The Misplaced Times

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THE MISPLACED TIMES

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Newspaper edited for the exhibition "Misplaced Ruins" by Gilda Mantilla and Raimond Chaves, curated by Max Hernández-Calvo. Peruvian Pavillion, 56th Venice Bienale, Venice, Italy, May thru November, 2015. *** Periódico editado con ocasión de la muestra "Misplaced Ruins" de Gilda Mantilla y Raimond Chaves, curada por Max Hernández-Calvo. Pabellón del Perú, 56ª Bienal de Venecia, Venecia, Italia, Mayo-Noviembre, 2015.

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Being Cardboard

This material suggests that to be a city, maybe it is necessary to be cardboard. To be cardboard will thus mean to be absorbent, permeable, tough, perishable, smooth or rough, warm,atmospheric, ordinary, never stable or rigid. To be cardboard is to lack a defined colour, be a little malleable, be moisture turned to dust,recycled waste, pulp of a city. Being cardboard allows us to better observe and to experience thoroughly with one of the things that the city is made of. To re-incarnate in cardboard to evince, in its local peculiarity, and by means of visual monotony and repetition, the strange and alien-ated living conditions in cities. The ironic twist is to become a kind of participant observer or, perhaps better said, latent observer, defenceless. Neither camouflaged nor disguised, but literal-ly walled in. And it took us months to under-stand this, which now is easily said, and then a bit more time to figure out how we were going to implement it.

Ser cartón

Este material nos sugiere que tal vez para ser ciudad toque ser cartón. Ser cartón querrá decir entonces ser absorbente, permeable, rudo, pere-cible, ser liso o ser rugoso, cálido, atmosférico, ordinario, nunca estable, ni rígido. Ser cartón es carecer de color definido, ser un poco maleable, ser humedad hecha polvo, desecho reciclado, pulpa de urbe. Ser cartón nos permite observar mejor y experimentar a fondo con algo de lo que está hecha la ciudad. Re-encarnarnos en cartón para mediante monotonía visual y repetición de por medio, evidenciar en su peculiaridad local la condición extraña y alienada de la vida en las ciudades. El guiño irónico es convertirnos en una especie de observador participante o quizás sea mejor decir en observador latente, inerme. Ni camuflado ni tampoco mimetizado, sino lite-ralmente emparedado. Y eso que se dice pronto nos tomó nuestros buenos meses en entenderlo, y luego un poco más de tiempo para ver cómo es que hacíamos para ponerlo en práctica.

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Ruinas fuera de lugar aborda los problemas de intercambio cultural inherentes a la movilidadinternacional, en tanto pone de relieve las tensiones que subyacen a las diversas ramas de diferencia

cultural a las que uno se adhiere colectivamente.

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Misplaced Ruins addresses the problems of cultural exchange inherent to international mobility,as it highlights the tensions underpinning the various brands of cultural difference to which one

collectively adheres.

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Después de todo, la experiencia de “pertenencia” social, cultural y lingüística se basa en traducciones y en negociaciones a escala local, regional e internacional.

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After all, the experience of social, cultural and linguistic ‘belonging’ is built upon translational andtransnational (and regional) negotiations.

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Uno de tales marcadores sujeto a las ambigüedades de la traducción es la ruina, cuyo estatusy ubicación temporal y geográfica se muestran en constante cambio.

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One of such markers subject to the ambiguities of translation is the ruin, whose status and temporal and geographic location reveals to be ever changing.

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Así, decididamente preservamos ruinas arqueológicas pero luchamos para gestionar las ruinas políticas, económicas y ecológicas.

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Thus, we adamantly preserve archaeological ruins but struggle to manage political,economic and ecological ruins.

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Anclamos la ruina en el pasado, desde la óptica del visitante, pero la proyectamos hacia el futuro desde la visión del urbanismo de las metrópolis cambiantes y la anticipamos ansiosamente en el futuro cercano

a través de las alertas sobre el cambio climático.

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We anchor the ruin in the past, from the perspective of the visitor, but project it to the future, fromurbanism’s perspective of a changing metropolis, and anxiously anticipate it in the near future through

the warnings about climate change.

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Y tanto ruinas arqueológicas como económicas son capitalizadas en el presente por las políticas delturismo y por los fondos buitre.

El tipo brinca al bus que nos va a llevar cuesta arriba hasta las ruinas. Entra cuando ya casi estamos completos y botella de cerveza en mano se va dando con los espaldares de los asientos para sentarse precisamente delante nuestro. Está bebido y además parece molesto por el protocolo y los requisitos que la visita implica. La guía de su grupo no tiene otra que hacerse a su lado en el único asiento libre, justo cuando el vehículo arranca. En ese instante el personaje empieza a saludar buscando entablar conversación en voz alta con todos los que le rodean. Niños, adultos, locales y extranjeros, todos padecemos su ansia de compadreo. Quien peor lleva eso es la chica, y si bien él no se propasa en ningún momento, insiste en congeniar con ella. Pronto se hace evidente que esa necesidad de reconocimiento también viene acompañada de inquietud y extrañamiento. De su boca no salen esas palabras pero todo en él dice: qué-hago-yo-aquí…, quien-me-mandaba-a-mí… Aunque su acento es foráneo, podría tratarse de un residente temporal en el país que ha aprovechado un fin de semana largo para tomarse un descanso y conocer la zona. Ni joven ni viejo, todo en él denota “normalidad” excepto una barriga un poco desproporcionada para una constitución más bien delgada y una mirada un tanto ida. Da la sensación de ser alguien acostumbrado a mandar… pero que a la vez está a las ordenes de un superior.

El bus sube en zigzag por la ladera de la montaña. A un costado las hojas de árboles, plantas y maleza cubiertas por el polvo del camino, del otro el cañón con el río, la vía férrea y la pista destapada que a medida que ascendemos van volviéndose más y más chiquitos. A lo lejos en los confines del valle, las montañas y las cumbres tapadas por las nubes. La ruta, por la que sólo suben y bajan carros para turistas, está cruzada por un empinado sendero que la corta cada tanto y por el que ascienden y descienden aquellos que han elegido llegar caminando hasta la cima.

El tipo agarrando su bebida baja del bus ignorado por todos. No nos ha ofendido ni tampoco agredido pero no vamos a soportarlo un minuto más. En la pequeña explanada atestada de gente que se apresta a engrosar las colas de acceso, el hombre se desplaza en medio de un vacío hasta que empieza a mezclarse con visitantes llegados con anterioridad y que aún no han tenido la suerte de conocerlo. Sin nadie a quién recurrir, muestra signos de agobio. Todos andan muy ocupados formando hileras para entrar a la ciudadela

mientras los que ya cumplieron con el ritual suben a los vehículos que los devolverán al punto de origen. Ha llegado hasta ahí, pareciera que muy a su pesar, y no ve con claridad qué es lo que toca hacer en esa situación. Farfulla algo sobre quedarse o largarse, pero sin perder un segundo, aprovecha que un desprevenido no ha podido tasarlo a tiempo para intentar confraternizar de nuevo. El incauto caerá atrapado en su empalagosa amabilidad hasta que el tufo, las incoherencias y el desnorte consigan dejarlo solo de nuevo.

Aquí arriba todo es más extraño que durante la primera visita diez años atrás. Será que ahora uno se fija más en las personas que en las piedras, será que uno se interesa más por la naturaleza que por la arquitectura, será que los visitantes andan más preocupados por la tecnología que por el tiempo… la cuestión es que es difícil conectar con la mística del lugar. Sin embargo algo que últimamente se viene dando en el sitio ayuda a mirar las cosas de otro modo. Por Internet circulan imágenes de turistas que se desnudan de cuerpo entero en plena fortaleza y comparten en las redes la prueba de su atrevimiento. Los vigilantes caminan arriba y abajo por los senderos y si hasta la fecha su labor consistía en impedir el paso por las zonas no permitidas ahora, además, andan convertidos en celosos guardianes del pudor y las buenas costumbres. Eso provoca que, a la que alguien agobiado por el calor se saca una prenda, acudan raudos ante la eventualidad de que eso acabe en desnudo integral. Se nota cierta expectativa entre los visitantes y todo el mundo está atento a cualquier señal de nudismo, pero más que a los cuerpos en sí, quizás lo que valga la pena es prestar atención a los ecos que éstos provocan en otros ámbitos más allá de estos riscos.

Este despelote narcisista en armonía con la cantería, la naturaleza y el cosmos ha hecho aparecer en la red una buena cantidad de comentarios y opiniones. De todos ellos el que más llama la atención es el de un historiador. Para empezar una queja: “eso pasa por haber promovido una lectura del sitio arqueológico -y por ende de la Historia- demasiado escorada a lo místico y a lo espiritual ”. Para acabar una consigna: “ya que -nosotros los historiadores- somos los especialistas deberíamos hacer valer nuestra lectura de estos restos, como la interpretación válida, una que no diera pie a estos incidentes y otras distorsiones ”. Datos, fechas, cifras, cálculos, ángulos, nombres, hipótesis, interpretaciones… el rigor de la Historia frente al todo vale turístico. La apelación a una visión ortodoxa -¿y única?- del pasado. Por favor,

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And both archaeological and economic ruins are capitalized in the present by tourism policies andvulture funds.

un relato inequívoco que sólo pueda ser leído de la manera correcta. Pero curiosamente ni la ortodoxia historicista, ni el misticismo nudista ni mucho menos la despreocupación turística se detienen por un momento en un hecho clave… Tanta proeza, tanta piedra, tanta manipulación del espacio y la naturaleza fue, o sigue siendo ante todo: trabajo. Trabajo y todo indica que trabajo esclavo, no remunerado y con su coartada religiosa de por medio.

Vamos dejando atrás los miradores, las construcciones sin techo, los estrechos pasillos y las empinadas escalinatas y bajamos hacia las colas de los que esperan el transporte que retorna al pueblo. El trayecto de regreso se vive con la sensación del deber cumplido. Ya fue, a por el próximo hito. Descendemos en zigzag. Las cumbres van quedando arriba. Nada ha cambiado en el paisaje excepto que ahora quizás sea un poco más nuestro que en la mañana. La gama de verdes ha ido variando de tonos en función de la luz del sol y las nubes. La lluvia apenas se ha notado en las hojas polvorientas que abren el paso a nuestro rebufo.

La pequeña población se ubica en un pequeño valle curvo en forma de olla donde confluyen un torrente que cae de las montañas y el río que acompaña la línea del ferrocarril. Si las ruinas son el pasado en perpetuo viaje hacia el futuro, esta aglomeración no es otra cosa que el futuro chocando a toda velocidad con el presente. Cuesta creer cómo en tan poco espacio se amontonan tal cantidad y variedad de alojamientos, restaurantes… y ningún otro negocio más que esos. Todavía cuesta más visualizar -claro está que nada va a impedirlo- como se las apañará este peculiar enclave para seguir creciendo. A ninguno parece importarle pero este es uno de esos sitios en los que nadie es nadie valga la redundancia. Un constante trasiego de gente que anula no sólo la idea de localidad sino también hasta la identidad de los propios que permanecen en el lugar. Un híbrido entre frente de batalla y retaguardia con contingentes yendo y viniendo ininterrumpidamente. Tropa altiva y de mirada hueca con prendas tachonadas de logos. Combatientes exhaustos al caer la noche, tropas frescas al amanecer. Ráfagas humanas. Todos trabajadores de la contemplación, sin saberlo y a pesar suyo. Una versión en pequeño formato del gran teatro de Oklahoma. Una ruina del futuro.

La confirmación andina de la alegoría kafkiana llega con los conjuntos musicales y los grupos de bailarines

folclóricos que enmascarados danzan en las calles ante las mesas de los restaurantes, pero donde de verdad esta premonición se muestra en toda su potencia es en el complejo de venta de artesanías y recuerdos que a través de pasillos y corredores, bajo un inmenso cobertizo, es paso obligado para llegar y abandonar el pueblo. Este laberinto de tenderetes rebosante de objetos a la venta separa la población de la estación del ferrocarril. Cualquier trayecto en uno u otro sentido debe pasar ineludiblemente por este tránsito comercial evidenciando literalmente el peaje exigido por el mercado y que tasa la mayor parte de movimientos en la zona. En consonancia lo dispuesto para la venta reafirma una determinada economía. Para el foráneo el catálogo de instrucciones de cómo, por qué, desde dónde y con qué objetivo “mirar, vivir y recordar” el sitio. Para el local, sobre todo al involucrado en la elaboración de manufacturas, la anulación de su capacidad de agencia y de hacer historia a partir de su conversión en fetiche y mercancía. Esta plaza comercial como en el juego de unir los puntos es un eslabón de un itinerario fijo, uno que empieza muy lejos, en la misma puerta de la casa en el lugar de origen de cada turista.

La estación, en un país que a lo sumo tendrá una decena de ellas en pleno funcionamiento, es extraña. La rutina ferroviaria que se mantiene vigente más o menos en todas partes, y que poco ha cambiado desde el siglo XIX, tiene acá una versión sui géneris. No es sólo la separación colonial en trenes baratos y destartalados para los locales y lujosos y caros para los foráneos. Ni la diferencia de tarifas. Ni la exagerada amabilidad, ni las atenciones que nos dispensa el personal de a bordo. Ni la constatación de transitar una ruta saturada por la mirada. Ni tampoco que toda esta colección de arbitrariedades exista para satisfacer el deseo del pasajero. Lo que la estación confirma es que la del turista es una temporalidad en suspensión permanente. Una suerte de gravedad cero en el que las esperas, los retrasos, las colas, los hiatos, los desplazamientos entre uno y otro punto constituyen la verdadera naturaleza del hecho turístico. Un perpetuo tránsito entre una y otra ruina. Sólo que las ruinas somos nosotros que no estamos hechos de otra cosa que de tiempo.

La sala de espera de la estación donde en hileras de asientos descansan los viajeros es un amplio vestíbulo con grandes ventanales a los lados. Unos dan al jardín por el que hemos entrado, otros a modo de acuario muestran los coches azules estacionados en las vías

(...)

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Las “estaciones” interrelacionadas de la instalación evocan el contexto peruano a través de una serie de referencias que van desde la arquitectura precolombina a la música tradicional,

y las condiciones climáticas en Lima.

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The interrelated ‘stations’ of the installation conjure the Peruvian context through a series of references that range from pre-Columbian architecture to traditional music, and the weather conditions in Lima.

a la sombra que da la cubierta de los andenes. No podremos acceder sino hasta el momento de partida de nuestro convoy. Mientras, deberemos permanecer atentos al anuncio de la megafonía, señal de que se nos permite llegar a los vagones y emprender por fin el viaje de regreso.

En ese paréntesis estamos cuando el tipo, botella en mano, hace su entrada en la sala. Ha sobrevivido a la visita a la ciudadela y a la ingesta de cerveza pero se nota que su estado, tanto anímico como físico, ha empeorado. Además no se ha protegido del sol y su rostro sudado y fofo por el cansancio, ha enrojecido. A pesar de todo ello el hombre conserva cierta habilidad para mantener las formas y no acabar de desmoronarse lo que favorece que a primera vista no se intuya su potencial toxicidad. Al poco sucede lo inevitable: un padre y su hijo pequeño distraídos en sus asientos caen ingenuamente en su telaraña y ya es tarde cuando entienden el tamaño del error cometido. A partir de ahí asistimos a un forcejeo mudo que nadie parece notar entre alguien que no da su brazo a torcer y el padre y el hijo que intentan acabar la relación como sea y así poder librarse. Tras un rato que les habrá parecido eterno, de forma abrupta y con cualquier excusa, padre e hijo consiguen zafar y se levantan. El personaje queda desconcertado y su afabilidad se desinfla como un globo. Peligro. Los puestos están asignados y caemos en cuenta que cualquier cosa puede suceder si finalmente resulta que vamos a viajar en el mismo vagón.

Suena una voz metálica y un numeroso grupo de gente se levanta de golpe para aglomerarse ante la puerta que recién empieza abrirse. En el barullo él camina justo delante nuestro y no hay más remedio que seguir sus pasos a medida que nos acercamos a la puerta del coche que nos corresponde. En el interior, confundidos por la numeración, los viajeros demoran un poco en encontrar su asiento. Él sin dudarlo un instante se hace frente a nosotros y cuando todo parece perdido llega el revisor para salvarnos en el último segundo. El hombre se ha confundido de vagón y, quién sabe, tal vez también de horario. Se levanta y mientras sigue al empleado cuenta a quién quiera oírle: “que la guía lo ha expulsado del grupo con el que había empezado la jornada…, que está solo… y que ya no puede más…” Dice todo ello con tanta desazón y desesperanza que es

difícil no contagiarse de esa tristeza. El tipo ya sin nada en las manos enfila el pasillo como desapareciendo por un gran y profundo hueco.

Esta mañana temprano descendimos desde las laderas peladas acostumbradas al frío y nos cruzamos con matorrales de hojas puntiagudas creciendo entre las rocas. Luego casi sin darnos cuenta nos adentramos en una ceja de selva umbrosa, un laberinto de troncos húmedos y hojas oscuras moteadas por la luz del sol. Ahora de regreso repetimos en reversa el itinerario matutino. El tren no sólo desanda el camino, sino que vuelve a dejarlo todo como estaba. Poco a poco va borrando humedad, follaje, lianas y bejucos para colocar piedras, hilos de agua y cultivos de maíz. A la ida nos acompañaba una desbordante corriente. De regreso el río suena tan raro como una grabación en reversa. Al final de esta tarde especialmente lánguida y serena, cuando la última claridad del cielo se desvanece, llegamos al siguiente pueblo situado todavía a la mitad del trayecto. Bajamos con un nutrido grupo de excursionistas que por haber hecho a pie la ruta del sendero ancestral se muestran tan exhaustos como envanecidos. Uno de ellos olvida su cámara de fotos debajo de uno de los asientos. Aquí está el albergue donde dormiremos hoy.

Si de algo ha servido la jornada con todo su trajín, su elenco y sus peripecias es para entender que nuestro compañero de viaje, ebrio, desorientado e incorrecto, con sus: qué-hago-yo-aquí…, y quien-me-mandaba-a-mi…, y en contravía de todo lo que se supone debe hacerse, ha dejado en evidencia el sin sentido de esta romería místico-mercantil y con ello, de taquito, nuestro rol de obedientes y agradecidos figurantes.

El convoy iluminado, con sus ventanas laterales y sus lunas panorámicas en el techo, continua su periplo y se pierde en la noche camino de la ciudad.

Turistas, ruinas y montañas.R.Ch.

(...)

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Sin embargo, los artistas convierten estas referencias en citas ambiguas, su especificidad ensombrecida por el proceso de su traducción cultural.

NOTES PER A UNA PEL·LÍCULA SENSE MONUMENTS

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Yet the artists turn these references into ambiguous citations, their specificity obfuscated through theprocess of their cultural translation.

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Cada acto de traducción requiere un punto de vista, un marco interpretativo.Desde ahí percibimos nuestro pasado, escudriñamos nuestro presente y evocamos nuestro futuro.

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Every act of translation requires a vantage point, an interpretive framework.From it we perceive our past, scan our present and conjure our future.

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Pero ¿qué queremos decir cuando decimos “nuestro” (pasado, presente y futuro)?

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But what do we mean when we say ‘our’ (past, present and future)?

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¿Realmente podemos compartir posiciones cuando nuestro punto de vista nos ofrece una miradapanorámica confiada en sí misma e incapaz de percibir sus puntos ciegos?

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Can we be on the same page when our vantage point offers us a self-assured perspective,incapable of perceiving its own blind spots?

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Ruinas fuera de lugar gira en torno a la cuestión de las posibilidades de establecer lo común,lo compartido y lo unificador, en un momento en que los marcadores de afiliación son

continuamente recodificados, reclamados y reutilizados.

Interior de un aula de bachillerato. Entra un profesor acompañado de quién parece ser el director del centro de estudios.

El director: Les presento a vuestro nuevo profesor de Historia, el señor Marco Perly. Sustituirá al señor Genthod que se ha jubilado. Se que le harán sentir bienvenido. (Risas de los estudiantes)

Marco Perly coloca una gran maleta marrón sobre su mesa (más risas de los estudiantes) y extrae de ésta una tabla de madera para cortar carne y un cuchillo de carnicero. (Carcajadas de los alumnos)

Marco Perly: No olviden que mi padre es carnicero… (Más carcajadas)

A continuación hace aparecer un metrónomo y continúa hablando:

MP: …y que mi madre canta opereta muy bien. (Risas)

Pone en marcha el metrónomo y por último saca de la maleta una larga y gruesa morcilla que extiende sobre la mesa en dos movimientos debido a su gran tamaño. (Renovadas carcajadas)

Se limpia las manos con un trapo que saca de la maleta.

MP: ¿Alguien quiere venir a cortar la morcilla al ritmo del metrónomo? (Más risas)

Un estudiante de chompa amarilla se dirige hacia la mesa del profesor y cuchillo en mano empieza a cortar rítmicamente la morcilla. Tras un breve instante el profesor manda parar y el estudiante retorna a su sitio.

MP: Está bien por ahora.

El profesor agarra unos trozos de morcilla y los muestra a los estudiantes mientras estos hacen voces de asco.

MP: Aquí tienen trozos de Historia. ¿Cómo los llamaremos? ¿Horas? ¿Décadas? ¿Siglos? Es la misma cosa y al fin y al cabo, no para nunca.

Tira las porciones que tenía en la mano al interior de la maleta y sigue limpiándose las manos con el trapo. El metrónomo continua sonando.

MP: La morcilla se come con salsa de manzana. ¿Es el

tiempo como una morcilla? Eso pensó Darwin, pero el relleno de la salchicha cambió de un extremo al otro. Marx pensó que un día el hombre dejaría de comer morcilla. Einstein y Max Planck le quitaron el pellejo y entonces perdió su forma. ¿De qué está hecho el pellejo?

Voz en off de una estudiante: De los intestinos del cerdo.

MP: Muy bien. Miren la parte de la salchicha que todavía está entera. (Voces de asco de los estudiantes mientras el profesor agarra la morcilla que debido a su peso se rompe en algunos pedazos)

Hay pliegues y curvas, y es de ellos de los que os voy a hablar. De qué están hechos los pliegues del tiempo.

Cambio de plano. La cámara enfoca ahora a los estudiantes sentados en sus pupitres.

MP: En las sociedades agrarias se pensaba que el tiempo era cíclico. Para esos hombres cada estación repetía el mismo momento. Por supuesto el hombre envejecía pero sólo porque se gastaba. Él fue el combustible que hizo trabajar a la máquina de las estaciones. El capitalismo trajo la idea del tiempo autopista, la autopista del sol y del progreso. La idea del progreso significa que los ganadores no sólo ganan la batalla, sino que también han sido elegidos como seres intrínsecamente superiores. Su superioridad convirtió los ciclos y las estaciones en un sacacorchos; y los ganadores eran la punta del sacacorchos. Con esa punta abrieron una tras otra las botellas de las culturas inferiores y bebieron hasta que tuvieron suficiente, y luego rompieron las botellas. Un nuevo tipo de violencia. En el pasado las armas mataban, pero ahora lo hacía el veredicto de la historia. La historia de los vencedores. Con esta nueva violencia apareció un nuevo miedo para los vencedores. El miedo al pasado. El miedo a los inferiores en sus botellas rotas… ¡Ah!... Si el pasado alcanzaba a los vencedores podría mostrar una piedad tan escasa como la que habían mostrado ellos. En el siglo XIX este miedo al pasado se volvió racionalmente científico. El tiempo se convirtió en una carretera sin curvas. La longitud de la ruta devino una abstracción pavorosa. Pero las abstracciones no se vengan. Desde entonces, los pensadores del siglo XIX prefirieron el miedo del pensamiento al miedo de los salvajes con sus flechas. Y el camino fue marcado con una regularidad perfecta. Millones de años divididos en eras, fechas, días, horas de trabajo. (El profesor vuelve a agarrar la morcilla que sigue rompiéndose en pedazos). Fichando al entrar, fichando al salir. Como la morcilla.

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Misplaced Ruins revolves around the question of the possibilities of establishing the common,the shared and the binding, at a time when markers of affiliation are continually recoded,

reclaimed, and repurposed.

Cambio de escena.

Un dormitorio con una pila de libros apoyados contra una pared. Un afiche de Trostky, un mapamundi, una reproducción de la pintura de Delacroix “La libertad guiando al pueblo” y una imagen de un hombre de perfil a lo lejos en descampado, están enganchados en las paredes. Un hombre en camiseta echado entre las sábanas de una cama lee un periódico de extrema izquierda (Lotta Continua). Suena el tic-tac de un reloj. El hombre se levanta periódico en mano y se siente sobre el borde la cama. Suelta el periódico, se levanta, va hacia un cajón del que saca una pistola. La carga, se da media vuelta y apunta al espejo que lo refleja. En el estante sobre la chimenea donde el espejo se apoya hay una escultura pequeña de una mujer desnuda, más libros apilados en desorden y un reloj despertador. El hombre mira al espejo y apunta con el revolver a su figura que este le refleja. Baja el brazo, da un paso al frente y cerrando un ojo apunta a un lado, esta vez al reloj, que salta en pedazos por el disparo.

Cambio de escena.

El profesor camina lentamente por el aula mientras habla a los estudiantes.

MP: Hoy día la autopista del capitalismo está colapsando por más razones de las que les puedo contar en este pequeño trozo de morcilla que es está lección. En la bellota está el diseño del árbol entero. Lo que cada uno de ustedes es eran cromosomas en mi concepción. Perdón vuestra concepción. No soy un determinista, pero en vuestra primera célula había un mensaje que están ahora leyendo. Algunas cosas hacen agujeros en el tiempo.

El profesor agarra una tiza de la mesa y se dirige a la pizarra.

MP: Podrían acortar por ellos como quien pasa una brocheta. Recuerden, mi padre es carnicero.

El profesor dibuja una línea quebrada que se transforma en una cinta quebrada a lo largo de la pizarra. En cada sección de la cinta dibuja un agujero.

MP: La brocheta…

El profesor traza una línea recta que pasa por cada uno los agujeros y la termina con una punta de flecha.

MP: El tiempo se pliega para que los agujeros coincidan.

¿Por qué no se entiende a los profetas en su propio tiempo? Porque sólo la mitad de los agujeros están ahí.

El profesor que ha vuelto a situarse sobre la mesa se agacha en cuclillas y sólo sobresale su cabeza y sus manos sobre la mesa.

MP: Así…

El profesor se yergue para sentarse a continuación sobre la silla tras la mesa.

MP: …están en medio del tiempo. Nadie entendió a Diderot hasta que vino Freud y una generación entera le llamó monstruo. Todo este tiempo fue necesario para que coincidieran los agujeros. Los agujeros que los profetas hacen para ver el futuro son los mismos que usan los historiadores para mirar el pasado. Los agujeros hechos por Rosseau explican hoy el siglo XVIII. Están mirando sus relojes. Bien, es la hora. Terminaré con un ritmo binario como el del corazón y su latido.

El profesor se yergue y empieza a golpear rítmicamente con sus palmas la superficie de la mesa. Los estudiantes le acompañan.

MP: Entre cada golpe hay un tiempo. El tiempo es saber que el segundo golpe no es el primero. El tiempo es creado por la oposición. (Continúan los golpes sobre los pupitres)

MP: El tiempo se reduce en una síntesis.

Suenan golpes más acelerados y ruidosos sobre los pupitres.

MP: El embrión humano silba a través de la evolución.

El profesor lanza un silbido para volver a golpear sobre la mesa con renovada intensidad.

MP: En una síntesis total el tiempo desaparece (gritando).

Los últimos golpes coinciden con el sonido del timbre que marca el final de la clase. El profesor da una última palmada y se yergue.

Jonas qui aura 25 ans en l’an 2000, 1976.Dirigida por Alain Tanner con guión de Alain Tanner y John Berger.

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Como respuesta, Gilda Mantilla y Raimond Chaves presentan el extravío, el error de traducción y lainterpretación errónea, no como fracasos, sino más bien como apuestas políticas.

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As a response, Gilda Mantilla and Raimond Chaves put forward misplacement, mistranslation andmisconstrual, not as failures but, rather, as political stakes.

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Al hacerlo, ellos subrayan que lo reclamado por diferentes grupos de personas como “propio”—su cultura, historia, tradiciones— es siempre un lugar de lucha.

Max Hernández-Calvo

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In doing so, they underscore that what different groups of people claim to be ‘their own’—culture, history, traditions— is always a site of struggle.

Max Hernández-Calvo

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Desdibujar las cosas

¿Por dónde empezar la paradójica operación de hacer desvanecer las cosas para resaltar su importancia?

¿Se puede hacer eso? ¿Cómo identificar los verdaderos asuntos de fondo? ¿Puede realizarse eso no como la “operación que toca” o un “planteamiento de producción” o “lo correcto”, sino como algo acertado y preciso un poco más allá del tiempo? ¿Podemos salirnos de lo dibujado y desvanecernos? ¿Podemos salirnos del tiempo? ¿Podemos hacer ambas cosas y sonar claros y concisos?

¿Qué es y qué supone el desvanecerse más allá de su acepción más directa? ¿Es compatible desdibujar con no querer ser desbordado por las cosas? ¿Es desdibujar literalmente desaparecer? ¿Se contradicen el desdibujar como especulación filosófica y su correlato plástico más perentorio? ¿Tiene esto relación con la ausencia de actividad y pronunciamiento políticos? ¿Es compatible el desvanecimiento con un accionar político claro, contundente y conciso? ¿Puede hacerse eso en una ciudad que -en la mayor parte del año- a la que te descuidas lo desvanece a uno? En una ciudad en la que lo público se diluye, lo político se pudre y lo ánimos se oxidan.

Tenemos una ciudad –hecha de muchas ciudades-, tenemos nubes, contaminación, humedad, luz difusa y mucho polvo, todo el tiempo.

To Erase Things

Where to begin the paradoxical operation of vanishing things to highlight their importance?

Can it be done? How to identify the real core issues? Can it be accomplished, not as an “operation that must be done” or as a “production approach” or “the right thing to do,” but as something adequate and accurate, slightly beyond time? Can we just leave the picture and vanish? Can we escape time? Can we do both and still sound clear

and concise?

What does it mean to vanish and what does it imply, be-yond its direct meaning? Is to erase congruous with not wanting to be overwhelmed by things? Is it the same to blur something out than to make it disappear? Is there a contradiction between erasing as philosophical spec-ulation and its peremptory artistic counterpart? Is this related to the absence of political activity and pronounce-ments? Is vanishing compatible with clear, forceful and concise political action? Can this be done in a city that—most of the year—can make you vanish the minute you become careless? In a city where public issues become di-

luted, political ones rot, and moods rust?

We have a city made of many cities, we have clouds, pol-lution, humidity, diffuse light and plenty of dust all the

time.

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Periódico publicado con ocasión de la muestra Misplaced Ruins,representación nacional del Perú en la 56ª Bienal de Venecia, Italia.

9 Mayo - 22 Noviembre de 2015.

Newspaper published on the occasion of the exhibition Misplaced Ruins, national representation of Peru at the 56th Venice Biennale, Italy.

May 9th - November 22nd , 2015.

Editores / EditorsGilda Mantilla, Raimond Chaves & Max Hernández-Calvo

Lima, Perú. 2015.

Ser cartón / Being CarboardGilda Mantilla & Raimond Chaves, 2010.

Metaindex Max Hernández-Calvo, 2015.

Ruinas fuera de lugar / Misplaced RuinsMax Hernández-Calvo, 2015.

Turistas, ruinas y montañas / Tourists, Ruins And MountainsRaimond Chaves, 2014.

El culto a la momia / The Cult of the MummyGinés Martínez, 2010.

Notes per a una pel·lícula sense monuments /Notes For A Movie Without Monuments

Max Hernández-Calvo, Gilda Mantilla & Raimond Chaves, 2014-2015.

Jonas qui aura 25 ans en l’an 2000 /Jonah Who Will Be 25 in the Year 2000

Alain Tanner & John Berger, 1976.

Ciência social ficção / Social Science FictionGilda Mantilla & Raimond Chaves, 2010.

Desdibujar las cosas / To Erase ThingsGilda Mantilla & Raimond Chaves, 2010.

Imágenes / ImagesGilda Mantilla, Raimond Chaves & Roc Chaves, 2000-2015.

Y materiales encontrados de diversas fuentes /And found materials from several sources.

Agradecimientos / AcknowledgementsFundación Wiese

Armando Andrade de LucioEiletz-Ortigas

Revolver GaleríaProjecteSD

Michael PradoGinés MartínezHugo Canoilas

Elisa Arca

THEMISPLACEDTIMES