RELIEVE ESPIRrrUAL DEL MIJ.NI)() Y DE ESPANA · 2018. 4. 10. · ACTUAL/DAD RELIEVE ESPIRrrUAL DEL...

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ACTUAL/DAD RELIEVE ESPIRrrUAL DEL MIJ.NI)() Y DE ESPANA LOS PROBLEl\1AS DE LA PAZ La paz no es una enseña Santo Tomás--; es el efecto de todas las demás yirtudes, particularmente de la justicia y de la caridad. Parece, pues, antitético el hablar de problemas de la 'paz, siendo así que ella supone la solución de todos. E.s la tranquilidad del orden. Sin embargo, nues- tra mirada febril, ansiosa y escrutadora parece entrever por las rutas de Europa, como un día por las de Palestina, la SI- lueta jadeante, polvorienta y triste del Profeta, que, desilu- sionado, va repitiendo : "Pax, pax; et non erat pax." (Paz, paz; y no había paz.) Terminó la lucha en todos lus frentes. Callaron las ar- mordió el poh'ó Alemania, se pulverizó el fascismo, se hundió el Japón; se proclamó una paz milenaria, que había de sentarse en el Ara Pacis, junto a la paz de Augusto y a la paz de Cristo, a recibir el incienso de generaciones agra- decidas; la victoria desplegó sus alas y yoló sobre este suelo calcinado clel mundo, donde fué estampando un beso en la frente ele los héroes muertos y coronó de laureles a los héroes vivos, hi;w ¡-.esoúar sus clarines .pidiendo una óración y unos minutus siquiera de reflexión sobre la catástr0fe que que- daba atrás e invitó a los hombres de buena yoluntacl a reanu- dar sus tareas de la paz. i La paz!... ¿ Es esta la paz? Descle las atalayas elel Vaticano y ele la Jefatura espa- üola, serenas, imparciales, se enjuicia así la gravedad ele es- "Toda vía ha hecho más que

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  • ACTUAL/DAD

    RELIEVE ESPIRrrUAL DEL MIJ.NI)()

    Y DE ESPANA

    LOS PROBLEl\1AS DE LA PAZ

    La paz no es una virtud-c~mo enseña Santo Tomás--; es el efecto de todas las demás yirtudes, particularmente de la justicia y de la caridad. Parece, pues, antitético el hablar de problemas de la 'paz, siendo así que ella supone la solución de todos. E.s la tranquilidad del orden. Sin embargo, nues-tra mirada febril, ansiosa y escrutadora parece entrever por las rutas de Europa, como un día por las de Palestina, la SI-lueta jadeante, polvorienta y triste del Profeta, que, desilu-sionado, va repitiendo : "Pax, pax; et non erat pax." (Paz, paz; y no había paz.)

    Terminó la lucha en todos lus frentes. Callaron las ar-·ma~, mordió el poh'ó Alemania, se pulverizó el fascismo, se hundió el Japón; se proclamó una paz milenaria, que había de sentarse en el Ara Pacis, junto a la paz de Augusto y a la paz de Cristo, a recibir el incienso de generaciones agra-decidas; la victoria desplegó sus alas y yoló sobre este suelo calcinado clel mundo, donde fué estampando un beso en la frente ele los héroes muertos y coronó de laureles a los héroes vivos, hi;w ¡-.esoúar sus clarines .pidiendo una óración y unos minutus siquiera de reflexión sobre la catástr0fe que que-daba atrás e invitó a los hombres de buena yoluntacl a reanu-dar sus tareas de la paz. i La paz!... ¿ Es esta la paz?

    Descle las atalayas elel Vaticano y ele la Jefatura espa-üola, serenas, imparciales, se enjuicia así la gravedad ele es-

    r()~ n101l1~ntQS: "Toda vía ~10 ha hecho más que extingllir;-;~'

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    el ruido de la batalla-dice el Padre Santo-o ¿ Podemos .de· . dr ya que tenemos la paz? Aun no, desgraciadamente. Pero Dios quiera que ésta sea por 10 menos la aurora de la paz" (3 octubre). Franco, a su vez, opina así: ".J étmás ha cono-cido el mundo un período ele mayor confusión y de lJasiones políticas más desatadas. Se vive la hora de la pasión y no ha llegado todavía la de la .razón, y en este ambiente poco pueden l~acer los verdaderos amantes de la paz. El mundo no está agradable para asomarse a él" (18 julio).

    Entre las í1guraciones plásticas de la paz, la ele Crosland MacClure es la que mejor retrata la espiritualidad del 1110..,. mento) de esta paz que quiere persuadirnos y que nos ins-pira compasión, que quiere sonreír y llora .. D.esmayada, con las alas abatidas, plegada sobre sí misma con m:a rodilla en el suelo. alargando con una mano el laurel que no quiere mirar mientras con la otra, en lugar de una antorcha, em~ puña una espada que parece estorbarle, pero que trata de acomodar. MacClure cinceló su paz para un monume:pto a los muertos de guerra, y por eso fué genial,: su paz es la de los Caídos. Pero ... en esta guerra, ¿ quién ha quedado levan-tado?

    Reportajes gráficos en abundancia y con grande profu-sión de comentarios han acoplado durante estos últimos me-ses dos perspectivas de antes y después de lanzar una bom~ ba en malhora ensayada inmoralmente y cuya inmoralidad ha quedado eclipsada por el portento abrumador de su in-vento. Las últimas palabras del Papa en su radiomensaje al pueblo arge'ntino en el día de Cristo Rey nos hacen pensar en otra bomba de orden moral cuya base desintegrante es el odio, que, después de haber arrasado los cimientos mis-mos de la civilización en grandes comarcas, acusa efectos retardativos de "radioactividad sintomáticos y fatales. "El foso que ha dividido al mundo en dos partes-dice Pío XII--cada día es más profundo. El ardor en unos del amor yen

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    otros del odio, al crecei: continuamente, pulveriza y derrite cada vez con rnás vigor la tibieza de las zonas intermedias."

    He aquí el grande y principal problema de esta Paz; pro-blema que durante la guerra estaba de sobra planteado. Es-tábamos convencidos de ello y ahora no admite discusión; las municiones político-morales que sostenían con más ardor cada día la batalla ni 'eran ideas de democracia, ni de expan-sión territorial, ni de minorías étnicas, ni de amor verdadero él la paz, ni de amor propio por no quedarse el' último, ni de defensa de los débiles, ni de fascismo, ni de nazismo, ni de fulanismo como sistemas antagónicos irreconciliables: "El problema -es básicamente teológico", proclamó certeramente

    .. el héroe del Pacífico y vencedor del Japón el día mismo de la Victoria. En efecto, la cuestión, con su respectiva solución, no es política; es eminentemente religiosa, y tal es así que ha quedado en pie al caer quebrantadas todas las hostilidades po-líticas y militares que se alineaban eh uno de los frentes. Pre-cisamente este ha SIdo el hecho que ha puesto en evidencia la realidad y la existencia de otros frentes quintacolumnistas. disimulados y traidores, que eran los que municionaban los depósitos militares y que siguen municionando la p~opa~~-anda y la pesca barata en la mayor parte de las Cámaras revuel-tas y desorientadas. Ambosfrenk r" los auténticos frentes que aún subsisten firmes y ensañados, nos les seí'íala el Papa con el dedo: "Del lado ele allá, los que niegan él Dios, los que llro-pugnan la lucha entre los hombres, los que nunca se Sacia11 de grandezas y dominio, los que quieren encender en todas partes el' fuego del odio y de la destrucción. Del lado de acá. los qne acatan la sailta ley divina, los que anhelan vivir en caridad, los que hallan sitio en su corazón para todos los pue-hlos de la tierra, los que ansían llevar a todas partes el Evan-gelio del amor. Allí, los que siempre han de buscar más, por-que no esperan más bienes que los de la tierra. Acá, los que pronto se contentan, porque buscan las cosas de este mundo

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    solamente como escalera pal'a el cielo;' (28 octubre). Esta es

    la base teológica del problema del mundo a que aludía Mac-

    Arthur. autorizadamente interpretada por la grande clarivi-

    dencia política del Papa. Preguntaba no ha mucho un co-

    rresponsal de Prensa español desde una ciudad centroeuropc

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    ropa. El bambre, el hío, la peste blanca, comIenzan a pre-ocul~ar seriamente a los que tienen toda vía un rescoldo elel concer,tll cristiano de la responsabilidad. El Oriente rojizo y tormentoso de Europa inftinde seriéls preocupaciones y en-coge los corazones; la inAación y la escasez en las naciones perdidas; la fiebre clemocratizadora y antidemocrática en sus procedin1ientos; los problemas mis1110s ele 'la guerra (lue, des-pués de tanto, ban quedado por resolver; los recelos entre los vencedores; la instabilidael ele los principios básicos ek

    una paz desinteresada ? justa; el oportunismo especulac10r sobre la desgracia y la necesidad: la escasa garantía ele los tratados firmados; el malestar separatista de las colonias el1 general; el desequilibrio inchlstrial, con la cOllsig'uiente y palpitante cuestión obrera de 11tle\'O planteada; millones ele hug'ares vacíos, deformados () deshechos; una corriente vio-lenta ele inmoralidad y ele pesimismo Cine arrastra por (L~,

    lante toda la laya social, todos los desengaños (i qne son tan-tos'!) y tantas almas jóvenes a medio hacer y GL1lsadas ya de vivir ... He aquí algunos ele los problemas de la Paz. Esto, en 10' que podemos controlar; porque sabemos que tras el telón de a,cero, que sigue herméticamente cerrado, se ocultan masas ingentes de deportados, verdadera desintegración de pueblos enteros, fábricas g'igantescas que día y noche tra-

    bajan sin descanso para equipar un ejército invisible y en pie ele guerra y organizaciones internaciónales Cjue tienen minadas casi todas las cancillerías: laboratorios de todos los venenos sociales, Cjue se experimentan en el húnbre, en el

    cansanclO y en la confusión ele las masas. Merece que en otras ocasiones analicemos algunos de estos problemas en

    particular.

    *. * * Como el botín de guerra hay que repartirlo entre tantos

    y ha quedado aclemús tan pobre, alguien ha pretel1clic1o ti l"ar a la rebatina pueblos l)acíJ1cos, neutrales y católicos.

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    N nnca se paseó por el mundo con tantos honores la men-· tira al servicio ele una propaganda grosera e insultante~ que, a la sombra de una libertad con una tea en lug~r de una antorcha, se ctee autorizada para resolver los asuntos personales d~ otra nación y de un Gobierno intachable. El hecho merece archivarse en la espiritualidad de la política y suma demasiada gloria a España para dejar de conmemo-rarIo. Gran parte de la propaganda política intel;nacional du-rante los meses de agosto y septiembre (¡ y lo que le quede en la cartera al señor Lasky!) la ha absorbido España, que incluso durante los elíasemocionantes ele la capitulación ni-pona llegó a momentos de anular todas las otras noticias. Colma nuestro legitimo orgullo el haber sido puestos .iUllto al Vaticano para asaetearnos a la vez y llamar la atenciói.1 del n1l1i1do sobre nuestros crímenes 'ele guerra. El crimen dd Papa. ya sabemos cuál es: ¡ la carielad! El crimen de España .. :-.; el conservar "C(;1110 misión principal la de espiritual i.:.lr a un mundo en llamas con las {micas armas de su fe '-i..,li-giosa y su inag·otable fuente de caridad" (Don J. UI;1ñez 1\1art111, 14 julio).

    El Gobierno español recogió a su tiempo el obsequi(, de l'ostdam. En el con1l1nicado hecho público con tal \:¡n:l~11stancia se hacía resaltar, junto al acuse de recibo, la serena

    . .

    y gallarda postura con que aceptábamos la consigna de se-guir hnne; rincliendu armas a la Paz puertas afuera ele la Conferencia. mientras que ~:;clos los demás pueblos quedaban invitados al banquete. De ~:obra sabemos quién repartió las invitaciones y quién se guardó la de España. "Es la historia ·cle siempre, que España sabe muy bien porque está escrita

    , con su sangre--cli jo don Esteban Bilbao en otra ocasión, pero que hace al caso-; e 11 os., para el odio y para la cles-

    . trucción; nosotros, para la paz y para la justicia. Ellos, la barbarie que profanó el templo, que mutiló el arte, que en-canalló la vida; nosotros, el orden que renace para devolver

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    ~I la Patria la Patria que ellos nos dejaron agonizante en , nuestras manos, el calor de la vida, la dig'nicbd del Derecho,

    las bases de la verdadera libertad, Su símbolo es una checa, antro de crimen; el nuestro, la c11mbre altísima, Cerro de los Angeles, donde el amor redime, la verdad impera y refulge con eternos destellos la civil ización cristiana, madre de la libertad en el mundo y quintaesencia de nuestras tradiciones gloriosas" (14 julio).

    N o es retórica de nuestro mejor parlamentario; es la realidad internacional ele España como se empeñan en pre-sentarla a fuerza .ele combatirla nuestros más encarnizados enemigos. Pero, como dos no riñen si uno no quiere, Es¡nña sigue S~l camino impertérrita, sin hacer caso de quienes tie-nen todos los motivos para no quererla, compadeciendo a los que ladran sólo porque oyen ladrar y tendiendo sus brazos a los hijos huidizos y pródigos, perdonándolos cristianamente; firma sendos tratados comerciales y culturales con quien quie-ra que le pida su amabilidad y cortesía, mientras con polí-tica prudente sigue acechando los movimientos de su único y máximo enemigo humillado y oteando todas las rutas mun-diales y nacionales de la recollStrucción y de la prosperidad.

    , Henos otra vez él la vanguardia del mundo en el movi· miento espiritualista; 10 mismo que en el sig'10 XVI, cuando se enfrentaron Carlos V y Lutero, la España católica frente a la Europa apóstata. Es clara nuestra posición en el frente ele acá que señala el Papa. N l1estro glorioso Caudillo tiene conciencia de ntlestra responsabilidad en estos momentos y habla con aplomo ele cruzado y de capitán de la Iglesia: "Se ha dado una consigna para CJue la calumnia corra de boca en boca, de pueblo en pueblo, ele radio en radio, de prensa en prensa, para formarle a, España de nuevo una leyenda negra; leyenda negra que no es la de hoy, sino que ya en tiempo de Felipé JI también existió ... sencillamente porque en España se predicaba el Evangelio,' porque sobre laban-

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    dera de España figuraba, una cruz, porque' España evange-lizaba mundos y porque España era faro de luz y bienestar qnc no convenía a los extraños. Y 10 mismo que entonces ~c tejió una" leyenda negra contra nosotros, hoy se pretende hacer igual. Pero creo que la batalla es ventajosa para nos-otros, ya que ellos van contra Dios y nosotros somos sus sol-elados" (12 septiembre).

    Er criterio elel Primado español no es menos categórico ~ohre el particular, apelando él la revisión serena de la poH~ tica entre las naciones. "¿ Puede ser útil a la paz internacio-llal CJue el mundo al1sía-pr.egunta-bucear 'en sucesos ante-riores él la guerra mundial, remover un rescoldo para levan-tar nuevas llamas ele guerra civil? ¿ Puede ser útil a la nueva comunidad' ele Nadones Unidas la ausencia de España, ma-dre en la fe .Y en la lengua ele veinte naciones, pueblo de fi-,""onouiía espiritual fuertemente definida, defensora de la ci-vilización cristiana y ele la formación efe la civilización oc~ cidental?" (2 septiembre).

    * * *

    Si es auténtico el testamento póstumo político del Minis· tro nazi de Trabajo, doctor Ley; que nos transcribe la Pren-sa, tenemos una confesión trágica y aleccionadora: "Olvi-damos a Dios, y por ello hemos merecido que nos olvide." j Tienen un h~nelo significado estas palabras, y más por ve-nir de quien vienen! Antes del Nfinistro alemán ya se había cansado de repetir esto mismo Pío XTT: "No habrá, no pue-de haber paz en el mundo h(;lsta Cjue los hombres. vuelvan él Dios" (29 junio). Esta es la soiución del grandé problema de la paz; bien elemental y bien sencilla. Son una grande verdad las palabras de Napoleón: "No lny más que dos fuerzas en el mundo: la de la espada y la del espíritu." La

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    primera ha fallado; nos queda sólo la seg-unda, que es la Cjue siempre gana.

    En este "panorama demente de la política internacional" sigue imponiéndose con toda urgencia la necesidad de nues-tra espidtualidad católica y española. Las palabras del Car-denal Manning- se hacen cada día más realidad: "Esta-mos en tiempos de mártires, en que se necesitan lasvirttlCles heroicas." Y Pío xn proclama:'" En un tiempo apocalíp-tico como el nuestro tienen yalor y autoridad únicamente los espíritus Íntegros, rectilíneos y resueltos" (18 agosto). Nuestro catolicismo no puede ser comodón y seclentarin' es militante, misionero y conquistador;. No hemos de c;er pie-dr¿is opacas; somos piedras preciosas del tesoro de Dios, Cjue 11emos de reilejar las irradiaciones avasa11adoras de l11H es-piritualidad vivida y ejemplar. Hagamos programa vivido de la fe en una Providencia soberana en el cielo, (1ue V'.l dl~;poniendo las cosas y equilibrando las fuerzas morales elel mundo; en una palabra infalible (Iue ensancha los corazo--nes: "Portae inferi non praeyalebunt", y, finalmente, en ia única Cátedra incorruptible- del Derecho, ele la Cari bd y de la Verdad: el Vaticano, cuyo magisterio es el único ql1e ;;-arantiza sus enseñanzas con el éxito y con la autoridad ck Aquel que se llamó antonomásticamente: "Pax ": la Paz.

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    LA MUlER CRISTIANA ANTE EL FEMINISMO

    SOCIAL Y POLITICO DE NUESTROS OlAS

    De trrf,J'tscenr!enta/ importancia calificamos alas dos dJiscut'sos que dumnte este trimestre último ha, pronunciado en diferentes cir-cUII1,stanciasel Papa sobre U '11 tema tan difícil, tcm .acuciante y tan 'l~niversal C011'W es el proble'J1w. de la mu.jer 111Oder1'la. Se'f¡w. veriN-cado u.na verdadera, revolución en las coshtm'bres JI, por consiguien-te, en. nuestra mentallMad, que nos pone ante un a1,tténtt"co "hecho consumado", CM/lO lo califica. Su SaJntid'ad m1:smo, y q1;te pide con t()lda urgencia una so"'¡ción de pmrte de la espirItt.balidad cristiana, aintes de que el trasplante definitivo arraigue con todos los defec-tos que pu.ede te1ze1' una, planta) exótica y silvestre. La moderniza-ción y el progreso e11 la 'l'nenJa>lidad de nuest1"OS día;s sobré .lal mi-sión social, política JI económica de la muje'r ha nacido én am-bientes materialistas o, por lo '111 en os, arreUgiosos, y dé ahí los pe-ligros que vienen escondidos entre S1,ts halagos al 'ilmponerse en pa'íses de costuI111ibres tradicionalmente crístia,nas y fltntagóm'casa las nu.evas formas J' exigencias de la, vida. La pala.Qra del Papa, aldelnás de ser hti/ni'llosa, serena JI vigorosa:rnente razona,dla, tie1ie las garantías del SUP,/,{?1'/M Magisterio, que debe preceder en todas nuestras dific~tltades pa.ra ilu!m:inc(I/' 'meestra,s ideas 3' fortalecer 11,Uestras conciencias, H abla, el Papa . .

    "Esta' gran reunión vuestra en torno a N os, amadas hijas, adq uierc ,especial signifi'cación en las presentes circunstancias pOI'q ue, si en todo tiem:po nos es grato acogeros, bendeciros y daros nuestros paternales c.onsejos, en la hora actual se añade la necesidad de hablaros, según vuestras apremiantes peticiones, sobre un argumento de gran relieve 'y de capital importancia en esto" días: las o.bligaciones de la 111 ujer en la vida so.cial y política.

    Una o'casión semejante Nos mismo la deseábamos, porque la febril agitaci6n en la angustio'sa actualidad, y más aún la :preocu1paci6n por el incierto porvenir, ha colocado la, condición de la mujer cntre la:; cuestiones más importantes, 110 menüs para los amigos que para Jos' enenügos de Jesucristo y de la Iglesia, Digamos en seguida que para Nos el problema femenino., así en su conjunto como en cada uno de sus múltiples aspectos particulares, consiste todo él en l

  • LA MUJER CRisTIANA y EL FEMINISMO MbDE~NO

    manera el problema, considerarlo unilateralmente bajo uno sólo, sea cual fuere, {je los aspectos arriba mencionados, sería lo mismo que es~ quivarlo, sin ventaja para nadie, y mucho meno's para la misma mU-jer, Desligarlo de Dios, del orden sapientísimo del Creador. ele su san" tlsima voluntad. es desvirtllar el punto esencial de la cuestión. o sea la verdadera d1gnidad cle la mujer, elig'nidad que ha recibido sólo de Dios y tiene solamente eil· Dios, De aquí se sigue que 1\0 están eH

    'condiciones ele considerai' rectamente la cuestió-n femenina aqudlos sistemas que excluy~l1 de la vida. 30cial a Dios y a su ley, y conceelen ,l los 'preceptos de la l'eligión, a 10 más, un puesto humilde en la "¡l':, privada' del hombre. Por eso vosotras, dejando a un lacio los nombres sonoros y hueros con que algullos quieren calificar las reivindicacio-r.es del feminismo, laudablemente os habéis agrupado y unido, como "mujeres y jóven~scatólicas, para corresponder convenientemente a las exigencias y al verdadero interés de vuestro sexo.

    ¿ En qué consiste, pues, esa dignidad que la mujer ha recibido de Dio!¡? Preguntad a la naturaleza humana cual el Señor la ha forma-do, elevado y redimido con la sangre de Jesucristo. En. ,su dignidad' persoi1al de hijos de Dios, el bOlJ1bre y la nútjer son absolutamente iguales, como también C011 respecto al !ln último de la vida humana, que es la unión eterna con Dios en la felicidad deí cielo, Es gloria imperecedera de la Iglesia el haber restituÍdo a su lugar y a su debido honor esa verdad y librado a la mujer de una degradan1te servidumbre,. C'ontraria a la Naturaleza. Pero el hombre y la mujer no pueden man-tener y perfeccionar esa dignidad suya SLno respetando y, poniendo en práctica las cualidades particulares que la Naturaleza ha dado al uno y a la otra, cualidades físicas y eSipirituales indefectibles, cuyo orden 110 es posible desbaratar sin que la Naturaleza misma venga siempre a' restablecerlo de nuevo. Estos caracteres peculiares que distinguen a lo,s dos sexos se revelan con tanta claridad a los ojos de todos, que sólo una obstinada ceguera o t111 doctrinarismo no menos funesto que utopísticopodrían desconocer o ignor M su valor en las ordenaciones sdciales. Más aún: los dos sexos, ]lar sus mismas cualidades particu-¡ares, están ordenados el uno para el otro, de tal manera que esa 111.1.1-tua coorc\'inación ejercita su influjo en todas las múlti,ples manifesta-ciones de la vida humana y social. N os 1IOS limitaremos a recordaros dos por su especial impo·rtancia: el estado matrimonial y el del celi-bato voluntario, según el consejo evangélico,

    El estado m2trimorual.-El fruto de una verdadera comunidad con-yugal comprende 1]0 solarilente los hijos cuall'do Dios se los concede a los es,posos, sino los benefi,cios materiale's y espirituales que la vida de familia ofrece al s'énero humano. Toda b civilización en todos sus aspect03, las sOlciedadcs y las sociedades de las naciones, la Iglesia misma; en una palabra, tocIos lo~ verdaderos bienes de la Humanidad sienten sus felices efectos donde es ta vida conyugal florece en el or~ den, donde la juventud se habitúa él mirarla, a honrarla, a amarla como ,1 un santo ideal. Por el cO:1.trario, donde lo,s dos sexos, olvidados ele la íntima armonía querida y e31

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    gera y frÍ\'ola en su es,píritu y en su conducta, se hace 111,oral y físÍca-ll1ente inepta para la vida santa elel matrimonio, allí el bien com{1I1 de b sociedad humana, así e11 el orelen espiritual como en el temporal, ,e halla gTayemente cOlll,prollletido, y la misma Iglesia de Dios tiern-Ua no por su existencia (cuenta con las promesas divinas), sino por d mayor fruto ele su l1lisión entre le,s hombres.

    El celibato voluntario según d consejo del Evangelio.~Pero he aquí que desde hace veinte siglos. en todas las g·eneraciones. miles y miles de hombres y de 11lujer6 entre lo,; mejores ren111lcian libremen(e>, para seguir el consejo de Jesucristo, a una familia pro1pia, a los saJ~tos de-beres y a los sagrados derechos de la yiela matrimlonial. ¿ Queclet tal 1,'ez por eso en peligl'o el bien común de 105 pueblos)' de la Tglesia? Todo lo contrario: esas almas g'enero'sas reconocen la asociación de. los dos sexos con el lllatrimonio comú'l1 al mislllo bien. Pero si se ale-j:ll1 ele la vida ordinaria, del senelero trillado, lejos ele abandonarle, se ~'onsagran al servicio de la H u'l1lanielad. en el ~on;pleto desasimiento ele sí mismos)' de sus propios intereses, en una acción incomparable .. :nente más

  • LA MUJEH CHISTIANA y El'. FEMINISMO MODERNO 43í

    fspíritu, )', sobre todo, su exquisita sensihilidad. Y así, la mujer, ver"" dacleramente tal. no puede no Ver ni entender a fondo tocios los pro-blemas ele la vida humana mi\s que hajo el aspecto de la familia. Por l'SO el sentimiento sutil ele su dig'nidad despierta su inquietud siempre que el orden social o político amenaza perjudicar aSl1 misión materna y al bien de la familia. Est,lS son !Joy. por llesgracia, las condiciones ~nciales y políticas, y podrían convertirse todavía en más inciertas para ia santidad elel hogar d()11l~stic() y, por consiguiente. para la dignidad de la ll111jer. Vuestra hom ha sonado, mujeres y jóvt;;nes católicas. La \ i(la jlllb]¡ca os necesita.

    Condiciones sociales y políticas desfavorables a la santidad de la familia y a la dignidad de la mujer.-Es un hecho innegable que descle liace mucho tiel1lpo los público,; acolltecimil'l1tos oC han \"t~ni(lo c1os-arrollanelo ele manera desfayorallle para la familia y para la l11u.ic'r, y para ganarla a 'StI calba \'ario,; movimientos políticos se vuelven hacia ella. Algún sistema tot:ditario pone ante sus ojos maravillosas pr()l~lCS;\S: ir.;'tlaldad ele derechos respecto al hombre, protección de 1l1ccle acaso la llluj~resperar S\1 vcrc1ade:"o hiell-,:star de U11 régil11ell de capi¡":\I;'SI110 ~lrcdo1i\if1a11tc? ]\Tus no tonCl11o:; 1,ecesi(hd ele pre;;clltanh ahura Lis cOll:i(;cnencias econlllllicas y SOCil-ics que ele eco se deriva;!. Vosotras conocéis sus características y YCh-otras mismas sOjJortáis ~:1 2)eso: aglomeración excesiva de las pobla-ciones en las ciudades, pru;.:"!"csh"o e. invil,;or incremento de las gT:llldes cmpresas. difícil y precaria ciiuelición ele las demás inc1tl~trias, eS!Jccial-mente del artesanado, y l1lil:; ;1{111 ll¡; la agricultura; extensión inquie-tante· ele la elesucupación. lJev,,!"cr 1" 111:IS posible to:clo el hOllor a la' 1I1 isión ele la 11ljl1jer y de la 1l1allre el1 el hogar duméstico, tal es la pa-lalJnl ql1e se alza ele 111uc.has parll's COliJO un grito ele "alarma, C01110 si el 1111lIic1() despertara casi aterrori ::lelo de los fnltos de \In progreso

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    material y técnico, del que sc mostraba antes orgulloso. Observemos la realidad de las cosas.

    Ausencia de la mujer del 'hogar doméstico. He aquí a la mujer, que para aumenltar el salario de su marido se va taml)ién a la fábrica a trabajar, dejando durante su ausencia .abandonada lá casa. Y ésta -acaso ya escuálida y estrecha-resulta todavía más miserable por ialta de cuidado. Los miembros de la familia trabajan separadamente en las cuatro puntas de la ciudad y a horas distintas.: no se encuen-tran juntols casi ,nunca: ni para comer. n,i para descansú después de la fatiga de la jornada, ni muc:110 menos para la oración en común. ¿ Qué queda de la vida de familia? ¿ Qué atra

  • LA MUJER CRISTIANA Y EL FEMINISMO MODERNO' 433

    \'er muy tarde a caSil. lejos' ele encontrar en ella una ayuda. un sostén, deberá ella mi s l11¡a ejercitar junto a su hija. incapaz e inexperta en los trabajos femellinos c1oméstico's. todos los oficios ele una criada. Ni seriÍ. mejor suerte la elel padre cuanclo a la edael Jyanzada. las enfermeda-des, los achaCju~s.la falta de trabajo le oblíg11

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    io cual no quita que algunas sepan dar pruebas de grande pericia aun en cualquier campo de la actividad pública.

    Todo esto es unacucstión no tanto de atribuciones diversas cuanto rlelmodo de juzgar y de descender a las aplicaciones concretas y prác-ticas. TOimemos, por ejemplo, el caso ele los derechos civiles: son hOiY para ambos los mismos. Pero con cuánto mayor discernimiento y efi-cacia serán utilizados si el bombre y la mujer llegan a completarse mutuamente. La sensibilidad y la delicadeza propias de la m,ujer, que podrían arrastrarla tra3 sus impresiones y correrían al fin el peligro de perjudicar a la claridad y a la am,plitud de las miras, a "la serenidad í;e las apreciaciones, a la previsión de las consecuencias remotas, son, por 10 contrario, una preciosa ayuda para poner de relieve las exigen-c'::c". I~.' aspiraciones, los peligros de orden doméstico, benéfico y re·

    El vasto campo de la actividad ,de la mujer en la actual vida civil y política,-La actividad femEnina se de.sarrolla, en gran parte, en los ¡rabajos y en las ocupaciones de la vida doméstica, que contribuyen más y mejor de ·cuanto generalmente se po:dría .pensar, a los verdade·· ros intere3es de la comunidad social. Pero estos intereses exigen, ade-más, una legión de mujeres que dispongan de más tiempo para poderse dedicar a ello más directa y enteramente. ¿ Quiénes .podrán ser, pues, estas mujeres, sino especialmente·-no queremos decir exclusivamente-;(f}uellas a las que Noo aludíamos hace' poco:, aquellas a las cuales im-periosas circunsta,ncias han dictado la misteriosa vocación, aquellas que los acontecimientos han obligado a una soledad que no estaba en sus cálculos ni en sus aspiraciones y que pal'ecía condenarlas a una vida egoístamente inútil y sin orientación? Y he aquí, en cambio, que su misión se manifiesta hoy múltiple, militante, absorbiendo todas sus Energías, y tal que pocas otras, Otcupadas por los quehacere& de la fa-milia y de la educación de los hijos o bien .. sujetas por el santo yugo de la regla, estarían igualmente en condiciones de realizarlo.

    Hasta ahora., atgunas de aquellas mujeres se dedicaban con celo, a '.-eees admirable, a las obras de la parroq nia. Otras, siempre con más am';plios horizolntes, se consagraban a trabajos morales y sociales de gran importancia. Su número, a consecuencia de la guerra y 'de las subsiguientes calamidades, se ha visto aumentado 'considerablemente. 1\1 uchos valientes .han caído en la horrible guerra; otros han vuelto t,nfermos. Tantas jóvenes esposas, por consiguiente, esperarán en vano en su so·litaría 'morada. la venida del espüso. Pero al mismo tiempo, las nuevas necesidades creadas por el ingreso de la mujer en la vida civil y política han surgido ¡para ,pedir su concurso. ¿ Es acaso' solamente una curiosa coincidencia o es menester ver en ello una disposición de la divina Providencia?

    Por todas la" ¡maneras, es vasto .el ·campo de aoción que hoy se ofre-ce a la m'ujer, y puede ser, según las aptitudes y el carácter de cada una, o intelectual o más prácticamente activo. Estudiar y exponer el puesto y el oficio de la mujer en la sociedad, 'sus derechos y sus de-beres; hacerse educadora y guía de las pro.pias hermanas, enderezar las ideas, disipar los prejuicios, aclarar las confusiones, explicar y di-fundir la doctrina de la Iglesia para desval].ecercon n1*s se~uridad el

  • LA MUJER CRISTIANA Y EL FEMINISMO MODERNO 435

    er¡'or, la ilusión y la mentira. :para tra~itorn;¡r más eficazmente la tác-tica de los adversarios del dog·m:'. yae la moral católica, trabajo in-menso y de apremiante necesillarl, sin el CJue todos los vehementes de-seo.s de apostolado 110 obtendrían más CJue precarios resultados. Pero también la acción directa es indispe;lS

  • 1 ..

    436 ACTUALIDAD

    te, poniendo a vue~tras alumnas eu condición de extender a otras, C:1 iamilia o fuera de ella, el hien que vosotras les habéi,s hecho.

    ¿ y qué decir, aclenúts, ele tantas otras obras con las que ayueláis a las madres de falllihl tanto para su formación intelectual y religiosa C0l110 en las' CirClll1sta:lcias dolorosas y difíciles de su viela?

    b) Sobre la reali::acióll práctica' de la vida sodal y, ¡Jolític8 de 1;1 m,ujer.-Pero vuestra acción política y social depende mucho de la legislación del E~;tado y de la administración del municipio. Por eso la papeleta electoral en 111"-nos de la mujer católica es un l11edio im-portante para c:p:plir su riguroso deber de conciencia, sobre todo en los actuales tiempos.

    EfectivalTliente, el Estado y la política tienen el estricto deber c!r procurar a la familia de las diversas ciases sociales las condiciones ne-cesaria de existencia y desarrollo: comunidades económicas, jurídicas y morale3. Entonces la fal11;ilia será la célula vital de seres que procu-ran honestamente su felicidad terrenal y eterna. Todo esto, la mujer verdaderamente tallo comprende perfectamente. Lo que nOo compren-lÍe ni puede co¡mprencler es que 'por política se entienda el dominio de una clase sobre las demás, la mira amlbiciosa de una extensión de do-minio cada vez mayor, del imperio económico y nacional, por cualquier razón que se presente. Ella sabe perfectamente que tal po1ítica abre el camino a las hordas o declara guerra civil. al paso cada vez mayor de los armamentos y al constante 'pelilgro de la guerra. 'Ella conoce por ex,periencia Cjue, como quiera que sea, esa política resulta en daño de la familia, que debe pag¡arla cara 'con sus bienes y con su sangre.

    Por eso,. ninguna mujer prudente es favorable a' una política de lucha ele clases o ele guerra. 'sus pasos hacia la urna electomt son pa-sos de paz. Así, pues, por el interés y por el bien de la familia, la mu-jer seguirá en su camino y negará siem,pre su votd a toda tendencia., venga de donde viniere, (jue tienda a su,peditar a codicias egoístas de dominio la paz interior y exterior ele la nación.

    i Animo, pues, mujeres y jóvenes católicas! Trabajad sin descanso y sin desanimaros ante las dificultades y obstáculos que se presenten. Vivid a la sombra de la bander2. ele Cristo Rey, bajo el patrocin io de la Madre admirable, Reina de las l11¡adres, Restauradora del hogar, de la familia, de Jasociedad" (r). -

    Tal es el discurso del Papa a las ·mujeres itaLia1'l,as el (Ha; 21 de octubre últún.o. El día 15 de agosto pronunció otro: más breve, pero 110 'men.os h1teresante, COIl ocasión de una concenfratción de 6.000 obreras ifalial1(ls, cuyá misión en la faJ11.it'a, ello la vida! pública, y ell la 1 gles:a 'lJie'ne resU'lnida magistralm,ente c'n los párra!,os qu'c e1'l-fresacCf,1-!10S a continuación:

    . "Las trabajadoras y la ram,ilia.-La mujer e.s el corazón de la fa-¡nilia. El cuidado ele la casa, donele ella es la reina, forma el centro v

    ~j) Ecclesia c ullmero 215, púg's. 17';-/74,

  • LA MUJER CRISTIANA Y EL FÉMINlSMO MODERNÓ 437

    el campo de su actividad principal. Pero e,ll este orden de cosas, la industria, con sus ,poderosos y portentosos progresos, ha traído una transforn1a'CÍón sin, precedentes en la historia de la civilización huma-na. Ha reservado para sí, como perfectamente sabéis, una parte 110b.-ble en los trabajos domésticos que por su naturaleza corresipondían a la mujer y, por lo contrario, ha obligado a grandes multitudes del mun-do femenino a salir del hogar doméstico y a trahajar en las fábricas. en las ofi'cinas y en las empresas. M UdlOS se lamentan de este caní-blci, que es un hedlO consuma:do del que hoy no es posible volverse atrás. Hemos indicadú ya otras veces h\s profundas repercusiones que esta transformación ha producido en el pueblo italiano. Aquí, acaso más que en otros países, la tradicional limitación de las actividades feme-llinas era un elemento fundamental de la sanidad de la moral ¡pública, ele tal manera que este cambio ha ~odido revestir el aspecto de Uí1:\ verdadera revolución social. ¿ Cuál es, pues, vuestro deber en tales con-diciones? Haced ahora más que nunca que la familia sea el santuario de vuestra vida. Las que no están casadas de vosotras, permanecen, g-eneralmente, en la intimidad de ].a casa pilterna: dedican con gusro sus ganancias y su tiem,pol libre en prinl¡er lugar a los suyos: padres, hermanos, hermanas: aunque esto le suponga la renuncia a una vida más independiente y a los placeres a los que tantas compañeras suyas ce dan despreocupadamente. Así se trata, amadas hijas, de nadar con-tra corriente si se ha de 'perm¡anecel- fieles al deber cristiano. Pero en el cumplimiento de este deber hallaréis la felicidad Y' la paz del cora-7ón y él atraerá sobre vuestro porvenir, como lluvia de primavera, las bendiciones del cid.o,. A las que entre vosotras.sois ya esposas y m'a-dres os decimos ahora: Bien [;abmnos 10 difícil que es cumplir, pe:'. mane cien do fieles a la ley de Dios, los deberes de trabajadora en' 11na empresa pública y al mismo tiempo los de ,madre de familia, Y 110 ig-noramos que muohas no resisten a la tensión que se deriva de este doble deber y ceden a ella. Los esfuerzÜ)S de ],a Iglesia en favor ele un salario suficiente 'para el mantenimiento del obrero y de su familia te-nían y tienen, precisamente, también la finalidad, muc'has veces bien difícil cle conseguir, de devolver la esposa y la maclre a su prupia vo-cación en el hogar doméstico. Pero si v050tras, amadas hijas, tenéis tam1)ién que ganaros el pan de cada día en las fábricas o en las em-presas, ciad en las horas que os qüeden para la casa a vuestro marido .'" a vuestros hijos con redoblado fervor el consuelo del buen ejem1plo, de los cuidados afectuosos, elel amor COllstantc. Haced que vuestra casa sea, para usar la ex,presión del Apóstol San Pablo, un lugar de vida quieta y ,pacífica, con toda ,piedad y castidad (I Tim., n, 2), mo-vidas siempre por el propósito de garantizar vosotras mismas a vues-tra familia aquellos saludables dect03 de las vi"jas costum¡bres cri~;tianas, que ahora van desapareciendo. De la santificación de las fiestas, de la devota asistencia al santo sacrificio de la misa, de la frecuencia a la Mesa eucarística, sacaréis el valor en la profesión ele vuestr:l fe, la generosa 10nganimidac1 en las travesías y en las contrarieclades dt' la vida, la fuerza ,para mantener la pureza de la mente y .de las cos-(t~mbres, la fidelidad conyugal, el amor maternal dispuesto a todas las renuncias, y, 'sobre todo, abundará la gracia de Cristo, en vosotras, en vuestras familias y en vuestras 'compañeras de trabajo para que la rec-titud y la lealtad, el respeto al derecho y a la dignidad de los demás,

  • ÁCTUALIDAIJ

    el estar siempre elis.pucsto a ayudarse mutuamente, sean las cualidades características ele vuestras mutuas relaciones.

    La trabajadora y la vida pública.-... N o tenem.os necesidad de 1·e-cOl'daros por la experiencia que ten6is de las cosas sociales que la Igle-sia ha sostenido siem,pre el principio de que a la trabajadora se le debe por el mismo trabajo y el mismo rendimien.to la misma paga que al trabajador. Y sería injusto y con trario al bien común explotar sin COll-c.ideración el trabajo, de la mujer sólo por·que se puede pagar más ba-rato; injusto no solamente para la trabajadora, sino también para el trabajador, que así que:daría expuesto al peligro. de la falta ele trabajo.

    Realmente, apenas es neccsarlo ¡'e corda ros que cuanelo se trata de los fundamentos morales de la fa milia y elel Estado, todos .. hOimbres y mujeres, de cualquier clase y condición, están estrict,L11lente obligados a hacer uso de sus derecho,s poííticos al servicio de la huena causa ...

    La trabajadora y la Iglellia.-Este ,punto tercero, del que también otras vece3 Nos nos hemos octl'pado, S~ puede compend.iar en estas pa-

    . la!bras: la Iglesia es la abogada, 1" ~)atrona, la madre de! pueblo tra-bajador. Quien quisiera afirmar lo contrario y levantar artificiosamentf una muralla entre la Iglesia yel mundo del trabajo tendría que negar hechos ele evidencia luminosa: "Sic gloriari oportet", diremos con San Pablo (H Cor., Xl. 30). ¿ Quién puede mostrar un programa SOr cial tan sólidalmente fundado, tan rico de contenido, tan vasto :Jo' :'tI mismo tiempo tan proporcion;¡,c!o y justo como el ele 'la Ig;lcsia cató-lica? ¿ Quién desde que existe un proletariado' de la i:Hé!tutria ha corn-batido como la Iglesia en lucha leal para defender lO~i derechos httma-¡iOS ele los trabajadores? En lucha leal, porque es una acción a lit que la Iglesia se siente obligada a.nte Dios por la Ley de Jesucristo. En 1l1-cha leál, no para excitar el odio de clases, sino para garantizar a la clase obrera I1n modo de vida 3E'g'uro )' estahle, del que ya otras clases del 'pueblo gozaban, y para r¡ ue la cbse de los trabajadores entrara a formar parte de lacomunidar.l sociaJ, con los mismos derechos que los otros rniernhros ele ella. Ilisitacl los pueblos donde la Iglesia católica 1Jueele ,'¡"ir y o;br:::.r libremente, aunque los fieles, CO'1110 su'cede, por ejemplo, en N orteamérica. en Canadá, en Inglaterra, formen solamente una minoría. Entrad allí 1.'11 las grandes aglomeracion.es de la vida in-dustrial. No hallaréis ninguna c.eüal de roza.miento entre la Iglesia .y el mundo del trabajo. Hasta en Alemania antes ele 1933, es decir, an .. tes elel principio del régimen n;;clona!:;Qcia]isra, las organizaciones so-ciales católicas en los más pOIderosos haluartes ele la industria, recor-riamos particularmente el Rhin y el I./.uhr, representaron una fuerza en gran manera henéfica, no menos l'ara la protección del obrero que para la justa y equitativa solución ele los confli'ctos económicos. Sola-mente en clonde la Iglesia está olPrimicla y en donde no se la deja tra-bajar y vivir, el pueblo' ignorante puede ser inducido a creer en la ene-mistad ele ella con los trabajadores.

    Trabajadores y trabajadoras de Italia; hijos de una patria v de una civilización llena co.m,o la que :más de coinciden das y de cont~ctos en-tre la Iglesia y el pueblo, en ddnde el pensamiento católico ha pene-trado a través de los siglos tan profundamente en la conciencia y en la vida de los pueblos, en donde la E-cdesia Mater tiene tan admirable

  • LA MUJER CRISTIANA Y f.L FEMINisMO MÓDERNÓ

    renombre, en ·donde los tienipos remotos se funden armónicamente con ellpresente, no osdejéís engañar o extraviar por ninguna propaganda desleal. RecÜ'rdad los últimos años de la terrible guerra. ¿ Os ha aban-donado acaso la Iglesia? ¿ N o han permanecido unidos la Iglesia y el . pueblo, el pueblo '.que sufría y la Iglesia que ha querido y muchas ve-ces eficazmente ha ,podido correr en su auxilio? Pero no tenemos ne·· eoesidad de insistir con vosotras, amadas hijas, en estas verdades. Las cü(nocéis y seguís con tanto orgul1o la bandera social de la Iglesia. Vuestra pres~ncia en nuestro derredor es un claro testimonio de que esperáis y aguard;iis la renovación solamente de Jesucristo, de su es-píritu y de su amor. Permaneced fieles a vuestras convicciones. Pro-fesadlas con valor y llevadlas,en cuanto dependa de vosotras. a s llS últimas cO,nsecuencias.

    En un tiempo apoicalíptico como el l1tlestro solamente tienen auto-ridad y valor los ánimos íntegros, decididos y resueltos. El10s única-mente consiguen superar todos los obstáculos y arrastrar a los demás detrás de Bí. Y vosotras tenéis en favor vuestro v en vuestra avuda a vuestrO'. 'Dios, a la verdad, y a la eternidad ... " (1): .

    O) Ecclesia, número 225, pAg·s. 389-392.