revista dale!
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�
lo fantástico
¡dale! octubre 2007 / nÚMero 1 / aÑo 1
Julio cortázar / GreGory crewdson / david lynch / stephen KinG
staff.
editor General
Juan bedoaian
editor adjunto
Jorge aulicino
edtor Jefe
vicente Muleiro
editor literatura
ezequiel Martinez
editor arte
eduardo villar
agenda
natalia paez
María luján picabea
dirección de arte
Mariana tavella
corrección
luis Giannini
webmaster
pablo rorhschilid
redacción
piedras 1742 (1140)
capital federal
email: [email protected]
tel: 43045215
impreisión y circulación
zepita 3220 (1285)
capital federal
publicidad
4325-6412
¡dale!
Dale! es una revista inquieta para gente inquieta. Pero para leer quietos y atentos, o no.
En realidad nosotros podemos diseñar una revista, pero no podemos prever cómo va a ser leída. A
veces nos esmeramos en secuencias espectaculares que son perfectamente ignoradas por los
lectores que – como yo- empiezan una revista por el final o por el medio.
Y puede ser leída en un cómodo sillón acariciando al perro, o en el baño.
Probablemente a Dale! no la podamos leer en la peluquería, por suerte será para otros ámbitos y nos
dejará en paz disfrutando sin culpas de la última Gente o Caras mientras nos cortan el pelo, aunque
no conozcamos muy bien a los personajes que son retratados allí.
Existieron revistas con intenciones similares o ideales nobles que han desaparecido sistemáticamente
por falta de recursos o de avisos: Latido, El Murciélago, Crisis, Página 30, y centenares de incunables
que olvido y que han marcado caminos, han sido disparadoras de ideas, o sabias consejeras, y han
tratado de sobrevivir en un país poco amable para las innovaciones.
Han existido revistas literarias dónde han publicado escritores noveles luego consagrados, han
existido revistas como la antológica Sur, dónde se han publicado por vez primera textos de Sartre,
Tagore, Greene, Malraux, Faulkner, se ha hablado de Stravinsky y Le Corbusier, en épocas impensa-
das.
Dicen que leyendo devotamente a Sur, García Márquez lee a Faulkner en castellano, y empieza su
viaje hacia Cien años de soledad.
Esa misma gente editaba Lettres Françaises, dirigida por Roger Callois, la revista literaria más
importante de Francia, que se editaba e imprimía en Argentina y se tiraba desde aviones de la
resistencia francesa, cuando Francia estaba invadida por los nazis.
Se han editado revistas de cine como El Amante, o rarezas como Esculpiendo Milagros que marcaba
caminos en la música y que ahora está en red. Y son incontables las revistas de poesía, de psicoaná-
lisis, de diseño, de cultura, de ciencias, de humor, que han sido importantes generando nuevas
preguntas en nosotros.
Quizás imaginemos a Dale! como un refrito -ahora remix- de todo eso junto: opinión, actualidad,
mucha cultura, música, literatura, cine, artes visuales, viajes hacia adentro y hacia afuera, ciencias,
innovación, diversidad, dinamismo. Poco o nada de contenidos de diseño (un alivio), poco o nada de
Sushi, de cómo reconocer el sabor a fresas en un vino, o de botox. Mas “casa FEA”, que casa FOA. Es
decir: una revista realista que no ama a la realeza.
Dale! pretende ser una revista sincera, mensual, de 64 páginas mas una agenda de actividades, a 4
colores. Una revista pensada y pensante.
editorial.�
“Si tuviera que escribir un libro para comunicar lo que pienso antes de comenzarlo
a escribir, nunca hubiera tenido el coraje de iniciarlo. Si por algo lo escribo es porque
no sé todavía que pensar exactamente de aquello que
tanto querría pensar...”
cita.
El sujEto y El podEr; MichEl Foucault. 1978
“Soy un experimentador, en el sentido en que escribo para cambiarme a mí mismo y para no seguir pensando lo mismo que antes.”
3
sumario.
Breve. Itzhak Perlman. Hacer con lo que nos quede.
Pág. 6
Sic. Julio Cortázar.El sentimiento de lo fantástico.
Pág. 6
Viajes. Zanzibar.Princesas feministas.
Pág. 6
Breve. Stephen King.Aciertos y algunos peligros de Lost.
Pág. 6
Entrevista. Leonard Cohen.Hallelujah.
Pág. 6
Crítica. David LynchImperio del desconcierto.
Pág. 6
Sic. Julio Cortázar.El sentimiento de lo fantástico.
Pág. 6
Viajes. Zanzibar.Princesas feministas.
Pág. 6
Receta. Francis MallmannLocro criollo Pág. 6
“Gran Padrino”
Señor Director:
“Se cumple un aniversario de la inauguración de ATC,
hoy otra vez Canal 7. En un país en serio debería ser
un orgullo tener un canal del Estado, ya que podrían
difundirse cosas que económicamente no son tan
importantes, pero sí lo son para el conocimiento e
información de la sociedad. Programas culturales, de
información política, espacios para todos los candi-
datos y partidos por minoritarios que sean (de eso se
trata una democracia).
“Lamentablemente, los argentinos tenemos la manía
de destrozar todo, tanto por la opinión de quienes lo
su parte de quienes se lo apropian creando una
especie de reality show que debería llamarse más
que «Gran Hermano» «Gran Padrino», todo el día con
discursos carentes de contenido alguno, por cuanto
los participantes son el Gobierno y sus apadrinados.
Por supuesto, lo pagamos nosotros.”
Ricardo Bujanda
Retirados y ex
Señor Director:
“Es cosa corriente que en las noticias policiales en
las que, por alguna circunstancia, ha tomado
parte un Armadas, el cronista lo mencione como el
(grado) retirado de tal o cual fuerza; al volver a
nombrarlo, se refieren a él como el ex....
“Creo que sería oportuno aclarar la diferencia
entre un retirado y un ex: un retirado es una
persona que, luego de trabajar una determinada
do alcanzado; además, conserva el estado militar
o policial, estando sujeto a obligaciones que el
ciudadano común no tiene; un ex es aquel que,
por su voluntad u obligatoriamente, es dado de
baja de la fuerza, incorporándose a la vida civil
sin ningún derecho ni obligación alguna hacia
aquélla.”
Guillermo C. Maggio
Créditos imposibles
Señor Director:
“Nos prometen un país en serio y seguimos con las
payasadas. Nuevamente les tocó el turno a los
banqueros de sentarse a la mesa del poder, a fin de
prometer cosas incumplibles (¡intereses del 9% con
inflación del 20%!), como anteriormente lo hicieron
con los fracasados «créditos para inquilinos».
“Antes fueron los comerciantes y los industriales,
que se prestaron a los fracasados acuerdos de
precios, que derivaron en una inflación inconteni-
ble por atender a las consecuencias y no a las
causas. Espero que mis compatriotas recuerden
todas estas cosas al momento de emitir su voto.”
Jorge Civano
Frentes
Señor Director:
“Luego de ver el estado en que se encuentran los
frentes de nuestras facultades, con sus carteles de
propaganda política, y el abandono, suciedad y
precariedad de las instalaciones, creo que no
sería irracional sacar a esas casas de estudio del
ámbito del Ministerio de Educación e incorporar-
las a la Secretaría de Deportes.
“La poca proclividad de los estudiantes a discutir
los problemas, escuchando al que no piensa igual,
y sí a imponer el abuso de la fuerza y el griterío
ratifica lo que sostengo ya que, en general, más
que estudiantes, se comportan como barrabravas
y los edificios educativos se asemejan a estadios
de fútbol.”
César M. Bertetta
Quiere saber
Señor Director:
“Ante la proximidad de las elecciones, considero muy
importante que los candidatos den a conocer oficial y
públicamente la nómina total del gabinete de
ministros y secretarios que acompañarán su gestión.
“Con los resultados de las compradas o, por lo
menos, extrañas encuestas, creo muy importante
que los ciudadanos sepamos quiénes van a ser los
funcionarios que nos gobiernen, especialmente en
el orden nacional y en la provincia de Buenos Aires.
“No sea cosa que algún «ministeriable» tenga más
prontuario que currículum.”
Alvaro Puente
Puerto Madero
Señor Director:
“No debe culparse a los remozados puentes entre
los diques sino al tránsito continuo de camiones por
las avenidas Madero y Huergo, que bloquean en
todo momento el paso de los automovilistas hacia el
puerto. Para resolver el problema, desde hace
muchos años se proyecta una autopista ribereña
que vincule las existentes al sur y al norte del tramo
Los textos destinados a esta sección no deben exceder las 15 líneas o los 1100 caracteres. Debe constar el nombre del remitente, firma, domicilio, teléfono y núme-ro de documento. Por razones de espacio y de estilo, LA NACION podrá seleccionar el material y editarlo. Los mensajes deben enviarse a: [email protected] ; fax: 4319-4509; dirección: Bouchard 557, 5º piso, Capital. CP: C1106ABG
6
correo de lectores.
7
considerado. Se planeó construirla paralelamente
a la Avda. Alicia Moreau de Justo, en trinchera o
sobre columnas. Hubo quien propuso llevarla en
túnel por debajo de los diques. Finalmente, he leído
que se prefirió hacerla a través de la llamada
Reserva Ecológica. Es innecesario decir que la obra
nunca tuvo comienzo.
Florencio José Arnaudo
Células madre
Señor Director:
“Con respecto a la carta de lectores del distinguido
y estimado cardiólogo clínico Carlos Bertolasi,
referida al tema de las células madre, deseo
agregar para complementar su texto que en julio
de este año fue publicado un trabajo de científicos
argentinos y estadounidenses en un importante
journal de cardiología internacional, el American
Heart Journal .
“El trabajo, precursor e inédito de investigación de
los médicos investigadores, Luis M. de la Fuente,
Simon Stertzer (Stanford), Benjamin Koziner y el
bioingeniero pacientes con infartos crónicos,
revelando interesantes resultados con el implante
en el corazón de células madre del propio
paciente, habiendo sido aprobado ese estudio por
el Incucai y la Anmat de la Argentina y comités de
ética.”
“Tengo 58 años. Soy un viejo para esta sociedad,
aunque esté dentro de los productivos. Estoy
desocupado, vivo solo, divorciado. Apenas puedo
pagar el hotel donde vivo con los pocos ahorros y
la ayuda de mis padres, jubilados de 85 y 82 años.
Ya que sin un trabajo estable no puedo alquilar un
departamento y vivir dignamente, sin trabajo y
sufriendo la culpa por la situación en la que no
debo estar yo solo, sino muchos como yo.
Enrique Alfredo Segade
Diferencias
Señor Director:
“No todas las personas que viven en mi barrio
(Belgrano) tienen dinero para un impuestazo de tal
magnitud. Tampoco todas las casas y departamen-
tos son de categoría superior ni recién construidas:
hay muchos vecinos que alquilan, tienen una
vivienda modesta y, también, hay muchos jubilados
y pensionados con muy pocos ingresos, que cuidan
sus monedas para ir al supermercado más barato y
elegir la mercadería más económica.
Luis María Castelli
Sensación de familia
Señor Director:
“Hace dos años, fui excluido de mi casa por
decisión del Tribunal de Familia �, de San Isidro.
Para decidir este disparate, el tribunal tuvo en
cuenta una falsa denuncia de violencia de mi ex
mujer. En el trámite me fue imposible demostrar la
falsedad, porque no se me permitió tener acceso
al expediente. El tribunal no cumplió con la
exigencia del artículcuerdo con la gravedad del
caso, no podrá exceder de las 48 horas desde que
tuvo conocimiento de la denuncia».
“Decretada la exclusión del hogar, se me privó del
derecho de defensa, sin obtener, en el término que
exige la ley, el informe de interacción familiar.
Cuando intenté explicar verbalmente la falsedad
de la denuncia, recibí del tribunal la cínica
afirmación: «De todos modos, alguien se tenía que
ir de esa casa». Esta postura convierte la denuncia
de violencia familiar en el mejor método para los
inescrupulosos de lograr la expulsión de miembros
de la familia. El daño que estas conductas gene-
ran resulta irreparable, sobre todo para los
menores, que quedan estigmatizados.”
Hugo J. Winter
Voluntades
Señor Director:
“Pocas veces hemos visto sumar voluntades desde
el Estado para lograr un objetivo con tanta
celeridad. Se unieron el Ministerio de Salud, con el
ministro Ginés a la cabeza; el gobernador de
Buenos Aires, Solá, con sus poco felices y confundi-
das declaraciones, hasta el Instituto Nacional
contra la Discriminación, la Xenofobia y el
Racismo, cuya función está dirigida a defender a
aquellas personas cuyos derechos se ven afecta-
dos. Pero esta unión no fue para solucionar la
desnutrición infantil, la falta de buena atención
sanitaria, el tema de los chicos de la calle o la
prostitución infantil, sino para eliminar a un
indefenso bebe. Y esta vez ni siquiera se puede
utilizar la excusa del peligro físico o mental para
la madre, ya que la progenitora no es consciente
de lo que ocurrió ni su vida corría peligro alguno.
Sería interesante saber cuánto del erario se destinó
para esta aberrante acción.”
Eduardo A. Santamarina
8 Itzhak Perlmanpor Jack Riemer, Houston Chronicle, �0/02/200�
Hacer con lo que nos quede
breve 1.
El �8 de noviembre de �994, Itzhak Perlman, el violinista, entró al escenario para dar un concierto en el “Avery Fisher Hall”, del Lincoln Center de la ciudad de Nueva York. Si alguna vez ustedes estuvieron en unconcierto de Perlman, ustedes sabrán que llegar al escenario no es un pequeño logro para él. El tuvo polio cuando fué niño, tiene ambas piernas sujetas con bragueros y camina con la ayuda de dos muletas.
Verlo cruzar por el escenario dando un paso por vez, costosa y lentamente es, una visión asombro-sa. El camina penosa pero majestuosamente hasta que llega a su silla.
Entonces se sienta lentamente, pone sus muletas en el suelo, afloja los sujetadores de sus piernas, toma un pie hacia atrás y extiende el otro hacia adelante, entonces se inclina y levanta el violín, lo pone bajo su mejilla, hace una señal al director y comienza a tocar.
Hasta ahora la audiencia está acostumbrada a este ritual. Ellos permanecen sentados mientras él hace su trayecto hasta su silla. Permanecen reverente-mente silenciosos, mientras él afloja los sujetadores de sus piernas, Aún esperan hasta que esta listo para tocar. Pero esta vez algo anduvo mal.
Justo cuando terminaba sus primeras estrofas, una de las cuerdas de su violín se rompió. Pudimos escuchar el ruido, saltó como un tiro atravesando el salón. No habia equivocación sobre lo que ese sonido significaba. No habia tampoco dudas sobre lo que él tendria que hacer. Los que estábamos alli esa noche, pensamos: “tendrá que levantarse, ponerse los bragueros nuevamente, levantar las muletas y arrastrarse fuera del escenario ya sea para encontrar otro violín, o encontrar otra cuerda para el suyo”.
Pero él no lo hizo. En su lugar, esperó un momento,
verlo cruzar por el escenario dando un paso por vez, costosa y lentamente es, una visión asombrosa. el camina penosa pero majestuosamente hasta que llega a su silla.
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cerró sus ojos y luego hizo la señal al director de comenzar nuevamente. La orquesta comenzó, y él tocó desde el punto en el que se habia detenido. Y tocó con tanta pasión, y tanto poder, y tanta pureza, como nosotros nunca lo habíamos escucha-do antes.
Por supuesto todo el mundo sabía que es imposible interpretar un trabajo sinfónico con solo tres cuerdas. Yo sé eso, y segura-mente muchos de ustedes sabrán eso. Pero esa noche Itzhak Perlman rehusó saberlo. Ustedes hubiesen podido verlo modulando, cambiando, recomponiendo la pieza en su cabeza. En un punto, eso sonó como si él estuviera sacando el tono de las cuerdas que se habia roto y consiguiento nuevos sonidos que ellas nunca habian hecho jamás antes.
Cuando terminó, hubo un impresionante silencio en el sala, y entonces la gente se levantó y lo aclamó. Hubo un extraordinario aplauso proveniente de cada rincón del auditorio. Estabamos todos de pie gritando y animando, haciendo todo lo que podíamos, para demostrar cuánto apreciabamos lo que él acababa de hacer.
El sonrió, se secó el sudor de sus cejas, detuvo su inclinación para aquietarnos y luego dijo, no con presunción, sino en un tono reverente, pensativo, calmo, “Ustedes saben,... algunas veces... la tarea del artista es descubrir cuánta música uno puede hacer con lo que aún le queda”.
Que maravillosa linea ésta. Ha permacido en mi mente simpre desde que la escuche. Y ¿quién sabe? Tal vez es al definición de la
Vida, no solo para los artistas, sino para todos nosotros. Aqui hay un hombre que se ha preparado toda su vida para hacer música con un violín de cuatro cuerdas, quien, repentinamente, en medio de un concierto, se encuentra con solo tres cuerdas, asi que realizó música con tres cuerdas. Y la música que hizo esa noche con solo tres cuerdas, fué más hermosa, más sagrada, y más memorable, que ninguna que haya hecho jamás, cuando él contaba con un violín de cuatro cuerdas.
Asi que, tal vez, nuestra tarea en este mundo que vivimos, confuso, inestable y que cambia velozmente sea hacer música, al principio con todo lo que tenemos, y luego cuando eso no es mas posible, hacer música con todo lo que nos quede.
sic. �0 Julio CortázarConferencia dictada en la U.C.A.B.
Yo he escrito una cantidad probablemente
excesiva de cuentos, de los cuales la inmensa
mayoría son cuentos de tipo fantástico. El proble-
ma, como siempre, está en saber qué es lo fantásti-
co. Es inútil ir al diccionario, yo no me molestaría
en hacerlo, habrá una definición, que será
aparentemente impecable, pero una vez que la
hayamos leído los elementos imponderables de lo
fantástico, tanto en la literatura como en la
realidad, se escaparán de esa definición.
Ya no sé quién dijo, una vez, hablando de la
posible definición de la poesía, que la poesía es
eso que se queda afuera, cuando hemos termina-
do de definir la poesía. Creo que esa misma
definición podría aplicarse a lo fantástico, de
modo que, en vez de buscar una definición
preceptiva de lo que es lo fantástico, en la literatu-
ra o fuera de ella, yo pienso que es mejor que
cada uno de ustedes, como lo hago yo mismo,
consulte su propio mundo interior, sus propias
vivencias, y se plantee personalmente el problema
de esas situaciones, de esas irrupciones, de esas
llamadas coincidencias en que de golpe nuestra
inteligencia y nuestra sensibilidad tienen la
impresión de que las leyes, a que obedecemos
habitualmente, no se cumplen del todo o se están
cumpliendo de una manera parcial, o están
dando su lugar a una excepción.
Ese sentimiento de lo fantástico, como me gusta
llamarle, porque creo que es sobre todo un
sentimiento e incluso un poco visceral, ese senti-
miento me acompaña a mí desde el comienzo de
mi vida, desde muy pequeño, antes, mucho antes
de comenzar a escribir, me negué a aceptar la
El sentimiento de lo fantástico
��
realidad tal como pretendían imponérmela y
explicármela mis padres y mis maestros. Yo vi
siempre el mundo de una manera distinta, sentí
siempre, que entre dos cosas que parecen
perfectamente delimitadas y separadas, hay
intersticios por los cuales, para mí al menos,
pasaba, se colaba, un elemento, que no podía
explicarse con leyes, que no podía explicarse con
lógica, que no podía explicarse con la inteligen-
cia razonante.
Ese sentimiento, que creo que se refleja en la
mayoría de mis cuentos, podríamos calificarlo de
extrañamiento; en cualquier momento les puede
suceder a ustedes, les habrá sucedido, a mí me
sucede todo el tiempo, en cualquier momento que
podemos calificar de prosaico, en la cama, en el
ómnibus, bajo la ducha, hablando, caminando o
leyendo, hay como pequeños paréntesis en esa
realidad y es por ahí, donde una sensibilidad
preparada a ese tipo de experiencias siente la
presencia de algo diferente, siente, en otras
palabras, lo que podemos llamar lo fantástico. Eso
no es ninguna cosa excepcional, para gente
dotada de sensibilidad para lo fantástico, ese
sentimiento, ese extrañamiento, está ahí, a cada
paso, vuelvo a decirlo, en cualquier momento y
consiste sobre todo en el hecho de que las pautas
de la lógica, de la causalidad del tiempo, del
espacio, todo lo que nuestra inteligencia acepta
desde Aristóteles como inamovible, seguro y
tranquilizado se ve bruscamente sacudido, como
conmovido, por una especie de, de viento interior,
que los desplaza y que los hace cambiar.
Un gran poeta francés de comienzos de este siglo,
El sentimiento de lo fantástico
sic. Julio CortázarConferencia dictada en la U.C.A.B.
�3
“Yo he sido siempre y primordialmente considerado como un prosista. La poesía es un poco mi juego secreto, la guardo casi enteramente para mí y me con-mueve que esta noche dos personas diferen-tes hayan aludido a lo que yo he podido hacer en el campo de la poesía. (...) he pensado que me gustaría hablarles concretamente de literatura, de una forma de literatura: el cuento fantástico.”
�4
Alfred Jarry, el autor de tantas novelas y poemas
muy hermosos, dijo una vez, que lo que a él le
interesaba verdaderamente no eran las leyes,
sino las excepciones de las leyes; cuando había
una excepción, para él había una realidad
misteriosa y fantástica que valía la pena explorar,
y toda su obra, toda su poesía, todo su trabajo
interior, estuvo siempre encaminado a buscar, no
las tres cosas legisladas por la lógica aristotélica,
sino las excepciones por las cuales podía pasar,
podía colarse lo misterioso, lo fantástico, y todo
eso no crean ustedes que tiene nada de sobrena-
tural, de mágico, o de esotérico; insisto en que por
el contrario, ese sentimiento es tan natural para
algunas personas, en este caso pienso en mí
mismo o pienso en Jarry a quien acabo de citar, y
pienso en general en todos los poetas; ese
sentimiento de estar inmerso en un misterio
continuo, del cual el mundo que estamos viviendo
en este instante es solamente una parte, ese
sentimiento no tiene nada de sobrenatural, ni
nada de extraordinario, precisamente cuando se
lo acepta como lo he hecho yo, con humildad,
con naturalidad, es entonces cuando se lo capta,
se lo recibe multiplicadamente cada vez con más
fuerza; yo diría, aunque esto pueda escandalizar
a espíritus positivos o positivistas, yo diría que
disciplinas como la ciencia o como la filosofía
están en los umbrales de la explicación de la
realidad, pero no han explicado toda la realidad,
a medida que se avanza en el campo filosófico o
en el científico, los misterios se van multiplicando,
en nuestra vida interior es exactamente lo mismo.
Si quieren un ejemplo para salir un poco de este
terreno un tanto abstracto, piensen solamente en
eso que utilizamos continuamente y que es
nuestra memoria. Cualquier tratado de psicología
nos va a dar una definición de la memoria, nos
va a dar las leyes de la memoria, nos va a dar los
mecanismos de funcionamiento de la memoria. Y
bien, yo sostengo que la memoria es uno de esos
umbrales frente a los cuales se detiene la ciencia,
porque no puede explicar su misterio esencial,
esa memoria que nos define como hombres,
porque sin ella seríamos como plantas o piedras;
en primer lugar, no sé si alguna vez se les ocurrió
pensarlo, pero esa memoria es doble; tenemos
dos memorias, una que es activa, de la cual
podemos servirnos en cualquier circunstancia
práctica y otra que es una memoria pasiva, que
hace lo que le da la gana: sobre la cual no
tenemos ningún control.
Jorge Luis Borges escribió un cuento que se llama
“Funes el memorioso”, es un cuento fantástico, en
el sentido de que el personaje Funes, a diferencia
de todos nosotros, es un hombre que posee una
memoria que no ha olvidado nada, y cada vez
que Funes ha mirado un árbol a lo largo de su
vida, su memoria ha guardado el recuerdo de
cada una de las hojas de ese árbol, de cada una
de las irisaciones de las gotas de agua en el mar,
la acumulación de todas las sensaciones y de
todas las experiencias de la vida están presentes
en la memoria de ese hombre. Curiosamente en
nuestro caso es posible, es posible que todos
nosotros seamos como Funes, pero esa acumula-
ción en la memoria de todas nuestras experien-
cias pertenecen a la memoria pasiva, y esa
memoria solamente nos entrega lo que ella
quiere.
Para completar el ejemplo si cualquiera de ustedes
piensa en el número de teléfono de su casa, su
memoria activa le da ese número, nadie lo ha
olvidado, pero si en este momento, a los que de
ustedes les guste la música de cámara, les pregun-
to cómo es el tema del andante del cuarteto 427 de
Mozart, es evidente que, a menos de ser un músico
profesional, ninguno de ustedes ni yo podemos
silbar ese tema y, sin embargo, si nos gusta la
música y conocemos la obra de Mozart, bastará
que alguien ponga el disco con ese cuarteto y
apenas surja el tema nuestra memoria lo continua-
rá. Comprenderemos en ese instante que lo
conocíamos, conocemos ese tema porque lo
hemos escuchado muchas veces, pero activamen-
te, positivamente, no podemos extraerlo de ese
fondo, donde quizá como Funes, tenemos guarda-
do todo lo que hemos visto, oído, vivido.
Lo fantástico y lo misterioso no son solamente las
grandes imaginaciones del cine, de la literatura,
los cuentos y las novelas. Está presente en nosotros
mismos, en eso que es nuestra psiquis y que ni la
ciencia, ni la filosofía consiguen explicar más que
de una manera primaria y rudimentaria.
Ahora bien, si de ahí, ya en una forma un poco
más concreta, nos pasamos a la literatura, yo
creo que ustedes están en general de acuerdo
que el cuento, como género literario, es un poco
la casa, la habitación de lo fantástico. Hay
novelas con elementos fantásticos, pero son
siempre un tanto subsidiarios, el cuento en
cambio, como un fenómeno bastante inexplica-
ble, en todo caso para mí, le ofrece una casa a lo
fantástico; lo fantástico encuentra la posibilidad
de instalarse en un cuento y eso quedó demostra-
do para siempre en la obra de un hombre que es
el creador del cuento moderno y que se llamó
Edgar Allan Poe. A partir del día en que Poe
escribió la serie genial de su cuento fantástico,
esa casa de lo fantástico, que es el cuento, se
multiplicó en las literaturas de todo el mundo y
además sucedió una cosa muy curiosa y es que
sic.
�5
América Latina, que no parecía particularmente
preparada para el cuento fantástico, ha resultado
ser una de las zonas culturales del planeta, donde
el cuento fantástico ha alcanzado sus exponentes,
algunos de sus exponentes más altos. Piensen, los
que se preocupan en especial de literatura,
piensen en el panorama de un país como
Francia, Italia o España, el cuento fantástico no
existe o existe muy poco y no interesa, ni a
autores, ni a lectores; mientras que, en América
Latina, sobre todo en algunos países del cono sur:
en el Uruguay , en la Argentina... ha habido esa
presencia de lo fantástico que los escritores han
traducido a través del cuento. Cómo es posible
que en un plazo de treinta años el Uruguay y la
Argentina hayan dado tres de los mayores
cuentistas de literatura fantástica de la literatura
moderna. Estoy naturalmente citando a Horacio
Quiroga, a Jorge Luis Borges y al uruguayo
Felisberto Hernández, todavía, injustamente,
mucho menos conocido.
en la literatura lo fantástico encuentra su vehículo y su casa natural en el cuento y entonces, a mí personalmente no me sorprende, que habiendo vivido siempre con la sensación de que entre lo fantástico y lo real no había límites precisos, cuando empecé a escribir cuentos ellos fueran de una manera casi natural, yo diría casi fatal, cuentos fantásticos.
Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelu-sas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejuna-ban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplu-maban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayux-taba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumíti-ca agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las mario-plumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.
rayuela / cap 65
�6
(...) Elijo para demostrar lo fantástico uno de mis
cuentos, La noche boca arriba, y cuya historia,
resumida muy sintéticamente, es la de un
hombre que sale de su casa en la ciudad de
París, una mañana, en una motocicleta y va a su
trabajo, observando, mientras conduce su moto,
los altos edificios de concreto, las casas, los
semáforos y en un momento dado equivoca una
luz de semáforo y tiene un accidente y se
destroza un brazo, pierde el sentido y al salir del
desmayo, lo han llevado al hospital, lo han
vendado y está en una cama, ese hombre tiene
fiebre y tiene tiempo, tendrá mucho tiempo,
muchas semanas para pensar, está en un estado
de sopor, como consecuencia del accidente y de
los medicamentos que le han dado; entonces se
adormece y tiene un sueño; sueña curiosamente
que es un indio mexicano de la época de los
aztecas, que está perdido entre las ciénagas y se
siente perseguido por una tribu enemiga,
justamente los aztecas que practicaban aquello
que se llamaba la guerra florida y que consistía
en capturar enemigos para sacrificarlos en el
altar de los dioses.
Todos hemos tenido y tenemos pesadillas así.
Siente que los enemigos se acercan en la noche y
en el momento de la máxima angustia se despier-
ta y se encuentra en su cama de hospital y respira
entonces aliviado, porque comprende que ha
estado soñando, pero en el momento en que se
duerme la pesadilla continúa, como pasa a veces
y entonces, aunque él huye y lucha es finalmente
capturado por sus enemigos, que lo atan y lo
arrastran hacia la gran pirámide, en lo alto de la
cual están ardiendo las hogueras del sacrificio y lo
sic.
�7
la pesadilla ha sido tan intensa, tan fuerte y el sopor que lo envuelve es tan grande, que poco a poco, a pesar de que él quisiera quedarse del lado de la vigilia, del lado de la seguridad, se hunde nuevamente en la pesadilla y siente que nada ha cambiado. en el minuto final tiene la revelación. eso no era una pesadilla, eso era la realidad; el verdadero sueño era el otro. Él era un pobre indio, que soñó con una extraña, impensable ciudad de edificios de concreto, de luces que no eran antorchas, y de un extraño vehículo, misterioso, en el cual se desplazaba, por una calle.
está esperando el sacerdote con el puñal de piedra
para abrirle el pecho y quitarle el corazón. Mien-
tras lo suben por la escalera, en esa última desespe-
ración, el hombre hace un esfuerzo por evitar la
pesadilla, por despertarse y lo consigue; vuelve a
despertarse otra vez en su cama de hospital, pero
la impresión de la pesadilla ha sido tan intensa, tan
fuerte y el sopor que lo envuelve es tan grande, que
poco a poco, a pesar de que él quisiera quedarse
del lado de la vigilia, del lado de la seguridad, se
hunde nuevamente en la pesadilla y siente que
nada ha cambiado. En el minuto final tiene la
revelación. Eso no era una pesadilla, eso era la
realidad; el verdadero sueño era el otro. Él era un
pobre indio, que soñó con una extraña, impensable
ciudad de edificios de concreto, de luces que no
eran antorchas, y de un extraño vehículo, misterio-
so, en el cual se desplazaba, por una calle.
el autor lanza un desafío a los ejecutivos de la cadena abc: terminen lost cuando la historia lo exija y no se preocupen si se despiden con ratings altos. el patético final de los expedientes secretos X tiene que servirles de lección.
Aciertos y algunos peligros de Lost
breve 2. Lostpor Stephen King - Maine, 2007
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Ah, Lost . Nunca hubo nada parecido en TV. Nadie había captado así la imaginación del espectador desde Dimensión desconocida y Los expedien-tes secretos X . La trama es terriblemente simple -48 sobrevivientes a la caída de un avión atrapados en una isla tropical-, pero los estándares de producción son altísimos y los personajes atrapan. Lost proyecta una sensación genuina de pavor y misterio, lo que la hace inusual en un medio signado por el aburrimiento y lo predecible.
Tomemos por caso la segunda temporada, y no necesariamente en sus puntos suspensivos (si la gente que se fue en una balsa volverá a la isla, si Kate se acostará con Jack o si Charlie probará la heroína encontrada por Locke y Boone): lo que estaba en juego allí era nada menos que el alma de lo que podría llamar “la nueva TV”. La crítica más acabada de la “vieja TV” se puede rastrear en el film Cuenta conmigo , de Rob Reiner. Gordie Lachance pregunta a sus amigos si notaron alguna vez que la gente de Wagon Train (una vieja serie de los años 50) jamás parece llegar a ningún lado. “Simple-mente siguen viajando en carreta”, dice, claramente confundido. Y lo está. Gordie va a convertirse en escritor cuando sea grande e incluso a los 12
años sabe que las historias deben parecerse a la vida, y la vida tiene un comienzo, un desarrollo y un fin. Crecemos, cambiamos, tenemos éxito y fracasamos; eventualmente caemos muertos, pero lo que no hacemos es seguir viajando siempre en carreta.
Los programas de la nueva TV reconocen este hecho. Pero también enfrentan un inmenso problema, el conocido como la Primera-directiva-de-las-cadenas-de-TV: “No matarás a la vaca lechera”.
Dicha directiva hizo ignominiosas las últimas temporadas de Los expedientes secretos X. No hubo cierre (a diferencia de El fugitivo, por ejemplo, en la que el doctor Richard Kimble finalmente encuentra al hombre manco en el extraordinario final); fuera de la presencia continuada de David Duchovny, los X-Files se desviaron a un pantano de petróleo negro y murieron allí. Podría haber ahorcado a los ejecutivos de Fox por hacer eso, y al creador de la serie, Chris Carter, por dejar que sucediera. Si J. J. Abrams y Damon Lindelof permiten que suceda algo similar con Lost, me voy a enojar aún más, porque este programa es mucho mejor. Nota a Abrams y su equipo de guionistas: su responsabilidad incluye saber en qué momento escribir la palabra “Fin”.
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La ambientación de Lost es exótica; estoy seguro de que casi todo el público ha tenido la idea de que le gustaría ser uno de esos náufragos. La fuente de personajes es abundante y todavía hay preguntas fascinantes (muchas) sin respuesta. Una serie de coincidencias, que son más parecidas a convergencias, me ha llevado a concordar con la solución popular que aparece en foros de Internet: yo también creo que los sobrevivientes están muertos, y que la isla es su purgatorio, un lugar donde pueden pagar deudas por omisión y comisión antes de continuar.
Los creadores mismos quizá no sepan por qué los números en el billete de lotería ganador de Hurley aparecen en el costado de la escotilla, o cuál es el significado del oso polar en la revista de historietas que Walt estaba leyendo antes de que Sawyer matara a uno real. Pero... ¿a quién le importa? Los principales atributos de los creadores son la fe y la arrogancia: la fe en que hay una solución y la arrogancia de creer que son las personas indicadas para encontrarla. Lo duro va a ser decirle a ABC que Lost va a concluir en determi-nado punto, y que no importa si el público sigue loco por el programa.
Decir que la serie es una vaca lechera es quedarse corto. Hablamos de
millones y si el show dura lo suficiente, potencialmente de cientos de millones en DVD y otros productos. Nada de eso cambia los hechos básicos: cuando una comida está a punto, es hora de sacarla del horno. Cuando una historia está terminada, es hora de irse. No me importa si Jack, Kate y los otros se dan cuenta de que están muertos y descienden por la escotilla a un rayo blanco, brillante, de luz, o si van a la guerra en un estallido de salvajismo. Pueden descubrir que son parte de un experimento y Jack incluso puede despertar y descubrir que todo fue un sueño (¡espero que no!... me daría mucha bronca).
Pero por favor, muchachos, no maten a esta dulce vaca a palos, con años y años de relleno. Terminen el programa como quieran, pero cuando llegue el momento del cierre, cierren. No sigan viajando en carreta.
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¿Qué más decir? Cohen es un músico y poeta único
en el siglo XX, que ha sabido unir en sus discos y
libros el rigor, la mística y la lucidez impiadosa de
la tradición bíblica con las miserias, las redencio-
nes terrenales y la fe desesperada del amor a las
mujeres. Ahora, su novia 25 años menor editó un
disco con letras suyas, y a los 72 años el poeta de
las almas desahuciadas y las sábanas revueltas la
acompaña presentándolo. Luego de unos de esos
recitales, dio esta entrevista imperdible. Como
cada una de sus palabras. (Ah, además, por estos
días se reeditan en Argentina sus tres primeros
discos, remasterizados y con extras.)
Leonard Cohenpor Mark Ellen
Hallelujah
entrevista.
“James Joyce está vivo en Montreal y se hace llamar leonard cohen”, dijeron cuando apareció su primera novela. “bob dylan le voló la cabeza a todo el mundo, menos a leonard cohen”, dijo allen Ginsberg. “si no fuera bob dylan me gustaría ser leonard cohen”, dijo bob dylan.
Leonard Cohen está viviendo un momento particu-
lar, tranquilo pero activo. Mientras una de sus
canciones de los ’80, “Hallelujah”, ganó una segun-
da vida y se convirtió en el standard de oro para los
cantantes que quieren probar su rango y versatili-
dad –desde Bono hasta Rufus Wainwright pasando
por kd lang y Jeff Buckley–, él formó pareja con
Anjani Thomas, una de las cantantes de su coro, y
de Leonard Cohen y música de la cantante.
Después de uno de esos shows, en Londres, cerca
de Piccadilly –un show en el que Cohen subió al
escenario para acompañar a su novia en una
canción–, se hizo esta entrevista sobre el arte de
escribir canciones. Cohen, estimulado con una taza
de café, se ajustó su boina gris, sonrió y ofreció un
montón de ingenio y concentración para cada
respuesta.
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24
Esto es lo que conseguimos.
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Para muchos músicos, la composición empieza con una palabra o una imagen, o ven algo desde la ventanilla del auto y obtienen una frase o un título. ¿Cómo comienza el proceso para usted?
–Todavía no aprecio el misterio del proceso, pero
si supiera de dónde vienen las buenas canciones,
¡iría allí con más frecuencia! No tengo certezas
sobre lo que es. A veces siento, cuando vuelvo
anecdóticamente a la génesis de una canción,
que alguien me da las semillas. Puede ser alguien
que veo en la ventanilla de un autobús, o puede
ser el mozo que me pone enfrente una taza de
café. Parece haber una transmisión, un momento,
y lo reconozco. Ese algo de alguna manera
emerge del día sin sentido que uno generalmente
vive y le habla a tu corazón de algún tipo de
significado. Y algo empieza, y uno saca su
pequeño anotador, como el que tengo aquí...
(saca el anotador de un bolsillo interno).
¿Puede leerme un extracto?
–(Lee.) Domingo 28 de enero, 2007, Air Canada 746.
Una respuesta un poco más prosaica de lo que esperaba.
–No, estaba intentando identificar dónde estaba,
creo que estaba volando de vuelta a Montreal –
¡aunque es una buena línea!–. La pequeña stanza
que escribí, era una especie de plegaria, dice...
“Solitario por tu amor y nada más/ Toca mi corazón
y cura esta soledad”. Eso fue sólo para no pelear
con estos pequeños momentos cuando emergen.
La mayoría de ellos no sobreviven.
Recuerdo que Elvis Costello me dijo una vez que, cuando tenía una idea para una melodía, llamaba a su propia casa esperando que nadie contestara, para cantar la melodía en su contestador automáti-co. ¿Cómo recuerda canciones cuando le surgen?
–Eso es bueno. No las recuerdo, mis dedos lo hacen.
Cuando tomo la guitarra, ciertas secuencias que he
olvidado re-emergen. Generalmente estoy traba-
jando en dos o tres cosas al mismo tiempo y
escucho los tonos y la progresión. O trabajando en
el teclado, algo se recuerda a sí mismo.
Muchos intérpretes y músicos tienen que habitar un personaje para poder actuar o componer, pero tengo la fuerte impresión de que mucho de lo que usted escribe es sobre su vida real.
–Lo es. Diría que lo es exclusivamente. Tengo una
imaginación muy pobre y siempre me pensé como
una especie de periodista reportando desde el
lugar de los hechos lo más detalladamente
posible. Creo que el trabajo de todo el mundo es
enteramente autobiográfico. Es todo lo que en
verdad tenemos –nuestras pequeñas vidas para
proveernos de unos pocos momentos materiales
anecdóticos de alguna significancia–.
¿Cree que nos hemos entrenado como sociedad para creer que la melancolía produce mejor arte?
–No hay demasiados géneros de canción popular,
y creo que una de las cosas que todos amamos es
una canción triste. No sé cuáles son las caracterís-
ticas, pero todos han experimentado la derrota de
sus vidas. Nadie tiene una vida que haya resulta-
do tal como la había pensado. Todos empezamos
como los héroes de nuestros propios dramas en el
centro del escenario e inevitablemente la vida nos
mueve del centro, derrota al héroe, da vuelta la
trama y la estrategia, y nos quedamos a los
costados, preguntándonos por qué ya no tenemos
un papel en la maldita cosa. Todos han experi-
mentado esto, y cuando se nos presenta dulce-
mente, el sentimiento se mueve de corazón a
corazón y nos sentimos menos aislados y nos
sentimos parte de la gran cadena humana, algo
que está realmente involucrado con el reconoci-
miento del fracaso.
Eso es tan cierto. El fallo es un lugar donde todos nos podemos encontrar.
–Es el único lugar, mientras tengamos la estrategia
de la victoria. Sólo puede haber un victorioso.
Una vez usted dijo, memorablemente: “Hay una rajadura en todo, y de esa forma entra el sol”. Así que a grandes rasgos eso es lo que dijo antes: el mundo es un lugar esencialmente oscuro que a veces permite algo de esperanza.
–Bueno, es una carnicería.
¿En qué sentido?
–La gente se mata la una a la otra. La mayoría de
la gente en el mundo tiene necesidades que no
son satisfechas. La mayoría está lidiando con la
enfermedad o el hambre. A mucha gente le están
arrancando las uñas en calabozos o soltando
bombas sobre sus cabezas, o están tratando de
recuperar sus hogares destrozados y a sus parien-
tes. Así que ésta (señala el estudio) es una posición
muy, muy lujosa. La mayor parte del mundo no
está tan ordenado como lo encontramos aquí en
este momento, sentados haciendo una entrevista.
¿Y siente la responsabilidad de reflejar algo de eso en las canciones?
–No creo que se pueda evitar. El disco que salió en
el ’93, The Future –creo que escribí la canción en el
’89 o el ’90: “He visto el futuro, hermano, y es
asesinato”. Desafortunadamente la profecía se hizo
27
realidad. Cada vez más tenemos la sensación de
que el contrato entre los seres humanos –el
contrato esencial de alma con alma– se ha
desintegrado y nos hemos quedado con una
alternativa muy cruel.
¿Cómo se siente ir al pasado y cantar canciones escritas hace tanto tiempo?
–A veces parece que desde entonces todo ha sido
cuesta abajo. Algunas canciones están bien, otras
se destacan y otras no. Si uno ha trabajado en una
canción y ella tiene cierta integridad estructural,
aunque hayan pasado muchos años, uno puede
encontrar su camino de vuelta a ella. Siempre me
gustó la canción “Hey, That’s No Way To Say
Goodbye” y la incluyo en los conciertos casi
siempre. La línea de guitarra es intrigante y a los
músicos les gusta tocarla: ésa es una canción a la
que siempre encuentro el camino de vuelta.
¿Hay alguna regla de oro para la composición?
–Hay una sola regla que ha significado algo para
mí –y no necesita significar algo para los demás–.
Cuando los compositores jóvenes me piden consejo,
éste es el único consejo que les doy. Es: si se quedan
con una canción el tiempo suficiente, va a dar su
fruto. Pero lo de “suficiente tiempo” va mucho más
allá de un período razonable. No es una semana o
dos. No es un mes o dos. No es necesariamente un
año o dos. Si una canción va a florecer, quizá haya
que quedarse con ella años y años.
Eso es fascinante. ¿Cuál fue el período de gestación más largo de una de sus canciones?
–“Hallelujah” tomó al menos cinco años. Tengo
cerca de 80 versos para ella. Hay dos versiones, de
hecho; está la versión que John Cale usa, que es
algo diferente de la versión de seis versos que
grabé por primera vez.
Y está la versión de Jeff Buckley, que creo usa un verso menos que la suya.
–Sí, y pienso que también usa otros versos que le di
a John Cale.
Es una idea maravillosa, una canción que podría tener vida propia en diferentes formas.
–La tiene. Sólo saqué los seis versos de los tantos
que establecen una especie de coherencia para
la canción. Pero hay muchos. El problema es que
tengo que terminar el verso antes de poder
desecharlo.
¿Por qué le tomó cinco años escribirla?
–Todas toman un tiempo largo. Y eso no es
garantía de su excelencia. Tengo un montón de
canciones de segunda línea que tomaron aún
más tiempo.
Voy a leerle algo que kd lang dijo sobre “Halleluj-ah”: “Leonard Cohen te da mucho para saborear como cantante. Sus palabras nunca pierden sabor. Cuando las palabras tienen una metáfora profun-da, se puede abandonar en cualquier punto”. No estoy completamente seguro de lo que ella quiso decir con eso, presumiblemente que, cuando las letras son tan profundas como las suyas, y con tanta resonancia, eso da mucha confianza a un cantante. Uno siente que ya tiene la atención de la gente porque está escuchando las palabras, así que se puede ir por la tangente e interpretar.
–Es muy amable de parte de ella que haya dicho
eso. Yo estaba presente cuando hizo una versión
de “Hallelujah” en un show de televisión de
Canadá; fue tan emocionante que empecé a
llorar. Y ella también.
Realmente tiene vida propia... la versión de Jeff Buckley, las de kd lang, John Cale, Willie Nelson, Fiona Apple... Creo que estoy en lo cierto si digo que hay una veintena de versiones ahora...
–Hay más. Y hay más de ochenta versiones en vivo,
algunas grabadas; la tocaron artistas como Bono y
Bob Dylan.
¿Por qué esa canción en particular?
–No lo sé. Mi compañía discográfica la desprecia-
ba cuando salió. No querían editar ese disco.
Eso parece inimaginable. ¿Qué dijeron la primera vez que les tocó esa canción?
–Se la toqué al señor Walter Yetnikoff, que era el
líder de la compañía en ese momento. No dijo
nada, pero yo asumí que iban a sacarlo; y unos
pocos meses después llegó a mis manos un
catálogo de Columbia con los próximos lanza-
mientos y el disco no figuraba en él. Tampoco me
dijeron a mí que no iban a sacarlo.
¡Una falta de respeto en todo sentido!
–Bueno, todos los artistas tienen historias así. No es
tan serio. Así que tuvimos que buscar una compa-
ñía pequeña que editara el disco; y lo sacó
Passport, un pequeño sello de jazz de la época. Así
que es un placer especial para mí que haya
encontrado su camino hacia los oyentes.
¿Por qué tiene un atractivo tan universal? ¿Es porque se trata de áreas emocionales muy generales, como la desesperación, la envidia, la sospecha y la ira?
–Tiene un buen estribillo.
Y presumiblemente 80 rimas para la palabra
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“hallelujah”.
–Pienso que sí. Tengo varios anotadores gordos
llenos de versos.
Elvis Costello dijo en una entrevista que sentía que hay sólo cinco temas en la canción humana, y eran: quiero a alguien, perdí a alguien, creo en algo, alguien murió y una novedosa línea de comedia como “¿tu chicle pierde el gusto durante la noche cuando lo pegás a la cabecera de la cama?”. ¿Cree que hay alguna verdad en eso?
–No lo sé. Podemos reducirlo a dos o tres o agre-
garle uno o dos, pero creo que el punto al que
quiere llegar es que básicamente todos llevamos
el mismo tipo de vidas y cuanto más claramente y
deliberadamente y auténticamente una canción
toca algún área que realmente toca nuestras
vidas –que es ganar y perder, victoria y rendición–
, mejor. En eso estaría de acuerdo con él. La
música popular debe ser sobre esos temas.
Pero usted se las ha arreglado para ser popular y mantener una enorme profundidad y resonancia.
–Un tipo de popularidad. No una popularidad
masiva. Fui muy afortunado. Quiero que mis
canciones duren tanto como un Volvo. Las
publicidades aseguraban que esos autos duraban
como treinta o cuarenta años. Si una canción
puede ser útil para un par de generaciones, es un
sentimiento maravilloso.
¿Qué quiere decir con “útil”?
–Bueno, la canción popular es muy útil. Provee la
banda de sonido para la seducción, la pérdida, el
amor, para lavar los platos. Tiene un aspecto
utilitario muy real. Eso es lo que amo, que la gente
pudo usar las canciones como telón de fondo de
momentos importantes en sus vidas.
Originalmente usted fue poeta, antes de ser composi-tor. ¿Cuál es la diferencia entre escribir poesía y poesía específicamente escrita para ser musicalizada?
–La mayor diferencia fue la pobreza como escritor
y la comodidad como compositor. Nunca sentí que
tuviera un espectro demasiado amplio. Sentía que
estaba cultivando un jardín muy pequeño.
Aspiraba a ser un poeta menor. Conozco la liga:
uno está lidiando con las más grandes mentes que
alguna vez hayan surgido. No es modestia lo que
lo compele a uno a ver dónde está parado en este
asunto. Intenté cultivar un rincón del jardín y lo
hice lo mejor que pude, como novelista y como
poeta y como compositor. Es un rincón limitado
pero es el que conozco y es en el que he trabajado
lo mejor que pude.
Usted dice “modestamente popular”, pero fueron
discos fantásticamente influyentes. Recuerdo mirar la contratapa de Songs From A Room y pensar que ésta era la carrera más romántica que uno podría imaginar: si aprendiera a tocar la guitarra y fuera poeta, entonces una chica muy atractiva vestida sólo con una toalla podría estar sentada en mi habitación, posiblemente tipeando las letras que yo escribí. Creo que mucha gente se involucró en la composición por el excelente ejemplo que usted dio.
–(Sonríe.) Era muy buena la foto de contratapa de
ese disco. No creo disminuir la empresa en lo más
mínimo, y la influencia fue significativa en ciertas
áreas, pero los álbumes no se vendieron amplia-
mente. Songs From A Room salió en �968, algo así,
así que el álbum ha vendido poco más de un
millón de copias en casi cuarenta años. Creo que
algunas cosas fueron estimulantes para otros
autores, pero siempre sentí que la duración era
parte de todo el proceso. La gente dice “¿Cómo
anduvo tal álbum?”. Bueno, llegó a disco de oro,
¡pero le llevó cuarenta años! Lo que es maravilloso
es que haya permanecido durante cuarenta años
para poder ser disco de oro.
Usted no me parece una persona muy competitiva.
–Oh, lo soy.
¿Hay otros compositores que usted monitorea constantemente?
–No creo hacer algo tan salvaje como “monito-
rear”. La gente con la que creciste, los composito-
res de tu propia generación, por supuesto que uno
está particularmente interesado en ellos. Y los de
mi generación resultaron ser autores de una
estatura inmensa –como Dylan, como Van Morri-
son, como Joni Mitchell y otros no tan conocidos
como Phil Ochs, como Tim Buckley. Así que de ellos
me interesan sus últimos ofrecimientos.
Hay una línea de Joni Mitchell que muchos compo-sitores mencionan, Shades of Scarlet Conquering: “Vestida en ropas robadas ella está parada, de hierro y frágil/ Con su mano imposiblemente gentil y sus uñas rojo sangre”. Es sorprendente, ¿no?
–Ella es muy buena. Recuerdo que estuvimos
pasando un tiempo juntos en Los Angeles y
alguien me dijo: “¿Qué se siente vivir con Beetho-
ven?”. Ella es una mujer muy dotada.
¿Y cómo se sentía vivir con Beethoven?
–No me gustaba porque... (ríe) ¿a quién le gusta-
ría? Ella es prodigiosamente talentosa. También es
una gran pintora.
Para escribir una canción, parece hacer falta la precisión de un novelista y el ojo de un pintor. Uno
30
3�
tiene un tiempo muy corto para contar su historia y dar una impresión.
–La intención es una parte muy muy chica de todo.
Déme una línea inmortal de una canción.
–“The moon stood still on Blueberry Hill” (“La luna se
quedó quieta sobre Blueberry Hill”) es una de las
mejores líneas que alguna vez se hayan escrito en la
música popular. Uno ve esa luna suspendida. Uno
sólo quiere mirarla. Detiene los giros de la mente. Creo
que lo que nos gusta de la música –y lo que nos gusta
del arte en general, o lo que llamamos arte– es esa
empresa que detiene los giros de nuestra mente.
Porque siempre estamos como locos. Una buena
canción, una buena letra, es una película: se focaliza-
rá y calmará y le dará significado a esta realidad
completamente demencial en la que vivimos.
Ya sea usando una aproximación muy compleja
como la que yo uso, o una muy simple como la que
usaría un cantante de blues, lo que le da vida a
una canción y la lleva a casa, lo que la lleva al
corazón, es un proceso que realmente no puedo
penetrar.
Debe haber aprendido algo en sus cuarenta años como cantautor.
–Se puede terminar una canción y puede tener una
cierta existencia respetable, pero las canciones que
realmente son redondas, las que uno intenta lograr
todo el tiempo, uno no parece ser capaz de gober-
nar su aparición. Como el gran poeta canadiense
Irving Layton escribió: “Hay trucos que todo poeta
aprende, pero eso no es de verdad”.
32
Gregory Crewdson
porfolio.
33
Gregory Crewdson
34
Sobre la base del texto de Freíd sobre los siniestro (das unheimliche), este fotógrafo nacido en Nueva York
en �962 crea complejos y detallados mundos visuales en los que utiliza la iconografía del paisaje y de los
suburbios estadounidenses como metáfora de sus neurosis, miedos y anhelos. Lo inexplicable, que
desempeña un papel central en estas obras tan evocadoras como ambiguas, se manifiesta en esencia
como una erupción de una naturaleza incontrolable e indomable dentro del contexto de una civiliza-
ción que se ha convertido en una entidad frágil e incomprensible. Crewdson, hoy en día uno de los más
importantes profesores del Yale School of Art de New Haven, Connecticut, ha producido seis grandes
series de fotografías desde que comenzara su andadura artística a mediados de los años ochenta. En la
concienzuda atención al detalle y minucioso realismo que invierte en la preparación de sus escenas
provincianas e interiores se percibe todavía la influencia, que el mismo destaca, del enfoque de realis-
mo documental hacia la fotografía que han aplicado Walter Evans, Garry Winogrand y William Eggles-
ton, entre otros, para explorar la cotidianeidad y el lado oscuro de la vida americana.
Sin embargo, con su dirección teatral de la luz, su incorporación de lo fantástico y de los elementos de
los cuentos de hadas, así como su abierta declaración del uso de la narración en sentido amplio.
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Untitled (backyard romance), Beneath the Roses, 2004
Untitled (nude woman in trailer), Beneath the Roses), 2004
Untitled (car and spooky garage), Twilight, 2001
Untitled, 1998
Untitled (pregnant woman/pool), 1999
Untitled, Twilight, 1998-2002
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Untitled (Ophelia), 2001
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Untitled, Twilight, 2002.
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4�
Untitled (boy with hand in drain), 2001-2002
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Untitled, Beneath the Roses, 2004
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Untitled, (summer rain from Beneath the Roses), 2004
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A David Lynch le encanta jugar al desconcierto
más absoluto. Tanto es así que esta sensación se
ha convertido en su impronta característica desde
los orígenes de su producción fílmica. No es raro
ver cómo en las proyecciones de sus películas los
espectadores se revuelven en sus asientos,
inquietos por descifrar un código simbólico que
generalmente termina por escapar al entendi-
miento de la mayoría. La aparente ausencia de
sentido en el argumento de Inland Empire provo-
cará seguramente la carcajada nerviosa del
público en algunos momentos, dominados por
imágenes de un surrealismo a menudo hilarante.
Pero tampoco resultará extraño escuchar algún
que otro ronquido, fruto de la excesiva duración
de la película. Tres horas de metraje son demasia-
das, incluso para sus incondicionales.
La simbología subyacente en la particular
iconografía de este autor nos remite una y otra vez
a su propia obra. Y es que este ególatra inconfeso
no cesa de autohomenajearse.
Detrás de las cortinas rojas que en “Twin Peaks”
dan acceso al agente Cooper directamente a sus
ensoñaciones visionarias se ocultan los mismos
elementos oscuros, borrosos, que atormentan la
mente del psicótico Fred Madison en Carretera
Perdida (Lost Highway). También en Inland Empire
aparecen, y no de forma gratuita. Iluminación
forzadamente dramática, luces que focalizan la
escena dándole aspecto de un escenario teatral,
códigos de colores (rosa, azul, rojo), personajes
deformados como esperpentos, incapaces de
reconocerse a sí mismos o a los que los rodean.
Nada es gratuito para David Lynch, cada elemen-
David Lynchpor Ana Rodríguez García
Imperio del desconcierto
crítica.
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to sugiere algo, por absurdo o aleatorio que
pueda parecer, se corresponde con un espacio
cuidadosamente planificado en el guión para la
consecución de su propósito: jugar al desconcierto
mejor orquestado.
Hollywood es otro de sus recurrentes telones de
fondo, lugar mítico que se nutre de rumores que
circulan de boca en boca. Hollywood, dorada
meca del cine, “where dreams make stars and
stars make dreams”. Sueños que a lo largo de la
narración degeneran en pesadillas claustrofóbi-
cas. Al menos para una permanentemente
boquiabierta Laura Dern, que si en Corazón
Salvaje (Wild at Heart) hacía las veces de Dorothy
en una peculiar road movie hacia Oz, aquí
interpreta a una alienada Alicia que atraviesa
puertas que la conducen, si no al país de las
maravillas, a través de diferentes lugares, momen-
tos o planos de realidad. Uno de ellos es el remake
de una película inacabada que el personaje de
Jeremy Irons, el director Kingsley Steward, está
empeñado en realizar con la estrella de cine Nikki
Grace como protagonista, personaje que encarna
una espléndida Laura Dern.
Aquella película maldita, titulada Inland Empire,
estaba basada en un cuento gitano-polaco, una
historia de celos enfermizos, de maridos enloqueci-
dos por la (in)fidelidad de sus esposas (recurrente
también en su obra el poder destructivo de la
sexualidad femenina). Este cuento sirve a su vez
como plataforma para una de las otras dimensio-
nes de realidad simultáneas de las que antes
hablábamos, con sucesivos saltos espaciotempora-
les en los que intervienen todos los personajes.
49
Lynch se recrea en la utilización de éstos y otros
símbolos que conforman uno de los universos
narrativos más reconocibles del cine contemporá-
neo para, basándose en el código interpretativo
más clásico del lenguaje cinematográfico,
conducir al espectador a su antojo por una trama
que se escapa de la lógica convencional. Le
confunde hasta que éste tira la toalla y se rinde sin
concesiones ante el maestro de la manipulación.
Sin embargo, sus trucos de ilusionista para recrear
los laberínticos entresijos de la oscura mente
humana que tanto lo obsesionan ya no resultan
tan efectivos como lo fueron antaño, en Carretera
Perdida o en la reciente Mullholland Drive de
manera aún más provocadora si cabe. Es en este
último filme donde la trama desaparece de forma
más abrupta y se hace perceptible a qué juega el
realizador, más interesado aquí por la forma de lo
que cuenta que por lo que realmente ocurre en la
pantalla.
Mención especial merece la fabulosa e inquietan-
te aparición de Grace Zabriskie (inolvidable como
madre de la malograda Laura Palmer) en la
secuencia inicial, cuya mirada contribuye a
acrecentar la sensación de opaco extrañamiento
que caracteriza la película desde los primeros
fotogramas.
bioGrafía
David Keith Lynch (n. Missoula, Montana, Estados Unidos, 20 de enero de 1946) es un director de cine estadounidense. Su acti-vidad artística se extiende asi-mismo al terreno de la pintura, la música, la fotografía e incluso el diseño mobiliario.Su amor por el surrealismo queda demostrado en sus in-quietantes películas, cuya to-tal comprensión en su mayoría requiere un gran esfuerzo inte-lectual por parte del especta-dor. Como ejemplo de ello po-demos citar Eraserhead y la serie de televisión Twin Peaks (serie). Posteriormente reali-zó algunas producciones más accesibles como The Straig-ht Story, aunque manteniendo su firma personal. En la actua-lidad, algunos de sus proyectos cinematográficos y de anima-ción son sólo accesibles a tra-vés de su página Web de pago, DavidLynch.com.Sus películas tienden a descri-bir pequeñas comunidades de los Estados Unidos, como es el caso de Twin Peaks (film) o Blue Velvet. Lynch siente tam-bién predilección por los se-cretos ocultos de los barrios periféricos de Los Ángeles, re-tratados en Lost Highway y Mulholland Drive. El sonido en sus películas es de gran impor-tancia y por ello cada banda sonora es trabajada con esme-ro. El responsable de conse-guir que ese sonido nos resul-te tan especial es el compositor Angelo Badalamenti, colabora-dor habitual del director, crea-dor entre otras de la fascinan-te banda sonora de la serie de televisión Twin Peaks (film) o de la inquietante y perturba-dora Lost Highway. Reconoci-do admirador de Jacques Tati, Ingmar Bergman o Werner Her-zog, Lynch ha conseguido des-tacarse como uno de los pocos directores actuales con un esti-lo personal y constituye un re-ferente ineludible en el cine contemporáneo. Su nuevo film, que le ocupó varios años de ro-daje, usando exclusivamen-te técnicas digitales, se titula INLAND EMPIRE (en mayús-culas) y su estreno se produ-jo en 2006.
50
«era un universo amable, pleno de colorido, con los “kangas” amarillos, rojos o púrpuras de las mujeres “swabilis”»
En el verano del 92, la primera vez que visité
Zanzíbar, la isla no era todavía ese destino turístico
casi masivo en que se ha convertido estos últimos
tres años. Apenas había media docena de hoteles,
todos ellos bastante cochambrosos, ni una sola
empresa dedicada al turismo y ninguna compa-
ñía que alquilase vehículos todo-terreno.
Zanzíbar permanecía casi como en los días en que
la conocieron los grandes exploradores del siglo
pasado, los Burton, Speke, Stanley o Livingstone:
desiertas playas nacaradas sin suecas tumbadas
al sol, faluchos de vela latina faenando en el
verdoso Indico, campos dedicados al cultivo del
clavo y otras especias de carnoso olor, y su Ciudad
de Piedra, un dédalo de calles estrechas por
donde sólo podían circular las bicicletas, un
laberinto bullicioso, hospitalario y maloliente,
casas descacarilladas por la humedad del tiempo,
bellas puertas de madera labrada, centenares de
niños alegres y un buen número de gatos.
Me costó no poco esfuerzo conseguir un cuatro por
cuatro para viajar a la costa oriental, esa larga
cinta de playas sembradas de palmeras donde la
arena se forma con polvo de piedra de coral,
donde las regulares mareas hacen asomar y
luego ocultan el arrecife que rodea toda la isla y
donde apenas había una docena de pequeñas
aldeas.
Pero la guest house de Bweju donde logré alojamiento
era mucho mejor de lo que podría haber deseado
antes de llegar allí. Se trataba de una construcción
cuadrada, levantada en piedra gris, con un tejado de
hojas de palma, y con cuatro habitaciones para
huéspedes. Frente al mar, había un bar donde servían
Princesas feministas
viajes. 50 ZanzibarRelato de viajes, por Javier Reverte
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cervezas desde el atardecer. Era un lugar para
quedarse toda una vida.
En los amaneceres, con la marea baja, y mientras
los hombres pescaban en sus faluchos al otro lado
de la barrera de coral, numerosas mujeres, con la
falda remangada y calzando chancletas de
goma, se afanaban entre la playa y la barrera en
recoger algas en grandes cestos. La playa,
cubierta de sargazos dejados por la marea de la
noche, se poblaba de niños juguetones, cabras,
pequeños cebúes y algún que otro perro. Era un
universo amable, pleno de colorido, con los
kangas amarillos, rojos o púpuras de las mujeres
swahilis gritando bajo el sol fuerte del trópico, y el
brillo esmeralda de las palmeras, y el mar unas
veces azul fosco y otras verde desvaído. Supe
después que las algas eran un próspero negocio
para la isla, ya que las compraban a buen precio
compañías alemanas y holandesas dedicadas a
la elaboración de medicamentos.
La dueña de mi hospedaje era una mujer de
mediana edad. Se llamaba Naila, había enviuda-
do dos veces y era de orígen árabe, descendiente
de la aristocracia omaní que, durante algo más
de un siglo, dominó la isla dedicada al próspero
comercio de la esclavitud, primero, y luego, tras su
abolición, a la exportación de especias. Una de
aquellas noches, tomando cervezas en el bar, bajo
el perfumado aire de la costa, me dijo orgullosa:
«Las mujeres árabes de Zanzíbar siempre hemos
sido muy libres». Y me contó la historia de las
princesas Salme y Khole.
Ambas eran hijas del sultán Said Seyyid y de dos
de sus concubinas. Crecieron en el palacio real
como favoritas entre los vástagos de Seyyid.
Cuando éste murió y le sucedió en el trono Majid,
en el año �856, las dos princesas continuaron
viviendo en palacio.
Por aquellos días, eran numerosos los europeos
que se acercaban a comerciar a Zanzíbar y todos
acudían a presentar sus credenciales al sultán.
Uno de ellos, un joven apuesto de nacionalidad
alemana, llamado Reute, quedó perdidamente
enamorado de Salme. A ella le sucedió otro tanto.
Y comenzaron a encontrarse a escondidas. El
resultado de aquellos apasionados encuentros
bajo el sol del trópico fue el embarazo de la
princesa. Corría por entonces el año �866.
Bajo las leyes del sultanato, un hecho así suponía
la decapitación de la pecadora. Y Salme hubiera
perdido la cabeza de no ser porque su hermana
Khole, ayudada por un oficial de la Marina
inglesa, la sacó una noche de palacio. Salme se
reunió en un barco con su amante y ambos
partieron para Alemania, donde se casaron y
tuvieron dos hijos. Repudiada por la familia, a
Salme le quedó prohibido el regreso a la isla bajo
amenaza de muerte.
Pero la princesa regresó �8 años después, cuando
ya era viuda. Fue el propio Bismark quien la envió
a negociar con el sultán Bargash, sucesor de Majid
y hermanastro de Salme. Bismark tenía un plan
muy poco limpio: quería poner bajo soberanía
alemana los inmensos territorios del interior sobre
los que reinaba Bargash, la actual Tanzania; y
Salme, que poseía nacionalidad alemana, era su
embajadora. Si el sultán decidía decapitarla,
Alemania encontraría el pretexto para intervenir
militarmente.
Bargash no era tonto, y aceptó las peticiones del
canciller germano sin tocar un pelo a su herma-
nastra, que regresó a Berlín con media Africa
Oriental convertida en colonia alemana. Años
después, escribió un hermosos libro que fue un
éxito de ventas: Memorias de una princesa árabe.
La suerte de su hermana Khole fue peor. Vivía en
un palacio del interior de la isla y jamás aceptó
casarse con ninguno de los pretendientes que le
presentaron sus hermanastros Majid y Bargash. No
quería ser esposa de un hombre que tuviera el
derecho a desposar otras mujeres y mantener en
su casa un buen número de concubinas. «Fue la
primera feminista árabe», me contaba Naila.
Durante años, y pese a la prohibición de que lo
hiciera por parte de los dos sultanes, Khole
mantuvo correspondencia secreta con su herma-
na, e incluso le pidió que le enviase uno de sus dos
hijos para adoptarlo. Salme no aceptó, alegando
que ambos se habían criado como cristianos. Y
Khole siguió sola. Unos años después, murió
envenenada, probablemente por su hermanastro
Bargash, harto de que aquella orgullosa princesa
no accediera a casarse con los pretendientes que
le proponía sin descanso el todopoderoso sultán.
«Así que ya lo ve», sonrió Naila finalizando su
relato: «las mujeres árabes de esta isla siempre
hemos sido muy libres, no hemos querido ser
dominadas por las leyes musulmanas. Yo, desde
luego, no las he aceptado nunca. Ahora, no deseo
casarme de nuevo, estoy bien sola y quiero
extender mis negocios. Por ejemplo: abrir una
taberna de vinos y champán en la Ciudad de
Piedra. ¿No le parece una buena idea?. Y para eso
no me hace falta ningún hombre. Todo lo que
puedo necesitar de un hombre me lo da en
abundancia Mohamed».
Y señaló sonriente a un muchacho mucho más
joven que ella que se sentaba unos metros más
allá de nosotros fumando un narguilé. El mucha-
cho le devolvió una sonrisa sumisa.
viajes. ZanzibarRelato de viajes, por Javier Reverte
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cervezas desde el atardecer. Era un lugar para
quedarse toda una vida.
En los amaneceres, con la marea baja, y mientras
los hombres pescaban en sus faluchos al otro lado
de la barrera de coral, numerosas mujeres, con la
falda remangada y calzando chancletas de
goma, se afanaban entre la playa y la barrera en
recoger algas en grandes cestos. La playa,
cubierta de sargazos dejados por la marea de la
noche, se poblaba de niños juguetones, cabras,
pequeños cebúes y algún que otro perro. Era un
universo amable, pleno de colorido, con los
kangas amarillos, rojos o púpuras de las mujeres
swahilis gritando bajo el sol fuerte del trópico, y el
brillo esmeralda de las palmeras, y el mar unas
veces azul fosco y otras verde desvaído. Supe
después que las algas eran un próspero negocio
para la isla, ya que las compraban a buen precio
compañías alemanas y holandesas dedicadas a
la elaboración de medicamentos.
La dueña de mi hospedaje era una mujer de
mediana edad. Se llamaba Naila, había enviuda-
do dos veces y era de orígen árabe, descendiente
de la aristocracia omaní que, durante algo más
de un siglo, dominó la isla dedicada al próspero
comercio de la esclavitud, primero, y luego, tras su
abolición, a la exportación de especias. Una de
aquellas noches, tomando cervezas en el bar, bajo
el perfumado aire de la costa, me dijo orgullosa:
«Las mujeres árabes de Zanzíbar siempre hemos
sido muy libres». Y me contó la historia de las
princesas Salme y Khole.
Ambas eran hijas del sultán Said Seyyid y de dos
de sus concubinas. Crecieron en el palacio real
como favoritas entre los vástagos de Seyyid.
Cuando éste murió y le sucedió en el trono Majid,
en el año �856, las dos princesas continuaron
viviendo en palacio.
Por aquellos días, eran numerosos los europeos
que se acercaban a comerciar a Zanzíbar y todos
acudían a presentar sus credenciales al sultán.
Uno de ellos, un joven apuesto de nacionalidad
alemana, llamado Reute, quedó perdidamente
enamorado de Salme. A ella le sucedió otro tanto.
Y comenzaron a encontrarse a escondidas. El
resultado de aquellos apasionados encuentros
bajo el sol del trópico fue el embarazo de la
princesa. Corría por entonces el año �866.
Bajo las leyes del sultanato, un hecho así suponía
la decapitación de la pecadora. Y Salme hubiera
perdido la cabeza de no ser porque su hermana
Khole, ayudada por un oficial de la Marina
inglesa, la sacó una noche de palacio. Salme se
reunió en un barco con su amante y ambos
partieron para Alemania, donde se casaron y
tuvieron dos hijos. Repudiada por la familia, a
Salme le quedó prohibido el regreso a la isla bajo
amenaza de muerte.
Pero la princesa regresó �8 años después, cuando
ya era viuda. Fue el propio Bismark quien la envió
a negociar con el sultán Bargash, sucesor de Majid
y hermanastro de Salme. Bismark tenía un plan
muy poco limpio: quería poner bajo soberanía
alemana los inmensos territorios del interior sobre
los que reinaba Bargash, la actual Tanzania; y
Salme, que poseía nacionalidad alemana, era su
embajadora. Si el sultán decidía decapitarla,
Alemania encontraría el pretexto para intervenir
militarmente.
Bargash no era tonto, y aceptó las peticiones del
canciller germano sin tocar un pelo a su herma-
nastra, que regresó a Berlín con media Africa
Oriental convertida en colonia alemana. Años
después, escribió un hermosos libro que fue un
éxito de ventas: Memorias de una princesa árabe.
La suerte de su hermana Khole fue peor. Vivía en
un palacio del interior de la isla y jamás aceptó
casarse con ninguno de los pretendientes que le
presentaron sus hermanastros Majid y Bargash. No
quería ser esposa de un hombre que tuviera el
derecho a desposar otras mujeres y mantener en
su casa un buen número de concubinas. «Fue la
primera feminista árabe», me contaba Naila.
Durante años, y pese a la prohibición de que lo
hiciera por parte de los dos sultanes, Khole
mantuvo correspondencia secreta con su herma-
na, e incluso le pidió que le enviase uno de sus dos
hijos para adoptarlo. Salme no aceptó, alegando
que ambos se habían criado como cristianos. Y
Khole siguió sola. Unos años después, murió
envenenada, probablemente por su hermanastro
Bargash, harto de que aquella orgullosa princesa
no accediera a casarse con los pretendientes que
le proponía sin descanso el todopoderoso sultán.
«Así que ya lo ve», sonrió Naila finalizando su
relato: «las mujeres árabes de esta isla siempre
hemos sido muy libres, no hemos querido ser
dominadas por las leyes musulmanas. Yo, desde
luego, no las he aceptado nunca. Ahora, no deseo
casarme de nuevo, estoy bien sola y quiero
extender mis negocios. Por ejemplo: abrir una
taberna de vinos y champán en la Ciudad de
Piedra. ¿No le parece una buena idea?. Y para eso
no me hace falta ningún hombre. Todo lo que
puedo necesitar de un hombre me lo da en
abundancia Mohamed».
Y señaló sonriente a un muchacho mucho más
joven que ella que se sentaba unos metros más
allá de nosotros fumando un narguilé. El mucha-
cho le devolvió una sonrisa sumisa.
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Locro criollo
recetas. Francis Mallman
rinde 8 porciones. tiempo de preparación: 10’. tiempo de cocción: 2h 10’ aprox.
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inGredientes
�/2 kg. Maíz blanco, remojado 8 h.
300 g Poroto remojados 8 h, cocidos, pero firmes
�/2 kg. Mondongo cortado en tiritas finas
200 g. Orejas de Cerdo cortadas en tiritas
�. Chorizo colorado cortado en rodajas finas
200 g. Salchicha criolla, cortada en rodajas
600 g. Zapallo sin cáscara, cortado en cubitos
Sal a gusto (opcional)
Pimienta a gusto, preferentemente recién molida (opcional)
salsa 4 cdas. Grasa de pella 3. Cebollas de verdeo picadas finamente Sal a gusto (opcional) � cda. Pimentón
preparacion:
Vierta agua, hasta las 2/3 partes, de agua en la olla, añada el
maíz, sale a gusto y lleve a hervir 30 min., a fuego medio alto.
Entonces, agregue el mondongo, la oreja de cerdo, las salchi-
chas y el chorizo.
Deje hervir, luego baje el fuego a medio/bajo y cocine hasta
que se ablanden bien, más o menos otros 30 min.. Añada los
porotos y el zapallo, salpimente, a gusto, y, cuando rompa
hervor, baje el fuego a mínimo. Cocine, cuidando que los
porotos no se rompan, unos 40 min.
Mientras tanto, haga la salsa calentando a fuego medio/alto la
grasa, en la sartén. Añada la cebolla de verdeo, rehóguela,
mezclando para que se haga parejo, hasta que esté dorada.
Entonces, retire, añada el pimentón, sal a gusto y, si lo desea,
pimienta.
Gregory crewdson, untitled, twilight, 2001
¡dale!issn 1668-3005
precio arG.: $15,50
¡dale!
volar
¡dale! novieMbre 2007 / nÚMero 2 / aÑo 1
antoine saint eXupery / Joaquín sabina / david copperfield / italparK
lo Grotesco
¡dale! novieMbre 2007 / nÚMero 2 / aÑo 1
la chapelle / la nonna / butho / italparK