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LA HACIENDA CAÑERA EN VENEZUELA COLONIAL Adelina Rodríguez Mirabal 1

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LA HACIENDA CAÑERA EN VENEZUELA COLONIAL

Adelina Rodríguez Mirabal

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INDICE GENERALPág.

Introducción.

PARTE I: LA HACIENDA TRAPICHE

Capítulo I: El Tiempo Histórico de la Hacienda Colonial

Capítulo II: La Hacienda Trapiche como unidad de producciónUso de la voz hacienda. Estructura típica de la hacienda trapiche. Base física y espacio productivo. Infraestructura de la hacienda cañera. Infraestructura física y social. El producto: La caña de azúcar. Herramientas e instrumentos y animales para carga y tracción La mano de obra esclava. Funcionamiento general de estos espacios Capítulo III: El Régimen de Tenencia de la tierra: Bases jurídicas de la Hacienda Trapiche

PARTE II:

Capítulo IV: El trapiche del “Valle Abajo”Nociones Geohistóricas. El trapiche del “valle abajo” Régimen de tenencia de la tierra Don Silvestre y el litigio por el trapiche. Estructura y factores productivos. La Casona de la “Hacienda Ibarra”

ConclusionesFuentes.

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INDICE DE CUADROS

Pág..

1:Haciendas trapiche en Guarenas 17692: Tablones de la Hacienda del “Valle de Cura”.3: Implementos de trabajo y herramientas de la hacienda trapiche del “Valle de Cura.4: Implementos de la molienda, sala de pailas y de hacer papelones de la Hacienda “Santa Rosalía” de Cagua.5: Animales de la Hacienda del “Valle de Cura”.6: Animales de la Hacienda “Aguirre Vilella”.7: Animales de la Hacienda “Santa Rosalía” de Cagua.8: Esclavos de la Hacienda del “Valle de Cura”.9: Esclavos de la Hacienda “Santa Rosalía” de Cagua.10: Tablones de la Hacienda del marqués del Valle de Santiago 173811: Implementos de trabajo del marqués del Valle de Santiago 173812: Animales de la hacienda del marqués del Valle de Santiago 173813: Herramientas y materiales del marqués del Valle de Santiago 173814: Esclavos de la hacienda del marqués del Valle de Santiago 173815: Tablones de la hacienda del marqués del Valle de Santiago 183116: Animales de la hacienda del marqués del Valle de Santiago 183117: Esclavos de la hacienda del marqués del Valle de Santiago 183118: Esclavos del trapiche del “Valle Abajo”.19 Tablones del trapiche del “Valle Abajo”.

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A mis padres Hipólito y Carmen AdelaA la memoria de la gran amiga Irma Mendoza y del

Dr Federico Brito Figueroa

INTRODUCCION

El tema central de esta investigación1 es el estudio de la hacienda-trapiche, o hacienda cañera colonial, desde una perspectiva geohistórica2. En tal sentido se aborda la reconstrucción de las diferentes formas de organización del espacio productivo dedicado a la caña dulce, los procesos relativos al cultivo y elaboración de los productos derivados, así como al volumen y circulación de un rubro destinado a cubrir las expectativas del mercado local.

Uno de los aspectos más significativos del estudio se localiza en la reconstrucción, a partir de líneas genealógicas de las haciendas trapiches vinculadas a mayorazgos3, esto permitió la conformación de una tipología de mapas familiares (familias Tovar, Bolívar, Berroterán, etc.,) y territoriales (haciendas, ingenios, etc.)

Procesada la documentación y contrastada con fuentes bibliográficas especializadas en familias de Caracas (fundamentalmente) se procedió a levantar mapas familiares siguiendo el hilo de los cruces matrimoniales sobre los cuales se pudo establecer el patrón de tenencia de la tierra asociado a la caña de azúcar, no sólo de tierras vinculadas a mayorazgo, sino también bajo

1 Sustentada como trabajo de Ascenso al escalafón universitario de Profesor Asociado, en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Central de Venezuela. Vale destacar que el sustento de esta investigación conforma el acopio documental y blbilohemerográfico de un proyecto-cuadro, que se inicio como experiencia de intercambio investigativo entre las Cátedras de Historia de las Escuela de Economía (Profesora Catalina Banco –Coordinadora de los siglos XIX y XX- y Karelys Abarca -asistente de investigación-) y Estudios Internacionales (Profesora Adelina Rodríguez –Coordinadora del contexto colonial- y Carmen Lucia Galeno –asistente de investigación-). El proyecto en cuestión, Proyecto Geohistoria del Azúcar en Venezuela, se llevó a cabo en dos etapas, bajo los auspicios del FONACIT y del CDCH de la Universidad Central de Venezuela. Instituciones a las cuales expreso reconocimiento por la labor prestada en beneficio del quehacer investigativo. 2 Al abordar un fenómeno desde la perspectiva geohistórica se trata de establecer la vinculación entre el espacio, en este caso el espacio cañero venezolano, con su dinámica cambiante, y el hombre, en su constante proceso de transformación, en un tiempo histórico determinado por variables de producción. En un nivel más específico se trata de reconstruir los sistemas de explotación de la caña de azúcar desde sus bases iniciales: las haciendas trapiches, hasta los complicados sistemas actuales apoyándonos para ello en el método de la muestra histórica, como unidades dinámicas de análisis comparativo. 3 Refiere el Diccionario de la Real Academia de la Lengua: Mayorazgo: Institución del Derecho Civil, que por las Leyes desvinculadoras del siglo XIX quedó circunscrita en España, a títulos y derechos honoríficos y que tiene por objeto perpetuar en la familia la propiedad de ciertos bienes con arreglo a las condiciones que se dicten al establecerlas, o, a falta de ellas, a las prescritas por a ley.

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la figura del arrendamiento, bienes familiares, etc. En cuanto a los mayorazgos se observa que las tierras vinculadas conformaban una suerte de heredad familiar que compelía al usufructuario a mantenerlas bajo su dominio aunque fuesen improductivas, con el fin de traspasarlas de generación en generación como el solar conocido de la familia4.

Entre los fines primordiales de las fundaciones de mayorazgo estaba el ennoblecimiento de la familia fundadora y de sus descendientes, ya que las tierras vinculadas a un mayorazgo pasaban a integrar la heredad de la familia y por lo general se asociaba a título nobiliario. La documentación de petición y legalización de mayorazgos representa una notable contribución al estudio del peso económico de esta importante figura, por la determinación puntual de las propiedades y rentas de sus usufructuarios. En este particular encontramos que, a diferencia del mayorazgo hispano, en Venezuela la sucesión del mayorazgo podía recaer en la rama femenina de la familia, por ausencia y bajo disposición específica del fundador del vínculo. Tal es el caso de la Hacienda Trapiche Ingenio Santa Rosalía del marqués del Valle de Santiago que se reconstruye parcialmente en la segunda parte del trabajo.

Para cerrar estas líneas unas palabras de reconocimiento y gratitud a las Profesoras Catalina Banco ( co coordinadora de esta investigación ) y Carmen Lucía Galeno (autora de la mayor parte de los cuadros y matrices que reflejan la productividad de las haciendas), a Andrés Agustín Camacho, mi esposo, compañero infatigable en las largas jornadas de acopio y digitalización de gruesos volúmenes documentales procedentes del Archivo General de la Nación). Igualmente expreso un reconocimiento especial a las Instituciones, FONACIT y CDCH de la UCV, entes que financiaron las etapas de la investigación precedente.

ADELINA RODRIGUEZ MIRABAL

CAPÍTULO IEL TIEMPO HISTORICO DE LA HACIENDA COLONIAL

4 Poco se ha escrito sobre el mayorazgo en Venezuela, salvo la labor realizada por los profesores: Zulay Rojo, El Mayorazgo de los Cornieles, Caracas, Ediciones de la Academia Nacional de la Historia, 1997 y Juan Morales, El mayorazgo del Padre Aristiguieta. Primera Herencia del Libertador 1784-1830, Caracas, Ediciones de la Academia Nacional de la Historia, 1999. Sólo los estudios inéditos de las profesoras Irma Mendoza, sobre los Mayorazgos en Venezuela, trabajo laborioso que comprende la organización de material no inventariado en el Archivo General de la Nación y Egilda Rangel sobre el Mayorazgo de la Hacienda Sartenejas, trabajo sustentado para ascender al escalafón universitario en la Universidad Simón Bolívar, se desconoce la existencia de otro tipo de estudios al respecto. Aspectos estos que fueron objeto de debate en un Simposio que sobre la problemática de la Hacienda Colonial Venezolana, se organizó en la Escuela de Estudios Internacionales, bajo la coordinación de las profesoras Carmen Lucía Galeno y Adelina Rodríguez Mirabal (diciembre 2004).

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Con la empresa conquistadora se produce el arribo, a las colonias españolas, particularmente a Santo Domingo5 de la caña dulce. En el caso de Venezuela, una relación geográfica dada en El Tocuyo (1578) refiere que: “probablemente, las semillas pasaron desde la Española hasta Coro y de allí fueron introducidas al interior. Es también posible que las expediciones colonizadoras que partieron de El Tocuyo hayan llevado la planta a otras comarcas. Lo cierto es que para 1607 se cultivaba en Caracas, Valencia, Barquisimeto, Carora, Mérida, San Cristóbal y Gibraltar, además de Coro y El Tocuyo”6. A partir de su introducción y sobre todo en los siglos XVI y XVII, presentó un lento desarrollo, marcado en gran medida por los altibajos de una política colonial contraria a la instalación de fábricas e ingenios en otras parcialidades que no fueran las establecidas en el área del Caribe, particularmente en la isla de Cuba7.

Este factor podría considerarse como elemento de análisis para explicar el porqué, en la historiografía colonial la mayor parte de los autores consultados coinciden en considerar que, a pesar de que este rubro, apenas figura en las listas de exportación, al igual que en la actividad pecuaria, su función principal se orienta a suplir las necesidades de un mercado local. Entre otras cosas por la inversión de capital que, para muchos autores estaba fuera de las posibilidades de los hacendados de la época… “los establecimientos más modestos requerían al menos de 20 personas para desarrollar las actividades que involucra el proceso azucarero: cultivo de la caña, transporte y elaboración de los productos finales”8.

Por otra parte, la producción igualmente se veía trabada en lo que respecta al proceso de fabricación y al grado de refinación del azúcar, debido al escaso desarrollo tecnológico, tanto de maquinarias como de los procesos productivos. En tal sentido, se afirma que las plantas de procesamiento de la caña de azúcar que operaron en Venezuela durante el siglo XVI y principios del siglo XVII, posiblemente utilizaron las técnicas populares para entonces en España, que se basaban en una adaptación de la tecnología desarrollada para el procesamiento de las aceitunas y la obtención del aceite de oliva9.

Para algunos autores, la pesada infraestructura de muchas haciendas de caña, evidencia el complejo proceso de comercialización de la cosecha; la conversión de la caña en azúcar blanca, papelón, alcohol y jugo de caña o melados requería una fuerza de trabajo numerosa como también distintas maquinarias, a menudo movidas por tracción

5 Al respecto un importante informe dado en 1833 expresa “apenas descubierto el Nuevo Mundo fue trasplantada a Santo Domingo en 1506 por Pedro de Atienza. El Capitán Miguel Ballestro fue el primero que exprimió el zumo de esta planta, y González de Vellosa quien primero fabricó el azúcar en un trapiche que construyó a las márgenes del Nigue. En 1518 se dice que habían ya veintiocho trapiches en Santo Domingo. De aquí se extendió la caña a las islas adyacentes y al continente”. Memorias de la Sociedad Económica Amigos del País, No 8, Pág. 115. 6 Rodríguez José Angel. “Azúcar” en Diccionario de Historia de Venezuela. Tomo I. Pág... 328. 7 Se trata de una política de áreas económicas que favorecía el establecimiento de ciertos cultivos en áreas diferentes para diversificar la producción de las colonias. Mackinley (Caracas antes de la Independencia. Pág. 82) señala en este particular“En el mundo del Caribe, donde primero Haití y luego Jamaica y La Habana estaban mucho mejor situados para cultivar en grande la caña de azúcar, nunca se planteó de veras el que la Caracas de fines del siglo XVIII produjese para la exportación” 8 Rodríguez, Ob Cit, Pág. 3279Abreu, Edgar y otros. Entre campos y puertos. Un siglo de transformaciones agroalimentarias en Venezuela. Pág. 274. Los autores hacen referencia a la obra del Antropólogo Luis Molina.

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animal. Aun las haciendas modestas tenían la maquinaria básica, el trapiche o ingenio, y cualquiera que quisiese refinar su caña, a fin de obtener productos para el mercado, debía tener pailas, tanques, hornos y destiladeros.”10

En este renglón, vale destacar que la compra e importación de maquinaria e implementos de trabajo como el cobre, por ejemplo, tan valioso para la elaboración de instrumentales de trabajo, no podía efectuarse directamente a los centros productores. En tal sentido se afirma: “Los cobres para cocer el jugo de la caña o guarapo en los ingenios, y las hormas para purgar el azúcar no podían importarse directamente de Portugal o de otros países donde se fabricaban, sino dando un largo y costoso rodeo por Sevilla, mediante el cual pasando por manos de muchos intermediarios, se encarecía enormemente.”11.

A la luz de tales circunstancias, en materia de calidad, el azúcar y demás derivados de la caña venezolanos, no resultaban competitivos con los productos de Las Antillas. En consecuencia, la producción se concentraba básicamente en el papelón o panela, cuya producción podía realizarse a más bajos costos, y su precio podía pagarse localmente. Depons refiere al respecto:… “en Tierra Firme la elaboración del azúcar, y sobre todo la purga, están y quedarán muy atrasadas, porque el interés invita a vender como azúcar una masa compuesta de toda clase de melazas y de ocho décimos de mucílago, lo cual nosotros hemos aprendido a considerar como componentes heterogéneos. A esa materia se la corta, como ya he dicho, en panes pequeños, llamados papelones. Generalmente, pesan tres libras, y valen un real (sesenta y cuatro céntimos), mientras que la libra de azúcar blanca vale real y medio. El pobre, para quien el papelón es el alimento principal, se lo procura con poco dinero, y por la costumbre, lo prefiere al azúcar blanco, que le costaría cuatro veces más12.

En su ritmo de lenta evolución, sólo hasta la segunda parte del siglo XVIII puede verificarse, en su sentido más diáfano, la definición de un paisaje cañero venezolano, muestra de ello se localiza en el cuadro estructurado por el Gobernador José de Castro y Araoz, en 1767, (Ver Cuadro No 1) sobre la base 23 pueblos, incluyendo en este número las ciudades y las villas cabeceras del Partido de Guarenas. En el cuadro se establece la existencia de 193 pueblos, 19.372 casas y de 436 haciendas de azúcar, a las cuales se le anexan 30 de producción mixta de dichas especies13

Cuadro No 1HACIENDAS TRAPICHE EN GUARENAS

Trapiche Producto Cantidad Precio(pesos) 1 Trapiche de Josepha Urbina Papelón 1500 p2 Trapiche de Ana Urbina Papelón 1000 p

10 Mckinley, Ob Cit. Pág. 8311 Guerra, Ramiro. Ob cit., Pág. 43.12 Depons, Francisco. Ob cit., Pág. 71.13 AGN. Sec.Traslados. Relaciones Geográficas. No 624. Pág.3

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3 Trapiche de Bernabé Ochoa Papelón 1500 p4 Yscaragua Papelones 600 p5 Juana González Papelones 700 p6 Pedro Ochoa Papelones 200 p7 Juan José González Papelones 700 p8 El Cercado Azúcar 100 arrobas 1500 p

PapelonesMelados 20 cargas

9 Curupao Papelón 2000 p10 Guayabal Papelones 2000 p11 Dn Antonio Gedler Melado 1000 cargas12 La Concepción Papelones 1000 p13 La Fundación Papelones 1500 p

Melado 500 cargas14 Santa Cruz Papelones 4500 p

Melado 50 cargas15 Casarapa Melado 1700 cargas16 Patuco Papelones 5000 p

Melado 20 cargas17 Auyare Papelones 2000 p18 La Soledad Papelones 3000 p19 Cumbre Papelones 1000 p

Azúcar 200 arrobas20 San Pedro Papelones 4000 p21 Vera Arriba Papelones 4000 p

Azúcar 200 arrobasMelado 100 cargas

22 Vega Abajo Papelones 2500 pMelado 20 cargas

23 Doña Josefa Marrón Papelones 4000 pAzúcar 100 arrobas

24 Doña Catalina Aristiguieta Papelones 2000 pAzúcar 500 arrobas

25 Don Gregorio Muñoz Azúcar 1000 arrobasPapelón 1000 p

26 Santa Cruz Azúcar 1500 arrobas27 Aragua Papelones 500 p

Papelones 1000 pAzúcar 100 arrobasMelado 100 arrobas

28 El Rincón Arriba Azúcar 800 arrobasPapelones 800 arrobas 300 p

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29 El Rincón Abajo Azúcar Papelones 300 p

30 Gascón Azúcar 100 arrobasPapelones 300 p

31 Palmar Azúcar 400 arrobasPapelones 300 p

32 La viuda del Cap. Machado Papelones 200 pAzúcar 500 arrobas

33 Don Juan de Yelamo Azúcar 600 arrobasPapelones 1500 p

34 Doña Rita Arratia Papelones 1800 p35 Don Manuel Gedler Papelones 1800 p36 La Trinidad Azúcar 500 arrobas

Papelones 300 p37 Los Padres de la Compañía de

JesúsAzúcar 1500 arrobas

38 El Marqués del Valle Papelones 7000 p

Fuente: AGN. Sec. Traslados. Relaciones Geográficas.

La revisión de los datos contenidos en el informe del Gobernador permite inducir que, los principales productos derivados de la caña en el Valle de Guarenas, al igual que en el resto de la Provincia, eran el papelón, melado y el azúcar (junto con el aguardiente cuya producción era considerada ilícita) generando en conjunto:

66.000 pesos en papelones, 8.700 arrobas de azúcar y 4.260 cargas de melado.

El informe que acompaña este registro de haciendas-trapiche en Venezuela, especifica con mucha claridad el problema del alto costo de la producción de azúcar y sus derivados, al referir que: “para sacar en limpio los precios a que se pueden vender estos frutos redondeando en pro de los trapicheros, es necesario sacar los costos tan crecidos que se ofrecen indispensablemente:

1) Es preciso el que haya mucha gente, y que sea propia. 2) Lo segundo gran número de bestias. 3) Lo tercero el alto valor de los cobres, pues el menor fondo no baja su valor de

quinientos pesos, y estos muy prontos a quejarse como, como regularmente sucede.

4) Lo cuarto juegos de trapiche, herramientas y demás atavíos necesarios para su beneficio con una casa de crecido costo”14

14 Idem. Pág. 4

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En otro renglón de este informe refiere Castro y Araoz que: “toda esta Relación habla con los Trapiches de mayor comodidad (sic), porque hay algunos que tienen mayor costo que otros que les cuesta buscar la ceniza afuera o mandarla hacer al monte para convertir el fruto, en lo cual se consume un renglón de crecido costo al cabo del año”15

Vale destacar, la noción, en términos de la época, de los tablones de caña, allí se expresa que: “cada tablón de caña necesita de tres desierbos (sic) en tierra fértil y criadera, y si la tierra es estéril necesita cuatro y cinco desiertos (sic) y si el tablón es de ley cada desierbo (sic) es de 5 pesos. Tiene de costo un tablón para sembrarlo 20 pesos fuera de la semilla (…) El trabajo de la caña es continuo y doble porque es de día y noche (…) de manera que el más leve descuido se manifiesta en pérdida. Con que para resarcir tantos costos y llevar con algún gusto las incomodidades que causan las haciendas de esta clase, es necesario que las ventas sean por los precios siguientes:

Los papelones se han de vender en los trapiches al 10 por 8. La azúcar blanca en el trapiche a 3 pesos La prieta en el trapiche a 20 reales Y el melado en el Trapiche a 3 pesos.16

El consumo de los derivados de la caña de azúcar, especialmente el de papelón, en toda la Provincia, era por demás significativo, en relación con la totalidad de la población. Esto, porque el azúcar representaba uno de los principales elementos de la dieta alimenticia. Depons afirma al respecto:“…según cálculos en nada exagerados, solamente en la Provincia de Venezuela se gastan anualmente cuarenta mil quintales de cacao y una cantidad mucho mayor de azúcar.”17

En su dinámica de distribución, a pesar de la demanda interna, los altos costos que acarreaba la circulación de los productos impedían alcanzar mayores ganancias a los hacendados, la actividad se limitaba en consecuencia, a la fabricación de derivados de caña como el melado, el papelón, el azúcar moscabada, azúcar refinada y el aguardiente de caña, en un primer momento clandestino dada la prohibición de fábricas establecida por la corona.

El cambio de la casa dinástica española, tras la Guerra de Sucesión (1700-1713), y la consecuente transformación de los términos en la relación metrópoli / colonia, con la introducción de una serie de proyectos reformistas, introduce nuevos elementos al

15 Idem. Pág. 7.16 Idem. Pág. 817 Idem. Pág. 49.

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análisis18, sobre todo a partir de la instauración del sistema de Intendencias19 y de manera particular a partir de la gestión del segundo Intendente, Francisco de Saavedra20, proclive a auspiciar, entre otras cosas, la exoneración de impuestos a la producción de azúcar refinada y a la destilación de aguardiente de caña, todo lo cual confiere un cierto impulso a este renglón21.

Corresponde a este funcionario la difícil tarea de limar las asperezas que se habían suscitado entre los factores sociales del poder colonial (hacendados-comerciantes) y el primer intendente, Abalos. Al respecto redacta un extenso informe dirigido al ministro de Indias, José de Gálvez (1785). Como punto nodal de este informe, destaca Saavedra, la

18 Sobre este particular, vale destacar un punto de coincidencia para la mayor parte de los autores que han abordado el análisis del tiempo histórico conocido como “Reformismo Borbón”, se trata de lo que podría definirse como la “transferencia” no sólo a una Metrópoli que se debatía en la agonía del modelo político de la Casa Austria, sino, con particular referencia, a las colonias, de la tradición del absolutismo mercantilista francés, más adelantado, dinámico y racionalista. La nueva casa real (...) se propone... reafirmar su propio poder modernizando y racionalizando la economía, la sociedad y la administración en la metrópoli y en los dominios de América” (Kaplan, M. Formación del Estado nacional en América Latina. Pág. 101).Las profundas transformaciones que se operan en los términos del llamado “Pacto colonial” hacen de este período uno de los más significativos para la historiografía colonial hispanoamericana, Horst Pietschamnn (Las reformas borbónicas y el sistema de intendencias en Nueva España. Págs. 13-14 ) destaca los esfuerzos del rey de Francia, Luis XIV, la figura central detrás del nuevo monarca español, Felipe V –su nieto- para establecer en España urgentes reformas en el aparato gubernativo y militar, ”por tanto envío especialistas a Madrid, quienes primero se encargaron de ordenar las finanzas estatales totalmente arruinadas (...) bajo la dirección de funcionarios franceses de la escuela colbertista. (...) Esto parece confirmar la conclusión de que las medidas reformistas fueron un intento de renovación interna del Estado español, siguiendo ejemplos franceses, y al menos durante cierto tiempo éste estuvo incluso bajo la dirección francesa directa”. Estas reformas alcanzaron su punto máximo, bajo el reinado de Carlos III (1759-1788) “cuando la Metrópoli se propuso hacer efectivo un programa de reformas extensivo y muy ambicioso en los reinos americanos”.(IDEM. Pág. 4). En el ámbito colonial la Corona por primera vez se enfrenta al reconocimiento de sus colonias, de sus espacio físico, de su problemática y en tal sentido la política reformista “ no sólo consistió en una serie de ordenanzas aplicadas una sobre otras sin un nexo de unión , con el único propósito de eliminar determinadas irregularidades, sino que se distinguió por un esfuerzo de diversas medidas complementarias que englobaban diferentes ámbitos de la vida pública con el fin de lograr una extensiva transformación de las relaciones político-administrativa de los territorios americanos” (IDEM). 19 En el ámbito de la administración colonial se considera, como fenómeno más destacado del siglo XVIII, el establecimiento del sistema de Intendencias. Figura ésta de uso en la administración francesa, asumía en el marco de la metrópoli española, las cuatro funciones del ámbito administrativo (referidas causas). Es de hacer notar el antecedente hispano de esta figura, localizado al final del reinado de Carlos II (1691) cuando se creó el cargo de Superintendente de Rentas Reales.. En el ámbito venezolano, la instauración de la Intendencia ( 8 de septiembre de 1776) y la llegada del primer intendente, Abalos, en agosto de 1777 han sido considerados por algunos autores como “el primer signo palpable de que se avecinaban cambios para la Provincia... las innovaciones que contemplaba la Corona de España tenían como fin incorporar más estrechamente la región en la red imperial “ ( Mckinley: Ob. Cit. Pág. 144) 20 La labor del segundo Intendente, don Francisco de Saavedra, marca una de las páginas más sobresalientes en la historiografía colonial venezolana, no sólo por su impecable administración, sino además por la firme determinación con que trató de aplicar correctivos a la problemática del estancamiento que afectaba a varios renglones de producción, particularmente el azúcar. Mckinley (Pág.155) refiere con gran certeza que el nuevo Intendente: “hubiera podido contentarse con seguir los dictámenes de la Corona, pero, según la tradición establecida por Abalos se empeñó en hallar la mejor manera de sobreponerse a este obstáculo del desarrollo económico de la provincia. En la administración diaria de la economía, adoptó medidas para mitigar o eliminar el efecto negativo de las restricciones comerciales. Al demorar nueve meses el pedir instrucciones respecto a lo que debía hacer en lo tocante a la admisión de todos los barcos españoles a los puertos caraqueños que era la política que había encontrado a su llegada en 1783, lo que hizo en efecto, fue extender en tiempos de paz el otorgamiento de libre comercio concedido sólo por las presiones de la guerra”. Medidas de esta naturaleza, al igual que la tenacidad de su empeño en frenar la corrupción le granjearon tanto innumerables halagos, como encarnizados enemigos. Se cita por ejemplo que para el año 1785, enfrentando a

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necesidad de crear un organismo para el fomento de la agricultura y comercio, todo lo cual derivaría en la creación, posteriormente, en 1793, del Real Consulado de Caracas.

Así, convoca Saavedra a los principales hacendados, comerciantes y mayoristas a fin de integrar una junta para la “erección del Consulado.” Con lo cual logró suavizar las “tensiones” existentes, promocionando, a su vez, una comisión para la redacción de las Ordenanzas preliminares a la creación del Real Consulado, esta comisión quedaría integrada “por los cuatro sujetos más hábiles del país… dos hacendados naturales de Caracas y de las dos primeras familias y dos comerciantes europeos de mucho crédito”.22

De igual manera, al conformar la “Junta” designa además del asesor de la Intendencia a “dos comerciantes”. A manera de “tribunal consular, la citada “junta”… debía avocarse a “la resolución de conflictos mercantiles, con prontitud y escaso costo”. Frases Estas que constituían una especie de consigna para el nuevo funcionario, preocupado por economizar tiempo en las gestiones administrativas de la Intendencia.

Para Saavedra, el fomento de la producción y comercialización cañera dependía de incentivos lo cual suponía corregir la problemática planteada en dos áreas vitales, a saber:

1. La comunicación terrestre: caminos y marítima: navegación por los ríos.2. La carga tributaria.23.

De acuerdo con las líneas de acción del funcionario, los productos debían circular con fluidez. En este particular, tal vez una de las trabas más significativas venía dada por el deterioro de los caminos, circunstancia ésta que obstaculizaba la circulación de las cargas de azúcar hacia los mercados situados en las ciudades y puertos.24 De hecho, una de las

una insólita escasez de barcos provenientes de la Península, sin consultar con la instancia metropolitana, aprobó la exportación de todos los productos a las colonias extranjeras, incluyendo el cacao” (IDEM). Preámbulo éste a la extensión del Decreto de Libre Comercio, en el año de 1789, a Nueva España y Venezuela. cesando, de esta manera, el problema de la escasez de transporte en tiempos de paz para las exportaciones a España. 21 Esta medida se había aplicado en Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo para enfrentar la competencia de las islas bajo el dominio inglés y francés, pero las medidas de exoneración de impuestos, facilidades para la introducción de ingenios y esclavos, préstamos, etc. No alcanzaron a Venezuela, donde inclusive, el azúcar que se producía era de menor calidad con respecto al Caribe.( Rodríguez José Angel. Los Paisajes Geohistóricos cañeros en Venezuela. Pág. 72)22López Canto, Ángel. Don Francisco de Saavedra, Segundo Intendente de Caracas. Pág. 129 23 Idem. Pág.132. Al hablar de los géneros que circulaban de un lugar a otro de la Provincia dice: “que pudiesen correr toda la Provincia sin que nadie interrumpiese su giro; pero semejante franquicia era difícil de conciliar con las pretensiones del resguardo, cuyos individuos han sido siempre acérrimos partidarios de estas formalidades gravosas.” (Idem) 24 El problema de las vías de comunicación interprovincial constituía uno de los graves flagelos para la economía y comercio colonial, en general. Sobre este particular vale destacar la información que presenta el historiador Carlos Julio Tavera en su obra: Historia de la Propiedad Territorial en los Valles de Aragua.. al referir que desde un comienzo la tarea de trazar caminos se convirtió en una empresa para los conquistadores que ansiaban poblar las tierras “drenadas por los ríos Aragua y Tuy” a fin de alcanzar “el fértil Valle de los Caracas, regado por el Guaire, en la meta”, sin embargo, la situación general de las vías de comunicación, sobre todo del camino real de Caracas al valle de Aragua, a pesar de la preocupación manifiesta de los hacendados y dueños de hatos de las poblaciones establecidas, “ no obstante los cambios ocurridos con la imp0lantación de las actividades económicas de los cultivos de cacao, caña de azúcar, añil, algodón y café, y del desarrollo de núcleos poblados que durante el siglo XVII un regular crecimiento demográfico” perduraron hasta muy entrado el siglo XIX. Para 1786 “se abrigaron las esperanzas de fomentar un plan de vialidad en la Capitanía General de Venezuela, desde las sesiones... propiciadas por el Intendente don Francisco de Saavedra, en torno a la creación del Real Consulado y quedó aprobado que se dedicasen los medios más propios y eficaces para construir sólidamente los caminos los caminos de La Guaira a Caracas, de ésta a los Valles de Aragua, y de Valencia a Puerto Cabello”. En 1794 se encargó al ingeniero Francisco Jacot para

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propuestas del Intendente al auspiciar la creación del Real Consulado, era la de crear “un camino entre Caracas y La Guaira y desde aquí, si fuera posible, a los fértiles Valles de Aragua”25.

En efecto, la mayoría de los caminos en su conjunto eran “riesgosos lentos, estacionales muchos de ellos abiertos por la propia naturaleza, escarpados, hechos a golpe de pico, con puentes improvisados de troncos de árboles arrastrados por los ríos... estos caminos de recuas por su misma naturaleza e inexistencia infraestructural, están muy lejos de ser (...) un verdadero sistema de comunicación vial”26 . La ausencia de una conexión más directa entre los centros de producción y los mercados internos se presentaba como una verdadera traba para el fomento agrícola, sobre todo del rubro azucarero, que dependía de un sistema de transporte arcaico “lento y costoso, a su vez altamente peligroso para personas, animales y mercaderías.” 27

A la problemática del deterioro en las vías de comunicación, se añadía el de la escasez de madera que se utilizaba en la elaboración de envases para el transporte de la mercancía. En tal sentido, pensó Saavedra utilizar “los barriles de harina para su comercialización, pero, como eran muy pocos, su extracción no compensaba.”28

Por otra parte, directamente vinculado con el problema del transporte, estaba el de las mulas, éstas tenían mucha demanda en las islas no españolas, sobre todo francesas, para los ingenios de azúcar. En todo el territorio venezolano las recuas de mulas y burros transportaban cacao, azúcar, café y todos aquellos productos agrícolas de plantación destinados a satisfacer las demandas regionales. Su valor era muy preciado en los ingenios como fuerza de tracción, a tal punto había llegado la demanda antillana de mulas, sobre todo a nivel del contrabando, que Saavedra, en su afán de proteger a los hacendados adscritos a su jurisdicción…” hubo de adoptar medidas severas para el control del

trazar la nueva ruta, “el camino-carretero, que se veía cónsono con el desarrollo agrícola experimentado en el Valle de Aragua, al mismo tiempo que a don Fernando Blanco se le comisionó para la reparación del antiguo”, el proyecto contó con la oposición del hacendado don Juan Blanco y Plaza, quien se quejaba por los perjuicios sobre su hacienda cañera “Higuerote”. En su representación refutaba que los ingenieros comisionados se “habían valido de la insuficiente experiencia del práctico don Juan Antonio Reverón, quién esperaba aprovecharse de la abundancia de pastos de la hacienda” , la contradicción con éste y otros hacendados paralizó la labor de Jacot, quien se excusó de realizar la obra hasta “ que los fondos del derecho de Avería a sí lo permitieran” ( Págs. 19-20). Sobre el mismo problema de los caminos expresa, el eminente viajero Alejandro de Humboldt, su sorpresa al ver que “ a pesar de los numerosos rebaños de caballos y mulas que se encuentran en los Llanos, los habitantes no se sirven para nada de esos grandes carromatos que, desde hace años, atraviesan las Pampas entre Córdova y Buenos Aires,. No vi ni uno sólo en esta región de la Tierra Firme; todos los transportes se hacen a lomo de mulas o por agua; sería muy fácil sin embargo, trazar una ruta propia para carros tirados por animales de Caracas a Valencia, en los Valles de Aragua y por Villa de Cura a los Llanos de Calabozo, como de Valencia a Puerto Cabello y de Caracas a la Guaira.( Viaje a las Regiones Equinocciales. T.V. Pág. 159). A este testimonio se pueden anexar muchos otros, de ilustres viajeros a fines del siglo XVII y comienzos del XIX, sin embargo, a pesar de constituir el problema de las vías de comunicación uno de los más graves para el fomento comercial , nos refiere el autor Tavera “ un problema grave harto reconocido por las propias autoridades coloniales, y después por los dirigentes republicanos de la sociedad venezolana, es apenas en la segunda mitad del siglo pasado, cuando comienza a observarse algunos cambios que los distinguirían del siglo XVIII” (Págs. 24-. 25)25 López Canto. Ob. Cit. Pág.12726 Tavera Marcano. Ob. Cit. Pág. 25 (cita el autor un juicio de: Robert Semple Tres testigos europeos de la Primera República (1808-1814). Pág. 39).27 Idem 28 Idem Pág. 48

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contrabando… que se hacía por vía marítima, a través de una complicada operación que comprendía el traslado del animal hasta la costa y de allí hasta una embarcación estratégicamente ubicada; el transporte del animal se hacía en una angosta piragua y al llegar a las embarcaciones cada mula, maniatada, era izada con largas sogas hasta llegar a la cubierta, luego la escondían en las bodegas”29; esta operación se repetía en una proporción de 80 a 100 veces por cargamento y, a pesar de la complejidad de la misma, de acuerdo con el informe del intendente: ” todos los años salían frecuentemente por mar más de 8.000 cabezas”, con destino a las islas francesas del Caribe.

Una de las medidas más drásticas del intendente, fue la de prohibir el tráfico comercial de mulas con destino al Caribe, sin embargo, esta medida fue rápidamente reconsiderada dado que, sin el estimulo de la exportación, la producción de ganado mular decaería progresivamente, hecho que quedó reflejado, en 1788, en una referencia del gobernador de Guayana, Miguel Marmión, según la cual “ el comercio de mulas constituía uno de los principales renglones de exportación de esa provincia, de donde eran enviadas a Cuba.”30

Con la misma agudeza evaluó, igualmente, el problema de la carga impositiva que la Metrópoli aplicaba a la producción de caña dulce y sus derivados, a lo largo de su recorrido. El cobro de las alcabalas, encarecía de tal manera el precio final de los productos, que el margen de ganancia resultaba por demás inferior a las expectativas de los trapicheros.

A pesar de que en la Real Orden de 8 de junio de 1777, remitida por el Secretario de Indias José de Gálvez al Primer Intendente Abalos, se estipulaba que “el azúcar sólo pagaría de derechos 4,5 pesos por caja de 16 arrobas por una sola vez.”31, ratificado por el Reglamento de Libre Comercio entre la corona y sus colonias hispanoamericanas de 1778, que establecía, tanto para el azúcar como para los otros frutos llevados a España, el pago único del impuesto conocido como almojarifazgo32, quedando exenta del pago de entrada y salida de las Provincias, que constituían las alcabalas, los trapicheros debían cancelar además del almojarifazgo:

- El diezmo.- El 5% de alcabala cuando se importaba para venta en Caracas.- El 6% del derecho del “Impuesto Nuevo”.- El 4% de alcabala de mar por su extracción.- Del 6 al 7% de la asignación para la armada.- Y dos impuestos más para el mantenimiento del resguardo marítimo de las

costas.”33.

29 Rodríguez M, Adelina. “Ganado Mular” en Diccionario de Historia de Venezuela. Tomo 2. Pág. 440.30 Idem.31 Idem. Pág... 93.32 Se trata de un impuesto que se aplicaba tanto a la importación como a la exportación de artículos, el cual variaba entre el 2 y el 15 %. cfr. Berglun Susan “Impuestos” en Diccionario de Historia de Venezuela. Tomo 2. Pág. 767.33 López Canto: Pág... 92.

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Fueron puntos fundamentales en la “política azucarera” del Intendente: la derogación del llamado Nuevo Impuesto, la regulación del cobro de alcabala, y, además su empeño en dar cumplimiento a la Real Orden de 1777 que igualaba el azúcar de la Provincia con la de Cuba respecto a las condiciones de comercio, aliviando así la carga impositiva, con lo que ayudó al aumento considerable de la producción en los años siguientes.”34 De hecho si para “1775 sólo salieron de sus puertos 6 arrobas… en 1786, luego de la aplicación de esas medidas “se alcanzó la cantidad de 363 arrobas””35

En este aspecto vale destacar un elemento de análisis por demás singular que se presenta como una “carga” para los hacendados, se trata de los llamados Censos religiosos o hipotecas, considerados como factor incidente en el patrón de estancamiento que caracterizaba a la producción azucarera colonial, al constituir una carga para los trapicheros. En este particular, al comparar los impuestos con las hipotecas refiere Depons: “El cinco por ciento que se paga al rey sobre la renta, por el derecho de alcabala y los diezmos no acarrean tantos perjuicios a la agricultura como las hipotecas, porque no se perciben sino sobre los productos y por consiguiente están en proporción a ellos; mientras que los intereses de las hipotecas son siempre los mismos, aunque el año haya sido de abundancia o de escasez.” 36

Con base en este planteamiento la pérdida de dos o tres cosechas redundaría en la ruina inminente de un propietario e incluso podría forzarlo a contraer nuevas deudas... “aunque sea muy trabajador; puesto que al no poder pagar los intereses que pesan sobre su hacienda, se le cita ante los tribunales, donde debe sostener tantos procesos como hipotecas gravan su propiedad. Los gastos aumentan la suma de sus deudas; la pena le quita el amor al trabajo; sus bienes quedan secuestrados, y en forma de venta, pero con los mismos gravámenes, pasan a otro propietario.37

Contrario a estos argumentos, Mckinley sostiene que el nivel de endeudamiento de los hacendados venezolanos podía considerarse bajo, el grueso de las deudas de estos hacendados venía dado por deudas o hipotecas contraídas con la iglesia, sin embargo: “los riesgos y deudas de la clase de los hacendados no eran particularmente altos. En una economía en la que la agricultura producía beneficios, en la que los hacendados sabían desenvolverse, en la que propiedades agrícolas no estaban fuertemente hipotecadas a la Iglesia en la que el gobierno colonial actuaba de acuerdo a los intereses de productores, es muy probable que el nivel de endeudamiento fuera bajo. Y, en efecto, tal era el caso.”38

34 Idem. 35 Idem. En el texto se refiere que si bien estas cifras son por demás significativas, no pueden tomarse como puntos de comparación pues “ya que hay que admitir que en Venezuela la producción azucarera había sido siempre muy fluctuante”. 36 Depons, F. Ob. Cit. Pág. 84.37 Idem. Pág. 8538 McKinley: Ob. Cit. Pág.122. 38 En esta condición se encontraban por ejemplo: “El doctor José Ignacio Moreno, con haberes de 300.000 pesos, tenía sólo unos 27.000 pesos en gravámenes, es decir, menos de un 10%. Además, de haberlo deseado, hubiera podido saldar su deuda de inmediato entre sus posesiones había más de 11.000 pesos en oro. El pasivo de Pedro Blanco y Ponte en 1769 era menos de un 2% de su legado de 114.114 pesos, y la mitad de este pasivo era el resultado de la sustracción de los esclavos que había liberado” (IDEM). Para el autor, los hacendados citados, representantes de los grupos sociales de mayor abolengo “ proporcionan una base

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En este caso, la transferencia de la propiedad territorial, bien por vía de herencia o por matrimonio garantizaba al hacendado la transferencia tanto del capital del préstamo como de los intereses... “es decir que las sumas tomadas en préstamo eran un riesgo comercial calculado y no una señal de mala administración financiera. La proporción en los haberes y las deudas, en ciertas ocasiones, podía llegar hasta el 40 o 50%, pero estos casos parece que eran la excepción, no la regla.”39

La incidencia de figuras jurídicas como el censo o hipoteca todavía está por estudiarse, las hipótesis no han sido despejadas; al margen de ello, es de hacer notar que para el estudio que nos atañe, conocidas haciendas trapiches se encontraban gravadas con censos religiosos, citamos por ejemplo el caso de las Haciendas “Santa Rosalía” (Cagua) y el Trapiche del “Valle Abajo” (Caracas), ambos pertenecientes a la prominente familia Ibarra de Caracas. La primera de estas propiedades presentaba “dos censos: uno de 4000 pesos de principal pertenecientes al Convento de San Jacinto y el otro de 1500 pesos de la Capellanía de José María Tovar”. En el caso del trapiche del “Valle Abajo” se ha registrado el pago de un “censo de 1000 pesos de principal para la fiesta del día de Corpus en la Santa Iglesia Catedral.”40

Otro factor a estudiar viene dado por el grado de “tecnología” usado en las haciendas-trapiches venezolanas. La naturaleza de la tecnología que se aplicaba al procesamiento de la caña de azúcar, no sólo durante el período colonial, inclusive en el contexto republicano, al traducirse en unos elevados costos de producción, conjuntamente con otros factores limitantes de la dinámica productiva (debilidad del mercado interno, precariedad del sistema vial, alto costo de los fletes, carencia de capitales, escasez de mano de obra, etc.), en opinión de Gastón Carballo guardó un singular carácter de adaptación a la realidad... “la producción tendió a adaptarse a los requerimientos de la demanda local, es decir, hacia la fabricación de papelón y de aguardiente, por ser los que resultaban accesibles a la gran masa consumidora, de bajos ingresos. Estas características influyeron en la tecnología empleada que se adecuó a lo reducido del tamaño de las plantaciones cañeras, a las características de los productos que se elaboraban y a lo escaso del capital invertido en los equipos de elaboración.”41

A partir de la segunda parte del siglo XVII, y posteriormente en el siglo XVIII, con la aplicación de nuevas políticas en torno a la producción azucarera y sus derivados, se habían operado una serie de cambios tecnológicos, que conllevaron a modestas, pero significativas, transformaciones en las fases de la molienda de caña y cocción del guarapo, entre las cuales destacaron…” el trapiche de mazas cilíndricas y el tren jamaiquino de pailas, respectivamente” 42. Sin que esto trascendiera los niveles de desarrollo que se evidenciaban en

sólida para contrarrestar cualquier intento de presentar a los cultivadores de la provincia como víctimas de quienquiera que fuese, comerciantes, curas o funcionarios El hacendado caraqueño constituía una especie muy resistente, especialmente si se le compara con sus equivalentes en otras partes del Imperio” (Idem)..39

40 AGN. Sec. Testamentaria 1785(I-1) folio.. 61.41 Carvallo, Gastón y Josefina Ríos de H.: "Notas para el estudio del binomio plantación-conuco en la hacienda agrícola venezolana". En Los estudios históricos en América Latina. T.II, Pág... 67. 42 Idem.

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otras parcialidades geográficas, destinadas a la producción y comercialización de la caña dulce, bajo el amparo de la política exclusivista metropolitana.

Uno de estos cambios, tal vez el más significativo, vino dado por la introducción, en 1796-1797, al territorio de la variedad cañera llamada tahiti u otayti, hecho que marcó un hito de profunda significación histórica, aunque, al poco tiempo se evidenció que no era tan beneficiosa para los productores venezolanos. En efecto, esta variedad de caña se ofrecía como muy superior, en cuanto a calidad, a la caña criolla y a la batavia, utilizadas tradicionalmente desde el establecimiento de los primeros molinos, llegando casi a desplazarlas a principios del siglo XIX entre los cultivadores, debido a su productividad, Depons al referirse a esta nueva modalidad explica que “ No puede negarse que todas las apariencias están a favor de la caña de tahiti: es dos veces, por lo menos, más gruesa que la otra y mucho más alta. Contiene, por consiguiente, mayor cantidad de guarapo; y cómo plantarla, cuidarla y cortarla, no exige más trabajo que la caña criolla, resulta que con el mismo tiempo y los mismos medios, se obtiene un aumento en el producto. En igualdad de circunstancias, madura en mucho menos tiempo que la caña criolla, pues mientras ésta tarda dieciséis meses, a la de tahiti le bastan doce. Esto aumenta el beneficio en una cuarta parte. Todavía no ha habido tiempo suficiente para comprobar si los hijos darán también cañas hermosas, ni cuentas veces puede cortarse sin resembrar.”43

La nueva especie fue recibida con beneplácito desde un primer momento, Humboldt expresa en su diario de viajes: “ se trata de una de las adquisiciones más importantes... es en extremo rendidora, en una tercera parte mayor que la caña criolla, y además a causa del grosor de su tallo y la tenacidad de sus fibras produce también mucho más.”44

Sin embargo, transcurridos algunos años y generalizada su siembra, se comprobó que su rendimiento no era realmente mejor que el de la caña criolla. En su diario de notas explicaba Depons que: “El entusiasmo por la caña de tahiti ha impedido que se observe lo que no es ventajoso en ella. Se callan sus defectos, pero vendrá el día en que se sepa que el azúcar procedente de cañas de tahiti contiene mucho menos sal esencial que el de la caña criolla. Tres libras de la primera endulzan lo mismo que dos libras de la segunda; lo cual representa una pérdida real de treinta y tres y medio por ciento. El comercio europeo no tardará en reducir del precio la cantidad correspondiente, pagando a sesenta francos, por ejemplo, el quintal de azúcar de tahiti y a noventa el de azúcar criolla. A esta pérdida han de añadirse acarreos, fletes, almacenaje del quintal de azúcar que no representa en realidad sino sesenta y seis libras dos tercios de azúcar corriente, y se verá que las pretendidas y decantadas ventajas compensan apenas las pérdidas que se pasan por alto.45

El problema de la nueva especie de caña logró acaparar la atención no sólo de los trapicheros sino de la opinión pública en general, José Domingo Díaz en el Semanario de Caracas de 1809, donde se expresa lo siguiente…”No se conocía, ni cultivaba otra caña de azúcar que la que era propia de este suelo hasta el año de 1796 en que viniendo en las manos de Don Francisco Antonio Quintana algunas de las que había en la Isla de Trinidad conducidas desde la de Othaity (sic) la plantó en la huerta de su casa de esta ciudad . Allí

43 Idem. Pág. 5144 Humboldt. Ob. Cit. T.III. Pág. 45 Depons. Ob. Cit. Pág... 52.

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crecieron con la mayor lozanía y su tamaño, y las ventajas que ofrecían, hicieron concebir a otros el deseo de naturalizarla, y hacer general su plantación. En efecto, Don Andrés de Ibarra fue quién primeramente puso en práctica el gracioso proyecto de proporcionar a sus compatriotas las utilidades que prometían: se dirigió a la Trinidad, hizo venir las cantidades necesarias para formar semilleros… Pero la experiencia fue sucesivamente manifestando, que a las pasajeras utilidades que producía seguían vacíos y consecuencias tan desagradables, que era indispensable abandonarla... Ya muchos han conocido estas verdades, y han vuelto a plantar sus establecimientos con la caña que primitivamente tenían ¡Ojalá que todos sigan igual ejemplo para beneficio suyo y de toda la Provincia!”46

El uso de la nueva especie de caña, rápidamente se extendió a la Provincia e inclusive a “los valles de Cúcuta y a San Gil en la actual Colombia”47. Pero los resultados, a corto plazo, defraudaron a los trapicheros. Tres factores se reseñan como causales del rechazo a su uso:

1: El azúcar derivado era “menos dulce” que el de la caña criolla.2: Su impacto sobre el suelo, para algunos la nueva caña “esterilizaba” el suelo dadas las dimensiones de sus raíces.3: Causaba a su cultivador extraordinarias fatigas ya que a diferencia de la criolla que luego de tres o cuatro cortes producía “renuevos” excelentes, son la segunda “tan mezquinos que es indispensable para cosecharla con utilidad, sembrarla siempre de nuevo.”48

Se ha visto que además de la tecnología, en comparación con otros cultivos, la caña dulce requería grandes inversiones en maquinaria y bestias de carga. Otro factor a considerar jugaba un papel de importante relevancia. La conversión de la caña en azúcar blanca, papelón, aguardiente y jugo de caña o melados, requería una fuerza de trabajo numerosa y barata. Mackinley refiere al respecto que: “En las haciendas de caña siempre había esclavos, y probablemente en cantidades mayores que en las haciendas dedicadas a otros cultivos. En un grupo de 61 plantaciones dedicadas exclusivamente al cultivo de la caña y para el cual se dispone del número de esclavos por hacienda, la distribución es la siguiente: el 24% tenía de 1 a 19 esclavos; el 45%, entre 20 y 39, y el 31%, más de 4O49.

Puede afirmarse que, en Venezuela, la mano de obra esclava constituía el renglón de producción más significativo dentro de la hacienda azucarera colonial50. La explotación de

46 Págs. 102-10347 Felice Cardot, Carlos “Datos sobre la Historia, Desarrollo y Economía de la caña de azúcar en Venezuela”. En Boletín de la Academia Nacional de la Historia. No 187. Pág. 353. A diferencia de otros autores Cardot sostiene que “después de veinticinco años de estarse cultivando, no había degenerado, temor que tenían en la época” Pág. 354. 48 Díaz, José D. Ob. Cit. Pág. 10349 Idem. Pág. 82.50 Morales Alvarez, Juan. Dulzura caroreña. Historia del Central La Pastora. Págs. 30-32. refiere la figura del padre de Las Casas como pionero en la introducción de mano de obra esclava en las colonias para suplir la fuerza de trabajo asociada a los trapiches... “.Cuenta las Casas que, en vista del maltrato sufrido por los indios en los trapiches e ingenios fundados por los conquistadores en las Antillas. Y, con el interés de aliviar la pesada carga de la mano de obra indígena, solicitó las licencias al rey para introducir esclavos en las nuevas tierras. En este sentido, recuerda el fraile en su Historia, que logró obtener merced real, para introducir 4.000 negros

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la caña y su procesamiento eran actividades de explotación intensiva, en consecuencia exigía abundante mano de obra para realizar las arduas labores en cada uno de sus espacios productivos... “los establecimientos más modestos necesitaban al menos de 20 personas para desarrollar las diversas actividades que involucra el proceso azucarero: cultivo de las semillas, recolección de la caña, transporte y elaboración de los productos finales sean éstos azúcares o aguardiente.”51

Esto se explica por el carácter anual de la producción de azúcar además de la multiplicidad de las faenas, sus requerimientos incluían no sólo cuidar de los sembradíos y recoger la cosecha sino también la fabricación durante todo el año de productos derivados. De acuerdo con la información registrada en el citado informe del gobernador José de Castro y Araoz: “para convertir una paila de caldo en dulce son precisas e indispensables diez y ocho trabajadores esclavos distribuidas en el orden siguiente:

o Dos moledores y dos arreadoreso Un bagusero (sic)o Un llenador de burroso Un pailero y un hornalleroo Un papelonero y otro que lo ayude o Tres cortadores de caña: Dos cargadores y un cogolleroo Un cortador de leña y un cargador52

Similar consideración se observa en el informe de Depons al destacar que para el funcionamiento de una hacienda de caña “es preciso distribuir el trabajo de modo que una parte de los negros corte la caña, otra la cargue al trapiche, donde se muele a medida que va llegando. Todo esto debe hacerse a un mismo tiempo.”53.

El primer intendente había tratado de fomentar la introducción de esclavos con el objetivo de dar un impulso a la agricultura. En su afán de incentivar la producción cañera, Saavedra, continuó con esta política, para lo cual logró concretar dos significativas contratas con la Casa Baker y Dawson de Liverpool “el representante de la primera sería don Eduardo Barry, al que se le da permiso para establecerse en la isla de Trinidad... lo que permitió el arribo de “3.862 esclavos negros entre 1784 y 1785”, cifra considerada como la mayor cantidad de esclavos venidos a Venezuela durante la colonia54. esclavos, destinados a las islas: de la Española, San Juan, Cuba y Jamaica. Lo que, sin lugar a dudas, dio origen a la trata de negros en el Nuevo Mundo. Además, generó una situación que ha pasado inadvertida por muchos historiadores, como es el hecho cierto que las Casas, el gran defensor de los indios, por curiosidades del destino, se convirtió en el promotor de la introducción de los primeros esclavos negros en América. A raíz de esta licencia real, azúcar y esclavitud estarán siempre unidas en América, hasta casi finales del siglo XIX, cuando terminó este injusto sistema laboral, por los decretos abolicionistas primero de la trata y luego de la esclavitud. De esta manera, en buena parte de nuestro continente, la producción de azúcar siempre apareció rodeada de un halo injusto y desagradable, de explotación, humillación y maltrato, hacia los negros esclavos. Los esclavos negros pasaron a integrar la mano de obra utilizada en las rudas faenas necesarias para la elaboración de azúcar, que contrariamente era dulce para la mayoría, para los esclavos debió ser amarga.51 Rodríguez, José Ángel, Ob. Cit, Pág... 31.52 AGN. Sec .Traslados. Pág... 753 Depons, Francisco, Ob cit, p. 57.54 López Canto. Ob Cit. Pág.82

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Dada la escasez de moneda circulante, Saavedra agilizó la compra de los esclavos por la Intendencia y su venta a crédito a los hacendados, lo que también contribuyó a darle impulso a la actividad en la Provincia. Así en carta a Gálvez expone que “la primera cargazón de 500 negros, se había pagado al contado con plata fuerte, quedando las arcas públicas sin ningún fondo”, ante la falta de numerario, a principios de 1785 pide, Saavedra, al Intendente de la Habana, que cubriese algunas deudas por cuenta de las remesas de negros”55. Esto incidió en la aplicación de una nueva disposición por parte de la Metrópoli que consistía en una rebaja “a 9 pesos de los derechos de la introducción de negros sin distinción de edad, sexo o clase.”56

Vale destacar que, a pesar de las graves restricciones que pesaban sobre la producción azucarera, a fines del siglo XVIII, se evidenciaba en el territorio la conformación de un nutrido paisaje cañero.. “Dos informes separados por doce años indican que el número de haciendas dedicadas al cultivo de la caña seguía creciendo gradualmente. Alrededor de 1770 había 348 haciendas de caña en ¡a provincia; para 1787 había 436. La inmensa mayoría de estas haciendas se ubicaban en dos regiones: Nueva Segovia y la Cordillera de la Costa. En esta última región, sobre todo en los valles de Aragua y del Tuy, cerca de la ciudad de Caracas”57.

Para 1775, se registra en “ la relación histórico geográfica de la Provincia de Venezuela” del Dr. Agustín Maron que las áreas más importantes de la producción de caña dulce se localizaban en el área de Caracas, Santa Lucía, Guarenas, Macarao, Villa de Cura, San Sebastián, Orituco, Valencia, Nirgua, San Carlos, Barquisimeto, San Felipe, El Tocuyo, Carora y Trujillo. Registrándose para el momento 348 trapiches.

De los 348 trapiches que existían en el territorio provincial, 100 correspondían a la jurisdicción de Caracas, Santa Lucía, Guarenas, Aragua, Macarao y Tuy, y aunque no registraba la producción de azúcar y de papelón, sin embargo estimaba que una población de alrededor de 64.600 personas consumían anualmente 141.571 arrobas al respecto, calculando al mismo tiempo que de estos establecimientos, se sacaban al año unas 11.000 cargas de aguardiente en esta misma jurisdicción. El mayor número de trapiches se registraba en Barquisimeto (63), El Tocuyo (58) y Trujillo (36). 58

Es de hacer notar que la prohibición y control impuesto sobre la corona a la producción de aguardiente y “guarapos” derivados de la caña dulce había incentivado la fabricación de alambiques clandestinos que se habían propagado por toda la provincia. En 1721 Pedro José de Olavarriaga informaba al respecto que la medida prohibicionista aplicada por la corona a este derivado del azúcar había redundado en “la fabricación de un aguardiente en las haciendas trapiches de la Provincia, el cual pese a ser de inferior calidad al importado, se consumía en casi todo el territorio, como igualmente el proveniente de las

55 Idem56 Idem.57 Mckinley. Ob. Cit. Pág. 82. se señala que la ganancia promedio de estas haciendas era de 1.886 pesos “las cifras de la producción bruta por supuesto nada dicen de las ganancias netas; en las grandes haciendas estas eran probablemente altas, aún tomando en cuenta los altos costos de producción” Pág. 8358 Arellano Moreno, Antonio (comp). Documentos para la historia económica en la época colonial (Viajes e Informes). Págs.446-447.

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colonias antillanas extrajeras, que a un precio mucho más barato y clandestinamente, iban en detrimento de aquel.” 59

La intervención de los intendentes Abalos y Saavedra resulta determinante en este particular. Se cita, por ejemplo, extractos de un informe del Intendente Abalos, dado en 1778, en el cual señala... “ habiendo manifestado la experiencia que el aguardiente no hace en la salud los estragos que en otro tiempo se habían temido y... es aún más útil que el de uvas para los usos medicinales que no hay medios, ni arbitrios suficientes para impedir su fábrica y venta que el modo de hacer esta en el día es perjudicial y nocivo por la clase de gentes que en ella se ocupan, y que además de todo es útil la concesión para el fomento de la agricultura, beneficio de los cosecheros y de todos los habitantes, me parece que en justicia no puedo privarles de que disfruten ... soy de dictamen de que debe, y conviene darse permiso para la fábrica de dichos aguardientes no tanto en la clase de estanco como en la de un preciso encabezamiento.”60

De igual manera, en 1784, remite el intendente Abalos al ministro Gálvez, un nuevo informe en el cual expresa que “la gente pobre es la que por lo regular se emplea en esta fábrica porque encuentra en ella una ganancia de 50 pesos para su subsistencia y como el trabajo es menos que la prolijidad son las mujeres las que más se dedican a este ejercicio y... son ellas las que disponen las oficinas o alambiques que se necesitan... Como los valles en donde están los trapiches son de los mismos hacendados y los vecinos de los pueblos... sus jornaleros... es difícil descubrir los parajes de la fábrica del aguardiente por ser todos interesados en ocultarlos...cuando sucede que encuentran las oficinas... las rompen, nada pierden en ellas por el corto costo y por la facilidad con que hacen otras.”61

A pesar del control que se ejercía sobre la producción clandestina de aguardiente de caña no fue posible a las autoridades coloniales restringir su producción y sobre todo erradicar los centros ilícitos. En su ya citado informe, el funcionario Marón señala que “en Caracas, pudo ver más de treinta alambiques de mediano tamaño.”62

Corresponde a Saavedra, segundo intendente, la reglamentación de la producción de aguardiente, con base en la “Instrucción para los Administradores generales y subalternos de esta Provincia de Caracas para dar permiso y reglas de hacer la recaudación de la destilación y rentas del Aguardiente de caña” dada el 6 de octubre de 178463. Bajo esta

59 Instrucción General y Particular del Estado presente de la Provincia de Venezuela en los años 1720-1721. Págs. 296 y ss. Cfr. Tavera M. Ob. Cit. Pág. 261. para este autor:…”Durante el siglo XVIII la profusión de trapiches incidió en el establecimiento de unos cuantos alambiques, que era la maquinaria necesaria para la elaboración del aguardiente, este se había constituido en un género de uso casi común, se le tomaba por bebida espirituosa, peor también se aplicaba en las medicinas, y era corriente su conducción a los Llanos y Costa” (Pág. 263)60 AGN. Intendencia de Ejército y Real Hacienda. T. IV. Folio 52. Cfr. Castillo, Angel. “Legislación Colonial sobre el aguardiente de caña” en Geohistoria del Azúcar en Venezuela. I. Colonia (Proyecto de Investigación). Apartado 3.61 Los citados alambiques eran “de barro y de tan fácil construcción que gastan dos horas en hacerlos, las calderas que valían cuatro pesos y un cuero de vaca en donde se avinagra o pone fuerte la miel... y valdrán cuatro reales”. (Idem). 62 Arellano Moreno. Ob. Cit. Pág. 448. 63 AGN. Intendencia de Ejército y Real Hacienda. T. XXXI. Folios 30-32. De acuerdo con esta “Instrucción” se levantaría un censo o padrón de los cosecheros y particulares que solicitasen licencias para destilar aguardiente, procurando que su número fuera proporcional al total de habitantes. La contribución a la real Hacienda sería de “dos pesos de plata corriente por cada barril destilado de 26 frascos” AGN. Reales Ordenes

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instrucción, creado el ramo de aguardiente, se comenzaron a levantar censos y padrones de trapiches autorizados para destilar aguardiente.

En este particular citamos el padrón levantado por administrador de la real hacienda del Partido de la Victoria, don Miguel de Casadevante en 1785 “donde registró 47 haciendas con trapiches... distribuidas entre la Victoria (incluyendo El Consejo) San Mateo, Cagua, Turmero y Maracay. El 56,25 % corresponde a la Victoria” 64Esta medida se vio reforzada por la “la autorización de la corona para permitir comprar libremente los utensilios del ingenio en el extranjero”.65 Todo lo cual no sólo redundaba en beneficio de los hacendados trapicheros sino del propio Erario Público, al disminuir el tráfico ilícito que se practicaba desde las islas antillanas.

El nuevo cuadro favoreció el ritmo de crecimiento de la producción permitiendo la conformación de extensos paisajes cañeros, aunque esto no significó un cambio en los patrones de inserción del producto en la economía colonial en el preámbulo de la gesta de emancipación política que estallará en la primera parte del siglo XIX.

T. XI. 23 de enero de 1790.. En junio del siguiente año, ese impuesto se redujo a 1 peso. 64 Tavera Marcano. Ob. Cit. Pág. 264.65 Morales Alvarez, J. Ob. Cit. Pág. 67. En efecto, “la libertad para comerciar libremente, según lo dispuesto en el Reglamento de 1778 entró en vigencia once años después, el 28 de febrero de 1789 (...) Con la puesta en práctica de estas disposiciones, más otras que permitieron el comercio legal con las potencias amigas y neutrales, además de algunos puertos de los Estados Unidos, Venezuela comerció libremente con casi todo el mundo con la intención de promover la agricultura y los cultivos en las provincias de Venezuela(...) años más tarde, Carlos IV derogó:. un artículo del Reglamento del Comercio Libre de 12 de octubre de 1778, que prohibía traer a América ingenios de azúcar y molinos de café, procedentes de naciones extranjeras. En lo que se refiere a la caña de azúcar, esta medida generó un considerable aumento, tanto en la extensión del cultivo, como la multiplicación de ingenios azucareros.”

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CAPITULO IILa Hacienda Trapiche como unidad de producción

A: La voz “hacienda”:

El debate sobre el uso de la voz “Hacienda” permanece abierto. Así, para algunos autores, tal vocablo se asocia a…” la unidad poliproductora en la que se combinaba el cultivo de diversos productos agrícolas con la ganadería y ambos tipos de productos eran destinados a la comercialización en los mercados internos” a diferencia de la plantación, definida en términos de una gran propiedad territorial especializada en el cultivo de una sola planta la cual se destinaba a la exportación.”66

Para otros, la hacienda connota: “la propiedad rural de un propietario con

aspiración de poder, explotada mediante trabajo subordinado y destinada a un mercado de tamaño reducido, con la ayuda de un pequeño capital. Bajo tal sistema los factores de producción no sólo servirían para la acumulación de capital, sino también para asegurar las ambiciones sociales del propietario.67

Para Mckinley, la palabra hacienda “evoca imágenes de posesiones grandes en las

que trabaja un número aceptable de esclavos y en las que se cultivan cosechas renta -bles”68.

En el caso concreto de la historiografía colonial venezolana el uso de este vocablo se asocia a “la unidad productiva generadora de patrones de organización social y de relacionamiento político y como un patrón de ocupación del territorio.69

A través de la categoría de análisis denominado patrón tecnológico plantación-conuco, aplicado al estudio principalmente de las haciendas de cacao; Se caracteriza además a esta forma productiva “por su vinculación con el mercado exterior, y en consecuencia una de las bases del llamado modelo agroexportador, que consolidó su desarrollo en el Siglo XVIII e hizo que el desenvolvimiento de la sociedad venezolana dependiera de las exportaciones agropecuarias hasta la tercera década del Siglo XX.”70

Al respecto se sostiene que: "...la vinculación con el mercado externo, que operaría

como factor dinámico del proceso de conformación y desarrollo de la hacienda, tuvo como apoyo necesario una producción de auto subsistencia, que tendió a localizarse en el ámbito 66 Lemoine, M . Haciendas y Plantaciones en América colonial: Un estudio comparativo. Pág. 3.67 Wolf Eric y S Mintz, “Haciendas y Plantaciones en Mesoamérica y las Antillas” Pág. 493. 68 Según características no especificadas usadas para un informe sobre la provincia (Venezuela) entre 1785 y 1787, había 1.751 parcelas lo bastante grandes como para ser consideradas como haciendas de cosechas rentables, en las que se cultivaba cacao, caña de azúcar y añil. Algunas de estas haciendas, sin duda, se adecuaban ampliamente al prototipo, pero la mayoría de las posesiones registradas como haciendas, sin embargo, se apartaban, en mayor o menor grado, del ideal. Ob. Cit. Pág. 71.69 Ríos de Hernández, Josefina y Gastón Carvallo: Ob. Cit..Pág. 506.70 Idem

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o en los límites territoriales de la hacienda. En este sentido, la producción de auto subsistencia dentro de la hacienda no vino dado como respuesta a coyunturas de contracción o recesión de la producción de exportación, “sino como un rasgo permanente, necesario a la continuidad de dicha producción. [...] En consecuencia, la producción para la subsistencia no conformó una economía marginal,... El funcionamiento de la plantación y el conuco, como una unidad, constituyó la forma particular en que se organizó el patrón tecnológico del cultivo de plantación en el área venezolana71.

En el caso que nos atañe, la reconstrucción histórica de la unidad Hacienda Trapiche comprende el análisis de una serie de patrones por demás singulares que imprimen un carácter contrapuesto al concepto clásico de la hacienda -plantación- conuco y de su eje dinamizador ubicado en la exportación. Se ha referido en el capítulo anterior que, en Venezuela Colonial, la dinámica de funcionamiento de las haciendas cañeras no giraba en torno al desenvolvimiento del comercio externo, sino, básicamente del mercado interior y en la importancia que éste iba adquiriendo. En efecto, la vinculación del cultivo de caña dulce a una muy variada gama de actividades de procesamiento y comercio interior, sus productos y derivados originaba... "un intenso y lucrativo comercio que ocupaba a numerosos arrieros y peones que traficaban con pueblos y lugares muy apartados." 72

Trapiches, plantaciones o ingenios, en el caso concreto de Venezuela colonial, el estudio se hace más dinámico al conjugar en el contexto teórico el manejo de figuras asociadas a los ingenios y trapiches como unidades productivas en conjunto o desasociadas a la existencia de una hacienda, con rasgos muy similares a las plantaciones e igualmente haciendas que comparten un trapiche familiar de corte artesanal, o bien en condiciones de arrendamiento, denotando, en casos por demás significativos, la existencia de un vinculo de mayorazgo, para la hacienda, el trapiche o el ingenio.

En algunos casos, a todo el conjunto de la hacienda de caña de azúcar se le llama hacienda trapiche e ingenio de azúcar, al respecto, se ha referido que, en el área de las Antillas españolas... “la producción de azúcares precedió a la fundación de ingenios, y en tal sentido: Se decía ingenio por decir industria, maña o artificio, fuera de los procedimientos que se tenían por naturales o inveterados, para producir algún nuevo efecto mecánico, como un molino para prensar caña, para sacar agua de un río, o para moler metales..."73

71 Idem. Pág. 508.72Ferrigni V, Yoston. La crisis del régimen económico colonial en Venezuela 1770-1830. T I. Pág.13773 Ortiz Fernando..Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Pág. 280.

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Los primeros ingenios74 fueron impulsados “por fuerza de sangre, por esclavos, caballos o bueyes que movían una rueda central, tirando vuelta tras vuelta alrededor del aparato, como en las viejas norias que los árabes instalaron en España; o bien el rodaje de tales ingenios era movido por fuerza hidráulica, como el entonces famoso 'ingenio o artificio de Juanelo', que en Toledo elevaba el agua del río Tajo.75

En ambos casos el vocablo ingenio era de sentido genérico y comprendía así los “sencillos trapiches, que muelen las cañas con caballos, y los ingenios poderosos, que eran de agua (…) en breve tiempo el vocablo trapiche quedó en el lenguaje corriente para los ingenios de fuerza animal, y el vocablo ingenio se reservó, por antonomasia, para los de fuerza hidráulica...".76

En su diario de viaje, refiere al respecto el consejero Lisboa: “En Venezuela se llaman trapiches a las haciendas de azúcar o de aguardiente cuyas máquinas están movidas por animales, e ingenios a las accionadas por agua “La diferencia práctica entre trapiche e ingenio residía en la capacidad industrial, o bien en la fuerza motriz que impulsaba el molino. 77

74 En los estudios sobre haciendas cañeras es común el uso de la figura del Ingenio, aunque no todas las haciendas. Trapiches, por lo menos en Venezuela, disfrutaban de uno. El término como tal no es de uso moderno, aparece registrado tanto en la Legislación Indiana, como en uno de los primeros estudios historiográficos coloniales (Padre de las Casas). Morales Alvarez (Ob. Cit. Pág.32-33) aclara sobre este particular que “el error de creer moderno el término ingenio está bastante extendido... En varios textos, documentos y leyes de la época colonial, se les llamó ingenios a los trapiches de caña. Uno de ellos es precisamente la: Historia de las Indias del padre las Casas... concluida su redacción en el año de 1552. También se habla de Ingenios en varias leyes contenidas en la: Recopilación de las Leyes de Indias de I68I..En la Recopilación de las Leyes de Indias quedaron insertas varias determinaciones legales acerca del marco legal aplicable a los trapiches e ingenios existentes en América. Por ejemplo, en la Ley LIV, Tít. III, Lib. II. se disponía que los Virreyes y Presidentes ordenen a los «...Corregidores y Alcaldes mayores en sus distritos aderezar los caminos y visiten los ingenios y obrajes». Esta norma recopilada en una Real Cédula, dada por Felipe II, en 1595, Felipe III, en 1607, y Carlos II, en 1681, ordenaba la inspección de los ingenios por parte de las autoridades coloniales, y el arreglo de los caminos que conducían a los centros productivos de la época..... Además de la preocupación por la inspección de obrajes trapiches y caminos, la norma es una muestra significativa de que, legalmente, desde finales del XVI, se les llamó ingenios, a los molinos de caña establecidos en América. En la Ley III, Tít. XIV, libro V de la Recopilación, sintetizada de las reales cédulas, dadas por Don Carlos V, en Toledo, año de 1529, Reiterada en Palencia, 1534, recordada por la Emperatriz en 1537, Felipe II en 1557 y en 1570, y Felipe III, en 1605, se dispuso que los dueños de Ingenios no puedan renunciar a sus labores, ni producir más de lo dispuesto por las autoridades. Por esta norma legal, dada en 1529, casi al comienzo del proceso de conquista, y recordada varias veces su vigencia, el dueño de ingenios quedó sometido a una vigilancia permanente por parte de las autoridades coloniales. El fin de las normativas legales era muy claro, evitar los abusos denunciados por las Casas, y el incumplimiento de las leyes vigentes, tanto en el sistema laboral, como en los volúmenes de producción de azúcar. Así quedó claramente estipulado, desde 1595, la prohibición expresa del trabajo de los indios en los ingenios de azúcar.... Todavía más explícita, en lo que se refiere a la utilización del término Ingenio, es la Ley VIII, Tít. XIII, Lib. VI de la R.L.I., recopilada de las Reales Cédulas dadas por Felipe II, en Madrid, en el año de 1595 y en 1601. En esta norma...quedó claro el uso del vocablo ingenio para referirse a la factoría donde procesaban la caña y elaboraban azúcar. También quedó terminantemente prohibido por esta ley, que en nuestra América: en ninguna Provincia, ni parte de las Indias puedan trabajar los Indios en obrajes de paños, lana, seda, o algodón, ingenios y trapiches de azúcar, ni en otra cosa semejante, aunque los tengan Españoles en compañía de Indios, benefícienlos con Negros u otro género de servicio». Quedando así claramente establecida la imposibilidad de utilizar a los indios como mano de obra, para realizar cualquier faena, en el pesado trabajo de los ingenios azucareros”75 Ortiz. Ob. Cit. Pág. 28076 Idem. Pág... 281.77 Ob. Cit. Pág.103.

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En el caso cubano, según la época, la expresión ingenio se asociaba a las de trapiche, cachimbo y central. Igual distinción se observa en el caso venezolano al hacerse la observación con respecto al caso muy concreto de las haciendas de caña dulce de los jesuitas, unidades éstas que combinaban los patrones del trapiche tradicional, el patrón tecnológico de trapiche mejorado y el patrón tecnológico de ingenio, caracterizándolos como formas de organización del trabajo, especificando al respecto que:"...sí en el caso de Guatire la documentación identifica el trapiche como artefacto, con el trapiche como forma de organización del trabajo, también diferencia trapiche de ingenio, lo que en realidad significa, [...] dos formas de organización del trabajo portadoras de una tecnología mecánica semejante -el molino de tres mazas- una tecnología energética distinta, fuerza animal/ fuerza hidráulica, y técnicas organizacionales diferentes debido al aumento sustancial del número de esclavos."78

Para algunos autores a partir del siglo XVIII y con mayor incidencia en los Valles de Aragua el uso del vocablo hacienda trapiche aparece en los registros coloniales venezolanos como unidad productiva. En tal sentido, se afirma, que en esa zona geográfica “la economía agrícola descansa en la explotación de la caña de azúcar. El espacio Tuy Arriba-La Victoria-San Mateo, está organizado en base a las unidades productivas trapiches. La matrícula de población correspondiente a ese año nos ofrece un cuadro revelador del aspecto: de 21 explotaciones, a 19 se les indica como haciendas-trapiches, y apenas 2 con voz hacienda, estas estaban cultivadas de cacao.79

B: ESTRUCTURA TIPICA DE LA HACIENDA

La estructura típica de la hacienda azucarera colonial venezolana, presenta como principales elementos o factores productivos:

1: La base física: las tierras y posesiones: comprende la extensión de tierra asociada al cultivo, su extensión y organización en espacios productivos.2: La infraestructura física. En este particular la hacienda clásica presentaba una “tipología funcional básica” que incluía dos espacios fundamentales:

a: La infraestructura física social, aquí se incluían las obras de naturaleza social, como la casa principal de la hacienda, la casa o vivienda del mayordomo o administrador, los repartimientos de esclavos, las casas de vivienda de éstos.

b: La infraestructura económica que comprendía todas aquellas edificaciones o construcciones destinadas a la producción económica propiamente dicha.

78 Torres Sánchez, F. Haciendas y Plantaciones de la Compañía de Jesús en Venezuela (El Colegio de Caracas en el siglo XVIII). Pág... 149.79 Tavera Marcano, Carlos J. Ob. Cit. Pág.248. Resulta por demás interesante anotar la observación de este autor respecto a la incidencia en los Valles de Aragua de la extensión, partir de 1789 del Decreto de Libre Comercio, refiere que “ liquidadas ciertas trabas que pesaban sobre la economía, los hacendados cañeros del valle de Aragua, se vieron favorecidos con la derogación de un artículo del Reglamento de Comercio Libre que prohibía traer a América utensilios de ingenios azucareros y molinos de café de las naciones extrajeras” ( Pág. 268)

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3: El producto: los cultivos de caña de azúcar, ordenados en tablones de distintos tamaños, aunque tendiendo a una medida uniforme. 4: Herramientas e instrumentos y animales para la carga y tracción.5: La base social o mano de obra (esencialmente esclavos negros) Para analizar el conjunto de estos factores productivos se parte de una muestra

significativa de haciendas de caña dulce coloniales: En primer término la Hacienda Trapiche de doña Rosa Aguirre Villela, situada en el Valle de Guatire 80La hacienda-trapiche del Valle de Cura y La hacienda “La Vega” pertenecientes a la familia Tovar 81 La hacienda trapiche e ingenio nombrada “Santa Rosalía”82, ubicada en el Valle de Guatire perteneciente, al primer marqués del Valle de Santiago don Miguel de Berroterán. Gobernador y Capitán General de Venezuela . Caballero de la Orden de Carlos III. El Trapiche del “Valle Abajo” en Caracas, y la hacienda trapiche “Santa Rosalía” en Cagua pertenecientes a una de las familias más prominentes de Caracas, el grupo Ibarra83.

B.1: Base física y espacios productivos

En la hacienda trapiche, la base física constituye el espacio sobre el cual se organizan las áreas productivas, así como las edificaciones que configuran la infraestructura social de la hacienda, su organización depende de la extensión y naturaleza del terreno84, en

80 De esta hacienda se obtuvo el inventario realizado en el año de 1725, a petición de doña Rosa Aguirre de Villela y de don Mateo de Arratia, su hijo, a raíz del fallecimiento del Capitán Villela esposo de doña Rosa. Inventario realizado por don Diego Muñoz de Vergara a partir de lo relatado por el mayordomo de la hacienda Marcos Domínguez. (ACRM)81 Es de hacer notar que Tovar vincula estas haciendas a mayorazgo, dejando como primeros poseedores del vínculo a sus hermanos Basilio y Domingo Antonio Tovar. De estas, la hacienda “La Vega” constituye una de las posesiones más antiguas de la jurisdicción colonial de Caracas. Su fundación se ubica en el año 1590 a manos del capitán poblador Garci González de Silva, a quién le fue conferida por Orden Real un lote de tierras bajo los siguientes linderos: “ desde la quebrada de Carota (sic) y abriéndose por el alto. Ambos lados, siguiendo por las serranías altas del Norte y del Sur, hasta donde terminaban estas, hasta encontrarse con los valles planos, e incluía todas las vertientes de agua que caían hacia sus cauces principales. Esta propiedad se fue desmembrando entre los descendientes de Garci González de Silva y su esposa Beatriz de Rojas”. En parte por herencia y en parte por compra a los herederos, las tierras que conforman esta hacienda pasó a manos de don Domingo Tovar y a partir de 1790 a manos del conde de Tovar, La hacienda fue afectada por el terremoto que sufrió la ciudad de Caracas en el año de 1812 en el que resultaron destruidas muchas de sus instalaciones, al igual que se vio perjudicada por la Guerra de Independencia al resultar embargada por la Junta de secuestros en el año de 1815 al ser parte de los bienes de rebeldes a la Corona española, y soportar los estragos de los enfrentamientos y saqueos en la ciudad..Permaneció en manos de la familia Tovar hasta 1860 cuando fue vendida por don Manuel Felipe Tovar a don Ramón de Francia Sus herederos la vendieron en 1899 a Jorge Uslar y por vía hereditaria pasó a manos de doña Carolina Uslar de Rodríguez Llamosas en 1930. (Fundación John Boulton. Archivo Histórico General. Expediente c-1017).82 Galeno, Lucía y Adelina Rodríguez. “La Hacienda Trapiche e ingenio de Santa Rosalía”. Tierra Firme (en prensa). La reconstrucción de este modelo se presenta en la segunda parte de este trabajo.(ACRM) 83 El trapiche del “Valle Abajo” o “Hacienda Ibarra” conforma la segunda parte de este trabajo de investigación.. En cuanto a la hacienda-trapiche (caña y café) “Santa Rosalía” se ubicaba en la localidad de Cagua, en los Valles de Aragua. La información que de ella se registra forma parte del Acto de Liquidación, Venta y Partición de Bienes contenido en el Testamento de Vicente Ibarra del año 1840, aparece como uno de los bienes ha ser heredado por sus hijos doña Trinidad Ibarra y don Domingo Ibarra.84 De la extensión del terreno depende la distribución del espacio dedicado al cultivo de la caña y por consiguiente la cantidad que puede ser procesada; mientras se disponga de mayores extensiones de terreno, serán igualmente mayores los espacios dedicados a la siembra, atendiendo, en este caso, a la calidad del

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tal sentido, con base a la tipología del terreno que se utiliza, se presentan los siguientes tipos:

1) Las tierras planas o vegas destinados al cultivo de la caña.

2) las tierras altas, de montes y sabanas, destinadas para la cría de ganado y bestias, usualmente denominadas potreros, para la extracción de leñas constitutivas de las reservas de combustible e igualmente para el saque de maderas, comprendía además el área trabajada por los esclavos de la hacienda en forma de conucos.

3) los terrenos dedicados a las edificaciones o infraestructura social y productiva.

En la mayoría de las muestras estudiadas, se observan tierras bajas que cuentan con riego y otras poco fértiles que son parte de las posesiones, como en el caso de la hacienda “Santa Rosalía” del Marqués del Valle: “16 fanegadas de tierra donde está plantada la caña (…) y 2070 varas toda de riego (…) por ser la mayor parte de ella muy estéril y salitrera…”85”.

Por otra parte, en el inventario de la hacienda “Santa Rosalía” de la familia Ibarra en Cagua se refiere que: “la hacienda posee: 101 fanegadas colombianas86 de tierras de riego valoradas en 10.162,67 pesos, 46 fanegadas de tierras de sequero87 en 1.500,50 pesos, 4 fanegadas colombianas 88 de cerro en 4.560,00 pesos, y un cañaveral pequeño en la costa del río en 5,00 pesos. El valor de los terrenos de esta hacienda (en el año de 1840) se calculó en 16.228,17 pesos, es decir el 32% del valor de estos (50.768,15 pesos).

De la revisión de los inventarios de algunas de estas haciendas cañeras se desprende que el valor de estas tierras era variable, considerando en este caso tanto la calidad como la localización de las mismas, estableciéndose la relación de su valor respecto al del total de la hacienda, que en promedio se ubica en el 25%. Así, por ejemplo “ Las tierras de la hacienda “Santa Rosalía” del marqués del Valle fueron valoradas en 1831 en 6623 pesos, casi el 21% de su precio (31.794 pesos); las del trapiche del “Valle Abajo” en 7228,44 pesos, el 20% de los 36.426,39 pesos en que es valorada en 1840; y los terrenos de la hacienda “Santa Rosa” de Cagua (en el mismo año de 1840) en 16.228,17 pesos, el 32% del valor de esta (50.768,15 pesos).89

Sobre la base física se levanta la infraestructura física y económica es decir aquellas áreas destinadas para las edificaciones y para los cultivos tanto de la caña, como los de árboles frutales, para la leña utilizada en los hornos y para el consumo interno de las familias.

B.2: Infraestructura de la Hacienda cañera

terreno para el cultivo.85 AGN. Sec. Testamentarías. 1840(B-1). f. 19.86 6.267,5 varas cuadradas87 6.870 varas cuadradas88 5.600 varas cuadradas89 Galeno, Lucía “Estructura y Evolución de las haciendas de caña en Venezuela” en Geohistoria del Azúcar (Proyecto de Investigación). Parte I La Colonia..

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Además de la tierra, la infraestructura física daba el carácter de tal a la hacienda de caña de azúcar. Se trata de un conjunto de edificaciones, de tapias y rafas, según la importancia del predio, y el techo cubierto de tejas o de cogollo de palma, con el piso enladrillado. De este espacio destaca el trapiche o molino. La capacidad del conjunto está determinada por el volumen de la caña que se muele o procesa, la escala de producción, y por la calidad tecnológica del equipo que se usa en las actividades.

A estos espacios se adosan las edificaciones donde se procesa la caña para producir azúcar, papelón, melado y aguardiente. Estas son edificaciones contiguas y abiertas, generalmente divididas por un corredor, fabricada en horcones y algunas partes de tapias y rafas, con techo de caña y tejas o de cogollo de palma, que en conjunto forman la casa del trapiche. Existían los trapiches movidos por fuerza animal y aquellos hidráulicos, equipados por molinos especiales “de tres cilindros de hierro con engranajes de hierro o madera. Además del molino se utilizaban tres pailas de hierro o de cobre batido”90

Al respecto, Humboldt señala que “…para las primeras décadas del siglo XVIII las edificaciones de las haciendas cañeras eran un conjunto de construcciones abiertas, cubiertas de palma o de tejas, de unos 21m de largo por 9m de ancho cada una y albergaban en forma independiente a la máquina de molienda (el trapiche propiamente dicho) y a las hornallas para la cocción del guarapo. Otros establecimientos de la primera mitad del siglo XVIII ya poseían estructuras más sólidas y con cerramiento de tapias, con espacios abiertos anexos para el acopio de la caña antes de la molienda y para la protección de las hornallas”91.

Este espacio tiende a ocupar un quinto en la distribución porcentual del valor-inventario de las unidades productivas y muchas veces aparece por debajo del valor del rubro esclavos negros y por encima del valor de los tablones de caña., esto era común en la región, aunque se registran casos extremos, como en el avalúo de los bienes que se practicó en 1759 en una hacienda de los descendientes del primer marqués de Torre Casa, que menos del 1 por ciento correspondió al valor de las edificaciones92.

90 Velasco Pérez, Fabiola. Visión de la Casona de la Casa Ibarra por un Arquitecto Pág. 6. refiere la autora que este tipo de infraestructura es la más usada en la Provincia de Venezuela y en las áreas cercanas a Caracas. De estos tipos de trapiche el de mayor productividad era el movido por agua o hidráulico. “También se conocieron los trapiches semimecanizados y los mecanizados. A los primeros le sirve como poder la máquina de vapor que utilizaba leña de las áreas aledañas a la hacienda lo que ocasionó graves talas a los montes” (Idem). 91 Molina Luis. “Las técnicas de procesamiento de la caña de azúcar en Venezuela durante la época colonial (siglos XVI-XVIII)”. en Boletín Museo Arqueológico de Quibor. Pág.15.92 Cfr. Galeno Lucía. “Estructura y Evolución de la Hacienda cañera venezolana”. en Geohistoria del Azúcar en Venezuela. I. La Colonia. (Proyecto de Investigación).

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Ruinas de la Hacienda “La Vega” (Caracas)

Citamos como ejemplo de este espacio la descripción que de él se hace en el inventario que sobre la hacienda “La Vega” se realizó entre 1747 y 1748 a petición de Francisco de Tovar Blanco:

“Primeramente, estas casas que son de adobes cubiertas de teja”… 5 bufetes de cedro nuevos, los tres de estos de 11/2 v. y los dos de 2 varas de largo.- 1 docena de orillas, las ocho de Nueva España, bordadas en seda, claveteadas con clavos dorados y las cuatro, forradas en suela, todas nuevas.- Otra docena de orilletas, las seis altas y las otras medianas, forradas en suelas nuevas.- 1 escaparate de guardar agua.- 1 posesión de tierras de pan sembrar de una banda y otra del río Guaire.” 93

En esta área se localizan:

La casa del trapiche organizada por salas o piezas y en algunos casos llamados “oficinas”. Cada uno con sus funciones específicas, como espacios contiguos y rara vez separados.

En estos conjuntos destacaba en primer término sala de molienda es decir, el espacio donde se localizaba el trapiche propiamente dicho, seguido por otra nombrada sala de pailas, sala de calderas, conocido comúnmente como pieza de los fondos, y por último la sala de purga, si se fabricaba azúcar, o simplemente la pieza de hacer y guardar el papelón.

93 AGN. Sec. Testamentarías. 1748(T-2). folios.138 -140.

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Existía además, en aquellas haciendas donde se destilaba aguardiente, otro espacio denominado oficina del alambique, poco frecuente en la primera mitad del siglo XVIII debido a las prohibiciones de la Metrópoli española. Sin embargo, ya para fines del de ese siglo y sobre todo en el XIX, es común la presencia de este espacio en las haciendas, citamos por ejemplo, en la hacienda del Marqués del Valle un alambique con su hornalla, culebra, tanque y cabestro.94

A estos compartimientos se adosaban la sala de molienda y sala de agua o caja de agua, en el caso de trapiches movidos por fuerza hidráulica.

Adherido a la sala de pailas o fondos o por debajo de ella, se localizaba un espacio muy importante: el horno conocido como hornalla, algunas veces nombrado tinglado de hornallas, que hacía las veces de alero externo de esta sala. Fuera del conjunto, se encontraban los torreones, especie de chimenea que facilitaba la salida del humo de la hornalla. Los había pequeños, medianos y grandes. Además el caney o tinglado, para guardar los trastos y enseres, especialmente de carpintería, albañilería y herramientas. En el conjunto se cita además la llamada bagacera, una edificación sencilla, donde se almacenaban los residuos de la caña después de extraído el jugo.

Estos espacios de edificaciones aparecen en los inventarios conformando el aparato o equipo de la maquinaria, es decir, identificando la tecnología usada en la hacienda y cuyo valor guarda una proporción muy directa con el tamaño de ésta, específicamente con el tamaño que ocupan los tablones de caña, es decir, que está en relación directa con el volumen de producción.

En este particular, al estudiar una muestra de 11 haciendas-trapiches de finales del Siglo XVIII y comienzos del Siglo XIX de la Provincia de Caracas, Mckinley destaca que... “dos de estos predios tienen valores de 21.353 y 21.346 pesos cada uno, y se las arreglan con un simple trapiche y unas pailas con costos de 2.200 y 1.600 pesos respectivamente, mientras que otras tres haciendas con valores de 38.723, 40.216 y 115.000 pesos, tenían maquinarias completas con un valor de 8.000 a 9.000 pesos cada una95.

De las haciendas registradas, por ejemplo, la hacienda Mocundo, “quizá la hacienda más grande de la provincia, asentaba un mínimo de ganancia neta de 15.000 pesos, o sea, 13% de su valor total”96

94 AGN. Sec. Escribanías. 1831. (J. D Gómez) folio. 24.95 Mckinley, M. Ob. Cit. Pág. 83. Las cifras de producción bruta no reflejan las ganancias netas “en las grandes haciendas estas eran probablemente altas aún tomando en cuenta los altos costos de la producción” N del Texto.96 IDEM… En su obra, Humboldt hace referencia a esta hacienda: “ una rica plantación de caña de azúcar per-teneciente a la familia Toro. Se encuentra allí, lo cual es raro en estos países, hasta un "lujo en la agricultura", un jardín, boscajes plantados, y a la vera del agua, en una peña de gneis, un pabellón con un Mirador o Belvedere. Gozase allí de una vista deliciosa sobre la parte occidental del lago, sobre las montañas en derredor, y sobre un bosque de palmeras que separa a Guácara de la ciudad de Nueva Valencia. Las campiñas de caña de azúcar, por el tierno verdor de los tallos nuevos, se asemejan a una vasta pradera. Todo demuestra la abundancia, pero esto es a costa de la libertad de los cultivadores. Con 230 negros cultívanse en Mocundo 77 tablones o parcelas de caña, de las que cada una, de 10.000 varas cuadradas, rinde un producto neto de 200 a 240 pesos al año.” Ob. Cit. III. g. 105

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B.3. Infraestructura física-social

La infraestructura física social de una hacienda trapiche típica estaba representada fundamentalmente por: la casa de vivienda principal, o “casa grande”. Dentro del conjunto arquitectónico era la de “mayor calidad y representatividad;”97 de este espacio dependían ocasionalmente otros como por ejemplo la capilla u oratorio, la casa de cocina, la enfermería. Otro aspecto de la infraestructura venía dado por la casa de vivienda del mayordomo o de los administradores, los buxios de los esclavos y los repartimientos de esclavos.

La casa de vivienda principal o “casa grande” se ubicaba estratégicamente “en la parte más alta o sobre una elevación del terreno que permita aprovechar los vientos y desde donde se puedan divisar las áreas de cultivo y de trabajo”98 . Por lo general se construía a base de tapias y cimiento, horcones, techo de tejas y caña; y poseía 3 ó 4 piezas en su interior. Un claro ejemplo de esta edificación es la casa de vivienda de la hacienda del “Valle de Cura”: “Una casa de teja de vivienda de 18 varas de largo por 7 varas y 3 cuartas de ancho, con sus tapias de adobe de un grueso de 3 cuartas y de alto 5 ½ varas de horconeria de corazón de mora. Se compone de sala y dormitorio.”99

En la misma hacienda del “Valle de Cura” se encuentran algunas dependencias de la casa de vivienda donde se realizan las actividades cotidianas, “Una casa de dos cuartos, que el uno sirve de cocina y el otro de despensa, bien tratada y cobijada de cogollo…”100. Otro espacio de la infraestructura social es el de la capilla u oratorio, figura comúnmente encontrada debido al afán religioso de las grandes familias propietarias, es otro de los espacios que frecuentemente está en el interior de la casa, aunque en algunos casos es una construcción separada. En las haciendas donde no existía este espacio, las misas se oficiaban en el patio.

Se menciona también la casa del mayordomo o del administrador, construcción presente en casi todas las haciendas, por lo general se localizaba en la entrada de las haciendas… “o en conjunto con las oficinas y depósitos. En algunos casos tiene un patio exterior que sirve para el pago de los salarios, los censos y controles de la producción” 101. Citamos en este caso la referencia que se hace de ella en un inventario del trapiche del “Valle Abajo” de la familia Ibarra: “Un cuarto de vivienda del mayordomo de 11 varas de largo y 4 ½ varas de ancho con ventana y de ladrillo.”102

En cuanto a las edificaciones pertinentes a los esclavos, se encontraban los buxios o casa de vivienda de estos, como parte integral de la infraestructura social de las haciendas.

97 Aunque, vale destacar que no en todas las haciendas se hace presente “la casa grande” sino la existencia de una edificación que cumple funciones de alojamiento provisional, y, por lo general formando parte de los depósitos y oficinas administrativas, cuando los propietarios son dueños de otras haciendas cercanas o tienen su vivienda principal en la ciudad. Velasco Pérez, Fabiola. La Casa Grande de la Hacienda Ibarra. Pág. 2.98 IDEM. Pág. 4.99 AGN, Sec. Testamentarías, 1759(T-1) folio. 31.100 IDEM. Este rasgo no es extensivo a todas las haciendas de caña dulce, es de hacer notar que en algunas haciendas la cocina se localizaba en la casa principal..101 Velasco P. Ob. Cit. Pág. 5.102 AGN, Sec. Testamentarías, 1840(I-1). f. 26v.

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Se trataba de un conjunto de habitaciones “con corredores y patios comunes” que se ubicaban cerca de la vivienda principal o de las áreas de trabajo.103

Atendiendo a la importancia de la hacienda o al número de esclavos existentes la hacienda podía contar con una sala de enfermería. Además como parte de la infraestructura administrativa, algunas haciendas trapiche presentaban “una “casa de acopio” que no se ubica en la hacienda sino en el centro poblado donde se efectuaba la comercialización de los productos.”104

En el caso de la hacienda La Vega, en un inventario practicado en 1852105, la casa de habitación constaba de: Oratorio, Sala Principal, Dormitorio, 2 Cuartos, Galería, Patio de Cocina, Cocina Principal, Corredor de Cocina, Corral cercado de tapias, Cocinita y Cuartos de Repartimiento: 5 en total.

El valor del conjunto de la infraestructura social era variable para cada hacienda, por lo general no representaba un peso significativo en el total de su importe, al no superar el 5%. Por ejemplo, el monto total de la hacienda “Santa Rosa” de la familia Ibarra era de 2.208 pesos (4,34%).

C: EL PRODUCTO

En las haciendas trapiches no sólo se producía azúcar… se sacaba papelones, piloncitos de azúcar prieta, la caña de segunda se aprovechaba para sacar melao para el aguardiente de caña que se procesaba en los llamados alámbiques”106

De manera general, los cultivos de caña, organizados en tablones sembrados, representan un factor de mucho valor e importancia en la estructura productiva de la hacienda. Según Depons107, la caña “se sembraba en tablones con la finalidad de que haciéndolo sucesivamente, estas maduraran en el mismo orden en que fueron sembradas permitiendo cortarlas a tiempo, sin que se pasaran de su punto justo de madurez”. Estos tablones debían tener una medida estándar que la mayoría de los autores señala en 100 varas de cada lado, es decir, 100 varas cuadradas, aunque otros como Carlos Julio Tavera, la ubican en 170 varas cuadradas, el equivalente a una fanegada castellana108.

Sin embargo raras veces esta medida se cumplía, el tamaño de los tablones resultaba muy variable incluso dentro de la misma hacienda, lo que se debía no sólo a la falta de atención en este sentido de los administradores, sino también a las condiciones propias del terreno, que en muchas ocasiones imponía los límites de los tablones.

En la región de Aragua-Lago de Valencia, por ejemplo, se refiere la existencia de tablones de distinto tamaño. En San José existían tablones de medidas irregulares, de tres frentes. Había tablones que medían 108 varas de largo por 48 de ancho; de 180 varas de largo por 78 de ancho; de 150 varas en cuadro; tablones con “tres frentes”: uno de 160

103 Velasco P. Ob. Cit.104 Idem.105 Herrera de Weishaar, María Luisa, La Vega, Pág. 35.106 Velasco P. Ob Cit. Pág. 7.107 Depons, Francisco, Ob Cit.108 Tavera Marcano, Carlos J. Ob Cit.

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varas, un segundo frente de 84 varas y un tercer frente con 30 varas; el tablón mas pequeño medía 1.240 varas cuadradas y el más grande 22.500, en el caso de los que tenían un largo y ancho determinados, para los de tres frentes o “triangulares”, el más pequeño medía 3.700 varas cuadradas y el más grande alcanzaba las 30.240 varas.

En el Valle Tuy Arriba, para el año de 1761 se refiere la existencia de una hacienda con 26 tablones sembrados de caña dulce que ocupaban una superficie de 151.612 varas cuadradas. Cada uno de ellos se distinguía con un nombre, comúnmente del santoral católico, con predominio de los nombres masculinos, regados por los derrames de las acequias, cuyas tomas y flujos del río Tuy estaban determinados por las pendientes de los terrenos. Los tablones “San Ignacio”, “Nuestra Señora de la Soledad”, “Santa Ana” y “San Miguel” medían respectivamente, 10.268, 9.653, 9.483 y 8.740 varas cuadradas.109

El número de tablones sembrados en cada hacienda dependía del tamaño de las tierras de la misma, de la mano de obra disponible para cuidar de ellos, y de las condiciones de riego entre otras razones.

Por ejemplo, Los tablones de la hacienda del “Valle de Cura” (Cuadro 2 ) suman 30, con una superficie de 360.000 varas cuadradas.110

La hacienda “Santa Rosalía” de la familia Ibarra, poseía en 1840, 31 tablones con

una superficie de 310.000 varas cuadradas111, con un valor estimado en 6.200 pesos. En el mismo año, la propiedad de “Valle Abajo”, exhibía 27 tablones de un área de 270 varas cuadradas112, valorados en 3.037,5 pesos en total, la mitad en 75 pesos y la otra mitad en 150 pesos por tablón.

Ruinas de un trapiche en Guarenas (fotografía 2000)

109 AGN. Sec. Escribanías. 1761. (J D Fernández) Venta de la hacienda-trapiche Buen Paso, Caracas, 24 de noviembre de 1761, folios. 208-213. 110 Calculada sobre las medidas promedio por tablón de 110 v. cuadradas, debido a la tendencia de dichas medidas a sobrepasar las 100 varas cuadradas.111 Calculadas sobre la base 100 varas cuadradas.112 Calculadas sobre la base 100 varas cuadradas.

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Como rasgo a ser destacado, muchas haciendas cañeras asociaban otros cultivos al de la caña, por ejemplo, en el inventario de la hacienda “Santa Rosalía” de la familia Ibarra en Cagua, se señalan: las oficinas de añil, la plantación de café compuesta por: 9.070 matas de plantillas frutales y 542 fallas; 4.900 matas de café, y otros cultivos frutales de plátano, naranja, limón agrio, etc.113

113 AGN. Sec. Escribanías. 1831 (J. D. Gómez). f.. 3v.

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Cuadro No 2 . Tablones de la Hacienda del “Valle de Cura”

N° Tamaño(Varas = vrs.)(largo/ancho)

Edad(Meses = m)

Cortes Fallas

1 101 95 2 m - No2 101 95 2 m - No3 160 95 1 m - No4 130 118 4 m - No5 240 76 5 m 4 8° parte6 247 87 Sazonada para moler 4 32 partes7 185 134 “ 4 No8 134 64 “ 4 No9 168 95 1 ½ m 1 No10 155/129 55/96 4 m 2 Si11 119 100 10 m 2 No12 170 102 6 m 2 Si13 112 100 5 m 2 No14 175 97 10 m 2 No15 172 90 10 m 2 No16 100 97 6 m 1 Si17 143 98,5 11 m 3 No18 143 95 Sazonada para moler 4 No19 145 127 1 m 1 No20 229 129/57 Sazonada para moler 2 No21 209 99/65 “ 3 No22 125 125/87 8 m 2 No

23 125 98 Recién sembrada - No 24 134 98 “ - No 25 149 137 11 m - ½ carretadas 26 194 137 11 m 10 8° parte

27 94 73,5 11 m 1 8° parte28 223 93 8 m 1 ¾ partes29 154 102 8 m 1 8° parte30 135 102 12 m 2

Fuente: AGN. Sec. Testamentarías. 1759 (Cuadro elaborado por la lic. Lucía Galeno)

D: Herramientas e instrumentos y animales para la carga y tracción.

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Un renglón de singular importancia en la dinámica de funcionamiento de estas haciendas trapiches venía dado por la posesión del componente herramientas e instrumentos y animales para la carga y tracción. Vale destacar en este particular la importancia de las bestias para la carga, mulas, yeguas, burros y caballos revestían un valor importante para el trasporte por los estrechos y deteriorados caminos coloniales. La carreta se usaba fundamentalmente para movilizar el producto a los centros de acopio o a los centros de comercialización.

Las herramientas y los animales constituyen un renglón de producción fijo en la hacienda azucarera colonial. En el caso de las bestias. La cantidad de bestias que poseía la hacienda dependía fundamentalmente del tipo de molino: en los trapiches de tracción animal, el número de animales era notablemente superior que en los hidráulicos, debido a que constituían la fuente de energía que accionaba la maquinaria, mientras que en los últimos era el agua.

Como trapiches de tracción animal citamos la hacienda del “Valle de Cura”, la hacienda “Aguirre Villela”, además de la hacienda “Santa Rosalía” de Cagua y el trapiche del “Valle Abajo” de la familia Ibarra.

A parte de la maquinaria, en cada uno de los espacios productivos (sala de molienda, sala de pailas, sala de purga, sala de alambique, etc.) se utilizaban continuamente importantes implementos de trabajo que completan la infraestructura productora. Estos implementos están representados por: las canales, canoas, espumaderas, embudos, batideras, bateas, hormas de azúcar y de papelón, barras, barriles, botijas, fondos, etc.

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Cuadro No 3 . Implementos de Trabajo y Herramientas de la Hacienda-Trapiche del “Valle de

Cura”

Molienda, Pailas y de la PurgaN Descripción

2 Mesas de caoba de 2 v que sirven para recibir el bagazo de caña.1 Canoa de recibir guarapo del trapiche de 4 ½ v. de largo, 3 q de ancho y 1/2

v. de alto con su tapa.1 Canal que pende de otra canoa, atada a las pailas, de 23 v de largo y 1 q. en

cuadro de profundidad.7 Canoas: 1 canoa de 4 v, 3 v de ancho y 3 q de alto, con su tapa, para guardar

dulce; 1 canoa con su tapa, de 5 v de largo, 1 v de ancho y de alto 1 v. menos sesma, para guardar dulce; 1 canoa con su tapa, de 5 ½ v. de largo, 3 q. de ancho y 2 tercias de alto, para guardar dulce; 1 canoa de 3 v. de largo, una tercia de ancho y ½ v de alto, de batir papelones; 2 canoas viejas de lavar hormas.

1 Tablón de caoba de poner hormas de 5 v de largo, 2 tercias de ancho, 4 dedos de grueso y con 110 agujeros.

1 Canal de botar cachaza de 7 v de largo y 1 q de profundidad.2 Armaduras de farol de ½ v de alto y 1 tercia en cuadro de grueso.4 Fondos de cobre con sus hornallas flaqueadas (sic) de ladrillos.3 Espumaderas de cobre.1 Espumadera vieja de cobre de 8 L.

Fuente: AGN, Sec. Testamentarías. 1759 (T-1)

Por otra parte, se citan los fondos conocidos como pailas o cobres, otra de las inversiones de importancia dentro del espacio productivo, dependiendo su valor del peso (medido en arrobas y libras) y del material en que son fabricados (cobre o hierro). Por ejemplo, para el año de 1840 un fondo de cobre batido usado podía costar entre 300 y 350 pesos, mientras que uno de hierro colado de peso de 20@ se valoraba en 100 pesos114

114 Galeno, Lucía. Adelina Rodríguez.. Ob.Cit.

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Cuadro No 4Implementos de la Molienda, Sala de Pailas y de hacer Papelones de la Hacienda “Santa

Rosalía” de Cagua

No Descripción Valor1 Fondo de cobre batido 350 p2 Fondos de hierro colado de 2 @ 200 p1 Fondo de tacha de bronce de 2 @ 80 p1 Fondo pequeño de hierro averiado 20 p1 Estanque de madera de vera para guarapos 20 p1 Canal de cedro suelta para recibir guarapo 6 p14 2 Espumaderas, 2 servillones, 2 tinas, 2 espátulas, 1 canal

de vaciar melado, 40 hormas y 1 paleta 8 p

7 Canoas: 1 de batir papelón y 1 de labrar hormas; 1 pequeña, 2 grandes con tapa para depositar papelón, 2 para pesebres

68 p

2 Mesas: 1 de parar papelones y otra de tablero 6 p T

otal758 p

Las mulas, bueyes, burros y caballos también se empleaban en labores como: cargar caña y leña, transportar mercancías y personas, etc. Incluso, en algunas haciendas como en la del “Valle de Cura” (ver Cuadro No 5), practicaban la ganadería con la cría de vacas.

Las fuentes indican que cada cierto tiempo, dependiendo del estado y edad de las mulas, bueyes y burros, era necesario su reemplazo, lo que se traducía en una permanente inversión de capital para la renovación de la plantilla. Es de hacer notar en este particular que, para 1831, el costo de una yunta de bueyes era aproximadamente 150 pesos. En este sentido, resultaba más ventajoso para los hacendados trapicheros contar con un trapiche hidráulico cuyo costo era mayor al momento de la instalación, pero que a larga era más rentable al no tener que realizar inversiones de este tipo, salvo las que se trataban de la sustitución de las partes que se averiaban.

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Ruinas de la Hacienda “Montalban” (Caracas- 2000)

El papel desempeñado por los animales en la producción haría pensar que la inversión realizada en éste renglón en las muestras que contaban con trapiche de fuerza animal, resultaría mayor que en las haciendas con trapiche de agua. Sin embargo, al comparar el valor inventariado de las bestias en las distintas haciendas, se observa que en la hacienda Santa Rosalía de Cagua éste es de 570 pesos, y 595 pesos en el Trapiche del “Valle Abajo” en el año 1840, lo que representa el 1,12% y el 1,66% respectivamente, de su monto total. Mientras tanto, en las haciendas con molino hidráulico como la del marqués del Valle de Santiago, en 1831, el valor de los animales es de 487,8 pesos, el 1,53%; Contrariamente, el porcentaje más alto es el de la hacienda del marqués, a pesar de contar con maquinaria de agua, lo que contribuye a resaltar la mayor capacidad productiva de esta unidad.

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Cuadro No 5Animales de la Hacienda del “Valle de Cura”

N Descripción62 Vacas: 21 Mansas y paridas; 19 mansas y horras; y 21 cerreras12 Toros: de edad de 2 a 4 años14 Becerros: 7 machos y 7 hembras, de 1 año65 63 machos y 2 hembras.41 Bueyes: 10 de arar; 20 de tiro; y 11 viejos y sin servicio116 Mulas: 19 de mijarras; 39 de mijarras nuevas; 12 de carga; 4429 Caballos: 1 de camino; 12 de molienda; 15 nuevos de servicio; 1 padrote20 Yeguas: 2 paridas4 Potrancas de 2 años.3 Potros de 2 años26 Burros: 14 machos y 12 hembras, algunas paridas.4 Pollinos, 3 hembras y 1 macho.

Aperos y utensilios de los Animales4 Encalmas14 Petacas Papeloneras

Fuente: AGN. Sec. Testamentarías. 1759 (T-1)

Cuadro No 6 Animales de la Hacienda “Aguirre Villela”

N Descripción

10 Mulas empleadas en el trapiche, entre 7 y 10 años de edad: 8 hembras y 2 machos

4 Mulas de cargar leña, entre 8 y 12 años de edad: 3 hembras y 1 macho.8 Burros, entre 3 y 12 años de edad: 4 machos y 4 hembras.

Fuente: AGN, Sec. Tierras. 1725 (Cuadro elaborado por L. Galeno).

El bajo porcentaje en las haciendas con trapiche de fuerza animal, podría explicarse entendiendo que en muchos casos la participación de la producción de las mismas en el mercado no justificaba una gran inversión debido a los escasos márgenes de ganancia que se obtenían con los productos derivados de la caña, que atendían un mercado local, lo que no estimulaba la inversión para la ampliación de la capacidad productiva.

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Cuadro No 7Animales de la Hacienda “Santa Rosalía” de Cagua

No Descripción Valor7 Juntas de bueyes mansas y maestras 420 p6 Burros: 5 hembras y 1 macho 150 p

Total 570 p

Fuente: AGN. Sec. Testamentarías. 1840 (Y-1).

E: La Mano de Obra Esclava

Los esclavos constituían el renglón de producción más importante dentro de la hacienda azucarera colonial venezolana. La explotación de la caña y su procesamiento eran actividades intensivas en mano de obra, ya que requerían muchas manos para realizar todas las labores en cada uno de sus espacios productivos…”las labores agrícolas requieren mano de obra estable y barata. Los establecimientos más modestos necesitaban al menos de 20 personas para desarrollar las diversas actividades que involucra el proceso azucarero: cultivo de las semillas, recolección de la caña, transporte y elaboración de los productos finales sean éstos azúcares o aguardiente.”115 El contar con esclavos en edad productiva garantizaba a la hacienda un mayor rendimiento. La existencia de esclavas con un número considerable de hijos le proveería en el futuro de la generación de relevo sin realizar nuevas inversiones.

La importancia de la mano de obra esclava se expresa en la obra de Depons al referir:... “En la hacienda de caña es preciso distribuir el trabajo de modo que una parte de los negros corte la caña, otra la cargue al trapiche, donde se muele a medida que va llegando. Todo esto debe hacerse a un mismo tiempo.”116.

Lo anterior explica porque era necesario contar con un gran número de esclavos: las labores de la caña debían realizarse simultáneamente, resultando con frecuencia tareas pesadas que no podían ser realizadas por un sólo esclavo, requiriéndose dos ó hasta más por actividad. Sin embargo, en el quehacer de la hacienda cañera se desarrollaban determinadas labores que sólo podía llevar a cabo un experto a quien se le conocía como maestro (por ejemplo el maestro papelonero), generalmente contratado. Adicional a esta figura generalmente se encontraba en las haciendas cañeras la del Mayordomo o Administrador. Citamos en este caso, la presencia en la hacienda del marqués del Valle de un

115 Rodríguez, José Ángel. Ob Cit. Pág.31.116 Depons, Francisco, Ob Cit. Pág. 57.

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administrador, en tanto que en la hacienda “Aguirre Villela” y el trapiche del “Valle Abajo”, se menciona la presencia de un mayordomo.

Vale destacar que, entre los siglos XVIII y XIX, el valor de un esclavo en perfectas condiciones y en edad productiva (18 a 40) era de aproximadamente 300 pesos. Este valor disminuía al aumentar la edad, ser niños, o al presentar enfermedades o lesiones

Cuadro No 8: Esclavos de la Hacienda del “Valle de Cura”

N° Nombre Sexo(M/F)

Étnia Nación Edad(años)

Observaciones

1 José Crisanto M Negro Criollo 50 Mandador; pies hinchados2 Luis José M Negro “ 36 Quebrado por una berija3 Gerónimo Valentín M Negro “ 24 Ninguna4 Domingo del

RosarioM Negro “ 22 Presenta empeines

5 José Sta. Ana M “ “ 14 Ninguna6 José Lorenzo M “ “ 26 “7 José Pailero M “ “ 26 “8 José Calisto M “ “ 18 Tuerto9 Graciam M “ “ 13 Ninguna10 Bernardo M “ “ 16 “11 José Gregorio M “ “ 11 “12 José Francisco M “ “ 9 “13 Lorenzo Román M Mulato “ 8 “14 Manuel Antonio M Mulato “ 6 “15 Silvestre M Negro “ 3 Ninguna16 Ambrosio de la

ConcepciónM “ “ 1 ½ “

17 Salvador de la Merced

M “ “ 11 m. “

18 Juan de la Cruz M “ “ 12 “19 Juan José M “ “ 3 m “20 José Santiago M “ “ 3 “21 Juan de la

EncarnaciónM “ “ 7 “

22 Juana Antonia de Tovar

F Negra criolla 45 Enferma de paperas

23 Juana Petrona F Mulata “ 28 Ninguna24 María Jacinta F Negra “ 56 “25 Josefa Efigenia F “ “ 35 “26 Lucía Cayetana F “ “ 18 “27 María de la Cruz F Mulata “ 25 Enferma de galico28 Dionicia F “ “ 35 Enferma grave29 María Nicolasa F “ “ 20 Ninguna30 María Teresa F Negra “ 24 “

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31 Francisca Gertrudis F “ “ 27 Quebrada de la garganta32 María del Carmen F “ “ 13 Ninguna

33 Clara María F “ “ 18 “34 María de la Merced F “ “ 9 “35 Mónica de la Cruz F “ “ 12 “36 Petrona Simona F “ “ 9 “37 Bacilia Antonia F “ “ 7 “38 Juana Francisca F Mulata “ 10 “39 Sin nombre M Negro “ Recién

nacidoSin bautizar

40 Rosalía de la Cruz F “ “ 2 Ninguna41 María Valentina F “ “ 4 m “42 Juana Jacinta F “ “ 6 “43 Nicolaza Florentina F “ “ 11 m “44 María del Rosario F “ “ 16 d. “45 María Pascuala de

los DoloresF “ “ 3 “

46 María de la Merced F Negro “ 2 Ninguna47 Josefa Augusta F “ “ 45 “48 María Damiana F Mulata “ 13 “49 Simón M Negro Loango 24 Quebrado de ambas berijas50 Antonio M “ Mina 47 Ninguna51 Bartolomé M “ Loango 18 – 20 “52 Francisco Javier M “ “ 30 “53 Gregorio

TaumanturgoM “ “ 30 “

54 Gregorio M “ “ 20 “55 Pedro José M “ Loango 19 “56 Gabriel M “ “ 30 “57 José Francisco M “ “ 24 “58 Matheo M “ “ 26 “59 Domingo M “ “ 17 “60 Nicolás M “ Tare 40 Quebrado por la berija61 Juan José M “ Loango 25 Ninguna62 Juan Diego M “ “ 40 “63 Baltasar M “ Tare 46 Enfermo y quebrado64 Thomas M “ Congo 28-30 Pies enfermos65 Sin nombre M “ Loango 14-15 Sin bautizar66 Sin nombre M “ Loango 16 Sin bautizar67 Sin nombre M “ Mina 21 Sin bautizar68 Raphael M “ Loango 22 Quebrado por una berija69 Josefa F “ Loango 40 Ninguna70 María Rosa F “ Caravali 16-18 “71 Sin nombre F “ Caravali 15-16 Sin bautizar72 Juliana F “ “ 26 Presenta accidente de bubas

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Fuente: AGN. Sec. Testamentarías.1759 (T- 1)

En la hacienda “Santa Rosalía” de Cagua, perteneciente a la familia Ibarra la distribución de la mano de obra esclava era la siguiente:

Cuadro No 9 Esclavos de la Hacienda Trapiche “Santa Rosalía” de Cagua

No Nombre Etnia Edad Observaciones Valor1 Nicolás Mulata 13 3002 Juana 2 1003 Maria Andrea 40 2904 Isidro 24 3005 Vicente 9 806 Francisco Javier 36 3007 José de la Rosa 30 3008 Julián 28 3009 Bernardino 60 5010 Maria Josefa 50 Enferma 15011 Cipriana 36 30012 Concepción 3 5513 Sinforoza 50 20014 José Lorenzo 12 11515 Abelino 5 6016 José de ls Nieves 3 5517 Casimira 40 29018 Nemencio 12 11519 Evaristo 11 10020 Bernardina 23 30021 Margarita 20 30022 Pedro 50 Huido 20023 María Josefa 300

Total 4260AGN. Sec. Testamentaria. 1840 (Y-1)

Esta hacienda contaba con 85 esclavos, pero sólo 23 trabajaban la caña, el resto se dedicaban al cultivo del café y al añil117; de los 23 adscritos al trapiche 5 eran varones mayores de 12 años, 10 hembras mayores de 12 años y 8 menores de 12 años (2 hembras y 6 varones).

117 AGN. Sec. Testamentaria. 1840 (Y-1)

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Considerando que el costo de un esclavo en buen estado era para la época de 300 pesos, se observa que el monto total de la inversión en esclavos dedicados a los trabajos del trapiche ascendía a 4.560 pesos, es decir, el 9% de su cuantía, en tanto que, el de los esclavos dedicados al añil y café, totalizaba 10.324,5 pesos, el 20%.

Como funcionaban estos espacios productivos?:

Una visión de conjunto sobre el funcionamiento de estos espacios productivos permite destacar en primer ligar la presencia del molino, que se presenta en la estructura de una hacienda como maquinaria de tecnología sencilla, compuesto de tres mazas de forma cilíndrica, elaboradas de madera, y con el tiempo embutidas de hierro o de cobre, con ranuras o leves dientes, levantadas sobre un banco o bastidor, de madera o de mampostería de calicanto. A través de las mazas se comprimían las cañas, introduciéndoselas en un primer momento o paso entre la maza mayor o central y la maza cañera, y en un segundo momento o paso se las vuelve a comprimir o prensar pasando las cañas por entre la maza mayor y la maza bagacera.

El jugo extraído, llamado guarapo, fluía por una canal de madera a un recipiente o estanque que, en la mayoría de los casos era una canoa hecha de gruesos y largos troncos de árboles, llamada canoa recibidora de guarapo.

Por la posición de las mazas sobre el banco, el trapiche más extendido en Venezuela colonial y republicana, fue el vertical, accionado por medio de un eje vertical con un engranaje que coronaba a la maza mayor o central y del cual “...salían dos guías de madera que eran movidas por los bueyes y que, al hacer girar el cilindro de la maza central, imprimía movimiento a las otras dos mazas por medio de unas ruedas dentadas, colocadas en la parte superior...”.118 A este tipo de trapiche vertical lo impulsaba la fuerza animal de los bueyes o mulas y por tanto se le llamó trapiche de bueyes o mulas, y en algunas haciendas fue reemplazado por el molino con mazas dispuestas horizontalmente, al parecer movido con fuerza hidráulica, e introducido en el país en el Siglo XIX.

118 Galeno, Lucía. A. Rodríguez M “.La hacienda trapiche e ingenio Santa Rosalía... “Pág. 6.

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Ruinas de hacienda cañera (San Mateo-2002)

Al trapiche de mulas le siguió el movido por agua, o trapiche hidráulico, que ofrecía la ventaja de moler más cañas en un menor tiempo, superado por el trapiche de vapor, introducido en el país a finales de la primera mitad del Siglo XIX. Con el trapiche hidráulico cobró importancia la infraestructura de la casa del trapiche, o todo el conjunto de obras, ya que requería de una sala o espacio especial llamado sala de agua o caja de agua, que no era sino el lugar donde se encontraba la rueda o noria, con aspas al principio de madera, después elaboradas de hoja delata, y al final, construida de hierro, que daban el debido movimiento al molino.

La sala de agua era surtida con el agua a través del sistema de regadío conocido como acequias o conductos, cuya toma se hacía en las partes altas de los ríos próximos y por gravedad, por medio de las pendientes del terreno, fluían bien a las tierras de los tablones o bien a la caja de agua. El agua vertida se distribuía por una serie de “subramificaciones conocidos como “regatos” que se adaptaban a las sinuosidades del terreno.”119

Existía un segundo espacio, llamado también tren de pailas o batería era el lugar donde se realizaba la cocción del guarapo. En su evolución se caracteriza por la proporción de fondos o pailas necesarias para el proceso de evaporación o concentración del jugo de la caña, como por la distribución del fuego o combustible en el horno u hornalla. Se trata de ollas fundidas de cobre, de distintos tamaños, dispuestas en sucesión de mayor a menor, en juego de tres a cinco, que reciben diferentes nombres: a la primera se le llamaba paila mayor, mientras que a la última o menor se la nombraba tacho o tacha, en esta paila se lograba el punto óptimo de concentración o temple de los caldos.

El guarapo llegaba a través de un canal de madera que se extendía desde la sala de molienda a la paila más grande, o bien se trasvasaba a una canoa y de esta a la paila. Este tren o batería se caracterizaba además por la forma como se le alimentaba con el fuego, observándose en su evolución dos sistemas o métodos: el español o tradicional, que consistía en que cada fondo tenía un fuego u horno individual, y el francés conocido popularmente como tren jamaiquino, consistente en que el combustible alcanzaba a todas las pailas por igual, colocadas en línea recta sobre un mismo cañón de fuego, método éste con el cual se ahorraban grandes cantidades de leñas, porque era una sola hornalla y el fuego se distribuía por igual a cada fondo, y porque su uso propició la utilización del bagazo de la caña.120

En el lugar de las pailas, preferentemente se localizaban los envases llamados canoas, fabricadas de troncos de árboles madereros, con diferentes tamaños y distintos nombres: las había para melados, para recoger la cachaza o basura o sucio que desprendía el guarapo en la fase de cocimiento, canoas para batir papelón, canoas para lavar las hormas de papelón y azúcar, canoas para echar guarapo y para guardar papelón.

En el mismo lugar o en otro espacio contiguo se encontraban los tendales o tablas con la forma de mesas, con orificios para parar las hormas de papelón, de forma cónica,

119 Velasco P. Ob. Cit. Pág. 7120 Galeno Lucía. “Estructura y evolución...” Pág. 85.

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elaborados estos recipientes de arcilla, y en algunos casos de madera, de tamaños diversos, donde ocurría el proceso de solidificación de la masa cocida de los caldos.

La sala de purga era la pieza de la casa del trapiche donde se llevaba a cabo el proceso de cristalización del azúcar121. En el período que se estudia este proceso se hacía en forma por demás rudimentaria y con escasos procedimientos de tecnología e higiene, se cita en este caso el testimonio de Depons, en el cual expresa que para 1804 en las haciendas visitadas “...El lugar donde se efectúa la purga del azúcar no tiene el aseo que se le ve en las haciendas francesas [antillanas]... Más bien parece una cloaca, en donde no se puede entrar sin llenarse de melado... Por otra parte, el aseo del edificio, y que se pueda contemplar el producto sin que ofenda la vista del desagradable aspecto de un charco de melado, debe, sin duda, tener algún valor.”122

Los espacios diferenciados de la casa de trapiche son por excelencia: la casa o sala de molienda; la sala o casa de pailas, que posee las hornallas u horno; y la sala de purga (cuando se fabrica azúcar) o pieza de hacer y guardar papelón si sólo se fabrica este producto.

En el inventario de la hacienda “del Valle de Cura” se describe como se encuentran delimitadas la sala de molienda y la de pailas dentro de la casa de trapiche:…”nueve párales que dividen el cuarto de molienda y casa de pailas, los que tienen 6 varas de alto fuera de tierra; la sala de pailas tiene de largo 15 varas, la que está cercada por los lados de tapia de adobes, un poco maltratado, de 2 varas de alto.”123

Los torreones eran las chimeneas por donde salía el humo proveniente de las hornallas, las cuales eran las construcciones inferiores de la sala de pailas que conformaban el horno, sobre el cual iban montados los fondos o pailas donde se cocía el caldo hasta transformarlo en guarapo. Se refiere en uno de los inventarios como: “…un colgadillo que sirve de resguardo a las hornallas, su armadura sobre 6 pilares ochavados con sus vasos en cuadro (…) fabricado todo de ladrillos y mezclas… Otro colgadillo estriba sobre 29 varas de plancha…Debajo de dicho colgadillo están las hornallas donde están sentadas 6 fondos que tienen de largo 13 varas y de la parte de adentro, una pared fabricada toda de ladrillos y mezclas de alto de 2 varas y 2 tercias y ½ vara de grueso y dicha mesa de hornallas enladrillada con 400 ladrillos de mezcla real.

It, en este colgadillo se hallan 2 pilares (…) y sus chimeneas arriba toda fabricada de ladrillos y mezcla real y sirven dichos pilares para la respiración de dichas hornallas.”124

Otras edificaciones como el caney son destinados para la realización de labores de carpintería, la hechura de las tejas y ladrillos, la herrería y para guardar herramientas. Se hace referencia a ellas en las muestras estudiadas caracterizándolas como caneyes, casas de hacer teja y ladrillo y hornos de quemar hormas de azúcar y papelones; también como horno de tejas hecho de adobes, usado para quemar materiales y cuarto de herramientas;

121 Es de hacer notar que en los inventarios revisados en el Archivo General de la Nación sobre una muestra de 20 haciendas en las cuales solamente se elaboraba papelón, no aparece registrado este espacio, que se observa, exclusivamente, cuando se fabrica azúcar en sus diferentes calidades. ACRM.122 Depons, Francisco, Ob. Cit.Pág.. 70.123 AGN, Sec. Testamentarías, 1759 (B-1). folio.16.124 Idem.

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particularmente en hacienda del “Valle de Cura” se el refería como horno de quemar tejas; en hacienda “Santa Rosalía” de la familia Ibarra como dos ranchos de paja para guardar meladura y cal, un Caney de paja para guardar materiales de tejería y un horno de Tejería: con techo de paja, en el trapiche del “Valle Abajo” como horno de tejas.

Estas edificaciones se complementan con las cañerías y canales a través de las cuales corre el agua, el caldo o el guarapo. Un ejemplo de las mismas son las construcciones de la hacienda del marqués del Valle en 1738:

Un cañado de 86 varas de largo con 1 ½ vara de grueso con una vara de cimiento, en todo el grueso 3 cuartas de ancho y 3 de hondo, todo fabricado de ladrillo y cal, que conduce el agua a la rueda del ingenio, corriente.It, en el cañado que recibe el agua de la rueda y la expele fuera del ingenio con distrito de 15 varas, y tiene de hondo en la parte donde da vuelta la rueda, 2 varas y 3 cuartas, y de allí para abajo corre el dicho en cañado en 16 varas de largo, 1 vara de ancho en todo el y ½ vara de hondo125.

La estructura de la oficina de trapiche, en la hacienda “La Vega” a principios del siglo XIX estaba formada por el mismo tipo de construcciones126: cañería de costado, corredor de depósito de la caña, salón de ingenio, canal por donde corre el guarapo, foso de la rueda, tinglado, torreón, ramada de acopio de leña, corredor de hornallas, sala de pailas, depósito de papelones, enladrillado, patios menores, etc.

Dentro de la sala de molienda se localizaba uno de los principales elementos que determina el nivel productivo de la hacienda: la maquinaría o molino. Estos durante el siglo XVIII y XIX eran de dos tipos: de agua, llamados ingenios; y los de fuerza animal, llamados trapiches. Las haciendas del marqués del Valle poseían molinos hidráulicos; en tanto que la hacienda del “valle de Cura”, el trapiche del “Valle Abajo”, la hacienda “Santa Rosalía” de Cagua, y “Aguirre Villela” trapiches de tracción animal.

El contar con un trapiche de agua dependía de la cercanía de ríos para ser usado como fuente de energía. Su uso se extendió en la provincia durante el siglo XVIII debido a los recursos hidrográficos de esta, y a que permitía una mayor cantidad de caña molida por día, lo que se constituía en una ventaja productiva para las haciendas que los poseen, en comparación con los de tracción animal. En cuanto a su rendimiento, Roland Ely señala que: “…Esos molinos podían moler tres veces más caña que los movidos mediante tracción animal.”127

Una completa descripción de esta maquinaria se encuentra en el inventario de la hacienda del marqués del Valle, unidad productiva que presentaba con está maquinaria, una capacidad de producción mayor que la de sus contemporáneas:

un trapiche de agua con sus 3 masas de palo de agarrondo, forradas en sus tambores de hierro con su dentadura inglesa toda de palo de granadillo, sentadas estas masas sobre un palo de granadillo, sentadas estas masas sobre un palo que sirve de banco de madera de agarrondo, que tiene 4 varas de largo y ancho de ½ vara en cuadro de

125 AGN, Sec. Testamentarías, 1738 (1-B). folio.. 32.126 Herrera de Weishaar, María Luisa, Ob.Cit. Pág. 42127 Cuando reinaba Su Majestad el Azúcar. Pág. 79

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grueso, con sus 2 peinazos de madera de mora (…) con dos artesones de madera de cedro con 4 varas de largo por donde va el caldo a la canoa.128

Este trapiche se compone de: chumaceras de palo, almas de hierro, cepos de bronce, guijos de acero, argollas, un eje de madera, las escopladuras, los bancos donde está asentada la maquina, la cadena de armadura, los tableros y mesa del trapiche, etc. Igualmente:

una rueda de agua que tiene 7 varas de vuelo en cuadro, que su armadura está hecha en 3 escopladuras que tiene hechas el eje (…) y en las varas de aspa está la rueda que tiene de circunferencia 21 varas guarnecida de perchas y taparas de tabla son toda de cedro y en el interior de la caja de dicha rueda 54 cucharas (…) dicha rueda con 660 clavos de alfafia (…) bien tratada y corriente dicha rueda.129

Los trapiches de fuerza animal presentan la misma estructura, con la diferencia de

las adaptaciones para las bestias, que en el caso de los de agua se realizan a la rueda. Ejemplo de éste es el molino de la hacienda del Valle de Cura: “un juego de trapiche que se compone de tres tambores, los de hierro y uno de cobre, el que tiene once arrobas.”130.

Para el siglo XVIII, la maquinaria fue experimentando perfeccionamientos en su funcionamiento y durabilidad, al irse reemplazando piezas de madera por piezas de metal, lo que significó una mejora en su rendimiento.

La inversión en maquinarias era una de las más difícil de realizar por parte de los propietarios de las haciendas, debido a su alto costo ya que estas debían importarse. La porción que representan del valor total de la infraestructura productiva resulta significativa en la mayoría de los casos: en la hacienda del marqués del Valle en 1831, la maquina es el 16% del monto de dicha infraestructura (7.981 pesos); y el 29% en la hacienda “Santa Rosalía” (valor de los espacios productivos 3448 pesos).

128 AGN. Sec. Testamentarías. 1738 (B-1) folio. 31v.129 Idem.130AGN, Sec. Testamentarías, 1759 (T-1). folio. 33.

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Ruinas de trapiche en Guarenas

CAPITULO IIIEL REGIMEN DE TENENCIA DE LA TIERRA

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Bases jurídicas de la “hacienda trapiche”:

De singular importancia para el estudio del régimen de tenencia de la tierra en el tiempo histórico de Venezuela colonial, viene dado por la figura de los “ocupantes” 131”, es decir hacendados, descendientes en su mayoría, de los primeros conquistadores que carecían de título de propiedad sobre la tierra, motivo por el cual debían apelar al recurso de la composición para formalizar sus “tenencias ilícitas”. En este particular, puede afirmarse, que el régimen de tenencia de la tierra y el basamento jurídico sobre el cual evoluciona la propiedad territorial agraria venezolana se enmarca dentro de una singular “política agraria” implantada por la Metrópoli en sus dominios de ultramar. Para algunos especialistas en el tema de la tenencia de la tierra, estas directrices agrarias “se incardinan en un proceso de larga duración que tiene sus fuentes no ya solamente en las significativas formas rurales... sino también en la Vieja España, con sus rasgos específicos que definen las actitudes y las mentalidades de los emigrantes, lo mismo que formas y directrices genuinas más tarde desarrolladas en paisajes hispanoamericanos”132

En el desarrollo de este singular proceso se observa que la Corona Española, con base en el señorío implícito en el derecho de conquista sobre las tierras, estructuró la figura jurídica de las mercedes, como un aliciente para el proceso colonizador y fundacional de pueblos, villas y ciudades y posteriormente, a partir de 1591133, en la medida en que la dinámica de las 131 En el contexto histórico de formación de la propiedad territorial agraria en Venezuela colonial, el concepto de ocupación se presenta como una forma de acceder a la tenencia de la tierra. No se trata de una figura del Derecho Indiano, sus raíces se localizan en el viejo Derecho Romano... “estaba plenamente admitida como modo de obtención de la propiedad, siempre que concurriera la condición objetiva de una cosa sin dueño y la subjetiva de una persona con intención de adueñarse de la misma. (Cabanellas, G. Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual. Pág. 651). En las Siete Partidas (Pág.3, Tít. XXVIII. Lib. I) se refiere el fenómeno de la ocupación como propio del “ A: El Derecho Natural, por cuanto constituía el signo y título único de propiedad y todo pertenece al primer ocupante mientras esté ocupando la cosa. B: El Derecho de Gentes por cuanto la ocupación de un campo, su desmonte y cultivo generaba propiedad para el ocupante hasta que cosechare los frutos de su trabajo y C: Del Derecho Civil, por cuanto integraba un título de propiedad trasmitida por donación, sucesión, venta, permuta y otros contratos”). Desde este punto de vista se observa que el uso de la tierra ocupada confiere el carácter de legalidad a la “tenencia” del dominio útil, lo que permitía al ocupante precarista, disfrutar el denuncio y posterior composición de la tierra. Para ampliar este punto véase nuestro estudio Latifundio Ganadero y Conflictos Sociales en los Llanos de Apure 1700-1800. Cap. III). El hecho concreto de la “ocupación” como mecanismo de acceso a la tenencia de la tierra puede estudiarse como fenómeno colonial de larga duración (en términos de una historiografía colonial hispanoamericana) Solano señala que “ comenzó como una actuación individualista, desdeñando las normativas, se fue ocupando cierta cantidad de tierras realengas: unas veces al ampliar los limites de las propiedades legítimamente obtenidas, otras, ocupándolas al amparo de la precipitación o poco cuidado en los repartos” (Cedulario de tierras. Compilación de legislación agraria colonial 1497-1820). Pág.22). En el caso concreto de Venezuela colonial,. las propiedades adquiridas en forma graciosa, por mercedes o donaciones se ampliaron rápidamente al influjo de la ocupación y posterior composición señala Brito Figueroa (La estructura económica de Venezuela Colonial. Págs. 138-139).. el fenómeno se constata en los siglos XVII y XVIII porque en las primeras décadas de la colonización la incipiente clase latifundista se preocupa y litiga por justificar legalmente la explotación de la mano de obra indígena, fuerza productiva que con los esclavos negros, valorizaba las tierras adquiridas por merced o donación”. El ocupante precarista ( sin títulos) contaba con el recurso de la composición para legalizar la tenencia ilícita de la tierra realenga y posteriormente el de la Real Confirmación, que el aseguraba el título en forma sobre la tierra ocupada y explotada 132 Solano, Francisco. Pág. 7. 133 Se ha afirmado que a partir de la legislación de 1591 se “permitió legalizar apropiaciones indebidas, sirviendo de verdadera plataforma para, desde ella, empezar la irresistible ascensión del latifundio” Ídem, Pág. 48.

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relaciones internacionales se tornó desfavorable a la política exterior de Felipe II, se impuso la figura de las composiciones, con la finalidad de obtener recursos para el financiamiento de las guerras que se llevaban a cabo en Europa. Ambas figuras tomaron cuerpo desde el principio de su formulación teórica.134

Con las composiciones la Corona exponía el afán por corregir las irregularidades que se habían registrado en el proceso de ocupación y uso de las tierras, sin embargo, esta figura jurídica responde a la necesidad de subsanar las recurrentes devaluaciones y crisis de la hacienda española declaradas entre 1591 y 1645, como un reflejo del progresivo deterioro de las bases materiales que identificaban al modelo político de la Casa Habsburgo en España. Sobre la base de esta nueva figura jurídica...” los usurpadores podían hacerse con la propiedad de lo usurpado apenas pagando una multa... La tierra perdía de ese modo todo carácter de premio, dádiva, recompensa por los servicios prestados; o estimulo... La tierra podía conseguirse desde entonces, con el truco de una ocupación irregular y que pagando una cierta cantidad al fisco, a los años después, cuando se procediese a una investigación, quedaba el usurpador entonces redimido de sus irregularidades y con un título de composición que servía como de propiedad”135Sobre estas bases jurídicas iníciales se fue organizando un particular régimen de tenencia de la tierra en las colonias españolas de ultramar.

En el caso del régimen de tenencia de la tierra que se aplica a las haciendas cañeras venezolanas, localizamos en las Encomiendas un importante referente histórico, impulsado en gran medida, por la dinámica pobladora del valle de Caracas. Al respecto, el estudio que realiza el jurista e historiador Tavera Marcano revela que, en el caso específico de los Valles de Aragua: “El proceso de implantación hispana... quedó visualizado por lo menos desde 1551 con el recorrido del lugarteniente del Gobernador Don Juan de Villegas, desde la Borburata o Valencia hasta el llamado Valle del Cáncer, en el extremo oriental del Valle y sabanas de Guaracarima. La organización y estructuración de ese espacio y su dinámica, corrieron aparejadas a la importancia del reconocimiento y dominio de la vereda, ruta o camino, que comunicaba aquellas tierras con las del Valle de Los Caracas, sobre cuyo trazado se emplazaron los núcleos de poblaciones indígenas sometidas al régimen de las encomiendas. A medida que el crecimiento de Santiago de León de Caracas garantizaba el proceso de conquista y penetración de nuevos territorios en la Provincia de Venezuela, de igual manera determinaba en su dinámica la configuración de espacios relativamente cercanos a su núcleo.”136

134 Por vía de las composiciones de tierra una gran extensión del espacio geohistórico correspondiente a la Provincia de Caracas pasó al dominio particular de unas cuantas familias, descendientes de los primeros conquistadores quienes a través de una importante estrategia de alianzas matrimoniales/ territoriales lograron la expansión de los linderos naturales de sus primitivas posesiones y en la dinámica del siglo XVIII comenzaron un desplazamiento progresivo para “ocupar” y luego “componer” importantes extensiones de tierras aptas para el cultivo y la cría. Cfr. Adelina Rodríguez Mirabal. Latifundio ganadero y conflictos sociales... Págs. 67-68. 135 Ibidem. Pág. 23.

136 Tavera Marcano, Carlos J. Historia de la Propiedad.... Pág. 60. Destaca este autor que “las relaciones de esas formas legales de apropiarse las tierras con los regímenes fundamentales de la explotación de la mano de obra o fuerza de trabajo, encomienda de indios y esclavitud negra, pesan en la comprensión del fenómeno histórico

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Es de hacer notar que si bien, teóricamente, la encomienda, no traducía derecho de propiedad para sus beneficiarios sobre el espacio territorial que habitaban los grupos indígenas sujetos al régimen de encomiendas, en lo concreto “sirvió para valorizar las tierras y asegurar la reproducción de la fuerza de trabajo incorporada a las labores agrícolas dirigidas y controladas por el encomendero”.137 Pueblos como “La Victoria, San Mateo, Caguay Turmero, se caracterizaron por ser en sus orígenes y comienzos pueblos de «agregadas encomiendas», repartidas y distantes considerablemente unas de las otras.”138

Este hecho se verifica en la persona de Martín de Gámez, uno de los primeros encomenderos que se ubicaron en las tierras del Valle de Aragua, entre los ríos Aragua y Tuy. Alcalde en 1584 de Santiago de León, su Regidor en 1591 y Regidor perpetuo a partir de 1594 -1609. El hecho “de tener una encomienda desde hacía varios años, le sirve de elemento más que justificador de sus derechos posesorios. El Cabildo le concedió 50 de las que pedía, además de cuatro cuadras de terrenos para potreros, y dos sitios de hatos, ya que a este ramo él y sus hermanos se habían dedicado. Al año siguiente e! 8 de junio de 1594, Gámez compone con el Gobernador y Capitán General de la Provincia, Don Diego de Osorio, las tierras concedidas, pero además solicita diez cahíces de tierras contiguas a las cincuenta fanegadas y otros cinco cahíces en el río Aragua Arriba, donde tenía poblados otros indios.”139

Ya para el siglo XVIII se citan las siguientes haciendas trapiche, posesiones de carácter hereditario, en los valles de Aragua: “La Concepción” de doña Josefa Bolívar, “Jesús” de don José Miguel Xedler; “San José” de doña María Eusebia Ponte Andrade Jaspe de Montenegro; “Tucua” de los herederos de don José Hidalgo Lozano y la de don Thomas Xedler, ubicadas hacia el Oeste de la Victoria. Hacia el Norte: la de “Sabaneta” de los Freites de Silva y Prieto del Hoyo. Hacia el Sur: la hacienda trapiche de don Andrés Jerónimo de Zárate. Hacia el Este de la Victoria, figuran las haciendas “Tiquire” de don Felipe Lorenzo Fernández y las de Matheo Alvarez, don Luis de Nieves, don Blas de Landaeta, don Eustaquio Galindo y Sayas, doña Ana de Mosquera, los herederos de don Salvador Timudo, don Ignacio del Castillo; doña María Barreto, don Basilio de Tovar y doña Melchora Ana de La Riva y Herrera; y las haciendas del licenciado don Mauro de Tovar y Mijares e Solórzano y don Pedro de Tovar y Mijares de Solórzano. 140

cuando se le estudia en su globalidad o totalidad concreta. En el caso que nos ocupa, primero es el régimen de la explotación de la fuerza de trabajo, y después, son los medios y mecanismos teóricos los que conforman el patrón (IDEM).

137 Idem. Pág. 66. La práctica de ser titular de una encomienda se convirtió en el mecanismo más conveniente usado por los aspirantes a mercedes de tierras otorgadas por el Cabildo de Caracas. En el principio fueron soldados y becerreros, luego encomenderos, después componedores, gracias a su influencia varia. En efecto, se destaca una relación singular entre encomendero-cabildante-componedor.138 Idem. Pág. 65139 Idem.140 Idem. Pág. 248. De una población total de 658 esclavos el 89,5% se haya incorporado a las labores agrícolas de la caña de azúcar y cacao.

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Sin lugar a dudas el estudio de la incidencia de las Encomiendas en la Formación de la Propiedad Agraria en Venezuela tiene aún capítulos por escribir. En el caso específico del litoral central, la doctora Troconis de Veracoechea refiere que…”Los repartimientos de tierras y las encomiendas, son los dos factores que van a cimentar la economía costera; la tierra y el indio configurarán la base litoral del siglo XVI. Poder político más poder económico dan prestigio social; este lema, llevado a la práctica, estructura la vida cotidiana del hacendado de la costa.”141

Aunque la encomienda no generaba derechos sobre la tierra, por una parte, la marcada tendencia a la despoblación de la zona litoral y por otra parte el tipo de sistemas de trabajo asociados a las primeras encomiendas, aunado esto al carácter hereditario de las mismas, devinieron en mecanismos de acceso a la tenencia de la tierra posterior a la abolición de la figura jurídica, a fines del siglo XVII, sostiene la Dra. Veracoechea que ..” el siglo XVII va a surgir como el iniciador de un nuevo régimen económico y social no implantado desde las alturas de la Corona, sino naciendo de una auténtica realidad americana: la encomienda y el indígena van a ser por la hacienda y el esclavo negro; primero las haciendas van a mantener más o menos el mismo tipo de producción de las encomiendas: cultivos de frutos menores, crianza de animales y pesquería; más tarde comienzan a florecer el cacao y la caña de azúcar y la antigua producción de subsistencia se trueca en una economía con proyecciones intercoloniales e internacionales.”142

Estos mecanismos se transformaron en factores de acumulación a favor de pequeños grupos de propietarios unidos por lazos familiares lo que, a su vez, dio carácter hereditario a la transferencia de la propiedad territorial agraria. Marcando de esta manera un importante vínculo entre la encomienda y el origen de las haciendas litorales “La hacienda prácticamente surge como una consecuencia de la encomienda, pero aunque tiene algunas características similares también difiere en ciertos puntos fundamentales: la encomienda no da ningún derecho sobre las tierras, sino sólo sobre la mano de obra, pero el sistema de trabajo y el carácter hereditario les da cierta similitud.”143

Estas haciendas, tanto por su localización como por su estructura física constituían especies de fortificaciones costeras, haciendas baluartes en las cuales la base social, es decir la mano de obra asociada al trabajo de las mismas, se convertía en defensa armada para enfrentar los ataques frecuentes de corsarios y piratas144. Estas mismas circunstancias 141 El Régimen de Tenencia de la Tierra en el Litoral Central de Venezuela . Pág. 51. Indica además que como característica de esa zona se establece “el derecho del encomendero sobre sus encomendados”, por razones de seguridad de la integridad territorial, va a estar supeditado a las autoridades civiles y militares, aunque en muchos casos ambas jerarquías (encomendero y autoridad) residan en la misma persona142 Idem. Pág. 52143 De singular importancia en este sentido resulta la afirmación de la autora al referir que la concentración de tierras en los siglos XVII y XVIII es notable: “miembros de una misma familia van haciéndose propietarios del festón litoral y es obvio pensar que debido al poder político que adquieren los funcionarios reales que laboran día tras día en la defensa de los fuertes y fortines, la única y mejor forma de retribución es la entrega de tierras en la zona , que además constituye una garantía de seguridad para el gobierno español, pues mientras más haciendas propicie, mayor defensa habrá, todo lo cual irá en beneficio tanto de los vecinos como de la Real Hacienda” Idem.. 144 El término es sustentado por la citada doctora Veracoechea…”La hacienda litoral tiene como característica básica la de ser Hacienda-baluarte: así como el indio defendió la encomienda, así el negro defiende la hacienda, enfrentándose a los piratas y corsarios ingleses, holandeses y franceses: agricultores, criadores y pescadores abandonan sus útiles de trabajo para tomar las escopetas con que van a defender sus vidas y la del

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inciden en el carácter de estas unidades de producción, en ellas se llegó a crear “una economía interna no monetaria, aunque formaban parte de la economía monetaria de su época: comercio con México (lícito) y con Francia, Holanda e Inglaterra (contrabando).”145

La producción de estas haciendas era de caña de azúcar y cacao, en la medida en que se incrementa el cultivo de estos productos se observa el surgimiento de haciendas costeras, sobre todo a partir de la última parte del siglo XVII:: “Chuspa, Toasana, Los Caracas, Camurí Grande, y Naiguatá, eran sitios en los cuales ya florecían haciendas… se iba formando un cinturón de haciendas que avanzaba hacia el oeste”146 Como dato a destacar estas haciendas cañeras del litoral “se fueron convirtiendo en centros importantes de elaboración de aguardiente, lo cual iba en detrimento del comercio proveniente de las Islas Canarias, que se había transformado en el único proveedor legal de los “caldos” o aguardientes para abastecer a la Provincia venezolana.”147

Para el siglo XVIII, con base a los datos del informe compilado por el Visitador José de Castro y Araoz, en 1787, se registraron un total de 22 haciendas de azúcar, en el Puerto de la Guaira, a los cuales se sumaban 6 más dedicadas al cultivo de cacao y azúcar.148

En el caso de la Provincia de Caracas y sus adyacencias, tanto las encomiendas como las tierras otorgadas por merced del Cabildo caraqueño e incorporadas al dominio particular, evidencian desde muy temprano una superposición de títulos, bien por la imprecisión de los límites de unas y de otras; o bien, por el abandono de algunos beneficiarios. En todo caso, la confusión derivó en una causa de frecuentes litigios entre propietarios y entre éstos y la comunidad de indígenas.

Como ya se ha referido, la encomienda, teóricamente no traducía derecho de propiedad para sus beneficiarios sobre el espacio territorial que habitaban los grupos indígenas sujetos al régimen, pero sirvió en la práctica y en lo concreto para valorizar las tierras y asegurar la reproducción de la fuerza de trabajo incorporada a las labores agrícolas dirigidas y controladas por el encomendero. Fue sobre la práctica de ser titular de una encomienda el mecanismo más conveniente que tuvieron a mano los aspirantes a mercedes de tierras otorgadas por el Cabildo de Santiago de León de Caracas. En el principio fueron capitanes pobladores, luego encomenderos/ cabildantes o regidores y componedores. El control sobre la base y mecanismos de la producción permitió a los ricos hacendados, en esencia, miembros de las familias más antiguas, trazar una política de alianzas matrimoniales para garantizar la unidad de los bienes materiales. En el estudio de Langue (2000) se destaca la existencia de “extensos núcleos o grupos

amo”. Ibidem, Pág.51 145 Ibidem.146 Ibidem. Pág.56. De estas haciendas se destaca la hacienda “Camuri Grande” , tal vez una de las más antiguas, la primera referencia que se tiene de ella es de 1567 “ para ese año las tierras de “Camoricao” junto con los grupos indígenas que allí habitaban y que fueron repartidos bajo el sistema de encomiendas, eran propiedad de Agustín de Ancona, uno de los primeros conquistadores de la zona y encomenderos de la región. Luego esas tierras pasaron a ser del ya citado Antonio de Gámes (quien era el Regidor y Alcalde Ordinario del Cabildo de La Guaira).Idem. Pág. 53 147 Idem. Pág. 57.En denuncia a las autoridades coloniales, los cargadores del navío “Nuestra Señora del Rosario” habían denunciado la existencia para 1699, casi un siglo anterior a la legalización de producción de aguardiente en Venezuela, de la fabricación clandestina de un tipo de aguardiente conocido como “tasire”, motivo por el cual solicitaban la intervención de las autoridades a fin de frenar ese comercio clandestino.148 Arch. Gen. Nac. Traslados del Archivo General de Indias, No 624

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familiares de propietarios unidos por unos vínculos de parentesco”. Apunta así mismo que en toda la Provincia de Caracas entre los siglos XVI y XVIII...”se ha calculado que los enlaces matrimoniales dentro de un mismo clan familiar se fueron multiplicando a partir de 1700: del 6% del total para los años 1650-1670, del 19% para 1675-1699, pasan al 45% en 1700-1724 y al 52% para 1725-1749”149

En este contexto se presenta un elemento de singular importancia para una parte de esos grupos familiares, se trata de la adquisición de títulos de nobleza, altos cargos militares y eclesiásticos. Es el caso de los condes de Tovar, los condes de la Granja, los condes de San Javier, los marqueses del Valle de Santiago (Berroteran), entre otros. Destacan también otro grupo de hacendados por su nivel de riqueza, tal es el caso de la familia Ibarra, Blanco y Plaza, Jerez de Aristiguieta, Verois, Ustariz, Palacios, Blanco, Liendo, Bolívar, etc.

En este marco de “elites” criollas se observa la instauración de una vieja figura metropolitana, que confería títulos nobiliarios y en virtud de la cual se producía la vinculación de una parte de la hacienda o bien, se trata de la figura del Mayorazgo150. Para muchos autores, la fundación de estos vínculos de mayorazgo responde a la necesidad de conservar la integridad de la propiedad. Para Langue se presenta como “una alternativa, por no decir una solución al problema de la dispersión de un patrimonio, a la división de las fortunas, esto a pesar de las leyes cada vez más restrictivas enunciadas por la Corona deseosa de limitar de manera general todo tipo de “inversiones” sociales y en especial este tipo de fundaciones, consideradas como un estorbo para la productividad de las haciendas”151

En este contexto se explica el origen y evolución, entre otras, de la hacienda de trapiche e ingenio nombrada “Santa Rosalía”, posesión del primer marqués del Valle de Santiago, don Miguel de Berroterán. En el año de 1701 se registró su solicitud de composición de una porción de tierras al rey152, anexo a esta solicitud se encuentra la disposición a fundar un vínculo de mayorazgo sobre esa propiedad. Posteriormente, en el año de 1739, se registró la confirmación de la misma por don Francisco de Berroterán, tercer Marqués del Valle153.Esta hacienda se distinguió por ser una de las más grandes y prosperas de todo el valle de Guarenas y Guatire para su época.

Relacionado familiarmente con el marquesado del Valle de Santiago se presenta igualmente, el mayorazgo de la hacienda trapiche de don Fernando de Tovar y Galindo, el conde de Tovar, en el sitio de la Vega. Una de las posesiones más antiguas de Caracas. Su

149 Aristocracia, honor y subversión en la Venezuela del siglo XVIII. Pág.57. Destaca en este particular el papel de la mujer en estas estrategias matrimoniales, coincidimos con la afirmación de la autora respecto a que, en la sociedad colonial venezolana la mujer llegó a constituir un elemento clave para la realización de estas alianzas y por lo tanto de la transmisión de los patrimonios. 150 El análisis de esta figura del Derecho de Sucesión se tratará con mayor amplitud en la parte II. Cap. II de este estudio.151 Langue. F.Ob. Cit. Pág. 56.152 AGN. Sec. Tierras. 1701 (V-1). f. 75. 153 AGN. Sec. Escribanías 1739. (Areste y Reyna), fs. 61-62. Este punto será desarrollado en la Parte II. Cap. II del presente estudio.(ACRM)

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fundación se ubica en el año 1590 a manos del capitán Garci González de Silva, quien fuera Procurador del Cabido de Caracas154. En el siglo XVIII la posesión pasa a manos de la familia Tovar. Ya para 1746, se registra el poder para Testar de Fernando de Tovar y Galindo155, en el cual se específica que las mismas son parte de los bienes vinculados a un Mayorazgo fundado según las disposiciones dadas en este documento por Don Fernando a sus hermanos Don Domingo Antonio de Tovar y Don Basilio de Tovar, quienes se constituirían en los primeros poseedores del vínculo.156 Para 1746 se registra el nombramiento de estos como primeros poseedores del vínculo de mayorazgo, para que “mientras vivan posean por iguales partes el dicho vinculo, y por fallecimiento de alguno de los dos, recaiga el que sobreviva”157.

Ruinas de la Hacienda La Vega (Caracas 2000)

154 En la obra del Dr. Eduardo Arcila Farías. El Régimen de la Encomienda en Venezuela Págs. 53, 54, 64,65 129 y 148. Se refiere la labor de este funcionario como miras al sometimiento de la población indígena reacia al régimen de la Encomienda. En este particular el 8 de enero de 1596 introdujo la siguiente solicitud “que a la seguridad y allanamiento de los indios naturales, conviene y es de mucha importancia que todos los encomenderos de indios tengan de respecto en sus casas, caballo, armas de algodón, fuera de las demás de fuego que se les ha mandado; y esto por la notoriedad que vuestra merced tiene de haberse querido alzar los dichos naturales al tiempo y cuando nos vieron sin armas ni fuerzas para contra los enemigos”. Por otra, en lo que refiere al propio sitio de La Vega, se observa una de las particularidades más significativas en el proceso de concesión de encomiendas, se trata de una práctica ya observada en Trujillo, en 1599, ratificada por el Gobernador Piña Ludueña, quien en correspondencia enviada al Rey exponía la práctica de entrega de encomiendas a mujeres casadas. Arcila refiere (Pág. 143) “Nosotros hemos encontrado que en 1662 aparece un gran número de Encomiendas, y entre ellas las más importantes en manos de mujeres, como la encomienda de La Vega que constaba de una población de 214 indios con 68 tributarios, que la tuvo María de Vera Ibargoyen, a la muerte de su marido, García de Vegas y Rojas. En estos casos se trata de sucesiones, en que las encomiendas pasan en segunda o en tercera vida a hija casada o soltera, o a la viuda del encomendero” 155 AGN. Sec. Escribanías. 1746 (J. M. de los Reyes). fs. 10-13.156 AGN. Sec. Testamentarías. 1735 (T-2) fs. 138 v-140.157 Idem.

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A este vinculo, el conde de Tovar, por las mismas cláusulas testamentarias, agregaba el de una hacienda-trapiche en el “Valle de Cura”. Perteneciente a don Fernando de Tovar, quien en sus disposiciones testamentarias en el mismo año de 1746, vinculó esta hacienda a un mayorazgo junto con la hacienda La Vega, dejando como primeros poseedores del vínculo a sus citados hermanos Basilio y Domingo Antonio Tovar158. Esta hacienda, según el inventario practicado ese año, tenía como posesiones159:

las tierras de dicho valle, que lindan por una parte de donde nace el Río de Cura en lo alto de la serranía, por otra la laguna, por otra hacía los Valles de Aragua con el Valle de Mariara perteneciente a Don Diego de Tovar, y por la otra hacía la Ciudad de Valencia con el nombrado hato Viejo, que posee Joseph Casimiro de Vargas.Igualmente, una:…“posesión de tierras de labor y sabana con su serranía, accesorias por la parte del norte y por la banda del sur hasta la laguna y por lo que mira del Oriente al Poniente.160

La documentación arroja datos importantes sobre el vinculo de mayorazgo que establece en 1786 don Juan Vicente Bolívar y Ponte, sobre unas tierras que conforman el “ingenio San Mateo” La propiedad de tierras de San Mateo perteneciente a la familia Bolívar data del año 1593, cuando don Simón Bolívar “El Mozo”, obtuvo una encomienda de indios Quiriquires , con una extensión de 60 fanegadas de terreno: 10 para él y 50 para los encomendados; en estos terrenos fue fundada por sus descendientes la Hacienda de caña dulce “San Mateo”. Durante la administración de Antonio de Bolívar y Rojas se extendieron a ambos lados del río Aragua los cultivos de caña.

Para 1702, Don Juan de Bolívar y Villegas introduce el primer trapiche de moler caña, al tiempo que finaliza la encomienda en el período de su administración, con lo que sustituye la mano de obra india por la esclava negra. Fue Juan Vicente Bolívar y Ponte, quien amplió los cultivos de caña y reformó los techos de la casona cubriéndolos con tejas, y en su testamento de 1786, deja un tercio de sus bienes y el remanente de un quinto a su hijo Juan Vicente Bolívar, extendiéndose esa mejora a sus trapiches de los Valles de Aragua, bajo el vinculo de mayorazgo. La hacienda quedó provisionalmente en manos de doña Concepción Palacios y Blanco a la espera de la mayoría de edad de Juan Vicente Bolívar.

Para 1806, relacionada con este ingenio se registra otra figura de singular

importancia para la comprensión histórica del Régimen de tenencia de la tierra asociado a

158 AGN. Sec. Escribanías, 1749 (J. M. de los Reyes). fs. 10-13.159 AGN. Sec. Testamentaria. 1759 (T- 1), f. 53.160 ? Ibídem, f. 1vlto.

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Sala de pailas de la Hacienda “La Vega” (Caracas 2000)

las haciendas trapiches en la Provincia, se trata del arriendo161. a don Juan Bautista Rodríguez y a Don Pedro Hernández, por un tiempo de 9 años, de la parte de vegas de riego y cultivo del trapiche de caña del Rio Aragua de la feligresía de San Mateo, del que goza como bienes vinculados y como primogénito hijo del Coronel Don Juan Vicente162, teniendo como linderos: “por el Este, la portería de que divide las plantaciones de caña de las de café; por el Oeste, las empalizadas de los límites de la hacienda con el pueblo de San Mateo; por el Norte, la acequia de riego; y por el Sur, el Río Aragua.”163

Los bienes arrendados a los señores Hernández y Bautista comprende los edificios, esclavos, herramientas, tablones de caña y animales, estableciéndose el pago de 4 mil pesos en moneda metálica por cada año, dividida en cuatro pagos iguales de 1 mil pesos a la administración cada tres meses por adelantado. Esta compañía se vio liquidada en 1808. Juan Vicente fallece en 1811 asumiendo la administración su hermano Simón Bolívar. Con

161 Sobre esta figura jurídica refiere Mckinley: (...) El fenómeno del arriendo de haciendas también corrobora el alto margen de ganancias de esta cosecha; las haciendas de caña de azúcar eran las únicas en la provincia que se arrendaban con contratos de siete a nueve años a más de 1.000 pesos por año. No se trataba de que los dueños de estas haciendas las arrendaban a supuestos labradores o a encargados para liberarse de la carga de hacerlas operar; en dos casos, los arrendatarios eran dos de los más ricos mercaderes de la provincia. Después de 1815, cuando el gobierno realista estaba vendiendo o arrendando más de 200 propiedades confiscadas, sólo las haciendas de caña de azúcar se vendían o alquilaban rápidamente. El arriendo de tres grandes plantaciones dan fe de la sostenida ganancia, o al menos productividad, de la caña de azúcar, aun en tiempo de guerra. «El Palmar», de la familia Ribas, valorada en 30.000 pesos, se arrendaba por 2.049,50 pesos; la hacienda "San Mateo», de Simón Bolívar, valorada en 35.000 pesos, por un poco menos, 1.812,50; y «Mocundo» se arrendaba por 9.031,25 pesos. Es dable pensar que el valor de la producción era sustancialmente más alto que las cifras antes mencionadas pues de no se así el arrendamiento no era viable para el arrendatario. (Ob. Cit. Págs. 83-84).

162 ANH. Sec. Civiles. 1808(T- S-6669-4, No 1576). fs. 1 al 25v.163 Ibídem, fs. 2v.

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esta sucesión se rompe la tradición del paso de la hacienda del padre al hijo primogénito, con lo cual se pone fin al vinculo de mayorazgo.164

Bajo el concepto de arrendamiento se encontraban muchas de las haciendas cañeras. A fines del siglo XVIII Mckinley señala la existencia de numerosas parcelas arrendadas, indica al respecto que: “es imposible calcular su número o averiguar en qué medida eran propiedad de sus ocupantes o si simplemente representaban una tenencia por parte de usurpadores o de labradores que arrendaban la tierra.(...) Un viajero al menos, Humboldt, notó la existencia muy extendida de pequeños dueños de parcelas en los productivos valles de Aragua, al oeste de Caracas.”165

Tal vez una de las haciendas de caña más importantes, “la Vega” propiedad del conde de Tovar, se encuentra bajo esta figura del arriendo. Esta propiedad comprendía “los valles de Quebradita, Chichato, Yaguara, Algodonal, Carapa, Carapita, la mitad de estos adquiridos en 1620 por herencia y por compras166” Para el año de 1813, los descendientes del Conde de Tovar deciden arrendar la hacienda a Francisco González, dándose en arrendamiento según el documento de contrato:

el trapiche con las casas de viviendas, con cuarto de repartimiento de esclavos y la de molienda y oficinas arruinadas por el terremoto del año 1812 con riego y montañas que van desde las lomas de Carapa que llaman antiguamente Yaguara.La casa principal consta de oratorio con cuarto detrás de este, sala, dormitorios, tres cuartos, galería, cocina principal, corredor y un corral y cuarto de criados… El contrato de arrendamiento estipula cuarenta tablones de caña.167

En igual condiciones se presenta una parte del trapiche del “Valle Abajo” de la familia Ibarra, que será objeto de un prolongado litigio con la familia de La Madrid.

164 En 1814 la hacienda es escenario de la Batalla de San Mateo en la que se inmola Antonio Ricaurte, resultando destrozada a consecuencia de la explosión gran parte de la casa y del trapiche donde se procesaba la caña dulce. En ese mismo año la Corona ordena la Confiscación de los bienes de Simón Bolívar, entre ellos la hacienda San Mateo la cual es rematada por Cristóbal Rodríguez, iniciándose un pleito entre Ramón Quevedo y Bernabé Meneses (representando a los indios) que se extendió hasta 1818 En 1821 la hacienda se en total estado de abandono conservaba las plantaciones. Concedió Bolívar la libertad a los esclavos, la propiedad fue arrendada a Tomás Durán, bajo el precepto de realizar los arreglos a la casa intentando reactivarla luego de culminada la Guerra de Independencia. Para 1827 se decidió el traspaso de la herencia de la hacienda a su hermana María Antonia Bolívar de Clemente. Es conocido que en el año de 1873, Anacleto Clemente Bolívar concretó el arriendo de la mitad del Ingenio a Domingo Rodríguez, ya que la otra mitad era propiedad de Pablo Clemente Bolívar. Posteriormente, en 1877 Gumersindo Vázquez y Manuel Salamanqués compraron la propiedad por 700 pesos sencillos o de 1800 bolívares. En 1924, el Señor Francisco Rodríguez Landaeta vendió la hacienda al Gobierno de Juan Vicente Gómez, en diciembre de ese año se fundó allí el Museo de Armas y en 1940, el Gobierno del General Eleazar López Contreras por decreto especial adscribió la Hacienda al Ministerio de Relaciones Interiores, y ya en el año de 1983, con motivo de la conmemoración del Bicentenario del Libertador, el Presidente Luis Herrera Campis inauguró El Museo de la Caña de Azúcar del Ingenio Bolívar. Museo de la Caña de Azúcar (Reseña), San Mateo, Edo. Aragua.. Para mayor información sobre los vínculos de mayorazgo de la familia Bolívar Véase el estudio monográfico de la lic. Lucía Galeno. “La Hacienda ingenio San Mateo” (mimeo) y Juan Morales A. El Mayorazgo del Padre Aristiguieta. Primera herencia del Libertador. 1784-1830. arcas. ANH. 1999. Este último desarrolla en forma exhaustiva el mayorazgo de la Concepción, legado al Libertador por su primo hermano el Dr. Don Juan Félix Xerez de Aristiguieta y Bolívar 165 Ob.Cit. Pág. 121.166 Arch. Fundación John Boulton. Carpeta 1017. Pág 1.167 Idem (cita de la Sec. Tierras. 1852-1853, fs. 1-3v. del antiguo R. P. de C). Págs. 150-151.

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De acuerdo con las observaciones de Mckinley al final de la época colonial el núcleo de las principales familias caraqueñas manifestaban importantes transformaciones, esto se traducía en la fragmentación de grandes propiedades familiares fruto de alianzas matrimoniales al agotarse la generación fundadora... por ejemplo:

La fortuna del marqués del Toro quedó dividida en diez partes... La porción más grande de la herencia de los Bolívar fue para Juan Vicente hijo... La propiedad de Pedro Blanco y Ponte valorada en 114.700 pesos en 1766 quedó dividida entre 11 herederos. Jerónimo Blanco y Plaza dejó 118.745 pesos que, en 1800 se dividieron entre cuatro hermanos. Miguel Jerez de Aristiguieta dejó 1107.498 pesos en haberes netos que sus ocho hijos se repartieron. Los numerosos descendientes del conde de Tovar se devoraron sus propiedades168

En términos generales, las donaciones, gracias, mercedes, encomiendas, composiciones y confirmaciones, mayorazgos y arriendos constituyen las bases jurídicas sobre las cuales se instauran los paisajes cañeros en Venezuela. Un análisis de la estructura interna y funcionamiento de estas unidades de producción completará el cuadro geohistórico de la colonia

Conclusiones

A diferencia de otros cultivos tradicionales, como el café y el cacao, por ejemplo, cuya producción se orienta a satisfacer las necesidades de un mercado internacional, el azúcar venezolano se circunscribe, dadas las características del régimen colonial, a un mercado local. A partir de su introducción y sobre todo en los siglos XVI y XVII, observó un lento desarrollo marcado en gran medida por los altibajos de una política colonial contraria a la instalación de fábricas e ingenios en otras parcialidades que no fueran las establecidas en el área del Caribe, particularmente en la isla de Cuba

Las trabas que la política económica de la Metrópoli impone a la producción azucarera venezolana incide en el hecho de que en materia de calidad, el azúcar y demás derivados de la caña venezolana, no resultaran competitivos con los productos de Las Antillas, favorecidos por las directrices de la política española. En tal sentido destaca el grado de “tecnología” usado en las haciendas-.trapiches coloniales, éste resultaba tan escaso que, en si mismo, constituía un marcado impedimento para que el azúcar venezolano y sus derivados pudiesen competir, en términos de igualdad, con los productos de Las Antillas. En consecuencia, la producción se concentraba básicamente en 168 Mckinley. Ob.Cit. Pág. 121.

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el papelón o panela, cuya producción podía realizarse a más bajos costos, y su precio podía pagarse localmente.

Además de la tecnología, en comparación con otros cultivos, la caña dulce requería grandes inversiones en maquinaria y bestias de carga. Además, la explotación de la caña y su procesamiento eran actividades de explotación intensiva, en consecuencia exigía abundante mano de obra para realizar las arduas labores en cada uno de sus espacios productivos y para el momento que se estudia, se hacía evidente la escasez de mano de obra esclava, en todo el territorio.

A partir de la segunda parte del siglo XVII, y posteriormente en el siglo XVIII, con la aplicación de nuevas políticas en torno a la producción azucarera y sus derivados, se habían operado una serie de cambios tecnológicos, que conllevaron a modestas, pero significativas, transformaciones , lo cual incide en la definición, en un sentido más diáfano, de un paisaje cañero venezolano.

Varios factores inciden en la transformación de la dinámica inicial de este producto, entre ellos, destaca el cambio de la casa dinástica española, tras la Guerra de Sucesión (1700-1713), y la consecuente transformación de los términos en la relación metrópoli / colonia, sobre todo a partir de la instauración del sistema de Intendencias y de manera particular a partir de la gestión de los Intendentes José de Abalos y Francisco de Saavedra.

Tal vez el mayor impulso a la producción cañera venezolana vino dado por la gestión del segundo de estos intendentes, proclive a auspiciar, entre otras cosas, la exoneración de impuestos a la producción de azúcar refinada y a la destilación de aguardiente de caña, todo lo cual confiere un cierto impulso a este renglón.

Corresponde al Intendente Saavedra, la reglamentación de la producción de aguardiente, con base en la “Instrucción para los Administradores generales y subalternos de esta Provincia de Caracas para dar permiso y reglas de hacer la recaudación de la destilación y rentas del Aguardiente de caña” dada el 6 de octubre de 1784. Además del impulso que confiere a la introducción e negros esclavos para facilitar el desarrollo de las faenas en las haciendas.

Otro factor de cambio, en la dinámica de producción de caña dulce, tal vez el más significativo, vino dado por la introducción, en 1796-1797, al territorio de la variedad cañera llamada tahiti u otayti, hecho que marcó un hito de profunda significación histórica, aunque, al poco tiempo se evidenció que no era tan beneficiosa para los productores venezolanos.

Ya para fines del siglo XVIII, a pesar del impacto coyuntural que se vivía tras la incidencia de la revolución Francesa en Haití y su desplazamiento como parte del circuito cañero colonial, la producción azucarera en Venezuela no evidenciaba mayores cambios en su patrón hacia el consumo local, más sin embargo, el nuevo cuadro favoreció el ritmo de crecimiento de la producción permitiendo la conformación de extensos paisajes cañeros, aunque esto no significó un cambio en los patrones de inserción del producto en la economía colonial en el preámbulo de la gesta de emancipación política que estallará en la primera parte del siglo XIX.

Desde el punto de vista de la unidad básica de producción, sea trapiche, hacienda o ingenio, a diferencia de la connotación que ofrecen las unidades productivas asociadas a la actividad de la caña de azúcar, en otras zonas geográficas de explotación cañera a nivel regional latinoamericano, en el caso concreto de Venezuela colonial el estudio se hace más dinámico al conjugar en su contexto de desarrollo teórico el manejo de figuras asociadas a los ingenios y trapiches como unidades productivas en conjunto o desasociadas a la

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existencia de una hacienda, con rasgos muy similares a las plantaciones e igualmente haciendas que comparten un trapiche familiar de corte artesanal, o bien en condiciones de arrendamiento, denotando en algunos casos por demás significativos, la existencia de un vinculo de mayorazgo, para la hacienda, el trapiche o el ingenio

La estructura típica de la hacienda azucarera colonial venezolana, presenta como principales elementos o factores productivos: En primer término, la base física: las tierras y posesiones, es decir la extensión de tierra asociada al cultivo, su extensión y organización en espacios productivos.

En segundo lugar, la infraestructura física, que comprendía el área destinada a las edificaciones, en las cuales se incluían las obras de naturaleza social, como la casa principal de la hacienda, la casa o vivienda del mayordomo o administrador, los repartimientos de esclavos y los buxios o las casas de vivienda de éstos.

En tercer lugar, se observa en estas unidades la presencia de una infraestructura económica que comprendía todas aquellas edificaciones o construcciones destinadas a la producción económica propiamente dicha.

El estudio de la unidad hacienda trapiche comprende el análisis del producto o cultivos de caña ordenados en tablones de distintos tamaños, aunque tendiendo a una medida uniforme. Las herramientas e instrumentos y animales para la carga y tracción. y la base social o mano de obra (esencialmente esclavos negros)

En cuanto a la estructura y funcionamiento de estas unidades de

producción, los patrones esbozados son constantes en casi todas la haciendas de caña dulce durante la época colonial y el siglo XIX, ya sea que se hable de una hacienda con características de ingenio con un alto grado de manufactura, esto al margen de surtir a un mercado local, o de una hacienda-trapiche, clásica, con rasgos artesanales.

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