Barber Beaumont. Travels in Buenos Aires. (Viajes por Buenos Aires). 1828
Sarlo Buenos Aires
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Asociacion Centro de Estudios y Cooperacion Para America Latina
Buenos Aires, una metrópolis periféricaAuthor(s): Beatriz SarloReviewed work(s):Source: Guaraguao, Año 5, No. 13 (Winter, 2001), pp. 9-27Published by: Asociacion Centro de Estudios y Cooperacion Para America LatinaStable URL: http://www.jstor.org/stable/25596230 .Accessed: 21/06/2012 13:52
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Buenos Aires, una metropolis periferica* Beatriz Sarlo
Universidad de Buenos Aires
Viajeros en 1918
"Before leaving for Buenos Aires everybody in New York told me that the Plaza Hotel was the only hotel in Buenos Aires, and that
of course I would make it my headquarters during my sojourn there.
But my information had been given me by men, and neither they nor
I expected to find that the Plaza did not take women unaccompanied
by their husbands or supposed husbands. Not even sisters accompa
nied by their brothers, or wives whose husbands have to travel, or
widows, are made welcome. Much less respectable maiden ladies!"1
La viajera que escribio estas lineas, llego a Buenos Aires en 1918. Se trata de Catherine Dreier, una norteamericana liberal y culta (que anos despues escribiria un ensayo sobre Marcel Duchamp) a quien tanto la ciudad como la situacion de las mujeres en ella le parecen producto de
una cultura hispanica conservadora y tradicionalista.
La ciudad no la impresiona como la "Paris del Sur" de la que habia oido hablar, por dos razones: la monotonia de su trazado en grilla ortogo nal, por una parte, y la ausencia de una sociabilidad rica y movil en el
espacio publico, por la otra. Mas que a Paris, Buenos Aires le recuerda a
Brooklyn. Probablemente, Dreier no se equivocaba demasiado porque su
percepcion de Buenos Aires es independiente de la idea que las elites por tenas tenian sobre la ciudad:
"One beautiful avenue, called the Avenida de Mayo, which
stretches a little more than a mile [...], might easily recall a Parisian
boulevard, with its avenues of trees and its many cafes with small
tables and chairs on the sidewalk. But how unlike Paris in reality! Here one rarely sees a woman, and, unlike Paris, only men frequent the cafes [...] Buenos Aires was, constantly reminding me of Brooklyn.
There was only a small section which was interesting and amusing,
and the rest was endless, endless vistas of streets. Sometimes with good
pavement, sometimes with bad, but just streets, streets, streets".2
GUARAGUAO ano 5, nQ13, 2001 pags. 9 - 27
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Tambien en 1918, un viajero ya conocido en los cfrculos esteticos
de Nueva York (y seguramente amigo de Miss Dreier), Marcel Duchamp, llega con la idea de establecerse un tiempo en Buenos Aires. No conoce a nadie y su visita queda como un acto secreto, sin dejar huellas ni ser
comentado por ningun argentino. Aburrido de una ciudad que considera una aldea, Duchamp regresa en 1919 a Estados Unidos. Antes, en algunas cartas que escribio desde Buenos Aires, la juzga severa y displicentemente. Le parece una pequena ciudad de provincia, vulgar, donde no se sabe nada de arte contemporaneo y donde la elite es poco refinada.3 Miss Dreier tiene la misma impresion sobre los gustos esteticos de la elite que (segun ella) elige decorar sus palacios con arte pompier y carece de toda idea sobre la arquitectura moderna.
Estos juicios sobre Buenos Aires a fines de la segunda decada del
siglo XX describen bien una sociedad que habfa encarado un proceso ace
leradfsimo de modernizacion economica, pero que todavfa se caracteri zaba por sus costumbres provincianas y por el tradicionalismo cultural de las elites. Sin embargo, estas elites habfan dirigido el proceso de moder nization economica, incluidas las polfticas inmigratorias que cambiaron
para siempre el perfil sociocultural de la Argentina. Ni Dreier ni Duchamp estan en condiciones de captar que hay
detras y debajo de ese damero de calles rectas cuya regularidad resulta, sin
duda, singularmente "antipintoresca". Esas calles rectas, "just streets",
prolongadas hasta el infinito son la grilla de la Buenos Aires moderna, la estructura geometrica que le permite crecer con una velocidad insolita y
multiplicar sus suburbios en pocas decadas.4 Debajo de esa grilla de calles rectas estan los tubos de los desagiies y los tuneles del primer subterraneo
(que se inauguro en 1913); y en la superficie, siguiendo las lfneas de la gri lla, los rieles de los tramways, las lfneas electricas y los cables telefonicos.
Esto, que naturalmente impresionaba poco sf el viajero llegaba desde New
York, fue la base de la modernizacion urbana sobre la que, muy pocos anos
despues se apoyarfan los procesos de modernidad cultural. La trama subterranea y aerea de los servicios y del transporte, que
Dreier y Duchamp miraron con descuido o pasaron por alto, era una de las capas mas dinamicas de la ciudad real. La ciudad se nos presenta siem
pre como un pentimento: sobre una superficie que viene del pasado se
superponen intervenciones diferentes, que ocultan las marcas del pasado, aunque estas perduran como huellas trazando lfneas de origen heteroge neo y muchas veces contradictorio. La ciudad tiene algo de atlas historico:
Beatriz Sarlo Buenos Aires, una metrdpolis periferica
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sobre un mapa base, se suceden mapas transparentes con los relieves del
territorio, el cauce de las avenidas, los tuneles, las divisiones de los
barrios, las concentraciones demograficas, los medios de comunicacion. La ciudad es ese mapa historico, esa sobreimpresion de cartas: la carta del
transporte, la carta de las comunicaciones inalambricas, la carta de los
mass-media, la carta de los circuitos del trabajo, el comercio y el ocio. En la sobreimpresion de estas cartas podemos encontrar una o varias logicas, principios de racionalidad e impulsos de desorden. Estas redes materiales
y simbolicas densas contienen, definen y limitan nuestra imaginacion. Apresados en estas redes, pero al mismo tiempo modificandolas, tor ciendo sus mallas, los imaginarios urbanos proyectan imagenes de ciudad.
Nueva sensibilidad y nostalgia Buenos Aires fue, primero, una ciudad hispano-criolla, probable
mente la sede mas pobre del virreinato espanol, asentada sobre un terri torio absolutamente piano y despojado de pintoresquismo. Sobre esta ciu dad colonial, desde el ultimo tercio del siglo XIX las elites locales fueron
imaginando y construyendo una ciudad a la europea, que no solo trataba de imitar estilos arquitectonicos franceses sino que basaba su modernidad tambien en la implantacion de las nuevas tecnologias urbanas: un sistema de cloacas y desagues, agua corriente, iluminacion, tendido de vias rapi das de transporte, grandes edificios administrativos, equipamiento de escuelas y hospitales.
A esta ciudad en construccion acelerada llegaron los inmigrantes europeos que enriquecieron la escenografia de la modernidad con su variacion cultural y linguistica. Como en San Pablo y en New York, se
produjo en Buenos Aires un proceso acelerado de cambio demografico acompanado de transformaciones urbanas y sociales. La ciudad fue borrando rasgos de su pasado, escribiendo un nuevo mapa sobre el trazado
colonial, distribuyendo nuevas arquitecturas sobre las manzanas donde todavia persistian viejos edificios criollos. En el periodo de emergencia y consolidacion deja ciudad moderna (que comienza alrededor de 1890, mas francamente a partir de 1900, de manera tumultuosa en las decadas de 1920 y 1930), se producen cambios acelerados y dramaticos, perfecta mente visibles tambien en la dimension cultural. Estos cambios perturban profundamente a las subjetividades, comenzando con nuevas experiencias del tiempo y del espacio. Hombres y mujeres nacidos en la ciudad de fin del siglo XIX y comienzos del XX, si veinte anos despues continuaban
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viviendo allf, lo hacfan en una ciudad radicalmente diferente a la de su
infancia. La impresion del cambio era aun mayor, cuando alguien llegaba a Buenos Aires despues de haber pasado anos lejos de ella.
Borges, para poner el caso de un escritor nacido en 1899, viaja con su familia a Europa en 1914, pasa su adolescencia en Suiza, y cuando vuelve en 1921, la Buenos Aires que el habfa conocido como nifio habfa retrocedido hacia las afueras, era visible solo en los suburbios alejados que lindaban con la llanura. Eso es precisamente lo que Borges escribe en su
primer libro de poemas, publicado en 1923: "Las calles de Buenos Aires / ya son la entrana de mi alma. / No las calles energicas /molestadas de pri sas y ajetreos, / sino la dulce calle de arrabal /enternecida de arboles y ocaso / y aquellas mas afuera /ajenas de piadosos arbolados /donde auste ras casitas apenas se aventuran / hostilizadas por inmortales distancias / a
entrometerse en la honda vision / hecha de gran llanura y mayor cielo".5 Esa ciudad hispano-criolla de la infancia emergfa como una huella en el
mapa historico, un pentimento que develaba los restos nostalgicos del
pasado que subsisten en el presente: "Mis pasos claudicaron / cuando iban a pisar el horizonte / y quede entre las casas, / miedosas y humilladas, /encarceladas en manzanas / diferentes e iguales / como si fueran todas ellas /recuerdos superpuestos, barajados, / de una sola manzana".6 Alma
cenes, patios, veredas de tierra, orillas entre la ciudad y la pampa, son los elementos de la escenograffa poetica de este primer Borges, que busca en
el Buenos Aires de los afios veinte, debajo o lejos de las transformaciones de la modernidad, el recuerdo de una ciudad criolla que esta desapare ciendo: "Aquf otra vez la eventualidad de la pampa en algun horizonte / y el terreno baldfo que se deshace en yuyos y alambres / y el almacen tan
claro como la luna nueva de ayer tarde. / Es familiar como un recuerdo la
esquina / con esos largos zocalos y la promesa de un patio /piadoso y facil como un avemarfa".7
Borges recuerda una ciudad que esta dejando de existir o que esta
retrocediendo hacia las afueras porque Buenos Aires se mueve con un
impulso irrefrenable. En la ultima decada del siglo XIX y las tres primeras del XX, el trazado de la ciudad, siguiendo el esquema de manzanas cua
dradas de cien metros de lado, se impone sobre todo su territorio, incluso sobre las parcelas que todavfa no han sido ocupadas pero que lo seran muy
pronto.
Frente a esta extension de la cuadrfcula, algunos intelectuales se
quejan de que la topograffa de Buenos Aires sea excesivamente monotona
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y culpan a la cuadricula de la incapacidad de la ciudad para ofrecerse como lugar pintoresco. Escritores como Borges, en cambio, leen la cua
dricula en clave pampeana, persiguiendo las calles rectas, "laciamente
sumisas",8 hasta desembocar en la llanura. Otros, como Roberto Arlt, miran unicamente la ciudad nueva en su hacinamiento, su falta de luz, su
rofia, pero tambien en rascacielos y carteles luminosos mas altos y mas bri llantes de los que existian realmente en 1930. Visitantes como Le Corbu sier sefialan dos cosas: por un lado, la necesidad de que la ciudad esta blezca un dialogo espacial y paisajistico con el Rio de la Plata; por el otro, que en las casitas de los barrios, construidas por artesanos italianos, las for mas geometricas y puras, la desnudez impuesta por los bajos presupuestos, logran sin proponerselo la claridad ordenada de los volumenes modernos.9
El tumulto del cambio: 1920 y 1930 Ya el tranvia de caballos habia sido un transporte de velocidad
inaudita en las aldeas latinoamericanas que se transformaban en ciudades. Pero la extension del transporte impulsado por electricidad cambia defi nitivamente la percepcion de la ciudad y tambien el punto de vista desde donde se la percibe: la ciudad comienza a ser vista a gran velocidad y desde arriba.
La incorporacion de nuevas tecnologias modifica el transporte, la iluminacion y, por lo tanto, las formas de experimentar la ciudad tanto material como simbolicamente. Ya no es posible percibir a los edificios con las luces y las sombras que cambian con el avance o el retroceso de la luz natural apenas modificada por la debil iluminaci6n
callejera. Las escenografias urbanas, iluminadas a gas o electricidad, ya nunca seran las mismas. La literatura abunda en imagenes de edi ficios que "desfilan" velozmente ante los ojos de los pasajeros de un tranvia electrico y sus fachadas son diferentes, ya que el juego de los
volumenes, el claroscuro, los vacios de la edificacion cambian por los efectos "expresionistas" de la velocidad.
Esta modernidad tecnica coloca a Buenos Aires en linea con otras
capitales de occidente. Paris nunca habia sido el unico modelo europeo de Buenos Aires, aunque fuera la arquitectura Beaux Arts francesa la que diera el tono de las grandes mansiones de la elite construidas en los ulti mos anos del siglo XIX y los primeros del XX. Varias ideas de ciudad, entre ellas la de la metropolis americana por excelencia, New York, proporcio nan imagenes para pensar a la ciudad del Rio de la Plata. A medida que
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la modernizacion avanza sobre la dimension cultural, el punto de compa racion con New York comienza a funcionar como una perspectiva influ
yente sobre el imaginario. En 1928, solo diez anos despues de las impresiones registradas
por los viajeros Dreier y Duchamp, el novelista y periodista Roberto Arlt elige New York y no Parfs para comparar una galerfa comercial del centro de Buenos Aires. Esta galerfa, cuyo nombre es "pasaje Giie mes" hubiera podido ser pensada en terminos de los famosos pasajes parisinos.10 Sin embargo, la mezcla de culturas diferentes y el desor den ponen en primer piano una New York intensa y capitalista:
"El terror de luz electrica desde la mafiana a la noche
inunda para in eternum sus criptas, cajas fuertes y quioscos de
vidrio. [...] El zumbido de sus ascensores, subiendo, mejor dicho,
deslizandose perpendicularmente. [...] Y ese maremagnum de.
gente bien vestida y misteriosa que de la mafiana a la noche se
pasea por allf, y que no se sabe si son gentiles rateros, pesquisas,
empresarios de teatro o que se yo. Se respira allf una atmosfera
neoyorquina; es la Babel de Yanquilandia transplantada a la tierra
criolla e imponiendo el prestigio de sus bares automaticos, de sus
zapatos amarillos, de las victrolas ortofonicas, de los letreros de
siete colores y de las 'girls' dirigiendose a los teatros con numeros
de variedades que ocupan los sotanos y las alturas".11
La cita de Roberto Arlt capta vados rasgos de la modernizacion en curso: los edificios en altura que estan reemplazando, en el centro de la ciudad, a las casas de dos o tres pisos de la ultima mitad del siglo XIX; la luz electrica, que produce ese fenomeno tfpicamente moderno en el
que el cielo diurno de la naturaleza es sustituido por la continuidad de la iluminacion artificial; los bares "automaticos", es decir los self-service
y las vending machines que, primero, fueron vistas en el cine como fco nos que anuncian un futuro de automatization de las necesidades coti
dianas; los medios de comunicacion a distancia y la reproduction tec nica de las obras de arte y de la musica popular; la mezcla social donde los habitantes de la ciudad moderna han dejado de tener relaciones per sonalizadas (ese tema que Walter Benjamin desarrollo a proposito de Parfs en el siglo XIX pero que, en verdad, se cumple plenamente en las ciudades del siglo XX y, sobre todo, en las metropolis norteamericanas).
Beatriz Sarlo * Buenos Aires, una metropolis periferica
Extranjeros en la ciudad El gigantesco, crecimiento demografico y urbano de las dos ulti
mas decadas del siglo XIX y las primeras cuatro del XX, destruye una trama de relaciones sociales directas. La ciudad comienza a ser habitada
por "extranos". Decenas de miles de extranjeros se incluyen en redes urbanas expansivas. En las primeras decadas de este siglo, en Buenos Aires hay mas extranjeros que "nativos". Luego, a partir de los anos
treinta, llegaran miles de provincianos desde el interior de la Argentina. Estos recien llegados, los inmigrantes, no responden (ni respon
dieron en ningun lugar de America) al patron con que las elites habian definido a los extranjeros "deseables" para la consolidacion de la socie dad civil y del mercado de trabajo. Las elites habian imaginado inmi
grantes pertenecientes a la tipologia del piamontes rubio, que fueran obreros o supieran muy bien cultivar su campo y que llegaran de una zona ya modernizada de Italia; o los artesanos y campesinos de algunas colonias alemanas, que desembarcaron en la provincia de Buenos Aires. Los que acuden, en cambio, son los miserables de Europa o de Asia Menor: campesinos salidos de pueblos minimos, del sur y del norte de
Italia, analfabetos o artesanos anarquistas de Espana, judios escapados de los ghettos polacos o rusos, sirios y arabes.
Ya en 1910, un ensayista, historiador y critico importante, Ricardo Rojas, diagnostica con alarma la presencia del extranjero en
Buenos Aires. Senala criticamente los carteles de las vidrieras escritos en idisch, en polaco, en italiano; las sociedades de fomento italianas, que exhibian la foto del rey Umberto y la bandera italiana; los diarios y las celebraciones patrioticas de las colectividades; los judios con sus levitas y sus gorras ocupando algunas de las zonas de Buenos Aires, y levantando alii sus templos.12
Esta mezcia etnica cambia los colores y las lenguas de la ciudad. Veinte anos despues de las advertencias temerosas de Ricardo Rojas, este proceso ha desplegado su potencial y ha reconfigurado muy profun damente la dimension simbolica y la vida cotidiana. Nuevamente, Roberto Arlt ofrece una descripcion sensible a estos nuevos rasgos:
"Para el espectador que tenga un mediano sentido del color, este ghetto de facie semitica y siria es casi indescriptible. Tantos lumi
nosos y diversos matices informan de su belleza de acuarela levantina
[...] Calle de hombres que habian un idioma mas seco y mas aspero que
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la arena del desierto y que habitan en tenderetes y comercios frescos
en verano como los sotanos de un harem. Calles de siete mil colores
en los tejidos; calle de apellidos musicales y de ensuefio: Alidalla, Has
satrian, Oulman, con vidrieras blindadas de telas, semejantes a tejidos
metalicos, rameados de floripondios de plata y bronce. [...] Pafios.
Hilos. Sedas vegetales. Lanas. Y hombres de narices como toronjas
corcovadas, de orejas como hojas de repollo, de labios picudos, de
mandfbulas tuertas [...] Las palabras chasquean y restallan o se arras
tran guturales, gangosas e incomprensibles. A veces estos hombrazos
juegan como chicos, se empujan por los hombros, se corren hasta el
centro de la calle, gritan como perros y, luego, nuevamente, recobran
el ritmo de su sigtlo y continuan conversando".13
Con los inmigrantes llega tambien el sindicalismo y el anarquismo; esta formada por extranjeros la primera clientela polftica del socialismo, cuyos dirigentes pertenecen, en cambio, a la clase media universitaria. Las
ideologfas polfticas, las formas de organization laboral, las estrategias de lucha y movilizacion, a traves del sindicato y la huelga, le proporcionan a
la elite razones suplementarias de alarma. La Babel de las lenguas extranje
ras, el cambio en las costumbres cotidianas y la aparicion de intelectuales de origen inmigratorio (dos fenomenos muy diferentes pero imaginaria mente relacionados) son vividos como amenaza a la unidad cultural de la nacion.
Este tema se convierte en eje de los debates del perfodo, sobre los orf
genes europeos de la mezcla racial argentina y sobre si debfa preservarse la
preeminencia social de la elite hispano-criolla frente al desorden racial
inmigratorio. ^Que quiere decir argentino? ^Quien tiene derecho a definir los limites de este campo cultural donde se esta comenzando a mezclar todo?
La lengua de los inmigrantes se escuchaba por todas partes en Bue nos Aires. Los hijos de la elite hispano-criolla sentfan que la "autenticidad"
lingiifstica estaba amenazada. "Nuestra ciudad se llama Babel", escribe Bor
ges.14 Y relee la tradicion de la poesfa gauchesca del siglo XIX, preguntan dose quien serfa, en el siglo XX, el escritor que encontrara una inflexion
contemporanea de la lengua literaria, que no se rindiera al lunfardo ni al
pintoresquismo, asf como Jose Hernandez y los poetas gauchescos habian encontrado una sonoridad y un ritmo rioplatense para el espanol.
Un amigo de Borges, el pintor Xul Solar,15 frente a este mismo con
flicto de lenguas, propone una solution imaginaria con la invencion del
Beatriz Sarlo Buenos Aires, una metropolis periferica _____
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"neocriollo", que quiere ser una lengua panamericana basada en raices
latinas y expresiones locales. Xul Solar tambien inventa una especie de
Esperanto, la "panlengua", algunas de cuyas frases inscribe en su cuadros o las usa como titulos. Ambas invenciones (que tienen mucho de juego y desafio vanguardista) pueden tambien ser interpretadas como una res
puesta simbolica al malestar frente a la mezcia y como una apuesta a la mezcia de diversas lenguas (del latin a las lenguas americanas) siempre que esa combination se realizara bajo la hegemonia de la elite. El mismo
Borges sintio toda su vida una fuerte fascination por las lenguas artificia les. Ya en 1925 escribia: "Ninguna prohibition intelectual nos veda creer
que allende nuestro lenguaje podran surgir otros distintos que habran de correlacionarse con el como el algebra con la aritmetica y las geometrias no euclidianas con la matematica antigua".16 A la turbulencia social de las
lenguas de los inmigrantes, Borges le opone el orden y la claridad de la invention intelectual.
Medios de comunicacion y nuevos saberes Los medios de comunicacion de masas son parte inescindible de la
ciudad moderna. A comienzos del siglo XX, la prensa escrita todavia tenia los rasgos de un periodismo dirigido a la elite y los sectores medios ilustra dos de la poblacion. Pero en la decada del veinte ya se publican en Buenos
Aires, dos diarios que marcan un giro verdaderamente revolucionario en el
discurso de los medios escritos. Se trata de Critica, fundado en 1913, y de El
Mundo, fundado en 1928. En ambos colaboran no solo un nuevo tipo de
periodista profesional sino la mayoria de los escritores de las vanguardias. Estos dos diarios tienen todas las estrategias del periodismo
moderno. En un extremo, Critica trabaja con el modelo de los grandes dia rios populares norteamericanos; incluso el estilo de su director es curiosa
mente parecido al del norteamericano Randolph Hearst. El Mundo, que es el primer tabloid, en dos o tres anos alcanza una circulacion de mas de cien mil ejemplares; Critica, tiene varias ediciones diarias que superan las doscientos mil ejemplares.17 Pero no son solamente estas cifras en si mis mas espectaculares, sino la modernization tecnica introducida por las
impresoras rotativas, la reproduccion de fotografias, el uso de los cables como fuente de noticias nacionales e internaciones. Y, fundamental
mente, la creacion de generos periodisticos populares: la seccion depor tiva, la seccion de espectaculos que gira primero sobre el teatro y luego sobre el cine, las secciones dedicadas a la mujer y, como gran genero dis
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cursivo de la prensa popular, las noticias policiales. Estos diarios cambian el modo de titular, el lenguaje del periodismo al que incorporan las infle xiones de la lengua oral y del lunfardo, la relacion entre texto e ilustra cion y, sobre todo, establecen un nexo permanente con sus lectores que sienten que los diarios representan su cultura y sus intereses. Ademas, tanto en El Mundo como en Critica, las redacciones incorporan a los escri tores mas jovenes de los movimientos de la renovation estetica: Borges es
colaborador de Critica, donde dirige por un periodo breve un suplemento cultural, y Roberto Arlt de EI Mundo.
Hacia finales de la decada del veinte se produce otra gran innova tion en la tecnologfa comunicacional: las primeras emisiones de radio. La radio es un punto de giro para la cultura popular del perfodo. Se implanta a una velocidad comparable con la norteamericana y despierta fantasfas donde se despliegan todos los topicos del milagro moderno.18 La radio
reconfigura la dimension cultural radicalmente; su hegemonfa anuncia
que, de allf en mas, hasta lo que hoy denominamos postmodernidad, seran
los medios de comunicacion a distancia los que definan el tono de las cul turas populares. La velocidad con que se difunde la radio en Buenos Aires
(y poco despues en toda la Argentina), hace surgir relaciones de nuevo
tipo entre la cultura de las elites y las culturas populares. De allf en mas, la industria cultural competira con instituciones formales como la escuela en la configuration del gusto y la imposition de temas culturales.
Hablar de culturas populares equivale tambien a plantearse el pro blema de los nuevos saberes que compiten con los saberes humanfsticos tradicionales de las elites. Se trata de los saberes tecnicos que encienden todas las fantasfas del imaginario tecnologico. Modernidad y tecnologfa son inescindibles. Esto aparece claramente en las noticias de los diarios
populares, que siguen dfa a dfa los inventos que marcaran la primera mitad del siglo. Tambien es un topico central en las novelas de Roberto
Arlt; una mirada interesada en el maquinismo, y especialmente en las nuevas tecnicas fotograficas, se define en poemas de Oliverio Girondo y, en general, en la vanguardia de los afios veinte y treinta. Muchos cuadros de Xul Solar trabajan con formas tecnologicas combinadas con estiliza ciones de partes de la anatomfa humana y atributos mecanicos; extranas
criaturas de ciencia-ficcion se desplazan guiando maquinas inventadas
que son un hfbrido de avion y submarino. Son representaciones poeticas y tecnologicas, futuristas y fantasticas. Del saber tecnico, la modernidad extrae objetos y figuraciones que permiten trazar hipotesis sobre una
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nueva cultura donde los rasgos de la cultura literaria ya no tienen asegu rada su hegemonia.
Entre 1940 y 1990 En estas mismas decadas de 1920 y, sobre todo, de 1930, se regis
tran otros dos acontecimientos fundamentales de la cultura popular moderna: la difusion del foot-ball como deporte nacional, que se profe sionaliza muy rapidamente; y el apogeo del tango que produce no solo un
repertorio de canciones populares sino tambien de films y grandes espec taculos teatrales. Todo esto habia de nuevas masas que ocupan material y simbolicamente el espacio urbano.
Aparece la muchedumbre, que va a ser un topico en el ensayo pesi mista sobre la ciudad (como lo es en el pensamiento europeo sobre las sociedades de masas). En 1940, Martinez Estrada descubre el aspecto ame nazador de esas multitudes que se "derraman por la ciudad, regularmente en camiones, agitando sus labaros y entonando estribillos de jiibilo que no alcanzan a ser canciones. Son gritos, actitudes que se vociferan y se arro
jan a la cara de los transeuntes, bocanadas de ancestrales halitos de caverna".19 Buenos Aires, que se creia metropolis cuando todavia no lo
era, hacia los anos cuarenta muestra los rasgos que los intelectuales han
aprendido a temer en las sociedades modernas: la masa vive en la ciudad, la ciudad es el escenario de la masa.
Ambos la ciudad y la muchedumbre prefiguran lo que sera el pero nismo en la cultura politica de la Argentina. Con el peronismo la ciudad se vuelve agresivamente social. Los fantasmas plebeyos de la politica ocu
pan el espacio de la ciudad percibido y de la ciudad imaginada. El ciclo de la modernization economica se ha cumplido y ha dado su perfil a Buenos
Aires. La ciudad moderna y periferico recibe a los migrantes provincianos desde 1930. Esos "cabecitas negras" (como se llama a los argentinos de ori
gen mestizo) se vuelven protagonicos en los anos cuarenta y cincuenta con el peronismo en el poder.
La caida de Peron en 1955, aunque provoca el descenso de la situacion politica, economica y laboral de las masas obreras, en lo que concierne a Buenos Aires abre procesos que implican una definitiva
etapa de consolidation de la ciudad moderna. Asi, en la decada de los setenta, puede decirse que la modernidad ha cumplido sus promesas y ha
mostrado sus injusticias y conflictos. La dictadura militar instalada en 1976 lleva a cabo en Buenos Aires una politica tecnocratica, de
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modernization autoritaria, en el area del transporte con la construccion de
autopistas que llegan casi hasta el centro de la ciudad, la eradication de villas miserias y la consolidation de las desigualdades sociales. La tecnifi cacion de la ciudad es una tendencia poderosa que continua hasta el pre sente y algunas zonas de Buenos Aires han sido practicamente reconstrui das sobre el modelo de las intervenciones urbanas en el fin de siglo en las
grandes metropolis. Sin embargo, en el imaginario cultural y estetico, la ciudad es vista
a menudo como un paisaje de decadencia. Esta perspectiva se apoya en el detersorio del antiguo downtown y de muchos barrios, por una parte, y en
el exodo de los sectores afluentes hacia los suburbios de la periferia, por la otra. Quisiera referirme a una vision inscripta en este imaginario de dete rioro cultural-urbano, una nueva capa en la interminable superposition de correcciones y pentimenti. Esta vision nos la ofrece un escritor relativa
mente joven, nacido en 1956, un ano despues de la cafda del peronismo. En su novela El aire (1992) Sergio Chejfec, dialoga con la obra del
gran ensayista Ezequiel Martfnez Estrada, un escritor de la edad de Borges que proporciono tres libros fundamentales sobre la Argentina moderna:
Radiografia de la pampa (1933), La cabeza de Goliat (1940) y Muerte y trans
figuracidn de Martin Fierro (1948). El primero es un ensayo sobre la consti tution historica del pafs desde la conquista espanola; el segundo aborda el
problema de la cultura urbana en el Rfo de la Plata; y el tercero lee, como antes lo hizo Borges, la tradicion literaria gauchesca buscando en ellas cla ves que expliquen el pasado argentino.
Medio siglo despues, El aire de Sergio Chejfec vuelve a examinar el modo en que la modernidad configuro a Buenos Aires y los cambios que la deriva postmoderna trajeron a la ciudad. Y lo hace poniendo a su novela en dialogo deliberado con los ensayos de Martfnez Estrada que en los afios cuarenta y cincuenta interpretaron la modernidad argentina.
En El aire, Buenos Aires es un lugar de deriva y digresion. Pero no se trata del deslizamiento superficial de una mirada posmoderna en un
espacio urbano culturalmente posmoderno, sino de itinerarios en una ciu
dad de modernidad destruida, fracasada y en quiebra. Sobre el borde del fin de siglo, Buenos Aires, por primera vez apa
rece en la ficcion no como una ciudad llena, o una ciudad que se esta col
mando, sino como una ciudad que se vacfa. Martfnez Estrada, en Radiogra
fia de la pampa, habfa afirmado que Buenos Aires era una excrescencia del humus de la llanura que la rodeaba, que incluso los rascacielos eran suce
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sivas capas de esa tierra espesa y humeda. Al crecer, afirmo Martinez
Estrada, Buenos Aires disimulo, mediante mascaras de edificios, la llanura
pampeana que fue su origen y sera su destino. Martinez Estrada vela a Bue nos Aires en proceso de llenado por superposition, por agregado, por metastasis, por completamiento de vacios que, sin embargo, nunca llegan a colmarse:
"A lo largo de una cuadra los diferentes edificios habian distin
tos idiomas de tiempo, de epocas economicas, de modas, y permiten
ver, como en sus estratos la tiena, los cataclismos que han sufrido.[... ]
Junto a las casas de un piso, las de dos; y entre ellas los terrenos baldios
y los rascacielos de veinte o treinta pisos que surgen como la ambition
predominante [... ] Un rascacielos en una manzana de edificios de
planta baja, proximo a tenenos que aun conservan pastos originarios,
indica lo mismo y al reves que un hundimiento: la fractura de un trozo
de suelo en que todo esta asentado. Sobre las construcciones de un piso,
que formaron la ciudad anterior, parece haber comenzado a edificarse
otra ciudad en los otros pisos. Al principio se construia sobre la tierra;
hoy se utiliza el primer piso como terreno, y las casas de un piso ya son
los terrenos baldios de las casas de dos o mas. Por eso Buenos Aires
tiene la estructura de la pampa; la llanura sobre la que va superponien
dose, como la arena y el loess, otra llanura; y despues otra".20
Sesenta anos despues, Chejfec imagina una ciudad que esta marcada
por acontecimientos inversos- la llanura vuelve a reclamar sus derechos y el campo entra en la ciudad, donde las ruinas de los edificios se transfor man en demoliciones, las demoliciones en baldios, y los baldios en campo:
"Esos baldios indefinidos representaban una intromision
espontanea del campo en la ciudad, la cual parecia asi rendir un dolo
roso tributo a su calidad originaria. Consistia en una regresion pura: la
ciudad se despoblaba, dejarla de ser una ciudad, y nada se hacia con los
descampados que de un dia para otro brigadas de topadoras despeja ban: se pampeanizaban instantaneamente. [...] De manera literal, el
campo avanzaba sobre Buenos Aires. De este modo, habia leido en
algun lado, con la remision de la ciudad, el espacio, que era una cate
goria fundamental para la subsistencia de una memoria colectiva, se
estaba desvaneciendo en el medio del aire. Y no solamente porque al
GUARAGUAO
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demolerse las edificaciones retornara la naturaleza, sino tambien por
que la misma memoria individual de los habitantes -fuesen o no pobla
dores- era incapaz de reconocer la ciudad".21
La ciudad se ha vuelto precaria porque precisamente aquello que la definfa como ciudad, su cualidad compacta, producto de un gesto deli berado y cultural, sufre la amenaza de ser carcomido por la decadencia. Si eso sucede, la naturaleza (que, segun Martfnez Estrada asediaba a la ciudad como peligro y como fatalidad) toma su revancha: Buenos Aires se "pampeaniza". El campo asedia a la ciudad. Como en un fractal, las
capas de lo viejo y lo nuevo son todas visibles al mismo tiempo; el campo penetra lo que la ciudad abandona, en un movimiento 'cuya direccion
restituye Buenos Aires a lo que fue: llanura, naturaleza. Esta vision fic tional se hace cargo de procesos reales. El centro de Buenos Aires ha per dido su atractivo, alcanzado en la modernidad, y, como en muchas otras
ciudades de occidente, las capas medias tienden a desplazarse. a suburbios
homogeneos economica y socialmente.
Martfnez Estrada juzgaba a la ciudad de la modernidad ascen dente. Chejfec ficcionaliza la ciudad del fin del siglo XX, donde las
migraciones reconfiguran la topologfa social y muchas zonas del centro
ultraurbanizado son ocupadas por los pobres en un proceso de tuguriza cion. Estas mutaciones espaciales, que modifican la configuration cultu
ral del espacio conocido, anulan las posibilidades de identification con la ciudad: se pierde la memoria, porque la ciudad esta borrando lo que ella misma fue como avanzada urbana frente a la llanura.
En EI aire, la hipotesis futurfstica de la tugurizacion no recurre a
las imagenes de las villas miserias que, desde los afios cuarenta rodearon a Buenos Aires, por el sur, parte del norte y parte del oeste. Por el con
trario, Chejfec se ocupa de la inner city. Las villas miseria, en lugar de
extenderse, como antes, en los lfmites de la ciudad, ocupan las terrazas y los techos de sus edificios tornados por los pobres para sus asentamientos
precarios. Las villas miserias crecen, como los rascacielos, en el centro y
hacia arriba:
"Ahora se distinguia una organizacion precaria, muchas veces
titilante por efecto del viento, de focos y lamparitas. Eran los ranchos
de la azotea, a los cuales un cable que subia por fuera de los edificios
prove fa de luz. Barroso observaba trabajar a las mujeres, infatigables
Beatriz Sarlo Buenos Aires, una metropolis periferica
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tambien de noche limpiando la terraza, haciendo la comida, aten
diendo a los ninos y hablando de cuando en cuando con el esposo,
que generalmente miraba con ojos perdidos el vacio, con actitud apo
cada, fumando, con el brazo apoyado contra el vertice de la mesa,
tambien precaria, que antes de irse a dormir levantaron todos juntos
por los costados para entrarla a la casa".22
Los Otros, los migrantes del interior o de America Latina, que la ciudad moderna fue depositando en las afueras, se meten en ella, deposi tando en las alturas los desechos de sus viviendas. Las alturas, antes ocu
padas solo por el perfil de los rascacielos, pasan a ser la dimension verti cal de la marginalidad urbana. Las luces de neon, que en el imaginario modernista y moderno debian los remates de altura, se convierten en las
lamparas precarias de los elevados. Las consecuencias simbolicas de estos procesos, se presentan en
dos perdidas: un "trastorno disimulado del idioma", alteraciones y ano malias en el sistema lexico, que aparentemente tiende a latinoamerica nizarse o a objetivarse en un espanol mas neutro (posiblemente el espa fiol que circula en la geografia linguistica virtual de los mass-media), olvidando rasgos distintivos que antes fueron pensados como marcas nacionales. Y la perdida de las virtudes que configuraron uno de los mitos masculinos de la cultura urbana portena, el foot-ball:
"Al llegar al borde del area de ruinas vio como una segunda infinitud de personas estaba jugando al futbol. Los arcos eran las pie
dras, las columnas o las medianeras destrozadas; en el interior de lo
que fueran habitaciones, ninos de corta edad realizaban sus primeras armas en la destreza de dominar el balon [...] Los equipos llegaban hasta el horizonte. Sin embargo, para su recurrente extraneza, la
mayoria jugaba mal. Los aficionados se detenian en el medio del
campo sin saber que hacer mientras alguno que otro corria"23
Martinez Estrada habia visto en las muchedumbres del futbol una condensation amenazadora de las masas, esa sustancia amorfa, ingober nable y no sujeta a las regulaciones ni de la razon ni de la moral; habia
prefigurado en esas muchedumbres apasionadas lo que serian, pocos anos
despues las multitudes peronistas. En 1940 escribia:
GUARAGUAO
24
"El pueblo de la metropoli tiene sus pasiones hondas e
irrefrenables. Una de ellas, la mas tfpica y vehemente, toma el
aspecto externo del foot-ball. Los estadios de deportes, con capa
cidad para mas de cien mil personas, se convierten los dfas festi
vos en templos a los que concurren feligreses de un culto muy
complejo y muy antiguo. La forma que reviste es sencilla: asistir
con desbordante apasionamiento a un partido de foot-ball. [...]
Es un acto que acumula el violento deseo de lucha, el instinto de
guerra, la admiration a la destreza, el ansia de gritar y vitupe
rar".24
i
En la novela de Chejfec, una vez imas se produce el movimiento inverso: las masas del futbol estan formadas por hombres a la deriva que ni siquiera pueden distinguirse por un saber. En el escenario deterio rado de la ciudad, son multitudes deterioradas.
Estos procesos urbanos, materiales y culturales, producen olvido:
"La misma memoria individual de los habitantes -fuesen o no poblado res- era incapaz de reconocer la ciudad".25 En efecto, no solo la ciudad ha cambiado sino que la ciudad pasada no forma parte de la imagen de la ciudad presente: el mapa historico, el pentimento han terminado de borrarse. Aquello que genera la densidad del imaginario urbano: una
idea de pasado y una idea de futuro, esta ausente de la Buenos Aires de El aire.
En los afios treinta y cuarenta, Martfnez Estrada creyo diagnosti car un exceso de ciudad. Su preocupacion fue el lujo y la mascara de la
prosperidad. En los noventa, Chejfec cree percibir un deterioro y una falta. Ambos, sin embargo, coinciden en que la llanura es un "delirio
horizontal", que marca a la cultura. La ciudad olvida su identidad, cam
bia la lengua con leves contaminaciones de espanol "international", mientras retrocede a lo que tambien es un lugar imposible porque de la forma material de ciudad no se regresa.
En el arco de un siglo, la literatura se reconocio en la ciudad, celebrandola, criticandola, sobreimprimiendo a su escenario material el escenario estetico de la anticipation del futuro o de la nostalgia del
pasado. En la Argentina, la idea de ciudad tenfa un caracter a la vez
utopico y profetico, porque el proyecto de Buenos Aires como gran ciu dad del Sur se afirmo hacia mediados del siglo XIX, cuando la ciudad real todavfa era una aldea, un conglomerado de carton, madera y des
Beatriz Sarlo Buenos Aires, una metropolis periferica
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perdicios, con algunos pocos y pobres edificios coloniales. Desde entonces Buenos Aires presenta, a los ideologos y los escritores, una
imagen bastante mas poderosa que sus evidencias materiales. Muchas veces se ha dicho que la intelectualidad argentina admiro invariable mente a las ciudades europeas. Sin embargo, junto con el testimonio de esa admiration, puede leerse el orgullo de lo que Buenos Aires estaba siendo o prometia ser. La ciudad hoy parece haber perdido sus cualida
des, no solo en el temido anonimato de la muchedumbre, sino en la
hipotesis narrativa de un regreso a la llanura de donde se habia despe gado. En efecto, si pensamos en la ciudad real de los anos noventa, se
ponen en evidencia algunos procesos. En primer lugar, el exodo desde la ciudad hacia los suburbios por parte de las elites economicas y de los sectores de las capas medias que pudieron adaptarse o prosperar durante los anos de transformacion neoliberal; en segundo lugar, la conversion del centro de la ciudad en espacios turisticos (donde se construyen
grandes hoteles internacionales), zonas museificadas que son elegidas por su pintoresquismo y embellecidas expulsando a sus anteriores habi
tantes, y zonas completamente deterioradas donde proliferan los ven dedores ambulantes, los expulsados del mercado de trabajo y los home less. La ciudad recibe grandes inversiones internacionales colocadas en
el sector de servicios, que utilizan el pasado urbano como decorado; junto a estos emprendimientos del capitalismo, se extienden las zonas
de profundo deterioro, donde la tecnificacion urbana y la postmoderni dad arquitectonica no han llegado. Algunos barrios tradicionalmente dinamicos de Buenos Aires se han tugurizado: alii encontramos hoteles
para migrantes de las provincias o de America latina, viejas casas dete rioradas a las que todavia no descubrio ningun developer interesado en el reciclaje, servicios urbanos de segunda categoria, seguridad defi ciente. Estos procesos de los anos noventa transcurren en una ciudad
que esta cambiando con una rapidez que solo habia conocido a fin del
siglo XIX, cuando prevalecia el ideal de expansion urbana y extension
homogenea de los servicios. En la metafora de una Buenos Aires inva dida por los Otros y desmemoriada de sus rasgos culturales, hoy pode mos leer la contracara del entusiasmo, la nostalgia, la critica o el opti mismo que desperto su primera modernidad.
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NOTAS * Este artfculo ha sido publicado por primera vez en ingles en Through the Kaleidoscope.
The Experience of Modernity in Latin America, Vivian Schelling (ed.), Verso, Lon
dres, 2000. Agradecemos la gentil colaboracion prestada por Vivian Schelling y por
la editorial Verso.
1. Katherine S. Dreier, Five Months in the Argentine from a Woman's Point of View; 1918 to
1919, New Y ork, Fredric Fairchild Sherman, 1920, p. 13. 2. Katherine S. Dreier, cit., p. 265.
3. Vease: Rodrigo Aguilar, Buenos Aires ready-made (Marcel Duchamp en Argentina, 1918
1919), Buenos Aires, Ediciones del Pirata, 1996; y Marcel Duchamp, Milan, Bom
piani, 1993 (catalogo de la exposicion realizada en Venecia en 1993).
4. Adrian Gorelik demuestra, de manera definitiva, el modo en que la grilla de manzanas
cuadradas fue un instrumento de la modernizacion urbana y no una remora de la
ciudad colonial. Ese sucesion de "streets, streets, streets", que molesto a Miss Dreier,
era precisamente la avanzada de la Buenos Aires moderna. Vease: Adrian Gorelik,
La grilla y el par que; Espacio publico y cukura urbana en Buenos Aires, 1887-1936,
Quilmes, Editorial de la Universidad de Quilmes, 1998. 5. Jorge Luis Borges, "Las calles", Fervor de Buenos Aires, Buenos Aires, 1923. Cito por:
Jorge Luis Borges, Poemas (1922-1943), Buenos Aires, Losada, 1943, p. 11.
6. Jorge Luis Borges, "Arrabal", Fervor de Buenos Aires, edicion citada, p. 33.
7. Jorge Luis Borges, "Calle con almacen rosado", Luna de enfrente, 1925; edicion citada,
p. 77.
8. Jorge Luis Borges, "Caminata", Fervor de Buenos Aires; edicion citada, p. 59.
9. Le Corbusier visito Buenos Aires en 1929 y dicto una serie de conferencias, cuyas ideas
fueron extremadamente influyentes en el pensamiento urbano hasta la decada del
cuarenta. Proponfa vincular la ciudad con el Rio de la Plata por medio de la cons
truccion de un conjunto de rascacielos en el rio. Las conferencias fueron recopila
das en el volumen Le Corbusier en Buenos Aires; 1929, Buenos Aires, Sociedad Cen
tral de Arquitectos, 1979. Sobre el tema, vease: J. E Liernur y P. Pschepiurca,
"Precisiones sobre los proyectos de Le Corbusier en Argentina 1929/1949", Summa,
Buenos Aires, die. 1987.
10. Sin embargo el modelo parisino no pierde completamente su fuerza, precisamente
porque es un lugar comun no reflexionado, una imagen de la ideologfa mas que una
forma de pensar la ciudad. En "El otro cielo", relato de Julio Cortazar publicado en
Todos hs fuegos el fuego (Buenos Aires, Sudamericana, 1966), el Pasaje Guemes es
puesto en relacion con la galerfa Vivienne de Parfs.
11. Roberto Arlt, "Pasaje Guemes", publicado en el diario El Mundo, 7 de septiembre de
1928; recopilado en: Roberto Arlt, Aguafuertes portefias; Buenos Aires, vida cotidiana
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(compilation y prologo de Sylvia Saitta), Buenos Aires, Alianza, 1993, p. 6. 12. Ricardo Rojas, La restauracion nacionaUsta, Buenos Aires, Imprenta de la Penitencia
ria, 1910.
13. Roberto Arlt, "Sirio libaneses en el centro", publicado en el diario EI Mundo, 23 de
julio de 1933, recopilado en Roberto Arlt, cit. pp.89-90.
14. "Queja de todo criollo", Inquisiciones, primera edicion 1925. Reedicion: Buenos Aires,
Seix Banal, 1994, p. 145.
15. Sobre Xul Solar puede consultarse: M. H. Gradowczyk (ed.), Xul Solar Collection o the
Art Works of the Museum, Buenos Aires, Fundacion Pan Klub-Museo Xul Solar,
1990; y C. Green (ed.) Xul Solar. The Architectures, Londres, Courtauid Institute, 1994 (que incluye un ensayo de John King, "Xul Solar: Buenos Aires, Modernity and Utopia").
16. Jorge Luis Borges, "Examen de metaforas", Inquisiciones, edicion citada, p. 52.
17. Vease: Sylvia Saitta, Rios de tinta, Buenos Aires, Sudamericana, 1998.
18. Vease: Beatriz Sarlo, La imagination tecnica; suenos modernos de la cultura argentina,
Buenos Aires, Nueva Vision, 1992.
19. Ezequiel Martinez Estrada, La cabeza de Goliat, Buenos Aires, 1940. Cito por la ree
dicion: Buenos Aires, Centro Editor de America Latina, 1966, p. 253.
20. Ezequiel Martinez Estrada, Radiografia de la pampa (edicion a cargo de Leo Polimann),
Madrid, Coleccion Archivos, 1991, pp. 149-150.
21. Sergio Chejfec, El aire, Buenos Aires, Alfaguara, 1992, pp. 163-64.
22. Sergio Cbejfec, El aire, edicion citada, p. 162.
23. Sergio Chejfec, El aire, edicion citada, p. 123.
24. Ezequiel Martinez Estrada, La cabeza de Goliat, edicion citada, p. 249.
25. Sergio Cbejfec, EI aire, edicion citada, p. 164.