mucho tiempo antes de que estuviese subiendo y bajando
escaleras y corriendo. A Joseph no le importaba. Solo le preocupaba que
estaba despierto. Él y Katherine no podían apartar sus ojos o sus manos el
uno del otro.
—Felicitaciones, hermano. Estoy tan feliz por ti —dijo Joseph con
una sonrisa.
—Gracias, Joseph. Hemos estado esperando a que te despiertes. Nos
gustaría tener una pequeña ceremonia aquí, donde nos encontramos por
primera vez —le dijo George.
—Creo que es perfecto. Ahora, estás seguro de la pequeña
ceremonia...
—Joseph Anderson, no intentes encarrilarme como lo haces con tus
hijos. Soy un hombre viejo, que ha vivido una vida plena. Quiero una
sencilla ceremonia con mi hermosa novia. Ella quiere lo mismo —dijo
George.
—¿Puedes conseguirme un trago? —preguntó Joseph con voz débil.
—No creas que esa cara de enfermo funcionara en mí, Joseph. No
voy a cambiar de opinión. Una pequeña ceremonia, ¿me oyes? —dijo
George con una sonrisa.
—Está bien, lo entiendo —gruñó Joseph, su voz más fuerte.
—Eso es lo que pensé —dijo George, riendo entre dientes.
Una vez que Esther se unió a ellos, los tres planearon una sencilla
ceremonia que tuvo a Joseph refunfuñando aquí y allá, pero no peleó
demasiado.
George estaba encantado de que en dos semanas, Esther iba a ser
su esposa. No necesitaba nada más que eso.
Capítulo 20
Traducido por Etrange
Corregido por Pily
Kinsey contempló la prueba de embarazo, mirando de ésta a la caja
en la que venía, a continuación, volvió a leer las instrucciones. Miró las
otras dos pruebas al lado, también. Todas con la misma respuesta. Sus
ojos se desbordaron mientras los resultados se mostraban irrefutables
frente a ella.
Necesitaba a Cassie.
Cassie le diría que todo estaba bien. Que no estaba sola. Estaría ahí
para ella sin importa qué. Kinsey no sabía lo que quería más. Estaba, sin
duda, sorprendida por su reacción.
Apoyó la cabeza sobre la mesa y lloró, y luego se echó a reír, y luego
lloró un poco más. Tal vez estaba perdiendo la cabeza. Era lo más seguro.
Después de media hora, cogió el teléfono.
—¿Podemos vernos?
—¿Dónde?
Cassie no necesitaba una explicación. La emoción en la voz de
Kinsey fue suficiente para que dejara de hacer todo lo que estaba
haciendo y fuera a reunirse con ella. Kinsey nombró un parque a mitad de
camino entre ellas, entonces se puso el abrigo y salió por la puerta. Se
secó las lágrimas mientras subía al volante de su coche y se fue en piloto
automático mientras conducía por la ciudad.
Ella llegó primero y se sentó en un banco, aferró las pruebas una vez
más en la mano.
Cassie se reunió con ella unos minutos más tarde, y se sentó sin
decir una palabra. Kinsey le entregó las tres pruebas, y Cassie las miró,
luego a la cara de Kinsey con ojos preocupados.
—¿Cómo te sientes? ¿Estamos contentas? ¿Molestas? ¿Aliviadas?
Qué debería estar haciendo en este momento, porque no puedo decir —
dijo finalmente Cassie.
—Estoy... confundida. Pensé... pensé que esto es lo que quería, pero
cuando tomé una prueba tras otra, me encontré... triste —dijo Kinsey
mientras un par de lágrimas caían.
—Entiendo, Kinsey. Has pensado por un par de meses que un bebé
podría estar creciendo dentro de ti. Tu hijo. Ahora que ya sabes que no
estás embarazada, es cómo perder a ese niño que has llegado a esperar. Es
devastador —la tranquilizó Cassie.
—Pero... no estoy casada. No tengo ninguna razón para estar
molesta. Debería estar saltando con alegría. Sé que después de que tenga
tiempo para pensar en ello, me voy a dar cuenta de eso. Yo solo... ni
siquiera sé — dijo Kinsey con confusión.
—Todo pasa por algo. Tal vez esto sucedió para que supieras cómo te
sientes. Tal vez no quieres ser tan independiente como has estado
diciéndote a ti misma. Has pensado en el hecho de que no se trataba solo
de tu bebé que estaba aprendiendo a preocuparte, ¿sino también de
Austin?
—No hay bebé, Cass —dijo Kinsey, como si necesitara volver a
decirlo.
—¿Qué está pasando contigo y Austin?
—No sé. Tuvimos una pequeña pelea la noche de mi ataque,
entonces pasó la noche conmigo. Pero por la mañana se había ido. Se alejó
y no ha vuelto —dijo Kinsey en un sollozo ahogado, el dolor se filtraba
dentro de ella. Debería llamar, pero tenía demasiado orgullo. Pensó que le
había dicho no demasiadas veces, y él se había decidido a escuchar.
—¡Oh, Dios mío! ¿estás enamorada de él, no es cierto? —Cassie se
quedó sin aliento.
—Sí —admitió Kinsey. No tenía sentido mentirle a su mejor amiga.
—Entonces ve con él. Deja que te ayude a pasar a través de esto, que
se quedé hasta que las lágrimas se sequen. No tengas tanto miedo de ser
herida que en realidad te lastime más —dijo mientras tomaba la mano de
Kinsey en la suya.
—Fue un juego, Cass. Eso es todo. Me escapé, probablemente la
primera chica en alguna vez hacerle eso a él. Entonces me persiguió.
Tuvimos un increíble, oh Dios mío, sexo, restauró su virilidad, y ahora se
ha ido —dijo Kinsey, sintiéndose como una tonta.
—Creo que es posible que lo hayas subestimando. Dale una
oportunidad. Si lo haces, creo que podrías encontrar más felicidad de la
que nunca has imaginado antes. Si hay una cosa que he aprendido al
escuchar la historia de amor de Joseph y de Katherine, es que el tiempo es
demasiado valioso como para desperdiciarlo.
—No sé, Cass. Solo tengo que pensar. Mis emociones están por todo
el lugar ahora mismo, y no quiero hacer nada de lo que me arrepienta
más tarde.
—Tal vez ustedes dos solo necesiten un útil empujoncito —amenazó
Cass.
—Cassie, no te atrevas a interferir, ¿me oyes? Lo juro por nuestro
juramento del meñique en la escuela primaria, que voy a cazarte —dijo
Kinsey, entrecerrando los ojos.
—Kinsey…
—Promételo ahora mismo, Cass —demandó Kinsey.
—Solo quiero que seas feliz. Sabes que te amo —evadió Cassie.
—Cassandra, será mejor que me lo prometas —amenazó Kinsey.
—Bien —soltó Cassie, con los ojos entrecerrados.
No fue hasta que Kinsey estaba en camino de regreso a casa, cuando
se dio cuenta de que Cassie no lo había prometido. El estómago le dio la
vuelta con los nervios. Cass no haría nada. Siempre era la amistad
primero, segundo los hombres. Su día había sido agotador y no podía
pensar en ello por más tiempo, así que lo empujó de su mente.
Se detuvo en su complejo de apartamentos y se dirigió a su unidad.
Cerró la puerta y miró a su alrededor, sintiéndose más sola de lo que
nunca se había sentido antes.
Joseph estaba mejor ahora y no necesitaba una enfermera en casa.
En cuanto había dejado la mansión, había tenido que luchar para
contener las lágrimas, sabiendo que iba a extrañar el ajetreo que siempre
había en el gran lugar. Se había encariñado de estar ahí, amando el
momento de cuidar de él. Sin embargo, estaba muy feliz de que se sintiera
mejor.
Miró a su calendario y se dio cuenta de que era la noche de bodas de
George con Esther. Por supuesto que había sido invitada, pero no podía ir,
no cuando lloraba cada diez minutos. Ver a Austin y no ser capaz de
hablar con él sería demasiado.
Los ojos de Kinsey se volvieron pesados y el agotamiento la alcanzó
mientras se metía en su cama y se dormía. Tenía tiempo para averiguarlo
más tarde.
—No puedo creer que papá se casa hoy. Es tan raro —exclamó
Trenton.
—Sé lo que quieres decir. Me alegro por él, realmente estoy feliz, pero
me parece tan extraño. Sobre todo el hecho de que está actuando como un
adolescente —dijo Max.
—Creo que es muy romántico. Esther ha estado toda la mañana
sonrojada —añadió Bree.
—Sí, es genial. No he visto a papá tan feliz en mucho tiempo. Volver
aquí fue algo muy bueno. Todos ustedes se casaron, ahora papá, también.
¿Qué diablos? Supongo que estamos creciendo, ahora —dijo Austin.
—Qué quieres decir con estamos. No veo un anillo en tu dedo —dijo
Trenton.
—Sí, lo que sea.
Austin no había visto a Kinsey en semanas, pero no podía sacarla de
su mente. Al ver que no había oído nada de ella en la semana pasada, se
imaginó que tenía su respuesta de si estaba embarazada o no. Sabía que si
lo fuera, lo habría llamado, lo había prometido. Lo que realmente le
sorprendió fue la decepción que colgaba pesadamente sobre él como una
oscura nube de lluvia a punto de caer.
¿Cómo podría sentirse como si hubiera perdido algo que nunca tuvo,
para empezar? No tiene ningún sentido.
—¿Austin Anderson, quién demonios te crees que eres? ¿En serio?
¿Eres un regalo de Dios para las mujeres, el señor las-ama-las-deja? ¡Huh!
¿Qué tienes que decir en tu defensa? —tronó Cassie mientras pisoteaba en
la habitación, con fuego en sus ojos.
—¿Qué hice? —preguntó, dando un paso atrás. Su cuñada tenía un
genio aterrador. Tenía un nuevo respeto por su hermano.
—¿Cariño, qué es todo esto? —preguntó Max mientras daba un paso
hacia ella.
—No me vengas con ese cariño, Max —espetó, deteniéndolo en seco.
Luego se volvió de nuevo a Austin—. ¿Qué hice? ¿En serio? Kinsey no es
una puta barata de dos dólares. Ella es una dama. Es hermosa,
compasiva, divertida y fantástica. Tienes la suerte de que esté enamorada
de ti, y ¿crees que puedes simplemente tirar eso? —soltó Cassie, dando
un paso hacia él, con las manos sobre sus caderas mientras su dedo lo
tocaba.
Austin se quedó sin palabras mientras que la habitación se quedaba
en silencio también. Nunca había visto un berrinche de Cassie antes y fue
impresionante, pero sus palabras eran lo que lo dejaban en silencio.
Kinsey lo amaba.
Amor.
Su mente volvió a pensar en la chica que no podía olvidar, sin
importar cuánto lo intentara. Su sonrisa, su risa, su humor, su pasión.
Todo era embriagador. Quería estar con ella. No solo durante la noche, o
incluso una semana sino realmente estar con ella. Tenerla y mantenerla y
toda esa cosas de estar juntos. Quería verla caminar por el pasillo hacia él,
donde dijeran los votos y luego se besaran en frente de sus amigos y
familiares. Quería reclamarla como suya para siempre. No podía dejarla
ir... estaba enamorado de ella.
—La amo —murmuró.
—Bueno, aleluya, finalmente lo admites —dijo Trenton con una
sonrisa mientras le golpeaba con fuerza en la espalda.
Levantó la vista sorprendido, olvidándose que su familia estaba allí.
Cassie lo miraba con recelo en sus ojos, pero al menos la rabia furiosa se
había ido. En su rostro apareció una enorme sonrisa mientras extendía la
mano y levantaba a Cassie fuera de la tierra, haciéndola girar en un
círculo.
—La amo. ¡Realmente lo hago! —gritó, y luego dio a Cassie un
sonoro beso en la frente antes de bajarla—. Gracias, Cassie. Tengo que
verla. — Se dio la vuelta para irse cuando Max lo agarró por el hombro.
—Espera, Romeo —dijo, pero la sonrisa de su rostro era puro
orgullo.
—¿Qué?
—¿Realmente crees que la mejor idea es emboscarla?
—¡Sí!
—¿De verdad crees que va a dejarte entrar a su apartamento? Ella
cree que solo quieres sexo, eso es todo, nada más que tórrido, sexo erótico
— dijo Cassie.
Austin se movió incómodo mientras todos los ojos se centraron en él.
Ni siquiera podía mirar a su cuñada en la cara. ¿Qué le había dicho
Kinsey?
—Oh, supéralo. Todas las mujeres hablan, así que sí, sí sé... mucho
—dijo Cassie.
Austin perdió la batalla con su vergüenza y sintió que sus mejillas se
calentaban. No entendía a las mujeres. Nunca querría, ni en un millón de
años, saber nada de la vida sexual de sus hermanos. Lo asustaría para
siempre.
—Necesitas un plan de acción. Primer obstáculo. ¿Cómo vas a
conseguir que te deje entrar? —preguntó Trenton como si hablase de la
experiencia.
—No lo sé. Tocando —dijo Austin encogiéndose de hombros. Su
respuesta los hizo reír.
—Pobre, el hombre no tiene ni idea. Es una buena cosa que estamos
aquí para ti —dijo Bree mientras le sonreía para sacar cualquier burla de
sus palabras. Estaba empezando a sentirse molesto.
—¿Realmente la amas? —preguntó Cassie mientras miraba
profundamente a sus ojos. No sentía pánico ante su pregunta, cero
vacilaciones.
—Sí, lo hago, Cass. Lo hago desde el día en que me dejó sin aliento
en tu boda. Simplemente no podía admitirlo. Supongo que no soy muy
diferente a estos idiotas —dijo, mirando alrededor a los hombres en la
habitación, que por lo menos tuvieron la decencia de moverse
incómodamente mientras sus palabras golpeaban cerca de casa.
—Está bien, entonces. Aquí está la llave de su sitio. Si le haces daño,
voy a tener a tus hermanos atándote en la cima de una colina de hormigas
mientras vierto miel en ti —amenazó.
Le dio un rostro suficientemente horrorizado. No tenía duda de que
estaba hablando muy en serio.
—Gracias por ser tan buena amiga para ella.
—Es la mejor. Ahora puedes ir por ella —dijo Cassie dijo antes de
pararse en puntillas y besarlo en la mejilla.
—Está bien, eso es suficiente besos entre ustedes dos —gruñó Max
mientras balanceaba a Cassie en sus brazos y la besaba en un momento
de casta posesión.
Austin se volvió para salir de nuevo, pero su camino fue bloqueado
por su padre esta vez.
¿Qué diablos? ¿Es una conspiración?
—No tan rápido Austin —dijo George.
—Volveré para la boda. Te lo prometo —dijo Austin, con los ojos
puestos en la puerta.
—El amor no puede esperar. Tomate tu tiempo con Kinsey —le dijo
George.
—¿Entonces porque me estas bloqueando?
Los ojos de George se llenaron con lágrimas y Austin sintió
remordimiento de inmediato de la forma en que había hablado con su
padre. Si los últimos meses habían demostrado algo, era que el tiempo es
limitado, y necesitaba a apreciar cada momento que tenía con él.
—Lo siento, Papá.
George levantó la mano para detenerlo. Se aclaró la garganta, y
luego levantó la cabeza, el dolor y la alegría en su expresión.
—Amaba a tu madre. Oh, la alegría que me trajo cada uno y todos
los días que tuve con ella. El sonido de su voz cuando entraba por la
puerta era música para mis años. Doy gracias a Dios la suerte que tuve de
estar con ella. Entiendo por qué quería llevarla a casa temprano. Era tan
especial —susurró George con la voz quebrada.
Todo el mundo estaba en silencio mientras George hablaba. ¿Estaba
teniendo segundos pensamientos sobre casarse con Esther? Todos se
congelaron mientras esperaban.
—Nunca quise encontrar el amor de nuevo, pero lo curioso del amor,
es que no eliges, el te elige a ti. Amé a tu madre, y siempre lo haré. Pero he
sido bendecido en esta vida para tener un segundo principio. Esther me
hace reír. Hace mi corazón latir y pone mis rodillas débiles. Me he
enamorado un poco más cada nuevo día, y me siento orgulloso de hacerla
mi esposa. Está bien dar nuestros corazones, siempre y cuando la persona
a la que demos sea digna —continuó George, con los ojos brillantes.
Austin esperaba que él y Kinsey compartieran un amor tan fuerte.
Uno tan fuerte que ni siquiera la finalidad de la muerte pudiese romperlo.
George abrió la mano, la palma hacia arriba y miró hacia abajo. Mientras
lo hacía, una lágrima cayó, aterrizando justo en el medio del círculo de
platino.
—Tu madre uso este anillo durante treinta años. Nuestra última
noche juntos, cuando ella sabía que era hora de ir a casa, estábamos
tumbados juntos, hablando acerca de nuestra familia. Me hizo prometerle
que tomaría su anillo y lo pasaría a uno de ustedes. Dijo que todo el que lo
llevara tenía garantizado una eternidad de felicidad con su verdadero
amor. Dijo que lo sabría cuándo el momento fuese el correcto, porque
estaría a mi lado, susurrando en mi oído, velando por nuestros hijos. —
George se detuvo mientras tosía, las emociones obstruyendo la garganta.
Austin miró para encontrar todas las mujeres de la habitación con
las lágrimas en cascada por sus mejillas, con simpatía en sus ojos.
Demonios, incluso los hombres estaban limpiándose la garganta, tratando
como locos para no perder la cabeza.
Se volvió hacia su padre, quien le sonrió, con la alegría y la tristeza
en su rostro.
—Eres tú Austin. Toma el anillo de tu madre. Trataras a tu futura
esposa como la reina que es, la abrazaras, la consolaras, y le dirás todos
los días que ella es la luz de tu mundo. Atesórala siempre.
George puso el anillo en la palma de Austin, a continuación, empujó
suavemente sus dedos cerrados alrededor. Puso su mano sobre su hijo, le
dio unas palmaditas, luego la soltó. Sonrió a Austin y sus otros hijos, y
luego miró en la esquina de la habitación, su mirada se enturbio por un
momento antes de que sus ojos se cerraran brevemente. Luego, sin decir
una palabra más, salió de la habitación.
Austin abrió los dedos para contemplar el antiguo diamante fijado en
una impresionante banda de platino, y su corazón se inundó de calor.
Cerró los ojos, y por un momento, un glorioso momento, su mamá estaba
allí con los brazos envueltos alrededor de él.
Cuando abrió los ojos, miró a su familia y poco a poco levantó las
esquinas de su boca mientras sonreía.
—Este es un día de bodas. Un hermoso, soleado, día increíble, así
que dejen de llorar todos. Voy a pedir perdón ahora, y espero ganar a la
chica —dijo antes de finalmente salir por la puerta, todo el dolor ido
mientras corría hacia su futuro.
Austin llegó a la casa de Kinsey en una sola pieza, a duras penas.
Debe de haber roto todos los límites de velocidad en el área de Seattle, con
la urgencia empujándolo.
Su corazón se aceleró mientras subía las escaleras fuera de su
apartamento, y luego escuchó a su puerta. No podía oír un sonido en el
otro lado, por lo que poco a poco insertó la llave en la cerradura y giró el
pomo.
Se sentía como un ladrón al mirar en el interior de su espacio
privado. Las sombras bailaban en la habitación a oscuras, un poco de luz
conseguía pasar a través de las persianas cerradas.
Entró y cerró la puerta detrás de él, cautelosamente se movió a
través de la pequeña habitación. No le tomó mucho tiempo para encontrar
la puerta abierta al final del corto pasillo. Miró en su interior y la encontró
durmiendo en la parte superior de las mantas, con el rostro relajado, el
pelo en cascada sobre la almohada.
Su ingle se apretó cuando vio que yacía ahí en nada más que una
camiseta, que estaba arremangada, por lo que mostraba la deliciosa curva
de su redondez trasera.
—Prioridades —se recordó, el sonido de su voz la hizo moverse, pero
no despertarse.
Se sentó en el borde de la cama y extendió la mano, acariciándole el
pelo.
—Kinsey, despierta. Necesito hablarte —susurró mientras empezaba
a moverse. Su estómago se anudó y se volvió de espaldas, mostrando su
cuerpo apenas cubierto. Solo sus pechos estaban protegidos de su vista.
Trató de ser bueno, trató de no mirar como su pierna se movía, su cuerpo
buscándolo en su sueño.
Se apoyó a su lado, su resistencia siendo empujada a los límites.
—Kinsey, por favor, despierta. Necesito decirte algo —dijo con su voz
un poco más alta.
—¿Austin? —murmuró con sus ojos todavía cerrados.
—Sí, Kinsey. Soy yo. Necesito hablar contigo.
—Bésame.
—Realmente tenemos que hablar primero, Kinsey —dijo con los
dientes apretados.
—Mmmm, te necesito, por favor —pronunció mientras su cuerpo se
acercó más.
Austin estaba perdido. Cómo podía negarse cuando se arqueaba
contra él, su bello núcleo al descubierto, sus labios rojos y acogedores.
Solo un pequeño beso, entonces se detendría. Solo un beso...
Kinsey se despertó con la sensación de la boca de Austin devorando
la suya. Sabía que era él sin abrir los ojos. Conocía su olor, su sabor, su
esencia misma. Lo conocía.
Abrió los ojos, el shock la consumía mientras su lengua se deslizó en
su boca. Lo que más le sorprendió fue el hecho de que sus brazos se
envolvieran alrededor de él, tirándolo hacia ella mientras sus caderas
empujaron contra su duro cuerpo.
Su mano se alzó a su cadera, empujando hacia arriba la camisa,
sintió el deseo estallar a través de ella, cortando todos los pensamientos de
su mente. Gimió cuando su lengua acarició su boca y su mano subió más
bajo la camisa. Se adentró profundamente en su boca, poseyéndola,
reclamándola de una manera que le daba ganas de gritar sí.
La rodeó, su olor, sabor, manos y cuerpo. Estaba invadiendo todos
sus sentidos, abrumándolo con su enorme magnetismo. Se movió contra
él, necesitando que la liberara, que aliviara el dolor que se había
construido tan rápidamente.
—Kinsey, vine a hablar. Tengo que hablar, pero... —pronunció
cuando levantó la cabeza y la miró a sus ojos.
¿Hablar? No quería hablar. No quería pensar. No quería darse
tiempo para sentirse culpable. Solo quería sentir la explosión que sentía
construirse en su interior. Lo agarró y llevó sus labios a los de ella.
Con un gemido, obedeció, mordiendo su labio inferior mientras su
mano se deslizó el resto del camino hasta la camisa y le acarició los
turgentes pechos. Apretó su pezón, haciéndola jadear en su boca.
Se movió, alejándose de ella y protestó. Cogió algo del bolsillo del
pantalón, y luego arrojó su ropa en un tiempo récord. Antes de que
pudiera parpadear, le arrancó la camisa sobre su cabeza, luego se puso
encima de ella, todo su peso aplastándola contra el colchón.
—Sí —le rogó. Empujó sus caderas contra él, deseando que se
hundiera en su interior. Le dolía, un punzante dolor en su núcleo. Lo
necesitaba enterrado profundo, lo necesitaba más allá de la razón.
—Todavía no —advirtió.
Se movió por su cuello, alcanzando rápidamente sus pechos. Pasó la
lengua por sus pezones hinchados, degustándolos y burlándose de ellos, a
continuación, tirando de uno en uno en la boca, tirando los capullos con
los dientes.
Continuó por su cuerpo, sus manos moviéndose a lo largo de sus
muslos, y luego hasta la cima de su carne, antes de ir alrededor y
extenderla abierta para que él explorara.
Empujó el dedo dentro, haciéndola gritar mientras su boca
descendía y su lengua lamia su carne. Por último, succiono el brote
sensible con su boca, pasando su lengua, enviándola volando por el borde.
La acarició suavemente mientras el placer la invadía, y cayó en un
agujero negro sin fin, donde el éxtasis era su único sentimiento.
Poco a poco, se subió a su cuerpo, moviéndose sensualmente,
besando y mordiendo su piel mientras hacia el viaje. Llegó a su cara, sus
ojos oscuros, llenos de lujuria mientras la miraba fijamente.
Se movió hacia un lado, se puso un condón, y luego comenzó a
deslizarse dentro del cuerpo de ella todavía temblando.
La agarró por el pelo, tirando de sus labios para encontrarse con él,
ávidamente tomó su boca mientras con sus caderas se introdujo en ella,
su gruesa erección empujando duro, más rápido y más profundo.
—Oh, Kinsey, sí, sí —gritó mientras sus movimientos se aceleraron
a un frenesí. Su cuerpo apretado contra ella, golpeando contra su carne.
Llegó detrás de él, agarrando su trasero firme en sus manos, sintiendo
como los músculos se flexionaban bajo sus dedos cada vez que él
empujaba.
Más y más alto. Estaba llegando, llegando...
Gritó cuando se desató la tormenta y cayó en un mar de
tranquilidad y placer. Se agarró a él firmemente, estallando a su alrededor,
apretando, tirando de él bajo de ella.
— Kinsey —exclamó Austin su nombre mientras su cuerpo se
tensaba, su placer vertido en ella. Sus caderas seguían el empuje, el placer
por momentos interminables.
Finalmente se desaceleró y se detuvo, mientras se relajaba en su
contra. Sus piernas envueltas alrededor de sus caderas, sosteniéndolo
cerca. Sus manos seguían aferrándose a su pelo mientras sus labios se
posaron en su cuello.
—Puedo hacer eso todo el día, Kinsey. La sensación de tu cuerpo, el
sabor de tu piel. Lo que me haces es más de lo que merezco. Eres tan
hermosa, tan sensual. Pienso en ti y mi cuerpo se prepara para el calor
acogedor. Te deseo tanto, todos los días, todo el tiempo —dijo mientras
besaba su cuello, su lengua deslizándose fuera, enviando escalofríos por
su cuerpo saciado.
Los movió a ambos a su lado, su pierna atrapada bajo él, su todavía
dura cosa enterrada en su calor pulsante. No podía aguantar más. Su
cuerpo no sobreviviría.
—Me haces sentir como si pudiese volar, Kinsey. Siento que puedo
hacer cualquier cosa cuando estoy en tus brazos, como si fuera invencible.
No era mi intención hacer esto hasta que habláramos, pero estabas
acostada allí, tan hermosa. La visión de tu cuerpo me hace perder
la mente —continuó, derritiéndola con sus palabras, mientras que el más
mínimo movimiento de sus caderas la tenía esforzándose por más.
—Yo... no puedo pensar cuando me tocas —admitió ella.
Sus labios se torcieron en las esquinas, el orgullo masculino que
irradiaba de sus poros mientras sus manos se deslizaban por su espalda,
su cadera, y luego hasta su costado y al otro lado de sus pechos, donde
apretó suavemente la suave piel, haciéndola gemir.
—Bueno, entonces no pienses. Solo escucha —susurró.
—¿Qué? Yo... ¡Cómo!... Espera... —jadeó.
Quería saber cómo había llegado a su apartamento. ¿Qué estaba
haciendo allí? Esos fueron solo un par de preguntas que necesitaban
respuestas, pero estaba perdiendo el hilo de sus pensamientos mientras él
alimentaba rápidamente las llamas de su cuerpo de nuevo.
—Convencí a Cassie que me prestara tu llave. Tenía que hablar
contigo y tenía la sensación de que no me ibas a dejar entrar —le dijo
como si supiera su pregunta.
—No lo habría hecho —confirmó, logrando sacar las palabras de sus
labios temblorosos.
Sonrió antes de bajar su cabeza y chupar su pezón con la boca.
Mientras la amaba, los cambió de nuevo de modo que él estaba en la cima
una vez más, su creciente erección aun llenándola, su boca tirando de su
pezón, antes de pasar al otro y darle una amplia atención.
—Te amo, Kinsey. Te amo tanto que la idea de no estar contigo me
desgarra por dentro. Te necesito. Sí, necesito tu cuerpo. Necesito sentir tu
tenso calor agarrándome. Necesito el placer de mil maneras diferentes.
Pero, más que eso, te necesito sentada a mi lado cada noche. Necesito
verte envejecer. Quiero tener mis hijos contigo, verlos crecer, mientras nos
sentamos atrás y nos amamos. Lo quiero todo. Te amo... Te amo —terminó
en un crudo susurro antes de que sus labios descendieran de nuevo y le
besara la boca abierta.
Lo miró, sabiendo que sus ojos estaban muy abiertos, sabiendo que
sus labios se movían pero ningún sonido salía. Estaba tratando de
procesar sus palabras, tratando de permitir que se hundan más allá de la
confusión en que su cerebro se había convertido.
—Te amo —dijo de nuevo mientras sus labios acariciaron su cuello,
sus palabras susurrando junto al oído.
—Te necesito —continuó, enviando escalofríos por su cuerpo. Sus
caderas se movían lentamente de nuevo, suavemente, embriagadoramente.
Se levantó en sus antebrazos y miró profundamente en sus ojos.
—Te amo, Kinsey.
De repente, su corazón explotó mientras una alegría increíble la
invadía. La amaba. No estaba diciendo las palabras. Le estaba mostrando
de la mejor manera que sabía. La estaba amando con sus palabras, su
cuerpo, su alma. La amaba.
—Te amo también —susurró finalmente.
Una euforia increíble la consumía mientras agarraba a Austin
apretado y arqueaba la espalda, presionándose en él, encontrándose sus
embestidas. Se movieron juntos como uno solo, los dos se perdieron el uno
en el otro.
Se movieron juntos por minutos, horas, días, ella no sabía. El
tiempo dejó de tener sentido.
Kinsey explotó de nuevo, el placer inundándola, su cuerpo exhausto,
con la mente confusa. Cerró los ojos y se durmió con su cuerpo todavía
acunando a su fuerza.
—Kinsey, despierta.
—No…
—Vamos, Kinsey. Necesitamos llegar a la boda.
—No… —gimió mientras se acurrucaba más cerca.
—Mmm, vas a hacer que me pierda la boda de mi padre. Nunca me
perdonará —dijo Austin con una sonrisa mientras su mano comenzaba a
moverse por su cuerpo.
—Demasiado dolor —murmuró ella, aunque flexionó sus caderas
hacia él.
—Oh, estas matándome, Kinsey. En serio, creo que voy a morir de
agotamiento sexual —dijo gimiendo una risa mientras la besaba en el
cuello.
Por fin abrió los ojos y parpadeó. Realmente estaba allí, abrazándola,
su cuerpo desnudo tocándose íntimamente.
—Esa es una buena manera de morir —dijo.
—No puedo creer que eres mía, realmente mía —dijo, con temor en
sus ojos.
—Puedo decir lo mismo —murmuró, esperando que no se despertara
para encontrar que solo era un sueño.
—No puedo creer que no lo hice bien —exclamó, saltando
rápidamente.
Kinsey sintió una pérdida inmediata mientras tiraba de ella. Los
músculos que ni siquiera sabía que existía clamaban por el esfuerzo de
hacer el amor, y podía sentir una ligera quemadura en su cuello, pero aún
así, quería más.
Ella no parecía tener suficiente de su toque. Sus ojos absorbían
ávidamente la vista de su trasero esculpido mientras él se inclinaba para
sacar algo de su bolsillo. Cuando se dio la vuelta, haciendo gala de su
impresionante hombría, sus muslos se apretaron con el deseo.
Se acercó, amor brillando en sus ojos mientras agarraba la mano y
la levantaba. Se olvidó de respirar cuando se apoyó sobre una rodilla y la
miró con adoración a los ojos.
—Kinsey Shelton, eres mi mundo ahora. Pensé que sabía lo que era
el amor antes de conocerte. Amo a mi familia. Amo a mis amigos, pero no
sabía nada de lo que era el verdadero amor hasta que pensé que te había
perdido. Haces latir mi corazón. Haces que comienza mi día. Haces que...
—Se ahogó, sus ojos vidriosos.
—Austin. —Trató de ayudarlo, pero él negó con la cabeza,
obviamente, teniendo que terminar. Ni siquiera trató de detener que sus
lágrimas cayeran mientras lo miraba, este hombre que no tendría nada
menos de su amor.
—Me completas. Este anillo era de mi madre. La hubieras amado. Yo
sé que ella te ama. Sé que está radiante de felicidad en estos momentos.
Por favor, cásate conmigo. Déjame amarte por el resto de nuestras
vidas —concluyó.
No podía hablar por el nudo en la garganta, aunque estaba tratando
de sacar las palabras, era imposible. Abrió la boca, pero aún no había
sonido que saliera.
—Te puedo conseguir otro anillo si quieres un nuevo.
—Si —lo interrumpió, y luego se aclaró la garganta—. Sí, me casaré
contigo, Austin, me sentiría muy honrada de llevar este anillo. Estoy tan
conmovida de que me estés ofreciendo algo tan precioso. Sí, me casaré
contigo. Voy enojarme a veces. Voy a llorar sin razón alguna, voy a
quemar la comida porque estoy perdida en otro mundo mientras leo, voy a
estallar porque estoy teniendo un mal día, y voy a ser completamente
irracional a veces, pero te amaré, siempre. Me haces tan feliz, tan
necesaria... —Perdió a sus palabras de nuevo mientras la emoción la
asfixiaba.
Austin deslizó el anillo en su mano, y no podía sacar sus ojos a
medida que él se inclinaba y la besaba en los nudillos, sellando su
promesa de siempre amarla, honrarla y atesorarla.
Se puso de pie y la tomó en sus brazos, haciéndola girar en círculos
mientras sus labios descendían.
Terminaron llegando muy, muy tarde a la boda...
—Me gustaría proponer un brindis. Felicidades George y Esther. No
hay dos personas más afines que se han encontrado el uno al otro. Sé que
tendrán muchos años de felicidad juntos, y estoy encantado de que se
hayan encontrado el uno al otro. Nunca olviden que no se da muy a
menudo encontrar una segunda oportunidad para la felicidad extrema en
nuestra vida. Que siempre se aprecien mutuamente, se amen a través de
lo bueno y lo malo, y siempre se vuelvan el uno al otro en todo lo que
hacen —dijo Joseph.
La sala estalló en aplausos cuando amigos y familiares aprobaron la
unión de la pareja. Mientras los invitados se dirigieron a dar abrazos y
buena suerte a la pareja, nunca dejaron que el otro fuera de su vista.
Cuando la música comenzó a tocar, George llevó a Esther al suelo de
madera y mostró a los chicos lo que era un baile real. Al comenzar la
música, los recién casados flotaban en el suelo como si sus pies no
estuviesen aún tocando el suelo. Se veían como Ginger Rogers y Fred
Astaire4, bailando juntos sin esfuerzo.
Aplausos tronaron cuando terminaron, sin darse cuenta, mientras
los dos se envolvían herméticamente en un abrazo amoroso.
4 Ginger Rogers y Fred Astaire: famosa pareja de bailarines de los años 30.
—Vamos, Joseph. Estos chicos tienen que aprender cómo tratar
correctamente a una dama —llamó George cuando por fin levantó la
cabeza. Las mejillas de Esther estaban sonrojadas, sus ojos chispeantes y
una sonrisa en sus labios. Parecía encantada, contenta y enamorada.
—No tienes que convencerme de ello. —Se volvió hacia su esposa—.
Katherine —la llamó mientras le tendía la mano. Ella rápidamente le
siguió.
La música comenzó, al principio nada más que los violines que
acariciaban el aire de la noche. Joseph atrajo a Katherine más cerca, y
poco a poco empezó a girarla en un círculo lento, mientras comenzaba el
vals francés.
George sonrió a su hermano mientras Joseph se perdía en los ojos
de su esposa, sus cuerpos se movían en sincronía mientras los otros
instrumentos se unían lentamente a los violines, la música flotaba sobre
los invitados, mientras miraban con asombro.
—Baila conmigo —dijo George mientras sacaba a Esther de nuevo en
sus brazos, y luego seguía fácilmente a Joseph y Katherine a la pista.
—Nunca he visto a papá bailar antes —dijo Lucas mientras
observaba a su padre con asombro.
—Son impresionantes —suspiró Amy, sus ojos pegados a las
parejas que estaban tan perdidos en la otra.
—Sí. Sí lo son —dijo Alex mientras acercaba a Jessica a él —
¿Vamos?
Cuando ella asintió, la condujo a la pista y rápidamente se unió a la
danza. No pasó mucho tiempo para que el resto los siguiera.
—Ah, veo que por fin has decidido honrarnos con tu presencia,
Austin. —La voz de Joseph retumbó sobre la multitud.
Austin nunca pensó que estaría tan feliz de oír ese sonido
maravilloso. Se tomó un momento para dar un silencioso gracias porque
su oración haya sido respondida. Incluso había recibido mucho más de lo
que había pedido. Su padre encontraba la felicidad, su tío de nuevo con
plena salud, y el amor de su vida aceptando ser suya para siempre.
—Tenía algo que hacer que no podía esperar —dijo Austin, con el
rostro brillante, mientras sostenía con fuerza la mano de Kinsey, dejando
que todos en la sala supieran qué, o mejor dicho, quien no podía esperar.
—¿Qué es más importante que la boda de tu padre? —preguntó
Joseph, sus ojos enfocándose en sus dedos unidos.
—Tuve que convencer a esta mujer hermosa que se casara conmigo,
aunque no sé cómo lo hice —dijo con orgullo.
La habitación estaba casi en silencio por un momento, con solo el
sonido de la música que se reproducía en segundo plano, mientras sus
palabras se hundían. Cassie fue la primera en correr y darle a los dos un
abrazo.
—Ah, muy bien, muchacho —dijo Joseph, con la voz un poco más
tranquila, la emoción en su tono.
Austin sabía exactamente cómo se sentía.
—Champagne —llamó Joseph y los camareros aparecieron con
bandejas llenas de copas de espumosos. Los adultos agarraron el refresco
burbujeante, mientras que los niños y las mujeres embarazadas tomaron
sidra espumosa.
— Tenemos mucho que celebrar. Mucho, de hecho. Aquí está el
romance, el matrimonio, los niños y la familia —dijo Joseph.
Todos levantaron sus copas y se trasladaron a través de la
habitación, el entusiasmo desbordante de todos los rincones.
Un mes más tarde, Austin se puso de pie en la playa mientras
hundía a su esposa en sus brazos y la besaba tiernamente. Cuando se
puso de pie, se volvió y miró a los rostros de su familia, la alegría que
irradiaba de él en oleadas.
— Me gustaría presentarles al señor y la señora Anderson —dijo el
predicador mientras Austin y Kinsey comenzaban a caminar por el pasillo
de hierba, sus pies descalzos apenas tocaban el suelo.
Austin la llevó a una gran carpa donde estaba tocando la música, y
de inmediato la llevó a la pista de baile.
—¿He mencionado hoy día cuanto te amo?
—Una o dos veces —respondió Kinsey antes de descansar la cabeza
contra su sólido pecho.
—No puedo creer que me las arreglé para ganarte, Kinsey, pero voy a
estar agradecido hasta el día que me muera. Te amo más ahora de lo que
nunca pensé posible
—Te amo, Austin Anderson. No puedo creer que alguna vez hui de
tus brazos.
—Fuiste sabia, mujer. Tengo la intención de desvestirte —le dijo,
elevando sus cejas mientras intentaba una sonrisa maligna.
—Promesas, promesas.
—Las recepciones son innecesarias. Yo digo que nos colemos a
nuestra habitación. Tengo planes para ti —dijo cuándo se detuvo y la miró
a los ojos.
—Estoy de acuerdo —respondió ella, la emoción encendiendo su
cara.
Austin la cogió de la mano y comenzó a escaparse, excitados
parecían estar eludiendo a Joseph, y al resto de la familia.
—Voy a…
—Darte la vuelta para que cortes el pastel —les interrumpió Cassie
con una expresión muy satisfecha en su cara.
—Cass —imploró Kinsey.
—Oh, no. La venganza es un placer —dijo Cassie mientras se
acurrucaba entre los dos de ellos y comenzaba a tirar de ellos hacia sus
invitados.
—Eres ruin —dijo Kinsey, sabiendo muy bien que lo merecía.
—Lo sé. He estado esperando desde mi boda para este momento.
Sufre, realmente, realmente sufre —dijo con una sonrisa maligna.
Kinsey se dio por vencida y dejó que Cassie la llevara de nuevo a la
recepción. La venganza realmente apesta, pensó, mientras miraba a su
marido con anhelo.
—Nunca terminaste tu historia, mamá. Con toda la emoción de papá
despertando, y luego las dos bodas, me olvidé por un tiempo, pero ¿qué
sucedió con la corporación? —preguntó Amy mientras estaban sentados
junto al fuego, los niños durmiendo, y los adultos disfrutando de un
bocadillo de medianoche.
—Supongo que los dejé colgados. Para responder a tu pregunta
anterior, sí, esta es la misma empresa que comenzó su abuelo. La junta se
reunió y votó a Joseph como director ejecutivo unas semanas después de
nuestra boda. Neilson se enfureció y amenazó con hundirlos a todos. Fue
verdaderamente triste que resultara de esa manera —respondió
Katherine.
—¿Qué pasó con él? No recuerdo haber visto nunca fotos de él —
preguntó Lucas.
—Fue muy trágico, en realidad. No se oía nada desde hace varios
años. Entonces, un día, una mujer apareció en nuestra puerta, llevando
un niño en sus brazos, diciendo que era la esposa de Neilson. Ella tenía
que haber sido veinticinco años más joven que él. Joseph no estaba en
casa, y no sabía qué hacer, así que le invité a pasar, lo que probablemente
no fue prudente. Me dijo que Neilson había muerto de un ataque al
corazón, y no tenía otro lugar a donde ir. Yo le dije que esperara hasta que
Joseph llegara a casa y que nos encantaría resolver las cosas. Por la
mañana, cuando me desperté, se había ido. Tomó diez mil dólares que su
padre tenía en su oficina, y desapareció. Joseph la buscó, sabiendo que es
lo que su padre querría, pero solo llegó a callejones sin salida. Nunca
pudimos averiguar si estaba diciendo la verdad, o no.
—Eso es muy triste —dijo Emily.
—Sí, lo es. Le hubiésemos dado el dinero, pero tal vez no era más
que una extraña, y quería conseguir lo que podía antes de que la
descubriéramos. Probablemente nunca lo sabremos.
—¿Neilson realmente murió? —preguntó Trenton.
— Sí. Pudimos confirmar eso. Si estaba casado, sin embargo, no era
legal —dijo Joseph, evidentemente, todavía preocupado por los
acontecimientos, incluso después de tantos años.
—Lo siento —dijo Bree.
—Yo también, cariño. Si el niño es un Anderson, hubiésemos hecho
lo correcto por él —dijo Joseph.
—Sí, nunca hubiésemos tomado nuestra ira con Neilson o con un
niño inocente — agregó George.
—Eso es porque son hombres honorables. Simplemente ya no los
hacen como ustedes —dijo Austin, mirando a su padre y tío con orgullo.
—Tuvimos un gran padre a quien admirar —dijo Joseph, y George
concordó.
—Nuestra historia tuvo un muy buen final, sin embargo. Como todos
ustedes saben, vivimos felices para siempre —terminó Katherine con una
sonrisa mientras miraba a su marido.
—Ruego que cada uno de ustedes tenga la misma. Un día, les
estarán diciendo a sus propios hijos la hermosa historia de su comienzo.
Las relaciones se construyen sobre lo bueno y lo malo, es la forma en que
manejamos cada situación que define nuestro carácter. Gracias por estar
aquí para Katherine mientras estuve enfermo. Gracias por estar aquí cada
día por los demás —dijo Joseph, levantando su copa.
—Aquí, aquí —dijo cada persona.
Se quedaron hasta muy entrada la noche, recordando el pasado y
planeando el futuro.
Epílogo
Traducido SOS por Auro Kyle
Corregido por Pily
Joseph miró al otro lado de la mesa, con los ojos brillantes mientras
su familia se reunió.
El ruido reinó mientras todos hablaban a la vez, todos ellos felices de
estar juntos un año más. Él realmente amaba Acción de Gracias.
Como de costumbre, tenía mucho que agradecer. Tenía un año más
junto a su esposa. Él la miró, todavía tan hermosa. Sabía lo
verdaderamente asustada que había estado mientras se encontraba en
estado de coma el año pasado. Odiaba haberla hecho pasar un calvario tan
horrible. Le había hecho una promesa años antes de que él nunca le haría
daño de nuevo, pero no había sido capaz de mantener la promesa.
Prometió que haría todo lo posible para que nunca volviera a suceder.
Se había librado de sus coches rápidos. Ya no necesitaba esa emoción. La
única emoción que necesitaba era ver a su esposa a su lado, cada noche y
mañana, y por supuesto, el amor de su creciente familia.
Sentado cercanos a él estaban George y Esther, con aspecto de chicos en
su luna de miel, incluso después de estar casados por casi un año. George
lo miró y le guiñó un ojo, por lo que Joseph sonrió. Su hermano era un
gran hombre.
Luego estaban Lucas y Amy. Ellos habían estado casados ya por
ocho años. Joseph no podía creer cómo el tiempo había volado. Sus hijos
estaban creciendo tan rápido. Él amaba a todos sus nietos y nietas,
sobrinas y sobrinos por igual, se dijo, pero Jasmine tenía un lugar especial
en su corazón.
Ella fue la primera. Su primera nieta. Era el comienzo de la próxima
generación. Había un vínculo entre ellos por el que daba gracias a Dios
cada día.
Sus ojos seguían barriendo a través de la mesa mientras veía a Alex,
que en ese momento, se inclinó y le susurró algo al oído de Jessica,
haciéndola sonrojar. No se dio cuenta que nadie estaba mirando y Joseph
volvió a sonreír mientras ella se inclinó y besó a Alex.
Jacob gimió en voz alta ante su exhibición, y se separaron, ambos
riendo mientras Alex cogió a su hijo, y luego lo abrazó. Jacob protestó,
pero Joseph vio el amor en el rostro del muchacho.
Mark y Emily estaban hablando con Trenton y Jennifer. Se habían
vuelto muy cercanos. Todos los niños se amaban, pero Emily y Jennifer
realmente habían congeniado. Joseph amaba a ver a su familia en
crecimiento también convirtiéndose en amigos.
Mark dijo algo que tenía a Trenton riendo. Emily golpeó el brazo de
Mark, pero la sonrisa en su rostro, dijo que no estaba en un problema.
Mark volvió y la besó, deteniendo todas las protestas.
Cuando él se apartó, ella se sonrojó y lucía muy contenta.
El joven Trevor estaba convirtiéndose en un hombre. Pronto estaría
rompiendo corazones. Él era tan guapo como su padre. No es que la
apariencia importara si el corazón no es puro.
Trenton de repente se levantó y agarró la mano de Jennifer. Pensó
que con todo el caos que les rodeaba nadie se daría cuenta si él se
apartaba por unos minutos. Por supuesto, Joseph se dio cuenta de todo.
Sonrió al ver a su sobrino llevarse a su esposa por un momento de
privacidad.
Los ojos de Joseph se trasladaron a Max. Max seguro había sido
terco en la búsqueda de amor. Todos ellos lo habían sido, pero Joseph
tenía dudas sobre Max asentándose. Él no debería haberse preocupado,
sin embargo.
Cassandra era su pareja perfecta. Ella sacó una alegría en Max que
estaba radiante.
No importa donde estuvieran, Joseph siempre se dio cuenta de que
Max la estaba tocando. Su mano en la espalda, cuando estaban de pie, o
acariciando su la rodilla si estaban sentados. Él la amaba, y todas sus
acciones lo demostraban.
Bree estaba riendo de algo que dijo Chad. Estaba sentado a la mesa
con Mark, y los dos hombres estaban teniendo una conversación animada.
Probablemente hablando de Trenton escabulléndose.
Los dos estaban muy probablemente celosos que no habían pensado
en ello primero. Chad volvió y miró a Bree, su mano lanzándose para
tirarla hacia sí y la besó, dejándola sin aliento antes de volverse de nuevo a
Mark y empezó a hablar de nuevo.
Por último, estaba Austin. Estaba sentado en un rincón, Kinsey
encaramada en su regazo con sus brazos alrededor de ella mientras
acunaba a su hija, Isabelle, cerca. Tenía menos de una semana de edad,
tan pequeña y delicada, al igual que su madre. Joseph sabía que la feliz
pareja también tenía la clase de amor que duraría.
Su familia estaba completa. Todos sus hijos, sobrinos y sobrina
estaban felizmente casados, teniendo hijos, y viviendo sus vidas al
máximo. No podía pedir nada más.
Él se echó hacia atrás y miró, miró la forma en que su familia
interactuaba, la forma en que los niños jugaban, y cómo todos ellos
respondieron a los otros.
—Lo hemos hecho bien, Katherine — dijo, su voz baja.
—Sí, Joseph, lo hemos hecho —estuvo de acuerdo—. Sabes, que si
yo no fuera tan feliz con esta hermosa familia, estarías en problemas,
¿no?
—No sé de lo que estás hablando —dijo, haciendo todo lo posible
para sonar inocente.
—No me puedes engañar, Joseph Anderson. Sin embargo, voy a
dejar que pienses que puedes —dijo, con los ojos llenos de amor.
Joseph la miró por un momento, luego se inclinó y le dio un beso,
sus labios persistente durante mucho tiempo. Incluso después de cuarenta
años de matrimonio, ella le quitaba el aliento.
Se puso de pie y esperó a que la mesa guardara silencio. Con el
creciente número de miembros de la familia, le tomaba un poco más cada
año. Se contentaba con esperar.
—Hemos llegado a otro Acción de Gracias. Al igual que cada año,
tenemos mucho que agradecer. Tenemos buenos puestos de trabajo para
nosotros mismos, y para muchos empleados. Tenemos nuestra salud,
algunos días, por supuesto, son mejores que otros. Lo más importante es
que nos tenemos el uno al otro.
Se detuvo por un momento mientras luchaba con la emoción
construyéndose en él.
Su familia se quedó en silencio mientras esperaban, los ojos
empezaban a humedecerse por todas partes.
Katherine se puso de pie junto a él, tomando su mano entre las
suyas. Ella lo miró, con los ojos brillantes, y luego se volvió y miró a la
mesa.
—Nos tenemos el uno al otro, hoy, mañana y siempre —terminó en
voz baja.
Todos levantaron sus copas mientras expresaban su acuerdo y
brindaron su agradecimiento
—¿Qué hacemos ahora?
—No sé, George — respondió Joseph.
—Quiero decir, no me puedo quejar. Tengo una nueva esposa
maravillosa, hermosos nietos y mi familia esta junta de nuevo, pero...
—Lo sé, hermano, lo sé —respondió Joseph.
Los dos hombres estaban sentados en la sala, tomando sus bebidas,
mientras se calentaban junto al fuego. La familia estaba reunida en el
salón, todo el mundo demasiado lleno para moverse mucho. Joseph y
George se habían escabullido para tomar una copa.
—Bueno, no debería tomar tanto tiempo para que los nietos crezcan
—dijo George mientras se animaba.
—Hmm, tienes un buen punto ahí — respondió Joseph mientras se
sentaba un poco más erguido.
—Sí, mira cómo los últimos diez años han pasado volando.
Demonios, los últimos veinticinco para el caso. Me olvido a veces lo viejo
que me he vuelto.
—Muerde tu lengua, George. Hemos envejecido bien, como un buen
whisky, no somos viejos —amonestó Joseph.
—Es verdad Joseph, muy cierto.
—Cuando todo esto empezó, yo quería nietos. Pensé que mis hijos
nunca iban a establecerse. Ahora que los tengo, extraño la planificación y
andar a escondidas. Me volví muy inteligente en formas de engañar a todos
—dijo Joseph con orgullo.
—Tendremos que averiguar otras maneras de mantenernos
entretenidos hasta que esos niños sean un poco mayores —suspiró
George.
—Joseph, hora del postre —dijo Katherine cuando ella y Esther
entraron en la habitación.
—Vamos enseguida, querida —respondió Joseph.
—Verdaderamente somos hombres bendecidos —dijo George una vez que
las mujeres se fueron, sus ojos mirando a la puerta por la que su nueva
esposa acababa de pasar.
—Vamos a unirnos a nuestra familia, George. No estoy listo para
dejar de celebrar, aún.
—Estoy tan contento de que hayas vuelto, Joseph. No creo que
hubiera sobrevivido si no salías del coma —dijo George mientras se ponían
de pie, poniendo su mano en el brazo de Joseph.
—Si algo me pasa, no dejaras de vivir tu vida, George Anderson. Si
algo llegara a suceder, solo me sentaré con nuestro padre y me pondré al
día mientras espero a que el resto de ustedes terminen lo que necesiten. Si
quieres hacerme feliz, entonces vive. Prométeme que siempre vas a vivir la
vida al máximo, no importa qué.
—Eres un gran hombre, Joseph, uno de los pocos. Ahora, basta de
esto. Vamos a ver a nuestras esposas.
Los dos hermanos entraron por la puerta, optimistas sobre el futuro
que les esperaba.
Siguiente libro: Unexpected
Treasure Los Anderson están de
vuelta en esta nueva línea de la
exitosa serie de la que todo el
mundo está hablando. En esta
nueva serie, se encontrarán con
Richard Storm y sus cinco hijos,
y las circunstancias que le
arrebataron de sus hermanos,
Joseph y George Anderson. Mira
cómo finalmente se encuentran.
Los lazos de una línea de sangre
Anderson son demasiado fuertes
como para mantener a su familia
separada para siempre.
Richard Storm se entristece
de que sus hijos estén tirando
sus vidas, y les ofrece un ultimátum. Tienen dos años para tener un
negocio en su defecto, y que sea un éxito o pierden sus fondos fiduciarios,
y están por su propia cuenta. Sus hijos obstinados creen que se ha vuelto,
pero no saben el secreto de gran alcance que puede dejarlos de rodillas y
separar a la familia. ¿Van a unirse como deberían, o su egocentrismo
consumirá sus corazones, desgarrando a su familia para siempre?
Crew Storm abre un exclusivo resort en las islas Catalina frente a la
costa de California, y el orgullo se hincha dentro de él cuando logra lo
imposible. Todo va por buen camino hasta que una rubia entra en su vida
y le pide que le enseñe a ser la seductora perfecta después de que ella
investiga su técnica de encantar a las mujeres y atraerlas a su dormitorio.
Haley Sutherland se cansó de sus miedos, ser un alhelí y de ser
invisible. Se le ocurre la brillante idea de encontrar a la persona perfecta
para enseñarle a seducir al hombre que realmente quiere. Sin embargo, la
persona a la que ha elegido para ser su maestro es Crew Storm, y pronto
descubre que está olvidando el nombre de su primer amor.
Esta historia te llevará en un viaje a través del corazón mientras
Crew le enseña a Haley más de lo que nunca imaginó, y se encuentra
ganando más de lo que pensaba que necesitaba.
Reúnete con los Anderson a medida que descubren nuevos parientes
y conoce a esta nueva rama de la línea Anderson. ¿El amor realmente lo
conquista todo, o la obstinación los hará perder todo lo que no sabían que
tenían?
Prólogo Traducido por Auro Kyle
—No puedo creer la forma en que los nietos están creciendo como
hierba. La pequeña Jasmine ya tiene quince años, y hombre, es una
belleza, —dijo Joseph.
Sentado en la terraza de atrás con el sol de la mañana corriendo por
sobre ellos, Joseph y su hermano George estaban disfrutando de pasteles
ligeros para el desayuno y café mientras se ponían al día con las noticias
sobre los niños y su semana.
—Lo sé, hermano. La pequeña Molly tiene diez años ahora. Se siente
como si hubiera sido ayer cuando Trenton estaba luchando con uñas y
dientes para no casarse y sentar cabeza, y ahora él y Jennifer tiene una
hermosa familia con dos niños. Por no hablar de su perro ruidoso, Scooter,
y el gato revoltoso, Ginger.
—No te olvides del maldito ganso. La última vez que estuve allí, el
sinvergüenza me mordió justo en la retaguardia. Tengo que llevar a mi rifle
de caza conmigo la próxima vez que vaya de visita, —Joseph amenazo.
—Si sólo le llevaras un poco de maíz agrietado como yo, él no te
perseguiría, —dijo George, ni siquiera tratando de ocultar su diversión.
—No voy a sobornar a un maldito pájaro, ¡y ciertamente no voy a
huir de uno!
—Ah, calma tu furia, hermano. Tengo la sensación de que el ganso
no será tu fin, no es como si tuvieras un problema fundamental aquí, y no
has tocado fondo. Así que olvida a ese bicho descarado y pon el incidente
detrás de ti —se rió a carcajadas, alegre de hacer a Joseph la culata de su
broma. Tendía a sobrepasarse cuando se enteraba de algo tan divertido.
Joseph murmuró algo muy poco fraternal en voz baja, pero él
abandono su ira contra George y los animales en la casa de su sobrino.
Tenían problemas mucho más importantes que discutir, como lo que iban
a comer esa noche.
—¿Cuáles son los planes para hoy? —Preguntó George. —Con
Katherine y Esther de compras, podemos escaparnos. Estoy harto de jugar
al golf. ¿Por qué no corremos go-karts de nuevo? Eso fue muy
emocionante.
—Creo que estás tratando de matarme, George. Me lanzaste contra
la pared de la última vez que fuimos, —Joseph resopló.
—Estás actuando como un hombre viejo, Joseph. Todavía tenemos
un montón de vida en estos viejos huesos.
—Es cierto, George, muy cierto. Bien. Voy a darle a las carreras de
go-kart otra oportunidad, aunque espero que estos viejos huesos no se
conviertan en estos viejos huesos rotos. Vamos a ver a cuantos de los
nietos podemos recoger para que vayan con nosotros.
Los hombres continuaron su comida de la mañana mientras George
sacó el periódico y pasó a la sección de negocios. Aunque el hijo de George,
Trenton estaba ahora a cargo de Anderson and Sons Incorporated, a George
todavía le gustaba mantenerse al tanto de lo que estaba ocurriendo en el
área de Seattle.
Joseph levantó la vista justo a tiempo para ver a George boquear, su
rostro blanco. Congelado de miedo durante unos segundos interminables,
Joseph sintió que sus piernas finalmente empezaban a trabajar de nuevo y
él se levantó para ayudar a su hermano.
—¡George! ¿Qué pasa? ¿Te estás asfixiando? ¿Es tu corazón?
Háblame, hermano, —instó mientras se inclinaba para ver lo que podía
hacer. Habían tenido suficiente de susto sobre salud para toda la vida y
Joseph no creía que podía manejar otra experiencia cercana a la muerte en
su querida familia.
Al igual que Joseph comenzó a moverse para correr por el teléfono,
George hizo un gesto salvajemente hacia el periódico. Joseph se detuvo y
leyó título y sub título de la página: —Multimillonario compra frágil
empresa de tecnología informática: Richard Storm vende negocio de envío
en la costa este, trae miles de puestos de trabajo a Seattle.
No era el artículo que tenía a Joseph poniéndose tan blanco como su
hermano. Era la fotografía de un hombre que parecía ser de su edad, y que
lucía casi idéntico a ambos, sólo un peinado diferente, algunas arrugas
añadidas alrededor de los ojos, y una corta barba que cubría su rostro.
—¿Qué es esto? —Joseph se quedó sin aliento mientras se sentaba
en la silla junto a George.
—No lo sé. La imagen me sorprendió, eso es todo. Estoy seguro que
no es nada.
George trató de razonarlo, pero no podía dejar de mirar a los ojos
inmóviles del hombre mirando a la cámara. Era como mirarse en un
espejo.
—Bueno, lee la maldita cosa, —Joseph casi gritó cuando él recuperó
su voz.
Señaló un punto en el medio de la primera columna.
—Storm, que nació en Seattle, se trasladó a la costa este con sus
padres adoptivos cuando todavía era un bebé. Él dice que le debe su ética
de trabajo duro a su padre, que fue médico en Seattle durante 25 años
antes de mudar su consultorio a Portland, Maine. Storm quedó huérfano a
los 18 años, cuando sus padres murieron en un accidente de navegación,
y usó su modesta herencia para convertirse en un embarcador de reliquias
históricas, principalmente artefactos europeos difíciles de encontrar del
siglo 15.
Para el momento en que cumplió 30 —El periódico daba una fecha
— valía más de $10 millones, casi $60 millones en dólares de hoy, y siguió
aumentando su fortuna de manera espectacular. Storm es un ahora un
multimillonario de varias cifras.
—¿Él nació aquí en el mismo día que nosotros? Esto no puede ser
una coincidencia.
—Déjame seguir leyendo.
—Continua entonces, —dijo Joseph, sin dejar de mirar la imagen.
—Al parecer, se casó joven, tuvo cinco hijos, cuatro chicos y una
chica, y luego su madre los dejó. Él se mudó aquí porque siente que es lo
correcto para su familia.
—Necesitamos respuestas y las quiero ahora, George.
—No podría estar más de acuerdo.
Los dos hombres entraron a la sala grande de Joseph y miraron a
través de la biblioteca que contenía viejos álbumes familiares.
Cuando se encontraron con el álbum del año en que nacieron, se
sentaron con él en frente de la chimenea.
Menos de una hora más tarde, los dos hombres se quedaron mudos
por la sorpresa. El padre adoptivo de Richard Storm era el mismo hombre
que había ayudado a nacer a Joseph y George. Su madre incluso tenía
notas en el álbum de su doctor, diciendo lo bueno que era y lo triste que se
sentía de que él y su esposa no podían tener hijos.
Sólo parecía probable una conclusión.
Este doctor tiene que haber aprovechado la oportunidad para darle a
su esposa un hijo, demasiado desesperado para preocuparse por las
consecuencias de desgarrar a otra familia.
—Este hombre, Richard, puede muy bien ser nuestro hermano, —
George se quedó sin aliento mientras miraba las fotos de su madre
sosteniéndolos por primera vez.
—Pero ¿cómo es posible que ella tuviera un tercer hijo, sin darse
cuenta? —Joseph respondió.
—Ya sabes cuan diferentes los tiempos eran en ese entonces,
Joseph. No tenían los ultrasonidos, y mamá sufrió complicaciones durante
el parto. Había perdido mucha sangre y tuvieron que anestesiarla. Papá no
estaba en la habitación, en ese entonces, los padres no pertenecían allí. La
única otra persona en la habitación con el médico era su enfermera, que
también pasó a ser su esposa. Podrían haber visto fácilmente al tercer hijo
y aprovechar la oportunidad de crear su propia familia. ¿Por qué si no se
mudaron tan de repente?
—Simplemente no puedo imaginar que eso sucediera.
—Eso es porque, si esto es cierto, tenemos un hermano por ahí que
no conocemos, y nuestra madre tiene un hijo que nunca conoció, —dijo
George, superado por la tristeza.
—Una cosa que sé con seguridad, tenemos que conocer a este
hombre y averiguar si realmente es de la familia.
—Pero ¿qué crees que eso le va a hacer, Joseph? Provocaríamos
agitación en su vida, cambiando todo lo que él cree de sí mismo y de sus
seres queridos, —dijo George. —Vamos a tratar de ser razonables.
—¿Puedes honestamente no hacer nada más que quedarte de brazos
cruzados cuando un hombre que puede ser nuestro pariente está tan
cerca? Él tiene hijos, George, y son probablemente nuestros sobrinos y
sobrina. Tenemos que averiguar la verdad, aunque sea dolorosa.
—Tienes razón, Joseph. Por supuesto que tienes razón. Es sólo que
no sé si nuestra visita será una bienvenida por este hombre. Demonios, no
sabemos nada de él. ¿Y si el hombre que podría ser nuestro hermano es
una persona terrible?
—No puede ser terrible, George. No importa lo que dice su partida de
nacimiento, es un Anderson y los Anderson son buenas personas, —dijo
Joseph con confianza.
—Tienes razón, Joseph. Bueno, ya sabes lo que esto significa, ¿no?
—Por supuesto que sí. Las carreras de Go-kart están fuera de la
agenda de hoy. Parece que es hora de hacerle una visita a Richard Storm.
—Voy a tomar mi sombrero. Guía el camino hermano; Estoy justo
detrás de ti.
Los dos hombres entraron por la puerta, subieron al Mercedes de
Joseph y se dirigieron a las nuevas oficinas de Storm Corporate. Con
sonrisas expectantes repartidas en sus rostros mientras se acercaban a su
destino. Por supuesto, sería doloroso confirmar que tenían un hermano
con el que no habían tenido el placer de crecer. Pero aún así, si fuera
cierto, ahora estaban bendecidos con toda una línea de miembros de la
familia para llegar a conocer.
Joseph sonrió, pensando en todos aquellos sobrinas nietas y
sobrinos nietos.
Cada vez había más bebés en el horizonte y los posibles emparejamientos
por hacer.
Sobre la Autora:
“Melody Anne” Melody Anne es la autora de la popular serie
Billionaire Bachelors y Baby for the Billionaire. Ella
también tiene una serie para jóvenes adultos:
Midnight Fire y Moon Midnight —Rise of the Dark
Angel. Ella ha estado escribiendo durante años y
publicó en 2011. Tiene un título de licenciatura en
negocios, por lo que le encanta escribir sobre fuertes
y poderosos empresarios.
Cuando Melody no está escribiendo, le gusta pasar tiempo con su
familia, amigos y mascotas. Vive en un pequeño pueblo que ama, y está
involucrada en muchos proyectos comunitarios.
Puedes visitar su sitio web en: www.melodyanne.com. Ella responde a
todas sus fans. También puedes unirte a ella en Facebook en:
www.facebook.com/authormelodyanne, o en twitter: @authmelodyanne.
Ella espera con mucho interés tus opiniones y espera que disfrutes
de sus historias.
Créditos Moderadora
Auro Kyle
Staff de Traducción
Auro Kyle
etrange
florff3
julieta9768
Kenia20
marisaruiz
Lectora
Lu_Rodiguez
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Staff de Corrección
Ama
Auro Kyle
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Lucero Rangel
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Revisión y Recopilación
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Diseño
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