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W I L L I C
LA O R
CONTEA
Una introducción
EDICIONE
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S J Ä G E R
ACIÓN
A PIATIVA
?ün San Juan de la Cruz
ES O ELISC O
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5 6 C UE N TO S PARA BUSC A R
A D IO S
Ju lio Pe r a d e jo rd i
56 cuentos para avivar la nostalgia y
orientar al buscador en su peregrinar,
en la más pura tradición mística. Un
libro para leer y releer en los
momentos de duda y de tristeza.
LA
V ID C O M O INSP IR C IÓN
C o n s u e l o M a r t í
¿Qué significado tiene la vida? La
vida es una aventura insólita, una ins-
piración incesante que se va hacien-
do cada vez más presente en la
vivencia consciente de lo cotidiano.
G UÍA ESPIRITUA L
M i g u e l d e M o l i n o s
La G uí Esp irit u a l de M igue l de
Molinos es un camino y un método
basados en la oración, escrito para
ayudar a aquellos que desean sabo-
rear la vida del espíritu. Fruto de una
larga experiencia personal, este libro
apela a la vivencia directa.
PALABRAS BLA N C A S
M a d re Te re sa d e C a lc u t a
Plegarias y poemas que manan direc-
tamente del corazón de esta gran
santa del siglo XX. Este libro constitu-
ye un mensaje de paz y amor dirigí-
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W IL L I GIS JÄGER
LA ORACIÓN
CONTEMPLATIVA
Una introducción según San Juan de la Cruz)
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I
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EDICIONES O ELISCO
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Si este l ibro le ha interesado y desea que le ma nten gam os infor ma do de nuestras pu bli-
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Colección Aguas V ivas
La oración contemplativa
Willigis Jäger
1» ed ición: Dic iem bre de 198 9
2
a
ed i c i ón : Sept i em bre d e 2 0 0 0
Di señ o cubi e r ta :
Judith Roig
M a q u e t a c i ó n : Edda Pando
T rad ucc i ón : Carm en Mont sk e
© 2 00 0 by W il l ig i s Jäge r
(Reservados todos los derechos)
© 2 0 0 0 Ed i c i ones O be l i sco , S .L . ,
(Reservados tod os los derechos para la presente ed ición)
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p l an t a 5 . ° 0 8 0 0 5 Barce l ona - España
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mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]
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PR I M E R A PA R T E
Introducción
a la Oración Contemplativa
según San Juan de la Cruz
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1. LA ATENCIÓN AMOROSA
Juan de l a Cruz qu ie re enseñar co n su s l ib ro s un
c a m i n o h a c i a l a e x p e r i e n c i a m í s t i c a . E n n i n g u n a
par te s e v e e s to más c la ramente que en l a in t ro duc-
c ió n a l l ib ro Subida del M onte Carm elo. A h í
l e e m o s : « L a s u b i d a d e l M o n t e C a r m e l o e x p l i c a
c ó m o s e p u e d e a l c a n z a r r á p i d a m e n t e l a u n i ó n
div ina» .
La descr ipción de l camino se puede , re sumir ta l y
como se encuentra en su l ibro Llama del amor viva.
«El a lma se ha de andar sólo con ADVERTEN-
CIA AMOROSA a Di o s, s in esp ec if ica r ac to s,
h a c i é n d o s e p a s i v a m e n t e , s i n h a c e r d e
suyo di l igencias , con la determinación y
adv er tenc ia amo ro sa s imple y s enc i l l a , co mo
quien abre lo s o j o s co n adv er tenc ia de
a m o r » .
(11 III , 33)
El camino hacia la contemplación descr i to por Juan de
la Cruz, consiste en la ATENCIÓN AMOROSA, o como
dice en otro lugar , en la advertencia amorosa pas iva.
( ¿ / I I I , 3 4 ) .
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Igual que otros míst icos , también él enseña a prescin-
dir de cualquier tipo de reflexión, incluyendo los pen-
samien tos y sentim ientos rel igiosos :
«Porque se requiere el espíritu tan libre y
anihilado acerca de todo, que cualquier cosa
de pensamiento o discurso o gusto a que
entonces el alma se quiera arrimar la impedi-
ría, desquietaría y haría ruido en el profundo
silencio que conviene que haya en el alma,
según el sentido y el espíritu para tan profun-
da y delicada audición: que habla Dios al
corazón en esta soledad». (Z/III , 34)
Esta advertencia amorosa es a la vez un escuchar hacia
dentro. Dios está dentro de nosotros, «el centro del
a lma es Dios» , LI1, 12) dice Ju an de la Cr uz .
Normalmente , no podemos perc ib ir o experimentar
esto, porque nuestro entendimiento, nuestros sentidos
y nuestra voluntad son demasiado fuertes . No es fáci l
mantener este grado de escucha hacia dentro. Por un
lado, no debemos desl izamos hacia un pensar discur-
s ivo, ni por otro lado caer en un amodorramiento o
incluso quedar dormidos. A f in de cuentas , se trata
sol am en te de esta ATENCIÓN AMOROSA -d ir ig id a ha cia
dentro, s in tener ningún concepto de Dios y s in espe-
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rar nada- , que escucha y mira donde «Dios es e l cen-
tro del a lma».
El entendimiento, l a memoria y la voluntad deben
quedar tota lmente aquietados . La suave re lac ión de
esta a tención amorosa con e l centro del propio Ser se
destruye mediante la más mínima reacción de es tos
poderes del a lma. Juan de la Cruz advier te en la s g lo-
sas al tercer verso:
«Estas unciones, pues, y matices son tan del i-
cados y subidos del Espír i tu Santo, que con
grandís ima fac i l idad, no más que con e l
m en or acto qu e el a lm a quiere entonces hacer
de suyo de memor ia , o entendimiento , o
voluntad, o apl icar el sentido, o apeti to,
o n ot ic ia , o jug o, o gusto , se deturb an o im pi-
den en el a lma; lo cual es grave daño y dolor
y lást ima grande». (Z/ I II , 4 1)
S igue hab lando de l adormi lamiento y an iqu i l ac ión de
los sent idos
LI
III , 55 ) y de un oscu recim iento de las
re lac iones con Dios :
«Dios , pues , que e l a lma , pa ra haber se de
guiar b ien por la fe a es te es tado, no sólo se
ha de quedar a oscura s según aque l l a pa r te
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que t iene respecto a las criaturas y a lo tem-
poral , que es la sensit iva e inferior (de la
cual hemos ya t ratado) , s ino que también se
ha de cegar y oscurecer según la parte que
tiene respecto a Dios y a lo espiritual , que es
la rac ional y superior de la cual ahora vamos
tratando. Porque, para venir un a lma a l le-
gar a la t ransformación sobrenatural , c laro
está que ha de oscurecerse y t rasponerse a
todo lo que cont iene su natural , que es sen-
s i t ivo y rac ional ; porque sobrenatural quiere
dec i r que sube sobre e l natura l ; luego
e l natura l queda aba jo . Porque , como quie-
ra que es ta t ransformación y unión es cosa
que puede caer en sent ido y habi l idad huma-
na, ha de vac iarse de todo lo que puede caer
en el la perfecta y volu nta r iam en te , aho ra sea
de arriba, ahora de abajo, según el afecto,
digo, y voluntad, en cuanto es de su parte ;
porque a Dios , ¿quién le qui tará que É l
no haga lo que quis iera en e l a lma res igna-
da, anihi lada y desnuda? Pero de todo se ha
de vac iar como sea cosa que puede caber en
su capac idad , de manera que , aunque más
cosas sobrenaturales vaya teniendo, s iempre
se ha de quedar como desnuda de e l las y
a oscuras -a s í como e l c iego- , a r r imándose
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a la fe oscura , tomándola por guía y luz , y
no arr imándose a cosa de la s que ent ien-
de , gus ta y s iente e imagina , porque todo
aquello es t iniebla, que la hará errar, y la fe
es sobre todo aquel entender y gustar y sentir
e imaginar, y si en esto no se ciega, que-
dándose a oscuras to ta lmente , no v iene a lo
que es más , que es lo que enseña la fe» .
.Subida
II , 4, 2)
Al principio , esta noticia amorosa de la luz interior es
casi im percept ib le , c om o dice Ju an de la C ru z . Y nos
da la razón para e l lo :
«Es tan de l icado que e l a lma que ha e s tado
habituada a l o t ro e jerc ic io de la meditac ión
que es totalmente sensible , no echa de ver ni
cas i s iente estotra novedad insensible (que es
ya pura de espír itu)» . ( S u b i d a , II, 13 , 17 )
Compara e s to con la percepción de la luz exter ior .
Se la ve mejor a l l í donde es ref le jada. El o jo capta
mejor e l rayo de luz que entra por la ventana , cuando
éste se refleja en unas motitas de polvo que f lotan en
el aire. Así , el alma se agarra, al principio, a las «moti-
tas de polvo» que están en el interior del a lma, porque
aún no puede captar la o scur idad de la luz increada .
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«La luz no es propio ob jeto de l a v i s ta» , d ice Juan de
la Cruz, «s ino el medio con que ve lo vis ible». (
S u b i d a
II , 14, 9) . De esta manera, e l mirar hacia adentro pasa
por un proceso de evoluc ión .
2. LA ATENCIÓN AMOROSA HA DE SER EJERCITADA
Quien, según Juan de la Cruz , ya no le saca jugo a l a
m e d i t a c i ó n i m a g i n a t i v a q u e h a i d o p r a c t i c a n d o
durante l argo t iempo, debería intentar l a contempla-
c ión . É l da por supuesto que los pr inc ipiantes en la
contemplac ión ya han pract icado la medi tac ión inten-
s ivamente . Subida I I , 14 ,1) . Pero cuando és ta de ja de
ser placentera, e l alma ha de empezar a ocuparse de
es ta atenc ión amorosa , aun cuando le parezca no es tar
hac iendo nada . Subida, II , 14, 2 , 3) . Al alma nunca le
fal ta la luz de Dios . Pero debido a las imágenes y
envolturas que cubren el fondo, no se la puede ver. Por
el lo , hay que aprender a quedarse ante Dios en ATEN-
CIÓN AMOROSA. ( S u b i d a I I , 15 )
Este quedarse ha de ocurr i r a menudo y regularmente
para que se convierta, como él dice, en un hábito.
«Así como muchos ac tos en cualquier cosa
vienen a engendrar hábito en el alma, as í
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muchos ac tos de es tas not ic ias amorosas que
el alma ha ido sacando en veces part icular-
mente v ienen por e l uso a cont inuarse tanto ,
que se hacen hábito de el la .» ( S u b i d a 14 ,2)
De ahí , que e l e jerc ic io cont inuo es important í s imo.
Según se desprende de los escri tos de los Padres del
Desierto, e l e jercic io se faci l i ta sentándose muy quieto
y respirando regularmente. Pero la ATENCIÓN AMORO-
SA no se debe tener sólo cu an do un o se sienta o arro-
di l la , s ino que debería estar presente durante el día
entero, a no ser que la mente esté ocupada en un tra-
ba jo inte lectual . Las horas de insomnio habrían de
convertirse en preciosas horas dedicadas al e jercic io.
Esta orientación hacia el interior, donde «Dios es el
centro de l hombre» , y l a determinac ión de mantener-
se en el ejercicio es, en opinión de todos los guías espi-
ri tuales , una de las condiciones más importantes para
el progreso en el camino de la contemplación. Es
conocido que tanto en e l Zen como en e l Yoga, duran-
te unos períodos especiales de entrenamiento, se pasan
hasta 10 horas d iar ias en profundo recogimiento . Se
trata, pues , de aprender tanto de los Padres del
Des ierto como de los caminos or ienta les de medi ta-
c ión , que e l camino cons i s te , pr inc ipalmente , en un
abrirse a la relación con el propio centro. Al principio
hay que ser act ivos , hay que hacer algo, hay que hacer
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un esfuerzo para mantenerse en el estado de la aten-
ción amorosa despier ta , has ta que se l legue , mediante
la constancia , a la madurez de la oración contemplat i -
va . En cuanto queden ca l lados e l entendimiento , la
fantas ía , la memoria y la vo luntad, empieza e l camino
de la contemplación. El a lma debe dedicarse a e s te
e jerc ic io , d ice Juan de la Cruz , para que mediante e l
háb ito se l legue a form ar en el la un es tado con tem pla-
tivo.
{Subida
II, 14, 2, 3)
Esto no s igni f ica que la exper iencia mís t ica se podrá
«hacer» o «forzar» ; s iempre será puro regalo . Se trata de
prepararse a través del ejercicio a soltarse y a vaciarse.
Se cuenta de Juan de la Cruz que se pasaba horas , e
incluso noch es enteras , en es ta for m a de ora ción , y qu e
lo hacía con predilección al a ire l ibre o delante de una
v entana ab ie r t a , a l i gua l que su maes t ro J e sú s .
( Brenan , St. John ofthe Cross, págs . 4 3 , 4 7 , 4 8 , 5 3 , 5 5 )
3. EL PROCESO DE PURIFICACIÓN
L NOCH E
OSCUR
Ninguno de lo s po dere s de l a lma que so n gu iado s po r
e l ego , ta le s como e l entendimiento , la memoria o la
vo luntad, deben ser act ivos en e l e s tado de contem-
plación. Este e jercicio no es fáci l , ya que la mente no
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debe agarrarse a nada, y también las emociones t ienen
que pasar. Se trata de una atención amorosa que no
sabe nada y que no quiere nada. El que emprende este
camino no tardará en darse cuenta de cómo le acosan
los pensamientos de la vida cotidiana.
Pero no sólo los pensamientos de la vida cotidiana
dificultan el ejercicio. Todo aquello que a lo largo de
los años fue reprimido hacia el inconsciente personal ,
lo que «se escondió debajo de la alfombra», se s iente
alentado a asegurarse su sitio en el escenario interior.
Por regla general, al comienzo de este camino, los
principiantes tienen que luchar con sus experiencias
infanti les cargadas de miedo, con sus traumas y sus
núcleos neuróticos .
Las dif icultades interiores , para algunas personas ,
puede que sean tan fuertes que se vean impedidas a
seguir con el ejercicio contemplativo. Entonces, es
ho ra de buscarse a un gu ía. El al iento y el apoy o con s-
tantes es algo que todos necesitan en este camino.
Los núcleos perturbadores del inconsciente pueden
manifes tarse en forma de miedo. La persona no sabe
de qué t iene miedo, pero s iente que el miedo le impi-
de seguir por el camino contemplativo. Hay quien
consigue aceptar este miedo, dejándolo ahí , dirigiendo
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con va lor la a tención amorosa hacia Dios . Hay otros
que tendrán que de jar la contemplación y pasar pr i-
mero por un t ra tamiento terapéut ico . Para una perso-
na sana y normal, será suf iciente aceptar e l miedo y
seguir e l camino . Con e l t iempo, lo s e s tados ans iosos
suelen disminuir hasta f inalmente desaparecer.
Durante e s ta « fase de pur i f icac ión act iva» , e l hombre
aún puede contribuir a lgo a su cambio interior . Pero
con e l comienzo de la «pur i f icac ión pas iva» , que pare-
ce pur i f icar pr incipa lmente e l inconsciente co lect ivo ,
desaparece cualquier acción . Es tas capas de la concien-
cia e s tán más a l lá de una intervención act iva de l hom-
bre . La ú l t ima pur i f icac ión ha de ser suf r ida .
Todo es te proceso puede resu l tar t remendamente do lo-
roso . Só lo aque l que lo haya pasado o haya t raba jado
largo t iempo con personas afectadas por é l sabe lo
que s ignif ica . El capítulo 6 del 2
o
l ibro de La Noche
Oscura de Ju an de l a C ru z no s da un a idea .
All í leemos:
«La tercera manera de pas ión y pena que e l
a lma aquí padece es a causa de o tros dos
extremos , conviene a saber , d iv ino y humano,
aquí se juntan; e l d iv ino es e s ta contempla-
c ión purgat iva , y e l humano es su je to de l
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alma. Que, como el d ivino embis te a f in de
(cocerla y) renovarla para hacerla divina, des-
nudándola de las afecciones habituales y pro-
piedades del hombre viejo en que el la está
muy unida , cong lut inada y conformada , de
tal manera la destripa y descuece la sustancia
esp ir i tual , absorbiéndola en una profunda y
honda tiniebla, que el alma se siente estar des-
haciendo y derritiendo en la haz y vista de sus
miserias con muerte de espíritu cruel; así
como, si tragada por una bestia, en su vientre
tenebroso se sintiese estar digeriéndose, pade-
ciendo estas angustias como Jonás en el vien-
tre de aquella m arina best ia ( Ion. 2 ,1 ) . Porqu e
en este sepulcro de oscura muerte le convie-
ne estar para la espiritual resurrección que
espera».
Las palabras que Juan de la Cruz uti l iza en este capí-
tulo nos dan idea de lo terrible que resulta este proce-
so de purif icación:
« Ce rc áro n m e los g e m id o s d e l a m ue r t e —
dolores del inf ierno - arrojado en las t inie-
blas - es tar puesto en e l lago más hondo e
infer ior en teneb ros ida des — som bra s de
m uerte s in luz - som bra de m uerte , gemi-
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do de muerte , dolores de inf ierno - un
p ad e c e r m uy c o n g o jo s o
—
suspendido e l a ire
que no resp irase , los huesos encendidos en
fue go - con sum irse han las carnes - cocerse
ha toda la composic ión y deshacerse han los
huesos (Ez . 24 , 10) - grande deshacimiento
en la misma sustancia del a lma - e l a lma ve
abierto el inf ierno».
Esta fase de la contemplación puede resultar terrible
para algunos y puede extenderse por un período de
tiempo muy largo. Este estado se parece, por regla
general , a una depresión profunda. Es importante que
el practicante no vea en este proceso s implemente un
mal que le ha atacado, s ino un camino de purif icación
espiritual. Solamente así tendrá las fuerzas necesarias
para aguantar este proceso hasta el f inal. La diferencia
consiste en la actitud que se tiene hacia la experiencia
interior. Esto lo demuestra un ejemplo:
Pensemos en dos turistas que se han quedado atrás en
el desierto, y a los que no les queda nada más que agua
para las próximas cuatro semanas. Uno de estos dos
turistas está continuamente buscando comida, sólo
piensa en al imentos , sueña con la comida, pasa ham-
bre y, al final de las cuatro semanas, muere efectiva-
mente de hambre.
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El segundo se hace a la idea de pasar un ayuno de cua-
tro semanas, un período de purif icación psíquica y
física. Porque sabe ayunar, sale fortalecido y purifica-
do de esta fase de privación, mientras que el primero
se queda en la necesidad, en el miedo, sin salida.
La purif icación pasiva es un período de desamparo, de
dolor, de tensión, de desesperación, de pánico y de
horror. No en vano denominaban los míst icos este
esta do HORROR VACUI, el ho rror del vac ío. M u y po co s
serán capaces de atravesar estas pruebas sin el aliento
de un guía.
4. LA MORTIFICACIÓN COMO LIBERACIÓN
A menudo, el lector está consternado del vocabulario
tan negativo que utiliza Juan de la Cruz. Palabras como
mortif icación, negación del mundo o abnegación cau-
san un efecto angustioso y despiertan asociaciones
desagradables . ¿No conduce un camino tal a la atrof ia
de las potencias del alma? ¿Qué es lo que le queda al
hombre cuando entra en esa Nada?
Sin em barg o, para Jua n de la Cr uz , la contem plación
no es un camino de «aniquilación», s ino un camino de
liberación. S ólo aque l qu e se ha visto alg un a vez de ver-
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da d enfrentado a su impo tencia frente a sus em ociones,
tales como las agresiones, los anhelos o miedos, sabe
qué cadenas le t ienen pris ionero. El hombre puede
estar tan inundado por las tormentas en su interior que
ya no es él mismo.
La separación de cosas exteriores resulta relativamente
fácil, pero el desprendimiento de las energías libidino-
sas sobrepasa prácticamente las fuerzas humanas. Por
ello, los místicos hablan en este caso de la purificación
pasiva. Dios mismo t iene que intervenir y quitar los
obstáculos .
En el camino contemplativo, son aun peores las tram-
pas ocultas e inadvert idas que impiden el progreso del
ejercitante, como son, por ejemplo, los pensamientos
religiosos , los sentimientos profundos. Incluso caris-
mas como el don de lenguas se convierten en obstácu-
lo, cuando se carece de la disposición de proseguir
hacia un nivel más profundo de oración, pues también
el don de lenguas no es nada más que un paso hacia
una experiencia más honda de Dios .
Cuando Juan de l a Cruz hab la de desprendimiento ,
nunca se ref iere a un desprecio del mundo. Se trata
más bien de soltarlo todo para poder recobrarlo en un
nivel nuevo. Escribe:
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«Es te recuerdo es un movimiento que hace e l
Verbo en la sus tancia de l a lma de tanta gran-
deza, señorío y gloria , y de tan ínt ima suavi-
dad, que le parece a l a lma que todos lo s bá l-
samos y e species odor í feras y f lores de l
mundo se t rabucan y menean, revo lv iéndose
para dar su suavidad, y que todos los re inos y
señor íos de l mundo y todas la s potes tades y
virtudes del Cielo se mueven; y no sólo eso ,
s ino que también todas la s v ir tudes y sus tan-
cias y perfecciones y gracias de todas las cosas
cr iadas re lucen y hacen e l mismo movimien-
to , todo a una y en uno» . LI, IV, 4)
5. LA NADA COMO PUERTA A LA EXPERIENCIA
MÍSTICA
El total desprendimiento de todo lo creado desempeña
un papel decis ivo en Juan de la Cruz. Se podrá reducir
su enseñanza a dos frases: «Un alma llena de afecto hacia
las criaturas está vacía de Dios». «Un alma vaciada de las
criaturas está llena de Dios». En este punto, este gran
maestro cristiano de la oración interior se encuentra en
el mismo estadio que los maestros orientales del Yoga o
del Zen. El desprendimiento total , la kenosis, es aquel
vaciamiento que Jesucris to nos e jemplif icó .
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El tota l desprendimiento de Jesucr i s to es , según Juan
de la Cruz, la tarea vi tal por excelencia, a cuya imita-
ción están l lamadas todas las personas . Jesús es el
SACRAMENTUM, el signo que abre el camino, la verdad
y la vida. La entrada en el modelo de vida de Jesucristo
y su imi tac ión const i tuyen, según Juan de la Cruz , l a
vocac ión contemplat iva :
« . . . a l punto de l a muerte quedó anihi lado en
el a lm a s in consuelo y a livio a lgu no, de ján do -
le el Padre as í en íntima sequedad según la
pa rte inferior, po r lo cual fu e nece si tado a c la-
m ar d ic iendo: ¡D ios m ío , ¿por qu é m e has
desamparado? , l o cua l fue e l mayor desampa-
ro sensi t ivamente que había tenido en su vida;
y as í , en él hizo la mayor obra que en toda su
vida con milagro y obras había hecho ni en la
Tierra ni en el Cielo, que fue reconci l iar y
unir a l género humano por grac ia con Dios . Y
esto f i i e , como digo , a l t i empo y punto que
este Señ or es tuvo anihi lado en tod o, conviene
a saber: acerca de la reputación de los hom-
bres». (
S u b i d a ,
II, 7, 11 )
Igualarse a Jesucristo en este aniqui lamiento es el esta-
do más elevado que el alma puede alcanzar. Ese eleva-
dís imo estado consiste en la muerte vivida en la cruz,
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tanto de los sentidos como del espír itu, interior y exte-
riormente. El soltarse es , según Juan de la Cruz, la
co ndic ió n ind i spensab le para una pro funda ex per ien-
cia míst ica . Esa desposes ión de s í se ref iere sobre todo
a las experiencias religiosas, las consolaciones, éxtasis ,
e tc . La sa lvación se consuma s iguiendo los pasos de
Jesús , no só lo imitándole . Hay que haber l legado a
una p lena ident i f icac ión con é l .
Las ex igencias de San Juan de la Cruz no son infer io-
res a las de un maestro Zen. En el Zen, se habla de
m or ir en el co jín. E s esto a lo qu e se refiere Ju a n de la
Cruz con e l «nada , nada , nada» , que se encuentra en
un d ibu j o de l camino co ntempla t iv o de su l ibro
Subida del Mo nte Carmelo. L o s p e l d a ñ o s q u e c o n d u -
cen a l a c ima de l mo nte s e l l aman «nada» . No meno s
de cinco veces , ref ir iéndose a los peldaños , vemos en
este dibujo «nada». Y en lo alto de la cima, leemos otra
vez : «Y en e l monte nada» .
Es pos ib le que e l indiv iduo s ienta aque l lo que le pasa
co mo un an iqu i l amiento de s í mi smo . Es parec ido a l a
muerte , a l sent imiento de ser rechazado por Dios ,
has ta tanto que lo creado no es té absorbido por lo
div ino . O mejor dicho : has ta que lo creado se perc iba
en lo divino.
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S E G U N D A P A R T E
La experiencia mística
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6. PERCIBIR LAS COSAS EN DIOS
Un indicio característ ico, tanto de la míst ica oriental
co m o d e la occ idental , e s e l hecho de qu e el m u nd o en
su d ivers idad sea perc ib ido con un nuevo es tado de
conciencia , y por e l lo de una manera d i ferente que en
el hombre corriente. Algunas veces , se le reprocha al
mís t ico una fa l ta de real i smo, acusándole de andar
cua l soñador por e s te mundo , e s t ando demas i ado a fe -
rrado a l más a l l á . Un mís t ico que se comporta as í no
será más que un pseudomíst ico .
La persona que percibe el mundo con sus sentidos y su
mente tiene una l imitada percepción. Es la conciencia
del ego la que l imita la percepción humana; hace que se
capte sólo un sector, un aspecto de la realidad total. El
míst ico ve con una dimensión adicional de su concien-
cia. Mientras que la persona corriente se identifica con
su ego, no siendo capaz por eso de ver el mundo de
m an era diferente a co m o se le representa éste, el m ístico
se identifica con su experiencia mística. Por esta razón,
ve el m u n d o d e man era distinta. N i el m ístico oriental ni
el occidental dicen que el mundo no existe. Dicen más
bien: el mundo no existe tal como nos lo representa la
conciencia del ego. Esta conciencia del ego es como un
gran hipnotizador, que nos refleja constantemente un
mundo que en realidad es totalmente diferente.
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P a r a J u a n d e l a C r u z , D i o s « m o r a » e n t o d a s la s c o -
sas . Es Dios e l que sos t iene en su re ino a todos
los «vasal los» , es decir , todas las cosas creadas . La
per so na mí s t i ca co mprende a l a s c r i a tura s en e l
Se r de Dio s y no en su «pro p io » s e r , co mo la
co nc ienc ia de l ego l e sug ie re . Juan de l a Cruz
escribe :
«Y aunque es verdad que echa a l l í de ver
e l a lma que es tas cosas son dis t intas de Dios
en cuanto t ienen ser criado, y las ve en Él con
su fuerza, raíz y vigor, es tanto lo que co-
noce ser Dios en su ser con inf ini ta inminen-
cia todas estas cosas , que las conoce mejor
en su ser que en ellas mismas. Y éste es el
de le i te grande de e s te recuerdo : conocer
por Dios las cr iaturas y no por las cr iaturas a
Dios ; que es conocer lo s e fectos por su
causa y no la causa por los efectos , que es
co no c imiento t ra se ro , y e so t ro e senc ia l » .
( ¿ / I V , 5 )
Genera lmente , se d ice que las cr ia turas l levan hacia
D io s . T am bi én Ju an de la C ru z se re fiere a e l la s de e s ta
manera en diferentes ocas iones . Pero es en e l verso
cua t ro de La llama del amor viva, d o n d e i r r u m p e l a
verdadera exper iencia mís t ica . {L IIV, 5 y 6) . A h í lee-
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mo s que e l mundo no e s t a l co mo e s cap tado po r l a
conciencia de l ego , mediante lo s sent idos y la mente .
E l mundo ente ro e s l a mani f e s t ac ió n de Dio s , l a
forma múlt ip le , en la que El se muestra y de la que
a la vez queda di ferenciado en su Ser inv is ib le .
El mundo en s í no t iene ex is tencia . Nada ex is te fuera
de Dio s .
Con la misma fuerza , se hace patente la exper iencia de
Juan de la Cruz en los versos 14 y 15 del Cántico
Espiritual-.
«Mi amado , l a s mo ntañas ,
los val les sol itarios , nemorosos ,
las ínsulas extrañas,
los r íos sonorosos ,
el s ilbo de los aires amorosos;
la noche sosegada ,
en par de los levantes de la aurora,
la música cal lada,
la so ledad sonora ,
la cena que recrea y enamora».
Expl icando es tos versos , d ice :
«Todas estas cosas es el amado en sí ; y lo es
para e l la (e l a lma)» . {Canc. XIV, 5)
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Y s igue dic iendo :
«Porque en lo que Dios sue le comunicar en
semejantes excesos , s iente e l a lma y conoce la
verdad de aque l d icho que di jo S . Francisco ,
es a saber: Dios mío y todas las cosas . . . » .
{Canc. XIV, 5)
«Cada una des tas grandezas que se dicen es Dios y
todas e l la s juntas son Dios ; que , por cuanto en es te
caso se une e l a lma con Dios , s iente ser todas las cosas
Dio s , s egún lo s in t ió S . Juan cuando d i j o : " Lo que fue
hecho, en Él era vida" . {Canc. XIV, 5 )
«Cada una de e s tas grandezas que se dicen es Dios» ,
escribe Juan de la Cruz. Las montañas y los val les , las
is las y los r íos , los l lama Dios . Son revelaciones de
Dios , pero no en e l sent ido corr iente . Son Dios . Dios
se manif ie s ta como montaña y va l le , como r ío e i s la .
« . . . e l a lma s iente cómo todas las cosas son Dios .»
En e l Zen también se sabe que la rea l idad ú l t ima
puede revelarse en una f lor de cerezo, en el grito de un
pá jaro , o en e l susurro de l bambú. El mís t ico percibe
a Dios como la rea l idad or ig inar ia en todo lo creado .
Así debió percibir Moisés a Dios en la zarza.
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Se sobreent iende que la v ivencia en s í e s « suprasen-
sor ia l» en e l propio sent ido de la pa labra , y para la
cua l l a pe rcepc ió n , mediante lo s ó rgano s ex te r io re s ,
no es más que e l punto de part ida . La v ivencia de
unidad t rae co ns igo un n iv e l de co nc ienc ia to t a l -
m e n t e n u e v o .
Es t a v iv enc ia p ro funda puede de sencadenar se median-
te la v i s ión o la aud ic ión . Se oye un so ni do o un ru id o
con el o ído exterior y repentinamente se percibe en el
interior , que ese sonido, ese ruido, lo es TODO. Este
TODO es e l Vac ío respland ecien te y transp aren te , D io s ,
lo abso luto , la ú l t ima rea l idad.
Para Elias , la experiencia de Dios tenía que ver con el
susurro del a ire , y Juan de la Cruz hace e l s iguiente
comentar io a e s te respecto :
«Que, por significar este libro la dicha inteli-
gencia sustancial , piensan algunos teólogos que
vio nuestro padre Elias a Dios en aquel SILBO
DEL AIRE DELGADO que sintió en el monte a la
boca de su cueva».
{Canc.
XIV, 14) .
« . . . que vio nuestro padre Elias a Dios (en e l s i lbo) .»
No po cas pe r so nas co nf i rmar í an haber pe rc ib ido lo
mismo o a lgo parecido .
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Juan de la Cruz añade:
«. . . Este divino silbo que entra por el oído del
alma, no solamente es sustancia entendida,
sino también descubrimiento de verdades de
la Divinidad y revelación de secretos suyos
ocultos» . (C a n c . XIV , 15)
Por eso, Ju an de la Cr u z creía que P ablo se refería a un a
de estas experiencias en su segu nd a carta a los C orin tios,
cuan do dice: «O í palabras secretas, qu e al ho m bre no es
lícito hablar». Cor. 2, 12, 4). Y comenta Juan de la
Cruz: «En lo cual se piensa que vio a Dios tan bien
como nuestro padre Elias en el silbo». Canc. XIV, 15)
Un ejemplo de nuestro tiempo
«Casi desfallezco de anhelo por este Ser», escribe una
mujer en el relato de su vivencia. «Por todas partes me
parece que oigo el gran nombre inefable de Dios. Al dar
un paseo, oí cómo reía un hombre en su jardín. Reía el
"gran nombre".» («Gran Nombre» significa aquí Dios.)
«Reía el gran nombre» -¡reía Dios Seguida m ente, se
da cuenta de lo extraño de su testimonio; queda des-
concertada y añade: «Pero no puede ser lo que digo».
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La mente censura la vivencia, y por eso lo dicho no
puede ser cierto. Y precisamente allí está la vivencia.
¿Reía Dios? y no: Dios estaba en la r isa, lo que podría
interpretarse mal. Más bien: «Reía el Gran Nombre»,
pues la r isa, tal como la captan nuestros sentidos , no
es la gran realidad. Nos parece que el míst ico no capta
las cosas correctamente, pero ése es el gran engaño. El
místico percibe la realidad total, tal y como es. Ve, por
así decir, el paisaje en su extensión tridimensional,
donde la persona corriente sólo es capaz de ver una
imagen de dos dimensiones .
De la misma manera , se puede perc ib ir a Dios en un
concepto. Posiblemente, algo así les sucedió a Teresa y
a Juan de la Cruz cuando es tuvieron hablando en e l
locutorio de la Sta . Tr inidad. Donde más arr iba dec i-
mos : «Reía e l Gran Nombre» , deberíamos dec ir ahora :
«Pensaron la Sta. Trinidad». Pero igual que la palabra
«reír» no t iene nada que ver con lo que normalmente
entendemos por reír , la palabra «pensar» no t iene que
ver aq uí co n lo qu e les ocu rrió a Sta. Teresa y a Ju an de
la Cruz. Tal como más arriba ocurrió con la audición,
aquí es el pensar el que condujo hacia una nueva cali-
dad de la experiencia.
No se deberían comparar entre s í v ivencias de es te
t ipo, como s i , por su punto de part ida re l ig ioso ,
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unas fueran de más va lor que o tras , en que « só lo» se
habla del re ír , del susurro del v iento o de la zarza
ard iente . La s t re s ú l t imas t ambién so n t e s t imo nio s
p r o f u n d a m e n t e r e l i g i o s o s d e u n a e x p e r i e n c i a m í s t i -
ca , aunque no se s i rvan de un lengua je re l ig ioso en
e l s ent ido t rad ic io na l . En cua lqu ie r ca so , l a ex pe-
r iencia sobrepasa lo s sent idos y la inte l igencia . Pero
« s o b r e p a s a » n o s e d e b e e n t e n d e r c o m o u n a u m e n t o
de la capacidad de los sent idos o de la inte l igencia .
Se t r a t a más b ien de una ca l idad to t a lmente nuev a
d e p e r c e p c i ó n .
La evolución del ser humano t iende a que este «ver
mís t ico» sea a lgún día patr imonio de todos . Se t ra ta de
ayudar a los hombres a desarrollarse hacia esa nueva
dimens ión de la conciencia , donde se perc ibe e l or igen
común de toda ex is tencia .
7 . CANCIONES DE AMOR.
EXPRESIÓN DE LA EXPERIENCIA
En Juan de l a Cruz , l a ex per ienc ia s e re f le j aba t am-
b ién en imágenes de canc io nes po pu la re s de amo r ,
p o r q u e n o s ó l o e l Can tar de los Cantares-, s i n o t a m -
b ién l a s canc io nes de amo r de su t i empo aparecen en
sus e s cr i to s . Una v ez , l e in sp i ró una canc ió n de amo r
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que escuchaba a l es tar escr ib iendo sus poes ías , cuan-
do la voz de un joven cantante penetró desde la cal le
en su ce lda de pr is ión, donde le habían encerrado
sus hermanos de congregación. Las palabras de la
canción eran las s iguientes : «Me muero de amor.
A m ad a m ía , ¿qué pu ed o hacer? —M orir». (Ver
Brenan , pág . 32) .
En otra ocasión, cuando estaba de padre espiritual de
las Carmelitas en Beas , al ver una imagen del Niño
Jesús, dio unos pasos de baile, a la vez que cantaba las
primeras l íneas de una popular canción de amor, que
dirigió a Jesús : «Dulce y suave Jesús , s i el amor mata,
ahora tiene la ocasión». (Ver Brenan, pág. 57).
En los poemas de Juan de la Cruz, raras veces encon-
tramos la palabra Dios , sacramento u otras expresiones
cristiano-religiosas. Pero es precisamente en sus poe-
s ías , donde encontramos su mís t ica . Según Fernando
Urbina, no era amigo de explicar sus poemas. Sabía
demasiado bien que una interpretación dentro de la
terminología crist iana sería fáci lmente atacable y que
expresaría en mucho menor grado la experiencia mís-
tica que la poesía en sí .
Por ejemplo, nos referimos a las primeras estrofas de
sus diferentes libros:
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¡Oh l lama de amor v iva ,
que t iernamente hieres ,
de mi a lma en e l más pro fundo cent ro
Pues ya no eres esquiva,
acaba ya, s i quieres;
rompe la te la des te dulce encuentro .
Ü )
¿Adonde te e scondis te ,
A mado , y me de j a s t e co n gemido ?
Como e l c iervo huí s te ,
hab iéndo me her ido ,
sal í tras t i c lamando, y eras ido.
Cántico)
En una noche oscura ,
con ans ias , en amores inf lamada ,
¡Oh de l ic iosa ventura ,
salí s in ser notada,
es tando ya mi casa sosegada .
Noche)
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A oscuras y segura
por la secreta escala , dis frazada,
¡Oh dichosa ventura ,
a oscuras y encelada,
e s tando ya mi casa sosegada .
{Subida)
8. LA NATURALEZA COMO DESENCADENANTE
DE LA EXPERIENCIA MÍSTICA
La natura leza era cas i s iempre la puerta que le condu-
cía hacia la exper iencia profunda . Por e jemplo , cuan-
do es taba en e l C on ve n to d e la Tr in idad , cerca de l pue -
blo Iznatoraf , so l ía ret irarse a un minúsculo cuarto ,
desde cuyo ventanuco tenía una ampl ia v i s ta sobre la s
montañas y los verdes val les .
E n G r a n a d a e s c o g i ó l a c e l d a m á s p e q u e ñ a d e l
Convento . Pero tenía una ventana que o f recía una
vis ta m uy a m pl ia . Al l í so l ía arrodi llarse y orar . C u an d o
se encontraba en Segovia , se ret iraba a una gruta desde
la que tenía una gran vis ta sobre la ciudad, hacia las
le janas montañas . Y en La Peñuela , poco antes de caer
gravemente enfermo, sol ía orar bajo los sauces y en
medio de los arroyos , hasta que e l calor del mediodía
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le sacara de su oración contemplativa. (Brenan, págs .
48 , 55 , 65 , y 75) .
La a utént ica experienc ia abarcab a para é l am ba s cosas :
Dios y la creación. Parece ser parte de la mística el que
ambas cosas se perc iban só lo conjuntamente .
9. CREADOR Y CRIATURA - NO DUALIDAD
Sabremos aceptar y apreciar las experiencias de Dios
de es te t ipo só lo cuando partamos de l a unidad de
todo lo ex i s tente . Dec imos : «Dios creó e l mundo de la
nada» , pero queremos dec i r que Dios creó a lgo enfren-
te de s í , y de lo que se mantiene ale jado mediante un
ab i smo . Hacemos como s i Dios hub iera c reado l a
creación fuera de s í . Pero fuera de Dios , nada puede
exis ti r. ¡C ó m o pod ría É l es en lo m ás pro fu nd o la v ida
de todo lo creado. Dios y la creación son los dos aspec-
tos de la única real idad, que no debemos separar. Un
término mejor para expresar esta relación sería «no-
dual idad». Ésta es la experiencia del míst ico. Resulta
muy di f íc i l verterla en conceptos . Pero intentaremos
hacer lo mediante a lgunas imágenes .
Tenemos la imagen del árbol , al que pertenecen de la
misma manera e l t ronco y l as ramas . Las ramas sa len
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del tronco. Se pueden considerar las ramas como tales ,
y así distinguirlas del tronco. Pero las ramas no se
experimentan sólo como ramas . Se experimentan tam-
bién como árbol . Sólo bajo el aspecto del árbol puede
haber la unidad de tronco y rama.
O tr a im age n es la del cuerp o. A él pertenecen los brazos,
las piernas, la cabeza y el tronco , y a cada un a de esas par-
tes se la pue de considerar por separado y darle un no m -
bre. Pero el hombre no se percibe como brazo, pierna,
cabeza o tronco. Se experimenta como cuerpo. La expe-
riencia de unidad en la mística es parecida. Se puede
separar al hombre de Dios, y considerarlo como tal. Pero
esto no es más que la mitad de la realidad. El hombre es
«dios y hom bre», y cu an do el m ístico tiene esta vivencia,
se percibe com o u no con D ios y con tod a la creación. E n
el intento de verbalizar esta experiencia, es cuando dice
necedades tales como «mi amado las montañas», o «Dios
estaba en susurro del viento».
Por ello, en un sentido místico, Dios no es ni inmanen-
te ni trascendente. Es m ás bien la creación entera de un a
manera misteriosa. Él se expresa en ella como el amor en
el gesto de la caricia. En la creación, Él se hace evidente
y tangible. Pero insistim os en qu e no se trata aquí d e u na
percepción con los órganos corporales de la vista y del
oído. Hablar de «ver y oír» es una expresión gráfica de
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una exper iencia mís t ica mucho más honda . Pero tam-
bién hay que decir que esta experiencia le es dada a
muchas más personas de lo que se suele imaginar.
En la míst ica , no se trata de hacerse uno con Dios . Se
trata DE DARSE CUENTA EN LA EXPERIENCIA DE LA UNI-
DAD QU E YA EXISTE DESDE SIEMPRE. E s t a u n id a d ya
existente aflora en la experiencia. O sea, el místico no
alcanza la unidad, s ino que Dios le hace el regalo de caer
en la cuenta de esta unidad s iempre presente . Dios la
hace surgir de repente en el horizonte , s iem pre y cu an do
el o jo interior haya qu ed ad o p ur o, es decir , cua nd o haya-
mos sufrido hasta el f inal el proceso de la purif icación
activa y pasiva. El que haya recibido el regalo de esta
experiencia llegará a una nu eva c om pr en sió n d e las ense-
ñanzas de Jesús . Tolstoi probablemente se inspiraba en
esta fuente cua nd o escribía:
«Cr i s to enseña a lo s ho mbre s que dent ro de
e l los hay a lgo qu e los e leva p o r en cim a de es ta
v ida con sus persecuciones , sus miedos y sus
placeres . E l que comprende las enseñanzas de
Cr i s to s i ente lo mismo que un pá j a ro que
has ta entonces no sabía que tenía a las , y ahora
co mprende que puede v o la r , que puede s e r
l ibre y no neces i ta temer nada» . (Se l lmair ,
Weisheit Sabiduría)... p á g . 2 3 6 ) .
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10. EL MÍSTICO - ¿PANTEÍSTA O MONISTA?
Cuando e l mí s t i co d i ce que e s uno con Dios , no qu ie-
re decir necesariamente que su existencia se pierde en
Dios . E l inte lecto t raba ja por naturaleza de manera
dual i sta ; sólo puede pensar «yo» y «tú». Por eso,
para e l ser humano, l a unión so lamente puede s igni-
f icar la fusión de dos . Pero en la experiencia profunda
que se da en un nuevo es tado de conciencia , se le
revela a la míst ica la ya existente unidad entre Dios y
e l hombre . Perc ibe a Dios como e l mar que se
mani f ies ta constantemente en o las . A la o la se l a
puede cons iderar como ta l ; t i ene una c ierta indepen-
dencia , pero no ex i s te fuera de l mar . De la misma
forma, cada criatura t iene su propia existencia; se la
puede cons iderar por separado, pero en real idad es e l
mar de l a v ida de Dios e l que es tá expresando en la
criatura.
EL MUNDO TAL Y COMO LO VEMOS NO ES TODA LA
VERDAD; es una verdad parcial . Por eso, la teología que
sólo ve lo d iv ino con la mente no puede proporc ionar
más que una verdad parc ia l . La especulac ión teológ ica
es la reflexión de la ola sobre el océano.
La experiencia míst ica, en cambio, va al fondo de las
cosas de manera d i ferente a l a de una persona no i lu-
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m inad a. Esto no quiere decir qu e se trata de un a subli-
mación de lo creado. Lo creado se amplía en la expe-
riencia mística hacia su totalidad, y recibe así una
nueva calidad y valencia. Surg e u na relación totalmen -
te nueva para las cosas, que está impregnada por la
unidad experimentada de la vida. Todas las cosas pro-
claman a Dios , son la revelación de Dios . La piedra no
es sólo piedra; el árbol no es sólo árbol. La experiencia
hace ver que la verdadera existencia de la naturaleza y
de todas las cosas no se agotan ni en lo material, ni en
lo biológico. Para el místico, en este sentido, todo lo
creado está totalmen te vacío. Visto desd e el lado feno-
ménico, todas las cosas le resultan ser la pura nada.
Pero esta nada, ese vacío misterioso de la mística, se le
revela por otro lado como la últ ima realidad que el
hombre podrá percibir , pero que la mente no será
capaz de comprender ni describir .
El vacío de la mística es creativo. En él, todas las cosas
tienen su existencia, pero no tal y como son percibidas
por los sentidos y la razón en el nivel espacio-tempo-
ral . Siempre que nos apoyemos demasiado en el inte-
lecto, estamos inclinados a clasif icar lo dicho más arri-
ba como panteí smo, monismo o gnost ic i smo.
Pero esto significaría no hacerle justicia a los testimo-
nios de los míst icos , porque ninguno de estos concep-
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tos resulta adecuado para la experiencia de la realidad
total. Son formas de percibir del intelecto. Por eso,
insist imos una vez más en que todo lo creado, con
relación a su existencia material, es la pura nada para
el místico. Es totalmente vacío y no tiene existencia en
sí . La creación para él no existe en la forma percibida
por el yo espacio-temporal. Sólo el intelecto del ego
espacio-temporal es capaz de percibirla separada de su
origen, pero no el hombre en la experiencia mística.
Por eso, cuando declaran los panteístas : «Las monta-
fias son Dios», esto no es comparable a la declaración
del mís t ico . Cuando Juan de la Cruz dice : «Mi amado
las m on tañ as», se refiere a algo m uy d iferente de lo qu e
son las imaginaciones panteístas de los teólogos. La
montaña, ta l como la capta e l ego espac io-temporal ,
nunca puede ser Dios . Pero la montaña que se percibe
en la experiencia de unidad «es Dios».
Al místico, se le revela la totalidad del Ser en lo crea-
do, que es un Ser de Dios . Todas las cosas rebosan
Dios, todas las cosas rebosan su Ser. «Dios está más
cerca de mí de lo que lo estoy yo mismo», dice
Eckhart .
La creación es un despliegue de Dios . Dios se desplie-
ga y (en la experiencia mística) se repliega. La expe-
riencia es unidad de Dios y creación. Y como en la
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experiencia e l míst ico abarca más con la percepción
inte lectua l , e s tá en lo más hondo convencido de e sa
real idad entera. Cualquier experiencia en nuestra exis-
tencia e spacio- tempora l será s iempre incompleta . La
pro fundidad de Dio s e s in so ndab le .
11 . ENCARNACIÓN, UN ACONTECIMIENTO
PERMANENTE
Si la creación entera, y e l la también incluye a la raza
humana, e s expres ión de lo div ino , la encarnación no
es un acontecimiento único . La encarnación ha s ido y
será s iempre . En Cr is to , la encarnación de Dios a lcan-
zó su punto cu lminante . En Cr i s to , D io s mismo se
mani f e s tó . Cr i s to e s l a mani f e s t ac ió n abso lu ta de
D io s en el m un do . P ero l a m ani f e s t ac ió n d e s í mi sm o ,
que a lcanza su pe r f ecc ió n en l a pe r so na humana de
Cristo , ya se ha l levado a cabo en la creación.
También la creación es Pa labra de Dios . La creación
en s í ya e s encarnación. La creación y la encarnación
no son pues dos actos de Dios que es tén desga jados de
é l , n i que coex is tan separadamente , s ino que son «dos
mo mento s y f a se s de un só lo pro ce so , aunque in te -
r io rmente d i f e renc iado , de mani f e s t ac ió n de s í mi smo
y de despo jamiento de Dios en lo o tro desde s í
m i s m o » . ( K . R a h n e r , Schrifien zur Theologie V,
42
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Eins iedeln 1964, pág . 213*) . La creac ión es tá d is-
puesta hacia la encarnación. La encarnación es la per-
fección de la creación.
Cuando en la experiencia míst ica uno cae en la cuen-
ta de esto, entenderá a Pablo de una manera total-
mente nueva cuando dice: «No soy yo el que vive.
Cristo vive en mí». Cristo es el prototipo en quien la
creación entera ha de reconocerse.
La no-dual idad de la real idad entera , de lo divino y
de lo creado se hace pate nte en Jesu cristo . E n él resul-
ta imposible dividir esta realidad que es una; en él ,
Dios se revela como hombre; en é l , Dios se persona-
liza. En Jesucristo, Dios se hizo carne, creación: «La
Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros».
Jn
1 , 14) . Pero lo que ocurrió en él , sucede perma-
nentemente de forma s imilar en toda la creac ión. La
creac ión es encarnación, es la manifes tac ión de Dios
m ism o, pue s «s in la Palabra no se hizo nad a de lo q ue
se ha hecho».
Jn
1 ,3) .
Cuando Dios se hizo hombre, « l legó a su casa», dice
J u a n
Jn
1, 11). Él vino a lo suyo. La realidad que es
N. del
T.
:
«Escritos referentes a la Teología V», Einsiedeln, 1964
43
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una tiene dos aspectos. En Jesucristo, la penetración
del yo espacio-temporal y la experiencia de ambos
aspectos pertenecientes a esa realidad que es una llegan
a su absoluta perfección. Si decimos que no somos
nosotros los que vivimos, s ino que Cristo vive en
nosotros , queremos expresar que lo divino de Jesús es
también nuestro verdadero centro, nuestra naturaleza
esencial. Él es la «cabeza». La cabeza nunca vive sin
cuerpo, y lo que es válido para ella también lo es para
el cuerpo. En el cuerpo entero de la creación, la no-
dualidad de la realidad entera ha de manifestarse.
«Pues la espera ansiosa de la creación anhela la revela-
ción de los hi jos de Dios .» Y no sólo eso. «Con espe-
ranza de ser también la creación liberada de la esclavi-
tud de la corrupción para entrar en la libertad esplen-
dorosa de los hi jos de Dios .» (Rom, 8, 19-21) .
Para los cristianos y muchas personas religiosas, Jesús
es más que sólo el hombre nacido en Nazaret . La irra-
diación de su personalidad sobrepasa el fenómeno
simplemente humano. El Nuevo Testamento viene a
referirse a él como a Cristo que es «la imagen de Dios»
(Col. 1) , que abarca la plenitud del cosmos y se nos
presenta como el «Cristo Cósmico». En él y según él ,
todo está creado, es decir, todo es, igual que él, revela-
ción de lo divino. La expresión «en Cristo Jesús», que
encontramos cont inuamente en las Cartas de Pablo ,
44
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debe estar basada en este con ocim iento. Si alguien aún
no tiene sus rasgos, o ya no los lleva, debe seguir el
impulso de la gracia para llegar al fondo interior y, a
través del reconocimiento de su naturaleza esencial,
adquirir una mayor capacidad para alcanzar la identi-
ficación con Cristo. Cristo es el Símbolo, la señal que
indica que la realidad entera tiene dos aspectos, que la
persona autént ica es Dios y hombre. Un s ímbolo
siempre es emisario, portador de un mensaje.
Eckhart dice en uno de sus sermones:
«Puesto que en esta naturaleza tengo todo lo
que Cristo es capaz de ofrecer según su
humanidad, ¿por qué e levamos a Cris to y le
adoramos como Señor y Dios nuestro? Esto
es , porque él era un mensajero de Dios para
con nosotros , trayéndonos la bienaventuran-
za. La bienaventuranza que nos trajo ERA
NUESTRA.
All í donde en su fondo más profundo e l Padre a lum-
bra a su Hijo, al l í se introduce esta naturaleza (huma-
na)» . (Q u in t , Meis ter Eckhart , pág . 178)
Igual que en Pablo, Cristo quiere andar de nuevo por
el mundo en todas las personas . Cristo quiere mani-
45
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festarse en el hombre. (Flp 1, 20) . Para esto es indis-
pen sable qu e e l ho m bre se desp oje de su v ie jo ego y se
vista de su verdadera naturaleza esencial , para as í con-
vert i rse en hombre nuevo según la imagen de Cri s to .
(Col 3 , 9) . Morgenstern tenía razón al decir :
«Nunca fu imos rea lmente echados de l para í -
so . Es tamos y v iv imos en medio de l paraí so ,
pero s in darnos cuenta y por el lo en medio del
inf ierno». (Sel lmair , pág. 19) .
En el camino de la contemplación, se le prepara al
hombre para e l encuentro con Dios . Cuando e s tá
maduro para entrar en el nuevo nivel de conciencia, se
le abren las puertas del paraíso interior. Esta es la
d imensión mís t ica de l cr i s t i an i smo, que cual semi l la
yace en e l mensa je de Pablo y Juan . No tengamos
miedo a l a idea de que pudiera brotar , pues e l t i empo
ya es tá maduro .
12 . EL ACONTECIMIENTO DEL MONTE TABOR.
LA EXPERIENCIA MÍSTICA DE LOS DISCÍPULOS
Vistos desde la experiencia míst ica, los hechos del
monte Tabor t ambién quedan c l aros . Le 9 , 28) . ¿No
puede haber s ido que Jesús no hubiera sufr ido n ingu-
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na transformación? Puesto que en todo momento era
totalmente D ios y hom bre, t iene que haber m anifesta-
do, en consecuencia, s iempre perfectamente los dos
aspectos de la realidad. La transformación tuvo que
haber tenido lugar en los discípulos. Los ojos les fue-
ron abiertos. Ahora veían a Jesucristo entero, al Dios y
al hombre. Una profunda i luminación les fue depara-
da. Les fue dado ver la realidad entera, el aspecto de lo
hu m an o y de lo divino. Y tamb ién se dieron cuenta d e
que espacio y t iempo carecían de importancia. Jesús
estaba frente a frente con Moisés y Elias . Todo res-
plande cía. L a experiencia de toda la verda d se describe
a menudo con la palabra «luz», aunque no se trate de
luz que pueda verse con ojos corporales .
Esta luz es la que al parecer les fue dada a los discípu-
los , s in que nada hubiera cambiado en Jesús .
Jesús les mandó que no ref ir iesen a nadie lo que ha-
bían visto. M e 9 , 9) . No se debe hablar de un solo
aspecto de la realidad. Pretender quedarse absorto en
éxtasis pensando que ésa es la realidad total sería tan
erróneo como apegarse a l a d imens ión e spac io- tem-
poral . También forma parte de la real idad entera e l
sufr imiento que le aguardaba a Jesús . E l sufr imiento,
la muerte y la resurrección son la realidad total . El
dest ino y el camino de Jesús son el dest ino y el cami-
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no de todo hombre que mira a Dios . Encontrar a
Cristo s ignif ica encontrar su naturaleza esencial . La
naturaleza esencial es Hijo de Dios , que nace del
Padre en e l a lma del Hombre. La vida viene a pare-
cerse entonces a la existencia del sarmiento en la vid.
La unidad con Cris to nos hace part íc ipes de las pode-
rosas y dinámicas fuerzas creadoras que emanan de
él . Ésta es la salvación. Estas fuerzas nos conducen a
un proceso de sanación, a l legar a ser personas ente-
ras y a l a lumbramiento del Cris to en nosotros . Pero
el proceso de integración no es sólo meta del hom-
bre. Sólo cuando la gloria de Dios resplandezca en la
creac ión entera , ha encontrado su ident idad. Los dis-
cípulos tuvieron que esperar con sus predicaciones
hasta que l legaran a comprender es to en c ierta medi-
da. ¡No se pueden construir cabañas en e l monte
T ab o r
Algo parecido debió ocurrir en el camino hacia
E m a ú s .
Le
24, 10) . «Los ojos estaban incapacitados»,
la realidad total del Dios y hombre les quedó velada.
Sólo al partir el pan les fueron abiertos los ojos: este
Jesús no está muerto. Solamente ha pasado a otra
forma de vida , aquel la que denominamos vida eterna.
Pero él s iempre ha tenido esta forma de vida, pues la
vida etern a era y es siem pre. P or eso fue capaz de decir:
«El que me ve a mí, ve al Padre».
Jn
14, 9) .
48
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13. EUCARISTÍA
ANUNCIO DE LA VERDAD ENTERA
También en la eucaris t ía , e l pan de Dios , e l cuerpo de
Dios, vuelve a hablar de estos dos aspectos de la reali-
dad que es una. Pan es más que pan, y vino es más que
vino. Para expresarlo , doblamos las rodil las . Uti l izamos
incienso para te s t imoniar lo y encendemos una lampa-
rilla para tenerlo siempre presente.
LA EUCARISTÍA ES EL ANUNCIO DE LA VERDAD ENTERA,
y esta verdad entera es Dios y la creación. La verdad
del pan y de l v ino que anunciamos en la eucar i s t ía e s
la verdad de la creación entera. Sólo que nuestros o jos
es tán incapaci tados ; no podemos ver la verdad to ta l
co n o j o s co rpo ra le s . T o m ás de A qu in o e scr ib ió :
«Pignus futurae gloriae», «s igno de la gloria venidera» .
Mas, en e l nivel míst ico no exis te ni ayer , ni mañana,
so lamente un ahora .
A a lgunos de nues tros contemporáneos de vez en
cuando le s e s dado part ic ipar de e s te ahora . Entonces ,
dec imo s que pueden «prev er» aco ntec imiento s . En
realidad, lo que ven son los acontecimientos en e l
ahora de Dios , que es tá en e l e terno ahora de una
manera que abarca abso lu tamente to do .
49
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Este don es dado a más personas de lo que suele ima-
ginar. A menudo se lo cal lan, sobre todo en presencia
de los padres espirituales, porque dentro de la iglesia,
las facultades místicas todavía suelen encontrarse con
cierta incomprensión.
La verdad de la creación entera es la verdad de la euca-
ristía. En ella, se oculta toda la realidad. Es su imagen.
Abarca la totalidad y la santidad del misterio eucarísti-
co. Sólo así se explica el profundo respeto de los san-
tos cara a la creación. Éste proviene de la experiencia
míst ica que hace ver «que todas las cosas son Dios»,
según Juan de la Cruz. Todo es santo . Ante Dios no
existe ni ayer, ni mañana.
La gloria venidera de la que habla Tomás es presencia
en el nivel místico. La eternidad es aquí y ahora. Este
momento es ELLO, es TODO. La mística no tiene nin-
gún componente escatológico. Esto es una interpreta-
ción del después. Aquí, en este sonido, en este árbol,
la entera verdad originaria está presente.
Al verbalizar sus experiencias, los místicos a menudo
las han presentado de manera dist inta, lo que no
implica que estén en contradicción con lo anterior.
Juan de la Cruz no advierte en balde contra una inter-
pretación demasiado estrecha de sus escritos místicos:
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«Por haberse, pues, estas Canciones co mpues to
en amor de abundante intel igencia míst ica , no
se podrán declarar al justo, ni mi intento será
tal, s ino sólo dar alguna luz en general (pues
V. R. así lo he qu erid o). Y esto tengo p or m ejor,
porque los dichos de amor es mejor dejarlos en
su anchura para que cada uno de e l los se apro-
veche según su modo y caudal de espír itu, que
abreviarlos a un sentido a que no se acomode
tod o paladar; y as í, au nq ue en alguna m anera se
declaran, no hay para qué atarse a la declara-
ción, porque la sabiduría mística, la cual es por
am or d e qu e las presentes Can cion es tratan, n o
ha menester dis t intamente entenderse para
hacer efecto y afición en el alma, porque es a
modo de la fe , en la cual amamos a Dios s in
entenderle». Cántico, Prólogo 2)
14 . JESUCRISTO EN LA CONTEMPLACIÓN
En la contemplación, la fe en Je sucr i s to se ahonda y
l lega a t rans formarse . Conduce de Je sús a Cr is to . En
Juan, Je sús dice a l despedirse :
«Pero yo os digo la verdad: os trae más cuen-
ta que yo me marche ; pues , s i no me marcho ,
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el Parácl ito no vendrá a vosotros» {Jn 16, 7)
Los mís t icos , en especia l Juan de la Cruz ,
interpretan este párrafo s iempre en el sentido
de que la f igura de Jesús t iene que retroceder
para que e l verdadero Je sucr i s to pueda ser
percib ido . Hay que de jar a t rás todo t ipo de
im agen qu e se teng a de Je sús , pa ra qu e e l ver-
dadero Je sús pueda manifes tarse . ( S u b i d a II ,
1 1 , 7 ) .
A este respecto , convendría leer los capítulos 11 al 14
del 2
o
l ibro de la Subida del M onte Carmelo.
Según Juan de l a Cruz , en l a co ntemplac ió n , e l ho m-
bre debe huir de todo aquello que entra a través de los
sentidos . En su opinión, ése es e l motivo por e l que
Je sús d i j o a Mar í a Magda lena y a S to . To más : «No me
toques» . «Si no se las desprecia ( las cosas que pueden
ser captadas por los sentidos) , es torban el espír itu;
pues el alma se entretiene con ellas y el espíritu no
vuela hacia lo invis ible ; éste es uno de los motivos que
indujo a Jesús a decir a sus discípulos que sería mejor
que é l se marchara, para que pudiera venir e l Espír itu
S a n t o . {Jn 16 , 7 ) . De la misma manera , después de
resucitar , no la dejó estar a María Magdalena a sus
pies .» {Jn 20 , 17 ) :
SubidaW ,
11, 12).
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En la Subida del M onte C armelo, en el capítulo 12,
Juan de la Cruz dice lo mismo de la imaginación y de
la fantasía, y en los capítulos 13 y 14, explica por qué
y cuándo el hombre debe comenzar con la oración
contemplativa. Desde este momento, t iene que dejar
atrás cualquier imagen o idea que tuviera de Jesús.
Transformación y no imitación
En la contemplación, se trata de un proceso de trans-
formación y no tanto de un proceso de imitación. En
el hombre ha de tener lugar lo que tuvo lugar en
Jesucristo. Jesucristo, que es totalmente Dios y total-
mente hombre, es el modelo ejemplar para cada hom-
bre. Cada persona se enfrenta con la misma tarea que
él. Cada uno ha de permitir que lo divino se manifies-
te libremente en él. El hombre ha de llegar a ser igual
que Jesús en la realización de su propia vida. El acen-
to principal aquí está más bien en «conformado» que
en «imitatio». Se trata de dejar al descubierto lo divi-
no dentro de nosotros de la misma manera que era
manifiesto en Jesucristo. El proceso de la salvación en
nosotros está enfocado hacia un proceso de llegar a ser
Cristo, que a fin de cuentas resulta ser un proceso de
individuación, de llegar a ser personas auténticas, lle-
gar a la integración, sí, un proceso de llegar a ser Dios.
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En este proceso hay que atravesar una etapa de purif ica-
ción pasiva. Seg ún Juan de la C ruz , Jesús salvó al m u n d o
en la Kénosis, en la últ ima despo ses ión de s í m ism o en la
cruz, y lo mismo le aguarda a cada persona orante que
vaya po r e l cam ino de la contem plación . A este respecto ,
convendría leer en el 2
o
libro de la
Subida del Monte
Carmelo,
el capítulo 7, nn. 11 al 12. Ahí leemos que
Jesús concluyera la obra de salvación en su más profun-
da hu mil lac ión
Kénosis
Subida
11,
7, 1 1).
Soltar toda idea religiosa
Palabras ta le s como «desprendimiento» , «mort i f ica-
c ión» , «morir» , desp ier tan en nosotros asociac iones
negat ivas .
Nos hacen pensar en seguida en e jercicios ascét icos
co m o son e l ayu no , la s práct icas de mort i f icac ión de la
carne, la negación del mundo y s imilares . Pero lo prin-
cipal para Juan de la Cruz, es e l so ltar cualquier idea e
imagen que se tenga de Dios . Enseña la oración con-
templativa, y en ella no cabe el agarrarse a tales conte-
nidos , por muy rel igiosa que sea su vest idura.
«De do nde lo s que imag inan a Dio s deba j o de
algunas f iguras destas , o como un gran fuego
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o resplandor, o otras cualesquiera formas, y
piensan que a lgo de aquel lo será semejante a
Él , harto le jos van de é l ; porque , aunque para
los principiantes son necesarias estas conside-
raciones y f o rmas y modos de med i tac iones
para i r enamorando y cebando e l a lma por e l
sentido. ( S u b i d a II 12, 5)
Conocer rea lmente a Jesucr i s to , para Juan de la Cruz ,
s igni f ica una equiparac ión con Jesucr i s to , y se l amen-
ta mucho de que es to no lo proc laman aquel los que
hablan mucho de Jesucr i s to , s iendo tan erudi tos :
« . . . porque veo es muy poco conocido Cri s to
de los qu e se t ienen por sus am ig os ; . . . g randes
letrados y potentes y otros cualesquiera que
viven al lá en el mundo, no conocen a Cristo».
« . . . porque a el los les convenía primero hablar
es ta palabra de Dios , como a gente que Dios
puso por blanco de el la según las letras y más
alto estado.» ( S u b i d a 117 , 12) .
15. JESUCRISTO - EL ARQUETIPO DE LA UNIDAD
Jesucristo viene a ser el arquetipo de la unidad entre
hombre y Dios de l que somos portadores . Es to es , s in
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duda, uno de los motivos por el que tantos hombres se
han sentido atraídos por Jesucristo a lo largo de los
s iglos . En él se manif iesta claramente que el hombre
completo es «divino y humano». Las oraciones of icia-
les de la Iglesia acaban con las palabras «por Jesucristo
nuestro Señor». Así , esta unidad se confirma s iempre
de nuevo.
Desde esta experiencia de unidad, Angelus Si les ius
escribió los siguientes poemas:
«La oración más noble es
cuando el orante se convierte
íntimamente en aquello delante
de lo que se arrodilla».
O :
«Si quieres conocer al hombre nuevo
y su nombre,
pr imero pregúntale a Dios
cómo se suele llamar él».
Lo divino yace en cada uno como una semilla. Tal
como l legó a brotar en el hombre Jesucristo, as í tam-
bién ha de despertar en cada individuo y llegar a desa-
rrollarse. Jesucristo era totalmente transparente. Dios
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relucía a través de él. Lo mismo ha de ocurrir con
nosotros, Dios quiere desplegarse en nosotros, reflejar-
se en nosotros . Como decía Pablo: «Estoy crucif icado
con Cristo. Y vivo, ya no yo, sino que Cristo vive en
mí». (Ga 2, 19, sig.) . Jesús vino para curarnos de la
idea errónea de estar viviendo separa dos de D io s y des-
truyéndola mediante su muerte en la cruz. «Si se nos
es dado morir con él , también viviremos con él .» (Ro
6, 4) . El camino de la contemplación es el camino
hacia la experiencia de unidad con Dios .
Se trata de admitir lo divino, de darle espacio. El
esfuerzo ético sirve al desarrollo de lo que vive en
nosotros , para que el buen hacer del hombre se vuelva
un «hacer de Dios». La finalidad de todas estas expre-
siones negativas no es otra que la de conducir hacia la
l ibertad. Morir en el sentido de la contemplación,
supone ganancia. La ganancia de la vida total y plena.
Pero esto es solamente posible cuando el hombre sea
capaz de retirar la actividad de su yo hasta tal punto
que su naturaleza esencial , la vida de Dios , se mani-
fieste.
57
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F
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T E R C E R A P A R T E
La guía
en el camino de la
Oración Contemplat iva
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I
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16. LA CRÍTICA A LOS GUÍAS ESPIRITUALES
Juan de l a Cruz da mucha impo r tanc ia a l a gu í a de
a lmas . Cuando a lguien es tá s in dirección esp ir i tua l
«será como el árbol que está solo y s in dueño en el
ca m po , qu e , por m ás f ruta que tenga , lo s v iadores se la
cogerán y no l legará a sazón». (Avisos , 5) . En muchos
capítulos de sus obras , habla de la dirección espir itual ,
de los espir ituales y de los confesores . Y censura grave-
mente a los directores espir ituales de su t iempo. En
o p in ió n de Fernando Urb ina , uno de lo s me j o re s
con oced ores d e Ju an de la C ru z , é s te escr ib ió sus l ibros
so lamente porque e l miedo a la Inquis ic ión f renaba a
los d irectores e sp ir i tua les de su t iempo a acompañar a
las personas con facultades míst icas en e l camino de la
c o n t e m p l a c i ó n .
Juan de la Cruz reprocha a esos directores espir ituales
falta de comprensión por intentar volver a l levar a esas
personas , que es taban a punto de entrar en la oscur i-
dad y e l vacío de la contemplación, a la s meditac iones
y e jerc ic ios devotos . Es to supone un momento cr í t ico
en el camino interior. En vez de hacerles volver, los
guías espir ituales deberían animarles a seguir con el
e jerc icio de la a tención am oro sa con va lor y conf ian za ,
a pesar de toda sequedad, so ledad y vacío . Habla lar-
gamente de e l lo en su l ibro Llama de amor viva (ver LI
61
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III , todos los párrafos desde e l 53 al 66) . En el los ame-
naza de la s iguiente forma:
«Grandemente s e ind igna Dio s co nt ra e s to s
t a le s y p ro méte le s ca s t igo po r Ezequ ie l ,
d ic iendo : " Co míades l a l e che de mi ganado y
cubríades os con su lana , y mi ganado no apa-
centábades ; yo pediré mi ganado de vues tra
mano"» . (Ez . 34 , 3 y 10) (L1II I , 60)
Ta m bié n se recom iend a p . e . la lectura de l capí tu lo 18
del 2
o
l ibro de la Subida del M onte Carmelo. Ya en el
pró logo a e se l ibro nos encontramos con una cr í t ica
feroz en los párra fo s 4 , 5 y 6 , qu e , por lo de m ás , oc up a
gran espacio en los escritos de Juan de la Cruz. En ese
prólogo, v iene a l lamar a los directores espir ituales
desca l i f icados «constructores de la Torre de B abe l» . E n
la Llama de amor viva, los l lama «herreros» que no
saben más que mart i l lar (Ll , I II , 43) , las raposi l las que
demuelen la f lorida viña del Señor (Ll , I II , 53) , «cie-
gos» , que es torban la obra de l Espír i tu Santo y gente
que cierra a otros la puerta del Cielo (Ll III , 62) .
Por e s te mot ivo , Juan de la Cruz aconse ja a lo s hom-
bres tener cuidado en e l camino esp ir i tua l y no con-
fiarse a cualquiera.
62
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«Gra nde m ente le conviene al a lm a que quiere
ir adelante en el recogimiento y perfección
mirar en cuyas manos se pone, porque cual
fuere el maestro tal será el discípulo, y cual el
padre, tal el hijo.» (Ll, 3, 30).
Todos los míst icos advierten que s i se quiere avanzar
en el camino de la contemplación, l legará el t iempo
en que habrá que prescindir de cualquier t ipo de
ref lexión acerca de D io s y, en consecue ncia, d e más de
un ejercicio pío. Pero a pesar de esto, aún hoy día,
muchos confesores y espirituales suelen desaconsejar a
los hombres seguir adelante cuando l leguen a este
punto. Cuando se carece de la experiencia propia en
este terreno, resulta efect ivam ente m u y dif íc il d ejarlos
entrar en esta forma de «oración s in ningún objeto».
Citemos a este respecto también a Tauler, que por lo
vis to se v io enfrentado con e l mismo problema en
lo que se refiere a la guía de almas. Leamos en el ser-
m ó n n ° 2 9 :
«. . . s i no has alcanzado este fondo, no llegarás
a él mediante acciones exteriores. ¡No te
esfuerces en balde Cuando hayas conquista-
do a tu hombre exterior, vuélvete hacia tu
interior, vuélvete sobre ti y busca ese fondo;
no lo encontrarás en las cosas exteriores, ni en
63
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la s ins t rucciones , n i en las intenciones . . . E l
que t i re de e s tas personas (que buscan e l
f o n d o ) h a c i a s u p r o p i o m é t o d o t o s c o c o n -
s i s t ente en un e j e rc ic io ex te r io r izado y
cons iguiendo que p ierdan esa gracia , se e s tá
preparando a s í mi smo un j u ic io t e r r ib le . En
verdad, e s tos hombres con sus part icu lares
e jerc ic ios de devoción, a lo s que quieren
atraer a e sas personas , ponen más obs táculos
en e l camino de su pro gre so que j amás lo
h i c i e r o n l o s p a g a n o s c o n l o s j u d í o s .
Vosotros , que juzgá is con pa labras fuertes y
ges tos fur iosos , tened cuidado a l hablar acer-
c a d e h o m b r e s i n t e r io r i z a d o s » " ( J o h a n n e s
Tauler , Predigten, t o m o I I , Jo h an ne s Ver lag ,
E i n s i e d e l n 1 9 7 9 , p á g . 2 0 1 ) * .
También es tá muy apenado por e l hecho de que los
«paganos» conozcan mejor que los cr i s t ianos e l cami-
no hacia e l propio fondo de l a lma. Y en e l mismo ser-
món s igue dic iendo :
«Con respecto a e s to , un maes tro pagano ,
Proclo , comenta : En tanto que e l hombre se
* J. TAULER,
Sermones
, t.II, Editorial Johannes, Einsiedeln, 1979.
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8/9/2019 Jager-la Oracion Contemplativa (ABBY)
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ocupe de l as imágenes que es tán entre noso-
tros y se entretenga con el las , creo que nunca
l legará a ese fondo. Se nos f igura superst ic io-
so que ese fondo es té en nosotros ; no somos
capaces de creer que tal cosa exista y que exis-
ta dentro de nosotros . Pues , s igue diciendo, s i
quieres percibir su existencia, suelta toda
divers idad y contempla tan só lo ese único
objeto con los o jos de tu razón; pero s i quie-
res subir más al to , deja de mirar y considerar
con la razón, pues la razón está por debajo de
ti , y hazte uno con el Uno. Y l lama al Uno
una oscuridad d iv ina , quieta , ca l l ada , dormi-
da, sobrenatural .
Ay, mis queridos , e l que un pagano haya
entendido esto y haya caído en la cuenta
es tando n osotro s tan a le jados y tan po co pare-
cidos a el lo , s ignif ica deshonra y vergüenza».
( Idem, pág . 201) .
17. LA PROPIA EXPERIENCIA
COMO CONDICIÓN MÁS IMPORTANTE
Juan de la Cruz no pide a l guía de a lmas necesar ia-
mente santidad, pero s í experiencia. Para él , la gracia
de la dirección espiri tual no f luye necesariamente de la
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