1955- Wollheim, Donald- El Secreto Del Planeta Marte

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EL SECRETO DEL PLANETA MARTE

- 80

El secreto del planeta Marte

Donald A. Wolheim

ROBIN HOOD DEL ESPACIO

editorial acme, s.a.c.i.

buenos aires

Ttulo original en ingls

THE SECRET OF THE MARTIAN MOONSTraduccin

Alfredo Julio GrassiPrimera edicin: setiembre de 1957Impreso en la Argentina Printed in ArgentinaCopyright by Editorial Acm S.A.C.I., Maip 92, Buenos Aires. Queda hecho el depsito que previene la ley 11.723.Es propiedad, en lo que se refiere a la presente traduccin, la disposicin especial y presentacin de conjunto de esta edicin, en sus caractersticas tipogrficas y artsticas.

Edicin Digital: Jota, Abril 2006Las Lunas de GulliverCuando Lemuel Gulliver, el famoso viajero de la gran novela de Jonatan Swift, visit la isla volante habitada exclusivamente por hombres de ciencia, se enter que: "Los pobladores de esa isla haban descubierto dos estrellas menores o satlites, que giran en derredor de Marte, del cual uno dista exactamente tres dimetros del planeta mayor y el otro cinco; el primero realiza su revolucin en el lapso d diez horas y el segundo en veintiuna y media...". Hasta aqu, el texto de "Los Viajes de Gulliver".Ahora bien. La novela fu escrita en 1726 y en aquella poca no haba telescopio alguno en la superficie de la tierra capaz de captar las lunas de Marte. Recin ciento cincuenta aos ms tarde los dos satlites fueron vistos y ubicados..., y la asombrosa verdad resultaba tan cercana a la afirmacin hecha por Swift en su libro, que era casi increble!Asaph Hall fu el astrnomo que finalmente localiz las lunas de Gulliver. El sitio desde donde realiz el descubrimiento, fu el Observatorio Naval de los Estados Unidos, cerca de Washington. La fecha, agosto de 1877. Marte tena en efecto dos pequeos satlites, uno de los cuales giraba en derredor del planeta rojo en 7 horas y 39 minutos, a una distancia de 9.350 kilmetros de la superficie del astro principal, en tanto que el otro tardaba 30 horas y 18 minutos en dar una vuelta en torno del planeta, a una distancia de 23.500 kilmetros.Como Marte haba recibido su nombre en honor al dios romano de la guerra, el doctor Hall llam al satlite ms prximo Fobos, que significa "Temor", y al ms lejano, Deimos, es decir "Pnico"... Volvamos a las cifras que nos dan su ubicacin y velocidad de revolucin. Si bien no son exactamente las mismas halladas por los astrnomos de la novela de Swift, resultan suficientemente aproximadas como para considerarse dentro de un razonable margen de error. La pregunta surge entonces en el nimo del estudioso: Cmo pudo Swift saberlo? Acaso algn visitante de otro planeta desliz tal conocimiento en sus odos, sin darse a conocer? Nunca llegaremos a descifrar tal misterio; siempre ser para nosotros un enigma.Si Marte y sus dos lunas sern tambin un enigma eterno o no, es algo que est an por verse. Marte es uno de los planetas mejor estudiados de todo el sistema solar. De su superficie se han dibujado mapas y se supone que puede albergar un tipo determinado de vida. Sus "canales" son fuente de ardorosas discusiones; sus "polos" helados y el color cambiante de su superficie contribuyen a aumentar los motivos de especulacin de los sabios. Cuanto ms se sabe sobre l, ms profundo es su misterio.En esta novela he escogido para pintar a Marte la descripcin hecha por el difunto profesor Lowell, del Observatorio de Flagstaff y sus sucesores. Siempre ha sido el cuadro ms excitante para la imaginacin de los hombres y sigue siendo sostenido por gran parte de los astrnomos modernos. Se trata de la teora sobre un mundo irrigado por una vasta red de canales, cuya mejor prueba son las lneas que cubren la superficie marciana de polo a polo como una tela de araa gigantesca. En relacin con esta tesis, se ha alzado la pregunta constante de por qu los seres inteligentes, capaces de realizar semejante obra de ingeniera, no trataron nunca de ponerse en contacto con la Tierra. En la presente novela sugiero una posible respuesta a tal enigma.Pero no podremos saber si estoy en lo cierto o no, tampoco podremos saberlo hasta que los marcianos aterricen en nuestro planeta o los hombres desciendan en Marte. De lo que estoy seguro es que uno de estos dos acontecimientos se producir dentro de los prximos cien aos.D. A. W.cap. 1

La Mano del DesconocidoEra natural que Nelson Parr conociera perfectamente el ltimo debate sobre lo que se haba dado en llamar "el Problema Marciano". Ms an, para l resultaba algo pasado de moda. Al llegar por primera vez a la Tierra, cuatro aos atrs, las muchas maravillas del planeta materno haban ocupado totalmente su atencin de nio de doce aos de edad. Mohosas discusiones sobre oscuros asuntos no podan interesarle y menos an con todas las cosas fascinadoras que deba aprender.

Pese a esto, cuando descubri que los que los amigos de su padre en Marte llamaban Rostros Verdes se ponan tan claramente en evidencia, se sinti indignado. De no haber estado demasiado ocupado con sus cursos intensivos en el Instituto de Exploraciones Interplanetarias, hubiera llegado a tomar parte en la controversia, pese a ser tan slo un nio. Empero, pronto descubri que aquel asunto era para sus condiscpulos nacidos y criados en la Tierra algo sumamente aburrido.

Evidentemente la continua queja de los legisladores a causa del elevado costo que insuma mantener la pequea colonia humana en Marte en comparacin con los escasos resultados obtenidos, era algo serio. Al avanzar en sus estudios, Nelson comprendi por qu los viejos Rostros Verdes pensaban as. Era cierto que desde que en la Tierra se descubriera la forma de producir cualquier elemento o materia prima con tomos sintticos, las minas de Marte haban dejado de ser productivas. Desde aquel momento, a mediados del siglo XXI, todo lo que podan tratar de aportar los colonos del Planeta Rojo eran los descubrimientos que hicieran. Y hasta esto era un fracaso. En realidad, sus esfuerzos nada producan.

Pero la antigua cuestin sobre los costos de mantener la colonia en marcha haba vuelto a ponerse de moda la misma semana que Nelson, ya graduado, embarcara rumbo a su lejano hogar en la espacionave de pasajeros Congreve. Los ltimos das de permanencia en la Tierra los haba pasado despidindose de los amigos, vendiendo libros y regalando recuerdos. En aquellos tiempos del ao 2120, un siglo y medio despus de la invencin de los cohetes espaciales, haba poco sitio en el interior de las espacionaves comerciales. Todo esto haba contribuido a hacer que Nelson olvidara las noticias. Luego la excitacin del viaje de regreso, el bullicio y los empellones del espaciopuerto, la aceleracin de la partida, el descenso en la Luna para reaprovisionar de combustible los cohetes y por fin el gran salto al vaco, sin etapas hasta el Planeta Rojo, haban impedido que el muchacho prestara atencin al asunto.

Cuando las cosas se normalizaron, el adolescente oy comentar a un camarero, un tal Jack Santos, que era tiempo que se resolvieran a liquidar ese lastre marciano. Comprendiendo que se refera a la colonia, se indign.

Lo que usted dice no es ms que la repeticin de las tonteras de los Rostros Verdes! exclam, dejando de lado el microlibro que estaba leyendo. Un puado de debiluchos que nunca alcanzaron a tener lo que se necesitaba para ser colono en Marte, volvieron a la Tierra echando las culpas de su fracaso al planeta y diciendo que sera imposible descubrir sus secretos. Pero lo haremos!

Jack se volvi hacia Nelson y le pregunt:

Qu es un Rostro Verde? Es la primera vez que lo oigo decir...

Nelson se sent en su butaca, solt el correaje que lo mantena acostado en el interior de la cabina y contest:

As llamamos nosotros a la gente que viene al Planeta Rojo y quiere regresar a la Tierra apenas descubre que Marte no es precisamente un sitio de descanso... Mi padre dice que acostumbran a sentarse todos los atardeceres para mirar a la Tierra... ustedes saben que es una estrella verde. Por eso se los llam Rostros Verdes.Jack se encogi de hombros.

Bueno... sea cual fuese el nombre que ustedes acostumbran a darles, no los culpo. No hay sitio para vivir como la Tierra. El hecho es que Marte cuesta una fortuna al mundo. Cada minuto que se mantiene all la colonia resulta un verdadero despilfarro, y no hay seal alguna de que algn da llegue a pagarse.

As es terci otro pasajero, un astrnomo en viaje hacia un observatorio en el Cinturn de Asteroides. Aunque se logre descifrar el misterio de las mquinas marcianas, probablemente no llegara a recuperarse ni la mitad de lo que se lleva gastado. Estoy seguro de que podremos inventar todo lo que crearon los marcianos antes de que ustedes consigan interpretar esos aparatos.

Nelson mir en derredor. El espacio interior del vehculo interplanetario era limitado, como en todos los espaciocohetes que realizaban aquellos largos viajes. En aquella cmara, que haca las veces de sala de esparcimientos, haba una docena de hamacas semicolgantes, hileras de pantallas de televisin, proyectores tridimensionales, microlibros y cosas por el estilo. Media docena de pasajeros estaba presente en aquel momento, escuchando la discusin.

Comprendiendo que l era el nico que estaba de acuerdo con que la colonia prosiguiera su vida de siempre, Nelson continu discutiendo.

No podremos inventar lo que los marcianos aunque pasen otros diez mil aos! dijo. No pueden siquiera imaginar ustedes todo lo que hay all, en los depsitos, en las casas, las construcciones, los... oh, no es posible siquiera describir todo eso! Si fuera necesario estar otros dos siglos luchando para descubrir el secreto de mquinas y aparatos, habra que hacerlo. Una de aqullas trabajando podra hacer progresar en forma tremenda nuestra civilizacin terrestre!

El camarero estall en carcajadas.

Pero ustedes no lograron ni siquiera abrir los armarios que hay en los dormitorios marcianos. En un siglo su padre con sus ayudantes y todos los que fueron antes que ellos, no consiguieron absolutamente nada!

Adems ya hemos llevado algunas de esas mquinas a la Tierra. Podemos estudiarlas a gusto, sin que nadie nos moleste mientras lo hacemos y sin necesidad de viajar hasta Marte... agreg otro pasajero.

Cmo sabe usted que en la Tierra funcionarn algn da? replic Nelson.

Jack Santos haba estado tratando de sintonizar un televisor y finalmente lo logr. Todos miraron hacia la pantalla y la imagen tridimensional que en ella apareca, y nadie contest a la ltima pregunta del adolescente. Jack movi cuidadosamente el dial.

Estamos en el lmite de la recepcin visible explic, pero a veces logramos captar algunas imgenes bastante aceptables.

El aparato, que el da anterior haba dejado de funcionar, pareci revivir y durante breves minutos todos tuvieron la impresin de estar mirando desde un balcn una escena cercana. Se trataba de una sesin de los expertos en el problema marciano. En aquel momento un orador hablaba vehementemente.

Con cierto asombro, Nelson advirti que se estaba discutiendo la conservacin o no de la colonia marciana. El debate haba durado mucho ms que el anterior, realizado un ao atrs, y el muchacho se sinti preocupado ante la posibilidad de que se resolviera liquidar definitivamente el establecimiento.

Entonces pens en su padre, el renombrado director de la Base de Investigaciones en Marte, John Carson Parr. Record cuntas veces, siendo l un nio, haba odo a su padre hablando de sobremesa y explicndole las esperanzas que todos tenan de descifrar algn da los secretos y maravillas que se encerraban en las metrpolis marcianas.

La pantalla televisora parpade y la imagen comenz a desvanecerse. Jack Santos desconect el aparato.

Estamos demasiado lejos coment.

Nelson se reclin pensativo. Recordaba cmo se haba sentido la primera vez que aterrizara en el planeta materno. Saba que por ser uno de los pocos seres humanos nacidos en Marte la diferencia de gravedad lo haca sentir raro. La mayor parte de los colonos regresaba a la Tierra para tener sus hijos, pero John Parr y su esposa estaban hechos de material ms resistente. Queran que sus hijos fueran realmente marcianos y haban criado una familia en el Planeta Rojo.

Por eso para Nelson la gravedad menor era normal y se haba sentido muy mal el da que llegara por primera vez a la Tierra. Sus msculos, por ejemplo, no haban llegado a desarrollarse hasta el extremo normal en un muchacho terrqueo de su edad. Las primeras semanas en la Tierra haban transcurrido aprendiendo nuevamente a caminar, respirar y llevar todo el da el peso de su cuerpo. Pero a la larga haba triunfado. Su herencia humana prevaleci y al cabo de seis meses de permanencia en la Tierra, el muchachito pudo adaptarse al nuevo ambiente y a la gravedad superior. Los estudios haban proseguido sin pausa, y pasando los aos haba logrado, inclusive, destacarse en la prctica de ciertos deportes que requeran un mayor esfuerzo muscular.

Cuando, por fin, se encontr capacitado para regresar a su lejano hogar, era un muchacho de diecisis aos, bronceado, corpulento, de ojos verdes y cabello castao. Su entusiasmo por la exploracin interplanetaria no tena lmites. El da de su partida, el famoso hombre de ciencia Leroy Perrault haba acudido inesperadamente al espaciopuerto para despedirse de l. Nelson se haba sentido asombrado al verlo, pues en toda su permanencia en la Tierra haba visto una sola vez al sabio, y no se consideraba suficientemente importante como para justificar una despedida hecha por un personaje tan notorio. Saba que Perrault era un buen amigo de su padre y un verdadero sostn de la colonia marciana, que desempeaba un puesto de gran importancia en el Instituto Interplanetario, sin que se supiera exactamente qu era. Luego... y Nelson continuaba ruborizndose al recordarlo, el hombre de ciencia haba deslizado apresuradamente un sobre cerrado en su mano, dicindole en un susurro:

Dale esto a tu padre apenas llegues a Marte... No lo dejes en ningn momento mientras dure el viaje. Es algo muy importante...

No caba duda, pues que el sabio haba tenido un motivo ulterior al ir a despedirse de l. Ahora, estando en viaje, Nelson record repentinamente que haba dejado el sobre en su camarote, olvidado en medio del entusiasmo del despegue. Un escalofro le recorri la columna vertebral... Perrault le haba dicho que no se separara en todo el viaje de aquella carta o lo que fuera. Y ahora deba de estar en el bolsillo interior de su chaquetilla, que colgaba dentro del armario de su cabina!

Soltndose la correa que volviera a ajustar al recostarse, el jovencito murmur una rpida excusa y sali de la cmara, dirigindose hacia los camarotes.

Pese a que haba muchos sistemas tericos para proveer a las espacionaves de gravedad artificial, ninguno era realmente prctico durante los largos viajes, pues todos interferan con las maniobras de direccin, impidiendo que la observacin fuera buena, pues forzaban a las naves interplanetarias a adoptar formas especiales y tornaban imposible aterrizar y despegar en un solo tiempo.

Los soadores originales de los ya lejanos das del siglo XX, que planearan sobre el papel los sistemas de locomocin para llegar a los astros, haban calculado una serie de satlites artificiales, plataformas espaciales y dems, que con el tiempo resultaron poco prcticos. Lo nico real eran los cohetes interplanetarios capaces de despegar por sus propios medios y realizar el viaje sin etapas en caso de necesidad, descendiendo sobre la misma superficie de los planetas, sin intermediario alguno. Esto haba contribuido al logro de formas dedicadas exclusivamente a la locomocin, descartndose la comodidad de los pasajeros, y por ende toda posible gravedad artificial.

As, Nelson Parr, nad por el aire del corredor como un enorme pez que se moviera a travs de aguas absolutamente transparentes, pasando frente al compartimiento de girscopos y entrando en el estrecho corredor flanqueado de puertas metlicas, que conduca a los camarotes. Para su sorpresa, el pasillo estaba en tinieblas.

Como la iluminacin provena de lmparas atmicas permanentes, aquello era totalmente inesperado. Las bombitas deban de haber sido cubiertas o rotas por alguien... Las tinieblas eran completas. Nelson aferr la puerta del compartimiento de girscopos y la abri de un tirn, dejando pasar la luz interior al corredor. Luego continu avanzando hacia su compartimiento, tratando de llegar antes de que la puerta que acababa de abrir volviera a cerrarse movida por sus goznes elsticos.

La luz de su cabina tambin estaba apagada, pero por los portillos entreabiertos de los ojos de buey se filtraba el fro resplandor de las estrellas, quebrando las tinieblas. A su favor, Nelson pudo advertir el bulto que cargaba sobre l. Luego se sinti apartado y empujado hacia atrs, mientras aquella masa pesada lo sacaba y lo arrojaba contra la pared opuesta, saliendo del compartimiento y huyendo hacia la cmara de la tripulacin.

Alto! alcanz a gritar el adolescente, apartndose de un empelln de la pared. Al mismo tiempo el relmpago luminoso que quebr por un instante las tinieblas le indic que el desconocido haba penetrado en otra seccin de la espacionave.

Incorporndose, Nelson quit la cubierta de plstico opaco que tapaba la lmpara atmica, y una ola de luz suave invadi el pequeo recinto. Dejndose caer sobre su litera, el muchacho mir en derredor.

Era evidente que el compartimiento haba sido revisado a fondo, siendo interrumpido el intruso por la llegada del ocupante legtimo. La valija estaba abierta y su contenido desparramado por el suelo. El cajn del armario empotrado estaba abierto, con las prendas all colocadas en total desorden. La puerta-espejo del botiqun tambin haba quedado abierta.

Nelson se incorpor y abri el armario. Su chaqueta, abrigo y muda interior de ropa seguan all. En el bolsillo de la chaqueta, sus dedos ansiosos tocaron el sobre dirigido a su padre.

Profundamente aliviado, sac el mensaje y por primera vez lo revis. Se trataba de un sobre ordinario, de plstico delgado, en el que estaba escrito el nombre de su padre y la palabra urgente con finos caracteres.

Si el intruso hubiera tenido algunos minutos ms de tiempo, indudablemente habra terminado por encontrar aquella carta; qu significado tena esto, Nelson lo ignoraba por completo. Sin embargo, resolvi no otorgar otra oportunidad semejante al hipottico ladrn, y ocult el sobre en su cintura, bajo el ajustado buzo de viaje que llevaba. Desde aquel momento, la carta no se separara de l...

Tras cerrar el armario dirigi su mirada hacia el botiqun, verificando que todo su contenido estaba en orden. Entonces hizo girar la puertecilla, y sus ojos se clavaron sobre el espejo. Por un momento mir, sin creer en el testimonio de sus sentidos. Sobre la superficie brillante de aquel cristal irrompible, haban quedado marcadas claramente las impresiones digitales del intruso.

Se trataba de una marca perfecta, de la mano derecha del desconocido..., una mano derecha que tena tan slo tres dedos, de forma ancha y extraa, con impresiones dactilares estriadas, exticas e inhumanas.

cap. 2

Adis al Planeta Rojo!Las impresiones digitales del extrao haban sido estampadas evidentemente en un momento de apuro y estaban borrndose rpidamente. Mientras Nelson las miraba, iban esfumndose, pues el aire no era muy hmedo en el interior de la espacionave. Soplando suavemente el jovencito pudo restituirle por un instante su forma primitiva y confirmar sus extraas caractersticas.

Perplejo, el adolescente volvi a sentarse sobre su litera. La clera que experimentara al advertir que alguien estaba revisando sus pertenencias, habase trocado en una inquieta curiosidad. Quin o qu era el intruso? Quin en todo el universo solar tena una mano semejante?

La respuesta era simple. Demasiado simple. Nadie. Tras un siglo y medio de exploraciones interplanetarias, los hombres no haban encontrado en el Sistema Solar ms seres inteligentes que ellos mismos. En las selvas de cristal de Venus haba criaturas que podan considerarse de extraordinaria inteligencia... para ser animales. Pero no llegaban al nivel humano y tardaran un milln de aos ms en alcanzar cierto grado de civilizacin. En los dems planetas ni siquiera esto se haba hallado.

El estrechsimo cinturn crepuscular de Mercurio, con sus violentos vendavales, por momentos caliente como un horno, por momentos helado ms all de toda consideracin terrestre, albergaba tan slo moho de tipo inferior y miserables cactos de profundas races. Los abismos lunares daban origen durante el largo perodo diurno a cosas verdes y de rpido crecimiento, vegetales en parte..., pero seguramente con nada de animal.

Dos o tres de los satlites mayores de Jpiter tenan recias formas de vida, vegetal en su mayor parte, con algunos extraos animales que se limitaban a luchar por la existencia contra el fro atroz de mundos demasiado alejados del Sol. Y ms all de Jpiter, los planetas giraban helados y desiertos, tal vez brillantes y llenos de modificaciones dentro de sus reacciones cristalinas, pero estriles y vacos.

Naturalmente, siempre quedaba Marte. Pero la vida inteligente del vecino de la Tierra era un misterio. Un misterio aparentemente muerto. En su superficie haba habido una civilizacin extraordinaria, tremenda, pero ya nada quedaba, excepto sus obras. Y pese a que haca dcadas que hombres como el padre de Nelson investigaban y luchaban por descubrir cmo haban sido y cul era el funcionamiento de las mquinas marcianas, ningn xito se lograba alcanzar.

Es decir, algo poda calcularse al respecto. Los marcianos podan haber sido semejantes a los hombres terrestres, pues sus casas y utensilios parecan diseados para seres humanos. Nelson recordaba que uno de los atributos que era generalmente adjudicado a los nativos del Planeta Rojo, era la mano humana, con cinco dedos. Esto se desprenda de la forma de algunos aparatos hallados.

Esto en lugar de simplificar el problema presente, lo agudizaba. No haba ninguna raza, viva o extinguida, capaz de dejar una huella como la que Nelson encontrara sobre el espejo del botiqun. Tres dedos, con tan extraa forma! Y si los exploradores estaban equivocados sobre la mano de los marcianos? Y si sta era la apariencia real de aqulla? Quizs los marcianos no estaban totalmente extinguidos y uno de ellos regresaba disfrazado a su planeta natal, a bordo del Congreve!

Esto haca surgir otra pregunta en el nimo de Nelson Parr... Regresando de la Tierra? Y qu haba estado haciendo all?

Nelson volvi a incorporarse, tocndose subconscientemente el lugar donde ocultara el sobre que el doctor Perrault dirigiera a su padre. Deba de ser algo de extraordinaria importancia para atraer la atencin de semejante espa interplanetario... Qu pasaba? Bueno..., ya lo descubrira a su debido tiempo. Lo importante era conservar aquel mensaje a salvo.

Sali de su cabina, cerr la puerta con cuidado y regres a la cmara de esparcimientos de la espacionave. Mientras lo haca advirti que las luces estaban nuevamente encendidas y se pregunt qu deba hacer... Si contaba a los dems pasajeros lo ocurrido... Lo creeran? Le ayudaran a buscar al extrao de tres dedos?

Tras meditarlo un instante, Nelson se convenci que no. Ninguno de los presentes se molestara en preocuparse por una imagen distorsionada vista por un adolescente sobre un espejo... Despus de todo, nada podra hacerse por el momento, y una bsqueda podra dar como nico resultado que el extrao se mantuviera oculto.

Lo nico que quedaba por hacer era vigilar a todo el mundo. Era evidente que el intruso usaba para su vida diaria guantes plsticos que simulaban ser manos normales, con lo que le sera fcil pasar inadvertido, sobre todo para quienes no imaginaban siquiera su existencia. Naturalmente, no poda ser algo tan flexible como una mano humana... O s? Nelson resolvi estudiar las manos de todos los pasajeros y tripulantes, en busca de algn signo extrao.

Durante los das siguientes, aprovech todas las oportunidades que se le presentaron para estudiar a los dems viajeros, incluyendo a los hombres que montaban guardia en las siempre peligrosas cmaras de combustible atmico. Todo fu intil.

Por mucho que vigil, no volvi a descubrir otro intento de revisar su cabina; tratando de hacer evidente cualquier maniobra en tal sentido, arregl las ropas y prendas personales que llevaba en forma caprichosa y arbitraria, que record al pie de la letra, sin que nada raro se advirtiera. En cuanto a su bsqueda de manos excesivamente torpes, fu dificultada por la escasez de movimientos que se adverta en la espacionave, donde todo el mundo o lea o montaba guardia.

El tiempo sigui transcurriendo lentamente. El viaje de la Tierra a Marte haba durado al principio la cuarta parte de un ao. Esto era cuando el combustible utilizado por los astronautas era qumico, y los cohetes interplanetarios partan de la base en la Luna; luego este lapso haba sido acortado en forma notable, con la directa aplicacin de combustibles atmicos que permitieron despegar directamente de la Tierra en la misma espacionave que realizaba la travesa total. El viaje segua siendo ms largo de lo calculado originalmente, pero con la directa aplicacin de los reactores atmicos las posibilidades de aceleracin aumentaban en forma extraordinaria, permitiendo as alcanzar cada vez mayores velocidades.

La velocidad de una espacionave en el vaco depende exclusivamente del lapso en que puede continuar acelerando. Como en el espacio no hay friccin, cuando una velocidad es alcanzada ya no disminuye, a menos que intervengan factores opuestos, como por ejemplo los cohetes que accionan en sentido inverso y sirven de frenos cuando es necesario detener la nave espacial. Naturalmente, el aumento de aceleracin depende de la cantidad de combustible que puede consumirse. Cuando se trataba de combustible qumico, el peso representado era tan enorme en comparacin con las velocidades logradas, que naturalmente el viaje deba realizarse muy lentamente, hablando en trminos siderales. Pero la energa atmica puede producir resultados asombrosos con muy pequeo volumen de combustible utilizado. Todo lo que faltaba descubrir era el elemento que pudiera aislar las radiaciones, evitando el peligro consiguiente para los tripulantes. Cuando, por fin, se invent el medio adecuado para escudar a los seres humanos que viajaban en la espacionave, haca ya mucho tiempo que existan lneas regulares entre la Tierra y Marte. Ahora el tiempo promedio que tardaban las modernas naves espaciales era de tres semanas, y durante ese lapso los viajeros deban distraerse lo mejor que podan, confinados en un reducido espacio y sin grandes posibilidades de movimiento. En cuanto al panorama que se ofreca a los que miraban hacia el espacio a travs de los ojos de buey gruesos pero transparentes, era maravilloso pero siempre igual.

Nelson, como todos los dems viajeros, todas las maanas al levantarse miraba hacia Marte. El punto rojizo iba aumentando sensiblemente de tamao, convirtindose en un crculo cuyas caractersticas se hacan cada vez ms precisas; pronto de rojo se transform en amarillo-oxidado, con una mancha blanca que era el casquete polar del Norte, uno de los dos grandes receptculos de agua del planeta, siendo el otro el Polo Sur.

Pronto un colorido verde-azulado comenz a aparecer de tanto en tanto. Esto se deba a los parches de tierra frtil an, que forman grandes oasis en los puntos donde crecen bosques y hay vegetacin. Los exploradores de Marte consideran a estas porciones como "continentes", separados entre s no por mares de agua, sino por desiertos. Por lo dems, la mayor parte del planeta rojo es un gran desierto, interminable extensin de rocas peladas, con grandes llanuras arenosas y planicies cubiertas de polvo oxidado, con escasas elevaciones que no son ms que riscos perdidos entre mares de arena. En Marte no hay montaas, ni ros, ni mares, ni lluvias. En los doce primeros aos de su vida, Nelson haba visto en dos oportunidades solas formarse nubes, grandes masas de vapores blanquecinos, que se movan lentamente sobre un cielo intensamente azul.

Bajo tierra, y emergiendo de tanto en tanto, se vislumbraban las estructuras artificiales marcianas que permitan sobrevivir a la vegetacin del planeta moribundo. Pero no eran visibles desde el espacio basta el ltimo da de viaje.

Cuando la espacionave comenz a frenar lentamente su aceleracin, Nelson segua por resolver el problema. Entre los tripulantes haba algunos personajes extraos, pero ninguno suficientemente sospechoso como para ser investigado especialmente. Adems, el silencio y la soledad del ambiente en que deban actuar durante la mayor parte de sus vidas, tornaban raros a aquellos hombres del espacio.El ltimo da de viaje la excitacin fu demasiado grande para seguir prestando atencin. La espacionave disminua su velocidad sensiblemente y los motores trabajaban al mximo. La gravedad aumentaba y se haca difcil moverse mucho, pues por momentos la direccin seguida haca invertir el orden normal de los compartimientos y cmaras. Los pasajeros comenzaron a empacar y prepararse para descender, mientras la tripulacin se mantena en su puesto.

Luego circul por toda la espacionave la orden de ajustarse los cinturones de seguridad, la presin aument y el Congreve se zambull directamente hacia la superficie del planeta.

Al entrar en la atmsfera marciana, la superestructura de la nave interplanetaria comenz primero a silbar, para gemir y rugir luego por efectos de la friccin. Finalmente, tras una hora de insoportable cada, la espacionave se detuvo serenamente y se pos sobre la superficie de Marte.

Nelson se solt los correajes que lo sujetaban a su asiento. Al incorporarse experiment una sbita sensacin de fuerza muscular superior a la que tuviera hasta aquel momento. Era la menor gravedad marciana que actuaba sobre un organismo acostumbrado durante cuatro aos a caminar y ejercitarse en la Tierra. Empero haba en aquello algo agradable. La gravedad de Marte era el influjo de su mundo natal, el planeta donde haba pasado la niez.

Tras empacar sus pertenencias tom la valija y se dirigi hacia la compuerta de salida, donde ya haba otros pasajeros aguardando para descender. Al verlos, su mano derecha volvi a sumergirse bajo la camisa para tocar aprensivamente el sobre que all guardaba.

La puerta se abri y Nelson baj por la escalera metlica; uno de los tripulantes lo salud, pero l estaba demasiado excitado para prestar atencin.

Una vez abajo, mir en derredor. Los oxidados cobertizos de hierro ubicados ms all del rea de aterrizaje parecan tan viejos y deteriorados como siempre. Grandes superficies vidriosas sealaban los sitios donde las explosiones atmicas de los motores haban fundido la arena del desierto. Tres lados de la pista estaban flanqueados por la vasta extensin arenosa. El cuarto lindaba con el comienzo del gran oasis Solis Lacus. Una cinta plstica comunicaba el espaciopuerto con la ciudad del mismo nombre, y resultaba curioso recordar que ese camino era una de las pocas obras de ingeniera debidas a la mano del hombre en la superficie de Marte.

Nelson ech a andar hacia el cobertizo donde aguardaban sus familiares. Su paso era elstico y le permita avanzar rpidamente. Estaba en Marte, donde con msculos suficientes para mover sesenta y cinco kilos, pesaba solamente veinticinco... Un reducido grupo de colonos aguardaba en el cobertizo, y el adolescente crey distinguir entre ellos la cabeza prematuramente gris de su padre.

Pero mientras caminaba, comenz a sentirse mareado y con la respiracin entrecortada. Detenindose, deposit en el suelo la valija y se inclin sobre ella, abrindola. Haba olvidado su mascarilla de respiracin! Si sus amigos marcianos de adopcin hubieran advertido que no llevaba puesta la mascarilla, habran redo a mandbula batiente de l..., porque el aire del Planeta Rojo es demasiado enrarecido para permitir que un hombre terrestre respire sin dificultad. No llevando el ingenioso invento que hace afluir mayor cantidad de oxgeno a los pulmones del que stos pueden aspirar por s solos, sobreviene rpidamente un malestar fsico que llega a tener graves consecuencias si no se lo remedia rpidamente. Por eso para los colonos terrestres en Marte, el llevar siempre consigo las mascarillas de respiracin era una verdadera segunda naturaleza.

Nelson abri, pues, su valija y sac el respirador mecnico con la mascarilla y se la coloc rpidamente, cubrindose nariz y boca sin perder tiempo. Luego se ajust el compacto mecanismo que accionaba la mascarilla, y que qued colgando entre sus hombros. El pequeo motor comenz a absorber oxgeno de inmediato, bombendolo a su boca y nariz. El muchacho se sinti revivir. Reincorporndose, mir en derredor; otros pasajeros lo haban pasado de largo. Rpidamente gan el terreno perdido y pocos momentos despus estaba en el cobertizo, abrazando a su padre y cambiando con l palabras afectuosas. John Carson Parr sonri a su hijo desde el fondo de sus profundos ojos azules. Su hirsuta mata de cabello gris acerado, su rostro largo y huesudo, su cuerpo alto y delgado eran tal cual los recordaba Nelson.

Me alegro de tenerte de regreso, hijo dijo el mayor de los Parr, palmeando la espalda del menor. Tuviste un buen viaje?

El muchacho estuvo a punto de revelarle el incidente acaecido, pero tras pensarlo un momento, cambi de idea y resolvi dejar su narracin para mejor oportunidad.

Perfecto, pap repuso. Ni cometas ni meteoros... Ah! Te traigo una carta del doctor Perrault.

El rostro de John Parr se puso repentinamente serio y sus ojos parpadearon. Nelson sac el precioso sobre y lo entreg a su padre. Parr mir la palabra urgente escrita bajo su nombre, pero en lugar de abrirlo lo guard en un bolsillo de la chaqueta.

Esperemos a llegar a casa..., despus de todo tu madre est ansiosa por verte.

Deslizndose entre la multitud que comenzaba a llenar el cobertizo, salieron del espaciopuerto. En el exterior aguardaba el coche triciclo de Parr; sin perder tiempo subieron a la carrocera con forma de bala y John puso en marcha el motor.

El pequeo vehculo se desliz a lo largo del estrecho camino blanco, en direccin a la lnea de vegetacin. Conectando el control automtico, Parr dedic toda su atencin al contenido del sobre, que abri cuidadosamente. Mientras lea, su ceo se frunci involuntariamente. Luego lanz un silbido por lo bajo y se humedeci los labios.

Nelson estallaba de curiosidad, pero nada pregunt. Saba que si el asunto era de su incumbencia, su padre se lo comunicara.

John Carson Parr mir a travs del parabrisas por un momento. Estaban solos en medio de los campos cubiertos de trecho en trecho por bajos vegetales. El camino era paralelo a una de esas enigmticas estructuras de plstico irrompible dejadas por los desaparecidos marcianos para irrigar al planeta, y que funcionaban automticamente para mantener con vida a Marte, estuviera poblado o no. El sistema de viaductos, bombas, vlvulas y estaciones de distribucin haban sido conocidos por los astrnomos terrestres desde el siglo XIX y bautizados con el nombre de "canales".

Nelson, finalmente, se atrevi a decir:

Era importante el mensaje, pap? Puedes revelrmelo?

Su padre lo mir con ojos apesadumbrados.

Han resuelto evacuar Marte. Harn regresar a la Tierra a todos los colonos, hombres, mujeres y nios... Planean abandonar por completo este planeta!

cap. 3

Los ltimos hombres en MartePor un momento siguieron viajando silenciosamente. La mente de Nelson era una verdadera Torre de Babel. Pese a las conversaciones sostenidas en la espacionave, a todo lo que saba sobre la opinin de ciertos hombres de la Tierra acerca de la "cuestin marciana", nunca haba credo seriamente que pudiera producirse un desenlace semejante. Despus de todo, an se podan aprender tantas cosas en Marte!

Y llevando las cosas a un terreno personal... Qu sera de l y su futuro? Cuando era nio y jugaba por las desiertas avenidas de las inmensas ciudades marcianas, soaba convertirse en el hombre que descubriera sus secretos. Cuntas veces haba espiado por extraas esquinas, buscando en los sellados rincones de las desiertas casas, tratando de encontrar la puerta que lo pusiera en contacto con los desaparecidos marcianos! Ms adelante, su padre lo haba enviado de regreso a la Tierra para que se preparara all para aquel trabajo especialsimo, para estudiar y aprender, hasta el da en que pudiera convertirse en un elemento til dentro de la organizacin que investigaba los misterios de Marte. Tal vez para llegar a reemplazar a su propio padre en la direccin del gran proyecto. Los secretos del Planeta Rojo enriqueceran infinitamente la cultura humana...

Pero con toda seguridad no dejarn totalmente abandonado el proyecto! Nelson rompi el silencio en que viajaba el veloz coche. Dejarn algunos exploradores para concluir el trabajo..., seguramente t te quedars, y contigo... Worden, McQueen y otros como ellos, hombres que conozcan este planeta y puedan llegar algn da a descifrar sus enigmas...

T piensas as, hijo repuso su padre, con los ojos clavados en el estrecho camino que recorran. Pero han resuelto otra cosa. Para decirte la verdad, han estado preparados desde hace muchos aos para llegar a esto. Poco a poco los puestos avanzados fueron restringidos, los equipos de exploracin disminuyeron en cantidad y dotaciones, los colonos fueron enviados cada vez ms frecuentemente de regreso. Cuando te marchaste para ir al colegio, haba aqu ms de tres mil personas. Ahora apenas quedamos trescientos. Y dentro de tres meses nos habremos marchado. Todos.

Nelson apart la mirada de los campos que parecan deslizarse a ambos lados del veloz vehculo. Volviendo la vista hacia su padre, le pregunt:

Entonces los trabajos en el polo Sur no sern terminados? Y tampoco las obras en las cpulas de Syrtis Major? Pero si estbamos por llegar a las cmaras principales! Eso solo hubiera resuelto todo!

Las excavaciones polares quedaron interrumpidas hace un ao explicle el padre, y en cuanto a las obras en Syrtis... temo que no hubieran dado mejores resultados que todo lo que hicimos desde el primer da en que descendimos sobre la superficie de este planeta. Los exploradores llegaron hasta el extremo de utilizar pequeas bombas atmicas y no pudieron derribar las murallas. No. No creo que hubiramos logrado nada en poco tiempo. Pero eso es algo terminado. Worden volvi hace una semana con su cuadrilla.

El adolescente se golpe indignado la palma de la mano con el puo.

No podemos negarnos a regresar? No es factible ocultarse en algn sitio y permanecer?

John Parr mir de soslayo a su hijo y esboz una sonrisa.

Sabes perfectamente que eso sera imposible. Por lo menos, si tratramos de permanecer ms de dos aos. Nadie puede sobrevivir en Marte con slo las cosechas que hasta ahora hemos logrado obtener de su suelo. Se necesitan los alimentos y vitaminas enviados desde la Tierra. Si quedaran unos pocos hombres estaran tan ocupados mantenindose con vida, que no podran hacer nada para proseguir las investigaciones.

El viaje prosigui en silencio. El pequeo vehculo con forma de gota de agua lleg a la ciudad y su visin era algo que siempre haca enmudecer a los terrestres. Una ciudad marciana es semejante a un tmpano de hielo en un ocano de la Tierra..., una dcima parte en la superficie y el resto por debajo del nivel normal. Pero ese dcimo visible era ya algo suficiente como para justificar la admiracin que despertaba. Una vasta superficie cubierta por cpulas bajas y redondeadas, alzndose sobre el suelo como millares de pelotas de golf semienterradas, y separndolas gran cantidad de vegetales, esas extraas formaciones semejantes a las conferas terrestres, compactas como cactos y exticamente mviles sobre sus cortas y gruesas races, que durante la noche se acurrucaban formando esferas coloreadas para mostrarse ante el primer dbil rayo solar, revelando sus acolchadas hojas. Algo haba en las ciudades marcianas que haca pensar en los antiguos dibujos que ilustraban los viejos libros de cuentos de hadas y gnomos.

Aquellas esferas enterradas eran casas, viviendas cerradas hermticamente. Por debajo se extendan las tremendas series de catacumbas, cmaras, tneles y caminos que se sumergan hasta bajar a ms de dos kilmetros de profundidad. All estaba el oculto corazn de la ciudad, los centros energticos y luminosos, las plantas productoras de atmsfera, agua y luz. All deba de haber trenes subterrneos que comunicaban los centenares de centros semejantes que haba diseminados por todo el planeta..., museos, bibliotecas y archivos. Y sin embargo, en un siglo y cuarto ningn ser humano haba podido entrar en ninguna de aquellas cmaras selladas. Marte era un planeta clausurado para el hombre. Y no tena llave visible.

Haba sido una suerte que los primeros hombres que descendieron sobre Marte hallaran las cpulas superficiales abiertas. Sus curiosamente redondeadas cmaras eran, sin duda las habitaciones donde haban vivido los marcianos..., los hogares de aquella raza desaparecida. Esto era fcil de calcular; los marcianos no podan haber diferido mucho de los terrestres, tanto en tamao como en aspecto fsico general. Poco era lo que sugera que en aquellas casas no haban vivido hombres. Sus dimensiones eran apropiadas y en ellas se reconocan dormitorios, cocinas, salas de estar, comedores, habitaciones para los nios...

Desde el interior las paredes eran invisibles, como esos espejos "mgicos" de feria de diversiones. En esa forma los ocupantes podan ver cmodamente la luz y las flores. Pero desde el exterior las cpulas eran opacas y no permitan la visin directa. Los pisos eran suaves y hermosos, tanto como las ms finas alfombras, pero no podan quitarse. En las paredes haba marcos empotrados cuya parte central era opaca. Antao deban de haber sido pantallas receptoras de televisin o tal vez fotografas tridimensionales. El mecanismo que las activaba no haba podido ser hallado. Y como esto, todo lo dems. Las cocinas estaban en perfectas condiciones, pero resultaba imposible hacerlas funcionar; el aire acondicionado, las unidades de calefaccin y refrigeracin de cada casa tambin parecan estar listas para marchar. Pero se ignoraba la forma de manejar sus controles. Ni siquiera haba sido posible abrir los armarios y roperos que deban contener las ropas y utensilios de los desaparecidos marcianos. Ninguna llave, ningn procedimiento ingenioso o violento haba bastado.

Mientras Nelson y su padre detenan el coche frente a la cpula azulada que se convirtiera en la residencia de la familia Parr desde su llegada a Marte, una mujer joven an y una nia de corta edad salieron a la puerta. Eran la madre y la hermanita de Nelson, que no podan aguardar ms tiempo para estrecharlo entre sus brazos y que ni siquiera se haban colocado sus respiradores, en la prisa que las dominaba.

Tras unos minutos de excitada bienvenida, el adolescente se encontr en la habitacin principal de la casa donde pasara toda su niez. Mirando en derredor, reconoci los objetos familiares, pero tambin advirti una serie de elementos que antes no llamaran su atencin. Pese a que haba en las paredes ranuras para el aire acondicionado, un aparato atmico llevado de la Tierra era lo que mantena el ambiente tibio y confortable. Y si bien se advertan en el techo espacios que deban de haber servido para iluminar en alguna forma el recinto, la luz provena de lmparas elctricas terrestres, que colgaban de cables adosados al cielo raso. Y sin necesidad de verlo, el muchacho saba que mientras la cocina marciana continuaba inactiva, su madre se vea forzada a preparar los alimentos en un pequeo calentador importado de aluminio sinttico...

Cuando estuvo en su dormitorio, Nelson no trat de abrir el ropero embutido en la pared para colgar sus ropas. Saba que la puerta permaneca cerrada pese a los esfuerzos que se haban hecho durante aos, y que se mantendra as no obstante sus intentos de forzarla. Por eso la ropa era guardada en el armario plstico plegadizo llevado desde la Tierra muchos aos atrs.

Volviendo a la habitacin principal, se sent para tomar su primera comida casera en cuatro aos. Todo lo que se habl durante el almuerzo estuvo relacionado con la proyectada evacuacin de Marte. Repentinamente, Nelson comprendi que tanto su madre como su hermana saban la noticia desde tiempo atrs. Una idea lo asalt.

Si esta orden era ya conocida por ustedes..., qu te escribi el doctor Perrault, pap?

John Carson Parr lo mir serenamente.

Nada de importancia, hijo. Es algo relacionado con la evacuacin... pero mientras hablaba hizo un gesto imperceptible casi sealando hacia su esposa y su hija, como si no hubiera querido continuar hablando del asunto.

En los das que siguieron, Nelson se pregunt muchas veces por la carta. Pero la tarea de trasladar la colonia humana de regreso a la Tierra no era sencilla. Todos estaban demasiado ocupados para poder perder tiempo hablando. Durante los ltimos das una gran flota de espacionaves se haba posado en el espaciopuerto y el desierto que rodeaba a Solis Lacus. Junto al Congreve iban estacionndose sobre la arena uno tras otro los grandes aparatos interplanetarios. El Goddard, el Pickering, el Valier, el Ziolkovsky..., todos los grandes mercantes del mismo tipo fueron descendiendo. Y luego llegaron los cargueros, en su mayor parte sacados de los depsitos donde estuvieron almacenados, despus de la interrupcin de las importaciones de materia prima, derivada del aprovechamiento integral de productos sintticos en la Tierra. Nelson se asombr al ver espacionaves pintadas con los colores de corporaciones comerciales desaparecidas muchos aos atrs, con el cese de la explotacin de los recursos mineros de los asteroides.

Uno de los ms serios problemas que se present fu la asignacin de espacio a los trescientos colonos. Los vehculos interplanetarios nunca haban sido muy amplios, y se necesitara utilizar toda su amplitud para transportar con seguridad a todos los hombres, mujeres y nios de la colonia. Muy pocas propiedades personales podran llevarse. Muebles, autos, aviones y libros tendran que quedar abandonados en el Planeta Rojo. Naturalmente, los aparatos de transporte, aviones y coches, no hubieran servido en la Tierra. El aire marciano era demasiado tenue para sustentar los aeroplanos terrestres, y sus mquinas voladoras eran de diseo especial, inoperante en las condiciones reinantes en la Tierra, con su mayor fuerza de gravedad y espesas capas atmosfricas.

El padre de Nelson y sus ayudantes, que fueran los jefes de la colonia, estaban constantemente ocupados asignando espacio y solucionando los pequeos problemas que surgan a diario, embarcando a las familias en los mismos transportes y preocupndose de que stos partieran apenas estaban completos para descongestionar el espaciopuerto lo antes posible. Naturalmente, esta tarea ocasionaba rozamientos y diferencias, que deban ser solucionados de inmediato. Haba colonos que protestaban porque tenan poco espacio. Otros, no queran ser separados de sus amigos. Madres de familia sollozaban al verse forzadas a abandonar sus hogares y era necesario consolarlas... Todos se sentan desdichados, pese a que se les haba prometido rpida ubicacin y buenos trabajos en el planeta natal. Aquello era para ellos un verdadero exilio.

Nelson colaboraba con su padre, sintiendo su corazn oprimido. Cada espacionave que parta, cada hombre que se marchaba era un paso atrs dado por la Humanidad, una oportunidad perdida de conquistar un tesoro nico en la historia. Marte era abandonado en las mismas condiciones en que la raza humana lo hallara. Misterioso y desconocido.

Lo lamentable de esto era que el Planeta Rojo haba gozado de una civilizacin extraordinaria siglos antes de que el hombre terrestre saliera de las cavernas. La vida en su superficie lograba mantenerse tan slo gracias a los sembrados irrigados artificialmente por medio de un sistema de canales y acequias que cubra todo el planeta de polo a polo. Bombas automticas hacan que el agua circulara aun cuando la inclinacin del suelo no favoreca su corriente, y la vegetacin que creca en las orillas de los canales haba permitido que los astrnomos anteriores a la navegacin interplanetaria pudieran trazar mapas y hasta dar nombres a los distintos canales, como lo hizo el gran Percival Lowell en 1895. Los grandes continentes de vegetacin verde azulada donde las ciudades marcianas haban sido edificadas estaban surcados de canales que permitan la existencia de plantas sin que hubiera lluvias o ros.

Y todo esto estaba sellado. Los colonos haban encontrado en Marte mquinas que evidentemente eran vehculos y aerstatos, pero no tenan la menor idea de la forma en que podan activarse. La fuente de energa necesaria para moverlos era totalmente desconocida. Algunos suponan que los marcianos deban de radiar desde emisoras distantes las ondas que ponan en marcha aquellos coches de tan extraa forma. Pero si esto era cierto o no, resultaba imposible de verificar. Ningn explorador terrestre haba llegado an a ubicar las centrales energticas y ahora resultara imposible hacerlo.

Los marcianos haban aprovechado sus milenios de cultura para producir metales prcticamente irrompibles y cerraduras que desafiaban a cualquiera por habilidoso que fuera. Ni siquiera los explosivos atmicos lograban derribar aquellas puertas maravillosas.

De haberse podido atravesar aunque fuera tan slo una vez esas puertas, poniendo en marcha mquinas y motores ubicados en las fbricas subterrneas, Marte hubiera vuelto a vivir. Nelson lo saba. Las casas habran sido habitables naturalmente y los centenares de miles de vehculos voladores podran tornar a ser utilizados. Y lo que era ms importante sera factible estudiar bibliotecas y archivos marcianos, aumentando as en forma extraordinaria el caudal de conocimientos terrestres.

Haban tenido ms de un siglo para realizar todo eso... y haban fracasado. Marte era como aquel navo legendario, el "Mara Celeste", hallado en medio del Atlntico abandonado por su tripulacin, con la mesa tendida para la comida, las ollas tibias an, el diario de navegacin abierto sobre el escritorio del capitn aguardando la entrada del da, los botes salvavidas en sus sitios, la ropa de los marineros en las perchas. Y ningn hombre a bordo. Sin razn ni motivo aparente, la tripulacin haba desaparecido sin dejar rastros.

Tambin exista el caso ya tradicional de aquella ciudad indochina, Angkor, perdida en las junglas tropicales, abandonada por los habitantes. Una gran ciudad que fuera cabecera de un inmenso imperio, simplemente evacuada por todos sus pobladores, que se marcharon en masa a la selva sin llevarse con ellos absolutamente nada.

Y ahora, Marte. Nadie poda imaginar adonde poda haber ido su poblacin. Pero todo estaba como en el momento en que los marcianos desaparecieron, sus ciudades selladas, sus sembrados intactos, dando cosechas todos los aos, probablemente el planeta preparado ntegramente para volver a vivir apenas alguien con los conocimientos necesarios pudiera poner sus manos sobre los controles. Lo peor de todo era que no haba ni siquiera restos de marcianos, esqueletos, tumbas, esculturas o retratos. En algn sitio tenan que estar los cementerios de aquella misteriosa raza desaparecida, pero encontrarlos en ese mundo desierto era cuestin de suerte. Y nunca haban contado los colonos con suficientes exploradores como para que ese golpe de suerte se produjera.

Ahora nunca llegara a descubrirse el misterio de aquel mundo. Los pensamientos de Nelson eran amargos al concluir de empacar sus ropas en la misma valija con que viajara en el Congreve. Haba llegado el da. Un solo navo espacial faltaba llenar con los ltimos colonos. En realidad ya estaba casi completo; tan slo aguardaba que los Parr y colaboradores inmediatos del jefe de la familia subieran a bordo. Despus, no quedara nadie en Marte. El planeta sera otra vez un desierto total, como lo era al descender sobre su superficie los primeros terrestres, ciento cincuenta aos atrs.

En el exterior de la casa, la madre de Nelson aguardaba sentada en el pequeo automvil. El adolescente recorri las habitaciones, dicindoles mentalmente adis y vi salir del dormitorio a su hermanita, que lloraba abrazada a su mueca predilecta. Tras besarlo entre lgrimas, la nia deposit al juguete sobre el piso de la sala y sollozando corri a unirse a su madre.

Nelson se ajust el respirador y sigui a su padre, que una vez afuera cerr la puerta redondeada y subi al automvil ponindolo en marcha.

El viaje hasta el espaciopuerto fu hecho en silencio, pues todos parecan querer grabar en el recuerdo cada uno de los detalles de lo que consideraran su hogar. En el espaciopuerto se identificaron ante el capitn de la nave interplanetaria y entregaron su equipaje, John Parr se volvi hacia su esposa:

Sube a bordo con Beth le dijo. Nelson y yo hablaremos unas palabras con Worden antes de seguirte.

La madre del adolescente asinti, arrojando una extraa mirada a su marido y a su hijo. Luego tom la mano de la nia y sin decir nada se dirigi hacia la espacionave. Nelson sinti entonces la mano de su padre, que le oprima el brazo.

No te separes de m lo oy susurrar.

Un repentino estremecimiento le recorri el cuerpo; se volvi. En la deteriorada construccin frente a la pista de despegue del espaciopuerto se vea solamente al capitn de la nave interplanetaria, uno de sus hombres y al ayudante de John Parr, Jim Worden. Nelson mir a su padre: el explorador aguard hasta que las mujeres hubieron desaparecido en el interior de la espacionave y el capitn se dirigi hacia la misma acompaado por su subordinado. Entonces inici la marcha, seguido por su hijo y su ayudante, hacindoles moderar el paso como si el dolor de abandonar aquel mundo que fuera su hogar durante tantos aos, lo hubiera afectado profundamente.

Nelson vi entonces cmo el capitn y el tripulante desaparecan en el interior del cohete interplanetario. Entonces su padre comenz a apurar el paso, forzndolo a seguirlo a mayor velocidad. Jim Worden iba a su lado.

Al llegar casi bajo la superestructura de la espacionave, los tres se dejaron caer al suelo.

El adolescente observ cmo Jim buscaba algo frenticamente, aferraba una pequea palanca que sobresala de la arena, y tirando pona al descubierto una tapa redonda, que se abri hacia arriba dejando ver una cavidad oscura.

Rpido! orden el mayor de los Parr. Nelson no necesit una segunda indicacin, en tanto que Jim ya estaba sumergindose en el negro espacio por debajo de la pista. John Parr cerr la puerta trampa cuando estuvo abajo.

Vamos! urgi Worden. Tenemos que alejarnos antes de que la espacionave despegue. Sganme!

Y sacando una linterna del bolsillo, ilumin el oscuro corredor y ech a correr con la cabeza baja para no golpear contra el techo.

Mientras corra siguiendo al explorador, Nelson grit:

Nos quedamos atrs, pap? Realmente permaneceremos en Marte?

A sus espaldas, jadeando por el esfuerzo demandado por aquella carrera repentina, John Parr respondi:

Tenemos una misin especial que cumplir. Lo haremos nosotros solos, sin que lo sepa la Tierra. Somos los ltimos hombres en Marte... y ningn extrao debe de saberlo!

cap. 4

Reunin secreta...Se deslizaron por el tnel como grandes conejos desgarbados, hasta que desembocaron en un tnel mayor, que Nelson reconoci como uno de los innumerables caminos subterrneos de la ciudad. Los tres se detuvieron de comn acuerdo, jadeantes, y escucharon.

Pocos minutos despus se escuch un trueno distante y una rfaga de calor recorri el diminuto pasaje que acababan de abandonar.

se es el estallido de los cohetes! exclam Worden. La espacionave se ha marchado!

La ltima nave para la Tierra! asinti John Parr. Por lo menos, hasta dentro de un largo tiempo...

Nelson mir hacia el pequeo tnel.

Cmo encontraron esta va de escape tan conveniente? inquiri.

La hice yo mismo con un taladro atmico repuso Worden, mirndolo de reojo. Advert que esta rama de los subterrneos principales llegaba cerca del espaciopuerto y calcul el resto. Lo hice la semana pasada.

Vamos! exclam el padre del muchacho. Tenemos mucho por hacer an...

Y uniendo la accin a la palabra abri la marcha, iluminando el corredor con su linterna de bolsillo. Silenciosamente Nelson y Worden lo siguieron.

El adolescente haba estado muchas veces en aquellos tneles marcianos, pero no se cansaba de recorrerlos. En ellos haba siempre un misterio profundo, una fuente de intriga constante, que produca la necesidad de indagar, de saber qu era lo que se ocultaba tras aquellas puertas de metal que aparecan de trecho en trecho. Nelson saba por su padre que esas puertas no podan ser abiertas. Hasta destruyendo al tnel y el terreno adyacente, aquellas puertas se mantendran en pie.

Cierta dosis de vagos conocimientos haba logrado acumularse utilizando radar y aparatos elctricos para medir el espacio que se encerraba tras aquellas puertas. Inclusive se haban obtenido fotografas borrosas por medio del radar, revelndose la existencia de maquinarias y bultos imposibles de reconocer. Worden haba logrado algunas fotografas en las cmaras cercanas al polo sur que revelaban formas semejantes a botes o embarcaciones de alguna naturaleza determinada.

Los tres hombres caminaron hasta que Nelson calcul que deban de encontrarse bajo los campos frtiles que rodeaban a la ciudad, en las catacumbas de la misma. Finalmente llegaron a un punto donde una X hecha con tiza sealaba hacia un rincn determinado del corredor, donde haba un tnel lateral. All penetraron los dos hombres y el adolescente, caminando hasta detenerse en un punto donde se bifurcaba el pasadizo. Worden busc un momento y por fin movi un interruptor y se encendi una luz, mostrando un montn de cajas, cajones, una mesa, latas de conservas, catres y equipo adecuado.

Bueno dijo John Parr. Aqu estamos y aqu nos quedaremos un par de das. Sintense y pnganse cmodos.

Qu les parece si comemos algo? sugiri Worden. La carrera me ha dado apetito...

Y uniendo la accin a la palabra se inclin sobre una cocina porttil, la encendi y comenz a abrir latas de conservas.

Nelson a todo esto estaba tan lleno de excitacin y curiosidad que no saba por dnde comenzar. Finalmente exclam:

Por el amor de Dios, pap! No me dirs de qu se trata? Qu hacemos aqu? Por qu nos quedamos?

Worden alz la cabeza y mir al duro rostro del jefe de la colonia de Marte.

Esto significa que no habas dicho nada al chico, John?

El mayor de los Parr sonri algo avergonzado.

Supongo que conozco demasiado a Nelson para considerar necesario informarlo del proyecto..., pero ahora habr que contarle.

Se sentaron en derredor de la mesa y mientras Worden serva el almuerzo cocinado a la ligera, John Parr medit un momento, para decir luego:

Debes de recordar la carta que me diste cuando llegaste. Lo que hacemos est de acuerdo con las instrucciones dadas por Perrault en ella para el caso de que llegaran las rdenes oficiales de evacuar Marte.

Worden asinti con la cabeza y Parr prosigui hablando:

En el curso de los trabajos de exploracin en Marte, desde los primeros das hubo algunos hechos oscuros que parecan indicar que cierta actividad se realizaba en este planeta. Se trataba de elementos de juicio demasiado endebles para ser utilizados y por eso no se hicieron pblicos ni se trat de sacar conclusin alguna. Pero mientras los aos pasaban, la recopilacin y clasificacin de conocimientos sobre Marte hicieron que estos elementos fueran ubicados en ficheros especiales. Durante los ltimos aos se ha tratado de interpretar en alguna forma su significado. A raz de este estudio result aconsejable crear un comit encargado de estudiar el problema. Se trataba de un cuerpo pequeo, absolutamente secreto, que trabajara en Marte y rendira cuentas solamente a Perrault, en la Tierra. A su vez Perrault es responsable directamente ante el Presidente del Instituto Interplanetario.

Tu padre es el jefe del comit en Marte, Nelson agreg Worden. Y ahora que te lo ha contado, supongo que t eres el sexto miembro.

Comprendo... murmur el adolescente, atontado por la revelacin. Pero... Qu es exactamente lo que buscamos? Cules fueron los descubrimientos que hicieron esto necesario?

Parr se humedeci los labios y bebi un sorbo de su bebida.

Resulta difcil definirlos exactamente repuso. Si tuviera que escribir un artculo para los peridicos, se reiran de m. Al principio pensbamos que se trataba de accidentes o errores. Por ejemplo, un grupo de coches marcianos en un depsito, alineados en cierta forma, y tiempo despus, sin que ningn explorador los hubiera tocado, colocados en distinta posicin... fuera de lnea, o invertidos.

Comprobamos los registros conservados de todas las exploraciones explic Worden, y es absolutamente seguro que en el intervalo nadie pas por esos depsitos en cuestin...

Exactamente asinti Parr. Nadie conocido por nosotros, estuvo entre esas dos visitas. Adems se hallaron pisadas en la arena, en sitios donde no viva ningn terrestre y nadie haba pasado hasta que lleg el que las encontr...

Una vez, hace dos o tres aos prosigui Worden, yo volaba sobre el casquete polar y vi rastros en la nieve... Parecan las huellas dejadas por una pequea aeronave al descender sobre patines. Slo que desde nuestra llegada al planeta no haba descendido all ningn aparato. Estas cosas hacen que uno piense detenidamente y se quede reflexionando...

Nelson comenzaba a experimentar escalofros al escuchar. Por fin se atrevi a preguntar:

Quieren ustedes decir... que podra haber an marcianos ocultos, espiando nuestros movimientos?

Su padre asinti.

Parecera que as es. Y cuando logramos reunir toda la informacin, se hizo ms factible an, aparentemente... otros seres inteligentes ocupan este planeta, cuidndose de mantenerse fuera de nuestra vista, espiando tal vez nuestros movimientos...

Pero eso es extraordinario! exclam Nelson. Significa que hay ms razas inteligentes que la humana en el Sistema!

Eso sera adelantarse a los hechos demasiado pronto repuso John Parr, pero en vista de lo que te ocurri a bordo del Congreve, podra ser.

Qu fu lo que pas? quiso saber Worden.

Nelson se lo explic y le dijo de la misteriosa impresin de aquella mano con tres dedos que quedara por un momento sobre el espejo. Ahora comprenda por qu su padre no haba comentado el asunto al comentrselo la primera vez.

Worden se inclin hacia adelante.

Qu te dije yo, John? No sostuve siempre que alguien nos estaba espiando? Este ser de tres dedos vena de la Tierra... Entonces quiere decir que "ellos", sean quienes sean, tienen agentes tambin all. Muchas veces me pregunt si todo lo que se dijo sobre lo caro que resultaba mantener la colonia marciana en funcionamiento no se originaba en algo as. Supongamos que an haya un puado de marcianos ocultos en algn sitio. Naturalmente querrn que abandonemos su planeta, y para eso necesitan utilizar la astucia pues no se atreven a emplear la fuerza. Entonces nada mejor que infiltrarse en los organismos terrestres y mantener latente la idea de abandonar Marte, sobornando a algunos peridicos para que realicen su campaa...

John Carson Parr sacudi la cabeza.

Eso es especular demasiado dijo. No hay ninguna prueba de que los dirigentes del movimiento conservador sean deshonestos. Adems resulta intil discutirlo. La evacuacin de Marte ha sido completa. Todo ha quedado en nuestras manos.

Nelson no comprendi bien qu quera decir su padre con estas ltimas palabras, pero resolvi aguardar para enterarse. Entretanto desempacaron el equipo llevado hasta all entre Parr y Worden durante los ltimos meses en previsin de que se presentara aquella eventualidad que ahora enfrentaban. El resto del da fu empleado en esta tarea y en aguardar a los dems miembros del Comit que estaban ocultos y se les reuniran en aquel sitio.

Al amanecer lleg el corpulento Bryan McQueen; era un hombre de aspecto imponente y por lo dems, un erudito cuando se trataba de los desiertos marcianos. Haba pasado la mayor parte de su vida viajando solo por sus vastas extensiones o sobrevolndolas en un lento avin.

Dos das despus aparecieron los miembros restantes del reducido grupo. Se trataba de Francisco Jos Gutman, el lamoso botnico, y Karl Telders, el notable ingeniero interplanetario y experto en cohetes. La espera haba terminado; los ltimos hombres en Marte estaban reunidos.

Apenas los dos ltimos llegaron al sitio de reunin, todos los elementos almacenados all fueron preparados para poderse transportar cmodamente en alforjas de viaje y el pequeo grupo de aventureros se puso en marcha. Siguiendo un camino sealado por Worden en su mapa; recorrieron aquellos laberintos dando tantas vueltas que por fin Nelson se convenci de que estaban perdidos. Precisamente en ese momento comenzaron a trepar por una rampa cada vez ms inclinada, que terminaba en una escalera con peldaos de metal. Por encima de la misma se abra una de las acostumbradas puertas circulares marcianas y al sacar la cabeza el adolescente se encontr en el interior de su propia casa en Solis Lacus.

Durante el viaje ninguno de ellos haba salido en momento alguno a la superficie. Nelson saba que esto se deba a que su padre quera mantener en secreto su presencia en el Planeta Rojo. El juego a que estaban dedicados consista en vigilar, esperando que los misteriosos desconocidos se atrevieran a mostrarse creyndose solos.

Una vez en el confortable saln de la casa marciana, el pequeo grupo realiz consejo de guerra. John Parr exhibi una nueva sorpresa de su ya numeroso repertorio.

Ahora que estamos aqu, supongo que se les habr ocurrido la dificultad existente en realizar nuestro trabajo de espiar a los probables extraos sin que adviertan nuestra presencia. Si queremos pasar inadvertidos, tenemos que mantenernos fuera de los caminos o del aire del planeta. Esto significa que si nuestros amigos los hipotticos marcianos resuelven establecerse en un oasis del otro lado del planeta, nunca los llegaremos a ver. Adems, si llegamos a descubrirlos y ellos a nosotros, al advertir que somos un puado de hombres podrn borrarnos fcilmente de la superficie de Marte.

Todos asintieron ante la lgica de esta observacin. El canoso hombre de ciencia hizo una pausa y luego prosigui:

Por lo tanto, no nos quedaremos en Marte. Vamos a mudarnos a un sitio que nos permitir espiar cmodamente y sin ser vistos la superficie marciana... Desde all podremos realizar nuestras observaciones regularmente y no correremos peligro alguno.

Gutman enarc las cejas.

Y dnde sera eso, John? inquiri.

Yo creo saberlo terci Telders. Hay un lugar... o mejor dicho, dos que pueden servir...

Y se llaman? pregunt McQueen, balancendose en su silla.

Telders se limit a sonrer y seal con el pulgar hacia arriba. McQueen sigui su gesto con cierta sorpresa. Nelson entonces habl lentamente.

Quiere decir las lunas? Fobos y Deimos?

Exacto repuso su padre. Vamos a trasladarnos a Fobos para establecer all nuestro puesto de observacin.

Y en qu cohete podremos hacerlo? McQueen estaba an perplejo.

Yo lo tengo repuso Telders. He ocultado un pequeo crucero bajo la arena del otro lado de Solis Lacus. Perrault lo envi hace cierto tiempo. Tiene combustible y todos los elementos necesarios para realizar el viaje; Fobos est en estos momentos a slo 9.350 kilmetros de distancia... y tenemos inclusive el equipo apropiado para establecer el puesto de observacin: tiendas espaciales hermticas, telescopios, cmaras fotogrficas...

Y suficiente comida para una larga permanencia agreg Parr. Cuando se acabe siempre podremos volver a Marte para saquear algn depsito...

Eso me gusta exclam Nelson. Cundo partimos?

Podemos hacerlo en cualquier momento. Sugiero que descansemos durante algunas horas y nos preparemos para mudarnos durante la noche... as habr ms posibilidades de pasar inadvertidos.

Todos estuvieron de acuerdo que as deba hacerse.

cap. 5

FobosAl abandonar los colonos sus hogares, haban dejado atrs la mayor parte de sus propiedades y todos sus muebles. En los depsitos de las espacionaves haba sitio tan slo para las pertenencias de ndole ms personal. Por esto en el antiguo hogar de los Parr an haba de todo.

Telders y McQueen se acostaron directamente sobre la suave alfombra sinttica del saln; Gutman se acurruc en una de las esteras plsticas habituales en las casas marcianas. Worden y Parr durmieron en la alcoba principal y Nelson en su propio dormitorio.

Acostado sobre su cama, el adolescente recorri con la mirada las paredes de aquella habitacin que no esperara volver a ver. Todo segua igual, pero... qu diferente era el mundo exterior!

Sobre su escritorio haba clavado un bandern del Instituto de Ingeniera Espacial, la Universidad a que perteneca el Colegio de Entrenamiento Interplanetario de la Tierra donde estudiara. En la pared opuesta se vean las reliquias de su infancia en Marte, un estandarte crudamente diseado a mano con los colores de la Escuela Primaria de Solis Lacus, la nica en todo el Planeta Rojo. Ms all haba una fotografa de su padre recibiendo una condecoracin por haber descubierto algo relacionado con la flora del desierto, esas extraas plantas grises que aparecan repentinamente en medio de las vastas y desoladas llanuras rojizas. Y aquel insecto marciano tan curioso, un "trepador de races" que lograra atrapar y mantener en permanente inmovilidad esterilizando las clulas de su organismo con una leve descarga de su atomizador. Otros objetos que le resultaban caros por ser recuerdo de su niez se apilaban en derredor.

Volvindose de costado, el muchacho cerr los ojos.

Antes de darse cuenta de lo que haca, el silbido del reloj despertador atmico lo forz a levantarse de un salto. En el exterior el cielo se haba tornado azul, oscuro, casi negro, y las estrellas brillaban a travs de la dbil atmsfera marciana con un resplandor desconocido en la Tierra.

Las lmparas de su habitacin iluminaban clidamente; sentndose se calz. De reojo alcanz a ver un cuerpo plateado movindose por el firmamento; deba de ser Deimos, la luna ms lejana.

Nelson se uni al resto del grupo, antes de ponerse en marcha asaltaron la despensa abandonada por la seora Parr y tomaron su ltima comida en el Planeta Rojo. Cuando concluyeron se colocaron los respiradores, vistieron sus mamelucos nocturnos, calentados electrnicamente, bajaron las capuchas sobre sus cabezas y acomodndose las mochilas, siguieron a Worden, que baj una vez ms por la puerta trampa, hacia los laberintos subterrneos.

Avanzaron rpidamente por debajo de la ciudad; si bien deba de haber algn sistema de iluminacin nativo, no funcionaba, al igual que todos los aparatos y dispositivos de la metrpoli marciana, muerta o en estado de suspensin animada. La ciudad estaba totalmente surcada por aquella red de tneles y extensos subterrneos. Nelson, que conoca los pasajes similares de las urbes terrestres, se encontr meditando sobre el aspecto que podan haber tenido esos largos corredores en pocas pretritas, brillantemente iluminados y llenos de marcianos.

Todos seguan a Worden, que tena un mapa del camino hecho por los exploradores que visitaron anteriormente aquel ddalo de pasadizos y avenidas subterrneas entremezclados. De tanto en tanto el gua se detena para verificar su posicin y luego prosegua avanzando, con sus compaeros.

Tras cuatro horas de incesante caminar, Worden los hizo detener. Nuevamente abri una puerta trampa que estaba sobre sus cabezas y subiendo una escalera se encontraron en un amplio recinto; Nelson advirti apenas movi la cabeza que las habitaciones interiores haban sido eliminadas y todo el sitio estaba ocupado por un crucero espacial, un duplicado en escala reducida de las grandes espacionaves, uno de esos cohetes utilizados para explorar los asteroides, rpido y poderoso, capaz de llevarlos a todos ellos confortablemente instalados hasta la luna ms prxima en poco tiempo. Se trataba de un aparato sin uso; Nelson comprendi que los preparativos realizados eran realmente completos. Telders abri la puerta principal y todos entraron. El interior era como Nelson lo anticipara. Una larga cabina anterior, con seis cuchetas laterales; un depsito que en aquel momento estaba lleno de cajones con el equipo y los motores. El adolescente haba estudiado pilotaje en una rplica reducida de aquella espacionave. En ese modelo los motores ocupaban tan slo un treinta por ciento del casco, contrastando con los primitivos cohetes espaciales, cuyas mquinas y depsitos de combustible llenaban el noventa y cinco por ciento del espacio.

Cuando todo estuvo preparado controlaron sus relojes y Telders se hizo cargo de los mandos.

Todo preparado? inquiri John Carson Parr, que se haba sentado junto al piloto.

Los dems contestaron afirmativamente; Nelson estaba tras los controles pues quera mirar por el portillo anterior, Fobos no estaba a la vista. El adolescente supuso que Telders haba hecho sus clculos para cruzar la rbita del satlite en el momento exacto en que ste pasara por all. El viaje durara algunas horas pues deban viajar a la escasa velocidad empleada en las zonas planetarias.

Partimos! exclam Telders y oprimi el botn. La semiesfera de plstico se corri y el oscuro cielo marciano apareci ante la proa del cohete interplanetario. Por un momento Nelson tuvo la visin de la ciudad gris bajo la luz de las estrellas. Luego la espacionave se alz lentamente, su proa se dirigi hacia las estrellas y aceler. En pocos segundos la ciudad se convirti en un montn de perlas a sus pies, una gema engastada en las sombras de una llanura azul oscura, cuyos lmites eran, incluso durante la noche, claramente discernibles contra el brillo del desierto.

Nelson esboz una repentina sonrisa al mirar hacia abajo, y McQueen, que estaba junto a l, le pregunt:

De qu te res, hijo?

Se me ocurri repentinamente preguntarme quines nos vieron despegar repuso el muchacho, mirando al corpulento explorador.

Espero que nadie. No sera conveniente que supieran que an estamos rondando por aqu.

No estoy seguro exclam Gutman, mirando en derredor. Si nos han visto probablemente creern que somos los ltimos colonos que se marchan de Marte.

Pensndolo bien, es cierto dijo Nelson. Ya no queda ningn terrestre en Marte. Ninguno.

Hum! John Carson pareca pensativo. Esto representa una verdadera derrota para la raza humana... nuestra primera retirada en un siglo y medio. sta es la triste realidad: no hay ningn ser humano en Marte y si bien nosotros podemos volver eventualmente a ocuparlo, la verdad es que ese planeta est ahora desierto... tan desierto como debe de haberlo estado durante miles de nuestros aos.

Oh, bueno! repuso McQueen. Volveremos! No se puede derrotar definitivamente a la Humanidad.

El Planeta Rojo retroceda lentamente, su horizonte ensandose paulatinamente mientras penetraban en el oscuro vaco que se extenda ms all del cinturn de la tenue atmsfera terrestre. Por encima de ellos pareca haberse tendido una capa de sombras impenetrables.

El viaje continu con poco cambio de palabras. Todos estaban sumidos en sus pensamientos; Nelson dedic toda su atencin al trayecto que recorran, hasta que percibi la masa del satlite cruzndose ante la proa del cohete.

Por fin Telders comenz a accionar los mandos del cohete, cambiando su velocidad, disminuyndola y alcanzando una rbita paralela a la del satlite, que poco a poco se les fu acercando.

Media hora despus, la masa de Fobos cubra todo el campo visual de los tripulantes del cohete y por fin Telders pos con suma habilidad los patines del aparato sobre una diminuta llanura rocosa del satlite.

Se incorporaron todos, sintindose exactamente igual que si hubieran estado en vuelo libre; ninguno tena peso casi.

No se muevan bruscamente aconsej John Parr. Recuerden que este trozo de roca tiene escasamente 16 kilmetros de dimetro y su gravedad es casi nula. En su superficie pesamos unos pocos gramos.

Todos se movieron pausadamente, reuniendo el equipo.

Nadie ignora cmo usar trajes espaciales, verdad? pregunt Parr. Se trataba de una pregunta meramente acadmica, pues sin tal conocimiento no hubieran salido de la escuela elemental marciana. Sin hacer comentarios, los seis vistieron sus modernos y livianos mamelucos de plstico, que se cerraban hermticamente y proporcionaban calor y presin uniformes. Nelson se calz el casco esfrico y transparente y pronto qued establecida la comunicacin radial entre todos, lo que los hizo sentir como si no hubieran tenido los trajes espaciales puestos.

No podemos perder ms tiempo exclam John Parr. Cada cual debe llevar parte del equipo al descender. Viviremos en este cohete, pero el observatorio tiene que estar instalado en el exterior. Vamos!

Nelson tom el bulto de tela de tienda que le alcanzaron y colocndose en fila tras McQueen, fu el segundo en descender sobre el pequeo satlite de Marte.

Cuando los seis estuvieron en el exterior, sus zapatos magnticos, aferrndose a la superficie del diminuto satlite, olvidaron la pretendida prisa para mirar en derredor.

Estaban en un extremo de la pequea llanura rocosa. A un lado un risco ofreca el equivalente local de una cadena de montaas. El llano terminaba abruptamente y el reducidsimo horizonte pareca estar a pocos centenares de metros de ellos. En un mundo tan pequeo como Fobos, aqulla era la experiencia habitual.

En el satlite no haba ni aire ni vida. La fra superficie de roca que brillaba bajo la luz de un milln de estrellas estaba libre de toda vegetacin. Por encima de ellos, una enorme esfera pareca colgar, semiiluminada al recibir la luz del Sol. Era Marte. Mirando, podan advertir casi el movimiento del pequeo satlite en torno del astro principal, siguiendo su invisible camino que lo llevaba a girar en derredor de Marte.

Suficiente! los llam John Parr. Habr tiempo para estudiar el paisaje sin perder tiempo! Vamos a trabajar!

Comenzaron pues a preparar el observatorio, ese puesto destinado a espiar a los que hasta aquel momento estuvieron espindolos a ellos... fueran quienes fuesen!

cap. 6

La luz misteriosaNelson y Worden volvieron al interior del cohete y comentaron a descargar el equipo de observacin. McQueen y Gutman exploraron el lugar, en busca del mejor sitio para ubicar los telescopios. Telders y el mayor de los Parr tambin ayudaron a descargar cajas y cajones. El trabajo era sencillo y fcil. En Marte hubiera resultado duro y en la Tierra imposible sin una escuadrilla de estibadores. La falta de gravedad es algo muy conveniente cuando se trata de mover pesos excesivos. Naturalmente, quedaba cierta dificultad provocada por la inercia, pero era ms fcil de dominar que el peso.

En la Tierra hubiera sido un espectculo realmente curioso ver a un muchacho como Nelson Parr, que si bien era fuerte y alto para su edad, llevando un bulto varias veces mayor que l. La novedad de aquello se esfum cuando apareci Jim Worden, mucho ms bajo que Nelson, si bien ms ancho y quince aos mayor, cargado con el doble de cajones que el adolescente.

En un lapso sorprendentemente corto el equipo fu trasladado al sitio ms adecuado para observar con la menor interrupcin posible la superficie de Marte. Siendo un cuerpo muchsimo ms pequeo que la Luna, Fobos tiene la misma peculiaridad que el satlite terrestre: no gira sobre su eje a ms velocidad que su movimiento de traslacin, es decir, ofrece siempre la misma cara al planeta principal. En el sitio donde el grupo de Parr haba aterrizado, se gozaba de una visin constante de la superficie de Marte.

McQueen y el resto instalaron la tienda sinttica donde se conservaran los instrumentos no utilizados y montaran guardia los observadores permanentes. El material sinttico era absolutamente impermeable y no permita filtrarse el aire que se encerraba en su interior, pero los exploradores del espacio no se preocuparon por mantener la tienda hermticamente cerrada, dado que calculaban permanecer en ella con sus trajes y escafandras puestos durante los momentos que no estuvieran en el exterior realizando sus observaciones.

Pronto la tienda estuvo armada y junto a ella, sobre una plataforma a prueba de temblores, se alz el telescopio, montado simplemente en un armazn sinttico sin partes superfluas. No sera necesario ningn motor mecnico para mantener el objetivo en su sitio, dado que se trataba de un cuerpo celeste constantemente a la vista. Los controles manuales serviran para recorrer rpidamente la superficie del Planeta Rojo, y mientras Marte giraba sobre su eje, todos sus puntos interesantes quedaban bajo el lente del telescopio en forma sucesiva.

Adems se instal un aparato de radar para registrar cualquier movimiento invisible al ojo humano. Esto no sera utilizado ms que en los casos en que se sospecharan esos misteriosos movimientos. En tales oportunidades el aparato se enfocara hacia el punto sospechoso y registrara la verdad o error de la observacin.

Volvieron al crucero espacial recin a la hora de comer. Cuando hubieron satisfecho el apetito, contentos de descubrir que Telders era tan buen cocinero como astronauta, John Carson Parr les habl:

Tenemos que establecer un sistema de vigilancia constante. Dos hombres se ocuparn de cada turno, y en tal forma podremos mantener el da dividido en tres partes iguales, evitando el cansancio fsico y la excesiva permanencia dentro de los trajes espaciales.

Puedo sugerir que instalemos un sistema fotogrfico automtico que nos permita ahorrar tiempo y preocupaciones? La cmara es ms fiel que el ojo humano intervino Jim Worden. Tenemos a bordo cmaras telescpicas adaptables al lente del telescopio.

El mayor de los Parr sacudi negativamente la cabeza.

Ya pens en eso repuso, pero tiene un inconveniente. Nuestro trabajo no puede quedar librado al azar. El ojo humano se equivoca pero puede captar pequeos cambios que fotografiados pierden significacin. Con el telescopio estaremos a unos veinte metros de distancia terica de la superficie de Marte. Por lo tanto, el campo de observacin se reducir considerablemente y la capacidad de seleccin del cerebro humano adquirir extraordinaria importancia para catalogar esos posibles cambios. Adems habr que revisar Marte con telescopios de menor poder que el que hemos ya montado, para tener una visin panormica del Planeta Rojo. La misin no es tan fcil como parece. Sera ms probable que encontrramos una aguja en un pajar, pero habr que hacerlo.

La larga vigilia comenz. Los hombres fueron acostumbrndose lentamente a su trabajo, que se convirti en algo rutinario. Al principio nada les pareci natural o correcto. En aquella diminuta luna no haba nada parecido al da o la noche. Solamente el eterno trnsito de Marte, que giraba sobre su eje, y el rpido movimiento del Sol a travs del oscuro cielo. Para ellos el cielo siempre era negro y las estrellas eternamente brillantes. Los dos hombres de guardia se turnaban en el telescopio, escrutando incesantemente la faz desierta del que fuera hasta poco antes su hogar. Entretanto, dos dorman y los dos restantes recorran el satlite en busca de otras maravillas astronmicas.

Porque aparte del eterno globo que era Marte, desde aquel aventajado puesto de observacin se divisaban muchas otras maravillas. El cercano Cinturn de Asteroides ocupaba gran parte del tiempo el firmamento. Algunos de aquellos colosales fragmentos de piedra se acercaban tanto por momentos que hacan palidecer a los astros mayores.

El poderoso Jpiter, seor del Sistema Solar, se vea perfectamente bien con el ojo desnudo, y cuatro de sus satlites, gigantes dentro de su tipo, podan ser catalogados fcilmente. El enorme Saturno poda ser captado de tanto en tanto, con sus anillos. Urano se vea entre una nube de estrellas, y Nelson habl varias veces de observar al distante Neptuno aunque fuera por medio del telescopio auxiliar, hasta que Telders calcul su posicin y lo ubic del otro lado del Sol, como el remoto Plutn.

Pero la mayor gloria de aquel firmamento era una estrella rutilante, de brillo verdoso, que segua al Sol en sus vueltas. Ese mundo, brillante, a veces algo empaado por nubes, era siempre seguido por una diminuta rplica de s mismo. Su nombre, la Tierra, atraa involuntariamente las miradas de los seis hombres.

Al principio, cuando recin establecieron el puesto de observacin, la Tierra era una gran estrella en su firmamento, pero a medida que pasaba el tiempo fu redondendose ms y hacindose ms pequea, porque a medida que se alejaba de Marte el Sol la iluminaba mejor.

Nelson Parr y Jim Worden compartan una de las guardias establecidas. Se sentan atrados el uno hacia el otro probablemente porque los dos eran los miembros ms jvenes del grupo, pese a que entre ellos haba ya una buena diferencia de edad. Por lo dems, los dos haban nacido en Marte, cosa que no era muy comn, y llevaban al viejo Planeta Rojo en la sangre. Inflamados por el mismo deseo de desentraar los secretos de esa civilizacin extraordinaria, Jim haba tenido la oportunidad que a Nelson se le negaba.

Pese a que Worden no hablaba de eso, Nelson supuso que tendra esposa y familia entre los colonos que haban regresado a la Tierra. Pensndolo mejor, el adolescente record que haba visto a una niita en la escuela de Solis Lacus llamada Worden. Pero ninguno de los hombres casados de la expedicin hablaba de sus familias, considerando que la separacin que les esperaba durara tal vez largos aos y era preferible no dejarse dominar por semejantes pensamientos, que podan llevarlos a la desesperacin.

En el trabajo que realizaban haba una curiosa mezcla de tensin y reposo. Es imposible no sentirse tranquilo bajo los cielos oscuros tachonados de fulgurantes estrellas, Nelson se sentaba para realizar su tarea, y nada se mova, ningn sonido se escuchaba. Una llanura de eterno silencio y paz, en un trozo de roca muerto y estril. Ningn pjaro podra jams cantar sobre su superficie, ninguna hoja de csped crecer en su superficie, donde no soplara jams la brisa que hubiera podido mecerla.

Por encima, solamente la masa ocre del mundo que giraba eterno e inmutable, sin cambios para el ojo desnudo, salvo los que se producan por su lenta rotacin. De tanto en tanto algn pequeo planetoide cruzaba su cielo lentamente.

All reinaba una paz desconocida en la Tierra, la engaosa paz del espacio exterior. Porque en esa paz haba una oculta inquietud. Sentado junto al telescopio, protegido del fro ambiente por su modernsimo traje espacial, Nelson saba que el horizonte estaba demasiado cercano. Su cerebro, condicionado por centenares de miles de aos de evolucin terrestre, susurraba en forma subconsciente a sus sentidos que aquello era peligroso, que estaba suspendido del vaco, y si bien esto era falso, pues poda caminar hacia adelante sin caerse, puesto que el horizonte se alejaba de l con cada paso que daba, siempre subsista la sensacin terrible de un peligro inminente y agazapado a pocos pasos.

sta era una de las dos tensiones que senta Nelson. La otra era la derivada de la certeza absoluta de que su misin era importante y difcil, pues sobre ella descansaba todo el futuro de la civilizacin humana. Era probable que en el fondo existiera un peligro real y terrible y la respuesta a una de las ms serias preguntas que desde centurias atrs se formulaba el Hombre: Estaba o no slo en el Universo conocido? Haba acaso algn desconocido enemigo acechando desde su oculto escondite?

Nelson recorra con el telescopio la superficie de Marte, observando las ciudades desiertas. Sus manos estaban apoyadas sobre los controles mecnicos del aparato, y sus ojos recorran las calles, avenidas y caminos, abandonados por completo. Luego iban ms all, pasando por sobre los campos de cultivos milenarios y paseaban por los extensos llanos de rida arena, que hacan parecer las alturas del Himalaya o las tremendas extensiones de Gobi, sitios encantadores para vivir.

As pudo observar ciudades rara vez visitadas por los colonos o sus exploradores, siempre demasiado pocos para cubrir tanta extensin. Haba grandes diferencias de una ciudad a otra, por lo que evidentemente se poda llegar a la conclusin de que la cultura marciana no haba sido esttica o mundial. Siguiendo las mismas lneas generales, producidas por la constante lucha contra un medio hostil que se tornaba diariamente ms duro e inhspito, con grandes semejanzas en los contornos, cada ciudad tena sus propias caractersticas. No todas las casas eran esfricas o estaban selladas pese a que era evidente que las globulares haban sido el tipo dominante en el momento de la desaparicin de la vida inteligente. Algunas ciudades muy antiguas tenan estructura cuadrada o hexagonal, otras tenan mayor altura, lo que sugera una vida ms intensa en su superficie. En un momento dado Nelson crey descubrir los restos de lo que debi de haber sido un puente ferroviario o algo por el estilo. Esto lo mencion a Jim Worden, que segua a su lado, y apoyando el ojo en el telescopio mir.

S le contest luego, con aire pensativo. Conozco el lugar. He estado en una oportunidad y probablemente se trate de una de las ciudades ms a