Revolución del 33 en Santo Tomé, su historia

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El secuestro de septiembre: El “caso García Coni”, como se le conoce, constituye un singular como novelesco secuestro que en la época sacudió a la opinión pública santotomeña en particular y a la provincial en general. El suceso estuvo rodeado de “graves y vergonzosos detalles" conforme el titular de “El Noticioso” de Corrientes (Cap.), medio que en su edición del 24 de septiembre de 1933 reproduce íntegramente el artículo que sobre este asunto publicara en la víspera la hoja “El Pueblo” de Santo Tomé. Juan García Coni y Silvio Nuñez eran dos militares brasileros de Sao Borja, el primero coronel, que se establecieron en la ciudad correntina promediando ese mes de septiembre en calidad de exilados. La policía local, como destaca la prensa, “no los dejaba quietos" y en forma constante, varias veces al día los importunaba, exigiéndoles “nombres y documentos", ello tanto en lugares públicos, como incluso en sus alojamientos, llevando el celo investigador a extremos tales como interrogar por estas cuestiones inclusive a los dueños del hotel “Gramajo”, donde se hospedaban nuestros hombres, con la evidente intención de forzar su desalojo. Si damos crédito a la hoja “El Pueblo”, además de la policía, había otros interesados en el tema. Algunos marineros de la Subprefectura y hasta agentes del Brasil, lo que revela en cuan poco valor se tenía a la soberanía nacional en esta frontera. En efecto, desconocidos se cruzaban “casi a diario en nuestras calles en tren de indagatoria respecto del Coronel y Núñez, y entre éstos es de notarse los militares brasileros do) cuerpo de Provisorios, acantonado en Sao Borja, que se paseaban en grupos y formaciones como de servicio de patrulla, armados y de uniforme (¿?), hasta la víspera del bochornoso suceso”. Como se ve, García Coni y Núñez despertaban excesivo interés por parte de las fuerzas armadas. En circunstancias que para el cronista de “El Pueblo” no están del todo claras, más o menos a las 19.30 horas del sábado 16 de septiembre, mediante un operativo en el que se conjetura estuvieron involucrados un tal Silvio Antunez, aventurero sin profesión conocida y varios otros individuos, se consuma el secuestro del coronel García Coni. La acusación del periódico rosa a dos notorios personajes de la ciudad, Ángel Raggio y el cónsul brasilero en Santo Tomé, Lucio Schiavo, a los que atribuye “vinculaciones con elementos de avería de Sao Borja, cuyos nombres son aquí bien conocidos", en presunta alusión al clan de los Vargas, a quienes el periodista sindica abiertamente como instigadores del hecho. El fin último de García Coni permanece en el misterio. "Se presume que ha sido asesinado, a pesar de la palabra de honor que empeñara el cónsul del Brasil don Lucio P. Schiavo", y después que “el Agente Consular Joaquín Pinheiro re de Sao Borja con Aparicio García, pariente de la víctima” y declarado, aunque sin convencer, que “Coni estaría vivo...en Sao Borja, en poder de las autoridades de allí”. A lo que parece, todos los indicios llevarían a la grave presunción de que los militares podrían haber sido ejecutados en forma “conjunta y solidaria” por argentinos y brasileros, al que no serían ajenas del todo autoridades de ambas ciudades, sospecha que se incrementa si consideramos que, a juzgar por las fuentes consultadas, nadie fue detenido por ello. El periodista de “El Pueblo” quiere ver a alguien preso en este asunto. Escribe exudando ironía. “Conclusión: el señor Barreyro fue “invitado” a concurrir a la Comisaría y no fue detenido en averiguación de antecedentes, como correspondía, a pesar... de las manchas de sangre que fueron vistas en su automóvil, el mismo que, conducido por Silvio Antunez, sirviera para el secuestro; este sujeto no fue detenido, a pesar del pedido de tal providencia telefónicamente formulada al Comisario ... a las nueve horas”... “El señor Raggio (que pasó "tranquilamente” al Brasil) no fue tampoco dete- nido, como debería ser y la espada de Damocles pesa sobre “nuestras cabezas”(?)” se lamenta el periodista y termina: “La presencia del Juez Federal se impone para investigar este gravísimo caso de violación de nuestra soberanía”. Lo fue.

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El secuestro de septiembre: El “caso García Coni”, como se le conoce, constituye un singular como novelesco secuestro que en la época sacudió a la opinión pública santotomeña en particular y a la provincial en general. El suceso estuvo rodeado de “graves y vergonzosos detalles" conforme el titular de “El Noticioso” de Corrientes (Cap.), medio que en su edición del 24 de septiembre de 1933 reproduce íntegramente el artículo que sobre este asunto publicara en la víspera la hoja “El Pueblo” de Santo Tomé. Juan García Coni y Silvio Nuñez eran dos militares brasileros de Sao Borja, el primero coronel, que se establecieron en la ciudad correntina promediando ese mes de septiembre en calidad de exilados. La policía local, como destaca la prensa, “no los dejaba quietos" y en forma constante, varias veces al día los importunaba, exigiéndoles “nombres y documentos", ello tanto en lugares públicos, como incluso en sus alojamientos, llevando el celo investigador a extremos tales como interrogar por estas cuestiones inclusive a los dueños del hotel “Gramajo”, donde se hospedaban nuestros hombres, con la evidente intención de forzar su desalojo. Si damos crédito a la hoja “El Pueblo”, además de la policía, había otros interesados en el tema. Algunos marineros de la Subprefectura y hasta agentes del Brasil, lo que revela en cuan poco valor se tenía a la soberanía nacional en esta frontera. En efecto, desconocidos se cruzaban “casi a diario en nuestras calles en tren de indagatoria respecto del Coronel y Núñez, y entre éstos es de notarse los militares brasileros do) cuerpo de Provisorios, acantonado en Sao Borja, que se paseaban en grupos y formaciones como de servicio de patrulla, armados y de uniforme (¿?), hasta la víspera del bochornoso suceso”. Como se ve, García Coni y Núñez despertaban excesivo interés por parte de las fuerzas armadas. En circunstancias que para el cronista de “El Pueblo” no están del todo claras, más o menos a las 19.30 horas del sábado 16 de septiembre, mediante un operativo en el que se conjetura estuvieron involucrados un tal Silvio Antunez, aventurero sin profesión conocida y varios otros individuos, se consuma el secuestro del coronel García Coni. La acusación del periódico rosa a dos notorios personajes de la ciudad, Ángel Raggio y el cónsul brasilero en Santo Tomé, Lucio Schiavo, a los que atribuye “vinculaciones con elementos de avería de Sao Borja, cuyos nombres son aquí bien conocidos", en presunta alusión al clan de los Vargas, a quienes el periodista sindica abiertamente como instigadores del hecho. El fin último de García Coni permanece en el misterio. "Se presume que ha sido asesinado, a pesar de la palabra de honor que empeñara el cónsul del Brasil don Lucio P. Schiavo", y después que “el Agente Consular Joaquín Pinheiro re de Sao Borja con Aparicio García, pariente de la víctima” y declarado, aunque sin convencer, que “Coni estaría vivo...en Sao Borja, en poder de las autoridades de allí”. A lo que parece, todos los indicios llevarían a la grave presunción de que los militares podrían haber sido ejecutados en forma “conjunta y solidaria” por argentinos y brasileros, al que no serían ajenas del todo autoridades de ambas ciudades, sospecha que se incrementa si consideramos que, a juzgar por las fuentes consultadas, nadie fue detenido por ello. El periodista de “El Pueblo” quiere ver a alguien preso en este asunto. Escribe exudando ironía. “Conclusión: el señor Barreyro fue “invitado” a concurrir a la Comisaría y no fue detenido en averiguación de antecedentes, como correspondía, a pesar... de las manchas de sangre que fueron vistas en su automóvil, el mismo que, conducido por Silvio Antunez, sirviera para el secuestro; este sujeto no fue detenido, a pesar del pedido de tal providencia telefónicamente formulada al Comisario ... a las nueve horas”... “El señor Raggio (que pasó "tranquilamente” al Brasil) no fue tampoco dete-nido, como debería ser y la espada de Damocles pesa sobre “nuestras cabezas”(?)” se lamenta el periodista y termina: “La presencia del Juez Federal se impone para investigar este gravísimo caso de violación de nuestra soberanía”. Lo fue.

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El “asunto" de Octubre: No se habían acallado aún los ecos del secuestro de Coni, cuando otro hecho sangriento conmueve a las poblaciones fronterizas. Exactamente un mes después, el domingo 15 de octubre de 1933 alrededor de las 20 horas, partieron desde el puerto de Sao Borja, doce personas “de la sociedad” incluyendo algunos jóvenes, con la intención de asistir en Santo Tomé a una función del cine sonoro en la sala que se había inaugurado el día anterior. Contaban con el pertinente permiso de las autoridades argentinas para ingresar a puerto en horas de la noche, gestionado -según declaraciones- por el cónsul Lucio Schiaffo o Schiavo. Por eso se llevarían imaginable sorpresa cuando al intentar desembarcar, el grupo fue recibido con un tiroteo por parte de los marineros de guardia en el puerto argentino y no precisamente con balas de fogueo. En efecto, eran aproximadamente las nueve de la noche, cuando el cabo Matías Romero y un marinero, apostados en el lugar, observaron que una lancha de motor se acercaba y con sus faros alumbraba o hacía señales a determinados puntos de la costa, o al menos, eso les habrá parecido, por lo que siguieron siguieron con atención sus movimientos. La embarcación fondeó silenciosa frente al puerto, a cincuenta metros del murallón de la Subprefectura. En mío momento el marinero notó que los tripulantes eran “unos quince, con armas largas y una ametralladora. Les dio la voz alto, orden que los de la lancha respondieron con varios disparos, pero felizmente sin herir al marinero, que se echó al suelo. El bochinche alertó al resto de la guardia. El ayudante Ramírez acudió con un pelotón abriendo fuego con fusiles Mauser, trabándose un nutrido tiroteo “mientras la lancha iniciaba su regreso a Sao Borja". Cuando se hubo alejado la lancha y disipada la humareda los marineros “encontraron” sobre la costa el cuerpo sin vida de uno de los tripulantes. Resultó ser Odón Motta, quien, según declaraciones posteriores “vestía un capote militar y en cuyo poder se encontraron cargadores de ametralladoras”. Este Odón Sarmanho Motta, tal su nombre completo, era sobrino de la esposa del Presidente del Brasil, Doña Darcy Sarmanho Vargas, trabajaba en el Archivo Público de Porto Alegre, y se hallaba pasando sus vacaciones en el lugar. La familia presidencial brasilera se vistió doblemente de luto esa trágica noche, porque en la ocasión también murió el sobrino de Getulio Vargas, el académico de Derecho - cursaba el 3o año- Ary Mesquita Vargas, quien, a pesar de que le faltaban años para recibirse, se desempeñaba ya como Juez Distrital en Sao Borja. La cuestión sin embargo no terminó allí. La lancha que los condujera, denominada “Dos ases” arrastrándose pesadamente, averiada por los disparos y envuelta en una nube de humo, que se agrandaba y tornaba cada vez más densa, por el fuego desatado en cubierta, terminó por incendiarse totalmente a causa del estallido del motor, al atracar en el puerto brasilero. En la circunstancia halló horrible muerte el timonel y propietario, Jorge Rosemberg. Del resto de la tripulación, el que pudo se arrojó al agua. Como invariablemente sucede, lamentables, precisas y fatales fueron las consecuencias; precarias, inconsistentes y contradictorias, en cambio, las explicaciones que se ofrecieron. Si atendemos a la versión de los marineros, no podemos menos que alabar su buena suerte que les permitió salir indemne de disparos efectuados por doce hombres (15 según los marineros) que además tiraron primero; y es de destacar, concordantemente, su infalible puntería que disparando a un bulto de escasos 10 metros de largo, distante unos 50 metros, en la oscuridad absoluta de las nueve de la noche y bajo la lluvia de balas, consiguieron acertar a los tripulantes más conspicuos. Repitieron como letanía que los brasileros venían armados y que fueron ellos que iniciaron el tiroteo. Los testigos, señala “El Noticiero" de Corrientes del 17 de octubre, “coinciden en sus declaraciones de que la lancha venía con gente armada y que la agresión partió de los ocupantes de la misma". A pesar de que el cronista “descuenta como probado” el hecho, surgen dudas. En primer lugar, la fuente no especifica el número de testigos. Amén de los marineros, cuyo testimonio se torna doblemente sospechoso, nos preguntamos cuántas personas se encontrarían en el puerto un

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domingo, noche cerrada y que suponemos fría, como normalmente son las noches de octubre en la zona. La prensa brasilera, por su parte, no menciona en absoluto cualquier existencia de armas en poder de los excursionistas, ni que otro motivo animara el viaje cual no fuese el de asistir a una función de cine. Antes bien, la enjundia de las comitivas compuestas por “personas de representación” y lo gratuito del ataque produjo en la ciudad estampa, “una fuerte impresión”. El periodista de “El Noticioso” investiga por su cuenta y tratando de sonar convincente, manifiesta que “Se ha llegado a establecer que el propósito de los que venían de Sao Borja, era el de libertar a algunos amigos que están presos en Santo Tomé, a raíz del secuestro del Coronel García Coni, (...) ocurrido hace algunos días”. Ante estas aseveraciones nos remitimos a las conclusiones a que arribara el periodista de la hoja “El pueblo” de Santo Tomé, que transcribimos más arriba, como corolario del citado secuestro. Estos antecedentes sirven para ilustrar al lector sobre varios tópicos, a saber: el modus vivendi de una frontera "caliente" de carácter marcadamente sui generis; el esquema de las relaciones de poder que existen en el pueblo y los lazos estrechos que los grupos poderosos mantienen de ambos lados del río, que determina la adopción de posiciones comunes, hasta podría hablarse de cierta complicidad, ante enemigos y conflictos comunes. Innecesario resulta abundar en cuanto a la manera absolutamente discrecional con que se ejercen las funciones públicas y la forma autoritaria y prepo-tente con que se conducen estos “guardianes de vidas y haciendas”, como se escribe en “El noticioso”. Tal vez esto ayude, en alguna medida, a comprender o por lo menos vislumbrar, el estado de espíritu que se habría apoderado de la población santotomeña en cuanto tuvo conocimiento que se preparaba una invasión otra más! desde “la otra banda” y explica a Fortiori, porqué los invasores van a tener escaso y hasta nulo apoyo popular.

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La Invasión. Preparativos: En los primeros días de diciembre, los conjurados comienzan a acopiar armas en las casas de los dirigentes comprometidos, destinadas al futuro “batallón de la ciudad y alrededores". La comunicación con los de Sao Borja se establece mediante jóvenes simpatizantes que atraviesan el río Uruguay, no pocas veces a nado, oficiando de correos, con regresos en el día para no despertar sospechas. Los que se presentan como voluntarios son enviados al campamento instalado en las afueras de la ciudad brasilera, 10 kilómetros aproximadamente al norte, según De Brum, o derivados al vivaque frente a Bompland, al sur de Paso de los Libres, para “cruzar” con Bosch. Del lado oficialista, procedentes de la capital correntina arriba por esos días a la ciudad un grupo de oficiales de policía, guardia-cárceles, a cargo del capitán Ocampo, con la misión de adiestrar a los agentes locales. Son alojados en el Hotel París, ubicado en la actual esquina de Bertrand y Mitre. A pesar de mal armada y de uniformes escasos y raídos, la precaria fuerza policial tendrá una valiente y decidida participación. El 28 de diciembre por la tarde, el jefe de la Subprefectura, Luis Gandulfo acuartela a su personal, cumpliendo expresas órdenes superiores. La policía por su parte, alerta a los vecinos del puerto, situado entonces a las puertas de la ciudad, informándoles de la inminencia de la invasión y exhortándolos a que abandonen sus residencias por el peligro que aquella amenazaba. En consecuencia, los ciudadanos que poseían campos, casaquintas o chacras en las afueras, se apresuraron a abandonar la ciudad, junto a sus familias, por los medios de que disponían. Similar actitud adoptaron las familias de reconocidos partidarios radicales, obedeciendo a distintas motivaciones. Ya porque estaban en desacuerdo con lo que se planeaba (Orega), o porque se hallaban envueltos en la rebelión, como Osvaldo De Brun, que albergó a su esposa e hijos en la casa de su padre. Ese mismo día, en Sáo Borja (BR) Lucas Torres regresaba de una visita al campamento de La Florida, cuando es interceptado en las afueras del pueblo por un estafeta procedente de Paso de los Libres, quien le informa que el Comando había dispuesto el ataque para la madrugada del 29, o sea, al día siguiente. Demasiado pronto. Las reclamaciones del gobierno argentino ante las autoridades del Brasil, tornó insostenible la situación de los exiliados en Uruguaiana y obligó a Bosch a adelantar la invasión. Esta novedad impulsa un cambio rotundo de planes. Tendrían que improvisar. Se resolvió de común acuerdo (Aguirre y Lucas Torres) postergar la invasión por veinticuatro horas, esto es, para la madrugada del 30 -así se comunica al Comando, en Uruguaiana- y reducir a uno los frentes de ataque proyectados, concentrando todo el poder de fuego sobre Santo Tomé. Ello obligaba a dejar fuera del movimiento a los grupos que esperaban en La Florida y Rincón Vermelho, más al norte, como también al contingente que aguardaba en el interior de Misiones, respecto de los cuales se decidió simplemente llamarse a silencio. Por el contrario, se aprovecharían los elementos de Garruchos (situada 30 leguas al norte) que bajarían a engrosar la tropa de asalto sobre Santo Tomé, toda vez que dudosamente serían eficaces allí, dado el poco tiempo disponible. Marcos Fonsi parte en su busca en camión desde Sao Borja ese mismo día 28. Llegado a la ciudad, organizan un “comité" para juntarles, donde no faltó el tradicional asado, bien regado, acompañado de música litoraleña, en un entrevero de vino, guitarras y sapucais, luego del cual son trasladados hasta el campamento situado en el paraje conocido como “La vuelta del río", diez kilómetros al norte de Santo Tomé, adonde arribarían en la noche del 29. Los recibe Aguirre, con sus hombres. Mario Losada y Apolinario Benítez siguieron hasta Sao Borja, para enterarse, pinto a Lucas, el por qué del adelanto de tiempos y variación de planes.