Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales · History, focusing on the Argentinean elites....

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Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales ISSN: 0186-0348 [email protected] Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora México Losada, Leandro El mercado matrimonial de las familias tradicionales argentinas, 1900-1940. Algunas dimensiones y tendencias Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, núm. 82, enero-abril, 2012, pp. 127-151 Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora Distrito Federal, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=319128357006 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Secuencia. Revista de historia y ciencias

sociales

ISSN: 0186-0348

[email protected]

Instituto de Investigaciones Dr. José María

Luis Mora

México

Losada, Leandro

El mercado matrimonial de las familias tradicionales argentinas, 1900-1940. Algunas dimensiones y

tendencias

Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, núm. 82, enero-abril, 2012, pp. 127-151

Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

Distrito Federal, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=319128357006

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Leandro Losada

Doctor en Historia por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires(UNICEN). Investigador del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas,Argentina) y del Instituto de Estudios Histórico Sociales (IEHS), de la UNICEN. Especialista enhistoria social, enfocado en las elites en Argentina. Autor de La alta sociedad en la Buenos Aires dela belle époque (2008) y de Historia de las elites en la Argentina. Desde la conquista al surgimiento del pero-nismo (2009). Editor de Esplendores del Centenario. Relatos de la elite argentina desde Europa y los EstadosUnidos (2010). Obtuvo becas, subsidios y premios de varias instituciones: Fundación Carolina,Fondo Nacional de las Artes, Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, CONICET,Presidencia de la Nación, Academia Nacional de la Historia, entre otras. Se desempeña como pro-fesor en la UNICEN y en la Universidad Torcuato Di Tella.

Resumen

El artículo estudia el mercado matrimonial delas familias tradicionales argentinas entre 1900y 1940, a partir de una muestra de 550 casa-mientos y del análisis de sus pautas sociales yculturales. El periodo elegido incluye elmomento de máximo esplendor de esas familiasen la sociedad argentina (entre 1900 y media-dos de la década de 1910 aproximadamente)

así como el arco temporal en que se produjo elocaso de su gravitación (las décadas de 1920 y1930). El propósito es pensar la relación entrelas pautas matrimoniales y el ascenso y la decli-nación de la elite tradicional, un problema hastael momento descuidado por la historiografíaargentina.

Fecha de recepción:octubre de 2010

Fecha de aceptación:febrero de 2011

Palabras clave:Elite argentina, mercado matrimonial, endogamia,

exogamia, centenario, entreguerras.

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Ph. D. in History from the Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires(UNICEN). Researcher at the CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas,Argentina) and the UNICEN Institute of Social and Historic Studies (IEHS). Specialist in SocialHistory, focusing on the Argentinean elites. Author of La alta sociedad en la Buenos Aires de la belleépoque (2008) and Historia de las elites en la Argentina. Desde la conquista al surgimiento del peronismo(2009). Editor of Esplendores del Centenario. Relatos de la elite argentina desde Europa y los EstadosUnidos (2010). He has been awarded grants, subsidies and prizes by various institutions: FundaciónCarolina, Fondo Nacional de las Artes, Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica,CONICET, Presidencia de la Nación, Academia Nacional de la Historia, among others. He is aprofessor at UNICEN and at the Universidad Torcuato Di Tella.

Abstract

The article studies the marriage market of tra-ditional Argentinean families between 1900and 1940 on the basis of a study of 550 mar-riages and the analysis of their social and cul-tural patterns. The period chosen includes theflorescence of these families in Argentineansociety (approximately between 1900 and the

middle of the 1910s) as well as the arc of timeduring which they declined (the 1920s and1930s). The aim is to explore the link betweenmarriage patterns and the rise and fall of thetraditional elite, a problem that has so far beenneglected by Argentinean historiography.

Final submission:October 2010

Acceptance:February 2011

Key words: Argentinean elite, marriage market, endogamy,

exogamy, centenary, interwar period.

The Marriage Market of TraditionalArgentinean Families, 1900-1940.

Some Aspects and Trends

Leandro Losada

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Secuencia [129] núm. 82, enero-abril 2012

El mercado matrimonial de las familias tradicionales argentinas, 1900-1940.Algunas dimensiones y tendencias

Leandro Losada

El propósito de este trabajo es ofrecerun retrato de las pautas matrimo-niales de las familias tradicionales

argentinas entre los años 1900 y 1940.Conocer las tendencias del mercado ma-trimonial de estas familias a lo largo delos años referidos es relevante por variasrazones.

La principal es que desde fines delsiglo XIX integraron la alta sociedad argen-tina, alcanzando un esplendor y una pri-macía en la sociedad que se extendió, almenos, hasta mediados de la década de1910. Estas familias pueden distinguirseen tres grandes ramas: familias porteñasde raíces coloniales; familias fundadas porinmigrantes y extranjeros que habían as-cendido socialmente en los dos primerostercios del ochocientos, y familias de lasprovincias del Interior del país. Los víncu-los entre ellas se estrecharon hacia la dé-cada de 1880, al compás de la integracióneconómica y política de Argentina: lasúltimas en sumarse al elenco de la altasociedad fueron las familias del Interiorque nutrieron el núcleo del nuevo partidoen el poder, el Partido Autonomista Na-cional (PAN), y que por esa razón se radi-caron en Buenos Aires al comenzar losaños ochenta. En consecuencia, entre 1880y 1910 aproximadamente, estas familiasformaron un actor colectivo; edificaron

una identidad de pertenencia en la que seconjugaron los tonos aristocráticos y lanoción de constituir el núcleo tradicionalo fundacional del país (el patriciado), ydisfrutaron de una belle époque facilitadapor la prosperidad económica posterior ala crisis de 1890, gracias a la cual se con-virtieron en el círculo de más alto estatusde la sociedad.1

Desde mediados de la década de 1910,y a lo largo de las de 1920 y 1930, el esce-nario se modificó profundamente. Loscambios políticos (la reforma electoral queestableció el sufragio secreto, obligato-rio y universal en 1912; el triunfo de laUnión Cívica Radical en 1916 despuésde 36 años de hegemonía del PAN), econó-micos (las dificultades del sector rural),culturales y sociales (los avances educa-tivos de la población; la metamorfosis provocada por la inmigración; la consti-tución de sectores medios) condensadospor entonces, desplazaron, por su mismadinámica, la centralidad de las familiastradicionales en la composición de las eli-tes argentinas.2

Por lo tanto, trazar una mirada queabarque las cuatro primeras décadas del

1 Losada, Alta, 2008.2 Losada, Historia, 2009, pp. 207-238. Véase

también Germani, Política, 1962.

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siglo XX permite poner en perspectiva losaños de mayor gravitación de las fami-lias tradicionales y el arco temporal en elque se produjo el eclipse de esa gravita-ción. Este trabajo parte de la premisa deque el estudio de las pautas matrimonia-les entre 1900 y 1940 puede ofrecer argu-mentos útiles para pensar cómo este actorsocial afrontó los efectos de un escenarioque reacomodó su lugar en la sociedadargentina.

Vale agregar, finalmente, que entre lasmotivaciones del presente artículo tam-bién se cuenta la de que sus hipótesis yafirmaciones sirvan para reflexionar sobrelas pautas matrimoniales de otras elites la-tinoamericanas. La porosidad de la clasealta argentina hasta bien entrado el sigloXIX, su definitiva constitución en las últi-mas décadas de dicha centuria y la hetero-geneidad que, a raíz de ello, recubrió a suelenco, según se señaló más arriba, cons-tituyen una singularidad de este gruposocial en relación con algunos de sus pareslatinoamericanos, cuya composición ymercado matrimonial hasta fines del si-glo XIX tuvieron rasgos más cerrados, o, almenos, más estables y homogéneos.3 Porello se espera que los resultados desple-gados en las páginas que siguen abran la posibilidad de trabajos futuros orienta-dos a una dimensión comparativa, asícomo que alienten el diálogo y la dis-cusión con las investigaciones de otras historiografías dedicadas al estudio de laselites latinoamericanas y sus mercadosmatrimoniales.

EL PROBLEMA: PAUTAS MATRIMONIALESY REPRODUCCIÓN SOCIAL DE LAS ELITES

En la historiografía argentina los estu-dios abocados a las elites tienen dos mar-cas preponderantes.4 Por un lado, son másabundantes para el periodo colonial y elsiglo XIX.5 Es plausible señalar que larazón de ello es que el protagonismo his-tórico, la relevancia de dichos actoressociales como puerta de entrada a las coor-denadas que marcaron el pulso de la his-toria argentina, es sin duda mayor parainvestigaciones ancladas en esos periodosque para las volcadas a la Argentina “de-mocrática” del siglo XX.6 Las transfor-maciones ocurridas en las tres primerasdécadas del novecientos, como ya se dijo,desplazaron por su misma dinámica lacentralidad de las elites. Sin embargo, la inexorable declinación que delineó este escenario y la experiencia, ante ella, de los grupos sociales preeminentes has-ta el Centenario de la Revolución de Ma-yo (1910), no han concitado, hasta el

3 Véase Vicuña, Belle, 2001; Stabili, Sentimiento,2003; Needell, Tropical, 1987, y Nutini, Mexican,2004.

4 Para una visión de las tendencias actuales enesta historiografía, véanse los dossier: Paz, “Elites”,2007, y Losada, “Elites”, 2009. El primero lo integranlos trabajos: Bragoni “Linaje”, 2007, pp. 13-34;Herrera, “Redes”, 2007, pp. 35-54; Gayol, “Exigir”,2007, pp. 55-80; Losada, “Alta”, 2007, pp. 81-96, yCastro, “Liberados”, 2007, pp. 97-114. El segundo,por su parte, está compuesto por los artículos de Hora,“Grandes”, 2009, pp. 307-337; Bruno, “Vida”, 2009,pp. 339-368; Alonso, “Partido”, 2009, pp. 369-388,y Paz, “Roquismo”, 2009, pp. 389-410.

5 La investigación pionera y de referencia obli-gada al respecto es Halperin, Revolución, 1972.

6 Como excepción a esta tendencia, aunque conuna marca sociológica más que histórica, citemos lostrabajos, ya clásicos, de Imaz, Mandan, 1964, y Clase,1959.

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EL MERCADO MATRIMONIAL DE LAS FAMILIAS TRADICIONALES ARGENTINAS 131

10 Véase Otero, “Endogamia”, 2000.11 Véase Pareto, Rise, 2000.12 Véanse entre otros, Balmori, Voss y Wortman,

Alianzas, 1990; Socolow, Mercaderes, 1991; Punta,

momento, demasiada atención entre loshistoriadores.7

El segundo rasgo de la historiografíaargentina sobre las elites es que las investi-gaciones han sido mayoritariamente de his-toria política y económica, así como de lasideas. Problemas más estrechamente rela-cionados con la dimensión social (sociabi-lidades, composición, identidades) han sidoobjeto de menor cantidad de estudios, oincluso fueron incorporados en textos ancla-dos en problemas políticos o económicos.

Las pautas matrimoniales, concreta-mente, a menudo fueron abordadas porinvestigaciones interesadas en la estruc-turación de negocios y empresas, o en ladelineación de agrupamientos políticos.Por las razones arriba comentadas, estaliteratura es característica de la historio-grafía colonial y del siglo XIX, en especialde la dedicada a la primera mitad, y detrabajos que, para abordar tales proble-mas, abrevaron en propuestas metodoló-gicas también diversas, desde las historiasde familia hasta los enfoques de redes.8Los estudios más cabalmente preocupa-dos por la dimensión social de las elitesen el ochocientos no necesariamente abor-daron las pautas matrimoniales, pues susobjetos de interés fueron otros, como lasinstancias de sociabilidad.9 Por ello, labibliografía más abundante sobre proble-mas parecidos a los que aquí interesan seencuentra en las investigaciones abocadasa la inmigración masiva ocurrida en el

cambio del siglo XIX al XX, en especialaquellas concentradas en los ritmos y enlos modos de integración de los inmigran-tes a la sociedad argentina, dado que, paraello, las pautas matrimoniales fueron unadimensión de análisis clave.10

El vacío historiográfico sobre las pau-tas matrimoniales de la elite argentina enel pasaje del siglo XIX al XX es curioso,considerando que es una dimensión cru-cial para explorar cómo afrontó su re-producción social en una sociedad estruc-turalmente transformada. La teoría de laselites, y algunas evidencias aportadas porla historiografía recién comentada, asícomo las brindadas por investigacionesdedicadas a otros casos nacionales, ofre-cen sugerentes alternativas para pensar larelación entre mercado matrimonial yreproducción social de las elites. Mencio-némoslas brevemente.

La teoría de las elites, en especial a tra-vés de Pareto, propuso que el cierre exce-sivo puede ser perjudicial para una elitedominante, al anquilosarla, y que la aper-tura, desde ya gradual y regulada, es nece-saria para una saludable renovación.11 Estaúltima posibilidad ha sido demostradapara las elites argentinas del periodo virrei-nal e independiente: la renovación de susfilas, en general a través de las mujeres,fue una conducta extendida entre las eli-tes mercantiles del Buenos Aires virrei-nal y también (aunque de manera másmoderada), entre las elites virreinales delInterior, considerándose comportamien-tos cruciales para la perduración de suposición económica.12 En un sentido con-

7 Una excepción, referida a los reacomodamien-tos económicos, es el trabajo de Hora, Terratenientes,2002.

8 Con relación a estos últimos, véanse Moutou-kias, “Réseaux”, 1992, pp. 889-915, y “Negocios”,1996, pp. 37-55.

9 Véase González, Civilidad, 2001.

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comitante, para momentos más tempranosdel periodo colonial en Buenos Aires, se hamostrado que el cierre de sus sectores mástradicionales los perjudicó social, econó-mica e incluso políticamente al bloquearla incorporación de nuevos poseedores deriqueza.13

Por otro lado, investigaciones aboca-das a elites de otros países en el pasaje delsiglo XIX al XX, han mostrado que la dila-tación de las fronteras del mercado matri-monial (síntoma en sí misma de declina-ción social), provocó su erosión comogrupo social, aunque no necesariamenteel hundimiento de todos sus integran-tes: ocurrió que la supervivencia social yeconómica de estos, facilitada por la exo-gamia, se dio de forma paralela al des-dibujamiento de la identidad de grupo,generado, justamente, por el aflojamientodel mercado matrimonial. La aristocraciabritánica de entreguerras es ejemplar alrespecto: algunos de sus miembros logra-ron evitar la debacle económica vinculán-dose con acaudaladas familias de EstadosUnidos, pero a costa de renunciar a crite-rios de admisión vigentes hasta entoncesy de pasar a integrar una elite de perfilplutocrático más que aristocrático. En estesentido, la endogamia que había prevale-cido hasta fines del siglo XIX, fue la de unaelite segura de sí, que no consideró nece-sario abrirse para renovarse.14 En cambio,otras elites aristocráticas que respondie-ron a un escenario similar (léase, ascensoy consolidación de la burguesía) con un

cierre pronunciado, afrontaron un derro-tero distinto: un ostracismo paulatino aun-que inexorable, al quedar disociadas de lasnuevas clases dominantes a pesar de losgestos de apertura ensayados después dela primera guerra mundial. El caso de lanobleza piamontesa es muestra de ello.15

En consecuencia, las sugerencias brin-dadas por la teoría y la historiografía mues-tran un amplio abanico de posibilidades:las pautas exogámicas pudieron ser clavepara la perduración de las elites, pero tam-bién incidir –o causar– su ocaso. A suturno, la endogamia suele ser funcional aun grupo consolidado, pero también pue-de motivar su declive si se traduce en unaclausura pronunciada.

¿Se advierte alguna de estas variantesen la elite argentina? Esto es lo que pro-curaremos contestar en las páginas quesiguen. Para ello conviene tener claro cuálera la situación hacia 1900; precisar lascoordenadas de nuestro punto de partida.Digamos al respecto que, para entonces, laelite argentina había cambiado notoria-mente sus pautas matrimoniales en com-paración con lo usual hasta el último cuar-to del siglo XIX: la exogamia moderada(recurrente, como ya apuntamos, segúnvarias investigaciones) dejó su lugar a unapronunciada endogamia entre las tresramas que la compusieron (recordemos:familias porteñas coloniales; familias fun-dadas por inmigrantes tempranos y ex-tranjeros; familias del Interior del país).16

Los problemas a abordar, en conse-cuencia, son dos: si el funcionamiento delmercado matrimonial de las familias tra-dicionales cambió entre la belle époque depreguerra y los años de entreguerras; y

Córdoba, 1997; Mata, Tierra, 2000; Bascary, Familia,1999, y Paz, “Familia”, 1997, pp. 145-174.

13 Gelman, “Cabildo”, 1985, pp. 3-20, y “Econo-mía”, 1987, pp. 89-107.

14 Véanse Cannadine, Decline, 1990, y Stone yFawtier, Open, 1986.

15 Véase Cardoza, Aristocrats, 1998.16 Losada, Alta, 2008, pp. 1-44.

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qué relación puede pensarse entre las con-ductas matrimoniales y el lugar ocupadopor dichas familias en la sociedad argen-tina entre 1900 y 1940.

LA MUESTRA

Para nuestra indagación se ha construidouna muestra de 550 matrimonios distri-buidos entre 1899 y 1944, según puedeverse en el cuadro 1 (apéndice). Vale haceralgunas precisiones sobre la muestra y lasfuentes utilizadas, a fin de aclarar desdeun principio los alcances de los argumen-tos que pueden inferirse de ellas.

Con relación a la muestra, los casoselegidos son aquellos casamientos en queuno de los consortes, o ambos, poseen ape-llidos que pertenecen a familias tradicio-nales. ¿Cuáles son esos apellidos? Aquellosque reúnen una serie de requisitos: apa-recer en las membresías de los clubes “deelite” de la época (Club del Progreso,Jockey Club, Círculo de Armas); figuraren los listados publicados en la prensa deasistencia a eventos emblemáticos de laalta sociedad tradicional; estar incluidosen trabajos genealógicos que reconstruye-ron la “sociedad porteña”.17 Convienesubrayar, entonces, que los casos se eligie-ron por una variable específica: el origensocial/familiar. La elección de este recortepara la muestra, quizá a riesgo de reiterarcosas ya dichas, vale resaltarse: el propósitofue identificar un elenco que fue preemi-nente en la composición de las elites argen-tinas hasta el Centenario, y que integró elcírculo que por entonces se consolidó co-mo el de mayor prestigio y sinónimo de

alto estatus. En segundo lugar, este recortepermite calibrar el espesor que poseyó, ymantuvo a lo largo del periodo elegidoun capital simbólico significativo por susingularidad en una sociedad inmigratoria(y que, además, fue un pilar identitario delas familias tradicionales). Precisemos alrespecto que algunos apellidos fueron des-cartados porque, a pesar de que legítima-mente podrían ser considerados comoparte de la alta sociedad tradicional, tam-bién podrían no serlo (Fernández porejemplo). Ahora bien, como toda mues-tra, esta tiene sus sesgos, que pueden tenerimplicancias interpretativas. Precisémos-los, para evitar tales riesgos.

En primer lugar, debido a que el obje-to de análisis es una elite, es plausiblesuponer que la muestra puede tener unsesgo a favor de la endogamia, ya que esesperable que esta sea la conducta másrecurrente en personas y/o familias conuna posición social encumbrada. De algúnmodo se puede postular que el criterio deformación de la muestra no es totalmenteindependiente de lo que se pretende ana-lizar. A modo ilustrativo, digamos que sinuestro estudio comenzara en un cortetemporal distinto al aquí elegido (1860en vez de 1900, por ejemplo), es probableque las pautas matrimoniales de nuestroscasos presentaran un panorama distinto,debido al diferente estatus ocupado enaquella fecha más temprana. En sínte-sis, tomar como punto de partida una elite en su máximo momento de esplen-dor puede aparejar un sesgo en el retra-to de sus conductas matrimoniales que no puede pasarse por alto. Por ello, el én-fasis del trabajo no es el de “descubrir” la endogamia, sino el de ubicar los rit-mos y el momento de aparición de la exogamia.

EL MERCADO MATRIMONIAL DE LAS FAMILIAS TRADICIONALES ARGENTINAS 133

17 Remito al apéndice para precisiones sobre elarmado de la muestra, y listado de fuentes.

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En segundo lugar, aquí se analiza unconjunto de casos cuyo requisito parahaber sido incluidos en la muestra es va-riable, no constante: es una posición so-cial (no una nacionalidad, por ejemplo).18

De ello se desprenden, por lo tanto, dosaspectos a tener en cuenta: que la posi-ción social de un individuo o de una fami-lia haya cambiado entre 1900 y 1940, y,por otro lado, que los atributos o cualida-des que hacían a una posición socialencumbrada se hayan modificado entre1900 y 1940. Teniendo esto en cuenta,un problema eventual es si lo que emergecomo endogamia o como exogamia lo fueefectivamente, o si, en cambio, sólo sonfenómenos existentes en la muestra, porlos criterios elegidos (un problema quetambién hubiera surgido si hubieran sidootros los criterios o atributos para recortarnuestro universo de análisis). Por ejemplo,pudo haber uniones que hayan vinculadoa individuos y familias en una situaciónsocial similar pero con backgrounds familia-res y sociales diferentes; o, a la inversa,individuos o familias que, a pesar de tenerdistinto estatus económico y social, se ha-brían vinculado por compartir algunosrasgos identitarios, como el origen fami-liar. Como se verá en las páginas quesiguen, la muestra no es absolutamenteopaca para advertir estas posibilidades históricamente plausibles, sobre las quetambién echan luz los retratos contempo-ráneos que se trazaron del alto mundosocial y sus dinámicas. Por eso, en el desa-rrollo de los argumentos, el cruce de fuen-tes cualitativas con los datos derivados de la muestra será una operación recu-

rrente para superar las limitaciones de estaúltima.

En tercer lugar, los casos fueron extra-ídos de las guías sociales de la época (Librode Oro, Guía Social Palma, Anuario Social–véase apéndice). Está claro que estas guíasno publicaron todos los casamientos rea-lizados en un año determinado, sino sóloalgunos: los de aquellas familias que, parasus autores, tenían cierta gravitación so-cial. Como ya señalamos, ello puede moti-var que la endogamia esté sobrerrepre-sentada en la muestra, razón por la cualnos interesará, ante todo, identificar losmomentos y ritmos de aparición de la exo-gamia. Este sesgo eventual de las fuentesdebe contemplarse, pero tampoco, sinembargo, sobreestimarse, pues los lista-dos crecieron notoriamente a lo largo delperiodo, sugiriendo que los criterios deinclusión en las guías fueron algo laxos:piénsese que de las 800 familias que serelevan en las de fines del siglo XIX se pasaa alrededor de 4 000 en las de fines de ladécada de 1920. La laxitud de los crite-rios bien pudo tener relación con la bús-queda de ampliar el mercado de suscrip-tores (la modalidad de venta de estaspublicaciones). En otras palabras, los cri-terios sociales y los comerciales parecenhaberse conjugado en la confección de lasguías, un rasgo que, puede pensarse, nosenfrenta a un universo no exclusivamentecircunscrito a las elites, sino ampliado afamilias con cierta reputación y prestigiopero no necesariamente integrantes de lossectores más encumbrados de Argentina(lo cual hace suponer, a su vez, que el sesgohacia la endogamia, del que se ha tomadonota, como ya dijimos, tampoco sea dema-siado categórico). Por todo esto, a su vez,las guías no sólo publicaron casamientosde familias tradicionales, sobre todo a

18 En la Argentina, recordemos, no hay criteriosde estatus que “naturalicen” una posición de elite (co-mo los títulos de nobleza en Europa, por ejemplo).

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medida que se avanza en el tiempo. Estedato, sin embargo, no incide en los resul-tados obtenidos, pues, como se dijo, nose tomaron todos los casamientos listados,sino sólo aquellos en los que al menos unode sus protagonistas puede vincularse conlas familias tradicionales (por eso puedeadvertirse en el cuadro 1 que la cantidadde uniones relevadas difiere según losaños). Por otro lado, en algunos años lasguías publicaban los enlaces realizados elaño anterior al de su publicación, y enotros anunciaban los casamientos a hacerseal año siguiente a ella. En este último caso,por lo tanto, no todos los casamientospudieron concertarse efectivamente. Aunasí, se consideró que esto no tiene de-masiada importancia porque a pesar deello sí ofrecen información sobre pautasde elección. Finalmente, las guías sonfuentes parcas para conocer aspectos gene-racionales, pues no figuran las edades delos consortes.

A pesar de estas limitaciones o silen-cios, debidamente contemplados para queno incidan en los balances interpretativos,se ha considerado que tanto las fuentescomo el criterio de armado de la muestrason pertinentes para obtener evidenciasempíricas que permitan edificar un pano-rama general y en perspectiva de las pau-tas matrimoniales de las familias tradicio-nales argentinas a lo largo de las primerascuatro décadas del siglo XX.

TENDENCIAS

De la endogamia a una paulatina exogamia

El primer aspecto a resaltar es que a me-diados de los años 1910 parece haber unpunto de inflexión. Hasta entonces, pre-

domina la endogamia (matrimonios entrelas tres ramas señaladas: porteñas colonia-les; del Interior; fundadas por inmigran-tes y extranjeros anteriores a 1880). Deallí en más, aumenta la exogamia: los ca-samientos endogámicos no alcanzan enningún momento 50% de los casos rele-vados en los años veinte, treinta y cuaren-ta. El descenso, además, es gradual, noabrupto: desde proporciones cercanas a48% en 1917 y 1924, los enlaces endogá-micos pasan a ser la cuarta parte en 1935y la quinta en 1944 (esta evolución sólo seve matizada por el repunte a cerca de 41%en 1941).

El avance de la exogamia se advierteasimismo con otros datos derivados de lamuestra. Consideremos por ejemplo elapellido de los consortes exogámicos. Esplausible afirmar que el apellido españolo italiano (los orígenes preponderantes dela inmigración ultramarina en la Argen-tina del pasaje del siglo XIX al XX) nosenfrentaría con casos más cercanos al dehombres o familias nuevas, léase queascendieron socialmente desde orígenesmodestos. Pues bien, algo más de 60%de los consortes exogámicos de nuestroscasos son de apellido italiano o español(véase apéndice, cuadro 2). Además, laevolución de la endogamia a la exogamiase acompaña de la predominancia de estetipo de casamientos exogámicos: en unextremo del periodo, en 1899, cuandoprevalece la endogamia, los consortes exo-gámicos con apellidos del norte europeosuperan ligeramente a los de origen espa-ñol o italiano (trece contra diez); en 1944,cuando prepondera la exogamia, los casa-mientos exogámicos mayoritarios son congente de apellido italiano o español (43contra 21 de apellidos del norte de Euro-pa) (véase también cuadro 2). Desde ya,

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es aventurado concluir sobre el lugar socialde las personas a partir del perfil quesugiere la procedencia del apellido. Perovale subrayar que esta operación es elresultado de la dificultad de encontrarinformación sobre los consortes exogámi-cos en las fuentes relevadas (el detalle deellas, en el Apéndice): esto es especial-mente aplicable a los de los años 1930 y1940. Si esta carencia de información, este“anonimato”, se considera un indicio derelevancia social, en esos años los consor-tes exogámicos no parecerían provenir defamilias nuevas y ricas, o poderosas. Enconsecuencia, y siempre a modo tentativo,para los años treinta y cuarenta habría, enlos vínculos matrimoniales exogámicos(por el origen de los consortes) de las fami-lias tradicionales, una probable inciden-cia de casamientos con individuos que noprovenían de la cima de la pirámide socialargentina. La pregunta, entonces, se im-pone: ¿por qué se produjo este cambio?,¿por qué se dio el paso de la endogamia ala exogamia?

En primer lugar, una explicación plau-sible es que el contraste entre una y otraconducta esté vinculado con el cambio enla situación social de nuestro elenco: en labelle époque de preguerra, y como reflejo de su apogeo y esplendor, las familias tra-dicionales argentinas fueron endogá-micas; la declinación paulatina sufridaentre las décadas de 1920 y 1940, en cam-bio, estuvo ritmada por una distensión de esa conducta, por un giro hacia la exogamia.19

Sin entrar en el reacomodamiento po-lítico y económico sufrido por nuestroelenco en la Argentina de entreguerras,en sí sinuoso, y cuyas relaciones con lasconductas matrimoniales exigirían un aná-lisis que escapa a los límites de este ar-tículo, entre antes y después del Centenariose produjo un importante cambio cultu-ral que puede relacionarse con el cambioen las conductas matrimoniales: el mun-do aristocrático heredado del siglo XIXcedió su lugar a un escenario más des-contracturado.

En verdad, en los 20 años anteriores ala primera guerra mundial, la vida socialestuvo fuertemente pautada, sobre todopara las mujeres. Las aspiraciones aristo-cráticas de la elite argentina de entoncesmotivaron, entre otras cosas, el abandonode códigos de relación relativamente es-pontáneos e informales (que rememoraronlos nostálgicos cuando las nuevas tenden-cias cobraron fuerza)20 y la adopción deprotocolos más rígidos. La etiqueta pasó aritmar las conductas y los modos de re-lacionarse, y reinaron convenciones quellegaron a considerar indecoroso que unhombre entablara una conversación conuna mujer de sociedad en la calle. En estenuevo escenario, según contó una contem-poránea, “ni pensar salir solas con algúnjoven, el chaperonnage tenía fuerza de ley”.21

Los nuevos códigos de comportamien-to fueron réplicas locales de los usos euro-peos, y por ello, distaron de ser originali-dades argentinas: la fuerte tutela sobre la mujer, por caso, estuvo en sintonía con

19 Hemos señalado que la endogamia en el mer-cado matrimonial de elites en apogeo ha sido plantea-da para casos contemporáneos al aquí estudiado. VéaseCannadine, Decline, 1990; también Vicuña, Belle,2001. La apertura como rasgo o causa de la declina-

ción de elites puede verse formulada, como tambiéncomentamos, en Pareto, Rise, 2000.

20 Véase por ejemplo Wilde, Buenos, 1960;Calzadilla, Beldades, 1982; Quesada, Memorias, 1998.

21 Peers, Éramos, 1969, p. 105.

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la misoginia característica del siglo XIXen Occidente. Con todo, los testigos deentonces notaron que la alta vida socialen Buenos Aires, si era menos encorsetadaque en Europa, lo era más que en otrassociedades nuevas, como la estadunidense:“No es posible imaginarse la enorme dife-rencia que existe entre la libertad de quegoza en el trato social la muchacha sol-tera de Norte América y la vida restrin-gida de las jóvenes argentinas.”22

Este mundo social hermético y estricto(que hemos explorado en otra oportu-nidad)23 parece haber respondido a unabúsqueda de resguardo ante una sociedadefervescente, radicalmente transformadapor la inmigración (el temor al advene-dizo que tan reiteradamente aparece en laliteratura de la época), pero más aún, fueel gesto de una elite que a comienzos delsiglo XX, gracias a una prosperidad econó-mica sin precedentes y a un estilo de vidaque conjugó las pretensiones aristocráti-cas y las conductas plutocráticas, se sintiósegura de su posición social y no considerónecesario abrir sus filas a nuevos integran-tes. La relación entre clausura y rigidez delmundo social y endogamia resulta aún másnítida si se considera que hacia el 1900 loscasamientos ya no fueron el resultado delas digitaciones de los padres, sino de lasdecisiones de los hijos e hijas. Como loretrató ejemplarmente otra joven de la highlife: “una muchacha debía casarse con elcandidato que ella tenía la libertad de ele-gir, pero dentro del círculo en el cual laelección le estaba permitida”.24

En coincidencia con esto, la muestra,según señalamos, nos devuelve una pre-

valencia de la endogamia hasta mediadosde la década de 1910. Sin embargo, tam-bién vale señalar que la misma no esdemasiado contundente: nunca superó60% entre 1899 y 1912 (cuadro 1). Laausencia de testimonios que sugieran unalto mundo ineficaz en “cerrar el círculo”(por el contrario, como recién expusimos,el diagnóstico prevaleciente fue el éxitoen circunscribir un mundo social dentrode cuyas fronteras la elite se reprodujo),invita a pensar que los incluidos en esecírculo fueron más que los integrantes delas tres ramas familiares aludidas (recor-demos: porteñas coloniales, provincianastradicionales e inmigratorias o extranje-ras fundadas antes del último cuarto delsiglo XIX). En otras palabras, es tentadorpensar que hubo otros atributos o capita-les al origen tradicional argentino para serconsiderado un par por la elite del Cente-nario. Según lo que la muestra nos permi-te ver, el título de nobleza y la condicióneuropea fue uno de ellos: aparecen casa-mientos entre mujeres de elite y noblesdel Viejo Mundo (a menudo funcionariosdiplomáticos en Buenos Aires), por ejem-plo, el de Eleonor Martínez de Hoz conel barón V. Bussche-Haddenhauser en1899 o el de Maura de Drysdale con elconde Bottaro Costa en 1904.25 Estos ca-samientos con personas ajenas a las fami-lias tradicionales, en realidad refuerzan elretrato de una preponderancia de la endo-gamia social: el enlace con un noble euro-peo no era síntoma de declinación, sino detodo lo contrario, de consagración de esta-tus (ante la sociedad en su conjunto, y, porqué no, también en el interior de la elite).

22 Impresiones, 1911, p. 374.23 Losada, Alta, 2008.24 Jurado, Descubrimiento, 1989, p. 163.

25 Véanse, respectivamente, Libro de Oro, “Ca-samientos, 1899”, 1900, p. 146, y “Matrimonios”,1904, p. 170.

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El retrato de un alto mundo social quepierde eficacia en cerrar fronteras y entutelar conductas emerge después de lagran guerra. Por entonces, las coordenadasculturales (otra vez en sintonía con lo queocurría en el resto de Occidente) dieronun vuelco. Nuevos consumos (desde eljazz al tango; el cine; tendencias en lamoda más sensuales), nuevas tecnologías(el automóvil), nuevas referencias (las esta-dunidenses por sobre las europeas) le die-ron a las diferencias generacionales unaestatura de ruptura. Los “modernos” añosveinte enmarcaron el eclipse del mundoaristocrático proveniente del siglo XIX. Lasdificultades de los mayores para contro-lar a los y las jóvenes, la vida autónomaque estos se daban y un contraste en con-ductas, en gestos corporales, en los modosde relacionarse (más íntimos, más desa-cartonados) es una semblanza que se repiteal retratar el alto mundo social de ladécada de 1920. A tal punto, que se aler-taba contra “el atolondramiento de estanueva generación […] esos jovencitos quehuyen de nuestros salones, desdeñandoalternar con niñas de su clase”.26

En los años 1930, el diagnóstico fueaún más contundente: los espacios quehabían enmarcado la vida social de co-mienzos de siglo eran para los jóvenes de entonces testimonios de lo obsoleto,vestigios del pasado, como lo precisó elpresidente de uno de los clubes más exclu-sivos de la ciudad, el Círculo de Armas,al conmemorar su 50 aniversario en 1935:

las nuevas aficiones, la atracción del sport alaire libre, el vértigo de la velocidad y de la

altura, el imán de los placeres más inten-sos y menos inocentes, han concluido parasiempre con la grave cortesanía de los his-tóricos salones, con la esgrima de la frase ycon la charla jocunda que amaron nuestrosmayores.27

Aunque es posible que los cambioshayan estado sobreestimados, excesiva-mente acentuados, como ocurre cuandolas personas están convencidas de queviven un fin de época, las torsiones de lasnuevas tendencias eclipsaron toda unaserie de convenciones que habían guiadola vida de las familias tradicionales desdefines del siglo XIX.

En este contexto de mutaciones cul-turales hubo una especialmente relevantepara lo que aquí nos ocupa: cambió, pau-latinamente, la consideración de lo queera un “buen casamiento”. En las décadasdel veinte y del treinta, las referencias alorigen familiar como credencial satisfacto-ria para ganar lugar en el mercado matri-monial de las familias tradicionales, con-viven con (cuando no se ven sustituidaspor) la ponderación de otros atributos: “unbuen nombre, una buena familia, unaabundante fortuna, un título universitario,hábitos de trabajo y ningún vicio”.28 Co-mo se entrevé en esta cita, el “nombre”ya no remite necesariamente a un origenpatricio, sino a la noción de mérito, derespetabilidad. Desde ya, la asociación de la respetabilidad con un origen socialtradicional fue recurrente: las familias másrespetables eran aquellas que, justamente,podían demostrar una continuidad de lavirtud a través de las generaciones. Sinembargo, esa asociación supuso algunas

26 “Notas sociales de la Dama Duende”, Caras yCaretas, núm. 970, año XX, 5 de mayo de 1917. Véasetambién García, Chiche, 1955.

27 Círculo, Centenario, 1985, p. 18.28 Loncán, Aldea, 1933, p. 124.

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novedades: la antigüedad familiar ya noera prestigiosa sólo o incluso principal-mente por indicar la pertenencia a ungrupo fundacional y por ello excepcional(el “patriciado”), sino por condensar va-lores reconocidos por el conjunto de lasociedad. Además, poco a poco la respeta-bilidad y el origen social fueron disocián-dose: se podía ser virtuoso y respetable sin proceder de familias antiguas, comoresultado del propio esfuerzo. La virtudremitía así a una cualidad individual, nosocial.29 En este escenario, por lo tanto,la antigüedad familiar como capital socialy simbólico recortó su alcance y su sen-tido: era importante, desde ya, y presti-gioso, pero no algo imprescindible parademostrar reputación.

El cambio de la endogamia a la exoga-mia, en consecuencia, puede ponerse enrelación con estas mutaciones culturales:con la erosión de los cánones que habíanpautado la alta vida social hasta media-dos de la década de 1910, y su sustitu-ción por criterios, si vale la expresión, máspermisivos o tolerantes. En estas coorde-nadas, posiblemente lo que hubiera sidoescandaloso en 1900 dejó de serlo (o yano lo fue tanto) en las décadas de 1920 y1930. Por ello mismo, si bien la exoga-mia es un cambio notorio de conductas,no debe verse como algo estrictamentetraumático, pues no fueron necesariamenteconductas a contramano de las convencio-nes imperantes, sino comportamientosque tradujeron nuevos códigos, normas ycriterios. El eclipse de una alta sociedadendogámica (y quizá más aún, su disten-

sión como grupo social) no fue necesaria-mente el resultado de las inconductas dela nueva generación, como la presentarona menudo los contemporáneos, sino el ine-xorable desenlace de una profunda trans-formación cultural.

La aparición y la evolución de la exo-gamia (mas no sus implicancias) debenevaluarse con moderación no sólo por ello,sino también por su verdadero alcance. Lamuestra nos permite aprehender mati-ces que no deben descuidarse. Uno deellos es que prepondera más entre lasmujeres que entre los hombres. A lo largode todo el periodo, los enlaces exogámicossiempre fueron más numerosos en el uni-verso femenino que en el masculino (salvoen 1935) (véase cuadro 2). La tasa deendogamia masculina, por su parte, comopuede verse en el apéndice, cuadro 3, es siempre superior a la femenina, tantocuando la endogamia prepondera en el cuadro general, como cuando el esce-nario se reorienta hacia la exogamia(exceptuando, otra vez, el año 1935).

Estas tendencias, en verdad, puedenpensarse en sintonía con las convencionesimperantes en las familias tradicionales,más que a contramano de ellas: para una“niña”, casarse con un hombre de mérito,aunque “nuevo”, no era necesariamenteun mal casamiento. Sí lo era, en cambio,que un hombre de la elite lo hiciera conuna mujer ajena a la alta sociedad, debidoa que era deseable que la esposa provinieradel mismo mundo social que el marido,pues era quien educaba y socializaba a loshijos en las tradiciones y costumbresimperantes.30 A su vez, el temor a la “sol-tería”, más pronunciado y peyorativo entremujeres que entre hombres, también pudo

29 Estas nociones pueden leerse en distintos tex-tos de los años veinte y treinta. Véase por ejemploGálvez, Espíritu, 1924, pp. 10 y ss. Véase tambiénMíguez, “Familias”, 1999, pp. 21-45. 30 Losada, Alta, 2008, pp. 93-147.

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incidir en que la exogamia fuera más fre-cuente entre las mujeres y que la mismano haya sido necesariamente escandalosa o sinónimo de un eclipse de las conven-ciones tradicionales (era mejor casarse con alguien, que no casarse). Es cierto, sinembargo, que el límite que imponennuestras fuentes con relación a cuestionesgeneracionales impide calibrar el alcancede esta posibilidad.

Otro matiz a la exogamia proviene decasos poco importantes en términos esta-dísticos, pero sí ilustrativos. Por un lado,el de aquellos consortes exogámicos, puestienen orígenes ajenos a las tres ramas tra-dicionales, que en la Argentina de los añostreinta y cuarenta, sin embargo, prove-nían de familias que para entonces yatenían una actuación importante en al-guna franja de la vida social. Es el caso,por ejemplo, de apellidos como Repetto oDickmann (vinculados a protagonistas dela vida política), que tienen enlaces conpersonas portadoras de apellidos tradicio-nales en estos años.

Otro tipo de consortes exogámicos,que aparecen en las décadas de 1930 y1940 (momento, reiteremos, en el que esetipo de uniones pasa a tener una primacíanítida) y que son poco visibles en las déca-das de 1900, 1910 y 1920 son aquellosque, para simplificar la exposición, deno-minaremos de “apellidos compuestos”.Estos son quienes tienen un apellido asi-milable a las familias tradicionales, y otroajeno a él (Canale Demaría; Parodi Can-tilo; Barruti Lanús; Soldatti Posse; CicheroAyerza, por citar algunos ejemplos). Estoscasos, cuya paulatina aparición es tenta-dor ponerla en relación con la evolucióngradual que presenta la exogamia en lamuestra, tienen un cariz muy singular:evidencian una apertura dada en la gene-

ración anterior a la del consorte (por ellolos incluimos entre los exogámicos), peroa la vez también son personajes con ciertafamiliaridad con el alto mundo tradicio-nal, o, cuanto menos, no del todo ajenosa él. Lo interesante es que en los añostreinta y cuarenta, la mayoría de los con-sortes con “apellidos compuestos” sonmujeres. En otras palabras, cuando pre-valece la exogamia, la exogamia másmoderada, el casamiento con personas de“apellidos compuestos” fue una conductamás frecuente entre los hombres que entrelas mujeres de apellidos tradicionales, ten-dencia que, por lo tanto, también puedepensarse como una expresión de la super-vivencia de las convenciones más asenta-das (en este caso, la mayor censura querecibía la exogamia masculina que la fe-menina). Un último pliegue sugerente de los casos con “apellidos compuestos”es que en 1935, 1941 y 1944 el apellidonuevo es el del padre, y el tradicional, elde la madre. En consecuencia, muestranque en la generación anterior, en los padresdel consorte, existió la pauta convencio-nal ya señalada: fue una mujer de familiatradicional la que se casó con un hombrenuevo. Pasando en limpio, entonces: lamayoría de los consortes con “apellidoscompuestos” de las décadas de 1930 y1940 fueron mujeres que, a su vez, eranhijas de un hombre nuevo y de una madrede familia tradicional.

En síntesis, los “apellidos compuestos”nos recuerdan lo pausado que fue el girohacia la exogamia: indican, en tanto quecasamientos exogámicos “moderados”, que las convenciones tradicionales nomurieron de manera repentina, a pesar delas voces de alarma; y que la búsqueda de un consorte en una franja de la sociedadno del todo ajena al mundo tradicional

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(en especial entre los hombres) siguiósiendo deseable o bien visto.

Con todo, y para restituir el cuadrogeneral, conviene precisar también laimportancia relativa de los “apellidos com-puestos”. En el conjunto de los casamien-tos exogámicos tienen una importanciarelativa aproximadamente similar en lasdécadas de 1930 y 1940, y nunca mayo-ritaria: 19 sobre 63 casamientos exogámi-cos en 1935; doce sobre 50 en 1941; trecesobre 64 en 1944. Su carácter minoritariose suma a otros indicadores (la preponde-rancia de apellidos italianos o españoles; el“anonimato” de estos casos) que permi-ten concluir que, cuando la exogamia pasóa prevalecer en las familias tradicionalesargentinas, la misma, dentro de un cre-cimiento gradual y rodeado de matices,tendió a unir a integrantes de familias tra-dicionales con personas que habían tenidoun ascenso social relativamente reciente, oque, al menos, poseían escasa familiari-dad con el universo y el mundo social delque provenían sus maridos o sus esposas.

De la endogamia, ¿a la endogamia?

Señalamos que un sensible cambio cultu-ral, que distendió criterios y pautas derelación fue contemporáneo al cambio enlas conductas matrimoniales (también lofueron cambios políticos y económicosque, quizá forzadamente, sumaron moti-vos para la atenuación de la clausura y delos pruritos elitistas).

Estas circunstancias permiten pensarpor qué las familias tradicionales giraronde la endogamia a la exogamia. Sin em-bargo, no nos explican por qué hubo genteinteresada en casarse con ellas. La existen-cia de consortes exogámicos es precisa-

mente el indicador que nos muestra queese interés existió (algo que merece resal-tarse, pues es válido pensar que la declina-ción o la pérdida de gravitación de nues-tro elenco bien podría haber provocadouna “endogamia forzosa”: casarse entre síante la ausencia de interés de otros porvincularse a ellas).

Este hecho nos enfrenta con dos pun-tos muy sugerentes. Uno es la funcionali-dad que mantuvo en la Argentina deentreguerras un casamiento con una fami-lia de la elite tradicional: cuál era el réditoque podía conseguirse con él. Desde ya,una respuesta concluyente a este inte-rrogante exigiría una exploración familiapor familia (también, tener presente queno siempre existen cálculos utilitaristas al momento de casarse, porque la gentese enamora). En una mirada global y enperspectiva, está claro que el protagonismopolítico, económico o incluso cultural de miembros de las familias tradicionalesperduró; que no hubo un eclipse rotundoy rápido de este elenco en la Argentinademocrática. Sin embargo, como hemosexplorado en otra oportunidad, es posibleconcluir que el casamiento con una fa-milia tradicional en las décadas de 1920 a 1940 recortó sus alcances como mediode promoción social en comparación conla Argentina de la belle époque de pre-guerra. No sólo por la declinación queafectó a algunas de ellas, sino por unarazón más estructural: la misma transfor-mación de la sociedad argentina. La pro-gresiva complejidad que adquirieron todaslas dimensiones de la vida social (la po-lítica, la cultura, la economía), se tradujoen canales y espacios singulares, inde-pendientes del arbitraje de la elite tra-dicional, para escalar y hacerse un lugaren esas dimensiones (desde el partido

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31 Losada, “Oligarquía”, 2007, pp. 43-75.32 Con relación a la elite terrateniente, véase

Hora, Terratenientes, 2002, pp. 282-300.33 Losada, Alta, 2008, pp. 357-364.

político a los cenáculos y sociabilidadesintelectuales).31

Si se contempla que plausiblemente elcostado funcional de un casamiento conuna familia de elite tradicional menguóen la Argentina de entreguerras, la bús-queda de respuestas a por qué hubo inte-resados en casarse con ellas debe cambiarde ángulo, o contemplar otros, comple-mentarios a aquel. Aquí aparece el segun-do punto al que nos referíamos en elpárrafo anterior y que es un problema quemerece en sí mismo una exploración enprofundidad, también mayor a la que sepuede desplegar en estas líneas: qué ima-gen o qué representación de la clase altatradicional circuló en la Argentina de en-treguerras; cuál fue su reputación.

El cuadro que puede trazarse al res-pecto a partir de la historiografía que harondado este tema es ambiguo. Por un la-do, las conductas políticas (posiciones anti-democráticas cada vez más recalcitrantes)y las decisiones económicas (un giro de laproducción a la renta, en el caso de la eliteterrateniente, la más íntimamente referen-ciada con las familias tradicionales de todoslos sectores propietarios de la Argentinade las décadas de 1920 y 1930) tomadaspor nuestro elenco en estos años contribu-yeron a desacreditar su imagen pública.32

El estilo de vida ostentoso, a su vez, se ade-cuó mal a una sociedad en la que los valo-res del ahorro, el esfuerzo y la respetabili-dad ganaron fuerza, alentando una críticamoral que circuló en los medios de prensay se extendió a distintas manifestacio-nes culturales, de la literatura al tango.33

Frente a esto, sin embargo, la contracara:la irradiación simbólica de la elite tradicio-nal perduró. Siguió siendo sinónimo deprestigio y de alto estatus. Una demos-tración ilustrativa al respecto es que algu-nas marcas referenciaron sus productoscon este círculo social para prestigiarlos.34

Podría afirmarse, entonces, que la irra-diación simbólica de la elite tradicional, suestatura como grupo de referencia en lotocante al estatus y el prestigio perduró,aunque fue menguando. Los “apellidoscompuestos” podrían pensarse como lasexpresiones, en la muestra, de semejan-te situación: su existencia, en sí misma,muestra el interés por mantener una refe-rencialidad con el alto mundo tradicio-nal (expuesta en la marca identitaria deportar el apellido); su carácter minoritarioentre los casamientos exogámicos, por su parte, sugiere que esa referencialidadno fue una aspiración muy extendida ovalorada.

Ahora bien, todo lo argumentado hastaaquí supone que el elenco de las familiastradicionales mantuvo una posición socialencumbrada. No obstante, y como ya he-mos señalado, no fue necesariamente esteel cuadro de situación de todas ellas. Auncuando no podemos inferir, con nuestrosdatos, las causas (aunque algunas de ellasson bien conocidas, como el impacto dela gran depresión en las familias terrate-nientes), la muestra, recordemos, nosofrece indicios que pueden vincularse conla declinación de las familias tradicionales:el “anonimato” de la gran mayoría de losconsortes exogámicos de las décadas de1930 y 1940 es uno de ellos.

En verdad, la carencia de informaciónsobre estos consortes puede pensarse como

34 Véase Rocchi, Chimneys, 2006, p. 83.

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un indicio de la situación de las propiaspersonas con apellido tradicional que secasaron con ellas. En otras palabras, esplausible sostener que aquí estamos frentea uniones que vincularon a familias en unasituación económico social relativamentesimilar, y cuyas diferencias estaban másque nada en su origen y procedencia: paraacudir a expresiones ilustrativas (quizá endesmedro del rigor analítico), que seancasamientos entre familias de sectoresmedios de orígenes inmigratorios y otrasde orígenes tradicionales.

De este tipo de uniones se infieren,entonces, dos fenómenos muy interesan-tes. En primer lugar, que estos casamien-tos serían socialmente endogámicos, noexogámicos, porque habrían vinculado afamilias de similar estatus económicosocial que sólo habrían diferido en sus orí-genes familiares. Esta endogamia, sinembargo, no oculta dos fenómenos rele-vantes (más bien los expone): la ya comen-tada declinación de parte del elenco de lasfamilias tradicionales y, por otro lado, lapérdida de importancia del origen familiarcomo marca identitaria, y más en gene-ral, como atributo estratificante (algo quebien puede leerse como una demostraciónde las limitaciones de los atributos inma-teriales en una sociedad capitalista). Esdecir, poseer un apellido tradicional ya nofue en la década de 1930 un capital sufi-ciente para tener un lugar en las elitesargentinas o, al menos, una cualidad quepor sí misma haya alentado a las familiastradicionales a casarse entre sí.

En segundo lugar, y en otro sentido,la declinación de parte de las familias tra-dicionales, quizá paradójicamente, pudocontribuir a la vigencia de la irradiaciónsimbólica de nuestro elenco, pues el ape-llido tradicional, en vez de remitir a elites

de creciente descrédito, pasó a ser un capi-tal de distinción en el seno de los sectoresmedios. Así, es posible pensar que nues-tro elenco retuvo una supervivencia (sim-bólica) cuando se estaba desdibujandocomo actor colectivo, debido a la diásporaque lo afectó bajo los efectos de la movi-lidad, ascendente y descendente, de laArgentina de entreguerras.

CONCLUSIONES

Una conclusión que puede desprendersede la muestra, retomando lo señalado en elfinal del apartado anterior, es que si se mi-ra en perspectiva el periodo 1900-1940, alcomienzo del mismo el origen social tra-dicional fue un criterio de peso entre lasfamilias tradicionales al momento de concertar matrimonio (la endogamia pre-valeciente entre ellas es su principal evidencia), mientras que dejó de serlo alfinal. La pérdida de importancia de esecapital, sin embargo, no podría leersenecesariamente o en todos los casos comoun giro de la endogamia a la exogamia,pues probablemente las familias tradicio-nales de las décadas de 1930 y 1940 secasaron, como lo habían hecho a comien-zos de siglo, con gente a la que considera-ron iguales sociales (aun cuando debieranhacerlo a regañadientes, como probable-mente ocurrió entre las que declinaronsocialmente). La exogamia, evidente alponderar los orígenes familiares de losconsortes, no habría sido en verdad tal sihubieran sido otros los criterios conside-rados. Vimos, después de todo, que hubocapitales compensatorios o equivalentesal del apellido tradicional: desde ya, segu-ramente, económicos; entre los sociales,la respetabilidad, posiblemente, fue el más

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importante en la Argentina de entregue-rras. Algo así, incluso, ocurrió en los añosde la belle époque: la endogamia social fuemás pronunciada que la que se infiere delos casamientos que vincularon a las fami-lias tradicionales entre sí (nunca supe-riores a 60%), debido a los enlaces conpersonas que fueron pares sociales o, másaún, que sirvieron para ratificar la condi-ción de elite de las familias argentinas, apesar de no provenir de los círculos patri-cios (los nobles europeos). En este sentido,retomando lo argumentado al comenzareste artículo, otra conclusión que se puedeinferir de nuestro trabajo es la dificultadde identificar todos los criterios y pautasque mueven a la gente al momento deelegir consorte, pues los mismos, al com-pás de las mutaciones de la sociedad, y dellugar de la gente en ella, cambian.

Destilando la lectura, podría inferirseque en realidad la importancia del origensocial en el funcionamiento del mercadomatrimonial es resultado de la muestraaquí estudiada, y no necesariamente unfenómeno “real”: esto es, la gente de elitea comienzos de nuestro periodo se casóentre sí, y también lo hizo al final, sóloque, como hubo una recomposición en laselites, la preponderancia del apellido tra-dicional en el mercado matrimonial men-guó al compás de la renovación de loselencos de los sectores encumbrados.Desde este mismo punto de vista, el ape-llido como marca identitaria de las elitesargentinas habría existido cuando las con-diciones objetivas lo hicieron posible, léasecuando en su universo social prepondera-ron las familias tradicionales, y dejó deserlo cuando esa prevalencia declinó.

Semejante retrato, plausible, hace per-der de vista algunos matices. El másimportante es que subestima el peso del

origen social, del apellido tradicional: enverdad fue un pilar central en la consti-tución y en la identidad de las familiastradicionales como un actor colectivo en elpasaje del siglo XIX al XX. Su pérdida deimportancia como criterio al momento deconcertar matrimonio merece rescatarseporque es un fenómeno relevante en símismo. Es decir: casarse con gente de dis-tinto origen social pudo no haber sido uncasamiento exogámico en sentido estrictoy, más aún, ni siquiera una conducta quepueda asociarse únicamente con la decli-nación social. Así habría sido en el casode aquellas familias tradicionales que re-tuvieron posiciones encumbradas y quese vincularon con familias nuevas de elite(una conducta, sin embargo, que en lamuestra no es preponderante, como seinfiere del anonimato de los consortes,signo verosímil de su escasa gravitaciónsocial). Pero, con estas nuevas pautas yconductas, las familias tradicionales dis-tendieron sus relaciones recíprocas, en unescenario en el que sus caminos se bifur-caron (posiblemente, los caminos bi-furcados alentaron la distensión). Así,algunas sobrevivieron individualmente en elites renovadas, mientras que otrasdeclinaron. En consecuencia, mirar lascosas desde la perspectiva planteada en elpárrafo anterior (la gente de elite se casó,a comienzos y a finales de nuestro periodo,entre sí, nada más cambiaron el elenco ylos criterios) es válido y verosímil, peronos impediría ver un fenómeno que aquíhay que destacar: la pérdida de densidade incluso del carácter de actor colectivode las familias tradicionales argentinas(algo que habían sido, al menos, hasta elCentenario).

Un segundo matiz se deriva, también,del peso identitario que el origen social

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tuvo en nuestro elenco. Es cierto, comohemos argumentado páginas arriba, quehubo cambios culturales en los años de laprimera posguerra que seguramente lashicieron más permeables que en la belleépoque de comienzos del siglo XX. Sin em-bargo, los ritmos de esos cambios fueronpausados (los casamientos exogámicos, porejemplo, fueron más frecuentes a travésde las mujeres, algo en consonancia conlas convenciones más tradicionales), y noavanzaron sin resistencias. En este con-texto, y a pesar de una tendencia, insista-mos, conducente al cambio más que a lapermanencia de conductas y cosmovisio-nes, parece difícil que las familias tradi-cionales encumbradas hayan abandonadorápidamente uno de sus pilares identita-rios más asentados y más singulares, elapellido tradicional, a menos que las cir-cunstancias lo hayan exigido.

Desde este punto de vista, es verosí-mil plantear que el casamiento con per-sonas de orígenes sociales diferentes,siendo una pauta en extensión, haya sidouna conducta más usual entre las familiastradicionales que declinaron socialmente,que entre las que retuvieron un lugar enlas elites argentinas. Una hipótesis a pro-fundizar en este sentido es que los casa-mientos endogámicos por origen social delas décadas de 1930 y 1940 (minoritarios,recordemos, en nuestra muestra) hayansido los de las familias tradicionales quepor entonces mantuvieron poder econó-mico o político. Es una conjetura intere-sante, porque abre la posibilidad de pen-sar que el mercado matrimonial de laselites argentinas, a medida que su elencose renovó y a pesar de una tendencia gene-ral en la que el origen social perdió esta-tura y significación, tuvo segmentacionesque no habían tenido demasiado espesor

en la Argentina del Centenario, cuandosu composición había sido más uniforme.Más aún, es tentador pensar en mercadosmatrimoniales diferentes entre familiastradicionales de elite y de sectores medios:en aquellas, entonces, el origen social nohabría perdido importancia rápidamen-te, debido a un interés por resguardar unadistinción simbólica en unas elites reno-vadas, mientras que en las de sectores me-dios la unión con familias nuevas habríasido más rápida, o al menos, frecuente (yquizá, también, más forzada que entreaquellas que tuvieron estas conductas peromantuvieron una posición de elite).

Lo cierto es que, de la muestra, y apesar de las limitaciones ya señaladas, sur-gen por lo tanto evidencias que nos indi-can la recomposición de las elites, y ladiáspora de las familias tradicionales enla Argentina de entreguerras. A propósitode esto, una de las conclusiones más suge-rentes que pueden inferirse de nuestroanálisis es que esa diáspora pudo habercontribuido a que los pilares identitariosde las familias tradicionales mantuvieranuna significación simbólica cuando ya sehabía desdibujado su entidad como actorcolectivo: las familias de elite que pasarona engrosar los sectores medios permitie-ron que el origen tradicional se desligarade una referencialidad estrecha o exclu-siva con unas clases dominantes progre-sivamente carentes de legitimidad ante lasociedad. Los “apellidos compuestos”,recordemos, minoritarios en términos esta-dísticos pero sugestivos, porque son casosque aparecen en las décadas de 1930 y1940, son el indicio, en la muestra, deque el apellido tradicional siguió teniendoun lugar como símbolo de reputación. Porlo tanto, la perduración, en la sociedadargentina, de la vigencia (o si se quiere,

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cambiando el ángulo, la agonía paulatina)de ese capital simbólico que había sidouna marca identitaria muy fuerte de lasfamilias tradicionales, pudo así derivarse

no sólo de remitir a una condición de elite,sino del declive de este elenco en la Argen-tina de entreguerras.

Cuadro 1. Casamientos 1899-1944a

Total Años casamientos Endogámicos Exogámicos

1899 58 (100) 35 (60.0) 23 (40.0)1904 58 (100) 32 (55.1) 26 (44.9)1912 61 (100) 37 (60.6) 24 (39.4)1917 31 (100) 15 (48.4) 16 (51.6)1924 88 (100) 43 (48.8) 45 (51.2)1935 85 (100) 22 (25.8) 63 (74.2)1941 86 (100) 36 (41.8) 50 (58.2)1944 83 (100) 19 (21.3) 64 (78.7)

a Las cantidades entre paréntesis representan el porcentaje.

Cuadro 2. Casamientos exogámicos

Mujeres de familias tradicionales Hombres de familias tradicionalesEsposos apellidos Esposos apellidos Esposas apellidos Esposas apellidos

italianos/ teutones/franceses/ italianos/ teutones/franceses/ Años Total españoles británicos españoles británicos

1899 23 4 10 6 31904 26 10 4 9 31912 24 9 5 7 31917 16 4 5 6 11924 45 18 7 11 91935 63 19 10 19 151941 50 14 13 11 121944 64 25 13 18 8

Total 311 103 67 87 54

APÉNDICE

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FUENTES CONSULTADAS

Para la confección de la muestra y la reconstrucción prosopográfica

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Prensa

Se mencionan a continuación los eventosconsiderados para ponderar la pertenen-cia al alto mundo social; los listados deasistentes fueron relevados de los diarios ymedios de prensa que se consignan encada oportunidad:

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-Abonados a los palcos del viejo TeatroColón, El Diario, 15 de mayo de 1884.

-Baile Anual del Club del Progreso, ElDiario, 9 de julio de 1884.

Cuadro 3. Tasas de endogamia (porcentajes)

Años Hombres Mujeres Años Hombres Mujeres

1899 79.5 71.4 1924 68.25 63.231904 72.7 69.5 1935 39.28 43.131912 78.7 72.5 1941 61.01 57.141917 68.18 62.5 1944 42.22 33.3

Notas: Los cortes temporales fueron elegidos aleatoriamente, con la intención de conocer tendencias encada una de las décadas incluidas en el periodo, que, a la vez, permitieran edificar una imagen en perspectivapara todo el arco temporal: así, junto al año inicial (1899), se eligió uno para la primera década del siglo XX

(1904); uno en la inmediata preguerra, en consonancia con el momento de mayor apogeo de nuestro elenco(1912); uno de mediados de la década de 1910 (1917); uno de mediados de los años 1920 (1924); uno, tam-bién, de mediados de los años treinta (1935); comienzos de la década de 1940 (1941), y 1944 como cierre,considerando el punto de inflexión ocurrido en el país en 1943.

Las tasas de endogamia se calcularon multiplicando por 100 los casamientos endogámicos de hombresy mujeres (cuadro 1), y dividiendo el resultado de ese cálculo por el total de casamientos de hombres y muje-res (cuadro 2), para cada año.

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148 LEANDRO LOSADA

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EL MERCADO MATRIMONIAL DE LAS FAMILIAS TRADICIONALES ARGENTINAS 149

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Publicaciones periódicas

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