The hearing brainThe close correlation between hearing and cognition
El cerebro a la escuchaEl estrecho vínculo entre audición y capacidades cognitivas
IntroducciónMetodología
Esta publicación es el resultado de una evaluación crítica de los estudios clínicos y de laboratorio más
recientes, contenidos en la literatura científica, sobre la relación entre audición y capacidades cognitivas y
sobre la posibilidad de preservar la funcionalidad cerebral mediante un diagnóstico y un tratamiento precoz
y adecuado de la hipoacusia.
Dicha evaluación ha corrido a cargo del siguiente grupo de trabajo:
Elizabeth P. Helzner, profesora asociada de epidemiología en SUNY Downstate Medical Center School of Public Health de Brooklyn, Nueva York
Mark Laureyns, docente de Hearing Aid Fitting en el Departamento de Audiología del Thomas More University College de Anversa y director del Amplifon International Centre for Research and Studies (CRS)
Camillo Marra, docente de neurología en la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Roma
Gaetano Paludetti, director del Instituto de Otorrinolaringología de la Universidad Católica del Sagrado
Corazón de Roma
Sergio Pecorrelli, de la Fundación Giovanni Lorenzini de Milán – Houston
Andrea Peracino, de la Fundación Giovanni Lorenzini de Milán – Houston
Esta publicación ha contado con la colaboración de
Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha
3
1. ResumenNuestro cerebro sigue siendo un misterio y hoy sabemos con certeza que es mucho más complejo de lo
que habíamos creído hasta hace un tiempo. Nuestro cerebro no trabaja en “compartimentos estancos” ni
existen zonas consagradas a una única función. Es, al contrario, una enorme red de recursos cognitivos que
interactúan en redes neuronales dinámicas. Así, pensar, por ejemplo, que la vista o el oído se limitan a activar
áreas específicas (y solo esas) es una simplificación excesiva. Aunque los enigmas de la mente estén aún
lejos de ser aclarados, el hecho de haber comprendido esto nos permite entender un poco mejor la estrecha
correlación que existe entre el estado funcional del cerebro y una correcta estimulación sensorial.
Los datos de las últimas investigaciones científicas revelan que la exposición al sonido no “enciende” únicamente la corteza auditiva localizada en el lóbulo temporal,
sino que reverbera y se conecta a numerosas funciones locales en diferentes áreas cerebrales, contribuyendo así a una activación y una estimulación funcional
generalizada del cerebro. Todo ello explica, al menos en parte, por qué la deficiencia sensorial relacionada con la hipoacusia puede fomentar el deterioro cognitivo.
Si bien esta relación ha quedado hoy demostrada, es necesario definir mejor tanto el contenido como el continente
para poder llevar a cabo una prevención correcta. En este sentido, una valoración e interpretación adecuadas
de los déficits auditivos, de su corrección efectiva mediante el uso de dispositivos tecnológicos auditivos
adecuados, de implantes cocleares y de una adecuada rehabilitación auditiva son aspectos fundamentales.
Las personas susceptibles de sufrir una disminución de su rendimiento cognitivo son, de hecho, cada vez más
numerosas, entre otras razones a causa de la mejora progresiva de la esperanza de vida. En este sentido, su
prevalencia exige una correcta valoración de todos los elementos relacionados con este hecho, incluida la
hipoacusia: en sí, con el pasar de los años, la pérdida auditiva no es una sentencia definitiva, sino que debemos
hacerle frente y neutralizarla con el fin de conseguir mantener una mente activa a largo plazo. A partir de la
revisión de la literatura científica más reciente, el objetivo de este Consensus es informar sobre la estrecha
relación entre hipoacusia y déficits cognitivos, indagando en los mecanismos responsables -desconocidos
hasta el momento. Este documento, a la vez que subraya los cambios que se producen en el cerebro a raíz de
una estimulación sensorial reducida en aquellos pacientes que padecen una pérdida auditiva, quiere indagar
asimismo en la importancia de la conservación de las funciones auditivas fisiológicas e iniciar sin demora una
necesaria y continuada habilitación o rehabilitación acústica a efectos de una prevención precoz del deterioro
cognitivo y de otras formas de demencia.
Índice
1. Resumen 5
2. La estrecha relación entre audición y cerebro 6
3. La pérdida auditiva modificará el cerebro 12
4. La asociación entre pérdida auditiva y deterioro cognitivo 18
5. Un desafío actual 21
6. Oír bien para proteger la mente 26
7. Conclusiones 29
Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha
54
2. La estrecha relación entre
audición y cerebroHasta hace unos años se pensaba que el cerebro estaba subdividido en áreas, cada una de las cuales se consideraba
destinada a una función: la zona que procesa la información visual en la corteza occipital posterior, la zona
consagrada a la producción del lenguaje en el área de Broca, la corteza auditiva localizada en el lóbulo temporal
responsable de la elaboración de los estímulos sonoros, y así sucesivamente. Se trata de una simplificación
correcta, si bien no exhaustiva, dado que los resultados de las últimas investigaciones realizadas indican que las
funciones cognitivas son fruto de una red de conexiones extremadamente amplia, ramificada y dinámica.
No “oímos” únicamente con una pequeña parte del cerebro, sino que la estimulación acústica enciende muchísimas áreas y redes neuronales.
Figura 1
Izquierda: mapa de las zonas de la corteza cerebral destinadas a las diferentes funciones sensoriales y motoras, según el concepto clásico.Derecha: mapa del cerebro en que se indican las múltiples áreas que responden a la audición.
área del habla anterior (área de Broca)
corteza motora primaria
corteza sensitiva primaria
corteza motora y sensitiva secundaria
área del habla posterior(área de Wernicke)
corteza visual secundaria
corteza visual primariacorteza auditiva primaria
corteza auditiva secundaria
El cuadro general se hace cada vez más claro gracias a los numerosos estudios de neurolingüística que, en los
últimos años, han intentado determinar cómo el cerebro procesa las palabras cuando la persona las oye. Gracias
a las investigaciones realizadas con la ayuda de la resonancia magnética funcional hemos conseguido entender
cómo se activa el cerebro en respuesta a las palabras, y la compleja conexión entre oído, lenguaje y cognición.
De esta forma, hemos podido observar por ejemplo que el área de Broca – considerada como la sede del lenguaje
hablado, de la gramática y donde reside la representación de las palabras que producimos – no es únicamente
la zona donde se “forma” la palabra, sino también, gracias a las interacciones entre experiencias lingüísticas y
sustrato biológico, es una zona fundamental en el aprendizaje de una nueva lengua. Se trata en consecuencia de
un “puente” esencial no solo para el oído y la palabra, sino también para el aprendizaje. De hecho, el área de Broca
se activa únicamente cuando se proponen reglas gramaticales coherentes con la gramática universal subyacente a
cualquier idioma, e indica una función mucho más compleja que la simple producción del lenguaje hablado1. Esta
conclusión dibuja un nuevo papel de esta área e incluso de los mecanismos de comprensión sintáctico-gramatical
para la lengua madre y las lenguas aprendidas.
En cualquier caso, cuando pasamos a la vertiente de los sistemas de comprensión conceptual de frases y palabras sueltas, lo que quizá más sorprende es la capacidad que tiene una simple y única palabra para activar no solo la corteza auditiva donde la palabra se “oye”, sino también muchas otras zonas donde ésta se “comprende” o
se conecta desde un punto de vista semántico o cognitivo.
Las áreas cerebrales que se activan en los mecanismos de comprensión de las palabras demuestran que la
distribución del conocimiento es específica a cada clase semántica de palabras. A dicho fin se ha definido por
primera vez un mapa semántico cerebral que ilustra cómo el lenguaje oído se percibe a través de toda la corteza y
en ambos hemisferios2: los grupos de palabras se asocian entre ellos en base a su significado, de forma que hay
una zona que se enciende cuando escuchamos palabras relacionadas con las relaciones sociales (como mujer,
familia, embarazada), mientras otras se activan cuando oímos palabras relacionadas con números y cantidades.
Los investigadores han podido mapear el sistema semántico y la selectividad de las diferentes regiones semánticas
en las diversas zonas de la corteza (utilizando la resonancia magnética funcional) en un grupo de voluntarios que,
durante dos horas, escucharon historias y narraciones de diversa índole: de esta forma pudieron observar dónde
aumentaba el flujo de sangre y comprobaron que los complejos modelos de activación son bastante similares
entre los individuos, si bien cada mapa cerebral es único y distinto. En consecuencia, la representación de cada
conocimiento conceptual es dinámica y diferente en función de cada categoría de conocimiento.
Dos son las teorías más importantes que se han propuesto para explicar cómo se forman los conceptos y se
activan los reconocimientos en nuestro cerebro3. La primera hipótesis contempla que todos los conocimientos
están vinculados con el dato de la experiencia, por lo que algunos atributos sensoriales determinan que ciertas
áreas del cerebro son más importantes para ciertos conceptos (para los verbos de movimiento serían más
importantes las zonas más frontales, para algunos animales preferentemente las áreas perceptivas occipito-
temporales). La segunda teoría sostiene que el dato de la experiencia es importante pero que existen bases
Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha
76
Figura 2
Reproducción con la autorización de Macmillan Publishers Limited, fragmento de Springer nature: Nature 532, 453-458 (28 de abril de 2016).
Los diferentes colores del mapa semántico identifican aquellas áreas en las que se encuentran los diferentes clústeres de palabras en base a su significado (la zona de las palabras referida a los números y cantidades, a las relaciones sociales, al aspecto de las cosas y así sucesivamente). Cada palabra enciende más de un área y las diferentes áreas están presentes en muchas zonas de la corteza y en ambos hemisferios. En consecuencia, el estímulo sensorial auditivo tiene una correlación semántica y cognitiva “difundida” en todo el cerebro (Huth et al., Nature 2016).
innatas de tipo anatómico-funcional sobre las que se estructura el conocimiento. Esta última teoría considera que
la conectividad anatómica innata y la citoarquitectura cortical constituyen una especie de límite en la organización
de las representaciones semánticas de alto nivel: en otras palabras, la forma en que está “hecho” el cerebro no
permite una libertad total para que cada uno de nosotros construyamos nuestro propio mapa semántico, por lo
que puede decirse que puede construirse un tipo de atlas semántico general3.
Independientemente de nuestra preferencia por un conocimiento o una formación de conceptos innata o derivada de la experiencia, el dato principal sigue siendo la capacidad de la palabra oída para activar zonas diferentes y distantes en función
de la red de conocimientos que hayamos construido: la palabra “top”, por ejemplo, enciende tanto las áreas en que se agrupan palabras referidas al aspecto de las cosas como aquellas referidas a las medidas o aquellas conectadas con lugares,
dado que el significado del término puede variar en función de su contexto.
La palabra “mamá”, además de activar la corteza auditiva, enciende un conjunto de recuerdos, sensaciones y
conexiones culturales que van mucho más allá de una única área cerebral: en consecuencia, un estímulo auditivo
no es solo tal, sino que hace “reverberar” en el cerebro muchos otros significados y, por ello, tiene un impacto
cognitivo netamente más importante respecto al que se suponía cuando pensábamos que activaba únicamente la
corteza destinada a la elaboración de los sonidos. En consecuencia, el estímulo sensorial auditivo de una palabra
determinada tiene la capacidad de activar semánticamente no solo la representación perceptiva de los fonemas
que forman la palabra, sino también de modular de forma plástica la organización anatómica y funcional cerebral,
produciéndose así una correlación semántica y cognitiva “difundida” en todo el cerebro.
No sorprende en absoluto descubrir que la relación opuesta es igualmente válida: al igual que el estímulo auditivo enciende e influye en la cognición y la organización
del conocimiento, de la misma forma los procesos cognitivos influyen en la percepción del sonido.
Esto mismo es deducible de la investigación realizada con amplificación acústica, que muestra cómo el resultado del
audiograma es, en conjunto, poco significativo en la elección de la intervención a seguir. Esta prueba mide únicamente
cuando un individuo empieza a percibir un tono puro en diferentes frecuencias, los tonos “bip” escuchados durante las
pruebas audiométricas, pero hoy es evidente que para tomar decisiones clínicas adecuadas debemos determinar todas
las dimensiones del rendimiento auditivo y considerar cómo cada persona particular percibe esas diferentes dimensiones.
Esta es la razón por la que, además de la audibilidad, medible con el audiograma, es asimismo indispensable considerar
la inteligibilidad del habla en un contexto de ruido y en un contexto de silencio, la aceptabilidad del ruido, aspectos
de la elaboración auditiva en el sistema nervioso central y aspectos de la cognición como la memoria de trabajo4-8, la
memoria episódica o la memoria a corto plazo, útil para la programación de una tarea o de un trabajo.
Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha
98
Investigaciones realizadas a personas de entre 50 y 79 años incluyeron pruebas para evaluar la capacidad
auditiva periférica, el procesamiento auditivo central y las habilidades cognitivas. El elemento más predictivo
de la capacidad de comprensión del habla en una situación de dificultad, tal como un entorno ruidoso, resultó
ser el procesamiento central de las informaciones sonoras, seguida de las capacidades cognitivas (tales como la
memoria de trabajo y la memoria a corto plazo), y la experiencia de vida (como la condición socioeconómica*9).
Por su parte, el audiograma es el elemento menos “decisivo” en la previsión de en qué medida el individuo será
capaz de oír bien en un entorno ruidoso. Entre los aspectos cognitivos, la memoria de trabajo parece desempeñar
un papel destacado10: las pruebas realizadas en individuos con y sin audífonos demuestran que esta característica
(indicativa de la capacidad de manipulación y de utilizar informaciones auditivas para realizar una tarea, tales
como leer algunas frases en voz alta y acordarse solo de la última palabra de cada una de ellas) representa el 27%
de la capacidad de captar el habla en ruido en aquellas personas que no llevan ninguna amplificación acústica y el
40% en las personas que llevan un dispositivo10.
Otro dato que demuestra la enorme capacidad del cerebro para manipular la información periférica se
desprende de los estudios que han demostrado que una palabra específica no es perceptible en una situación
fuera de un contexto verbal, mientras que sí lo es cuando está dentro de una frase significante. Estos datos
nos demuestran que el cerebro puede realizar una actividad de modulación del estímulo acústico mediante
procesos de compensación y normalización que permiten a la persona con hipoacusia, durante un cierto
tiempo, sufrir menos y, en ocasiones, ser menos consciente de su disfunción periférica.
Todo lo anteriormente expuesto demuestra el estrecho vínculo bidireccional que existe entre audición y cerebro: por un lado, el estímulo auditivo es importante
porque activa toda la corteza cerebral y, por el otro, los procesos cognitivos influyen en “cómo” se oye.
Las últimas investigaciones han demostrado que la conexión entre oído y cerebro es tan estrecha que, para poder entender un habla en un contexto ruidoso, la capacidad
auditiva real del individuo ocupa la última posición de una serie de factores que incluyen elementos como la elaboración central o aspectos cognitivos.
Figura 3
La capacidad de comprender el habla en un contexto ruidoso se ve especialmente influida por aspectos cognitivos tales como la elaboración central, la cognición o las experiencias vitales; tan solo un 10% responde a capacidades auditivas reales (Anderson et al., 2013).
0,61
0,50
0,40
0,10
Memoria de trabajo auditiva
Memoria a corto plazo
Cognición
Comprensión del habla con ruido de fondo
Oído
Experiencia de vida
Central de procesamiento
Estatus socioeconómico (educación)
Referencias bibliográficas
1. Musso M. et al. Broca’s area and the language instinct. Nature Neuroscience (2003) 6:774-781.2. Huth AG. et al. Natural speech reveals the semantic maps that tile human cerebral cortex. Nature (2016) 532:453-458.3. Gainotti G. The format of conceptual representations disrupted in semantic dementia: a position paper. Cortex (2012) 48:521-529.4. Humes L. Individual Differences Research and Hearing Aid Outcomes. Seminars in Hearing (2013) 34:67-73.5. Trevino A., Allen J. Individual Variability of Hearing-Impaired Consonant Perception. Seminars in Hearing (2013) 34:74-85.6. Galster J., Rodemerk K. Individual Variability in Benefit from Fixed and Adaptive Directional Microphones. Seminars in Hearing (2013) 34:110-117.7. Eddins D. et al. Individual Variability in Unaided and Aided Measurement of the Acceptable Noise Level. Seminars in Hearing (2013) 34:118-127.8. Abrams H., Chisolm T. Will My Patient Benefit from Audiologic Rehabilitation? The Role of Individual Differences in Outcomes. Seminars in Hearing (2013) 34:128-139.9. Anderson A. et al. A dynamic auditory-cognitive system supports speech-in-noise perception in older adults. Hearing Research (2013) 300:18-32.10. Lunner T. Cognitive function in relation to hearing aid use. International Journal of audiology (2003) 42:S49-S58.
Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha
1110
Asimismo, un estudio longitudinal3 ha demostrado que el déficit auditivo se acompaña de una aceleración de
la atrofia cerebral, lo que implica una reducción importante del volumen cerebral total especialmente marcada
en la zona del giro temporal superior, medio e inferior, que son zonas críticas para la elaboración auditiva
aunque participan también en muchas otras capacidades cognitivas.
Estas alteraciones son igualmente observables en caso de pérdida auditiva monolateral, como sucede por ejemplo
en el caso de ciertos pacientes con neuroma en el nervio acústico-vestibular4: el volumen de la materia gris se
modifica y disminuye no solo en las áreas temporales en las que se encuentra la corteza auditiva primaria, sino
también en estructuras participantes en funciones de control cognitivo de alto nivel, como la corteza prefrontal
dorsolateral o la corteza cingulada anterior.
De igual modo, parece que, además de la pérdida de población neuronal, la disminución de la audición está asimismo asociada a una reducción del número de
ramificaciones de las propias neuronas que, como resultado, se “comunican” menos entre ellas5.
Paralelamente, cuando se produce un déficit de la función auditiva se registra un incremento de los estímulos
procedentes de otros órganos sensoriales, tales como los ojos. Esto puede inducir a incrementos de volumen
“compensatorios” en otras zonas, así como a confirmar la extremada plasticidad del cerebro, que intenta
siempre compensar los déficits.
Por otra parte, en muchas ocasiones el deterioro auditivo en la gente mayor suele estar “escondido”. En efecto,
este deterioro puede derivarse de un daño provocado por una exposición excesiva al ruido frente a funciones
auditivas destinadas a traducir las frecuencias que no suelen analizarse en las pruebas convencionales6: En
estos casos, la neuropatía coclear, a pesar de no detectarse en el audiograma convencional, interfiere con la
elaboración auditiva a todos los niveles, incluyendo las respuestas corticales, que se ven modificadas7.
3. La pérdida auditiva modificará
el cerebroSi el oído es fundamental en la estimulación del cerebro, ¿qué le sucede al cerebro cuando la audición deja de
ser perfecta? Hoy empiezan a darse, si bien de forma parcial, las primeras respuestas a esta pregunta.
La parte interna del encéfalo está recorrida por haces de fibras nerviosas de neuronas motoras y sensoriales
revestidas por una envoltura de tejido blanco, de donde se desprende el nombre de “materia blanca”, cuya función
es la conexión e interacción de las células nerviosas. De igual manera, encontramos también en el encéfalo una
superficie más oscura, conocida como “materia gris”, formada en su mayor parte por cuerpos celulares de las
neuronas motoras, por las denditras de las neuronas y por células gliales. La sustancia gris desarrolla la función
de selección y envío de la información que viaja a lo largo del sistema nervioso. Cuando los haces nerviosos están
deteriorados se produce una alteración de su vida y de su función, lo que tiene repercusiones sobre las funciones
cerebrales correspondientes. Puede afirmarse, por ejemplo, que un déficit auditivo se asocia con alteraciones
a nivel cerebral, detectadas sobre todo gracias a los estudios de imágenes por resonancia magnética. De esta
forma, se ha demostrado que la disminución de la audición está relacionada con una reducción del volumen de la
corteza cerebral auditiva primaria situada en el lóbulo temporal1. La técnica de la resonancia magnética con tensor
de difusión permite estudiar detalladamente la arquitectura microestructural del cerebro, analizando la difusión
y la direccionalidad de las moléculas del agua en los tejidos en vivo (para mapear por ejemplo las conexiones o
reconstruir la estructura tridimensional de la sustancia blanca). Ello ha permitido descubrir que la integridad de los
haces de sustancia blanca en la zona auditiva queda alterada en los individuos con pérdida auditiva2.
Figura 1
Se destacan en verde las áreas en que se produce la reducción del volumen de materia gris y en rojo las áreas en que se producen los incrementos compensatorios en pacientes con una pérdida unilateral de audición (Wang et al. 2016).
Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha
1312
Además de las alteraciones de la estructura cerebral, la pérdida auditiva se asocia asimismo a modificaciones
evidentes de la funcionalidad y se ha demostrado, por ejemplo, que no solo el volumen de la corteza auditiva
primaria se reduce en caso de déficit, sino que también disminuye la actividad neuronal en dichas áreas y en otras
áreas subcorticales8. Este vínculo entre estructura y función es muy claro, además de resultar evidente que el
cerebro intenta generalmente compensar la pérdida intentando activar circuitos colaterales. Para ello incrementa
la labor cognitiva, lo que fatiga en general el trabajo mental al requerir un dispendio más importante de recursos.
Asimismo, el déficit auditivo se asocia con un impacto negativo sobre los recursos neuronales requeridos
para el control cognitivo, lo que influye en gran medida en la capacidad para percibir y producir los sonidos,
produciendo así una mayor fatiga cognitiva para suprimir información irrelevante de las señales auditivas
(como por ejemplo un ruido de fondo) y de otra naturaleza sensorial9.
La hipoacusia incrementa el esfuerzo necesario para la escucha perjudicando el mensaje, aumentado la posibilidad de distracción y reduciendo el aprendizaje
perceptivo: todo ello implica una carga cognitiva importante durante la elaboración de los datos que “fatiga” el cerebro y reduce los recursos de atención y cognitivos
disponibles para otras tareas.
Las evaluaciones neuropsicológicas habituales han demostrado que las personas hipoacúsicas muestran
prestaciones cognitivas especialmente reducidas en las funciones ejecutivas, más que lingüísticas. Ello se explica
por la desviación de recursos de la atención a las labores de escucha, con una menor cuota de atención residual
para el resto de actividades cognitivas. Así, por ejemplo, las personas que sufren una hipoacusia de un grado tal
que no les permite mantener una conversación tienen un 24% más de probabilidades de sufrir una degradación de
sus capacidades cognitivas, tales como la concentración, la memoria y la capacidad de planificación10.
En consecuencia, el cerebro de una persona con déficit auditivo cambia y puede resentirse de dicho daño.
Los motivos por los cuales la pérdida auditiva lleva a alteraciones de la estructura y de la funcionalidad
cerebral son muchos. Uno de ellos es, sin duda, el empobrecimiento de las señales acústicas, que provoca
una “subestimulación” de las zonas corticales que normalmente se activan con el sonido. Ciertos estudios
han hipotetizado también sobre el hecho de que el deterioro auditivo y las alteraciones cerebrales pueden
depender del intercambio de mecanismos etiopatológicos dado que, en ambos casos, el “motor” que está en
la base del daño podría ser una patología microvascular o la enfermedad de Alzheimer11.
El aislamiento social podría ser también uno de los mecanismos a través del cual se fragua el vínculo entre pérdida auditiva y alteraciones cerebrales: las dificultades comunicativas vinculadas al déficit auditivo pueden favorecer la soledad de las personas, por lo que se considera un factor de riesgo de deficiencia cognitiva.
Figura 2
¿Qué sucede en la corteza auditiva tras un daño que provoca hipoacusia neurosensorial?A) Imagen de capas corticales normales con neuronas que se proyectan en diferentes capas.B) Detalle de una neurona normal con la serie de “ramificaciones con gran número de espinas” o dendritas, que forman una especie de árbol formado por espinas dendítricas (B1) responsables de las sinapsis o del intercambio de información entre neuronas y, en consecuencia, de la plasticidad del sistema nervioso.C) Tras un daño como una exposición repetida al ruido o el envejecimiento, las neuronas reducen el árbol dendrítico respecto a la neurona sana (B), perdiéndose una gran cantidad de espinas dendríticas (C1) (Laboratorio Prof. Paludetti).
Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha
1514
El resultado es una especie de círculo vicioso bidireccional en que, por una parte, el déficit auditivo comporta cambios estructurales y funcionales del cerebro y, por
otra, el deterioro cognitivo vinculado a la edad facilita la aparición de un déficit auditivo y conlleva un deterioro de la percepción y comprensión verbal.
Todo ello independientemente de otros factores que pueden incidir en ambos casos, tales como el estrés o
la fatiga general, y que pueden comprometer los mecanismos compensatorios cerebrales e incrementar los
efectos de la pérdida auditiva y del deterioro cognitivo.
El aislamiento social empeora el bienestar psicológico, lo que reduce la autoestima, el sentimiento de bienestar
y la capacidad de reaccionar a estímulos externos, a la vez que incide en el bienestar físico, dado que se asocia
a un deterioro del estilo de vida que puede venir marcado por el tabaquismo, una dieta poco equilibrada, el
sedentarismo y el escaso seguimiento de los tratamientos médicos prescritos. Asimismo, es sabido que el
aislamiento social fomenta mecanismos biológicos negativos como el incremento de la trascripción de genes
proinflamatorios y, en consecuencia, el incremento del estado inflamatorio general, responsable de un mayor
riesgo de daños, incluso a nivel de funciones cerebrales12, 13.
Por último, incluso la mejor explotación de recursos cognitivos podría tener un efecto perjudicial sobre la pérdida
de audición y el deterioro cognitivo. Tanto el envejecimiento como la pérdida auditiva conllevan una atrofia más
o menos marcada de las regiones corticales auditivas. Con el fin de hacer frente a este problema, el cerebro se ve
obligado a adaptarse, incrementando la atención y “reclutando” redes neuronales adicionales, es decir, realizando
un mayor esfuerzo, lo que se conoce como fatiga cognitiva. Esto se produce típicamente entre personas jóvenes
en un contexto en que debe comprenderse el habla en un entorno ruidoso; sin embargo, en el caso de una persona
mayor con hipoacusia ésta es la norma, y toda la escucha se hace dificultosa. La consecuencia de ello es una carga
cognitiva constantemente elevada que reduce el número de recursos cerebrales disponibles para la elaboración
del resto de datos: esta “fatiga” continuada, combinada con una capacidad reducida de ahorro cognitivo propia de
la edad, podría acelerar el deterioro cognitivo de la capacidad auditiva y de la propia cognitividad9.
Figura 3
Este es el complejo círculo vicioso que lleva a la pérdida de audición y al deterioro cognitivo.
Mecanismos etiopatológicos compartidos(tales como envejecimiento o enfermedades microvasculares)
Esfuerzo cognitivo
Alteraciones estructurales y funcionales del cerebro
Aislamiento social
Reducción de la calidad de vida
Reducción de la funcionalidad física
Reducción de los resultados económicos
Declive cognitivo
Pérdidaauditiva
Referencias bibliográficas
1. Eckert MA. et al. White matter hyperintensities predict low frequency hearing in older adults. Journal of the Association for Research in Otolaryngology (2013) 14:425-433.
2. Chang Y. et al. Auditory neural pathway evaluation on sensorineural hearing loss using diffusion tensor imaging. NeuroReport (2004) 15:1699-1703.3. Lin FR. et al. Association of hearing impairment with brain volume changes in older adults. Neuroimage (2014) 90:84-92.4. Wang X. et al. Alterations in gray matter volume due to unilateral hearing loss. Scientific Reports (2016) 6: 25811.5. Fetoni AR. et al. Noise-Induced Hearing Loss (NIHL) as a Target of Oxidative Stress-Mediated Damage: Cochlear and Cortical Responses after an
Increase in Antioxidant Defense. The Journal of Neuroscience (2013) 33:4011- 4023.6. Viana L. et al. Cochlear neuropathy in human presbycusis: confocal analysis of hidden hearing loss in post-mortem tissue. Hearing Research (2015) 327:78-88.7. Bharadwaj HM. et al. Individual differences reveal correlates of hidden hearing deficits. Journal of Neuroscience (2015) 35: 2161-2172.8. Peelle JE. et al. Hearing loss in older adults affects neural systems supporting speech comprehension. Journal of Neuroscience (2011) 31:12638-12643.9. Cardin V. Effects of Aging and Adult-Onset Hearing Loss on Cortical Auditory Regions. Frontiers in Neuroscience (2016) 10:199.10. Lin FR. Hearing Loss and cognitive decline in older adults. JAMA Internal Medicine (2013) 173:293-299.11. Lin FR., Albert M. Hearing loss and dementia - Who’s Listening? Ageing Mental Health (2014) 18:671–673.12. Cole SW. et al. Social regulation of gene expression in human leukocytes. Genome Biology (2007) 8:R189.1-R189.13.13. Cole SW. et al. Transcript origin analysis identifies antigen-presenting cells as primary targets of socially regulated gene expression in leukocytes.
Proceedings of The National Academy of Sciences USA (2011) 108:3080-3085.
Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha
1716
Las investigaciones de los años posteriores, cuyos participantes se sometieron a un seguimiento aún más
prolongado, confirmaron y reforzaron la hipótesis de la estrechísima correlación entre hipoacusia y deterioro
cognitivo. Los datos recogidos de un grupo de más de mil hombres seguidos durante 17 años demuestran
por ejemplo una fuerte asociación entre la pérdida auditiva, el deterioro cognitivo y la demencia. De hecho,
por cada 10 dB de pérdida auditiva, el riesgo de desarrollar demencia se incrementa en más de 2,7 veces3. Un
estudio realizado en 600 hombres y mujeres sin demencia seguidos durante un período de ocho años arrojó
un resultado análogo. Los pacientes a los que se les diagnosticó demencia padecían, en el 77% de los casos,
un problema de audición, contra el 46% que no mostró deficiencias cognitivas.
Una vez considerados factores de confusión como la edad, el sexo o el estilo de vida, la existencia de una pérdida auditiva vinculada a la edad incrementa en más de
3 veces la posibilidad de sufrir demencia4.
Los resultados de un estudio realizado sobre más de 3.600 personas de más de 65 años seguidas durante 25
años, en que se evaluó el grado de déficit auditivo en el momento de su entrada en el estudio y la presencia de
déficits cognitivos cada dos años, confirmaron que un rendimiento auditivo bajo se asocia a una puntuación
baja en la evaluación cognitiva y con una mayor reducción de la actividad cerebral a lo largo de dichos 25 años5.
Otros estudios en los que se evaluaron un alto número de personas confirmaron nuevamente los resultados de la asociación entre pérdida auditiva y la demencia. Una investigación realizada sobre 165.000 adultos de entre 40 y 69 años – cuyos
datos se recogieron en UK Biobank –, demostró que una audición “débil” va asociada a mayores déficits cognitivos6, mientras que un estudio longitudinal
sobre unos 155.000 pacientes de más de 65 años (entre los cuales más de 14.000 con casos detectados de demencia) demostró que un déficit auditivo bilateral se asocia con un incremento del 43% de probabilidades de desarrollar demencia,
mientras que un déficit unilateral se asocia con un incremento del 20%7.
Un metaanálisis8 reciente, (realizado al volver a analizar 33 estudios publicados y no publicados sobre la
correlación entre la pérdida auditiva y la función cognitiva para rastrear una imagen completa de la literatura
disponible en la actualidad), indica que la pérdida auditiva está relacionada con el deterioro cognitivo y también
que los datos disponibles aún son insuficientes para aclarar los mecanismos que sustentan esta correlación.
4. La asociación entre pérdida auditiva y deterioro cognitivo
La pérdida de audición comporta modificaciones estructurales, anatómicas y funcionales del cerebro que no
solo favorecen el deterioro cognitivo, sino que abren asimismo la puerta a un mayor riesgo de sufrir demencia.
A finales de los años ochenta se estableció ya la correlación entre demencia y pérdida auditiva al observarse que, cuanto más grave era la hipoacusia, más alto era
el riesgo de desarrollar un deterioro cognitivo grave1:
Los datos recogidos demuestran que aproximadamente un caso de demencia sobre tres es atribuible a un déficit
auditivo. Incluso en los casos de personas sin diagnóstico de demencia, la pérdida auditiva se relacionó con una
funcionalidad cognitiva más escasa. Durante los años siguientes, las investigaciones llevadas a cabo confirmaron
esta “peligrosa relación”: el epidemiólogo y otorrinolaringólogo Frank Lin, de la Universidad Johns Hopkins, tras
un seguimiento de doce años a más de 600 personas mayores sin diagnóstico inicial de demencia sometidas a
una prueba audiométrica, determinó que un déficit auditivo leve, moderado o severo se asociaba a un riesgo de
deterioro cognitivo dos, tres y cinco veces más elevado, respectivamente, que el de aquellas personas que no
sufrían problemas de audición2. Esta correlación existe asimismo con otros factores de riesgo que van de la edad
al sexo o de la presencia de diabetes a la hipertensión, un síntoma éste que resulta especialmente importante.
Figura 1
El riesgo de demencia aumenta con el agravamiento de la hipoacusia (Uhlmann et al. 1989; Lin et al. 2011).
Pérdida auditiva y riesgo de demencia Pérdida auditiva levePérdida auditiva moderadaPérdida auditiva severa
Lin et al. (2011)
Rie
sgo
de
inci
den
te d
emen
cia
Uhlmann et al. (1989)
6
5
4
3
2
1
0
Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha
1918
5. Un desafío actualLa pérdida auditiva y la demencia son dos ocurrencias muy actuales. La pérdida auditiva es una deficiencia
cada vez más común dado que la exposición a un exceso de ruido es cada vez más frecuente y desde edades
más tempranas, y porque la mejora de la esperanza de vida de la población hace que esta deficiencia aumente
exponencialmente al incrementarse el número de personas de edad avanzada. La Organización Mundial de
la Salud estima que las personas con hipoacusia ascienden actualmente a 360 millones en todo el mundo y
que, en 2050, este número se doblará, alcanzando los 720 millones de personas1. Solo en Europa, el número
de personas con pérdida auditiva autodiagnosticada es de 52 millones, y se prevé que aumente hasta los 80
millones en el 20502.
Figura 1
Incremento estimado del número de personas con pérdida auditiva autodiagnosticada en Europa (Laureyns 2017).
Personas con pérdida auditiva diagnosticada en Europa
Nú
mer
o d
e p
erso
nas
co
np
érd
ida
aud
itiv
a au
tod
iag
no
stic
ada
(en
mill
on
es)
2015 2025 2050
100
80
60
40
20
0
52
61
80
Figura 2
Reducción del porcentaje de personas sin demencia en relación al déficit auditivo (DA) con tratamiento otorrinolaringológico (ORL) o sin él (Fritze 2016).
Las razones de ello pueden ser varias: algunos sugieren la posibilidad de que una patología común, como por ejemplo una vasculopatía, esté en la base de ambos problemas; otros, en cambio, defienden que la fatiga derivada de la decodificación de los sonidos, habitual en las personas que no oyen bien, podría “fatigar” a lo largo de los años el cerebro de los pacientes
así como hacerlo más vulnerable a la demencia. Por otro lado, el aislamiento social relacionado con la hipoacusia es importante al tratarse de un factor de riesgo en la aparición de la
demencia y de otros problemas cognitivos. Es importante destacar que la reducida estimulación sonora del cerebro es uno de los elementos de riesgo de demencia entre la población mayor
puesto que determina una pérdida más rápida de las compensaciones cognitivas y una conectividad cerebral reducida, lo cual sustentaría la pérdida de la reserva cognitiva.
0.60
0.80
1.00
sin DA, sin ORLDA bilateral, sin ORLotros sin ORL
DA bilateral, ORLotros, ENTDA unilateral, sin ORL
DA no especi�cado, sin ORLDA unilateral, ORLDA no especi�cado, ORL
% s
in d
emen
cia
1 En. 2006 1 En. 2007 1 En. 2008 1 En. 2009 1 En. 2010 31 Dic. 2010
Relación entre el tratamiento del déficit auditivo y la demencia
Referencias bibliográficas
1. Uhlmann RF. et al. Relationship of hearing impairment to dementia and cognitive dysfunction in older adults. JAMA (1989) 261:1916-1919.2. Lin FR. et al. Hearing loss and incident dementia. Archives of Neurology (2011) 68:214-220.3. Gallacher J. et al. Auditory threshold, phonologic demand, and incident dementia. Neurology (2012) 79:1583-1590.4. Meusy A. et al. Presbycusis and Dementia: Results from 8 years of follow-up in the three-city Montpellier study. Alzheimers & Dementia. Journal of
the Alzheimer’s Association (2016) 12:175.5. Amieva H. et al. Self-Reported Hearing Loss, Hearing Aids, and Cognitive Decline in Elderly Adults: A 25-Year Study. Journal of the American
Geriatrics Society (2015) 63:2099-2104.6. Dawes P. et al. Hearing Loss and Cognition: The Role of Hearing Aids, Social Isolation and Depression. Plos One (2015) 10(3):e0119616.7. Fritze T. et al. Hearing Impairment Affects Dementia Incidence. An Analysis Based on Longitudinal Health Claims Data in Germany. Plos One (2016) 11(7):e0156876.8. Taljaard DS. et al. The relationship between hearing impairment and cognitive function: a meta-analysis in adults. Clinical Otolaryngology (2016) 41:718-729.
Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha
2120
Dicho esto, los datos relativos al incremento estimado de la prevalencia del Alzheimer son preocupantes. Según
los datos recogidos en el World Alzheimer Report del 2016, hay hoy en el mundo 47 millones de personas que
conviven con esta demencia, un número que se espera que aumente hasta los 63 millones en el 2025 y a más de
131 millones en el 2050. Unas cifras muy preocupantes para una enfermedad que está entre las más temidas y las
más costosas, tanto a nivel individual como para la sociedad, al generar unos costes sanitarios totales que superan
los de los tumores, los ictus y las enfermedades cardiovasculares juntos6.
A modo de ejemplo, en Europa, la prevalencia de esta demencia entre las personas mayores de 60 años se estima
en un 6,5% de la población francesa y un 6,4% de la italiana, con una cifra media de un 5,5% en el caso de los países
miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)7. Cada año, entre seis y
nueve millones de europeos, en su mayoría mujeres, deben aprender a convivir con esta demencia. Sin embargo,
la situación no es mejor al otro lado del Atlántico, donde la prevalencia estimada entre la población de más de 70
años se cifra en un 14,7%8.
Los costes de la demencia varían en función de cada país, si bien en todos suponen un coste elevadísimo que
incluye los gastos derivados del diagnóstico, que puede ir tanto a cargo del médico de medicina general como
de un especialista. Dichos costes incluyen los tratamientos iniciales y el apoyo postdiagnóstico (tanto para el
paciente como para su familia); los cuidados de continuidad (que a menudo duran años e incluyen no solo
fármacos sino también la gestión de los síntomas psicológicos y de comportamiento) y aquellos destinados a los
cuidados paliativos al final de la vida. La suma de todos los costes necesarios -visitas a especialistas y tratamientos
farmacológicos, sin olvidar un apoyo especializado para el paciente y su familia- para poder hacer frente a las
exigencias derivadas de la pérdida de autosuficiencia da como resultado un coste ingente que no hace más que
aumentar. En Estados Unidos, por ejemplo, estos costes aumentaron un 35,4% en cinco años, pasando de los 604
mil millones de dólares en 2010 a los 818 mil millones registrados en 2015, una cifra que representa el 1,09% del
producto interior bruto del país. El coste estimado por persona varía de los 42.000 a los 56.000 dólares anuales en
función de los parámetros utilizados para calcular los costes derivados de los cuidados informales8.
Demencia
Hoy 2050
720Pérdidaauditiva
360 Millones depersonas en el mundo
Millones depersonas en el mundo
Millones depersonas en el mundo
Millones depersonas en el mundo
mayores de 65 años
Personas
mayores de 65 años
Personas
33%
47 10% 131
+178%
+100%
Por su parte, la demencia registra asimismo un crecimiento continuado a causa del incremento del número
de personas mayores de 85 años, de las cuales una de cada dos sufre un déficit cognitivo. El impacto de este
déficit sobre los pacientes y sus familias es tan preocupante, que tanto la prevención como el tratamiento de
la demencia constituyen hoy una prioridad sanitaria en el mundo occidental3.
Si a partir de hoy lográsemos retrasar, aunque fuese en solo un año, la aparición del deterioro cognitivo, la prevalencia global de la demencia se reduciría en más de un
10% en el 20504.
Los datos epidemiológicos sobre el envejecimiento general de la población constituyen el marco en que se
mueven estas dos deficiencias que avanzan en paralelo: la hipoacusia y la demencia. El último informe de
las Naciones Unidas sobre Envejecimiento de la Población estima que el crecimiento global de la población
mundial pasará de los 7,5 mil millones de personas en 2015 a los 8,1 mil millones en 2025 y a los 9,7 mil
millones en 2050. Las personas con más de 65 años constituyen hoy en día el 8,8% del total, lo que equivale
a 660 millones, una cifra que ascenderá al 10,2% en 2025 (830 millones) y al 16,7% en el 2050 (lo que equivale
a 1,6 mil millones)5.
Figura 2
Crecimiento estimado de la población de más de 65 años en el 2015, el 2025 y el 2050 (United Nations World Population Ageing Report 2015).
Población mundial de más de 65 años
Nú
mer
o d
e p
erso
nas
d
e m
ás d
e 65
añ
os
(en
mill
on
es)
2015 2025 2050
2000
1500
1000
500
0
1,624
830
647
Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha
2322
Figura 4
País AEA
Población (millones)
Enero de 2016
Coste de la pérdida auditiva no tratada (millones de euros)
Número de personas con pérdida auditiva
diagnosticada (millones)
Personas con indicaciones para el tratamiento
de la hipoacusia
Austria 8.7 3,045 0.8 0.4
Bélgica 11.3 3,951 1.1 0.6
Francia 66.7 2,332 6.4 3.1
Alemania 82.2 29,528 9.9 5.0
Grecia 10.8 3,774 1.2 0.6
Italia 60.7 21,233 7.0 3.5
Holanda 17.0 5,943 1.7 0.8
Polonia 38.0 13,668 6.0 2.2
Portugal 10.3 3,619 1.1 0.6
Rumanía 19.8 6,916 1.8 0.9
España 46.4 16,253 4.5 2.3
Suiza 8.3 2,914 0.8 0.4
Reino Unido 65.4 22,230 6.9 3.5
Unión Europea 178.8 178,553 52.0 26.0
Número de personas con una pérdida auditiva diagnosticada y coste de la hipoacusia no tratada en 13 países europeos (AEA, 2017)2.
En Europa, el impacto económico anual de los costes directos e indirectos de las enfermedades cerebrales supera los 790 mil millones de euros, frente a los 200 mil millones de las enfermedades cardiovasculares y los 150 mil millones
derivados de tumores9.
Figura 3
Costes totales de las enfermedades neurológicas en Europa (en mil millones de euros) (Olesen et al., 2012).
Desgraciadamente, el coste de la hipoacusia no tratada es también muy elevado. La Organización Mundial
de la Salud estima que el coste global de la hipoacusia no tratada se cifra en torno a los 750 mil millones de
dólares anuales y a los 178 mil millones de euros solo en Europa. Entre las razones de que el coste sea tan
elevado podemos citar las siguientes: dificultad para encontrar y conservar un trabajo, jubilación anticipada,
disminución del rendimiento personal, aislamiento social, depresión, deterioro cognitivo, reducción de las
actividades cotidianas, pérdida de calidad de vida o fragilidad y pérdida de independencia10,11.
300
Costes directos del cuidado médico
350
250
200
150
100
50
0Costes no-médicos directos Costes indirectos
Costes de las enfermedades neurológicas en Europa
Referencias bibliográficas
1. Duthey B., WHO Background Paper 6.21 - Hearing Loss (2013), http://www.who.int/medicines/areas/priority_medicines/BP6_21Hearing.pdf.2. AEA European Action Plan 2017, https://www.aea-audio.org/portal/index.php/aea-action-plan/awareness.3. Bernabei R. et al. Hearing loss and cognitive decline in older adults: questions and answers. Ageing Clin Exp Res (2014) 26:567–573.4. Lin FR. et al. Hearing loss and incident dementia. Archives Neurology (2011) 68:214-220.5. United Nations, Department of Economic and Social Affairs, Population Division (2015). World Population Ageing 2015 (ST/ESA/SER.A/390).6. Alzheimer’s Disease International World Alzheimer Report 2016, https://www.alz.co.uk/.7. Wimo A. et al. The worldwide societal costs of dementia: Estimates for 2009. Alzheimers Dement (2010) 6:98-103.8. Hurd MD. et al. Monetary costs of dementia in the United States. N Engl J Med (2013) 368:1326-1334.9. Olesen J. et al. CDBE2010 study group; European Brain Council: The economic cost of brain disorders in Europe. Eur J Neurol (2012) 19:155-162.10. Globalcostsofunaddressedhearinglossandcosteffectivenessofinterventions- WHOReport2017, http://apps.who.int/iris/bitstre
am/10665/254659/1/9789241512046-eng.pdf?ua=1.11. EFHOH AEA EHIMA Joint Policy Paper 2017, https://media.wix.com/ugd/c2e099_655b0b93539d464b8be625002af0fac7.pdf.12. Laureyns M., AEA Facts and numbers on Hearing Loss and Hearing Care, presentation at the European Parliament on the 1st of March 2017, https://www.
aea-audio.org/portal/index.php/aea-action-plan/intervention.
Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha
2524
Figura 1
Con el tiempo, los implantes cocleares mejoran todos los parámetros relativos a la percepción del sonido y la producción del lenguaje, pero también elementos como la interacción social o la autoestima (Mosnier et al. 2015).
Los estudios realizados hasta el momento no han podido explicar los mecanismos exactos de la relación causal
entre el uso de soluciones auditivas y la mejora de la cognitividad8. En consecuencia, es pronto aún para saber con
certeza cómo se produce esta relación, y por qué. Sin embargo, hoy parece claro que la mejora del déficit auditivo
con una solución auditiva adecuada tiene como “efecto secundario” una mejora del rendimiento cognitivo y la
ralentización del deterioro cognitivo derivado de la edad.
Dada la estrecha relación ente cognitividad y audición, la capacidad cognitiva del paciente debe considerarse en la
decisión de adaptar una prótesis auditiva, dado que las condiciones personales propias de cada paciente podrían
modificar los resultados obtenidos con las soluciones auditivas disponibles. Hay evidencia, por ejemplo, de que los
resultados de las pruebas cognitivas pueden ser útiles en la selección del dispositivo. De hecho, en un grupo de 50
pacientes con pérdida auditiva bilateral, los audífonos que cambian la ganancia lentamente dieron como resultado
una mejor comprensión del ruido en sujetos con capacidad cognitiva reducida, mientras que los dispositivos que
cambian la ganancia muy rápido son más efectivos en pacientes con mayor capacidad cognitiva9. Este resultado
se confirma con otro estudio según el cual la memoria de trabajo influye en la elección del dispositivo. En un grupo
de personas con edad promedio de 82 años que se sometieron a pruebas de memoria de trabajo probando tres
tipos diferentes de audífonos, se observó que las personas con buena memoria de trabajo se benefician más con
soluciones que aseguran una compresión rápida de los sonidos entrantes y viceversa10.
Percepción sonora básica
Percepción sonora avanzada
Produccióndel lenguaje
Autoestima Actividad Interacción social
Pu
ntu
ació
n m
edia
NC
IQ
100
80
60
40
20
0
Antes del implante 6 m después del implante 12 m después del implante
Los efectos de los implantes cocleares
6. Oír bien para proteger la mente
A los niños con problemas de audición se les proponen soluciones auditivas, y si una persona a los cincuenta años
encuentra que no lee bien, llevará gafas. Sin embargo, en Europa hay 52 millones de personas con una pérdida
auditiva autodiagnosticada, de las que tan solo 26 millones cuentan con prescripción médica. De estos 26 millones
de personas, solo un 58% utiliza soluciones auditivas1. Considerando por ejemplo un país como Italia, la cifra de
personas que utiliza audífonos es de 1,8 millones (sobre 7 millones de personas con pérdida auditiva)2.
A la luz de lo que sabemos hoy sobre la relación entre pérdida auditiva y deterioro cognitivo, las soluciones para volver a oír bien (que existen, y son eficaces) son
fundamentales no solo para mantener una buena calidad de vida a largo plazo, sino también para proteger el cerebro.
Los estudios científicos empiezan a arrojar pruebas de que el tratamiento de los déficits acústicos mediante
soluciones auditivas resulta eficaz para retrasar la aparición de problemas cognitivos, lo que ayuda a la persona
a mantener una buena funcionalidad cerebral. Se ha visto, por ejemplo, que el uso de audífonos en personas de
entre 60 y 65 años se asocia a una puntuación más elevada en las pruebas cognitivas3 y este dato, recogido en un
número relativamente bajo de personas, se confirmó seguidamente en un número más amplio de pacientes de
más de 65 años seguidos durante 25 años: el análisis de los 3.670 participantes en el Personnes Agées QUID Study ha demostrado que el uso de audífonos se asocia a un deterioro cognitivo más lento en el arco de dichos 25 años
respecto a aquellos que sufren un déficit auditivo no compensado de ninguna forma4. Estas personas presentan
asimismo un deterioro cognitivo inferior, comparable al de aquellas que no sufren ningún déficit auditivo. Se trata
de un resultado parecido al observado al analizar los datos de unas 165 mil personas entre 40 y 69 años: el uso de
audífonos se asocia a un mejor rendimiento cognitivo, mientras que una pérdida auditiva no corregida constituye
el paso previo a un deterioro de las funcionalidades cognitivas5. Recientemente, Hélène Amieva, de la Universidad
de Burdeos, afirmó, en ocasión de su intervención en el Congreso UNSAF celebrado en París en marzo del 2017,
que uno de los riesgos modificables para prevenir la aparición precoz de la demencia es tratar la pérdida auditiva
acudiendo a un audioprotesista6.
Incluso en casos de pérdida auditiva profunda y grave, resolver el problema auditivo comporta ventajas cognitivas:
En un estudio de 94 personas sometidas a la implantación de cochear durante un año observó que la capacidad
cognitiva, medida al probar la atención, la memoria, la flexibilidad mental, la función ejecutiva y otras habilidades,
mejora después de la intervención. El ochenta y uno por ciento de los pacientes con deterioro cognitivo previo a la
implantación mostró una mejora general en las funciones cognitivas, mientras que el otro 19% se mantuvo estable.
Además, entre los pacientes con el mejor rendimiento cognitivo antes de la implantación, el 76% permaneció
estable y solo el 24% mostró una disminución muy leve.
Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha
2726
7. ConclusionesA los dos años nuestro cerebro alcanza su constitución fisiológica definitiva y a los veinte empieza ya a
reducir su volumen. A los cien años, una persona sana, sin déficits cognitivos, ha perdido el 20% de su
masa nerviosa. En pacientes con Alzheimer u otras patologías neurodegenerativas esta pérdida es incluso
superior. Con el tiempo, el revestimiento de mielina de los nervios se va deteriorando, la funcionalidad de
las neuronas se reduce y se debilitan las relaciones entre ellas. Sin embargo, este deterioro no se produce
de forma uniforme y ciertas áreas cerebrales se ven más afectadas, como por ejemplo el hipocampo, donde
se almacenan los recuerdos a corto y medio plazo, o la corteza prefrontal, que se activa en la planificación y
en las decisiones. Por ello, los primeros síntomas de un deterioro cognitivo incluyen dificultades de memoria
de hechos recientes más que de datos almacenados en un pasado lejano, como las palabras o los números1.
En este escenario surge la pérdida auditiva que, en las personas mayores, suele ser un síntoma previo al
deterioro cognitivo. Las manifestaciones del déficit auditivo relacionado con la edad suelen considerarse una
consecuencia inevitable del envejecimiento. En realidad, las consecuencias de un déficit auditivo son muy
importantes tanto sobre la salud general de la persona como sobre su bienestar cerebral2, y hoy sabemos con
certeza que son un factor de riesgo independiente y modificable del desarrollo de un déficit cognitivo o de una
demencia, dado que las personas con una pérdida leve, moderada o grave de audición registran un riesgo de
demencia respectivo dos, tres y cinco veces mayor que una persona con buena audición3.
El deterioro cognitivo se asocia a una limitación progresiva de las capacidades cognitivas, de la independencia
funcional y de las relaciones sociales. La pérdida auditiva tiene efectos similares, por lo que durante los
últimos años está surgiendo, cada vez con más fuerza, la necesidad de potenciar una investigación clínica que
indague en las conexiones entre ambas condiciones con el fin de encontrar respuestas clínicas adecuadas4. Si
bien hemos encontrado respuesta para ciertas preguntas, el entorno médico y político debe incidir con fuerza
a efectos de prevenir la pérdida auditiva y el déficit cognitivo que se deriva de ella.
La medicina ha abordado a menudo estas enfermedades de forma separada, como si nuestros órganos y
aparatos actuasen y funcionasen de forma independiente entre ellos. Hoy sabemos que esto no es así y que
la funcionalidad óptima de cualquier sistema requiere la salud global de todo el organismo. En este sentido,
resulta cada vez más evidente que la correlación y la interdependencia entre órganos, tejidos y sistemas
requieren un análisis multiescala que debe considerar las fuertes conexiones que existen entre ellos para
comprender y poder resolver los diferentes problemas que acompañan al avance de la edad, sin que este
avance, por sí solo, constituya un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades crónicas o para la
pérdida de nuestras capacidades funcionales.
Se ha debatido mucho hasta el momento sobre el papel que desempeña el envejecimiento en la propensión
a ciertas enfermedades y discapacidades, pero se ha indagado mucho menos a nivel molecular y celular, es
decir, en la proporción en que estas patologías contribuyen al envejecimiento. Así, por ejemplo, sabemos
que una exposición a ciertas enfermedades o terapias durante la infancia o la primera edad adulta puede
acelerar la aparición de los problemas típicos de la vejez; sin embargo, la base biológica de todo ello es
aún poco clara5. La aceleración de la pérdida de capacidades funcionales y la aparición precoz de síntomas
clínicos de patologías relacionadas con la tercera edad resulta evidente en estos casos, pero la correlación
con el suceso “desencadenante” en las primeras etapas de la vida no siempre es obvia. Por ello, la atención
se está centrando hoy en día, cada vez más, en entender cómo los sucesos vividos en las primeras décadas
De todas estas consideraciones se deduce que evaluar previamente la amplificación acústica más adecuada
en cada caso, elegida sobre la base del rendimiento cognitivo, es indispensable de cara a obtener un resultado
auditivo óptimo, así como para conseguir una protección eficaz de las capacidades cognitivas.
Se estima que ralentizar en un año la evolución del cuadro clínico de la hipoacusia comportaría una reducción del 10% del índice de prevalencia de la demencia en la
población general, con un ahorro notable de recursos humanos y económicos.
Es igualmente importante salvaguardar la audición en la medida de lo posible durante las vidas de las personas
a través de la prevención y la implementación de estrategias diseñadas para preservar la capacidad auditiva
a largo plazo. Así, por ejemplo, es sabido que escuchar música con cambios tonales armoniosos (como la
música clásica) a un volumen moderado protege de la pérdida auditiva y reduce las alteraciones derivadas
de la edad11. Los efectos de escuchar música contemporánea dodecafónica, en especial a un volumen alto, tal
y como acostumbran a hacer los más jóvenes, se están aún evaluando. Dicho esto, sin duda esta costumbre
es perjudicial para la salud y el bienestar del aparato auditivo, por lo que protegerse adecuadamente de un
exceso de decibelios es una buena manera de mantener la audición a largo plazo.
Referencias bibliográficas
1. Laureyns M., Best L., Bisgaard N., Hougaard S. Getting our numbers right on Hearing Loss, Hearing Care and Hearing Aid Use in Europe - Joint AEA, EFHOH and EHIMA Report (2016), https://www.efhoh.org/resources.
2. EuroTrak Italy 2015 Report (2015), http://www.ehima.com/wp-content/uploads/2016/02/EuroTrak_2015_ITALY.pdf.3. Lin FR. Hearing loss and cognition among older adults in the United States. The journals of gerontology. Series A, Biological sciences and medical
sciences (2011) 66:1131-1136.4. Mosnier I. et al. Improvement of Cognitive Function After Cochlear Implantation in Elderly Patients. JAMA Otolaryngology–Head & Neck Surgery
(2015) 141:442-450.5. Amieva H. et al. Self-Reported Hearing Loss, Hearing Aids, and Cognitive Decline in Elderly Adults: A 25-Year Study. Journal of the American
Geriatrics Society (2015) 63:2099–2104.6. Étude PAQUID/Amieva: la réhabilitation auditive au secours du vieillissement, http://www.edp-audio.fr/actualites/recherche/5250-etude-paquid
amieva-larehabilitation- auditive-au-secours-du-vieillissement.7. Dawes P. et al. Hearing Loss and Cognition: The Role of Hearing Aids, Social Isolation and Depression. Plos One (2015) 10(3):e0119616.8. Taljaard DS. et al. The relationship between hearing impairment and cognitive function: a meta-analysis in adults. Clinical Otolaryngology (2016) 41:718-729.9. Gatehouse S. et al. Linear and nonlinear hearing aid fittings - 2. Patterns of candidature. International Journal of Audiology (2006) 45:153-171.10. Souza P., Sirow L. Relating Working Memory to Compression Parameters in Clinically Fit Hearing Aids. American Journal of Audiology (2014) 23:394–401.11. Schmidt JH. et al. Hearing loss in relation to sound exposure of professional symphony orchestra musicians. Ear Hear (2014) 35:448-460.
Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha
2928
de vida influyen en la salud y las enfermedades de los años sucesivos. Entender las causas y la relación que
existe entre ellas significará potenciar realmente la prevención de patologías crónicas no transmisibles, tales
como los déficits auditivos, el deterioro cognitivo y la demencia6. Nuestro “capital humano” se decide en
los primeros años de vida y se ve posteriormente influido por las condiciones ambientales en que vivimos.
Comprender bien estas correlaciones nos ayudará a establecer una verdadera política social de la salud.
Ello es igualmente válido para la correlación que existe entre oído y capacidades cognitivas: conocer estos
mecanismos es fundamental para prevenir la aparición de déficits auditivos y, en consecuencia, cognitivos.
Detectar precozmente una pérdida auditiva es igualmente esencial: intervenir para solucionarla significa, de hecho, poner en marcha una terapia adecuada e inherente
al deterioro cognitivo, con beneficios enormes tanto para la persona a nivel individual como para la sociedad en su conjunto.
Gracias a la prevención y al tratamiento precoz y adecuado de aquellos déficits que pueden tener repercusiones
en el bienestar general podremos llegar a una tercera y a una cuarta edad en plena forma, autonomía y salud,
gozando así de una buena calidad de vida.
Coordinación del proyecto: Edelman
Concepto y diseño: SERVIF/LAB
Impresión: SERVIF RR Donnelley
Referencias bibliográficas
1. Mcgilwray A. Ageing: Restoration Project. Nature (2016) 531:S4-S5.2. Helzner EP. et al. Race and sex differences in age-related hearing loss: the Health, Ageing and Body Composition Study. Journal of the American
Geriatrics Society (2005) 53:2119-2127.3. Lin FR. et al. Hearing loss and incident dementia. Archives Neurology (2011) 68:214–220.4. Peracino A. Hearing loss and dementia in the ageing population. Audiology and Neurotology (2014) 19(suppl. 1):6-9.5. Kohanski RA. et al. Reverse geroscience: how does exposure to early diseases accelerate the age-related decline in health? Annals of the New York
Academy of Sciences (2016) 1386:30-44.6. Hanson MA., Gluckman PD. Early developmental conditioning of later health and disease: physiology or pathophysiology? Physiological Reviews
(2014) 94:1027-1076.
Documento de consenso 2017 | El cerebro a la escucha
3130