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1 TECANA AMERICAN UNIVERSITY Accelerated Degree Program Doctorate of Science in Biology- Parasitology & Medical Entomology INFORME Nº 3 “CONTROL BIOLÓGICO DE VECTORES” “El uso de hongos entomopatógenos para el control biorracional de TRIATOMINAE, vectores de la enfermedad de Chagas” M. Sc. Dalmiro José Cazorla Perfetti. “Por la presente juro y doy fe que soy el único autor del presente informe y que su contenido es fruto de mi trabajo, experiencia e investigación académica”. Coro, 16 de Febrero de 2.008

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TECANA AMERICAN UNIVERSITY

Accelerated Degree Program

Doctorate of Science in Biology- Parasitology & Medical Entomology

INFORME Nº 3

“CONTROL BIOLÓGICO DE VECTORES”

“El uso de hongos entomopatógenos para el control biorracional de

TRIATOMINAE, vectores de la enfermedad de Chagas”

M. Sc. Dalmiro José Cazorla Perfetti.

“Por la presente juro y doy fe que soy el único autor del presente informe y que su

contenido es fruto de mi trabajo, experiencia e investigación académica”.

Coro, 16 de Febrero de 2.008

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INDICE GENERAL

Página

LISTA DE FIGURAS Y CUADROS…………………………………….. 4

RESUMEN………………………………………………………………... 5

INTRODUCCIÒN…………………………………………………………. 6

CAPÌTULOS

I IMPORTANCIA DE LOS TRIATOMINOS EN LA SALUD

PÚBLICA……………………………………………. 8

Problemática actual de la enfermedad de Chagas en

Venezuela…………………………………………. 10

II CONTROL DE LA ENFERMEDAD DE CHAGAS…….. 12

Generalidades………………………………………. 12

Control químico de las poblaciones triatominos…. 14

III CONTROL BIOLÓGICO DE LAS POBLACIONES

TRIATOMINAS……………………………………… 18

Generalidades……………………………………… 18

Uso de hongos entomopatógenos como bioplaguicidas

contra TRIATOMINAE…………………………… 20

Mecanismo de acción de los hongos entomopatógenos… 22

IV ESTUDIOS SOBRE EL USO DE HONGOS ENTOMOPATÓ-

GENOS NATIVOS COMO BIOPESTICIDAS CONTRA

TRIATOMINAE EN VENEZUELA………………… 28

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Generalidades……………………………………… 28

Germinación in Vitro ……………………………………… 28

Esporulación in Vitro e In Vivo ……………………………… 31

Ensayos de patogenicidad y virulencia de B. bassiana contra

vectores de la enfermedad de Chagas en Venezuela………. 35

Aspectos histopatológicos y ultraestructurales sobre la

relación B. bassiana-R.prolixus……………………………. 38

CONCLUSIONES…………………………………………………………….. 44

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS………………………………………… 46

ANEXOS………………………………………………………………………. 67

A Cadáveres esporulados de R. prolixus por efecto de B. bassiana…. 68

B Acción ultraestructural de hifas de B. bassiana sobre tejidos de

R. prolixus……………………………………………………….. 69

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LISTA DE FIGURAS Y CUADROS

FIGURAS Página

1 Ciclo vital de Trypanosoma cruzi……………………………… 9

2 Esporas de 3 especies de hongos entomopatógenos…………… 21

3 Ciclo de infección generalizado de un hongo entomopatógeno.. 23

4 Conidias, tubo germinativo y apresorio de un hongo entomopató-

geno……………………………………………………………… 25

5 Adhesión, germinación e invasión de conidias de B. bassiana sobre

tegumento de R. prolixus y T. maculata…………………………. 39

6 Invasión micelial de B. bassiana en hemocele y tegumento de

R. prolixus……………………………………………………….... 40

7 Acción ultraestructural de hifas de B. bassiana sobre tejidos de

R. prolixus…………………………………………………… 41

8 Fagocitosis, encapsulación y melanización de esporas de B.

bassiana por hemocitos de R. prolixus…………………… 41

9 Fagocitosis, encapsulación y melanización de esporas de B.

bassiana por hemocitos de R. prolixus………………………… 42

CUADROS

1 Comparación de la capacidad de esporulación de ninfas

V de R. prolixus y T. maculata. …………………………………. 33

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RESUMEN

Se hace un revisión sobre el uso e implementación de los hongos

entomopatógenos, con especial énfasis en el control de poblaciones triatominas,

vectores del Trypanosoma cruzi. Los estudios muestran que el rociamiento

intradomiciliar con insecticidas de origen químico representa una medida de

control profiláctica práctica y efectiva contra los vectores-triatominos, no

obstante, potencialmente representa un peligro para la salud del hombre y los

animales, además de la biósfera en general. El uso constante de insecticidas

químicos induce a mecanismos de resistencia en los insectos vectores. Como

alternativa a los insecticidas químicos, se ha venido implementando tanto a nivel

experimental como de campo, con resultados esperanzadores, la aplicación de

formulaciones de hongos entomopatógenos como bio-controladores de las

poblaciones triatominas, los cuales son más inocuos para los vertebrados. Las

esporas de los hifomicetos penetran por el tegumento sobre los insectos

hematófagos, tal como ocurre in extenso con las de B. bassiana sobre los

triatominos. En relación con los mecanismos de acción de los hifomicetos, y

particularmente en los aislados venezolanos, requieren de mayores estudios para

dilucidar las clases de metabolitos secundarios presentes y en qué cantidades, de

manera tal de poder utilizarlos en programas de control de vectores. En general, es

poco lo que se ha hecho sobre el empleo de especies de hifomicetos nativos en

TRIATOMINAE de Venezuela. Uno de los más estudiados es el aislado LF14, el

cual ha mostrado ser altamente patógeno para Rhodnius prolixus y Triatoma

maculata, siendo un patotipo que muestra una excelente adaptabilidad en su

capacidad de germinación y esporulación y patogenicidad a las condiciones

extremas del trópico venezolano. Además, los estudios histopatológicos y

ultraestructurales confirmaron que sus conidias penetran vía tegumento a sus

triatominos-hospedadores.

Palabras clave: Control biológico, hongos entomopatógenos, Triatominos,

enfermedad de Chagas.

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INTRODUCCIÓN

El reciente hallazgo epidémico en la víspera de la Navidad de 2007, de más de

80 casos de la enfermedad de Chagas en el municipio Chacao de la Gran Caracas,

el más rico de Venezuela, confirma que esta enfermedad metaxénica está lejos de

ser eliminada y, dada su condición de enzootia, mucho menos erradicada.

En virtud de la elevada toxicidad de las drogas en uso (i.e, nifurtimox y

benznidazole), y de que aún no se ha desarrollado una vacuna efectiva, la única

medida profiláctica actual de control que evita la adquisición del Trypanosoma

cruzi, es mediante la aplicación de insecticidas de origen químico contra las

poblaciones triatominas involucradas en el ciclo doméstico de transmisión del

hemoflagelado, siendo impráctica e inviables esta medida contra las poblaciones

de vectores de hábitos peridomésticos y selváticos. No obstante, el uso de

insecticidas de origen químico posee los incovenientes de que muchas veces los

insectos adquieren resistencia hacia ellos, además de que generan problemas de

toxicidad para el hombre, sus animales y el ecosistema en general. Por lo tanto,

urge la necesidad de implementar programas de control de los vectores de la

enfermedad de Chagas, enmarcados dentro de un diseño de Manejo Integral de

Plagas (MIP) con una visión más ecológica o biorracional.

En virtud de lo planteado, en el presente trabajo se realiza una investigación de

los estudios hechos hasta la fecha sobre aspectos de la implementación de agentes

biológicos, tanto macrobianos y microbianos, para el control biorracional de los

vectores de la enfermedad de Chagas, con especial énfasis acerca del uso de

hongos entomopatógenos, incluyéndose los estudios hechos en Venezuela con

aislados nativos.

La presente Monografía de Investigación fue organizada en cuatro Capítulos.

En el Capítulo I, se comenta la relevancia en la salud pública de los triatominos en

el contexto de la enfermedad de Chagas, abarcándose la realidad venezolana. En

el Capítulo II, se discutió acerca de las medidas que se implementan para el

control de la enfermedad de Chagas, particularmente sobre el manejo de las

poblaciones triatominas con los insecticidas de origen químico, haciendo hincapié

sobre sus inconvenientes. En relación con el Capítulo III, se diserta todo lo

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relacionado con el empleo de agentes macrobianos y microbianos para el control

de las poblaciones triatominas, discutiéndose especialmente acerca del uso de

hongos hifomicetos, así como también de sus mecanismos de acción. Finalmente,

en el Capítulo IV se comenta acerca de los estudios hechos en Venezuela con

aislados y/o cepas nativas de hongos hifomicetos que han mostrado ser patógenos,

o han sido usados, para las especies triatominas. Estos estudios incluyen los de

tipo “In vitro” e “In vivo” de germinación, esporulación, patogenicidad y

virulencia, y de la relación íntima hifomiceto-TRIATOMINAE,

Con toda esta disertación, se propuso cumplir con los siguientes objetivos:

OBJETIVOS

Objetivo General

Discutir los aspectos más relevantes acerca del uso de hongos entomopatógenos

como elementos para el control biológico de poblaciones triatominas vectoras del

T. cruzi.

Objetivos Específicos

- Analizar críticamente las medidas empleadas para el control de la

enfermedad de Chagas.

- Discutir las ventajas y desventajas del empleo de insecticidas de origen

químico para el manejo de las poblaciones triatominas.

- Describir los elementos macrobianos y microbianos empleados para el

control biológico de los vectores de la enfermedad de Chagas.

- Discutir la relevancia de los hongos entomopatógenos hifomicetos como

elementos para el control biorracional de poblaciones triatominas.

- Discernir el mecanismo de acción de los hongos entomopatógenos sobre

sus hospedadores invertebrados.

- Destacar los trabajos de investigación hechos en Venezuela sobre el uso de

especies nativas de hongos entomopatógenos sobre TRIATOMINAE.

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CAPITULO I

IMPORTANCIA DE LOS TRIATOMINOS EN LA SALUD PÚBLICA

Los triatominos, o “vinchucas”, “chipos”, “barbeiros”, “kissing bugs” como

comúnmente se les denomina, entre otros nombres, en los idiomas español,

portugués e inglés en las diferentes regiones de América, son artrópodos de la

clase de los insectos. Dentro de INSECTA, se ubican en el orden HEMÍPTERA,

familia REDUVIIDAE, subfamilia TRIATOMINAE, cuyos integrantes resaltan,

dentro de sus características biológicas, por poseer hábitos estrictamente

hematofágicos (Lent & Wygodzinsky, 1979; Carcavallo et al., 1998). La

hematofagia de los triatominos los hace particularmente importantes dentro del

grupo de las enfermedades metaxénicas que afectan a los humanos, ya que son los

transmisores de la enfermedad de Chagas o tripanosomiasis americana (Lent &

Wygodzinsky, 1979; Mujica & Mesa, 2007). En la actualidad, la subfamilia

TRIATOMINAE se encuentra compuesta por cerca de 140 especies, agrupadas en

6 tribus y 18 géneros, incluyendo ALBERPROSENIINI (Alberprosenia),

BOLBODERINI (Bolbodera, Belminus, Microtriatoma, Parabelminus),

LINSHCOSTEUSINII (Linshcosteus), CAVERNICOLINI (Cavernicola),

RHODNIINI (Rhodnius, Psammolestes) y TRIATOMINI (Triatoma, Meccus,

Hermanlentia, Eratyrus, Mepraia, Dipetalogaster, Panstrongylus, Nesotriatoma,

Paratriatoma) (Galvão et al. 2003; Forero et al., 2004; Poinar, 2005; Galvao &

Angulo, 2006; Berenguer & Blanchet, 2007; Sandoval, Pabón, Jurberg & Galvao,

2007). De éstos, las principales especies de importancia epidemiológica se

encuentran en los géneros Rhodnius (e.g., R. prolixus, R. pallescens), Triatoma

(e.g., T. infestans, T. dimidiata) y Panstrongylus (e.g., P. megistus) (Lent &

Wygodzinsky, 1979; Carcavallo et al., 1998).

La enfermedad de Chagas es una parasitosis ocasionada por el hemoprotozoario

flagelado, del orden Kinetoplastida, familia Trypanosomatidae, Trypanosoma

(Schizotrypanum) cruzi (Becerril & Romero, 2004; Carlier, Luquetti, Días,

Truyens & Kirchhoff, 2007). La manera natural más frecuente de su transmisión

es a través de las heces de los triatominos vectores (Fig. 1), mientras que en las

zonas urbanas la transmisión sanguínea, a través de las transfusiones, es la otra de

las vías más importantes; también cabe mencionar las vías de transmisión

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congénita, y la oral, ya sea cuando las heces de los triatominos y/o la orina de

marsupiales (Didelphis sp.), donde se reproducen en sus glándulas anales,

contaminan alimentos, así como también por la ingestión de carnes crudas de

reservorios animales o por la lactancia materna (Becerril & Romero, 2004; Pinto-

Días, 2005; Moreno et al., 2006; Carlier et al., 2007).

Desde el punto de vista clínico, en la enfermedad de Chagas se reconocen tres

etapas, a saber, una aguda de duración más corta y otra crónica más prolongada,

separadas por un período clínico asintomático o fase indeterminada; las dos

primeras fases usualmente se encuentran asociadas a lesiones cardíacas o del

tracto digestivo, y las cardiomiopatías particularmente asociadas a la fase crónica

hace de la tripanosomiasis americana la más letal de las enfermedades infeciosas

del hemisferio occidental (Cubillos-Garzón, Casas, Morillo & Bautista 2004;

Teixeira, Nitz, Guimaro, Gomes & Santos-Buch, 2006).

Figura 1. Ciclo vital de Trypanosoma cruzi.

Fuente: Tomado de

[http://www.vetmed.ucdavis.edu/mpvm/MPVM_students_06-

07/H4_Williams/lifecycle.gif]

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La enfermedad de Chagas se encuentra distribuida exclusivamente en el

continente americano, entre el sur de los Estados Unidos de Norte América hasta

Argentina y el sur de Chile en la América del Sur. Esta dolencia es un serio

problema de salud pública, presentando el T. cruzi una gran variedad de cepas

einfecta a 150 especies de animales domésticos y silvestres. Desde comienzos de

los años 90, se crearon las denominadas Iniciativas oficiales para el control de la

transmisión vectorial y transfusional, incluyendo las del Cono Sur (1991), Andina

(1997), América Central y México (1998) y la del Amazonas (2004) (Gulh, 2007).

Estas “Iniciativas” han sido exitosas; así en Chile y Uruguay se ha logrado la

interrupción de la transmisión, lográndose por lo tanto la disminución de la

incidencia de la enfermedad de Chagas en América Latina (W.H.O., 2002; Gulh,

2007). Sin embargo, estos éxitos no han sido del todo homogéneos, existiendo

países del Cono Sur (Argentina, Bolivia, Paraguay), andinos (Colombia, Perú,

Ecuador, Venezuela) y todos los de Meso-América y México donde los controles

vectoriales han tenido diferentes grados de intensidad en las campañas con áreas

geográficas no abarcadas, debido a la falta de conocimientos bio-ecológicos sobre

las especies de triatominos-vectores (Gulh, 2007). En virtud de esto, se estima

que de las 360-400 millones de personas que viven en las áreas endémicas, por lo

menos 90 millones se encuentran expuestos de contraer la protozoosis, y entre 16

y 18 millones de personas están infectadas, con una incidencia anual entre 500 mil

a 1 millón de nuevos casos, falleciendo un tercio de los individuos crónicamente

afectados (Teixeira, Nascimento & Sturm, 2006; Teixeira et al., 2006).

Problemática actual de la enfermedad de Chagas en Venezuela

Después de que el médico brasileño C. Chagas hiciera el descubrimiento en

1909 de la dolencia, Tejera en 1919 hizo el primer reporte de la presencia de la

enfermedad de Chagas en Venezuela (Puigbó, 2001; Añez et al., 2003; Añez,

Crisante & Rojas, 2004). Para los años 30, 40 y 50 del siglo pasado, el médico

venezolano J.F.Torrealba mediante la implementación del xenodiagnóstico, indicó

que existían prevalencias entre 30-40% de la protozoosis en el país (Añez et al.,

2003; Añez, Crisante & Rojas, 2004; Feliciangeli et al., 2007). Con la puesta en

marcha de los programas de rociamiento de insecticidas de origen químico en los

años 60, se comenzó de una manera sistemática con el control de la dolencia. Sin

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embargo, entre 1962 y 1971 se detectaron seroprevalencias en el territorio

nacional en algunos casos de más del 50%, incluyendo un 20,4% en el grupo

etareo entre 0-10, lo que evidenciaba una transmisión activa (Pifano, 1974; Aché

& Matos, 2001; Añez et al., 2003; Añez et al., 2004). En los años 80 del siglo XX,

los esfuerzos gubernamentales por reducir la prevalencia e incidencia se hicieron

más intensos, siendo considerado el país de la región andina con mayor

experiencia y tradición en el control de la parasitosis (Gulh, 2007); de acuerdo con

los datos suministrados por Aché & Matos (2001), entre 1958 y 1998 las tasas de

seroprevalencia cayeron de 44,5 hasta 9,2%, lo que redujo el área chagásica

nacional de 750.000 km2 a 365.000 km2. A pesar de esto, algunos autores

consideran que en el país existe una re-emergencia de la enfermedad de Chagas, al

detectarse casos agudos con 12,5% de mortalidad (Parada et al., 1996; Añez et al.,

1999b). En este mismo sentido, Añez et al. (2004) revelan mediante serodespistaje

en varios estados, incluyendo, entre otros, Anzoátegui, Monagas y Falcón, la

presencia de una proporción importante de individuos seropositivos; lo que

contrasta con lo que se afirma que la enfermedad de Chagas en Venezuela se

encuentra restringida a los estados Portuguesa, Lara y Barinas o a regiones

montañosas donde hay plantaciones cafeteras (Aché & Matos, 2001; Moncayo,

2003). Por lo tanto, el control y vigilancia epidemiológica de una enfermedad

metaxénica como lo es la enfermedad de Chagas no debe ser sometida a la

propaganda proselitista, toda vez que los triatominos son seres vivos con un

genoma que les permite la plasticidad de adaptarse a las circunstancias ecológicas

más diversas; lo dicho se hizo patente con la detección en la víspera de la Navidad

de 2007 de un brote epidémico de tripanosomiasis americana en pleno centro de la

capital de Venezuela (Barreto, 2007; Escalante & Bracci, 2007); sin embargo, en

el mundo académico-científico esta noticia no debió ser tan extraña, toda vez que

Feliciangeli (2005) llamó la atención, y alertó, acerca de la posible transmisión de

la enfermedad de Chagas en las zonas urbanas, especialmente en la región capital,

ya que constantemente se detectaba a ejemplares de P. geniculatus infectados con

T. cruzi, frecuentemente en el domicilio por los habitantes del D.F. y de los

estados Vargas y Miranda.

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CAPITULO II

CONTROL DE LA ENFERMEDAD DE CHAGAS

Generalidades

Existen enfermedades, como por ejemplo la poliomelitis, en la que se puede

esperar una completa erradicación, i.e., una interrupción total de la transmisión.

En cambio existen aquellas en las que sólo es posible esperar su eliminación en

una escala de tiempo, y otras en las que sólo se puede esperar una reducción en su

transmisión (Silveira & Vinhaes, 1999).

No obstante de los resultados exitosos alcanzados hasta ahora, de acuerdo a las

autoridades sanitarias de Latinoamérica y Venezuela, en las campañas anti-

chagásicas, desafortunadamente dada su condición de enzootia, es poco probable

que la tripanosomiasis americana sea una “enfermedad erradicable”: con toda

seguridad el parásito se transmitirá entre los reservorios y triatominos en los

ecotopos naturales, pudiéndose, inclusive, darse la reinfestación de las viviendas a

partir de los ciclos silvestres, además, la enorme variedad de especies de

resorvorios hace que sea imposible su erradicación; por otra parte, aún no se

cuenta con una medida inmunoprofiláctica efectiva, ya que los antígenos de T.

cruzi parecen estimular reacciones autoinmunes que hacen remota la posibilidad

de una vacuna (Kierszebaun, 1985, Dumonteil, 2007), y de que las drogas (e.g.,

Nifurtimox y Benznidazole) en uso no logran eliminar los parásitos remanentes de

tejidos (e.g., miocardio), además de su elevada toxicidad y problemas de

resistencia (Brener et al., 1993; W.H.O., 1997; Añez et al., 1999a; Castro, de

Mecca, & Bartel, 2006; Bartel et al., 2007; Rego et al., 2008), aunque se debe

indicar que una nueva droga triazólica denominada TAK-187 muestra resultados

esperanzadores contra el T. cruzi (Corrales et al., 2004); por lo tanto, a la luz de lo

discutido y de las evidencias actuales, esta dolencia es realmente poco susceptible

de ser “eliminada” (Morel, 1998; Schofield, Diotaiuti & Dujardin, 1999; Silveira

& Vinhaes, 1999)

Un programa de control de la enfermedad de Chagas debe tener presente que la

transmisión del T. cruzi se encuentra estrechamente relacionada con las

condiciones de pobreza de las poblaciones humanas endémicamente expuestas. En

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este sentido, los triatominos domiciliados encuentran un ambiente favorable para

esconderse en las rendijas de las paredes de bahareques y techos de palma de las

viviendas pobres de las zonas rurales y de los barrios periféricos urbanos (Días,

1987a, b; 1992; Moncayo, 1999). Por otra parte, las amplias migraciones humanas

que ocurrieron en Latinoamérica en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado,

del campo hacia las ciudades incrementó la transmisión de la protozoosis por la

vía de las transfusiones sanguíneas, cambiando definitivamente los patrones

epidemiológicos (Días, 1987a, b; 1992; Guhl & Vallejo, 1999; Moncayo, 1999).

Asimismo, la necesidad de establecer nuevos acentamientos humanos en áreas

silvestres donde circula activamente el parásito aumenta el riesgo de colonización

y/o invasión intradomiciliar de los triatominos y, por lo tanto, de transmisión

activa, por la destrucción de los ecotopos naturales. Obviamente, ésto puede

causar la disminución, e inclusive la desaparición, de las fuentes alimentarias

naturales de los triatominos, conllevando a la invasión de las viviendas por estos

vectores para alimentarse sobre humanos (Días-Lima & Sherlock, 2000). En este

sentido, es oportuno señalar los hallazgos de Sampson-Ward & Urdaneta (1988),

y Herrera & Urdaneta (1992; 1997), quienes detectaron focos naturales de

tripanosomiasis americana en pleno valle de Caracas, DF, asociados a triatominos,

marsupiales y roedores sinantrópicos, lo que hace que potencialmente pueda

existir transmisión activa de la dolencia, especialmente en zonas de la capital

venezolana que exhiben un deficitario control sanitario (Herrera & Urdaneta,

1997), y más recientemente Reyes-Lugo & Rodríguez-Acosta (2000) encuentran

poblaciones intradomiciliarias de P. geniculatus, una especie considerada

habitualmente como de hábitos silvestres, en el municipio Hatillo aldedaño a

Caracas. Esto discutido se hizo patente recientemente en pleno Municipio Chacao

de Caracas, paradójicamente el municipio más rico de Venezuela, con el hallazgo

de un brote epidémico con más de 80 casos, al contaminarse mediante las heces

de triatominos infectados con el protozoo el jugo del almuerzo escolar (Barreto,

2007; Escalante & Bracci, 2007), tal como ocurrió durante los carnavales del 2005

en Florianópolis, estado de Santa Catarina, Brasil, por la ingestión de jugo de

caña, muriendo inclusive 5 de los 30 turistas argentinos infectados (Medina, Savio

& Hernández, 2005; Nolte, 2005) . Aunado a esta problemática, como ya fue

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reseñado, existe la posibilidad de reinfestación y/o invasión de parte de las

especies triatominas de hábitos peridomésticos y selváticos, en áreas donde la

eliminación de los triatominos domésticos ha sido exitosa, lo cual se hace

epidemiológicamente más alarmante cuando el hecho ocurre por parte de las

especies con hábitos selváticos, e.g., T. tibiamaculata (Pinto, 1926) y P.

geniculatus (Latreille, 1811) en la ciudad de Bahía y la isla de Marajó, en el

noreste y en el delta del río Amazonas de Brasil, respectivamente (Valente, 1999;

Días-Lima & Sherlock, 2000).

De lo discutido se deriva la premisa de que la interrupción de la transmisión de

la enfermedad de Chagas se encuentra dirigida a la prevención de nuevos casos en

niños y jóvenes, ya sea mediante los controles vectorial en las viviendas humanas

y transfusional en los bancos de sangre; esto último se hace mediante screening

serológico de la sangre donada, descartándose las positivas a la presencia de T.

cruzi (Días, 1987a, b; 1992; Schumis, 1999; Moncayo, 1999). En cambio, las

poblaciones triatominas se controlan ya sea mediante mejoramiento físico de la

vivienda, o por el rociado de insecticidas de origen químico de las casas

infestadas, la cual es la medida mayormente implementada (Moncayo, 1999).

Control químico de las poblaciones triatominas

El uso de insecticidas residuales de origen químico es la medida más práctica y

rápida para interrumpir la transmisión vectorial de la enfermedad de Chagas,

siendo la aplicación de los plaguicidas dentro de las viviendas el método más

tradicional (Pinchin, Oliveira Filho, Fanara & Gilbert, 1980; W.H.O., 1999). El

combate químico de los triatominos comenzó con el uso de los organoclorados

(Diedlrín, HCH) en las décadas 50-60 del siglo XX, y continuó con la aplicación

de organofosforados (fenitrotión, malatión) en la década de 1970. Desde 1980-90,

se sustituyeron éstos casi exclusivamente por piretroides, lo que permitió bajar las

dosis de uso entre 10 y 20 veces, en la actualidad, preferentemente se utilizan

piretroides sintéticos de tercera generación (cianopiretroides) con base acuosa y

de aplicación foable, incluyendo deltametrina, beta-cipermetrina, beta-ciflutrina y

lamda-cihalotrina, los cuales poseen menor riesgo para el ser humano y el medio

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ambiente (Pinchin et al., 1980; Zaim, Aitio & Nakashima, 2000; W.H.O., 1999;

Zerba, 2004).

Siendo la aplicación de insecticidas de origen químico la medida antivectorial

más implementada actualmente y práctica hasta el presente para el control y

prevencion de la enfermedad de Chagas, no obstante, también posee sus

inconvenientes, ya que éstos tienen una alta estabilidad química y física,

característica ésta que los hace persistentes en el ambiente (Murphy, 1980;

Mazzarri & Mazzarri, 1987). Uno de los inconvenientes más resaltantes es en

relación con los efectos tóxicos potenciales de éstos sobre la salud humana y de

los animales, tanto los de hábitos silvestres como aquellos domesticados por el

hombre y los organismos benéficos (e.g., polinizadores y enemigos naturales de

otros artrópodos dañinos), así como también a toda la biósfera en general, lo que

evidentemente alteraría el equilibrio natural de los ecosistemas con la subsecuente

contaminación de las aguas y los suelos (Murphy, 1980; Sosa-Gómez &

Moscardi, 1991; Cook et al., 1996). En este sentido, se tiene que anualmente

ocurren entre 10.000 a 20.000 decesos humanos en el globo terráqueo como

consecuencia de su aplicación, guarismos que se pueden incrementar hasta diez

veces más, particularmente en los denominados países en desarrollo (Andrade -

Carvalho, 1991; McConnell & Hruska, 1993; Klein-Schwartz & Smith, 1997).

Dentro de los efectos más severos de los insecticidas que se emplean para

controlar a las poblaciones triatominas, incluyendo a los organoclorados,

organofosforados, carbamatos y los piretroides, son los que afectan al sistema

nervioso al inhibir los canales iónicos y los químicos neurotransmisores, pudiendo

producir desde efectos clínicos tóxicos, especialmente los de tipo agudo, leves,

moderados y de gravedad, incluyendo, entre otros, desde debilidad, náuseas,

alteraciones de la marcha, convulsiones generalizadas, trastornos psíquicos hasta

la muerte por insuficiencia respiratoria y cardíaca (Organización Mundial de la

Salud, 1995; Pose, De Ben, Delfino & Burguer, 2000; Costa , Giordano ,

Guizzetti & Vitalone, 2007 ). Actualmente, existen numerosos estudios en los que

se viene demostrando la asociación entre el Mal de Parkinson, una dolencia

degenerativa del sistema nervioso central, y la exposición a pesticidas químicos

(Brown, Rumsby , Capleton , Rushton & Levy , 2006). En este mismo sentido, y

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lo cual es alarmante, existen fuertes evidencias entre la aparición de varios tipos

de cánceres, especialmente leucemia en niños, ante la exposición a insecticidas

químicos, así como también con abortos, mortinatos y defectos congénitos

(García, 2003; Bassil et al., 2007).

Otro de los inconvenientes que ocasiona el uso de los insecticidas de origen

químico, es en lo referente a la aparición de poblaciones de insectos resistentes,

producto de su aplicación inadecuada o indiscriminada (extensiva e

intensivamente), o por la biología intrínseca del vector (e.g., fenómeno

preadaptaivo de pocos individuos) (Zerba, 2004). Particularmente en

TRIATOMINAE, se ha detectado dicha resistencia en R. prolixus en Venezuela

hacia carbamatos, piretroides, organofosforados y organoclorados, y T. maculata

hacia estos últimos compuestos (González-Valdivieso, Sánchez & Nocerino,

1971; Cockbum, 1972; Nocerino, 1976; Nelson & Colmenares, 1979; Vassena,

Picollo & Zerba, 2000; Soto Vivas & Molina de Fernández, 2001; Molina de

Fernández, Soto Vivas & Barazarte, 2004), y hacia los piretroides en T. infestans

en Argentina, Brasil y Perú, y P. herreri en este último país mecionado (Nelson &

Colmenares, 1979; Vasena et al., 2000; Yon et al., 2004; Zerba, 1999; 2004). Este

fenómeno trae como consecuencia que se tengan poblaciones triatominas fuera de

control, que exista un aumento en el uso y frecuencia del químico, con el

subsecuente mayor impacto sobre el ambiente y la biósfera (Zerba, 2004).

Dentro de los retos que se deben afrontar desde un punto de vista de la Salud

Pública en Venezuela, es en relación, antes que nada, en la evaluación de la

toxicidad crónica de los insecticidas de origen químico para la población humana

endémicamente expuesta. Esto se indica, ya que generalmente la preocupación

principal, probablemente porque posee mayor impacto, es con lo referente a la

toxicidad aguda. Por lo que hay que abocarse a la síntesis o extracción de

sustancias químicas que sean cada vez más inócuas, tanto para el hombre como

para toda la biósfera. Otro punto importante que pareciera estarse descuidando, es

en lo referente a la monitorización de la resistencia de las poblaciones triatominas

hacia los insecticidas químicos en uso; una problemática que se puede prevenir

con la vigilancia epidemiológica constante. Así mismo, debe exigirse la

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investigación de la dinámica poblacional de los triatominos vectores,

especialmente los de hábitos peridomésticos y selváticos, los cuales tienden

invadir y adaptarse a la domiciliación donde se han diezmado los vectores de

hábitos tácitamente domésticos con rociamiento de insecticidas químicos.

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CAPITULO III

CONTROL BIOLÓGICO DE LAS POBLACIONES TRIATOMINAS

Generalidades

Por todo lo anteriormente, parece pertinente proponer que un programa de

control y vigilancia epidemiológica de la enfermedad de Chagas debe involucrar

un Manejo Integral de Plagas (MIP), más aún cuando se sabe que los principales

vectores de Chagas en el país no son estrictamente domiciliarios. En efecto, a

pesar de que R. prolixus, principal vector de la tripanosomiasis americana en

Venezuela (Lent & Wygodzynsky, 1979; Días, 1992; W.H.O., 1997), puede

alcanzar altas densidades poblacionales dentro de la habitación humana, existen,

asimismo, poblaciones silvestres de esta especie que habitan en palmeras llaneras

indistinguibles morfométricamente de aquellas capturadas dentro del domicilio

(Schofield & Dujardin, 1999), por lo tanto, es muy probable que R. prolixus sea

un triatomino con un hábitat natural y silvestre con adaptación secundaria al

domicilio humano (Gamboa, 1963; Guerrero & Scorza, 1981). Por otra parte, T.

maculata, considerado como un vector alterno de la tripanosomiasis americana en

Venezuela (Días, 1992), es una especie distribuida en todo el territorio nacional

(Ramírez-Pérez, 1985; 1987; Galvao, Carcavallo, Rocha & Jurberg, 2003). Se le

captura en todos los hábitats, incluyendo el silvestre, el peridoméstico y dentro de

la habitación humana (Tonn, Otero, Mora, Espínola & Carcavallo, 1978;

Ramírez- Pérez, 1985; Carcavallo et al., 1997). Se le tiene como una especie que

reemplaza a R. prolixus en el domicilio en aquellas zonas donde esta última es

eliminada por la acción humana (Zeledón, 1974). En este sentido, es oportuno

implementar como una medida alternativa a los insecticidas de origen químico,

aquellos que utilizan organismos vivos para reducir la transmisión del T. cruzi por

parte de los triatominos a la población endémicamente expuesta: es el

denominado control biológico. Este último puede definirse tal como lo propone

López –LLorca (1992): “la acción de parásitos, predadores o patógenos

(diferentes del hombre), que mantienen la densidad de población de otro

organismo más baja de la que existiría en su ausencia”, i.e, sus enemigos

naturales, los cuales pueden ser manipulados por el hombre o no. El control

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biológico de plagas posee la desventaja de que se requiere paciencia,

entrenamiento y un mayor estudio biológico, ya que los enemigos naturales atacan

a un insecto-plaga específico, a diferencia de los agentes químicos que destruyen a

un amplia variedad de insectos; además, estos enemigos naturales muchas veces

son susceptibles a la acción de los pesticidas, lo que requiere mucho cuidado en su

manejo; así mismo, el control biológico también muchas veces es de acción lenta,

y en algunos organismos su producción masificada no siempre es rentable desde

el punto de vista económico (López –LLorca, 1992).

Para el control biológico de los triatominos, en varios países de Centro y Sur

América, e inclusive de Asia, se han estudiado y utilizado numerosos insectos

entomófagos (bioplaguicida macrobiano), incluyendo predadores de los órdenes

Orthóptera, Hemíptera, Coleóptera, Díptera e Hymenóptera, estando en este

último orden las especies parasitoides de las familias Aphelinidae, Eupelmidae,

Encyrtidae y Scelionidae (De Santis, Loiacono & Coscaron, 1987). En nuestro

país, desde los trabajos pioneros de Ortiz & Alvarez (1959), se han estudiado y

ensayado las avispas de las especies Telenomus costalimai, T. capito (Scelionidae)

y Ooencyrtus venatorius (Encyrtidae) contra los huevos de R. prolixus

(Feliciangeli, 1973; 1976; De Santis, Sarmiento, Rabinovich & Feliciangeli,

1975-1976; De Santis et al., 1987), desafortunadamente, sin embargo, hasta los

momentos su implementación rutinaria y comercial no es un hecho tangible para

el control de la protozoosis. Más recientemente, se ha reportado la potencialidad

de ácaros (Pimeliaphilus plumifer) de la familia Pterygosomatidae como posible

biocontroladores de las poblaciones triatominas, al observarse que éstos causan en

Meccus pallidipennis mortalidad, la reducción de la muda, y de la fertilidad de las

hembras debido a la desnutrición por la infestación de estos ácaros (Martínez-

Sánchez, Camacho, Quintero-Martínez & Alejandre-Aguilar, 2007). Para

Schofield (1990) este tipo de herramienta biológica posee la desventaja de no ser

efectivo en pruebas de campo y por ser muy costoso, siendo “irrelevante ya que

la mortalidad inducida por una liberación inundativa puede ser fácilmente

compensada, los depredadores o los parasitoides rápidamente alcanzarían

niveles de equilibrio que no afectaría al nivel de población de chipos (porque esta

no es la forma en que las poblaciones de chipos son reguladas”, no obstante, este

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autor no menciona la desventaja de la toxicidad que eventualmente puedan

ocasionar los insecticidas de origen químico a los vertebrados, incluyendo al

hombre.

El control microbiano se puede referir como la rama del control biológico que

emplea microorganismos (bacterias, viurus, hongos, nemátodos, protozoarios)

para disminuir y controlar las poblaciones de artrópodos- plagas (López –LLorca,

1992; Lecuona, 1996). En relación con el uso de las bacterias en TRIATOMINAE,

Lima , dos Santos , da Silva , Rabinovitch (1994) han obtenido resultados exitosos

con la aplicación de Bacillus thuringiensis, bacteria Gram-positiva que es uno de

los agentes microbianos más extensamente utilizado en los programas de MIP

(Lacey & Siegel 2000), sobre T. vitticeps, bajo condiciones de laboratorio.

De interés ha resultado el aislamiento en T. infestans del virus Triatoma-virus

(TrV), el cual es un picorna-like virus; su aplicación en estos insectos les paraliza

las piernas y les impide la ecdisis. Su transmisión vertical (transovárica) y

horizontal (vía oral-fecal) hace que se tengan expectativas acerca de su utilización

como herramienta en futuros programas de control biológico de triatominos

(Muscio,Torre & Scodeller, 1987; Muscio, La Torre, Bonder & Scodeller, 1997;

Rozas-Dennis, Cazzaniga & Guérin, 2002).

Uso de hongos entomopatógenoas como bioplaguicidas contra TRIATOMINAE. Otro de los microorganismos que se han implementado contra TRIATOMINAE

son los hongos (División Eumycota) filamentosos mitospóricos del orden

Hypocreales (Fig. 2) [(Ascomycota, que fueron clasificados anteriormente en la

clase Hiphomicetos, Fungi Imperfectis: Deuteromicotina) (Dolinshy & Lacey,

2007)], particularmente las especies Beauveria bassiana y Metarhizium

anisopliae (Fig. 2), aunque también se han ensayado en menor grado los

entomopatógenos B. brongniartii, Nomuarea rileyi, Paecilomyces fumosoroseus,

Evlachovaea sp., Penicillium corylophilum y Aspergillus giganteus (Mora Costa,

1978; Sherlock & Guitton, 1982; Silva & Messias, 1986; Messias, Daoust &

Roberts, 1986; Romaña, Fargues & Pays, 1987; Luz & Fargues, 1997; 1998; Luz,

Silva, Cordeiro & Tigano, 1998a; 1999; Fargues & Luz, 2000; Lara da Costa ,

Lage de Moraes & Galvão, 2003; Luz, Rocha & Silva, 2004).

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Beauveria bassiana Metarhizium anisopliae Verticillium lecanii

Figura 2. Esporas de 3 especies de hongos entomopatógenos Fuente: Tomado de [www.invasive.org/hwa/pathogens.cfm]

Los hongos superan a los insectos y/o artrópodos en general debido a su ciclo

de vida corto (alto potencial reproductivo), producen esporas de resistencia o

tienen fases saprofíticas en la ausencia de sus hospedadores. Además, los hongos

pueden ser modificados con las nuevas herramientas biotecnológicas, y son

generalmente inocuos para los organismos que no son sus hospedadores. Por lo

general, los hongos se pueden producir masivamente y a bajos costos (López-

LLorca, 1992; Zambrano, García, Zambrano, Linares & Molina, 1992; Dolinshy

& Lacey, 2007).

Los hongos mitospóricos B. bassiana y M. anisopliae infectan especies

diferentes de insectos de varios órdenes, aunque se tienen aislados altamente

específicos, siendo las especies entomopatógenas más empleadas a nivel mundial

(Ferrón, Hurpin & Robert, 1972; Fargues, 1976); particularmente B. bassiana es

capaz de infectar a más de 700 especies insectos (Barbercheck & Kaya, 1990;

Goettel & Inglis, 1997). Los mismos son unos excelentes candidatos para ser

utilizados como bioinsecticidas contra los vectores del Mal de Chagas, debido a

que establecen la infección por contacto, no debiendo ser ingeridos por estos

hemípteros de hábitos hematofágicos estrictos (Luz, Tigano, Silva, Cordeiro &

Aljanabi, 1998b). Varios investigadores han probado cepas de estos hongos con

una alta virulencia contra varias especies triatominas de importancia

epidemiológica, incluyendo, entre otras, R. prolixus, T. infestans, T. brasiliensis y

P. megistus, con resultados alentadores (Romaña, Fargues & Pays, 1987; Luz &

Fargues, 1997; 1998; Luz, Silva, Cordeiro & Tigano, 1998a; Luz, Tigano,

Aljanabi, 1998b; Luz et la., 1999; Fargues & Luz, 2000), inclusive a nivel de

campo con resultados promisorios (Luz, Nery, Magalhaes & Tigano, 2004; Luz &

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Batagin, 2005). No obstante, como bien lo señalan Goettel & Inglis (1997), los

hongos son organismos que dependen de numerosos factores, tanto bióticos como

abióticos, que pueden determinar o influenciar su acción patógena sobre los

insectos. Estos incluyen la cepa (aislado) o especie de hongo, el estado fisiológico

del hospedador, la nutrición, los mecanismos de defensa, los microorganismos

cuticulares y epicuticulares, y otros diversos factores como los de tipo ambiental

(temperatura, humedad relativa, luz, etc.). Los ensayos a nivel de laboratorio

deben tratar de imitar, lo mayor posible, las condiciones ecológicas que

predominan en la naturaleza, ya que los insectos son más susceptibles en las

condiciones controladas de laboratorio que en las del medio ambiente donde ellos

habitan (Goettel & Inglis,1997).

Mecanismo de acción de los hongos entomopatógenos

Antes de entrar a estudiar directamente el mecanismo de acción de los hongos

entompatógenos, se debe describir, aunque no tan extensamente, la estructura de

la pared celular de los hongos. Esta se encuentra constituida por polisacáridos,

principalmente quitina, que también se encuentra en los artrópodos, y es de tipo

estructural; además posee proteínas, que son glicoproteínas, con galactosa y

manosa; lípidos (ácidos grasos); pigmentos, básicamente compuestos de melanina,

y sales inorgánicas (Ruiz, 1991; Wessels, 1999; Pucheta, Flores, Rodríguez & De

la Torres, 2006).

A diferencia de otros organismos patogénicos de artrópodos (e.g., virus,

bacterias), los hongos entomopatógenos pueden invadir a sus hospeadores a través

del exoesqueleto, ya sea por adherencia de sus esporas en las partes bucales,

tegumento y/o los espiráculos (Carruthers & Hural, 1990; Khachatourians &

Valencia, 1999;; Holder & Keyhani, 2005; Pucheta et al., 2006; Holder, Kirkland,

Lewis & Keyhani, 2007).

De una manera general (Fig. 3), se puede dividir los eventos que desarrollan los

hongos para parasitar a sus hospedadores artrópodos-plagas en las siguientes

fases: i) germinación; ii) formación de apresorios; iii) formación de estructuras de

penetración; iv) colonización, y v) reproducción (Pucheta et al., 2006).

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Figura 3. Ciclo de infección generalizado de un hongo entomopatógeno. Fuente: Tomado de [www.invasive.org/hwa/pathogens.cfm]

El proceso se inicia cuando la espora o conidio viable (Fig. 4), encuentra un

lugar propicio sobre la cutícula o tegumento de sus hospedadores artrópodos, para

establecer la relación patógeno-hospedador; para ello, la superficie de la pared

celular del hongo debe adherirse a la cutícula; mediante herramientas de la

Biofísica, varios estudios han indicado que existen asociaciones inespecíficas y

específicas, detacándose que iones Ca++ y Mg++ logran disminuir las fuerzas de

repulsión electrostáticas entre ambas superficies al modificar la hidrofobicidad,

que es determinada en parte a proteínas denominadas hidrofobinas que

disminuyen la tensión superficial del agua y carbohidratos, facilitándose la unión

pared celular fúngica-cutícula del invertebrado. Luego, un proceso de enlace aún

más específico se da a través de la partcipación de estructuras con actividad

parecida a lectinas (Fargues, 1984; Boucias, Pendland, & Latge, 1988; Doss,

Potter., Soeldner, Christian & Fukunaga, 1995; Wosten, De Vries. & Wessels,

1993; Soeldner, Christian & Fukunaga, 1995; Holder & Keyhani, 2005; Kwan et

al., 2006; Pucheta et al., 2006; Holder et al., 2007). Es importante resaltar que,

como bien lo indican Fargues (1984), Khachatourians & Valencia (1999) y Holder

et al. (2007), la conformación lipídica de la superficie de la epicutícula

determinará el éxito o el fracaso de la eficacia entomopatogénica de las esporas

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fúngicas, ya que este paso es primordial para que se instaure la micosis; en este

sentido, existen grupos de insectos, como los Homópteros, que al poseer un

epicutícula demasiado grasosa impide la efectividad de las esporas muy

hidrofílicas.

Después que ocurre la adhesión de la espora, esta necesita germinar, proceso

que es disparado por carbohidratos que actúan como mensajeros y que están

presentes en el exoesqueleto de los artrópodos (Hegedus & Khachatourians, 1995;

Khachatourians, 1996; Pucheta et al., 2006). Al entrar en contacto con el

tegumento, las esporas deben encontrar el sustrato nutricional (Carbono,

Nitrógeno y otros elementos) y las condiciones ambientales de alta humedad,

temperatura y luz necesarias para su germinación; la cubierta mucigilanosa de las

esporas posee propiedades antidesecantes que las ayudan a conservar su

hidratación; con esto, las esporas lograrán hincharse (Hegedus & Khachatourians,

1995; Khachatourians, 1996; Pucheta et al., 2006). Una vez que ocurre el

hinchamiento, se forma un tubo germinativo o haustorio (Fig. 4) y un apresorio

(Fig.4), mediante el crecimiento apical de la pared celular, el cual es estimulado

por un flujo iónico (Ca++ y H+) (Riquelme, Reynaga, Gires & Bartnicki, 1998;

Harold, 1999; Wessels, 1999; Pucheta et al., 2006). El tubo germinativo permite

reconocer los receptores a nivel del tegumento donde se fijará la hifa, y con el

apresorio (hifa de penetración) el hongo logra anclarse a la cutícula del

hospedador, y posteriormente penetrar hacia el celoma del artrópodo (Wessels,

1999; Hajek & Eastburn, 2003; Pucheta et al., 2006). Ahora, el hongo logra

penetrar mediante mecanismos físicos producto de la presión mecánica del

apresorio, y químicos, mediante la excresión de enzimas hidrolíticas, incluyendo,

entre otras, proteasas, lipasas, quitinasas, quitobiasas, lipooxigenasas, las cuales

logran degradar la cutícula del hospedador, apreciándose síntomas de histólisis, y

adicionalmente le ayudan a la penetración mecánica y proporciona nutrientes al

hongo (St Leger, 1995; St. Leger, Joshi, Bidochka, Rizzo & Roberts, 1996;

Monzón, 2001; Pucheta et al., 2006). Al estar la cutícula compuesta en hasta un

70% de proteínas, las proteasas juegan un papel fundamental en el proceso de

hidrólisis cuticular (St Leger, 1995; St. Leger et al., 1996).

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Figura 4. Conidias, tubo germinativo y apresorio de un hongo entomopatógeno. Fuente: [http://www2.scielo.org.ve/img/fbpe/inci/v31n12/art06img02.gif]

Una vez que el hongo logra penetrar, la hifa se ensancha y se ramifica

formando cuerpos hifales secundarios (blastosporos), invadiendo todas las capas

cuticulares, y luego se expande hacia los órganos internos del insecto (e.g.,

túbulos de Malpighi, cuerpos grasos) y todo el hemocele, produciendo cambios

patológicos como convulsiones, carencia de coordinación y comportamientos

alterados, logrando su colonización total después de la muerte del artrópodo

(Tanada & Kaya 1993; Pucheta et al., 2006); el deceso del insecto se produce por

los cambios pato1ógicos en el hemocele, acción histolítica, el bloqueo mecánico

del aparato digestivo, secundario al crecimiento de las hifas, y por la producción

de metabolitos secundarios denominados micotoxinas, las cuales aunque son de

baja toxicidad para los vertebrados, para los insectos son altamente tóxicas,

teniendo por lo tanto una vital importancia en el ciclo de la relación hospedador-

hifomiceto, al causarles desde la degeneración de tejidos producto de la pérdida de

la integridad estructural de las membranas, seguido de la deshidratación de las

células por pérdida de fluidos (Gillespie & Claydon, 1989; Tanada & Kaya 1993;

Pucheta et al., 2006); existen, desde el punto de vista químico, varios tipos de

metabolitos secundarios (microtoxinas) involucrados en la acción patogénica de

los hongos; en este sentido, primeramente tenemos varias clases de ácidos

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orgánicos (e.g., ácido oxálico, ácido dipicolínico) (Claydon & Grove, 1982;

Hegedus & Khachatourians, 1995; Asaff, García-Rojas, Viniegra-González, de la

Torre, 2006); otra familia de compuestos bioquímicos, es el grupo de las toxinas

peptídicas cíclicas y lineales, siendo los disipéptidos una de las mejor estudiadas

(Pucheta et al., 2006); el primer compuesto de disipéptidos aislado fue

beauvericina, a partir de B. bassiana, la cual actúa sinergícamente con otros

compuestos (Billich & Zocher, 1988; Pucheta et al., 2006). Los metabolitos

secundarios de naturaleza peptídica mejor estudiados, son las destruxinas, que se

han aislados a partir de M. anisopliae, y que actúan a nivel de la síntesis de ADN,

ARN y de proteínas de los hospedadores- artrópodos (Quiot, Vey & Vago, 1985;

Gillespie & Claydon, 1989; Monzón, 2001; Pucheta et al., 2006).

Posteriormente de la invasión miceliar interna general, si la disponibilidad de

agua es alta y la temperatura adecuada, la fase reproductiva del hongo se da en

dos etapas: miceliación y esporulación, entonces emerge fuera del insecto

atravesando la cutícula, especialmente por las áreas más débiles, espiráculos,

regiones intersegmentales, esporulando sobre la superficie de la momia del

hospedador, y logrando producir suficiente inóculo para infectar a otros insectos;

por el contrario, si las condiciones son secas, el proceso reproductivo fúngico se

detiene, y sólo se observan los insectos momificados y no cubierto por una capa

algonodosa (miceliación) o por una especie de polvillo blanco, verde o lila

(esporulación) (Gillespie & Claydon, 1989; Tanada & Kaya 1993; Goettel &

Inglis, 1997; Pucheta et al., 2006). Es significativo señalar, como bien lo indican

Pucheta et al. (2006), que durante la invasión miceliar dentro del hemocele,

además de nutrientes, el hongo también se encuentra expuesto a la acción de la

respuesta inmune celular de los hemocitos y/o de compuestos bioquímicos de la

humoral del artrópodo-hospedador, tales como la fagocitosis, melanización y la

encapsulación, para la cual el hongo también ha desarrollado mecanismos de

defensa y evasión, pero si el artrópodo se encuentra en un estado de

inmunodeficiencia, ya sea por efectos biótico y/o abióticos, entonces la acción de

los hongos es más rápido (Tanada & Kaya 1993; Hayek & St Leger, 1994;

Hegedus & Khachatourians, 1995; Rendón & Balcázar, 2003).

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Siendo los mecanismos patogénicos de los hongos entomopatógenos un

proceso complejo, que aún le falta mucho por dilucidarse, es necesario por lo

tanto aumentar la investigación en estos aspectos. Con esto se puede indagar, en

primer lugar, las cepas y aislados de los entomopatógenos que posean las

características específicas para un artrópodo en particular o situaciones del

trópico, especialmente del ambiente venezolano. Así mismo, comprender estos

mecanismos, permitirá obtener y seleccionar los patotipos que produzcan mayor

cantidad de esporas y metabolitos secundarios (micotoxinas) más virulentos, e

inclusive manipularlos genéticamente, para ser empleados en futuros programas

de MIP, especialmente en control de TRIATOMINAE. También, cabe la

posibilidad de aislar los metabolitos secundarios o micotoxinas altamente

entomotóxicas especie-específico, y sintetizarlas artificialmente, en un intento por

lograr su comercialización.

Uno de los grandes retos que debe proponerse la comunidad científica

internacional y particularmente la nacional, especialmente en estos momentos en

que la temática del calentamiento global se encuentra sobre el tapete y sus

consecuencias catastróficas predicitivas son apocalípticas, es en lo relacionado de

convencer, o de sensibilizarlas, a las autoridades sanitarias encargadas del

Programa de Control de Vectores acerca de al menos disminuir el uso de las

cantidades de insecticidas químicos, y que se implementen concomitantemente

otras alternativas, todo dentro de un amplio programa de manejo integrado con

visión ecologistas; esto por supuesto incluye el empleo de control macro y

microbiano de vectores.

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CAPITULO IV

ESTUDIOS SOBRE EL USO DE HONGOS ENTOMOPATÓGENOS NATIVOS COMO BIOPESTICIDAS CONTRA TRIATOMINAE EN

VENEZUELA.

Generalidades

En Venezuela, los bioinsecticidas autóctonos con hongos hifomicetos se han

implementado con un rotundo éxito en el control biorracional como parte de un

Manejo Integrado de Plagas (MIP) de interés agrícola, siendo su

comercialización un hecho tangible con patentes de un aceptable nivel

eficiencia/costo (Zambrano, García, Zambrano, Linares & Molina, 1992;

Fernández & Colmenares, 1997; Alcalá de Marcano, Marcano & Morales, 1999;

Pavone, 2003; Montilla, Camacho, Quintero & Cardozo, 2006; Linares & Salazar,

2008). Sin embargo, su utilización y aplicación para el manejo de poblaciones de

insectos de interés médico-sanitario ha sido prácticamente de poca importancia o

de limitada implementación (e.g., Scorza-Dágert & Cova, 2006; Cova & Scorza-

Dágert, 2006, para el caso de Musca domestica, y Agudelo-Silva & Wassink,

1984 para el de Aedes ageypti).

Es un hecho bien documentado que los hongos hifomicetos exhiben un amplio

rango de variabilidad genética (St Leger, Alee, May, Staples & Roberts, 1992;

Luz et al., 1998b; Couteauddier, Viaud & Neuveglise, 1998), por lo que es

importante identificar la variabilidad biológica, bioquímica, genética y fisiológica

existente entre los distintos aislados y especies, de manera tal que permita

seleccionar los mejores patotipos adaptados a las condiciones del trópico

venezolano, para ser utilizados efectivamente como potenciales micoinsecticidas

contra las especies triatominas selváticas, peridomésticas y/o domésticas de

Venezuela. En esta sección se documentará los estudios, en el sentido más amplio

posible, hechos hasta el presente con cepas y/o aislados autóctonos de hongos

entomopatógenos empleados contra especies de TRIATOMINAE, especialmente

contra los principales vectores (i.e, R. prolixus y/o T. maculata).

Germinación in Vitro

Al ser la germinación de los conidios uno de los primeros eventos para que

ocurra la infección fúngica, y por lo tanto las epizootias, resulta importante y

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relevante estudiar la influencia de los factores, especialmente a nivel estresante,

incluyendo los ambientales (e.g., temperatura), sobre el proceso germinativo, en

un intento por comprender y clarificar cómo se genera el proceso de infección de

los hongos entompatógenos sobre sus hospedadores invertebrados. Sin embargo,

se debe tener siempre presente que a pesar de que los medios artificiales “In

Vitro” representan una herramienta útil para obtener información sobre la

influencia de los factores ambientales en el proceso germinativo de los conidios,

hay diferencias con las condiciones naturales existentes en la cutícula de los

insectos, así como también la complejidad de la interacción de esta estructura con

los conidios (Luz y Fargues, 1997; Lecuona et al., 2001).

De acuerdo a la bibliografía consultada, el único trabajo hecho en Venezuela

sobre el proceso germinativo en hifomicetos autóctonos ensayados o que hayan

mostrado patogenicidad sobre especies de triatominos, especialmente los

principales vectores, se debe a Cazorla, Morales & Acosta (2007). Estos

investigadores realizaron ensayos “In Vitro” sobre medio sólido (agar-Lactrimel)

acerca de la influencia de gradientes térmicos (6- 40ºC), salinos (4 – 70%

concentración salina [NaCl]) y pH (1,32 - 12) sobre la capacidad de germinación

de un aislado autóctono o nativo (LF 14) de B. bassiana, proveniente del Estado

Trujillo, en la región andino-venezolana, el cual ha demostrado en ensayos

previos ser altamente virulento contra R. prolixus y T. maculata (Cazorla et al.,

2005a), principales vectores de la enfermedad de Chagas en Venezuela. Los

bioensayos revelaron que las conidias del aislado LF14, con excepción de las

temperaturas extremas de 6 y 40 ºC, son capaces del germinar en el rango térmico

12-35ºC, incrementándose significativamente los porcentajes de germinación

desde los 12-15 ºC hasta 19-34ºC, y alcanzándose % >99 en el rango 21-34ºC.

Hallazgos similares a los de este estudio observaron Luz & Fargues (1997) en

Francia, con el aislado INRA 297 del hifomiceto, igualmente patogénico para R.

prolixus, al obtener elevados porcentajes de germinación (>95%) “In Vitro en el

rango térmico entre 20-35°C. Por contraste, Lecuona et al. (2001) reportaron tan

sólo 3% de germinación para la cepa argentina Bb10 de B. bassiana, patógena

para T. infestans, expuesta a 34°C. Estas diferencias de respuestas detectadas

pudieran estar relacionadas con la variabilidad genética entre las cepas; por lo que

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urge la necesidad de caracterizar las cepas molecularmente (e.g., patrones de

ADN) y relacionarlos con los patrones de germinación.

Cuando se hace el análisis de la influencia de los gradientes salinos (NaCl),

Cazorla et al. (2007) observaron que las conidias disminuían significativamente

los porcentajes de germinación con el incremento de la [NaCl], inhibiéndose

totalmente el proceso germinativo a partir de la [NaCl] del 7%. Es bien conocido

que la Humedad Relativa (HR) y la disponibilidad de agua son factores

ambientales críticos para que ocurra la germinación en los hongos hifomicetos

(Goettel & Inglis, 1997), por lo que un aumento en la concentración salina puede

conllevar primeramente a una disminución de la actividad acuosa, probablemente

por un efecto osmótico, o pudiera tener un efecto tóxico (Lerner, 1985; Vacher,

Dizes, Espínola & Castillo, 1994). A pesar de esto, los conidios del aislado LF14

lograron germinar en % >95 en [NaCl] del 5%, la cual es si se quiere elevada. En

virtud de la influencia de la temperatura y la HR sobre la germinación de los

conidios, los futuros diseños de MIP en el caso particular para el control de las

poblaciones de triatominos, deben tener presente las condiciones microclimáticas

que prevalecen en los refugios (palmeras, grietas de paredes, etc.) de los

triatominos-vectores. En este sentido, Heder, Guerin & Eugster (2006) refieren

que, en una región endémica del estado Portuguesa, al occidente de los llanos de

Venezuela, las poblaciones de R. prolixus en ayuno prolongado prefieren

refugiarse en aquellos sitios de las palmeras, grietas de las paredes y techos de

palma donde las temperaturas son más bajas y la HR más elevada, como un

intento de los insectos por regular su balance hídrico y energético, cuya única

fuente alimentaria y de agua proviene de la sangre de los vertebrados.

Teng (1962) ha señalado que algunas cepas de B. bassiana no logran germinar

a pH 10, sin embargo, Cazorla et al. (2007) encontraron que el aislado nativo

LF14 de este hifomiceto alcanza un amplio rango de tolerancia (germinación

>99%) hacia rangos de pH extremos (ácidos: 3-4 y básicos: 10), lo cual es

significatvo, toda vez que los cambios de pH extremos pueden alterar

significativamente las funciones biológicas, como por ejemplo, los enlaces de

hidrógeno de las enzimas, bicapa lipídica y el ADN (Hallsworth & Magan, 1996).

Es significativo comentar que el pH puede regular la expresión de los genes

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involucrados en la secreción de las proteasas de M. anisopliae, que degradan la

cutícula de los insectos, además de otros factores de virulencia, proceso de

relevancia para el éxito de un hongo entomopatógeno durante la invasión y

colonización de sus hospedadores artrópodos (St. Leger, Joshi & Roberts, 1998;

St. Leger, Nelson & Screen, 1999).

A pesar de esta tolerancia mostrada por los hongos entomopatógenos hacia

factores estresantes medio ambientales, no obstante no se conoce bien el

mecanismo de esta resistencia. Sin embargo, se sabe por ejemplo que la

acumulación de solutos compatibles osmóticamente (e.g., manitol, trehalosa,

glicerol) en las vacuolas de B. bassiana, y de otros dos hifomicetos

entomopatógenos: M. anisopliae y P. farinosus, ayudan a las membranas y

proteínas de éstos a protegerse de los factores ambientales estresantes (Hallsworth

& Magan, 1996). En virtud de esto comentado, en futuros trabajos los ensayos se

deben enfocar en tratar el incrementar aún más la resistencia y tolerancia, así

como también acelerar la germinación, de los conidios del aislado LF14 de B.

bassiana hacia los factores estresantes del medio ambiente mediante la adición al

medio de cultivo de polioles y/o trehalosa, las cuales son sustancias de ajuste

osmótico. En este sentido, Halworth y Magan (1996), al manipular las

concentraciones de glicerol y eritritol en conidios.de B. bassiana y M. anisopliae,

pudieron incrementar la capacidad de las mismas para germinar bajo condiciones

de muy escasa actividad acuosa.

Por su amplia tolerancia y resistencia hacia factores ambientales estresantes, el

aislado nativo LF14 de B. bassiana aparece como un potencial patotipo para ser

implementado en futuros programas de MIP contra TRIATOMINAE. No obstante,

aún se deben realizar otra serie de estudios con otras variables físicas y/o

biológicas. En este sentido, por sólo nombrar algunas relevantes, es necesario

observar el efecto inhibitorio o sinérgico, entre los conidios y los diferentes

insecticidas de origen químico empleados actualmente en Venezuela para el

control de las poblaciones triatominas, así como el efecto de los rayos

ultravioletas y la composición selectiva de los medios de cultivo.

Esporulación “In Vitro” e “In Vivo”.

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Además de la intensidad y capacidad de infectividad de un hifomiceto, la

intensidad y cuantificación de la producción de conidias cadavéricas (i.e.,

esporulación o conidiación), y su subsiguiente capacidad para dispersarse dentro

de la población de insectos sanos, son factores relevantes que deben tomarse en

cuenta para la implementación de un programa biorracional-integral con hongos

entomopatógenos, así como también debe estimarse cuál es la producción de la

esporulación “in Vitro” en medios artificiales selectivos (Thomas et al., 1995; Luz

& Fargues, 1998; Sun et al., 2002). Esto señalado es particularmente relevante en

el caso de los vectores de la enfermedad de Chagas con hábitos peridomésticos y

selváticos, tal como ocurre con T. maculata y P. geniculatus, ya que los

insecticidas de origen químico son imprácticos para su control, pudiendo por lo

tanto adquirir éstos potencialmente hábitos domésticos (Harry et al., 1992; Luz &

Fargues, 1998; Luz et al., 1998b; 2004). De aquí que bajo condiciones ambientales

favorables, el control microbiano de los hospedadores-artrópodos depende de la

dispersión y abundancia de la esporulación fúngica de los cadáveres momificados

para expandirse en el seno de la población sana de hospedadores (Luz & Fargues,

1998). Es bien conocido que las condiciones ambientales (e.g., HR) influyen

notablemente sobre la esporulación de los cadáveres de los insectos, sin embargo

son pocos los trabajos hechos en triatominos.

Como bien lo señalan Luz & Fargues (1998), las condiciones microclimáticas,

que muchas veces se rige por una curva bimodal pluviométrica, en los hábitats

selvático, peridoméstico y doméstico de los triatominos en el medio

latinoamericano y particularmente el venezolano, habla a favor de considerar la

época de lluvia como la mejor para los hongos entomopatógenos, cuando la HR es

elevada. Esto último expresado encuentra apoyo en los trabajos de Cazorla et al.

(2005b), quienes determinaron la capacidad del aislado nativo LF14 de B.

bassiana para producir conidias a partir de cadáveres de ninfas de V estadio de R.

prolixus y T. maculata, previamente expuestos a un inóculo de 1x107

conidios/mL, y mantenidos a 26ºC y regímenes variables de alta (>90%) y baja

(50-55%) HR. La obtención de conidias de B. bassiana/ml de agua destilada, a

partir de cadáveres de R. prolixus y T. maculata fue significativamente mayor a

90% de HR, que los de T. maculata expuestos a baja HR de 50-55% (Cuadro 1).

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Cuadro I Comparación de la capacidad de esporulación de ninfas V de Rhodnius

prolixus y Triatoma maculata.

GRUPO DE NINFAS V ESPORULACIÓN (Conidias/cadáver)

++ ± D.S. Triatoma maculata/ HR: >90% 808.917 a ± 649.841

Triatoma maculata/ HR: 55% 215.413 b ± 197.537

Rhodnius prolixus/ HR: >90% 1.752.305 c ± 2.119.406 ++ En el análisis de comparación múltiple cuando dos medias posean letras iguales sus

diferencias resultaron estadísticamente no significativas (p>0,05)

Fuente: [Cazorla et al. (2005b)]

Los ensayos de otros investigadores de otros países coinciden con estos

resultados, al requerir los cadáveres de los triatominos elevados niveles de HR

para su elevada esporulación (Gerson et al., 1979; Ramoska, 1984; Luz &

Fargues, 1998).

Basados en estos resultados, aunque muy preliminares, desde un punto de vista

pragmático, se sugiere que las aplicaciones fúngicas en los futuros Programas de

Control de vectores de la enfermedad de Chagas, deben realizarse durante las

épocas de invierno cuando la atmósfera de los sitios o hábitats de los triatominos

se encuentre saturada, ya que la HR pareciera ser crucial para que el aislado LF 14

pueda reciclarse.

En relación con los bioensayos de esporulación “In Vitro” con cepas nativas

que han demostrado su infectividad hacia los vectores de T. cruzi en Venezuela,

de acuerdo a lo que se ha indagado, sólo existe el realizado por Cazorla, Morales

& Acosta (2006), quienes trabajaron similarmente con el aislado nativo LF14

sobre medio artificial sólido agar-Lactrimel, en un intento por determinar su

capacidad de esporulación a estreses de pH (2-12) y salinos ([NaCl]: 1-50%). Los

autores observaron que aunque este aislado obtuvo su mayor biomasa entre los pH

4 y 6,8 es capaz de esporular en todos los pH ácidos y básicos expuestos, lo que

contrasta con los resultados de otros investigadores. En efecto, según Rojas

(2004) a B. bassiana se le clasifica, de acuerdo a su tolerancia hacia gradientes de

pH, como un hongo alcalófilo, i.e, que sólo se desarrolla a pH 9-10. Por su parte,

Halworth y Magan (1996) indican que B. bassiana crece mejor en un rango de pH

entre 5 y 8, mientras que Teng (1962) refiere que el pH 6 es más efectivo para la

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esporulación de este hifoomiceto. Una característica relevante que poseen los

hongos entomopatógenos es que, a diferencia de otras especies fúngicas, pueden

regular su pH citosólico con mayor eficacia, lo cual es muy importante cuando se

requiere la producción industrial de sus formulaciones, toda vez que se inhiben

otros organismos contaminantes (e.g., bacterias) sin afectar su propio medio,

además que les puede permitir soportar mejor los “shock osmóticos” en medios de

baja disponibilidad de agua, al poder acumular polioles citosólicos en sus

membranas (Halworth y Magan, 1996).

Cuando se hace el análisis de la producción de conidias del aislado LF14 ante el

estrés salino, se observó que decrece significativamente con el incremento de la

[NaCl], inhibiéndose completamente la conidiación a 15% de [NaCl] del medio,

donde el hifomiceto no soporta los estreses hídricos, osmóticos y los efectos

tóxicos (Lerner, 1985; Halworth y Magan, 1996). Si se comparan estos resultados

con los obtenidos por otros investigadores con otras especies de hifomicetos,

pareciera haber un proceso especie-dependiente hacia la tolerancia del estrés

salino-osmótico. En efecto, Mert & Dizbay (1977) reportaron que P. lilacinum no

logró esporular “In Vitro” a una [NaCl] del 5%, mientras por el contrario

Aspergillus níger desarrolló satisfactoriamente su conidiciación a esta

concentración salina. Por su parte, Mert & Ekmekçi (1987) encontraron que la

salinidad posee un efecto inhibitorio sobre la producción de conidias de A. flavus

y estimulante para Penicilium chrysogenum.

Sun, Fuxa & Herderson (2002) trabajando con aislados de M. anisopliae y B.

bassiana patogénicos para termites (Orden Isóptera) del género Coptotermes,

encontraron una correlación altamente positiva entre la producción de conidias

“In Vivo” e “In Vitro”, concluyendo que esto permite realizar ensayos

preliminares “In Vitro”, que son más rápidos, con una gran cantidad de aislados

para proyectar cuáles serán aquellos con la más alta esporulación “In Vivo”. Por lo

que a juzgar por la elevada biomasa obtenida “In Vitro” (hasta 89,7 x 106

conidias/mL) e “In Vivo” (Cuadro 1), y su alta resistencia hacia condiciones

ambientales estresantes, se ratifica lo expresado con los bioensayos de

germinación, de la buena potencialidad que posee el aislado LF14 como

micropesticida en un programa de control vectorial contra TRIATOMINAE en

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Venezuela. Sin embargo, su formulación definitiva hacia el medio ambiente,

requerirá realizar otra serie de bioensayos, con otras variables bióticas y abióticas.

Así mismo, lo cual es muy importante, se debe evaluar su inocuidad para el

modelo vertebrado (e.g., animales de laboratorio), a pesar de que generalmente los

hongos entomopatógenos son adecuadamente bioseguros. Sin embargo, en

algunos casos, especialmente en individuos inmunosuprimidos, B. bassiana se ha

encontrado involucrada en procesos patológicos, como por ejemplo en los de tipo

alérgico (Westwood, Huang & Keyhani, 2006) u otros de tipo degenerativos del

sistema nervioso central (Schmidt, Schubert, Huang, Stoyanova & Hamburger,

2003).

Ensayos de patogenicidad y virulencia de B. bassiana contra vectores de la enfermedad de Chagas en Venezuela

Hasta donde se ha podido indagar, los primeros trabajos documentados acerca

de la implementación de hongos hifomicetos nativos contra TRIATOMINAE de

Venezuela fueron hechos por Zambrano, Sepúlveda & De Sepúlveda (1991) y

Guédez, Oviedo & Márquez (1995) al aplicar formulaciones de B. bassiana y B.

brongniiartii sobre R. prolixus, respectivamente. Estos fueron resultados

preliminares presentados a manera de Resúmenes en los Congresos Venezolanos

de Entomología, por lo que la obtención de mayores detalles es limitado.

Similarmente se da lo expresado en el más reciente trabajo sobre el tópico, el de

Cazorla et al. (2005a), quienes estimaron la patogenicidad de B. bassiana (LF14)

contra R. prolixus y T. maculata.

Cazorla (2006) realiza una serie de ensayos, si se quiere más amplios y

detallados, acerca de la evaluación de la patogenicidad y virulencia del aislado

nativo (LF14) de B. bassiana hacia R. prolixus y T. maculata, incluyendo

variables físicas (temperatura, HR) y biológicas (inóculo, estadio de desarrollo).

A pesar de que todos los estadios de desarrollo de los artrópodos- plagas son

susceptibles a la acción de los hongos entomopatógenos, existen reportes que

indican una susceptibilidad diferencial entre los estadios imaginales y

preimaginales para la infección fúngica (Romaña & Fargues, 1992); por lo que en

el primero de estos ensayos, Cazorla (2006) evalúa el efecto diferencial de la

virulencia de este aislado nativo sobre todos los estadios de desarrollo de R.

prolixus y T. maculata, incluyendo ninfas y adultos, y variando la cantidad del

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inóculo (1 x 105, 3 x 105, 1 x 106, 3 x 106, 1 x 107 y 3 x 107 conidias/ml) para

observar la virulencia del hifomiceto, bajo condiciones de 26 °C y >90% HR. Los

análisis de supervivencia mostraron, de una manera general, que los estadios

ninfales I y II, tanto de R. prolixus como de T. maculata, son menos susceptibles

que los estadios III, IV, V y los adultos a la acción del aislado LF14 de B.

bassiana. Las ninfas I y las de II estadio jamás alcanzaron porcentajes de

mortalidad del 100%, aún a la concentración de conidias de 3 x 107 en el caso de

R. prolixus. Por lo tanto, la susceptibilidad de R. prolixus y T. maculata se

incrementa con la edad. A pesar de esto, se puede afirmar que el aislado LF14 de

B. bassiana causó una alta mortalidad, especialmente hacia los estadios de mayor

edad y a mayores inóculos, presentando así mismo conidiación visible en la

mayoría de los cadáveres. Los resultados de Cazorla (2006) son similares a los

que encontraron Romaña & Fargues (1992), quienes al infectar con la cepa INRA

297 a varios estadios de desarrollo de R. prolixus detectaron que el estadio ninfal

I es 700 veces menos susceptible que las ninfas V y los adultos. Contrastando con

estos resultados, Zambrano et al. (1991) encuentran que los estadios II y III de R.

prolixus son más susceptibles a la cepa 1389 de B. bassiana, cuando se inocularon

todos los estadios ninfales con 3x106 conidias/ml. Por lo tanto, debe decirse, tal

como lo sostienen Romaña & Fargues (1992), que la susceptibilidad de los

estadios larvales depende de la especie del hospedador y del aislado fúngico. Esto

expresado también se observa en otras especies de insectos. En este sentido, por

ejemplo Fargues (1972) encontró que en el coleóptero Leptinotarsa decemlineata

la susceptibilidad hacia B. bassiana decreció con la edad. Mientras que por el

contrario, las larvas más viejas de Melolontha melolontha, otra especie de

escarabajo, fueron más susceptibles hacia B. brongniartii (Ferrón, 1967). Como

bien lo señalan Romaña & Fargues (1992), la susceptibilidad hacia el estadio de

adulto se encuentra poco estudiado. Así, adultos del escarabajo L. decemlineata,

no fueron susceptibles hacia los aislados de Beauveria patogénicos para sus larvas

(Bajan & Kmitowa, 1969). Por contraste, los adultos de los coleópteros

Acanthoscelides obtectus o Oryctes rhinoceros fueron altamente susceptibles a B.

brongniartii y M. anisopliae (Ferrón & Robert, 1975; Ferrón, P., Robert, P. &

Deotte, 1975).

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A pesar de que es bien conocido que los hongos dependen de la HR para poder

desarrollarse (Luz et al., 1998b), los ensayos del aislado LF14 sobre R. prolixus a

baja HR del 55% demostró que éste puede causar altos porcentajes de mortalidad,

de hasta el 100%. En lo que respecta a la influencia de la temperatura sobre la

susceptibilidad de los estadios de R. prolixus, se encontró un rango óptimo de la

acción del aislado LF14 entre 15 y 30 °C (% de mortalidad >90), lo cual coincide

con los resultados de germinación óptimos encontrados para este aislado por

Cazorla et al. (2007).

Debido al hecho de que la infección de los insectos depende de la temperatura y

la HR, estos ensayos fueron hechos bajo condiciones favorables de temperatura

(26°C) y HR (>90%) y a rangos extremos de temperatura y baja HR (55%). Por lo

tanto, podemos concluir que el aislado LF14 de B. bassiana es altamente patógeno

para R. prolixus y T. maculata.

Otro hecho a resaltar es que se observó, de una manera general en todos lo

estadios de R. prolixus, un efecto Dosis-dependiente, al tenerse mayores

porcentajes de mortalidad con el aumento de la concentración de conidias, o que

la supervivencia disminuye con el aumento de este parámetro. Este efecto, de que

la respuesta de mortalidad depende de la dosis del inóculo, es bien conocido en la

literatura del área (Ferrón, 1978; Hall & Papierock, 1982), y particularmente en

los triatominos (Luz et al., 1998b; Lecuona et al., 2001; Vásquez, Saldarriaga &

Chaverra, 2005). Sin embargo, resulta interesante discutir el caso observado por

Pineda, Saldarriaga & Gómez (2002) en ninfas de V estadio de R. ecuadoriensis

expuestos a B. bassiana a similares condiciones de HR y temperatura, al detectar

porcentajes de mortalidad del 100% en todos los inóculos ensayados. Como bien

lo señalan Vázquez et al. (2005), esto demuestra que especies muy relacionadas

de hospedadores pueden dar respuestas diferentes a la misma cepa del hongo.

Las diferencias mostradas en la respuesta diferencial de patogenicidad hacia los

diferentes estadios de R. prolixus y T. maculata, nos lleva a porponer al aislado

LF14 como un buen candidato para el control microbiano de estos vectores en

ambientes en los cuales se favorezca la infección micótica. Estos último

expresado es particularmente importante para el caso de una especie

peridoméstica como T. maculata, ya que el ambiente peridoméstico es uno de los

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puntos críticos en el control de vectores de la enfermedad de Chagas (Romaña &

Fargues, 1992; Luz et al., 2004). Este comentario se refuerza por el hallazgo de

que se observó que una alta proporción de los insectos presentaron el hongo

después de morir, demostrándose su deceso por la acción del hifomiceto, por lo

que estos cadáveres constituyen una fuente potencial de infección para otros

insectos que habitan tanto en el domicilio como el peridomicilio, factor relevante

para el control natural a nivel de campo (Luz et al., 2004; Vásquez et al., 2005).

Esto último discutido es importante recalcarlo, ya que la mayoría de los

programas de control de triatominos se basan en el control químico de vectores-

triatominos a nivel del domicilio. Sin embargo, los focos silvestres permiten las

reinfestaciones domiciliares, lo cual podría contrarrestarse mediante el uso de

hongos entomopatógenos, tales como Beauveria, aunque siempre enmarcado

dentro de un programa de MIP.

Aspectos histopatológicos y ultraestructurales sobre la relación B. bassiana-R.prolixus/T. maculata.

A pesar de que existen varios trabajos que demuestran la patogenicidad y

virulencia de varios aislados y cepas de hongos hifomicetos (e.g., Metarhizium,

Beauveria) sobre las especies triatominas (Mora Costa, 1978; Sherlock & Guitton,

1982; Silva & Messias, 1986; Messias, Daoust & Roberts, 1986; Romaña,

Fargues & Pays, 1987; Luz & Fargues, 1997; 1998; Luz, Silva, Cordeiro &

Tigano, 1998a; 1999; Fargues & Luz, 2000; Lara da Costa , Lage de Moraes &

Galvão, 2003), es poco lo que se sabe acerca de los mecanismos de patogenicidad

envueltos de los hongos hifomicetos sobre los triatominos; mecanismos que por lo

demás, se han estudiado en otras especies de insectos (Maramorosch & Shope,

1975; Iwanaga & Lee, 2005). De acuerdo a la bibliografía consultada, los

primeros, y aparentemente los únicos, trabajos sobre este tópico corresponden a

Cazorla et al. (2005b, c) y Cazorla (2006), quienes implementaron mediante

técnicas convencionales histológicas y de tinción (e.g., hematoxilina-eosina) y de

Microscopía Electrónica de Transmisión (MET) los estudios histopatológicos y

ultraestructurales de la acción del aislado LF14 de B. bassiana sobre R. prolixus

y T. maculata; con esto, se pretendió en primera instancia verificar que la causa de

la muerte de los insectos se debía al hifomiceto, tal como se hizo en ensayos

previos (Cazorla et al., 2005a; Cazorla, 2006). Así mismo, en estos trabajos se

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detalló los eventos (adhesión, germinación, penetración, colonización y

conidiación) y daños que ocasiona el hongo a los triatominos. Con la comprensión

de los mecanismos de patogenicidad, se podrá contribuir en futuros bioensayos

para seleccionar los mejores patotipos de los hifomicetos adaptados a las

condiciones de nuestro trópico.

Haciéndose el análisis de las fotomicrografías por microscopía fotónica del

trabajo de Cazorla et al. (2005b, c) y Cazorla (2006), se revela la adhesión de

numerosas conidias al tegumento de los triatominos, tal como se evidencia en la

Figura 5, aunque sin tener un sitio específico para este evento.

Figura 5. Adhesión, germinación e invasión de conidias de B. bassiana sobre

tegumento de R. prolixus y T. maculata. Fuente: [Cazorla et al., 2005b, c y Cazorla, 2006]

Tal como lo mencionan Hegedus & Khachatourians (1995), la cutícula es una

de las principales barreras de defensa que poseen los insectos contra agentes

externos, sin embargo es poco lo que se sabe acerca de cómo los insectos

reconocen al hongo como algo extraño (Hayek & St. Leger, 1994). Resultados

similares a éstos han obtenido otros investigadores en otras especies de insectos

(Vey & Fargues, 1977; Bittencourt, Masca-Renhas & Faccini, 1999; García,

Monteiro & Szabó, 2004). En la misma Fig. 5, se evidencia la germinación de las

conidias sobre la superficie de la cutícula del insecto, proceso que dura entre las

12 y 18 horas después de la infección. Por su parte, la penetración via tegumento

ocurre entre las 18 y 48 horas después de la infección (Fig.5). La penetración del

hongo por el tegumento es un hallazgo particularmente promisorio, ya que los

insectos hematófagos como los triatominos, dejan su aparato bucal fijo a la

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superficie de sus hospedadores vertebrados, por lo que la vía oral no es viable

para la penetración. Por lo tanto, una germinación y penetración rápida por la

cutícula de los insectos son dos características importantes para la virulencia de

los aislados (García et al., 2004). A pesar de que la epicutícula tiene varias capas,

las mismas son proclives a la acción de las enzimas de los hongos (Hayek & St.

Leger, 1994). Además se debe acotar que existen otros factores, como la

humedad, la inhabilidad para utilizar los nutrientes disponibles, o la ausencia de

otro factor necesario para el reconocimiento en la superficie durante la adhesión,

así como también la presencia de otros que son inhnibitorios del proceso (e.g.,

fenoles, quinonas, lípidos) (Hayek & St. Leger, 1994).

La colonización del hemocele ocurrió de una manera masiva (Fig. 6), dándose

Figura 6. Invasión micelial de B. bassiana en hemocele y tegumento de R.

prolixus. Fuente: [Cazorla et al., 2005b, c y Cazorla, 2006]

la esporulación por las aberturas empezando por las coxas y tórax, hasta

finalmente invadir mediante el micelio externamente todo el cadáver, que se torna

blaquecino (Anexo A).

Nótese que las hifas invaden todos los tejidos (músculos, sistema digestivo),

hasta colapsar y fenecer el insecto (Figs.6, 7 y Anexo B). En este sentido, se

detalla la aparición de una región electrontransparente en el sitio donde penetran

las hifas, lo que sugiere una acción exoenzimas degradando los tejidos (Fig. 7).

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Figura 7. Acción ultraestructural de hifas de B. bassiana sobre tejidos de R.

prolixus. Fuente: [Cazorla et al., 2005b, c y Cazorla, 2006]

En el Anexo B es particularmente apreciable la acción patogénica de las hifas

sobre los tejidos del insecto, donde se aprecia así mismo, una apertura traqueolar

por donde logran penetrar generalmente las hifas del hifomiceto.

Las barreras de tipo físico, e.g., el exoesqueleto y la membrana peritrófica, son

las primeras líneas de defensa de los insectos, las cuales sin embargo no pueden

evitar la invasión de los microorganismos patógenos (Maramorosch & Shope,

1975; Iwanaga & Lee, 2005), tal como ocurrió en el caso presentado por Cazorla

et al. (2005a, b) del aislado LF14 de B. bassiana contra R. prolixus y T. maculata.

Resulta interesante resaltar y analizar la respuesta inmune celular (RC) del

hemocele de estas especies de TRIATOMINAE, ejercida por los hemocitos, sobre

las esporas del aislado LF14 de este hifomiceto, tal como se observa en las

Figuras 8 y 9. Se aprecia visiblemente cómo los hemocitos, en un intento por

resistir la invasión, fagocitan, encapsulan y melanizan, hasta finalmente fenecer,

las esporas del hongo hifomiceto.

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Figura 8. Fagocitosis, encapsulación y melanización de esporas de B. bassiana por hemocitos de R. prolixus.

Fuente: [Cazorla et al., 2005b, c y Cazorla, 2006]

Figura 9. Fagocitosis, encapsulación y melanización de esporas de B. bassiana

por hemocitos de R. prolixus. Fuente: [Cazorla et al., 2005b, c y Cazorla, 2006]

Como bien lo señalan Leclerc and Reichhart (2004), Waterfield, Wren &

Ffrench-Constant (2004) y Abraham & Jacobs-Lorena (2004), una vez que un

patógeno penetra al hemocele, se encuentra expuesto a la respuesta humoral (RH)

y celular (RC) de los insectos. La de tipo humoral comprende la producción de

péptidos antimicrobianos, incluyendo proteínas antifúngicas (Natori, Shiraishi,

Hori & Kobayashi, 1999), la inducción de la síntesis de lectinas y la activación del

sistema pro- fenoloxidasa; sin embargo, se debe recalcar que la RH no es tan

distinta de la RC, toda vez que la RH modula la RC (Iwanaga & Lee, 2005).

La fagocitosis es una de las primeras líneas de defensa celular del hemocele de

los artrópodos contra cuerpos extraños, la cual es ejercida por lo hemocitos, que

los encapsulan y luego los melanizan formando capas concéntricas de nódulos

(Nappi, 1975; Söderhäll & Cerenius, 1992; Hayek & St. Leger, 1994; Hegedus &

Khachatourians, 1995; Rendón & Balcázar, 2003). Es bien sabido que la

melanización es un mecanismo de defensa de los artrópodos, incluidos los

insectos (Nappi, 1975; Rendon & Balcazar, 2003; Iwanaga & Lee, 2005).La

fenoloxidasa es la enzima responsable de la melanización observada en crustáceos

e insectos, actuando también en la reparación de las heridas y la esclerotización de

la cutícula (Söderhäll & Cerenius, 1992; Iwanaga & Lee, 2005). Esta última es

responsable de la oxidación de fenoles en quinonas, los cuales se polimerizan en

melanina y son altamente tóxicas. La melanina es un pigmento pardo-negro, al

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cual se le adjudican diversas propiedades biológicas tal como la inhibición de la

actividad de enzimas bacterianas y fúngicas (Smith y Söderhäll, 1983; Iwanaga &

Lee, 2005). Por su parte, la encapsulación es un mecanismo de defensa

multicelular para eliminar sustancias externas que normalmente no pueden ser

eliminadas exclusivamente por lo mecanismos humorales del insecto, aunque se

han aislado proteínas de encapsulación que ayudan al proceso de defensa

(Johanson, Lind, Holmblad, Thörnqist & Söderhäll, 1995; Vázquez et al., 1998;

Iwanaga & Lee, 2005). Estas cápsulas se encuentran fuertemente melanizadas, y

actúan cuando una partícula es demasiado grande para ser fagocitada, muchos

hemocitos cubren a la partícula grande formando capas alrededor de ella

(Söderhäll & Cerenius, 1992). Götz & Vey (1974) revelaron que larvas de

Chironomus inyectadas con esporas de B. bassiana fueron encapsuladas,

atribuyendo este fenómeno a la fenoloxidasa (Nappi, 1975).

A pesar de todo lo comentado, en las cepas hipervirulentas de B. bassiana los

hemocitos de los insectos son incapaces de frenar al crecimiento de los hongos,

como pareciera ser el caso del aislado LF14, no formándose la encapsulación o las

blastosporas germinan libremente fuera de los hemocitos (Hung, Bocias & Vey,

1993; Hayek & St. Leger, 1994).

Evidentemente, aún faltan muchos estudios para la implementación definitiva

de un programa de MIP para el control de los vectores de la enfermedad de

Chagas en Venezuela. Para llegar a aplicar las esporas de hongos

entomopatógenos a nivel de campo, es necesario conocer con mayores detalles los

inconcevientes, desde el punto de vista biológico y de los factores físico-

ambientales, que deberá afrontar un programa de esta magnitud. Y lo que es

similarmente importante, sensibilizar a la comunidad venezolana, incluyendo a las

autoridades sanitarias y la científica y la comunidad en general, acerca de la

necesidad de implementar el control de vectores desde un punto de vista

ecológico-biorracional.

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CONCLUSIONES

- A pesar de que desde los años 60 del siglo XX se ha logrado disminuir las

poblaciones triatominas intradomiciliares y por ende las tasas de infección,

no obstante, éstos se adaptan a las nuevas circunstancias biológicas y

ecológicas, por lo que la enfermedad de Chagas aún representa un

problema de Salud Pública en Venezuela.

- El rociamiento intradomiciliar con insecticidas de origen químico aún

representa la medida profiláctica más práctica y efectiva para evitar la

transmisión del Trypanosoma cruzi.

- A pesar de su efectividad a nivel intradomiciliar, los insecticidas de origen

químico son imprácticos, inviables ecológicamente e inefectivos contra las

poblaciones de especies triatominas de hábitos peridomésticos y

selváticos.

- El uso indiscriminado de los insecticidas de origen químico, pueden

potencialmente conducir a problemas de toxicidad aguda y crónica para la

salud humana y sus animales, además de toda la vida del planeta tierra.

- Así mismo, el uso indiscriminado y/o su inadecuada implementación de

los insecticidas de origen químico podría generar problemas de resistencia

en las poblaciones triatominas.

- El control microbiano con hongos hifomicetos de las poblaciones de

vectores del Mal de Chagas representa una alternativa ecológicamente

viable.

- Los estudios acerca del uso de hongos hifomicetos para el control de

vectores de enfermedades metaxénicas, incluyendo a los triatominos, son

escasos en Venezuela.

- Se debe profundizar los estudios sobre el mecanismo de acción de los

hongos entomopatógenos, especialmente en la búsqueda de metabolitos

secundarios (micotoxinas) potencialmente utilizables en programas de

control de plagas.

- El aislado nativo LF14 de Beauveria bassiana ha demostrado ser

patogénico y altamente virulento hacia poblaciones de Rhodnius prolixus y

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Triatoma maculata, principales vectores de la enfermedad de Chagas en

Venezuela.

- Los estadios más longevos de R. prolixus y T. maculata son más

susceptibles a la acción patogénica del aislado nativo LF14.

- El aislado nativo LF14 de B. bassiana es capaz de germinar y esporular

“In Vitro” e “In vivo”, bajo condiciones extremas de variables

ambientales.

- Los estudios histopatológicos y ultraestructurales de la relación íntima

entre B. bassiana (LF14) y sus hospedadores triatominos confirman que

las conidias del hifomiceto invanden a éstos por el tegumento. Además, se

evidenció la importancia de los hemocitos en la inmunidad del hemocele

de los triatominos frente a las esporas de B. bassiana, y se sugiere la

acción exo-enzimática de sus hifas.

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ANEXOS

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ANEXO A

Cadáveres esporulados de R. prolixus por efecto de B. bassiana

Fuente: [Cazorla et al., 2005b, c y Cazorla, 2006]

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ANEXO B

Acción ultraestructural de hifas de B. bassiana sobre tejidos de R. prolixus. Fuente: [Cazorla et al., 2005b, c y Cazorla, 2006]