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    Ideas22 Revista de filosofa moderna y contempornea

    Fichte y el implante perversoVICENTE SERRANO

    El Renacimiento en el pensamiento de Deleuze JOS EZCURDIA

    Amor y moralidaden la tica tarda de Husserl

    CELIA CABRERA

    Europa ao cero. Hannah Arendt, Karl Jaspersy la filosofa en el mundo pos-totalitario

    PAULA HUNZIKER

    Spinoza, Montaigne y los lmitesdel horizonte intelectual de la tolerancia

    MANUEL TIZZIANI

    autores reseados

    Paula Fleisner - Guadalupe LuceroPablo Dreizik

    Esteban Dipaola - Luciano Lutereau

    Virginia Moratiel

    Gilles Deleuze

    Hernn Inverso

    Jason Wirth

    Craig Lundy - Daniela Voss

    ISSN 2451-6910

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    una publicacin de RAJGIF EdicionesISSN 2451-6910

    Frecuencia semes tralAo 1 Nmero 2

    GRUPOEDITORJulin Ferre yraMariano GaudioVernica Kretschel

    Natalia LerussiAndrs OsswaldMatas SoichMara Jimena Sol

    DISEO

    Juan Pablo Fernndez

    www.revistaideas.com.ar

    mail: [email protected]: RevistaIdeasTwitter: @IdeasRevista

    Direccin postal:Dr. Nicols Repetto 40 PB B(1405) CABA - Argentina

    RAJGIF. REDARGENTINADEJVENESGRUPOSDEINVESTIGACIN ENFILOSOFA

    Integran RAJGIF: Grupo Deleuze, Ontologa Prctica (la deleuziana); Grupo Enlace(Crtica de la facultad de juzgar); Grupo de Investigacin sobre Idealismo; Grupo de Investigacinsobre Spinoza y el spinozismo; Grupo de las Lecciones sobre el Tiempo (Husserl).

    3

    SUMARIO

    Ideas2

    Esta edicin se realiza bajo la licencia de uso creativo compartido o Creative Commons: Atribucin-CompartirIgual 4.0 Internacional. Est permitida la copia, distribucin, exhibicin y utilizacinde la obra, sin fines comerciales, bajo las siguientes condiciones: Atribucin: se debe mencionar lafuente (ttulo de la obra, autores, editorial , ciudad, ao), proporcionando un vncu lo a la licenc ia eindicando si se realizaron cambios.

    COMITASESOR

    Emiliano Acosta(VRIJEUNIVERSITEITBRUSSEL/ UNIVERSITEITGENT)

    Fernando Bahr(UNIVERSIDADNACIONALDELLITORAL)

    Mnica Cragnolini(UNIVERSIDADDEBUENOSAIRES)

    Jorge Dotti(UNIVERSIDADDEBUENOSAIRES)

    Jorge Eduardo Fernndez(UNIVERSIDADNACIONALDESAN MARTN)

    Leiser Madanes(UNIVERSIDADNACIONALDELAPLATA)

    Silvia Lujn Di Sanza(UNIVERSIDADNACIONALDESAN MARTN)

    Diana Mara Lpez(UNIVERSIDADNACIONALDELLITORAL)

    Philippe Mengue(UNIVERSITPOPULAIRED'AVIGNON)

    Faustino Oncina Coves(UNIVERSIDADDEVALENCIA)

    Graciela Raln de Walton(UNIVERSIDADNACIONALDESAN MARTN)

    Jacinto Rivera de Rosales(UNIVERSIDADCOMPLUTENSEDEMADRID, Y

    UNIVERSIDADDEEDUCACINADISTANCIADEMADRID)

    Vicente Serrano Marn(UNIVERSIDADAUSTRALDECHILE)

    Diego Tatin(UNIVERSIDADNACIONALDECRDOBA)

    Roberto Walton(UNIVERSIDADDEBUENOSAIRES)

    Jason Wirth(UNIVERSITYOFSEATTLE)

    Revista de filosofa moderna y contempornea

    editorial PGINA 6artculos PGINA 11

    1. Fichte y el implante perversoVICENTE SERRANO PGINA 12

    2. El Renacimiento en el pensamiento de Deleuze JOS EZCURDIAPGINA 30

    3. Amor y moralidad en la tica tarda de HusserlCELIA CABRERA PGINA 44

    4. Europa ao cero. Hannah Arendt, Karl Jaspersy la filosofa en el mundo pos-totalitario

    PAULA HUNZIKER PGINA 705. Spinoza, Montaigne y los lmites del horizonte intelectual

    de la tolerancia MANUEL TIZZIANI PGINA 94

    reseas PGINA 126

    1. Reverberancias situacionistas, MARIANOVELIZ(Resea de Fleisner, Paula y Lucero, Guadalupe (coordinadoras), El situacionismo y sus derivas actuales ,Buenos Aires, Prometeo, 2015, 170 pginas).PGINA 127

    2. Algunas reexiones sobre la losofa de Lvinas: perspectivas en tornoa lo poltico, ALANKREMENCHUTZKY(Resea de Dreizik, Pablo (compilador), Lvinas y lo poltico, Buenos Aires, Prometeo, 2014, 380pginas).PGINA 133

    3. Deleuze y el psicoanlisis: los nombres de una tensin, JULINFERREYRA(Resea de Dipaola, Esteban y Lutereau, Luciano (comp.), Los nombres de Gilles Deleuze, ms all delpsicoanlisis, Buenos Aires, Pnico el Pnico, 2014, 116 pp. ). PGINA 144

    4. El ver, lo visto y el lugar de la mirada, MARIANOGAUDIO(Resea de Virginia Moratiel, Mirando de frente al Islam. Desde el harem terreno hasta el parasocelestial, Madrid, Ediciones Xorki, 2013, 176 pp.) .PGINA 148

    5. El pensamiento en los pliegues, RAFAELMCNAMARA

    (Resea de Deleuze, Gilles, La subjetivacin: curso sobre Foucault III, trad. Pablo Ires y SebastinPuente, Ciudad Autnoma de Buenos Aires, Cactus, 2015, 224 pp.).PGINA 159

    6. Una breve historia de la epoch y sus proyecciones en la fenomenologa contempornea, DANILASUREZTOM(Resea de Inverso, Hernn, El mundo entre parntesis. Una arqueologa de las nociones de reduccin ycorporalidad, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2014, 158 pp.).PGINA 168

    7. La extincin de Robinson, JULINFERREYRA(Resea de Wirth, Jason, Schellings Practice of the Wild, Albany, SUNY Press, 2015, 279 pp. Idioma:ingls).PGINA 173

    8. Fecundos cruces al lo del pensamiento, GONZALOSANTAYA(Resea de Lundy, Craig y Voss, Daniela (eds.),At the Edges of Thought. Deleuze and Post-kantianPhilosophy, Edimburgo, Edimburgh University Press, 2015, 337 pginas). PGINA 179

    pautas para el envo de contribuciones PGINA 189

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    Fichte en ellaberinto delIdealismo14 al 16 de septiembre 2016

    Buenos Aires - Argentina

    Se recibirn resmenes (250 palabras) hasta el 1 de marzo de 2016.Idiomas aceptados:espaol, portugus, ingls, alemn,italiano y francs.

    Consultas y envo de resmenes: [email protected]://fichte2016.blogspot.com.ar/

    de la Asociacin Latinoamericana de Estudiossobre Fichte (ALEF)

    IV Congreso Internacional

    Si bien es cierto que la Doctrina de la Ciencia puede ser caracterizada

    como un idealismo, tal caracterizacin resultara insuficiente a los ojos

    del mismo Fichte. Cuando se refiere a su filosofa o a los sistemas de sus

    contemporneos, Fichte nunca habla de idealismo sin ms, sino que

    aade siempre alguna precisin: trascendente, dogmtico, crtico,

    crtico-trascendental, prctico, cuantitativo, cualitativo, medio idealismo,

    superior-completo, etctera. En el caso particular de la Doctrina de la

    Ciencia, debera llamar la atencin que su idealismo aparece en combi-

    nacin con cierto tipo de realismo y, dicho con las palabras de Fichte,

    con el espritu del kantismo bien entendido. El trmino idealismo se

    vuelve entonces dentro del universo fichteano un trmino equvoco.

    El campo idealista, lejos de ser un plano transparente para el filsofo,

    se muestra con toda crueldad como un laberinto de significados en

    constante pugna hegemnica.

    El Cuarto Congreso Internacional ALEF propone indagar la concepcin

    especficamente fichteana de una filosofa idealista, abordar su continui-

    dad y/o ruptura respecto de Kant y sus diferencias y/o semejanzas

    respecto de los otros representantes del idealismo, problematizar su

    posicionamiento frente al dogmatismo y al escepticismo y frente a la

    tradicin de la filosofa moderna en general. Se trata, pues, de una

    invitacin a pensar y repensar la posicin de Fichte dentro del movimien-

    to usualmente denominado Idealismo alemn, as como a desarrollar una

    mirada crtica sobre la recepcin de la Doctrina de la Ciencia a la luz

    tanto de los materiales historiogrficos publicados en los ltimos aos

    como de los desarrollos de la filosofa contempornea.

    CONFERENCISTAS CONFIRMADOS

    GNTHER ZLLER

    (Ludwig-Maximilian Universitt Mnchen)

    TOM ROCKMORE

    (Peking University)

    ISABELLE THOMAS-FOGIEL

    (University of Ottawa)

    IVES RADRIZZANI

    (Bayerische Akademie der Wissenschaften)

    JOS LUIS VILLACAAS

    (Universidad Complutense de Madrid)

    CHRISTOPH ASMUTH

    (Technische Universitt Berlin)

    DIOGO FERRER

    (Universidade de Coimbra)

    VIRGINIA LPEZ DOMNGUEZ

    INSTITUCIONES AUSPICIANTES

    Asociacin Latinoamericanade Estudios sobre Fichte (ALEF)

    Grupo de investigacin sobre Idealismo -Instituto de Filosofa/UBA

    Internationale Fichte Gesellschaft (IFG)Agencia Nacional de Promocin

    Cientfica y Tecnolgica / FONCYTRevista Estud(i)os sobre Fichte

    Ideas. Revista de filosofa moderna y contempornea

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    EDITORIAL

    das en textos complejos. El estudio de un puado de ellas puede lle-var toda una vida. Los que hacemos esta revista, y los que escribenen ella, podemos dar cuenta del vastsimo trabajo necesario paracomprender unas pocas Ideas.

    Sin embargo, la relacin entre las Ideas y la efectividad dista deser siempre evidente o estar presente en nuestra labor cotidiana. Adiferencia del marketing, que logra interpelar siempre directamen-te nuestra actividad, nuestras necesidades y nuestras preocupacio-nes cotidianas, las Ideas parecen habitar a veces en otro mundo. Eltrabajo del concepto es especulativo, y se desarrolla en terrenos vir-tuales, alejados temporal y materialmente de nuestra existencia co-mn. Pero existen acontecimientos que nos obligan a poner en obrael carcter esencialmente prctico de las Ideas. Tal fue el imprevistoresultado electoral que tuvo lugar en el pas desde donde editamos

    Ideas, revista de filosofa moderna y contempornea, la Argentina.Una exhortacin que nos interpela como filsofos y editores de unarevista acadmicade filosofa. Exhortacin que proviene de deter-minado tiempo y lugar, pero que interpela la situacin poltica deAmrica Latina y, de manera ms indirecta pero ntida, el mundotodo. Cuando pareca que la soberana popular haba encontrado enun proyecto poltico la capacidad de asumir funciones indelegablese insustituibles del Estado y de defender su rol activo en la delimita-cin de la lgica particularista del mercado en el sistema capitalis-ta, el pueblo soberano ha elegido un presidente que pone al mercadoa travs de sus gerenciadores en los lugares clave del gobierno.

    En los ltimos doce aos, el Estado se haba transformado en elaliado menos esperado para potenciar nuestra capacidad de actuar.Pero de pronto el suelo tembl bajo nuestros pies y todo pareci unsueo. Pareci un sueo que el Estado pudiera plantarse como un ri-

    val en la lgica de la distribucin de las riquezas y de la produccinde subjetividades. Una gran anomala. La nueva gestin tendra alfin de cuentas razn: la Argentina volver a ser un pas normal,donde democracia y capitalismo sean plenamente isomorfos. Peroesa visin normal, de sentido comn depende de un supuesto onto-lgicamente insostenible: que la soberana radica en un conjunto deindividuos aislados. Es una absurdidad filosfica: la suma de entesdiscretos no puede ser fundamento o razn de la unidad; la sumade individuos no puede fundamentar la vida comn. La guerra detodos contra todos sera el estado permanente del hombre y no exis-

    Tenemos democracia. Hemos sufrido no tenerla: fueron dasoscuros, muy oscuros de nuestra historia. Ahora tenemosdemocracia, y la celebramos. Pero, tenemos una Idea de

    democracia? Tenemos una Idea que la hace suficientemente con-sistente para resistir los embates de las potencias infernales que gol-pean a la puerta, a veces desde el fondo de nosotros mismos?

    Lo que tenemos, es una nocin dbil de democracia: una idea abs-tracta y formal. Una idea con poco contenido, capaz de adaptarse portanto fcilmente a perspectivas e intereses divergentes. Tales son,en general, los conceptos del marketing, la comunicacin y la au-toayuda. Ideas simples con las que nadie puede estar en desacuerdo:alegra, vitalidad, igualdad, libertad, repblica, honestidad, equipo,son algunas de las que se presentan habitualmente como ese signi-ficante vaco. En las ltimas elecciones en la Argentina, el partidofinalmente triunfador fue ms all, invocando Estado, revolucin,

    peronismo y cordobazo. El marketing no slo produce nociones va-cas, sino que vaca de contenido conceptos de larga tradicin, inclu-so muy histrica y geogrficamente determinados.

    Las Ideas, segn las concebimos los que hacemos esta revista, sonradicalmente diferentes a las nociones del marketing. Aspiran a serlo absolutamente concreto. Desde las Ideas platnicas (qu es la Be-lleza que no sea otra cosa que belleza?) se ha sido el esfuerzo msalto de la filosofa. Alta determinacin, singularidad irreductible,densa trama de relaciones con las otras Ideas que plagan la historiade nuestra disciplina. Las Ideas tienen largas tradiciones, plasma-

    editorial

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    tiran comunidades ni Estados. El individualismo liberal es unasuerte de repeticin poltica de la paradoja de Zenn: la flecha no semueve, la sociedad nunca se constituye. El absurdo de tal perspecti-va ha llevado a rechazar o al menos a desconfiar de la democracia aFichte, Hegel, Deleuze, entre algunos de los nombres que queremoslos que hacemos esta revista. Esta concepcin de la democracia esttambin en la base de algunos cuestionamientos a la democracia apartir de una crtica al populismo, el cl ientelismo, etctera: si se tra-ta de suma de voluntades, basta ofrecer a cada voluntad un objetosustituto para torcer el sentido de la voluntad popular. Tambin esten la base a las crticas que hacen eje en el engao, la incultura, losintereses individuales, la mera influencia de los medios, etctera.

    Siempre es una concepcin de la democracia como suma de partes,donde se produce una totalizacin parcial de un sector que se arro-ga representatividad y legitimidad social incluso a sabiendas de queen su origen slo ha enlazado algunos fragmentos. Cmo se lograconvertir este ensamble de piezas en el autntico todo, si se concibea ste como una mera su matoria?

    Y sin embargo, esa visin de la democracia depende tambin deun supuesto: que el sufragio universal implica el encuentro de cadavotante con su voluntad individual, que existe una relacin uno auno entre voluntad y voto. Esta apariencia se confunde fcilmentecon lo real cuando, por azar o fortuna, se da efectivamente el casoy nuestro voto singular encuentra, o cree encontrar, plena satisfac-cin entre las opciones disponibles. En cambio, cuando las opcionesno nos satisfacen, cuando el desfase se hace evidente, cuando uno seencuentraforzado a optar entre opciones en las q ue nos desconoce-mos, la esencia del suf ragio se hace patente. Al votar no nos encon-tramos con nosotros mismos en nuestra singularidad. La urna no es

    un espejo. Por el contrario, al votar nos encontramos con lo que nosexcede: la voluntad popular. All , y no en la suma de las interiorida-des, yace la soberana de la democracia.

    La soberana popular nos excede en tanto individuos, de la mis-ma manera que la voluntad de Dios (y el Deus mortalis en el cualse encarna) nos excede en una concepcin trascendente de la so-berana. Es un todoque est por encima de las partes. Tanto en lade carcter divino como en la de carcter popular, la soberana esaquello necesario de un Estado cuyo poder poltico y derecho pro-vienen del todo. Pero esta forma de soberana al mismo tiempo se

    distingue radicalmente de la soberana trascendente, donde la ins-tancia constitutiva nos excede tambin, pero ademsexternamente.En la democracia es inmanente. El pueblo se determina a s mismo,se gobierna a s mismo, como fundamento ideal que nos hace seralgo, lo que somos, el suelo existencial en el cual podemos actuar.Lo cuantitativo deviene cualitativo, en tanto el gobierno del Estadoconstituye efectivamente esa tierra en la que vivimos, y que deter-mina las condiciones en las cuales podemos desarrollarnos comoindividuos, generando as una retroalimentacin entre la base y elejercicio del poder que resulta clave para la construccin de la legi-timidad social.

    La democracia real es ya en s misma valiosa. Al menos votamos,y no estamos ya en dictadura (logro extraordinario que nunca hayque pensar garantizado). Las potencias infernalespueden acceder alpoder a travs del sufragio, pero tambin suelen hacerlo por la fuer-za de las armas, las finanzas y los medios. Pero el pueblo nicamentepuede llegar a ser soberano por medio de las urnas. Valoramos portanto la democracia, an formal. El problema es que esa democraciaabstracta no garantiza la soberana. Lo cuantitativo en su formalidadmisma no deviene necesariamente cualitativo. El todo no adquierenecesariamente preeminencia respecto a las partes. El sufragio noconstituye mecnicamente un todo orgnico donde cada parte tengasu dignidad y su derecho a alcanzar el umbral mximo de su capaci-dad de actuar. La Idea de democracia, en cambio, exige que la mitadms uno sea el fundamento de la totalidad, y el gobierno elegido debe,para ser autnticamente democrtico, representar efectivamente a susoberano, gestionando el Estado como organismo donde en la vida decada parte se juegue la existencia del todo. Si, en cambio, se interpre-ta como el triunfo de una particularidad, de la parte mayoritaria, y

    se concibe como el fin poltico la subsuncin de la parte minoritaria,la Idea de democracia estar ausente, y la administracin ocasionalhabr pretendido representar la organicidad interna con ensambla-

    jes sustitutos de fragmentos caticos; un ensamblaje en el cual la di-visin, ms temprano o ms tarde, terminar mostrando que unossometen a otros. El pueblo se disolver en una suma de partes en pug-na, y el Estado se hundir en el abismo de la disolucin. Slo quedarel afn individual de arrancar para s la mayor parte posible de latotalidad, acelerando la destruccin del todo. Esa es la lgica del mer-cado, y no la de la soberana democrtica.

    EDITORIALIdeas, revista de filosofa moderna y contempornea #02 DICIEMBRE 2015

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    artculos

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    Una Idea de democracia no es as compatible con cualquier con-tenido posible. Al mismo tiempo, no se vincula con las otras Ideascomo lo hacen las nociones del marketing,que se presentan comouna gran cadena de significantes vacos donde cada uno completalos casilleros colocando en ellos sus respectivos objetos de deseo/consumo. La Idea de democracia se vincula con Estado, repblica,igualdad, alegra, vitalidad, libertad. Cada uno de estos trminostienen varios significados y varias historias especficas. As porejemplo, Estado como prioridad del todo sobre las partes. Repblicacomo la constitucin que permite garantizar esta prioridad. Vitali-dad como la relacin orgnica de las partes, donde las partes no sonmateria muerta, no son objetos, sino vivientes. Alegra, finalmente,

    no como un fugaz sentimiento de placer, sino como aumento de lacapacidad de actuar. Libertad no como la posibilidad de hacer odecir arbitrariamente lo que se quiera, sino como autonoma, comoautntica accin emancipadora

    El marketing y la publicidad han tratado desde hace ya muchotiempo de reemplazar a la filosofa. Reemplazar los conceptos con-cretos por abstracciones y generalizaciones abstractas, frmulas otcnicas de sentido comn que resultan ser vlidas para cualquiertiempo y espacio, que valen para cualquier particular y que, en l-tima instancia, no dicen nada, pero que precisamente por este rasgoabstracto luego se asemejan a las secuencias letales de pseudo-au-to-ayuda de los organismos financieros internacionales. Lejos derendirnos, esto nos lleva a redoblar nuestros esfuerzos en una tareaespecfica, y la misma que nos ha llevado a crear esta revista: lacreacin de Ideas. Ideas que concreten nuestros mejores sueos i lus-trados, pero que al mismo tiempo tengan ese componente emocio-nal, de extrema sensibilidad que deben necesariamente tocar parano ser formas muertas. Por ese motivo, hoy, ms q ue nunca, tenemosla alegra de publicar estas pginas, esta gota en el ocano, con lacerteza de contribuir a que vuelva a sa lir el sol que nos permiti serlo que hemos sido todos estos aos y que le dio a nuestras vidas esaalegra que no pensamos resignar.

    GRUPOEDITORIdeas, revista de filosofa modernay contempornea

    Ideas, revista de filosofa moderna y contempornea #02 DICIEMBRE 2015

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    Fichte y el implante perversoVICENTE SERRANO

    I. Introduccin:

    El concepto de implante o de implantacin es utilizado por Fou-cault en el volumen I de laHistoria de la sexualidad. All, bajo el

    rtulo El implante perverso, describe cmo la sucesin de prohibi-ciones y exclusiones propias de la moral burguesa y la proli feracinde categoras perversas y de anomalas, constituyen slo un aspectodel verdadero acontecimiento que, sin embargo, se habra obviado y

    permanecido oculto bajo el modelo de la represin: el implante de lasexualidad. La idea de implante que esboza Foucault tiene que vercon una operacin discursiva, mediante la cual adems de la prohi-bicin y la represin asociada a la moral victoriana, de forma para-lela y simultnea se instituye la sexualidad como centro discursivoy con ella la idea de deseo, nocin que ser decisiva para entenderlos procesos mediante los cuales la economa poltica del liberalis-mo se convertir en la tcnica capaz de gobernar en los trminos delo que Foucault llamar biopoltica. Por ello no es casual que al finalde ese mismo libro Foucault esboce por primera vez de manera cla-

    : Este artculo propone considerar laobra de Fichte como un precedente de la idea deinconsciente. Pero no se limita a sealar algu-nos de los elementos del pensamiento de Freudque pueden encontrarse en Fichte como ante-cedentes del psicoanlisis. Tambin se sirve dela crtica que Foucault plantea al psicoanlisis.En particular se establece un paralelismo entrelo que Foucault llama implante y la construccindel deseo y su reverso articial en Fichte a tra-vs de la idea de facultad superior de desear ensu relacin con la facultad inferior, que constitui-ra la primera versin del inconsciente.

    : Fichte - Freud - Foucault -Deseo - Implante - Inconsciente - Psicoanlisis.

    : This article intends to considerthe work of Fichte as a precedent of the ideaof unconscious. But it does not limit itself topointing out some elements in Freuds thoughtwhich can be found in Fichte, as precursors ofpsychoanalysis. It also uses Foucaults critiqueof psychoanalysis. Particularly, it establishesa parallel between what Foucault calls implantand the construction of desire, and its arti cialreverse in Fichte, through the idea of a higherpower of desire in its relation to the lower power,which would amount to the rst version of theunconscious.

    : Fichte - Freud - Foucault - Desire -Implant - Unconscious - Psychoanalysis.

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    Vicente Serrano es licenciado en Derecho por la Universidad de Valladolid, licenciado ydoctor en Filosofa por la Universidad Complutense de Madrid y Diplomado en DerechoConstitucional y Ciencia poltica por el Centro de Estudios Constitucionales de Madrid,desde el ao 2011 es profesor titular de la Universidad Austral de Chile, donde actualmentedirige la Escuela de Graduados de la Facultad de Filosofa y el Instituto de Filosofa de lamisma Facultad. Es autor de numerosos artculos especializados tanto en pensamientoclsico alemn como en filosofa moral y poltica. Ha traducido y editado en espaol, entreotros autores, a Hegel, Fichte, Schelling y Nietzsche. Asimismo es autor deMetafsica y

    filosofa tran scendental en el primer Fichte(2004) oAbsoluto y Conciencia. Una introduccina Schelling(2008), y editor de obras colectivas como tica y globalizacin. Cosmopolitismo,responsabilidad y diferencia en un mundo global (2004) yFormes de rationalit et dialogueinterculturel(2006). Ha realizado igualmente una importante y reconocida tarea comoensayista, con obras como Soando Monstruos(2010),La herida de Spinoza(2011),El cuentode la filosofa (2013),Naturaleza Muerta(2014) yEl orden biopoltico(2015).

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    FICHTE Y EL IMPLANTE PERVERSO VICENTE SERRANOIdeas2, revista de filosofa moderna y contempornea #2 DICIEMBRE 2015

    Goddard.3No hay, sin embargo, ninguna referencia ni alusin porparte de Foucault a una nocin semejante en Fichte o en Schellingo en Hegel, donde sabemos que de modos distintos la vida tiene unpapel de peso, que en el caso de Fichte constituye uno de los aspectoscruciales de su debate con Jacobi a partir de la polmica el atesmo.4Falta tambin una consideracin de la naturaleza y de los intensosdebates en torno a ella en el seno del Idealismo desde la tercera Cr-ticakantiana. En general apenas hay menciones por parte de Fou-cault a esta importante tradicin, salvo en la Historia de la Locurapor referencia a Hlderlin, tradicin que por lo dems tan decisivadebera ser para comprender ambas consideraciones de la vida y delproblema de la naturaleza en el mundo contemporneo.5

    Tan clamoroso silencio se explica en parte porque sabemos queFoucault no es muy dado a ocuparse de los grandes nombres de latradicin filosfica, con la excepcin notable de Nietzsche, y sloincidentalmente se refiere a ellos, prefiriendo en cambio acudir adocumentos y autores mucho menos conocidos y de menor peso enprincipio en las grandes tradiciones de las que solemos ocuparnoslos profesionales de la filosofa. Es todo un mtodo de los trabajosfoucaultianos, que sin embargo recae en cuestiones centrales delpensamiento occidental. Pero por eso mismo, porque inciden en lasgrandes cuestiones nada menos que el hombre, o la historia de laverdad, por poner slo dos ejemplos es por lo que nosotros pode-mos obviar, al menos aqu y a nuestros efectos, esa dimensin de sumtodo, y confrontar las categoras que l extrae de lo que podraconsiderarse marginal para la historia de la filosofa, con los hitosprincipales de la misma, uno de los cuales es sin duda ese perodoesplendoroso que llamamos Idealismo alemn y del que en parte

    3 Cf. Goddard, J.-Ch., Commentairesdu 16de laCritique de la raison pure : Fichte, Deleu-ze, Kant, en Vaysse, J.-M. (dir.),Kant, Paris, Cerf, 2008.

    4 Un anlisis detenido al respecto puede encontrarse en mi artculo Vida, naturaleza ynihilismo afectivo en Fichte, en Anales del Semin ario de historia de la filosof a, 30, 1,2013, pp. 91-106.

    5 Al respecto, conviene recordar que la nocin de naturaleza es reelaborada en el Idealis-mo y en el Romanticismo de forma crtica f rente al simple mecanicismo de la mecnicaclsica. Con ello se inaugura toda u na tradicin que llega hasta la Escuela d e Francfort y, ms all de sta, a la cultura que fundamenta parte de las premisas del ecologis-mo entendido no slo como ciencia, sino t ambin como movimiento. Respecto de esaconcepcin idealista y romntica, un documento decisivo es el llamado Ms antigu o

    programa para un sis tema del Idealismo , y sin duda la idea misma de una filosofa de lanaturaleza, que inicia Sc helling y reelabora Hegel.

    ra el concepto de biopoltica, en real idad como una consecuencia oal menos un aspecto de ese implante. La describe de este modo:

    El segundo [acontecimiento], formado algo ms tarde, hacia me-diados del siglo XVIII, fue centrado en el cuerpo-especie, en elcuerpo transido por la mecnica de lo viviente y que sirve de so-porte a los procesos biolgicos: la proliferacin, los nacimientosy la mortalidad, el nivel de salud, la duracin de la vida y la lon-gevidad, con todas las condiciones que pueden hacerlos variar;todos esos problemas los toma a su cargo una serie de interven-ciones y controles reguladores: una biopoltica de la poblacin.Las disciplinas del cuerpo y las regulaciones de la poblacinconstituyen los dos polos alrededor de los cuales se desarroll laorganizacin del poder sobre la vida. El establecimiento, duran-

    te la edad clsica, de esa gran tecnologa de doble faz [...] caracte-riza un poder cuya ms alta funcin no es ya matar sino invadirla vida enteramente.1

    Pero en el desarrollo de lo que se entiende por biopoltica hayuna pieza clave a la que Foucault denomina naturalizacin. Pornaturalizacin entiende aquellos procesos en los que la tarea delgobierno pasa por tratar a los gobernados y a los problemas que losataen en los mismos trminos que cualquier otro objeto natural.El mejor resumen de lo que esto significa se puede encontrar en elcurso titulado Seguridad, Territorio, Poblacindel ao 78:

    Me parece que con el problema tcnico planteado por la ciudadpresenciamos pero no es ms que un ejemplo, podramos en-contrar muchos otros y ya volveremos a ello la irrupcin delproblema de la naturalidad de la especie humana dentro deun medio artificial. Y esa irrupcin de la naturalidad de la espe-cie dentro de la artificialidad poltica de una relacin de poderes algo fundamental [...] para lo que podramos llamar la biopo-ltica, el biopoder.2

    Como resulta notorio, esos dos conceptos de naturaleza y de vidaque aparecen ntimamente relacionados aqu, son precisamente dosconceptos que tienen un papel decisivo en el desarrollo del pensa-miento idealista. Es bien conocida y ya estudiada la alusin deleu-ziana a la nocin de vida en Fichte, de la que se ha ocupado J.-Ch.

    1 Foucault, M.,Historia de la sexu alidad I. La volunta d de sabe r, Madrid, Siglo XXI, 1991,pp. 168-169.

    2 Foucault, M., Seguridad, territorio, poblacin, Mxico, FCE, 2004, p. 42.

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    yo dira incluso el verdadero precedente del psicoanlisis, para fi-nalmente determinar qu lugar le cabra a Fichte en ese supuestoimplante perverso.

    II. Fichte como precedente del psicoanlisis:

    Comenzando, pues, por lo primero, mi propsito es analizar quconsistencia puede tener esa comparacin entre Freud y Fichte,y ms concretamente si se trata de un mero accidente, o si por elcontrario, est enraizada en el sentido de las obras de ambos y ensu lugar respectivo en el pensamiento occidental. Me ceir, porlo que a Freud respecta, a una obra especialmente importante enel conjunto de su creacin, y que tiene adems la ventaja, por suscaractersticas, de estar prxima a lo que estamos acostumbradosa considerar como literatura filosfica. Me refiero aLos dos prin-cipios supremos del acontecer psquicode 1911, sin perjuicio de lasalusiones que correspondan en su momento a distintos lugares dela dilatada trayectoria del creador del psicoanlisis. En cuanto aFichte prestar especial atencin a la produccin de ste en Jena,en la conviccin de que en las sucesivas formulaciones y present-aciones de su sistema no se aparta en lo fundamental de lo dichoen ese primer perodo, y porque el terreno para un encuentro conFreud se encuentra especialmente abonado en esa etapa, en la quecreo que est el ncleo de la deuda que el psicoanlisis pueda tenercon Fichte.

    El primer dato que me parece relevante es que cualquier lectoratento de Fichte que pretenda serlo igualmente de Freud se encon-trara con una llamativa coincidencia terminolgica en torno a lapalabra alemana Trieby a todas aquellas que se vinculan semn-

    ticamente con ella. En efecto, puede afirmarse genricamente queeste trmino o familia de trminos (impulso, tendencia, esfuerzo,etc.) constituyen tanto en Freud como en Fichte una pieza nuclearen torno a la cual se organizan los dems elementos de los respecti-vos edificios tericos de ambos. Es ms que llamativo que el trmi-no tendencia y el trmino Triebaparezcan ms de una decena deveces en una obra muy breve comoLos dos principios supremosdeFreud. La traduccin habitual al castellano y a otras lenguas espul-sin, pero sabemos que el lugar sistemtico que ocupa es el de una

    todava beben muchos de los debates contemporneos, y en particu-lar cuando se trata precisamente del concepto de naturaleza o de lavida, ncleos de pensamiento compartidos por la biopoltica y porlos idealistas. Nuestra idea es que, en caso de que la hiptesis deFoucault fuera correcta, sta tendra que encontrar un correlato enlas construcciones filosficas que ms han contribuido y de maneraexplcita a lo que podramos llamar la ontologa de la modernidad,y entre ellas la de Fichte y la de Schell ing, y desde luego tambin lade Hegel.

    Por lo dems en este caso, ms all de la importancia intrnsecadel concepto de vida y de naturaleza, se da la circunstancia de quelo que Foucault denomina implantacin perversa se vincula di-

    rectamente a Freud y a la idea de inconsciente, cuya genealoga esinnegable y est unnimemente reconocida en el contexto idealis-ta, especialmente en la obra de Schell ing. Precisamente porque haytal reconocimiento de esa presencia de Schelling en Freud que, noolvidemos, toma su definicin de lo siniestro directamente de Sche-lling mismo quisiera aqu remitirme al papel desempeado porFichte en este orden de cosas. Desde luego habra suficiente motivopara ello considerando el carcter inaugural de la f ilosofa de Fichtepara todo el idealismo poskantiano, y en particular la dependen-cia de Schelling respecto de l, aunque sea por contraposicin, en laemergencia de laNaturphilosophie. Sin embargo, mi objetivo consis-te en mostrar con algn detalle una conexin que vaya ms all deesas aproximaciones que podramos considerar superficiales o de-masiado generales, aunque inevitablemente habremos de transitartambin por ellas.

    A tal fin organizar el texto en dos partes, una primera dedicadaa hacer un recorrido inicial por las analogas y distancias entre el

    pensamiento de Fichte y el concepto de inconsciente, implcito en laidea foucaultiana de implante y tambin en el proceso de natura-lizacin. En esa primera parte propondr entonces una aproxima-cin general, previa a las obras de Freud y Fichte, especialmentedirigida a tratar de despejar las dificultades que pueda suscitar elparalelismo entre ambos, as como a sealar formalmente las ana-logas. En una segunda parte tratar de dar un paso ms y, a partirde la relacin de ambos con Schelling, intentar mostrar cmo laidea de inconsciente puede tener que ver con la filosofa de Fichtey en qu sentido se lo puede considerar un verdadero precedente,

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    corresponderle objeto alguno, porque su tendencia es tan absolutae incondicionada como la del Yo fichteano. Freud lo ha denominado

    Prinzip. Se trata, pues, de un deseo sin ms, y en esa medida no re-conducible a lo sexual, s ino ms bien capaz de dar cuenta, en cuantoprincipio, de lo sexual mismo, como lo demuestra el hecho de queen esa misma obra Freud distinga el Sexualtriebo pulsin sexual yelIchtriebo pulsin yoica, y ambos como derivados delLustprinzip.As pues, la tendencia originaria y suprema de Freud, lejos de serirreconciliable con el impulsode Fichte, por razn de la filiacinkantiana de este ltimo, parece ms bien compartir con ste una ca-racterstica por el momento al menos formal y funcionalmente, a sa-ber, su naturaleza principial y radical en cuanto principio supremo.

    Pero inevitablemente entonces comparten una segunda carac-terstica no menos decisiva que la anterior: en ambos la tendenciaprimordial es obstaculizada de modo irremediable por el mundoexterior. En el caso de Freud precisamente a partir de la obra de1911 mediante lo que va a denominar principio de realidad, queguarda un considerable, por no decir inquietante, aire de familiacon respecto al segundo principio fichteano, es decir, con el No-Yo,que opuesto al Yo puro abarca la dimensin emprica de la propiaidentidad y en general el mundo, y que se opone al Yo, entendidocomo ese impulso moral puro, siendo el resultado del encuentro en-tre Yo y No-Yo lo que llamamos representacin, es decir, la parteterica de la filosofa.8A partir de ah, las analogas confluyen haciaun punto decisivo, desde luego por razones manif iestamente diver-sas para ambos. Me refiero al lugar de la conciencia en sus respecti-vos sistemas, si es que puede hablarse de sistema en Freud. Decisivoha de serlo en Freud toda vez que su hallazgo ms incuestionable esprecisamente el descubrimiento del inconsciente, el cual en cuantonocin es, por razones obvias, impensable al margen del trminoconciencia. Decisivo en Fichte, de quien sabemos que inicia su re-flexin apartndose del principio de conciencia (Satz des Bewusst-

    8 En la primera presentacin pblica de su sistema, es decir, en la conocida comoGrundla-gede 1794, Fichte deduce la representacina partir del juego dialctico entre Yo y No-Yo.Esa deduccin la lleva a cabo en lo que llama la parte terica , que en ltimo trminodepende a su vez de laparte prcticay de la dimensin moral, previamente alojada en el

    Yo entendido como prime r principio i ncondicionad o en la materia y en la for ma, frentea un No-Yo, segundo principio, que es slo incondicionado en la materia pero no en laforma. Aunque luego abandona esta presentacin y la distincin entre la parte tericay la prctica, lo cierto es que en sucesivas exposiciones de su sistema la contraposicinentre lo que en 1794 llamaba primer y segundo principio siguen siendo lo determinante.

    tendencia6que gua las conductas y que tiene que ver en generalcon lo que podramos llamar el deseo, ahora en un sentido poco tc-nico; una tendencia que ser decisiva para Fichte, especialmente apartir de una distincin muy temprana de la que nos ocuparemosms abajo.

    Ciertamente no cabe engaarse, porque ese concepto de impul-soest teido en Fichte de connotaciones kantianas, y difcilmentepodra identificarse con el principio del placer freudiano, pues setrata ms bien de un trmino filosfico, cuando no metafsico, deu-dor en gran medida de la concepcin de la praxis kantiana, lo quedetermina una divergencia visi ble y notoria. En efecto, la oposicinkantiana, compartida por Fichte, a una tica del placer, a una ti-

    ca denominada genricamente hedonista, que de forma indudableresuena en el esquema freudiano, se explica a partir de premisasestablecidas en laKritik der reinen Vernunft. Pero lo que nos permiteutilizar en filosofa el nombre Fichte es el paso que ste da respectode Kant, fundando as el ideal ismo. Y ese paso consiste precisamen-te en haber convertido el deber kantiano, vaco y formal, en unainstancia de rango ontolgico. Como tal, pues, no se define ya poroposicin a lo sensible, sino que es condicin de posibilidad de losensible mismo, y no porque el Yo fichteano cree la realidad, ab-surdo que jams afirmara un pensador de la talla de Fichte, sinoporque es principio prctico de organizacin de la realidad, porquese impone como exigencia incluso a la organizacin de esa realidadque en principio se opone a l.7

    Del lado de Freud, aunque se le d el nombre deprincipio del pla-cer, se trata de una nocin tan genrica, un principio de explicacinltimo en definit iva, que no puede en ningn caso confundirse conlo que Kant llamara una accin tcnico-prctica, dependiente de lo

    terico y de lo sensible y, por tanto, no moral. En la medida en queese principio de placer es principio, ya es anterior a todo discerni-miento, como se encarga de recordarnos el propio Freud en el textoque comentamos. Ms an, tomado en toda su radicalidad, no puede

    6 Tendance es, por ejemplo, el trmino usado en francs por Philonenk o en su versin de losescritos de Fichte. Philonenko, A.,Fichte, oeuv res choisies de phil osophie premire, Paris,Vrin, 1990, p. 150.

    7 He ofrecido una interpretacin al respecto, entre otros lugares, enMetafs ica y filosof atranscendental en el primer Fichte, Valencia, Universidad Politcnica, 2004.

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    satisfaccin de la actividad inicial situada en el primer principio.11

    Pero, presentadas estas analogas formales, con todas las reser-vas que merecen, quisiera ya ahora intentar descender a una mayorprofundidad en la relacin entre ambos. A tal fin sera posible, porejemplo, acudir a la contraposicin entre el Ello y el Supery de lasegunda tpica freudiana, para encontrar una vecindad entre stay la contraposicin entre el principio del yo moral de Fichte y el yoemprico, asimilando al proyecto fichteano la famosa consigna woes ist, soll ich werden(donde est el ello, debe llegar a estar el Yo),en el que sin duda podemos encontrar un eco del movimiento haciael infinito del Yo de Fichte. En el mismo sentido podra compararsela llamadapulsin de muerteque introduce todava unos aos ms

    tarde y con la que Freud matiza suLustprincip, con la tendencia a laautoaniquilacin que Fichte expresa en laDoctrina sobre la religinde 1806 como culminacin del proceso moral.12Sin embargo, sin de-

    jar de sealarlos, no voy a seguir aqu ninguno de esos dos caminosy voy a acudir a un punto aparentemente ms difcil de conciliarentre ambos, la posibilidad de encontrar en Fichte alguna traza deese extrao objeto que Freud articul como su gran hallazgo y quees el inconsciente.

    III. Fichte y el problema del inconsciente:

    Como sealaba arriba, la relacin entre Freud y la filosofa deSchelling ha sido ya reconocida y abundantemente estudiada, enparticular a partir de la consideracin de la filosofa del ltimocomo un precedente de la nocin de inconsciente,13hasta el punto deque Zizek ha podido considerar la filosofa deLas edades del mundocomo una obra metafilosfica en el sentido freudiano del trmino.14

    Ahora bien, a veces parece necesario recordar lo obvio. En este caso

    11 Ver notas 8 y 9.

    12 Cf. Fichte, J. G.,Exhortacin a la vida bienavent urada o Doct rina de l a Religi n,Madrid,Tecnos, 1995, p. 157.

    13 Una obra relativamente reciente que explicita la importanc ia de Schell ing para el psicoa-nlisis, y que adems ofrece una breve panormica de la literatura al respecto, lo consti-tuye el libro de Matt Ffytche,The Foundation of the Unconscious. Schelling, Freud and the

    Birth of the Modern Psyche, Cambridge/New York, Cambridge University Press, 2012.

    14 Zizek, S., The Indivisible Remainder. On Schelling and related matters, New York, Verso,2007, p. 9.

    seins) de Reinhold, por considerar que la conciencia no puede serprincipio,9y dirigiendo a partir de ese momento su investigacinhacia una instancia explicativa que, desde luego, nunca llam loinconsciente, pero que como el inconsciente de Freud se sita msall de la conciencia y hace posible la conciencia. Al respecto nosdice Freud:

    Este establecimiento del principio de realidad result un pasogrvido de consecuencias. En primer lugar, los nuevos requeri-mientos obligaron a una serie de adaptaciones del aparato ps-quico que nosotros, por tener un conocimiento insuficiente oinseguro, slo podemos sealar de manera en extremo sumaria.

    Y unas lneas ms abajo:

    al aumentar la importancia de la realidad exterior aumenttambin la de los rganos sensoriales dirigidos a ese mundo ex-terior y la de la conciencia acoplada a ellos.10

    Se trata de un proceso en el que Freud dibuja brevemente cmosurgen sucesivamente la atencin (Aufmerksamkeit), la memoria(Gedchtnis), la capacidad de discriminar (Urteilsfllung), en cuan-to hitos que conducen al pensamiento y como resultado de que elprincipio primero, el Lustprinzip, encuentre obstculos en su rea-lizacin. se es el principal efecto del juego entre Lustprinzipy elsegundo principio, el Realittsprinzip, sin que por ello Freud dejeen esta obra de ser monista. El segundo principio es entonces underivado del primero, el cual sigue rigiendo, corregido, la conductadel que acta movido por el principio de realidad, siendo as el prin-cipio de realidad un seguro a favor del principio del placer. Su juegoresulta, por tanto, perfectamente anlogo al que hace surgir la re-presentacin en Fichte a partir delAnstossy de la imposibilidad de

    9 Para lectores no demasiado familiarizados con Fichte puede ser de utilidad reconsi-derar de nuevo las breves aclaraciones de la nota anterior relativa a la contraposicinentre los dos principios, el Yo y el No-Yo y a la posibilidad de deducir la representacin,que es la nocin clave en torno a la c ual Reinhold quiso sistematizar la filosofa de Kanta travs del llamadoprinci pio de conciencia. La crtica al carcter meramente terico deese principio es, a su vez, el punto de partida de Fichte. Un compendio breve y sencillode ese proceso puede encontrarse en la breve introduccin que ofrezco de laResea deCreuzerde Fichte, que junto con la t raduccin estn publicadas en laRevista de Estudiossobre Fichte, 9, 2014, URL:http://ref.revues.org/564.

    10 Freud, S.,Formulaci ones sobre los dos principios supremos del acaecer psquico , en ObrasCompletas, Buenos Aires, A morrortu, 1984, Vol. XII, p. 225.

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    entender la divergencia posterior entre ambos y la deriva que lafilosofa de cada uno de ellos toma a partir de la expulsin de Fichtede Jena y de la polmica del atesmo.

    Mientras que en sus sucesivas presentaciones de laDoctrina de laCienciaFichte sigue insistiendo en una perspectiva transcendental,aunque articulada en un modo algo ms sofisticado y en un lenguajemarcado por esa polmica, en el caso de Schelling el problema pasaentonces por la fundacin del mundo y de la propia voluntad en unaabismo infundado, como ocurrir a partir de 1809 en el escritoSobrela esencia de la libertad. En la Odiseade la conciencia que Schellingdescribe, el camino del inconsciente est ya trazado desde la filoso-fa de la naturaleza y es literalmente esa voluntad que precede a la

    conciencia. Pero dnde queda el inconsciente en una filosofa queaparentemente no se pronuncia todava sobre el mundo, que es slotranscendental en el sentido que seala Fichte? Creo que en la res-puesta a esta pregunta est tambin la clave para entender de qumodo las analogas entre Fichte y Freud que hemos sealado msarriba salvan incluso la cuestin del placer, que era la diferencia b-sica en lo material respecto de la coincidencia formal entre ambos.

    Y para responder a tal cuestin quisiera volver a un problema queest en el origen de esa prioridad de la voluntad, que Fichte esboza entrminos transcendentales y Schelling en trminos ontolgico-teri-cos. Me refiero al problema de la cosa en s. Como bien acert a ver

    Jacobi,17de este problema depende en gran medida la f ilosofa trans-cendental de Kant y entonces tambin la de cualquier otra filosofaque se reclame heredera de ella, como es el caso de Fichte. Ahorabien, recordemos que este problema se establece en Kant medianteuna doble articulacin. Por un lado, la cosa en s estara all donde notenemos acceso, puesto que ste depende slo de la mediacin teri-

    ca, y cabra a lo sumo suponer una realidad existente, pero a la queno tenemos acceso. Por otro lado, positivamente cabe interpretarlocomo una dimensin no fenomnica, a la que de algn modo cabraconsiderar noumnica, y a la que en este caso s tendramos acceso(aunque no en trminos de conocimiento) a ese objeto prctico quese llama l ibertad. Ciertamente Kant se refiere, siendo precisos, slo aunfactumde la razn. En el caso de Fichte conviene no olvidar que,asumiendo la tarea de completar a Kant en la senda de Reinhold,

    17 Jacobi, F. H.,David Hume, ber den Glauben , Breslau, Loewe, 1787, pp. 222-223.

    conviene no olvidar que la filosofa de Schelling es deudora de laobra de Fichte, de la cual le cost distanciarse en una agria rup-tura. Un punto esencial de la polmica a la que se vieron abocadostiene que ver con la nocin de primer principio y de lo incondi-cionado. Inicialmente el muy joven Schelling asume esa nocin ycon ella tambin aparentemente el concepto de sistema de Fichte,que ste hereda de Reinhold. Pero esa asuncin es ms aparenteque real, ms un programa que un contenido.15 Lo que Schellingpiensa en el marco de ese programa es algo muy distinto de lo quepiensa Fichte, y fundamentalmente por una razn: la aproximacinfichteana se caracteriza por ser una aproximacin prctica y tran-scendental. Lo que a Fichte le interesa es la tarea transcendental de

    pensar la praxis humana y la libertad humana como compatiblescon la necesidad de la naturaleza. Su consideracin del mundo es,desde este punto de vista, un como si, por ms que el modo como ladespliega en la Grundlagele d una apariencia ontolgica y terica.Fichte no se cans nunca de sealar que su tema fue desde el prin-cipio y siempre el mismo, lo que formulado en los trminos de lapoca de Jena se puede describir como la posibilidad de pensar lanaturaleza como acompaada del sentimiento de libertad.

    Pero no es exactamente sa la lectura que Schelling hace del prin-cipio de Fichte. Schelling se acerca a la idea de lo incondicionado ydel primer principio en trminos ontolgicos, tericos. O por decirloms claro, el primer principio, ese acto autofundante e incondicio-nado no es ya para Schelling un principio transcendental y a la vezprctico, por ms que mantiene la misma jergade Fichte, sino unprincipio terico. Pero por eso mismo se podra decir que no es slocondicin de posibilidad transcendental, sino tambin condicin deposibilidad trascendente.16Si desde ah se afirma, como hace Sche-lling siendo en esto coherente con Fichte, que el principio es el que-rer, la voluntad se convierte ya literalmente en el fundamento delmundo. Donde Fichte debe derivar transcendentalmente la repre-sentacin, Schelling debe derivarla materialmente y con ella todo lodems, incluida la propia fi losofa prctica. Slo desde ah se puede

    15 Me he referido a ello entre otros lugares en Serrano, V.,Absoluto y concienc ia. Una Intro-duccin a Schelling, Madrid, Plaza y Valds, 2008.

    16 La influencia de Jacobi y de Spinoza, o ms bien de Spinoza va Jacobi, es decisiva paraesto, lo cual a su vez determina su distancia con respecto a la filosofa de Fichte y conello determina tambin la evolucin posterior de Schelling mismo.

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    el que gua nuestra razn prctica, si bien precisamente no la raznpura prctica es decir, la moral, que es la que l busca establecery con cuyos materiales construir Fichte su fi losofa. Si esto es as,podemos afirmar entonces que de algn modo Kant reconoce que,desde el punto de vista emprico, el principio rector de la vida prc-tica es el principio del amor propio, y eso explica entonces lo querecordbamos ms arriba, que la crtica sea una crtica de la raznprctica.

    Esa argumentacin sirve tambin para Fichte. El suyo es un prin-cipio construido para poder pensar la convivencia del amor propioy de la moral en sentido kantiano, de la teora y la prax is, pues noolvidemos que ese modo de entender lo prctico como amor propio

    es en realidad terico y pertenece al reino fenomnico. De hechoen suticade Jena,18como luego en la Doctrina de la religin,19esemomento aparece siempre como un sustrato frente al cual surgenotros, guiados por un esfuerzo interminable, y que sin embargo de-beran culminar en una plenitud nunca alcanzable.

    Pero por ello mismo la accin moral propiamente dicha y su ten-dencia hacia el infinito slo cobran sentido precisamente en la me-dida en que corren paralelas a la dimensin emprica y al deseo,en los que domina el amor propio, y que constituyen elfactumdelo terico que hay que aunar con lo prctico. El amor propio, delque sin duda bebe el principio del placer freudiano, aunque cierta-mente no es principio de lo moral, ha de estar siempre presupues-to de forma inevitable: constituye la sombra del principio moraly por lo mismo, en la medida en que ste corre hacia el infinito,tambin lo hace el deseo. O para ser ms precisos, puesto que sepresupone que el deseo tiende hacia al infinito, es aquello por loque el principio moral tiende infinitamente a corregirle, orientar-

    le y superarle. O por decirlo an de otra manera, el principio moralfichteano arrastra siempre una sombra que se configura con losmateriales del amor propio, del principio humeano eudaimonis-ta, con el egosmo que caracteriza el deseo en el mbito emprico.Fichte no lo descubre, pues es patrimonio de la edad moderna, ya ello se refiere tanto enLos caracteres de la edad contempornea

    18 Cf. Fichte,tica , Madrid, Akal, 2005, p. 223.

    19 Cf. Fichte,Exhortacin , op. cit., p. 94.

    construye su proyecto tratando de esquivar el psicologismo de ste yel carcter terico del principio de conciencia. Es ah donde aparecela famosa Tathandlungcomo una accin incondicionada, originariay anterior a la conciencia misma, como una decisin, y en definiti-va como un acto volitivo radical infundado y a la vez fundante, yrespecto al cual rehabil ita la intuicin intelectual como intuicin deacciones. De algn modo, ocupa el lugar de la cosa en s, puesto que,en efecto, al igual que ella en los dos sentidos que hemos menciona-do subyace al universo fenomnico de la realidad emprica, y porotro lado constituye un objeto al que accedemos de otro modo. Ahorabien, ese otro modo de acceso es estrictamente moral en Kant, y enFichte adems de prctico es transcendental en el sentido de condi-

    cin de posibilidad del sistema e instancia capaz de reunir teora ypraxis, que es la novedad que aporta respecto de Kant.

    Pero reunir teora y praxis q uiere decir ser capaz de dar cuenta deambas, y no slo desde el punto de vista de las dos formas distintasde deducirlo que nos ofrece en la Grundlagey en la Nova methodo,sino tambin desde un punto de vista mucho ms simple: lo tericoen cuanto natural est contenido y concernido por el principio, elprincipio lo incluye y lo presupone. Para aclarar esto y el sentido enel que lo queremos pensar, es necesario recordar brevemente quse entiende por moral en Kant o cmo se construye. Brevemente, laidea clave es la de hacer posible la libertad frente a un universo regi-do por la necesidad natural a la que los sujetos humanos pertenec-emos desde el punto de vista emprico. Es decir, el descubrimientopor parte de Kant del reino de los f ines, del imperativo moral, es undescubrimiento que depende de una demostracin indirecta, o neg-ativa, dirigida a contradecir el movimiento emprico de los sujetos.No olvidemos en este punto que todo el aparato de la filosofa prc-

    tica de Kant surge tambin de una crtica, en este caso de una crti-ca de lo que llama razn prctica, es decir, de una razn al serviciode las pasiones, por expresarlo en los trminos de Hume, trminosque Kant tena muy presentes, pues era su interlocutor tambin en loprctico. De hecho, lo que estaba en juego en esa instancia era justa-mente la posibilidad de combatir lo que Kant y Fichte denominabaneudaimonismo, esto es, una doctrina tica procedente del empiris-mo y construida en torno al primado de las pasiones. O por decirlode otra manera, la asuncin de partida por parte de Kant es que, enefecto, en el mbito emprico ese principio es el principio vigente y

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    minable nicamente mediante lo material de la misma, median-te aquello que siente inmediatamente como afeccin. Aquelloque en la materia de la sensacin es de la clase de lo que deter-mina el impulso a eso lo llamamos agradable, y al impulso, enla medida en que es as determinado, impulso emprico: expli-cacin sta que no damos nada ms que como una aclaracin delos trminos.21

    Es la primera vez que la palabra impulso aparece en la obra deFichte en un sentido muy prximo al que tendr en la Doctrina dela Ciencia. Pero, como l mismo nos dice, se trata de una explicacinreferida al impulso emprico y, por tanto, a la facultad inferior dedesear, y dirigida a aclarar el trmino. Lo interesante es que en losprrafos siguientes Fichte va a prefigurar un primer embrin de loque terminar siendo su primer principio, obviamente referido ala facultad superior de desear. En efecto, unas lneas ms abajo sepuede leer:

    el que una facultad de desear originaria se anuncie al espritumediante esta frmula, eso es un hecho de conciencia, y ms allde ese principio universalmente vlido de toda filosofa no hayya lugar para ninguna filosofa.

    Para finamente afirmar: esa facultad superior de desear se impul-sa a querer simplemente porque quiere.22

    Sin embargo, aquella alusin previa referida a lo sensible y de laque en cierto modo se disculpaba caracterizndola como una meraaclaracin del trmino, no es cualquier cosa, sino que es el modelodesde el que va explicar lo que luego ser el despliegue de su primerprincipio, que obviamente se sita en la facultad superior. O por de-cirlo de otro modo, la explicacin del principio superior depende delsensible o del inferior, que Fichte nos dice que aplica por analoga

    en el segundo caso. Lo que falta es, desde luego, aquello agradableque gua el impulso sensible. En lugar de lo agradable Fichte co-loca lo justo en el sentido kantiano, y para ello debe inventar unafacultad superior a imagen y semejanza del imperativo categricokantiano. Mi hiptesis es que esa facultad superior es una ficcin,como lo es y lo ha sido siempre todo deber ser y la nocin misma de

    21 Fichte,Ensayo ,op. cit., p. 177.

    22 Ibd ., pp. 181-182.

    como en laDoctrina de la religin , pero a l le corresponde haberledado la dimensin dinmica a partir de esa metafsica de la subje-tividad que es su fi losofa.

    IV. Dos hiptesis a modo de conclusin:

    En este punto, y para f inalizar, propongo dos hiptesis. La primeraes que esa sombra constituye el sustrato que se podr considerarel verdadero precedente del inconsciente. Para mostrarlo convi-ene acudir a un escrito aparentemente menor de Fichte y ademsde un perodo casi por as decir prefichteano de Fichte, aunquemuy revelador de los materiales con los que ste trabaja y a part irde los cuales elaborar suDoctrina de la Ciencia . Me refiero alEn-sayo de unacrtica de la revelaciny en particular al pargrafo 2de su segunda edicin. Fichte trata de pensar all las condicionesde posibilidad de un principio de la accin moral y en ese contex-to nos ofrece una peculiar descripcin del deseo en trminos deproduccin de representaciones. Define el deseo como la capaci-dad para determinarse a producir una representacin con con-ciencia de la propia actividad,20y a su vez define la facultad dedesear como la facultad de determinarse para producir esa rep-resentacin. A part ir de estas definiciones elabora una disti ncinque considero clave para comprender lo que est en juego. Es ladistincin entre lo que Fichte denomina la facultad inferior dedesear y lo que denomina facultad superior de desear, segnel hecho de que la materia de la representacin sea dada, o biensea producida por la propia espontaneidad. Por dada obviamenteentiende Fichte lo mismo que entendera Kant o lo que todos en-tendemos desde el lenguaje kantiano, a saber, un tipo de materia

    asociada a la sensacin y a lo emprico. Es decir, se trata de lasrepresentaciones que se producen vinculadas a lo emprico. Enellas, o ms bien mediante ellas, el sujeto se determina a travs deun medio. A ese medio lo llama aqu Fichte impulso. Y del mismo,referido por el momento a la facultad inferior de desear, nos dice:

    El impulso, en la medida en que se dirige a la sensacin es deter-

    20 Cf. Fichte, J.,Ensayo de una crt ica de toda revelacin , Madrid, Biblioteca Nueva, 2002, p.175. Como es obvio, esta definicin Fichte la toma de K ant, cuya definicin ms clara asu vez la encontramos enLa metafsi ca de las Costum bres, Madrid, Tecnos, 2005, p. 211.

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    Bibliografa

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    Zizek, S., The Indivisible Remainder. On Schelling and related matters , NewYork, Verso, 2007.

    lo justo, y con ello inaugura lo que ya sabemos desde hace muchotiempo que inaugura Fichte: una ontologa prctico-transcendentalde la voluntad, que debidamente corregida encuentra su correlatoemprico en una ontologa del deseo, a la que casi un siglo ms tardeNietzsche denominar voluntad de poder. Formalmente la idea deinconsciente aparece aqu presupuesta como esa contrafigura suyaque es precisamente el imperativo moral, algo que ya expres La-can respecto de las relaciones entre Kant y Sade, al decir que eldeseo es el revs de la ley.

    Pero para comprender el sentido profundo de esta propuesta esnecesario completarla an con otra hiptesis adicional que tiene re-lacin con el implante foucaultiano23que da ttulo a este trabajo. Esa

    hiptesis viene a decir que la idea foucaultiana del implante tiene sucondicin de posibilidad general en el esfuerzo llevado a cabo por Fi-chte a fines del siglo XVIII. Sabemos que la moral victoriana a la quede manera explcita se ref iere Foucault enHistoria de la sexualidadcomo parte del implante perverso no es ms que una forma parti-cular de un principio general que domina la moral moderna, lo queFoucault considera como moral burguesa. Y en ella, en efecto, domi-na la represin, o por mejor decir, la prohibicin; sin embargo, esarepresin no es sin ms ya la represin de la carne en los trminosdel cristianismo, sino ms bien la de lo patolgico kantiano, es decir,la que nace del dominio de la ley moral, ajena a los principios reli-giosos y a las creencias, como corresponde a una moral autnoma y auna modernidad secularizada y acompaada de la ciencia tambinentonces de esa scientia sexualis24que Foucault analiza en su obra.Es en el contexto de esa ciencia que acompaa a la represin y haceproliferar, aunque ocultndolo, aquello que reprime,25en donde seinserta la idea de implante que figura en el ttulo de este artculo y ala que me refer al comienzo del mismo. En cierta medida podemosdecir que el imperativo moral de Kant configura el modelo generaly la forma de represin bajo el que prolifera la ciencia sexual. Peroes a Fichte a quien le corresponde el haber convertido, invirt indola,esa forma general en el modelo desde el que Freud podr pensar elpansexualismo que hace posible ese implante a la vez que lo oculta.

    23 Cf. Foucault, M.,Historia de la sex ualida d, op. cit., pp. 20, 40, 48 y ss.

    24 Cf.Ibd ., pp. 67 y ss.

    25 Cf.Ibd ., pp. 26, 39 y 47, entre otros lugares.

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    Deleuze es un filsofo que nutre su pensamiento de diversasfuentes, entre las que se destacan Spinoza, Nietzsche y Bergson.

    Esta trada de autores late en la mdula de la reflexin deleuzia-na. Los estudios monogrficos que Deleuze les dedica que son ya

    clsicos en el mbito de los estudios sobre Historia de la Filosofaas como el papel que les otorga en la vertebracin de su propia re-flexin, dan cuenta del ascendente a la vez vitalista, materialista einmanentista que tutela el conjunto de su obra y hace inteligible elcontenido de nociones centrales de esta como sentido, diferenciaoacontecimiento , por ejemplo. Ahora bien, sera injusto apuntar quela trada de autores sealada es la nica vena que Deleuze incorpo-ra a su filosofa: el atomismo de Lucrecio, los conceptos de haeccei-dady univocidad de Duns Scotto o la nocin de cuerpo sin rganosde Artaud, por ejemplo, son sin duda vetas importantes que Deleu-

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    : El presente texto tiene como objetorastrear la asimilacin que lleva a cabo Deleuzede algunos de los rasgos fundamentales dela losofa del Renacimiento. En este sentido,cuestiones como la crtica a la metafsica dela trascendencia, la revisin de las relacionesentre las guras de lo Uno y lo Mltiple, la sig-

    nicacin losca del Verbo cristiano, la obraalqumica, la gnesis de la nocin de inmanen -cia, la caracterizacin de la teora de la intuiciny las repercusiones polticas del pantesmo,capitales en el pensamiento de Deleuze, se veniluminadas precisamente desde la perspectivade la lectura que este autor realiza del propioRenacimiento, en tanto momento clave queencierra problemas y conceptos esenciales queaniman su losofa.

    : Deleuze - Renacimiento -inmanencia - explicatio/complicatio- obra -intuicin - amor.

    : The aim of this text is to traceDeleuzes assimilation of some fundamentaltraits of Renaissance philosophy. In this regard,issues like the critique of the metaphysics oftranscendence, the revision of the relationsbetween the gures of the One and the Many,the philosophical signicance of the Christian

    Verb, the alchemical opus, the genesis of thenotion of immanence, the characterization ofthe theory of intuition, the political repercus -sions of pantheism, all of them vital in Deleuzesthought, are claried from the perspective ofthis authors own reading of Renaissance as acrucial moment, that holds essential problemsand concepts that animate Deleuzes very phi-losophy.

    : Deleuze - Renaissance -immanence - explicatio/complicatio- opus -intuition - love.

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    El Renacimiento en elpensamiento de DeleuzeJOS EZCURDIA

    Jos Ezcu rdia es doctor en Filosofapor la Universidad de Barcelona. Losgrados de licenciatura y maestra losobtuvo en la Facultad de Filosofay Letras de la UNAM, donde obtuvoel premio Norman Sverdlin por sutesis de licenciatura. Sus reas deinters son el Vitalismo f ilosficoy la Filosofa para nios. Ha publi-cado diversos libros y artculos enrevistas especializadas entre los quese encuentran Tiempo y amor en la

    filosof a de Bergson, Spinoza msticoo ateo? Inmanencia y amor en la na-

    ciente Edad ModernayLa historia delas preguntas por qu? Una Historiade la Filosofa para nios. Jos Ezcur-dia es miembro de Sistema Nacionalde Investigadores, nivel I. Es respon-sable del proyecto PIFFYL Vitalismofilosfico y crtica a la modernidad,en el Colegio de Filosofa de la Facul-tad de Filosofa y Letras, de la UNAM,donde imparte las asignaturas deMetafsica, Problemas de Ontologa yMetafsica, as como un curso sobreVitalismo Filosfico en el Posgradoen Filosofa.

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    Deleuze apunta al respecto:

    Implicacin y explicacin, englobar y desarrollar, son trminosheredados de una larga tradicin filosfica, siempre acusada depantesmo. Precisamente porque estos conceptos no se oponen,remiten por ellos mismos a un principio sinttico: la complica-tio. En el neoplatonismo sucede a menudo que la complicatiodesigna a la vez la presencia de lo mltiple en lo Uno y del Unoen lo mltiple. Dios es la naturaleza complicativa; y esa na-turaleza explica a implica a Dios, engloba y desarrolla a Dios.Dios complica a toda cosa, pero toda cosa lo explica y engloba.Este encaje de nociones constituye la expresin; en este senti-do caracteriza una de las formas esenciales del neoplatonismocristiano y judo, tal como evoluciona durante la Edad Media y

    el Renacimiento. Ha podido decirse, desde este punto de vista,que la expresin era una categora fundamental del pensamien-to del Renacimiento.1

    Asimismo seala:

    Precisamente la teora de la expresin y de la explicacin, tantoen el Renacimiento como en la Edad Media, se form en autoresfuertemente inspirados por el neoplatonismo. Eso no impide quehaya tenido por meta y por efecto transformar profundamenteese neoplatonismo, abrirle vas totalmente nuevas, alejadas dela ideas de la emanacin, incluso si ambos temas coexistan.2

    El tratamiento renacentista de las nociones de complicatioy ex-plicatioes para Deleuze el fundamento de una causalidad a la vezinmanente y expresiva en la que la causa, la unidad, se encuentrano parcial, sino totalmente en su efecto, en la propia multiplicidad,que se constituye como dominio de su efectiva determinacin. LoUno se expresa en lo mltiple, de modo que la multiplicidad mis-ma recobra una densidad ontolgica que le haba sido escamoteada

    por la metafsica de la trascendencia, y la unidad misma ve recon-figurada su forma, precisamente como una unidad a la vez una ymltiple: lo real no es una Natura naturante separada de laNaturanaturada, sino la propia Natura naturadaque recobra para s unacompleta sustancialidad en tanto unidad-multiplicidad. La nocinde expresin, de este modo, establece una concepcin horizontal de

    1 Deleuze, Gilles, Spinoza y el problema de la expresin, trad. H. Vogel, Barcelona, MarioMuchnik, 1996, p. 12.

    2 Ibd ., p. 15. Traduccin modificada.

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    ze explota para darle consistencia a sus planteamientos filosficos.Pensadores como Kant y Leibniz, literatos como Carroll y Proust,pintores, msicos y cineastas de diversas pocas y latitudes, desfilanen la obra de Deleuze, haciendo patente su vocacin a la vez comohistoriador de la filosofa y del arte, y como filsofo de la diferenciaque alimenta su crtica a la lgica y a la metafsica de la unidad yla mismidad, precisamente con los resultados de su extensa laborcomo historiador.

    Es en este contexto que se sita la lectura que Deleuze lleva acabo de la filosofa del Renacimiento. Deleuze, en diferentes mo-mentos de su obra, dedica su atencin al Renacimiento precisamen-

    te como un hito privilegiado sin el cual resultan incomprensiblesno slo la recuperacin de los autores capitales en los que abrevasu pensamiento, sino tambin el conjunto de su propia filosofa , ca-racterizada fundamentalmente por renovar una tradicin, comosealamos ms arriba, a la vez vitalista, materialista e inmanen-tista, que pugna por desmontar la metafsica de la mismidad y de latrascendencia, y sus reiteradamente deplorables influencias en losplanos psicolgico, tico y poltico.

    Cules son los rasgos de la fi losofa del Renacimiento que Deleu-ze toma en consideracin en la formulacin de sus planteamientosfilosficos?

    Deleuze encuentra en la filosofa renacentista una acusada ten-dencia a criticar y radicalizar la neoplatnica nocin de emanacin.Dicha tendencia tiene como resultado la determinacin de una con-cepcin inmanentista de lo real, que es fundamental en la posteriorarticulacin tanto de la filosofa de Spinoza, como de la suya propia.En el Renacimiento, la pareja de trminos explicatio ycomplicatio

    es el fundamento de una concepcin inmanente y expresiva de loreal en la que lo Uno no aparece como principio trascendente de lomltiple, sino que la unidad se expresa y desarrol la en la multiplici-dad, y la propia multipl icidad engloba y se constituye como mbitode afirmacin y determinacin de la unidad misma. Las nocionesde inmanencia y expresin, capitales en el andamiaje conceptualdeleuziano, tienen su raz en una filosofa renacentista en la que lapareja de trminos complicatio/explicatioestablece una interioridadentre los motivos de la unidad y la multiplicidad, que desarbola laarquitectura de la metafsica de la trascendencia.

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    plicidad misma se constituye como afirmacin de la propia unidadque se constituye como su principio vivo y productivo.

    Ahora bien, el Renacimiento representa para Deleuze un momentofundamental de la reflexin filosfica occidental, no slo por radi-calizar la neoplatnica nocin de emanacin, sino porque, al menosparcialmente, supedita el logosplatnico a la figura teolgica de unVerbo Encarnado que, toda vez que supone una completa identidadentre Dios y la naturaleza, empuja en el plano filosfico la determi-nacin de la unidad como causa inmanente. Para Deleuze filosofay teologa se imbrican en una filosofa renacentista que extrae losrendimientos metafsicos del dogma de la Encarnacin, que la propiaimpronta a la vez platnica y juda del cristianismo limita, en aras del

    sostenimiento de la nocin de trascendencia. Para Deleuze, la gnesisde la moderna nocin de inmanencia slo se hace inteligible en elambiente de una filosofa cristiana que no slo radicaliza la nocinde emanacina la luz del tratamiento de las nociones de complicatioy explicatio, sino que an limitada por la exigencia poltico-teolgicade la trascendencia, profundiza en las implicaciones metafsicas deldogma de la Encarnacin, que implica la identidad entre Dios y sucreacin, entre Dios y una naturaleza viva. El inmanentismo y el pan-tesmo renacentistas, que son inspiracin fundamental de la filosofade Deleuze, son segn este autor conquista en el plano filosfico deun cristianismo consecuente y sistemticamente proscrito, objeto depersecucin por parte de la propia institucin eclesistica.

    Deleuze seala al respecto en Spinoza y el problema de la expresin:

    Y si n embargo es cierto que esta tendencia expresionista no serealiza plenamente. Es el cristianismo el que la favorece, por suteora del Verbo, y sobre todo por sus exigencias ontolgicas quehacen del primer principio un Ser. Pero es l quien la rechaza,

    por la exigencia an ms poderosa de mantener la trascendenciadel ser divino. Tambin se ve siempre a la acusacin de inma-nencia y de pantesmo amenazar a los filsofos, y a los filsofospreocuparse ante todo de escapar a esta acusacin.5

    En Qu es la filosofa?suscribe:

    Con la filosofa cristiana, la situacin empeora. La posicin deinmanencia sigue siendo la instauracin filosfica pura, pero

    5 Ibd ., p. 173.

    lo real, en la que el Ser plural e inmanente sustituye a la unidadtrascendente, y la nocin vidaresulta el corazn de un pantesmo enel que la multiplicidad no aparece como copia o una forma lastradade una insuficiencia ontolgica, sino como fuerza, actividad, capaci-dad creativa, que satisface la naturaleza dinmica y productiva desu propio principio inmanente.

    Deleuze, en Spinoza y el problema de la expresin, seala la evolu-cin del concepto de emanacin en la filosofa del Renacimiento, entanto germen de la moderna nocin de inmanencia, que junto con elconcepto mismo de expresin, es fundamental en su propia filosofa:

    Sin duda ese primer principio, el Uno superior al ser, contiene

    virtualmente todas las cosas: es explicado pero no se explica lmismo, contrariamente al ser. No es afectado por lo que expresa.De manera que debe esperarse la extrema evolucin del neopla-tonismo durante la Edad Media, el Renacimiento y la Reforma,para ver tomar una importancia cada vez mayor a la causa in-manente, al Ser rivalizar con el Uno, a la expresin rivalizar conla emanacin y tender a veces a suplantarla. A menudo se habuscado lo que haca de la filosofa del Renacimiento una filoso-fa moderna; seguimos plenamente la tesis de Alexander Koyr,para quien la categora especfica de la expresin caracteriza elmodo de pensar de esta filosofa.3

    De igual modo apunta:

    Porque explicar, lejos de sealar la operacin del entendimientoque permanece exterior a la cosa, seala de partida el desarro-llo de la cosa en ella misma y en la vida. La tradicional parejaexplicatio-complicatio testimonia histricamente de un vitalis-mo prximo al pantesmo.4

    Los conceptos de inmanencia y expresin son desde la perspectiva

    de Deleuze fruto de una filosofa renacentista en la que las figuras dela complicatioy la explicatioposibilitan el desmontaje de la metafsicade la trascendencia, dando lugar a un pantesmo en el que el Ser comopluralidad desbanca a la unidad, y la vida aparece como fundamentode una igualdad en el orden de la multiplicidad. La igualdad entre lomltiple desplaza a la jerarqua caracterstica de la fi losofa platni-co-agustiniana y aristotlico-tomista, en la medida en que la multi-

    3 Ibd ., p. 172. Traduccin modificada.

    4 Ibd ., p. 14.

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    Deleuze ve en la alquimia, y en particular en el pensamiento delalquimista Jacob Boheme, la semilla de una nocin de expresin,que dejar su huella no slo en Bruno, Spinoza y Leibniz, sino enautores como Schopenhauer, Schell ing y an Nietzsche.

    Deleuze apunta al respecto: Incluso Schelling, al elaborar su fi-losofa de la manifestacin (Offenbarug), no se reclama de Spinoza,sino de Boheme: es de Boheme, y no de Spinoza, ni siquiera de Leib-niz, que le viene la idea de expresin (Ausdruck).7

    De igual modo seala:

    Fueron siempre momentos extraordinarios aquellos en los quela filosofa hizo hablar al Sin-fondo y encontr el lenguaje ms-

    tico de su furia, su informidad, su ceguera: Boheme, Schelling,Schopenhauer. En principio, Nietzsche era uno de ellos [...]8

    Autores vitalistas como Bruno, Spinoza, Leibniz, Schopen-hauer, Nietzsche, Schelling, desde el punto de vista de Deleuze(quien se incluye en esta lista), hacen eco en sus planteamientosde un pensamiento Renacentista, en el que la alquimia orientainteriormente a la reflexin fi losfica al brindarle la concepcinde una intuicin que, al asir inmediatamente la forma misma dela divinidad como causa material, inmanente, expresiva y viva ( lapiedra), brinda al hombre el principio (la fuente, el elixir) parallevar adelante un gobierno de s, donde radica la reali zacin delOpuso la Gran Obra. Para Deleuze, el pensamiento alqumico per-mea la f ilosofa del Renacimiento, proporcionndole una psicolo-ga a partir de la cual se ordena la comprensin de la pareja deconceptos complicatio/explicatio y las nociones mismas de inma-nencia y expresin, desde un ng ulo epistemolgico y tico, en elque el v nculo inmediato del hombre con su principio inmanente

    se resuelve como afirmacin de ese principio en el hombre, entrminos de la formacin del propio carcter (ethos). La nocin deexpresin, gracias a su i mpronta alqu mica, gana en el terreno dela tica su estatuto como principio de una autonoma moral y unaafirmacin individual que se opone a la va negativa asociada a lametafsica de la t rascendencia.

    7 Deleuze, Gilles, Spinoza y el problema de la expresin, op. cit., p. 14.

    8 Deleuze, Gilles,Lgica del sen tido, trad. M. Morey, Barcelona, Paids, 1989, p. 122.

    al mismo tiempo slo es soportada en muy pequeas dosis,est severamente controlada y delimitada por las exigenciasde una trascendencia emanativa y sobre todo creativa. Cadafilsofo tiene que demostra r, arriesgando su obra y a veces suvida, que la dosis de inmanencia que inyecta en el mundo yen el espritu no compromete la trascendencia de un Dios alque la inmanencia slo debe ser atribuida secundariamente(Nicols de Cusa, Eckhart, Bruno).6

    La nocin de Verbo Encarnado es para Deleuze el ncleo de unafilosofa cristiana que en el Renacimiento pone en crisis los ci-mientos del edificio terico del platonismo agustiniano y de la fi lo-sofa aristotlico-tomista, sentando las bases de la moderna nocinde inmanencia. Las nociones de univocidad y haecceidadde DunsScoto, la concepcin del mximo contracto de Nicols de Cusa, in-cluso la propia materia viva de Bruno, tienen segn Deleuze enla figura del Verbo Encarnado una raz teolgica, aun cuando laIglesia limita significativamente o persigue llanamente lo que deestas nociones pueda poner en entredicho el prurito metafsico dela trascendencia.

    En este punto es pertinente subrayar que Deleuze seala no sloal cristianismo f ilosfico como fuente de las modernas nociones deexpresin e inmanencia. El pensamiento alqumico (del cual el pro-pio cristianismo abreva) es tambin segn nuestro autor una pers-pectiva fundamental para comprender la gnesis de aquellas. ElOpusalqumico, la Gran Obra, que radica en la conversin de la ma-teria viva en espritu, se constituye como la dimensin ms profun-da y la significacin psicolgica del proceso ontolgico que entra-an los motivos de la complicatioy la explicatio, de la determinacinde la materia viva como causa inmanente y expresiva. La intuicinmstica en la que se resuelve la conversin del plomo en oro, es para

    Deleuze el nervio alqumico que condiciona la emergencia de lasnociones filosficas de inmanencia y ex presin como una respuestaa la vez tica y espiritual ante una metafsica de la trascendencia,que escamotea al hombre y a la naturaleza su forma como crisol yhorno donde se lleva a cabo precisamente la Gran Obra, en tantouna conversin existencial y una voluntaria afirmacin que se en-derezan como capacidad de autodeterminacin.

    6 Deleuze, Gilles y Guattari, Flix, Qu es la filosofa?, trad. T. Kauf, Barcelona, Anagrama,2009, p. 49.

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    De igual modo seala:

    Si querer el acontecimiento es, en principio, desprender su eter-na verdad, como el fuego del que se alimenta, este querer alcan-za el punto en que la guerra se hace contra la guerra, la herida,trazada en vivo como la cicatriz de todas las heridas, la muerteconvertida en querida contra todas las muertes. Intuicin voliti-va o transmutacin.10

    Para Deleuze, el conocimiento intuitivo como un vaivn entre sery pensar, como paso de la materia como plano de contenido a la con-ciencia como plano de expresin, como paso de lo virtual a lo actualdonde tiene lugar la emergencia del acontecimiento y el sentido, tienesu raz histrica en un pensamiento renacentista en el que el crist ia-nismo, el neoplatonismo y la alquimia encuentran como comn de-nominador una nocin de intuicin que se interpreta, no en el marcode una va negativa que implica una supeditacin del hombre y lapropia naturaleza a un principio trascendente, sino de una va afir-mativa en la que el hombre y la naturaleza son el principio de la afir-macin misma de Dios o la vida como causa inmanente. La nocin deintuicin volitiva, de este modo, en tanto transformacin del hombreen la materia viva o Dios y de la materia viva o Dios en el hombre, esla figura fundamental del pantesmo renacentista, que aparece comoun ascendente doctrinal de primer orden en la filosofa deleuziana.

    Es en este sentido que para Deleuze elNumen, en tanto una ima-gen inconsciente que vehicula un afecto que conmueve la voluntad,se constituye como objeto de la propia intuicin volitiva que da lugara una profunda transformacin psicolgica, la cual se resuelve comouna conversin existencial. La aprehensin del objeto numinoso esla aprehensin de la vida o la materia viva (cuerpo sin rganos) mis-ma que se afirma en el hombre, dando lugar a una transmutacin

    en la que el hombre se rel iga con lo divino, y lo divino encuentra enel hombre mismo el dominio de su plenificacin (Opus).

    Deleuze apunta en El Anti-Edipo en relacin a la nocin de Nu-men, fundamental en la alquimia renacentista:

    Transformacin energtica. Pero por qu llamar divina o Nu-men, a la nueva forma de energa a pesar de todos los equvo-cos soliviantados por un problema del inconsciente que no es

    10 Ibd ., p. 158

    Para Deleuze el plano de inmanencia, la fuente misma, la mate-ria viva, al complicar de manera virtua l en s toda diversidad, esobjeto de una intuicin suprarracional que precipita y hace actualsu determinacin justamente como causa inmanente, como causaexpresiva y creativa, que en la culminacin de un proceso de in-dividuacin como voluntaria autodeterminacin, se hace efectiva.Para Deleuze, la materia viva, al contener de manera virtual unapluralidad ilimitada de formas divergentes, se constituye comocaja de resonancia de la que se desprende un armnico, el Acon-tecimiento, el Simulacro, el Sentido, que en la intuicin volitivaemerge a la superficie cambiando de naturaleza, constituyndosecomo principio interior del acto libre. La transmutacin alqumi-

    ca es para Deleuze el motivo secreto y fundamental que tutela yenfila la emergencia de las modernas nociones de inmanencia yexpresin, bajo la esfera de un voluntarismo en el que lo religiosose confunde con lo tico, y en el que el problema metafsico porexcelencia es justo el del ejercicio de la libertad.

    Deleuze hace expresos estos planteamientos al, por un lado, co-mentar el papel del pensamiento alqumico de Bruno en el textoFin-negans Wakede James Joyce, y, por otro lado, al subrayar la formade la intuicin volitiva como corazn de una tica y una ontologainmanentistas en las que la Obra se determina precisamente comouna transmutacin que implica una conversin del hombre: al con-templar su principio vital, ste da lugar a la afirmacin y a la proce-sin de ese principio en el ejercicio de la libre autodeterminacin.

    Deleuze apunta al respecto enLgica del sentido:

    Hay por supuesto una unidad de series divergentes, en tanto quedivergentes, pero es un caos siempre descentrado que se confun-de, a su vez, con la Gran Obra (en el sentido alqumico del tr-

    mino). Este caos informal, la gran carta de Finnegans Wake, noes un caos cualquiera: es una potencia de afirmacin, potenciade afirmar todas las series heterogneas; complica en l todaslas series (de ah el inters de Joyce por Bruno como terico dela complicatio). Entre estas series de base se produce una espe-cie de resonancia interna; esta resonancia infiere un movimientoforzadoque desborda a las propias series. Todos estos caracteresson los del simulacro cuando rompe sus cadenas y asciende a lasuperficie.9

    9 Deleuze, Gilles,Lgica del sent ido, op. cit., p. 262

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    EL RENACIMIENTO EN EL PENSAMIENTO DE DELEUZE JOS EZCURDIA

    El afecto puro de un amor part icipativo como contra-efectuacino diferencia de segundo grado, es el rasgo capital que vertebra losplanteamientos ticos deleuzianos relativos a la concepcin de lamateria viva en tanto causa inmanente y expresiva: el furor amo-roso es el gesto simblico y emotivo mayor que nutre la tica deleu-ziana. Detrs de la compleja arquitectura conceptual que Deleuzeedifica para dar cuenta de las nociones de diferencia y sentido, lateel mensaje de una filosofa renacentista en la que el furor amorosose constituye como dimensin privilegiada tanto de la materia v iva,como de la libertad en tanto dominio ex presivo fundamental de esamisma materia que es causa inmanente y expresiva.

    Deleuze, alimentando su filosofa de fuentes renacentistas, hace

    del amor la va para promover una reconfiguracin de la experien-cia del hombre contemporneo, de modo que ste se sacuda aquelloshorrores de la modernidad y el capitalismo aun anclados en la me-tafsica de lo Mismo y la trascendencia, que en lugar de fomentar lalibre autodeterminacin, aseguran precisamente la servidumbre yla esclavitud.

    El autor apunta enMil mesetas:

    Ms all del rostro, todava hay otra inhumanidad: no la de lacabeza primitiva, sino la de las cabezas buscadoras en la quelos mximos de desterritorializacin devienen operatorios, laslneas de desterritorializacin devienen positivas absolutas,formando devenires nuevos, extraos, nuevas polivocidades.Devenir-clandestino, hacer por todas partes rizoma para la ma-ravilla de una vida no humana a crear. Rostro, amor mo,pero,por fin, convertido en cabeza buscadora...13

    Deleuze es un autor que hace de la Historia de la Filosofa uno delos principios de la formacin de su pensamiento. La lectura de Spi-

    noza, Nietzsche y Bergson se enmarca en una comprensin generalde la biblioteca filosfica que le brinda los marcos