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1 UN LUGAR DE Esperanza

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UN LUGAR DE Esperanza 1 Índice: 1. EL PALACIO DE LA ESPERANZA 2. ESPERANZA DE PERDÓN 3. ESPERANZA DE PUREZA 4. ESPERANZA DE SUSTENTO 5. ESPERANZA DE LUZ 6. ESPERANZA DE AMOR 7. ESPERANZA DE VIDA 8. ESPERANZA DE FELICIDAD Temas: Pr. Elias Brasil Traducción: Dorita de Raso Revisión: Jolivê Chaves/Susan Araya Diagramación: Victor Hugo Flores (DSA Media Center) Ilustración tapa: Jocard Secretaria: Ruth de Choque Realización: División Sudamericana Sumario:

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UN LUGAR DE Esperanza

Índice:

1. EL PALACIO DE LA ESPERANZA 2. ESPERANZA DE PERDÓN3. ESPERANZA DE PUREZA4. ESPERANZA DE SUSTENTO5. ESPERANZA DE LUZ6. ESPERANZA DE AMOR7. ESPERANZA DE VIDA8. ESPERANZA DE FELICIDAD

Sumario:

Temas: Pr. Elias BrasilTraducción: Dorita de RasoRevisión: Jolivê Chaves/Susan ArayaDiagramación: Victor Hugo Flores (DSA Media Center)Ilustración tapa: JocardSecretaria: Ruth de ChoqueRealización: División Sudamericana

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1. EL PALACIO DE LA ESPERANZAINTRODUCCIÓN

Nuestro ti empo está marcado por la angusti a y el temor de una situación económica desfavorable, por la preocupación acerca de pro-blemas de salud y enfermedades incurables. Estamos afl igidos por el miedo a la violencia en un mundo cada vez más deshumano. Y como si no bastaran estas cosas, vivimos angusti ados debido a problemas de relaciones con las personas a quien más amamos. Frente a este escenario de tristeza y preocupación, quiero decirles que existe ESPE-RANZA. A lo largo de esta semana vamos a estudiar y refl exionar sobre la esperanza, porque la esperanza es la gran necesidad de todos en el mundo en que vivimos.

Ilustración: Un poco más de un mes antes de morir, el fi lósofo ateo Jean-Paul Sartre declaró que él resisti ó con toda sus fuerzas al senti miento de desespero, y que comenzó a decir: “Sé que moriré en la esperanza”. Entonces, con profunda tristeza añadió: “pero esta espe-ranza hay que crearla”. Jean-Paul Sartre estaba sediento de esperanza, pero como no creía en Dios, no había fundamento para la esperanza que él tan ardientemente deseaba.

Queridos amigos, la ESPERANZA sobre la cual vamos a hablar en esta semana ti ene un sólido fundamento. No es una esperanza ilu-soria construida sobre un cuento de hadas; es la ESPERANZA que está fundada en Dios y revelada en la Biblia. Es sobre este mensaje de ES-PERANZA que hablaremos durante esta semana. No importa las difi -cultades, problemas o desafí os que esté enfrentando, hay ESPERANZA para usted y su familia.

DESARROLLOAhora vamos a hablar sobre el palacio de la esperanza. Una de

las enseñanzas más fascinantes de la Biblia es la historia del santuario que Dios ordenó a su pueblo que construyera. Esto sucedió después

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que Dios liberara a su pueblo de Egipto, donde eran esclavos, para lle-varlos a la tierra de Canaán. Hace unos 3500 años que esta historia ocurrió, sin embargo, podemos sacar enseñanzas maravillosas que también se aplican a nuestra vida.

En Éxodo 25:8, Dios dijo: “Y harán un santuario para mí, y habi-taré en medio de ellos”. Este santuario era una tienda de dos sectores cercado por un patio. Dios dio instrucciones bien detalladas y específi-cas en cuanto al tamaño de este santuario y sobre la manera correcta de construir los muebles. En el patio había un altar donde eran ofre-cidos los sacrificios de animales y un lavatorio con agua para que los sacerdotes pudieran purificarse antes de entrar en el recinto sagrado para ministrar delante del Señor.

El primer sector del santuario se llamaba lugar santo. En este lugar había tres muebles: la mesa con los panes, el candelero con siete brazos y el altar del incienso. El sacerdote entraba en este ambiente todos los días para ministrar delante del Señor a favor del pueblo.

El segundo sector era el lugar donde Dios revelaba su presencia. Ese era el lugar más santo de aquel santuario; por eso era llamado lugar santísimo. Allí había un mueble en forma de caja, llamado arca del pacto. Dentro del arca estaban los diez mandamientos escritos con el dedo de Dios en tablas de piedra. Sobre el arca había una tapa, lla-mada propiciatorio, sobre la cual Dios revelaba su gloria. Arriba del propiciatorio había una figura de dos ángeles mirando con reverencia hacia el arca.

En verdad, el santuario construido por los israelitas funcionaba como habitación de Dios. Era el palacio divino en medio del pueblo. Este palacio con sus muebles y ritos ilustraba verdades importantes del plan de Dios para restaurar la felicidad de los seres humanos. Era una podero-sa representación visual de la esperanza que sólo Dios puede ofrecer.

I. EL ALTAREl altar, localizado en el patio, donde los israelitas ofrecían los

sacrificios, enseñaba la solemne lección de que el pecado causaba la muerte de un animal inocente. Del altar aprendemos que el perdón de

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los pecados sólo puede ser plenamente concedido cuando miramos a la cruz, donde Cristo, el inocente Cordero de Dios entregó la vida para salvarnos del pecado. En este altar aprendemos la importancia y el valor del perdón que necesitamos para vivir una vida feliz.

Ilustración: Un famoso psiquiatra declaró que si él pudiese con-vencer a los pacientes de su hospital psiquiátrico que sus pecados esta-ban perdonados, y el 75% podrían recibir de alta inmediatamente.

Cristo murió para que nuestros pecados fuesen perdonados. Por lo tanto hay esperanza de perdón.

II. LA FUENTEEn la fuente con agua ubicada en el patio, los sacerdotes debían

purificarse para entrar en el santuario y ministrar delante de Dios. La lección fundamental que aprendemos aquí es el valor de la pureza. Aquellos que desean tener comunión con Dios deben valorizar la pure-za. Vivimos en un mundo en que la pureza es despreciada y los valores morales básicos son abandonados. ¡Cuánta suciedad podemos ver en el mundo hoy! Cuánta pornografía, prostitución, drogas, infidelidad en los relacionamientos, amenazan la felicidad de las familias. Queridos amigos, Dios nos llama para una vida de pureza y lealtad a sus ense-ñanzas. Dios quiere que seamos felices, por eso Él pide pureza. Esta es la gran lección que se enseñaba por medio de la fuente en el patio del santuario. Hay un dicho popular que dice: “No es la montaña que agota las fuerzas, sino las piedritas en el zapato”. Las pequeñas cosas, los hábitos errados, y otras flaquezas impiden nuestra felicidad. Pero Cristo nos quiere purificar y sólo Él nos puede dar el poder para vencer los malos hábitos y los malos pensamientos. Cristo nos purifica de las piedritas de pecado. Apreciado amigo, hay esperanza de pureza.

III. LA MESAEn el primer compartimento del santuario había, como ya vi-

mos, una mesa con panes, el candelabro y el altar de incienso. La mesa con los panes enseñaba que Dios es el proveedor de las necesidades

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de su pueblo. No debemos olvidar que Dios es el supremo proveedor de nuestras necesidades. El alimento que nos sustenta y los bienes materiales que nos permiten vivir una vida digna son el resultado de la providencia de Dios. Y Dios está dispuesto a hacer mucho más por nosotros: Él quiere proveernos el alimento espiritual para que viva-mos una vida de satisfacción y alegría. En Jesucristo podemos recibir este sustento que nos da fuerzas para enfrentar las luchas espirituales y vivir una vida en comunión con Dios.

IV. EL CANDELABROEl candelabro apuntaba a Cristo, la luz del mundo. Cuando esta-

mos con dudas en las ocupaciones de la vida, sin saber adónde ir, qué hacer o qué decisión tomar, podemos confiar en Cristo. Donde hay luz no existen tinieblas. Cristo es la luz que ilumina. Su Palabra es la lám-para que nos muestra el camino. Venga a andar en esta luz para tomar decisiones correctas y vivir una vida más feliz.

V. EL ALTAR DEL INCIENSOEn el altar del incienso el sacerdote ofrecía diariamente incien-

so, cuyo aroma llenaba el santuario, particularmente el lugar santísi-mo. Al quemar el incienso, el sacerdote intercedía en favor del pueblo delante de Dios. El perfume suave del incienso indicaba que el sacer-dote mediador estaba llevando a Dios las necesidades del pueblo. Era un anticipo profético de la obra de Cristo en nuestro favor como sa-cerdote del santuario celestial. Estimado amigo, Cristo está en el cielo hoy intercediendo por nosotros. Alguien preguntó a un padre: “¿Por qué ama usted a sus hijos?” Aquél padre pensó por un momento y res-pondió: “Porque son míos”. Dios es nuestro Padre y en Cristo Jesús su Hijo él nos ama y nos salva. La Biblia dice: Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Pero si alguno hubiera pecado, Abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo el Justo” (1 Juan 2:1).

VI. EL PROPICIATORIOEn el lugar Santísimo había una pequeña caja revestida de oro

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llamada “arca de la alianza”. Sobre el arca había una tapa llamada pro-piciatorio. Una vez por año el sumo sacerdote asperjaba sangre del sacrifico sobre ese propiciatorio, para enseñar la solemne lección de que los pecados sólo pueden ser removidos con la sangre del sacrificio. Cristo, el supremo sacrificio, demostró su amor por nosotros, al morir en la cruz para darnos perdón y reconciliarnos con Dios. Aquí podemos contemplar y reflexionar sobre el amor infinito de Dios.

VII. EL ARCAEl arca contenía los diez mandamientos de la Ley de Dios. En

esta ley está la receta para la felicidad verdadera. Al darnos su ley Dios también nos da la disposición y las fuerzas para obedecerla. Al recon-ciliarnos con Dios somos llamados para una vida de acuerdo con su voluntad.

CONCLUSIÓNIlustración: Décadas atrás hubo en Chicago una reunión de los

representantes de las religiones del mundo. Prácticamente todas las religiones conocidas de aquella época estaban allí representadas. Un representante de cada grupo recibió la oportunidad de hablar en nom-bre de su religión para explicar en qué creían y por qué su grupo era una religión mundialmente relevante. Durante una sesión, el represen-tante cristiano se dirigió al plenario y dijo: “Caballeros, permítanme presentarles a una mujer que padece de gran tristeza. Tiene manchas de sangre en sus manos y nada las removerá. La sangre es de asesinato y nada puede quitar las manchas. Ella está desesperada y angustiada. ¿Existe alguna cosa en la religión de ustedes que pueda remover el pecado de esta mujer y darle paz? Un silencio descendió sobre la re-unión, mientras el orador miraba de un lado para otro buscando una respuesta. Ningún representante de las otras religiones allí presentes respondió. Eso era de esperar, porque todas ellas enseñan que sólo las buenas obras pueden ganar aquel tipo de paz. Y, ¿quién podría hacer algo suficientemente bueno en la vida para exceder en valor al mal del asesinato? Elevando los ojos al cielo el representante cristiano exclamó:

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“Voy a hacer la pregunta a otro: Juan, ¿le puede decir a esta mujer como puede librarse del terrible pecado? El orador cristiano esperó como si escuchaba una respuesta. De repente, dijo “Escuchen, Juan va a hablar: “La sangre de Jesús, su Hijo nos purifica de todo pecado” (1 Juan 1:7).

Amigos, el santuario enseña que por nosotros mismos no pode-mos ser suficientemente buenos para alcanzar la paz verdadera. Nece-sitamos de Dios y del perdón que Él ofrece mediante el sacrificio de su Hijo Jesucristo. Necesitamos que la sangre de Jesús nos purifique de la maldad de este mundo en que vivimos. Precisamos de Dios para que nos sustente, e ilumine nuestro camino, dándonos vida, amor y felicidad.

LLAMADOMi querido amigo, estamos aquí para decirle que hay un futuro

con esperanza para usted. En Jesucristo Dios ofrece perdón, pureza, sustento, luz, amor, vida y felicidad. En nuestros próximos encuentros vamos a abordar cada uno de estos temas para que usted y su familia vivan en la esperanza de días mejores y en la certeza de un futuro ma-ravilloso preparado por Dios para ustedes. ¿Quiere vivir una vida más feliz, una vida con poder para enfrentar los problemas de cada día? Lo invito a disfrutar un futuro con esperanza. Venga en las próximas reuniones para recibir los mensajes de esperanza que Dios ofrece para usted y su familia.

Aquellos que desean recibir esta invitación divina y acompañar-nos en esta semana levanten ahora su mano.

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2. ESPERANZA DE PERDÓNINTRODUCCIÓN:

Ilustración: En una sangrienta batalla en la Segunda Guerra mundial, un batallón de soldados aliados fue capturado por el enemi-go y someti do a trabajos forzados en el campo. Una tarde algo extraño sucedió: Faltaba una pala. El ofi cial encargado de los prisioneros se puso furioso y exigió la presencia de la herramienta que había des-aparecido. Como nadie se presentaba con la pala, el ofi cial enfureci-do amenazó con matar a todos. Los prisioneros sabían que el ofi cial hablaba la verdad. Después de algunos momentos de intensa presión psicológica, uno de los prisioneros dio un paso al frente. El ofi cial largó el arma y usando la pala, golpeó al prisionero hasta la muerte. Los compañeros se encargaron del cuerpo ensangrentado del colega e hi-cieron un recuento de las herramientas. Para sorpresa y espanto de todos, ninguna herramienta había desaparecido. Hubo un error en la primera cuenta. La noti cia se desparramó como reguera de pólvora por el campamento: un hombre inocente estuvo dispuesto a morir por salvar a los colegas! Aquél incidente causó una profunda impresión en aquellos soldados y de allí en adelante comenzaron a tratarse unos a otros como hermanos.

Cuando los aliados fi nalmente invadieron aquél campo de prisio-neros, los papeles se invirti eron. Ahora los enemigos fueron los prisio-neros y la venganza podría realizarse. Pero en lugar de la revancha, los prisioneros recién liberados exclamaron: No más odio. No más muer-tes, lo que más necesitamos ahora es el perdón.

Queridos amigos, en nuestro mundo marcado por el odio y por la venganza, en una sociedad en que impera la voluntad y el deseo de los más fuertes; cuando las relaciones familiares están a punto de rom-perse y las personas a quiénes más amamos se apartan de nosotros, lo que más necesitamos es el perdón. Querido amigo, querida amiga. Hay esperanza de perdón. Esta es una de las lecciones más profundas que

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aprendemos en el santuario israelita. El santuario habla del precio y la disponibilidad del perdón. Allí aprendemos que el perdón cuesta la vida de un substituto inocente y está disponible para que podamos recuperar una conciencia tranquila y la seguridad de una vida al lado de Dios.

Vamos a estudiar ahora cómo la esperanza del perdón se en-señaba en el santuario mediante el rito del sacrificio en el altar de los holocaustos y cómo esa esperanza puede hacer la diferencia en nues-tra vida hoy.

DESARROLLOEl primer mueble que encontramos en nuestro camino hacia el

santuario es el altar del sacrificio. Ahí el pecador traía al inocente ani-mal, sobre el animal confesaba su pecado, y finalmente sacrificaba al animal para recibir el perdón de los pecados. El sacerdote recibía la sangre del animal y la derramaba en la base del altar y seguidamente consumía una porción de la carne del sacrificio o, en algunos casos, sólo llevaba la sangre para el interior del santuario. Por medio de ese rito el pecador recibía el perdón y el sacerdote asumía la responsabi-lidad que el pecado fuera perdonado. Y mediante la aspersión de la sangre en el interior del santuario, el pecado permanecía allí hasta el día que se quitaba definitivamente. Ese sacrificio era muy importante para enseñar tres lecciones fundamentales.

I. LAS LECCIONES DEL ALTARA. Primera lección: Las cosas equivocadas que hacemos, los pe-

cados que cometemos tienen consecuencias extremadamente graves. Esas acciones ofenden a Dios que nos creó para una vida feliz de obe-diencia. Con frecuencia los errores que cometemos hieren a otras per-sonas quienes deberían recibir nuestro amor y nuestra amistad. ¡Qué terrible es el pecado! Sus consecuencias son familias divididas, niños abandonados y los más diversos y horribles crímenes.

B. Segunda Lección: El sacrificio del altar, además de mostrar que el pecado era algo muy serio, enseñaba que el precio del perdón era la muerte del animal inocente. Había esperanza de perdón para los

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pecadores, pero el precio del pecado debía ser pagado por una víctima inocente. En otras palabras, una víctima inocente debía recibir un cas-tigo en lugar del pecador para que éste pudiese recibir el perdón.

C. Tercera lección: El sacrificio enseñaba que por nosotros mis-mos no podemos obtener perdón. Necesitamos de un mediador. Todo lo que el pecador podía hacer era confesar el pecado y quitar la vida del animal. A partir de ese momento, era el sacerdote quien represen-taba al pecador delante de Dios y ejecutaba los ritos que terminaban registrando el pecado en el santuario. Por medio de los ritos de sacrifi-cios realizados en el altar, se enseñaba claramente la necesidad de un mediador, un intercesor.

Mis queridos amigos, este sistema de ceremonias y sacrificios tenía el propósito de apuntar para Cristo y la obra que el Salvador del mundo realizaría en la cruz del Calvario y en el cielo a favor de cada uno de nosotros. Cada animal sacrificado en el altar del santuario era una representación de Cristo que un día moriría en nuestro lugar para darnos el perdón. Al mismo tiempo, Cristo es el sacerdote que hoy in-tercede por nosotros delante de Dios en el templo celestial.

Cuando Juan el Bautista vio a Jesús aproximarse exclamó: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Cristo es el cordero muerto en la cruz para darnos perdón. Por eso en esta Semana Santa, cuando el mundo cristiano recuerda el sacrificio de Cristo, queremos decirles que existe esperanza de perdón. Cristo el cordero de Dios murió para ocupar su lugar y mi lugar y darnos el perdón de nuestros pecados.

Quiero invitarlo a recibir y experimentar ese perdón. Hay tres pasos importantes que necesitamos dar para experimentar el perdón que Dios nos ofrece.

II. LA EXPERIENCIA DEL PERDÓNA. Primer Paso: “Si decimos que no tenemos pecado, nos enga-

ñamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1:8). El primer paso es admitir que somos pecadores. La Biblia enseña que somos pecadores y necesitamos de perdón. Veamos algunos pasajes:

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“¿Quién puede decir: Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado?” (Prov. 20:9)

“Ciertamente no hay en la tierra hombre tan justo, que haga el bien y nunca peque.” (Eclesiastés 7:20).

“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos no-sotros” (Isaías 53:6).

“Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).

La Biblia es clara. El pecado es una realidad que no puede ser ne-gada, sus consecuencias, tristezas, sufrimiento y muerte, afectan toda la raza humana. Es por eso que todos necesitamos del perdón que Cristo ofrece. Si usted se siente un pecador, si ya hizo o está haciendo cosas equivocadas en la vida, si personas ya sufren por causa de actitu-des o actos que usted cometió, yo quiero decirle que existe esperanza de perdón para usted. Este es el mensaje de la Palabra de Dios.

B. Segundo Paso: “Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de consuelo” (Hechos 3:19). Sin arrepentimiento no hay perdón.

Ilustración: Algunos años atrás un asesino fue condenado a muerte. El hermano del asesino, con quien el estado tenía una deuda de gratitud por servicios prestados, pidió al gobernador que perdonara a su hermano. El perdón fue concedido y aquél hombre fue a la pri-sión a visitar a su hermano con el perdón en su bolso. “¿Qué harías, le preguntó al hermano prisionero, si recibieras el perdón? “La primera cosa que haría, respondió el prisionero, sería encontrar al juez que me condenó y lo mataría, y la siguiente cosa que haría sería buscar a la testigo principal para matarla también.” El hermano se levantó y dejó la prisión con el perdón aún en el bolso.

C. Tercer Paso: La Biblia nos dice que “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiar-nos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Por tanto, el tercer paso para ex-

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perimentar el perdón es la confesión. Es la confesión que marca un nuevo comienzo en nuestra vida.

La confesión trae perdón mediante la aceptación y reconoci-miento de lo que Jesús pagó en la cruz. En la cruz Jesús garantizó un nuevo comienza para nuestra vida. Él pagó la penalidad de la muerte para purificar nuestra vida. Confesar es la oportunidad para expresar el reconocimiento de que necesitamos de perdón. ¿Qué beneficio re-cibe Dios con nuestra confesión? Ninguno. Él ya conoce el pecado que está en nuestra vida, Él conoce nuestra condición de pecador. Él nos vio cometer un pecado tras otro. La confesión es para que vayamos y reconozcamos nuestra dependencia de Él. Dios quiere que nosotros dependamos de Él. La Biblia dice que somos ovejas sin pastor, pues nuestra naturaleza está en rebelión contra Dios. Confesar es recono-cer que aceptamos la muerte de Cristo en la cruz como la paga por nuestro pecado. Confesar entonces, es el resultado de comprender nuestra depravación y nuestra dependencia de Dios para solucionar nuestro problema de pecado y obtener el perdón que se alcanza por la muerte del hijo de Dios, Jesucristo.

CONCLUSIÓNIlustración: En 1830 George Wilson fue condenado a la horca

por robar los correos de los Estados Unidos y por asesinato. El pre-sidente americano en esa época, Andrew Jackson, emitió un perdón para Wilson, pero él se rehusó a aceptarlo. El asunto fue a la suprema corte, que concluyó que Wilson debía ser ejecutado. “Un perdón es un pedazo de papel”, escribió el juez, “cuyo valor lo determina la acepta-ción del perdón de la persona a ser perdonada. Perdón rehusado no es perdón. George Wilson debe ser ahorcado.”

Apreciado amigo, aquí hablamos sobre la esperanza del per-dón porque queremos que usted salga de este encuentro con la se-guridad del perdón. Pero usted necesita aceptar este perdón.

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LLAMADOSi usted hizo cosas de la cuales siente tristeza, si usted participó

de situaciones que ahora le afligen la conciencia, si usted lastimó a otras personas con actitudes o hechos equivocados, extienda ahora su mano para Cristo. Confiese sus pecados y acepte el perdón que Cristo ofrece en este exacto momento. Hay un amor infinito para perdonar y restaurar su vida. Acepte el perdón que Dios le quiere dar en esta noche, mediante el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario.

¿Quién desea recibir el perdón divino? Levántese para una oración.

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3. ESPERANZA DE PUREZAINTRODUCCIÓN

En el últi mo encuentro hablamos sobre el altar de sacrifi cios y el perdón que Dios nos ofrece en Cristo Jesús. Ahora, conti nuando nues-tra visita al anti guo santuario israelita, necesitamos refl exionar sobre las lecciones que enseña la fuente de bronce. En esta fuente con agua los sacerdotes debían purifi carse antes de ministrar en el altar o entrar en el santuario. La enseñanza básica de la fuente es acerca de la pureza que Dios pide de aquellos que se aproximan a Él. Al usar el agua de la fuente para purifi carse los sacerdotes estaban enseñando al pueblo que Dios no sólo nos perdona en el altar, sino que también renueva el pecado de nuestra vida.

Ilustración: Después de una noche de violenta tempestad, un gran árbol, que a lo largo de los años se transformó en un imponente gigante, fue derrumbado en medio de un parque. En el lugar donde el árbol se había erguido majestuoso, quedó sólo un tronco quebrado. Un examen detallado mostró que el árbol estaba debilitado por dentro. Millares de pequeños insectos habían corroído su interior.

La ruina de aquél árbol no la causó la tempestad repenti na que se abati ó sobre él. El debilitamiento de aquél árbol frondoso comenzó en el momento en que el primer insecto penetró en su corteza. Mis queridos amigos, cuando los insectos de odio, de venganza, de envi-dia, de pornografí a, de codicia y de otros pensamientos malos inva-den nuestra mente, destruyen nuestra vida, nuestra familia, nuestras relaciones. Necesitamos de pureza para que los insectos de los malos pensamientos, de las malas intenciones y de las malas acciones no co-rroan nuestra vida.

En el santuario recibimos la esperanza de pureza y la Biblia nos aconseja e instruye acerca de cómo alcanzar la pureza que Dios pide de nosotros.

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La Palabra de Dios expresa la necesidad de ser purificados de nuestros pecados. Al recibir el perdón, Dios también quiere darnos la pureza para vivir como sus hijos en medio de una sociedad cada vez más contaminada e impura. Los escritores de la Biblia expresan en va-rios lugares el deseo de ser purificados por Dios. David al percibir su necesidad de pureza, oró a Dios: “¡Lávame más y más de mi maldad y límpiame de mi pecado!” (Salmo 51:2). En otro salmo encontramos esta oración: “¿Quién puede discernir sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias, que no se enseñoreen de mí. Entonces seré íntegro y estaré libre de gran rebelión” (Salmo 19:12,13).

DESARROLLOApreciado amigo, al contemplar la fuente de agua percibimos

una lección de pureza y de santidad. Hay esperanza de pureza para cada uno de nosotros. Abramos la Palabra de Dios en 1 Juan 3:1-3. “Mi-rad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos se-mejantes a él, porque lo veremos tal como él es. Y todo aquel que tie-ne esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”.

“La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a toda la humanidad, y nos enseña que, renunciando a la impiedad y a los de-seos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, mientras aguardamos la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Él se dio a sí mis-mo por nosotros para redimirnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:11-14). Dios quiere que cultivemos la pureza de mente, pureza de cuerpo y pureza en nuestras relaciones.

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I. PUREZA DE MENTEEl primer aspecto que necesitamos analizar es la pureza de la

mente. Es en la mente y en el corazón, donde nacen los deseos y las tendencias que van a controlar nuestra vida y determinar nuestro des-tino.

Si sembramos un pensamiento, cosecharemos un acto;Si sembramos un acto, cosecharemos un hábito;Si sembramos un hábito, cosecharemos un carácter;Si sembramos un carácter, cosecharemos un destino.

Ilustración: Albert Einstein, uno de los padres de la bomba ató-mica, habló en una conferencia ocurrida en 1948, sobre la naturaleza del hombre en relación al mundo: “El verdadero problema está en los corazones y pensamientos de los hombres. No es un problema físico sino ético… Lo que nos asusta no es la fuerza explosiva de la bomba atómica, sino el poder de la maldad del corazón humano”.

Los noticieros de la televisión, de la radio, los diarios y la internet informan sobre tantas atrocidades cometidas por seres humano con-tra otros seres humanos. Y cuando tomamos conocimiento de algunas crueldades practicadas por padres contra hijos, maridos contra espo-sas, y otros tipos de violencia doméstica y en la sociedad en general, nos cuesta creer que seres humanos practiquen tales barbaridades. Apreciados amigos, la maldad y la violencia antes de manifestarse fí-sicamente en agresión al prójimo, nacen en la mente y en el corazón. El consejo de la Palabra de Dios es que debemos cuidar de nuestro corazón. El libro bíblico de Proverbios declara: “Sobre toda cosa que guardes, guarda tu corazón, porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23). El apóstol Pablo también nos aconseja: “…llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5).

II. PUREZA DEL CUERPOEl segundo aspecto es la pureza de nuestro cuerpo. En 1 Corin-

tios 6:19, 20, la Biblia declara: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es tem-plo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual habéis recibido

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de Dios, y que no sois vuestros?, pues habéis sido comprados por pre-cio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. La Palabra de Dios nos alerta acerca del deber de cuidar nuestro cuerpo, mantenerlo limpio y puro de cosas que per-judican la salud. Amigos, cuidemos de nuestro cuerpo pues tiene un extraordinario valor.

Ilustración: Un bioquímico de la Universidad de Yale (Estados Unidos) descubrió que el cuerpo humano vale unos seis millones de dó-lares. Vean los precios: Un gramo de hemoglobina cuesta U$S 285,00; un gramo de insulina U$S 47,50; un gramo de tripsina purificada (una enzima que actúa en las proteínas) U$S 36,00; la bilirrubina, pigmento de la bilis cuesta U$S 12,00 el gramo; el ADN humano cuesta U$S 76,00; el colágeno U$S 15,00; la albumina humana U$S 3.00. Algunos com-ponentes menos comunes: acetato quinase, substancia que activa una enzima, cuesta U$S 8.860.00 cada gramo; la fosfatasa alcalina cuesta U$S 225,00 el gramo; el ácido hialurónico, sustancia de cemento de los tejidos, U$S 175,00; bradiquinina (aminoácido) U$S12.000,00. Fue un choque cuando él llegó a la hormona estimulante del folículo: U$S 8 millones un gramo. La prolactina, hormona que estimula la producción de leche en la glándula del pecho, cuesta U$S 17,5 millones un gramo. Calculando el porcentaje de cada sustancia química en la composición del cuerpo humano, Morowitz llegó al valor medio de U$S 254,54 por cada gramo de cuerpo humano. Esto significa que una persona que pesa 79 kg. y 364 gramos, y considerando que el ser humano consis-te en 68% de agua, tiene un peso “seco” de 24 kilos y 436 gramos. Multiplicado 24.436 gramos por U$S 245,54 llegamos al valor de U$S 6.000.015,44.

Sin embargo apreciados amigos, de acuerdo con la Biblia nues-tro cuerpo tiene un valor infinitamente mayor que los seis millones de dólares atribuidos a sus componentes químicos. El precio de nuestro cuerpo fue la sangre de Jesús derramada en la cruz del calvario. Por lo tanto nuestro valor no viene de las sustancias químicas que forman nuestro cuerpo o de cualquier posición social o cargo que ocupamos en la sociedad, sino de la sangre de Jesús. Como dice la Biblia: “Y no

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por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia san-gre, entró una vez para siempre en el lugar santísimo, habiendo obte-nido eterna redención” (Heb. 9:12). Comprado por un precio infinito, nuestro cuerpo pertenece a Dios. No nos pertenece porque fue com-prado por Cristo. Jesús nos compró con su sangre para que el Espíritu Santo habite en nosotros.

¡Qué privilegio! Cristo compró nuestro cuerpo para que tenga-mos más salud y vivamos una vida más feliz. Pero este privilegio trae una responsabilidad solemne: debemos abstenernos de hábitos y ali-mentos perjudiciales para nuestra salud. Algunos hábitos como fumar, consumir bebidas alcohólicas, y otros tipos de drogas causan daños pro-fundos a nuestro cuerpo. Alimentos con mucha grasa por ejemplo, per-judican la salud provocando daños en las arterias y causando una serie de enfermedades, inclusive graves problemas de pulmón y de corazón. Por eso estimados amigos, Dios pide que vivamos una vida de pureza en nuestro estilo de vida. Dios no pide eso para privarnos de cosas buenas o por capricho, todo lo contrario: Dios quiere que tengamos salud para que podamos disfrutar de relaciones saludables, que podamos cuidar mejor de nuestra familia, y para que vivamos una vida más feliz y pla-centera con el Espíritu Santo de Dios habitando en nuestro cuerpo.

III. PUREZA EN LAS RELACIONESEl tercer aspecto de la pureza tiene que ver con nuestras rela-

ciones.Ilustración: Un importante periódico ofreció una gran cantidad de

dinero a quien diese la mejor respuesta a la siguiente pregunta: “¿Cuál es el camino más corto a Londres?” La respuesta vencedora fue la si-guiente: “El camino más corto para Londres es una buena compañía”.

Buenas compañías, buenas amistades, pueden ser grandes ben-diciones en nuestra vida. Los buenos amigos nos animan, nos alientan y nos dan deseos de vivir. Especialmente aquellos amigos que temen a Dios serán bendición para los que los rodean. Por otro lado, cuando nos asociamos con personas no comprometidas con un estilo de vida de bondad e integridad, podemos pagar un precio elevado. Cuántas

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personas se envuelven en terribles problemas y hasta en una vida de crímenes debido a influencias negativas provocadas por amistades im-propias.

Por lo tanto, resulta obvio que las amistades que elegimos ejer-cen una profunda influencia sobre nuestra vida, tanto para bien como para mal. La Biblia tiene muchas orientaciones para que podamos ele-gir sabiamente nuestras amistades. El salmo 1 afirma: “Bienaventura-do el varón [la mujer] que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado” (Salmo 1:1). El libro de Proverbios aconseja: “Dejad vuestras ingenui-dades y viviréis; y andad por el camino de la inteligencia” (Prov. 9:6). San Pablo nos advierte de no unirnos con personas que desprecian a Dios. “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión, la luz con las tinieblas? ¿Qué armonía puede haber entre Cristo y Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Y vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: ‘Habitaré y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo’. Por lo cual, ‘Salid de en medio de ellos y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo impuro; y yo os recibiré y seré para voso-tros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas’, dice el Señor Todo-poderoso” (2 Cor. 6:14-18).

Dios quiere nuestro bien, por eso Él nos aconseja elegir con mu-cho cuidado nuestras amistades. Eso no significa que tengamos que vivir una vida de aislamiento y nos apartemos de la vida social. Lo que la Palabra de Dios nos dice es que debemos cuidar de no asociarnos voluntariamente con personas que rechazan a Dios y viven practicando crímenes, para que no seamos influenciados por ellas. Si usted conoce personas así, ore por ellas para que reconozcan su necesidad de Cristo. Pero no se asocie con ellas voluntariamente para compartir su vida, porque como dice el dicho popular: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.

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Sí, amigos, la pureza que Dios pide de nosotros se aplica tam-bién a nuestras relaciones. Preservemos la pureza de nuestras relacio-nes eligiendo con cuidado nuestros amigos.

CONCLUSIÓN

Si usted piensa que es imposible vivir una vida pura en medio de un mundo impuro y de una sociedad que rechaza a Dios, si usted piensa que la pureza es un ideal que jamás podrá alcanzar, permítame decirle una cosa: La pureza no puede ser alcanzada por nuestro poder, solamente Dios puede darnos poder para vencer la impureza en nues-tra vida. Solamente Dios puede ayudarnos a vencer los malos hábitos que perjudican nuestra salud.

La pureza nos lleva a un estilo de vida cada vez más maduro. Aunque resulte difícil ser puro en un mundo impuro, podemos avanzar y progresar constantemente hacia una vida de pureza con Dios. Pídale a Dios el poder del Espíritu Santo para abandonar un hábito hoy, otro mañana, y así poco a poco irá avanzando en dirección al ideal de pure-za y santidad que Dios desea para nuestra vida.

Ilustración: Una persona muy preocupada con la pureza declaró lo siguiente: “Yo no soy lo que podría ser, no soy lo que debería ser, no soy lo que deseo ser, y no soy lo que espero ser, pero agradezco a Dios porque no soy lo que era, y puedo decir con el gran apóstol San Pablo: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy…” (1 Cor. 1510).

No importa quién era usted o dónde estaba. Para Dios lo que interesa es para dónde está yendo y en quién se está transformando.

LLAMADOUsted puede comenzar una vida nueva con Cristo ahora, una

vida de pureza, una vida en la esperanza de verlo regresar muy pronto para darle un hogar de amor y eterna felicidad. ¿Quiere tomar esta noche la decisión de vivir una vida cada vez más pura? ¿Quiere ser lavado y purificado por Cristo? ¿Quiere hacer un compromiso con Dios de abandonar algún hábito o vicio perjudicial para su salud? Levante su mano en este momento.

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4. ESPERANZA DE SUSTENTOINTRODUCCIÓN

Al entrar en el primer comparti mento del santuario, llamado el lugar santo, encontramos la mesa con los doce panes. Esos eran lla-mados los panes de la Presencia, pues deberían ser cambiados cada sábado, cuando eran susti tuidos por otros nuevos. La mesa con los panes proporciona la idea de alimento y sustento. La mesa con los pa-nes enseñaba la lección de que Dios es el supremo proveedor de las necesidades materiales y espirituales de su pueblo.

Ilustración: Una famosa consejera acostumbraba recibir cerca de 10.000 cartas por mes de personas con problemas. Cuando se le preguntó sobre cuál era el problema que predominaba, ella declaró que el mayor problema de las personas era el miedo.

Las personas ti enen miedo de perder la salud, la riqueza, los fa-miliares. En fi n, las personas ti enen miedo de la propia vida. En efecto, uno de los grandes problemas que afectan a las personas hoy es el miedo. Las personas están ansiosas, temerosas de no conseguir sus-tentarse a sí mismas o a su familia debido a un salario bajo. Otros ti e-nen miedo al desempleo. Otros están bien materialmente, pero en-frentan profundos problemas espirituales y emocionales, y se debaten para encontrar un signifi cado para la vida; están buscando una razón para vivir.

Amigos, estamos aquí esta noche para decirles que existe espe-ranza para vencer los miedos que nos asaltan, porque nuestro Dios es Dios que sustenta a sus hijos y él promete sati sfacer nuestras necesi-dades materiales y espirituales.

La mesa con los panes en el lugar santo del santuario, enseña-ba al pueblo a tener confi anza en Dios, para el sustento diario de sus necesidades fí sicas y espirituales. Al refl exionar sobre esa mesa con panes en el santuario, aprendemos que los esfuerzos humanos son

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importantes y necesarios, pero en última instancia, es Dios que provee nuestro sustento material y espiritual.

Apreciado amigo, ¿usted está preocupado con su situación fi-nanciera, su empleo, su salario, o con las necesidades de su familia? ¿Está ansioso por el futuro ante tantas incertidumbres? Quiero decir-les que hay un mensaje de esperanza para usted esta noche. Nuestro Dios es el Dios de la provisión, y Dios del sustento. El es el Dios de la mesa con abundancia, el Dios dispuesto a suplir las necesidades mate-riales y espirituales de su pueblo.

Mis amigos, hay esperanza de sustento y de provisión para todos nosotros. Dios quiere derramar su bendición sobre usted y su familia. Al hablar a las personas preocupadas y ansiosas Jesús les dice: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y, sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? (Mat. 6:26).

Hay esperanza de sustento. Veamos lo que la Palabra de Dios nos enseña sobre el cuidado de Dios por nosotros. Examinemos la Bi-blia para alimentarnos de las promesas de Dios para nuestra vida. Vea-mos lo que Dios promete hacer por nuestras necesidades materiales y espirituales.

DESARROLLOUna de las grandes promesas de la Biblia es la promesa de que

Dios puede satisfacer nuestras necesidades. El apóstol San Pedro escri-bió que podemos confiar en Dios, “Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7). Dios también promete el alimento espiritual para fortalecer nuestra relación con él y así ser mejores personas. Si el hambre de alimento físico es una infe-liz realidad en nuestro mundo, el hambre espiritual también tiene sus víctimas. La Biblia habla de un tiempo en que habrá una grande ham-bre, no hambre de pan, sino hambre de oír la Palabra del Señor (Amós 8:11-12). Así como nuestro cuerpo precisa de alimento físico para so-brevivir, nuestra naturaleza espiritual necesita ser alimentada con las verdades de la Palabra de Dios. Como dice la Biblia en el libro de Deu-

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teronomio: “no sólo de pan vivirá el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre. (Deut. 8:3, cf. Mat.4:4).

I. CONFIANZAHay tres actitudes que debemos desarrollar para disfrutar de las

promesas de Dios. La primera es la confianza. La Palabra de Dios nos exhorta a confiar en Dios. “Confía en Jehová y haz el bien; habitarás en la tierra y te apacentarás de la verdad” (Salmo 37:3). La confianza en Dios es fundamental para desarrollar una expectativa optimista delan-te de los desafíos y problemas de la vida. En el mundo en que vivimos precisamos enfrentar dificultades y desafíos, pero nunca debemos olvidar que Dios prometió estar con nosotros. En el libro del profeta Isaías Dios nos dice: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te que-marás ni la llama arderá en ti” (Isa. 43:2).

Ilustración: Un grupo de científicos y botánicos estaba explo-rando regiones remotas de una cordillera de montañas en busca de nuevas especies de flores. Un día ellos notaron a través de sus bino-culares una flor de tal rareza y belleza que su valor para la ciencia era incalculable. Pero la planta estaba en el fondo de un precipicio. Un niño curioso estaba cerca de ahí mirando todo y los científicos le hicieron la propuesta de pagarle bien si él descendía por una cuerda hasta el fondo del precipicio para recoger la flor que estaba allá abajo. El niño lanzó una mirada hasta el fondo del precipicio y dijo: “Espérenme que ya vuelvo”. Poco tiempo después el niño volvió acompañado de un se-ñor de cabellos grises. Aproximándose al jefe de la expedición el niño le dijo: “Yo voy a descender al precipicio y recoger la flor para ustedes si este hombre asegura la cuerda. Él es mi padre”.

Apreciado amigo/a, a veces enfrentamos dificultades y parece que tenemos que descender al precipicio de las necesidades mate-riales, del desempleo, de las deudas, y de otros problemas. Pero po-demos tener la seguridad: Dios asegura la cuerda para que podamos descender y subir con seguridad los precipicios de las dificultades y de las pruebas que enfrentamos.

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II. ALEGRÍALa segunda actitud es la alegría que debemos desarrollar para

disfrutar de las promesas de Dios. La Biblia dice que debemos alegrar-nos en el Señor. “Deléitate asimismo en Jehová y él te concederá las peticiones de tu corazón” (Salmo 37:4). Algunos gustan de los depor-tes, otros de la música, otros de la pesca. Cuando hacen estas cosas sienten una alegría, un sentimiento de satisfacción y felicidad tan gran-de, que parecen olvidar el resto de las cosas. La Biblia nos invita a tener alegría en Dios (Sal. 37:4). Esta no es una alegría banal y pasajera, sino la verdadera alegría, porque está enfocada en Dios y en la esperanza de sustento y bienestar que él nos ofrece.

Muchas personas buscan alegría en los lugares incorrectos y con personas equivocadas. Dios nos da la alegría del sustento, las bendicio-nes materiales y espirituales que hacen una vida feliz.

III. ENTREGALa tercera actitud es la entrega. “Encomienda a Jehová tu ca-

mino, confía en él y él hará” (Salmo 37:5). Alegrarse en Dios es tener placer en Dios, confiar en Él.

Cuando usted entrega su vida a Dios, Dios le entrega el mayor regalo que un ser humano puede recibir: Ser un hijo suyo. Jesús vino a suplir nuestras necesidades. El mismo Jesús, que ejerció poder curan-do enfermedades, resucitando muertos y multiplicando panes y peces para mitigar el hambre de las multitudes hambrientas, habla a su co-razón en esta noche diciendo: “Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás” (Juan 6:35). ¿Quiere entregar su vida a Jesús?

CONCLUSIÓNIlustración: Un mendigo detuvo a un abogado en la calle de una

gran ciudad y le pidió una limosna. Al mirar a aquél hombre mal ves-tido el abogado preguntó: “¿Lo conozco de algún lugar?” “Claro, mi nombre es Samuel, fuimos colegas en la escuela, hace años atrás”, res-

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pondió el mendigo. Sin más preguntas el abogado llenó un cheque de mil reales. “Aquí tienes, toma esto y recomienza tu vida. Yo no quiero saber lo que sucedió en el pasado, el futuro es lo que importa”. Y al decir estas palabras, el abogado se fue.

Con lágrimas en los ojos el mendigo fue a un banco. Parado en la puerta él miró a través del vidrio a los cajeros bien vestidos y el in-terior del banco limpio. Después miró los trapos inmundos que vestía. “Ellos no aceptarán de mi este cheque. Van a decir que yo falsifiqué el cheque, murmuró el mendigo mientras salía del banco con el cheque en el bolsillo.

Al día siguiente los dos hombres se reencontraron. “Hola Samuel! ¿Qué hiciste con el cheque que te di? ¿Lo gastaste en el juego? ¿Lo gas-taste en la bebida? “No, le dijo el mendigo, mientras sacaba el cheque del bolsillo y explicaba por qué no lo había cobrado. “Escucha, dijo el abogado, el valor de este cheque no depende de tu ropa sucia, sino de mi firma en él. Ahora vuelve al banco y cobra el dinero”.

Amigos, Dios colocó su firma en el cheque de sus promesas. A veces parece que estamos abandonados y nada va bien en nuestra vida. Pero Dios tiene promesas extraordinarias para cada uno de noso-tros. Basta confiar en Él y entregar nuestra vida en sus manos. LLAMADO

Apreciado amigo, el Dios que lo llama en este momento es el Dios de las provisiones, del sustento, de la mesa con los panes. Él quie-re darle las bendiciones del sustento material y también de las dádivas espirituales que lo harán una persona más feliz. ¿Quisiera en este mo-mento entregar su vida en las manos de Dios? ¿Quisiera confiar en las promesas de la Palabra de Dios y recibir las bendiciones de una vida mejor?

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5. ESPERANZA DE LUZINTRODUCCIÓN

El Santuario israelita contenía un candelabro con siete lámparas para iluminar el ambiente y enseñar algo importante sobre el plan de salvación. La creación del mundo comenzó con la creación de la luz: “¡Haya luz!” fue la orden divina, y la ti erra oscura y caóti ca comenzó a tomar forma al recibir la luz. La luz en el santuario simbolizaba la pre-sencia divina y apuntaba a Jesucristo, la luz del mundo.

DESARROLLOQueridos amigos, necesitamos de luz, no solamente de la luz so-

lar. Necesitamos de la luz espiritual. En la Biblia se usa la luz para sim-bolizar a Cristo. Isaías se refi rió al Mesías como la luz: “El pueblo que andaba en ti nieblas vio gran luz; a los que moraban en ti erra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos” (Isa. 9:2). Zacarías, el padre de Juan el Bauti sta profeti zó sobre el niño Jesús: “como por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en ti nieblas y en sombra de muerte, para encaminar nuestros pies por camino de paz” (Lucas 1:78, 79). Cuando el bebé Jesús fue llevado al Templo para su dedicación y Simón lo tomó en los brazos (según está registrado en Lucas 2:32), él se refi rió a Jesús de esta manera: “luz para revelación a los genti les y gloria de tu pueblo Israel”. El apóstol Juan escribió en relación a Cristo que “en él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Juan 1:4).

Necesitamos de la luz de Cristo para poder caminar a través de la oscuridad de este mundo. En esta noche quiero comparti r con us-tedes algunas de las funciones de la luz y ver cómo Jesucristo ejecuta cada una de ellas en nuestra vida.

Los invito a buscar el texto de Juan 8:12: “Otra vez Jesús les ha-bló, diciendo: --Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en ti nieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Esta es una declaración muy

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valiente de parte de Jesús: “Yo soy la luz del mundo”. ¿En quién piensa cuando alguien le dice: “Yo soy tu luz”? ¿Piensa en una persona que lo ilumina? ¿Piensa en alguien que lo llena de alegría y felicidad? ¿En qué sentido Jesús es la luz del mundo? ¿Cómo puede traer Jesús luz y vida a cada persona de este mundo? En la Biblia la luz representa la presencia divina y la salvación. La luz que emana de Cristo revela, sana, e ilumina. La luz de Cristo revela nuestra condición, sana nuestros ma-les e ilumina nuestro camino. Vamos a reflexionar más detalladamente sobre cada una de estas funciones de la luz de Cristo.

I. LA LUZ REVELALa luz revela. Jesús dice que a algunas personas no les gusta la

luz. “Pues todo aquel que hace lo malo detesta la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean puestas al descubierto. Pero el que prac-tica la verdad viene a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras son hechas en Dios” (Juan 3:20, 21). Si se mantiene un pedazo de madera en un lugar oscuro, todos los tipos de insectos se esconderán debajo de él. Pero si se expone a la luz, los insectos huirán porque ellos aman la oscuridad y detestan la luz. Así ocurre con nuestro corazón, si no tenemos a Jesús, la Luz del mundo, nuestro corazón tendrá oscuri-dad y se desarrollarán en él los pensamientos malos y las intenciones malas. Sin embargo, en el momento en que recibimos a Cristo, los in-sectos de maldad huyen.

La luz nos ayuda a ver lo que está errado en nuestra vida para que podamos corregirlo. Cuando aceptamos la luz que Cristo derrama sobre nosotros, podemos ver que efectivamente necesitamos de Dios para hacer de nosotros una nueva criatura. Jesús nos da la capacidad de administrar nuestra vida, y autonomía para tomar decisiones. Sola-mente cuando permitimos que él ilumine nuestra vida estaremos en condiciones de tomar decisiones correctas.

Apreciado amigo, usted necesita de la luz de Cristo para percibir

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lo que debe ser cambiado en su vida. Usted necesita de la luz de Cristo para permitir que Dios transforme su vida. Es posible que tenga malos hábitos que deben ser abandonados. Tal vez, tenga un temperamento que está perjudicando su relación con su esposa/esposo, sus hijos, sus padres. A veces los malos pensamientos invaden su mente. Reciba la luz de Cristo en su corazón, esa luz va a expulsar la oscuridad de su vida y lo transformará en una nueva persona. La Palabra de Dios promete que cuando recibimos la luz de Cristo en nuestro corazón las tinieblas desaparecen de nuestra vida y somos transformados por Dios. “Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciera la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimien-to de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Cor. 4:6). Dios no sólo expulsa las tinieblas de su vida, él establece morada en su corazón. Como dice el texto bíblico que acabamos de leer: Usted puede tener a Dios brillando en su corazón. ¡Qué promesa maravillosa!

II. LA LUZ SANALa luz es esencial para nuestra vida diaria. Pocos de nosotros

pensaríamos en transitar de noche por un camino extraño y poco co-nocido sin ningún tipo de iluminación. Hacerlo podría tener serias con-secuencias. A una persona normal no le gusta estar en un lugar oscuro, a no ser para dormir.

Ilustración: Hay una enfermedad producida por la falta de luz. Se la llama “Trastorno Afectivo Estacional”. Es un desorden causado por la falta de exposición a la luz solar, lo que altera la química del cerebro de una persona. Durante el otoño y meses de invierno en los lugares en que el día es muy corto, entra menos luz en los ojos. Esto impide la liberación de una importante sustancia química del cerebro llamada serotonina. Cuando no se libera la serotonina en cantidades suficientes, pueden aparecer síntomas de depresión. La melatonina que regula nuestro ciclo de sueño se libera en mayores cantidades agra-vando el estado depresivo. ¿Saben cómo se trata esta enfermedad? El tratamiento básico es la terapia de la luz. Es decir, que aumentando la exposición de una persona a la luz, determinadas sustancias químicas en el cerebro de la persona vuelven a los niveles normales, haciendo

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que los síntomas de la enfermedad disminuyan o desaparezcan.Si la terapia con la luz puede resolver problemas físicos, la luz

espiritual que dimana de Cristo tiene poder para solucionar los gra-ves problemas que afectan nuestra vida. “Más para vosotros, los que teméis mi nombre, nacerá el sol de justicia y en sus alas traerá salva-ción. Saldréis y saltaréis como becerros de la manada” (Mal. 4:2). Mis queridos amigos, la luz de Jesús es la terapia que necesitamos para curar los males espirituales que nos afligen.

III. LA LUZ GUÍA“Otra vez Jesús les habló, diciendo: --Yo soy la luz del mundo; el

que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12). Como la luz del mundo, Jesús es nuestro guía. Él no sólo nos muestra el camino en la oscuridad, también nos ofrece su consejo siempre que tengamos que tomar una decisión importante. Y el medio fundamental que Cristo utiliza para lanzar sus rayos de luz sobre nues-tro camino es su Palabra, la Biblia. El Salmo 119:105 declara: “Lámpara es a mis pies tu Palabra, y lumbrera a mi camino”.

Ilustración: Mientras hacía maniobras una nave de guerra notó una luz en la oscuridad de la noche neblinosa. Después de verificar las coordenadas de la luz, el capitán reconoció que el navío estaba en ca-mino de una colisión con un objeto según él era otro barco. El capitán dio instrucciones “Señales para el navío: Estamos en camino de colisio-nar y le aconsejo un cambio de 20 grados. Vino la respuesta: “Usted debe cambiar su curso en 20 grados”. “El capitán volvió a ordenar, “Yo soy un capitán, cambie 20 grados”. El otro respondió: “Yo soy un ma-rinero de segunda clase, pero es usted quien debe cambiar el rumbo en 20 grados”. A esa altura el capitán ya estaba furioso. Su señal otra vez ordenó: “Soy un navío de guerra, cambie el curso en 20 grados”. La respuesta vino inmediatamente: “Es usted quien debe cambiar, yo estoy en un faro”.

Algunas personas quieren cambiar la Biblia para ajustarla a su modo de vida. Sin embargo, la Biblia es el faro inmutable de Dios. Es la luz infalible de Jesucristo que nos muestra el camino. Por eso, nosotros somos los que debemos ajustar nuestra vida para andar de acuerdo con la voluntad de Jesús revelada en la Biblia.

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CONCLUSIÓNIlustración: Hay una historia acerca de cómo fueron descubier-

tas las famosas cavernas ubicadas al norte del Parque Nacional Ye-llowstone, en los Estados Unidos. Según la historia, uno de los primeros exploradores estaba caminando en la cumbre de una montaña y cayó en un hueco descendiendo por varios metros. El pobre hombre quedó encerrado en una oscuridad total durante una semana, sin comida y sin agua. Diariamente gritaba por socorro, esperando que alguien escu-chara su voz y descubriese que él estaba allí. Finalmente alguien pasó cerca y oyendo ese débil pedido de socorro, dio una mirada y encontró el hueco. Al rescatar al hombre, encontraron esta famosa y gigantesca caverna. Después le preguntaron: “¿Cómo pudo mantener la esperan-za día tras día en aquella oscuridad sin desistir?” El hombre respondió: “Había un pequeño rayo de luz que entraba por una pequeña abertura encima de mí y yo me mantuve fijo en aquella luz”.

Queridos amigos, muchos a nuestro alrededor están como aquél hombre en el fondo de la caverna, están en oscuridad, viviendo una vida de dolor y de miseria en busca de una salida. Jesús es la luz que al final del túnel ofrece una salida de esperanza para los problemas que usted enfrenta. En Cristo no hay ningún problema que no se pueda solucionar, por más complejo que sea. Él quiere darnos poder para enfrentar los problemas.

LLAMADOMi querido amigo/a, Jesús es el faro. Sígalo, Jesús es la luz. Ande en su

camino. Esta es la luz que revela, inspira, guía nuestra vida en el camino de la verdad. Quiero invitarlo a que usted permita que su vida sea guiada por la Luz del Mundo, Cristo Jesús. ¿Quiere en esta noche tomar la decisión de andar en la luz de Jesucristo? Levántese para que oremos por usted.

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6. ESPERANZA DE AMORINTRODUCCIÓN

Un mueble importante en el santuario era el altar del incienso. Se lo llamaba así porque en ese altar los sacerdotes conti nuamente quemaban incienso. El incienso llenaba el santuario con un suave aro-ma y difundía su fragancia por los alrededores del tabernáculo. En este altar, el sacerdote también ofrecía la sangre del sacrifi cio en favor de los pecadores. Mediante el rito del altar del incienso se enseñaban profundas lecciones al pueblo de Dios. Aplicar la sangre en el altar del incienso signifi caba registrar el pecado en el santuario hasta el día de la expiación, cuando, mediante ritos especiales el santuario era pu-rifi cado, y el pecado era lanzado defi niti vamente sobre la cabeza del originador del pecado.

Es importante resaltar, que la obra del sacerdote en el altar del incienso, era una anti cipación proféti ca de la obra de Cristo en el san-tuario celesti al en favor de los pecadores. Cristo murió por nuestros pecados y subió al cielo para ofrecer al Padre los méritos de su sangre derramada en la cruz del Clavario. Hoy, apreciado amigo, Cristo está en el santuario celesti al intercediendo por usted y por mí. Y la palabra que resume el ministerio en el altar del incienso es un término de cuatro letras: AMOR. Fue por su amor infi nito por cada uno de nosotros, que Cristo sufrió la muerte en la cruz, y después, subió al cielo para inter-ceder por nosotros. Fue por amor que Jesús vivió, murió y resucitó para librarnos del pecado y de la culpa. Fue gracias al amor infi nito de Dios manifestado en la cruz, que un día este planeta será purifi cado del pecado y de sus consecuencias.

DESARROLLOAbramos la Biblia en Juan 15:13. “Nadie ti ene mayor amor que

este, que uno ponga su vida por sus amigos”. La Biblia también dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su hijo unigénito para que todo aquél que en él crea, no se pierda, mas tenga vida eterna”.

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I. EL AMOR DE DIOS ES INCONDICIONALNo importa en qué circunstancias estemos viviendo o qué situa-

ciones estemos atravesando, el amor de Dios es incondicional. Dios no nos ama porque merecemos, sino porque su amor es incondicional. En Isaías 54:10 encontramos esta bella promesa de Dios para nosotros:

“Porque los montes se moverán y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia ni el pacto de mi paz se romperá dice Jehová, el que tiene misericordia de ti”. Y en otro pasaje del libro de Isaías, Dios nos promete: “Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, Ja-cob, y Formador tuyo, Israel: ‘No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te que-marás ni la llama arderá en ti” (Isa. 43:1,2).

II. EL AMOR DE DIOS ES TRANSFORMADORIlustración: Nicolau Cruz era el líder de una de las bandas más

peligrosas de Nueva York. Sus padres eran satanistas y abusaron bru-talmente de él. El se convirtió en un hombre duro, sin amor y lleno de odio. “Yo quería hacer a los demás lo que mi madre hizo conmigo”, dijo Nicolau. “Yo me sentía bien cuando lastimaba a las personas”. Pero en el fondo de su corazón no se sentía bien. “En la intimidad, cuando estaba solo, la soledad era como una mujer seductora que me arrastró para dentro de mi alma y me devoró. Me retorcía por dentro y luchaba. Yo me sentía tan perdido”.

Sólo dos personas vieron la condición desesperada del corazón de aquél joven. Uno era un psicólogo. “Él me dijo aproximadamente cinco veces: ‘Hay un lado oscuro en su vida que nadie puede penetrar. Nicolau, usted va a acabar en una silla eléctrica y en el infierno. No hay ninguna esperanza”.

El otro era el pastor Davi Wilkerson. Davi arriesgó su vida para decirle a Nicolau que había esperanza. “Yo escuché la voz de él: ‘Dios tiene poder para cambiar tu vida’, comencé a maldecir en voz alta”, dice Nicolau. “Le escupí al pastor en la cara, y lo golpeé diciéndole: no creo en lo que usted dice, ¡salga fuera de aquí!” Nicolau jamás espe-

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raba oír lo que el pastor Davi le dijo enseguida: “Me puedes cortar en mil pedazos y arrojarlos a la calle, cada pedazo te seguirá amando”. Nicolau dice que “aquello causó un gran daño, un daño positivo a mi cerebro, y en mi corazón comencé a cuestionarme, durante dos sema-nas no pude dormir, mientras pensaba en el amor”.

Nicolau y su banda aparecieron en una de las reuniones del pas-tor Davi. Uno a uno los integrantes fueron entregando la vida a Cristo. Fue la crucifixión de Jesús y su muerte en la cruz lo que impresionó a Nicolau. “Yo me sentí sofocado por el dolor, mis ojos estaban llenos de lágrimas y las lágrimas corrían por mi rostro. Estaba luchando y al fin me entregué” dice Nicolau. “Dejé que Jesús me abrazara y coloqué mi cabeza en su pecho. Le dije que sentía mucho pesar. Pedí perdón, y por primera vez, dije ‘te amo’.” El amor que Nicolau adquirió en retribución cambió su vida radicalmente. “Cuando abrí mis ojos había adquirido un nuevo corazón. Había nacido de nuevo, ahora soy un hijo de Dios”.

III. EL AMOR DE DIOS ES INSONDABLEEl amor de Dios es insondable. La más elevada demostración del

amor alguna vez expresada sobre la faz de la tierra, fue en el Calva-rio. Cristo demostró el amor más profundo jamás vivido por alguien al morir por sus amigos. Pero Él fue más allá; como dice Pablo, él murió por sus enemigos (Rom. 5:6). Jesús no solamente descendió del cielo y renunció a su gloria y majestad al lado de Dios el Padre, él entregó su propia vida; no oro, plata y riquezas, él entregó la propia vida. Esa no era una vida común. Era la vida de una persona inocente, pero no era sólo eso, era una vida santa, jamás contaminada por el pecado. Y no solamente eso, era la vida de un hombre en unidad con Dios, era la vida del Hijo de Dios. Fue el Hijo de Dios, el Dios de gloria, el Príncipe de la vida que fue crucificado y muerto en nuestro lugar. El no fue for-zado, no fue tomado de sorpresa y obligado a sufrir. Al contrario, Cristo se sometió voluntariamente a la muerte, y muerte de cruz. El hizo eso para tomar mi lugar, querido amigo. Nosotros merecíamos morir aque-lla muerte para pagar por nuestros pecados. Pero el Hijo de Dios tomó nuestro lugar para que nosotros pudiésemos recibir la liberación de nuestra culpa, y el poder para vencer el pecado en nuestra vida.

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CONCLUSIÓNMi querido amigo, el amor de Dios revelado en el santuario, y

demostrado en la cruz del Calvario, está disponible para usted hoy. Cristo está en el santuario celestial en este momento intercediendo por usted. El asumió su lugar. El sufrió el castigo que nosotros mere-cíamos para que pudiésemos recibir la vida que sólo le pertenecía a él. Es por causa del amor infinito y eterno de Dios, que lo invito a recibir a Cristo como Salvador en su vida.

Ilustración: Era febrero de 1941, en el campo de concentración de Auschwitz, en Polonia. Maximiliano Kolbe era un padre franciscano confinado en aquél infame campamento de muerte, porque había ayu-dado a judíos a escapar del terrorismo Nazi. Los meses pasaban y en la desesperación hubo una fuga. Se debía aplicar el reglamento del cam-pamento: elegir a diez personas al azar para confinarlas en una celda, donde morirían de hambre. Era una lección que los nazis enseñaban, para impedir las tentativas de fuga en el futuro. Se dieron a conocer los nombres, entre ellos había un judío polonés llamado Frandishek Gaso-vnachek. El lloró, “¡tengo esposa e hijos!” Kolbe dio un paso al frente y dijo: “yo tomo el lugar de él”. Kolbe fue enviado a la celda con otras nue-ve personas, donde consiguió vivir hasta el 14 de agosto de ese año.

Esta historia fue divulgada en la TV, algunos años atrás. Se lo mostró a Gasovnachek a los 82 años contando esta historia. Lágrimas se deslizaban sobre su rostro al contar cómo salvó su vida gracias a la bondad de un humilde sacerdote franciscano. En el reportaje, la cáma-ra lo seguía alrededor de su pequeña casa blanca hasta un monumento de mármol decorado con flores. Allí había una inscripción: EN MEMO-RIA DE MAXIMILIANO KOLBE. EL MURIÓ EN MI LUGAR. Todos los días desde 1941 Gasovnachek vivió con el pensamiento: “yo vivo porque alguien murió por mí”. Todos los años el día 14 de agosto, él viaja para Auschwitz en memoria de Kolbe.

Amigos, nosotros vivimos porque Cristo murió por nosotros en la cruz del Calvario. Fue el propio Jesús quien dijo: “Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13).

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LLAMADOMi querido amigo, Jesús murió en su lugar. Él lo invita para que

usted le entregue su vida. ¿Quiere aceptar este amor infinito y permitir que su vida sea transformada por el poder que proviene de ese amor? ¿Quiere vivir con la esperanza y la seguridad de días mejores, en el fu-turo hogar que Dios está preparando para cada uno de nosotros?

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7. ESPERANZA DE VIDAINTRODUCCIÓN

En el lugar santí simo del santuario estaba el arca y el propicia-torio. El arca era una caja de madera revesti da de oro y contenía las dos tablas de piedra con los diez mandamientos. El propiciatorio era la tapa del arca. Sobre esa tapa el sumo sacerdote aplicaba la sangre en el día de la expiación para purifi car el santuario de los pecados del pueblo allí acumulados.

El arca, como el propiciatorio era el trono de Dios en el santua-rio. Allí Dios manifestaba su presencia y revelaba su carácter mediante las demandas morales expresadas en su ley, los diez mandamientos. La presencia de Dios en el santuario era fuente de vida para Israel. A par-ti r del santuario y sus servicios el pecado era perdonado y fi nalmente exti rpado de en medio del pueblo, restaurando la relación del pueblo con Dios y renovando la vida espiritual y fí sica de Israel. El Nuevo Tes-tamento en el libro de Hebreos, aplica la fi gura de propiciatorio del santuario al “trono de gracia” (Heb. 4:16), donde Cristo ministra en nuestro favor en el Santuario celesti al. Es desde su trono de gracia que Cristo nos concede libertad del pecado y vida que proviene de Dios.

La vida, apreciados amigos, es el bien más precioso, el don más importante que recibimos de Dios. Millares de personas mueren cada minuto. Debemos agradecer siempre a Dios por la vida que él nos da. Quiero hablar en esta noche sobre la vida que Dios ofrece para cada uno de nosotros, la vida que viene como don de Dios desde el san-tuario celesti al, donde Cristo ministra hoy intercediendo en nuestro favor.

DESARROLLOIlustración: Es posible que en algún momento usted se haya

senti do como el personaje del diseño de un periódico, en el cual un hombre estaba cargando un enorme peso en la espalda. Un gran nú-

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mero de cosas contribuía para que el peso de esa carga sea imposible de cargar: auto, barco, futbol, familia, tiempo, trabajo. Debajo había un texto que decía: “¡La vida debe ser más que eso!”

I. EL SENTIDO DE LA VIDATodos en algún momento ya reflexionamos y luchamos con un

sentido para la vida. Nuestra lucha puede ser con preocupaciones por el pago de una cuenta, un problema en el trabajo o una crisis familiar. Enfrentamos también presiones como la falta de tiempo para cumplir una tarea, o ejecutar un trabajo que tenemos que hacer durante la semana. A veces estamos acosados por aflicciones emocionales y nos sentimos desanimados, deprimidos, irritados o resentidos.

En medio de estas luchas que reflejan muy bien las experiencias humanas, nosotros nos preguntamos: “¿Existe en la vida algo más que esto?” “¿Será que nacemos solamente para vivir angustias, estrés, pre-ocupaciones y crisis para después morir y desaparecer para siempre?”

Amigos, Jesús hizo una declaración muy importante, registrada en el evangelio de Juan: “El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida y que la tengan en abun-dancia” (Juan 10:10). Aquí está la solución para los grandes dilemas y crisis que enfrentamos, Jesús concede esperanza de vida, una vida en abundancia. El problema es que a veces buscamos esa vida en un lugar equivocado.

Ilustración: Un borracho que estaba procurando alguna cosa, al

ser interrogado por un policía, explicó que estaba procurando la bille-tera que había perdido. El policía preguntó “¿Dónde la perdió?” El bo-rracho movió la mano mientras balbuceaba: “Yo la perdí cerca de dos cuadras para allá”. En la tentativa de entender la situación, el policía preguntó: “Entonces, ¿por qué la está buscando aquí?” El borracho respondió: “Allá no existe iluminación”.

A veces buscamos respuestas a nuestras preguntas y soluciones para nuestros problemas en lugares equivocados. Si usted quiere una vida feliz y abundante, usted debe buscarla donde puede encontrar-

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la: En Cristo Jesús. Note, Jesús no ofrece solo vida, él ofrece una vida “en abundancia”. La palabra abundancia en el diccionario quiere decir grande porción; cantidad más que suficiente para suplir las necesida-des; hartura, abastecimiento. Pero al final, ¿qué tipo de vida es esa “vida en abundancia”?

A. Algunos piensan que la vida en abundancia es una vida lle-na de emociones y cosas grandiosas para realizar, una vida que nunca se hace chata o monótona. No es en la agitada vida moderna donde encontramos el modelo para la vida en abundancia que Dios nos ofre-ce. Hay personas que viven corriendo, viajando y haciendo todo lo que quieren, pero no tienen felicidad. La Biblia dice: “Estad quietos y cono-ced que yo soy Dios” (Salmo 46:10).

B. Otros piensan que la vida en abundancia está determinada por la longevidad. Vivir por lo menos hasta los cien años de edad es el deseo de muchas personas. Pero noten una cosa: Hay personas que viven muchos años, pero llevan una vida de sufrimiento, de infelicidad y de amargura. La Biblia habla de un hombre que vivió 969 años, y des-pués murió. El nombre era Matusalén (Gén. 5:27). Nada de importante se dice de Matusalén además del hecho de haber tenido hijos e hijas. Y con respecto a Enoc que vivió 365 años, un tercio de la vida de Matu-salén, la Biblia dice que él anduvo con Dios, y Dios se lo llevó vivo para el cielo (Gén. 5:23,24). Así la vida abundante no está relacionada con la longevidad sino con la calidad de nuestra vida. El mismo Jesús que vivió apenas 33 años en este mundo, vivió una vida en abundancia en el breve período de tiempo en que estuvo entre los seres humanos.

C. Algunos piensan que la vida en abundancia es una vida re-pleta de bienes materiales, de lujo, casas, bienestar, autos y recursos para comprar cualquier cosa, o el dinero para viajar a cualquier lugar. Pero estas cosas no traen felicidad. Cuanto más dinero poseen las per-sonas más dinero desean y más ansiosas se ponen para enriquecerse. Los ricos muchas veces son personas extremadamente infelices, por-que el dinero puede comprar cosas y objetos, pero no puede comprar la felicidad, no puede comprar la salud, la cura para el cáncer, o la vida perdida en un accidente.

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II. LA VIDA EN ABUNDANCIAAmigos, la vida en abundancia que Dios ofrece no se define por

las emociones temporarias de las actividades o por los placeres de las diversiones y fiestas. La vida en abundancia que Dios ofrece no está determinada por la longevidad o por la posesión de bienes materiales. La vida en abundancia es la vida que sólo Dios posee. Y él nos concede esa vida mediante su Hijo Cristo Jesús. Cristo murió en la cruz para darnos el derecho de disfrutar esa vida. Esa vida, amigos, es una vida comprada con la sangre de Jesús. Veamos lo que Jesús dice: “Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas” (Juan 10:114-15).

Jesús entregó su vida para que nosotros pudiésemos recibir la vida que le pertenecía sólo a Él, una vida abundante. Esta vida abun-dante se caracteriza por tres aspectos especiales: es vida de libertad, vida de amor y vida eterna.

A. Vida de libertad. En primer lugar, la vida abundante es una vida de libertad. Jesús dijo: “y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Esta verdad que liberta es el propio Jesús que, con sus méritos de su sangre en la cruz, quiere liberarnos de los miedos, de los temores y de las angustias que atacan nuestra alma. Jesús quiere liberarnos del pecado, nuestro mayor enemigo, para que vivamos una vida de libertad. En el ministerio del santuario israelita había un día en que el pecado era eliminado. Cristo hoy en el santuario celestial, reali-za una obra especial para resolver definitivamente el problema del pe-cado. La Biblia nos asegura que Dios finalmente va a destruir el pecado y eliminar sus desastrosas consecuencias que llevaron a la humanidad a la esclavitud.

B. Vida con propósito. En segundo lugar, la vida abundante es una vida con un propósito. La vida que vale la pena ser vivida es aque-lla vida que se coloca en las manos de Dios para servir a otros. La vida abundante es aquella vida dedicada en servicio a Dios y al prójimo; es como la vida de Jesús, una vida de amor a Dios y al prójimo. Lo más significativo es que cuanto usted más sirve a Dios y también al próji-

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mo, más recibirá en términos de satisfacción y felicidad. No necesitará buscar la felicidad, ella vendrá naturalmente. Entonces si quiere vivir una vida en abundancia, viva para Dios y para el prójimo. La vida en abundancia no está en las emociones de muchas actividades, ni en longevidad, ni en las riquezas. La vida en abundancia brota de la gene-rosidad del amor y del servicio a Dios y al prójimo.

C. Vida duradera. Finalmente, la vida en abundancia es una vida duradera. La vida que Dios nos ofrece no se limita a los pocos años de existencia sobre la tierra, pues es una vida eterna. La muerte es una realidad que asusta cuyas sombras alcanzan a cada ser humano. Pero la Palabra de Dios promete que los que aceptan a Cristo como Salvador están libres del poder de la muerte. Jesús le dijo a las dos hermanas enlutadas por la muerte del hermano: “Yo soy la resurrección y la vida, quien cree en mi, aunque muera, vivirá. Todo aquel que vive, y cree en mí, no morirá para siempre”. (Juan 11:25, 26). La vida que Dios nos ofrece no puede ser destruida por la muerte porque para los salvos en Cristo la muerte no pasa de un sueño, la cual tendrá en breve un despertar feliz.

CONCLUSIÓN:Ilustración: Quiero contarles la historia de un hombre muy rico

que vivió hace muchos años en un lugar distante. Aquel hombre tuvo un hijo a quien amaba mucho, pero infelizmente murió antes que el padre. Cuando el hombre murió, sus bienes fueron rematados, pues no tenía ningún heredero vivo. Muchas personas vinieron de cerca y de lejos para asistir al remate y adquirir las propiedades y las rarísimas piezas de antigüedades que formaban parte del patrimonio de aquel hombre. El primer artículo que se presentó para ser rematado era un retrato del hijo querido de aquel hombre rico. Nadie dio alguna oferta. Los presentes estaban ansiosos e inquietos y apenas podían esperar la oportunidad de adquirir los verdaderos tesoros que allí serían remata-dos. Pero el rematador estaba dispuesto a no continuar el remate has-ta que el retrato del hijo fuese vendido. Finalmente apareció una joven madre que usando todos sus ahorros apostó a la fotografía. Ella había

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trabajado en aquella mansión y sabía cuánto había significado ese hijo para su padre. De repente, el rematador arrojó el martillo al suelo y anunció que el remate había terminado. Caminó hasta la mujer, le dio el retrato y le dijo que todo lo que ella veía allí y las propiedades del fallecido ahora le pertenecían a ella. El hombre había dejado instruc-ciones específicas en el testamento para que la persona que comprase el retrato del hijo recibiese todo.

LLAMADOQueridos amigos, Dios hizo la misma cosa. Quien tiene al Hijo,

tiene todo. La Biblia dice: “El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan 5:12). Quiero invitarlo en este momento a aceptar la oferta de vida que Dios le ofrece. ¿Quiere aceptar a Cristo, el Hijo de Dios como su Salvador? ¿Quiere disfrutar la vida que sólo Jesucristo, el Hijo de Dios puede ofrecer? Levántese y venga para que oremos a Dios por esa vida. ¡Quien tiene al Hijo tiene todo!

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8. ESPERANZA DE FELICIDADINTRODUCCIÓN

La generación actual vive en una frenéti ca búsqueda de cosas que le puedan proporcionar felicidad. Muchos buscan la felicidad en el dinero, otros la buscan en los placeres, algunos la procuran en la fama, otros en las relaciones. Pero estas cosas no traen felicidad.

Ilustración: Un reportero preguntó a Elvis Presley, seis semanas antes de la muerte de ese cantor: “Elvis, usted dijo que cuando comenzó a cantar quería ser rico, famoso y feliz. ¿Usted es feliz? Elvis entonces respondió: “Vivo en una soledad infernal”.

Amigos, la felicidad no viene con las cosas que procuramos, ni de los sueños que acariciamos. La verdadera felicidad es un regalo de Dios, disfrutado por aquellos que obedecen su voluntad.

Dios revela su voluntad en el manual de la felicidad. Ese manual estaba ubicado en el lugar santí simo del santuario, dentro del arca. Recuerden que anoche hablamos sobre el propiciatorio, la tapa del arca. Hoy vamos a hablar sobre el contenido del arca. Dentro del arca estaban depositadas las dos tablas de piedra conteniendo la Ley de Dios. Es importante considerar que el lugar más importante del santuario era el lugar santí simo, y el hecho de que los diez mandamientos sean depositados en el lugar santí simo es una clara evidencia de su importancia. La ley expresada en los Diez Mandamientos es la transcripción del carácter de Dios y representa una dádiva de amor del Creador a sus criaturas. Dios nos dio su ley para nuestra felicidad.

DESARROLLOLa Ley de Dios no consiste en una lista numerosa de cosas que

debemos o no debemos hacer, sino consti tuye un decálogo, esto es, diez mandamientos que refl ejan el carácter de Dios, con instrucciones sobre cómo conducirnos en las diferentes situaciones de la vida. Esos mandamientos son el medio de manifestar nuestra grati tud a Dios y

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para desarrollar una relación con él. La obediencia que Dios requiere de nosotros no debe ser entendida en términos de una relación de compra y venta. Al contrario, debemos obedecer a Dios, no para que Él nos de algo a cambio, sino en respuesta a las grandes bendiciones que él nos ha concedido. Y a medida que le obedecemos, guardando su ley, más nos aproximamos a Él y viviremos una vida de satisfacción y felicidad.

Por lo tanto, apreciados amigos, los diez mandamientos no representan la voluntad de un Dios arbitrario, que impone su voluntad sobre nosotros, sino la revelación del carácter de un Dios, cuyo amor es infinito. Una vida en armonía con la voluntad de Dios revelada en su Ley, es una vida de satisfacción y felicidad.

Vamos a abrir la Biblia para conocer la receta que Dios da para la felicidad. En Éxodo 20:1-17 encontramos el manual de la felicidad.

LOS DIEZ MANDAMIENTOS

1 Habló Dios todas estas palabras:

2 Yo soy Jehová, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.

3 »No tendrás dioses ajenos delante de mí.

4 »No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.

5 No te inclinarás a ellas ni las honrarás, porque yo soy Jehová, tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen,

6 y hago misericordia por millares a los que me aman y guardan mis mandamientos.

7 »No tomarás el nombre de Jehová, tu Dios, en vano, porque no dará por inocente Jehová al que tome su nombre en vano.

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8 »Acuérdate del sábado para santificarlo.

9 Seis días trabajarás y harás toda tu obra,

10 pero el séptimo día es de reposo para Jehová, tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni el extranjero que está dentro de tus puertas,

11 porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el sábado y lo santificó.

12 »Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová, tu Dios, te da.

13 »No matarás.

14 »No cometerás adulterio.

15 »No hurtarás.

16 »No dirás contra tu prójimo falso testimonio.

17 »No codiciarás la casa de tu prójimo: no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo».

Estos diez mandamientos pueden ser divididos en dos partes, como Jesús nos mostró. Cuando le preguntaron sobre cuál era el mandamiento más grande de la ley, Jesús respondió:

--”Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mat. 22:37-39). Así, con esta declaración Jesús interpretó los Diez Mandamientos como dos líneas que se cruzan. Una línea vertical

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que liga al ser humano con Dios, representada en los cuatro primeros mandamientos. Estos mandamientos establecen en forma clara la relación del ser humano con Dios. La línea horizontal está representada en los seis últimos mandamientos. Aquí el foco de la obediencia está en el amor al prójimo, esto es una relación de las personas unas con las otras.

I. AMOR A DIOS

A. Primer mandamiento. “No tendrás otros dioses delante de mí”. Su dios es lo que usted ama, busca, adora sirve y permite que controle su vida. Pablo dice que la avaricia es idolatría, porque cuando permitimos que cualquier cosa ocupe el primer lugar en la vida, hacemos de eso un dios (Col. 3:5). Nuestra vida debe ser controlada por la voluntad de Dios, expresada en su Palabra, y no por personas, circunstancias o cosas materiales. Hay muchos dioses que hoy luchan por ocupar el primer lugar en nuestra vida: dinero, posición, bienestar, bienes materiales, personas que quieren apartarnos de Dios. Pero el primer lugar en nuestra vida debe ser ocupado por el Dios que revela su voluntad en la Biblia, pues es quien nos creó y sabe lo que es mejor para nuestra felicidad. Cuando damos a Dios el primer lugar en nuestra vida, él cuida de las demás cosas. Como dice Jesús: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mat. 6:33).

B. Segundo mandamiento. “No te harás imagen ni ninguna semejanza…” La tentación de la idolatría fue un constante peligro para el pueblo de Dios. Substituir al Dios creador de los cielos y de la tierra por imágenes de metal, piedra o barro es una afrenta a su soberanía. El principio fundamental en este mandamiento es que no debemos imaginar a Dios como un ser igual a nosotros o manipularlo al reducirlo a imágenes de fabricación humana. Sólo existe una imagen de Dios auténtica y legítima sobre la faz de la tierra: el ser humano. La Biblia dice que Dios creó al hombre y a la mujer “a su imagen, a imagen de Dios los creó”. No necesitamos de imágenes de Dios, pues Dios ya nos creó a cada uno de nosotros a su imagen para disfrutar la

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felicidad que viene de la comunión con Dios y del privilegio de servirlo y obedecerlo.

C. Tercer mandamiento. “No tomarás el nombre de Jehová, tu Dios, en vano”. Este mandamiento prohíbe el uso liviano, frívolo, blasfemo e hipócrita del nombre de Dios. Por lo menos tres aspectos están involucrados en la obediencia de este mandamiento. El primero es la irreverencia. No debemos pronunciar el nombre de Dios de forma irreverente y frívola o mezclar el nombre sagrado con juegos. El segundo aspecto es el uso del nombre de Dios en ofensas, insultos e injurias. Finalmente es necesario enfatizar que el nombre de Dios, al ser utilizado para confirmar o dar credibilidad a nuestra palabra, es sumamente deshonrado si no cumplimos lo que prometemos.

D. Cuarto mandamiento. “Acuérdate del día de sábado, para santificarlo”. En la creación Dios separó el séptimo día de la semana para el descanso. La Biblia dice que Dios hizo tres cosas en el sábado y a favor del sábado: Dios lo bendijo, santificó y descansó (Gén. 2:3). El sábado tiene su origen en la Creación de los cielos y de la tierra y fue confirmado por Jesucristo y los apóstoles (Luc. 4:31; 13:10; 23:56; Hech. 13:44; 18:3). El sábado es el mandamiento que identifica a Dios como Creador y funciona como la señal de los verdaderos adoradores de Dios (Ex. 31:13, 17; Eze. 20:12, 20).

II. AMOR AL PRÓJIMODespués de cuatro mandamientos dedicados al amor a Dios,

la receta de felicidad continúa en los últimos seis mandamientos que tratan del amor al prójimo.

Ilustración: A través de un estudio científico, se comprobó que las personas más felices son aquellas que ayudan a los demás. Un investigador reunió a un grupo de personas y le pidió a cada una de ellas que identifiquen a diez personas bien conocidas y que las clasifiquen como felices o infelices. A continuación los entrevistados debían repasar cada nombre y señalar cada persona como altruista o egoísta, usando la siguiente definición para “egoísmo”: “una tendencia firme de dedicar tiempo y recursos para interés propio, una indisposición

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en preocuparse por el problema de otros”. Al tabular los resultados, el investigador descubrió que los individuos más preocupados con la propia felicidad tenían mucho menos probabilidad de ser felices que aquellos que se esforzaban en hacer felices a los demás.

A. Quinto mandamiento. “Honra a tu padre y a tu madre”. Ilustración: Un famoso pediatra declaró que “cuando se trata de

enfermedades graves, el niño que fue enseñado a obedecer tiene cuatro veces más chances de recuperación que un niño indisciplinado”.

La obediencia a los padres es un deber sagrado determinado por Dios para la felicidad humana, y puede hasta ayudar a salvar una vida. Dios nos pide que honremos a los padres por varias razones. Primera: la familia es la unidad básica de la sociedad. Ninguna nación puede ser fuerte si su familia es débil. Segunda: La familia es la unidad espiritual básica. Dios hizo de los padres sacerdotes y pastores de sus hijos. Tercera: los hijos tienen una deuda de gratitud para con los padres por los años de cuidado y protección. Cuarta: los hijos siempre van a necesitar de la orientación y del consejo de los padres. Las personas que desprecian o son negligentes con la experiencia de los padres y de los ancianos o no respetan a aquellos que vivieron más, dejan de crecer en madurez y deshonran al Padre Celestial. Finalmente, en situaciones de carencia financiera, es responsabilidad de los hijos honrar a sus padres, proveyéndoles los recursos para que vivan con dignidad.

B. Sexto mandamiento. “No matarás”. La vida es un don de Dios y el respeto a la vida es el más básico de todos los deberes humanos. El ser humano fue creado a la imagen de Dios y un ataque a la vida es una ofensa al propio Creador. Sólo Dios tiene el derecho de quitar la vida. Pero notemos que el mandamiento tiene implicaciones que van más allá de aquello que normalmente nosotros entendemos como homicidio. Así que podemos decir que el mandamiento también prohíbe cualquier tipo de crueldad o violencia, pues esto reduce o debilita la vida de otra persona. Este mandamiento también nos advierte contra el deseo de disminuir o perjudicar a alguien. Jesús dijo: “Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga “Necio” a su hermano, será culpable

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ante el Concilio; y cualquiera que le diga “Fatuo”, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mat. 5:22).

C. Séptimo mandamiento. “No cometerás adulterio”. Este mandamiento tiene el propósito de proteger la felicidad del casamiento. Fue Dios quién creó al hombre y a la mujer para que unidos en matrimonio pudiesen disfrutar de la felicidad conyugal. El adulterio representa la ruptura de esa unión que debe ser indisoluble. El adulterio destruye vidas y familias. Por eso, el Dios que realizó el primer casamiento en el Jardín del Edén determinó que esta unión debe ser exclusiva y permanente. Así, para disfrutar de la felicidad genuina, necesitamos seguir las orientaciones del “manual del fabricante”.

D. Octavo mandamiento. “No hurtarás”. Aquí Dios exige respeto por la propiedad de los demás. Los bienes y las posesiones son una concesión de Dios. Cuando alguien toma algo que no le pertenece, esa persona no ofende solo al prójimo sino también a Dios. Pero el mandamiento no se limita a la substracción de bienes ajenos. El mandamiento advierte también contra otros tipos de hurto. Por ejemplo: el hurto del tiempo, del trabajo, o de la deshonestidad en los negocios.

E. Noveno mandamiento. “No dirás falso testimonio contra tu prójimo”. Hablar la verdad y cumplir promesas es el cimiento que mantiene la sociedad unida. Mentiras y chismes destruyen las relaciones y causan daños a la sociedad. Siempre debemos recordar que “la mentira tiene patas cortas”. Una mentira exige de otra mentira para cubrir la anterior. Y la menor de las mentiras es como un embarazo, no demora mucho hasta que todos lo perciben.

F. Décimo mandamiento. “No codiciarás”. Codicia es el deseo de poseer lo que pertenece a otra persona. El décimo mandamiento deja las acciones y enfoca las actitudes y deseos del corazón, es en el corazón donde se aloja la codicia y hace que las personas quebranten los demás mandamientos.

Los Diez Mandamientos ofrecen la receta sobre cómo relacionarnos con Dios y con las demás personas y así disfrutar de la verdadera felicidad. Los primeros cuatro nos orientan en el amor hacia

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Dios. La segunda parte nos impulsa a amar al prójimo como a nosotros mismos (Mat. 22:34-40; Lev. 19:18). Si amamos a nuestro prójimo, no vamos a codiciar, robar, mentir sobre él /ella, o hacer cualquier cosa que Dios prohíbe en su Palabra. Es por eso que el amor es el cumplimiento de la Ley (Rom. 13:8-10). Sólo Dios puede cambiar nuestro corazón pecador (Heb. 10:14-18) y darnos el amor que necesitamos para obedecer y para amar a los demás (Gál. 5:22-26; Rom. 5:1-5) como a nosotros mismos.

CONCLUSIÓNIlustración: Un joven sintió deseos de nadar en una piscina a la

media noche. Los vecinos del otro lado de la calle tenían una piscina y él lo sabía. Así que el joven salió de su casa y atravesó la calle en dirección a la casa de los vecinos. Se aproximó al muro. Allí había varias señales indicando: “No entre”. Pero el deseo de nadar venció al deber de obediencia, y el joven saltó el muro. Ya dentro de la propiedad ajena continuó caminando hasta el trampolín, de donde saltó de cabeza a la piscina, que en aquel momento contenía apenas unos pocos centímetros de agua. Él se quebró el cuello y está en tratamiento hace un buen tiempo. El joven no comprendió que las señales “No entre” estaban allí para protegerlo.

Apreciados amigos, la ley de Dios depositada en el arca del santuario, fue dada para protegernos. La obediencia a esta ley trae felicidad. Mediante esa ley Dios prueba la conducta de los seres humanos. Basado en esa ley Dios emite el juicio final sobre el destino de cada persona que vivió y vive sobre la tierra.

LLAMADOApreciado amigo, apreciada amiga, venga a disfrutar de la

felicidad que Dios ofrece mediante la obediencia a esta ley. Si usted no ha vivido de acuerdo con los mandamientos de Dios, si usted en algún momento desobedeció este manual de la felicidad, Jesucristo le ofrece el perdón. Pero Jesús tiene algo más para usted: Jesús le da poder para que pueda vivir una vida de obediencia y así disfrutar de la felicidad

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que brota de una vida en comunión con Dios. Quiero invitarlo en este momento a tomar la decisión de vivir de acuerdo con el manual de la felicidad. ¿Quiere vivir de acuerdo con la voluntad de Dios revelada en los Diez Mandamientos? ¿Quiere pedirle a Dios el poder para obedecer esta ley y así expresar su amor por Jesucristo? Si este es su deseo y su propósito, venga al frente vamos a orar juntos.

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