Terminamos los Domingos del año civil con una fiesta entrañable. En el ambiente de la Navidad...

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La FAMILIA, primera

experiencia de Dios

Fiesta de la Sagrada Familia

Terminamos los Domingos del año civil con una fiesta entrañable.

En el ambiente de la Navidad recordamos a la familia de Jesús, María y José en Nazaret.

A la vez que seguimos meditando y celebrando el misterio del Dios hecho hombre, nos miramos hoy al espejo de la Sagrada Familia para mejorar el clima de la nuestra.

Precisamente ahora en que tantos interrogantes se levantan contra la institución de la familia humana y cristiana, en un tiempo en que tal vez más que en otros sentimos las dificultades de la convivencia familiar y se multiplican los ejemplos de violencia doméstica, y también se ve más difícil que en otros tiempos la estabilidad de nuestras opciones y relaciones, la Palabra de Dios ilumina desde la luz cristiana y navideña la realidad de nuestras familias.

LECTURA

PREPARACION

MEDITACION

ORACION

CONTEMPLACIONACCION

1

2

3

4

5

PREPARACIÓN

INVOCACIÓN AL ESPIRITU SANTO

Ven, Espíritu Santo,a despertar el corazón de la Iglesia,para que el Pueblo de Dios, atento a la Palabra,celebre con júbilo el nacimiento del Hijo de Dios en nuestro mundo.

Revive en nosotros la actitud con que los pastores, en la noche de la Navidad, acogieron la Buena Noticiade la llegada del Salvador a visitar a su Pueblo.

Prepáranos para encontrar en la Palabrala paz que necesitamos para apagar los odios y las discordias

y poner fin a la violencia,y que podamos glorificar a Dios en las alturasy, en la tierra, comunicar la paza los hombres de buena voluntad.

Amén.

LECTURA

¿QUÉ DICE el texto?

Sir. 3,2-6.12-14«El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre

acumula tesoros»

El libro del «Eclesiástico», uno de los últimos libros sapienciales del AT, se llama también «Sirácida», porque lo escribió Jesús Ben Sirac, o hijo de Sirac, unos 200 años antes de Cristo.

La primera lectura, del libro del Eclesiástico (= Sirácida) es una especie de comentario del cuarto mandamiento: «Honrar a padre y madre».

La esencia de este comentario es que este mandamiento es una alta forma de caridad.

La caridad es para todo el mundo, pero sigue un orden de proximidad: debe comenzar por nuestros padres.

Toda práctica de la caridad es un medio para el perdón de nuestros pecados; esto es particularmente verdadero con respecto a nuestros padres.

El pasaje de hoy habla de las relaciones entre hijos y padres.

El que honra a sus padres, dice el sabio, recibe una serie de beneficios: expía sus pecados, acumula tesoros, se llena de alegría y, cuando ora, es escuchado por Dios, que además le concede larga vida.

Añade un toque de realismo: un buen hijo no abandona a sus padres tampoco cuando se hacen viejos y «aunque flaquee su mente».

Sal. 128(127):

«Dichoso el que teme al Señor»

El salmo también habla del ambiente familiar: con la mujer al frente de la casa, como «vid fecunda», y los hijos en torno a la mesa, gozando todos de la bendición de Dios.

El tema del salmo 128(127) es una prolongación, también en estilo sapiencial, del salmo anterior 127(126).

Los dos salmos se podrían resumir de esta manera: «Nada es posible sin Dios; todo es posible con Él» (Emmanuel).

La primera parte, con las imágenes de la vid y el olivo, presenta un cuadro idílico. La vid representa a la esposa, madre fecunda, rodeada de pimpollos de olivo, que son los hijos.

El padre se siente satisfecho recogiendo los frutos de su trabajo.

El salmo nos permite descubrir la riqueza interior de un fiel israelita que sabe disfrutar de los sencillos goces de la vida familiar.

La segunda parte hace alusión a una formula de bendición que se ensancha hacia el futuro de la familia y hacia el futuro de todo Israel a quien augura la paz, síntesis de todos los bienes: «Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos» (v. 1):

El salmo comienza con una bienaventuranza: «Dichoso». Antes de tratar el tema y desarrollarlo, el salmista nos sorprende con una invitación a la alegría.

En las cosas de Dios la felicidad va por delante.

Cuando uno opta por buscar a Dios, por seguir sus sendas, es feliz desde el comienzo.

Notemos que en el salmo se valora a la mujer sólo por sus tareas domésticas y su fecundidad «vid fecunda».

Tendría que venir Jesús de Nazaret para elevar a la mujer a la esfera del mundo intelectual, dándole acceso a la Palabra de Dios.

A las mujeres en tiempo de Jesús les estaba prohibido el estudio de la Biblia.

Cuando María, la hermana de Marta, se queda a los pies de Jesús «escuchando sus palabras», recibe un elogio de Jesús: «ha escogido la mejor parte» (Lc. 10,42).

Marta ha reducido su vida al quedar atrapada por los traperos y las cacerolas.

Cuando una mujer del pueblo, con la mejor intención, le dice a Jesús: «dichoso el seno que te llevo y los pechos que te amamantaron» (Lc. 11,27), Jesús prefiere otro elogio para su Madre.

El elogio que le hace la mujer la reduciría a un nivel meramente fisiológico. Para Jesús, en cambio, Su madre era feliz por ser la «oyente de la Palabra» (Lc. 11,28).

Por otra parte, María, la Madre de Jesús, será la mujer más fecunda pues nos ha traído al Dios de la vida. Pero su fecundidad es obra del Espíritu y no de la carne.

Cuando uno sale de viaje o tiene que ir al hospital, al retomo siempre dice lo mismo: jQué ganas tenia de volver a mi casa! Sin la madre, la casa está vacía.

Ella lo llena todo. jGracias, Señor, por nuestras madres!

Col. 3, 12-21:

«El Señor les ha perdonado: hagan ustedes lo mismo»

En la carta que escribe Pablo a la comunidad de Colosas (en Frigia, actual Turquía), les presenta un programa ideal de vida comunitaria.

Su «uniforme» -el vestido que les distingue de los demás- debe ser misericordia, bondad, humildad, dulzura, comprensión, amor, capacidad de perdón.

Pablo desciende también a una ejemplificación en el ámbito de la familia: las relaciones entre marido y mujer, y entre padres e hijos.

A la vez, los cristianos deben permanecer en la acción de gracias (¿alusión a la Eucaristía?), dando primacía a la Palabra, y orando con cantos, salmos e himnos.

En el mensaje a los Colosenses el Apóstol nos entrega algunos consejos sobre la práctica de la caridad en las comunidades cristianas:

- soportarse y perdonarse unos a los otros; - ser agradecidos; - ayudarse mutuamente; orar en común...

Estos mismos consejos se podrían dar igualmente con respecto a la vida familiar.

Y a justo título: las familias son una forma muy básica de comunidad cristiana.

Lc. 2,22-40:

«Se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret»

EVANGELIO DE JESUCRISTOSEGÚN SAN LUCAS

R/. Gloria a Ti, Señor.

22 Y, cuando llegó el día de su purificación, 23 de acuerdo con la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentárselo al Señor, como manda la ley del Señor: Todo primogénito varón será consagrado al Señor; 24 además ofrecieron el sacrificio que manda la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones.

25 Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que esperaba la liberación de Israel y se guiaba por el Espíritu Santo. 26 Le había comunicado el Espíritu Santo que no moriría sin antes haber visto al Mesías del Señor. 27 Conducido, por el mismo Espíritu, se dirigió al templo.

Cuando los padres introducían al niño Jesús para cumplir con él lo mandado en la ley, 28 Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:

29 –Ahora, Señor, según tu palabra, puedes dejar que tu sirviente muera en paz 30 porque mis ojos han visto a tu Salvador, 31 que has dispuesto ante todos los pueblos 32 como luz para iluminar a los paganos y como gloria de tu pueblo Israel.

33 El padre y la madre estaban admirados de lo que decía acerca del niño. 34 Simeón los bendijo y dijo a María, su Madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel -¡y a ti, una espada te atravesará el corazón.

36 Estaba allí la profetisa Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de edad avanzada, casada en su juventud había vivido con su marido siete años, 37 desde entonces había permanecido viuda y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del templo, sirviendo noche y día con oraciones y ayunos. 38 Se presentó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a cuantos esperaban la liberación de Jerusalén. 39 Cumplidos todos los preceptos de la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 40 El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y el favor de Dios lo acompañaba

Palabra del Señor.R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.

a) Contexto: Lc. 2, 1-51

El Evangelio, por supuesto, es un relato de acontecimientos correspondientes a la niñez de Jesús con sus padres.

El texto se centra en la convivencia de la Sagrada Familia en Nazaret.

Hoy leemos una escena bien conocida sobre la vida de María y su pequeño hijo: la purificación de María y la presentación de Jesús en el templo.

Re-leamos el texto para interiorizarlo

b) Comentario:

vv. 22-24:

Aun si Jesús es hijo de Dios y María su madre, no se sitúan a sí mismos por sobre las prácticas religiosas de la gente común.

Estamos frente a una familia común y corriente, que sigue las mejores tradiciones judías.

María crió a Jesús en estas prácticas y espíritu, y como generalmente sucede en las familias, mucha de la religiosidad de Jesús viene de su madre.

vv. 25-33.36-38:

Dos personas mayores y santas, Simeón y Ana, reconocieron al Mesías, al enviado de Dios en ese bebé.

Estas personas son figuras cargadas de valor simbólico.

Ellos tienen la tarea del reconocimiento, que proviene tanto de la iluminación y del movimiento del Espíritu, como también de una vida llevada en la espera más intensa y confiada.

En particular a Simeón se le define como el «prosdekòmenos», a saber, uno que está todo concentrado en la espera (v. 25b), uno que va al encuentro para acoger.

Por eso, él también aparece obediente a la ley, la del Espíritu, que lo empuja hacia el Niño, dentro del templo.

También el cántico (vv. 29-32) proclama manifiestamente el sentido de su existencia: ha vivido para llegar a este momento: ahora se marcha, para que otros vean también la luz y la salvación para Israel y para las gentes.

A su vez Ana, con su avanzada edad (valor simbólico: 84 = 7x12: el doce es el número de las tribus; o también 84–7= 77, perfección redoblada), pero sobretodo con su modo de vivir (ayuno y oración) y con la proclamación de quien «esperaba», completa el cuadro.

Ella es guiada por el espíritu de profecía, dócil y purificada en el corazón.

Además, pertenece a la tribu más pequeña, la de Aser: signo de que los pequeños y los débiles están más dispuestos a reconocer a Jesús el Salvador.

Estos dos ancianos – que son como una pareja original – son símbolos del mejor judaísmo, de la Jerusalén fiel y dócil, que espera y se alegra, y que deja desde ahora en adelante brillar la nueva Luz.

Es un evento asombroso: generalmente Jesús era reconocido y aceptado como Hijo de Dios durante su vida pública, como adulto, y a través de sus palabras y hechos.

Pero en el Templo, estos ancianos creerán en Jesús no por lo que El hace y dice, sino por María.

La actitud de María es el eslabón necesario entre ellos y Jesús.

Muy a menudo ciertamente, María es un atajo para encontrar a Jesús.

Recíprocamente, María aprenderá algo más sobre Jesús. Su Misión y su propio papel por las palabras que Simeón y Ana le dirigen al niño.

En este sentido, el niño educa a la madre.

Este mutuo enriquecimiento es típico de la Sagrada Familia, como debe ser también en todas las familias.

v. 34:

No debemos idealizar la vida de la sagrada familia como algo «romántico».

Experimentaron la condición y los problemas de muchas de las familias actuales que deben trabajar duramente; de muchas familias oprimidas, o exiliadas por razones políticas...

Desde el inicio El fue un «signo de contradicción». El camino de la cruz de Jesús, causado sobre todo por persecución, no comenzó con su vida pública, sino ya con su primera niñez, como lo muestra este Evangelio.

v. 35:

La misma cosa se aplica a María: «En cuanto a ti, una espada te atravesará el corazón».

Como madre de Jesús y asociada a su misión de salvación, María no llevó una vida segura y protegida, sino que participó todo el tiempo de la suerte de su hijo:

Aunque los Evangelios son bastante silenciosos con respecto a la actividad de María, relatos como los que presenta este texto son una indicación del camino propio de María hacia la cruz.

Finalmente, es interesante notar que todo el episodio da relieve a las situaciones más simples y familiares: la pareja de esposos con el niño en brazos; el anciano que goza y abraza; la anciana que reza y anuncia, los oyentes que aparecen indirectamente comprometidos.

vv. 39-40:

La vida cotidiana aparece como epifanía de Dios.

También la conclusión del pasaje escriturístico hace entrever el pueblo de Nazaret, el crecimiento del niño en un contexto normal, la impresión de un niño dotado de forma extraordinaria de sabiduría y

bondad.

El tema de la sabiduría entrelazada con la vida normal de crecimiento y en el contexto del pueblo, deja la historia como suspendida: ella se reabrirá precisamente con el tema de la sabiduría del muchacho entre los doctores del templo.

Y es precisamente también el episodio que sigue inmediatamente (cfr. Lc 2, 41-52).

El Hijo de Dios quiso nacer y vivir en una familia, y experimentar nuestra existencia humana, por añadidura, en una familia pobre, trabajadora, que tendría muchos momentos de paz y serenidad, pero que también supo de estrecheces económicas, de emigración, desplazamiento, de persecución y de muerte.

MEDITACIÓN

¿QUÉ NOS DICE el texto?

Un programa de vida

La Oración colecta expresa muy bien el sentido y la finalidad de la fiesta de la Sagrada Familia. Afirma que la familia de Nazaret es un «maravilloso ejemplo a los ojos de tu pueblo», para que imitando «sus virtudes domésticas y su unión en el amor», podamos llegar a «gozar de los premios eternos en el hogar del cielo» (en latín dice, y mejor: «in laetitia domus tuae», es decir, «en la alegría de tu casa»).

En la oración sobre las ofrendas pedimos a Dios que «guarde nuestras familias en su gracia y en su paz verdadera».

Y en la Oración después de la Comunión, que «después de las pruebas de esta vida, podamos gozar en el cielo de tu eterna compañía».

Las lecturas primera y segunda nos presentan ejemplos de virtudes domésticas.

El evangelio nos recuerda escenas de la Infancia de Jesús, en torno a la familia de Nazaret.

La Palabra de Dios nos ofrece un verdadero «Programa de vida» de familia.

El programa que aparece en los textos de esta fiesta vale para las familias, para las comunidades religiosas, para las parroquias, para la humanidad entera.

Nos irían bastante mejor las cosas si en verdad los hijos cuidaran de sus padres siguiendo los consejos del Sirácida.

Y si en nuestras relaciones con los demás vistiéramos ese «uniforme» del que habla Pablo: misericordia, bondad, humildad, dulzura, comprensión, amor, capacidad de perdón.

Este programa de vida familiar y comunitaria no es nada fácil.

Y no se puede basar sólo en una filantropía humana, o en motivos de interés o de mera convivencia civilizada, sino sobre todo en la fe, en la oración, en la certeza de sabernos todos amados por Dios.

Convivencia fmiliar

Los consejos de Pablo parecen pensados para nosotros: «perdónense, cuando alguno tenga quejas contra otro... que la paz de Cristo actúe de arbitro en su corazón...

... y, por encima de todo, el amor, que es «el ceñidor de la unidad consumada». Pablo conocía bien las dificultades de la convivencia humana.

La fiesta de hoy no nos da soluciones técnicas para la vida familiar o social, pero nos ofrece las claves más profundas, humanas y cristianas, de esta convivencia.

Habrán cambiado las condiciones sociales y el modo de relacionarse padres e hijos en comparación con las que describía el libro del Sirácida o el mismo Pablo en su tiempo.

Ahora, por ejemplo, se tienen mucho más en cuenta los derechos de cada persona, y el papel de la mujer, como esposa y madre, es muy diferente del de hace siglos.

Pero los principios y los valores principales siguen ahí: el respeto mutuo, el amor, la solidaridad, la tolerancia, la ayuda mutua.

Para una vida familiar y comunitaria sólida necesitamos la fe, porque el motivo último de este amor que se nos pide es el amor que Dios nos ha mostrado en su Hijo, y que estos días se nos ha manifestado de un modo más explícito.

Ya Ben Sirac ponía como motivo fundamental del amor a los padres la mirada hacia Dios: «el que honra a su padre, cuando rece será escuchado; al que honra a su madre, el Señor le escucha».

Una agrupación humana, sea la familia o una comunidad religiosa, no puede superar las mil dificultades que encuentra para la convivencia, si no es también con la ayuda de Dios.

Si existe esta apertura hacia Dios, entonces sí se puede creer que es posible lo que Pablo recomienda a los Colosenses: que en la vida, «todo lo que de palabra o de obra realicen, sea todo en nombre de Jesús».

El programa de Pablo es claro y concreto, pero difícil de cumplir cada día, como todos hemos experimentado más de una vez.

Es interesante que los tres miembros de la familia de Nazaret son presentados a lo largo del evangelio como personas que se distinguen por su escucha de la Palabra.

- José, cuando despierta, cumple lo que le había dicho el ángel de parte de Dios.

- María contesta en su diálogo con el ángel: «hágase en mí según tu palabra».

- Y Jesús afirma que debe estar en las cosas de su Padre y en toda su vida aparece siempre atento a cumplir la voluntad de Dios.

Cuando los padres se hacen viejos y hay que cuidarlos

Ben Sira nos traza un pequeño tratado sobre el comportamiento de los hijos para con sus padres.

Casi como un comentario o glosa del cuarto mandamiento: «honrarás al padre y a la madre».

El marco social ha cambiado, pero la norma que él da sigue en pie: atender a los padres, honrar padre y madre.

También sigue actual para las familias y para las comunidades religiosas el detalle que el sabio del AT apuntaba respecto a los padres ancianos, a los que ya «les flaquea la mente».

Él no sabía nada del mal de Alzheimer, pero parece describirlo.

Y nos invita a extremar nuestro amor a los mayores precisamente en esas circunstancias.

Es fácil tratar bien a los padres cuando son ellos los que nos ayudan a nosotros porque dependemos hasta económicamente de ellos.

Y difícil cuando ya no se valen por sí mismos y son ellos los que dependen de nuestra ayuda.

El Catecismo de la Iglesia Católica, citando precisamente el pasaje del Sirácida que hoy leemos, concreta el «cuarto mandamiento» recordando a los hijos sus responsabilidades para con los padres:

«Cuando se hacen mayores, los hijos deben seguir respetando a sus padres... La obediencia a los padres cesa con la emancipación de los hijos, pero no el respeto que les es debido, que permanece para siempre... En la medida en que ellos pueden, deben prestarles ayuda material y moral en los años de vejez y durante sus enfermedades, y en momentos de soledad o de abatimiento» (CCE 2217-2218).

Jesús comparte las dificultades de los emigrantes

También puede resultarnos una lección actual el episodio de la marcha de esta familia a Egipto y su vuelta a la muerte de Heredes.

Jesús, con sus padres, experimenta y actualiza en sí mismo la historia del pueblo de Israel en su marcha a Egipto, en su éxodo y su vuelta a la tierra prometida.

Como hacía siglos Jacob y sus hijos emigraron a Egipto huyendo del hambre, y luego sus descendientes volvieron a la patria tras un largo proceso de éxodo y peregrinación por el desierto, así ahora Jesús revive en su misma persona este éxodo solidarizándose con la historia de su pueblo.

La vida de una familia comporta a menudo momentos de tensión interna o externa, como los que leemos en el evangelio de hoy.

José tuvo que decidirse a tomar a su mujer y a su hijo y huir a Egipto, con todo lo que eso supone de incomodidades de viaje y de estancia en un país extranjero, sin conocer a nadie ni hablar su lengua.

Y, de nuevo, la vuelta a su patria, instalándose en Nazaret.

No serían las únicas dificultades que pasaría esta familia.

Ya se le anunció a María que una espada de dolor atravesaría su alma.

Y cuando perdieron al hijo en el Templo sufrieron la angustia de la búsqueda y la incomprensión del lenguaje de Jesús.

Por eso, la Familia de estas tres inefables personas nos resulta un modelo de armonía y de fidelidad a Dios

... tanto en los momentos de gozo como en los de dolor, incluidos los que pasaron como emigrantes o prófugos.

ORACIÓN

¿QUÉ LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS?

Es verdaderamente lo propio de este díadarte gracias, Señor Dios nuestro,y, como hizo aquella anciana mujer de Jerusalén, llamada Ana,hablar de Jesús-Niño a todos los que aguardan la liberación.

Con el nacimiento de Cristotodos hemos recibido la mejor prenda y garantíade que un día seremos realmente consolados;de que un día seremos dichosos, felices,si sabemos esperar, ser pobres, justos y puros,como nos lo prometen las Bienaventuranzas.

Ana y Simeón son ejemplo de esa humanidad oprimida o marginadaque supo mantener encendida la lámpara frágil de la esperanza,a través de muchos años de tribulaciones y sufrimientos.

Las arrugas de sus rostros ancianosson surcos por los que han corrido muchas lagrimas,que luego han fructificado en ese árbol verde,que es el Cristo que viene al mundo,a resucitar de entre los muertosy llenar la tierra de frutos de vida eterna.

Gracias, Señor, por el envió de tu Hijoa ser como nosotros, niño como nuestros niños,pobre y desamparado como nuestros justos.

Gracias, Señor y Dios nuestro, porque has querido ser nuestro Padrey nos acompañas todos los días de nuestra vidacon el calor de tu paternidad entrañable.

Nosotros somos y hemos sido ese niño pequeño que Tú llamaste desde Egipto como hijo tuyo.

Tú quisiste que tu Hijo amado prescindiera, para nacerde todo lo que normalmente es necesario para un ser humano: techo, abrigo, condiciones elementales de comodidad;pero no pudiera, de ninguna manera, prescindir del calor de una familia.

Acuérdate de todas las familias;hazlas un reflejo de la comunidad eclesialy un fermento de la gran familia humana que un día llegará a su plenitud.

Amén.

CONTEMPLACIÓN

ACCION

¿QUÉ NOS PIDE HACER la PALABRA?

Una familia más santa, fruto de la Navidad

Ojalá las nuestras imiten esas consignas de unión y mutua acogida y tolerancia que escuchamos en las lecturas de hoy, basadas también en la referencia necesaria a Dios.

Y ojalá también que miremos con ojos más amables a los inmigrantes que vienen a nuestro país buscando un modo de vida más humano.

LA FAMILIA NECESITA ATENCIÓN

Para llegar a ser formadora de personasPara lograr ser educadora de la fePara procurar ser promotora del desarrollo

- Procurar el desarrollo integral humano- Armonizar los derechos propios y del prójimo- Promover el progreso creciente en todas sus dimensiones

LA FAMILIA NECESITA ESPÍRITU

Para crecer en intimidadPara aumentar su capacidadPara acrecentar su unidad.

LA FAMILIA NECESITA RENOVACIÓN

- En sus miembros: para facilitar el diálogo.

- En su espíritu: para elaborar y difundir una espiritualidad matrimonial.

- En su estructura: para hacer que la familia sea una verdadera comunidad de fe, de oración y de amor.

Relación con la Eucaristía

En torno a la mesa del hogar la familia crece en unidad, renueva su vitalidad y se estrechan los lazos del conocimiento mutuo y de la fraternidad.

Lo mismo sucede en y desde la Eucaristía: en ella nace y se hace la Iglesia.

En la Eucaristía se celebra la experiencia de la más profunda comunión en el Señor.

En la Eucaristía encontrarán nuestras familias la clave y el sentido de su ser y de su misión en el mundo.

Una familia que cada Domingo acude a celebrar la Eucaristía tiene un apoyo consistente, en la escucha de la Palabra y en la

comunión con Cristo como su alimento, para su camino de convivencia y de crecimiento humano y cristiano.

Así es como crece más expresiva y testimonialmente como una «Iglesia doméstica» (Vaticano II: Constitución sobre la Iglesia, LG. 11).

Terminemos con dos pensamientos que nos ayudan a reflexionar:

«La familia es el lugar privilegiado y el santuario donde se desarrolla la aventura grande e intima de cada persona humana irrepetible» (Juan Pablo II).

«La riqueza y los hijos son los ornamentos de la vida familiar; mas la buenas obras que quedan, obtienen cerca de tu Señor una maravillosa recompensa y abrigan las más bellas esperanzas» (Corán).

En Familia...

En familia vino Dios al mundoy, con una Madre de familia al pie de la cruz,el Señor marchó humildemente de él.

En familia, lloró Dios en la primera noche de la Navidad,y en familia, Dios gozó por servir a la humanidad.

En familia, Jesús, recibió humildes y regios honores

En familia, subió y bajó a Jerusalén a cumplir con la Ley.

En familia, Jesús, aprendió el valor del trabajoy, en familia, respetó y rezó en el día de descanso. En familia, el Niño Dios, nació en la más fría nocheen familia, ese mismo Niño, recibió el alientoque, ante la ausencia del calor humano,un buey una mula le ofrecieron.

¡En familia! ¡Sí! ¡En familia!En familia, Jesús, crecióy, en familia, Jesús, el amor de Dios aprendió En familia, Jesús emigró lejos de su paísy, en familia, volvió a la tierra que lo vio nacer. En familia, Jesús, se instruyó en el lenguaje del cieloy, en familia, Jesús, entendió los signos de la tierra

En familia, Jesús, cultivó el valor de la fe en Diosy, en familia, compartió las esperanzas de los hombres.

¡En familia! ¡Sí! ¡En familia!

Algo de bueno, debe de tener la familiacuando, el mismo Dios, eligió formar parte de una de ellas.

Cuando, el Padre, quiso ser Padre en el cieloy, por una familia, Padre de todos los hombres y mujeres de la tierra...

Cuando, Dios, teniendo todo, quiso una mujer como Madreun José como padre para Jesúsy una casa donde entretejer la más bella historia de amor. Algo, fuera de serie, divino y humano, tiene la familiacuando Dios, puso en el tiempo señalado por los profetasal Verbo Encarnado en el corazón de la misma.

Algo, grande, noble, insustituible y santoposee la familia cuando, el mismo Dios,siendo Dios, quiso dejarse abrazar, acariciar, cuidar, querer, sostener, mimar, educar y corregir en una de ellas.

Javier Leoz

Algunas preguntas para pensar durante la semana

1. Revise su actitud con sus padres. ¿Hay algo qué cambiar?2. Revise su actitud con sus hijos. ¿Hay algo qué cambiar?

Maria santísima

Señora de la familia,

Ruega por nosotros

P. Carlos Pabón Cárdenas, CJM.