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N.º 292 Félix Barroso Gutiérrez Fernando Herrero Luis Manuel Mediavilla de la Gala José Luis Puerto

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N.º 292

Félix Barroso Gutiérrez ■ Fernando HerreroLuis Manuel Mediavilla de la Gala ■ José Luis Puerto

Actuar, interpretar, es plasmar la expresión poética y mu-sical en una representación única e irrepetible que exteriorizala idea y le añade gestos y detalles. La actuación diferencia alarte verbal de la literatura. En el patrimonio oral esa exteriori-zación sigue el siguiente proceso: se parte de unas creencias(tradición), esas creencias se transforman en expresiones sus-ceptibles de ser transmitidas (creación) y se exponen final-mente ante un público (práctica). Jacobson veía en ese proce-so seis factores fundamentales: un comunicante, un oyente,un código, un mensaje, un contexto o referente y una cone-xión psicológica entre comunicante y oyente. En toda esa evo-lución se utilizan marcos adecuados para la correcta com-prensión de lo que se quiere transmitir (lenguaje común, co-nocimientos tópicos, etc.), pero también se concede gran im-portancia a una imprescindible fidelidad a la tradición que semanifiesta en la elección de determinadas fórmulas de unlenguaje antiguo constitutivas de un código especial, conocidopor los que escuchan. Sobre la base de ese código antiguo estáconstruida una parte del repertorio que cada generación reco-noce como propio. La experiencia de Constantin Brailoiou ensu trabajo de campo es significativa. El musicólogo rumanorecogía en cada pueblo por separado a intérpretes de cadauna de las cuatro generaciones que constituían un grupo depoblación: niños, mozos, adultos y ancianos. Un tanto porciento de canciones representaba el núcleo de temas que cadageneración añadía al repertorio común identitario y otro tan-to por ciento estaba constituido por aquellos temas que todaslas generaciones conocían y aceptaban como “propios” de lacomunidad. El equilibrio entre estos dos repertorios constituíala clave correcta para la conservación y evolución de lo que setransmitía oralmente a través de una puesta en escena.

S U M A R I OPág.

EDITA: Obra Social y Cultural de Caja España.Plaza Fuente Dorada, 6 y 7 - Valladolid, 2005.

DIRIGE la revista de Folklore: Joaquín Díaz.DEPOSITO LEGAL: VA. 338 - 1980 - ISSN 0211-1810.IMPRIME: Imprenta Casares, S. A. - Vázquez de Menchaca, 1, Nave 7 - 47008 Valladolid

Un gran poema épico: “I la Galigo” ................. 111Fernando Herrero

La figura juglaresca de tío Goyo, un arquetí-pico Hurdano.............................................. 114

Félix Barroso Gutiérrez

Actitudes y manifestaciones populares frentea la muerte, en la comarca de “La Peña”(Palencia)................................................... 131

Luis Manuel Mediavilla de la Gala

Motivos legendarios en la provincia de León.Antigua pelea mítica entre el Sol y la Luna 142

José Luis Puerto

UN GRAN POEMA ÉPICO: “I LA GALIGO”

La verdad es que desconocemos muchos de losgrandes poemas épicos que han fijado la leyenday la historia de antiguas civilizaciones. Cuandollega la ocasión de acercarnos a ellos, asombracomprobar su calidad poética, su imaginación ytambién sus coincidencias y homologaciones.Cuando Peter Brook y Jean Claude Carriere pu-sieron en pie la versión escénica del Mahabaratha,la actualidad de esta obra nacida de la tradiciónhindú se hizo visible en la propia sociedad occi-dental. Ahora Rhoda Graver y Robert Wilson nostraen un poema más insólito, el Sureq Galigo,procedente del sur de Sulawesi, Indonesia, quizásel más largo que se ha escrito, más de 6.000 foliosy que hoy parece que sigue dando lugar a versio-nes orales que han modificado los textos origina-les. Es pues, un hecho cultural vivo y no un objetomuseístico, por lo que su presencia en España,aún con pocas representaciones merece un comen-tario desde esta revista que se asoma al folklore,tanto desde el punto de vista historicista y docu-mental, como su proyección cultural y social.

El espectáculo toma el título del personajeprotagonista, tiene una duración de tres horasininterrumpidas y se asemeja a una ópera exóti-ca, música y canto original en directo, con pocotexto hablado y una preponderancia de la danza,en una plasmación imagénica brillantísima y unacodificación gestual muy específica. Los intérpre-tes son todos indonesios y por ello no se da elmestizaje, el espléndido mestizaje actoral del es-pectáculo de Brook, y la sensación de autentici-dad es absoluta, aún tamizada por la estética pe-culiar de Robert Wilson, que se integra o integrasegún quiera verse, la muy diferente de un paísasiático prácticamente desconocido en el terrenocultural. Cuatro años han transcurrido para po-ner en pie este poema épico y darle sustancia tea-tral. En todo caso un empeño extraordinario dig-no de admiración.

El recibimiento de “I La Galigo” en España hamostrado lo que tantas veces hemos detectado, laimparable decadencia cultural que es incapaz deseparar y distinguir lo excepcional de lo simple-mente aceptable e incluso francamente mediocre,en un juicio que como Claude Magris apuntabaen “El País”, parece aceptar que todo es inter-cambiable. Son curiosas las reflexiones que hanescrito competentes críticos sobre el aburrimien-to o el cansancio que experimentaban ante estastres horas de ritmo lento y cadencioso, en una es-

tética no dominada del todo por el espectador, ymucho más preocupantes cuando crean un sín-drome en el público al referirse a la ausencia dedescanso como medio para evitar la huída de losespectadores. Es una forma de demostrar pocorespeto a éstos tanto como a los artistas e inclusoal propio comentarista. La fascinación del espec-táculo es total y no sólo desde el puro esteticismoformal, sino también derivada de la historia quese cuenta y de la dramaturgia que expresa unaserie de conflictos que surgen de ella. Limitar “ILa Galigo” a la pura belleza es ignorar todo lo an-cestral que se va creando con calor y temperaturamuy lejanas de la frialdad de la que se ha acusa-do al montaje. Creo que esta visión escénica de laepopeya indonesia es uno de los trabajos mássentidos de su director. Escenas tan geniales co-mo la de los gemelos en el vientre de la madre al-canzan un grado de emoción que consigue eso tandifícil del soplo poético que llega a los sentidos yal propio espíritu.

Como es lógico fue necesario hacer una selec-ción entre las escenas del caudaloso poema. Enesta cosmología existen tres mundos, el superiory el subterráneo, habitados por los dioses, y elmundo medio “Reino de los seres ordinarios y dela realeza de sangre blanca descendientes de losdioses”. El espectáculo nos muestra este mundomedio desde su inicio hasta el cambio, su deca-dencia, su caída, y su renacimiento esta vez sinque los dioses intervengan. Un prólogo y un epí-logo entre los cuales se introducen diez escenasque muestran las vicisitudes de los gemelos, Sa-wérigading y Wé Tenriabéng, nombres asaz difí-ciles. Se aman desde antes de nacer pero no po-drán unirse, el incesto es un tabú, aunque sí loharán sus hijos al final de la saga. El desarrollode estas escenas se hace muy comprensible por-que existe una vertiente de cómic exótico, comoen el fondo lo son todas las leyendas, con episo-dios fantásticos e imaginativos, que la puesta enescena clarifica de forma magistral.

Todas las sagas tienen connotaciones homolo-gables, incluso las que han surgido desde la ima-ginación de escritores como Tolkien. El Anillo,por ejemplo, como representación del poder ensus aspectos positivos y mucho más en los negati-vos. La tetralogía wagneriana tiene el nombre co-mún de “El Anillo del Nibelungo”, y en esta epo-peya indonesia llega a poder resucitar a losmuertos. Curiosa significación la de este pequeño

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Fernando Herrero

objeto que se mantiene a través de los siglos, in-cluso en la ritualidad cotidiana, como signo de in-tercambio de amor y fidelidad que todos los cón-yuges occidentales asumen en el matrimonio reli-gioso y en el civil.

El tema del incesto es asimismo recurrente.Wagner hace de los gemelos Sigmundo y Siglindelos personajes más bellos de la tetralogía que cul-minan su pasión con todo el conocimiento de suorigen. El autor, muy a pesar suyo los castigaaunque de la pareja nazca el joven héroe Sigfridoque caerá en la trampa preparada por el hijo delNibelungo. El incesto no puede ser aceptado, in-cluso en estas circunstancias. En Wagner se con-suma y por ello tienen que desaparecer los infrac-tores. Una de las incógnitas fundamentales de es-ta epopeya que siempre está de actualidad. En “ILa Galigo” los gemelos no llegan a hacer el amory buscan otras alternativas siendo tan importan-tes las del hombre como las de la mujer. Se pro-ducen otras historias dramáticas dentro de laglobal y una guerra destruye a casi todos los per-sonajes aunque el anillo permite la resurreccióny en cierta forma una especie de redención quecumplirán los hijos. El sueño de los padres se ha-ce diferente y más humano y por ello los diosestienen que partir y alejarse del futuro de éstos.

En la epopeya o el poema épico como quierallamarse hay también muertes, luchas sin cuar-tel, invenciones de todo tipo y la presencia de unárbol en el que se deposita toda la sabiduría delmundo. Otra vez la naturaleza, coadyuvante enparte pero sufriendo la agresión que supone aba-tirlo. El futuro, en todas las epopeyas no puedeadmitir estos ataques contra la naturaleza y porello el mundo existente tiene que cambiar. Latransformación del árbol en un barco, originaigualmente la del mundo medio y la posteriorconducta de los hombres.

Todo está contado en “I La Galigo” con una ri-ca y paradójica sencillez. Desde la fijación deltexto y su estructura secuencial a la utilizaciónde los signos de la representación, los años detrabajo consiguen algo muy importante como esla consecución de un continum armónico en elque se va intercalando los episodios individualesy los colectivos en una especie de eterno retornoen lo que puede considerarse la esencia de la hu-manidad. En Indonesia, en la India, en los paísesnórdicos o en los latinos, en todo el mundo lasgrandes leyendas unen a su componente mítico lapercepción de un humanismo que puede llegar ala utopía. En el Mahabaratha de Brook, el finalproyectaba una reconciliación de los antiguosenemigos, en un estadio después de la muertedonde se encontraba el Dharma que podríamosdefinir como la comprensión de lo irracional y lavuelta al estado primitivo de comprender a los

otros. Incluso la obra wagneriana concluye con laposible redención por el amor que configuraríaun mundo nuevo. La realidad es mucho menosoptimista. El mundo está cuarteado, las diferen-cias entre las potencias desarrolladas y los esta-dos de África y Sudamérica por ejemplo se agran-dan cada vez más, como la diferencia entre lospobres y los ricos, que potencia además los fana-tismos religiosos. Hambrunas, masacres, irracio-nales luchas tribales, emigraciones en condicio-nes ínfimas de seguridad con una lista de muer-tos que se acrecienta cada día, agresión a la in-fancia, desde todos los puntos de vista, prostitu-ción obligada y un etcétera muy largo. El SureqGaligo es, a este respecto mucho más abierto ygeneroso en su visión global de la humanidad.

El conocimiento de este poema épico en suversión escénica, potenciación de la luz en esasimágenes que sólo su realizador es capaz de con-seguir, armonía entre el canto, la danza y el ges-to, debería estimular la multiculturalidad, enten-diendo este concepto de forma muy diferente a laque muchos consideran como mezcla caprichosaque puede destruir las raíces de lo propio. Muy alcontrario su verdadero sentido parte precisamen-te del respeto y enriquecimiento de lo autóctono,al tiempo que se reconocen las virtudes de otrascivilizaciones, encontrándose muchos puntos encomún en estéticas en principio dispares. Por es-ta razón espectáculos como el que comento o elúltimo de Bartabás con sus caballos y monjes ti-betanos son fundamentales para comprender estefenómeno. El Forum de las Culturas de Barcelo-na, finalizado entre la polémica, fijada en el nú-mero de visitantes o en las posibles especulacio-nes inmobiliarias, no muy aclaradas por cierto,ha tenido su punto más positivo en esta proyec-ción de la diversidad de las culturas, de la necesi-dad del desarrollo sostenible y el respeto a la na-turaleza, de la superación de los cotos cerrados,tanto en la política y la sociedad como en la cul-tura. El desprecio por lo diferente sigue siendodifícil de superar, lo que no deja de ser absoluta-mente lamentable.

Algunos de los grandes creadores en las diver-sas artes escénicas, han incidido en esta búsque-da de lo exótico de las claves técnicas y estéticasde otras culturas, buscado su integración, de laque han surgido obras maestras de la escena,tanto en el teatro dramático como en el ballet o laópera. Incluso en la gastronomía, Ferrán Adriá,el chef de moda desde su ya emblemático “El Bu-lli”, ha expresado más de una vez su gran admi-ración por la cocina oriental y algunas de las ex-quisiteces que forman sus menús tienen algo queagradecerle.

La cultura que se abre es rica, plural y poten-cia además lo propio, y al tiempo, desde su auten-

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ticidad, se universaliza. A veces he puesto elejemplo de un escritor, castellano hasta la cepa,con sus historias datadas en espacio y tiempo,Miguel Delibes que ha trascendido idiomas y civi-lizaciones muy diferentes.

Producir y estrenar, como así ha sido en la es-pléndida programación del Teatro Español deMadrid, obras como “I La Galigo”, es una apuestafranca, por una cultura abierta en nada superfi-cial o mimética que prescinde de posturas de su-perioridad y que bebe humildemente en fuentesajenas. La preparación de estos espectáculos épi-cos no sólo supuso una labor larga de mesa y en-

sayos, sino que propició una serie de viajes paraque los integrantes artísticos, supieran de lasotras civilizaciones. En el montaje de Brook no sepretendió sustituir las raíces del teatro hindú si-no ofrecer una visión en cierto aspecto mestiza.En “I La Galigo” el talento y la creatividad de susresponsables occidentales, asumió la dirección deuna serie de actores, músicos y danzantes indo-nesios que nos ofrecieron lo mejor de su arte. Asíel espectáculo trascendió este concepto y puedeconfigurarse en un paso decisivo para esta inte-rrelación folklórica y cultural que puede ayudardecisivamente a la comprensión de los pueblos.

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La figura juglaresca de tío Goyo, un arquetípico hurdano

“A Julio Camarena, a quien la parca lo acu-chilló recientemente”.

“A tío Goyo “El Farra”, hurdano, cuya voz capi-taliza este trabajo”.

Conocí a Julio Camarena en el breve espaciode una jornada. Sabía de él por los muchos traba-jos que había hilvanado en torno a los cuentos detradición oral, de cuya temática era, sin lugar adudas, uno de los mejores especialistas –por nodecir el primero– dentro del mundo hispánico.Acudió a la alquería hurdana de La Horcajada encompañía de mis dos buenos amigos José LuisPuerto Hernández y Antonio Lorenzo Vélez, cono-cidos investigadores de la cultura tradicional ycolaboradores en la Revista de Folklore.

Fue un primero de noviembre, cuando un nu-trido grupo de montañeses de Las Hurdes cele-bran por todo lo alto los mitos y los ritos de “LaCarvochá” entre las destartaladas viviendas pi-zarrosas de La Horcajada, o “La Jorcajá”, comodicen los lugareños de la zona. En aquella fiestasingular, donde se festejan a las ánimas con anta-ñonas manifestaciones y alegres algazaras al sonde la gaita y el tamboril, tuve el honor de saludara Julio Camarena. Su humildad y franqueza sal-taban a la vista. Su espíritu abierto y campecha-no le llevó a confraternizar rápidamente conaquellos hurdanos y hurdanas que, procedentesde diversos puntos de la comarca, se habían con-centrado en aquella aldea para “festejá a las pro-bitas ánimas”. Enseguida echó mano a su graba-dora y, en ella, se fueron metiendo los cuentos dePablo, el de Las Erías, o los de Teófilo y Flora, dela alquería de Cambrón; los de Ricarda, Horten-sia, María Crespo, Avelina y Antonio “El Ture-les”, de aquella otra alquería de Aceitunilla; losde tío Jesús “El Choto”, de La Fragosa; los de tíoMingo y tía Laudi, de El Cerezal; los de tío PedroAlonso, Serafín, Aurora y Araceli, del caserío deAsegur; los de Paulino “El Concha”, de la aldeade La Dehesilla…, los de tantas y tantos habitan-tes de estas serranías hurdanas que han conser-vado, a lo largo de los siglos, una importantísimacultura oral, sin que ellos la valoraran con la su-ficiencia que precisaba, o incluso, guardándoselapara sí y llevándosela a sus tumbas porque pen-saban que, si la desvelaban, podrían ser el haz-merreir del auditorio. Cultura que, por otro lado,ha sido puesta en “cuarentena” por ciertos santo-nes y popes que se arrogan el derecho de ponervetos y cotos a quienes desean incursionar en elcampo del romancero, del cuento o de los mitos yleyendas, eruptando con groseros chistes o textossobre papeles impresos.

Julio Camarena tuvo la gentileza de realizar,con su sabia pluma, los comentarios pertinentesa los cuentos de tradición oral que, a lo largo deun buen puñado de años, habíamos ido recogien-do por las diferentes villas, lugares y alquerías dela comarca hurdana. Julio consideraba al corpusde cuentos hurdanos como una de las coleccionesmás prestigiosas, por no decir la primera, decuantas se habían vertebrado en el mundo hispá-nico. No obstante, todavía sigue ahí, inédita, sinque las instituciones públicas extremeñas la ha-yan sacado a la luz. Y nadie duda de que, con su

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Félix Barroso Gutiérrez

Tío Goyo. Fiestas de la alquería de La Huetre. Noviembre, 1987

publicación, se enriquecería enormemente el ba-gaje de literatura oral de la comunidad de Extre-madura.

El otro personaje al que también le dedicamosestas líneas, es Gregorio Martín Domínguez, co-nocido cariñosamente como “Tío Goyo el Farra”.Su apodo es bastante significativo. Ya no está connosotros. Se nos fue para otros barrios en la efe-mérides de Nuestra Señora de la Esperanza delaño 2000. A tío Goyo lo conocí a principios de ladécada de los ochenta del pasado siglo XX, cuan-do me incorporé, apenas terminados mis estu-dios, a las correspondientes tareas educativas enel Hogar-Escolar del pueblo hurdano de Nuñomo-ral. A raíz de aquellas fechas, fueron cientos devivencias, de anécdotas mil… las que viví en com-pañía de este zalamero y viejo sacristán, que porsacristán, no podía por menos que guardar en surecámara esa tradicional socarronería y cazurro-nería, no exenta de aguda picaresca y aderezadacon aires juglarescos y de estrafalario bufón decaminos y veredas. Tío Goyo era uno de los últi-mos representantes de una casta de hurdanos acaballo entre un Lázaro de Tormes y los clásicosalbardanes, de aquellos que, en otros tiempos,amenizaban las tertulias matanceras en las ca-sas pudientes de la “Reonda de Ciá Rodrigu” (de-marcación salmantina de Ciudad Rodrigo) y deotras partes de Castilla y Extremadura. Genteque, por la cuenta que les tenía, almacenaban unsinfín de cuentos y leyendas, coplas y romances,ensalmos y oraciones, refranes y frases prover-biales, adivinanzas y trabalenguas, supuestos in-geniosos y trucos variopintos… con los que entre-tenían al auditorio, recibiendo a cambio sustan-ciosos estipendios, sobre todo a base de productosmatanceros. Decíase que estos gentilhombres deplacer traían en sus caballerías más chacina quelas que ellos mismos hubieran obtenido en casode haber realizado la matanza familiar. Muchasveces, bajo la capa de “pidiórih” (pedigüeños), ha-ciendo valer sus artes de histriones, también seganaban holgadas soldadas, rematando la faenacon el típico retintín, cantado solemnemente:

Y aquí s’acaban los cuentosy aquí s’acaban los cantes;argo queda en las arfojas,Cristo y la Virgen lo saben.Me den un cachu e tocino,me den dos o tres reales.Me den un cachu e tocinopa untarme los paladares.Me den siquiera un realpa que siga más alante.Yo con ustedes me quedopor la gracia de Dios Padre.Dios les dé mucha salúy a mí me quiten el hambre.

No perteneció Tío Goyo a la casta de los “pidió-rih” en el sentido en que se entiende en la comar-ca de Las Hurdes, aunque esporádicamente, enciertas épocas de siega por terruños extremeños ocastellanos, tuvo que hacerlo cuando no salíanamos que contratasen a la cuadrilla de segadoreshurdanos en la que él se integraba. Tío Goyo, consu característico desparpajo, se las apañaba parasacar de comer para toda la cuadrilla mientrasestaban de brazos cruzados. A veces, si llevabalos instrumentos encima, pues era un consumadotamborilero, daba las gracias con unos floreadostoques, o se arrancaba por fandanguillos (era todoun maestro en este arte), o componía, al paso,una “relación” que viniera al caso. En ese asuntode las “relaciones” (versos romanceados inventa-dos por el personal para tal o cual ocasión), tam-bién descollaba en la comarca. Recuerdo su enju-ta imagen, encaramada sobre una mesa de esta oaquella taberna, declamando a pelo las trovas delos pueblos hurdanos, que tantas risas suscitabanentre los que le escuchaban y por cuya recitaciónera convidado sobradamente a tabaco y vino. Hoy,al volverse la gente más “europea”, con el consabi-do comedimiento y recato que ello lleva implícito,se teme hacer el ridículo si, en tascas y mesones,se canta o se declama públicamente. Las viejastabernas se han trocado en modernas cafeterías,donde suena el hilo musical o ritmos foráneos, yya no invitan a que cantaores y rapsodas localespuedan exhibir sus buenas artes. Últimamente,hemos comprobado como, en ciertos bares, hanmandado callar al tamborilero o al que desgrana-ba unas coplas porque había quiénes estabanclipsados en la caja tonta, amuermándose con elfútbol o con otras telebasuras. Asistimos pues, a

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Cuatro tamborileros hurdanos. De izq. a der.: “Tío Mingo”, de laalquería de El Cerezal; “Tío Goyo”, de Nuñomoral; “Tío Manuel elCano”, de El Cerezal y “Tío Jesús el Choto”, de la alquería de LaFragosa. Fiestas de Nuestra Señorina, en El Cerezal (agosto, 1988)

un cambio de funciones de los establecimientos decopas, al menos en lo que al medio rural se refie-re. La homogeneización urbana y europea invadelas más recónditas aldeas, cubriendo de gris lascoloristas manifestaciones etnomusicológicas delpueblo y eliminando atropelladamente figurastan arquetípicas como la de tío Goyo.

A través de la palabra de Tío Goyo queremoshomenajear la memoria de Julio Camarena y, asu vez, por nuestra parte, rendir a ambos el aga-sajo que se merecen, cálido y sencillo, eternamen-te entrañable. Por ello, sin más dilación, dejamosque Tío Goyo “El Farra” nos desgrane aquelloscuentos y leyendas que, con su peculiar gracejo,nos fue hilvanando una neblinosa y fría tarde denoviembre de 1989, al amor de la chimenea, iri-sada de escarlatas por la combustión de las cepasde brezo, de la taberna de Tío Práxedes Rubio, unquijotesco cantinero de la alquería hurdana deAceitunilla, del que ya hablaremos algún día.

No pretendemos realizar estudio filológico, fol-klórico o antropológico (por el momento) de talescuentos y leyendas. En esta ocasión, simplementevamos a plasmarlos en estas páginas, tal y comoaparecen en la cinta, siguiendo el orden por elque fueron saliendo de la desdentada boca denuestro amigo Gregorio Martín. Como tratamosde un homenaje, no consideramos oportuno enre-darnos ahora en disquisiciones de gran calado.Queden, pues, cuentos y leyendas desnudos de to-do ropaje científico y sirvan de maternal arrullo alas ánimas de Julio y Goyo, que a lo mejor andanretozando por desconocidas galaxias.

Reseñamos que los textos han sido transcritoscon las connotaciones dialectales de la comarcade Las Hurdes, que en el concejo de Nuñomoral,donde había nacido tío Goyo una Nochebuena de1922 (el año en que el rey Alfonso XIII visitó LasHurdes), tienen clara influencia de las hablas as-tur-leonesas. Lógicamente, no existen grafías pa-ra representar a ciertos sonidos. Por ejemplo, la“s” a final de palabra y entre vocal y consonantese aspira, pero aunque algunos transcriben talaspiración como una “h”, nosotros, a fin de facili-tar la lectura, la hemos mantenido como en caste-llano. Al final de este trabajillo, insertamos unapéndice con las características dialectales mássobresalientes.

LA HIJA QUE CRIÓ AL PADRE

“Mire usté: como esto, Las Jurdes enteras, fuetierra de moros, resulta que los moros, en una deaquellas contiendas que tenían con los cristianus,cogieron presu a un jefi de las fuerzas cristianasy lo llevarun presu a las mazmorras de Granadi-lla, que, como usté sabe, fue cabeza de la juris-

ción de todo estu. Lo tuvon allí presu y le dijonque no le daban ni un rescañu de pan pa comémientras no les dijera ánde tenían la fábrica dearmas los cristianos. Es que, mire usté, pol lacuenta los cristianos tenían montá una fábrica dearmas en El Gasco, en las sierras del Gasco, queentodavía quedan allí los mocos de hierro, las es-corias de aquella fábrica, ande hadrían los caño-nes y las armas que habiera en aquel entonce,que traían el hierro de la parti de Los Casares, deun sitiu que le llaman “El Valli Jerrumbiá”. Lesdecían ellus, los moros:

– Mira, si mos descubres ánde tenéis la fábricade armas, te damos de comé lo que quieras, peromentras no mos lo digas, no te daremus ni un res-cañu de pan, que te vas a morí de desecación.

Pues, mire usté, aquel jefi de los cristianos te-nía una hija, que había dao a lú hacía poco, y losmoros, pol la cuenta, la dejaban entrá tres vecispol semana a vel a su padre. Cada vé que entrabaen las mazmorras, pues cumu tenía mucha lechien los pechos, que estaba criandu, pues le dabade mamá a su padre, hasta que se jartaba. Asínque anque al padre no le dieran de comé, ni unrescañu de pan, él se alimentaba bien alimentaucon la lechi de la su hija. Los moros, claro, decíanque aquellu era un milagro, que no podía sé queresistiera tanto sin comé y que no endelgazara,que el hombri estaba relucienti y colorao. Dierunen pasá los días y, ¿sabe usté?, fue el jefe moro ymandó que se presentara a su presencia la hijadel preso. Le dici a la hija:

– ¿Cúmu es que su padri de usté aguanta tan-tu tiempu sin comé ni bebé en las mazmorras? Al-gún secretu habrá, digu yo; asín que mos lo digausté.

Le dici la hija:

– Si me prometéis que sacáis de las mazmorrasal mi padre, vos digu el secretu.

Con que le dici el jefi moro:

– Esu está hecho.

Sacarun al presu de las mazmorras y fue ellay mandó que se ajuntaran tós los jefes moros enel salón prencipá del palacio, y cuandu estabantós arreuníos, va y les dici:

– Primero, fui hija;dispué, fui madre;ateté un hijo ajeno,marío de mi madre.

Tós se quedarun sin sabé que dicí. Y le dici eljefe moro:

– A vé, mos lo expliqui usté de otra forma, queno le cogemos la gracia al acertaíju.

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Fue ya y les dio las explicaciones y, mire usté,ya todos cayerun en la gracia. Con que fue el jefemoru y dici:

– Mu bien, como es usté tan lista, se ha ganaoque su padri quede en libertá, libri pa siempre. Yahora, si usté quiere, pues me ofrezcu en matrimo-nio, que una mujé tan lista como usté es la que yoandaba buscando.

Y, ¿sabe usté?, como ella había enviudao, por-que el marido había muerto en la guerra, cogi yle dici:

– Bueno, me caso con usté a condición que cojatodas las tropas y nos vayamos pa Morería, queesti terreno es de los cristianos y se lo tienin quedejá a ellos.

Y asín fue como los moros se fueron de Grana-dilla y de estos pueblos, que se fueron pa More-ría, y ella se casó con el jefi moro y, por lo vistollegó a ser una reina mora de las más principalesdel África”.

EL ZAPATERO Y LOS ESTUDIANTES

“Estu fue la vez que estaba un zapateru arre-glando zapatos, que estaba con la cuchilla zapa-tera cortando las suelas, y había allí en la calle–¿sabe usté?– un burro que estaba haciendo sus

necesidades, o sea, dichu pronto y mal: que esta-ba echando un buen avío de cagajones por el sie-so. En esto, que llegan allí unus estudiantis, y vael zapateru, haciéndusi el listo, y les dici a los es-tudiantes:

– Estudiantes que estudiáisen los libros sabijondos,¿dicirmi por qué caga el burrolos cagajones cuadraostuviendo el culo reondo?

Va entonces un estudianti, de esos estudiantestunos, va y le dici:

– Porque en la tripa del sieso,ande la mierda se para,hay un zapatero cojoque echa mano a la navajay los cogi con las manosy allí mismo los escuadra.

Entonce –¿sabe usté?–, el zapatero, que eracojo, se metió corrío de vergüenza pal tallé. Sepensaba él que se la iba a pegá a los estudian-tis…; los únicos son éstus”.

LA ZORRA Y EL LOBO

“La zorra siempre es más lista que el lobu. Mi-ri usté lo que pasó una vé. Pues diban la zorra yel lobu por la nochi por esos mundos, y llevabanun hambri atrasá de sieti semanas por lo menos.Ahora, ¿sabi usté?, la zorra vio un charco en elrío, de esus charcos de aguas parás, que estaballeno de pecis, y daba el refleju de la luna en elagua. Dici la zorra:

– ¡Quién pudiera atrapá los pecis!

Y mire usté lo que ideó la mu puta. Le dici allobu:

– Compadre, mirá qué queso hay ahí en elagua del charcu.

Y el lobu, cumu es medio mogón, creyó que erade verdá un queso, y era la luna que se reflejabaen el charcu. Dici el lobo:

– Sí, debi está mu bueno, pero… ¡a ver cómohacemos pa cogerlo, que está en mitá del jundóndel charco!

Le dici la zorra:

– Mira, compadre, tú métite en el charcu y tevas bebiendu el agua, hasta que ensequis el char-co, y aluegu ya te puedis comé el queso.

Fue el lobo y, como un bobo, empezó a bebéagua, venga a bebé agua… y dicía:

– Comadre zorra, que ya no me cabi más aguaen drento, que estoy a jinchapelleju de tantu bebé.

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Tío Goyo declamando una de sus “relaciones”. Nuñomoral, 1989

Y le decía la zorra:

– Pues sal para fuera y méala y, aluegu, vuelvia bebé más.

Con que el lobu venga a bebé y venga a meá, ysigún abajaba el nivel del charcu, pues la zorra leiba echandu el guanti a los pecis y se los iba man-ducandu. Se los fue manducandu hasta que nodejó ninguno, y el lobu a lo suyo: bebé y meá, y yafue –¿sabe usté?– y ensecó todo el charco. Ahorafue la zorra y, sigún andaba el lobu afaenao, fue yle untó el culo, se lo refregó con esa yerba jabone-ra (¿sabe usté lo qué esa yerba? Pos es la yerbajabonera, que la restriegas en el agua y sali espu-ma mantecosa). Se lo untó bien untao la tía joía,y va el lobu, ya que había acabao y que no veía elquesu po parti ninguna, y va y dici:

– ¿Pos y el quesu, si no está en el jundón delcharcu?

¡Cúmu iba a está! Si ya estaba el charcu secu,ya no se refrejaba la luna en el agua. Dici el lobu:

– M’has engañao, comadre.

Dici la zorra:

– ¡Cúmu te iba a engañá!, pos si t’has zampauel quesu comformi ibas bebiendo el agua del char-cu, que te sali hasta por el siesu de tantu cumuhas comío.

Fue el lobu y se tocó el culo y se tentó la tripadel cagalá, y fue y cogió un puñao de la espumade la yerba jabonera y fue y la golió, y fue y dici…Como es tan bobu y tan inocenti, fue y dici:

– Cierto es que me lo comí,que me sali hasta por el sieso,y bien ciertu esque me güeli a queso”.

LA ESQUILA DE LAS ÁNIMAS

“Eso, –¿sabe usté?– fue un acontecé ciertu, cu-mu la luz del día. Es que –¿sabe usté?– por estospuebros nuestros se acostumbraba antiguamenti asalí por la nochi a honrá a las ánimas benditas, yse diba tocandu una esquila, que era la esquila delas ánimas. Ahora se había muertu un vecino en elpuebro, que no era ningún santu, no, que l’habíadau a la mujé una vida de calvario, y le tocabaesa semana salí a la mujé del difuntu con la es-quila de las ánimas. Dici ella –¿sabe usté?–:

– Yo no salgu, que yo no tengu motivos pa hon-rá el ánima de mi maríu, que me ha dau una vi-da perra.

Y fue y no salió la nochi que le tocaba. Ahoraestaba ella dormía, y fue y sintió –¿sabe usté–que tocaban la esquila de las ánimas. Se quedó

en un suspiro y cogió y se levantó de siguida y fuea ansomalsi a la puerta, y por poco no se mueredel susto. Es que –¿sabe usté?– vio que la esquilaandaba sola por el aire, que diba repicandu sola,y detrás venían unus cuantus en procesión deánimas, con las sotanas blancas y las velas en lasmanos, que eran ánimas que andaban penando.Antonce, –¿sabe usté?–, cayó en la cuenta y, de si-guida, se presinó, se santiguó y echó la oración delas ánimas:

Ánimas que váis penando,por estos santos disiertos,encomendarme a mi marido,que tres días lleva muerto.

Dicien que fue tó uno: encomendá al su mari-do y de siguida desaparecé la procesión de lasánimas, y la esquila se quedó aposá en un poyoque había allí a la su puerta. Antonce, tomó ellala esquila y ya siguió dandu la vuelta por el pue-bro, hasta que le dio las tres vueltas que habíaque dar. Se dio de cuenta ella que aquello habíasido un aviso de arriba, y maldito que ya se volvióella a tumbá en la cama cuandu le tocaba dir deanimera en el puebro. Esto que le cuento aconte-ció, por la cuenta, en Las Mestas, y como cosacierta siempri lo contaron”.

EL HUESO DE LAS ÁNIMAS

“De las ánimas –¿sabe usté?– se cuentan mu-chas cosas, que es como cosa de respeto. Mi padre–Dios lo tenga en la gloria– me contó muchas ve-ces que aquí, en esti puebro de Nuñumorá, habíauna jornera, que era una señora que tenía unhorno, y esti horno estaba ande ahora tiene la miMacu, la que está casá con Rubén el del tío Vi-cente, el bar. A lo que voy: que esta jornera, comotenía que aprepará el horno, encenderlo y, en fin,

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Tío Goyo “zamarreandu” las castañuelas en los antruejos (1990)

esas cosas, pues tenía que madrugá mucho, pa te-nerlo todo a puntu pa cuando vinieran a amasá elpan los vecinos. Ahora –contaba mi padre, que enpaz esté– una mañana, antes de ser de día, se le-vantó la jornera y fue a encendé el hornu y se l’ha-bían acabau las cerillas. Y di que vio como un res-plandó como de lumbri por la rajandija de la puer-ta. Dici:

– Parece como si habiera lumbri en la calli; mevoy a ansomá a vel.

Pescó –¿sabe usté?– y salió de puertas afuera, yallí se encontró con la procesión de las ánimas. ¿Yqué era aquel resplandó? Pos el refreju de las ve-las que llevaban ancendías las ánimas. Dici ella:

– Voy a pidirli lumbri a esas señoras que lle-van las velas encendías.

Ella, claro, no se dio de cuenta que eran lasánimas, que si s’habiera dau de cuenta, no habríasalío pa la puerta afuera, que a las ánimas, cuan-du van en procesión, no hay que molestarlas paranada, que se tieni unu que arretirá de su camino ymetersi pa endrentu casa. Coge ella –¿sabe usté?–y fue y le pidió fuego a la primé ánima que iba.

– ¿Me da usté fuego, señora?

Y dici que le contestó:

– Detrás vendrá quien te la dará.

Asín le fueron diciendu todas las ánimas, has-ta que llegó ya a la última. Vuelvi ella y le pidilumbri:

–¿Me da usté lumbre, pol favó?

Cogi el ánima y le dici:

– Toma, pero no apaguis la vela aunque hayasencendío el horno.

Se metió pa casa y ya –¿sabe usté?– fue y an-cendió el horno. Dici:

– Huy, qué vela más rara, si pareci un huesoancendío.

Y es que era un hueso de difunto, que las áni-mas lo ancienden por la punta, al modo de unavela, y con ellos se van alumbrando en las proce-siones que hacen por las noches. Cogió, ancendióel horno y, dispués, cogió y apagó la vela –o mejódicho, el hueso–, y lo tiró pa endrento un arca.Ahora, al cabo el ratu, fue a buscá al arca la yel-da, que se echa en el pan pa que fermenti, ycuando abrió el arca –¿sabe usté?–, se dio un sus-to de muerte, que ande había puestu el hueso delánima, estaba un brazo entero, de una persona, yvio ella que en un deo tenía un anillo, y lo recono-ció de siguida, que era el anillo que gastaba sumadrina, que se había muerto hacía aproximada-menti cumu una semana. Cogió entonce y, cayen-

do en la cuenta, se echó pal cuello unas sartas depiedra que se ponían antis pa esconjurá a los ma-los encuentros, que contaba mi padre –Dios lotenga en la gloria– que había quien iba a buscáesas piedras pa la Peña de Francia. Y las tuvu tóel día puestas aquellas sartas. Bueno, pues yallegó al desotru día y, como de costumbri, se le-vantó a ancendé el horno, antis de ser de día. Es-taba metiendu la fusca pal hornu, cuando sientique tuntunean a la puerta. Va a abrí y se encon-tró con el ánima que l’había dau la lumbri. Le di-ci el ánima:

– Vengu a que me des la vela, que no puedualumbrarme porque me falta un brazu.

Cogió ella y fue al arca y cogió la vela –amos,el hueso–. Cogió y se lo fue a dar, pero cuandu selo diba a dar, cogió el ánima y la sujetó con fuerzapor la muñeca, y le dici:

– ¿Por qué apagaste la vela? Yo soy la tu ma-drina y me tenías que habé estao alumbranduhasta que yo viniera a recogé la vela; asín queahora te vendrás conmigo, que hoy mismo estarásdifunta.

Cogió y la empezó a estirá por la muñeca, paque se fuera con ella, pero se dio de cuenta el áni-ma que no podía, y era porque tenía al cuello lassartas de la Peña de Francia. Coge y le dici:

– De buena te has librao, que si no es por esassartas, tú ya no volverías a encendé más vecis elhorno”.

EL PANAL DE MIERDA

“Estu fue que una vez (que estu pasó pa’í paLadrilla, que hay muchos cormeneros), y fue queunu fue a robá miel a un cormená, que tenía ga-nas de miel –¿sabe usté?– y fue a un cormená arobá la miel. Andaba en ello, cuandu dan en venílos cormeneros, que venían a castrá las corme-nas, y antonce él pesca y se metió pa endrento deun corcho, de esos corchus de las cormenas. ¡Chi-cu debía ser el hombre, pos pa cabé en un corchu!Pero esti es el cuento y, bueno, se metió en el cor-chu, y llegan allí los cormenerus y tuntunean elcorchu… Dicin:

– Esti casi no se da movíu. Debi de tené unazurra de miel…

Antonce –¿sabe usté?–, el otro estaba zurraítode miedo, y del cerullu que tenía, se hizo sus nece-sidades las patas abajo, endrento el corchu, que leentró una cagueturria negra iguá que la miel deencina, y ya dio en salirsi la cagueturria por la ba-jera del corchu. Va uno de los cormeneros y dici:

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– Huy, cumu está esti corchu de cargao, quehasta se le sali la miel pol debaju.

Cogió y untó el deo en la cagueturria y lo llevópa la boca. Claro, le sabía amarga al bobo. Dici:

– El corchu está cargao, cargaopero la miel sabe como a cagao.

Ahora, tenía hecha una promesa a San Anto-nio, que era el patrón del puebro. Dici:

– Esti corchu se lo voy a regalá a San AntonioBenditu. Le regalo esti corchu y otru de los enjam-bris nuevus.

Llegó la fiesta del pueblu y, mire usté, cogió yle llevó los dos corchus: unu en el que estaba me-tío el otro, con la mierda hasta las narices, y otrocorchu de un enjambre nuevo, con unas abejasque estaban rabiositas. Totá que poni los corchusencima de las andas y eso. Y resulta que aquelaño tenían al santo descalabrao, que s’había des-calabrau y lo andaban compusiendu. Y cogió elcura y vistió al sacristán igualito que San Anto-nio, pa que la genti no se diera de cuenta. Le diciel cura al sacristán:

– Tú no te muevas, que tienes que dir cumuuna estatua, sin moverti ni un pelo. Pasi lo quepasi, tú no te muevas.

Sacarun ya al santu en procesión, y ahora contós los cánticos y con toa la jumarera de los cohe-tis, dierun en alborotalsi las abejas y en salí delcorchu, y el otro, el sacristán, que iba con el levi-tón cumu San Antonio, ya vio que se le metíandebajo del levitón y le picaban pal culu, pa losgüevos, pa la minga… Metí ya un respingo por tólo altu, y dicía la gente:

– Mira, mira el santoque se va pa los cielosa hacé milagros.

Decía el sacristán:

– ¡Qué milagros ni ochu cuartos!que voy a darme en la mingacon una pella de barro.

Ahora –¿sabe usté?–, del respingo que dio, vi-no a caé sobre el otru corchu, ande estaba metíoel otro. Estrozó el corchu y salió el otro llenu demierda hasta los ojos. Y toa la gente:

– ¡Milagro, milagro!¿Quién ha visto salí de un corchoa un zángano de carne y huesos,rebozadito de mieldesde los pies al pescuezo?

Y esi es el cuentu que pasó pa’í pa Ladrillá”.

EL GANADERO CASTELLANO

“Pues fue el caso de uno de esos ganaderoscastellanos que venían con ganao pa esas edesasde Extremadura, que antes –¿sabe usté?– veníanmuchos ganaderus de Castilla a arrendá los pas-tos de las edesas de Extremadura. Llevaba ya elhombritu un año corrío, o quizás dos añus, pa laedesa, y le vinun a dar razón de que su mujé ha-bía tenío un niñu. Claro, los otros que estabancon él le hacían bulra, que se bulraban de él, y ledicían:

– ¿Pos cúmu te créis tú que el niñu va a ser tu-yu, si llevas ya pa’quí pa la edesa cuasi dosaños…? ¿Cúmu eris tan bobo de creeltilu?

Ya tanto le jartarun al hombritu, que fue y losmetió a juicio. ¡Hala!, tós a declará ante el jué.Dicía el hombritu:

– A ve, señó jué, que estos compañeros míos metienen a la mujé pol puta, porque me ha mandaorazón que me vaya pal puebro polque van a acris-tianá al niñu que ha tenío. A ve si les poni ustéuna multa, pa que dejin de insultá a la mi mujé.

Cogi el jué y le dici:

– Amos a vé, señó ganadero: ¿cúmu comprendiusté que el niñu va a ser suyo, si lleva usté pa quípa la edesa más de un año corrío…?

Dici él:

– Amos a vé, señó jué: si yo tengu las mis vacasen la edesa y llega un toru de pa fuera y cogi ymonta a una de las vacas mías y, aluego, tieni unchurratu, ¿de quién es el churratu: del amo de lavaca o del amu del toro?

Y dici el jué:

– ¡Coño!, esu tieni las letras bien gordas, que elchurratu es del amo de la vaca.

Cogi y vuelvi el ganadero:

– ¡Pues usté lo ha dicho!, asín que el niñu es mío,porque lo ha tenío la mi mujé. Y puntu en boca”.

EL CUENTO DE FRAY DIEGO

“Era un cura que se llamaba fray Diegu y vi-vía en la casa parroquiá, y esti cura había cogíocumu una enfermedá en sus partes, la enfermedáde la sarna o de otras enfermedades que habíaantes, que antis ni los curas podían asearsi cumuDios manda, que no había agua corriente en lascasas, ni duchas ni esas cosas. Y l’había mandau–¿me entiende usté?– el médicu que se pusiera enel güertu de la casa echao en una hamaca, con lassus partes al sol, pa que se le quitara la sura quetenía, que no hacía otru oficio que andá de ras-

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quiña de la comezón que tenía. Ahora, pos miriusté, un día se le olvidó atrancá la puerta que da-ba al güertu, y pa’llí que se coló una señora delpuebro, de esas que siempri andan alreó del señócura, de esas solteronas… Fue pa’llá y allí estabafray Diegu tomando el sol. Y cuandu le ve el apa-ratu, el zanganillo, va y le dici:

– ¿Pos qué es esu que le cuelga, fray Diego?

Dici él:

– Esu es el jeringón,que todos los maleslos cura el cabrón.

Vuelvi ella y le dici:

– ¿Y qué son esas bolas que le cuelgan debajo?

Dici él:

– Esas son las bolsasde la munición,que son la sustanciapara el jeringón.

Ahora, estaban un día en el rosario, en la igre-sia, y el dio un mareo a la solterona. Y decía ella:

– Ay, que me muero, que estoy mu mala… A vé,señó cura, me apliqui usté el jeringón.

Le dici antonce –¿sabe usté?– fray Diego a lasotras mujeres:

– A vé, meterla pa la sacristía y dejarla ahí,que yo voy a prepará el jeringón.

La dejaron allí sola, llega el cura, se arreman-ga la sotana pa’rriba y, ¡zas!, le meti la jeringahasta endrento del tó. Y le dicía el cura:

– ¿Qué tal te sientes ya?

Y decía ella:

– Ay, señó cura,no me saqui el jeringónhasta que no se agotitoda la munición.

Ya acabaron la faena y salió ella de la sacris-tía toda relucienti, sana del tó, como si no l’habie-ra pasao ná. Va el sacristán, al verla tan jaqueto-na, y le dici al cura:

– Señó cura, ¿pos qué le ha hechu usté pa quese ponga tan buena?

Dici el cura:

– Aplicarle el jeringón.

Y dici el sacristán:

– Pues se abruche usté el calzón,que entodavía le ansoma el jeringón”.

LA MOZA QUE SE FUE A CONFESAR

“Cuentos sobre los curas hay muchos, ¿sabeusté? Y yo, como he sidu sacristán, sabía muchus,lo que pasa que, con el tiempu, se le olvidan auno. Ahora le voy a contá el de una moza que sefue a confesá, una moza bandera, de esas que qui-tan el hipo. Se fue a confesá y fue el cura y la dejópa la última, hasta que se quedarun solos los dosen la iglesia. Llega ya a confesalse la moza y dici:

– Ave María Purísima.

– Sin pecado concebida.

– Me acuso, padre, de que he andao con el novio.

Dici el cura:

– ¿Y en qué partes te ha atentao?

– En las tetas.

– Hija, esu no se llaman tetas, que se llamanlas campanitas de bronce. A vé, que te las vea yopol vé la clase de pecao que has cometío.

Va el cura –¡menudo pájaro!– y le echa manua las tetas y dici:

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Carnavales (1992): Tío Goyo con estrafalaria indumentaria

– Cómo repican a gloria las campanitas debronce.

Sigui el cura y dici:

– A vé, ¿en qué partes más te ha atentao el novio?

– En el ombligo.

Dici el cura:

– Esu no se llama ombligo, que se llama el bo-tón botonés. A vé, a vé, que te lo vea yo pol vé laclase de pecao que has cometío.

Coge el cura y, ¡hala!, otro achuchón en el om-bligo. Dici:

– Ay qué botón botonés para el manto de SantaInés.

Y el cura a lo suyo:

– A vé, hija, ¿ande más t’ha atentao el novio?

Dici ella:

– Es que esu me da mucha vergüenza el dicir-lu, que es una cosa que tieni muchus nombres.

Ya dice él:

– Eso se llama Jerusalén. A vé, hija, que yo telo vea, pa vé la clase de pecao que has cometío.

Y fue y, ¡zas!, le metió la mano pal coño. Esta-ba el cura ya negro, ancendío del tó. Se saca elinstrumento y dici:

– Ay, hija, te voy a echá la penitencia, pa que sete perdonin todos los tus pecados. Mira, tienis quecogé a este –y le enseñaba el mandoble–, que sellama el santo apóstol, y le tienis que dar tresvueltas por la iglesia.

Diba el cura tó emporrao, y ella con el mangoen la mano, y diba el cura con un libro abierto ydiba cantando:

– Debajo de las dos campanitas de bronce,está el botón botonés;más abajo el santo apóstolque va a entrá en Jerusalén.

Y va ella y empieza también a cantá:

–La penitencia yo cumploy toda la cumpliré;meta pronto al santo apóstolendrento Jerusalén.

Ahora, el sacristán, que estaba escondío de-trás de un banco, ve aquello y comienza tambiéna cantá:

– Los sesenta ya he cumpríoy camino pa setenta,y nunca vi en este temploconfesiones como ésta”.

EL CURA QUE DECÍA PALABRAS FEAS

“Bueno, pues estu es otra vez un cura que ha-bía pa’quí, por estos pueblos, ¿sabe usté? Y el curaesti pues tenía la fea costumbre de cagarse en tó lode abaju y en tó lo de arriba. Hasta cuandu echabalos sermones desde el púlpitu les riñía a los filigre-sis, saltaba con una ristra de palabras gordas:

– Queridos hermanos: vos tengo dicho, me ca-güen dios, que vos llevéis todos como buenos veci-nos, pero ya veo, me cagüen dios, que no me hacéisni putu caso. Estoy ya hasta los cojones de andásiempre repetiendo lo mismo, me cagüen el copónbendito y tós los santos del cielo…!

Y asín una y otra vez. Total –¿sabe usté?– quese enteró el obispo, que se llamaba Don Filiberto,y como se enteró, lo mandó llamá, lo llamó a capí-tulo, y le dijo que se jincara de rodillas delanti deél. Le dici:

– ¿A ti te parece bien, oveja descarriada, lo quesueltas por esa boca pecadora, que tienes escan-dalizao a tó el puebro?

Decía él:

– Perdóneme usté, señó obispo, pero por másque intento corregirme, no soy escapá de morder-me la lengua.

Y le dici el obispo:

– Mira, de aquí en adelante cada vez que digasuna blasfemia, una palabra fea, le das una moneade a duro a la primera persona que veas. Verás co-mo asín se te quita esa costumbre tan fea, que noes propio de un sacerdote de la santa iglesia.

Coge, sale del palacio del obispu y se va a lacalli alante. Ahora, al revolvé de una esquina, ha-bía una señorita de esas de las del bolso; una pu-ta, pa que nos entendamos. Ahora, él, el cura,que iba mirando pa otro lao, cogi y se tropiezacon ella, con la puta. Va y dici:

– ¡Me cagüen dios, siempri tiene que habé es-torbos en mitá la calli!

Antonce, se dio de cuenta que había dichu unablasfemia, y va y le dici a la señorita:

– Tenga usté una monea de a duro.

Y dici ella:

– No, no; una monea de a duro, ¡ni hablá! Soncinco duros.

Dici el cura:

– ¡No puedi ser, que don Filiberto me ha dichoque una monea de a duro!

Contesta ella:

– Es que don Filiberto, amigo, es cliente míodesde hace muchos años”.

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EL CURA DE MONSAGRO

“Estu dicin que era un cura de Monsagro; esudicin: que era de Monsagro. Cualquiera sabi deánde sería, ¿sabe usté?, pero esu es lo que dicinque dici el cuento. Bueno, pues aquel cura teníaun ama bandera, bien plantá, amos, que estabapa hacerli un buen favó… Pos ya verá usté…Ahora llega un día de visita el señó obispu alpuebro y, claro, como cosa de costumbre, pues fuea comé en casa del párroco, a la casa parroquiá,pa que usté me entienda. Ahora entró a sirvirlesla comida el ama, y venía como Dios la echó almundo, en pelotas viva. El obispo ensiguida:

– ¡Huy, por Dios, por Dios, que se me nubla lavista, que se me nubla la vista!

Y le dici por lo baju al señó cura, asín al oído:

– Ay qué cosas tiene usté en su casa, señó pá-rroco! ¡Qué cosas! ¡Qué cosas! ¡Ay qué hembra!,que son de las que dan maredos, y a mí me va adar un maredo, y, aluegu, asín, con tós los jarapa-lis al airi…

Dici el señó cura:

– Pues anque usté no se lo crea, señó obispo, nola he tocao ni un pelu.

Y dici el señó obispu:

– ¡Qué puntería, señó cura! ¡Qué puntería!¡No!, si por algu he sintíu yo que usté es de losmejores cazaores que andan por esti terrenu.

Ya le dici –¿sabe usté?–, el señó obispu a lacriá, al ama:

– Pero, señora, ¿cómo anda usté asín por la ca-sa, que le va a entrá algún aire frío y va a caé ma-la en la cama?

Dici ella:

– ¡Qué va, qué va, señó obispo!, que el señó cu-ra toas las nochis me atapona los bujeros: una no-chi el de alanti, otra el de atrás, y si se tercia, has-ta me atapona el bujeru de la boca.

¡Menú pájaro el cura!

Ahora otra vez –¿sabe usté?, dicin que se pusuel cura malo, el cura esti de Monsagro, que le ve-nían unos retorcijonis de vientre que no se dabatenío de pie. Dici el médico:

– Nada, que hay que hacerli unos análisis deorina, y llevarlos a la capital, pa que vean lo quetieni, que a lo mejó es cosa de cuidao.

Le dió el médicu el botellín pa que meara, y ya,claro, pues le diju el médico a una criá que tenía:

– Mira, vas a llevá a la ciudá esti botellín y selo llevas al médicu tal, y ten cudiao que no se terompa por el camino.

Bueno, pos cogi ella el botellín de la orina, ycumu antis no había coches, la genti iba en caba-llerías de un lao pa otro. Diba ella en un burritoque tenía. Ahora –ya ve usté–, diba el burritu tantranquilo y que le sali una liebri entre las patas.Se espantó el burro y, ¡tarrangantanga!, la criápal suelo. Cayó pal suelu, y el botellín, ¡pas!, con-tra una pizarrera. Se espiparró en la pizarrera.Dici ella, la criá:

– Bueno, estu tieni buen arreglo, que me diju elmédicu que era orina lo que había. Estu lo arre-glo yo de ensiguida.

Cogi, saca una botella vacía que llevaba y meóen ella. Ahora, la criá estaba embarazá, que dibabien adelantá la señora. Bueno, llegó a la capitá,y ya hizon los análisis, y le escribió una esquelapal médicu del puebro. Ahora, al regreso, lei elmédicu del puebro la esquela y dici:

– ¡Huy, Dios mío, si aquí dici que el señó curaestá preñao de sieti mesis!

Con que ya –lo que son las cosas, ¿sabe usté?–se lo dijun al cura y esu:

– Señó cura, los retorcijonis que tieni usté sonporque está preñao de sieti mesis. Asín que, aho-ra, sopitas y buen vinu; mucho descanso, muchudescanso.

Bueno, pos ya pasarun los dos meses que lefartaban y… ¡nada!, que el cura no paría, que es-taba cumpríu y no paría. Ahora –¿sabe usté?– erael tiempu en que se muelin las acetunas, y ya ledijun:

– Lo mejó pa que para prontu es engancharlua la piedra del lagá, pa que dé vueltas, que cuan-du llevi tres días dandu vueltas, de siguru quepare.

Con que lo engancharun a la piedra del lagá,lo tuvun tres días…, pero ni por esas. Dicin:

– No, pues ahora hay que probá de otra mane-ra, que tieni que está tres días acarreandu las fa-negas de trigu de los vecinos al molino, a las cos-tillas, pa que se le afrojin los riñones y dé parío.

El cura estaba reventaítu, pero no acababa derompé aguas, y… ¡miri usté si llevaría costales detrigo pa molé al molinu! Dici ya la genti, con elmédico a la cabeza, cumu persona entendía en lasaneda:

– Hay que llevarlo tres días a que sachéi losgüertus del puebro, que los sachéis d’arriba aba-ju, que con esu ya tieni que parí de pol fuerza.

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Cogin y lo tuvun allí los tres días sacheandulos güertos, pero no había forma humana de quepariera. Ahora, miri usté, va un día a tirá de pan-talones, que antis no había servicios en las casas,no había excusao y había que hacerlo pal campo,y fue y se pusu ampié de un zarzal. Ahora, encuantis se agacha y empieza a empujá, ¡ras!, lesalió de entre las piernas un pájaru de esus quenusotros llamamos mielru, que son negros, queestaba allí, que tenía el nío en el zarzal. Le salivolandu entre las patas, y dici él, el señó cura:

– Ay, rapaciño, rapaciño, por fin salisti de lami barriga, y no lo puedis negá por la pinta, queeris de la misma coló que la mi sotana.

Antonce, había pa’llí uno que lo estaba vienduy dici:

– Ay, señó cura, pol fin dio a luz, pero se le haescapao volando.

Y dici el cura:

– Tantas fatigas pa estu,que ahora me se escapa volando;siguro que, al ser hiju de un cura,era un espíritu santu.

Dici el otro:

– Pero, señó cura, si el espíritu santu es blanco.

Y respondi el cura:

– Negro o blanco,siguru que era otro espíritu santu”.

EL CAPITÁN, EL ALDEANO Y EL CURA

“Bueno, ahí va otru cuentu ande también semienta a los curas. Fue que –¿sabe usté?– se jun-taron una vé un capitán del ejércitu, un campesi-no aldeano y un cura, un señó cura. Diban lostres de caminu. En estu, que se encontraron unjornazo (¿sabe usté lo que es un jornazo? Pues pa-quí llamamos un jornazo al modo de una torta depan que lleva chicha pol drento, que unas vecis lemetin chorizu, otras lomo, o carni de otra clasi).Bueno, pues se encontraron un jornazo de picho-nes, que l’habían metío pichones pal relleno. Cogiy dici el capitán del ejército:

– Este jornazo es para mí, que pa eso defiendoa mi patria de los enemigos.

Dici el aldeano:

– De eso ¡ni hablá!, que el jornazu es pa mí,que yo con mis campos de trigu alimento a los hi-jos de la patria.

Va el señó cura y dici él:

– No quedo conforme, que el jornazu es pa mí,que yo le doy la extramaución a los hijos de la pa-tria y los libru del fuego eterno.

Venga a discutí los tres, venga a discutí, y yaacordarun –¿sabe usté?– que el que dijera la frasimejó dicha en bien de la patria, para esi sería eljornazo. Y va y empieza el capitán del ejército:

– A la sombra mi bandera,con mi tropa delantera,luchamos como leonesy nos ganamos los galonesdefendiendo nuestra Patriacon fusiles y cañones.¡Estos son los mis cojones!y pa este capitánel jornazo con pichones.

Cogi el campesinu aldeanu y dice:

– A la sombra mi nogala,yo no veo silbá las balas,pero siento una gran placéen vel los trigos crecé,

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Fiestas de San Blas en Nuñomoral (1995):Tío Goyo tocando “El Ramu”.

que a los hijos de mi patriales avivan el comé.¡Y estos son los mis cojones!,y para este aldeanoel jornazo con pichones.

Dici el señó cura:

– ¡Quieto parao!, que ahora voy yo:

– A la sombra una bodega,con la panza bien repreta,jodiendo de noche y díaaumento la infanteríade nuestra patria querida,que tengo a dos mil preñadasy otras tantas van paridas.¡Estos son los mis cojones!,y pa este señó curael jornazo con pichones.

El señó jué de la audiencia, que dicin que es-taba allí, fue y dijo:

– El jornazo pal señó cura,que es el que trai las criaturasy hace a la patria más grandecon todas sus jodiúras”.

EL CURA JODEÓ

“Bueno, pues otra vez fue el casu de un curaque era mu jodeó, que jodía muchu, –¿sabe usté?-¡Qué me van a dicí a mí, que he sidu sacristán…!Cogía y se diban las mujeres a confesá, y esu:

– Ave María Purísima.

– Sin pecado concebida…

Y le dicían ellas:

– Padre, me acusu de estu y de lo otru.

Y toas, pos como usté sabi, pos venían a pecá,solteras y casás, de lo mismo. Y él, cura, a toasles decía lo mismo:

– A tal hora me aguardas en tal sitio con lagrieta abierta, pa que te echi el bálsamo de SanNicodemo, que cura toas las grietas pecadoras.

Llegaba él y, ¡zas!, las mangaba bien mangásy… ¡hala pa endrento el bálsamo de San Nicode-mo! Ahora un día pos hizon una procesión de esasde las rogativas, que no llovía y estaban perdíoslos campos y los ganaos. Sacaron en procesión aSan Nicodemo, que era el patrón del puebro. Y di-ba el cura cantandu el gori–gori, y dicía:

– Que llueva, Señó, que llueva,que está la tierra mu seca;que llueva, señó, que llueva,que se tapen bien las grietas.

Respondían las mujeres, también cantando:

– Que llueva lo que Dios quiera,y que se tapen las grietas,que las nuestras, aunque llueva,las tenemos bien abiertas.

Volvía, aluegu, el cura y siguía con el gori–gori:

– Caiga el agua como el bálsamodel patrón San Nicodemo,pa que suavice los camposy alivie a los ganaderos.

Y vorvían ellas a cantá:

– Caiga el agua que ella quieray el bálsamo de los cielos;nosotras, por nuestra parte,la ración ya la tenemos”.

LA JÁNCANA

“Antes, se contaban muchas cosas de las Ján-canas, que dicía la genti antigua –¿sabe usté?–que eran unas mujeronas guijantas, que algunastenían sólu un ojo en la frenti, y otras tenían ta-mién dos ojinos más chicos atrás en la nuca.Erancosas que contaban antis, ¿sabe usté?, cumu cosade leyendas, de historias de pa’tras. Yo le sintícontá a unu de Riumalu de Arriba, que se casópa’quí pa Nuñumorá, que en su puebro, pa un si-tio que llaman “Los Juntanos”, vivía una Jánca-na. Pero esta Jáncana había sidu antis una mozamu guapa, que tenía un pelo que le arrastrabapor los carcañaris, y se hacía en lo altu de la ca-beza una moña, andi espetaba el peini de prata.Dici que dicían –¿sabi usté?– que un día la viopeinarse un pastó ampié de un regaju. Y dicinque le diju el pastó:

– ¿Qué hace una moza como usté pa’quí sola,en metá del monti?

Y le dici ella:

– Viendu nacé la rúa.

La rúa –¿sabe usté?– es una pranta que tienemucha vertú, pero güeli mu mal, que tieni un olómu fuerti, que se cría en terrenos mu viciosus. To-tá que el pastó se enceló de lo guapa que era y fuey abusó de ella. Antonce, aquella moza tan guapase tornó en una jáncana, que se le cayó aquel pe-lazo que tenía y le salierun culebras en vez de pe-los, y tamién le salió una lengua de más de trespalmos, que se volvió lenguaratúa. Pol eso se dici–lo dicían la genti vieja–, se dici aquello de:

“Pol culpa de la jáncana lenguaratúa,no conocin los cristianos la vertú de la rúa”.

Y es que, pa que me entienda, dicin que ellaquería mostrale al pastó la vertú de la rúa, pero

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dispués de lo que le hizu, se revolvió en su contray de toa la gente de la cristiandá, que de allí enadelanti, pastó que veía, pastó al que forzaba demal grado y, aluegu, le cortaba la lengua con unasestijeras de oro. Pero yo también oí contá queaquella moza estaba por el pastó, que lo quería to-má pol maridu, peru esti no era gustosu, porquecuandu la vio peinándusi ampié del regaju, le violos pies, que los tenía metíos en el agua del regajuy vio que tenía escamas cumu los pecis, en lospies. Y ella fue –pa que lo sepa usté– y le quisodar un día una taza de agua ande había cocío unamaná de rúa, que dicín que la rúa es tamién layerba de los enamoraos, pa que se enamori la gen-te; pero cogió él y le dio un golpe en la mano y letiró la taza, y dende entonce se volvió como unamonstrua y le cogió asco a los hombres”.

EL JÁNCANO

“Pues el jáncanu sería parienti de la jáncana,digo yo, o… ¿no lo créi usté? Contaban que el ján-cano era otro guijante, que sólo tenía un ojo en lafrente, un ojo grande, con el que veía tó lo que ha-bía en tres leguas a la reonda. Vivían’pa lo másaltu de las montañas. Dicin –que esu lo decíanlos antiguos de pa’tras– que un jáncanu vivía palFrontá de la Nebrera, que esu es un sitio de mon-ti espesu que está pa las umbrías de la alqueríade El Cerezá, y esti jáncanu era pastó, pero teníaacotao el término suyo, y si algún vecinu de estospuebros se metía pa la jurisción suya, ensiguía ledaba el fatu, y dicía:

– A carne humana me güeli, a carne humaname güeli…

Cogía y los espetaba en un sobillón, los asabaa la lumbri y se los comía.

Pero al jáncanu esti –¿sabe usté?– lo engañóun pastó que lo llamaban Pericu el de las JurdesMalas, que era un pastó mu listo; y con el mismosobillón con el que el jáncanu espetaba a los quecogía vivos, cogió y se lo espetó en metá del ojuque tenía en la frente. Los jáncanos, pol lo quecuentan, son pastores guijantes, que son mu pe-lúos y se visten con las pieles de los animales, pe-ro debierun de vivir en tiempos del rey Batueco,que dicían que era tuertu, pa’lla pa los años mil,polque yo andao –¿sabe usté?– por tóas estassierras con el ganao y nunca me he topao conningunu”.

LA CHANCALAERA

“De la Chancalaera, ¿pos que voy a hablá?Cuandu éramos niños y no queríamos comé, nosdicían:

– Si no coméis, va a vení la Chancalaera y voslleva pa la cueva.

Y tamién, pa que no nos fuéramos pa’i, sinrumbo, nos decían:

– No vaigáis pa tal sitio, pue pa’i anda laChancalaera.

Contaba la genti vieja, pa que usté lo sepa,que la Chancalaera era otra guijanta, que achan-caba los ríos de un solu pasu. Ahí, ande llaman“El Gollete”, dicin que dejó marcá la huella de lapisa, que dicin que pusu un pie allí, en la canche-ra, que diba a cruzá el río de Fragosa, el Malvilli-du que llamamos, y el otro pie lo pusu en el tesude “El Collao”, ande tenían el puebro los moros yande tenía ella la era ande trillaba el miju, queera de lo que se hacía el pan antis por estos terre-nus. Entodavía se pudin ver los restos de la eraallí, en el cotorru, y lo mismu la güella de la pisáen la canchera, que debía de calzá del 50 pa’rri-ba, por lo menos. Contá, contaban antiguamentemuchas cosas de la Chancalaera. Dicían, pa queusté lo sepa, que esas guijantonas se convertían aveces en viejinas, y que entraban en las casa an-de oían a los niñus llorá, polque los habían dejaosolus los padris, que andarían a sus tareas, aatendé los güertus, la jacienda. Dicin que una vezentró una chancalaera en una casa, polque sintióa un niño llorá. Miró a vé si veía a alguién, y cu-mu no vio a nadie, se metió pa endrentu, pero allíestaba, sentaíta en unu de esus tajitus que habíaantis, ampié la lumbri, la abuela del niñu, queera poquina cosa y mu vieja, y estaba envuelta enel mantón, ampié la lumbre. Y dicin que fue a co-gé al niñu la Chancalaera, y le diju la abuela:

– No lo cojas.

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Antruejos en la alquería de El Cabezo (año 2000): Tío Goyoacompañado de su mujer, Delia Martín, y del hijo pequeño del

autor de este trabajo

Dici la Chancalaera:

– ¡Huy!, ¡pos si no te había visto!, que yo pen-saba que era un saco de carbón que estaba ampiéla lumbri.

Y le dici la abuela:

– No cojas al niñu.

– ¡Pos que deji de llorá!, que no aguantu losllórius de los niños.

Pero como no dejaba de llorá, lo fue a cogé pallevarlo al hornu, que dicían que las chancalaerascogin a los niñus lloronis y los asan en los hor-nus. Dicin que le diju la abuela:

– No lo llevis al hornu, que allí está el panbendecíu.

Cogi ella –¿sabe usté?– y se llevó al niñu alhornu, pero cuando lo fue a asá, vio que había allíun pan con la cruz jecha, que se l’hacía una cruzal pan por cima, pa bendecirlu, y en cuantis quevio la crú, salió que echaba hostias por la puerta,y allí dejo al niñu”.

EL DUENDE JAMPÓN

“Sí, tamién se hablaba muchu de los duendis,que dicían antis los viejos:

– Eris como el duendi jampón:lo mismo te da el tocinu que el jamón.

Es que –¿entiende usté?– antes dicían que enalgunas casas entraba el duendi jampón, que di-cían que era mu chiquininu, pa’í si levantaría dospalmos del suelu, pero siempri tenía hambre, so-bre todu por la nochi, que dicían –y es que tantascosas contaban los antiguos– que tenía que coméal día sieti arrobas de comida. Claro, estu es cosa

de cuento, que si esi duendi jampón no pesaba nimedia arroba…, ¡ánde le diba a cabé las sietiarrobas de comía! ¿Usté comprendi eso? Amos asuponé: que en una casa aparecían las patatasroías y comías, ya estaban dijiendu:

– Esi es el duendi jampón, que anda por la casa.

Que en otra casa ocurría otru tantu de lo mis-mo con los tocinos que estaban en el salaeru, o–qué sé yo– con las granas, los pipus, los mi-llus…, qué sé yo, con las sementijas, con lo quefuera…, vuelta otra vez con lo mismu:

– Ya está el duendi jampón jaciendu de lassuyas.

Dicían que era el duendi, y a lo mejó eran losratonis, ¿sabe usté? Otras veces pegaban con loscarozos o con otras comías y piensos de los ganaos,que esi duendi debía de ser poco escrupulosu, y tóse volvían en echarli las culpas al duendi jampón;pol eso se decía esu:

– Eris cumu el duendi jampón:lo mismo te da el tocinu que el jamón.

¡Hombre!, tocinu sí teníamos antes, pero ja-món había pocu, que cambiábamos los jamonespol tocinu, pa que cundiera más, que, en tiempusde atrás, la comidita al meyudía era el poti decastañas cocías con un cachu de tocino. Y fíjiseusté: dicían que esi duendi jampón tenía unospies granderonis, más grandis que el cuerpu, yque no hacía farta que se echara pa dormí, que sequedaba dormío de pie. Cuentan que le hizun unrastro de ceniza una vez y que, a la mañana, vie-ron las pisás en la ceniza”.

EL DUENDE ENTIGNAO

“Esti era otro duende, que era negro cumu lapez. Dicin que vivía pa los altus de esa sierra deLa Gineta, que, cumu usté sabi, es esa que estádeslindando los ayuntamientos de Caminomoris-co y Nuñumorá. Pero esti duendi, sigún contabanlos antiguos –yo estu lo he oíu contá muchas ve-ces–, era tó lo contrario al duendi jampón, que es-ti duendi –que le dicían el duendi entignao– eratan alto que el sombrero que gastaba salía pol ci-maju de La Gineta. Y esti duendi era mu fumadó,que siempri estaba liando tabacu. Dicían que sa-lía entre dos lucis, al pardagueá, y que tos los de-vaneos suyos eran ofrecerli unos cigarrus-purus alos pastores que andaban con el ganao. Ahora undía –¿sabe usté?– abajaba con el ganao, ya a lasposturas del sol, un pastó por esi sitio de “La Ro-maero”, y dicin que, de pronto, se alzó cumu delrío el duendi entignao. Va y le dici al pastó:

– Toma esti cigarro-puro.

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Navidades (1998) en la alquería de Vegas: Tío Goyo y el que sus-cribe estas líneas entonando amigablemente un viejo romance.

Y dici el pastó:

– ¡Pos vaya cosa: un cigarro-puro! Ya me podíausté dar una buena bolcheta de moneas de oro.

Antonce dicin que se enfadó muchísimo elduendi entignao, pol lo desagradecío que habíasido el pastó, y cogío y dici:

– Con que eris un avariciosu, que sólo quieresmoneas de oro; pues ahora pol ser tan pragosu,vas a ve…

Y dicin que se desató una tormenta que escu-reció tós estos montis cumu si fuesi de nochi, y tóel ganao, y el pastó mismo, se los llevó el río has-ta que dio en el mar con ellos, ya ahogaos, claro.Y asín fue, sigún contaban los de atrás, cúmu die-ron comienzo las tormentas en el mundo, que an-tis, claro, cumu la genti no se daba de cuenta demuchas cosas, pos dicían –¿sabe usté?– que lastormentas las apreparaba el duendi entignao,que rebullía las nubes con el sombrero que gasta-ba –claro, cumu era tan altu, llegaba hasta lasnubes–, y, aluegu, tocaba un tamborí que teníapol parchis dos pieles de lobu, y de resultas deltoqui, venía el estruéndalu de los truenos. De lamisma forma contaban que al restregá el desla-bón con la pernala (que antis, ¿sabe usté?, cuasique ni había cerillas, y había que ancendé danduun pescozón con el deslabón y la pernala, c’habíaque arrimá un pocu de yesca, pa que naciera lallama, y asín se hacía lumbri de antiguo, y losque hemus sidu fumadores, tós los llevábamusencima, p’ancendé los cigarrus)… Y lo que le di-gu: decían que, al dar el pescozón al duendi, salí-an los relámpagus y caían las chispas a la tierra,que traían piedras afilás. Si al tiempu d’ancendéla yesca, se caía algu pa baju, ya estaban los in-ciendus en el monti, que usté habrá vistu quemuchas vecis, con las tormentas, se apreparaninciendus. Pol esu, cuandu hay tormentas y seapreparan los incendius, dicía la genti antigua:

– Ya se dejó de caé otru cachu de yesca el duendi.

O tamién, cuandu se oían los truenos:

– Ya está tocandu el tamborí el duendi”.

EL DUENDI ZUNGULUTERU

“También habraban la genti de pa’trás delduendi zunguluteru, que, pa que usté lo sepa, di-cían que era un hombri mu chiquininu y negrucumu un carbonizu. Y esti duendi zunguluterutrasteaba tó lo que había en la casa, tó lo revolvíay lo ponía patas pa’rriba. Contaban –los cuentusde antis, ¿sabe usté?– que, cuandu se echaba en-cima la noche, venían el duendi zunguluteru y laduenda y entraban en las casas pol el lumbreru,que antis como no había chimeneas en las casasviejas, pos había cumu una ventanita en el tejao,

que era de lanchas, pa que saliera el humo y en-trara la luz, y, luego, cuando llovía, se tapaba conuna piedra de quitá y poné, con una lancha. Ve-nía el duendi zunguluteru y dicían que cantaba:

“Yo soy el duendi zunguluteru:y he nacío en Cirimea;me crié pa los disiertosy calvo estoy de la cabeza.Tengo cien años cumpríosy estoy mamando la teta”.

Dicían que la duenda se estaba sentaíta a lalumbre, que de allí no se movía, que se estaba allítoda la noche, royendu castañas brancas. Pero elduendi lo trasteaba tó; diba pa’arriba y pa’baju,le daba la vuelta a los cacharros, derramaba laaceiti, esmigajaba el pan…, na más que jacé tras-tás, ¿entiende usté? Y dicien que tamién se metíaen los cuartos ande dormían las personas y lesasopraban en las orejas, que les metían aire palcuerpo, y, aluego, se levantaban a la mañana laspersonas y dicían:

– Ay, qué retortijones tengu en la barriga, queestoy como empancinao. Siguru que esta nochi haestao el duendi en la mi cama.

¡Y qué aires ni ocu cuartos! Lo que pasa es que,antis, se cenaba en cuasi toas las casas la olla deberzas, o brejones, o jabas…, que son verdurasque, como usté sabe, producen muchos gases, yesu era lo que pasaba, y la genti dicían que era elduendi zunguluteru que les había asoprao en eluídu. Otros dicían que el duendi l’había contao polla nochi los güesus de las costillas, y a lo mejó esque estaban despaletaos de tantu cavá los güer-tus. Miri usté lo que dicin que le pasó a una abue-la de Ulogio el de tíu Baldomero. Dicin que anda-ban de matanza y, a la hora de embusá, toas lastripas se le reventaban; no es que dijiéramus queuna o dos, es que eran toas. ¡Nada!, que no fuerunescapá de emusá ni una joía morcilla. Pos guarda-ron ya las artesas con el mondongo, y ahora pol lanochi, ¿sabe usté?, estaban ya acostaos, y la abue-la de Ulogio sintió cumu si andaran pol la bodega.Cogi y se levantó y fue derecha a la bodega. S’an-somó pol el bujeru de la llavi y vio que, a la luz delcandil, estaba el duendi zunguluteru, y estaba em-busandu el mondongu de la artesa, y ni una tripase le reventaba. Y dicin que estaba cantando:

“Para embusá el mondongose necesita tenépermiso del señó duendiy de la duenda también”.

Y dicin que volvía otra vez:

“Pon el mondongo en lo altopara hacé los farinatos,que el gato coge la carney no vuelve al garabato”.

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Dicía la abuela de Ulogio que, en un santia-mén, embusó una artesa grande de mondongo. Lamujé, pos…¿sabe usté?, no daba créditu de lo quevía, y ahora dicin que cumu lo vio asín, el duendi,con unas ropinas viejas y toas sucias, cogió y, a lanoche siguienti, le dejó en la bodega un traji nue-vo, aparenti pal su tamaño, cumu agradecía queestaba polque l’había embusao una artesá demondongo. Fue y cuantis volvió a barruntá quejaramasqueaban en la bodega, se levantó y fuepa’lla. Ya estaba allí el duendi ancendiendu elcandil. Ahora dicin que va el duendi y ve el trajenuevo; cogi y se lo poni, apagó el candil y se fuepol ande había venío, y diba cantando:

“El duende que estrena trajeno puede andá de matanza,que se mancha el vestiditocon el untu y con la grasa”.

Y eso dicin que le pasó a la abuela de Ulogio; esues lo que contaban. Ahora, !vaya usté a sabé…¡”.

RASGOS DIALÉCTICOS

Es sabido que el antiguo reino de León com-prendía parte de la actual comunidad cántabra,la provincia de Palencia, gran parte de la de Va-lladolid, la comunidad asturiana, provincias deLeón, Zamora y Salamanca, así como la mitad oc-cidental de la provincias de León, Zamora y Sala-manca, así como la mitad occidental de la provin-cia de Cáceres y un pequeño sector de la de Bada-joz. A la muerte de Alfonso VII en el año 1157, elreino se estrecha, perdiendo el territorio com-prendido desde el Pisuerga al Cea; es decir, lasprovincias de Palencia y Valladolid.

Antiguamente, se hablaba leonés en toda laextensión de este reino, exceptuada Galicia comoregión lingüística aparte. Además, el leonés fuelengua escrita principalmente en el siglo XIII yprimera mitad del XIV.

En lo que respecta a la región extremeña, ha-bía una Extremadura leonesa, que a la muerte deAlfonso VII, se dividía de la Extremadura castella-na por medio de la calzada de la Guinea, que, máso menos, coincide con la vía de La Plata. Al po-niente, quedaba el sector dialectal con influenciasleonesas, y al oriente el de influencias castellanas.Ello no quiere decir que tales sectores presentaranafinidades exclusivas castellanas o leonesas, puesse constatan núcleos pertenecientes al área caste-llana con rasgos dialectales astur-leoneses (Serra-dilla, Piornal, El Torno…). Del mismo modo, loca-lidades enclavadas en el sector dialectal leonéscarecen de los rasgos más significativos de lashablas astur-leonesas, como ciertas alquerías y

lugares situados en la zona este de la comarca ca-cereña de Las Hurdes.

Centrándonos en las más significativas carac-terísticas dialectalesde los hablantes del concejode Nuñomoral, patria chica de Tío Goyo, podemosdiferenciar las siguientes:

Vocalismo

– Cierre de las vocales átonas finales: /o/ en /u/ y/e/ en /i/. Ej.: “Cogi al perru y dali pa lus juci-cus” (Agarra al perro y pégale en los hocicos).

– Cambio de vocales finales: “míseri” por “míse-ro”, “cuanti” por “cuanto”, “ristri” por “ristra”,“friti” por “frito”, etc.

– Conservación de la /e/ paragógica: “peci” por“pez”, “jaci” por “haz”, “caci” por “caz”, “joci” por“hoz”, “redi” por “red”, “nueci” por “nuez”, “relo-ci” por “reloj”… En los antiguos romances quese cantan por la zona, se mantiene, en muchoscasos, esta /e/ paragógica.

– Contracción de vocales: “paquí” por “para aquí”,“pacá” por “para acá”, “an ca mi agüelu” por “acasa de mi abuelo”, “ca unu” por “cada uno”, “pana” por “para nada”, “ándi” por “adónde”, “alan-ti” por “adelante”, etc.

Consonantismo

– Conservación de la /f/ inicial latina en algunaspalabras: “fusca” (basura), “forraji” (heno fres-co), “fechá” (cerrar la puerta), “figal” (higueral),“frumientu” (dícese de los regajos que llevanmucha agua, semejándose a los ríos)… A veces,se aspira la /f/ inicial castellana: “juerti” (fuer-te), “juenti” (fuente), “jumá” (fumar), “juera”(fuera), “jue” (fue), “jebreru” (febrero)…

– Aspiración de la /f/ inicial latina, que, tal vez,podríamos transcribir tal sonido con la siguien-te representación /hw/, pero para evitar compli-caciones al lector, hemos decidido transcribirlacomo una /j/, aunque repetimos que su sonidoes el de una aspiración sorda. Esta aspiracióncomprende, igualmente, la /s/ y otros fonemasen posición implosiva (final de sílaba): “jormi-ga”(hormiga), “injiejtu” (enhiesto), “jolgacián”(holgazán), “jería” (herida), “jambrientu” (ham-briento), “Jurdis” (Hurdes)…

– Aspiración sistemática de la /j/ y /g+e,i/, tantoinicial como intervocálica.

– Aspiración de la /z/ final.

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– Conservación del grupo /mb/: “lombu” (loma),“lambé” (lamer), “camba” (parte del arado), “pa-lomba” (paloma)…

– Indistinción o neutralización entre la /l/ y /r/, yafuere en posición implosiva o al final de palabra:“praza” (plaza), “fró” (flor), “habrá” (hablar),“plau” (prado), “apletá” (apretar), “charpijcá”(salpicar)… Aunque en la generalidad de LasHurdes se neutraliza la /r/ final de los infiniti-vos (“comé”, “salí”, “cantá”…), en la parte mássuroccidental de la comarca esa /r/ se convierteen /l/: “rejilal” (tiritar), “enfurrujcal” (enfadar),“ejmorecel” (enfermar), “acuil” (acudir)…

– Conservación fuerte de las antiguas consonan-tes sonoras dentales. Este fenómeno tiende auna decadencia total: “dagal” (zagal), “adeiti”(aceite), “jadel” (hacer), “caderíu” (cacería),“durdu” (zurdo)…

– Supresión de consonantes finales: “antié” (an-tes de ayer), carci (cárcel), “colaó” (colador), “ar-bu” (árbol), “ejcapá” (capaz), “paré” (pared), “os-té” (usted), “Feli/Fele” (Félix)…

– Conservación de la /f/ intervocálica de modo as-pirado: “la jesa” (dehesa), “moju” (moho), “moju”(salsa), “zajurra” (zahorra), “zajurda” (zahúrda),“rejendija” (rehendija), “zajonij” (Zahones)…

– Pérdida silábica: “Arromaeru” (Arroyo del ma-dero, topónimo), “Robarreru” (Arroyo de la ba-rrera, topónimo), “Rolobu” (Arrolobos, aldea),“óndi” (adónde o en dónde), “quié” (quieres),“perda” (pérdida), “cituna” (aceituna), “mía”(mira), “pa” (para), “paé” (parece)…

Morfosintaxis

– Empleo de artículo+posesivo+sustantivo: “la mivedina” (mi vecina), “el mi señol” (mi suegro),“laj mij chivínaj” (mis cabritas), “loj mij guarrá-puj” (mis cerdos)…

– Generalización del uso del artículo con los nom-bres de hombre y mujer: “el Antoniu”, “la Juani”,“el Sidoru”, “la Toña”, “el Mingu”, “la Donia”…

– Vacilación y cambio de género en ciertas pala-bras: “la nogala” (el nogal), “loj jabichueluj” (lashabichuelas), “la zuca” (el azúcar), “la ceiti” (elaceite), “la torvijca” (el torvisco)…

– Utilización del sufijo diminutivo “ino” “ina” comorecurso afectivo del hablante en sentido positivo:“chiquirrininu” (pequeñito), “prendina” (niñita),“bajininu” (bajito), “pobrecina” (pobrecita)… In-cluso algunos topónimos referentes a aldeas hur-danas hacen gala de tales sufijos: Cambrocino,Carabusino, La Jambrina (despoblado)… En lascomarcas limítrofes a Las Hurdes, se emplea con

frecuencia los términos “jurdanino/u” y “jurdani-na” para designar a los niños/niñas que estánentecos o mal vestidos, pero no en sentido des-preciativo, sino compasivo. Así mismo, no es raroencontrarse con el sufijo “in”, como ocurre en zo-nas asturianas: “matanchín” (persona encargadade matar a los cerdos), “mansín” (hipócrita), “ca-cín” (canal de riego), “rubín” (ira), “jabalín” (ja-balí), “veleguín” (pendenciero)…

– Permanencia del antiguo genitivo partitivo lati-no: “dalmi una pintina de vinu” (dadme un tra-go de vino), “esi hombri tieni únuh cuántuj deañuj” (ese hombre tiene muchos años), “emba-raja unaj pócaj de cártaj” (baraja unas cartas),“ésaj nogálaj que s’han derrotau son de laj tú-yaj” (esos nogales que se han estropeado son tu-yos), “entri ésuj gorrínuh no hay ningunu de lujmíuj” (entre esos cerdos, no hay ninguno mío)…

– Uso de los presentes verbales incoativos en /a/(1ª persona del singular y 3ª del plural del pre-sente de indicativo y todas las del subjuntivo):“ejcureza” (obscurezca), “agraezan” (agradez-can), “creza” (crezca)…

– Empleo frecuente de las formas fuertes de la 3ªpersona del plural del Perfecto: “ejtuvun” (estu-vieron), “dijun” (dijeron), “convinun” (convinie-ron), “jizun/jidun” (hicieron), “trajun” (trajeron)…

– Trastocación vocálica y consonántica en mu-chos gerundios: “fuendu/diendu” (yendo), “di-jiendu” (diciendo), “pusiendu” (poniendo), “tu-viendu” (teniendo), “riyendu” (riendo), “fritan-du” (friendo)…

– Conservación del arcaísmo leonés /orin/ en la 3ªpersona del plural del Perfecto: “llegorin” (lle-garon), “saliorin” (salieron), “bebiorin” (bebie-ron)… Este rasgo dialectal sólo se conserva enel habla de las personas de avanzada edad.

– Trasmutación de vocales y consonantes en de-terminadas formas verbales: “empezaiti” (em-pezaste), “terminaiti” (terminaste), “muelgan”(muelan), “suelgan” (suelan), “duelgan” (due-lan), “cogéilu” (cogedlo), “matáilu” (matadlo),“sentálvuj” (sentaros), “dílvuj/dirvuj” (iros),“arrecogérvuj” (recogeros)…

BIBLIOGRAFÍA

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VELO NIETO, Juan José: “El habla de las Hurdes”, Revista de Es-

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SANDE BUSTAMANTE, Mª de las Mercedes (de): El habla de Ace-

húche, Asamblea de Extremadura, 1997.

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Actitudes y manifestaciones populares frente a la muerte,en la comarca de “La Peña” (Palencia)

…y no quedo dello mas…por este mundo inconstante,mira que el que va adelanteavisa al que va detras

(“Dezimas a la Muerte”.- S. XVII)

INTRODUCCIÓN

Innumerables generaciones atemorizadas por la ideade la muerte, fueron formando un poso cultural alrededorde su acontecer, que sólo los vendavales de la Moderni-dad han logrado remover, incluso arrastrar, dejando unvacío sin referencias y, hoy por hoy, prácticamente ca-rente de significados. Ahora se muererápida y limpia-mente, sin apenas más manifestaciones, que los meros

trámites burocráticos; hospitales, residencias, tanatoriosy funerarias, se encargan primero, de separar y alejar alenfermo del entorno familiar y, luego, de maquillar almuerto y a la muerte, despojándoles de cuidados, ritos ycrudezas familiares y sociales. Más que desdramatizar ala muerte, ésta ha sido descafeinada, convirtiéndola enun trámite más o menos enojoso, a lo que ha contribuidotambién, en gran parte, el laicismo imperante.

Otro cambio de los últimos tiempos, se ha producidoen la actitud de los individuos hacia la propia muerte.Mientras que las generaciones pasadas la sufríanen vidapor partida doble: como final de la fiesta –se acabó loque se daba– y como incógnita y miedo al Más Allá –In-fierno o Gloria–, ahora se está llegando a ella con muchamás naturalidad, en lo que influye no sólo el citado lai-cismo, sino también, la prolongación de la vida logradapor los avances de la ciencia. Este hecho propicia que, eltiempo de adaptacióna la idea del final, sea más dilata-do y, por tanto, menos traumático, incluso predisponien-do favorablementeel ánimo, por mor de la paulatina eincapacitante merma de las facultades.

El observador actual y futuro, debe tener presente to-do lo dicho, no sólo para interpretar las formas y los ri-tos, sino y sobre todo, para comprender los impulsos queanimaron a las gentes de épocas pasadas, ante el último ydecisivo trance de sus vidas. Para exponer aquí tales si-tuaciones, nos vamos a mover en tres momentos, tempo-ral y esquemáticamente diferenciados, por el Antes, elDurantey el Despuésdel trance, cuando éste seguía sucurso normal en la Antigua Cultura.

CUANDO SE APROXIMA

Hoy nos resulta ya harto difícil situarnos en la mentede aquellas gentes, por el cambio radical experimentadoen todas las circunstancias que rodean el evento, no sólolas ya mencionadas, sino otras muchas de toda índole.Por citar algunos, pensemos en los cambios sufridos enla vida familiar: disgregación, domicilio, independen-cia….; en los avances de la ciencia: eficacia de la medi-cina, recursos de la cirugía… y en los servicios domésti-cos: agua, calefacción, higiene…

La Enfermedad

Sólo el dato de la vida media de una persona adultaen los tiempos pasados, situada alrededor de los 40 años,descontando la alta tasa de la mortalidad infantil, nos

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Luis Manuel Mediavilla de la Gala

El triunfo de la muerte

evidencia que la muerte llegaba, en demasiadas ocasio-nes, en la plenitud de la vida, por mor de la indefensiónante las enfermedades, unida a una mala alimentación.No sólo es que la Medicina estuviese en pañales, sinoque, la existente, se hallaba muy alejada, geográfica yeconómicamente, de la inmensa mayoría de las gentes,cuyo recurso próximo de curanderos y cirujanos, servíapara lo que servía. El tema es tan amplio, que debemosdejarlo hoy aparcado, para centrarnos en el punto final.

Cuando llegaban la enfermedad o el accidente graves,todos sabían que, salvo contadas excepciones, el desenla-ce era siempre fatal y relativamente próximo en el tiem-po, por lo que se desataba toda una serie de mecanismosde defensa, que iban desde las impetraciones divinas,hasta los preparativos materiales para el desenlace.

Así, existía la costumbre de los Ofrecimientoso pro-mesas, por las que, como último y desesperado recurso,se encomendaba la salud del enfermo a algún Santo oVirgen, a cambio de un bien material o de un sacrificiopersonal, bien del que hacía la promesa, bien del propioenfermo, en el supuesto que sanara. En la comarca se ha-llaba muy extendida esta costumbre, ante la Virgen delBrezo(1). Todo ello, a iniciativa de la familia, pues laIglesia, curiosamente, no tenía nada previsto, aunque sedejaba querer, ante tales promesas.

Por otro lado, la familia debía prever ciertas necesida-des que se la venían encima; unas, puramente materiales,como la ropa de luto o los gastos que iba a generar elevento. Otras, tenían relación con el futuro legal inmedia-to; entiéndase la herencia y todas sus consecuencias. Eramuy frecuente la existencia en la familia, de hijos de ante-riores matrimonios, lo que complicaba extraordinariamen-te el reparto de los bienes y daba origen a movimientosmás o menos soterrados de los potenciales herederos, conmiras a influir en la decisión y resultado final del reparto.

El Testamento

Los antiguos testamentos que se conservan, nos per-miten una aproximación muy interesante a las actitudesde aquellos enfermos frente a la muerte, en sus dos ver-tientes, del Acáy el Allá. Respecto a la primera, aparecesu voluntad respecto al reparto de los bienes y no tienediferencia substancial con los actuales.

Donde hallamos su contenido más trascendente, es enlas manifestaciones y disposiciones que hacen sobre sualma, las cuales ocupan la primera parte del documento,comenzando por su Profesión de Fe, detalle que, a pesardel evidente formulismo de su redacción, respondía a losdeseos más íntimos de las personas, pues no sólo dejabael testimonio de su fe ante terceros –aspecto muy impor-tante en siglos pasados– sino que, además, le servía co-mo asidero en su propia necesidad y angustia espiritualesfrente a lo desconocido. Veamos cómo se expresa tal de-claración en 1693, en un pueblecito de la comarca, lla-mado Fontecha de la Pena:

«Yn DEY Nomine Amen. Sepan … como yo Juande la Calle … estando enfermo en la cama de una en-fermedad que dios n(uest)ro s(eño)r a ssido servidode me dar y sano de mi juicio y enttendim(ien)to na-tural ttemiendo me de la muertte que es cosa ziertta attoda criatura viviente Creyendo como creo firme yberdaderam(en)te en todo aquello que cree y confies-sa la ssanta madre Yglessia Cattolica = ottorgo y co-nozco que a onrra y gloria de Dios n(uest)ro s(eño)ry de la virgen santtissima su bendicta madre a quiensuplico sea mi abbogada Yntercessora son su divinamag(esta)d…».

Para completar la visión de esta faceta, vamos a verotros detalles que aporta un testamento del mismo lugar,pero cien años más tarde, en el que, además de la Profe-sión de Fe, impreta la ayuda de:

«…la Siempre Virgen Maria… Santto Angel de miGuarda…y…de la Cortte Zelesttial, a quienes tier-nam(en)te suplico Yntterzedan con su dibina Ma-guesttad alcanzen perdon de mis culpas, que por sertanttas temo su tribunal de Justtiz(i)a y de el apelo alde su misericordia y conformandome con su Santtis-

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Los tormentos infernales

sima Boluntad … Encomiendo mi Alma a Diosn(uest)ro s(eño)r que la crio y redimio con su pre-ciossisima sangre Pasion y muertte y el cuerpo a latierra donde y para que fue formado».

A continuación, pasan a manifestar su voluntad acer-ca del destino de su cuerpo, en cuyo momento aparecenya las primeras medidas que toma, empujado por su preo-cupación ante el Más Allá:

«…que quando la bolunttad de Dios n(uest)ros(eño)r fuere servida de me llevar desta pres(en)te vi-da a la ottra mi cuerpo sea ssepultado en la iglessiaparrochial… de este d(ic)ho lugar… en la sepulturade Marina mayor mi abuela o a un lado donde mexorlugar huviere y se pague por el rronpim(ien)to de latti(err)a lo que se deviere de mis vienes…(y)…se ha-ga mi ynttierro el dia de mi fallescim(ien)to…».

Había quienes añadían otros detalles, como es el casode otro vecino del lugar de Viduerna de la Peñaquien,en 1782, dispone además, que su:

«…cuerpo sea sepulttado con el Abitto den(uest)ro P(adre) S(an) Fran(cis)co…».

En el siguiente paso, aparecen ya las ceremonias yoraciones que desean se hagan por su alma, dependiendosu cuantía y magnitud de diversos factores, como el ca-pital disponible y la existencia o no de herederos direc-tos, por lo cual, estas disposiciones eran muy variadas.Seguimos con el primer testamento:

«Ytten mando se digan por mi anima un Nobena-rio de missas rezadas los nuebe dias siguienttes a mi-fallezim(ien)to como se acostumbra en este d(ic)holugar y se paguen los der(ech)os de decirlas que estaes mi B(olunta)d».

«Ytten mando se hagan…dos memorias la una alfindel medio año y la otra al cabo de año con assistenciade seis clerigos cada una de ellas los quales digan mis-sas por mi anima se les paguen sus pittanzas…».

«Ytten mando se diganpor mi Anima sesentta mis-sas rezadas en la yglessia parrochial de este lugar yseis en d(ic)ha parrochia por penitencias mal cum-plidas=dos en la Virgen de Fonlada (ermita del lu-gar)=dos en el Santo Christto de las Eras (ermita-santuario de la comarca)=dos en la Virgen del Balle(en Saldaña) y ottras quattro por el anima de Marinadel Balle mi abuela ttodas rezadas y sse pague la li-mosna por ellas…».

Vemos que trataban de atar cabos sueltosde su vidaespiritual, como las penitencias mal cumplidasy que re-currían a sus devociones particulares de Santos y Vírge-nes. El recuerdo y misas por su Abuela, con cuyos restosdeseaba reposar, deja entrever un especial afecto y agra-decimiento hacia ella. Pero lo que más llama la atenciónen lo leído y en lo que luego veremos, es la gran canti-dad de rezos y oficios que pretende se hagan por su al-ma, cuyos importes económicos serían cuantiosos, inten-

tando así, casi a toda costa, asegurar su salvación, por lavía de las oraciones de otros que, a su vez, resultabanagraciadosde rebote por el testamento, los cuales se en-cargarían de velar, interesadamente, por el fiel cumpli-miento de lo dispuesto, como luego veremos al hablar delos Aniversarios.

CUANDO LLEGABA

La representación esquelética de la Muerte, con suinseparable guadaña, presente en toda la iconografía deépocas pasadas, había impregnado de tal suerte las men-tes que, en sus delirios, algunos enfermos llegaban a per-cibir su presencia –tal cual– en el entorno de la habita-ción, ambientado, a su vez, por un vivo dramatismo acargo de familiares y allegados. Por otro lado, la sabidu-ría popular, había detectado que la inmediatez del trancefinal, solía estar precedida por unos días o unas horas, enlos que el enfermo parecía recobrar la salud, por lo quepocos se dejaban engañar; Es la mejoría de la muerte, sedecían unos a otros.

El Viático y la Extremaunción

En circunstancias normales, toda la escenografía delevento, comenzaba un día, con el paso del Santo Viáticopor las calles del pueblo, lo cual imponía un gran respe-to, no sólo por la presencia de la Hostia consagrada, sinopor lo que significaba aquella pequeña comitiva del Sa-cerdote portador, precedido por la Santa Cruz en manosde un Monaguillo y seguido por otro agitando la campa-nilla anunciadora de su paso, hacia la casa de un casi se-guro moribundo; los hombres se descubrían a su paso ylas mujeres se arrodillaban en señal de respeto, mientras

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El Viático

musitaban una plegaria. Le han llevado el Viático, era elmensaje que corría de boca en boca, presagiando lo peor.Aviso que también percibía el enfermo, sabedor, por ex-periencia, de lo que tal llegada significaba, aunque Sa-cerdote y familiares, se esforzaban en disimularlo, comouna atención a su deseo y hábito de comulgar con fre-cuencia, si tal era el caso. De cualquier manera, signifi-caba un alivio considerable para su compungido espíritu.

Aparte de ocasionales visitas del Sacerdote, el pasosiguiente en este proceso de ayuda y despedida de laIglesia, era la Extremaunción. Si el Viático era el alimen-to del alma para afrontar el trance, la Extremaunción ve-nía a ser como el pasaporte y credencial de buen Cristia-no, al corriente en el pago de sus deudas espirituales. Pe-ro para el enfermo, si conservaba su lucidez, y para losfamiliares, tenía también un significado más evidente ydramático: aquella vida tocaba el final y las angustias al-canzaban niveles de congoja.

La Agonía

La llegada de esta fase irreversible, hacía saltar ya to-dos los frenos de las emociones y los sentimientos, conlo que la casa se llenaba de gentes, familiares y vecinos,en un confuso revoltijo humano, aderezado de sollozos,ires y venires sin sentido, abrazos, quehaceres compulsi-vos, lloros e intentos de consuelo. En tal situación ago-biante, la presencia de los ajenos a la casa, significabatambién la manifestación de una solidaridad que com-partía el dolor y daba ánimos a la familia.

«quando algun enfermo estuviese en las ultimasagonias se avise al sacristan para que con la campa-na mayor de doce golpes con alguna pausa, cuyaseñal sirva a los demas fieles… para rogar aN(uest)ro S(eño)r auxilie… al moribundo en tan te-rrible trance…».

Dejó ordenado el Visitador Pastoral en Recueva de laPeñaen 1755, respecto al tradicional toque de campanasque se hacía en estas ocasiones.

En esas circunstancias, era frecuente la presencia depersonas, más o menos allegadas a la familia, que abor-daban la situación con ánimo sereno, convirtiéndose enlos conductores de la situación; unas veces para alivio dela familia y otras, del propio enfermo. De estas personas,tengo la referencia de una mujer que desempeñaba estepapel en Recueva de la Peña.Se llamó Clotilde Valbue-na, quien, aparte del alivio que significaba su presencia,asistía y acompañaba al moribundo hasta el último mo-mento. Entre su repertorio de frases, consejos y consue-los, le recitaba la Oración de la Buena Muerte; una com-posición versificada por desconocido autor, que, inge-nua, pausada y rítmicamente, intentaba aliviar la angus-tia y guiar el pensamiento del moribundo. En la recupe-ración del texto, realizada por una hija de la citada, exis-ten evidentes lapsus, pero su forma y contenido, nos danidea cabal de la loable intención perseguida.

Ahora, mi Señora, ahora,que postrado en esta cama,me encuentro tal,que no sé si llegaré a mañana.

Ahora, más que otras veces,que mis enemigos andansolicitando por puntos,para arrojarme a las llamas.

Ahora, más que otras veces,es menester vuestra Gracia,pues me digáis, piadosos,que mi vida se acaba.

He de dar cuenta (ahora),de mis obras y palabras;de mis malos pensamientos(Y mis pasadas hazañas).

¿Qué será de mí, Dios mío?si vuestro amor no me ampara,si vuestra Madre bendita,no favorece mi causa.

Yo no sé cómo es aquellacuenta que con Vos se paga;pero bien sé que en el cielo,han de estar puras las almas.

(¿Cómo llegar a) vuestra Gloria,si tengo la mía con manchas,(aunque) no por eso pierdo,(los anhelos y)esperanzas.

Dame pues el Purgatorio,para purificar mi almay (así) luego vaya,a la celestial morada.

También creo lo que cree,la Santa Iglesia Romana;los Artículos y el Credoy la potestad del Papa.

Que lo creásteis todoy en vuestra Ley Sacrosanta.Cien mil vidas que tuviera,por Vos las sacrificara.

¡Ay Señor! no puedo más,porque mi lengua se traba;ya no puedo pronunciarArtículos de los que hablas.

Pues lo que siente este cuerpo,desaparece del alma,porque (a) cada movimiento,el corazón se me para.

Santos de mi devoción;Virgen Purísima y Santa,concebida sin pecado,Santísima Beata.

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José, Pedro, Sebastián;Francisco, Antonio de Padua;Julián, obispo de Cuencay la Magdalena gallarda.

El Evangelista Juany también Bárbara Santa,por Dios os suplico y ruego,que favorezcáis mi causa.

Que con tales abogados,mis dolores me acompañan.

………………

Adiós Padre, adiós Madre;adiós Hijos, adiós Patria;si algo os he parecido,luego me veréis sin nada.

El Deceso

Producida la muerte, se ponía en marcha otra serie deactuaciones sociales, muchas de las cuales sobrepasabanla capacidad de los familiares, abrumados por la pena yel dolor, por lo que aparecían en escena otros actores,con papeles que las pautas de la comunidad tenían yaasignados de por vida.

Había que adecentar y amortajar el cuerpo y, paraello, siempre se contaba con algún hombre o mujer quie-nes, superando temores y repugnancias, procedían rápi-damente a realizar tal operación. ¡Cuántos trajes de no-vio sirvieron también de mortaja!, pues, normalmente,no había mucho donde elegir.

«Una vez que el moribundo dejaba de respirar,inmediatamente le cerraban los ojos, pues un retrasovidriaría su mirada y la rigidez muscular impediríaque se le juntasen los párpados. Luego se le coloca-ba un pañuelo atado, desde la mandíbula inferior ala cabeza, para impedir que le quedase la bocaabierta… A veces, se le tapaba la cara y se le poníandos monedas en los ojos; y casi siempre, se le junta-ban las manos en actitud orante, con una cruz entreellas»(2).

A la vez, se procedía a mandar avisos a los familiareslejanos, para lo que siempre se podía contar con los jóve-nes de la familia o los vecinos, quienes, con muy buenavoluntad, partían llevando la noticia. Los trámites admi-nistrativos y los detalles del sepelio, se realizaban por loshombres de la casa, mientras que las mujeres se afana-ban en los muchos quehaceres domésticos que imponíala situación, en un alocado trajín de preparativos de todotipo, para cubrir las horas y ritos que se avecinaban; en-tre otros, el sacrificio de alguna res lanar adulta, destina-da al convite del entierro. Ello servía también para dis-traer y aparcar, de alguna forma, los sentimientos de do-lor. Entre tanto, iban llegando a la casa las gentes del lu-gar, para manifestar su pésame a la familia y ofrecersepara lo que hiciera falta.

Por su parte, el pueblo y en su nombre, el Concejo,tenían también su papel que desempeñar y de ello nosdan prueba muy evidente y llamativa, las disposicionesque recogen algunas de las más antiguas Ordenanzas deestos pueblos, como las de Villaoliva de la Peñaque, en1553 establecen, ya en su primer artículo que:

«…quando en el d(ic)ho pueblo obiere cuerpomuertto que ningun vecino sea osado de yr a laboralguna fuera deel pueblo hastta que el cuerpo sea se-pulttado so pena de quartteron de zera para la Ygle-sia a cada uno».

Disposición similar recogen las de Viduerna de laPeña y las de Pino de Viduernade 1728, por las queademás, se obliga a todos los vecinos a la asistencia enlos entierros de convecinos mayores de 25 años. La co-munidad entera y hasta las de los pueblos próximos, es-taban pendientes del caso y de los actos que se iban a su-ceder en las horas siguientes, en los que la solidaridadcolectiva, debía quedar claramente de manifiesto. Habíaque tocar las posas de difuntos y, por supuesto, hacer lospreparativos para el enterramiento.

Sepulturas, Osarios y Cementerios

Entre los trabajos que debían llevarse a cabo, estabael de sacar y limpiar las andas de los muertos, que elpueblo poseía para uso común y encargar la caja a un

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Sepultura en el interior de la iglesia.

Carpintero de la localidad o de otra próxima, cuando es-te elemento empezó a utilizarse en época relativamentereciente, pues en tiempos más lejanos, el cuerpo era en-terrado cubierto, a lo sumo, con un sudario. AgustinaGarcía, vecina de Riosmenudos de la Peña,nos facilitaun testimonio de primera mano:

«Las cajas de los mayores, se forraban por den-tro y por fuera con tela negra; con papel rosa, si erade una niña o azul, si de un niño… El Concejo teníaunas andas y una caja de uso común, en las que setransportaban hasta el cementerio, los cuerpos delas personas que no podían pagarse una; allí les sa-caban de ella y los depositaban en la fosa: lo vi ha-cer de niña y me impresionó muchísimo…».

Otra tarea perentoria, era la apertura de la fosa en elcementerio, cuyo atención estaba a cargo de un vecinodel pueblo, que se preocupaba de controlar la rotación delas mismas en el pequeño espacio disponible, con objetode dejar transcurrir el plazo suficiente para la total pudri-ción de los cuerpos. Hasta bien avanzado el siglo XX,apenas si delataban su función los cementerios, más quepor los ligeros túmulos de tierra que sobresalían del ni-vel del suelo; acompañados en alguna rara ocasión, poruna tosca y desvencijada cruz de madera, carcomida porla intemperie. La mencionada informante, nos ilustratambién al respecto:

Cuando yo era niña, no había cruces ni tumbasde mármol como ahora. Entonces lo invadían todolos hierbajos, salvo que algún vecino los segara porsu cuenta. El abandono era general; ni siquiera parala festividad de Los Santosrecibía atención algu-na… La fosa era abierta por los familiares o por losmiembros de una Cofradía que había en el pueblopara cumplir este trabajo, cuando fallecía alguno desus miembros…».

En esta operación, era habitual el hallazgo de los es-queletos de antiguos enterramientos, los cuales se depo-sitaban en los osarios que, a tal fin disponía cada iglesiaen sus anejos. Osarios que solían ser recintos cerrados acal y canto, sin más acceso que un pequeño hueco en loalto de la pared, de dimensiones adecuadas al paso de loshuesos de mayor tamaño. Los enterramientos, adoptarondistintas formas en estos pueblos a lo largo de su histo-ría. De los cementerios medievales, de fosas con lajas la-terales y otras de cobertura, se pasó a las sepulturas en elinterior de las iglesias, para volver a los cementerios acielo abierto hacia el año 1800, a raíz de ser prohibidasaquellas, por razones sanitarias.

Casi todas las iglesias de la comarca, conservan en elsuelo, el típico enlosado de las antiguas sepulturas, cuyouso tuvo en su tiempo diversas facetas. En primer lugar,la Iglesia debía obtener una licencia del Obispado paraabrir nuevos huecos y, a su vez, se resarcía de los gastos,cobrando una cantidad por su utilización, la cual variabaen función de su proximidad al altar y del tipo de difun-to, pues para un adulto oscilaba entre 10 y 30 reales ypara un niño, se quedaba entre cuatro y seis. La mayorproximidad al altar, incluso a su pie, no sólo significabauna mayor relevancia social, sino que además, se estima-ba que tal ubicación, propiciaría una más pronta y eficazllegada de la gracia divina, lo cual motivaba se compitie-ra por ocupar tales espacios, especialmente por las fami-lias de los hidalgos y los propios sacerdotes. Ello diomotivo a la Jerarquía Eclesiástica para corregir tal com-portamiento, como dejó constancia el Visitador Pastoralde Viduerna en 1752:

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Enterramiento medieval (Villafría)

Osario de Viduerna.

«…muchas personas con pretexto de Devocion ri-dicula y quebrantando varios Decretos de la SagradaCongregacion de Ritos, ordenan enterrarse al pie odevajo de las tarimas de los Altares… (por lo quemanda al Cura)…no permita se abran semejantes se-pulturas, aunque sea para el seglar de condicion masrelebante…».

Pésames y Velatorios

Mientras tanto, no había cesado la actividad febril enla casa del difunto, a la que ya empezaban a llegar fami-liares y amigos de los pueblos próximos, para manifestarsus condolencias. El cuerpo ya se hallaba expuesto a lasvisitas, normalmente en el portal o en una habitaciónaneja, incluso en la propia cama, con un par de cirios enla cabecera, flanqueando, a veces, a un Crucifijo. Allípermanecería hasta el momento del entierro, velado porfamiliares y vecinos, que se turnaban a lo largo del día yde la noche, en los llamados Velatorios.

El velatorio, era un acto social de gran relevancia, enel que se demostraba una vez más, a los familiares, la so-lidaridad del vecindario, de la forma más manifiesta, alacompañarles físicamente en aquellas primeras y durashoras del dolor, especialmente en las nocturnas, en lasque la oscuridad y las fantasías, podían jugar malas pasa-

das a las mentes en tensión. Por ello, y a lo largo de lashoras, se iban turnando los vecinos, sin orden alguno,pero de forma que siempre hubiera varios. Durante esetiempo, se rezaba de vez en cuando, a iniciativa de algu-na persona piadosa recién llegada al turno de vela; pero,sobre todo, se hablaba acerca de los más dispares asun-tos; se recordaban anécdotas de la vida del difunto e in-cluso se bromeaba, con el ánimo de relajar el ambiente.Los deudos solían aprovechar las últimas horas de la no-che, para intentar dormir algo o, al menos, descansar elcuerpo de la fatiga y tensiones acumuladas.

El Entierro

Al fin, llegaba el momento de la separación fisica deldifunto y la tensión volvía a subir en su domicilio, al quese acercaba el Sacerdote precedido por la Cruz procesio-nal y acompañado por los monaguillos, a la vez que secongregaba el vecindario en su entorno. Los rezos y can-tos fúnebres, resonaban en el silencio general, acompa-ñados por el lúgubre doblar de la campana tocando aMuerto; si se trataba de un infante, tocaba a Gloria.

Los hombres de la casa o allegados, cargaban con elféretro –se decía, la caja– y la comitiva iniciaba la pro-cesión, entre los sollozos y hasta los gritos desgarradosde las mujeres de la familia, quienes solían quedarse encasa, recatadas y temerosas de presenciar las últimas es-cenas del drama. El cortejo, engrosado por los forasterosy en el que no faltaba nadie del lugar, caminaba en silen-cio, roto sólo en alguna ocasión por los rezos y acompa-sado por el sonido de la campana en su pausado tañer. Ycomo fondo, el rumor cadencioso que hacía el lento ca-minar de cientos de pies sobre la tierra o las piedras delcamino. La Cruz, el féretro y el Cura, iban flanqueadospor sendas filas de niños y de los hombres, tras ellos; lasmujeres cerraban en bloque el cortejo; enlutadas la ma-yoría, algunas asidas fuertemente de los brazos o loshombros y todas compungidas, incluso sollozantes, susu-rraban plegarias ininteligibles.

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Cementerio de Cubillo

Entierro de un niño

Llegados al cementerio, el gentío se desparramabapor el reducido espacio del recinto, enmarcado por sen-cillos muros de piedra sin argamasa, concentrando suatención y rodeando la zona donde aparecía la fosa re-cién abierta, a cuyo lado reposaba ya la caja. Tras lasoraciones y asperges de rigor, los hombres alzaban el fé-retro con una soga, haciéndolo descender suavemente enla fosa. Era el momento de mayor dramatismo, en el quelos sollozos, de las familiares que se habían atrevido allegar hasta allí, se convertían en lastimeros gemidos.Pero lo que realmente impresionaba, eran los golpes delas primeras paletadas de tierra sobre la madera de la ca-ja y siempre, siempre, como fondo, el lúgubre tañido dela campana. Un entierro en los atardeceres serenos delotoño–invierno, resultaba realmente acongojante y hastasobrecojedor.

A todos estos aconteceres, asistían los niños del lu-gar, dominados por encontrados sentimientos de temor ycuriosidad, venciendo siempre esta última, entre morbo-sos comentarios sobre muertos, osamentas y otras esca-tologías. Los más pequeños, experimentaban la primeraaproximación a la muerte, con la contemplación del ca-dáver en el domicilio, donde habían podido acceder ypermanecer con toda naturalidad y ahora, en el cemente-rio, escuchaban las leyendas que se transmitían los ma-yores, mientras observaban con asombro los huesos queiban apareciendo en el montón de tierra, a medida queiba siendo paleado para rellenar la fosa. Luego vendríanlas angustiadas preguntas del por qué de la muerte; pero,de momento, habían recibido la primera lección de la vi-da. Los golpes de la azada, clavando una rústica cruz demadera sobre el montículo de tierra, señalaban el final dela ceremonia, mientras que el personal se iba alejando enpequeños grupos de gente, ya habladora, que se saludabao comentaba recuerdos.

Convites y Caridades

Pero el día aún no había acabado para la familia, puesquedaba por abordar la última fase del ritual de talesocasiones. A la salida del cementerio, volvían muchaspersonas hasta la casa, especialmente los forasteros, paramanifestar de nuevo su pesar, dedicar unas palabras deconsuelo y despedirse de la familia. También solía acudirel Sacerdote con el mismo fin y para concertar las consi-guientes celebraciones litúrgicas, derivadas de los deseosde la familia y del propio difunto.

Al final, sólo quedaban los más allegados, entre losque siempre había forasteros procedentes de lejos y que,quizá, no regresarían hasta el día siguiente a sus respecti-vos hogares. Creo que es esta circunstancia –la atencióna los forasteros– en la que se puede hallar una de lasprincipales motivaciones del origen de los tradicionalesconvites que seguían a los entierros. A pesar de la angus-tia del día, la familia se veía obligada a preparar una co-piosa comida, en la que no faltaba la carne en abundan-cia. Tal comida, no solía ser un modelo de moderación,ni siquiera en las formas, por lo que en los últimos tiem-

pos era ya mal vista, hasta que terminó por desapareceruna costumbre que había pervivido durante siglos y ge-neraciones, a pesar de la oposición y los esfuerzos de laIglesia por desterrarla, como deja patente la Visita Pasto-ral a Villaoliva de la Peñaen 1723, la cual prohibe ex-presamente y por respeto a los dolientes, estas comidasde entierro, de honras y de cabos de año.

Esa noche, se acordaban también toda una serie deactos, trámites y pasos, que habrían de darse en el futuropara normalizar la situación: cuentas, pagos, inventarios,almonedas, caridades, ofrendas y aniversarios. La vidaseguía y había que sobreponerse al dolor. La malicia po-pular, había acuñado el sarcástico dicho de “El muerto alhoyo y el vivo al bollo”, para significar satíricamente, laprevalencia de las necesidades de la vida, sobre el dolorde la muerte.

En los últimos tiempos de la Antigua Cultura, ya sehabía perdido otra costumbre parecida a la anterior y conraíces aún más arcaicas; incluso pudo ser el origen delconvite citado, aunque ambas convivieron durante si-glos. Se trataba de las Caridadeso fundaciones que deja-ban, en ocasiones a perpetuidad, algunas personas en sustestamentos, con la idea de ofrecer un humilde refrigerioal vecindario o a los pobres asistentes a las honras fúne-bres, como agradecimiento y recuerdo del difunto.

«…una Caridad que se reduce a una torta, unquartillo de vino y tres quarttos de dinero, todo locual se distribuie anualmente con los Pobres la ter-zer Dominica de Quaresma».

Y como ésta o parecidas, una docena más de Carida-des que estaban en vigor a mediados del siglo XVIII enRecueva de la Peña,gravando otras tantas fincas, cuyosdueños, tanto por compra como por herencia, estabanobligados a correr con dichos gastos. Tampoco tales ce-lebraciones eran del agrado de la Iglesia, que trataba, portodos los medios, de lograr su desaparición, prohibién-dolas e incluso reconvirtiéndolas, contra la voluntad desus fundadores, en Misas por sus almas. El espectáculodebía ser poco edificante, a juzgar por lo que dejó escritoel Visitador Pastoral de Villaoliva en 1726, al ordenar alCura que:

«…(no) permita se den car(ida)des de pan y vinoa la puertta delos que mueren ni otras desta cali-dad…quando con ellas no se socorre nezesi(da)d alos pobres y antes se rresulttan muchas discordias yotros inconben(ien)tes…y si alguna persona las deja-re, su importte se distribuia en misas y sufragios porsu Alma…».

EN EL RECUERDO

En tiempos pasados, la desgracia de una muerte, seproyectaba sobre los deudos, con mayor o menor dureza,a lo largo del tiempo, incluso durante toda su vida. Loslutos, los sufragios y las ofrendas, no eran más que algu-nas de las más aparentes servidumbres o penalidades que

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recaían sobre la familia. En otros tiempos y para la ma-yoría de las mujeres, la viudedad era prácticamente sinó-nimo de pobreza; de hecho y por vía de ejemplo, sólo eraconsiderada como medio vecino, a la hora de su valora-ción administrativa.

Los Lutos

El luto, es otra costumbre prácticamente desapareci-da, a pesar de que estuvo plenamente en vigor hasta haceapenas medio siglo. Era y significaba la muestra externadel dolor por la pérdida del ser querido y tenía variasmanifestaciones, siendo la más aparente la del vestido,que afectaba muy especialmente a las mujeres, cubiertasde negro, desde la cabeza a los pies; mientras que en loshombres, se resolvía con un brazalete negro en la cha-queta o camisa; sólo los niños menores de catorce añossolían quedar libres.

Otra manifestación del luto, venía de la mano del re-cato en los comportamientos, lo que de nuevo volvía arecaer en mayor medida en las mujeres de la familia, co-mo nos vuelve a explicar Agustina:

«…nada de risas, ni de cánticos; nada de fiestas,ni de bailes. Apenas si se salía a la calle; sólo para loimprescindible. No se ponía la radio, y se manteníanlas ventanas cerradas o en semipenumbra, sobre to-do, cuando se celebraba alguna fiesta en el pueblo…El luto tenía una duración que variaba según el gra-do de parentesco que unía con el difunto: tres mesespor los Tíos y seis por los Abuelos; un año por elHermano y dos por los Padres o Hijos mayorcitos,pues por los niños no se guardaba luto, al considerarque habían ido al cielo…».

Como era frecuente que se sucedieran los falleci-mientos de unos u otros familiares, había casos en losque no se libraban de un luto y ya tenían otro encima,por lo que había mujeres que, con la treintena de años, yun poco de mala suerte, unida a la necesidad de aprove-char los vestidos, se vestían de luto ya de por vida; aun-que las que más sufrían las consecuencias, eran las jóve-nes, siempre más controladas socialmente que sus her-manos, viéndose privadas de cualquier tipo de diversióny de las ocasiones de relacionarse. Los días siguientes ala defunción, era habitual en las casas, la imagen de lascalderas o baldes con el tinte negro, en los que se ibantratando las prendas de vestir consideradas necesarias.

Funerales, Novenarios y Aniversarios

Ya vimos al principio, cómo quedaban instituidas es-tas obligaciones en los testamentos, de las cuales toma-ban buena nota los Párrocos, para evitar olvidos más omenos involuntarios. A falta de tales disposiciones testa-mentarias, eran socialmenteobligatorios la Misa de Fu-neral o de Memorias, el Novenario de Misas y los Cabosde Año. En algunos lugares, como Congosto de Valda-via, localidad lindante con la comarca de La Peña, era

habitual, durante el Novenario, la reunión nocturna defamiliares y allegados, especialmente las mujeres, en lacasa del difunto, para realizar diversos rezos por su al-ma, entre los que estaba un original “Reloj del Purgato-rio”, con doce breves estrofas, seguida cada una del co-rrespondiente Padrenuestro(2).

En cuanto a los Aniversarios, tenían un tratamientoespecial y una pretensión de permanencia en el tiempo,incluso indefinida, por lo que eran objeto de disposicióntestamentaria y, por ello, ajenos a la voluntad de la fami-lia. En principio, no se correspondían con el aniversariode la defunción, propiamente dicho, sino que la palabrahace referencia a su celebración anual, eso sí, en un díafijo, que señalaba el propio testador, así como el lugar desu celebración; así como el nivel de la ceremonia. El pa-go de ellos, era un débito permanente que recaía sobre elheredero de la propiedad sobre la que recaía tal carga, in-cluso aunque esta fuese vendida a una tercera persona,ya que el valor de la tal finca así heredada, quedaba dis-minuido indefinidamente por el importe de dicha carga,por lo que, en teoría, se debía seguir celebrando, genera-ción tras generación. Ello daba lugar a controles y re-cuerdos, por parte de los Párrocos, como principales in-teresados, que incluso exponían al público las tablasconel calendario de tales obligaciones. No fueron tampocoextrañas las reclamaciones, incluso los pleitos judiciales,en tal sentido. Hasta se hacían Apeoso inventarios deellos, ante Notario.

Uno de estos Apeos, hecho en Viduerna en 1717, re-gistra 31 Aniversarios, cuyo importe solía estar reflejadoen dinero, oscilando entre 1 y 27 reales de vellón, aun-que a veces lo concretaban en especie (3).

«…y mando quel Cura destte lugar diga una missapor su anima y se le de de comer y beber…» (dice uno).

«…y mando quel Cura … ruegue a Dios por suanima y se le den ocho m(a)r(avedi)s, una oblada,candela y vino…» (manifiesta otro).

«Para el dia de San Lorenzo de cada un año parasiempre jamas…» (establece un tercero).

«…que anual y perpetuamente…» (señalabanotros).

Ofrendas y Responsos

Otra de las estampas ya desaparecidas de la AntiguaCultura, relacionada con la muerte, era la mujer de la ca-sa, arrodillada sobre la sepultura de la familia, con un panal lado y manteniendo encendidos los cirios –uno o dos,los días laborables y dos o tres, los festivos– soportadospor el hachero correspondiente, mal llamado también se-pultura. Las filas de bancos en las naves de las iglesias,son un elemento relativamente reciente en ellas, pues,hasta hace poco más de 50 ó 60 años, solamente había al-guno en el coro o adosados a las paredes, estando el restode la nave ocupado por las sepulturas, en las que se aco-modaban las mujeres que las atendían, provistas de unaalmohada que las servía, ora de asiento, ora de rodillera.

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Estas mujeres eran portadoras de las Ofrendas, cuan-do las correspondía, según la costumbre o atendiendo alo dispuesto por el familiar difunto.

«Ytten m(a)ndo se ofrende por mi anima y ssobremi sepulttura por ttiempo y espacio de medio año si-guientte a mi fallezimientto pan y vino y sera cada undia segun se acostumbra en este d(ic)ho lugar yd(ic)ha ofrenda me la lleve Angela Fuenttes mi mu-ger y por el ttravajo de llevarla se la paguen susder(ech)os devidos…».

Disposición que dejó hecha el testador que presenta-mos al principio, en la que apreciamos un elemento muyllamativo, en la expresión “me la lleve”; idea y significa-do que nos retrotraen a épocas y costumbres primitivas yprecristianas, pues de la literalidad de la frase, se des-prende que la tal ofrenda iba destinada al propio difunto,aunque luego se derivara hacia el altar.

«Durante el novenario, era costumbre ofrecer unpanecillo en misa, por parte de la mujer que repre-sentaba a la familia del difunto. Esta ofrenda era es-pecial en el funeral; ocasión en la que se colocabanuno o dos cestos al lado del hachero, donde iban de-positando sus ofrendas, antes de comenzar la misa,los familiares y allegados. Estas ofrendas eran siem-pre de panes o huevos y cuando llegaba el Ofertorio,los cestos eran acercados hasta el altar por dos otres mujeres. Lo normal, era que las ofrendas se repi-tieran a lo largo del año, en las cinco o seis festivida-des más importantes; fechas en las que ya eran va-rias las mujeres que ofrendaban, por sus respectivasobligaciones. Lo hacían al llegar el Ofertorio, for-mando una fila, con el pan en una mano y una velaencendida en la otra; iban dejando el pan en el aliary apagando la vela, regresaban a las sepulturas co-rrespondientes. Estos panes los llevaba después elSacristán a la casa del Cura».

Nos vuelve a ilustrar Agustina, con su testimonio delos últimos tiempos de esta costumbre.

Las sepulturas de las iglesias, aún eran escenario deotro rito religioso, el de los Responsoso rezos por el almadel difunto correspondiente a cada una. Estos responsos,tenían lugar al finalizar la misa de cada día, para lo que elSacerdote, se acercaba a la sepultura donde iniciaba unaserie de Requíens, rematados cada uno de ellos por un Pa-drenuestro y por una pequeña limosna, que los asistentesiban depositando, en un continuo ir y venir, en el bonetedel Sacerdote, sostenido por uno de los acólitos que leacompañaban. Tales eran las formas y maneras en los úl-timos tiempos de esta costumbre, aunque parece ser que,en épocas pasadas, estas oraciones eran costeadas directa-mente por la familia del difunto, al menos durante losplazos que éste había estipulado en su testamento.

«Ytten mando que durantte d(ic)ho medio añosig(uien)te a mi fallecim(ien)to se diga por mi animay ssobre mi sepultura un rresponsso cada un dia los

de fiesta canttado y los demas rezado y se paguen losd(e)r(ech)os de decirle que assi es mi b(olunt)ad.»

continuaba disponiendo el referido testamento de 1693 yque, con pocas variantes, se repetía en todos los de la época.

Fundaciones

Por aquellos tiempos, también era relativamente fre-cuente por todos estos pueblos, la existencia de humildesfundaciones de tipo benéfico o altruista; raro era el queno contaba con un Hospital de Pobres, un pequeño Pósi-to o, simplemente, una ayuda para sostener la presenciadel Maestro de Primeras Letras(4). Todas ellas, proce-dían de legados dejados por algún vecino, entre los quedestacaron los Sacerdotes.

Hoy as, por su evidente relación con el tema que nosocupa. En los libros de Recueva de la Peña,apareceanotada en 1646, una fundación de este estilo:

«…dejo un censo que rinde cada un año once re-ales…(para el Cura, para que cuide) …de hacer to-car la campanilla de las animas a las noches… (y losotros ocho, a sus herederos, para que) …tengan obli-gación de tocar dicha campana».

Obligación que se fue cumpliendo religiosamente, añotras años, porque aún quedan vecinos en el lugar que dan fede cómo vieron, en su juventud, recorrer las calles a la per-sona encargada, tocando la esquila, para recordar al vecin-dario el rezo por sus difuntos. También es verdad que, conposterioridad al legado dicho, debió existir otro con el mis-mo fin, basado en la renta de una finca, la cual era conocida

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El toque de Ánimas

por eso en el lugar como Tierra de las Animas. Similar cos-tumbre, existía también en Villalbeto de la Peña(5).

CONCLUSIÓN

La muerte fue, durante siglos, no sólo motivo de te-mores ancestrales, sino que suponía para los protagonis-tas, un paso hacia lo desconocido, en cuyo mundo estabaen juego su vida eterna –Muerte, Juicio, Infierno y Glo-ría– y sabedores de sus muchas debilidadeshabidas a lolargo de la vida, optaban claramente por el Purgatoriocomo mal menor, en la confianza de que limosnas y re-zos, abreviarían substancialmente su paso por él, alcan-zando así con rapidez, la vida celestial.

Como consecuencia de ello, dejaban unas herenciasplagadas de obligaciones, que debían asumir los herede-ros, las cuales llegaban a constituir gravosas cargas, quedifícilmente podían soportar las menguadas economías deaquellas gentes, pues algunas de ellas, eran a perpetuidad.

Todo ello quedaba enmarcado en el mundo religiosode la Antigua Cultura, dando lugar a formas y pautas decomportamiento, amén de severos controles sociales,

que las generaciones venideras, ayunas de experienciaspróximas, tendrán dificultades, no sólo para imaginar, si-no, incluso, para comprender.

BIBLIOGRAFÍA

(1) MEDIAVILLA DE LA GALA, L. M. y MERINO RODRÍGUEZ, B.:

“Los Ofrecidos del Brezo”, Cuadernos de La Peña, nº 1. Valla-

dolid, 1999.

(2) MANRIQUE CAMPILLO, A.:“Historia y vida de un pueblo de La

Valdavia: Congosto”, Palencia, 2001, p. 507.

(3) MEDIAVILLA DE LA GALA, L. M.:“Viduerna de la Peña”, Cua-

dernos de La Peña, Valladolid, 2004, pp. 23 y 24.

(4) MEDIAVILLA DE LA GALA, L. M.: “Villalbeto de la Peña”, “Vi-

duerna de la Peña” y “Recueva de la Peña”, Cuadernos de La

Peña, nº 7, 9 y 10.– Valladolid, 2003, 2004 y 2005, pp. 22;

10–11; 16 y 22.

(5) “Villalbeto de la Peña” y “Recueva de la Peña “, (ya citados),

pp. 23 y 35.

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MOTIVOS LEGENDARIOS EN LA PROVINCIA DE LEÓN.ANTIGUA PELEA MÍTICA ENTRE EL SOL Y LA LUNA

En torno a las leyendas existen muchos equívocos.Uno de ellos consiste en creer que todas tienen desarro-llo argumental o narrativo, cuando no es así. No pocas sereducen a simples creencias, o a un mero enunciado; sonlas leyendas embrionarias, de que hablaba VicenteGarcía de Diego.

Otro de los equívocos consiste en confundir las queproceden de tradición libresca (y en León hay bastantes) ylas que se hallan vivas en la tradición oral. Son leyendasde distintos tipos y nada tienen que ver las unas con lasotras. Las primeras están muertas, nos llegan por vía eru-dita. Las segundas podemos aún, por fortuna, recogerlasen nuestros pueblos, de labios de nuestros campesinos.

Y un tercer procedimiento viciado, que se ha cultiva-do en demasía y que se sigue, por desgracia, cultivandoaún, consiste en embellecer (argumental y estilística-mente) las leyendas que en la tradición oral son más es-cuetas o más simples, así como en añadirles elementosajenos a ellas. Y todo esto se ha hecho, y se sigue ha-ciendo, no pocas veces.

Nosotros vamos a ir mostrando motivos legendarios,vivos en la tradición oral de la provincia de León, co-menzando por leyendas relativas al cielo, que podríanser calificadas como leyendas cosmogónicas y meteoro-lógicas. Abundan más de lo que pudiera parecer y ape-nas han sido recogidas.

UN COSMOS ANIMADO

Comenzaremos por exponer –prescindiendo en estecaso de referencias bibliográficas– un motivo legendario,vivo entre los campesinos, en determinadas áreas de laprovincia de León. Consiste en el relato escueto de unaantigua pelea mítica que sostuvieron el Sol y la Luna.

La invención de tal pelea es la explicación legendariaque da el pueblo para explicar por qué tienen manchastanto la Luna como el Sol y por qué a este último se leven como “agujas”, según la percepción popular. Tales“agujas” no serían más que un acercamiento al ámbitohumano de los rayos solares.

Dentro de lo que es la animación y personificacióndel universo –un rasgo característico de la mentalidadtradicional del campesinado–, se encuadra la atribución,tanto al Sol como a la Luna, de caracteres y de rasgosanimados. Para los pueblos primitivos, el cosmos estáanimado, está dotado de vida: el Sol, la Luna, las nubes,el arco iris, la tormenta…; todos estos elementos pueden

ser favorables o desfavorables, propicios o adversos, deahí que haya que tenerlos en cuenta, para beneficiarse deellos o para protegerse, cuando son un peligro.

UNA ANTIGUA PELEA MÍTICA ENTRE EL SOL YLA LUNA

En la percepción popular, para explicar por qué el Soly la Luna nunca coinciden, ya que el primero es el astrodel día, mientras que la segunda lo es de la noche, se ha-bla de una antigua pelea entre ambos, que expresa, porejemplo, una copla recogida en Villacidayo:

ETNO–TEXTO 1

La Luna y el Sol riñeron,perdieron las amistades;el Sol sale por la mañanay la Luna, por la tarde.

Pero esta antigua y mítica pelea entre los astros deldía y de la noche también la recoge un interesantísimomotivo legendario, conocido sobre todo en determinadasáreas del oeste de la provincia, como son las de Ancares,El Bierzo y La Cabrera.

En el origen, el Sol y la Luna fueron muy amigos.Pero después se enemistaron y tuvieron una pelea mutua,una pelea mítica, que las leyendas leonesas nos descri-ben así:

– La Luna le arrojó al Sol un puñado de cernada(ce-niza), porque le tenía envidia, ya que alumbraba más queella. Es lo que se dice en la localidad berciana de Acebo(ayuntamiento de Molinaseca). Y así se explica que elSol tenga manchas.

ETNO–TEXTO 2

[¿Por qué el sol tiene manchas?] Porque la luna leechó ceniza, porque tenía envidia, porque alumbrabamás que ella.

Dicen que un día la luna, al sol, le echó un puñao decernada –¿ónde la cogió?, es que no sé ónde la cogió–,porque le tenía envidia, porque alumbraba el sol másque ella.

(Acebo. Josefa Puente Simón, 65 años. 8 de mayo de2004).

– Tanto en Ancares como en La Cabrera, se dice queel Sol le arrojó a la Luna un puñado de ceniza, de ahí susmanchas; mientras que, como respuesta, la Luna le lanzó

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José Luis Puerto

al Sol un puñado de agujas, de ahí que se perciban cuan-do se le mira (en realidad, serían los rayos). Este motivolo hemos recogido, por ejemplo, en la localidad cabreire-sa de Ambasaguas y en la ancareña de Balouta.

ETNO–TEXTO 3

Que eso que era un puñao de ceniza que le habíaechau el sol a la luna. Y la luna que le había echau aújasal sol. Eso se decía, los viejos. Es lo que decían.

(Ambasaguas. Secundino Villarpriego Carrera, 83años. 5 de septiembre de 2004).

ETNO–TEXTO 4

Bueno, pues sí que dicen que tenía unas figuras, sí,que tuvieran…, ¡pero eso son cuentos! Que le tirara, elsol que le tirara a la luna un puñao de tierra. Y luego laluna que le tirara al sol unas aújas, que por eso ahora,cuando se ve, se hacen unas aújas. ¡Ésas son historias!

El sol le tiró tierra a la luna y le ha dicho a la luna:

– Retírate, bandolera.

Y la luna le contestó, dice:

– Vale más rondar de noche, que no de día y quemar.

(Balouta. Manuel Álvarez Fernández, 81 años. 5 deoctubre de 2004).

Este mismo motivo se conoce parcialmente en localida-des de El Bierzo (Compludo…) y de La Cabrera (La Ba-ña…), cuando se indica que el Sol le arrojó ceniza a la Lu-na, formándole manchas en parte de su superficie visible.

ETNO–TEXTO 5

Pues, mire, lo del sol dicen que si le tiró un puñao deceniza a la luna. Y es la mancha que lleva la luna, cuan-do eso. ¿Ve que, cuando se ve de noche tiene aquel, elcerco redondo, pero en el centro siempre lleva unapequeña nube? Y dicen que si fue el sol que le tiró unpuñao de ceniza.

(Compludo. Francisco Castaño Brañuelas, 66 años.15 de septiembre de 2004).

ETNO–TEXTO 6

Contaban algunos viejos –malamente, que no teníanni idea– que la luna cuando se ponía oscura, que eraporque le habían echao un puñao de ceniza. [¿Quién lehabía echado el puñado de ceniza?] Bueno, otros, otroastro, el sol.

(La Baña. José Martínez Bayo, 69 años. 5 de sep-tiembre de 2004).

– En la localidad de Pereda de Ancares, se nos indicauna variación con respecto a este motivo legendario delque tratamos. Las manchas que se perciben en la superfi-cie solar se explican del siguiente modo: El Diablo, porhacerle daño, le lanzó al Sol el borrallo (borrajo, rescol-do) de la lumbre, de ahí que le dejara tal huella.

ETNO–TEXTO 7

Dice que si le habían echau como ahora, le llama-mos nosotrus, el borrallo de la lumbri, ¿no?, que el Dia-blo le había echau el borrallu. [¿Por qué?] Bueno, porhacer daño.

(Pereda de Ancares. Antonio Rodríguez Fernández,83 años. 25 de octubre de 2003)

EL SOL CALIENTA MENOS QUE ANTES

Y pasaríamos así a una nueva percepción popular,que constituye otro motivo legendario, relacionado conla degradación de los tiempos (de una primordial edad deoro, se pasaría a una siguiente de plata, para terminar enla degradación de la de bronce): el Sol calienta menosque antes, puesto que se ha hecho más viejo, ha envejeci-do, se encuentra en su ancianidad. De nuevo, estamosante la animación del cosmos, a través de una analogíaque se ha establecido entre el astro solar y el ser humano.

El señor Emiliano, de Valsemana, nos lo expresa así,en un delicioso etno–texto:

ETNO–TEXTO 8

El sol dicen que calienta menos. No sé si es cierto osi no. Que calienta menos que calentaba. Yo se lo heoído decir que el sol que calienta menos que calentaba,que ha perdido calorías. Pero yo, por lo que es, no lopuedo saber. No sé si se acabará también, si no.

(Valsemana. Emiliano García Fernández, 78 años. 10de marzo de 2002)

Y este motivo se halla extendido en distintas zonasde la provincia de León. Lo hemos podido documentar,por ejemplo, en localidades tan distintas y tan distantes,como Maraña, en los Picos de Europa; Bercianos delReal Camino, en la comarca de Sahagún; la Velilla deValdoré, en la alta ribera del Esla; Valsemana, en la delBernesga; o Santiago Millas, en plena Maragatería.

ETNO–TEXTO 9

Nos calienta menos ya. Que nos calienta menos quenos calentaba. [¿Por qué?] Ah, no lo sé, porque estánarriba en la luna haciendo algo. O por allí arriba.

(Maraña. Salomé Ordóñez Ordóñez, 66 años. 14 deseptiembre de 2002)

ETNO–TEXTO 10

Bueno, sí, eso, dice:

– Esto ya no es lo que era antes.

Como la lluvia, igual. Dice:

– Antes aquí se tiraba –dice.

Ahora el otro día estuvo lloviendo dos días. Y resultaque todos nos subíamos las manos a la cabeza:

– Madre mía, yo no sé qué va a ser esto.

Y, claro, porque decía la gente, dice:

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– Pero, bueno, entonces aquí, cuando estábamos enel mes de enero, y estaba todo el mes lloviendo.

Y estábamos tan tranquilos, con las madreñas, aquímadreñas pa arriba, madreñas pa abajo. Y ahora lluevedos días y nos creemos que…

(Bercianos del Real Camino. Olegario PastranaMencía, 63 años. 6 de octubre de 2002)

ETNO–TEXTO 11

Pues sería una premonición o yo qué sé qué sería.Como la del sol, que si el sol pierde fuerza, que se apa-ga, paulatinamente.

(La Velilla de Valdoré. Orencio Recio Díez, 71 años.3 de agosto de 2003)

ETNO–TEXTO 12

Menus. Y menus verano. [¿Por qué?] Ah, pues no losé; pues será la atmósfera que nos mandan pa arriba.

(Santiago Millas. Catalina Casas Turienzo, 78 años.15 de mayo de 2004)

Tendríamos, así, un relato legendario, en la tradicióncampesina leonesa viva, que partiría de un tiempo pri-mordial en el que el Sol y la Luna mantendrían una firmeamistad, para pasar a un tiempo posterior en el que elprimero le arrojó ceniza a la segunda, para tratar deoscurecerla, respondiéndole el astro lunar con un puñadode agujas, ¿para deshincharlo?, o de ceniza, tambiénpara que perdiera su luz. Una luz que el Sol ha ido per-diendo, pues ha ido envejeciendo con los siglos.

Perspectivas míticas, vivas en el imaginario tradicio-nal colectivo del campesinado leonés, que nos hablan deun cosmos poblado y habitado por astros y fenómenoscon vida y, por tanto, con pasiones; astros y fenómenosque se aplacan o se enfurecen y a los que, por ello, el serhumano –con respeto y temor– ha prestado atención du-rante tantos siglos.

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