7.the billionaire's final stand

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Contenido

Sinopsis .................................................................................................................................................. 4

Prólogo .................................................................................................................................................. 5

Capítulo 1 ............................................................................................................................................. 9

Capítulo 2 .......................................................................................................................................... 18

Capítulo 3 ........................................................................................................................................... 40

Capítulo 4........................................................................................................................................... 50

Capítulo 5 ........................................................................................................................................... 63

Capítulo 6 ........................................................................................................................................... 74

Capítulo 7 ........................................................................................................................................... 88

Capítulo 8........................................................................................................................................... 97

Capítulo 9 ......................................................................................................................................... 107

Capítulo 10 ....................................................................................................................................... 120

Capítulo 11 ........................................................................................................................................ 136

Capítulo 12 ....................................................................................................................................... 156

Capítulo 13 ....................................................................................................................................... 175

Capítulo 14 ....................................................................................................................................... 190

Capítulo 15 ....................................................................................................................................... 204

Capítulo 16........................................................................................................................................ 213

Capítulo 17 ........................................................................................................................................ 224

Capítulo 18 ....................................................................................................................................... 234

Capítulo 19........................................................................................................................................ 248

Capítulo 20 ...................................................................................................................................... 255

Epílogo ............................................................................................................................................... 277

Siguiente libro: Unexpected Treasure ..................................................................................................... 283

Prólogo .............................................................................................................................................. 285

Sobre la Autora: “Melody Anne” ........................................................................................................ 290

Créditos ............................................................................................................................................. 291

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Sinopsis

Cuando el jefe de la familia Anderson, Joseph, sufre un accidente de

automóvil que cambia la vida, su familia se esfuerza por encontrar una

manera de sobrevivir si no sale del coma en el que el accidente lo ha

colocado.

Tome el viaje mientras el último de los Anderson, Austin, se envía en

un torbellino de emociones, mientras persigue a la mujer, Kinsey, de la

que se está enamorando. Para hacer las cosas aún más duras para él, está

lidiando con el estrés de la posibilidad de perder a su tío.

Escucha la rememoración sentida de Katherine mientras cuenta la

historia de su romance con Joseph mientras se sienta junto a su cama, sin

perder nunca la fe que él va a volver a ella.

Ríete con la gran familia, mientras dan vuelta a los papeles y

empiezan a tramar en contra de George mientras trata de ocultar sus

crecientes sentimientos por Esther.

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Prólogo

Traducido por Auro Kyle

Corregido por Auro Kyle

—No puedo creer cómo ha pasado el tiempo. Parece que fue ayer que

estaba sentado en mi casa vacía, preocupado de que nunca tendría nietos.

Ahora, no sólo tengo una camada de ellos subiendo por las paredes, sino

también varias sobrinas y sobrinos. No puedo imaginar la vida siendo

mucho mejor que esto.

—No se oyeras ninguna discusión de mí parte. Antes de decidirme a

trasladar a la familia de vuelta a casa, estábamos cayéndonos a pedazos.

Mírame ahora. Soy un abuelo, y nuestra vida es como debe ser. Voy a

extrañar a mi Amelia, hasta el día que muera, pero al final me siento como

que está bien dejar ir el dolor que ha estado presente desde su muerte. Lo

que me ayuda más es tener a mis hijos cerca de casa, y esos nietos míos

han traído alegría a mi vida que nunca pensé posible experimentar de

nuevo, — George le respondió a su hermano gemelo, Joseph.

Los dos hombres volaban por la autopista, la conduciendo con la

capota abajo, disfrutando de una cálida noche rara en la ciudad

normalmente fresca de Seattle. Ellos actuaban más como adolescentes,

que como hombres en sus sesentas, mientras su risa se la llevaba

rápidamente el viento, en el fondo del cielo brillante.

—Pensé que Katherine te dijo que te deshicieras de esta trampa

mortal hace varios meses, — comentó George.

—Ella lo hizo, así que será mejor que no le digas lo que hemos

estado haciendo. Un poco de viento en nuestro pelo y bichos en nuestros

dientes rejuvenecen estos viejos cuerpos mucho más que esos balnearios

apestosos a los que me arrastra. Lo que ella no sabe no puede hacerle

daño. O a mí — Joseph se rió de su propia broma.

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No pasó mucho tiempo para que George se uniera a él.

Sabiendo que estaba haciendo algo un poco peligroso se sentía bien.

Su médico le dijo que tenía que reducir el consumo de sal. Su esposa dijo

que tenía que hacer más ejercicio. Estaba cansado de hacer todo lo que era

sano y bueno para él. Él no veía nada malo en buscar la aventura de vez

en cuando. Cuando sintió un antojo de un subidón de adrenalina, era

quedarse en casa y volverse loco, o sacar el convertible del garaje.

—Sólo un chico más para casarse. ¿Qué vamos a hacer una vez que

nos encarguemos de Austin?, — preguntó George.

—Yo diría que estás buscando casarte, tú mismo, — Joseph

respondió rápidamente.

—Ni siquiera intentes emparejarme, Joseph Anderson. Somos un

equipo. No conspiramos contra el otro, — dijo George en una rabieta.

Joseph se echó a reír al ver la expresión amarga en el rostro de su

hermano.

—Ah, no te preocupes por eso, George. No se me ocurriría hacer eso,

— dijo finalmente, a pesar de que se aseguró de que cruzar los dedos.

Sabía que algo estaba pasando entre George y Esther, pero no había sido

capaz de atrapar a los dos con todo, sólo denle tiempo...

—Sé que no hablamos de eso, George, pero desde tu ataque al

corazón, he sentido mi mortalidad un poco más con cada día que pasa, —

dijo Joseph, su voz cada vez más tranquila, apenas audible por encima del

viento azotando fuertemente el coche.

—Tenía miedo, Joseph. Más asustado de lo que deje que nadie

supiera. No estaba preocupado acerca de la muerte. He vivido una buena

vida. Yo estaba preocupado por mi familia. Ellos han tenido suficiente con

la pérdida de su madre. No tienen que pasar por esto otra vez, — dijo

George, su propia voz baja.

—Tal vez debería vender este coche, aunque me encanta. No quiero

admitir que estamos de envejecimiento, pero envejecer tiene sus ventajas.

Tengo la oportunidad de ser abuelo, que es mejor de lo que jamás imaginé

que sería, más tengo la oportunidad de ver a mi esposa volverse más

hermosa con cada día que pasa. Tengo mucho que agradecer como para

tirarlo a la basura.

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—Bueno, entonces, hermano, estoy muy feliz de que hayamos

conseguido un último viaje, — dijo George a carcajadas.

Mientras se acercaban a su salida, Joseph a regañadientes aminoró

la marcha y salió de la autopista. El viento de su trayecto de cien

kilómetros por hora se redujo a medida que desaceleró a treinta y doblaron

una esquina. Ninguno de los dos estaba listo para que la noche finalizara,

pero Katherine estaría pronto en casa, y ellos tenían que tener el coche

aparcado y darse prisa en el interior, o serían descubiertos.

—Definitivamente había algo entre Austin y Kinsey el año pasado,

pero no salió nada de ello. Los he visto desde entonces, y sin duda hay

chispas volando. Ha estado persiguiéndola, a pesar de tratar de ser bueno

de esto, y ella está corriendo como si los perros del infierno le estuviesen

pisando los talones. También he notado un poco las miradas hirvientes

que ella le dispara cuando piensa que nadie está prestando atención. Creo

que es hora de empujarlos juntos. Sé que es sólo cuestión de tiempo antes

de que no puedan resistir la tentación.

—¿Qué tienes en mente? — George preguntó ansiosamente.

—Bueno… — Joseph comenzó.

—¿Qué dem…? — George gritó.

Joseph volvió la cabeza en dirección a George, justo a tiempo para

que su corazón saltara a su garganta cuando luces brillantes se

abalanzaron sobre ellos. Él ni siquiera tuvo tiempo de parpadear antes de

que una camioneta de tamaño completo se estrellara en el lateral de su

vehículo, enviando al coche a volar por el aire.

Joseph miró a su hermano por un interminable y aterrador segundo,

el tiempo se detuvo mientras flotaban por encima del suelo.

—Lo siento... — Joseph susurró, sin saber si las palabras salieron de

su garganta, y mucho menos si George lo había registrado.

Su coche se precipitó al suelo con un crujido repugnante. Cristal se

hizo añicos mientras el metal se retorcía sobre sí mismo, lo que hizo el

convertible irreconocible.

El único movimiento era una de las ruedas girando en círculos en el

pecio de un coche destrozado.

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Por un breve segundo el silencio reinó en la ajetreada ciudad de

Seattle.

Las luces de las casas empezaron a parpadear en la medida que las

personas se apresuraban a abandonar sus hogares para investigar el

ruido. Varios ciudadanos valientes corrieron hacia adelante para ver si

había alguna esperanza para las personas en el coche.

Ni Joseph ni George, se agitaron cuando las sirenas rompieron el

silencio misterioso de la noche oscura. Aún no había movimiento cuando

llegó la ambulancia, los paramédicos que luchaban a través de los restos

retorcidos del vehículo en su intento de llegar a los dos hombres. Ellos

sacudían sus cabezas cuando empezaron con la respiración de boca a boca

y las compresiones en el pecho. No se veía bien...

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Capítulo 1 Hace un año

Traducido por Etrange

Corregido por flor25

—Estás radiante. Estoy muy agradecido por los persistentes

informes, uno especialmente para las tormentas de nieve en Alaska porque

en este momento soy el hombre más afortunado en esta sala —le dijo Max

a Cassie cuando de repente la bajo al suelo, antes de levantar la espalda,

con lo que su cuerpo quedo cerca del suyo.

—Me haces temblar —suspiro Cassie, con sus ojos devorándolo.

—Quiero arrastrarte fuera de aquí justo ahora —gruñó mientras su

mano se deslizo abajo de su vestido de novia de satén y se apoderaba de

su cadera, tirándola con fuerza contra él.

—No estoy deteniéndote —ronroneo ella, con una sonrisa seductora

en su cara.

Lo ojos de Max se redondearon mientras las palabras se hundían y

notaba que le estaba permitiendo arrastrarla lejos. Dejó de bailar y le cogió

la mano, preparado para llevarla a la habitación más cercana.

—Tú puedes no detenerlo, pero yo sí. ¿Sabes cuantas horas he

estado planeando la boda perfecta para ti? Joseph y yo hemos trabajado

día y noche, y no hay manera de que se escabullan —dijo Kinsey con una

voz severa. Sin embargo, la sonrisa que trataba de disimular se estaba

mostrando, tomando un poco de las palabras.

—Te lo voy a compensar, Kins —le rogó Cassie.

—De ninguna manera. No te atrevas a poner esos ojos de cierva. Te

conozco desde hace muchos años como para que funcione. Tenemos un

pastel que cortar, un brindis que hacer y un ramo por arrojar —insistió

Kinsey.

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—Bien, pero cuando intentes escaparte con un pedazo de hombre te

prometo que voy a estar ahí para intervenir —amenazó Cassie.

—No te preocupes, no puedo ver eso pasando en un futuro cercano.

Creo que estoy a salvo.

—Sí, nunca se sabe…

—Hey, créeme. Realmente quiero una sobrina, pero tú tendrás

mucho de tiempo de hacer bebés en tu luna de miel de un mes. No puedo

creer cuan consentida eres. Realmente no puedo creer que tu trabajo esté

dispuesto a esperar ese tiempo por ti —Kinsey hizo un puchero.

—Supongo que valgo la espera —dijo Cassie con una sonrisa.

—Lo vales, Cass. Realmente lo vales —dijo Kinsey, dejando las

bromas aparte.

—Gracias por hacer este día perfecto Kins. Sabes que te amo hasta

la muerte —dijo Cassie, dejando la cara larga de lado por no poder huir

con su marido.

—Te amo, también. Vamos a cortar el pastel antes de que me hagas

llorar y arruine este maquillaje expertamente aplicado—dijo Kinsey.

—Bien, pero me debes una. Me debes una grande —Cassie hizo un

puchero mientras seguía a su mejor amiga.

La noche voló en un torbellino de bailes, risas, comida y visitas. La

familia Anderson ciertamente sabía cómo dar un gran evento. Si, Kinsey

había pasado horas con Joseph planeando, pero sabía que él era el que

controlaba.

Ella insistió en ciertas cosas para la boda, esos pequeños toques que

le importarían a Cassie, pero la mayor parte, intentaba estar fuera del

camino de Joseph. El hombre era una fuerza a tener en cuenta. Le pareció

bastante gracioso que al gigante hombre le gustara tanto planear bodas.

Quizás él estaba en el negocio incorrecto.

—Mis pies están matándome. Justo ahora creo que debí haber

optado por las sandalias en lugar de estos tacones de tres pulgadas. Solo

quiero pretender que soy más alta de lo que realmente soy, pero eso

siempre termina mordiéndome el trasero —le dijo Kinsey a otra dama de

honor mientras se paraba en el borde de la pista de baile.

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—Sé lo que quieres decir. Me niego a quitármelo, porque, míralos.

Son impresionantes, pero no voy a ser capaz de caminar por una semana.

Vale la pena, sin embargo, o por lo menos eso es lo que sigo diciéndome a

mí misma —dijo Shelby.

—¿Cuántas veces te han coqueteado en esta noche? —preguntó

Kinsey con una sonrisa.

—Como siete. Creo que Cassie eligió, um, ¿cómo decirlo de una

buena manera? Ah, los más reveladores vestidos que pudo para sus

damas de honor. Sigo chequeando dos veces para asegurarme de que todo

está cubierto.

—Lo sé. No recuerdo que los vestidos fueran tan cortos o bajos

cuando los probamos. Creo que los modifico —dijo Kinsey con una risa.

—¿Qué hay de ti? ¿Alguna oferta para conocer el histórico hotel?

Vamos, ¿no hay una línea más cursi que esa?

—Oh, sí, si la tengo. Un chico vino y me preguntó si iba a estar en la línea

para atrapar el ramo. Creo que estaba haciendo un conteo o algo, así que

le dije que lo haría. Sabes que Cassie me mataría si no estuviera ahí. Peor

que eso, habría detenido el procedimiento y me hubiera llamado por

altavoz. Entonces él diría, soy solo yo o estamos destinados a estar

casados, mientras sostuviera un liguero. No sé dónde lo tiene porque Max

aún no se lo ha sacado a Cassie. Solo me aleje. ¡En serio! ¿Qué se suponía

que hiciera? —dijo Kinsey mientras comenzaba a reír.

—Oh mi dios. De acuerdo, tú ganas. Esto se está volviendo

locamente fantástico —dijo Shelby entre ataques de risa.

Compartieron más líneas que revieron en varias bodas a través de

los años. Kinsey no entendía como lo hombres obtenían citas con algunas

cosas que decían.

—Discúlpenme, pero las noto un poco sedientas —dijo un hombre,

interrumpiendo a las dos mujeres.

Kinsey levanto la vista, su cuerpo vibrando mientras reconocía a

Austin Anderson. Era magnifico y apuesto.

Y él lo sabía.

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También sabía por Cassie que le gustaba salir, mucho. No había

manera en que Kinsey se involucrara con un tipo como él.

Compartió una mirada conocedora con Shelby antes de darle una

fría mirada.

—Que amable de tu parte, pero no, gracias —dijo, luego se volvió y

se alejó. Estaba agradecida de que no cayera en su cara, con sus rodillas

sintiéndose tan débiles.

Lo hizo a través de la pista de baile en una pieza, luego devoro

rápidamente el trago que le pasaron. Tenía unas dos horas en frente

todavía y un poco de valentía liquida no haría daño.

El resto de los hombres que había rechazado esa noche habían sido

bastante fáciles de alejar. Por algún motivo, Austin Anderson era como

imán, tratando de atraerla.

Kinsey notó que su estómago gruñía. Había estado muy ocupada

tratando de asegurarse de que fuera un día perfecto en todas y cada una

de las maneras para Cassie que había olvidado comer.

Encontró una mesa vacía, de repente muy cansada para presentarse

con extraños y se sentó.

—¿Cómo está esta noche? —uno de los camareros le preguntó,

presentándose casi al instante. Kinsey sonrió al joven chico, pensando de

nuevo en como Joseph hizo lo imposible.

Había estado en unas espectaculares bodas pero ninguna de ellas

comparada con la de su mejor amiga.

—Estoy bien, gracias.

—Adelante y mire el menú enfrente suyo para hacer su elección.

Mientras hace eso le puedo traer uno trago y unos bocadillos. —él ofreció.

—Eso sería maravilloso. Quiero un Manhattan, por favor.

—Vuelvo enseguida.

Miro sus opciones, sonriendo ante el menú cinco estrellas. Sabía que

la mayoría de las personas que asisten no se molestarían en comer, no

cuando había un bar abierto.

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—Ahí tiene —dijo el camarero, volviendo rápidamente. Puso su trago

y algunos platos con variados bocadillos, el olor causando que se le hiciera

agua a la boca. No había manera en que se perdiera tales deliciosos

platos. Quería intentar algo que no había hecho jamás.

—Quiero el Carpaccio de vacuno Shorthorn y huevos fritos

crujientes de codorniz para mi cena y el budín de pan caramelizado con las

peras escalfadas en amaretto, crema de vainilla y almendras especiadas

de postre. —dijo después de acortar sus opciones, quería probar un poco

de todo solo porque algunos de los nombres eran únicos.

—Buenas elecciones. ¿Algo más que le gustaría agregar?

Kinsey no quería ordenar cosas que sabía no comería, así que

sacudió su cabeza.

—Voy a querer el atún de aleta amarilla con salsa vierge y vegetales.

También, vamos a pedir el Caviar Ossetra quilate de Oro Puro y un plato de

ostras en media concha para compartir —dijo Austin mientras tomaba el

asiento contiguo a ella.

Kinsey lo miro, sin palabras. Sabía que era demasiado seguro, pero

no esperaba que fuera rudo. No lo había invitado a tomar asiento.

—Buena elección, señor Anderson —dijo el joven camarero, con la

cara radiante por atender a unos de los miembros de la familia. Por dios,

pensó Kinsey, la gente actuaba como si los Anderson fueran la realeza.

—Gracias, Tommy. ¿Estás disfrutando esta noche? —preguntó

Austin, sorprendiendo a Kinsey, ¿conocía al chico?

—Sí, señor Anderson. Realmente aprecio el trabajo. Los invitados

han sido muy amables —respondió rápidamente.

—Eso es bueno. ¿Cómo van tus estudios?

—Bien. Tengo una A en mi proyecto de ciencia debido a usted —

Kinsey miró hacia atrás y hacia adelante entre ellos. El chico obviamente

idolatraba a Austin, pero no podía reconocer la conexión.

—Lo hiciste todo por tu cuenta, Tommy. Siéntete orgulloso de eso.

Una vez que entiendes el concepto básico, no hay nada que te detenga.

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—Sí, eso creo. Mejor vuelvo a entregar esto. No quiero hacerlos

esperar —dijo antes de volverse.

—Oh, Tommy, ¿puedes traerme la botella de vino

blanco Montrachet 1978?

—No hay problema, señor Anderson. —dijo antes de, prácticamente

correr al área de cocina.

—¿Qué fue todo eso? —preguntó Kinsey, momentáneamente

distraída de su irritación de que se sentara con ella sin permiso.

—¿Qué? —preguntó Austin, luciendo perplejo.

—¿Ah, toda la cosa de ciencia?

—Oh, no es nada —dijo Austin.

—Considerando que te sentaste en mi mesa sin preguntar, es mi

derecho que proporciones una conversación decente o te vayas. —dijo

Kinsey mirándolo a los ojos.

Estaba sorprendida cuando él rio, una risa-profunda-en-tus-

entrañas-que-hace-doler-el-estomago. Cuando finalmente paro por algo de

aire, Tommy estaba de vuelta y puso silenciosamente los bocadillos

pedidos en la mesa, junto con la botella de vino.

—¿Quiere que abra la botella por usted? —preguntó.

—No, está bien. Gracias. — respondió Austin y Tommy desapareció.

—¿Y bien? —insistió Kinsey.

—Okey, okey. Lo tengo. Soy el tutor de algunos chicos en la escuela

secundaria cercana. No es la gran cosa. —dijo, removiéndose en su silla,

luciendo incómodo.

Kinsey estaba impresionada. Sabía que los Anderson donaban un

montón de dinero, pero no sabía que alguno de ellos hiciera actualmente

trabajo voluntario. No quería saber eso de Austin, no quería verlo como un

tipo preocupado en vez del mujeriego que era.

—Oh —respondió finalmente, sin palabras.

Tienes que probar esto —dijo Austin, cambiando de tema

rápidamente mientras sostenía una galleta con caviar en ella. Kinsey la

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miro con suspicacia, pero quería probar cosas nuevas así que la alcanzo

para tomarla.

Él echo la mano hacia tras para que no pudiera tomarla, luego la

bajo a sus labios. Automáticamente abrió su boca para tomar el delicado

bocado, una llamarada de calor incendiándose dentro de ella mientras su

pulgar cepillaba su labio inferior. Ni siquiera saboreo la comida mientras

se la tragaba, esperando no ahogarse.

—Gracias —murmuró mientras tomaba el vaso solo para notar que

estaba vacío. ¿Cuándo se lo había acabado?

—Prueba esto —dijo Austin mientras abría la botella de vino y

llenaba una copa antes de pasársela.

La acepto y tomo un trago, el delicado sabor flotando por su lengua

hasta su garganta.

—¿Puedo saber tu nombre?

Kinsey lo miro, debatiéndose entre si quería dárselo o no. Sabía que

lo averiguaría de cualquier manera, ya que ella y Cassie era mejores

amigas. No sabía cómo no se habían encontrado el uno al otro antes de

esta noche.

—Kinsey Shelton —respondió finalmente.

—Mmm Kinsey, un hermoso nombre para una estupenda mujer.

—Oh por favor, señor asesino de damas, ciertamente puede venir

con una línea mejor que esa. —se burló, aliviada de ganar un poco de su

ingenio de vuelta.

Él rio una vez más. Frunció el ceño, preguntándose ¿Qué cosa

posiblemente sería suficiente para molestarlo y que fuera a encontrar otra

presa para cazar?

—Kinsey, te estás volviendo rápidamente inolvidable. —dijo,

mientras su cara se volvía seria y sus ojos azules se trababan en los suyos

marrones.

—Eso no es bueno ya que no tengo ningún interés en ser recordada.

—respondió, su voz ronca en lugar de contundente como quería.

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Tommy llegó con su comida, y continuaron bromeando el uno con el

otro, mientras consumían la exquisita comida. En el momento en que

Kinsey miraba a su plato de postre vacío, estaba lamentando la cantidad

que había consumido. Fue fantástico, pero tendría que trabajar durante

toda una semana para quemar todas las calorías.

—Baila conmigo —Austin ordenó mientras se levantaba de la mesa.

—Debes disfrutar de verdad que te digan no —Kinsey dijo,

sorprendida de cómo se tambaleó un poco cuando se puso de pie.

—Disfruto de cada sonido que sale de tú deliciosa boca —respondió

mientras se acercaba más y ponía su mano sobre la cintura para

sostenerla.

Sabía que se golpearía a si misma más tarde, pero estaba cansada

de pelear contra su atracción por él. Un baile no haría daño. Estaban

rodeados por personas.

—Okey —dijo, disfrutando la momentánea sorpresa en sus ojos.

Se repuso rápidamente y agarró su mano, la llevó a un rincón

oscuro de la pista de baile. De inmediato la tomó en sus brazos,

presionando su cuerpo cerca de él mientras la música sonaba una balada

romántica.

Una canción llevó a la siguiente, y el tiempo se escabulló cuando se

fundió en él mientras le susurraba al oído, sus labios arrastrándose a lo

largo de su cuello, su aliento enviando directamente calor hasta la médula.

Movió las manos hacia la parte baja de su espalda, luego más abajo,

sus dedos acariciando la parte superior redondeada de su trasero,

acercándola, sin dejar ninguna duda que fue despertado por su juego

previo.

La música se detuvo cuando alguien anunció que era el momento

para lanzar el ramo. Kinsey encontró difícil de procesar las palabras

mientras se alejaba y se encontró mirando a los turbulentos ojos azules,

capturando los suyos y negándose a dejarla ir.

—Me has embrujado —Austin murmuró antes de que su boca

descendiera y se apoderada de sus labios por primera vez. Ella sabía que él

besando sería bueno, lo que no sabía es que haría corto circuito en su

cerebro.

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Su lengua acarició su boca, no dejando más remedio que abrirla

para él. Supo en ese momento que no podía luchar contra él o contra el

vórtice surrealistas al que se habían arrojado por toda la noche. Se entregó

a él.

Poco a poco, él movió su cabeza hacia atrás, lo suficiente para

mirarla a los ojos. Los suyos propios llenos de un mar de pasión rabiosa.

Luego, sin decir una palabra, la soltó, sólo el tiempo suficiente para tomar

su mano cuando la llevó hasta el hotel.

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Capítulo 2 Tiempo presente

Traducido por Etrange

Corregido por Mariaph

—Lucas Anderson, por favor.

—Este es él. —dijo Lucas mientras miraba su reloj. Eran las dos de

la mañana. Con el tono profesional de la persona al otro lado de la línea,

Lucas se puso en alerta. Ninguna llamada a esta hora era una buena cosa.

—Lo siento, señor, pero ha habido un accidente. Hemos ingresado a

Joseph y George Anderson aquí en el Centro Medico Harbor View. Lo

encontramos como un contacto de emergencia en las pertenencias del Sr.

Joseph Anderson. La única información que tengo hasta ahora es que ha

sido un accidente automovilístico. Entre más rápido llegue, mejor.

Tomo mucho tiempo para asimilar las palabras de la mujer.

Accidente.

Joseph.

George.

Llegar rápidamente.

Lucas no dijo nada más mientras dejaba caer el teléfono en el

receptor y saltaba de su cama.

—¿Qué pasa, Lucas? — preguntó Amy mientras despertaba.

—Mi papá y el tío George. Era el hospital. Han estado en un

accidente y la persona que llamó dijo que teníamos que llegar

rápidamente. —graznó. Todos los rastros de sueño fueron exterminados de

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la expresión de Amy mientras se sentaba rápidamente, con miedo en sus

ojos.

—Voy a avisarle a Marcia. —respondió Amy mientras rápidamente

salía de la cama, se puso la bata, y se fue a alertar a la niñera que se iban.

Lucas apagó todas las emociones, no permitiendo que el pánico en

su interior se elevase. Era el hijo mayor y era su responsabilidad notificar

al resto de su familia. Tenía que mantener una calma que no

correspondían ni de cerca a sus sentimientos. Información. Necesitaba

más información. No podía hacer una evaluación adecuada hasta que

supiera todos los hechos. ¿Estaban vivos? ¿Cuán malas eran las lesiones?

¿Qué podía hacer?

Lucas sabía que no obtendría respuestas sin llegar al hospital, así

que empezó a moverse.

Primero, marco a su primo. Era mucho más fácil si dos de ellos se

dividían las llamadas. El miedo intentó encontrar su camino en el corazón

de Lucas, por lo que se encogió mientras esperaba que Austin contestara.

Con gran esfuerzo, empujó el miedo hacia abajo, a sabiendas que la

emoción era inútil.

—Más vale que sea muy bueno. —espetó Austin.

—Nuestros padres están en el Centro Medico Pearl Harbor View —

Lucas no perdió tiempo en saludos.

—¿Quién más necesita ser notificado?

—Eres el primero al que marco.

—Yo llamo a mis hermanos, tú a los tuyos. Nos vemos ahí. —

respondió Austin, con tono de alerta y seguro.

—Gracias. —susurró Lucas antes de dejar caer el teléfono por

segunda vez. Rápidamente llamó al resto de sus hermanos, y luego suspiro

de alivio cuando Amy se apresuró a regresar a la habitación.

Inmediatamente fue a su armario y le agarró un cambio de ropa,

dejándoles caer en la cama delante de él antes de entrar y agarrar sus

propios artículos.

Se cambiaron rápidamente, ninguno de ellos hablando, mientras se

apresuraron a prepararse. A medida que los segundos pasaban, Lucas se

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encontró luchando más duro para no dejar que el pánico se alzara. Su

padre era invencible, se dijo a sí mismo.

—Estará bien, Lucas. Joseph es demasiado terco como para dejar

que le pase nada. —Le aseguró Amy mientras envolvía sus brazos

alrededor de él en un abrazo reconfortante. Tirando de ella más cerca,

Lucas pasó la mano por la suavidad familiar de su pelo, y suavemente

besó la parte superior de su cabeza, la sensación de ella, calmándolo, le

dieron la fuerza necesaria para seguir adelante.

—Estoy asustado. —Admitió, permitiéndose mostrar un poco de

miedo.

Amy se sacudió en sus brazos mientras trataba de controlar el

derrame de sus propias emociones. Ella y Joseph tenían un vínculo

especial. Un padre había sido una de las muchas cosas de las que Amy

había sido privada cuando era niña. Joseph abrió inmediatamente sus

brazos y ella corrió adentro de ellos. Era la hija que siempre quiso, pero la

que nunca le fue bendecida, y él era el padre que siempre había soñado. Le

dolería tanto como a Lucas si Joseph fuera a dejar el mundo antes de

tiempo.

Amy se echó hacia atrás y miró a los ojos de Lucas. Lo suyos

estaban rojos y vidriosos y él podía ver que estaba luchando contra las

lágrimas, tratando de ser fuerte para él.

—Gracias, —susurró. Ella lo miró con confusión. —Gracias por

darme la fuerza para atravesar esto. Me honras con tu sola presencia.

Gracias, Amy. Tienes razón. Va a estar bien. Es demasiado terco para irse

a una edad tan joven. Ya estoy listo. Tenemos que estar allí para mamá.

No quiero que este sola.

Amy no respondió mientras sus lágrimas acumuladas finalmente

caían, silenciosamente corriendo por sus mejillas. Él envolvió su brazo

alrededor de ella, mientras salían corriendo de la habitación.

—Por aquí, Mark —Lucas llamo mientras su hermano y Emily

entraban en la sala de emergencias. La pareja cambió de dirección y

rápidamente se acercó a su grupo.

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—¿Cómo están? ¿Porque no están con ellos? ¿Qué pasó? —Mark

bombardeo de preguntas a la creciente masa de personas, que constituía

su mamá, hermanos, primos y muchas esposas.

—No sabemos nada, todavía. Parece que la única cosa que cualquier

persona en este maldito hospital sabe decir es, el doctor estará con usted

en breve. —espetó Alex.

—Alex, la ira no va a ayudar a tu padre o tío. Por favor, se paciente

—Katherine dijo, con la voz fuerte, aunque su rostro estaba pálido por la

preocupación.

—Lo siento, mamá. Yo solo… —Alex se fue apagando, con la

ansiedad escrita en su rostro.

—¿Cómo estás, mamá? ¿Puedo hacer algo? —Emily preguntó

mientras se abría paso entre el círculo que rodeaba a Katherine y le daba

un abrazo reconfortante.

—Esto pendiente aquí, querida. Joseph no está listo para dejarme

todavía. Yo sé eso y él también —dijo Katherine, aunque un temblor

recorrió su voz.

—Yo sólo me sentiría mejor si me dejaran verlo —Lucas tronó, su

temperamento, obviamente cerca del punto de ruptura.

—Pronto, Lucas. Será pronto —dijo Amy, frotando suavemente su

mano por el brazo, inmediatamente calmándolo.

—Katherine, he venido aquí tan pronto como pude, —Esther jadeaba

mientras corría a la habitación —Lo siento mucho. ¿Has oído algo,

todavía?

—No. Todavía estamos esperando. Gracias por haber venido. Sé que

es tarde —dijo Katherine mientras Esther la envolvía en un abrazo de

consuelo.

—Tonterías. Estaría terriblemente molesta si nadie me hubiese

notificado. Tengo que estar aquí. Veamos lo positivo. Que no haya noticias

es una buena noticia, ¿no? Eso significa que están luchando. Esos

hombres sin duda saben cómo luchar. —dijo Esther a través de sus

lágrimas.

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—Sí lo hacen, Esther, sí lo hacen. —dijo Katherine con una sonrisa

acuosa. Era evidente que estaba contenta de tener a su amiga allí.

—Recuerdo ocasiones en las que hubieras con mucho gusto

atropellado a Joseph. Él tiene un poco de piel gruesa y no hay manera de

que un pequeño accidente lo mantenga abajo. Lo mismo va para George

—Tienes razón otra vez, Esther. Ese hombre... Bueno, vamos a decir

que tiene una forma de mantener mi corazón acelerado. Estaban fuera

conduciendo ese maldito coche que le dije que vendiera hace unos meses.

Realmente detesto esas cosas pequeñas —dijo Katherine.

Los chicos la miraron, todos ellos aliviados al ver su miedo

atenuarse mientras la ira tomaba su lugar. Por lo menos trajo un poco de

color a sus mejillas.

—Hombres adultos que tratan de actuar como adolescentes. ¿Qué

estaban pensando? Tendremos que hablar con ellos. —Amenazó Esther.

Las dos mujeres continuaron vociferando hasta que fueron

interrumpidas por un médico que se aproximaba.

—¿Qué quieres decir, quieres enviarlo a casa? ¡Me estás tomando el

pelo! —Kinsey espetó al joven médico que ni siquiera se molestó en

levantar la vista de las notas que estaba escribiendo en el archivo de

Joseph.

—Él está bien, enfermera. ¿Por qué no haces tu trabajo y me dejas

hacer el mío?

—Estoy tratando de hacer mi trabajo. ¡Estoy tratando de no dejar

que mates a mi paciente!

—Eso es suficiente. O lo dejas ahora o puedes buscar otro trabajo.

—No tienes el poder para despedirme. No voy a dar marcha atrás.

Conozco a este hombre y no hay manera de que vaya a dejar que algo le

pase. —Kinsey espetó. Estaba perdiendo la paciencia con el nuevo y

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arrogante médico que apenas había salido de la escuela de medicina.

Odiaba tratar con los médicos bebé, como el personal de enfermería los

llamaba. Algunos de ellos eran demasiado arrogantes para pedir ayuda,

incluso cuando sabían que estaban metiendo la pata.

Tal vez en el hospital donde él había hecho su residencia, no hacían

controles más exhaustivos de los pacientes, pero en este caso, los médicos

tenían confianza en el personal de enfermería y por lo general no peleaban

contra ellos cuando sabían que había un problema. Es nuevo, se recordó a

sí misma, tratando de mantener la calma. Sabía que Joseph no estaba ni

siquiera cerca de estar listo para dejarlo ir a casa.

—Sufrió una lesión en la cabeza, doctor. Él necesita una tomografía

computarizada y una consulta de neuro. —Kinsey insistió.

—Mira, he perdido la paciencia ahora. He hecho una evaluación a

fondo sobre él y está bien. Sus ojos son sensibles. Sus signos vitales son

buenos. Lo voy a enviar a casa —El doctor se alejó y Kinsey quería tirar el

lápiz a su espalda. Se sentía como una niña al borde de una gran rabieta.

¿Qué tan difícil era ordenar una tomografía computarizada? Joseph había

estado experimentando dolores de cabeza desde que había llegado. Era

una práctica común para ordenar la búsqueda.

Ella siempre luchó por sus pacientes, pero este era Joseph, y

lucharía hasta el punto de perder su trabajo por él.

—Puedes dejar de luchar por mí ahora, Kinsey. Me siento bien. Lo

que debes hacer es comprobar a mi hermano. —susurró Joseph.

—Ahora, Joseph, —Suavemente amonestó cuando se dio la vuelta —

No creo que estés en modo alguno dispuesto a hacer ese pedido. Estuviste

en un terrible accidente y has estado apareciendo y desapareciendo de la

conciencia. —Kinsey se apresuró a regresar a su lado y de inmediato tomó

su mano y empezó a revisar su pulso. Todavía estaba conectado a los

monitores, pero se sentía mejor controlando doblemente los equipos con la

vieja usanza, enfoque práctico.

—Soy más fuerte de lo que parezco. Ahora mismo lo único que

quiero es ver a George. —Repitió Joseph.

Kinsey lo miró a los ojos llenos de dolor y sintió sus propia lágrima

acumularse. Sabía lo mucho que él se estaba culpando a sí mismo por el

accidente. También sabía que su familia es lo más importante para él que

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cualquier otra cosa. Sin embargo, su familia no podía permitirse el lujo de

perderlo, y necesitaba conseguir poner eso en su cabeza.

—Joseph, tengo entendido que eres más resistente que un forro de

carga, pero creo que estás en estado de shock. He visto esto antes. Estoy

muy preocupada por el dolor de cabeza que has tenido desde tu llegada.

Quiero que tengas una tomografía computarizada y una consulta con un

Neurocirujano. —argumentó Kinsey. Ahora estaba luchando con el médico

y su paciente. Su trabajo era rara vez es fácil.

—Kinsey, querida, he pasado por peores cosas que un pequeño

accidente de coche. Estoy bien. Ahora, escucha a tu doctor, y ayúdame a

salir de aquí. Tengo que ver a mi hermano.

—Por favor, ¿sólo permíteme una hora más? Eso no es pedir mucho.

Yo personalmente voy a ver cómo está George y vengo de vuelta con una

actualización. —Declaró Kinsey.

—¡Papá! —Lucas entró corriendo en la habitación. —¿Cómo te

sientes? ¿Qué ha dicho el médico? ¿Dónde está el tío George? Parece que

no puedo obtener respuestas de nadie. —Disparó Lucas, no dando a

Joseph tiempo suficiente para responder antes de que disparara otra

pregunta. Alex y Mark entraron justo detrás de él, junto con Amy, Jessica

y Emily.

Kinsey sonrió ante la mirada de amor y preocupación en sus rostros.

Su mejor amiga era realmente afortunada de haberse casado con alguien

de una hermosa familia. Eran buenas personas, por dentro y por fuera. Se

deslizó en silencio de la habitación para que pudieran estar en privado.

—¿Comenzaste el proceso de alta?

Kinsey tomo un reconfortante respiro antes de girar. El mismo

doctor estaba de vuelta, respirando en su cuello. Ahora sabía que era sólo

un juego de potencias. Él no se preocupa por el paciente, se preocupaba

por que sus órdenes fuesen seguidas.

—Cómo puedes ver, la familia del Sr. Anderson acaba de llegar. Va a

estar ocupado durante un tiempo contestando sus preguntas. Cuando

termine, voy a empezar el proceso para enviarlo a casa. —Kinsey espetó.

—No creas que no sé lo que estás haciendo. Estaré informando a tu

supervisor. ¡Dalo de alta, ahora!

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—Yú presumido, hijo de pu…

—Alto ahí. No me importa lo que cueste. Serás escoltada fuera de

aquí dentro de una hora. O eres tú, o yo.

—¿Por qué no puedes admitir el hecho de que puedes estar mal? No

te duele, en lo más mínimo, ordenar una tomografía computarizada y tener

una consulta de un neurocirujano.

—Estas acabada. —Gruñó antes de caminar fuera.

Sí, lo más probable es que he terminado, pensó mientras se dirigía a

la estación de enfermeras y tomaba el teléfono.

—Sí, el doctor Mason ha ordenado una consulta de Neuro sobre un

paciente, Joseph Anderson, y tiene que ser pronto. Además, ha ordenado

una TC1 —dijo Kinsey.

Sin saber la diferencia, enviaron el equipo, y Kinsey se volvió hacia

la sala donde estaba Joseph. Sintió en sus entrañas que algo andaba mal.

El médico se pondría furioso con ella, pero no le importaba. Si

resultaba que Joseph estaba bien, valía la pena la ira del doctor. Ya había

tomado la decisión de sacrificar a su trabajo.

—¡Kinsey!

Kinsey se volvió justo a tiempo para ver a Cassie cuando se abalanzó

sobre ella. Tuvo que luchar contra las lágrimas de frustración para que no

cayeran cuando Cassie se echó a sus brazos.

—Estoy tan contenta de que estés aquí, Kins. No nos dicen nada.

Finalmente pudimos a ver al tío Joseph, pero seguimos sin saber nada de

mi papá. ¿Sabes algo? —preguntó Cassie mientras se inclinaba hacia

atrás.

—Lo siento, Cass. He estado con Joseph todo el tiempo, pero voy a

hacer algunas llamadas y veré qué puedo averiguar sobre George. —Kinsey

le aseguró rápidamente a su amiga.

—Es sólo que no entiendo cómo algo tan horrible le sucede a dos de

los hombres más maravillosos que conozco —dijo Cassie, sin soltar a

Kinsey.

1 Tomografía computarizada.

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—No sé, Cass. Lo veo todos los días, y todavía no lo entiendo. Tantas

tragedias, que carecen de sentido. Pero, los dos están vivos, Cass. No

renuncies a ellos.

—Lo sé, lo sé. Yo sólo... mis hormonas... Lo siento. —Se sacudió

Cass mientras sus lágrimas caían libremente.

—No has mencionado depresión —dijo Kinsey con preocupación.

—No, es sólo un poco de melancolía post-bebé. Estoy bien, y Ariel es

increíble, la mejor bebé de tres meses en el mundo. Es solo que algo así

sucede y mis descarriadas hormonas cerebrales se vuelven un poco locas

—dijo Cassie.

—Entiendo, Cass. Si George tiene que estar aquí un par de días,

necesitas traer a Ariel a visitarlo. Sabes que al verla sanará más rápido

que cualquier medicina que este hospital pueda proporcionar.

—Esa es una gran idea. Voy a hablar con Max sobre ello. No me

gusta estar lejos de ella mucho de todos modos. Sigue siendo tan pequeña,

además estoy amamantando. Yo simplemente no quiero traerla aquí en el

medio de la noche, sobre todo sin saber nada. —Explicó Cassie.

—Eso fue inteligente. Ella no puede estar en la sala de emergencias,

de todos modos. Espera hasta que se hayan mudado a una habitación

privada.

—¿Cuánto tiempo más estás en turno?

—Tengo un par de horas. Sin embargo, puedo ir contigo a ver cómo

esta Joseph.

—Bien —Cassie dijo mientras tomaba el brazo de Kinsey y

comenzaba a llevarla hacia la sala.

—Enfermera Stellar, permítame hablar con usted.

Kinsey se volvió y vio al joven médico de nuevo. Realmente iba a ser

una noche larga.

—Voy a estar ahí en un minuto, Cass. Ve.

—Creo que debería quedarme contigo, Kins. Ese doctor parece

inestable. —susurró Cassie.

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Kinsey sabía lo estresante de la situación, pero de repente tuvo que

luchar contra una carcajada que quería escapar. La mirada en el rostro del

médico, toda roja con pequeñas burbujas de saliva en la comisura de sus

labios demasiado delgados, combinada con la mirada incierta de Cassie

era demasiado.

Kinsey se volvió a tranquilizar a su amiga, cuando las alarmas

comenzaron a sonar. Cualquier idea de risas se cortó inmediatamente.

—¡Alguien, ayuda!

Kinsey y el médico pusieron fin a su enfrentamiento y se enfrentaron

a la habitación. Kinsey respondió inmediatamente.

—¡Código Azul! —Kinsey gritó mientras corría a la habitación.

Su miedo se había vuelto realidad. Joseph había tratado de ponerse

de pie, como el hombre terco que era, y al instante se desplomó en los

brazos de Lucas.

Las enfermeras se apresuraron, mientras tomaban sus signos

vitales.

—Sus ojos no responden.

—La presión sanguínea está cayendo rápidamente.

—Estamos perdiendo el pulso.

—¡Inicie la RCP, ahora!

—No está respirando.

—Inicio de compresión.

Palabras. Rápidamente bombardeadas. Un revoltijo de palabras, una

frase que corría sobre la parte superior de la siguiente. Kinsey sabía que

su familia estaba aterrada, sabía que sólo alcanzarían piezas, las peores

piezas, en la conversación. Casi sonaba como un idioma diferente a

alguien que no trabaja en la industria médica, pero se traducía fácilmente

a los oídos de Kinsey. Conocía esas palabras, las conocía hasta en sus

sueños. Se movía en piloto automático, al igual que el equipo a su

alrededor hicieron lo mismo. No sólo estaban entrenados, si no bien

entrenados. Se asegurarían de que sobreviviera.

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—Tengo un buen pulso radial.

—Tenemos una vía respiratoria establecida.

—La presión arterial sigue siendo muy baja.

—Consiga una tomografía computarizada, Stat2, y llame a Neuro.

El médico ni siquiera la miró mientras gritaba sus órdenes que se

escuchaba por sobre el caos de la sala.

—Sí, doctor. —Respondió una enfermera mientras salía corriendo.

Justo en ese momento el Neurocirujano, que Kinsey había pedido

antes, entró en la habitación. El médico con el que había estado peleando

le dedicó una mirada. Sabía que su pelea estaba lejos de terminar. No

estaba contento con ella estando en lo correcto. No se preocupaba por su

ego. Habría preferido estar equivocada. Sin embargo, parecía que su visión

podría salvar la vida de Joseph. Eso era todo lo que le importaba.

El personal preparo rápidamente a Joseph para el transporte, y

luego lo sacaron por la puerta. Kinsey salió de la habitación al pasillo, y

luego se deslizó dentro de un armario de escobas. Se dejó caer por la pared

y se agarró la cabeza con las manos. Nunca ha sido fácil tratar con un

paciente que te importa. Sabía que no había garantía alguna cuando un

cirujano corta en el cerebro de un paciente. Estaba asustada por esta

familia que había llegado a conocer y respetar.

—¡Por qué demonios no puedo obtener ninguna respuesta! —Austin

rugió a la recepcionista.

—Lo siento, señor. Si usted, por favor, simplemente toma asiento, el

médico vendrá en breve —La mujer tenía nervios de acero. Quería saltar

por encima del escritorio y estrangularla, lo que era nuevo para él.

Normalmente, nunca tuvo un mal pensamiento acerca de una mujer,

nunca.

2 Stat, una abreviatura del latín statim, "de inmediato", de uso frecuente en contextos

médicos, como en salas de emergencia.

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—Vamos, Austin. No vas a llegar a ninguna parte aterrorizando al

personal —Max dijo mientras envolvía su brazo alrededor de su hermano y

lo tiraba lejos del escritorio.

—¿Por qué no puede alguien darnos información? Han pasado

horas. Papá todavía está en cirugía y actualmente están abriendo en

rodajas la cabeza del tío Joseph. Uno pensaría que nos dirían algo en este

momento.

—Lo sé. Pero hay que mantener la calma. Bree se está cayendo a

pedazos y nos necesita para tener confianza. Tenemos que tener fe en los

médicos de aquí. Además, ya sabes lo fuerte que son nuestro padre y tío.

Ellos saldrán de esta.

Austin se quejó cuando empezó a pasearse por la habitación.

Necesitaba algo, cualquier cosa para dejar de pensar en lo que estaba

pasando. No sabía que haría si algo le pasara a cualquiera de esos

hombres. No soportaba estar en el hospital. Odiaba todo sobre el lugar,

como olía, como lucia, como se sentía. Había pasado muchas horas en uno

cuando su madre había estado luchando por su vida. Una pelea que

perdió. Se pasó la mano por el pelo con ira, fatiga, confusión y dolor

derramándose a través de él. Tenía que salir de allí, pero no podía. No

quería siquiera pensar en lo que haría a su familia en caso de perder a su

padre. No podían perder a ambos padres.

No. Simplemente, no. No iría allí. No iba a pasar, no podía.

Se paseó por la habitación hasta el punto de que estaba seguro de

que sus huellas se sellarían permanentemente en el suelo. Después de la

enésima vez, se dio la vuelta, luego se congeló en su lugar.

—Kinsey. —Susurró.

Austin cerró los ojos mientras se permitía un momento para

recordar su noche con Kinsey hace un año en la boda de Cassie. Pensar en

ella siempre enviaba fuego a través de sus venas, y estaba agradecido de

tener la distracción. Cualquier cosa era mejor que el sufrimiento que

pasaba a la espera de oír hablar de su padre. Cerró el ruido alrededor de él

mientras recordaba...

Había descubierto a Kinsey en la pista de baile, con los labios

brillantes abiertos mientras la risa se derramaba libremente de ella. Había

estado intrigado al instante, decidiendo que tenía que conocer a la

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increíblemente encantadora dama de honor. Era una boda, después de

todo. Se esperaba que los padrinos de boda y las damas de honor

conectaran.

Agarró un par de copas de champán de un camarero que pasaba, luego se

acercó a ella, goteando confianza. No tenía motivos para sentirse nada

menos que en la cima del mundo.

Las mujeres lo adoraban.

—Discúlpenme, pero me di cuenta que lucen con sed—dijo, dándole

su sonrisa más sexy. Era digna de su bolsa llena de encanto, después de

todo. Necesitaba dar las gracias a su nueva cuñada, porque los vestidos

que había elegido eran impresionantes, mostrando los activos de la mujer

a la perfección.

Su ingle se apretó al imaginarse sacándole la tela de satén de

encima.

—Qué lindo de tu parte, pero no, gracias —Austin se quedó allí

cuando ella se volvió y se alejó. Sabía que su boca estaba abierta, pero

había perdido las palabras. Sus ojos estaban fijos en el movimiento

sensual de sus caderas mientras cruzaba el suelo, antes de que una

avalancha de cuerpos se la tragara. Apuró su copa y sonrió de oreja a

oreja.

¡Un desafío!

Pasó las siguientes dos horas tratando de convencerla de bailar.

Cuando finalmente estuvo de acuerdo, se sentía como si hubiese ganado la

lotería. La tiro a la pista de baile, sus curvas se derritieron contra él,

enviando a su cuerpo a una crisis permanente. Su mano se deslizó por su

espalda mientras la atraía hacia sí para que no tuviera ninguna duda de

su deseo. Sus ojos se abrieron mientras empujaba contra ella, un gemido

sordo de su pecho. Sabía que habían bebido mucho. Sabía que algo estaba

mal, pero no hizo caso a su conciencia. Después de bailar durante horas,

reír, hablar, coquetear, la llevó por las escaleras hasta su habitación.

Nunca olvidaría cómo se sentía tener sus cuerpos entrelazados. La

curvas de Kinsey presionados contra su cuerpo. El sonido de su nombre

jadeante en sus labios cuando él se hundía profundamente en su interior.

—¿Austin? Hey, tierra a Austin.

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Austin abrió los ojos para encontrar a su hermano de pie junto a él,

pero no podía concentrarse en lo que estaba diciendo, con su mente

brumosa mientras trataba de empujar a los recuerdos de vuelta a donde

vinieron. Con Kinsey estando tan cerca, no fue fácil. Sólo con verla le hacía

doler.

Su noche juntos había sido la más pasional y la más satisfactoria

que pueda recordar jamás.

A la mañana siguiente se había despertado para encontrar que se

había ido. Sin ser capaz de sacarla de su mente, la había llamado, había

ido a su casa, incluso suplicado a Cassie por información. Todo fue en

vano. Lo evitaba como si fuese contagioso, lo que no entendía.

Normalmente, las mujeres le deslizaban las llaves en los bolsillos, números

de teléfono en sus dedos, haciendo más que claro que estaban disponibles

para su placer, de día o de noche.

Con la única mujer que quería una segunda cita, no parecía capaz

de alejarse lo suficiente de él. Por fin la encontró en una de sus fiestas

familiares. Le había dicho que había cometido un error, y que prefería

olvidarse de toda la noche. Sin embargo, se las había arreglado para

hacerla cambiar de opinión una vez más y consiguió que bailara con él,

hasta que habían terminado por escabullirse por un poco de privacidad.

Casi la había tomado de nuevo en uno de los balcones privados. Alguien

les había interrumpido, y lo siguiente que supo es que se había ido de

nuevo.

La próxima vez que la había visto había sido en la boda de Bree,

hace sólo unos meses. Había intentado una vez más ignorarlo, pero luego,

sus ojos se encontraron a través del cuarto, con la guardia baja por un

momento, y la necesidad que vio en sus tempestuosas profundidades

marrones casi lo dejó caer de rodillas. Quería tirarla por encima del

hombro, y encontrar un lugar donde pudieran estar solos, así podría

amarla hasta que ambos estuvieran plenamente saciados. Se las había

arreglado para detenerse a sí mismo, a duras penas.

—¿Qué te detuvo en tus pasos tan de repente? Pensé que podrías

estar en una misión de hacer un camino en el suelo. He estado tratando de

llamar tu atención por unos cinco minutos mientras mirabas fijamente al

espacio. —Trenton continuó, su rostro se veía preocupado. Probablemente

pensó que su hermano por fin se había roto. Tal vez si lo había hecho.

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—Kinsey —No tenía que decir nada más. Sus hermanos se habían

burlado sin fin después de la boda, y más tarde, cuando había la había

perseguido en la fiesta de Navidad. Sabían que ella lo había impactado,

pero como no había dicho nada acerca de ella en meses, lo habían dejado

en paz. Por la mirada en el rostro de su hermano, estaba a punto de recibir

otra dosis de provocación fraternal.

Trenton silbó mientras su cabeza se volvía y miraba la pequeña

figura de Kinsey. Los uniformes normalmente no eran conocidos por su

atractivo sexual, pero lucia malditamente bien en el suyo de algodón verde

agua. Con el pelo recogido en un moño desordenado y carente de

maquillaje, parecía una adolescente, en lugar de una mujer, aunque sabía

de primera mano que no era una chica de la escuela. Su ingle se apretó

aún más.

—No puedo creer que no haya un anillo en su dedo. ¿Qué es lo que

te detiene, de todos modos? Es obvio que la deseas, así que ¿por qué no

haces algo al respecto?

—No me interesa. —Austin mintió.

—¿Vas a decirme alguna vez lo que pasó?

—No hay nada que contar. Lo pensé, pero...

—Así que no te importaría si le dijese a mi amigo Mick sobre ella...

—Ella no está disponible —Austin interrumpió rápidamente.

—Suenas terriblemente posesivo siendo que nada está pasando. —

acusó Trenton. Austin decidió que el comentario no justificaba una

respuesta. Conocía bien a sus hermanos y si él les daba un centímetro, lo

tendrían por el cuello.

Durante unos momentos simples, los dos hermanos tenían algo más

que el estrés en que centrarse. Su padre y su tío no estaban olvidados,

pero la distracción fue bien recibida. Sin duda, salvó al personal de

enfermería de al menos dos de los hombres Anderson hostigándolas por

una actualización cada dos minutos.

Los ojos de Austin se centraron de nuevo en Kinsey, quien estaba

en medio de un acalorada discusión sobre algo. Su curiosidad se alzó.

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—¿Por qué no vas de una y juegas al caballero de brillante

armadura?

—¿Alguna vez has oído hablar de ocuparte de tus propias cosas? —

dijo finalmente Austin.

—Es difícil ignorar una morena sexy —Trenton respondió

rápidamente.

—Tal vez vaya a decirle a Jennifer que estás comiéndote con los ojos

a otras mujeres. —Amenazó Austin.

Trenton levantó las manos en señal de rendición. Sabía cuándo

había sido golpeado.

—Puedo apreciar una mujer atractiva, porque nadie ni siquiera está

cerca de compararse a Jennifer. Ella es hermosa, increíblemente sexy y

hace girar mi cabeza. No puedo imaginar no tenerla en mi vida.

—Te has vuelto blando. —Se burló Austin, pero no había calor en

sus palabras. Amaba a su cuñada y estaba contento de que su hermano

hubiese tenido la suerte de encontrar a alguien tan especial. Era una

verdadera joya. Sorprendentemente, todos los miembros de su familia

habían tenido suerte en el matrimonio. Él era el único impedimento en

este punto. Estaba empezando a sentirse un poco solo en las reuniones

familiares al ver a sus hermanos y primos encontrar rincones para

besuquearse. Todos parecían mucho más feliz que cuando eran solteros...

—¿Cuándo fue tu última relación seria? Pareces más un oso de lo

habitual. Tal vez si tienes novia, no despiertes todo caliente y mojado,

llevando tu mal humor al resto de nosotros.

—Teniendo en cuenta que no es de tu incumbencia, sólo voy a elegir

a ignorar tus estúpidos comentarios. —respondió Austin. Se sentía como

que le iba a arrancar la cabeza a Trenton, pero eso sólo demostraría que el

hombre estaba en lo correcto.

No creía que estuviese de mal humor. Tal vez tenía que encontrar a

una mujer para una noche de placer sin ataduras. Sin embargo, la idea le

revolvía el estómago. Sus ojos fueron automáticamente a Kinsey. Parecía

que era la única que causaba un gran revuelo en su cuerpo increíblemente

tenso.

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—Wow, tanto tiempo, ¿eh? — Dijo Trenton con un silbido. Austin lo

miró mientras Trenton continuaba. —La verdad duele, hermano.

Kinsey se giró y el estómago de Austin se apretó. Pasó sus delgados

dedos por su mejilla, capturo unos pocos mechones de pelo que se habían

escapado, antes de ponerlos detrás de la oreja.

Podía ver sus ojos marrones oscuros brillando con agitación

mientras le hacía señales al médico. Pudo distinguir las pecas esparcidas

en su nariz pálida, la combinación de todo, hacia su belleza única. Era

impresionante, lo que ayudaba a su deseo, pero sin duda no lo definían.

Sus ojos recorrieron la columna de su cuello, a la ligera 'V' de su bata. Sus

dedos picaban mientras se imaginaba sosteniendo el peso de sus pechos

perfectos en sus manos. Sabía que sus pezones se endurecían al menor

contacto.

Ella era tan increíblemente sensible.

—Necesito un trago —dijo Austin en voz muy alta.

Trenton lo miró, luego a Kinsey, a continuación, de nuevo a él con

una expresión de complicidad en su rostro.

—No creo que sirvan lo que necesitas aquí. Te llevaré al bar tan

pronto como tengamos la información. —Prometió Trenton.

—Estoy bien. Sólo ha sido una noche estresante —dijo Austin,

calmándose a sí mismo.

—Así que, ¿vas a hablar con ella, o vas a torturarte más? —preguntó

Trenton mientras los dos hombres miraban el médico de pie. La cabeza de

Kinsey se inclinó, ya sea en frustración o derrota. Austin se sorprendió

por la oleada de sobreprotección que lo recorría.

—Yo sólo voy a averiguar lo que está pasando, no es que sea de tu

incumbencia.

—¿Por qué no vas a molestar a otros miembros de la familia? —

espetó Austin. Sabía que Trenton estaba tratando de empujar sus

botones. Bueno, felicidades, lo había hecho.

—Vale, vale, lo entiendo. Voy a lo mío. Sólo recuerde el dicho acerca

de la miel, el vinagre y los insectos. Cualquiera sea el que mamá solía

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decir, aunque todavía no he descubierto por qué alguien querría cazar

moscas.

Austin lo ignoro a medida que avanzaba. Había llegado el momento

de hablar con Kinsey. Su ritmo cardiaco se aceleró mientras se acercaba

más. No lo había notado aún. Le gustaba tener el elemento sorpresa de su

lado. Se las había arreglado para evitarlo durante meses. Bueno, estaba en

el trabajo ahora, y no podía huir. Quería jugar con ella. Unos juegos muy,

muy de adultos, donde ambos salían ganadores plenamente satisfechos.

Kinsey se permitió hundirse en la pared por un momento. El médico

idiota no iba a descansar hasta tener su cabeza en una bandeja. Estaba en

lo cierto, estaba equivocado, y su enorme ego no podía lidiar con el hecho.

Se dirigía a su supervisor con una lista de agravios contra ella. Podía no

tener un trabajo al final del día. No le importaba. Valdría la pena si Joseph

salía de esta.

Después de unos segundos, levantó la cabeza, enderezó los hombros

y decidió que no iba a ser una víctima. El nuevo médico podría tratar de

conseguir que la despidieran, pero no se iba sin luchar. Si quería lanzar

acusaciones, entonces estaría allí para defenderse.

Con fuego en sus ojos, dio un paso al pasillo. Antes de que pudiera

llegar muy lejos, la voz de un hombre la detuvo en seco.

—Parece que tiene problemas.

Kinsey se detuvo con el pie todavía en el aire. Poco a poco volvió la

cabeza y se encontró cara a cara con Austin. Sabía que estaría en el

hospital. Después de todo, su padre y su tío estaban aquí, pero realmente

había esperado evitarlo. Trabajó desesperadamente para componer sus

facciones, porque no quería que supiera cómo su presencia la afectaba.

Nunca tenía algo de una sola noche.

¡Nunca!

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Por alguna razón, sin embargo, no había sido capaz de resistirse a él

en la boda de su mejor amiga. Había sido suave, romántico y divertido, el

hombre perfecto. Sabiendo que había cometido un error al segundo en que

se despertó a la mañana siguiente, se deslizó de la cama y corrió tan

rápido como pudo. El arrepentimiento le mordió los dedos del pie todo el

camino.

Cada vez que lo había visto desde entonces, su estómago se agitaba

y su cuerpo se calentaba. Terminó acercándose a una repetición de lo que

había pasado en la boda de Cassie. Había ido a la fiesta de Navidad de la

familia ante la insistencia de Cassie, entonces prácticamente había hecho

el amor con él en el balcón de los Anderson. Después de ese

incidente, sabía que no podía confiar en sí misma para estar a solas con él

sin perder de alguna manera parte de su ropa. Él no era bueno para ella,

lo sabía, pero convencer a su cuerpo era totalmente otro asunto.

Apoyado contra la pared, luciendo tan sorprendente como siempre,

incluso bajo las luces fluorescentes del hospital, la dejo sin habla. Sus ojos

viajaron por su camisa metida en los jeans gastados que cubrían su

impresionante construcción. Un escalofrío bajó por su columna vertebral y

se le hizo agua a la boca. Ella puso rígida las rodillas para no hundirse en

un charco y se preparó mientras lo miraba a los ojos azules invierno, en

los que una tormenta sensual se estaba gestando detrás de la brillante

superficie.

—Hola, Austin.

—Ha sido un tiempo —La forma en que dijo las palabras era una

acusación, no una declaración.

—Podría haber sido más. —Respondió rápidamente. Él arqueó las

cejas y la esquina de su labio tembló.

Kinsey inmediatamente se sintió muy mal que ella estuviese

molestándolo, teniendo en cuenta a su familia fue ingresada en el hospital.

¿Qué clase de persona actúa de esa manera?

—Siento lo de tu familia, Austin. Nuestro personal está haciendo un

trabajo maravilloso con ellos —dijo, asegurándose de que su tono se

mantuviese profesional.

—Gracias —murmuró, la preocupación infundiendo sus ojos hasta

que lo vio visiblemente empujarla. Parecía que se negaba a centrarse en lo

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que no podía controlar. Había visto lo mismo con muchas de las familias

de sus pacientes.

—¿Cómo has estado, Kinsey?

No había manera de que fuese allí con él.

—Tengo trabajo que hacer —dijo, volviéndose para marcharse. Su

mano salió disparada y agarró su brazo. Aplicó la presión suficiente para

hacerle saber que no estaba pensando en dejarla ir a corto plazo, pero no

tanto para que le doliese.

Kinsey tuvo que luchar contra el deseo de su cuerpo de inclinarse

ante su toque mientras su memoria reproducía a todo color en su cabeza

la misma mano deslizándose por su piel, haciéndola gemir de placer. Podía

decir por la forma en que la miraba que quería arrastrarla a la sala más

cercana, y darle una repetición de su noche juntos. Cómo que le

encantaría aceptar su oferta tácita. Dejar que se llevara a su estrés,

haciendo que el día terrible desvanecerse mientras se perdía en su abrazo

¿Porque no?

¡Porque no eres esa chica que piensa que eres! No hace eso de una

sola noche, bueno, no dos veces, se aseguró.

—Seguramente tienes tiempo para un viejo amante.

Kinsey jadeó ante su audacia. Miró a su alrededor, esperando que

nadie los escuchara. Por suerte, estaban semi-solos en este momento.

—Algo de una noche no nos hace amantes, Austin.

—Podría ser mucho más que una noche. Pareces estresada. Yo

puedo ayudar con eso —Ofreció mientras sus ojos se oscurecían. Sus

pezones se endurecieron hasta el punto de dolor, y su estómago comenzó a

dar volteretas. Por suerte sus rodillas todavía estaban firmes.

Ella sabía que no era una especie de hombre de compromiso, sin

embargo. Lo había dejado claro en la boda. Sabía entonces que sólo quería

un revolcón en las sábanas. Estaba orgullosa del hecho de ser capaz de

resistirse a él. Bueno, lo hizo casi hasta el cuarto, o tal vez sexto, trago

Manhattan.

Page 38: 7.the billionaire's final stand

Durante toda su vida, los hombres habían asumido que, porque era

bien dotada, era una puta. Había aprendido de la manera difícil lo lejos

que irían para dormir con ella.

Flores.

Joyas.

Cenas caras.

Halagos.

La lista seguía y seguía.

Esa era su idea de juego previo. Austin era un conocido playboy y su

apariencia y el dinero le habían conseguido casi cualquier mujer que

quisiera. Sabía que sólo la perseguía porque era muy probablemente la

primera en decirle no. Bueno, sólo tiene que aprender cuando no quería

decir exactamente eso.

El dolor en su cuerpo contradecía su pequeña charla interna. Lo

quería, sin duda alguna.

Entonces qué, pensó. Era fuerte. No cedería. Había hecho una gran

cantidad de auto-sacrificio en su vida. Ciertamente podría manejar unos

minutos en la presencia de Austin sin saltar hacia él, o dejarlo violarla.

—Me gusta tu uniforme. ¿Esos son pequeños osos? —preguntó

mientras su dedo corría por la parte superior de su costado, acercándose

cada vez más al borde de sus pechos. El aire se fijó en sus pulmones. No

sabía si debía alejarse o apoyarse en el toque.

Tal vez había llegado el momento de aceptar una de las otras citas

que le habían ofrecido últimamente. Se sacudió el temblor y tensó sus

hombros.

—¿Qué quieres, Austin?

—Luces enojada. Podría ayudar con eso.

—Estoy bien.

—¿Entonces de que era la pelea con el doctor?

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Kinsey exhaló su aliento contenido y comenzó a contar en silencio.

Tenía que alejarse de él, de cualquier juego que estaba jugando, pero iba a

irse hasta que le dijese algo.

—Tenemos una diferencia de opiniones. No es la gran cosa. —Mintió.

En realidad sabía que podría muy bien estar desempleada en tan sólo

unas horas.

—Parecías muy molesta para no ser la gran cosa. —Respondió.

—Estaba tratando de ser cortés. Permíteme decirlo de otra manera.

No es asunto de tu incumbencia. —Espetó finalmente.

Sus palabras no tenían el más mínimo impacto en él. En lugar de

sentirse ofendido, le dio su sonrisa más seductora que inmediatamente

hizo que su garganta se estrechara.

Al diablo, son sólo cinco minutos, se ofreció a sí misma antes que la

cordura regresara y se resistiese a alcanzarlo.

—Bueno, se terca, pero tú sabes que voy a averiguarlo de todos

modos —dijo.

Kinsey estaba feliz de sentir su temperamento crecer. La ira, por lo

menos, empujaba su lujuria no deseada.

—Divierte con eso. —Espetó Kinsey cuando por fin arrancó el brazo

de su agarre. Se dio la vuelta y caminó rápidamente por el pasillo,

negándose a permitirse dar la vuelta y mirarlo.

Apretó los dientes al oír su risa seguirla.

¡Arrogante, egoísta, pomposo hombre!

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Capítulo 3

Traducido por Auro Kyle

Corregido por Auro Kyle

—¿Katherine Anderson?

—Sí, estoy aquí. — Katherine se levantó de su asiento con gracia,

aunque un temblor era evidente. Un médico se acercó, sus ojos se

centraron en la gran familia reunida en torno a Katherine.

Austin se apartó de la multitud, sus emociones demasiado volátiles

para que hablara con nadie. El miedo y la ira luchaban fuertemente por

una plaza dentro de él.

La noticia tenía que ser buena. Su familia no podía manejar la

tragedia de perder a su padre o su tío.

—Soy el Dr. Weston. Operé a su marido. —Silencio total saludó a

sus palabras. La familia esperaba, con miedo de respirar siquiera.

—En primer lugar, quiero hacerle saber que Joseph está vivo, —

dijo. Una lágrima resbaló por la mejilla de Katherine. Como en cámara

lenta, Austin se centró en ella, ya que se mantuvo por un momento

interminable, antes de gotear por su barbilla, cayendo lentamente al suelo.

El resto de los miembros de la familia emitió un suspiro colectivo de

alivio.

—Está en estado crítico y lo vamos a monitorear en la UCI3. No

quiero darle falsas esperanzas. No se ve bien en este momento. Si no fuera

por la enfermera Shelton, yo no estaría entregando buenas noticias en este

momento.

3 Unidad de cuidados intensivos.

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El doctor dejó que sus palabras se asimilaran y Austin se puso

tenso, finalmente, entendiendo lo que estaba pasando con ella y el doctor

enojado.

Debió desafiar sus órdenes.

—Su marido tenía un hematoma epidural. En forma de resumen, no

había hinchazón fuera del tejido cerebral y una hemorragia ocurrió dentro.

Por lo general, en estos casos el paciente tiene un período de lucidez, el

cual Joseph tuvo. Los síntomas no siempre se presentan, por lo que es

difícil para un médico de admisión saber que hay una emergencia. En el

caso de su marido, si hubiera ido a casa antes de colapsar, la lesión habría

sido muy probablemente fatal. Hemos sido capaces de entrar en su cabeza

antes de que causara graves daños al cerebro. Sin embargo, una vez que lo

hicimos, nos encontramos otro problema.

Todo el mundo esperaba, no querían interrumpir. El Dr. Weston hizo

una pausa antes de continuar. Austin sabía que la situación no era buena.

Él también sabía que tenía que agradecerle a Kinsey.

—Una vez que llegamos dentro, nos encontramos con una pequeña

masa. Su marido estaba en las primeras etapas de cáncer cerebral. Hemos

sido capaces de eliminarlo, sacarlo todo. Por suerte, era pequeño, y no

parecía haber ningún daño causado por la cirugía. Debido al trauma

severo que Joseph ha sufrido, sin embargo, él está en coma ahora. Por

desgracia, no le puedo decir nada más en este punto. Las próximas setenta

y dos horas son críticas. Quiero advertirle que en casos como este, a veces

el paciente nunca despierta.

—¿Puedo por favor, ver a mi marido? — Preguntó Katherine. Su voz

tranquila, pero Austin observó la fuerza que subyacía en el dolor que

estaba sintiendo. Quedó impresionado una vez más con su tía.

—Sí, pero sólo para una corta visita. No más de dos personas

pueden estar en su habitación a la vez.

—Te llevaré, mamá, — dijo Lucas, con el brazo sujeto a su alrededor.

—Vamos a estar aquí esperando, — dijo Amy mientras le daba a su

suegra un rápido abrazo.

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—Gracias, querida, — Katherine respondió antes de seguir a una

enfermera a través de las dos puertas que conducen a la unidad de

cuidados intensivos.

—¿Tiene alguna información sobre mi padre, George Anderson?, —

preguntó Austin tan pronto como Katherine estaba fuera de la habitación.

Él no quería añadirlo a su estrés, pero que no había oído nada.

—Su padre debe estar fuera de la cirugía pronto y su médico hablara

con ustedes. Sabía que tendrían preguntas, pero no quería interrumpir el

procedimiento. Él todavía se aferraba y por lo que dijo el ayudante del

doctor, sus signos vitales eran buenos. Una vez más, no quiero dar falsas

esperanzas o hablar fuera de turno, pero él todavía estaba vivo cuando

salí, — respondió el Dr. Weston.

Austin casi se desplomó con alivio. Las lágrimas de Bree fluyeron al

oír las primeras noticias de su padre desde que se enteró del accidente.

Chad la levantó en sus brazos y la llevó de vuelta a una de las sillas,

sentándose a consolarla.

Austin estaba agradecido de que no estaba sola. Chad sería una roca

en la cual apoyarse en medio de todo esto.

—Gracias, — Trenton habló.

Se quedaron en silencio por un momento, nadie parecía saber qué

hacer.

—Voy a ir por café, — Cassie se ofreció como voluntaria.

—Yo te ayudaré. No puedo seguir aquí sentada, sintiéndose

impotente, — dijo Jessica. Las dos mujeres caminaron fuera la habitación.

Austin esperó durante lo que parecieron horas antes de que las

puertas se abrieran de nuevo y otro médico mirara alrededor de la

habitación. Cuando él los vio, se dirigió hacia ellos.

—¿Trenton Anderson?

—Sí, — Trenton rápidamente dio un paso adelante.

—Su padre, George, está fuera de la cirugía. Se golpeó la cabeza en

el lado de la puerta, causando inflamación leve en el cerebro. No parece

estar en peligro en este momento, pero siempre hay que tener un

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seguimiento cuidadoso con las lesiones en la cabeza. También sufrió una

fractura en la pierna, dos costillas rotas y un pulmón se pinchó. Hemos

sido capaces de operarlo con éxito, pero hemos tenido que ponerlo en un

coma inducido, porque el dolor sería insoportable si estuviera despierto.

Hemos sido muy prudentes, también, debido a su reciente ataque al

corazón. Entiendo que tanto su padre como su tío están aquí, y me

gustaría poder darles más información, pero lo único que puedo decir en

este momento es que está estable. Por supuesto que las próximas

veinticuatro horas son críticas. Lo vamos a monitorear de cerca para

asegurarnos de que él no tiene ninguna reacción negativa de la cirugía o

cualquier otro síntoma de la colisión. A partir de ahora, sus posibilidades

son mejores que el cincuenta por ciento en este momento.

—¿Podemos verlo? — Preguntó Bree.

—Sí, pero estará en la UCI durante las próximos veinticuatro o

cuarenta y ocho horas, así que sólo dos a la vez. Por favor, silencio en la

habitación, y sólo permanezcan durante quince minutos a la vez. Él

necesita descansar en estos momentos. Esa es la mejor medicina para él.

—Gracias, doctor, — dijo Austin mientras daba un paso hacia

adelante y estrechó la mano del hombre.

—Voy a entrar con Bree primero, después tú y Max pueden ir, — dijo

Trenton a Austin.

Austin y Max caminaron, ninguno de los dos dijo una palabra

mientras esperaban su turno para ver a su padre. Los segundos pasaban,

cada uno arrastrándose. Finalmente, la puerta se abrió y un Bree corrió a

los brazos de Chad. Trenton parecía que no se estaba recomponiendo bien,

tampoco, pero Austin le dio espacio, sabiendo que su hermano necesitaba

unos minutos para componer su expresión.

Él y Max rápidamente atravesaron las puertas juntos. No sabían qué

esperar, pero cuando entraron en la habitación de su padre y vieron a

George tumbado en la cama con cables que iban desde su cuerpo a

diferentes máquinas, Austin tuvo que tragarse la bilis en su garganta.

Austin sabía que los accidentes ocurrían todos los días. Sabía que las

familias eran golpeadas por la tragedia, pero la pérdida de su madre había

sido el caso más difícil de su vida, y él no sabía cómo conseguiría pasar a

través de la pérdida de otro padre.

Page 44: 7.the billionaire's final stand

Los dos hombres se dirigieron a la cama y Austin se desplomó en

una silla y suavemente tomó la mano de su padre. Apoyó la frente sobre

sus manos unidas, y por primera vez que podía recordar, ofreció una

oración en silencio.

—Es fuerte, hermano. Lo va a superar. Así lo hará también el tío

Joseph, — Max pronuncio en un susurro. Eso era lo que Austin necesitaba

oír, lo que tenía que creer.

—Tienes que despertar, papá. Te necesitamos, — declaró Austin,

sintiéndose como un adolescente de nuevo, necesitando que su padre le

asegurara que todo iba a salir bien.

Se sentaron en silencio durante el resto de su tiempo asignado.

Cuando la enfermera se acercó para hacerles saber de su tiempo había

terminado, poco a poco hicieron su camino de regreso al lobby.

A su regreso, Katherine estaba de vuelta, las lágrimas corrían en

silencio por sus mejillas. Los próximos días serían una prueba de su

resistencia, eso era seguro.

—Mamá, vamos a llevarte a comer algo, — dijo Lucas, pero ella se

limitó a sacudir la cabeza.

—Él va a recuperarse y cuando lo haga, nos va a necesitar fuertes.

Ambos lo harán. No le va a hacer a papá o al tío George nada bien que

nosotros lloremos como si no fueran a volver. Por favor, vamos a tomar el

desayuno, entonces estoy seguro de que podemos encontrar más

información, — dijo Mark.

Emily se sentó junto a Katherine, ofreciendo un hombro, haciendo

todo lo posible para parecer positiva.

—Está bien, — Katherine finalmente accedió. Se abrieron paso

lentamente por el laberinto de pasillos hasta llegar a la cafetería. La mayor

parte de la comida se quedó sin tocar, pero ellos estaban haciendo lo mejor

que podían.

El día se extendió sin ningún cambio sobre Joseph y George. Todos

ellos trataron de estar de acuerdo en que era una buena cosa, pero aún

así, la espera... era insoportable.

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—Ha salvado la vida de Joseph Anderson. Este hospital está muy

agradecido de que se negara a dar marcha atrás, a pesar de que la mayoría

de la gente lo habría hecho. Quiero asegurarle que el asunto ha sido

investigado y no se encontró nada erróneo. Normalmente, nunca se pasa

sobre las órdenes de uno de los médicos, pero esto fue un caso extremo. Si

no hubiera llamado al Neurocirujano, Joseph muy probablemente no

habría pasado la noche, por no hablar de las últimas cuatro horas, — dijo

la supervisora de Kinsey, mientras estaban sentadas en su oficina.

Joseph y George habían estado en el hospital por un total de cuatro

días. Ella los había revisado cada vez que podía, pero había tenido cuidado

de evitar a Austin. No había sido fácil, pero hasta ahora, todo bien.

Ella también había sido capaz de ver a Cassie a menudo, y prestar

un hombro para su amiga llena de dolor.

Con cada día que pasaba, el estrés se levantaba un poco, sin

embargo. Cada vez que los hombres pasaban la noche, cada uno de ellos

se hacía más fuerte.

—Gracias, — Kinsey murmuró.

—George Anderson está mostrando signos de mejoría. A petición de

la familia lo hemos trasladado a una habitación donde su hermano se

puede colocar con él. Vamos a sacar a George del coma esta noche. Joseph

está estable ahora, lo suficiente como para ser trasladado. La familia cree

que ayudará a los hermanos gemelos a curarse más rápido, si están uno

junto al otro.

—Eso es una gran noticia, — respondió Kinsey. No sabía por qué su

supervisora le estaba diciendo esto, sin embargo. Ella sabía algunas de las

noticias ya, porque Cassie le había dicho, pero no había necesidad de que

le dijera a su supervisora eso.

—Se ve confundida. Entiendo. Normalmente no compartiría esta

información con el personal, pero la familia ha insistido en que usted sea

la enfermera a cargo de Joseph y George, ya que tiene experiencia tanto en

el servicio de urgencias y la UCI, y, por supuesto, ya que salvo la vida de

Joseph. Con la cantidad de dinero que han proporcionado a este hospital,

pueden hacer una solicitud de la luna y vamos a hacer todo lo posible para

conseguirla para ellos. Pedir que usted sea su enfermera a cargo es una

solicitud fácil de llenar.

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Kinsey se sintió tan honrada y sin embargo aterrorizada al mismo

tiempo. ¿Y si algo le pasaba a uno de los hombres, mientras estaban a su

cuidado? Ella estaba segura de sí misma, sabiendo que era muy buena en

su trabajo, pero estos no eran pacientes regulares.

Ambos hombres eran amados por tanta gente. Era un gran peso en

el pecho ser la enfermera de atención primaria a cargo de su cuidado.

Entonces, estaba Austin. ¿Cómo podía evitarlo si ella estaba cuidando a su

padre y su tío cada día? No tenía más remedio que aceptar la oferta, sin

embargo.

—Joseph y George serán su principal prioridad durante este tiempo.

Usted va a trabajar doce horas diarias, seis días a la semana. Sé que ha

estado pidiendo todo el tiempo extra que pueda obtener. Bueno, ahora lo

ha conseguido. La familia sabe que necesita dormir, pero han pedido que

se quede cerca, así si algo sale mal, puede estar de guardia. Han sido muy

generosos con el apoyo a la financiación extra para pagar los gastos

adicionales.

—Me siento honrada, — Kinsey finalmente respondió.

—Su turno empieza mañana a las siete. Vaya a casa, descanse un

poco, y empaque lo que necesite. Va a ser una semana larga. Tengo la

sensación de esta asignación no será corta. Aunque George se está

recuperando bien, Joseph... — se fue apagando. A nadie en el personal le

gusta traer mala suerte a un paciente, aunque la situación parecía

desesperada.

—Gracias, — dijo antes de que Kinsey hiciera su camino desde la

habitación.

Ella sólo tenía que hacer lo mejor que podía para ambos de sus

pacientes y para sí misma.

Austin era sólo un chico, ¿verdad? Él no mantenía el control sobre

ella. Ella podía soportar estar a su alrededor en un entorno profesional.

Ella no se vería afectada por él. A ella ni siquiera le gustaba.

Mientras se daba una charla, se apretó su estómago. Sabía que se estaba

mintiendo a sí misma. Quería verlo, estar cerca de él. Ella no quería a

querer eso.

Unas horas más tarde, Kinsey estaba de pie a su mientras los

médicos le extirparon cuidadosamente el tubo de respiración, entonces

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apartando la medicina para que George saliera de su estado de coma.

Mientras despertaba lentamente, su familia llenó la habitación, miradas

preocupadas en cada una de sus caras.

—¿Papá? — Bree pregunto mientras sus ojos se abrieron.

—¿Bree?, — murmuró con voz ronca.

—¡Papá! Gracias a Dios, — Bree lloró cuando pasó junto a una

enfermera y se arrodilló junto a la cama de su padre. Las más grandes

lágrimas de gratitud, alivio y agradecimiento caían de sus ojos de gacela

redondeadas mientras una sonrisa encantada apareció las comisuras de

su boca. —He estado muy preocupada. Tienes que dejar de asustarme

así,— exigió.

—¿Joseph? — dijo con voz ronca.

—Él está junto a ti, papá. Mira a tu izquierda. Ves, ahí mismo, —

respondió ella mientras señalaba a su cama.

—¿Está bien?, — preguntó.

—Está estable, papá. Lo está haciendo muy bien. Tiene el problema

solucionado, pero él está en estado de coma en estos momentos. No quiero

que te preocupes. El hospital tomara excelente cuidado de él. Él sólo

trabajó muy duro por mucho tiempo, y esta es la forma de su cuerpo de

decirle que necesita una larga siesta, — dijo Bree.

George tenía una lágrima en sus ojos, pero las comisuras de su boca

se elevaron a la actitud positiva de su hija. Finalmente alzó la vista y

sonrió más cuando vio que toda su familia estaba allí.

—Te hemos echado de menos, papá. Estoy de acuerdo con Bree.

Tienes que empezar a cuidar mejor de ti mismo, — Trenton, dijo mientras

daba un paso hacia adelante.

—Sí. La tía Katherine dijo que no hay más paseos para ustedes dos,

— Max añadió cuando se acercó, y apretó la mano de su padre.

—No, a menos que quieras hacer frente a su ira, es decir, — añadió

Austin.

—Así es, George Anderson. Por cierto, no vas a obtener cualquier

paseo. No puedo soportar verte en una cama de hospital en dos ocasiones

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en un corto periodo de tiempo, — dijo Katherine cuando se sentó en la silla

junto a su cama. —Te he echado de menos, amigo mío. Tu hermano es

fuerte. Bree está en lo cierto, él está simplemente tomando un merecido

descanso. Lo que necesito de ti es que no te preocupes por él. Necesito que

te mejores, para que me puedas ayudar a traer de vuelta a Joseph.

Los ojos de George se llenaron y se extendieron por las palabras de

Katherine.

—Lo siento mucho, — susurró.

—No vas a hacer eso, George. No voy a permitir que tomes cualquier

parte de la culpa. No fue tu culpa o la de Joseph. Fue ese hombre

repugnante él que tomó la decisión consciente de beber demasiado y, a

continuación, decidió ponerse al volante de un vehículo.

Lamentablemente, para su familia, él no regresara a casa. Él era egoísta y

ahora sus pobres hijos tienen que enterrar a su padre. Estoy agradeciendo

a Dios todos los días que tú y Joseph todavía están conmigo. Ahora, será

mejor que no escuche ni una disculpa más de ti, — le regañó, mirándolo a

los ojos.

—Te quiero.

—Yo también te quiero, George. Ya sabes que siempre serás uno de

mis mejores amigos. Por alguna razón, tu presencia en la bata de hospital

a cuadros me recuerda a cuando estábamos en nuestros veintes, bailando

toda la noche y riendo hasta el amanecer. Debes haber tenido una camisa

de botones con un patrón similar. Pero dejemos el pasado. Tenemos que

centrarnos en el ahora y sacarte de aquí. ¿Entiendes?

—Sí, — dijo, una pequeña pero genuina sonrisa apareciendo.

—¡George! — Esther lloraba mientras entraba en la habitación, su

rostro se iluminó. —Estás despierto, — terminó cuando ella se movió

rápidamente para sentarse al lado de Katherine.

Ella y George miraron a los ojos del otro, antes de que Esther

pareciera darse cuenta de que todos en la habitación de los miraban.

—Estoy tan feliz de verte hablando,— dijo ella mientras rápidamente

se echó hacia atrás, luciendo incómoda.

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—Gracias por venir, — susurró George, mirando a Esther, a

continuación, sus ojos vagaron por la habitación, incluyendo a todos en su

más sincero agradecimiento.

Kinsey dio un paso fuera de las puertas para que pudieran hablar en

privado.

Qué hermosa familia hacían.

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Capítulo 4

Traducido SOS por Auro Kyle

Corregido por Auro Kyle

Una semana entera y que había estado en su mejor comportamiento.

Dentro y fuera. Dentro y fuera. Más dentro que fuera. ¡Tortura!

Austin observó como Kinsey entró en la habitación por cuarta vez en

el día, y sintió que sus músculos se tensaban. Había intentado hablar con

ella varias veces, pero ella estaba muy bien con darle su sonrisa más

profesional antes de darle la espalda. Se estaba hartando de jugar al Sr.

Buen Chico.

—Kinsey, tengo que discutir algunas cosas sobre mi padre con

usted. No he tenido la oportunidad de comer aun así que vamos a hacerlo

durante el almuerzo, — dijo Austin, a sabiendas de que estaba poniendo

en un aprieto.

Su supervisora estaba en la habitación y sabía que Kinsey no podía

rechazarlo sin lucir mal. No era estúpido. Había programado su solicitud

bien.

—No tengo un descanso para comer hasta dentro de una hora, —

ella evadió, luego volvió a la comprobación de los signos vitales de George.

Ella era inteligente, no le daría una negativa, pero desde luego lo

rechazaría.

—Puede ir antes de tiempo si el Sr. Anderson tiene que discutir algo

sobre el paciente con usted, — su jefa ofreció. Austin le dio a la jefa de

Kinsey su sonrisa de mil vatios, sintiéndose bastante presumido cuando la

anciana se ruborizó.

—Gracias, — Kinsey respondió, pero podía ver que era un hervidero.

Bien, pensó. A él le gustaba mucho más cuando sus plumas estaban

erizadas.

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Se removió en su asiento mientras sus pantalones se volvieron un

poco incómodos. Su mirada nunca la abandonó cuando se tomó su tiempo

acabando en la habitación.

Por último, con una mirada en su dirección, Kinsey salió de la

habitación, lo que lo hizo correr para ponerse al día con ella. Ella no le

hizo caso, y en silencio caminaron por el largo pasillo hacia la cafetería.

Una vez dentro, ella tomó una bandeja y empezó a agarrar la comida de la

estantería. No se veía como si estuviera poniendo la más mínima atención

a sus opciones.

Le parecía que sólo estaba tratando de conseguir la comida de una

vez. Bueno, tendría que comer más lento entonces, porque iban a tener

que resolverlo, de una manera u otra. Podía pensar en una cosa que

podían hacer para aliviar la tensión entre ellos.

—¿Qué es tan importante que teníamos que hablar fuera de la

habitación? — Preguntó Kinsey, tan pronto como se sentaron. Vio como

ella agitó su café, girando varias veces la cuchara alrededor hasta que él

puso su mano sobre la de ella.

—No soy tan malo como piensas. No sé por qué has estado tratando

de hacerme un villano desde nuestra increíble noche juntos. Estabas ahí

conmigo, y si no recuerdo mal, muy satisfecha, — dijo Austin, ignorando

su pregunta.

Kinsey jadeó cuando ella trató de retirar la mano de la suya. Él la

agarró con más fuerza. Ella finalmente soltó la cuchara y permitió que sus

dedos se unieran para descansar sobre la mesa. Finalmente, levantó la

vista y lo miró a los ojos.

—Mira, Austin, entiendo cómo puedes pensar que soy alguien que

no soy. Yo no hago cosas de una sola noche. No tengo aventuras. Tengo

una carrera en que pensar, una gran familia, y aunque no lo creas, una

reputación que mantener. Creo que es mejor si superas esa idea que tienes

sobre mí, para que podamos irnos cada quien alegremente por nuestros

camino.

—Lo siento, pero eso no funciona para mí. En primer lugar, nunca te

he acusado de ser del tipo de chica “de una sola noche”. En segundo lugar,

no te pido una aventura barata. Y en tercer lugar, no soy exactamente un

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don nadie. Mi familia es respetada en esta comunidad, y al contrario de lo

que se podrías pensar, me preocupo por mi reputación también.

— ¡Ha!

Su arrebato infantil hizo que Austin sonriera. La miró mientras

luchaba la risa con ganas de derramarse. Ella era la mujer más fascinante

que había tenido el placer de conocer. Él no podía dejar de perseguirla.

Tal vez por eso estaba tan intrigado. Él era por lo general el que está

siendo perseguido. Era agradable sentirse como un hombre, cazando a su

presa. Se sentía con ganas de saltar sobre la mesa y golpearse el pecho. Su

sonrisa se hizo más grande.

Después de un momento de silencio, los labios de Kinsey temblaron

mientras lo miraba. Tal vez ella se estaba dando cuenta de lo testaruda

que estaba actuando.

—Está bien, puedo aceptar que no eres el diablo. Todavía no estoy

interesada en salir contigo, sin embargo.

—Ya que estamos alrededor del otro noche y día, ¿qué tal si, al

menos, somos amigos? Después de todo, tu mejor amiga está casada con

mi hermano. Vamos a vernos a menudo, — ofreció.

No tenía forma de saber que sus piernas estaban cruzadas. Él tenía

planes mucho más grandes con Kinsey que sólo ser amigos. Tenía algunas

ideas sobre algunas de las habitaciones vacías de los hospitales. Maldita

sea, su cuerpo estaba en un estado de semi-excitación cada vez que ella

estaba cerca de él.

Ella entrecerró los ojos y sabía que no se lo creía, pero ¿qué iba a

decir? Si se negaba, ella estaba admitiendo que la afectaba. Si aceptaba,

tendría que luchar contra ella y él. Sabía que la había puesto bajo el

reflector, y él podía leer prácticamente la indecisión en su rostro. Se relajó

cuando sintió el cambio en el poder de nuevo a su favor.

—Yo no iría tan lejos como para llamarnos amigos, pero no puedo

estar de acuerdo con ser civil, — dijo finalmente. Él sonrió, la satisfacción

irradiaba de él cuando sus mejillas se sonrojaron.

Daría cualquier cosa para echarla por encima de su hombro y

acarrearla al cuarto de las escobas más cercano. Oh, las posibilidades del

hospital aparentemente interminable.

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—No lo creo. O bien somos amigos, o... sólo voy a tener que

demostrarte cuan genial un amigo puede ser. Eso podría tomar un tiempo,

un muy largo tiempo, — amenazó con la misma sonrisa confiada en su

sitio.

Vio cómo sus ojos se abrieron. Ella sabía lo que se proponía, y lo

deseaba. Ella no quería admitirlo. Tenía que sacarla de las habitaciones

atestadas. Su sala de guardia no sonaba tan mal en ese momento.

—Tengo que volver al trabajo, — ella dijo mientras rápidamente se

levantó de la mesa. Ni siquiera había tocado su comida.

Él sabía la cantidad de horas que estaba trabajando y no quería que

perdiera sus comidas por culpa de él.

Se puso de pie y puso las manos sobre sus hombros, con lo que su

cuerpo quedo a unos cuantos centímetros del suyo. Inclinó la cabeza hacia

abajo, su respiración cepillado en su cara, haciendo que los hilos sueltos

de su pelo caído a revolotearan en las comisuras de su boca.

—Termina tu comida, Kinsey. Retrocederé... por ahora.

Ella se apartó y se dejó caer en su asiento. Parecía que él había

tomado las palabras de su boca. A él le gustaba eso. Se sentó y empezó a

comer su comida mientras ella lentamente tomó un pedazo de sandía

jugosa.

Le deslizó en su boca y suavemente mordió, y él apenas pudo

contenerse para no gemir. La expectación era el infierno en su cuerpo,

pero tenía la sensación de que la acumulación valdría la pena cuando

finalmente llegaran a una cama. Demonios, podría ser una cueva por todo

lo que le importaba, con tal de que él pudiera hundirse profundamente en

su interior.

Unos minutos de silencio tenso pasaron como cuentas de sudor en

su frente, y él obligo la comida a su boca.

No sabía cómo sabia su comida, pero podría haber estado comiendo

cartón por todo el disfrute que estaba obteniendo de ello. Estaba

satisfecho, sin embargo, cuando se dio cuenta de que ella terminó toda su

ensalada de frutas. Ella estaba demasiado delgada, más pequeña que

cuando habían estado juntos. Ella era hermosa, no importaba qué, pero

podía soportar ganar diez libras.

Page 54: 7.the billionaire's final stand

Ese pensamiento lo llevo a imaginarla con un vientre redondeado,

sus pechos luchando contra una camiseta apretada mientras su cuerpo se

maduraba. Antes de que pudiera detenerlo, un gemido escapó y ella miró

hacia arriba, haciendo contacto visual. Sus ojos dilatados por lo que

estaba seguro era lujuria pura que brillaba desde los suyos también.

Infierno, él daría un millón de dólares por tan sólo cinco minutos a solas

con ella. Bueno... tal vez más como una hora. Su cuerpo merece ser

adorado.

Después de unos minutos de tenso silencio, se aclaró la garganta. Él

realmente quería hablar con ella acerca de su padre.

—Mi papá va a estar listo para dejar el hospital pronto. Está de

acuerdo en quedarse con Katherine en la casa principal para apoyarla.

Está actuando fuerte, pero todos vemos la enorme cantidad de tensión que

está colocada en ella.

—He estado preocupada por Katherine, también. No puedo empezar

a imaginar cómo se siente. Me alegro de que tu padre está haciéndolo bien,

por lo menos. Estoy seguro de que la ayudara.

—Te lo agradezco, Kinsey. El punto de todo esto es que el tío Joseph

tendrá que permanecer aquí más tiempo, lo que significa que todavía tiene

que tener cuidado a toda hora. Si su situación no ha cambiado en un par

de semanas, vamos a ver alternativas, como traerlo a casa, donde todavía

necesitara atención completa. Mi tía estará aquí la mayor parte del tiempo,

y también lo estará el resto de nosotros. No hace ninguna diferencia si se

trata de mi padre o el tío Joseph. Nosotros cuidamos de los demás.

Podía ver que Kinsey estaba confundida por donde la conversación

se dirigía. Podría haber dejado que su supervisora le dijera, pero entonces

él no podía ver su reacción.

—Si llevamos al tío Joseph a casa, hemos solicitado que te quedes

como su enfermera.

Esperó mientras dejaba que sus palabras se asentaran. Ella no le

decepcionó cuando hicieron clic. Él sabía que ella se sentía más segura en

torno a él en el hospital. Podía ver que estaba preocupada por su propia

capacidad para resistirlo si estuvieran en una casa tranquila juntos, noche

y día.

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—Yo... yo tengo que hablar con mi supervisora. No creo que el

hospital pueda permitirse el lujo de dejar que me vaya, — tartamudeó.

—No sería una colocación permanente. Mi tío se recuperará, —

afirmó con confianza.

—Realmente necesito volver ahora, — dijo, mientras rápidamente se

puso de pie, como si temiera que él se fuera a parar de nuevo. Él no dijo

una palabra más, sólo la dejo alejarse.

Vio cómo ella dejo su bandeja y prácticamente salió corriendo de la

habitación. Él sonrió mientras se sentaba. Ella podría tratar de correr...

Kinsey dobló la esquina exterior de la cafetería, y luego comenzó a

correr. Necesitaba aire fresco, ¡y lo necesitaba ahora!

Todo su cuerpo se sentía como si estuviera en llamas. ¿Cómo podía

el hombre excitarla tan rápidamente con tan pocas palabras? No había

manera de que pudiera ser la enfermera personal de Joseph.

Normalmente, a ella le encantaría tomar el trabajo. Era ideal, y sería

prácticamente asegurar un puesto de trabajo de por vida con el hospital,

teniendo en cuenta la cantidad de dinero donado por los Anderson, y la

influencia que tenían, pero pensando en esas largas noches silenciosas

con Austin siempre estando ahí... Ella sabía que él iba a estar allí, todo el

tiempo.

Un estremecimiento atormentó su cuerpo mientras empujaba a

través de una salida lateral y respiró profundamente el aire perfumado a

lilas. La brisa fresca de tarde en la mañana de primavera era justo lo que

necesitaba en sus pulmones.

Ella respiró varias veces mientras sus pensamientos seguían

saltando por encima de uno al otro en su cabeza. No era esta mujer

lasciva.

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Tenía planes, metas. Demonios, incluso tenía un plan de diez años

escrito, a doble espacio, con letra Times New Roman, sentado en su

escritorio en casa.

Ella absolutamente no tendría difusa la cabeza o debilidad en las

rodillas, por un hombre, sobre todo por uno arrogante y presumido, un

hombre que era sorprendentemente un gran amante.

¡Basta!

Ella no pensaría en Austin y amante en la misma frase. Tenía que

calmarse y hacer su trabajo. Ella simplemente le diría a su jefa, gracias,

pero no gracias. Sí claro. Esa conversación iba a ir muy bien.

Después de unos diez minutos, Kinsey se calmó lo suficiente para

regresar adentro. No le importaba si la consideraban perezosa, ella estaba

tomando unos minutos para ir a su llamada habitación y acostarse.

Tenía que conseguir que su cabeza dejara de girar antes de que se

enfrentara a Austin de nuevo.

Caminó dentro, dejando las luces apagadas, y suspirando mientras

cerraba los ojos para protegerse de la negrura del espacio que no era más

grande que un armario común. Su localizador sonó antes de que pudiera

relajarse demasiado, y ella se sentó de mala gana, a sabiendas de que su

tiempo escondiéndose había terminado.

Al salir de la habitación, tuvo que recordarse a sí misma que era una

profesional. Le estaban pagando el doble de su salario normal, y no iba a

permitir que un hombre se interpusiera en su carrera. Ella sólo tendría

que desarrollar una piel más gruesa y seguir rechazándolo. Con el tiempo,

él se aburriría con su juego de persecución. Tenía que hacerlo, se

tranquilizó.

Con sus hombros hacia atrás, entró en la habitación de los

Anderson, luego dejó escapar un suspiro de alivio al ver que Austin no

estaba allí.

A medida que el día avanzaba y ella se dio cuenta de sí misma

revisando la puerta con frecuencia, no podía decidir si estaba aliviada o

decepcionada cuando no regresó.

Ella podía necesitar una receta de Valium antes de que terminara el

día, sin mencionar el mes.

Page 57: 7.the billionaire's final stand

—Te juro que voy a salir por la puerta si no te controlas, — La

secretaria de Austin, Margie, dijo mientras lo miraba desde el otro lado de

su escritorio.

—¿De qué estás hablando? — Austin miró a su muy irritada

empleada.

—Has estado caminando por aquí como un oso con una espina

clavada en su pata, mordiendo a todo el mundo, y actuando como el culo

de un caballo.

—Margie, — dijo con sorpresa.

Había trabajado para él durante diez años y era como un miembro

de la familia. Ella nunca había tenido miedo de decir lo que pensaba, pero

nunca había estado tan verbal antes.

—No me salgas con Margie. No soy una chica nueva, recién salida de

la universidad, y me niego a aguantar tu mal comportamiento. Puedes

hablar bien conmigo al respecto, o puedo tomarme el resto de la tarde

libre.

—Estoy bien, — insistió él.

—Bueno, entonces, supongo que es la opción dos. Nos vemos

mañana, — dijo mientras se volvía para salir de la habitación.

—No te puedes ir. Tenemos mucho trabajo que hacer, — Austin

insistió, levantándose de su asiento.

Margie se volvió y lo miro hacia con la frente levantada. Ella estaba

esperando.

Con un suspiro, se volvió a su asiento. Él sabía que estaba siendo

un poco más gruñón que de costumbre, pero no había pensado que era

hasta el punto en que los empleados salieran por la puerta.

Estaba tan frustrado. Había estado evitando el hospital por una semana,

pensando que tal vez un poco de distancia ayudaría a su cuerpo devastado

por las hormonas. No estaba ayudando. Nada lo estaba.

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Margie se paró frente a él con sus gafas colgando a mitad de su

nariz, sus ojos grises mirándolo por encima de los bordes de oro. Tenía

una mano en la cadera, y la punta del pie estaba golpeando. Sintió las

comisuras de su boca subiendo, lo que no era un movimiento inteligente

por su parte.

Sus ojos se estrecharon aún más y ella resoplo en frustración a

través de su barra de labios de color rosa brillante. Ella era realmente

divertida cuando estaba molesta. Se dio cuenta de esta semana tenía

brillantes rayas de color rosa que iban a través de su pelo corto blanco.

Estaba cerca de sesenta años, pero una vez le había dicho que la edad no

era más que un número. Ella dijo que estaba muy lejos de estar muerta, y

se vestía y hacía lo que le gustaba.

Era una de las cosas que le gustaban de ella. Ella trajo el humor, el

amor y la lealtad a la oficina. Además, era un genio. No tenía duda de que

se desmoronaría sin ella. Si necesitaba que hablara, él endemoniadamente

hablaría, porque su oficina se iba a caer alrededor de él si ella

protagonizaba una huelga.

—Es sólo que hay mucho que hacer... Mi padre, el tío Joseph... — se

interrumpió. Sabía por sus ojos entrecerrados que ella no se lo creía.

—Los dos sabemos que es mentira. Sí, has estado preocupado por tu

familia, pero esto tiene que ver con otra cosa, — insistió.

—Bueno, es sólo que... estoy tratando con un problema personal, —

contesto evasivamente. Él realmente no quería admitir sus problemas de

pareja.

—Ah, ahora estamos llegando a alguna parte. ¿Cómo se llama? ¿Una

de tus muñecas Barbie obtuvo una ampolla en el pie por sus tacones de

cinco pulgadas?

—Margie…— Él dejó escapar un suspiro de frustración.

Margie de repente sonrió, y él tuvo que luchar contra el maldito

rubor que quería colarse en sus mejillas. Era demasiado inteligente para

estar trabajando para él. Ella debía ser candidata a la presidencia. Vio la

mirada de complicidad entre en sus ojos, y sintió que su humillación

estaba completa.

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—¡Oh Dios mío! ¿Acaso una chica realmente te dijo no por primera

vez? Una lo hizo, ¿no es así? Ha, eso es muy gracioso. Bienvenido al

mundo real, Austin Anderson, — Se burló ella.

—Eso no es lo que pasó, — Casi gritó.

—Oh, sí, lo es. Estás enganchado a una chica y ella no quiere tener

nada que ver contigo, y simplemente no sabes cómo lidiar con eso. Es

cuestión de tiempo. Ella podría ser la indicada si es tan inteligente.

—Ella no estaba diciendo que no cuando la conocí, — Austin

chasqueo. Él inmediatamente se arrepintió de sus palabras cuando los

ojos de Margie se estrecharon de nuevo. Sabía que un regaño merecido

venía.

—¡Austin Jeffrey Anderson! Eso es algo inaceptable que decir. Parece

que por fin has conocido a una mujer de verdad, y que estás haciendo una

injusticia por degradarla de esa manera. No te atrevas a dejar que tu

orgullo huya con tu boca. Voy a tener que conocer a esta mujer.

—Yo... yo sólo quería decir que nos llevamos bien desde el principio.

Entonces se asustó, o algo así, y se fue corriendo por las colinas. He

estado tratando de hablar con ella durante meses, y ahora ella sólo...

Bueno, diablos, no sé lo que ella piensa o no piensa. Sé que ella me desea.

El aire prácticamente chisporrotea cuando estamos a unos pocos metros el

uno del otro.

—Parece que será mejor que entres al ruedo y lo averigües, porque

ya me agrada esta mujer, — dijo Margie en un tono más suave.

Había sido perdonado por su arrebato. — Voy a seguir trabajando en

ello.

—Bien.

—¿Podemos trabajar un poco, ahora?, — preguntó. Le resultaba

irónico que le estuviera preguntando a su empleada si podían trabajar.

—Sí, voy a seguir adelante y me quedo. La razón por la que vine aquí

en primer lugar es que hay un problema en el patio de envío. Algunos

artículos se han venido perdiendo, y luego esta mañana se desató una

pelea, — dijo ella, de inmediato reanudando su tono profesional.

—¿Quién lo está manejando?

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—Dean está a cargo, pero él llamó hace unos minutos, a punto de

explotar. Parece que Jack está causando problemas.

—Mierda, debí haberlo sabido, — gruñó Austin.

—Exactamente, — Margie estuvo de acuerdo.

—Iré por allí de inmediato.

Margie se fue y Austin se puso de pie. Estaba casi agradecido por el

problema. Por lo menos mantendría su mente alejada de su fracasada vida

personal.

Se dirigió a la bodega, con su música a todo volumen para tratar de

ahogar sus propios pensamientos. No parecía estar funcionando, como

nada más, tampoco.

Estaba feliz cuando entró y encontró a su hermano, Trenton, ya

hablando con su supervisor, Dean.

—Whoa, te ves como una mierda, hermano pequeño, — Trenton, dijo

mientras se acercaba.

—Gracias, y ¿cómo estás?

—Mejor que tú, al parecer.

—¿Qué información tienes para mí, Dean?, — Preguntó Austin.

Decidió que la mejor defensa era simplemente ignorar a Trenton. Tal

vez su hermano tomaría la indirecta y dejaría el asunto.

—Hemos valorado los envíos perdidos en casi diez mil dólares. Pero

no todo fue en una carga, sino a través de cuatro proveedores diferentes.

Tengo a mi personal comprobando pedidos en los últimos seis meses, pues

al parecer la persona era inteligente. Fueron tomando algunos elementos

de cada pedido y no creo que muchos de nuestros clientes lo hayan

notado. Deben haberse vuelto codiciosos, sin embargo, porque tomaron

suficiente esta vez para que recibiéramos quejas, — dijo Dean, con los ojos

ardiendo mientras hablaba.

Dean había trabajado para ellos durante veinte años. Austin no

tenía ninguna duda de que estaría sobre la situación hasta que se

solucionara.

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—¿Qué pasa con la pelea?

—Jack se metió en ella con un par de otros chicos. Todo el mundo

ha estado al borde desde que nos enteramos de las cosas robadas, y

alguien hizo un comentario que a Jack no le gusto, supongo. Mantiene la

boca cerrada en estos momentos. Envié a los tres hombres a casa por el

día. Por eso te he llamado. No quiero tirar acusaciones... —se interrumpió.

—Somos sólo nosotros, Dean, y confiamos en ti. ¿De quién

sospechas? — Trenton preguntó rápidamente.

—Bueno... la verdad es que no tengo ninguna prueba en este

momento, pero las cosas están apuntando hacia Jack, — dijo con

vacilación.

Dean era un buen hombre. Él no quería acusar falsamente a nadie

sin pruebas. Sabía que cada uno de los hombres que trabajaban allí,

dependían de sus cheques de pago para mantener a sus familias. Él no

quería ser responsable de que un inocente fuera despedido.

—Vamos a hacer una investigación exhaustiva antes de que tiremos

alguna acusación. Tengo la sensación de que tienes razón, sin embargo.

He tenido mis dudas sobre él el año pasado. Demasiados errores,

demasiadas acusaciones por parte de los hombres. Ha estado a punto de

perder su trabajo por un tiempo, de todos modos, — dijo Austin.

—Vamos a ir a la oficina y empezar a ir a través de los archivos, —

dijo Trenton.

Ellos comenzaron a caminar a través de la planta juntos, siendo

detenidos varias veces mientras empleados les hacían preguntas.

—Bien, ahora escúpelo. ¿Qué te está molestando?

—Maldita sea, Trenton, estás en un estado de ánimo.

—Mi estado de ánimo no es el problema. ¿Qué está causando los

círculos bajo tus ojos?

—No es asunto tuyo.

—Sabes, que no me voy a rendir, así que bien puedes decirme, —

Trenton insistió.

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Austin dejó escapar un largo suspiro. Amaba a su familia, pero a

veces eran un dolor real en el culo.

—Kinsey, — dijo finalmente. Su hermano rompió a reír mientras

entraban en la pequeña oficina. Austin tenía ganas de golpearlo.

—Gracias, Austin. Lo necesitaba. Con todo este estrés en mi vida,

sin duda puedo contar contigo para aligerar el ambiente.

—Me alegro de poder ayudar, — gruñó Austin.

—Está bien, si el tiempo del amor fraternal se terminó, tenemos

trabajo que hacer, — dijo Dean, pero Austin notó las comisuras de sus

labios crisparse. Parecía que su vida amorosa, o falta de ella, era un gran

entretenimiento para todas las personas que lo rodean.

Era en momentos como este cuando extrañaba a su madre más.

Podía ir a sentarse con ella y charlar, dejar que sus preocupaciones

se fueran lejos, y ella no lo interrogaría, o se burlaría de él. Solo sería la

persona que siempre fue. Amorosa y comprensiva.

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Capítulo 5

Traducido por vaalra y pussyharry__xx

Corregido por Ama

—Joseph, sé que puedes oírme desde ahí dentro. Mereces dormir,

así qué ve y descansa todo lo que necesites. Solo mientras recuerdes tienes

que volver a mí —susurró Katherine mientras se acomodaba a su lado en

la camilla de hospital. El personal hace tiempo había renunciado a él. Solo

le ajustaron los monitores para que no quede incomodo o algo así.

—Te has ganado sin duda un poco de descanso. Se supone que

tenías que estar retirado, pero no podías evitar meterte en los asuntos de

nuestros hijos. Quizás no te haya dicho nada en estos últimos años, pero

sé todo sobre ti entrometiéndote en la vida de nuestros chicos. No me he

quejado tanto, porque me gustaba ver el resultado final. ¿Cómo no iba a

hacerlo? Ahora tengo tres hermosas hijas, junto con unos grandiosos

nietos. Además, ahora tenemos a George de regreso a casa y nuestra

familia sigue creciendo. No estaría admitiéndote todo esto si estuvieras

despierto, pero nunca he sido más feliz en mi vida. —Katherine continuó

hablando.

Su voz se quebró con la última frase, mientras lágrimas se

deslizaban por su rostro.

Al ver a su marido tendido en la camilla estéril, le causó un dolor

más grande a cada día que pasaba y no despertaba. Los doctores le decían

lo mismo, solo el tiempo dirá, y si volvía a escuchar eso otra vez, se

olvidaría de su crianza sureña de dama y accidentalmente le dará una

cachetada a uno de ellos.

Extrañaba a su marido, extrañaba a su mejor amigo. Otra lágrima se

deslizó lentamente mientras acariciaba lentamente su rostro. Tan apuesto,

incluso a sus sesentas, estaba impresionante, el hombre más hermoso que

ella había conocido. Su mente recordó esos días en los que estaba a punto

de alejarse del él.

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—Mamá, ¿Estás bien? —le preguntó Lucas mientras daba un paso

en la habitación, su ceño estaba fruncido por preocupación. Ella no quería

preocupar a sus niños, normalmente. Se aseguraba de hacer una máscara

de cara positiva para así no interferir en la vida de sus hijos. Joseph no

querría eso.

Todo lo que hizo fue por sus hijos, quería que fueran felices y

exitosos, no melancólicos o preocupándose por él.

—Oh, estoy bien, Lucas. Solo estaba hablándole a tu padre del día

en que nos conocimos —respondió sentándose lentamente. Tardo unos

momentos en ponerse de pie. Lucas fue a ayudarla.

—Nunca he escuchado como se conocieron. ¿Nos podrías contar

como se conocieron? —preguntó Amy tímidamente

—Bendito sea tu corazón, Amy. Es una larga historia —dijo ella con

una sonrisa.

—Yo también quiero escucharla —dijo Jessica entrando a la

habitación junto con Alex.

—De acuerdo, creo que es el momento perfecto para escuchar una

linda historia de amor —dijo Emily mientras entraba a la habitación

agarrada del brazo de Mark.

—Supongo que si insisten… —dijo Katherine.

—Si —dijeron todos a coro en la habitación.

—Está bien entonces, tomen una silla porque esto va a durar un

rato —dijo Katherine con una sonrisa cariñosa en la cara al recordar los

viejos tiempos.

Sus hermosos hijos y sus mujeres silenciosamente se sentaron, y la

miraron expectante. Su mirada se posó en las parejas que todavía seguían

enamorados el uno del otro, Joseph escogió bien para sus hijos.

—Yo me enamore de su padre instantáneamente. —Ella empezó.

La mujer suspiro mientras ellos esperaban que fuera un dulce

romance. No podía esperar para impresionarlos. ¿De dónde pensaron sus

chicos que habían aprendido a ser unos picaros libertinos? Ella los amaba,

a todos, a pesar de sus defectos y fallas, no debido a ellos.

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—Me enamore de Joseph inmediatamente. Solo tenía dieciocho la

primera vez que lo conocí. Fue en una fiesta, y bailo toda la noche

conmigo. Me sentí la chica más especial de la sala. Solo tenía ojos para mí,

lo cual me sorprendió porque él era tan hermoso. Sus brillantes ojos

azules, corto cabello negro y una impresionante sonrisa, combinaba con la

ropa que llevaba, lo hacían lucir como un príncipe. Cada chica de la

habitación lo quería, pero yo fui la elegida. Me sentía como una princesa

cuando hizo girar en círculos a través del piso —dijo ella.

Katherine podría prácticamente escuchar la música que estaba

sonando mientras recordaba cómo empezó esa noche.

—Nunca había estado enamorada antes, pero lo hice esa noche, y

caí duro. Fuimos inseparables durante el mes siguiente. Él se presentaba

en mi puerta con un ramo de flores prácticamente todos los días, y no me

tomó mucho tiempo para caer bajo su hechizo. Cuando me besó, fue

mágico, todavía lo sigue siendo. Quería darle todo… hasta mi inocencia…

—Mamá —dijo Mark sorprendido, sus ojos rodaron.

—Solo cállate y deja a mamá terminar la historia —dijo Emily

reprendió a su esposo. Ella lo vio y le pareció lindo verlo sonrojarse.

A Katherine le pareció divertido ver a su hijo así. ¿Cómo pensaba

que había llegado a la vida? Se rió en silencio.

—Continua por favor, mamá —le urgió Jessica. Cada mujer se

inclinó hacia delante.

—Chicos, probablemente deberían cubrir sus oídos. Como iba

diciendo, éramos inseparables, así que no tomo mucho para encantarme.

Siempre nos besábamos cuando estábamos bajo del cielo estrellado. Yo

estaba en el cielo. Otro mes pasó y estaba esperando a que se me

propusiera. Estaba tan enamorada, y él profesaba su amor cada día. Supe

que nos íbamos a casar, pero yo no quería tocar el tema. Quería una

propuesta romántica. Después de todo, toda nuestra relación había sido

nada más que romance.

Katherine se detuvo por un momento y tomó una respiración

profunda. Sus ojos vidriosos se volvieron un ceño fruncido.

Oh, los años perdidos…

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—Entonces, escuche a Joseph y a George hablar una noche, y me

quede parada para escuchar a escondidas. Pensé que quizá Joseph podría

estar hablando de la forma en que se me iba a proponer. Me quede y

termine con el corazón roto.

—No lo entiendo. —Interrumpió Alex, mirándola confundida.

—Entonces escuchen. —regaño Katherine suavemente. Él se sentó

hacia atrás y fingió fruncir los labios

—No interrumpas —le reprendió suavemente Jessica a Alex.

—Lo siento —murmuró.

—George estaba enojado gritándole a Joseph, diciéndole que

realmente todo fue para ganar la apuesta. Cuanto más escuchaba, más

deseé no haberlo hecho. No me tomó mucho para darme cuenta que

Joseph fue tras de mi esa noche porque, aparentemente, varias personas

habían hablado de mí, diciendo que era demasiado mojigata, y que no

podría ser conquistada. George apostó mil dólares a no podría conseguir

un beso al final de la noche. Lo que me dolió aún más fue que George se

había vuelto mi mejor amigo. Cuando no estaba con Joseph, estaba con

George.

Sus hijas se quedaron sin aliento mientras sus hijos la miraron con

los ojos desorbitados.

—Eso es horrible —dijo Emily, mirándola al borde las lágrimas.

—Sí, sí lo fue, querida. Yo me fui lejos antes de que pudiera

escuchar nada más. Mi corazón estaba roto y nunca más quería volver a

ver a Joseph Anderson otra vez. Él me llamó muchas veces luego de varios

días, y yo tenía a mi madre diciéndole que estaba enferma. Él siguió

llamando, por desgracia, así que me invente una mentira horrible, una que

yo sabía lo haría marcharse. Solo no pude enfrentarlo. Pensé que si era yo

la que se alejó, entonces de alguna manera podría hacer volver mi orgullo.

—Pero… —Mark trato de interrumpir esta vez cuando Katherine le

dio una mirada.

—Le dije que conocí a otro hombre, que estábamos enamorados, y

aunque me divertí mucho con él, se había terminado. Luego levante mi

cabeza en alto mientras me alejaba. Nunca trato de pararme. Lo sorprendí

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hasta el punto que él probablemente se quedó ahí parado mucho tiempo

después.

—Sé que no quieres que te interrumpa, pero tienes que volver a la

parte en la que vuelven —Lucas prácticamente gritó. Katherine le sonrío

como si fuera un pequeño niño impaciente. Siempre quería la línea de

fondo, era mucho como su padre

—Cinco años pasaron antes de que lo volviera a ver…

Katherine cerró sus ojos, tomando sus recuerdos de vuelta. Recordó

esos días como si fueran ayer. Cuando Joseph y ella finalmente arreglaron

todo, él le contó toda la historia, desde el inicio hasta el final…

Su abuelo hizo un desastre de las cosas. ¡Magníficamente! Joseph se

echó hacia atrás mientras sentía el motor que pasaba por el aeropuerto de

Seattle. Él estaba volviendo a casa.

Su mente debió de haber estado sin duda en compañía de su

familia, quienes fueron elegidos para la C.E.O. No podía estar con su

horrible tío. Cuando su padre lo llamo, diciéndole todo lo que su abuelo

había construido estaba a punto de ser destruido, Joseph supo que tenía

que volver a casa.

Amaba a su padre. Adoraba a su abuelo, que descanse en paz.

Odiaba a su tío. El hombre tenía veneno corriendo por sus venas, y

tenía que ser parado…

Joseph no sabía si podría salvar la corporación, pero él pelearía a

muerte por lo que su abuelo había construido y por lo que su padre había

trabajado tan duro para mantener. La pérdida de su abuelo los envió en

picada, mientras las personas corrían asustadas, ya que ellos no sabían

que Anderson se harían cargo.

El padre de Joseph, Milton, era el tipo de hombre amable y

bondadoso, pero no era el tipo de hombre que quería ser la cabeza de la

corporación. No tenía dentro el tiburón que se necesitaba. Joseph de todas

formas, lo hizo.

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Mientras su abuelo murió, solo hace un mes, su tío Neilson ha

estado consiguiendo un lugar en la C.E.O. Él quería una cosa, y eso era

vencer a su hermano, Milton, el padre de Joseph.

Los dos eran gemelos, pero tan diferentes como los gemelos podían

ser. Por dentro y por fuera. Milton era amable y trataba de ayudar a todos,

mientras Neilson era codicioso y solo pensaba en sí mismo. Él era la

encarnación del mal, y absolutamente no podía poner sus manos en la

corporación. Muchos trabajos se perderían. Hubo mucho en este golpe, y

no le importaría nada. A él lo que le importaba era solo reírse mientras que

aplastaba a las personas bajo sus mocasines de diez mil dólares.

La luz parpadeo para que abrochara su cinturón de seguridad,

mientras rápidamente miraba por su ventana hacia una sombría Seattle.

Sus labios de se estiraron en las esquinas.

Katherine.

No podía parar de pensar en ella, incluso después de cinco años.

Había estado locamente enamorado de ella. Nadie antes, y ciertamente

nadie después, le había llegado a Katherine. Ella lo había pisoteado todo y

luego se fue sin pensarlo por un segundo.

Estaba determinado a sacarla de su sistema. Tenía que verla otra

vez. Sus labios se encogieron. Ella estaba trabajando para la corporación.

Era un miembro de la junta directiva. Ella tenía uno de los votos sobre

quien se haría cargo la CEO. Su pequeña e inocente Katherine había

cambiado gratamente desde la primera vez que la conoció.

Claro, ella no tenia en realidad nada de inocente como él pensaba

que era durante el primer baile, ella había tomado el aliento de sus

pulmones por dos meses.

Su inocencia-embriagante. ¿Cómo es que él había querido tomarla,

reclamarla, poseerla? Pero había esperado…

En su estómago se hizo un nudo mientras iban descendiendo en el

Aeropuerto de Seattle. No podía esperar más.

—¿Puedo tomar eso por usted? —preguntó la azafata. Irritándolo.

Él sin decir una palabra le entregó la copa. Ella le dio un guiño

antes de volver a caminar hacia el frente de la aeronave con su copa vacía.

Ella coqueteó con él durante todo el vuelo, haciendo más que claro que

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podía llevarla a su casa para pasar la noche. Él suspiro con frustración,

como de costumbre no estaba interesado.

Cuando el avión aterrizo, se bajó y tomo un taxi, la anticipación de

Joseph creció. Pronto vería a Katherine. Pronto estaría en sus brazos.

Entonces finalmente la purgaría de su sistema…

—¿Cuántas veces tenemos que hacer esto? Neilson ha estado

prácticamente manejando esta compañía por diez años. Benjamín era un

gran hombre. Él empezó la compañía, pero ha estado enfermo mucho

tiempo. Milton no es capaz de mantenernos arriba.

Katherine sintió una migraña aproximarse. Odiaba estas reuniones.

Odiaba a los políticos involucrados. Todo lo que ella quería era una ducha

caliente y diez horas de ininterrumpido sueño. Sabía que sólo una de estas

cosas podría pasar, no la otra.

Nunca conseguía tener más de cinco horas por la noche antes de

que su teléfono sonara con una emergencia detrás de otra. La vida ha sido

caótica desde la muerte de Benjamín. Temía que sólo se pusiera peor antes

de que el evento se acabara.

—La peor cosa que podemos hacer es tomar una decisión

precipitada. Esta situación necesita ser manejada delicadamente. Los

inversores están asustados... Si nos precipitamos en algo, la compañía

podría caerse alrededor de nosotros —regañó Katherine.

Uno de los miembros de la otra mesa la fulminó con la mirada. Él

era del club de los viejos, donde él pensaba que las mujeres no deberían

sentarse en la mesa de los directores. Ella siempre le había odiado.

Su sueño no era sentarse en infinitas reuniones, pero la vida se ha

presentado así. Si podía tratar con ello, él también podía.

No quería trabajar para la familia de Joseph, pero durante su tiempo

con él, formó un gran lazo con su padre, Milton. Cuando Joseph se fue,

Milton prácticamente le rogó que cogiera el trabajo en las oficinas

principales. No le llevó mucho tiempo ganarse sus estrellas, por así decirlo,

y rápidamente ascender a la cima.

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Sonrió cariñosamente recordando a Benjamín. Él fue un buen

hombre. Al menos, tuvo los últimos cinco años con él. Despreciaba a

Neilson. Le encontraba una falsa serpiente, pero tenía que dejar esa

opinión para ella misma. Después de todo, su trabajo era permanecer

objetiva, no tomar posiciones. La única posición en la que podía estar, era

la que beneficiara a la compañía de la manera más positiva.

—Por otra parte, no queremos tardar mucho y que los inversores

piensen que somos incompetentes. Necesitan saber que podemos tomar

una decisión —argumentó él.

—Tendrán más fe si hacemos un trabajo meticuloso —respondió

ella.

Discutieron un rato hasta que la reunión acabó, accediendo a

reunirse de nuevo en tres días. Cada uno tenía su propia investigación que

hacer.

Katherine caminó hasta su oficina y se hundió en su silla, la cabeza

caída hacia delante. Había sido otro largo día y esa ducha sonaba mejor

por cada hora que pasaba.

Sus pensamientos volvieron a Joseph, como normalmente hacían.

Sabía que había una probabilidad de que él volviera a casa durante las

negociaciones, y necesitaba estar preparada.

Cinco años, han pasado cinco años. Puedes hacer esto, se dijo a sí

misma.

Él se mudó a Nueva York, donde había permanecido cinco años. Ha

sido muy exitoso en la gran manzana, incluso sin el apoyo financiero de su

familia, el cual rechazó. Ella esperaba, por su propia salud, que se

quedará allí.

No podía creer lo mucho que seguía echándole de menos, cómo

seguía invadiendo sus sueños cada noche. Ningún otro hombre que había

conocido durante los años se comparaba a él, y temía que siempre sería

así.

Él era enorme, la razón por la que cualquier hombre podría perderse

en su sombra. Katherine estaba ansiosa mientras se ponía su abrigo.

Joseph era historia antigua... Terminado. Fuera de su vida. Kaput.

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No le iba a permitir controlar sus emociones. Ella era una chica

grande ahora, ya no era la inocente de dieciocho años con estrellas en sus

ojos. Si sólo él no hubiera sido tan... tan... ¡No! No iba a entrar ahí.

Aunque su mente la traiciono. Él había sido tan... bueno.

Tierno.

Amable.

Apasionado.

¡Basta!

Katherine recogió su bolso mientras continuó molestándose a sí

misma. ¿Cómo iba a esperar que los demás le oyeran si ella ni siquiera se

oía a si misma?

Caminó fuera de la oficina, agradecida de no cruzarse con ningún

miembro de la otra mesa en su camino hacia fuera. Estaba exhausta por el

día, y harta de hablar, ciertamente harta de ponerse su máscara

profesional.

Cogió un taxi e hizo su camino de corta distancia por la ciudad

hasta su apartamento. Mientras entraba y cerraba la puerta, se apoyó

sobre la sólida madera y dejó salir un suspiro de alivio. Por fin en casa.

Sintió como la tensión del día se derretía de su cuerpo mientras

dejaba su bolso en el sofá y anduvo hacia el baño, desnudándose en el

camino.

Era naturalmente una persona limpia, pero tendía a dejar que el

desorden se acumulara para el viernes. Entonces, el sábado limpiaría a

fondo el apartamento, sólo para dejar el proceso empezar de nuevo el lunes

por la mañana.

En cuanto Katherine se metió bajo la vibrante agua, lo último de

estrés se coló por el desagüe. Se quedó unos diez minutos extra para dejar

que el chorro trabajara hasta el último de sus nudos. Su fin de semana

había empezado mucho mejor que como acabó la semana.

Puso sobras en el microondas y esperó por la señal de que estaba

listo, cuando sonó el timbre.

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No, gritó silenciosamente. No estaba para visitantes. No quería nada

más que comerse la comida y perderse en cualquier comedia en la

televisión antes de caer en un sueño profundo. Pensó en ignorar a la

persona, pero cuando la puerta sonó de nuevo, sabía que tenía que

contestar. Podrá ser uno de sus vecinos que la vio llegar. Si no contestaba,

ellos sabrían que estaba ignorándolos a propósito.

Lentamente, hizo su camino hacia la puerta principal, rechinando

los dientes cuando el timbre sonó por tercera vez.

—Ten un poco de paciencia —murmuró.

Estiró la puerta abierta, esperando que su cara no mostrara la

irritación de ser interrumpida. Estaba preparada para decir hola cuando

su buen comienzo para el fin de semana, se desmoronó instantáneamente.

Fue dejada sin palabras mientras miraba a través del umbral a la única

persona que ella esperaba ignorar a toda costa.

Joseph...

Su arrogante cara tomó lugar en su corta ropa, suavemente a su

cuello, entonces la deslizó abajo hacia sus piernas desnudas, antes que él

pausadamente evaluara su sonrojada cara. Sus brazos estaban colocados

en la entrada, previniéndola de cerrarle la puerta en su cara.

Sonrió como una pantera haría antes de abalanzarse.

—Tengo una pregunta para ti que no podía esperar a mañana —dijo

como si hubieran hablado ayer en vez de hace cinco años.

Ella estaba segura que su cara emanaba shock, porque su sonrisa

se amplió mientras continuaba mirando profundamente a sus ojos.

—¿Te hizo él hombre con el que me engañaste llorar de la manera en

qué yo lo hice con nada más que un beso?

—¡No dijo eso! —jadeó Emily.

Katherine parpadeó mientras miraba alrededor de la habitación llena

de gente, sintiendo como si volviera del trance.

Olvidó que estaba contando una historia. En estos minutos, ella

estuvo de vuelta a ese día. El día que Joseph volvió a ella.

—Sí, cariño, lo dijo —dijo Katherine con una risa.

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—Realmente espero que le pegaras —dijo Amy—. ¿Qué pasó

después...?

Katherine empezó antes de que un monitor sonara y todos

silenciaron, miedo escrito en sus caras. Varias enfermeras entraron en la

habitación, incluyendo Kinsey, y empezaron a pulsar botones, cuando el

ruido paró.

—Está bien. Uno de sus cables se soltó —Kinsey rápidamente

aseguró.

—Gracias, cariño —dijo Katherine mientras se agachaba para besar

a Joseph en la frente.

Finalmente, miró alrededor y notó que Bree y Austin se les habían

unido. Había estado tan metida en su pasado, que no había notado

cuando su sobrina y sobrino entraron.

—¿Vas a continuar, tía Katherine? —preguntó con impaciencia Bree.

—Les contaré mañana. Ahora estoy cansada, cielo —respondió

Katherine—. ¿Puedes llevarme en coche a casa, Lucas?

—Por supuesto, mamá.

Lucas puso el brazo de ella alrededor del suyo y ella se apoyó en su

hijo mientras la guiaba fuera del hospital.

Odiaba dejar a Joseph, incluso por un par de horas, pero necesitaba

limpiarse y recoger más provisiones. Aunque sabía, que volvería al hospital

a pasar el resto de la noche al lado de su marido.

Había dormido con él durante muchos años como para hacerlo sola

ahora.

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Capítulo 6

Traducido por florff3 y kenia20

Corregido por Ama

—¿Estas avergonzada de mí, Esther Lyon?

—Eso es simplemente absurdo, George.

—Entonces por qué actúas como un vampiro y soló me visitas en

mitad de la noche.

—Tú sabes por qué George. Nosotros acordamos que no diríamos

nada de momento.

—Bueno pues he cambiado de idea mujer. Te amo y no me preocupa

quién lo sepa. Si este accidente me ha enseñado algo, es que no debemos

perder el tiempo —dijo George en un jadeo.

—¿Estas irritado? —preguntó Esther con su más adusta expresión

plasmada en su cara.

—Así soy —contestó George, manteniendo su terca postura.

—Ya sabes que yo también te amo George. —Empieza, pero

rápidamente cubre su boca cuando él estuvo a punto de decir algo—. Pero

este no es el momento oportuno. Joseph continúa en coma, los chicos

están molestos, y si yo no estoy equivocada es posible que suenen

campanas de boda en el futuro para tu hijo más joven.

—Tú sabes que mi familia lo es todo para mí Esther, pero ahora tú

eres mi familia también. Quiero casarme contigo.

—Acabas de tener un horrible accidente hace tan sólo dos semanas.

Finalmente saldrás del hospital en un par de días, y estás superando los

analgésicos. Y sobre todas las cosas, tu hermano gemelo, a quien amas

mucho, continua en coma. La gente comete errores cuando trata con uno

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solo de estos acontecimientos, no digamos con todos ellos a la vez.

Rechazo casarme contigo porque te sientas como si ahora el tiempo se

estuviese agotando.

—Te amaba el mes pasado, la semana pasada y ayer. Y continuaré

amándote hoy, mañana, y los próximos cincuenta años —le dijo él, con su

voz espesándose.

—Te recordaré eso si seguimos aquí dentro de cincuenta años —

contestó ella con una sonrisa llorosa.

—¿Eso es un sí? —preguntó con esperanza.

—No, no lo es. Necesitas descansar. Vendré por la tarde y te advierto

ahora que si te vas a algún sitio, no volverás a probar mi dulce pastel de

manzana cuando vuelvas a casa —le amenazó.

—Me comportaré pero no puedo asegurar por cuanto tiempo —

contestó él haciendo un mohín.

—Lo harás todo el tiempo que sea necesario hasta tenerte a salvo en

casa. —Esther se inclinó y besó suavemente a George. Con su brazo

bueno, él la empujó estrechándola más cerca y profundizó el casto beso

que ella había iniciado. Finalmente ella le apartó, sus mejillas sonrosadas

y sus ojos brillando.

—George Anderson, me haces sentir como si fuese de nuevo una

chica de veintiún años —le dijo Esther con una sonrisa.

—Mientras sólo te sientas así. Yo no quitaría ni un solo día de tu

vida. Tus años te han añadido una belleza que solo el tiempo puede dar.

Conseguiré casarme contigo Esther, y pronto.

Ella no contestó nada más mientras se deslizaba por la puerta.

Kinsey rápidamente saltó a la habitación próxima, así que Esther no

pudo verla. Esther parecía tener una amplia sonrisa permanente en su

cara. Kinsey no podía esperar para ver a Cassie y contarle lo que

casualmente había escuchado.

Kinsey suspiró y dio un paso al exterior, he instantánea e

irritantemente quedó calada. Pensaría que a estas alturas ya se habría

acostumbrado al tiempo en Seattle.

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Pero ella odiaba sentirse empapada, siempre con escalofríos

mientras esperaba el insistentemente tardío autobús.

Nadie más permanecía de pie con ella mientras se esforzaba por

permanecer seca.

Estaba mirando al suelo cuando oyó un claxon sonar. Lo ignoró

hasta que volvió a pitar. Cuando levantó la vista, sus ojos chocaron con los

de Austin. Ella le fulminó con una mirada triste.

—Vamos entra, te llevaré —le gritó.

—No gracias —respondió antes de volverse y alejarse calle abajo,

esperando ver el autobús más abajo del bloque. No estaba de suerte.

—¡Vamos, Kinsey! ¿Soy realmente tan malo que prefieres empaparte

a aceptar que te lleve? Además de todos modos, es demasiado tarde para

quedarse colgada en la calle.

Kinsey se quedó pensando sobre esto mientras otro escalofrío

atravesaba su cuerpo. Finalmente su baja tolerancia al frio, la humedad y

la oscuridad ganó; y renuentemente se levantó.

Aunque abatida, se tomó su tiempo para aproximarse y subirse al

coche. Sentía un poco de malvado regocijo cuando empapó su asiento.

El estallido de la calefacción enviando aire caliente a su cara le hizo

sentir ganas de reírse. Fue un alivio bienvenido. Mientras el calor se

filtraba a través de su ropa, no podía evitar los temblores que retorcían su

cuerpo. Cuanto más se esforzaba, peor lo conseguía. Apretó su mandíbula,

pero sus dientes continuaban chocando.

Austin le dio una mirada de “te lo dije” que ella decidió ignorar.

—¿Dónde está tu coche?

—En el taller de nuevo —respondió. Su coche tenía sus propias

ideas y decidía cuándo y dónde quería hacer su trabajo. Ella realmente

necesitaba otro coche, pero no podía permitirse gastar algo de sus

duramente ganados ahorros.

—¿Hacia dónde te diriges? —le preguntó mientras ponía el coche en

circulación y empezaba a moverse hacia abajo por la ajetreada calle.

—Sólo iba dos millas adelante al centro comercial —le respondió ella.

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—¡Qué coincidencia! Yo estaba de camino allí también —dijo con

una sonrisa dirigida hacia ella. Apostaría su próxima paga a que él no

había planeado ir al centro comercial de rebajas; para el caso, de hecho,

no podía imaginárselo de compras. Probablemente tenía a otros que lo

hicieran por él.

Ellos condujeron en silencio durante unos pocos minutos hasta la

tienda. La suerte estaba de su parte y encontraron un espacio de

aparcamiento cerca. Tan pronto como apagó el motor, ella se bajó

renuente del cálido vehículo. Sus todavía empapadas ropas estaban aún

más húmedas cuando corrió para atravesar la doble puerta.

Justo cuando estaba a punto de atravesar la puerta, su dedo se

enganchó con el borde de la acera y se fue volando al suelo, aterrizando

sobre un charco de 6 pulgadas.

Fue golpeada por el viento mientras el agua se derrama por su nariz.

Kinsey estaba demasiado estupefacta y entumecida como para sentir

dolor. Estaba segura que sus rodillas estaban magulladas, si no

ensangrentadas; y su codo iba a tener también unos lindos arañazos.

De repente se vio arrastrada en el aire y empujada estrechamente

contra el pecho de Austin, mientras trotaba hacia la entrada del almacén.

Atravesó las puertas con un ajustado giro a la derecha, y entonces

gentilmente la sentó en un banco de metal.

Se arrodilló ante ella y le levantó su empapada bata para mirar sus

rodillas. Se sentía demasiado helada y abatida para protestar por aquel

toque inapropiado.

Sus dientes castañeteaban mientras sus cálidas manos recorrían

sus doloridas piernas.

Echó un vistazo hacia abajo y vio que la piel de sus piernas no

estaba rota, tan solo arañada.

—Volveré en un momento —le dijo él antes de levantarse de un salto

y trotar lejos. Por una vez no discutió. Regresó al cabo de menos de diez

minutos agarrando una bolsa grande. Entonces gentilmente la levantó y se

aproximó a los baños. Antes de que se diera cuenta de lo que él estaba

haciendo, entró en la habitación de “baños familiares” y cerró y echó el

seguro de la puerta tras ellos.

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Sin decir nada, la despojó de su abrigo y lo dejó caer sobre la ancha

encimera del lavabo, entonces agarró el borde de la chaqueta de su bata y

tiró de ella hasta sacarla por su cabeza. Cuando sus manos agarraron sus

pantalones, ella recuperó algún atisbo de control y le detuvo.

—¿Qué estás haciendo? —Trató de decirle bruscamente, sin

embargo el efecto quedó arruinado por el castañeteo de sus dientes.

—Necesitas quitarte esas ropas. Realmente te estás poniendo azul.

Nunca antes había visto a alguien volverse azul, solo había oído la

expresión, pero estoy preocupado porque estés sufriendo hipotermia. Me

volveré de espaldas si quieres terminar, pero la ropa necesita ser quitada

ahora —le respondió.

—B..b..Bien —tartamudeó.

Dichoso castañeo.

Austin le alcanzó una nueva toalla con la etiqueta todavía puesta y

ella se la envolvió alrededor de los brazos, agradecida de que él hubiese

conseguido una gran toalla tamaño playa. Simplemente deshacerse de su

chaqueta y su top ya la estaba ayudando a luchar contra el frío. Con dedos

temblorosos agarró el borde de su bata y la estiró abajo por sus piernas.

Fue difícil porque estaba pegada a su cuerpo, pero finalmente logró

manejarla y la lanzó lejos.

Se envolvió corriendo en la toalla, aún vistiendo su húmedo

sujetador y sus medias, pero sin desear desnudarse completamente,

aunque él mantenía su palabra y aún estaba de espaldas. Le dejaría irse

de la habitación, pero entonces alguien podría entrar y verla en un estado

de casi desnudez. No sabía que era peor.

Alcanzó la bolsa y se sonrojó intensamente cuando vio arriba del

todo un brevísimo tanga rojo de encaje. Vació el contenido y encontró una

ceñida camiseta interior, un suéter, unos pantalones de chándal,

calcetines y zapatillas. No había sujetador por supuesto. Él no podría

saber la talla que conseguir.

—No sabía que talla de zapatos comprar, así que me figuré que

podrías calzar zapatillas por la tienda. Te llevaré de vuelta al coche cuando

lo hayamos hecho —dijo Austin como si pudiese leer la pregunta que se

fijaba en su cabeza. Ella miró a su espalda con sospecha. Él no estaba

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frente al espejo así que no podía verla, pero aún así ella necesitaba

cubrirse.

Su necesidad de calor superaba su modestia, así que se quitó el

sujetador y las medias rápidamente, terminó de secarse y luego se puso su

ropa nueva. Tuvo que luchar con la urgencia de abrazarlo. Realmente era

la más amable, casi romántica, cosa que un chico había hecho alguna vez

por ella. Sí, le habían comprado flores, incluso joyas, pero Austin había

pensado rápidamente, y era....bueno él la estaba cuidando.

Expulsó estos pensamientos lejos, pero no pudo alejarlos del todo.

—Gracias Austin —dijo, su cuerpo aún frío, pero mucho mejor de lo

que había estado.

—Nunca pudría resistirme una damisela en apuros —le dijo y se dio

la vuelta sonriéndole.

Ella empezó a agrupar su empapada ropa en el lavabo, y él

rápidamente corrió a ayudarla. Acabaron y pusieron su ropa húmeda en la

bolsa antes de que él abriese la puerta y saliesen.

Echó un vistazo a su reflejo en el espejo del baño mientras salían, y

se encogió cuando se dio cuenta de que parecía una rata ahogada con el

pelo pegado a su cara. Decidió que no le preocupaba. Se sentía mucho

mejor, bueno aparte de sus rodillas magulladas y su codo sensible, así que

no importaba.

Una pareja de ancianos pasaban y volvieron a hacerlo cuando se

dieron cuenta que ella y Austin acababan de salir del baño. El hombre

mayor realmente le hizo un guiño a Austin cuando pasaron.

Las mejillas de Kinsey se ruborizaron de nuevo.

—¿Hacia dónde? —preguntó Austin mientras enganchaba un carro.

—De veras, no necesitas pasar el rato conmigo mientras compro —

contestó ella mientras intentaba despacharle.

—Te lo dije, también tengo cosas que comprar. Necesito cuchillas

nuevas, pasta de dientes, ya sabes, todo el equipo.

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Ella abandonó y siguió adelante, cogiendo el carro que él llevaba

delante. Esto le ayudaba a quitar algo del peso de su rodilla izquierda

irritada.

Caminaron en silencio por los pasillos y Kinsey tuvo que sonreír ante

el aspecto de perdido de Austin. Él obviamente no tenía ni idea de lo que

estaban haciendo; podría pillarle con este hecho o simplemente aceptar

que él estaba haciendo algo amable por ella.

Considerando que no deseaba volver a esperar empapada el autobús

otra vez, decidió mantener su boca cerrada.

Austin miró lo que parecían miles de productos. Él había comprado

antes, no era un completo inválido, pero nunca en un mercado enorme. Él

no lo admitiría ante Kinsey pero no podía soportar comprar y tenía un

equipo para hacer la mayor parte.

Si necesitaba algo sencillo, solo tenía que dirigirse al mercado local.

Cecina, donuts frescos, una bolsa de patatas-algunos artículos fáciles de

conseguir. Pero cuando llegaban a las marcas correctas de champú, pasta

de dientes, colutorio, incluso papel del baño, no tenía ninguna pista. Pero

maldita sea si iba a admitirlo ante Kinsey.

Continuaron caminando mientras ella agarraba un artículo aquí o

allá y lo lanzaba al carro. Para dar un buen aspecto, él hacía lo mismo.

Aunque no tenía idea de qué diablos estaba comprando. Demonios si él no

lo necesitaba lo donaría todo.

Para una cita “no cita”, él estaba pasándolo verdaderamente bien. Se

divertía estando con Kinsey, cuando ella era feliz, alocada o sorprendente.

Diablos de cualquier humor que ella estuviese.

A él sólo le gustaba... bueno, le gustaba la persona que era cuando

ella estaba a su alrededor. Le gustaba como se sentía, energizado,

preparado para todo.

Para el tercer o cuarto pasillo en el que entraron, decidió que las

compras eran definitivamente para mujeres. Pasó a una pareja de hombres

que seguían a sus esposas, y se dieron unos a otros miradas compasivas.

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Ellos se veían tan miserables como él mientras perseguían a sus

niños o respondían a sus esposas con aquellos productos que a ellos más

les gustaban. Si ellos fueran como él, no le importaba si el champú olía a

duraznos o vainilla. Cualquier aroma en Kinsey era suficiente para

endurecerlo.

Necesitaba tenerla sola pronto. Si ella no se hubiera estado volviendo

azul en el baño…

Él sacudió su cabeza para aclarar esos pensamientos, o la tienda

entera sabría que eso había sido un momento para él. Él se reposicionó

mientras ellos caminaban, sus pantalones mojados estaban ya demasiado

apretados, no necesitaba añadirse al problema.

Kinsey no podía apartar sus ojos de Austin. La manera en que sus

pantalones se aferraban a él en todos los lugares correctos, la vista de su

camisa cubriendo su estómago plano. A ella no le importaría ayudarlo a

salir de esas ropas, él se veía un poco incómodo. El pensamiento le

provocó una risita.

Ella se detuvo de repente y se contrajo. Estaba dolorida, fría, y

cansada y la risa histérica la consumía. Si él pudiera leer su mente, quizás

la llevaría justo allí en el pasillo de producción.

Cuando ella le echó un vistazo a la perpleja expresión de Austin,

comenzó a reír incluso más fuerte, encontrando difícil el respirar. Él

empezó a golpear su espalda y ella intentó aspirar bocanadas de aire. Su

cabeza estaba comenzando a aclararse.

—P…por favor…t…tú tienes…que parar… —jadeó entre ataques de

risa. Él dio un paso atrás, lo cual fue sabio. Estaba tratando con una

mujer loca, después de todo, pensó ella.

En un minuto ella lo estaba poniendo en la longitud de su brazo, al

siguiente le estaba gritando, y luego la ruptura final en su cordura, la

tuvieron riendo histéricamente en el medio de un súper–centro.

Después de varios minutos, finalmente se calmó. Él no dijo una

palabra mientras ella comenzaba a caminar otra vez, unas pocas risitas

más salían.

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—Necesito algunos bocadillos saludables. Desde que estoy

prácticamente viviendo en el hospital, estoy ganando demasiado peso —

dijo Kinsey mientras se acercaban a la sección de frutas.

—Podrías soportar ganar un poco de peso, no es que no te veas bien

sin importar qué —le dijo Austin rápidamente.

Ah, él era un hombre inteligente. Ella realmente le sonrió, su

primera sonrisa real en un largo tiempo. Con él era fácil estar alrededor, lo

cual era el por qué ella se enamoró de su encanto en primer lugar. Intentó

recordarse a sí misma ese hecho, pero se rindió y decidió tan solo seguir

con la corriente. No era como que si algo podría pasar en una enorme

tienda.

—Yo diría que para nuestra primera cita real, no está tan mal —dijo

Austin con un guiño.

Kinsey paró y lo miró como si estuviera loco.

—Esto no es una cita.

—Te traje adentro, te ayude a desvestirte, y ahora estoy de compras.

Elijo creer que es una cita —contestó.

—Bien, pero luego, tú eres una cita barata. No he conseguido flores

aún.

—¿Quieres flores? Te compraré una habitación entera —dijo con un

destello en sus ojos que la preocuparon. Sabía que de hecho las compraría

si ella no le hubiera puesto un paro a eso.

—Solo estaba bromeando. No tengo una habitación para flores —le

advirtió.

—Siempre hay una habitación para flores.

Ella rápidamente cambió de tema, esperando distraerlo.

—¿Por qué no estas casado como el resto de tu familia? —Eso lo

detuvo en seco.

—No lo sé. Yo solo nunca he encontrado a alguien con quien me

pueda ver pasando el resto de mi vida —contestó evasivamente.

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—¿Qué hay sobre los niños? Lo haces muy bien con tus sobrinas y

sobrinos.

—Amo a esos pequeños mocosos. No puedo creer lo increíble que son

ellos. Hace unos años no hubiera estado convencido de que fuera material

para padre, pero ahora… —Su voz disminuyó.

Kinsey estaba impactada por su respuesta. Había estado intentado

hacerlo sentir incómodo entonces él dejaría toda esa cosa de la cita, no

encontraba más razones para que no le gustara. Podía fácilmente

imaginarlo con un bebé en sus brazos, su rostro radiando con orgullo. Su

imaginación tomó el control y ella se podía ver detrás de él.

¡No!

No podía permitirse ir ahí. Ya le había dicho que no planeaba

casarse, que aún no había encontrado a nadie que valiera la pena el

compromiso.

Él quería dormir con ella, seguro, pero no quería poner un anillo en

su dedo.

Además, ella no quería eso tampoco. ¿Cierto? Oh, estaba tan

confundida. Solo necesitaba un buen descanso de noche. Eso era todo.

Sus miradas se encontraron. Prácticamente podía sentir el calor

subiendo por sus cuerpos húmedos. Una palabra, eso era todo lo que le

tomaría para tener la noche más increíble de su vida, pero no quería eso…

No lo quería realmente, se recordó a sí misma.

Finalmente, se las arregló para apartar su mirada. Dio un paso

hacia adelante, cogiendo artículos al azar mientras intentaba distraerse.

Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, agarró una caja de condones,

echándolo en el carro.

Soy más fuerte que esto. Un hombre demasiado-sexy-para-su-

propio-bien no es lo que necesito ahora. Es él cuñado de mi mejor amiga.

Una aventura sería incómodo. Ni siquiera puedo ir allí. Se repitió esas

oraciones una y otra vez en su cabeza. No podía luchar contra él, ni con si

misma tampoco. Cedería–sabía que lo haría.

Austin se detuvo y la miró con fuego quemando en sus ojos. Lo miró,

preguntándose qué estaba pasando. Entonces, Él alcanzó algo del carro y

sacó la caja de condones, una sonrisa autosuficiente en su cara.

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—Gracias —ronroneó prácticamente. Luego, él rió, con evidente

placer mientras seguía y seguía.

Kinsey vio la caja de condones extra-largos y su cara se encendió.

Rápidamente siguió adelante, demasiado mortificada para decir algo. Ella

estaba esperando que el suelo se abriera y la tragara.

Él enseguida la alcanzó, y estuvieron callados mientras daban

vueltas en la tienda alrededor de los próximos veinte minutos.

Ella agarró unos cuantos artículos más, porque quería terminar.

Una vez que tuvo todo lo que necesitaba, ellos hicieron su camino a la

caja.

Lo más pronto que el paseo terminara, lo más rápido que ella podría

recuperar su cordura. Sabía que una vez que estuviera lejos de él, ella

recordaría todas las razones para no salir–o dormir con-él muy seguro y

hermoso Austin.

Austin insistió en cargar la cinta, después pagar por toda la compra.

No iba a discutir con él en frente de la cajera, pero tendrían unas

cuantas palabras una vez que estuvieran dentro del carro. No era

demasiado dinero, pero aun así…

Estaban alcanzando la puerta principal cuando fueron

interrumpidos.

—¿Austin? —llamó una desagradable voz femenina llamó.

Ella se veía sorprendida de verlo en una tienda de descuento. Kinsey

estaba sorprendida que alguien a quien él conocía estaría en la tienda. No

se imaginaba el tipo de damas que normalmente se le asociaban,

comprando en un depósito de descuento, especialmente tarde en la noche.

Ambos se giraron y vieron a una mujer despampanante, vistiendo

una falda ajustada, una blusa con su escote expuesto, y su cabello y

maquillaje hecho a la perfección.

Ella dio un chillido antes de precipitarse hacia ellos y tirar sus

brazos alrededor del cuello de Austin, chocando sus enormes senos contra

su pecho.

Tienen que ser falsos, pensó Kinsey.

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Austin apartó a la mujer, pero él no parecía tener demasiado apuro

de hacerlo, pensó Kinsey sarcásticamente.

Tenía que tomar sus pensamientos errantes. No era de ella y podía

hacer lo que él quisiera.

Le había dicho muchas veces que no quería que tuvieran nada.

Sabía que él no era un cura, y tenía algunas mujeres a su disposición,

pero era incómodo pararse a su lado mientras otra mujer se aferraba con

fuerza.

Kinsey sentía como si fuera a sacarle los ojos de Barbie.

—Es bueno verte, Candy —dijo Austin.

Kinsey estaba sorprendida por la rigidez en su voz. Él no sonaba

contento de verla. Ella decidió darles privacidad, porque tres era

definitivamente una multitud.

Se giró y dio un paso, intentado irse, cuando el brazo de Austin se

enredó y apretó alrededor de su cintura. La atrajo suave contra su cuerpo,

y la mujer se giró, pareciendo notarla por primera vez. Sus ojos se

estrecharon ligeramente antes de regresar su completa atención a Austin.

—No puedo creer que estés de compras. Tú solías siempre quejarte

de que nunca había una razón para las tiendas de comestibles con todos

los restaurantes disponibles alrededor de la ciudad —dijo con un puchero.

—Bien, las cosas cambian —dijo breve.

Rió, un irritante sonido, y Kinsey se preguntó si ella había sonado

así de terrible cuando había tenido ese ataque de risa más temprano.

Realmente esperaba que no. Ella se jaló contra Austin, en serio, en serio

queriendo alejarse de ellos.

—He estado tratando de contactarte por un par de semanas. Oí lo de

tu padre, e imaginé que necesitarías consuelo —dijo en un tono ronco.

Kinsey sabía exactamente qué tipo de consuelo la mujer estaba

ofreciendo. ¡Perra!

—Gracias por tu preocupación, Candy, pero Kinsey ha estado

conmigo todo el tiempo. No lo habría logrado sin ella.

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Candy apenas miró en la dirección de Kinsey, como si ella no estaba

en absoluto preocupada por la mujer desaliñada en la que su brazo estaba

alrededor.

—Bueno, tú sabes que estoy aquí para ti. ¿Por qué no vienes a mi

casa el sábado…?

—¿Creo que ya tenemos planes para el sábado, o no, cariño? —

preguntó mientras miraba a sus ojos. Le estaba suplicando seguir la

corriente. Ella estaba tan impactada por el cambio de los eventos, que no

era capaz de hablar justo allí. Solo lo observó ligeramente con los ojos

como platos.

—Sí, los tenemos —respondió a su propia pregunta—.Tenemos que

irnos, Candy. Fue bueno verte. Dile a tu hermano hola por mí.

Austin no le dio tiempo a Candy para decir otra palabra. Con su

brazo aun alrededor de Kinsey, siguió al frente de la tienda. En las

puertas, él la agarró en sus brazos, luego la deslizó a su espalda. Ella

estaba tan conmocionada por el movimiento, que automáticamente aferró

sus brazos alrededor de su cuello. Empujando el carrito, rápidamente

estuvo afuera.

Por suerte, la lluvia había disminuido mientras estaban en la tienda,

entonces era solo una ligera llovizna.

Austin los precipitó a su auto, abrió la puerta, luego la depositó en

un suave movimiento. Él rápidamente guardó los artículos en la cajuela

de su Benz, después saltó en el asiento del conductor.

Se giró hacia ella, su cabello mojado, sus mejillas sonrosadas por el

frio, y una mirada en sus ojos que calentaba sobre cien grados.

—¿Qué fue todo eso? —preguntó. Él no intentaba insultar su

inteligencia por jugar al tonto, en absoluto.

—Era una mujer con la que salí en una cita hace un tiempo. No

había razón para salir en una segunda cita, pero ella nunca lo entendió.

Me he tropezado con ella un par de veces, y ha hecho todo lo que puede

para entregarse a mí. Fue más fácil dejarle creer que tú y yo somos una

pareja. Planeo que eso pase de todos modos —respondió como si no fuera

la gran cosa.

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—Eres tan malditamente atrevido. Quizás yo no quería jugar en tu

pequeño juego del gato y del ratón, y por última vez, no voy a salir contigo.

Tuve sexo contigo, una vez. Gran cosa. Fue olvidable, de cualquier

manera. —Mintió. Lamió sus labios, inmediatamente sabiendo que sus

palabras fueron un error, mientras veía a sus ojos oscurecerse con deseo.

Antes de que pueda pronunciar otra palabra, él estaba arrastrándola

a través de los asientos, su cuerpo chocando entre el volante y su duro

cuerpo sólido.

Su obvia excitación estaba presionada en su rápidamente caliente

centro. Sus ojos se ampliaron mientras él levantaba su mano a su pelo y

jalaba fuerte, llevando su boca hacia él.

Él no era dulce o halagador. Estaba en su totalidad demandando

mientras presionaba su lengua contra sus labios, instándola a abrirlos

para él. Ella jadeó mientras las sensaciones la inundaban, dándole acceso

completo a su boca.

Su lengua corrió a lo largo del filo de sus labios, haciéndolos

hormiguear, antes de conducirla a su boca, haciendo desaparecer todos

sus pensamientos. Una mano sujetó su cabeza, manteniéndola en su

lugar, mientras la otra corría hacia abajo por la curva de su espalda, y la

apretaba aún más fuerte contra él.

Sin pensar, ella apretó sus caderas contra él, buscando alivio.

La presión continuaba construyéndose dentro de ella. Presionarse

contra él solo hacía que su ardiente necesidad empeorara. Gimió mientras

múltiples sensaciones la inundaban, electricidad destellando en el aire.

Llegó a su cuello, corriendo sus dedos a través de su cabello

húmedo, jalando su pelo, necesitándolo para seguir besándolo. Nunca

había estado tan consumida.

Sus latidos se aceleraron mientras perdía su aliento. Ella deslizó su

lengua en su boca, y cuando él la succionó, un escalofrió la sacudió de la

cabeza a los pies. La estaba convirtiendo en gelatina con solo un beso.

Mientras la mano de Austin se deslizaba debajo del dobladillo de su

blusa y hacia arriba a sus tensos pezones, Kinsey estaba rápidamente

olvidando todas las razones por que una aventura con él era una mala idea

Page 88: 7.the billionaire's final stand

Capítulo 7

Traducido por kenia20

Corregido por cristinita <3

Austin estaba perdiendo toda apariencia de control mientras

acariciaba el cuerpo de Kinsey. Su mano se movió hacia el dobladillo de su

blusa hasta que finalmente ahuecó su pecho pesado en su mano, su

pulgar deslizándose a través de su tenso pezón.

Su lengua ahondaba profundo en su boca, probándola,

envolviéndola. Reclamándola como suya.

Su cuerpo estaba hecho para él.

La manera en que sus muslos cruzados lo acunaban a él

perfectamente, el ajuste de su pecho suave derramándose de su palma,

incluso el sentir de sus labios devorando los suyos. Si sus vaqueros no

estuvieran en su camino, fácilmente se deslizaría en su calor, su cuerpo

sujetándolo, enviándolo a otra vida. En la que el placer fuera lo único que

importara.

Lo estaba perdiendo, olvidándose que estaba en un estacionamiento,

olvidando que cualquiera pudiera pasar. Él tenía un pensamiento en su

mente.

Reclamarla.

Él bajó su sudadera, sus dedos resbalando a través de la delicada,

plana superficie de su estómago, deslizándose dentro de sus bragas de

seda que él había comprado para ella. Se deslizó bajo el fino elástico, y

cuando sintió su humedad, su preparación para él, su cuerpo palpitó de

dolor. Tenía que tomarla, ahora. La complacería más después.

Se movía para deshacerse de sus pantalones, cuando hubo un

golpeteo en su ventana. Kinsey se sacudió, sus ojos ampliándose al punto

Page 89: 7.the billionaire's final stand

de que si no estuviera en tanta agonía, hubiera sido cómico.

Hubo un golpeteo otra vez y miró a la ventana del conductor, sin poder ver

nada porque estaban tan empañadas.

Él no podía recordar la última vez que se había desnudado en un

carro. No desde que era un adolescente, eso es seguro. Definitivamente no

podía recordar la última vez que alguien lo haya arrestado en la mitad de

hacer el amor.

Él había solo querido besarla por unos momentos, para probarle a

ella que, sí, era realmente así de bueno. Que ella lo haya mandado a volar

no ha hecho maravillas en su ego. Él sabía que ella estaba mintiendo. Ella

ha recibido tanto placer como él, pero aun así, le ha dolido.

—Hola. Por favor baje su ventana —dijo una voz autoritaria.

Austin suspiró mientras Kinsey saltaba de su regazo como si tuviera una

plaga, y rápidamente se reanudó a su asiento, su cabeza baja, mientras su

cuerpo prácticamente abrazaba la puerta del pasajero. Finalmente bajo su

ventana para encontrar a un oficial parado con su linterna directa a él.

—Buenas noches, oficial. ¿Qué puedo hacer por usted? —preguntó

Austin, rápidamente recuperándose.

El policía miró a Austin, luego a Kinsey, sorpresa reflejada en sus

rostros. Era obvio que esperaba encontrar a una pareja de adolescentes.

—Hola, señor. No hay lugar para merodear en el estacionamiento de

la tienda —dijo el oficial finalmente, una pequeña sonrisa de suficiencia en

su cara.

Austin prácticamente podía sentir el calor irradiando del rostro de

Kinsey. Él sabía que ella estaba como una máquina de fuego.

—Lo siento por eso. Nosotros estábamos… solo… hablando —dijo

Austin. Sabía que el oficial no lo compraba, pero ¿qué se suponía que

diría? Lo siento, Oficial, pero estoy tan malditamente caliente por esta mujer,

que olvidé donde estaba. Casi tenía sus pantalones abajo cuando nos

interrumpió. De alguna forma no pensaba que eso iría bien.

—Por qué no terminan su… uhm, conversación, en casa. Tengan un

buen día, chicos. Esperare aquí para asegurarme de que no tengan ningún

problema con el motor —. Con eso, se volvió y caminó a su patrulla.

Page 90: 7.the billionaire's final stand

Austin desplazó su vehículo a la calle, encendió sus luces y se sumergió en

el tráfico.

No dijo nada hasta que estuvieron estacionados en el hospital.

Kinsey inmediatamente intentó saltar del carro, pero él agarró su brazo.

No podía creer como constantemente lo estaba desbaratando.

Vio su cabeza hasta que finalmente se giró y pegó sus ojos con los suyos.

Ella estaba temblando, eso era obvio, como los temblores retorcían su

cuerpo.

Ella también tenía miedo. Podía entender eso. Ellos tenían algo…

algo inusual. Asustaba el infierno dentro de él también.

—Tengo que irme —susurró ella en una súplica. Sabía que ella

quería volver a construir sus barreras. No tenía más opción que dejarla ir,

pero lo que él quería era arrastrarla de vuelta a casa.

—Kinsey…

—Tengo que trabajar, Austin. Gracias por el paseo, por las cosas,

pero tengo que ir adentro. Estoy retrasada ya — dijo con más firmeza.

Estaba ganando su voluntad de hierro de nuevo.

—Bien — dijo y dejó ir su brazo. Ella salió de su carro y tomó unos

cuantos pasos hacia el hospital, sus bailarinas visiblemente empapándose

— ¿Olvidas algo?

Se giró mientras abría la cajuela. Vio la duda, como si solo quería

dejar los artículos allí. Finalmente, caminó de regreso y agarró sus bolsas.

—Puedo ayudarte a llevarlas —ofreció. Miró a sus tres bolsas, luego

a él con una mirada de estas bromeando.

—No soy ni inútil, ni una damisela en peligro. Aprecio tu ayuda esta

noche, pero no estoy jugando a hacerme la difícil, Austin. Estoy demasiado

ocupada para una relación, y nosotros solo no… bueno, no congeniamos.

Te lo dije, no le hago a las aventuras. Déjalo ir — Con esas palabras, se

giró y caminó adentro. Admiró la vista de sus caderas moviéndose

mientras se iba.

Sonrió. No sabía por qué. Ella era la mujer más frustrante con la que

alguna vez hubiera lidiado, pero le gustaba. Realmente le gustaba, de

verdad.

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—Te veo pronto, Kinsey —llamó. Vio su paso flaquear por un

momento, antes de que continuara su ritmo.

Esperó hasta que ella estaba segura adentro antes de que volviera a

subir a su auto. Encendió la música en la radio y cantó. Para tener que ir

a casa y tomar una fría ducha, se estaba sintiendo realmente bien.

Unos pocos días pasaron con Kinsey intentando evitar a Austin.

Aparentemente, algo en las oficinas ha pasado y él no ha podido venir al

hospital durante sus turnos.

Ella finalmente tenía dos días libres enteros. Era un ganar- ganar,

porque eso significaba que sus pacientes lo estaban haciendo lo

suficientemente bien para ella como para alejarse por un par de días.

Estaba emocionada de que George estuviera mejor, y Joseph estaba

estable. Necesitaba esos días de descanso, también – desesperadamente.

Ella no había dudado cuando su jefe le había dicho que vaya a casa

y descanse. La primera cosa que había hecho fue tomarse un baño de dos

horas mientras leía, luego lanzó una mirada a la pila de correo.

Tenía que pagar facturas, incluso si le gusta o no, por lo que bien podría

acabar de una vez. Se sentó con su chequera y empezó a rasgar entre su

correo. Una hora después, sintió que un dolor de cabeza se avecinaba,

entonces descansó sobre el sofá con sus ojos cerrados, y una taza de café

caliente al lado de ella.

Mientras descansaba, no pudo evitar pensar en Austin. El hombre la

estaba invadiendo día y noche, incluso si estuviera en realidad aquí o no.

Ella estaba muy nerviosa, sabía que iba a tener que hacer algo, pero no

podía imaginar qué.

Se recordó a si misma todas las razones por lo que ella no quería

tener una aventura barata con él, pero su cuerpo estaba en una batalla

constante con su mente. Estaba en un permanente estado de excitación,

veía.

Con frustración, finalmente se levantó y fue a la cocina a comer una

golosina. Difícilmente había comida en la casa desde que ella había estado

prácticamente viviendo en el hospital. Su sueldo era gratificantemente

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grande, aun así, era capaz de pagar todas sus cuentas mientras reservaba

una buena parte del cambio para un día lluvioso.

Ella quizás podía tratarse en un día de spa. Sabía que Cassie estaría

dispuesta a eso. Parecía una eternidad desde que las dos habían podido

salir juntas sin nadie más alrededor. Ella amaba estar rodeada de

personas, pero algunas veces solo necesitaba a su mejor amiga y a nadie

más.

Encontró una lata de sopa y la puso en la estufa para hervirla.

Mientras esperaba, su mente regresó al beso de unas pocas noches

previas. Solo pensar en ello tuvo sus pezones endurecidos y sus piernas

apretadas, buscando alivio por el pulso de su cuerpo.

Se preguntaba si la cosa de la ducha fría funcionaba para las

mujeres. Ella nunca había necesitado una antes de conocer a Austin

Anderson. Las esquinas de su boca se levantaron por sus pensamientos

errantes.

Cuando estaba pensando en apagar la estufa y darle una

oportunidad a la idea de la ducha fría, su timbre sonó, causando a su

corazón revolotear. Si él estaba del otro lado, se estaría lanzando en toalla

y atacándolo en el piso de su sala.

Se acercó a la puerta, su corazón latiendo erráticamente en su pecho

mientras la abría. No sabía si suspirar de alivio, o llorar de la frustración

cuando vio a Cassie parada ahí.

—Hola, Amor. Estaba tan emocionada de escuchar que tenías un día

libre que me precipite en seguida. Max tiene a Ariel, y estoy en una

necesidad desesperada de tiempo de chicas —gesticuló Cassie mientras le

daba a Kinsey un abrazo y se paraba en la entrada.

Kinsey sonrió, su corazón bajando a su ritmo normal, feliz de ver a su

mejor amiga.

—Me sorprende que puedas alejarte del trozo de tu esposo lo

suficiente como para recordar donde vivo — probó Kinsey.

—Créeme, no estás lejos. No puedo creer lo afortunada que fui por

haberlo encontrado, o que él me encontrara. No me importa el tiempo que

estemos juntos. Todavía se siente como si estamos en nuestra luna de

miel, incluso después de todo este tiempo, y un bebé de tres meses. —

gimoteó Cassie. Su tono se suavizó y sus ojos volviéndose encantadores

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mientras hablaba de Max. Kinsey sintió una pequeña punzada de celos. No

de Cassie, por supuesto, solo que su mejor amiga ha sido lo

suficientemente afortunada para encontrar a uno de los buenos hombres

ahí afuera.

Con un mar de sinvergüenzas, era difícil de encontrar un verdadero

príncipe. Quizás ese era el por qué Kinsey era tan cautelosa para salir. Ella

había sido quemada más de una vez por un chico que ella pensaba era un

cabello de brillante armadura.

—Me encontré con Austin anoche —dijo Cassie mientras se sentaba.

Kinsey contó hasta cinco en su cabeza. No quería verse entusiasmada por

la información. Quería ser casual, no verse como si le importara el cuñado

de Cassie.

—Está bien, supongo —respondió Kinsey, esperando que su tono

sonara aburrido.

—Sí, se veía un poco miserable. Realmente colgado por algo… o

alguien —insistió Cassie, como si tuviera sus propios secretos. Estaba

matando a Kinsey.

—Eso está mal. Espero que se sienta mejor pronto. Espera un

minuto. Necesito revisar mi sopa.

—Aleja tu sopa. Iremos a almorzar—. Llamó Cassie.

Kinsey se imaginó que estaba tirando todo su acto de indiferencia. Casi da

un suspiro de alivio hasta que Cassie habló de nuevo.

—Luego me podrás informar por qué Austin luce como mierda, y tú

estás esforzándote tan duro para actuar como si no te importara.

—Maldición —suspiró Kinsey mientras apagaba el quemador. Ella

debería haber sabido que no podría guardar nada de Cassie. Se han

conocido la una a la otra por muchos años. Aunque ha valido el intento.

—No hay nada que decir, Cass. Sabes que tuvimos una noche. Nada

vino de eso —dijo Kinsey. Era más fácil intentar y engañar a su amiga si

no la tenías que ver a los ojos.

—Eso no es lo que escuché de Max. Aparentemente ustedes dos

compartieron un pesado y caliente beso la otra noche en el

estacionamiento de una tienda.

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— ¿Habló sobre eso?— gritó Kinsey.

—Oye, solo soy la mensajera. No me grites —dijo Cassie con una

sonrisa ahogada.

—Estaba escuchando a escondidas de él y Max. Él estaba hablando

sobre una mujer frustrante, duchas frías, y oficiales inconsiderados—.

Cassie profundizó su voz, tratando de sonar como un chico. No estaba

lográndolo.

—Fue sólo un beso pequeño. No la gran cosa. Nada de lo que

quisiera hablar. No sé por qué está haciendo una gran cosa sobre esto. Lo

había olvidado completamente hasta que lo trajiste de vuelta.

—Apestas mintiendo, sabes —dijo Cassie, haciendo saltar a Kinsey

cuando se dio cuenta que su amiga había persistido tercamente.

—Okey, entonces el beso fue bueno. Genial, de hecho. Todos ellos lo

han sido, pero eso no significa nada. Podría tener un beso genial con una

docena de chicos diferentes, en cualquier club de la ciudad, en una noche

de viernes. No tengo tiempo para involucrarme con nadie en este

momento. Además, si lo hiciera, no sería Austin. Él es un conocido

mujeriego, me ha dicho que no está interesado en compromisos de

cualquier tipo. Yo solo…

—Solo te gusta mentirte a ti misma. Es caliente, Kinsey. Caliente

para ti, para tu cuerpo. Es un buen chico, lo creas o no. Sí, es un poco

arrogante, y definitivamente seguro de sí mismo, pero tiene un corazón de

oro. No te permitas estar tan asustada que huyes cuando deberías ir

despacio y tomar lo que te están ofreciendo. Lo que él quiere dar.

—Te amo a pedazos, y siempre lo haré, pero nunca funcionaría. Sé

que la idea de nosotras estando casadas de hermanos fue siempre el sueño

que se volviera realidad, pero eso no va a pasar, entonces terminemos de

hablar de Austin y solo tengamos un día increíble. No he tenido dos días

libres seguidos en una eternidad. No quiero desperdiciarlos —rogó Kinsey.

—Ganas por ahora, pero no me voy a rendir. Pienso que ustedes dos

están destinados a estar juntos. Nunca lo vi tan colgado por una chica. Y

créeme, veo a muchas chicas persiguiéndolo.

Kinsey tuvo que luchar contra los celos predominando en su buen

humor al pensar en Austin con otra mujer. Por supuesto él estaba con otra

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mujer, era un mujeriego, por el amor de Dios. Aun así, eso la hizo ver un

poco de rojo. Ninguna pedicura ni bastante chocolate curaría.

—Estoy famélica. Pidamos comida china, pedicura, y chocolate

interminable. Lo intentaré, pero solo si estás de acuerdo en no mencionar

el nombre de cierto soltero — dijo Kinsey con una sonrisa falsa.

— Trato hecho. Pero una última idea más. Solo asegúrate que no

estás dejando pasar algo genial porque tienes miedo de salir herida. Casi

hice eso con Max, y hubiera sido el peor error de mi vida — dijo Cassie con

completa seriedad.

— Tú y Max estaban destinados a estar juntos. Ustedes dos deberían

estar en anuncios de servicios de citas. Juro que las miradas efusivas que

te da son casi enfermas. Aun así, te prometo que no estoy dejando que la

vida pase. Solo estoy, bueno, ocupada. ¿Qué hay con las personas

casadas? Siempre están intentando casar a alguien más. Supongo que el

matrimonio no es tan malo como millones de parejas divorciadas creen —

dijo Kinsey, intentando empujar una broma pero fallando de plano.

Ella ha estado en relaciones antes, pero no ha logrado encontrar esa

chispa. Ese pequeño algo extra que la hizo querer ir a dormir cada noche,

y despertar cada mañana junto a la misma persona.

Austin inmediatamente apareció en su cabeza. Se podía ver a si misma

despertando junto a él. Eso no sería un dolor de corazón en lo más

mínimo. No, se regañó a sí misma otra vez. Solo era el cansancio

hablando. Acabaría con eso en un par de días. Estaba diciéndose eso

mucho, que casi estaba creyendo sus propias mentiras.

Bien.

—Está bien, prometo ser buena. Conozco el lugar perfecto para

almorzar. Lo encontré cuando Max y yo salimos el otro día. Tiene los

mejores rollos de huevos que jamás he probado. Pieles claras y con

hojaldre, de la forma en la que me gustan — babeó Cassie mientras Kinsey

cogía su bolso.

—Prometí que no saldría los dos días libres enteros, pero aun

después de un par de horas en mi apartamento, me estoy volviendo un

poco loca. Estoy contenta de que viniste.

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— ¿Para qué están las mejor amigas? Tendemos a saber cuándo la

otra persona nos necesita. Algunas veces, lo sabemos aún antes de que la

otra persona lo haga — dijo Cassie sabiamente.

— Tienes razón como siempre. En serio, gracias, Cass. Gracias por

siempre estar ahí, por saber lo que decir, y no decir, y solo por ser tú.

Cassie le dio un rápido abrazo antes de que salieran. Kinsey estaba

emocionada por ver que Cassie tenía un auto con chofer, lo que significaba

que podían tener bebidas con el almuerzo y mientras se hacían la

pedicura. Sentía a su estrés inmediatamente comenzando a aliviarse. Se

estaba convirtiendo en un gran día, incluso después de su inestable

comienzo.

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Capítulo 8

Traducido por kenia20

Corregido por cristinita <3

—Felicitaciones. Lo estás haciendo bien, George. No estarás

corriendo maratones pronto, pero estarás bien para ir a casa — El Doctor

dijo mientras firmaba los formularios de alta.

—Me siento bien, doctor. ¿Tiene algunas noticias buenas sobre mi

hermano? —preguntó George echando una ojeada a Joseph, quien no se

había movido en semanas, podía ver la tensión en el rostro de Katherine,

igual que el resto de la familia.

—Está estable ahora mismo. Él no se ha puesto mejor o peor en este

punto —aseguró el doctor.

George suspiró de frustración. Como él probablemente podría

celebrar su propia salud cuando su hermano estaba colgando de un hilo.

Nada sería lo mismo otra vez si Joseph no salía del coma.

Debía hacerlo. Él era terco y fuerte y no podía dejar a su familia. Lo

necesitaban demasiado. Odiaba que no pudiera hablarle a Joseph,

especialmente desde que tomó un accidente de auto para hacerlo abrirse

sobre su relación con Esther. La culpa lo estaba carcomiendo.

—George, estoy tan contento de ver que te estás sintiendo mejor —

dijo Esther mientras se unía a la familia.

El corazón de George se saltó unos latidos a la vista de ella. Mientras

miraba a Esther, su dolor aliviándose. Nunca creyó posible encontrar el

amor otra vez, pero luego nunca había esperado conocer una mujer como

Esther. Ella era amable, amorosa, y llena de vida. Podía verse a ambos

paseando alrededor del mundo en los próximos años. Lo que lo

emocionaba más que todo, era el creciente amor entre Esther y los niños.

Nunca podía incluso considerar el casarse otra vez, a menos que la mujer

amara a su familia.

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Incluso aunque sus niños estaban creciendo, aun así se necesitaban

el uno al otro. De eso se trataba la familia.

—Gracias, Esther — Finalmente respondió, tratando de lucir casual.

Esperaba que haya salido bien.

— ¿Cómo lo estás llevando, Katherine? — preguntó Esther mientras

se acercaba a Katherine y la envolvía en una abrazo reconfortante.

—Estoy tomando un día a la vez. Lo extraño, pero sé que regresara a

mí. Su vida no ha terminado todavía. Tiene mucho más que dar — dijo

Katherine, su voz profunda con emoción.

La propia garganta de George sintió un escalofrió mientras

escuchaba el dolor en la voz de su cuñada. La amaba, había estado

emocionado cuando Joseph finalmente recapacitó y se casó con ella.

Sonrió, regresando a esos días tempranos. Que estúpidos y obstinados que

habían sido él y su hermano, especialmente con las mujeres.

No imaginaba que sus propios hijos habían sido tan cautelosos de

tomar un salto de fe en matrimonios y familias. Parecía que a los hombres

Anderson les tomaba un poco más que a los hombres promedio para

admitir que estaban equivocados y permitirse una felicidad de por vida.

—Si hay que pueda hacer, déjamelo saber — ofreció Esther.

—Lo aprecio, pero pienso que la única cosa que cualquiera de

nosotros puede hacer en este punto es esperar…

— ¿Me puedes llevar a casa, Esther? Me gustaría ducharme y

cambiarme. Volveré realmente pronto, Katherine — dijo George.

—Sí, eso estará bien — respondió Esther, sus mejillas

enrojeciéndose cuando varias cabezas se volvieron a ella.

—No necesitas regresar esta noche, George. Por favor quédate en

casa y descansa. Necesitas cuidar de ti, entonces me puedes ayudar a

cuidar a Joseph cuando él despierte — dijo Katherine.

— Joseph Anderson, ¿no vas a descansar por mucho más, está

bien? Necesitas volver a casa con nosotros. Todos te amamos y te

extrañamos enormemente —dijo George mientras se inclinaba y abrazaba

a su hermano. Su corazón estaba roto con su constante conexión entre

otra pérdida. Quería tan desesperadamente escuchar esa resonante,

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maravillosa voz, sentarse por el fuego con un buen vaso de bourbon, reír

sobre sus hijos tercos.

Pronto, se prometió a sí mismo. Joseph despertará pronto.

—Estoy listo, Esther. Aprecio el que me lleves —dijo George

finalmente.

La enfermera insistió en llevarlo en una silla de ruedas a la entrada

principal, pero se negó. No era un inválido. Él ha estado caminando desde

que tenía 8 meses de edad, y no iba a estarse dejando mandar ahora.

Deslizó su brazo por el de Esther y caminaron fuera de la habitación.

— ¿Estás bien, mamá? Sé que extrañas a papá, pero necesitas salir

de aquí un poco más — dijo Mark mientras se sentaba junto a Katherine.

—Ah, Mark, lo entenderás después de que hayas estado casado

tanto tiempo como yo. Me duele estar lejos de él. Siento como que si no

puedo respirar mientras estamos separados. Tu padre me necesita aquí.

Sé que puede escucharme. Sé que está consciente de que estoy a su lado.

Más tiempo que este aquí, más rápido que el regresará a casa.

—Mamá…

—Ahora, no me calles. Lo estoy haciendo bien.

— ¿Puedes contarnos más de tu historia? — preguntó Amy. —Te

quedaste con Joseph parado en tu puerta. Él estaba callado, el muy cerdo.

Realmente estoy esperando que lo hayas puesto en su lugar — terminó con

una sonrisa para llevarse todo el dolor de sus palabras.

—Por supuesto, amaría contarte más. Me lleva al pasado. Oh, cómo

extraño esos días de amor joven, pasión y romance. Obviamente, funcionó

para Joseph y yo, pero yo seriamente tengo mis dudas…

Katherine se fue apagando. Se sentó, acomodándose antes de

empezar…

Katherine se paró en la entrada en shock. No podía creer que él se

aparecería en su puerta, y luego se atreviera a insultarla. Oh, ella lo había

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extrañado, aun sabiendo lo que había hecho. Había pensado que era

guapo hace cinco años atrás, pero el tiempo solo lo refinó.

Él se paró ante ella, más alto que la vida, sus brillantes ojos azules

prácticamente echando chispas, mientras la observaba. Su cabello oscuro

estaba corto, y su ropa estaba un poco arrugada, como si hubiera viajado

una distancia larga, solo para aparecer en su puerta.

Su rostro estaba un poco más esculpido, todas las huellas de la

juventud idas. Sus hombros un poco más anchos, más fuertes. Siempre

había atado a su estómago en nudos, pero pensaba que lo había eliminado

de su mente.

Ella había estado equivocada.

Sus rodillas estaban temblando, y tenía que mantenerlas juntas

para seguir evitando caer en un charco. No podía dejarle saber cuánto la

estaba afectando. También no parecía encontrar su voz mientas se

miraban el uno al otro.

— ¿Vas a contestar? — se burló, su voz profunda cayendo sobre su

piel. Luchó contra los temblores queriendo retorcer a su cuerpo. Él no

estaba allí para proclamar su amor, estaba segura de eso, ni que le

hubiera creído de cualquier forma.

Él estaba ahí por venganza por lo que percibió un delito por parte de

ella.

Sabía que él podía ver lo que le estaba haciéndole. Era obvio. Ella

nunca había sido buena en esconder sus sentimientos. A menudo él había

comentado como amaba la pasión justo debajo de su superficie puritana.

Había estado todo sobre liberar esa pasión, exponiéndola, haciéndola casi

sentir cruda en sus brazos.

Ella nunca le había dado a otro, lo que le había prometido a Joseph.

Había pensado que había terminado con él, había estado equivocada.

—A menudo he pensado en ti, preguntándome con cuantos otros

hombres habías jugado. Me pregunto quién de nosotros ha tenido más

compañeros, Katherine — dijo con una mueca. Eso lo hizo. Su

temperamento superó su sorpresa.

—Bueno, Joseph, yo no beso y cuento, entonces solo tendrás que

seguirte preguntando. Aunque estoy segura, si fuera una jugadora,

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sentaría las apuestas en tu favor. Con el número de concubinas a tu

servicio, puedes tener una mujer nueva a tu disposición cada noche de la

semana.

Ella estaba orgullosa del tono casual que usó, como si no le

importara nada en el mundo. Dejándole pensar lo que quería.

Él la miro en sorpresa. Ella nunca antes había tenido una lengua

afilada. Había madurado, también, en los años que habían estado

separados. Aun así, ella se preguntó cómo estaba dispuesta para usar

cualquier humor con él mirándola fijamente.

—Punto anotado —dijo con humor llenando sus ojos. — Aunque,

considerando tus palabras de despedida, no puedes culparme de

preguntar. Una mujer de tus inmensas necesidades no estaría soltera por

ningún periodo de tiempo. He escuchado rumores de que tú no estás

actualmente tomada. Supongo que la suerte está conmigo.

Katherine quería abofetearlo, se lo merecía. Estaba intentando

hacerla perder su temperamento, y estaba teniendo éxito. Aunque, no

había manera de que le daría esa victoria. No le permitiría saber lo tanto

que la afectaba. La mejor cosa que podía hacer para ganar su pelea de

pareja seria actuar indiferente. Ella había actuado en el mundo

empresarial lo suficiente para saber cómo aparentar, solo que nunca había

disfrutado hacerlo. Era demasiado honesta para ser un verdadero tiburón.

También, tenía que recordarse a sí misma, si él estaba de regreso,

era por el cambio de poder en la familia Anderson. Su padre, a quien

amaba, debía haberlo llamado. Podía morder su lengua en beneficio de

Milton, quien necesitaba el apoyo extra que su hijo le proveía.

Bajo ninguna circunstancia quería ver la corporación puesta en las

manos de Neilson, aun si tenía que lidiar con Joseph.

Porque ella era parte del grupo que tomaba la decisión sobre quien

tomaba las riendas de la corporación, no podía permitir que viejas heridas

influyeran en ella en una manera negativa. Si el nombre de Joseph estaba

añadido a la lista de posibles candidatos, entonces necesitaba mirar a sus

calificaciones, no al hecho de que él había destrozado su corazón. Como el

trataba a las mujeres no afectaba en cómo era en los negocios.

Él era conocido como un tiburón, un Presidente Ejecutivo que

cualquier compañía estaría orgullosa de tener al timón. Sabía que si era lo

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mejor para la corporación, votaría en esa dirección. También sabía que

renunciaría después.

Una mujer podía solo soportar demasiado, y luego no había manera

que pudiera manejar verlo todos los días, deseándolo, pero nunca

teniéndolo. Destruiría lo que queda de su apenas curado corazón.

—No es asunto tuyo si estoy soltera o no. Yo no sigo a tus cientos de

novias — chasqueó. Antes de que pudiera sentir culpa sobre perder su

batalla de voluntad con ella mismo y romperse, él sonrió con suficiencia.

Katherine continuó, —Lo siento, debí haberte subestimado. Cientos son

muy bajo como número.

Él rió alto a sus palabras. Sus hombros se sacudieron mientras se

agarraba en su puerta, previniéndola de cerrarla. La abierta alegría en su

rostro la tomó de improviso, y sintió un profundo calor quemando dentro

de ella. Le había tomado años para deshacerse de él, y aun así no lo había

logrado. Verlo despreocupado y lleno de humor, aun cuando estaba

tratando de insultarlo, le causaría más años de deseo.

¿Cómo ella suponía encontrar un hombre quien incluso viniera cerca

de afectarla de la forma en que Joseph Anderson lo hacía? ¿Por qué tenía

que ser él como una serpiente encantadora?

—Yo si tengo una reputación que proteger, Katherine, pero aun así

tengo mis límites. Tú, por otro lado, has desarrollado mucho misterio, por

ti misma. Se ha dicho que tú raramente sales con el mismo hombre dos

veces, que eres fría como una serpiente, y puedes destruir el ego de un

hombre con una mirada penetrante con esos hermosos ojos tuyos. No

puedo imaginar que los rumores sean ciertos, pero…

—Sabes lo que dicen sobre lo de asumir, Joseph.

Él rugió de risa otra vez, atrayendo a sus ojos con la plenitud de sus

labios. Ella quería hundirse en el piso, recordando la sensación de él

arrastrando suavemente besos por el costado de su cuello.

Él había sido tan tierno, tan apasionado.

Le había mostrado un mundo que nunca había imaginado que

existía. Tenerlo tan brutalmente arrancado fue injusto. No le podía suceder

eso dos veces.

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—Ah, es bueno estar en casa, cariño. He extrañado nuestras

conversaciones —la palabra cariñosa que vino tan casualmente de sus

labios envió una punzada a su pecho. Raramente la había llamado por su

nombre cuando habían salido. Siempre había sido una expresión de

cariño. Se había sentido tan querida.

Ella fortaleció su decisión y empujó la puerta un poco, ni siquiera

causando a su cuerpo de seis pies y cinco pulgadas ceder un poco. Pateó

con su pie, golpeando sus caros mocasines, intentando mostrarle que no

era bienvenido. Necesitaba parar su intercambio.

— ¿Por qué estás aquí, Joseph? Podríamos pasar toda la noche

insultándonos el uno al otro, pero he tenido un extraordinariamente día

largo y solo quiero comer algo para cenar e ir a la cama. Dime lo que

quieres, luego podemos dejar de torturarnos, y regresar a nuestras vidas…

—Te quiero, Katherine.

Wow, pensó. Eso estaba directo al punto. No estaba intentando

seducirla secretamente. Por lo menos él era directo, dejando la verdad de

sus intenciones permaneciendo como una sombra persistente. Él había

sido de la misma manera hace cinco años, pero ella había estado

equivocada sobre él, y sabía que nada era diferente ahora.

Katherine estaba convencida de que era todo un juego para él. Él

debe haber sentido que ella lo debía despreciado de algún modo, entonces

quería su libra de carne. No lo iba a conseguir. Ella ya le había dado lo

suficiente.

—No estoy para que me tomes, Joseph, ni estoy en venta. Esta es

una transacción que no vas a cerrar, entonces puedes salir por donde

entraste. Te pediré que te vayas, una vez más — dijo ella, hablando a

través de sus dientes apretados.

—Invítame adentro.

El seductor ronroneo en su voz estaba destinado a derretirla de

adentro hacia afuera. Tenía práctica en adquirir mujeres. La forma en que

su voz se profundizó en la palabra adentro mientras sus ojos ojeaba su

cuerpo. La forma en la que la desnudaba, dejándole saber que podía

recordar cada detalle de ella.

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Se sintió desnuda, a pesar de que estaba perfectamente vestida. Su

cuerpo respondió como lo ha hecho tantas veces previamente. Ella quería

invitarlo adentro. Quería olvidar su corazón roto, olvidar las reglas, olvidar

su voluntad de hierro y solo sentir… sentir deseo, amor, pasión. Quería

sentirse necesitada.

Casi pronunció la invitación, antes de que se sacudiera de su trance.

Mientras tomaba un paso hacia adelante, ella rápidamente lo

bloqueó, sabiendo que si venía a través de esas puertas, sería tan

vulnerable, tan fácilmente de seducir.

—No estoy segura sobre qué ha sido esta visita, pero no puedo decir

que ha sido agradable, Joseph. Otra vez, repito mi invitación para que

dejes mi edificio. No entrarás, no esta noche, mañana, o en una semana

desde ahora. Por favor da un paso atrás entonces puedo cerrar mi puerta.

— ¿Tienes miedo de mí, Katherine? — Sus ojos se ampliaron al

desafío en sus ojos —No, no pienso que lo estés. Creo que temes a ti

misma. Creo que me quieres. Quizás aún más de lo que yo te quiero,

aunque no veo como eso es posible. ¿No confías en ti misma para estar a

solas conmigo?

La sonrisa de suficiencia en su cara le dijo que él había leído las

reacciones de su cuerpo como un experto en lenguaje de señas. Tenía

miedo. Estaba aterrorizada, de hecho.

Él se inclinó contra el marco de la puerta, agradecidamente no

forzando el asunto, y solo empujándola a un lado. Ella sabía que era una

fuerza de voluntades. Él sabía que podía entrar. Él pesaba el doble de lo

que ella lo hacía, y fácilmente se alzaba sobre ella por un pie. Aunque, no

quería forzar su camino adentro. Él quería su sumisión a su voluntad.

¡Él podía seguir esperando!

— ¿No estás preocupada por que los vecinos escuchen nuestra

pequeña conversación? Siempre te preocupaste de lo que otros pensaban

de ti. Diría que ellos probablemente sacarían el canguil y cogerían una

silla si pudieran escuchar nuestra pequeña conversación en el pasillo.

Era una amenaza. Ella no tenía duda sobre eso. Le estaba

prometiendo que alzaría su voz. Pero sabía que él no lo haría. Tenía una

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reputación que proteger. Su imagen estaba regada en las revistas por lo

menos una vez al mes. Ella era una don nadie.

Ella cruzó sus brazos y lo fulminó con la mirada. Solo tenía que

permanecer fuerte. Ignorar sus amenazas vacías.

Él se movió, despejando su puerta, y rápidamente empezó a cerrarla

en su cara. Antes de que echara el pestillo, su mano salió disparada, y ella

sabía que luchar sería inútil. Pesaba unas sólidas 200 libras, sino un poco

más, de nada que solo músculo.

Ella no tenía ninguna posibilidad de un desafío físico en su contra.

Demonios, ella apenas tenía una oportunidad en una batalla mental. Él

era un poco más sofisticado que ella y realmente sabia como jugar todos

los juegos que ella había evitado en toda su vida.

— ¿Ah, Katherine, te diste cuenta de que no soy ninguna mosca

molesta que puedes espantar, verdad? ¿Cuándo alguna vez he dejado a la

palabra no determinarme? Vine aquí a verte y hablar en privado. ¿Alguna

vez me has conocido por no conseguir lo que persigo? — preguntó con total

autoridad y confianza.

Ella tembló por el poder en sus ojos. No sabía cómo podía ganar

esta batalla. ¿Por qué seguir luchando?

Ella sabía por qué.

Él quería tener un rollo rápido en el saco, mientras ella necesitaba

aferrarse a su cordura. Si se rendía a él, perdería mucho más que si solo

se alejaba. Él podía soportar el golpe en su orgullo. Ella absolutamente no

podía soportar el golpe en su corazón.

—Esto no es una batalla, Joseph. Lo siento si he tirado un guante

imaginario, o accidentalmente te desafié. Ganaste, ¿está bien? Tienes los

puntos de superioridad. Ahora, vete como un caballero, y posiblemente

podamos conversar después, quizás tomar un café — imploró.

Ella estaba dispuesta a encontrarlo en un lugar público si salía de

su puerta. Estaría preparada para entonces, armada. No de mal humor y

sorprendida al verlo por primera vez después de todos estos años.

Miró en sus ojos, su rostro suavizándose por un momento y ella

pensó que lo había convencido. Entonces sus ojos se estrecharon, solo un

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poco en las esquinas, y sus hombros se pusieron rígidos. No había

terminado, ni de cerca.

—Parece ser que estamos haciendo esto de la manera difícil. Solo

recuerda que te he advertido. Siempre obtengo lo que quiero, y ahora

mismo quiero privacidad contigo.

Se giró y se alejó de la puerta. La cerró a solo una grieta y se asomó.

Si daba un paso atrás, ella rápidamente la cerraba, pero no confiaba en lo

que estaba haciendo. Había personas mayores que vivían en su bloque de

apartamentos, y niños, demasiados niños.

Sabía que no lastimaría a ninguno de ellos, pero era todo lo que

sabía. Quizás a él realmente no le importaba si las nuevas estaciones

acampaban fuera de su puerta, pero seguro como el infierno que no quería

eso.

Se alejó como veinte pies de su puerta, justo en el medio del piso.

Sostuvo su aliento. ¿Qué estaba haciendo?

Se giró, mirando directamente al hueco de su puerta, justo en sus

ojos. Luego, le guiñó.

Lanzó su cabeza atrás y gritó.

— ¡Katherine! ¿Dónde estás, Katherine?

Sus gritos sonaban como una escopeta por los pasillos estrechos,

haciéndose eco en las puertas. Antes de que descubriera sus intenciones,

las puertas comenzaron a abrirse. Ella abrió su puerta más ampliamente,

mientras veía a sus vecinos pararse en el vestíbulo.

Estaba causando una escena.

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Capítulo 9

Traducido por pajarita

Corregido SOS por Auro Kyle

—Creo que tenemos suficiente información para estar de acuerdo

que es el momento de despedir a Jack. La pregunta es, ¿vamos a presentar

una denuncia? — dijo Max.

—Despedirlo, sí, pero creo que estamos perdiendo el tiempo de todos

si presentamos cargos. Sí, sabemos que es él, pero todo lo que tenemos

son testigos oculares y sospechas. Él ha realizado un buen trabajo

cubriendo sus huellas, — dijo Trenton.

—Estoy de acuerdo con ustedes dos. Le dejaremos ir, pero creo que

esto ya es demasiado complicado, y presentar cargos sólo logrará arrastrar

a demasiadas personas, creo que debemos dejar que él se marche,

entonces ellos podrán seguir con sus trabajos, — Austin dijo.

Austin despreciaba a los empleados deshonestos. Su familia trataba

a su personal con el máximo respeto, les daba buenos beneficios, tiempo

libre, ayudaba a sus familias e invertía tiempo y dinero en ellos. Por eso,

aunque se tratará de un negocio, lo sentía más personal. Cuando uno de

sus empleados les robaba.

Parece que Dean hizo un gran trabajo recopilando toda la

información necesaria, además de que habló con todos los receptores que

tenían sospechas.

—Jack se robó aproximadamente cincuenta mil dólares en

mercancía. Él no tiene una cuenta bancaria, así que a dónde ha ido el

dinero es una incógnita, — dijo Max.

—Bueno, vamos a despedirlo y darlo por perdido. Podría haber sido

mucho peor, — dijo Austin con un suspiro.

Él quería presentar cargos porque lo molestaba que el tipo solo fuera

a terminar con la pérdida de su empleo. Sin embargo, tenía que dejarlo ir.

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La familia estaba pasando por bastante tensión con Joseph aún en

coma y su propia vida estaba hasta el borde por sus problemas

personales.

Habían pasado un par de semanas desde la última vez había tenido

un momento a solas con Kinsey.

Él estaba cansado de sus tácticas para evitarlo. De una u otra

manera, iban a tener un enfrentamiento. Apenas podía esperar.

—Muy bien, chicos, eso es lo último de la empresa. Ahora, háblame

de tu caliente, o debería decir, frío romance con Kinsey, — exigió Trenton,

sacando a Austin de sus meditaciones. Austin evitó a su hermano con la

mirada.

Él era un hombre hecho y derecho y no debería tener a sus

hermanos gastándole una broma acerca de su vida amorosa. —Mi relación

con Kinsey está… bien. Maldición, es… complicado, — él dijo sin

convicción.

Max y Trenton se echaron a reír ante su tono frustrado.

Él creía que se lo merecía con la cantidad de bromas que les había gastado

a ambos cuando ellos tuvieron problemas en sus relaciones. Aunque no se

sentía bien ser el receptor ahora.

—¿Estás perdiendo tu arrogancia, hermanito? Nunca he visto que te

arrastrarás antes, pero parece ser una cosa constante con Kinsey, — se

burló Trenton.

—¡Mi arrogancia está bien! Como prueba de ello, tengo una lista de

mujeres disponibles en mi teléfono a la espera de mi llamada, — espetó. La

idea de llamar, a cualquiera de ellas lo dejó con una sensación de vacío.

—Sí, pero a la que quieres realmente parece pensar que eres tan

atractivo como la “salmonela", — añadió Max.

—Sabes, me parece recordar cuando Cassie te hizo arrastrarte sobre

tus manos y rodillas, por lo que no deberías de burlarte. Y antes de que

interrumpas, Trenton, Jennifer estaba haciendo que la persiguieras por

todo el lugar, — Austin les recordó a sus hermanos con aire de

suficiencia.

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Ambos sólo le mostraron sus brillantes sonrisas torpes. Estaban tan

enfermizamente enamorados, que sus comentarios no los afectaron en lo

más mínimo.

—Sí, y mírame ahora. Esa mujer increíblemente hermosa es mía, —

dijo Max, con el pecho hinchando. Era más que obvio que Max caminaba

sobre el agua por ella.

—Hacer a Jennifer mi esposa es la mejor cosa que he hecho nunca.

Ella y los niños hacen que me dé cuenta por qué papá quiso que

encontráramos a alguien así. Si crees que es Kinsey, tienes que retenerla.

No dejes que se escape porque, créeme, te perseguirá por siempre, —

advirtió Trenton.

Austin se sentó y esperó mientras Trenton habló. Él conocía el

corazón de su hermano, estaba en el lugar correcto, pero estaba harto de

que la gente le dijera lo que debía hacer.

¿Qué pasaba con querer vivir sólo por el momento? A su juicio,

nada. Le gustaba Kinsey. Las mujeres iban y venían. Sí, quería estar con

ella, pero no para el resto de su vida.

Tomó una cerveza y bebió un largo trago mientras Max se unió y dijo

algo inaudible. Austin decidió que la necesitaba para escuchar los que

ellos tuvieran que decir. Otro gran trago de líquido frío pasó por su

garganta.

Sus hermanos estaban jugando con su cabeza. Tenía que salir de

allí. Tal vez sería mejor ir y tener una charla con Kinsey. Sí, parecía la

mejor cosa a hacer.

—Miren, los dos, — Austin dijo interrumpiéndoles, logrando que Max

se detuviera a mitad de la frase. — No sé lo que estoy haciendo en este

momento, pero me gusta, ¿de acuerdo? No es como que estoy pensando en

acostarme con ella en algún hotel barato, y a luego, tirarle un billete de

cincuenta sobre la almohada. Ella es testaruda, irracional, muy emocional,

y un dolor en el culo, pero por alguna razón, no puedo dejar de pensar en

ella. La siguiente vez que necesite su opinión sobre el estado de mi vida

amorosa, les preguntaré, pero por ahora...

—Está bien, entendemos, no nos entrometeremos — dijo Max.

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—Lo entiendo. Y siento todo el dolor que te causé mientras estabas

persiguiendo a Jennifer, — interrumpió Austin.

—Hey, yo no estaba persiguiéndola. Ella quería que yo la

persiguiera, — dijo Trenton, a pesar de que todos sabían la verdad.

Jennifer le había echado un vistazo y había salió corriendo para el

lado contrario. Pero Trenton la había seguido rápidamente. Parecía que

todos los hermanos se habían puesto de acuerdo en correr lo más rápido

que pudieran cuando escucharan las campanas de boda, era como una

carrera de velocidad por el pasillo. ¿Era su edad? ¿Era su mortalidad

alcanzándolos?

Austin no quería ni pensar en eso. Sólo tenía treinta y cuatro años,

ciertamente no tenía un pie en la tumba todavía.

Tiene que ser el estrés, eso es todo, razonó consigo mismo. Una cosa

sí sabía a ciencia cierta, que no importaba cuán irritado lo volvieran sus

hermanos, hermana o incluso primos, él seguiría siempre amándolos.

Él también estaría allí para cualquiera de ellos en cualquier instante,

por la razón que fuera, ya que él también se había puesto al día con sus

consejos y las bromas a su costilla. Eso lo que las familias hacen, están

ahí para los otros.

—Tengo que correr, — dijo Austin mientras saltaba sobre sus pies.

Tenía que verla, hablar con ella. Tenía que estar con ella otra vez.

Entonces su vida volvería a la normalidad. Trenton y Max no dijeron nada,

cuando salía de la habitación. Estaba seguro de que ellos empezarían a

hablar de su hermano loco tan pronto como estuvieran fuera del alcance

de su oído. Sin embargo, ni siquiera le importaba.

Austin fue en línea recta hacia el hospital. Miró al empleado del

estacionamiento y dejó escapar un suspiro de alivio cuando él encontró su

coche en su lugar habitual.

Sabía que su turno había terminado hacía una media hora, pero ella

estaría de guardia esa noche. Como la condición de Joseph era estable y

George estaba en casa, ella estaba de guardia en el hospital solo dos

noches a la semana, aunque también trabajaba cinco días con turnos de

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doce horas. Aun así, hizo se le hizo difícil dar con ella, y tratar de obtener

paz.

Austin caminó adentro y se dirigió por el pasillo en silencio. Él

prefería el hospital a altas horas de la noche. No había mucho caos a esa

hora, se apagaban las luces, el personal estaba más ligero, y los pasillos

más tranquilos. Encontró su habitación y llamó.

No hubo respuesta. Llamó a la puerta de nuevo y esperó. Aún así, no

obtuvo respuesta. Tomo el pomo de la puerta y lo encontró desbloqueado

por lo que abrió la puerta al máximo en un espacio increíblemente

pequeño.

Una oleada de alivio le embargo, cuando la vio acurrucada en la

cama pequeña con un libro en la mano, una luz de lectura tenue que

iluminaba un lado de su cara. Llevaba un par de auriculares,

probablemente con la esperanza de ahogar cualquier ruido desde el

pasillo.

Expectativa. Hambre. Necesidad… Todos esos sentimientos lo

llenaron mientras su mirada se posó en su frágil cuerpo. Llevaba su

uniforme, pero su cabello estaba húmedo, daba cuenta de que había

tomado recientemente una ducha. Podía oler una pizca de menta en el

aire, sentía su toque en su nariz. No quería desearla, pero no podía negar

que lo hacía. Su cuerpo le instó a seguir adelante, mientras su mente

razonó para que él fuera más lento.

Él estaba demasiado involucrado, muy confundido sobre ella. Su

deseo ganó. No podía apartar la mirada de sus labios naturalmente rosas,

la insinuación de su escote apenas mostrándose, sus bien formadas

piernas dobladas debajo de ella...

Él sabía lo que había debajo de su pelo revuelto y sus dedos, le

picaban para eliminar cualquier barrera de su camino. Su largo y oscuro

pelo descansaba sobre sus hombros. A él le encantaba cuando lo llevaba

suelto, las ondas y su espesor actuaba como una cortina. La quería

encima de él con su pelo cayendo hacia adelante y frotándose contra su

pecho. Su cuerpo se tensó más. Él entró y cerró la puerta, esperando a que

ella levantara la vista y lo notará. Cuando lo hizo, sus ojos se abrieron

mientras se aferraba a su pecho.

—Me has asustado, — dijo con una risa nerviosa.

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—Lo siento.

—¡¿Mi localizador no se habrá apagado?! ¿Pasa algo malo con

Joseph?

Ella parecía preocupada mientras se levantaba de la cama, con su

libro a un lado, su instinto se hizo cargo y ella entró en el modo

enfermera.

Quedó impresionado con la rapidez con que ella respondió. Sabía

que si algo llegara a sucederle a Joseph, él querría que ella lo atendiera.

Ella era buena en lo que hacía como ya lo había demostrado.

—Quería hablar contigo, — dijo mientras se inclinaba más cerca.

Finalmente se dio cuenta de que estaban solos en su habitación

privada. Echó un vistazo a la puerta cerrada detrás de él y sus ojos se

abrieron.

Esperó hasta que ella nerviosamente le devolvió la mirada, y luego

sonrió. Había deseo ardiente en sus ojos, y él sabía que no era lo que

temía. Ella tenía miedo de sí misma. Estaban desmoronándose pieza por

pieza, las barreras que construyo para su propia protección.

Ella iba a sucumbir a él. Por fin iba a ceder a sus propios deseos. Él

sabía que la espera había terminado.

Kinsey miró a los ojos rapaces de Austin, sintiéndose como un ratón

acorralado. Luchó contra el temblor de su cuerpo, sabiendo que si ella

bajaba la guardia, incluso la más diminuta muesca, él la tendría sobre su

espalda.

Intentó decirse a sí misma que no valía la pena. Ella ya estaba

demasiado acostumbrada a él, cada vez que entraba en una habitación lo

buscaba, al escuchar el sonido de su risa, deseándolo con una ardiente

necesidad.

Si se dejará seducir, sería un fracaso para ella, se sentiría

demasiado apegada a él para dejarlo ir.

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Su única noche juntos había sido fantástica, pero sus días llenos de

tensión habían sido... demasiados miserables. Él estaba marcándose en

un lugar importante de su corazón, y ella no podía permitirse el lujo de

dejar que lo hiciera.

—Debo ir a ver cómo esta, — dijo finalmente después de un largo

silencio incómodo. Estaba utilizando todo su ingenio para recordar que

estaban hablando de Joseph.

—Acabo de comprobarlo. Está en buenas manos en estos momentos.

Katherine está durmiendo a su lado. Tú no quieres molestarla, ¿verdad?

—Por supuesto que no. — Pero quiero salir de esta habitación antes

de que cometer un error monumental, ella añadió en silencio.

—Bueno. Ahora, vamos a charlar, — dijo mientras daba un paso

hacia adelante.

Ella se retiró de forma automática, en una muestra de su debilidad,

sus ojos se iluminaron aún más y él cerró el pequeño espacio. Él era como

un lobo, que estaba cercando a su presa.

Ella estaba en un gran, gran problema. ¡Peligro! Su cerebro gritó.

¡Cállate!, su corazón amonestó. La sala estaba llena de deseo grueso y

palpitante. Con la espalda contra la pared, no podría hacer nada sino

esperar. Él estaba a centímetros de su cuerpo, sus brazos subiendo

mientras sus manos creaban una jaula alrededor de su cuerpo tembloroso.

Su olor la envolvió, un ligero almizcle mezclado con un toque de

madera.

Ella quería moverse hacia adelante, tocar y pasar su lengua por la

columna de su garganta, saborearlo, sentir su corazón latiendo debajo de

sus labios. Nunca había tomado un latido con la lengua antes... pero

estaba dispuesta a darle una oportunidad.

Sintió su cuerpo calentarse mientras sus músculos temblaban. Su

cuerpo apenas podía mantenerse unido y cuando él la besara, porque ella

sabía que él iba a hacerlo, ella creyó que podría explotar.

Cerró los ojos, tratando de bloquear al menos ese sentido.

—Detente.

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Ella abrió los ojos para mirarlo con confusión. ¿Detener qué?

—Deja de luchar, tú, yo, nosotros. Déjate llevar, —él murmuró, su

aliento acariciando su rostro. Se inclinó y tomó su labio inferior entre sus

dientes, mordiéndolo suavemente antes de introducir su lengua a través de

la superficie.

Él no apartaba la mirada de la suya, mostrándole el deseo intenso

que brillaba en sus profundidades. La necesitaba, más que lluvia en un

desierto. Se sentía mareada, pero poderosa. No podía decir que no.

Ella no pensaría en otra cosa excepto en él. Solo tenía que dejarse ir,

tenía que ceder y purgarlo de su sistema. Dándose cuenta de que no era

tan complicado como recordaba.

Cientos de pensamientos se agolpaban en su mente mientras trataba

de razonar con ella misma.

Cuando sus labios se cerraron completamente sobre ella, su mente

quedó en blanco. Cuando introducía la lengua en su boca, su cuerpo

asumió el control.

Los latidos del corazón de Kinsey se aceleraron cuando Austin

apretó todo su cuerpo contra el de ella. Sus brazos eran una jaula sólida a

su alrededor, su pecho presionando contra sus pechos, haciendo que sus

pezones se endurecieran.

La fiebre la recorrió cuando él le soltó la lengua, y luego siguió de

nuevo en su propia boca, entrelazándolos a los dos juntos en una danza de

seducción.

Movió la mano, unos pocos centímetros, y se pasó los dedos por su

mejilla sonrojada. La esquina de su pulgar rozando el borde de su labio

mientras se movía una fracción de una pulgada hacia atrás.

El instinto se hizo cargo cuando su lengua saltó y le lamió la almohadilla

áspera. Él gimió de placer, animándola a seguir adelante.

Ella abrió su boca y chupó su dedo, exultante al ver la lujuria

salvaje en sus ojos. Ella mordió suavemente antes de apretar la mano de

su boca y el la agarró de la parte de atrás de su cuello, reclamando sus

labios una vez más.

Él no era apacible cuando tomo su boca, besándola con la necesidad

pura. Él la poseía, y no se contenía nada en el proceso.

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—Eres mía, — gruñó mientras se inclinaba hacia atrás lo suficiente

para tirar de su bata sobre su cabeza.

Antes de que pudiera respirar, él la besó de nuevo, desatando el

infierno en su cuerpo.

—Sí, — ella lloró cuando levantó su mano y ahuecó su pecho,

amasándolo mientras su pulgar frotada su pezón. Ella no quería ninguna

pieza delgada de encaje entre su cuerpo y su mano

Esto era lo que había necesitado todo este tiempo. Austin. Sólo

Austin. Desde la noche en que la había tomado hace mucho tiempo, esto

era inevitable.

Él llenó una necesidad en ella que nadie más podría llenar, le dio

tanto placer que nadie más podría acercarse a darle. Él hizo latir su

corazón.

Moviendo la otra mano por su cuerpo, él agarró fuertemente la suave

carne de su trasero mientras empujaba su erección contra su centro.

Ella acertó sus movimientos, queriendo la ropa fuera, pero no queriendo

separarse de él mucho tiempo para quitársela.

Cuando él gimió su nombre, con anticipación construida. Su deseo

se multiplicó con el poder de saber lo que ella le hacía.

Él la necesitaba, y tenía que complacerlo, al igual que ella sabía que

él le daría más placer que cualquier otra persona. Cuando él sacó sus

labios de los de ella, gimoteó en protesta, sus labios sintiendo comezón con

la necesidad de ser tomados otra vez.

Entonces su lengua le recorrió la mandíbula y siguió la suave línea

de su garganta donde su pulso latía con fuerza contra su piel.

Él mordisqueó su camino a través de su clavícula, suavemente

lamiendo cada punto, causando calor en cascada sobre ella en una oleada

tras otra. Ella movió su cuello, en silencio pidiendo que continuara.

—Yo te quiero tanto, Kinsey. No pienso en nada más que en ti. Tengo

que empujarme más profundo en tu cuerpo, y sentir tus pezones

frotándose contra mi pecho. Tengo que hundir mi lengua en tu centro

mientras grita de placer. No puedo parar hasta que estés temblando en

mis brazos mientras te corres una y otra vez, — susurró antes de morder

el borde del lóbulo de su oreja.

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Sus piernas cedieron cuando ella se apoyó en él. Sabía que con el

más pequeño de los detalles ella iba a explotar en sus brazos. Nunca antes

un hombre le trajo tan cerca del borde del éxtasis con sólo sus palabras...

Pero, Austin no era cualquier hombre.

Sus caderas la sostuvieron contra la pared cuando él le desabrocho

el sujetador y llevó ambas manos a sus pechos desnudos, tomando sus

pezones entre sus dedos y pellizcándolos mientras los hacía rodar y tiró

con fuerza. No iba a ser capaz de soportar mucho más.

—Ahora, por favor, ahora, — exigió ella. No más negación. No más

espera.

Sus manos dejaron sus pechos y ella gimió decepcionada.

¡No! Él tenía que seguir tocándola. En un movimiento rápido, él se separó,

levantándola en brazos antes de que ella se deslizara al piso.

Antes de colocarla en la cama, con la cabeza inclinada él tomó un

pezón en su boca, chupándolo profundamente en el interior de su boca, su

lengua barriendo a través del pico endurecido.

Lo soltó sólo para poder reclamar el otro, dándole la misma atención

cuando sus dientes rasparon a través de la yema de color rosa. La dejó

caer los últimos centímetros en la cama, haciendo que su cuerpo rebotara

en el suave cojín.

Ella lo miró con confusión hasta que empezó a rasgar la ropa. En

cuestión de segundos se puso de pie ante ella en toda su magnífica gloria.

Su gran excitación parecía que estaba latiendo mientras daba un paso

hacia adelante, con su reluciente cabeza. Antes de que pudiera darse

cuenta, rápidamente se sentó, sorprendida de que pudiera hacerlo.

—Necesito saborearte, —ella dijo antes de agarrar su acero

satinado. Acorto la distancia con ella, dándole todo el acceso que

necesitaba.

—Ah, Kinsey, no... —protestó en un gemido gutural cuando ella lo

llevó al fondo de su boca, chupando su carne palpitante. Ella respondió a

su protesta pasando su lengua por su sedosa cabeza, saboreando el placer

en su lengua.

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Él no dijo nada, pero sus manos le agarraron la cabeza mientras se

movía arriba y abajo de su erección más profundo con cada golpe

succionándole más con cada caricia.

—No más —exclamó él, agarrando su pelo y apartándola Ella gritó

su desagrado con él, al detenerla.

Se agachó y cogió un paquete del bolsillo de su pantalón,

deslizándose rápidamente un condón.

Ella superó su frustración de él tirando de su boca cuando su

cuerpo cubrió el de ella y la besó de nuevo.

Sus manos se movían arriba y abajo de su torso desnudo, rozando

los bordes de sus pechos mientras la ligera capa de vello de su pecho

jugaba con sus pezones. Apretó las caderas desnudas en su núcleo todavía

cubierto, haciéndola gemir.

Necesitaba los pantalones fuera. Tenía que tenerlo dentro de ella.

Nada ni nadie fuera de su burbuja existían. Sólo Austin. Sólo ella.

Movió la cabeza y mordisqueó su garganta, luego, lentamente, besó

la parte superior de sus pechos. Su lengua se arremolinó alrededor de los

bordes de sus pezones, mojando el área antes de que finalmente chupara

cada brote con fuerza en la boca, moviéndose hacia atrás y adelante.

Cuando él levantó su cabeza y sopló en cada uno, ella movió sus

caderas en contra de él, rozándose, moliendo, buscándolo.

—Por favor, no más. Necesito... por favor... —sollozó. Movió la cabeza

de lado a lado mientras agarraba la cama.

Él cambió de posición y en ese momento sus manos estaban

finalmente en su pretina jalando sus pantalones, y sus bragas, con un

movimiento suave por sus piernas. Con el pie, empujó sus zapatos, sin

parar de sacarse las últimas prendas de su ropa.

Él rápidamente se movió sobre su cuerpo, finalmente reposando piel

con piel. Su calor era agua hirviendo mientras presionaba totalmente en

contra de ella, su virilidad presionando contra su mojada entrada. Ella

abrió las piernas, dándole más acceso, animándole a llenarla.

—No puedo esperar más. Te necesito demasiado, —él gimió cuando

finalmente comenzó a deslizarse dentro.

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Ella gimió mientras estiraba su piel. Ella ni siquiera podía responder

y decir que no quería esperar. Quería lo que él le estaba dando. Se retorció

contra él, abriendo sus muslos más ampliamente, dejando que su cuerpo

hablara por ella.

Con un golpe duro, se enterró por completo, sus caderas pegadas a

ella, estirando su cuerpo pequeño hasta el punto de que no sabía si podría

manejarlo. Su estómago se tensó cuando ella tomó toda su circunferencia,

dentro de su cuerpo tratando de ajustarla.

Sus ojos se cerraron mientras se movía hacia atrás, antes de

empujar hacia adelante de nuevo, su grueso eje fácilmente deslizándose

dentro y fuera de su núcleo húmedo.

—Tan mojada, estás tan mojada, —él gimió.

Eso fue suficiente para ella. A medida que se estrelló con fuerza en

su interior, su eje enterrado hasta la empuñadura, su piel frotando contra

su carne sensible, ella se vino abajo, su cuerpo explotando, invadiéndola

ola tras ola de increíble placer.

Ella siguió y siguió, apretando su cuerpo a su alrededor, la

sensación de su dura masculinidad dentro de ella, intensificando su

orgasmo. Cuando los pequeños temblores finalmente desaceleraron, ella

abrió sus ojos y miró a Austin. Su cara estaba tensa, sudor goteando de su

frente, abajo de sus mejillas. Sus dientes estaban apretados, juntos. Y el

fuego ardía en sus ojos.

Se dio cuenta de que se estaba moviendo muy suavemente dentro y

fuera de su cuerpo, lo que prolongaba su propio placer, aunque era

obviamente doloroso para él.

Su corazón casi parecía que iba a explotar. Ella estaba perdiendo las

barreras que había creado alrededor de él. El muro creado para no caer

ante él, estaba cayendo duro.

—Tu turno, —dijo mientras ponía su cara al lado de la de ella,

alzando sus caderas para darle la bienvenida al siguiente empuje en ella.

Él no dijo nada mientras sus labios ávidamente tomaron los de ella,

su lengua imitando el movimiento de sus caderas, empujando dentro y

fuera, cada vez más rápido.

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Con una mano, él la agarró debajo de su cadera apretando su

trastero. Empujándola hacia abajo con cada movimiento duro. Mientras

empujaba dentro de ella, pudo sentir su estómago apretarse por cada

empujón que daba. No sabía cómo era posible. Pero estaba a punto de

llegar al orgasmo otra vez.

Sus pezones se tensaron contra su pecho y su núcleo latía contra su

duro eje. Alcanzó el cielo deseando... buscando…

—Sí, Kinsey —él dijo mientras empujaba más fuerte dentro de ella. Y

dejó caer su peso sobre ella. Sentía como él aún pulsaba dentro de ella, y

más cuando volvía a hacer que llegará a la cima.

Gritaron juntos y dejó de existir el mundo. Placer. Sólo existía el

placer.

Kinsey estando entre consciente y soñolienta apenas sintió cuando

Austin se movió. No podía abrir los ojos, les ordenaba abrirse pero no

querían cooperar.

Sintió el movimiento de la cama y como empezaba a tocar sus pies

—No puedo... —se quejó y sin poder terminar la frase.

Lo escucho reír un poco, con esa risa deliciosa y profunda de

satisfacción. Ella quería abrir los ojos y ver su cara llena de satisfacción

pero sus párpados no se abrían.

—Solo te estoy vistiendo Kinsey. Aún estás de Guardia —Su voz se

apagó cuando sus dedos se deslizaron por sus muslos jalando su bata otra

vez hacia su lugar.

Ella sabía que debería estar horrorizada y en shock por hacer el

amor con él en el trabajo. Pero se sentía tan bien para importarle.

Tal vez cuando despertara…

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Capítulo 10

Traducido por Auro Kyle

Corregido por Maniarbl

—¡Ooh, Kinsey, ustedes dos se ven tan lindos!

Kinsey atontada despertó, sintiendo como si no pudiera respirar.

Había una enorme presión en su pecho, y casi entró en pánico

preguntándose qué le había atrapado. Ella chasqueó los ojos abiertos y

miró los párpados abrirse lentamente de los ojos de Austin.

—Buenos días —murmuró mientras se inclinó y la besó, sus labios

acariciando suavemente los de ella por un momento, al instante causando

calor. Comenzó profundizando el beso mientras presionaba su rápido

aumento de excitación en su contra, por lo que lo ansiaba más

profundamente.

—¿Um, hola?

Kinsey y Austin se congelaron mientras giraban sus cabezas.

Normalmente, Kinsey encontraría la expresión de su cara cómica, pero no

cuando fue sorprendida con él encima de ella. Ella empujó sus brazos

contra su pecho, y él se echó hacia atrás. Ella tomó una respiración

profunda, sus pulmones finalmente capaces de llenarse de aire.

—Perdón por la interrupción, pero te he estado buscando por todos

lados. Tenemos una cita en una media hora y no has estado contestando

el teléfono. Ahora entiendo por qué —dijo Cassie con un guiño,

mortificando a Kinsey aún más.

—Buenos días, Cassie. ¿Puede desaparecer durante unos minutos?

—Austin preguntó como si no pasara nada.

—¿Solo unos pocos minutos? Wow, Austin —ella lo incitó.

Kinsey le envió a su mejor amiga una mirada suplicante, que Cassie

fingió no ver.

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—No hay problema. Nos encontraremos en el cuarto de Joseph, dijo

antes de cerrar la puerta detrás de ella. Austin se volvió hacia ella y se

inclinó como si fuera a besarla de nuevo.

—No lo creo —dijo Kinsey rápidamente poniéndose de pie y le tendió

la mano.

—Vamos, Kinsey. Ayer por la noche fue genial —dijo mientras la

seguía.

—Alto ahí, Austin. No puedo pensar cuando me tocas —admitió,

luego quería coserse la boca cerrada cuando él le dio una sonrisa

arrogante.

—No hay nada de malo en eso, cariño.

—Me tengo que ir —dijo en estado de pánico, y luego bordeó

alrededor de él y salió volando por la puerta. Ella no se volvió para ver si él

estaba siguiendo. Ella corrió hacia el baño más cercano y se encerró

dentro.

Cuando se miró al espejo, se quejó. Su cabello estaba en todas las

direcciones, los labios hinchados por sus besos salvajes, y cuando cepilló

el cabello a un lado, ella se ruborizó al notar la leve contusión en su cuello.

¡Ella tenía un maldito chupetón! No había tenido uno de esos desde

la escuela secundaria.

Hizo todo lo posible para desenredar su pelo, tirando de él hacia

adelante sobre su cuello, luego se enjuaga la boca, usando una toalla de

papel para lavarse los dientes. Era tan bueno como iba a conseguirlo hasta

que se colara de nuevo a su habitación, esperando que él se hubiera ido.

Poco a poco abrió la puerta y mirando en ambas direcciones antes

de considerarla segura, entonces se apresuró a regresar a su pequeña

habitación. Respiró más tranquila cuando la encontró vacía.

Ni siquiera tuvo tiempo para sentarse y pensar en sus acciones.

Tenía que encontrarse con Cassie, ella sabía que iba a asarla peor que un

interrogatorio de la prisión.

Kinsey dejó su habitación y trató de caminar con confianza por el

pasillo.

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Se asomó a la puerta de Joseph, agradecida cuando se dio cuenta de

que Austin no estaba allí. Eran solo Katherine y Cassie. Ella sintió que su

corazón se calmaba un poco.

—Buenos días, Katherine. ¿Cómo esta Joseph esta mañana? —

preguntó mientras se acercaba y miró a su cuadro. No había habido

ningún cambio desde la noche anterior.

—Sé que esto suena tonto ya que la enfermera de la noche dijo que

nada fue diferente, pero siento algo. Creo que está a punto de regresar a

mí —dijo Katherine con una sonrisa serena.

Kinsey envidiaba la conexión indisoluble entre Joseph y Katherine.

¿Cómo se siente tener a alguien que la amaba tanto, que nunca perdieron

la fe?

—Creo que tienes razón —Kinsey estuvo de acuerdo. No había

manera de que Joseph pudiera estar lejos por mucho tiempo. No con una

mujer tan notable como Katherine esperándolo.

—¿Estás lista para salir? —preguntó Cassie.

Kinsey quería decir que no. Ella sabía que la inquisición se

avecinaba y que necesitaba reunir la compostura antes de las preguntas

de Cassie. Ella pensó rápidamente en una razón para quedarse. Su mente

corrió cuando sudor estalló en su frente.

¡Lo tengo!

—Sé que se supone que debemos conseguir pedicura, pero he estado

pendiente de un hilo a la espera de que Katherine nos diga más sobre su

romance con Joseph — dijo Kinsey con alivio casi vertiginoso. Ella sabía

que Cassie quería oír la historia continuar, también.

—Yo también —dijo Emily mientras entraba en la habitación con

Amy y Jessica—. Corrimos por aquí esta mañana con aperitivos y un cartel

de no molestar.

Las tres mujeres se sentaron y miró expectante a Katherine, que

miró a las cinco mujeres ante ella.

—Cada una de ustedes son tan hermosas, por dentro y por fuera.

Estoy tan feliz de tenerlas como una parte de mi familia —dijo Katherine,

haciendo contacto visual con cada mujer, incluyendo a Kinsey.

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Kinsey se movió incómoda en sus pies. Ella no sabía si Katherine

sabía de ella y Austin, pero incluso si lo hacía, Kinsey teniendo sexo con

su sobrino, no la hacía una parte de la familia.

—Nos encanta tenerte como familia —Jennifer dijo mientras entraba

en la habitación y se enjugó una lágrima—. Lo siento, estas malditas

hormonas del embarazo me están matando —añadió con una risita.

Kinsey miró al menudo tamaño de Jennifer, su vientre empezando a

mostrarse. Sintió que su propio reloj interno estaba marcándose. Su mano

rozó su estómago plano mientras se preguntaba cómo sería llevar una vida

dentro de ella.

—Yo te puedo ayudar con eso —Austin le susurró al oído, haciéndola

saltar. Ni siquiera lo había oído entrar en la habitación.

Sus palabras hicieron que un escalofrío le recorriera la espalda.

Podía imaginar a un niño de pelo oscuro con brillantes ojos azules

yaciendo en sus brazos. Ella casi ansiaba por ese niño. Ella sabía que él

realmente no quiso decir las palabras. Él solo quería tenerla de nuevo

debajo de él.

—Esto es una habitación de hospital, hermano. Es posible que desee

cuidar tus manos —Trenton, dijo mientras caminaba en la habitación

detrás de Jennifer. Trenton le sonrió a Kinsey de una manera cómplice, a

continuación, le guiñó un ojo.

Ella rápidamente miró al suelo. Finalmente se dio cuenta de que las

manos de Austin estaban descansando en la parte superior de su trasero,

sus pulgares cayendo peligrosamente bajo.

Trató de retroceder, pero él curvó sus brazos alrededor de su cintura

y la atrajo hacia sí a ras contra su cuerpo.

Todos los ojos en la sala se volvieron hacia ellos dos. Ella no quería

hacer una escena, pero odiaba ser el centro de atención. Sabía que su cara

ardía. Mientras los dedos de Austin acariciaron su cadera, ella se derritió.

Él estaba jugando con su cabeza, causando todo tipo de confusión.

—Oh, déjalos solos, Trenton. Solía haber un momento en que no

podías quitarme las manos de encima, tampoco —Jennifer reprendió a su

marido.

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—Solía haber un tiempo —dijo Trenton con fingida indignación antes

de que llevara a su esposa en sus brazos y la besara tan íntimamente,

Kinsey se sintió como una intrusa.

—Está bien, estás perdonado —Jennifer dijo sin aliento un instante

después, cuando Trenton liberó sus labios. Trenton giró en sus brazos, no

estaba dispuesto a dejarla ir, mientras retrocedía hasta un asiento, tirando

de ella en su regazo.

Jennifer realmente se rió cuando apoyó la cabeza hacia atrás para

apoyarse contra su pecho.

Austin llevo a Kinsey al sofá contra la pared del fondo de la

habitación. Se sentó, tirando de ella a su lado. Su brazo alrededor de sus

hombros, atrapándola contra el costado de su pecho.

Ella estaba demasiado avergonzada para mirar hacia arriba y ver si

todo el mundo seguía mirándolos.

Su mano acarició a lo largo del lado de su cuello, por lo que deseó

que estuvieran solos, un toque de él y ella era masilla en sus manos.

—Creo que puedo continuar la historia. ¿Dónde exactamente

estaba? Oh, sí, por lo que el día después de que Joseph se fue, después de

hacer el ridículo de sí mismo frente a mis vecinos, tuve que lidiar con las

consecuencias, — comenzó Katherine.

Toda la atención se centró exclusivamente en Katherine mientras

comenzaba a reflexionar...

—Escupe. ¿Es él un escolta? Sinceramente, no me importa si es

contratado, con tal de que me des el número de su servicio.

Katherine tomó una respiración profunda, luego, lentamente, la

apagó. Ella estaba de pie en su puerta, su pelo revuelto, la bata de haber

visto días mejores, y con lo que estaba segura era nauseabundo aliento por

la mañana.

Su vecina no había perdido el tiempo en absoluto en llamar a su

puerta, a primera hora de la mañana para que pudiera obtener la primicia

sobre el trozo en el pasillo de la noche anterior.

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—Ni siquiera estaba borracho. Es un viejo amigo al que no he

hablado en un tiempo muy largo, y él apareció sin anunciarse. Yo no iba a

dejarlo entrar, por lo que siendo el tonto testarudo que es, decidió

avergonzarme para salirse con la suya —dijo Katherine.

Ella podía ver por la mirada en los ojos de su vecina que no le creyó.

Katherine trató de no dejar que la molestara, pero le importaba lo que la

gente pensaba de ella. Ella de ninguna manera quería que nadie pensara

que había estado en algún bar recogiendo hombres extraños, o peor aún,

llamando a un servicio de acompañantes.

—Bien, guárdalo para ti. Los rumores se seguirán difundiendo, sin

embargo. Es mejor que confieses y nos digas.

Katherine decidió en ese momento que era hora de mudarse. La

molestia de tratar con chismes sobre su vida sexual por los próximos

meses no valía la pena quedarse. Sus vecinos no tenían vida, por lo que su

vida amorosa sería su entretenimiento hasta el próximo gran evento que

pasara a ocupar sus mentes fuera de ella.

—Mira, Penny... —Katherine comenzó a decir cuando los ojos de

Penny se agrandaron mientras miraba por encima del hombro de

Katherine. Katherine decidió que no quería dar la vuelta y averiguar lo que

estaba causando la mirada de asombro en la cara de su vecina. Joseph

estaba probablemente de regreso. Él tiende a tener ese efecto en las

mujeres.

—Santo caballo, ¿cómo diablos puedes conseguir todos estos dioses

golpeando a tu puerta? Te pagaré para que me enseñes tus secretos —

Penny reverentemente murmuró.

—Penny, te expliqué ya que Joseph es sólo un viejo amigo —

Katherine soltó, perdiendo toda semblanza de la paciencia con la mujer.

—Bueno, pudiste haber sido mucho más creíble si no fuera por el

hecho de que Zeus número dos está caminando hacia nosotros con una

sonrisa destrozando la tierra plasmada en su rostro. Oh, Dios mío, me

tienes que dar el número.

Katherine sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No había

muchos hombres que conocía que pudieran inspirar ese tipo de reacción

en las mujeres. La mirada de “cae sobre tus rodillas, desnúdate y rueda”

había entrado en los ojos de su vecina.

Page 126: 7.the billionaire's final stand

Tenía un mal presentimiento... Poco a poco se dio la vuelta, sus ojos

se levantaron los pantalones armarillos a medida y camisa abotonada con

el cuello abierto, mostrando una visión de su pecho liso.

Cuando ella finalmente lo miró a los ojos, el corazón le latía con

fuerza y la rabia se apoderó de su choque temporal.

George.

¿Cómo se atrevía a aparecer? Se dispuso hacia ella y se inclinó para

darle un abrazo. Sin ser consciente, levantó el brazo y le pegó en la

mandíbula cuadrada.

Su sonrisa vaciló mientras la miraba con asombro. Le tomó cerca de

tres segundos antes de que Katherine sintiera un brote agudo dolor de los

nudillos hasta el final del brazo. Su mandíbula se sentía sólida como el

granito.

Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras agarraba la mano y dio

un salto atrás.

Los ojos de George de inmediato miraron hacia abajo, la

preocupación irradiaba de sus profundas profundidades azules.

—Katherine, debes ser más cuidadosa —pronunció al llegar a ella.

—No te atrevas a tocarme —le espetó. Parecía divertido porque las

comisuras de sus labios se levantaron. Parecía que no era tan intimidante

como ella quería ser.

—Hola —Penny dijo cuándo recuperó la capacidad de hablar. Se

arrastró justo hasta al lado de George, sus pechos apenas vestidos

frotando contra su brazo mientras ella se presentó—: Soy Penny.

Katherine miró en estado de shock cuando la mujer realmente batió

sus párpados.

Ella no se escandalizó. Cuando ella había salido con Joseph, y pensó

que George era su amigo, había visto un sinnúmero de mujeres lanzarse a

los dos hombres.

George siempre había coqueteado descaradamente de regreso, pero

se había quedado tan impresionada cuando Joseph había parecido ni

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siquiera notarlas. Supuso que todo había sido un acto en beneficio de ella,

sin embargo.

Sin siquiera reconocer a Penny, George tomó el brazo de Katherine y

se abrió paso dentro de su apartamento. Él cerró la puerta en la cara de su

vecina aturdida. Era casi suficiente divertido para hacer a Katherine reír.

Casi.

—Te he echado de menos, Katherine. Creo que es mucho más allá de

la hora de que explique mis acciones —dijo George cuando él la llevó al

sofá. Se alejó, haciendo que ella se preguntara lo que estaba haciendo.

Oyó el ruido de la cocina, y luego estaba de vuelta con hielo envuelto

en una toalla.

—Pon esto en tu mano y te sentirás mejor pronto. No se ve rota, lo

más probable es que solo este mallugada.

Él actuó como si su golpe no le hubiera hecho nada, lo que no era

justo, teniendo en cuenta que su mano estaba palpitando.

—¿Qué haces aquí, George? Creo que ya has hecho bastante daño.

—Te he echado de menos, amiga mía. Hay un montón de

malentendidos de nuestra época, hace cinco años, pero si me das una

media hora, puedo explicar...

—No hay nada que explicar. Tú y tu hermano gustan de jugar a

juegos con las chicas inocentes. No hay problema, lo entiendo. Yo era tan

estúpida como para pensar que eras mi amigo, y aún más estúpida para

creer Joseph me amaba. Buen trabajo —dijo con sarcasmo.

Katherine apenas pudo controlar su ira. Si la dejaba salir, haría

combustión interna y no sería nada más que un montón de cenizas. La

curita temporal colocada sobre sus heridas emocionales había sido

arrancada rápidamente, dejando la herida completamente expuesta a los

elementos a su alrededor. El ver a Joseph, y luego George, era casi

insoportable. Era como mirar a ese juguete codiciado en una ventana de la

tienda, solo una fina pieza de cristal que la separa de ella, pero estaba

fuera de su alcance. Sabía que los hombres estaban fuera de su alcance.

No podía volver a confiar en George para ser su amigo de nuevo, y desde

luego no podía confiar en Joseph con su corazón.

Había abusado demasiado.

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—Katherine, estoy aquí para pedir perdón.

—¿En serio? ¿Tú y Joseph tienen otra apuesta? ¿A quién de ustedes

voy a perdonar primero? ¿El amante o el amigo?

George se inclinó hacia ella y la tomó de la mano sana en la suya.

Cuando ella le tiró, se negó a liberarla.

De mala gana, ella finalmente levantó la vista y se encontró con sus

ojos llenos de dolor.

—Yo era un tonto. Realmente eras mi amiga, eres mi mejor amiga.

Yo era arrogante e inmaduro, y ahora Joseph y yo apenas hablamos. Todo

ha cambiado —dijo, con la voz llena de tanta emoción, que no podía

apartarse de él. ¿Estaba realmente diciendo la verdad?

Katherine se quedó en silencio mientras su mirada se pasó por

encima de él. A pesar de que, él y Joseph eran hermanos gemelos, no eran

idénticos. Ambos hombres eran magníficamente bien parecidos, pero

nunca había sentido deseo hacia George.

Había sentido amor, el tipo de amor uno se sentiría hacia un

hermano. Se había convertido en su mejor amigo, y la traición de los dos

hombres la había herido a su mismo centro. Ella había perdido no solo el

amor de su vida, sino también el mejor amigo que había necesitado tanto

para ayudarla a salir adelante.

Por lo general, cuando se pasa a través de la angustia, por lo menos

tenía a su amigo a quien recurrir. En su caso, ella había sido devastada

por partida doble, ya que los había perdido en un mismo día.

—No lo merezco, y si fuera un hombre mejor, me quedaría fuera de

tu vida, pero no puedo. Te he echado de menos y necesito que sepas lo que

pasó —dijo.

Odiaba admitirlo, incluso a ella misma, pero lo había echado de

menos, también.

Lo extrañaba tanto que dolía sentarse con él en su pequeño

apartamento y tratar de aferrarse a su resentimiento. Sus emociones

frágiles estaban a punto de astillarse en mil pedazos. Tenía que dejarle

decir lo que necesitaba para que él se fuera y ella pudiera tener una crisis

nerviosa.

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—Bien, George, sigue adelante y habla, pero te digo ahora que si

puedo detectar incluso la pieza más pequeña de engaño en tu historia, voy

a encontrar algo mucho más fuerte que mi puño para golpearte en la

cabeza —Katherine advirtió.

George se rió, sus ojos se arrugaron en las esquinas. Ella tuvo que

recordarse a sí misma cómo la había engañado, porque sería demasiado

fácil volver a caer en su antigua rutina con él. Siempre había llevado risas

y alegría a la vanguardia, donde quiera que estuviera.

—Yo merezco tu ira, Katherine. Me tomó un tiempo, pero finalmente

me di cuenta de que de alguna manera te enteraste de la apuesta —indicó,

encogiéndose cuando dijo la última palabra.

Katherine lo miró, sin siquiera molestarse en responder a su

declaración. Por supuesto que sabía de la apuesta. Eso casi la había

destruido.

—Me gustaría explicar...

Katherine levantó la mano, deteniéndolo a la mitad de la frase. Se

sentía como que estaba de vuelta en ese día, descubriendo de nuevo lo

poco que pensaban de ella.

Ella no creía que pudiera escucharlo, resucitando los viejos

sentimientos de dolor y traición. Su pecho dolía cuando ella lo miró, la ira

y la humillación se filtra por todos los poros.

—No trates de decirme que no tenían una apuesta. Ni siquiera trates

de insultar mi inteligencia así, George.

—Por desgracia, no puedo negarlo. Pero, por favor, escucha.

Prometiste que me darías unos minutos. Voy a explicar lo que sucedió, a

pesar de que nunca va a disculpar lo que hice —declaró.

Katherine se echó hacia atrás, con los brazos cruzados sobre el

pecho. Ella estaba al borde de las lágrimas, solo su voluntad de cizalla le

impedía la liberación de ellas. Le dolió mucho más que escuchar en

silencio mientras le explicaba lo poco que había pensado en ella.

Él lo necesitaba para aliviar su conciencia, sin embargo, incluso si

eso significaba lastimarla.

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—Estaba resentido con Joseph. Hacía unos cuantos años que en

realidad lo odiaba. Hizo que todo parezca tan fácil. Él solo parecía tener el

toque de Midas. Si él decidió que quería hacer algo, entonces estaba casi

terminado antes incluso de terminar el pensamiento. Él fue mejor en los

deportes, académicos y mujeres. Cada cosa que se dispuso a conquistar, la

conquistó.

—¿Qué tiene eso que ver con esto? —ella interrumpió.

—Estoy en ello. Pero para entender plenamente, es necesario

conocer la historia. Cuando éramos jóvenes, yo adoraba a Joseph. Creció

más rápido que yo, y en vez de mirarlo como un gemelo, era casi como si

fuera un hermano mayor. Incluso a una edad temprana, Joseph estaba

tomando al mundo por sorpresa. Yo estaba contento de seguir detrás de su

sombra. Al menos por un tiempo —dijo George mientras se sentaba.

Katherine no estaba segura de que se diera cuenta que ella estaba

aún en la habitación.

—Todos los hermanos pelean, eso no es nada nuevo.

—Sí, todos los hermanos se pelean, pero luego lo compensan.

Recuerdo el momento en que dejé de idolatrar a Joseph y empecé a

resentirlo. Estábamos en el séptimo grado. Una nueva chica se cambió a

nuestra escuela, y me enamoré de ella. Sí, lo sé, yo era solo un niño, pero

para mí era amor verdadero. Era tímida y dulce, y tan bonita. El baile de

San Valentín se acercaba y me tomó una semana para reunir el valor, pero

finalmente me decidí a pedirle que fuera mi cita. Le escogí un bonito collar,

y decidí esperar hasta después de la escuela. Yo le había dicho a Joseph

que estaba enamorado de ella, pero no había entrado en muchos detalles.

En el almuerzo de ese día, él le pidió ir al baile, y ella dijo que sí. Estaba

devastado. Mirando hacia atrás, apenas había dicho nada acerca de ella a

Joseph, para que él lo supiera, pero para mí solo había robado lo único

que le había pedido guardar para mí mismo.

Parte de la tensión dejó el cuerpo de Katherine cuando George habló.

Podía oír la confusión y el dolor desde hace muchos años, y se encontró

con ganas de consolarlo. Tuvo que obligarse a mantener sus defensas,

pero era cada vez más difícil.

—Él la llevó al baile, y decidieron que querían ser amigos y nada

más, pero ella estaba contaminada para mí después de eso. No la vi de la

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misma manera. Ella trató de hablar conmigo el lunes siguiente, durante el

almuerzo, ya que lo habíamos estado haciendo durante meses, y yo le

desairé. No creo que alguna vez se dio cuenta de por qué de repente dejé

de ser su amigo. Ella terminó mudándose dos años más tarde y nunca se

lo expliqué.

Kinsey se sintió mal por la adolescente tímida. Ella había sido de la

misma manera, también con miedo de exponerse al rechazo. Era tonto

cuando pensaba en ello, pero una cosa que no había descubierto era la

manera de volver atrás en el tiempo y darse una palmada a sí misma en la

cabeza.

—Después de eso, me aparté de Joseph. Él era tan popular y

siempre lleno, así que no se dio cuenta hasta que el vínculo se rompió sin

posibilidad de reparación. En la escuela secundaria, me preguntó si

teníamos un problema, y me comportaba como si no había ni uno. Yo le

dije que estaba ocupado con la escuela y las diferentes actividades. Él me

creyó, pero empezó a alejarse de mí también. Continuamos

distanciándonos. Al día de hoy, casi nunca hablamos. Echo de menos a mi

hermano. Él era mi mejor amigo y dejé que los celos nos apartaran.

George se atragantó mientras decía la última frase. Katherine no

pudo contener las lágrimas por más tiempo, y una se cayó de su ojo,

lentamente deslizándose por su mejilla. Él la miró y le dio una apariencia

de una sonrisa antes de levantar con cuidado la mano y secar la lágrima

solitaria con la almohadilla suave de su dedo pulgar.

—No fue mi intención molestarte, o revolcarme en la autocompasión.

Es solo que a veces realmente me afecta —se disculpó.

—Yo también lloro durante los comerciales de café cursis, así que no

seas tan duro contigo mismo —Katherine le dijo con una risa

despreciativa.

—Los años siguieron alejándonos, uno tras otro y, de repente,

éramos adultos y todavía había esa extraña distancia entre nosotros, pero

agregó que eso fue una nueva competencia. Yo estaba decidido a ganarle

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en algo. Quería verlo caer sobre su rostro, para ver al todo perfecto Joseph

Anderson fallar. Te vimos en el baile, y yo oí a algunas de las chicas hablar

de ti, te llamaban la reina de hielo.

Al menos tuvo la decencia de temblar mientras lo decía. Katherine

todavía se sentía herida por esos días. Su timidez se tomó como

condescendiente. Su selectividad en hombres como esnobismo. Ella no

quería cometer los errores que había visto a su madre a hacer.

—Antes de que pensara acerca de tus sentimientos, animé a Joseph.

Le aposté que había por lo menos una chica en el baile que no sería capaz

de hacer caer sobre él. Desde que nunca había tenido eso sucediendo, se

sentía bastante seguro en aceptar el reto. No había oído a las chicas

hablando. Te señalé, y sus ojos se abrieron cuando él te vio por primera

vez. Creo que fue flechado al instante. A medida que se acercó a ti y te

pidió un baile, tenía una sonrisa en mi cara, esperando que lo rechazaras

y te alejaras. Cuando aceptaste con una pura, dulce sonrisa, me di cuenta

de mi error. Ninguna chica puede fingir esa inocencia. Al instante me

arrepentí de la apuesta, sabiendo que todo iba a ir al sur. Cuando bailaste

directamente a través de las siguientes tres canciones, y vi la forma en que

lo mirabas, me sentía como el peor de lo peor.

Katherine ni siquiera se dio cuenta de sus mejillas estaban mojadas

por las lágrimas. Mientras hablaba de aquella noche de hace cinco años,

fue como si ella estaba viviendo todo de nuevo. Lo recordaba como si fuera

ayer, como se sintió cuando el soltero más codiciado de la habitación se

había acercado y la invitó a bailar. Como su risa había iluminado su

mundo. Al final de la noche estaba medio enamorada de él, a finales del

mes, ella estaba locamente enamorada.

—Cuando los dos se convirtieron en una pareja y estabas en nuestra

casa todo el tiempo, llegué a conocerte, vi por qué Joseph pasaba cada

momento contigo. Realmente te amé como una amiga. La apuesta estaba

olvidada hace mucho tiempo, y estaba empezando a cerrar esa brecha

entre mi hermano y yo. Tu insistencia en que hiciéramos las cosas juntos,

tu pureza, todo en ti me atrajo.

George se detuvo el tiempo suficiente como para que Katherine le

hiciera su propia pregunta.

—¿Por qué no me dijiste lo de la apuesta?

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—Tenía miedo de que me odiaras. ¿Cómo te enteraste de eso, de

todos modos? Nunca lo mencioné de nuevo.

Katherine pensó en hacerlo sufrir, dejando que su apuesta de

cambio de vida le persiguiera el resto de su vida, como lo hizo con ella,

pero entonces no era esa clase de persona.

—Tocaste el tema, por lo menos una vez más. Te oí y a Joseph

hablando un día. Después de eso, bueno, ya sabes el resto...

Los ojos de George se redondearon mientras recordaba y recordaba.

—Lo siento, Katherine, más de lo que puedo expresar. Yo sé que no

tiene nada de nuevo, pero realmente lo siento —dijo.

—Supongo que ya no importa, George. Fue hace años y he seguido

adelante con mi vida. Es posible que hayas lamentado la apuesta, pero

una apuesta es todo lo que era para Joseph, un premio tonto que ganar.

—No, Katherine. Nunca antes, y nunca después, lo he visto mirar a

alguien como él te miró esa noche y los meses que siguieron —George

insistió.

Quería creer sus palabras, pero ¿cómo podía confiar en él? Ella tenía

miedo de abrir la puerta de nuevo.

Miedo de ser herida más de lo que ya había sido.

—¿Por qué has tardado tantos años en hablar conmigo? —su

pregunta no se hizo por enojo o resentimiento. Ella se quedó perpleja

cuando empezó a creer en sus palabras.

—Yo era un tonto. Estaba tan avergonzado de mi conducta, me

imaginé que estabas mejor sin mí.

—¿Entonces por qué volver ahora? ¿Por qué no seguir

permaneciendo lejos?

—Me mudé a Chicago, huir sería más acertado. Yo estaba tratando

de escapar de mis demonios. Después de un par de años, me di cuenta de

que estaban dentro de mí y no importa a donde fuera, seguirían siendo mi

sombra constante. Luego, el año pasado, me casé con una mujer

maravillosa, que ha traído alegría a mi vida y me ama lo suficiente para

querer todo de mí, no la cáscara del hombre en que me había convertido.

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Ella me ha estado ayudando a sanar. Llegué a casa a hacer las paces.

Tengo que tratar de limpiar los errores del pasado y que tenía que decirte

la verdad.

Katherine lo miró, vio la verdad en sus ojos, y ella sabía que tenía a

su amigo.

—Te he echado de menos, George —ella dejó ir. Seguía guardando

rencor contra él por hacer una apuesta estúpida antes de que supiera

quien era no lo hacía mejor que el tonto que él hizo. Sus verdaderos se

colores habían mostrado cuando la había se hecho su amiga, pasaba

horas hablando con ella y trajo emoción a su vida. Nunca había sido

cualquier cosa menos que respetuoso con ella. Ella lo había echado de

menos.

—No merezco tu perdón, ni tu amistad, pero no voy a rechazarlos. Te

he echado de menos, Katherine —dijo mientras se movía hacia ella y la

envolvió en un abrazo de oso. Ella le devolvió el abrazo, feliz de tener un

mal en su vida arreglado.

—Katherine, tú siempre has sido demasiado indulgente —George

amonestó, con lo que trajo a Katherine de vuelta al presente, la realidad

golpeando con fuerza.

Ella miró a la cama donde su esposo yacía tan quieto. Parecía como

si él no hacía nada más que tomar una siesta. Si no fuera por todos los

monitores conectados a él, ella podría ser capaz de creer en realidad eso es

todo lo que era.

—Hola, George, no te oí entrar —dijo Katherine con una sonrisa

cariñosa.

—Tenía que colarme para que pudiera escuchar. Creo que me estás

haciendo demasiado bien, la verdad. Yo era tan horrible en ese entonces —

dijo con dolor en sus ojos.

—Te perdoné a partir de ese momento, George Anderson, y nunca

me he arrepentido. Eres un gran hombre y que no has merecido los

momentos de infelicidad en tu vida. Estoy tan contenta de que Joseph y tú

se arreglaran —le dijo ella.

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—Probablemente nunca hubiera pasado si no hubiera sido por ti.

—¿Por qué, qué pasó? —Cassie cuestionó, sentada en el borde de su

asiento—. Por favor, dime que no vamos a parar de nuevo. Siempre nos

dejas colgando.

—Lo siento, cariño, pero ya he tenido suficiente que recordar por

una noche. Vamos a seguir la historia pronto —prometió Katherine.

Era a la vez alegre y doloroso recordar el pasado. A pesar de que

había sido hace muchos años, parecía que fue ayer para ella. Había

luchado tan duro para mantener su corazón a salvo de Joseph, cuando

todo el tiempo él solo quería acariciarla.

—Entendemos, tía Katherine —respondió Cassie, y los demás en la

sala estuvieron de acuerdo, se levantaron de sus sillas, cada uno parando

y besando a Katherine en la mejilla antes de que salieran.

—Buenas noches —Katherine les dijo, y luego salió del brazo de

George.

Todavía era un gran amigo, y el sistema de apoyo en su vida.

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Capítulo 11

Traducido por Julieta9768

Corregido SOS por Auro Kyle

—Encontré a los dos besándose detrás del garaje anoche. Casi

tropecé con ellos. Gracias a Dios que miré hacia arriba en el último

minuto. Yo me agache rápidamente detrás de la pared. Entonces quede

atrapado allí durante unos quince minutos mientras que ellos se reían

entre besos. Estaban actuando como adolescentes que se habían escapado

saliendo a hurtadillas de la casa, —dijo Lucas con una sonrisa.

Toda la familia se había reunido para discutir el romance secreto

entre George y Esther. Ninguno de los dos lo admitía por alguna razón, y

nadie de la familia entendía el por qué.

—¿Por qué crees que no nos dicen que están saliendo? Me parece

bastante serio, —pregunto a Trenton.

—Yo diría que es serio. Anoche cuando salí del hospital, me encontré

con los dos besándose en la escalera. Tuve que ir silenciosamente de

regreso por la escalera y luego bajar por el ascensor, para que no supieran

que estuve allí, —dijo Austin.

—¿Cuándo fue el primer incidente que alguno pueda recordar?

Vamos a tratar de imaginar cuánto tiempo han estado juntos, —Max

sugirió.

—La primera vez que llegué a sospechar fue hace unos seis meses en

la fiesta de cumpleaños de Jazmine. Estaban dándose miradas coquetas

toda la noche, y luego entraron en la casa para buscar algunas papitas

extra, y no volvieron por treinta minutos. No se necesita tanto tiempo para

abrir una bolsa de Doritos, —dijo Amy.

—¿Puede alguien recordar cualquier cosa antes que eso?

—Oh, sí, yo sí, —Emily ansiosamente respondió. —Fue el año

pasado en la fiesta por el aniversario de mamá y papá. George se inclinó

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hacia abajo y le dijo algo a Esther que le hizo ponerse escarlata. Pensé que

era algo lindo, así que vi cuando George le guiñó un ojo y luego salió de la

habitación. Unos dos minutos más tarde, Esther miró alrededor, así que

miré hacia otro lado, y luego cuando miré de nuevo, iba a través de la

misma puerta. Ninguno de los dos regresó hasta que llegó la hora de la

cena. Yo creo que fue alrededor de una hora. Mucho puede pasar en una

hora.

—Eso es definitivamente sospechoso —Cassie dijo con una sonrisa

animada.

—¿Algo más? —Preguntó Max.

La sala estaba llena de hermanos y primos que se miraron el uno al

otro mientras todos negaron con la cabeza.

—Bueno, por lo que parece han estado saliendo durante al menos

un año, probablemente más si ya estaban saliendo a hurtadillas de la

habitación durante más de una hora a la vez, —Dijo Alex.

—Entonces, el gran misterio que resolver es porque están

manteniéndolo en secreto de nosotros, —dijo Jennifer. Todo el mundo se

quedó en silencio durante unos momentos.

—¿No crees que él cree que estaríamos molestos por mamá? —

preguntó Bree. Se miraron los unos a los otros perplejos.

—No, yo sinceramente no creo que eso sea el motivo. Él sabe que

todos adoramos a Esther. Creo que tiene miedo, —afirmó MarK,

disfrutando bastante de su pensamiento.

—Me quieres decir, que después de toda la molestia que tanto él

como el tío Joseph nos han dado, tiene miedo de dar un paseo por el

pasillo, —dijo Trenton con incredulidad.

—Suena como que realmente podría estar en algo así, —Max estuvo

de acuerdo.

—Bueno, entonces, ¿qué vamos a hacer para conseguir que salgan

del closet? —Austin preguntó con malicia.

—Creo que empezamos a golpearlos en su propio juego. En lugar de

escondernos cuando nos encontramos con ellos, no vamos a darles un solo

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momento de paz. Luego ya veremos cuánto tiempo son capaces de

mantener las cosas en secreto, —dijo Alex.

—Me encanta. No me gustaría no llegar a estar a solas con Chad, —

dijo Bree mientras aplaudía. Chad la apoyó otra vez, dándole un beso, y

ella se acurrucó en sus brazos.

—Vamos, ustedes dos. Estamos tratando de trabajar aquí, —gruñó

Austin.

Él era el único en la habitación sin alguien en sus brazos. Kinsey

estaba trabajando en el hospital y él ya hubiera desaparecido detrás de

ella, si su familia no lo hubiera llamado a una reunión de emergencia.

Después de otra hora de planificación, lo tenían todo organizado. Si

George y Esther no lo habían contado en una semana, dos a lo sumo,

aplicarían el plan B. Aunque al ver que esto no ocurría, sin embargo, lo

que planearon para la pareja era para volverlos locos.

Primer día

—Estoy tan contenta de haberte encontrado, Esther. Necesito tu

ayuda, —dijo Amy cuando entró en la casa de la familia y se encontró con

George y Esther en el sofá.

Ella tuvo que ocultar su sonrisa cuando vio que los dos saltaban

rápidamente a separarse.

—¿Qué necesitas, querida? —Preguntó Esther, su voz sonaba un

poco sin aliento.

—Estoy tomando el lugar de la asistente de Lucas por esta semana y

ya que ha pasado tanto tiempo desde que he trabajado allí, simplemente

estoy perdida. ¿Podrías por favor venir a la oficina y darme una mano?

Sabes cómo es mi marido cuando empieza a acumularse el papeleo, —

preguntó Amy, muy orgullosa de cuán sincera sonaba su voz.

En realidad, ella estaba emocionada de pasar la semana en la

oficina. Además, ella podría hacer el trabajo con los ojos cerrados. Siempre

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ayudaba cuando Lucas necesitaba de ella. Después de todo, así es como

ellos dos se habían conocido. Ella casi se sonrojó pensando en el mes

pasado. Ella había llenado el día, y Lucas a su vez, la había llenado a ella.

Apretó los muslos recordándolo despejando el escritorio y tomándola por

horas. Ninguno de los dos logrando tener mucho trabajo hecho.

A veces con los niños y los horarios de la familia, no llegaban a hacer

el amor con tanta frecuencia como lo habían hecho en los comienzos. Su

día en la oficina la había hecho sentirse deseada de nuevo. Ella tenía la

esperanza de repetir la situación de la semana pasada, pero el lunes era

su día para interferir entre George y Esther. Eso estaba bien, y ella

siempre tenía el martes.

—Ahora Amy, Esther esta jubilada. Ella puede no tener ganas de

volver, —George gruñó. Amy se obligó a ensanchar sus ojos como si

estuviera a punto de romperse si ese fuera el caso. Se dio la vuelta con su

mirada patética hacia Esther, la que la hacía parecer como un ciervo

encandilado por los faros.

—Tonterías, George. Por supuesto, que me encantaría pasar el día

con Amy en la oficina. Será como en los viejos tiempos. —Dijo Esther.

Parecía feliz y decepcionada al mismo tiempo. Amy se preguntó que sería

lo que ellos dos tenían planeado ese día.

—Te puedo llevar allí y volver por ti, si quieres. De esa manera sólo

tienes que trabajar medio día, —George ofreció esperanzado.

—¡Oh, no! tío George. Hay un archivo enorme del que Lucas estaba

hablando. Yo supongo que es una cuenta muy vieja, pero una que Esther

conocía bien. No puedo exactamente recordar, pero era algo sobre Mercer

Went, —dijo ella, actuando despistada.

—¿Te refieres a Mentor West? —Preguntó Esther.

—Sí, ese es, —dijo Amy. Esther suspiró, sus hombros encogiéndose

un poco antes de que ella se enderezara de nuevo.

—Sí, no hay necesidad de que me lleves, George, pero gracias por la

amable oferta. Mentor West es un cliente muy viejo, y son bastante

exigentes. Insisten en tener múltiples copias de los contratos, enviadas a lo

largo del día. Ellos toman una pluma roja real y tachan las palabras, luego

lo envían por fax y te hacen rehacerlo. El peor día que tuve con ellos fue

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cuando lo enviaron de vuelta treinta y dos veces. Estuve en la oficina hasta

la medianoche ese día, —ella dijo con un suspiro.

Si Esther sabía que era Lucas quien estaba en el otro extremo de esa

línea de fax ahora, ella tomaría su cabeza. Amy se volvió y tosió para

ocultar su risa.

—¿Por qué no te adelantas y ves si Bree quiere almorzar en ese

nuevo pequeño restaurante italiano por el costa? —Esther le preguntó a

George.

—Oh, es demasiado tarde para que ellos consigan una reserva.

Incluso con conexiones, se toma por lo menos un mes para entrar, oí que

la comida es tan fantástica, que prácticamente se derrite en la lengua. El

servicio se supone que es más de cinco estrellas, —Amy dijo.

—De hecho, tengo una reserva, por lo que le estaba diciendo a

Esther. Iba a... um... averiguar que iba a comer, y Esther estaba dándome

ideas, —dijo George.

—Oh, a Bree le encantará. Gran idea, tío George. Vamos, Esther. No

queremos llegar tarde, —dijo Amy, cogiéndola del brazo.

Amy podía ver que Esther estaba luchando por la forma de conseguir

dos segundos a solas con George. Cuando por fin descubrió que Amy no la

estaba dejando, ella se puso de pie, hizo un gesto a George y siguió a Amy

fuera de la habitación.

Mientras caminaban por el pasillo, Amy casi se sentía culpable por

hacerle perder un almuerzo tan romántico. Tenía que recordar que todos

los chicos tenían más que unas pocas sospechas de que su padre había

hecho un montón de su propia intromisión en su vida. La venganza era

justificada.

—Tú y George se han convertido en buenos amigos. Me alegro de

que tenga en quien apoyarse, —Amy dijo al entrar en el coche.

—Sí. Él es un buen hombre. Estoy alegre por ser amiga de todos los

miembros de su familia, querida, —dijo Esther, sin dar incluso una

sospecha.

Amy sonrió para sus adentros. Los harían descubrirse, de una

manera u otra. Si por alguna razón no podían, ellos, se divertirían

tratando.

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Segundo día

—Tengo planes para un día de campo hoy. Te extrañé ayer. Estuviste

en la oficina toda la noche, —George se quejó.

—Lo siento. Supe al segundo en que ella dijo que era esa cuenta, que

se tomaría mucho tiempo, —dijo Esther, inclinándose para darle un suave

beso.

—Entiendo, pero ahora tenemos todo el día para nosotros. Quiero

pasar a ver a Joseph y comprobar a Katherine primero, —le dijo.

—Papá, me alegro de haberte encontrado. —Trenton dijo mientras

entraba en la habitación. —Hola, Esther, me alegro de verte.

—Hola, Trenton. Me alegro de verte, también, —Esther cortésmente

respondió.

—¿Qué necesitas, hijo? Yo estaba simplemente preparándome para

ir con Esther al hospital. Ella quiere visitar a Katherine, —George dijo

mientras tomaba un paso atrás de Esther. Trenton sonrió. Sabía que su

papá no iba a ser feliz en unos pocos momentos.

—Hay un problema con nuestra división en Dallas. Normalmente, no

te lo habría pedido, pero necesito que vengas conmigo. Nos iremos por dos

noches, así que lleva una bolsa.

—¿Qué? Estoy seguro de que eres más que capaz de manejar todo,

—dijo George mirando a Esther con un poco de pánico.

—Lo sé, pero tú conoces esa división como la palma de tu mano. Yo

pienso que tienes que venir. Voy a acompañar a Esther mientras te

preparas, —dijo, sin permitir que su papá dijera que no.

—Bueno... —George contesto. Nunca les dijo a sus hijos que no,

cuando realmente necesitaban de su ayuda, así que sabía que Trenton lo

hacía.

—No te preocupes, George, yo voy con Esther al hospital, —Jennifer

dijo mientras se unió a ellos en la habitación, dando hacia ellos un vistazo.

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George y Esther se miraron entre sí como cachorros perdidos,

mientras Esther le daba una mirada de qué más podemos hacer.

—Gracias, Jennifer, pero si estás demasiado ocupada... —Esther se

fue apagando.

—Tonterías. Yo estaba en camino hacia allí, de todos modos, —

Jennifer insistió. —Nosotros podemos irnos ahora, de hecho.

Jennifer se acercó a Trenton y le dio un beso profundo, y él puso un

poco más de espectáculo para hacer que los otros dos estuvieran aún más

envidiosos de lo que estaban para que salieran a la luz. Cuando Jennifer

contuvo la respiración se olvidó por un momento que no estaban solos.

Ella dio un paso tambaleante hacia atrás a la espera de que Esther

recogiera su abrigo y bolso, mientras el corazón de Trenton corría mientras

enviaba una nostálgica mirada hacia ella.

—Que tengas un buen viaje, George, —Esther dijo mientras

lentamente se dio la vuelta y siguió a Jennifer fuera de la habitación.

George la vio salir con la mirada perdida en sus ojos. Trenton sonrió,

pensando, que por lo menos él no era el único sufriendo en la habitación.

—Está bien, papá, el avión está listo, así que es mejor que nos vayamos, —

dijo finalmente.

—Voy a alistarme, —George dijo antes de irse a hacer las maletas.

Trenton tomó su teléfono y le marcó a Lucas.

—Los planes van muy bien, Lucas. Deberías haber visto sus caras.

Tenían planeado para hoy un picnic romántico. Han pasado sólo dos días

y creo que ya estamos a punto de romperlos, —dijo cuando finalmente dejo

su risa salir, sabiendo que su padre no estaba cerca del radio de audición.

—Bien. Bree está lista para su turno con papá cuando ustedes

regresen.

—Nos vemos en un par de días. —Él colgó y esperó a que su padre

volviera. Había llamado a la gerente en Dallas y él tenía una serie de

"problemas" para que George solucionara. Él ni siquiera tendría tiempo

para escaparse y hacer una llamada telefónica.

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Quinto día —Lo siento, Katherine. Hubo una emergencia en Dallas y Trenton

necesito ayuda con ello, —George dijo cuándo se inclinó y le dio un beso a

su cuñada, en la mejilla. —¿Hay algún cambio?

—No. Los médicos están preocupados acerca de algunos resultados

de las pruebas que hicieron la noche pasada, sin embargo. Ellos no me

han dicho nada, todavía. Querían verificar algunas cosas primero, —

Katherine respondió con preocupación en sus ojos.

—Estoy seguro que no es nada. Sé que Joseph va a salir de esto. Él

no se atreverá a dejarte, —le aseguró.

—Gracias por su paciencia, señora Anderson. Nos hicieron llegar los

resultados de vuelta, y es una buena noticia. Estábamos preocupados

acerca de su función renal, pero todo se ve bien. Él sigue estando estable

por el momento, y en realidad hemos visto un aumento en su actividad

cerebral. A menudo vemos esto antes de que un paciente se despierte, —el

Dr. Kirby dijo mientras entraba en la habitación.

—Esa es una gran noticia, —Katherine dijo, con los hombros caídos

en alivio. Bree se sentó junto a ella, sosteniendo su mano, feliz de estar allí

para acompañarla.

—¿Podemos llevarlo a casa pronto? Si está estable, él puede recibir

el mismo cuidado en la casa, que está recibiendo aquí, ¿verdad?, —

preguntó Bree.

—Sí, eso es cierto. Haremos más pruebas y voy a consultar con el

Neuro Cirujano que lo operó para ver si le podemos liberar para ser

atendido en el hogar, —el Dr. Kirby respondió.

—Gracias, —dijo Katherine antes de que él se fuera.

Se sentaron un rato antes de que Esther entrara en la habitación,

con los ojos ligeramente ensanchados de placer al ver a George. Bree podía

ver que quería hacer una línea recta directamente a él, pero de alguna

manera logró contenerse.

Después de que otra hora pasó, Bree observó cómo los dos se daban

un vistazo el uno al otro. Era un código de algún tipo, estaba segura.

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—Será mejor que me vaya. Vendré a visitarte mañana, Katherine, —

dijo Esther mientras se levantaba de su asiento.

—Puedo llevarte. Estoy bastante agotado después de mi viaje. Tengo

que ir a casa y conseguir una ducha caliente y descansar, —George

respondió con entusiasmo mientras saltaba desde su asiento, sin parecer

en lo más mínimo cansado.

—En realidad, papá, tengo que hablar contigo, así que me alegro de

que estés listo para irte. ¿Puedo llevarte? —Bree preguntó.

George la miró con sorpresa y, a continuación, a Esther, que estaba

mirando al suelo, antes de reunirse con los ojos de Bree.

—Sí, Trenton me dejó en su camino a casa, —dijo a regañadientes.

—Yo pensé que podría tomar un paseo con Esther ya que está en el

camino a casa.

—Oh, no tienes que molestar a Esther. Yo te voy a dar un paseo.

Chad esta fuera de la ciudad y esta noche quiero que vengas. Ha habido

un poco de cosas raras pasando en nuestro barrio que realmente me

asusta. Tú y yo podemos hablar y me voy a sentir más segura contando

contigo allí, —dijo Bree.

Ella vio la indecisión en los ojos de padre mientras miraba a Esther,

y a ella de nuevo.

¿Cómo iba a rechazar a su única hija? Se sentía un poco culpable...

pero no lo suficiente para detenerse. Los dos sólo tenían que admitir que

eran pareja y los chicos dejarían de jugar con ellos.

—¿Tienes otros planes, Papá? —Aquí estaba la perfecta oportunidad

para que confesara y lo dijera:

Sí, estoy teniendo con Esther una cita romántica.

Sus hombros cayeron segundos antes de responder.

—No, por supuesto que no. Me encantaría acompañarte, —dijo, su

voz sonando para nada contento.

—Muy bien. Gracias, papá. Vamos, Esther. Camina con nosotros, —

Bree dijo mientras ponía su brazo en Esther y la sacaba de la habitación.

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Bree se aseguró de permanecer en medio de ellos, por lo que ni siquiera

tenían la oportunidad de tocarse en secreto.

Cuando llegaron a los coches, los tres estaban de pie alrededor

torpemente, George finalmente suspiró, sabiendo que no iba a conseguir

incluso un momento a solas con Esther. Él le dio a ella un adiós cortés, y

luego subió con Bree.

Décimo día —Eso es todo. No hemos tenido mucho más que sólo cinco segundos

solos en más de un semana. No sé lo que le pasa a los chicos últimamente,

pero parece que necesitan de ti o de mí cada minuto del día, — dijo George

por teléfono.

Era casi medianoche y él estaba acostado en su cama desgastado

porque su sobrino había insistido en que ayudara con la casa de

huéspedes. Debido a que Joseph estaba en el hospital, y estaban cortos de

personal. Entonces todos ellos habían tenido una cena familiar, y

finalmente, se las había arreglado para llegar a casa, sólo para descubrir

que Austin pasaba allí la noche.

Ni siquiera pudo conseguir su noche a solas con Esther. Era por el

hecho de ocultar su relación.

—Ha sido inusual. No te hace pensar que están deliberadamente

tratando de mantenernos alejados, ¿verdad? —preguntó ella con horror en

su voz.

—Ellos ni siquiera saben que somos pareja. ¿Por qué nos

mantendrían separados?

—Yo no sé... Es que parece extraño, eso es todo, —dijo ella, con voz

calmada.

—¿Por qué no aceptas casarte conmigo? Entonces podemos tener un

mes de larga luna de miel, sin hijos, sin distracciones, —le declaro.

—George Anderson, no podemos decir nada, mientras que tu

hermano está en el hospital. Eso no estaría bien, —ella le regaño.

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—Te extraño, Esther. Te amo, y tú me amas, así que ¿por qué

quieres seguir manteniendo nuestra relación en secreto?

—Supongo que tienes razón... —Ella estuvo de acuerdo.

Los latido del corazón de George acelerándose ante sus palabras. No

quería nada más que decirle a su familia lo que pensaba de esta mujer

increíble. Respetaba su decisión de mantener su romance privado, pero

estaba cansado de esconderse alrededor. Sabía que su familia sería feliz

por los dos. Furtivamente todo había sido divertido por un tiempo, pero

ahora él no podría conseguir un segundo a solas con ella.

—Esther Lyon, quiero besarte tanto en este momento, —dijo con

frustración.

—Sé cómo te sientes, George, —ella suspiró.

—Voy a salir de aquí temprano en la mañana antes de que nadie

pueda detenerme, —prometió.

—Eso suena bien para mí, —dijo ella con una risa.

George a regañadientes colgó el teléfono, luego se quedó en la cama

con las manos detrás de la cabeza mientras miraba al techo. Se dio la

vuelta y abrió el cajón donde el anillo que había comprado hace sus meses

antes estaba sentado. Abrió la caja y miró el exquisito diamante montado

en una banda hermosa de platino. Su corazón se aceleró mientras él la

imaginó llevándolo.

Él era un hombre con suerte. No sólo había estado casado una vez

con una mujer hermosa, una mujer maravillosa que le había dado muchos

años de alegría y cuatro perfectos hijos, sino que se las había arreglado

para encontrar el amor dos veces.

Esther no estaba reemplazando a su pérdida esposa, ella estaba

añadiendo un nuevo capítulo. Ella le estaba dando esperanzas. Contaba

como una bendición el haber conocido a una mujer tan maravillosa y

esperaba que él fuera capaz de darle mucha alegría cuando ella le

aceptara.

George se quedó dormido con una sonrisa en la cara y el anillo

aferrado en su mano.

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Onceavo día

—Papá, estoy tan contento de que estés aquí. Yo no sé lo que está

mal, pero mí estómago ha estado doliéndome toda la noche. Creo que

mejor voy a que me revisen, —Austin dijo mientras George se deslizó por la

sala de estar.

Había estado tan cerca de la puerta de la parte delantera. Eran las

cinco de la mañana. Sintió ganas de gritar cuando vio a Austin sentado en

la silla.

—Es probable que solo hayas comido algo malo. Creo que la mejor

cosa que puedes hacer es tratar de dormir, —George dijo mientras sus ojos

miraban hacia la puerta del frente.

Austin tuvo que mirar hacia abajo para ocultar la sonrisa. Se

suponía que debía estar adolorido. Era algo bueno que su amigo estuviera

de guardia ya que él sabía lo que estaba pasando. De lo contrario, acabaría

con todo tipo de tubos saliendo de él cuando no pudieran saber cuál era el

problema.

Infierno, su amigo le debía algunos favores, así que bien podría

terminar con unos tubos de todos modos. Él realmente no había pensado

en eso sin embargo.

—No, papá, he estado tratando de todo por la noche. Será mejor que

me lleves al hospital —Austin dijo.

—Está bien, —murmuró George, luciendo a punto de explotar.

—¿Por qué estás levantado tan temprano, de todos modos?

—No podía dormir, así que estaba saliendo a dar un paseo, —

respondió George.

—Oh, lo siento, —respondió Austin mientras lentamente se puso de

pie. Era difícil para él fingir que estaba enfermo. Él siempre iba a noventa

millas por hora, y no necesitaba mucho tiempo para reducir la velocidad.

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Calculó que tenía un montón de tiempo en sus años más tarde para

sentarse y oler las rosas.

—Yo cerraré, —George le dijo cuando entraron en el garaje.

—Parece envenenamiento con un poco de comida, Austin. Tómatelo

con calma, bebe líquidos en abundancia, y asegúrate de que tienes alguien

contigo hoy, —su amigo, el Dr. Whitman, dijo. Cuando George volvió

alejándose un poco, envió un guiño a Austin.

—Gracias, Spencer. Aprecio lo que has hecho por mí.

—Voy a llamar a tu hermana y ver si ella puede quedarse contigo, —

dijo George mientras sacaba su teléfono. Austin no trató de protestar. Él

conocía a cada uno de sus hermanos y primos, ellos tendrían algunos

asuntos urgentes que atender. Su padre estaría atascado cuidando de él

durante todo el día.

Diez minutos más tarde, George suspiro mientras se volvía de nuevo

hacia Austin.

—Parece que todo el mundo está ocupado. Voy a tener que

quedarme contigo hoy, —él gruñó.

—Lo siento, papá. ¿Tenías planes? —Todos estaban dándole una

oportunidad de confesar.

—No, —murmuró. —Voy a ver a Katherine. Llámame cuando

consigas ser dado de alta.

Él salió de la habitación y Austin miro a su amigo unirse con él.

—Ustedes les están poniendo difícil el estar juntos, —dijo Spencer.

—Sí, lo estamos haciendo. Todos sospechamos un poco que ellos

metieron sus narices en nuestras vidas no hace demasiado tiempo. Tú

sabes lo que se dice, devolver una...

—Whoa, Austin. Este es un lugar amistoso, —Spencer lo

interrumpió con una risa.

—Hablando de revancha, ¿Tuviste que encontrar la aguja más

grande en este lugar? —Austin se quejó mientras se frotaba el brazo

dolorido.

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—Busqué esa especialmente, sólo para usted. No me he olvidado de

las pastillas que se me diste en la universidad. Kathy pensó que era un

adicto al maldito sexo, sugiriendo que fuera a las reuniones. No pude salir

de la casa por dos días.

—Hey, yo sólo estaba tratando de ayudar a tu cita. No te he

apuñalado.

—Supongo que no debes meterte con un médico. La próxima vez,

podría noquearte por unos días y dejarte acostado en tu propia orina

durante horas en tu cama de hospital.

Austin no dudó ni por un minuto que fuera a hacer precisamente

eso. Habían pasado a través de la universidad juntos y las bromas habían

sido de nunca acabar. Seguía pensando que darle Viagra a su compañero

de habitación había valido la pena la enorme aguja, hoy.

—Será mejor que tenga a una de estas enfermeras bonitas

rodeándome. Me siento un poco demasiado mareado para caminar. ¿Está

Kinsey por aquí?

—Sí. ¿Hay algo allí? —preguntó Spencer, obviamente, curioso.

—Ella no puede resistirme —Austin le dijo con una sonrisa de

confianza.

Spencer lo dudo, cuando ella entró en la habitación, y su mirada

contradecía lo que Austin le había dicho a su amigo.

—No parece que ella este más de luna de miel contigo. Parece que

ella quiere utilizar una aguja el doble de grande en ti de la que yo utilice,

—susurró Spencer.

—Cállate y cierra la puerta cuando salgas. Asegúrate de que nadie

venga cerca de esta sala, —gruñó Austin.

Spencer se fue, riéndose mientras salía. Austin sabía que su amigo

haría vigilar la puerta para él.

—¿Me mandaste a llamar? ¿En serio? Este es mi trabajo, Austin. Te

agradecería que no hicieras que me despidan, —dijo con un suspiro.

—Hey, estoy enfermo aquí. Estoy muy débil como para pelear, —dijo,

con la voz sonando frágil.

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Toda su actitud cambió en un flash cuando ella lo miró con

preocupación. Se acercó y se dio cuenta del vendaje de su brazo.

—¿Qué pasó?

—Mi estómago, —se quejó.

Infiernos, dos por uno con su falsa intoxicación alimentaria. Tomaría

toda la preocupación que ella le pudiera dar. Su conciencia

inmediatamente se encogió ante él por mentir, sin embargo.

—Lo siento, Austin, —dijo ella, con culpabilidad en sus ojos para él.

—No estoy realmente lastimado, Kinsey. Todos nosotros estamos en

una misión para volver a mi papá y a Esther locos, para que finalmente

admitan que están saliendo, —dijo mientras saltaba fuera de la cama y se

acercaba a ella.

—¿Qué? —Ella dio un paso atrás.

—De hecho, me siento bastante bien, ahora que estás aquí, con tu

uniforme sexy, —añadió mientras le alcanzó y rápidamente la tomó en sus

brazos.

—Austin, este no es el momento ni el lugar, —advirtió.

—Este es el momento perfecto y el lugar. Veo muchas posibilidades.

Tengo que recuperar la semana pasada ya que te perdiste, —dijo antes de

que su boca descendiera sobre la de ella y la besó.

Ella permaneció sólo dura por un segundo antes de que su cuerpo

se fundiera con el de él. Austin sintió que su tensión se drenaba al

segundo de estar en sus brazos. Su padre podía esperar. Todo el hospital

podía esperar. La necesitaba a ella.

—Tengo que trabajar, —protesto en su aliento, aunque sus brazos

levantados pasaban sus dedos por su pelo.

—Entonces será mejor que no tome demasiado tiempo.

Él la apoyó contra la pequeña cama de hospital, luego se retiró a un

lado, el tiempo suficiente para tirar de la cortina en su lugar buscando un

poco de privacidad en su lugar. Él siempre había querido hacer el amor en

una habitación de hospital. Tacharía esa fantasía de su lista. Vio el

momento en que sus ojos se oscurecieron, el deseo anulando su miedo.

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Austin se alejó lo suficiente para deslizar fuera su uniforme, luego se

desvistió. La cogió en sus brazos, acariciando la sensación de ella en sus

brazos y la forma en que su aliento le acarició el cuello. Él suavemente la

depositó sobre la camilla, luego se puso de pie por un momento, su aliento

dificultándose por su pura belleza.

Estaba tumbada en nada más que dos pequeñas piezas de encaje,

apenas tapándole la mayoría de los activos sagrados. Él vio temblar su

estómago mientras la tocó con nada más que sus ojos.

—Eres tan hermosa, —le susurro reverentemente mientras tomaba

su mano y tocó su cara, luego deslizó su palma por su garganta, en los

montículos plenos de sus pechos, a través de la superficie plana de su

estómago temblando y, a continuación, a través de sus muslos

tonificados.

Ella gimió cuando él acariciaba su camino de regreso por sus

piernas, parando en la unión entre sus muslos. Poco a poco los abrió,

luego deslizó su dedo dentro de las brillantes bragas de encaje de color

rosa, su propio aliento entrecortándose cuando sintió cómo de caliente y

húmeda estaba.

Ella era tan sensible, que estaba haciendo un gran esfuerzo para ir

lento, lo suficiente como para darle placer. Le dolía mucho, un hambre que

sólo ella podía llenar.

—Oh, —ella gimió cuando él inserto su dedo más profundo, a

continuación, froto con el pulgar círculos lentos a través de su feminidad.

Sus caderas se levantaron de la cama, rogándole para que continuara.

Sintió que sus propias piernas se hacían temblorosas mientras permanecía

de pie frente al cuerpo de ella casi desnudo.

—Te quiero todo el tiempo, noche y día. Me despierto con mi cuerpo

duro, el sudor goteando de mí, porque necesito estar dentro de ti, —

susurró mientras se inclinaba hacia abajo y pasó la lengua por el hueco de

su garganta hasta la esquina de su labio.

Su excitación creció hasta el punto de doler, cuando un gruñido bajo

retumbó en su pecho, y su núcleo se hizo aún más resbaladizo cuando su

dedo empujó suavemente.

Él se retiró, luego empujó dos dedos en el interior, lo que la hizo

volver a arquearse, incluso más. Se agarró a la camilla, con la cabeza

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girando mientras continuaba acariciando su cuerpo con las manos y la

boca. Su piel caliente bajo su aliento cuando él sacó sus dedos, luego se

sentó a horcajadas en la camilla, y la besó, su lengua explorando su boca.

Extendió sus brazos hacia arriba y frotó su espalda, provocando el

sudor rodar en su piel. Estaba tomando toda su concentración no

hundirse en su interior, aliviar el dolor de su pulsante erección. Él movió

su boca hacia abajo, decidido a explorar cada curva de su cuerpo. Él la

levantó de nuevo, de forma rápida desenganchando su delicado sostén de

color rosa por lo que podría tomar sus pezones deliciosos en su boca.

Su fragancia de fresa era embriagadora, causando que su estómago

se apretara mientras pasaba la lengua por los montículos de sus pechos

perfectos, prodigando igual atención a ambos. Sus dientes rozaron los

sensibles picos, su espalda arqueándose hacia él, levantando las manos

para tirar de él más contra su piel.

Él los chupó profundamente en su boca, atrayendo su esencia en él.

Quería que ella se entregara totalmente, y que estuviera recibiendo,

cuando ella se aferró a él, su cuerpo temblando con su necesidad de

liberación. Cada gemido que pronunció enviada disparos a su ingle,

creando un tamaño de erupción volcánica en su interior. Se trasladó por

su cuerpo, su boca raspando la satinada piel de su estómago,

sumergiéndose dentro del delicado círculo de su vientre. Cada centímetro

de ella lo encendía.

Él se alejó de la camilla y lentamente tiro del triángulo de encaje

lejos del núcleo de ella, sus ojos teniendo a la vista la voluptuosa extensión

ante él.

—Eres mía, Kinsey. Detén esta lucha contra mí. Esto es demasiado

bueno, —susurró antes de que su boca descendiera y pasara la lengua por

el interior de sus muslos.

—Sí, —ella gritó, moviéndose en la pequeña cama.

Austin vio el revuelo de sus pestañas y rápidamente se retiró,

poniendo sus pies en los soportes. Trató de decir que no, pero él continuó

arrastrando sus labios hasta sus muslos, y todas las protestas se

desvanecieron. Cuando llegó a la intersección de los muslos y la besó

íntimamente, su espalda se arqueo de nuevo. Casi perdió el control en su

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primera experiencia, qué dulce y húmeda que estaba, lista, ello lo

excitada.

Deslizó la lengua por los pliegues calientes, besándola

profundamente. Luego ubico su condición de mujer hinchada en su boca y

lo chupó, tomando su grito cuando su cuerpo se rompió bajo su boca.

Lentamente acarició la zona, sacando su placer, hasta que finalmente ella

se derrumbó contra la camilla, con las piernas aún en ampliamente

separadas.

Levantó la cabeza y miró la increíble vista. Su cuerpo estaba

enrojecido, una ligera capa de sudor brillaba fuera de su torso, sus

pezones rojos e hinchados por su boca.

Ella era espectacular. Se puso de pie sobre sus piernas temblorosas

y levanto la cabeza de su erección contra su apertura temblorosa, y luego

vio cómo se hundió lentamente en su interior. Él apenas podía respirar

ante la visión de su cuerpo tomándolo totalmente dentro de ella.

—Oh, Austin, es tan bueno, —ella arrastro las palabras, su

respiración entrecortada. —Sí, tan bueno.

—Sí, cariño, eres tan perfecta, —gruñó mientras se sacaba todo el

camino sólo para poder verse a sí mismo entrando en ella de nuevo. Él

comenzó a moverse más rápido, todavía viendo mientras bombeaba dentro

de ella. Ella estaba tan lista, tan ansiosa por tomarlo. El brillo de su deseo

recubría su palpitante erección. Él se movió más rápido, agarrando su culo

en la mano y tirando contra él, empujando con fuerza contra ella.

—Sí, más, —exigió.

Él voluntariamente lo hizo cuando empujo sus caderas más rápido,

su cuerpo amortiguando al golpear contra ella. Finalmente, él apartó la

mirada, con los ojos viajando por su cuerpo, observando el suave

movimiento de sus pechos balanceándose cuando su cuerpo golpeó contra

el de ella. Luego observo su rostro, su cabeza echada hacia atrás de placer,

con los ojos cerrados. Sus respiraciones con la boca abierta, jadeando y los

gemidos escapando cada vez que se mecía dentro de ella, más difícil con

cada embestida.

—No puedo... seguir... mucho... más —gruñó entre dientes cuando él

siguió amándola.

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—Tómame... duro, —exclamó, y él sintió que su cuerpo se tensaba,

estaba a punto de estallar con él. Se inclinó hacia adelante, cambiando el

ángulo, haciendo que sus ojos se abrieran en deleite. Su cuerpo cubrió el

de ella y su boca capturó sus labios en un posesivo beso tan intenso, que

casi se desmayó.

Ella se movió debajo de él, sus caderas empujando para satisfacer

cada uno de sus movimientos, sus pechos apretados contra su pecho, sus

torsos deslizándose juntos. Todo intensificando las sensaciones que

lavaban a través de él. Apretó con fuerza su cuerpo, meciendo sus caderas,

empujando hacia arriba, acariciando con su yema su carne hinchada,

mientras que su pecho sobaba sus pezones.

—Por favor, —exclamó en un susurro quebrado, su cuerpo temblaba

bajo sus pies cuando ella subió hacia el acantilado de su placer.

—Sí, —gritó mientras se ponía de espaldas, y luego se hundió hasta

el límite interior de su cuerpo apretado. Ella se arqueó, presionándose a sí

misma en él cuando ella explotó, su calor agarrándolo, bombeándolo

repetidamente.

Austin explotó en una marea de sensaciones, su cuerpo tensándose

mientras se empujaba dentro de ella, el placer corriendo una y otra vez por

él, drenando todo lo que tenía. Él se sacudió por el poder de su liberación,

exhausto y satisfecho más allá de lo que jamás se había sentido.

Cuando los estremecimientos finalmente cesaron, se desplomó en su

contra, acunándose en la seguridad de sus muslos. Él volvió la cabeza y la

besó suavemente en el cuello, deslizando su lengua para probar el sabor

dulce y salado de su piel.

Cuando su respiración estuvo bajo control, Kinsey comenzó a luchar

debajo de él, obviamente, al ser aplastada por su peso muerto.

—Eso hizo valer la pena el conseguir un I.V. atrapado en mi brazo,

—dijo con una sonrisa cuando él se apoyó en sus brazos y la miró a los

ojos soñolientos.

—Yo... Bueno... um, gracias, —ella dijo, con las mejillas ruborizadas.

—El placer fue todo mío, —respondió cuando se inclinó y

suavemente acarició sus labios con los suyos. Su cuerpo, siendo encerrado

en el de ella, saltando hacia atrás a la vida ante el ligero roce de su boca.

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Sus ojos se abrieron con sorpresa cuando sintió que crecía en su

interior. Él sonrió con confianza, amando mucho la manera en que lo

afectaba.

—Por mucho que me encantaría comenzar de inmediato la segunda

ronda, no quiero que te metas en problemas, —dijo con renuencia

mientras suavemente se movía dentro de ella, plegándose un par de veces.

No podía resistirse. Era tan increíble sólo sentir la calidez de su interior.

—Oh, —dijo mientras sus ojos se ensanchaban. Era obvio que había

olvidado donde estaban, por no hablar de que estaba en turno. Mientras se

movía, sus ojos comenzaron a empañarse, yendo una vez más al olvido.

Austin empujó dentro de ella una última vez antes de que él se

retirara de mala gana, sorprendido por la sensación de pérdida ante la

separación. Ella lanzó una protesta cuando él se movió.

—Te recogeré el viernes en la noche a las siete. Tenemos una cena

familiar, y eres mi cita. —Él no pregunto. No quería darle la oportunidad

de correr y ocultarse de nuevo. Decidió que la mejor manera de perseguirla

era ir directo, enfrentarla.

—Yo... bueno, no lo sé, —dijo.

Él agarró su cara en sus manos mientras dirigía su mirada hacia él.

Él esperó un par de segundos antes de hablar. —Kinsey, voy a estar aquí a

las siete. El viernes, —le ordenó.

—Está bien, —susurró finalmente mientras asentía. Estaba

disfrutando de la mirada saciada en su rostro.

—Bueno, ahora vamos a darnos una rápida ducha, —dijo él,

sintiéndose más ligero de lo que había estado desde que la conoció. Kinsey

no dijo nada mientras la conducía al pequeño cuarto de baño y encendía el

spray sobre ella. Mientras enjabonaba su cuerpo, él no pudo evitar tomarla

una vez más. Él era solamente humano, después de todo. Su padre

termino esperando una hora más.

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Capítulo 12

Traducido por Julieta9768

Corregido SOS por Auro Kyle

—¿Hay algo que quieras decirnos, Kinsey?

Kinsey miró alrededor de la estación de las enfermeras con

confusión. Varios de los empleados estaban parados con enormes sonrisas

en sus rostros, todos dirigidos a ella.

—Uh, no, nada me ocurre, —ella lentamente contesto.

—¿En serio? ¿Estás segura de eso? —una de las mujeres le

preguntó.

—¿Me he perdido algo? Sé que no he estado durmiendo mucho

últimamente, pero están todos actuando un poco más extraño de lo

normal, —dijo mientras se acercaba alrededor del mostrador para acceder

al ordenador, con las cejas fruncidas.

Ella se detuvo en seco cuando vio doce vasos alineados con una

docena de rosas en cada uno, todas de diferentes colores, todas preciosas.

Ella recibió una sensación muy mala, sobre todo porque había estado

encontrando rosas individuales en su almohada durante la semana

pasada. No había habido notas, nada, pero no tenía ninguna duda de que

eran de Austin. ¿Cómo podría seguir resistiéndosele cuando actuaba de

manera romántica? Su corazón se encogió cuando ella se quedó mirando

la infinidad de colores delante de ella.

—Vamos. Cuéntanos, —una enfermera exigió.

—Yo... —Kinsey dudó, en una pérdida completa de palabras.

—Parece que puede haber una buena razón, para que no estés

durmiendo lo suficiente, —comentó otra enfermera, y entonces rió.

—He estado trabajando muchos turnos, —Kinsey se defendió.

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—Eso no es todo lo que he oído. Escuchamos que había algún tipo

de actividad de última hora en tu sala de guardia, —dijo Kathy. Ella había

sido contratada al mismo tiempo que Kinsey y las dos habían intimado el

pasado año.

—¿Qué? —Kinsey jadeó, sintiendo que sus mejillas se calentaban,

odiando confirmar su culpabilidad sin decir nada.

—Sí, Michelle caminaba por ahí y escucho un lamento, y que sin

duda no era de dolor, si sabes a lo que me refiero.

—Yo... yo no sé de lo que ustedes están hablando. Ya saben cómo los

rumores se propagan en el hospital, —dijo Kinsey, sabiendo que estaba

perdiendo el aliento.

Ella habría estado allí con ellas, burlándose de quienquiera que

hubiera tenido suerte, ahora ella era la receptora por fin. No había

privacidad en el hospital. Ella sabía eso, pero cuando estaba con Austin,

se olvidaba de todo.

—Bueno, podríamos haber sido convencidas de que sólo estabas

teniendo un muy, muy buen sueño, si no fuera por la decenas de rosa en

agradecimiento por-el-mejor-sexo-de-mi-vida, —dijo Kathy con una

carcajada.

Kinsey se debatía entre las ganas de estrangular a Austin y querer

darle otra razón para darle tres veces más tantas rosas. Ella había recibido

flores antes, pero no en su lugar de trabajo, y nunca tantas. No debería

haber hecho ese comentario en la tienda...

—¿Cómo sabes que incluso son para mí? —dijo Kinsey. Tal vez, sólo

tal vez, no había una tarjeta adjunta.

Lamento que no sea una habitación llena, siempre hay un mañana.

La única cosa más hermosa que tu sonrisa son tus ojos.

Tu olor me prende fuego.

No puedo dejar de pensar en ti.

No sueño con nada más que contigo.

Compré una rosa por cada momento de placer que me diste la última

noche.

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—Oh, Dios mío, esto último hizo mi corazón latir. Te lo juro, si no

quieres el chico, yo me lo quedaré. Puedo pensar en todo tipo de formas

para darte placer, —Marsha, otra enfermera, dijo con un suspiro.

—¿Ustedes leyeron mis tarjetas? —Kinsey preguntó con asombro, ya

no tratando de negar que las rosas fueran para ella. Ella estaba

horrorizada mientras escuchaba a sus amigas leer las tarjetas íntimas en

patéticamente voces graves. Ninguna de ellas iba a recibir premios a la

mejor actriz.

—¡Duh! No estaban selladas. Nosotras sólo íbamos a leer máximo

una, pero estaban cada vez mejor y mejor. Realmente me gusto esa acerca

de tu cuerpo voluptuoso, —Dijo Kathy.

—¿Ninguna de ustedes tienen trabajo esperando? —Kinsey espetó,

sintiendo su cara llamear aún más.

—Oh, cariño, esto es mucho mejor que bañar el viejo de la

habitación tres de nuevo. Tienes que contárnoslo. Te lo juro, con toda la

emoción de tener a Joseph Anderson aquí y todos esos muchachos

pecaminosos vagando por los pasillos, a continuación, tu nueva y

emocionante vida amorosa, nuestro hospital es mejor que un episodio de

Grey’s Anatomy. He olvidado por completo el Dr. McDreamy, —dijo Marsha

con un suspiro.

—Yo no tengo una vida amorosa, obviamente sólo es un admirador

secreto, —Kinsey mintió, por alguna razón no queriendo contarles nada

sobre Austin.

—No hay ni la más mínima oportunidad de que creamos eso, Kinsey.

¿Quién es el tipo? Si no nos dices, los rumores simplemente se irán

diseminando. Por favor, por favor, dime que es uno de esos hombres de

ensueño Anderson. Yo sé que la mayoría de ellos están casados, una triste

situación de hecho, pero al menos uno o dos de ellos tienen que estar

solteros, —dijo Betty, uniéndose a la conversación.

Ella era una paramédico, y para desgracia para Kinsey, no había

llamadas de emergencia en ese momento.

—Mira, realmente no es nada, ni siquiera vale la pena contar

chismes acerca de ello. Tuve una cita con un chico, y ni siquiera voy a

contarle sobre eso buitres, y obviamente le gusto la noche. Eso es todo, —

dijo Kinsey con lo que esperaba fuera un tono creíble.

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Sabía que gran parte del personal de guardia utilizaba las

habitaciones para más que dormir, pero ella nunca había hecho nada

antes de Austin. Trabajar en el hospital podría ser un trabajo muy

estresante, y no había nada como unos pocos minutos de salvaje pasión

para calmar los nervios. Su cuerpo se climatizada siquiera pensando en

Austin hundiéndose en su interior.

—Código Azul, —una enfermera llamo cuando las alarmas

comenzaron a sonar. Todas las burlas inmediatamente cesando ya que el

personal se apresuró a la acción. Podían pasar un buen rato molestándose

entre sí, pero cuando la vida estaba en la línea, eran las primeras

enfermeras a las que los médicos llamaban.

Ellas eran las mejores que el hospital tenía. Por el momento hasta

que tuvieron al paciente estable, las rosas cayeron en el olvido, ya que el

hospital les mantenía ocupadas. Kinsey sabía que sólo estaba teniendo un

breve indulto, pero ella lo tomaría.

Cuando ella encontró el puesto de enfermeras vacío de cualquier

personal unas horas más tarde, rápidamente se abalanzo y reunió las

cartas que Austin le había escrito, y luego se marchó al cuarto de baño.

Se escondió en uno de los cubículos y leyó cada una al menos tres

veces, con el corazón acelerado. Él no estaba jugando limpio. ¿Cómo podía

resistirse cuando decía cosas tan románticas? ¿Y si realmente quería más

que sexo? ¿Estaba dispuesta a intentar una relación con él?

Ella pasó el resto de su tarde cambiando al piloto automático, a

menudo comprobaba a Joseph, con la esperanza de que él hubiera salido

del coma. Sabía de los pacientes que nunca volvían – pero este no podía

ser el caso de Joseph.

En el momento en que su día había terminado, todavía no estaba

más cerca de saber lo que quería. Una buena noche de descanso le

ayudaría, decidió. Ya estaba empezando a perder ante Austin, y sólo había

sido un día. Ella no iba a conseguir funcionar bien hasta que se tomara su

tiempo para pensar en el asunto. Con un suspiro, apagó su mente,

poniendo sus problemas en un segundo plano mientras hacia su camino a

casa, el olor de sus rosas invadiendo su coche, haciendo que su corazón

latiera con fuerza.

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—Traje chocolate, todo de diferentes tipos y sidra espumosa, —Bree

dijo mientras entraba en la habitación del hospital con una sonrisa

expectante en su cara.

Ella se inclinó y besó la frente de Joseph antes de darle a Katherine

un abrazo y luego conseguir acomodarse en el sofá.

—¿Cuál es la celebración? —Katherine preguntó con una sonrisa.

—Estoy lista para que la historia continúe. No puedo creer que nos

hayas hecho esperar una semana entera. Me tienes en el borde de mi

asiento. En serio, he estado soñando contigo y Joseph. Es todo tan

romántico. Yo nunca había pensado en ti conociendo a mi tío Joseph, —

Bree contesto.

—Estoy de acuerdo, mamá. He sido una locura tener que esperar.

Tienes que decirnos más. Amy y Jessica estaban justo detrás de mí, —

Emily dijo mientras entraba con una bolsa llena de sus propias golosinas.

Rápidamente abrazando a Katherine, y luego se sentó junto a Bree.

No pasó mucho tiempo para que el resto de la familia se presentara

en la habitación. Incluso los chicos estaban intrigados por la historia.

Katherine miró a su alrededor, a su familia, muy agradecida de

tenerlos durante esta situación, sin su marido. No sabía cómo iba a

sobrevivir si Joseph nunca despertaba, pero ella sabía que al menos

tendría la moral y el apoyo que necesitaba de sus seres queridos. No sería

suficiente, nada lo seria, pero todavía le traía consuelo.

—¿Dónde está Kinsey? Pensé que ella estaba trabajando hoy —

Austin preguntó mientras ingresaba al cuarto.

—Tenía que ayudar en otra habitación, pero debe estar de vuelta en

un minuto, —Katherine contestó.

Miró a su marido con una sonrisa. Él estaría encantado de tener a

su sobrino en los pines y agujas por la enfermera bonita.

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—Buenos días, Katherine, —George dijo mientras caminaba con

Max. Él parecía bastante gruñón y Katherine tenía que luchar contra una

sonrisa de complicidad. Podía estar en el hospital la mayoría del tiempo,

pero ella todavía era consciente de lo que estaba pasando a su alrededor.

Sabía que los chicos estaban jugando con George y Esther. En

realidad estaba de acuerdo con ellos. Era el momento de que los dos

dejaran de ocultar su relación y, finalmente, admitieran lo enamorados

que estaban. Mientras miraba dormir a su marido, el tiempo adquirió todo

un nuevo significado. La vida era demasiado corta para permitir que

incluso unos días pasaran por ellos.

—Joseph había pasado por una gran cantidad de situaciones en

esos primeros días. Tenía un tío que era un hombre muy malo. Neilson

quería destruir la corporación que el padre de Joseph construyó. También

en ese momento, había muchos malentendidos entre él y George, cosas

triviales, pero muchos años fueron desperdiciados, —dijo Katherine con un

suspiro triste.

—Estoy totalmente de acuerdo contigo, Katherine. Si pudiera

recuperar ese tiempo... —George se fue apagando, sus ojos llenos de sus

propios recuerdos.

—Todo salió bien, George, así que no seas duro contigo mismo. Sólo

estoy tratando de dejar que los chicos sepan por qué algunos de los hechos

sucedieron como lo hicieron.

—Lo sé, pero me hace sentir como un tonto.

—Todos éramos tontos entonces, George. Pero por suerte, crecimos.

No puedo imaginar cómo mi vida habría resultado sino fuera... —dijo,

también se atragantó hasta continuar.

—Si esto es demasiado duro... —Cassie dijo.

—No querida, es sólo que hace que me duela pensar en esos años

perdidos. Pero es de esperar que puedan aprender de nosotros, aprender

sobre cómo es de precioso el tiempo, que realmente lo es, y cómo las

pequeñas cosas en la vida no valen la pena para molestarse. Cuando se

encuentra el amor verdadero, corre a él. No camines, no te escondas,

tómalo en tus brazos y nunca lo dejes ir.

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Observó cómo los ojos de Austin miraron hacia la puerta, esperando

que Kinsey caminara a través de la abertura. Ella tenía la sensación de

que otra boda estaba en el futuro. Mientras miraba a George, quien

también estaba mirando hacia la puerta, rectifico que parecía que podía

haber dos bodas.

—Como estaba diciendo, Joseph estaba lidiando con una gran

cantidad de emociones. Déjenme informarles sobre cómo nuestro hermoso

hogar llegó a ser...

Joseph miró la espectacular vista desde el pequeño porche. Había

tenido que alejarse de la ciudad, así que había saltado al camino y se fue

conduciendo hasta que llegó al puente flotante de Washington. Condujo a

través de él, recordando cuando su abuelo lo llevaba a la isla Mercer

cuando era joven. Había estado fascinado por el hecho de que tan grandes

estructuras fueran sostenidas por lo que pensaba que eran globos.

Al llegar a la isla, sintió que sus músculos se relajan, y se

desvanecía su estrés. Inmediatamente se enamoró del área.

Mientras observaba ocurrir la puesta del sol, el sonido en una

miríada de colores, supo que había encontrado su casa. Podía verse a sí

mismo sentado en el mismo lugar en el que estaba de pie, dentro de

cincuenta años. Él podría también ver a Katherine a su lado. Ella se había

negado a contestar sus llamadas, ignorando sus peticiones para reunirse,

y eso había hecho casi imposible que él la viera. Pero eso todo iba a tener

que parar, y muy pronto si él tenía algo que ver.

—Los propietarios están dispuestos a vender. El marido se mudó el

mes pasado y su esposa quiere reunirse con él, pero no puede hasta que la

propiedad este vendida. —Joseph se volvió, sobresaltado por la mujer

hablando con él.

Se había olvidado de que ella estaba allí. Había descubierto la venta

del lugar y había llamado. La agente inmobiliaria con entusiasmo accedió

a reunirse con él de inmediato. Al parecer, no había habido una gran

cantidad de interés en la ubicación. No entendía por qué. Pero era

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perfecto. Sentado en la playa de arena de la Isla Mercer, la tierra estaba

envuelta en árboles que ofrecían privacidad. La casa era vieja y mal

construida, pero eso no era importarte. Solamente la tierra lo era. Sentada

en cuatro hectáreas, era todo un descubrimiento y no podía creer que

alguien no la hubiera comprado. Sabía que iba a ser suya. El agua oscura

lo calmaba era rompiendo contra la costa, ofreciendo una suave brisa, a la

deriva a través de la hierba, justo donde él estaba. La puesta de sol

centelleaba en el agua, creando una imagen de ensueño.

Más arriba, en la tierra, pudo ver prácticamente la casa que quería

construir. Un castillo. Adecuado para su reina. En su búsqueda para

olvidarla, había tratado infructuosamente de escapar de su vida. Cada

transacción de negocios se añadía a su sentido de conquistar el mundo.

Pero todo había estado vacío, un sin sentido. Una victoria hueca. Él

se arrastraría a ella si pensaba que le haría algún bien, pero sabía que

nunca respetaría a un hombre sobre sus rodillas. No, él la ganaría, por

cualquier medio que fuera necesario. Ella se había alejado y eso casi lo

destruyó, pero el destino les había dado a ellos otra oportunidad. Él no la

dejaría ir de nuevo. Katherine.

Siempre se trataba de ella, desde el momento en que había puesto

los ojos en ella, cinco años antes. Era conocido en todo el mundo como un

hombre sin corazón. Se rumoreaba que fluía hielo en sus venas en lugar

de sangre. Había oído todo e interiormente había sonreído. ¡Que le

temieran, pero también lo respetaban¡ Él nunca se había negado algo

después de eso.

Katherine era la única excepción. Eso iba a cambiar, sin embargo.

—Lo quiero, —dijo, provocando que la mujer dejara la boca abierta.

—Bueno, eso está... um, muy bien, —ella dijo, recuperando

rápidamente la compostura.

Estaba seguro de que los signos de dólar estaban bailando en su

cabeza mientras ella aún no había enumerado el precio de la propiedad.

No le importaba, pagaría cualquier cosa que le pidieran.

La mujer estaba mal vestida para el aire fresco de la noche. Estaba

vestida para seducir. Seducir a un comprador en la compra de una casa

por cualquier medio necesario. Desde el tramo corto de la falda, a la

exhibición en su blusa apretada, todo el camino en un color rojo brillante,

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incluso los labios. Él no había sentido ni siquiera la más mínima agitación

de la lujuria. Nadie le agitaba, nada desde que la había conocido, solo

Katherine.

—Tengo los papeles en mi coche. ¿Por qué no nos dirigimos a un

restaurante que conozco y los completamos? Sin duda tenemos tiempo

para comer un bocado, —ofreció, su uña cuidada corriendo por su brazo.

Estaba seguro de que su elección de comedor se encontraba en el

vestíbulo de un hotel, donde ella tenía la esperanza de sellar el acuerdo, en

una habitación después. Él luchó para mantener el asco fuera de su cara.

No era nada inusual. Las mujeres se lanzaban a él a menudo, unas

más audaces que otras, pero siempre la misma historia de siempre. Tenía

dinero, poder, y la apariencia, era casi que esperado, ya estaba

acostumbrado a este tipo de juego. Habría jugado hace años pero él había

crecido ahora.

—No, gracias. Aquí está mi tarjeta. Llene durante la noche el papeleo

y envíelo por fax a este hotel. Voy a firmar y enviárselo de nuevo.

—No le he dado incluso el precio, —dijo, shock y dolor registrándose

en sus ojos. Ella estaba tratando de mantenerse junto a él, pero no lo

estaba haciendo fácil para ella.

No le importaba. Él había encontrado lo que buscaba. Todo el resto

era un desperdicio de su tiempo. Él alzó las cejas, a la espera de que ella

siguiera adelante.

—Vamos a ver, aquí, —se estancó mientras miraba en su carpeta,

sus dedos temblando.

Él resopló. Sabía que tenía el precio memorizado. El cual debía ser

demasiado caro porque estaba dudando de decírselo. Tenía miedo de que

una vez que lo hiciera, él se retractaría. Ella no lo conocía. Por último, se

detuvo, lista para dar el precio. Sabía que era cerca del veinte por ciento

por encima del valor del mercado. Él había manejado ofertas inmobiliarias

de todo el mundo. Si estuviera comprando la propiedad para un negocio, el

propietario la vendería a él por la mitad del precio.

Pero este no era un negocio, sin embargo. Era un placer. Puro

placer, esperaba.

—Lo quiero. Mándeme por fax los papeles esta noche.

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Con esas palabras, Joseph se dio media vuelta y se alejó de la

aturdida agente inmobiliaria. Había hecho su oferta, así que no tenía

sentido tenerla alrededor durante más tiempo. Él se movió a través de la

maleza en el camino, rodeando la pequeña casa. Dio a la propiedad una

última mirada antes de caminar a su coche.

Mientras conducía por el camino privado, sintió alegría pasando a

través de él, sabiendo que iba a ocupar una hermosa pieza de tal suelo.

Estaba rodeada por el agua, árboles, y no muy lejos, unas cascadas, que

ofrecía el monte. Más lluvia. Estaba decepcionado de que fuera de noche y

no podía detectar la majestuosa montaña. La tierra era hermosa, y

pronto... muy pronto, traería a su Katherine a casa.

Al entrar en la autopista las luces de Seattle se acercaban, su mente

fue consumida por pensamientos de ella. Tenía que verla, estar con ella,

tenerla para aplacar su hambre creciente. Odiaba el poder que tenía sobre

él, pero por lo menos ella no estaba al tanto de la misma. Si alguna vez

tenía siquiera un indicio de cómo de fácil podía hacerlo caer de rodillas,

estaba seguro de que lo llevaría arrastrando alrededor por el cuello.

Se rió mientras ponía su pie en el acelerador. La encontraría,

esperaba que en su apartamento, donde podían terminar lo que habían

empezado varios días antes. De hecho, cinco años antes. Esperaba con

interés la lucha de ella, sin embargo.

A él le gustaba el juego de poderes que estaba pasando. Tenía

suficiente de mujeres que se echaban a sus pies. Necesitaba el desafío que

Katherine le traía. Ella lo revitalizaba, le hacía recordar lo intenso que era

querer. Ella le dijo que no, pensó con una sonrisa. Una palabra que no

escuchaba demasiado a menudo. De hecho, nunca.

Ella había huido, él la persiguió. Entonces, debía capturarla. No lo

haría de ninguna otra manera. Joseph rápidamente regresó a la ciudad, a

continuación, rodeó la manzana, mirando hacia su edificio de

apartamentos, sus luces apagadas. Ella estaba durmiendo.

Él gimió, pensando en ella acostada sobre su cama. Anhelaba unirse

a ella. En su lugar, se dirigió a su hotel. Podía ser más seguro para ambos

si llamaba. Tal vez incluso había tenido tiempo de pensar en ellos y podría

invitarlo de buena gana a su casa.

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Le entregó su coche al aparcacoches, y luego impacientemente

espero que el ascensor se detuviera en su suite en el ático. Tan pronto

como entró por la puerta, arrojó su chaqueta a un lado y se dirigió hacia el

teléfono, marcando el número que ya se sabía de memoria. Su corazón

tronó mientras él esperó su respuesta.

—¿Hola? —El sonido del sueño llenaba su voz alimentando su deseo,

incluso más de lo que ya estaba avivado. Cerró brevemente los ojos para

imaginarla, luego los abrió de nuevo cuando se dio cuenta de que no

estaba ayudando a su situación.

Pronto, se prometió a sí mismo.

—¿Me echas de menos, Katherine? —Su voz era profunda y suave,

deliberadamente con la intención de seducir.

El teléfono estaba en silencio mientras esperaba. Por un momento se

preguntó si ella había colgado, pero a medida que escuchaba, podía oír el

suave suspiro de sus rápidas respiraciones. Sabía que ella estaba teniendo

un duro tiempo por estar separados como él. Ella simplemente no quería

admitir la derrota. Pronto se daría cuenta de que sólo estaba castigándose

a sí misma.

—Pasé por tu casa antes. Iba a detenerme, pero decidí que dos veces

seguidas era poco caballeroso. Estaría más que dispuesto a volver, sin

embargo. Tengo el perfecto remedio para ayudarte a dormir.

—¿Me estás tomando el pelo, Joseph? ¿De verdad me das tal línea

estúpida? No te veo en cinco años y me humillas para entrar en mi

apartamento, entonces llamas y tratas de usarme como una puta barata,

—le espetó.

—Yo nunca te usaría, Katherine, simplemente te complacería.

—Hum.

Ah, ella le complacía. Él rió, ni siquiera intento ocultar su alegría por

simplemente hablar con ella, o en caso contrario, debatir con ella. Ella

tenía un ingenio rápido que podría cortar un hombre más débil, y su

fuerza sin duda había crecido en los últimos cinco años. Él había amado la

fiera que era en ese entonces, pero la mujer en la que ella se había

convertido ahora era irresistible.

—No estabas ansiosa por alejarte la otra noche...

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—Esto se explica fácilmente por locura temporal. No sé lo que estaba

pensando. Ya te olvide, Joseph. Te fuiste durante mucho tiempo. Te

sugiero que no me busques más, también. Sé que no te gusta perder nada,

pero esta es una batalla que no puedes ganar. Ahora, vuelve a cualquier

agujero que sea de donde saliste y déjame tranquila.

—Katherine, olvidaste con rapidez que nunca me doy por vencido

cuando quiero algo. Y en este momento, he decidido que lo que quiero eres

tú. Quiero que estés a mi lado las veinticuatro horas de los siete días de la

semana, al menos hasta que haya saciado el deseo que me dejaste.

Entonces, en realidad puedo dejarte dormir.

—Arrogante, egoísta, cerdo de hombre. No puedo creer que las

mujeres se lancen a sí mismas a ti. ¿Por qué? ¿Están locas? ¿Sienten

como que merecen un castigo? Consigue atravesar ese grueso cráneo tuyo,

y explícale al diminuto cerebro que está ahí, que no quiero tener nada que

ver contigo, —resopló, su respiración irregular con su creciente carácter.

No podía evitarlo, comenzó a reír, sacudiendo su estómago con la

fuerza de su alegría. Él no creía que fuera posible, pero la quería a ella aún

más que antes.

—Eres tan buena para mí. Yo sé que estás halando con ira, pero

todo lo que has hecho es hacerme más determinado. Me encantan los

retos, Katherine, y te has convertido en mi prioridad número uno. —

Felizmente arrojó el guante y su esperada respuesta.

—Tu prioridad número uno debe ser la corporación de tu familia,

asegurarte de que no se caiga a pedazos. Supongo que no has crecido, si

todo en lo que puedes pensar es en lo que está por debajo de tu cinturón y

dónde vas a ponerlo al momento siguiente. Tengo un trabajo que hacer,

que me tomo muy en serio, por lo que he terminado con esta llamada. Yo

estaba profundamente dormida cuando alguien groseramente me despertó.

—¿No estás siendo contraproducente, Katherine? ¿Si amas tu

trabajo mucho, no deberías estar cotorreando, tratando de ganar mi

confianza, para que baje en picada y salve el día? Tú y yo sabemos que soy

lo que la empresa necesita. Simplemente no quieres decirlo en voz alta.

¿Qué pensarían los otros miembros de la junta cuando se enteren de que

me mantuviste alejado?

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—Me habrían de agradecer por deshacerme de una mosca molesta.

No eres tan importante en todo esto, —le engañó. Siempre había sido

capaz de decir cuando ella estaba mintiendo. Su voz se enganchó un poco

al final de la frase. No parecía haber cambiado mucho.

Su llamada no solo le había divertido, sino que también lo dejó casi

temblando de necesidad. Él tenía que tenerla pronto.

—Tsk, tsk, Katherine. Ambos sabemos que estás mintiendo. —Se

hizo el silencio en el otro final de la línea durante casi un minuto y él se

preguntó de nuevo si ella le había colgado a él, o posiblemente se había

dormido.

—Crece, Joseph. La llamada ha terminado, —dijo finalmente. Espero

el sonido de un clic, pero lo único que oyó fue silencio. Esperó un

momento más.

—Ves, Katherine, me quieres para ti. Quieres escuchar el sonido de

mi voz, sentir mis manos acariciando tu cuerpo. Me quieres, incluso si no

lo deseas. Ni siquiera me puedes colgar, tienes miedo de romper la

conexión que tenemos. No te preocupes. Yo me encargo de ti, —él susurró

con voz ronca.

Después de una ingesta repentina de aliento que tenía palpitando su

pecho, escucho el clic del teléfono, cuando la llamada fue desconectada. Él

puso el teléfono en su receptor, y luego fue a tomar una larga ducha. No

podía esperar su próxima ronda con ella.

Joseph se acercó a la parte delantera de las puertas del edificio

donde su abuelo había construido la empresa. Él no sólo la había

diseñado, sino que realmente utilizo sus propias manos para ayudar a

crearla. Joséph siempre sintió una sensación de orgullo cuando miraba el

diseño, el flujo atractivo de las ventanas y las paredes.

Su abuelo, Benjamin, quería hacer una declaración. Quería entrar

en el mundo de los negocios, y él quería que todos supieran que él era una

fuerza a tener en cuenta. El cuello de Joseph se levantó al mirar alto en el

cielo, donde estaban las torres de la parte superior del edificio por encima

de los que le rodeaban. Él sabía que algún día, lo más probable era que no

sería el edificio más alto de Seattle, pero en ese momento lo era.

Caminó a través de las puertas de la parte delantera, su aspecto

indicándole al mundo que confiara en él, que con él se podría contar.

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Nadie sabría que su intestino estaba apretado con los nervios. Esta

empresa significaba todo para él, tenía su historia.

Financieramente estaría bien sin la corporación. Él había salido y

conquistado el mundo por su cuenta, amasado una gran fortuna, pero la

compañía del abuelo era historia. Lo era la familia, todo lo que le habían

enseñado a respetar y honrar.

No había manera de que pudiera dejar que su tío pusiera sus manos

sobre ella. La destruiría sin pensar en la familia, ni en las miles de

personas empleadas. Solo haría lo que era bueno para él, y no le

importaría nadie en el mundo que se cruzara a su paso.

Joseph no podía dejar que eso sucediera, incluso si tenía que hundir

hasta el último millón de sus propios fondos en la corporación para

protegerla.

Había un equipo de seguridad trabajando cuando paso el frente del

escritorio. Pasó junto a ellos con sólo un movimiento de cabeza, no tenía el

estado de ánimo para una pequeña charla. Se dirigió a la planta superior

donde se estaba celebrando una reunión. La junta quería conocer todos los

jugadores, los que estaban interesados en tomar el lugar de Benjamín.

Joseph no había querido volver a casa, pero ahora... ahora, haría lo

que fuera necesario para asegurar que la posición era de él. No podía

mantenerse alejado.

Sin romper su paso, él entró en el ascensor y viajo a la parte

superior del edificio. Estaba mentalmente preparado para el bombardeo de

preguntas que le esperaba. ¿Si le importaba tanto, porque se había

marchado durante cinco años? Era tan joven, ¿que podría ofrecer que

Neilson no pudiera? Él tenía su propia corporación para dirigir, ¿cómo iba

a hacer las dos cosas? Aquellos no serían más que unas pocas de muchas.

Tenía que demostrar confianza. Tenía que mantener la cabeza en el juego.

No sería fácil teniendo en cuenta que Katherine estaría en esa mesa,

cerca de él, pero todavía intocable. Ella se imaginó que estaría segura

rodeada por una multitud.

Ella calculó mal.

Al bajar del ascensor, dio la vuelta hacia la derecha. La ruta de

acceso a la sala de conferencias estaba bien memorizada de cuando él

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había corrido por los pasillos cuando un niño, su abuelo siempre era feliz

de verlo. Lo había sabido desde el momento en que pudo apenas hablar,

que él seguiría los pasos de su abuelo.

La vida entera le había hecho un llamamiento a él. Los trajes, las

reuniones, los viajes. Todo ello era fascinante. Había sido obvio para él,

hacer una pasantía con la corporación. Había aprendido mucho de la

mano del más brillante hombre que conocía. Antes de llegar demasiado

lejos, oyó algo que hizo su paso vacilar. Alguien estaba con él. Su corazón

acelerándose a medida que sus instintos le decían que no era alguien que

quisiera ver.

Tenía dos opciones: o bien continuaba como si él no lo supiera, o

giraba y se enfrentaba a quienquiera que estuviera merodeando alrededor

detrás de él.

Una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Nunca había sido de

aquellos que huían de un desafío. Joseph se volvió lentamente, entonces la

sonrisa desapareció mientras hacía contacto visual con su tío.

El hombre parecía aún peor que la última vez que lo había visto.

Había siempre sido distante, sin preocuparse de saber sobre la familia de

su hermano, pero la expresión de su cara en ese momento era casi difícil

de describir. Estaba desprovista de emoción, sólo un brillo de odio en sus

ojos destellando exponiendo sus verdaderos sentimientos. Era obvio que él

no era feliz porque Joseph hubiera llegado.

El hombre se había imaginado que su batalla era sólo en contra de

Milton y que tendría una fácil victoria. El padre de Joseph era un gran

hombre, lleno de amor y risas. Él no era un tiburón corporativo. Había

decidido eso años antes, él no quería lidiar con el ajetreo y el bullicio de la

ciudad, por lo que se había mudado a la tierra de su abuelo había

fundado, un hermoso rancho. Estaba lo suficientemente cerca que pudiera

mantenerse activo para su familia, pero lo suficiente lejos como para hacer

lo que él quería.

Bajo su mando, el rancho era exitoso. Él prosperó en el medio

ambiente. Benjamín había estado orgulloso de su hijo, no lo necesitaba

para seguir exactamente sus pasos, simplemente deseaba que encontrara

su propio lugar en el mundo. Milton lo había caminado hasta que su padre

había enfermado, ya que no quería que la corporación de su padre cayera

en las manos de su hermano, que sólo quería destruirla, pero Joseph

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sabía Milton no quería trabajar como Director Ejecutivo de la empresa. Él

quería estar con sus caballos. Por eso era que su padre lo había llamado, y

Joseph, sabía que no podía decir que no.

—He oído que estás tratando de ganar el voto por medio de la

seducción, —Neilson gruñó mientras dio un paso más cerca. Sin embargo,

Joseph conocía el hombre, no se preocupaba por él, pero no tenía ni idea

de lo mucho que Neilson en realidad lo despreciaba. Él ni siquiera estaba

tratando de ocultar su desdén por su sobrino.

Joseph se quedó sin palabras por un momento.

—Sabes que seducir a una de los miembros de la junta no te

ayudará, ¿no? Incluso si ella está haciendo de sí misma bastante... ¿cuál

es la palabra? Oh sí, accesible. Eso sólo demuestra cuán desesperado

estas realmente.

Joseph encontró su voz cuando la ira lo consumió. El hombre no

tenía derecho a hablar de Katherine de cualquier manera, y mucho menos

darle la vuelta y hacerla parecer que no era una dama. ¿Cómo era posible

que su tío supiera que la había conocido o que la había visto? Él debía

tener gente espiando para él. Algo que se ajustaba a su carácter bastante

bien, en realidad.

—Los celos son un feo color en ti, Neilson. Es obvio que sabes que ya

has perdido, por lo que te estás agarrando a un clavo ardiendo, —dijo

Joseph, no permitiendo que su rabia se mostrara, ya fuera en su voz o en

la cara.

Una explosión de satisfacción se apresuró a través de él, al ver la

rabia en el rostro de Neilson. Joseph sabía cómo hacer frente a los

hombres como él. Simplemente no podía entender cómo alguien tan malo

podía estar relacionada con su difunto abuelo, o con su padre.

—Es posible que uno de los miembros de la junta este comiendo de

tu mano, pero soy dueño del resto. No conseguirá nunca esta corporación.

No te permitirán dirigirla. Yo les he trabajado durante años. Has tenido un

mínimo de éxito, pero no sabes nada, —Neilson escupió.

—Yo he tenido éxito por mí solo, sin la ayuda de mi familia. ¿Se

puede decir lo mismo de ti? Yo sé cómo construir un negocio, a diferencia

de ti, que sólo sabes cómo echar uno abajo, —Joseph contraatacó.

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Una furia letal irradio de Neilson. Era tan potente, que el aire casi se

encendió. Joseph no tenía ninguna duda de que si el hombre pensara que

podía salirse con la suya, lo mataría allí mismo, con cero remordimientos.

¿Cuánto tiempo le tomó a ese hombre volverse de esa manera?

¿Nació así o lo desarrollo a través de su vida? Joseph nunca lo sabría, pero

eso hizo que no confiara en Neilson. Su tío sería capaz de apuñalarlo por la

espalda con una sonrisa en su cara y un salto en su camino, si se le daba

la oportunidad.

—Me he aburrido con esta conversación, Neilson. Dejaremos que los

miembros de la junta decidan quién es más apto para dirigir la

corporación. Si soy yo, me quedo con el placer de verte escabullirte de

vuelta a donde sea que has estado ocultándote en la oscuridad en estos

días, —Joseph dijo mientras se volvía y reanudaba su camino hacia la

reunión.

Neilson lo agarró del brazo y le dio la vuelta, el odio tan intenso en

su cara, que sus ojos ardían con él. Él abrió la boca para hablar y la saliva

burbujeaba en las comisuras de sus labios. Parecía que no le gustaba no

tener la última palabra.

—Eres un cabrón arrogante. ¿Tienes alguna idea de quién soy yo?

Puedo destruirte en menos de un segundo. Será mejor que te cuides,

Joseph, mira muy cuidadosamente. No importa lo que hagas o adonde

vayas, voy a estar un paso por delante de ti. ¡No voy a descansar hasta que

te haya aplastado!

Joseph miró la huesuda mano agarrando con fuerza su brazo.

Quería golpear al hombre, pero se las arregló de alguna manera para

controlar su temperamento. Dos años antes de eso, hubiera golpeado a

Neilson y luego pasado por su cabeza. Ahora Neilson estaba pidiendo que

lo hiciera.

Con una calma exterior que no estaba sintiendo, él agarró los dedos

de Neilson y los separo de su brazo, apenas conteniendo la tentación de

romperlos hacia atrás. Cuando quitó la mano, Joseph se enfrentó a él, con

la cara a pocos centímetros de su enemigo.

—Ten mucho cuidado, Neilson. Yo puedo ser joven, pero tengo un

mundo de experiencia. Tus amenazas no significan nada para mí. No tengo

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miedo de ti, ni me has intimidado. Si me vuelves a tocar, sin embargo, no

voy a contener mi ira.

Joseph miró al hombre a los ojos, sin dar marcha atrás. Cuando vio

una chispa de miedo detrás de la furia llegando a las profundidades,

finalmente se retiró. Neilson era un cobarde, todo ladrador y cero mordida.

Él ya había tratado con él. Tenía una reunión a la cual asistir y no

quería llegar tarde. Esta vez, cuando caminaba alejándose, sabía que

Neilson se había quedado en pie a su sombra.

Joseph llegó a la puerta de la sala de conferencias, tomó aire, y luego

entró...

—Lamento interrumpir, señora Anderson, pero es hora de que

extraigamos un poco de sangre de su marido, y luego tenemos que darle

un baño, —una enfermera dijo, parando a Katherine en medio de la

charla.

—De ninguna manera. Es totalmente imposible que pares ahí. Te

juro que voy a tener pesadillas toda la noche. Tienes que decirnos cómo

fue la reunión. ¿Qué pasó? ¿Consiguió el puesto de Director Ejecutivo en

ese momento, o dejó que Neilson pusiera sus manos sobre él? Nosotros

obviamente sabemos que finalmente lo consiguió, porque aún está en

manos de la familia ahora, pero... —Amy gritó.

—Podemos ir a otra habitación. O ir a la casa por un tiempo, —

Jessica sugirió.

—¡Espera! —Emily soltó. —Esta es la corporación, ¿no? Esta no es

una que empezó por su cuenta, ¿verdad? ¿Qué sucedió? ¿Cuál fue su

reacción cuando entro por las puertas? ¿Cuánto tiempo Neilson tomo para

llegar allí? ¿Cómo se comportaron los otros miembros de la junta que no

sabían quién era Neilson realmente?

Katherine se rió ante el pánico de sus expresiones. Contar su

historia le dio un respiro de la constante preocupación que sentía. Ella

miró a su alrededor, observando las expresiones ansiosas sobre cada

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rostro de los miembros de su familia, y le enorgullecía saber que su vida

les tenía hipnotizados. Ella siempre había dicho a Joseph que su romance

estaba destinado a ser un libro de cuentos. Era su propio cuento de hadas.

—Me comprometo a seguir pronto. Yo podría querer dar un paseo en

este momento, sin embargo, para ordenar mis pensamientos. George, ¿me

acompañas? —preguntó.

Hubo varios suspiros decepcionados pero nadie argumento aún más.

Podía ver que George tenía la esperanza de escaparse con Esther, pero ella

pensó que mejor ayudaría a los chicos un poco. Además, ella podría

necesitar un poco de paz con su amigo.

—Por supuesto, Katherine, —George dijo, como ella sabía que lo

haría.

—¿Qué les parece que nos encontremos aquí esta noche después de

la cena? —preguntó Katherine.

Todos ellos respondieron afirmativamente. Lentamente se puso de

pie y salió de la habitación del brazo de su cuñado. Cuando salió, ella

tomó una profunda bocanada de aire fresco. Luego siguió a George que la

llevó por el sendero del jardín.

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Capítulo 13

Traducido por Marisaruiz & Lu_Rodriguez

Corregido por Maniarbl

Austin salió de la habitación de su tío con la intención de encontrar

a Kinsey. Ella había logrado mantenerse alejada todo el tiempo que él

estuvo allí. Además de eso, lo había estado evitando desde que hicieron el

amor por última vez.

No lo entendía. Cuando estaba en sus brazos, ella era dócil y,

obviamente, estaba satisfecha, así que ¿por qué diablos tenía que seguir

corriendo cada vez que se alejaba de ella durante cinco minutos? Estaba

obligado y determinado a obtener respuestas.

Hasta ahora, le había demostrado que no iba detrás de ella solo a

corto plazo. Quería una relación, no un rollo de una noche.

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Anduvo arriba y abajo por los pasillos, buscándola, con la esperanza

de que cuando la encontrara, tendrían privacidad. La historia de su tía le

había afectado. Ella estaba tan llena de dolor por el tiempo que había

perdido cuando ella y José tuvieron tantos malentendidos entre ellos.

Bueno, no iba a cometer el mismo error. Kinsey iba a hablar con él

y, entonces, esperaba que pudieran volver a reconectarse.

Instantáneamente, la idea lo excitó. Cuando pasó por la habitación donde

ella descansaba durante la guardia, se puso duro como una piedra.

Se acomodó, mientras continuaba moviéndose, sacándose

rápidamente la parte inferior de su camisa y dejándola caer hacia abajo,

con la esperanza de ocultar la evidencia de su deseo. Estaba actuando

como un adolescente plagado de hormonas en lugar de como un hombre

experimentado. Pero eso era lo que Kinsey le hacía. Lo excitaba de una

manera que, no estaba solo empezando a esperar, sino a anticipar.

Kinsey inclinó la cabeza y se echó más agua fría en la cara. Había

sido un día muy largo y ya estaba exhausta. Para colmo, estaba cogiendo

un resfriado y su día había ido en picado para peor.

Se las había arreglado para evitar a Austin durante días, pero eso se

acabaría pronto. Él no tendía a ser muy paciente, incluso en el mejor de

los días, y mucho menos después de que ella se negara a responder a sus

llamadas.

Estaba confundida y, con todo, no sabía qué pensar sobre su

relación. No tenía ninguna duda de que era, de hecho, una relación. Ya no

podía llamarlo una aventura de una noche. No después de las dos

exquisitas veces en distintas partes del hospital, la enorme cantidad de

rosas que le había enviado y sus mensajes.

Oh, los mensajes. Le había estado dejando mensajes de voz que le

daban ganas de derretirse.

¿Cómo era posible conseguir una perspectiva sobre qué hacer,

cuando él no le estaba dando tiempo para pensar?

Ella había estado en la misma sala de examen en que habían hecho

maravillosamente el amor ese mismo día más temprano y su cuerpo había

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respondido como si él fuera a entrar por la puerta en cualquier momento.

Tenía que controlarse, siempre. Así era como se las había arreglado para

sobrevivir. Desde que estaba con él, parecía haber perdido toda semblanza

de ese cuidadoso y comedido control por el que vivía. ¿Era realmente tan

malo renunciar a un poco de control a cambio de estar con él?

Después de refrescarse la cara, se secó, se volvió a aplicar lápiz de

labios y supo que tenía que salir de allí. Su turno estaba casi terminando,

entonces, tendría tres días de descanso. Estaba agradecida por las horas

extra que consiguió, cuidando del Sr. Anderson, pero todavía estaba

teniendo dificultades para ponerse al día en su necesario descanso. Era

agradable tener un horario normal de nuevo.

Salió del baño y se fue rápidamente por el pasillo. Solo tenía que

conseguir pasar un cuarto de hora y sería libre.

Giró en una esquina y se topó con una sólida pared de músculo.

Sabía, sin levantar la vista, que eran los brazos de Austin los que la

rodeaban.

Había estado diciéndose que no quería verlo, que tenía que escapar,

pero la realidad era, que lo había echado de menos, lo extrañaba tanto,

que estar en sus brazos era como volver a casa.

Cuando levantó la cabeza, se encontró con sus ojos. Él no le dio

tiempo a hablar. Ni siquiera le dio un segundo para recuperar el aliento,

cuando su boca descendió sobre la de ella, como de costumbre, el resto del

mundo desapareció.

Austin se sintió aliviado en el momento en que Kinsey estuvo en sus

brazos. Ella, literalmente corriendo directamente hacia él, lo tenía de

mucho mejor humor.

La había echado de menos. No tuvo ninguna vacilación para

apoderarse de sus deliciosos labios con los suyos. Su día no comenzaba

realmente hasta que podía saborearla.

Se apoyó contra la pared, sin importarle que estuvieran en un

hospital público, sin molestarse en ocultar su pasión por ella.

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La deseaba siempre y no le importaba que el mundo lo supiera. Se

estaba enamorando de ella, rápidamente.

Finalmente se apartó y vio como sus ojos se abrían lentamente y lo

miraba a través de una neblina de pasión. Tenía que llevarla a la sala de

guardia más cercana.

—Qué casualidad encontrarme contigo aquí —dijo con un falso

acento sureño. Ella lo miró con sorpresa, entonces, como esperaba, sus

labios temblaron y la risa brotó.

—Apuesto a que le dices eso a todas las chicas —respondió, agitando

las pestañas.

—No desde que te conocí —respondió, repentinamente serio.

Ella parpadeó. Podía ver que estaba tratando de averiguar si le

estaba diciendo la verdad. Con el tiempo tendría que aprender a confiar en

él, porque no podía dejarla ir.

—Austin Anderson, estás rompiendo todas las paredes que he

conseguido levantar —dijo, haciendo que el corazón de él se elevase.

—Ese es el plan. ¿No se supone que termines de trabajar pronto?

—No, hasta dentro de diez minutos estoy atrapada aquí. Hay un

armario de mantenimiento a la vuelta de la esquina —dijo con timidez. Era

la primera vez que había tomado la iniciativa. El placer lo consumía, su

cuerpo respondió en un instante.

No necesitó más invitación que eso. Se apartó de la pared, la agarró

de la mano y se fue corriendo a la habitación.

—Hey, Kinsey, ¿puedes... —alguien empezó a preguntar, pero él salió

volando, sin darle oportunidad de responder.

Sabía que solo había pasado una semana, pero se sentía como años.

Harían el amor y luego hablarían. Realmente, necesitaban hablar. Además,

tenían que tener una cita de verdad. Esta cosa del hospital fue divertida,

pero si quería que ella creyera que era algo más que sexo, entonces tendría

que demostrárselo cortejándola.

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Tendría que preguntarle a su hermana para que le diese ideas.

Nunca había salido con una mujer antes con la intención de que durara

más de una noche o, a lo sumo, una semana.

Alcanzó el armario y abrió la puerta, empujándola dentro, mientras

cerraba rápidamente y los encerraba. No era una opción ser

interrumpidos.

Le tomó dos segundos inspeccionar el entorno, estanterías repletas

de artículos de limpieza y escobas, mopas y plumeros en la esquina. No el

ambiente ideal para la seducción, pero no le importaba, lo único que

necesitaba era a ella.

La apoyó contra la pared y le levantó los brazos. Estaba ansioso y la

necesitaba desnuda y gritando su nombre.

La desnudó en cuestión de segundos y se quitó su propia ropa en un

tiempo récord. Ella estaba de pie delante de él, jadeando, mientras

levantaba los brazos hacia él, invitándolo.

La agarró por la cintura y la levantó, sus ojos abriéndose de par en

par ante la ferocidad de su toque. Ni siquiera podía pensar. Ella levantó las

manos, agarrándose de la barra que tenía detrás, arqueando sus pechos

hacia él.

Sus piernas se envolvieron alrededor de su espalda, empujando su

centro, ajustándolo contra su cuerpo, donde podía sentir su humedad

acariciando su palpitante erección.

Su cabeza descendió, tomando un descarado pezón en su boca y lo

chupó, alentado por sus gemidos de placer. Tomó la punta entre los

dientes y tiró, mientras su lengua acariciaba el duro borde.

—Sí, más —exigió.

Su excitación saltó dolorosamente con sus palabras llenas de

necesidad. La agarró del apretado trasero, mientras empujaba sus caderas

contra ella, frotándose contra la parte externa de sus húmedos pliegues,

con sus cuerpos encajados.

Levantó la cabeza y tomó sus labios, necesitando saborearla. Ella

chupó ávidamente su lengua en su boca, luego la soltó, antes de chupar

de nuevo. A él casi se le doblan las rodillas con sus eróticos preliminares.

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—No puedo esperar —gruñó, mientras se movía hacia atrás para

poder colocarse en su entrada.

—Con fuerza, quiero que me tomes con fuerza —reclamó, mientras

su considerable longitud presionaba contra ella, torturándolos a los dos.

Austin perdió el último gramo de control y se lanzó hacia delante,

entrando en ella en un apresurado movimiento. Ella gritó, mientras su

espalda se presiona firmemente contra la pared, sus pechos aplastados

contra su pecho.

Él no aminoró, solo salió hacia atrás y empujó de nuevo,

estableciendo rápidamente un ritmo intensamente satisfactorio para

ambos. Sus gritos de placer lo empujaban hacia adelante, más rápido, más

duro, más largo.

De repente, el cuerpo de ella se tensó y gritó, mientras su cuerpo

golpeaba el de ella con un movimiento enérgico. Se echó hacia atrás y se

estrelló de nuevo en su interior, haciéndola gritar de nuevo, mientras

temblaba de placer.

Su cabeza descendió hasta su hombro y ella apretó los dientes

contra su piel, sus gritos silenciados contra su carne. El dolor de su

mordisco ni siquiera amortiguó el placer de su cuerpo apretándolo

firmemente.

Hizo una pausa, dándole tiempo para que ella recuperara el aliento,

aunque su cuerpo se estremeció por la restricción. Necesitaba culminar,

necesitaba derramar su liberación en el interior de su vibrante cuerpo.

Cuando su mordisco se aflojó y sus labios acariciaron la piel

hinchada, comenzó a moverse de nuevo. Suspiró cuando él comenzó a

acariciarla de dentro hacia afuera, su miembro hinchado acariciando su

carne, dándole placer, con las manos agarrando su apretado trasero,

empujándola desde atrás, moviéndola hacia arriba y hacia abajo en su eje.

—Sí —ronroneó, arqueando la parte baja de la espalda, cuando él

empezó a coger velocidad. Estaba tratando de prolongarlo para ella,

esperándola para que se alzase de nuevo, pero no sabía cuánto tiempo

más podría aguantar. Su cuerpo estaba en llamas, toda su sangre reunida

en un congestionado lugar.

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Sus manos cayeron de la barra de la que había estado agarrándose y

le acariciaron su resbaladiza espalda, sintiéndolas como seda sobre su

piel.

Ella arrastró las uñas a lo largo de la misma, realzando su placer.

Cada uno de sus toques, lo chamuscaba de la manera más erótica que

podía imaginarse.

—Mírame —le ordenó él, necesitando repentinamente ver sus ojos.

Necesitando ver su placer por él, mientras ella llegaba a su clímax.

Sus ojos se abrieron lentamente, como si necesitara de toda sus

fuerzas, la intensa necesidad en la profundidad de ellos lo envió a una

nueva esfera de realidad. Su temperatura se disparó unos cuantos grados

cuando ella abrió la boca anonada y encantada, mientras se mecía contra

ella.

—Tan intenso, tan increíble —murmuró ella.

Él estaba jodido. La agarró con fuerza mientras tomaba velocidad,

más rápido que antes y meciéndose contra ella repetidamente, llenándola

una y otra vez, mientras sentía su placer a punto de explotar. Su cara

junto a la de ella, sus ojos se encontraron con deseo, los de ella graves y

profundos, oscureciéndose, mientras su cuerpo se preparaba para una

segunda explosión.

Necesidad, ardiente y cegadora necesidad, es lo que tenían el uno

por el otro.

La mano de ella salió disparada haciendo que algo cayera

estrepitosamente al suelo. A él no le importó. Luego, ella tensó su pierna,

cuando se elevó aún más alto. Otra cosa se cayó. Probablemente había un

montón de gente fuera preguntándose qué estaba pasando. Déjalos que

sigan preguntándoselo.

Una cruda, indómita y explosiva necesidad lo consumía. Empujó

hacia adelante y ella explotó a su alrededor, agarrándolo con tal fuerza,

que apenas podía empujarse dentro de ella. Ella dejó caer su cabeza hacia

atrás, contra la pared, sus brazos flácidos, mientras se estremecía. La

observó asombrado, mientras sus ojos se dilataban, su boca se abría con

asombro y el gemido desde lo profundo de su estómago se convirtió en

dulce música para sus oídos.

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Su mirada nunca se apartó de su rostro, mientras la penetró varias

veces más, su núcleo pulsando a su alrededor, mientras ella se estremecía

con su liberación. Su cuerpo estalló, haciéndolo gemir cuando su

liberación disparó en lo profundo de sus entrañas.

Se estremeció, mientras ola tras ola de placer se apoderó de él,

bombeando su liberación dentro de ella. Estaba temblando por los

intensos escalofríos que irradiaban de todo su cuerpo.

Cuando finalmente su liberación se extinguió, sus piernas cedieron.

Se deslizó por la pared con ella todavía apretada fuertemente en sus

brazos y aterrizó sobre su trasero, con ella manteniendo su todavía lleno

eje.

El pequeño rebote cuando se sentaron, lo tuvo gimiendo cuando ella

lo apretó.

No había manera de que pudiera hacerlo de nuevo, pero su cuerpo

no había entendido completamente esto todavía.

—Me vuelves loco —murmuró él, mientras movía los labios por su

cuello húmedo y le chupaba la delicada piel, disfrutando de su sabor.

Deslizó la mano hacia arriba, por la curva de su espalda y deslizó los

dedos a lo largo de sus costillas, hasta que tomó el peso de su pecho en la

mano, su pulgar deslizándose sobre su pezón.

—No puedo... —le suplicó ella.

Austin se rió entre dientes, mientras movía la boca para besarle la

comisura de los labios y después la mejilla. Se juró, besarle cada

centímetro de su piel, probando cada deliciosa curva.

Estaba casi en un estado de estupor, mientras la sostenía,

completamente saciado. Se dio cuenta en esos momentos de que se estaba

enamorando de ella. Pensaba que el amor era un mito inalcanzable. A

pesar de que lo había visto con sus hermanos, nunca pensó que iba a

pasarle a él.

Ninguna mujer lo había cautivado, ninguna hasta Kinsey.

Él tan solo cerró sus ojos, tomando un profundo suspiro, intentando

encontrar la energía para moverse, estaba rígido. Todo su cuerpo creció

con el pensamiento de ellos haciendo el amor momentos antes, y otra vez

la semana pasada.

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No había usado protección. Él siempre la usaba, sin falta. Nunca ha

habido una mujer que le hiciera perder su cordura hasta el punto de

olvidarse tanto de su protección como la de ella.

—¿Kinsey, estás tomando la píldora? —preguntó, rezando que la

respuesta fuera sí.

Ella había estado relajada en sus brazos hasta que él pronunció esas

palabras. Entonces, todo su cuerpo se puso rígido como si ella también se

diera cuenta por primera vez cuán estúpidos habían sido.

—Yo… hu… no ha habido un motivo —finalmente consiguió decir. Él

levantó la cabeza mientras miraba en los ojos de ella.

Estaba seguro que su expresión igualaba su consternación. Su

alegría se evaporó al pensar en cuáles podrían ser las consecuencias.

Seguro él se estaba enamorando de ella, pero eso no quería decir que

estaba listo para todas esas cosas de niños.

—Lo siento Kinsey, soy el que debería haber prestado atención,

debería haberte protegido —dijo avergonzado de sí mismo.

Su padre le había enseñado a él y a sus hermanos nunca

comprometer a una mujer. Les había dicho que deberían estar felizmente

casados antes de mencionar los niños.

Entonces él había visto como algunos miembros de su familia

habían ignorado por completo el consejo de su padre. Se había prometido

que no le sucedería a él. Probablemente había exagerado. ¿Cuán probable

era que ella pudiera estar embarazada, cuando ellos solo habían tenido

sexo dos veces sin nada? Parejas han pasado años intentándolo sin éxito.

Tragó al pensar en sus primos. Demonios, parecía que su familia

tenía nadadores supersónicos, porque no tomó mucho para que todas sus

sobrinas y sobrinos aparecieran.

—Se necesitan dos, Austin. Debería haberme asegurado que estabas

usando un condón, también. No vas a jugar al mártir y tomar toda la culpa

—espetó Kinsey, pareciendo salir de su asombro.

Ella empujó contra él, y aunque Austin tenía miedo, él todavía sentía

la excitación de su cuerpo mientras ella se retorcía en su regazo.

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—Déjame ir —ella exigió cuando él no perdió su agarre. Rápidamente

bajó sus brazos y ella se levantó, recogiendo su ropa y deslizándose en

ella. Le tomó un minuto a Austin para empezar a moverse, pero

finalmente estuvo de pie con sus piernas temblorosas y siguió su ejemplo.

—No quise decir nada, Kinsey. Solo estoy diciendo que he sido

enseñado mejor. Nunca debería haber pensado en ponerte en esta

posición.

Aun cuando él había intentado ser un buen chico, ella tuvo que

protestar. Estaba empezando a irritarse sobre ello. Él intentó razonar, con

él mismo, que ambos estaban estresados, pero no estaba en el mejor

estado de ánimo para mantener la calma.

—Así que, en otras palabras, no he sido enseñada correctamente.

Solo soy una chica después de todo. No pienso en cosas como embarazo o

enfermedad. Solo espero que un hombre grande y fuerte cuide de mí —dijo

con sarcasmo. Austin sintió como su último hilo de temperamento se

rompía.

—¿Cuál es tu problema? Estamos discutiendo por algo que

probablemente ni siquiera es un problema. La próxima vez que tengamos

sexo, me aseguraré de ponerme dos condones —ladró mientras tiraba su

camisa por su cabeza.

—¿La próxima vez? ¿Me estás bromeando? ¿Realmente crees que va

a haber una próxima vez? Ni siquiera si me vida depende de ello.

—Oh, habrá una próxima vez, Kinsey. Y una después de esa, y

después de esa. Aún no hemos terminado con el otro —advirtió.

Se puso de pie boquiabierta ante él como si hubiera perdido el

juicio. Él tal vez, de hecho, lo perdió. Ni siquiera sabía algo más.

Él no podía pensar alrededor de ella, bueno, no con el cerebro, por lo

menos. Sabía que no podía estar lejos de ella. Ciertamente no estaba listo

para el final de su romance, o lo que sea que tenían.

Kinsey marchó hacia él, sus ojos destellando fuego mientras su

mano se acercó y le empujo con fuerza en el pecho. De pronto se olvidaron

que estaban peleando mientras el deseo los consumía.

Ella tenía un magnifico temperamento. Intoxícate.

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—No soy una fácil, Austin. Culpo a la locura temporal, falta de

sueño, también a beber demasiado, cualquier cantidad de escusas para las

pocas veces que hemos estado juntos. Pero eso es todo. ¿Me oyes? ¡Se

acabó! He terminado con lo que sea que es esto, y voy a seguir con mi vida.

No creo que tengas que preocuparte por un embarazo, porque ahora

mismo mi cuerpo es un medio hostil, y si tu semilla viene cerca de mi

útero, rayos laser golpearán a los pequeños nadadores abajo —espetó.

Austin no podía dejar de sonreír, lo que lo llevó a la risa. Una

profunda en el estómago, bajó desde su cintura, sanando un tipo de risa.

Ella estaba tan gloriosa en su ira, tan increíblemente excepcional que

quería llevarla sobre su hombro hasta su carro como si fuera la cueva más

cercana, donde podría golpear su pecho y reclamarla como suya.

—¡Eso es todo, muévete de la puerta ahora mismo!

Su pecho estaba agitado, ella estaba muy enfadada. Le tomó un gran

esfuerzo, pero él se las arregló para detener la risa, aunque sus labios aun

temblaban. Se recostó, más cómodamente, como si tuviera todo el día.

Los ojos de Kinsey se estrecharon antes de levantar su pierna y

golpear uno de sus pies todavía desnudos. Austin se estremeció

interiormente cuando un pequeño dolor subió por su pierna, pero él solo le

sonrió. No había ninguna manera de dejarle ver que había sentido algo.

—Esta discusión no ha terminado aún, Kinsey, así que tal vez

deberías ponerte cómoda así podemos hablar —dijo, manteniendo la calma

en su voz.

Ella lo miró por varios momentos más antes de soltar un suspiro

frustrado y dando un paso atrás.

Debió darse cuenta de que no había manera de moverlo físicamente

de allí, así que tomó la pequeña decisión pero se paró entre el armario y el

lío de afuera.

—Bien, entonces hablemos. Pero hazlo rápido porque estoy exhausta

y quiero volver a casa.

—¿Si estás embarazada, cuánto falta para saber? —preguntó como

si fuera una simple pregunta para responder. En su mente era muy blanco

y negro.

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—¿Realmente, Austin? ¿Cuánto falta para que lo sepa? Bueno,

vamos a ver, considerando que nunca he estado embarazada antes, no

podría saberlo. La mayoría de las mujeres que van al hospital están en su

segundo mes y aún más sorprendidas cuando les decimos que no tienen

gripe, pero van a ser madre en unos siete meses.

—Tampoco lo sé, Kinsey. No es como ir por ahí embarazando

mujeres.

—Austin, no podemos hacer nada esta noche. Lo hecho está hecho.

No es como que podamos regresar en el tiempo y deslizarte un condón, así

que permitámonos olvidarlo solo hasta que sepamos alguna cosa. Te diré,

en unas pocas semanas sino he tenido mi período, conseguiré una prueba,

luego te llamaré. Hasta entonces, déjame en paz.

—Cuanto antes sepas, mejor, Kinsey. Si estás embarazada, quiero

casarme de inmediato. No necesito a nuestro hijo o hija haciendo las

matemáticas antes de que las necesite —dijo mientras se inclinaba y

empezó a ponerse sus medias y zapatos.

Cuando terminó, alzó la vista y podría jurar que vio humo saliendo

de sus oídos. Su cara estaba roja y ella estaba mirándolo como si fuera un

extraterrestre de otro planeta.

—¿Qué? —preguntó él. No tenía idea del por qué ella estaba tan

enojada.

—¿Qué? ¿En serio? Es decir toda mujer sueña con la propuesta

ideal, pero creo que necesito enviar ésta a la revista Bride —replicó ella

mordazmente.

—¿Quieres romance? Bien, te daré romance —retumbó.

—No quiero romance. No quiero nada ahora mismo excepto salir de

esta habitación claustrofóbica —gritó.

Se quedaron mirando el uno al otro durante varios minutos. Austin

sabía que no podía ser algo bueno continuar con la conversación, pero por

alguna razón él no quería que se abriera la puerta. Sabía que en el

segundo que lo hiciera, ella iba a salir corriendo y luego tendría un largo

tiempo para volverla a ver.

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¿Por qué estaba cazando una mujer tan duro cuando obviamente no

quería ser capturada? Su orgullo estaba tomando una seria caída en

espiral cuanto más tiempo pasaba con ella.

—Solo estoy intentando hacer lo correcto, aquí.

—Nunca te lo pedí, Austin. No te pido que te sacrifiques por mí. Si

estuviera embarazada, eso no sería de ninguna manera lo que espero, o

incluso quiero, para casarse. Eso solo significa que hay un pequeño

creciendo dentro de mí. Me rehúso a casarme porque tú piensas que tienes

que hacer lo correcto. Esa no es vida para mí, y no sería lindo para ti, los

dos. Podríamos solo terminar odiándonos mutuamente y haciendo a

nuestro hijo miserable —expuso ella, algo de su temperamento

disminuyendo.

—No lo veo como un sacrificio, Kinsey. No creo que estar casado

contigo pueda ser un sufrimiento. Hemos probado como somos en la

cama. Eso, aquí mismo, es la mitad de la batalla. Obviamente no tenemos

un problema expresándonos, por lo que aquí está la otra mitad. Digo que

tenemos una matemática hecha en el cielo.

—Pensaré sobre todo ¿okay? Yo solo… necesito algo de tiempo —

solicitó.

Austin sabía que la discusión había terminado. No podía tenerla de

rehén toda la noche en el armario del conserje. Si ella pensó que era lo

último que había oído de él, siquiera, estaba muy equivocada.

—Bien, pero necesitamos hablar más sobre esto después de tu

descanso.

—Okay —agregó fácilmente.

Tuvo una sensación de que una vez ella marchara por la puerta la

conversación terminaría en su mente. Bueno, ella pensó que había sido

persistente en perseguirla antes. No era nada comparado con lo que iba a

hacer para luchar por su familia, y si ella llevaba a su hijo, ella era su

familia.

Austin abrió la puerta sin ninguna otra palabra, y Kinsey

rápidamente bordeó el rededor de él y se dirigió en línea recta a través de

él. La siguió afuera y vio como corría por el vestíbulo. La dejó irse. Ella

podría tomar algo de aire y luego volverían a la discusión anterior.

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Kinsey pasó fuera del hospital y siguió caminado.

No se atrevía a mirar atrás. No podía. Fue a la vez el miedo de que él

estuviera allí, y no estaba. Realmente ¿qué estaba mal con ella?

No podía tener una idea como se sentía acerca de Austin. Cuando él

estaba con ella, parecía que inspiraba sus más fuertes emociones, si era

felicidad, alegría, o dolor.

También temía admitir que cuando él no estaba aquí, lo extrañaba.

Lo extrañaba más allá del punto de la racionalidad.

¿Por qué le gustaba tanto? ¿Era el sexo realmente importante? Tiene

que haber un interruptor en su cerebro que le permita apagar su atracción

por él. Si solo pudiera descifrar como encontrarlo…

Su mente reproducía el año pasado. La boda de su mejor amiga,

donde todo había comenzado.

La había hecho quemarse esa noche, y ella no pudo parar desde

entonces. Ella le estaba peleando cada paso del camino porque la

asustaba. Sabía que podía fácilmente enamorarse, si no lo estaba ya.

También sabía que podía caminar lejos sin un pensamiento. Que es como

él era. Sabía que solo ella tenía la culpa si estaba enamorada. Su estómago

se hundió, y sintió que las lágrimas quemaban detrás de sus párpados. ¿Y

si realmente habían hecho un bebé juntos? ¿Qué podía hacer ella?

—Ni siquiera vallas allí ahora mismo, Kinsey —musitó alto,

necesitaba escuchar las palabras habladas.

La vida cambia todo el tiempo. Algunas veces es para lo mejor y

algunas veces para lo peor, no importa que, lo que importa es permanecer

de pie. Había pasado por unos pocos momentos duros en su vida, lo haría

por esto.

Kinsey pensaba en su familia. Era tiempo de ir a casa para una

visita. Su madre sabría que algo estaba mal en el momento en que

caminara por la puerta, pero ese era el precio que estaba dispuesta a

pagar, porque necesitaba el hombro de su madre para llorar. Necesitaba el

abrazo reconfortante de su padre. Infiernos, incluso necesitaba el acoso

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que recibía por parte de sus hermanos por nunca visitarlos ya. Ella

trataría con todo si solo fuera a casa y reagruparse.

Con un plan en marcha, Kinsey aceleró el paso. Estaba muy lejos del

camino a su apartamento, pero necesitaba quemar algo de energía o

nunca sería capaz de dormir una vez llegara allí. Decidió solo caminar

hasta que estuviera cansada, luego encontraría la parada de bus más

cercana.

Media hora después estaba lista para el calor del bus. Encontró un

paradero y esperó. Su suerte estaba con ella cuando apareció cinco

minutos después. Subió a bordo, se acurrucó en su silla y esperó su

parada.

Sonrió cuando pensó que de pronto mañana estaría con su mamá,

sentada en su gran cocina, mientras que el caos estallaba todo a su

alrededor. Exactamente lo que el doctor ordenaba.

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Capítulo 14 Día Dieciocho

Traducido SOS por Lectora, thelovestory& Marisaruiz

Corregido por Lucero Rangel

—Me parece que no puedo tener un solo segundo a solas contigo. Yo

no quiero hacer esto por teléfono, pero Esther Lyon, lo haré —dijo George

en su teléfono.

—No te atrevas a decirlo, George —Esther le interrumpió.

George gimió de frustración.

Se sentía como un adolescente errante, escondido en un cubículo de

baño. Había tratado de alejarse de sus hijos, pero siempre alguno se

acercaba. Cada vez que se daba la vuelta, allí estaban. Tenía que hablar

con Esther, tenía que hacerle ver que estaban destinados a estar juntos.

La echaba de menos, la echaba de menos más de lo que creía

posible. Sabía, sin lugar a dudas, que la amaba, y él sería dichoso

consiguiendo que accediera a ser su esposa.

—Te extraño —suspiró.

Hubo una larga pausa al otro lado de la línea...

—Yo también te extraño, George.

—Todo lo que tienes que hacer es dejarme contarle a mi familia y

luego todo esto termina. Podemos dejar de escondernos. Te llevaré por todo

el mundo en el que no habrá oportunidad de que nadie nos interrumpa.

Deja que te consienta, Esther. Nada me gustaría más.

—Eres tan romántico, George. Es por eso que me he enamorado de

ti. Pero nada ha cambiado. Yo no me siento bien acerca de esto con Joseph

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en el hospital. ¿Y si no lo hace? Entonces, nuestro comienzo sería siempre

un momento de tristeza —explicó Esther.

—Joseph no querría que fuera infeliz, aunque no lo lograra. Conozco

a mi hermano —insistió.

—Yo simplemente no creo que los chicos lo aceptarían, George. ¿Y si

de alguna manera saben, y están tratando de mantenernos separados

porque no aprueban?

—Eso es una tontería. Mis hijos quieren que yo sea feliz, y ya te

aman.

—Simplemente no lo sé... —Su voz se desvaneció.

—Esther... —comenzó.

—Papá, ¿estás aquí? —Max llamó. George quería gritar. En su lugar,

se quedó quieto, esperando que su hijo se fuera.

—Puedo oír a tu hijo, George. Voy a hablar contigo más tarde —dijo

Esther antes de colgar rápidamente. Con un gemido de frustración, pateó

la pared metálica, provocando un fuerte eco en el cuarto de baño.

—Sí, estoy aquí. Estaré fuera en un momento —murmuró, tratando

de disimular su fastidio.

—¿Está todo bien? ¿Qué fue ese ruido?

—Estoy bien. Sólo me resbalé y pateé la pared.

—Está bien. Te hemos estado buscando. Es hora de volver a la

habitación de Joseph.

George renunció a su tiempo de escondite y se dirigió fuera del

cubículo. Ni siquiera puedo ir al baño en paz, pensó malhumorado.

Max lo miró con recelo, pero no hizo más preguntas. George bajó la

cabeza mientras seguía a Max, que no tiene ni idea de que Max le estaba

enviando mensajes de texto a sus hermanos y primos en ese momento,

diciéndoles que tendrían un nuevo miembro añadido a su familia en

cualquier momento.

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La habitación se llenó mientras todo el mundo regresó al mismo

tiempo. Ellos sonrieron cuando encontraron a Katherine esperándolos.

—Están muy ansiosos —dijo Katherine.

—Sí, por favor continúa. No vamos a decir una sola palabra —dijo

Cassie.

Katherine sonrió mientras su sobrino, Max, se inclinó y le dio a su

esposa un beso. Los niños estaban haciendo todo tan bien, sin dejar de

mirar muy enamorados y felices a sus cónyuges. Ella sabía que su amor

seguía creciendo, mucho después de que ella y Joseph tuvieron que

dejarlos atrás.

Ella miró a su marido y en silencio le dijo que aún no era el

momento de irse, sin embargo. Tenían muchos años por delante, y una

familia aún por cuidar.

—Ahora, ¿dónde estaba la última vez que dejamos? —Preguntó

Katherine.

—El gran encuentro se acerca —Mark respondió rápidamente.

Katherine se echó a reír, disfrutar el entusiasmo de su hijo. Era

divertido cómo fueron cautivados incluso los chicos con sus recuerdos.

—Oh, sí, Mark, es cierto. Yo estaba tan nerviosa. Estábamos

teniendo una reunión enorme de la junta. Yo no había oído hablar de

Joseph desde la llamada telefónica y yo sabía que estaría allí. Por supuesto

que lo haría. Esperaba que él se sentara atrás y quedarse en un segundo

plano, pero ya sabes que Joseph no es de los que se esconden en las

esquinas. Me estaba preparando para abrir el encuentro, cuando hubo

una agitación en la habitación...

Katherine respiró hondo y se levantó de su silla. Miró alrededor de la

mesa en la que los demás miembros de la junta estaban sentados, todos

los ojos en ella. Luego miró a la multitud, los inversionistas que querían

respuestas, quería saber que su dinero estaba siendo atendido.

Todos ellos tenían una participación en la compañía, y quería lo

mejor para ellos. ¿Qué fue eso, sin embargo?

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Benjamin había elegido a dedo su junta y tenía completa fe que

habían elegir sabiamente después de su muerte. Katherine sintió el peso

de los miles que dependen de ellos para tomar esa decisión.

Abrió la boca para hablar, cuando se produjo un gran revuelo en el

ambiente. No necesitaba a mirarlo a los ojos para saber que Joseph había

caminado dentro. Él era el comodín. El que todos querían, pero no sabía si

sería la persona adecuada para el trabajo. Él fue a la vez la esperanza y la

tragedia.

Ellos sabían que él amaba a su abuelo, pero él había dejado sin decir

palabra. También fue un gran éxito por su cuenta, así que por qué iba a

querer encerrarse a una posición tan exigente. Si lo elegían a él, y él

declinaba, las acciones caerían en picado porque la gente perdería la fe en

el consejo de administración. Él estaba allí, pero no había dicho si

realmente aceptaría el puesto si se le ofrecía.

Era una decisión difícil, y tenía uno de los votos clave. El sudor

estalló en su frente mientras miraba a la multitud, con los ojos de

inmediato en la búsqueda de la suya. Él le devolvió la mirada, sin

preocuparse por la gente viendo. Era como si estuviera dejando que el

mundo sepa que no le importaba lo que pensaban. Haría todo lo que le

plazca.

Su mirada clavada con la de ella, Joseph se congeló por un

momento. Ella estaba de pie orgullosa en la mesa, con un traje negro de

negocios, el pelo recogido en un moño en la base de su cuello largo y

delgado, y un cuaderno en la mano mientras esperaba para comenzar su

presentación.

Era impresionante.

Quería empezar por derribar su pelo, viéndolo en cascada sobre los

hombros, haciéndola parecer más suave. Echaba de menos a la niña de

cinco años antes, que tenía estrellas brillando en sus ojos. Esta mujer que

se había convertido era espectacular, pero estaba demasiado en guardia.

Necesitaba entrar a hurtadillas debajo de la pared que ella había

construido y lentamente derribarlo, pieza por pieza, si era necesario.

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A medida que sus ojos se quedaron enganchados juntos, podría

jurar que vio a su aliento parar. Pero rápidamente recuperó su

comportamiento seguro y se volvió. No había ninguna duda en su forma,

ningún indicio de que se estaba quemando tan caliente como él estaba.

Estaba decidido a averiguar si se trataba de un acto, o si estaba de

hecho sobre él.

Joseph se sentó y observó.

Sus ojos se posaron en ella constantemente mientras hablaba,

señalando los números y la logística, pero no le importaba. Él ya tenía la

información corporativa almacenada. Quedó impresionado con su

conocimiento, sin embargo.

Cuando terminó, las preguntas fueron lanzadas contra ella, una tras

otra. Ella nunca sudó. Respondió con calma a cada uno, sin dejar lugar a

dudas de que ella estaba en la junta por una razón. Una muy buena

razón.

Había cambiado desde que cuando la había conocido. El fuego que

siempre había ardido en su interior brillando estaba ahora a la intemperie

para que el mundo vea. Su actitud parecía decir que si a la gente no le

gustaba, entonces podía retroceder.

Se encontró aún más atraído por ella.

Era una mujer rara. Belleza, pasión, aplomo. Tenía a la multitud

comiendo de su mano antes de que lo hiciera. Se preguntó si ella podía ver

más allá del show que algunos de los miembros pusieron. Sólo el tiempo lo

diría.

La reunión continuó con otros miembros de la junta hablando, más

preguntas que responder. Él estaba perdiendo la paciencia con todo para

la tercera hora. Quería a Katherine para sí mismo. Él había terminado con

las políticas involucradas con un nuevo CEO siendo elegido.

Él podía esperar. Había esperado cinco años, ya. ¿Qué era otra hora

o dos?

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Katherine sintió como si mil agujas se estaban perforando en su

cabeza. Ella sabía que la mirada de Joseph rara vez la dejaba. Tomó fuerza

de voluntad trascendental no desplazar sus ojos y conectar con sus frías

profundidades azules.

Su estómago estaba atado en nudos mientras esperaba que la

reunión terminara. Las preguntas continuaban llegando, una tras otra,

varias de ellas con sólo una variación de la anterior. Tenía que mantenerse

en sus pies, sin embargo, tenía que prestar atención, ya que si se perdía la

más mínima verborrea, estaría perdida y las pirañas podrían saltar.

Les encantaría tomar un bocado de su carne, tanto como ella

conocía que Joseph sería primero en la línea para ese honor.

Katherine sabía que Joseph estaba haciendo un gran revuelo entre

la gente. Su sola presencia detenía el tráfico donde quiera que estuviera,

pero no parecía haber ninguna tierra en medio cuando se trataba de él.

Las personas o bien lo amaban y lo miraban como un salvador, o lo

despreciaban y esperaban que él destruyera su mundo.

Se preguntó por un momento lo que debe ser para él, ceder ese tipo

de poder. Ser tan importante que tu propia existencia influyera en las

vidas a tu alrededor.

Mientras se sacudía los pensamientos, se dio cuenta de que la

habitación estaba en silencio. Tal vez la gente había oído suficiente para el

día.

Parecía que la Ronda Uno estaba pronta a terminar.

―Gracias a todos por estar aquí hoy. Los miembros de la junta han

acordado permanecer durante la siguiente hora y contestar preguntas

individuales que puedan tener. Entendemos que la decisión que estamos

haciendo afecta a todos ustedes y queremos su fe y su confianza en

nosotros. Se levanta la sesión —dijo Katherine.

La sala estalló en conversaciones mientras la gente se movía

alrededor, todo el mundo tratando de averiguar dónde ir para que los

beneficiara más. ¿Con quién querrían codearse más, quien podría avanzar

sus carreras?

Todo era un juego —solo un juego en una escala de millones de

dólares.

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Rápidamente recogió sus pertenencias, ya habiendo notificado a los

demás miembros que ella no se estaba quedando para esta parte. Quería

escaparse antes de que Joseph se acercara. Ella sabía que lo haría. No

estaba en él no hacerlo.

―Muy impresionante, Katherine. Creo que has aprendido muy bien

cómo jugar juegos en el mundo corporativo, como bailar una rutina

diferente con cada pieza por separado. Supongo que ya no eres la chica

ingenua que conocí hace cinco años —dijo Joseph, deteniendo sus

movimientos.

¿De verdad había sido tan tonta como para creer que podía escapar

sin el rastreándola a ella primero?

Poco a poco se dio la vuelta, la frustración elaborándose en ella.

Había demasiada gente alrededor de ella para hacer una escena. No podía

actuar antagónica hacia él, o los rumores se extenderían.

Se sentía como teniendo una pequeña rabieta, posiblemente usando

sus tacones de tres pulgadas para cavar en su pie. El pensamiento casi la

hizo sonreír.

Se las arregló para mantener una expresión fría mientras lo miraba

a la cara.

―Gracias, Joseph. Agradezco tus amables palabras. Llego tarde, pero

me encantaría charlar más tarde, tal vez después de la próxima reunión de

la junta —dijo ella, luego se volvió para irse.

Su mano salió disparada y agarró su brazo. Sus dedos aferrándose

con fuerza, aunque nadie a su alrededor lo sabría.

La forma en que la sostenía se vería para cualquier persona ajena

como si él simplemente la estaba escoltando a dar un paseo.

Comenzó a deslizarla hacia la misma puerta por la que ella había

querido escapar. No quería ir a través de ella con él, sin embargo. No

confiaba en sí misma, no después de lo que pasó en su apartamento.

―Deberías saber para ahora, Katherine, que no soy un hombre

paciente. No puedo esperar hasta la próxima reunión. Creo que también

sabes que voy a utilizar cualquier medio necesario para conseguir lo que

quiero. Puedes hablar conmigo de buena gana, o siempre puedo intentar

otro método para obtener tu cooperación ―amenazó.

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Un escalofrío le recorrió la espalda ante sus palabras, pronunciadas

en un tono agradable, pero apasionado, no obstante. Ella sabía que él no

tendría miedo en absoluto de causar una escena. Ella, por otro lado,

estaría mortificada por ella.

Él fácilmente podría irse hacia el atardecer, una vez más dejándola

atrás, casi rota, tratando de recoger los pedazos de su vida destrozada.

―Eso no será necesario, Joseph. Voy a modificar mis planes un

poco. No quisiera molestar a uno de nuestros candidatos ―dijo con los

dientes apretados. Esperaba que nadie le prestara atención a su

conversación.

Lo que hizo de toda la situación aún peor fue el deseo que fluía a

través de ella en su toque. Estaba vestido para impresionar, aunque ella

sabía que era solo quien era.

Su traje ajustado cubría su cuerpo de una manera que no dejaba

nada a la imaginación. Sus anchos hombros llenaban el abrigo a la

perfección, mientras que los pantalones se abrazaban sus caderas, y

mostrando sus musculosas piernas. Una mano la agarró del brazo,

mientras que la otra descansaba en su bolsillo, haciéndolo aparecer como

si se dirigiera a su próxima sesión fotográfica.

Era impresionante, más aún de lo que había sido hace cinco años.

Había hombres que parecían confiados, y luego estaba Joseph. Él era un

raro espécimen del orden más perfecto. Él sabía todo eso, sin embargo.

Sabía exactamente lo que le estaba haciendo a ella, al igual que él sabía

que cada mujer soltera en la sala se iría a casa y soñaría con él, algunas

de las casadas, también.

Si sus penetrantes ojos azules y cuerpo perfecto no eran suficientes

para que su corazón se acelerara, el sonido de su voz profunda

acariciándola desde adentro hacia afuera tenía a sus rodillas temblando.

Quería encontrar una pared y hundirse en el suelo.

Sólo unos minutos más, se prometió a sí misma. Unos minutos más y

puedes escapar.

―¿Has emitido tu voto, Katherine?

―Eso no sería asunto suyo, Joseph ―ella rápidamente respondió

mientras tiraba de su brazo, no lo suficiente como para que otros lo

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notarán, pero lo suficiente para que él consiguiera la indirecta de que ella

quería que él la soltara. Él se las arregló para conseguirlos más cerca de la

puerta, a pesar de que ella estaba haciendo todo lo posible para bloquear

su camino.

—Tengo la sensación de que no estás disfrutando de nuestra

conversación —se burló de ella.

Katherine se enfureció ante su mirada de complicidad. El disfrutaba

de su juego de poder. Ella decidió renunciar a que le dieran la victoria.

—Siempre me gusta hablar con cualquier miembro de la familia

Anderson, Joseph. Sé que eres un hombre muy ocupado y yo estoy

agradecida de haber podido asistir —dijo en la respuesta políticamente

correcta.

Ella dejó de luchar por su liberación y permitió que él la condujera

de la habitación. Por lo menos una vez que llegaran lejos de la gente, ella

podría dejar de morderse la lengua y hacerle saber lo que realmente sentía.

Como si él la descubriera, detuvo su movimiento en el umbral de la

puerta.

—¿Cuáles son tus planes en el resto del el día? —él preguntó como

si no tuviera derecho.

—Tengo un calendario completo. Fue agradable hablar contigo, pero

tengo que irme ahora —le dijo mientras se alejaba.

―Te seguiré. Tengo tiempo extra en mis manos ―dijo, cambiando el

agarre del brazo de ella para colocarlo a través de él. Ella se dio cuenta de

que habían llamado la atención, justo lo que ella no había querido.

—Estoy segura de que tienes cosas más importantes que atender

que acosarme, Joseph. Estás empezando a causar una escena, así que por

favor sé un buen chico y vete —dijo entre dientes mientras ella salía de la

habitación.

—Eres tan buena para mí, Katherine. Yo no creo que nunca vaya a

dejarte ir.

Ella lo miró, aterrorizada al ver la seriedad de sus palabras escritas

en el rostro. En realidad él quería decir lo que estaba diciendo. Un

estremecimiento atormentó su cuerpo.

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Escapar.

Tenía que conseguir alejarse de él, porque ella podría fácilmente

verse a sí misma una vez más caer bajo su hechizo. Estaba a mitad de

camino de allí ya.

Tan pronto como estaban libres de personas, ella le arrebató el brazo

de nuevo y corrió por el pasillo, su único pensamiento era llegar tan lejos

de él como sea humanamente posible. El hechizo que el tejía era

intoxicante. No haría falta mucho más para hacerla caer a sus pies.

Ella llegó al ascensor y apretó el botón para bajar, volvió la cabeza y

respiró con alivio cuando no lo vio. Las puertas se abrieron y entró,

apoyándose contra la pared del fondo y comenzando a respirar con más

facilidad, mientras las puertas empezaban a cerrarse.

Justo cuando pensaba que era libre, una mano se estiró e impidió

que la puerta se cerrase. En cuestión de segundos, Joseph estaba

encerrado con ella, dejándola sin ningún lugar donde esconderse.

Su corazón se aceleró ante la mirada depredadora en los ojos de él.

Su estómago se hizo un nudo, lo miró, realmente lo miró, allí de pie, tan

seguro de sí mismo, el fuego ardiendo en sus ojos.

Sabía que estaba en problemas.

—¿Sabes, Katherine? Estoy empezando a disfrutar de nuestro juego

del gato y el ratón. Perseguirte parece ser mi nuevo pasatiempo favorito.

No sé qué haremos para divertirnos una vez que hayas aceptado lo

inevitable —susurró, su voz seductora, su cuerpo enviándole un desafío

que desesperadamente quería aceptar.

—No estoy jugando, Joseph. No te deseo —respondió, su voz

jadeante traicionando sus palabras.

Sonrió de manera conocedora, mientras daba un paso hacia ella.

Ella apoyó la espalda en la pared tan lejos como era humanamente

posible. Si la tocaba, todo habría terminado. Sabía que estaba al borde del

acantilado, y sólo la más leve brisa la empujaría sobre el mismo.

—¿De verdad crees eso, mi Katherine? ¿Estás mintiéndome a mí o a

ti misma? Esto es inevitable, lo ha sido desde el primer momento que te vi

en el baile. No hemos terminado nuestra canción todavía.

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Sus palabras eran pura seducción, la derretían. Sus piernas

temblaban, y sus labios se separaron, mientras el aire entraba y salía de

sus pulmones. Intentó decirse a sí misma que esto era sólo un juego para

él, que se aburriría tan pronto como la tuviera, pero su función cerebral

estaba cortocircuitada. No se podía obligar a negárselo.

En un último esfuerzo de supervivencia, cuadro los hombros y trató

de fortalecerse.

—No siempre puedes ganar, Joseph. No siempre puedes conseguir lo

que quieres. No te deseo —le espetó, sin embargo, el timbre de su voz sin

aliento traicionó el tono que había estado buscando.

—Tienes razón, Katherine. No siempre consigo lo que quiero. Pero tú

también te equivocas. Tú me deseas. La necesidad arde en tus ojos, el

deseo por mí.

Él pulsó el botón de parada de emergencia, haciendo que el ascensor

se detuviera. Entonces, se acercó, su cuerpo sólo a centímetros de tocarla.

Se negó a mirarlo a la cara, en su lugar, eligió poner toda la atención en el

verde esmeralda de su corbata, un color tan bonito...

Intentó distraerse, cualquier cosa para evitar alcanzarlo y pasarle las

manos a lo largo de los gruesos músculos de sus bíceps. Tuvo que luchar

contra su mente para no pensar en él yaciendo junto a ella, su pecho

desnudo para que ella lo explorara.

Su mano se acercó y la tomó de la barbilla, obligándola a levantar la

cabeza.

Quería ser terca, tratar de luchar contra el movimiento, pero no era

rival para él, y ambos lo sabíamos. Su cabeza se inclinó, y sus ojos se

encontraron con los de él, intenso deseo ardía caliente, dejándola sin

aliento.

La sensación de poder, confianza y deseo fue su perdición. Sabía que

iba a besarla. También sabía que estaba impotente para detenerlo. Sólo

tenía una cierta cantidad de fuerza de voluntad, y había llegado a su límite

ese día.

Siempre había sido él y siempre lo sería y él estaba destruyendo la

fortaleza celosamente guardada, que ella se había dedicado a construir

alrededor de su corazón.

Page 201: 7.the billionaire's final stand

Cuando tuviera un momento para pensar, se vendría abajo. Sólo

esperaba estar sola cuando ocurriera, entonces él no disfrutaría de la

gloria en su evidente victoria.

—Voy a besarte ahora, Katherine. Sólo te lo advierto porque estoy a

punto de perder la cordura en este momento. Puede que no te hayas dado

cuenta aún, pero me siento impotente frente a ti. Tú controlas esto. Tú

tienes el poder. Un toque de ti, pone mi cuerpo en llamas. Un suspiro de

tus labios, y mi corazón se acelera. Te necesito como nunca he necesitado

a nadie. Es casi una violenta compulsión. Siento que no puedo sobrevivir

si no te llevo conmigo hasta el fin del mundo de ida y vuelta —dijo Joseph,

su voz profunda, oscura y completamente devastadora.

Repentinamente se encontró presionada entre su sólido cuerpo y la

parte posterior del ascensor. La estaba aplastando de la mejor manera

posible. Antes de que tuviera tiempo de pensar, él inclinó la cabeza para

reclamar su boca.

Había terminado de hablar, había terminado la seducción. La estaba

reclamando de la forma más antigua conocida por el hombre.

Ella no podía pelear más. Dejó de intentarlo, y envolvió los brazos

alrededor de su cuello, dejando que la tomara, renunciando a todo lo que

tenía, él había cumplido su misión.

Katherine no supo cuánto tiempo pasó, no le importaba. Ni siquiera

sabía dónde estaba.

—Aquí Anderson Seguridad. ¿Hay un problema con el ascensor?

Katherine saltó, mientras Joseph levantaba la cabeza, con los ojos

vidriosos.

—Hola, por favor descuelgue el teléfono que hay a la izquierda de la

puerta. ¿Tenemos que llamar al departamento de bomberos? —dijo una

voz por el intercomunicador.

Joseph juró, mientras daba un paso atrás. Katherine miró a su

alrededor, rogando que no hubiera una cámara atestiguando su

comportamiento. Ella conocía al personal, y estaría completamente

mortificada si tenía que volver a trabajar, sabiendo que la habían visto

actuando tan desenfrenadamente.

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Con un gruñido enojado, Joseph liberó el botón de parada,

ignorando el teléfono. El ascensor comenzó a bajar de nuevo. Sólo unos

cuantos pisos para salir.

—Ven conmigo a casa, Katherine —demandó, mientras se volvía

hacia ella, el fuego se había atenuado, pero seguía brillando en sus ojos.

—Joseph... —dijo. Había salido de su aturdimiento. La intensidad

que él rezumaba la instaba a continuar.

—Me deseas, Katherine. Dejar de luchar contra ti misma —le exigió

mientras daba un paso hacia ella de nuevo.

Las puertas del ascensor se abrieron, lo sorprendió el tiempo

suficiente para que ella lo rodeara. Katherine se apresuró a pasarlo, y no

dudó ni siquiera una fracción de segundo. Sabía que tendría que construir

muros mucho más fuertes para mantenerlo fuera la próxima vez que se

encontraran...

—Lamento interrumpir, pero hace mucho que ha pasado la hora de

visitas. —Una enfermera se disculpó mientras entraba en la habitación.

Katherine miró a la enfermera, su mente aturdida, mientras

regresaba del pasado. Luego, miró a su marido. Tan apuesto. No había

cambiado nada en su mente. Su pasión, la belleza y la alegría de vivir, sólo

habían crecido más profundas, más ricas, más fuerte.

Cuanto más hablaba de sus inicios, más necesitaba que él se

despertara.

Una lágrima cayó por su rostro, mientras lo miraba. Le agarró la

mano y dejó las lágrimas fluir.

—Por favor, vuelve a mí, Joseph. Me hiciste amarte. Te negaste a

dejarme ir. Ahora, me niego a dejarte ir. Me niego a renunciar. Vuelve

pronto a mí, muy pronto —exigió. Ni siquiera se dio cuenta de que decía

las palabras en voz alta.

Mantuvo los ojos pegados a su marido, mientras sentía besos en la

mejilla.

Page 203: 7.the billionaire's final stand

Sabía que su familia estaba diciendo adiós por esa noche, dándole

tiempo para llorar.

Sabían lo que ella necesitaba.

Después de todo, estaban aquí por el gran amor que ella compartía

con el maravilloso hombre tumbado, tan inmóvil, frente a ella.

Con una última lágrima cayendo, Katherine se subió lentamente a la

cama junto a Joseph, sosteniéndolo más cerca. Estaba exhausta, drenada,

emocional y físicamente.

Lo último que recordaba antes de que el bendito olvido la alcanzara,

fue la sensación de suaves mantas siendo colocadas sobre ella.

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Capítulo 15

Traducido SOS por Marisaruiz

Corregido por flor25

Austin se sentó con una determinada expresión en su rostro. Estaba

agradecido de que algo lo distrajera de pensar constantemente en Kinsey.

Se estaba volviendo loco. ¿Estaba embarazada? ¿Cuándo la vería de

nuevo? ¿En que estaba ella pensando?

—¿Estás seguro de que serás capaz de esto? Sé que tienes mucho

que hacer en este momento.

—No, estoy bien —respondió—. De verdad —añadió cuando Trenton

le lanzó una mirada suspicaz—. Deja de mimarme. No soy uno de tus

hijos.

Llegaron al almacén y Austin se bajó de su auto. Observó cómo los

trabajadores atravesaban las puertas, preparándose para comenzar su día.

Nunca disfrutó despidiendo a nadie, pero estaba feliz de deshacerse de

Jack. Él era problemas en todos los sentidos.

—Te daré un voto de confianza, pero recuerda mantener la calma.

Dean dijo que el personal ha estado caminando con pies de plomo a su

alrededor últimamente, por su mal temperamento. No necesitamos que le

des un puñetazo en la cara y te demanden.

—Sí, sí, lo entiendo — gruñó Austin.

—Vamos a acabar con esto. Tengo una cita en una hora con un

inversor —dijo Austin, mientras avanzaba, con paso seguro y los hombros

erguidos. De cara al exterior, parecía el tiburón corporativo que era, a

pesar de que estaba hirviendo por dentro.

Atravesaron las puertas, viendo como los empleados colocaban sus

artículos personales en sus taquillas y se ponían su equipo de seguridad.

Algunos los saludaron, sin alterarse por tenerlos allí. No era raro que

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cualquiera miembro de la familia Anderson viniese personalmente y

comprobase sus distintos negocios. A menudo llegaban y les echaban una

mano.

Fueron sus padres quienes les habían enseñado que se esperaba

que trabajaran duro, que no lo evitaran. Les habían enseñado a sus hijos

los mismos valores. Sólo porque habían sido lo suficientemente

afortunados de nacer con dinero no les daba derecho a saltarse ciertos

pasos en su proceso de aprendizaje.

—Un poco de sudor ayuda a madurar a un hombre —dirían Joseph y

George a sus chicos. Austin había escuchado realmente a Trenton decir lo

mismo a su hijo. El recuerdo casi lo hizo sonreír, lo habría hecho, si no

fuera por la situación.

—Trenton. Me alegro de que estés aquí. ¿Puedes venir a ver algo? —

preguntó un empleado, mientras se precipitaba hacia ellos. Trenton miró a

Austin, obviamente inseguro de si debería dejarlo por su cuenta.

—Te lo dije, estoy bien. Ve a ayudar. Ven a buscarme cuando hayas

terminado — Soltó Austin bruscamente, evaporándose lo último de su

paciencia con su hermano.

—Está bien, pero no hagas nada que yo no haría —dijo Trenton,

mientras se volvía y se iba por el pasillo.

Austin se figuró que tenía un gran margen para hacer lo que

quisiera si llegaba el caso. Trenton había sido el más salvaje de todos ellos,

la palabra no simplemente era un reto para su hermano.

Apartando a Trenton de su mente, Austin siguió caminando hacia el

muelle de carga, donde sabía que Jack estaría. Se desconectó de las

conversaciones que se producían a su alrededor mientras se centraba en

la tarea que tenía entre manos.

—Hola, Austin. Me alegro de que estés aquí —dijo Dean, mientras

aparecía a su lado.

—Sí, es mejor acabar con esto de una vez. ¿En qué muelle de carga

está?

—En la número veintitrés. Voy contigo. Últimamente ha estado más

irritante de lo habitual y tengo la sensación de que puedes necesitar un

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testigo. Han mencionado que podría estar drogado. No lo sé lo que le pasó.

Solía ser uno de nuestros mejores hombres.

—Realmente me molesta cuando suceden este tipo de cosas. Me

gusta que todo esté en orden.

—Lo sé. Lamento haber permitido que esto llegara tan lejos —dijo

Dean, obviamente, avergonzado.

—Estás haciendo un gran trabajo, Dean. Nos informaste tan pronto

como apareció el problema. No se puede saber cuándo alguien está a

punto de romperse. Simplemente sucede. —Austin tranquilizó a su

capataz.

No hablaron más mientras se acercaban al muelle de carga. Cuando

Jack se volvió y vio a los dos, sus ojos se entrecerraron y adoptó una

postura defensiva. Austin tomó una profunda respiración. Ya podía decir

que la conversación no iba a ir bien, en lo más mínimo.

—Jack, ¿puedes salir conmigo? Tenemos que hablar —preguntó

Austin en su tono más profesional.

Jack miró de él a Dean antes de contestar.

—¿Qué pasa? —Él no cambió su postura.

—Prefiero hacer esto en privado, Jack. —Austin lo intentó de nuevo,

aunque sabía que no serviría de nada.

—¿Qué es lo que tenemos que hacer en privado? —exigió Jack.

Austin suspiró. Sabía que esto no iba a ser fácil, así que no entendía

por qué le estaba afectando. Tenía que ser por todo lo que estaba

ocurriendo en su vida, el tío Joseph, su padre y especialmente Kinsey.

Jack ya estaba buscando pelea, sus defensas arriba. Tenía que

haber sabido que eventualmente iba a quedar atrapado en esto. Las drogas

tendían a hacer pensar a las personas que eran invencibles, sin embargo,

tal vez Jack realmente había pensado que podía salir ileso de su pequeña

red de robos.

—Hemos encontrado algunas pruebas irrefutables de que han sido

robado artículos desde el patio... —comenzó Austin, cuando Jack

interrumpió.

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—¿Y qué? No sé nada al respecto. ¿Por qué me lo dices a mí? —gritó.

El temperamento de Jack realmente estaba comenzando a elevarse. Con

sólo unas pocas palabras, estaba mirando alrededor, antes de volverse

hacia Austin, mirando con un odio intenso.

—Jack, las evidencias te señalan —dijo Austin, su voz calmada.

Estaba tratando de evitar un espectáculo, pero no estaba teniendo mucho

éxito.

Varios trabajadores habían parado su trabajo y estaban mirando

abiertamente. Muchos de ellos ya conocían la situación. Los rumores

volaban desenfrenados en cualquier lugar de trabajo, pero la mayoría de

estos tipos habían estado trabajando juntos por años y los rumores se

extendían más rápido de lo normal. Ni siquiera estaban tratando de

ocultar el hecho de que estaban observando.

—Eso es ridículo. No puedes venir aquí y acusarme. Ha sido

probablemente uno de tus codiciosos parientes. Me han tendido una

trampa, eso es todo —gritó, con la cara poniéndose roja, sus fosas nasales

dilatadas. Miró a su alrededor, empezando a notar a todo la gente

observando—. ¿Qué están mirando? ¿No tienen un trabajo que hacer?

Esto no es su asunto —gritó.

Austin escuchó a alguien reírse, y se tensó, esperando que Jack

explotara.

—Llama a seguridad, ahora —Austin le susurró a Dean, quien

asintió y rápidamente se fue.

Jack miró desalentado a Dean irse antes de que su mirada se

cruzara de nuevo con Austin.

—Vamos, Jack. Salgamos —intentó una vez más.

—No tengo nada que ocultar. No puedes intimidarme sólo porque

naciste con un pan debajo del brazo. No voy a ninguna parte. Si quiere

salir a la calle, eres libre de hacerlo.

—Ya he tenido suficiente, Jack —rugió Austin. Estaba perdiendo la

calma, por mucho que intentó dominarse. El hombre lo sacaba de sus

cabales.

—¡Yo también he tenido suficiente. Ahora, maldita se fuera de aquí,

para que puede hacer mi trabajo!

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Jack realmente se dio la vuelta, actuando como si Austin no

existiese. Austin se quedó allí por un momento, conmocionado. El hombre

tenía que estar bastante drogado si realmente pensaba que podía hablarle

a su jefe de esa manera y todavía tener un trabajo. Su trabajo había

acabado, pasara lo que pasara, pero en serio, ¿en qué estaba pensando?

—Jack, ya no trabajas para esta empresa. Un guardia viene para

escoltarte fuera de las instalaciones. Puedes recoger tus cosas, y después

no pondrás un pie en cualquiera de las propiedades de los Anderson de

nuevo. ¿Lo entiendes?

La voz de Austin estaba de nuevo bajo control. Él era un profesional

y necesitaba recordar eso. Observó cautelosamente cómo Jack se volvía

hacia él, su cara era una hinchada bola roja, con los puños apretados a los

costados y la postura amenazante.

—He trabajado para ti durante años. ¡Años! Y esta es la forma en

que me lo pagas. ¿Me tratas como a un vulgar criminal? Te voy a

demandar por despido injustificado, te quitaré todo lo que tienes, culo de

marica, hijo de pu...

—Ya he tenido suficiente, Jack. Sígueme a las taquillas, esta

conversación ha terminado —interrumpió Austin. De ninguna manera iba

a quedarse allí y permitir que el ladrón le hablara de esa manera.

—¡Vete al infierno! —gritó Jack y Austin oyó sus pasos acercándose

a él. Rápidamente se hizo a un lado y se volvió. Jack tenía el puño en alto

y lo estaba bajando hacia su rostro.

Austin fácilmente bloqueó el movimiento, sorprendiendo a Jack.

Entonces Austin lanzó su propio puño, dando un sólido derechazo en la

mandíbula del hombre, haciéndolo tambalearse hacia atrás. Jack sacudió

la cabeza, luego alzó la vista, la ira lo consumía mientras se lanzaba de

nuevo hacia delante.

Austin se detuvo y esperó, entonces, lanzó una fuerte patada al

estómago de Jack, que lo hizo doblarse mientras se lanzaba a los pies de

Austin. Saltó rápidamente, apartándose a un lado, mientras Jack se

desplomaba en el suelo, gimiendo de dolor y jadeando en busca de aire.

—¿Me estás tomando el pelo, Jack? ¿No puede aceptar esto como un

hombre y simplemente irte? Estaba tratando de hacer esto lo más fácil

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posible, pero tenías que atacarme. ¿De verdad quieres ir a la cárcel

además de ser despedido? —exigió Austin.

—Tú eres el que me golpeó. Me voy a quedar con todo lo que tienes,

cabrón. Cada cosa, este edificio, tú casa, todo —dijo con voz entrecortada.

—Adelante, inténtalo. Hay unas veinte personas alrededor que lo

han visto todo — espetó Austin.

—Lo tengo, jefe. Jack, ven conmigo —dijo su guardia mientras

agarraba a Jack por la parte posterior de la camisa y le dio un tirón,

levantándolo. El guardia, Tommy, era enormemente intimidante. Incluso

Jack no parecía lo suficientemente estúpido como para meterse con él.

—Gracias, Tommy. —Austin se dio la vuelta y se alejó mientras

Tommy comenzó a sacar a Jack de las instalaciones.

—¿Qué tan drogado estás, Jack? Maldita sea, eso fue estúpido. —

oyó a Tommy decir antes de que se alejara.

Austin se dirigía a la oficina antes de que Trenton lo encontrara. Por

la sonrisa en el rostro de su hermano, ya se había enterado de lo que

había sucedido. Siguió caminando, no queriendo escucharlo regodearse.

Austin no habría golpeado a Jack si él no le hubiese atacado.

Sabía que estaba bastante tenso, toda situación con Kinsey lo tenía

con el alma en vilo, pero él normalmente no era violento. Pero explicarle

eso a su hermano no le haría ningún bien. A Trenton simplemente le

encantaba decir “te lo dije”.

—He oído que podrías haber necesitado un poco de ayuda, que Jack

casi te derribo —dijo Trenton, parando a Austin en seco.

—¿Qué? ¿Me estás tomando el pelo? Esa pequeña hormiga cagona

no podría conmigo, incluso en mi peor día.

—Oh, ¿así que le diste una paliza solo para divertirte?

—¡No! Me atacó. Fue en defensa propia —espetó Austin, mientras

continuó caminando. Trenton estaba intentando conseguir una reacción

de él y estaba haciendo un buen trabajo.

—Sabía que tenía que haber estado allí.

—Como si eso hubiera impedido algo.

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—No, pero entonces yo podría haber intervenido y conseguido

repartir algunos golpes —dijo Trenton, riéndose.

Austin no pudo evitar que aflorara una sonrisa. Miró a su hermano,

al perverso humor en sus ojos, y comenzó a reírse. No sabía si era por el

estrés, por Jack, por Kinsey, por su padre, por su tío Joseph, o por qué

demonios era, pero de repente no podía dejar de reírse.

Se rió hasta que el estómago le dolió y las lágrimas corrían por sus

mejillas. Después de unos cinco minutos, finalmente logró enderezarse y

mirar a su hermano, que estaba mirándolo como si se hubiera vuelto loco.

Demonios, tal vez lo había hecho.

—Ha sido una semana muy larga. —fue su única explicación.

—Lo entiendo —respondió Trenton, mientras se subía al auto junto

con él.

No dijeron nada más mientras dejaban atrás el almacén. Austin se

relajó, sabiendo que no diría nada más. Trenton lo dejaría en paz y le

permitiría buscar la solución a lo que fuera que lo había llevado hasta el

punto de la risa histérica.

También sabía que Trenton estaría allí en un santiamén, en el

momento en que necesitara hablar de ello.

—Gracias por reunirte conmigo, Kinsey. La familia va a llevarse a

Joseph mañana. Como sabes, él necesita una enfermera durante todo el

día cuando esté en casa, y la familia quiere que tú continúes cuidándolo.

¿Ya has tomado una decisión? —preguntó la supervisora de Kinsey.

Kinsey había estado pensando en lo que quería hacer las pasadas

dos semanas. Iba a rechazarlo, aunque sabía que podría ser perjudicial

para su carrera, no creía que pudiera soportar estar en la Mansión

Anderson, sabiendo que Austin estaría apareciendo a menudo.

Sin embargo, cedió después de que Cassie se lo pidiera. ¿Cómo

podía negarse a su mejor amiga, cuando estaba, obviamente, tan

preocupada por Joseph?

—Sí, voy a aceptar el trabajo.

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Su supervisora le dio una sonrisa aliviada. Parecía que no quería ser

la que le dijera a cualquier miembro de la familia Anderson, no. Kinsey

podría comprender a la mujer con exceso de trabajo.

—Eso es una gran noticia. Te echaremos de menos durante tu

ausencia, pero tú puesto todavía estará aquí cuando él se recupere —dijo

su jefa.

A Kinsey le encantaba lo optimista que era su jefa. Ella nunca se

rendía con un paciente, ni siquiera cuando todo el mundo en la sala ya lo

había hecho. De esa manera, había salvado muchas vidas, Kinsey sintió

que el hospital debería llevar el nombre de ella. Sin embargo, la mayoría de

las veces, los que trabajaban más duro eran los más subestimados.

—Vete y tomate el resto del día libre. Sin duda te lo mereces —dijo,

mientras ambas se pusieron en pie.

—Gracias.

Kinsey salió de la oficina, agradecida por tener la oportunidad de

cuidar de Joseph hasta el final, pero nerviosa en lo relativo a Austin. No

había hablado con él desde su pelea y todavía no sabía si el embarazo era

una preocupación válida. Tenía miedo de ir allí, incluso en este momento.

No sabía lo que ella haría si la respuesta fuera afirmativa.

—Si firma aquí, podemos dar de alta a su marido y tenerlo listo para

transportarlo —dijo el Dr. Weston, mientras echaba un vistazo al historial

de Joseph.

Katherine suspiró aliviada. Ella estaba lista para dejar el hospital.

Sabía que tener a su marido en casa lo haría todo diferente. Él necesitaba

estar donde su relación había florecido. Él había encontrado la tierra,

construyeron su casa de ensueño, hicieron a sus bebés, y consolidaron su

amor en esa propiedad.

Era un lugar de sanación, y sabía que él volvería a ella una vez que

lo tuviese en casa.

—Gracias, doctor —respondió Katherine, incapaz de decir nada más.

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El proceso se movió rápidamente y antes de que se diera cuenta, los

conductores de la ambulancia estaban allí, consiguiendo preparar a

Joseph para el transporte.

—Nos vamos a casa, mi amor —susurró Katherine, con una pequeña

sonrisa en su rostro.

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Capítulo 16 Día veinticinco

Traducido SOS por Marisaruiz

Corregido por Pily

—Realmente necesito hablar contigo durante unos pocos minutos.

Vamos a escabullirnos a la parte de atrás antes de que alguien grite —dijo

George en el momento en que Esther atravesó la puerta principal.

—De acuerdo —respondió, y dio la vuelta a la esquina con él.

—Papá, ahí estás. Tía Katherine necesita tu ayuda —dijo Max,

corriendo hacia ellos antes de que pudieran escaparse.

George dejó salir una frustrada exhalación, listo para estallar.

Habían pasado más de tres semanas desde que había estado a solas con

Esther. Estaba desesperado. Podía pensar que los niños lo estaban

haciendo a propósito, si no le parecía algo tan descabellado.

—¿No puedes ayudarle tú? —espetó.

—¿Qué te ocurre? Soy solo el mensajero. Sabes que ha estado

preocupada hoy con la vuelta a casa de Joseph y todo eso —dijo Max

mientras elevaba las manos a la defensiva.

George de inmediato se sintió mal por hablarle bruscamente a su

hijo. No era culpa de Max que estuviera tan frustrado. Solo quería unos

minutos para pedirle a Esther que se casara con él. Esperando que esta

vez ella dijera que sí.

—Lo siento, Max. Supongo que con todo lo que ha estado

sucediendo, estoy más tenso que de costumbre —se disculpó George

rápidamente.

Page 214: 7.the billionaire's final stand

Miró con anhelo a Esther, quien le dio una triste sonrisa y se fue. De

un modo u otro conseguiría pronto estar a solas con ella.

—Casi me siento mal. Deberían ver las miradas que se echaron

mutuamente. Sin embargo, creo que nuestro plan está funcionando —dijo

Max mientras el grupo se sentaba en el patio trasero, asegurándose de que

estaban lejos de oídos indiscretos.

—He tenido que morderme la lengua varias veces para no

desternillarme de la risa. Tengo que reconocérselo a papá, sin embargo. Es

terco. Me imaginaba que se habría roto mucho antes. Esther, también.

Ella ha estado enviándole esas miradas de profundo anhelo cuando cree

que nadie la mira —añadió Trenton.

—¿Creen que estamos empeorando la situación? ¿Y si deciden que

es demasiado difícil y dejan de verse? —preguntó Bree con preocupación.

—Eso no va a suceder, Bree. Una vez que supe que eras la única

para mí, nada iba a interponerse en mi camino. Ni siquiera tus

sobreprotectores y bravucones hermanos. —La tranquilizó Chad.

—Tengo que reconocerte eso, Chad. Te la hicimos pasar canutas y a

pesar de todo te quedaste —dijo Austin con una carcajada, mientras le

daba a Chad una palmada en el hombro, suficiente fuerte como para

empujarlo hacia delante.

—¿Saben?, solo son un manojo de blandengues —dijo Cassie,

mirando con adoración a su marido.

—No eran tan blandengues hasta que ustedes, mujeres, les hincaron

las garras —dijo Austin, hinchando el pecho.

—Oh, tu momento se acerca, Austin, créeme —lo interrumpió Lucas

con una risa.

—No, soy más inteligente que todos ustedes —replicó.

—Hablando de eso, ¿cómo le va a Kinsey? — preguntó Mark con una

sonrisa conocedora.

Page 215: 7.the billionaire's final stand

—No lo sé. Caramba la mujer es más problemas de lo que vale la

pena — respondió Austin pensativamente.

—Hey —soltó Cassie al instante, defendiendo a su amiga.

—Yo... eso no es... oh, mierda. Lo siento, Cass —murmuró Austin.

—Voy a dejar pasar eso porque es obvio que estás completamente

loco por ella. Para aliviarte un poco, creo que está igual de loca por ti —

dijo Cassie con una sonrisa tranquilizadora.

Austin la miró esperanzado. No quería que todo el mundo supiera

cuanto se preocupaba por Kinsey, pero tampoco quería dejar pasar la

oportunidad de descubrir algo de ella. Cassie era su informante.

—Así que, ¿has hablado con ella últimamente? —preguntó con la

esperanza de que sonara casual.

—Por supuesto. Es mi mejor amiga. ¿Por qué no hablas con ella tú

mismo? Estará aquí en una hora —dijo Cassie.

—Pensé que no iba a aceptar el trabajo. ¿Por qué nadie me lo dijo?

—exigió.

—No pensé que te importara. ¿Qué fue lo que dijiste? Oh sí, que ella

es más problemas de los que vale la pena —dijo Alex.

—Sí, lo que tú digas, Alex. Como lo recuerdo, te estabas arrastrando

de rodillas por cierta mujer en esta habitación no hace muchos años —le

respondió Austin.

—Lo más inteligente que jamás hice —dijo Alex, sin avergonzarse en

lo más mínimo por su comportamiento.

—No puedo soportar más estar cerca de ustedes, chicos. Todos son

demasiado... No sé, sensibleros, supongo —dijo Austin mientras se ponía

de pie.

—Nosotros también te queremos —dijo Bree, mientras le lanzaba un

beso.

—Te quiero, hermanita —dijo Austin, antes de lanzarle e irse a la

casa.

Page 216: 7.the billionaire's final stand

Tan pronto como Austin estuvo lo suficientemente lejos como para

no oírlos, Bree se volvió hacia el grupo con un enorme sonrisa.

—Una vez que consigamos ubicar a George y Esther, digo que nos

divirtamos con Austin y Kinsey. Es obvio que los dos están destinados a

estar juntos. Además, tengo que decir que esta cosa de casamentera es

adictiva —dijo con entusiasmo.

—Bueno, Bree, realmente deberíamos dejar a Austin tranquilo —

advirtió a Trenton.

—¿Por qué? Era un coñazo cuando yo estaba con Chad. Creo que se

merece un poco de intromisión de su familia.

—Sé que Kinsey está medio enamorada de él, si no lo está del todo.

Estoy en el juego —opinó Cassie.

Con la aprobación de su mejor amiga, el grupo unió sus mentes para

ver lo que podían hacer para ayudar a que la relación siguiera adelante.

Si Joseph hubiera estado consciente, habría estado muy orgulloso de ellos.

Sin duda estaban siguiendo sus pasos.

Kinsey se instaló en su habitación, impresionada por la lujosa suite

que la familia había puesto a su disposición. Le encantaba el suave

morado que Katherine había utilizado, desde las cortinas a la colcha que

cubría la cama tamaño King con dosel, que apenas ocupaba sitio en la

espaciosa suite.

Se acercó a la sala de estar y agarró el mando a distancia, pulsando

un botón, provocando que un suave fuego saltara a la vida en la enorme

chimenea de gas. Estaba temerosa de que pudiera llegar a estar demasiado

cómoda en su habitación. Era más grande que la totalidad de su

apartamento y sin duda tenía muchos mejores muebles.

Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos. Su cuerpo se

tensó mientras caminaba hacia ella, temerosa de que Austin estuviera al

otro lado. No estaba lista para hablar con él todavía. No tenía ni idea de lo

que le diría.

Page 217: 7.the billionaire's final stand

Lentamente la abrió, luego dejó escapar un suspiro de alivio cuando

Cassie se abrió camino con una bolsa de chocolate en una mano, y un café

en la otra. Su mejor amiga la conocía bien.

—Traje cosas importantes. Me imagino que primero te pondré de

buen humor, entonces te exigiré que lo sueltes todo — dijo Cassie,

moviéndose hacia la sala de estar y soltando las cosas.

Kinsey sonrió. Sabía que no había manera de que su amiga lo dejara

estar hasta que ella le llenase el plato con la mayoría de los deliciosos

detalles, así que podría también ponerse cómoda. Normalmente, habría

corrido a Cassie para contárselo todo, pero esto era diferente. Estando

Cassie relacionada con Austin, incluso aunque fuese por matrimonio, la

hacía sentir un poco incómoda quejarse del tipo, o incluso contarle cómo

de embrollados estaban sus sentimientos.

—Estoy segura que tienes cosas más importantes que hacer que

escuchar mis lamentables historias. —Kinsey trató de bromear.

La mirada de Cassie le dio, rápidamente evaporó todo el humor del

aire.

—Kinsey, nos conocemos por demasiados años para que incluso

intentes conseguir eso. Siempre hemos acudido una a la otra, y siempre lo

haremos. Solo porque esté casada con el hermano de Austin no significa

que no puedes quejarte de él. Eres mi mejor amiga, la número uno en mi

vida. Nunca hemos dejado que un hombre se interponga entre nosotras, y

desde luego no vamos a comenzar ahora. O bien podemos hacer esto por

las buenas o por las malas, pero de un modo u otro, vas a soltarlo.

Kinsey le sonrió a su mejor amiga. Era tan bueno tenerla. Sabía que

era algo raro tener a alguien en tu vida que te amaba tan profundamente.

Si Cassie necesitaba que saltara un acantilado con ella, entonces Kinsey lo

haría. Sabía que lo mismo podía decir de Cassie, de modo que no sabía por

qué se había sentido reticente a hablar con ella, ni siquiera por un breve

momento.

—Gracias, Cassie —dijo mientras se acercaba y le daba un abrazo.

Se sentiría mejor hablando con alguien.

Se las había apañado con la bola de nieve en su familia, lo cual fue

lo primero. Su visita a la casa había sido muy relajante, y nadie había

descubierto cómo de abrumada estaba. Al menos nadie lo había

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mencionado. Debería haber sabido que nunca se habría salido con la suya

con la única persona que la conocía más que incluso sus hermanos.

Las dos mujeres se sentaron en el sofá y Kinsey alcanzó la bolsa de

chocolate, agarró uno rápidamente y le quitó a la envoltura. Colocándose

el chocolate en la lengua, cerró ojos, saboreándolo por un momento antes

de hablar. La verdadera forma de comer chocolate. También necesitaba

una subida de azúcar para afrontar la próxima conversación.

—Gracias, Cassie. Eso era justo lo que necesitaba —dijo Kinsey con

un suspiro de placer, mientras el dulce chocolate se le derretía en la

lengua. Cogió el café y tomó un sorbo para remojarlo.

—Sí, sí, ahora habla —dijo Cassie, mientras tomaba su propio

pedazo de dulce y se echaba hacia atrás, poniéndose cómoda.

Kinsey le sonrió, sabiendo que Cassie le había hecho una invitación.

No valía la pena resistirse a ella. Acabaría arrancándole la información que

quería, de todos modos, por lo que Kinsey podría así acabar de una vez.

—Espero que tengas el resto del día —bromeó Kinsey, aunque no

estaba muy lejos de la verdad.

—Tenemos una bolsa llena de chocolate, café caliente, y un cómodo

asiento. No tengo prisa.

Apelando a todo su coraje, Kinsey agarró un par de piezas más de

chocolate antes de acomodarse. Esto iba a tomar un tiempo. Con las

mejillas ruborizadas, comenzó. Esta vez no ocultaría nada, hablándole a

Cassie sobre la noche de bodas, el hospital, la falta del control de

natalidad. Se lo dijo todo.

Pasó una hora, y se dejó caer en el asiento, completamente drenada.

En realidad se sentía aliviada por haberlo soltado todo. Ahora podría

averiguar si estaba tan jodida como pensaba que estaba.

—Dímelo, Cass. Dime cuánto lo he estropeado —dijo Kinsey,

mientras miraba la aturdida expresión en la cara de Cassie.

—Caramba, Kinsey. Has estado evitándome. En primer lugar,

debería regañarte por no hablar conmigo antes. En segundo lugar, creo

que mi temperatura subió unos pocos grados. Mmm, voy a tener que

ingresar a Max en un hospital para poder repetir esa escena de sexo.

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¡Demonios! Kinsey, eso suena tan caliente —dijo Cassie mientras se

abanicaba dramáticamente la cara.

—Por supuesto, tenías que fijarte en eso —dijo Kinsey con un toque

de color rosa en sus mejillas. Tenía que admitirse, sin embargo, que había

sido bastante espectacular.

—¿Qué mujer de sangre caliente no lo haría? Bueno, volvamos al

presente. ¿Ya sabes lo que vas a hacer? ¿Has pensado mucho en ello? Un

bebé, Kinsey. Podrías estar llevando a un niño justo en este mismo

momento —dijo Cassie en un tono un tanto aturdido.

—No lo sé. He estado apartándolo de mi mente. Es muy abrumador,

no sé qué pensar —admitió Kinsey.

—Bueno, es inútil insistir en ello cuando no sabes nada todavía. Es

probable que no estés embarazada. A veces sucede, pero probablemente

estás preocupada por nada. Más importante aún, tenemos que hablar de

Austin. Caramba, chica, hay suficiente calor entre los dos para calentar

esta maldita casa.

—No. Fue solo una aventura. Ni siquiera hemos tenido una cita. Es

solo que, bueno, es casi tan adictivo como un hombre puede serlo. Cada

vez que estoy a su alrededor, mi ropa interior prácticamente arde. Sin

embargo no se puede construir una relación con eso. Tú lo sabes, Cass. Tú

tienes un marido perfecto.

—Uh, no recuerdas cómo fu entre Max y yo al principio. Tuve que

chantajearlo para entrevistarlo, y entonces nos pilló una nevada en una

remota cabaña en Alaska y, literalmente, nos arrancamos la ropa el uno al

otro. Hablando de calor. Nunca en mi vida había deseado a alguien como

lo deseaba a él. Todavía siento un hormigueo incluso cuando hablo de ello.

Si no fueras mi mejor amiga, en este momento, yo estaría saliendo

apresuradamente de esta habitación y arrastrándolo para meterlo en el

armario más cercano. Eso está ahora, sin duda, en mi “lista de tareas

pendientes”, gracias a ustedes.

Kinsey sonrió, encantada por la manera en que Cassie se abría. Max

la adoraba, y aportó tanto a la vida de ella.

—Lo siento. Me salí del tema. Mi punto es que el deseo es bueno. Es

saludable. No hay nada malo en querer arrancarle la ropa, o que te desee

tanto, que él está en un estado constante de excitación. Eso debería

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alimentar tu ego. Hay una gran cantidad de relaciones construidas sobre

mucho menos que eso. Si no puedes soportar estar con él una vez que las

luces se encienden de nuevo, entonces tienes un problema, pero ese no

parece ser el caso con ustedes. Al menos, eso no es lo que estoy oyendo.

No te alejes porque tengas miedo. Eso no está mal, Kinsey, lo juro. Esa es

mi opinión. Por supuesto, estoy al cien por cien de tu lado, y si quieres

castrarlo, yo te ayudaré a atarlo.

Kinsey se echó a reír. Se sentía bien dejarla derramar su deleite.

Realmente no había nada como tu mejor amiga dispuesta a torturar a los

hombres por ti. No sabía lo que haría sin ella.

—Supongo que tengo mucho sobre lo que pensar, pero por ahora,

estoy feliz poniéndolo en un segundo plano y tomándome unos pocos días

más para respirar. Estoy aterrada de hacerme la prueba, Cass —admitió

Kinsey.

—Estaré contigo en cada paso del camino. Incluso lo recogeré para ti

—ofreció Cassie.

—Te lo haré saber. No estoy lista para hacerlo aún.

—Es demasiado pronto. Sé que ahora existen esas pruebas de

embarazo temprano, pero creo que es mejor esperar, equilibrar tu mente, y

luego hacerla. Eso te dará tiempo para pensar sobre cuál será tu siguiente

paso. Ya sabes, Kinsey, que siempre puedes venir a vivir con nosotros. Sé

que lo he ofrecido antes y que los has rechazado, diciéndome que necesito

mi espacio de recién casada y todo eso, pero no quiero que atravieses esto

tú sola. Solo piénsalo, nuestros hijos pueden crecer juntos —dijo Cassie.

Le había ofrecido muchas veces a Kinsey que se viniera a vivir con

ella. Había sido genial cuando estaban las dos en sus alojamientos en la

universidad, pero ahora eran adultas, y Cassie estaba casada. Kinsey

simplemente no podía hacerlo.

—Lo tendré en cuenta. Ahora, sal de aquí para que pueda ducharme

e ir a ver a mi paciente.

—Está bien, lo entiendo. Ha terminado hablar por ahora. Nos vemos

en la cena.

El estómago de Kinsey se le hizo un nudo de nuevo mientras cerraba

la puerta detrás de su amiga. Se había olvidado de su gran cena esa

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noche. Estaban celebrando que Joseph regresaba a casa, a pesar de que

todavía estaba en estado de coma. Katherine sintió que venir a casa era

verdaderamente el primer paso para su recuperación. Esta era la cena a la

que Austin le había pedido que viniera con él. Suponía que se había salido

con la suya.

Kinsey cerró la puerta, luego entró en el enorme cuarto de baño

adjunto a su suite. Abrió el grifo y empezó a llenar la bañera, que era lo

suficientemente grande para cuatro personas.

Mientras se hundía en el agua jabonosa, la tensión comenzó a

desvanecerse. Echó la cabeza hacia atrás y expulsó todo lo negativo de su

mente. Tenía un par de horas de paz y estaba dispuesta a aprovecharlas al

máximo.

Austin se sentó en la enorme mesa, mirando en repetidas ocasiones

a la puerta. Kinsey llegaba tarde. Escuchó el caos que lo rodeaba,

capturando alguna palabra aquí y allá, pero no mucho más. No entendía

cómo cualquiera de ellos podía tener una conversación con todo el mundo

hablando a la vez.

Sin embargo, no le importaba. Él amaba el caos. Mientras miraba a

su alrededor a sus hermanos y sus primos, y todos sus cónyuges e hijos,

pensó que, ciertamente, eran un grupo con bastante suerte.

No podía imaginarse lo solitaria que sería la vida si no fuera por la

gente de esa habitación. Las risas, lágrimas e incluso la ira, eran parte de

su vida, y no lo querría de ninguna otra manera. Se sentía casi completo.

Cuando Kinsey finalmente hizo su entrada, instantáneamente supo

lo que se había estado perdiendo. Por mucho que hubiese luchado y

rebelado contra ello, quería lo que el resto de los miembros de su familia

tenía. Quería una esposa e hijos.

Quería lo que no podía tener.

A menos que...

No quería ir allí. Ella se negaba incluso a hablar con él, por lo que no

podía ni empezar a pensar sobre si serían padres o no. Era demasiado

pronto. Solo había pasado una semana. Se sentía como un mes.

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Se había asegurado de dejar una silla vacía a su lado, pero con la

mala suerte que tenía, también había un lugar vacío junto a Emily. Por

supuesto, Kinsey lo localizó y se fue derechita allí. Ella ni siquiera levantó

la vista en reconocimiento.

La comida fue servida y la conversación continuó, llegando de todas

las direcciones. Austin no prestaba mucha atención. Sabía que estaba

actuando de manera taciturna, pero no le importaba.

—Ya es suficiente. ¡Todo el mundo callado!

Austin se volvió sorprendido al ver su padre de pie a la cabecera d la

mesa. Katherine estaba mirando su plato y sonriendo. Esther parecía

sorprendida, pero también un poco orgullosa.

Austin prestó toda su atención a George. Quería saber lo que lo

había sacado de quicio.

—Los quiero a todos. Cada día estoy agradecido por la gran familia

que me ha sido concedida. Pero en este momento, podría simplemente

darles un azote a cada uno. He estado intentando, una y otra vez,

conseguir estar a solas con esta hermosa mujer durante cinco minutos.

Eso es todo. Solo cinco minutos. Pero desde el mes pasado, ha habido una

emergencia detrás de otra —resopló George, mientras miraba a todo el

mundo.

Las cabezas se volvieron de un lado a otro entre George y una Esther

con la cara muy roja.

—Lamento hacerlo así Esther, pero te quiero. Te quiero tanto que mi

corazón se acelera cuando tengo el más mínimo pensamiento sobre ti. No

puedo pasar por una tienda de flores sin querer entrar y comprar la tienda

entera. Amaba a mi difunta esposa, sé que tú amabas a tu difunto marido,

y nunca te pediría que lo reemplazaras. Pero, se me ha concedió una

segunda oportunidad de ser feliz. Una oportunidad para crecer en los

brazos de la mujer que amo. Sé que quieres esperar. Sé que estás

preocupada por la familia, y piensas que me estoy precipitando a causa del

accidente. Pero, caramba, mujer, te quiero. No puedo soportar la idea de

pasar una noche más sin mis labios tocando los tuyos. Quiero irme a la

cama cada noche contigo a mi lado, y despertarme por la mañana con la

belleza de tu rostro. Por favor, ¿me harías el hombre más feliz del mundo

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diciendo que te vas a casar conmigo? —preguntó George, mientras se

ponía de rodillas delante de ella.

Las lágrimas corrían por el rostro de Esther mientras miraba a

George. Podía haberse oído caer un alfiler, de tan silencioso que estaba,

mientras esperaban para oír lo que ella diría.

Finalmente, sus ojos se levantaron y miró alrededor de la mesa, al

parecer avergonzada de ser el centro de atención.

—Yo... yo no... —Su voz se desvaneció.

—Ya era hora de que lo pidieras, George. Nos hemos estado

preguntando qué es lo que te llevaba tanto tiempo —dijo Katherine con

una sonrisa de aprobación en la cara.

Todo el mundo coreó su aprobación, sonriendo para estimular a

Esther. Pareció ser justo lo que ella necesitaba porque se volvió hacia

George, el amor irradiaba de ella.

—Sí, George, sí me gustaría casarme contigo. Quiero todo eso y más

—susurró.

Todos aplaudieron y Katherine hizo señas al personal para que

trajesen el Champán y la sidra espumosa.

—Hoy es realmente un día de celebración. Mi Joseph está en casa,

donde puede recuperarse, y dos de mis amigos han encontrado la felicidad

y sosiego el uno con el otro. Hemos sido bendecidos —dijo Katherine,

mientras se levantaba y hacía un brindis.

Austin vio a su padre, radiante de felicidad, mientras tomaba a

Esther en sus brazos y la besaba. Por un momento no pareció mayor que

sus hijos. Las leves arrugas de su cara desvanecidas, su cabello gris,

desaparecido. Tenía el aspecto de un hombre nuevo, dispuesto a

conquistar el mundo. Austin estaba orgulloso de su padre por haber tenido

el coraje de no permitir que la mujer que amaba se alejase.

Se dio la vuelta, buscando a Kinsey, pero su asiento estaba vacío. No

sabía qué hacer. ¿Debería seguir persiguiéndola? Tal vez, realmente no

quería tener nada que ver con él. Simplemente no sabía lo que estaba bien

o mal. Se quedó con su familia y lo celebró durante toda la noche, tratando

de olvidar sus problemas durante al menos unos cuantas horas.

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Capítulo 17

Traducido por Poxi

Corregido por Pily

—Uf, siento no haberlo podido terminar antes, pero Jasmine cogió la

gripe, así que ya sabes Isaiah la cogió también. Ha sido pura suerte que no

me haya enfermado —dijo Amy mientras rápidamente entraba en la sala y

encontraba un asiento.

—Odio cuando los niños están enfermos. Pobres bebés. No hay

mucho que puedas hacer por ellos más que mantenerlos cerca y darles

líquidos —dijo Emily con simpatía.

—Ella ya se está haciendo grande. No puedo creer que acabe de

cumplir ocho. ¿Dónde va el tiempo? —preguntó Amy, ligero pánico

llenando sus ojos.

—Lo sé. Trevor está creciendo tan rápido. Es mi niño pequeño. No

me puedo imaginar cómo va a ser cuando llegue a sus años de

adolescencia e incluso peor, cuando vaya a la universidad —dijo Emily.

—Ya los echo de menos —añadió Jessica, aunque su hijo más joven

estaba sentado en su regazo, contento chupando su pulgar.

—Vale, ya basta de quejarse sobre el futuro. He esperado días para

que continúes, mamá. Gracias, a todas, por esperarme. Me hubiese

matado ser la única sin saber lo que estaba pasando. Todavía no puedo

creer que papá fuese tan molesto. Y quiero saber qué pasó con el tío

George. ¿Cómo se reconciliaron? —preguntó Amy.

Katherine cerró sus ojos, obviamente a la deriva en el pasado.

Esperaron.

—Corrí esa noche —empezó Katherine—. Estaba perdiendo la batalla

conmigo misma para decirle que no. Yo amaba a Joseph. Lo hice desde la

primera noche que estuve en sus brazos. Pero, ya ves, hubo una gran

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cantidad de malentendidos, y realmente creí que él solo había estado

conmigo por una apuesta. No quería darle mi corazón cuando pensaba que

lo único que quería era meterme en su cama. Pero cada vez que le veía era

un poquito más difícil alejarme. Sin embargo, él tenía sus propios planes

en proceso, y como un hombre testarudo, hacía las cosas completamente

en el camino equivocado…

Joseph lentamente salió del ascensor, luego caminó desde el edificio.

Ni siquiera podía pensar con claridad. Sus pensamientos con nada más

que Katherine. Si no era cuidadoso, podría perder la empresa de su

abuelo. Tenía que encontrar una forma de equilibrar su vida. Solo que no

podía pensar en una forma de convencer a Katherine que deberían estar

juntos, mientras todavía mantenía la mente despejada para la carrera que

tenía por delante. Había venido a demostrar que todavía podía tenerla, a

demostrarle que ella se había equivocado al alejarse de él pero que él había

sido el único, que se había demostrado, equivocado.

La necesitaba de una manera que no era ni sana ni lógica. Se

preguntaba si era solo por la persecución. ¿Estaba disfrutando del juego?

¿O estaba realmente incompleto sin ella? Se dirigió a su propiedad, sus

labios sonriendo mientras miraba a la calmante presencia del agua

rompiendo en la orilla. Había elegido bien. Mientras se sentaba solo en la

arenosa orilla, se volvió y miró a su tierra, la luna iluminando un

determinado lugar.

—Eso es —murmuró mientras se levantaba y caminaba la pendiente

cubierta de hierba. Llegó a la cima y giró en todas direcciones.

En un lado había un preciosa vista del agua y el relajante sonido del

mar rompiendo. En el lado opuesto nieve cubriendo la cima de la montaña,

elevada con respecto al suelo daba sensación de protección. Seattle estaba

creciendo, y mientras lo hacía, más gente se expandiría, saturando la

serena y pequeña isla, pero él podía hacer su propio paraíso justo ahí,

construir el perfecto hogar, un lugar digno de una reina.

Antes de salir esa noche, tenía todo planeado. Todo lo que tenía que

hacer era comenzar a hacer llamadas de teléfono. Dentro de un par de

semanas, su palacio comenzaría a elevarse. Estaría allí para asegurarse

que era perfecto.

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Bajó la cabeza mientras tomaba la decisión de mantenerse alejado

de Katherine por un tiempo. Tenía que salvar la compañía de su abuelo.

No podía distraerla o dejarse distraer. Pronto, sin embargo, pronto estarían

juntos. Con ese pensamiento se dirigió a su coche y se subió a él. Tenía

una larga semana por delante y mucho que hacer.

Katherine estaba avergonzada mientras caminaba hacia su puerta y

rápidamente la cerraba. No podía creerse que había hecho algo tan

estúpido como para prácticamente hacer el amor con Joseph en un

ascensor. Realmente quería averiguar si había una cámara allí, pero si

empezaba a preguntar, entonces la gente empezaría a sospechar. Con

suerte, estaba haciendo una gran cosa de algo que no era nada. Así que,

qué si había una cámara, trató de razonar. No era como si hubiese estado

sin ropa. Él la había besado. Si, había estado más allá de lo caliente, pero

ahí es cuando había parado.

Se estremeció al pensar en lo que hubiese pasado si no hubiesen

sido interrumpidos. Perdía su mente muy fácilmente cuando él estaba

alrededor. Katherine se metió en la ducha, y luego rápidamente en la

cama. La última semana había sido agotadora e inmediatamente se había

quedado dormida, por una vez demasiado cansada incluso para soñar.

—Katherine, ¿tienes esos números?

—Sí, un minuto —respondió ella, mirando en el escritorio por el

documento solicitado.

—¿Qué está pasando Katherine? Esta no eres tú —le preguntó su

jefe mientras entraba en su pequeña oficina.

No, no era propio de ella, tenía que admitirlo. La falta de sueño,

mezclado con el estrés no la estaba ayudando. No había visto a Joseph en

un mes. Ni una llamada de teléfono, tampoco en las reuniones, nada en

absoluto. Escuchó su nombre a menudo, sin embargo, mientras él

alcanzaba rápidamente la cima de los candidatos preferidos por la junta.

Cuanto más cerca estaba el momento de elegir al nuevo director general,

más veces escuchaba el nombre de Joseph.

Desesperadamente quería que tomaran una decisión para que

pudiera seguir con su vida. Sabía que en el minuto en el que él fuera

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elegido, y ella no tenía ninguna duda de que lo sería, entregaría su

renuncia, sin ningún aviso previo. No había manera de que pudiera seguir

trabajando en el edificio en el que él estaba todos los días. La convertiría

finalmente en solo la sombra de la persona que una vez fue. Como así era,

no estaba más que trabajando con la mitad de su función cerebral con solo

el estrés de saber que él estaba en la ciudad.

Debía haberse cansado de perseguirla, porque había tomado su

último rechazo en serio y no había contactado después de lo del ascensor.

Ella debería estar entusiasmada, pero en su lugar, tenía el corazón roto de

nuevo. No lo entendía. Le había dado lo que quería, pero ella sabía de

verdad lo que quería, que él le dijera que estaba enamorado de ella,

siempre lo había estado y siempre lo estaría. Esperaba que él pudiera de

alguna forma explicar la horrible apuesta, explicarle que él no había

querido decir eso. Todo era una ilusión y obviamente no iba a pasar.

—¿Katherine?

Salió de su ensoñación y miró a su jefe, que la estaba mirando como

si hubiera perdido la cabeza. Tal vez lo había hecho. Solo el tiempo lo diría.

—Lo siento señor. No he sido capaz de dormir las últimas noches.

Probablemente debería ir a ver a mi médico pronto —trato de explicar.

Sonaba débil, incluso para sus propios oídos.

—Siento oír eso. ¿Estás bien para trabajar hoy?

Sabía que no la estaba amenazando, sino que honestamente le

preguntaba si necesitaba tomarse el resto de la mañana libre. Tenía

mucho con lo que ponerse al día sin embargo y no podía irse.

—No, estaré bien, señor. Aquí está el papeleo. ¿Hay algo más que

necesite en este momento? —preguntó, esperando que la respuesta fuese

no.

—En realidad, estoy un poco asustado con traer el tema a

colocación, pero Joseph ha programado una charla con la junta. Tiene

algunas ideas para dar la vuelta a la espiral descendente que han tomado

las acciones. Con ellas perdiendo puntos cada día, esto es importante, y

todos los miembros de la junta deben estar allí —se disculpó.

—Lo entiendo, solo dame la hora y el lugar —le dijo.

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No necesitaba saber cómo solo la mención del nombre de Joseph

provocaba un nudo en su estómago.

Su jefe se fue y luego ella se enterró en su trabajo, comenzando a

llegar tarde y haciendo imposible que llegara a la reunión a tiempo.

Katherine llamó a la secretaria de Joseph y le dejó un mensaje, haciéndole

saber que llegaría una hora tarde. Tuvo que sonreír, sabiendo que eso le

irritaría, ya que normalmente no esperaba a nadie. Mientras salía de su

oficina esperaba encontrar un taxi. Tomó un poco de tiempo, pero

finalmente uno se detuvo. Esperaba que él conociera la dirección, porque

ella no la reconoció. Mientras se subía al coche, le entregó el papel, y él le

aseguró que sabía exactamente donde iba.

Mientras el conductor comenzaba a dejar la ciudad, más nerviosa se

ponía Katherine. Cuando llegaron al puente flotante, que llevaba a la isla

Mercer, estaba perpleja. Nunca había estado allí antes para una reunión

de negocios y esperaba que el conductor no estuviera perdido.

—¿Está seguro de que miró la dirección correctamente?

—Si señora. Lo comprobé dos veces. Este es el lugar —respondió.

Dio la vuelta por un camino largo, y finalmente paró en frente de

una pequeña y vieja casa. ¿En que estaba pensando Joseph? Tenía miedo

de dejar el coche.

—Vale, encuentra un sitio para aparcar y espérame. No sé cuánto

tiempo me va a tomar, pero voy a pagar el tiempo de espera —dijo antes de

salir por la puerta que él la había abierto. Él estuvo de acuerdo antes de

subir de nuevo en el lado del conductor y desplomarse en el asiento.

Nerviosa, se acercó a la puerta principal.

—¿Hola? —No hubo respuesta.

Se dio la vuelta para mirar hacia atrás al camino, debatiendo si irse

o no y simplemente hacer frente a las consecuencias. Finalmente, su ética

de negocios ganó y entró.

Siguió el sonido de la suave música que venía de la parte de atrás.

Caminando primero a través de una pequeña cocina, y luego una sala de

estar aún más pequeña, la llevó a la puerta del patio abierta. La atravesó y

encontró una gran mesa en el iluminado patio trasero. Al acercarse para

inspeccionar, encontró comida y bebidas, así que este tenía que ser el

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sitio. Sin embargo no había nadie alrededor. Habría llegado tan tarde, que

ya habían terminado sin ella. Si así era, ¿por qué no la habían llamado

para decirle que no era necesario que fuera? Había dejado un mensaje

avisando que llegaría tarde.

—Me alegro de que llegaras, Katherine.

Se puso tensa, su cuerpo entero reaccionando. Si él embotellara ese

atractivo sexual, las mujeres de todo el mundo lo comprarían para sus

hombres, rociando un poco por la noche, especialmente después de un día

duro, cuando necesiten sentir algo que no sea agotamiento. Pura pasión,

que es lo que él invoca, desde el alma de sus pies hasta su cerebro.

Tuvo que luchar contra el anhelo que su presencia la inspiraba.

Katherine lentamente se giró para encontrar su silueta en el umbral de la

puerta. Su constitución ocupaba el pequeño espacio, su postura confiada,

el hombre de la casa. Él era impresionante, ya sea en traje y corbata, o en

la ropa casual que estaba llevando. Daba igual. Era Joseph, el hombre al

que siempre había amado, pero nunca había tenido.

Su corazón latía con fuerza, y su voz huyó mientras sentía su

poderosa presencia detrás de ella. ¿En que estaba pensando al venir a la

reunión? No podía seguir luchando contra la ardiente necesidad que sentía

por él, ni siquiera después de haber estado un mes alejada.

—Llegas tarde —dijo mientras daba un paso al frente. Su

movimiento la sacó de su trance y caminó lentamente alrededor de la

mesa. No quería que él se diera cuenta de su angustia, pero necesitaba

algo sólido entre ellos. Le daba la ilusión de protección.

—Te avisé que lo haría —dijo finalmente mientras él seguía el mismo

movimiento constante hacia adelante, parándose solo cuando llegó a la

mesa, directamente en frente de ella. Desde el nacimiento de su frente, él

no se dejó engañar por sus aparentemente movimientos casuales.

Necesitando algo que hacer con sus manos, cogió un vaso lleno de la

mesa, sin importarle lo que había dentro, solo necesitando hacer algo para

romper el incómodo silencio.

Se lo llevó a los labios, dando un sorbo del dulce vino, sintiendo la

calidez deslizándose por su garganta. Era sorprendentemente bueno así

que tomó un largo trago. Normalmente no era muy bebedora, esperaba

ganar una onza de coraje de la bebida.

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—Este es un extraño lugar para una reunión —comentó cuando él

no dijo nada más.

—Lo compré hace un mes. Pensé que era un gran lugar. Privado, sin

ninguna posibilidad de que alguien apareciera. Ha sido muy propicio para

los negocios esta tarde.

—Eso es algo positivo, supongo.

Ella tomó otro trago, luego se dio cuenta de que había terminado el

vaso. Lo dejó y vio como las grandes manos de él cogían la botella colocada

en el hielo y rellenaba la copa. No debería realmente volverla a coger, pero

su cerebro estaba en cortocircuito en ese momento. Una vez que estaba

lleno hasta el borde, cogió el vaso de nuevo, esta vez sorbiendo lentamente

la dulzura roja.

—¿Dónde está el resto de la junta? —preguntó, incapaz de manejar

estar a solas con él por más tiempo.

—Tengo una gran carpa instalada en el norte donde nos

encontramos. Ven conmigo —dijo, dando un paso al lado de la mesa y

doblando su brazo.

No había manera de que ella lo tomara, así que en vez de eso, dio un

paso atrás y le siguió.

Se movió con rapidez por una puerta lateral, y a una pequeña

distancia frente a ella, vio una gran carpa blanca, parecida a la de una

boda o a otro gran evento. Había luz dentro, pero seguía sin ver

movimiento. Fue entonces cuando se dio cuenta. Se habían ido. Ella

estaba allí, a solas con Joseph, justo lo que había estado tratando

desesperadamente de evitar.

Cuando llegaron a la entrada, ella se paró, sabiendo que no quería

entrar.

¿Qué estaba él preparando?

—¿Dónde está todo el mundo? —preguntó, furiosa consigo misma

por el pequeño temblor en su voz.

—La reunión se suspendió hace media hora —afirmó como si fuese

obvio.

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—¿Entonces por qué no me avisaron? ¿Este era tu plan?

—Katherine, eres la que llegaba tarde. No puedo controlar como de

corta o larga va a ser la reunión. No hubo discusiones, así que avanzamos

rápido.

Hablaba como si estuviera hablando a un niño asustado, como si

ella estuviera actuando ridículamente por poner en duda su integridad. Él

la había engañado para llevarla a su casa, donde estaban completamente

solos, ni siquiera un vecino a un grito de distancia.

—Deberías haber cancelado. No hay ninguna razón por la que deba

estar aquí —acusó.

—Te quería aquí Katherine. Te quería enseñar algo.

La forma en que dijo las palabras envió anhelo a su alma. Como

deseaba que él quisiera decir lo que dijo. Sabía que la quería. No hizo

ningún secreto de ese hecho, pero necesitaba más que eso. Quería lo que

él no era capaz de darle.

Joseph cerró el pequeño espacio que había entre ellos y agarró su

mano. Ella dejó caer el vaso vacío, pero él no le dio tiempo de volverla a

coger.

Se dio cuenta de que su cabeza estaba ligeramente nublada por el

fuerte vino. Ese era otro error que había cometido. Nunca debería haber

tomado algo que debilitara sus defensas. Cuando estaba alrededor de

Joseph tenía que estar fuerte, consciente y completamente protectora de sí

misma. Trató de alejarse, pero él caminó hacia adelante como si ella no

estuviera luchando.

—Mira —señaló.

Le miró antes de finalmente girar la cabeza. Lo que vio la hizo jadear.

¿Qué estaba construyendo? Había paredes sin final siendo construidas en

piedra, hermosa piedra gris en distintas fases de construcción. En un

borde una gran torre estaba en marcha en forma circular mientras se

levantaba hacia el cielo. La maquinaria estaba por todas partes, lista para

trabajar de nuevo con la luz de la mañana. Pero ella captó la idea. Él

estaba construyendo un castillo, un rey Arturo, noches de mesa redonda,

gigante castillo. Iba a ser impresionante.

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Se dio cuenta de que era conveniente para Joseph. Si tenían que

tener un rey en América, él sería el primero en la línea, por lo que lo

construyó por una razón, necesitaría un lugar adecuado para la realeza.

Luchó contra su expresión de asombro. No quería que supiese lo

impresionada que estaba. Obviamente la había llevado allí para

enamorarla con todo eso, pero por qué, fue su primera pregunta. ¿Por qué

iba a ir tan lejos solo para meterla en su cama?

—¿Por qué me trajiste aquí, Joseph?

Por un momento, ella bajó la guardia. Puede que terminara

lamentándolo.

—Para enseñarte tu futura casa.

Su corazón se aceleró mientras él hablaba suavemente, su voz

flotando sobre ella, la magia del momento queriendo seducirla. Esto no es

real, se dijo. ¿Cómo podía algo de esto ser real?

—No lo entiendo. ¿Estás haciendo todo esto para meterme en tu

cama?

Joseph la giró en sur brazos, su expresión confundida. Se inclinó

hacia adelante y besó ligeramente sus labios, el gesto tan dulce que sintió

lágrimas picando en sus ojos. Se estaba muriendo por dentro. Este

momento, este perfecto momento, con el único hombre que había querido,

podría destruirla.

Porque alejarse de él de nuevo la agotaría para cualquier vida

restante. Ganaría su juego, siempre había sabido que lo haría, pero el

precio era demasiado alto para ella. El precio era su alma.

—Si —respondió mientras acariciaba sus labios de nuevo.

Dejó de luchar. Todo lo que quería era darle a el resto de ella y hacer

frente a las consecuencias más tarde, mucho más tarde. Movió sus brazos

alrededor de su cuello, y renunció a todo el control…

—¿Qué quieres decir con lo de entregarte a él? Estoy tan perdida

ahora mismo. Por favor sigue, tía Katherine. No puedes hacernos esperar

otra hora, y mucho menos un día o dos —demandó Bree.

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Hubo varias respuestas afirmativas a su arrebato. Todo el mundo

estaba centrado en Katherine, que había parado de hablar. Esperaron

varios minutos, pero ella todavía no había seguido. Tal vez estaba perdida

en sus pensamientos y comenzaría enseguida a recordar.

—Lo siento. Estoy cansada. Tengo que ir a sentarme al lado de mi

marido ahora —dijo Katherine mientras cansadamente se ponía de pie.

Para el asombro de todos en la sala salió de la habitación.

—Me duele el estómago. Estoy tan nerviosa. Esto es ridículo. No es

como si no supiéramos donde termina la historia, pero no me puedo

imaginar cómo llegaron a un acuerdo. ¿Él finalmente le profesó su amor?

¿Volvió George alrededor? ¿Alguno de ustedes lo sabe? Tú tienes que

saberlo Lucas. Eres el mayor —dijo Emily mientras se giraba hacia su

cuñado.

—Nunca había oído la historia antes. Estoy tan intrigado como tú —

contestó.

—Supongo que no hay nada más que podamos hacer. No podemos

obligarla a hablar —dijo Alex ganándose una mirada de su esposa.

—Mejor me voy a casa de todas formas. A pesar de que los niños se

sienten mejor, todavía quieren a su madre cuando han tenido una mala

semana —dijo Amy con reticencia.

Lucas se levantó para ayudarla con su abrigo. El resto de ellos

lentamente reunieron sus cosas y salieron juntos por la puerta.

Austin se puso de pie en el pasillo, mirando desde las escaleras la

puerta principal, indeciso sobre lo que debería hacer. Sabía que

permanecer en la casa podría causarle demasiada tentación. De mala

gana, se puso el abrigo y siguió al resto de su familia.

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Capítulo 18

Traducido por Lu_Rodriguez & Auro Kyle

Corregido por Pily

Los días estaban esfumándose rápidamente en la semana. Kinsey no

había visto a Austin en la casa desde la comida. Probó diciéndose que

estaba contenta de que él estuviera respetando sus deseos, dándole lo que

quería. Sabía que se estaba mintiendo.

Desvió su mano a su estómago mientras se preguntaba y se

propagaba el temor por ella, sumándose a su confusión. No sabía nada

aun, pero era tarde. Estaba demasiado atemorizada de tomar la prueba. Si

estaba embarazada, tenía cero respuestas sobre qué haría a continuación.

Todo era tan abrumador. Sabía que no era saludable fingir que era un no

importa, pero no le importaba. Ayudaba a aliviar su mente.

Kinsey caminó fuera en el aire fresco de la noche. Había llovido todo

el día, dejando el olor a tierra fresca, quitando cualquier olor por la ciudad.

Amaba la casa de Joseph. Encontraba fascinante que él se las hubiera

arreglado para crear un ambiente tan sereno en una de las bulliciosas

ciudades de los Estados Unidos.

Caminó por el camino que conduce a la semiprivada playa. Gasta

mucho de su tiempo libre aquí. Algo sobre las olas rompiendo en la orilla

la calmaba.

Encontró una de las sillas que Joseph había puesto, luego cerró sus

ojos y permitió a la suave brisa y el relajante sonido hipnotizarla en un

sentimiento de paz.

Cuando abrió sus ojos, vio un pequeño barco en el agua, moviéndose

suavemente a lo largo de la calmada superficie. Decidió que necesitaba

intentarlo alguna vez. Si sentándose en la orilla era relajante, ir a la deriva

en el agua tenía que ser aún mejor, el movimiento arrullador alejaría

alguna y todas las preocupaciones.

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Pronto, su pensamiento fue hacia Austin. Se preguntaba donde

había estado él. ¿Ya tiene a alguien nuevo que estaba persiguiendo? Una

de las razones por las que ella no había querido salir con él, era por el

hecho de que todo el mundo sabía que nunca había tenido problemas para

encontrar una nueva mujer de su brazo. Rara vez fue visto con la misma

dos fines de semana seguidos.

No podía soportar la idea de ser otra en su pequeño libro negro.

Sacudió la cabeza, negándose a dejar que sus pensamientos se alejaran.

No podía hacer eso, no si quería mantener su cordura.

—¿Conoces a los Anderson?

Kinsey se enderezó cuando una voz profunda retumbó en ella. Se

volvió y vio a un hombre grande tambaleándose por la playa hacia ella. Era

enorme, no se había afeitado en por lo menos una semana, y los olores

fluían en su dirección, obviamente había estado bebiendo.

Estaba a menos de veinte pies de ella cuando se dio cuenta de su

peligro. No conocía a este hombre, él obviamente conocía a la familia

Anderson, y por su tono, no era un aficionado. Los ojos de él se cerraron

en ella mientras se ponía lentamente de pie.

Sintió un escalofrío de miedo bajando por su columna vertebral.

Probablemente estaba siendo ridícula, pero pensó que su opción más

segura era alejarse lo más rápido posible. Si era inocente, no pasaba nada,

pero si él estaba fuera para herir a alguien, ella no quería estar en su

camino.

—¡Oye! Te pregunte si conoces a los Anderson, los ricos presumidos

— grito él mientras tomó un amenazante paso cerca.

Bueno sus instintos estaban en lo cierto. No estaba allí para vender

galletas de niñas exploradoras eso era seguro.

No sabía cuál era la respuesta correcta. No quería decirle, que sí que

los conocía, que estaba quedándose en su casa, de hecho, pero no tenía

una buena mentira para explicar por qué estaba en su propiedad.

—Yo, um… sí, se quiénes son —tartamudeó finalmente, sus dientes

castañeaban de miedo y frio.

Solo había querido un momento privado, como los que había tenido

muchas veces el último par semanas. Ni siquiera se había molestado en

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traer su teléfono. Había estado demasiado cómoda en el pequeño trozo de

paraíso. Viviendo en la ciudad, normalmente no era tan estúpida como

para dejarse tan vulnerable.

Él dio otro paso hacia ella mientras su mirada se dirigió por la colina

hasta donde la parte superior de la mansión se veía claramente. Sabía que

la gente de la planta superior se pondrían a mirar hacia abajo en la playa,

pero no había ninguna razón para que alguien lo estuviera haciendo en

estos momentos. Todo lo que verían, de todos modos, serían dos figuras

pequeñas. La luz se desvanecía del cielo y pronto ellos solo serían capaces

de ver sombras. Si el hombre ebrio la agarraba, y alguien que pasara por

la ventana, simplemente asumirían que eran dos amantes.

Había visto algunos desde su llegada. Los hombres jóvenes a

menudo les gustaban impresionar a sus citas con una hermosa puesta de

sol, seguido de un tiempo de besos y estimulantes.

Kinsey dio un par de pasos alrededor de la silla, tratando de poner

distancia entre ella y el hombre loco. Sus ojos estaban sorprendentemente

alerta para tan borracho como obviamente estaba. Ellos se lanzaron tras

ella, observando cada movimiento.

Ella levantó la vista hacia el cerro en previsión de escaparse por la

cima. Esperando, que en su condición, él no sería capaz de atraparla. No

se había ejercitado casi tanto como debería últimamente, pero estaba en

muy buena forma.

—Se me hace tarde. Fue bueno hablar con usted, pero me tengo que

ir…

Se volvió hacia la casa y dio unos pasos, cuando su brazo fue

agarrado tan fuertemente que estaba segura que podría herirla, y su

cuerpo se dio vuelta para mirarlo. Estaba a centímetros de ella mientras

la miraba a la cara, su aliento le hacía voltear su estómago, lo que la hizo

luchar contra las ganas de vomitar. No sabía que haría él si ella vomitaba

encima de su camisa.

—Espera. ¿Por qué estás tan apurada? ¿Eres una de ellos? —

vociferó, su saliva volando fuera por su furia.

Kinsey se congeló, pasando de miedo a terror. Este tipo no estaba en

control de sí mismo, y tenía miedo de que se fuera a romper, si no lo había

hecho ya. Ella no quería provocarle más.

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—Solo tengo que irme —dijo, tratando de parecer tranquila.

Sintió que la bilis le subía por la garganta y trató de contener la

respiración.

—Tengo que ver a los Anderson. Ellos… ellos hicieron algo malo,

muy malo. Tengo que ajustar cuentas. ¿Ere una amiga, quizá una esposa

o una amiguita? —pregunto, sus palabras recogiendo vigor cuando

terminó.

Él cerró los ojos de ella como si viera lo mucho que ella valía la pena,

que podía ser para él. Ella decidió ser un poco honesta. Entonces tal vez la

dejaría ir.

—Solo trabajo para ellos. No estoy involucrada ni nada. Solo trabajo

para ellos temporalmente. Apenas acabo de empezar —explicó en voz baja.

Sus palabras parecieron enviarlo a todo otro reino de ira, que ella no

podía entender. ¿Por qué enloquecería porque ella trabajaba para ellos?

—¿Tomaste mi trabajo? ¡Eres mi remplazo! —gritó.

La furia en su manchada cara la dejó sin habla. Iba a hacerle daño,

le haría mucho daño si ella no lograba escapar.

Kinsey tiró de su brazo mientras movía su pie hacia atrás, tirando

con todo su valor. Los dedos de él se apretaron más, atrapándola. Era

demasiado fuerte. La situación empezaba a sentirse desesperante.

Él dio un paso tambaleante hacia el agua, arrastrando sus pies en la

arena. Su cuerpo temblaba con miedo real de que la tirara, o peor aún, la

hundiera.

—No, no tomé su trabajo. Soy enfermera, eso es todo, una enfermera

—dijó cuando finalmente encontró su voz.

—¿Una enfermera? ¿Está uno de ellos enfermo? —preguntó, un tipo

de alegría maligna llenando sus ojos ante la idea.

—Sí. Joseph está muy enfermo —respondió. Todo lo que necesitaba

era que él se distrajera por un par de segundos, lo suficiente para

conseguir zafarse. Había ido por todo lo que valía la pena.

—Bien, bien, eso es bueno. —Se mantenía repitiendo él.

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Kinsey continúo tirando de su brazo, pero fue inútil. Sus dedos

estaban empezando a sentir un hormigueo por la falta de sangre que

circula a su mano. Al menos había estado distraído lo suficiente como para

dejar de moverse.

Ella miró el agua, solo a una corta distancia. Si él la tiraba en ella,

ella… ella no podía ni siquiera tener esos pensamientos.

—¿Por qué no subimos a la casa juntos? Así usted puede hablar con

quien este molesto —Trató de razonar.

—¿Por qué quieres hacer eso por mí? —preguntó, mirándola con

suspicacia. Estaba tan borracho que no podía razonar correctamente.

—Porque te ves como si necesitaras hablar. Suena que todo lo que le

hicieron, realmente le molesta.

—Sí, sí que me hicieron mal. Solo estaba intentando ganar algo de

dinero extra, eso es todo. Ellos tienen toneladas de dinero. Más de lo que

una familia necesita o merece. ¡Por qué tuvieron que despedirme por unos

miserables pocos dólares! no les dolería nada —dijó pronunciando mal,

sus palabras desordenadas y difíciles de entender.

—Sí, mucho dinero. Vamos a arreglar esto —instó ella.

—Está bien —acordó él. Mientras la soltaba, ella sintió un fuerte

dolor en su brazo, donde la sangre corría de vuelta a través. Dolía casi

peor que cuando la tenía cogida. No podía concentrarse en eso, sin

embargo, tenía que alejarse de él antes de que cambiara de opinión. Tenía

que llegar a la casa y avisar a la familia que estaba allí.

Kinsey se echó a correr, sin tener siquiera un segundo para dar

vuelta y ver lo a él. Sabía que darle alguna ventaja podría costarle, su vida.

—¡Alto! —gritó él, su voz su voz sonando demasiado cerca. Su visión

borrosa mientras las lágrimas brotaban de sus ojos, entonces se derramó.

¿Cómo él se estaba moviendo tan rápido? Apenas si podía caminar, pero

estaba detrás de ella.

Kinsey gritó de dolor cuando sus dedos agarraron la parte posterior

de su cabello, deteniendo rápidamente su avance mientras su cuello iba

hacia atrás.

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—¡Puta! —gritó, dando vuelta a su alrededor. Sus ojos estaban muy

abiertos, abultando sus cuencas, su boca abriéndose y cerrándose. Si él

había estado enojado antes, no era nada para lo que era ahora.

Levantó su brazo y entonces ella solo vio estrellas, momentos antes

de que perdiera el conocimiento. Su último pensamiento fue que había

creído ver las estrellas era solo una expresión.

Austin entró al patio y miró alrededor. Su tía le había dicho que

Kinsey había llegado hacía una hora. Katherine estaba preocupada porque

Kinsey dijo que solo estaría treinta minutos.

Apretó el paso mientras miraba alrededor de la yarda. La luz se

desvanecía rápidamente y quería encontrarla antes de que su visibilidad se

hubiera ido.

Katherine le dijo que Kinsey a menudo caminaba por la playa. Ese

fue su primer lugar para buscar. Estaba tomando un camino conocido

cuando oyó algo.

Se detuvo por un momento y agudizo el oído. Sonaba como la voz de

un hombre, pero no podía oír lo que estaba diciendo. Aceleró el paso,

preguntándose quién estaría por ahí. Era propiedad privada y nadie iba a

estar en esta parte de la playa, excepto ellos.

Al acercarse, oyó el grito de una voz masculina para que alguien se

detuviera, luego oyó un grito femenino. Terror se apoderó de él al darse

cuenta de que Kinsey estaba en problemas.

Empezó corriendo por el camino, esperando que no fuera demasiado

tarde. Al doblar la esquina, vio a un hombre grande agarrar la parte

posterior del pelo de Kinsey y azotar a su alrededor, luego cerrar su mano

de golpe en su cara.

Austin vio rojo. Cargó hacia delante mientras Kinsey caía al suelo y

el hombre levantó su pierna como si fuera a darle una patada. ¿Qué clase

de bestia haría eso a una mujer?

Austin se zambulló en el pecho del hombre un segundo antes de que

su pie conectara, enviándolos a los dos volando varios pies en el aire antes

de aterrizar en el suelo con un duro golpe.

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Austin no perdió tiempo. Dio un puñetazo en la mandíbula del

hombre, luego en su mejilla. El hombre se quedó inmóvil bajo él. Fue

entonces cuando Austin se dio cuenta de que era su empleado despedido,

Jack. Saltó lejos de él, agarrando su teléfono y llamando a una ambulancia

mientras corría de vuelta a Kinsey.

Le tomó el pulso, respirando un suspiro de alivio de que estuviera

latiendo fuerte. Ella empezó a moverse mientras él frotaba sus manos por

los brazos y piernas de ella, comprobando alguna otra herida.

—Ouch —exclamó ella cuando sus dedos rozaron la parte superior

de su brazo. Él movió su camiseta fuera del camino, y luego juró cuando

vio la carne roja. Quería ir y atacar a Jack unas cuantas veces más. El

idiota se lo merecía.

En cambio, acunó la cabeza de Kinsey en su regazo mientras hizo

una llamada rápida a la casa y le dijo a su primo que trajera una manta.

—Kinsey ¿Estás bien? ¿Puedes hablar?

—Me duele la cabeza —murmuró mientras sus ojos se abrieron un

poco.

—Lo siento, Kinsey. Lo siento mucho. ¿Qué te hizo?

—Él estaba muy molesto con tu familia. Creyó que yo era parte de

ella. No sé. Estaba muy ebrio —murmuró ella.

—Está bien, Kinsey. Hablaremos después. Solo cierra tus ojos y

descansa. La ambulancia viene en camino —le aseguró.

Por primera vez, ella hizo lo que le pidió y cerró sus ojos. Si no

tuviera tanto pánico, podría haber incluso sonreído.

—¿Qué demonios está pasando? —preguntó Lucas mientras se

detenía derrapando frente a ellos. Rápidamente puso la manta alrededor

de Kinsey antes de mirar hacia Jack.

—Un ex empleado, que no estaba feliz por haber sido despedido, no

se mucho ahora. Kinsey dijo que estaba ebrio y buscando una pelea. Creo

que solo resultó que ella estaba en su camino —explicó Austin.

—¿Lo noqueaste?

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—Claro que sí —dijó Austin, sintiendo la rabia hervir de nuevo. No

creía que jamás conseguiría sacar la imagen de su caída al suelo de su

cabeza. Su grito de terror seguramente lo frecuentaría durante los

próximos años.

—Bueno. Tú la llevas a la casa. Yo me quedo con este pedazo de

mierda.

—Gracias, Lucas. —Austin se puso de pie, levantando fácilmente

a Kinsey en sus brazos. Caminó por la cuesta de la vía de servicio de

grava, luego siguió hacia la casa.

Podía oír las sirenas a lo lejos, por lo que aceleró el paso. Llegó a la

puerta de atrás al mismo tiempo que se detuvieron en el camino de

entrada. Rápidamente se pasó por la casa y se encontró con ellos en el

frente. Los paramédicos se hicieron cargo, poniéndola en la camilla y

revisando sus signos vitales. Se echó hacia atrás viendo, abrumado por la

impotencia.

—¿Es alérgica a algo, señora?

—No —murmuró—. Me duele la cabeza. Mi brazo también lo hace,

pero mi cabeza se siente como que va a estallar, el dolor es tan malo.

—Podremos darle una inyección en un momento. Tengo que hacer

un par de preguntas primero —le aseguró.

Cuando llegó la policía, Austin reaciamente dejó a Kinsey al cuidado

de los paramédicos y se acercó al comisario a explicar dónde Jack fue

noqueado.

Después de dar una breve declaración, volvió a Kinsey para

encontrarla durmiendo en la camilla mientras la cargaban en la

ambulancia.

—Pude ir con nosotros o seguirnos, pero ella no sabrá la diferencia.

Va a estar fuera durante unas horas —dijo el hombre. Austin no quería

separarse de ella, pero sabía que iba a necesitar su coche.

—Voy a seguirlos, gracias —respondió, luego vio cómo se cerró la

puerta.

Austin no perdió el tiempo saltando en su coche y alcanzando la

ambulancia. No la quería fuera de su vista, no hasta que se asegurara de

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que estaba bien. Especialmente, ya que era su culpa que estuviera en esa

condición.

Nunca había tenido un ataque de un empleado antes. Sí, hubo

amenazas contra su vida, contra las vidas de todos, pero nunca antes un

empleado descontento en realidad había llevado a cabo una de esas

amenazas.

Había aprendido una valiosa lección esa noche, y no era justo que Kinsey

tuviera que pagar el precio.

La ira aún corría por sus venas. Trató de calmarse mientras seguía

detrás de las luces que destellaban, su patrón de color rojo y azul de

alguna manera suave, por lo menos le daban algo más en que centrarse.

Austin se sentó en la sala de espera durante horas. No lo que

parecieron horas, pero literalmente horas. Él estaba a punto de tirar de un

médico contra una pared si no oía nada pronto. No era un hombre

paciente en un día normal, y su día hasta el momento había sido cualquier

cosa menos normal.

—¿Señor Anderson?

—Sí. Ese soy yo —dijo mientras se enfrentaba al médico que se

aproximaba.

—Lo siento por la espera. ¿Tengo entendido que es el que entró con

la Señora Shelton?

—Sí.

—¿Es un familiar?

—Bueno, es complicado —se pretendía cubrir.

El doctor lo miró por unos momentos como si tratara de decidir

sobre lo que debía o no debía decir. Siendo que Austin era el que había

venido con ella, el médico admitió:

—Ella tiene un profundo moretón en su brazo. Va a doler por un

tiempo. Desde mi entender, su atacante la golpeó en la cara. Tiene una

ligera fisura en el pómulo, pero va a sanar. Hasta entonces, va a tener

hinchazón y va a amoratarse mucho. Va a estar adolorida durante unos

cuantos días. En este momento no vemos ningún daño cerebral o

cualquier otra cosa equivocada.

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Austin quería golpear algo, mientras la rabia hirvió. Sabía que el

pedazo de mierda estaba en algún lugar en el hospital y él no quería nada

más que encontrarlo y hacerle algo de daño importante.

—La Señorita Shelton se ha comprometido a presentar cargos, lo

cual es bueno. Tenemos a la policía con su agresor ahora. Va a ir de aquí a

la cárcel. No debería decir esto, pero le rompió la mandíbula —dijo el

médico. No luciendo desconsolado por eso.

—Gracias —dijo Austin, sintiéndose un poco mejor de que Jack no

se estaba librando del dolor.

—Está siendo trasladada a una habitación por la noche. Nos

gustaría mantener un ojo en ella en caso de que hubiera algo que

inicialmente pasamos por alto.

Con eso, el médico se fue y Austin se acercó a la recepción, donde le

dieron las direcciones a su habitación. Caminó por el largo pasillo, luego

vaciló ante su puerta. Él no sabía qué tipo de reacción que iba a obtener

de ella. Sabía que no podía entrar ahí mostrando la ira que sentía. Por

supuesto, no se proyecta en ella, pero ella todavía no tenía que verlo.

Entró para encontrarla sentada en la cama. Volvió la cabeza cuando

él entró por la puerta, y sus ojos se encontraron juntos. La furia le abrumó

de nuevo ante los moretones en el brazo y el color morado oscuro

superando el lado izquierdo de su cara.

—Hey —dijo sin convicción.

—Gracias, Austin —susurró.

—Lo siento mucho, Kinsey. Debería haber estado allí antes.

—Me alegro de que estuvieras ahí cuando lo hiciste. Tengo la

sensación de que sería mucho peor, de lo contrario —dijo mientras un

temblor atormentó su cuerpo. Él quería alejar su dolor, abrazarla.

Se acercó a la cama y se sentó con ella mirándola con recelo.

—No puedo creer que te tocó —gruñó Austin.

—Estoy bien, Austin. Realmente, lo estoy. Mi cara y el brazo están

un poco doloridos, pero estoy bien —prometió.

—Cuando vi que te golpeo, yo...

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—Lo sé. Me alegro de que estuvieras cerca —lo interrumpió.

Debería estar agradecido de que estaba admitiendo que estaba feliz

de verlo, incluso si había tenido que ser atacada primero.

Su mano se acercó y acarició suavemente el lado sano de la cara.

Sus ojos se abrieron más ampliamente mientras tomaba una respiración

profunda y lo observó.

—Kinsey. —Prácticamente le rogó.

—No puedo...

—Solo... necesito... —Austin dejó de intentar vocalizar cómo se

sentía, se inclinó y tomó suavemente sus labios con los suyos. Ella no

trató de detenerlo. No quería lastimarla más, pero tenía que probar sus

labios, necesitaba asegurarse a sí mismo que ella estaba muy bien, que

estaba allí con él. Si algo peor hubiera pasado, no sabía lo que haría. No

podía dejarse siquiera pensarlo.

Se inclinó más cerca, su mano moviéndose para acariciar la parte

posterior de su cuello, su toque en los labios cuidadoso mientras deslizaba

su lengua por el labio inferior. No se trataba de la pasión o de realización,

se trataba de asegurarse de que era real, que estaba allí, que ella era suya.

Sintió el calor corriendo a través de él, un calor que parecía centrarse en

su corazón, y aumentarlo diez veces su tamaño normal.

Por último, se echó hacia atrás y poco a poco abrió los ojos para

mirarla a la cara. Ella abrió los ojos como si estuviera en trance, mirándolo

con tal asombro y admiración en su expresión, que si no estuviera ya

sentado, su mirada lo hubiera puesto de rodillas.

—Deja que me quede aquí contigo, Kinsey. Deja que te abrace.

Lo miró mientras la niebla empezó a despejarse. Sus ojos se llenaron

de lágrimas, dolor, necesidad, confusión todo mezclado en su expresión. Él

sabía la respuesta antes de que ella pronunciara la palabra. Sintió la

tentación de besarla de nuevo, para evitar que lo dijera.

—No.

—¿Por qué? ¿Por qué tenemos que hacer esto complicado? Es solo

una noche —preguntó.

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Nunca antes le había suplicado a una mujer por nada, pero ella

estaba causándole todo tipo de primeras veces, al parecer.

—Es demasiado... complicado. Una noche no va a arreglar o cambiar

nada.

—Nos queremos, Kinsey. Nos preocupamos el uno por el otro. No

tiene por qué ser más complicado que eso —dijo.

Sintió un destello de esperanza en la duda en sus ojos.

—Para ti, es fácil, Austin. Ves lo que quieres y vas por ello, sin hacer

preguntas. Yo no soy así. Sinceramente, no soy esa chica de la boda. No sé

por qué hice lo que hice esa noche. No sé por qué he seguido perdiendo el

control contigo desde entonces, pero esa no soy yo. Esta soy yo, aquí y

ahora. No soy excitante y glamorosa. No soy el tipo de chica salta en el

tipo armario más cercano. Tan pronto como la caza haya terminado,

perderás el interés. La chica a la que sigues persiguiendo, la aventura que

está queriendo no es real —dijo, con la voz ronca de lo que estaba seguro

era de lágrimas no derramadas.

—¿Sabes qué? Creo que estás mintiendo. Creo que estás mintiéndote

a ti misma y a mí. Dices que nada de esto ha sido real —cuestionó.

Mientras la miraba a los ojos, puso su mano sobre su estómago, lo

que la hizo jadear. Bueno. Quería sacudirla, no mucho, solo un poco.

—Esto es tan real como se pone. Podrías estar llevando a mi hijo,

Kinsey. El sexo no ocurrió en un sueño, o en mi imaginación. La explosión

entre nosotros, cada vez que estamos dentro de los cinco kilómetros uno

del otro, no es falso. Puedes tratar de construir tus paredes, eso está bien,

pero no te atrevas a insultarme. No te atrevas a decirme que todo esto no

ha sido más que un sueño.

Sabía que estaba en el borde de un acantilado, apenas aguantando.

Él también sabía que no debía sacar su ira contra ella, pero estaba loco,

enojado con casi todo en ese momento.

Se echó hacia atrás mientras pasaba sus dedos por el pelo.

—Está bien.

—¿Qué? —Austin la miró mientras susurraba las palabras.

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—Estoy cansada, tan cansada de todo. No quiero pelear más esta

noche. No quiero pensar. Solo quiero que me abraces —susurró ella, el

miedo presente en sus ojos.

No dijo nada más, solo se quitó la chaqueta y subió a su lado.

Cuando él la tomó en sus brazos, sintió un peso levantarse de sus

hombros.

Se despertó en horas de la madrugada y se escabulló de la

habitación. Ambos necesitan averiguar lo que querían, pero él no iba a

presionarla más. Había hecho claras sus intenciones; Ahora la pelota

estaba en su campo.

Cuando Kinsey se despertó por la mañana, Austin se había ido,

dejando su corazón dolorido, aunque trató de decirse a sí misma que era lo

mejor. Aun así, no pudo contener las lágrimas de caer en la soledad

repentina que la consumía.

Mientras que ella estaba tratando de comer su desayuno un par de

horas más tarde, alguien llamó a su puerta, haciéndola mirar

ansiosamente.

En lugar de Austin, varias personas entraron en silencio a la

habitación con grandes sonrisas en sus rostros, todos llevando enormes

ramos de flores y globos.

En el momento en que habían terminado, su habitación parecía una

floristería.

Una de las personas le entregó una carta, luego se fueron tan rápido

como habían llegado. Con dedos temblorosos, abrió el sobre y sacó la nota.

Lamento que resultaras lastimada. Recupérate pronto.

Austin

¿Eso fue todo? Le dio la vuelta a la tarjeta, mirando a ver si todo lo

demás estaba en el otro lado. Nada.

Ella no sabía qué pensar.

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Estaba enviando enormes cantidades de flores, pero él se había ido,

y su nota era tan impersonal. ¿Estaba diciendo adiós?

Kinsey se recostó y lloró hasta quedarse dormida, todavía nada cerca

de encontrar respuestas.

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Capítulo 19 Traducido por Etrange

Corregido por Pily

—Aún debes estar descansando, no volviendo al trabajo tan pronto.

—Katherine regañó a Kinsey dos días después, cuando entró en la

habitación para chequear a Joseph.

—Sé que esto suena tonto, así que por favor tengan paciencia

conmigo, pero yo le he echado de menos. Me he unido bastante a Joseph,

y estar lejos el último par de días, me sentí... no sé... solo, ida —dijo

Kinsey encogiéndose de hombros.

Revisó sus tablas, tranquilizándose ya que la enfermera temporal

había hecho bien su trabajo, y luego se sentó junto a Katherine.

—Eso lo puedo entender —dijo Katherine, inmediatamente

suavizándose—. Joseph tiene una manera de lanzar un hechizo sobre

todos a su alrededor, incluso cuando está durmiendo.

Kinsey había echado de menos estar allí. No había querido dejar a

Joseph en la atención de nadie. Había estado con él desde el principio, y lo

vería hasta el final. Solo esperaba y rezaba para que al final se despertara.

—Adelante, acomódate. El resto de la familia va a llegar en cualquier

momento. Están esperando ansiosamente la conclusión de nuestra

historia —ofreció Katherine.

Kinsey se sentía como una intrusa en la historia, pero no se atrevía

a salir. Quería saber lo que hizo este par para permanecer juntos durante

tantos años. Se sintió cautivada por la voz de Katherine mientras hablaba

de su amor.

Pronto, la sala llena de chicos de Joseph, sobrinas y sobrinos,

incluso algunos de los nietos y los grandes, sobrinas y sobrinos. Se sentía

como si el gran espacio se hubiera contraído de forma rápida, con la

cantidad de gente en el mismo.

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Kinsey esperó a ver Austin entrar, pero él se ausento. Se negó a

permitirse mirar la puerta, en lugar de centrarse en Katherine mientras

ella se acomodaba en la silla junto a la cama de su marido.

—¿Cómo lo está haciendo hoy, mamá? —preguntó Alex.

—Está bien. Mira sus mejillas. Estar en casa le está devolviendo el

color. Sé que está en su camino de regreso —respondió con confianza.

—Él va a volver porque lo necesitamos —dijo Emily con una sonrisa

de esperanza.

—No puedo acordarme dónde quedamos.

—Te había engañado para llevarte a su lugar. Te mostraba el castillo

que estaba construyendo para ti —dijo Bree con un suspiro—. Tan

romántico.

—Sí, es cierto. Dejé de luchar contra él. Sabía que cuando me fuera

esa noche, nunca sería la misma otra vez, pero no me importaba. Un

minuto con él era mejor que nada. Estaba tan cansada de lastimar, del

dolor. Pero sabía que el dolor no era nada comparado con cómo me iba a

sentir una vez que hubiese terminado conmigo. Pero aún así, no me podía

negar a él nunca más...

Joseph levantó la cabeza, sus ojos oscuros mirando los suyos

asustados. El poder que ejercía sobre ella era demasiado grande. También

sabía que era impotente para detenerlo.

—Te quiero en mi cama, pero eso no es todo. Esto es para ti. Desde

que te conocí, todo lo que hago es por ti, Katherine. No puedo vivir sin ti —

murmuró.

Katherine estaba confundida cuando lo miró. Había ganado. Se

estaba entregando a él, así que ¿por qué todavía estaba hablando? No era

capaz de comprender sus palabras.

Su corazón casi estalló cuando dejó caer su rodilla en la hierba que

soplaba suavemente. Sus ojos se llenaron al mirar en los suyos.

Page 250: 7.the billionaire's final stand

—He hecho muchas cosas malas en lo que a ti concierne, Katherine.

Antes de ti, nunca ha habido una mujer con la que quiera estar día y

noche. Nunca antes había pensado en una mujer tan a menudo, no puedo

pensar en nadie ni nada más. Sí, te quiero en mi cama, a mi lado, pero no

para un romance barato. Nunca te deshonraría de esa manera. Te quiero

como mi compañera. Quiero darte todo lo que tu corazón desea. Quiero ver

redondearse tu estómago con mis hijos. Quiero abrazarte cuando

tengamos setenta y cinco y no hacer nada más que ver una puesta de sol

juntos por el balcón de nuestra casa que estoy construyendo para ti. Por

favor, complétame, Katherine. Por favor, sé mi esposa —dijo, mientras

una lágrima caía.

Metió la mano en el bolsillo y sacó un exquisito anillo de diamantes,

sus dedos temblaban ligeramente mientras se arrodillaba frente a ella,

desnudando su alma.

Katherine se dejó caer a su lado, sus piernas ya no podían apoyarla,

sus brazos necesitan estar cerca de él.

Levantó la mano y poco a poco le limpió la lágrima de la mejilla,

asombrada de que un hombre tan fuerte estuviese dispuesto a hacerse tan

vulnerable frente a ella. Qué equivocada había estado. ¿Cuántos años

habían desperdiciado? ¿Cuántas lágrimas inútiles había derramado? Se

inclinó hacia delante y lo besó. Un beso lleno de todo el amor que sentía

por él, más grande que la vida misma.

—Sí.

No necesitaba decir nada más que esa simple palabra. Había

decidido darle todo lo él quisiera, y estaba muy agradecida de que él lo

quisiese todo.

La sonrisa de Joseph iluminó su rostro. Deslizó el anillo en su dedo,

en un ajuste perfecto, y luego envolvió los brazos a su alrededor, tirando

de ella con fuerza contra él. Ninguno de los dos dijo nada mientras ella

apoyaba la cabeza contra su pecho.

Después de pasado minutos, o tal vez horas, finalmente se retiraron.

La besó una vez más, se puso de pie, tirando de ella a su lado mientras

envolvió su brazo alrededor de ella.

—Vamos. Déjame mostrarte tu palacio.

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Joseph tomó la mano y la llevó a la casa. Entró por una puerta sin

terminar y caminó mientras ella miraba alrededor con asombro.

—Puedo verlo todo, Katherine. Puedo ver la casa terminada. Será

hermoso. Ya me imagino a nuestros niños corriendo por estos pasillos —

dijo con entusiasmo. Su entusiasmo atrayéndola rápidamente.

—Gracias, Joseph —susurró con asombro.

—No, es a ti a quien necesito agradecer. He estado perdido por

mucho tiempo, pero he cambiado. Me has hecho darme cuenta de que no

necesitaba un acuerdo. Puedo tenerlo todo. Gracias a ti, George y yo

hablamos, realmente hablamos por primera vez en años. Sabía que no

podía perder más tiempo en malentendidos. Sabía que no podía aferrarme

al pasado. Se sentía de la misma manera. Es todo gracias a ti. No me

permitas ser un medio hombre nunca más.

—Oh, Joseph, no entiendo cómo lo hice, pero estoy tan contenta —

dijo mientras nuevas lágrimas brotaban de sus ojos.

—Te ama tanto como yo —dijo con una risita—. Lo hiciste, al negarte

a aceptar cualquier cosa menos de lo que mereces. Lo lograste por ser tú

misma.

—Yo solo quería tu amor. Lo siento mucho, luché tan duro

desperdiciando todo este tiempo —dijo.

—No vamos a desperdiciar ni un momento más. Te daré cualquier

boda que quieras, pero por favor, cásate conmigo rápido. No quiero pasar

ni una noche más sin ti —le suplicó.

—Sí, Joseph, sí. No necesito nada lujoso. Solo te necesito a ti —dijo.

—Mi Katherine, será mejor que te acostumbres a lo lujoso, porque

tengo que mimarte. Eres mi reina.

Joseph la atrajo con fuerza contra él en el espacio sin terminar de su

casa y pasó el resto de la noche acunándola con seguridad en sus brazos

mientras le susurraba su amor al oído.

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—Joseph y yo fuimos tan tontos por un largo tiempo. Ahora, deben

darse cuenta de porque hemos querido que encuentren sus propios

amores verdaderos —dijo George mientras Katherine terminaba de hablar.

—Guao —dijo Jessica, su voz llena de asombro.

—No puedo creer por lo mucho que pasaron —dijo Amy mientras se

secaba los ojos y sollozaba.

—Tuvo una gran boda, sin embargo. He visto esas fotos. Su vestido

salió de un cuento de la Cenicienta —dijo Emily con confusión.

—Todos ustedes conocen a Joseph. Pudo haber dicho que quería

una boda rápida, y créeme, lo hizo, pero el hombre no se conformaría con

nada menos que lo mejor. Nos casamos en dos semanas, y era un cuento

de hadas, con el vestido perfecto, la ubicación y la decoración. Fue el día

más romántico de mi vida. Mirando hacia atrás, estoy realmente contenta

de que lo haya hecho especial. En aquel entonces, solo lo quería a él, y

todo lo demás era solo un bono. La mejor parte de la jornada fue el beso

que me dio después de que nos declararan marido y mujer. Fue en ese

momento que supe que estaríamos juntos para siempre. Nunca ha dejado

de decirme lo mucho que me ama —dijo Katherine mientras se limpiaba

una lágrima.

—Y nunca voy a dejar de hacerlo —susurró Joseph.

La sala quedó en silencio mientras todos los ojos se volvieron hacia

la cama donde yacía Joseph, sus ojos entreabiertos, mirando a su esposa.

—¿Joseph?

—Te amo Katherine, hoy, mañana y siempre. —Su voz era ronca,

pero sus palabras fueron claras.

—Estás despierto —gritó, la alegría y el alivio evidente en su

expresión.

Kinsey se levantó de un salto, llamó inmediatamente al médico, a

continuación, se puso a trabajar, revisando sus signos vitales, moviéndose

alrededor de la cama, mirando sus ojos.

Joseph la apartó mientras débilmente levantaba la mano para

presionar sus dedos sobre el rostro de Katherine. Ella estaba en sus

brazos, sonriendo, sollozos tan suaves atormentaron su cuerpo.

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—Te he echado mucho de menos, Joseph. Por favor, por favor no me

dejes nunca de nuevo. Te necesito —le rogó.

Que íntimo momento, pensó Kinsey mientras suspiraba

soñadoramente y daba un paso atrás. Su amor tan obvio, iluminó la

habitación. Todo el mundo estaba asombrado al verlos reencontrarse, con

su amor más fuerte que nunca.

El resto del día fue un frenesí de actividad mientras el doctor corría y

hacia un completo trabajo sobre Joseph. Había dicho desde el principio

que podía despertar en cualquier momento, pero se veía sorprendido de

verlo no solo despierto, sino tan alerta.

Joseph tenía problemas para hablar, tenía dolor de garganta por la

falta de uso, pero a medida que avanzaba el día, fue cogiendo fuerza.

Debido a los terapeutas físicos, que habían estado trabajando sus

músculos todos los días, no estaría en silla de ruedas cuando saliera de la

cama.

Sin embargo el médico le advirtió que no se esforzara demasiado.

Tomaría mucho tiempo antes de que estuviese subiendo y bajando

escaleras y corriendo. A Joseph no le importaba. Solo le preocupaba que

estaba despierto. Él y Katherine no podían apartar sus ojos o sus manos el

uno del otro.

—Felicitaciones, hermano. Estoy tan feliz por ti —dijo Joseph con

una sonrisa.

—Gracias, Joseph. Hemos estado esperando a que te despiertes. Nos

gustaría tener una pequeña ceremonia aquí, donde nos encontramos por

primera vez —le dijo George.

—Creo que es perfecto. Ahora, estás seguro de la pequeña

ceremonia...

—Joseph Anderson, no intentes encarrilarme como lo haces con tus

hijos. Soy un hombre viejo, que ha vivido una vida plena. Quiero una

sencilla ceremonia con mi hermosa novia. Ella quiere lo mismo —dijo

George.

—¿Puedes conseguirme un trago? —preguntó Joseph con voz débil.

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—No creas que esa cara de enfermo funcionara en mí, Joseph. No

voy a cambiar de opinión. Una pequeña ceremonia, ¿me oyes? —dijo

George con una sonrisa.

—Está bien, lo entiendo —gruñó Joseph, su voz más fuerte.

—Eso es lo que pensé —dijo George, riendo entre dientes.

Una vez que Esther se unió a ellos, los tres planearon una sencilla

ceremonia que tuvo a Joseph refunfuñando aquí y allá, pero no peleó

demasiado.

George estaba encantado de que en dos semanas, Esther iba a ser

su esposa. No necesitaba nada más que eso.

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Capítulo 20

Traducido por Etrange

Corregido por Pily

Kinsey contempló la prueba de embarazo, mirando de ésta a la caja

en la que venía, a continuación, volvió a leer las instrucciones. Miró las

otras dos pruebas al lado, también. Todas con la misma respuesta. Sus

ojos se desbordaron mientras los resultados se mostraban irrefutables

frente a ella.

Necesitaba a Cassie.

Cassie le diría que todo estaba bien. Que no estaba sola. Estaría ahí

para ella sin importa qué. Kinsey no sabía lo que quería más. Estaba, sin

duda, sorprendida por su reacción.

Apoyó la cabeza sobre la mesa y lloró, y luego se echó a reír, y luego

lloró un poco más. Tal vez estaba perdiendo la cabeza. Era lo más seguro.

Después de media hora, cogió el teléfono.

—¿Podemos vernos?

—¿Dónde?

Cassie no necesitaba una explicación. La emoción en la voz de

Kinsey fue suficiente para que dejara de hacer todo lo que estaba

haciendo y fuera a reunirse con ella. Kinsey nombró un parque a mitad de

camino entre ellas, entonces se puso el abrigo y salió por la puerta. Se

secó las lágrimas mientras subía al volante de su coche y se fue en piloto

automático mientras conducía por la ciudad.

Ella llegó primero y se sentó en un banco, aferró las pruebas una vez

más en la mano.

Cassie se reunió con ella unos minutos más tarde, y se sentó sin

decir una palabra. Kinsey le entregó las tres pruebas, y Cassie las miró,

luego a la cara de Kinsey con ojos preocupados.

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—¿Cómo te sientes? ¿Estamos contentas? ¿Molestas? ¿Aliviadas?

Qué debería estar haciendo en este momento, porque no puedo decir —

dijo finalmente Cassie.

—Estoy... confundida. Pensé... pensé que esto es lo que quería, pero

cuando tomé una prueba tras otra, me encontré... triste —dijo Kinsey

mientras un par de lágrimas caían.

—Entiendo, Kinsey. Has pensado por un par de meses que un bebé

podría estar creciendo dentro de ti. Tu hijo. Ahora que ya sabes que no

estás embarazada, es cómo perder a ese niño que has llegado a esperar. Es

devastador —la tranquilizó Cassie.

—Pero... no estoy casada. No tengo ninguna razón para estar

molesta. Debería estar saltando con alegría. Sé que después de que tenga

tiempo para pensar en ello, me voy a dar cuenta de eso. Yo solo... ni

siquiera sé — dijo Kinsey con confusión.

—Todo pasa por algo. Tal vez esto sucedió para que supieras cómo te

sientes. Tal vez no quieres ser tan independiente como has estado

diciéndote a ti misma. Has pensado en el hecho de que no se trataba solo

de tu bebé que estaba aprendiendo a preocuparte, ¿sino también de

Austin?

—No hay bebé, Cass —dijo Kinsey, como si necesitara volver a

decirlo.

—¿Qué está pasando contigo y Austin?

—No sé. Tuvimos una pequeña pelea la noche de mi ataque,

entonces pasó la noche conmigo. Pero por la mañana se había ido. Se alejó

y no ha vuelto —dijo Kinsey en un sollozo ahogado, el dolor se filtraba

dentro de ella. Debería llamar, pero tenía demasiado orgullo. Pensó que le

había dicho no demasiadas veces, y él se había decidido a escuchar.

—¡Oh, Dios mío! ¿estás enamorada de él, no es cierto? —Cassie se

quedó sin aliento.

—Sí —admitió Kinsey. No tenía sentido mentirle a su mejor amiga.

—Entonces ve con él. Deja que te ayude a pasar a través de esto, que

se quedé hasta que las lágrimas se sequen. No tengas tanto miedo de ser

herida que en realidad te lastime más —dijo mientras tomaba la mano de

Kinsey en la suya.

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—Fue un juego, Cass. Eso es todo. Me escapé, probablemente la

primera chica en alguna vez hacerle eso a él. Entonces me persiguió.

Tuvimos un increíble, oh Dios mío, sexo, restauró su virilidad, y ahora se

ha ido —dijo Kinsey, sintiéndose como una tonta.

—Creo que es posible que lo hayas subestimando. Dale una

oportunidad. Si lo haces, creo que podrías encontrar más felicidad de la

que nunca has imaginado antes. Si hay una cosa que he aprendido al

escuchar la historia de amor de Joseph y de Katherine, es que el tiempo es

demasiado valioso como para desperdiciarlo.

—No sé, Cass. Solo tengo que pensar. Mis emociones están por todo

el lugar ahora mismo, y no quiero hacer nada de lo que me arrepienta

más tarde.

—Tal vez ustedes dos solo necesiten un útil empujoncito —amenazó

Cass.

—Cassie, no te atrevas a interferir, ¿me oyes? Lo juro por nuestro

juramento del meñique en la escuela primaria, que voy a cazarte —dijo

Kinsey, entrecerrando los ojos.

—Kinsey…

—Promételo ahora mismo, Cass —demandó Kinsey.

—Solo quiero que seas feliz. Sabes que te amo —evadió Cassie.

—Cassandra, será mejor que me lo prometas —amenazó Kinsey.

—Bien —soltó Cassie, con los ojos entrecerrados.

No fue hasta que Kinsey estaba en camino de regreso a casa, cuando

se dio cuenta de que Cassie no lo había prometido. El estómago le dio la

vuelta con los nervios. Cass no haría nada. Siempre era la amistad

primero, segundo los hombres. Su día había sido agotador y no podía

pensar en ello por más tiempo, así que lo empujó de su mente.

Se detuvo en su complejo de apartamentos y se dirigió a su unidad.

Cerró la puerta y miró a su alrededor, sintiéndose más sola de lo que

nunca se había sentido antes.

Joseph estaba mejor ahora y no necesitaba una enfermera en casa.

En cuanto había dejado la mansión, había tenido que luchar para

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contener las lágrimas, sabiendo que iba a extrañar el ajetreo que siempre

había en el gran lugar. Se había encariñado de estar ahí, amando el

momento de cuidar de él. Sin embargo, estaba muy feliz de que se sintiera

mejor.

Miró a su calendario y se dio cuenta de que era la noche de bodas de

George con Esther. Por supuesto que había sido invitada, pero no podía ir,

no cuando lloraba cada diez minutos. Ver a Austin y no ser capaz de

hablar con él sería demasiado.

Los ojos de Kinsey se volvieron pesados y el agotamiento la alcanzó

mientras se metía en su cama y se dormía. Tenía tiempo para averiguarlo

más tarde.

—No puedo creer que papá se casa hoy. Es tan raro —exclamó

Trenton.

—Sé lo que quieres decir. Me alegro por él, realmente estoy feliz, pero

me parece tan extraño. Sobre todo el hecho de que está actuando como un

adolescente —dijo Max.

—Creo que es muy romántico. Esther ha estado toda la mañana

sonrojada —añadió Bree.

—Sí, es genial. No he visto a papá tan feliz en mucho tiempo. Volver

aquí fue algo muy bueno. Todos ustedes se casaron, ahora papá, también.

¿Qué diablos? Supongo que estamos creciendo, ahora —dijo Austin.

—Qué quieres decir con estamos. No veo un anillo en tu dedo —dijo

Trenton.

—Sí, lo que sea.

Austin no había visto a Kinsey en semanas, pero no podía sacarla de

su mente. Al ver que no había oído nada de ella en la semana pasada, se

imaginó que tenía su respuesta de si estaba embarazada o no. Sabía que si

lo fuera, lo habría llamado, lo había prometido. Lo que realmente le

sorprendió fue la decepción que colgaba pesadamente sobre él como una

oscura nube de lluvia a punto de caer.

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¿Cómo podría sentirse como si hubiera perdido algo que nunca tuvo,

para empezar? No tiene ningún sentido.

—¿Austin Anderson, quién demonios te crees que eres? ¿En serio?

¿Eres un regalo de Dios para las mujeres, el señor las-ama-las-deja? ¡Huh!

¿Qué tienes que decir en tu defensa? —tronó Cassie mientras pisoteaba en

la habitación, con fuego en sus ojos.

—¿Qué hice? —preguntó, dando un paso atrás. Su cuñada tenía un

genio aterrador. Tenía un nuevo respeto por su hermano.

—¿Cariño, qué es todo esto? —preguntó Max mientras daba un paso

hacia ella.

—No me vengas con ese cariño, Max —espetó, deteniéndolo en seco.

Luego se volvió de nuevo a Austin—. ¿Qué hice? ¿En serio? Kinsey no es

una puta barata de dos dólares. Ella es una dama. Es hermosa,

compasiva, divertida y fantástica. Tienes la suerte de que esté enamorada

de ti, y ¿crees que puedes simplemente tirar eso? —soltó Cassie, dando

un paso hacia él, con las manos sobre sus caderas mientras su dedo lo

tocaba.

Austin se quedó sin palabras mientras que la habitación se quedaba

en silencio también. Nunca había visto un berrinche de Cassie antes y fue

impresionante, pero sus palabras eran lo que lo dejaban en silencio.

Kinsey lo amaba.

Amor.

Su mente volvió a pensar en la chica que no podía olvidar, sin

importar cuánto lo intentara. Su sonrisa, su risa, su humor, su pasión.

Todo era embriagador. Quería estar con ella. No solo durante la noche, o

incluso una semana sino realmente estar con ella. Tenerla y mantenerla y

toda esa cosas de estar juntos. Quería verla caminar por el pasillo hacia él,

donde dijeran los votos y luego se besaran en frente de sus amigos y

familiares. Quería reclamarla como suya para siempre. No podía dejarla

ir... estaba enamorado de ella.

—La amo —murmuró.

—Bueno, aleluya, finalmente lo admites —dijo Trenton con una

sonrisa mientras le golpeaba con fuerza en la espalda.

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Levantó la vista sorprendido, olvidándose que su familia estaba allí.

Cassie lo miraba con recelo en sus ojos, pero al menos la rabia furiosa se

había ido. En su rostro apareció una enorme sonrisa mientras extendía la

mano y levantaba a Cassie fuera de la tierra, haciéndola girar en un

círculo.

—La amo. ¡Realmente lo hago! —gritó, y luego dio a Cassie un

sonoro beso en la frente antes de bajarla—. Gracias, Cassie. Tengo que

verla. — Se dio la vuelta para irse cuando Max lo agarró por el hombro.

—Espera, Romeo —dijo, pero la sonrisa de su rostro era puro

orgullo.

—¿Qué?

—¿Realmente crees que la mejor idea es emboscarla?

—¡Sí!

—¿De verdad crees que va a dejarte entrar a su apartamento? Ella

cree que solo quieres sexo, eso es todo, nada más que tórrido, sexo erótico

— dijo Cassie.

Austin se movió incómodo mientras todos los ojos se centraron en él.

Ni siquiera podía mirar a su cuñada en la cara. ¿Qué le había dicho

Kinsey?

—Oh, supéralo. Todas las mujeres hablan, así que sí, sí sé... mucho

—dijo Cassie.

Austin perdió la batalla con su vergüenza y sintió que sus mejillas se

calentaban. No entendía a las mujeres. Nunca querría, ni en un millón de

años, saber nada de la vida sexual de sus hermanos. Lo asustaría para

siempre.

—Necesitas un plan de acción. Primer obstáculo. ¿Cómo vas a

conseguir que te deje entrar? —preguntó Trenton como si hablase de la

experiencia.

—No lo sé. Tocando —dijo Austin encogiéndose de hombros. Su

respuesta los hizo reír.

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—Pobre, el hombre no tiene ni idea. Es una buena cosa que estamos

aquí para ti —dijo Bree mientras le sonreía para sacar cualquier burla de

sus palabras. Estaba empezando a sentirse molesto.

—¿Realmente la amas? —preguntó Cassie mientras miraba

profundamente a sus ojos. No sentía pánico ante su pregunta, cero

vacilaciones.

—Sí, lo hago, Cass. Lo hago desde el día en que me dejó sin aliento

en tu boda. Simplemente no podía admitirlo. Supongo que no soy muy

diferente a estos idiotas —dijo, mirando alrededor a los hombres en la

habitación, que por lo menos tuvieron la decencia de moverse

incómodamente mientras sus palabras golpeaban cerca de casa.

—Está bien, entonces. Aquí está la llave de su sitio. Si le haces daño,

voy a tener a tus hermanos atándote en la cima de una colina de hormigas

mientras vierto miel en ti —amenazó.

Le dio un rostro suficientemente horrorizado. No tenía duda de que

estaba hablando muy en serio.

—Gracias por ser tan buena amiga para ella.

—Es la mejor. Ahora puedes ir por ella —dijo Cassie dijo antes de

pararse en puntillas y besarlo en la mejilla.

—Está bien, eso es suficiente besos entre ustedes dos —gruñó Max

mientras balanceaba a Cassie en sus brazos y la besaba en un momento

de casta posesión.

Austin se volvió para salir de nuevo, pero su camino fue bloqueado

por su padre esta vez.

¿Qué diablos? ¿Es una conspiración?

—No tan rápido Austin —dijo George.

—Volveré para la boda. Te lo prometo —dijo Austin, con los ojos

puestos en la puerta.

—El amor no puede esperar. Tomate tu tiempo con Kinsey —le dijo

George.

—¿Entonces porque me estas bloqueando?

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Los ojos de George se llenaron con lágrimas y Austin sintió

remordimiento de inmediato de la forma en que había hablado con su

padre. Si los últimos meses habían demostrado algo, era que el tiempo es

limitado, y necesitaba a apreciar cada momento que tenía con él.

—Lo siento, Papá.

George levantó la mano para detenerlo. Se aclaró la garganta, y

luego levantó la cabeza, el dolor y la alegría en su expresión.

—Amaba a tu madre. Oh, la alegría que me trajo cada uno y todos

los días que tuve con ella. El sonido de su voz cuando entraba por la

puerta era música para mis años. Doy gracias a Dios la suerte que tuve de

estar con ella. Entiendo por qué quería llevarla a casa temprano. Era tan

especial —susurró George con la voz quebrada.

Todo el mundo estaba en silencio mientras George hablaba. ¿Estaba

teniendo segundos pensamientos sobre casarse con Esther? Todos se

congelaron mientras esperaban.

—Nunca quise encontrar el amor de nuevo, pero lo curioso del amor,

es que no eliges, el te elige a ti. Amé a tu madre, y siempre lo haré. Pero he

sido bendecido en esta vida para tener un segundo principio. Esther me

hace reír. Hace mi corazón latir y pone mis rodillas débiles. Me he

enamorado un poco más cada nuevo día, y me siento orgulloso de hacerla

mi esposa. Está bien dar nuestros corazones, siempre y cuando la persona

a la que demos sea digna —continuó George, con los ojos brillantes.

Austin esperaba que él y Kinsey compartieran un amor tan fuerte.

Uno tan fuerte que ni siquiera la finalidad de la muerte pudiese romperlo.

George abrió la mano, la palma hacia arriba y miró hacia abajo. Mientras

lo hacía, una lágrima cayó, aterrizando justo en el medio del círculo de

platino.

—Tu madre uso este anillo durante treinta años. Nuestra última

noche juntos, cuando ella sabía que era hora de ir a casa, estábamos

tumbados juntos, hablando acerca de nuestra familia. Me hizo prometerle

que tomaría su anillo y lo pasaría a uno de ustedes. Dijo que todo el que lo

llevara tenía garantizado una eternidad de felicidad con su verdadero

amor. Dijo que lo sabría cuándo el momento fuese el correcto, porque

estaría a mi lado, susurrando en mi oído, velando por nuestros hijos. —

George se detuvo mientras tosía, las emociones obstruyendo la garganta.

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Austin miró para encontrar todas las mujeres de la habitación con

las lágrimas en cascada por sus mejillas, con simpatía en sus ojos.

Demonios, incluso los hombres estaban limpiándose la garganta, tratando

como locos para no perder la cabeza.

Se volvió hacia su padre, quien le sonrió, con la alegría y la tristeza

en su rostro.

—Eres tú Austin. Toma el anillo de tu madre. Trataras a tu futura

esposa como la reina que es, la abrazaras, la consolaras, y le dirás todos

los días que ella es la luz de tu mundo. Atesórala siempre.

George puso el anillo en la palma de Austin, a continuación, empujó

suavemente sus dedos cerrados alrededor. Puso su mano sobre su hijo, le

dio unas palmaditas, luego la soltó. Sonrió a Austin y sus otros hijos, y

luego miró en la esquina de la habitación, su mirada se enturbio por un

momento antes de que sus ojos se cerraran brevemente. Luego, sin decir

una palabra más, salió de la habitación.

Austin abrió los dedos para contemplar el antiguo diamante fijado en

una impresionante banda de platino, y su corazón se inundó de calor.

Cerró los ojos, y por un momento, un glorioso momento, su mamá estaba

allí con los brazos envueltos alrededor de él.

Cuando abrió los ojos, miró a su familia y poco a poco levantó las

esquinas de su boca mientras sonreía.

—Este es un día de bodas. Un hermoso, soleado, día increíble, así

que dejen de llorar todos. Voy a pedir perdón ahora, y espero ganar a la

chica —dijo antes de finalmente salir por la puerta, todo el dolor ido

mientras corría hacia su futuro.

Austin llegó a la casa de Kinsey en una sola pieza, a duras penas.

Debe de haber roto todos los límites de velocidad en el área de Seattle, con

la urgencia empujándolo.

Su corazón se aceleró mientras subía las escaleras fuera de su

apartamento, y luego escuchó a su puerta. No podía oír un sonido en el

otro lado, por lo que poco a poco insertó la llave en la cerradura y giró el

pomo.

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Se sentía como un ladrón al mirar en el interior de su espacio

privado. Las sombras bailaban en la habitación a oscuras, un poco de luz

conseguía pasar a través de las persianas cerradas.

Entró y cerró la puerta detrás de él, cautelosamente se movió a

través de la pequeña habitación. No le tomó mucho tiempo para encontrar

la puerta abierta al final del corto pasillo. Miró en su interior y la encontró

durmiendo en la parte superior de las mantas, con el rostro relajado, el

pelo en cascada sobre la almohada.

Su ingle se apretó cuando vio que yacía ahí en nada más que una

camiseta, que estaba arremangada, por lo que mostraba la deliciosa curva

de su redondez trasera.

—Prioridades —se recordó, el sonido de su voz la hizo moverse, pero

no despertarse.

Se sentó en el borde de la cama y extendió la mano, acariciándole el

pelo.

—Kinsey, despierta. Necesito hablarte —susurró mientras empezaba

a moverse. Su estómago se anudó y se volvió de espaldas, mostrando su

cuerpo apenas cubierto. Solo sus pechos estaban protegidos de su vista.

Trató de ser bueno, trató de no mirar como su pierna se movía, su cuerpo

buscándolo en su sueño.

Se apoyó a su lado, su resistencia siendo empujada a los límites.

—Kinsey, por favor, despierta. Necesito decirte algo —dijo con su voz

un poco más alta.

—¿Austin? —murmuró con sus ojos todavía cerrados.

—Sí, Kinsey. Soy yo. Necesito hablar contigo.

—Bésame.

—Realmente tenemos que hablar primero, Kinsey —dijo con los

dientes apretados.

—Mmmm, te necesito, por favor —pronunció mientras su cuerpo se

acercó más.

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Austin estaba perdido. Cómo podía negarse cuando se arqueaba

contra él, su bello núcleo al descubierto, sus labios rojos y acogedores.

Solo un pequeño beso, entonces se detendría. Solo un beso...

Kinsey se despertó con la sensación de la boca de Austin devorando

la suya. Sabía que era él sin abrir los ojos. Conocía su olor, su sabor, su

esencia misma. Lo conocía.

Abrió los ojos, el shock la consumía mientras su lengua se deslizó en

su boca. Lo que más le sorprendió fue el hecho de que sus brazos se

envolvieran alrededor de él, tirándolo hacia ella mientras sus caderas

empujaron contra su duro cuerpo.

Su mano se alzó a su cadera, empujando hacia arriba la camisa,

sintió el deseo estallar a través de ella, cortando todos los pensamientos de

su mente. Gimió cuando su lengua acarició su boca y su mano subió más

bajo la camisa. Se adentró profundamente en su boca, poseyéndola,

reclamándola de una manera que le daba ganas de gritar sí.

La rodeó, su olor, sabor, manos y cuerpo. Estaba invadiendo todos

sus sentidos, abrumándolo con su enorme magnetismo. Se movió contra

él, necesitando que la liberara, que aliviara el dolor que se había

construido tan rápidamente.

—Kinsey, vine a hablar. Tengo que hablar, pero... —pronunció

cuando levantó la cabeza y la miró a sus ojos.

¿Hablar? No quería hablar. No quería pensar. No quería darse

tiempo para sentirse culpable. Solo quería sentir la explosión que sentía

construirse en su interior. Lo agarró y llevó sus labios a los de ella.

Con un gemido, obedeció, mordiendo su labio inferior mientras su

mano se deslizó el resto del camino hasta la camisa y le acarició los

turgentes pechos. Apretó su pezón, haciéndola jadear en su boca.

Se movió, alejándose de ella y protestó. Cogió algo del bolsillo del

pantalón, y luego arrojó su ropa en un tiempo récord. Antes de que

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pudiera parpadear, le arrancó la camisa sobre su cabeza, luego se puso

encima de ella, todo su peso aplastándola contra el colchón.

—Sí —le rogó. Empujó sus caderas contra él, deseando que se

hundiera en su interior. Le dolía, un punzante dolor en su núcleo. Lo

necesitaba enterrado profundo, lo necesitaba más allá de la razón.

—Todavía no —advirtió.

Se movió por su cuello, alcanzando rápidamente sus pechos. Pasó la

lengua por sus pezones hinchados, degustándolos y burlándose de ellos, a

continuación, tirando de uno en uno en la boca, tirando los capullos con

los dientes.

Continuó por su cuerpo, sus manos moviéndose a lo largo de sus

muslos, y luego hasta la cima de su carne, antes de ir alrededor y

extenderla abierta para que él explorara.

Empujó el dedo dentro, haciéndola gritar mientras su boca

descendía y su lengua lamia su carne. Por último, succiono el brote

sensible con su boca, pasando su lengua, enviándola volando por el borde.

La acarició suavemente mientras el placer la invadía, y cayó en un

agujero negro sin fin, donde el éxtasis era su único sentimiento.

Poco a poco, se subió a su cuerpo, moviéndose sensualmente,

besando y mordiendo su piel mientras hacia el viaje. Llegó a su cara, sus

ojos oscuros, llenos de lujuria mientras la miraba fijamente.

Se movió hacia un lado, se puso un condón, y luego comenzó a

deslizarse dentro del cuerpo de ella todavía temblando.

La agarró por el pelo, tirando de sus labios para encontrarse con él,

ávidamente tomó su boca mientras con sus caderas se introdujo en ella,

su gruesa erección empujando duro, más rápido y más profundo.

—Oh, Kinsey, sí, sí —gritó mientras sus movimientos se aceleraron

a un frenesí. Su cuerpo apretado contra ella, golpeando contra su carne.

Llegó detrás de él, agarrando su trasero firme en sus manos, sintiendo

como los músculos se flexionaban bajo sus dedos cada vez que él

empujaba.

Más y más alto. Estaba llegando, llegando...

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Gritó cuando se desató la tormenta y cayó en un mar de

tranquilidad y placer. Se agarró a él firmemente, estallando a su alrededor,

apretando, tirando de él bajo de ella.

— Kinsey —exclamó Austin su nombre mientras su cuerpo se

tensaba, su placer vertido en ella. Sus caderas seguían el empuje, el placer

por momentos interminables.

Finalmente se desaceleró y se detuvo, mientras se relajaba en su

contra. Sus piernas envueltas alrededor de sus caderas, sosteniéndolo

cerca. Sus manos seguían aferrándose a su pelo mientras sus labios se

posaron en su cuello.

—Puedo hacer eso todo el día, Kinsey. La sensación de tu cuerpo, el

sabor de tu piel. Lo que me haces es más de lo que merezco. Eres tan

hermosa, tan sensual. Pienso en ti y mi cuerpo se prepara para el calor

acogedor. Te deseo tanto, todos los días, todo el tiempo —dijo mientras

besaba su cuello, su lengua deslizándose fuera, enviando escalofríos por

su cuerpo saciado.

Los movió a ambos a su lado, su pierna atrapada bajo él, su todavía

dura cosa enterrada en su calor pulsante. No podía aguantar más. Su

cuerpo no sobreviviría.

—Me haces sentir como si pudiese volar, Kinsey. Siento que puedo

hacer cualquier cosa cuando estoy en tus brazos, como si fuera invencible.

No era mi intención hacer esto hasta que habláramos, pero estabas

acostada allí, tan hermosa. La visión de tu cuerpo me hace perder

la mente —continuó, derritiéndola con sus palabras, mientras que el más

mínimo movimiento de sus caderas la tenía esforzándose por más.

—Yo... no puedo pensar cuando me tocas —admitió ella.

Sus labios se torcieron en las esquinas, el orgullo masculino que

irradiaba de sus poros mientras sus manos se deslizaban por su espalda,

su cadera, y luego hasta su costado y al otro lado de sus pechos, donde

apretó suavemente la suave piel, haciéndola gemir.

—Bueno, entonces no pienses. Solo escucha —susurró.

—¿Qué? Yo... ¡Cómo!... Espera... —jadeó.

Quería saber cómo había llegado a su apartamento. ¿Qué estaba

haciendo allí? Esos fueron solo un par de preguntas que necesitaban

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respuestas, pero estaba perdiendo el hilo de sus pensamientos mientras él

alimentaba rápidamente las llamas de su cuerpo de nuevo.

—Convencí a Cassie que me prestara tu llave. Tenía que hablar

contigo y tenía la sensación de que no me ibas a dejar entrar —le dijo

como si supiera su pregunta.

—No lo habría hecho —confirmó, logrando sacar las palabras de sus

labios temblorosos.

Sonrió antes de bajar su cabeza y chupar su pezón con la boca.

Mientras la amaba, los cambió de nuevo de modo que él estaba en la cima

una vez más, su creciente erección aun llenándola, su boca tirando de su

pezón, antes de pasar al otro y darle una amplia atención.

—Te amo, Kinsey. Te amo tanto que la idea de no estar contigo me

desgarra por dentro. Te necesito. Sí, necesito tu cuerpo. Necesito sentir tu

tenso calor agarrándome. Necesito el placer de mil maneras diferentes.

Pero, más que eso, te necesito sentada a mi lado cada noche. Necesito

verte envejecer. Quiero tener mis hijos contigo, verlos crecer, mientras nos

sentamos atrás y nos amamos. Lo quiero todo. Te amo... Te amo —terminó

en un crudo susurro antes de que sus labios descendieran de nuevo y le

besara la boca abierta.

Lo miró, sabiendo que sus ojos estaban muy abiertos, sabiendo que

sus labios se movían pero ningún sonido salía. Estaba tratando de

procesar sus palabras, tratando de permitir que se hundan más allá de la

confusión en que su cerebro se había convertido.

—Te amo —dijo de nuevo mientras sus labios acariciaron su cuello,

sus palabras susurrando junto al oído.

—Te necesito —continuó, enviando escalofríos por su cuerpo. Sus

caderas se movían lentamente de nuevo, suavemente, embriagadoramente.

Se levantó en sus antebrazos y miró profundamente en sus ojos.

—Te amo, Kinsey.

De repente, su corazón explotó mientras una alegría increíble la

invadía. La amaba. No estaba diciendo las palabras. Le estaba mostrando

de la mejor manera que sabía. La estaba amando con sus palabras, su

cuerpo, su alma. La amaba.

—Te amo también —susurró finalmente.

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Una euforia increíble la consumía mientras agarraba a Austin

apretado y arqueaba la espalda, presionándose en él, encontrándose sus

embestidas. Se movieron juntos como uno solo, los dos se perdieron el uno

en el otro.

Se movieron juntos por minutos, horas, días, ella no sabía. El

tiempo dejó de tener sentido.

Kinsey explotó de nuevo, el placer inundándola, su cuerpo exhausto,

con la mente confusa. Cerró los ojos y se durmió con su cuerpo todavía

acunando a su fuerza.

—Kinsey, despierta.

—No…

—Vamos, Kinsey. Necesitamos llegar a la boda.

—No… —gimió mientras se acurrucaba más cerca.

—Mmm, vas a hacer que me pierda la boda de mi padre. Nunca me

perdonará —dijo Austin con una sonrisa mientras su mano comenzaba a

moverse por su cuerpo.

—Demasiado dolor —murmuró ella, aunque flexionó sus caderas

hacia él.

—Oh, estas matándome, Kinsey. En serio, creo que voy a morir de

agotamiento sexual —dijo gimiendo una risa mientras la besaba en el

cuello.

Por fin abrió los ojos y parpadeó. Realmente estaba allí, abrazándola,

su cuerpo desnudo tocándose íntimamente.

—Esa es una buena manera de morir —dijo.

—No puedo creer que eres mía, realmente mía —dijo, con temor en

sus ojos.

—Puedo decir lo mismo —murmuró, esperando que no se despertara

para encontrar que solo era un sueño.

—No puedo creer que no lo hice bien —exclamó, saltando

rápidamente.

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Kinsey sintió una pérdida inmediata mientras tiraba de ella. Los

músculos que ni siquiera sabía que existía clamaban por el esfuerzo de

hacer el amor, y podía sentir una ligera quemadura en su cuello, pero aún

así, quería más.

Ella no parecía tener suficiente de su toque. Sus ojos absorbían

ávidamente la vista de su trasero esculpido mientras él se inclinaba para

sacar algo de su bolsillo. Cuando se dio la vuelta, haciendo gala de su

impresionante hombría, sus muslos se apretaron con el deseo.

Se acercó, amor brillando en sus ojos mientras agarraba la mano y

la levantaba. Se olvidó de respirar cuando se apoyó sobre una rodilla y la

miró con adoración a los ojos.

—Kinsey Shelton, eres mi mundo ahora. Pensé que sabía lo que era

el amor antes de conocerte. Amo a mi familia. Amo a mis amigos, pero no

sabía nada de lo que era el verdadero amor hasta que pensé que te había

perdido. Haces latir mi corazón. Haces que comienza mi día. Haces que...

—Se ahogó, sus ojos vidriosos.

—Austin. —Trató de ayudarlo, pero él negó con la cabeza,

obviamente, teniendo que terminar. Ni siquiera trató de detener que sus

lágrimas cayeran mientras lo miraba, este hombre que no tendría nada

menos de su amor.

—Me completas. Este anillo era de mi madre. La hubieras amado. Yo

sé que ella te ama. Sé que está radiante de felicidad en estos momentos.

Por favor, cásate conmigo. Déjame amarte por el resto de nuestras

vidas —concluyó.

No podía hablar por el nudo en la garganta, aunque estaba tratando

de sacar las palabras, era imposible. Abrió la boca, pero aún no había

sonido que saliera.

—Te puedo conseguir otro anillo si quieres un nuevo.

—Si —lo interrumpió, y luego se aclaró la garganta—. Sí, me casaré

contigo, Austin, me sentiría muy honrada de llevar este anillo. Estoy tan

conmovida de que me estés ofreciendo algo tan precioso. Sí, me casaré

contigo. Voy enojarme a veces. Voy a llorar sin razón alguna, voy a

quemar la comida porque estoy perdida en otro mundo mientras leo, voy a

estallar porque estoy teniendo un mal día, y voy a ser completamente

irracional a veces, pero te amaré, siempre. Me haces tan feliz, tan

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necesaria... —Perdió a sus palabras de nuevo mientras la emoción la

asfixiaba.

Austin deslizó el anillo en su mano, y no podía sacar sus ojos a

medida que él se inclinaba y la besaba en los nudillos, sellando su

promesa de siempre amarla, honrarla y atesorarla.

Se puso de pie y la tomó en sus brazos, haciéndola girar en círculos

mientras sus labios descendían.

Terminaron llegando muy, muy tarde a la boda...

—Me gustaría proponer un brindis. Felicidades George y Esther. No

hay dos personas más afines que se han encontrado el uno al otro. Sé que

tendrán muchos años de felicidad juntos, y estoy encantado de que se

hayan encontrado el uno al otro. Nunca olviden que no se da muy a

menudo encontrar una segunda oportunidad para la felicidad extrema en

nuestra vida. Que siempre se aprecien mutuamente, se amen a través de

lo bueno y lo malo, y siempre se vuelvan el uno al otro en todo lo que

hacen —dijo Joseph.

La sala estalló en aplausos cuando amigos y familiares aprobaron la

unión de la pareja. Mientras los invitados se dirigieron a dar abrazos y

buena suerte a la pareja, nunca dejaron que el otro fuera de su vista.

Cuando la música comenzó a tocar, George llevó a Esther al suelo de

madera y mostró a los chicos lo que era un baile real. Al comenzar la

música, los recién casados flotaban en el suelo como si sus pies no

estuviesen aún tocando el suelo. Se veían como Ginger Rogers y Fred

Astaire4, bailando juntos sin esfuerzo.

Aplausos tronaron cuando terminaron, sin darse cuenta, mientras

los dos se envolvían herméticamente en un abrazo amoroso.

4 Ginger Rogers y Fred Astaire: famosa pareja de bailarines de los años 30.

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—Vamos, Joseph. Estos chicos tienen que aprender cómo tratar

correctamente a una dama —llamó George cuando por fin levantó la

cabeza. Las mejillas de Esther estaban sonrojadas, sus ojos chispeantes y

una sonrisa en sus labios. Parecía encantada, contenta y enamorada.

—No tienes que convencerme de ello. —Se volvió hacia su esposa—.

Katherine —la llamó mientras le tendía la mano. Ella rápidamente le

siguió.

La música comenzó, al principio nada más que los violines que

acariciaban el aire de la noche. Joseph atrajo a Katherine más cerca, y

poco a poco empezó a girarla en un círculo lento, mientras comenzaba el

vals francés.

George sonrió a su hermano mientras Joseph se perdía en los ojos

de su esposa, sus cuerpos se movían en sincronía mientras los otros

instrumentos se unían lentamente a los violines, la música flotaba sobre

los invitados, mientras miraban con asombro.

—Baila conmigo —dijo George mientras sacaba a Esther de nuevo en

sus brazos, y luego seguía fácilmente a Joseph y Katherine a la pista.

—Nunca he visto a papá bailar antes —dijo Lucas mientras

observaba a su padre con asombro.

—Son impresionantes —suspiró Amy, sus ojos pegados a las

parejas que estaban tan perdidos en la otra.

—Sí. Sí lo son —dijo Alex mientras acercaba a Jessica a él —

¿Vamos?

Cuando ella asintió, la condujo a la pista y rápidamente se unió a la

danza. No pasó mucho tiempo para que el resto los siguiera.

—Ah, veo que por fin has decidido honrarnos con tu presencia,

Austin. —La voz de Joseph retumbó sobre la multitud.

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Austin nunca pensó que estaría tan feliz de oír ese sonido

maravilloso. Se tomó un momento para dar un silencioso gracias porque

su oración haya sido respondida. Incluso había recibido mucho más de lo

que había pedido. Su padre encontraba la felicidad, su tío de nuevo con

plena salud, y el amor de su vida aceptando ser suya para siempre.

—Tenía algo que hacer que no podía esperar —dijo Austin, con el

rostro brillante, mientras sostenía con fuerza la mano de Kinsey, dejando

que todos en la sala supieran qué, o mejor dicho, quien no podía esperar.

—¿Qué es más importante que la boda de tu padre? —preguntó

Joseph, sus ojos enfocándose en sus dedos unidos.

—Tuve que convencer a esta mujer hermosa que se casara conmigo,

aunque no sé cómo lo hice —dijo con orgullo.

La habitación estaba casi en silencio por un momento, con solo el

sonido de la música que se reproducía en segundo plano, mientras sus

palabras se hundían. Cassie fue la primera en correr y darle a los dos un

abrazo.

—Ah, muy bien, muchacho —dijo Joseph, con la voz un poco más

tranquila, la emoción en su tono.

Austin sabía exactamente cómo se sentía.

—Champagne —llamó Joseph y los camareros aparecieron con

bandejas llenas de copas de espumosos. Los adultos agarraron el refresco

burbujeante, mientras que los niños y las mujeres embarazadas tomaron

sidra espumosa.

— Tenemos mucho que celebrar. Mucho, de hecho. Aquí está el

romance, el matrimonio, los niños y la familia —dijo Joseph.

Todos levantaron sus copas y se trasladaron a través de la

habitación, el entusiasmo desbordante de todos los rincones.

Un mes más tarde, Austin se puso de pie en la playa mientras

hundía a su esposa en sus brazos y la besaba tiernamente. Cuando se

puso de pie, se volvió y miró a los rostros de su familia, la alegría que

irradiaba de él en oleadas.

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— Me gustaría presentarles al señor y la señora Anderson —dijo el

predicador mientras Austin y Kinsey comenzaban a caminar por el pasillo

de hierba, sus pies descalzos apenas tocaban el suelo.

Austin la llevó a una gran carpa donde estaba tocando la música, y

de inmediato la llevó a la pista de baile.

—¿He mencionado hoy día cuanto te amo?

—Una o dos veces —respondió Kinsey antes de descansar la cabeza

contra su sólido pecho.

—No puedo creer que me las arreglé para ganarte, Kinsey, pero voy a

estar agradecido hasta el día que me muera. Te amo más ahora de lo que

nunca pensé posible

—Te amo, Austin Anderson. No puedo creer que alguna vez hui de

tus brazos.

—Fuiste sabia, mujer. Tengo la intención de desvestirte —le dijo,

elevando sus cejas mientras intentaba una sonrisa maligna.

—Promesas, promesas.

—Las recepciones son innecesarias. Yo digo que nos colemos a

nuestra habitación. Tengo planes para ti —dijo cuándo se detuvo y la miró

a los ojos.

—Estoy de acuerdo —respondió ella, la emoción encendiendo su

cara.

Austin la cogió de la mano y comenzó a escaparse, excitados

parecían estar eludiendo a Joseph, y al resto de la familia.

—Voy a…

—Darte la vuelta para que cortes el pastel —les interrumpió Cassie

con una expresión muy satisfecha en su cara.

—Cass —imploró Kinsey.

—Oh, no. La venganza es un placer —dijo Cassie mientras se

acurrucaba entre los dos de ellos y comenzaba a tirar de ellos hacia sus

invitados.

—Eres ruin —dijo Kinsey, sabiendo muy bien que lo merecía.

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—Lo sé. He estado esperando desde mi boda para este momento.

Sufre, realmente, realmente sufre —dijo con una sonrisa maligna.

Kinsey se dio por vencida y dejó que Cassie la llevara de nuevo a la

recepción. La venganza realmente apesta, pensó, mientras miraba a su

marido con anhelo.

—Nunca terminaste tu historia, mamá. Con toda la emoción de papá

despertando, y luego las dos bodas, me olvidé por un tiempo, pero ¿qué

sucedió con la corporación? —preguntó Amy mientras estaban sentados

junto al fuego, los niños durmiendo, y los adultos disfrutando de un

bocadillo de medianoche.

—Supongo que los dejé colgados. Para responder a tu pregunta

anterior, sí, esta es la misma empresa que comenzó su abuelo. La junta se

reunió y votó a Joseph como director ejecutivo unas semanas después de

nuestra boda. Neilson se enfureció y amenazó con hundirlos a todos. Fue

verdaderamente triste que resultara de esa manera —respondió

Katherine.

—¿Qué pasó con él? No recuerdo haber visto nunca fotos de él —

preguntó Lucas.

—Fue muy trágico, en realidad. No se oía nada desde hace varios

años. Entonces, un día, una mujer apareció en nuestra puerta, llevando

un niño en sus brazos, diciendo que era la esposa de Neilson. Ella tenía

que haber sido veinticinco años más joven que él. Joseph no estaba en

casa, y no sabía qué hacer, así que le invité a pasar, lo que probablemente

no fue prudente. Me dijo que Neilson había muerto de un ataque al

corazón, y no tenía otro lugar a donde ir. Yo le dije que esperara hasta que

Joseph llegara a casa y que nos encantaría resolver las cosas. Por la

mañana, cuando me desperté, se había ido. Tomó diez mil dólares que su

padre tenía en su oficina, y desapareció. Joseph la buscó, sabiendo que es

lo que su padre querría, pero solo llegó a callejones sin salida. Nunca

pudimos averiguar si estaba diciendo la verdad, o no.

—Eso es muy triste —dijo Emily.

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—Sí, lo es. Le hubiésemos dado el dinero, pero tal vez no era más

que una extraña, y quería conseguir lo que podía antes de que la

descubriéramos. Probablemente nunca lo sabremos.

—¿Neilson realmente murió? —preguntó Trenton.

— Sí. Pudimos confirmar eso. Si estaba casado, sin embargo, no era

legal —dijo Joseph, evidentemente, todavía preocupado por los

acontecimientos, incluso después de tantos años.

—Lo siento —dijo Bree.

—Yo también, cariño. Si el niño es un Anderson, hubiésemos hecho

lo correcto por él —dijo Joseph.

—Sí, nunca hubiésemos tomado nuestra ira con Neilson o con un

niño inocente — agregó George.

—Eso es porque son hombres honorables. Simplemente ya no los

hacen como ustedes —dijo Austin, mirando a su padre y tío con orgullo.

—Tuvimos un gran padre a quien admirar —dijo Joseph, y George

concordó.

—Nuestra historia tuvo un muy buen final, sin embargo. Como todos

ustedes saben, vivimos felices para siempre —terminó Katherine con una

sonrisa mientras miraba a su marido.

—Ruego que cada uno de ustedes tenga la misma. Un día, les

estarán diciendo a sus propios hijos la hermosa historia de su comienzo.

Las relaciones se construyen sobre lo bueno y lo malo, es la forma en que

manejamos cada situación que define nuestro carácter. Gracias por estar

aquí para Katherine mientras estuve enfermo. Gracias por estar aquí cada

día por los demás —dijo Joseph, levantando su copa.

—Aquí, aquí —dijo cada persona.

Se quedaron hasta muy entrada la noche, recordando el pasado y

planeando el futuro.

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Epílogo

Traducido SOS por Auro Kyle

Corregido por Pily

Joseph miró al otro lado de la mesa, con los ojos brillantes mientras

su familia se reunió.

El ruido reinó mientras todos hablaban a la vez, todos ellos felices de

estar juntos un año más. Él realmente amaba Acción de Gracias.

Como de costumbre, tenía mucho que agradecer. Tenía un año más

junto a su esposa. Él la miró, todavía tan hermosa. Sabía lo

verdaderamente asustada que había estado mientras se encontraba en

estado de coma el año pasado. Odiaba haberla hecho pasar un calvario tan

horrible. Le había hecho una promesa años antes de que él nunca le haría

daño de nuevo, pero no había sido capaz de mantener la promesa.

Prometió que haría todo lo posible para que nunca volviera a suceder.

Se había librado de sus coches rápidos. Ya no necesitaba esa emoción. La

única emoción que necesitaba era ver a su esposa a su lado, cada noche y

mañana, y por supuesto, el amor de su creciente familia.

Sentado cercanos a él estaban George y Esther, con aspecto de chicos en

su luna de miel, incluso después de estar casados por casi un año. George

lo miró y le guiñó un ojo, por lo que Joseph sonrió. Su hermano era un

gran hombre.

Luego estaban Lucas y Amy. Ellos habían estado casados ya por

ocho años. Joseph no podía creer cómo el tiempo había volado. Sus hijos

estaban creciendo tan rápido. Él amaba a todos sus nietos y nietas,

sobrinas y sobrinos por igual, se dijo, pero Jasmine tenía un lugar especial

en su corazón.

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Ella fue la primera. Su primera nieta. Era el comienzo de la próxima

generación. Había un vínculo entre ellos por el que daba gracias a Dios

cada día.

Sus ojos seguían barriendo a través de la mesa mientras veía a Alex,

que en ese momento, se inclinó y le susurró algo al oído de Jessica,

haciéndola sonrojar. No se dio cuenta que nadie estaba mirando y Joseph

volvió a sonreír mientras ella se inclinó y besó a Alex.

Jacob gimió en voz alta ante su exhibición, y se separaron, ambos

riendo mientras Alex cogió a su hijo, y luego lo abrazó. Jacob protestó,

pero Joseph vio el amor en el rostro del muchacho.

Mark y Emily estaban hablando con Trenton y Jennifer. Se habían

vuelto muy cercanos. Todos los niños se amaban, pero Emily y Jennifer

realmente habían congeniado. Joseph amaba a ver a su familia en

crecimiento también convirtiéndose en amigos.

Mark dijo algo que tenía a Trenton riendo. Emily golpeó el brazo de

Mark, pero la sonrisa en su rostro, dijo que no estaba en un problema.

Mark volvió y la besó, deteniendo todas las protestas.

Cuando él se apartó, ella se sonrojó y lucía muy contenta.

El joven Trevor estaba convirtiéndose en un hombre. Pronto estaría

rompiendo corazones. Él era tan guapo como su padre. No es que la

apariencia importara si el corazón no es puro.

Trenton de repente se levantó y agarró la mano de Jennifer. Pensó

que con todo el caos que les rodeaba nadie se daría cuenta si él se

apartaba por unos minutos. Por supuesto, Joseph se dio cuenta de todo.

Sonrió al ver a su sobrino llevarse a su esposa por un momento de

privacidad.

Los ojos de Joseph se trasladaron a Max. Max seguro había sido

terco en la búsqueda de amor. Todos ellos lo habían sido, pero Joseph

tenía dudas sobre Max asentándose. Él no debería haberse preocupado,

sin embargo.

Cassandra era su pareja perfecta. Ella sacó una alegría en Max que

estaba radiante.

No importa donde estuvieran, Joseph siempre se dio cuenta de que

Max la estaba tocando. Su mano en la espalda, cuando estaban de pie, o

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acariciando su la rodilla si estaban sentados. Él la amaba, y todas sus

acciones lo demostraban.

Bree estaba riendo de algo que dijo Chad. Estaba sentado a la mesa

con Mark, y los dos hombres estaban teniendo una conversación animada.

Probablemente hablando de Trenton escabulléndose.

Los dos estaban muy probablemente celosos que no habían pensado

en ello primero. Chad volvió y miró a Bree, su mano lanzándose para

tirarla hacia sí y la besó, dejándola sin aliento antes de volverse de nuevo a

Mark y empezó a hablar de nuevo.

Por último, estaba Austin. Estaba sentado en un rincón, Kinsey

encaramada en su regazo con sus brazos alrededor de ella mientras

acunaba a su hija, Isabelle, cerca. Tenía menos de una semana de edad,

tan pequeña y delicada, al igual que su madre. Joseph sabía que la feliz

pareja también tenía la clase de amor que duraría.

Su familia estaba completa. Todos sus hijos, sobrinos y sobrina

estaban felizmente casados, teniendo hijos, y viviendo sus vidas al

máximo. No podía pedir nada más.

Él se echó hacia atrás y miró, miró la forma en que su familia

interactuaba, la forma en que los niños jugaban, y cómo todos ellos

respondieron a los otros.

—Lo hemos hecho bien, Katherine — dijo, su voz baja.

—Sí, Joseph, lo hemos hecho —estuvo de acuerdo—. Sabes, que si

yo no fuera tan feliz con esta hermosa familia, estarías en problemas,

¿no?

—No sé de lo que estás hablando —dijo, haciendo todo lo posible

para sonar inocente.

—No me puedes engañar, Joseph Anderson. Sin embargo, voy a

dejar que pienses que puedes —dijo, con los ojos llenos de amor.

Joseph la miró por un momento, luego se inclinó y le dio un beso,

sus labios persistente durante mucho tiempo. Incluso después de cuarenta

años de matrimonio, ella le quitaba el aliento.

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Se puso de pie y esperó a que la mesa guardara silencio. Con el

creciente número de miembros de la familia, le tomaba un poco más cada

año. Se contentaba con esperar.

—Hemos llegado a otro Acción de Gracias. Al igual que cada año,

tenemos mucho que agradecer. Tenemos buenos puestos de trabajo para

nosotros mismos, y para muchos empleados. Tenemos nuestra salud,

algunos días, por supuesto, son mejores que otros. Lo más importante es

que nos tenemos el uno al otro.

Se detuvo por un momento mientras luchaba con la emoción

construyéndose en él.

Su familia se quedó en silencio mientras esperaban, los ojos

empezaban a humedecerse por todas partes.

Katherine se puso de pie junto a él, tomando su mano entre las

suyas. Ella lo miró, con los ojos brillantes, y luego se volvió y miró a la

mesa.

—Nos tenemos el uno al otro, hoy, mañana y siempre —terminó en

voz baja.

Todos levantaron sus copas mientras expresaban su acuerdo y

brindaron su agradecimiento

—¿Qué hacemos ahora?

—No sé, George — respondió Joseph.

—Quiero decir, no me puedo quejar. Tengo una nueva esposa

maravillosa, hermosos nietos y mi familia esta junta de nuevo, pero...

—Lo sé, hermano, lo sé —respondió Joseph.

Los dos hombres estaban sentados en la sala, tomando sus bebidas,

mientras se calentaban junto al fuego. La familia estaba reunida en el

salón, todo el mundo demasiado lleno para moverse mucho. Joseph y

George se habían escabullido para tomar una copa.

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—Bueno, no debería tomar tanto tiempo para que los nietos crezcan

—dijo George mientras se animaba.

—Hmm, tienes un buen punto ahí — respondió Joseph mientras se

sentaba un poco más erguido.

—Sí, mira cómo los últimos diez años han pasado volando.

Demonios, los últimos veinticinco para el caso. Me olvido a veces lo viejo

que me he vuelto.

—Muerde tu lengua, George. Hemos envejecido bien, como un buen

whisky, no somos viejos —amonestó Joseph.

—Es verdad Joseph, muy cierto.

—Cuando todo esto empezó, yo quería nietos. Pensé que mis hijos

nunca iban a establecerse. Ahora que los tengo, extraño la planificación y

andar a escondidas. Me volví muy inteligente en formas de engañar a todos

—dijo Joseph con orgullo.

—Tendremos que averiguar otras maneras de mantenernos

entretenidos hasta que esos niños sean un poco mayores —suspiró

George.

—Joseph, hora del postre —dijo Katherine cuando ella y Esther

entraron en la habitación.

—Vamos enseguida, querida —respondió Joseph.

—Verdaderamente somos hombres bendecidos —dijo George una vez que

las mujeres se fueron, sus ojos mirando a la puerta por la que su nueva

esposa acababa de pasar.

—Vamos a unirnos a nuestra familia, George. No estoy listo para

dejar de celebrar, aún.

—Estoy tan contento de que hayas vuelto, Joseph. No creo que

hubiera sobrevivido si no salías del coma —dijo George mientras se ponían

de pie, poniendo su mano en el brazo de Joseph.

—Si algo me pasa, no dejaras de vivir tu vida, George Anderson. Si

algo llegara a suceder, solo me sentaré con nuestro padre y me pondré al

día mientras espero a que el resto de ustedes terminen lo que necesiten. Si

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quieres hacerme feliz, entonces vive. Prométeme que siempre vas a vivir la

vida al máximo, no importa qué.

—Eres un gran hombre, Joseph, uno de los pocos. Ahora, basta de

esto. Vamos a ver a nuestras esposas.

Los dos hermanos entraron por la puerta, optimistas sobre el futuro

que les esperaba.

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Siguiente libro: Unexpected

Treasure Los Anderson están de

vuelta en esta nueva línea de la

exitosa serie de la que todo el

mundo está hablando. En esta

nueva serie, se encontrarán con

Richard Storm y sus cinco hijos,

y las circunstancias que le

arrebataron de sus hermanos,

Joseph y George Anderson. Mira

cómo finalmente se encuentran.

Los lazos de una línea de sangre

Anderson son demasiado fuertes

como para mantener a su familia

separada para siempre.

Richard Storm se entristece

de que sus hijos estén tirando

sus vidas, y les ofrece un ultimátum. Tienen dos años para tener un

negocio en su defecto, y que sea un éxito o pierden sus fondos fiduciarios,

y están por su propia cuenta. Sus hijos obstinados creen que se ha vuelto,

pero no saben el secreto de gran alcance que puede dejarlos de rodillas y

separar a la familia. ¿Van a unirse como deberían, o su egocentrismo

consumirá sus corazones, desgarrando a su familia para siempre?

Crew Storm abre un exclusivo resort en las islas Catalina frente a la

costa de California, y el orgullo se hincha dentro de él cuando logra lo

imposible. Todo va por buen camino hasta que una rubia entra en su vida

y le pide que le enseñe a ser la seductora perfecta después de que ella

investiga su técnica de encantar a las mujeres y atraerlas a su dormitorio.

Haley Sutherland se cansó de sus miedos, ser un alhelí y de ser

invisible. Se le ocurre la brillante idea de encontrar a la persona perfecta

para enseñarle a seducir al hombre que realmente quiere. Sin embargo, la

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persona a la que ha elegido para ser su maestro es Crew Storm, y pronto

descubre que está olvidando el nombre de su primer amor.

Esta historia te llevará en un viaje a través del corazón mientras

Crew le enseña a Haley más de lo que nunca imaginó, y se encuentra

ganando más de lo que pensaba que necesitaba.

Reúnete con los Anderson a medida que descubren nuevos parientes

y conoce a esta nueva rama de la línea Anderson. ¿El amor realmente lo

conquista todo, o la obstinación los hará perder todo lo que no sabían que

tenían?

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Prólogo Traducido por Auro Kyle

—No puedo creer la forma en que los nietos están creciendo como

hierba. La pequeña Jasmine ya tiene quince años, y hombre, es una

belleza, —dijo Joseph.

Sentado en la terraza de atrás con el sol de la mañana corriendo por

sobre ellos, Joseph y su hermano George estaban disfrutando de pasteles

ligeros para el desayuno y café mientras se ponían al día con las noticias

sobre los niños y su semana.

—Lo sé, hermano. La pequeña Molly tiene diez años ahora. Se siente

como si hubiera sido ayer cuando Trenton estaba luchando con uñas y

dientes para no casarse y sentar cabeza, y ahora él y Jennifer tiene una

hermosa familia con dos niños. Por no hablar de su perro ruidoso, Scooter,

y el gato revoltoso, Ginger.

—No te olvides del maldito ganso. La última vez que estuve allí, el

sinvergüenza me mordió justo en la retaguardia. Tengo que llevar a mi rifle

de caza conmigo la próxima vez que vaya de visita, —Joseph amenazo.

—Si sólo le llevaras un poco de maíz agrietado como yo, él no te

perseguiría, —dijo George, ni siquiera tratando de ocultar su diversión.

—No voy a sobornar a un maldito pájaro, ¡y ciertamente no voy a

huir de uno!

—Ah, calma tu furia, hermano. Tengo la sensación de que el ganso

no será tu fin, no es como si tuvieras un problema fundamental aquí, y no

has tocado fondo. Así que olvida a ese bicho descarado y pon el incidente

detrás de ti —se rió a carcajadas, alegre de hacer a Joseph la culata de su

broma. Tendía a sobrepasarse cuando se enteraba de algo tan divertido.

Joseph murmuró algo muy poco fraternal en voz baja, pero él

abandono su ira contra George y los animales en la casa de su sobrino.

Tenían problemas mucho más importantes que discutir, como lo que iban

a comer esa noche.

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—¿Cuáles son los planes para hoy? —Preguntó George. —Con

Katherine y Esther de compras, podemos escaparnos. Estoy harto de jugar

al golf. ¿Por qué no corremos go-karts de nuevo? Eso fue muy

emocionante.

—Creo que estás tratando de matarme, George. Me lanzaste contra

la pared de la última vez que fuimos, —Joseph resopló.

—Estás actuando como un hombre viejo, Joseph. Todavía tenemos

un montón de vida en estos viejos huesos.

—Es cierto, George, muy cierto. Bien. Voy a darle a las carreras de

go-kart otra oportunidad, aunque espero que estos viejos huesos no se

conviertan en estos viejos huesos rotos. Vamos a ver a cuantos de los

nietos podemos recoger para que vayan con nosotros.

Los hombres continuaron su comida de la mañana mientras George

sacó el periódico y pasó a la sección de negocios. Aunque el hijo de George,

Trenton estaba ahora a cargo de Anderson and Sons Incorporated, a George

todavía le gustaba mantenerse al tanto de lo que estaba ocurriendo en el

área de Seattle.

Joseph levantó la vista justo a tiempo para ver a George boquear, su

rostro blanco. Congelado de miedo durante unos segundos interminables,

Joseph sintió que sus piernas finalmente empezaban a trabajar de nuevo y

él se levantó para ayudar a su hermano.

—¡George! ¿Qué pasa? ¿Te estás asfixiando? ¿Es tu corazón?

Háblame, hermano, —instó mientras se inclinaba para ver lo que podía

hacer. Habían tenido suficiente de susto sobre salud para toda la vida y

Joseph no creía que podía manejar otra experiencia cercana a la muerte en

su querida familia.

Al igual que Joseph comenzó a moverse para correr por el teléfono,

George hizo un gesto salvajemente hacia el periódico. Joseph se detuvo y

leyó título y sub título de la página: —Multimillonario compra frágil

empresa de tecnología informática: Richard Storm vende negocio de envío

en la costa este, trae miles de puestos de trabajo a Seattle.

No era el artículo que tenía a Joseph poniéndose tan blanco como su

hermano. Era la fotografía de un hombre que parecía ser de su edad, y que

lucía casi idéntico a ambos, sólo un peinado diferente, algunas arrugas

añadidas alrededor de los ojos, y una corta barba que cubría su rostro.

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—¿Qué es esto? —Joseph se quedó sin aliento mientras se sentaba

en la silla junto a George.

—No lo sé. La imagen me sorprendió, eso es todo. Estoy seguro que

no es nada.

George trató de razonarlo, pero no podía dejar de mirar a los ojos

inmóviles del hombre mirando a la cámara. Era como mirarse en un

espejo.

—Bueno, lee la maldita cosa, —Joseph casi gritó cuando él recuperó

su voz.

Señaló un punto en el medio de la primera columna.

—Storm, que nació en Seattle, se trasladó a la costa este con sus

padres adoptivos cuando todavía era un bebé. Él dice que le debe su ética

de trabajo duro a su padre, que fue médico en Seattle durante 25 años

antes de mudar su consultorio a Portland, Maine. Storm quedó huérfano a

los 18 años, cuando sus padres murieron en un accidente de navegación,

y usó su modesta herencia para convertirse en un embarcador de reliquias

históricas, principalmente artefactos europeos difíciles de encontrar del

siglo 15.

Para el momento en que cumplió 30 —El periódico daba una fecha

— valía más de $10 millones, casi $60 millones en dólares de hoy, y siguió

aumentando su fortuna de manera espectacular. Storm es un ahora un

multimillonario de varias cifras.

—¿Él nació aquí en el mismo día que nosotros? Esto no puede ser

una coincidencia.

—Déjame seguir leyendo.

—Continua entonces, —dijo Joseph, sin dejar de mirar la imagen.

—Al parecer, se casó joven, tuvo cinco hijos, cuatro chicos y una

chica, y luego su madre los dejó. Él se mudó aquí porque siente que es lo

correcto para su familia.

—Necesitamos respuestas y las quiero ahora, George.

—No podría estar más de acuerdo.

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Los dos hombres entraron a la sala grande de Joseph y miraron a

través de la biblioteca que contenía viejos álbumes familiares.

Cuando se encontraron con el álbum del año en que nacieron, se

sentaron con él en frente de la chimenea.

Menos de una hora más tarde, los dos hombres se quedaron mudos

por la sorpresa. El padre adoptivo de Richard Storm era el mismo hombre

que había ayudado a nacer a Joseph y George. Su madre incluso tenía

notas en el álbum de su doctor, diciendo lo bueno que era y lo triste que se

sentía de que él y su esposa no podían tener hijos.

Sólo parecía probable una conclusión.

Este doctor tiene que haber aprovechado la oportunidad para darle a

su esposa un hijo, demasiado desesperado para preocuparse por las

consecuencias de desgarrar a otra familia.

—Este hombre, Richard, puede muy bien ser nuestro hermano, —

George se quedó sin aliento mientras miraba las fotos de su madre

sosteniéndolos por primera vez.

—Pero ¿cómo es posible que ella tuviera un tercer hijo, sin darse

cuenta? —Joseph respondió.

—Ya sabes cuan diferentes los tiempos eran en ese entonces,

Joseph. No tenían los ultrasonidos, y mamá sufrió complicaciones durante

el parto. Había perdido mucha sangre y tuvieron que anestesiarla. Papá no

estaba en la habitación, en ese entonces, los padres no pertenecían allí. La

única otra persona en la habitación con el médico era su enfermera, que

también pasó a ser su esposa. Podrían haber visto fácilmente al tercer hijo

y aprovechar la oportunidad de crear su propia familia. ¿Por qué si no se

mudaron tan de repente?

—Simplemente no puedo imaginar que eso sucediera.

—Eso es porque, si esto es cierto, tenemos un hermano por ahí que

no conocemos, y nuestra madre tiene un hijo que nunca conoció, —dijo

George, superado por la tristeza.

—Una cosa que sé con seguridad, tenemos que conocer a este

hombre y averiguar si realmente es de la familia.

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—Pero ¿qué crees que eso le va a hacer, Joseph? Provocaríamos

agitación en su vida, cambiando todo lo que él cree de sí mismo y de sus

seres queridos, —dijo George. —Vamos a tratar de ser razonables.

—¿Puedes honestamente no hacer nada más que quedarte de brazos

cruzados cuando un hombre que puede ser nuestro pariente está tan

cerca? Él tiene hijos, George, y son probablemente nuestros sobrinos y

sobrina. Tenemos que averiguar la verdad, aunque sea dolorosa.

—Tienes razón, Joseph. Por supuesto que tienes razón. Es sólo que

no sé si nuestra visita será una bienvenida por este hombre. Demonios, no

sabemos nada de él. ¿Y si el hombre que podría ser nuestro hermano es

una persona terrible?

—No puede ser terrible, George. No importa lo que dice su partida de

nacimiento, es un Anderson y los Anderson son buenas personas, —dijo

Joseph con confianza.

—Tienes razón, Joseph. Bueno, ya sabes lo que esto significa, ¿no?

—Por supuesto que sí. Las carreras de Go-kart están fuera de la

agenda de hoy. Parece que es hora de hacerle una visita a Richard Storm.

—Voy a tomar mi sombrero. Guía el camino hermano; Estoy justo

detrás de ti.

Los dos hombres entraron por la puerta, subieron al Mercedes de

Joseph y se dirigieron a las nuevas oficinas de Storm Corporate. Con

sonrisas expectantes repartidas en sus rostros mientras se acercaban a su

destino. Por supuesto, sería doloroso confirmar que tenían un hermano

con el que no habían tenido el placer de crecer. Pero aún así, si fuera

cierto, ahora estaban bendecidos con toda una línea de miembros de la

familia para llegar a conocer.

Joseph sonrió, pensando en todos aquellos sobrinas nietas y

sobrinos nietos.

Cada vez había más bebés en el horizonte y los posibles emparejamientos

por hacer.

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Sobre la Autora:

“Melody Anne” Melody Anne es la autora de la popular serie

Billionaire Bachelors y Baby for the Billionaire. Ella

también tiene una serie para jóvenes adultos:

Midnight Fire y Moon Midnight —Rise of the Dark

Angel. Ella ha estado escribiendo durante años y

publicó en 2011. Tiene un título de licenciatura en

negocios, por lo que le encanta escribir sobre fuertes

y poderosos empresarios.

Cuando Melody no está escribiendo, le gusta pasar tiempo con su

familia, amigos y mascotas. Vive en un pequeño pueblo que ama, y está

involucrada en muchos proyectos comunitarios.

Puedes visitar su sitio web en: www.melodyanne.com. Ella responde a

todas sus fans. También puedes unirte a ella en Facebook en:

www.facebook.com/authormelodyanne, o en twitter: @authmelodyanne.

Ella espera con mucho interés tus opiniones y espera que disfrutes

de sus historias.

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Créditos Moderadora

Auro Kyle

Staff de Traducción

Auro Kyle

etrange

florff3

julieta9768

Kenia20

marisaruiz

Lectora

Lu_Rodiguez

Poxi

pussyharry__xx

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vaalra

Staff de Corrección

Ama

Auro Kyle

cristinita<3

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Lucero Rangel

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Pily

Revisión y Recopilación

Auro Kyle

Diseño

Auro Kyle

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