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    ).

    sEúftLás^.I

    suRco

    Mr'Nu¡r-

    J¡N4É,Nez

    pe

    Derecho Polltlco de la

    ll ls'l'o

    ll

    lt)EAs

    lA l)l,l

    l,AS

    l,()l,l'l'l(;AS

    PARGA

    Unipusidad

    de

    Barcelona

    COIRA.FREGA

    B¡BLIOTECA

    COLECCION

    DE

    AS SOCIAI,IIS

    POLITICA

    *

    I,

    ANpBnsou, Robert

    W.-Gobierno y

    partídos

    políticos

    en

    Puerto Rico,

    AnoN,

    Raymo¡d,-Dimensíones de la

    conciencia

    históríca.

    Bel¡¡toN,

    Roland

    H,-Actitudes

    crístianas

    anÍe

    la

    guerra

    y

    la

    paz,

    B¡¡,r,, Daniel.-El

    fin

    de

    las

    ideologías.

    BBncrn,

    G.,

    y

    otros.-F¿deralismo

    y

    lederalísmo

    europeo,

    B¡sc¡nern

    ol

    Rurr¡^,

    Paolo.-D erecho

    constít

    u

    ci o nal.

    BuruBn,

    D.

    E.-E

    st

    udio

    de

    I

    com

    p

    o r

    t

    amí

    e

    nt

    o

    p

    o lí

    t ico,

    Cerrs,

    Jacqueline

    B.

    de,-tos

    grupos

    de

    piesión

    en las

    demouacias

    contempordneas,

    Cn,r¡r{sng, Henri.-De

    Carlos

    Marx a

    Mao Tse Tung.

    lntrodttcción

    crítica

    al

    marxismo'

    leninismo.

    Cseunn¡, Henri.-El

    marxismo

    en

    la

    Unión Soviética

    (2."

    ed.).

    FI¡¡rrowsxl,

    Jürgen.-.La

    trama

    ideológica

    del

    totalitarísmo.

    F¡NBn,

    Herrnann.-Teorla

    y

    prlictica

    del Gobierno

    mcderno,

    F¡Npn,

    S.

    E.*EI

    imperío

    anónimo.

    Focenrv,

    Michael

    P,-Hístoria

    e

    ideología

    de

    la democracia

    cristiana en

    la Europa

    occidental,

    FnteoRlcn,

    C. l.-La

    democracia

    como

    lorma

    política

    y

    como

    forma

    de

    vida

    Q3

    ed,).

    FRIEDRIcH,

    C.

    J.-EI

    hombre

    y

    el

    Gobierno.

    H¡nsc¡l-Wes¡n,

    W.-La

    polítíca

    como

    conflicto

    de

    intereses.

    H¡nscH-Wes¡n, W,*f,os sindícatos

    en

    la

    polí.tica.

    HorrvaNN,

    Stanley

    H.-Teorías

    contemporáneas

    sobre

    las relaciones internacionales.

    J¡NN¡Nos,

    Sir

    Ivor.-EI

    régimen

    político

    de

    la

    Grun

    Bretaña,

    JtuÉNez

    Nr¡ro,

    L

    l.-Polltica

    y

    Admínistración.

    KsLLen,

    Suzanne,*Más altá'de

    la

    clase

    dirígente.

    Elites

    estratégicas

    en la sociedad

    Moderna.

    Ltssw¡n,

    Harold

    D.-El

    futuro

    de

    la

    Ciencia

    Política,

    lópre

    Pr¡.r¡,

    Antonio,*Eslructuras

    electorales

    contemporáneas.

    Alemania

    y

    Estados

    Unidos,

    M,r.clv¡n, Robert

    M.-Ieoría del Gobierno.

    MecrsNzts,

    W.

    J.

    M.-Elecciones

    líbres.

    MenrtN,

    Kin

    gsley,*¡Ia

    r o

    I

    d Las

    k

    i,

    t

    e

    ó

    r i co

    de

    I lab

    o r isrno.

    Mnnnnx,

    Fred

    R, von

    der,-Política

    de las

    naciones

    en

    vias

    de

    desatollo,

    M¡vNeuo, lean,*Introducción

    a la cíencia

    política

    (2.a

    ed.).

    Mrv¡.t¡uo,

    lean,*La

    tecnocracía,

    ¿mito

    o realidad?

    Mousrue¡-v, M., y

    Jnonv«e,

    Z,-EI

    Gobierno

    de

    la

    U.R.S.§,

    NEUMANN, Sigmund,-Partidos

    políticos

    modernos,

    Pr¡¡¡,¡p, André,-La

    democracía

    industríal,

    RA¡r¿fnBz JuvrÉ,xrz,

    Manuel,-Z¿rs

    grupos

    de

    pres¡ón

    en

    la

    Segunda

    República

    Española,

    R¡rvfngz

    Jluɡez,

    Manuel.*§apuestos actuales

    de

    la

    Ciencía

    Política,

    Ro$ow,

    W.

    W,-los Estados

    Unídos en la

    palestra

    mundíal.

    '

    ScgAEsotne¡pen,

    E, E,*Réeímen

    de

    partidos.

    '

    SrR¡¡,trz-HupÉ,

    R,,

    y

    HAZARD,

    H.W.-La idea

    del

    colonialismo.

    '

    I

    i¡en[tuvÁN, Eniique.*Tradición

    y

    modernismo.

    '

    .(fgucutp,

    Jean,-Hisforíade

    las

    ideas

    políticas

    (3.ñ

    ed.).

    Tn¡¡,pdot-o.

    D.

    W.*E/

    desorrollo de

    la U.R.S.S.

    rGntr,

    J-iier,-fa Segunda

    Reprtblica

    en

    Madrid:

    elecciones

    y

    partidos

    políticos

    ünxeY,

    ffiglas

    Y,*Análisis de

    los

    sistemos

    políticos.

    l

    ME CIENCI

    CIBNCIA

    t

    SERTE

    DE

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    t00

    lllSfo¡llA

    l)11 l.As

    Il)ll^s

    r'()r

    lil(./\\

    Auslegung

    der

    Apokalypse

    von

    foachinr

    von

    Flore, Berlin,

    1935. E. Sr¡Blrer.¡N,

    /)ie

    Vechündigung,

    de,s

    Reiches

    Gottes

    in det

    Kicche

    lesu

    Chcisti.

    Zeugnísse

    aus

    allcn

    lahr-

    hun

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    ll

    ''

    tll',¡rrut^ I,t

    I \.

    lt,t

    ^.

    t.r't lilr A.,

    inspira,

    se ctrltivaba

    desde hacia

    v¿rrios

    siql«rs.

    I)ol

    t¡tro

    l¿r

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    201

    00

    Úr§TOntA

    D8 r.AS

    tf)tr,A.3

    pol.htc^S

    l.^

    RÍNOVA(:tóN

    l)t1

    t.^s

    ¡t)llAs

    muridano,

    conserva

    algúr.

    valor

    de exaltaclón;

    asl,

    Franclsco

    I

    se hace

    armar

    cabaltero

    por

    Bayardo

    en

    Marignan.

    Un

    asunto

    como

    la tralción

    del

    condestable Carlos de

    Borbón

    (1523)

    ilustra,

    en

    rnás de

    un

    sentido,

    las

    supervivencias

    de la mentalidad

    feudal

    en

    una

    gginión-"que

    hallaba

    por-lo

    menos

    excusas

    para

    la traición

    del

    condestable"

    (H,

    Hauser).

    Hacia

    la misma

    época,

    -la-monarguía

    espq,agl

    supera

    difícilmente

    una

    criiis

    más pro-

    funda

    aún, la

    revuelta

    de

    los comuneros

    (152A4521);

    aristócratas,

    eclesiásticos

    y

    repre-

    sentantes

    de

    las

    ciudades

    se agrupan

    en

    una misma

    adhesión

    a

    los

    particularismos

    iradicio-

    nales

    y

    en

    una

    común hostilidad

    contra

    los

    extranjeros

    que

    rode;n

    a

    carlos

    v,

    contra

    sus exigencias financieras y

    sus

    métodos

    autoritarios.

    El

    deienlace

    de estas crisis r:ue

    favo-

    rable

    a la autoridad

    del Estado,

    pero

    el

    poder

    real,

    para

    inponerse,

    hubo

    de

    transigir

    con fuerzas

    reacias;

    los hombres

    de

    esta

    época

    siguen penétrados,

    tanto

    en

    "r,

    vidu

    politica

    como

    en _su

    actividad-

    profesional,

    por

    un

    .eJpiritu-

    de privilegio,

    y

    se

    muestran

    poco

    sensibles

    a las teorías

    abst¡actas.

    Esta

    situación

    aclara

    el movimientá

    de las ideas

    y

    permite

    comprender

    el

    _

    alcance,

    después

    de

    todo limitado,

    de doctrinas

    que

    acentúan

    unilateralmente determinadas

    .posiciones.

    El

    absolutismo

    mo árguico.

    -La

    corriente favorable

    al

    absolutismo

    monárquico es más

    facil

    de

    seguir, a pesár

    de

    la

    diversidad

    de

    sus aspectos.

    Se expresa claramente

    en

    las

    obras de los

    iuristas,

    especialmente

    de

    los

    fran-

    ceses.

    Sin embargo, reducir

    esta

    corriente á

    hs

    doctrinas puramente

    jurídicas

    sería

    empobrecerla.

    Los

    sentimientos

    sobre los

    ,gue

    se funda el

    monarquismo

    popular,

    aungue

    difusos

    y

    poco

    elaborados, tienen,

    sin embargo, un peso

    político

    apreciable.

    Se

    trata,

    en

    primer

    lugar,

    de la

    aceptación

    tradicional

    y,

    por

    así

    decirlo,

    natural

    de

    la

    autoridad

    existente, de

    la

    obediencia

    enseñada

    desde hace

    siglos

    por

    la Iglesia;

    numerosos

    autores laicos

    y

    eclesiásticos

    repiten

    incansablemente

    la

    necesidad

    de

    esa

    aceptación, ocupando este

    tema

    un

    lugar

    predominante

    en la literatura politica

    inglesa de

    Ia

    primera

    mitad

    del siglo

    xvt.

    La rebelión es

    siempre condenable,

    ya

    qüe

    la autoridad ha

    sido

    instituida

    por

    Dios.

    Estos

    desarrol.los

    conducen

    a

    fórmulas

    que

    contienen, en apariencia, la

    afirmación del

    derecho divino de

    la monarguía.

    El traductor al

    inglés del Nuevo

    Testamento,

    William

    Tindale,

    escribe

    en The

    Obedience

    of a Chtístían

    Man,

    obra

    publicada

    durante

    su

    exilio

    en Marburgo

    en

    1528:

    "El

    rey no

    está, en

    este

    mundo,

    sometido a la ley,

    y

    puede

    a

    su

    gusto

    hacer el bien

    o el

    mal,

    y

    no dará

    cuenta

    más

    que

    a

    Dos".

    "El

    rey

    -afirma

    Stephen

    Gardiner, en

    su De vera

    oí¡edietúia

    (publicada

    en 1535, traducida al

    inglés en 1553)-

    representa la imagen

    de Dios

    sobre

    la tierra".

    Lo

    esencial

    para

    estos autores

    es

    señalar

    el carácter

    impío,

    al tiempo

    que politicamente

    desastroso,

    de toda

    rebelion.

    Pero

    la

    ga-

    rantía

    divina

    gue

    invocan es

    válida,

    a sus

    ojos,

    para

    toda autoridad estab,lecida y,

    en

    general, para

    todo

    el orden

    social;

    no

    se inserta en

    un

    análisis

    de la

    naturaleza

    o

    del

    origen del

    poder.

    Predican una moral tradicional,

    gue

    combina

    el sentimiento nacional

    y

    la

    piedad con

    la

    lealtad hacia

    el

    rnonarca,

    sin

    elevarse hasta

    una

    verdadera

    teoria polí.

    tica.

    La insistencia

    de

    sus consejos,

    que

    puede

    explicarse

    Dor

    la violencia

    de Ios desór-

    denes

    de

    un pasado

    reciente, encuentra un

    rebrote de

    justificación

    en las

    luchas

    a

    qrre

    Ia

    Reforma dará lugar.

    Francia

    gozó después

    de

    la guerra

    de

    los

    Cien Años

    de una mayor

    es-

    tabilidad

    politica.

    La monarquía

    tenía un

    prestigio

    casi

    místico,

    el

    del

    rey

    taumaturgo, ungido

    de la

    Sainte

    Ampoule

    t

    y que

    cura las

    escrófulas.

    Sobre

    .

    Retloru¡r co¡scrv¡dit olltflflo

    oll

    ta

    ¿b¿dfa

    de .Solut-Ilent,

    tlt

    Ilt h¡rs,

    y

    r¡ut, corrlrrrlrr

    €¡ ¿celte

    que

    §eryf¿

    par&

    uDgil

    o

    los reJe8 de

    ]tancl¿ @ l& cerqmonla,

    dE

    Ia cor¡Bnsr[(.1ór¡.

    este fondo

    de creencias

    populares,

    algunos

    panegiristas

    bordan,

    eo,provecho

    de

    grupos

    sociales

    más

    restringidos,

    variacionei

    de

    alcance

    principalmente

    literario:

    simbología

    de

    las

    flores

    de

    lis,

    leyenda

    troyana

    destinada á

    exaltar

    la línea

    real

    y gue

    será más tarde ilustrada

    laboriosámente por

    la

    Franciade

    de Ronsard.

    Cabe considerarlas

    como

    una

    transposición,

    en

    otros registros,

    del

    pensamiento

    de

    los

    doctores y licenciados

    in utroque

    iure que

    fulen

    a

    placer

    definiciones

    y

    comentarios

    sobre

    el

    poder

    real,

    iin

    gran

    óriginalidad

    por

    lo

    demás,

    ya que

    todos

    beben

    en las

    mismas fuentes

    cláiicas

    de[ derecho

    romano

    (cuyas

    sentencias

    la

    Edad Media

    no habÍa

    ignorado),

    incluso cuan-

    do.concuerdan poco con

    la

    realidad política del

    momento.

    El

    rey

    es

    empe-

    rador

    en

    su reino;

    aunque esta frase

    también se

    utiliza en Inglaterra,

    en

    Francia,

    donde

    Ia

    tradición

    de

    los

    legistas

    posee

    mucho vigor,

    ie la

    acom-

    paña

    con

    desarrollos

    de mayor profundidad.

    EI

    Mediodia,

    y

    especialmente

    la

    Universidad

    de

    Toulouse,

    proporcionan

    a la realeza

    un fuerte

    contingente

    de

    doctrinarios

    que

    sobresalen en la tarea

    de

    combinar

    las

    referen-

    cias

    romanas

    y

    canónicas

    para

    magnificar

    a

    los

    Valois. Su

    método

    favorito

    consiste en

    enumerar

    las

    prerrogativas

    reales.

    |ean

    Ferrault, en

    los

    Insignia

    peculiaria

    Christíanissímí

    tsrancorum

    regni

    (1520),

    distingue veinte

    prerrogativas,

    a

    las

    que

    fundamenta en

    textos

    canónicos.

    Hace derivar,

    en cierto

    modo,

    su

    teoría

    absolutista de las

    concepciones de

    la

    teoc¡acia

    pontificia.

    Charles

    de

    Grassaille en 1538

    (Regalium

    Franciae

    líbt

    duo),

    Barthé-

    lémi

    de

    Chasseneuz

    1546

    (Catalogus

    glotiae

    Mundl), alargan

    y precisan

    Ia lista

    de

    Ios poderes

    generales y particulares

    del rey

    de

    Francia:

    el

    primeio

    de todos

    los sobe-

    ranos,

    inspirado

    por

    Dios,

    de quien

    es

    la lmagen,

    y

    provisto

    de un

    poder

    absoluto

    por

    encima

    de cualquier

    ley

    escrita. Estas

    doctrinas carecen

    de base teológica

    o

    filosófica

    y

    no

    s1¡

    preocupan mrrcho

    por

    el

    contacto entre

    la

    teoría jurídica

    y

    las

    realidades

    poli-

    ticas.

    Su

    influencia en la

    opinión

    ,es

    dudosa.

    No aportaban

    nada'de

    decisivo

    purá

    los

    administradores

    y

    los

    magistrados,

    que

    eran

    casi los únicos

    que

    tenían

    conocimiento

    de

    ellas._ Bajo

    el

    tono

    tajante

    de

    los

    principios,

    subsisten muchos

    equívocos fácilmente

    per-

    ceptibles,

    incluso en

    los

    textos. El rey

    tiene todo

    el

    poder,

    pero

    no debe

    abusar

    de

    él:

    existen limites

    de hecho, o

    incluso

    de

    derecho.

    Grassaille

    reconoce dos de

    ellos: la ley

    de

    Ia herencia y

    la

    inalienabilidad

    del

    dominio real.

    El

    admitir que

    el

    poder

    real

    es totál

    y

    perfecto

    no basta.para

    eliminar

    tcda

    discusión

    política.

    Los

    -hombrls

    que

    cumplen fui-

    ciones

    pírblicas

    saben

    que

    existe

    una

    especie de constitución

    consuetudinaria,

    iompuesta

    por

    usos

    cuya

    interpretación

    se

    discute

    y

    evoluciona,

    pero

    a

    los

    que

    muchos súbCitos

    se

    sienten

    muy apegados.

    Claude cle Seyssel y

    la rnonarqtúa

    moderada.

    Esta ¡ealidad

    se

    percibe

    muy

    bien er La

    Ctrancl'

    Monarchíe

    de

    France

    (1519),

    obra

    en

    la

    que

    Claude

    de Seyssel ex:presa sus

    preferencias por

    una monarquia

    moderada.

    Seyssel

    (1450-1520), que

    escribe

    en su retiro tras una brillante

    carrera administrativa,

    diplomática

    y

    episcopal

    al

    servicio

    de

    Francia

    -y

    especialmente

    de

    Luis

    XII-,

    no

    es

    en

    absoluto

    un teórico

    abstracto.

    Sin

    disimular los

    inconvenientes

    que

    en

    principio

    puede

    comportar

    la

    mooarquia, cree

    que

    el régimen

    al que

    ha servido, tal

    y

    como él lo describe, es

    el mejor

    posible:

    mezcta

    de

    monarguía, aristocracia

    y

    denrocracia,

    dice

    recogiendo un tema anti-

    guo.

    El

    ,poder

    real

    está

    "refrenado

    por

    tres

    frenos":

    las

    obligaciones

    de

    conciencia

    del

    rey

    y el

    carácter cristiano

    de

    la monarquía,

    los

    Parlamentos

    y

    "las

    buenas

    leyes

    y

    ordenan-

    zas

    y

    costumbres

    que

    están

    establecidas

    de tal manera

    que

    casi

    no

    pueden

    romperse

    ni

    aniquilarse".

    Su

    análisis

    de

    la constitución consuetudinaria del

    reino

    -que

    considera

    como ideal-,

    es

    significativa

    por

    sus mismas ambigtüedades. No

    proporciona

    una deli-

    rnitación

    precisa,

    ni

    de los

    poderes

    del rey, ni cie los

    derechos de

    los

    Parlamentos

    (,prác-

    ticamente

    no

    se

    plantea

    el

    tema

    de

    los

    Estados

    Generales).

    El rey no

    puede

    cambiar

    la

    Ley

    Sálica;

    por

    consiguiente,

    tiene

    conciencia

    de las leyes fundamentales del

    reino,

    pero

    éstas

    no

    son

    definidas. No

    se

    plantea

    claramente la cuestion

    del

    poder legislativo.

    Seyssel,

    aunque

    rt^chaza

    el

    término

    de absolutismo

    (para

    é1, eguivalente al

    de tirania), sólo erige.

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    ilrSTOnlA

    Dtl

    t.AS il»lAS l'('t.fIr(]AS

    tln ¡nmn¡poR DB r¡ Repú¡L¡cA

    RoMANA.-Disipada

    esta

    guimera,

    Ma-

    quiavelo

    vuelve

    a

    sus

    reflexiones

    de

    republicano

    florentino,

    en

    los

    márgenes

    de

    Tito Livio.

    [,os

    D¡scursos contienen

    un aspecto

    diferente

    de

    su

    pensa-

    miento. Siguiendo

    a Aristóteles,

    y,

    sobre

    todo, a Polibio,

    recoge

    el análisis

    clásico

    de

    las tres

    formas

    de

    gobierno

    y

    de su sucesión,

    y

    afirma la

    supe-

    rioridad del tipo mixto, más

    sólido y

    estable:

    "El

    príncipe,

    los grandes

    y

    el

    pueblo

    gobiernan

    conjuntamente

    el Estado".

    Insiste

    en la importancia

    del

    pacto

    constitucional,

    pero

    apenas

    trata

    de

    los

    derechos

    de

    los

    ciudadanos,

    aunque

    lo

    suficiente como

    para

    condenar

    a

    César:

    la

    Roma

    que

    exalta

    es

    la

    Roma republicana.

    El

    régimen

    civil,

    según

    Maguiavelo,

    es

    incompa-

    tible

    con

    la

    existencia de una nobleza

    feudal.

    Toda

    su teoria republicana,

    de

    inspiración

    romana,

    apenas

    puede

    encontrar,

    por

    consiguiente, campo

    de aplicación

    en

    un momento

    en

    el

    que

    el

    municipio

    y la

    república

    urbana

    Iibre agonizan en

    Italia.

    Un cierto fervor arcaizante

    desvía

    a Maquiavelo

    del examen a

    fondo que

    el

    problema

    de una

    República moderna

    exigiría.

    Aunque predica

    en l5l9 la restauración de la República

    en

    Florencia, tomá

    la

    precaución

    de

    pedir

    a los

    Médicis gue

    conserven,

    a

    título

    transitorio, el

    poder

    principesco.

    Esta solución de compromiso está dictada, evidentemente,

    por

    un

    necesario

    oportunismo;

    pero

    responde

    también

    a una

    visión

    teórica

    más amplia. Y no sólo

    porgue

    la

    dictadura, una dictadura

    legal,

    es

    indis-

    pensable a

    las

    Repúblicas

    para

    superar

    los grandes

    peligros,

    sino

    también,

    porque

    Maquiavelo

    estima

    que

    es decisivo el

    papel del

    legislador,

    fundador

    o relormador de

    la

    República, verdadero superhombre

    ,gue

    ejerce

    la auto-

    ridad

    sin compartirla en

    exclusivo interés

    del

    Estado,

    y

    que

    es

    1o

    bastante

    desinteresado

    como

    para

    retirarse tras

    haber

    establecido

    leyes

    duraderas

    por

    su

    sabiduria

    (por

    ejemplo,

    Licurgo).

    U¡q,e

    rnosoFÍA

    FATALTsa¡.-fJ¡¡a

    referencia

    mitológica

    ilustra los

    límites

    del

    Maquiavelo

    doctrinarío.

    Pretende

    abordar las

    cosas

    políticas realista-

    mente

    y

    dar

    a su

    análisis de

    los tipos de

    Estado

    bases

    positivas.

    Pero

    su

    indagaéión,

    según

    la

    fórmula

    de

    A.

    Renaudet,

    resulta limitada'

    Desdeña,

    por

    un

    prejuicio

    anticesarista,

    el

    estudio

    del Imperio

    romano; su

    teoría

    mo-

    nárquicá eé,

    po.

    obra de sus

    fuentes,

    bastante

    estrechamente

    italiana.

    Ade'

    mas,

    la

    misma

    dualidad

    de su

    doctrina

    da a. sus

    pensatnientos,

    en

    muchos

    casos, un

    "carácter

    enigmático

    y huidizo".

    Sin embargo,

    su

    obra

    no

    carece

    de

    elementos

    de

    unidad, una unidad

    perceptible tanto

    en sus

    logros

    como

    en

    sus

    fallos.

    En

    la

    primera

    fila

    de

    estos

    últimos

    se

    sitúa una

    concepción

    de

    la

    Historia

    que

    ignora

    las realidades

    económicas

    y

    que

    llega

    a veces

    in-

    cluso

    hasta

    desionoC'er

    la naturaleza

    más evidente

    de

    ios fenómenos

    sociales.

    Bien

    se

    trate

    del prÍncipe

    o

    del

    reformador

    republicano,

    Maquiavelo

    apenas

    ve

    en

    la

    politica tnas q,r"

    el

    juego

    de

    voluntades,

    pasiones,

    inteligeaci?t

    iT-

    dividuales.

    Cuando

    háce

    el

    Lto§io

    de

    los

    Parlamentos

    franceses,

    habla

    de

    "quien

    constituyó

    el

    gobierno de

    Francia";

    por

    consiguiente,

    no

    siempre

    tiéne el sentido

    de

    lasl,re.zas colectivas

    y

    de su

    lenta

    acción.-Esta

    posición

    deriva

    de

    una

    filosofia fatalista.

    "Los

    hombres

    pueden

    secundar

    la fortuna,

    pero no

    oponerse

    a sus

    decretos",

    que

    son

    impénetrable-s.

    El

    hombre

    no

    es

    iotalmente

    impotente

    en un mundo'eterno

    y

    áeterminado,

    y la

    Historia

    le

    I \

    lal.N()\ rv.ró¡.t

    ¡rli l.^\

    ll)r.^§

    ofrece

    lecciones; pero

    el

    pesimismo

    fundamental

    con

    que

    Maquiavelo

    juzga

    la

    naturaleza humana restringe el

    campo

    de

    exploración en el

    que puede

    descubrirse una

    racionalidad.

    "¿Qué

    es un Gobierno

    sino

    el medio de con-

    tener

    a

    los

    súbditos?"

    Desde que

    esta

    constante

    queda planteada,

    la

    raz,ón

    está condenada

    a

    trabajar

    mucho más

    en

    el plano

    de

    la

    técnica política gue

    en

    el de

    la

    explicación

    histórica.

    Secur¡Rz¡cró¡¡

    y

    ExALrAcróN

    DEL

    EsrADo.-Aunque

    la

    idea

    del E-sta-

    do

    ocupa

    el

    centro

    de su

    pensamiento,

    no

    llega

    a

    formular su

    teoría.

    El

    Estado,

    para

    é1,

    es

    un

    dato,

    un

    ser

    al

    gue

    no

    pretende

    explicar

    como

    fi-

    lósofo. Tampoco

    siente

    Maquiavelo la

    necesidad de legitimar

    la

    subordi-

    nación

    del

    individuo

    al Estado.

    Su

    República tiene

    exigencias

    tan autori-

    tarias

    como la tiranía del

    príncipe.

    "El

    Estado,

    republicano

    o

    principesco,

    ejerce su coácción

    sobre

    el

    individuo

    ,por

    encima del

    bien y del

    mal, has-

    ta

    el crimen"

    (4.

    Renaudet). Partiendo

    de

    este

    dato,

    rodo se

    aclara. Lo

    po-

    lítica

    es

    un arte

    racional

    en

    sus

    principios,

    que

    recoge en sus cálculo.s,

    fun-

    dados

    sobre regularidades, todos los

    datos

    accesibles

    de

    la

    experiencia,

    y

    es

    también un arte

    positivo,

    en el sentido que rechaza

    foda

    discusión

    sobre

    los

    valores

    y los

    fines.

    Con

    Maquiavelo

    el

    pensamiento

    político

    se seculariza

    mucho

    más radi-

    calmente

    gue en

    ese

    conjunto de

    precursores

    que

    lo

    prefiguran

    desde

    Mar-

    silio de

    Padua. Maquiavelo

    detesta y

    desprecia, como

    ellos,

    el

    gobierno

    de

    los

    sacerdotes,

    y

    es también adversario

    del

    poder temporal

    de

    la

    Santa

    Sede

    -aunque

    lo

    suficientemente

    ¡ealista

    como

    para

    reconocer

    su

    afianza-

    miento

    con

    ]ulio

    II-.

    Pero

    va más

    lejos.

    No

    contento

    con laicizar el

    Es-

    tado,

    guerria

    subordinarle por

    completo

    la religión,

    a

    la que

    concibe

    como

    instrumento

    de

    ,poder

    y

    elenrcnto

    de

    cohesión

    social.

    Guicciardini,

    en

    el

    secreto,

    le hará

    eco:

    "No

    combatáis nunca la

    religión,

    ni

    nada de lo

    qrre

    parece

    estar en

    relación

    con Dios: pues

    tales ob¡etos

    tienen

    demasiada

    fuerza

    sobre

    el

    espíritu

    de

    los necios".

    El fondo mismo

    de su

    pensamiento

    político

    conduce a Maguiavelo

    a una

    posición,

    más

    gue antirreligiosa, anti-

    cristiana. Reprocha

    al Evangelio

    (o,

    más

    precisamente,

    a

    lo

    gue

    considera

    una deformación,

    realizada

    por

    los

    sacerdotes

    y

    los

    monjes,

    del

    cristianismo

    verdadero,

    cívico

    y guerrero)

    el

    haber

    debilitado

    las

    energías

    y

    el

    haber

    santificado solamente

    "a

    los

    humildes

    y

    a

    los hombres entregados a la

    contemplación

    más

    que a

    una

    vida

    activa".

    Esa

    secularización

    y

    exaltación

    del

    Estado

    acarrean

    numerosas

    conse-

    cuencias:

    hostilidad

    contra

    el

    Imperio

    y

    contra

    todo

    lo

    gue

    puede

    recordar

    el

    universalismo

    cristiano; desconfianza

    y

    desprecio

    hacia

    las

    aristocracias

    nobiliarias

    de

    origen

    feudal;

    concepción

    particularmente

    "realista"

    de

    las

    relaciones

    entre

    los ,Estados. Maquiavelo, admirador de

    Ia conquista

    ro-

    mana, fija en esta

    materia

    id,énticas

    reglas

    para

    las repúblicas

    y

    para

    los

    príncipes.

    El

    Estado tiene como

    una

    tendencia natural

    a

    extenderse;

    no

    existe

    ni moral

    ni

    derecho

    internacional.

    En una

    jungla

    donde todo

    está

    permitido,

    el

    único

    problema

    consiste

    en

    calcular

    bien

    las

    empresas,

    en

    do-

    sificar

    la fuerza

    y

    la astucia.

    En estas condiciones

    se

    comprende Ia

    inrpor-

    tancia

    primordial

    de

    la

    organización

    militar dentro

    de un

    Estado.

    ÑIaquia-

    201¡

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    rencia

    total;

    otras,

    una

    retórica

    arcaiz¿rntc

    muy

    collvctrt:i«¡nill. f)eclamacioltes

    monárquicas

    o

    elogios

    de

    la libertad

    y

    hasta del tiraniciclio,

    recogen

    ejern-

    plos

    clásicos;

    se atiende

    más a

    la

    calidad

    de

    la forma

    que a la

    justeza

    o a

    la sinceridad

    del

    fondo,

    conteniendo

    estas

    espectaculares

    disertaciones

    las

    más

    de las

    veces

    poco

    pensamiento.

    Maquiavelo,

    con

    algunos otros,

    cierra

    la línea de

    un

    primer

    humanismo

    florentino muy

    anterior

    al

    siglo xvl,

    un

    hu-

    manismo

    gue

    unia

    un mayor

    civismo con

    una dosis

    menor

    de

    ciencia-

    y

    sutileza.

    Muchos de

    los contemporáneos

    se

    encierran

    en stl torre de

    marfil;

    OtrOS

    inCiensan

    a

    SuS

    prOteCtOreS, COmO

    CortesanOS

    CelosOS,

    no

    conservandO

    siempre su

    pluma

    una

    perfecta dignidad; algunos,

    por

    último,

    de forma

    más

    noble,

    sacan

    de

    su

    erudicióil

    armas

    ¡:ara

    servir

    a la

    concepción absolutista

    del

    Estado:

    un

    Alciat,

    un Guillaume

    Bud,é

    ilustran ese

    humanismo de

    ju-

    ristas.

    Pero su contribución

    al movimiento

    de

    las

    ideas

    políticas Iro

    prrcclc

    compararse con

    el del

    humanismo cristiano,

    cuvo más

    prestigioso

    rcprcscn-

    tante

    es Erasmo

    de Rotterdam

    (1467'1536).

    Brqsmo.

    Las cuestiones

    de

    teoria

    política

    ocupan

    solamente

    un

    lugar secttndario

    en

    la inmensa obra

    de

    Erasmo;

    les dedicó

    pocas obras en

    forma

    temática.

    Sus

    juicios

    sobre

    política derivan

    siempre

    de concepciones

    que

    desbordan

    infinitamente

    el

    marco de

    la

    politica.

    Su

    pensamiento sobre el

    Estado

    y

    la

    sociedad

    siguen un

    orden

    rigurosamente

    inverso

    al de

    Maquiavelo,

    cuya

    obra,

    por otrá

    parte,

    Erasmo

    ignora

    totalmente;

    en

    efecto,

    -parte

    de

    impe-

    rativoé morales-y religiosos

    pará

    definir

    y

    prescribir reglas de

    acción. Eras-

    mo se

    emparenta

    asi con

    los autores

    medievales,

    sin

    sufrir,

    empero,

    su

    in-

    fluencia directa.

    La

    situación

    de

    Erasmo,

    admirado

    y

    comentado

    en

    to(lil

    la Europa

    ilustrada

    -don{p

    también

    cuenta

    con encarnizados

    ellcl¡liclos

    conocidó

    y casi cortejado

    por

    numerosos

    soberanos

    y.

    otros

    grandcs

    pcr-

    sonajes,

    aiegu.a

    a toáo

    cúanto

    escribe

    una considerable

    reperctrsión.

    Erl

    una

    cofrespondencia

    a la

    que

    tan

    sólo

    la

    de

    Voltaire

    se

    aproxiura

    en

    ittt-

    portarrcia y variedad, comúnica

    a

    la gente

    influyente

    de

    la cristia¡rclad

    tlt:

    iu tiempo

    un

    comentario casi

    continuo sobre

    la

    politica europea:

    tneclio

    clt:

    actuar

    concretamente sobre

    los

    espiritus

    por

    lo

    menos

    igJual

    a

    sus

    libros.

    La irradiación de

    Erasmo no

    conocía

    más

    limites

    gue los

    del

    medio

    cultiv¿'clo

    constituido

    por las

    letras latinas.

    Despu,és

    de

    abandonar

    st¡

    claustro

    llcer-

    land,és, sus

    años de estudio,

    de

    viaies o de

    profesorado

    en

    París,

    Inglaterra

    e

    Italia,

    lo

    convierten

    en

    el

    príncipe de los

    humanistas

    y

    le

    proporciolt¿r¡t

    también

    un conocimiento

    del

    mundo,

    y

    de

    los

    hombres

    que

    lo

    dirigen,

    lleno

    de

    precisión

    y agudeza,

    que refuerza su

    natural

    prudencia.

    El cargo-

    que

    reciLe

    en

    l5l6 dó

    consejeio

    de

    los Países

    Bajos

    apenas añade

    nada,

    desde

    este

    punto

    de

    vista,

    a

    su experiencia.

    Su

    retiro a

    Basilea, después

    de

    l52l,

    contribuye

    a reforzar

    la independencia

    de

    sus críticas

    y

    de

    sus

    conseios.

    Las expbsiciones

    más

    sistemáticas

    de

    sus

    concepciones

    políticas

    se

    hallan

    en

    la

    institutio

    principis

    christiani

    (1516),

    es_crita

    para

    cl

    joven

    Carlos

    de

    España

    a

    petición

    de sus

    mentores,

    y en

    la

    Querintonia

    pacis-

    undiquc

    pro-

    iliáatae

    (1517).

    Pero

    todos

    los

    temas

    están

    ya

    planteados

    desde

    bastante

    ánies,

    "n.ontrándose

    con una

    notable

    constancia

    en

    toda

    la

    obra

    crasnrista.

    velo

    sufre

    por la debilidad

    de

    los

    Estados

    italianos,

    explicándola-

    por su

    utilización

    i"

    -"r.".rurios.

    ffn realidad,

    sólo

    un ejército

    nacional

    puede

    girantiz,ar

    la

    seguridad;

    el servicio

    militar corlstituye

    la forma.más

    alta

    de

    ávismo.

    Las exigencias

    del

    Estado

    maquiavélico

    respecto

    a. las

    personas

    oue de él

    depend?n

    -súbditos

    o

    ciudadanos-

    son

    indisociables

    de

    las

    ne-

    cesidades

    de su

    politica

    exterior,

    dictadas

    por imperativos

    rigurosos;

    este

    Estado,

    amenazado

    p,erpetuamente er

    su

    existencia

    por

    Stls

    vecinos,

    para

    ellos

    un

    perpetuo

    peligro.

    ET

    IUC¡N

    DE

    MAQUIAVELO

    EN

    EL

    PENSAII"{IENTO POLfuICO

    DE

    SU

    TIEMPO._-

    "Hay

    que

    agradecer

    a

    Iuaquiavelo y

    a los

    escritores

    de

    este

    género-

    --es-

    cr¡biá

    Éran.l.

    Bucor-

    el

    que

    digán

    abiertamente

    y

    sin

    disimulo

    lo

    .que

    los-ho-br",

    acostumbran

    a

    Éacer,

    io lo

    que deben

    hacer."

    Este

    juicio

    dado

    por

    un

    hombre

    de Estado'filósr¡fo

    en

    una época

    enla

    qrre

    era.de

    buen

    tono

    ienunciar

    el cinismo

    de

    Maquiavelo

    (sin gue

    por ello

    la

    práctica

    de

    la

    polí-

    ai;;

    i;"..

    más

    moral

    que

    1a áe

    César

    Borgia).

    pone

    en

    evidencia

    una

    cuali-

    dad

    magistral

    del

    floréntino.

    Los

    mismos

    limites

    de

    su

    saber

    y de su

    espírittr

    le ayudán

    a

    penetrar

    profundamente

    en

    los resortes

    del

    arte de

    gobernar,

    tal

    y

    co-o

    sL

    practicába

    en

    su

    tiempo-

    y,

    en

    cierta

    medida,

    en todos

    los

    tiempos.

    Sin

    "*butgo,

    la

    importancia

    de

    Maquiavelo

    no

    es.

    sólo

    la de

    un

    testigo.

    Merced

    al iigor

    de-un

    esfuerzo

    intelectual

    aplicado-a

    cuestiones

    voluñtariamente

    circun"scritas,

    expulsa

    de

    la

    política

    toda

    metafísica

    y

    corta,

    de una

    manera

    radical,

    el

    víncuÍo

    entre

    la ciudad

    de Dios

    y

    Ia

    ciudad

    de

    k¡s

    hombres;

    hace

    así

    tan

    sólo justificable

    por

    la

    razón

    hum-ana

    el

    cono-

    cimiento

    de

    esta última.

    Este

    "positivismo"

    tiene

    un re\/erso;

    los datos

    gue

    aceDta

    como Drimeros

    e

    irreduitibles

    no

    1o

    son

    en

    realidad

    ni

    para

    el

    filo'

    ,"f,i

    "f

    puru Ll

    historiador.

    No

    obstante,

    al

    rechazar

    deliberadatnente

    una

    o.r., .ur,tidad

    de

    nociones

    medievales

    todavía

    vir'¿rs en

    rnuchos

    de

    sus

    con-

    ;'"ñ";;;;;s,

    Maguiavelo,

    por así

    decirlo.

    lirnpia

    el

    terre¡ro

    en

    el

    que

    se edi-

    ficarán

    construcciones

    nuevas.

    SECCION

    II

    I-a influctttlia

    V

    |os

    ideales

    ¡to ílicos

    dcl

    huntunisalo

    cri.sfir¡no.

    Se

    ha

    dicho de Maquiavelo

    que

    permanece

    prisionero

    de los

    romanos,

    a ouienes

    debe

    no

    sólo

    referenciás

    y

    ejemplos,

    sino

    el

    espiritu

    del

    antiguo

    .lr-ir",..

    L.-ár"

    .fr.y en

    él

    de

    profrnáu*lnte

    extraño

    a

    la

    espiritualidad

    cristiana

    hay'que

    rálacionarlo

    con

    los

    resurgimientos.paganos

    que caracte-

    rizan,

    junto

    con

    otros

    componentes,

    la

    culiura

    del

    Renacimiento

    italiano'

    ünu'iá¿"ti.a

    ambición

    de

    "resucitar

    cosas

    antiguas"-

    anima

    su

    reflexión

    p"flti."

    I-i"r

    "rf""rror

    de

    los

    humanistas

    po"

    reáescub.rir

    la

    ,cultura

    de

    la

    á"iiáti"¿'"J

    .lari.u.

    Y,

    .i"

    embargo,

    Maquiavelo

    se sitúa

    al

    margen

    del

    huminismo:

    es

    muy

    poco

    griego

    /nada

    píatón-ico'

    Por

    su

    parte'

    los huma'

    nlstas

    itallarros,

    buérrás

    filílogós

    i

    hasta

    ÍilOsofos,

    no

    son

    cabezas-politicas.

    §,

    *"dio..idad

    a

    "rü

    r".p"."to

    áviste

    formas

    diversas:

    a

    veces,

    la indife-

  • 8/18/2019 TOUCHARD - Historia de las Ideas Políticas (Capítulo VI).pdf

    8/10

    90¡t

    ill\lolll^ t)1. I i\., llrll^: lrol llt(

    ^,

    Cnirlcn

    v

    pgn¡cociR.'-I-l

    prinrer

    clenrento

    es

    una

    crítica moral

    precisa

    de las

    exacciones,

    de las

    crueldades

    y

    de las

    locuras

    cornetidas

    con

    excesiva

    frecuencia por

    los

    gobernantes.

    Esa crítica,

    irónica

    a la

    rnanera

    de

    Luciano

    unas veces y

    elocuente otras,

    se

    desarrolla

    en los Adagios

    --cuyas

    sucesivas

    ediciones

    a

    partir

    de 1500

    se

    enriquecen continuamente

    con

    nuevos

    pro-

    verbios

    políticos-

    y en

    el

    Elogio

    de la

    locura

    (1511

    ).

    Es

    a

    veces audaz

    ("No

    hay nada más rastrero,

    más servil, más

    inepto y

    más

    bajo

    que

    la

    ma-

    yoria"

    [de

    los

    cortesanos]

    ),

    y

    se

    nutre

    siempre

    de

    reminiscencias

    antiguas.

    Pero no

    se trata

    de

    puras

    declamaciones

    de

    escuela

    contra

    las fechorías

    sanguinarias

    y

    ruinosas

    del

    despotismo.

    Se

    desprende

    de

    sus palabras

    un

    acento

    de

    profunda

    convicción, ya gue

    todas

    estas

    retlexiones se centran

    en

    alto

    grado sobre la filosofía

    de Cristo,

    sobre

    la religión

    del

    Evangelio.

    Erasmo reprueba

    la guerra,

    la

    brutalidad

    y

    la mentira,

    en

    nombre

    de

    la

    caridad cristiana iluminada

    por

    la

    sabiduría. La aplicación

    de

    los

    preceptos

    evangélicos se impone

    en

    la

    vida

    pública

    tanto como en la

    privada;

    y no

    só1o por

    razones. religiosas:

    es la condición

    del

    orden y

    de

    la

    prosperidad

    en todos los niveles

    de

    la vida

    social.

    Erasmo cuenta con

    la

    virtud

    cristiana del

    príncipe,

    al

    que

    conviene

    formar con

    el ma-

    yor

    cuidado,

    para

    hacer

    reinar

    el

    orden

    evangélico. Tal

    es

    el

    ob;eto

    de

    la

    Instítutio.

    Todos los

    detalles

    de

    esta

    ,pedagogia

    tienen su interés.

    Por

    ejemplo, la elección

    de

    las

    lecturas es revelador: no

    demasiada

    historia,

    ya

    que

    ofrece

    con frecuencia

    peligrosos

    ejemplos

    que

    exaltan un

    vano

    sentimiento

    de

    gloria;

    nada

    de nefastas

    novelas de caballe-

    ría,

    propias

    para

    deformar

    una joven

    inteligencia. Aunque Erasmo

    no

    desdeña

    la

    adqui-

    sición de conocimientos

    técnicos, la

    tarea

    esencial es

    formar

    u¡r

    c¡istiano,

    imagen de

    Dios tanto por su

    sabiduria

    y

    bondad como

    por

    su

    poder,

    ejemplo vivo

    y

    eficaz

    para

    sus súbditos.

    Sobre

    estas

    bases, la

    lrctitutio

    traza un cuadro

    muy

    con.rpleto

    de

    los

    debe-

    res del

    príncipe

    en

    todos

    los

    terrenos: legislación,

    finanzas,

    economia,

    enseñanza,

    mece-

    nazgo.

    "Desdeña la opulencia

    con

    tal

    de

    que

    reine

    la

    justicia...

    Si

    prefieres

    sufrir

    una

    injuria

    a

    vengarla

    con

    gran

    daño

    para

    la

    República,

    perderás

    quizá

    una

    parte

    impor-

    tante

    de tu

    Imperio:

    1o

    soportarás

    pensando

    que

    es

    un

    gran

    provecho

    perjudicar a me-

    nos súbditos."

    Erasmo, aconsejando

    abandonar

    el

    cetro

    antes

    que

    cometer

    una injusticia,

    se opone

    vigorosamente

    a

    la idea

    de

    una soberanía

    sin

    límites'

    USnnreD

    CRISTTANA.-En

    teoría,

    se

    muestra

    pariidario, como

    tantos

    otros,

    de un

    tipo

    mixto

    que combine

    los tres

    regÍmenes

    politicos;

    considera

    la

    elección

    del

    soberano

    preferible

    a

    la herencia.

    Estas

    concepciones,

    expresa-

    das

    al

    comienzo

    de

    la

    Institutío,

    tíenen

    tan

    sólo una

    importancia

    relativa,

    pues Erasmo

    se

    interesa

    poco por los

    problemas-de_ base

    y

    por los

    conceptos

    jurídico-políticos.

    Pero

    a

    medida

    que el curso

    de

    los

    acontecimientos

    le in-

    lünge

    las más amargas

    decepciones,

    se

    aplica

    primordialmente

    a mostrar

    el v"entajoso

    carácter

    de las

    fianquicias

    y

    de

    las

    instituciones

    que

    obstacu-

    lizan la'arbitrariedad

    real.

    Muestra

    su

    preferencia

    por el régimen de

    los

    Países Bajos, denominándolo

    "democrático"

    a causa

    de

    la

    existencia

    de una

    cierta

    repiesentación

    de

    los

    súbditos,

    en

    la

    forma

    tradicional

    de las asam-

    bleas de-

    Estados.

    Sin

    embargo,

    su

    pensamiento

    no

    conduce

    en este

    punto

    a una tesis

    general. Le imporia

    menos la

    fonna del

    Es-tado

    que el espiritu

    y

    :l

    corazón

    ie

    los

    gobernantes.

    No

    se ha de

    ver

    en

    ello

    el simple

    efecto

    de

    una

    falta

    de

    inclinaciórt

    por

    lo

    qrrc

    hiry

    de túcnie¿r

    cn

    cl

    derecho; srr

    posici(>n,

    con

    st¡s

    dificultades,

    se inscribe

    por

    entero

    en

    la

    noción

    de liberta

    iristianu,

    Erasmo

    afirma

    que

    las-

    nocionei

    de

    imperíum

    y

    dominium.ro

    tian.r,

    arr.,,

    entre

    los

    cristianos:

    afirmación

    de

    puio

    evangelismo,

    qrre

    abre

    el camirro

    -en

    una

    interpretación

    que

    introduzca

    el reino

    de

    la

    clracia

    en

    el

    de la

    auto¡idad-

    para

    una

    disolución

    del

    Estado_

    y

    del derechá.

    Erasmo

    .o lleg¡.

    tan

    lejos porque

    no

    practica

    la

    deducción

    abstracta;

    el Estado

    v el derecii.,

    tienen

    para

    él

    una

    existencia

    positiva.

    Pero,

    en

    último

    extremo,

    y

    .ob..

    l.r,

    temas

    más

    precisos,

    no

    dista

    mucho

    de

    la

    contradicción.

    Mientras que

    en

    los

    Coloquios declara

    preferible

    la

    tiranía

    --esa

    tirania tan

    vigoros¿rnrcr¡t¡

    denunciada

    a

    cada instante-

    a

    la

    anarquía,

    en

    1530

    escribe:

    "pó¿r¡a

    incltrs¡

    se.r

    legítimo

    conspirar.contra

    los

    príncípes".

    El

    ideal

    de

    iustrcia,

    al

    r¡uc sc

    adhiere

    y

    al que

    considera

    conforme

    con el

    verdadero

    "rpiritu

    crísti¿rrr«.r,

    rrrr

    puede

    borrar

    la

    idea,

    también

    cristiana,

    de

    la

    sumisión

    a ia

    autoricla«I,

    Antc

    el auge

    del

    despotismo,

    el Iilósofo

    cristiano

    da

    a

    sus

    críticas

    un

    tn

    ftrn-

    damental:

    "No

    existe

    p.az, por

    injusta

    que

    sea, que

    no resulte

    prcferiÉle

    a la

    m¿is

    justir

    rlt'

    las

    guerras",

    .

    Erasmo-n-o

    puede

    evitar, por

    lo

    demás,

    el

    problema

    de la guerra

    justir;

    admite

    la

    defensa

    contra

    la agresión,

    pero

    conoce lo

    suficienté la m¿il¡¡

    fc

    y

    las

    cegueras

    como

    para

    desconfiar

    án gran

    medida

    de

    los

    derechos

    con

    los gue

    se-amparan_los

    principes.

    cuando ie

    niega a

    dejarse

    movilizar,

    a

    t

  • 8/18/2019 TOUCHARD - Historia de las Ideas Políticas (Capítulo VI).pdf

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    I

    l1'

    210

    Iil:il'()l¡tA :¡lt t.A:; llrtrA:i

    l'()l.ll

    l(

    A

    '

    )a ctuzada, ya

    que

    no ignora los

    cálculos

    poco

    espiritualcs

    que entran en

    ella.

    El

    paci{ismo

    constituye

    para

    é1 un criterio y una condición

    de

    buen

    gobierno;

    un

    régimen belicoso

    no puede

    ser

    ün

    buen

    régimen.

    F¡losorÍe cRISTT,ANA

    y

    MoRALrsM6

    p6¡i1¡66.-Llega

    así a

    la

    idea de

    un

    control. Así

    como es

    preciso

    limitar la arbitrariedad

    del

    capricho

    real,

    así

    también es necesario obtener el consentimiento

    de

    la

    naci¡ón

    para

    empren-

    der una

    guerra, una vez

    agotados los

    demás

    niedios

    para

    hacer

    prevale-

    cer un determinado

    derecho.

    Sin embargo, la

    exigencia eramista

    sigue

    sien-

    do, en

    ambos campos,

    esencialmente

    una refotma morai,

    a

    pesar

    de

    que

    algunos

    textos hagan referencia

    a

    las

    instituciones.

    Evidentemente,

    Erasmo

    no es un

    técnico

    del

    derecho

    ni de

    los

    regimenes

    políticos. Pero hay en é1,

    además, una especie de desvalorización de la noción de derecho,

    ligada

    a

    su

    concepción

    de

    la

    libertad, que

    será

    llevada con violencia

    por Lutero has-

    ta

    sus consecuencias

    más

    radicales.

    En

    el

    orden general del

    pensamiento

    el

    Renacimiento

    se

    caracteriza

    por el

    rec.hazo

    de las

    construcciones

    sistemá-

    ticas edificadas

    por los

    escolásticos,

    asi

    como

    por

    la

    incapacidad

    de

    recons-

    truir sólidaménte

    una

    ciencia, una

    vez

    derribada

    la

    de

    Aristóteles.

    La

    po-

    litica de

    Erasmo

    está

    tan alejada

    de una ciencia

    política,

    como

    la

    ciencia

    del Renacimiento

    1o

    está

    de

    un verdadero saber

    cientifico.

    Bajo una

    gran

    pasión

    de

    novedad,

    lleva

    la

    huella de un fundamental conservadurismo.

    Erasrno

    piensa como

    ciudadano de un mundo cristiano, mientras

    que

    Ia

    República

    cristiana

    -comunidad

    de

    cultura- no

    es

    ya

    una comunidad

    polí-

    tica.

    Entre

    el Estado

    encerrado en su omnipotencia

    -que

    le

    repugna porque

    le

    parece teñido de

    paganismo-

    y

    las fuerzas

    populares

    -cuyas

    ciegas

    violencias

    teme, a

    pesar

    de compadecer

    Ia

    miseria

    de

    los

    humildes-, mues-

    tra

    su

    simpatía

    por

    las

    aristocracias

    constituidas

    en órdenes

    -nobleza,

    cle-

    ro, burguesía-.

    Pero la naturaleza

    de la religión

    erasmista rejuvenece

    las

    viejas ideas de

    política

    cristiana.

    Por

    otra

    parte,

    un agtrdo sentido

    de

    las

    realidades

    le

    pone en guardia

    frente

    a

    las

    teorías anacrónicas;

    rechaza la

    idea medieval del

    Imperio,

    universal

    y

    concibe

    a

    la

    República

    cristiana como

    una

    especie

    de

    federación

    de

    Estados

    diferentes.

    En resrtmen,

    aunque su

    pensamiento

    se

    apoya

    en

    concepciones y

    adhesiones

    que

    la

    historia

    de su épo-

    ca

    comienza

    a

    rebasar, de ellas saca los valores

    y

    preocupaciones

    que le

    confieren

    un

    acerlto de moderna

    humanidad.

    Los

    caminos que

    le conducen

    a

    su

    ideal

    político

    son,

    por

    otra

    parte, lo

    bastante

    amplios

    y

    flexibles

    como

    para no

    vedar

    toda

    idea de

    progreso. Pero, debido a su mayor

    preocupación

    por

    la

    moral,

    la

    cultura

    y

    la

    perfección

    espiritual

    que

    por el

    derecho

    y

    las

    instituciones,

    Erasmo

    queda por

    debajo,

    como

    crítico y

    constructor,

    de

    su

    amigo

    Tomás Moro.

    Tomás Moro.

    Tomás Moro

    (1480-1535),

    jurista,

    diputado en

    los

    Comunes,

    que no te-

    mió

    desafiar

    valientemente

    la

    tiranía

    de

    Enrigue

    VIi,

    fue un

    notable

    huma-

    nista

    y un

    espiritu

    profundamente

    religioso, nutrido

    por igual

    de

    letras

    griegas

    y

    del

    Evangelio. Conssjero

    de

    Enrique VIII

    desde

    1518, canciller

    l.A

    lrllN(rvA{

    lirN l'll l.Ar1 ll|l'Ali

    de

    Inglatctr'¿r

    crt

    1529,

    cstc

    tlirs¡rrist¿r

    tlcs¡llicr¡ir urlr

    intt'us¿¡

    ¡¡r'livitlirrl

    t'ol¡=

    tra la

    herejía lutcran¿r, h¿rst;r

    llclitlt

    ir

    ¡tbsrllttl,r

    ün

    su régimen,

    lo

    dtificnden

    contra

    l¿r

    infltrcñcia

    cxtrirnjt't'l

    y

    ;rttt,pli,rtt

    slt

    (irttll)o

    rle

    rrllll-

    i,i.iOnr

    f"und¡n

    coloniirs

    scrncjirntes

    a

    l;r m¿rtlrc

    pirtrirr.

    A.lgunos

    clc

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    vctll¡olt,

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    de

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    y

    «lc

    stts t'tlttscit'l'()s

    l',(rr-

    sigue, con cl apoyo de

    nu¡ncrosos

    escritrcs

    oriurrclos cle

    stts

    nrtiltiples

    Jis-

    tados,

    el

    sueño

    de

    una

    monarquía universal,

    no

    dcs¡rrovista

    elrteral¡rc¡t(t'tle

    parentesco

    con las ideas erasmistas;

    erasmismo

    solicit¿r